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TEORÍAS ECONÓMICAS

DEL DESARROLLO
Elsa Assidon

TEORÍAS ECONÓMICAS
DEL DESARROLLO

Ediciones
Abya-Yala
2002
TEORÍAS ECONÓMOMICAS DEL DESARROLLO
Philippe Bontems, Gilles Rotillon

1a. Edición Ediciones ABYA-YALA


12 de Octubre 14-30 y Wilson
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Quito-Ecuador

Impresión Producciones digitales Abya-Yala


Quito-Ecuador

ISBN: 9978-22-253-7

Traducido por Jorge Gómez R. de la versión francesa: Économie de


l’environnement, Éditions La Découverte, París, 2002, Tercera edición.
Collection Repères, ISBN 2-7071-3648-4. Con las debidas licencias.

La traducción de esta obra fue posible gracias al aporte del Ministerio de la


Cultura y de la Comunicación de Francia.

Impreso en Quito-Ecuador, Junio del 2002


ÍNDICE

Introducción ...................................................................................... 7

Capítulo I
El financiamiento de la transición.................................................... 15

Capítulo II
La hipoteca de la especialización primaria ...................................... 33

Capítulo III
El desarrollismo. Crecimiento voluntario y estrategias
de industrialización ........................................................................... 45

Capítulo IV
El ajuste estructural ........................................................................... 71

Capítulo V
Debates de ayer y hoy........................................................................ 91

Capítulo VI
Buscando un paradigma del desarrollo............................................ 117

Conclusión
Las instituciones y los derechos ....................................................... 125

Bibliografía......................................................................................... 129
INTRODUCCIÓN

“En su mayor parte, la economía es una disciplina clara y ele-


gante; pero, por otra parte, no lo es. Los ensayos recogidos en es-
te volumen pertenecen claramente a la segunda categoría. Abor-
dan complejidades institucionales, desarrollo económico, el pa-
pel de los valores en los comportamientos sociales, el conflicto
y las contradicciones en las afirmaciones normativas, y los desa-
fíos que representan para la teoría y la política económicas las
lagunas de información y la ambigüedad conceptual” [A. Sen,
Premio Nóbel de Economía 1998, 1984, p. 1, traducido por
E.A.]*

Generalmente se admite que la economía del desarrollo


nació después de la Segunda Guerra mundial, aunque se puede
encontrar sus fundamentos más antiguos en el pensamiento eco-
nómico. En el origen, el desarrollo está asociado con la decaden-
cia de los imperios coloniales: la idea del desarrollo busca legiti-
mar las reivindicaciones de independencia política de los movi-
mientos nacionalistas; además está presente en el orden econó-
mico establecido por los acuerdos de Bretton Woods. Esta doble
marca de nacimiento - de una guerra y de la paz necesaria para
el mundo - permanecerá por mucho tiempo fuera de los círcu-
los internacionales; resurgirá periódicamente en el Norte para
justificar el interés o las decisiones con respecto a ese grupo de
países llamados subdesarrollados, o en vías de desarrollo o inclu-
so del tercer mundo.
En una primera aproximación, el interés de la economía
del desarrollo son los países pobres. Marca así una frontera en la
geografía según el grado de riqueza. La simple separación según

* Las referencias entre corchetes se refiere a la bibliografía


8 Introducción

el criterio del ingreso per cápita (Banco Mundial) o el indicador


compuesto del desarrollo humano o IDH, de la Organización de
Naciones Unidas (que añade al ingreso, la esperanza de vida y el
nivel de educación) plantea ya algunos problemas fundamenta-
les para la definición y los objetivos del desarrollo. De acuerdo
con el primer criterio, del ingreso por habitante, el umbral de
9.266 dólares por año (para 2000) distingue a los países con un
ingreso elevado de los demás. Las estadísticas internacionales
conservan igualmente subcategorías: los exportadores de petróleo
fueron reagrupados luego de 1973, aunque esta clasificación tu-
vo menos vigencia desde el contragolpe petrolero (1985); la
agrupación de los países menos avanzados, PMA, a partir de un
triple criterio (ingreso inferior a 785 dólares, tasas reducidas de
industrialización y alfabetización) a menudo sirve para la asig-
nación de donaciones y créditos (a tasas nulas o muy bajas) por
parte de las instituciones internacionales; el grupo de los nuevos
países industriales (NPI) no es fijo y tiene una primera y una se-
gunda generación, designando principalmente países de rápido
crecimiento que exportan productos manufacturados pero esta
apelación suele substituirse por aquella de países emergentes
(del Sur, y países en transición hacia una economía de mercado)
o la de mercados (financieros) emergentes, en una óptica de
mundialización…
A pesar de estas precisiones, la clasificación por nivel de
ingreso - reducido, intermedio, elevado - no siempre es clara: en
la categoría de ingresos reducidos, la India está a la par de Benín.
En todo caso es sobre esta base que descansa la idea de que desa-
rrollo es igual a crecimiento, al menos en términos de ingreso (o
producto) medio per cápita. Igualmente es a través de las medi-
ciones que se introduce la dimensión temporal: hay países “avan-
zados” y países “atrasados”.
Si confiamos en esta delimitación de su campo, las teorías
económicas del desarrollo tendrían un objeto definido por la
geografía, siendo el crecimiento el tema central. Desde este án-
gulo, no hay economía del desarrollo propiamente dicha, solo
Teorías económicas del desarrollo 9

economía comparativa. Este debate es recurrente aunque los tér-


minos se modifiquen con el correr del tiempo.

Las especificidades

Las teorías del desarrollo se presentan como un corpus


distinto en la ciencia económica desde que postularon la existen-
cia de especificidades comunes a un conjunto de países al tiem-
po que adoptaron la idea que el desarrollo no se limitaba al cre-
cimiento. Como subraya Albert Hirschman [1984, p. 45], “no sa-
bríamos abordar el estudio de las economías subdesarrolladas
sin modificar profundamente, a partir de un cierto número de
analogías importantes, los datos del análisis económico tradicio-
nal, centrado en torno a los países industriales”.
Así, luego de medio siglo, la evolución de esta disciplina
refleja una tensión entre el corsé de un atuendo analítico (el aná-
lisis económico “estándar”) que tiene sus reglas metodológicas y
su ambición universalista, y las particularidades a las cuales se
trata de adaptar.
Retrospectivamente, dos tesis parecen fundamentales en
cuanto a las especificidades: la tesis del deterioro de los términos
de intercambio de productos primarios, que pone en duda la
ventaja de la especialización internacional, y la tesis del dualis-
mo, que postula la existencia de un excedente estructural de ma-
no de obra en las economías del Tercer Mundo. Desde el inicio
se hace hincapié en las condiciones que determinan los precios y
los salarios a partir de hipótesis particulares.
Tratándose de la teoría económica, las cosas han evolucio-
nado un poco desde que los economistas trataron de descubrir
leyes para aumentar la riqueza de las naciones. La intervención
de una economía “pura” de corte walrasiano hacia los albores del
siglo veinte, basada en el equilibrio general y su formalización,
contribuyó mucho a hacer de ésta una disciplina “clara y elegan-
te”: transformó tanto el enfoque como el lenguaje de la econo-
mía política; la investigación empírica e intuitiva necesaria par
conocer la realidad se convirtió en un género menor a menos
10 Introducción

que no fuera cuantitativa y “computable”1. La teoría neoclásica


fijó así las metodologías de la disciplina, siendo solamente una
teoría entre muchas, con las premisas que le son propias.

Dos períodos

En el transcurso de sus primeros veinte años, la economía


del desarrollo se separa de esta tendencia de la ciencia económi-
ca reconciliándose con la tradición de la economía política clási-
ca y explorando las posibilidades abiertas por la teoría keynesia-
na sobre el activismo estatal para reducir el desempleo y aumen-
tar el crecimiento. La economía del desarrollo puso entonces so-
bre el tapete la desigualdades, las asimetrías y la falta de homo-
geneidad de los factores de producción y de productos, en suma,
el rostro enjuto de la realidad difícil de reducir a una lógica de
mercados perfectos. La perspectiva a largo plazo de la acumula-
ción de capital predomina en la literatura durante este primer
período: la industrialización encarna el proceso de la transición
y el crecimiento acelerado. El enfoque estructuralista que sacó a
la luz los parámetros estructurales (dependencia heredada de la
especialización primaria, instituciones como el régimen inmobi-
liario, etc.) polariza las controversias.
Paulatinamente, en el transcurso de la década de los sesen-
ta, empezó a darse un cambio cuya dirección no se percibió in-
mediatamente. El núcleo en torno al cual se construyeron las
teorías del desarrollo - las vías y los medios de transición - em-
pezó igualmente a deshacerse. Los temas se dividieron en varios
campos especializados (economía del trabajo, economía indus-
trial, economía pública, finanzas internacionales…) mientras
eran tragados por la ola liberal en medio del agravamiento de los
desequilibrios financieros. Las crisis de endeudamiento que se
extendieron hacia los años ochenta reorganizaron las priorida-
des; el imperativo del equilibrio desplazó la dimensión temporal
del cambio o dejó de fijar sus términos. La pluralidad de las teo-
rías de apoyo se redujo en favor de la teoría neoclásica del equi-
librio o de sus variantes neokeynesianas.
Teorías económicas del desarrollo 11

Este segundo período está dominado igualmente por una


serie de balances de la experiencia adquirida. Los logros indus-
triales de algunos países en cuanto en estrategias de apertura
alentaron a los partidarios del crecimiento por fomento a las ex-
portaciones. Pero los fracasos siempre son más instructivos que
los éxitos. Al desplazar la dimensión temporal tan presente en los
análisis del primer período, los análisis correspondientes al se-
gundo período revelaron las diferenciaciones culturales. Mien-
tras África “rechaza” el desarrollo, Asia (los NPI) lo sublima; y
mientras América Latina sigue senderos accidentados, la China y
la India caminan a su manera y es necesario ser especialista para
hablar de ello. En este tercer mundo, que se presenta como diver-
so hoy pero que siempre lo ha sido, la industrialización han aña-
dido algunas diferencias. Fundado en un postulado de especifi-
cidades comunes a un conjunto de países, anclado en una con-
cepción evolucionista del progreso y de la modernidad, el para-
digma del primer período está en vías de recomposición.
¿Cuál puede ser el proyecto colectivo del desarrollo, su de-
finición y su finalidad? ¿Cómo conciliar la eficacia económica y
la equidad? ¿Qué tratamiento dar a las actividades llamadas in-
formales? Estas preguntas, que no son nuevas, son replanteadas,
esta vez, sin referencia a los países que representan modelos his-
tóricos. Dichas interrogantes obligan al economista a adaptar las
herramientas y las problemáticas teóricas habituales y a explorar
las fronteras de los conceptos que utiliza - mercado, salario, ca-
pital, precios, etc. Entretanto se han renovado los fundamentos
microeconómicos de las teorías neoclásica y keynesiana.

Desarrollo y economía de mercado

Con el desarrollismo del primer período, el diagnóstico de


las causas del subdesarrollo determinaba las vías y los medios de
la política de desarrollo. La referencia a la historia económica de
los países industrializados constituía el primer soporte de las po-
líticas, con dos modelos alternativos - uno de economía de mer-
12 Introducción

cado y otro de economía planificada. La óptica era deliberada-


mente macroeconómica sin importar la opción.
Sea que atribuyamos los cambios implementados después
de finales de los años setenta a la crisis de la deuda, al auge de las
ideas liberales, y al retroceso del Estado providencial, al fin de la
guerra fría, a la emergencia de nuevas formas de política, a la re-
novación teórica, o al conjunto de factores en general, la refle-
xión sobre el desarrollo está claramente comprometida con las
nuevas direcciones desde los primeros años de la década de los
noventa. Lo “humano” ha hecho un ingreso notable en la litera-
tura sobre la base de las teorías del crecimiento endógeno (el ca-
pital humano) y las que asocian ética y economía (el desarrollo
humano). El debate Estado-mercado se renueva con las teorías
del mercado de los nuevos clásicos (R. Lucas), o con las tesis neo-
keynesianas (J. Stiglitz) y institucionalistas (M. Aoki y Y. Haya-
mi) sobre los contratos y las organizaciones.
Lo que caracteriza a estos nuevos enfoques es la disolu-
ción de las especificidades en los fundamentos microeconómicos
renovados; es el derrumbe de la noción de agentes representati-
vos (para la agregación contable o modelada) en favor de la no-
ción de actores de pie plano en la economía de mercado; es una
óptica del aquí y ahora, sin futuro previsible, sin la utopía racio-
nalizable que empapaba el desarrollismo. A pesar de comprender
el proceso global por el cual “los aumentos cuantitativos de las
variables económicas (como el capital y el trabajo) interactúan
con las culturas y las instituciones de suerte que el desarrollo del
sistema social aguarda crecimientos más rápidos del ingreso per
cápita” [Yujiro Hayami, 1997, p. 9], queda abierta una cantera,
esta vez, a partir de la experiencia adquirida.
La pregunta sobre si existe o no un campo académico del
desarrollo se ha vuelto secundaria de acuerdo con Paul Krugman
[1993]. Este objeto de estudio ha contribuido, como los demás,
a la evolución de la teoría económica en su conjunto, como lo re-
cordará Pranab Bardhan [1993]
Como veremos, la óptica mundial ocupa un lugar impor-
tante entre los dos polos - el de las preguntas concernientes a los
Teorías económicas del desarrollo 13

mercados de productos primarios, y el de la economía política de


la mundialización con sus debates actuales. Sin embargo, en el
segundo caso, enfatiza el hecho de que la integración internacio-
nal de los PED no resulta de un desplazamiento inexorable del
mercado a escala mundial, sino de la elección de políticas econó-
micas nacionales, aun cuando sean dictadas desde el exterior.

Vademecum

Este libro ofrece el itinerario de una reflexión. Está dirigi-


do a los economistas tanto como a quienes se interesan en las
ciencias sociales en general. Pero sobre todo invita a distintas lec-
turas. Refleja un trabajo universitario que no es ni el de una ex-
perta ni el de una periodista, los cuales contribuyen al conoci-
miento por vías distintas.
Los tres primeros capítulos están dedicados a la presenta-
ción de la economía del desarrollo tradicional: el financiamien-
to de la transición, la discusión en torno a la ventaja en la espe-
cialización internacional, el crecimiento voluntario y las estrate-
gias de industrialización. El capítulo cuarto abre el segundo pe-
ríodo; trata de las políticas de ajuste estructural y su evolución.
El capítulo quinto está dedicado a los debates actuales y a su his-
toria: el milagro asiático y otras controversias sobre el Estado y el
mercado, las imperfecciones del mercado y la hipótesis del dua-
lismo y la informalidad, al debate de la pobreza y al rumbo que
tomó al final de la guerra fría. El último capítulo retoma el reco-
rrido del paradigma del desarrollo.
Con respecto a la primera edición, las principales modifi-
caciones son las siguientes: los capítulos tercero y cuarto han si-
do unidos en uno solo (sobre el desarrollismo); el capítulo sobre
el ajuste estructura ha sido actualizado con los cambios en las
políticas macroeconómicas de anticipación racional y con las
crisis del mercado financiero de los años noventa; los dos últi-
mos capítulos han sido igualmente revisados y actualizados.
Dada la amplitud del campo de estudios, las teorías han
sido seleccionadas en función del papel que cumplen en la deter-
14 Introducción

minación de políticas. Igualmente, ha sido necesario mencionar


la renovación de la teoría económica, por ejemplo, con respecto
al llamado debate asiático (capítulo V), en el cual convergen un
gran abanico de alternativas.
Los países en vías de desarrollo son menos que nunca un
mundo aparte o una periferia, como lo quiere el tercermundis-
mo, o como, de manera recurrente, los tratan los bien intencio-
nados. La cuestión académica de saber si existe o no un campo
particular del desarrollo se ha vuelto secundaria, a pesar de lo
que crea P. Krugman (1993). Este objeto de estudios ha contri-
buido, como los demás, a la evolución de la teoría económica en
su conjunto [P. Bardham 1993]
Entre los teóricos el desarrollo, los pioneros2 del primer
período aventuraron métodos analíticos que mezclaban requisi-
tos científicos, morales y económicos. Ellos siguen siendo una
referencia privilegiada porque es mediante dichos requisitos se
renuevan las teorías del desarrollo y evitan los caminos trillados
del ejercicio aplicado de la economía comparativa. Los autores,
en su mayor parte, han conjugado una actividad académica con
su desempeño como expertos de organizaciones internacionales
(Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional, agencias espe-
cializadas y regionales de la ONU). Por esta razón y como gesto-
res de las relaciones económicas internacionales, estos últimos
ocupan un lugar particularmente importante por sus publica-
ciones.
“Hablar de historia es hablar de tareas temporales que
quedan a nuestra libertad”, decía Henri Bartoli (en P.M. Henry et
al., 1990, pg. 60]. Si este libro trata de contribuir a un pensa-
miento abierto y atento a los cambios, entre el mundo de ayer y
el mundo de hoy, lo hace sobretodo restituyendo al análisis del
desarrollo la pluralidad de enfoques teóricos que le corresponde.
Está dedicado a Francois Pingaud, desaparecido el 10 de
noviembre de 1999 a la edad de 53 años.
Capítulo I
EL FINANCIAMIENTO DE LA TRANSICIÓN

“El problema central de la teoría económica es comprender el


proceso por el cual una comunidad que antes ahorraba e inver-
tía entre el 4 y el 5 por ciento de su ingreso o menos, se trans-
forma en una economía donde el ahorro voluntario es del orden
del 12 al 15 por ciento o más del ingreso” [A. Lewis, 1954]

La fórmula de Ragnar Nurkse, según la cual “un país es


pobre porque es pobre” [1953] refleja la idea común de que el
subdesarrollo es un círculo vicioso. El ahorro es insuficiente por-
que el ingreso es bajo; y el ingreso es bajo porque el crecimiento
de la producción está obstaculizado por las imperfecciones del
mercado, la falta de capitales, la ausencia de estímulos para la in-
versión… El problema principal consiste en dar inicio al desa-
rrollo y financiar la transición hasta que el ahorro interno alcan-
ce un nivel suficiente y el crecimiento sea autosostenido.
El desarrollo se convierte así en una promesa de financia-
miento. Aumentando el ingreso, se destinarán nuevos recursos a
la inversión; además, diversificándose la producción, la econo-
mía adquiere autonomía frente al exterior porque la moneda na-
cional, al venir del ahorro o del crédito, se intercambia por una
variedad más grande de bienes. Esquemáticamente, así era como
se formulaba la cuestión del financiamiento antes de las crisis de
la deuda. El apoyo de la ayuda exterior era necesario en la etapa
de transición. ¿No había recurrido incluso Europa al Plan Mars-
hall para reiniciar su crecimiento después de la guerra?
Pero, desde finales de los años sesenta, los estudios subra-
yaban la correlación negativa entre los flujos financieros exter-
nos y el ahorro interno en los países en vías de desarrollo. La ex-
pansión de este último (el ahorro interno) se veía entrampada
16 El financiamiento de la transición

por múltiples factores, lo que justificaba una preocupación más


activa por su promoción. No siempre era la variable que crece
automáticamente con el ingreso luego de una inyección de inver-
siones, como suponían los keynesianos, debía más bien acabar
un día por existir ex ante.
Viejo debate entre neoclásicos y keynesianos - como el del
huevo o la gallina: entre el ahorro y la inversión, ¿cuál es el pri-
mero en el proceso de crecimiento? La controversia de los años
cincuenta sobre la eficacia respectiva de las políticas monetaria y
fiscal reflejaba este dilema. Gurley y Shaw, por su parte, aporta-
ron al debate con su estudio (1960) donde mostraban especial-
mente cómo el sistema financiero mejoraba la asignación del
ahorro para inversión…
Es en este conjunto de corrientes de pensamiento que se
elaboraron las teorías del financiamiento de la transición apro-
piadas para los países en desarrollo. Se pueden distinguir cuatro,
según su filiación teórica: la primera, de Arthur Lewis [1954], to-
ma el enfoque de la acumulación de la economía política clásica;
la segunda, de Paul Baran [1957] se vincula con la tradición le-
ninista de un excedente movilizado por el Estado; la de Hollis
Chenery [1966] se remite al análisis keynesiano del crecimiento.
La tesis de la profundización financiera de Ronald MacKinnon
[1973] da un giro decisivo como tesis de la liberalización finan-
ciera.

1. Transformar el excedente de mano de obra en ganancias


adicionales

Desde una perspectiva a largo plazo, la acumulación de-


pende de la repartición del ingreso y, para ser más exactos, de la
parte de la ganancia, grandeza residual con respecto al salario y
la renta. Cuando esta parte crece, la acumulación se acelera; en
caso contrario, se reduce la utilización. Partiendo de un esquema
de este tipo, A. Lewis propone una tesis según la cual, si del exce-
dente de mano de obra, en un sector donde la productividad
marginal del trabajo es positiva, produce ganancias crecientes
(cf. recuadro “Utilización del excedente de mano de obra”)
Teorías económicas del desarrollo 17

La formación de capital nuevo no implica que se sustrai-


gan medios de producción a otros sectores. Dicha formación
puede ser financiada por el crédito, lo que induce a la inflación;
pero esta inflación relacionada con la inversión desaparecerá con
el aumento de la producción. Entretanto, la inflación puede con-
jugarse, según Lewis, con una modificación de los precios relati-
vos, junto con la de la distribución de los ingresos. El proceso de
acumulación puede detenerse antes de terminada la transición si
las ganancias no alcanzan un nivel suficiente. Lewis prevé distin-
tos casos de bloqueo en este proceso - sobre todo cuando la rela-
ción entre los precios de los bienes del sector modernos y los
precios de los bienes de subsistencia se deteriora, o incluso cuan-
do, para responder a la presión de la demanda de bienes de sub-
sistencia, se debe, para aumentar la oferta, introducir métodos
capitalistas en la agricultura, lo que conlleva a un reparto de las
ganancias entre los dos sectores.
En la medida en que la elasticidad-ingreso de la demanda
de productos alimenticios es inferior es inferior a 1 (ley de En-
gel), toda mejora de la productividad en la agricultura beneficia-
rá a la industria; en efecto, la baja de los precios agrícolas no se-
rá absorbida íntegramente por un crecimiento respectivo de la
demanda.
Está claro que, en esta demostración, la puesta de la tran-
sición consiste en contener el avance del salario real (como tam-
bién de la renta, pero por hipótesis la oferta de tierra es en este
caso ilimitada) evitando el mejoramiento de la relación entre
precios de subsistencia y precios industriales. Lewis recuerda el
caso de Japón en la era Meiji, donde el Estado aumentó los im-
puestos a los agricultores, privándoles de las ganancias de pro-
ductividad, que ya habían hecho bajar los precios agrícolas. Si en
la transición, la agricultura debe convertirse en capitalista para
que la oferta de productos de subsistencia crezca, la industria de-
be poder recuperar, a través de los precios o del fisco, un exce-
dente agrícola en forma de ingreso. En esta circunstancia, se pue-
de afirmar, concluye el autor, que “es la agricultura la que finan-
cia la industria”.
18 El financiamiento de la transición

Se notará que a medida que se desarrolla el argumento, la


referencia al dualismo tiende a cambiar de significado: el sector
tradicional se convierte en agricultura de subsistencia y el sector
capitalista en industria (cf. capítulo quinto sobre el enfoque del
dualismo).

Utilización del excedente de mano de obra

Existen dos sectores en la economía subdesarrollada: un sector tra-


dicional de subsistencia con un excedente estructural de mano de obra y
un sector moderno capitalista compuesto por una serie de islotes (planta-
ciones, unidades industriales en las ciudades…). El excedente de mano de
obra está constituido en el sector tradicional por el desempleo oculto en la
agricultura de subsistencia, el trabajo intermitente, el pequeño comercio,
los servicios domésticos; igualmente está constituido por las cónyuges y
los hijos de la unidad doméstica y se ve agudizado por el crecimiento de-
mográfico.
El salario corriente es un salario de subsistencia; es igual al produc-
to medio por habitante de la agricultura de subsistencia más un margen
(“prima” de éxodo rural).

Gráfico 1. La utilización del excedente de mano de obra

Productividad
marginal
y salario

Avance
técnico

Curva de oferta
de mano de obra

Empleo en el sector
capitalista
Teorías económicas del desarrollo 19

La oferta de mano de obra es ilimitada a nivel de salario corriente


mientras que el “excedente de mano de obra”* no es reabsorbido. La pro-
ductividad marginal es nula en el sector tradicional, lo que significa que la
producción de este sector no se reduce cuando se le sustrae la fuerza de
trabajo excedente.
En el sector capitalista industrial, la productividad marginal de la
mano de obra es decreciente a medida que el empleo aumenta por hipóte-
sis. La demanda de mano de obra de este sector crece hasta que la produc-
tividad marginal iguala la tasa de salario corriente (W). El gráfico 1 repre-
senta los volúmenes de empleo OL1, Ol2, que el sector capitalista puede
absorber. El rectángulo OWT2 corresponde a la masa de salarios entrega-
dos y WN2T a la masa de ganancias cuando todo el excedente de mano de
obra es utilizado.
La reinversión de las ganancias aumenta la demanda de mano de
obra: las coordenadas de la curva NN se desplazan hacia la derecha y la or-
denada aumenta en caso de avances técnicos. Desde que el excedente de
mano de obra es absorbido (punto T), la oferta de mano de obra se vuelve
elástica al salario corriente - aumenta con el salario, desaparece el dualis-
mo y la economía entra en una etapa de desarrollo.

* Ésta es la expresión utilizada cuando se hace referencia a esta tesis; pero el tér-
mino excedente es impreciso; se lo utiliza igual para designar un ingreso (en con-
junto ganancias y rentas residuales una vez anticipada la masa salarial necesaria),
o incluso un excedente de productos agrícolas (no consumidos en este sector y
susceptibles de ser vendidos a otros sectores, cf. Jorgenson, capítulo III) o aun
para designar el ahorro (cf. tesis de Baran).

La agricultura financia la industria

Desde del siglo XVIII, es decir, desde Cantillon y Quesnay


hasta Lewis, se encuentran la idea de que la acumulación del ca-
pital se basa en un flujo de recursos no compensado de la agri-
cultura hacia la no-agricultura. Para Ricardo, la reducción de la
renta diferencial por la abolición de las protecciones a la agricul-
tura se analiza como una transferencia de ingreso en beneficio de
los capitalistas industriales, a través de la reducción del salario de
subsistencia y de la renta. Para J.C.H. Fei y G. Ranis [1964], que
formalizaran el modelo de Lewis, el excedente es la diferencia en-
tre el producto total y la masa salarial destinada a la fuerza de
trabajo agrícola. De alguna forma es un fondo salarial para obre-
ros no agrícolas que representa sea el ingreso de los propietarios
20 El financiamiento de la transición

de bienes raíces (hacendados) que pueden financiar el desarro-


llo, o lo que puede movilizar el Estado creando impuestos para
estos mismos propietarios o sustituyéndolos.
El primer caso se lo encuentra al principio, por ejemplo,
en la Isla Mauricio, una economía de plantación con monoculti-
vo azucarero, y donde los dueños de las grandes plantaciones
han diversificado sus inversiones dirigiéndolas a la industria tex-
til desde 1975, principalmente utilizando la mano de obra feme-
nina. El segundo caso remite a la tesis siguiente (cf. infra 2) y a la
experiencia soviética. En el debate de los años veinte en la Unión
Soviética, Eugene Preobrajensky [1926, cf. P. Jacquemot e M.
Raffinot, 1985] optó por la colectivización de las tierras y la ex-
tracción de un excedente al campesinado con el fin de financiar
la industria estatal (la llamada “acumulación socialista primiti-
va”). En este caso en particular, la práctica de la extracción má-
xima, si bien permitió una industrialización a pasos forzados, es-
tuvo acompañada de una represión severa de una insuficiencia
de la oferta de alimentos.
Este modelo sirvió de referencia a la China luego de la re-
volución, y a Algeria o a la India luego de su independencia. Las
formas de extracción han sido diferentes: contribuciones en for-
ma de trabajo directo para la construcción de caminos y escue-
las durante las temporadas bajas, medidas fiscales (impuestos a
los bienes raíces, impuestos sobre el ingreso agrícola, impuestos
indirectos), política de precios, selectividad del crédito en favor
de los sectores no agrícolas, etc.
Al referirse a la experiencia de la Unión Soviética y de la
Isla Mauricio, Lewis no quería promover la estrategia de acumu-
lación particular; su tesis no era, en estricto sentido, un modelo
de desarrollo. El excedente de mano de obra es una hipótesis que
permite afirmar que el salario es estable mientras el excedente no
sea reabsorbido o la productividad marginal del trabajo sea nu-
la en el sector tradicional. La controversias que esta tesis suscitó
giran en primer lugar en torno a esta hipótesis. La existencia del
excedente de mano de obra es, en efecto; puesta en duda para al-
Teorías económicas del desarrollo 21

gunas regiones del mundo (el África subsahariana) o con respec-


to a la estacionalidad del trabajo agrícola - los períodos de me-
nor actividad no significan siempre subempleo. Las otras críticas
son demostraciones alternativas de la articulación agricultura-
industria en el crecimiento (cf. capítulo III).
Para el análisis aplicado se puede conservar de la tesis de
Lewis según la cual al menos una de las condiciones necesarias
para una transición exitosa es el aumento progresivo de la ga-
nancia en el ingreso nacional. Pero este análisis no señala quién,
del Estado o del sector privado, debe ser el artífice del proceso.
Las otras teorías del financiamiento de la transición son más ex-
plícitas en este punto.

