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Abordaje Psicoterapéutico Cognitivo Conductual

Trastorno de Bulimia Nerviosa

Geraldine Giraldo Ramírez & Valentina Fontecha Carvajal

Universidad Católica De Pereira

Nota del autor

Estudiantes de séptimo semestre del programa psicología, Facultad de Ciencias Humanas,


Sociales y de la Educación, Universidad Católica de Pereira.
Este ensayo es producto del trabajo denominado “Abordaje Psicoterapéutico
Cognitivo Conductual de la Bulimia Nerviosa” dirigido por la profesora Martha Villegas. Los
derechos patrimoniales de este producto corresponden al programa de psicología de la UCP,
los derechos morales a sus autores.

Geraldine Giraldo: geraldine.giraldo@ucp.edu.co

Abordaje Psicoterapéutico Cognitivo Conductual para el Trastorno de Bulimia


Nerviosa
Introducción
Son diversas las investigaciones que se han realizado alrededor del mundo que indagan
acerca de los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA), y que dan cuenta, por medio de
los datos obtenidos, del estado actual de la prevalencia, incidencia, factores de riesgo,
comorbilidad y otros factores de este tipo de trastornos y además de la importancia de
profundizar en su conocimiento. Entre los tipos específicos que abarca esta categoría, se
encuentran: Anorexia Nerviosa (AN), Bulimia Nerviosa (BN), Trastorno por Atracones (TA)
y Trastorno No especificado. Ahora bien, debido a los propósitos del presente trabajo se
expondrán algunos de esos hallazgos que dan cuenta del estado epidemiológico actual a nivel
mundial, nacional y local de la Bulimia Nerviosa, y además, se considerará por qué su estudio
se constituye como pertinente.

Mundial
Por su parte, un estudio descriptivo y transversal realizado con 804 universitarios chilenos
que tenían una edad promedio de 21 años buscó determinar la prevalencia de algunos
trastornos mentales, entre los cuales se incluyeron los TCA, para ello, utilizaron la Escala de
Diagnósticos de Desórdenes en la Alimentación y la Escala de Restricción. A partir de ello
encontraron que el 6,1% de los estudiantes presentaba Bulimia Nerviosa. A ello se le sumó
otro 6,5% de estudiantes que presentaban un cuadro subclínico asociado a la anorexia,
bulimia y trastorno por atracón, es decir, en total el 15,3% de la muestra total presentaba
algún TCA (Baader et al., 2014).

Por otro lado, a partir de la revisión de literatura realizada en el estudio, se señaló que
existen estimaciones que planten la presencia de síntomas bulímicos entre el 10% y el 14%
de los estudiantes universitarios, siendo del 1 al 3% estudiantes que cumplen con los criterios
para el diagnóstico de Bulimia Nerviosa (Baader et al., 2014).

Además, los autores resaltaron que los resultados obtenidos eran coherentes con otros
estudios realizados en el país en población universitaria, considerando en general las tasas de
prevalencia obtenidas como altas y evidenciándose los universitarios como grupo de riesgo
para las alteraciones de salud mental, en especial, debido a que dichas alteraciones mostraron
comorbilidad, como por ejemplo, las personas que presentaron criterios para algún tipo de
depresión mostraron asociación estadística significativa con trastornos de la conducta
alimentaria, consumo problemático de alcohol y riesgo de suicido (Baader et al., 2014).

De manera similar, en México se llevó a cabo un estudio que tenía como uno de sus
objetivos estimar la prevalencia de la AN, BN y el TA en adolescentes del Distrito Federal;
usaron los datos de la Encuesta Mexicana de Salud Mental Adolescente para tomar la
muestra, así, entrevistaron a 3005 adolescentes entre los 12 y 17 años utilizando como
instrumento diagnóstico la Entrevista Internacional Diagnóstica Compuesta (WMH-CIDI-A).
A partir de ello encontraron que la Bulimia Nerviosa se presentó alguna vez en la vida en el
1.0% de la muestra, y en los últimos 12 meses se presentó para el 0.7% (Benjet, Méndez,
Borges & Medina, 2015).

En relación con la población adulta del país, la Encuesta Nacional de Epidemiología


Psiquiátrica estimó una prevalencia de vida de la Bulimia Nerviosa del 2.5%; y en población
escolar se halló la presencia de algún TCA en el 2.8% de las mujeres y 0.9% de los hombres
(Benjet, Méndez, Borges & Medina, 2015).

Asimismo, otro artículo planteó con respecto a México, que la mayor parte de los
estudios epidemiológicos habían realizado con poblaciones estudiantiles entre 11 y 24 años
de edad, en donde las prevalencias estaban entre el 1,1 y 8,3%; y además, había una baja
prevalencia en varones (Ortiz et al., 2017).

