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EL HOGAR,

NUESTRO PUNTO DE PARTIDA


,
Biblioteca
, de PSICOLOGIA PROFUNDA
Ultimos dtulos publicados
Directora de colección: Eva Tabakian

253. M. C. Rother Homstein 273. S. Bleichmar, Inteligencia y


(comp.), Adolesctncias: tnlytcto- rimbolnaci6n
rias turbulmtas 274. G. Musachi, FJ otro cuerpo dtl
254. Y. Gampel, Eros padres que vi- IZm()1"

ven a tnrvis tk mí 275. N. Fejennan (comp.), TrastM"-


255. C. Soler, Lo que Laam dijo tk no dtJ dts11TTOIJo m niños y lllkJ-
/asmujerts kscmtes
256. L. Homstein, Las deprtsionts 276.1. Vegh, Yo, Ego, Sí-mimw
257. M. Safouan, Laamiana JI. Los 277. S. Cohen lmach, Infancia mal-
seminarios tk ]«q,m Laam, tratada m la p0571l0dn-nidad
1964-1979 278. L. N. Kaufmann, Soltdades. Las
258. J.-D. Nasio, FJ Edipo. FJ con- raías intwsubjrtiva.s tkl autismo
ctpto crucial tkJ psicoanálisis 279. S. Azar de Spom, Tmzpia sisti-
259. l. Berenstein, Del ser al h«er mica tk la resilimcia
260. A. Fleslert FJ niño en análisis y 280. D. Farbennan, FJ psicólogo m
ti Jugar tk los plldrts ti hospital pediátrico
261. J. Bleger, Psicología dt la con- 281. J. P. Molla, PsicoanáJisis y cri-
ducta minología
262. J. Bleger, Psicohigient y psicolo- 282. J.-B. Pontalis, AJ margen dt las
gía institucional noches
263. J.-D. Nasio, Mi cuerpo y sus 283. D. Valdez y V. Ruggieri,Autimlo
. ,
tmagmts 284. M. A. Spivacow, La /)ll"ja m
264. M. Tort, Fin tkJ dogma paterno conjliao
265. S. Vassallo, &:ribir el maso- 285. C. Melman, Problemas plan-
q111smo ttados al psicollnáJisis
266. S. Pain, En sentido figurado 286. Ortiz, La mmtt m desarrollo
267. A. Dagfal, Entre París y Bunw 287. S. Bleichmar, 1A construcción
Airt.r dtJ sujeto ético
268. P. Bayard, ¿Se putdt aplicar la 288. J. Ulnik, FJ psicoanálisis y la piel
literatura al psicoanliiisis? 289. R. lacub, Idmtidad y mvtjtci-
269. S. Schlemenson, La dfnica en miento
ti tratamimto psicoptdagógico 290. A. Flesler, FJ niño m análisis y
270. e;. Guillcrault, Doltollf?í1111ico- las inttrVmrioner tkl analirta
N. 1~·¡ bt"bé tW d p.rico,111J/úú 291. L. (;us111¡Ín, /.Á, p,·eg1111tt1 .frcu-
271. R. Rodulfo, T,-abajos dt· la lec- diana
tura, kcturas dt la violmcia 292. J.-D. Nasio, Cómo aauar con
272. S. Ons, Violmcials un adolescente dificil
UNIVERSIDAD NACIONAL

RftlMft
11111111 f
Olm
35813000305338
111111

Donald W. Wmnicott

EL HOGAR,
NUESTRO
PUNTO DE PARTIDA
Ensayos de un psicoanalista
Compilados y revisados por
Claire -Wmnicott,
Ray Shepherd y
Madeleine Davis

•.

~
PAIDÓS
Buenos Aires
Barcelona
México
Utulo ori¡inal: Home ts ~ w~ St.mt ÑJrm
0 W. W. Norton and Company. London, Toe Estate of O. W. WU\nicott. 1986
ISNB O-J9J-01866--0

Traducción de Adolfo Negrotto (caps. 1 a 6, 8, 10, 12 a 21 y 2J)


Noein( Rosenblatt (caps. 11 y 22). Leandro Wolfson (caps. 7 y 9)

Cubierta de Guatavo Macri

150.195 Wínnicott, Donald


CDD El hogar, nuestro punto de partida : ensayos de un
psicoanalist~ - 1• ed. 6ª reimp. • Buenos Aíres :
Paidós, 2011.
336 p. ; 22x14 cm. - (Psicología profunda)

ISBN 97~9S0-12...C173-0

1. Psícoanilisis. 1. Título

6- reimpresi6n, 2011
Reservados todol los dffedlos. Queda ripnummtc prohibida. sin la autorir.ación
eacrita de lol titu.Jattt del copyrlaht. be.jo lu aancionea esublecídu en 1u leya,
la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o proced~nto,
comprmdid01 la repropda y el tratamiento lnfonn6tico.

0 1994 de todas las ediciones en castellano


Editorial Paidós SAICP
Independencia 1682, Buenos Aires
e-mail: difusion@areapaidos.com.ar
www.paidosargentina.com.ar

Queda hecho ~• depósito que previene la ley 11. 723


Impreso en •\~e111tina. Printed in Ar¡entina
Impreso en Primera Clase,
California 12.31, Cuidad de Buenos Airet, en septiembre de 2011
Tirada: 700 ejempla.res

ISBN 978-950-l2--tl73·0
ÍNDICE

lntrod.ucción ....................................................................... 11
Prefacio............................................................................... 13
Agradecimientos................................................................. 15
1. Psicoanálisis y ciencia: ¿amigos o parientes? ............... 17

Parte I
SALUD Y ENFERMEDAD

2. El concepto de individuo sano..................................... 27


3. Vivir creativa.mente...................................................... 48
4. Sum, yo soy................................................................... 66
5. El concepto de falso self ......................... ..................... 78
6. El valor de la depresión .. ... .. .. ..... .... .... ..................... .... 84
7. Agresión, culpa y reparación........................................ 94
8. La delincuencia juvenil como signo de esperanza....... 106
9. Variedades de psicoterapia........................................... 11 7
1O. La rora.......................................................................... 130

Pane II
LAFAMILIA

11. La contribución de la madre a la sociedad ......... ......... 143


12. El niño en el grupo familiar......................................... 149

7
13. Aprendizaje infa.ntil ..... .....•.. ... ... ... .... ....... ... .. ... .... ... .. .. .. 164
14. Inmadurez adolescente ... ... ....... ... .. ...... ... ... ........... ... .... 173

Parte III
REFLEXIONES SOBRE LA SOCIEDAD

15. El pensanúento y el inconsciente ............................... . 195


16. El precio de desentenderse de la investigación
.
ps1coan aun·ca .......................................................... . 198
17. Este femi.nismo ............................................................ . 211
18. La píldora y la Luna .................................................... . 224
19. Análisis de los fines de la guerra ................................. . 241
20. Muros de Berlín .......................................................... . 255
21. Libei-tad ....................................................................... . 263
22. Algunas reflexiones sobre el significado de la
palabra "democracia" ..... .. .... .. .... ..... ... ... ... ..... .. ...... .. 275
~3. El lugar de la monarquía.............................................. 300
Indice analítico................................................................... 311

8
El hogar es nuestro punto de partida. Cuando crecemos
El mundo se vuelve más extraño, más compleja la pauta
De lo muerto y lo viviente. No ya el momento intenso
Y aislado, sin antes ni después,
Sino una vida entera ardiendo en cada instante.

T. S. Eliot
"East Coker", Four Quartets

9
INTRODUCCIÓN

Donald Winnicott nació en Plymouth a finales del siglo


XIX, en el seno de una familia acomodada, y concurrió a
la Escuela Leys de Cambridge. Comenzó sus estudios de
medicina en la Universidad de Cambridge, y tras servir en
la marina durante la guerra, los completó en el Hospital
St. Bartholomew. A edad muy temprana obtuvo renombre
como médico de niños y desempeñó cargos honorarios en
el Hospital Queen Elizabeth y en el Hospital de Niños
de Paddington Green; hacia la misma época su creciente
interés y preocupación por los problemas emocionales de
sus pacientes lo llevó a unirse al grupo de psicoanalistas
que se estaba organizando en Londres bajo la influencia
de Sigmund Freud. Durante la Segunda Guerra Mundial
se desempeñó como asesor psiquiátrico del Proyecto de
Albergues para niños evacuados que funcionó en Oxford-
shire. Después de la guerra tomó una participación cada
vez mayor en las actividades de la Sociedad Británica de
Psicoanálisis, cuya presidencia ejerció en dos oportuni-
Jadcs.
En el período de posguerra comenzó a difundir en una
serie de libros y artículos, tanto científicos como de divul-
gación, sus propias ideas sobre el desarrollo emocional y
la influencia ambiental temprana en la personalidad, ideas
que, sumadas a las de sus contemporáneos, llevaron a que
se identificara dentro del psicoanálisis una escuela de "re-

11
laciones objetales" característicamente británica. Las cua-
lidades más destacadas de Wmnicott fueron su extraordi-
naria empatía respecto de los niños, su comprensión de las
realidades psicosomáticas basada en la práctica de la pedia-
tría, el don de comunicar ideas complejas y originales en
límpida prosa, y sus vastos y profundos intereses culturales.
Murió en 1971 dejando tras de sí una enorme cantidad de
escritos que aún están siendo asimilados y evaluados por
sus seguidores de todo el mundo.

12
PREFACIO

Cuando Donald \Vmnicott murió, en 1971, dejó tras


de sí unos ochenta trabajos inéditos. Muchos otros, que
fueron publicados en libros y revistas, son hoy difíciles de
conseguir. De ambos conjuntos procede la mayor pane de
los reunidos en este volumen, si bien, a medida que las dis-
tintas secciones iban tomando forma, fuimos añadiendo,
para completarlas, unos pocos artículos tomados de libros
del propio \Vmnicott (los detalles de la publicación origi-
nal se hallarán en la sección "Agradecimientos", que viene
a continuación de este prefacio).
\Vmnicott proyectaba realizar varias compilaciones de
sus trabajos con el fin de publicarlas; de haberlo hecho,
probablemente no hubiera elegido y ordenado el material
como lo hicimos nosotros. Somos, pues, responsables por
la selección, y nos complace agradecer a Roben Tod por su
ayuda en las etapas iniciales de esa labor. Deliberadamente
redujimos al mínimo la corrección de los trabajos inéditos,
pese a que creemos que probablernente \Vinnicott los hu-
biera pulido antes de entregarlos a la in1prenta.
El principio que nos guió en la selección de los traba-
jos fue la vastedad del público al que podían incumbir o
interesar. Casi todos comenzaron por ser charlas o con-
ferencias, ya que \Vmnicott aceptaba con agrado las invi-
taciones a hablar ante públicos muy diversos. El resultado
es un libro en el que las ideas y temas se repiten a veces,

13
pero que -así lo esperamos-- pone de manifiesto tanto
la profunda convicción de su autor de que la estructura de
la sociedad refleja la naturaleza del individuo y la familia,
como su agudo sentimiento de responsabilidad respecto de
la sociedad en que vivía. Esperamos también que, como él
lo hubiera deseado especialmente, su lectura resulte pla-
centera.

Ciare Wmnicott
Ray Shepherd
Madeleine Davis
Londres,febrero de 1983

14
AGRADECIMIENTOS

Los editores agradecen la autorización de reproducir


material ya publicado en los siguientes libros y revistas:
"El concepto de individuo sano", en Towards Communi-
ty Mental Health, comp. por J. D. Sutherland (Londres, Ta-
vistock Publications, 1971 ); "Sum, yo soy", en Mathema-
tics Teaching (marzo de 1984); "El valor de la depresión",
en British Journal of Psychiatric Social U1>rk (vol. 7, nº 3,
1964); "La delincuencia juvenil como signo de esperan-
za", en Prison Service Journal (vol. 7, nº 27, abril de 1968);
"La contribución de la madre a la sociedad", en The Child
and the Family (Londres, Tavistock Publications, 1957) y
ta111hién parcialmente en la Introducción a The Child, the
tamíly and the Outside World (Londres, Penguin Books,
1984); "Aprendizaje infantil", en The Human Family and
God (Londres, Christian Teamwork Institute of Educa-
tion, 1968); "Inmadurez adolescente", en Proceedings of the
British Student Health Association (1969) y también en Pla-
_ying and Reality (Londres, Tavistock Publications, 1971;
Nuc,·a Y"ork, Basi<: Books, 1971; 1-Iarrnondsworth, Pcn-
guin Books, 1985) y, parcialmente, en Pediatrics (EE.UU.)
(vol. 44, nº 5, 1 de noviembre de 1969); "El pensamiento
y el inconsciente", en Liberal Magazine (marzo de 1945);
"El precio de desentenderse de la investigación psicoana-
lítica", en The Price ofMental Health: Report of the National
Association for Mental Health Annual Conference (Londres,

15
1965); Libertad, en Nouvellt Revue de Psychanalyse (nº 30,
1984); "Algunas reflexiones sobre el significado de la pala-
bra 'democracia'", en Human Relations (vol. 3, nº 2, junio de
1950) y también en The Family and Individual Development
(Londres, Tavistock Publications, 1965, 1968).
Los trabajos mencionados a continuación se publican
por primera vez en este volumen:
"Psicoanálisis y ciencia: ¿amigos o parientes?" (1961);
"Vivir creativamente" (1970); "El concepto de falso self"
(1964); "Agresión, culpa y reparación" (1960); "Variedades
de psicoterapia" (1961); "La cura" (1970); "El niño en el
grupo familiar" (1966); "Este feminismo" (1964); "La píl-
dora y la luna" (1969); "Análisis de los fines de la guerra"
(1940); "Muros de Berlín" (1969); "El lugar de la monar-
quía" ( 1970). Los compiladores expresan su reconocimien-
to a la Squiggle Foundation por la transcripción de "La
píldora y la luna", y al doctor Colin Morley por la confec-
ción del índice alfabético.

16
1. PSICOANÁLISIS Y CIENCIA:
¿AMIGOS O PARIENTES?

(Conferencia pronunciada en la Sociedad Científica


de la Universidad de Orford, 19 de mayo de 1961)

El psicoanálisis es un método para tratar a personas


aquejadas de enfermedades psiquiátricas utilizando me-
dios psicológicos, es decir, sin recurrir a aparatos, fár-
macos ni hipnotismo. Fue creado por Freud a fines del
siglo pasado, cuando se empleaba el hipnotismo para
eliminar síntomas. Freud no estaba satisfecho de los re-
sultados que obtenían tanto él como sus colegas; ade-
más, comprobó que eliminar un síntoma mediante el
hipnotismo no lo ayudaba a profundizar su comprensión
del paciente. Por lo tanto, adaptó el encuadre del hipno-
tismo a otro en el cual él trabajaba con el paciente en pie
de igualdad y dejaba que el tiempo hiciera su obra. El
paciente se presentaba todos los días a la hora convenida
y no había ninguna prisa por eliminar síntomas, ya que
había surgido una tarea más importante: la de capacitar
al paciente para que se revelara todo lo concerniente
a sí mismo. De este modo, también Freud se enteraba
y usaba fa infonnacíón para forn1uiar interpretaciones
al paciente y, al rnisn10 tiempo, para ir construyendo
gradualmente w1a nuc:va ciencia, \a c.ienc.ia que hoy Ua-
mamos psicoanálisis (y que podríamos muy bien llamar
psicología dinámica).
De modo que psicoanálisis es un término que desig-
na específicamente un método y un cuerpo creciente de
teoría, teoría que concierne al desarrollo emocional del

l7
individuo humano. Es una ciencia aplicada basada en una
. .
c1enc1a.
Habrán notado que introduje el término "ciencia", ha-
ciendo pública mi opinión de que Freud echó realmente
los cimientos de una nueva ciencia, de una extensión de la
fisiología, que se ocupa de la personalidad, el carácter, la
emoción y el esfuerzo humanos. Tal es mi tesis.
Pero, ¿qué significa ciencia? Se trata de una pregunta
que ha sido formulada y contestada muchas veces.
Sobre los científicos yo diría lo siguiente: cuando apa-
rece una brecha en el conocimiento, el científico no se
precipita hacia una explicación sobrenatural. Una actitud
semejante supondría pánico, temor a lo desconocido; no
tendría nada de científica. Para el científico, cada brecha
en la comprensión constituye un estimulante desafio. Se
admite la ignorancia y se proyecta un programa de investi-
gación. El estímulo para el trabajo que se realiza es la exis-
tencia de la brecha. El científico puede permitirse esperar
y ser ignorante. Lo que significa que tiene alguna clase de
fe: no fe en esto o en aquello, sino fe, o capacidad para la
fe. "No lo sé. ¡Bien! Tal vez algún día lo sabré. Tal vez no.
Pero entonces, quizás otro lo sabrá."
Para el científico, formular preguntas es casi lo único
que impona. Las respuestas, cuando se encuentran, sólo
suscitan nuevas preguntas. La pesadilla del científico es
la idea del conocimiento total. Tiembla sólo de pensarlo.
(:e ,mpáresc esto con fo ct:rtí<Íurnhre propia de [a religión y
se verá qué distinta es la ciencia de la rcligiún. La religión
smtituye la duda por la certidumbre. La ciencia alberga
dudas infinitas e implica una fe. ¿Fe en qué? Quizás en
nada; sólo la capacidad de tener fe. O, si es necesario que
esa fe recaiga en algo, será entonces una fe en las leyes
inexorables que gobiernan los fenómenos.
El psicoanálisis avan~.a más allá del punto en que se
detiene la fisiología. E.Ytiende el territorio científico
abarcando los fenómenos de la personalidad humana,

18
los sentimientos y los conflictos humanos. Proclama,
por lo tanto, que la naturaleza humana puede ser exa-
minada; y allí donde la ignorancia es patente, puede
permitirse esperar y no necesita refugiarse en formu-
laciones supersticiosas. Una de las principales contri-
buciones de la ciencia es que termina con la prisa, el
alboroto y la agitación; nos concede tiempo para des-
cansar. Podemos jugar nuestra partida de bolos e inclu-
so ganarles a los espafioles.
Los invito a no mezclar en sus mentes la ciencia con
la ciencia aplicada. Todos los días, como profesionales que
aplicamos una ciencia, nos enfrentamos con las necesida-
des de nuestros pacientes o de gente normal que acude al
análisis; a menudo tenemos éxito, y a menudo fracasamos.
Que fracasemos no puede evitarse más de lo que puede
evitarse que el metal del que está hecho un avión cristalice
y el avión se desintegre. Ciencia aplicada no es lo mismo
que ciencia. Cuando hago un análisis, no estoy realizan-
do una labor científica. Pero dependo de la ciencia cuando
realizo una tarea que no podría haberse intentado antes de
Freud.
En el curso de su vida Freud logró dar un desarrollo
bastante completo a la teoría en que se basa el psicoanáli-
sis, y esa teoría se denomina habitualmente metapsicología
(por analogía con la metafísica). Esrudió la psiconeurosis,
pero gradualmente fue ampliando sus investigaciones has-
ta incluir a pacientes con perturbaciones más profundas,
como los esquizofrénicos y los maníaco-depresivos. Gran
parte de lo que se conoce sobre la psicología de la esqui-
zofrenia y de la psicosis rnaníaco-Jcprcsiva es el resulta-
do de la labor realizada por Freud y por quienes siguieron
utilizando
. ,
el método de investigación y tratamiento que él
invento.
Frente a ustedes me encuentro en desventaja porque no
los conozco, no sé qué es lo que saben, no sé si están de
acuerdo con lo que acabo de decir o tienen ideas muy dis-

19
tintas y piensan que las he pasado por alto. Probablemente
deseen que yo describa el psicoanálisis y eso es lo que voy
a intentar. Por supuesto, habría muchísimo que ,decir para
dar siquiera una idea del tema.
Primero deben tener una idea del esquema general del
desarrollo emocional de los seres humanos. Luego, deben
conocer las tensiones que son inherentes a la vida y los
medios que se emplean para hacerles frente. Además, de-
ben tener conocimientos sobre el derrumbe de las defensas
normales y el establecimiento de una segunda y una ter-
cera línea de defensa, es decir, en otras palabras, sobre la
organización de la enfermedad como un medio de seguir
adelante ante el fracaso de las defensas ordinarias. En la
base de las tensiones se encuentran los instintos, las fun-
ciones corporales que actúan orgiásticamente.
Por supuesto, una parte de la defensa del individuo con-
tra la angustia intolerable es siempre la provisión ambien-
tal. Normalmente el entorno evoluciona junto con el indi-
viduo, de modo tal que la dependencia del bebé se trans-
forma poco a poco en la independencia del niño mayor y la
autonomía del adulto. Todo esto es muy complejo y ha sido
estudiado con gran detalle.
Es posible clasificar las enfermedades en función del
fracaso del ambiente. Sin embargo, mayor interés ofrece
el estudio de la enfermedad en función de la organiza-
ción de las defensas en el individuo. Cada uno de estos
enfc)ques nos dcj:a una enseñanza acerca de las personas
normales corrientes: e\ primero nos enseña sobre }a so-
ciedad, y el segundo sobre las tensiones personales hu-
manas que preocupan a filósofos y artistas y también a la
religión. En ottos términos, el psicoanálisis ha afectado
profundamente nuestro modo de considerar la vida, y
puede brindar aún mucho más de lo que hasta ahora ha
aportado al estudio de la sociedad y de la ..~ente común.
Mientras tanto, 5igue !icndo un rnétodo Je investigación
que no tiene pat'l.ielo ni -:i,;·2.l. P~r~ ·1. \.\\~ch·1. i~nte nu le

20
agrada el psicoanálisis, o no le agrada la idea del psicoanáli-
sis, de modo que en Gran Bretaña hay relativamente pocos
analistas que ejerzan su profesión, y casi todos ellos viven
en Londres.
¿Qué es lo más importante de cuanto nos dice el psi-
coanálisis sobre la gente? Nos habla del inconsciente, de la
vida profunda y oculta de cada individuo humano, que tie-
ne sus raíces en la vida real e imaginaria de la más tempra-
na infancia. Al comienzo ambas, la vida real y la imagina-
ria, son una sola, porque el bebé no percibe objetivamente
sino que vive en un estado subjetivo, siendo el creador de
todas las cosas. Gradualmente el bebé sano va adquirien-
do la capacidad de percibir un mundo que es un mundo
"no-yo", y para que alcance tal estado debe ser cuidado
suficientemente bien en el período en que su dependencia
es absoluta.
A través de los sueños y del soñar la gente puede co-
nocer su propio inconsciente; los sueños constituyen un
puente entre la vida consciente y los fenómenos incons-
cientes. La intn¡,retación de los sueños ( 1900) sigue siendo la
piedra angular de la obra freudiana.
Por supuesto que a menudo los sueños sólo se presen-
tan a causa de las circunstancias especiales de la consulta.
El psicoanálisis proporciona circunstancias muy especia-
les, y en él los sueños más importantes se refieren directa
o indirectamente al analista. En la "transferencia" surge el
material para la interpretación, en una serie de muestras
del inconsciente reprimido que revelan defensas contra la
.
angustia.
El psicoanálisis tiene una relación especial con la cien-
cia, por cuanto comienza a mostrar la índole de la ciencia
en estos aspectos:
1. El origen de un científico.
2. El modo como la investigación científica afronta la
angustia relativa a la fantasía y la realidad (subjetiva-
objetiva).

21
3. El método científico del impulso creativo, que se ma-
nifiesta como una pregunta nueva, es decir, dependiente del
conocimiento de lo que ya se sabe.
La pregunta nueva aparece a causa de una idea respecto
de su solución. La secuencia del método científico puede
describirse de este modo: a) creación de expectativas; b)
aceptación de pruebas o pruebas relativas; c) nuevas pre-
guntas que se plantean a raíz del fracaso relativo.
¿Qué decir de la estadística? ¿Es una ciencia? La esta-
dística puede emplearse para probar que una respuesta a
una pregunta es correcta, pero ¿quién formuló la pregun-
ta?, ¿y quién dio la respuesta?
A veces se afirma que el psicoanalista es un psiquiatra a
quien su propio análisis ha predispuesto a favor del méto-
do. Si así ocurre en algunos casos, no hay modo de evitarlo;
pero ello no prueba que la teoría psicoanalítica sea erró-
nea. A menos que tenga el genio de Freud, un analista no
puede practicar el psicoanálisis si no lo ha experimentado
él mismo.
En el psicoanálisis ocurren cosas sorprendentes, como
en el hipnotismo, pero no de modo sorprendente. Ocurren
poco a poco, y lo que sucede, sucede porque es aceptable
para el paciente. No puedo ofrecerles un material psicoa-
nalítico espectacular. Sería más fácil hallar ejemplos de un
cambio dramático en psiquiatría infantil; pero en el psicoa-
nálisis paciente y analista avanzan laboriosamente día tras
dú1 hasta ef fir. del tratarniento.
Por cjcrnp)o, un hombre recurre al análisis porque
es incapaz de casarse. Gradualmente va revelando co-
sas sobre sí mismo y comprueba que a) tiene inclinacio-
nes heterosexuales saludables, obstaculizadas por b) su
identificación con las mujeres como modo de huir de
la homosexualidad y c) una aceptación demasiado plena
del tabú del incesto. Por lo tanto, puede poseer a cual-
quier muchacha porque ninguna de ellas ocupa el lugar

22
de la madre del complejo eclípico. Poco a poco esto se va
resolviendo, el hombre se casa, y ahora tiene que comen-
zar a formar una familia. El problema siguiente es decidir
qué clase de relación va a tener con su hermano, cuya exis-
tencia siempre ha negado. Mientras tanto, descubre cuán
profundo era el amor que en su niñez sentía por su padre.
Encuentra entonces más manejable el odio a su figura
paterna y se siente más cómodo en su trabajo. Surge un
nuevo objetivo: explorar aspectos más profundos o más
tempranos del amor a su madre, incluyendo las raíces del
self en el impulso primitivo. El resultado no es simple-
mente la curación de algunos síntomas: el paciente ha de-
sarrollado una personalidad de base más amplia, más rica
en sentimientos y más tolerante con los demás, porque se
siente más seguro de sí mismo. Esto se advierte ya en la
forma como manipula a sus bebés y en su capacidad de
apreciar los méritos de su esposa, a la que ha elegido con
acierto. También su trabajo ha progresado, adquiriendo
más ímpetu y originalidad. La estadística no podría reflejar
estos cambios.

23
Parte I

Salud y enfermedad
2. EL CONCEPTO DE INDMDUO SANO

(Conferencia pronunciada en la División de Psicoterapia


y Psiquiatría Social de la Real Asociación
Médico-Psicológica, 8 de marzo de 1967)

CONSIDERACIONES PRELIMINARES

"Normal" y "sano" son palabras que usamos al hablar


de la gente, y es probable que sepamos lo que queremos
decir. De vez en cuando puede ser útil que tratemos de
explicar lo que queremos decir, a riesgo de decir cosas
obvias y de descubrir que no conocemos la respuesta.
De cualquier modo, nuestro punto de vista cambia con
el paso de las décadas, y una explicación que nos parecía
correcta en los años cuarenta puede no convenirnos en
los años sesenta.
No me propongo comenzar citando lo que han dicho
otros autores que se ocuparon del tema. Pemútaseme acla-
rar sin más preámbulo que la mayor parte de mis concep-
tos se basan en los de Freud.
Espero no caer en el error de suponer que un individuo
puede ser evaluado sin tomar en consideración el lugar que
ocupa en la sociedad. La madurez del individuo implica un
movin1icnto hocia na independencia, pero la independencia
no existe. No seria salud·~ble que un individuo fuera tan
retraído como para sentirse independiente e invulnerable.
Si hay alguien con esas características, sin duda es depen-
diente. Dependiente de una enfermera psiquiátrica o de su
familia.
Sin embargo, me ocuparé del concepto de la salud del

27
individuo porque la salud social depende de la salud indi-
vidual, dado que la sociedad no es sino una multiplicación
masiva de personas. La sociedad no puede ir más allá del
común denominador de la salud individual, y en realidad
ni siquiera puede alcanzarlo, ya que debe soportar la carga
de sus miembros enfermos.

MADUREZ CORRESPONDIENTE A LA EDAD

Desde el punto de vista del desarrollo puede decirse que


salud significa una madurez acorde con la que corresponde
a la edad del individuo. El desarrollo prematuro del yo o la
conciencia prematura de sí no es más saludable que la con-
ciencia tardía. La tendencia a la maduración forma parte
de lo que se hereda. De una manera compleja (que ha sido
objeto de muchos estudios), el desarrollo, especialmente al
comienzo, depende de una provisión ambiental suficien-
temente buena. Un ambiente suficientemente bueno es,
podría decirse, el que favorece las diversas tendencias in-
dividuales heredadas de modo tal que el desarrollo se pro-
duce conforme a esas tendencias. Tanto la herencia como
el ambiente son factores externos si se los considera desde
el punto de vista del desarrollo emocional del individuo, es
decir, desde el punto de vista de la psicomorfología. (Más
de una vez me he preguntado si con este término podría
evitarse eJ empleo desmañado de la palabra "psicología"
seguida de la pa.la'Jra "diná1nici".)
Resulta útil postular que el ambiente suficientemente
bueno comienza con un alto grado de adaptación a las ne-
cesidades individuales del bebé. Por lo general, la madre
puede proveer esa adaptación a causa de que se encuentra
en un estado especial, que yo he denominado de preocupa-
cicin n1a.ternal primaria. ~- ese ,estadG se lo conoce también
por otros nombres, pero aquí estoy utilizando mi propio
ténn ino descriptiv•n. La adaptación disminuye en conso-

28
nancia con la creciente necesidad del bebé de experimentar
reacciones a la frustración. U na madre sana es capaz de di-
ferir su función de fracasar en adaptarse hasta que el bebé
ha adquirido la capacidad de reaccionar con rabia a sus fra-
casos en lugar de ser traumatizado por ellos. Un trauma
representa la ruptura de la continuidad de la línea de la
existencia del individuo. Sólo en una continuidad de existir
puede el sentido del self, de la propia realidad, el sentido
de ser, llegar a establecerse como rasgo de la personalidad
individual.

RELACIONES ENTRE EL BEBÉ Y LA MADRE

En el comienzo, cuando el bebé está viviendo en un


mundo subjetivo, la salud no puede describirse en relación
con el individuo solamente. Más tarde podremos pensar
en un niño sano que se encuentra en un ambiente malsano,
pero estas palabras no tienen sentido en el comienzo; lo
tienen cuando el bebé se ha vuelto capaz de evaluar ob-
jetivamente la realidad, de distinguir claramente el yo del
no-yo y lo real compartido de los fenómenos de la realidad
psíquica personal, y posee en alguna medida un ambiente
interno.
A lo que me refiero es al proceso que opera en ambas di-
recciones y se caracteriza porque el bebé vive en un mundo
subjetivo y la madre se adapta para proporcionar a cada
bebé una ración básica de la experiencia de omnipotencia. Lo
cual implica, en esencia, una relación vital.

EL AMBIENTE FACILITADOR

El ambiente facilitador y las progresivas modificaciones


con las que se tiende a adaptarlo a las necesidades indivi-
duales podrían ser objeto de un capítulo separado dentro

29
del estudio de la salud. En él se examinarían las funciones
del padre complementarias de las de la madre, así como la
función de la familia y su manera cada vez más compleja
(a medida que el niño se va haciendo mayor) de introducir
el principio de realidad, al mismo tiempo que fomenta la
autonomía del niño. Pero no es mi propósito estudiar aquí
la evolución del ambiente.

ZONAS ERÓGENAS

En el primer medio siglo de Freud, cualquier conside-


ración sobre la salud tenía que hacerse en función de la
etapa de instalación del ello conforme al predominio su-
cesivo de las zonas erógenas. Esto aún sigue siendo válido.
La jerarquía es bien conocida: comienza con la primacía
oral, siguen las primacías anal y uretral, luego la etapa fá-
lica o "de la jactancia" (que es tan difícil para las niñas), y
por último la fase genital (de tres a cinco años), en la que
la fantasía abarca todo lo que corresponde al sexo adulto.
Nos sentimos muy satisfechos cuando un niño se ajusta a
este esquema de desarrollo.
A continuación, el niño sano presenta las caracterís-
ticas del período de latencia, en el que las posiciones del
ello no avanzan y los impulsos del ello encuentran escaso
respaldo en el sistema endocrino. El concepto de salud se
asocia aquí a la existeJJcia de un perfodo de educabilidad,
y en este período los sexos tienden con bast1nte natura-
lidad a segregarse. Estas cuestiones deben mencionarse
porque es saludable tener seis años a los seis, y diez a los
diez.
Después llega la pubertad, casi siempre anunciada por
una fase prepuberal en la que a veces se manifiesta una ten-
dencia homosexual. A los 14 años el niño o la niña, incluso
sanos, que no han entrado apacibíc,ncntc en fa puÍlcrtad,
pueden verse sun1i Jos en un estado de confusión y duda.

30
La palabra "abatimiento" suele emplearse en estos casos.
Pero debe destacarse que estos tropiezos del niño o la niña
púber no son signo de enfermedad.
La pubertad llega como un alivio y al mismo tiempo
como un fenómeno inmensamente perturbador que sólo
ahora estamos comenzando a comprender. En la actuali-
dad los púberes de ambos sexos pueden experimentar la
adolescencia como un período de maduración, en compa-
ñía de quienes están pasando por el mismo trance; y la di-
fícil tarea de discriminar lo que corresponde a la salud de
lo que corresponde a la enfermedad en la adolescencia ha
debido enfrentarse esencialmente en el período de posgue-
rra. Los problemas, por supuesto, no son nuevos.
Sólo pedimos que quienes llevan a cabo esa tarea pon-
gan énfasis en la solución de los problemas teóricos más
bien que en la de los problemas reales de los adolescentes,
los cuales, pese a lo molesta que resulta su sintomatología,
son quizá los más capacitados para descubrir el modo de
salvarse a sí mismos. El paso del tiempo es imponante. El
adolescente no debe ser curado como si estuviera enfermo.
Creo que ésta es una parte fundamental de la caracteri-
zación de la salud. Lo cual no significa negar que pueda
haber enfermedad durante la adolescencia.
Algunos adolescentes sufren muchísimo, de modo que
sería cruel no ofrecerles ayuda. A los 14 años es común
que piensen en el suicidio, y la tarea a su cargo es la de
tolerar la interacción de varios fenómenos dispares: su
propia inmadurez, los cambios que trae la pubertad, su
idea del sentido de la vida, sus ideales y aspiraciones, a lo
que se añade la desilusión personal respecto del rnun<lo
de los adultos, que para ellos es esencialmente un mundo
de componendas, de valores falsos y de desatención de
lo que realmente importa. Cuando abandonan esta eta-
pa, los adolescentes de ambos sexos comienzan a sentirse
reales, adquieren un sentido del self y un sentido de ser.
Esto es salud. Del ser deriva el hacer, pero no puede ha-

31
her un hago antes de un soy, y éste es el mensaje que nos
.
transnuten.
No es necesario alentar a los adolescentes que experi-
mentan problemas personales y tienden a aswnir una ac-
titud de desafio aunque sigan siendo dependientes; cierta-
mente, no lo necesitan. Recordemos que el período final
de la adolescencia es la edad de los estimulantes logros en
la aventura, y por lo tanto el paso de un muchacho o una
muchacha de la adolescencia a los comienws de una iden-
tificación con la paternidad y con la sociedad responsable
es algo que vale la pena observar. Nadie puede pretender
que "salud" es sinónimo de "comodidad". Esto es verdad
sobre todo en la zona de conflicto entre la sociedad y su
sector de adolescentes.
Al avanzar, comenzamos a utilizar un lenguaje distinto.
Esta sección se inició en relación con los impulsos del ello
y finaliza en relación con la psicología del yo. Es muy útil
para el individuo que la pubertad le aporte una posibili-
dad de potencia viril, o de su equivalente en el caso de las
muchachas, es decir, cuando la genitalidad plena es ya un
rasgo, habiendo sido alcanzada en la realidad del juego a la
edad que precede al período de latencia. Sin embargo, en la
pubertad muchachos y muchachas no caen en el engaño de
pensar que los impulsos instintuales son lo único que im-
porta; esencialmente lo que les interesa es ser, ser en algún
lugar, sentirse reales y alcanzar cierto grado de constancia
objetal. Necesitan ser capaces de dominar sus instintos en
lugar de ser destruidos por ellos.
La madurez o la salud en función del acceso a la geni-
talidad plena asume una forma especial cuando el adoles-
cente se convierte en un adulto que puede llegar a serpa-
dre. Es adecuado que un muchacho que desea ser como
su padre sea ca paz de tener ensueños heterosexuales y
de utilizar plenamente su potencia genital; también lo
es que una ,nuchacha que desea ser con10 su madre sea
capaz de tener ensueñ.os heterosexuales y de experimen-

32
tar el orgasmo genital dw-ante el coito. La piedra de toque
es: ¿puede la experiencia sexual ir unida al afecto y al más
amplio significado de la palabra "amor"?
La mala salud en estos aspectos es un fastidio, y las inhi-
biciones pueden obrar de un modo destructivo y cruel. La
impotencia puede dañar más que la violación. Sin embar-
go, una caracterii.ación de la salud basada en las posiciones
del ello no se considera hoy satisfactoria. Aunque es más
fácil describir el proceso evolutivo a partir de la función
del ello que a partir de la compleja evolución del yo, este
último método no puede ser omitido. Debemos intentar
hacerlo de ese modo.
Cuando no hay madurez en la vida insti.ntual, la conse-
cuencia puede ser la mala salud en el ámbito de la perso-
nalidad, el carácter o la conducta. Pero debemos ser cui-
dadosos y comprender que el sexo puede obrar como una
función parcial, de tal modo que, aunque en apariencia esté
funcionando bien, es posible constatar que la potencia y
su equivalente femenino agotan en vez de enriquecer al
individuo. No nos dejemos engañar fácilmente al respec-
to, puesto que no observamos al individuo ateniéndonos a
su conductll ni a los fenómenos superficiales: estamos dis-
puestos a examinar la estructura de su personalidad y su
relación con la sociedad y los ideales.
Quizás en cierta época los psicoanalistas tendían a rela-
cionar la salud con la ausencia dt trastornos psictmeuróticos, pero
en la actualidad no es así. Ahora necesitamos criterios más
sutiles. Sin embargo, no es preciso desechar lo anterior
n1ando la relacionamos -como IG hacemos hov- ., con la
libertad dentro de la personalidad, la capacidad de experi-
mentar confiani.a y fe, la formalidad y la constancia objeta!,
la liberación del autoengaño, y también con algo que no
tiene que ver con la pobreza sino con la riqueza como cua-
lidad de la realidad psíquica personal.

33
EL INDMDUO Y LA SOCIEDAD

Si damos por supuesto un éxito razonable en materia


de capacidad instinrual, vemos que la persona relativa-
mente sana tiene que enfrentar nuevas tareas. Por ejem-
plo, su relación con la sociedad, que es una extensión de la
familia. Digamos que el hombre o la mujer sanos son ca-
paces de alcanuzr una idmtificaaón con la sodtdad sin perder
demasiado dt su impulso individual o ptnonal. Por supuesto
que habrá pérdida, en el sentido de que habrá control del
impulso personal, pero el caso extremo de una identifi-
cación con la sociedad que implique la pérdida total del
sentido del self y de la propia importancia no es normal
en absoluto.
Si ha quedado en claro que no estamos de acuerdo
con la idea de que la salud sea simplemente la ausen-
cia de trastornos psiconeuróticos --es decir, de pertur-
baciones relacionadas tanto con el avance de las posi-
ciones del ello hacia la genitalidad plena como con la
organización de la defensa respecto de la ansiedad en
las relaciones interpersonales-, podemos afirmar, en
este contexto, que salud no es comodidad. Los temores,
los sentimientos conflictivos, las dudas y las frustracio-
nes son tan característicos en la vida de una persona
sana como los rasgos positivos. Lo importante es que
esa persona siente que tstli vivimdo su propia vida y asu-
miendo la responsabilidad de sus actos y omi~iones y e~.
capaz de atribuirse el mérito cuando uiun.f-a y la c:ulp'1,
cuando fracasa. U na manera de expresarlo es decir que
el individuo ha pasado de la dependencia a la indepen-
dencia o a la autonomía.
Lo que tenía de insatisfactorio la caracterización de
la salud basada en las posiciones del ello era la ausencia
de la psicología del yo. La consideración del yo nos hace
retr<~eder a las etapas pregenitales y ;>rever·bales del de-
sarroUo individua\, y a \a provi:,iún arobiental (es decir, la

34
adaptación específica a las necesidades primitivas propias
de la más temprana infancia).
En este punto tiendo a pensar en términos de sostén. El
vocablo se refiere al sostén físico de la vida intrauterina, y
gradualmente va ampliando su campo de aplicación para
designar la totalidad del cuidado adaptativo del bebé, in-
cluida su manipulación. Finalmente, el concepto puede
extenderse hasta abarcar la función de la familia, y lleva a
la idea de la asistencia individualizada que es la base de la
asistencia social. El sostén lo puede proporcionar satisfac-
toriamente una persona que no tenga el conocimiento in-
telectual de lo que está sucediendo en el individuo; lo que
se necesita es la capacidad de identificarse, de saber qué es
lo que siente el bebé.
En un ambiente que lo sostiene suficientemente bien,
el bebé puede desarrollarse de acuerdo con las tendencias here-
dadas. El resultado es una continuidad de existencia que se
convierte en un sentido de existir, en un sentido del self, y
a su debido tiempo conduce a la autonomía.

EL DESARROLLO EN LAS ETAPAS TEMPRANAS

Desearía referirme ahora a lo que sucede en las etapas


tempranas del desarrollo de la personalidad. Aquí la pa-
labra clave es integración, aplicable a casi todas las tareas
evolutivas. La integración conduce al bebé al estado de
unidad, al pronombre personal "yo", al número uno; esto
hace posible el yo soy, que confiere sentido al yo hago.
Co1110 podrá apreciarse en lo que sigue, tengo en n1ente
tres cosas a la vez. Pienso en el cuidado del bebé. lambién
en la enfermedad esquizoide. Además, estoy buscando un
modo de expresar en qué puede consistir la vida para los
niños y los adultos saludables. Entre paréntesis, diría que
una característica de la salud es que el adulto nunca deja de
desarrollarse emocionalmente.

35
Daré tres ejemplos. En el caso del bebé, la integración es
un proceso de complejidad creciente que se desarrolla con
su propio ritmo. En el trastorno esquizoide, el fenómeno
de la desintegración es un rasgo distintivo, en especial el te-
mor a la desintegración y la organización patológica de de-
fensas con una función de alarma contra la desintegración.
(La demencia por lo general no es una regresión, ya que
carece del elemento de confianza que es propio de ésta,
sino un complejo plan de defensas destinado a impedir que
se repita la desintegración.) La integración como proceso
similar al que se da en el bebé reaparece en el análisis del
paciente fronterizo.
En el adulto, la integración amplía su significado has-
ta incluir la integridad. Una persona sana puede admitir
la desintegración en los períodos de descanso, distensión
y ensoñación, así como aceptar el malestar que la acom-
paña, sobre todo porque la distensión está vinculada con
la creatividad, y por lo tanto el impulso creativo surge y
resurge a partir del estado de no integración. La defensa or-
ganizada contra la desintegración despoja al individuo de
lo que constituye una precondición del impulso creativo, y
en consecuencia le impide llevar una vida creativa. 1

1
Algunos piensan, como lo expresa Balint en su trnhajo sobre Khan
(incluido en Probkms of lluman Pkasurt and Btbaviour, l 952), que grm
parte del placer que procura el ane en sus diversas formas obedece a
que la creación del artista permite al oyente o al espccudor aproximar-
se a la no integración sin correr riesgos. Por lo tanto, cuando el logro
del artista es potencialmente grande, el fracaso en un punto cercano al
logro puede causar gran sufrimiento al público porque lo conduce muy
cerca de la desintegración o del recuerdo de la desintegración y lo deja
allí. De este modo, la apreciación del arte mantiene a la gente en el filo
de la navaja, ya que el logro está muy cerca del fracaso penoso. Esta
experiencia debe considerarse parte de la salud.

36
La asociación psü:osomática

Una tarea subsidiaria en el desarrollo del bebé es la


coexistencia psicosomática (dejando de lado el intelecto
por el momento). Gran parte del cuidado ñsico que se pro-
diga al bebé -sostén, manipulación, baño, alimentación
y demás- apunta a facilitarle la obtención de un psique-
soma que viva y funcione en armonía consigo mismo.
Volviendo a la psiquiatría, una característica de la esqui-
zofrenia es la tenue conexión que existe entre la psique (o
como quiera que se la llame) y el cuerpo y sus funciones.
La psique puede ausentarse del cuerpo durante largos pe-
ríodos, y también proyectarse.
En el estado de salud, el empleo del cuerpo y todas las
funciones corporales son fuente de placer, especialmente
en el caso de los niños y los adolescentes. También aquí
hay una relación entre el trastorno esquizoide y la salud. Es
triste que personas sanas tengan que vivir en cuerpos de-
formes, enfermos o gastados, o que pasen hambre o sufran
fuertes dolores. 2
Relaciones objeta/es
El establecimiento de relaciones con objetos es algo que
puede considerarse bajo el mismo ángulo que la coexisten-
cia de la psique y el soma y el vasto tema de la integración.
El proceso de maduración impulsa al bebé a relacionarse
con objetos, pero sólo lo logrará si el mundo le es presen-

2
Se present2 aquí otra complicación: d intelecto, o sea la parte de la
mente que puede escindirse y ser utilizada a un alto costo en términos
de una vida saludable. Un buen intelecto es sin duda algo maravillo-
so, específicamente humano, pero no hay razón para que lo asociemos
estrechamente con la idea de salud. El estudio del lugar que ocupa el
intelecto en relación con el área que estoy analizando es un tema impor-
tante, pero no corresponde tratarlo aquí.

37
tado de manera adecuada. La madre, poniendo en juego
su capacidad de adaptación, presenta el mundo al bebé de
tal modo que éste recibe al comienzo una ración de la ex-
periencia de omnipotencia, lo cual constituye una base apro-
piada para su posterior avenimiento con el principio de
realidad. Se da aquí una paradoja, por cuanto en esta fase
inicial el bebé crea el objeto, que sin embargo ya estaba allí,
pues de lo contrario el bebé no lo hubiera creado. Es una
paradoja que se debe aceptar, no resolver.
Ahora apliquemos todo esto al campo de la enfermedad
mental y a la salud en la edad adulta. En la enfermedad
esquizoide, la formación de relaciones objetales fracasa; el
paciente se relaciona con un mundo subjetivo o es incapaz
de relacionarse con objetos ajenos al self. Ideas delirantes
confirman la omnipotencia. El paciente se muestra retraí-
do, desconectado, confundido, aislado, irreal, sordo, inac-
cesible, invulnerable y demás.
En la salud, gran parte de la vida tiene que ver con di-
versas clases de relaciones objetales y con una alternan-
cia entre la formación de relaciones con objetos externos
y con objetos internos. Cuando ha alcanzado la plenitud,
este proceso concierne a las relaciones interpersonales,
pero el residuo de la formación creativa de relaciones no
se pierde, y en consecuencia cada aspecto del relacionarse
con objetos resulta estimulante.
En este ámbito la salud incluye la idea de una vida
excitante y la 111agia de la intirnidad. 'lc>das estas cosas se
complementan y contribuyen a que el individuo se sien-
ta real, sienta que es y que las experiencias realimentan
su realidad psíquica personal, enriqueciéndola y confi-
riéndole posibilidades. Como consecuencia, el mundo
interno de la persona sana, aunque relacionado con el
mundo externo o real, es personal y posee una vivaci-
dad que le es propia. Las identificaciones introyectivas
y proyectivas son incesantes. De ello se deduce que la
pérdida y la 1nala suerte (y también la enfermedad, como

38
ya lo he mencionado) pueden ser más terribles para las
personas sanas que para las psicológicamente inmaduras
o deformadas. La salud, debemos admitirlo, encierra sus
. .
propios nesgos.

RECAPITULACIÓN

Llegados a este punto en el desarrollo del tema, tene-


mos que asumir la carga de examinar nuestros términos de
referencia. Tenemos que decidir si hemos de limitar nues-
tro examen del significado de la salud a las personas que
son saludables desde el comienzo, o ir más allá e incluir
también a aquellas que, portadoras de un germen de mala
salud, han sido capaces de salir adelante, en el sentido de
alcanzar finalmente un estado de salud al que no les era
posible acceder fácil y naturalmente. Creo que debemos
incluir esta última categoría. Explicaré brevemente lo que
quiero decir.

Dos clases dt pernmas


Considero útil dividir el universo de personas en dos
clases. Están aquellas que nunca fueron "abandonadas"
cuando eran bebés y que, en este sentido, tienen buenas
probabilidades de disfrutar de la vida y del vivir. También
están aquellas que tuvieron una experiencia traumática
del tipo que resulta del abandono ambiental y que deben
cargar durante toda su vida con el recuerdo (o el material
para el recuerdo) del estado en que se encontraban en los
momentos del desastre. Probablemente se enfrentarán
con tensiones y ansiedad, y quizá también con la enfer-
medad.
Reconocemos que existen otras que no mantienen la
tendencia hacia el desarrollo saludable y cuyas defensas
están rígidamente organizadas; esa rigidez garantiza por

39
sí sola que no progresarán. No podemos ampliar el signi-
ficado de la palabra "salud" de modo que abarque también
esa situación.
Hay, sin embargo, un grupo intermedio. En una ex-
posición más completa de la psicomorfología de la salud
incluiríamos a aquellos que han tenido experiencias de an-
gustia impensable o arcaica y cuyas defensas los protegen
más o menos exitosamente contra el recuerdo de esa an-
gustia, pero que no obstante aprovechan cualquier opor-
tunidad que se presente para enfermar y sufrir un colapso
a fin de aproximarse a aquello que era impensablemente
terrorífico. No es frecuente que el colapso produzca un
efecto terapéutico, pero debemos reconocer que hay en él
un elemento positivo. A veces lleva a una especie de cura, y
entonces la palabra "salud" vuelve a ser pertinente.
Parece haber una tendencia al desarrollo saludable que
subsiste aun en estos casos, y si las personas que he in-
cluido en la segunda categoría se las ingenian para dejarla
obrar, aunque lo hagan tardíamente, todavía pueden me-
jorar. Pueden, entonces, ser incluidas entre las personas
sanas.

La huida a la cordura
Debemos recordar que la huida a la cordura no equivale
a la salud. La salud es tolerante con la mala salud; de hecho,
t • • •
1e resu 1ta provee hoso estar en conta•c:o con .a mala salud
en todos sus aspectos, especialmente con la enfermedad
llamada esquizoide, y también con la dependencia.
A mitad de camino entre los dos extremos constitui-
dos por el primer grupo o grupo afortunado y el segun-
do grupo o grupo desafortunado (en lo que se refiere a la
provisión ambiental temprana) se encuentra una elevada
proporción de personas que ocultan exitosamente una re-
lativa necesidad de sufrir un colapso, ?ero ,1ue en reaiidad
no lo sufren a menos que intervenga como factor desenca-

40
denante alguna circunstancia del ambiente. Puede tratarse
de una nueva versión del trawna, o de que un ser hwnano
digno de confianza haya suscitado esperanzas.
De modo que debemos preguntamos: ¿a quiénes de
entre todas estas personas que se desempeñan satisfac-
toriamente a pesar de lo que llevan consigo (genes, fallas
ambientales tempranas y experiencias desdichadas) in-
cluiremos entre los sanos? Debemos tener en cuenta que
de este grupo forman parte muchas personas desagrada-
bles que, impulsadas por la angustia, alcanzan logros ex-
cepcionales. Tal vez sea dificil convivir con ellas, pero lo
cierto es que hacen avanzar al mundo en diversas áreas de
la ciencia, el arte, la filosoña, la religión o la política. No
me corresponde dar la respuesta, pero debo estar prepa-
rado para esta legítima pregunta: ¿qué decir de los genios
de este mundo?

Verdadero y falso
En esta difícil categoría en la que el colapso potencial
domina la escena hay un caso especial que probablemente
no nos causa tanta inquietud. (Pero en los asuntos hwna-
nos nada es incuestionablemente definido y ¿quién puede
decir dónde termina la salud y dónde comienza la enfer-
medad?) Me refiero a las personas que, para enfrentar al
mundo, inconscientemente han sentido la necesidad de
organizar una fachada, un falso self, cuya finalidad es la de
proteger al self verdadero. (El self verdadero ha sido trau-
matizado y nunca debe ser hallado y herido nuevamente.)
La sociedad se deja engañar fácilmente por el falso self
y debe pagar por ello un precio elevado. Desde nuestro
punto de vista el falso self, aunque eficaz como defen-
sa, no es un aspecto de la salud. Responde al concepto
kleiniano de defensa maníaca: hay depresión pero ésta
se niega a través de un proceso inconsciente, de modo
que los síntomas de la depresión son reemplazados por lo

41
opuesto (lo bajo por lo elevado, lo pesado por lo ligero, lo
oscuro por lo blanco o lo lwninoso, lo muerto por lo vivo,
la indiferencia por el entusiasmo y así sucesivamente).
Esto no es salud pero incluye un aspecto saludable en
lo que se refiere a los días festivos, y tiene también una
vinculación afortunada con la salud, por cuanto para las
personas que están envejeciendo y para los ancianos la acti-
vidad y vivacidad juveniles son un medio permanente, y sin
duda legítimo, de contrarrestar la depresión. En la salud el
talante grave se relaciona con las pesadas responsabilida-
des que llegan con la edad, responsabilidades que habitual-
mente los jóvenes no conocen.
Debo mencionar asimismo el tema de la depresión, un
precio que pagamos por la integración. No me es posible
repetir aquí lo que he escrito sobre el valor de la depre-
sión,* o más bien sobre la salud que es inherente a la ca-
pacidad de deprimirse, dado que el humor depresivo está
muy próximo a la capacidad de sentirse responsable, cul-
pable, afligido, y de alegrarse plenamente cuando las cosas
marchan bien. La depresión, por terrible que sea, debe res-
petarse como prueba de integración personal.
En la mala salud hay fuerzas destructoras que, cuando
actúan dentro del individuo, fomentan el suicidio, y cuan-
do actúan fuera, provocan ideas delirantes de persecución.
No estoy sugiriendo que esos elementos sean parte de la
salud. No obstante, en un estudio de la salud es preciso
incluir la seriedad o gravedad -afín con la depresi<>n-
propia de los individuos que han madurado, en el sentido
de que han logrado la integración. Esos son los individuos
en los que podemos encontrar una personalidad rica y lle-
na de posibilidades.

•Véase "El valor de la depresión", en este volumen, pág. 84. [r.]

42
Omisiones
Debo omitir el tema puntual de la tendencia antisocial.
Es algo que se relaciona con la deprivación, es decir, con
una época buena que llegó a su fin durante una fase de cre-
cimiento en la que el niño podía advertir los resultados de
ese cambio pero no hacerles frente.
No es éste el lugar adecuado para hablar de la agre-
sión. Pennítaseme decir, sin embargo, que son los
miembros enfermos de la comunidad los que se ven for-
zados por motivaciones inconscientes a hacer la guerra
y a lanzarse al ataque como defensa contra ideas deli-
rantes de persecución, o bien a destruir el mundo, un
mundo que, uno por uno y separadamente, los aniquiló
en su infancia.

LA FINALIDAD DE LA VIDA

Por último me referiré a la vida que la persona sana


está en condiciones de vivir. ¿Cuál es la finalidad de la
vida? No necesito conocer la respuesta, pero podemos
convenir en que se relaciona más con el hecho de ser que
con el sexo. Como dijo Lorelei, "besarse está muy bien,
pero un brazalete de diamantes dura para siempre". 3 Ser
y sentirse real tienen que ver fundamentalmente con la
salud, y sólo si podemos dar por sentado el ser estaremos
en condiciones de ir más allá, en pos de las cosas más
positivas. Sostengo que no se trata sólo de un juicio de
valor, que hay un vínculo entre la salud crnocional del
individuo y el ~cntit!!te real. La 1uayoria da poY ~\:.r,t.ado
el hecho de sentirse real, pero, ¿cuál es el precio que de-
ben pagar por ello? ¿En qué medida no están negando

3
Anita Loos, Gmtlnnm Prtfer Blondes, Nueva York, Brentano,
1935.

4J
una realidad, a saber, que quizá corren el riesgo de sentirse
irreales, de sentirse poseídos, de sentir que no son ellos
mismos, de sufrir una caída interminable, de estar privados
de toda orientación, de estar desligados de su cuerpo, de
ser aniquilados, de no ser nada ni estar en ningún lugar?
La salud y la negación son incompatibles.

Las tres vidas


Mis últimas palabras serán para referirme a las tres vidas
que viven las personas sanas.
1. La vida en el mundo, en la que las relaciones inter...
personales son la clave, incluso en lo que se refiere a la
utilización del ambiente no humano.
2. La vida de la realidad psíquica personal (o interior,
según se la llama a veces). Es aquí donde una persona es
más rica que otra, más profunda y más interesante cuando
es creativa. Incluye los sueños (o aquello de lo que surge el
material de los sueños).
Ambas son conocidas por ustedes, y es sabido que tanto
una como la otra pueden utilizarse como defensa: el extra-
vertido necesita encontrar fantasía en la vida, y el introver-
tido puede volverse independiente, invulnerable, aislado y
socialmente inútil. Pero hay otra área de la que la salud
humana puede disfrutar, que es difícil de clasificar para la
teoría psicoanalítica:
3. El área de la experiencia cultural.
La experiencia cultural comienza como un juego y con-
duce al campo total de la herencia humana, incluyendo las
artes, los mitos de la historia, la lenta marcha del pensa-
miento filosófico y los misterios de la matemática, del ma-
nejo de grupos y de la religión.
¿Dónde se localiza esta tercera vida de la experiencia
cultural? No en la realidad psíquica personal o interna, ya
que no es un sueño sino una parte de la realidad compar-
tida. ''Jan1poco puede asimilársela a las relaciones exter-

44
nas, porque está dominada por sueños. Además, es la más
variable de las tres vidas; en algunas personas ansiosas
e inquietas casi no está representada, mientras que para
otras es el aspecto importante de la existencia humana,
del que no hay siquiera vestigios en los animales. Porque
a esta área corresponden no sólo el juego y el sentido del
humor, sino también toda la cultura acumulada a lo largo
de los últimos cinco o diez mil años. En ella puede actuar
el buen intelecto. Es, sin excepción, un subproducto de
la salud.
En mi intento de establecer dónde está localizada la ex-
periencia cultural, he llegado a esta conclusión provisional:
comienza m el espacio potmcial entrt un niño y su madrt cuan-
do la experiencia le h11 enseñado "'niño " cunfalr profimdammte
en la madre, en que ella no dejará de estar a su lado cuando
de pronto la necesite.
En esto coincido con Fred Plaut, 4 quien afirma que la
confianza es la clave para que se establezca esta área de
experiencia saludable.

Cultura y sep/lrllaón
De este modo puede demostrarse que la salud tiene
relación con el vivir, con la riqueza interior y, aunque de
manera diferente, con la capacidad de tener experiencia
cultural.
En otras palabras, en la salud no hay separación, porque
en el área de espacio-tiempo que existe entre el niño y la
madre, el niño (y también el adulto) vive creativamente,
recurriendo a los materiales a su alcance, se trate de un
pedazo de madera o de un cuaneto de Beethoven.

4
F. Plaut, "Reflections About Not Being Able to Imagine",Journal of
A,u,Jyti,lll Psychology, vol. ll, 1966.

45
Esto es un desarrollo del concepto de fenómenos tran-
sicionales.
Aunque podrían decirse muchas otras cosas sobre la
salud, espero haber transmitido la idea de que, para mí,
el ser humano es único. La etología no es suficiente.
Los seres humanos tienen instintos y funciones anima-
les, y a veces se asemejan mucho a los animales. Quizá
los leones sean más nobles, más ágiles los monos, más
airosas las gacelas, más sinuosas las serpientes, más pro-
líficos los peces y más afortunados los pájaros, ya que
pueden volar, pero los seres humanos en sí mismos no
son nada desdeñables, y cuando son lo bastante sanos
tienen experiencias culturales que superan las de cual-
quier animal (excepto tal vez las de las ballenas y otras
especies afines).
Son los seres humanos los que tienen la posibilidad de
destruir el mundo. Si lo hacen, tal vez muramos en la úl-
tima explosión atómica sabiendo que todo fue a causa, no
de la salud, sino del miedo; que fue parte del fracaso de la
gente sana y de la sociedad sana en hacerse cargo de sus
miembros enfermos.

RESUMEN

Lo que espero haber hecho es:


l. Utilizar el concepto de salud como ausencia de enfer-
rncdad psiconcurótica.
2. Vmcular la salud con la maduración que culmina en
madurez.
3. Subrayar la importancia de los procesos de madura-
ción que conciernen al yo frente a los que tienen que ver
con las posiciones del ello en la jerarquía de las zonas eró-
genas.
4. Vrncuhl.r esos procesos del yo cc:m el cuidado del bebé,
la enfennedad cesquizoide y la salud del adulto, crnpleando

46
al pasar los conceptos de a) integración, b) asociación psi-
cosomática, y e) relación objeta! como ejemplos de lo que
prevalece en la escena global.
5. Destacar que debemos decidir en qué medida incluir,
y si corresponde o no incluir, a quienes alcanzan la salud a
pesar de sus desventajas.
6. Nombrar las tres áreas en que viven los seres hwna-
nos y señalar que es por razones de salud que algunas vi-
das son valiosas y eficaces, que algunas personalidades son
ricas y creativas, y que para algunos la experiencia en el
ámbito cultural es el mayor beneficio adicional que la salud
les procura.
7. Por último, indicar que no sólo la salud de la sociedad
depende de la salud de sus miembros, sino también que sus
normas reproducen las de sus miembros. De este modo la
democracia (en una de sus acepciones) es señal de salud
porque deriva naturalmente de la familia, que es en sí mis-
ma obra de individuos sanos.

47
3. VMR CREATIVAMENTE

(Fusión de dos bomzdores de una conferencia


preparada por la Liga Progresista, 1970)

DEFINICIÓN DE LA CREATIVIDAD

Cualquiera que sea la definición a que lleguemos, de-


berá incluir la idea de que la vida sólo es digna de vivirse
cuando la creatividad forma parte de la experiencia vital
del individuo.
Para ser creativa, una persona tiene que existir y sentir
que existe, no en forma de percatamiento consciente, sino
como base de su obrar.
La creatividad es, pues, el hacer que surge del ser. Indica
que aquel que es, está vivo. El impulso puede estar ador-
mecido, pero cuando la palabra "hacer" se toma apropiada,
entonces ya hay creatividad.
Es posible demostrar que en algunos individuos, en
ciertos momentos, las actividades que indican que están
vivos son simples reacciones a un estímulo. Toda una
vida puede ajustarse al modelo de reacciones ante estí-
mulos. Retírense los estín1ulos y el individuo no vivirá.
Pero en un caso tan extremo, la palabra "vida,, está fuera
de lugar.
Para que uno sea y sienta que es, es preciso que la
actividad motivada predomine sobre la actividad reac-
tiva.
Esto no depende de la voluntad ni del cambio reitera-
do del tipo de vida que se lleva. Las pautas básicas se es-
tablecen durante el proceso de maduración emocional, y

48
los factores más influyentes son los que actúan al comien-
zo. Debemos presumir que la mayoría de las personas se
encuentran en un punto más o menos equidistante de los
extremos, y que es en esta rona intermedia donde tenemos
la oportunidad de influir en nuestras pautas; y es esa opor-
tunidad que creemos tener lo que hace que esta especie de
análisis tenga interés y no sea sólo un ejercicio académico.
(También pensamos en lo que podemos hacer como padres
y educadores.)
La creatividad es, pues, la conservación durante toda la
vida de algo que en rigor pertenece a la experiencia in-
fantil: la capacidad de crear el mundo. Para el bebé no es
dificil, ya que si la madre es capaz de adaptarse a sus nece-
sidades, el bebé no comprende al principio que el mundo
ya estaba allí antes de que él fuera concebido. El principio
de realidad es el hecho de la existencia del mundo indepen-
dientemente de que el bebé lo cree o no.
El principio de realidad es lamentable, pero hacia la
época en que se le pide al niño pequeño que diga "gracias"
ya han tenido lugar grandes progresos y el niño ha adquiri-
do mecanismos mentales genéticamente determinados que
le permiten hacer frente al insulto. Porque el principio de
realidad es un insulto.
Describiré algunos de esos mecanismos mentales. En
condiciones ambientales suficientemente buenas, el niño
individual (que se convirtió en usted y en mtJ encontró
modos de asimilar el insulto. La sumisión, en un extremo,
simplifica la relación con otras personas que, por supuesto,
tienen necesidades propias que atender y una omnipotencia
propia que preservar. En el otro extrerno, el niño conserva
algo de omnipotencia a través del recurso de ser creativo y
de formarse su propia opinión sobre todas las cosas.
Veamos un ejemplo algo tosco: si una madre tuvo ocho
hijos, hubo en realidad ocho madres. Y no sólo porque su
actitud hacia cada uno de sus hijos fue diferente. Si se hu-

49
hiera conducido de manera idéntica con todos ellos (y sé
que esto es absurdo, porque no estamos hablando de una
máquina), cada hijo la hubiese visto a través de sus propios
ojos individuales.
Gracias a un proceso muy complejo de maduración ge-
néticamente determinado y a la interacción de la madu-
ración individual con factores externos que tienden a ser
o bien facilitadores o bien desadaptativos e inductores de
reacciones, el niño que se convirtió en usted o en mí ad-
quirió cierta capacidad de ver todas las cosas de un modo
nuevo, de ser creativo en cada detalle del vivir.
Podría buscar la palabra "creatividad" en el Oxford
English Dictionary e investigar lo que se ha escrito sobre
el tema en filosofía y psicología, y a continuación servir
todo eso en una bandeja. Podría incluso aderezarlo de tal
modo que ustedes exclamaran: "¡Qué original!". Personal-
mente soy incapaz de seguir ese plan. Necesito hablar del
tema como si nadie antes se hubiera ocupado de él, con lo
que, por supuesto, mis palabras pueden parecer ridículas.
Pero creo que ustedes verán en ello la necesidad que ten-
go de asegurarme de que mi tema no terminará por eclip-
sarme. Establecer las concordancias entre todo lo que se
ha dicho sobre la creatividad me mataría. Es evidente que
para sentirme creativo debo luchar sin pausa, y esto tiene la
desventaja de que para describir una simple palabra como
"amor" tengo que partir de cero. (Tal vez partir de cero sea
lo adecuado.) Volveré sobre el tenia al hablar de la diferen-
cia entre la vida creativa y el arte creativo.
Busco la palabra "crear" en un diccionario y encuen-
tro: "traer a la existencia". U na creación puede ser "un
producto de la mente humana". No es seguro que "creati-
vidad" sea un término aceptable para un erudito. Para mí,
vivir creativamente significa no ser muerto o aniquilado
todo el tiempo por la sumisión o la reacción a lo que nos
llega del mundo; significa ver todas las cosas de un rnodo

50
nuevo todo el tiempo. Me refiero a la apercepción, que es
lo contrario de la percepción.

ORÍGENES DE LA CREATIVIDAD

Tal vez he dejado traslucir lo que pienso acerca del ori-


gen de la creatividad. Se requiere una doble caracteriza-
ción. La creatividad se relaciona con el estar vivo, de modo
que, salvo en períodos de reposo, el individuo se proyecta,
y si encuentra un objeto en su camino, puede relacionarse
con él. Pero esto es sólo el cincuenta por ciento. El otro
cincuenta por ciento tiene que ver con la idea de que pro-
yectarse física o mentalmente sólo tiene sentido para al-
guien que está allí para ser. Un bebé nacido casi sin cerebro
puede tender la mano, hallar un objeto y usarlo sin que
eso constituya una experiencia de vida creativa. Por otra
parte, un bebé normal necesita aumentar su complejidad
y convertirse en un probado "existidor" para experimentar
el acto de tender la mano y encontrar un objeto como un
acto creativo.
Vuelvo así a la máxima: el ser precede al hacer. Tiene
que ha her un desarrollo del ser detrás del hacer. En tal caso
el niño, a su debido tiempo, dominará incluso sus instintos
sin perder el sentido del self. El origen de la creatividad,
por lo tanto, es la tendencia genéticamente determinada
del individuo a estar vivo, permanecer vivo y relacionarse
con los objetos que se interponen en su camino cuando
llega para él el momento de esforzarse por conseguir cosas,
incluso por alcanzar la luna.

CONSERVACIÓN DE LA CREATIVIDAD

El individuo que no ha sido demasiado deformado por


un deficiente contacto inicial con el mundo tiene amplias

51
posibilidades de desarrollar este deseable atributo. Es ver-
dad, como sin duda no dejarán ustedes de señalármelo,
que pasamos gran parte de nuestra vida realizando tareas
rutinarias, carentes de interés. Alguien tiene que realizar-
las. Es difícil ver claro en esto, porque hay quienes incluso
las encuentran útiles; quizás el hecho de que no se nece-
sita mucha inteligencia para fregar un piso es lo que hace
posible la existencia de una zona separada de experiencia
imaginativa. Pero está también la cuestión de las identifi-
caciones cruzadas, a la que me referiré más adelante. U na
mujer puede fregar un piso sin aburrirse porque de algún
modo comparte el placer de embarrarlo, al identificarse
con su insoportable niñito que, en un momento de creati-
vidad, llevó dentro de la casa el barro del jardín y se dedicó
a pisotearlo. El niño supone que a las madres les encanta
limpiar los pisos y eso constituye su fuerza, apropiada para
su insoportable edad. (Se suele hablar en estos casos de
conducta "adecuada a la fase". Siempre he pensado que de
esa forma suena muy bien.)
O bien un hombre puede encontrarse tan cerca del
aburrimiento como es posible mientras trabaja junto a una
cinta transportadora, pero cuando piensa en el dinero está
pensando también en las mejoras que se propone intro-
ducir en la pileta de la cocina o está ya presenciando, en
la pantalla de su televisor en colores cuyas cuotas aún no
ha temúnado de pagar, cómo su equipo favorito derrota
inesperadan1cnte a su eterno rival.
El hecho es que la gente no debería desempeñar em-
pleos que les resulten sofocantes, y si no pueden evitarlo,
deberían organizar sus fines de semana de manera tal que
proporcionen alimento a su imaginación incluso en los
peores momentos de aburridora rutina. Se ha dicho que
es más fácil mantener activa la imaginación cuando la ta-
rea es verdaderamente aburrida que cuando ofrece algún
interés. Debe recordarse también que el trabajo puede ser

52
muy interesante para algún otro que lo utiliza para llevar
una,vida creativa pero que no permite que nadie más actúe
segun su parecer.
El plan del universo ofrece a todos la posibilidad de vi-
vir creativamente. Vivir creativamente implica conservar
algo personal, quizá secreto, que sea incuestionablemente
uno mismo. A falta de otra cosa, pruebe con la respiración,
algo que nadie puede hacer en su lugar. O tal vez usted es
usted mismo cuando le escribe a su amiga o cuando manda
cartas a The Times o a New Society, presumiblemente para
que alguien las lea antes de tirarlas.