2. La movilización de un excedente por parte del Estado

La posibilidad que tienen los países en desarrollo de finan-


ciarse de manera endógena existe a condición de que el Estado
movilice el excedente económico potencial en los principales sec-
tores de la producción. La tesis de Paul Baran representa toda
una corriente de pensamiento que preconiza rupturas políticas e
institucionales al inicio de la transición.
Según Baran, el excedente potencial sería considerable con
respecto al excedente efectivo (que corresponde, a grandes rasgos,
con el ahorro interno) en las economías subdesarrolladas. Lo
que ahonda la diferencia entre ambos son los consumos impro-
ductivos, el despilfarro de recursos o, incluso, las extracciones del
capital extranjero. Toca al Estado asegurar el control mediante
nacionalizaciones y administrar de manera centralizada.
Esta tesis justificará la ola de nacionalizaciones de los años
sesenta: numerosos países especializados en productos prima-
rios, apelando o no al socialismo, nacionalizaron la propiedad de
los principales sectores de exportación (explotación petrolera y
minera, comercialización de productos agrícolas), apropiándose
así de la renta o ganancia comercial. Los Estados, nuevos propie-
tarios jurídicos, deberán afrontar las vicisitudes de los precios en
los mercados mundiales, la fiscalización del excedente que de
22 El financiamiento de la transición

ahora en adelante coloca entre el exterior y los productores na-


cionales, teniendo a cargo la función de determinar la magnitud
del excedente efectivamente extraído. Las bajas de precios de los
productos exportados se traducirán claramente en una crisis fis-
cal y en un endeudamiento público creciente con el exterior.
A las alzas de precios, sobre todo, aquellas del petróleo en
los años setenta, se les imputará la pérdida de competitividad de
las economías. Es lo que se llama el síndrome holandés: la baja
de las exportaciones de los productos manufacturados en los
Países Bajos en los años setenta sería el resultado del impulso in-
flacionario atribuido al auge del gas natural descubierto en 1960.
Los estudios consagrados a este tema se dedican a analizar prin-
cipalmente el caso de los nuevos países petroleros - Nigeria, In-
donesia, México, etc. - (cf. Novak [1988]) a través del modelo de
una economía de dos sectores (sector protegido y sector expues-
to, cf. capítulo III, 1): el alza de los ingresos en divisas de expor-
taciones provoca a corto plazo una apreciación de la moneda na-
cional; más tarde, el gasto global encarece el precio de los facto-
res o de los bienes y servicios del sector no expuesto a la compe-
tencia internacional, lo cual induce a la inflación. Desde esta
perspectiva, si la tasa de cambio no se devalúa para corregir el di-
ferencial de inflación con el exterior, el crecimiento de la renta en
divisas provenientes de productos primarios ejerce un efecto de
despojo en las exportaciones industriales expuestas a la compe-
tencia internacional.
En términos de economía política, la movilización del ex-
cedente por el Estado transforma a este último en rentista o en
comerciante - sus ingresos vienen de la propiedad jurídica del
suelo y del subsuelo por las nacionalizaciones o de las ganancias
de la comercialización. ¿Dónde se halla en verdad la motivación
para invertir y asegurar la rentabilidad de las inversiones públi-
cas? Muchos creen que, a diferencia del sector privado orientado
hacia las ganancias a corto plazo, el Estado sería capaz de una ra-
cionalidad a largo plazo. En la economía del desarrollo contem-
poránea, la pregunta es la siguiente: ¿qué instituciones (de la
Teorías económicas del desarrollo 23

cuales el Estado es productor de servicios públicos) o qué políti-


cas (de las cuales el Estado, una vez más) pueden dar esta segu-
ridad a largo plazo tan necesaria para el desarrollo?
En el contexto de la guerra fría, la búsqueda de indepen-
dencia económica nacional era el núcleo de la estrategia preco-
nizada. Según esta lógica, el recurso al financiamiento exterior
no tenía justificación económica pues dependía de solidaridades
políticas.

3. El doble déficit y la ayuda exterior

La ayuda internacional era reconocida en el orden econó-


mico mundial de los acuerdos de Bretton Woods como elemen-
to necesario para la reconstrucción y el desarrollo. Estos dos tér-
minos están inscritos claramente en el nombre con que se bauti-
zó a un nuevo banco internacional, el BIRD o Banco Mundial.
Esta institución ineludible se convirtió no sólo en la primera ins-
titución multilateral de financiamiento, sino también en un lu-
gar donde se elaboran doctrinas y acciones para el desarrollo.
Luego de su creación, sus expertos han alimentado la produc-
ción teórica sobre los más variados temas. Hollis Chenery es uno
de los miembros más ilustres. Con su nombre está asociado un
tipo de modelos, los modelos de doble déficit (o de dos brechas)
que describen el papel de la ayuda extranjera en el período de
transición [Hollis Chenery y Alan Strout, 1966].

La rigidez de la oferta interna

De filiación keynesiana y basado en el modelo Harrod-


Domar, según el cual el crecimiento depende de la inversión
(restricción interna de ahorro), el análisis del doble déficit pro-
pone la hipótesis de la rigidez de la oferta a mediano plazo, ha-
ciendo necesaria la importación de bienes y servicios (restricción
externa de divisas).
En este contexto, la evaluación de las necesidades de fi-
nanciamiento emplea cuatro parámetros: la inversión y el ahorro
24 El financiamiento de la transición

interno, las exportaciones y las importaciones. Al fijar una tasa


neta de crecimiento, es posible determinar las necesidades de ca-
pitales exteriores para la inversión, teniendo en cuenta la pro-
pensión interna al ahorro, y evaluar el saldo de la balanza comer-
cial correspondiente a dicha tasa de crecimiento. En esta fase de
previsión (ex ante), el déficit interno de ahorro puede diferir del
déficit externo. Si este último es superior a la brecha ahorro-in-
versión, los aportes externos deben cubrirlo (y, en todos los ca-
sos, corresponder al más grande de los dos déficits) si se quiere
alcanzar el volumen de inversión deseado (cf. Los modelos de
dos déficits).
En primer lugar, este modelo tiene una utilidad progra-
mática: permite determinar volúmenes de ayuda externa en fun-
ción de objetivos de crecimiento. Si el aporte se efectúa con tasas
de interés nula, el crecimiento será obtenido sin abultar el servi-
cio de la deuda externa. La ayuda representa un aporte de aho-
rro externo, acelera el crecimiento y no podrá reducirse a menos
que desaparezcan las rigideces iniciales: aumento de la tasa de
ahorro interno y sustitución creciente de las importaciones por
la oferta interna (menor propensión a importar) y/o elevación
de la tasa de exportación.
A partir del examen de los factores del crecimiento a me-
diano plazo en una muestra de 31 países, Chenery llega a la con-
clusión de que los países que han optado por la estrategia volun-
taria de suspensión de la restricción externa (tasa de crecimien-
to de las exportaciones mayor que la tasa de crecimiento + baja
del coeficiente marginal de importación) se aproximan al creci-
miento autosostenido con tasas de aumento de PIB del orden del
5% anual. La sustitución de importaciones no puede ella sola lle-
gar a este resultado. En adelante se insistirá sin cesar en el papel
decisivo de las exportaciones: el relajamiento de la restricción ex-
terna depende de la estrategia de industrialización adoptada (ca-
pítulo III).
Teorías económicas del desarrollo 25

Los modelos de doble déficits


El equilibrio global empleo-recursos se expresa en las cuentas naciona-
les de la siguiente manera: S-I =X-M, lo que significa que el déficit interno de
ahorro (inversión-ahorro) es igual al déficit externo (exportaciones-importacio-
nes); la contribución del exterior financia ambos déficits. Pero este equilibrio se
registra ex post. Ex ante, los dos déficits pueden ser distintas.

La restricción del ahorro

En una economía cerrada, la tasa de crecimiento garantizada gw depen-


de, en el modelo Harrod-Domar, de la propensión al ahorro (s) y del coeficiente
de capital (k): gw = s/k, siendo s una tasa constante de ahorro con respecto al
ingreso y k el coeficiente de capital que aumenta de forma constante. Éste co-
rresponde a la relación entre el aumento del capital y el aumento de la produc-
ción (productividad marginal del capital decreciente, ningún progreso técnico
por hipótesis)

La restricción de divisas

En una economía abierta, si cada unidad de capital importado es inter-


cambiable con la producción interna, la tasa de crecimiento garantizada es igual
a s/k. Pero este no es el caso.
Cada aumento de la capacidad de producción P1, requiere 1/b unidades
de capital importado; la inversión en capital importado es igual a: If =(s/bk) Pt.
Para financiarlo, el país dispone de divisas procedentes de la exporta-
ción, e.Pt (e decir, una fracción de la producción). El equilibrio está asegurado
por e =s/b/k, que no se logra si eb < s/k. En este caso la capacidad de importar
constriñe el crecimiento. Entre la tasa de crecimiento garantizado por las expor-
taciones (eb) y la tasa de crecimiento garantizado por el ahorro (s/k), la tasa de
crecimiento efectivo será igual a la más pequeña de las dos.

La capacidad de absorción

Chenery y Strout introdujeron la restricción de calificaciones como fac-


tor limitante suplementario del crecimiento y lo asociaron con la restricción de
ahorro. La contribución del exterior en forma de asistencia técnica puede redu-
cir esta restricción. En todo caso, el problema de la capacidad de absorción es
más global y está relacionado con el conjunto de la inversión financiada por el
ahorro interno y externo. Se trata de una capacidad técnica y político-social a la
vez, habiendo sido analizada por los economistas sobre todo en su primer as-
pecto. Desde el ángulo microeconómico (un proyecto particular), puede ser de-
finida como el límite más allá del cual la rentabilidad del capital invertido se
vuelve nula; desde el ángulo macroeconómico, indica las restricciones al creci-
miento propias del modelo de Harrod-Damar (aumento del coeficiente de capi-
tal, pleno empleo), a las cuales se podría añadir los límites de la capacidad de
endeudamiento.
26 El financiamiento de la transición

Financiamiento externo y ahorro interno

Se ha discutido igualmente sobre los efectos de la ayuda


internacional tanto en la estructura de las economías como en el
crecimiento: ¿qué intereses busca? ¿Qué asignación de recursos
favorece? Un sinnúmero de pruebas en cortes instantáneos o en
series cronológicas para diferentes muestras de países evidencian
la correlación negativa entre los aportes de capital y el ahorro in-
terno, en particular cuando se trata de ayuda pública al desarro-
llo, sin que se establezca claramente la existencia de una causali-
dad. Los resultados son menos desfavorables en cuanto a los
aportes de capital privado (inversión directa y otros aportes).
En economías orientadas hacia el sector externo, las ex-
portaciones son el motor del crecimiento. ¿Pero qué hay del aho-
rro? Si se comparan dos tipos de estas economías –los nuevos
países industrializados (NPI) y los países exportadores primarios
del África subsahariana- para estos últimos, el grado de fluctua-
ción de las tasas de ahorro de un año al otro es muy marcado;
para los primeros, el nivel de ahorro alcanzado al parecer es es-
table; para los segundos, el nivel de ahorro se parece a una lote-
ría perpetua - depende de cuánto exportan y a qué precio, o de
otros shocks (malas cosechas, conflictos armados, precios de los
productos energéticos, tasas de interés, evolución del tipo de
cambio…) La lógica contable del ahorro como residuo tiene ple-
na vigencia. Por otro lado, el ahorro como variable inducida no
siempre ha crecido con el ingreso en períodos largos; la diferen-
cia entre los NPI es notoria al respecto: la tasa de ahorro de Co-
rea del Sur pasó del 21 al 34 por ciento del PIB entre 1965-1973
a 1997 mientras que la de Brasil bajó del 24 al 18 por ciento en
el mismo período de tiempo…
Antes de volver sobre las transiciones experimentadas so-
bre el ahorro (capítulo V), podemos subrayar que el modelo de
Chenery tuvo mucha importancia en el pensamiento sobre el de-
sarrollo; la idea de que la tasa de crecimiento de una economía
está en función del factor limitante más fuerte ha sido aprove-
chada de diferentes maneras hasta la presente fecha. En todo ca-
Teorías económicas del desarrollo 27

so, refleja la sobreestimación de la inversión como único motor


del crecimiento y del apoyo financiero exterior como condición
permisiva. Llega un momento en que, de todas formas, “el capi-
tal se hace en casa” (R. Nurkse), donde la inversión es un asunto
interno, de ahorro endógeno. La experiencia muestra que no
siempre se cumple la promesa de financiamiento del desarrollo.
Una política de promoción del ahorro interno, ¿no implica en-
tonces la liberalización financiera?

4. La promoción del mercado de capitales

La liberalidad de la ayuda exterior, la promoción de la in-


versión a fuerza de tasas atractivas, prácticas de inspiración key-
nesiana, habrían producido una represión financiera sobre la
acumulación del capital. Los sistemas financieros son híbridos:
su impulso sería bloqueado por las reglamentaciones; el ahorro
no sería lo suficientemente remunerado. Siguiendo las huellas de
las tesis del desarrollo financiero [Goldsmith, 1969], R. MacKin-
non [1973] propuso un análisis de la transición, en economías
abiertas, donde el impulso del mercado interno de capitales es la
pieza clave para el financiamiento del desarrollo y para el propio
desarrollo económico.

Disociar el ahorro de la inversión

Las economías subdesarrolladas se caracterizan por la


fragmentación de los mercados de productos y de los factores; el
sistema de precios no refleja pues las preferencias o las utilidades
sociales e individuales ni la productividad de los factores. Esta si-
tuación tiene su origen en el período colonial y en el dispositivo
de protección adaptadas a favor de la industria. Las categorías de
ingreso no están claramente definidas: muchos empresarios son
a la vez ahorristas e inversionistas. El autofinanciamiento domi-
na en las economías agrarias tradicionales: la moneda es comple-
mentaria del capital.
Es a partir de esta hipótesis que MacKinnon reformula
una función de demanda de dinero y demuestra la necesidad de
28 El financiamiento de la transición

aumentar el rendimiento de los saldos monetarios para disociar


las funciones de ahorro y de inversión y crear así un verdadero
mercado financiero. Este rendimiento (d-P*) depende de las au-
toridades monetarias: ellas fijan, por una parte, la tasa de interés
d, es decir, la remuneración nominal del ahorro, y por otra par-
te, la tasa de inflación anticipada P* por el crecimiento de la ma-
sa monetaria. Elevar la tasa de interés de los depósitos y reducir
la inflación desregulando el funcionamiento del sistema finan-
ciero existente permitirán la expansión de un mercado financie-
ro; estas medidas levantarán la hipoteca que pesaba sobre la acu-
mulación de capital.
El ejemplo de la reforma financiera en Corea en los años
sesenta es, de acuerdo con MacKinnon, un ejemplo a seguir. Es-
te autor subraya que luchar contra la inflación favoreciendo la
detención de saldos monetarios (elevando la tasa de interés por
encima de la tasa de inflación) más que restringiendo el crédito
desembocó a mediano plazo en una estabilización financiera (re-
ducción de la tasa de inflación) y en una profundización finan-
ciera (elevación rápida de la tasa de monetización M2/PIB). Es-
tas observaciones podrían ser reactualizadas en el caso de Corea
sin contradecir la tesis.
Sin embargo, en este caso en particular, han estado diso-
ciados los dos aspectos de la política financiera propuesta por el
autor. El primer, la liberalización financiera, vio la luz veinte
años después de esta famosa reforma, y parcialmente: la política
selectiva de crédito con la práctica de tasas de interés atractivas
siguió siendo la regla y el crecimiento coreano se realizó con un
control estatal estricto sobre el sistema financiero. Para el segun-
do aspecto, el ahorro financiero ha crecido claramente luego de
la subida de la tasa de interés, pero no hay nada que permita afir-
mar que ésta es la causa exclusiva de dicho crecimiento.
Teorías económicas del desarrollo 29

Los efectos estructurales de la tasa de interés

Además de las hipótesis neoclásicas habituales, MacKinnon con-


templa un caso de autofinanciamiento dominante sin inversiones públicas.
Par autofinanciar sus inversiones, el agente puede elegir entre separar una
parte de su producto y almacenarlo o guardar dinero.

Gráfico 2. Demanda de dinero y función de inversión

Tasa
de inversión
autofinanciada

Efecto de
Efecto de aducción substitución
dominante dominante

Rendimiento real
de saldos monetarios

En muchos países, el rendimiento real de los saldos d-P* es nega-


tivo (OA). Cuando se eleva y se vuelve positivo, se asiste a un proceso de
monetización favorable a la inversión; los agentes eligen guardar su aho-
rro en dinero más que en bienes porque el riesgo de depreciación de la
moneda está mejor cubierto. Si los saldos aumentan, el volumen de la in-
versión crece; es el efecto de aducción entre el dinero y la inversión. A par-
tir de una cierta tasa de rendimiento real de los encajes (el punto B del grá-
fico 2), el efecto de aducción da lugar a un efecto de sustitución entre acti-
vos reales y activos financieros según la lógica tradicional de cartera.
Para explicar este cambio en los efectos estructurales de la tasa de
interés, MacKinnon asegura que en los países en vías de desarrollo (PVD),
30 El financiamiento de la transición

además del autofinanciamiento, se practica un financiamiento externo que


pasa por prestamistas, cooperativas agrícolas, diferentes mercados finan-
cieros paralelos urbanos, y por el crédito comercial entre empresas; sus
costos son elevados y generalmente es a corto plazo. Con una tasa supe-
rior de rendimiento de los saldos, los prestamistas aumentan sus tenen-
cias de dinero porque el riesgo se reduce; los recursos que pueden ser ob-
jetos de préstamo aumentan. Los empresarios potenciales pueden aumen-
tar entonces su tasa de inversión recurriendo a un financiamiento externo
más abundante, con un costo decreciente. En este proceso, los agentes se
especializan entre funciones de inversión y de ahorro. Y, a medida que la
monetización aumenta, los empresarios decidirán entre las tasas de rendi-
miento de capital físico invertido y la tasa de retención del dinero u otros
activos financieros. En suma, la tasa de interés, establecida de manera exó-
gena, crea el mercado financiero y solo queda desregular este mercado,
que se volverá endógeno por el juego de la oferta y la demanda.

La regla de equilibrio en una economía abierta

Si se admite que las políticas de tasa se ponen en ejecu-


ción, ¿cuál es entonces el nivel óptimo de la tasa de interés? La
parte inferior de la horquilla es la tasa que cubre la depreciación
monetaria, sin perjuicio de que se la reduzca conforme se redu-
ce la inflación. En una economía abierta, la tasa de equilibrio en
términos reales deberá corresponder, para MacKinnon, a la de
los mercados mundiales de capitales; esperando llegar a este
punto (durante la transición), el Estado deberá establecer una ta-
sa de cambio flexible, reajustándola mediante frecuentes y pe-
queñas devaluaciones en función del diferencial inflacionario
con los principales países socios (sistema de la “cremallera” o
crawling peg). Igualmente deberá actuar sobre el ingreso de capi-
tales para esterilizar los efectos inflacionistas.
Si todo ocurre como se espera, el ahorro financiero au-
menta. ¿Pero qué ocurre del lado de la inversión? La apertura fi-
nanciera se conjuga, en efecto, en esta tesis con la apertura co-
mercial a través de una liberalización gradual pero total del co-
mercio exterior. ¿Existen, en todas partes, en una situación deter-
minada del comercio mundial, potenciales de productividad ta-
les que los rendimientos sean superiores a la remuneración ofre-
Teorías económicas del desarrollo 31

cida al ahorro en los mercados internacionales de capital? ¿Todos


los países están siempre en condiciones de sacar provecho de es-
ta ventaja comparativa? Estas preguntas volverán a aparecer con
los programas de ajuste estructural.
Lo que se puede observar por el momento es el desplaza-
miento de una tesis a otra, de Lewis a MacKinnon, de la proble-
mática acumulación-crecimiento a la problemática del equili-
brio de mercados. La inflación no puede ser el mal necesario de
la transición para las necesidades de financiamiento. La integra-
ción de las economías en los mercados internacionales de capi-
tales define la regla de equilibrio para la política económica (cf.
capítulo IV).
Estas tesis del financiamiento diseñan estrategias de desa-
rrollo. La importancia del condicionamiento exterior, que pesa
al inicio sobre el financiamiento, ha sido subrayada por Baran y
Chenery en términos diferentes. La mayor parte de los países en
desarrollo tienen sin duda un excedente de mano de obra al in-
gresar en la etapa de transición, una agricultura o un sector de
renta susceptible tal vez de financiar la industria, un ahorro que
requiere ir al banco si la remuneración es conveniente…Pero su
verdadera moneda de intercambio, la que les permite adquirir
los bienes y servicios que necesitan, que les permite tener acceso
al financiamiento exterior y liberarse de la deuda, es el flujo de
divisas que obtienen con las exportaciones. En el caso de las eco-
nomías especializadas inicialmente en productos primarios y de-
pendientes de los ingresos por exportación para el ahorro y la in-
versión, el éxito de la transición está condicionado en buena me-
dida por la restricción externa.
Capítulo II
LA HIPOTECA
DE LA ESPECIALIZACIÓN PRIMARIA

En 1949 la ONU publicó un estudio que mostraba un de-


terioro del orden del 40% en los precios de los productos prima-
rios con relación al precio de los productos manufacturados en
el comercio mundial entre 1876-1880 y 1936-1938. La ventaja de
la especialización internacional había excluido cualquier reparti-
ción, atendiendo solamente al beneficio de los productores de
bienes industriales. Esa revelación estadística, que reformaba los
datos de un estudio anterior de la Sociedad de Naciones (1946),
contravenía con las demostraciones de las teorías del libre co-
mercio.
Apoyándose en esta afirmación, los economistas empeza-
ron a hablar de una tendencia secular (de largo período) el dete-
rioro de los términos de intercambio3 de los productos primarios,
formulando al mismo tiempo algunas explicaciones. Las nume-
rosas contribuciones publicadas después de medio siglo sobre
esta cuestión se han orientado en dos direcciones: la validación
estadística de la tendencia a largo plazo y la búsqueda de facto-
res explicativos para la misma. La que se dio en llamar la tesis de
Singer-Prebisch suscitó un debate acalorado en los años cin-
cuenta y sesenta: por aquél entonces se aportaron argumentos
“científicos” a las reivindicaciones de un tercer mundo emergen-
te que reclamaba una nueva repartición de la riqueza a nivel
mundial.
Además de su impacto político, esta tesis extendió la par-
tida de nacimiento a la corriente estructuralista de las tesis de la
dependencia cuyo argumento se organiza en torno a la idea de
una herencia estructural de dominio exterior. Esta corriente ha
sido designada bajo el nombre la Escuela de la CEPAL Comisión
34 La hipoteca de la especialización primaria

económica para América Latina, organismo regional de la Na-


ciones Unidas).

1. La especialización primaria

La teoría de los costos comparativos de David Ricardo


[1817] es sin duda uno de los hallazgos más ingeniosos de la
ciencia económica. Considerar que al tener costos absolutos pa-
ra el vino y la tela inferiores a los de la Gran Bretaña, Portugal
podría especializarse en la producción de vino porque la relación
de costos vino/tela en autarquía es inferior a la de la primera po-
tencia económica mundial de entonces, y adicionalmente de-
mostrar que ambos países sacarían ventajas de ello si abrieran
sus fronteras, daba a esta teoría la fuerza de una verdad por su
misma simplicidad. Excepto por la concesión hecha a F. List
(1851) para las industrias nacientes que justifican un proteccio-
nismo transitorio, el dogma de la ventaja de la especialización
internacional no ha sido cuestionado seriamente durante un si-
glo y medio en el pensamiento económico dominante.
La degradación de los términos de intercambio de pro-
ductos primarios revolvía igualmente otra idea recibida. Desde
de los clásicos, se admitía que, a largo plazo, el precio de estos
productos tenía tendencia a subir con respecto al de los bienes
industriales a causa de la escasez natural de los recursos del sue-
lo y del subsuelo.
Para Raul Prebisch [1950] y Hans Singer [1950], los efec-
tos del progreso técnico sobre los precios de los productos en los
países industrializados y en los países subdesarrollados son dife-
rentes a causa de la forma cómo se fijan los precios de los facto-
res: en los primeros, las estructuras del mercado son menos
competitivas que en los segundos (las ganancias se reparten en-
tre un pequeño número de grandes firmas y los sindicatos impi-
den la flexibilidad de los salarios), aunque los precios no bajan
en la misma proporción que en los segundos; al fin y al cabo, la
subida de los costos se impone en el largo plazo.
Teorías económicas del desarrollo 35

Singer añade explicaciones basadas en la demanda, subra-


yando la débil elasticidad-ingreso de los productos primarios: la
demanda de productos alimenticios aumenta con menos rapidez
que el ingreso; con el progreso técnico, la absorción de materias
primas por unidad de producto industrial tiende a reducirse.
Añádanse los fenómenos de substitución de productos sintéticos
a los naturales, etcétera.
Es por este camino que se meten los economistas neoclá-
sicos: el deterioro de los términos de intercambio es un asunto
de productos y los productos básicos sufren de una inferioridad
fundamental con respecto a los bienes manufacturados en cuan-
to a la demanda. Del lado de la oferta, las cosas no son mejores:
los productores pueden reaccionar frente a la disminución de los
precios aumentando los volúmenes producidos para mantener
sus ingresos, lo cual tiende a deprimir los precios. Sin embargo,
globalmente, a corto plazo, la producción de productos básicos
se considera rígida (nuevos sembríos, apertura de nuevas minas,
reacción a las variaciones de precios en el ciclo agrícola siguien-
te); no importa cuál sea la demanda, la oferta se ajusta con retra-
so. El resultado es que los precios fluctúan en los mercados en
proporción de este desajuste. La inestabilidad de los precios de
los productos primarios a menudo ha sido considerada como el
único problema que sufren las producciones primarias por par-
te de quienes ponen en duda la existencia de una tendencia a lar-
go plazo al deterioro de los términos de intercambio.
El fundamento de esta “ley” descansa al principio en una
observación estadística. La validez de la ley depende entonces de
la calidad de las estadísticas, es decir, de los datos primarios y del
método utilizado.
Paul Bairoch [1967, 1997] duda de la validez de los datos
utilizados en el estudio de la ONU de 1949. Este autor observa
que entre 1876-1880 y 1926-1929 los costos de transporte dismi-
nuyeron alrededor de la mitad y permiten por sí solos explicar
una baja del 12% de los precios c.i.f. (costo, seguro y fletes) de las
materias primas.
36 La hipoteca de la especialización primaria

La mayor parte de los otros trabajos estadísticos constatan


un deterioro cuya tendencia anual, entre 1900 y 1982-1983, su-
bió de -0.1% a -1.7% [Diakosavvas y Scandizzo, 1991], con evo-
luciones divergentes según la categoría de productos. Muchos es-
tudios cuantitativos subrayan, sin embargo, que la constatación
de un desmoronamiento de los precios de las materias primas no
implica una desventaja en la especialización internacional.

La ventaja de la especialización, en teoría

En efecto, en la teoría pura del comercio internacional, es-


ta ventaja se determina: 1) comparando una situación de apertu-
ra con una situación de autarquía; las estadísticas de los términos
de intercambio no tendrían significado alguno en este sentido;
2) independientemente de la remuneración de los factores de pro-
ducción, en virtud de las leyes de formación de precios en la teo-
ría neoclásica. Según esta última, la remuneración de los factores
de producción depende de la productividad marginal (la cual es
función de la escasez relativa inicial); la apertura al intercambio
tiende a volverla igual de un país a otro (teorema Hecksher-Oh-
lin-Samuelson). Según esta lógica, se deducen los precios de los
factores (nacionales) de los precios de los productos (mundia-
les); el salario es una variable dependiente del precio del produc-
to y varía según la contribución del factor trabajo a la produc-
ción (es decir, según la productividad del trabajo).
¿En qué se basa entonces la ventaja de la apertura y la es-
pecialización? El conjunto mundial que se forma con el inter-
cambio internacional economiza los costos: una unidad de cos-
to se intercambia por un volumen mayor de productos. El libre
intercambio garantiza la eficiencia (eficacia). Al modificarse, la
distribución de recursos ha aumentado el bienestar global; éste
crece independientemente de la repartición del ingreso.
Si la teoría neoclásica pudo apropiarse de la demostración
de los costos comparativos de Ricardo, es porque éste abandona,
en el capítulo de su tratado dedicado al comercio exterior, su
propia hipótesis de un salario exógeno (teoría de los precios de
Teorías económicas del desarrollo 37

producción). En el famoso ejemplo del intercambio de vino y te-


la entre Inglaterra y Portugal, los costos de producción se expre-
san en cantidades de trabajo por unidad producida. Pero estas
unidades de trabajo son tratadas como una simple unidad de
cuenta y común entre los dos países: no se las trata como “costos
de producción”, es decir, como la suma de un costo en salario y
de una ganancia4. Si se adopta al contrario la regla que en cada
país el salario es exógeno, este se convierte en la variable clave de
la fijación de precios internos y mundiales. Con una teoría de
precios de producción, se puede demostrar una desventaja en el
intercambio.
El intercambio desigual de Arghiri Emmanuel [1969] cons-
tituye un buen ejemplo de este enfoque.

