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De dónde viene el amor de los británicos

por la monarquía en Reino Unido y qué


dicen sus críticos
 Paula Rosas
 BBC News Mundo

17 septiembre 2022

Ciudadanos hacen cola durante la madrugada para entrar en la capilla ardiente de Isabel II.

La muerte de Isabel II pone fin a una era. El mundo ha cambiado de arriba


abajo desde que una joven reina de 25 años asumiera el trono en 1952, pero
una constante se mantiene: el apoyo mayoritario de los británicos a la
monarquía.

En sus 70 años de reinado, Isabel II pudo ser testigo de un tremendo cambio social.

En muchos aspectos, el Reino Unido de hoy se parece poco a aquel país de


posguerra. Ha pasado de ser una sociedad conservadora y tradicional a un país
diverso, donde la mayor parte de los niños que nacen lo hacen fuera del matrimonio
y solo uno de cada cuatro personas se consideran creyentes.

La monarquía, sin embargo, un sistema basado en la herencia de poder y privilegio,


sigue manteniendo una popularidad constate. Un 62% de los británicos la apoya
como sistema político, según la encuesta que "YouGov" publicó el pasado mes
de junio.
El propio Carlos III, que no había sido hasta ahora de los miembros de la familia real
preferidos por los británicos, ha podido sentir el efecto de la corona: su popularidad
se ha duplicado desde que es rey.

Un río de fervor monárquico

Ese amor mayoritario de los británicos por su monarca tiene estos días su reflejo
más claro en la fila que se ha formado para entrar en la capilla ardiente de Isabel
II, donde miles de ciudadanos están dispuestos a pasar hasta 14 horas de
peregrinación para dar su último adiós a la reina.

En un país que no tiene fiesta nacional, son las citas reales como los jubileos o los
cumpleaños del monarca los que han acabado por asumir ese espacio de exaltación
de la identidad británica, de su idiosincrasia, de aquello que los diferencia del resto
del mundo, señalan expertos consultados por BBC Mundo.

La asociación entre monarquía y lo británico llega a su máximo apogeo con la


muerte de Isabel II, donde una nación de luto celebra la vida de su reina y, a la vez,
su propia historia.

Miles de ciudadanos celebran en Londres el jubileo de platino de Isabel II el pasado 5 de


junio.
¿De dónde viene este apoyo tan mayoritario?
"Los británicos han valorado el hecho de tener un jefe del Estado distinto
y separado de la política del día a día", apunta a BBC Mundo el constitucionalista
Craig Prescott, profesor en la Universidad de Bangor, en Gales.
Mientras que la Cámara de los Comunes puede llegar a ser un lugar brutal, y el
enfrentamiento político y la crispación acaban generando desazón entre los
ciudadanos, la monarquía -argumenta el experto- se presenta generalmente como
una figura unificadora, que representa a todos los británicos, sean estos del bando
que sean.

"A esto se suma la forma en la que Isabel II ha llevado a cabo sus tareas desde
1952, su dedicación al servicio del país y de la Commonwealth. Ha sido una
monarca muy popular, incluso muchos republicanos están de acuerdo en que ha
hecho un gran trabajo", añade Prescott.

Las razones para apoyar la monarquía son diversas, aunque para algunos pueden
reducirse al viejo refrán de "mejor malo conocido que bueno por conocer".
Qué figura sustituiría la del monarca genera una incógnita a la que no todos están
dispuestos a enfrentarse. "Muchos, cuando se hacen la pregunta de quién sería
presidente, no parecen encontrar ejemplos demasiado buenos en otros países",
argumenta el constitucionalista.

La popularidad de Carlos III se ha duplicado desde que es rey.


Para la socióloga Laura Clancy, la monarquía ha mantenido un apoyo estable a lo
largo de los años por tres razones principales: "primero, hay una fuerte asociación
con la identidad nacional, la historia y la nostalgia. Esto se puede ver, por ejemplo,
en cómo se enseña la historia en Reino Unido, centrada a menudo en los
monarcas". Además, "los británicos han desarrollado un fuerte afecto con ciertos
miembros de la familia real, principalmente la reina. Y, por último, la monarquía ha
sabido proyectarse muy bien en los medios de comunicación, presentando una
ideología particular al público, como los valores familiares, la caridad, las ideas de
servicio y deber", razona Clancy.

Las razones republicanas


La monarquía, sin embargo, no está exenta de críticas, a pesar de que el peso del
republicanismo en Reino Unido apenas ha variado en las últimas décadas.
En 1969, un 18% de los británicos se consideraba republicano. Esa cifra hoy apenas
ha ganado cuatro puntos, hasta el 22%, según datos de Ipsos Mori. Entre las
generaciones más jóvenes, sin embargo, se eleva al 31% de acuerdo con los datos
de "YouGov". Para Prescott, "la cuestión está en saber si esos jóvenes seguirán
siendo republicanos cuando crezcan o cambiarán de opinión".