VIDA CREATIVA Y CREACIÓN ARTÍSTICA

Al mencionar la actividad epistolar he rozado otro tema


que no debo omitir. Tengo que aclarar la diferencia entre
vivir creativamente y ser creativo en la ejecución de obras
, .
arttsncas.
Cuando vivimos creativamente, usted y yo descubrimos
que todo lo que hacemos refuerza el sentimiento de que
estamos vivos, de que somos nosotros mismos. Podemos
mirar un árbol (no necesariamente una fotografia) y ha-
cerlo creativamente. Si usted ha pasado alguna vez por una
fase depresiva de tipo esquizoide (les ha ocurrido a lama-
yoría de las personas), entonces conoce la sensación que
es exactamente inversa a la anterior. Cuántas veces no me
habrán dicho: "Hay un cítiso frente a mi ventana, y ha sa-
lido el sol, y sé intelectualmente que debe ser un bello es-
pectáculo. Pero esta mañana , lunes) no significa nada para
mí. No puedo sentirlo. Me prtwc,c.-a una aguda ~cn~ac.ión
de que no soy real".
Aunque relacionados con la vida creativa, los actos
creativos de quienes escriben cartas, de los literatos,
poetas, artistas, escultores, arquitectos o músicos son
diferentes. Convendrán ustedes en que si alguien se de-

53
dica a la creación artística, esperamos de él que ponga en
juego algún talento especial. Para vivir creativamente, en
cambio, no se necesita ningún talento especial. Vivir crea-
tivamente es una necesidad universal y una experiencia
universal, e incluso un esquizofrénico encerrado en sí mis-
mo y confinado al lecho puede estar viviendo creativamen-
te en una actividad mental secreta, y por lo tanto en cierto
sentido puede ser feliz. Desdichado es el que, durante una
fase, advierte que le falta algo que es esencial para el ser
humano, mucho más importante que la comida o la su-
pervivencia física. Si dispusiéramos de tiempo podríamos
decir algo sobre la angustia como energía subyacente a la
creatividad propia del artista.

VIDA CREATIVA EN EL MATRIMONIO

Creo necesario analizar aquí el hecho de que en el ma-


trimonio los cónyuges, o al menos uno de ellos, experi-
mentan a menudo la sensación de estar perdiendo su ca-
pacidad de iniciativa. Se trata de una experiencia corriente,
aunque la importancia de esa sensación, si se la compara
con todas las otras cosas que podrían decirse sobre la vida,
es sin duda muy variable. Aquí y ahora debo suponer que
no todas las parejas creen que pueden estar casadas y ser creativas
al mismo tiempo. U no u otro de sus miembros descubre que
está participando en un proceso que puede conduc.ir a que
uno de ellos viva en ~n inundo crea tlo por ,el ~tro. En los
casos extremo5 debe ser muy molesto, pero supongo que
por lo general no se llega a esa situación, que sin embar-
go permanece en estado latente y puede manifestarse de
vez en cuando en forma aguda. Por ejemplo, el problema
puede quedar oculto durante dos décadas consagradas al
cuidado de los hijos y manifestarse luego como una crisis
de la rnediann edad.
Hay quizás una manera bastante sencilla de referirse al

54
problema si se comienza por describir los hechos. Conozco
a dos personas que han estado casadas durante largo tiem-
po y han criado a una numerosa prole. Su primer veraneo
conyugal lo compartieron durante una semana, y después el
marido dijo: "Ahora me iré a navegar por una semana". Su
mujer le contestó: "Bien, a mí me gusta viajar; por lo tan-
to prepararé mi valija". Sus amigos se alarmaron y dijeron:
"Este matrimonio no tiene mucho futuro". Sin embargo, el
pronóstico resultó demasiado pesimista: esas dos personas
ruvieron un matrimonio muy exitoso, y una de las cosas más
importantes es que el marido dedica una semana a navegar,
con lo cual perfecciona sus habilidades y disfruta de su pa-
satiempo, y la mujer ha paseado su valija por toda Europa.
Tienen mucho que contarse en las restantes 50 semanas y
pico, y ~l hecho de que no estén juntos durante la mitad de
sus vacaciones de verano es beneficioso para su relación.
A muchas personas un arreglo semejante no les agrada-
ría. No hay regla sobre los seres humanos que sea de apli-
cación universal. No obstante, este ejemplo puede servir
para mostrar que cuando dos personas no temen separarse
tienen mucho que ganar, y que cuando temen separarse es-
tán expuestas a aburrirse la una de la otra. El aburrimiento
puede obedecer a la restricción de la vida creativa, que es
inherente al individuo y no a la sociedad, aunque un socio
o pareja puede inspirar creatividad.
En casi cualquier familia en la que las cosas marchan
bien es posible observar el equivalente del arreglo que
hemos descrito al referimos a esas dos personas. No es
necesario abundar en detalles; explicar, por ejemplo, que
la n1ujer toca el violín y el n1arido pasa una tarde por
semana en el bar, bebiendo cerveza con unos amigos. En
los seres humanos la normalidad o salud admite infinitas
variaciones. Si decidimos ahora hablar de difiaJtadts, ten-
dremos que mencionar ciertos patrones en que la gente
participa, que la gente reitera hasta el aburrimiento y que

55
indican que algo anda mal en alguna parte. Hay en todo
esto un elemento compulsivo, y detrás de ese elemento
está el miedo. Muchas personas no pueden ser creativas
porque est.án atrapadas en compulsiones relacionadas con
algo que deberían hacer con su propio pasado. Hablar de
las trabas que impone el matrimonio sólo me resulta fácil
cuando me dirijo a quienes son relativamente afortunados
en lo que se refiere a las compulsiones, es decir, a quienes
no están dominados por ellas. A las personas que se sien-
ten sofocadas por una relación, es muy poco lo que puedo
decirles. No hay ningún consejo útil que se les pueda dar y
uno no puede ser terapeuta de todo el mundo.
Entre ambos extremos --el de los que creen que su vida
sigue siendo creativa en el matrimonio y el de los que pien-
san que el matrimonio es un obstáculo en ese sentido- hay
sin duda una zona intermedia, y en esa zona nos encontra-
mos muchos de nosotros. Somos bastante felices y podemos
ser creativos, pero nos damos cuenta de que inevitable-
mente hay ciena clase de antagonismo entre el impulso
personal y los compromisos propios de cualquier relación
confiable. En otras palabras, estamos hablando nuevamen-
te del principio de realidad, y al seguir desarrollando el
tema terminaremos por analizar una vez más algún aspecto
del intento que realiza el individuo de aceptar la realidad
externa sin perder demasiado de su impulso personal. Este
es uno de los varios trastornos básicos característicos de la
naturaleza humana, y es en las primeras etapas de nuestro
desarrollo emocional cuando se echan las bases de nuestra
capacidad en ese sentido.
Al hablar del matrimonio exitoso, a menudo nos refe-
rimos a la cantidad de hijos o a la amistad que se ha desa-
rrollado entre los cónyuges. Es fácil hablar y hablar sobre
estas cuestiones, pero sé que ustedes no desean que me li-
mite a lo fácil y superficial. Si hablamos de sexo -al que,
después de todo, debe concederse un lugar in1portante

56
en toda discusión sobre el matrimonio-, encontraremos
desdicha por doquier. Podría tomarse como un axioma que
son pocas las personas casadas que piensan que en su vida
sexual viven creativamente. Se ha escrito mucho al respec-
to, y probablemente los psicoanalistas, para su desgracia,
saben más que la mayoría de las personas acerca de estos
problemas y de la aflicción que causan. Al psicoanalista no
le es posible mantener la ilusión de que la gente se casa y
vive feliz por siempre jamás, al menos en lo que se refiere
a su vida sexual. Cuando dos personas se aman y son jó-
venes, puede haber una época, incluso prolongada, en la
que su relación sexual es una experiencia creativa para am-
bas. Esto es salud, y nos alegramos cuando los jóvenes lo
experimentan directamente y sin inhibiciones. Creo que
es incorrecto difundir entre ellos la idea de que es común
que tal estado de cosas persista largo tiempo después de la
boda. Alguien dijo (me temo que sólo es una broma): "Hay
dos clases de matrimonio: aquel en que la joven sabe que
ha elegido al hombre equivocado en su camino de ida al
altar, y aquel en que lo sabe en su camino de vuelta". Pero
no hay razón para hacer bromas al respecto. El problema
surge cuando nos empefiamos en hacer creer a los jóvenes
que el matrimonio es una prolongada aventura sentimen-
tal. Sin embargo, me desagradaría hacer lo contrario y di-
fundir la desilusión entre los jóvenes, asumir la tarea de
cuidar de que lo sepan todo y no tengan ilusiones. Si uno
ha sido feliz, entonces puede soportar la desdicha. Del mis-
mo modo, un bebé no puede ser destetado si no ha recibi-
do f'J pecho o un equjvaJenre. J.A3 dt.sjJusj6n (~r.eptación del
principio de realidad) sólo puede basarse en la ilusión. La
gente tiene una terrible sensación de fracaso cuando com-
prueba que algo tan importante como la experiencia sexual
se está convirtiendo cada vez más en una experiencia crea-
tiva para uno solo de los miembros de la pareja. Las cosas
pueden funcionar bien cuando la relación sexual comienza

57
mal y gradualmente las dos personas llegan a alguna clase
de transacción, de toma y daca, de tal modo que finalmente
ambas tienen una experiencia creativa.
La relación sexual es saludable y una gran ayuda, pero
sería un error suponer que constituye la única solución a
los problemas de la vida. Debemos prestar atención a lo
que hay bajo la superficie cuando el sexo, además de ser un
fenómeno enriquecedor, es también una reiterada forma
de terapia.
En este punto deseo recordarles los mecanismos men-
tales de proyección e introyección: me refiero a las funcio-
nes de identificarse con otros y de identificar a otros con
uno. Como cabría esperar, hay personas que no pueden
utilizar estos mecanismos, otras que pueden hacerlo cuan-
do lo desean, y finalmente las que los utilizan de manera
compulsiva, lo deseen o no. Para decirlo en la forma más
simple, a lo que me refiero es a la capacidad de ponerse en
el lugar del otro y a cuestiones de simpatía y empatía.
Es obvio que cuando dos personas viven juntas y es-
tán unidas por un vínculo íntimo públicamente anuncia-
do, como ocurre en el matrimonio, tienen amplias posi-
bilidades de vivir cada una a través de la otra. En la salud
esto puede concretarse o no, según las circunstancias. Pero
mientras que a algunos cónyuges les resulta difícil ceder-
se roles recíprocamente, en otros casos se observan todos
los grados posibles de fluidez y flexibilidad. Sin duda es
adecuado que una mujer sea capaz de ceder al hombre la
pirte m,nsculina del acto sexual, y a la inversa en el caso del
hombre. Pero además de la actuación está la imaginación,
y es seguro que imaginativamente no hay parte alguna de la
vida que no pueda ser cedida o tomada.
Teniendo esto en cuenta, podemos considerar el caso
especial de la creatividad. En relación con la función se-
xual, ¿quién es más creativo?, ¿el padre o la madre? No de-
searla opinar. Es una cuesrió.n que po~n,os dejar de lado.
Pero justuncnte en relación con el funcionamiento real

58
debemos recordar que los padres pueden concebir un bebé en
forma no creativa, es decir, sin haberse formado una idea de
él. Por otro lado, un bebé puede comenzar su existencia pre-
cisamente en el momento adecuado, cuando ambas partes
lo desean. En ¿Quién Je teme a Virginia WooJJ? Edward Albee
estudia el destino de un bebé que ha sido concebido en la
imaginación pero que no llega a encamarse. & un estudio
notable, tanto en la obra teatral como en la película.
Pero no seguiré con el tema del sexo real y los bebés
reales, porque todo lo que hacemos puede hacerse de ma-
nera creativa o no creativa. Volveré a ocuparme de los orí-
genes de la capacidad de vivir creativamente.

, ,
ALGO MAS SOBRE LOS ORIGENES
DE LA VIDA CREATIVA

Es la vieja y remanida historia. Nuestra manera de ser


depende en gran medida del punto que hayamos alcanzado
en nuestro desarrollo emocional o del grado en que tuvo
oportwúdad de cumplirse la parte de nuestro desarrollo
que tiene que ver con las primeras etapas del relacionarse
con objetos. De eso me propongo hablarles.
Sé lo que diré: feliz es la persona que actúa creativa-
mente todo el tiempo, tanto en su vida personal como a
través de su pareja, sus hijos, amigos, etcétera. Nada cae
fuera de este territorio filosófico.
Puedo núrar un reloj y ver sólo la hora; quizá ni siquie-
ra eso, sólo las formas en el cuadrante; incluso es posible
que no vea nada. Por otra parte, puedo estar viendo relo-
jes en potencia; entonces me permito alucinar un reloj, y
lo hago porque me resulta evidente que hay un reloj real
que puede verse, de modo que cuando percibo el reloj real
ya he pasado por un complejo proceso que se originó en
mí. Por lo tanto, cuando veo el reloj lo estoy creando, y
cuando veo la hora también la estoy creando. Cada vez

59
tengo mi pequeña experiencia de omnipotencia, antes de
transferir esa incómoda función a Dios.
Hay aquí algo contrario a la lógica. La lógica se confi-
gura en un punto de lo ilógico. No puedo impedir esto: es
real. Desearía profundizar este tema.
Cuando el bebé está preparado para descubrir un mundo
de objetos e ideas, la madre, ajustándose al ritmo con que
se desarrolla esta capacidad del bebé, le presenta el mundo.
De esta manera, gracias a su excelente adaptación inicial, la
madre le permite experimentar la omnipotencia, descubrir
realmente lo que crea, crear y vincular lo creado con lo real.
El resultado neto es que todos los bebés vuelven a crear el
mundo. Y en el séptimo día, suponemos, se sienten com-
placidos y descansan. Así ocurre cuando las cosas marchan
razonablemente bien, como, de hecho, suele suceder; pero
alguien tiene que estar allí para que lo creado sea real. Si no
hay nadie allí para cumplir esa misión, el niño, en los casos
extremos, será autista ~eativo en el espacio-- y tediosa-
mente sumiso en las relaciones (esquizofrenia infantil).
A continuación puede introducirse gradualmente el
principio de realidad, y el niño, que ha conocido la om-
nipotencia, experimenta las limitaciones que impone el
mundo. Pero para entonces es capaz de vivir a través de
otra persona, de emplear los mecanismos de proyección
e introyección, de dejar que de vez en cuando sea la otra
persona quien dirija, y de ceder la omnipotencia.
Finalmente, el individuo renuncia a ser la rueda dentada
o la caja de engranajes co1npleta y adopta la posición 1nás
cómoda de ser un diente de la rueda. Ayúdenme a con1po-
ner un himno humanista:

¡Oh! ser un diente


¡Oh! ser parte de un grupo
¡Oh! trabajar en armonía con otros
¡()h! estar casado sin abandonar la idea
de ser el creador del mundo.

60
El individuo que no comienza por experimentar la om-
nipotencia no tiene la oportunidad de ser un diente del
engranaje y debe continuar insistiendo en la omnipotencia,
la creatividad y el control, como si estuviera tratando de
vender las poco atractivas acciones de una compañía frau-
dulenta.
En mis escritos he concedido mucha importancia al
concepto de objeto transicional: algo que su hijo puede es-
tar apretando en su mano en este mismo momento, quizás
un pedazo de tela que alguna vez fue parte de la colcha de
su cuna, o de una manta, o una cinta con la que su mamá
se sujetaba el cabello. Es un primer símbolo y representa
la confianza en la unión del bebé con la madre, basada en
la experiencia de la confiabilidad de la madre y de su ca-
pacidad de saber lo que el bebé necesita, gracias a su iden-
tificación con él. He dicho que el bebé crea ese objeto; es
algo que nunca cuestionaremos, aunque también sabemos
que el objeto ya estaba allí antes de que el bebé lo creara.
(Es posible incluso que también alguno de sus hermanos lo
haya creado del mismo modo.)
No se trata tanto de "Pedid y os será dado" como de
"Tended la mano y estará allí para que lo toméis, lo uséis
y lo gastéis,,. Este es el comienzo y debe perderse en el
proceso de presentación del mundo real, del principio de
realidad; pero en la salud hallamos el modo de vivir crea-
tivamente y recobrar así el sentimiento de que las cosas
tienen sentido. El síntoma de una vida no creativa es el
sentimiento de que nada tiene sentido, de futilidad, de "A
mí qué me importa".
E:sta1nos ahora en condiciones de cxarninar la vida crea-
tiva y de utilizar, al hacerlo, una teoría coherente. La teoría
nos permite comprender algunas de las razones por las que
el tema de la vida creativa presenta dificultades que le son
inherentes. Podemos adoptar un enfoque global u ocupar-
nos de los detalles que componen la vida creativa.
Debe quedar en claro que estoy tratando de alcanzar un

61
estrato profundo, si no fundamental. Sé que una manera
de cocinar salchichas consiste en seguir las instrucciones
precisas que figuran en el libro de cocina de la señora Bee-
ton (o en los artículos dominicales de Clement Freud), y
otra manera es tomar algunas salchichas y cocinarlas de
uno u otro modo, por primera vez en la vida. El resultado
puede ser el mismo en ambos casos, pero es más agradable
convivir con el cocinero o la cocinera creativos, aunque a
veces ocurra un desastre o las salchichas tengan un gusto
raro y uno sospeche lo peor. Lo que estoy tratando de decir
es que para el cocinero esas dos experiencias son distintas: el
servil que se ajusta a las instrucciones no obtiene nada de
la experiencia, sólo aumenta su sensación de que depende
de la autoridad; el original, en cambio, se siente más real
y se sorprende de los pensamientos que acuden a su men-
te mientras cocina. Cuando nos sorprendemos a nosotros
mismos estamos siendo creativos y descubrimos que po-
demos confiar en nuestra inesperada originalidad. No nos
importa si los que comen las salchichas no advierten lo que
su cocción tuvo de sorprendente o si no aprecian su sabor.
Creo que cualquier cosa que tenga que hacerse puede
hacerse creativamente si el que la ejecuta es creativo o tiene
capacidad para serlo. Pero si alguien está constantemente
amenazado por la extinción de su creatividad, tendrá que
soportar la tediosa sunúsión o bien exagerar la creatividad
hasta que las salchichas luzcan como algo de otro mundo o
resulten incon1ihles.
Para mí es exacto, como ya lo he mencionado, que por
muy escasamente dotado que esté un individuo, sus expe-
riencias pueden ser creativas y estimulantes, en el sentido
de que siempre hay algo nuevo e inesperado en el aire.
Por supuesto que si la persona es muy original y talentosa
sus dibujos valdrán 20.000 libras, pero dibujar como Pi-
casso no siendo Picasso in1plica imitación servil y falta de
creatividad. Para dibujar co1no Picasso uno tiene que ser

62
Picasso; de lo contrario no hay creatividad. Los seguidores
son por definición sumisos y aburridos, salvo cuando están
buscando algo y necesitan que el coraje de Picasso los ayu-
de a ser originales.
El hecho es que lo que creamos ya estaba allí, pero la
creatividad consiste en el modo como llegamos a la per-
cepción a través de la concepción y la apercepción. Por lo
tanto, cuando miro el reloj, como tengo que hacerlo ahora,
creo el reloj, pero tomo la precaución de no ver un reloj
sino en el lugar preciso en que sé que hay uno. Les ruego
que no rechacen esta muestra de absurda falta de lógica:
reflexionen sobre ella y utilícenla.
Si está oscureciendo y me siento muy cansado, o un tan-
to esquizoide, tal vez vea relojes donde no los hay. Puedo
ver algo en aquella pared e incluso ver la hora, y quizás
ustedes me dirán que es sólo la sombra de una cabeza pro-
yectada en la pared.
A algunas personas, la posibilidad de que se las consi-
dere locas o alucinadas las lleva a aferrarse a la cordura y a
la clase de objetividad que podríamos denominar realidad
compartida. Otras fingen a la perfección que lo que imagi-
nan es real y puede ser compartido.
Podemos admitir que toda clase de personas vivan en el
mundo con nosotros, pero necesitamos que los demás sean
objetivos para poder disfrutar de nuestra creatividad, asu-
mir riesgos y seguir nuestros impulsos con las ideas creati-
vas que los acompañan.
Algunos niños crecen en una atmósfera de gloriosa vida
creativa, pero no creativa para ellos sino para un proge-
nitor o una niñera. Eso los asfixia y dejan de ser. O bien
desarrollan una técnica de retraimiento.
Un tema muy amplio es el de la provisión de oportuni-
dades a los niños para que vivan su propia vida, tanto en
el hogar como en la escuela, y es un axioma que los nifios
que arriban con facilidad al sentimiento de que existen

63
son los más fáciles de manejar. Son los menos vulnerables
frente al embate del principio de realidad.
Si tenemos un vínculo formal con nuestra pareja, po-
demos intentar, como ya he mencionado, todos los modos
y grados de proyección e introyección. Una esposa puede
disfrutar con el goce que su marido encuentra en su tra-
bajo, y un marido puede disfrutar con las experiencias de
su mujer con la sartén. De esta forma el matrimonio -la
unión formal- aumenta nuestras posibilidades de llevar
una vida creativa. Se puede ser creativo por delegación,
como cuando estamos realizando una tarea rutinaria y la
concluimos más rápidamente al seguir las instrucciones
que figuran en la etiqueta del frasco.
Me pregunto qué opinan ustedes de estas ideas que he
puesto sobre el papel y que les he leído. Lo primero que
debo sefialar es que no puedo convertirlos en seres creati-
vos hablándoles. A esos fines más me valdría escucharlos
que hablarles. Si ustedes nunca tuvieron -o han perdi-
do-- la capacidad de sorprenderse a sí mismos en su expe-
riencia del vivir, mis palabras no los ayudarán y sólo con di-
ficultad lo haría la psicoterapia. Pero es importante saber,
por cuanto atañe a otras personas (especialmente a niños
de quienes podríamos ser responsables), que vivir creativa-
mente es más importante para el individuo que tener éxito.
Lo que deseo poner en claro es que la experiencia de
vivir crearivamente implica, en cada uno de sus detalles,
un dilerna filosófico, ya que, en rcafidad, a fi1er de cuer-
dos só\o creamos \o que encono-amos. Incluso en el arte
no podemos ser creativos en la depresión, a menos que
nos encontremos en un hospital psiquiátrico haciendo la
experiencia solitaria de nuestro propio autismo. Ser crea-
tivo en el arte o la filosofía depende en alto grado del
estudio de todo lo que ya existe, y el estudio del ambiente
proporciona un indjcio para la comprensión y aprecia-
ción ie ca da arti:sta. Pero el enfoque creitivo ha:e q·1e el

64
artista se sienta real e importante, incluso si su obra es un
fracaso desde el punto de vista del público. Con todo, el
público sigue siendo para él tan necesario como su talento,
su aprendizaje y sus herramientas.
Sostengo, por lo tanto, que si somos lo bastante sanos, no
es ineludible que vivamos en un mundo creado por nuestro
cónyuge, ni éste en un mundo creado por nosotros. Cada
uno tiene su propio mundo privado, y además aprendemos
a compartir experiencias recurriendo en diverso grado a las
identificaciones cruzadas. Cuando criamos niños o inicia-
mos a un bebé en la senda que lo llevará a convertirse en un
individuo creativo en un mundo de hechos reales, tenemos
que ser no creativos, sumisos y capaces de adaptamos; pero
en general superamos el trance y descubrimos que no aca-
ba con nosotros porque nos identificamos con esas nuevas
personas que nos necesitan para poder llegar a disfrutar,
también ellas, de una vida creativa.

65
4. SUM, YO SOY

(Conferencia pronunciada durante el


Congreso de Pascua de la Asociación de Maestros
de Matemática, en Whitelands, Putney, Lmdres,
17 de abril de 1968)

Sin duda sería bueno para mí atenerme en esta ocasión


a mi especialidad, que es la psiquiatría infantil y la teo-
ría del desarrollo emocional del niño, perteneciente esta
última al psicoanálisis, y así, en última instancia, a Freud.
En mi propio trabajo sé algunas cosas, tengo idoneidad y he
acumulado experiencia. En el ámbito de la matemática y la
enseñanza soy un novato. El más inexperto de los alumnos
a quienes ustedes enseñan sabe más que yo. Por supues-
to que no hubiera aceptado la invitación de ustedes y del
señor Tahta de no ser porque en la primera carta que él
me envió parecía estar enterado de que me dedico a una
especialidad distinta y de que sólo podía esperar de mí que
hiciera algunos comentarios sobre la ecología del jardín
particular que me ocupo en cultivar.
Incluso me atemoriza el título" Sum, yo soy" porque po-
dría sugerir que soy erudito en lenguas clásicas o experto
en ctirnología. Hace unos n1cses, acuciado por la necesidad
de encontrar un título, pensé: "Bien, voy a hablar sobre la
etapa del yo suy en el desarrollo individual, y sería legítimo
relacionarla con la palabra latina sum". "¿Advierten el jue-
go de palabras?"* (Cito a Claverley, pero esto tampoco me
conviene en erudito.)

• El autor rcl~Kiona la palabra latina .rum (soy) con la inglesa .rum


(suma; problema de aritmética). rr.J

66
Decididamente, mi trabajo es ser yo mismo. ¿Qué partí-
cula de nú puedo darles, y cómo puedo darles una partícula
sin que parezca que carezco de totalidad? Debo suponer
que me concederán una totalidad y algún grado de la for-
ma de maduración que llamamos integración, y debo optar
por mostrarles sólo uno o dos de los elementos que consti-
tuyen la unidad que soy yo.
Lo que me alienta es saber que estas cuestiones que
preocupan al estudioso de la personalidad humana también
preocupan al matemático, y que en realidad la matemática
es una versión incorpórea de la personalidad humana.
En síntesis, cuando digo que la característica principal
del desarrollo humano es el advenimiento y la firme per-
manencia de la etapa del yo soy, sé que ésta es también una
formulación aplicable al hecho principal de la aritmética o,
como podría decirse, a las sumas.
Ya se habrán dado cuenta de que por naturaleza, y tam-
bién por mis estudios y mi profesión, soy una persona
que piensa en términos de desarrollo. Cuando veo a un
muchacho o una chica sentados ante un pupitre haciendo
sumas y restas y luchando con la tabla de multiplicar, veo
a alguien que tiene ya una larga historia desde el punto
de vista del proceso evolutivo, y sé que pueden existir de-
ficiencias del desarrollo, deformaciones del desarrollo o
deformaciones organizadas para hacer frente a deficien-
cias que deben ser aceptadas, o que el desarrollo al pa-
recer logrado puede ser de algún modo precario. Veo la
evolución hacia la independencia y significados siempre
nuevos del concepto de totalidad, que puede o no con-
vertirse en realidad en el futuro de ese niño, si el niño vive.
También soy consciente todo el tiempo de la dependencia
y de que el ambiente, importantísimo al principio, sigue
siendo importante, y lo seguirá siendo incluso una vez que
el individuo se haya esforzado por alcanzar la independen-
cia identificándose con las características de ese ambiente,

67
como, por ejemplo, cuando un niño crece, se casa y cría
una nueva generación de niños, o comienza a tomar parte
en la vida social y en el mantenimiento de la estructura
social.
Este es el aspecto de mí que pueden utilizar, ya que si
cada uno se atiene a su especialidad, no cabe esperar que
ustedes se interesen por los procesos evolutivos del modo
como yo tengo que hacerlo para poder realizar mi trabajo
(no hablemos ya de realizarlo eficazmente).
Resulta difícil recordar hasta qué punto es moderno
el concepto de individuo humano. El primitivo nombre
hebreo de Dios refleja probablemente la lucha por arri-
bar a ese concepto. El monoteísmo parece estar estre-
chamente vinculado con el nombre yo soy. "Yo soy el que
soy".* (Cogito, ergo sum es diferente. En esta frase, sum
significa: siento que existo como persona, en mi mente
considero probada mi existencia.) Pero lo que nos in-
teresa aquí es un estado no consciente de ser, ajeno a
los ejercicios intelectuales de autoconocimiento. Este
nombre (:,o soy) dado a Dios, ¿no refleja la sensación de
hallarse en peligro que el individuo experimenta al al-
canzar el estado de ser individual? Si soy, significa que
he reunido esto y aquello y he proclamado que eso soy
yo, desechando todo lo demás; al desechar lo que no es
yo, he, por así decirlo, insultado al mundo y debo es-
perar que me ataquen. De modo que cuando la gente
arribó por vez prirncra al concepto de individualidad, se
apresuró a instalarlo en el cielo y a dotarlo de una voz
que sólo Moisés pudiera escuchar.
Esto describe con exactitud la angustia que siente todo
ser humano cuando logra alcanzar la etapa del yo StlJ· Se
advierte la presencia de esa angustia en el juego "Soy el
rey del castillo", que sin duda ustedes practicaban en la

* Éxodo 3: 14. rr.J

68
playa. A esa frase sigue inmediatamente la defensa contra
el ataque esperado: "¡Tú eres el sucio bribón!" o "¡Bájate,
sucio bribón!". Horacio escribió una versión de este juego
infantil:

Rex erit qui reae faciet;


Qui non f aciet, non erit. 1

Por supuesto, se trata de una versión refinada de la eta-


pa del yo so:,, en la que el yo so:, es prerrogativa del rey.
Uno se pregunta cómo puede haber habido sumas an-
tes del monoteísmo. Lo que quiero decir es que la palabra
"unidad" sólo tiene significado en la medida en que el
ser humano es una unidad. En otro contexto analizaría el
empleo del pronombre de primera persona "yo" que, se-
gún creo, es en general (en sus formas mi o yo) el primero
que aparece en el habla del niño. La cuestión no es sin
embargo clara, porque la comprensión del lenguaje suele
anticiparse bastante al habla, y en la época que precede
a la verbalización se desarrollan procesos mentales muy
complejos.
No les será difícil comprender adonde quiero llegar: a
la idea de que la arinnética comienza con el concepto de
unidad, el cual, en todo niño en desarrollo, deriva, y tiene
que derivar, del self unitario, un estado que representa
un logro de maduración y que en verdad no siempre se
alcanza.
Debo ahora cambiar de tema para ocuparme de una
enorme complicación. ¿Qué debe hacerse con el proceso
intelectual escindido? La 1nate1nática superior puede fun-
cionar con independencia de que el individuo haya alcan-
zado o no el estado de unidad. El mismo problema se ad-

• Tht Orford Diai<mJJrJ ofNuntry Rbymes, comp. por lona y Peter


Opie, Oxford University Prcss, 1951.

69
vierte también en otros campos. Piénsese, por ejemplo, en
un juez de testamentarias que muere sin haber hecho (¿sin
estar capacitado para hacer?) su testamento, o en un filósofo
que no sabe en qué fecha o en qué día de la semana vive, o
en un médico famoso, como el difunto director del Trinity
College de Cambridge, a quien se solía ver caminar con un
pie en la acera y el otro en el arroyo (y ésa era la razón de
que existiera el arroyo Hobson entre la acera y la calzada de
la calle Trumpington: al menos era lo que yo creía inocen-
temente cuando concurría a la Escuela Leys de Cambridge).
Veamos esto en relación con el desarrollo individual.
(Dicho sea de paso, me he referido extensamente al tema,
y me resulta dificil resumirlo, excepto a modo de carica-
tura.) Pensemos en un bebé que está comenzando a sentir
hambre y se prepara para algo. Si el alimento llega, todo
está bien. Pero si se retrasa más de x minutos, cuando fi-
nalmente llega ya no tiene sentido para el bebé. Surge aquí
la pregunta: ¿cuán súbitamente se presenta el momento a
partir del cual el alimento carece de sentido?
Pensemos ahora en dos bebés: uno tiene dotes que con
el tiempo le permitirán alcanzar un O elevado en un test,
mientras que el otro tiene dotes inferiores al promedio.
El bebé bien dotado pronto llega a saber, guiándose por
sonidos distantes, que alguien está preparando su comida.
Sin verbalizar, se dice a sí mismo: "Esos ruidos me permi-
ten predecir que seré alimentado; por lo tanto esperemos
y prohahle1nente todo andará bien". El hehé escasamente
dotado depende en mayor medida de la capacidad de adap-
tación de su madre, y para él el símbolo x equivale a una
cifra más precisa.
¿Advierten ustedes, a partir de este ejemplo, cómo ayu-
da el intelecto a tolerar la frustración? De aquí se deduce
que una madre puede aprovechar las funciones intelectua-
les de su bebé para liberarse de la carga que significa la
condición dependiente de éste. Se trata de algo nonnal,

70
pero si asignamos al bebé una dotación intelectual muy por
encima del promedio, él y su madre pueden confabularse ·
para explotar ese intelecto, que queda entonces escindido
de la existencia y la vida psicosomáticas.
Añadamos a esto un elemento de dificultad en el ámbito
psicosomático y el bebé comenzará a desarrollar un falso self
en función de una vida en la mente escindida, mientras que el
self verdadero será psicosomático y oculto, y tal vez se pier-
da. De este modo, mientras la matemática superior recibe un
gran impulso, el niño no sabe qué hacer con una moneda.
Una paciente que contribuyó a enseñarme todo esto
aprendió con facilidad "El flautista de Hamelín" a los cin-
co o seis años, pero se sentía cada vez más insegura de sí
misma y finalmente se sometió a un tratamiento para per-
der su capacidad intelectual escindida (de la que sus padres
estaban orgullosos) y descubrir su self verdadero. A los seis
o siete años dictó a su niñera, para que fuera incluida en la
revista de la familia, la historia de una niña (evidentemente
ella misma) a quien le iba muy bien en la escuela pero que
gradualmente fue convirtiéndose en una deficiente men-
tal. Tenía ya más de cincuenta años cuando logró liberarse
gracias al análisis.
Comprenderán ustedes que para mí el intelecto es algo
excelente, pero en mi trabajo veo cómo puede ser explota-
do, y en un informe descriptivo de la personalidad tengo
que tomar en cuenta los asombrosos logros del intelecto
escindido sin perder de vista la existencia psicosomática
del individuo.
~~n otros tiernpos -hace cien años- la gente hablaba
de la 1nente y el cuerpo. Para eludir la do1ninaciún del
intelecto escindido tuvieron que postular la existencia del
alma. Hoy es posible comenzar por la psique del psique-
soma y, a partir de esta base para la estructura de la per-
sonalidad, avanzar hacia el concepto de intelecto escindi-
do, que en los casos extremos y en una persona muy bien

71
dotada en lo que se refiere a materia gris, puede funcionar
brillantemente sin relacionarse mucho con el ser humano.
Pero es el ser humano quien, gracias a la acumulación de
experiencias debidamente asimiladas, puede alcanzar lasa-
biduría. El intelecto sólo sabe hablar de la sabiduría. Viene
al caso esta cita: "¿Cómo se hará sabio el que no sabe ha-
blar más que de novillos?" (Eclesiástico 38:25).
Por lo tanto, desde el punto de vista que adopto en esta
exposición, en el intelecto escindido no hay límite para su-
mas y restas o divisiones y multiplicaciones, excepto el que
puede establecer la computadora, que aquí resulta ser el
cerebro humano, el cual sin duda se parece mucho a las
computadoras que ustedes inventan y usan como parte de
su especialidad. Pero hay un ümite para las sumas con las
que un individuo puede sentirse identificado, límite que
corresponde a la etapa del desarrollo de la personalidad
que ese individuo ha alcanzado y puede mantener.
(Hemos abordado un tema muy vasto. El problema es
que no sé dónde debo detenerme. ¡Hay tanto para decir!)
Veamos ahora la división.
Para el intelecto escindido, la división no presenta difi-
cultades. En realidad no hay dificultades en esta área, salvo
en lo que se refiere a computadoras y programación. Esto
no es vida, es algo escindido de la vida. Pero ¿cómo llega
el individuo a la división? Basándose en el estado de uni-
dad (logro fundamental para la salud en el desarrollo emo-
cional e.le todo ser hu1nano), la personalidad unitaria está
en condiciones de identificarse con unidades más grandes,
como por ejemplo la familia, el hogar o la casa. Entonces la
personalidad unitaria pasa a ser parte de un concepto más
amplio de totalidad. Y muy pronto será parte de una vida
social que se amplía constantemente, y de cuestiones po-
líticas, y (en el caso de unas pocas personas aquí y allá) de
algo que puede llamarse cosmopolitismo.
La hase e.le esa divisibilidad es el self unitario, tal vez

72
transferido (por temor a un ataque) a Dios. De modo que
volvemos al monoteísmo y a la asignación de un significa-
do a ténninos como "uno", "solo" y "únicamente". ¡Cuán
pronto el uno se divide en tres, la trinidad! Tres, el número
más simple posible para una familia ..
Cuando ustedes enseñan aritmética, deben enseñar a los
niños conforme se presentan. Sin duda reconocerán tres
.
tipos:
1. Los que comienzan fácilmente por uno.
2. Los que, al no haber alcanzado el estado de unidad,
no comprenden el significado de la palabra uno.
3. Los que manipulan conceptos y son refrenados por
consideraciones triviales sobre libras, chelines y peniques.
Sin duda ustedes desearán iniciar a estos últimos en el
uso de la regla de cálculo y en -el cálculo diferencial. ¿Por
qué no pedirles que conjeturen en lugar de emplear su
computadora personal para calcular? No comprendo la
razón de que en aritmética se dé tanta importancia a la
respuesta exacta. ¿Y el placer de conjeturar?, ¿o de entre-
tenerse con métodos ingeniosos? Supongo que ustedes ya
han tomado en consideración todas estas cosas en su teoría
sobre los métodos de enseñanza.
Lo que a mi juicio no deben esperar es que un niño que
no ha alcanzado el estado de unidad pueda disfrutar con
pedazos y partes. Para él son aterradores y representan el
caos. ¿Qué hacer, entonces? En esos casos hay que dejar
de lado la aritmética y tratar de proporcionar el ambiente
estable que quizás (aunque de manera tardía y fatigosa)
posibilite que en ese niño inmaduro se produzca algún
grado de integración personal. ~lal vez el niño esté encari-
ñado con un ratón. Bien, ésta es buena arinnética, aunque
un poco maloliente. A través del ratón, el niño quizá lle-
gue a la totalidad que no puede lograrse en el self. Tam-
bién puede ocurrir que el ratón muera, lo cual es muy im-
portante. Sólo una totalidad puede morir. Dicho de otro

73
modo, la totalidad de la integración personal trae consigo
la posibilidad y, por cierto, la certez,a de la muerte; y con la
aceptación de la muerte puede sobrevenir un gran alivio,
alivio del temor a alternativas tales como la desintegración
o los fantasmas, que implican la persistencia de fenómenos
espiriruales cuando ya ha muerto la mitad somática de la
sociedad psicosomática. La actirud de los niños sanos ante
la muerte es mejor que la de los adultos.
Quizá sea útil hacer referencia a otro aspecto del desa-
rrollo: la interacción de los procesos personales con la pro-
visión ambiental, que a veces se denomina equilibrio entre
naruraleza y crianza. Al reflexionar sobre este problema, la
mayoría de las personas tienden a tomar partido, pero no
es necesario inclinarse por la primera ni por la segunda.
El bebé humano hereda tendencias al crecimiento y el
desarrollo, incluidos los aspectos cualitativos de este últi-
mo. Puede decirse que al año empleará tres palabras, a los
dieciséis meses comenzará a caminar y a los dos años ha-
blará. Se trata de nodos evolutivos (Greenacre), y es muy
conveniente que el niño alcance cada etapa evolutiva en el
momento natural, dentro del lapso que corresponde a cada
nodo.
Esto es fácil de decir, pero omite un hecho imponan-
te, que es la dependencia. La dependencia de la provisión
ambiental es al principio casi absoluta; muy pronto se con-
vierte en relativa, y hay una tendencia general a la indepen-
dencia. La palahra clave en lo que se refiere al arnhiente (y
que corresponde a la palabra "dependencia") es "confiabi-
lidad": confiabilidad humana, no mecánica.
El esrudio de la adaptación de la madre a las nece-
sidades del bebé es fascinante y muestra que ella tiene
al comienzo una gran capacidad de saber lo que el bebé
necesita gracias a que puede identificarse con él. Gra-
dualmente se des-adapta, podríamos decir, y lucha por
liberarse de esta gravosa preocupación por su bebé y por

74
las necesidades de su bebé. Sin esta provisión ambiental
humana, al bebé le sería imposible concretar los progresos
evolutivos que ha heredado como tendencias. Todo esto
que decimos de los bebés puede aplicarse, con las modifi-
caciones pertinentes, a la edad escolar.
De este campo de estudio tan complejo procede una
cuestión que tiene que ver con algo básico: el concepto de
unidad.
Para el bebé hay primero una unidad que incluye a la
madre. Si todo marcha bien, llegará a percibir a la madre
y a todos los demás objetos y a considerarlos como no-yo,
y habrá entonces yo y no-yo. (Yo puedo incorporar y con-
tener elementos no-yo, etc.) Esta etapa de los comienzos
del yo soy sólo puede concretarse en el autoafianzamien to
del bebé en la medida en que la conducta de la figura ma-
terna sea lo suficientemente buena (respecto de la adap-
tación y la des-adaptación). En este sentido la madre es
al principio un engaño que el bebé tiene que ser capaz de
rechazar, y debe ser reemplazada por la incómoda unidad
yo soy, que implica la pérdida de la unidad original fusio-
nada, que es segura. El yo del bebé es fuerte si el apoyo
del yo de la madre lo ha hecho fuerte; de lo contrario es
débil.
¿Cómo afectan los trastornos en esta área el aprendizaje
y la enseñanza de la arionética? Sin duda pueden afectar la
relación entre el alumno y el maestro. Todos los maestros
deben ser capaces de reconocer las situaciones en las que
lo que les incumbe no es la enseñanza de su asignatura sino
la psicoterapia, es decir, el completamiento de tareas in-
ccunplctas que representan una falla de los padres u otros
familiares. La tarea a la que me refiero es la de apoyar al yo
cuando éste lo necesita. Lo contrario es reírse de los fraca-
sos de un niño, especialmente cuando son consecuencia del
temor a progresar y triunfar.
Como bien sabemos, la relación entre el alumno y el

75
maestro es siempre de vital importancia. Es lo primero que
mencionan los psiquiatras cuando hablan de los problemas
de la enseñanza. La falta de confiabilidad del maestro lleva
a la desintegración a casi todos los niños. Cuando un niño
dice que la aritmética (o la historia o la gramática) es difícil,
lo primero que pensamos es que quizás el maestro no sea
adecuado. El sarcasmo de un maestro ha limitado el apren-
dizaje de muchos niños. Sin embargo, no me apresuro a
culpar al maestro. A menudo el niño es inseguro o hiper-
sensible y se vuelve suspicaz por muy cuidadoso que sea el
maestro. Cada caso debe ser examinado cuidadosamente,
porque nunca dos niños son iguales, aunque tengan ambos
dificultad para la matemática.
Desearía ahora ocuparme de la teoría de la enseñanza
en relación con la teoría del desarrollo individual, pero no
me es posible. Diré, sin e·mbargo, que debe ser fascinante
comprobar cómo, al enseñar matemática, uno puede captar
el impulso creativo, quizás el gesto lúdico de un niño y a
continuación servirse de ese impulso y de la disposición
del niño para proporcionarle todo lo que puede obtener de
la enseñanza, hasta que se agote momentáneamente su dis-
posición creativa. A veces esta tarea puede cumplirse mejor
en la enseñanza individual, sobre todo cuando es necesario
reparar algo porque el niño ha tenido experiencias desdi-
chadas, incluso la experiencia de una mala enseñanza, que
es una forma de adoctrinamiento.
La creatividad es inherente al juego, y tJuizá se la en-
cuentre sólo allí. El juego de un nií10 puede con:!,Í:!,UI en
mover ligeramente la cabeza de modo tal que, a causa de
la interacción de la cortina con una línea que hay en la
pared del otro lado de la ventana, por momentos ve una
sola línea y por momentos ve dos. Esto puede mantener
ocupado a un niño (o a un adulto) duran te horas. ¿Po-
drían decirme si un bebé al que se alimenta alternativa-
mente con ambos pechos tiene: la noción de dos o se trata

76
al comienzo de la repetición de uno? Tal vez sean capaces
de captar esas actividades lúdicas, pero no puedo decirles
cómo. Supongo que conocen las respuestas a estos proble-
mas. En cuanto a mí, creo que debo volver a mi especia-
lidad, que es simplemente el tratamiento psiquiátrico de
niños y la elaboración de una teoría mejor, más exacta y
más útil del desarrollo emocional del individuo hwnano.
Finalmente me pregunto: ¿por qué la matemática es el
mejor ejemplo de una materia que sólo se puede enseñar
sin saltear etapas? Si se omite alguna, el resto no tiene sen-
tido. La varicela, según creo, es responsable de muchos fra-
casos en matemática (en el período lectivo de primavera),
y si uno tiene tiempo enseña al niño la parte que no pudo
aprender mientras permanecía en su casa o en cuarentena.
Todo esto les parecerá a ustedes un embrollo. Pero a nú
me satisface el simple hecho de tomar parte en un ejercicio
de fertilización cruzada. ¿Quién sabe qué clase de lu'brido
puede resultar de ese mestizaje?

77
5. EL CONCEPTO DE FALSO SELF

(Borrador inconcluso de una conferencia


pronunciada ante "El delito: un desafio", grupo de
la Universidad de Orford, en eJAll Souls College,
Orford, 29 de enero de 1964)

Como ya he tenido el honor de hablar en otra ocasión


ante "El delito: un desafío", sé que los oradores pueden
elegir un tema no necesariamente relacionado con el de-
lito. Esto, sin embargo, me plantea un problema, ya que si
puedo hablar de cualquier cosa en absoluto, ¿cómo haré
para elegir?
Hace seis meses, cuando me invitaron a presentarme
como orador en el curso del semestre, concebí la idea de
referirme al concepto de self verdadero y falso, y ahora
debo convertirla en una contribución que consideren dig-
na de ser analizada.
Para mí es fácil hablarles sobre el delito porque sé que
ustedes no son delincuentes. Pero ¿cómo haré para hablar
del tema que he escogido sin que parezca que estoy pre-
dicando un sermón, habida cuenta de que de un modo u
otro o en cierto grado todos estarnos divididos en un self
verdadero y nn sclf falso? De hecho, tendré que vincular lo
normal con lo anormal, y debo pedirles que me escuchen
con paciencia si en e1 proceso parezco sugerir que todos
nosotros estamos enfermos o que las personas mentalmen-
te enfermas son cuerdas.
Convendrán ustedes en que la idea central no tiene
nada de nuevo. A los poetas, filósofos y profetas siempre
les ha preocupado la idea de un self verdadero, y traicionar
el propio self ha sido un eje111plo tipico de lo inaceptable.

78
Shakespeare, tal vez para evitar que se lo acusara de presu-
mido, reunió un conjunto de verdades y nos las transnútió
por boca de un pelmazo llamado Polonio. Podemos seguir
su consejo: "Sobre todo sé franco contigo mismo, y así no
podrás ser falso con los demás; consecuencia tan indispen-
sable como que al día suceda la noche".
Ustedes podrían mostrar, citando a casi cualquier poeta
destacado, que se trata de un tema predilecto de las perso-
nas que sienten intensamente. También podrían señalarme
que las obras teatrales de nuestros días investigan la verda-
dera esencia de lo que se presenta como formal, sentimen-
tal, exitoso o zalamero.
Pennítaseme suponer que el tema obsesiona a todos los
adolescentes y que incluso encuentra eco en los vastos re-
cintos de los institutos de Oxford y Cambridge. Tal vez a
algunos de los presentes les preocupa su experiencia perso-
nal del problema, como me ocurre a mí, pero les prometo
que no ofreceré soluciones. Si tenemos estos problemas
personales debemos vivir con ellos y esperar que el tiempo
aporte algún tipo de evolución más bien que una solución.
Ustedes saben que dedico mi tiempo a tratar pacien-
tes (psicoanálisis y psiquiatría infantil), y cuando núro a
los que tengo a mi cargo actualmente, veo el problema en
todos ellos. Tal vez haya un vínculo entre el concepto de
madurez o salud personal adulta y la solución de este pro-
blema de personalidad. Sólo después de muchos años de
estar atrapados entre los cuernos de un dilema,* súbita-
mente despertamos y descubrimos que el animal era un
. .
un1corn10.
En cierto n1odo lo que estoy diciendo es que cada cual
tiene un self cortés y socializado, y también un self privado

* Traducción literal, requerida aquí por el contexto, de un modismo


inglés que alude a la necesidad de elegir entre alternativas igualmente
indeseables. íf.]

79
sólo accesible en la intimidad. Es lo que sucede habitual-
mente y podemos considerarlo normal.
Si miran a su alrededor, verán que en la salud esta di-
visión del self es un logro de la maduración personal; en
la enfermedad es un cisma de la mente que puede llegar a
ser muy profundo: en el punto de máxima profundidad se
denomina esquiwfrenia.
Estoy hablando, en consecuencia, de cuestiones co-
rrientes que son también cuestiones de enorme importan-
cia y gravedad.
Mientras escribía estas líneas, tuve que hacer una pausa
para atender a un niño.

Es un varón de diez años, hijo de un colega, y tiene un pro-


blema apremiante. Vive en un buen hogar, lo cual no impide
que para él, como para otros, la vida sea difícil. Su problema
actual es que se ha producido un cambio en su desempeño es-
colar, habitualmente poco exitoso. Ha comenzado a aprender
y a hacer las cosas bien. Todo el mundo está encantado y lo
califican de "milagro del siglo veinte". Pero hay una compli-
cación. A ese cambio se suma otro que ya no es tan bueno:
no puede dormir. "El problema", les explicó a sus padres, que
son muy comprensivos, "es lo bien que me va en la escue-
la. & terrible. & propio de nenas". Mientras yace con los
ojos abienos lo asaltan toda clase de preocupaciones, incluso
le preocupa la idea de que él y su padre van a morir. Piensa
mucho en un personaje de ficción que trabajó muy duro y
rnurió a los 16 años. El nn1chacho fue rnuv daro en cuanto a
~

la conexión entre sus preocupaciones y el cambio operado en


su carácter. Ocurrió cuando obtuvo por primera vez un "bue-
no" en la escuela. Al bajar del ónuúbus sintió de pronto una
nueva clase de miedo: miedo de que un hombre que vio se le
acercara y lo matara. Había además una complicación: la idea
de que lo mataran le resultaba placentera. "No puedo dormir,
explicó, porque si cierro los ojos me clavan un puñal."
1Ie omitido 1nuchos detalles a fin de presentar este caso de
modo que pueda ser utilizado en este contexto. En una entre-

80
vista que transcurrió fluidamente, el muchacho me contó sus
sueños. Uno de ellos era especialmente importante. Hizo un
dibujo en el que él aparecía acostado en una cama junto a un
asesino y una espada; en otro se lo veía sentado, con mucho
miedo, cubriendo su boca con la mano, mientras el asesino se
disponía a clavarle la espada. Se adviene en estas escenas una
mezcla de asesinato con ataque sexual simbólico, un sueño
que no es infrecuente en muchachos de esa edad. Lo impor-
tante es que al hablarme de todo eso, este muchacho de diez
años fue capaz de explicarme que si se pona bien, él y su padre
se llevan bien, pero después de algún tiempo él comienza a
perder su identidad. Cuando las cosas llegan a este punto se
vuelve provocativo y se niega tontamente a hacer lo que le or-
denan. No le agrada reñir con su padre y generalmente se las
arregla para transferir el problema a la escuela e irritar a sus
maestros. Al obrar de esta manera se siente real. Si se pona
bien reaparece el sueño del asesino y él siente terror, no tanto
de que lo maten como de desear que lo maten, lo cual le hace
sentir que se identifica con las chicas y no con los varones.
Como ven, el muchacho tiene un problema, muy común
por otra parte, pero quizás a causa de que sus relaciones con
sus padres son satisfactorias es capaz de expresarse clara-
mente.
Para decirlo del modo más simple, puede utilizar un self
que agrada a todo el mundo, pero esto lo hace sentirse terri-
blemente mal. Algunas personas se sentirían irreales; el pro-
blema de este muchacho, en cambio, es que se siente ame-
nar.ado, como si fuera a convertirse en mujer o en la pane
pasiva en un ataque. Por lo tanto, siente una gran tentación
de reafirmar algo que esté más de acuerdo con un self verda-
dero y de ser siempre provocativo e insatisfactorio, a pesar
de que tarnpoco esto constiniyc una respuesta adecuada a su
problema.

Me he referido a este caso porque pienso que el mu-


chacho es bastante normal y porque ilustra la idea que ya
he mencionado: que solucionar estos problemas es una de
las cosas que hacen los adolescentes. Tal vez ustedes ad-

81
viertan el mismo problema en personas que conocen y que
podrían desempeñarse bien, obtener buenas notas y cosas
por el estilo, pero que de algún modo se sienten irreales
si lo hacen, de manera que para lograr sentirse reales se
convierten en miembros incómodos de la sociedad; se los
puede ver obrando mal y desilusionando a todo el mundo
de forma casi deliberada.
Es lo que tienen de malo los exámenes, que, en cierto
sentido, son siempre ritos de iniciación. Los de ingreso en
la escuela secundaria, para comenzar, luego los de ingreso
en la universidad y finalmente los que llevan a la obtención
de un título universitario. Pareciera que lo que se evalúa
no es sólo la capacidad intelectual del individuo -lo cual
podría hacerse mejor con un test de CI- sino también su
capacidad de someterse y de soportar ser falso en alguna
medida a fin de conseguir, en relación con la sociedad, algo
que pueda usarse mientras se desarrolla la vida, una vez
agotada la fase en que los privilegios y obligaciones de un
estudiante le proporcionan un lugar muy especial, que la-
mentablemente no dura para siempre.
Probablemente adviertan ustedes que hay en el mundo al-
gunas personas para quienes es fácil ser sunúsas en un grado
limitado a fin de obtener ventajas limitadas, mientras que a
otras ese mismo problema les altera el ánimo. Naturalmente,
si alguien que se siente confuso ante estas cuestiones pide
que lo asesoren, el asesor debe tomar partido por el self ver-
dadero, o cotno quieran ustedes lla1nar1o. En todos los casos
en que esta cuestión plantea un problema insoluble, el obser-
vador debe respetar la integridad del individuo. No obstante,
si uno es el padre de nn muchacho o una chica, espera que
la batalla entre el self verdadero y el falso no tenga que li-
brarse en el territorio que definen las palabras "enseñanza" y
"aprendiz.aje". Hay tanto para ganar y tanto de qué disfrutar
en este ámbito, que es trágico para un progenitor presenciar
cómo un muchacho o una chica deben ser antisociales, o al

82
menos lo contrario de prosociales, en un período en que
el individuo tiene la oportunidad de enriquecerse cultu-
ralmente.
Tal vez entiendan mejor lo que estoy diciendo si ubico
el problema en la temprana infancia. Enseñamos a nues-
tros hijos pequeños a decir "gracias". En realidad les ense-
ñamos a decir "gracias" por cortesía y no porque lo sientan.
En otras palabras, les enseñamos buenos modales y espe-
ramos que sean capaces de decir mentiras, esto es, de ajus-
tarse a las convenciones en la medida necesaria para lograr
que la vida sea manejable. Sabemos perfectamente que un
niño que dice "gracias" no siempre se siente agradecido. La
mayor parte de los niños son capaces de aceptar esta des-
honestidad como precio que debe pagarse por la socializa-
ción. Algunos nunca lo logran. Quizá porque alguien trató
de enseñarles a decir "gracias" demasiado pronto, o porque
ellos mismos quedaron fuertemente atrapados en este pro-
blema de integridad. Sin duda hay niños que preferirían
ser excluidos de la sociedad a tener que decir mentiras.
Hasta ahora me he referido a los niños normales. Algo
más allá están los que tendrán una vida difícil a causa de la
necesidad en que se encuentran de establecer y restablecer
la importancia del self verdadero en relación con todo lo
que sea falso. Creo que en general es exacto decir que aun-
que habitualmente es posible transigir en la vida cotidiana,
no ocurre lo mismo en relación con algún ámbito al que se
ha elegido dar un trato especial. Puede tratarse de la cien-
cia, la religión, la poesía o los juegos. En el ámbito elegido
no hay posibilidad de transigir.

83
6. EL VALOR DE LA DEPRESIÓN

(Trabajo presentado en la Asamblea General de la


Asociación de Trabajadores Sociales Psiquiátricos,
septiembre de 1963)

El ténnino "depresión" tiene un significado popular


y otro psiquiátrico; curiosamente, ambos son muy seme-
jantes. Tal vez, si esto es así, haya una razón que pueda
enunciarse. El estado o trastorno afectivo que llamamos
depresión se acompaña de hipocondría e introspección;
por lo tanto, la persona deprimida es consciente de que
se siente mal y también está demasiado pendiente de su
corazón, sus puhnones y su hígado, así como de sus do-
lores reumáticos. En cambio, el término psiquiátrico "hi-
pomanía", que quizás equivalga a lo que los psicoanalistas
llaman "defensa maníaca", implica que el humor depresi-
vo está siendo negado, y al parecer no tiene equivalente
alguno en el lenguaje popular. (El ténnino griego hubris
podría servir, pero parece referirse más a la elación que a
la hipomanía.)
La opinión que aquí sostengo es que la depresión tie-
ne valor; sin en1bargo, tarnbién es evidente que quienes
están deprimidos sufren, pueden dañarse a sí mismos o
poner fin a su vida, y algunos de ellos son enfermos psi-
quiátricos. Hay
. en todo esto una paradoja que me pro-
pongo examinar.
Los psicoanalistas y los trabajadores sociales psiquiátri-
cos se ven llevados a hacerse cargo de casos graves y a ad-
rninistrar psicoterapia pese a que ellos rnismos no están a
salvo de la depresión. Y puesto que el trabajo constructivo

84
es uno de los mejores medios para librarse de ese estado, a
menudo ocurre que utilizamos nuestro trabajo con las per-
sonas deprimidas (y con otros pacientes) para hacer frente
a nuestra propia depresión.
Cuando estudiaba medicina me enseñaron que la de-
presión encinTO en sí el germen de la recupmKión. Este es el
punto luminoso en psicopatología, y vincula la depresión
con el sentimiento de culpa (la capacidad de sentir culpa es
señal de un desarrollo saludable) y con el proceso de duelo.
También el duelo tiende a la larga a completar su cometi-
do. La tendencia innata a la recuperación enlaza asimismo
la depresión con el proceso madurativo que se cumple du-
rante la primera infancia y la niñez del individuo, proceso
que (en un ambiente facilitador) lleva a la madurez perso-
nal, que equivale a la salud.

DESARROLLO EMOCIONAL DEL INDMDUO

En un comienzo el bebé es el ambiente y el ambiente es


el bebé. Mediante un proceso complejo (que comprende-
mos sólo en parte y sobre el que tanto yo como otros auto-
res hemos escrito extensamente), 1 el bebé excluye algunos
objetos, y luego el ambiente en su totalidad, de su self. Hay
un estado intermedio en el que los objetos con que se rela-
ciona son objetos subjetivos.

1
D. W. Wmnicott, "Paediaaics and Psychiatry" y "Transitional Ob-
jccts and 1ransitional Phcno1ncna", en Co/Jected Papen: Th,-ough Pat·diat-
rú:s to Psycb<>-Anlllyns, Londres, Tavistock PuLlications, 1958.
M. Balint, "Three Arcas of the Mind", lnten111titmlÚJounu,J ofPsycho-
Aruúysis, vol. 39, 1958.
M. Milner, "Aspects of the Symbolism of the Comprehension of the
Not-Self', lntenllltÍO'Nll Jounu,J of Psyrho-Aruúysis, vol. 33, 1952.
W. Hoffer, "The Mutual Influences in the Development of Ego and
Id: Earliest Stages", en Tbt Psycbolmtdytic Study uftht Child, vol. 7, l 952.

85
Entonces el bebé se convierte en una unidad, al princi-
pio por momentos y más tarde casi todo el tiempo. Una
de las múltiples consecuencias de este nuevo desarrollo
es que el bebé llega a tener un interior. Entre lo que está
adentro y lo que está afuera comienza entonces un com-
plejo intercambio que ha de proseguir durante toda la
vida y que constituye la principal relación del individuo
con el mundo. Esta relación es más importante incluso
que la relación con objetos y la gratificación de los ins-
tintos. El intercambio en ambas direcciones incluye los
mecanismos mentales llamados "proyección" e "introyec-
ción". Posteriormente ocurren muchas cosas, muchísimas
en realidad, pero sería inadecuado tratarlas con mayor
detalle en este contexto.
La fuente de estos desarrollos es el proceso madurativo in-
nato del individuo, facilitado por el ambiente. El ambiente
facilitador es necesario, y si no es suficientemente bueno, el
proceso madurativo se debilita o decae. (Me he referido a
menudo a estas cuestiones complejas.) 2
De este modo surgen la estructura y la fortaleza yoicas, y
progresivamente la dependencia del nuevo individuo res-
pecto del ambiente deja de ser absoluta y cede su lugar a la
independencia, que nunca llega a ser absoluta.
El desarrollo y consolidación de la fortaleza yoica es el
indicio básico de la salud. Naturalmente, el término "for-
taleza yoica" va adquiriendo un significado cada vez más
a,nplio a rnedida que rnadura el nifio, y al principio el yo
sólo es fuerte porque recibe el apoyo del yo de la 1nadrt:,

2
D. W. Wmrucott, "The Observation of lnfants in a Set Situation" y
"Clinical Varieties ofTransference", en Colkcttd Paptn: Tbrough Paedillt-
ria to Psycbo-AnlUJsis, Londres, Tavistock Publications, 1958.
D. W. Wmrucott, "Psycho-Analysis and the Sense of Guilt", en The
M11tumticmal Proct~~ tmd the Flldlitating Envirunmmt, Londres, Hog-
r
arth Press, 196 5. rrad, esp.: Los procm,s de maduraci6n y ti llfflbimte f lld-
litador, Buenos Aires, Paidús, 1993.]

86
quien durante cieno tiempo es capaz de identificarse estre-
chamente con su bebé.
Se llega así a una etapa en la que el niño es ya una wú-
dad, puede expresar yo soy, tiene un interior, es capaz de
dominar sus tempestades instintuales y de contener las pre-
siones y tensiones que surgen en su realidad psíquica interna.
El niño ha adquirido la capacidad de sentirse deprimido. Se tra-
ta de un logro del desarrollo emocional.
Mi opinión sobre la depresión, por lo tanto, está es-
trechamente relacionada con mi concepto de la fortaleza
yoica, el afianzamiento del self y el descubrimiento de la
identidad personal, y es por eso que podemos examinar la
idea de que la depresión es valiosa.
En psiquiatría clínica la depresión puede presentar ca-
racterísticas que la definen claramente como enfermedad,
pero siempre, incluso en los trastornos afectivos graves, la
presencia del hwnor depresivo proporciona cierta base a la
creencia de que el yo no está desorganizado y tal vez pueda
mantener sus posiciones, cuando no hallar algún tipo de
solución a la guerra interna.

PSICOLOGÍA DE LA DEPRESIÓN

No todos admiten que exista una psicología de la de-


presión. Muchas personas (entre ellas algunos psiquia-
tras) alientan una creencia casi religiosa en que la depre-
sión tiene una base bioquímica, o sea en el equivalente
moderno de la teoría de la bilis negra, que permitió que
un genio del Medioevo acuñara el ténnino "rnelancolía".
La idea de que hay una organización rnental positiva in-
consciente que confiere un sentido psicológico al humor
depresivo es muy resistida. Pero en mi opinión, tanto el
humor depresivo como sus diversas impurezas, que ori-
ginan rasgos patológicos, tienen un significado, y trataré
de exponer una pane de lo que sé al respecto. (Lo que sé

87
se basa en lo que he descubierto en mi trabajo aplicando
mis propias teorías, inspiradas en la obra de Freud, Klein y
varios otros pioneros.)
Naturalmente, detrás de todo esto se oculta el odio. Tal
vez lo difícil sea aceptar ese odio, aunque el humor depre-
sivo implica que el odio está bajo control. Lo que vemos es
el esfuerzo clínico por controlar.

Un caso simple de depresión asociada con psiconeurosis


Una muchacha de catorce años fue llevada al H~ital de Ni-
ños de Paddington Green a causa de una depresión lo bastante
intensa como para perjudicar seriamente su desempeño escolar.
En una entrevista pgcoterapéutica que se extendió por espacio de
una hora, la muchacha describió e ilustró con dibujos wta pesadi-
lla en la que su madre era atropeJlada por un auto. FJ conductor
del auto tenía puesta una gorra como la que usaba su padre.
Como explicación de que se le hubiera ocurrido la idea
de la muerte de su madre, le interpreté su intenso amor por
su padre, y también que lo que aparecía representado con ca-
racterísticas de violencia era el coito. Ella comprendió que
el amor y la tensión sexual habían determinado la pesadilla.
Aceptó entonces el hecho de que odiaba a su madre, a quien
estaba muy apegada. Su estado de ánimo mejoró. Volvió a su
casa libre de depresión y pudo disfrutar otra vez de las activi-
dades escolares. La mejoría se mantuvo.

Este caso pertenece al tipo más simple. Cuando una


persona tiene un sueño, lo recuerda y lo relata en forn1a
adecuada, está demostrando su capacidad de hacer frente a
las tensiones internas que se manifestaron en el sueño. El
sueño de esa muchacha, que ella no sólo relató sino tam-
bién dibujó, da cuenta de su fortaleza yoica y, a través de su
contenido, proporciona una muestra de la dinámica de su
realidad psíquica interna.
C:on referencia a este caso podríarnos decir que el odio
reprirnido y el deseo de 1nuerte en la posición heterosexual

88
deternúnaron la inhibición de los impulsos instintuales.
Pero al expresarnos de ese modo omitiríamos lo más ca-
racterístico, es decir la depresión, la renuncia a vivir de la
muchacha. De cobrar ella vida, su madre hubiera resultado
dañada. Vemos aquí un sentimiento de culpa que se antici-
pa a los hechos.

EL SELF COMO ~WAD

Si no se oponen al empleo de diagramas, les diré que es


útil representar al individuo como una esfera o un círculo.
Dentro del círculo se produce la interacción de fuerzas y
objetos que constituye la realidad interna del individuo en
este momento. Los detalles de ese mundo interior hacen
que se asemeje a un mapa de Berlín, en el que el Muro
simboliza un lugar para las tensiones del mundo.
En el diagrama, la niebla que cubre la ciudad -si es que
hay niebla en Berün- representa la depresión. Todo se
hace más lento y se aproxima a un estado de no-vida. Ese
estado de inercia relativa controla todas las cosas y, en los
seres humanos, desdibuja los instintos y debilita la capaci-
dad de relacionarse con objetos externos. Graduahnente la
niebla se hace menos espesa en algunos lugares, o incluso
comienza a desvanecerse. Entonces pueden producirse fe-
nómenos sorprendentes y provechosos, como el resquicio
en el Muro durante la Navidad. La intensidad de la depre-
sión disminuye y la vida recomienza aquí y allá, donde la
t~.nsión es menor. Se producen nuevos arreglos, un alemán
del Este huye a :\lcrnania occidental y quizás un alen1án
occidental se tras)ada a) Este. De un modo u otro hay in-
tercambios y llega un momento en que la depresión puede
cesar sin riesgo. En el ejemplo humano, el equivalente del
Muro se habrá corrido un tanto hacia el Oeste o hacia el
Este, cosa que no puede suceder en Berlín.
La depresión y su térnúno dependen de la disposición

89
de los elementos internos buenos y malos; es la estructura-
ción de una guerra. Es como la mesa del comedor en la que
un niño ha dispuesto su fortín y sus soldaditos.
Las niñas tienden a preservar el carácter subjetivo -no
específico-- de esos elementos porque son capaces de pen-
sar en posibles embarazos y bebés. Los bebés contrarrestan
naruralrnente la idea de un interior sin vida. Ese potencial
de las niñas provoca la envidia de los varones.
Lo que aquí tomamos en cuenta no es tanto la angus-
tia y su contenido como la estrucrura yoica y la economía
interna del individuo. Una depresión que sobreviene, se
prolonga por un tiempo y finalmente cesa indica que la
estrucrura yoica no ha cedido durante una fase crítica. Es
un triunfo de la integración.

NATURALEZA DE LA CRISIS

Sólo podemos referimos brevemente al modo como co-


mienzan las crisis y a lo que puede aliviarlas.
La causa principal de la depresión es una experiencia
inédita de la destructividad y de las ideas destructivas que
acompañan al amor. Estas experiencias requieren una ree-
valuación interna, y lo que percibimos como depresión es
esa reevaluación.
En cuanto a las cosas que pueden servir para aliviarla,
esforzarse por levantar e] áni1110 de la persona deprimida
no es una de ellas. No es ütil tratar de alegrarla ni hacer
saltar sobre las rodillas a un niño deprimido, ofrecerle
dulces o señalar un árbol y decir: "¡Mira qué hermosas se
ven esas trémulas hojas verdes!". La persona deprimida
sólo ve un árbol mustio y hojas inmóviles. O no ve hojas
sino apenas un brezal marchito y ennegrecido y un árido
paisaje. Nos pondremos en ridículo si tratamos de ale-
grarla.
Lo que da resultado es una buena persecución: la ame-

90
naza de una guerra, por ejemplo, o una enfermera renco-
rosa en el hospital psiquiátrico, o una traición. En estos
casos el fenómeno malo externo puede utilizarse como lu-
gar para una parte de la maldad interna y producir alivio
mediante la proyección de las tensiones internas; la niebla
puede empezar a desvanecerse. Pero sería dificil prescribir
el mal. (fal vez el electroshock sea el mal deliberadamente
prescrito y dé a veces por eso mismo un buen resultado clí-
nico, sin dejar de ser, no obstante, un engaño si pensamos
en función del dilema humano.)
Pero podemos ayudar a una persona deprimida adop-
tando el principio de que debe tolerarse la depresión hasta
que ceda espontáneamente y reconociendo el hecho de que
sólo la recuperación espontánea resulta satisfactoria para
el individuo. Ciertas condiciones apresuran o retardan el
proceso o influyen en los resultados. La más importante es
el estado de la economía interna del individuo. Ese estado,
¿es precario?, ¿o hay una reserva de elementos benignos
en las fuerzas que se enfrentan en la perpetua neutralidad
armada de la economía interna?
Para nuestra sorpresa, puede ocurrir que al salir de una
depresión una persona sea más fuerte, más sabia y más
estable de lo que era anteriormente. En gran parte esto
depende de que la depresión haya estado libre de lo que
podríamos denominar "impurezas". Trataré de explicar en
qué consisten esas impurezas.

