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La ciudad es educativa
Es educativa independientemente de nuestro querer. Es cultura por la mirada estética o asombrada que le
damos, es educadora y educanda en relación directa con nuestra posición política, política del gasto publico,
política cultural, de salud, transporte, etc. las ciudades revelan su memoria de un modo espontáneo,
expresan formas de ser de generaciones anteriores, maneras de valorar, de reaccionar, manifestaciones vivas
de su cultura. El respeto mutuo de las personas, el celo con que tratan los objetos públicos, los muros de las
casas, la manera en que la ciudad es tratada por sus habitantes y sus gobernantes. También por el
tratamiento que damos a su memoria, sus museos, sus centros de cultura y arte, que reproduce y comunica a
las generaciones que llegan. Marcas que hablan con vanidad de hechos de paz y de guerra.
Condiciones concretas
Repensar la formación docente, implica asumir que las proposiciones hechas deben ser consideradas como
móviles y cambiantes según las condiciones de contexto. Es dejar de pensar en límites rígidos para la
formación docente y proponer enunciaciones caracterizadas tanto por su historicidad, como por un estado de
permanente resignificación que rechaza todo intento de sacralización y universalización de las mismas. A su
vez, significa no aceptar esquemas inflexibles, fijos y estáticos en los que por lo general han caído algunas
teorías que consecuentemente quedaron desfasadas con respecto a una realidad que por su propio
dinamismo. Este estado de incompletud, no debe inmovilizar o desesperanzar, sino por el contrario, obliga a
realizar un esfuerzo reflexivo dirigido a sortear los reduccionismos que simplifican su abordaje a la hora de
proponer los cambios y que inhiben el diálogo como la forma necesaria para la superación de la contradicción
opresor-oprimido.
Las nociones de conocimiento, educando y educador son categorías clave en la pedagogía de Paulo Freire y
es a partir del tratamiento de ellas, que se monta la presente propuesta para repensar la formación docente.
Reflexionar desde estas categorías entendiéndolas como herramientas epistemológicas, significa realizar una
reflexión acerca de las situaciones concretas de la realidad para problematizarlas, desnaturalizarlas y
resignificarlas. Es decir, para sembrar más dudas que certezas, para habilitar la “curiosidad epistemológica”.
Estas mismas categorías, que desde la perspectiva tecnocrática son pensadas como los límites de la
formación docente, aquí son propuestas como bordes para reencantarla.
Valiéndonos de algunos de los saberes que Paulo Freire considera indispensables para la práctica educativa,
proponemos superar los límites actuales y animarnos a caminar por los bordes de ella. Es decir, abrir la
posibilidad para la construcción de un pensamiento epistémico. Entendiendo por pensamiento a “una
postura, una actitud que cada persona es capaz de construirse a sí misma frente a las circunstancias que
quiere conocer”
El conocimiento no se transmite sino que se construye o produce y, tanto educando como educador, deben
percibirse y asumirse como sujetos activos en este proceso de construcción. “No hay docencia sin discencia,
las dos se explican y sus sujetos, a pesar de las diferencias que los connotan, no se reducen a la condición de
objeto, uno del otro. Quien enseña aprende al enseñar y quien aprende enseña al aprender.” (Freire, 1997)
Implica una ruptura con estas concepciones tradicionales que aún persisten en los sistemas educativos,
sostenidas por las políticas conservadoras, para lograrlo es exigible el respeto por los saberes de los
educandos, especialmente aquellos construidos por la clase social oprimida. Un reconocimiento que no
implique quedarse en esos saberes que sólo justifican la reproducción del sistema injusto y desigual, sino que
habilite la partida desde ellos, para la superación de las situaciones límites. Este, debería ser un tiempo de
interrupciones, donde podamos tomar verdadera conciencia de las condiciones concretas que tenemos hoy
los sujetos del sistema educativo y en especial los que constituimos la formación docente.
En el marco de estas condiciones y tal como están planteadas las cosas hoy en la Argentina, los educadores y
educandos, estamos siendo espectadores ante la presentación de un nuevo proyecto educativo, en el que los
intelectuales y funcionarios que trabajan para los opresores generan mecanismos pseudo-participativos de
consulta donde invitan a debatir, compartir y aportar ideas, siempre y cuando no esté en peligro o en
cuestionamiento el orden social vigente. Este accionar, desde el cual se pretende llevar a cabo la reforma de
la reforma, pone otra vez al descubierto que “los opresores, falsamente generosos, tienen la necesidad de
que la situación de injusticia permanezca a fin de que su generosidad continúe teniendo la posibilidad de
realizarse” (Freire, 1985), y los que trabajan para los opresores, también.
No podrá repensarse entonces, la formación docente, sin la posibilidad de romper con este esquema de
decisiones. Sin recrear una pedagogía verdaderamente crítica, que se ejercite como práctica de la libertad
hacia la construcción de un hombre y una mujer nuevos. Sin concebir una pedagogía del oprimido y no una
pedagogía para el oprimido.
Por eso, en este tiempo de interrupciones, más que ideas acabadas o conclusiones falsas para reformar la
educación, quizás sea preferible recrear los bordes, habilitar la palabra a los educadores, a los educandos
para que puedan seguir haciendo preguntas, como las que se hacía Freire, pues... “¿Quién mejor que los
oprimidos se encontrará preparado para entender el significado terrible de una sociedad opresora?...
¿Quién, más que ellos, para ir comprendiendo la necesidad de la liberación?”
Conocimiento conjetural
De la curiosidad ingenua que caracterizaba la lectura poco rigurosa del mundo a la curiosidad exigente,
metodizada con rigor, que busca descubrir con mayor exactitud. Lo que significó también cambiar la
posibilidad de conocer, de ir más allá de un conocimiento conjetural mediante la capacidad de aprehender
con rigor creciente la razón de ser del objeto de la curiosidad.
Uno de los riesgos que necesariamente correríamos al superar el nivel del mero conocimiento conjetural,
mediante la metodización rigurosa de la curiosidad, es la tentación de sobrevaluar la ciencia y menospreciar
el sentido común. Es la tentación que se concretó en el cientificismo que, al postular como absolutos la
fuerza y el papel de la ciencia, terminó por convertirla casi en magia. Es urgente, por eso mismo, des-
mixtificar y desmitificar la ciencia, es decir, ponerla en su debido lugar, y por lo tanto respetarla.
Práctica progresista
Si la nuestra es una opción democrática y somos coherentes con ella, de manera que nuestra práctica no
contradiga nuestro discurso, no nos es posible hacer una serie de cosas que a menudo realizan personas que
se proclaman progresistas. Veamos algunas:
1) No tomar en consideración el conocimiento de experiencia hecho conque el educando llega a la escuela, y
sólo valorar el saber acumulado, llamado científico, del que es poseedor.
2) Tomar al educando como objeto de la práctica educativa de la que es un sujeto. En esta forma el
educando es pura incidencia de su acción de enseñar. A él como sujeto le corresponde enseñar, es decir
transferir paquetes de conocimiento al educando; a éste toca recibir dócil y agradecido el paquete y
memorizarlo. Al educador democrático también le corresponde enseñar, pero para él o ella enseñar no es ese
acto mecánico de transferir a los educandos el perfil del concepto del objeto. Enseñar es sobre todo hacer
posible que los educandos, epistemológicamente -curiosos- se apropien de la significación profunda del
objeto de la única manera como, aprehendiéndolo, pueden aprenderlo. -Para el educador progresista
coherente enseñar y aprender son momentos del proceso mayor de conocer. Por eso mismo implican
búsqueda, viva curiosidad, equívoco, acierto, error, serenidad, rigor, sufrimiento, tenacidad, pero también
satisfacción, placer, alegría.
3) Gritar a los cuatro vientos que quien piensa de otra manera, es decir, quien respeta el saber con que el
educando llega a la escuela, no para quedarse girando alrededor de él sino para ir más allá de él, es
populista, focalista y licencioso.
4) Defender la visión estrecha de la escuela como un espacio exclusivo de "lecciones que enseñar y lecciones
que tomar," por lo cual debe estar inmunizada (la escuela) contra las luchas, los conflictos, que se dan "lejos
de ella", en el mundo distante. La escuela, después de todo, no es un sindicato.
5) Hipertrofiar su autoridad al punto de ahogar las libertades de los educandos y si éstos se rebelan la
solución es reforzar el autoritarismo.
