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El rol de la víctima en el Procesal Penal

por GISELA PAOLA VILLALBA


4 de Octubre de 2019
www.saij.gob.ar
Id SAIJ: DACF190166

El tema del presente artículo es el rol que detenta la víctima en el nuevo Código Procesal Penal de la Nación (
Ley 27.063) y la incorporación de nuevas legislaciones entre ellas la ley 27.372. La víctima en el código vigente
no se encuentra protegida por la justicia, al contrario, tiene una intervención limitada en el proceso. La temática
elegida está enmarcada en las áreas del Derecho Penal, Derecho Procesal Penal y Constitucional.

A través de la nueva reforma lo que se busca es darle una mayor participación a la víctima en el proceso. Ahora
me pregunto ¿realmente sucede?. Una primera aproximación me lleva a observar que en el nuevo Código la
víctima se encuentra efectivamente resguardada y tiene una mayor participación a lo largo del proceso. Ello,
conlleva a un aumento de eficacia de la respuesta judicial, como así también, en la valoración de los sujetos que
ésta debe atender (víctima, imputado, fiscal y defensa) y la elevación de la percepción de su propia condición
individual responsable dentro del Estado que la integra.

La nueva concepción está plasmada, básicamente, en el art. 78 del CPPN (ley 27.063), cuando se define la
calidad de víctima, esto es quién es víctima para este Código en términos procesales, con todo lo que ello
acarrea en derechos de intervención en el curso del proceso, que es más amplio y realmente no imaginables en
la cultura procesal que nos rige.

La nueva letra de la ley le asegura a la víctima que será informada de los resultados del procedimiento penal. El
texto cambia drásticamente al clásico "sujeto pasivo" de las figuras del derecho penal en "sujeto activo" del
derecho procesal. Por otra parte, al tener el Código un nuevo diseño de averiguación de los delitos, se marca
una incorporación activa de los ciudadanos, ya sea individualmente o de manera colectiva.

Existen diversas publicaciones que analizan concretamente el rol que cumple la víctima en el proceso, pero no
específicamente sobre su actuación en el nuevo Código Procesal Penal de la Nación.

De modo que la utilidad del presente trabajo consiste en detectar los avances y retrocesos que aparecerán con
la nueva reforma y el reconocimiento ampliado que se le da a la víctima.

El objetivo global de mi investigación es determinar el carácter protagónico (activo) del rol de la víctima en el
nuevo Código Procesal Penal de la Nación Argentina (ley 27.063) y qué sucede con la mujer víctima en los
delitos de violencia de género quien pese a contar con nuevas herramientas por parte del Estado prefiere en
algunos casos desistir de la denuncia.

Sin perjuicio de analizar si hubo cambios positivos a través de la ley 27.372 y la incorporación de la ley 27.272
que instaura el procedimiento de flagrancia en el ámbito nacional.

Recordemos que el 21 de octubre de 2014, fue elevado al Congreso Nacional un proyecto de reforma integral
del Código Procesal Penal de la Nación con el propósito de modernizar los mecanismos actuales de
persecución penal, bajo la necesidad de transparentar y democratizar la administración de justicia penal. Dicho
Código fue aprobado el 4 de diciembre de 2014, derogando el que regía en virtud de la ley 23.984.
Sin embargo, a través del decreto de necesidad y urgencia n° 257/2015, se suspendió su nueva aplicación.

En los últimos tiempos se le ha dado a la víctima un papel fundamental en el Derecho Penal y Procesal Penal lo
que provocó estar en el centro de las discusiones.

La cuestión adquiere tanta trascendencia que no sólo afecta al Derecho Procesal Penal sino que lo trasciende y
trae aparejadas consecuencias directas sobre el derecho sustantivo.

Cuando hablamos del rol de la víctima en nuestro sistema procesal no puedo dejar de mencionar entre otros
autores a Gabriel Anitua (1999), Alberto Binder (1993), Alberto Bovino (1998), Francisco Castex (2013) y
Roberto Daray (2015) entre otros quienes abordan este tema desde diferentes puntos de vista desde lo
sociológico hasta lo que nos compete que es la normativa penal.

Sin embargo, encontramos un análisis crítico al protagonismo que se le da a la víctima en el nuevo Código
Procesal Penal de la Nación, entre ellos, Daniel Pastor (2015) y Marcelo Solimine (2015).

Estos autores, instalaron la idea que entre nosotros tendríamos un código acusatorio para la víctima, con sus
ventajas y desventajas, aciertos y errores, muchos de ellos evitables. Sus mayores adelantos, que merecen la
bienvenida, no son tanto la obra del modelo en sí mismo, como del atraso del régimen superador. Sus
desaciertos vienen de la mano de la improvisación en el diseño, de la ligereza de la redacción y revisión del
texto, de la falta de comisión de elaboración técnica y pluralista, de la ausencia de un programa de trabajo
temporalmente bien definido, de la omisión de todo debate previo a la presentación parlamentaria del proyecto y
no en última instancia de la desconsideración del contexto de necesidad de una reforma general e integradora
del sistema penal.

Según la naturaleza del problema que plantearé podemos decir que el trabajo será descriptivo y cualitativo. De
esta manera se realizara análisis de datos a través de la lectura de jurisprudencia y de estadísticas para poder
así obtener datos "ricos y profundos".

El abordaje de la investigación será interdisciplinario, de contenido, jurídico-psicológico y sociológico. De esta


manera, se seguirá en forma exclusiva la estructura de la obra "Metodología de la Investigación" de Roberto
Hernández Sampieri-Collado y Pilar Baptista Lucio.

La primera pregunta que se realizará la persona que evaluará el presente trabajo es cuáles fueron los motivos
que me llevó a interesarme en este tema. La víctima a través del Código vigente no se encuentra protegida por
la justicia, al contrario, tiene una intervención limitada en el proceso. A través de la nueva reforma lo que se
busca es darle una mayor participación. Ahora me pregunto ¿realmente sucede? Una primera aproximación nos
lleva a observar que en el nuevo Código la víctima se encuentra efectivamente resguardada y tiene una mayor
participación a lo largo del proceso. Ello, conlleva a un aumento de eficiencia en la respuesta judicial, como así
también, en la valoración de los sujetos que ésta debe atender (víctima, imputado, fiscal, defensa) y la elevación
de la percepción de su propia condición individual responsable dentro del Estado que la integra.

Por otra parte, al tener el Código un nuevo diseño de averiguación de los delitos, se marca una incorporación
activa de los ciudadanos, ya sea individualmente o de manera colectiva, y como queda desde la perspectiva de
la víctima la figura del fiscal en el proceso.

La nueva concepción está plasmada, básicamente, en el art. 79, cuando se define la calidad de víctima, esto es
quién es víctima para este Código en términos procesales, con todo lo que ello acarrea en derechos de
intervención en el curso del proceso, que es muchísimo más amplio y realmente no imaginable en la cultural
procesal que nos rige.

La nueva letra de la ley le asegura a la víctima a través del art. 79 del CPPN que será informada de los
resultados del procedimiento penal. El texto cambia drásticamente al clásico "sujeto pasivo" de las figuras del
derecho penal en "sujeto activo" del derecho procesal.

Por otra parte, se comienza a visualizar que la víctima comienza a tener más herramientas para hacer frente al
proceso, especialmente las personas que se encuentran en una situación de vulnerabilidad (mujer, LGTBIQ,
etc.). De esta manera, se busca que haya un cese del daño, la prevención, la no revictimización, la ayuda a la
víctima y al victimario, la no discriminación, y la intervención como solución y no como diagnóstico.

El material que trata específicamente este artículo lo hace mediante el tratamiento de la recategorización del rol
del ofendido en el proceso penal al otorgarle numerosas facultades que el anterior Código no preveía.

Si bien la víctima podrá cuestionar las decisiones del Fiscal que impidan promover la acción penal, incluso su
revisión podrá hacerse ante el órgano jurisdiccional, el sistema impide la posibilidad de promover la acción penal
en solitario, reservándose esa facultad en cabeza del Estado por medio de la decisión que adopte el Ministerio
Público Fiscal.

La otra cuestión es aquella que se vincula con la imposibilidad de impugnar a la víctima, las decisiones que se
adopten en los casos que se resuelven por la modalidad de Tribunales de Juicio por jurados populares. La
norma procesal deja en claro que no hay recurso alguno contra las sentencias absolutorias que se decidan en
juicios por jurados populares.

Podemos llegar a decir que estas cuestiones son controvertidas, precisamente lo son pues ellas se encuentran
en una clara contradicción con principios emanados de la propia Constitución Nacional, de Tratados
Internacionales de Derechos Humanos y de la interpretación que los órganos del sistema interamericano de
derechos humanos hacen del "derecho la tutela judicial efectiva" por parte de la víctima de delito.

En ese sentido la Corte Interamericana de Derechos Humanos, ha expresado reiteradamente en distintos casos,
incluso varios de ellos que tienen en la Argentina como Estado vinculado, la responsabilidad del estado por
impedir a partir del sistema de recursos, hacer efectivos los derechos de las víctimas al acceso a la justicia y
obtener una decisión por parte de los órganos establecidos de una decisión que da respuesta a la pretensión de
sus derechos e intereses.