El intercambio desigual

Si bien el trabajo es inmóvil entre las naciones, el capital


no lo es; se forma así una tasa mundial de ganancias constituti-
va del precio de los bienes. Cualquier aumento de los salarios en
un país disminuye esta tasa de ganancias y mejora los términos
netos de intercambio de dicho país mientras que los términos
correspondientes de los otros países se deterioran (véase recua-
dro). De allí que a medida que la brecha de los salarios se acen-
túa entre los países, su ritmo de acumulación se diferencia, ace-
lerándose en las economías donde los salarios suben y desacele-
rándose en las otras. “La riqueza engendra la riqueza […] La po-
breza engendra la pobreza” (p. 168). En otras palabras, vendemos
barato porque somos pobres, y no lo contrario. La conclusión
política está clara: el antagonismo entre naciones ricas y pobres
conlleva al antagonismo entre clases sociales.
La tesis del intercambio desigual suscitó numerosas discu-
siones. Charles Bettleheim (prefacio a El Intercambio Desigual)
cuestiona las conclusiones tercermundistas entregándose a una
crítica conceptual sobre la “explotación” de un país por otro.
Paul Samuelson, por su parte, se esfuerza por demostrar que la
tesis del intercambio desigual no cuestiona la ventaja de la espe-
38 La hipoteca de la especialización primaria

cialización internacional: la teoría pura del comercio internacio-


nal muestra que la importación de capital, condición de iguala-
miento de las tasas de ganancia, hace bajar el precio (se vuelve
más abundante) lo que entraña una modificación de los precios
relativos en beneficio de la tasa de salarios. La crítica que hace
Emmanuel de los costos comparativos ya no tiene sustento, en su
opinión, porque no distingue la producción antes de la apertura
y la producción después de la apertura al intercambio [1976].
Retomando el argumento de que el libre intercambio aumenta el
bienestar global (cf. supra), afirma que “en el camino que lleva a
la regla de oro con un consumo máximo, debemos renunciar ne-
cesariamente a ciertos bienes de consumo. En otras palabras, no
tenemos nada sin nada, porque la competencia ya ha garantiza-
do la eficiencia” [1978].
Tenemos aquí un diálogo de sordos donde cada uno argu-
menta a partir de premisas teóricas diferentes. En la óptica clási-
ca de los precios de producción, el nivel de ingreso alcanzado en
el período 1 determina el nivel de acumulación del período 2; si
el ingreso se deteriora (aquí, por efecto de los términos de inter-
cambio), la economía se empobrece. Con el enfoque neoclásico
los períodos no se encadenan de esta manera; el intercambio es
una historia que se reinicia una y otra vez a partir de una dota-
ción inicial y no se trata de saber definitivamente si es equitativa
o no. Comparamos así dos períodos de intercambio y el equili-
brio corresponderá a una maximización de la utilidad para las
unidades privadas. El equilibrio competitivo es un óptimo de Pa-
reto, que asegura la eficiencia. Motivo de discusión no es la fija-
ción del salario en función de un conjunto de bienes de subsis-
tencia - aunque la pobreza de las economías apoyaría esta idea -
sino más bien la oposición entre una óptica de acumulación y
una óptica de equilibrio como soporte del análisis.
Al avanzar la tesis del deterioro de los términos de inter-
cambio, los expertos de la ONU tenían en mente no tanto un de-
bate teórico sobre los precios cuanto la hipoteca que la especia-
lización primaria tenía en el ingreso nacional, y por ende en el
desarrollo.
Teorías económicas del desarrollo 39

Un sistema de precios de producción

Hipótesis: los productos sirven a la vez de bienes de consumo y de bienes de


producción; las cantidades de productos (X) y de factores (L para el trabajo) están de-
terminadas, es decir, los métodos de producción. La tasa de salario (w) es única al
igual que la tasa de ganancia (r). Sea n las ramas o los productos (índices 1, 2,…n)
que utilizan, cada no por su parte, una cantidad X de productos de su propia rama o
de otras ramas; p designa los precios unitarios de 1 a n productos.

Un sistema de precios de producción para n ramas se describe así:

(X11p1 + X12p2 +…+ X1npn + L1 w)


(1+r) =X1p1
(X21p1 + X22p2 +…+ X2npn + L2 w)
(1+r) = X2p2
…………………………………………….
(Xn1p1 + Xn2p2 +…+ Xnnpn + Ln w)
(1+r) = Xnpn

Las variables a determinar son los n precios, w y r, siendo n + 2 incógnitas


para n ecuaciones; si se elige como unidad de medida la mercancía n(pn=1), queda
un grado de libertad que implica la fijación, externa al sistema de precios, de una de
las dos variables de repartición. El salario es exógeno; está fijado en función de un
conjunto de cantidades (S) de bienes consumidos (k) por los trabajadores:

w = S1p1 + S2p2 +…+Skpk.

Este sistema de precios tiene una solución con una determinación simultá-
nea de precios y de la tasa de ganancia. Como el salario y las técnicas de producción
están dados, la función de este sistema de precios es la de repartir un excedente en-
tre las diferentes ramas en función de una tasa de ganancia única, estando la masa
en función del monto del capital total anticipado en cada rama. Cuando el salario au-
menta, la ganancia baja, y es el efecto conjugado de estas dos variaciones lo que ha-
ce variar los precios.
Si interviene el avance técnico, reduciendo las cantidades de trabajo, el efec-
to sobre los precios y la ganancia es el mismo que una reducción del salario; igual
ocurre si este avance interviene únicamente en el sector de los bienes salarios.
Si se utiliza este modelo en el caso de dos países, dos ramas, como lo hace
Ricardo, en el país donde el salario aumenta, esta elevación recompensa con creces
la baja de la ganancia - el precio aumenta; a su vez, en el país donde el salario no va-
ría, los precios van a reflejar la reducción de la ganancia. Los términos de intercam-
bio se deterioran en detrimento del segundo país cuando los dos productos se comer-
cian. Tal es la lógica del intercambio desigual.
Se ha propuesto un gran número de modelos explicativos del comporta-
miento de los términos de intercambio. Todos ellos tienen en común trasladar al con-
texto internacional las leyes de formación de precios que se determinen en el merca-
do nacional y diferenciar por hipótesis particulares entre un Norte y un Sur. En la tra-
dición neoclásica de factores sustituibles que no permite conservar la hipótesis de un
salario exógeno, esta diferenciación descansa en otras hipótesis, en especial, para el
Sur, en aquella de factores específicos no transferibles de un sector a otro.
40 La hipoteca de la especialización primaria

2. Dependencia y dominación externa

Los obstáculos del crecimiento

El famoso informe presentado con ocasión de la primera


Conferencia de las Naciones Unidas para el Comercio y el Desa-
rrollo (CNUCED) en 1964 por Raul Prebish, presidente de dicha
conferencia, resume sus propias investigaciones y el pensamien-
to de los economistas de la CEPAL. El principal obstáculo para el
crecimiento, en América Latina, radica en su inserción desfavo-
rable en la economía internacional. La especialización primaria
ha producido varios obstáculos:

• el ingreso nacional se ve desangrado por el deterioro de


los términos de intercambio y por la repatriación de los
beneficios de las sociedades extranjeras que explotan las
materias primas;
• cuando el país se industrializa, debe importar equipos y
productos intermedios. La evolución desfavorable de los
precios de exportación no puede ser compensada por el
crecimiento de la oferta: sea los países no tienen control
sobre los volúmenes producidos (petróleo, productos mi-
neros), sea, tratándose de productos agrícolas, el obstácu-
lo proviene de la estructura agraria (latifundio-minifun-
dio). El tope de la oferta agrícola limita igualmente la dis-
ponibilidad de alimentos para las asalariados urbanos,
que subsisten cada vez más gracias a las importaciones;
• si se añade, al conjunto de estas restricciones que afectan
la balanza de pagos, la dependencia tecnológica desde que
existe industrialización, si se toma en cuenta así mismo, la
repartición desigual de los ingresos, que alimenta un flujo
de importaciones de bienes suntuarios (inútiles para el
desarrollo), y si se recuerda, última pero no menos impor-
tante, la existencia de un “dualismo” que atraviesa a todos
los sectores de la actividad económica, se dispondrá de to-
do el abanico de condicionamientos estructurales a los
Teorías económicas del desarrollo 41

que deben hacer frente las economías que han heredado


una especialización primaria.

Actuar sobre el déficit exterior mediante devaluaciones no


surte efecto alguno; se trata más bien de emprender reformas es-
tructurales, en especial una reforma agraria y una redistribución
de ingresos para acompañar una industrialización voluntaria. La
polémica entre el Fondo Monetario Internacional y los econo-
mistas estructuralistas (cf. capítulo IV) ocupa un lugar impor-
tante en el pensamiento sobre el desarrollo durante los años se-
senta y setenta.

Imperialismo y tercer mundo

De la afirmación de la primacía de la dependencia exterior


a las teorías del imperialismo hay un solo paso. La idea de Nico-
lás Bujarín y Lenin sobre la conformación de una economía
mundial a finales del siglo diecinueve con la exportación de ca-
pitales, polarizada por un centro dominante y una periferia do-
minada, proporciona los motivos de la expansión imperial y la
especialización histórica de los países dominados.
En su libro Le Pillage du tiers monde [El saqueo del tercer
mundo], Pierre Jalée [1965] expresó la idea generalizada de que
el imperialismo va a buscar recursos en el tercer mundo. Samir
Amin [1970] y André Gunder Frank [1969] proponen una am-
plia descripción del desarrollo histórico del capitalismo y del lu-
gar que ocupa en él la periferia. En el marco de una historia de
la acumulación a escala mundial, Samir Amin intenta explicar la
integración de las economías subdesarrolladas, en una historia
de acumulación a escala mundial, mediante transferencias de va-
lor entre modos de producción diferentes que benefician al “cen-
tro”, según una lógica de intercambio desigual. Por su parte,
Gunder Frank, a través de su célebre fórmula del “desarrollo del
subdesarrollo”, presenta al capitalismo como un sistema integra-
do por el mercado y estructurado a escala mundial en metrópo-
lis y satélites. Nada escapa a las relaciones capitalistas: en el sec-
42 La hipoteca de la especialización primaria

tor tradicional, tan nombrado por los teóricos del dualismo, los
comerciantes que extraen el excedente a los campesinos son a su
vez explotados a un nivel superior por otros comerciantes o por
los industriales, y así hasta que el excedente recorra toda la “ca-
dena imperialista”.
Estos enfoques contribuirán finalmente a disolver al tercer
mundo en la economía mundial. La reflexión que emerge en los
años setenta sobre la mundialización a través de las intermedia-
rias de las compañías multinacionales refuerza esta tendencia. La
tesis de la mundialización del fordismo [Alain Lipietz, 1985], aun-
que subraya la diversidad de los factores económicos y sociales
entre países, se inscribe en esta misma corriente.
En resumen, la tesis del deterioro de los términos de inter-
cambio de productos primarios se integró en un análisis más
amplio de la dependencia estructural externa. Luego, la cuestión
del mercado de materias primas dejó de ocupar el primer plano
con la internacionalización de los productos industriales, siendo
vista finalmente en los años noventa esencialmente a través de la
globalización financiera.
En el análisis del desarrollo, esta tesis planteó al menos
tres interrogantes: el primero concerniente al método inductivo
en el cual se basaba - extraer una ley general mediante la obser-
vación estadística; el segundo está relacionado con las teorías de
precios y salarios en economías subdesarrolladas; el tercero tiene
que ver con la alternativa entre el libre comercio y el proteccio-
nismo, tema desenterrado una vez cuestionada la ventaja de la
especialización internacional.
En el pasado esta tesis se constituyó en un caballo de ba-
talla a la hora de definir un nuevo orden económico internacio-
nal. ¿Acaso hemos olvidado que antes de la primera subida de los
precios del petróleo decidida por el cártel de la OPEP en 1973,
esta organización exigió la indexación del precio en base a los
términos de intercambio expresados en dólares petróleo/pro-
ductos manufacturados? El mecanismo de la estabilización de
los ingresos por exportación de la Unión europea (Stabex), en el
Teorías económicas del desarrollo 43

marco de la convención de Lomé, también es el resultado de un


arreglo de las relaciones Norte-Sur que tiende a reducir el im-
pacto en el ingreso que tienen las “leyes del mercado” al momen-
to de comercializar productos primarios.
Pero esta tentativa ha fracasado desde la década de los
ochenta con el deterioro de los precios de esos productos de al-
rededor del 30%, con la liberalización de las cadenas de produc-
ción y los reveses sufridos por los acuerdos de productos inter-
nacionales. Desde entonces las materias primas han quedado a
merced de la inestabilidad y a la deriva especulativa de las opera-
ciones de cobertura de los mercados internacionales.
En 1998, el derrumbe de los precios luego de la crisis asiá-
tica, unido a la reducción de los volúmenes de producción, hizo
caer la participación de los productos primarios en el comercio
mundial (incluido el petróleo) por debajo del 20%; para el con-
junto del continente africano, el deterioro de los términos de in-
tercambio es de 10% en un solo año, con una reducción del in-
greso de 2.6% [CNUCED, 1999]. El problema de las materias
primas sigue siendo una restricción el crecimiento, en particular
de los países menos avanzados, y revela el orden económico
mundial y su regulación.
Capítulo III
EL DESARROLLISMO
Crecimiento voluntario y estrategias
de industrialización

El desarrollismo nació después de la Segunda Guerra


Mundial tomando sus referencias de la historia económica de los
países industrializados. Las vías y los medios de una industriali-
zación tardía fueron explorados muy bien por Alemania y Japón
al igual que por la Unión soviética. El desarrollismo integró así,
además del paradigma de la modernización (cf. capítulo VI), dos
ingredientes importantes: la idea de que un crecimiento acelera-
do solo puede ser el resultado de la expansión de las actividades
industriales y del voluntarismo basado o no en un nacionalismo
político declarado ya de todas formas en la intervención del Es-
tado en la distribución de los recursos, ya que el Estado está lla-
mado a corregir las leyes del mercado que hasta entonces habían
distribuido, inequitativamente la industria a escala planetaria.
Las estrategias industriales empleadas en los países del Sur, entre
los años cincuenta y setenta, sin embargo, lo son siempre en con-
textos particulares: de historias de éxito a fracasos del desarrollo,
la experiencia adquirida proporciona hoy en día enseñanzas uni-
versales que se analizarán más adelante (cf. capítulo V). Por aho-
ra nos detendremos en la aparición de los nuevos países indus-
trializados (NPI) en el primer período que acaba con la crisis de
la deuda en 1982.
Para trazar el recorrido de esta experiencia contemporá-
nea del crecimiento económico, es necesario primero revisar la
discrepancia entre los bosquejos teóricos disponibles y el objeti-
vo del desarrollo, desde su fase inicial a la de un crecimiento au-
tosostenido. También es necesario recordar de qué forma la
cuestión del desarrollo ha sido asociada con la elaboración de
46 El desarrollismo

teorías del crecimiento. En una conferencia pronunciada en Es-


tocolmo en 1987, Robert Solow explicó que el punto de partida
de su reflexión, que desembocó en el célebre modelo de creci-
miento a largo plazo [1956], fueron Harrod-Domar y Lewis. La
idea de que el paso de un crecimiento lento a un crecimiento rá-
pido tendería a una alza sostenida de la tasa de ahorro no le ha-
bía convencido. La adopción de una función de producción que
tradujera una elección entre combinaciones diferentes de técni-
cas de producción, intensivas en trabajo o capital, le parecía más
conforme a la realidad5.
Si la economía del desarrolló nutrió la reflexión de los teó-
ricos del crecimiento, de su parte, la teoría del crecimiento ejer-
ció un efecto axiomático en la problemática del desarrollo, dán-
dole una dimensión más limitada la de un cambio cuantitativo
acelerado. La frontera entre los modelos de crecimiento y los
modelos de desarrollo es, por lo tanto, difícil de trazar y, de to-
das maneras, los segundos toman prestadas de los primeros sus
hipótesis principales. Sin embargo, es necesario definir criterios
que permitan distinguir ambos modelos. Para los modelos del
primer período se pueden seleccionar dos criterios; 1) el cambio
sectorial en la transición, destacando la articulación agricultura-
industria; 2) la idea de un crecimiento voluntario, con decisiones
ex ante que sirven de fundamento a las estrategias de industria-
lización, sobre todo en base a las técnicas de producción y a la re-
partición de inversiones por ramas.

1. Los modelos de crecimiento

Los bosquejos teóricos tradicionales6

Existen diferentes tipos de modelos de crecimiento que si-


guen las corrientes teóricas. El objeto de estos modelos es poner
en evidencia, tomando en cuenta ciertas premisas iniciales, las
restricciones que pesan sobre el proceso de crecimiento. Para
simplificar, se considera una economía que produce un bien que
se consume o se invierte, con dos factores de producción, el ca-
Teorías económicas del desarrollo 47

pital y el trabajo, a rendimientos constantes; dejando a un lado


las complicaciones introducidas por el comercio internacional,
el cambio tecnológico, la inflación y la actividad del Estado. La
economía es capitalista, con dos clases, los trabajadores que con-
sumen y los capitalistas que invierten una parte s de sus ingresos.
Si se puede consumir o invertir la producción total, se tiene: 1 =
C ao + g (K/X), donde C es el consumo por trabajador y ao una
proporción fija trabajo/producto, X es el nivel de la producción,
K el stock de capital, y g su tasa de crecimiento.
O incluso el ingreso se reparte como sigue:

1 = (W/P)ao + r(K/X)

donde W/P es la tasa de salario monetario, P el nivel general de


precios, y r la tasa de ganancia.
Si se añade la hipótesis de que K/X es superior al coefi-
ciente técnico necesario de capital a1, esto quiere decir que exis-
te un exceso de capacidad de producción.
La identidad entre el ahorro y la inversión implica que g =
sr. Un modelo de este tipo no tiene solución porque el número
de variables (C, g, W/P, r y K/X) excede el número de ecuaciones.
Cada corriente teórica introduce hipótesis complementarias so-
bre el crecimiento:

• El modelo neoclásico supone el pleno empleo, lo que signi-


fica que g está determinada por un parámetro exógeno n,
que es la tasa de crecimiento demográfico, lo cual, a su vez,
significa la plena utilización de la capacidad instalada, es
decir, que K/X = a1.
• El modelo clásico-marxista supone igualmente una oferta
de mano de obra determinada por el crecimiento demo-
gráfico, y el pleno empleo. La hipótesis central es que el sa-
lario W/P está determinado exógenamente. La acumula-
ción de capital depende del ahorro, el que a su vez depen-
de de la distribución del ingreso.
48 El desarrollismo

• El modelo de Cambridge: si se introduce la hipótesis de que


los dos grupos (capitalistas y asalariados) ahorran, la ecua-
ción de Nicholas Kaldor muestra que, para una tasa de cre-
cimiento determinada, la proporción de las ganancias en
el ingreso y la propensión de los capitalistas al ahorro va-
rían inversamente (a menos ahorro, aumenta su parte del
producto). Cuando la economía funciona a plena capaci-
dad, todo intento de los capitalistas por consumir más y
ahorrar menos implica una subida de los precios y, por lo
tanto, una baja del salario real y una redistribución en be-
neficio de las ganancias.
• El modelo keynesiano (Harrod-Domar) introdujo una
función de crecimiento deseado del tipo g = sr, que impli-
ca la plena utilización de la capacidad y el subempleo; el
crecimiento está condicionado por el capital, pero su rit-
mo depende más de la demanda que del ahorro disponi-
ble.

Kalecki (1971) introdujo una ecuación de precios del tipo


P = ao W(1+z), donde z es un margen determinado en función
del grado de monopolio, y una ecuación de crecimiento desea-
do: g = g (r, X/K). La empresas fijan los precios (o los salarios) y
mantienen una capacidad excedentaria para ajustar la produc-
ción a la demanda; una utilización más elevada de la capacidad
les obliga a invertir a un ritmo mayor. En este modelo, el creci-
miento deseado y la demanda juegan un papel crucial; una re-
partición desigual de los ingresos determina una demanda insu-
ficiente que reduce la tasa de crecimiento.

El enfoque intersectorial

a) La articulación agricultura-industria.- Formalizada por


J.C.H. Fei y G. Ranis [1964] a partir de la tesis de Lewis, la arti-
culación agricultura-industria ha sido retomada en los modelos
de equilibrio neoclásicos como los de D.W. Jorgenson [1967] y
M.P. Todaro [1969], o por los keynesianos [Lance Taylor, 1983].
Teorías económicas del desarrollo 49

• Como en el caso de Lewis, al inicio existe la agricultura,


donde se produce con un stock específico de trabajo y de tierra,
los rendimientos son decrecientes y los agricultores reciben un
producto medio fijo. Para Jorgenson, la industria sólo puede de-
sarrollarse si, en la agricultura, existe un excedente de mano de
obra luego de la aparición de un excedente agrícola. La libera-
ción de la mano de obra agrícola para la industria depende del
crecimiento del excedente agrícola, el cual a su vez depende del
efecto combinado del crecimiento demográfico (efecto negativo,
pues hay más bocas que alimentar en la agricultura), del progre-
so técnico (efecto positivo) que reduce el impacto de los rendi-
mientos decrecientes. Si la tasa de crecimiento demográfico es
baja comparada con la del avance tecnológico en la agricultura,
se cumple el requisito para la aparición de un excedente agríco-
la (y por lo tanto de la industrialización). Luego, el crecimiento
diferencial entre los dos sectores (la agricultura a rendimientos
decrecientes, la industria a rendimientos constantes) induce a
una posible escasez de oferta con respecto a la demanda de ali-
mentos; esta escasez puede verse agravada por el éxodo rural de-
bido al diferencial de salarios.
• Es en esta dirección que Michael Todaro emprende su
análisis. La importancia de su modelo se basa en la tendencia,
manifiesta desde los años sesenta, al alza del desempleo urbano
en la mayor parte de los países de Africa y América Latina. La hi-
pótesis básica tiene que ver con la decisión de los agentes de emi-
grar del campo a la ciudad. Esta decisión será tomada en función
del cálculo por parte del agente del ingreso neto esperado del
empleo urbano. Dos factores determinan esta decisión: el prime-
ro es que existe un diferencial de salario positivo en favor del em-
pleo urbano en el caso de calificación equivalente. El segundo es
la probabilidad de encontrar empleo en la ciudad. Este último
corresponde, para cada período, a la tasa de empleos nuevos por
el número de individuos que demandan empleo. Mientras ma-
yor es esta probabilidad, mayor será el diferencial de salario;
mientras más se reducen los costos de la migración, mayor será
el valor actualizado del ingreso neto esperado.
50 El desarrollismo

• Si se integra este cálculo microeconómico de los migran-


tes en un modelo de equilibrio, la probabilidad de encontrar un
empleo estará en función del estado del mercado de trabajo: cre-
cerá con la creación de nuevos empleos urbanos y decrecerá con
el aumento del desempleo urbano existente. En cuanto a la crea-
ción de nuevos empleos, el modelo conserva una función de de-
manda de trabajo que hace intervenir dos variables: el salario (a
menor salario, mayor número de gente reclutada por las empre-
sas) y los programas estatales de reabsorción del desempleo. Es-
te modelo permite calcular el umbral a partir del cual la oferta
de trabajo de los migrantes se vuelve excedentaria.
• Estos modelos están orientados del lado de la oferta de
factores productivos. ¿Dónde se encuentra la demanda por la
producción del sector industrial-urbano? El enfoque del equili-
brio interdependiente de los mercados donde se intercambia la
producción de cada sector permite tener en cuenta las demandas
recíprocas entre la agricultura y la industria. Taylor distingue,
por un lado, el sector industrial cuyos precios son precios de pro-
ducción (cf. recuadro, capítulo II) y cuya producción está deter-
minada por la demanda; y, por otro lado, el sector agrícola don-
de los precios son flexibles (en función de la oferta y la deman-
da). A corto plazo, con un determinado stock de capital en los
dos sectores y una tasa de salario específica, la producción indus-
trial y los precios agrícolas variarán con el fin de equilibrar el
mercado. Toda inversión exógena aumenta la demanda de ali-
mentos, y por lo tanto, los términos de intercambio de bienes
agrícola/bienes industriales, y un aumento de la oferta agrícola
(una buena cosecha, por ejemplo) hace bajar los precios agríco-
las e incrementa la producción industrial aumentando su de-
manda. Este modelo implica una integración lograda por el mer-
cado de productos de la agricultura y de la industria.
• La capacidad explicativa de cada uno de estos modelos es
interesante, pero parcial. Su mérito común es analizar una arti-
culación sectorial determinante de la transición. No obstante, in-
corporan una visión antigua de las relaciones entre la agricultu-
Teorías económicas del desarrollo 51

ra y la industria, entre el campo y la ciudad, a la que ya se hizo


referencia en el primer capítulo. Las experiencias asiáticas de in-
dustrialización rural, que introdujeron la mezcla de actividades
al interior mismo de las familias rurales, o incluso el acopla-
miento en estas últimas de los ingresos de la migración y de la
agricultura como se observó en la transición de las economías
del sur de Europa (España, Portugal), merecen más atención en
cuanto a sus implicaciones teóricas. Al contrario, la experiencia
de la revolución verde en la India, en Indonesia o en Taiwan, lue-
go de Japón, puede ser analizada a partir del modelo de Jorgen-
son: nuevas semillas de alto rendimiento y métodos de cultivos
nuevos (introducción de una tecnología exógena) modificaron
la relación entre la evolución de los rendimientos agrícolas y el
crecimiento demográfico. Pero los efectos pudieron ser distintos
de los esperados y es preciso analizarlos caso por caso.

b) Bienes de consumo (C)/bienes de inversión (I).- Para cre-


cer más rápidamente, una economía debe no sólo ahorrar más
sino producir los bienes de inversión necesarios. El modelo so-
viético de asignación prioritaria de la inversión hacia las indus-
trias pesadas fue retomado por P.C. Mahalanobis para la elabo-
ración del segundo plan quinquenal de la India (1953-1957).
Además del tipo de planificación de la inversión (cf. infra), este
modelo de tipo Harrod-Domar distribuye la inversión en favor
de I, lo que implica a corto plazo una escasez relativa de bienes
de consumo. Este sacrificio a corto plazo permitiría una tasa de
crecimiento más elevada.

c) Bienes salarios y bienes suntuarios.- Este enfoque ha si-


do utilizado para analizar la relación entre la demanda de estas
dos categorías de bienes y el crecimiento por sectores. Distingue
dos grupos, uno de obreros no calificados que reciben un salario
básico, otro de obreros calificados que reciben salarios altos,
consumiendo bienes duraderos y suntuarios y ahorrando. Con
un modelo de tipo Kalecki, se prueban los efectos de una redis-
tribución del ingreso en favor de los asalariados calificados. Esta
52 El desarrollismo

aumenta la demanda de bienes duraderos y suntuarios y la de-


manda inducida de bienes de inversión, lo cual aumenta la tasa
de crecimiento de estos dos sectores y la desigualdad de los in-
gresos.
Esta espiral inequitativa ha sido analizada en América La-
tina, donde sería el producto de una política de inversión parti-
cular, conducida, por un lado, en función del crecimiento rápido
del sector de bienes suntuarios y del empleo de trabajadores ca-
lificados que consumen estos bienes, por otro lado, en perjuicio
del sector de bienes de consumo corriente y del empleo de ma-
no de obra no calificada (cf. Elizabeth Sadoulet [1983]).

d) Sector expuesto (E) - sector protegido (A).- En el sector


expuesto a la competencia internacional (exportaciones + susti-
tución de importaciones), los precios están determinados por el
mercado internacional, y en el sector protegido, por la oferta y la
demanda doméstica. En este contexto, se han efectuado numero-
sas pruebas desde los años cincuenta. Una de las más clásicas es
la de saber cuál puede ser el efecto de un boom en las exporta-
ciones. Este, al aumentar el ingreso, aumenta la demanda y por
lo tanto los precios de los bienes del sector A con respecto a los
del sector E.
En una variante estructuralista -a tres sectores - un sector
de exportación primaria (por ejemplo, una economía exporta-
dora de minerales), un sector A que produce bienes intermedios
e infraestructura, y un sector manufacturero mixto que trabaja
para el mercado interno y la exportación [Taylor 1983] - un au-
ge de las exportaciones puede inducir un efecto de evicción en la
demanda en beneficio del segundo sector y en perjuicio del ter-
cero, y limitar así el crecimiento industrial.
En una versión neoclásica, la tasa de cambio real, determi-
nada en función del precio relativo de bienes E/A, se sobrevalúa.
En efecto, con la subida de la demanda global, si los factores de
producción no son específicos para cada uno de los sectores, la
demanda mayor de mano de obra en los productos A entraña un
aumento general de los salarios, y por ende una alza de los cos-
Teorías económicas del desarrollo 53

tos y una pérdida de competitividad en el sector E. Esta demos-


tración pretende justificar las políticas de ajuste que siguieron las
subidas de precios a nivel mundial en los años setenta.
De hecho, se trata de modelos de equilibrio que tienen co-
mo relación central un sistema de precios relativos. La separa-
ción por sectores ya no es significativa de una transición; parece
más una variante de una función agregada de crecimiento.
Si en el pasado los modelos de crecimiento sirvieron de
soporte al análisis del desarrollo, de igual manera fueron utiliza-
dos como soportes para sacar ex post la evolución de agregados
y los cambios sectoriales. Las principales evoluciones constata-
das son las siguientes: los países de ingresos medianos conocie-
ron un crecimiento más rápido que los países menos avanzados,
y que las economías desarrolladas en las décadas del setenta y
ochenta; la tasa de inversión (FBCF/PIB) aumenta con el ingre-
so per cápita, salvo excepciones; el grado de apertura al comer-
cio internacional ponderado por el tamaño de la economía (en
general, de la población) no está correlacionado significativa-
mente con el ingreso per cápita.
En cuanto a los aspectos sectoriales, la evolución encon-
trada no sorprende: disminución de la parte correspondiente a la
agricultura en el valor agregado y en el empleo, hipertrofia del
sector terciario, disminución de la participación de los produc-
tos alimenticios en el consumo a medida que crece el ingreso (ley
de Engel).

2. El crecimiento voluntario

En la perspectiva de un crecimiento voluntario basado en


la industrialización, las alternativas estratégicas en la asignación
de recursos se han determinado en muchos debates. Primero, el
debate en torno a qué línea directriz adoptar, una vez iniciado el
crecimiento, para repartir las inversiones. ¿Es necesario concen-
trar la inversión en algunas ramas o repartirla equitativamente?
Un segundo debate tiene que ver con la elección de las técnicas;
54 El desarrollismo

un tercero, con los modelos autocentrado versus la extroversión


(cf. 3, los modelos de industrialización).

