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Scenna, Miguel Ángel “los que escribieron nuestra

historia”
Capítulo 1

En los tiempos españoles

El área del Río de la Plata, en sus comienzos fue una porción periférica del
Imperio Español. Nada de oro y plata, nada de grandes civilizaciones previas,
nada que pudiera competir con otras regiones como México y Perú. El Río de la
Plata era un rincón oscuro que sólo interesaba cuando los portugueses intentaban
expandirse y ocupar la línea de Uruguay y el del Paraná.

En el Río de la Plata no tenía atributos como en otras regiones del Potosí, y la vida
rioplatense era mediocre ante esta opulencia. Tampoco tuvo cronistas como fray
Bernardino para que escribiera porque no había ningún Moctezuma y aztecas,
como también no hubo un Garcilaso de la Vega escribiendo sobre Perú y su
descendencia real peruana, como tampoco un Bartolomé de las Casas con
Historia de las Indias.

Schmidel. El primer libro de carácter histórico que escribió sobre el Río de la


Plata. Fue un alemán Ulrico Schmidel, quien escribió sobre el Río de la Plata
cuando vino como soldado raso en la expedición de Pedro de Mendoza y se
quedó en la región por veinte años, luego con Ayolas y finalmente con Irala. En
1554 regresó a su patria Alemania y allí escribió sus memorias con título Viaje al
Río de la Plata.

Ruy Díaz de Guzmán. Se escribió el primer libro de la historia rioplatense. El


autor Ruy Díaz de Guzmán, nacido en Asunción en 1544, hijo de padre español y
madre india. Su padre era sobrino de Álvar Núñez Cabeza de Vaca, y su madre
Úrsula Irala, era hija de una de las indias que adornaban el harén privado de
Domingo Martínez de Irala. En la época de entradas y conquista fue un soldado.
Estuvo entre los fundadores de Salta y residió en Santa Fe, Buenos Aires y
Santiago de Estero, y terminó viviendo en Asunción. Narró en su vejes la
conquista y poblamiento del Río de la Plata.

El trabajo está dividido en tres partes. La primera, abarca el descubrimiento y


inicios de la conquista hasta el gobierno de Irala. La segunda, desde la llegada de

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Álvar Núñez Cabeza de Vaca hasta el obispo Latorre. La tercera, fue iniciada en
1555 y culmina con la fundación de Santa Fe.

Los Jesuitas. Dentro de los precursores de la historiografía nuestra, las jesuitas.


La Compañía llevó a cabo una labor informativa, que abarca desde cartas
individuales hasta trabajos organizados. Según Enrique de Gandía, la labor de los
jesuitas del siglo XVII es grande, y que aun no se conocen muchos de sus
documentos y que solo se estudia la cultura rioplatense y paraguaya, también la
tucumana y del Alto Perú. Las Cartas Anuas, son informes anuales que el Superior
de la provincia jesuítica enviaba al General de la Orden en Roma, a partir de 1610.
La segundo lugar, se encuentran las obras de el padre Lozano con Historia del
Gran Chaco Gualamba, en 1731, la Historia de la Compañía de Jesús en el
Paraguay, Historia de la conquista de Paraguay, Río de la Plata y Tucumán.

Fray Reginaldo de Lizárraga. El fray Reginaldo de Lizárraga, en el siglo era


Baltasar de Obando. En 1586 se creó la nueva provincia dominica de San Lorenzo
Mártir, con jurisdicción que abarcaba territorios de Chile actual, Argentina, Bolivia y
Perú, Lizárraga fue nombrado. Es por esto que viajaba mucho en el extenso
territorio, y que no contaba con riquezas, y su lucha con indios hostiles y una
geografía áspera entre llanuras, altas cordilleras, selvas y desiertos. De los
lugares que visitaba tomaba notas y se interesaba por el pasado de esa región.

Saturnino Segurola. Tras la creación del Virreinato con centro en Buenos Aires
comenzó a forjarse un sentimiento de autoconciencia. Ya no se trataría de
describir curiosidades no recoger leyendas, sino de rastrear en el pasado con
preguntas del historiador: ¿qué ocurrió? ¿cómo ocurrió? ¿por qué ocurrió?

Hacia 1800 se había alcanzado en Buenos Aires la madurez. Siendo el Plata una
parte de la Corona española, era distinto de España, con sus propios héroes, su
pasado peculiar. En ese contexto crecieron hombres interesados en profundizar
ese pasado. En primer lugar, Segurola, sacerdote abierto a todos los campos de la
mente humana, sediento del saber, curioso. Merece un recuerdo por haber
introducido la vacuna antivariólica y haber desempañado el cargo de primer
bibliotecario de la Biblioteca Pública, hoy Nacional.

De muy joven se interesó por la indagación histórica, llegando a reunir una


biblioteca. Tuvo la noción de la importancia del documento, y se convirtió en un
cazador de papeles, en la que llegó a poseer una colección documental e infinidad
de piezas. Nunca escribió nada sobre temas históricos. Fue investigador pionero y
pasó su vida resumiendo materiales que otros aprovecharon.

José Joaquín de Araujo. Estudió el pasado minuciosamente, a la par que ruñía


una importante biblioteca y rica colección. En 1801 publicó un trabajo en el

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Telégrafo Mercantil, primer periódico en Buenos Aires, titulado Examen crítico de
la época de la fundación de Buenos Aires, y que se podría considerar la primer
obra de investigación histórica en nuestro país, el primer trabajo erudito de nuestra
historiografía. En 1803 publicó Guía de forasteros del Virreinato del Río de la
Plata, con mucha investigación histórica.

De esta manera concluye el período hispano.

Capítulo 2

Los precursores

El Deán Funes. La partida de nacimiento de la historiografía argentina lleva la


fecha 1° de julio de 1812. Es un decreto del Primer Triunvirato inspirado en
Bernardino Rivadavia “ha determinado que se escriba la historia filosófica de
nuestra feliz revolución, para perpetuar la memoria de los héroes…”.

El mismo documento se encargaba la tarea a un sacerdote, fray Julián Perdriel,


provincial de la Orden de los Predicadores. A dos años de la Revolución de Mayo
es evidente el anhelo de justificarla ante propios y extraños. Puesto que toda
historia es una explicación y a través de ésta una justificación. Era menester llevar
el convencimiento de que esa ruptura no era caprichosa, movida por traidores al
Rey, como lo pintaban a los conductores de la Revolución en la Madre Patria, sino
que obedecía a causas justas y sus ejecutores lejos de ser dignos de la horca
eran héroes. Así se echó a andar la historiografía argentina.

Perdriel, era de sesenta años, culto y partidario de la Revolución, no era un


historiador. Un decreto del director supremo Gervasio de Posadas, el 3 de octubre
de 1814, anula el encargo alegando razones económicas sin más explicaciones a
Perdriel.

Lo curioso es que el Gobierno, después de cerrar la bolsa al Provincial de los


Predicadores, se olvidó de razones económicas y le trasladó el encargo de hacer
una historia al deán Gregorio Funes, que además ya lo estaba escribiendo.

El biógrafo del deán Mariano de Vedia y Mitre, saltea detalles, pero deja
comprobado los años trabajados en la obra en condiciones físicas no favorables.
Entró en la revolución con sesenta años sin halagos y malestares de salud.
Procesado y preso político en 1811.

En condiciones desfavorables y sin ser historiador, llevó adelante con paciencia la


que habría de ser la primera historia argentina. Amigo de Araujo y de Segurola,
contó con su apoyo para indagar en las colecciones particulares, también contó
con la ayuda de Rivadavia. En 1817 terminó tres tomos de un Ensayo de la

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historia civil del Paraguay, Buenos Aires y Tucumán, y que llegaba hasta l apertura
del Congreso Nacional el 25 de marzo de 1816.

La obra de Funes fue criticada por hacer de su investigación un uso


propagandístico y justificar el proceso revolucionario. Esta obra se tradujo al inglés
y al francés pero no se encontró un solo ejemplar. Al traductor inglés César
Rodney, más tarde encargado de negocios norteamericanos en la Argentina,
solicitó al deán Funes una puesta al día, y éste redactó un anexo que llevó su
historia hasta la batalla de Maipú en 1813. Así se publicó al inglés pero los
originales en español se perdieron, y dejando como única versión la edición
londinense. En 1869, lo tradujo al español Antonio Zinny y publicó el Ensayo de
Funes con el nombre de Historia de las Provincias Unidas del Río de la Plata,
1816 a 1818, por deán Funes, hasta el fusilamiento del gobernador Dorrego en
1828.

Por razón generacional y formación intelectual, Gregorio Funes debe ubicarse


dentro del iluminismo. Es por esto que se refleja en la historiografía: la tradición
confiaba en la Providencia; la razón en el Progreso…la historiografía procuró
desarrollar este sentido crítico, aplicándolo en tres enfoques: por una parte, busca
la verdad de lo realmente ocurrido; por otra, el verdadero sentido que tiene el
acaecer histórico, y por otra, enlaza dos posiciones anteriores, preocupa a los
autores cómo debe realizarse la investigación histórica (metodología histórica).

En nuestro caso, la reacción de Funes contra la tradición, representada por el


pasado colonial. Con él comienza la leyenda negra de los tres siglos de
dominación hispana, en forma de tradición peninsular y a su vez esa literatura de
guerra justificaba a lo acontecido el 25 de Mayo.

La historia de Funes sólo puede figurar como curiosidad y no como valor actual. El
Deán conoció y manejó documentos originales que avaló su trabajo, pero los
hechos que conoció, los personajes que trató están tratados de manera difusa sin
profundidad. Aparte de no ser historiador tampoco era escritor. Por mucho tiempo
la obra de Funes la única historia.