IMPUREZAS DE LA DEPRESIÓN

l. En esta categoría incluiré todas las fallas de la org11ni-


zación del yo que indican una tendencia del paciente a un
tipo más primitivo de enfermedad: la esquizofrenia. En
estos casos existe una amenaza de desintegración, y son
las defensas psicóticas (escisión, etc.) las que determinan
el cuadro clínico, en el que se observan escisión, desper-

91
sonalización, sentimientos de irrealidad y falta de contacto
con la realidad interna. La depresión puede complicarse
con un elemento esquizoide difuso, lo que justifica que se
hable de "depresión esquizoide". El término implica que
se mantiene cierto grado de organización general del yo
(depresión) a pesar de la amenaza de desintegración (es-
quizoide).
2. En esta segunda categoría incluiré a los pacientes que,
aunque conservan la estructura yoica que posibilita la exis-
tencia de la depresión, tienen ideas delirantes de persecución.
La presencia de ideas delirantes indica que el paciente está
utilizando factores externos adversos o bien el recuerdo
de ciertos traumas para obtener alivio ante la intensa ac-
tividad de las persecuciones internas, cuya amortiguación
provoca el humor depresivo.
3. En esta tercera categoría me refiero a los pacientes
que obtienen alivio al permitir que sus tensiones internas
se manifiesten como síntumas hipocondriacos. Pueden apro-
vechar la existencia de una enfermedad somática, o bien,
como en el caso de las ideas delirantes de persecución (ca-
tegoría 2), la enfermedad puede ser imaginada o producida
por alteración de los procesos fisiológicos.
4. En esta categoría me refiero a un tipo distinto de im-
pureza, que en psiquiatría se llama hipomanía y al cual alu-
de el término psicoanalítico defensa maníaca. En este caso
la depresión existe pero es negada o anulada. Todos los as-
pectos de la depresión (inercia, pesadez, oscuridad, serie-
dad) se recn1plazan con los opuestos (actividad, liviandad,
lwninosidad, ligereza). fu una defensa útil, pero que tiene
su precio: el retomo de la inevitable depresión, que deberá
soportarse en privado.
5. En esta categoría me refiero a la psicosis maníaco-de-
presiva, que presenta alguna semeianza con el paso de la
depresión a la defensa 1naníaca, pero en realidad es n1uy di-
ferente a causa de un rasgo particular: la disociación entre
a1nbos estados. En la psicosis ruaníaco-dcprcsiva el pacien-

92
te está o bien deprimido, porque se esfuerza por controlar
una tensión interior, o bien maníaco, porque se encuentra
poseído y activado por algún aspecto de la tensa situación
interior. En cada uno de estos estados, no está en contacto con
la condición que corresponde al estado opuesto.
6. Aquí me refiero a la exagenldón de las fronteras del yo,
producto del temor a caer en mecanismos esquizoides de
escisión. Clínicamente el resultado es una rígida organi-
zación de la personalidad según una pauta depresiva; ésta
puede persistir sin cambios durante largo tiempo e incor-
porarse a la personalidad del paciente.
7. En el mal humor y la melancolía hay una especie de
"retomo de lo reprimido". Aunque el odio y la destrucción
están controlados, el estado clínico que resulta del ejerci-
cio de ese control es en sí mismo insoportable para quie-
nes están en contacto con el paciente. El estado de ánimo es
antisocial y destructivo, pese a que el odio del paciente es
indisponible y estable.
No me es posible desarrollar más extensamente estos
temas aquí y ahora. Lo que deseo destacar es que la "pu-
reza" del humor depresivo pone de manifiesto la fortaleza
del yo y la madurez del individuo.

RESUMEN

La depresión corresponde a la psicopatología. Aunque


puede ser grave e invalidante y durar toda la vida, con fre-
cuencia es un estado de ánimo pasajero que afecta a perso-
nas relativan1ente saludahles. F.n el extrerno de la norma-
lidad la depresión, que es un fenómeno muy común, casi
universal, se relaciona con el duelo, con la capacidad de
experimentar culpa y con el proceso de maduración. En
todos los casos implica fortaleza yoica, por lo que tiende a
disiparse, y la persona deprimida tiende a recuperarse en lo
que concierne a la salud mental.

93
7. AGRESIÓN, CULPA Y REPARACIÓN

(Cmferencia prmunciada en la Liga Progresista,


8 de mayo de 1960)

Deseo valerme de mi experiencia como psicoanalista


para exponer un tema recurrente en el trabajo analítico,
que ha tenido siempre gran importancia. Concierne a una
de las raíces de la actividad constructiva: la relación entre
construcción y destrucción. Tal vez ustedes lo reconozcan
al punto como un tema desarrollado principalmente por
Melanie Klein, quien reunió sus ideas al respecto bajo el
título de "La posición depresiva en el desarrollo emocio-
nal". No viene al caso establecer si es o no un título acer-
tado. Lo importante es que la teoría psicoanalítica evolu-
ciona en forma constante, que Melanie Klein fue quien
tomó la destructividad existente en la naturaleza humana
y empezó a explicarla y a encontrarle un sentido desde el
punto de vista psicoanalítico. Fue un adelanto importan-
te, acaecido en la década siguiente a la Primera Guerra
MundjaJ; muchos de nosotros tenemos la impresión de
que no poJríarnos haber :Icv~1do a cabo nuestro trabajo
sin este agregado importante a lo dicho por F reud acerca
del desarrollo emocional del ser humano. Melanie Klein
amplió lo enunciado por Freud sin alterar los métodos de
trabajo del analista.
Podría suponerse que el tema atañe a la enseñanza de
la técnica psicoanaütica. Si no me equivoco, esto no les
molestaría a ustedes. Empero. creo sinceramente gue es
un te111m de vital irnportanci~ para toda )a gente ::>cnsantc,

94
sobre todo porque enriquece nuestra comprensión del sig-
nificado de la expresión "sentimiento de culpa", asociando
a éste, por un lado, con la destructividad y, por el otro, con
la actividad constructiva.
Todo esto parece bastante simple y obvio: surge la idea
de destruir un objeto, aparece un sentimiento de culpa y
el resultado es un trabajo constructivo; pero si ahondamos
en la cuestión descubrimos que es mucho más compleja.
Cuando se intenta ofrecer una descripción completa del
tema, se debe recordar que el momento en que esta se-
cuencia simple empieza a cobrar sentido, a ser realidad o a
tener importancia constituye un logro dentro del desarro-
llo emocional del individuo.
Es típico de los psicoanalistas que, al tratar de abordar
un tema como éste, siempre piensen en función del indi-
viduo en proceso dt desarroJJo, lo cual significa remontarse a
una etapa muy temprana de su vida para ver si se puede
detenninar el punto de origen. Por cierto que la más tem-
prana infancia podría concebirse como un estado en que el
individuo es incapaz de sentirse culpable. En consecuencia,
y refiriéndonos siempre a una persona sana, cabe suponer
que más adelante podrá tener o experienciar un sentimien-
to de culpa quizá sin registrarlo como tal en su conciencia.
Entre estos dos puntos se extiende un período en que la
capacidad de experienciar un sentimiento de culpa está en
vías de establecerse. A él me referiré en esta disertación.
Aunque no es necesario dar edades y fechas, diría que
a veces los progenitores pueden detectar los inicios de un
senrimjenro d~ culpa antes qur su _hj,io rumpJª !,_n ª.fi(); _sj
bien nadie pensaría <.)UC la téc:nic:a Je ac:cptaci<>n de una
responsabilidad plena por las ideas destrucnvas propias
queda firmemente establecida en el niño antes de los cin-
co años. Al ocuparnos de este desarrollo, sabemos que ha-
blamos de la niñez en su totalidad y, en particular, de la
adolescencia ... y si hablamos de la adolescencia también

95
nos referimos a los adultos, porque ningún adulto lo es en
todo momento. Las personas no se limitan a tener su edad
cronológica; hasta cierto punto, tienen todas las eda~es, o
no tienen ninguna. ·
Diré de paso que, a mi entender, nos resulta relativa-
mente fácil llegar a la destructividad que llevamos dentro
cuando la vinculamos a la rabia por una frustración o al
odio contra algo que desaprobamos, o cuando es una reac-
ción ante el miedo. Lo difícil es que cada individuo asuma
plena responsabilidad por la destructividad personal que
en forma inherente atañe a una relación con un objeto per-
cibido como bueno o, dicho de otro modo, con la destruc-
tividad que se relaciona con el amor.
Aquí viene al caso hablar de integración, porque si es
dable imaginar una persona totalmente integrada, esa per-
sona aswnirá plena responsabilidad por tolkJs los sentimien-
tos e ideas propios del estar vivo. En cambio, la integración
fallará si nos vemos obligados a encontrar los objetos que
desaprobamos fuera de nosotros y a un precio: la pérdida
de aquella destructividad que en realidad nos pertenece.
Por eso digo que todo individuo debe desarrollar la ca-
pacidad de responsabilizarse por la totalidad de sus senti-
mientos e ideas. La palabra "salud" (en el sentido de una
buena salud) está estrechamente ligada al grado de inte-
gración que posibilita asumir esta responsabilidad plena.
La persona sana se caracteriza, entre otras cosas, por no te-
ner que aplicar en gran rnedida la técnica de la proyección
para hacer frente a sus propios irnpulsos y pcnsa1nicntos
destructivos.
Comprenderán que paso por alto las etapas más tem-
pranas, lo que podríamos llamar los aspectos primitivos
del desarrollo emocional. No hablo de las primeras se-
manas o meses de vida, porque un derrumbe en esta área
del desarrollo e1nocional b,ísico ocasionaría una enferrne-
dad n1ental que requeriría la internación del individuo;

96
me refiero a la esquizofrenia, que no entra en el tema de
esta disenación. Aquí doy por sentado que en cada caso
los padres han provisto lo imprescindible para que el bebé
inicie una existencia individual. Lo que quiero decir podría
aplicarse tanto al cuidado de un niño normal durante una
etapa determinada de su desarrollo como a una fase del
tratamiento de un niño o adulto, pues en psicoterapia nun-
ca sucede nada verdaderamente nuevo. En el mejor de los
casos, alguna parte del desarrollo de un individuo que no
había sido completada originariamente se completa, hasta
cierto punto, en el curso del tratamiento.
A continuación citaré algunos ejemplos tomados de tra-
tamientos psicoanalíticos, en los que omitiré todo detalle
ajeno a la idea que procuro exponer.

Caso/
Este ejemplo ha sido extraído del análisis de un hombre que
ejerce la psicoterapia. Empezó una sesión contándome que había
ido a ver el modo como se desempeñaba en sus tareas Wl paciente
suyo; en otras palabras, había abandonado el rol del terapeuta que
trata al paciente en el consultorio y lo había visto en su lugar de
trabajo. El paciente tenía mucho éxito en su trabajo, que era muy
especializado y requería movimientos muy rápidos. Durante las
sesiones de terapia, el paciente también ejecutaba movimientos
rápidos (que en ese ámbito carecían de sentido) y se revolvía en el
diván como Wl poseso. Mi paciente dudaba de si había sido acer-
tado o no visitar a su paciente en el lugar de trabajo, aunque creía
probable que tal acción lo había beneficiado a t1.
A continuación se refirió a sus propias actividades durante
las vacaciones <le Pascua. ·ricnc una c;1sa de carnpo, le gustan
mucho los trabajos físicos, cualquier actividad constructiva y
los aparatos y herramientas, que sabe usar. Me describió di-
versos sucesos de su vida doméstica que no creo necesario
relatar con todo su colorido emocional; diré tan sólo que vol-
vió a referirse a un tema que ha tenido importmcia en la fase
más reciente de su análisis, y en el que desempeñan un gran

97
papel varios tipos de herramientas mecánicas. En cami-
no hacia mi consultorio, suele detenerse a contemplar una
máquina-herramienta expuesta en una vidriera cercana a
mi casa y provista de unos dientes espléndidos. Este es el
modo como mi paciente llega hasta su agresión oral, al
impulso de amor primitivo con toda su crueldad y des-
tructividad. Podríamos llamarlo "comer" [eating]. En su
tratamiento tiende a esta crueldad del amor primitivo y,
como supondrán, la resistencia a enfrentarla era tremenda.
(Diré de paso que este hombre conoce la teoría y podría
ofrecer una buena explicación intelectual de todos estos
procesos, pero hace psicoanálisis de posgrado porque ne-
cesita ponerse verdaderamente en contacto con sus impul-
sos primitivos, no como una cuestión mental, sino como
una experiencia instintiva y una sensación corporal.) En
la hora de sesión pasaron muchas otras cosas, incluido un
examen de la pregunta: ¿podemos comer nuestra torta y, al
mismo tiempo, tenerla?*

Sólo deseo extraer de este caso la siguiente observación:


cuando salió a la luz este material nuevo, relacionado con el
amor primitivo y la destrucción del objeto ya se había hecho
alguna referencia al trabajo constructivo. Cuando le hice al
paciente la interpretación de que necesitaba de nú y quería
destruirme "conúéndome", pude recordarle lo que él había di-
cho acerca de la construcción. Le recordé que así como él ha-
bía visto a su paciente desempeñando su trabajo, advirtiendo
entonces qu.e sus movin1ientos espasn1ódicos tenían sentido
dentro de su oficio, yo lX>dría haberlo visto a él trabajando en
su jardín y utilizando artefactos mecánicos para embellecerlo.
Podía abrir brechas en las paredes y talar árboles, disfrutando

• Traducimos literalmente esta pregunta para que se note su nexo


con Ja rt-fr-.rr-.ncia 21 sNo d~ "rrunt'.r". Fs nn clir.ho popular inglé~ n1yo
equivalente en español podría ser '"no se puede oír 1nisa y andar en la
procesión,.. [-r l

98
enormemente con ello, pero esta misma actividad, aislada
de su meta constructiva, habría sido un episodio maníaco
carente de sentido. Esta es una característica constante de
nuestro trabajo y constituye el tema de mi disertación de
hoy.
Tal vez sea cierto que los seres humanos no pueden tole-
rar la meta destructiva presente en su forma más temprana
de amar. Sin embargo, el individuo que trata de llegar hasta
ella puede tolerar la idea de su existencia si comprueba que
ya tiene a mano una meta constructiva, que otra persona
puede recordarle.
Al decir esto, pienso en el tratamiento de una paciente
mía. En una etapa inicial de su terapia cometí un error que
estuvo a punto de arruinarlo todo: interpreté el sadismo
oral, o sea el acto de devorar cruelmente el objeto, como
perteneciente a una forma primitiva del amor. Poseía mu-
chas evidencias de ello y mi interpretación fue en verdad
acertada ... pero la di demasiado pronto: tendría que haber-
la formulado diez años después. Aprendí la lección. En el
largo tratamiento siguiente la paciente se reorganizó y se
convirtió en una persona real e integrada, capaz de aceptar
la verdad con respecto a sus impulsos primitivos. Al cabo
de diez o doce años de análisis diario, estuvo preparada
para recibir esa interpretación.

Caso II
Al entrar en mi consultorio, un paciente vio un grabador
que me habían prestado. Esto le inspiró algunas ideas. Mien-
tras se acostaba en el diván y cohraha fuerzas para la hora
de trabajo analítico que tenía por delante, n1c dijo: "1\ile gus-
taría suponer que una vez terminado el tratamiento, lo que
haya ocurrido aquí conmigo tendrá valor para el mundo de
un modo u otro". Anoté mentalmente que este comentario
podría indicar que el paciente estaba al borde de otro de esos
ataques de destructividad que yo había debido tratar, una y
otra vez, en sus dos años de terapia. Antes de que transcurrie-

99
ra la hora de sesión, el paciente accedió en verdad a un nuevo
conocimiento de la envidia que me tenía por ser un analista
relativamente bueno. Tuvo el impulso de darme las gracias
por ser bueno y capaz de hacer lo que él necesitaba que yo
hiciera. Ya habíamos pasado por todo esto en otras ocasio-
nes, pero ahora el paciente estaba más en contacto con sus
sentimientos destructivos hacia lo que podría denominarse
un objeto bueno. U na vez que quedó plenamente establecido
todo esto, le recordé su esperanza -expresada al entrar en el
consultorio y ver el grabador- de que su tratamiento en sí
resultara valioso y constituyera un aporte al acervo general de
las necesidades humanas. (Por supuesto no era necesario que
yo se lo recordara, pues lo importante era lo que había suce-
dido y no la discusión de lo que había sucedido.)
Cuando relacioné estos dos puntos, mi paciente dijo que
mi interpretación le parecía correcta pero que habría sido ho-
rrible si yo la hubiese hecho basándome en su primer comen-
tario, o sea si le hubiese dicho que su deseo de ser útil indicaba
un deseo de destruir. Era preciso que él llegara primeramente
al afán destructivo pero, eso sí, que lo hiciera a su modo y en
el momento que le resultara oportuno. No cabe duda de que,
si pudo acceder a un contacto más íntimo con su destructivi-
dad, fue gracias a su capacidad de pensar que en definitiva lo
suyo sería una contribución. Pero el esfuerzo constructivo es
falso -y esta falsedad es peor que la falta de sentido- a me-
nos que, como dijo mi paciente, el individuo llegue primero
a establecer contacto con su destructividad. Le pareció que
cuanto había hecho hasta entonces en la terapia carecía de
bases adccu;uias y, corno él rnisn10 ,ne lo rccordú~ en realidad
venia a ttaune co1\l1ugo p-4.t•A ~cnur ~ ~ \ ¼ .
Diré de paso que este hombre ha hecho un trabajo muy
bueno, pero siempre que se acerca al éxito experimenta un
sentimiento creciente de futilidad y falsedad, una necesidad
de demostrar que no vale. Esta pauta ha regido su vida.

100
Caso III
Una colega comenta el caso de un paciente suyo, que ac-
cede a un material que podría interpretarse correctamente
como un impulso de robarle a su analista. De hecho, tras ha-
ber pasado por la experiencia de un buen trabajo analítico, le
dijo: "Ahora he descubierto que la odio por su agudeza inte-
lectual, que es justamente lo que necesito que usted me dé.
Siento el impulso de robarle ese don, o lo que sea, que la capa-
cita para hacer este trabajo". Ahora bien, estas palabras habían
sido precedidas por un comentario, dicho al pasar, sobre lo
agradable que sería ganar más dinero para poder pagar unos
honorarios más altos. Aquí vemos lo mismo que en el caso an-
terior: el individuo alcanza una plataforma de generosidad y
la usa de tal modo, que desde ella se puede vislumbrar la envi-
dia y el impulso de robar y de destruir al objeto bueno, todos
ellos subyacentes bajo esa generosidad y correspondientes a la
forma primitiva de amar.

CasoW
He extraído la siguiente viñeta de la extensa descripción
del caso de una adolescente cuya terapeuta es a la vez su
cuidadora: la muchacha se aloja en el hogar de la terapeuta,
quien cuida de ella como si fuera una hija más. Este régimen
de atención tiene sus ventajas y desventajas.
La adolescente había padecido una enfermedad grave y,
en la época en que ocurrió el incidente que relataré, salía de
un largo período de regresión a la dependencia y a un estado
infantil. Podría decirse que ya no había regresión en su rela-
ción con el hogar y la farnilia, pero todavía se encontraba en
un estado rnuy especial en el rt!ducido ~í1nbito de las sesiones
vespertinas de terapia que se efectuaban dentro de un horario
fijo.
Llegó un momento en que la adolescente expresó el odio
más profundo hacia su terapeuta-cuidadora, la sefiora X.
Todo iba bien durante el resto de las 24 horas, pero en la se-
sión de terapia la muchacha destruía total y reiteradamente

101
a la señora X. Resulta difícil dar una idea de hasta qué punto
la odiaba como terapeuta y, de hecho, la aniquilaba. Este caso
no era similar al del terapeuta que iba a ver al paciente en su
lugar de trabajo, por cuanto la señora X tenía a la joven bajo
su cuidado constante; ambas mantenían dos relaciones inde-
pendientes y simultáneas.
Durante el día comenzaron a suceder toda clase de inciden-
tes novedosos. La adol~nte empezó a manifestar su deseo
de ayudar a limpiar la casa, lustrar los muebles y ser útil. Esta
ayuda era algo absolutamente nuevo; nunca había integrado la
pauta persoll21 de la muchacha cuando vivía en su propio ho-
gar, ni aun antes de contraer aquella enfe1111edad grave.
Creo que debe haber pocas adolescentes que hayan pres-
tado tan escasa ayuda efectiva en su hogar: ni siquiera ayu-
daba a lavar la vajilla. Esta colaboración fue, pues, un rasgo
muy novedoso en ella. Emergió calladamente, por decirlo así,
como un elemento paralelo a la destructividad total que la
adolescente empezaba a descubrir en los aspectos primitivos
de su amor, a los que accedía en su relación con la terapeuta
durante las sesiones.

Como ven, aquí se repite la misma idea que afloró en los


casos anteriores. Por supuesto, la toma de conciencia de la
destructividad por parte de la paciente posibilitó la activi-
dad constructiva manifestada durante el día, pero en este
momento quiero que ustedes vean el proceso a la inversa:
las experiencias constructivas y creativas posibilitaban el
acceso de la adolescente a la experiencia de su destructi-
vidad.
Observarán que de estos ejemplos se extrae un corola-
rio: el paciente necesita tener una oportunidad de contri-
buir, de cooperar en algo, y es aquí donde el tema de mi
disertación se enlaza con la vida cotidiana. La oportunidad
de practicar una actividad creativa, un juego imaginativo,
un trabajo constructivo, es precisamente lo que tratamos
=le -proporcionar a todas las personas ,le :mancr~ cqtitativa.
Volveré sobre esto más adelante.

102
Ahora intentaré agrupar las ideas expuestas en forma de
casos ilustrativos.
Estamos tratando un aspecto del sentimiento de culpa
que nace de la tolerancia de nuestros impulsos destructivos
en la forma primitiva del amor. Dicha tolerancia genera
algo nuevo: la capacidad de disfrutar de las ideas, aun cuan-
do lleven en sí la destrucción, y de las excitaciones corpo-
rales correspondientes. (Hay una correspondencia mutua
entre estas excitaciones y las ideas.) Tal avance proporcio-
na espacio suficiente para la experiencia de preocupación,
base de todo lo constructivo.
Notarán que podemos utilizar varios pares de términos,
según la etapa de desarrollo emocional que describamos:

Aniquilación ..................... creación


Destru caon.,
...................... re-creaa.6n
Odio .................................. amor fortalecido
Crueldad ........................... ternura
Ensuaar. .. .. .. .... .... ... ... ... ... .. limpiar
.
Dañar ................................ repa.rar
etcétera.

Pennítanme formular mi tesis del siguiente modo. Si les


agrada, pueden observar cómo una persona hace una repa-
ración y comentar con sagacidad:" ¡Aja! Eso indica una des-
trucción inconsciente". Empero, si proceden así no pres-
tarán gran ayuda al mundo. La alternativa es interpretar
esa reparación como un acto mediante el cual esa persona
está fortaleciendo su sclf, posibilitando así la tolerancia de
su destructividad inherente. Supongarnos tiue ustedes blo-
quean la reparación de algún modo. Esa persona quedará
incapacitada, hasta cierto punto, para responsabilizarse de
sus impulsos destructivos y, desde el punto de vista clínico,
el resultado será la depresión o una búsqueda de alivio me-
diante el descubrimiento de la destructividad en otra parte
(o sea, utilizando el mecanismo de la proyección).

103
Concluiré esta breve exposición de un tema muy exten-
so enumerando algunas aplicaciones cotidianas del trabajo
en que se funda lo dicho hasta aquí:

1. La oportunidad de contribuir, de un modo u otro,


ayuda a cada uno de nosotros a aceptar esa destructividad
básica, vinculada con el amor, que es parte integral de no-
sotros mismos y que llamamos "comer".
2. Proporcionar esa oportunidad y ser perceptivo cuan-
do alguien tiene momentos constructivos no siempre da
resultado; es comprensible que así sea.
3. Si le damos a alguien esa oportunidad de contribuir,
podemos obtener tres resultados:
a) Era exactamente lo que esa persona necesitaba.
b) El individuo da un uso falso a la oportunidad y sus
actividades constructivas cesan, porque él siente que son
falsas.
c) Si le ofrecemos una oportunidad a un individuo in-
capaz de acceder a su destructividad personal, lo sentirá
como un reproche y el resultado será desastroso desde el
punto de vista clínico.
4. Podemos utilizar las ideas aquí tratadas para obtener
cierta comprensión intelectual acerca del modo como ac-
túa un sentimiento de culpa cuando está a punto de trans-
formar la destructividad en constructividad. (Debo sefialar
que el senri1niento de culpa al que 111e refiero suele ser si-
lencioso ,v no consciL·rltt.'. F,s un scntirnicnto latente, anula-
do por las actividades constructivas. El sentimiento de cul-
pa patológico, que se percibe como una carga consciente,
es harina de otro costal.)
5. A partir de esto llegamos a comprender, en ciena
medida, la destructividad compulsiva que puede apare-
cer en cualquier parte, pero que es un problema espe-
cífico de la adolescencia y una característica constante
de la tendencia antisocial. La destructividad, aun siendo
cornpulsiva y engañosa, es rn<ís sincera que la constructi-

104
vidad, cuando ésta no se funda como corresponde en un
sentimiento de culpa derivado de la aceptación de los pro-
pios impulsos destructivos, dirigidos hacia un objeto que se
considera bueno.
6. Estas cuestiones se relacionan con los procesos im-
portantísimos que se desarrollan (de manera poco discer-
nible) cuando una madre y un padre proporcionan a su hijo
recién nacido un buen punto de partida para su vida.
7. Por último, llegamos al fascinante y filosófico inte-
rrogante: ¿podemos comer nuestra torta y, al mismo tiem-
po, tenerla?*

• Véase nota de la pág. 98.

105
8. LA DELINCUENCIAJUVENIL COMO SIGNO
DE ESPERANZA

(Conferencia pronunciada en el Congreso de


Subdirectores de Reformatorios, reunim>s en el J(jng
Alfred's College, Wincheste,; abril de 1967)

Aunque el título de mi conferencia consignado en el


programa es "La delincuencia juvenil como signo de espe-
ranza", preferiría hablarles de la "tendencia antisocial". La
razón es que este término puede aplicarse a ciertas tenden-
cias que de tanto en tanto se observan en el extremo nor-
mal de la escala, en nuestros propios hijos o en niños que
viven en buenos hogares, y es aquí donde mejor se advierte
la relación que a mi juicio existe entre la tendencia anti-
social y la esperanza. Cuando el muchacho o la niña ya se
han endurecido a causa de la falta de comunicación (al no
reconocerse el pedido de auxilio que encierra el acto an-
tisocial), cuando los beneficios secundarios han adquirido
importancia y se ha alcanzado una gran destreza en alguna
actividad antisocial, es mucho más difícil advertir (pese a
que aún está allí) el pedido de auxilio revelador de la es-
peranza que alienta en el muchacho o la niña antisociales.
Otra cosa que deseo aclarar es que sé que yo no podría
hacer el trabajo que ustedes hacen. Mi temperamento no
es el adecuado y, de cualquier modo, no tengo la estatu-
ra ni la corpulencia necesarias. Tengo ciertas habilidades
y cierta clase de experiencia, y está por verse si es posible
tender un puente entre las cosas de las que tengo algún
conocimiento y la tarea que ustedes realizan. Tal vez lo que
tengo para decir no afecte en modo alguno lo que ustedes

106
harán cuando vuelvan a sus ocupaciones. O tal vez lo afecte
de manera indireaa, porque a veces debe parecerles un in-
sulto a la naturaleza humana el hecho de que la mayoría de
los muchachos y chicas con quienes tratan tiendan a ser un
fastidio. Ustedes procuran relacionar la delincuencia que
ven todos los días con temas generales como la pobreza, la
vivienda inadecuada, los hogares deshechos y una falla de
la provisión social. Desearía creer que como resultado de
lo que voy a exponer serán capaces de percibir un poco más
claramente que en cada uno de los casos que llegan hasta ustedes
hubo un comienzo, y que inicialmente hubo una enfermedad,
y que el muchacho o la chica se convirtió en un niño depriva-
do. En otras palabras, lo que ocurrió en detemúnado mo-
mento tenía sentido, aunque para cuando el individuo es
confiado al cuidado de ustedes habitualmente ese sentido
se ha desvanecido.
Una cosa más que quiero dejar en claro tiene que
ver con el hecho de que soy psicoanalista. No es mi
intención afirmar categóricamente que el psicoanálisis
esté en condiciones de hacer un aporte directo al tema
que nos ocupa. Suponiendo que lo esté, corresponde
atribuirlo a la labor desarrollada recientemente, labor
en la que he tomado parte formulando una teoría cuyo
valor reside en que es correcta y que en alguna medida
deriva del fondo de comprensión que ha aportado el
psicoanálisis.
Llegamos así al principal enunciado que me propongo
hacer, de ningún modo complejo. En mi opinión, que se
basa en la experiencia (pero, lo admito sin reservas, en la
experiencia con niños n1ás pequeños, 4ue se hallan 1nás
próximos al comienzo de su problema y que no provienen
de las peores condiciones sociales), la tendencia antisocial
está intrínsecamente vinculada a la deprivación. En otras pa-
labras, no se debe tanto a una falla general de la sociedad
como a una falla específica. En relación con los nifios a
los que me estoy refiriendo, puede decirse que las cosas

107
marcharon Jo sujicimtemmte bim y después no mtrrcharon Jo
sujicimtemmte bien. Sobrevino un cambio que alteró por
completo la vida del niño, y ese cambio ambiental se pro-
dujo cuando el niño tenía suficiente edad como para darse
cuenta de lo que estaba sucediendo. No se trata de que
pueda venir aquí y damos una conferencia sobre sí mismo,
sino de que, en condiciones adecuadas, es capaz de repro-
ducir lo que ocurrió, porque por entonces estaba lo sufi-
cientemente desarrollado como para comprenderlo. Dicho
de otro modo, en condiciones especiales de psicoterapia
es capaz de evocar, a través del material aportado en sus
juegos, sus sueños o su charla, los rasgos esenciales de la
deprivación original.
Quisiera establecer un contraste entre esto y los tras-
tornos ambientales ocurridos en una etapa más temprana
del desarrollo emocional. Un bebé deprivado de oxígeno
no anda por ahí tratando de convencer a alguien de que si
hubiera habido suficiente oxígeno todo habría estado bien.
Los trastornos ambientales que alteran el desarrollo emo-
cional de un bebé no dan origen a la tendencia antisocial;
producen alteraciones de la personalidad que desembocan
en una enfermedad de tipo psicótico, de modo que el niño
será propenso a la enfermedad mental o bien andará por la
vida con ciertas distorsiones en la prueba de realidad, tal
vez con la clase de distorsiones que se consideran acepta-
bles. La tendencia antisocial no se relaciona con la priva-
ciún sino con la dcprivación.
Lo que caracteriza a la tendencia antisocial es que im-
pulsa al muchacho o la chica a retroceder a un tiempo o
un estado anterior al de la deprivación. Un niño que es
deprivado experimenta primero una ansiedad impensa-
ble y luego se reorganiza gradualmente, hasta alcanzar
un estado cornpletamente neutral; obedece porque no es
lo bastante fuerte con10 para hace:r otra osa1 Ese: estado
puede ser muy satisfactorio iesde el punto de vista de l:>s
que lo tienen a su cargo. Luego, por alguna razón, surge

108
la esperanza, lo que significa que el niño, sin tener con-
ciencia de lo que ocurre, se siente impulsado a retroceder
a una época anterior a la de la deprivación, y a anular,
por lo tanto, el temor a la ansiedllll o confusión impensable
que experimentó antes de que se organizara el estado neutral.
Este es el engañoso fenómeno que deben conocer quie-
nes custodian a los niños antisociales para poder encon-
trar sentido a lo que sucede a su alrededor. Cada vez que
la situación permite a un niño alentar nuevas esperanzas,
la tendencia antisocial se constituye en un rasgo cl{nico y el niño
se vuelve dificil.
Llegados a este punto, es necesario que se entienda que
estamos hablando de dos aspectos de una misma cosa: la
tendencia antisocial. Desearía vincular uno de esos aspec-
tos a la relación del niño pequeño con su madre, y el otro a
un desarrollo posterior: la relación del niño con su padre.
El primero concierne a todos los niños; el segundo con-
cierne más especialmente a los varones. El primero tiene
que ver con el hecho de que la madre, al adaptarse a las
necesidades de su pequeño hijo, le permite descubrir ob-
jetos creativamente, promoviendo así el uso creativo del
mundo. Cuando esto no sucede, el niño pierde contac-
to con los objetos, y por tanto la capacidad de descubrir
creativamente. En un momento de esperanza extiende la
mano y roba un objeto. Se trata de un acto compulsivo y
el niño no sabe por qué lo ha hecho. A menudo lo irrita
sentirse compelido a hacer cosas sin saber por qué. Na-
turalmente, la estilográfica robada en Woolworths no es
satisfactoria: no es eJ objeto qur. buscaba: y de cualquier
n1odo lo que busca no es un objeto sino la capacidad de
descubrir. No obstante, puede sentir la satistacción propia
de lo que se hace en un momento de esperanza. Robar
una manzana en un huerto está más en un punto límite.
Puede estar madura y sabrosa y resultar divertido escapar
a la persecución del granjero. Pero también puede suceder
que esté verde y produzca dolor de estómago al comerla, o

109
que el muchacho tire las manzanas que ha robado en lugar
de comerlas, o que organice el robo sin correr el riesgo
de escalar él mismo la pared. En esta secuencia es posible
observar la transición desde la travesura normal hasta el
acto antisocial.
De modo que si examinamos esta primera expresión de
la tendencia antisocial, nos encontramos con algo lo bas-
tante común como para ser considerado normal. Nuestro
propio hijo se siente con derecho a tomar un bollo de la
despensa, o nuestro pequeño de dos años revisa la cartera
de su madre y saca unas monedas. En un extremo de la
gama descubriremos algo que está tomando la forma de
un acto compulsivo carente de sentido e incapaz de brin-
dar una satisfacción directa pero que se va transformando
en una destreza, mientras que en el otro extremo obser-
varemos algo que sucede una y otra vez en cada familia:
un niño reacciona ante una privación relativa con un acto
antisocial y los padres responden con una indulgencia
temporaria que puede ayudar al niño a superar esa fase
difícil.
Aunque el principio es el mismo, me referiré también a
la deprivación en relación con el niño y su padre. El niño
-en este caso diré el varón, ya que, incluso si se trata de
una niña, estoy hablando del varón que hay en ella- com-
prueba que tener sentimientos agresivos o ser agresivo
no presenta riesgos a causa del marco familiar, que es una
representación localizada de la sociedad. La confianza de
la madre en su esposo o en la ayuda que recibiría, si la pi-
diera, de la sociedad local, o quizá del policía, le permite
al niño explorar toscamente actividades destructivas rela-
cionadas con el movimiento en general, y también, más
específicamente, la destrucción relacionada con la fanta-
sía que se acumula en torno del odio. De este modo (gra-
cias a la seguridad del medio, al apoyo que el padre presta
a la madre, etc.), el niño puede hacer algo muy con1plejo:
integrar todos sus impulsos destructivos con sus impul-

110
sos de amor. El resultado, cuando todo marcha bien, es
que el niño reconoce la realidad de las ideas destructivas
inherentes a la vida, al hecho de vivir y amar, y encuen-
tra el modo de proteger de sí mismo a las personas y
objetos que valora. Organiza su vida constructivamente
para poder tolerar la destructividad tan real que per-
siste en su mente. Para poder lograrlo en el curso de
su desarrollo necesita indefectiblemente un medio que sea
indestructible en sus aspectos esenciales. Sin duda las alfom-
bras se ensucian y el empapelado de las paredes debe
renovarse y de vez en cuando se rompe un vidrio de una
ventana, pero de algún modo el hogar se mantiene uni-
do, y detrás de todo esto está la confianza del niño en la
relación entre sus padres; la familia es una empresa en
marcha. Cuando se produce una deprivación en forma
de una ruptura, sobre todo si los padres se separan, ocu-
rre algo muy grave en la organización mental del niño.
De pronto sus ideas e impulsos agresivos dejan de ser
inocuos. Pienso que lo que sucede es que el niño asume
de inmediato el control que ha quedado vacante y se
identifica con el sistema, con lo que pierde su propia
impulsividad y espontaneidad. El exceso de ansiedad le
impide entonces emprender una experimentación que
le permitiría aceptar su agresividad. Al igual que en el
primer tipo de deprivación, sigue wi período, bastante
satisfactorio desde el punto de vista de los que están a
cargo, en el que el niño se identifica más con ellos que
con su propio self inmaduro.
En este caso la tendencia antisocial lleva a que el
niño, cada vez que despierta en él la esperanza <l-e que
se restablezca la seguridad, se redescubra a sí mismo,
lo cual implica el redescubrimiento de su agresividad. Por
supuesto, él no sabe qué ocurre; simplemente comprue-
ba que ha lastimado a alguien o que ha destrozado una
ventana. Por lo tanto, en este caso la esperanza no de-
termina un pedido de auxilio bajo la forma de un robo,

111
sino bajo la forma de una agroi6n repmtina. La agresión
suele ser absurda y carente de toda lógica, y preguntarle
al niño agresivo por qué rompió la ventana es tan inútil
como preguntarle al que ha robado por qué se apoderó del
dinero.
Estas dos formas clínicas que puede asumir la tendencia
antisocial están vinculadas entre sí. En general el robo se
relaciona con una deprivación más temprana desde el pun-
to de vista del desarrollo emocional que el acceso de agre-
sividad. La reacción de la sociedad ante estos dos tipos de
conducta antisocial provocada por la esperanza no difiere
sustancialmente. Cuando un niño roba o comete una agre-
sión, la sociedad no sólo tiende a no percibir el mensaje,
sino que se siente movida (casi sin excepción) a acruar en
forma moraliudora. La reacción espontánea más común
es castigar el robo y el acceso maníaco, y se realizan todos
los esfuerzos posibles para obligar al joven delincuente a
dar una explicación basada en la lógica, la cual, en realidad,
es ajena a la cuestión. Después de algunas horas de un in-
sistente interrogatorio, comprobación de huellas digitales,
etc., los niños antisociales producen algún tipo de confe-
sión y explicación simplemente para poner fin a una inda-
gación interminable e intolerable. Esa confesión no tiene
valor, sin embargo, porque aunque es posible que incluya
algunos datos verdaderos, no dice nada sobre la verdadera
causa, sobre la etiología del trastorno. En realidad, el tiem-
po que se emplea en arrancar confesiones y en diligencias
probatorias es tien1po desperdiciado.
Aunque lo que se ha dicho hasta aquí quizá no influya
en el manejo cotidiano de un grupo de muchachos o de
chicas, debemos examinar la situación para ver si en cier-
tas circunstancias es posible hallar una aplicación práctica
para la teoría. ¿Le sería posible, por ejemplo, a una persona
que tiene a su cargo a un grupo de muchachos delincuen-
tes promover contactos personales de índole terapéutica?

112
En cierto sentido todas las comunidades son terapéuticas,
siempre y cuando funcionen. Los niños no sacan ningún
provecho de vivir en un grupo caótico, y tarde o tempra-
no, ante la falta de una dirección firme, uno de ellos se
convertirá en un dictador. Sin embargo, el término "tera-
péutico" tiene aun otro significado, que se relaciona con
el hecho de colocarse uno mismo en una posición en la
cual pueda recibir comunicaciones procedentes de un ni-
vel profundo.
Tal vez en la mayoría de los casos sea imposible para las
personas que están permanentemente a cargo, hacer en sí
núsmas los ajustes necesarios que les darían la posibilidad
de conceder a un muchacho un período de psicoterapia
o de contacto personal. Ciertamente, yo no aconsejaría a
nadie a la ligera que intente el empleo de estos métodos.
Pero al mismo tiempo creo que algunas personas pueden
manejar estas cuestiones y que los muchachos (o las chicas)
obtendrían provecho de tales sesiones terapéuticas espe-
cializadas. Lo que corresponde destacar, en todo caso, es
que la actitud de una pe1l'01UI es muy distinta según que tenga a
su cargo la dirección genm,I o que establtua una relllción peno-
nal con un niño. Para comenzar, la actitud hacia las manifes-
taciones antisociales es muy diferente en uno y otro caso.
Para quien tiene un grupo a su cargo, la actividad antisocial
es simplemente inaceptable.
En la sesión terapéutica, en cambio, la moralidad no
viene al caso, salvo la que pueda manifestarse en el niño.
La sesión terapéutica no apunta a investigar los hechos, y a
qujenqwen que practique la psicoterapia le interesa, no la
verdad objetiva, sino lo que es real para el paciente.
Hay en esto algo que puede trasponerse directamente
del psicoanálisis, ya que los psicoanalistas saben muy bien
que en algunas sesiones se los acusa de cosas que no han
hecho. Un paciente acusará a su analista de haber cambia-
do deliberadamente de lugar algún objeto con el propósito

113
de desconcertarlo, o se manifestará convencido de que el
analista prefiere a otro paciente, etc. Me estoy refiriendo
a lo que se denomina "transferencia delirante". Un ana-
lista que no sabe defenderse dirá espontáneamente que el
objeto está en el mismo lugar que el día anterior, o que
ha sucedido por error, o que él se esfuerza al máximo por
tratar de igual modo a todos sus pacientes. Si así lo hace,
estará desaprDVechando el material que le brinda el paciente. El
paciente está experimentando en el presente algo que era
real en algún momento de su pasado, y la aceptación por
el analista del rol que se le asigna llevará a que el paciente
abandone sus ideas delirantes. Dada la necesidad en que
se encuentra el analista de aceptar el rol que se le asigna,
debe ser muy difícil pasar del rol de dirigir un grupo al de
aceptar a un individuo, pero quien sea capaz de hacerlo
obtendrá una valiosa recompensa. A quien desee intentar-
lo es menester advertirle, sin embargo, que esa tarea debe
asumirse con total seriedad. Si se ha de ver a un mucha-
cho todos los jueves a las tres de la tarde, esa cita es sagrada
y debe cumplirse a rajatabla. Si la cita no es confiable y en
consecuencia predecible, el muchacho no podrá servirse
de ella. Por supuesto que, cuando comience a creer que es
confiable, lo primero que hará será desperdiciarla. Cosas
como ésta deben ser aceptadas y toleradas. Para desem-
peñar este rol de terapeuta no se necesita ser listo. Todo
lo que se necesita es estar dispuesto a involucrarse, en el
horario especia] reservado para ello, en lo que sea que
esté presente en el niño en ese momento o en lo que sea
que surja de su cooperación inconsciente, lo cual pronto
se desarrollará y dará lugar a un poderoso proceso. Es
este proceso que tiene lugar en el niño lo que hace que las
sesiones sean valiosas.

114
DEBATE

En el debate que siguió, uno de los presentes formuló


esta pregunta: ¿cómo saber a quién escoger, de un grupo
de muchachos, para este tratamiento especial? Mi respues-
ta, que debía ser breve, fue que uno elegiría probablemente
a un muchacho que poco antes se hubiera puesto especial-
mente difícil. Este problema clínico especial, o bien acarrea
la aplicación de un castigo, con el consiguiente endureci-
miento, o bien se interpreta como una comunicación indi-
cativa de una nueva esperanza. La cuestión es, ¿esperanza
de qué?, ¿de hacer qué? Es una pregunta difícil de contes-
tar. El niño, sin saberlo, espera encontrar a alguien que lo
escuche mientras retrocede hasta el momento de la depri-
vación o hasta la fase en que la deprivación se afirmó como
una realidad ineludible. Lo que nosotros esperamos es que
pueda volver a experimentar, en relación con la persona
que está acruando como psicoterapeuta, el intenso sufri-
miento que siguió inmediatamente a la reacción provocada
por la deprivación. Tan pronto como el niño ha utilizado el
apoyo que puede brindarle el terapeuta para revivir el in-
tenso sufrimiento de ese momento o período fatídico, sur-
ge el recuerdo de la época anterior a la deprivación. De este
modo, el niño recupera la capacidad de descubrir objetos o
la seguridad ambiental que perdió. Recupera una relación
creativa con la realidad externa o con el período en que la
espontaneidad, incluso cuando contenía impulsos agresi-
vos, no implicaba riesgo. Esta vez logra la recuperación sin
robar ni agredir; es algo que le ocurre automáticamente al
experi1ncntar lo que antes le resultaba intolerable: el sufri-
miento provocado por la deprivación. Con la palabra su-
frimiento quiero expresar confusión aguda, desintegración
de la personalidad, caída interminable, pérdida de contacto
con el cuerpo, desorientación total y otros estados seme-
jantes. Una vez que hemos llevado al niño a esta wna y él

115
ha sido capaz de recordarla y de recordar lo que sucedió
antes, no nos resulta dificil comprender por qué los niños
antisociales deben pasar toda su vida buscando este tipo de
ayuda. No pueden vivir en armonía consigo mismos hasta
que alguien haya retrocedido en el tiempo con ellos y les
haya permitido volver a vivir el resultado inmediato de la
deprivación y, en consecuencia, recordar.

El doctor Winnicott trató de aclarar aún más su posición


presentando como ejemplo el comienzo de una entrevista
con un muchacho que había cometido un robo. El mucha-
cho se arrellanó en una silla que había sido dispuesta en el
consultorio para su padre. El padre se desempeñaba bien, en
consideración al niño, mientras que éste se aprovechaba de
la situación y la dominaba. Cualquier intento de encarrilarlo
hubiese anulado la posibilidad de utilizar la sesión en forma
constructiva. Gradualmente, el niño se dedicó a una especie
de juego. El padre aceptó salir de la habitación y a continua-
ción se estableció entre el niño y el terapeuta una comunia-
ción de profundidad creciente. Al cabo de una hora aquél ha-
bía recordado y descrito con mucho sentimiento el momento
difícil que no había sido apaz de manejar años antes, cuando
se había sentido abandonado en un hospital.
F.sta descripción se proporcionó para mostrar cómo la per-
sona que brinda psicoterapia tiene que dejar de lado, mientras
lo hace, todo lo que debe aplicar cuando maneja a un grupo,
aunque, por supuesto, al ténnino de la sesión debe retomar
la actitud que posibilita el control del grupo. El doctor Win-
nicott reiteró que no estaba seguro de que en los grupos de
los establecimientos correccionales fuera posible combinar el
manejo general con la atención individual, ni siquiera con uno
o dos muchachos por vez. Creía, sin embargo, que no carecía
de interés el intento de describir las dificultades inherentes a
tal empresa y sus posibles beneficios.

116
9. VARIEDADES DE PSICOTERAPIA

(Conferencia pronunciada en la Asociación para los


Aspectos Sociales y Médicos de la Enfermedad
Mental, Cambridge, 6 de marzo de 1961)

Ustedes habrán oído hablar con mayor frecuencia de


variedades de enfermedad que de variedades de terapia.
Naturalmente, ambas están relacionadas y tendré que re-
ferirme primero a la enfermedad y luego a la terapia.
Soy psicoanalista y no se molestarán si les digo que la
formación psicoanaütica es la base de la psicoterapia. Ella
incluye el análisis personal del analista en formación. Apar-
te de esta capacitación, la teoría y la metapsicología psi-
coanalíticas influyen en toda psicología dinámica, sea cual
fuere su escuela.
Con todo, hay muchas variedades de psicoterapia. Su
existencia no debería depender de las opiniones del profe-
sional, sino de los requerimientos del paciente o del caso.
Digamos que en lo posible aconsejamos el psicoanálisis,
pero cuando éste es imposible o hay razones para desacon-
sejarlo, puede idearse una modificación adecuada.
Aunque trabajo en el centro mismo del mundo psicoa-
nalítico, tan sólo un porcentaje muy pequeño de los mu-
chos pacientes que, de un 1nodo u otro, llegan hasta n1í
reciben tratamiento psicoanalítico.
Podría hablar de las modificaciones técnicas requeridas
para los pacientes psicóticos o fronterizos, pero éste no es
el tema que deseo tratar ante ustedes.
Me interesa especialmente la forma como un analista
profesional puede utilizar con eficacia otra técnica que no

117
sea el análisis. Esto es importante cuando se dispone de un
tiempo limitado para el tratamiento, como sucede tan a
menudo. Con frecuencia esas técnicas parecen ser mejores
que los tratamientos que, en mi opinión, causan un efecto
más profundo (me refiero a los psicoanalíticos).
Ante todo, pennítanme enunciarles una característica
esencial de la psicoterapia: no se la debe mezclar con nin-
gún otro tratamiento. Por ejemplo, si adquiere importan-
cia la idea de una posible aplicación de la terapia por elec-
troshock o shock insulínico, será imposible trabajar con el
paciente porque se altera todo el cuadro clínico. El pacien-
te teme y/o anhela secretamente el tratamiento físico y el
psicoterapeuta nunca llega a habérselas con su problema
personal real.
Por otro lado, debo dar por sentado que se suministra
una adecuada atención física al organismo del paciente.
El siguiente paso consiste en preguntamos cuál es nues-
tra meta. ¿Queremos hacer lo más o lo menos que se pue-
da? En el psicoanálisis nos preguntamos: ¿cuánto podemos
hacer? En el hospital donde trabajo adoptamos la posición
opuesta, ya que nuestro lema es: ¿qué es lo mínimo que
necesitamos hacer? Nos induce a tener siempre presen-
te el aspecto económico del caso, a buscar la enfermedad
central o social de una familia para no malgastar nuestro
tiempo (y el dinero de alguien) tratando a los personajes
secundarios del drama familiar. Lo expresado hasta aquí
nada tiene de original, pero quiz~1 les guste oírselo decir
a un psicoanalista, ya que los analistas son cspccialn1ente
propensos a empantanarse en tratamientos prolongados,
durante cuyo transcurso pueden perder de vista un factor
externo adverso.
Por lo demás, entre las dificultades que tiene un pa-
ciente, ¿cuántas se deben al simple hecho de que nadie
lo ha escuchado nunca de manera inteligente? Descubrí
muy pronto, hace ya cuarenta años, que la recepción de
la historia clínica de la boca de la madre es de por sí una

118
forma de psicoterapia, si se efectúa correctamente. De-
bemos adoptar con naturalidad una actitud no moralista
y darle tiempo a la madre para expresar lo que tiene en
mente. Cuando concluya su exposición, tal vez añadirá:
"Ahora comprendo de qué modo los síntomas actuales
encajan en la pauta global de la vida familiar de mi hijo.
Ahora puedo manejarlo, simplemente porque usted me
dejó relatar toda la historia a mi modo y tomándome mi
tiempo". Esta cuestión no atañe únicamente a los padres
que traen a sus hijos a la consulta. Los adultos expresan
otro tanto acerca de sí mismos, y podría decirse que el
psicoanálisis es una larga, larguísima recepción de una
historia.
Por supuesto, ustedes están al tanto del tema de la trans-
ferencia en el psicoanálisis. En el medio psicoanalítico los
pacientes traen muestras de su pasado y de su realidad in-
terior, y las exponen en la fantasía correspondiente a su re-
lación siempre cambiante con el analista. Así, poco a poco,
lo inconsciente puede hacerse consciente. Una vez inicia-
do este proceso y obtenida la cooperación inconsciente del
paciente, siempre hay mucho por hacer, de ahí la extensión
de los tratamientos corrientes.
Es interesante examinar las primeras entrevistas.
El analista se cuida de ser demasiado "inteligente" al
comienzo de un tratamiento, por una buena razón. El
paciente trae a las primeras entrevistas toda su fe y su
recelo con respecto al analista, quien debe posibilitar
que estos sentimientos extremos encuentren su expre-
sión real. Si hace demasiadas cosas al principio del tra-
ta1niento, el paciente huirá o, i1npcli<lo por el rnic<lo,
adquirirá una estupenda fe en su terapeuta y quedará
casi hipnotizado.
Antes de seguir adelante debo mencionar algunas
otras premisas. No puede haber ninguna área reservada
en el paciente. La psicoterapia no formula prescripcio-
nes con respecto a la religión, intereses culturales o vida

119
privada del paciente, pero si éste mantiene bajo llave (por
decirlo así) una parte de sí mismo está evitando la depen-
dencia inherente al proceso terapéutico. Como verán, esta
dependencia lleva implícita la correspondiente confiabili-
dad profesional del terapeuta, aun más importante que la
confiabilidad del facultativo en la práctica médica corrien-
te. Es interesante señalar que el juramento hipocrático,
que echó las bases del ejercicio de la medicina, reconoció
este hecho con brutal claridad.
Por otra parte, según la teoría en la que se funda todo
nuestro trabajo, un trastorno que no tiene causas físicas (y
que, por ende, es psicológico) representa una traba en el
desarrollo emocional del individuo. La meta de la psico-
terapia es pura y exclusivamente deshacer esa traba para
posibilitar el desarrollo allí donde, hasta entonces, éste fue
imposible.
En un lenguaje diferente, aunque paralelo, el trastorno
psicológico es sinónimo de inmadurez, específicamente de
inmadurez en el crecimiento emocional del individuo, que
incluye la evolución de su capacidad para relacionarse con
las personas y con el ambiente en general.
Para ser más claro, debo presentarles un panorama del
trastorno psicológico y las categorías de inmadurez perso-
nal, aunque ello implique una burda simplificación de un
tema muy complejo. Establezco tres categorías. La primera
trae a la memoria el término "psiconeurosis". Abarca todos
los trastornos de los individuos que en las etapas ten1pra-
nas de su vida recibieron cuidados suficientemente buenos
como para hallarse, desde el punto de vista de su desarro-
llo, en condiciones de afrontar las dificultades inherentes
a una vida en plenitud y de fracasar, hasta cierto punto, en
sus intentos de contenerlas. (Por vida en plenitud se en-
tiende aquella en la que el individuo domina sus instintos,
en vez de ser dominado por ellos.) Debo incluir en esta
categoría las variedades más "normales" de la depresión.

120
La segunda categoría nos recuerda la palabra "psicosis".
En este caso algo anduvo mal en los detalles más tempra-
nos de la asistencia del bebé, provocando una perturbación
en la estructuración básica de su personalidad. Esta falta
básica, como la denominó Balint, 1 puede haber produci-
do una psicosis durante la infancia o la niñez; también es
posible que dificultades ulteriores pongan en evidencia
una falta [tauJt] en la estructura yoica que hasta entonces
había pasado inadvertida. Los pacientes comprendidos en
esta categoría nunca fueron lo suficientemente sanos como
para volverse psiconeuróticos.
Reservo la tercera categoría para los casos intermedios.
Son individuos que empezaron bastante bien, pero cuyo
ambiente les falló en un momento dado, o en forma rei-
terada, o durante un período prolongado. Son niños, ado-
lescentes o adultos que podrían afirmar con razón: "Todo
marchó bien hasta ... , y mi vida personal no puede desa-
rrollarse, a menos que el ambiente reconozca que está en
deuda conmigo". Por supuesto, no es habitual que la de-
privación y el sufrimiento consiguiente sean accesibles a
la conciencia; por lo tanto, en vez de un reclamo verbal,
encontramos clínicamente una actitud que manifiesta una
tendencia antisocial y que puede cristalizar en la delin-
cuencia y la reincidencia en el delito.
Así, pues, por ahora están observando las enfermeda-
des psicológicas desde el extremo equivocado de tres te-
lescopios. A través del primero ven la depresión reactiva,
relacionada con los afanes destructivos que acompañan
los impulsos amorosos en las relaciones entre dos cuerpos
(básicamente, entre eJ bebé y la n1adre), y la psiconeuro-
sis, relacionada con la ambivalencia, o sea con la coexis-
tencia del amor y el odio, propia de las relaciones trian-

1
M. Balinan The BIUic Fnlt, Londres, Tavistock Publications, 1968.
ffrad. cut.: ÚI fo/UJ bd.rica, Buen~ Aires, Paidós, 1982.)

121
gulares (básicamente, entre el niño y los padres). Desde el
punto de vista experiencia}, estas relaciones son a la vez
heterosexuales y homosexuales, en proporciones variables.
A través del segundo telescopio ven cómo el cuidado
defectuoso del bebé deforma las etapas más tempranas del
desarrollo emocional. Admito que algunos bebés son más
difíciles de asistir que otros, pero como nuestra intención
no es echar culpas, podemos atribuir la enfermedad a una
fulla en la asistencia del bebé. Vemos una falla ffailure] en
la estructuración del self personal y en la capacidad del self
para relacionarse con objetos que forman parte del am-
biente. Me gustaría excavar más este rico filón, junto con
ustedes, pero no debo hacerlo.
Este segundo telescopio nos permite ver las diversas
fallas que dan origen al cuadro clínico de esquirofrenia,
o a las ocultas corrientes psicóticas que perturban el flujo
parejo de la vida en muchos de nosotros, que nos ingenia-
mos para conseguir que nos rotulen de personas normales,
sanas y maduras.
Cuando observamos las enfermedades de esta manera,
sólo vemos exageraciones de elementos de nuestro propio
self, no vemos nada que justifique la segregación del en-
fermo psiquiátrico. De ahí el gran esfuerzo y tensión que
exige el tratamiento o atención psicológicos de los enfer-
mos, cuando se lo prefiere a las drogas y a los denominados
"tratamientos físicos".
El tercer telescopio nos ap;1rta de las dificult,1dcs inhe-
rentes a la vida y nos enca111ina hacia perturbaciones de
otra naturaleza, por cuanto la persona deprivada no pue-
de llegar hasta sus propios problemas inherentes a causa
de cierto rencor, de una exigencia justificada para que se
remedie un agravio casi recordado. Probablemente, los
aquí presentes no entramos en absoluto en esta categoría.
l..a mayoría Je nosotros podernos decir: "Nuestros padres
con1etieron errores, nos frustraron constantemente y les

122
tocó en suerte introducirnos en el principio de realidad,
archienemigo de la espontaneidad, la creatividad y el sen-
tido de lo real, pero nunca realmente nos dejaron caer". Es
este dejar caer el que constituye la base de la tendencia
antisocial. Por mucho que nos desagrade ser despojados
de nuestras bicicletas o tener que recurrir a la policía para
prevenir la violencia, vemos y comprendemos por qué ese
niño o adolescente nos obliga a afrontar un desafio, ya sea
mediante el robo o la destructividad.
He hecho todo cuanto las circunstancias me pennitían
para erigir un fundamento teórico que sirva de base a mi
breve descripción de algunas variedades de psicoterapia.

CATEGORÍA!
(psiconeurosis)
Si las enfermedades comprendidas en esta catego-
ría requiriesen tratamiento, desearíamos suministrar
una terapia psicoanalítica, un encuadre profesional que
brinde confiabilidad y en el que lo inconsciente repri-
mido pueda hacerse consciente. Esta transformación se
provoca mediante la aparición, en la "transferencia", de
innumerables muestras de los conflictos personales del
paciente. En un caso favorable, las defensas contra la
angustia originada en la vida instintiva y su elaboración
imaginativa pierden gradualmente su rigidez, y van so-
metiéndose cada vez más al sistema de control delibera-
do del paciente.

CATEGORÍA II
(folla en la asistencia y cuidados tempranos)
En tanto estas enfermedades requieran tratamiento, es
preciso darle al paciente la oportunidad de tener las expe-

123
ciencias propias de la infancia en condiciones de dependen-
cia extrema. Advertimos que tales condiciones pueden en-
contrarse fuera de la psicoterapia organizada; por ejemplo,
en la amistad, el cuidado que se preste al individuo a causa
de una enfermedad física y las experiencias culturales (que,
en opinión de algunos, incluyen las llamadas "experiencias
religiosas"). La familia que continúa cuidando de un hijo
le da reiteradas oportunidades de regresar a un estado de
dependencia, y aun de gran dependencia. En verdad, este
seguir estando disponibles para restablecer y realzar los
elementos de cuidado que inicialmente correspondieron al
cuidado del bebé constituye una característica común de la
vida familiar, cuando se halla bien inserta en el medio so-
cial. Coincidirán conmigo en que algunos niños disfrutan
de su familia y de su independencia creciente, en tanto que
otros continúan usando a su familia como recurso psicote-
, .
rapeunco.
Aquí entra en juego la asistencia social a cargo de pro-
fesionales como una tentativa de ofrecer, en forma profe-
sional, la ayuda que los progenitores, las familias y las uni-
dades sociales suministrarían de forma no profesional. Los
asistentes sociales en general no son psicoterapeutas, en
el sentido con que describí a éstos al hablar de los pacien-
tes comprendidos en la categoría I, pero sí lo son cuando
atienden las necesidades de los pacientes de la categoría II.
Mucho de lo que una madre hace con su bebé podría
denorninarse "sostén". El sostén efectivo es muy in1por-
tante; es una tarea delicada, que sólo puede ser llevada a
cabo con delicadeza y por las personas adecuadas. Es más:
una interpretación cada vez más amplia del término in-
cluye gran parte del nutrimiento del bebé. El concepto de
sostén acaba por abarcar todo manejo físico, en tanto se
adapte a las necesidades de un bebé. El niño aprecia que
de a poco se le pennita desprenderse, por la época en que
los padres le presentan el principio de realidad, que a) co-

124
mienzo choca con el principio del placer (omnipotencia
abrogada). La familia continúa este sostén, y la sociedad
sostiene a la familia.
La asistencia social de casos individuales podría descri-
birse como un aspecto profesionalizado de esta función
normal de los progenitores y las unidades sociales loca-
les, un "sostén" de personas y situaciones, mientras se da
una oponunidad a las tendencias de crecimiento. Dichas
tendencias están presentes en todo individuo y en todo
momento, salvo cuando la desesperanza generada por wta
falla ambiental reiterada ha llevado al individuo a Wl re-
traimiento organizado. Las tendencias han sido descritas
en términos de integración, de conciliación y enlace entre
la psique y el cuerpo, de desarrollo de la capacidad de re-
lacionarse con objetos. Estos procesos siguen su curso a
menos que sean bloqueados por fallas en el sostén y en la
respuesta a los impulsos creativos del individuo.

CATEGORÍA III
(deprivaci6n)
Cuando los pacientes se ven dominados por un área
de deprivación de su pasado, el tratamiento debe adaptarse
por fuerza a este hecho. Como personas pueden ser nor-
males, neuróticas o psicóticas. Apenas si podemos identi-
ficar la pauta personal porque, no bien empieza a revivir
la esperanza, el nifio produce un síntoma (robar o ser ro-
bado, destruir o ser destruido) que obliga al ambiente a
reparar en él y actuar. La accíón sueie ser punfríva pero,
pot supuesto, \o que ncc.e~ita e\ paciente e~ un pleno re-
conocimiento y resarcimiento de su deprivación. Como
ya he dicho, muchas veces es imposible hacer esto porque
gran pane del proceso es inaccesible a la conciencia; con
todo, importa señalar que una investigación seria y pro-
funda, efectuada en las etapas tempranas de una trayec-

125
toria antisocial, brinda con bastante frecuencia la pista y la
solución del caso. Un estudio de la delincuencia debería
partir del estudio de los rasgos antisociales de niños rela-
tivamente normales, pertenecientes a hogares intactos. He
notado que muchas veces puede rastrearse la deprivación,
así como el sufrimiento extremo que causó y que alteró
todo el curso del desarrollo del niño. (He publicado casos
y, si hay tiempo, citaré otros ejemplos.)
La cuestión es que todos los casos no tratados y los in-
tratables quedan a cargo de la sociedad. En ellos, la ten-
dencia antisocial fue en aumento hasta transformarse en
una delincuencia estabilizada. En estos casos es preciso su-
ministrar ambientes especializados, que deben dividirse en
dos clases:
l) los que abrigan la esperanza de socializar a los meno-
. .
res a qwenes sosnenen, y
2) aquellos cuyo único objeto es mantener en orden a
sus menores para proteger a la sociedad, hasta que esos
muchachos y chicas sean demasiado grandes para seguir
internados y salgan al mundo convertidos en adultos que
se meterán en dificultades una y otra vez. Si se actúa con
sumo rigor, estas instituciones pueden funcionar a la per-
fección.
¿Se dan cuenta de que es muy peligroso basar un siste-
ma de cuidado del menor en la labor realizada en hogares
para inadaptados y, especialmente, en el manejo "exitoso"
de Jos delincuentes en los centros de: detención?
Fundándonos en lo antedicho, tal vez podamos compa-
rar los tres ti pos de psicoterapia.
Se sobrentiende que el psiquiatra clínico tiene que ser
capaz de pasar fácilmente de un tipo de terapia a otro y, si
es preciso, de aplicarlos todos a la vez.
En el caso de las enfermedades psicóticas (categoría
11) debernos organizar un "sostén" complejo que, de ser
:1ecesario, i:1cluya la atención física. El terapeuta o la
enfermera profesional intervienen cuando el ambiente

126
inmediato del paciente no logra hacer frente a la situación.
Como dijo un amigo núo ya fallecido, John Rickman: "La
locura es la incapacidad de encontrar a alguien que nos
aguante". Aquí entran en juego dos factores: el grado de
enfermedad del paciente y la capacidad de tolerancia de los
síntomas que manifieste el ambiente. Esto explica por qué
andan sueltos por el mundo individuos más enfermos que
algunos de los internados en manicomios ...
El tipo de psicoterapia al que me refiero puede -pare-
cerse a la amistad, pero no lo es porque el terapeuta cobra
honorarios y sólo ve al paciente por un tiempo limitado,
en sesiones concertadas de antemano. Además, lo trata por
un lapso limitado, por cuanto el objetivo de toda terapia es
llegar a un punto en el que acaba la relación profesional: el
paciente (en todos sus sentidos) toma el timón de su vida y
el terapeuta pasa a atender otro caso.
El terapeuta observa en su trabajo unas normas de
conducta más elevadas que en su vida privada (en esto se
asemeja a otros profesionales). Es puntual, se adapta a las
necesidades de sus pacientes y, en su contacto con ellos, no
hurga en sus propias ansias frustradas.
Es obvio que los pacientes muy graves de esta catego-
ría someten la integridad del terapeuta a una gran ten-
sión, por cuanto necesitan realmente el contacto humano
y la manifestación de sentimientos reales, pero también
necesitan confiar absolutamente en una relación que los
coloca en una situación de máxima dependencia. Las
mayores dificultades surgen cuando el paciente ha sido
seducido en su infancia, pues en tal caso, durante el tra-
tarnicnto, cxpcrirncntar¡i por fuerza el delirio de que el
terapeuta está repitiendo la seducción. Su recuperación
depende, por supuesto, de que se deshaga esta seducción
de la infancia que sacó prematuramente a ese niño de
su vida sexual imaginaria, para llevarlo a una vida sexual
real, arruinando así el jugar ilimitado, requisito primor-
dial de todo niño.

127
En la terapia para enfermedades psiconeuróticas (cate-
goría 1) se puede obtener con facilidad el medio psicoana-
lítico clásico ideado por Freud, pues el paciente aporta al
tratamiento cierto grado de fe y capacidad de confiar en
su analista. Cuando todo esto se da por sentado, el analista
puede dejar que la transferencia se desarrolle a su modo
y, en vez de los delirios del paciente, entrarán en el mate-
rial de análisis sueños, ideas e imaginaciones expresados de
forma simbólica, que podrán ser interpretados conforme
se vaya desarrollando el proceso mediante la cooperación
inconsciente del paciente.
Esto es todo cuanto puedo decir, por razones de tiempo,
acerca de la técnica psicoanalítica. Se puede aprender y es
bastante difícil, pero no es tan agotadora como la terapia
destinada a tratar los trastornos psicóticos.
Como ya he señalado, la psicoterapia para el tratamien-
to de una tendencia antisocial sólo da resultado si el pa-
ciente está casi en los inicios de su trayectoria antisocial, o
sea, antes de que se hayan afianzado los beneficios secun-
darios y las habilidades delictivas. Tan sólo en estas etapas
iniciales el individuo sabe que es un paciente y, de hecho,
siente la necesidad de llegar hasta las raíces de su pertur-
bación. Cuando se puede aplicar este método de trabajo, el
terapeuta y su paciente emprenden una especie de inves-
tigación policial valiéndose de cualquier pista disponible,
incluido cuanto sepan acerca de los antecedentes del caso.
Trabajan en una delgada capa situada en un nivel intcrn1e-
dio entre lo inconsciente profunda1nente enterrado, por
un lado, y la vida consciente y el sistema de la memoria del
paciente, por el otro.
En las personas normales esta capa intermedia entre lo
inconsciente y lo consciente está ocupada por los intereses
y aspiraciones culturales. La vida cultural del delincuente
es notoriamente escasa, porque sólo tiene libertad cuando
huve
, hacia el sueño no recordado o hacia la realidad. Cual-

128
quier intento de explorar la rona intermedia no conducirá
al arte, la religión o el juego, sino a una conducta antisocial
compulsiva, de por sí nada gratificante para el individuo y
dañina para la sociedad.

