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Liturgia Espiritualidad Liturgia y Espiritualidad

* Liturgia, doctrina y pastoral


Mayo * Sacramentos

2017/5 * In memoriam Dr. Pedro Farnés
 

Liturgia y Espiritualidad
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REVISTA MENSUAL VINCULADA AL


INSTITUTO SUPERIOR DE LITURGIA DE BARCELONA,
DE LA FACULTAD DE TEOLOGÍA DE CATALUNYA

Fundador: Pedro Farnés †

Director: Francesc Xavier Aróztegui


Consejo: Antonio Astigarraga (San Sebastián), Joan Baburés (Girona), Ber-
nabé Dalmau (Montserrat), Pedro Fernández (Roma), Jordi Font (Girona),
Jaume González Padrós (Barcelona), Adolfo Ivorra (León), Narciso-Jesús
Lorenzo (Zamora), Adolfo Lucas (Madrid), Álex Marzo (Barcelona), Consol
Muñoz (Barcelona), Josep M. Soler (Montserrat).

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doctrina y pastoral
3
«Altiora principia»
y pastoral litúrgica
Adolfo Ivorra

A
l abordar la cuestión de la relación entre doctrina y pastoral
podemos caer en el error de pensar que todo se reduce a una
adecuación entre la verdad dogmática y una praxis. La «doc-
trina» no es solo una serie de proposiciones dogmáticas sino también
un conjunto de principios teológicos que exigen ser vividos en la exis-
tencia cristiana. La teología litúrgica presupone una serie cuestiones
fundamentales más o menos generales. En el contexto del rito romano
actual no podemos concebir una pastoral litúrgica que no se sitúe en el
espíritu de la reforma litúrgica suscitada por el concilio Vaticano II, sin
olvidar los momentos previos ineludibles. Es el caso de los altioria prin-
cipia, expresión que es anterior a la Constitución Sacrosanctum Con-
cilium: fue empleada por Juan XXIII en su reforma de rúbricas –motu
propio Rubricarum instructum de 1960– pero ha sido utilizada poste-
riormente por buena parte de los liturgistas para referirse a aquellos
principios fundamentales de la citada Constitución.
Deinir cuáles son los altiora principia o Adolfo Ivorra, presbítero, es doctor en
cuestiones teológicas fundamentales de
teología litúrgica, profesor del Centro
la SC no es fácil, sobre todo si pretende-
Superior de Estudios Teológicos de León
y párroco.
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mos reducirlos a unos pocos. La diicultad aumenta si somos conscien-
tes de que esos principios deben ser propiamente teológicos, alejados
de los vaivenes culturales y del tiempo que los vio nacer. Con el in
de evitarnos el posible debate, optamos por identiicar esos principios
según la descripción que F. Arocena hacía en su artículo «Los “altiora
principia” de la “Sacrosanctum Concilium”».1 El autor identiica seis
principios que podemos resumir así:
– El misterio pascual
– La historia de la salvación
– Ritos y palabras
– La palabra de Dios
– La asamblea litúrgica
– Dimensión escatológica

1. El misterio pascual
La alegre novedad de la teología litúrgica en el siglo XX fue la teología
de los misterios de Odo Casel (†1948). La centralidad del misterio pas-
cual –pasión, muerte y resurrección de Jesucristo– permea la teología
litúrgica hasta nuestros días, pero también los prenotandos a los libros
litúrgicos occidentales. El Ritual de la Penitencia une de forma sucinta
este principio fundamental de la SC al hablar de la absolución sacra-
mental y la profesión de la fe de la Iglesia:
Una adecuada catequesis de esta fórmula [de la absolución] destacará
los siguientes puntos: […] Que la obra central y decisiva de la reconcilia-
ción entre Dios y el mundo es el misterio pascual de Cristo «del cual la
penitencia, como todos los sacramentos, recibe su poder» [SC 61] (núm.
60b).
El número 61 de la SC está íntimamente relacionado con la expresión
de SC 7: «está presente [Cristo] con su fuerza en los sacramentos»,
donde se nos habla de la contemporaneidad de Jesucristo en la acción
litúrgica. Sin embargo, la catequesis litúrgica de las presencias de
Cristo –allí donde afortunadamente se dé– olvida de forma sistemática
la presencia con su poder en los sacramentos. Quizás se trate de una

1 Cf. F.M. AROCENA, «Los “altiora principia” de la “Sacrosanctum Conci-


lium”», Phase 53 (2013) 483-493.