Crecimiento equilibrado o crecimiento desequilibrado

El subdesarrollo se percibe como una serie de obstáculos


para el cambio (falta de capital y de empresarios dinámicos, pre-
sión demográfica…) o como un estado de equilibrio que se re-
produce a partir de un encadenamiento necesario de insuficien-
cias. Para Harvey Leibenstein [1957], en los países “atrasados” es-
tamos en presencia de un equilibrio casi estable de subsistencia:
cuando el ingreso por habitante aumenta gracias al progreso de
la agricultura, la tasa de mortalidad disminuye, la población cre-
ce, las tierras se parcelan cada vez más, la producción baja y, co-
mo el ingreso por habitante, termina por alcanzar su nivel ante-
rior.
Para entrar en la vía del desarrollo y romper con los círcu-
los viciosos del subdesarrollo, se necesita un esfuerzo masivo. Las
metáforas se multiplican: el gran empuje (big push) de Rosens-
tein-Rodan, el “despegue” (take-off) de Rostow, el gran impulso
(spurt) de Gerschenkorn. La imagen es la de un avión que despe-
ga; es preciso movilizar todo el poder disponible para vencer la
gravedad y se ha de superar un “umbral crítico” para que alcan-
ce la altitud debida y la velocidad de crucero.
El big push [gran impulso] de N. Rosenstein-Rodan
[1943] es un programa de inversión de amplio espectro. Una vez
iniciado el crecimiento, este pionero de la economía del desarro-
llo se pronuncia, al igual R. Nurkse [1961], a favor de un “creci-
miento equilibrado” o “proporcionado” (balanced growth); am-
bos consideran necesario repartir las inversiones entre el conjun-
to de los sectores de manera concomitante con el fin de favore-
cer la complementariedad de actividades entre las empresas, o
incluso con el propósito de tener en cuenta aspectos indivisibles.
Esta idea de proporcionalidad significa que un sistema in-
dustrial viable está estructurado de tal manera que las diferentes
ramas están representadas en él de manera equilibrada. La base
Teorías económicas del desarrollo 55

de esta regla se encuentra en el lado de la demanda: la suma de


las ofertas de los diferentes sectores, por los ingresos que gene-
ran, crea las demandas de cada producto. Se trata entonces de
encontrar las condiciones para que opere la ley de Say [P. Gui-
llaumont, 1985, vol 2.]. En estas condiciones es posible que la
matriz industrial cree además economías de escala: los consu-
mos intermedios aumentan, los costos y los precios de los bienes
bajan, y esto aumenta la demanda final. El modelo autocentrado
tiene pues como eje la ampliación del mercado interno como in-
centivo de la inversión.
En dinámica, un crecimiento equilibrado sería una suce-
sión de equilibrios estables. Esta visión está estrechamente vin-
culada con la de un mundo regido por mercados competitivos.
Algunos economistas sostienen empero que es cuestionable. Se-
gún François Perroux [1969], los Estados no competitivos están
orgánicamente vinculados al crecimiento rápido: en los procesos
observados, la atención gira en torno a ciertas industrias; éstas se
presentan bajo la forma de grandes unidades que crecen a una
tasa superior al producto global. Por analogía, Perroux estima
que la inversión iniciada por el Estado debe destinarse a confor-
mar polos de crecimiento. Sin bien estos no son proporcionales,
la desigualdad de oportunidades estimula la competencia y, por
lo tanto, la iniciativa privada (p. 180-181)…
Para A. O. Hirschman [1958] el crecimiento es una se-
cuencia de desequilibrios y se propaga en el conjunto de la eco-
nomía. Los efectos de la inversión son, en efecto, múltiples: ade-
más de los efectos de multiplicación sobre el ingreso o el creci-
miento de la capacidad de producción, existen efectos de com-
plementariedad y efectos de encadenamiento [liaison]. Por enci-
ma de la industria creada nace una demanda de consumo inter-
medio y, por debajo de ella, una demanda de igual naturaleza si
se trata de una industria que provee de bienes a otras ramas de
la economía. El Estado maximiza estos efectos, que se acumulan
en caso de que decida promover una industria situada hacia
arrba.
56 El desarrollismo

Para los partidarios del crecimiento desequilibrado, es re-


comendable entonces crear centros de industrialización. El Esta-
do debe rectificar el curso espontáneo de la industrialización: se-
gún la tabla de intercambios inter-industriales, las ramas que se
desarrollan son las “últimas”, es decir, las de la industria de bie-
nes de consumo final, a partir de insumos importados. Esta “in-
dustria importadora de enclave” es crucial para las actividades de
exportación, afirma Hirschman; ella no puede constituir un po-
lo dinámico por sí sola. Otras razones justifican la intervención
del Estado - el problema de la capacidad de gestión (Hirschman)
o la defensa del interés común (Perroux).
Los defensores del crecimiento equilibrado estiman tam-
bién que el Estado debe intervenir, pero sólo para remediar las
imperfecciones del mercado; éste es un mecanismo inadecuado
para coordinar el conjunto de inversiones porque un solo em-
presario no puede tener en cuenta los efectos externos sobre los
otros sectores, aunque es preciso tener un centro de decisión pa-
ra repartir las inversiones7.

Las alternativas tecnológicas

En la función de crecimiento Harrod-Domar con dos fac-


tores complementarios (capital y trabajo), la tasa de crecimiento
depende, además de la tasa marginal de ahorro, del coeficiente de
capital (incremental capital output ratio o ICOR) (cf. capítulo I,
el modelo de Chenery). Con una tasa de crecimiento propuesta
como objetivo, el arbitraje entre las técnicas, intensivas en capi-
tal o trabajo, puede depender de los objetivos de maximización
del producto o del empleo. En el marco de planificación en la In-
dia, A. Sen [1960] aboga por la elección de técnicas “interme-
dias” (en términos de intensidad de capital) que, en su opinión,
eran las únicas susceptibles de maximizar el excedente reinverti-
ble y el empleo. Al fijar este doble objetivo, se evita transformar
una parte o hasta la mayoría de la población en sujetos de asis-
tencia pública: en efecto, no se puede aceptar una situación don-
de el 10% produciría para el 100% bajo el pretexto de eficacia
Teorías económicas del desarrollo 57

técnica. Conseguir un empleo es producir, acceder a un ingreso


pero también ser reconocido socialmente [ A. Sen 1975, en
1984]. Este argumento sigue siendo de actualidad.
El problema de elección de técnicas se enmarca en otra
discusión importante, la del dualismo, con la distinción entre
una tecnología propia del sector tradicional y otra del sector mo-
derno.
La tecnología del sector moderno hace un uso intensivo
del capital y se caracteriza por coeficientes fijos de sustitución
entre los factores: la extracción minera o petrolera, las plantacio-
nes dependen de técnicas determinadas que necesitan una com-
binación fija de capital y trabajo. El progreso técnico en este sec-
tor aumenta además la intensidad capitalista. En el sector tradi-
cional, los métodos de producción son flexibles: existiría una
sustitución entre capital y trabajo; con un excedente de mano de
obra, no habría ningún motivo para utilizar métodos capita-
listas.
En los años sesenta, la visión dominante fue privilegiar,
con el objetivo de un crecimiento acelerado, las técnicas que ma-
ximizan el producto y, por lo tanto, intensivas en capital. En los
años setenta el debate se orientó hacia las tecnologías apropiadas
a partir de una interesante reflexión sobre el ecodesarrollo (Ig-
nacy Sachs, [1980]; cf. polémica entre A. Emmanuel y D. Thérey
[1983]). El ecodesarrollo no significa un respecto a la naturaleza
y a la tradición en la visión idílica de las organizaciones aldeanas,
como a menudo se presenta, sino la búsqueda de un efecto pa-
lanca8 en la capacidad científica y técnica local en la selección de
tecnologías para importar; es decir, lo que se propone es más
bien una articulación entre técnicas “tradicionales” y “moder-
nas”, con la organización proactiva a una transferencia tecnoló-
gica sin la cual no puede haber técnica “adaptada”.

La planificación tradicional…

Para su segundo plan quinquenal (1953-1957), la India


utilizó el modelo de crecimiento de Mahalanobis ([1955], pre-
58 El desarrollismo

sentado por C. Prou y J. Gardelle [1964]) del tipo de industrias


industrializantes (cf. 3). En un primer momento se determina la
parte de la inversión que va al sector de bienes de capital. Luego
se atiende el resto de la economía en tres sectores: la gran indus-
tria (por su tamaño), la agricultura y la pequeña industria, y la
provisión de servicios básicos (enseñanza, salud…). El modelo
de Harrod-Domar sirve de punto de apoyo para determinar los
efectos de la inversión. Es necesario entonces estimar los ICOR
por sector, y fijar una tasa de crecimiento objetivo. Se determina
igualmente la inversión mínima requerida por cada sector para
crear nuevo empleo. La repartición de la inversión entre los sec-
tores, además de la prioridad dada a los bienes de capital, busca-
rá maximizar el producto global y el empleo. Se calculan luego
balances provisionales en base a los equilibrios empleo-recursos
a nivel macroeconómico y para algunos productos grandes. Este
modelo define así un equilibrio real año tras año.
Se pueden hacer muchas observaciones con respecto a es-
ta planificación macroeconómica. Su objeto principal es expre-
sar las prioridades en la distribución de inversiones y prever el
crecimiento resultante de la producción. Se encuentra una vez
más la vieja idea de que la situación financiera se adecua: los
equilibrios financieros no se verifican, año tras año, con sus im-
plicaciones presupuestarias. Frente a los inversionistas extranje-
ros, el plan representa un documento de referencia para negociar
el financiamiento de inversiones. En muy pocos países las elec-
ciones del Estado han sido objeto de un debate democrático in-
terno tanto en la determinación de prioridades como en la eva-
luación de resultados a posteriori.
Importantes deficiencias aparecieron en este sistema de
planificación tradicional a partir de los años setenta. El creci-
miento de la incertidumbre en el ambiente internacional (pre-
cios, tasas de cambio, tasas de interés), luego de que las crisis fi-
nancieras orientaron los métodos de previsión hacia el corto pla-
zo y hacia una programación de inversiones públicas (general-
mente a tres años) más articulada al presupuesto anual.
Teorías económicas del desarrollo 59

…y la evaluación de proyectos

El financiamiento de los proyectos de inversión por la


asistencia pública internacional dio lugar a una experiencia de
evaluación proyecto por proyecto. Jan Tinbergen fue pionero en
este campo (véase su propio relato en Meïr y Seers, [1988]). El
principio básico es evaluar las expectativas de rentabilidad de la
inversión. Todo el problema reside en la estimación de las ganan-
cias esperadas; existen dos métodos para ello, el uno de precios de
referencia, que siguen las instituciones internacionales, y el mé-
todo francés de efectos (véase el recuadro).
El método de precios de referencia presupone que los pre-
cios mundiales representan el óptimo, y en efecto, el Estado pue-
de pasar a cumplir un papel secundario frente a la agencia que
somete a examen el proyecto, y frente al mercado. El método de
efectos, por su parte, no pretende fijar directamente criterios en
la elección del proyecto, como lo hace el otro método, que deci-
de entre los costos-beneficios de los diferentes proyectos con res-
pecto a los costos: esta elección está hecha por la instancia polí-
tica central de planificación a partir de las evaluaciones.
Los efectos laterales, difusos, de las inversiones, los errores
no previsibles y las correcciones a realizarse llevan a relativizar
los métodos cuantitativos de proyección, sea cuales fueren, y
multiplicar las evaluaciones ex post para establecer, de uno u
otro proyecto, los parámetros apropiados para la economía en
cuestión. En el pasado los planes y la evaluación de proyectos no
han seguido este requisito de previsión y conocimiento de reali-
dades sino que han servido como base de discusión con los in-
versionistas extranjeros para financiar las inversiones públicas. Y
en numerosos casos, son los mismos financistas los que han de-
cidido el método a utilizar.

Métodos de los proyectos de evaluación

Little y J. Mirrless [1968] sistematizaron el método de pre-


cios de referencia. Para medir los efectos de una inversión, se de-
60 El desarrollismo

terminan precios ficticios en la medida en que los precios exis-


tentes se consideran precios “falsos” que no corresponden a un
óptimo en la asignación de recursos; las correcciones mayores
tienen que ver con los salarios (a la baja), la tasa de interés (a la
alza) y el cambio (considerado a menudo sobrevalorado). Los
costos-beneficios económicos de la inversión para la colectividad
se estiman en función de este sistema de precios. Dicha estima-
ción difiere de aquella de los costos-beneficios financieros del
proyecto que dependen de los precios existentes. Diferentes va-
riantes de este método han sido propuestas por expertos de la
OCDE.
Las agencias francesas de cooperación han utilizado otra
forma de evaluación. El método de los efectos, expuesto por Ch.
Prou, M. Chervel y M. Le Gall [SEDES, 1975] se concibe como
parte integrante del proceso de planificación y los proyectos son
evaluados en el marco de la economía nacional en conjunto.
Las hipótesis sobre el proyecto de conjunto (la economía
nacional) son: el dualismo y la dependencia exterior, introduci-
dos en una tabla intersectorial insumo-producto y una hipótesis
del subempleo (productividad marginal del trabajo constante).
Se toman en cuenta los efectos de encadenamiento entre los pro-
yectos - se evalúan los efectos de los proyectos considerados uno
por uno o por grupos. Cuando se trata de un proyecto de subs-
titución de importaciones, se calculan los aportes de valor agre-
gado los precios del mercado y las ganancias en divisas y en in-
gresos fiscales resultantes. Los efectos indirectos de la inversión
son estimados a partir de consumos intermedios inducidos.

3. Las estrategias de industrialización

Tradicionalmente se distinguen tres estrategias de indus-


trialización; 1) por sustitución de importaciones (ISI), 2) por in-
dustrias industrializantes (III), y 3) por sustitución de exporta-
ciones (ISE). En principio las dos primeras se orientan hacia el
mercado interno y la tercera hacia los mercados exteriores.
Teorías económicas del desarrollo 61

• La industrialización por substitución de importaciones


(ISI). - El desarrollismo de la escuela de la CEPAL promueve una
estrategia de industrialización por substitución de importacio-
nes cuyos principales argumentos fueron proporcionados por
Celso Furtado [1970]. Las políticas que promueve esta corriente
se basan en: 1) la ampliación del mercado interior, a la cual de-
ben contribuir decisivamente una redistribución del ingreso y
una reforma agraria; 2) la conformación de mercados comunes
regionales, sobre todo entre las economías pequeñas; 3) la imple-
mentación de un sistema de protección por cuotas, derechos
arancelarios y tasas de cambio múltiples que deben filtrar las im-
portaciones en función de las necesidades prioritarias de la in-
dustrialización; 4) contribuciones financieras del exterior some-
tidas a control (apertura selectiva a la inversión extranjera y me-
didas tendientes a limitar la salida de los beneficios); 5) el apoyo
al financiamiento de la inversión (tasas preferenciales, política
presupuestaria activa).
El supuesto de esta estrategia es que existiría una deman-
da potencial suficiente para la industria naciente y que la oferta
seguirá; por lo tanto, bastaría sustituir las importaciones con
producción nacional. Pero no es seguro que baste proteger el
mercado interior para que responda la oferta, para que los dere-
chos arancelarios se conviertan en un aumento del capital por
trabajador, o en calificaciones requeridas, o incluso en industrias
claves: las condiciones de la oferta aparecen, por experiencia,
tanto o más limitantes que las de la demanda en numerosos paí-
ses.
• Las industrias industrializantes (III) - Construir una in-
dustria naciente no es propiamente una estrategia de sustitución
de importaciones, porque los bienes que se trata de producir no
fueron necesariamente consumidos o importados anteriormen-
te. Esta estrategia, que se refiere a la experiencia soviética, tiene
como objetivo transformar los modos de producción existentes
promoviendo un capitalismo de Estado. La estrategia fue preco-
nizada por Baran como una extensión de su análisis sobre el ex-
62 El desarrollismo

cedente (capítulo 1); inspiró además las opciones industriales


que hizo la India en los años cincuenta; en Francia se la conoce
a través de su variante argelina de “industrias industrializantes”
[Destanne de Bernis 1966].
La ambición de esta estrategia es realizar un modelo auto-
centrado intersectorial más que intraindustrial como en el caso
anterior. En efecto, en la transición, la agricultura, además de los
roles que está llamada a cumplir (provisión de mano de obra y
de subsistencias) debe ofrecer, a través de la mecanización, sali-
das a la industria. Esta última debe entregar a la agricultura bie-
nes de capital, servicios básicos (energía eléctrica, irrigación) y
productos químicos (abonos). En un segundo momento, gracias
a los efectos de arrastre esperados, la inversión se orientará hacia
las industrias de transformación dirigidas hacia el consumo. De
esta forma se revierte la secuencia histórica de la industrializa-
ción por substitución de importaciones.
La aplicación de la estrategia de industrialización pesada
en economías diferentes ofrece un campo de observación intere-
sante. La articulación buscada entre agricultura e industria si-
guió caminos diferentes en la India y en China; con un punto de
partida común, bajo la influencia de las concepciones stalinistas,
ambas estrategias se diferencian a partir del “Gran salto hacia
adelante” (1959-1961) en China: la consigna “caminar sobre am-
bas piernas” se concreta con el desarrollo de unidades industria-
les de dimensiones variables sobre todo el territorio, aunque en
una primera fase los resultados se distinguen según la produc-
ción, con –en el trasfondo- la aparición del hambre. En cuanto a
Algeria, la creación de industrias está vinculada con un retroce-
so de la agricultura y con un efecto de evicción sobre la acumu-
lación productiva imputable a la lógica económica de renta [Ph.
Norel, 1986].
• La industrialización por substitución de exportaciones
(ISE). - la tercera vía industrial es la que consiste en remplazar
progresivamente las exportaciones tradicionales con exportacio-
nes no tradicionales - por ejemplo, productos primarios trans-
Teorías económicas del desarrollo 63

formados, bienes semifacturados, productos industriales. Se tra-


ta de aprovechar una ventaja comparativa de recursos naturales,
de costo de mano de obra, de espacio…Esta política fue adopta-
da por un gran número de países, pero sólo ha tenido éxito en
algunos (cf. cuadro NPI).
Los logros industriales han sido espectaculares y cada vez
se han dado en condiciones diferentes. Corea del Sur, pobre en
recursos naturales, pudo emprender la substitución de exporta-
ciones; el éxito de su estrategia industrial supuso un dominio del
proceso general de industrialización, sobre todo en su aspecto
tecnológico y financiero. Brasil logró la substitución de exporta-
ciones (disminución de la contribución del café) retrocediendo
la frontera agrícola en torno a una nueva explotación agrícola (la
soya) que ha jugado un papel de arrastre en la industria de bie-
nes agrícolas de capital, y orientando a la exportación una parte
de su industria de substitución de importaciones. Por su parte,
durante los años setenta, México ha adoptado modalidades se-
mejantes pero en condiciones diferentes - la nueva explotación
de petróleo jugó un papel de diversificación de exportaciones,
sin los efectos industriales inducidos por la soya en Brasil. Ade-
más, México estuvo directamente involucrado en la reestructu-
ración de la industria norteamericana en una posición de sub-
contratista fronteriza, inicialmente. Esta industrialización se ha
diversificado y profundizado paulatinamente, creando en la re-
gión norte del país transformaciones económicas y sociales pro-
fundas. La adhesión de México al Tratado de Libre Comercio
(NAFTA) en 1994 ratifica este proceso de integración.
64 El desarrollismo

Los nuevos países industrializados (NPI)

Si se conserva la clasificación inicial de la OCDE y se deja de lado


a la antigua Yugoslavia, a España, Portugal y Grecia, los nuevos países in-
dustrializados del tercer mundo son los siguientes: dos ciudades estados -
Hong-Kong y Singapur -, Taiwan, Corea del Sur, Brasil y México. Estos paí-
ses tienen en común el haber sufrido un crecimiento rápido desde finales
de los años sesenta en base al dinamismo del sector industrial exportador.
Se suele añadir a esta lista de países una segunda generación de NPI: Ma-
lasia, Mauricio, China y Tailandia. Con la India, cuya estrategia de industria-
lización está muy emparentada con el modelo algelino, disponemos de la
lista de los diez primeros exportadores de productos manufacturados del
tercer mundo. Durante los años ochenta, estos países multiplicaron por
cuatro sus exportaciones industriales y su participación en el comercio in-
ternacional de productos manufacturados se duplicó (de 8 a 16 %).
Esta incursión de nuevos productores industriales en el mercado
mundial modifica la división internacional del trabajo: los antiguos países
industriales sufrieron, en un primer momento, una competencia nueva en
la rama textil, prendas de vestir, industrias del cuero y el calzado, de los
muebles, del vidrio, del plástico, de los materiales de oficina, exportando
por su parte cada vez más bienes de equipo de diferentes clases a los paí-
ses de reciente industrialización. A medida que los países del polo asiático
han dominado las técnicas más sofisticadas, se desarrollan otras activida-
des, especialmente en el campo de la electrónica. Las firmas multinaciona-
les de los países industrializados han participado ampliamente en este pro-
ceso desde finales de los años sesenta, aunque las situaciones de subcon-
tratación son frecuentes, pero sólo han sido uno de los vectores de estos
nuevos procesos de industrialización. Esta industrialización ha absorbido
los financiamientos bancarios de los años setenta (reciclaje de petrodóla-
res) y el endeudamiento exterior se ha perpetuado luego de la crisis de la
deuda de 1982 hasta la crisis de 1997 en los NPI asiáticos.
En Corea del Sur la política industrial ha seguido tres etapas: luego
de una reforma agraria, una extensión de la cobertura educativa y la cons-
trucción de infraestructura con ayuda americana en los años cincuenta, la
primera etapa, de 1962 a 1971 gira en torno a la industria de mano de obra
(textil); durante la segunda tapa, de 1972 a 1981 se pone en funcionamien-
to una política de estímulo a las cadenas productivas (para los textiles, des-
de las prendas de vestir hacia las telas e hilandería hasta las máquinas tex-
tiles) y de diversificación, con la creación e una industria pesada, todo gra-
cias a un fuerte endeudamiento externo. En los años ochenta, corea del
Sur logra diversificar sus exportaciones industriales en nuevas ramas
(electrónica, bienes de capital), lo que le permite absorber los shocks ex-
ternos, lanzándose a una estrategia de descentralización industrial. M. Lan-
zarotti [1992] muestra que, en el largo plazo, el mercado interior jugó un
papel decisivo al igual que las exportaciones en la dinámica del creci-
miento.
Teorías económicas del desarrollo 65

4. Las políticas de apoyo a la industrialización

La polémica relativa a las estrategias industriales polarizó,


en los años sesenta, los debates sobre el desarrollo en torno a la
corriente estructuralista más que a la corriente proteccionista y a
la corriente liberal que preconizaba la apertura de las economías.
En América latina la controversia entre las dos opciones (ISI y
ISE) tuvo una traducción política directa: a la llegada de los re-
gímenes autoritarios (Brasil, Argentina y Chile) le correspondió
el abandono de la reforma agraria, la adopción de políticas in-
dustriales orientadas a los mercados externos y una apertura a la
inversión extranjera. Además de los dispositivos de protección de
la industria naciente, las políticas de apoyo a la industrialización
han estado relacionadas sobre todo con la inversión extranjera,
la transferencia de tecnología, la organización del sistema finan-
ciero y la gestión de la fuerza de trabajo.

La protección de la industria naciente

La primera ventaja del modelo de ISE, en comparación


con el de ISI, sería una producción a menor costo. Esta propues-
ta contempla distintos aspectos. En primer lugar, la de la eficien-
cia: en lo absoluto, una industria protegida produce bienes a cos-
tos superiores a los de la libre competencia, lo que significa una
menor rentabilidad de las inversiones. Los defensores del ISI res-
ponden que los efectos de la protección deben ser evaluados no
sólo en función de la rentabilidad privada, unidad de produc-
ción por unidad, sino también según la productividad social de
la inversión: la protección de la industria naciente permite un
proceso de aprendizaje tecnológico y el desarrollo del empleo. El
argumento es el de la tarifa educativa de F. List [M. Anson-Me-
yer, 1982], Bela Balassa [1981], librecambista, encuentra acepta-
ble este argumento, desde el ángulo de un aprendizaje empresa-
rial, siempre y cuando se admita una primera fase transitoria de
substitución de importaciones previa a la sustitución de expor-
taciones en el marco de industrias de mano de obra poco califi-
cada y con una protección moderada.
66 El desarrollismo

El crecimiento de disponibilidades en divisas, permitido


por la sustitución de exportaciones, facilita la importación de
bienes del mercado mundial a menor costo, lo que hace bajar los
costos internos: por ejemplo, la importación de alimentos a ba-
jo precio permite bajar el salario nominal - el ejemplo de Ingla-
terra con la abolición de las corn laws en el siglo diecinueve ilus-
tra esta situación. Además, el costo económico real de una uni-
dad de divisa ganada en la exportación es menor que el de una
unidad de divisa ahorrada en la importación. El dinamismo de
la demanda mundial sería superior al del mercado interno, pro-
vocando economías de escala, efectos de aprendizaje y, en gene-
ral, efectos de competitividad. En el marco de esta baja de los
costos, la industria de exportación atraería la inversión extranje-
ra: el capital se volvería más abundante y su costo disminuiría.
El aumento de la disponibilidad de divisas, gracias al ISE,
facilitaría la importación de bienes en el mercado mundial a me-
nor costo, bajando los costos internos: por ejemplo, la importa-
ción de alimentos a buen precio permite bajar el salario nominal
- el ejemplo de Inglaterra con la abolición de las corn laws [leyes
maiceras] en el siglo XIX es ilustrativo al respecto. Por otra par-
te, el costo económico real de una unidad de divisa por exporta-
ciones es menor que el de una unidad de divisa ahorrada en im-
portaciones. El dinamismo de la demanda mundial sería supe-
rior al del mercado doméstico, creando economías de escala,
efectos de aprendizaje y efectos de competitividad. A lo largo de
esta baja de los costos, la industria de exportación atraería la in-
versión extranjera: el capital se vuelve más abundante porque su
costo disminuye.
Estos argumentos coinciden en subrayar el sesgo introdu-
cido en la asignación de recursos por la protección arancelaria.
En el segundo período, los librecambistas orientan la medida y la
apreciación de la protección en otra dirección. Es necesario
constatar que los países que han elegido una estrategia hacia
afuera adoptan sistemas de incentivo tanto para limitar sus im-
portaciones como para promover sus exportaciones. Se mide en-
Teorías económicas del desarrollo 67

tonces el grado de neutralidad de los dispositivos comparando


sus dos aspectos: para hacerlo, se calculan dos “tasas de cambio
efectivas ” promedios, la una de exportación, la otra de importa-
ción, tomando en cuenta los derechos arancelarios, los impues-
tos, las subvenciones, etc. Si estas dos tasas son iguales, el sistema
de incentivo es “neutro” [BM, RDM 1987]. Si abandonamos la
problemática librecambista, podemos constatar que estos dispo-
sitivos han tenido efectos iniciales positivos para la exportación
industrial y han tendido a crear precios de mercado que com-
pensen las diferencias de precios en términos de ambiente eco-
nómico, tecnológico, financiero, etc., entre países industriales y
NPI [Amsden, 2001].
La superioridad del modelo ISE se mide ex post por crite-
rios de desempeño. Está claro que los exportadores industriales
tardíos sólo pueden triunfar o fracasar - los intentos no son con-
tabilizados por las estadísticas cuando no se logran. La compara-
ción entre los desempeños, en términos de crecimiento, del ISE
y los del ISI son, en estas condiciones, favorables a los primeros.
Sea como sea, conviene tener en cuenta el conjunto de políticas
de apoyo a la industrialización que, en la mayoría de los casos,
son comunes a ambas estrategias.