6) Adoptar constantemente posiciones intolerantes en las que es imposible la convivencia con los que son
diferentes. La intolerancia es sectaria, acrítica, castradora. El intolerante se siente dueño de la verdad. No
es posible crecer en la intolerancia. El educador coherentemente progresista sabe que estar demasiado
seguro de sus certezas puede conducirlo a considerar que fuera de ellas no hay salvación. El intolerante es
autoritario y mesiánico. Por eso mismo, en nada ayuda al desarrollo de la democracia.
7) Fundar su búsqueda del mejoramiento cualitativo de la educación en la elaboración de "paquetes" de
contenidos, a los que se –suman manuales o guías dirigidos a los profesores para el uso de los paquetes. Se
percibe cómo una práctica semejante exuda autoritarismo. Por un lado, en la total falta de respeto, por la
capacidad crítica de los profesores, por sus conocimientos, por su práctica; por otro, en la arrogancia con
que media docena de especialistas que se consideran iluminados elabora o produce el "paquete" que deberá
ser dócilmente seguido por los profesores, que para hacerlo deberán recurrir a las guías. Una de las
connotaciones del autoritarismo es el total descreimiento en las posibilidades de los demás. Lo máximo que
hace la dirigencia autoritaria es el remedo de democracia con que a veces procura oír la opinión de los
profesores sobre el programa, que sin embargo ya está elaborado. En lugar de apostar a la formación de los
educadores el autoritarismo apuesta a sus apuestas y la evaluación posterior, para ver si el paquete fue
realmente aceptado y seguido. Desde un punto de vista coherentemente progresista y por lo tanto
democrático las cosas son diferentes. El mejoramiento de la calidad de la educación implica la formación
permanente de los educadores. Y la formación permanente se basa en la práctica de analizar la práctica. Es
pensando su práctica, naturalmente con asistencia de personal altamente calificado como se puede percibir
integrada en la práctica una teoría no percibida antes, poco percibida o ya percibida pero poco asumida.
Entre los paquetes y la formación permanente el educador progresista coherente no vacila: se entrega al
trabajo de formación. Es que saben muy bien que es poco probable obtener la criticidad de los educandos a
través de la domesticación de los educadores. ¿Cómo puede la educadora provocar en el educando la
curiosidad crítica necesaria para el acto de conocer, el gusto por el riesgo y la aventura creadora si ella no
confía en si misma, no se arriesga si ella misma se encuentra amarrada a la guía con que debe transferir a los
educandos los contenidos considerados como salvadores?
UNIDAD 2
GEYMONAT:
Proclo, un neoplatónico del siglo V d. C., en el célebre "Resumen histórico" contenido en el prólogo a su
comentario del Libro I de Euclides, escribe que —después de Tales y de otros estudiosos de matemática
contemporáneos— Pitágoras transformó ese estudio convirtiéndolo en una enseñanza liberal que se
remontaba a los principios generales y estudiaba los problemas abstractamente y con la inteligencia pura".
Precisamente en esta transformación, que luego será desarrollada con tanto éxito por Platón, Aristóteles,
Euclides, etc., debe buscarse la verdadera novedad que introdujeron los griegos. Tal transformación señaló el
comienzo de la investigación científica autónoma, pues afirmó la exigencia de un saber racional, irreductible
a la simple y mera colección de experiencias de la vida cotidiana. Si es probable que también los egipcios y
los asirio-babilonios disponían de algún método para probar los resultados obtenidos por lo menos en ciertos
campos, queda en pie, sin embargo, que tal método no ha llegado hasta nosotros, y que, en todo caso, no
fue capaz de garantizar la validez general de los teoremas y de las leyes científicas. Los antiguos físico-
filósofos griegos afirmaron la exigencia de la demostración, sin embargo no pudieron atribuirle ningún valor
lógico, pues carecían de la nación exacta de la lógica, que como disciplina fue posterior. El análisis de las
primeras demostraciones matemáticas indican que estas partían de algunas antítesis fundamentales
admitidas como evidentes y trataban de demostrar por el absurdo la imposibilidad de aceptar o rechazar
ciertas conclusiones.
Conforme lo escribe Aristóteles en la Metafísica, "lo que originariamente impulsó a los hombres hacia las
primeras investigaciones fue el asombro". Es indispensable advertir, por lo tanto, que la simple comprobación
de un hecho que causa asombro, no es de por sí suficiente para iniciar un proceso de investigación científica.
Para hacer ciencia es necesario no permanecer inmóviles ante el motivo del asombro; hay que pasar del
estado puro de contemplación al de la acción.
1. La primera técnica —y la más espontánea— a que acudieron los hombres para dominar la experiencia fue el
lenguaje. Éste servía al individuo para comunicar sus propias observaciones personales a otros individuos. Sin
embargo, el lenguaje común no tardó en demostrar su propia ineficacia. Con frecuencia, el mismo conjunto
de palabras se usaba con significados distintos; lo cual posibilitó la construcción de sistemas dotados de una
coherencia controlada es decir de sistemas racionales. Nada más eficaz a tal propósito que utilizarla para
demostrar, sobre el mismo argumento, tesis contradictorias entre sí. Él griego del siglo V aprendió a conocer
la dificilísima máquina del idioma, descomponiendo y recomponiendo los raciocinios más singulares,
construyendo las argumentaciones más sutiles y artificiosas, despedazando los conceptos tradicionalmente
más sólidos y respetables. Ningún otro pueblo sintió como los griegos de los siglos V y IV la necesidad de
aclarar la naturaleza de la demostración. Los oradores, los políticos, los filósofos, en una palabra, los
hombres más eminentes de su época pretendían demostrar continuamente esta o aquella tesis, refutando
otras; ¿cómo no preguntarse, entonces, cuál era el recurso más idóneo para el objeto que se proponían?
El Organón de Aristóteles no nació por casualidad o por una genial intuición del gran estagirita. Nació en, un
ambiente en que desde años atrás se discutía, a veces con exasperación, acerca de coherencia e
Incoherencia, de deductibilidad y de no deductibilidad, de axiomas y sofismas; fue preparado por estas
discusiones; mas aún, constituyó su culminación. El fruto de mayor significación de sus discusiones fue el
reconocimiento de los defectos estructurales que vician el lenguaje común y la consiguiente búsqueda de
lenguajes diversos, más precisos, más controlados, en una palabra, más idóneos para la investigación
científica. Grecia supo descubrir un lenguaje muy adecuado para la matemática; no supo hacer lo propio
para la física y demás ciencias naturales.
Axiomas y postulados que valen para ellos; cualquiera otra proposición estará incluida en la medida que logre
deducirse de esos principios según reglas bastante claras, aunque no enunciadas explícitamente por el autor
(reglas que, de todas maneras, resultan sin duda conexas con la sistematización aristotélica de la lógica). En
este grandioso edificio de conceptos y proposiciones adquiere finalmente sentido preciso la afirmación de
resultar demostrado un teorema, de ser un problema resoluble, de ser un enunciado contradictorio.
Aquí cada término tiene su significado exactamente circunscrito, y no existen posibilidades de equívocos.
Aquí toda proposición es llevada, por un camino más o menos largo, pero lógicamente indiscutible, a los
principios de la teoría; y resulta o no admitida según concuerde o no con ellos. Estos principios —sobre los
cuales no cabe discutir— constituyen los únicos criterios de verdad para todas las demás proposiciones; y la
deductibilidad lógica de ellos constituye el único método admitido en la demostración.
Los Elementos de Euclides proporcionan el primer ejemplo de una técnica expositiva rigurosa, sin duda no
desprovista de vínculos con el lenguaje común, pero, de todos modos, irreducible a él. El significado de cada
término llega a adquirir dentro de esa técnica, conforme a la definición rigurosa que ella proporciona,
resulta, en efecto, análogo, lo más posible, al significado ordinariamente vinculado con el término en
cuestión en el lenguaje común; los términos irreductiblemente equívocos del lenguaje común no se
presentan —en general— en el lenguaje geométrico; y si por excepción los vemos empleados en alguna
proposición primitiva de la teoría, Euclides se esfuerza por no establecer la menor referencia a ellos en el
desarrollo de las demostraciones.
Los Elementos de Euclides son la primera tentativa lograda para construir un lenguaje científico riguroso, y
como tal señala una de las etapas fundamentales en la historia del pensamiento científico. Demuestra que,
finalmente, el hombre había llegado, en el siglo III a. C., a tener plena conciencia del valor del lenguaje
como instrumento indispensable de la investigación científica; y, sobre todo, demuestra que él supo
comprender la necesidad de un lenguaje controlado, riguroso, racionalmente elaborado. Al convertirse en
artífice de las propias técnicas de investigación, el pensamiento científico entra en una fase de plena
madurez.