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secuela de una sacramentaria centrada en la semiótica y desvinculada
de la soteriología. En cualquier caso, el misterio pascual no solo es la
fuente salvíica de los sacramentos en el tiempo de la Iglesia, sino que
es la clave interpretativa de toda la historia de la salvación:
El misterio pascual (muerte y resurrección) ha supuesto la reconcilia-
ción de todo y todos en Cristo y por Cristo. En el himno [de Col 1,12-20]
emerge la igura grandiosa de Cristo como Señor del cosmos y Señor de
la historia de la salvación, que se mani-
iesta en la Iglesia y se realiza en la sangre El misterio pascual no solo es la
de su cruz.2
fuente salvíica de los sacramentos
La reconciliación obrada por la sangre en el tiempo de la Iglesia, sino que
histórica de Cristo, derramada por nues- es la clave interpretativa de toda
tra salvación, abre la puerta a la compren-
la historia de la salvación.
sión de la historia salutis, pues con esa
sangre Cristo se ha comprado un Pueblo,
el verdadero Resto de Israel. Esa historia es el trasfondo de la liturgia,
por más que la centralidad del misterio pascual parece atraer toda la
atención, especialmente en el corpus paulino. El misterio pascual reca-
pitula la creación material, pero sobre todo el tiempo.3

2. La historia de la salvación
La relación intrínseca entre misterio pascual e historia de la salvación
es la que existe entre el sábado como día de descanso en el Antiguo
Testamento y el domingo como memorial de la resurrección y día de la
Iglesia, abriendo además las puertas a la dimensión escatológica:
Dado que el tercer mandamiento depende esencialmente del recuerdo
de las obras salvíicas de Dios, los cristianos, percibiendo la originali-
dad del tiempo nuevo y deinitivo inaugurado por Cristo, han asumido
como festivo el primer día después del sábado, porque en él tuvo lugar
la resurrección del Señor. En efecto, el misterio pascual de Cristo es la
revelación plena del misterio de los orígenes, el vértice de la historia de
la salvación y la anticipación del in escatológico del mundo. Lo que Dios

2 J. RICO, Cristología y soteriología. Introducción teológica al Misterio de


Jesucristo, Madrid 2016, 150.
3 Cf. FRANCISCO, Encíclica Lumen fidei (29/VI/2013), núm. 57; Exhortación
apostólica Evangelii Gaudium (24/XI/2013), núm. 222.

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obró en la creación y lo que hizo por su pueblo en el Éxodo encontró en
la muerte y resurrección de Cristo su cumplimiento, aunque la realiza-
ción deinitiva se descubrirá solo en la parusía con su venida gloriosa.4
Jesucristo es ese nuevo sábado, pues en Él el tiempo se abre a su
verdadera plenitud, el domingo sin ocaso.5 Desde esta perspectiva
la pastoral litúrgica no solo valorará en la predicación y catequesis
la centralidad del misterio pascual sino que comprenderá la histo-
ria de la salvación como parte de su propia historia: un pasado del
cual la celebración litúrgica representa el presente, su continuidad
y presencia bajo el velo de los signos.6 El género alegórico alto-
medieval ofrecía una amplia vinculación entre la historia narrada
en los evangelios y la celebración litúrgica. La pastoral litúrgica de
hoy debe ampliar la mirada y no limitarse a la vida de Cristo sino
mirar a la totalidad de la historia. En este sentido, la pastoral litúr-
gica depende en gran manera de una catequesis llamada a ser pro-
fundamente bíblica. La vinculación entre misterio pascual e historia
de salvación en SC se fundamenta en la anámnesis como elemento
característico no solo de la sinaxis eucarística sino de toda la liturgia
y, a la postre, de la teología litúrgica moderna.7