Las otras políticas de apoyo

• La codificación por parte de los Estados de la actividad


de las empresas multinacionales (FMN) ha tomado distintas for-
mas. En las estrategias de autocentralización, la apertura a la in-
versión extranjera ha sido selectiva en función de una delimita-
ción de los sectores “claves” bajo control nacional. La definición
de estos sectores ha sido extensiva (más frecuente en los servicios
básicos, los bancos, las industrias de extracción…). La reglamen-
tación de las actividades de compañías multinacionales ha apun-
tado decisivamente en los volúmenes de los beneficios expatria-
dos y los intentos de control han sido realizados por el lado de
los “precios de transferencia”: estos precios de facturación inter-
nos a la empresa multinacional (de filial a filial, o de filial a la ca-
68 El desarrollismo

sa matriz) evidentemente son susceptibles de ocultar la repatria-


ción de los beneficios.
Si la industrialización por sustitución de exportaciones
esta acompañada de una apertura a la inversión extranjera las
modalidades de dicha apertura pueden ser reglamentadas. En los
países recientemente industrializados de Asia se han utilizado en
buena medida las zonas francas - zonas fuera del derecho común
de las regulaciones fiscales, del trabajo, etc., existentes - pero con
fórmulas contractuales y evolutivas de asociación con el capital
local. Estas asociaciones han sido uno de los medios para reali-
zar la transferencia tecnológica. La apertura de una zona franca
no ha tenido por sí misma la virtud de producir la industrializa-
ción (la zona franca de Dakar, por ejemplo).
La cuestión de la transferencia tecnológica desde el aspecto
de las multinacionales ha ocupado un lugar importante en la li-
teratura que ha sido dedicada a estos temas (cf. especialmente las
publicaciones de la ONU del Centro de sociedades transnacio-
nales y las de la OCDE) durante los años setenta, sin que esta no-
ción haya sido definida con claridad. En cuanto a las políticas es-
pecíficas en este campo, mientras Algeria escogió contractos de
compra de fábricas terminadas, con cláusulas que contemplan la
formación de cuadros locales, mientras que Corea del Sur deci-
dió prohibir la importación de conjuntos industriales y estimu-
lar la asociación de compañías transnacionales con el capital na-
cional [J. Perrin, 1983]. Retrospectivamente, la comparación en-
tre estas dos alternativas puede aclarar los procesos de aprendi-
zaje de tecnologías importadas y las estructuras sociales que pro-
mueven.
• La organización de sistemas financieros para el financia-
miento de la industrialización ha tenido en general dos formas:
la creación de bancos de desarrollo estatales y la política selecti-
va de crédito. Los primeros, a través de los cuales se canaliza una
parte de la ayuda pública del exterior, se han hecho cargo del fi-
nanciamiento de las infraestructuras de acompañamiento de la
industria y el riesgo de inversión en general; con la flotación de
Teorías económicas del desarrollo 69

la tasa de cambio, los bancos de desarrollo pudieron igualmente


cubrir el riesgo del mismo. La política selectiva de crédito, por su
parte, se basó en una práctica de tasas preferenciales y en general
negativas en términos reales y en la distribución de paquetes de
crédito a los sectores prioritarios.
• La gestión de la fuerza de trabajo es quizá la más comple-
ja y decisiva de las políticas de apoyo. Los modelos de la transi-
ción subrayan la importancia de mantener un salario nominal al
nivel más bajo para maximizar el excedente o la ganancia, en es-
pecial la de una oferta alimenticia barata para contener el salario
real. Pero no dicen que se trate de establecer, en un lapso de
tiempo relativamente corto, el mismo salario industrial.
El Estado ha tenido una participación activa en estos as-
pectos: las subvenciones fiscales para bienes de primera necesi-
dad han contribuido a aligerar las cargas salariales; la ley ha or-
ganizado la atomización del mercado de trabajo, limitando la
sindicalización o prohibiéndola. Igualmente, el Estado se ha he-
cho cargo de la formación de esta mano de obra; ha influido ade-
más en la distribución del ingreso según los vaivenes de su polí-
tica industrial.
En suma, si la ISE parecía corresponder a la opción liberal
por oposición la ISI o a la III, el inventario de políticas específi-
cas muestra que la industrialización ha sido, sin importar la es-
trategia adoptada, un asunto del Estado, sustituido o no por un
capitalismo privado nacional. El resultado más claro de las polí-
ticas de apoyo a la industrialización, cuando no ha surgido una
lógica de acumulación productiva, ha sido un lucro cesante para
las financias públicas con una presión continua sobre la balanza
de pagos. El efecto del activismo estatal ha sido entonces el de
transformar la crisis del desarrollo industrial en crisis fiscal.
• El endeudamiento internacional ha servido de apoyo al fi-
nanciamiento de la industrialización. Es el reciclaje de petrodó-
lares por parte de los bancos internacionales en los años setenta
el que dio una magnitud sin precedentes a la oferta de fondos
privados dirigidos a países en crecimiento rápido o a países pe-
troleros involucrados en un proceso de industrialización volun-
70 El desarrollismo

taria. Hacia la década de los ochenta, el alza de las tasas de inte-


rés como consecuencia de la nueva política monetaria america-
na junto con el segundo shock petrolero, unidos a una recesión
mundial, van a desembocar en la crisis de la deuda de los países
del tercer mundo. En 1982, México se declaró cesante en el pago
de su deuda y los bancos se dieron cuenta que se veían enfrenta-
dos no a la iliquidez pasajera de los deudores sino a la insolven-
cia de muchos de ellos. Los Estados están lanzados en primera lí-
nea para hacer frente a los acreedores externos. Se ignora enton-
ces que se ha volteado una página en la historia del desarrollo.
Capítulo IV
EL AJUSTE ESTRUCTURAL

El FMI es una “cooperativa” de bancos centrales. Éstos de-


positan en sus arcas una parte de sus reservas de cambio y un po-
co de su propia moneda (la cuota de participación), gracias a la
cual adquieren los derechos especiales de giro según su cuota
respectiva o condicionada más allá de ella, en el marco de acuer-
dos negociados stand-by. Este sistema se volvió más complejo
con el transcurso del tiempo. Los países en desarrollo se convir-
tieron en 1976 en los primeros deudores del Fondo. Hacia los
años noventa se sumaron los países del Este en su calidad de eco-
nomías en transición hacia la economía de mercado.
El acuerdo negociado prevé la implementación de un pro-
grama de estabilización a corto plazo que se propone reabsorber
el desequilibrio exterior. La dificultad de los Estados para supe-
rar este desequilibrio ha propiciado la adopción de reformas es-
tructurales en los modos de gestión y regulación económicas.
Las políticas de ajuste estructural (PAS) comprenden dos tipos
de medidas - estabilización financiera y transformación estruc-
tural. Luego de la década de los setenta, estas políticas se exten-
dieron de manera proporcional a la multiplicación de los dese-
quilibrios y a la dificultad de los gobiernos de reabsorberlos.
Se han hecho numerosas contribuciones a las políticas de
ajuste estructural, entre ellas ocupan un lugar especial los exper-
tos del FMI y el Banco Mundial; este último ha implementado
programas de préstamos de ajuste a partir de 1980 en estrecha
colaboración con el Fondo.
El llamado “Consenso de Washington” sobre la doctrina
liberal ha sido más tarde criticado por los economistas estructu-
ralistas. En los últimos años, su crítica tuvo la tendencia a cen-
trarse en cuestiones de equilibrio y crecimiento. Las políticas del
72 El ajuste estructural

FMI han evolucionado, especialmente en los países latinoameri-


canos con una elevada tasa de inflación. Cuando se generaliza la
apertura financiera en el transcurso de los años noventa, asisti-
mos a una nueva inestabilidad financiera con efectos contagio-
sos así como a una deriva de la situación de las instituciones fi-
nancieras institucionales.

1. El enfoque del FMI

El contenido de las políticas de ajuste depende del diag-


nóstico del desequilibrio exterior. El enfoque de los servicios del
FMI gira en torno a problemas de la balanza de pagos que se
consideran monetarios o de absorción. De hecho, el Fondo pro-
cede en términos de programación de los equilibrios macro-fi-
nancieros; la presentación del soporte teórico de este enfoque, a
través de un modelo simplificado, permite poner de manifiesto
el fundamento de dos categorías de medidas, las de estabiliza-
ción a corto plazo y las de carácter estructural (véase cuadro).
• La restricción de la oferta monetaria requiere de la imple-
mentación de una política crediticia. Se trata a la vez de restrin-
gir la demanda global y de actuar sobre el nivel de precios inter-
nos, dependiendo de la cantidad de moneda. Por las mismas ra-
zones, el Estado debe reducir su déficit presupuestario, sobre to-
do cuando lo cubre mediante emisión monetaria. Esta medida
ocupa un lugar central en los programas financieros.
Los gobiernos tienen a cargo encontrar los medios de re-
ducir el déficit público. La reducción de los gastos será tanto ma-
yor cuanto más limitadas sean las posibilidades de aumentar la
presión fiscal. La medidas de liberalización, si figuran en el pro-
grama de ajuste negociado con el Fondo (cf. infra), darán la pau-
ta del saneamiento presupuestario: supresión de subvenciones,
congelamiento de los salarios de funcionarios públicos y/o limi-
tación del número de servidores públicos, reducción de otros
gastos, sobre todo de inversión pública.
Teorías económicas del desarrollo 73

El modelo de referencia del FMI

Tenemos el caso de una “pequeña economía abierta”: es abierta


porque ninguna reglamentación obstaculiza los intercambios con el exte-
rior; es pequeña porque se impone el nivel de precios externos [J.J. Polak,
1957, 1997]
Teniendo en cuenta estas hipótesis, el equilibrio macroeconómico
depende de tres ecuaciones independientes:
(1) la demanda de dinero Md es una proporción fija y dada k del
producto P (nivel general de precios P) por Y (ingreso real) (ecuación de Pi-
gou);
(2) la oferta de dinero Ms depende, por un lado, del volumen de
crédito C otorgado por el sistema bancario al sector privado y al Estado
con el fin de financiar su presupuesto, y por otro, de la variación de las re-
servas de cambio con el exterior R (una contribución de divisas aumenta la
masa monetaria);
(3) el nivel general de precios internos P es igual al nivel de precios
externos Pw que multiplica la tasa de cambio e.

Así,
Md = kPY(1),
Ms = C + R (2),
P = e Pw (3).

La condición de equilibrio en este modelo, con una situación de


cambio fijo, es Ms = Md (4).
¿De qué depende el equilibrio externo? Reemplazando en (2) las ex-
presiones por su valor, la variación de R sería: R = kePw Y - C (5)
R depende entonces del crédito interno, de los precios, del ingreso
(o de la producción). El Estado puede restablecer el equilibrio externo: 1)
restringiendo el crédito; 2) devaluando la moneda; 3) aumentando la ofer-
ta de bienes. Las dos primeras son medidas de estabilización a corto pla-
zo; la devaluación debe contribuir a reactivar la oferta (Y) a mediano plazo
devolviendo a la economía una competitividad que había perdido.

• La devaluación es una medida de doble efecto: es repara-


dora, en cuanto absorbe la pérdida de competitividad de la eco-
nomía nacional, y ofrece un mecanismo para restituir el equili-
brio. Como muestra la ecuación (3) del recuadro, en equilibrio
la tasa de cambio realiza la paridad de los poderes de compra en-
tre el interior y el exterior. La amplitud de la devaluación estará
determinada de manera que se borre el diferencial de inflación.
74 El ajuste estructural

El indicador de vigilancia de la tasa de cambio será la tasa de


cambio efectiva real: esta tasa mide la evolución de la tasa de cam-
bio con las monedas de los principales socios exteriores ponde-
rada por la relación precios internos/precios externos (real).
De una devaluación se espera a la vez efectos en los pre-
cios y efectos en los ingresos que para algunos son efectivos y pa-
ra otros potenciales. La devaluación tiene un efecto deflaciona-
rio que resulta de la disminución del ingreso real, pues los pre-
cios de las importaciones en moneda nacional aumentan, ele-
vándose el nivel general de precios. Se considera además que la
devaluación tiene al mismo tiempo un efecto-precio de compe-
titividad a través de dos tipos de demandas: la demanda extran-
jera de exportaciones nacionales y la demanda nacional al sector
productor de bienes importados. El reequilibrio de la balanza
comercial dependerá de la magnitud de las reacciones de ambas
demandas. El teorema de elasticidades críticas (Marshall-Lerner)
plantea condiciones relativamente restrictivas para este nuevo
equilibrio. Pero, incluso en estas condiciones, se puede admitir,
al menos por dos razones, que las demandas son rígidas; en la ex-
portación, para el caso de los grandes productos primarios, de
toda forma los precios son exógenos con ciertas excepciones y
están fijados en el mercado mundial en moneda extranjera (el
precio del cacao no depende de variaciones en las tasas de cam-
bio de las monedas de los países productores). Con la devalua-
ción, la economía se ajusta a un nivel determinado de precios en
divisas; el ajuste finalmente se debe al efecto ingreso en moneda
nacional. Es necesario abandonar la hipótesis de la pequeña eco-
nomía para observar un efecto de competitividad-precio. El país
debe estar en posición de “determinar el precio”. Tal puede ser el
caso de las exportaciones industriales. Para las importaciones,
los estructuralistas han subrayado, desde hace mucho tiempo, la
rigidez de la demanda de importación, es decir, la débil substitu-
ción entre bienes importados y bienes producidos localmente.
Esta rigidez es particularmente sensible en la demanda de inver-
sión.
Teorías económicas del desarrollo 75

Hasta ahora el ajuste es una operación de deflación sobre


los agregados internos a corto plazo a través de las variables mo-
netarias y pone a prueba la flexibilidad de las demandas en fun-
ción de un mecanismo de precios; se traduce en una redistribu-
ción del ingreso.
• Estimulando la oferta mediante un incremento de la de-
manda, la producción del sector expuesto a la competencia in-
ternacional debe aumentar a mediano plazo (el tiempo de reali-
zar las inversiones necesarias). Evidentemente lo más problemá-
tico es este crecimiento. En cuanto a las respuestas de la oferta,
los economistas de la CEPAL, desde los años cincuenta, recorda-
ban la existencia de estructuras agrarias obsoletas que obstaculi-
zaban al aumento de la producción agrícola en los países latinoa-
mericanos y la fuerte dependencia de la industria nacional de
sustitución de importaciones frente a las compras exteriores de
insumos y bienes de capitales. En cuanto a las reacciones del pro-
ductor en la agricultura de exportación, uno de los puntos dis-
cutidos es el de saber si se determina en función del precio uni-
tario o de su ingreso global: en el segundo caso, luego de una de-
valuación, la subida de su ingreso en moneda nacional no lo mo-
tivaría a aumentar su producción.
El tratamiento de la rigidez de la oferta por parte del FMI
ha cambiado con el tiempo. Durante los años sesenta y setenta,
el énfasis se puso en la apertura de las economías al comercio y
a los capitales. La preferencia del FMI era por la estrategia de sus-
titución de exportaciones y el principal obstáculo estructural
era, en su opinión, la substitución de importaciones industriales
a partir de una protección del mercado nacional. Los financia-
mientos externos debían facilitar y acompañar el cambio indus-
trial. De hecho, la dimensión estructural de la estabilización fi-
nanciera era concebida en función principalmente de una indus-
trialización abierta que un dispositivo de medidas de apoyo de-
bía facilitar.
76 El ajuste estructural

2. Las políticas de liberalización

Con la crisis de la deuda, la toma de conciencia de la cre-


ciente diversidad de los países en desarrollo (cf. el informe Berg
del Banco Mundial sobre el África Subsahariana, 1981), y la
constatación de reducida capacidad de un gran número de paí-
ses para industrializar su economía, la condicionalidad vuelve a
ocupar un lugar de preferencia en las hipótesis del modelo; se da
una repartición de tareas entre el Fondo Monetario Internacio-
nal y el Banco Mundial y éste último se hace cargo de las refor-
mas estructurales. Durante el mismo período, los economistas
de la Universidad de Chicago ya se habían convertido en los con-
sejeros privilegiados en América latina mientras los gobiernos de
Reagan y Thatcher adoptan políticas inspiradas en el monetaris-
mo de Milton Friedman. El principal objetivo de la condiciona-
lidad impuesta por el Fondo es la intervención del Estado que es
globalmente cuestionada. Una ola de privatizaciones se desenca-
dena en los países bajo ajuste. Mientras más débil es el poder de
negociación del Estado, más fácilmente imponen el Fondo y el
Banco Mundial el libre mercado. Se asiste así a un retroceso del
Estado benefactor en los países deudores.

Las medidas

La liberalización consiste en una “menor presencia del Es-


tado” decidida por el gobierno de turno con un sesgo político
más o menos importante (las reacciones de la población). Esta li-
beralización se despliega en varios aspectos.
- El primer objetivo es la protección: la supresión de las
cuotas a las importaciones y de la multiplicidad de tasa de cam-
bio, uniformización y disminución de derechos arancelarios, eli-
minación de protecciones interiores de diferentes tipos (sobre
todo la reglamentación de precios) que buscan favorecer una
producción o un consumo particular. Se trata de desmantelar el
dispositivo del ISI.
- El segundo aspecto es el de las distorsiones financieras en
el financiamiento de la economía. Las medidas están claramente
Teorías económicas del desarrollo 77

inspiradas en las tesis de Shaw y MacKinnon (cf. capítulo I), las


cuales se verán apoyadas por las nuevas teorías del crecimiento
(endógeno) con intermediación financiera (M. Pagano, 1993,
para una presentación pedagógica).
• El tercer campo tiene que ver con la acción del Estado
para promover la oferta. En efecto, éste debe poner orden en las
finanzas públicas limitando el déficit fiscal, en especial a través
de reformas fiscales y de la eliminación de los déficit de las em-
presas públicas. Tampoco debe obstaculizar la relación entre los
productores y el mercado, especialmente con los mecanismos de
estabilización de productos agrícolas, y reducir sus descuentos.
Más tarde se añadieron a la agenda de condicionalidad
otras medidas sobre las que volveremos más adelante (la lucha
contra la pobreza, la transparencia y la anticorrupción, o la pro-
tección del medio ambiente, y la gobernabilidad). Si nos atene-
mos al núcleo de la liberalización, los principales instrumentos
son, en orden de urgencia, los siguientes: la desregulación, la pri-
vatización de las empresas públicas, la reforma de las finanzas
públicas, la definición de políticas sectoriales. En la práctica, to-
das estas medidas no ocupan un lugar equivalente según las ca-
racterísticas propias de la economía en cuestión y el poder de ne-
gociación del Estado local. Pero, en conjunto, existe un esquema
de reformas de vocación aparentemente universal (Banco Mun-
dial RDM 1991).
El impacto de la liberalización suscitó numerosos comen-
tarios. Con la dificultad de encontrar en la mayoría de los países
un sector privado que tome la posta del Estado, se generó un de-
bate sobre la desnacionalización y el mejoramiento de la gestión
de las empresas públicas, y más tarde otro en torno a la propaga-
ción de las organizaciones mafiosas. Igualmente, se pueden su-
brayar los impactos sociales con el retroceso del Estado –asisten-
cia lista-. Antes de evocar los efectos de los programas de ajuste
estructural, detengámonos en las críticas hechas a estas políticas
y en las experiencias de ajuste heterodoxas que van a contribuir
a modificar las políticas de estabilización ortodoxas.
78 El ajuste estructural

El Consenso de Washington

Esta expresión la debemos a John Williamson [1990], que enumera diez


medidas o condiciones que utilizan el Banco Mundial y el Fondo Monetario
Internacional. Este inventario siempre es de actualidad: sobre todo, corre-
sponde al consenso de los gobiernos del G7 en el seno de estas organizaciones,
pero también al interior de la OMC y la OCDE. Las siguientes son las políticas
inventariadas, con algunas justificaciones que señala el autor:

1) Déficits presupuestarios de 1 o 2% del PIB


2) Gasto público: a) eliminación de las subvenciones porque distorsionan la
asignación de recursos; b) la educación y la salud se consideran una inver-
sión en capital humano que deberían ser gasto público, en la medida en
que abarcan un objetivo de equidad (apoyo a los desfavorecidos); c) se
debe promover la inversión en infraestructura económica..
3) El sistema fiscal debe tener la base más amplia y un nivel de deducción
moderado
4) Las tasas de interés deben ser fijadas por el mercado y deben ser positi-
vas en términos reales si están reguladas, para desalentar las fugas de
capital y estimular así el ahorro.
5) La tasa de cambio: como con la tasa de interés, aunque el sistema ideal es
una tasa flexible, fijada por el mercado, el sistema administrado preferido
es el que privilegia la competitividad y que permite mantener un déficit de
cuenta corriente sostenible (es decir, que puede ser financiado)*.
6) Política comercial: la apertura con la liberación de importaciones. Las
restricciones cuantitativas deben ser suprimidas; los aranceles deben ser
relativamente uniformes y moderados 8de 10% a 20%).
7) La inversión extranjera directa no debe tener ninguna traba para el ingre-
so
8) Las privatizaciones están justificadas por su impacto fiscal positiva a corto
plazo y en nombre de una gestión más eficaz.
9) la desregulación: levantamiento de diferentes regulaciones a la inversión,
los precios, el crédito, etc., consideradas fuentes de corrupción.
10) Los derechos de propiedad deben estar claramente definidos y ser clara-
mente defendidos.*

Williamson J. [1990], “What Washington Means by Policy Reform”, en


Williamson, J., de. Latin American Adjustment: how much has happened?
Washington, DC, Institute for International Economics, p. 7-20.
Las principales modificaciones a este consenso tienen que ver con el
sistema de tasas de cambio referenciales y con la extensión de la liberalización
financiera en todas las categorías de capitales. Se contempla además la lucha
contra la pobreza en la agenda común, y complementos a las cuestiones insti-
tucionales: la transparencia de la contabilidad de las empresas y los bancos, sis-
temas judiciales sólidos con legislaciones relativas a la quiebra de las institu-
ciones financieras y una protección de los acreedores.
Teorías económicas del desarrollo 79

3. Las concepciones y las políticas heterodoxas

La crítica estructuralista de la política del FMI consistía no


hace mucho en resaltar la rigidez de las estructuras para demos-
trar lo inadecuado de las medidas de estabilización que cuentan
con ajustes a través de los precios. El Fondo y el Banco Mundial,
cada uno a su manera, recuperaron el argumento estructural, co-
mo acabamos de ver.
Desde finales de los años setenta, los estructuralistas quie-
ren centrar sus metas en la capacidad de las políticas ortodoxas
para reabsorber los desequilibrios en el sentido del crecimiento.
Para lograrlo, adoptan el enfoque del equilibrio en estática com-
parativa, a corto y largo plazo, sin mencionar que toda política
de desarrollo debe tener en cuenta aspectos estructurales especí-
ficos de cada país. De hecho, separan el corto del mediano plazo
y, centrando sus críticas en la articulación entre equilibrio y cre-
cimiento, contribuyen a modificar la visión que se puede tener
de las prioridades de la política económica.
Los estructuralistas conservan del enfoque de la acumula-
ción clásica o marxista algunas hipótesis en sus modelos: los sa-
larios son exógenos y los precios son precios de producción (cf.
capítulo II); la inflación es el resultado de un conflicto distribu-
tivo entre salarios y ganancias: cuando los precios aumentan, los
asalariados reaccionan para defender su poder de compra; la de-
manda de importación es rígida.

La crítica neoestructuralista

• En la práctica la política de contracción monetaria condu-


ce a la subida de la tasa de interés (en preferencia por la liquidez
constante), por consiguiente de los costos de producción, de los
precios a corto plazo, y a reactivar el conflicto distributivo a me-
diano plazo: la inversión disminuye a corto plazo porque el cos-
to de los fondos de crédito aumenta, y a mediano plazo, porque
la tasa de ganancia baja (entretanto los asalariados habrán obte-
nido una subida de salarios). Entonces es posible observar una
80 El ajuste estructural

contracción de la oferta de manera que persiste un desajuste en-


tre oferta y demanda globales, conjugándose la recesión y las
presiones inflacionistas (estanflación). La reducción de las inver-
siones hace bajar las importaciones. ¿Significa que ha disminui-
do la presión externa?
• A mediano plazo, se cree que la devaluación reactiva las
exportaciones. Taylor [1983] muestra que la devaluación es ex-
pansionista si la elasticidad de las exportaciones con respecto a
la tasa de cambio es superior a la relación entre las importacio-
nes de bienes de consumo intermedio y las exportaciones: nor-
malmente este ratio es inferior a 1 porque las importaciones de
bienes de capital no pueden ser cubiertas íntegramente por el fi-
nanciamiento exterior (no se toman en cuenta en este caso los
bienes de consumo importados). Si esta condición no se cumple,
el país debe limitar sus importaciones, y por lo tanto la inver-
sión, imponiéndose a mediano plazo el efecto recesivo.
• La elevación de la tasa de interés debe contribuir a reab-
sorber el déficit interno de ahorro. El objetivo es doble: un sa-
neamiento financiero, porque la subida del ahorro limita la crea-
ción de dinero, y por lo tanto la inflación, y una transformación
estructural, porque el impulso del mercado financiero debe con-
tribuir a mejorar la asignación de los recursos (en suma, estabi-
lización + crecimiento).
El efecto esperado tiene lugar cuando la tasa de ahorro se
eleva. Este aumento no se realizará sino a condición de que los
agentes reduzcan sus haberes en valores refugios (“el oro” en el
modelo de Taylor). A partir de un modelo de equilibrio IS/LM
con cartera, son posibles diferentes ajustes en el caso de un mer-
cado financiero dualista (cf. recuadro).
• La crítica neoestructuralista consiste en mostrar cierto
número de condiciones restrictivas a un ajuste “por lo alto”, es
decir, en el crecimiento, adoptando un modelo de referencia
donde la función de inversión es marcadamente elástica en rela-
ción a la tasa de interés (de tipo keynesiano) y donde la oferta de
ahorro está en función de la distribución ganancia-salario (tra-
Teorías económicas del desarrollo 81

dición clásica). Las implicaciones para la política económica co-


rresponden a las prescripciones keynesianas tradicionales: esta
corriente sostiene la reactivación por la demanda para resolver
los desequilibrios financieros.

El ajuste, versión neoestructuralista

La oferta de ahorro está en función de la ganancia; ésta se reparte


entre dos activos: los depósitos en los bancos donde la tasa está reglamen-
tada, por una parte, los créditos en el mercado libre donde la tasa varía en
función de la oferta y la demanda de fondos, por otra parte; pero los agen-
tes conservan al mismo tiempo en su cartera un activo refugio sin riesgo
(“el oro”) que puede sustituir a los dos anteriores.

La demanda de fondos prestables para la inversión depende de los


costos de producción; está dirigida primero a los bancos. El volumen de
crédito que estos últimos ofrecen está en función del volumen de depósi-
tos que reciben, deducido un coeficiente de reservas obligatorias deposi-
tado en el banco central. La oferta y la demanda de fondos prestables en
el mercado libre (fuera de la intermediación bancaria) son, por lo tanto, re-
siduales. La tasa que se forma en este mercado corresponde al costo ori-
ginal de la última unidad invertida. De este último depende el volumen de
la inversión.

Cuando la tasa que remunera los depósitos en los bancos aumen-


ta, los ahorristas aumentan sus depósitos. Para hacerlo, pueden reducir en
su cartera sus créditos en el mercado libre, a sus activos en oro. Aunque
los agentes disminuyen sus haberes en oro, no sustituyen sus dos ofertas
de ahorro entre sí y su oferta en el mercado libre sigue constante; los ban-
cos, por su parte, van a satisfacer la mayor parte de la demanda de fondos
prestables, lo que disminuye la demanda en el mercado libre, al igual que
la tasa en dicho mercado. Así, aumenta la tasa de ahorro global y la tasa
de inversión, con lo cual se obtiene un efecto expansionista.

En cambio, en el otro caso, los ahorristas agotan la oferta de fon-


dos prestables en el mercado libre. ¿Es que si la demanda de fondos de
crédito se reduce igualmente en este mercado, los bancos aumentan su
oferta de crédito? En principio no, debido a las reservas obligatorias en la
oferta de crédito por parte de los bancos con respecto a los depósitos; es-
ta situación puede verse reforzada por la política de contracción monetaria
que eleva la tasa de encaje o que restringe las normas de concesión de cré-
dito. El resultado es que la tasa se eleva en el mercado libre, la inversión
disminuye y la tasa de ahorro global deja de crecer, iniciándose así el efec-
to recesivo.
82 El ajuste estructural

El tratamiento de la hiperinflación

La gran escalada inflacionista que se observó en América


latina, Israel o la antigua Yugoslavia, al igual que los fenómenos
de “dolarización”, mediante los cuales la moneda nacional pierde
sus tres funciones (unidad de cuenta, medio de circulación, re-
serva de valor), han reactivado la antigua reflexión sobre la hipe-
rinflación. La referencia histórica en este campo es la de Alema-
nia en los años veinte. Del lado monetarista, el modelo fundador
de P. Cagan [1956] establecía una relación entre la cantidad ac-
tual de dinero requerido y sus tasas de variación del pasado; bas-
taba así limitar el aumento de la oferta de dinero para poner fin
a la hiperinflación.
La tesis de la inflación inercial, de inspiración neoestructu-
ralista, distingue dos componentes en el proceso inflacionario: el
componente inercial, que proviene de la indexación de precios y
salarios, y la aparición de shock de oferta (aumento del precio de
las materias primas agrícolas o energéticas, maxidevaluación)
que se transmite por indexación. Vencer este tipo de inflación
implica suprimir el primer componente bloqueando los precios
y los salarios. Al mismo tiempo, la dimensión fiduciaria de la
moneda está rehabilitada por la sustitución de un nuevo signo
monetario a aquello en circulación. Los distintos planes de este
tipo que se implementaron a mediados de la década de los
ochenta (el Austral en Argentina, el Cruzado en Brasil, etc.) no
lograron su objetivo que a corto plazo y las subidas de los precios
regresaron. Estas experiencias contribuirán a modificar las polí-
ticas de estabilización del FMI. Antes de llegar a este punto, men-
cionemos los bien conocidos efectos de los programas de ajuste
estructural (PAS).

4. Los efectos de los PAS

Aunque los modelos son globales, los efectos de las políti-


cas deben ser examinados país por país. Se dispone de pocos
ejemplos de ajuste que tuvieron éxito, es decir, que desemboca-
ron en crecimiento. Cuando tal es el caso, surge la pregunta de si
Teorías económicas del desarrollo 83

existe una secuencia temporal en el ajuste entre el tema de esta-


bilización y el del cambio estructural. La experiencia muestra
que la articulación intertemporal entre estabilización financiera
y transformación estructural gira en torno al relajamiento de las
restricciones externas: una capacidad para aumentar permanen-
temente las exportaciones, como la de limitar la penetración del
mercado interno, son al fin y al cabo las piedras angulares de una
política de ajuste exitosa en una economía abierta. La experien-
cia de Corea del Sur en la primera mitad de los años ochenta es
una buena ilustración al igual que la de la Isla Mauricio en el
mismo período. Entre los países que tienden “hacia abajo”, hay
aquellos que llegan a restablecer bien que mal un equilibrio fi-
nanciero y aquellos que no lo hacen; en los dos casos los efectos
sociales son particularmente negativos.

El impacto económico

Evaluadas en función de los criterios de desempeño del


Banco Mundial a cargo de sus expertos, las políticas de ajuste es-
tructural en diecinueve países registran los siguientes resultados
entre 1980 y 1986: son ligeramente positivos con respeto al cre-
cimiento y las exportaciones, no estimulan el ingreso de capita-
les privados extranjeros y tienen un efecto negativo en la inver-
sión. En la muestra referida, el impacto de las medidas de libera-
lización parece más positivo en los países con suficiente expe-
riencia industrial (Turquía y Filipinas), pero no en los países
donde la fase de industrialización orientada hacia el mercado in-
terno necesita aún de la protección de las industrias nacientes
(Kenya o Malawi), o incluso menos en las economías de especia-
lización primaria en decadencia (Gana) [Paul Mosley en Fontai-
ne, 1992]. Esta afirmación la confirman numerosos estudios [cf.
Taylor, 1988]. En una muestra de dieciséis países del Africa sub-
sahariana y del Océano Índico [P. Jacquemont y E. Assidon,
1989], las políticas de ajuste no alcanzan las flexibilidades que
suponen, salvo en economías relativamente más asalariadas
(Zimbabue y sobre todo la Isla Mauricio). Una síntesis interesan-
84 El ajuste estructural

te publicada bajo la dirección de Tony Killick [1995] generaliza


este argumento mediante el concepto de economía flexible9 al
ajuste, al desarrollo y al cambio en general.
Los estudios comparativos sobre la evaluación del impac-
to económico de los programas de ajuste estructural señalan por
lo general a los países del África subsahariana como los más “in-
flexibles” para el ajuste estructural. Esta afirmación la interpreta-
ba el Banco Mundial, a finales de los años ochenta, como una fal-
ta de capacidad institucional, por lo que orientó sus programas
hacia lo que llamó la capacity building o formación de altos fun-
cionarios y cuadros profesionales paralelamente a la reforma ad-
ministrativa. Este tipo de ajuste institucional proviene de la idea
de que las instituciones son imperfectas al igual que los merca-
dos, y que el objetivo es corregir las fallas, dondequiera que se
hallen, dentro de la lógica neoclásica de la eficiencia (cf. capítu-
lo VI).