Ignacio Núñez. Bernardino Rivadavia comprendía la importancia de legar a la


posteridad elementos para estructurarla. En 1812 fue el promotor de nuestra
primera historia escrita. En 1821, como ministro de Martín Rodríguez, dio un paso
para la historiografía al crear en el 28 de agosto, el Archivo Público donde
depositar los archivos y documentos del gobierno más las donaciones particulares.
Así llamamos hoy Archivo General de la Nación.

El segundo autor que borroneó papeles y bosquejó el proceso histórico de los


orígenes argentinos, fue Ignacio Núñez. La obra terminada se llamó Noticias

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Históricas, y tenía 33 años cuando se publicó en Londres en 1825, con claros fines
propagandísticos. Su norte era difundir la justicia de la causa rioplatense contra
España y Portugal, y lograr reconocimiento de la independencia. Las Noticias
Históricas abarcan el período entre la primera invasión inglesa y el desastre de
Huaqui.

Pedro de Angelis. En 1830 aparece otro personaje, que será clave en nuestros
estudios historiográficos. Era italiano de cuarenta y seis años, con poco tiempo de
residencia en Buenos Aires. Hijo de historiador, y provisto de una cultura general y
de corte humanista, se apasionó por la historia argentina. Con de Angelis
superamos los ensayos previos para encontrarnos con el profesional, y es el
primer historiador en la historiografía argentina. Tuvo muchas críticas entre los
historiadores, su pecado fue haber servido a Juan Manuel de Rosas.

En el año 1830, Angelis publicó un Ensayo histórico sobre la vida de Rosas y en


1842 lo reeditará, y otra obra de Estanislao López, y que luego haría en 1832 una
Biografía del general Arenales. Los historiadores no le perdonaron las dos
primeras obras, y le han señalado que el proceder es adulador, rastrero,
vergonzoso de Pedro de Angelis.

A otras personalidades históricas se les procura explicar deslices imperdonables


con justificaciones, a Angelis se le ha negado ese beneficio. Angelis inaugura en
nuestro país el género biográfico, con las vidas de Rosas y de López, Arenales y
Bonpland.

Otra interpretación a la de Angelis, en el género biográfico: sabía más sobre las


biografías que sobre el sentimiento nacional que se forjó. El culto a los héroes es
el primer paso en los países que apenas emergen como naciones. Angelis fue el
primero que fundamentó de un argentinismo al hundir las raíces del pasado.

Angelis, escribió seis tomos en forma de Colección, y esto se fue haciendo difícil
en el contexto en que se encontraba. La prepotencia de un cónsul desencadenó
un conflicto, el bloqueo del Río de la Plata. Por lo tanto, Angelis debió interrumpir
la Colección, luego de los primeros fascículos del séptimo tomo, ya que
escaseaba el papel.

De Angelis fue nombrado miembro de la Royal Geographic Society, de Londres.


En 1839, el Instituto Histórico y Geográfico de Río de Janeiro nombró a Pedro
miembro correspondiente. Le siguieron ho nores de la Societé Géographique, de
París; de Nápoles; la Massachusetts Historical Society; Amecan Philosophical
Society, de Filadelfia, etc. Recientemente fue reeditada la Colección en Buenos
Aires por Editorial Plus Ultra con introducción de Andrés Carretero.

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De Angelis fue reconocido aún por sus críticos, en el que se destaca Sarmiento, y
también Mitre, y que este último promovió la creación de una academia y fomentar
los estudios históricos y geográficos en la República Argentina. El presidente
Mitre, se encargó de invitar a Angelis a integrar el Instituto como miembro
fundador, y sumarse al círculo que figuraban Valentín Alsina, Domingo Sarmiento,
José Marmol.

Capítulo 3

La primera generación

El tiempo y los hombres. De Angelis fue un solitario en su tiempo, pero su


semilla germinó e hizo escuela. Dentro de nuestro tema interesa destacar que
posteriormente a Caseros, se hace presente la primera generación historiográfica
argentina. Son los hijos de la generación de Mayo, nacidos todos con posteridad a
los hechos de la Independencia. Es la generación que producirá los primeros
clásicos de nuestra historiografía.

En este grupo el más viejo era Vicente Fidel López, nacido en 1815, y el más
joven Vicente Quesada, que nació en 1830. También se encuentran Luis
Domínguez, Manuel Ricardo Trelles, Bartolomé Mitre y Antonio Zinny.

Las características de los hijos de la generación, es que no han olvidado sus


luchas de Mayo, y los pormenores recibidos por sus padres, actores y testigos
presenciales ejercieron fascinación. Sucesores de una generación en guerra con
España heredaron su punto de vista negativo de la Colonia, sin romper totalmente
los lazos con la Madre Patria. En segundo lugar, les tocó vivir el gobierno de Juan
Manuel de Rosas, y por ello casi todos fueron enemigos de su gobierno. Su visión,
influida por la generación de Esteban Echeverría y Juan Bautista Alberdi, será
emplazar a Mayo como faro de libertad y democracia, entre las oscuras tiranías
que trabaron el progreso argentino, por un lado el período hispano, por el otro la
dictadura de Rosas terminada con Caseros, donde se inicia una segunda libertad.
A la leyenda negra colonial se le suma la leyenda roja de rosas.

En tercer lugar, toda esta generación es política, filosófica y doctrinariamente


liberal, admiradora de las instituciones inglesas y de los mecanismos de la
democracia norteamericana. Ya superado el viejo iluminismo, estaban adscriptos
al romanticismo, sobre todo la fuerte tendencia a exaltar la nacionalidad (para
Benedetto Croce la historia romántica es nostálgica y restauradora), dentro de
este movimiento de génesis europea. Los hitos son: en 1857 aparece la edición de
Historia de Belgrano, de Bartolomé Mitre; en 1861 la Historia Argentina, de

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Domínguez; y en 1880 Historia de los gobernadores de las provincias desde 1810
hasta 1879, de Zinny. Luego de 1883, la Historia de la República Argentina, de
Vicente Fidel López, para culminar en 1887 con la Historia de San Martín y la
emancipación sudamericana, de Mitre.

El Instituto Histórico y Geográfico del Río de la Plata. Después de Caseros


apareció la necesidad de preparar los elementos para estructurar una historia
argentina. Luego de cuarenta años, la obra de Funes era el único esfuerzo de
divulgación sobre nuestro pasado. Era necesario aportar trabajos serios que
sirvieran para cimentar un sentimiento de nacionalidad y echar las bases
escolares de la información que debían recibir los niños y jóvenes.

El primer intento de organizar una institución fue Mitre, para fomentar la


investigación en los campos históricos y geográficos. Miembro fundador del
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay, y quiso repetir lo mismo en Bueno
Aires. El 3 de setiembre de 1854 se reunió en la Biblioteca Pública un grupo de
personalidades para llevar el proyecto. En la inauguración del Instituto Histórico y
Geográfico del Río de la Plata, Mitre señalo: “…estamos reunidos aquí para echar
los fundamentos de una asociación científica y literaria…”.

El ambiente político agresivo y al borde de la guerra civil, no permitió que


prosperara y quedó hibernando durante siete años, y recién el año 1856 volvió a
retomarse la iniciativa, y que se dieron las bases orgánicas del Instituto. Dice
Ricardo Levene: “en el artículo 2° de estas Bases orgánicas se señalan los fines
de la asociación…centralizar las fuerzas intelectuales…preparar y clasificar los
materiales para escribir la historia del país; salvar del olvido los documentos
históricos, geográficos y estadísticos; hacer investigaciones históricas sobre
épocas anteriores y posteriores y fomentar en general los estudios históricos y
geográficos, antiguos y modernos;…reunir toda clase manuscritos, documentos,
medallas; cursos públicos gratuitos dictados por sus miembros…realizar un
congreso anual…para tratar los trabajos presentados y discutir cuestiones
históricas…Por último, se disponía la publicación de un tomo de anales o una
revista periódica para dar a conocer la producción de sus miembros…”.

El ambicioso programa de Mitre hizo lo posible por llevarlo a cabo, pero la


situación no era lo suficientemente aceptable para este tipo de institución. Y el
Instituto fue bloqueado hasta que entre 1859 y 1860 se extinguió.

El “Belgrano” de Mitre. Mientras en Instituto Histórico y Geográfico del Río de la


Plata, no pudo subsistir tuvo mejor aceptación la primera serie de publicaciones
organizada, sobre la base de ensayos biográficos, y fue llamada Galería de
Celebridades Argentinas, donde aparecieron las vidas de San Martín, Rivadavia,
el deán Funes, el almirante Brown, Manuel José García, Florencio Varela y Juan
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Lavalle, escritas por Domingo F. Sarmiento, Juan María Gutiérrez, Mariano
Lozano, José Tomás Guido, Manuel Rafael García, Luis L. Domínguez y Pedro
Lacasa.

La Colección significó un esfuerzo para la divulgación histórica. La biografía que


habrá de tener más trascendencia fue la de Bartolomé Mitre que le dedicó a
Belgrano.

La Historia de Belgrano fue la primera obra de divulgación histórica. Tres mil


documentos inéditos sirvieron de base, entre ellos los que demostraban que
Belgrano fue el creador de la bandera argentina, pero debido a que se hacía
extenso el relato lo tuvo que cortar en el 1812, momento en que Belgrano va a
comenzar la campaña de Tucumán.

Con los documentos que poseía de en 1858, presentó la segunda edición en dos
tomos, sin abarcar toda la vida de Belgrano, y cierra el relato en la Independencia
de 1816, en el que trabajó con cinco mil documentos. En 1876, el autor comienza
la tercera edición con la vida completa del héroe, pero su obra tendrá un final
definitivo en la cuarta edición, en la llega hasta 1821cuando se da el desenlace de
la anarquía.

De esta manera quedó inaugurada la llamada Escuela Erudita en nuestra


historiografía. Lo importante de este trabajo sobre el proceso de Mayo, así como la
historia militar de sus primeros años, sino el esbozo de la etapa final del período
hispano en América. Mitre es el primer historiador que asigna importancia a los
factores económicos junto con los ideológicos. Es digno de subrayar que a los
procesos que culminan en 1820 Mitre no los llamó Anarquía, como luego sería
consagrado oficialmente en los textos eruditos y escolares, sino Guerra Social,
más justo y exacto.