129
10.LACURA

(Conferencia pronunciada ante médicos y


enfermeras en la Iglesia de San Lucas, Hatfield,
el domingo de San Lucas, 18 de octubre de 1970)

Aprovechando la oportunidad que se me ha concedido,


intentaré expresar algunos de los pensamientos y senti-
mientos que, según creo, compartimos todos nosotros.
Yo no me ocupo de la religión de la experiencia interna,
que no es mi especialidad, sino de la filosofía de nuestro
trabajo como profesionales de la medicina, una suerte de
religión de la relación externa.
En el lenguaje que utilizamos, hay una buena palabra:
cura. Si a esta palabra se le permitiera hablar, sin duda nos
contaría una historia. Las palabras son valiosas en ese sen-
tido; tienen raíces etimológicas, tienen una historia: como
los seres humanos, a veces deben luchar para establecer y
mantener su identidad.
En un nivel muy superficial, la palabra "cura" señala un
común denominador de la práctica religiosa y la práctica
médica. Creo que, etimológicamente, significa cuidado. A
comienws del sigl,o X\ 111 en1pezó a '.ltiii2.arse para desig-
1

nar el tratamiento médico, como en la expresi.ón ",;u.r~ hí-


drica". Un siglo más tarde implicaba además un resultado
favorable: la recuperación de la salud por el paciente, la
aniquilación de la enfermedad, la victoria sobre el espíritu
del mal.
La frase

Que el agua y la sangre


Sean d,~\ pecaao \a aob\e cura

130
contiene ya algo más que una alusión al paso del cuidado
al remedio, es decir, a la transición a la que me estoy refi-
riendo aquí y ahora.
En el uso que se da al ténnino en la práctica médica es
posible advertir una brecha entre las dos acepciones. El
sentido de remedio, de erradicación de la enfermedad y de
su causa, tiende a prevalecer hoy sobre el de cuidado. Los
médicos libran una constante batalla para lograr que el tér-
mino siga significando ambas cosas. El médico general cui-
da, podría decirse, pero debe conocer remedios. El espe-
cialista, en cambio, se encuentra atrapado en problemas de
diagnóstico y erradicación de la enfermedad, y lo que debe
esforzarse por recordar es que también el cuidado forma
pane de la práctica médica. En la primera de estas posicio-
nes extremas el médico es un trabajador social y práctica-
mente pesca en los estanques que constituyen pesquerías
adecuadas para el sacerdote. En el otro extremo, el médico
es un técnico, tanto cuando diagnostica como cuando trata.
El campo es tan vasto que la especialización es inevita-
ble. Sin embargo, en nuestra calidad de sujetos pensantes
no estamos eximidos de intentar un enfoque holístico.
¿Qué es lo que necesita la gente de nosotros, médicos
y enfermeras?, ¿qué es lo que necesitamos de nuestros co-
legas cuando somos nosotros los inmaduros, los enfermos,
los ancianos? Estas condiciones -la falta de madurez, la
enfermedad, la vejez- provocan dependencia. Lo que se
necesita, por lo tanto, es confiabilidad. Como médicos, y
también como enfermeras y trabajadores sociales, estamos
obligados a ser humanamente (no mecánicamente) confia-
bles, a llevar incorporada la confiabilidad en nuestra acti-
tud general. (Por el momento debo preswnir que somos
capaces de reconocer la dependencia y de adaptamos a lo
que encontramos.)
Nadie discute el valor de los remedios eficaces. {Por
ejemplo, la penicilina salvó la vida de mi esposa y evitó que

131
yo me convirtiera en un inválido.) La ciencia aplicada en
la práctica médica y quinírgica debe darse por supuesta.
Es improbable que subestimemos el remedio específico. A
partir de la aceptación de este principio, sin embargo, el
observador y el sujeto reflexivo pueden avanzar hacia otras
consideraciones.
FJ mcumtro de la confiabilidad y la dependmda es el tema
de esta charla. Como pronto se verá, el tema presenta infi-
nitas complejidades; por consiguiente tendremos que fijar
límites artificiales para definir áreas de análisis.
Inmediatamente advertirán ustedes que este modo de
hablar establece una diferencia entre el médico que ejerce
su profesión pura y simplemente y el que lo hace en nom-
bre de la sociedad.
Si bien es cierto que critico a la profesión médica, debo
aclarar que me he sentido orgulloso de formar parte de ella
desde que me gradué, hace ya cincuenta años, y que nun-
ca quise ser otra cosa. Lo cual no me impide ver defectos
notorios en nuestras actitudes y reivindicaciones sociales,
y puedo asegurarles que veo también, y perfectamente, la
. . . .
viga en rru propio OJO.
Tal vez cuando somos pacientes advertimos con facili-
dad las faltas de nuestros colegas, pero junto a esto corres-
ponde señalar que cuando después de haber estado enfer-
mos recobramos la salud sabemos mejor que nadie lo que
debemos a médicos y enfermeras.
Por supuesto, no rne estoy refiriendo a los errores.
Personahntnte he e;ometido errores que me entristece re-
cordar. Una vez, cuando aún no se había descubierto la
insulina, ahogué a un paciente diabético en un estúpido
e ignorante intento de seguir instrucciones de mis superio-
res. El hecho de que esa persona hubiese mueno de todas
maneras no me sirve de consuelo. E hice cosas aún peores.
Fefiz def rné.dico joven que no demuestra su ígnorancía an-
tes de haberse labrado una posición entre los colegas; •1ue

132
lo ayudarán a enmendar sus errores. Pero éste es un tema
que ha sido ya muy traído y llevado. Aceptamos la falibili-
dad como parte de la naturaleza humana.
Desearía examinar el modo como ustedes y yo prac-
ticamos la medicina, la cirugía y la enfermería cuando lo
hact11WS bien, no cuando acumulamos material para el re-
mordimiento.
¿Cómo haré para elegir? Me veo precisado a recurrir a
la experiencia de tipo especializado que he tenido, es de-
cir, a la experiencia en el ejercicio del psicoanálisis y de la
psiquiatría de niños. Considero que la psiquiatría tiene la
posibilidad de brindar una realimentación muy importante
a la práctica médica. El psicoanálisis no consiste tan sólo
en interpretar el inconsciente reprimido; consiste más bien
en proporcionar un marco profesional a la confianza, en el
cual esa interpretación pueda llevarse a cabo.
Como médico comencé atendiendo a niños -y a sus
padres-, y gradualmente me convertí en psicoanalista.
El psicoanálisis (como la psicología anaütica) está vincu-
lado a una teoría y a la formación intensiva de un pequeño
número de individuos seleccionados y vocacionalmente
motivados. El objetivo de la formación es proporcionar
una psicoterapia que cala en la motivación inconscien-
te y que en lo esencial utiliza la llamada "transferencia".
Etcétera.
A continuación enunciaré algunos principios que sur-
gen de la clase de trabajo que mis colegas y yo realizamos.
He elegido seis categorías descriptivas:

l .Jerarquías.
2. ¿Quién es el enfermo? Dependencia.
3. Efecto en nosotros de la posición de cuidar-curar.
4. Otros efectos.
5. Gratitud/propiciación.
6. Sostén. Facilitación. Maduración del individuo.

133
1. En primer lugar está la cuestión de las jerarquías. En
nuestra especialidad comprobamos que cuando estamos
frente a un hombre, una mujer o un niño, somos simple-
mente dos seres humanos de idéntico status. Las jerarquías
se desvanecen. Lo mismo da que yo sea un médico, un en-
fermero, un trabajador social, un funcionario a cargo de un
hogar para niños, o incluso un psicoanalista o un sacerdote.
Lo importante es la relación interpersonal con todo su rico
y complejo colorido humano.
Las jerarquías cumplen una función en la estructura so-
cial, pero no en la confrontación clínica.
2. De aquí a la pregunta" ¿cuál de los dos es el enfermo?"
hay sólo un paso. A veces es una cuestión de conveniencia.
Es importante comprender que el concepto de enfermedad
y de estar enfermo proporciona un alivio inmediato porque
legitima la dependencia, y que quien consigue hacerse re-
conocer como enfermo obtiene un beneficio específico. El
hecho de decirle a otra persona "Usted está enfermo" me
pone en la posición de responder a una necesidad, es decir,
de adaptarme, preocuparme y ser confiable, de curar en el
sentido de cuidar. El médico, la enfermera o quien sea adop-
ta con naturalidad una actitud profesional ante el paciente,
sin que ello implique un sentimiento de superioridad.
¿Cuál de los dos es el enfermo? Casi podría decirse que
el hecho de adoptar la posición de curar es también una
enfermedad, sólo que es la otra cara de la moneda. Necesi-
tatnos a nuestros pacientes tanto con10 ellos nos necesitan
a nosotros. El rector de Derby citó hace poco a San Vicen-
te de Paul, quien dijo a sus seguidores: "Rogad para que
los pobres nos perdonen por ayudarlos". Podríamos rogar
para que los enfermos nos perdonen por responder ante
las necesidades de su enfermedad. Estamos en un marco
profesional, entonces el sentido de la palabra debe ser ex-
plicado. En el presente siglo son los psicoanalistas los que
proporcionan esa explicación.

134
3. Podemos examinar ahora el efecto que asumir el rol
de cuidador tiene en nosotros, que nos preocupamos y cui-
damos-curamos. Señalaré cinco aspectos principales:
a) En el rol de cuidadores-curadores no somos moralis-
tas. En nada beneficiamos a un paciente si le decimos que
su maldad le hizo enfermar, como tampoco le sirve a un
ladrón, un asmático o un esquizofrénico que lo incluyamos
en una categoría moral. El paciente sabe que nuestra mi-
sión no es juzgarlo.
b) Somos absolutamente honestos, sinceros; cuando no
sabemos algo, reconocemos que no lo sabemos. Una perso-
na enferma no podría soportar nuestro miedo a la verdad. La
profesión de médico no conviene a quien teme a la verdad.
c) Nos volvemos confiables del único modo como po-
demos hacerlo dignamente en nuestra tarea profesional.
Lo importante es que siendo (profesionalmente} confia-
bles, protegemos a nuestros pacientes de lo impredecible.
En muchos casos el problema de los pacientes consiste
precisamente en que, como parte del patrón de su vida,
han estado sometidos a lo impredecible. No podemos ajus-
tamos a ese patrón. Detrás de la impredecibilidad acecha
la confusión mental, y detrás de ésta podemos encontrar
el caos en lo que se refiere al funcionamiento somático, es
decir, una ansiedad impensable que es de orden ñsico.
d) Aceptamos el amor y el odio del paciente, y nos
sentimos afectados por ellos, pero no los provocamos ni
esperamos obtener de una relación profesional satisfac-
ciones emocionales (amor u odio) que deberían lograrse
en nuestra vida privada y en el dominio de lo personal,
o bien en la realidad psíquica interna cuando los sueños
toman forma. (En el psicoanálisis esta cuestión se con-
sidera esencial, y se da el nombre de "transferencia" a
las dependencias específicas que surgen entre el paciente
y el analista. El médico que practica la medicina física
y la cirugía tiene mucho que aprender del psicoanálisis,

135
especialmente en este aspecto. Mencionaré algo muy sim-
ple: si el médico se presenta a la hora convenida, percibe que
la confianza del paciente en él ha aumentado muchísimo, y
esto no sólo es importante para evitar la angustia del pa-
ciente, sino que también refuerza los procesos somáticos
favorables a la curación, incluso de los tejidos, y, por cierto,
de las funciones.)
e) Suponemos, y fácilmente concordamos en suponer,
que el médico o la enfermera no son crueles porque sí.
La crueldad se introduce inevitablemente en nuestro tra-
bajo, pero la complacencia en la crueldad debemos buscarla
en la vida misma, al margen de nuestras relaciones profe-
sionales. El deseo de venganza no tiene cabida en nuestra
labor profesional. Por supuesto que podría referirme a
actos de crueldad y de venganza realizados por médicos,
pero no nos sería difícil poner en su lugar esos casos de
mala práctica.
4. Para percibir otros efectos que produce en nosotros
el hecho de reconocer la enfermedad y por lo tanto las
necesidades de dependencia de nuestros pacientes, debe-
mos considerar cuestiones más complejas atinentes a la es-
tructura de la personalidad. Por ejemplo, un signo de salud
mental es la capacidad de un individuo de captar, imagina-
tivamente pero también con exactitud, los pensamientos,
sentimientos, esperanzas y temores de otra persona, así
como de permitir que ésta haga lo mismo con él. Supongo
que, por autoselección, los religiosos y médicos que cui-
dan-curan tienen en alto grado esta capacidad. En cambio,
los exorcistas y los que curan con remedios no la necesitan.
U na excepcional capacidad para hacer intervenir las
identificaciones cruzadas puede a veces constituir una
carga. Sin embargo, sería imponante que cuando se se-
leccionan estudiantes de medicina se evaluara (de ser esto
posible) su aptitud para lo que he denominado identifi-
caciones cruzadas, es decir, para ponerse en el lugar del

136
otro y pennitir que éste haga lo mismo. Es indudable que
tales identificaciones enriquecen enormemente las expe-
riencias humanas de todo tipo, y que quienes tienen escasa
capacidad en tal sentido con frecuencia se aburren y abu-
rren a los demás. Más aún, en el ejercicio de la medicina no
pueden ir mucho más allá del cumplimiento de funciones
de tipo técnico, y pueden causar mucho sufrimiento sin
saberlo. En fecha reciente James Baldwin, hablando por
la BBC, se refirió al pecado que los cristianos olvidaron
mencionar: el pecado de inadvertencia. Podría hacer una
acotación respecto de las identificaciones cruzadas iluso-
rias: son causa de verdaderos estragos.
5. A continuación volveré a ocuparme de la gratitud. Me
referí a ella cuando cité la frase de San Vicente de Paul. La
gratitud está muy bien y nos agrada recibir la botella de
whisky y la caja de bombones con que nuestros pacientes
nos expresan su agradecimiento. Sin embargo, la gratitud
no es así de simple. Si las cosas marchan bien, los pacien-
tes lo encuentran lógico; sólo cuando alguien ha incurrido
en una negligencia (cuando ha olvidado una torunda en el
peritoneo, por ejemplo) se sinceran consigo mismos y se
quejan. En otras palabras, en la mayor pane de los casos
la gratitud, y sobre todo la gratitud exagerada, cumple una
función de propiciación; hay fuerzas vengativas al acecho y
es mejor apaciguarlas.
Las personas enfermas yacen en su lecho pensando en
regalos generosos o en codicilos para sus testamentos,
pero los médicos, enfermeras y otros auxiliares se sienten
complacidos cuando, después del alta, los afligidos pa-
cientes se apresuran a olvidar, aunque quizás ellos no los
olviden. Diría que son los médicos y enfermeras quienes
experimentan un duelo reiterado; en nuestra profesión
corremos el riesgo de encallecemos, ya que las pérdidas
repetidas de pacientes nos vuelven cautelosos en cuanto a
cobrar afecto a los nuevos pacientes. Así les ocurre espe-
cialmente a las enfermeras que cuidan a bebés enfermos

137
o bebés que han sido abandonados en cabinas telefónicas,
o que han sido hallados (como Emest) en un bolso en la
Oficina de Objetos Perdidos de Victoria Station.
La práctica de la medicina general en un distrito ru-
ral es quizá la solución para este problema, por cuanto
el médico vive entre sus pacientes; es, sin duda, la mejor
modalidad del ejercicio de la profesión. El médico y el
paciente están siempre allí, pero sólo a veces como médi-
.
co y paciente.
Es mucho lo que el médico practicante puede aprender
de quienes se especializan en cuidar-curar y no en curar
para erradicar las causas de la enfermedad.
6. Hay algo en especial que debe ser tenido en cuenta
en la práctica médica, y a ello me referiré para finalizar.
& el hecho de que cuidar-curar constituye una extensión
del concepto de sostén. Comienza con el bebé en el útero,
luego con el bebé en braros, y su enriquecimiento deriva
del proceso de crecimiento del niño, que la madre hace
posible porque sabe exactamente cómo es ser ese niño en
particular que ella ha dado a luz.
El tema del ambiente facilitador que permite el cre-
cimiento personal y el proceso de maduración debe ser
una descripción de los cuidados paternos y maternos y
de la función de la familia, lo cual lleva a la creación de la
democracia como extensión política de la facilitación fa-
miliar, y finalmente a que los individuos maduros tomen
parte, de acuerdo con su edad y su capacidad, en la polí-
tica y en el 1nantenimiento y la reforma de la estructura
política.
A esto se une el sentimiento de identidad personal,
esencial para todo ser humano, que en cada caso individual
sólo se logra cuando se ha contado con un quehacer materno sufi-
cientemente bueno y una provisión ambiental de tipo sostén
en las etapas de inmadurez. Por sí solo, el proceso de ma-
duración no basta para producir un individuo.

138
De modo que cuando hablo de cura en el sentido de
cuidado-cura, en general hago alusión a la tendencia natu-
ral de médicos y enfermeras a adaptarse a la dependencia
de sus pacientes, pero en este momento la estoy analizando
en relación con la salud: en relación con la dependencia
natural del individuo inmaduro que suscita en las figuras
parentales una tendencia a proporcionar condiciones que
favorecen el crecimiento individual. Aquí no se trata tanto
de cura en el sentido de remedio como de cuidado-cura,
el tema de mi conferencia, que bien podrá ser el lema de
nuestra profesión.
En lo que respecta a los males de la sociedad, el cuida-
do-cura puede ser en el mundo más importante incluso
que el remedio-cura y que todo el diagnóstico y la pre-
vención que implica lo que se suele llamar el enfoque
.científico.
En esto estamos de acuerdo con los trabajadores so-
ciales, cuyo término "trabajo asistencial individual" pue-
de considerarse una extensión muy compleja del uso de
la palabra "sostén", así como una aplicación práctica del
cuidado-cura.
En un marco profesional y mediando una conducta
profesional adecuada, el paciente puede encontrar una
solución personal a problemas complejos de la vida emo-
cional y las relaciones interpersonales; y lo que hacemos
en ese
. caso no es administrar un remedio sino facilitar el
.
crec1nuento.
¿Es mucho pedir que los médicos practiquen el cui-
dado-cura? Este aspecto de nuestro trabajo fa1la aparen-
tcn1ente en lo que se refiere a la pretensión de percibir
honorarios más altos y socava el sistema de status de las
jerarquías aceptadas. No obstante, puede ser aprendido
fácilmente por las personas adecuadas y apona algo mu-
cho más satisfactorio que la sensación de haber sido in-
teligente.

139
Considero que el aspecto cuidado-cura de nuestra tarea
profesional nos proporciona un marco para la aplicación
de principios que aprendimos en el comienzo de nuestra
vida, cuando como personas inmaduras recibíamos un cui-
dado suficientemente bueno y una cura, por así decirlo, an-
ticipada (el mejor tipo de medicina preventiva), de nuestra
madre "suficientemente buena" y de nuestro padre.
Es siempre tranquilizador comprobar que nuestro tra-
bajo se vincula a fenómenos totahnente naturales, con
patrones universales de la conducta humana y con lo que
esperamos hallar en las mejores expresiones de la poesía, la
filosofía y la religión.

140
Parte II

La familia
11. LA CONTRIBUCIÓN DE LA MADRE A LA
SOCIEDAD

(Postmptum a la primera compilación de charlas


radiofonicas del doctor Wmnicott, publicada bajo el
título The Child and the Family, .. en 1957)

Supongo que todo el mundo tiene un interés funda-


mental en la vida, un profundo y poderoso impulso hacia
algo. Si se vive lo suficiente como para que sea posible mi-
rar hacia atrás, se puede distinguir una apremiante tenden-
cia que ha integrado las diversas y variadas actividades de la
propia vida privada y la propia carrera profesional.
En mi caso, puedo ya percibir qué importante papel
ha desempeñado en mi trabajo el anhelo de encontrar y
apreciar a la buena madre corriente. Sé que la importancia
del padre no es menor y, sin duda, el interés por la tarea
materna incluye un interés por el padre y por el papel vital
que desempeña en el cuidado de los hijos. Pero yo he ex-
perimentado la profunda necesidad de hablar a las madres.
Tengo la impresión de que algo falta en la sociedad hu-
mana. Los niños crecen y se convierten, a su vez, en padres
y madres, pero, en general, nunca llegan a saber y a reco-
nocer exactamente qué hicieron sus madres por ellos en el
cornicnzo. El motivo es que el papel de la 1nadrc ha en1pc-
zado a percibirse hace muy poco. Pero quisiera poner algo
en claro: hay ciertas cosas que de ningún modo ha sido mi
intención dar a entender.

• Trad. cast.: C<JnOU1J "su niño, Buenos Aires, Paidós, 4• cd. 1993. [f.]

14J
No he querido decir que los niños deban agradecer a
sus padres por haberlos concebido; sin duda, pueden con-
fiar en que su llegada significó una cuestión de placer y
satisfacción mutuos. & evidente que los padres no pueden
esperar agradecimiento por la existencia de un hijo: los be-
bés no piden nacer.
Hay otras cosas que no he querido dar a entender. Por
ejemplo, no afirmo que los hijos tengan obligación para
con sus padres por su cooperación en la tarea de mantener
un hogar y resolver los asuntos familiares, si bien es posible
que pueda surgir un sentimiento de gratitud. Los padres
normales forman un hogar y se mantienen unidos, con lo
cual proporcionan la ración básica de cuidado infantil y
aseguran un marco dentro del que cada niño puede gra-
dualmente encontrarse a sí mismo y al mundo, y establecer
una relación activa entre ambos. Pero los padres no es-
peran agradecimiento por esto; obtienen sus recompensas
a su modo, y antes que gratirud prefieren ver a sus hijos
crecer y convertirse, a su vez, en padres y constructores
de hogares. Las cosas podrían enfocarse desde el ángulo
opuesto. Los hijos tienen derecho a acusar a sus padres
cuando, después de traerlos al mundo, no les proporcionan
la debida iniciación en la vida.
En los últimos cincuenta años, el valor del hogar se ha
ido reconociendo cada vez más. Los efectos de los malos
hogares hicieron inevitable tal valoración. Conocemos al-
gunas de las razones por las cuales esta larga y agotadora
tarea, la de criar hijos, es digna de realizarse y, de hecho,
creemos que proporciona la única base real para la socie-
dad y la única fuente para la tendencia democrática en el
sistema social de un país.
Pero el hogar es responsabilidad de los padres, no del
niño. Quiero destacar particularmente que no le pido a
nadie que manifieste gratitud. Lo que me interesa en es-
pecial no es el n1on1ento de la concepción ni el de la for-
mación de un hogar. Lo que me preocupa es la relación

144
de la madre con su bebé poco antes del nacimiento y en las
primeras semanas y meses posteriores a éste. Quiero lla-
mar la atención hacia la inmensa contribución al individuo
y a la sociedad que la madre buena corriente, con el apoyo
de su esposo, hace al comienzo, y ello simplemmte a causa
de su devoción por su hijo.
¿Es la inmensidad misma de la contribución que hace la
madre devota lo que impide su reconocimiento? Si tal con-
tribución se acepta, ello implica que todo individuo sano,
todo individuo que se siente una persona en el mundo y
para quien el mundo significa algo, toda persona feliz, tie-
ne una deuda infinita con una mujer. En la época en que,
como bebé, esa persona nada sabía acerca de la dependen-
cia, había una dependencia absoluta.
Pemútaseme destacar una vez más que el resultado de
tal reconocimiento no será gratitud, y ni siquiera alabanza;
el resultado será una disminución del temor. Si nuestra so-
ciedad se demora en conocer plenamente esa dependencia
que constiruye un hecho histórico en la etapa inicial de
desarrollo de todo individuo, se mantendrá un obstáculo
tanto para el progreso como para la regresión, un obstácu-
lo basado en el miedo. Si no hay un verdadero reconoci-
miento del papel de la madre, quedará siempre un vago te-
mor a la dependencia. Ese temor asumirá a veces la forma
del temor a las mujeres o a una mujer en particular, y otras
veces formas más diñciles de reconocer, pero que siempre
incluyen el miedo a la dominación.
Por desgracia, el temor a la dominación no mueve a los
grupos humanos a evitarla; por el contrario, los impulsa
hacia una dorninaci<>n específica o elegida. Sin duda, si
se esrudiara la psicología de\ dictador se encontraría por
cieno que, en su propia lucha personal, el dictador trata
de controlar a la mujer cuyo donúnio teme inconsciente-
mente, de controlarla circundándola, actuando por ella y
exigiendo, a su vez, total sometimiento y "amor".
Muchos esrucliosos de la historia social han creído ver

145
en el temor a las mujeres una poderosa causa de la conduc-
ta aparentemente ilógica de los seres humanos que forman
grupos, pero pocas veces se ha rastreado ese temor hasta
sus raíces. Si se lo hiciera en la historia de cada individuo,
se vería que el temor a las mujeres es el temor a recono-
cer el hecho de la dependencia. Por lo tanto, existen só-
lidos motivos sociales para alentar la investigación de las
más tempranas etapas en la relación madre-hijo. Por mi
parte, me he visto impulsado a averiguar todo lo posible
acerca del significado de la palabra "devoción" y a hacer
un reconocimiento plenamente informado y sentido a mi
propia madre. En este caso la posición del hombre es más
difícil que la de la mujer, pues no puede reconciliarse con
la madre convirtiéndose, a su vez, en madre. No tiene otra
alternativa que llegar tan lejos como pueda en una toma de
conciencia de la tarea realizada por su madre. El desarrollo
de rasgos maternales como parte de su carácter no va de-
masiado lejos y la feminidad en un hombre resulta ser un
desvío de los principales aspectos.
Para el hombre que debe encarar este problema, una de
las soluciones consiste en tomar parte en un estudio ob-
jetivo del papel de la madre, en especial del papel que de-
sempeña al comienzo.
En la actualidad suele negarse la importancia de lama-
dre en las primeras etapas de la vida del niño, y se afirma,
en cambio, que en ese período sólo se necesita una técnica
del cuidado corporal, por lo cual una buena niñera resulta
igualmente eficaz.
Incluso existen madres (espero que no en este país) a
quienes se les dice que deben encargarse del cuidado de sus
hijos, lo cual significa la negación extrema de que esa ac-
titud surja naturalmente del hecho de ser madre. Con fre-
cuencia ocurre que, poco antes de que se alcance la com-
prensión de algún problema, hay una etapa de negación,
ceguera o de no querer ver deliberadamente, tal como el

146
mar se aparta de la arena antes de arrojar sobre ella la ola
atronadora.
La pulcritud administrativa, los dictados de la higiene,
un loable fomento de la salud corporal, y muchos otros
factores de este tipo, se interponen entre la madre y el
bebé, y es muy improbable que las madres mismas decidan
unir sus esfuerws para protestar contra toda intervención.
Alguien debe ayudar a las madres jóvenes que tienen a su
primero o segundo bebé y que necesariamente se hallan
también en una situación de dependencia. Hay que supo-
ner que ninguna madre de un recién nacido se declarará en
huelga contra médicos y enfermeras, por frustrada que se
sienta, porque su actitud es muy distinta.
Aunque muchos de mis ensayos y mis charlas radiofóni-
cas están dirigidos a las madres, no es probable que las ma-
dres jóvenes, a quienes más atañen, los lean o los escuchen.
No deseo alterar esa situación. No puedo suponer que las
madres jóvenes necesiten saber qué es lo que hacen cuando
descubren que gozan cuidando de sus propios hijos. Como
es natural, temen que los textos informativos puedan arrui-
nar ese placer y su experiencia creadora, el elemento esen-
cial para la satisfacción y el crecimiento. La madre joven
necesita protección e información, y el asesoramiento que
la ciencia médica esté en condiciones de ofrecerle acerca
del cuidado corporal y la prevención de accidentes evi-
tables. Necesita un médico y una enfermera conocidos y
dignos de confianza. Necesita, asimismo, el amor de un
marido y experiencias sexuales satisfactorias. No; la ma-
dre joven no suele aprender de los libros. No obstante, he
rnantcnido la fonna tle una charla dirigida a las 111a<lrcs jó-
venes porque ello obliga a una disciplina. Quien escribe
sobre la naturaleza humana necesita algo que lo impulse
constantemente hacia un lenguaje simple y lo apane de la
jerga del psicólogo, por valiosa que ésta pueda ser en las
contribuciones a las revistas científicas.

147
Es probable que quienes hayan pasado ya por la expe-
riencia de la maternidad y que, por lo tanto, pueden per-
mitirse echar una mirada retrospectiva, sientan interés por
leer lo dicho en esta forma y puedan ayudar en lo que tanto
se necesita actualmente, es decir, proporcionar apoyo mo-
ral a la madre buena corriente, educada o no, inteligente o
limitada, rica o pobre, y protegerla de todos y de todo lo
que se interponga entre ella y su bebé. Uniremos fuerzas al
hacer que la relación emocional entre la madre y su bebé
comience y se desarrolle naturalmente. Esta tarea colectiva
significa una extensión del papel del padre, de su papel al
comienzo, cuando su esposa gesta, da a luz y amamanta a
su hijo, antes de que el niño pueda necesitar de él en otros
sentidos.

148
12. EL NIÑO EN EL GRUPO FAMalAR

(Conferencia pronunciada en el Congreso de la


Asociación de Jardines de Infantes sobre "Adelantos
en la educación primaria", realizado en el New
College, Orford, 26 de julio de 1966)

Mucho se ha escrito últimamente sobre el niño y la fa-


milia, hasta el punto de que es difícil hallar el modo de
referirse al tema con pretensiones de originalidad. La opi-
nión general es que todo ha sido dicho ya, y casi podría
afirmarse que el título de esta charla, a fuerza de ser usado,
carece de significación. Hay, sin embargo, una novedad,
aunque limitada, que resulta del cambio de énfasis en las
directivas: la atención debe centrarse en la familia y no en
el individuo. Hay una especie de plan destinado a modifi-
car el método de trabajo social: debe tenerse en cuenta a la
familia y concebirse al niño como parte de ella.
En mi opinión esto no representa ningún cambio, pues-
to que al nifio se lo ha estudiado siempre en relación con
la familia o con la ausencia de una familia. Sea como fuere,
podemos ,tratar de servimos de cualquier cosa que alivie la
monotorua.
Examinando la contribución del psicoanálisis, puede
afirmarse que el énfasis que los analistas han puesto en
e] tratarnicnto de un niño no ha sido equilibrado. El psi-
coanálisis ha pasado por una larga fase en la que veía en
el tratamiento de un niño un fenómeno aislado. Era ine-
vitable que así fuera. Pero en los drculos psicoanalíticos
se ha producido un cambio, originado simplemente en los
procesos de desarrollo de las ideas. De cualquier modo, la
reciente modificación de las directivas no tiene como des-

149
tinatario al psicoanálisis sino al trabajo social en general, el
que, a mi juicio, siempre que se ha ocupado de un niño lo
ha hecho en el marco de su familia.
En la actualidad existe el riesgo de que al poner excesivo
énfasis en el hecho de que las dificultades humanas deben
manejarse en función de la familia y otros grupos, en rea-
lidad se esté eludiendo el estudio del individuo, sea éste un
bebé, un niño, un adolescente o un adulto. En algún mo-
mento, en la tarea que se realiza en cada caso, el trabajador
social debe tratar con un individuo al margen de su grupo:
es entonces cuando se presentan las mayores dificultades y
también cuando son mayores las posibilidades de producir
un cambio.
Comenzaré por lo tanto con un ruego: piensen en el
niño individual, en su proceso evolutivo, su sufrimiento, su
necesidad de ayuda y su capacidad de beneficiarse con ella,
claro está que sin olvidar la importancia de la familia, de los
varios grupos escolares y de todos los demás grupos que
conducen al que conocemos por el nombre de sociedad.
En todo trabajo con un caso debe decidirse quién es el
enfermo. A veces, aunque se atribuye esa condición al niño,
es otra persona la que causa y mantiene el trastorno, o in-
cluso es un factor social lo que constituye el problema. Se
trata de casos especiales, y los trabajadores sociales están al
tanto de esta posibilidad. Pero ello no debería hacer olvi-
dar el hecho de que casi siempre cuando un niño presenta
síntomas es porque sufre, y la mejor n1anera de aliviar su
sufrirniento es rnediante el trabajo realizado con el niño
.
nusmo.
Esto es así sobre todo en los innumerables casos que
existen en la comunidad pero que no llegan a las clínicas
de orientación infantil, las que, por supuesto, tienden a
ocuparse de los casos menos corrientes, más complejos.
En otras palabras, si miran a su alrededor, a los niños que
conocen de su farnilia y de su medio social, verán que aun
cuando muchos de ellos podrían beneficiarse con una pe-

150
queña ayuda, nunca se los lleva a una clínica. Esos son los
niños a quienes mejor se podría ayudar y que necesitan
atención individual. Los niños tratados en las clínicas no
son representativos de los que necesitan ayuda en la co-
munidad. Lo digo confiadamente ante este auditorio por-
que se compone de maestros, y la mayoría de los niños a
quienes ustedes enseñan no son casos clínicos: son niños
corrientes, muy semejantes a los que penenecen al gru-
po social del que ustedes forman parte. No hay práctica-
mente ningún niño que no haya necesitado ayuda alguna
vez por un problema personal o de quien se pueda afirmar
que nunca la necesitará. En la escuela ustedes reaccionan a
menudo ante estos problemas pasándolos por alto o apli-
cando medidas disciplinarias cuidadosamente graduadas,
enseñando al niño una habilidad o brindándole la opor-
tunidad de seguir sus impulsos creativos. Y cabe admitir
que, en general, un maestro debe tener de la psicología una
perspectiva diferente de la del trabajador social y de la del
psiquiatra de niños.
Comprenderán que es inevitable que haya ciena su-
perposición y que algunos de los niños que asisten a la es-
cuela deberían estar concurriendo a una clínica, así como
algunos de los niños de la clínica deberían estar tratando
de superar sus dificultades con ayuda de sus tíos o tías,
de sus maestros y de toda otra clase de provisión social
generalizada.

EL GRUPO E~~ RELACTÓN CON EL INDIVIDUO

Para aprovechar la oportunidad que ustedes me han


brindado, les recordaré con cierto detalle de qué modo la
familia es un grupo cuya estructura está relacionada con
la de la personalidad individual. La familia es el primer
agrupamiento, y es de todos el que más cerca está de ser
un agrupamiento dentro de la personalidad individual. El

151
primer agrupamiento es simplemente una duplicación de
la estructura individual. Cuando decimos que la familia es
el primer agrupamiento, lo hacemos teniendo en cuenta
el crecimiento del individuo, lo cual se justifica porque el
vínculo entre el simple paso del tiempo y la vida huma-
na es más débil que el que deriva del hecho de que toda
persona comienza en un momento dado y, gracias a un
proceso de crecimiento, convierte un espacio de tiempo
en algo personal.
El niño comienza a separarse de la madre, y ésta, antes
de ser percibida objetivamente, es lo que podríamos lla-
mar un objeto subjetivo. El niño experimenta una brusca
sacudida cuando, después de haber usado a la madre como
objeto subjetivo -es decir, como un aspecto del self-, co-
mienza a usarla como objeto distinto del self, inmune al
control omnipotente. La madre, a su vez, cumple una tarea
muy importante al adaptarse a las necesidades del niño,
con lo que logra suavizar un tanto esa terrible sacudida,
que corresponde al encuentro con el principio de realidad.
Hay una duplicación de la figura materna.
En algunas culturas se realiza un esfuerzo deliberado
para impedir que la madre sea alguna vez una persona úni-
ca, a fin de proteger al niño del shock que acompaña a la
pérdida. En nuestra cultura tendemos a considerar normal
que el niño experimente plenamente el shock cuando la
madre se convierte en una persona externa adaptativa, pero
deben10s adrr.itir que se producen algunas bajas. I~~n los ca-
sos en que todo '3a1e bien se tiene una experiencia n1uy rica,
y éste es el principal argumento a favor de nuestro sistema.
El estudio antropológico de estas cuestiones proporciona
un material fascinante al investigador que observa los re-
sultados de la temprana y deliberada escisión de la figura
materna impuesta por la sociedad.
El padre entra en ,:scen~ de dos m:>dos. En cierta me-
dida, es una de las pers:>n~lS que duplican a la ñgura m~t-

152
tema. Con el correr del tiempo se ha producido en Gran
Bretaña un cambio de orientación, y hoy en día el padre
se vuelve real para su bebé en el rol de duplicado de la
madre con más frecuencia que hace algunas décadas. Lo
cual interfiere con su otra función, que es la de entrar en
la vida del niño como un aspecto de la madre; un aspecto
duro, estricto e implacable, intransigente e indestructible
que, en circunstancias favorables, se conviene en un ser
humano, en alguien a quien se puede temer, odiar, amar
y respetar.
Se forma así un grupo, de modo que pueden adscribir-
se a dos conjuntos. El primer conjunto corresponde sim-
plemente a la extensión de la estructura de personalidad
del niño y depende de los procesos de crecimiento. El se-
gundo depende de la madre y de su actitud hacia ese niño,
de las otras personas que estén disponibles como figuras
maternas, de la actitud de la madre hacia las madres sus-
titutas, de la actitud social en el lugar, y del equilibrio en-
tre los dos aspectos ya mencionados de la figura paterna.
Naturalmente, las características del padre determinan en
alto grado el modo como el niño lo usa o no lo usa en la
formación de la familia. En ambos casos, por supuesto,
el padre puede estar ausente u ocupar un lugar muy visi-
ble, y estos detalles establecen una enorme diferencia en
cuanto a lo que la palabra "familia" significa para ese niño
en particular.
Dicho sea de paso, conozco a una niña que dio el nom-
bre de "Familia" a su objeto transicional. Creo que en este
caso hubo un reconocimiento precoz de la desarmonía en-
tre los padres, y a una edad incrcíhlcrnentc tcrnprana la
niña trató de remediar la deficiencia que percibía llamando
Familia a su muñeca. Es el único caso que conozco en que
haya ocurrido algo semejante, y en la actualidad, treinta
afíos más tarde, esa persona está luchando aún contra su
incapacidad de aceptar el distanciamiento entre sus padres.

153
Lo que he hecho hasta ahora es poner de relieve que
cuando hablamos simplemente de un niño y su familia es-
tamos pasando por alto las difíciles etapas durante las cua-
les ese niño adquirió una familia. No se trata simplemente
de que haya un padre y una madre, y de que lleguen otros
niños, y de que haya un hogar con padres e hijos y tíos y
primos. Eso es sólo lo que diría un observador. Para los
cinco hijos de una familia hay cinco familias. No se re-
quiere ser psicoanalista para darse cuenta de que esas cinco
familias no se parecen necesariamente, y con seguridad no
son idénticas.

EL PRINCIPIO DE REALIDAD

Después de haber introducido la idea de una familia


juntamente con el concepto del objeto subjetivo que se
convierte en objeto percibido objetivamente, desearía pro-
seguir el estudio de esta área. En el desarrollo de los seres
humanos se produce, precisamente entre estos dos tipos
de relación, un cambio de magnitud asombrosa. Personal-
mente he tratado de contribuir valiéndome de la obser-
vación de objetos y fenómenos transicionales, es decir, de
todo lo que emplea el niño individual cuando pasa por esta
fase en la que su capacidad de percibir objetivamente es
limitada y la principal experiencia en lo que se refiere a las
re1aciones objetalcs debe seguir siendo la de relacionarse
con objetos subjetivos. (Entre paréntesis, no correspon-
de emplear aquí la expresión "objeto interno"; el objeto
que podemos ver es externo y subjetivamente percibido, o
sea que se origina en los impulsos creativos y la mente del
niño. La cuestión se complica cuando el niño, poseyendo
ya un interior, toma objetos percibidos externamente y los
instala como imágenes internas. Pero la etapa a la que 111c
estoy refiriendo es anterior, y en ella ese lenguaje no tiene
sentido.)

154
Una dificultad que se presenta en este tipo de descrip-
ción es que en esta etapa, cuando el niño pequeño se re-
laciona con lo que he llamado un objeto subjetivo, indu-
dablemente hay, al mismo tiempo, percepción objetiva.
En otras palabras, el niño no podría inventar el aspecto
preciso de la oreja izquierda de su madre. Y sin embargo,
debemos decir que la oreja izquierda de la madre con la
que está jugando el niño es un objeto subjetivo; el niño
tendió la mano y creó esa oreja particular que estaba allí
para ser descubierta. Esto mismo es lo que tiene de estimu-
lante el telón de un teatro. Cuando se levanta, cada uno de
nosotros crea la obra que se representa, y posteriormente
podemos incluso descubrir que la coincidencia parcial de
lo que cada uno ha creado proporciona material para una
discusión sobre la obra representada.
No sabría cómo proseguir sin afirmar que hay aquí, en
algún punto, un elemento de engaño que es inherente al
desarrollo de la capacidad de relacionarse con objetos. Es-
toy leyendo este trabajo a un público que yo he creado.
Pero debo admitir que al redactarlo también pensé en el
público que está realmente aquí en este momento. Quie-
ro creer que ambos coinciden en cierta medida, pero nada
garantiza que puedan relacionarse entre sí. Al escribir este
trabajo tuve que jugar y moverme en el ámbito que llamo
transicional, en el que simulé que mi público eran ustedes
tal como son aquí y ahora.
Esta fase que estoy analizando y a la que a veces me
he referido con la expresión "fenómenos transicionales"
es in1portante en el desarrollo de todo niño. Se requiere
cierto tien1po en ~1n "an1bientc previsible nonnal" 1 para
que el niño pueda recibir ayuda de alguien capaz de adap-

1
Esta frase fue acuñada por Heinz Hartmann; véase Ego Psychok,gy
aná the Probkm of Aüptation, Nueva York, Intcrnational Universities
Press, 1939. [Comps.] ffrad. ast.: ú, psirok,g{ll del yo y el problmul de la
adllptad6n, Buenos Aires, Paid6s, 1987.]

155
tarse de un modo extremadamente sensible mientras él
va adquiriendo la capacidad de utilizar la fantasía, de va-
lerse de la realidad interior y los sueños y de manipular
juguetes. Al jugar, el niño ingresa en esta área intermedia
de lo que he llamado engaño, aunque deseo aclarar que
este aspecto particular del engaño es saludable. El niño
usa una posición intermedia entre él y la madre o el pa-
dre, quienquiera que sea, en la cual todo lo que sucede
simboliza la unión o la no separación de estas dos cosas
separadas. Este concepto es realmente muy dificil y creo
que sería importante para la filosoña si pudiera ser en-
tendido. Y quizás incorporaría también una vez más la
religión a la experiencia de quienes han dejado de creer
en milagros.
Lo importante es que el niño disponga de un lapso para
utilizar la experiencia de relaciones estables a fin de desa-
rrollar áreas intermedias en las que los fenómenos tran-
sicionales o lúdicos puedan quedar establecidos para ese
niño en particular, de modo tal que en lo sucesivo tenga la
posibilidad de disfrutar de todo lo que ha de derivarse del
uso del símbolo, puesto que el símbolo de unión propor-
ciona a la experiencia humana un campo más amplio que
la unión misma.

EXCURSIONES Y REGRESOS

Corno ya he rnencionado, en el desarrollo saludable el


niño necesita tiempo para explotar plenamente esta fase;
cabe añadir que también debe ser capaz de experimentar
las diversas clases de relación objeta! en el mismo día, o
incluso en el mismo momento. Por ejemplo, viendo a un
niño pequeño que disfruta de su relación con una tía, un
perro o una mariposa, advertimos que no sólo está per-
cibiendo cosas objetiva1nente, sino ta111bién disfrutando
de la riqueza que le aportan sus dcscubrirnicntos. Esto no

156
significa, sin embargo, que esté preparado para vivir en un
mundo descubierto. En cualquier momento volverá a fu-
sionarse con la cuna, la madre o los olores familiares y se
encontrará nuevamente instalado en un ambiente subjeti-
vo. Lo que intento decir es que son sobre todo las pautas
&miliares las que le proporcionan esas reliquias del pasa-
do, de modo que cuando el niño descubre el mundo, se
produce siempre el viaje de regreso apropiado. Si se trata
de su propia &milla, el viaje de regreso no es causa de ten-
sión para nadie, porque toda familia se mantiene orientada
hacia sí misma y hacia quienes son parte de ella.
Aunque estas cuestiones no necesitm ser ilustradas con
ejemplos, les relataré un episodio tomado de un análisis.

Una paciente resume los traumas acumulados en su niñez


refiriendo un suceso; al hacerlo pone de manifiesto, con sus
propias palabras, la importancia del factor tiempo. "Yo tenía
unos dos años. La familia estaba en la playa. Me alejé de mi
madre y comencé a hacer descubrimientos. Encontré con-
chillas. Pasaba de una a otra, y había muchísimas. De pronto
sentí miedo. Lo que ocurrió -ahora lo comprendo- es que
en mi interés por descubrir el mundo me había olvidado de
mi madre. Esto implicaba -ahora lo percibo claramente- la
idea de que mi madre se había olvidado de mí. Por lo tanto di
la vuelta y corrí hacia ella, quizá sólo unos pocos metros. Mi
madre me levantó y comenzó Wl proceso de restablecimiento
de mi relación con ella. Probablemente no mostré interés en
mi madre porque necesitaba tiempo para reponerme y perder
el miedo. Entonces, de pronto, mi madre me puso de nuevo
en el suelo."
Esta pac:icntc re-actuaba el episodio, y gracias al trabajo
realizado en el análisis pudo agregar: . . Ahora sé \o que ocurrió.
He estado esperando toda mi vida, hasta este momento, poder
pasar a la etapa siguiente, porque si mi madre no me hubiera
puesto en el suelo yo le habría echado los brazos al cuello y me
habría deshecho en lágrimas de alegría y felicidad. Tal como
ocurrieron las cosas, nunca volví a encontrar a mi madre".

157
Como se comprenderá, al relatar este episodio la pa-
ciente se estaba refiriendo a un modelo de situación ba-
sado en recuerdos superpuestos de situaciones similares.
Lo importante del ejemplo es que muestra los delicados
procesos a través de los cuales se desarrolla-cuando todo
marcha bien- la confianza del niño en el viaje de regreso.
A este tema se refiere Richard Church en los tres tomos de
su autobiograña, especialmente en el último.
Observando a un niño de dos años se comprueba fá-
cilmente que las excursiones y regresos de escaso riesgo
coexisten con otras que son importantes porque, si llegan a
fracasar, alteran su vida por completo. Distintos miembros
de la familia representan papeles diferentes, y los niños
usan cada uno de ellos para ampliar sus experiencias hasta
cubrir un vasto campo en lo referente a las características
de las excursiones y regresos.
De este modo, suele ocurrir que el comportamiento de
un niño en la escuela difiera mucho del que observa en su
casa. Lo más común es que en la escuela se muestre entu-
siasmado al descubrir cosas nuevas, aspectos de la realidad
que percibe por primera vez, mientras que en la casa es
conservador, retraído, dependiente, asustadizo, protegido
de las crisis por la adaptación sensible de la madre o de
otro familiar. Puede ser a la inversa, pero es quizá menos
normal y probablemente surjan dificultades si en la escuela
el niño tiene plena confianza en una persona determinada,
o en el an1hiente, y en el hogar es irritable, de genio vivo y
prematuramente independiente. Esto puede ocurrir si en
la familia queda relegado, como por ejemplo cuando el se-
gundo hijo pasa a ser el del medio de un grupo de tres, con
lo que sale perdiendo en todo sentido hasta que alguien
advierte que su temperamento ha cambiado y que, aunque
la suya sea una buena familia, se ha convertido en un niño
deprivado.

158
LEALTAD Y DESLEALTAD

Quisiera referirme a otro aspecto de la relación entre la


familia y el desarrollo del individuo. De entre los muchos
aspectos de esa relación, sin duda polifacética, desearía re-
ferirme a los conflictos de lealtades, que son inherentes al
desarrollo infantil.
En términos sencillos, el problema puede enunciarse
así: hay mucha diferencia entre un niño que se alejó de su
madre, llegó junto a su padre y volvió al punto de partida,
. _. , . .
y un runo que nunca paso por esa e:xpenenaa.
En un lenguaje más complejo, puede decirse que en las
etapas más tempranas el niño no está en condiciones de
contener el conflicto dentro del self. Contener conflictos
es la tarea del asistente social, y sabemos cuán grande es la
tensión a que están sometidos los adultos cuando se ocu-
pan de casos individuales y durante cierto tiempo contie-
nen los conflictos propios de esos casos. El asistente so-
cial da más importancia a esa contención que a cualquier
acción específica relacionada con los miembros del grupo
que incluye al caso.
El niño inmaduro necesita una situación en la que no
se exija lealtad, y es en la familia donde podemos esperar
que se tolere lo que, de no ser simplemente una parte del
proceso de crecimiento, podría tomarse por deslealtad.
El niño establece una relación con el padre, y esa rela-
ción condiciona la actitud que desarrolla hacia la madre.
No sólo puede ver objetivamente a la madre desde la po-
sición del padre, sino que también entabla con éste una
relación arnorosa que irnplica o<lio y tcn1or a la rnadre.
Volver a la madre desde esta posición es peligroso. Pero
se produce un fonalecimiento gradual y el niño vuelve a la
madre, y desde esta posición ve al padre objetivamente y
sus sentimientos incluyen odio y temor.
Esta experiencia de ir y venir se repite en la vida coti-
diana del niño en el hogar. No siempre involucra al pa-

159
dre y a la madre; la experiencia puede consistir en ir de la
madre a la niñera y viceversa, o puede tratarse de una tía,
una abuela o una hermana mayor. El niño puede encontrar
gradualmente todas esas posibilidades, experimentarlas y
adaptarse a los temores que le provocan. También puede
llegar a disfrutar de los estímulos que esos conflictos pro-
porcionan, siempre y cuando se los pueda contener. En el
seno de la familia los niños introducen en sus juegos todas
las tensiones propias de la experimentación con deslealta-
des, incluso las tensiones y celos que perciben en las per-
sonas adultas que los rodean. En cierto sentido, es un buen
modo de describir la vida familiar en términos teóricos.
Quizás el enorme interés que muestran los niños por jugar
al papá y la mamá se deban a que este juego les permite
ampliar en forma gradual el campo de la experimentación
con deslealtades.
A veces es posible percibir lo importantes que son estos
juegos, por ejemplo cuando un nuevo hijo se suma tardía-
mente a la familia y no puede usar los juegos de sus her-
manos, juegos dotados de una complejidad que para los
hermanos mayores tienen una historia. Puede participar
mecánicamente en ellos y sentirse eliminado o aniquilado
por su participación, que no es creativa, porque lo que ne-
cesitaría es comenzar de nuevo y llegar, partiendo de los
rudimentos, a la complejidad de las lealtades opuestas.
Sé que los sentimientos involucrados en estos juegos
tienen rasgos positivos y libidinalcs, pero el contenido que
despierta entusiasmo en los niños se halla estrechamente
vinculado con las lealtades opuestas. De este modo, consti-
tuyen una preparación perfecta para la vida.
Como veremos, la escuela puede brindar un gran alivio
al niño que vive con su familia. Para los niños pequeños,
que pasan la mayor parte del tiempo jugando, los jue-
gos que practican en la escuela no son básicos y pronto
se convierten en juegos que desarrollan habilidades. Está
también la cuestión de la disciplina que debe reinar en los

160
grupos, todo lo cual lleva a una simplificación que es muy
agradable para unos y muy molesta para otros. Una sim-
plificación demasiado temprana, como la que impone la
escuela al juego de la familia de los niños que viven con
sus familias, debe considerarse un empobrecimiento, al
menos para los niños que pueden tolerar el juego de la
familia y cuyas familias pueden afrontar el hecho de que
lo practiquen.
En cambio, al hijo único o al niño solitario los beneficia
ingresar tempranamente en un grupo de juegos, donde al
menos en ciena medida, el juego puede incluir relaciones
interpersonales y lealtades opuestas que resultan creativas
para el niño.
Estas son las razones por las que una decisión del go-
bierno respecto de la edad en que los niños deben comen-
zar a ir a la escuela nunca será satisfactoria. En cuestiones
tan delicadas como ésta, una recomendación apropiada
sólo puede darse después de sopesar en cada caso indivi-
dual todos los factores pertinentes, lo que equivale a decir
que cada vecindario debe contar con toda clase de pro-
visiones. En caso de duda, tendremos presente que es en
su hogar donde el niño puede lograr las experiencias más
ricas, pero siempre debemos tratar de identificar al niño
que por una u otra razón no puede ser creativo en el juego
imaginativo si no pasa algunas horas por día alejado de su
familia.
La educación primaria corresponde al ámbito en que
al niño más bien le agrada que, a través del aprendizaje,
de la adopción de lealtades específicas y de la aceptación
de reglas y nonnas junto con el uniforme escolar, se lo
exima de tener que resolver las complejidades de la vida.
A veces esta situación persiste en la adolescencia, pero es
insatisfactorio que los niños permitan que ello ocurra, por
muy conveniente que les parezca a los maestros. Lo que
debemos esperar es que en la adolescencia reaparezcan en
cada muchacho y en cada chica la experimentación y las

161
lealtades opuestas que surgieron creativamente en el juego
de la familia, aunque en esta ocasión el estímulo no pro-
vendrá sólo de los temores emergentes sino también de las
nuevas e intensas experiencias libiclinales que la pubertad
habrá desatado.
La familia tiene un enorme valor para el adolescente,
sobre todo cuando, pese a ser sano, se siente atemorizado
la mayor pane del tiempo, a causa de que el amor intenso
suscita automáticamente un odio intenso. En los casos en
que el marco familiar subsiste, el adolescente puede repre-
sentar el papel de padre o madre, que era lo esencial del
juego imaginativo practicado en el hogar en la etapa de dos
a cinco años.
A menudo se piensa en la familia como en una estructu-
ra mantenida por los padres, un marco en el que los hijos
pueden vivir y crecer. Se piensa en ella como en un lugar
en el que los niños descubren sentimientos de amor y odio
y encuentran simpatía y tolerancia (y también exaspera-
ción, que a menudo provocan). Pero en mi opinión -y a
esto me he estado refiriender- se subestima la importancia
que tiene el encuentro de los niños con la deslealtad. La
familia orienta hacia agrupaciones diversas, que se amplían
cada vez más hasta alcanzar el tamaño de la sociedad local
y de la sociedad global.
La realidad del mundo del que los niños llegarán a for-
mar parte como adultos se caracteriza porque en ella toda
lealtad incluye algo opuesto que podría llarnarse desleal-
tad. El niño que ha tenido la oportunidad de comprobarlo
durante su crecimiento se encuentra en inmejorables con-
diciones para ocupar un lugar en ese mundo.
Por último, si retrocedemos en el tiempo advertimos
que esas deslealtades, como he dado en llamarlas, son un
rasgo esencial de la vida que se origina en el hecho de que
ser uno mismo implica ser desleal para con todo lo que no
es uno misrno. Las palabras rnás agresivas y peligrosas en
todos los idiornas son las que forrnan la frase yo s~)'. Pero

162
debe admitirse que sólo quienes han alcanzado la etapa en
la que es posible hacer tal afirmación están verdaderamen-
te capacitados para desempeñarse como miembros adultos
de la sociedad.

163
13. APRENDIZAJE INFANTIL

(Trabajo leído en un congreso sobre predicación del


Evangelio en la familia, auspiciado por el Instituto
&Jucativo de Cooperación Cristiana, en el
Kinsg-wood College far Further &Jucation, 5 de
junio de 1968)

He venido a dirigirles la palabra en este congreso en ca-


lidad de ser humano, de médico de niños, de psiquiatra de
niños y de psicoanalista. Al reflexionar sobre lo que ocurría
cuarenta años antes, advierto que se ha producido un cam-
bio de actitud. Hace cuarenta años, nadie que se dedicara
a la enseñanza de la religión hubiera esperado oír algo útil
de un psicoanalista. He sido invitado a venir a este lugar
no como maestro de religión, ni siquiera como cristiano,
sino como persona que tiene una larga experiencia en un
campo limitado, que se interesa por los problemas del cre-
cimiento, la vida y la realización del ser humano. Vuestro
presidente dijo algo acerca de que nadie me aventaja en
el conocimiento de la conducta infantil. ¡Seguramente lo
leyó en la contratapa de algún libro! Lo que ustedes de-
searían es que yo demuestre que conozco 21go más que
los fenón1enos de superficie, es riecir, que la condtrta q·1e
corresponde a la estructura total de la personalidad. La p-a-
labra "realización" es pertinente aquí. Hay personas que
estudian la conducta infantil y pasan por alto la motivación
inconsciente y la relación de la conducta con el conflicto
interno, y de este modo pierden todo contacto con quien-
quiera que enseñe religión. Creo que es esto lo que vuestro
presidente quiso decir, o sea que me intereso por el ser
humane en tlesarTollo en la fami.lia }' el medie, social.

164
Educado como metodista wesleyano, con el tiempo
abandoné las prácticas religiosas, y siempre he encontrado
satisfactorio el hecho de haber recibido un tipo de edu-
cación religiosa que me diera la posibilidad de dejarla de
lado. Sé que estoy hablando a un público ilustrado para
el cual la religión no significa simplemente ir a la iglesia
todos los domingos. Permítaseme expresar que para mí lo
que habitualmente se denomina religión procede de la na-
turaleza humana, así como para otros la naturale1.a humana
fue rescatada del salvajismo por una revelación surgida de
una fuente exterior a ella.
Hay muchas cuestiones importantes que podríamos
analizar juntos una vez que hayamos decidido si el psicoa-
nálisis puede hacer un aporte útil a la enseñanza, e incluso
a la práctica de la religión. ¿Necesitan ustedes milagros en
esta época de observación minuciosa y objetiva? ¿Necesi-
tan adherir a la idea de una vida ulttaterrena? ¿Necesitan
difundir mitos entre los menos dotados intelectualmente?
¿Necesitan seguir despojando al niño, al adolescente o al
adulto de su bondad innata mediante el recurso de incul-
carles reglas morales?
Debo atenerme a un tema a fin de completar mi ex-
posición en una hora y no salirme del ámbito limitado en
que tengo una experiencia especial. Pienso que quizás he
sido invitado a dirigirles la palabra a causa de algo que
dije una vez acerca de la capacidad del nifio de creer en.
La cuestión de cómo ha de completarse la frase queda por
resolver. Lo que hago es separar la experiencia de vida de
la educación. Al educar a un niño pueden transmitirle las
creencias que tienen sentido para ustedes y que correspon-
den al pequeño ámbito cultural o religioso en que nacieron
o que eligieron en reemplazo de aquel en que nacieron.
Pero sólo lo lograrán si el ni.t\o es capaz de creer en algo.
El desarrollo de esa capacidad no depende de la educación,
salvo que se amplíe el significado de la palabra hasta hacer-
la abarcar algo que habitualmente no designa. Depende de

165
la experiencia que tuvo el individuo en materia de cuidados
cuando era un bebé y un niño en desarrollo. En lo cual
interviene la madre, y quizás el padre y otras personas que
están en estrecho contacto con el niño, pero inicialmente
la madre.
Como pueden ver, tengo siempre presente la cuestión
del crecimiento y el desarrollo. Nunca pienso en el esta-
do de una persona aquí y ahora si no es en relación con
el ambiente y con su crecimiento desde la concepción
y, ciertamente, desde la época en que estaba próxima a
nacer.
Cada bebé nace con tendencias heredadas que lo im-
pulsan a crecer. Me refiero, entre otras, a la tendencia a
la integración de la personalidad, a la totalización de una
personalidad en cuerpo y mente, y al establecimiento de
relaciones con objetos, que gradualmente se convierten en
relaciones interpersonales cuando el bebé comienza a cre-
cer y a comprender que existen otras personas. Todo esto
procede del interior del niño. Sin embargo, los procesos
de crecimiento no pueden tener lugar sin un ambiente fa-
cilitador, sobre todo al principio, cuando prevalece una si-
tuación de dependencia casi absoluta. Un ambiente facili-
tador debe tener calidad humana, no perfección mecánica;
por eso creo que la frase "madre suficientemente buena"
describe en forma adecuada lo que el niño necesita para
que los procesos de crecimiento hereditarios se actualicen
en su desarrollo. Al comienzo la totalidad del desarrollo se
produce a causa de las tremendamente vitales tendencias
heredadas a la integración, al crecimiento, a lo que hace
que un día el niño quiera caminar, etcétera. Si la provisión
ambiental es suficientemente buena, todo eso ocurre en el
niño. En caso contrario, la línea de vida se interrumpe y las
poderosas tendencias hereditarias no pueden encaminar al
niño a la realización personal.
U na n1adre suficicntcrnente buena con1ienza con un
alto grado de adaptación a las necesidades del bebé. La

166
expresión "suficientemente buena" alude a esa enorme
capacidad que por lo común tienen las madres de iden-
tificarse con el bebé. Hacia el fin del embarazo y en los
comienzos de la vida del bebé están tan identificadas con
él que saben prácticamente cómo se siente y pueden adap-
tarse a sus necesidades de tal modo que las satisfacen. En-
tonces el bebé está en condiciones de llevar a cabo un cre-
cimiento y desarrollo ininterrumpido que es el comienzo
de la salud. La madre echa así las bases de la salud mental
del bebé, y no sólo de la salud: también de la realización
y la riqueza, con todos los peligros y conflictos que éstas
acarrean, con todas las dificultades propias del crecimien-
to y el desarrollo. La madre, entonces, y también el padre
(aunque éste no tiene al principio la misma relación física)
poseen esta capacidad de identificarse con el bebé sin re-
sentimiento y de adaptarse a sus necesidades. Por miles de
años la mayor parte de los bebés de todo el mundo han re-
cibido una atención materna suficientemente buena en los
albores de su vida; de lo contrario habría más dementes
que personas cuerdas, y no es así.Algunas mujeres ven una
amenaza en la identificación con el bebé; se preguntan si
alguna vez recuperarán su individualidad y, a causa de esta
ansiedad, les resulta difícil aceptar la adaptación extrema
del comienzo.
Es sabido que las figuras maternas satisfacen las nece-
sidades instinruales de los bebés. Pero este aspecto de la
relación entre los padres y el bebé ha recibido un énfasis
excesivo en los primeros cincuenta años de la literatura
psicoanaJirica. Le llevó mucho tiempo a la comunidad
analítica (v las i,.fcas sobre el Jcsarrollo infantil han sido
- influidas por el pensamiento psicoanalítico
fuertemente
de los últimos sesenta años) darse cuenta, por ejemplo,
de lo importante que es el modo de sostener al bebé; sin
embargo, puestos a pensar en ello, advertimos que es de
fundamental importancia. Imaginemos a una persona que
fuma un cigarrillo, sostiene a un bebé por una pierna y

167
lo balancea antes de introducirlo en la bañera. De algún
modo ustedes saben que no es eso lo que el bebé necesita.
Nos encontramos aquí con cosas muy sutiles. He obser-
vado a miles de madres, he hablado con ellas, y todos po-
demos ver que cuando levantan al bebé sostienen tanto el
cuerpo como la cabeza. Si uno no piensa en el bebé como
en una unidad y lleva una mano al bolsillo para buscar un
pañuelo o lo que fuere, la cabeza del bebé cae hacia atrás
y es como si estuviera dividido en dos panes: el cuerpo y
la cabeza. El bebé grita y nunca lo olvidará. Lo terrible
es que nada se olvida jamás. Después el niño andará por
la vida sin poder confiar en nada. Creo que es correcto
decir que los bebés y los niños pequeños no conservan
recuerdos cuando las cosas han marchado bien, pero sí
los conservan cuando las cosas han marchado mal, por-
que recuerdan que de pronto la continuidad de su vida se
interrumpió, que su cuello se dobló hacia atrás, derrum-
bando todas sus defensas, que ellos reaccionaron, que es
algo muy penoso que les ocurrió, algo que nunca podrán
olvidar. Y tienen que llevarlo consigo, y si es algo que for-
ma parte del modo como se los atiende, se convierte en
falta de confianza en el medio.
Cuando las cosas han marchado bien nunca darán las
gracias, porque nunca se enteraron de que marcharan bien.
En la familia hay esta gran zona de deuda no reconocida
que no es una deuda. Nada se debe, pero quienquiera que
haya llegado a ser un adulto cstahle no lo habrfr1 logrado si
en t:n comienzo alguien no se hubiese encargado de enca-
minarlo a través de las primeras etapas.
La cuestión del sostén y la manipulación introduce el
tema de la confiabilidad humana. Las cosas a las que me
he estado refiriendo no podría hacerlas una computadora;
debe tratarse de confiabilidad humana (o sea, en realidad,
de falta de ronfiah.iUdad), F.n eJ dessr.roJJo de. la adapta-
ción, la gran adaptación de la rnadre al bebé disminuye
gra dualrnente; por lo tanto el bebé comienza a ser frus-

168
trado y a sentir enojo y necesita identificarse con la madre.
Recuerdo a un bebé de tres meses que cuando era ama-
mantado, antes de empezar a mamar ponía su mano en la
boca de la madre para alimentarla. Era capaz de imaginar
lo que sentía su madre.
El niño puede conservar la idea de la madre, el pa-
dre o la niñera durante cierto tiempo, pero si en esa eta-
pa la madre se ausenta por dos horas, la imagen que el
niño tiene de ella se debilita y comienza a desvanecerse.
Cuando la madre regresa, es otra persona. Al niño le es
difícil hacer revivir la imagen dentro de él. A los dos años
aproximadamente, el niño reacciona mal ante la separa-
ción de la madre. A esa edad conoce a la madre o al padre
lo bastante bien como para interesarse, no en un objeto
o una situación, sino en una persona real. A los dos años
necesita la compañía de su madre si, por ejemplo, lo in-
ternan en un hospital. Pero en todo momento necesita
la estabilidad ambiental que facilita la continuidad de la
experiencia personal.
Aprendo muchas cosas no sólo cuando hablo con las
madres y observo a los niños, sino también cuando trato
a pacientes adultos; éstos se convierten siempre en bebés
y niños durante el tratamiento. Tengo que fingirme más
adulto de lo que soy para poder enfrentar la situación.
En estos momentos tengo una paciente de 55 años que
puede conservar mi imagen si me ve tres veces por sema-
na. Dos veces por semana apenas sería suficiente; una vez
por semana, aunque la sesión sea muy larga, no basta. La
imagen se debilita, y el dolor de ver que todos los senti-
1nientos y todo el sentido se desvanecen es tan grande
que, según me dice, no le sirve de·nada y preferiría morir.
De modo que el esquema del tratamiento está subordina-
do a la posibilidad de esta paciente de recordar la imagen
paterna. No podemos evitar convertimos en figuras pa-
ternas cuando hacemos algo profesionalmente confiable.
Casi todos ustedes, supongo, real~zan alguna actividad

169
profesionalmente confiable, y en ese ámbito limitado se
desempeñan mucho mejor que en su hogar, y sus clientes
dependen de ustedes y buscan su apoyo.
Ciertos actos de confiabilidad hwnana constituyen una
comunicación mucho antes de que el habla adquiera signi-
ficado: el modo como la madre se adapta cuando mece al
bebé, el sonido y el tono de su voz comunican cosas antes
de que se comprenda el habla.
Somos personas que creen. Estamos aquí, en esta am-
plia sala, y nadie se ha sentido preocupado pensando que
el techo podría derrumbarse. Creemos en el arquitecto.
Somos personas que creen porque alguien nos inició bien.
Durante cierto período nos comunicaron en silencio que
nos amaban, en el sentido de que podíamos confiar en la
provisión ambiental y por lo tanto proseguir nuestro cre-
cimiento y desarrollo.
Un niño que no ha experimentado cuidados preverba-
les en términos de sostén y manipulación -de confiabi-
lidad hwnana- es un niño deprivado. Lo único que por
lógica puede hacerse por él es prodigarle amor: amor en
términos de sostén y manipulación. Hacerlo en un perío-
do posterior de su vida es difícil, pero siempre podemos
intentarlo, como cuando se lo recibe y se lo cuida en un
albergue. El problema está en que el niño necesita poner
a prueba el amor preverbal -el sostén, la manipulación
y demás- y ver si resiste la destructividad inherente al
an1or prirnitivo. Cuando todo rnarcha hien, la destruc-
tividad se sublima en cosas como comer, golpear, jugar,
competir, etcétera. No obstante, el niño se encuentra en
esta etapa muy primitiva: he aquí alguien a quien amar, y
lo que viene inmediatamente después es la destrucción. Si
ustedes sobreviven, sólo queda la idea de la destrucción.
Pero primero hay destrucción, y si ustedes comienzan a
amar a un niño que no fue amado en sentido preverbal,
pueden verse en un embrollo. El niño robará, romperá
vidrios, torturará al gato y hará toda clase de tropeüas.

170
Tendrán que sobrevivir a todo eso. El niño los amará por-
que fueron capaces de sobrevivir.
¿Por qué razón si yo digo aquí que tuve un buen co-
mienzo, parece una jactancia? Lo que estoy diciendo en
realidad es que nada de lo que soy capaz se me debe
atribuir a mí exclusivamente: o bien lo heredé, o bien
alguien me capacitó para llegar al lugar en que me en-
cuentro. Si suena a jactancia es porque a mí, como ser
humano, me resulta imposible creer que no elegí a mis
padres. De modo que lo que estoy afirmando es que hice
una buena elección. ¿No fue inteligente de mi parte?
Parece tonto, pero estamos tratando de la naturaleza
humana, y en lo que se refiere al crecimiento y el de-
sarrollo de los seres humanos debemos ser capaces de
aceptar paradojas; lo que sentimos y lo que se puede ob-
servar que es verdadero pueden conciliarse. La finalidad
de las paradojas no es que se las resuelva sino que se las
observe. Es aquí donde comenzamos a dividirnos en dos
campos. Debemos observar qué es lo que sentimos y al
mismo tiempo usar nuestro cerebro para descubrir qué es
lo que inspira nuestros sentimientos. Tomemos mi suge-
rencia de que la expresión preverbal de amor en términos
de sostén y manipulación tiene una importancia vital para
todo bebé en proceso de desarrollo. Se sigue de ella que
a partir de lo que ha experimentado un individuo pode-
mos enseñarle el concepto de, digamos, brazos eternos.
Podemos usar la palabra "Dios" y establecer un vínculo
específico con la Iglesia y la doctrina cristianas, pero se
trata de una serie de pasos. La enseñanza interviene aquí
sobre la base e.le aquello en lo que el niiio individual es
capaz de creer. Si en el caso de la enseñanza de la moral
decidimos calificar ciertas cosas de pecaminosas, ¿no es-
taremos despojando al niño de la facultad de alcanzar por
sí mismo un sentido personal del bien y del mal, de lograr-
lo como consecuencia de su propio desarrollo? A menudo
privamos a un individuo de un momento crucial, como

171
cuando se dice a sí mismo: "Me siento impulsado a hacer
esto y aquello, pero por otra parte ...", y llega a una fase
personal de desarrollo que se habría frustrado si alguien
le hubiese dicho: "No debes hacer eso porque es incorrec-
to". Si el niño obedece estará renunciando a una decisión
personal, y si rechaza el mandato nadie ganará nada y no
habrá desarrollo.
Desde mi punto de vista, lo que ustedes enseñan sólo
puede implantarse en la capacidad que ya posee el niño,
basada en las experiencias tempranas y en la persistencia
del sostén confiable otorgado por el círculo en permanente
expansión de la familia, la escuela y la vida social.