En esta línea, en Estados Unidos se llevó a cabo una investigación que pretendía
determinar la prevalencia de los trastornos de la alimentación con una muestra representativa
de 10.123 adolescentes de 13 a 18 años por medio de la Encuesta Nacional de Comorbilidad
(NCS.A, por sus siglas en inglés). Los resultados señalaron que la prevalencia de vida de la
Bulimia Nerviosa se presentó en un 0,9% de la muestra, y las tasas de prevalencia a 12 meses
fueron del 0,6%. Dichos resultados fueron levemente bajos en comparación con las tasas de
prevalencia de adultos en Estados Unidos señaladas en otros estudios con métodos paralelos,
en los cuales se señalan porcentajes del 0,5-3.0% para la Bulimia Nerviosa (Swanson, Crow,
Le Grange, Swendsen & Merikangas, 2011).

En relación con los anteriores estudios realizados con población chilena y mexicana,
los datos de prevalencia de BN encontrados en esta población fueron significativamente más
bajos en relación con Chile y muy similares con relación a México, sin embargo, es
importante considerar las diferencias con respecto a las muestras, como la edad y claramente
factores socioculturales. Además, cabe resaltar que en el estudio realizado en EE.UU se
encontraron mayores porcentajes de prevalencia de BN en adolescentes hispanos (Swanson et
al., 2011) lo que abre un interrogante acerca de si hay aspectos de la cultura de los países
hispanos que podrían constituirse como un factor de riesgo para los TCA.

No obstante, los trabajos de epidemiología de los TCA de las últimas décadas


plantean que el aumento de los mismos ha venido desarrollándose en países industrializados
y en aquellos en vía de desarrollo (Ortiz et al., 2017), es decir, implicando que su surgimiento
puede darse en diversos contextos en donde las prácticas e influencias culturales varían.

Ahora bien, en relación a otros países Latino Americanos, en Colombia y Perú se


realizaron estudios con población universitaria en donde la prevalencia osciló entre el 38 y
51%, estando más presente en mujeres (Ortiz et al., 2017). De hecho, en relación a esto la
presencia de la BN parece ser más baja en hombres que en mujeres, en población mayor de
18 años de edad, además, se ha estimado que las mujeres adolescentes de los países
occidentales tienen en general una prevalencia del 2 - 4% (Madruga, Leis & Lambruschini,
2010).

Así, una revisión de los estudios epidemiológicos de los TCA evidenció que entre el
0,1% y 2.0% de los adolescentes cumplen con los criterios del DSM-IV para BN. Así, un
estudio realizado por Currin et al. (2005) como se cita en Portela, da Costa, Mora & Raich
(2012) planteó que los adolescentes entre 10 -19 años fueron quienes presentaron mayor
riesgo de padecer Bulimia Nerviosa, presentándose en 35,8 anualmente por cada 100.000
habitantes, mientras que Van Son et al. (2006) como se cita en Portela, da Costa, Mora &
Raich (2011) identificaron en adolescentes entre 15-19 años, que 41 de cada 100.000
habitantes anualmente presentan dicho trastorno, no muy alejado de mujeres entre los 20-24
años en las cuales encontró 42 de cada 100.000 habitantes.

De esta manera, se ha identificado la presencia de BN como más frecuente que la AN,


identificándose su prevalencia mundial entre el 1% y 3%, y teniendo inicios generalmente al
final de la adolescencia, a partir de lo cual su evolución suele ser más caótica, con episodios
de remisión de duración variable, tentativas de suicidio más frecuentes y complicaciones
somáticas más severas (Bermúdez, Machado & García, 2016).

Como conclusión de este apartado, cabe considerar la recurrencia con que aparecen en
los estudios factores como la prevalencia en el sexo femenino, en la población universitaria
y/o escolar y en la adolescencia, constituyéndose así como factores de riesgo para el
desarrollo tanto de Trastornos de Conducta Alimentaria, como de Bulimia Nerviosa. Aunque
la presencia prevalente de los mismos puede estar asociada a diversos factores, se pueden
relacionar con aspectos como mayor presión social sobre la apariencia femenina, la búsqueda
de aceptación social en la adolescencia y la escuela como un entorno de socialización cercano
en donde se interiorizan dichas presiones o búsquedas de aceptación.

Nacional
En el ámbito colombiano, la Encuesta Nacional de Salud Mental del año 2015 reunió datos de
prevalencia de estudios realizados en varias ciudades del país con respecto a los TCA,
específicamente para la Bulimia Nerviosa los hallazgos obtenidos fueron: con población
escolar se realizó un estudio en Bucaramanga (muestra de 243, entre 10-19 años, en el año
2005) en donde se presentaron tasas del 4,3%. En Medellín y el área metropolitana también
se realizó uno con población escolar, sólo trabajando con mujeres (muestra de 474, entre 9 -
19 años, año 2003) en donde se encontraron tasas del 2,3% (Ministerio de Salud &
Colciencias, 2015).