Las dos restricciones (imposibilidad de inicio en soledad y la de permitir la revisión de la sentencia absolutoria
contraria a sus intereses) que operan en las reglas de procedimiento penal, pueden provocar una contradicción
o colisión de intereses de la víctima en un proceso penal e incluso, ocasionar responsabilidad por parte del
Estado por afectar el derecho de la tutela judicial efectiva.

Ambas situaciones impiden la posibilidad de la víctima de obtener un pronunciamiento judicial que reconozca
sus intereses, en el primer supuesto impidiendo promover la acción penal cuando el Ministerio Público Fiscal no
tenga interés en promoverla o impidiéndole, en el segundo supuesto, la posibilidad de recurrir una sentencia que
le ha sido desfavorable a los intereses de la víctima, contrariando ello particularmente el derecho a la protección
judicial dentro de la protección judicial (dentro de la tutela judicial efectiva) consagrada en el art. 25 de la
Convención Americana de los Derechos Humanos.

Como lo sostiene Alberto Bovino, dada la unidad político-criminal entre Derecho Penal sustantivo y Derecho
Procesal Penal, la cuestión de la participación de la víctima en el procedimiento se halla unida indisolublemente
al Derecho Penal en su conjunto.

Por su parte, Maier entiende que se trata de un problema del sistema penal en general, de los fines que
persigue y de las tareas que abarca y, por fin, de los medios de realización para alcanzar esos fines y cumplir
esas tareas pone a su disposición el Derecho Procesal Penal, por ello sostiene que se trata de un problema
político-criminal común, al que debe dar solución el sistema en su conjunto.

Roxin, al describir la situación, ha dicho con razón que: "(...) la intensidad de la discusión y la circunstancia de
que hasta el momento no se hayan alcanzado resultados capaces de generar un consenso, tiene su origen en
un conflicto aparentemente insoluble; por una parte, una corriente sociopolítica fuerte que insta a la víctima a
participar en la solución del conflicto social desencadenado por el delito y a tener en cuenta que el proceso
penal tiene como finalidad, ante todo, la reparación del daño. Por otra parte, el desarrollo de la penalística
moderna ha llevado a un constante desplazamiento de la víctima del Derecho Penal, que ha fundamentado sus
sanciones casi exclusivamente en el conflicto entre la sociedad y el autor y ha relegado la reparación del daño al
Derecho Civil...".

Por esa razón, sigue sosteniendo que:

"las reflexiones relativas a la protección de la víctima se encuentran con un Derecho Penal que se inspira
ampliamente en la separación de todas las demandas particulares, y de ahí las enormes dificultades que se
tienen para integrar las nociones aparentemente extrañas de reparación a su modelo estructural".

A través de la historia acontecen un sin número de conflictos de toda índole, entre los que podemos encontrar a
los delitos, entendidos éstos como comportamientos que, de modo grave, lesionan o ponen en peligro,
relaciones entre sujetos y de esa manera, afectan zonas de libertad ajena.

Los delitos como hechos que irrumpen en el tejido social, tienen como protagonistas a dos sujetos: el autor y la
víctima.

Consideramos víctima a aquel "sujeto que se postula o aparece como puntual y concretamente ofendido por
hechos delictivos. Es quien aduce ser sujeto pasivo de las acciones ilícitas, aquel que ha padecido de manera
real, la ofensa criminal" (Conf. Vázquez Rossi). La víctima frente al proceso penal, puede asumir el rol de
"particular damnificado" o "querellante" (según la denominación que al respecto, le dé el Código Procesal Penal
de cada provincia), que es la víctima legitimada dentro del proceso con patrocinio letrado y con las facultades y
obligaciones que la legislación procedimental le otorga; o bien no asumir el mencionado rol y continuar como
"víctima propiamente dicha", conservando aun así, una serie de derechos, prerrogativas y cargas procesales,
que detallaremos más adelante.

Sin embargo, al pasar los años, la víctima ha pasado por distintos estadios de consideración en el ámbito del
proceso. Desde las llamadas "Teorías Absolutas o Retribucionistas", pasando por las "Teorías Relativas o de
Prevención".

De esta manera, la víctima reclama desde la historia un reconocimiento tanto público como privado:

1) por un lado, hacía la tutela de la víctima dentro del propio proceso penal y 2) hacía la búsqueda de su
resarcimiento, para paliar las consecuencias material y moralmente dañosas producidas por el delito.

En lo que respecta al tema del nuevo rol de la víctima en el nuevo Código Procesal Penal de la Nación (ley
27.063), de una forma más específica se recabó información a través de autores como Alberto Binder, Daniel
Pastor, Marcelo Solimine, entre otros.
Así como también, se analizó la nueva visión que se tiene sobre la víctima a través de la incorporación de las
leyes 27.372 y 27.272 (Derechos y Garantías de las víctimas y flagrancia).

Hace años atrás, Alberto Binder, afirmaba que las causales del fracaso de la administración de justicia se
traducían en el incumplimiento de las grandes garantías del proceso -juicio previo, juez independiente, principio
de inocencia, derecho de defensa-; la limitada capacidad de investigación, solo apta para delincuencia
tradicional en manos de la policía mientras la judicatura se limitaba a legitimar sus actuaciones; la selectividad
mediante un ejercicio irracional de las causas en la que se eligen las más fáciles; y la configuración de un
sistema de investigación perezoso, dependiente de la confesión. Frente a este panorama desalentador, el
mismo autor ambicionaba una transformación sustentada principalmente en diez puntos:

1.Juicio como momento central del proceso;

2.Rescate del poder de los jueces;

3.Crear un poder civil de investigación mediante un nuevo rol para el fiscal;

4.Ampliar la participación de la víctima 5.Reestructurar el Ministerio Público Fiscal para un accionar eficaz;

6.Modificar el de la acción penal;

7.Simplificar el proceso;

8.Controlar su duración;

9.Crear un sistema de Defensa Pública con capacidad para responder a los requerimientos sociales; y
fundamentalmente;

10.Respeto a las garantías básicas.

Estos diez puntos son los que hoy, en líneas generales, vemos reproducidos como logro y avance en la nueva
letra del Código Procesal Penal de la Nación Argentina. Al ingresar a un análisis minucioso, y atendiendo al
propósito primordial de este trabajo, la necesidad de descongestionar el sistema judicial, traduciéndolo en un
proceso simple que no sea identificado como un camino in eternum, controlando su duración y respetando por
sobre todo las garantías constitucionales, se torna imperante, y es allí donde el nuevo Código también dejará su
huella.

Por otra parte, la nueva concepción está plasmada, básicamente, en el art. 78 del CPPN (ley 27.063), cuando
se define la calidad de víctima, esto es quién es víctima para este Código en términos procesales, con todo lo
que ello acarrea en derechos de intervención en el curso del proceso, que es más amplio y realmente no
imaginables en la cultural procesal que nos rige.

A lo largo de la evolución del proceso penal, la víctima ha pasado de ocupar un rol de protagonismo absoluto,
marcado por la venganza por propia mano ante el delito; hasta prácticamente su neutralización desde el
momento en que se cedió al Estado la protección de determinados bienes.

Al principio el particular damnificado no tenía participación en el proceso, luego fue adquiriendo algunos
derechos pero siempre debía contar con el impulso del Ministerio Público Fiscal. Al pasar el tiempo consiguió su
autonomía como parte querellante pudiendo llegar en solitario en juicio oral y hasta solicitar al juez una pena.

En primer lugar, su aparición la encontramos en el art. 75 inc. 22 de la C.N. que a partir de su reforma en 1994,
incorpora los Tratados Internacionales y en tal sentido se puede advertir en forma expresa dispositivos relativos
a la cuestión en el Pacto de San José de Costa Rica (CADH) - arts. 8.1 y 25 - y en el Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos - art. 14.1 -.

Por otro lado, a través de la ley 24.316 (B.O. 19/5/1994) incorporó al Código Penal el instituto de la suspensión
del juicio a prueba - probation - en los arts. 76 bis, ter y quáter-. En este sentido, esta ley le acerca a la víctima
una participación aceptando o no, la reparación ofrecida por el imputado y en el supuesto de que se lleve a cabo
la suspensión, lo habilitaba para iniciar una acción civil de reparación del daño, para que diga si acepta o no. En
este caso, el aceptar o no nada tiene que ver con la suspensión del juicio a prueba en sí, sino a que en el caso
de no aceptar la reparación y en caso de que la realización del juicio se suspendiere, le quedara habilitada la
acción civil correspondiente.

Resulta relevante para la víctima la incorporación de nuevos derechos a través de las leyes 27.372 y 27.272.