4 JUAN PABLO II, Carta apostólica Dies Domini (31/V/1998), núm. 18.
5 Cf. MISAL ROMANO, Prefacio X dominical del tiempo ordinario.
6 «La liturgia, por consiguiente, forma parte de la economía de la salva-
ción; es un componente esencial de la obra redentora; es un momento de
la historia de la salvación; la liturgia es historia de la salvación en acto»: F. M.
AROCENA, o. c., 486.
7 «Según una interpretación iel de los primeros capítulos de esta Cons-
titución, la Liturgia es la historia de la salvación, actualizada. Ciertamente, el
documento conciliar rehúye todo tipo de deinición; pero de la exposición
contenida en su capítulo más doctrinal se desprende algo muy parecido a
lo que acabamos de decir. La Liturgia es presentada en relación directa con
la historia salvíica, sus etapas y fases […] Incluso se habla sinónimamente
de historia de salvación y misterio de Cristo, que es, como se recordará, el
término central de la especulación de Casel, si bien, desde luego, este lo
toma de Pablo»: L. MALDONADO, Secularización de la liturgia, Madrid 1970, 15.

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3. Ritos y palabras
Pero las similitudes entre la estructura teológica de la historia de la sal-
vación y la celebración litúrgica no se limitan a los ejemplos menciona-
dos. Hay una de especial trascendencia, que sitúa la pastoral litúrgica y
la catequesis presacramental en una misma sintonía:

SC 48 DV 2
…la Iglesia, con solícito cui- Este plan de la revelación se
dado, procura que los cristianos realiza con hechos y palabras
no asistan a este misterio de fe intrínsecamente conexos entre
como extraños y mudos espec- sí, de forma que las obras reali-
tadores, sino que comprendién- zadas por Dios en la historia de
dolo bien a través de los ritos y la salvación maniiestan y con-
oraciones, participen conscien- irman la doctrina y los hechos
tes, piadosa y activamente en la signiicados por las palabras, y
acción sagrada. las palabras, por su parte, pro-
claman las obras y esclarecen el
misterio contenido en ellas.

La Constitución Dei Verbum del concilio Vaticano II comprende la histo-


ria de salvación como un conjunto de hechos y palabras (gesta et verba),
mientras que en la Constitución sobre la liturgia, aprobada anterior-
mente, comprende la liturgia como un conjunto de ritos y oraciones
(ritus et preces). Nos encontramos, por lo tanto, ante una continuidad
estructural en la que bien podríamos aplicar DV 2 a la liturgia: los ritos
realizados en ella conirman la doctrina y las oraciones proclaman y
esclarecen el mysterium salutis, objeto del saber teológico.8 Frente a la

8 «La obras encierran un misterio, que es el plan de salvación y mani-


festación de Dios: esta es su realidad profunda y su sentido. Por eso, las
obras tienen una capacidad signiicativa, es decir, con la realidad profunda
que maniiestan se convierten en enseñanza real»: R. GÓMEZ, Revelación
divina y comunión trinitaria. La relación entre Trinidad económica y Trinidad
inmanente en la Constitución dogmática Dei Verbum del Concilio Vaticano II,
Madrid 2009, 319s.

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tentación de dar más valor a las palabras o a los ritos, la misma historia
de la salvación nos muestra que existe una compenetración.9
4. La palabra de Dios

Aunque F. Arocena sitúe en cuarto lugar a la palabra de Dios, en nues-


tro itinerario por los altiora principia nos hemos dado cuenta que sin su
fundamento no podemos comprender el misterio pascual, la historia
salutis y la razón por la cual esta se desarrolla en hechos y palabras que
se convertirán en ritus et preces. Pero desde un punto de vista más pas-
toral, la palabra de Dios es todavía una clamorosa ausencia. Si entende-
mos la eucología como palabra humana que se dirige a Dios, sorprende
el protagonismo nunca menguante de
La pastoral litúrgica debería otras palabras humanas que no se dirigen
examinarse a sí misma desde el a Dios sino ahogan de tal manera la ora-
presupuesto de la palabra divina ción eclesial que transforman el culto en
en su puesta en práctica de la catequesis o en teatro. Esto no se limita al
género de las moniciones sino que toma
reforma litúrgica. Una rápida cuerpo en la homilía, de suyo al servicio
mirada al Misal Romano en vigor del texto sagrado –bíblico y eucológico–
nos muestra esa mentalidad pero que ha desplazado la importancia
tan romana: los cantos son casi de la prex y de la palabra de Dios para
siempre bíblicos o preñados de la erigirse en protagonista. J. González lo
Sagrada Escritura. expresaba al descubrir la tendencia de
valorar la bondad de una celebración
litúrgica desde la sola homilía, que de
paso no se valora desde su capacidad de suscitar la conversión o abrir
los tesoros de la palabra de Dios sino por su elocuencia.10