Además, también se planteó uno realizado con población universitaria en la ciudad de


Bogotá (muestra de 414, entre 19-21 años, año 1994) en donde se encontró prevalencia de
BN en el 1,2%. Finalmente, también se recopiló uno realizado con población adulta a nivel
nacional, (muestra de 4.544, año 2003) en donde se presentó una prevalencia del 0,3%
(Ministerio de Salud & Colciencias, 2015). En este orden de ideas, en lo que se refiere a la
población colombiana, según esta revisión, las mayores tasas de BN se concentran en la
población escolar, siendo en esta revisión mayor en adolescentes entre los 10 y 19 años.

En otro estudio realizado en instituciones educativas del departamento de Boyacá,


Colombia, donde se tuvo como objetivo establecer la asociación existente entre síntomas de
trastornos alimentarios y la ideación e intento suicida en 1292 adolescentes de grado octavo a
undécimo, se encontró que el 2.6 % (33 estudiantes) del total de los participantes mostró
indicadores para un posible trastorno alimentario —anorexia o bulimia-, de los cuales 14 de
ellos también presentaban ideación suicida y el 21.6 % (279 estudiantes) podría estar en
riesgo de alguno de estos trastornos, siendo las mujeres quienes puntuaron frecuencias más
altas (Martínez et al, 2017). Por otro lado, se encontró un mayor riesgo y presencia de
trastornos alimentarios en la ciudad de Duitama (28.5 %), en población femenina (28.5 %),
de 17 años (28.4 %) (Martínez et al, 2017).

Por otro lado, un estudio observacional de tipo transversal realizado en la ciudad de


Barranquilla, entre otras cosas, buscó identificar la prevalencia de riesgo para la Bulimia en
adolescentes escolarizados entre 14-18 años. Fue llevado a cabo a partir de una encuesta en
cuatro centros escolares que aplicaron a 149 estudiantes. A partir del establecimiento de la
frecuencia de ocurrencia de BN de acuerdo con el Test de Edinburg (BITE) encontraron que
el 44.3% de la muestra estudiada presentó riesgo a desarrollar Bulimia. Además, encontraron
que, dentro de los adolescentes con riesgo a presentar Bulimia, el 53% tenía 16 años y el
51.3% eran del sexo femenino (Borda, Celemín, Celemín, Palacio & Majul, 2015).

A partir de la revisión literaria realizada en este estudio, se encontró que, en un


estudio realizado por la Universidad Nacional en Bogotá y Sogamoso en el 2008, con
estudiantes de bachillerato, se presentó una prevalencia de BN del 3.25%. Además, un
estudio realizado en Tunja con adolescentes escolarizados planteó que la bulimia se presentó
en el 13% de los hombres y 10% de las mujeres, siendo los más afectados los estudiantes de
16 y 17 años (Borda, Celemín, Celemín, Palacio & Majul, 2015).

Por su parte, la Universidad Nacional realizó una investigación en el 2013 acerca de la


prevalencia de los TCA en población escolar de bachillerato; a partir de ello, hallaron que
entre el 10 y 12% de los estudiantes padecían bulimia y/o anorexia; así, otro estudio señaló
que en Cundinamarca se presentaron prevalencias del 15,04% para los TCA (Santacoloma,
2015).

En una búsqueda similar por parte del Ministerio de Salud, el cual se basó en los
servicios prestados por entidades de salud desde 2009 a 2014, se halló entre las ciudades con
mayores índices de bulimia a Bogotá (739 casos), Antioquia (424 casos), Valle del Cauca
(202 casos), Santander (127 casos) y Cundinamarca (109 casos). Por otro lado, aquellas con
menor índice de dicho trastorno fueron Vichada, San Andrés, Arauca y Chocó - presentando
tan sólo 1 caso- (Santacoloma, 2015).

De esta manera, las cifras mencionadas anteriormente brindan información de los


casos en donde las personas con síntomas bulímicos o que viven el trastorno como tal se han
presentado a instituciones de salud, sin embargo, es probable que aun así hayan casos que no
sean reportados o intervenidos oportunamente (Santacoloma, 2015).

Local
Ahora bien, en relación con nuestro contexto más cercano, un estudio realizado por
Santacoloma (2015) plantea que en Risaralda en el periodo del 2009 al 2014 se presentaron
en total 71 casos de Bulimia Nerviosa. No obstante, refiriéndonos a Pereira específicamente,
en una investigación cuantitativa con diseño correlacional y transversal realizada en un
colegio femenino de la ciudad con 278 mujeres adolescentes entre los 10 y 17 años de edad;
allí se identificó que un alto porcentaje presentaba patrones alimentarios anormales, a partir
de lo cual se estableció que la prevalencia de bulimia para esta población es de 0,41%,
puntuación que puede considerarse como alta (Bahamón, 2012).

Por otro lado, un estudio descriptivo pretendió determinar la prevalencia de los TCA
en 382 estudiantes entre los 15 y 20 años de colegios públicos de la ciudad de Pereira a través
de la aplicación de la Encuesta de Comportamiento Alimentario (ECA). A partir de ello se
encontró una prevalencia del 24,3% en los encuestados, no obstante, los autores consideran
tomar los resultados de manera cautelosa debido a que para establecer un diagnóstico es
importante servirse de una evaluación clínica más detallada (Moreno et al., 2016).