Uno de los principales argumentos en contra de la monarquía es que "por


principio, no es democrática", arguye Graham Smith, presidente de "Republic",
quizás el principal grupo de presión que aboga por un cambio de sistema en Reino
Unido. "La institución no es apta para cumplir su propósito, es corrupta, abusa del
dinero público y hace lobby por sus propios intereses", opina Smith. Su
organización, que busca la celebración de un referendo para que los británicos
puedan elegir su sistema de gobierno, planea una campaña de protestas para la
coronación de Carlos III, que se prevé que tenga lugar el año que viene.

Un hombre despliega una bandera británica con la imagen de la reina Isabel II el día de su
muerte.
Otra de las críticas recurrentes a la institución monárquica es su coste. Calcular las
finanzas reales no es sencillo. La Subvención Soberana, el presupuesto público que
cada año se transfiere a la familia real para que gestione sus gastos de
representación, superó este años los US$ 100 millones. A cambio, señalan sus
defensores, la familia real se ha convertido en una gran atracción turística para
Reino Unido, lo que genera importantes ingresos.

En "Republic" no están de acuerdo. "La monarquía no trae ningún dinero al país,


cualquier estimación del dinero que supuestamente aportan es completamente
capciosa. Sin embargo, nos cuesta 345 millones de libras al año (US$ 395
millones)", critica Graham Smith, en cuyo cálculo incluye otros gastos como los de
seguridad (no incluidos en la Subvención Soberana). Para Laura Clancy, que ha
escrito "Running the family Firm: How the monarchy manages its image and our money"
(Dirigiendo la empresa familiar: cómo la monarquía gestiona su imagen y nuestro
dinero), "la institución consagra un sistema de desigualdad y servilismo".

El pasado imperial y colonial de la Corona también está en la diana de las críticas,


algo que, según Craig Prescott, "el nuevo rey y el príncipe de Gales van a tener que
abordar". Los escándalos de las últimas décadas, entre ellos el del príncipe
Andrés, demandado por abuso sexual, o el alejamiento del príncipe Harry y su
esposa Meghan de la familia real, "han dañado mucho a la monarquía y han
generado mucho más debate en torno al por qué de la monarquía", razona Graham
Smith.

La idiosincrasia británica

A pesar de las críticas, seis de cada diez británicos quieren que Reino Unido siga
siendo una monarquía. Una cifra que ha descendido en la última década, pero que
sigue siendo importante. ¿Qué hace que los británicos mantengan tal afecto por un
sistema contrario a los principios meritocráticos y a la democracia liberal moderna?

El luto nacional por la muerte de Isabel II encarna la asociación entre la monarquía y lo


británico.
Uno de los pensadores que intentó dar explicación a esta idiosincrasia británica fue
el ensayista y periodista victoriano Walter Bagehot, uno de los primeros directores
de "The Economist". En "La constitución inglesa", publicado en 1867 y que se ha
convertido en una de las referencias canónicas para entender el sistema político
británico, diferencia el elemento eficiente de la constitución -el gobierno- y el
elemento solemne o "dignificador" de la misma, encarnado por la monarquía.

La monarquía, reconocía Bagehot, no es racional. Pero "la reverencia mística, la


lealtad religiosa que son esenciales a toda auténtica monarquía, son sentimientos
imaginativos que ninguna legislatura puede fabricar en un pueblo", escribió.
Mientras el imperio iba en declive, argumentó, "el pueblo rinde deferencia a lo que
podemos llamar el espectáculo teatral de la sociedad. El climax de esa obra es la
reina", por aquel entonces, Victoria. Esos rituales y ceremonias, como la apertura
del Parlamento, la proclamación, la coronación -el teatro, al fin y al cabo, del que
habla Bagehot- "aportan continuidad".

"Los individuos involucrados cambian, pero las ceremonias siguen siendo las
mismas. Isabel II ha tenido todo tipo de gobiernos, conservadores, laboristas o de
coalición. Pero, a todos los efectos, las ceremonias siguieron igual, por lo que los
cambios no parecen tan radicales. En cierto modo, cuanto más igual
permanezcan las cosas, más pueden cambiar", argumenta Prescott. El monarca,
explica Andrew Marr en "The Diamond Queen" (La reina de diamante), representa la
continuidad: "una monarquía constitucional pretende representar los intereses de
la gente antes de que eligieran a este gobierno y después de que haya cambiado.
Recuerda. Mira hacia al futuro, más allá de las siguientes elecciones".

"La excentricidad y la extravagancia reflejan una parte importante de nuestro carácter


nacional".
Que, en el siglo XXI, un país democrático acepte con naturalidad que las
credenciales de su nuevo jefe del Estado se basen en su acta de nacimiento puede
desafiar a la lógica. Pero aquí, "la lógica no es el factor más importante",
argumenta el corresponsal de BBC Mark Easton.

"Estamos encantados de aceptar la excentricidad y la extravagancia porque


reflejan una parte importante de nuestro carácter nacional. Así que, para
intentar explicar el éxito improbable de la monarquía, no debemos esperar que la
respuesta esté basada en la razón", explica Easton.

"La monarquía británica es apreciada porque es la monarquía británica. Somos una


sociedad antigua y complicada que rinde deferencia al espectáculo teatral de la
sociedad".

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