Luis L. Domínguez; Antonio Zinny. En simultáneo con Mitre, en 1861, Luis


Domínguez publica Historia argentina, ensayo global sobre el pasado, sobre los
fundamentos heurísticos y similar hermenéutica liberal, que la Historia de
Belgrano. Domínguez exiliado en Montevideo durante la época de Rosas, y allí
entabló relación con Florencio Varela, que desde 1842 poseía los papeles del
archivo de Bernardino Rivadavia. Posteriormente ministro del presidente
Sarmiento, en 1871 fue nombrado miembro de la Real Academia de la Historia de
Madrid. Su Historia sería por años la más seria en circulación y obligatorio texto
escolar para la educación.

En cuanto a Antonio Zinny, no era argentino. Tenía una sólida cultura, dominaba
lenguas clásicas griego y latín, y hablaba seis idiomas, inglés, español, italiano,
francés, portugués y alemán. Poseía conocimientos de filosofía y pasión por las

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matemáticas. Llegado a Buenos Aires en pleno gobierno de Rosas, no tardó en
frecuentar los círculos del Restaurador y fue habitué en Palermo con Rosas que
simpatizó con el joven. Era un formidable bibliógrafo y poseía un talento para los
trabajos heurísticos. Trabajó en una exhaustiva enumeración de todos los
periódicos que aparecieron en Buenos Aires y un segundo trabajo sobre el Interior,
en el que lo separó en: Litoral, Centro, Cuyo y Norte. En Uruguay realizó un
estudio similar desde 1807 hasta 1852.

Manuel Ricardo Trelles; Las primeras revistas especializadas. Junto a Zinny,


Trelles fue historiógrafo, paleógrafo y numismático nacido en Buenos Aires. Trelles
fue el hombre de archivos, investigador y descubridor. Tuvo predilección por la
historia colonial de Buenos Aires. Los trabajos en una serie sobre problemas
limítrofes con Bolivia, Paraguay y Chile.

Es de recordarse a Trelles como un incansable fundador de revistas


especializadas, donde publicó cantidad de documentos inéditos al alcance del
historiador. Y esto requería un esfuerzo económico editorial para el historiador. Así
nacieron las revistas dedicadas de manera parcial o total a temas históricos, y
como no eran de gran tirada siempre estaba el peligro de ser asfixiada. La revista
más antigua que conocemos en el campo historiográfico es la Revista de Buenos
Aires, aparecida en 1863. No era totalmente dedicada a la historiografía pues
tenía secciones de literatura y derecho. En ella aparecieron monografías sobre
nuestro pasado, y alcanzó a vivir 96 números.

La Revista del Archivo General de Buenos Aires, subsistió hasta 1872 y donde
Trelles, publicó una importante cantidad de documentos en el repositorio que
dirigía. En 1879, Trelles es quien fundó la Revista de la Biblioteca Pública de
Buenos Aires. Finalmente en 1888 por tercera vez Trelles fundó la Revista del
Pasado Argentino que apareció hasta 1892.

Vicente G. Quesada; Ángel Justiniano Carranza. Su vida se desenvolvió entre


la historia y la diplomacia a través de cargos representativos con una larga
ausencia del país. Antes de ello durante la presidencia de Sarmiento, se le
encomendó la ordenación y estudio de manuscritos en la Biblioteca Pública, y
Sarmiento lo envió a España para rastrear la documentación sobre el período
hispano, que pudiera asentar los derechos argentinos en los problemas limítrofes
con nuestros vecinos. Quesada se convirtió en un apasionado de la historia sobre
los tiempos de la Colonia.

Cuando los conflictos limítrofes con Chile, publicó trabajos en defensa de los
derechos argentinos sobre la Patagonia. Pero merece recuerdo por su dedicación
sobre el período hispano. La Revista de Buenos Aires que fundara y dirigirá entre

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1863 y 1871, y en 18881 fundó con su hijo Ernesto la Nueva Revista de Buenos
Aires.

Ángel Carranza es el más joven, fue autor de una serie de monografías y


biografías. Su principal obra fue Las campañas navales de la República Argentina,
1810 y 1870, publicada después de su muerte. En 1880 apareció una obra suya
revelador sobre El General Lavalle ante la justicia póstuma, que hasta ahora el
jefe unitario era considerado el único responsable del fusilamiento de Dorrego. El
aporte de Carranza consistió en publicar las cartas recibidas por Lavalle antes de
la ejecución del Gobernador, firmadas por Juan Cruz Varela y Salvador del Carril,
que aún vivía. Quedó claro que Lavalle asumió la responsabilidad del hecho, y el
grupo unitario lo instigó. Las instigaciones entre líneas de del Carril le proponía al
General un tribunal para cuidar su papel, en tanto Varela le insinuaba el
fusilamiento sin decirlo y terminaba con la frase: “cartas como éstas se rompen…”.
Y que Lavalle las conservó.

Capítulo 4

Los clásicos

Vicente Fidel López. Mientras sus compañeros se ocupaban de depurar la


heurística y sacar a la luz el pasado, López desdeño el documento y dio mayor
importancia a la tradición, al testimonio oral y la reconstrucción imaginativa de la
historia.

Hijo del autor del Himno Nacional recibió datos de primera mano, y por ello se
sintió capacitado para escribir la historia. Tomó del viejo López y Planes lo que
consideró, y no heredó la visión que el padre tenía de la historia. El padre mandó
una carta a San Martín en la que decía “yo no veo en todo este fenómeno más
que revolución y contrarrevolución…La revolución consagró el patriotismo sobre
todo; la contrarrevolución, sin atreverse a excluir este principio…dijo sólo habilidad
o riqueza…entonces se les dio el derecho a votar; ellos y extranjeros sin
patriotismo subieron…y ejercieron…manejando nada menos que la bolsa del país
en instituciones creadas…dando los medios de hacer fortuna…Así es como se ha
dado brillo al partido de la contrarrevolución ”.

Es curioso: lo anterior no lo escribió Jorge Ramos en 1970, sino Vicente López y


Planes en 1830.

Vicente Fidel López publicó trabajos sobre Introducción a la historia


Revolucionaria Argentina, en 1861, y luego los cuatro tomos de la Revolución
Argentina, y su ensayo monumental Historia de la República Argentina en diez

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tomos. Su visión aristocrática, su porteñismo, y su imaginación se adueña cuando
escribe.

Paul Groussac y Carbia, son demoledores. El propio biógrafo Ricardo Piccirilli,


también acota que se equivocaba como todos, pero no aceptaba y se negaba a
las correcciones. Según Arturo Jauretche, “el defecto de su trabajo histórico tal vez
sea su mejor cualidad…”. Tal vez por eso que López alcanzó increíble fortuna
editorial convirtiéndose en un clásico de la historiografía argentina.

El “San Martín” de Mitre. Apareció otro clásico de nuestra historiografía, la mejor


que esta generación legó. La Historia de San Martín y la emancipación
sudamericana, de Mitre. Tanto en el Belgrano como San Martín ha sido la misma
técnica, riguroso del método, y en la elaboración del trabajo Mitre tenía sesenta y
seis años y otra madurez intelectual. Al igual que López, Mitre usaba
frecuentemente el testimonio oral, pero tamizándolos a través de la crítica. Carbia
sobre Mitre, “un poco abanderado en el culto del héroe”.

La guerra entre los dioses. Las profundas diferencias metodológicas con que
encaraban Mitre y López el estudio de la historia, no solo eran intelectuales, sino
políticas y personales. Todo empezó en el plano de la vida privada. En 175, Mitre
escribió una carta a su amigo chileno Diego Barros Arana, que decía sobre López
“tener cuidado con este escritor por que escribe la historia sin documentos por
ocurrencias e ideas”. Las cosas hubieran quedado allí, si Barros no hubiera
publicado la carta de Mitre, en una revista de Chile. Un ejemplar llegó a manos de
López, y por años se guardo la respuesta hasta 1881 que tuvo lista la Introducción
a la historia de la Revolución Argentina. Su venganza sobre la biografía de
Belgrano en el que dice que “ni sus conocidos talentos para escribir ha descuidado
bastante la falta de atención”. Y así se siguieron contestando entre ellos.

Mitrismo y lopizmo en la historiografía argentina. Mitre afirmó su prestigio


entre los estudiosos y pasó a ser figura de la historiografía, en cambio López
conservó en los sectores de la enseñanza y secundaria, donde pasó a ser modelo
y paradigma de la exposición historiográfica. Mitre jamás intentó historiar el
período de Rosas, y mantuvo silencio ante esa etapa. En cambio en López se
dedicaron a sus descripciones de la dictadura y los pocos que escribieron sobre el
Gobernador y la Vuelta de Obligado en homenaje a las fuerzas.

Maetín de Alzaga para Mitre fue el primogénito de las invasiones inglesas y el


protagonista y la defensa, en cambio López, le niega todo mérito, y le concede los
laureles a Liniers. Posteriormente la historia se quedó con la historia de López
hasta nuestros días., y Mitre estuvo en lo cierto. López sobre los caudillos del
Interior que son unos salvajes, y Mitre si bien no estuvo lejos de este criterio,
intentó equidad y no lo llamó Anarquía sino Guerra Social.
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Hebe Clementi sobre López, “su historia ha llegado a considerarse el arquetipo de
la interpretación liberal de la historia argentina…en el movimiento de nuestras
ideas tiene vigencia y comprensión cabal”. Mitre describe a Bernardino Rivadavia
como “el más grande hombre civil en la tierra de los argentinos”. López en cambio
lo presenta mucho más exacto sobre el unitario, y quizá influya que es
antirrivadaviano.