Los efectos sociales

Un informe de la UNICEF [1987] ayudó a considerar los


efectos redistributivos desastrosos de las políticas de ajuste luego
de que muchas advertencias, entre ellas las de varias ONGs, se
habían formulado sobre este tema. Las instituciones de Bretton
Woods han llegado así a concebir políticas correctoras que con-
templan la llamada “dimensión social del ajuste” (DSA).
Esta iniciativa, abandonada en 1992, pondría a la orden
del día la cuestión de la pobreza como uno de los principales
problemas del desarrollo (cf. publicaciones OCDE sobre “ajuste
y equidad”, RDM 2000 del Banco Mundial, y el capítulo si-
guiente).
El aumento de la pobreza y la desigualdad creciente de los
ingresos [P. Salama, J. Valier, 1994] resultan al menos de dos po-
líticas - la privatización de dispositivos del Estado-asistencialista
(salud, educación) y la mayor flexibilidad en el mercado de tra-
bajo entre el desempleo y las actividades informales - así como
de shocks negativos periódicos (bajas de precios de productos
Teorías económicas del desarrollo 85

exportados, devaluaciones, crisis financieras, etc.). Pero si la po-


breza ocupa el centro de la atención, conviene señalar que al ca-
bo de dos décadas de programas de ajuste estructural, se ha lo-
grado una transformación social profunda de arriba abajo en la
escala de los ingresos, una “revolución silenciosa” [D. Green,
1995], en particular entre las clases medias urbanas que cumplen
un papel determinante en el equilibrio político de numerosos
países.

5. Las inflexiones en los programas de ajuste estructural

A finales de los años ochenta, los países de América Lati-


na se convirtieron en un terreno de experimentación de nuevas
políticas macroeconómicas: se adaptan medidas de estabiliza-
ción acelerando la integración financiera de estos países - como
los NPI de Asia - al mercado internacional de capitales. Esta in-
tegración se convierte en la fuente de nuevos desequilibrios fi-
nancieros que cambian nuevamente el papel y la condicionali-
dad del FMI.

Credibilidad y coordinación

Las inflexiones de la política económica en América Lati-


na revelan la influencia de macroeconomistas que se distinguen
de los monetaristas tradicionales, sobre todo por la hipótesis de
las anticipaciones racionales. Este cambio abarca también una
puesta en la rehabilitación del liberalismo luego de los años de
dictadura, con los cuales estuvo estrechamente asociado en la
memoria colectiva, confundiéndose con un monetarismo a la
Friedman.
Los supuestos de las políticas monetaristas tradicionales
son revisados y corregidos: no bastará que el Estado implemen-
te una política monetaria, inspirada o no por el Fondo Moneta-
rio Internacional, para que sea eficaz; dicha política debe ser per-
cibida como creíble por los agentes económicos. El estado de los
mercados en el futuro dependerá de sus anticipaciones supues-
86 El ajuste estructural

tamente racionales en la medida en que “conocen” el modelo


(walrasiano del equilibrio). La política económica tendría así por
objeto más bien coordinar sus anticipaciones. Los cambios en la
política económica mexicana, de acuerdo con Rudiger Dorn-
bush, ilustran claramente este cambio (cf. recuadro).
Además del reajuste del papel del Estado y la extensión de
las desregulaciones, uno de los cambios principales que se intro-
dujo en el dispositivo de la estabilización financiera es la adop-
ción del anclaje nominal de la tasa de cambio. Hasta entonces, la
política de tasas de cambio real era la regla en los países en desa-
rrollo con desequilibrios financieros crónicos, siguiendo espe-
cialmente el sistema de la cremallera inaugurado por Brasil en
los años sesenta y promovido por MacKinnon (capítulo I). Ha-
cia los años noventa, los países latinoamericanos adoptaron di-
ferentes sistemas de cambio cuya función no sólo era la de pre-
servar la competitividad del país sino de ser una señal de estabi-
lidad y credibilidad monetaria para el mercado financiero abier-
to. La paridad con respecto al dólar fue adoptada por Argentina
en 1991 en el marco rígido de sistema de substitución monetaria
(currency board), donde la creación de moneda sólo tiene como
contraparte reglamentaria la variación del stock de divisas.
Por su parte, el proceso de desregulación se ha acelerado.
La apertura financiera, conjugada con el reglamento Brady de la
deuda privada, favorece paralelamente la integración de los mer-
cados bursátiles “emergentes” en el mercado internacional de ca-
pitales. Esta apertura se convierte en la regla dentro de la condi-
cionalidad del FMI a inicios de los años noventa10.

La crisis asiática

Un nuevo capítulo en la historia del orden económico


mundial se abre con una nueva crisis de mercados financieros, la
huida de capitales que a partir del verano de 1997 afecta Tailan-
dia, Indonesia, Malasia y Corea del Sur, desestabilizando las de-
más bolsas asiáticas, al igual que las de América latina y los mer-
cados de materias primas. El FMI está llamado a ser el prestamis-
Teorías económicas del desarrollo 87

ta de última instancia y está en posición de manejar los riesgos


con carácter sistémico por sus efectos de contagio. Continuando
con el impulso de la desregulación, aún después de las crisis, el
Fondo extiende su condicionalidad en varias direcciones.

El ejemplo de la política mexicana

A medidos de los años ochenta, la fuerte inflación y el problema de


la deuda sumieron a México en una fuerte recesión que se origina en el
contragolpe petrolero. R. Dornbusch [1986, 1988] va a contribuir a orientar
las políticas de estabilización ortodoxas vigentes siguiendo las nuevas di-
recciones. Recupera la tesis de la inflación inercial proponiendo, en base a
la necesidad de coordinar las anticipaciones de los agentes, un bloqueo
momentáneo de los precios y los salarios (lo que el llama una política de
ingresos).

Critica además las políticas indistintas del FMI de deflación a partir


del control de la oferta de dinero y la reducción del déficit público; subra-
ya asimismo que esto último es imputable, en los países con una elevada
inflación, en parte al efecto Olivera-Tanzi (el desfase entre ingresos y egre-
sos presupuestarios) y asegura, en base a cálculos de deflación, que este
es el caso de México. Al parecer para él sería más bien necesario regular
rápidamente el problema de la deuda externa (lo que se hará con el plan
Brady), para levantar la hipoteca que pesa sobre la inversión y el creci-
miento.

Formula así las medidas del Pacto de Solidaridad Económico de


1987, del cual resulta una nueva política de cambio con anclaje nominal del
peso y una apertura comercial y financiera mayor. Esta política se revelará
eficaz en cuanto a la hiperinflación; favorecerá la expansión de operacio-
nes bursátiles pero hipotecará la competitividad externa, como lo demues-
tra el deterioro del saldo comercial de 1991 a 1994.

La crisis que estalla en diciembre de 1994 se debe, según Dorn-


busch, a la decisión del gobierno de no devaluar el peso a inicios de año,
con lo cual los agentes anticipan la devaluación a causa del desequilibrio
exterior. Un plan de estabilización se aplica en 1995; con un peso devalua-
do en un 50%, el país reencuentra su camino de integración en la econo-
mía mundial a costa de un ajuste real que implica una nueva baja del in-
greso real por habitante, el mismo que no había todavía recuperado su ni-
vel anterior a la crisis de la deuda de 1982… Se observa así que en casos
de crisis agudas de la tasa de cambio, se aplica el modelo tradicional de es-
tabilización.
88 El ajuste estructural

Crea a inicios de 1999 una nueva línea de crédito destina-


da a la prevención de las crisis, lo cual constituye una innovación
importante. Proviene igualmente de este objetivo la redefinición
de una “arquitectura financiera internacional” que consiste prin-
cipalmente en introducir dispositivos que procuran volver trans-
parentes los modos de gestión, en especial en los bancos de paí-
ses emergentes (gouvernance). En efecto, la integración creciente
de los sistemas bancarios en las operaciones de mercado signifi-
ca que las crisis financieras no son solo crisis de la tasa de cam-
bio a consecuencia del éxodo de capitales sino también crisis
bancarias. El salvataje de bancos en quiebra absorbe la mayor
parte de los créditos de ajuste y representa un costo particular-
mente elevado en términos del Producto Interno Bruto. Como la
salud del sistema bancario depende estrechamente del estado de
las empresas y viceversa, estás se integran en la revisión de los
modos de gestión.
La transparencia requerida significa la obligación de pu-
blicar informes contables y…la lucha contra la corrupción. Sig-
nifica igualmente, por ejemplo en el caso de Corea del Sur, un
desmantelamiento de las formas de organización de los grandes
grupos industriales y bancarios que habían limitado hasta en-
tonces el ingreso de capitales extranjeros. Una segunda dirección
es la codificación de dispositivos de regulación prudencial a es-
cala internacional.

La reducción de la condicionalidad

Curiosamente, los riesgos del mercado activan un proceso


contradictorio de extensión del campo de influencia de la condi-
cionalidad y centralización al mismo tiempo, de donde resulta-
ría una disminución del poder reglamentario del Fondo, presen-
tado, en cada etapa, como una necesidad racional. Este proceso
no tuvo nada de ineluctable, como se ha visto. Proviene de una
situación donde una institución, que en su origen custodiaba la
estabilidad del sistema monetario internacional y “cooperaba”
con los bancos centrales, se convierte, por la extensión progresi-
Teorías económicas del desarrollo 89

va de su condicionalidad sobre las formas de regulación de las


economías, en promotora del mercado en general, desplazando
las políticas económicas de cada país. Al pasar de políticas tradi-
cionales de liberalización que desecharon los dispositivos del de-
sarrollismo, a políticas de desregulación adaptadas a la dinámica
de la globalización financiera mundial, el FMI se encuentra en
posición de tener que asegurar la viabilidad de un mercado des-
regulado a escala mundial. Al hacerlo, el FMI ratificaría la frac-
tura financiera mundial entre los mercados financieros emer-
gentes y los demás, lo cual le permitiría ejercer su misión origi-
nal para con todos los países miembros y enmendar sus progra-
mas y sus condiciones tomando en cuenta las críticas y cada con-
texto. Aparentemente no existe una doctrina que sea el punto de
partida y toca a cada país encontrar los medios para validarla. Se
dispone de una gama de estudios sobre la eficacia de las inter-
venciones del FMI [cf. Bird, 2001 para las referencias más recien-
tes], pero los signos perceptibles de una actitud pragmática se
orientan más hacia la exclusión de beneficiarios reincidentes en
buscar su apoyo financiero, sobre todo los países más pobres. Es-
ta inclinación se extiende a otros países presentados a lo largo de
la década anterior como modelos de integración en la mundiali-
zación liberal. Para justificar la suspensión del apoyo financiero
durante el año 2001, el argumento de negligencia y corrupción
de los dirigentes se utiliza para el caso de Argentina, donde se de-
clara, a finales del 2001, la bancarrota anunciada del sistema mo-
netario de currency board que ha llevado al fracaso de todo el sis-
tema financiero (incluido el Tesoro público).
Capítulo V
DEBATES DE AYER Y HOY

1. El “milagro” asiático

Desde finales de los años ochenta aparecieron contribu-


ciones dedicadas a lo que el Banco Mundial llamaría, en un estu-
dio publicado en 1993, El milagro del Este asiático. El objeto de
este estudio, que lleva como subtítulo Crecimiento económico y
políticas públicas, es analizar el papel de estas políticas en el cre-
cimiento rápido de ocho países asiáticos de1965 a 1990: el Japón,
que financió el estudio, Hong Kong, Singapur, Corea del Sur, Tai-
wan, Indonesia, Malasia y Tailandia. Aunque no se puede dar
cuenta de todas las cuestiones relativas al tema luego de diez
años de discusiones - lo que sería empero muy productivo como
un ejercicio de economía aplicada - sí se pueden recordar aque-
llos temas que muestran la renovación de la teoría económica:
primero el debate sobre los factores del crecimiento rápido, en-
tre la antigua y la nueva teoría neoclásica del crecimiento, luego
la cuestión del papel respectivo del Estado y del mercado que ha-
ce aparecer, fuera de la esfera académica, a los neokeynesianos de
la información imperfecta.

Convergencia e histéresis11

De una muestra de 118 países, son los cuatro “dragones”


del Asia los que registran el crecimiento de la productividad del
trabajo por habitante más importante entre 1960 y 1985, casi
con una excepción [Summers y Heston, 1991]: en este intervalo
el crecimiento habría sido de un 6% anual, frente a un 3% para
Francia y 2% para los Estados Unidos. Para Solow [1994] este
crecimiento no puede explicarse más que por un proceso de re-
cuperación: las tasas de inversión fueron especialmente altas, y la
92 Debates de ayer y hoy

parte de la población económicamente activa aumentó rápida-


mente, al tiempo que la producción por activo no creció de ma-
nera excepcional. Por otro lado, la productividad total de los fac-
tores (PTF), que corresponde a aquel residuo que la función de
Solow no puede imputar ni al trabajo ni al capital, situaría a los
“dragones” asiáticos en uno de los rangos medios; recalcamos
empero en este punto que los métodos de cálculo de la PTF va-
rían [cf. D. Rodrik, en Hayami y Aoki, 1998]. Solow considera en
todo caso que, en estos países, el crecimiento es el resultado de
una fuerte movilización del trabajo y el capital, a partir de una
situación inicial de débil intensidad capitalista.
Para los partidarios de la nueva teoría del crecimiento, la
rápida expansión de la economía asiática proviene de la acumu-
lación de capital humano o del papel jugado por externalidades
positivas que hace poco Hirschman buscaba en el crecimiento
desequilibrado (capítulo III). Lo esencial de la explicación radi-
ca menos en la identificación de los factores del crecimiento que
en el proceso de histéresis (ver recuadro). En efecto, además de
la redefinición de capital que oblitera la distinción entre capital
físico y trabajo [Lucas, 1988], esta teoría reintroduce una pers-
pectiva de acumulación: se vincula la tasa de crecimiento al stock
inicial de capital, existiendo eventualmente una trampa del sub-
desarrollo. Con relación a los modelos tradicionales que predi-
cen una tendencia a la convergencia de economías de niveles de
desarrollo diferentes, el nuevo modelo integra los casos donde
las diferencias se mantienen o se ahondan.
A partir del bosquejo de las teorías del crecimiento endó-
geno, numerosas contribuciones han tratado de explicar por qué
unos países se desarrollan y otros no. La tasa de escolarización en
primaria y en la secundaria jugaría un papel positivo [Barro,
1991]. Otro factor explicativo: la desigualdad de los ingresos.
Una mayor desigualdad tendería a impedir el crecimiento para
países que tienen un ingreso per cápita menor a 2000 dólares
anuales y a favorecer a los países más ricos. La curva en U inver-
tida (Kuznets), según la cual la desigualdad aumenta en una pri-
mera fase de crecimiento y luego disminuye, s verificaría pero no
Teorías económicas del desarrollo 93

se explicaría a través de la magnitud de las variaciones en la de-


sigualdad entre los países a lo largo del tiempo [Barro, 1999].
Pero algunos estudios específicos no transversales sobre
los agricultores en Costa de Marfil, por ejemplo, pueden mostrar
lo contrario [M. Gurgand, 1997]. En muchos estudios aplicados
se constata que el modelo del crecimiento endógeno ofrece un
amplio botiquín que comprende cualquier factor, sea la educa-
ción, el grado de profundización financiera, o incluso la estabili-
dad política. Pero, en los ejercicios de verificación cuantitativa, se
revelan los límites. Como lo subraya D. Guellec y P. Ralle (p. 62),
lo que se trata más bien de explicar es el desarrollo como un
cambio estructural, es decir, cómo se pasa de las pequeñas a las
grandes economías (los efectos de umbral). Esta pregunta sigue
siendo una fuente provechosa para la investigación.

Las teorías del crecimiento endógeno

Existe abundante literatura dedicada a estas teorías y a sus


aplicaciones12. Su característica común es haber vuelto endóge-
no el crecimiento de largo plazo, con respecto al modelo neoclá-
sico de Solow que se basa en la tasa natural de crecimiento de la
población y en un proceso técnico exógeno. La referencia al de-
sarrollo es explícita, combinada con el deseo de tratar el cambio
estructural en un modelo [Lucas 1988]. Las fuentes del creci-
miento son, además del nivel del ahorro, las externalidades, los
rendimientos crecientes, un capital humano reproducible (por la
formación) y acumulable, así como la innovación, todos fenó-
menos señalados por Marshall, Schumpeter y Kaldor y por los
economistas del desarrollo. Las nuevas teorías toman en cuenta
estas características de las economías bajo dos variantes: la del
modelo pionero de Romer [1986] en forma de acumulación de
saber hacer por experiencia, y la de Lucas, basa en el capital hu-
mano acumulado por la educación [1988].
Además de la redefinición de capital que borra la distin-
ción entre capital físico y trabajo, este enfoque reintroduce una
óptica de acumulación: asocia la tasa decrecimiento con el stock
inicial de capital, y eventualmente con la existencia de una tram-
94 Debates de ayer y hoy

pa del subdesarrollo. Con respecto a los modelos tradicionales


que predicen una tendencia a la convergencia de economías con
niveles diferentes de desarrollo, el nuevo modelo integra los ca-
sos en que se mantienen las diferencias o aumentan (efecto de
histéresis). Otra diferencia importante reside en las implicacio-
nes para la política económica. En efecto, en cuanto factor de
crecimiento, el saber en todas sus formas, justificaría, por las ex-
ternalidades que produce, la intervención del Estado, lo cual
plantea el problema de los derechos de propiedad de la innova-
ción tecnológica y la organización de su transferencia. Igualmen-
te, el proteccionismo podría estar justificado por este enfoque.
Sin embargo, esta renovación teórica se sitúa en un con-
texto donde la mundialización creciente de la producción ha
concentrado la investigación y desarrollo en el seno de los gran-
des grupos industriales y donde la educación es cada vez menos
un bien público dado el retroceso del Estado-asistencialista. Está
claro además que el entusiasmo manifestado por los economis-
tas neoclásicos frente a la nueva teoría del crecimiento no está
acompañado por un cuestionamiento de estas evoluciones.

El Estado y el mercado

En su estudio de 1993, el Banco Mundial considera como


factores explicativos del crecimiento rápido, aquellos propuestos
por las dos teorías del crecimiento, la antigua y la nueva, (tasas
de inversión altas + capital humano), y sobre todo, la elección
del mercado a través de la orientación hacia fuera. En efecto,
considera que las políticas públicas no cumplen un papel decisi-
vo. Paralelamente, declara públicamente la presencia de una di-
vergencia en su seno entre dos corrientes. Según la primera co-
rriente (los “neoclásicos”), el Estado habría acompañado “amis-
tosamente” al mercado en los países a decrecimiento rápido
(market friendly), mientras que para la segunda corriente, que
califica de “revisionista”, el Estado habría conducido el mercado
mediante una serie de políticas selectivas. El segundo punto de
vista no es, en cuanto tal, muy novedoso; algunas contribuciones
habían revelado ya la relación entre el crecimiento y la reparti-
Teorías económicas del desarrollo 95

ción no igualitaria de los ingresos, así como otras particularida-


des del “modelo asiático” de desarrollo (relaciones mundo rural
- mundo urbano, tipos de organización en los grandes grupos y
coordinación entre industrias, banca y comercio, capacidad de
gestión del Estado, etc.)
La novedad radica en el hecho de que el Banco Mundial
menciona la pluralidad de puntos de vista en la ciencia económi-
ca, y que en su tribuna toman la palabra dos corrientes teóricas
no neoclásicas que sistematizan afirmaciones dispersas: por un
lado, la corriente neokeynesiana de la información imperfecta,
uno de cuyo principales representantes en el ámbito académico
es Joseph Stiglitz, economista en jefe del Banco Mundial desde
1996 a finales de 1999; por otro lado, una corriente instituciona-
lista, la cual renueva, siguiendo las huellas de Dougalss North o
de las teorías de las organizaciones, el enfoque del cambio social
y económico estructural. Para los neokeynesianos como para los
institucionalistas, no se trata de reactivar el dilema entre el Esta-
do y el mercado: como lo subraya Alice Amsden, los diagnósti-
cos de la Banca se basan en agregados, desvinculados de su di-
mensión microeconómica y de las instituciones; así por ejemplo,
los niveles de ahorro e inversión dependen de la estructura fi-
nanciera de las empresas (endeudamiento bancario, propiedad
del capital, autofinanciamiento, etc.) que no es neutra - los mo-
dos de financiamiento no son perfectamente sustituibles entre sí.
Los mercados no son ni perfectos ni eficientes; no pueden fun-
cionar sin las organizaciones.
El Informe sobre el Desarrollo Mundial (IDM) elaborado
en 1997 por el Banco Mundial, que trata sobre el papel del Esta-
do, representa una nueva etapa. El recuadro de la página […]
que hace un inventario de los fundamentos teóricos de la inter-
vención estatal puede constituir un buen soporte pedagógico pa-
ra presentar las hipótesis y su importancia en las diferentes co-
rrientes dominantes de la ciencia económica contemporánea: las
imperfecciones del mercado, los bienes públicos, las externalida-
des, el monopolio natural, el carácter incompleto de los merca-
dos con información imperfecta y asimétrica, la equidad.
96 Debates de ayer y hoy

La información imperfecta: Stiglitz y Keynes

Una de las hipótesis de base en la nueva microeconomía es que la


información es imperfecta para todos los agentes. Esta debilidad del mer-
cado da lugar a la intervención del Estado. Pero nadie es omnisciente, in-
cluido el gobierno, y los expertos que lo asesoran sería bueno que fueran
más modestos. Stiglitz mantiene este discurso después de varios años. Ni
el Estado ni la economía están en el centro de un dispositivo de equilibrio
general de mercados del cual serían los guardianes y garantes providen-
ciales.
En efecto, luego de los años setenta, la nueva microeconomía se
separa de las hipótesis de perfección de los mercados propias de la tradi-
ción walras-paretiana*. En Keynes, los agentes ignoran los precios futuros,
los anticipan, lo que determina sus decisiones de hoy y el estado efectivo
de los mercados de futuros que vendrán (el volumen del empleo y de la
producción) (teoría de las anticipaciones).
En Stiglitz, la incertidumbre se controla a través de los contratos
que los agentes negocian entre ellos (para el trabajo, el crédito, la explota-
ción de la tierra, etc.). Entre los agentes, existe asimetría de información: el
propietario de la tierra no puede controlar directamente la eficacia del tra-
bajo campesino; el banquero no podrá supervisar la gestión del inversio-
nista de la cual dependerá su solvencia futura (riesgo moral). Pero esta asi-
metría está acompañada de otra desigualdad: uno de los dos socios es el
agente principal: el propietario de la tierra frente al campesino, el banque-
ro frente al inversionista. La pregunta acerca de si la explotación existe es
inútil; se trata más bien de saber cómo se da y cómo los mercados se es-
tructuran. Los que disponen de derechos de propiedad conciben estrate-
gias basadas en incentivos.
A diferencia de Keynes, Stiglitz no cree que el Estado debe, en es-
tas condiciones, corregir las fallas del mercado y sustituir a los agentes pri-
vados invirtiendo directamente, para fomentar la demanda, por ejemplo.
Su tarea sería otra: crear un ambiente de certidumbre a los agentes priva-
dos mediante incentivos diversos para permitirles actuar a largo plazo. El
evita así de enfrascarse en un debate donde el que aboga por la posible in-
tervención del Estado debe justificar su posición con respecto a la corrien-
te dominante que postula la existencia de un equilibrio del mercado. De lo
que se trata, es de analizar las realidades observables - el desempleo, la
pobreza, el dominio de la tecnología, el acceso a los financiamientos, etc.
que no pueden relegarse al rango de anomalías.

Fuente. E. Assidon, Alternatives économiques, julio 1998, extractos.

* Cf. P. Cahuc, La nueva micro-economía (1998) y A. Perrot, Las nuevas teorías del
mercado de trabajo, (1998) las dos dentro de la colección Repéres de la Décou-
verte.
Teorías económicas del desarrollo 97

La imperfección de los mercados es una característica que


se había ya reconocido como parte de todos los países en vías de
desarrollo. Si bien los economistas del desarrollo de la primera
generación han explorado el papel de las externalidades (Hirsch-
man) o el de las interacciones (Myrdal), o han tomado en cuen-
ta las instituciones, la herencia de la economía del desarrollo tra-
dicional es el dualismo estructural. Esta hipótesis básica ha ser-
vido especialmente de soporte para el enfoque holista de la co-
rriente estructuralista y para la mayoría de las contribuciones
consagradas a actividades informales. La bibliografía del segun-
do periodo ha extendido las intuiciones de los pioneros y se ha
orientado hacia el análisis, no del mercado en general, sino de los
mercados, con sus interrelaciones, a partir de un enfoque mi-
croeconómico.

2. Las estructuras del mercado

La imperfección de los mercados es una característica que


había sido reconocida de entrada como algo común al conjunto
de los países en desarrollo. Si la renovación teórica a la que aca-
bamos de referirnos constituye un planteamiento posible para
tratar las estructuras del mercado en cualquier país, la herencia
propia de la esfera del desarrollo es el dualismo estructural. Esta
hipótesis principal sirvió sobre todo de apoyo al enfoque holista
de la corriente estructuralista y a la mayoría de contribuciones
consagradas a las actividades informales. Implica además un
cierto número de confusiones sobre la multidisciplinariedad en
las ciencias sociales dentro de la escuela francesa del desarrollo.

El dualismo y el estructuralismo

“Una mañana de agosto de 1952, mientras paseaba por


una calle de Bangkok”, cuenta Arthur Lewis13, se me vino de re-
pente la ida de que bastaba eliminar la hipótesis de la fijeza de la
mano de obra - hipótesis adoptada entonces habitualmente por
los macroeconomistas neoclásicos […]. Se me ocurrió también
98 Debates de ayer y hoy

la idea de que este modelo resolvería otro problema que me ator-


mentaba desde los primeros años de universidad: ¿qué determi-
na los precios relativos del acero y el café?” En su contribución
de 1954, Lewis allana el camino para el análisis de las estructuras
del mercado con el dualismo sobre el mercado de trabajo y la
distinción entre un sector moderno y uno tradicional (capítulo
I).
La corriente estructuralista generaliza la idea de estructu-
ras específicas pero conservando aquella de dualidad. Se trata de
tener en cuenta “parámetros no económicos” [C. Furtado, 1970]:
la tenencia de la tierra, la dependencia tecnológica y financiera,
las condiciones políticas, etc. De hecho, se hicieron algunas mo-
dificaciones para rellenar los vacíos de la teoría económica tradi-
cional que ignora las instituciones. Como muestra la recapitula-
ción que se presenta en el siguiente cuadro, durante el primer
período (de la primera a la tercera etapa), el dualismo hace in-
gresar, para el estudio de las estructuras del mercado, historiado-
res, geógrafos, sociólogos, antropólogos, etc. Por un lado, el dis-
curso económico se convirtió en el hegemónico debido al para-
digma de la modernidad (cf. capítulo IV); por otro lado, este
mismo discurso considera desde todos los ángulos a las institu-
ciones (holismo). La ida de dualidad forma parte de los análisis
de los intercambios internacionales con las distinciones entre el
comercio lejano y el comercio próximo, entre lo global y lo local,
entre lo reglamentado (formal) y lo no reglamentado (infor-
mal).
Cuando los estructuralistas cambian de enfoque colocán-
dose en el terreno de la macroeconomía del equilibrio (etapa 4),
sólo queda el Estado como única institución frente al mercado.
En efecto, se presenta lo informal como el mercado perfecto, en
el sentido neoclásico, que reinaría la ley de la oferta y la deman-
da; el sector formal se supone reglamentado (cf. recuadro capí-
tulo IV: versión neoestructuralista del ajuste). Dos economistas
monetaristas, P.-R. Agénor y P. Monteil, en un ambicioso trata-
do [1996], admiten, cuarenta años después, que los estructura-
listas tenían razón al incluir, en su análisis, las especificidades es-
Teorías económicas del desarrollo 99

tructurales de las cuales ellos conservan básicamente el dualismo


financiero…
Con respecto al proyecto de integrar las instituciones en el
análisis económico, el estructuralismo pasará finalmente de un
holismo maximalista a una macroeconomía tradicional. Mien-
tras tanto, el dualismo echó raíces en una suerte de Biblia trans-
disciplinaria del desarrollo, conservando las representaciones
identitarias mediatizadas de los países del Sur.

¿Qué es el sector informal?