ARISTÓTELES METAFÍSICA
Todos los hombres tienen naturalmente el deseo de saber. La vista mejor que los demás sentidos, nos da a
conocer los objetos y nos descubre un gran número de diferencias. La capacidad de aprender se encuentra en
todos aquellos que agregan el sentido del oído a la memoria. Mientras que los demás animales viven
reducidos a las impresiones sensibles o a los recuerdos, el género humano tiene, para conducirse, el arte y el
razonamiento. La experiencia en los hombres proviene de la memoria y muchos recuerdos forman una
experiencia. Por lo tanto el hombre de experiencia parece ser mas sabio que el que solo tiene conocimiento
sensible.
Las ciencias de principios son las más rigurosas entre todas las ciencias; la aritmética, por ejemplo, es más
rigurosa que la geometría.
Lo que en un principio movió a los hombres a hacer las primeras investigaciones filosóficas fue la admiración.
Efectivamente las ciencias siempre tienen su origen en la admiración o asombro que causa el estado de las
cosas. Se dedicaron primero a observar los objetos que estaban a su alcance, después a explicar los
fenómenos más grandes, por ejemplo las fases de la luna, el curso del sol y los planetas. Ir en busca de una
explicación y admirarse es reconocer que se desconoce. La filosofía es la única ciencia que puede llevar el
nombre de libre porque depende de si misma.
ARISTÓTELES POLÍTICA
Toda ciudad se ofrece a nuestros ojos como una comunidad, y toda comunidad se constituye en vista de algún
bien. Los poderes que se generan difieren entre si por el mayor o menor número de sujetos pasivos del poder,
si son pocos tendremos el poder del amo, y si son más el del gobernante, por eso se hace la distinción entre
poder real y poder político. Será real cuando se trate de un poder personal y político cuando el mismo sujeto
es gobernante y gobernado, conforme a las normas de la ciencia política. Es también necesidad por razones
de seguridad mandar y obedecer, quien por su inteligencia es capaz de provisión es por naturaleza
gobernante y señor y quien es capaz de ejecutar aquellas providencias es súbdito y esclavo. La familia es la
comunidad establecida por la naturaleza. La primera comunidad o municipio resulta de muchas familias y la
asociación de muchos municipios es la ciudad.
La ciudad es anterior al individuo porque "el todo" es anterior "a la parte". El hombre está dotado
naturalmente de "armas" para servir a la "virtud" y a la prudencia, pero también puede usarlos para hacer las
cosas opuestas.
Posiciones de Clases sociales en los griegos, justificación: Amo: vida política; Contemplación; Administración
(ciudad o familia) » Esclavo: por naturaleza debe servir al Amo (sumisión o debe ejecutar el trabajo pesado o
de abandono).
La ciencia del Amo (el "saber hacer y mandar") es la que enseña a servirse de los esclavos, porque el "ser
amo" no consiste en adquirir esclavos sino en saber usarlos. El amo tiene que saber mandar y el esclavo saber
hacer, algunos dejan esta función para el "administrador" y se dedican a la política o la filosofía.
Amo » hombre o padre » Mujer » niño » esclavo.
El padre gobierna sobre la mujer como ciudadano y a los como vasallos, sin embargo cuando uno rige al otro
a través del atavío, o tratamientos y honores se hace una diferenciación.
Riqueza: cantidad de instrumentos económicos y políticos cuya utilidad es la de reservar recursos
almacenables para la vida doméstica, en algunos casos cierta "necesidad" de riqueza proviene de las
debilidades del cuerpo o para solventarlos.
LA CAVERNA: PLATÓN
A partir de la lectura de la "Alegoría de la caverna" y de otros fragmentos de la República, podemos apreciar
que, según Platón, la misión fundamental del filósofo es liberar al hombre del mundo de las apariencias y de
las imágenes y guiarlo hacia el verdadero ser. Él considera que la verdad no se encuentra en este mundo
espacial y temporal. Este mundo terrenal no es, sino solo imagen. El verdadero mundo es el mundo de las
ideas. La imagen del mundo verdadero está representada por los objetos llevados por hombres a lo largo de
la pared detrás de los prisioneros. Esa imagen es el mundo espacial y temporal, es copia del mundo
inteligible. Una imagen del mundo visible, o sea, imagen de imagen, corresponde a las sombras proyectadas
dentro de la caverna. Éste es el mundo de la mimesis (imitación).
La concepción platónica es jerárquica. Un estamento reposa sobre otro. De tal manera que hay una
fundamentación de arriba hacia abajo. Lo superior es siempre un ser más pleno, que funda lo que de él
depende. Las simples sombras descansan sobre las cosas visibles del mundo físico y éstas, a su vez se apoyan
en los seres ideales. Estos seres inteligibles, también, dependen del ser absoluto.
Según Platón, el alma es el instrumento del conocimiento. El alma participa del mundo inteligible y posibilita
el conocimiento de las ideas. Es mediación entre la idea y el mundo sensible.
pag 263-la política de platón: Pero el presente discurso nos hacer ver que todos poseen en su alma la
facultad de aprender, con un órgano a ello destinado; que todo el secreto consiste en apartar a ese órgano,
con toda el alma, de la visión de lo que nace, hacia la contemplación de lo que es, hasta que pueda fijar sus
miradas en lo que hay de más luminoso en el ser; es decir, según nosotros, en el bien.
pag 284-la política de platón: Que tengan memoria, voluntad, amor al trabajo, y a todo género de trabajo,
sin distinciones; de otra manera, ¿cómo crees que consientan en aliar tantos ejercicios del cuerpo con tantas
reflexiones y trabajos del espíritu.
LLOYD IPC
Los artesanos observaron los diferentes efectos producidos por la combinación de distintos minerales en
diversas proporciones y, sin duda, frecuentemente variaron deliberadamente éstas y ensayaron diferentes
técnicas de fundición de los minerales. Experimentaron en el sentido general, no técnico, de la palabra; sus
experimentos fueron ideados no para probar una teoría sino para mejorar el producto final de su trabajo;
para obtener una aleación más fuerte, dura o fina.
La tecnología hizo extraordinarios progresos en el tercer y cuarto milenios, pero otras dos realizaciones de
las antiguas civilizaciones del Cercano Oriente están relacionadas más estrechamente con la ciencia griega
primitiva. La primera de ellas es la medicina y la segunda, las matemáticas y la astronomía. Tanto la
medicina egipcia como la mesopotámica fueron, por cierto, dominadas por creencias mágicas y
supersticiones. Las tablas médicas asirías y babilónicas demuestran que las predicciones se apoyaban
fuertemente en la adivinación, y, en la terapia, la principal! preocupación consistía en exorcizar los
demonios que se suponían responsables de la mayoría de las enfermedades. Los papiros médicos de Egipto
muestran que también allí la terapia dependía habitualmente de hechizos y encantamientos y de simples
remedios vegetales y minerales. Empero, en ciertos aspectos por lo menos, la medicina egipcia había
avanzado más allá del nivel de la medicina popular.
Primero, que los babilonios habían emprendido numerosas observaciones de una limitada variedad de
fenómenos celestes mucho antes de que la ciencia griega comenzara; y segundo, que mediante los registros
acumulados estuvieron en condiciones de predecir algunos fenómenos.
Sus investigaciones están dirigidas hacia los fenómenos naturales y exhiben este rasgo propio de la ciencia,
que investiga lo universal y lo esencial y no lo particular y accidental. Pero a pesar de las realizaciones de los
pueblos del cercano oriente en diversos campos, es razonable sostener que Tales fue el primer filósofo
científico, aunque hay que reconocer que sus investigaciones estaban restringidas a una limitada variedad de
asuntos y carecían del concepto de método científico como tal.
En relación entre la diferencia de mitos y ciencia un narrador de cuentos, al relatar nuevamente alguno de
estos mitos, no necesitaba prestar atención a otras creencias relativas al cielo, y difícilmente se hubiera
sentido molesto por cualquier inconsistencia entre las mismas. Ni hubiera advertido, podemos suponerlo, que
su propia versión competía con otra cualquiera, en el sentido de que podía ser más o menos correcta, o estar
mejor o peor fundada que otra creencia.
