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nuestra-anorexia-espiritual/

Antropología, por lo tanto, no cultural sino estrictamente


filosófica, que desvela la naturaleza humana a partir de la más
básica de sus funciones: el acto de comer.
Presentar el sencillo, básico y ordinario acto de comer como el
tema más adecuado para volver a poner sobre el tapete la
cuestión de la naturaleza humana y “curar así nuestra anorexia
espiritual”
Presentar la fragilidad, la vulnerabilidad, la dependencia, la
necesidad de alimento, etc., como características esenciales de
nuestra naturaleza, alejándonos de la imagen de super-hombre,
propia del ideal ilustrado.
“Espero aportar algunas pruebas de que los materialistas
modernos -los que desprecian o niegan el alma- y sus
adversarios racionalistas o humanistas -los que desprecian o
niegan el cuerpo- se equivocan, tanto acerca de la naturaleza
como del hombre. Esas pruebas las buscaré en el estudio de lo
que significa comer”
El comer es una actividad vital que nos asemeja a los animales,
pero que, a su vez, nos distingue de ellos.
Aunque “a primera vista hay razones para creer que uno ‘es’
precisamente lo que uno come” (p. 59), la explicación
materialista del metabolismo y del comer, y de la vida en cuanto
tal, no es adecuada ni suficiente.
Utiliza la clásica noción aristotélica de la forma viva, que goza
de una independencia y de una superioridad respecto de la
materia, y que es la responsable de su organización. Gracias a
su forma, un animal se distingue de otro y reacciona o dialoga
con otras formas del mundo que le rodean.
“Aunque lo que intento es repensar un tema, no conviene
empezar desde cero; precisamente porque estamos tan
desorientados, quizá debamos escuchar algunas voces muertas
hace mucho tiempo para contemplar con ojos vivos lo que
tenemos ante nosotros”
“Curiosamente es el extraño y vulnerable el que nos recuerda la
providencia, el que nos hace más agudamente conscientes de
nuestro (relativo) privilegio, el que nos inspira gratitud y nos
urge a imitar la generosidad de la naturaleza y a aumentarla
con nuestros propios actos de hospitalidad”
Del comer como acto fisiológico y como acto nutritivo, pasamos
al acto liberal y providente. Sólo quien ofrece hospitalidad es
capaz de descubrir el verdadero fundamento de esta tradición:
la piedad, propia de quienes se saben guiados por un ser
superior. Para los griegos -afirma Kass, siguiendo la
interpretación más extendida-, el mayor de los dioses del
Olimpo, el dios Zeus, es el protector del extraño, del mendigo,
del que carece de hogar. De ahí que, también según los
griegos, la hospitalidad represente no sólo el ejercicio de la
piedad sino de la prudencia: “El extraño, al que nunca has visto
antes y quizá no vuelvas a ver, puede en realidad ser un dios”.
Por esto, aunque “a nosotros, esta creencia de los griegos tal
vez nos parezca absurda”, bien entendida, “representa una
visión profunda, que apunta hacia el verdadero fundamento de
la hospitalidad”
“En la comida humanizada, podemos alimentar nuestras almas
mientras alimentamos nuestros cuerpos”
“Estar en la mesa significa, sepámoslo o no, contraer un
compromiso con las formas y la corrección; (…) formas que
actúan, regulan y establecen una conducta y que representan el
modo propiamente humano de satisfacer las necesidades”
“Realmente, la fast food, o la comida que se hace ante el
televisor o mientras realizamos otras actividades, ahorra
tiempo, satisface nuestras necesidades energéticas y procura
una satisfacción casi instantánea. Pero por eso mismo hace
que surjan menos oportunidades para la conversación, la
comunión y la apreciación estética; así se frustran los otros
apetitos del alma”

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