Capítulo 7

La tercera generación

El tiempo y los hombres. A fines del siglo XIX y comienzos del XX, la
intelectualidad argentina estuvo adscripta al positivismo. Este movimiento que tuvo
como padrino a Comte, y en palabras de Giulio Preti: “…puede decirse que es la
revaloración del espíritu naturalista contra las tendencias declarada y abiertamente
metafísicas y religiosas del Romanticismo…”.

La explosión de prosperidad que acompañó al roquismo sirvió para convencer a


muchos de la superioridad del positivismo, dando origen a la difusa Generación
del Ochenta y al restacuerismo del establishment, y que se había convertido
nuestro país en el primer exportador de carnes y cereales. La historia se convertía
así en una rama de las Ciencias Naturales, y se lo tomó en serio.

Así es como navegó la segunda generación histórica y se desarrolló la tercera,


junto a los mejores modelos del positivismo y se asistirá a la primera reacción
contra los marcos materialistas de ese movimiento. Los hombres de la
Generación, nacieron entre 1875 1890, en pleno auge del roquismo, pero
asistieron al nacimiento y desarrollo del radicalismo, a la inmigración, y a los
festejos del Centenario que marcaron la cúspide de la Argentina liberal, a la
expansión del anarquismo, el surgimiento del socialismo, el ascenso de las clases
medias, los sindicatos obreros y el posterior electoral de la Unión Cívica Radical,
que significó una quiebra importante del antiguo régimen.

Las dos primeras generaciones fueron liberales. El mitrismo y el autonomismo,


vertientes políticas que diferían más por los hombres que por su doctrina y que no
eran indiscernibles. El radicalismo, ubicado dentro del liberalismo, del que no
renegaba, aportó novedosos elementos que lo distinguieron de sus predecesores.
Este grupo estaba formado por los hijos de la inmigración, argentinos en Buenos
Aires y el Litoral, por familias de la vieja cepa tradicional en el resto del país. Los
primeros carecían de antecedentes de sangre, pero exigían participación en la
política, del que estaban marginados por los viejos partidos; los segundos, por su
tara federal de ostracismo ideológico. Ambas corrientes convergieron en la Unión
Cívica Radical, que surgió como primer gran partido nacional de nuestra historia.

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Su doctrina difusa con el tiempo se tornarían calamitosas, el radicalismo abrigaba
un nacionalismo popular, que se alzó contra el roquismo. El radicalismo no ofreció
variantes en la concepción de Colonia y Mayo, y aceptó el esquema tradicional de
los tres siglos de oscurantismo y la repentina eclosión de la Revolución Francesa.
Tampoco modificó la actitud de simpatía por el unitarismo; pero comenzó a
separarse de la versión clásica liberal, al considerar al gobierno de Rosas y los
caudillos, no una reivindicación pero sí más comprensiva y objetiva. Finalmente,
comenzó a enjuiciar lo acontecido tras Caseros, especialmente el ciclo del
roquismo, y fueron englobadas bajo el nombre de Régimen.

Otra característica de la tercera generación fue el aporte del pensamiento


provinciano, a través de los miembros del Interior, lo que dio una visión opuesta a
la del porteño y sus primeras generaciones.

Los representantes de este grupo José Ingenieros y Carlos Ibarguren, nacidos en


1877; Juan Álvarez, de 178; Ricardo Rojas, Manuel Gálvez y Enrique Ruiz
Guiñazú, de 1882; Rómulo D. Carbia y Ricardo Levene, de 1885; Emiliano
Ravignani y Roberto Levillier, de 1886; Dardo Corvalán Mendilaharzu, de 1888 y
Diego Luis Molinari, el padre de Guillermo Furlong y Miguel Ángel Cárcano, los
tres de 1889. Manuel Gálvez fue de esta generación pero su producción
historiográfica coincidirá con la generación revisionista siguiente, posterior a 1930
y a la gran crisis historiográfica que sufrirá nuestra cultura.

Ricardo Rojas. A fines del siglo XIX llego a Buenos Aires desde el Interior, retoño
de viejas familias. El choque no fue amable, repelió el ambiente de Buenos Aires
por su tendencia a cualquier gusto y pensamientos de Europa, y que mezclados al
punto de haber barrido todo nacionalismo. Su blanco fue la educación popular, por
el empleo reiterado de manuales europeos, lo llevaron a denunciar el peligroso
sistema, y educar a las corrientes inmigratorias a una conciencia nacional.

Rojas siendo funcionario del ministerio de Instrucción Pública, sugirió a las


autoridades de aprovechar un viaje a Europa para estudiar los sistemas de
enseñanza. Le dieron licencia sin goce de sueldo. Al regresar presentó un informe,
que según su palabra “no fue leído por nadie en el Gobierno…”. Entonces en 1909
lo publicó con el nombre Restauración nacionalista, y con respecto al nombre del
título, “el propósito era despertar a la sociedad argentina…turbar la fiesta del
mercantilismo, obligar a que revisen el idealismo de Sarmiento y de Alberdi…sabía
que nadie habría de prestarme atención si no empezaba por lanzar en plena plaza
de Mayo un grito de escándalo”.

Esto que fue escrito en 1909, y que aún hoy se mantiene, y que no se intentó
poner en práctica postulados nacionales, sus proyecto de enseñanza de la
historia, su metodología emergente de lo argentino. Todavía seguimos sometidos
13
a reformas y planificaciones sin haber pisado un aula y por el simple mérito de
estar a la moda en Europa y Estados Unidos. Rojas quiso entender las cosas
desde América y Argentina.

Ricardo Rojas, fue simpatizando con el radicalismo dirigido por Hipólito Yrigoyen.
Cuando la revolución se produjo el 6 de setiembre, en los años siguientes llegó a
ser un destacado dirigente de la U.C.R. Pero no se le puede considerar un
historiador radical.

Juan Álvarez. De familia santafesina tradicional. Sería el primer historiador que


corriera el velo de los problemas económicos y incidencia con las guerras civiles
del siglo anterior, como factor dominante. Álvarez no estaba adscripto a ninguna
tendencia reformista, renovadora o revisionista. Era un liberal y un conservador,
pero también un estudioso serio y no aceptaba la versión porteña de civilización y
barbarie, para explicar el choque entre las provincias y el puerto. Álvarez fue el
primero en indagar las razones de fondo del proceso, y en 1912 presentó su obra
Las guerras civiles, donde demostró la destrucción de las economías provinciales
y enriquecimiento del Puerto, gracias a su aduana librecambista, que fueron el
motivo real de los primeros decenios independientes.

Sergio Bagú sobre la obra de Álvarez, “fue durante el período cuando la educación
primaria y secundaria se expandió, y resultó necesaria dotarla de textos
históricos…y sacar la idea del hecho político mágico y de grandes hombres, sin
conexión de la rutina diaria…rompió e hizo escuchar su voz heterodoxa”. “Para
explicar los estallidos de violencia de nada servía el tipo de historia que se
encontraba en los textos escolares con el sistema educacional de la ley 1420 para
los colegios nacionales creados por Mitre. La estrecha conexión entre los salarios
insuficientes y la huelga sangrienta…”.

La interpretación socialista. Al poco tiempo de la Unión Cívica Radical como


expresión política de masas, se fundó en Buenos Aires el Partido Socialista, con la
decisión de representar al naciente proletariado. Aparentemente antiliberal, y que
parecía que enjuiciara la clásica interpretación de la historia argentina. Mientras el
radicalismo, difuso y contradictorio, logró forjar una visión distinta del pasado, el
socialismo, no fue capaz de elaborar un criterio histórico novedoso, sino que
adoptó la versión liberal del viejo lopizmo.

El socialismo fue un movimiento ligado a la masa inmigratoria, es decir que


obedecía a motivaciones ajenas al proceso argentino, sin integrarse de lleno. Es
por eso que no logró trascender en Buenos Aires. El partido fundado por Juan B.
Justo, no tuvo que ver con el marxismo. Si bien Justo tradujo a Marx, declaró que
no lograba entenderlo. El socialismo fue positivista. Tampoco llegó a ser un
movimiento obrero, y terminó siendo en círculo pequeñoburgués.
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José Ingenieros. El más acabado modelo positivista es La evolución de las ideas
argentinas, de Ingenieros. Este autor no era historiador, no intenta comprender el
pasado y se mete como un juez dictando sentencia. En su juventud fue
izquierdista, luego socialista evolucionista, y no le importó cotejar al establishment,
llegando a ser secretario de Roca, hacerse conservador e intentar entrar a la
burguesía, y como no lo logró e volcó a la revolución bolchevique.

Con los antecedentes no era de sorprender que se metiera con la historia


argentina, e hizo un estudio en tres partes que tituló La revolución, La restauración
y La organización. Y luego nació La evolución de las ideas, en que prendía
describir las corrientes del pensamiento que forjaron nuestra nacionalidad.

Miguel Ángel Cárcano. Fue diputado nacional tres veces, ministro de Agricultura
del Presidente Justo y de Relaciones Exteriores del presidente Frondizi,
diplomático embajador en Francia y en Inglaterra.

Historiográficamente posee una obra importante, Evolución histórica del régimen


de la tierra pública. Cárcano es un conservador, domina la historia diplomática
pues está ligado desde la juventud.

Capitulo 8

La nueva escuela historiográfica

El Instituto de Investigaciones Históricas. Desde los primeros años del siglo,


desde las páginas de La restauración nacionalista, Ricardo Rojas reclamaba la
creación de una escuela destinada a formar historiadores, fomentar la
historiografía científica y ordenar los estudios históricos en base a conceptos
modernos. Era la única manera de alcanzar una historia seria, de raigambre
nacional. La idea surgió de un sacerdote e historiador francés radicado entre
nosotros, el padre Antonio Larrouy, y quien la puso en ejecución fue otro
historiador, Norberto Piñero, que era decano de la Facultad de Filosofía y Letras
de Buenos Aires. En 1912 se fundó la Sección Historia de ese establecimiento
educacional, bajo la dirección de Luis María Torres, miembro de la Junta de
Historia y Numismática Americana. Allí se formó un grupo de historiadores que
formaron lo Juan Agustín García llamó la Nueva Escuela Historiográfica Argentina.
Torres les fue abriendo camino la publicación de la obra importante: colección de
Documentos para la historia argentina, siguiendo las huellas de la Colección de
Pedro de Angelis. Torres estuvo al frente de la Sección de Historia ocho años,
hasta 1920 en la que renunció para hacerse cargo de la dirección del Museo de La
Plata. Lo sucedió el hombre que mejor lo representa a la Nueva Escuela: Emilio
Ravignani.