Cuando nos volvemos hacia los primitivos filósofos griegos existe una diferencia fundamental con los
narradores de mitos. Muchos de ellos tratan los mismos problemas e investigan los mismos fenómenos
naturales, pero se supone tácitamente que las diversas teorías y explicaciones están compitiendo
directamente con alguna otra. Urge encontrar la mejor explicación, la teoría más adecuada, y entonces se
ven obligados a considerar los fundamentos de sus ideas, las evidencias y argumentos a su favor, tanto como
los puntos débiles en las teorías de sus oponentes. Con segundad los filósofos presocráticos fueron todavía
sumamente dogmáticos; presentaron sus teorías no como ensayos o explicaciones provisionales, sino como
soluciones definitivas de los problemas en cuestión. Sin embargo, frecuentemente demostraron tener
conciencia de la necesidad de examinar y evaluar las teorías a la luz de los fundamentos aducidos en su
apoyo, y podemos afirmar que este principio constituye la precondición necesaria tanto para e! progreso de
la filosofía como de la ciencia." (Lloyd, G. E. R., ob. cit.).
UNIDAD 3
KOYRE:
La física moderna estudia en primer lugar el movimiento de los cuerpos que pesan, es decir, el movimiento
de los cuerpos que nos rodean. Por ello es del esfuerzo de explicar los hechos y fenómenos de la experiencia
cotidiana —el hecho de la caída, el acto del lanzamiento— de donde procede el movimiento de ideas que
conduce al establecimiento de sus leyes fundamentales y, sin embargo, no se deriva de el ni exclusiva ni
siquiera principal o directamente. La física moderna no debe su origen a la Tierra solamente. Lo debe
igualmente a los cielos.
Implica sobre todo el abandono de la concepción clásica y medieval del cosmos y su sustitución por la del
universo, es decir, por un conjunto abierto e indefinidamente extendido del ser, unido por la identidad de las
leyes fundamentales que lo gobiernan; él determina la fusión de la física celeste con la física terrestre, que
permite a esta última utilizar y aplicar a sus problemas los métodos matemáticos hipotético-deductivos
desarrollados por la primera; implica la imposibilidad de establecer y elaborar una física terrestre o, por lo
menos, una mecánica terrestre, sin desarrollar al mismo tiempo una mecánica celeste. Explica el fracaso
parcial de Galileo y Descartes.
La física moderna, es decir, la que ha nacido con y en las obras de Galileo Galilei y ha acabado en las de
Albert Einstein considera la ley de la inercia como su ley más fundamental. Realmente fue Descartes y no
Galileo quien por primera vez comprendió totalmente su alcance y sentido. Y, sin embargo, Newton no se
equivoca del todo al atribuir a Galileo el mérito de su descubrimiento. Efectivamente, aunque Galileo no
formulara explícitamente el principio de inercia, su mecánica implica que está basada en éste. El principio
de inercia es muy simple. Afirma que un cuerpo abandonado a sí mismo permanece en su estado de reposo o
movimiento tanto tiempo como este estado esté sometido a la acción de una fuerza exterior cualquiera. En
otros términos, un cuerpo en reposo permanecerá eternamente en reposo a menos que sea puesto en
movimiento. Y un cuerpo en movimiento continuará moviéndose y se mantendrá en su movimiento rectilíneo
y uniforme hasta que alguna fuerza exterior le impida hacerlo.
Estamos igualmente tan acostumbrados a la utilización de las matemáticas para el estudio de la naturaleza
que no nos damos cuenta de la audacia de la aserción de Galileo de que «el libro de la naturaleza está
escrito en caracteres geométricos», como tampoco somos conscientes del carácter paradójico de su decisión
de tratar la mecánica como una rama de las matemáticas, es decir, de sustituir el mundo real de la
experiencia cotidiana por un mundo geométrico hipostapiado y explicar lo real por lo imposible.
En la ciencia moderna, como sabemos bien, el espacio real se identifica con el de la geometría, y el
movimiento se considera como una traslación puramente geométrica de un punto a otro. Por eso, el
movimiento no afecta de ningún modo al cuerpo que está provisto de él. El hecho de estar en movimiento o
en reposo no produce modificación alguna en el cuerpo; esté en movimiento o reposo, siempre es idéntico a
sí mismo. Como tal, es absolutamente indiferente a los dos. Por ello, somos incapaces de atribuir el
movimiento a un cuerpo determinado tomado en sí mismo. Un cuerpo está en movimiento sólo con relación a
otro cuerpo que suponemos que está en reposo. Por eso podemos atribuirlo a uno u otro de los dos cuerpos,
ad libitun:. Todo movimiento es relativo.
Ahora bien, admitido esto, el movimiento se considera, sin embargo, como un estado, y el reposo como otro
estado completa y absolutamente opuesto al primero; por esto, debernos aplicar una fuerza para cambiar el
estado de movimiento de un cuerpo dado al de reposo, y viceversa. Resulta de ello que un cuerpo en estado
de movimiento persistirá eternamente en este movimiento, corno un cuerpo en reposo persiste en su reposo;
y que ya no se necesitará una fuerza o causa para mantenerlo en su movimiento uniforme y rectilíneo, como
tampoco se necesitará para mantenerlo inmóvil, en reposo.
inercia presupone: a) la posibilidad de aislar un cuerpo dado de todo su entorno físico, y considerarlo como
algo que se realiza simplemente en el espacio; b) la concepción del espacio que le identifica con el espacio
homogéneo infinito de la geometría euclidiana, y c) una concepción del movimiento y del reposo que los
considera como estados y los coloca en el mismo nivel ontológico del ser. Sólo a partir de estas premisas
parece evidente e incluso admisible. Por eso, no es de extrañar que estas concepciones parecieran difíciles
de admitir —e incluso de comprender— a los predecesores y contemporáneos de Galileo; no es de extrañar
que para sus adversarios aristotélicos la noción de movimiento comprendido como un estado relativo,
persistente y sustancial, pareciera tan abstrusa y contradictoria como nos parecen las famosas formas
sustanciales de la escolástica; no es de extrañar que Galileo haya tenido que realizar grandes esfuerzos antes
de haber logrado formar esta concepción, y que grandes genios como Bruno e incluso Kepler no lograran
alcanzar esta meta.
Querría señalar igualmente un hecho que es a menudo mal conocido, a saber, el hecho de que la física de
Aristóteles no es un montón de incoherencias, sino, al contrario, una teoría científica, altamente elaborada y
perfectamente coherente, que no sólo posee una base filosófica muy profunda, concuerda —mucho más que
la de Galileo— con el sentido común y la experiencia cotidiana. la física de Aristóteles está basada en la
percepción sensible y por esto es resueltamente antimatemática. Se niega a sustituir por una abstracción
geométrica hechos cualitativamente determinados por la experiencia y por- el sentido común, y niega la
posibilidad misma de una Física matemática, fundándose:
a) en una heterogeneidad de los conceptos matemáticos con los datos de la experiencia sensible;
b) en la incapacidad de las matemáticas para explicar la cualidad y deducir el movimiento. No hay ni
cualidad ni movimiento en el reino intemporal de las figuras y de los números.
En cuanto al movimiento (kinesis) e incluso al movimiento local, la física aristotélica lo considera como uno
especie de proceso de cambio, en oposición al reposo, que, siendo el fin y la meta del movimiento, debe ser
reconocido como un estado. Todo movimiento es cambio (actualización o corrupción) y, por consiguiente, un
cuerno en movimiento no sólo cambia con relación a los otros cuerpos, sino que al mismo tiempo está
.sometido a un proceso de cambio. Por eso el movimiento afecta siempre al cuerpo que se mueve, y, por
consiguiente, si el cuerpo está provisto de dos o varios movimientos, éstos se entorpecen, se obstaculizan
mutuamente y son a veces incompatibles uno con otro.
considerado corno un proceso de canihio (y no como un estado) no puede prolongarse espontánea y
automáticamente , que exige, para persistir, la acción continua de un motor o una causa y que se detiene de
golpe desde el momento en que esta acción cesa de ejercerse sobre el cuerpo en movimiento, es decir, desde
el momento en que el cuerpo en cuestión es separado de su motor.
el movimiento para los aristotélicos es un proceso que afecta al móvil, que tiene lugar «en» el cuerpo en
movimiento.
Los razonamientos de Copérnico aplican las leyes de la «mecánica celeste» a los fenómenos terrestres, un
paso que implícitamente anuncia el abandono de la vieja división cualitativa del cosmos en dos mundos
diferentes. Además, Copérnico explica el trayecto aparentemente rectilíneo (aunque realmente describa una
curva) del cuerpo en caída libre por su participación en el movimiento de la tierra; al ser este movimiento
común a la Tierra, a los cuerpos y a nosotros mismos, para nosotros es «como si no existiera».