Así mismo, en dicha investigación se señaló un estudio realizado con universitarios de


la ciudad de Cali en donde se presentó una prevalencia de hasta el 45,3%, siendo los
estudiantes entre 15 y 19 años el grupo con mayor riesgo (Moreno et al., 2016).

Justificación

Los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) afectan a personas en todo el mundo,


principalmente a aquellas entre los 10 y 24 años. Actualmente se presentan como la tercera
enfermedad crónica más prevalente en población adolescente, y son los trastornos
psiquiátricos con mayor mortalidad a nivel mundial (del 5% a 5 años en el caso de la Bulimia
Nerviosa (BN)), altamente relacionados con el suicidio (Moreno et al., 2016).
Específicamente en relación a la BN, la Organización Mundial de la Salud plantea que en los
últimos 50 años se han incrementado los casos en especial en adolescentes y en población
joven, presentándose cifras entre 0.9% a 4.1% (Borda et al., 2015).

En este sentido, es importante considerar el caso particular de los adolescentes, debido


a que la aparición de este tipo de trastornos se estima entre los 15-24 años, una etapa en
donde se atraviesan por hitos relevantes que influirán posteriormente en la vida, tales como
más responsabilidades académicas, desarrollo de sexualidad, de relaciones interpersonales,
construcción de identidad, y en donde se ven más expuestos a expectativas sociales, lo que
requiere de una estabilidad mínima para llevar a cabo dichos cambios de manera idónea
(Baader et al., 2014; Portela, da Costa, Mora & Raich, 2012).

Además, esta etapa se considera como factor de riesgo para presentar diversos
trastornos psiquiátricos, entre ellos los trastornos de la conducta alimentaria (Baader et al,
2014); esto, debido a cambios constantes en el crecimiento físico, hábitos, nutrición,
desarrollo psicológico, entre otros factores relacionados; además, dichos cambios suelen
presentarse de manera paralela a conflictos emocionales que pueden influir en diferentes
áreas de la vida, por lo que generalmente estos trastornos presentan comorbilidad
(Santacoloma, 2015); en el caso de la bulimia se ha presentado con otros trastornos tales
como de ansiedad, de ánimo, impulsivos y por uso de sustancias e inclusive se presenta
asociada a conductas suicidas y adversidades psicosociales (Benjet et al., 2015).

De esta manera, los TCA pueden influir significativamente en el desempeño tanto


escolar como en otros ámbitos de la vida (Baader et al, 2014); de hecho, la Bulimia Nerviosa
es causante de discapacidad para más del 80% de personas que la padecen, y de discapacidad
grave para un poco menos del 50% (Benjet et al., 2015).

En este línea, los TCA, y particularmente considerando la Bulimia Nerviosa, tienen


un impacto significativo en la salud pública debido a que se presenta como una barrera para
el funcionamiento normal cotidiano en distintas fases del desarrollo, contribuye a la
comorbilidad psiquiátrica, presenta consecuencias para la salud física (a nivel
gastrointestinal, endocrinológico, dermatológico, cardiovascular y pulmonar) y aumenta el
riesgo de mortalidad (Benjet et al., 2015; Swanson et al., 2011; Borda et al., 2005), como
también, presenta un curso prolongado, una tendencia a cronificarse y una necesidad de
intervención interdisciplinar (Bermúdez, Machado & García, 2016).

En este orden de ideas, se constituye como relevante su estudio, debido a que una
caracterización y profundización correcta permite que se lleven a cabo diagnósticos y
tratamientos tempranos que pueden constituirse como la base de un mejor pronóstico para la
patología (Borda et al., 2015), aspecto que se ha desarrollado de manera poco idónea, siendo
común los diagnósticos tardíos (Moreno et al., 2016).

Además, su estudio aporta a la elaboración de evaluaciones clínicas confiables que


identifiquen las particularidades necesarias para llevar a cabo intervenciones pertinentes en
contextos clínicos, a nivel psicoeducativo y orientadas a la prevención, como también hacia
la reducción de barreras sociales para el acceso a servicios de salud mental (Benjet et al.,
2015) en especial, debido a que es minoría la cantidad de personas que buscan ayuda
profesional, lo que se puede atribuir, entre otras cosas, al estigma que hay alrededor de los
problemas de salud mental (Swanson et al., 2011).

Abordaje Teórico

Definición de Bulimia Nerviosa

Actualmente se define la Bulimia Nerviosa como un trastorno de la conducta


alimentaria que se caracteriza por la presencia de una serie de episodios de sobrealimentación
una o varias veces al día, en donde la persona come rápidamente casi sin saborear los
alimentos, experimentando una sensación de pérdida de control sobre la ingesta de comida.
Seguido a esto, se presentan mecanismos que buscan compensar los episodios anteriores, que
puede ser la inducción a vómitos, el consumo de laxantes -y demás productos similares-
(Serrato, 2000) dietas exageradas, exceso actividad física, entre otros. Dichas conductas se
desarrollan al margen de preocupaciones por el cuerpo, y de consecuencias emocionales
negativas (Cervera, 2005).