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Finalizando el año 1921, la Sección cambió de nombre y pasó a ser el Instituto de
Investigaciones Históricos, en el que se encontraban los mejores profesionales.
Los que más contribuyeron con su talento y trabajo se destaca Diego Luis Molinari
y Rómulo D. Carbia, a los que pronto se sumaron José Torre Revello y Ricardo
Caillet-Bois.

En 1922, el Instituto comenzó la publicación de un Boletín. Sus miembros tuvieron


roces con el máximo de la historia en ese momento, Paul Groussac. Emilio
Ravignani hizo al Instituto y le dio jerarquía internacional. Pero aún nos superaba
Brasil y Chile que tenía mejor organizados los estudios históricos. Señala el
historiador norteamericano James Scobie, “la influencia que ejerció el Dr.
Ravignani a través del Instituto…un modelo para la exactitud e imparcialidad
histórica…”.

A medida que cristalizaban los clásicos en la historia escolar inmutable, apareció


un nuevo elemento que echó su peso para el lado negativo: el club de
descendientes, hijos, nieto y bisnietos de los próceres, se constituyeron
guardaespaldas de sus antepasados, al acecho de cualquier opinión contra sus
abuelos. Nace así la adoración de la estatua, la perfección del mármol y del
bronce, la retórica vacía del acto escolar, la consagración del héroe. El que no
estaba de acuerdo era un canalla o un extremista que había que silenciar.

Ravignani fue el director del Instituto hasta 1947, y removido por razones políticas.
Reemplazado por unos meses por Vicente Sierra, luego ocupó Diego Molinari,
para ser sucedido en 1955 por el discípulo de Emilio, Ricardo R. Caillet-Bois.

Emilio Ravignani. Así como Rojas y Álvarez pertenecían a familias tradicionales,


tanto como Ravignani, Ingenieros, Molinari y Levene eran hijos de la inmigración
reciente.

Junto con Diego Molinari y Dardo Corvalán Mendilaharzu inicia la corriente de


interpretación radical de la historia. Fue un hombre polifacético, politizado, que
llegó a ser destacado de la U.C.R. y decano de la Facultad de Filosofía y Letras,
diputado y director del Instituto de Investigaciones Históricas, docente y productor
de obras. La obra de tres tomos de la Historia constitucional argentina, y también
fue el compilador de las Asambleas constituyentes argentinas en seis tomos. Su
preocupación fue la época de Rosas y denunció en el rechazo de estudiar ese
período por parte de muchos historiadores. Ravignani era liberal, pero como
historiador comprendía la personalidad del Restaurador. Fue el descubridor de la
personalidad de Artigas.

Diego Luis Molinari. Tanto Ravignani como Molinari eran radicales y se


dedicaron a la política, la docencia y la investigación. Ravignani permaneció fial a

16
la conducción alvearista de la U.C.R. Molinari fue yrigoyenista y rechazó el mando
de Alvear, hasta que lo fue apartando del artido y la ruptura final con el
radicalismo. A la inversa de Ravignani se alejó del liberalismo, simpatizó con la
revolución del 43 y posteriormente se incorporó al peronismo. Al igual que
Ravignani buscará una mejor comprensión del período rosista, derivó en un
revisionismo abierto.

La interpretación católica. Nacido en Entre Ríos y se radicó en Mendoza, donde


actuó activamente en la Unión Cívica Radical. Fue un exponente de la visión del
Interior. Sus estudios lo levaron a una posición reivindicadora de la Confederación
y al revisionismo. En las primeras generaciones el sentimiento religioso, tanto
como el factor económico, estuvieron ausentes de las preocupaciones del
historiador.

Rómulo Carbia. Porteño, era uno de los pocos historiadores profesionales,


estudió en España en la Universidad de Sevilla y se graduó de doctor en Historia
de América. Produjo cantidad de monografías sobre el período colonial, que
permitieron resquebrajar la Leyenda Negra.

Guillermo Furlong. Autor de una serie de volúmenes sobre la cultura colonial. El


mérito del trabajo reside en haber aventurado una serie de errores sobre la cultura
y la libertad intelectual en tiempos coloniales.

Capitulo 11

Los revisionistas

Nacionalismo y revisionismo. En la tercera década del siglo XX, los estudios


históricos parecían hacia una revalorización del pasado, con investigaciones de
hechos de antaño que se consideraban juzgados. La enseñanza seguía con el
lopizmo, pero la enseñanza de alto nivel fue impulsada por la Nueva Escuela,
convencieron a algunos historiadores de modificar conceptos tradicionales,
herederos de los clásicos del siglo anterior.

Esta nueva vertiente comenzó con la tercera generación historiográfica. La


evolución ubicada dentro de la llamada concepción histórica del radicalismo, tuvo
abanderados a Diego Molinari y Emilio Ravignani, y llegó a culminar con Carlos
Heras y José Luis Busaniche. Prometía frutos cuando fue violentamente sacudida
por el derrumbe de 1930, que significó el fin de la Argentina liberal en los planos
político, económico y social. La fractura se hizo en la historiografía, reflejándose
en la cuarta generación.

17
REVISAR significa volver a ver, registrar y examinar con cuidado una cosa. Es
absurdo pretender que se ha dicho la última palabra, o que tal cosa es así porque
lo determinó tal persona, es peligroso determinar terminado un conocimiento.

En la década del 1920-30 reinaba el concepto clásico de nuestra historia


sustentado en Vicente López. Los trabajos de Ravignani y Molinari carecían de
difusión. El cimbronazo de la Primera Guerra Mundial había resquebrajado el
homogéneo cuadro liberal desde el siglo anterior. La Revolución Rusa y la
dictadura soviética por un lado, y la Marcha sobre Roma y la emergencia del
fascismo por el otro, en medio de un descontento social generalizado, plantean
alternativas y rechazan conceptos liberales. Desde 1916 los que eran custodios de
la tradición por derecho estaban siendo desplazados del poder por el radicalismo.

Extasiados con la España de Rivera y la Italia de Mussolini, nutridos


intelectualmente por Charles Maurras, crearon un ideario restaurador que tomó el
nombre de nacionalismo. El sustento humano del grupo contaba con elementos de
familias tradicionales, con aportes de viejas oligarquías provincianas que se
sentían herederas por derecho de sangre, que veían con horror cómo eran
desplazados por la creciente ola yrigoyenista. Había entre ellos hijos de
inmigrantes enriquecidos convertidos al tradicionalismo del mate, el poncho y
guitarra, en busca de status intelectual.

No puede hablarse de un nacionalismo orgánico y doctrinario porque cada uno


aportó su propia versión del movimiento; lo cierto es que al enjuiciar a la Argentina
liberal de Alvear, también lo hicieron a la historia liberal del lopizmo. Formularon
una versión del pasado, fueron abonados por Carlos Ibarguren y su biografía del
Restaurador y también por Dardo Corvalán Mendilaharzu, radical que en 1929
publicó Rosas, obra que anuncia el revisionismo.

El nacionalismo colaboró con el general Uriburu en el derrocamiento de Yrigoyen,


con las certezas de un cambio de estructuras políticas, seguiría a la revolución
para establecer el esquema autoritario y paternalista. En cambio fueron los
primeros en ser desplazados del elenco revolucionario, y la restauración del
liberalismo roquista en la persona del general Agustín P. Justo, y fue una negra
frustración.

Durante la Década Infame, en combate con el liberalismo, se entregaron a la


búsqueda del pasado, y se encontraron con el Restaurador, líder antiliberal
aristocrático, la perfecta simbolización del argentino. En 1934, con motivo del
Tratado Roca – Runciman, los hermanos Rodolfo y Julio Irazusta publican La
Argentina y el imperialismo británico, cuya tercer parte está destinada a historiar el
endeudamiento de nuestro país a la economía inglesa. Allí se exterminaban por
primera vez coherentemente los efectos del imperialismo británico en nuestra
18
historia. Puede señalarse que con este libro como el comienzo del revisionismo
histórico.

El contraposición al esquema liberal podemos señalar: sobre la Colonia, no adoptó


una posición propia, en muchos casos tomó la versión católica reivindicatoria del
período hispano. Sobre Mayo hubo acuerdo: se lo consideró un movimiento de
minorías selectas, se lo despojó de contenido civil y se lo tornó en un
pronunciamiento militar. De allí la exaltación de Saavedra como líder de la Gesta
Maya. Y a Moreno lo degradaron a la categoría de distorsionador de los principios
emancipadores, individuo perdido en una maraña de ideologías extranjeras.

El proceso posterior es juzgado conforme a esas premisas: La Asamblea del año


XIII, como un revoltijo de ideólogos; la de caudillos como reacción instintiva contra
los entreguistas y absorción porteña, del Directorio primero y los unitarios
después. El triunfo del enfoque como máximo logro como Nación, se habría
alcanzado con Juan Manuel de Rosas. Luego de la traición de Urquiza y el
desenlace de Caseros, y la historia es un largo proceso de claudicaciones y
entregas a intereses antinacionales. El período llamado Organización Nacional,
merece destacarse en el revisionismo tomó como centro de sus ataques a la
figura de Sarmiento, que había sido elevada en la historia oficial d endiosamiento.