Otro instrumento de transcendencia fue la aprobación mediante la ley 25.362 (B.O. 30/8/2002) de la
"Convención Internacional Contra la Delincuencia Organizada Transnacional" y sus protocolos reglamentarios
que toman en consideración a las víctimas de trata de personas, tráfico de migrantes y la delincuencia
organizada. La ley 25.763 (B.O. 25/8/2003) aprueba el "Protocolo Relativo a la Venta de Niños, la Prostitución
Infantil y la Utilización de los Niños en la Pornografía". En la ley 25.764 (B.O. 13/8/2003) se sanciona el
"Programa Nacional de Protección a Testigos e Imputados", lo que no obstante, no alude directamente a la
víctima, se refiere al testigo e imputado que colabore con la justicia - arrepentido - y estaban referidos a los
casos vinculados a crímenes de lesa humanidad y posteriormente se extiende a la trata de personas. La ley
25.852 (B.O. 8/1/2004) incorpora al C.P.P.N. los arts. 250 bis y 250 ter alusivos a la instrumentación de la
"Cámara Gesell". Otro hito legislativo lo constituye la ley 26.061 (B.O. 26/10/2005) de "Protección Integral de los
Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes" que obliga la aplicación de la Convención sobre los Derechos del
Niño que se erige en hacer prevalecer el interés del niño. De suma importancia resultó la sanción de la ley
26.364 (B.O. 30/4/2008) que luego es modificada por la ley 26.842 (B.O. 27/12/2012) sobre la "Prevención y
Sanción de la Trata de Personas y Asistencia a sus Víctimas" e incorpora los arts. 145 bis y ter y modifica el art.
41 todos C.P.. Otro ordenamiento legal de relevancia es la ley 26.485 (B.O.14/4/2009) de "Asistencia Social.
Violencia. Protección Integral. Relaciones Interpersonales. Mujeres" que en términos generales promueve la
igualdad y garantiza el acceso a la justicia e impide la discriminación y revictimización. Nótese que se debe
realizar una aclaración con respecto a ésta ley y la ley 24.417 (B.O. 3/1/1995) de "Protección contra la violencia
familiar". La ley 26.549 (B.O. 27/11/2009) incorpora al C.P.P.N. el art. 218 bis sobre la extracción de ADN tanto
para el imputado como para la víctima de acuerdo los procedimientos que indica la norma. En este recuento
legislativo se observa un avance en la consideración de los derechos que se han ido incorporando en favor de la
víctima y así se llega a la ley 27.063 (B.O. 10/12/2014) que aprueba el nuevo Código Procesal Penal de la
Nación que en el Título III habla de la víctima y a su vez en el Capítulo I "Derechos Fundamentales" y Capítulo II
"Querella". Cuya aplicación es suspendida por el Decreto 257/2015. Para remediar, en parte, esta suspensión
se instrumenta la presente ley 27.372 de "Ley de Derechos y Garantías de las Personas Víctimas de Delitos"
que va a ser motivo del comentario. Al respecto, dicha ley fue publicada en el Boletín Oficial el 13 de julio de
2017 y reglamentada mediante el Decreto n° 421/2018 del 9 de mayo de 2018.

Resulta importante advertir la relevancia de la ley en el marco del arribo de la reforma procesal penal que
implicará el paso de un sistema mixto, predominantemente inquisitivo en la etapa de instrucción, a otro de neto
corte acusatorio adversarial, pues, en este sistema la víctima adquiere un rol protagónico. La ley establece en
su art. 3 los objetivos que se propone alcanzar ratificando un rol procesal de la víctima abandonando la
concepción tradicional que la ubicaba como una mera fuente de información para la obtención y preparación del
material probatorio lo que permitirá a medida que pase el tiempo que la víctima ocupe un rol protagónico. Por el
contrario, sus disposiciones se encauzan en el propósito de adjudicarles a las víctimas un papel protagónico.
Esto se ve reflejado cuando la ley reconoce una mayor participación en las decisiones y garantiza un efectivo
acceso a diversos derechos como el asesoramiento, asistencia, representación, protección, verdad, acceso a la
justicia, tratamiento justo, reparación, celeridad, y todos los demás derechos consagrados en la Constitución
Nacional, en los Tratados Internacionales de Derechos Humanos de los que el Estado Nacional es parte, y
demás instrumentos legales internacionales ratificados por leyes nacionales, las constituciones provinciales y
los ordenamientos locales (art. 3 inc. a). De esa misma manera, surge de la ley concretamente en el art. 3 inc. b
que se deberán adoptar y coordinar las acciones y medidas necesarias para promover, hacer respetar, proteger,
garantizar y permitir el ejercicio efectivo de los derechos de las víctimas, así como implementar los mecanismos
para que todas las autoridades, en el ámbito de sus respectivas competencias, cumplan con sus obligaciones
de prevenir, investigar, sancionar delitos y lograr la reparación de los derechos conculcados. Es así que el
Estado deberá asegurar a las víctimas dos cuestiones: por un lado, el efectivo ejercicio de sus derechos para
promover el acceso a la justicia y, por el otro, garantizar el derecho a la verdad y la sanción de los eventuales
responsables. Asimismo, la ley también se propone como objetivo que las autoridades desarrollen dispositivos
consistentes en recomendaciones y protocolos sobre los deberes y obligaciones específicos a su cargo y de
todo aquel que intervenga en los procedimientos relacionados con las víctimas de delito (art. 3 inc. c). De esa
forma, se impone la necesidad de evitar improvisaciones, profesionalizar y profundizar la atención a las víctimas
por parte de todas las autoridades competentes. También, la ley establece tres principios rectores: rápida
intervención, enfoque diferencial y no revictimización (art. 4), que deberán guiar la actuación de las diversas
autoridades y personas que interactúen con las víctimas de delitos. Cuando nos referimos a una rápida
intervención, la ley se refiere a toda autoridad del servicio de administración de justicia haciendo una mayor
anclaje en lo jueces y fiscales, quienes deberán arbitrar todo lo que éste a su alcance desde el inicio del proceso
hasta que culmine. Por su parte, la ley también ordena que dichas medidas deben realizarse de acuerdo al
grado de vulnerabilidad de las víctimas. Es así que la norma considera que cuando la víctima presente
situaciones de vulnerabilidad en razón de su edad, género, preferencia u orientación sexual, etnia, condición de
discapacidad o cualquier otra causa análoga, se deberá dispensar por parte de las autoridades una atención
especializada que permita atenuar las consecuencias nocivas del hecho criminal (art.6). Según la norma, la
situación de vulnerabilidad se presumirá frente a dos supuestos: a) si la víctima fuere menor de edad o mayor
de 70 años, o se tratare de una persona con discapacidad;

b) si existiere una relación de dependencia económica, afectiva, laboral o de subordinación entre la víctima y el
supuesto autor del delito (art. 6).

Así, se considera en condición de vulnerabilidad aquella víctima del delito que tenga una relevante limitación
para evitar o mitigar los daños y perjuicios derivados de la infracción penal o de su contacto con el sistema de
justicia, o para afrontar los riesgos de sufrir una nueva victimización, siendo que la vulnerabilidad puede
proceder de sus propias características personales o bien de las circunstancias de la infracción penal.

Es importante recordar que las Reglas de Brasilia sobre Acceso a la Justicia de las Personas en Condición de
Vulnerabilidad consideran en este estado a aquellas personas que, por razón de su edad, género, estado físico
o mental, o por circunstancias sociales, económicas, étnicas y/o culturales, encuentran especiales dificultades
para ejercitar con plenitud ante el sistema de justicia los derechos reconocidos por el ordenamiento jurídico.
Asimismo, dicho instrumento destaca que podrán constituir causas de vulnerabilidad, entre otras, las siguientes:
la edad, la discapacidad, la pertenencia a comunidades indígenas o a minorías, la victimización, la migración y
el desplazamiento interno, la pobreza, el género y la privación de libertad.

Respecto de la edad, entonces, es necesario precisar que, de acuerdo a los lineamientos de las Reglas de
Brasilia y nuestro ordenamiento jurídico, se considera niño, niña y adolescente a toda persona menor de 18
años de edad. A la vez, la normativa nacional e internacional establece tres principios fundamentales -estos son,
el interés superior, la autonomía progresiva y el derecho a ser oídos- que tienen su incidencia en el derecho
penal. De allí que en todos los procesos penales en donde intervengan niñas, niños y adolescentes, estos
tendrán derecho a ser escuchados en relación a sus intereses y pretensiones.

En este sentido, el Código Civil y Comercial de la Nación basa el reconocimiento de derechos en la infancia en
estos tres principios fundamentales. Así es como se reconoce el derecho de toda persona menor de edad a ser
oída en cualquier proceso judicial que le concierne como a participar en las decisiones sobre su persona; lo cual
coincide con los principios emanados de la Ley de Protección Integral de los Derechos de las Niñas, Niños y
Adolescentes N° 26.061 que, en su art. 3° dispone el derecho de los niños a "ser oídos y atendidos cualquiera
sea la forma en que se manifiesten, en todos los ámbitos", respetando "su edad, grado de madurez, capacidad
de discernimiento, y demás condiciones personales", y con la propia Convención sobre los Derechos del Niño
(art. 12).