El cambio de vocabulario - de tradicional a informal - se


produjo a inicios de los años setenta. El enfoque sigue siendo el
mismo: el informal “sería un sector aparte e identificable. La
abundancia de calificativos (no estructurado, subterráneo, no
oficial, no declarado, paralelo, sumergido…) revela la dificultad
de conceptualizar una realidad social y económica que ha sido
objeto de un número importante de monografías muy informa-
tivas. Estas contribuciones, sin embargo, dan la impresión de que
cada uno acaba encontrando al informal allí donde quiere en-
contrarlo: los planificadores lo han encontrado al buscar compa-
tibilidades más precisas y los liberales cuando abordaban los
problemas de la pobreza; y también hay quienes quieren privati-
zar, quienes quieren “hacer cuentas con el pueblo”, y quienes
quieren reducir los gastos gubernamentales de redistribución-
…Como dice L. Peattie [1987], el informal es para cada uno una
bandera.
Las características de las actividades informales son, según
el BIT [1976]: la facilidad de ingreso al mercado, la dependencia
de recursos locales en la fabricación, la propiedad familiar de las
empresas, la pequeña escala de producción, la intensidad en tra-
bajo de las tecnologías utilizadas (que pueden ser “adaptadas”),
los conocimientos técnicos adquiridos fuera del sistema escolar,
y los mercados no reglamentados y competitivos. También se ha
propuesto un concepto de sector urbano informal que descansa
100 Debates de ayer y hoy

en la distinción entre el trabajo asalariado y el trabajo indepen-


diente.
Los efectos de estas definiciones se encuentran en la me-
dición del empleo que han realizado los servicios internaciona-
les y nacionales de estadística. Éstos se fundan básicamente en
tres criterios: el tamaño de la unidad de producción (pequeño
número de activos), el modo de producción (especialmente de
tipo familiar), la ausencia de declaración legal de la actividad. El
inconveniente de este enfoque es que mezcla los sujetos econó-
micamente activos y las actividades y no toma en cuenta el he-
cho de que los mismos individuos pasan de una esfera a otra du-
rante una misma jornada - un pequeño funcionario que tiene
una actividad comercial fuera de sus horas de oficina, por ejem-
plo [cf. Roubaud, 1994].
Como lo subraya Carlo Benetti [1974], considerar que
una economía tiene dos sectores no es suficiente: las partes son
elementos de una unidad y lo que tienen en común es “el víncu-
lo de interacción por el que se integran y se determinan mutua-
mente” (pg. 114). ¿Cuál puede ser esta unidad? La dificultad
esencial está evidentemente en definirla.
Una primera preposición sería considerar que lo que esta-
ría en el núcleo de la informalidad, es la relación de los ciudada-
nos con el Estado. Así, la informalidad “no indica una ausencia
del Estado, sino que es constitutiva de él” [Lautier, 1991, pg. 7].
Con esta problemática, la corrupción ya no sería patológica sino
uno de los medios de funcionamiento de las sociedades donde
operar. Los mercados negros y otras formas de ilegalidad econó-
mica recubrirían la regulación de economías “no conformes” (en
el sentido de los mercados, los salarios, las instituciones y el de-
recho…) Esta explicación del funcionamiento resulta insatisfac-
toria y más bien designa una diferencia no identificada14.

El enfoque microeconómico

Una segunda propuesta se apoya en la hipótesis de la infor-


mación imperfecta. En este contexto, la incertidumbre existe co-
mo característica general de los mercados. Tomemos, por ejem-
Teorías económicas del desarrollo 101

plo, el análisis de los mercados rurales. Debraj Ray [1998] distin-


gue entre trabajadores permanentes o estacionales por un lado, y
trabajadores ocasionales, por otro, en contextos de incertidum-
bre. Para la segunda categoría de trabajadores, la oferta y la de-
manda de trabajo dependen del nivel de pobreza y nutrición que
pone en juego la capacidad física para trabajar. Tratándose de tra-
bajadores permanentes, el problema consiste en determinar có-
mo se logra el equilibrio entre la demanda de trabajo ocasional o
permanente para los empleadores, y el tipo de contrato que logra
el máximo de ingreso para estos últimos por efectos de incita-
ción. Para trabajadores en estado de supervivencia nutricional, la
elección depende notablemente del empleador y de las políticas
públicas que modifican el nivel de nutrición y salud, aunque éste
representa una “inversión” para conservar al empleado…
El segundo ejemplo es el del mercado de crédito. Confor-
me a la tesis del racionamiento del crédito15, el riesgo de no
reembolso (incertidumbre moral) en este mercado para el pres-
tamista se debe a la imposibilidad de controlar los actos del pres-
tatario. El primero concebirá un contrato para lograr que el se-
gundo elija un proyecto seguro que minimice el riesgo. En el ca-
so del banco de pobres, el sistema de la precaución solidaria por
grupos de vecinos que se conocen y de control por pares se mues-
tran eficaces para compensar la asimetría de información, lo cual
explicaría por qué se encuentra, en los hechos, tasas elevadas de
reembolso de créditos. El modelo señala que este tipo de institu-
ción es más eficaz que una agencia pública de crédito rural por-
que suprime los condicionamientos de incertidumbre moral in-
herentes a toda operación de crédito.
La literatura reciente ha consagrado numerosas contribu-
ciones a un análisis del crédito rural que toma en cuenta la inter-
dependencia de los mercados: en efecto, generalmente las opera-
ciones de préstamo están vinculadas a otras transacciones (que
tienen que ver con la tierra, con el trabajo, con la comercializa-
ción de productos), de lo cual resulta una tasa de interés oculta.
Estas contribuciones tratan sobre el funcionamiento efectivo de
las economías a partir de la hipótesis principal según la cual los
102 Debates de ayer y hoy

agentes actúan racionalmente (esta racionalidad puede ser con-


tingente) frente a la incertidumbre. Con relación al análisis em-
pírico, este enfoque microeconómico de los mercados no consis-
te en reintroducir una ley de la oferta y de la demanda que de-
termine el volumen del empleo y el nivel de los salarios, o el vo-
lumen del crédito y la tasa e interés; este enfoque busca traducir
en un lenguaje formal las condiciones observables tanto de la
oferta como de la demanda en mercados segmentados pero in-
terdependientes. Comparativamente al enfoque dualista, el in-
formal (financiero o no) no es objeto de un tratamiento meto-
dológico particular. Está integrado igual que las actividades de-
claradas en el análisis de aquello que es objeto de análisis - la
producción., el intercambio, el financiamiento, la repartición.

El banco de los pobres

Creada a finales de los años setenta por un universitario, esta ex-


periencia tuvo una importante influencia en la acción de las ONGs - siendo
un problema para ellas encontrar un tipo de ayuda para los pobres que les
vuelva autónomos. El Grameen Bank prestó su tecnología bancaria a orga-
nizaciones informales de crédito rotativo y ahorro solidario, del tipo tonti-
na en África: se concedieron microcréditos a campesinos pobres integra-
dos en un grupo el cual se preocupa del reembolso; por lo tanto, el grupo
hace las veces de garante y supervisor del uso de los fondos por parte del
prestatario; asimismo, cada miembro se ocupa de ahorrar regularmente.
La actividad bancaria consiste, pues, en una doble acción de formación e
integración social. En los hechos, el 80% de los prestatarios de la Grameen
Bank son mujeres, en un país musulmán, totalmente desposeídas cuando
son repudiadas. Se verificó en la práctica que las mujeres son un buen ries-
go para un banquero: la tasa de reembolso de los créditos es excepcional
(98%), siendo muy inferior cuando los clientes son hombres, como se ha
podido demostrar en Malasia. Esta institución ha hecho escuela, pues se
han creado otros bancos de pobres en los países del Hemisferio Sur, adap-
tados a la medida de cada contexto, como también han aparecido bancos
para desempleados en países industriales (la ADIE en Francia).

Cf. D. Gentil & Y. Fournier, Les paysans peuvent-ils devenir des banquiers?
Syros, 1993; ver también el sitio web del Grameen Bank.
Teorías económicas del desarrollo 103

3. La pobreza

Manejar la pobreza no es un problema nuevo y es una de


las facetas esenciales de la gestión gubernamental en general
[Lautier, 1995].
Inicialmente la noción de pobreza formaba parte de la de-
finición de subdesarrollo que es, como dice Francois Perroux,
“un desperdicio de vidas humanas”. Más tarde, hacia los años se-
tenta, se constata que, en los países que conocieron un fuerte cre-
cimiento, la repartición de los ingresos se hizo más desigual y se
desarrollaron nuevas marginalidades (en particular urbanas en
los suburbios y ya no solamente rurales).
En el mismo período, se esfuma el optimismo en el futu-
ro basado en el crecimiento. La vieja idea maltusiana de un mun-
do finito resurge en el Norte y alimenta el temor de quienes se
creían garantizados. La guerra de Vietnam prosigue y también el
Che Guevara, a pesar de los milagros económicos en Brasil y Co-
rea, la miseria crece en el tercer mundo con la desigualdad. Ro-
bert MacNamara expresa claramente este temor en un discurso
pronunciado en septiembre de 1972 frente a las autoridades del
Banco Mundial: “Mientras los privilegiados son unos pocos y los
desesperadamente pobres la mayoría, mientras la brecha aumen-
te sin cesar - sólo es cuestión de tiempo antes de que se impon-
ga una elección decisiva entre el costo político de una reforma y
el riesgo político de una revolución. Esta es la razón para que las
políticas de erradicación de la pobreza en los países subdesarro-
llados se impongan no sólo por principio sino por prudencia. La
justicia social no es un imperativo moral sino un imperativo
principalmente político”.

Dimensiones sociales: temas y variaciones

Haciendo eco de esta toma de conciencia, el Banco Mun-


dial propone un enfoque del desarrollo según las necesidades
esenciales [P. Guillaumont, 1985, t. 1.]. Esta institución y la OIT
publicaron una serie de estudios sobre este tema en los años se-
104 Debates de ayer y hoy

tenta. Las necesidades esenciales están reagrupadas en dos cate-


gorías: el mínimo de bienes para asegurar la reproducción fisio-
lógica (alimentación, vivienda, vestuario, y otros gastos del ho-
gar) y los servicio básicos (salud, agua potable, saneamiento,
trasporte, educación). El transporte y el hábitat se consideran así
como bienes “sociales”. Las necesidades esenciales están asocia-
das con tres características: serían universales (cualquiera que
sea la cultura), cuantificables, y su satisfacción sería productiva
(tendría resultados positivos en el crecimiento).
De la definición de necesidades esenciales derivan los mo-
dos de medición de la pobreza. El principio básico consiste en fi-
jar un umbral de pobreza. La pobreza absoluta se define como el
gasto realizado para obtener un mínimo de alimentos que asegu-
ren la reproducción fisiológica, más un conjunto convencional
de otros gastos determinados a partir de los presupuestos fami-
liares más modestos. La pobreza relativa se calcula teniendo en
cuenta la repartición del ingreso de una población determinada
y el umbral de pobreza se define por un cuantil determinado. Pa-
ra evaluar el grado de desigualdad en la distribución del ingreso,
se utiliza a menudo el coeficiente de Gini que mide la brecha dis-
tributiva con respecto a una distribución perfectamente propor-
cional.
Con los “nuevos” pobres del ajuste estructural, la imple-
mentación de medidas correctivas del programa del Banco Mun-
dial llamado Dimensión Social del Ajuste (DSA) depende de la
identificación estadística de los potenciales beneficiarios. En es-
te contexto, se trata de evaluar la pobreza en grupos objetivo. El
Banco recurre a la experiencia africana del grupo de expertos
franceses AMIRA, que redefinieron la categoría hogares en las
cuentas nacionales, tomando en consideración los niveles de to-
ma de decisión [Dubois, 1989].
Como subraya F.R. Mahieu [1990] con respecto al ejem-
plo de Costa de Marfil, las transferencias de ingresos monetarios
al interior del mundo rural y entre la ciudad y el campo no se to-
man en cuenta, de manera que una serie de transferencias indi-
Teorías económicas del desarrollo 105

rectas que resultan de obligaciones comunitarias (funerales, co-


tizaciones a mutualistas y asociaciones, tutorías y hospedaje).
Los resultados de las investigaciones del Banco Mundial al pare-
cer sobrestiman el nivel efectivo del ingreso urbano pues, en el
caso mencionado, el costo del alojamiento y de las tutorías del
hogar urbano es particularmente alto. Según Mahieu, la protec-
ción de la comunidad habría sido importante frente a la crisis
económica, acompañada de un agravamiento de las obligaciones
comunitarias. Pero la crisis de la economía de renta y la reduc-
ción de empleos asalariados urbanos amenazan el equilibrio glo-
bal de las transferencias, al tiempo que el sistema social basado
en la solidaridad comunitaria se disgrega.
La política del Banco Mundial acelera esta desintegración
porque reduce la distribución del ingreso por parte del Estado,
supuesto predador; su objetivo es desarrollar, con el ajuste es-
tructural, un modelo de iniciativa empresarial basado en una ra-
cionalidad individual del éxito que limita la redistribución al in-
terior de la comunidad. Como lo señala F.R. Mahieu [1990] con
respecto al caso de Costa de Marfil, las transferencias de ingresos
monetarios al interior del mundo rural y entre la ciudad y el
campo no son tomadas en cuenta, como tampoco lo son una se-
rie de transferencias indirectas que desembocan en obligaciones
comunitarias (funerales, cuotas a mutualistas y asociaciones,
manejo doméstico y vivienda). Los resultados de las investiga-
ciones del Banco Mundial al parecer sobrestiman el nivel efecti-
vo del ingreso urbano, porque, en el caso mencionado, el costo
de la vivienda y el manejo doméstico es particularmente alto. Se-
gún Mahieu, la protección de la comunidad habría sido impor-
tante frente a la crisis económica, acompañada de un agrava-
miento de las obligaciones comunitarias. Pero la crisis de la eco-
nomía de renta y la reducción de los empleos urbanos asalaria-
dos amenazan el equilibrio global de las transferencias, colap-
sando el sistema social fundado en la solidaridad comunitaria.
Los programas DSA, abandonados en 1992, serán relega-
dos por nuevos programas de lucha contra la pobreza como tal.
En reemplazo del programa mexicano Pronasol (1988-1994)
106 Debates de ayer y hoy

víctima de un sesgo clientelista político en la asignación de los


fondos, el programa Progresa del Banco mundial, iniciado en
1997 para reducir la extrema pobreza, involucraba en el año
2000 a casi 2,3 millones de familias, es decir, un 40% de las fami-
lias rurales del país16. Se asignan recursos a las comunidades
identificadas, directamente a las mujeres, con un pliego de con-
diciones que cubren la escolarización de los niños, las necesida-
des primarias de salud y la alimentación. El presupuesto total de
este programa representaba el 0.2% del PIB en 1999. Es demasia-
do temprano para evaluar el impacto a largo plazo de estas inter-
venciones masivas, más allá de los objetivos planteados.
Luego del famoso panfleto de Josué de Castro [1952] so-
bre la geopolítica del hambre, este tema central, donde convergen
la demografía, los recursos naturales, el acceso a la tierra, la ayu-
da internacional, el “arma alimenticia”, entre otros, ha suscitado
numerosas contribuciones. Entre estas últimas se puede mencio-
nar la de John Galtung [1978], promotor del ecodesarrollo, es-
crita en un momento en que la industrialización ocupaba un lu-
gar central en los debates sobre el desarrollo. Otra serie de con-
tribuciones importantes fue publicada con ocasión de la gran se-
quía en el Sahel a inicios de los años setenta, a cargo de los socio-
antropólogos franceses [Comité d’ínformacion Sahel, 1975].
Después de la crisis asiática, el tema de la pobreza se reac-
tivó con ocasión del fracaso del Consenso de Washington. El
Banco Mundial le dedicó su informe 2000-2001 (Attacking po-
verty) que ha sido objeto de una amplia operación, sin preceden-
tes, de presentaciones previas. El presupuesto implícito de la li-
beralización de los mercados ha recibido múltiples críticas. Uno
de los objetivos principales es promover instituciones “pro-po-
bres” (el objetivo del empowerment o empoderamiento) que fa-
vorecen la autonomía de los más desposeídos. Desde esta óptica,
este informe se inspira directamente en la tesis de las capacida-
des de Sen.
Teorías económicas del desarrollo 107

El hambre

Contrariamente a este último enfoque que subraya las de-


terminantes de la oferta alimenticia, la teoría de las hambrunas
de Sen [1981] resalta las capacidades de la demanda alimenticia
de los individuos y de los diferentes grupo sociales. El volumen
de esta demanda no depende solamente de una restricción pre-
supuestaria como en el análisis tradicional; para Sen, siente
hambre aquel que no tiene nada o muy poco que intercambiar,
sea trabajo, dinero, tierra u otro derecho que pueda negociar en
el mercado o hacerlo valer para obtener alimentos (cf. recuadro).
La laguna principal de la economía del desarrollo tradi-
cional es, según este autor, haber puesto el énfasis en la oferta de
bienes y no en la apropiación (availability) y en los derechos (en-
titlements) de los que disponen los individuos. Estos atributos
determinan sobre todo una capacidad de acceso a los alimentos,
teniendo en cuenta el nivel de precios relativos de éstos últimos
(cf. recuadro). Un análisis de este tipo significa que el Estado de-
be paliar las deficiencias de la dotación inicial mediante un siste-
ma de seguridad social adaptado para cada situación: compen-
sar, por ejemplo, el debilitamiento de las solidaridades tradicio-
nales en cuanto a la alimentación, actuar sobre el nivel de precios
de los alimentos, garantizar el acceso a la tierra…Así, la demo-
cracia tendría como primera virtud, según Sen, obligar al Estado
a asumir esta función. Otra implicación de este análisis se en-
cuentra en la forma de definir y medir el desarrollo: el enfoque
de Sen sirvió en efecto como fundamento del IDH del PNUD,
indicador que intenta asociar el derecho a la vida (esperanza de
vida al nacer) y la libertad de elección de la vida (nivel de educa-
ción) con el ingreso monetario (PIB por habitante).
108 Debates de ayer y hoy

La teoría de las hambrunas de Amartya Sen

Cada individuo está dotado de derechos que le son propios, que


adquiere por su trabajo, por una transferencia del Estado o de su comuni-
dad, y que puede intercambiar o invertir en una producción.
El gráfico 3 representa una relación de intercambio entre dos tipos
de bienes: los bienes alimenticios y los bienes no alimenticios. Cada indi-
viduo posee un vector xi de la cantidad de bienes no alimenticios que in-
tercambia con alimentos. Si OA es el mínimo nutricional fisiológico, el án-
gulo p representa el precio mínimo del bien no alimenticio para obtener es-
ta cantidad de alimentos. La zona OAB representa la zona de privación. La
capacidad de demanda de alimentos del agente puede bajar de tal mane-
ra que se ubique en esta zona: 1) cuando su dotación inicial se modifica (el
vector de esta donación xi*, se encuentra debajo de la recta AB); 2) cuan-
do los precios relativos de los alimentos aumentan (p a p’) pues la zona de
privación aumenta (OAC). Si el individuo se sitúa, por su dotación inicial,
en la zona DAE, escapa a la zona de privación, no importa cuál sea la mo-
dificación en la relación de intercambio entre los dos bienes.

Gráfico 3. Relación de intercambio


Bienes no alimenticios

Alimentos

En tres de los cuatro casos de hambruna que Sen estudió (Benga-


la, 1943; Etiopía-Wollo, 1973; Bangladesh, 1974), la oferta alimenticia no se
había derrumbado, pero el grupo social víctima de la privación sufrió un
deterioro en su relación de intercambio.
Teorías económicas del desarrollo 109

El indicador de desarrollo humano (IDH)

Publicado desde 1990 (PNUD, Informe mundial sobre el desarrollo


humano), el IDH se establece a partir de tres indicadores: la esperanza de
vida, el nivel de educación de adultos y el ingreso por habitante. El princi-
pio de construcción del IDH es el siguiente: se determina para cada com-
ponente umbrales mínimos y máximos (o niveles que parecen adecuados);
entre estos dos límites se establece una escala de 0 a 1 donde se clasifica
el dato observado (1 corresponde a una falta total); luego se calcula un in-
dicador de ausencia global igual a 1 - la media aritmética de los tres indi-
cadores. El componente del ingreso está sometido a un tratamiento espe-
cífico: al ingreso por habitante, para la fracción que está debajo del ingre-
so medio mundial, se resta de manera creciente un coeficiente; tiene así un
“rendimiento decreciente” sobre el indicador de ausencia.
Ejemplo: un país tiene un PIB real por habitante igual a tres veces
el ingreso medio mundial (y*). La medición de la utilidad o del bienestar
obtenido por el ingreso W(y) se efectúa mediante la fórmula de Atkinson
(log y). Se aplica así un coeficiente creciente de rendimiento decreciente a
cada fracción de y*, sea:

W(y) = y* + 2 (y*)1/2 + 3(y-2y)1/3.

Este tratamiento tiende a reducir el impacto del indicador económi-


co sobre el IDH (en los países petroleros, por ejemplo, donde el ingreso por
habitante es elevado) y a aumentar, correlativamente, el de los dos indica-
dores sociales. La repartición de los ingresos no se toma en cuenta más
que por muestreo, ya que todos los países no disponen de estadísticas en
este campo.
El principio básico del IDH es sumar los parámetros del desarrollo,
sin asignar una ponderación cualquiera a cada uno de ellos (media aritmé-
tica); su número es susceptible de extensión (el aumento de un indicador
de la “libertad humana” como lo hizo el PNUD). Tal como lo acabamos de
definir, el IDH permite dar una medida del subdesarrollo en un momento
dado (indicador de escasez) y, año tras año, una evaluación del progreso
del desarrollo humano.

La equidad

A través del indicador de desarrollo humano se intenta di-


ferenciar entre crecimiento y desarrollo, e integrar en éste último
el objetivo de la equidad. En 1998 un centenar de países publica-
ron informes nacionales sobre el desarrollo humano con el apo-
110 Debates de ayer y hoy

yo del PNUD: la meta perseguida era suscitar una participación


de la sociedad civil en la definición de objetivos de desarrollo.
La proyección del tema de la pobreza en el primer plano
del pensamiento sobre el desarrollo tiene lugar en una coyuntu-
ra donde la mundialización y la globalización financiera han au-
mentado la exclusión y las desigualdades sociales; no faltan los
argumentos para considerar que nos encontramos frente a una
búsqueda de legitimidad política como medio de compensar los
avatares de un liberalismo triunfante. Este punto de vista en-
cuentra apoyo en las teorías contemporáneas del mercado, que
invitan al Estado a luchar contra la pobreza con el fin de ganar
credibilidad y llegar a un consenso y coordinación entre los
agentes económicos de los mercados desregulados, y ya no como
antes, para detener el peligro del comunismo. La democracia y la
lucha contra la pobreza se vuelven “económicamente correctas”.
En la esfera académica, y en relación con la experticia, se ha de-
sarrollado entretanto toda una literatura sobre la medida de la
pobreza y las desigualdades (cf. sobre todo los trabajos de refe-
rencia de F. Bourguignon y A. Atkinson).

4. Globalización y desarrollo

Admitamos que se ha superado una etapa en los procesos


que justificarían que substituyamos el término de globalización
por el de internacionalización. Se puede ordenar los indicadores
estadísticos, pero éstos pueden ser discutidos al infinito - ¿a par-
tir de qué umbrales se estima que los procesos han cambiado de
naturaleza? Por ahora, el término globalización se refiere a la vez
a lo que sería y a lo que debería ser, es decir, un diagnóstico y una
economía política normativa. Ya hemos subrayado que, desde
hace dos décadas, es el fundamentalismo del mercado en el con-
dicionamiento de las instituciones financieras lo que ha acelera-
do la apertura de las economías. Lo nuevo es que la integración
internacional está presente en los países en vías de desarrollo, in-
cluidos los de bajos ingresos, como invitación a pertenecer a un
club; la alternativa de hoy en adelante está entre ser “globaliza-
Teorías económicas del desarrollo 111

La geografía económica: la teoría de la localización

En la nueva teoría neoclásica del comercio internacional, uno de cu-


yos principales representantes es Paul Krugman [1991] encontramos una
fuente mayor de argumentos de las instituciones internacionales dominan-
tes en favor de la globalización como diagnóstico y norma. Recordemos
sus principales orientaciones.
Si observamos la presentación de la literatura de A. Venables
[2001], que recuerda el lugar importante que han tenido las controversias
sobre la política comercial en la literatura sobre el desarrollo en los años
cincuenta y sesenta, las nuevas contribuciones redefinen las ventajas com-
parativas. Podríamos distinguir dos niveles: el primero es el de la teoría tra-
dicional - los países se diferencian por asignaciones laborales y de capital
(más o menos abundantes) - al que se añade la geografía (por los costos
de transporte que genera) y el tamaño de los mercados que permite la exis-
tencia de economías de escala; de esta repartición de dotaciones resulta
una repartición internacional de la producción y del ingreso. El segundo ni-
vel es el de las ventajas comparativas endógenas que se formarían a par-
tir de externalidades positivas, generadas por el proceso de localización de
las actividades: así la inversión directa internacional tendría efectos de
transferencia tecnológica, especialmente en la calidad de la mano de obra,
efectos vinculantes en las demandas intermediarias entre firmas, y efectos
de concentración industrial. Si la tendencia impulsada por las externalida-
des es la aglomeración manufacturera, la reducción de los costos de trans-
porte jugaría un papel decisivo en el proceso de deslocalización de la acti-
vidad. Además, es el juego de externalidades inducidas por esta última el
que garantizaría la convergencia de ingresos entre el Norte y el Sur…
En este análisis, la razón de ser de la intervención del Estado desa-
rrollista en el transcurso del primer período (la coordinación de actividades
privadas o la búsqueda de la maximización de efectos de vínculo a lo
Hirschman) que justificaría políticas industriales activas es transferida de
un lado hacia los inversionistas internacionales, y de otro, hacia la produc-
ción de “bienes públicos” que apoyan a estos últimos - inversiones públi-
cas orientadas hacia las infraestructuras económicas, especialmente de
transporte; producción de capital humano a través de la educación, un am-
biente jurídico y financiero estable y, eventualmente, la integración regio-
nal de mercados para reforzar las economías de escala.

dor” o no serlo; sobre todo, la apertura ya no es segmentada co-


mo antes (las mercancías, los servicios, los capitales, las técnicas,
etc.). Por esta razón el enfoque es global. La apertura produciría
más crecimiento y menos pobreza; sería una promesa de desa-
rrollo. El argumento no es nuevo pero ya no resulta avanzado
112 Debates de ayer y hoy

con respecto a la situación de autarquía; se basa en el postulado


de que el espacio mundial ya existe pero queda por configurar.
La afirmación del nacimiento de una economía mundial
es antigua y se apoya en la expansión de las firmas multinacio-
nales. Por ejemplo, C.A. Michalet [1976, 1ª ed.) pretende escapar
a un tratamiento teórico de este proceso fuera de la alternativa
entre la teoría pura del comercio internacional y la teoría de la
firma. La geografía económica torna relativa la hipótesis de la
primera de estas teorías, la de un conjunto fijo de factores de
producción cuya proporción permite identificar la ventaja com-
parativa inicial de cada economía; dinámicamente asume que los
factores, confundidos en el capital humano, son reproducibles o
bien adopta el postulado de las externalidades. La inversión ex-
tranjera directa integraría cada economía al espacio mundial a
través de los espacios regionales o locales donde se implanta; y es
esta dinámica la que sería determinante en vista del desarrollo de
cada país, impulsando un proceso de convergencia.
Antes de abordar las implicaciones de esta visión para las
políticas económicas, presentemos los soportes teóricos del diag-
nóstico de la globalización. Si bien esta teoría distribuye los pa-
peles entre el mercado y el estado de forma tradicional (ver re-
cuadro), cuando podría también justificar un proteccionismo
educativo (el tiempo de dominar las técnicas importadas con la
acumulación de un capital humano o el tiempo de consolidar las
instituciones), aún se ignoran los conflictos de interés. En efecto,
en términos de economía política, los procesos de internaciona-
lización se llevan acabo no sólo a través de los costos de trans-
porte, sino también gracias a un vínculo particular entre el capi-
tal y el trabajo, y por una recomposición - más que una reduc-
ción - de la intervención del Estado. Dentro de esta problemáti-
ca, la globalización correspondería a una nueva etapa del capita-
lismo que resulta de tres transformaciones mayores según Ro-
bert Pollin [2000]: 1) un poder de negociación mayor para el ca-
pital sobre el mercado de trabajo en detrimento de los trabaja-
dores (el conflicto distributivo de Marx) a causa de la capacidad
Teorías económicas del desarrollo 113

adquirida por los países de bajos salario de producir y exportar


una gran variedad tecnológica de productos industriales: la sola
amenaza de la deslocalización ha mejorado el poder de negocia-
ción del capital frente al trabajo; 2) un crecimiento sin preceden-
tes de los flujos financieros; habida cuenta de los comportamien-
tos especulativos de los mercados financieros, los responsables
de la política económica no pueden realizar el pleno empleo y
determinan sus acciones en función del estado de anticipaciones
financieras más que a partir del estado de la economía producti-
va; 3) los capitalistas y los prestamistas habían buscado en los
países industrializados, orientando la política gubernamental
hacia la desregulación y la apertura, continuar beneficiándose
del apoyo de un “gran gobierno”, conforme a la visión de Polan-
yi [1945], sobre todo para detener las crisis financieras. Esto ex-
plicaría que la parte del presupuesto en el PIB sigue siendo ele-
vada en los países del “centro”. Desde este punto de vista, el de-
sarrollo de los países “emergentes” sigue condicionado en buena
medida por el impulso de los países desarrollados con procesos
de integración (al igual que de exclusión) sin una capacidad de
extracción fiscal suficiente para que puedan asegurar su papel de
prestatarios de último recurso durante las crisis. Cualquiera que
sea el diagnóstico que se obtenga al final, lo que se constata al
mismo tiempo es que existe una tentativa de reconfigurar el es-
pacio de las normas, de los derechos universales y de la política.