172
14. INMADUREZ ADOLESCENTE

(Trabajo presentado en la 21• Reunión Anual de


la Asociación Británica de Sanidad ErtudiantiJ,
realizada en Newcastle-upon-Tyne,
18 de julio de 1968)

OBSERVACIONES PRELIMINARES

Mi enfoque de este tema tan amplio debe derivar del


área en la que tengo una experiencia especial. Las observa-
ciones que pueda hacer deben ser moldeadas por la actitud
psicoterapéutica. Como psicoterapeuta pienso, lógicamen-
te, en términos de

• el desarrollo emocional del individuo;


• el papel de·la madre y el de ambos padres;
• la familia como un desarrollo natural en relación con las
necesidades de la infancia;
• el papel de las escuelas y otros grupos, vistos como pro-
longación de la idea de la familia y como alivio respecto
de las pautas familiares establecidas;
• el papel especial de la familia en relación con las necesi-
dades de los adolescentes.:
• la inmadurez del adolescente;
• el logro gradual de la madurez en la vida del adolescen-
te;
• el logro por el individuo de una identificación con los
grupos sociales y con la sociedad, sin pérdida excesiva
de la espontaneidad personal;
• la estructura de la sociedad -término que empleo

173
como nombre colectivo--, compuesta por unidades in-
dividuales, maduras o inmaduras;
• la abstracción de la política, la economía, la filosofía y la
cultura, vistas como culminación de procesos naturales
de crecimiento;
• el mundo como superposición de mil millones de pautas
individuales, una sobre otra.

La dinámica es el proceso de crecimiento, que forma


parte de la herencia de cada individuo. Doy por supuesta la
existencia de un ambiente facilitador suficientemente bue-
no, condición sine qua non en el comienzo del crecimiento
y desarrollo de cada individuo. Hay genes que determinan
pautas y una tendencia heredada al crecimiento y al logro
de la madurez, pero nada sucede en el crecimiento emo-
cional si no es en relación con la provisión ambiental, que
debe ser suficientemente buena. Como podrán observar,
en este enunciado no se habla de perfección: ésta es propia
de las máquinas, y las imperfecciones que caracterizan la
adaptación humana a la necesidad son una cualidad esen-
cial del ambiente facilitador.
En la base de todo esto se encuentra la idea de la de-
pendencia individual, que al principio es casi absoluta y que,
gradualmente y de un modo ordenado, se va transforman-
do en relativa y se orienta hacia la independencia. Esta no
llega a ser absoluta, y el individuo que aparenta ser una
unidad autóno1na, en realidad nunca es independiente del
1nedio, aunque en la madurez puede sentirse libre e inde-
pendiente, en la medida en que ello contribuye a su felici-
dad y le procura la sensación de que tiene una identidad
personal. Gracias a las identificaciones cruzadas, la clara
línea que separa el yo del no-yo se vuelve borrosa.
Todo lo que he hecho hasta ahora es enumerar varias
secciones de una enciclopedia de la sociedad hu1nana en
ténninos de una perpen1a ebullición en la superficie del

174
caldero del crecimiento individual visto colectivamente
y reconocido como dinámico. La parte a la que puedo
referirme aquí es necesariamente limitada, por lo cual
considero importante situar lo que voy a decir en rela-
ción con el imponente telón de fondo de la humanidad,
a la que se puede estudiar de muy distintos modos y
contemplar desde uno u otro de los extremos del teles-
.
copto.

¿Enfermedad o salud?
Tan pronto como dejo de lado las generalidades y co-
mienzo a ocuparme de temas concretos, me veo precisado
a decidir qué incluiré y qué omitiré. Por ejemplo, está la
cuestión de la enfermedad psiquiátrica personal. La so-
ciedad comprende a todos sus miembros. Su estructura la
crean y mantienen sus miembros psiquiátricamente sanos.
Sin embargo, tiene que contener también a los enfermos;
por ejemplo:

• los inmaduros (inmaduros en lo que se refiere a la


edad);
• los psicopáticos (que son el producto de la deprivación;
personas que, cuando alientan esperanzas, deben conse-
guir que la sociedad reconozca el hecho de que fueron
deprivadas, sea de un objeto bueno o amado, sea de una
estructura satisfactoria que inspirara confianza en su ca-
pacidad de soportar las tensiones resultantes del movi-
miento espontáneo);
• los neuróticos (atormentados por la motivación incons-
ciente y la ambivalencia);
• los melancólicos (que vacilan entre el suicidio y alguna
alternativa, que puede estar entre los logros más eleva-
dos en términos de contribución);
• los esquizoides {que tiene ante sí, prestablecida, una ta-
rea que les insumirá toda la vida: la de establecerse a

175
sí mismos como individuos que poseen sentimientos de
identidad y realidad);
• los esquizofrénicos (que no pueden, por lo menos en las
fases mórbidas, sentirse reales, y que en el mejor de los
casos logran algo sobre la base de vivir por delegación).

A éstos debemos añadir la categoría más difícil, a la que


pertenecen muchas personas que ocupan posiciones de
autoridad y responsabilidad, es decir, los paranoides, que
están dominados por un sistema de pensamiento. Este sis-
tema debe ser usado constantemente para explicarlo todo;
la alternativa es para ellos una aguda confusión de ideas,
una sensación de caos y la pérdida de la predecibilidad.
En cualquier descripción de las enfermedades psiquiá-
tricas hay superposición. Las personas no se ajustan con
exactirud a las categorías de enfermedad, lo que hace que
la psiquiatría sea muy difícil de entender para médicos y
cirujanos. "Usted tiene la enfermedad -dicen- y noso-
tros tenemos (o tendremos en un año o dos) los medios
para curarla." Ningún rótulo psiquiátrico corresponde
exactamente a un caso dado, y menos aún el de "normal"
o "sano".
Podríamos considerar la sociedad desde el punto de vis-
ta de la enfermedad y ver cómo sus miembros enfermos
de alguna manera obligan a que se les preste atención, y
también c6mo los grupos psiquiátricos, que comienzan
en los individuos, colorean la sociedad; o bien examinar
el modo como las familias y las unidades sociales pueden
producir individuos que son psiquiátricamente sanos salvo
por el hecho de que la unidad social a la que pertenecen los
deforma o los vuelve ineficaces.
No es mi propósito considerar la sociedad desde ese
punto de vista, sino m relación con su sanidad, es decir,
con su narural crecimiento o rejuvenecimiento perperuo
determinado por la salud de sus rnien1bros psiquiátrica-
rnente sanos. Digo esto aunque sé que en ocasiones la

176
proporción de miembros psiquiátricamente enfermos de
un grupo puede ser demasiado alta, de modo que los ele-
mentos sanos no pueden influir en ellos, ni siquiera con
la suma de su salud. Entonces la unidad social misma se
convierte en una baja psiquiátrica.
. Por lo
. tanto, me propongo considerar . la. ,sociedad
. como
s1 estuvtera compuesta por personas ps1qwatncamente sa-
nas. Incluso así puede tener bastantes problemas.
Se advertirá que no he empleado el término "normal";
no lo he hecho porque está demasiado ligado al pensa-
miento fácil. Creo, sin embargo, que existe algo que pue-
de denominarse salud psiquiátrica, y en consecuencia
me considero justificado al estudiar la sociedad (según
lo han hecho otros) como la formulación en términos
colectivos del crecimiento individual orientado hacia la
realización personal. El axioma es que, dado que la socie-
dad sólo existe como una estructura creada, man tenida
y constantemente reconstruida por individuos, no pue-
de haber realización personal sin sociedad, ni sociedad
al margen de los procesos colectivos de crecimiento de
los individuos que la componen. Y debemos aprender a
dejar de buscar al ciudadano del mundo y contentamos
con encontrar alguna que otra persona cuya unidad social
se extienda más allá de la versión local de la sociedad, del
nacionalismo o de los límites de una secta religiosa. En
efecto, tenemos que aceptar el hecho de que las personas
psiquiátricamente sanas dependen, en lo que se refiere a
su salud y a su realización personal, de la lealtad a un ·área
limitada de la sociedad, tal vez el club de bolos local. ¿Y
por qué no? Sólo si busca1nos a Ciilbcrt Murray en todas
partes lo pasaremos mal.

La tesis principal
Un enunciado positivo de mi tesis me lleva de inmediato
a los enormes cambios acaecidos en los últimos cincuenta

177
años en lo que respecta a la importancia que se atribuye a
los cuidados matemos suficientemente buenos. Esto inclu-
ye a los padres, pero los padres habrán de permitirme que
emplee el término "materna" para describir la actitud total
hacia los bebés y su cuidado. El término "paterno" hace su
aparición necesariamente algún tiempo después que "ma-
terno". El padre como varón se convierte de manera gra-
dual en un factor importante. Luego viene la familia, cuya
base es la unión del padre y la madre, quienes comparten
la responsabilidad por lo que hicieron juntos, un nuevo ser
humano: un bebé.
Me referiré ahora a la provisión materna. Hoy sabemos
que no es indiferente la manera como se sostiene y se ma-
nipula a un bebé, ni el hecho de que quien lo cuida sea en
realidad la madre u otra persona. En nuestra teoría del cui-
dado del bebé, la continuidad del cuidado se ha convertido
en un elemento central del concepto de ambiente facili-
tador, y observamos que mediante esta continuidad de la
provisión ambiental -y sólo gracias a ella- el nuevo bebé
en situación de dependencia puede lograr una continuidad
en su línea de vida, en lugar de la pauta de reaccionar ante
lo impredecible y comenzar de nuevo una y otra vez. 1
Mencionaré aquí la obra de Bowlby: lo que éste afirma
sobre la reacción del niño de dos años ante la pérdida
(incluso temporal) de la persona de su madre, cuando ésta
se prolonga más allá del lapso durante el cual es capaz de
conservar viva su in1agen, se acepta en general, si hien no
ha sido plenamente explotado;-~ pero la idea que hay de-

1
Joanna Field (M. Milner),ALift ofOnt's Own, Londres, Chatto and
Windus, 1934; Hannondsworth, Penguin Books, 1952.
2
John Bowlby, Attachmmt and Loss, Londres, Hogarth Press and
the Institute of Psycho-Analysis, 1969; Nueva York, Basic Books, 1969;
flarmondsworth, Penguin Books, J971. fTrad. cast.: R/ vínculo '1fecth·o
(1989, 21 cd.), l.11 pérdida 11fectivll (1990, 2ª cd.), /.¡1 sep11raáá11 '1jixti1.:a
( 1977), Buenos Aires, Paidós.)

178
trás de esto abarca el tema íntegro de la continuidad de los
cuidados y data del comienzo de la vida personal del bebé,
es decir, desde antes de que éste perciba objetivamente a la
madre total como la persona que es.
Hay asimismo otro rasgo nuevo: como psiquiatras de
niños, no nos concierne solamente la salud. Desearía que
esto fuese aplicable a la psiquiatría en general. Nos con-
cierne la plenitud de la felicidad que se logra en la salud
y que no se logra en la mala salud psiquiátrica, aunque los
genes pueden llevar al niño a la realización.
En la actualidad observamos los barrios pobres no sólo
con horror, sino también dispuestos a admitir la posibilidad
de que para un bebé o un niño pequeño, una familia de esos
barrios sea más segura y "buena" como ambiente facilitador
que otra que vive en una casa encantadora de la que están
excluidas las persecuciones comunes. 3 También pensamos
que vale la pena estudiar las diferencias esenciales entre las
costumbres aceptadas por los diferentes grupos sociales: en-
tre la costumbre de fajar a los niños, por ejemplo, y la de
pennitirles explorar y patalear, que prevalece en forma casi
universal en la sociedad, tal como la conocemos hoy en Gran
Bretaña. ¿Cuál es la actitud local frente al chupete, la succión
del pulgar y los ejercicios autoeróticos en general? ¿Cómo
reacciona la gente ante las incontinencias naturales de los
comienzos de la vida y su relación con la continencia? Y así
sucesivamente. La fase de Truby King aún no ha sido supe-
rada por los adultos que reconocen a sus bebés el derecho
a descubrir una moral personal; esto se pone de manifiesto
en una reacción al adoctrinamiento qne JJega aJ e.ttremo de
la penni sividad total Quizá .las ciferencias entre los blancos
y los negros de los Estados Unidos no tengan tanto que ver

3
Hacinamiento, hambre, infestación, la permanente amenaza de
enfermedades som4ticas y desastres, y de la leyes promulgadas por una
sociedad benévola.

179
con el color de la piel como con la lactancia narural. La
población blanca, criada con biberón, siente una envidia
incalculable hacia los negros, que, según creo, son casi
siempre alimentados al pecho.
Se advertirá que me intereso por la motivación incons-
ciente, un concepto no muy popular. Los datos que nece-
sito no se pueden obtener haciendo llenar un cuestionario.
No se puede programar una computadora de modo que
descubra los motivos inconscientes de las personas utili-
zadas como cobayos en una investigación. Aquí es donde
quienes se han pasado la vida practicando el psicoanálisis
deben reclamar cordura frente a la insensata creencia en
los fenómenos de superficie que caracteriza a la investiga-
ción por computadora de seres humanos.

Mtis confasi6n
Otra fuente de confusión es la fácil suposición de que si
las madres y los padres crían bien a sus hijos habrá menos
problemas. ¡Lejos de ello! Esta afirmación se relaciona con
mi tema principal porque deseo sugerir que cuando obser-
vamos la adolescencia, en la que se manifiestan los éxitos y
fracasos del cuidado del bebé y el niño, comprobamos que
algunos de los problemas actuales están vinculados a los
elementos positivos de la crianza moderna y de las actitu-
des modernas hacia los derechos del individuo.
Si ustedes hacen todo lo posible para promover el
crecimiento personal de sus hijos, tendrán que ser ca-
paces de afrontar resultados alarmantes. Si sus hijos se
encuentran a sí mismos, no se conformarán con nada
que no sea encontrar la totalidad de sí mismos, lo cual
incluye la agresión y los elementos destructivos que hay
en ellos, y también los elementos que pueden llamarse
tiernos. Habrá así un prolongado forcejeo al que ten-
drán que sobrevivir.
En el caso de algunos de sus hijos, serán afortunados si

180
con sus cuidados consiguen capacitarlos rápidamente para
usar símbolos, jugar, soñar y ser creativos de modo satis-
factorio, y aun así el camino a recorrer será tal vez fragoso.
Siempre cometerán errores, esos errores les parecerán de-
sastrosos y sus hijos tratarán de hacer que se sientan res-
ponsables por las contrariedades, aunque en verdad no lo
sean. Sus hijos dirán, simplemente: "Yo no pedí que me
trajeran al mundo".
Las recompensas llegan en la forma de la riqueza que
puede aparecer gradualmente en el potencial personal de
un hijo o una hija. Y si tienen éxito como padres, deben
estar preparados para sentir celos de sus hijos, que cuen-
tan con oportunidades de desarrollo personal mejores que
las que ustedes ruvieron. Se sentirán recompensados si un
día su hija les deja a sus propios hijos para que los cuiden,
dando a entender así que los considera capaces de hacerlo
bien, o si su hijo quiere parecerse al padre en algún aspecto
o se enamora de una muchacha que también le agradaría
al padre si fuese joven. Las recompensas son siempre indi-
rectas.. Y, por supuesto, ustedes saben que nadie les dará las
gracias.

MUERTE Y ASESINATO EN EL PROCESO ADOLESCENTE

Me referiré ahora a la forma como estas cuestiones


afectan la tarea de los padres cuando sus hijos han al-
canzado la pubertad o se debaten en las angustias de la
adolescencia.
Aunque es mucho lo que se publica actuahnentc sobre
los problemas individuales y sociales que han surgido en
esta década en todos los lugares donde se concede a los
adolescentes libertad para expresarse, tal vez no sea ocioso
añadir un comentario personal sobre el contenido de la
fantasía adolescente.
En la época del crecimiento adolescente, los jóvenes de

181
ambos sexos emergen de un modo torpe y errático de la
niñez, dejan atrás la dependencia y avanzan a tientas hacia
la condición de adultos. El crecimiento no resulta sólo
de tendencias heredadas, sino también de una interacción
compleja con el ambiente facilitador. Si existe aún una
familia que puedan usar, los adolescentes la usarán inten-
samente, y si la familia no está allí para ser usada o de-
jada de lado (uso negativo), se les deberán proporcionar
pequeñas unidades sociales para contener el proceso de
crecimiento adolescente. Los problemas que surgen en la
pubertad son los mismos que existían en etapas más tem-
pranas, cuando esos niños eran pequeños y relativamente
inofensivos. Vale la pena señalar que si ustedes procedie-
ron bien en las etapas tempranas y lo siguen haciendo en
la actualidad, no por eso deben creer que todo marchará
plácidamente. En realidad, deben esperar que haya pro-
blemas. Ciertos problemas son intrínsecos de estas etapas
.
postenores.
Es útil comparar las ideas de los adolescentes con las
de los niños. Así como en la fantasía del crecimiento tem-
prano está presente la muerte, en la de la adolescencia está
presente el asesinato. Incluso cuando el crecimiento en
la pubertad progresa sin grandes crisis, es posible que se
tengan que afrontar problemas agudos de manejo, porque
crecer significa ocupar el lugar de los padres. Y ÚJ significa
realmente. En la fantasía jnconsciente, crecer es intrínseca-
n1ente un acto agresivc, Y t!l nifio tiene ahora ~ltrú ta1naño.
Es legítimo y útil, creo, reflexionar sobre el juego "Soy
el rey del castillo". Es un juego que se relaciona con el
elemento masculino de varones y niñas. (El tema también
podría enunciarse en términos del elemento femenino en
niñas y varones, pero no puedo hacerlo aquí.) Corresponde
a los comien7.m ciel periocio de latencia y en la pubertad se
transfonna en una situación vital.
~~sor el re} del castillo~ es una afi:.nmción del ser per-

182
sonal. Es un logro de crecimiento emocional del indivi-
duo, una postura que indica la muerte de todos los rivales
o la dominación sobre ellos. El ataque que se espera queda
reflejado en estas palabras: "Y tú eres el sucio bribón" (o
"¡Abajo, sucio bribón!"). Al nombrar al rival se sabe cuál es
la propia posición. Poco después el sucio bribón derriba al
rey y se convierte en el nuevo rey. Los Opie (1951) hacen
referencia a estos versos. Afirman que el juego es muy an-
tiguo, y que según Horacio (20 a. de C.), las palabras de los
niños eran éstas:

Rex erit qui recte f aciet;


Qui mm faciet, non trit. 4

Nada induce a pensar que la naturaleza hwnana haya


cambiado. Lo que debemos hacer es buscar lo perdurable
en lo efímero. Debemos traducir este juego de la niñez al
lenguaje de la motivación inconsciente de la adolescen-
cia y la sociedad. Cuando el niño se transforma en adulto,
lo hace sobre el cadáver de un adulto. (Doy por sentado
que el lector sabe que me estoy refiriendo a la fantasía in-
consciente, el material en que se basan los juegos.) Sé, por
supuesto, que los adolescentes pueden arreglárselas para
pasar por esta etapa de crecimiento en un marco de perma-
nente armonía con sus padres reales, sin mostrarse rebeldes
en el hogar. Pero es sensato recordar que la rebeldía tiene
que ver con la libertad que se les da a los hijos al educarlos
de un modo que les permita existir por derecho propio.
En ciertos casos podría decirse: "Se siembra un bebé y se
cosecha una bo1nba". En realidad siempre es así, pero no
siempre lo parece.
En la fantasía inconsciente total que caracteriza el

4
En 77,e Oeford Diai""""J ofNurm-y Rby,,w, comp. por lona y Pe ter
Opie, Oxford University Press, 1951.

183
crecimiento en la pubertad y la adolescencia está presen-
te la muerte de alguien. Mucho es lo que puede manejarse
mediante el jugar y los desplazamientos, y sobre la base de
identificaciones cruzadas, pero en la psicoterapia del ado-
lescente individual (y lo digo como psicoterapeuta) aflo-
ran la muerte y el triunfo personal como algo intrínseco al
proceso de maduración y a la adquisición de la condición
de adulto. Esto hace las cosas bastante difíciles para los pa-
dres y los guardianes. Sin duda también para los adolescen-
tes, que llegan con timidez al asesinato y al triunfo corres-
pondientes a la maduración en esta etapa crítica. El tema
inconsciente se manifiesta a veces como la experiencia de
un impulso suicida o como suicidio real. Los padres casi no
están en condiciones de ayudar; lo mejor que pueden hacer
es sobrevivir, sobrevivir intactos, sin inmutarse ni renunciar
a ningún principio importante. Lo cual no significa que no
puedan crecer ellos mismos.
Una parte de los adolescentes saldrán malparados o al-
canzarán cierta clase de madurez en lo que se refiere al
sexo y al matrimonio, y quizá se conviertan en padres se-
mejan tes a sus propios padres. Esto puede ser suficiente.
Pero en segundo plano se desarrollará una lucha de vida o
muerte. La situación carecerá de su plena riqueza si se evita
el enfrentamiento demasiado rápida y eficazmente.
Esto me lleva a lo que quiero destacar: la difícil cues-
tión de la inmadurez del adolescente. l~os adultos maduros
deben estar infonnados sobre ella y confiar en su propia
madurez como nunca lo hicieron antes ni tendrán que ha-
cerlo en el futuro.
Es difícil decir estas cosas sin ser mal interpretado, pues
hablar de inmadurez suena despectivo. Pero no es ésa la
intención.
A cualquier edad (a los seis afios, por ejemplo), un niño
puede verse obligado <le pronto a asun1ir responsabilida-
des porque sus padres se han separado o porque uno de

184
ellos ha muerto. En tal caso envejecerá prematuramente,
se verá obligado a renwiciar a sus juegos y perderá la es-
pontaneidad y el despreocupado impulso creador. Más a
menudo es un adolescente el que se encuentra en esa situa-
ción, debiendo hacer frente a la responsabilidad de votar o
de dirigir un colegio. Por supuesto que cuando se dan cier-
tas circunstancias (enfermedad, muerte, problemas econó-
micos) es inevitable inducir al adolescente a convertirse en
Wl agente responsable aunque no esté maduro para ello.
Puede haber niños más pequeños que criar y educar, o la
imperiosa necesidad de obtener dinero para subsistir. Muy
distinto es cuando los adultos, como consecuencia de una
política deliberada, transfieren su responsabilidad: hacerlo
equivale a traicionar a los hijos en un momento crítico. En
relación con el jugar, o con el juego de la vida, significa
que los padres abdican justo cuando los hijos se disponen a
matarlos. ¿Es esto bueno para alguien? No para el adoles-
cente, sin duda, que se incorpora así a la casta gobernante.
Se pierden la actividad y los esfuerzos imaginativos de la
inmadurez. La rebelión ya no tiene sentido, y el adolescen-
te que triunfa demasiado pronto cae en su propia trampa,
debe convertirse en dictador y esperar a que lo maten: no
la nueva generación, sus propios hijos, sino sus hermanos.
Naturalmente, tratará de dominarlos.
He aquí una de las muchas situaciones en que la socie-
dad pasa por alto con riesgo para sí misma la motivación
inconsciente. Sin duda el material que recoge cotidiana-
mente el psicoterapeuta en su labor podría ser utilizado
en alguna medida por sociólogos y políticos, y también
por los adultos corrientes, es decir, por las personas que
son adultas en sus propias y limitadas esferas de influencia,
aunque no siempre lo sean en su vida privada.
Lo que estoy afirmando (dogmáticamente para ser
breve) es que el adolescente es inmaduro. La inmadurez
es un elemento esencial de la salud en la adolescencia.

185
Hay una sola cura para ella, y es el paso del tiempo y la ma-
duración que éste puede traer. Ambos llevan finalmente al
surgimiento de una persona adulta. Es un proceso que no
puede ser acelerado ni retardado, aunque sí interferido y
destruido, y también debilitado desde adentro en la enfer-
medad psiquiátrica. Pienso en una joven que me permitió
mantenerme en contacto con ella durante toda su adoles-
cencia. No estaba en tratamiento. A los 14 años pensaba en
el suicidio. En sus poesías quedaron registradas las etapas
por las que estaba atravesando. Citaré una, muy breve, de
la época en que comenzaba a emerger:

Si una vez te hieren, retira tu mano,


jura no decir esas palabras
y mantente alerta. No sea que, amando sin saberlo,
descubras otra vez tu mano tendida.

O sea que estaba pasando de la fase suicida a otra en


la que por momentos asomaba la esperanza. Hoy, a los
2 3 años, esta joven ha formado un hogar, ha comenzado
a situarse en la sociedad y es capaz de depender de su
pareja. No sólo disfruta de su hogar y de su hijo, sino que
también ha sido capaz de afrontar los infortunios que le
tocaron en suerte, de ver a sus padres desde otra perspec-
tiva y de mantener una buena relación con ellos sin per-
der su identidad personal. El paso del tiempo ha logrado
todo esto.
Pienso en un joven que, aunque concurría a una escue-
la bastante buena, no podía soportar las restricciones que
ésta le imponía. Huyó para alistarse como marinero, sin lo
cual hubieran terminado por expulsarlo. Durante algunos
años le hizo la vida difícil a su madre, pero ésta no rene-
gó de su responsabilidad hacia él. Después de un tiempo
regresó y se inscribió en una universidad, donde tuvo un
buen Jcscrnpcño porque don1inaba idion1as que los dernás

186
ni siquiera sabían que existieran. Más tarde tuvo varios
empleos, hasta que finalmente se decidió por una carrera.
Creo que se casó, pero no quiero dar la impresión de que
el matrimonio es la solución definitiva, aunque no puede
negarse que a menudo marca el comienzo de la socializa-
ción. Estas historias son corrientes y extraordinarias a la
vez.
La inmadurez es una parte preciosa de la escena adoles-
cente. Contiene los rasgos más estimulantes: pensamiento
creativo, sentimientos nuevos y frescos, ideas para un nue-
vo modo de vivir. La sociedad necesita ser sacudida por
las aspiraciones de quienes no tienen responsabilidades. Si
los adultos abdican, el adolescente se convierte en adulto
en forma prematura, a través de un proceso falso. Un con-
sejo a la sociedad podría ser éste: por consideración a los
adolescentes y a su inmadurez, no les permitan apresurarse
y alcanzar una falsa madurez transfiriéndoles una respon-
sabilidad que aún no les corresponde, aunque luchen por
ella.
Con la condición de que los adultos no abdiquen, po-
demos considerar los esfuerzos de los adolescentes por
encontrarse a sí mismos y detenninar su destino como
lo más estimulante que nos ofrece la vida. La concepción
adolescente de una sociedad ideal es incitante y estimulan-
te, pero lo esencial de la adolescencia es su inmadurez y el
hecho de estar libre de responsabilidades. &to último, su
elemento más sagrado, dura tan sólo unos pocos años, y es
una posesión que todo individuo debe perder al alcanzar la
rnadurez.
Siempre me estoy recordando a mí mismo que aquello
con lo que la sociedad debe convivir en forma permanente
es el estado de adolescencia y no el adolescente individual,
quien, ¡ay!, en pocos años se convierte en adulto y se iden-
tifica demasiado pronto con algún marco en el que otros
bebés, otros niños y otros adolescentes pueden gozar de la

187
libertad de tener visiones, sueños y nuevos planes para el
mundo.
El triunfo lo constituye el logro de la madurez a través
del proceso de crecimiento, no la falsa madurez basada en
la fácil personificación de un adulto. Esta afirmación en-
cierra hechos terribles.

NATURALEZA DE LA INMADUREZ

Debemos examinar brevemente la naturaleza de la in-


madurez. No hay que esperar que el adolescente tenga
conciencia de ella o conozca sus características. Tampoco
nosotros necesitamos comprender. Lo importante es que
el desafío de los adolescentes encuentre oposición. ¿De
quién?
Admito que siento que estoy maltratando el tema por el
hecho de hablar de él. Cuanto más fácil nos resulta verba-
lizar, menos eficaces somos. Imaginen a una persona diri-
giéndose a los adolescentes para decirles: "Lo que ustedes
tienen de estimulante es su inmadurez". Sería un ejemplo
grosero del fracaso en enfrentar el desafío adolescente. Tal
vez la frase "enfrentar el desafío" represente un retomo a
la cordura, puesto que ya no se habla de cr,mprmder sino de
op<ment. Empleo aquí la palabra "oponerse" para significar
que el adulto se mantiene firme y reclama el derecho de
tener un punto de vista personal que pueda ser endosado
por otros adultos.

FJ potencial de la adolescencia
Veamos ahora cuáles son las cosas que los adolescentes
no han alcanzado.
Los cambios de la pubertad ocurren a distintas eda-
des, incluso en los niños sanos. \larones y niñas no pue-
den hacer otra cosa que esperar a que se produzcan; la

188
espera los somete a una gran tensión, sobre todo a los de
desarrollo tardío. Estos, por lo tanto, suelen imitar a los
que se han desarrollado tempranamente; la consecuencia
es una falsa madurez que se basa en la identificación y no
en el proceso innato de crecimiento. Por lo demás, los
cambios no se producen únicamente en la esfera serual.
Hay crecimiento y aumento de la fuerza física, con lo que
sobreviene un peligro real que confiere un nuevo signifi-
cado a la violencia.Junto con la fuerza llegan la astucia y
la destreza.
Sólo con el paso del tiempo y la experiencia de la vida
puede un joven aceptar gradualmente la responsabilidad
por todo lo que sucede en el mundo de la fantasía personal.
Mientras tanto hay un gran riesgo de que la agresión se
manifieste bajo la fonna de suicidio; también puede pre-
sentarse como una búsqueda de la persecución, a través de
la cual el adolescente intenta librarse de un sistema deli-
rante persecutorio. Cuando hay una expectativa delirante
de ser perseguido, existe el riesgo de que se provoque la
persecución para librarse de la locura y el delirio. Un joven
psiquiátricamente enfermo con un sistema delirante bien
formado puede precipitar un sistema de pensamiento de
grupo y dar origen a episodios basados en una persecu-
ción provocada. La lógica carece de influencia cuando se
ha logrado la encantadora simplificación de una posición
persecutoria.
Pero lo más dificil es la tensión que suscitan en el indi-
viduo la f 1111tasía sexual inconsciente y la rivalidad vinculada a
la elección de objeto sexual.
El adolescente, todavía en proceso de crecimiento, no
puede aswnir aún la responsabilidad por la crueldad y el
sufrimiento, la muene infligida y sufrida que ofrece el es-
cenario del mundo. Es lo que lo salva, en esta etapa, de
la reacción extrema contra la agresión personal latente: el
suicidio (aceptación patológica de la responsabilidad por

189
todo el mal que existe o que se puede concebir). El senti-
miento de culpa latente del adolescente es al parecer te-
rrorífico, y se necesitan años para que se desarrolle en un
individuo la capacidad de descubrir en su self el equilibrio
entre el bien y el mal, así como el odio y la destrucción que,
en su self, acompañan al amor. En este sentido, la madurez
corresponde a un período posterior, y no se puede esperar
que el adolescente vea más allá de la etapa siguiente, aque-
lla en que tiene poco más de veinte años.
A veces se da por sentado que los jóvenes que tienen
relaciones sexuales (y tal vez uno o dos embarazos en su
haber) han alcanzado la madurez sexual. Pero ellos mis-
mos saben que no es verdad y empiezan a despreciar el
sexo como tal. Lo encuentran demasiado fácil. La madurez
sexual tiene que incluir la fantasía sexual inconsciente en
su totalidad, y en última instancia el individuo debe ser
capaz de aceptar todo lo que acude a su mente junto con la
elección del objeto, la constancia del objeto, la satisfacción
sexual y el entrelazamiento sexual. Y está también el sen-
timiento de culpa que resulta apropiado en función de la
fantasía inconsciente total.

Constrocción, reparación, restitución


El adolescente ignora cuán satisfactorio es participar
en un proyecto que se caracterice por la confiabilidad. No
puede saber htt~ta qué puntn el trabajo_, a causa de su con-
tri.bución a la sociedad, ali,ria el sentinliento personal Lle
culpa (que es suscitado por los impulsos agresivos incons-
cientes, vinculados estrechamente a la relación de objeto y
al amor) y contribuye de este modo a disminuir el miedo
interior y la intensidad del impulso suicida o de la propen-
sión a sufrir accidentes.

190
Idealismo
Puede decirse que una de las cosas más estimulantes de
los adolescentes es su idealismo. Aún no se han instalado
en la desilusión, y la consecuencia es que se sienten en li-
bertad de formular planes ideales. Los estudiantes de arte,
por ejemplo, se dan cuenta de que el arte podría enseñarse
bien, y por lo tanto reclaman que así se haga. ¿Por qué no?
Lo que no toman en cuenta es que muy pocas personas
son capaces de hacerlo bien. O advierten que las instala-
ciones están atestadas y que podrían mejorarse, y protes-
tan. Encontrar el dinero es tarea de otros. "Bien", dicen,
"simplemente renuncien al programa de defensa y utilicen
el dinero para construir nuevos edificios universitarios".
Considerar las cosas a largo plaw no es propio de los ado-
lescentes; es más natural que lo hagan las personas que han
vivido muchas décadas y han comenzado a envejecer.
Todo lo expuesto hasta aquí está absurdamente resu-
mido. No he mencionado la importancia primordial de la
amistad. No me he referido a la posición de quienes per-
manecen solteros o postergan el matrimonio. Y he pasado
por alto el problema vital de la bisexualidad, que se resuel-
ve, aunque nunca enteramente, en función de la elección
de objeto heteros~al y de la constancia de objeto. Tam-
bién he dado por sentadas muchas cosas relativas a la teoría
del juego creativo. Está además la cuestión de la herencia
culrural; no se puede esperar que, en la adolescencia, el
joven corriente tenga sino una vaga noción de la heren-
cia cuJru.raJ de Ja humanjdad, y&1 que e$ preciw esforzarse
rnucho para conocerla. c:uando tengan 60 afios, los que
hoy son adolescentes estarán esforzándose por recuperar el
tiempo perdido y conquistar las riquezas de la civilización
y sus subproductos acumulados.
Lo principal es que la adolescencia es algo más que la
pubertad, aunque en gran medida se basa en ella. Implica

191
crecimiento, y éste requiere tiempo. Y mientras tiene lu-
gar el crecimiento, la responsabilidad debe ser asumida por las
figuras paternas. Si éstas abdican, los adolescentes tienen
que revestirse de una falsa madurez y pierden su principal
ventaja: la libertad de concebir ideas y actuar siguiendo sus
impulsos.

RESUMEN

En síntesis, es estimulante que la adolescencia esté ac-


tiva y haga oír su voz, pero los esfuerzos adolescentes que
hoy se hacen sentir en todo el mundo deben ser enfrenta-
dos, deben cobrar realidad gracias a un acto de oposición.
La oposición debe ser personal. Los adultos son necesarios
para que los adolescentes tengan vida y vivacidad. Opo-
nerse es contener sin represalia, sin espíritu de venganza,
pero con fuerza. Es saludable recordar que la inquietud es-
tudiantil de nuestros días y su expresión manifiesta pueden
deberse en parte a la actitud que nos sentimos orgullosos
de haber adoptado en lo que respecta al cuidado de los be-
bés y los niños. Que los jóvenes modifiquen la sociedad y
enseñen a los adultos a ver el mundo de una manera nueva;
pero que, allí donde esté presente el desafío de un joven
en crecimiento, haya un adulto dispuesto a enfrentarlo. Lo
cual no resultará necesariamente agradable.
En la fantasía inconsciente, éstas son cuestiones de vida
o muerte.

192
Parte ID

Reflexiones sobre la sociedad


15. EL PENSAMIENTO Y EL INCONSCIENTE

(Artículo publicado en Liberal Magazine,


marzo de 194 5)

El Partido Liberal está unido en mi mente al empleo


del cerebro y al intento de pensar detenidamente las
cosas; ésta es sin duda la razón de que tienda a atraer a
quienes por su trabajo están familiarizados con la ciencia
pura. Como es lógico, los científicos desean trasladar a la
poütica algo de su propia disciplina. En los asuntos hu-
manos, sin embargo, el pensamiento es una trampa y una
ilusión a menos que se tome en cuenta lo inconsciente.
Estoy aludiendo aquí a los dos sentidos del término: lo
"inconsciente" es lo profundo y de difícil acceso, y tam-
bién lo reprimido, o sea lo que mantenemos activamente
fuera de nuestro alcance porque nos resultaría doloroso
aceptarlo como parte del self.
Los sentimientos inconscientes controlan el cuerpo de
la gente en los momentos críticos, y ¿quién osará decir si
esto es bueno o malo? Es simplemente un hecho, y debe
ser tenido en cuenta en todo momento por los políticos ra-
cionales para evit.ar sorpresas de.c;agradahles. En realidad, a
los hornbrcs y rnujcrcs que se guían por el análisis racional
sólo se les puede dar vía libre sin riesgo en el campo de )a
planificación si acreditan una adecuada comprensión de los
sentimientos inconscientes.
Los políticos, como los artistas, están acostumbrados
a internarse intuitivamente en las profundidades, descu-
briendo de ese modo y sacando a la luz los maravillosos

195
y terribles fenómenos propios de la naturaleza humana.
Pero el método tiene sus desventajas: una de las más gra-
ves es que las personas intuitivas son a veces absoluta-
mente incapaces de comunicar lo que han llegado a "co-
nocer" con tanta facilidad. Creo que siempre tendremos
más interés en oír hablar a los pensadores de lo que pien-
san que a los intuitivos de lo que saben. Pero cuando se
trata de que alguien planifique nuestras vidas por noso-
tros, que Dios nos ampare si son los pensadores los que
lo hacen. En primer lugar, pocas veces dan importancia al
inconsciente, y luego, aunque lo hicieran, la comprensión
que tenemos de la naturaleza humana no es aún tan com-
pleta que permita reemplazar el sentimiento por el aná-
lisis racional. El peligro está en parte en que los pensa-
dores trazan planes que parecen maravillosos. Cualquier
defecto que se advierta es superado gracias a un análisis
intelectual aún más brillante, hasta que por último la obra
maestra de construcción racional se derrumba porque no
se tuvo en cuenta un pequeño detalle como la voracidad.
El resultado neto es una nueva victoria de la irracionali-
dad y el desprestigio cada vez mayor de la lógica entre el
público.
En mi opinión, el tema de la economía, tal como se ha ido
dewrollando y nos ha sido presentado en Inglaterra en los úl-
~ veinte años, es un ejemplo de esta prictica afligente. En
lo que se refiere a analizar claramente un tema de compl~iidad
casi infinita, los economistas son insuper-Jhles. Y ese análisis de
la econonúa era necesario. Sin embargo, para una persona que
por su trabajo ~ en pennanente contacto con el inconscien-
te, a menudo la econonúa impresiona como una ciencia de
la voracidad en la que toda mención de esta palabra ha sido
proscrita. La voracidad a la que me refiero no es la simple
glotonería por la que se castiga a los niños, sino el primitivo
impulso de arnor que a todos nos aterroriza confesar pero
que es básico en r.uestra naturaleza y del que no podernos

196
prescindir sin abandonar nuestra pretensión de ser ñsica y
mentalmente sanos. Creo que una ciencia económica salu-
dable es la que reconoce la existencia y el valor (y también
el peligro) de la voracidad individual y colectiva, y trata de
encauzarla. Una ciencia económica falaz, en cambio, alega
que la voracidad sólo se encuentra en algunos individuos
patológicos y en las pandillas que ellos forman, supone que
esos individuos pueden ser exterminados o encarcelados y
basa sus conclusiones en tal suposición. Como la suposi-
ción es falsa, una buena parte de la economía inteligente es
sólo inteligente; es decir, se lee con agrado, pero como base
para la planificación resulta peligrosa.
Tal vez el inconsciente sea un tremendo estorbo para
los que todo lo resuelven con el intelecto, pero también lo
es el amor para los obispos.

197
16. EL PRECIO DE DESENTENDERSE DE LA
INVESTIGACIÓN PSICOANALÍTICA

(Conferencia pronunciada en el Congreso Anual de


la Asociación Nacio'lllll para la Salud Menta/,, sobre
"El precio de la salud mental", enAssembly Hall,
Church House, Westminster, 25 de febrero de 1965)

Para estimar el precio que pagamos por no tomar en


cuenta los resultados de la investigación psicoanalítica, es
preciso examinar primero la índole de esa investigación.
¿Es aquí donde la ciencia se divide en investigación acep-
table e investigación relativa al inconsciente? Un hecho
importante es que no debemos esperar que el público en
general se interese por la motivación inconsciente.
Puede decirse que hay dos caminos que llevan a la ver-
dad: el poético y el científico. Los descubrimientos que
son producto de la investigación se relacionan con el en-
foque científico. La investigación científica, que puede
ser una labor imaginativa y creativa, está orientada hacia
los objetivos limitados, los resultados experimentales y la
predicción.
El vínculo entre )a verdad poética y la verdad científica
está sin duda en el individuo, en ustedes y en 1ní. f] poeta
que hay en mí accede a una verdad total en forma instantá-
nea, mientras que el científico que hay en mí busca a tien-
tas una faceta de la verdad; cuando el científico alcanza el
objetivo inmediato, surge un nuevo objetivo.
La verdad poética tiene algunas ventajas. Ofrece al
individuo profundas satisfacciones, y la expresión reno-
vada de una antigua verdad brinda la oportunidad de
una nueva experiencia creativa en ténninos de belleza.

198
La verdad poética, sin embargo, es muy difícil de utilizar:
es cuestión de sentimiento, y quizá no todos sintamos lo
mismo respecto de un problema. Por medio de la verdad
científica, linútada en sus objetivos, aspiramos a lograr que
la gente capaz de usar su mente y de dejarse influir por
consideraciones intelectuales se ponga de acuerdo en cier-
tos campos de la práctica. En poesía, algo que es verdade-
ro cristaliza; para planificar nuestras vidas necesitamos la
ciencia. Pero la ciencia vacila ante el problema de la na-
turaleza hwnana y tiende a perder de vista al ser humano
total.
Pensaba en todo esto mientras observaba en la televi-
sión el funeral de sir Wmston Churchill. Lo que me pro-
ducía agotamiento núentras estaba cómodamente sentado
era el peso del ataúd y el tremendo esfuerzo que realizaban
los ocho portadores. El peso de la ceremonia recaía en los
hombros de esos individuos, que fueron más tarde adecua-
damente condecorados. Hubo historias acerca del colapso
que estuvo a punto de sufrir uno de ellos y se dijo que el
ataúd, forrado en plomo, pesaba media tonelada, cifra que
más tarde fue reducida a la mitad.
Ahora bien, conozco a un hombre de mucha inventiva,
interesado en la ciencia aplicada, que tuvo una idea. Inven-
tó y trató de comercializar un ataúd muy liviano. Si hubie-
ra consultado a una docena de psicoanalistas, éstos habrían
coincidido en explicarle que la carga de los portadores es
la carga de la culpa inconsciente, un símbolo de la aflic-
ción.. Un ataúd. liviano implicaría negar la aflicción, sería
una 1rreverenc1a.
U na persona sensible reaccionará tal vez poéticatncn-
te ante el argumento. Pero pensemos ahora en una co-
misión integrada por funcionarios de alto rango que ha-
cen planes para otro funeral oficial. En el ámbito de los
procesos intelectuales de alto nivel es preciso hallar una
alternativa a la verdad poética, y esa alternativa se deno-
mina investigación científica. Se invocaría la ciencia, y

199
el primer experimento estaría relacionado con los cambios
en la presión arterial de las personas que llevan sobre los
hombros pesadas cargas. Un centenar de proyectos de in-
vestigación asaltan la mente. Pero (y éste es el problema)
todos esos proyectos sumados, ¿nos llevarían al concepto
de simbolismo inconsciente y a la aflicción? Es allí adon-
de nos lleva el psicoanálisis. Debo, pues, preguntar: ¿cómo
puede utilizarse la investigación psicoanalítica? ¿Qué tipo
de investigación puede considerarse psicoanalítico?
(Creo que debo pasar por alto todo lo que los psicoa-
nalistas han escrito para que fuera leído por otros psicoa-
nalistas.)
La investigación psicoanalítica no debe quedar aprisio-
nada en el molde que es apropiado para la investigación
en las ciencias físicas. Tocio analista investiga, pero no pla-
nifica su investigación como tal porque debe adaptarse a
las necesidades cambiantes y a los objetivos en proceso de
maduración de la persona en análisis; es éste un hecho que
no puede sortear. No se puede alterar el curso del trata-
miento para atender a las necesidades de la investigación,
y las circunstancias en que se realiza una observación son
irrepetibles. Lo más adecuado es que el analista reflexione
sobre, lo ocurrido, lo. relacione con la teoría y modifique la
teona en consonanaa.
Por supuesto, es posible planificar un proyecto de in-
vestigación. Daré un p1an: un investigador idóneo, con
conocirnientos suficientes de la teoría del crecimiento hu-
mano, hace una visita forn1al a diez analistas, provisto de
una suma para honorarios y una pregunta sencilla. Daré
un ejemplo concreto, muy simple. La pregunta podría ser:
¿en qué forma se ha manifestado la idea de lo negro en el
material de los análisis que usted realizó el mes pasado?
A partir de la información recogida se podría escribir
un artículo va1ioso que hiciera referencia a la idea de lo
negro tal con10 se rnanifestó en los sueños de los pacientes

200
y en el juego de los niños, y revelase parte del simbolismo
inconsciente que ella encierra y las reacciones inconscien-
tes ante lo negro de varias clases de personas. La pregunta
siguiente sería ésta: ¿sus observaciones confirman la teoría
psicoanalítica actual o indican que debe ser modificada?
Un resultado sería el descubrimiento de que es mucho lo
que aún no se sabe sobre el significado de lo negro para
el inconsciente. Pero lo que se sabe es bastante y está a la
espera de que se lo utilice.
¿Cuál es el precio que pagamos por prescindir de una
investigación como ésta, tan fácil de realizar? Hay un pre-
cio muy importante, que se relaciona con los malos enten-
didos en que incurren los blancos respecto de los negros,
así como millones de personas de piel oscura respecto de
los blancos. ¿Cuál es el precio que pagamos por desperdi-
ciar sistemáticamente las observaciones sistemáticas rea-
lizadas por todos los analistas que se mantienen alertas
mientras trabajan?
Como no habrán dejado de notar, la investigación psi-
coanalítica tiene muy poco que ver con ratas y perros, con
juegos de salón en gran escala o con estimaciones estadísti-
cas. El material para la investigación psicoanaütica es esen-
cialmente el ser hwnano: el ser hwnano en tanto es, siente,
actúa, se relaciona y medita.
Para mí la investigación analítica es la experiencia colectiva
de los analistas, que sólo neresita ser reunida con inteligen-
cia. Cada uno de nosotros ha hecho una enorme cantidad de
observaciones detalladas y emunos llenos hasta el punto de
revent2r de una compremión que está siendo desperdiciada.
Pero nuestro trabajo se relaciona con la motivación incom-
ciente y ~ nos aísla de los planificadores. Por desgracia, para
conseguir que el público lea sus obras, quienquiera que cultive
las ciencias del hombre debe dejar de lado el inconsciente.
Quizá debamos aceptar que la idea de la motivación
inconsciente no es del agrado de la sociedad, salvo cuando

201
cristaliza en alguna forma artística. Aceptado esto, po-
demos preguntamos una vez más: ¿cuál es el precio que
pagamos? ... Y contestar que pagamos el precio de seguir
siendo lo que somos: juguetes de la economía, la poütica y
el destino. Por mi pane, no me quejo.
Lo que sigue no es más que una simple enumeración de
costosos ejemplos de la forma negativa en que reacciona la
sociedad ante la idea de vincular la investigación científica
al concepto de inconsciente; el hecho de que los mencione
no implica que crea que puede hacerse algo con ellos. No
tengo que probar aquí que el análisis es el mejor de los
tratamientos. El análisis proporciona sin duda al analista
una forma singular de educación, incluso cuando fracasa
como procedimiento terapéutico. Si estoy en lo cieno res-
pecto del simple tema que estoy tratando, las personas que
desean seguir estudios a fin de ocuparse de seres humanos
sanos o enfermos deberían valorar en alto grado la forma-
ción psicoanaütica y la práctica del psicoanálisis.
Supongamos que en vez de preguntar por lo negro, los
investigadores hicieran una averiguación sobre la guerra,
la bomba y la explosión demográfica.
La guerra. Analizar el valor inconsciente que tiene la
guerra para el individuo o los grupos es prácticamente
tabú. No obstante, si no se tiene en cuenta ese valor, el
precio que habrá que pagar es nada menos que el desastre
de una tercera guerra mundial.
La bon,bll. Se podría examinar el simbolismo incons-
ciente de la física termonuclear y de su aplicación en forma
de bombas. Los que tienen información en este campo son
los analistas que tratan pacientes fronterizos (personalida-
des esquizoides). Pienso en la bomba como en un ejemplo
en la ñsica de la desintegración de la personalidad en la
psicología dinámica.
IÁ4r explosión demognifica. Habitualmente se la estudia
desde el punto de vista de la economía. pero el ten1a da

202
para más, y la palabra "sexualidad" no lo abarca totalmente.
La dificultad para controlar el exceso de población entra
en el campo de la práctica cotidiana del psicoanálisis. Pero,
como ya lo he manifestado, el psicoanálisis debe aprender
a reservar para sí lo que sabe, a aceptar el hecho de que
nadie quiere enterarse de lo que revela el atento examen
personal de los sentimientos humanos.
Pernútaseme considerar por un momento el vasto terri-
torio de la psiquiatría, aunque estrictamente hablando yo
. .
no sea ps1qwatra.

PSIQUIATRÍA DE ADULTOS

En algunos hospitales y clínicas para pacientes menta-


les adultos, los psiquiatras añaden, a su moderna actitud
humanitaria, el intento de aplicar los descubrimientos psi-
coanalíticos. Otros hospitales y clínicas se conforman con
la actitud humanitaria, que no es fácil de mantener cuando
centenares e incluso miles de pacientes se apiñan en una
. . .,
1nsntucon.
Hay un considerable apone a la comprensión de los fe-
nómenos depresivos que aún no ha sido trasladado del psi-
coanálisis a la psiquiatría general. Algo que puede mencio-
narse en este sentido (y es sólo un detalle) es la necesidad
que tienen las personas deprimidas de que se les pennita
estar deprimidas, de que se las mantenga con vida y asisti-
das durante un lapso en el que puedan resolver sus conflic-
tos interiores, con psicoterapia o sin ella.
U no añora a veces la vieja palabra "asilo", si por ella
se entiende un lugar de reposo para algunos tipos de pa-
cientes depresivos que necesitan retraerse. El precio en
este caso debe medirse en términos de decadencia y su-
frimiento humanos. Un detalle práctico es que el público
debería aceptar que el suicidio es un hecho triste y no un
indicio de negligencia del psiquiatra. La amenaza de sui-

203
cidarse constituye una especie de chantaje que induce a los
psiquiatras jóvenes a excederse en el tratamiento de los pa-
cientes deprimidos y a sobreprotegerlos, lo cual interfiere
en su manejo humano y humanitario de los casos comunes
de depresión.
Un tema mucho más polémico, como pueden compro-
barlo si prestan oídos al bando biologista, es el de la in-
vestigación de la esquizofrenia, en especial porque muchos
consideran que se trata de una enfermedad detenninada
por la herencia y la disfunción bioquímica. La investiga-
ción que se orienta por este criterio recibe pleno apoyo.
Pero también el psicoanálisis tiene un aporte que hacer.
Los psicoanalistas se han visto obligados, a causa de erro-
res de diagnóstico, a estudiar personas esquizoides, y co-
mienzan a tener cosas que decir acerca de quienes recurren
a ellos para obtener alivio de su sintomatología esquizoide.
En esta tarea que lleva a cabo el psicoanálisis, la esquizo-
frenia aparece como un trastorno de la estructuración de
la personalidad.
Es afortunado el analista que tiene un amigo psiquiatra
dispuesto a admitir y cuidar a uno de sus pacientes en fase
de colapso e invitar al analista a seguir a cargo del _trata-
miento o, mejor dicho, de la pane psicoterapéutica del tra-
tamiento. Muchas investigaciones psicoanalíticas se inte-
rrumpen a causa de la suspicacia mutua entre el psiquiatra
y eJ psicoanalista. El valor de la actividad jnterdisciplinaria
en este campo debe n1edirse, más que en función de la cu-
ración, en función de la educación de\ psicoanalista y el
psiquiatra.
En general el psicoanálisis tiende a considerar que la
etiología de la esquizofrenia incluye la anulación de los
procesos madurativos de la primera infancia a la edad en
que el bebé es absolutamente dependiente. Esto incorpo-
raría a la esquizofrenia al ámbito de la lucha humana uni-
versml y 12 ex:cluiría del árr1tito de los ]procesos patoló~ícos
espedficos. El mundo médíco necesita con urgencia esta

204
pizca de cordura -en la medida en que sea verdadera-,
por cuanto los trastornos que se originan en la lucha hu-
mana no deberían ser encasillados en la misma categoría
que los que resultan de procesos degenerativos.
No puedo resolverme a hablar de mi propia especiali-
dad, la psiquiatría infantil, porque para desarrollar el tema
en forma reswnida y al mismo tiempo satisfactoria para mí
necesitaría cuanto menos un libro entero.

PRÁcnCA MÉDICA

Entre el campo de la práctica médica y el del psicoaná-


lisis hay una zona de interacción tan vasta que no haré más
que mencionarla. Debe haber integración entre médicos y
psicoanalistas, como también entre los dos aspectos de la
personalidad dividida del paciente, en la que un trastorno
psicosomático encubre un trastorno mental. ¿Cómo hará
para lograr la integración el paciente psicosomático si los
que lo atienden están en desacuerdo?
En todos estos campos hay actualmente organizacio-
nes profesionales que tratan de tender un puente e inte-
grar los descubrimientos de los distintos grupos de in-
vestigadores, incluidos los psicoanalistas, quienes siem-
pre tratan desmañadamente de introducir la motivación
. .
1nconsetente.

EDUCACIÓN

Et:1 el campo de la educación, el precio de no utilizar


los descubrimientos de la investigación psicoanalítica po-
dría medirse en términos de la escasa atención que se ha
prestado al jardín de infantes y la escuela primaria, y a
todo lo que aportaron Margaret McMillan, Susan lsaacs y
otros. Podría medirse en términos de pérdida de la opor-

205
tunidad de realizar un aprendizaje creativo -en oposi-
ción a ser enseñad~, o en términos de interferencia en
la educación de los niños normales por falta de medios
para separarlos de los perturbados emocionalmente, en
especial de los que proceden de un ambiente hogareño
deficiente.
Veamos una cuestión específica: el castigo corporal en
Eton o cualquier otra escuela destinada a niños normales
con hogares intactos no puede discutirse juntamente con
la idea del castigo corporal en las escuelas para niños de-
privados o antisociales. Sin embargo, las cartas dirigidas
a The Times tienden a pasar por alto este hecho. Pero la
idea del castigo corporal tiene para los niños un signifi-
cado inconsciente distinto según que pertenezcan a la ca-
tegoría de los sanos o a la de los enfermos. Los maestros
necesitan conocer la dinámica del cuidado de los bebés y
los niños tanto como necesitan que se les enseñe a ense-
ñar, y también necesitan recibir instrucción sobre diag-
nóstico educacional.

RELACIÓN ENTRE EL BEBÉ Y SU MADRE

Me referiré en forma breve a la relación entre el bebé


y su madre y entre el niño y sus padres porque ya tengo
dicho y publicado lo que puede considerarse mi aporte al
estudio psicoanalítico del tema. Les recordaré, no obs-
tante, que el psicoanálisis tiende a 111ostrar que la salud
mental no depende sólo de la herencia ni de aconteci-
mientos fortuitos, sino que sus fundamentos se constru-
yen en forma activa en la primera infancia cuando la ma-
dre es suficientemente buena en su tarea, y en el lapso de
la niñez que se vive en el seno de una familia que funciona
como tal.
La investigación psicoanalítica apoya al 111áxin10, por lo
tanto, a la madre suficientemente buena en su espontáneo

206
manejo suficientemente bueno del bebé, así como la coo-
peración entre los padres cuando existe y funciona satis-
factoriamente, y a la familia como empresa en marcha,
sobre todo en las dos etapas cruciales del desarrollo: la
edad preescolar y la adolescencia. Como apoya, también,
la activa interacción entre los padres y maestros que ca-
racteriza la buena instrucción elemental en el período de
latencia.

ADOLESCENCIA

La investigación psicoanalítica ha contribuido a una


teoría general de la adolescencia y de su relación con la
pubertad, sumando sus descubrimientos a la tarea cum-
plida por otros en relación con esta fase del desarrollo.
Quizás el hecho de que hoy los adolescentes de todo el
mundo se comporten como adolescentes durante la ado-
lescencia sea, por lo menos en parte, un resultado positivo
de principios derivados de la investigación psicoanalítica.
Tal es mi opinión.
Los que valoran la familia y creen que el individuo ne-
cesita un marco familiar encontrarán un apoyo más sólido
en la investigación psicoanalítica que en ninguna otra par-
te. El psicoanálisis ha demostrado que el proceso de madu-
ración en el crecimiento individual requiere un ambiente
facilitador, el cual es en sí mismo muy complejo y posee
características evolutivas propias.

El ...'\1.EDICO DE CABECERI\.

Es tentador referirse a una cuestión de actualidad y


aftadir algunas consideraciones sobre la tarea del médico
de cabecera. Si en la época en que se estableció el Ser-
vicio de Salud se hubiese realizado una encuesta entre

207
los psicoanalistas, habrían salido a la luz conocimientos ya
entonces disponibles acerca de la ilimitada hiponcondría
que puede existir en la comunidad, con la correspondiente
ansiedad hiponcondríaca de los médicos, que los lleva a
prescribir más allá de lo necesario. Pero no sería razonable
esperar que se solicite esta clase de información en el mo-
mento en que se hacen los planes, ya que la planificación
tiene su propia motivación inconsciente. El precio que se
ha pagado en este caso ha sido alto.
También estaba disponible la información de que el
público detesta a los médicos, al tiempo que cada uno de
los individuos que lo componen ama a su propio médico
y confía en él; o, a la inversa, que el público idealiza la
profesión médica pero que los individuos que lo compo-
nen no pueden encontrar un médico que les convenga. Los
sentimientos colectivos e individuales hacia los médicos
tienden a estar en oposición. Y los médicos se encuentran
atrapados en el mismo conflicto de motivación inconscien-
te. Los mejores entre ellos están demasiado involucrados
clínicamente como para tomar distancia y examinar objeti-
vamente sus problemas.

EL CASO ESPECIAL DE LA TENDENCIA ANTISOCIAL

Tal vez el uso más positivo que ha hecho la sociedad


de. fos descubrimientos psicoanalíticos es el relacionado
con la manera de encarar el problema de la tcndcnci~l an-·
tisocial. U na razón pata ello puede ser que el examen del
nifio antisocial lleva a una historia de deprivación y a la
reacción del niño ante un tipo especial de trauma. De este
modo, la investigación de la dinámica de la tendencia an-
tisocial provoca menos resistencia porque lo que se des-
cubre no es precisamente la motivación inconsciente. En
circunstancias adecuadas, a 1ncnudo se p·1ede conseguir
que un niño evoque una experiencia real de deprinción

208
sin recurrir al proceso analítico. La sociedad ha hecho
buen uso de los trabajos de Bowlby y de los Robertson
sobre la separación, y una consecuencia práctica es que
actualmente en algunos hospitales de niños se facilitan
las visitas y se permite la presencia de un acompañante
en la habitación del niño. En lo que respecta a otra de las
consecuencias de estas investigaciones, puede sostenerse
que una razón de que en los años de posguerra se acepta-
ran rápidamente los hogares de crianza como alternativa
de la gran institución fue que eran mucho más baratos y,
por lo tanto, recibieron entusiasta apoyo del Ministerio
de Hacienda.
El precio de dejar de lado lo que se sabe sobre la delin-
cuencia juvenil debe medirse en función del costo para la
comunidad. Pero hay un hecho positivo en este sentido: la
aprobación, en 1948, de la Ley de Menores, que equivale a
una medicina preventiva contra la delincuencia juvenil, es
quizá lo más digno de elogio que se ha hecho en todo el
ámbito que estoy examinando.

DIVIDENDOS

No es nú intención mostrarme totalmente pesimista.


Así como Freud influyó en la vida, la literatura y las ar-
tes visuales, muchos principios de psicología dinánúca han
producido efectos en el cuidado de los bebés y los niños,
en la educación y en la práctica de la religión: en todas
partes las investigaciones de los analistas han fortalecido
a quienes piensan en tém1inos del crecimiento emocional
del individuo y a quienes creen que la salud depende de la
transición del individuo de la dependencia a la indepen-
dencia, como también de la evolución que lleva al nif\o a
identificarse gradualmente y a su debido tiempo (es decir,
no en la adolescencia sino posrerionnente) con la sociedad

209
y a tomar parte como adulto en su mantenimiento y mo-
dificación.
Con el tiempo se aceptará que los descubrimientos del
psicoanálisis convergieron con otras tendencias existentes
hacia un concepto de la sociedad que no atentase contra
la dignidad del individuo. Se comprobará, si el mundo so-
brevive en las próximas décadas, que la impopular idea de
la motivación inconsciente fue un elemento esencial de la
evolución de la sociedad y que la investigación psicoana-
lítica contribuyó a salvar al mundo de lo que, sin esa idea,
sólo puede entenderse como destino. Sería apropiado que
la motivación inconsciente gozara de aceptación general
y fuese estudiada antes de que "destino" cambie su graña
para convertirse en fait acrompli...

• Juego de palabras entre [are (destino)}' Jiút accrm1pli {hecho consu-


mado). [1~)

210
17. ESTE FEMINISMO

(Borrador de una conferencia pronunciada en la


Liga Progresista, 20 de noviembre de 1964)

Dar esta conferencia es lo más peligroso que he em-


prendido en los últimos años. Naturalmente, yo no habría
elegido un título semejante, pero estoy dispuesto a aswnir
todos los riesgos y a expresar mis puntos de vista.
¿Puedo dar por supuesto que el hombre y la mujer no
son exactamente iguales y que todo hombre tiene un com-
ponente femenino y toda mujer un componente masculi-
no? Tengo que partir de alguna base para hacer una des-
cripción de las semejanzas y diferencias entre los sexos. He
previsto la posibilidad de pronunciar una conferencia dis-
tinta si compruebo que este auditorio no está de acuerdo
con los supuestos que he adoptado. Haré una pausa para
que tengan oportunidad de expresarlo si creen que no hay
diferencias.
Como quiera que sea, el tema es muy amplio y no pue-
do abarcar todo lo que sé o creo saber. Lo que quizá sea
importante para alguna persona puede estar oculto entre
las cosas que me veré obligado a omitir.

ENFOQUE EVOLUTIVO

Naturalmente, tiendo a considerar el tema en relación


con el desarrollo del individuo, desde la señal de partida
hasta la muerte por edad avanzada. El desarrollo es mi

211
especialidad. No me ocuparé de si el hombre es más her-
moso que la mujer, ni de si hay un uso para la palabra "bo-
nito" en relación con el bando femenino que requiere para
el bando masculino otro término, por ejemplo "fuerte".
Todo eso debe dejarse a los poetas.
En realidad (si es que saben lo que quiero decir con "en
realidad"), hombres y mujeres tienen sus propias formas.
Es muy apropiado que un joven quiera, en general, ser un
hombre, y que una chica quiera, en general, ser una mujer.
Sin embargo, no siempre es así. Si se toman en considera-
ción los sentimientos profundos y el inconsciente, no es
raro que se descubra que un vigoroso joven anhela ser mu-
jer o que una adolescente lleva .una vida sexual lamentable
porque siente envidia de los varones. En la práctica se dan
los más diversos grados de identificación crui.ada, y lo que
causa problemas es más que nada el hecho de que estas co-
sas embarazosas pueden quedar ocultas en el inconsciente
reprimido. Problemas aun mayores afrontan las personas
esquizoides, ya que el desdoblamiento de la personalidad
puede separar el elemento masculino del femenino o el
funcionamiento total del funcionamiento parcial.
Veamos todo esto en cinco niveles arbitrarios:
1. La mayoría de los machos se convierten en hombres
y la mayoría de las hembras en mujeres, pero también hay
que considerar las distintas clases: heterosexuales, homo-
sexuales y bisexuales.
2. El ritrno de la adolescencia es lento, y durante el lap-
so de aproximadamente cinco años que abarca, los jóvenes
juegan con todas la variantes antes de estabilizarse como
machos masculinos y hembras femeninas.
3. En la prepubertad una elevada proporción de niños
muestran un desvío temporal hacia el sexo opuesto.
4. Un poco antes, en el período de latencia, nadie se
preocupa si una niña usa pantalones vaqueros, pero por
alguna razón se espera que los varones tengan aspecto de

212
varones y se comporten como tales, es decir, se peleen y
formen pandillas. Sin embargo, en la actualidad los varones
pueden ser maternales y creativos si lo desean. Las modas
cambian, y nadie puede predecir lo que ocurrirá durante la
próxima década.
5. En una época aun más temprana, cuando la edad
preescolar se acerca a su fin, la mayoría de los niños (sal-
vo los que están incubando un trastorno psiquiátrico) pa-
san por una etapa aguda de atracción por el padre de sexo
opuesto, en tanto que su relación con el padre del mismo
sexo se vuelve tensa a causa de la ambivalencia, es decir,
la coexistencia del amor y el odio. Algunos encuentran, y
otros no, un elemento correspondiente en el progenitor.
Aquí damos por supuesta una vida de fantasía: esos ni-
ños sueñan, juegan, imaginan y utili7.all la imaginación de
otros, y tienen vidas muy ricas y sentimientos violentos.
Obviamente, es mucho lo que depende de fenómenos for-
tuitos; por ejemplo: un niño ama a su padre, que es tímido
y no puede responder porque su homosexualidad natural
está reprimida. El niño resulta deprivado de su padre. Esto
traba su heterosexualidad porque no puede seguir sus im-
pulsos cuando se encuentra en una relación de odio con su
padre. O una niña ama a su padre, pero la madre desprecia
a los hombres y lo echa todo a perder. De modo que la niña
pierde su oportunidad con el padre pero la encuentra con
su hermano mayor. Una niña y un varón sufren porque
ella le lleva un año y por lo tanto ambos pertenecen al sexo
equivocado. Un niño es el tercero de cuatro hijos varones.
En él se concentró el deseo de sus padres de que les ;nacie-
ra unéH hija. ,.fiende a adecuarse al rol asignado aunque sus
padres se esfuercen por ocultar su desilusión.
En otros términos, la índole de los padres, el lugar que
ocupa el nifio en el orden de los nacimientos y otros facto-
res afectan el esquema y deforman el cuadro clásico que se
conoce como complejo de Edipo.

213
Vayamos ahora a un nivel más profundo, o anterior en
el tiempo, para ocupamos de mecanismos más primitivos.
¿Cómo se adaptan los bebés a su cuerpo? En parte expe-
rimentando excitaciones. Los varones que tienen ereccio-
nes y las niñas que experimentan excitaciones vaginales en
relación con personas y en relación con el amor y el fun-
cionamiento corporal están en una situación diferente de
la de quienes no conocen estas experiencias integradoras.
Mucho depende de la actitud de los padres ante todos los
fenómenos naturales. Algunos padres fracasan en reflejar
lo que existe; otros estimulan lo que está presente sólo en
forma embrionaria.

UN DETALLE ESPECÍFICO

Hay un detalle que debemos examinar por separado: la


cualidad del órgano masculino de ser obvio, en contraste
con la cualidad del órgano femenino de estar oculto. No
podemos hablar del feminismo sin tratar este tema.
Freud creó el concepto de fase fálica, anterior a la ge-
ni talidad plena. Se la podría llamar la fase de la jactancia
y el alarde. Es indudable que las niñas se sienten un tanto
incómodas cuando atraviesan esta fase o lo que constituye
su equivalente en ellas. Por un tiempo se sienten inferio-
res o mutiladas. El trauma que esto les produce varía de
acuerdo con factores externos (el lugar que ocupan en el
orden de nacimientos, la forma de ser de los hermanos, la
actitud de los padres, etc.), pero no puede negarse que en
esta fase el varón lo tiene y la niña no. Entre paréntesis,
el varón puede orinar de un modo que las niñas envidian
quizá tanto como su erección. La envidia del pene es un
hecho real.
En la fase siguiente de genitalidad plena la niña al-
canza la igualdad. Adquiere in1portancia y los varones la
envidian porque puede atraer al padre y tener bebés (con

214
el tiempo: ella misma u otra en su lugar), y en la pubertad
tiene pechos y reglas y todos los misterios le pertenecen.
Freud, sin embargo, insistió hasta el fin de su vida en
que si no tomamos en cuenta el efecto que durante la fase
fálica produce en las niñas el trauma de su "inferioridad",
omitimos algo importante. {Algunos analistas han tratado
de demostrar que Freud se equivocó en este punto, influ-
yendo sobre las mujeres e imponiendo esta complicación a
la humanidad por razones que le eran propias.)
Las consecuencias de este trauma que sufren las muje-
res en la fase fálica son las siguientes:
1. Sobrevaloración del pene erecto en su ostentación y
poder.
2. Envidia que las niñas sienten de los varones.
3. Fantasía del pene oculto que un día se desarrollará y
será visible.
4. Fantasía de que hubo un pene y ya no lo hay.
5. En la etapa fálica, creencia irracional de la niña de
que tiene un pene y negación de la diferencia entre varo-
nes y mujeres; y creencia irracional de los varones de que
la niña tiene un pene, pero oculto (lo que contribuye a la
atracción que ejercen el cancán, el strip tease, etcétera.)
Todo esto se incorpora a la organización sado-maso-
quista, y algunas perversiones son un elaborado intento de
lograr algún tipo de unión sexual a pesar de la creencia de
que la mujer posee un pene.
Esta es una de las raíces del feminismo. No es mi culpa
si el feminismo es mucho más que eso y si la lógica apoya
gran parte de lo que dicen y hacen las fen1inistas. Su hase
está en la creencia irracional generalizada, en las mujeres y
también en los hombres, de que hay un pene femenino, y en
la fijación especial de ciertas mujeres y hombres en el nivel
filico, es decir, en la etapa anterior a aquella en que se al-
canza la genitalidad plena.
Quizá la peor parte, desde el punto de vista sociológico,

215
sea el lado masculino de esta creencia masiva, porque lleva
a los hombres a enfatizar el aspecto "castrado" de la per-
sonalidad femenina y a atribuir inferioridad a las mujeres,
causando el furor de éstas. Pero no olviden (las feministas
que puedan estar presentes) que la envidia del hombre por
la mujer es incalculablemente mayor.
Se comprenderá, espero, que el problema es universal,
y que es igual en las personas normales y anormales, salvo
por el hecho de que las anormales -las que sufren psico-
neurosis-- no tienen libertad para jugar y fantasear, debido
a cierto grado de represión. Es decir, algunos aspectos de la
totalidad no están disponibles para su uso en la expresión
de sí mismo ni para su incorporación en el desarrollo de
la estructura de la personalidad. Debe señalarse, con todo,
que desde el punto de vista evolutivo tiene que haber cier-
to crecimiento saludable para que surja la envidia del pene.
En consecuencia, puede afirmarse que el feminismo
implica un grado variable de anormalidad. En un extremo
está la protesta femenina contra una sociedad dominada
por la ostentación masculina de la fase fálica; en el otro,
la negación por la mujer de su inferioridad real en una fase
del desarrollo físico. Sé que esta sencilla formulación es
inadecuada, pero quizá pueda aceptarse como un intento
de expresar algo muy complejo en pocas palabras.
Siguiendo con el examen de la cuestión desde el punto
de vista del desarrollo, ¿en qué estado se encuentra la niña
o el varón cuando co1nienza la fase fálica? Es normal que
los niños que han tenido experiencias poco satisfactorias
en las etapas tempranas -por ejemplo, con el pecho- se
entusiasmen ante esta segunda oportunidad que la fase
fálica parece ofrecerles; así les ocurre tanto a los varones
como a las niñas. De este modo, podemos establecer dos
grupos: el de los niños de ambos sexos que llegan a la
fase fálica después de haber tenido experiencias (plenas)
en las etapas más tempranas, y el de los que llegan a ella

216
relativamente deprivados o muy deprivados. La fase fálica
tiene una imponancia exagerada para los que llegan a ella
deprivados. Los trastornos que sobrevienen en esta fase o
en cualquier otra tienen una prehistoria y, por supuesto,
no podemos dejar de mencionar las tendencias patológi-
cas heredadas.
Todas estas cosas forman parte de la experiencia co-
tidiana de los psicoanalistas con sus pacientes, y sin em-
bargo no son de gran valor en una exposición general
como ésta, no relacionada con la terapia. Las personas
tienen que aceptar lo que son y la historia de su de-
sarrollo personal junto con las actitudes e influencias
del medio local, y deben amoldarse a la vida e intentar
vincularse con la sociedad de tal modo que haya contri-
buciones recíprocas.
En la salud estas cosas (que en las condiciones anorma-
les están fijadas) se encuentran siempre presentes, pero la
gente descubre medios de ocultar los elementos inmadu-
ros sin perder exageradamente el contacto con ellos. Por
ejemplo, recurren a la fantasía.