La Observación General N° 12/2009 del Comité sobre los Derechos del Niño expresó que "...El artículo 12 de la
Convención establece el derecho de cada niño de expresar su opinión libremente en todos los asuntos que lo
afectan y el subsiguiente derecho de que esas opiniones se tengan debidamente en cuenta, en función de la
edad y madurez del niño. Recae así sobre los Estados partes la clara obligación jurídica de reconocer ese
derecho y garantizar su observancia escuchando las opiniones del niño y teniéndolas debidamente en cuenta.
Tal obligación supone que los Estados partes, con respecto a su respectivo sistema judicial, deben garantizar
directamente ese derecho o adoptar o revisar leyes para que el niño pueda disfrutarlo plenamente...el artículo 12
no impone ningún límite de edad al derecho del niño a expresar su opinión y desaconseja a los Estados partes
que introduzcan por ley o en la práctica límites de edad que restrinjan el derecho del niño a ser escuchado en
todos los asuntos que lo afectan...".

El Código Civil y Comercial de la Nación distingue dos grupos dentro del universo de la infancia: las/os niñas/os,
que son quienes aún no han cumplido los 13 años de edad, y las/os adolescentes, quienes tienen entre 13 y 18
años. Esta diferenciación genera ciertos efectos jurídicos en base al principio de autonomía progresiva en el
ejercicio de derechos en forma directa por su titular, aun cuando no tenga plena capacidad.

Por otra parte, el envejecimiento también constituye una causa de vulnerabilidad cuando la persona mayor
encuentra especiales dificultades, atendiendo a sus capacidades funcionales, para ejercitar sus derechos ante el
sistema de justicia.

La Convención Interamericana sobre Protección de los Derechos Humanos de las Personas Mayores define
como "persona mayor" a aquella de 60 años o más, salvo que la ley interna determine una edad base menor o
mayor, siempre que ésta no sea superior a los 65 años.

En su art. 31 garantiza el derecho al acceso a la justicia de toda persona mayor disponiendo que tiene derecho
a ser oída, con las debidas garantías y dentro de un plazo razonable, por un juez o tribunal competente,
independiente e imparcial, establecido con anterioridad por la ley, en la sustanciación de cualquier acusación
penal formulada contra ella, o para la determinación de sus derechos y obligaciones de orden civil, laboral, fiscal
o de cualquier otro carácter. En ese sentido, los Estados Parte se comprometen a asegurar que la persona
mayor tenga acceso efectivo a la justicia en igualdad de condiciones con las demás, incluso mediante la
adopción de ajustes de procedimiento en todos los procesos judiciales y administrativos en cualquiera de sus
etapas; y se comprometen a garantizar la debida diligencia y el tratamiento preferencial a la persona mayor para
la tramitación, resolución y ejecución de las decisiones en procesos administrativos y judiciales. De igual forma,
la Convención Interamericana sobre Protección de los Derechos Humanos de las Personas Mayores expresa
que la actuación judicial deberá ser particularmente expedita en casos en que se encuentre en riesgo la salud o
la vida de la persona mayor. Las personas con discapacidad también constituyen un grupo en especial situación
de vulnerabilidad. Según la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, se considera
persona con discapacidad a aquélla que posee deficiencias físicas, mentales, intelectuales o sensoriales a largo
plazo que, al interactuar con diversas barreras, puedan impedir su participación plena y efectiva en la sociedad,
en igualdad de condiciones con las demás. En este caso, las Reglas de Brasilia ordenan tomar todas aquellas
medidas conducentes a utilizar todos los servicios judiciales requeridos disponiendo de todos los recursos que
garanticen la seguridad, movilidad, comodidad, comprensión, privacidad y comunicación.

Los pueblos indígenas también pueden encontrarse en condición de vulnerabilidad al ejercer sus derechos ante
el sistema de justicia. Frente a ello, las Reglas de Brasilia disponen que se deberán promover las condiciones
destinadas a posibilitar que puedan ejercitar con plenitud sus derechos, sin discriminación alguna que pueda
fundarse en su origen o identidad indígenas debiéndose asegurar que el trato que reciban por parte de los
órganos de la administración de justicia estatal sea respetuoso con su dignidad, lengua y tradiciones culturales.

A la vez, el desplazamiento de una persona fuera del territorio del Estado de su nacionalidad puede constituir
una causa de vulnerabilidad, especialmente en los supuestos de los trabajadores migratorios y sus familiares.
De igual modo, las personas que se han visto forzadas u obligadas a escapar de su hogar o de su lugar de
residencia habitual también pueden encontrarse en condición de vulnerabilidad. En el mismo sentido, las Reglas
de Brasilia también destacan a la pobreza, el género, la pertenencia a una minoría nacional o étnica, religiosa y
lingüística, o la privación de la libertad ordenada por autoridad pública competente, como condiciones de
vulnerabilidad que pueden generar dificultades para ejercitar sus derechos con plenitud ante el sistema de
justicia.

El último de los principios rectores que establece la ley refiere a la obligación de no revictimización. Así, dispone
que la víctima no debe ser tratada como responsable del hecho sufrido y se deberán limitar las molestias que el
proceso pueda ocasionarle a las estrictamente imprescindibles (art. 4 inc. c).

Este principio, entonces, supone que el perjuicio ocasionado por el delito no debe acrecentarse por el propio
sistema de administración de justicia por lo que toda autoridad -Jueces/ Ministerio Público Fiscal- debe tener
como horizonte de su actuación evitar dispensar cualquier situación o acto que coloque a la víctima frente a
molestias o daños innecesarios.

Del mismo modo, se deben evitar convocatorias recurrentes y contactos infundados con el imputado (art. 10). La
ley establece una serie de medidas que se podrán adoptar con propósito de evitar situaciones revictimizantes,
tales como:

a) toma de la declaración de la víctima en su domicilio o en una dependencia especialmente adoptada a tal fin,
b) el acompañamiento de un profesional en aquellos actos en que participe la víctima, c) se podrá tomar
testimonio en la audiencia de juicio, sin la presencia del imputado o del público.