El fetichismo de la globalización y los derechos

La mejor forma de abolir el trabajo infantil es invertir en


la educación, según Nicholas Stern, que ha sucedido a Joseph Sti-
glitz como economista en jefe del Banco Mundial a inicios del
2000. Al llevar la cuestión del trabajo infantil a la OMC, precisa
Stern, se corre el riesgo de activar los reflejos proteccionistas de
los grupos de interés de los países ricos: las economías que recu-
rren al trabajo infantil serían marginadas del comercio interna-
cional, lo cual significaría menos comercio mundial, menor cre-
cimiento y más trabajo infantil; alternativamente, si estos países
114 Debates de ayer y hoy

invierten en capital humano, atraerán las inversiones extranjeras


y experimentarían mayor crecimiento17…Por ende, sería inútil
ir tras los derechos que reactivan los antagonismos y las malas
inclinaciones; la apertura de las economías tendría, ella misma,
la virtud de generar crecimiento y equidad; y la educación sería
una piedra de dos ángulos, como se comprenderá. En suma, la
apertura de las economías se presenta como la panacea, y com-
placer a los inversionistas extranjeros se convierte en el primer
criterio para distinguir una buena política de una mala, redu-
ciéndose ésta en adelante a un nacionalismo metodológico [Go-
re, 2000]. Los derechos humanos universales, cuyos depositarios
tradicionales son las Naciones Unidas, han quedado relegados a
un estatus condicional, que pretende ser pragmático, sin oposi-
ción frontal a una reforma - la abolición del trabajo infantil - que
tiene el favor de la opinión pública en los electorados de los paí-
ses industriales. La consigna de “no toquen mi mercado” se vuel-
ve el preámbulo de nuevas propuestas provenientes de institu-
ciones financieras internacionales.
La propuesta de los “bienes públicos mundiales” [Kaul et
al., 1999] del PNUD - que indica al interior mismo de esta insti-
tución un enfoque distinto de aquel de los derechos humanos -
se inscribe en este marco; es presentada como un medio para re-
definir la cooperación internacional. La propuesta parte del pos-
tulado de que la globalización se ha difundido gracias a que jue-
ga con la ambigüedad del término “global”: bajo esta etiqueta se
agrupan tanto las cuestiones relativas al medio ambiente, a la
paz, la equidad, la justicia, la integración comercial, la cultura, la
salud, el conocimiento, la tecnología y… “la participación entre
los gobiernos, los pueblos, la sociedad civil y el mundo de los ne-
gocios” (p. xxix). En este contexto, se definirían normas interna-
cionales de “gobierno global” que podrían - y tal es la paradoja a
la que se refiere Rodrik [2000] - convenir a intereses antagónicos
entre los perdedores de la integración económica (los trabajado-
res y los ambientalistas) y los ganadores, como son los exporta-
dores, las sociedades multinacionales y los intereses financieros.
¿Dónde está la coherencia de esta propuesta promovida por los
Teorías económicas del desarrollo 115

expertos? ¿No está más bien en la legitimación de un espacio de


decisión de las tecnocracias internacionales, integrando los com-
ponentes nacionales para la gestión de un orden nuevo con res-
pecto al de Bretton Woods? ¿El recurso a la “sociedad civil” no va
de la mano con el abandono de la referencia a la ciudadanía co-
mo lugar de democracia activa y con una “argentinización” (ibi-
dem) de las políticas económicas?
La dramatización de esta agenda en nombre de imperati-
vos estratégicos viene en apoyo de esta tentativa de refundación.
La idea de “seguridad económica” se afirma fuertemente con la
administración americana. Habiendo obtenido plenos poderes
para negociar acuerdos comerciales que le negó el Congreso tras
siete años de lucha, el ejecutivo vincula las cuestiones comercia-
les con la seguridad de los Estados Unidos de forma explícita: “la
expansión del comercio internacional es vital para la seguridad
nacional de los Estados Unidos (…) Dichos acuerdos aprove-
chan al máximo las posibilidades para los sectores vitales y en
construcción de la economía americana como las tecnologías de
la información, las telecomunicaciones y otras tecnologías de
punta, las industrias de base, los bienes de inversión, el equipo
médico, los servicios, la agricultura, la tecnología del medio am-
biente y la propiedad intelectual” (preámbulo del Bipartisan Tra-
de Promotion Authority Act H.R. 3005).
El PNUD publica igualmente un indicador por sexo del
IDH y otro de participación femenina en diferentes funciones
directivas con su contribución al ingreso laboral. Desde 1997 se
presenta además un indicador de pobreza humana que trata de
delimitar los fenómenos de exclusión.
Capítulo VI
BUSCANDO UN PARADIGMA
DEL DESARROLLO

¿Qué es el desarrollo? ¿la desaparición de una especializa-


ción primaria heredada del pasado? ¿La adquisición de una in-
dependencia económica frente al exterior? ¿Es una tasa positiva
de crecimiento por habitante? ¿Una tasa de ahorro suficiente?
¿Desarrollo es igual a industrialización? ¿O es un falso problema,
heredado de la idea europea de progreso?
El concepto de desarrollo designa, en su uso corriente, el
desarrollo económico. Sin embargo, todos van en busca de un
proceso de cambio social entendido en sentido amplio, sin hacer
siempre explícita la lógica y las finalidades de éste último. El de-
sarrollo abarca igualmente una dimensión comparativa (los paí-
ses desarrollados vs. los países subdesarrollados, la riqueza vs. la
pobreza dentro de los mismos países), una frontera entre la in-
clusión y la exclusión. El desarrollismo como conjunto de políti-
cas hizo emerger luego de 1945 diferentes paradigmas (cf. la cla-
sificación de Diana Hunt [1989]) que tienen en común la idea de
progreso, arraigada en el pensamiento euroamericano. Pero la
creencia en el progreso retrocede a partir de los años setenta.
Luego de la década perdida del ajuste estructural, el paradigma
del desarrollo se recompone en nuevas direcciones a partir de la
experiencia adquirida y de la evolución del pensamiento econó-
mico, inscribiéndose todavía tímidamente en las políticas.

1. El desarrollismo y la modernidad

Durante el siglo diecinueve, las tesis evolucionistas trans-


formaron la historia imperial en historia natural. La compren-
sión básica del cambio social se parecía a una metáfora biológi-
ca del crecimiento. Los pueblos, en los primeros estadios de evo-
118 Buscando un paradigma del desarrollo

lución, eran considerados ancestros contemporáneos. Los de la


periferia no entraban en la historia sino a partir del momento en
que Europa los había descubierto.
Pero la fe en el progreso lineal se estremece a inicios del si-
glo veinte (cf. la teoría de los ciclos, la técnica al servicio de las
destrucciones de la guerra, la injusticia social), abriéndose una
vía alternativa a través del comunismo. Luego de 1945, el evolu-
cionismo reaparecía en una nueva visión de la modernización.
La idea de la modernidad cambia: anclada por mucho tiempo en
la tradición europea que la ha asimilado al Renacimiento, como
observa Jan Nederveen Pierterse [1991], empieza a cobrar senti-
do en la cultura americana, para la cual la modernidad se opone
a la tradición; ésta es percibida como una resistencia al cambio y
ya no es de carácter automático sino que necesita de estímulos.
Con la guerra fría aparecen dos vías de modernización. La defen-
sa del modelo occidental estará a cargo de Walt Rostow. Con su
obra Las etapas del crecimiento - Un manifiesto no comunista
[1960], se renueva la tesis evolucionista a través de motivaciones
que no son económicas: “La gloria de América no ha sido su re-
lativa riqueza material, sino el sentido de su misión política tras-
cendental, la cual concilia la libertad y el orden”. El argumento
remite a una serie de temas del “siglo de las Luces” (libertad y or-
den) y de metáforas cristianas (gloria, trascendencia, misión). En
la obra de Rostow, la colonización se presenta como la que ha
puesto los hitos de la modernización; ella habría asegurado la
transición entre la primera etapa (la de la “tradición”) y la terce-
ra (la del “despegue”). Por ende, no tiene sentido buscar en el so-
cialismo una vía alternativa.
En la tradición marxista prevalece igualmente la concep-
ción evolucionista a través de la fórmula del cambio histórico
por etapas (excepción hecha de Gramsci). Con la influencia leni-
nista, la modernización debe resultar del desarrollo de formas
capitalistas de producción y el papel del Estado es facilitar este
proceso. Los modos de producción no capitalistas son tratados
como residuos pasivos de la historia; la visión de su inexorable
retroceso frente al capitalismo estará fuertemente matizada por
Teorías económicas del desarrollo 119

la teoría de la articulación de los modos de producción de la an-


tropología social francesa (cf. por ejemplo, C. Meillassoux
[1975]).
Paralelamente a la teoría de la modernización, el cambio
social multiforme, aparece después de la guerra el concepto de
desarrollo que poco a poco ocupará el lugar más importante de
la reflexión. Esta reflexión se limitará a la dimensión económica.
Como la modernización, el desarrollo tiene como primera ca-
racterística el de no ser automático y requerir políticas volunta-
ristas. El incentivo del crecimiento ofrece un buen ejemplo de es-
ta concepción: implica una ruptura con las dinámicas existentes.

La metáfora biológica

La concepción biológica inicial continuó, sin embargo,


impregnando el discurso sobre el desarrollo: las economías son
tratadas como un cuerpo humano que crece, que está enfermo,
que necesita un tiempo de aprendizaje, etc. ¿Qué hay entonces
detrás del éxito coreano? Un niño que ha crecido, el primero de
la clase que sabe bien la lección, que ha hecho su tarea con apli-
cación e inteligencia, y del que se dice que, de todas formas, era
superdotado de nacimiento (su cultura, su historia)…Con las
políticas de ajuste, ¿no comparamos al FMI (o al experto) con un
médico que recurre a una medicina clásica (las políticas ortodo-
xas)? ¿Las medidas prescritas no son vistas como una especie de
purga o sangría para evacuar el exceso de demanda de los años
setenta, luego de una crisis de la deuda que reveló ese exceso?
La industrialización fue la vía por la cual las economías
han sabido implementar una organización más racional de la
producción, crecer más rápidamente y enriquecerse. La priori-
dad en la industrialización no podía ser relativizada que en los
países con una mayor densidad demográfica, amenazados de
manera crónica por la hambruna. En el transcurso de los años
cincuenta, pocos economistas imaginaban que la agricultura po-
día ser el sector líder del desarrollo: entre aquellos que eran de
esta opinión y se referían a las experiencias de Nueva Zelanda,
120 Buscando un paradigma del desarrollo

Australia o Dinamarca, esta elección partía en general de una


aversión hacia cualquier intervención del Estado.
Restringiendo su objeto, pero queriendo conservar su uni-
versalidad, el enfoque del desarrollismo comparativo se ve invo-
lucrado en un impasse. Después de la guerra, el continente lati-
noamericano, dominado por los valores y la cultura euroameri-
cana, había jugado un papel importante como vector del univer-
salismo de este enfoque (la escuela de la CEPAL). Si bien cada vez
más el Japón servía de referencia para la dimensión económica
comparativa, como los países de reciente desarrollo industrial
del Asia, ninguno podía jugar el papel hegemónico del modelo
euroamericano, pues no servían de referencia cultural.

El crecimiento sostenido

Esta tercera dimensión se aplica a largo plazo; es parte in-


tegral del concepto de desarrollo y se ha renovado en varias di-
recciones. La primera es la de la teoría del crecimiento. Estos son
los términos en que R.E. Lucas [1988, p. 4-5] introduce su con-
tribución fundamental en cuanto al crecimiento endógeno y el
capital humano:
“El ingreso de la India se duplica cada cincuenta años; el
de corea cada diez años (…) Estas diferencias son tan sorpren-
dentes como aquellas sobre los niveles de ingreso (…)
“No veo cómo se pueden considerar los cuadros (el aba-
nico de tasas de crecimiento) sin percatarse de que representan
posibilidades. ¿Existe alguna política que el gobierno indio puede
adoptar para conducir a una tasa de crecimiento de la economía
equivalente al de Indonesia o de Egipto? Si es así, ¿cuál es exac-
tamente esta política? Si no, ¿qué tiene la India para que sea así?
(…) Desde que comenzamos a pensar en ello, es difícil pensar en
otra cosa.
“Es por esto que necesitamos de una teoría del desarrollo
económico: para ofrecer un marco que organice los hechos de
esta naturaleza, para evaluar lo que representa posibilidades y
necesidades (…) Prefiero utilizar el término “teoría” en un sen-
Teorías económicas del desarrollo 121

tido muy estrecho, para referirme a un sistema dinámico explí-


cito, cualquier cosa que pueda ser puesta en el ordenador y que
corra. A esto me refiero con la mecánica del desarrollo econó-
mico”.
Lucas plantea el problema del crecimiento como se plan-
tea un enigma, con un espíritu matemático que busca de forma
obsesiva la ecuación que otros no han podido encontrar antes de
él. La idea misma de progreso está engastada en lo que está rea-
lizando. Poco le importan los supuestos ideológicos entre las co-
rrientes de pensamientos, su objetivo es manejar y desarrollar el
misterio de los hechos, aunque introduzca con este fin la acumu-
lación que había desechado el pensamiento neoclásico en el aná-
lisis dinámico. Pero su teoría del capital humano es “pura”. No
sobreentiende nada de economía política en el hecho de invertir
en capital humano: esta pregunta está fuera de su campo de vi-
sión.
Pues bien, la cuestión del conocimiento, de su transferen-
cia en todas sus formas, de su accesibilidad, en los hechos, ha si-
do, desde el inicio, crucial en las industrializaciones tardías. Des-
de este punto de vista, Alice Amsden [2001] subraya que la expe-
riencia del último medio siglo no tiene precedentes en la histo-
ria. Todo ha sido aprendizaje (learning): los países se han desa-
rrollado sin innovarse a sí mismos; y lo que los diferencia, es la
forma en que se apropian de la tecnología, a partir de formas de
organización e integración internacionales. Estos países habrían
inaugurado un nuevo modelo de control utilizando una serie de
instituciones para imponer una disciplina en el comportamien-
to económico, en particular mediante un mecanismo de recipro-
cidad: las subvenciones en cuanto a las tasas de cambio o a las ta-
sas de interés han sido sistemáticas desde los años cincuenta, y
han tenido como contraparte, salvo en Argentina, compromisos
por los resultados que se esperan. Se ha aprendido de la expe-
riencia que la alternativa Estado-mercado ha sido menos deter-
minante para alcanzar el crecimiento autosostenido que un re-
fuerzo institucional orientado hacia la promoción de la inver-
sión industrial; si esta enseñanza ha logrado consenso, como se
122 Buscando un paradigma del desarrollo

ha demostrado, no ha inducido las mismas percepciones en la


política económica entre las corrientes de pensamiento a causa
de diferencias persistentes en el tratamiento de las instituciones
más allá de las similitudes de vocabulario.

Las instituciones

El desarrollismo abrió una caja donde la teoría matemáti-


ca walrasiana ha relegado las instituciones: basándose en el Esta-
do como instancia determinante, ha remitido todas las demás
instancias a las estructuras dadas por la historia, lanzándolas fue-
ra del campo del análisis económico (L. Taylor); el enfoque clá-
sico o marxista privilegia a estas últimas en base al vínculo sala-
rial, que es determinante a todas luces: el desarrollo es hipotéti-
co por la inseguridad creciente en el mercado de trabajo tanto
socialmente (cohesiones sociales) como económicamente (la fle-
xibilidad no es una prueba de eficacia a largo plazo).
Pero este enfoque no es exclusivo de otros que permiten
introducir las instituciones en el análisis económico. Sin embar-
go, una vez reconocida la imperfección de los mercados, es pre-
ciso estar atento al tipo e imperfecciones que se encuentra en el
análisis. Por ejemplo, los costos de transacción permiten justifi-
car la existencia de cierto número de instituciones (la empresa)
que minimizan estos costos y, por ende, contribuyen a la eficacia
del mercado; pero esto es sólo una variante de la teoría del mer-
cado perfecto: se otorga a la empresa la misma racionalidad que
se presupone en los agentes atomizados. Se ha subrayado para la
política de cambio las inflexiones que provienen dela introduc-
ción de la credibilidad del emisor monetario con las anticipacio-
nes racionales, que no es sino otra variante Al contrario, la hipó-
tesis de una imperfección irreductible de información que pue-
de impedir a los agentes económicos participar en el mercado (el
célebre caso de los coches de ocasión de Akerlof) llega a la mé-
dula del paradigma de la eficiencia del mercado: éste no puede
ser eficaz sin seguridad previa, sea pública mediante la política
económica o privada mediante contratos (cf. capítulo V, recua-
dro Keynes y Stiglitz).
Teorías económicas del desarrollo 123

La economía del desarrollo: un resumen (según Dani Rodrik)

INGRESO

endógenos DOTACIONES PRODUCTIVIDAD

parcialmente INTEGRACION
endógenos INTERNACIONAL INSTITUCIONES

exógenos GEOGRAFÍA

Los factores determinantes del crecimiento representados en este esquema


son:

• La geografía: agrupa diferentes componentes: la localización de materias pri-


mas, la calidad de los suelos, el clima…juega un papel importante en la integra-
ción internacional (enclaves, costos de transporte) y en las instituciones (por
ejemplo la historia colonial que les ha modelado en parte)
• La integración internacional. La apertura de las economías provocaría una con-
vergencia automática de los niveles de ingresos. Tal vez, a condición de que los
flujos de capital vayan de los países ricos a los países pobres, y generen exter-
nalidades positivas en los dominios de la capacidad de gestión y de la tecnolo-
gía.
• Las instituciones. Abarcan los derechos de propiedad, las regulaciones estructu-
rales, la cualidad y la independencia del poder judicial, una capacidad de gestión
burocrática, etc. Las economías del desarrollo han evolucionado en este punto:
consideran las instituciones como un producto del crecimiento y, por ende, co-
mo un requisito previo.
• Las interrelaciones. Son numerosas, y es el principal problema del desarrollo.
Los principales debates tratan sobre cuáles relaciones son las más importantes.
Ha perdurado la diferencia entre dos corrientes de pensamiento:
• La primera corriente (neoclásica) considera que la geografía determina el creci-
miento vía la integración internacional, teniendo en cuenta las dotaciones y la
productividad. Es la tesis de la convergencia. Pero, en la correlación entre aper-
tura y crecimiento, pocos estudios resisten un análisis detallado [Rodríguez y Ro-
drik, 1999];
• la segunda corriente (institucionalista) considera que las instituciones determi-
nan las ventajas de la apertura y el ingreso: buenas políticas e instituciones sóli-
das benefician la apertura: la apertura debilita las economías cuando las institu-
ciones son débiles de suyo.
Finalmente, el desarrollo depende, según Rodrik, de una estrategia conduci-
da en cada economía y no del mercado mundial.
124 Buscando un paradigma del desarrollo

Por otra parte, la tentación de considerar las instituciones


mismas como imperfectas, a semejanza de los mercados, es una
forma de evadir el problema y remitirlo fuera del campo de la
economía a los especialistas en ciencia política [Berthélémy,
1998], o hacia un estatuto de normas (y no de estructuras de
mercado) que reflejarían la inercia del pasado [Arrow, 1998].
Desde que el fracaso del desarrollo se ha vuelto evidente - en el
caso del Africa subsahariana, por ejemplo - esta propensión pue-
de hacer que nos lavemos las manos a la hora de evaluar las res-
ponsabilidades compartidas en el fracaso de la ayuda al desarro-
llo y/o puede ser una ocasión adicional para descalificar la ayu-
da pública en general. El argumento de la corrupción o el de las
mentalidades es, en ocasiones, es la vía fácil para explicar los tro-
piezos y las disfunciones, cuando está claro que bien pudieron
haber favorecido el desarrollo en Asia.
Es también en nombre de las imperfecciones del mercado
mundial que se ha propuesto el concepto de los “bienes públicos
mundiales”, para justificar el lugar del Estado o la acción colecti-
va en la teoría del mercado perfecto, lo cual evitaría al mismo
tiempo atacar las fuentes de las “imperfecciones” más perjudicia-
les para el desarrollo sustentable. Aunque bajo esta etiqueta, des-
de el informe de Bruntland [1987], se ha formado un gran con-
senso en torno a la necesidad de preservar el medio ambiente co-
mo bien común a transferir a las generaciones futuras, la amal-
gama de otros “bienes es discutible. El desarrollo sustentable im-
plicaría no tanto un “gobierno global” multifuncional confiado a
los expertos, por capaces que puedan ser, legitimados por una
“sociedad civil”, para supervisar o corregir la asignación mundial
de recursos, cuanto volver a las fuentes de las disfunciones, al
principio mismo de la desregulación, a rehabilitar políticas eco-
nómicas activas de control del mercado, a dedicarse a resolver los
problemas existentes, habida cuenta de los intereses antagónicos
en juego. Es en este sentido que la democracia activa de los con-
trapoderes, de las instituciones de voz, es un ingrediente princi-
pal para un desarrollo sustentable en cada país.
CONCLUSIÓN
Las instituciones y los derechos

“Al final del camino será posible percibir una especie de ciencia
social que sería muy diferente de aquella que hemos practicado
la mayor parte de nosotros: una ciencia moral-social […] don-
de las consideraciones morales no tendrán más la necesidad de
ser introducidas por fraude, subrepticiamente, ni ser expresadas
inconscientemente, sino que se podrán exponer abierta e ino-
centemente. Esta es en todo caso la ciencia social con la que sue-
ño para nuestros nietos” (A.O. Hirschman, 1984, p. 109-110)

El postulado de la modernidad definía antes la racionali-


dad del cambio social; las especificidades, planteadas desde un
principio por los economistas del desarrollo, no perdían nada
con esperar, pues el progreso les esperaba a la vuelta de la esqui-
na y llegaría un día en que lo conseguirían… En suma, si los paí-
ses lograran el desarrollo, la economía del desarrollo dejaría de
existir. Pero, en el intermedio, cualquier cosa que haya resultado
del desarrollo, se ha desplegado una fecunda reflexión, apoyán-
dose en las diversas teorías existentes, y sobretodo en las dimen-
siones sociales, culturales o antropológicas de las sociedades es-
tudiadas.
Durante el último período se han abiertos dos direcciones
fundamentales en este campo. La primera proviene de la crítica
de que un sistema de precios (de mercado o planificados) pueda
regir la asignación de los recursos. Las hipótesis de la naturaleza
incompleta de los mercados - especialmente de la información
imperfecta irreductible - en las que se basa la nueva microecono-
mía, invitan a reconsiderar los enfoques macroeconómicos que
proceden a la agregación a partir de un agente representativo. En
el dilema Estado-mercado, lo que se pone en cuestión es la repre-
126 Conclusión

sentación de uno u otro como centro de una supuesta racionali-


dad. Con este enfoque, las instituciones se disuelven. Ahora bien,
el fortalecimiento institucional es un ingrediente principal, eco-
nómico y social, del desarrollo - los economistas del desarrollo
están muy conscientes de ellos; lo que la experiencia les ha ense-
ñado es lo que no podía ser explicado por una racionalidad uni-
versal y centralizable para el análisis positivo y normativo.
Sin duda los mismos economistas han tenido dificultad a
asumir este cambio, lo que implica que se han vuelto más mo-
destos. Las construcciones macroeconómicas tradicionales los
proyectan en un centro de decisiones cuya existencia postulan y
que sólo puede convertirlos en consejeros del Príncipe. La nueva
microeconomía, con los sesgos introducidos por la formaliza-
ción matemática, es contingente como toda construcción teóri-
ca; pero otorga a la instancia política la total responsabilidad de
sus elecciones sin ofrecerle el refugio de un orden económico in-
manente.
La segunda dirección se basa en nuevas proposiciones pa-
ra introducir los valores en el análisis económico. Amartya Sen
[1983] subraya que la economía del subdesarrollo ha privilegia-
do en el pasado el crecimiento de la disponibilidad de bienes más
que el de los derechos y las capacidades individuales que trata de
integrar, la óptica del desarrollo humano. La economía del desa-
rrollo introdujo en el pasado valores “en fraude”, en palabras de
Hirschman, a más del utilitarismo, enganchándose con ideolo-
gías de combate o alternativas y contando con una naturaleza
humana generosa y altruista. Bastaba, escribía F. Perroux, crear
“élites “más que” técnicos en el sentido corriente de la palabra -
élites capaces de asumir los intereses de varias naciones y servir
a sus intereses, sin olvidar jamás que es conforme a la expansión
histórica de la industria y a su destino racional de servir a todos
los hombres” [1962, p. 228]. Esta creencia en el surgimiento de
élites que se ponen espontáneamente al servicio de los pueblos,
dotados de conocimiento técnico y de racionalidad, parece muy
pasada de moda hoy en día. ¿Pero sin ellas se podría pensar el de-
sarrollo?
Teorías económicas del desarrollo 127

La utopía comunista y la competencia entre los sistemas


económicos que ha generado, al igual que el nacionalismo con-
tra la dominación colonial han jugado un papel en el pasado
convergiendo en el desarrollismo dentro de varios países. ¿No
leíamos acaso en Corea del Sur, un país dividido por la historia,
en los carteles callejeros, antes de la crisis de 1997: “en el año
2000 alcanzaremos al Japón”? Al haber perdido sus referentes
históricos, el desarrollo depende de una búsqueda utópica de sus
fines, pero no de sus medios, con la experiencia adquirida para
observar los hechos. Esta búsqueda mostrará el desarrollo eco-
nómico del “resto” (del mundo) como una posibilidad que no va
por sí sola de la mano de la equidad y la libertad.
Al final del camino recorrido, los valores se muestran
abiertamente pero no siempre inocentemente.
Al mismo tiempo, la democracia encuentra nuevas fuerzas
en un contexto de posguerra fría recomponiendo las ideologías.
Así se perpetúa el sueño de Hirschman, como una brújula que
indica la dirección del camino, en un intento siempre renovado
entre los intereses y las pasiones, entre las construcciones intelec-
tuales y las enseñanzas de la experiencia.

Notas
1 Según una encuesta hecha a estudiantes americanos de posgrado solo un
3% considera que para tener un PhD en economía es necesario tener bue-
nos conocimientos en esta manera, mientras la gran mayoría piensa que es
imprescindible ser excelente en matemáticas (The Economist, 3 de noviem-
bre de 1990). Al referirse a los problemas que el mundo deberá afrontar en
los próximos decenios (desempleo, desarrollo, ecología, la transición de
los países del Este), los universitarios creen que es preciso dar mayor énfa-
sis a la economía matemática por sobre los estudios de historia económi-
ca y desarrollo (Baumont, Economic Journal, enero 1991).
2 Gerald MEIER y Dudley SEERS (DE.) [1988] han reunido los testimonios
de diez de ellos: Lord Bauer, Colin Clark, Albert O. Hirschman, Sir Arthur
Lewis, Gunnar Myrdal, Raul Prebisch, Paul N. Rosenstein-Rodan, Walt w.
Rostow, Hans W. Singer, Jan Tinbergen* (*premio nobel).
3 Cuando se habla de términos de intercambio, sin mayores precisiones, se
hace referencia a los términos netos de intercambio, sea Ten = índice de los
128 Conclusión

precios de exportación / índice de precios de importación x 100. En este


caso, índice de precios de productos primarios / índice de precios de pro-
ductos manufacturados (para más precisiones, véase P.-N. Giraud, 1989).
4 Arghiri Emmanuel [1969], en El intercambio desigual (cf. infra), retoma la
demostración de Ricardo y procede a realizar esta descomposición con el
fin de examinar en qué condiciones se podría determinar una ventaja en
la especialización internacional.
5 “La théorie de la croissance et son évolution”, Revue francaise d’économie,
vol III, 2, abril 1988, p. 7.
6 Véase el capítulo quinto para la presentación de la nueva teoría del creci-
miento (el crecimiento endógeno).
7 Se descubrirá que en esta etapa el desacuerdo sobre el papel del Estado es
normativo y procede de dos concepciones diferentes. Se encuentran ele-
mentos de este debate en el análisis positivo, con la interpretación a poste-
riori del crecimiento rápido asiático (capítulo V).
8 Un efecto de palanca significa que se incrementan los rendimientos de la
técnica interna recurriendo a una técnica externa.
9 “Podemos definir una economía flexible como una economía en la que los
particulares, las organizaciones y las instituciones ajustan eficazmente sus
objetivos y sus recursos a los cambios de los obstáculos y las oportunida-
des” [p. 17-18).
10 Si nos referimos a los estatutos del FMI, los países miembros se compro-
meten a asegurar la convertibilidad sólo de la cuenta corriente de la balan-
za de pagos. La liberalización de las operaciones de capital no figura en las
obligaciones estatutarias, y depende de las condiciones aplicadas para la
supervisión de políticas económicas. El vacío reglamentario sobre este
punto es un problema mayor en un contexto de globalización financiera
que ha tratado de satisfacer al OCDE con la iniciativa del Acuerdo multi-
lateral sobre la inversión (AMI).
11 Cf. D, Guellec y P. Ralle (Les nouvelles théories de la croissance, La Décou-
verte, Repéres, 1997). También véase las publicaciones de A. D’Autume, el
JEP, vol. 8, no 1, invierno 1994 para las referencias de los artículos mencio-
nados, el JEL, marzo 1999.
12 Cf. nota de la página anterior y A. D’Autume, 1998.
13 Cf. Ph. Steiner [1999] para una sociología económica de las redes.
14 Cf. Stiglitz, 1990, para una presentación simplificada y completa del mo-
delo, con el caso de la Grameen Bank o Banco de los pobres de Bangladesh
(cf. recuadro).
15 Skoufias E., Davis B., De La Vega (2001), “Targeting the Poor in Mexico:
An Evaluation of the Selection of Households into Progresa”, WD, vol. 29,
n 10.
16 Discurso del 15 de diciembre del 2000 en Indonesia, cf. worldbank.org.
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Journal of Developing Areas (JDA).
Journal of Development Economics (JDE)
Journal of Development Studies (JDS).
Problèmes économiques (PE).
Revue Économique (RE).
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Revue d’économie du développement (RED),


Revue Tiers Mande (RTM).
The World Bank Economic Review (WBER).
World Development (WD).

Siglas

AER: American Economic Review.


BIT: Bureau International du Travail.
BM: Banque mondiale.
CEPAL: Commission économique pour l’Amérique latine.
CEPALC: Commission économique pour l’Amérique latine et les Caraibes.
CNUCED: Conférence des Nations unies pour le commerce et le développe-
ment.
EJ: Economic Journal
FMI: Fond monétaire international
IDH: Indicateur de développement humain
JEL: Journal of Economic Literature.
JEP Journal of Economic Perspectives
JIE Journal of International Economics
JMAS: Journal of Modern African Studies
JME: Journal of Monetary Economics
JPE: Journal of Political Economy
OCDE: Organisation pour la coopération et le développement économique
OEP Oxford Economic Papers
OMC: Organisation mondiale du commerce
ONG: Organisation non gouvernementale
ONU: Organisation des Nations unies.
OPEP: Organisation des pays exportateurs de pétrole
PAS: Politiques d’ajustement structurel
PED: Pays en développement.
PMA: Pays les moins avancés
PNB: Produit national brut.
PNUD: Programme des Nations unies pour le développement
QJE: Quaterly Journal of Economics
RDM: Rapport sur le développement dans le monde (BM).

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