Al igual que el liberalismo, el revisionismo mostró poco interés por historiar lo que
siguió a la caída de Rosas. La Argentina había tocado techo con Roca en 1880,
que marca la senda que habría de seguirse; la Argentina había entrado en colapso
desde 1852; y esperar su resurrección para empalmarla con aquel período,
desechando lo del medio.

Esta visión ofrecía críticas por lo parcializada, pero de su concentración en Rosas


extrajo sus aportes al conocimiento nacional. Era una historia militante y
combatiente, y el choque con la escuela liberal también fue violento, y los liberales
eran lógicamente una expresión de la política. Para los liberales, todo revisionista
era un fascista, para los revisionistas, los liberales eran cipayos por excelencia.

Esta disputa se convirtió en presión de instituciones, ministerios y órganos


periodísticos. Todo se ejerció bajo el terrorismo intelectual cubierto bajo la
democracia, con humillaciones al director de la Biblioteca Nacional, Gustavo
Martínez Zuviría, por herejía, hasta el cierre de la prensa, como a hombres como
Julio Irazusta, Scalabrini Ortiz, por pensar distinto.

Los autores citados forjaron su visión dentro de la historia liberal con sus cánones,
y el revisionismo repudió esos principios y partió de otras premisas. José María
Rosa lo expresó con estas palabras, “lo esencial para el revisionismo es concluir

19
con esa patria de los coloniales que nos mantiene atados al extranjero…revisar la
historia es mirarla con ojos argentinos”.

Julio Irazusta. Es la más alta figura del revisionismo y el iniciador. Destacado en


literatura europea como también en hablar varios idiomas en su paso por el Viejo
Mundo. El futuro biógrafo y reivindicador de Rosas confiesa “me faltaba el
conocimiento del pasado argentino…”. Sería el más completo defensor del
Restaurador. Fue la política que lo llevó hacia la historia. Fundador del movimiento
nacionalista en la década del 20 y la frustración de la del 30, y buscó en el ayer la
explicación del hoy. El factor desencadenante fue el tratado Roca – Runciman.

Publicó un libro en 1934, en colaboración con los hermanos Rodolfo, se llamó La


Argentina y el imperialismo británico, y que puso en marcha el revisionismo
histórico. En el silencio de la cuarentena intelectual se hizo historiador. El contacto
con la obra de Adolfo Saldías le dio una idea, es que entendió a Rosas y su
contexto. En 1941 apareció el primer tomo de Vida política de Juan Manuel de
Rosas a través de su correspondencia. El tema desbordó al autor e investigó
documentos inéditos, y que luego de haber editado dos tomos al principio se
convirtieron n ocho volúmenes de la obra terminada.

Raúl Scalabrini Ortiz. Mientras el conservadurismo convertía a la historia liberal


en historia oficial, el socialismo se aferraba a su esquema lopista – positivista, el
radicalismo se dividió en dos causes: por un lado se atenuó el revisionismo de
Ravignani y los suyos, volcados hacia el liberalismo, en cambio se encendía el de
Molinari y sus discípulos. Pero a su vez emergió un tercer punto de vista, a través
de F.O.R.J.A., representación más avanzada del radicalismo en tiempo del
general Agustín Justo. El hombre que lo expresó mejor fue Scalabrini Ortiz, y que
pasados los treinta años no tenía vocación por la historia.

El planteo historiográfico de F.O.R.J.A. tuvo puntos de contacto con el


revisionismo nacionalista y tomó de él conceptos, pero no se llegó a una fusión de
ambas corrientes. La versión antidemocrática aristocratizante y selectiva del
nacionalismo no concebía los fundamentos yrigoyenistas, democráticos y
populistas del forjismo. Ambos siguieron dos métodos distintos, el nacionalismo
develaba el aspecto político, el forjismo analizó los factores económicos d nuestro
pasado. Para algunos autores, con F.O.R.J.A. se inicia el revisionismo de
izquierda de nuestra historia.

La obra de Scalabrini Ortiz se desarrolló con ensayos, conferencias y artículos


periodísticos de escasa tirada. Reunió los principales trabajos en dos libros,
Historia de los ferrocarriles argentinos y Política británica en el Río de la Plata.

20
La teoría de Scalabrini Ortiz se fundamentaba en la doble política que habría
seguido Inglaterra con las ex colonias españolas: mientras por un lado alentaba la
segregación hispanoamericana, por el otro sujetaba a los nuevos Estados
mediante cadenas de oro del empréstito.

Scalabrini Ortiz, dijo “para eludir la responsabilidad de los verdaderos


investigadores, la argentina adopta ese aire de ficción en que los protagonistas se
mueven sin relación con las realidades de la vida…las revoluciones se explican
como explosiones pasionales sin que nadie provea fondos, armas, equipajes. El
dinero no está presente… ”. El estudio de Scalabrini sobre el empréstito Baring es
conocido, y decía “vamos a demostrar que el primer empréstito no fue más que un
empréstito de desbloqueo, un modo de transportar las ganancias logradas por
comerciantes ingleses en el Río de la Plata. Es decir…representa una riqueza que
se llevó de la Argentina a Inglaterra, no una riqueza que se trajo a la Argentina”.

Manuel Gálvez. Irazusta, Scalabrini y Gálvez, hombres ligados a una vocación


literaria y ajena a la historia hasta llegada la madurez. Gálvez primo de Scalabrini
y santafesino de familia tradicional. ¿Qué les marcó el cambio de rumbo? La
respuesta la dio Benedetto Croce: las épocas tranquilas…se apartan de la historia
y prefieren el mundo de la novela, la ficción; en cambio en épocas de crisis, de
trastornos sociales y políticos, se vuelven hacia la historia.

Gálvez se plegó a las filas del nacionalismo, y tras la revolución de Uriburu sufrió
la misma decepción que los demás nacionalistas, y como ellos indagó causas en
el pasado, pero a la inversa de otros, comenzó por el pasado inmediato. Poco
simpatizante con el radicalismo y de Yrigoyen, y cundo murió Hipólito, el novelista
pasó a ser su biógrafo. El repudio no se hizo esperar desde su familia y amigos
como también de conservadores y radicales. La obra apareció en 1938, con el
título Vida de Hipólito Yrigoyen el hombre del misterio, y fue un éxito.

En 1940 estuvo impresa otra obra Vida de Juan Manuel de Rosas, que también
fue un éxito. Lamentablemente el autor no le puso aparato erudito, y con la
franqueza de Gálvez, dijo que era por prisa que cuando tomó apuntes de los
documentos se olvidó de anotar las páginas y de que archivo era.

Ernesto Palacio. Destacado entre los historiadores del movimiento nacionalista,


antiliberal, militó en las filas de Uriburu e integró la intervención a San Juan y que
posteriormente fue desplazado por las fuerzas neoliberales que coparon la
revolución. Y como el mismo Irazusta, Palacio se asomó a la historia por la
política. En 1938 publicó La historia falsificada, el trabajo daba los fundamentos de
la historia oficial que decía “fraguada para servir a los intereses de un partido
dentro del país…fue el antecedente y la justificación de la acción política de
nuestras oligarquías gobernantes…no se trataba de ser dueños de nuestros
21
destinos…no se ser una Nación, sino una colonia próspera…de no crear una
cultura propia, sino de copiar la ajena”.

Vicente D. Sierra. Porteño, y nació con vocación histórica, realizó estudios oficial
y es autodidacto, en la que volcó su conocimiento en la larga y sostenida carrera
de docente de la Escuela Superior del Magisterio, en el Instituto Nacional del
Profesorado y la Universidad del Salvador. Sierra es allegado al nacionalismo,
pero su obra debe ubicarse dentro de lo llamado interpretación católica. Sus
trabajos sobre el período hispano, como El sentido misional de la conquista de
América y Así se hizo América, pero su obra magistral de Historia de la Argentina
de 1956, siguió en tomos hasta 1972, relato hasta la caída de Rosas.

Capitulo 12

La quinta generación

Los académicos

La Academia Nacional de la Historia. La Junta de Historia y Numismática


Americana bajo la primera presidencia de Ramón J. Cárcano, época en la que sus
miembros comenzaron a llamarse académicos. El historiador cordobés fue
sucedido en 1923 por Martiniano Leguizamón y en 1927, accedería al cargo de la
institución Ricardo Levene. Los resultados fue la creación en el interior del país
filial de la Junta. La primera se estableció en Córdoba y poco después la segunda
en Rosario.

En 1925, Levene convenció al gobernador de Buenos Aires José Luis Cantilo, la


conveniencia de organizar un repositorio documental, idea que se concretó con la
fundación del Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires, y que daría un
impulso a los estudios históricos, en la que se destaca la colección Contribución a
la historia de los pueblos de la provincia de Buenos Aires.

En la segunda presidencia de Cárcano en 1931, y decidió que las filiales del


interior pasaran a ser autónomas, y por mediación de Levillier se había decidido
un acuerdo d reciprocidad de títulos. Al finalizar Cárcano en 1934, se eligió a
Correa Luna, y como este declinó, cayó nuevamente en Levene. Se crearon en
San Juan y Mendoza juntas. También se fundó el Archivo Gráfico de la Nación,
(hermano del Archivo General), repositorio de fotografías y películas. Otra obra
que bregó Levene, fue la creación de la Comisión Nacional de Museos y de
Monumentos y lugares Históricos, dispuesta por el Poder Ejecutivo en 1938.
Recordemos que bajo la intendencia de Mariano de Vedia y Mitre, con el fin de
abrir la avenida 9 de Julio recortaron la iglesia San Nicolás, primer edificio porteño,

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y para dar paso a Diagonal Sur, mocharon el Cabildo. Levene impidió nuevas
aberraciones para conservar intactos elementos materiales.

El historiador español en su visita a la Argentina, Antonio Ballesteros Bereta,


manifestó en una charla de cambiar el nombre Junta porque sonaba a
congregación y llamarse Academia. A Gandía le gustó la idea y a Lvene no le
atraía porque temía que La Nación se incomodara por atreverse a tocar algo
dispuesto por Mitre. En 1938 el presidente Agustín Justo oficializó a que se
llamara Academia Nacional de la Historia. Levene fue el que guardo la historia
oficial, y catalogando a los revisionistas de ignorantes.

