Primera revolución industrial La era industrial o revolución industrial nace en Gran Bretaña, aproximadamente en el año 1760. Esta época constituyó un cambio por completo que altero los procesos económicos, desde la minería a la construcción y específicamente en la industria (Iñigo, 2012). Así mismo significo una transformación social, cultural y tecnológica en Europa, y posteriormente del mundo. La máquina a vapor creada por James Watt fue la base sobre la cual se asentó todo el desarrollo de la era industrial. Este invento fue posible gracias a la existencia del combustible como el carbón y el hierro. A partir de ello se crearon los trenes y barcos a vapor. De esta manera Inglaterra se convirtió en una potencia económica mundial con el crecimiento de maquinaria e invenciones que permitían crear objetos con mayor rapidez que la propia mano de obra humana (Gonzales, 2021). Esto con la calidad de vida de las personas en ese momento y la calma política, dieron pase a la inversión para una tecnología más moderna. Para este punto de la historia, la arquitectura y la ingeniería se debían plantear a partir de diferentes formas, técnicas y procesos de construcción que reflejen claramente las nociones propias de las nuevas necesidades de la producción industrializada. La producción mecanizada, especialmente con la máquina de hilar en el sector textil, generó un descenso del trabajo artesanal. Esta nueva forma de producción dio lugar a que los talleres fueran desplazados por grandes centros fabriles (Selva V. y López J., 2016). Estas nuevas manifestaciones arquitectónicas estuvieron íntimamente relacionadas con la aparición en el mercado de nuevos materiales preparados por la propia industria, como el hierro, el acero y el hormigón armado (Aguilar, 2007). Es así como nace la tecnología constructiva ya que la arquitectura anterior era básicamente de madera, piedra o ladrillo. El nuevo mundo exige cada vez más un esfuerzo de respuesta a los arquitectos, los cuales dejan de ser solo artistas para convertirse en profesionales. Las fábricas fueron las primeras construcciones en hacerse notar por parte de estos. El arquitecto y urbanista Claude-Nicolas Ledoux planteó una nueva forma de edificar todas las salinas ya que ubicó las salinas de Chaux en un bosque, cerca de la leña que alimenta las calderas, haciendo transportar el agua hasta allí. El proyecto se diseñó de una manera rigurosamente geométrica donde se encontraba un eje de poder, que va desde la entrada hasta la casa del director. Perpendicularmente a este, se situaba el eje de producción y la parte circular se encontraban las viviendas para los obreros Por otro lado, aparecen una serie de tipologías arquitectónicas que nacen como respuesta a las nuevas necesidades de la sociedad industrial tales como como la estación de ferrocarril, el puente, los viaductos, los grandes almacenes, etc. (Pimentel, 2017) Una de las construcciones que más destaco fue el Croalbrookdale (1775) en Inglaterra, el primer puente construido a base de hierro fundido con 60 m. de longitud y 18 m. de altura. Por su resistencia, elasticidad y producción en serie, al hierro se le asumió como el principal componente exclusivo o mayoritario. Para el francés Henri Labrouste, el hierro fue el mejor material de construcción, tanto así que se autoproclamaba arquitecto del hierro. Su obra de la biblioteca de Santa Genova se dividió longitudinalmente en dos partes cubiertas con sendas bóvedas de medio cañón metálicas. A su vez los estantes de libros compuestos de hierro fundido evidenciaron la aplicación funcional y espectacular de este material. Esta arquitectura precedida por la primera revolución industrial se determina por los materiales obtenidos de la tecnología de la época. A partir de estos se puede leer todo el proceso constructivo y organizativo, haciendo a la arquitectura más bella, ligera y justa con su volumen (Aguilar, 2007), que se utiliza como modelo para las nuevas proyecciones.