Finalmente, la Ley 27.375 (B.O 26/07/2017) reforma varios artículos de la ley de ejecución penal 24.660, donde
la víctima es consultada sobre la concesión de salidas transitorias, régimen de semilibertad, libertad condicional,
prisión domiciliaria, prisión discontinua o semidetención, libertad asistida y régimen preparatorio para su
liberación (art. 11 bis). Ello, ha generado una postergación excesiva que se evidencia aún hoy, especialmente
cuando se advierte que la víctima no resulta de un delito propiamente dicho, sino, por la propia participación que
el sujeto pueda tener en el desarrollo de una investigación, como sucede en el caso de testigos, peritos o
incluso el propio damnificado que debe participar de determinados actos procesales. Las conocidas como
"Reglas de Mallorca"(1) refieren a la víctima -y al perjudicado por el delito- y sus derechos en las reglas
cuadragésima a cuadragésima tercera inclusive. Se determinó, que la víctima durante la etapa de instrucción,
recibirá la ayuda necesaria y asimismo un trato digno y humano. Tales reglas refieren también al derecho de ser
oídos en el proceso y además contar con la asistencia letrada correspondiente. En la Asamblea General de las
Naciones Unidas, en su resolución 40/34 del 29 de noviembre de 1985, definió que entendía por como aquellas
personas que, individual o colectivamente, hayan sufrido daños, inclusive lesiones físicas o mentales,
sufrimiento emocional, pérdida financiera o menoscabo sustancial de los derechos fundamentales, como
consecuencia de acciones u omisiones que violen la legislación penal vigente en los Estados Miembros, incluida
la que proscribe el abuso de poder (2)". Más adelante y para definir a aquellas que resultan víctimas de los
abusos de poder, se indicó: "Se entenderá por "víctimas" las personas que, individual o colectivamente, hayan
sufrido daños, inclusive lesiones físicas o mentales, sufrimiento emocional, pérdida financiera o menoscabo
sustancial de sus derechos fundamentales, como consecuencia de acciones u omisiones que no lleguen a
constituir violaciones del derecho penal nacional, pero violen normas internacionalmente reconocidas relativas a
los derechos humanos (3)". Ellos me llevan a pensar que en general se suele interpretar que la víctima es
solamente quien resulta objeto pasivo de la conducta de un tipo penal determinado y que en consecuencia sufre
una disminución de sus derechos. Sin embargo, y tal como surge de la definición, si bien ese puede ser su
sentido genérico, puede ampliarse y extenderse para introducir a aquellos sujetos que sufren otro tipo de
perjuicios. Lo ha expresado con claridad Schlüchter (4) al referirse al ofendido: "Existe el peligro de que el
concepto de "ofendido" se produzca no sólo por el delito, sino que se agrave en el proceso (5)". Estos conceptos
marcan una concepción amplia en la interpretación acerca de los sujetos que deben ser considerados víctimas y
por cierto, en la última, pueden incluirse aquellas personas que sufrieron un menoscabo en sus derechos -que
sin ser consecuencia de un delito- lo son por aquellas actividades del poder que, agrego, no necesariamente
deberían constituir un abuso; sino, como adelanté, incluso como consecuencia de la propia participación en el
proceso penal. La nueva letra de la ley le asegura a la víctima a través del art. 78 del CPPN que será informada
de los resultados del procedimiento penal. Es de especial interés la atención puesta en el Nuevo Código
Procesal Penal de la Nación, a los derechos de la víctima de un delito, esto ha sido asunto sobre el que han
tratado numerosos ordenamientos procesales en los últimos tiempos -Convención Americana de Derechos
Humanos, Código de Chubut y el Código Procesal Penal de la Provincia de Neuquén, entre otros-. A través de
esta nueva normativa, la víctima estará efectivamente resguardada. La nueva concepción está plasmada
básicamente en el art. 78 del Código Procesal Penal de la Nación (Ley 27.063) cuando define la calidad de
víctima, esto es, quién es víctima para este Código en términos procesales, con todo lo que ello acarrea en
derechos de intervención en el curso del proceso, que es muchísimo y realmente no imaginable en la cultura
procesal que nos rige, los que puntualizaré a lo largo del presente trabajo. La primera mención es la víctima
clásica "la persona ofendida directamente por el delito". Con la misma raíz y sentido, aunque con
determinaciones más concretas de acuerdo a nuevas situaciones sociales de relación familiar, o de
disminuciones que pueden ser más amplias que la enfermedad mental o invalidez, enseguida incorpora como
víctimas al cónyuge, conviviente, herederos, tutores o guardadores en los delitos cuyo resultado sea la muerte
de una persona o cuando el ofendido, hubiere sufrido una afectación psíquica o física que le impida ejercer sus
derechos. Luego empiezan a aparecer las víctimas cuya condición de tales, dadas las prerrogativas con que
contaran, son novedosas. Así, el código considerará en esa calidad a los socios respecto de los delitos que
afecten a una sociedad cometidos por quienes la dirigen, administren, gerencien o controlen. Por otra parte, el
nuevo código apunta a convertir la respuesta penal en una herramienta eficaz. Conferir relevante actuación a la
víctima, entendiéndola en un sentido amplio, y dándole las herramientas para que juegue su rol prestándole
apoyo estatal y facilidad para que sea asistida por organizaciones sociales intermedias que se interesan en ella,
o en la protección de los derechos que se le han vulnerado, es sinónimo de dar un fuerte impulso a la
construcción de una democracia participativa. Las víctimas y sus allegados, los grupos sociales con intereses
comunes, y los ciudadanos con vocación política de servicio a la comunidad tendrán acceso a participar en la
construcción de la norma particular que significa la respuesta judicial. Será una provechosa manera de ejercer el
poder. Como una primera aproximación a este rol protagónico de la víctima, lo encontramos a la primera causal
de impugnación a una sentencia definitiva absolutoria, es precisamente cuando se alegue que no se observaron
los derechos de la víctima. Autores como Daniel Pastor, consideran que la víctima no debería estar siquiera en
el Código Procesal Penal de la Nación (Ley 27.063) pues, Autor y Víctima son los protagonistas del Código
Penal. De esta manera, en el proceso hay imputado y querellante o acusador particular quienes tal vez lleguen
hacer autor y víctima, o no. Por eso el Dr. Pastor señaló que es un error de este Código Procesal Penal de la
Nación llamar víctima a quien jurídico-procesal-constitucionalmente no lo es todavía (aunque en verdad lo sea),
lo mismo que no es autor, en el mismo sentido normativo, el imputado (no obstante que quizás lo sea). Sin
embargo, acierta en el sentido de que menciona "presunta víctima" (art. 169) y de "presunto ofendido" (art. 175).
Ese tratamiento excepcional es el correcto, al menos en un sistema procesal que tiene como punto de partida,
respecto de un hecho procesalmente incierto, no saber si hay un autor y una víctima. En lo que más importa de
esto, un acusador es alguien a quien se le puede denegar sus pretensiones, algo bastante más difícil de hacer
respecto de quien la ley de procedimiento ya afirma que es víctima. No puedo dejar de mencionar que a través
de la ley 27.372 también encontramos a que personas considera víctimas en su art. 2: "a) la persona ofendida
directamente por el delito, y b) cónyuge, conviviente, padre, hijos, hermanos, tutores o guardadores en los
delitos cuyo resultado sea la muerte de la persona con la que tuvieran tal vínculo, o si el ofendido hubiere sufrido
una afectación psíquica o física que le impida ejercer sus derechos". En el punto a) nos referimos a la víctima
directa, o sea, el sujeto pasivo titular del bien jurídico atentado por el delito en cuestión; mientras que en el b)
comprende a las víctimas indirectas que son quienes sin ser las damnificadas directas, también han sufrido las
consecuencias del delito que, habitualmente, engloba al grupo referencial de la primera. Nótese que este
artículo reproduce los incs. a y b del art. 78 del Código Procesal Penal de la Nación aprobado por la ley 27.063,
cuya entrada en vigencia se encuentra suspendida, con excepción de las/os herederas/os que en la redacción
final de la ley aquí analizada han sido suprimidos. En ese sentido, la ley adopta un concepto de víctima en línea
con las directrices que emanan de las Guías de Santiago sobre Protección de Víctimas y Testigos, instrumento
que afirma que "los sistemas jurídicos y las estructuras en las que actúa el Ministerio Público no pueden
conformarse con asumir un concepto restringido de víctima que se limite a contemplar como tal al sujeto pasivo
de una conducta delictiva. La realidad del delito genera la existencia de víctimas directas e indirectas, pasando a
serlo cualquier afectado por su comisión. En definitiva, víctima es cualquier persona que ha sufrido menoscabo
en sus derechos como consecuencia de un delito". Por otra parte, la Declaración sobre los Principios
Fundamentales de Justicia para las Víctimas de Delitos y Abuso de Poder, considera víctima a aquellas
personas que, individual o colectivamente, hayan sufrido daños, incluidas lesiones físicas o mentales,
sufrimiento emocional, pérdida financiera o menoscabo sustancial de sus derechos fundamentales, como
consecuencia de acciones u omisiones que violen la legislación penal vigente en los Estados Miembros, incluida
la que proscribe el abuso de poder.

Asimismo, afirma que podrá considerarse víctima a una persona, independientemente de que se identifique,
aprehenda, enjuicie o condene al perpetrador así como de la relación familiar entre el perpetrador y la víctima.
En la expresión víctima se incluye además, en su caso, a los familiares o dependientes inmediatos de la víctima
directa y a las personas que hayan sufrido daños al intervenir para asistir a la víctima en peligro o para prevenir
la victimización. En la misma línea, la Carta Iberoamericana de Derechos de las Víctimas afirma que se
entenderá por víctima a toda persona física que haya sido indiciariamente afectada en sus derechos por una
conducta delictiva, particularmente aquéllas que hayan sufrido violencia ocasionada por una acción u omisión
que constituya infracción penal o hecho ilícito, sea física o psíquica, como el sufrimiento moral y el perjuicio
económico. También incluye a la familia inmediata o las personas que están a cargo de la víctima directa. De
acuerdo a la Ley de Derechos y Garantías de las Personas Víctimas de Delitos, se consideran víctimas
indirectas al cónyuge, conviviente, padres, hijos, hermanos, tutores o guardadores conforme a tres alternativas:
a) en los delitos cuyo resultado sea la muerte de la persona con la que tuvieren tal vínculo, b) si el ofendido
hubiere sufrido una afectación psíquica que le impida ejercer sus derechos, o c) si el ofendido hubiera sufrido
una afectación física que le impida ejercer sus derechos. El primer caso abarca no solo al homicidio en
cualquiera de sus modalidades -simple, agravado, culposo, preterintencional, en riña y en ocasión de robo- sino
también supuestos tales como, por ejemplo, el abandono de personas con resultado muerte (art. 106 3° párr.
Código Penal), abusos sexuales con resultado muerte (art. 124 CP), la privación de la libertad y la tortura que
ocasione la muerte (arts. 142 ter. 2° parr. y 144 ter. Inc. 2°), el delito de estrago (art. 186 inc. 5°), entre otros. En
el segundo y tercer supuesto, la ley exige que tanto lesión psíquica como la física deben tener la entidad
suficiente para que se imposibilite a la víctima directa de ejercer sus derechos. Ello supone un abanico muy
extenso de situaciones mediante las cuales una persona puede, tanto de manera momentánea o permanente,
encontrarse obstruida de tal ejercicio. La revisión de la literatura en el campo de la salud mental y los derechos
humanos permite arribar a una diversidad de definiciones y alcances del concepto de víctima. Desde la
perspectiva de la Dirección General de Acompañamiento, Orientación y Protección a las Víctimas (DOVIC), se
considera adecuado partir de un posicionamiento teórico conceptual que considere víctima a la persona que
expone un padecimiento inherente a uno y/o varios episodios en que su singularidad ha sido violentada. Es
decir, no se parte de la descripción de signos y síntomas que podrían configurar diagnósticos y clasificaciones
sino de las dimensiones del dolor. El sufrimiento subjetivo que produce haber padecido un episodio de violencia
(ya sea sobre sí y/o sobre un familiar) es condición suficiente para que esa persona pueda recibir orientación y
acompañamiento durante el proceso de administración de justicia.