9 «Palabra y oración están en el rito. De ello emerge que, hablando pro-


piamente, no son los ritos “y” las oraciones, sino las oraciones “en” los ritos»:
L. E. DÍEZ, «Per ritus et preces… o el “cómo” participar en la liturgia», Phase 50
(2010) 427.
10 «La feliz recuperación de la homilía estuvo también contaminada de
esta desproporción, y ha pasado a sobredimensionarse de tal forma que,
prácticamente, se juzga a una celebración litúrgica, o a un ministro orde-
nado, por la bondad de la homilía, a la cual, por otra parte, se están pidiendo
milagros imposibles: que si breve, que si profunda, que si formativa, que si
estimulante…»: J. GONZÁLEZ, «Implicaciones pastorales de la sacramentalidad

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La pastoral litúrgica debería examinarse a sí misma desde el presu-
puesto de la palabra divina en su puesta en práctica de la reforma
litúrgica. Una rápida mirada al Misal Romano en vigor nos muestra esa
mentalidad tan romana: los cantos son casi siempre bíblicos o pre-
ñados de la Sagrada Escritura. En lengua española se contempla con
facilidad y no menos estupor que los cantos de entrada, ofertorio y
comunión no se fundamentan en las antífonas que trae el misal ni en
ningún otro texto bíblico. Si bien en
el rito romano no hay una identiica-
ción entre liturgia y canto como en los
ritos orientales, los cantos eucarísticos
y los himnos del oicio divino en su
traducción actual poco resuenan con
la palabra inspirada e introducen una
serie de temas más o menos irrelevan-
tes, de dudosa ortodoxia doctrinal y
de cierto sentimentalismo vacuo. Si
el canto ha de tener palabras, estas
deberían resonar según el espíritu de
la palabra de Dios.

5. La asamblea litúrgica
La asamblea terrestre, convocada por
el Espíritu y la Iglesia celeste,11 vuelve a
ser una cuestión fundamental y sobre
ella la pastoral litúrgica de las últi-
mas décadas ha tenido una renovada
atención. Ante la ideología igualitaria la asamblea litúrgica muestra la
diversidad de la comunidad de fe, con sus dones y carismas estables
o institucionales, por encima de cualquier otra realidad eclesial pun-

de la liturgia», en ASOCIACIÓN ESPAÑOLA DE PROFESORES DE LITURGIA, La sacramentali-


dad de la liturgia, Barcelona 2010, 176.
11 Cf. A. IVORRA, «Redescubrir la asamblea celebrante», Liturgia y Espirituali-
dad 47 (2016) 477-485.

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tual.12 La diversidad de los oicios y órdenes maniiestan la pluralidad
de dones del Espíritu. Sin embargo, esa diversidad no puede ser for-
zada. Los ministerios litúrgicos no son medio para visibilizar grupos
sociales concretos, procedimiento televisivo y mediático en general
que es expresión de una falsa diversidad en aras de lo políticamente
correcto.
Además de la diversidad, la asamblea litúrgica ocupa el lugar del «mís-
tico» de la espiritualidad individualista que «ascendía» en su contem-
plación. Es decir, la asamblea no es una realidad inerte sino que ella
también evoluciona y va creciendo en la fe. Aunque la sucesión de
los días y el mismo año litúrgico permanezca en su cíclica propuesta
bíblica y eucológica, la apropiación de sus contenidos es diferente en
una comunidad «nueva» que en una que lleva décadas viviendo según
la lex orandi celebrada y meditada:
Cuando un año –este año– pasa y comienza el siguiente, no es algo
igual lo que está por llegar, pero tampoco acontece algo absolutamente
nuevo. No es algo igual porque la asamblea celebrante, aunque fuera
siempre la misma, cambia cada año, cada mes…; pero tampoco acon-
tece algo absolutamente nuevo, sino el perenne misterio de Cristo.13
La pastoral litúrgica debe proponer sin rodeos al año litúrgico como
escuela de espiritualidad. La vivencia de la suma de sus celebraciones
es transformante y divinizante. No solo avanza el bautizado concreto
sino que la comunidad al completo debe ir madurando en la celebra-
ción de la fe.