Según Cervera (2005) existen dos tipos de BN: la purgativa y la no purgativa, ambas
incluyen una alta preocupación por la imagen corporal, el cuerpo, la silueta y el peso; no
obstante, en la bulimia de tipo purgativo los atracones van seguidos de vómitos autoinducidos
o de abuso de laxantes, diuréticos o enemas; en cambio, la no purgativa los atracones se
siguen de otro tipo de conductas compensatorias, tales como el ayuno, la dieta restrictiva y el
exceso de actividad física.

El estudio de este trastorno ha permitido vislumbrar que su desarrollo probablemente


está influenciado tanto por factores individuales y personales, como por factores sociales y
culturales, en especial aquellos pertenecientes a sociedades industrializadas y de consumo
(Serrato, 2000). En este sentido, Guillemot & Laxenaire (1999) como se cita en Serrato
(2000) señalan a propósito de la Bulimia Nerviosa, la presencia de un conjunto de reacciones
en donde intervienen factores como la búsqueda voluntaria del éxito social influenciada por
las ideas que ponen la delgadez como aspecto idóneo, que conllevan complicaciones
psicobiológicas y del estado de ánimo (pérdida de autoestima, frustración y estrés).

La vinculación entre los trastornos de la conducta alimentaria y la influencia de los


componentes socioculturales se hace más evidente en las sociedades occidentales en donde
priman los factores que incitan el deseo de la delgadez, que afecta principalmente a las
mujeres (Serrato, 2000). De hecho, Cervera (2005) señaló que la distribución de la Bulimia
según el sexo es de un varón por cada 10 mujeres, debido a que en los varones suele ser más
aceptada la imagen de una persona que consume grandes cantidades de comida; además, la
preocupación por el cuerpo en hombres suele ser menos expresada, por lo que puede que
cuando se presente el trastorno ni siquiera sea considerado como un problema para ellos
mismos (Cervera, 2005).

De esta manera, una de las características principales de la Bulimia es la preocupación


constante e intensa por la forma y el peso corporal, lo que conlleva a que sucedan episodios
de pérdida de control en la ingesta y a su vez acudan a mecanismos de compensación que les
permiten mantenerse en un rango de peso que -la mayoría de las veces -se considera normal.
Es de esta forma como este tipo de trastorno también puede mantenerse oculto durante mucho
tiempo, puesto que se esconde tras una apariencia física normal (Serrato, 2000).

Así, la bulimia suele pasar mucho más desapercibida que la anorexia; puesto que
pueden continuar con hábitos alimenticios correctos, pero llevar a cabo las conductas
compensatorias a escondidas. De hecho, son recurrentes los casos en donde la familia se
entera del trastorno después de que se haya presentado en la persona durante varios años, en
especial porque ellos mismos suelen empeñarse en ocultarlo (Cervera, 2005).

Los primeros síntomas de la bulimia suelen aparecer por primera vez entre los 16 y
los 20 años, siendo los estudiantes los más afectados; aun así, los estudios también han
señalado la presencia de este trastorno en mujeres mayores y exitosas, que presentan
historiales de atracón, purga y obsesión por el peso (Serrato, 2000).

Finalmente, es importante tener en cuenta que en diferentes casos los bulímicos


presentan un antecedente de Anorexia Nerviosa, por lo que pueden mantener algunas
características de la misma, como las obsesiones y actitudes propias del trastorno; no
obstante, los dos comparten aspectos como el estilo de pensamiento, las ideas y el objetivo de
delgadez (Cervero, 2005).

Modelo explicativo de la Bulimia Nerviosa

Los estudios del presente trastorno que buscan explicar su origen, topografía, factores de
mantenimiento y demás aspectos, han considerado como puntos importantes la influencia de
la sociedad y la familia, además de sus antecedentes, su historia de aprendizaje, el sistema de
creencias de las y los pacientes, como su afectividad y conducta. Debido a ello, se considera
pertinente dar un recorrido a lo largo de estos elementos, tomando como base principal el
modelo clínico Cognitivo – Conductual.

Factores Sociales y Culturales


Tal como se mencionó anteriormente, los factores socioculturales son uno de los pilares para
explicar el origen de la Bulimia Nerviosa; a pesar de que dentro de un mismo grupo o
población la enfermedad pueda distribuirse de maneras heterogéneas, los estudios acerca de
la BN evidencian su presencia particularmente en sociedades desarrolladas económicamente,
avanzadas o países ricos, es decir, más que todo en occidente, en especial en clases medias y
altas, en las cuales se presenta una mayor atribución de importancia al éxito y progreso social
(Serrato, 2000).
En cambio, la presencia de dicho trastorno suele presentarse de manera
significativamente menor o nula en otro tipo de poblaciones como aquellas de raza negra y
africana, o desfavorecidas. De hecho, Hilde Bruch, planteó que solía presentarse en
poblaciones que no estaban afectadas por el hambre, acomodadas y culturalmente
evolucionadas (Serrato, 2000).