Los argumentos de Copérnico están basados en una concepción mítica de la «naturaleza común de la Tierra y
de las cosas terrestres». La ciencia posterior deberá sustituirla por el concepto de un sistema físico, de un
sistema de cuerpos que comportan el mismo movimiento; deberá apoyarse en la relatividad física y no aplica
del movimiento. Todo esto es imposible sobre la base de la filosofía aristotélica del movimiento, y exige la
adopción de otra filosofía.
La concepción del sistema físico, o más exactamente mecánico, que estaba implícitamente presente en los
argumentos de Copérnico, fue elaborada por Giordano Bruno. Bruno descubrió, por una intuición genial, que
la nueva astronomía debía abandonar inmediatamente la concepción de un mundo cerrado y finito para
sustituirla por la de un universo abierto e infinito. ni siquiera en Kepler, que, aunque influido por Bruno, se
cree obligado a volver a los argumentos de Copérnico, sustituyendo la concepción mítica (la identidad de la
naturaleza) del gran astrónomo por una concepción física, la de la fuerza de atracción. Kepler descubre esta
fuerza en la atracción mutua de todos los cuerpos materiales, o por lo menos terrestres, lo que quiere decir,
desde el punto de vista práctico, en la atracción de todas las cosas terrestres por la Tierra. Kepler piensa que
todas estas cosas están ligadas a la Tierra por innumerables cadenas elásticas y es la tracción de estas
cadenas lo que explica que nubes y vapores, piedras y balas, no permanezcan inmóviles en el aire, sino que
sigan a la Tierra en su movimiento; el hecho de que estas cadenas se encuentren por todas parles permite,
según Kepler, arrojar una piedra o disparar una bala en dirección opuesta a la del movimiento de la Tierra:
las cadenas de atracción arrojan la bala hacia el este tanto como hacia el oeste, y de este modo su influencia
se equilibra, o casi.
El movimiento real del cuerpo (la bala disparada verticalmente) es naturalmente una combinación o una
mezcla: a) de su propio movimiento, y b) del de la Tierra. Pero como éste último es común, sólo cuenta el
primero. Se deduce claramente (aunque Tycho Brahe no lo haya comprendido) que aunque la longitud del
trayecto de una bala arrojada hacia el este y la de otra lanzada hacia el oeste sean diferentes cuando se
miden en el espacio del universo, sin embargo, los trayectos de estas balas sobre la Tierra son parecidos o
casi parecidos.
Lo que explica por qué la misma fuerza producida por la misma cantidad de pólvora puede proyectarlas casi a
la misma distancia en direcciones opuestas. De este modo, las objeciones aristotélicas y tychonianas contra
el movimiento de la Tierra son desechadas y Kepler subraya que era un error asimilar la Tierra a un navio en
movimiento: realmente la Tierra «atrae magnéticamente» los cuerpos que transporta, el barco no lo hace en
absoluto. Por eso necesitarnos un lazo material en el caso del navío, lo que es completamente inútil en el de
la Tierra. Fracasó en el establecimiento de la base de la ciencia física moderna por una sola y única razón:
creía que el movimiento era ontológicamente de un nivel de ser más elevado que el reposo.
La teoría precede al hecho. La experiencia es inútil, porque antes de toda experiencia poseemos ya el
conocimiento que buscamos. Las leyes fundamentales del movimiento (y del reposo), leyes que determinan
el comportamiento espacio-temporal de los cuerpos materiales, son leyes de naturaleza matemática.'De la
misma naturaleza que las que gobiernan las relaciones y leyes de las figuras y los números. Las encontramos
y descubrirnos no en la naturaleza, sino en nosotros mismos, en nuestra inteligencia, en nuestra memoria,
como Platón nos lo ha enseñado otras veces.
si se consideran las matemáticas como una ciencia auxiliar que se ocupa de abstracciones, y por esto tiene
menos valor que las ciencias que tratan de cosas reales, como la física; si se afirma que la física puede y
debe basarse directamente en la experiencia y la percepción sensible, se es aristotélico. Si, por el contrario,
se quiere atribuir a las matemáticas un valor supremo y una posición clave en el estudio de las cosas de la
naturaleza, entonces se es platónico.
Blanché
Los antiguos griegos, no obstante su admirable espíritu científico, no practicaron el método experimental, al
menos de manera sistemática, el más acabado de los cuales está sin duda en los trabajos de Arquímedes. Los
antiguos supieron observar y aun observar con precisión, como lo testimonia su astronomía.
Hay que comprender que en una ciencia que se expresa en lenguaje matemático, el veredicto de La
experiencia no tiene sentido si no aporta una respuesta precisa a la cuestión planteada; pues si el margen de
error es demasiado amplio, ¿cómo decidir si el resultado del experimento debe interpretarse, por referencia
a valores exactos calculados por la teoría, como una aproximación o como un mentís? Pero mientras que la
elaboración de una ciencia matematizada presupone así la posesión de instrumentos de medición precisa,
inversamente, la construcción de tales instrumentos presupone una ciencia ya elaborada.
El cambio consiste en una nueva manera de asociar razonamiento y experiencia: una nueva manera de
razonar a propósito de los hechos de la experiencia, una nueva manera de interrogar a la experiencia para, a
la vez, someterla al razonamiento y permitirle controlarlo.
la palabra inductiva corre igualmente el riesgo de descarriarnos. Consciente de la necesidad, para la ciencia
de lo real, de partir de la experiencia pura remontar progresivamente hacia los axiomas, y cíe seguir, pues,
en sentido exactamente inverso el camino que recorría la ciencia demostrativa, Bacon naturalmente
conservó, para indicar esta marcha regresiva, el nombre de inducción, que Aristóteles empleara para
caracterizar el razonamiento que toma a contrapelo el orden silogístico normal. se llegó entonces poco a
poco, en la época siguiente, a calificar de inductiva, para oponerla a la ciencia demostrativa, es decir
categórico-deductiva, a la ciencia experimental.
no es en la oposición de la inducción a la deducción donde reside la oposición de la ciencia moderna a la
antigua, sino en la diferencia entre dos maneras de entender, solidariamente, estas dos operaciones. Siguen
siendo inversas una de otra, sólo que mientras que en la ciencia aristotélica y escolástica deducción e
inducción se practican en el plano de los aóyoi, recorriendo una jerarquía de conceptos en el sentido de una
generalidad ya decreciente, ya creciente. Del mismo modo que su deducción no se reduce al silogismo, así
tampoco su inducción, si se quiere conservar este nombre a lo que constituye el nervio de su método, se
reduce a una simple generalización de la experiencia. El "método resolutivo" y el "método compositivo",
entiéndase el análisis y la síntesis, son las dos marchas complementarias de toda ciencia, tanto de la física
experimental como de la matemática demostrativa. Se los puede reducir a tres, ninguno de los cuales es sin
duda absolutamente nuevo en sí mismo, pero cuya unión íntima liará la originalidad del método experimental
en física: el uso del razonamiento hipotético-deductivo, el tratamiento matemático de la experiencia, el
recurso a la experimentación. La deducción hipotética se distingue de la deducción categórica en que en
lugar de afirmar como verdadero su principio para comunicar su certidumbre a sus consecuencias, se limita a
ponerlo en el punto de partida —es el sentido propio del término hipótesis— como un simple postulado cuyo
valor de verdad queda en suspenso, y a sacar sus consecuencias, que participan naturalmente de la
neutralidad del principio en cuanto a lo verdadero y lo falso. Dicho de otra manera, no se interesa sino en la
coherencia formal de la estructura del razonamiento, sin ocuparse de la verdad material de las proposiciones
que en él figuran. Hay que recordar aquí que, en la Antigüedad y en la Edad Media, la astronomía se
concibió de dos maneras diferentes. Mientras que Aristóteles, por ejemplo, trataba de explicar los
movimientos de los astros por las causas reales, haciendo depender así la astronomía de la física, otros,
siguiendo la concepción platónica, hacían de ella, una vez recogidas las observaciones, una ciencia
puramente matemática, cuya tarea consistía únicamente en imaginar combinaciones geométricas que
permitieran calcular correctamente los datos de la observación, o, como decían, "salvar los fenómenos", pero
sin conferir un contenido real a estas construcciones matemáticas.
en el siglo XVII, a un deslizamiento semántico en el uso de la palabra hipótesis; o, más exactamente, al
surgimiento de un sentido nuevo que, co-existente primero con el antiguo, acabará por ofuscarlo casi
enteramente. A la hipótesis-postulado se sustituye progresivamente la hipótesis-conjetura. No ya un
enunciado establecido arbitrariamente y situado fuera del dominio de lo verdadero y de lo falso, sino un
enunciado del cual no se sabe todavía si es verdadero o falso, y sobre el que puede pensarse que el
acontecimiento permitirá quizá decidir.
