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armadas, cuyo objetivo primordial es defender el decoro personal, que ellos han comprometido, y que no

habrá en nuestras filas un solo hombre que se levante frente a sus camaradas para defender una causa que
se ha convertido en vergüenza de la Nación. Les notificamos también que no toleraremos que por maniobras y
comunicaciones de última hora pretendan salvar a un gobierno repudiado por la opinión pública, ni mantener
en el poder los residuos del conglomerado político que está estrangulando a la República.

Félix Uriburu en su despacho junto a su secretario


general Emilio Kinkelin, el mismo día en que se hizo cargo del gobierno. (6/9/1930)

El gobierno militar[editar]
El 10 de septiembre de 1930, Uriburu fue reconocido como presidente de la Nación mediante
una célebre y cuestionada Acordada de la Corte Suprema de Justicia, que dio origen a la doctrina
de los gobiernos de facto.21
Disolvió el Congreso, declaró el estado de sitio, intervino en todas las provincias gobernadas por el
radicalismo y, en rasgos generales, quiso implantar un gobierno neo-corporativista, similar
al fascismo, régimen en el que veía un ejemplo de paz y orden político del cual se podían aprender
útiles lecciones.22
El 18 de septiembre de 1930, los embajadores de los Estados Unidos e Inglaterra, país en el que
había sido agregado militar, hacen saber a Uriburu que las potencias por ellos representadas han
reconocido al gobierno provisional.
Aunque públicamente Uriburu declaraba respetar la constitución, personalmente sentía que el país
necesitaba retornar al régimen de gobierno conservador, previo a la sanción de la Ley Sáenz Peña,
que había establecido el voto secreto para varones mayores de edad. En un discurso pronunciado
en la Escuela Superior de Guerra, Uriburu expresaba su oposición al sufragio universal con las
siguientes palabras:
Debemos tratar de conseguir una autoridad política que sea una realidad para no vivir puramente de teorías...
La democracia la definió Aristóteles diciendo que era el gobierno de los más ejercitados por los mejores. La
dificultad está justamente en hacer que lo ejerciten los mejores. Eso es difícil que sucede en todo país que,
como en el nuestro, hay un sesenta por ciento de analfabetos, de lo que resulta claro y evidente, sin
tergiversación posible, que ese sesenta por ciento de analfabetos es el que gobierna al país, porque en
elecciones legales ellos son una mayoría.23

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