No obstante, existen otros señalamientos que indican su aparición en diferentes clases


sociales, presentándose como población más afectada grupos de modelos, bailarinas, atletas,
gimnastas y demás actividades relacionadas (Madruga, Leis & Lambruschini, 2010).

Cabe considerar también que, como ha sido tendencia a lo largo de la historia y en


todas las culturas, el sexo que ha sido mayoritariamente marcado por las exigencias dirigidas
a su cuerpo es el femenino. En este sentido, debido a que en las sociedades occidentales se ha
venido estableciendo el cuerpo delgado como el más atractivo e idóneo, se observa que cada
vez más mujeres pasan a ser clientes de centros de adelgazamiento, productos para adelgazar,
y demás cosas relacionadas, no obstante, son un alto porcentajes de ellas que constantemente
vuelven a recuperar su peso (Serrato, 2000).

De esta manera, en contraparte a la función positiva que se le atribuye a la delgadez


aparece la aversión por la obesidad, que empieza a construirse desde muy temprano junto con
la personalidad misma y que claramente es influida por la sociedad, en donde ser gordo o
gorda se asocia con pereza, falta de autocontrol, enfermedad, poca atractividad y en especial,
con descuido, debido a que la publicidad constantemente expone como muy fácil acceder a
un cuerpo ideal, un cuerpo delgado. Así, la obesidad pasa a ser contradictoria con lo que se
espera de un adulto: madurez, autocontrol, competente, racional, productivo e independiente
(Serrato, 2000).

Como consecuencia de ello, tal como lo menciona la autora Rosa Raich, el sentirse
gordo pasa a ser una de las principales causas que influyen en la aparición de trastornos de la
conducta alimentaria, así la persona no presente un sobrepeso real, pensar que es así puede
afectarla significativamente; de hecho, en dichos pacientes suelen presentarse quejas con
respecto a burlas familiares o de amigos que fueron factores desencadenantes del trastorno
(Serrato, 2000).
Factores Familiares
El núcleo familiar, siendo el grupo en donde inicia la socialización, se constituye como
determinante en el desarrollo personal de valores, autonomía, manera de responder a las
expectativas ajenas, autoestima, entre otros. Por tanto, la manera en cómo se despliega el
desarrollo en etapas tempranas define en gran parte el comportamiento frente a diferentes
aspectos de la vida de una persona en etapas posteriores, como, por ejemplo, su
comportamiento frente a la comida (Serrato, 2000).

Es así como factores tales como exceso o deficiencia de autoridad, ausencia de


miembros de la unidad familiar, conflictos conyugales, entre padres e hijos, entre otros,
pueden posibilitar la aparición de conductas dañinas en diferentes situaciones, que en
ocasiones se presentan como reacciones aprendidas para afrontar el malestar que genera
dichas condiciones (Serrato, 2000).

Factores Predisponentes
En este apartado se incluirán factores antecedentes relacionados con problemas en el
desarrollo o situaciones que interfirieron con el mismo, historial de trastorno personal o
familiar y otros aspectos relacionados con características personales.

Así, tal como menciona Fairbun (1993) como se cita en Serrato (2000), algunos
factores a nivel familiar puede ser la presencia de trastornos afectivos entre familiares más
próximos, abuso de sustancias psicoactivas, obesidad y preocupación de los padres por la
imagen corporal de los hijos. De esta manera, también se incluyen antecedentes personales de
trastornos afectivos, obesidad, abuso sexual o diabetes mellitus; en cuanto a los personal se
destaca el hecho de ser mujer, dado a que hay unas valoraciones más fuertes del ideal estético
que la sociedad hace de ella (Vallejo, 1998).

En este sentido, como factores predisponentes se puede identificar exceso de peso - en


ocasiones acompañados de valoraciones negativas de parte de otros-, dietas restrictivas o
ayunos en alguna etapa de vida anterior (Cervera, 2005).

En lo que se refiere a características de personalidad, Cervera (2005) señala que


pueden ser algunas tales como actitudes y conductas desorganizadas, ausencia de normas
estables y hábitos estructurados, presencia de impulsividad o actuaciones sin previa reflexión;
como también, baja autoestima e inseguridad general.

Factores Contribuyentes
En este apartado competen todos aquellos aspectos relacionados con la historia de
aprendizaje que pueden haberse dado en diferentes contextos, en especial en los núcleos de
socialización más cercanos, tales como la familia, la escuela, el grupo de amigos, etc.

En este sentido, climas laborales en donde alguno de los padres presente un trastorno
emocional puede constituirse como factores de riesgo para el inicio de una bulimia debido a
la influencia que puede ejercer este miembro de la familia. Así, otro factor podría ser
circunstancias ambientales que potencien aquellas hereditarias, es decir, familias en donde se
presenten antecedentes de bulimia u otro trastorno psicológico y además, también se
presenten las mismas pautas alimentarias (Cervera, 2005), que podrían influir en el desarrollo
de comportamientos orientados a la “deseada delgadez” (Gómez et al., 2003).