Por otro lado, la ley en su art. 5 reconoce una serie de derechos a toda víctima en el proceso penal desde su
inicio hasta la etapa de la ejecución de la pena. "La víctima tiene los siguientes derechos: a) A que se le reciba
de inmediato la denuncia del delito que la afecta; b) A recibir un trato digno y respetuoso y que sean mínimas las
molestias derivadas del procedimiento; c) A que se respete su intimidad en la medida que no obstruya la
investigación;

d) A requerir medidas de protección para su seguridad, la de sus familiares y la de los testigos que declaren en
su interés, a través de los órganos competentes;

e) A ser asistida en forma especializada con el objeto de propender a su recuperación psíquica, física y social,
durante el tiempo que indiquen los profesionales intervinientes;

f) A ser informada sobre sus derechos cuando realice la denuncia o en su primera intervención en el
procedimiento; g) A que en las causas en que se investiguen delitos contra la propiedad, las pericias y
diligencias sobre las cosas sustraídas sean realizadas con la mayor celeridad posible;

h) A intervenir como querellante o actor civil en el procedimiento penal, conforme a lo establecido por la garantía
constitucional del debido proceso y las leyes de procedimiento locales; i) A examinar documentos y actuaciones,
y a ser informada verbalmente sobre el estado del proceso y la situación del imputado; j) A aportar información y
pruebas durante la investigación; k) A ser escuchada antes de cada decisión que implique la extinción o
suspensión de la acción penal, y aquellas que dispongan medidas de coerción o la libertad del imputado durante
el proceso, siempre que lo solicite expresamente; l) A ser notificada de las resoluciones que puedan afectar su
derecho a ser escuchada;

m) A solicitar la revisión de la desestimación, el archivo o la aplicación de un criterio de oportunidad solicitado


por el representante del Ministerio Público Fiscal, cuando hubiera intervenido en el procedimiento como
querellante; n) A que se adopten prontamente las medidas de coerción o cautelares que fueren procedentes
para impedir que el delito continúe en ejecución o alcance consecuencias ulteriores; ñ) A que le sean
reintegrados los bienes sustraídos con la mayor urgencia;
o) Al sufragio de los gastos que demande el ejercicio de sus derechos, cuando por sus circunstancias
personales se encontrare económicamente imposibilitada de solventarlos".

Es importante destacar que esta enunciación no es taxativa sino meramente indicativa; en tal sentido no sería
correcto, limitarlo a la incorporación de otros derechos que no estuvieran expresados. Es así, que la norma
reconoce un conjunto de derechos que podrían agruparse en tres categorías: de carácter general, frente a
situaciones especiales y de carácter procesal. Los derechos de carácter general se refieren a un conjunto de
prerrogativas asignadas a las víctimas de delitos que deben observarse en todo momento y guiar la actuación
de cualquier autoridad de judicial que esté en contacto con ellas, los cuales deben ser tenidos en cuenta desde
que la persona se acerca y durante todo el tiempo en que dure el proceso penal (art. 5, incisos a), b), c), d), e) y
f). La víctima goza del derecho a la información desde el primer momento de intervención en el proceso lo que le
permitirá conocer sus derechos, tomar decisiones en base a la información aportada y tener una visión global e
integral de su participación durante la tramitación del procedimiento. Esto lo vemos reflejado en el art. 7 "La
autoridad que reciba la denuncia deberá: a) Asesorarla acerca de los derechos que le asisten y de los medios
con que cuente para hacerlos valer; b) Informarle los nombres del juez y el fiscal que intervendrán en el caso, y
la ubicación de sus despachos; c) Informarle la ubicación del centro de asistencia a la víctima más cercano, y
trasladarla hasta allí en el plazo más breve posible, si la víctima lo solicitare y no contare con medio propio de
locomoción". La ley también reconoce una serie de derechos en situaciones especiales, según la norma se trata
de contextos en el que se le debe dar mayor atención en especial por parte de la autoridad judicial hacía las
víctimas por encontrarse frente a situaciones específicas, entre ellas, encontramos: requerir medidas de
protección para su seguridad, la de sus familiares y la de los testigos que declaren en su interés, a través de los
órganos competentes, ser asistida en forma especializada con el objeto de propender a su recuperación
psíquica, física y social, durante el tiempo que indiquen los profesionales intervinientes, y al solventar los gastos
que demande el ejercicio de sus derechos, cuando por sus circunstancias personales se encontrare
económicamente imposibilitada de afrontarlos. En ese sentido contamos con diferentes herramientas con las
que cuenta el Estado, para proteger a las víctimas y en muchos casos a sus familiares, entre ellos, encontramos
desde medidas cautelares hasta identidad de sus datos personales. En el caso específico de la violencia contra
la mujer encontramos medidas de protección como ser prohibición de acercamiento de su agresor contra ella,
exclusión del hogar en determinados casos, botón antipánico, etc.. La norma establece, en su art. 8, que existirá
peligro si se tratare de víctimas de delitos contra la vida, la integridad sexual, delitos contra el terrorismo,
cometidos por una asociación ilícita u organización criminal, delitos contra la mujer con violencia de género y del
delito de trata de personas. En estos casos la autoridad judicial deberá adoptar de manera inmediata todas
aquellas medidas para neutralizar el peligro que se encuentre expuesta la víctima, como la reserva de su
domicilio. No obstante ello, la norma se reserva que se levantará cuando lo hiciera imprescindible el derecho de
defensa de la persona imputada. Asimismo, la ley reconoce derechos de carácter procesal a través de los
cuales las víctima de delitos pueden participar en forma activa en el proceso, estos derechos son: art. 5, inc. a),
b), c), d), e), f), g) y h). Lo que se busca a través de la legislación es que la víctima se encuentre contenida por
los operadores judiciales y está en sus manos no sólo la oportunidad de compulsar una causa sino que sea
escuchada antes de que se tomen medidas que impliquen poner fin al proceso penal o dispongan la libertad de
la persona imputada. Como ya lo habíamos mencionado la víctima también tendrá una participación durante la
etapa de ejecución de la pena recaída sobre las personas condenada, a través del reconocimiento de una serie
de derechos que, permiten que reciba información y sea escuchada ante la toma de decisiones por parte del
juez de ejecución o la autoridad correspondiente sobre la concesión de la libertad. Art. 12 "Durante la ejecución
de la pena la víctima tiene derecho a ser informada y a expresar su opinión y todo cuanto estime conveniente,
ante el juez de ejecución o juez competente, cuando se sustancie cualquier planteo en el que se pueda decidir
la incorporación de la persona condenada a: a) Salidas transitorias; b) Régimen de semilibertad; c) Libertad
condicional; d) Prisión domiciliaria; e) Prisión discontinua o semidetención; f) Libertad asistida; g) Régimen
preparatorio para su liberación. El Tribunal a cargo del juicio, al momento del dictado de la sentencia
condenatoria, deberá consultar a la víctima si desea ser informada acerca de los planteos referidos en el párrafo
que antecede. En ese caso, la víctima deberá fijar un domicilio, podrá designar un representante legal, proponer
peritos y establecer el modo en que recibirá las comunicaciones". En ese sentido, al momento de dictar la
sentencia condenatoria, el tribunal deberá consultar a la víctima si desea recibir información sobre los planteos
que puedan generar las decisiones mencionadas y, en caso afirmativo, deberá fijar un domicilio, podrá designar
un representante legal, proponer peritos, y establecer el modo en que recibirá las comunicaciones. El art. 13,
dispone que "En los casos referidos en el artículo anterior, si la gravedad del hecho que motivó la condena y las
circunstancias del caso permitieran presumir peligro para la víctima, la autoridad deberá adoptar las medidas
precautorias necesarias para prevenirlo. A efectos de evaluar la posibilidad de peligro se tendrá especialmente
en cuenta lo establecido en los artículos 6° y 8° de esta ley". Asimismo, el decreto reglamentario de la ley
expresa que el juez deberá comunicar a las Fuerzas de Seguridad la resolución adoptada con el propósito de
que se adopten medidas necesarias para garantizar la protección de la víctima. De esta manera, se busca
garantizar un rol activo de la víctima durante todo el proceso, desde su inicio, pero que también incluya la etapa
del tratamiento penitenciario dispensado a la persona condenada para estar informada y poder expresar su
opinión, si así lo quisiera, antes de la concesión de la libertad o de cualquier beneficio que pudiera incidir en ella.
La migración del sistema mixto al sistema puramente acusatorio será notable y se verá reflejada en varios
aspectos de los que hoy se conocen como administración de justicia. Lo cierto es que el nuevo Código Procesal
Penal de la Nación (Ley 27.063) fue aprobado el texto de los procedimientos sin tener en cuenta la ley de
organización judicial, que debería ser lo primero. No obstante ello, seis meses después de la sanción del nuevo
CPPN aparecieron las normas nuevas sobre organización judicial, Ministerio Público, Defensa, implementación,
reforma del CP, etcétera. El deseo innegable de tener un nuevo Código Procesal Penal de la Nación, provocó
una falta de análisis en el estudio de los diferentes protagonistas en el proceso, en este caso la víctima. Por otra
parte, el nuevo CPPN supone un avance significativo sobre el diseño del proceso penal, incorporando los
principios de celeridad, oralidad, publicidad y deformación del proceso, y habilitando la realización del juicio por
jurados. La nueva norma diferencia también la función del juez, a quien se le asigna el control de las garantías
del procedimiento y la dirección de las audiencias, de la del fiscal, verdadero director de la investigación penal,
otorgándole amplias facultades a la víctima sin necesidad de que ésta se constituya en parte querellante y
añadiendo criterios de disponibilidad de la acción penal, imprescindibles para descomprimir el flujo de casos y
racionalizar la respuesta punitiva. Hasta hoy la víctima tenía poca y casi nula intervención en el proceso penal,
salvo que se constituya como parte querellante, lo que la habilitaba a impulsar el proceso, solicitar prueba y
notificarse de todas las resoluciones que se adoptan durante el proceso, una de las partes más trascendentales
del sumario no interviene en los distintos actos y decisiones del procedimiento, con excepción de aquellos casos
en los cuales es convocada a efectos de participar en algún tipo de acto procesal, como una pericia médica a su
respecto, una rueda de reconocimiento de personas, prestar declaración testimonial, un careo, o presenciar la
reconstrucción de un hecho, entre otros. Más allá de tales actos, la víctima no era notificada de ninguna de las
resoluciones que se adoptan, como un sobreseimiento, un procesamiento o la extinción de la acción penal, lo
que evidencia una clara violación constitucional. Recuérdese que la participación de la víctima en el proceso
penal se encuentra regulada en los Pactos Internacionales de Derechos Humanos, incorporados a la
Constitución Nacional mediante la sanción del art. 75, inc. 22 CN. A modo de ejemplo, podemos referirnos al
llamado "derecho de justicia" expresamente legislado en la Declaración Americana de Derechos y Deberes del
Hombre (art. 18), a través del cual se reconoce el derecho que tiene toda persona a concurrir a los tribunales
para hacer valer sus derechos. Asimismo, allí se indica que esa víctima también debe disponer de un
procedimiento sencillo y breve por el cual la justicia ampare contra actos de la autoridad que violen, en perjuicio
suyo, alguno de los derechos fundamentales consagrados constitucionalmente. En igual sentido, la Declaración
Universal de los Derechos Humanos (art. 8°) reconoce el derecho que tiene toda persona a un recurso efectivo
ante los tribunales nacionales que ampare contra actos que violen sus derechos fundamentales reconocidos por
la constitución, por la ley. Por su parte la Convención Americana sobre Derechos Humanos o -o Pacto de San
José de Costa Rica- dice que "toda persona tiene derecho un recurso sencillo y rápido o a cualquier otro recurso
efectivo ante los jueces y tribunales competentes, que la ampare contra actos que violen sus derechos
fundamentales reconocidos por la Constitución, la ley o la presente convención (art. 25). Entre los derechos
reconocidos a quienes se consideran víctimas, pueden mencionarse el del acceso a la justicia, a ser tratadas
con compasión y respeto por su dignidad, a una pronta reparación del daño sufrido, a ser informada sobre el
desarrollo cronológico y la marcha de las actuaciones a presentar opiniones y prueba, a ser asistidas durante
todo el proceso judicial, a proteger su intimidad, a garantizar su seguridad, y minimizar las molestias causadas,
y a ser resarcido, entre otros tantos derechos que en nuestra legislación no habían tenido la consideración
necesaria y que si han sido tratados en el nuevo Código Procesal Penal de la Nación. Así, en tales tópicos,
encontramos la regla de disponibilidad, llamada conversión de la acción, a través de la cual se le permite a la
víctima que la acción penal pública se transforme en acción privada, y que de ese modo pueda impulsar el
proceso bajo dicho régimen aun cuando el representante del Ministerio Público Fiscal no inste la acción, ya sea
porque solicitó el sobreseimiento del imputado, porque aplicó alguno de los criterios de oportunidad
mencionados en el art. 31, o, en los casos de delitos dependientes de instancia privada o lesiones culposas,
porque entiende que no existe interés público gravemente comprometido. El único requisito es que, en caso de
existir pluralidad de víctimas es necesario el consentimiento de todas para que la acción pública se convierta en
acción privada.