LA FANTASÍA Y LA REALIDAD PSÍQUICA INTERNA

La fantasía es para algunos un asunto manipulado,


algo así como lo que una historieta infantil es para un
niño. Pero la fantasía penetra profundamente en la rea-
lidad psíquica interna personal, que es la pane vi tal de
la personalidad unitaria, excepto cuando la enfermedad
detcrrnina que no ha de haber un interior ni, por lo tan-
to, una realidad psíquica interna. Es característico de la
madurez, y por consiguiente de la salud, que permanen-
temente la realidad psíquica interna del individuo se en-
riquezca con experiencias y haga que esas experiencias
sean ricas y reales para él. De este modo, todo lo que
hay bajo el sol puede hallarse en el individuo y éste es

217
capaz de sentir la realidad de todo lo que es real y puede
ser descubierto.
En la salud, pues, la mujer puede hallar una vida mas-
culina en experiencias imaginarias mediante la identifi-
cación con los hombres. En la forma más tosca de iden-
tificación, la mujer puede usar a un hombre y obtener
así una ventaja adicional renunciando a su masculinidad
y experimentando lo que es capaz de experimentar como
mujer. Lo mismo puede decirse respecto del uso de una
mujer por un hombre.

ENVIDIA DEL SEXO OPUESTO

Esto me lleva a hacer la declaración siguiente: sólo un


hombre puede apreciar plmammte Jo que es ser una mujer, así
como sólo una mujer puede apreciar plnumzente Jo qiu es ser un
hombre.
La envidia del sexo opuesto explica gran parte de la
frustración que sienten las personas cuya vida está gober-
nada en gran medida por sus instintos, lo que equivale a
decir la mayoría de las personas en el período que va de la
pubertad a los 50 años. Lo que alivia esta frustración es la
vida cultural, cuya relación con el sexo es mínima.
Algunos matrimonios se rompen al final del período
de enamoramiento porque las identificaciones cruzadas
se debilitan y entonces la envidia que siente el hombre de
la feminidad de la mujer y la que ésta siente de la mascu-
linidad del hombre se igualan. De modo que dos perso-
nas que se amaban comienzan a arrojarse platos. En eso
de lanzarse platos, el hombre y la mujer son iguales. En
la nueva asociación que puede llegar a establecerse, las
identificaciones cruzadas resurgen y los gastos en vajilla
se reducen.
i\ los hijos les resulta dificil admitir esas cosas en sus
padres, pero es algo que no se puede evitar. Las fuerzas en

218
juego son a veces tan poderosas que necesariamente habrá
víctimas entre los hijos cuando los padres reemplazan el
acto sexual por el lanzamiento de platos o se separan para
preservar la vajilla.
Se advertirá fácilmente que un hombre muy suave y
dulce puede hacer sentir a su pareja una tremenda nece-
sidad de un macho bien macho, incluso de un macho ho-
rripilante, tosco, cruel e incapaz de agradar a nadie, o bien
impulsarla a recurrir a su propia masculinidad, exagerando
los ingredientes de su feminismo latente. Sin embargo, los
hombres maternales pueden ser muy útiles. Son buenos
como madres sustitutas, lo cual es de gran ayuda para la
mujer que tiene varios hijos, cae enferma o se propone re-
tomar su empleo. Además, muchas mujeres desean que sus
maridos sean capaces de mostrarse maternales con ellas.
¿Quién no se siente un poco deprivado en lo que se refiere
a cuidados matemos? Y las mujeres no pueden recurrir ili-
mitadamente a sus amigas sin exponerse a complicaciones
homosexuales.
Todo esto demuestra lo difícil que es la monogamia en
la práctica. ¿O es acaso un imposible, una partícula de en-
señanza cristiana que pasa por alto demasiadas cosas? Sin
embargo, la gente desea mantener una relación íntima du-
rante toda la vida porque es muy grande el beneficio que
resulta de la acumulación de las experiencias compartidas.
Pero observando personas que se pelean, apreciamos cuán
grande es la desventaja de tener una realidad psíquica in-
terna personal relativamente poco importante y, por lo
tanto, una elaboración fantaseada relativamente li1nitada
de la realidad y un interés poco desarrollado por la cuJtu-
ra. La vida cultural es de gran ayuda cuando los cónyuges
dejan de estar enamorados en la segunda fase del juego
matrimonial.

219
LA MUJER Y LAS MUJERES

Deseo ahora entrar a considerar un aspecto de este vas-


to tema que es a veces descuidado. Entre el hombre y la
mujer hay una diferencia más importante que la de estar
entre los que dan o los que reciben en lo que se refiere a
la alimentación o el sexo. Se trata de lo siguiente: no hay
manera de eludir el hecho de que cada hombre y cada mu-
jer salió de una mujer. Se han hecho intentos por salvar esta
embarazosa dificultad. Está la cuestión de la covada, y en el
mito original de Arlequín hay un hombre que da a luz. La
idea de nacer de la cabeza de alguien es común, y es fácil
pasar de la palabra "concepción" a la idea de concebir (en
el sentido de imaginar). Es afortunado el niño que ha sido
concebido mentalmente por sus padres además de ser el
resultado de la concepción ñsica.
Pero cada hombre y cada mujer se desarrollaron en
un útero y fueron dados a luz, así sea por cesárea. Cuan-
to más se piensa en esto más necesario se vuelve contar
con el término mujer, que posibilita la comparación entre
hombres y mujeres. Debo ser breve, y por lo tanto desa-
rrollaré el argumento formulando dos etapas de nuestro
pensamiento.
1. Comprobamos que el problema no consiste en que
todos hayan estado dentro y luego hayan sido dados a luz,
sino más bien en que al principio todos dependieron de una
1nujer. I~s preciso decir que al comienzo todos dependie-
ron en fonna absoluta de una n1ujer, y n1ás tarde en forrna
relativa. Al parecer, la pauta de la salud mental personal
-la mía y la de ustedes- fue trazada al comienzo por una
mujer que hizo suficientemente bien lo que tenía que ha-
cer, en la etapa en que el amor, para que tenga sentido para
el bebé, sólo puede ser expresado físicamente. Todos na-
cemos con una tendencia heredada a la maduración, pero
para que produzca efecto dche existir un an1hiente facili-
tador suficientemente bueno. Esto significa una adapta-

220
ción inicial sensible por pane de un ser hwnano. Ese ser
humano es mujer, y habitualmente madre.
2. En un nivel más profundo está la experiencia del
bebé, que al principio abarca a esa mujer, ya que el bebé
no ha excluido aún de su self a la madre, la provisión am-
biental, el sostén y el manejo sensibles ni la alimentación.
El self no ha sido aún diferenciado; por eso la dependencia
es absoluta.
Ahora bien, es muy dificil para un hombre o una mujer
aceptar realmente el hecho de la dependencia absoluta y
luego relativa en cuanto se aplica al hombre o la mujer
actuales. Por tal razón hay un fenómeno separado --al que
podemos llamar mujer- que domina la escena e influye en
todos nuestros argumentos. La mujer es la madre no reco-
nocida de las primeras etapas de la vida de cada hombre y
cada mujer.
De acuerdo con esto, podemos hallar una nueva manera
de fo~ular la diferencia entre los sexos. Las mujeres pue-
den manejar su relación con la mujer identificándose con
ella. Por cada mujer hay siempre tres mujeres: la hija, la
madre y la madre de la madre.
En la mitología aparecen permanentemente las tres ge-
neraciones de la mujer, o sea tres mujeres con funciones
diferentes. Tenga o no hijos, cada mujer forma pane de
esta serie infinita; es hija, madre y abuela; es madre, hija e
hija de la hija. Esto le pennite ser muy engañadon. Puede
ser una dulce criatura indefensa para atrapar a su hombre
y convertirse luego en una esposa-madre dominadora y
más tarde en una bondadosa abuela. Es siernpre el la mis-
rna porque cornienza siendo triple, 1nientras qule el hombre
comien7.a con un tremendo impulso de ser uno. Uno es
uno y solitario, y siempre lo será.
El hombre no puede, como la mujer, fundirse con su
raza sin contrariar su naturaleza. A veces sucede en la en-
fermedad. Conozco a un hombre (un paciente) que en una
etapa muy temprana se identificó con la mujer, o, más pre-

221
cisamente, con el pecho. Su potencia era una función del
pecho. En su vida no había hombres; sólo él, identificado
con las mujeres y castrado hasta por su propio funciona-
miento físico masculino. Pero se sentía siempre insatisfe-
cho e hizo un tremendo esfuerzo, sometiéndose a un tra-
tamiento durante varios años, para conseguir su unicidad
masculina y su separación de la mujer. Cuando encontró
su self masculino único pudo relacionarse de una manera
nueva con otros hombres únicos, es decir, pudo tener ami-
gos de su sexo.
Lo que al parecer las feministas envidian de los
hombres es el hecho de que cuanto más maduran, más
únicos son. Algunos hombres envidian a las mujeres
porque éstas no necesitan resolver el problema de una
relación individual con la mujer, siendo como son mu-
jeres además de encantadoras, seductoras e indefensas
criaturas que apelan con éxito a la caballerosidad mas-
culina. (Gritos de "¿Qué se hizo de la caballerosidad de
antaño?")
Hombres y mujeres enfrentan el hecho embarazoso de
que alguna vez fueron dependientes de la mujer, y para lo-
grar la plena madurez de su personalidad deben hallar el
modo de convertir el odio que ese hecho les inspira en una
especie de gratitud.

IJ)S RL;sc:Af)ORES DE PELIGR()S

Y ahora permítanme pedirles que consideren otro deta-


lle: ¿por qué los hombres buscan el peligro? Es inútil tratar
de eliminar el boxeo o de impedir las guerras o los acciden-
tes de tránsito o las expediciones al Everest o a Marte sin
indagar qué se proponen los hombres.
Todas las mujeres -en virtud de su identificación con
sus congéneres del pasado, el presente y el futuro- afron-
tan el riesgo del parto. De nada sirve alegar que el parto

222
no es peligroso, y el sueño crepuscular* no afecta en nada
nuestro principal argumento, a saber, que hay un peligro
intrínseco en la función natural de la mujer. Los hombres
envidian a las mujeres ese peligro; además se sienten culpa-
bles porque producen embarazos y luego observan desde
una posición ventajosa cómo las mujeres pasan por todo
ello, no sólo el parto sino también el posparto y las res-
ponsabilidades tremendamente restrictivas del cuidado del
bebé. Por lo tanto, ellos también asumen riesgos, y siempre
lo harán. Algunos se sienten impulsados a asumir riesgos
más allá de lo que dicta la cordura. Tratan de emparejar las
cosas. Pero cuando un hombre muere es el fin, mientras
que mujeres siempre hubo y siempre habrá. Un hombre es
como la hierba.**
De modo que los hombres también tienen problemas.
Lo terrible de la guerra es que a menudo los hombres que
sobreviven se ven obligados a reconocer que enfrentar el
riesgo de morir los hizo madurar, incluso en el terreno
sexual. Por lo tanto, sin guerras se sienten desvalidos; sin
embargo, odian que los maten, a menos que estén seguros
respecto de la causa.

,
APENDICE

He discurrido en tomo a los temas que convoca la pa-


labra "feminismo" y que corresponden a las interacciones
universales de hombres y mujeres. Hay mucho más que
decir, pero no es una razón para avergonzarse. Cuanto más
n1irarnos, rn~is es lo que vernos.

• Tipo de anestesia ligera utilizada a veces durante el parto. ff.]


.. Alusi6n a Salmos 103: 15, 16. [f.]

223
18. LA PÍLDORA Y LA LUNA

(Esta crmftrtnall fat pnmunciada en la Liga Progresista ti


8 dt noviembre de 1969. Sólo st conserva la gn,baci6n eféctu11-
da en tsa oportrmidlld, y ti lector no dejard de notllr ti cardaer
informal dtl knguajt utilizado. AJ doctor Winnicott k agradaba
bular en la Liga Progresistll y ti púhlico disfruuba oymdolo; esto
st advierte clarammtt m la gn,baci6n, m las risas y ruidos dt
un auditorio entusiasta. Lammtablnnmte, m unos pocos pasajes
esos ruidos impidm oír las pala/mu dtl amftrtnallntt; una di-
fiaJtlld adicional la constituye la npnición de palabras y frases,
y u,mbiin ciwtas ohstroacionts que ti doctor Winnicott intercaló
a causa, posiblnnmtt, de su vacilación tn abordar m público un
tnna tJln dificil y a la vez tan serio. Ha sido, pues, ntcuario intro-
ducir algunas modifoadonts, pero lstas consisten principalmente
en suprtsiones; no hay palabras ni frr,sts qut no sean tkl distrtllntt,
y el ordm en que éste presmtó el material ha sido respetado estric-
tammtt. FJ título origi,u,I tk la amftrtnall era "La píldora". Pero
ti sumo que el doctor Wmnitott narra en la parte fi,u,I, lo mismo
q,u las p11Jobras crm qw co11c/11_yc su disertaáón~ p11recí1111 lle1.Ja1·
natunúmmtt al pomuz que escribió sobre ti aluniUJjt de julio de
1969. Por lo tanto hemos incluido ti poema al[mal y modificado ti
título tn atendón a él.) [&Is.]

En realidad yo nunca tomé la píldora, y es muy poco lo


que sé al respecto. Pero cuando me pidieron que hablara
sohrc ella pensé que era una idetJ estupenda, y al principio

224
parecía que era exactamente lo que yo deseaba hacer: ha-
blar de la píldora y del yo progresista.
Creo que lo que me falta es inclinación por la propa-
ganda. Sería agradable tenerla y entregarse a ella con en-
tusiasmo y esperar que como resultado de lo que uno dice
nadie volverá a tomar la píldora o nadie dejará de tomarla.
Hace unos años expresé mi punto de vista en algo que
publiqué en Ntw Society 1 sobre la fase de apatía y desaliento
de la adolescencia, pero, por supuesto, era un ensayo muy
avanzado para la época, ya que las cosas cambian muy rá-
pidamente, ¿no creen? Hace unos diez años la gente decía
que muy pronto la píldora sería razonablemente segura y
accesible y que cambiaría el panorama para los adolescen-
tes y para todos los padres. Lo ha hecho, en efecto, y es
dificil recordar el tiempo en que no era así. Lo interesan-
te es pensar en cómo encaja esto imaginativamente en el
esquema de las cosas. Supongo que no hemos cumplido
realmente nuestra tarea en lo que se refiere al aspecto ima-
ginativo de la cuestión.
Días pasados me tomé un respiro -tenía muy pocos
pacientes-, me senté en el suelo, que es el mejor lugar
para sentarse, con un bolígrafo y un papel, y pensé: ahora
haré un bosquejo de lo que voy a decir el sábado. Es fácil,
porque sé lo que quiero decir, conozco los límites y las co-
sas que debo anotar, a, b, c, etcétera. ¡Y en todo el día no
pasó nada! Lo único que resultó fue una poesía. Y la voy
a leer para ustedes porque me sorprendió, pero yo no sé
escribir versos, de modo que realmente no tiene ninguna
utilidad. Le puse por título "La muerte silenciosa".
¡Oh tonta píldora para gente sana!
¿Por qué no esperar a conocer la voluntad de Dios?

1
25 de abril de 1963. Véase también: "Adolcscence: Struggling
Through the Doldrums", en Tbt F11111iJy /fflJ lndividul Dtvtlopmmt,
Londres, Tavistock Publications, 1965. [Eds.]

225
Lo que está vacío con el tiempo se llenará
Y la colina preñada será arrasada.
¡Hombres! Sálganse con la suya, háganle wiJack aJill.
¡Muchachas! Beban cuanto deseen de su clorofila.
No teman un percance, saben lo que tienen que hacer,
conocen wia apacible y silenciosa forma de matar... la
[píldora.
De modo que, ciertamente, tomaré mi pluma:
no pierdan el tiempo con la tonta píldora.
Simplemente esperen hasta que lo que tenga que suceder
[suceda
Y entonces paguen la factura.

Era algo que tenía en la mente cuando comencé a escri-


bir. Me recordó el proceso de hacer algo con un trozo de
madera. Es como si pensáramos "Voy a hacer una escultura
de madera", y tomáramos una gubia y un pedazo de made-
ra de olmo y trabajáramos en él y de pronto tuviéramos la
talla de una bruja frente a nosotros. Esto no significa que
nos propusiéramos hacer una bruja; más bien la actividad
en el medio alteró lo que estábamos haciendo y termina-
mos sorprendiéndonos a nosotros mismos. Comprobamos
que nos salió una bruja porque el olmo hizo que las cosas
sucedieran así. El proceso se puede trasponer a cualquier
otra cosa -a cualquier forma artística-, incluso si resulta
un poema tonto, como el mío. Nos provoca sorpresa por-
que hemos hecho algo inesperado. Por lo tanto, pongamos
el poe1na a un lado y vearnos qué ocurre con él.
Ahora volvamos al otro lado de las cosas: la lógica
consciente. Gran pane de nuestra vida es decididamen-
te tediosa y demasiado simplificada porque olvidamos el
inconsciente, lo hacemos a un lado o nos acordamos de
él sólo los domingos por la mañana. Determinamos qué
es lo lógico: tenemos que hacerlo. Somos gente civiliza-
da, utilizamos nuestro intelecto, nuestra mente y nuestra
objetividad. lenemos capacidad para prever cuántas per-

226
sonas habrá en el mundo en el año 2000, y exactamente
en qué fecha en la India ya no cabrá un alfiler. Pero no
necesitamos trasladamos a la India: podemos estimar en
qué fecha ya no cabrá un alfiler en Londres. Ya estamos
llegando a eso en lo que se refiere a los automóviles.
De modo que podemos pensar en función de la lógica
de la situación: ¿es lógico tener muchos hijos (prescin-
diendo de si la gente está en condiciones de criarlos), y es
lógico abarrotar nuestro país con un exceso de niños? Y
podemos decir: "No, no lo es". Muy bien; entonces cada
pareja tendrá sólo dos hijos, o tres en caso de que algu-
no sea mongólico o muera de poliomielitis. Pero alguien
dirá: "Entonces tengamos cuatro en caso de que yo desee
muchísimo un varón y haya tenido tres niñas en serie".
Sea como fuere, las cifras empiezan a subir nuevamente,
y muy pronto estaremos de vuelta en el punto de parti-
da, cuando teníamos tantos hijos como vinieran. Y tal vez
ustedes comprueben que están comenzando a formarse
una opinión sobre sus inhibiciones -sus inhibiciones
sexuales, que quizá lleven a que no haya más niños-y de
pronto descubran que están hablando de lo puramente
inconsciente. En cierto sentido las inhibiciones sexuales
son tan interesantes, constructivas y útiles a la sociedad
como las compulsiones sexuales, de modo que todos nos
estamos describiendo recíprocamente y esperando no sa-
lir demasiado mal librados.
Ustedes han reflexionado mucho sobre el tema y no
necesito referirme a cosas que ya saben. Estamos hablan-
do de la población mundial,. de la capacjdad de. ganar
dinero y de educar a nuestros hijos, y Je si queren1os:
proporcionarles una educación común o tenemos que ser
capaces de enviarlos a lo que, a nuestro juicio, es una es-
cuela que conviene a este niño particular pero podría no
convenir a nadie más. Todo gira en tomo de pensar dete-
nidamente las cosas, y a Dios gracias tenemos un cerebro
y podemos pensar detenidamente las cosas y obrar en con-

227
secuencia. La lógica del asunto nos lleva a reconocer que
es sensato no tener una cantidad ilimitada de hijos, y esta
opinión quizá la comparta incluso alguien que haya teni-
do una docena. Hay un modo de analizar esta cuestión de
pensar cuidadosamente y de lo que ocurre en realidad, y
nos damos cuenta de que la correlación entre ambas cosas
no es muy elevada. Pensamos cuidadosamente y vemos
lo que ocurre y las dos cosas se relacionan de un modo
nuevo.
Por lo tanto, veamos ahora un caso. Se trata de una mu-
chacha de 16 años; lo que necesitaba de mí era que le dijese
que tenía una lesión cerebral. Comenzó la vida con una
desventaja: al nacer estaba azul porque tenía el cordón um-
bilical enrollado en el cuello. Estuvo a punto de morir, y
cuando superó el trance sus células cerebrales habían sufri-
do un daño. No estaba muy daftada: tenía simplemente una
personalidad superficial contra la que había estado luchan-
do durante toda su vida. Tan pronto como ingresaba en
una escuela, todo el mundo le decía: "Si te esforzaras po-
drías hacerlo mejor". De modo que ella se esforzaba e in-
tentaba mejorar una y otra vez, pero nadie le decía: "Todo
esto tiene poco que ver con el problema". Era muy bonita
y atractiva y muy precoz emocionalmente. Cuando vino a
verme traía un libro y me dijo: "Estoy leyendo este libro y
me parece muy interesante", y el libro era interesante. Pero
uno podía darse cuenta de que a ella le resultaba difícil ver
en el libro lo que hubiéramos visto ustedes y yo, porque no
podía captarlo\ no lo captaba, no del todo.
Jugamos a hacer garabatos entre ambos, alternándo-
nos, y a uno de sus garabatos obviamente había que con-
vertirlo en una cabeza y un cuerpo, y había una cosa en
él, una cuerda. Le dije: "Hay una cuerda alrededor de
ese niño, hay una soga alrededor de su cuello". Ocurrió
?ºr casualidad cuando jugábamos de ese modo, y segui-
rnos el juego. :Ento1ces rne dijo: "A propósito, yo nací

228
con un cordón alrededor del cuello". Se lo habían conta-
do. "Mira", le contesté, "aquí está dibujado"." ¿De veras?",
dijo. A ella el dibujo no le había hecho pensar en eso. Pero
en el transcurso del juego surgió ese material, y haciendo
averiguaciones me enteré de que había sucedido realmen-
te; no se trataba de una leyenda familiar. De modo que
hablamos sobre ello y le dije: "Mira (no intenté proteger-
la), naciste con esa cosa alrededor del cuello, estabas azul y
quedaste dañada al nacer, y has estado luchando y tratando
de progresar a pesar de eso. Tienes una capacidad cerebral
limitada, pero es un problema que a veces mejora con el
tiempo, y si eres capaz de esperar tal vez descubras que
puedes hacer algo al respecto; aún no lo sé. Pero el hecho
es que tu problema no consiste en que no te estés esforzan-
do, sino en que tienes el cerebro dañado". Volvió a su casa,
y su reacción fue decirle a la gente: "Creo que alguien me
entendió por fin". De una situación enormemente com-
pleja surgió tan sólo eso, y a partir de entonces las cosas
cambiaron para ella. Establecimos una relación muy bue-
na; ahora me puede usar y hago que la cuiden de modo que
pueda llevar una vida normal, sin que nadie espere de ella
que haga lo que no puede hacer, porque se requeriría un
grado de rendimiento en su personalidad y en su capacidad
intelectual que está fuera de su alcance.
De tanto en tanto tiene crisis terriblemente agudas, y
cuando eso sucede trastorna a la familia y a quienquiera
que esté cerca, incluso a los animales. Sus padres no la
pueden tener en la casa porque, aunque la quieren mucho,
no soportan gue su hogar se vea súbitamente perturbado
cuando ella se enfrenta con algo que es incapaz de tolerar.
De modo que un día me telefonearon y me pidieron que la
fuera a ver, lo que hice de inmediato. El motivo de la crisis
era el siguiente (ahora volvemos al tema de la píldora). Ella
había ido a una fiesta. No suele hacerlo porque es muy
atractiva y siempre hay alguien que lo advierte sin tardan-

229
za, y a los diez minutos lo están pasando esrupendamente
y la fiesta es magnífica, pero, ¿qué pasa luego? Ella no es
capaz de manejarlo. Tiene ideas muy firmes acerca de lo
que le agrada y lo que le desagrada, de lo que está bien y lo
que está mal, y también instintos muy fuertes. Pero esta vez
conoció a un hombre que le gustaba. Eso era lo importan-
te, lo que le hacía muy difícil rechazarlo. De modo que si
después de la fiesta no se acostaba con él, no habría sabido
cómo enfrentar la frustración; no es capaz de hacerlo me-
diante el trabajo del sueño ni de otro modo. Permaneció
con él toda la noche pero lo rechazó, y él la respetó. Ella
se sintió destrozada, desilusionada porque él no la había
violado, asumiendo toda la responsabilidad; también por-
que lo respetaba y sabía que si sus amigos se enteraban de
que había pasado la noche con ella y no la había poseído,
lo despreciarían. Lo había puesto en la siruación de tener
que volver a su casa y mentir o bien decir: "Ella no quiso",
lo que no sería nada bueno. Respetaba todo esto, se sentía
destrozada, en un estado terrible, y había trastornado a sus
familiares, quienes, aunque habiruados a esas situaciones,
estaban desorientados. Dicho sea de paso, el hombre era
negro, un africano, lo cual no parecía establecer ninguna
diferencia para la familia. No era ésa la raíz del problema,
aunque a ella la excitaba la idea de hacer el amor con un ne-
gro. Pero esto es algo que habría que analizar por separado.
De modo que el hombre actuó con corrección, y eso la
trastornó hasta el frenesí y al 1nisn10 tien1po le produjo un
tre1nendo alivio; estaba desgarrada por un conflicto que no
podía dominar.
"Sabe", me dijo, "el problema es que todo esto no tiene
nada que ver con el sexo; tiene que ver con la píldora. To-
das mis amigas toman la píldora. Si yo no puedo tomarla
me siento inferior y pueril." Sus padres le habían dicho
que sólo podría tomar la píldora cuando, después de ha-
ber estado en tratamiento durante algún tiempo, iniciara

230
una relación con alguien con quiera fuera a convivir. Pen-
saban que era un buen recurso para aplazar la cuestión, de
modo que le dijeron: "Nada de píldoras todavía, y nada
de anticonceptivos; tienes que contenerte". En realidad, el
caso es que para esta chica de 16 años la píldora era un
tremendo símbolo de status. Si hubiera estado tomando
la píldora, se habría sentido bien. Las personas como ella
piensan que si algo fuera diferente, todo estaría bien. "Si
tuviera la píldora", me dijo, "no la tomaría; pero tengo que
tenerla. Y si mi dicen que tengo sólo 16 años y que no pue-
do usarla, tengo que ir y conseguirla. Puedo conseguirla, y
entonces la tomaré, y eso es todo." Ella es así porque todo
está exagerado por el hecho de que su realidad interna ca-
rece de una profundidad que le facilite elaborar las cosas.
Cuando ingresó en el establecimiento al que concurre
ahora, que es bastante bueno, vino a verme y me dijo: "He
pasado el día más hermoso de mi vida". "¿Qué hiciste?",
le pregunté, pensando que habría hecho el amor con una
serie de negros. "Caminamos por la orilla de un arroyo
encantador y atrapamos renacuajos", me contestó. Sin em-
bargo, desde su punto de vista, no tener la píldora y que se
la prohibieran era algo intolerable. Todo estaba exagerado.
Creo que a veces podemos mirar las cosas de ese modo y
comprender.
Les hablaré de otro caso. Una mujer muy inteligente,
que en su niñez había sufrido deprivación, viene a verme
con regularidad. Se casó y tuvo hijos, pero actualmente
está divorciada y se siente muy sola. Al mejorar con el
tratamiento comenzó a soltarse un poco, y entonces un
ho1nhre la invitó a cenar. Bien, ella ahora es libre, puede
salir a cenar, se sintió muy contenta con la invitación. Y
entonces, por supuesto -no me explico cómo llegan a
ocurrir esas cosas-, de un modo u otro se encontraron
juntos en una habitación. "No sé en qué piensa la gente
en estos días", me dijo. "En 1969 parecen pensar que todo

231
el mundo toma la píldora. No he pe1J5ado en el sexo du-
rante diez años y no tomo la pfidora. El no llevaba consigo
ningún anticonceptivo, de modo que tuve que recurrir al
viejo preteno de la menstruación". Pero la idea le pareda
muy extraña, ¿comprenden? Decía: "¡Qué cosa más rara!
Un hombre quiere dormir con una mujer y presume que
ella toma la píldora. Es el lenguaje de 1969, ¿no es así?".
Esto tiene que ver con el hecho de considerar las cosas des-
de el punto de vista de la lógica, aunque la mujer de quien
les hablo es muy inteligente y puede considerarlas desde
diferentes puntos de vista.
Lo que intento mostrarles es que en mi opinión hay
una zona no resuelta en la que la lógica y los sentimien-
tos, la fantasía inconsciente y demás no concuerdan. No
se relacionan adecuadamente entre sí, no se aclaran recí-
procamente y tienen que mantenerse separados, y nosotros
· debemos tolerar las contradicciones. Por supuesto, pode-
mos resolver cualquier problema refugiándonos en el área
del intelecto escindido. Allí, en algún lugar, estamos libres
de sentimientos: somos dialécticos, podríamos decir. Opo-
nemos esto a aquello y de ese modo resolvemos cualquier
problema imaginable. O lo resolveremos algún día. Pero
si no nos refugiamos en el intelecto escindido, ¿no creen
que tendríamos que decir: "Bien, algunos problemas son
insolubles y debemos tolerar las tensiones"? Es lo que estoy
trat2ndo de mostrar con el ejemplo de la muchacha que
tenía lin1itaciones porque al nacer hahía sufrido una lesión
cerebral. Le resultaba difícil tolerar las tensiones que ine-
vitablemente nos acompafian y que hacen que dudemos de
todo y que valoremos la duda. Porque la certidumbre y la
cordura son terriblemente aburridas. Por supuesto que la
locura también lo es, pero hay algo que la mayoría de las
personas pueden tolerar en cierta medida: la incertidumbre.
Deseo referirn1e ahora a algo sobrecogedor, aunque se-
guramente ustedes ya se lo habrán dicho a sí misrnos, de

232
modo que lo que voy a decir no tiene nada de destacado
ni de original. Digo que estamos hablando de matar be-
bés. No de matar bebés porque sean anormales, porque
sean mongólicos, espásticos o defectuosos. A los que lo son
los protegemos sin demora, les prodigamos cuidados espe-
ciales, nos ayudamos mutuamente para hacerlo. Estamos
hablando de matar bebés al margen de esta complicación.
Es un tema delicado, y de inmediato comprobamos que no
queremos pensar en él. &tamos hablando de la lógica de
Malthus y de su sensatez, y no queremos que nos fastidien
con todo eso. Pero, les pregunto, ¿no tendría que preocu-
pamos esta cuestión?
Cuando era niño y tenía ratones, si manoseaba a las
crías, la madre decía: "Bien, los devolveré al lugar de donde
salieron", de modo que se los comía y empezaba de· nuevo.
Los gatos hacen lo mismo. No creo que lo hagan los pe-
rros, pero a los perros se les ha enseñado durante un millón.
de años a no ser lobos, de modo que están domesticados,
a menos que tengan la rabia. Creo que mi ratona estaba
resolviendo el problema cuando decía: "No necesito de
ninguna píldora, porque si me parece que estos bebés no
van a poder crecer en un ambiente adecuado, que huelen
como las manos de ese niño, simplemente me los como
y empiezo de nuevo". Así de sencillo. Creo -awique no
estoy seguro, porque en estos casos es dificil deslindar la
realidad de la mitología- que hubo wia época en que los
aborígenes de Australia se comían a algunos de sus hijos. 2
Esta era su manera de resolver el problema de población.
Y no lo hacían porque odiasen a los niños. De lo que estoy
hablando es de que cuando se considera que el an1biente
no puede proporcionar los recursos necesarios para soste-
ner a tantos niños, siempre se encuentra un método, sea

1
J. G. Fruer menciona en LA 1'tl1Nl """""6 que en algunas ttibm
de Nueva Gales del Sur existía la costumbre de comer al primogénito.
[Eds.]

233
cual fuere. Hasta hace poco el mundo contaba con un mé-
todo muy bueno. Las personas morían como moscas de
disentería y otras enfermedades, pero vinieron los médicos
y dijeron: "No tienen por qué morir de disentería, mala-
ria, ni ninguna otra enfermedad o epidemia". Por lo tanto,
debe pensarse en la población de otro modo, porque ya
no es posible dejar que Dios se encargue de matar a todo
el mundo, por así decirlo, aunque, por supuesto, podemos
hacer la guerra y la gente puede matarse entre sí de esa
manera.
Si hemos de ser lógicos, tendremos que abordar un tema
difícil: ¿a qué bebés mataremos? ¿A partir de qué edad se
los puede considerar seres humanos? La mayoría de las
personas están de acuerdo en que cuando nacen a término
son seres humanos. Por consiguiente, no los mataremos.
Entonces pensamos en el período inmediatamente ante-
rior al nacimiento y decimos: "No mataremos a los bebés
viables". Acudimos a los médicos y les preguntamos: "¿A
qué edad es viable un bebé?". Y ellos dicen que es viable
cuando tiene un peso determinado, un kilo ochocientos,
un kilo cuatrocientos, un kilo doscientos, y gradualmen-
te siguen rebajando, como en una subasta a la inversa. De
modo que pedimos la opinión de los médicos en cuanto
a qué es homicidio y qué no lo es, retrocedemos un poco
más en el tiempo y decimos: "De acuerdo. Aborto. Está
decidido".
Justarnente ahora estoy asesorando a una joven que
es feliz en su matrimonio pero también n1uy inestable, y
cuando su marido fue reclutado y enviado al Este supe que
ella no sería capaz de manejar la situación. Por lo tanto
no me sorprendí cuando me llamó por teléfono y me dijo:
"Mire, estoy embarazada, no me gusta el hombre, odio la
idea de romper mi matrimonio y me siento aterrada". No
pude comunicanne con el padre inmediatamente y por lo
tanto hice que abortara. Lógicamente todo el mundo está
muy contento de que así haya sido, y la joven estaba en

234
condiciones de recibir a su marido cuando éste regresó, y
tuvieron otros dos hijos y el hogar no quedó desbaratado
por la presencia en él de un extraño nacido de una aventu-
ra amorosa no deseada que ella no pudo evitar porque no
tiene capacidad para soponar ciertas cosas que le suceden.
Todo es muy lógico. Pero, ¿y la joven? Aún se siente
acongojada por haber dado muerte al niño que llevó du-
rante tres meses en su seno, pero puede soportarlo, y pue-
do hablar con ella al respecto y ella sabe que se siente muy
mal por lo que pasó. De modo que no se trata sólo de ló-
gica, ¿no es así? Hubo un homicidio. Estamos hablando de
algo realmente tremendo.
Retrocediendo más aún en el tiempo, está el caso de una
muchacha a quien se le pidió, cuando tenía 18 años, que
colaborara en un hospital psiquiátrico. El hospital estaba
ansioso por ayudar a todos los jóvenes internados en él, de
modo que la pusieron en estrecho contacto con un joven,
un esquizofrénico, y ella le hizo mucho bien, les puedo
asegurar. Sólo que, al mismo tiempo, quedó embarazada.
La madre de la chica pensó que el hospital había actuado
con mucha irresponsabilidad y le prohibió a la hija que
siguiera yendo a ayudar en el sector. Y dijimos: "Bien, esta
joven debe abortar sin pérdida de tiempo". Hice todos los
arreglos, y tuve que insistir, porque lo que sucede en estos
casos es que los médicos dicen: "Hay que pensarlo bien",
y uno vuelve dos meses después y la madre ya ha comen-
zado a orientarse hacia el bebé, y para entonces un aborto
resultaría traumático. A menudo ya es demasiado tarde y
después el la tendrá que cargar con un bebé no deseado y
habrá en el mundo un bebé que no fue deseado, lo cual es
un terrible problema. Como quiera que sea, apresuré las
cosas y sorteé todos los obstáculos, y la joven se libró del
bebé cuando aún no había comenzado a orientarse hacia
él. De modo que está muy bien y no experimenta culpa
gracias a que se hizo todo eso. Actualmente proyecta ca-

235
sarse con el joven ex esquizofrénico y piensan tener hijos
cuando se sientan más afirmados.
Lo que pido es que retengamos el aspecto emocional
y fantaseado de las cosas sin privamos del extremo de la
lógica, porque creo en la objetividad y en mirar de frente
las cosas y hacer algo al respecto, pero no en cultivar el
aburrimiento olvidando la fantasía inconsciente. Esta no es
muy popular, ya se sabe. Nadie muestra menos tolerancia
hacia ella que el público corriente. El extremo de la lógica
nos ha dado la píldora y su uso, y sé que es muy importante
y me doy cuenta de que el mundo puede usarla. Pero lo
que sugiero es que todos nos sentimos insatisfechos si eso
es todo lo que hacemos al respecto, y tenemos que advertir
que la píldora es lo que he llamado "La muerte silenciosa".
Mi "poema" encierra una buena dosis de conflicto y no re-
suelve nada, pero me lleva en forma inesperada a lo que no
sabía en absoluto que iba a decir: que en la imaginación la
píldora es la muerte silenciosa de los bebés. La gente tiene
que ser capaz de experimentar sentimientos al respecto.
Conozco bien el tema porque me ocupo de los niños.
Veamos lo que ocurre con el hijo menor de una familia. He
comprobado que ese niño ha matado a todos los otros que
no nacieron después de él. En muchos casos debe hacer
frente a un terrible sentimiento de culpa por haber matado
a todos los otros niños. De modo que todo esto nos resulta
familiar una vez que nos hemos habituado a la fantasía que
irnpera en la vida de los niños.
Tal vez piensen que lo que he estado diciendo es: "Muy
bien, vamos a poner en claro que la píldora mata bebés,
de modo que, por supuesto, no debemos usarla"; pero no
es así. Digo tan sólo: "De modo que, por supuesto, reco-
nocemos que en ocasiones decimos; "Sí, matamos bebés,
pero lo hacemos de una manera tremendamente respeta-
ble". No porque los odiemos; no se trata de eso. 1\1ata1nos
bebés porque no podernos proporcionarles un an1biente

236
adecuado en el que puedan crecer. Pero abordamos cosas
muy primitivas cuando recurrimos a la destrucción, la cual
se vincula a las relaciones objetales. En cieno sentido son
las relaciones objetales, más que el odio, lo que lleva a la
destrucción.
Mi problema es que no puedo orientarme hacia un tema
sin concentrarme y desarrollar tensión, y cuando estoy ha-
blando sobre un tema en cualquier parte, al igual que otras
personas, sueño con él. Anoche tuve dos sueños. En el pri-
mero, yo estaba en una reunión. No como ésta, sino más
bien como el congreso psicoanalítico celebrado este año
en Roma, al que no asistí. Había allí una familia completa:
hombres, mujeres y niños. Había muchísima gente. Todo
estaba saliendo bien cuando de pronto la hija de la familia
imunpi6 como una tromba. Entró precipitadamente y se
puso a telefonear a todos lados, incluso al hotel, diciendo:
"¡Mamá perdió su cartera! Quiero que entiendan esto: tal
vez la vuelva a encontrar, pero mientras esté perdida todos
tenemos que buscarla". Todo el mundo se declaró en huel-
ga -nada de congreso, nada de nada- y se puso a buscar
la canera de mamá.
He aquí, pues, algo que debemos tolerar si pensamos en
el contenido imaginativo de usar la píldora: lamentable-
mente, no puede impedirse que incluya la fantasía de que
la mujer pierde su feminidad.
El otro sueño fue, creo, un sueño masculino. Me intere-
só porque había un objeto blanco muy hermoso: la cabeza
de un niño. No era una cabeza esculpida, sino la represen-
tación b1dimensjonaJ de una rsruJ!1JFa.- E-n r-J sur.ñ~ me dije
a mí n1isn10: "El efecto de claroscuro está tan bien logrado
que podemos despreocupamos del grado de exactitud con
que se ha representado esa cabeza y reflexionar sobre algo
más que está allí implícito: el significado de lo claro y Jo
oscuro". Antes de despertar me dije también: "No tiene
nada que ver con lo blanco y lo negro del problema de los

237
negros, sino con un nivel más profundo: lo blanco y lo ne-
gro que hay en el ser humano". De eso se trataba.
Y entonces comprendí -ya que actualmente me le-
vanto a menudo durante la noche y me agrada mucho la
Luna- que sin duda se trataba de la Luna. Y también
supe que era la Luna porque de pronto pensé: "¡Maldi-
ción! ¡Hay una bandera norteamericana allí!". Y cuando
empecé a recuperar la lógica me di cuenta de que había
vuelto al tema de la menstruación y de la mujer que dijo:
"Tuve que recurrir de nuevo a la menstruación". El hecho
es que aquí estamos frente a algo muy primitivo que tiene
que ver con la Luna y su relación con las mujeres y con el
modo como el mundo se ha desarrollado. Terminé dicien-
do: "La prueba que debe superar nuestra civilización en
la actualidad -la prueba cambia de día en día, la prueba
hoy es: ¿podemos, como poetas, recuperarnos del alunizaje
norteamericano?". Dice la canción: "Te di la Luna, muy
pronto te cansarás de ella". Yo ya estoy cansado de ella,
totalmente. Pero cuando los poetas comiencen a escribir
nuevamente sobre la Luna como si nadie la hubiera ho-
llado, como si significara muchas cosas -como significa
para ustedes y para mí cuando la vemos en el cielo, cuando
vemos sus fases, su majestad y su misterio--, entonces po-
dremos volver a la época en que desentrañábamos lo que
todo ello significa, en que sabíamos lo que significan lo
claro y lo oscuro. Si somos capaces de volver a la poesía y
recuperarnos del desen1barco nortearnericano en la Luna
antes de que lo hagan en Venus, podremos creer que aún
hay esperanzas para nuestra civilización. Curioso modo es
éste de tenninar mi conferencia cuando en realidad estoy
hablando de la píldora. Pero desde mi punto de vista, como
nunca vi una y ciertamente nunca la he tomado, la píldora
podría
. . muy
. bien
. ,
parecerse a la Luna. Tal voz sean cosas de
nu unagmac1on.

238
ALUNIZAJE
I

Se dice
Que llegaron a la Luna
Plantaron una bandera
una bandera rígida, por supuesto
(allí no soplan los dioses)

11

Listos y audaces Yo hubiera temido


sentido pánico
dudado
cometido un error
perdido el conocimiento
saltado, gritado, reído, sufrido
un ataque de nervios
Pero no ellos

m
¿Qué Luna?
Imaginaron un espacio,
Idearon, en una computadora,
Una complejidad casi infinita, y entonces
Exploraron su finitud. Después
Hicieron pie en ella, plantaron una bandera rígida,
Y volvieron a casa llevándose unas piedritas, pero no para
que jueguen los niños

IV

¿Acaso algo ha cambiado?


¿Es ésta la pauta del triunfo del hombre,
el sello de su grandeza,
el punto culminante de la civilización,
lo que dará impulso a la vida cultural humana?

239
¿fu éste el momento de entronizar un dios
que se siente complacido por sus esfuerzos creativos?

No para mí
Esa no es mi Luna
Símbolo de la fria pure7.a
Señora de las mareas
La que regula las fases del cuerpo femenino
el faro inconstante pero predecible para el pastor
astrónomo,
que variablemente ilumina la negra noche
o engendra murciélagos, fantasmas, brujas
y cosas que espantan

VI

&a no es la Luna de la ventana mágica


Del sueño personal de Juliet2 en el balcón
(Voy, nodriza)

VII

Mi Luna no tiene una bandera


Ninguna bandera rígida
Su vida está en su activa belle7.a
En su luz variable
En su luminosidad

240
19.ANÁLISIS DE LOS FINES DE LA GUERRA

(&crito en 1940)

Para alivio de muchos, el primer ministro no se mostró


dispuesto a discutir los fines de la guerra. Luchamos para
sobrevivir.
En lo personal no me avergüenza la idea de que estemos
luchando sólo para sobrevivir. Nada hay de extraordinario
en luchar para que a uno no lo exterminen o lo esclavicen.
Le méch1mt 1mimal, qwmd on l'llttal¡Ue il se défend. • La ética
queda al margen, y si somos lo bastante tontos como para
sucumbir, no tendremos siquiera la oportunidad de sacar
partido de nuestros errores.
Al decir que luchamos para sobrevivir, no estamos dan-
do a entender que somos mejores que nuestros enemigos.
En cambio, si decimos que luchamos para poseer, o para
seguir poseyendo, introducimos complicaciones; y si so-
mos lo bastante imprudentes como para afirmar que tene-
mos alguna cualidad de la que carecen nuestros enemigos
y que debería ser preservada, habremos dicho algo que no
nos será fácil justificar. Tiene sentido, por lo tanto, señalar
fines tan simples como sea posihle.
No hay ninguna razón por la cual la capacidad para
conducir un país a la victoria deba estar unida a la capa-
cidad de analizar los fines de la guerra, y quiú sea impor-

• Cuando lo atacan, el animal bravio se defiende. [f.]

241
tante no obligar al primer ministro a hacer algo ajeno a sus
inclinaciones. Pero lo que el señor Churchill se abstiene
de hacer, sería útil que lo hiciéramos quienes tenemos una
responsabilidad menos directa. Podemos examinar la posi-
bilidad de que estemos defendiendo algo valioso, y si así lo
creemos, tratar de establecer de qué se trata. Y si surgen las
palabras "democracia" y "libertad", tratar de comprender
qué significan,
Para facilitar las cosas, pediré que se acepte como un
axioma que si somos mejores que nuestros enemigos, lo so-
mos tan sólo un poco. Cuando la guerra haya terminado y
hayan pasado algunos aftos, incluso esta mesurada afirma-
ción parecerá autocomplaciente. Gomo yo lo veo, de nada
sirve pretender que la naturaleza hwnana es fundamental-
mente distinta en Alemania y Gran Bretaña, aunque -lo
admito- esta opinión me impone la tarea de explicar las
razones de la reconocida falta de semejanza en la conducta
de ambos países. Creo que esa falta de semejanza puede ex-
plicarse sin recurrir a la presunción de que existen diferen-
cias fundamentales. Se argumentará tal vez que la conducta
de ambos países es obviamente diferente y que, después
de todo, es la conducta lo que importa. Sin duda, pero hay
conducta y conducta total. Una cosa es la conducta y otra
la conducta total. La conducta total incluye la responsabili-
dad histórica; también toma en cuenta la ampliación de las
bases de la motivación a través de nuestra identificación in-
consciente con nuestros enemigos. La conducta total toma
nota asimismo de la capacidad del individuo de obtener
gratificación de ciertas ideas que pueden ser agresivas o
crueles, y de sentir alivio cuando algunas ideas intolera-
bles, que amenazan con volverse conscientes, se traducen
en actos, es decir, cuando la responsabilidad por esas ideas
la comparten otros miembros del grupo.
Para decirlo de un modo más sin1ple, podemos consi-
derarnos buenos y actuar corrcctan1cntc, pero necesitan1os

242
un criterio para saber qué es la bondad. El único criterio
verdaderamente satisfactorio de la bondad es la maldad, y
la conducta total incluye esa maldad, aun cuando el malo
sea nuestro enemigo.
En este momento estamos en la posición aparentemen-
te afortunada de tener un enemigo que afirma "Soy malo y
me propongo serlo", lo que nos pemúte sentirnos buenos.
Aunque puede decirse que nuestra conducta es buena, no
está claro en absoluto que a causa de ello podamos eludir
nuestra responsabilidad por la actitud alemana y la utiliza-
ción por los alemanes de las cualidades peculiares de Hit-
ler. De hecho, tal autocomplacencia representaría un peli-
gro real e inmediato, ya que la declaración del enemigo es
sincera y la nuestra no lo sería. De ahí proviene en parte, a
mi juicio, su capacidad para destruir a sus adversarios desde
adentro. Los induce a adoptar una posición de probidad
que se desmorona porque es falsa.
Tendemos a olvidar que la guerra, cada vez que se pro-
duce, tiene un valor que se refleja en el curso de la política.
La paz como fenómeno natural es difícil de preservar más
allá de algunos años, y podría demostrarse que las tensio-
nes internas se estaban comenzando a manifestar en la es-
tructura política de Gran Bretaña cuando el surgimiento
de la amenaza externa nos trajo alivio. (Lo cual no significa
que la guerra haya sido planeada, como dicen algunos, para
impedir la revolución.)
En otras palabras, la naturaleza humana, que colecti-
vamente se denomina estructura social, no es sencilla, y
nada gana e} sociólogo con negar e} poder de }a !'Dr:l~ld~d
y la agresión que cada individuo debe afrontar en su pro-
pio self si ha de parecer civilizado. La única salida fácil
para él es ver las partes desagradables de sí mismo sólo
cuando se manifiestan en otros; lo difícil, en cambio, es
admitir que podría ser responsable de toda la voracidad,
la agresión y el engaño del mundo, aunque de hecho no

243
lo sea. Lo que se aplica al individuo también se aplica al
Estado.
Quien tenga deseos de aprender, podrá extraer muchas
enseftanzas de los acontecimientos de la última década.
Una parte de nuestra ed~caci6n se la debemos a Mussoli-
ni, quien dijo muy claramente, antes de que Hitler entrara
en escena, que las únicas posesiones justificadas son las que
encuentran respaldo en la fuerza ñsica. De nada vale dis-
cutir si esto es correcto o no desde el punto de vista de la
ética; sólo debemos tomar nota de que si alguien está dis-
puesto a actuar, o incluso a hablar, basándose en tal princi-
pio, con ello obliga a los demás a hacer lo mismo. Musso-
lini daba a entender que Gran Bretaña, Francia, Holanda
y Bélgica adoptaban una posición falsa al proclamar sus
derechos a su territorio como si Dios lo hubiera dispuesto
así, y se ha sostenido que incluso si sus palabras eran sólo
una baladronada, al obligamos a decidir una vez más si va-
lía o no la pena luchar por nuestra posición, nos prestó un
señalado servicio.
Si aceptamos la idea de que por naturaleza somos bási-
camente semejantes a nuestros enemigos, nuestra tarea se
simplifica muchísimo. Podremos entonces considerar sin
temor nuestra naturaleza, nuestra voracidad y nuestra ca-
pacidad de autoengaño, y si además comprobamos que es-
tamos defendiendo algo valioso para el mundo, estaremos
en condiciones de evaluar esa circunstancia con realismo.
Se dchc recordar que si con1proharnos que hacen10s co-
s~ buenas con el poder que poseemos, ello no significa que
podamos poseer sin provocar envidia. Un enemigo quizá
sienta celos de nosotros no sólo a causa de nuestras po-
sesiones, sino también por la oportunidad que nos brinda
nuestro poder de gobernar bien y difundir buenos princi-
pios, o al menos de controlar las fuerzas que podrían llevar
al desorden.
En otras palabras, s: reconocemos la in1portancia de la

244
voracidad en los asuntos humanos, hallaremos algo más
que voracidad, o descubriremos que la voracidad es una
forma primitiva de amor. Descubriremos también que la
compulsión a obtener el poder puede originarse en el mie-
do al caos y el descontrol.
¿Qué podemos entonces proponer como justificación
adicional de una lucha que es primordialmente una lucha
por la supervivencia? En realidad, hay un solo modo de
justificar la pretensión de que somos mejores que nuestros
enemigos sin caer en una discusión interminable acerca del
significado de la palabra "mejor": demostrando que tene-
mos como meta una etapa más madura de desarrollo emo-
cional que nuestros enemigos. Si, por ejemplo, pudiéramos
demostrar que los nazis se comportan como adolescentes
o preadolescentes en tanto que nosotros nos compona-
mos como adultos, tendríamos un argumento convincente.
Pongamos por caso que la actitud de Mussolini, "luchar
para poseer" (considerándola real y no mera palabrería), es
relativamente madura, y que la actitud de "sin duda ustedes
aman a su líder y conñan en él" sólo es normal en el joven
inmaduro y preadolescente. De acuerdo con esto, Musso-
lini nos desafió a comportamos como adultos, mientras
que los nazis nos desañan como adolescentes y no pueden
comprendemos porque no advierten su propia inmadurez.
Probablemente lo que proclamamos es que los nazis
son preadolescentes muy seguros de sí mismos y que no-
sotros nos esforzamos por ser adultos. Tratamos de sen-
timos libres y de ser libres, de estar preparados para lu-
char sin ser belicosos, de ser guerreros potenciales que se
interesan por las artes de la paz. Si es esto lo que procla-
mamos, debemos estar preparados para sostener nuestro
reclamo y para comprender lo que queremos decir con
esas palabras.
En general se supone que todos amamos la libertad y
estamos dispuestos a luchar y a morir por ella. Sólo unos

245
pocos reconocen que tal suposición es falsa y peligrosa, e
incluso ellos, en mi opinión, no aciertan a comprender lo
que describen.
La verdad parece ser que, aunque la idea de la libertad
nos agrada y admiramos a quienes son libres, la libertad
nos atemoriza y a veces tendemos a permitir que nos con-
trolen. Esto es difícil de entender porque no hay identidad
entre lo consciente y lo inconsciente. Los sentimientos y
las fantasías inconscientes hacen que la conducta conscien-
te sea ilógica. Además, lo que nos agrada cuando estamos
excitados puede diferir mucho de lo que nos agrada en
otras circunstancias.
La interferencia en el ejercicio y el disfrute de la liber-
tad se produce principalmente de dos modos. En primer
lugar, sólo se disfruta de la libertad en los períodos en que
no hay excitación corporal. La libertad sólo puede propor-
cionar una gratificación corporal débil y escasa, mientras
que las ideas de crueldad y esclavitud están notoriamente
asociadas a la excitación corporal y las experiencias sen-
suales, incluso prescindiendo de la perversión, en la cual
se las actúa en reemplazo de la experiencia sexual. Por lo
tanto, es de prever que las personas que aman la libertad se
dejarán seducir periódicamente por la idea de la esclavitud
y el control. Tal vez no sea de buena educación mencionar
los placeres corporales secretos y los pensamientos que los
acompañan, pero los extraordinarios eclipses de la libertad
<)UCreg-istr.1 la historia no encontrarían explicaci<'>n si nos
c1npcñásen1os en guardar silencio y negar la realidad.
En segundo lugar, la experiencia de la libenad es
cansadora, y cada tanto las personas libres buscan ali-
viarse del peso de sus responsabilidades y dan la bienve-
nida al control. En un conocido chiste sobre la escuela
moderna, un alumno pregunta: "¿También hoy tenemos
que hacer lo que queramos?". El chiste sugiere una res-
puesta sensata, corno por cjernplo la siguiente: "1-Ioy te

246
diré lo que tienes que hacer, porque eres sólo un niño, de-
masiado joven para asumir la total responsabilidad de tus
pensamientos y acciones". Pero si el que pregunta es un
adulto, a veces le contestamos: "¡Sí, por todos los demo-
nios! ¡En eso consiste la libertad!". Y probablemente esa
persona esté dispuesta a esforzarse para ejercer su libertad
e incluso para disfrutar de ella, a condición de que se le
permita tomarse vacaciones de vez en cuando.
Para sentimos libres necesitamos contar con un punto
de referencia. ¿Cómo reconocer la libertad si no es por
comparación con la falta de libertad? La imposición de la
esclavitud a los negros del África nos ha proporcionado y
nos proporciona aun hoy una engañosa tranquilidad en lo
que respecta a nuestra libertad, y la reaparición del tema
de la esclavitud en nuestros libros, películas y canciones es
en gran medida el medio al que recurrimos para sentir que
somos libres.
Nuestra civiliz.ación no ha abordado aún el problema de
la libertad, más allá de lo que se refiere a la esclavitud de los
negros y a su emancipación. Tal vez Alemania haya partici-
pado menos que nosotros o que los norteamericanos en esas
dos experiencias, que son una sola desde el punto de vista de
la conducta total. De ser así, ello tendría una gran influencia
sobre el manejo de la crueldad personal y el impulso de con-
trolar de cada alemán: le provocaría una mayor necesidad de
actuar en el presente la crueldad y la esclaviz.ación que los
norteamericanos actuaron al esclavizar a los negros y conti-
núan acruando a través de la gran emancipación.
La libertad es fuente de tensión para la personalidad to-
tal del individuo; deja a éste sin recursos cuando cree que
lo persiguen. Lo deja sin más excusa lógica para su ira o su
agresividad que la índole insaciable de su voracidad. Y no
tiene a nadie que le dé o le niegue el permiso de hacer lo
que quiera; en otras palabras, que lo salve de la tiranía de
una conciencia severa. No es sorprendente, por lo tanto,

247 ·
que la gente no sólo tema a la libertad, sino también a la
idea de la libertad y al hecho de otorgarla.
Que se le diga lo que tiene que hacer le proporciona a un
hombre un gran alivio y sólo le exige mostrar veneración
por el que manda. En este momento estamos permitiendo
que el señor Churchill y algunos miembros de su gabinete
nos digan lo que debemos hacer, de un modo tan absurdo
que sólo puede explicarse a partir del supuesto de que es-
tábamos hartos de la libertad y anhelábamos un período
de esclavirud. En el caso del comercio, por ejemplo, se han
inventado normas y reglamentaciones que por su compleji-
dad resultan incomprensibles para el pequeño comerciante.
Al principio éste se siente molesto, luego receloso, y algu-
nos de los mejores se ven llevados gradualmente a abando-
nar la actividad o sufren un colapso ñsico o mental. Lo mis-
mo ocurre en muchas otras áreas. Sin duda esto tiene cierto
valor a causa de su crueldad y estupidez, a las que los seres
humanos asignan una importancia que sólo es superada por
la de la libertad. Al asociar la libertad con la paz y la escla-
virud con la guerra y el esfuerzo bélico, hemos alcanzado
una situación muy favorable, que sin embargo depende de
la oportuna circunstancia de que alguien nos haga la gue-
rra. A condición de que se nos instigue a luchar cada dos o
tres décadas, en apariencia somos capaces de disfrutar de
la práctica de la democracia y la experiencia de la libertad.
Es poco frecuente encontrar a un individuo que sea li-
bre y se sienta libre, que sea capaz de asurnir la responsahi -
lidad de sus actos y pensamientos sin frustrarse en exceso,
es decir, sin inhibir su excitación. T?a:nto la inhibición como
el desenfreno son fáciles y pueden conseguirse a bajo costo
cediendo la responsabilidad a un líder idealizado o a un
principio, pero el resultado es siempre un empobrecimien-
to de la personalidad.
Dado que la libertad debe ser impur-sb ~ qu.ittn~ ~-''
capaces de recibirla, es necesario que alguien con visión la

248
valore y demuestre a la gente que vale la pena luchar y mo-
rir por ella; y esto debe ocurrir una y otra vez, generación
tras generación. Los mártires de Tolpuddle conquistaron la
libertad para su propia generación, no para los gremialistas
de todas las épocas. Por sí mismo, el amor a la libertad no
engendra la libertad. Y el hecho de que los hombres que
padecen esclavitud amen la idea de la libertad no signifi-
ca que vayan a amar la libertad cuando sean libres. Como
es sabido, su primer contacto con la libertad los paraliza;
temen lo que podrían hacer con ella. Luego se adaptan, lo
que significa que en mayor o menor grado renuncian a ella.
Es difícil sentirse libre, y no menos difícil conceder la
libertad a otros. El período bélico no sólo nos proporciona
un alivio temporario de la tensión de ser libres, sino que
también da a los dictadores la oportunidad de encumbrar-
se. Hay dictadores por todos lados, y a menudo hacen cosas
estupendas que no se podrían haber logrado por la vía par-
lamentaria. Cuando existe acuerdo sobre los objetivos, la
ejecución es una simple cuestión de eficiencia. ¿Les agra-
dará a esos hombres el fin de la guerra y se resignarán a dar
un paso al costado y permitir el amanecer de un nuevo día
democrático?
Se nos dice que la guerra se está librando por la li-
bertad y creo que algunos de nuestros lideres pueden al-
canzar este magno objetivo. Estamos renunciando a una
parte de nuestra libenad tan grande como al señor Chur-
chill de tanto en tanto le parece necesario. Esperemos
que nuestros üderes sean de aquellos que, una vez ganada
la baraJJa, pueden sentirse libres y tolerar la libertad de
los de1nás ..
La democracia es el ejercicio de la libertad, y el gobier-
no parlamentario es el intento de hacer posible la liber-
tad a través de la disposición de los individuos a tolerar
que sus opiniones sean desestimadas si son derrotados en
una votación. Esta disposición a abstenerse de imponer las

249
propias opiniones si no se obtiene el apoyo de la mayoría
es un destacado logro humano que implica mucha tensión
y aflicción. Sólo es posible cuando se pennite la gratifi-
cación de una ilógica exclusión periódica del líder. Para
proporcionar estabilidad, al rey se lo mantiene, contra toda
lógica, en forma permanente. De hecho, la división de la
jefatura entre el rey y el primer ministro es lo esencial de
la democracia. En la variante norteamericana de este sis-
tema se confiere permanencia a un hombre por un tiempo
limitado.
Para mí es penoso comprobar que en este momento so-
lemne se habla de la democracia como si sólo significara
que el Estado está al servicio del pueblo y no a la inversa.
Lo esencial de la democracia es que el pueblo, así como
elige a los lideres, también se libra de ellos, asumiendo la
responsabilidad de su decisión. Esta se basa en los senti-
mientos, cuya crudeza puede no obstante resultar atenuada
por la lógica y el razonamiento.

No te amo, doctor Fell,


Aunque no sabría decir por qué ...

Afortunadamente, siendo la naturaleza hwnana lo que


es, tarde o temprano se encuentra alguna razón que justi-
fica la remoción de los jefes, incluso de los más queridos
y más dignos de confianza; pero el motivo primario de la
rernoci{>n de un pof ítíco es subjetivo )' consiste en los sen-
timientos inconscientes, de modo que cuando los poüticos
tropiezan con dificultades se manifiesta toda una serie de
fenómenos que giran en tomo del odio inexpresado y la
agresividad insatisfecha.
En los últimos años la democracia se ha visto ame-
nazada por la tendencia de los políticos a retirarse al
alcanzar una edad avanzada o a morir en ejercicio de
su cargo, en lugar de ser· ,Jcrrotados en el Parla1nento.
Morir no es suficiente. Un buen miembro de )a Camara

250
de los Comunes, se dice, es aquel que sabe dar golpes y
espera recibirlos. Fue afortunado para la democracia que
Churchill sucediera a Chamberlain a través de un procedi-
miento parlamentario y no -como hubiese parecido si la
remoción de Chamberlain se demoraba un par de días--
como consecuencia del temor a un ataque del enemigo.
Según mi parecer, la contribución más importante que
hizo Lloyd George a la poütica de las dos últimas décadas
fue la de representar el papel de jefe "asesinado" mientras
los demás poüticos maduros trataban de evitar que los
"mataran" retirándose sin exponerse a la derrota. A Lloyd
George había que mantenerlo "muerto", y a veces debe de
haber sentido que se lo desaprovechaba, cuando en reali-
dad estaba ayudando a preservar la democracia de la des-
composición provocada por el temor de los poüticos a ser
removidos de modo ilógico.
Los gritos de "¡No a un tercer período!" en las recien-
tes elecciones presidenciales reflejan el mismo sentimien-
to. Mantener a Roosevelt en el cargo podría significar la
declinación de la democracia en Estados Unidos, ya que
la próxima vez tendrá que retirarse, y durante ocho años
como mínimo no habrá existido la posibilidad de sacrificar,
de derribar ilógicamente a ningún presidente. El resultado
tiene que ser el fortalecimiento de la tendencia a la guerra,
la revolución o la dictadura.
Los nazis, a quienes obviamente les gusta que les digan
lo que tienen que hacer, no necesitan sentirse responsa-
bles por la elección de un üder ni son capaces de derri-
barlo; en este sentido son preadolescentes. En el modo
de vida den1ocrático poden10s afinnar que tendemos a
la libertad cuando tendemos a compartir con madurez
la responsabilidad, en especial la responsabilidad por un
parricidio ilógico que resulta posible porque dividimos
nuestra figura paterna. Pero no debemos sorprendemos
cuando los demás nos señalan nuestro fracaso en alcanzar
esa libertad. Sólo podemos afirmar que tendemos a ella,

251
o que como nación la alcanzamos durante breves períodos
entre dos guerras. De hecho la libertad personal, el sen-
timiento de libertad, no cabe esperar que los logren sino
unas pocas personas valiosas de cada época, las que no ne-
cesariamente se vuelven famosas.
Cuando se trata, pues, de formular una declaración so-
bre los fines de la guerra, sólo podemos estar seguros de
una cosa: si queremos sobrevivir, tenemos que estar dis-
puestos a luchar. Pero no sólo estamos dispuestos a luchar:
también intentamos practicar la libertad, que tanta digni-
dad confiere al animal humano. Si propiciamos la madurez
del desarrollo más que nuestros enemigos podemos aspi-
rar a que el mundo nos mire con simpatía, pero aun así
tenemos que estar dispuestos a luchar y a morir en caso
.
necesano.
Nuestro primer objetivo es ganar la guerra. Si ganamos,
tendremos ante nosotros la difícil tarea de, ante todo, res-
tablecer nuestra libertad, nuestro sistema parlamentario y
nuestro modo de vida democrático, incluidos los dispositi-
vos que permiten la remoción ilógica de los políticos; éste
es nuestro segundo objetivo. Nuestro tercer objetivo debe
ser buscar o acoger con buena disposición a los elementos
maduros de los países enemigos. Es de esperar que muchos
de los alemanes e italianos que hoy muestran una desafian-
te mentalidad adolescente serán capaces de progresar hacia
la madurez; es decir, podemos confiar en que muchos de
ellos no están fijados en una etapa inmadura dei desarro-
llo a causa de una incapacidad persona\ para madurar sino
que han sido tentados a regresar a la adolescencia o a la
preadolescencia. Porque sólo si los alemanes son maduros
podremos transmitirles con provecho la idea de libertad.
Creo que es posible añadir algo acerca del primero de
nuestros objetivos, es decir, el de ganar la guerra. En esta
guerra,. ganar significa cuestionar todo tipo de propagan-
dal. Nuestra. tarea es verificar todo lo que st: nos lanza

252
en forma de palabras. Por eso todos los que en nuestro
bando apoyan la propaganda nos provocan más sospe-
cha que admiración. Quizá la propaganda sea pertinente
como parte de la maquinaria bélica, pero en esta guerra
es importante que obtengamos una victoria militar y no
una victoria moral.
La posibilidad de que haya un período de paz será ma-
yor si la guerra tennina tan pronto como haya cesado la
lucha. Si el bando ganador demuestra que es superior en
el terreno de las armas, los vencidos podrán mantener la
frente alta. Luchar y perder no es peor para el alma que
luchar y vencer.
Para expresarlo con más claridad aún, si gana Alemania,
su victoria debería ser consecuencia de una superioridad
en la lucha y no en la ostentación, y si ganamos nosotros,
como confiamos en que ocurrirá, la causa debería ser tam-
bién la superioridad en la lucha.
Pero si se concierta una paz artificial antes de que la
superioridad militar de uno de los bandos haya quedado
establecida más allá de toda duda, el viejo problema de la
culpa de la guerra resurgirá y la paz que todos esperamos
alcanzar se habrá malogrado una vez más.
Se habla poco del valor de la guerra, lo cual no es de
extrañar, ya que es mucho lo que sabemos de sus horro-
res. Pero es posible que la actual lucha de alemanes contra
británicos tenga por consecuencia un aumento gradual de
la madurez en ambos bandos. Aspiramos a alcanzar un
punto de saturación cuando haya satisfacción militar y un
respeto mutuo entre los combatientes como nunca podría
haberlo entre propagandistas y contrapropagandistas ni,
me temo, entre pacifistas y antipacifistas. A partir del res-
peto mutuo entre hombres que han luchado entre sí y es-
tán madurando podría lograrse un nuevo período de paz
que quizá dure otro par de décadas, hasta que una nueva
generación llegue a la edad adulta e intente una vez más

253
resolver o atenuar sus problemas a su manera. La atribu-
ción de culpas por la guerra no integra este esquema: todos
son culpables, ya que la paz significa impotencia a menos
que se la conquiste luchando y asumiendo personalmente
el riesgo de morir.