En primer lugar ya no quieren saber nada de hipótesis ficticias. Rechazan la concepción de una astronomía
puramente formal para no admitir como científicamente válida sólo aquella que nos da explicaciones
verdaderas, conformes a la naturaleza de las cosas.
Para nosotros, en efecto, lo probable es, en el lenguaje usual, lo que se aproxima a la certeza sin alcanzarla
por los escolásticos el mismo Pascal, que tan vivamente combatió en las Provinciales la doctrina de las
opiniones probables sea precisamente el iniciador del moderno cálculo de probabilidades. En este cálculo la
probabilidad misma se hace objeto de ciencia, está sujeta a la medida y al tratamiento matemático: lo
probable es lo posible numéricamente cuantificado.
lo único que hay que reconocer es que una hipótesis se hace tanto más probable cuanto más simple de
comprender es y más amplio poder tiene, es decir, que permite explicar el mayor número de fenómenos con
el mínimo de presuposiciones. Un segundo rasgo que distingue a la física moderna de la antigua, es la
reducción sistemática del mundo de la experiencia a su estructura matemática. En adelante, el recurso a la
experiencia se acompaña paradójicamente de una depreciación de lo sensible. Las cualidades sólo interesan
al físico como incitaciones a la medida y no entran en la ciencia sino a título de cantidades. En esta ciencia,
los enunciados de base son ya de otro nivel que los enunciados preceptivos. Son cuadros de números, valores
de ciertas magnitudes. El paso decisivo, para entrar en la ciencia, es llegar a traducir los fenómenos en tales
magnitudes abstractas. investigar las relaciones de sucesión o de coexistencia entre dos o varios fenómenos
mantenidos en su heterogeneidad; sino analizar un solo fenómeno en sus dimensiones características, para
determinar la relación matemática según la cual tal dimensión varía en función de tal otra, tomada aquélla
como variable independiente. Encontrar estas "dimensiones'', es decir, las nociones abstractas que se prestan
a una determinación experimental de su magnitud, tal es la tarea primera del sabio. La ciencia antigua no
conocía de las magnitudes sino un muy pequeño número, y de las más banales —longitudes, duraciones,
velocidades, pesos— directamente sugeridas por la percepción. Pero las magnitudes fundamentales de la
física, y en primer lugar, más precisamente, las de la mecánica —fuerza, masa, aceleración— no se presentan
así naturalmente a la observación y serán, en el siglo xvi, los descubrimientos de base de la nueva ciencia.
Son abstractas sólo en el sentido de que son intelectuales, no inmediatamente sensibles, pero no tienen
significación física sino acompañadas de la indicación de procedimientos que permiten obtener de ellas, en lo
concreto, una medida precisa.
Dijimos que los rasgos con que caracterizábamos el nuevo método eran solidarios. Anotemos pues aquí cuánto
contribuyen la precisión de las medidas y el rigor del razonamiento matemático a habilitar la práctica del
procedimiento hipotético-deductivo para el conocimiento de lo real. La certeza moral de que la verdad de
las consecuencias garantiza la de los principios, se acrecienta, en efecto, si estas consecuencias no sólo son
más numerosas, sino que están, sobre todo, formuladas con mayor precisión. El paso a la ciencia moderna
supone, al contrario, una verdadera revolución mental, ligada a una modificación radical del aspecto de las
cosas. es decir, de situar los fenómenos en un espacio homogéneo, isótropo, infinito, de concebir, pues, un
mundo que deja de tener el acabamiento de un cosmos, para perderse en lo ilimitado, un mundo que deja a
la vez de tener un centro y, más generalmente, de contener lugares privilegiados, no más que direcciones
privilegiadas como las de alto y bajo. Y en este espacio que es una verdadera nada física, un vacío absoluto,
reducir todos los movimientos a simples desplazamientos de puntos geométricos; y aun, yendo más lejos, y
retomando con un aparato matemático de que ellos carecían.
a medida que los instrumentos se multiplican, se hacen más complejos y exigen gastos que excederán pronto
los recursos de un particular; comenzarán a aparecer los laboratorios comunales, primero a cargo de
sociedades científicas que se organizan de manera oficial y más tarde a cargo de la Universidad.
Solidariamente van a nacer y a desarrollarse una industria y un comercio completamente nuevos, los de los
fabricantes y mercaderes especializados en aparatos de física.
El recurso al experimento no es suficiente, por sí solo, para conferir valor experimental a la investigación; y
si está naturalmente asociado al método experimental, no lo está, sin embargo, de modo absolutamente
indisoluble. De hecho, el desarrollo de la física de laboratorio marca cierto retardo respecto del nacimiento
del espíritu experimental en física. Es notable que la química, que precedió con mucho a la física por la
práctica corriente de lo que sin duda habrá que llamar experimentación, no llegó a ser una ciencia sino con
un retardo de casi dos siglos con respecto a la física misma, y precisamente cuando adoptó el sesgo del físico
y en particular cuando empezó a usar sistemáticamente la balanza de precisión.
En realidad, la diferencia esencial no está tanto entre la observación simple, entendida como la verificación
de los fenómenos, tales como la naturaleza los presenta ella misma, y el experimento entendido como la
producción artificial de los fenómenos que se van a estudiar. Esto concierne sobre todo a las operaciones de
la mano, mientras que lo principal reside en la actitud del espíritu. Desde este último punto de vista, la
diferencia fundamental está, como lo explicará más tarde C. Bernard, entre hacer una observación y recurrir
a la experiencia. Esto responde a dos funciones distintas. Hacer una observación es el punto de partida del
método: la comprobación del hecho que sugiere la idea. Si esta comprobación versa casi siempre sobre los
fenómenos tal como se ofrecen por sí mismos a nosotros, nada impide que un experimento pueda también ser
su ocasión, o aun que esta ocasión sea expresamente instituida para hacer la observación más precisa. En
los dos casos, la función es la misma: plantear el problema. Pero después de haber imaginado una solución
posible a título de hipótesis más o menos verosímil, será necesario controlarla, ponerla a prueba, y para esto
recurrir al experimento para saber si éste concuerda con las consecuencias de la hipótesis.
la humanidad debía superar muchos obstáculos. Sin hablar de los impedimentos exteriores y de alguna
manera negativos que pudieron ser la insuficiencia de los medios de observación o de los recursos
matemáticos, había sobre todo esos azoros internos y completamente positivos, tanto de orden afectivo
como intelectual, tanto más difíciles de vencer y aun simplemente de descubrir, cuanto que son apenas
conscientes, de esos que G. Bachelard llamará los ''obstáculos epistemológicos". Para poder abordar el
estudio de la naturaleza con espíritu francamente científico, era necesario cambiar de mentalidad, operar
una verdadera conversión intelectual y moral. No solamente renunciar, para decirlo con los términos de L.
Rougier,40 a la mentalidad "realista u ontológica", que es
la de los aristotélicos, sino también purgar su espíritu de lo que subsistía en él de otras mentalidades más
arcaicas aún, la mentalidad "animista o mágica", la mentalidad ''simbolista o mística": mentalidades cuya
sobrevivencia es tenaz y que conocieron precisamente un rebrote de favor en el momento del Renacimiento.
Aparecerá sin duda menos inmediatamente por qué el hombre ha tardado tanto para practicar el
experimento. Es que dos sistemas de valores lo obstaculizaban: el primado de la teoría sobre la práctica y el
de lo natural sobre lo artificial.
Con frecuencia, y con razón, se ha invocado la institución de la esclavitud para explicar por qué los griegos,
de espíritu tan ingenioso, desarrollaron tan escasamente el maquinismo. Es que, corno lo explica P. M.
Schuhl, "la existencia de la esclavitud no crea solamente condiciones en las que la construcción de máquinas,
que economizan la mano de obra, parece poco deseable desde el punto de vista económico; la esclavitud
también entraña una jerarquía particular de los valores, que provoca el desprecio del trabajo manual".44 La
especulación es superior a la acción, el ideal del sabio está en la vida contemplativa. Este desprecio por las
necesidades materiales sobrevive a la esclavitud propiamente dicha y se le encuentra en la Edad Media,
donde las artes "mecánicas" son fuertemente despreciadas en relación con las artes ' 'liberales' '.