No obstante ello, las facultades conferidas a los jueces y representantes del Ministerio Público Fiscal en el art.
22 de la CN, el imputado y la víctima pueden realizar acuerdos conciliatorios en los casos de delitos con
contenido patrimonial cometidos sin grave violencia sobre las personas o en los delitos culposos si no existieran
lesiones gravísimas o resultado de muerte. El acuerdo se presentará ante el juez para su homologación, si
correspondiere, en audiencia con la presencia de todas las partes. La acreditación del cumplimiento del acuerdo
extingue la acción penal; hasta tanto no se acredite dicho cumplimiento, el legajo debe ser reservado. Ante el
incumplimiento de lo acordado, la víctima o el representante del Ministerio Público Fiscal podrán solicitar la
reapertura de la investigación.

El funcionamiento del sistema penal, bregaba por una imprescindible, profunda y coherente transformación que
se ve plasmada en la sanción de este Código Procesal Penal de la Nación, puesto que se advierte un cambio
significativo en todo lo vinculado con el nacimiento, ejercicio y extinción de la acción penal, receptando criterios
formales de oportunidad y apuntando a ganar con efectividad, en procura de que el sistema de justicia se ocupe
de los casos relevantes y de su respuesta, amén que también se le otorga una mayor intervención y
protagonismo a la víctima, cuya opinión juega un papel decisivo durante la sustanciación del proceso.

El nuevo Código Procesal Penal de la Nación empodera significativamente a la víctima, a quien reconoce
derechos y facultades procesales aunque no asuma el rol querellante, instituto clásico que también mantiene y
cuyo perfil define como "autónomo", autorizándolo en ciertos casos a que convierta la acción penal pública en
privada.

No obstante ello, nos encontramos con improvisación en el diseño, ligereza en la redacción y en la revisión del
texto; la ausencia de una comisión destinada a una elaboración técnica y pluralista; la falta de un programa de
trabajo temporalmente definido; la omisión de un debate previo a la presentación parlamentaria del proyecto,
además de la desconsideración del contexto de necesidad de una reforma general e integradora del sistema
penal.

Otro gran avance fue en el año 2015 que es la Ley del Respeto al Silencio de las Víctimas, así como el tiempo
para hablar de las víctimas, la cual se aplica si te sucedió siendo menor de edad. Si bien, es un tema que no
alcanzaría un trabajo para hablar de esto, es necesario que se hagan algunas consideraciones al respecto:
según ONU Mujeres, 1 de cada 3 mujeres sufrió algún tipo de violencia sexual a lo largo de su vida. Por otro
lado, según estimaciones de la Organización Mundial de la Salud, una de cada cinco chicas y uno de cada trece
varones son abusados sexualmente antes de los 18 años. Según Fundación Red por la Infancia, esto equivale a
1.97 millones de niños, niñas y adolescentes, en nuestro país que potencialmente podrían ser víctimas de abuso
sexual antes de los 18 años. El 80 % de abuso es intrafamiliar, es decir, el hogar puede ser el lugar de mayor
protección, pero también de más riesgo, para los niños. Por otro lado, en muchos casos son las propias familias
quienes silencian a las víctimas, y las que se animan a denunciar, ellas o sus protectores, sufren una
revictimización en el proceso de denuncia ante la justicia, se estima que de mil abusos cometidos, solo cien son
denunciados y 1 o 2 llegan a condena. El ranking realizado por The Economist (outofheshadows.eiu.com) que
evalúa la capacidad de respuesta de 40 Estados frente a la violencia sexual de niños, niñas y adolescentes,
nuestro país salió en el 35º puesto, el peor de Latinoamérica. Esto refleja, una vez más, un largo camino, los
pasos que se han dado fueron a través del impulso dado por las organizaciones sociales y fundaciones que
buscan visibilizaciòn, capacitación y acompañamiento de las víctimas en pos de la ampliación de los derechos
de las mujeres y de los niños, como Red de la Infancia y Shalom Bait, entre otros. Nótese que en el último
tiempo hubo ciertas modificaciones de cuestiones legales, de las cuales se pueden destacar: en el 2011, la "ley
Piazza", llevada adelante por Roberto Piazza, estableció que el delito de abuso sexual infantil comienza a
prescribir a partir de que la víctima cumple 18 años. En esta misma línea, se realizó la modificación a la ley
27.206, "Respeto a los tiempos de las víctimas", por la imprescriptibilidad de los delitos de abuso sexual en la
infancia.

En 2017, se promulgó la ley 27.352, que modifica el artículo 119 del Código Penal con una tipificación de abuso
sexual con el objetivo de precisar las acciones que implican el delito de abuso sexual y, de esa manera, acotar
la interpretación de los jueces.