La Historia de la Nación Argentina. Levene pensó en oragnizar una obra


colectiva con los miembros de la Ademia, para producir Historia de la Nación
Argentina. Elevó su proyecto de ese plan, hasta que por decreto el Poder
Ejecutivo adhirió y solicitó al Congreso un crédito, y en esa obra pudieran
colaborar todos los estudiosos.

El tiempo y los hombres. En esta época estaba en plena floración la quinta


generación. La adolescencia y juventud transcurre en el último tramo del período
liberal, que concluye con el hundimiento yrigoyenista de 1930, y testigos del
posterior período neoliberal que termina en 1943. También asistieron a la Segunda
Guerra Mundial, y a la eclosión peronista, y una generación impactada por el
acontecer nacional y mundial, acontecidas por ideas foráneas. Recordemos que
nacieron con el triunfo del liberalismo que parecía definitivo, y vieron surgir y gozar
al fascismo y al nazismo, al comunismo soviético y el neoliberalismo rooseveltiano,
y el marxismo se extendía.

Todo ello incidiría en sus personalidades, y en el último período asistirán en las


polémicas entre liberales y revisionistas. Cabe decirse que al promediar el siglo
XX, nuestra historiografía ha alcanzado un nivel y calidad comparado con otros
países.

Enrique de Gandía. Dedicado a la investigación histórica. Es miembro de todas


las academias de la historia del Continente y la Real Academia de la Historia de
Madrid. Ha publicado más de cien libros y muchos artículos y ensayos. En nuestro
país miembro d la Academia Nacional de la Historia y el más joven. Tuvo
disertaciones dentro de la propia Academia, ya que en sus trabajos tenía la
tendencia de ir contra la historia oficial que Levene defendía. Tenía que
comparecer, pero Gandía sabía defenderse, e insistía en que Mayo no hubo
revolución, sino lealtad a España. Fue duramente combatido.

Enrique J. Fitte. Abogado y porteño, sus primera publicaciones son de 1958. La


obra Hombres y desnudeces en la conquista del Río de la Plata, y también

23
Dorrego y Rosas, un aporte sobre la guerra con el Brasil. Tres obras que
desarrollan nuevos enfoques, Historia de un empréstito, sobre el préstamo Baring
de 1824, El precio de la libertad, donde analiza la influencia inglesa, y De la
Revolución al reconocimiento de las Provincias Unidas.

Fitte pertenece a la corriente liberal pero es ajeno al lopizmo, su escuela es


revisionista. Readaptarla en base a los nuevos documentos y conocimientos que
van surgiendo.

Enrique M. Barba. Entre 1940 y 1949 aparecieron trabajos monográficos


referentes al período federal. Así desfilaron la de Facundo Quiroga, y la
correspondencia entre Quiroga y Rosas. Este historiador continuaba con la senda
de Ravignani. Barba es un liberal revisionista. Levene a cargo de la Historia de la
Nación, le encargó el tomo dos, y antes nadie quería quemarse con el período
rosista, Barba tomaría ese trabajo.

Enrique Williams Álzaga. Descendiente de Martín de Álzaga, la vida de éste se


convirtió en el objeto de vida como historiador. Extrae una conclusión: tras largo
estudio…Álzaga fue…uno de los primeros hombres que presintió y apuró la
independencia de América”. Enrique de Gandía había llegado a la misma
conclusión veinte años atrás.

Leoncio Gianello. Entreriano de nacimiento, residente en Santa Fe, abogado y


pertenece a la línea liberal dentro de la quinta generación historiográfica. Su libro
Florencio Varela, establece el contenido de las famosas instrucciones que el
personaje llevó en su misión a Europa por cuenta del gobierno de Montevideo. La
misión era solicitar a Inglaterra y a Francia que tomen medidas y terminar con la
guerra y asegurar la paz. Según concluye el autor “la lucha no era contra el país,
sino contra Rosas”. La otra obra de importancia es Historia del Congreso de
Tucumán. Su aporte fue que la Declaración que fijaba la independencia para las
Provincias Unidas en Sudamérica y no para las del Río de la Plata, y una idea
coincidente de San Martín y Bolívar, de confederar las antiguas colonias.

Ricardo Zorraquín Becú. Porteño y abogado. Su campo de estudio es el de


aspectos jurídicos de nuestro pasado. Es el autor del libro La organización política
argentina en el período hispano, trabajo más acabado y completo. Es de línea
liberal, pero está más cerca del revisionismo.

2. Los otros

José María Rosa. Es la estrella del revisionismo nacionalista. Porteño, abogado,


procedente de medio conservador. Sus publicaciones son muchas, y la obra
Historia Argentina de que tiene ocho tomos, lleva el relato hasta 1895. Sus obras,

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Nos, los representantes del pueblo y La caída de Rosas. Apareció en1955, el
mejor estudio sobre los constituyentes de 1853, los antecedentes de la
Constitución y el proceso interno del Congreso de Santa Fe. Naturalmente de
muestra que los representantes del pueblo de la historia liberal estaban lejos de
representarlo. Escribe, “ en Buenos Aires los llamaban alquilones, porque ninguno
de los representantes jamás habían pisado otras provincias…”.

Vale decir que los representantes fueron elegidos a dedo, por el mismo José de
Urquiza. Se pregunta el autor, “el Congreso de 1852 nacía la voluntad y elección
de los gobernadores de las provincias, porque nacía de la voluntad y elección de
los gobernadores de las provincias, “guardianes de las libertades públicas” como
lo llamó Urquiza…”.

El realismo político de los caudillos, persistió hasta después de aprobada la


Constitución y que la historia oficial tendía a olvidar, es destacado por Rosa,
“Urquiza gobernaba en Entre Ríos desde 1841…siguió gobernando la provincia y
desempeñar el cargo de director de la Confederación y más tarde presidente de la
misma, por la precaución de federalizar todo el territorio provincial…”. Hubo un
grupo opositor a la Constitución, y en el acta se asienta la asombrosa constancia
de que la mayoría aprobó por unanimidad. Alberdi tomó el texto de la constitución
norteamericana para sus bases, de pésima traducción y errores, y que esos
errores pasaron a nuestra Constitución, y que Urquiza deseoso logró en tiempo
récord la aprobación de cada artículo, y no hay constancia en las actas de varios
artículos, creando una verdadera aberración.

La interpretación marxista: Rodolfo Puiggrós. Era inevitable que el marxismo


propusiera su versión de la historia argentina. Nuestro socialismo no fue nunca
marxista, sino fuertemente positivista, y como tal se puso en las filas del esquema
de Vicente López reforzado por José Ingenieros. Luego de la Revolución Rusa se
fundó en nuestro país el Partido Comunista, que incorporó el marxismo a la
política nacional. Pudo creerse que ocurriera una reelaboración de nuestro pasado
pero nada ocurrió. Como toda fuerza política extranjera jamás se incorporó a la
realidad nacional y no pasó a ser una prolongación del nacionalismo ruso.

Marx siempre fue interpretado a la luz del Kremlin, con total privación de los
hechos locales. El comunismo entre nosotros tras un breve período de rebeldía
contra el lopizmo, se terminó aferrando a él. La concepción histórica no difirió de la
liberal, si bien no llegó a ser positivista como el socialismo, a las que combatió
para equivocarse. La interpretación comunista de la historia reciente es un
catálogo de explicaciones para justificar sus errores. Se les podría catalogar a los
marxistas como a los católicos según el padre Castellani, algunos son ortodoxos,

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heterodoxos y mistongos. De manera que bajo el manto de Marx, han brotado con
fuerza el lopizmo y el positivismo que parecían perdidos.

Hay marxistas que han leído a Marx, e incluso lo estudiaron, como el rosarino
Rodolfo Puiggrós, que fue comunista y lo siguió siendo aunque diera volteretas el
partido, hasta que en 1946, puestos los stalinistas en la vereda de enfrente del
populismo, rompió con el aparato burocrático y se sumó al campo de los obreros.
Poseedor de una cultura y honestidad intelectual, en la que es autor de una serie
de libros de historia, en la que está dedicado a la génesis y el desarrollo del
feudalismo occidental, La Cruz y el feudo, y otro a España en el momento del
Descubrimiento, La España que conquistó al Nuevo Mundo, donde interpreta a la
luz del marxismo.

“Partimos de…separación no meramente formal: el descubrimiento del Nuevo


Mundo fue una empresa comercial…originada…en Europa del siglo XV con
máximo desarrollo de la economía mercantil – manufacturera, mientras su
conquista colonizadora trasladó las formas de producción, las relaciones de clase,
y el sistema de creencias, ideas y costumbres del feudalismo…era el escenario de
contradicciones entre el viejo orden feudal y los primeros brotes del capitalismo”.

Puiggrós, ha historiado la economía del Río de la Plata y el proceso que lleva a la


quiebra al Imperio Español, en De la Colonia a la Revolución. En 1956, presentó
su obra más difundida, Historia crítica de los partidos políticos, donde estudiaba la
evolución política hasta el año 1939. Se le ha recriminado el papel protagónico
que le otorga al partido comunista, desproporcionado del peso político. Puiggrós
se ha justificado, “negar dialécticamente al Partido Comunista es condición…de la
revolución social argentina”.

Juan Pablo Oliver. Dentro de las filas del revisionismo nacionalista ha llegado a
alcanzar amplio predicamento. El campo de investigación de este abogado
porteño es la historia económica y que ha dilucidado, publicado en monografías,
en la Revista del Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas. La
obra de presentación de Oliver, es el más conocido, El fundador del Banco de la
Provincia, donde derrumba la vieja leyenda oficial que dicha institución fue creada
por Rivadavia en 1822. Su conclusión al identificar en un “Decreto del 30 de mayo
de 1836 suscripto por el gobernador don Juan Manuel de Rosas y su ministerio de
Hacienda, José María Rojas y Patrón”. El otro trabajo es Los unitarios y el
capitalismo extranjero.