Bachelard
CAPÍTULO I: LA NOCIÓN DE OBSTÁCULO EPISTEMOLÓGICO. PLAN DE LA OBRA
Hay que plantear el problema del conocimiento científico en términos de obstáculos. No se trata de
considerar los obstáculos externos, como la complejidad o la fugacidad de los fenómenos, ni de incriminar a
la debilidad de los sentidos o del espíritu humano: es en el acto mismo de conocer, íntimamente, donde
aparecen, por una especie de necesidad funcional, los entorpecimientos y las confusiones. Es ahí donde
mostraremos causas de estancamiento y hasta de retroceso, es ahí donde discerniremos causas de inercia que
llamaremos obstáculos epistemológicos.
La ciencia, tanto en su principio como en su necesidad de coronamiento, se opone en absoluto a la opinión.
Si en alguna cuestión particular debe legitimar la opinión, lo hace por razones distintas de las que
fundamentan la opinión; de manera que la opinión, de derecho, jamás tiene razón. La opinión piensa mal; no
piensa; traduce necesidades en conocimientos, Al designar a los objetos por su utilidad, ella se prohíbe el
conocerlos. Nada puede fundarse sobre la opinión: ante todo es necesario destruirla.
para un espíritu científico todo conocimiento es uña respuesta a una pregunta. Si no hubo pregunta, no
puede haber conocimiento científico. Nada es espontáneo. Nada está dado. Todo se construye.
Un conocimiento adquirido por un esfuerzo científico puede declinar. La pregunta abstracta y franca se
desgasta; la respuesta concreta queda. Con eso, la actividad espiritual se invierte y se endurece. Un
obstáculo epistemológico se incrusta en el conocimiento no formulado. Costumbres intelectuales que fueron
útiles y sanas pueden, a la larga, trabar la investigación. A veces una idea dominante polariza al espíritu en
su totalidad.
Pero al final el instinto formativo acaba por ceder frente al instinto conservativo. Llega un momento en el
que el espíritu prefiere lo que confirma su saber a lo que lo contradice, en el que prefiere las respuestas a
las preguntas. Entonces el espíritu conservativo domina, y el crecimiento espiritual se detiene.
el conocimiento empírico compromete al hombre sensible a través de todos los caracteres de su sensibilidad.
Cuando el conocimiento empírico se racionaliza, nunca se está aseguró de que Ios valores sensibles primitivos
no afecten a los raciocinios.
De una manera muy visible, puede reconocerse que la idea científica demasiado familiar se carga con un
concreto psicológico demasiado pesado, que ella amasa un número excesivo de analogías, imágenes,
metáforas y que poco a poco pierde su vector de abstracción, su afilada punta abstracta. el progreso
científico marca sus más puras etapas abandonando los factores filosóficos de unificación fácil, tales como la
unidad de acción del Creador, la unidad de plan de la Naturaleza, la unidad lógica. En el hecho, éstos
factores de unidad que aún actuaban en el pensamiento científico del siglo XVIII, ya no se invocan más.
La noción de obstáculo epistemológico puede ser estudiada en el desarrollo histórico del pensamiento
científico y en la práctica de la educación. En uno y otro caso, este estudio no es cómodo, (la historia, por
principio, es en efecto hostil a todo juicio normativo) Sin embargo, si se quiere juzgar la eficacia, de un
pensamiento, hay que colocarse en un punto de vista normativo. el epistemólogo debe, pues, seleccionar los
documentos recogidos por el historiador. Debe juzgarlos desde el punto de vista de la razón y hasta de la
razón evolucionada, pues solamente en nuestros días es cuando podemos juzgar plenamente los errores del
pasado espiritual.
sólo la razón dinamiza a la investigación; pues sólo ella sugiere, más allá de la experiencia común (inmediata
y espaciosa), la experiencia científica (indirecta y fecunda). Es, pues, el esfuerzo de racionalidad y de
construcción el que debe atraer la atención del epistemólogo. El historiador de la ciencia debe tomar las
ideas como hechos. El epistemólogo debe tomar los hechos como ideas, insertándolas en un sistema de
pensamientos. Un hecho mal interpretado por una época, sigue siendo un hecho para el historiador. Según el
epistemólogo es un obstáculo, un contrapensamiento. El epistemólogo, tendrá pues, que esforzarse en captar
los conceptos científicos en efectivas síntesis psicológicas; vale decir, en síntesis psicológicas progresivas,
estableciendo, respecto de cada noción, una escala de conceptos, mostrando cómo un concepto produce
otro, cómo se vincula con otro. Entonces tendrá cierta posibilidad de apreciar una eficacia epistemológica. Y
de inmediato el pensamiento se presentará como una dificultad vencida, como un obstáculo superado.
la experiencia básica o, para hablar con mayor exactitud, la observación básica es siempre un primer
obstáculo para la cultura científica. En efecto/esta observación básica se presenta con un derroche de
imágenes; es pintoresca, concreta, natural, fácil. No hay mías que describirla y maravillarse. Se cree
entonces comprenderla. Comenzaremos nuestra encuesta caracterizando este obstáculo y poniendo de
relieve que entre la observación y la experimentación no hay continuidad, sino ruptura. Inmediatamente
después de haber descrito la seducción de la observación particular y coloreada, mostraremos el peligro de
seguir las generalidades del primer aspecto, se generalizan las primeras consideraciones, en cuanto no se
tiene más nada que considerar.
señalar el obstáculo verbal, vale decir la falsa explicación lograda mediante una palabra explicativa, a través
de esa extraña inversión que pretende desarrollar el pensamiento analizando un concepto, en lugar de
implicar un concepto particular en una síntesis racional.
El obstáculo verbal nos conducirá bastante naturalmente al examen de uno de los obstáculos más difíciles de
superar, porque está apoyado en una filosofía fácil. Nos referimos al sustancialismo, a la monótona
explicación de las propiedades por la sustancia. Mostraremos entonces que para el físico y, sin prejuzgar de
su valor, para el filósofo, el realismo es una metafísica infecunda, puesto que detiene la investigación en
lugar de provocarla.
lo designaremos: el obstáculo animista en las ciencias físicas. Ha sido casi completamente superado por la
física del siglo XIX; pero como en los siglos XVII y XVIII se presenta de un modo al que, a nuestro parecer,
constituye un rasgo característico del espíritu pre-científico» adoptaremos la regla casi absoluta de
caracterizarlo siguiendo los físicos de los siglos XVII y XVIII. Con la idea de sustancia y con la idea de vida,
concebidas ambas a la manera ingenua, se introducen en las ciencias físicas innumerables valorizaciones que
contradicen a los verdaderos valores del pensamiento científico. Propondremos pues psicoanálisis especiales
para desembarazar al espíritu científico de esos falsos valores.
tal división es posible porque el crecimiento del espíritu matemático es muy diferente del crecimiento del
espíritu científico en su esfuerzo para comprender los fenómenos físicos. En efecto, la historia: de las
matemáticas es una maravilla de regularidad. Ella conoce pausas. Ella no conoce períodos de errores
Chalmers
EL INDUCTIVISMO: LA CIENCIA COMO CONOCIMIENTO DERIVADO DE LOS HECHOS DE LA EXPERIENCIA. UNA
OPINIÓN DE SENTIDO COMÚN AMPLIAMENTE COMPARTIDA SOBRE LA CIENCIA.
El conocimiento científico es conocimiento probado. Las teorías científicas se derivan, de algún modo
riguroso, de los hechos de la experiencia adquiridos mediante la observación y la experimentación. La ciencia
se basa en lo que podemos ver, oír, tocar, etc. Las opiniones y preferencias personales y las imaginaciones
especulativas no tienen cabida en la ciencia. La ciencia es objetiva. El conocimiento científico es
conocimiento fiable porque es conocimiento objetivamente probado.
EL INDUCTIVISMO INGENUO:
Según el inductivista ingenuo, la ciencia comienza con la observación. El observador científico debe tener
órganos sensoriales normales, no disminuidos, y debe registrar de un modo fidedigno lo que pueda ver, oír,
etc., que venga al caso de la situación que esté observando y debe hacerlo con una mente libre de prejuicio
los denominados enunciados singulares. Los enunciados singulares, a diferencia de un segundo grupo de
enunciados que veremos en breve, se refieren a un determinado acontecimiento o estado de cosas en un
determinado lugar y en un momento determinado. A diferencia de los enunciados singulares, se refieren a
todos los acontecimientos de un determinado tipo en todos los lugares y en todos los tiempos todas las leyes
y teorías que constituyen el conocimiento científico son afirmaciones generales de esa clase y a tales
enunciados se les denomina enunciados universales. La respuesta inductivista es que, suponiendo que se den
ciertas condiciones, es lícito generalizarla a partir de una lista finita de enunciados observacionales
singulares, una ley universal.