También en el año 2018, la ley 27.455 determino los delitos de abuso sexual en la infancia como delitos de
instancia pública. Este fue un gran avance, ya que previamente eran de instancia privada, lo que determinaba
que el Estado, frente a una denuncia, debía pedir autorización a los progenitores, tutores o encargados. Dado
que el 80% de los casos de abuso son intrafamiliares, la mayoría de las veces se frenaba en esta corta
instancia. A partir de la reforma, el Estado no pide permiso y tiene la obligación de investigar toda denuncia de
abuso. En los abusos en adultos, es de instancia privada, es decir, la víctima debe instar.

La denuncia judicial de abuso la puede realizar cualquier adulto que haya sido víctima y, si se trata de un menor,
puede ser realizado por cualquier adulto que vea síntomas o indicadores de abuso, ya sea familiar, docente,
pediatra; es el fiscal quien debe recopilar las pruebas para evaluar el hecho. Además si hablamos de un menor,
tenemos que contemplar la denuncia civil, sobre todo porque el 80% el agresor es un familiar, por lo que,
mientras se hace la denuncia en el fuero penal, hay que hacer la denuncia civil para poder tramitar la perimetral
para que el agresor no se acerque, que la restricción de acercamiento se cumpla y se renueve en tiempo y
forma y que se mantenga hasta que haya sentencia firme.

La ley 27.372 trajo una bocanada de aire para las personas víctimas de delito, lo que originó la reforma a varias
normas procesales. De esta manera, se modifican los arts., 80, 81, 82, 180, 293, 496, 505 del CPPN.

Las modificaciones a las normas procesales permiten implementar el nuevo paradigma vinculado a la
participación de la víctima durante todo el procedimiento penal con un rol más protagónico y con voz propia
frente a las diversas decisiones de trascendencia.

Al respecto, se observa la posibilidad de recurrir la decisión de desestimar o remitir la denuncia a otra


jurisdicción en la oportunidad del art. 180 del CPPN, como así también, a que se le notifiquen resoluciones, a
ser escuchada ante la toma de decisiones sobre la libertad ambulatoria de la persona imputada, entre otros.

En este sentido, se ha sostenido que "La Sala I de la Cámara Nacional de Apelación en lo Criminal y
Correccional en razón del recurso de apelación deducido por el fiscal en contra del auto dictado por el que no se
hace lugar a la solicitud de que se cumpla con lo previsto por el art. 5 inc. l) de la ley 27.372 y en el art. 80 inc.
g) del C.P.P.N reformado por la misma ley (notificación a la víctima), dispuso que es también función del
representante del MPF impulsar dicha notificación. En efecto, en el caso se decretó el sobreseimiento del
imputado, y el juez notificó tal pronunciamiento al imputado, su defensor por medio de una célula electrónica, en
tanto que el fiscal lo hizo público en su despacho quien consintió la desvinculación del encartado, pero no
obstante recurrió la resolución en base a que la víctima debe ser notificada de acuerdo a los términos de los
arts. 5 inc. l) de la ley 27.372 y 80 inc. g) del C.P.P.N. La Cámara considera que no existe un agravio de
imposible reparación ulterior que determine la revisión en su ámbito pues considera que la fiscalía pretende que
se cumpla - una mera notificación - una diligencia que no resulta de neto corte jurisdiccional y de considerarla
pertinente podría cumplirla directamente en un asunto en el que, además, ha tenido la dirección de la
investigación - art. 196 C.P.P.N - y tiene la facultades para hacerlo de acuerdo a lo dispuesto por el art. 212 del
C.P.P.N. Básicamente, entonces, la notificación de esa resolución-según este fallo-es también competencia del
MPF. (causa "D., H. R. s/ notificación a la víctima", del 14/11/2017). Actualmente, el problema más grande en
materia de violencia contra la mujer es el acceso a la justicia, lograr la efectiva aplicación de las leyes y la
eficacia de los procedimientos judiciales y administrativos, además de la falta de información de las mujeres
sobre sus derechos y cómo ejercerlos. Todas estas cuestiones son responsabilidad del Estado. Es una deuda,
ya que no funciona todo el engranaje del proceso de acceso a la justicia. Debería haber más capacitación para
los empleados del poder judicial, para la policía; debería haber más refugios para las víctimas, el Estado debe
otorgar subsidios para que éstas tengan la posibilidad de recuperarse laboralmente.

Hasta hoy la víctima tenía poca intervención en el proceso penal, y si bien tenemos un largo camino para
recorrer las nuevas interpretaciones y el trabajo conjunto de los operadores permitirá que aquella persona que
se considere víctima de un delito obtenga de los operadores judiciales un verdadero servicio de justicia.

Referencias jurisprudenciales:

CAPCyF, Sala III, causa nº 6740-01-CC/2009, rta.: 27/08/09.

CEDH, casos "Branko Tomasic" y "Otros c. Croacia", Petición N° 46598/06,del 15/01/2009.

CIDH, 22-XI-2007, "Albán Cornejo y otros vs. Ecuador".

Corte IDH, "Caso 19 Comerciantes vs. Colombia", sentencia del 05/07/2004.

Serie C N° 109.

Corte IDH, "Caso Atala Riffo y Niñas vs. Chile" (Fondo, Reparaciones y Costas), sentencia del 24/02/2012, Serie
C N° 239.

Corte IDH, "Caso Barbiani Duarte y otros vs. Uruguay" (Fondo, Reparaciones y Costas), sentencia del
13/10/2011.

Corte IDH, "Caso de los Hermanos Gómez Paquiyauri vs. Perú" (Fondo. Reparaciones y Costas), sentencia del
08/07/2004, Serie C. N° 110.
Corte IDH, "Caso Espinoza Gonzáles vs. Perú" (Excepciones Preliminares,Fondo, Reparaciones y Costas),
sentencia del 20/11/2014.

Corte IDH, "Caso Fernández Ortega y otros vs. México" (Excepción Preliminar.

Fondo, Reparaciones y Costas), sentencia del 30/08/2010, Serie C N° 215.

Corte IDH, "Caso Fernández Ortega y otros vs. México", sentencia del 30/08/2010, Serie C N° 215.

Corte IDH, "Caso Norin Catriman y otros (dirigentes, miembros y activista del pueblo indígena Mapuche) vs.
Chile", sentencia del 29/05/2014.

Corte IDH, "Caso Rosendo Cantú y otra vs. México", sentencia del 31/08/2010.

Corte IDH, "Caso Tibi vs. Ecuador" (Excepciones Preliminares. Fondo. Reparaciones y Costas), sentencia del
07/09/2004, Serie C N° 114.

Corte IDH, "Caso Tribunal Constitucional vs. Perú", sentencia del 05/08/2008.

Corte IDH, "Caso Velásquez Rodríguez vs. Honduras", (Fondo), sentencia del 29/07/1988, Serie C N° 4.

Corte IDH, "Instituto de Reeducación del Menor vs. Paraguay" (Excepciones Preliminares. Fondo, Reparaciones
y Costas), sentencia del 02/09/2004. Serie C N° 112.

Corte IDH, Opinión Consultiva n° 17/02 "Condición Jurídica y Derechos Humanos del Niño", del 28 de agosto de
2002.

Corte Penal Internacional. Sala de Primera Instancia, caso del Fiscal vs. Lubanga Dyilo,
(CPI-ICC-01/04-01/06-1119-tFRA), 2007.

CSJN, "Góngora, Gabriel Arnaldo s/causa n° 14.092", expte n° G-61 XLVIII, resuelta el día 23/04/2013.

CSJN, "Hagelin", Fallos 316:2117.

CSJN, Fallos 309:319.

CSJN, Fallos 326:3268.

CSJN, Fallos 330:2215.

Opiniones del Comité de la CEDAW en los casos: "Sahide Goekce c. Austria" del 21/07/2004 y "Fatma Yildrim c.
Austria" del 21/07/2004.

Suprema Corte de Justicia de la Provincia de Buenos Aires - 26/12/2012 - Á., F.D. (causa P. 114.511, Acuerdo
2078, 2012).

TEDH, Caso 10/1988/154/208, 20/11/1989, entre otros.

Notas al pie:

1)Proyecto de reglas mínimas de las Naciones Unidas para la administración de la Justicia. Su contenido
completo puede consultarse en: http:// www.cidh.oas.org/PRIVADAS/ reglasdemallorca. Htm 2)Punto A.1 de la
Resolución, cuyo texto completo puede consultarse en http://www2.ohchr.org/ spanish/ law/ delitos.htm 3)Punto
B.18 de la Resolución, cuyo texto completo puede consultarse en http:// www2.ohchr.org/ spanish/ law/
delitos.htm 4)Schlüchter, Ellen, "Derecho Procesal Penal", 2ª edición reelaborada, con la colaboración de Jörg
Knupfer y Matthias Terbach, Editorial Tirant lo Blanch, Valencia, Thüngersheim Frankfurt, 1999 5)Schlüchter, Op.
Cit. pág. 38. (Ibídem).

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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víctimas o testigos de abuso sexual y otros delitos", Buenos Aires, Argentina.

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