Roberto H. Marfany. Otro abogado, profesor de Historia y al igualque Enrique


Barba nacido en la Plata y becado en España. Ha hecho temblar dogmas de la
historiografía clásica, en torno a la Revolución de Mayo, y que la revolución no fue
en absoluto un movimiento popular, de participación de multitudes que no
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estuvieron presentes, como señala la historia oficial. ¿Dónde está el pueblo?
Publicó en un capítulo sobre la Revolución, y que se refería al grupo opositor a
Cisneros y no a la voluntad popular, como se aceptaba. La investigación de la
venta de alimentos de la Recova durante el mes de Mayo, y que esto corresponde
a la venta de pan, pescado, verduras, y que no influyó en un movimiento popular.
Esto fue inducido por las minorías y no estallido revolucionario, y ese grupo era
militar criollo surgido de las invasiones inglesas. Marfany pone distancia entre su
posición y la del revisionismo.

Gabriel A. Puente. Dentro de este estudio de la quinta generación historiográfica,


mencionamos Puentes, dentro de los marcos del revisionismo. Discípulo de Diego
Luis Molinari y continuador de su línea. La obra mayor es El Gobierno de Balcarse
- División del Partido Federal, estudio que recorre de 1832 a 1833, división del
federalismo porteño entre restauradores y lomos negros.

Boleslao Lewin. Nacido en Polonia, donde curso sus estudios antes de llegar a
nuestro país, y que se destacó como investigador histórico. Su campo de
investigación fue El judío en la época colonial, y Cómo fue la inmigración judía a la
Argentina, un tema que no había sido abordado. Su trabajo más conocido la
rebelión de José Gabriel Condorcanqui, del que pronuncia al designarlo Tupac
Amaru, en contraposición al clásico Tupac Amarú. Para Lewin fue ésta una
fundamental sublevación, precursora de los movimientos de independencia en
América, en la tesis que sostiene en La rebelión de Túpac Amaru.

Capítulo 14

Los otros historiadores

La séptima Generación; Norberto Galasso; Miguel Ángel De Marco. La sexta


generación está lejos de haber dado lo mejor de sí. El título de historiador es algo
que se gana a lo largo de la vida, es un trabajo lento de elaboración y una
subjetividad. No hay dos historiadores iguales, aunque pueda ubicarse a varios
dentro de líneas de pensamiento.

La séptima generación historiográfica, los nacidos entre 1935 y 1949, los que hoy
están en plena fermentación, que están a mitad de tener una personalidad
definida. Como lo afirma Collingwood, “cada nueva generación tiene que reescribir
la historia a su manera…no contento con dar nuevas respuestas a viejas
preguntas, tiene que revisar las preguntas…tratar de replantear una vieja
cuestión…”. También debe tenerse en cuenta que a esta altura ya han nacido los
de la octava generación, del lapso 1949 a 1963, en estado formativo.

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En la séptima generación nos permitimos citar dos componentes de idoneidad en
el oficio, e incluso dos ideologías antagónicas.

Norberto Galasso, porteño nacido en 1936, economista, egresado de la Facultad


de Ciencias Económicas de Buenos Aires, marxista ubicado en la izquierda
nacional que lidera Jorge Abelardo Ramos, laborioso investigador que ha volcado
sus análisis en el estilo biográfico, tratando de rescatar lo nacional y popular de
nuestro pasado.

De su obra destacamos la profundidad de los personajes tratados, en primer


término Vida de Scalabrini Ortiz, que “consistió en descubrir la realidad argentina
de su época…la economía y la política…buscando con ojos argentinos y
latinoamricanos…”. Galasso publicó dos tomos de Manuel Ugarte, describiendo la
trágica vida del publicista, olvidado por sus compatriotas.

Otro historiador de la séptima generación historiográfica, es el rosarino Miguel


Ángel de Marco, nacido en 1938. Biógrafo de Nicasio Oroño, y en la que lleva
presentados monográficos. Y un ensayo sobre La Guardia Nacional Argentina en
la guerra del Paraguay, en el que el autor señala, “ La Guardia Nacional fue a la
guerra con el Paraguay llevada por un elevado sentido del deber…formaron en
sus filas federales y liberales, porteños y provincianos, partidarios y opositores del
presidente Mitre…”. Miguel Ángen de Marco, es el primer representante de la
séptia generación historiográfica que ha sido incorporado a la Academia Nacional
de la Historia.

Las mujeres en la historiografá: Beatriz Bosch, Christina V. Minutolo, Hebe


Clementi, Trinidad Delia Chianelli, Maria Sáenz Quesada. En este mundo
historiográfico, afortunadamente, se fueron incrementando mujeres historiadoras y
que participa en la docencia y que está a la par de los hombres. En esta aparición
ha tenido que ver la evolución de los conceptos sobre la presencia y acción de las
mujeres en la sociedad.

En las primeras generaciones historiográficas no hubo historiadoras, por el papel


subordinado de las mujeres en la población. Por lo tanto habría que esperar a que
la mujer acceda a estudios superiores y gane independencia. En las últimas
generaciones comienzan a destacarse investigadoras de calidad científica a la par
de los masculinos.

Beatriz Bosch, ocupa el primer lugar. Nacida en Paraná, maestra normal y


profesora de enseñanza secundaria en Historia, ha llegado a ser sobresaliente, no
sólo universitaria sino en el campo historiográfico. Su obra, Urquiza y su tiempo,
un trabajo minucioso, al que sólo le cabría una observación, lo reducido de la
crítica. Por sostener un argumento, en el que Urquiza ha sido coautor de una

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constitución liberal, perdió su prestigio y su vida. Bosch, es la primera mujer
incorporada a la Academia Nacional de la Historia, en Entre Ríos. También se
destacaron en el cuerpo de la Historia a, Minutolo, Chianelli, Clementi y Quesada.

Los especialistas. Presentaremos una serie de historiadores de diversas líneas,


que se han ocupado del pasado en forma global y abarcando extensos períodos.
No podemos dejar de señalar a investigares que dedicaron años, en la tarea sobre
el territorio nacional.

Comencemos por las fuerzas armadas, dentro de ellas el Ejército, esta institución
militar, que cuenta con una larga trayectoria historiográfica, y el que ocupa el
primer lugar es Juan Beverina. Este autor ha estudiado en detalles las guerras
libradas por Argentina. Sus obras son Caseros 1852, pero su mayor obra fue La
guerra del Paraguay, esta obra no fue superada.

Augusto C. Rodriguez, es autor del libro sobre el creador del Facundo, y estudia
en su faceta menos conocida, Sarmiento militar. Félix Best, es autor de varios
trabajos, y tiene dos obras importantes, Compendios de las campañas militares
argentinas y Historia de las guerras argentinas.

La academia, hoy. En 1959 terminó el reinado de Levene al frente de la


Academia Nacional de la Historia. Algunas cosas empezaron a cambiar, por
ejemplo los siguientes presidentes se negaron a las reelecciones. Asumió la
presidencia de Carlos Alberto Pueyrredón, sucedido por Ricardo Zorraquín Becú y
en 1967 por Miguel Ángel Cárcano. Desde 1970 preside la presidencia Ricardo R.
Caillet – Bois. En este se han ido incorporando académicos con nuevas
tendencias; en primer término, provincianos, como el mendocino Pedro Santos
Martínez; luego, historiadores que no forman las filas de Mitre, como Beatriz
Bosch, entrerriana y la primer mujer. Finalmente, el nacionalismo se incorporó con
Raúl de Labougle y el primer revisionismo con Julio Irazusta. Una tendencia por
integrara a otros sectores historiográficos.

Los revisionistas. De tanto en tanto se ve algún anciano aferrado a Vicente Fidel


López. Sus más altos exponentes: Irazusta, Rosa, Chávez, nunca cayeron ante
las acusaciones, son a lo suma, terroristas de la historia, como los llamó Félix
Luna, huérfanos de heurística y con hermenéutica en tirabuzón.

El revisionismo, como toda escuela corre el peligro de pecar por exageración, y


llevar al extremo los fundamentos de su versión, para caer en el error que siempre
recriminó a la escuela liberal. Recordemos las palabras de Jauretche, “el peligro
más grande acecha al revisionismo sería el de crear otros santos de cera y otros
diablos…sálvese el revisionismo de que, buscando las raíces lejos del país, se
prescinda de las más inmediatas…”. Arturo no cesaba de alertar a los revisionistas

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sobre sus interpretaciones de los hechos posteriores de Caseros. El revisionismo
moderno intenta dejar de ser biográfico. Ahora presta atención a al proceso
histórico global, en lo social, lo económico y lo geopolítico.

Los historiadores provinciales. Comenzando por el Litoral, Santa Fe ha sido


semillero de historiadores, y algunos alcanzaron dimensión nacional, como David
Peña o Luis Busaniche. Andrés Roverano, estudioso de Santa Fe y su
despoblamiento, y José Rafaele López Rosas. Y también, Carmelo Busaniche,
Francisco Cignoli, José María Funes, Alberto Scunio, Américo Tonda y Agustín
Gollán. Lugar especial al rosarino Augusto Fernández Díaz, que correspondería la
tercera generación. Y también a Luis Ensinck, rosarino de la sexta generación.

En Entre Ríos sonde nos encontramos a Federico Palma, Juan Eusebio Torrent y
Manuel Leiva. De Corrientes Raúl de Labougle y Wenceslao Néstor Domínguez. Y
desde Misiones, es Aníbal Cambas.

En el Chaco es Seferino Amelio Geraldi, Manuel Meza correntino radicado en


Resistencia. En Santiago del Estero está Orestes di Lullo y Luis Alén Lascano.

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