Por ejemplo, podría ser lícito generalizar, a partir de una lista finita de enunciados observacionales
referentes al papel de tornasol que se vuelve rojo al ser sumergido en ácido, esta ley universal: «los ácidos
vuelven rojo el papel de tornasol», o generalizar, a partir de una lista de observaciones referentes a metales
calentados, la ley: «los metales se dilatan al ser calentados». Las condiciones que deben satisfacer esas
generalizaciones para que el inductivista las considere lícitas se pueden enumerar así:
1. El número de enunciados observacionales que constituyan la base de una generalización debe ser
grande.
2. Las observaciones se deben repetir en una amplia variedad de condiciones.
3. Ningún enunciado observacional aceptado debe entrar en contradicción con la ley universal derivada.
Serán necesarias una gran cantidad de observaciones antes de que se pueda justificar cualquier
generalización. El inductivista insiste en que no debemos sacar conclusiones precipitadas.
El tipo de razonamiento analizado, que nos lleva de una lista finita de enunciados singulares a la justificación
de un enunciado universal, que nos lleva de la parte al todo, se denomina razonamiento inductivo y el
proceso se denomina inducción. Podríamos resumir la postura inductivista ingenua diciendo que, según ella,
la ciencia se basa en el principio de inducción, que podemos expresar así:
Si en una amplia variedad de condiciones se observa una gran cantidad de A y si todos los A observados
poseen sin excepción la propiedad B, entonces todos los A tienen la propiedad B.
Así pues, según el inductivista ingenuo el conjunto del conocimiento científico se construye mediante la
inducción a partir de la base segura que proporciona la observación. A medida que aumenta el número de
hechos establecidos mediante la observación y la experimentación y que se hacen más refinados y esotéricos
los hechos debido a las mejoras conseguidas en las técnicas experimentales y observacionales, más son las
leyes y teorías, cada vez de mayor generalidad y alcance, que se construyen mediante un cuidadoso
razonamiento inductivo. Hasta ahora/el análisis sólo constituye una explicación parcial de la ciencia, ya que,
con seguridad, una característica importante de la ciencia es su capacidad para explicar y predecir.
LÓGICA Y RAZONAMIENTO DEDUCTIVO.
Una vez que un científico tiene a su disposición leyes y teorías universales puede extraer de ellas diversas
consecuencias que le sirven como explicaciones y predicaciones. Por ejemplo, dado el hecho de que los
metales se dilatan al ser calentados es posible derivar el hecho de que los raíles de ferrocarril continuos, sin
que existan entre ellos pequeños huecos, se distorsionarán con el calor del sol. Al tipo de razonamiento
empleado en las derivaciones de esta clase se le denomina razonamiento deductivo. El estudio del
razonamiento deductivo constituye la disciplina de la lógica. Lo único que la lógica puede ofrecer a este
respecto es que, si las premisas son verdaderas, entonces la conclusión debe ser verdadera. Pero el hecho de
que las premisas sean verdaderas o no es una cuestión que se pueda resolver apelando a la lógica. Una
argumentación puede ser una deducción perfectamente lógica aunque conlleve una premisa que sea de
hecho falsa. He aquí un ejemplo.
1. Todos los gatos tienen cinco patas.
2. Bugs Pussy es mi gato.
3. Bugs Pussy tiene cinco patas.
Esta deducción es perfectamente válida. El caso es que si (1) y (2) son verdaderas, entonces (3) debe ser
verdadera. Sucede que en este ejemplo (1) y (3) son falsas, pero esto no afecta a la condición de la
argumentación como deducción válida. Así pues, la lógica deductiva por sí sola no actúa como fuente, de
enunciados verdaderos acerca del mundo. La deducción se ocupa de la derivación de enunciados a partir de
otros enunciados dados. Para un inductivista, la fuente de la verdad no es la lógica, sino la experiencia.
Se puede resumir de la siguiente manera la forma general de todas las explicaciones y predicciones
científicas:
1. Leyes y teorías
2. Condiciones iniciales
---------------------------------------------
3. Predicciones y explicaciones
FALSACIONISMO Y PROGRESO
El progreso de la ciencia tal y como lo ve el falsacionista se podría resumir de la siguiente manera. La
ciencia comienza con problemas, problemas que van asociados con la explicación del comportamiento de
algunos aspectos del mundo o universo. Los científicos proponen hipótesis falseables como soluciones
soluciones al problema. Las Hipótesis conjeturadas, son entonces criticadas y comprobadas. Algunas serán
eliminadas rápidamente. Otras pueden más tener éxito, Estas deben someterse a críticas y pruebas más
rigurosas. Cuando finalmente se falsa una hipótesis que ha superado con éxito una gran variedad de pruebas
rigurosas, surge un nuevo problema, afortunadamente muy alejado del problema original resuelto. Este
nuevo problema exige la invención de nuevas hipótesis, seguidas de nuevas críticas y pruebas. Y así el
proceso continúa indefinidamente. Nunca se puede decir de una teoría que es verdadera, por muy bien que
haya superado pruebas rigurosas, pero afortunadamente se puede decir que una teoría actual es superior a
sus predecesoras en el sentido de que es capaz de superar pruebas que falsearon a sus predecesoras.
LAS TEORÍAS COMO TOTALIDADES ESTRUCTURALES
las concepciones inductivistas y falsacionistas de la ciencia son muy poco sistemáticas. Al concentrarse en las
relaciones entre teorías y enunciados observacionales individuales o conjuntos de éstos, no tienen en cuenta
la complejidad de las principales teorías científicas. Ni el hincapié del inductivista ingenuo en la necesidad
de derivar inductivamente las teorías de la observación ni el esquema falsacionista de conjeturas y
falsaciones son capaces de describir adecuadamente la génesis y el desarrollo de teorías realmente
complejas. Para, dar una idea más adecuada hay que considerar las teorías como totalidades estructuradas
de algún tipo. El estudio histórico revela que la evolución y el progreso de las principales ciencias muestran
una estructura que no captan ni la concepción inductivista ni la falsacionista. El desarrollo programático de
la teoría copernicana a lo largo de más de un siglo nos proporciona un ejemplo. Hay otro argumento
filosófico más general que está íntimamente vinculado al hecho de que la observación depende de la teoría.
los enunciados observacionales se deben formular en el lenguaje de alguna teoría. En consecuencia, los
enunciados y los conceptos que figuran en ellos, serán tan precisos e informativos como precisa c informativa
sea la teoría en cuyo lenguaje se construyen. el significado de los conceptos depende de la estructura de la
teoría en la que aparecen y que la precisión de aquéllos depende de la precisión y el grado de coherencia de
ésta. Observando las limitaciones de algunas maneras alternativas en las que se puede considerar que un
concepto adquiere significado. Una de estas alternativas es la tesis de que los conceptos adquieren su
significado mediante una definición. Hay que rechazar las definiciones como procedimiento fundamental
para establecer significados. Los conceptos sólo se pueden definir en función de otros conceptos cuyos
significados están ya dados. Si los significados de estos últimos conceptos son también establecidos por
definición, es evidente que se producirá una regresión infinita a menos que se conozcan por otros medios los
significados de algunos términos. Parece que Galileo efectuó muy pocos experimentos en mecánica. Muchos
de esos «experimentos» a los que se refiere cuando articula su teoría son experimentos mentales. sólo se
puede llevar a cabo una experimentación precisa si se tiene una teoría precisa susceptible de proporcionar
predicciones en la forma de enunciados observacionales precisos. Hasta ahora hemos mencionado dos
razones por las cuales hay que considerar a las teorías como estructuras organizadas de algún tipo: el hecho
de que el estudio histórico muestra que las teorías busquen esa característica y el hecho de que los
conceptos solamente adquieren un significado preciso mediante una teoría coherentemente estructurada.
Una tercera razón surge de la necesidad de desarrollo por parte de la ciencia. Es evidente que la ciencia
avanzará de modo más eficaz si las teorías están estructuradas 'de manera que contengan en ellas
prescripciones e indicaciones muy claras con respecto a cómo se deben desarrollar y ampliar.