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B) Tipicidad en el parricidio
a) Sujetos
Tres son los grupos de relaciones particulares entre personas que permi-
ten calificar al homicida de autor (sujeto activo) y al ofendido de víctima
(sujeto pasivo): i) el parentesco por ascendencia o descendencia; ii) el ma-
trimonio, actual o pasado, y iii) la convivencia, actual o pasada. El antiguo
problema de la prueba de estas relaciones se encuentra superado pues,
por una parte, tanto la legislación civil como la procesal admiten la prueba
científica de la paternidad (y, por tanto, de las relaciones de ascendencia y
descendencia) por medio del examen de ADN; y por la otra, la convivencia
es un hecho sometido al régimen probatorio común que, en la mayoría de
los casos, será suficiente para configurar el delito, aunque resulte discuti-
ble la existencia o no del vínculo formal de matrimonio.
Sin embargo, la escisión de la figura del femicidio en sus tres variantes
actuales (art. 390 bis y ter), excluye del delito de parricidio los casos del
hombre que mate a una mujer que haya sido, cónyuge o conviviente, o con
quien tiene o ha tenido un hijo en común (femicidio íntimo limitado), o
en razón de tener o haber tenido con ella una relación de pareja de carác-
ter sentimental o sexual sin convivencia, actual o pasada (femicidio íntimo
ampliado), o en razón de su género (femicidio por violencia de género).
72 Jean Pierre Matus Acuña - M.ª Cecilia Ramírez Guzmán
D) Culpabilidad
Cuando la ley utiliza expresiones como “maliciosamente” o “con cono-
cimiento de causa”, en principio ello debiera interpretarse en el sentido de
una limitación de las formas de culpabilidad al dolo directo, con exclusión
tanto del dolo eventual como del cuasidelito correspondiente. En el caso
del art. 390, su encabezado contempla la expresión “con conocimiento de
las relaciones que lo ligan”, sin que existen razones para una interpreta-
ción diversa, tratándose precisamente del conocimiento de esas relaciones.
Esta interpretación es coherente con lo dispuesto en el art. 1, inc. 3,
que resuelve el problema del error en la identidad de la víctima, cuando
se trata de un elemento del delito, afirmando que en tales casos no se to-
marán en cuenta las “circunstancias, no conocidas por el delincuente, que
agravarían su responsabilidad; pero sí aquellas que la atenúen”. De este
modo, si hubiésemos de juzgar a Edipo por la muerte de Layo aplicando
nuestro Código, sólo correspondería su castigo como homicida, y no como
parricida, pues desconoce que está matando a su verdadero padre. Y quien
mata a un tercero que se hace pasar por su padre, sin serlo biológicamente,
tampoco comete parricidio, sino homicidio, como en un antiguo caso de
nuestra jurisprudencia (Etcheberry DPJ III, 653).
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A) Tipicidad
En este delito, autores sólo pueden ser el padre, la madre y los demás as-
cendientes de la víctima, matrimoniales (“legítimos”) o no (“ilegítimos”).
Se entiende que la ley ha querido excluir de este círculo a los parientes
por afinidad, pues no los menciona expresamente, lo que sí hace con los
ilegítimos. La víctima ha de ser una criatura con vida autónoma, aunque
no se haya producido la total separación de su madre, con menos de 48
horas de vida.
Manual de derecho penal chileno - Parte especial 89
B) Culpabilidad
Subjetivamente, el infanticidio no exige en su literalidad el “conoci-
miento” de las relaciones que ligan a sus autores con la víctima, pero ello
se deriva del hecho de que tal conocimiento no parece que pueda ser aje-
no a ellos, y no, en todo caso, a su madre. Y así como el parricidio admite
dolo eventual y culpa respecto al resultado mortal, no hay inconveniente
alguno para que esta figura no los admita también (Oxman, “Infanticidio”,
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C) Participación
Vuelven a presentarse aquí los mismos problemas que vimos con rela-
ción al parricidio, con la diferencia que la figura de infanticidio es privile-
giada, por lo que es posible argumentar una defensa contra el resurgimien-
to de la figura básica para los partícipes, en la forma de homicidio simple
o calificado, dado que al proceder de ese modo se perdería el sentido del
privilegio legal, amén del absurdo que sería imponer a la madre que paga
a su empleada para matar al recién nacido una pena mayor que la resultan-
te de si ella da muerte a ese hijo con sus propias manos y sólo le paga a la
empleada para que colabore en tan macabra labor.
Tampoco resulta del todo satisfactoria la decisión de hacer responder
al extraneus como autor de homicidio simple o calificado, pues no resulta
racional hacer efectivo el privilegio del infanticidio a quienes tienen un
deber especial de cuidado sobre la víctima y negarlo a quienes —sin tener
ese deber— participan junto a él. Puede entonces admitirse la solución de
imputar infanticidio al extraneus basada en el conocimiento que tenga de
estar participando en un infanticidio (Garrido DP III, 96).