6. Dimensión escatológica
Finalmente encontramos la orientación escatológica de la asamblea
litúrgica como el principio último y en cierto modo fundante: aspirar
a formar parte de la liturgia celeste. Pero en las últimas décadas en vez
de fomentar la esperanza en la misericordia divina e invitar a ir constru-
yendo nuestra realidad futura en el presente se ha engañado de buena

12 Cf. CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Carta Iuvenescit Ecclesia


(15/V/2016), núm. 14.
13 F. AROCENA, “Sol salutis”. La Navidad en la liturgia mozárabe y romana, Bar-
celona 2002, 20.

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fe a los ieles. Una escatología que solo tenga un destino universal es
contraria a la visión cristiana. La «canonización» del difunto en la pre-
dicación exequial es más una traición que un consuelo. Esta tendencia,
además de ser producto de una antropología débil, es la consecuencia
de no concebir la escatología como resultado del misterio pascual: con
su descenso a los iniernos es Cristo que nos rescata del morir eterno14.
Además de estar vinculado con ciertas ideas de retribución inmediata,
la «canonización» del difunto –cuyo cuerpo naturalmente se descom-
pone– obedece también a una espiritualización de la escatología.
Creemos en la resurrección de la carne,
y no puede haber verdadera vida eterna La pastoral litúrgica debe
humana sin ella. De ahí la predilección proponer sin rodeos al año litúrgico
por la fórmula «resurrección de la carne». como escuela de espiritualidad.
Además de esta cuestión, hay que asumir La vivencia de la suma de sus
que la dimensión escatológica de la litur- celebraciones es transformante
gia engloba los demás altiora principia: y divinizante. No solo avanza el
el descenso de Cristo a los iniernos y su bautizado concreto sino que la
resurrección son los misterios que garan-
tizan el acceso a la bienaventuranza, la
comunidad al completo debe ir
historia de la salvación tiene, como cada madurando en la celebración de
ser humano, un in último que es la con- la fe.
templación de Dios, etc. Si la liturgia del
cielo es modelo de la liturgia terrestre, la asamblea terrestre deberá
contemplar el culto cristiano como lo que es, un anticipo del destino
inal de la humanidad reconciliada con Dios.
Con los altiora principia mencionados se podrá entender rectamente
el deseo, anterior a la reforma litúrgica, de que la participación activa
de los ieles sea una realidad. Sin estos principios fundamentales, cual-
quier otra forma de concebir esta participación estará avocada a la
incertidumbre –como sucede en algunos ámbitos– sobre su natura-
leza y sentido. Quizás sea el momento de centrar nuestros esfuerzos
en la teoría, en las cuestiones fundamentales y por lo tanto teológicas
de la reforma litúrgica para dar una nueva forma a la pastoral litúrgica.
En este sentido, habría que considerar una precedencia largo tiempo

14 Cf. MISAL ROMANO, Prefacio de difuntos II.

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esperada: la precedencia de la espiritualidad litúrgica sobre la pastoral
litúrgica. Dicho en palabras de J. Corbon:
Podemos hacer todas las relexiones de teología o de pastoral misional
que queramos, pero el misterio de la Misión se adueñará de nuestra vida
tan solo si nuestro corazón es transformado, labrado e irrigado por la
Compasión divina […] Antes de cuestionarlo todo, volvamos al Misterio;
antes de problematizar, aprendamos a contemplar.15

15 J. CORBON, Liturgia fontal. Misterio-Celebración-Vida, Madrid 2009, 249.

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