254
,
20. MUROS DE BERLIN

(&crito en noviembre de 1969)

El Muro de Berlín es el ejemplo más notorio de un fe-


nómeno que, pese a ser omnipresente, ha adquirido una
importancia especial a causa de que el mundo conforma
hoy un espacio único y la raza humana ha alcanzado cierto
tipo de unidad.
Las maneras de enfocar este fenómeno en el terreno de
la política han de ser sin duda muy diversas, y el tema es
demasiado vasto como para que una sola persona lo pueda
abarcar en su totalidad. Con todo, creo que algunas co-
sas que surgen de la práctica del psicoanálisis deben ser
expuestas, En consecuencia, me propongo abordar dos de
ellas como temas separados.
La primera se relaciona con el desarrollo del individuo
como unidad. No es provechoso examinar el estado clíni-
co de un ser humano en un momento determinado. Sí lo
es, en cambio, estudiar su desarrollo vinculándolo al am-
biente, lo cual incluye el estudio de la provisión ambien-
tal y sus efectos. Los procesos de maduración hereditarios
son potenciales; para que se n1aterialicen se requiere un
ambiente facilitador de ciertas características, y en el am-
biente social se registran importantes variaciones según
el tiempo y lugar. Debemos suponer que el mundo, en la
medida en que se está convirtiendo en una unidad des-
de el punto de vista sociológico, no puede ser mejor que
los individuos que lo componen. Si hacemos un diagrama

255
del individuo humano, la superposición de mil millones
de estos diagramas representará la contribución total de
los individuos que componen el mundo, y será al mismo
tiempo W1 diagrama sociológico del mundo. Se presenta
aquí una complicación, y es que sólo cierta proporción de
individuos logran en su desarrollo emocional lo que po-
dría llamarse el estado de unidad. De hecho, es probable
que el concepto de individuo sea relativamente moderno y
que no haya habido personas totales hasta hace unos pocos
centenares de años; o quizás haya habido unos pocos y ex-
cepcionales individuos totales en los últimos dos mil años.
Hoy es demasiado fácil dar por sentado que el individuo
como unidad es la base de todo lo humano, y que quien
no ha logrado integrarse en algo que pueda llamarse una
unidad no ha alcanzado el punto a partir del cual es posible
lograr la madurez, cualquiera que sea el significado que
demos a esta palabra.
El mundo, por lo tanto, incluye necesariamente cierta
proporción de individuos que no son capaces de integrar-
se en una unidad y que, en consecuencia, tampoco pue-
den contribuir, salvo destructivamente, a la integración de
aquél. Para seguir adelante con el tema es necesario pres-
cindir de esta complicación y considerar el mundo socio-
lógico como la superposición de millones de individuos
integrados. Podemos dar por supuesto que no hallaremos
en el mundo nada mejor que lo que puede lograrse en el
ser humano.
Cuando estudiamos los bebés y los niños en desarrollo
y los seres humanos en desarrollo en todo tipo de grupos
en todo el mundo, comprobamos que la integración en
una unidad no significa que el individuo haya logrado la
paz. Lo que ha logrado es un self que puede contener toda
clase de conflictos propios de los instintos y de las suti-
les necesidades del espíritu, como también los conflictos
propios del n1edio. El diagrama del ser hu111ano 1nás salu-
dable que se pueda concebir podría ser una esfera o, n1ás

256
sencillamente, un círculo, y de inmediato sería necesario
trazar una línea que pase por el centro. Un individuo hasta
tal punto saludable es capaz de contener todos los conffic-
tos de origen interno y externo, y aunque siempre habrá
guerra o posibilidad de guerra a lo largo de la línea central,
a ambos lados de la línea las fuerzas integradoras que ca-
racterizan el desarrollo hwnano organizarán conjuntos de
elementos benévolos y persecutorios.
Si en la realidad psíquica interna que estoy describien-
. do no siempre hay guerra, es simplemente a causa de la
línea y de la separación que existe entre los elementos be-
névolos y persecutorios. Ayuda también el hecho de que
unos y otros pueden ser exponados o proyectados. Es así
como los seres humanos están siempre inventando a Dios
y organizando la eliminación de los productos peligrosos
y los desechos.
Clínicamente hay dos extremos en la manera como los
seres hwnanos encaran estas cuestiones. En uno de ellos, la
totalidad del conflicto del que el individuo puede tener co-
nocimiento se acumula en la realidad psíquica interna. Se
asume la responsabilidad total por todo. Como cualquier
movimiento implica peligro, se establece automáticamente
un control de todas las cosas. El estado de ánimo es enton-
ces depresivo. En el otro extremo, la guerra potencial en la
realidad psíquica interna resulta intolerable y el individuo
busca algo que la represente en la sociedad local o general,
y en última instancia, en el concepto social unificado del
mundo en que vivimos. Por lo tanto, el confficto en el me-
dio social no sólo es permanente_, sino que es inventado y
perpetuado por los inclivid:ios que con1ponen la sociedad;
éstos sufren a causa de los conflictos que se producen en
el mundo que los rodea, pero también encuentran en ellos
alivio para su conflicto interno, es decir, el que se libra en
su realidad psíquica interna.
Los idealistas hablan a menudo como si existieran in-
dividuos sin una línea en el medio del diagrama, como

257
si éste sólo contuviera fuerzas benévolas utilizables con
buenos propósitos. Pero en la práctica todos los que estu-
dian estas cuestiones han podido comprobar que cuando
alguien está casi libre de fuerzas y objetos persecutorios o
"malos", ello sólo significa que está actuando un mecanis-
mo de tipo víctima propiciatoria y que el sujeto encuentra
alivio en alguna persecución real, imaginaria, provocada o
delirante.
De igual modo, es imposible concebir a alguien total-
mente malo (sea cual fuere el significado que demos a la
palabra "malo"), es decir, a alguien que sólo contenga ele-
mentos persecutorios. Podríamos encontrarlo en la psico-
patología, sin embargo, donde en algunos casos de suicidio
el individuo aniquila su self después de haber reunido en
él todo lo malo y de haber exportado o proyectado lo que
consideraba bueno. (Recuerdo el final de la biografía de
Philip Hesseltine: hizo salir al gato, cerró la puerta y abrió
la llave del gas.) Cabe observar que en estado de depresión,
que probablemente es parte de la estrucrura de la persona-
lidad del individuo normal o psiquiátricamente sano, existe
tolerancia para la guerra potencial. Es como si hubiera un
Muro de Berlín, o lo que en Belfast se denomina la línea de
paz del ejército. Me estoy refiriendo a cuestiones de interés
local, y es posible que cuando este artículo llegue a manos
de algún lector ya hayan sido olvidadas a causa de algún
ejemplo mejor de estas líneas divisorias que como núnimo
postergan el conflicto y en los casos n1ás favorables n1an-
tienen separadas a las fuerzas opuestas durante largos pe-
ríodos, permitiendo que la gente juegue y se dedique a las
artes de la paz. Las anes de la paz corresponden al éxito
temporario de una línea divisoria entre fuerzas opuestas, al
momento de calma entre épocas en que el muro ha dejado
de separar lo bueno de lo malo.
En todo caso concreto hay en el fondo un proble1na
político, y la solución ternporal <le ese problema, que re-

258
quiere una guerra o una guerra civil, es la base de los in-
tervalos de paz y logro culrural. El tema se relaciona con el
hecho altamente valorado de que en una isla (si no es de-
masiado grande) se dan condiciones especiales que hacen
de ella un lugar en el que pueden practicarse las artes de
la paz. En otras palabras, si una comunidad no es también
una isla, tendrá fronteras, y en éstas habrá un estado de
tensión. De la conducta que observen quienes están a uno
y otro lado de la frontera depende la clase de vida que lle-
vará la población, y también en este caso resulta claro que
una tolerancia del antagonismo que no implique su nega-
ción es productiva de un modo positivo; al mismo tiempo,
la tolerancia del antagonismo es lo que mayor· dificultad
presenta en política. Es siempre más fácil hacerse fuerte
y correr la frontera un poco más allá, o llevarla sobre las
cabezas de la gente y dominar al grupo social de modo que
no haya libertad para él, pero sí para el grupo más fuerte y
numeroso que se erigió en dominador.
Esto refleja lo que le puede suceder a un individuo
cuando la adhesión ciega a un líder o una idea le confie-
re absoluta certeza en cuanto a lo que ha de hacer y lo
convierte en un dictador que no tiene dudas, hipocondría
ni depresión, sino sólo una compulsión a dominar a los
demás. Se trata del dominio del bien sobre el mal, pero la
definición del bien y del mal corresponde al dictador y no
es algo que puedan discutir las personas que componen el
grupo, y por lo tanto su significado no está en constante
revisión. En cierta medida puede decirse que una dictadura
se derrumba porgue el significado jnmutabJe del bien y el
nial a la larga resulta aburridor y :la gente está dispuesta. a
arriesgar su vida para defender la causa de la espontanei-
dad y la originalidad.
Todo esto es aplicable a cualquier problema menor que
atraiga nuestra atención. Por ejemplo, si en Irlanda del
Norte el muro separa a católicos de protestantes, no hay
cabida allí para un saludable agnóstico. Todo el mundo tie-

259
ne que ser protestante o católico, incluso si el significado
de esos términos no es susceptible de discusión y quizás
ha sido fijado por raíces históricas que lo hacen específico
de Irlanda del Norte. En cierto sentido puede decirse que
Irlanda del Norte es el Muro de Berlín permanente entre
Irlanda e Inglaterra. Si Irlanda abarcara la totalidad de la
isla, el muro se correría hasta el canal que separa a las dos
islas. Es casi seguro que, asumiendo la forma de una línea
irregular, dividiría grupos de población en Glasgow, Li-
verpool y otras regiones del oeste de Gran Bretaña, lo cual
podría también exacerbar la tensión entre protestantes y
católicos en la ciudad de Londres.
En la actualidad en Londres, así como en general en
Gran Bretaña, la situación estable del credo protestante fa-
cilita la tolerancia hacia el catolicismo. Del mismo modo,
en la católica Irlanda se tolera sin esfuerzo a los protes-
tantes porque el catolicismo se da por sentado tanto como
el clima. El choque se produce cuando se enfrentan dos
opiniones vastamente difundidas.
No es difícil hacer afirmaciones semejantes en relación
con otros países, aunque las consideraciones esquemáti-
cas son siempre escasamente verídicas, ya que la verdad
es compleja es lo que la hace interesante- y hunde sus
raíces en la historia. No obstante, con fines de ejemplifi-
cación podemos ejercitamos en alguna medida forzando
nuestra imaginación y nuestro conocimiento de algunos
de los hechos.
El común denominador de todos estos proble1nas es el
estado de guerra potencial que: existe entre facciones que
se presentan en pares. Este tema, que es el que ocupa mi
atención mientras escribo este artículo, se relaciona con el
lugar de encuentro de las facciones y con la organización
del lugar en que confluyen los límites, o en que lo harían
si no fuera por la tierra de nadie que los separa. Gran par-
te de lo que llamamos civilización se vuelve irnposible al
acercamos a las barreras de aduana, hasta ta} punto que

260
quienes viajamos con pasaporte nos asombramos ante la
facilidad con que el campesino labra su tierra y cruza la
frontera muchas veces por día casi sin darse cuenta, mien-
tras que a nosotros nos dispararían si quisiéramos seguirlo.
Cuando el campesino no puede olvidarse de la frontera de
ese modo, sabemos que la zona se encuentra en estado de
guerra potencial y no esperamos encontrar allí las artes de
la paz y la creatividad lúdica.
Es interesante comparar esa situación con las con-
secuencias favorables que ha tenido la existencia de una
frontera entre Inglaterra y Escocia, aunque hay muy pocas
cosas por las que podamos guiamos para saber dónde co-
mienza Inglaterra y termina Escocia o viceversa. Disfru- .
tamos con el cambio gradual de acento y con el énfasis en
la historia, que presenta un matiz diferente según que nos
encontremos un poco más al norte o un poco más al sur.
Sin duda lo angosto de esta parte de la isla al sur de Edim-
burgo presta alguna ayuda, de modo que más o menos nos
damos cuenta de que estamos en Escocia cuando estamos
en Escocia, aunque nadie nos lo diga.
La frontera entre Inglaterra y Gales tiene que con-
siderarse en función de la geografía y las montañas. La
frontera entre Berlín Este y Berlín Oeste es un muro
construido por el hombre que no puede sino ser feo, ya
que no hay ninguna acepción de la palabra "belleza" que
pueda relacionarse con la constatación de que ahí, exacta-
mente en ese punto, está el lugar en el que, si no hubiese
muro, habría guerra. Pero lo positivo del Muro de Berlín
es el reconocimiento de que la naturaleza humana es in-
capaz de totalidad salvo cuando rncdian el estado de áni-
mo depresivo, la percatación del conflicto en la realidad
psíquica interna del individuo y la disposición a postergar
la resolución del conflicto y a tolerar la incomodidad del
estado de ánimo. Naturalmente que hay alternancia, a
través del tiempo, entre la resolución del conflicto -que
significa guerra o conquista- y la tolerancia del estado

261
de tensión ~ue significa la aceptación del Muro de Ber-
lín o de algún equivalente.
Esta es la psicosis maníaco-depresiva referida al tiempo
y la sociología, la cual no difiere de la psicosis maníaco-
depresiva con alternancia del humor en el individuo, la que
a su vez tampoco difiere del humor depresivo de una per-
sona total que acepta el conflicto en la realidad psíquica
interna.

262
21. LIBERTAD

(Fusión de dos trabajos escritos alrededor de 1969)

Sería oportuno hacer aquí algunas consideraciones so-


bre el significado de la libertad. No me propongo pasar
revista a la extensa bibliografía, psicoanalítica o no, que se
ocupa del tema. Pero no puedo eludir la responsabilidad
de volver a examinar la idea de la libertad a la luz de los
conceptos de salud y creatividad, cuya imponancia es in-
necesario destacar.
El tema de la libertad ya está presente cuando hablo del
factor ambiental que esteriliza o destruye la creatividad de
un individuo al inducir en él un estado de desesperanza. 1 El
tema de la libertad es abordado en tal caso desde el punto
de vista de su ausencia y de la crueldad que implican tan-
to las restricciones ñsicas como la aniquilación de la exis-
tencia personal de un individuo mediante la dominación,
como ocurre, por ejemplo, en una dictadura. He indicado
ya que esa dominación puede observarse no sólo en el es-
cenario político sino también en el hogar.
Es bien sabido que a través de los siglos algunas per-
sonas fuertes han descubierto que poseían un scntin1ien-
to de libertad, incluso incrementado, cuando se hallaban
sometidas a restricciones físicas. En otro lugar he citado

1
"Creativity and its Origins", en Playmg tmd Rtlllity, Londres, Ta-
vistock Publications, 1971; Nueva York, Basic Books, 1971; Hannond-
sworth, Penguin Boob, 1985. [Comps.]

263
esta conocida frase: "No son los muros de piedra lo que
hace una prisión, ni los barrotes de hierro lo que hace una
jaula".
Para el individuo que goza de buena salud psiquiátrica,
el sentimiento de libertad no depende enteramente de una
actitud ambiental. De hecho, la gente privada de libertad
puede temerla cuando la obtiene. Es algo que hemos podi-
do observar en la escena política durante el último medio
siglo, en el que muchos países obtuvieron finalmente la li-
bertad y no supieron qué hacer con ella.
En un libro cuyo tema principal no es la política, lo
que cabe estudiar es el sentimiento de libertad que ex-
perimenta el individuo psiquiátricamente sano. Los que
entran en contacto por primera vez con la teoría psicoa-
naütica a menudo opinan que, no obstante su interés, hay
en ella un aspecto aterrador. El solo hecho de que exista
una teoría del desarrollo emocional del individuo en rela-
ción con el ambiente y de que esa teoría pueda ser utiliza-
da para explicar los trastornos del desarrollo y los estados
patológicos resulta inquietante para muchos. Cuando doy
conferencias a grupos de estudiantes avanzados sobre el
desarrollo emocional del niño y la dinámica de los tras-
tornos mentales y psicosomáticos, espero que alguna que
otra vez se me formule la apremiante pregunta relaciona-
da con el determinismo. Es verdad que toda teoría sobre
los estados emocionales, la personalidad sana y penurbada
y las extravagancias de la conducta se basa en un supuesto
deter1ninista. Postular que en algún pWlto hay una rona
libre de determinismo no resulta útil. El estudio de la per-
sonalidad basado en la obra de Freud, que ha posibilitado
un enorme progreso en la comprensión del ser humano,
es una ampliación de las bases teóricas de la biología, la
que a su vez es una ampliación de las bases teóricas de
la bioquímica, la quírnica y la física. No hay una clara lí-
nea divisoria en parte alguna de la forrnulación teórica
del universo si cornenzarnos con la teoría de los pulsares

264
y concluimos con la teoría del trastorno psiquiátrico y de
la salud en el ser humano, incluyendo la creatividad o el
hecho de ver el mundo creativamente, lo cual constituye
la prueba más importante de que el hombre está vivo y de
que aquello que está vivo es el hombre.
Evidentemente, es muy difícil para algunos seres huma-
nos -quizá lo sea para todos- aceptar el determinismo
como una realidad básica, y hay muchas vías de escape, de
sobra conocidas, que permanecen abiertas. Si dirigimos
la mirada a una de esas vías, siempre podemos abrigar la
esperanza de que no resultará bloqueada. Por ejemplo, si
consideramos la percepción extrasensorial, veremos un in-
tento de probar que tal cosa existe, pero sentiremos ambi-
valencia respecto de los resultados, ya que si se prueba que
existe, de inmediato una vía de escape del determinismo
queda bloqueada y el resultado es otro ejemplo de tosco
materialismo. El materialismo no es agradable en ningún
sentido, pero tampoco podemos afirmar que todos noso-
tros deseamos pasamos todo el tiempo buscando una vía
de escape del determinismo.
El conferencista de psicología dinámica que reiterada-
mente escucha esta objeción a su disciplina, de parte de al-
gún estudiante a quien perturba el determinismo que ella
supone, pronto llega a la conclusión de que el problema
no afecta a todos los estudiantes durante todo el tiempo.
En realidad, a la mayoría de las personas no les hace per-
der la calma el hecho de comprender, en la medida en que
es posible comprenderlo, que la vida tiene una base deter-
núnista. De pronto el tema adquiere una importancia vital
para un estudiante, o puede tener una irnportancia vital
para cualquiera durante un breve lapso, pero lo cieno es
que durante la mayor parte del tiempo la mayoría de las
personas se sienten en libertad de elegir. Este sentimiento
de que podemos elegir libremente y volver a crear es lo
que resta pertinencia a la teoría determinista: en general
nos sentimos libres. El determinismo puede ser simple-

265
mente uno de los hechos de la vida que nos hacen sentir
incómodos de vez en cuando.
Lo que no se puede pasar por alto es que una gran
proporción de personas -hombres, mujeres y nifios-
se sienten muy turbados por algo, y esa turbación puede
adoptar la forma de una rebelión contra el detenninismo.
Debemos observar y descubrir qué significa ese miedo y
tomarlo en serio. El sentimiento de libertad contrasta has-
ta tal punto con el de no ser libre que el estudio de ese
contraste resulta imperativo.
Algo muy simple puede decirse sobre este tema tan
complejo, y es que el trastorno psiquiátrico se experimenta
como una especie de prisión, y una persona que padece una
enfermedad psiquiátrica puede sentirse más encerrada en
la enfermedad que otra que está realmente recluida en una
cárcel. Debemos encontrar alguna manera de comprender
qué es lo que la persona enferma describe como falta de
libertad. Hay un modo de considerar esta cuestión propio
de las teorías surgidas de la práctica psicoanalítica. Debe
recordarse que, si bien es mucho lo que la teoría psicoa-
nalítica tiene que aprender aún sobre la salud, también es
mucho lo que ya conoce al respecto en términos de en-
fermedad. En la investigación de este problema es útil ca-
racterizar la salud y la enfermedad psiquiátricas sobre la
base de las defensas que se organizan en la personalidad
humana. Esas defensas toman diversas formas y han sido
descritas en toda su complejidad por varios autores psicoa-
nalíticos. Es verdad, no obstante, que las defensas son una
parte esencial de la estructura de la personalidad humana,
y que si no se organi1.aran defensas habría tan sólo un caos
y la organización de defensas contra el caos.
Un concepto útil es el de que en la salud psiquiátrica la
organización defensiva es flexible, mientras que en la mala
salud psiquiátrica las defensas son relativamente rígidas.
En la salud psiquiátrica, por ejemplo, se puede observar

266
un sentido del humor que es parte de la capacidad de jugar,
y el sentido del humor es algo así como un espacio de ma-
niobra en el ámbito de la organización defensiva. Ese es-
pacio inspira un sentimiento de libertad tanto en el sujeto
como en quienes están relacionados o desean relacionarse
con él. En el extremo representado por la mala salud psi-
quiátrica no hay ningún espacio de maniobra en el ámbito
de la organización defensiva, y por lo tanto el sujeto se
aburre de su estabilidad en la enfermedad. Es esta rigidez
de la organización defensiva lo que hace que la gente se
queje de falta de libertad. Esto no tiene mucho que ver
con el concepto filosófico de detenninismo, por cuanto las
alternativas de libertad y falta de libertad corresponden a la
naturaleza humana y son siempre urgentes en la vida de las
personas. Son especialmente urgentes en la vida del bebé y
el niño pequeño, y por lo tanto en la vida de los padres, que
están siempre recurriendo a las alternativas de adaptación
y entrenamiento, deseosos de dar al niño la libertad de se-
guir sus impulsos que hace que la vida comience a parecer
real y digna de ser vivida e inspira una visión creativa de
los objetos, y luego lleva a la alternativa representada por
la enseñanza y por la necesidad de los padres de recuperar
su vida privada, incluso a expensas de los gestos impulsivos
del niño y de sus reclamos de autoexpresión.
Hoy en nuestra cultura estamos recogiendo los frutos
de una época en la que no se escatimaron esfuerzos para
lograr que los niños comenzaran a sentirse en libertad de
existir por derecho propio; algunas de las consecuencias de
este empeño, según es fácil comprobar, resultan molestas
cuando el niño llega a la adolescencia. Podemos observar
una tendencia de la sociedad a reaccionar de tal modo que
quienes tienen a su cargo el manejo de los adolescentes
difíciles se sienten inclinados a cuestionar la validez de las
teorías que indujeron a toda una generación a tratar de
proporcionar a los niños un buen comienzo. En otras pala-

267
bras, las personas amantes de la libertad están incitando a
la sociedad a adoptar rígidas medidas que a la larga podrían
conducir a una dictadura. Este es el peligro. Nos enfren-
tamos aquí con enormes problemas de manejo y con un
fuerte desafío a la teoría que constituye la piedra angular
de nuestra labor.

LA LIBERTAD AMENAZADA

Un estudio del concepto de libertad nos lleva, pues, a


examinar las amenazas que la acechan. Esas amenazas exis-
ten, sin duda, y el momento adecuado para investigarlas
es antes de que la libertad se pierda. En la medida en que
la libertad incumbe a la economía interna del individuo,
no es fácil de destruir; o sea que si se la considera en tér-
minos de flexibilidad de la organización defensiva, ti.ene
que ver con la salud del individuo y no con el trato que
recibe. Sin embargo, nadie es independiente del medio, y
ciertas condiciones ambientales destruyen el sentimiento
de libertad incluso en las personas que podrían haber dis-
frutado de ella. Una amenaza prolongada puede afectar la
salud mental de cualquiera y, como ya lo he mencionado, la
esencia de la crueldad consiste en destruir en un individuo
la esperanza que confiere sentido al impulso creativo y al
pensamiento y la vida cre~ti.vos.
Si postulamos que sobre la libertad se cierne una ame-
naza, debemos poner en claro que el peligro resulta ante
todo de que quienes son libres tanto en su interior como
en su marco social tienden a considerar la libenad como
algo natural. Hay en esto algo comparable a la necesi-
dad que existe de hacer saber a los padres que se ocupan
satisfactoriamente de sus bebés y sus niños, que lo que
hacen no sólo es agradable sino tarnbién importante. Si
todo n1archa bien, los padres lo toman como algo natural
y no se dan cuenta de que están construyendo los cimien-

268
tos de la salud mental de una nueva generación. Pueden
ser fácilmente descamados por cualquier persona que ten-
ga un sistema de ideas, es decir, por cualquier persona que
se sienta impulsada a difundir una convicción o a allegar
prosélitos a una religión. Lo que se estropea son siempre
las cosas naturales; el tendido de una nueva autopista se
hace siempre a través de la campiña, es decir, en un lugar
donde sería posible hallar la serenidad. La serenidad no
sabe cómo luchar por sus derechos: toda la dinámica pa-
rece estar del lado del afán ansioso de empujar hacia ade-
lante y avanzar. Esta idea está expresada en la frase de John
Maynard Keynes, "El precio de la libenad es la vigilancia
permanente", que el New Statemum adoptó como lema.
Una amenaza pende, pues, sobre la libertad y sobre
todos los fenómenos naturales, simplemente porque no
hay en éstos un impulso a la propaganda; a los fenómenos
naturales se los hace a un lado, y entonces es demasiado
tarde para obrar. Podemos hacer un pequeño aporte se-
ñalando a las personas libres el valor que tienen para ellas
la libertad y el sentimiento de libertad, incluso llamar su
atención hacia el hecho indudable de que sentirse libre
puede provocar las mismas restricciones de las que están
libres. Esto se refiere, naturalmente, a las restricciones
· propias del medio, pero la libertad interior, que he des-
crito como flexibilidad de la organización defensiva, tie-
ne escaso valor si sólo se la experimenta conscientemente
cuando se es perseguido.
Sobre esta base es interesante, e incluso valioso, con-
siderar otras razones de que todo lo que es natural se en-
cuentre amenazado. Mi sugerencia es que lo que inten-
tamos describir diciendo que es natural, si se relaciona
con los seres humanos y la personalidad humana, tiene
que ver con la salud. En otras palabras, la mayoría de las
personas son relativamente saludables y disfrutan de su
salud sin pensar demasiado en ello o incluso sin saber

269
que lo son. Pero en la comunidad hay siempre personas
cuyas vidas están marcadas por enfermedades psiquiátricas
de distinta gravedad o por una desdicha para la cual no
encuentran explicación, personas que no saben con seguri-
dad si están contentas de vivir ni si desean seguir viviendo.
He tratado de resumir todo esto diciendo que padecen de
rigidez en sus defensas. No siempre se advierte que hay
algo más fundamental que las diferencias de clase. Más
fundamental incluso que el contraste entre pobres y ricos,
aunque los problemas prácticos relacionados con esas di-
ferencias producen efectos tan intensos que fácilmente do-
minan la escena.
Cuando el psiquiatra o el psicoanalista miran en derre-
dor, no pueden dejar de advertir el terrible contraste entre
los que están en libertad de disfrutar de la vida y de vivir
creativamente, y los que no tienen esa libertad porque so-
bre ellos se cierne la constante amenaza de la angustia, el
derrumbe o algún trastorno de conducta que sólo adquie-
re sentido cuando se conocen todos los antecedentes. En
otras palabras, para aquellos cuya falta de libertad supera
cierto límite porque sufren los efectos de una falla am-
biental o hereditaria, la salud es algo que sólo se puede
contemplar de lejos, algo inalcanzable, y los que la poseen
deberían ser destruidos. La magnitud del resentimiento
que se acumula a causa de esta desigualdad es terrible y
tiene su correlato en el sentimiento de culpa que provoca
en las personas sanas el hecho de ser sanas. ~~n este sen-
tido, se puede equiparar a los sanos con los ricos y a los
enfermos con los pobres. Las personas sanas se organizan
febrilmente para socorrer a los enfermos, los desdichados,
los frustrados, los proclives al suicidio, del mismo modo
que en el ámbito económico los que tienen suficiente di-
nero se sienten impulsados a practicar la caridad, como
para contener la previsible marea de resentimiento de los
1nie1nbros de la con1unidad que carecen de co111ida, o del
dinero que podría otorgarles la libertad de ponerse en

270
movimiento y, tal vez, de hallar algo que merezca la pena
de ser buscado.
Es imposible contemplar el mundo desde más de un
punto de vista a la vez, y aunque los contrastes económi-
co y psiquiátrico son muy similares entre sí, lo único que
podemos hacer aquí es atraer la atención hacia un solo as-
pecto de la división en clases: el de la salud y la mala salud
psiquiátricas. Podríamos referirnos al mismo tema en rela-
ción con la educación, la belleza o el cociente intelectual.
Será suficiente con llamar la atención sobre la discrepancia
que necesariamente existe entre quienes son lo bastante
sanos desde el punto de vista psiquiátrico y quienes no lo
son. Es muy fácil para los primeros desarrollar una especie
de autocomplacencia que, por supuesto, no hace sino au-
mentar el odio de los segundos.
Recuerdo a uno de mis amigos, un hombre excelente
que se destacó como médico y era muy respetado en su
vida privada. Era un individuo bastante depresivo. Re-
cuerdo que en una discusión sobre la salud sorprendió a
un grupo de colegas, todos ellos afanosamente dedicados
a combatir las enfermedades, cuando inició su exposición
con estas palabras: "Para mí la salud es algo repugnante".
Lo dijo muy serio. Prosiguió (moviliundo su sentido del
humor) con una descripción de cómo uno de sus amigos,
con el que compartía una vivienda en su época de estudian-
te, se levantaba temprano, se daba una ducha, fría, hacía
gimnasia e iniciaba el día rebosante de alegria. El, en cam-
bio, seguía en la cama sumido en una profunda depresión,
y sólo el temor a las consecuencias fo hacía fevantarse.
Para entender plenamente esta cuestión del resenti-
miento del enfermo psiquiátrico hacia las personas que
están suficientemente bien y no se encuentran atrapadas
en un sistema defensivo rígido ni en la sintomatologfa
de una enfermedad, es necesario examinar la teoría del
trastorno psiquiátrico. Cuando un psicoanalista pone el

2.7 l
acento en el factor ambiental, siempre suscita extrañeza.
Son precisamente los psicoanalistas quienes han llamado
la atención hacia el conflicto interno del individuo que
subyace a la psiconeurosis y a la enfermedad mental. Esta
contribución del psicoanálisis ha sido de inmenso valor
y ha permitido que personas adecuadamente preparadas
trataran a los individuos en lugar de limitarse a culpar al
ambiente. A las personas les agrada pensar en su enferme-
dad como en algo propio, y las alivia comprobar que el
analista busca las raíces de esa enfermedad en ellos mis-
mos. Esa búsqueda tiene éxito en diverso grado. Pero es
importante que el analista haya sido elegido adecuada-
mente y haya aprendido a utilizar la técnica, y también es
útil que tenga experiencia en su trabajo. De modo que el
factor ambiental no se elimina por completo en ningún
caso. Al investigar la etiología de la enfermedad, los psi-
coanalistas descubrieron que es necesario retroceder hasta
aspectos muy tempranos de la relación entre el bebé o el
niño pequeño y el ambiente. Lo que Heinz Hartmann lla-
mó "el ambiente previsible normal"2 yo lo he denominado
"la madre devota corriente"; otros autores, por su pane,
han empleado términos similares para describir un am-
biente facilitador que debe poseer cienas cualidades para
que los procesos de maduración tengan lugar en el niño
y éste se convierta en una persona real, en el sentido de
sentirse real en un mundo real.
Aunque sea in1portante descuhrir los orígenes del su-
frinúento de una persona en ella misma, en su historia y
su realidad interna, resulta necesario admitir, o incluso
proclamar, que en lo que se refiere a la etiología última,
lo que importa es el ambiente. En otras palabras, si el am-

~ ll. I Iarttnann, Ego P.rycholagy 1111d tht Pn,b/m, o_fAdaptation, Nueva


York, lnternational Universities Press, 1939. [Trad. cast.: La psicología del
yo y eJ probJmw de la ""4ptlleión, Buenos Aires, Paidós, 1987.J

272
biente es suficientemente bueno, el bebé, el niño pequeño,
el niño en crecimiento, el niño mayor y el adolescente ten-
drán la oportunidad de crecer de acuerdo con el potencial
que han heredado.
Por el contrario, si la provisión ambiental no es sufi-
cientemente buena, el individuo, en alguna medida y qui-
zás en gran medida, no será capaz de desarrollar su po-
tencial. En ambos casos se puede hablar de ricos y pobres
desde el punto de vista psiquiátrico, y es fácil ver el re-
sentimiento en acción a partir de esta diferencia. Lo que
estoy sugiriendo es que aunque todas las otras diferencias
de clase tienen vigencia y engendran resentimiento, ésta
es tal vez la más importante de todas. Es verdad que mu-
chos individuos que se desempeñaron excepcionalmente
bien, conmovieron al mundo o hicieron un aporte sobre-
saliente tuvieron que pagar un precio elevado por ello,
como si estuvieran en el límite entre los ricos y los pobres.
Es posible advertir que hicierón una contribución excep-
cional a causa de su desdicha o impulsados por una ame-
naza que procedía de su interior. Queda en pie el hecho
de que en este ámbito hay dos posiciones extremas: la de
los que tienen la posibilidad de autorrealizarse y la de los
que, a causa de fallas en las etapas tempranas, no pueden
hacerlo. Nada tiene de sorprendente que los segundos se
sientan agraviados por la existencia de los primeros. Los
desdichados tratarán de destruir su felicidad. Los que son
prisioneros de sus rígidas defensas tratarán de destruir la
libertad. Los que no pueden disfrutar plenamente de su
cuerpo tTamrán de impedir eJ disfrute del cuerpo a los de-
rnás, incluso a sus propios :1ijos, a qt:ienes an1an. Los que
no pueden amar tratarán de destruir la sencillez de una
relación natural por medio del cinismo. Y, desde la otra
orilla, los que están demasiado enfermos para vengarse y
pasan su vida en hospitales psiquiátricos harán que los que
están sanos se sientan culpables de estarlo y de gozar de la

273
libertad de vivir en sociedad y de tomar parte en la política
local o mundial.
Hay muchos modos de describir lo que estoy tratan-
do de destacar: que la libertad misma pone en peligro a
la libertad. Los que son lo bastante sanos y libres deben
ser capaces de tolerar el triunfo que implica su estado. Y
sin embargo, sólo a la suerte deben la oportunidad de ser
sanos.

274
22. ALGUNAS REFLEXIONES
SOBRE EL SIGNIFICADO DE LA PALABRA
"DEMOCRACIA"

(Ertrito para Human Relations,junio de 1950)

Ante todo, pennítaseme decir que sé muy bien que los


comentarios que ofrezco aquí pertenecen a un tema que
escapa a mi especialidad. Los sociólogos y quienes se dedi-
can a la ciencia política experimentarán quizás al comien-
zo cierto fastidio ante tal impertinencia, pero me parece
importante que cada tanto los profesionales traspasen los
límites de su campo de acción específico, a condición de
que tengan perfecta conciencia, como ocurre en mi caso,
de que sus reflexiones resultarán inevitablemente inge-
nuas para quienes conocen la literatura pertinente y están
acosnunbrados a un lenguaje profesional que el intruso
desconoce.
La palabra "democracia" es muy importante en la actua-
lidad. Se la emplea en innumerables sentidos, algunos de
los cuales son los siguientes:

l. Un sistema social en el que el pueblo gobierna.


2. Un sistema social en el que el pueblo elige a su líder.
3. Un siste1na social en el que el pueblo elige al gobierno.
4. Un sistema social en el que el gobierno otorga al pueblo
libertad de pensamiento, de expresión y de empresa.
5. Un sistema social que, en circunstancias afortunadas,
puede
. ., pennitirse conceder a los individuos libertad de
aceton.

275
Es posible estudiar:

1. La etimología de la palabra.
2. La historia
,
de las instituciones sociales: griegas, roma-
nas, etcetera.
3. El uso que se hace de esta palabra en diversos países y
culturas de la actualidad: Gran Bretaña, Estados Uni-
dos, Rusia, etcétera.
4. El abuso de esta palabra por parte de dictadores y otros;
el engaño al pueblo, etcétera.

En todo examen de un término, como el de democracia,


evidentemente es esencial llegar a una definición, adecuada
al enfoque particular que se ha elegido.

Psicología del uso del término


¿Es posible estudiar el uso de este término desde el
punto de vista psicológico? Aceptamos los esrudios psi-
cológicos de otros términos difíciles tales como "mente
normal", "personalidad sana", "individuo adaptado a la
sociedad", y confiamos en que tales estudios resultarán
valiosos en la medida en que otorgan a los factores emo-
cionales inconscientes toda la importancia que tienen.
Una de las tareas de la psicología consiste en estudiar y
poner de manifiesto las ideas latentes que existen en el
uso de tales conceptos, sin limitar su atención al signifi-
cado manifiesto o consciente.
Aquí se hace un intento por iniciar un estudio de tipo
psicológico.
Definición operativa del término
Parecería que resulta posible encontrar un significado
latente y de in1portancia para este término, a saber, que
una sociedad den1ocrática es "madura", esto es, que posee

276
una cualidad que es añn a la de la madurez individual que
caracteriza a sus miembros sanos.
Por lo tanto, la democracia se define aquí como una
"sociedad bien adaptada a sus miembros individuales sa-
nos". &ta definición coincide con el criterio expresado por
R. E. Money-Kyrle. 1
Lo importante para el psicólogo es la forma como la
gente utiliza este término. Un estudio psicológico se justi-
fica si el término implica el elemento de madurtz. Lo que
sugiere aquí es que en todos los usos del término resulta
posible encontrar implícita la idea de madurez o de madu-
rez relativa, si bien resulta difícil, como todos admitirán,
definir estos términos de modo adecuado.

Salud psu¡uüitrw
En términos psiquiátricos, cabe decir que es normal o
sano el individuo maduro; de acuerdo con su edad crono-
lógica y su marco social, presenta un grado adecuado del
desarrollo emocional. (En este razonamiento se presupone
la madurez física.)
Por ende, salud psiquiátrica es un término que care-
ce de un significado fijo. De la misma manera, el tér-
mino "democrático" no necesita tener un significado
específico. Utilizado por una determinada comunidad,
puede significar lo más y no lo menos maduro en la estruc-
tura dt la sociedad. De esta manera cabría esperar que
el significado congelado de la palabra fuera distinto en
Gran Bretaña, Estados Unidos y la Unión Soviética, y
con1probar sin en1bargo que el térrnino conserva su va-
lidez debido a que implica reconocer que madurez es
sinónimo de salud.
¿Cómo se puede estudiar el desarrollo emocional de la

1 Congreso de Salud Mental, BuJletin, 1958.

277
sociedad? Un estudio de este tipo debe estar estrechamen-
te relacionado con el del individuo y ambos deben llevarse
a cabo simultáneamente.

LA MAQUINARIA DEMOCRÁTICA

Es necesario tratar de determinar las cualidades acep-


tadas de la maquinaria democrática. Tal maquinaria debe
existir a los fines de la elección de los líderes a través del voto
libre, el voto realmente secreto. La maquinaria debe existir
para que la gente pueda lib,"flr'Se de los líderes mediante el
voto secreto, y también para la elección y eliminación iló-
gicas de los líderes.
La esencia de la maquinaria democrática es el voto se-
creto, en la medida en que asegura la libertad del pueblo
para expresar sentimientos profundos, 111 margen, de los pm-
samimtos conscientes. 2
En el ejercicio del voto secreto, el individuo asume
plena responsabilidad por esta acción, si es suficiente-
mente sano. El voto expresa el resultado de un conflic-
to interno, pues la escena externa ha sido internalizada
e interviene así en la interacción de fuerzas en su propio
mundo interno personal. Es decir, la decisión en cuanto a
la manera de votar expresa la resolución de un conflicto
interno. El proceso parece ser más o menos éste: la esce-
na externa, con sus múltiples aspectos sociales y políticos,
se vuelve personal para el individuo en el sentido de que
éste se identifica gradualmente con todas las facciones
que intervienen en la lucha. Ello significa que percibe la

2
En este sentido, la representación proporcional, aun cuando sea
secret2, es antidemocrática porque interfiere en la libre expresión de
los sn1timientos, }' s6lo resulta adecuada para situaciones específicas en
las que personas inteligentes y cdul-adas desean cono<.·er h1s opiniones
C<msíinJttS.

278
escena enema en términos de su propio conflicto inter-
no, y temporariamente permite que esa lucha interna
se libre en términos de la escena política externa. Este
proceso de ida y vuelta implica esfuerzos y lleva tiempo,
y la maquinaria democrática debe encargarse de asegu-
rar un período de preparación. Una elección repenti-
na produciría un agudo sentimiento de frustración en
el electorado. El mundo interno de cada votante debe
convertirse en un campo de lucha política durante un
período limitado.
Si existe alguna duda en cuanto al carácter secreto del
voto, el individuo, por sano que sea, sólo puede expresar
sus reaaiones a través de su voto.
La """JUÍ""1W dtmomítica impuesta
Resultaría factible imponer a una comunidad la maqui-
naria correspondiente a la democracia, pero ello no im-
plicaría crear una democracia. Se necesitaría que alguien
continuara manteniendo la maquinaria (para el voto secre-
to, etc.), y también para obligar a la gente a aceptar los
resultados.

,
LA TENDENCIA DFMOCRATICA INNATA

Una democracia constituye un logro, en un momen-


to determinado de una sociedad limitada, esto es, de
una sociedad que cuenta con algún límite natural. De
una verdadera de:mocracia, tal como el tér.nino se uti-
liza hoy, cabe iif11mar: en esta sociedad, y en tstt momento,
existe suficiente madurez en el desarrollo emocional de una
proporción suficiente dt los individuos que 11, integran como
para que baya um, tendencia innataJ a la creaci6n, recrea-

J Por ªinnata" quiero expresar lo siguiente: las tendencia naturales


ción y mantenimiento de la maquinaria democrática.
Seria importante saber qué proporción de individuos
maduros se requiere para que haya una tendencia demo-
crática innata. En otras palabras, qué proporción de indi-
viduos antisociales puede contener una sociedad sin que
desaparezca la tendencia democrática innata.

Hipótesis
Si la Segunda Guerra Mundial, y el programa de eva-
cuación en particular, hubieran aumentado la proporción
de niños antisociales en Gran Bretaña, digamos, de un X
por ciento, a un 5X por ciento, ello podría haber afecta-
do el sistema de educación, de modo que la orientación
educativa apuntara al 5X por ciento de antisociales, que
reclaman métodos dictatoriales, en lugar de estar dirigida
al 100- SX por ciento de niños no antisociales.
Una década más tarde este problema se plantearía de la
siguiente manera: mientras que la sociedad podría manejar
un X por ciento de criminales recluyéndolos en las cárce-
les, el SX por ciento de antisociales tendería a provocar
una reorientación general hacia los criminales.

Identif,cación imnadura con la sociedad


En una sociedad, en cualquier momento dado, si exis-
te una cantidad X de jndjviduos que mue.,rnn su faJta de
sentirniento social desarrollando tendencias antisociales,

en la natunleza humana (hereditaria) ftorecen y se transforman en el


estilo democritico de vida (madurez social), pero ello sólo se logra a
través del desarrollo emocional sano de los individuos, de los cuales
sólo una determinada proporción en un grupo social han tenido la suer-
te de afcan1.ar ía madurez y, por lo tanto, sólo a través de ellos puede
realizarse concretamente la tendencia innata (hereditaria) del grupo a
la madurez social.

280
hay una cantidad Z de individuos que reaccionan frente a
la inseguridad interna a través de otra tendencia: la iden-
tificación con la autoridad. Esto es malsano e inmaduro,
porque no se trata de una identificación con la autoridad
que surja del autodescubrimiento, sino de algo así como
un marco sin un cuadro, un sentido de la forma sin con-
servar la espontaneidad. Constituye una tendencia a favor
de la sociedad que es antiindividual. Las personas que se
desarrollan en esta forma pueden considerarse como "an-
tisociales encubiertos".
Los antisociales encubiertos no son "personas totales",
como tampoco lo son los antisociales manifiestos, ya que
necesitan encontrar y controlar la fuerza conflictual fuera
del self, en el mundo enemo. En cambio, la persona sana,
capaz de deprimirse, puede encontrar todo el conflicto
dentro del self, y también percibir todo el conflicto fuera
del self, en la realidad enema (compartida). Cuando las
personas sanas se unen, cada una de ellas hace su aporte a
un mundo total, porque cada una de ellas constituye una
persona total.
Los "antisociales encubiertos" proporcionan material
para un tipo de liderazgo que es sociológicamente in-
maduro. Además, este elemento aumenta enormemente
en una sociedad el peligro que deriva de sus elementos
antisociales manifiestos, sobre todo si se tiene en cuen-
ta que las personas corrientes permiten fácilmente que
quienes anhelan gobernar ocupen posiciones clave y, una
vez en ellas, estos líderes inmaduros no tardan en obte-
ner el apoyo de los antisociales manifiestos, quienes los
acogen corno sus amos naturales. (Falsa resolución de la
disociación.)

Los indeterminados
Las cosas nunca son tan simples porque, si hay (X + Z)
por ciento de individuos antisociales en una comunidad,

281
no resulta valedero decir que 100 - (X+ Z) por ciento de
ellos son "sociales". Se deben considerar también los que
ocupan una posición indeterminada. Esto podría expresar-
se de la siguiente manera:

Antisociales X por ciento


Indeterminados Y por ciento
A favor de la sociedad,
pero antiindividuales Zporciento
Individuos sanos capaces de una
contribución social 100- (X+ Y+ Z) por ciento
Total 100 por ciento

Todo el peso de la democracia recae sobre el 100 - (X


+ Y + Z) por ciento de individuos que están madurando
como tales, y que gradualmente se vuelven capaces de in-
cluir un sentido social en su desarrollo personal firmemen-
te establecido.
Por ejemplo, ¿qué porcentaje representa hoy día en
Gran Bretaña el 100 - (X+ Y+ Z) por ciento? Quizá sea
muy pequeño, digamos un 30 por ciento. Quizá, si hay un
30 por ciento de personas maduras, un 20 por ciento de in-
dividuos indeterminados estará sometido a una influencia
suficiente como para que resulte factible considerarlos ma-
duros, con lo cual el total asciende al 50 por ciento. Pero
si el porcentaje de individuos maduros desciende a un 20
por ciento, cabe esperar que se produzca una disminución
aún mayor en el porcentaje de individuos indetern1ina<los
capaces de actuar en forma madura. Si un 30 por ciento de
madurez en una comunidad influye sobre un 20 por cien-
to de indeterminados, es decir, abarca un total del 50 por
ciento, quizás un 20 por ciento de madurez en una comu-
nidad sólo influya sobre un 10 por ciento de indetermina-
dos, con lo cual el total ascendería al 30 por ciento.
Mientras que un 50 por ciento podría indicar una ten-
dencia democrática innata suficiente para los fines prác-

282
ticos, el 30 por ciento no lo sería para evitar ser vencidos
por la suma de los antisociales (encubienos y manifiestos)
y de los individuos indeterminados que se verían llevados a
asociarse con ellos por debilidad o temor.
Sobreviene así una tendencia antidemocrática, una
tendencia a la dictadura, caracterizada al principio por
un febril reforzamiento de la fachada democrática (en
el sentido de embaucamiento que puede encerrar este
término).
Un signo de dicha tendencia es la institución correctiva,
la dictadura localizada, el campo de práctica de los líderes
personalmente inmaduros que son antisociales a la inversa
(prosociales pero antiindividuales).
La institución correctiva está peligrosamente cerca de
la prisión y el hospital para enfermos mentales de una so-
ciedad sana, y por tal razón los médicos que tratan a cri-
minales e individuos insanos deben mantenerse constante-
mente alertas para evitar que se los utilice, sin que ellos lo
adviertan, como agentes de la tendencia antidemocrática.
De hecho, siempre hay un punto limítrofe en el que de-
saparece la distinción entre el tratamiento correctivo del
opositor político o ideológico y la terapia de la persona
sana. (En ello radica el peligro social de los métodos físi-
cos de terapia para los pacientes mentales, en comparación
con la verdadera psicoterapia o incluso la aceptación de un
estado de insania. En la psicoterapia el paciente es una per-
sona que tiene una relación de igual a igual con el médico,
con derecho a estar enfermo, y también a reclamar salud y
pJena responsabilidad por sus ideas personales políticas o
ideológicas.)

CREACTÓN DEL FACfOR DEMOCRÁTICO INNATO

Si la democracia es madurez, y la madurez implica sa-


lud, y consideramos que esta última es algo deseable, en-

283
tonces quisiéramos establecer si es posible hacer algo para
promoverla. Sin duda, de nada servirá imponerle a un país
la maquinaria democrática.
Debemos volver al grupo de individuos que constituyen
el 100 - (X+ Y+ Z), pues todo depende de ellos. Los miem-
bros de este grupo pueden promover la investigación.
Comprobamos que en cualquier momento dado, no po-
demos hacer nada para aumentar la proporción de este fac-
tor democrático innato, cuya importancia sea comparable
a lo que los padres y los hogares de esos individuos ya han
hecho (o han dejado de hacer) cuando esos individuos eran
niños y adolescentes.
Con todo, podemos tratar de no comprometer el fu-
turo. Podemos tratar de no inmiscuirnos en los hoga-
res que están en condiciones de manejar, y de hecho lo
hacen, a sus propios niños y adolescentes. Estos buenos
hogares corrientes constituyen el único marco en el que
puede crearse el factor democrático innato. 4 Sin duda,
se trata de una formulación modesta de contribución
positiva, pero su aplicación encierra un grado sorpren-
dente de complejidad.

Faaores adversos al fo,u:i<mllffliento


de un bum bogar corriente
1. A la gente le resulta muy difícil reconocer que
lo esencial de una democracia radica en realidad en el
hombre y la mujer corrientes, y en el hogar con1ún y
corriente.

4
El buen hogar corriente desafía toda investigación estadística. No
tiene valor de noticia, no es e.,pectacular ni provienen de él los hombres
y las mujeres cuyos nombres son conocidos por público. Basándome en
veinte mil historias clínicas redactadas personalmente durante un perio-
do de veinticinco aftos, creo que esa clase de hogar es cornún e incluso
habitual dentro de la cornunidad en que trabajo.

284
2. Aun cuando una política gubernamental adecuada
otorgue a los padres libertad para manejar su hogar según
su criterio, no es seguro que los funcionarios que ponen
en práctica la política oficial respetarán la posición de los
padres.
3. Los padres corrientes necesitan efectivamente ayu-
da; requieren todo lo que la ciencia esté en condiciones de
ofrecer con respecto a la salud física, y a la prevención y el
tratamiento de la enfermedad física. Asimismo, necesitan
adquirir conocimientos en cuanto al cuidado de los nifios,
y recibir ayuda cuando éstos padecen trastornos psicológi-
cos o presentan problemas de conducta. Pero si solicitan
esa ayuda, ¿cómo pueden estar seguros de que no se verán
despojados de sus responsabilidades? Si ello ocurriera, de-
jarían de ser creadores del factor democrático innato.
4. Muchos padres no son lo que llamamos padres bue-
nos corrientes, sino casos psiquiátricos, o bien inmaduros,
o antisociales en un sentido amplio y socializados en un
sentido restringido, o bien no han contraído matrimonio,
o tienen una relación inestable o agresiva, o se han divor-
ciado, etcétera. Estos padres son objeto de la atención de
la sociedad debido a esos defectos. El problema aquí es el
siguiente: ¿puede la sociedad comprender que no debe
permitirse que la orientación con respecto a esos rasgos
patológicos repercuta sobre la orientación de la sociedad
con respecto a los hogares sanos corrientes?
S. De cualquier manera, el intento de los padres de pro-
porcionar un hogar para sus hijos, en el que éstos puedan
crecer como individuos, y en el que cada uno de ellos ad-
quiera gradua'1ne11te la capacidad de idcnúficarse con los
padres y luego con grupos más amplios, co111ienza desde
el principio, cuando la madre se adapta a su bebé. Aquí el
padre cumple la función de agente protector que asegura
a la madre la libertad necesaria para consagrarse por com-
pleto a su bebé.

285
La importancia del hogar se reconoce desde hace mu-
cho, y en los últimos años los psicólogos han aprendido
mucho sobre las formas como un hogar estable no sólo ca-
pacita a los hijos para encontrarse a sí mismos y encontrar-
se mutuamente, sino que también los ayuda a convertirse
en miembros de la sociedad en un sentido más amplio.
Este problema de la interferencia en la temprana rela-
ción madre-hijo, sin embargo, requiere especial conside-
ración. En nuestra sociedad la interferencia en este sen-
tido es cada vez mayor, y también la peligrosa creencia,
aceptada por algunos psicólogos, de que al comienzo lo
único que importa es el cuidado ñsico, lo cual sólo puede
significar que en la fantasía inconsciente de la gente en ge-
neral, las ideas más terribles se concentran en la relación
madre-hijo. La ansiedad inconsciente está representada en
la práctica por:
,
1. Enfasis exagerado por parte de médicos e incluso de
psicólogos en los procesos y la salud flsicos.
2. Diversas teorías que sostienen que la lactancia natural
es perniciosa, que la educación de esfínteres debe ini-
ciarse no bien nace el bebé, que las madres no deben
manejar a sus bebés, etc., y (en el extremo opuesto) que
se debe asegurar la lactancia natural, que debe evitarse
todo tipo de educación de esñnteres, que jamás debe
permitirse que los bebés lloren, etcétera.
3. 1.4a forma como, durante los prirneros días posteriores
al nacimiento, se le impide a la madre tener acceso di-
recto a su bebé y ser ella la primera en poner a su hijo
en contacto con la realidad externa. Al fin de cuentas,
esto constituye la base de la capacidad del recién na-
cido para llegar con el tiempo a relacionarse con una
realidad externa cada vez más amplia, y si se perjudica
o se impide que la madre haga este aporte trascenden-
tal a través de su consagración al bebé, no hay esperanzas

286
de que el individuo pase alguna vez a formar pane del
grupo 100 - (X + Y + Z), el único capaz de engendrar el
factor democrático innato.

DESARROLLO DE TEMAS SUBSIDIARIOS:


. LA ELECCIÓN DE PERSONAS

Otro aspecto esencial de la maquinaria democrática es


que lo que se elige es una perrona. Hay una enorme diferen-
cia entre 1) votar por una persona, 2) votar por un partido
con una tendencia determinada y 3) apoyar a través del
voto un principio claramente definido.

1. La elección de una persona implica que los electo-


res creen en sí mismos como personas y, por ende, creen
en la persona por la que votan. La persona elegida tiene
la oportunidad de actuar como una persona. En tanto es
una persona total (sana), tiene en su interior el conflicto
total, lo cual le permite tener una visión, si bien perso-
nal, de situaciones enemas totales. Desde luego, puede
penenecer a un partido y apoyar una tendencia determi-
nada, no obstante lo cual, puede adaptarse en forma sen-
sible a condiciones cambiantes; si modifica su tendencia
principal puede presentarse como candidato para una
reelección.
2. La elección de un partido o de la tendencia de un
grupo es relativamente menos madura. No requiere que
los electores confíen en un ser humano. Sin embargo, es el
único procedimiento lógico para las personas inmaduras,
precisamente porque ellas no pueden concebir a un indi-
viduo verdaderamente maduro ni tener confianza en él. El
resultado de votar por un partido o una tendencia, por una
cosa y no por una persona, es una visión rígida, que no
pennite friccionar con sensibilidad frente a las situaciones.
La cosa que se elige no puede amarse ni odiarse, y resulta

287
conveniente para los individuos que tienen un sentido del
self deficientemente desarrollado. Cabría afirmar que un
sistema electoral es menos democrático, porque es menos
maduro (en ténninos del desarrollo emocional del indivi-
duo), cuando el acento se pone en votar por un principio o
un partido y no por una persona.
3. El hecho de votar por un principio específico está
aún más alejado de la palabra democracia. Hay muy poca
madurez en todo lo que se refiere a un referéndum, aun-
que éste pueda adecuarse a un sistema maduro en ocasio-
nes excepcionales. Como ejemplo de la forma como un
referéndum resulta inútil podría citarse el que tuvo lugar
en Gran Bretaña entre las dos últimas guerras. El pueblo
debía responder a una pregunta específica:" ¿Está usted a
favor de la paz o de la guerra?". Gran número de personas
se abstuvieron de votar porque sabían que la pregunta
era capciosa. Entre los que lo hicieron, gran número votó
por la paz, aunque en realidad, cuando las circunstancias
cambiaron, apoyaron la declaración de guerra e intervi-
nieron en la lucha. Lo importante aquí es que en este tipo
de planteo sólo hay cabida para la expresión del deseo
consciente. No existe ninguna relación entre el hecho de
poner un tilde junto a la palabra paz en un referéndum de
este tipo y el de votar por una persona a la que se conoce
por su tendencia pacifista, siempre y cuando la renuencia
a luchar no signifique un cómodo abandono de las aspi-
raciones y responsabilidades y una traición con res pecto
a los amigos.
La misma objeción se aplica a gran parte de las en-
cuestas Gallup y otros cuestionarios, aun cuando se hagan
enormes esfuerzos por evitar precisamente este peligro.
De cualquier manera, un voto con respecto a un problema
específico constituye sin duda un sustituto muy pobre del
voto a favor de una persona que, una vez elegida, dispone
de un período de tiem:pc· durante e~ cuai ¡p·Jede utrizar su

288
propio criterio. El referéndum no tiene nada que ver con
la democracia.

,
EL APOYO A LA TENDENCIA DEMOCRATICA= RESUMEN

1. El apoyo más valioso se presta en un sentido nega-


tivo, mediante la no interferencia organizada en la bue-
na relación corriente madre-hijo, y en el buen hogar co-
rriente.
2. Para un apoyo más inteligente, incluso de este tipo
negativo, se necesitan más investigaciones sobre el desa-
rrollo emocional del niño de todas las edades, así como
sobre la psicología de la madre durante los primeros meses
de vida de su bebé y de la función del padre en diversas
etapas.
3. La existencia de este estudio demuestra nuestra fe en
el valor de la educación dentro del proceso democrático, la
cual, desde luego, sólo puede proporcionarse en la medida
en que hay comprensión, y sólo puede ser útil para los in-
dividuos emocionalmente maduros o sanos.
4. Otra importante contribución de tipo negativo con-
sistiría en evitar los intentos por imponer la maquinaria
democrática a comunidades totales, ya que el único resul-
tado posible es un fracaso y un revés para el verdadero cre-
cimiento democrático. En cambio, lo valioso aquí es apo-
yar a los individuos emocionalmente maduros, por poco
numerosos que sean, y dejar que el tiempo se encargue de
lo demás.

LA PERSONA= ¿HOMBRE O MUJER?

La cuestión que debe considerarse es si en lugar de la


palabra "persona" puede utilizarse "hombre" o "mujer".
Lo cierto es que los líderes políticos de casi todos los

289
países son hombres, aunque es cada vez más frecuente ver
a mujeres ocupando cargos de responsabilidad. Cabe quizá
suponer que hombres y mujeres poseen igual capacidad en
calidad de hombres y mujeres, o bien, dicho de otra mane-
n, sería imposible afirmar que sólo los hombres tienen ca-
pacidad para el lidenizgo debido a sus condiciones intelec-
tuales o emocionales para ocupar los cargos políticos más
altos. No obstante, esto no significa que hayamos resuelto
el problema. Al psicólogo le incumbe llamar la atención so-
bre los factores inconscientes que con tanta facilidad se dejan
de lado incluso en un estudio serio de este tema. Lo que se
debe considerar es el sentimiento popular inconsciente con
respecto al hombre o la mujer que se elige como dirigente
político. Si existe alguna diferencia en la fantasía según que
se trate de un hombre o una mujer, es imposible ignorar
este hecho, o hacerlo a un lado diciendo que las fantasías no
deben tenerse en cuenta porque son "sólo fantasías".
En la labor psicoanalítica y en otros campos afines,
se comprueba que todos los individuos (hombres y mu-
jeres) experimentan cierto temor a la mujer. 1 Algunos
individuos experimentan este temor en mayor medida
que otros, pero puede afirmarse que es universal. Esto
no significa sostener que un individuo teme a una mujer
en particular. Este temor a la mujer constituye un factor

s No es éste el lugar adecuado para examinar dctalladanu:ntc este


problema, pero la idea básica será más fácil de entender si se utiliza un
enfoque gradual:
1) temor a los padres en la temprana infancia;
m temor a una figura combinada, una mujer con la potencia del
hombre (bruja);
IIl) temor a la madre que detentaba un poder absoluto al comienzo
de la vida del niño para proporcionarle, o para no hacerlo, los elementos
esenciales para el temprano establecimiento del sclf como individuo.
Véase también "La contribución de la 1nadre a la sociedad•, en este
volumen, pág. 143. (Comps.]

290
peligroso de la estructura de la sociedad y es el responsable
de que en muy pocas sociedades las mujeres tengan en sus
manos las riendas del poder poütico, y de la enorme cruel-
dad para con las mujeres que puede observarse en costwn-
bres aceptadas por casi todas las civilizaciones.
Se sabe que este temor a la mujer obedece al hecho de
que en la historia temprana de todo individuo que ha te-
nido un desarrollo normal, que es cuerdo y que ha podido
encontrarse a sí mismo, existe una deuda con una mujer, la
que se consagró a él cuando era niño y cuya devoción era
absolutamente esencial para su desarrollo sano. La depen-
dencia original ha caído en el olvido y, por ende, la deuda
no se reconoce, excepto en la medida en que el temor a la
mujer representa la primera etapa de este reconocinúento.
Las bases de la salud mental del individuo se estable-
cen desde el principio, cuando la madre está simplemen-
te dedicada a su bebé y éste depende doblemente de ella
precisamente porque no tiene la menor conciencia de esa
dependencia. La relación con el padre jamás exhibe esa
cualidad, y ésa es la razón por la que un hombre que en la
esfera poütica ha alcanzado la cumbre puede ser apreciado
por el grupo en forma mucho más objetiva que una mujer
que ocupara una posición similar.
Las mujeres a menudo afirman que si ellas controla-
ran el poder, no habría más guerras. Existen motivos para
dudar de la veracidad absoluta de esta afirmación, pero,
aun cuando estuviera justificada, ello no implicaría que los
hombres o las mujeres tolerarían siquiera como principio
general que estas últimas ocuparan siempre las posiciones
rnás altas del poder político. (La Corona, por estar fuera o
más allá de la poütica, no se ve afectada por estas conside-
raciones.)
Como derivación de todo esto tenemos la psicología
del dictador, que se encuentra en el polo diametralmente
opuesto a todos los significados posibles de la palabra de-

291
mocracia. Una de las raíces de la necesidad de ser dictlldor
puede ser la compulsión a manejar ese temor a la mujer, cer-
cándola y actuando en Jugar dt ella. La curiosa costumbre
de los dictadores de exigir no sólo obediencia y depen-
dencia
. absolutas sino también "amor" tal vez tenga este
origen.
Además, la tendencia de cienos grupos a aceptar e in-
cluso a anhelar una dominación rea~ nace del temor a
verse dominados por una mujer fJUe corresponde a la esfera
dt la fantasla. Dicho temor los mueve a buscar, e incluso
a aceptar de buen grado, la dominación de un hombre
conocido, sobre todo cuando se trata de alguien que ha
tomado sobre sí la carga de personificar, y por ende limi-
tar, las cualidades mágicas de la mujer todopoderosa de
la fantasía, con la cual se tiene una deuda tan inmensa. El
dictador siempre puede ser derrocado, y a la larga mo-
rirá, pero la figura femenina de la fantasía inconsciente
primitiva no conoce límites en lo que se refiere a su exis-
tencia o a su poder.

LA RELACIÓN PROGENITOR-NIÑO

El marco democrático implica también la provisión de


cierto grado de estabilidad para los gobernantes electos;
mientras puedan cumplir sus funciones sin perder el apo-
yo de sus electores, signen adelante. De esta manera el
pueblo les asegura cierto grado de estabilidac que no pc,-
dría conseguirse a través del voto directo con respecto a
cada cuestión que surgiera, aun cuando ello resultara fac-
tible. Aquí la apreciación psicológica consiste en que en
la historia de todo individuo existe una relación progeni-
tor-hijo. Aunque en la forma democrática madura de vida
política se supone que los electores son seres humanos
mac.uros, no puede ciarse por sentado que no existe un
residuo de la relación progenitor-hijo, con sus evidentes

292
ventajas. En cierta medida, en la elección democrática las
personas maduras eligen a progenitores temporarios, lo
cual significa que también reconocen, hasta cieno punto,
que los electores siguen siendo niños. Incluso los progeni-
tores temporarios elegidos, los líderes del sistema político
democrático, son también nifios fuera de su actividad po-
lítica profesional. Si mientras manejan su auto exceden el
límite permitido de velocidad, sufren las consecuencias ju-
diciales corrientes porque manejar un auto no forma pane
de su tarea de gobernar. Como líderes políticos, y sólo
en su condición de tales, son progenitores temporarios,
y cuando han perdido una elección vuelven a ser niños.
Es como si se comprobara que resulta conveniente jugar
a los padres y los hijos porque las cosas resultan mejor
de esa manera. En otras palabras, puesto que la relación
progenitor-hijo ofrece ciertas ventajas, se conserva pane
de ella; pero para que tal cosa resulte posible, es necesario
que una proporción suficiente de individuos sea lo bas-
tante adulta como para que no les moleste representar el
papel de niños.
Del mismo modo, se considera negativo que las per-
sonas que juegan a ser padres carezcan ellos mismos de
progenitores. Dentro del juego, generalmente se piensa
que debe haber otro conjunto de representantes frente a
los cuales los gobernantes elegidos directamente por el
pueblo deberán dar cuenta de sus actos. En Gran Bretaña
esa función incumbe a la Cámara de los Lores, que está
constituida en pane por personas que poseen un título
hereditario y en pane por personas que han Uegado a
ocupar un lugar en ella por haberse destacado en diversas
ramas de la actuación pública. También aquí los "proge-
nitores" de los "progenitores" son personas, y capaces de
hacer un apone positivo como seres humanos. Y tiene
sentido amar u odiar, respetar o despreciar a personas. En
una sociedad no pueden existir sustitutos para el ser o los

293
seres humanos que están en la cumbre, en tanto se evalúe a
la sociedad conforme a su madurez emocional.
Y, además, en un estudio de la situación social en Gran
Bretaña, podemos observar que los Lores son niños en re-
lación con la Corona. Aquí, en cada caso encontramos a
personas que ocupan su posición por herencia, y también
por el hecho de conservar el amor del pueblo debido a su
personalidad y sus acciones. Sin duda es útil cuando se da
el caso de que el monarca reinante da un paso más y pro-
clama espontinea y sinceramente su fe en Dios. Aquí llega-
mos a dos temas interrelacionados: el del Dios Agoni2'.allte
y el Monarca Eterno.

LA FRONTERA GEOGRÁFICA DE UNA DEMOCRACIA

Para lograr el desarrollo de una democracia, en el senti-


do de una estructura social madura, parecería necesario que
exista alguna frontera geográfica natural para esa sociedad.
Evidentemente, hasta hace poco e incluso ahora, el hecho
de que Gran Bretaña esté rodeada por mar (exceptuando
su relación con Irlanda) ha contribuido en gran medida a
la madurez de la estructura de nuestra sociedad. Suiza tie-
ne límites montañosos, que resultan menos satisfactorios.
Hasta no hace mucho, Estados Unidos tenía la ventaja de
contar con una región que se conoce como el Oeste que
ofrecía posibilidades ilimitadas para la explotaci6n, lo cual
significaba que, si bien dichos estados se mantenían unidos
por vínculos positivos, no comenzaron sino recientemente
a experimentar a fondo los confüctos internos de una co-
munidad cerrada, unida a pesar del odio, así como a causa
del amor.
Un Estado que carece de fronteras naturales no puede
dejar hacer una perrnanente adaptación activa a sus ve-
cinos. En cierto sentido, el te1nor si111plijit:a la situación
en1ocional, pues muchos de los Y indetenninados y al-

294
gunos de los X antisociales menos severos pueden llegar
a identificarse con el Estado sobre la base de una reacción
cohesiva frente a una amenaza de persecución enema.
Con todo, tal simplificación va en detrimento del desarro-
llo tendiente a la madurez, el cual es un proceso dificil que
implica el pleno reconocimiento del conflicto esencial y la
renuncia a toda vía de escape o todo rodeo (defensas).
De cualquier manera, la base de una sociedad es la per-
sonalidad humana total, y la personalidad tiene un limi-
te. El diagrama correspondiente a una persona sana es
un círculo (nna esfera), de modo que todo lo que sea no-
self puede describirse como ubicado dentto o fuera de esa
persona. Las personas no pueden superar, en cuanto a la
construcción de una sociedad, lo que pueden alcanzar en
su propio desarrollo personal.
Por ta.les motivos miramos con desconfianza el uso de
términos como "ciudadanía del mnndo". Quizá sólo unos
pocos hombres y mujeres realmente notables y de edad
avanzada llegan alguna vez tan lejos en su propio desarro-
llo como para que se justifique que piensen en términos
tan amplios.
Si nuestra sociedad abarcara el mnndo entero, necesi-
taría entonces deprimirse en determinados momentos (tal
como ocurre inevitablemente con una persona) y tendría
que estar en condiciones de reconocer plenamente el con-
flicto esencial dentro de sí misma. El concepto de una so-
ciedad global encierra la idea del suicidio del mundo así
como la idea de la felicidad del mundo. Por tal motivo su-
ponemos que los protagonjsras mjJjranres de ~se Estado
rnundial son individuos •:¡uc están en la fase n1aníaca de una
psicosis maníaco-depresiva.

295
LA EDUCACIÓN EN LA TRADICIÓN DFMOCRÁTICA

Cualquiera que sea el grado de tendencia democrática


que existe, es posible incrementarlo mediante un estudio
de la psicología de la madurez social e individual. Los re-
sultados de dicho estudio deben presentarse en un lengua-
je comprensible a las democracias existentes y a los indi-
viduos sanos de todas partes, de modo que éstos puedan
volverse inteligentemente 11utoconscientts. De otro modo no
sabrán qué deben atacar y qué deben defender, ni podrán
reconocer las amenazas a la democracia cuando éstas se
presenten. "El precio de la libertad es la vigilancia eterna":
¿la vigilancia llevada a cabo por quiénes? Por dos o tres del
100 - (X+ Y+ Z) por ciento de individuos maduros. Los
otros están muy ocupados tratando de ser buenos padres
corrientes y transfiriendo a sus hijos la tarea de crecer y de
ser adultos.

LA DEMOCRACIA EN GUERRA

Debemos preguntar: ¿es posible que haya una democra-


cia en guerra? Sin duda, la respuesta no es decididamente
afirmativa. De hecho, existen algunos motivos por los cua-
les, en época de guerra, debería anunciarse la suspensión
temporaria de la democracia debido al conflicto bélico.
Es evidente que los individuos sanos y maduros, que
colectivan1ente constituyen una democracia, deberían es-
tar en condiciones de ir a la guerra: 1) para asegurar su
crecimiento; 2) para defender aquello que valoran, que ya
poseen, etc., y 3) para combatir las tendencias antidemo-
cráticas en la medida en que haya personas dispuestas a
defender dichas tendencias a través de la agresión.6

6
Una expo,ición m'-' com1p:eta ,de tstas idea." puede cons ul~arsc en
"Análisis de los fines de la guerra•, en este vokuncn pág. 241. [Comps.]