Finalmente, dentro de estos factores también podríamos señalar la presión social por
la delgadez y los estigmas interiorizados frente a la obesidad, que conllevan a las personas a
experimentar insatisfacciones con el cuerpo y a buscar medidas para modificarlo a una
imagen más idónea (Serrato, 2000).

Factores Desencadenantes
Como su nombre lo indica, los factores desencadenantes suelen ser aquellos que
desencadenan o precipitan los primeros o continuos episodios vinculados, en este caso, a la
Bulimia Nerviosa

De hecho, se ha planteado que no son tan diferentes de aquellos que predisponen o


contribuyen a la bulimia, por ejemplo, siendo el bulímico una persona con autoestima baja
puede presentar este factor como predisponente y como desencadenante del trastorno
(Cervera, 2005). Así, los bulímicos al fundamentar su valor personal en los estereotipos de
belleza vigentes, por lo que enfatizan y buscan obtener una imagen corporal idónea, por
tanto, cuando fracasan en esto presentan emociones como la ansiedad (Cervera, 2005), lo que
puede influir fuertemente en buscar otro tipo de alternativas, que pueden llegar a ser
desadaptativas o contraproducentes.
Otro de los factores considerados desencadenantes de la bulimia puede ser la
restricción alimentaria, puesto que muchos bulímicos inician su trastorno después de haber
pasado por periodos de reducción de ingesta, dietas restrictivas o desnutrición, que a su vez
posibilitan la aparición de atracones (Cervera, 2005).

Ahora bien, debido a la inestabilidad emocional y dificultad para afrontar problemas


de la vida cotidiana que presentan los bulímicos, las situaciones estresantes pueden
desencadenar reacciones de ansiedad o indefensión que pueden facilitar la desorganización de
los hábitos alimentarios (Cervera, 2005), que a su vez pueden terminar en trastornos
alimentarios.

Factores de Mantenimiento
Entre los factores que posibilitan que la bulimia se mantenga a través del tiempo y se
perpetúe, están presentes las conductas de vómito, el abuso de laxantes, el ayuno, y conductas
similares, debido a que el bulímico las interpreta como conductas que le permiten
contrarrestar la ingesta exagerada de comida (Cervera, 2005).

Asimismo, factores anteriormente mencionados como una autoestima baja y una


percepción negativa de la imagen corporal (Cervera, 2005) contribuyen a que se mantengan
las conductas compensatorias orientadas a modificar el cuerpo hacia uno más socialmente
ideal, en especial, debido a que dichas conductas, junto con los atracones, permiten una
disminución momentánea de las emociones negativas puesto que han sido adoptadas como
estrategia de afrontamiento (Gómez et al., 2003).

Por otro lado, otros de dichos factores que merecen atención, son aquellos cognitivos y
conductuales; debido a que, tal como lo mencionan Según Garner y Bemis (1985) como se
cita en Serrato (2000), el sistema de creencias actúa como molde al que adapta la información
recibida, por tanto, aquellos datos inconsistentes con sus creencias predominantes pueden
llegar a ser desechados o distorsionados, contribuyendo así a sus creencias de que tiene
sobrepeso o necesita mejorar su imagen corporal.
Consecuencias de la Bulimia Nerviosa

Alteraciones somáticas
Los atracones pueden predisponer para la aparición de síntomas como la dilatación gástrica,
digestiones lentas, dilatación de las glándulas salivares, reflujo gastrointestinal, dolor
abdominal y alteración de las sensaciones de hambre y saciedad (Gómez et al, 2003).

Debido al abuso de laxantes, también se puede producir estreñimiento crónico y problemas de


motilidad intestinal, como también retención de líquidos, e inclusive edemas en las
extremidades e hinchazón de piernas y tobillos (Gómez et al, 2003).

De manera similar, se pueden alterar los ciclos de la menstruación en las mujeres, debido a
las fluctuaciones de peso y/o por deficiencias nutritivas (Gómez et al, 2003).

Alteraciones Emocionales
Su carácter y estado de ánimo suelen empeorar, experimentan sentimientos de culpa debido a
los atracones, los cuales surgen muchas veces debido a la presencia de emociones tales como
la ira, la tristeza, el aburrimiento y la ansiedad; además, su nivel de descontrol en repetidas
ocasiones les ocasiona sentimientos de vergüenza y menosprecio (Gómez et al., 2003).

Al repetirse el ciclo de atracón-conductas compensatorias, también suelen aparecer


síntomas de depresión, pérdida de concentración, ansiedad, inestabilidad emocional, apatía,
ideas obsesivas en relación con la comida e incluso ideas suicidas (Gómez et al., 2003).