296
Con todo, lo más probable es que muy contadas veces
las cosas hayan sido así. De acuerdo con la descripción
ofrecida, una comunidad nunca está compuesta por un 100
por ciento de individuos sanos y maduros.
En cuanto surge una amenaza de guerra, se produce
una reorganización de los grupos, de modo que cuando
estalla la contienda los individuos sanos no son los únicos
que panicipan en la lucha. Consideremos nuestros cuatro
grupos:

1. Muchos de los antisociales, junto con los paranoicos le-


ves, se sienten mejor debido a la realidad de la guerra, y
acogen de buen grado la amenaza real de persecución.
Encuentran una tendencia pro social a través de la lucha
activa.
2. De los individuos indeterminados, muchos hacen lo que
se espera de todo ciudadano, quizás utilizando la lúgu-
bre realidad de la guerra para crecer en una forma que
les habría resultado imposible de otra manera.
3. De los antisociales encubiertos, probablemente algunos
encuentran una oportunidad para ventilar su necesidad
de dominar a través de las diversas posiciones clave que
crea la guerra.
4. Los individuos sanos y maduros no responden necesa-
riamente tan bien como los otros. No están tan seguros
como los otros de que el enemigo sea realmente malo;
tienen serias dudas al respecto. Asimismo, experimentan
mayor preocupación por la cultura del mundo, por la
belleza y la amistad, y no les resulta fácil creer que la
guerra es necesaria. En comparación con los individuos
casi paranoicos, se muestran remisos en tomar un arma
y apretar el gatillo. De hecho, suelen perder el ómnibus
que los lleva hasta el frente, aun cuando una vez allí,
constituyen los elementos más confiables y los más ca-
paces para adaptarse a la adversidad.

297
Además, algunos de los individuos sanos en tiempos
de paz se vuelven antisociales en tiempo de guerra (paci-
fistas por conciencia) no por cobardía sino a causa de una
genuina duda personal, tal como los antisociales de los
períodos de paz tienden a participar con valentía en las
acciones bélicas.
Por estas y otras razones, cuando una sociedad demo-
crática se ve envuelta en una guerra, todo el grupo es el que
lucha, y sería diñcil que se diera el caso de una guerra en
la que participan sólo aquellos miembros de la comunidad
que proporcionan el factor democrático innato en tiempos
de paz.
Podría ocurrir que, cuando una guerra ha perturbado
una democracia, resulte adecuado decir que en ese mo-
mento la democracia ha terminado, y que quienes prefie-
ren esa forma de vida deberán comenzar nuevamente y
luchar dentro del grupo para restablecer los mecanismos
democráticos, una vez finalizado el conflicto externo.
Se trata de un tema muy amplio, que merece la atención
de personas de mentalidad igualmente amplia.

RESUMEN

1. El uso de la palabra "democracia" puede estudiarse des-


de un punto de vista psicológico en tanto implica madu-
rez.
2 . Ni la democracia ni la madurez pueden imponerse a
una sociedad.
3. La democracia es el logro de una sociedad limitada en
un momento determinado.
4. El factor democrático innato de una comunidad deriva
de la función que cumple el buen hogar corriente.
5. La principal actividad para promover la tendencia de-
mocrá tic~1 es de tipo negativo: evitar toda interferencia
en el buen hogar corriente. El estudio de la psicología

298
y de la educación, por lo que se sabe, constituye una
ayuda adicional.
6. La devoción de la madre buena corriente por su hijo
encierra particular significación, dado que la capacidad
para la madurez emocional constituye el resultado de
esa devoción. La interferencia masiva en ese momento
debilitaría rápida y efectivamente el potencial democrá-
tico de una sociedad, así como menguaría la riqueza de
su cultura.

299
23. EL LUGAR DE LA MONARQUÍA

(&crito en 1970)

Me propongo examinar el lugar de la monarquía en


ºGran Bretaña. Aunque no poseo un conocimiento parti-
cular de la bibliograña sobre la institución monárquica ni
me especializo en historia, creo tener una excusa válida
para mi intento, y es que la monarquía es algo con lo
que convivimos y sobre lo que nos mantenemos constan-
temente informados a través de la televisión, la prensa
popular, las conversaciones con los choferes de taxi y el
intercambio de opiniones con los amigos en el bar. Vivo
muy cerca del Palacio de Buckingham y me entero, vien-
do izada la bandera, de que la reina está en él. Pero la pre-
gunta permanente y vital que todo el mundo se formula
hoy en Gran Bretaña es: ¿ha salvado Dios a la reina? Lo
que hay detrás es el dicho "¡El rey ha mueno, que viva el
rey!", imponante porque implica que la monarquía so-
brevive a la muerte del monarca reinante. Este ,es el punto
capital.
Como se habrá advertido, aunque no soy demasiado
sentimental en lo que respecta a la realeza y las familias
reales, tomo muy en serio la existencia de 12 monarquía,
puesto que creo que sin ella la vida en Gran Bretaña sería
muy diferente, sin entrar a considerar esta otra cuestión:
¿un sistema distinto de gobierno seri"a mejor o peor? Sin
entrar a considerar tarnpoco los complejos aspectos de una

300
evaluación objetiva de la cualidades personales de un rey o
una reina determinados.
Como paso preliminar a la reflexión sobre la monarquía
y su lugar en la comunidad, es natural que nos formule-
mos esta pregunta: ¿qué dice la gente común cuando se la
aborda de manera adecuada y se le da la oportunidad de
expresar una opinión personal? En su mayoría manifiestan
dos tipos de actitud: la que se basa en los sentimientos y la
conversacional.
La actitud conversacional es la que encuentra expresión
en el juego que llamamos hablar. La verbalización nos per-
mite explorar muchas posibilidades, y en un debate pode-
mos sostener simultáneamente opiniones opuestas y discu-
tir sólo por placer. En este tipo de exposición de actitudes,
sin duda valioso, la mayoría de las personas deja de lado
la tremenda complicación que significan las motivaciones
inconscientes. Al inconsciente se lo considera una moles-
tia, algo que arruina la diversión. El inconsciente tiene que
ver con el psicoanálisis y con el tntamiento de las perso-
nas enfermas. En el bar decimos lo que creemos saber y
aportamos racionalizaciones que pasan por razones. Y es
preferible que no tomemos las cosas demasiado en serio, ya
que si lo hiciéramos tal vez nos encontraríamos haciendo
el amor o la guerra antes de haber tenido tiempo de decir
"amén". La conversación seria, sin embargo, es prueba de
civilización, y debe exhortarse a quienes conversan a que
tomen en cuenta el inconsciente. La actirud basada en los
sentimientos, siendo, como es, una respuesta total, incluye
.1J inconsciente_ Pero Jas personas no pur.den; de buenas a
primeras, actuar de acuerdo con lo que sienten como per-
sonas totales.
En la actirud verbalizada respecto del lugar de lamo-
narquía en nuestra rulrura, demasiado a menudo la cues-
tión de la realeza es tratada como un cuento de hadas.
Algunos piensan que ese cuento de hadas es agradable,

301
satisfactorio, y que enriquece nuestra vida cotidiana.
Otros, que es una práctica escapista, que debilita nuestra
decisión de cambiar lo que hay de malo en la economía, de
hacer algo respecto de las viviendas malas o inadecuadas, la
soledad de los ancianos, el desvalimiento de los disminui-
dos físicamente, la miseria y la pobreza o la tragedia de las
persecuciones motivadas por prejuicios. Tal actitud puede
resumirse en la palabra "escapismo", y sobre esta base se
condena el cuento de hadas.
En estrecha correspondencia se encuentra el ténnino
"sentimental", que califica la actitud de quienes nunca des-
piemm del todo a la realidad, no son capaces de ver el ho-
rror de los tugurios y se refugian en la ficción.
Los que emplean el término "escapismo" desprecian
a los sentimentales; éstos no saben qué hacer exacta-
mente con los del otro bando, hasta que un día, perple-
jos, se encuentran involucrados en una situación políti-
ca, por ejemplo, en una revolución que para ellos carece
de sentido.

EL USO INCONSCIENTE DE LA MONARQUÍA

La suposición en que se apoya lo que estoy diciendo es


difícil de comprender o imaginar. Concierne a la base de
la existencia del individuo hwnano y al aspecto más funda-
mental de las relaciones objetaJes. EJ a;rioma es eJ siguien-
te: lo que es bueno simzprt! está siendo destnúdo. Esto incl1~yc el
concepto de intención inconsciente. La verdad que encie-
rra es de algún modo similar a la que encierra el dicho "La
belleza está en el ojo del.que contempla".•

1 La exposición más completa de Wmnicott sobre las cuestiones aquí


trata<ías se encontrJrá e o "The Use c:i an Ohject", en P/a_yi11g ,:.,ná Rulity,
Londres, 'lavistock Puhlications, l 9i l; Nueva York, Basic Bo-oks, 197 1;
Harmonaswonh, ~engwn ~oo'Ks, \"l&S. 'LComps.)

302
Esta es una de las realidades de la vida. Se observa en
nuestro himno nacional: "¡Dios salve a la reina (al rey)!".
¿Los salve de qué? Es fácil pensar que se alude a salvarlos
de algún enemigo, aunque el tema se trata debidamente
en otros versos. (Lo de "sus viles triquiñuelas" suena di-
vertido, pero sabemos que no es lo esencial del asunto.) A
lo que los seres humanos no pueden dejar en paz es a lo
bueno: tienen que conseguirlo y destruirlo.

SUPERVIVENClA QUE NO DEPFNDE DE lA PRESERVA.aÓN

Es pertinente preguntarse: ¿por qué existen las cosas


buenas si su existencia y su bondad provocan a la gente y
pueden llevar a que se las destruya? Hay una respuesta que
alude a las cualidades de las cosas buenas: éstas putdm so-
brevivir. La supervivencia es posible gracias a las propieda-
des de las cosas buenas que permanentemente están siendo
destruidas. Porque sobreviven se las ama, se las valora e
incluso se las venera. Han superado la prueba de que se las
usara despiadadamente y de haber sido el objetivo, que no
hicimos nada por proteger, de nuestros impulsos e ideas
más primitivos.
La monarquía es puesta a prueba constantemente. Pue-
de sobrevivir en los momentos difíciles gracias al apoyo de
los realistas o los legitimistas, pero en última instancia todo
depende de los reyes y las reinas, cuya ascensión al trono
no es el fruto de una decisión personal.
Aquí es donde interviene el principio hereditario. Ese
homhre (o esa mujer) no ocupa el trono porque así lo haya
decidido, ni porque lo hayamos decidido uusuu·us, ui por-
que haya sido votado o tenga méritos para ocuparlo, sino
por derecho de herencia.
VtStas las cosas de ese modo, es casi un milagro que la
monarquía haya subsistido en Gran Bretaña por más de un
milenio. Ha habido momentos de incertidumbre, falta de

303
herederos, personas no queridas o no queribles entroni-
zadas de grado o por fuerza, y se ha derramado sangre de
reyes. Pero muy pocas veces cesó la monarquía; tanto es así
que inmediatamente pensamos en Cromwell, quien quizás
haya contribuido a hacer comprender al país que un buen
dictador puede ser peor que un mal rey.
Dos consideraciones importantes inspira el hecho de
que sobreviva una cosa buena que ha estado expuesta a
toda la gama de sentimientos sin contar con protección (la
cual implicaría la inhibición de los impulsos y la posterga-
ción del momento de la verdad, de la prueba real).
U na de estas consideraciones se refiere a los individuos
involucrados en cada momento. La supervivencia de la cosa
(en este caso la monarquía) la hace valiosa y permite que
gente de todo tipo y edad advierta que la voluntad de des-
truir no tiene que ver con el odio sino con una clase primi-
tiva de amor, y que la destrucción sólo ocurre en la fantasía
inconsciente o en los sueños que cada uno forja mientras
duerme. Si la cosa es destruida, lo es en la realidad psíqui-
ca interna personal. En la vida de vigilia, la supervivencia
del objeto, sea cual fuere, produce alivio y un sentimiento
de confianza desconocido hasta entonces. Queda en claro
que," causa de sus propias cualidmks, las cosas pueden so-
brevivir, a pesar de nuestros sueños y de la escenografía
de destrucción de nuestra fantasía inconsciente. El mundo
comienza a existir como un lugar por derecho propio; un
lugar en el que vivir y no un lugar temible o en el que uno
se sienta coartado o perdido o con el que se deba tratar
sólo en los momentos de ensoñación o fantaseo.
Gran parte de la violencia que hay en el mundo tiene
que ver con el intento de lograr una destrucción que en sí
misma no es destructiva, a menos, claro está, que el objeto
no consiga sobrevivir o se sienta impulsado a vengarse.
De modo que para el individuo es muy valiosa la super-
vivencia de las cosas más in1portantes, una <le las cuales

304
es, en nuestro país, la monarquía. La realidad se vuelve
más real, y menos peligroso el impulso de exploración
primitiva.
La otra consideración tiene que ver con la política. En
un país que no sea demasiado grande, que tenga una his-
toria y que, en lo posible, sea una isla (con el mar por toda
frontera), se puede mantener una dualidad, un sistema po-
lítico integrado por un gobierno al que es factible cambiar
periódicamente y una monarquía indestructible ("¡El Rey
ha muerto, que viva el Rey!").
Es obvio -y sin embargo debe ser repetido cada tan-
to- que el funcionamiento del sistema democrático parla-
mentario (conceptualmente opuesto a la dictadura) depen-
de de la supervivencia de la monarquía, y pm passu la su-
pervivencia de la monarquía depende de que la gente esté
convencida de que votando puede acabar con un gobierno
en una elección parlamentaria o librarse de un primer mi-
nistro. Damos por sentado aquí que el derrocamiento de
un gobierno o Wl primer ministro debe basarse en los sen-
timientos expresados mediante una votación secreta y no
en encuestas (de Gallup u otras), ya que las encuestas no
reflejan los sentimientos profundos, la motivación incons-
ciente ni las tendencias en apariencia ilógicas.
El rechazo de un gobernante o un partido político im-
plica algo menos inmediato: la elección de otro jefe polí-
tico. En el caso de la monarquía, la cuestión está resuelta
de antemano. De este modo la monarquía puede inspirar
una sensación de estabilidad en un país que atraviesa por
una etapa
. turbulenta, que es lo que periódicamente debería
ocurrir.

EL LUGAR DE LA PERSONA QUE OCUPA EL TRONO

Por fortuna la supervivencia de la monarquía no de-


pende de la psicología ni de la comprensión lógica, ni

305
tampoco del hábil discurso de un filósofo o un líder re-
ligioso. En última instancia, depende de la persona que
ocupa el trono. Sería interesante examinar la teoría que
puede construirse en tomo de estos fenómenos tan sig-
nificativos.
Todo el tiempo somos conscientes de que, aunque una
monarquía esté basada en mil años de historia, basta un día
para destruirla. Pueden destruirla una falsa teoría o el pe-
riodismo irresponsable. Pueden acabar burlonamente con
su existencia quienes sólo ven en ella un cuento de hadas,
un ballet o un juego, cuando en realidad están contem-
plando un aspecto de la vida misma. Ese aspecto de la vida
debe ser explicado claramente, porque en general no se lo
toma en cuenta en la conversación descriptiva. Tiene que
ver con la zona intermedia en que se produce la transición
del sueño a la vigilia y de la vigilia al suefio. Este es el lugar
para el juego y la experiencia cultural, así como el lugar
que ocupan los objetos y fenómenos transicionales, testi-
monios de la buena salud psiquiátrica. 2
Aunque la teoría de la personalidad y la vida humanas
se elabora principalmente en función de las alternativas
del sueño personal y la realidad compartida, si observa-
mos sin preconceptos veremos que la mayor parte de la
vida de los adultos, adolescentes, niños, niftos pequeños
y bebés transcurre en esa zona intermedia. La civiliza-
ción misma podría describirse partiendo de esta base. Es
preferible que el estudio de esa zona se realice en primer
término con bebés cuidados por una madre suficiente-
mente buena y un padre que lleva una apropiada vida ho-
gareña. He explicado tan claramente como me es posible
que lo que caracteriza a la zona de fenómenos transicio-
nales es la aceptaci6n de la panuloja que vincula la realidad

2 Véase P/aying 11ml Reality, ob. cit., en especial el capítulo l "Transi-


tional Objects and lransitional Phenomcna". [Cornps.]

306
externa con la experiencia interior. Es una paradoja que
nunca debe resolverse. En relación con el bebé que aferra
un pedazo de género o un osito de felpa esenciales para su
tranquilidad y felicidad, símbolo de una madre o un ele-
mento materno (o paterno) permanentemente disponibles,
nunca expresamos la duda: ¿creaste eso o encontraste algo
que ya estaba alh'? Aunque la prtgunta es pertinente y sig-
nificativa, la rupuem, no lo es.
En lo que respecta a la monarquía, el hombre o la mu-
jer que ocupa el trono es el sueño de cada cual, y sin em-
bargo es una persona dotada de todas las características
humanas.
Sólo si estamos muy alejados de esa mujer, la reina, po-
demos soñar y situarla en la zona del mito. Si estuviéramos
muy próximos a ella, es de suponer que nos resultaría difi-
cil prolongar el sueño. Para mí, como para muchos millo-
nes de personas, esa mujer representa mi sueño y al mismo
tiempo es un ser humano a quien puedo ver, mientras es-
pero sentado en un tui, cuando sale en su auto del Pa-
lacio de Buck:ingham para cumplir alguna función que es
parte del rol que le fue asignado por el destino y en el que
la mantenemos la mayoría de nosotros. Mientras maldigo
por la demora que me hará llegar tarde a mi cita, sé que
necesitamos la formalidad, la deferencia y las molestias del
"sueño convertido en realidad". Posiblemente la mujer que
es la reina también odia todo eso alguna vez, pero nunca nos
enteramos, porque casi no tenemos acceso a los detalles de
su vida y la persona de esta mujer particular, lo cual es ne-
cesario para que se mantenga su signifiado de sueño. Sin
su significado de sueño, sería una vecina más.
Por supuesto que intentamos levantar el velo. Disfruta-
mos leyendo acerca de la reina Victoria e inventamos his-
torias a la vez sentimentales y procaces, pero en el centro
de todo eso se encuentra una mujer (o un hombre) que
tiene o no tiene la capacidad de sobrevivir, de existir sin

307
reaccionar ante la provocación ni la seducción, hasta que,
llegada la hora de su muerte, un sucesor designado por he-
rencia asume esa terrible responsabilidad. Es una respon-
sabilidad terrible porque es irreal en su completa realidad,
porque donde hay vida puede haber muerte, porque en el
momento crucial hay aislamiento, un grado de soledad que
no tiene paralelo.
Cuando examinamos esta zona intermedia en la que vi-
vimos y jugamos, en la que somos creativos, no debemos
resolver la paradoja sino tolerarla. Para aclarar este punto
cabe hacer referencia a los cuadros de la Corona. Estos
cuadros, que tienen un inmenso valor artístico, fueron co-
leccionados por la reina y sus antepasados durante siglos,
y son de su propiedad. Pero al mismo tiempo pertenecen
a la nación -a cada uno de nosotros-, porque la reina es
nuestra reina y la encarnación de nuestro sueño. Si la mo-
narquía fuera abolida, de inmediato esa colección de obje-
tos encantadores se convertiría en una lista de mercandas
tasadas en un catálogo, que pasarían a manos de cualquiera
que tuviese abundancia de libras o dólares en un momento
detenninado.
Tal como están las cosas, con la reina representándonos
en la propiedad, no necesitamos pensar en falsos términos
de valor monetario.

RESUMEN
Eri consecuencia, la supervivencia de la monarquía de-
pende: de sus cualidades intrínsecas; de su prescindencia
en los altercados políticos (generalmente de carácter ver-
bal) que se producen en el Parlamento o durante los comi-
cios; de su dependencia respecto de nuestro sueño o nues-
tro potencial inconsciente total; de su dependencia de las
cualidades de la mujer (o el hombre) que ocupa el trono y
las características de la fan1ilia real, así como de cuestiones

308
aleatorias de vida o muerte por accidente o enfermedad;
de la salud psiquiátrica general de la comunidad, incluida
una proporción no demasiado alta de personas resentidas
a causa de la deprivación o enfermas a causa de las priva-
ciones que sufrieron en sus relaciones m'5 tempranas; de
factores geográficos, y así sucesivamente.
Sería un error creer que vamos a preservar lo que con-
sideramos bueno. En última instancia será la capacidad de
supervivencia del monarca real lo que decide el asunto. En
la actualidad, al parecer, somos afortunados. Somos capa-
ces de apreciar la tensión que acompaña al gran honor y
privilegio de ocupar el trono de este país, un país no dema-
siado grande, rodeado por el mar, que una canción descri-
bía como "una agradable y un poco estrecha islita ".

CONCLUSIÓN

Mi tesis es que no se trata de salvar la monarquía. Es


más bien a la inversa. La existencia ininterrumpida de lá
monarquía es una de las indicaciones que tenemos de que
aquí y ahora se cumplen las condiciones que hacen posible
que la democracia (que es un reflejo de los asuntos familia-
res en un marco social) caracterice el sistema político y tor-
nan muy improbable el surgimiento de una dictadura, sea
benévola o maligna (ambas se basan en el miedo). En tales
condiciones los individuos, si son emocionalmente sanos,
pueden desarrollar un sentimiento de ser, realizar parte de
su potencial personal, y jugar.

309
ÍNDICE ANALÍTICO

Aburrimiento Adolescente/s) 30-4, 180-92


e imaginación S1-3 fantasía en la 181-2, 182-3,
en el matrimonio SS-6 187-92
en una dictadura 259-60 ttastomos inherentes 179-80,
y sumisión 61-2, 62-3 180-2
Actividad antisocial (w.sr tJllnbiln y ambiente facilitador 207-8
Tendencia anti10Cial) como y crecimiento 187-92, 190-1
pedido de amilio 106, y elementos ag1esivos y
111-2 destructivos 179-80, 181-2,
compulsm 109-10, 128-9 187-8, 188-9
reacción de la sociedad a la y el paso del tiempo 30-1,
111-2 184-S
e inutilidad de las confesiones y el self verdadero y falso 78-9,
111-3 80-1
y ganancia secundaria 106, y la pildora 225-6
109-10, 127-8 Adolescente(s) (v/AR tlmlbiln
y supervivencia del objeto Adolescencia)
170-1 dificultades del 31-2, 182-3
Actividad construetiva idealismo en el 18S-6, 190-1
del hombre en el análisis 97-8 inmadurez del 173
y actmdad destructiva valor de la familia para el
94-lOS 161-2, 180-1
Adaptación (vilut um,l,iln Sostén) y amor .V odio intensos 161-2
de la madre a las necesidades , conRicto <:On la sociedad :H-2
óe\ be'oé ~-,,, }-'t, '¡@-\\}, y c.r.pc:rienciu \i\,'a&iu~~ \6\-l
152-3,220-1 y herencia cultural 190-1
del ambiente a las necesidades y rebelión 182-3
del bebé 28-9, 34-S, 124-S, y reparación 188-91
lSS-6 y responsabilidad prematura
disminución de la 28-9, 168-9 183-4, 18S-6, 191-2
humana e imperfecta 174-S y sentimiento de culpa 188- 9
Adolescencia (v/Me t6mbiln y sexo 188-9

311
y suicidio 31-2, 182-3, 184-5, transicionales ISS-6, 156-7
187-8, 188-9 establecimiento del 156-7
Aflicción 42-3 y civilización 306-7
Agresión y monarquía 305-6
como manifestación clínica de y paradoja 305-8
la tendencia antisocial 110-2 Área entre el nifto y la madre 44-5,
en la adolescencia 179-80, 15S-6
187-8 Aritmética
hacia los políticos 250-1 e identi6caci6n con las sumas
oral 97-8 71-2
responsabilidad individual por y concepto de uno 69- 7
la 243-4 y exactitud 72-3
y guerra 42-3, 242-3, 243-4 y yo sr,y 61-8
Albee, Edward 58-9 Anuta
Alegria y depresión 42-3 y enfoque creativo 63-4
Alma e intelecto escindido 70-1 y mW>do intuitivo 195
Ambivalencia del neurótico 175-6 Asesinato
Amor fantasía adolescente de 181-3
necesario para el nifto y aborto 233-4
deprivado 170-1 Asistencia social y sostál 34-6,
primitivo y destructividad 96-7. 124-S, 139-40
97-8,98-9,100-2, 103-4, Asociaci6o psiCOSOIDÁtica 37-9,
122-3,170-1,303-4 4S-6, 124-S, 166-7
sostén y manejo como Aaúd como súnbolo de aflicción
expresión de 170-1 199-200
y ezperiencia sexual 33-4 Autismo 63-4
Aniqoilaci6n Autoenpño 24 3-5
a ttav& de la reacción 50-1 Autonomía 20-1, 34-5
a través de la sumisión S0-1
del tenpeuta por el Balint, M. 37-8n, 8S-6n, 121-2
paciente 100-1 Beethoven, Ludwig van 45-6
en la primera infancia 42-3 Bowlby,John 177-8, 208-9
Ansiedld
defema contra la 19-20, 123-4 Cmaiey, C. s. 66
en las relaciones C2mara de los Lores 292- 3
interpersonales 34-5 Causil->
impensable o arc:Uca 40-1 Casu&tica
impensable y deprinción hombre con sentimientos
108-9,114-S destructivos 99-1 O1
intolerable 19-20 hombre que no podía casarse
ApacepcilmyperupciónS0-1, 21-3
62-3 hombre que pncticabe la
Área de aperimcia cultural 43-4, psicoterapia 97-9
44--5, 4-;, hnmhre que quena robarle al
v conducu antisocial 128-9 analista 100-1
Árc~ de los fcnórnenos lumbre que se identlicabe oon

312
una mujer 221-2 Conducta total 242-3, 246-7
muchacha adolescente que Confiabilidad
escribía poemas 184-5 del terapeuta 120-1
muchacha adolescente y de los maesttos 74-5
construcción destrucción de los m&licos y enfermeras
100-2 131-2
muchacha de catorce aftos en el psicoanálisis 123-4
derivada por depresión 87-9 humana, no mecánica 73-4,
muchacha de dieciocho años y 131-2, 168-9
aborto 23 5-6 y dependencia 73-4, 131-2
muchacha de diecism ai\os y protección contta lo
lesionada al nacer 227-31 impredecible 134-5
muchacho adolescente que y sostén 168-9
huyó para alistarse como Complejo de Edipo 213-4
marinero 184-S Compromiso
muchacho de diez años y self y self vcrdadero y falso 83
falso 79-81 en el matrimonio 56-7
muchacho que robaba 115-6 Concepción
mujer con la capacidad y la creatividad 62-3
intelecrualescindida70-1 y los bebés 58-9, 220-1
mujer e interpretación del Concepto
sadismo oral 98-9 de individuo sano 27-47
mujer invitada a cenar por un de unidad 56-7
hombre 230-2 del self falso 78-83
mujer y un recuerdo in&nril de manipulación de los 72-3
la playa 156-8 moderno de individuo hwnano
Ciencia 67-9,256-7
aplicada 18-20 Confianza
y el Partido Liberal 195 del paciente basada en la
y estadística 21-3 confiabilidad del
y naturaleza humana 199-200 médico 136-7
y duda 18-19 que el paciente deposita en el
y psicomálisis 17-23 análisis 127-8
y religión 18-9 y creación de un espacio
CI 69-70 potencial 44-S
test 80-1 ConJlictD
Círculo como diagrama del self contención del, en la salud
unituio 88-9, 2S6-7, 294-5 256-7, 287-8
Científicos de lealtades 158-63
y brechas en el interno, reconocimiento del
conocimientol 8-9 261-2, 293-S
y formulación de preguntas Construcción y destrucción 94
18-9,21-2 Continuidad
Clínicas de orientación infantil de la existencia 28-9, 35-6
150-1 de la vida, interrumpida por
Cogito trgo Sll11I 68-9 una falla ambiental 168-9

313
en la enseñanza de la Culpa
matemática 76-7 de los sanos respecto de su
C:Ontrol salud 269-71, 272-3
de la destrucción 93 latente, en los adolescentes
del impulso personal 34-S 188-9
Cordura y constructividad 95-6, l0S
huida a la 40-1 y depresión 42-3, 88-9, 93
y temor a la locura 62-3 y destructividad 95-6, 101-2,
Creación 105
de los objetos por el bebé 38-9, Cultura
60-1 como culminación del
de un reloj 59-60, 62-3 crecimiento 174-S
del mundo por el bebé 49-50 y adolescentes 190-1
paradoja de la 38-9, 306-7 ypaz2S8-9
Creación artística y separación 44-6
y ansiedad S3-4 y tolerancia del antagonismo
258-9
y vida creativa 52-3
Cura 130-40
Creatividad
como uistencia 130, 134-S
definición de la 4 7-S 1 como remedio 130-2
de los adolescentes 185-6 común a la prictica m~c:a y a
de los niños 179-80 la religión 130
p&dida de la, a causa de la definiciones del término 130
dcpriwción 109-1 O para la inmadurez 184-S
y aprendizaje 205-6
y libcrud 263 Ownbcrlain, Nevillc 250-1
y ser 50-2 Church, Richard 157-~
Crecimiento Churchill, sir Wmston 199-200,
colecávo, y sociedad 176-7 241,247-8,249-50
e interacción con el ambiente
49-50, 180-1 Defensa(s)
en la adolescencia 180-1, contra la ansiedad 19-20, 21-2,
184-5, 187-8, 190-1 34-5
genéticamente determinado contra la ansiedad impensable
49-50, 166-7 123-4
procesos de, y ambiente en extravertidos e introvertidos
facilitador 166-7, 174-5 40-1,43-4
y paso del tiempo 184-5, 190-1 ftexibilidad en la organización
·ercer en" de las266-7
capacidad del nifto para 165-8 normal 19-20
y confiabilidad 169-70 organizada, en la enfermedad
y educación 165-6 19-20, 20-1
Cronwell, Oliver 303-4 patológica, y temor a la
Cuidados desintegración 3S-6
continuidad de los 177-9 psicótica 90-1
y dependencia 134-5 rigidez en la organización de

314
las 40-1, 123-4, 266-7 y la amistad 123-4
y trastorno psiconeurótico 34-S y la confiabilidad 73-4, 131-2,
y sentido del humor 266- 7 134-S
Defensa maníaca 41-2, 84 y la independencia 20-1, 27,
y depresión 91-2 34-S,73-4,86-7
y falso self 41-2 Depresión 41-3, 84-93
Delincuencia juvenil (VÚ# umbiln como esfuerzo por controlar
Tendencia antisocial) 106, 87-8, 257-8
107-8, 122-3, 125-6,208-9 como logro 86-7
Democracia de tipo esquizoide S2-3, 90-2
como ejercicio de la libertad e hipocondría 84, 91-2
249-S0,27S,287-9,304-S e integración del yo 42-3, 86-7
como indicio de salud 47 e introspeeción 86-7
definición de la 276-7 e investigación psicoanalítica
diferentes usos del término 203-4
27S-7 "impurezas" de la 90-3
educación para la 289-90, negación de la 41-2, 91-2
294-S,298-9 reactiva 122-3
en los Estados Unidos 2S0-1, significados del término 84
293-4 valor de la 42-3, 84-93
tendencia innata a la 279-81, y consttucción 84
297-8 y destructividad 89-90
y la guerra 2S2-3, 296-8 y duelo 85-6, 93
y la madurez 277-8, 280-S, y exageración de los límites del
287-9, 292-4 yo93
y maduración 85-6, 93
y la monarquía 304-S, 308-9
y melancolía 93
y la relación hijo-progenitor
y persecución 90-1
291-4
y reconocimiento del conflicto
y las elecciones 277-80, 287-9,
interno 261-2
292-S y responsabilidad 42-3, 257-8
y las encuestas de opinión y salud 34, 79
288-9 y sentimiento de culpa 85-6, 93
y los individuos antisociales y suicidio 203-4
280-1 y tendencia a la recuperación
Dependencia 35-6, 90-1
absoluta, en la infancia 20-1, Deprimido, capacidad de estar
73-4,86-7, 14S-6,166-7, 86-7
174-S, 204-5 Deprivación
de los inmaduros, enfermos y como origen de la tendencia
ancianos 131-2 antisocial 107-8, 122-4,
de la enfermedad 12 3-4, 12 6-7, 125-6, 208-9
133-4 descripción de la 107-8
relativa 73-4, 1S1, 174-S dos aspectos de la 108-1 O,
): el desafio, en la adolescencia 110-2, 114-S, 175-6
31-2 específica 107-8

315
y privación 108-9 Ello
y sufrimiento extremo 114-S, est2blecimiento 29-30
12S-6 impulsos del 30-1
Demunbe Encuadre
elemento positivo en el 40-1 el psic:oamlisis como 123-4
necesidad del 40-1 evolución del 19-21
temor al, en la enfermedad Enfermedad esquiz.oidc 3S-6, 4S-6
depresiva 93 e investigación psicoanalítica
y cura 40-1 203-4
Desadapt2ci6n de la madre al be~ y depresión 90-2
28-9, 73-4, 168-9 y desintegración 3S-6
Destete y desilusión 57-8 y establecimento del self 17S-6
Destrucción (w111t tllmbiln y procesos yoicos 4S-6
Destructividad) y relaciones objetales 38-9
control de la, en la melancolía y salud 37-8, 40-1
93 Enseñanza
de mundo 42-3, 4S-6 de la matcm4tica 72-3, 76-7
de un objeto 95-6, 98-9, de la religión 171-2
99-100, l0S e impulso creativo 76-7
y amor primitivo 303-4 moral y la moralidad personal
y construcción 94-10S, 262-4 del niño 171-2
y supervivencia 170-1 y adoctrinamiento 76-7
Destructividad (r,ún """'1iin Escisión del self
Destrucción) como defensa psicótica 90-1
como problema de la en la enfermedad 78-9
adolcsccncia 105, 179-80, en la salud 78-9
187-8 esquizoide, y enfermedad
como rango de la tendencia depresiva 90-2, 93
antisocial 10S falsa resolución de la 281-2
reactiva 96- 7 y separación de los elementos
relacionada con el amor 96-7, masculino y femenino 212-3
97-8,98-9,170-1,263 Esclavirud
y actividad constructiva 94-1 OS de los negros de Á&ica 246-7
y depresión 89-90 relacionada con la guerra 247-8
y deP'.;vaci6n 110-1, 123-4, y libertad 247-S0
125-6, 170-1 Escuela
y posición depresiva 94 como a1ivio para el niño que
Dilema fiJos66co en la vida vive con su familia 149
creativa 63-4 conduct2 del niño en la 1S7-9
Dios edad para ingresar en la 160-1
invención de 2S7-8 primaria, y simplificación de la
y el sclf uniwio 71-3 vida del nifto 160-1, 161-2
y la monarquía 293-4 y aprendizaje creativo 205-6
yyo,oy68-9 y castigo corporal 20S-6
Duelo 8S-6, 93, 137-8 Espacio potencial
entre el hijo y la madre 44-S

316
y confiani.a 44-S y contención del conSicto
y experiencia cultural 44-S 256-1
Esperanza y madurez 2S 6-7
crueldad de destruirla 268-9 Etapa &lica 29-31, 214-S, 216-7
en el acto antisocial 108-9, imponmcia exagerada de la.
111-2, 114-6, 125-6, 175-6 pera los oift,. deprivados
Espontaneidad 217-8
ausente en la dictadura 259-60 Experiencia cultural 44-6
p&dida de la, en el nifto como alivio de la frustración
deprivado 111-2, 183-4 218-9
p&dida de la, en los antisociales escasa, en los delincuentes
281-2 127-8
pe11onal, e identificación con la variabilidad de la 44-S
sociedad 17 3 y dependencia, en la
segura 114-5 enfermedad 123-4
y el principio de realidad Explosión atómica 45-6, 202-3
259-60
üquizo&enia
como inversión de los proce101
Falta de integración y experiencia
de madunción 204-S del arte 37-8n
e inveatigación peicoanalítica Fantasmas 72-4
204-S Fase genital 30-1
in&ntil S9-60 Fase prepuperal 30-1, 212-3
y conexión débil entre la psique Feminismo
y el cuerpo 37-8 como negación de la
y falla ambiental temprana inferioridad en la fue ftlica
122-3 217-8
y self verdadero y falso 78-9 como protesta contra el alarde
y vida aeativa 53-4 masculino 217-8
F.mdo de mimo oripna del 211-23
antisocial y destructivo, en la y creencia en el pene
melancolía 93 femenino 216-7
deprimido, y aceptación del y envidia de la singularidad del
conflicto interno 261-2 varón 221-3
deprimido y falta de vmcidad Fen6menos b"anlicionales
88-9 importmta en el desarrollo del
deprimido y reordenamiento ni6o 155-6
interno H9-901 y cambio en las relaciones
y ~'Uñ \ogroa 1'75-6 objetales 154-S
y significado 87-8 y vida creativa 4S-6
Estado no intqndo e impulso F11iología y psicoaníUsi• 17, 18-9
creativo 37-8 Flautista de Hamelín, El 70-1
Estadística 21-2, 23, 201-2 Freud, Clement 61-2
Estado unitario Freud, Sigmund 17, 19-20, 20-1,
como l'T"° 69-70, 256-7 21-2,27,29-30,66,87-8,94,
no significa pu 256-1 127-8,208-9,214-S

317
Frontera (s) Himno humanista 60-1
entre Berlín Este y Berlín Hipnotismo 17, 21-2
Oeste 261-2 Hipocondría
entre Inglaterra y Escocia y depresión 84, 91-2
260-1 y prictica médica general
entre Inglaterra y Gales 261-2 207-8
entre países 258-60, 261 Hipomanía 84
Fuerzas destructivas 42-3 y depresión 91-2
Futilidad y vida creativa 60-1 Historias de casos
valor de las 118-9
Genes 41-2 psicoanálisis 120-1
Gffl.io 41-2 HiJcr, Adolf 242-3, 243-4
Genitalidad Hogar
plena en la adolescencia 31-2 Bueno corriente 284-S, 288-9,
plena en las nii\as 214-5 297-8
Gratitud y riqueza de experiencias 160-1
como propiciación 13 7-8 Hombre (vúst um,l,iln Masculino
no debe esperarse de los niños y femenino)
143, 168-9 como buscador de peligros
Greenacre, Phyllis 73-4 222-3
Grupo como líder político 291-2
en relación con el individuo envidia del, por las feministas
151-2 221-3
la familia como 151-2 maternal 219-20
Guerra (vúst um,l,iln Lucha) y creencia en la inferioridad
e individuos sanos 296-8 femenina 216-7
en la realidad psíquica interna y envidia de la mujer 222-3
256-7, 257-8 Horario 68-9, 181-2
fines de la 241-S4 Hubris 84
valor de la, reflejado en la Huida a la salud 40-1
politica 243-4 Ideas destructivas
valor inconsciente de la 202-3 que siguen a la supes vivencia
y agresión 42-3, 242-3 del objeto 170-1
y democracia 296-8 reconocimiento de su realidad
y el alivio de ideas intoler2bles por el niño 110-1
242-3 y amor 89-90, 95-6, 98-9,
y el problema de la población 101-2, 110-1
233-4 Identidad
y el riesgo de muerte 2S2-4 de las palabras 130
y la esclavitud 247-8 personal 86-7, 138-9
y la libertad 249-S0 penonal, e independencia
y la pu 2S2-3, 253-4 174-5
y la propaganda 2S3-4 penonaJ, establecimiento de la
138-9
Hanmann, Heinz 155-ón, 271-2 sentido de, y enfermedad
Herencia como factor externo 28-9 esquizoide 17 5-6

318
ldcnti6caci6n 101-2,110-1, 122-3
como ayuda en la adaptación a personal, y compromiso 34-5,
los niíios 6S 56-1
con el enemigo 242-3 hnpulso creativo y estado de no
con la autoridad 281-2 integración 37-8
con la sociedad 34-5, 173, Impulsos destructivos
209-10 incapacidad de uumir la
de la madre con el nido o el responsabilidad por los 103-4
bebé S1-2, 86-7, 138-9 tolerancia de los, y sentimiento
de las mujeres con "6 ..¡er de culpa 101-2
221-2 Inconsciente, el conocido a traVés
de las mujeres con los hombres de los suefios 21-2
y viceversa 218-9, 221-2 e investigación 198, 201-2,
de los hijos con sus padres 208-9
286-7 motivación IW'JP(ia del 164,
de los niños deprivados con el 179-80, 181-2, 183-4, 198,
encuadre 110-2 201-2
del bebé con la madre 168-9 peligro en que la sociedad lo
e imaginación SB-9, 218-9 ignore 183-4
y falsa madurez en la reprimido 21-2, 93, 123-4,
adolescencia 187-8 132-3, 19S
y sostén del bebé 3S-6, 138-9 y elecciones democráticas
Identificaciones cruzadas S1-2 289-90
capacidad pan la, en la práctica y fenómenos de superficie
m~dica 136-9 179-80
delirante 137-8 y guern 242-3
en el mattimonio S7-9, 6S, y lógica 226-7, 201-2
218-9 y remoción de politicos 250-1
en la adolescencia 182-3 y seleccióo de lideres 289-91
entre hombres y mujeres Independencia
218-20 sentimiento de 174-5
y confusión del límite entre el surgida de la dependencia 20-1,
yo y el no-yo 174-S 73-4, 174-S
lmagioaMD tendencia general a la 73-4
en el wlisis 12 7-8 y madurez 27, 174-S
identificación a ttavés de la Individuo (VÚR tllmlnl,, Self)
S8-9, 136-7,218-9 dignidad del 209-10
Imitación UR r o , ~ moderno 67-9,
en la adolescencia 187 -:8 256-7
servil de Picasso 62-3 y composid6n del mundo
Impotencia 33-4 256-7
Impul,o(s) y sociedad 34-S, 174-8, 209-10,
agresivos 110-1, 114-S 2SS-7, 294-S
amoroso 98-9, 122-3 Infancia
del ello 30-1 necesidades primitms en la
destructivos 96-7, 98-9, 99-100, 34-S

319
y desarrollo del falso self con la los sentimientos e ideas 96-7
mente escindida 70-1 Integridad
y uso del intelecto pan a uav6; de la integración 37-8
predecir 69-71 y self verdadero 81-2
Infante (vúsr tJlm/,;it, Be~ Intelecto
adaptación a las necesidades del escindido 38-911, 69-70, 70-1,
28-9 71-2, 231-2
como creador del mundo 20-1, escindido y existencia
49-50,59-60 psicosom4tica 70-1
cuidado del 35-6, 45-6, 165-6 y capecidad de predecir en la
e integración 3S-6 infancia 69- 71,
manejo del 34-S, 37-8 y matemática superior 69-70,
sostén del 34-S 70-1
subjetividad en el 20-1, 29-30 y sabiduría 71-2
y cuidados matemos Interior
suficientemente buenos adquisición de un, por el bebé
167-8, 177-8 85-6,86-7
y relaciones objetales 38-9 como lugar para la realidad
y yo/no-yo 38-9 psíquica interna 218-9
Inhibición e imágenes internas 154-S
de la excitación sexual 247-8 Interpretación
Inmadurez 17 S-6 del sadismo oral en el análisis
en los antisociales 281-2 de una mujer 98-9
los trastornos psicológicos en pQcoan,um ~1-2, 127-8,
como 121-2 132-3
y dependencia 131-2, 139-40 Intimidad
Insania como orpnmción el self privado en la 78-9
defensiva 35-6 magia de la 39-40
Instintos Introvertido 43-4
control de los 121-2 lnttoyecci6n 86-7
conttoldelos,cnla e identificación 39-40, 57-8,
adolescencia 31-2 60-1, 63-4
control de los, en la niftez S1-2, Investigación científica
86-7 y ansiedad 21-2
Integración 4S-6, 124-S, 166-7 y el inoonsciente 198-200
<ld mundo 256-7 Investigación psicoeoalítica
e integridad 37-8 198-210
y el paciente psico,orNtico naturaleza de la 200-1
204-S y el significado de lo negro
y el emdo unitario 35-6, 256-7 200-1
y la depresión 89-90 y la adolescencia 207-8
y la excitación corponl en los y la educación 205-6
bebés 213-S y la enfermedad esquizoide
y la provisión de un ambiente 203-4
estable 72-3 y la guerra, la bomba y la
y la responsabilidad por todos explosión dcmogrifica 202-3

320
y la práctica ioolic.a 204-5, temor de la 245-6, 246-7,
207-8 247-8, 264-5
y la relación be~-madre 205-6 y democracia 247-8, 242-3,
y la tendencia antisocial 208-9 249-50,275,294-5
y las penonas deprimidas y dignidad 252-3
202-3 y esclavización de los negros
Irlanda del Norte 246-7
como muro entre Irlanda e y flexibilidad en la organiución
Inglaterra 259-60 de las defensas 266-7, 267-8,
y conflicto religioso 259-60 268-70
Isaacs, Susan 204-5 y madurez 252-3
y propaganda 268-9
Jerarquías 133-4, 139-40 Ley de menores de 1948 208-9
Juego Lógica
como preparación para la vida desconfianza del público en la
159-61 196
en la escuela 160-1 frente a los senámientos y la
y contención de conflictos de fantasía inconsciente 231-2,
lealtad 159-60 249-50
y creatividad 76- 7, 179-80 y el problema de la población
y engafto 15 S-6 226-7
y experiencia cultural 44-5 y la posición persecutoria
y garabatos 228-9 188-9
y genitalidad 31-2 y lo ilógico 59-60, 62-3
Julieta (penonaje de Rl1ltUO y Loos, Anit2 43-4
}ldin4) 240 Lucha (vilut tllfflbiln Guerra)
Juramento hipocrático 120-1 e individuos anmociales 296-7
para ganar 252-3, 253-4
Keynes,John Maynard 268-9 para poseer 241, 243-4, 244-5
Khan, MM.R. 37-8n
Klein, Melanie 41-2, 87-8, 94 para sobrevivir 241, 252-3
por la libertad 245-6, 247-8
Latencia 30-1, 181-2, 207-8 sin ser belicosos 245-6
y tendencias masculinas y Luna
femeninas 212-3 desembarco norteamericano en
Lealtad/ deslealtad 158-63 la 237-40
Liberta en un sueño del Dr. Wuuucott
amenaza a la 267-8 237-8
destrucción de la, .,ediante las poelllll 101,re lt 239-40
condiciones ambientales 263, y la pocsfa 23 7-9
267-8, 268-70 y su relación con las mujeres
en la adolescencia 267-8 237-8,240
en la vida del be~ y el nifio Lloyd George, David 250-1
266-8
interior 267-8, 268-9 Madre
sentimiento de 2S2-3, 263-S, de devoción corriente, y su
265-6 contribución a la sociedad

321
144-S,287-8,298-9 y necesidad de que tengan
e identificación con el bebé conocimientos sobre el bebé
73-4, 86-7, 166-8 y el cuidado de los nü\os
estado dependiente de la 146-7 93
idea de la, conservada por el y problemas penonales de los
bebé 168-70, 178-9 n.iftos 1S1-2
interferencia entre la madre y y psicoterapia 74-S
el bebé 146-7, 147-8, 286-8 Mala salud
necesidades de la 147-8 e inmadurez sexual 33-4
p&dida de la 168-70, 177-8 psiconeurótica 33-4, 37, 4S-6
suficientemente buena 74-S, psiquiátrica y falta de libertad
138-9, 139-40, 166-7, 177-8 266-7
suficientemente buena, y la psiquiáttica, y sociedad 175-6,
base de la salud menw 20S-6, 176-7
290-1 y agresión 42-3
y adaptación a las necesidades y contraste con la salud 269-71,
del bebé 28-9, 29-30, 73-4, 272-3
109-10,1S2-3,166-8 y delirio de persecución 42-3
y continuidad de los cuidados y dependencia 13 3-4
177-8 y deseo de destruir a la gente
y desadaptaci6n 28-9, 73-4, saludable 237, 269-71, 272-3
168-9 y rigid~ de la organización de
y establecimiento del yo Sf1J las defensas 269-70
73-S y suicidio 42-3
y preocuptción maternal Malthus, Thomas 232-3
primaria 28-9 Manejo
y presentación del mundo al del bebé 34-S, 37-8, 167-9,
bebé 38-9, S9--60, 286-7 177-8
y yo auxiliar 86-7 del be~ y confiabilidad 170-1
de los delincuentes juveniles
Maduración 112-4, 12S-7
y herencia 28-9 problemas de, en la
y salud 4S-6 adolescencia 181-2
Madurez Masculino y femenino (vúst
implicAda por el tmnino t:rmbíén Hombre y Mujer)
•democracia" 2 76-8 con1ponentes, en el se.10
y depresión 91 opuest0 211-3
y elecciones democriticu e identificaciones cruzadas
287-9 212-3,218-9
y genitalidad plena 31-2 elementos, separados en las
y salud 28-9, 4S-6, 277-8 personas esquizoides 212-3
y sclf verdadero y falso 78-9 órganos 214-S
Maestros variantes, en la adolescencia
e interacción con los padres 212-3
205-6 variantes en los niJ\os pequeftos
y confiabilidad 74-S 213-4

322
y hombres y mujeres 212-3 y la fanwía inconsciente 290-1,
Matem,tica 67-8, 69-70, 76-7 291-2,
Matrimonio y la Luna 237-8, 240
como comicnz.o de y la pfldora 237-8
socialización 184-S Mundo, el
dificultades en el SS-6, 56-7, ciudadanía del 71-2, 294-S
219-20 como superposición de
e identificación cruzada 64, individuos integrados 2S6-7
218-9 como unidad 2S5, 294-S
identificación imaginativa en el destrucción del 4S-6
S8-9 diagrama sociológico del 2S6-7
y el principio de realidad 56-7 presentación del, al bebi 38-9
y la concepción de los bebés Mundo interno, vúst Realidad
58-9 psíquica interna
y la vida creativa 53-9 Mundo subjetivo, vúst
y la vida cultural 219-20 Subjetividad
y vivir en un mundo creado por Muro de Berlín
la pareja S3-4 y contención de fuerzas
McMillan, Margaret 204-S opuesm 2S8-9
Melancolía y depresión 93 y tolerancia de un estado de
Metapsicologfa 19-20, 117 tensión 261-2
Milner, M. 8S-6n Mussolini, Benito 243-4, 244-S
Moisés 68-9
Monarquía (vilut tllmbiln Rey) Naturaleza humana y psicoanálisis
como cuento de hadas 301-2 18-9
y estabilidad 304-S Naturaleza y crianza 73-4
y herencia 303-4 Nazis, como preadolesccnta
y la persona que ocupa el trono 244-S, 2S0-3
293-4,303-4,30S-8 Negro
y supervivencia 300, 303-4, idea de lo, e investigación
304-S,305-6,306-9 psicoanalítica 200-1
Monoteísmo y blanco en el individuo 237-8
y yo so:, 68-9 Nt11J S«iny 52-3, 22S-6
Muerte Nt11) St11umum 268-9
aceptación de la, y alivio 72-3 Niñas
e integración 72-3 identificación del varón con las
en la fantasía adolescente 182-3 80-1
y desintegnci6n 72-3 y depresi6n 89-90
Mujer (viM~ ú11111,iin Masculino y y etapa fálica 30-1, 21 +-S
femenino) Niftos
como dirigente político 289-92 deprivados de sost~n y manejo
miedo a la 145-6, 290-1 169-71
todos dependemos de ella al inseguridad en los 74-S
comienzo 220-2, 290-1 menores de dos años, y
y la deuda que tienen con ella separación de la madre
todas las personas sanas 168-70, 177-9
145-6,290-1 tres tipo., de 72-3

323
y el problema de población objetales 154-S
226-8 Odio
y el self verdadero y falso 81-3 control del, en la depresión
y la deprivación 94 87-8,93
y la edad de empezar a ir a la de los enfermos por los sanos
escuela 160-1 270-1
y la familia 149-63, 286-7 de 101 pacienta por el m~co
y la fantasía de matar a ottos 136-7
niftos 236-7 de los pacientes por el
y la muene 72-4 terapeuta 100-1
y la necesidad de atención en la relación del nifto con sus
individual 150-2 padres 1S9-60
y la necesidad de manejo reerimido 88-9
112-52 y dependencia de la mujer
y la pérdida de espontaneidad 222-3
111. 184 y destrucción fantaseada 110-1
y las relaciones objetales 15 2-3, Omnipotencia
154-5, 156-7 capacidad de transferirla 60-1
y los conflictos de lealtad ezperiencia por el beW de la
158-62 29-30, 38-9, 60-1
y los buenos modales 81-2 y creatividad 49-50
Niftoe pequeftos y delirio, en la enfermedad
y atracción por el padre del esquiwide 38-9
sexo opuesto 213-4 Opie, lona y Peter 68-9n, 181-2n
y vida de fantasía 213-4 Originalidad y creatividad 61-2
OxfordDiaio,u,ryofN,..,,RJ,y,,,,s
Objeto 68-9n, 181-2n
constancia del 33-4, 190-1 Oxford Englisb DiaioN,ry 50-1
creación por el bebé del 38-9,
154-5 Padres 173
descubrimiento del, como acto distanciamiento entre los
creativo S1-2, 1S4-S 110-1, 153-4
destrucción del 9S-6, 98-9, relación entre 101, importante
99-100, 10S,236-7 para el nifto 110-1, 153-4
elección del 188-9, 190-1 y la abdicacilm ante los
enemo •~ interno 38-9,. LS4-S ~\.1tt. li.!A, 185-6,
percibido objetivamente 152-3, 190-2
154-S y la necesidad de ayuda 285-6
subjetivo 8S-6, 152-3, 1S4-S y la provisión de un ambiente
supervivencia del 18S-8 facilitador 144-5
uso del 303-4 y la relación con el hijo 20S-6
Objeto tramicional y la superviftftCia 182-3
como primer sfmbolo 60-1, y las recompensas indirectas
260r1 lM-J
creadlo por el bebé 60-1 y lo esencia I de una cemocracia
llama1¿0 "familia" 153-4 285-6
y cambio en )as relaciones y 101 ceJps 180-1

324
y los em>res e:n la criam.a de y guerra 143-4, 258-9
los hijoe 179-80 Políticos
Palacio de Buckingham 300, 306-7 como líderes y padres
Paranoia 324 temporarios 292-3
cercana al caos 17 S-6 y necesidad de una derrota
y dominación por un sistema parlamentaria 2S0-1
de pensamiento 17 S-6 y parricidio ilógico 2S2-3
Paradoja Polonio (per,onaje de Hoún) 78-9
aceptación de la 38-9, 170-1, Posición depresiva 94
306-7 como logro 95-6
de elegir a los propios padres Práctica midica
170-1 em>res en la 132-3
involucrada en la creación del general, e hipocondría 207-8
objeto 38-9, 306-7 trabajo social en la 131-2
Pecho y actitud no moralista 134-5
alimentación al, envidia de la y capacidad para la
179-80 identificación auzada 136-8
y destete S7-8 y confiabilidad 134-5, 136-7
Persecución y crueldad 136-7
como mecanismo propiciatorio y duelo repetitivo 13 7-8
2S7-9 y honestidad 134-S
delirio de, y fuerzas destructivas y realimentación de la prictica
42-3, 187-8 psiquüaica 132-3, 138-9
delirio de, y penecuci6n y sentimientos hacia los
interna 91-2 m~207-8
provocada, en la adolescencia Preocupeción maternal primaria
187-8 28-9
y depresión 90-1 Primada anal 29-30
Personalidad Primada uretral 29-30
desarrollo de la, en Ju primeras Principio de realidad 29-30, 1S4-6
etapas 3S-6, 121-2, 122-3 como desilusión 57-8
riqueza de la 42-3, 43-4, 47 y compromoo S6-7
y continuidad de la existencia y creación del mundo 49-50
28-9 y e.cperiencia de la
y depresión 42-3 omnipotencia 38-9
Perversión 24S-6 y vida creativa 60-1
Plaut, Fred 44-S Privación 108-9
Píldora, la Proceso(s) de maduración
como símbolo de stlltfU, para y el ambiente facilitador 138-9,
una joven de 16 aiios 230-1 207-8, 25S, 271-2
poema sobre la 22S-6 y el yo 45-6
y la escena adolescente 22S-6 y las relaciones objetalcs 38-9
y la lógica 235-6 y muene y ttiunfo personal en
y la muene de los bebés 232-3, la adolescencia 182-3
236-7 Proyecci6n 86-7
Política 71-2, 138-9, 174-S, 195 de lm elementos persecutorios

32S
ben~olos 257-8 de la salud 40-1
de los impulsos destructivos Psiconeurosis 19-20, 33-4, 45-6,
96-7 123-4, 17S-6,271-2
e identificación 39-40, 57-8, descripción de la 121-2
60-1, 63-4 el psicoanálisis como
y alivio de las tensiones ttatamiento de la 123-4,
enemas 90-1 127-8
Psicoan,lisis (vútt tlmlbim y represión de la envidia 216-7
Psicoterapia) 17, 20-1, 117 Psicopatía 175-6
como forma singular de Psicosis 121-2, 122-3
educación 201-2 descripción de la 121-2
como método de investigación terapia de la 126-7
20-1, 198-201 Psicosis maníaco-depresiva 19-20
encuadre cl'5ico en el 127-8 en términos de tiempo y
naturaleza y origen 17-2 3 sociología 261-2
.. transferencia delirante" en el y protagonistas del Estado
17-23 mundial 294-5
y actitud ante la vida 20-1, Psicoterapeuta(s) (vú.st tlmlbim
208-10 Psicoanalista/s)
y ciencia 17-2 3 los trabajadores sociales como
y comprensión de la tendencia 124-S
antisocial 107-8,207-8 y confiabilidad 113-4, 120-1,
y cooperación inconsciente 126-7
127-8 y cooperación inconsciente
y dignidad del individuo 113-5
209-10 y necesidad de aceptar el rol
y énfasis en el niño como asignado por el paciente
fenómeno aislado 149 113-4
y factor ambienw 271-2 y nueva experiencia de la
y sueños 20-2, 127-8 reacción a la deprivación
y psiconeurosis 19-20, 123-4, 114-5
127-8, 271-2 Psicoterapia (vill# um,biin
y teoría 17, 19-20, 13 3-4 Psicoao,lisis)
y transferencia 21-2, 120-1, como modificación del
123-4,127-8, 133-4, 136-7 psicoanálisis 117-9
Psicoanalist2(s) (vlMt tllmbiln de los niños deprivados y
Psicoterapcuta/s) antisociales 108-9, 112-6,
sueños acera de los 21-2 127-8
y depresión 84 la formación psicoanalítica
y pensamiento evolutivo 9S-6 como base de la 117
y primeras entrevistas 120-1 no es amistad 126-7
y relación con un psiquiatta tres tipos de 126-7
•adulto" 203-4 y aspectos económicos de un
Psicología de la deprcs;6n 87-8 C2SO 118-9
e.le los dictadores 145-6. 291-2 y capacidad de sorprenderse
Psicomorfologia 28-9 63-4

326
y completamiento de los Relación
procesos de desarrollo 96-8 deslealtad en la 1S9-60
y dependencia 120-1 entre el elector y el gobernante
y enseñanza 74-S 291-4
y moralidad 112-3 entre el maestro y el alumno
Psique-soma 37-8 74-S
e intelecto escindido 70-1 entre el m~co y el paciente
Psiquiaaia infantil 136-7
y cambio dramático 21-2 entre la madre y el hijo 29-30,
Pubertad 30-1. 31-2, 161-2. 180-1, 144-S. 147-8,205-6
181-2187-8, 190-1,207-8 interpersonal 38-9, 43-4, 166-7
rígida, en el matrimonio S6-7
Reacción triangular 122-3
a la intrusión del mundo S0-1 Relación bebé-madre 29-30, 38-9,
a los estímulos 48 122-3, 144-S, 147-8,205-6
del be~ a la falla en el sostál fantasías acerca de la 286-7
168-9 peligro de interferir en ella
del be~ a la fru.uradón 28-9 147-8,286-7,298-9
el suicidio como reacción a la Relación de objeto 38-40, 124-5,
agresión 188-9 166-7
pauta de reacción ante lo como parte del crecimiento
impredecible 177-8 121-2
Recuerdo con el objeto objetmunente
de desastres 39-40, 168-9 percibido 1S2-3, 1S4-S,
de ttaumu, como alivio para la 1S6-7
~ción interna 91-2 con el objeto subjetivo 85-6, •
Reali psíquica interna 29-30, 152-3, 1S4-S,IS6-7
88-9 y creatividad 38-9
elementos bc.nivolos en la y proce90 de maduración 38-9
90-1, 2S7-8 Religión
elementos persecutorios en la y certeza 18-9
257-8 y conflicto en Irlanda del Norte
interrelación de objetos y 259-60
fuerzas en la 88-9 y contribución del psicoaNlim
lucha en la, y elecciones 16S-6
democráticas 279-80 y cuidados 130
presiones y tensiones en la 86-7 y dependencia, en la
relacionada con el mundo enfermedtd 12 3-4
externo 39-40 y experiencia cultural 44-5
y contención del conft.icto y fenómenos ttansicionales
251-8 ISS-6
y destrucción del objeto 303-4 y trabajo social 131-2
y enriquecimiento a través de la Relojes, real y alucinado S9-60,
ezperiencia 218-9 62-3
Regresión e insania 3S-6 Residencia psicioeolmtica 37-8
Reina Victoria 306-7 Resistencia 97-8

327
Respiración como actividad y procesos yoicos 45-6
creativa, la 52-3 y sentirse real 43-4 y ser 4 3-4
Responsabilidad y responsabilidad por
personal, aswnida en la salud sentimientos e ideas 96-7
34-5 y riesgo 39-40
y depresión 42-3, 257-8 y self verdadero y falso 78-9 y
Retraimiento trastorno esquizoide 37-8,
como resultado de una falla 40-1
ambiental 124-5 y uso del cuerpo 37-8
en los niños 62-3 Seducción en la nii\ez 126-8
Rey (vú.tt todJiin Monarquía) Sclf (vúse todJiin Individuo)
y democracia 249-50 como unidad 88-9, 256-7
y estabilidad 249-SO conciencia prematura del 29
R.iclcrnan,John 126-7 descubrimiento del, en la
Riesgo adolescencia 188-9
para el niño, en excursiones y diagrama del 88-9, 256-7,
regresos 15 7-8 294-5
y salud 39-40 falso 41-2, 78
Roben:son,James 208-9 falla en la estructuración del
Robo 122-3
del objeto bueno 100-1, 109-1 O indiferenciado, en un comienzo
y deprivación 109-11, 111-2, 220-1
114-5, 123-4 personal privado 78-9
Roosevelt, F. D. 250-1 sentido del 28-9, 3S-6, S1-2
sentido del, en la adolescencia
Sabiduria 71-2 292-3
Sadismo oral 98-9 separación del, respecto del
Salud ambiente 85-6
e intelecto 38-9n ser uno mismo, y deslealtad
e intimidad 39-40 162-3
en la adolescencia 30-1 ttaici6n del 78
en la latencia 30-1 verdadero 41-2, 78
y ausencia de trastorno y contención del confilcto 9S-6
psiconeur6tico 33-4, 45-6 Self verdadero
y capacidad para descubrir el e integridad 81-2
conflicto dentro del self oculto 41-2, 70-1
281-2 traumatizado 41-2
y contraste con la enfermedad y self &lso 41-2, 60-1, 70-1
269-71, 272-3 Sentimentalismo 301-2
y depresión 42-3, 85-6, 93, Sentine real 26
258-9, 281-2 y el fracaso deliberado 80-1
y derrumbe 40-1 y el niño de 1Oaftos 80-1
y ezperiencia cultural 44-S, y la salud 43-4 y los artistas
45-6, 47 63-4
y libertad en la personalidad Separación niño separado de su
33-4, 264-5 madre 151-3, 208-9

328
niño separado demasiado identificación con la 34-S, 71-2,
tiempo de su figura materna 173
168-70 lealtad a una zona limitada
self separado del ambiente 85-6 de la 177-8
y cultura 44-S madurez de la, y democracia
y visitas a los niños en los 294-5
hospjtales 208-9 rejuvenecimiento de la 176-7
Ser 28-9 salud de la 47, 176-7
antes de hacer 31-2, 35-6, 48, y fracaso en hacerse cargo de
Sl-2 todos sus miembros enfermos
en la adolescencia 31-2 21-2, 176-7,282-5
sentido de 308-9 y realización penonal 176-7
y salud 43-4 Sorpresa
Ser hwnano (vúse tllmbiln ante lo que surge en la mente
Individuo) 61-2
diagrama del 256-7, 294-5 capacidad de 63-4
único4S-6 y actividad creativa 226-7
y destrucción del mundo 45-6 y psicoanpia 63-4
y estado unitario 71-2, 256-1 Sostm
y sabiduría 71-2 desaipci6n del 34-6
Sexo en la asistencia social 34-6,
como terapia 57-8 124-5, 139-40
y creatividad 58-9 físico del bebé 167-9, 177-8
y vida creativa 56-7, 57-8 proporcionado por la familia
Shabspeare, William 78 34-S, 124-S
Simbolismo proporcionado por la socie<bd
en el análisis 127-8 124-5
en el juego 155-6 y confiabilidad 168-9, 170-1
Sfmbolo(s) de unión 156-7 y tratamiento de la psicosis
el ataúd como 199-200 126-7
el color negro como 200-1 Soy el rey del castillo 68-9, 181-2
el Muro de Berlín como 201-2 Subjetividad
uso de los, en el juego ISS-6, del bebé 20-1
156-7 en la enfermedad esquiz.oide
uso de los, por los niftos 179-80 38-9
Sociedad Sublimación de la desnuctividad
como enensión de la familia 170-1
34-S Suicidio 42-3, 258-9
compuesta por unidades del mundo 294- 5
individuales 27-9,47, 173, Sumas, vilm Aritm~tica
174-7 Sumisión 49-S0, 50-1
concepto psicoanalítico de del niño autista 59-60
209-10 del nifto deprmdo 108-9
costumbres de la, y criama de y dependencia de la autoridad
los niftos 178-80 80-2
esuuctura de la 173, 176-7 Supemvencia

329
de los padres de adolescentes Tensión
182-3 alivio de la, mediante la
del objeto bueno 302-5 proyección 90-1
fracaso en sobrevivir 304-S alivio de la, por la hipocondría
y decisión de luchar 2S2-3 91-2
el Muro de Berlín como lugar
Tareas hogareftas Sl-2 de 88-9
Temor inherente a la vida 19-20
a la dependencia 14S-6 interior 88-9, 91-2
a la dominación 145-6 necesidad de tolerarla 231-2
a la libertad 245-6, 246-7, sexual 88-9
247-8, 264-S Teoría
a la mujer 145-6, 290-1 freudiana 19-20, 66 ·
al determinismo 265-6 psicoaoalftica 117
de ser pasivo del varón 80-1 psicoanalítica, del desarrollo
en la relación del niño con sus emocional 17, 66, 264-5
padres 159-60 y determinismo 264-6
y destrucción del mundo 45-6 y vida creativa 19-20
y repetición compulsiva S5-6 Tbt Tnna 52-3, 205-6
Tendencia antisocial (vwr tJlmbiln Tiempo
Actividad antisocial) necesario para el desarrollo del
y aprendizaje 81-2 juego 156-7
y delincuencia 106, 12 2-3, necesario para la adolescencia
125-6 30-1
y deprivación 42-3, 107-8, Totalidad
121-2, 122-4, 181 de la personalidad 166-7
y esperanza 106, 108-9, 111-2, e independencia 67-8
125-6 Trabajo social ·
y liderugo inmaduro 281-2 y aflicción del nü\o individual
y ~dida de contacto con 1~ 150-1
objetos 109-10, 114-5 y contención del conflicto
y reacción a la persecución 158-9
enema 293-4, y énfasis en la familia 128-5
y tendencia a la dictadura y prictica médica 131-2
280-5 y provisión de cuidado familiar
Tendencia homosexual en la fase 124-5
prepuberal 30-1 y sostén 34-6, 124-S, 139-40
Tendencias genéticamente Transferencia 21-2, 120-1, 123-4,
determinadas Sl-2 127-8,133-4, 136-7
Tendencias heredadas Trastorno psicosomático 204-5
grados del desarrollo como Tratamiento de shock 90-1, 118-9
73-4 Trauma
y proceso de crecimiento de las niiias, en la &se falica
166-8, 174-S 214-5
y pro\·isión ambiental 174-S en la primer.i infancia 28-9
y sostén 35-6 nueva versión del 40-1

330
y protección del self verdadero orígenes de la 50-2, 56-65
41-2 y creación artística 52-4
y vida sexual 56- 7
Unidad Vida sexual en el maaimonio 56-9
de cabeu y cuerpo del be~ Vivir
168-9 a través del otro, en el
de la raza humana 255 matrimonio 59-60
del bebé, que al comicnw tteativamente 48-65
incluye a la madre 73-S por representante 59-61
el be~ se convierte en 85-6, Voncidad
86-7 como impulso de amor
el mundo como 25 5 primitivo 196, 244-5
el sclf como 89-90 responsabilidad individual por
el ser hwnano como 68-9, 255 la 243-4
Uno y la economía 196
concepto de, y aritmética 69-70 y la guerra 243-4
impulso del hombre de ser uno Wbo ~ Afn,id ef V,rg;,,¡. Woolfl 58-9
221-2 Wmnicott, D. W.
y monoteísmo 72-3 como escolar 69-70
dos sueños de 236-8
Verbalir.ación y errores en la práctica médica
progreso de la 73-4 132-3
y actitud conversacional 301-2 y orgullo de ser médico 13 2-3
y etapa preverbal 69-70 y paso de la pediatría al
y sentimiento 301-2 psicoao4Jisis 13 3-4
Vicente de Paul, San 134-5, 137-8 y religión 274-81
Vida
de la realidad psíquica interna }ó '"11
43-4 antes de yo bago 3S-6
digna de ser vivida 48 como rasgo central del
en el mundo 43-4 desarrollo humano 67-8
finalidad de la 42-4 como resultado de la
línea de, inlmUmpida por falla integración 3S-6
ambiental 166-7, 168-9, etapa del desarrollo 66
177-8 palabras agresivas y peligrosu
Vida creativa 162-3
en el matrimonio 53-9 peligro del 68-9, 162-3
en fa zona entre e1 niño y la y Dios 68-9
madre44-S y malre ~llficientemcntc: buena
esperanr.a necesaria para la 74-5
268-9 y pérdida de la fusión 74-5 y
impedida por la defensa repudio del no-yo 74-S
organiuda 37-8

331

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