Cambios Conductuales
En relación con las conductas, además de aquellas anteriormente mencionadas, es frecuente
que también se presenten conductas agresivas y que aparezcan más discusiones en las
relaciones sociales y familiares, lo que puede generar a largo plazo aislamiento (Gómez et al,
2003).
Además, también pueden presentarse comportamientos tales como robos o mentiras
con respecto a la ingesta de alimentos que se consumen sin autorización, al igual que puede
recurrirse al robo de dinero para comprar comida, lo que claramente puede conllevar a un
aumento de conflicto y empeoramiento de relaciones familiares (Gómez et al, 2003).
De esta manera, esta falta de control puede conllevar al consumo de drogas, alcohol
como también a la promiscuidad sexual; lo que a su vez podría aumentar los sentimientos de
culpa ocasionados por sus hábitos alimentarios, conllevando a la persona a realizar acciones
de autocastigo como autolesiones, golpes, cortes y/o pinchazos (Gómez et al, 2003).

Cambios de Pensamiento
En relación con los pensamientos, generalmente se presentan de manera obsesiva y repetitiva,
relacionados especialmente con la comida; dichos pensamientos suelen generar ansiedad y a
su vez sensaciones corporales confusas que pueden contribuir a que no se identifiquen bien
las sensaciones de hambre-saciedad. Ejemplo de estos pensamientos pueden ser: “No
entiendo por qué me pasa esto a mí”, “intento comer como mi familia, pero no puedo parar,
mi cuerpo me pide más”, “¿Por qué ellos quedan satisfechos y yo no?”, entre otras (Gómez et
al, 2003).

Así, las consecuencias de carácter cognitivo persisten tanto en relación con la comida
como al aspecto físico, presentándose pensamientos como “Estoy muy gorda”, que a su vez
también aumenta los niveles de ansiedad (Serrato, 2000). Estos pensamientos y
cuestionamientos acerca de la comida o del propio cuerpo pueden llegar a ser tan intrusivos
que interfieren con la concentración y la memoria, que a su vez afecta el rendimiento de la
persona en diferentes aspectos de la vida (Gómez et al, 2003).

De esta manera, las personas bulímicas suelen presentar distorsiones en las cuales
sólo consideren algunos aspectos en las situaciones que las llevan a conclusiones tales como:
“Sólo puedo controlarme a través de la comida”; además, también se generaliza
excesivamente, se magnifican las posibles consecuencias negativas, se piensa en términos de
todo nada, lo que claramente contribuye a la perpetuación de conflictos (Serrato, 2000).

Conclusión
En este orden de ideas, el contexto sociocultural se constituye como un factor de origen
esencial que es transversal a los diferentes síntomas de la Bulimia, debido a que las ideas que
se propagan en la sociedad con respecto a una forma idónea de cuerpo al ser interiorizadas
conllevan consecuencias a partir de la búsqueda de cumplir con el estereotipo.
Así, también se encuentra de fondo que la familia cumple un papel fundamental,
debido a que es allí donde las personas se desarrollan en distintas dimensiones (emocional,
conductual, cognitiva), y en donde aprenden formas de respuesta a las expectativas ajenas, lo
que también influye en cómo responden a los distintos aspectos de sus vidas, como en
situaciones problemáticas o cómo responden en cuanto hábitos alimenticios (Serrato, 2000).

Ahora bien, también se encuentran distintos factores predisponentes que pueden


contribuir a la aparición de Bulimia, entre ellos se encuentran antecedentes de trastornos
afectivos familiares, abuso de sustancias u obesidad, como también antecedentes personales
de dietas restrictivas, exceso de peso o ayunos. En dichos factores también se incluyen los de
personalidad, en donde unas de las características que más se suelen presentar se relacionan
con la inestabilidad emocional, impulsividad y sensibilidad (Cervera, 2005).

También es importante considerar los aprendizajes interiorizados a lo largo de la vida,


tales como las pautas de comportamiento alimentario o la manera de responder a las
problemáticas en la vida (Serrato, 2000); así encontramos que en la Bulimia suelen utilizarse
como estrategia de afrontamiento dichos episodios de atracón - conducta compensatoria
(Gómez et al., 2003). Así, todo este recorrido infunde las bases que predisponen a las
personas desarrollar el trastorno que puede ser desencadenado por situaciones estresantes
(Cervera, 2005), periodos en donde busca reducir su peso a través de la restricción
alimentaria o en donde su baja autoestima contribuya a la búsqueda del cuerpo ideal.

De esta manera, las ideas interiorizadas en la sociedad, las pautas familiares y la


manera en cómo las personas aprendieron a afrontar las situaciones estresantes, pasan a ser
determinantes en el sistema de creencias y pensamientos de las personas; entonces, en la
bulimia suelen presentarse pensamientos intrusivos que indican la necesidad de comer, la
imposibilidad de detenerse, pensamientos autoculpabilizantes, de autopercepción corporal
negativa que junto con una serie de distorsiones filtran la información de la realidad que les
permite confirmar dichas ideas (Serrato, 2000; Gómez et al., 2003).

Dichos pensamientos a su vez influyen en las conductas que la persona lleva a cabo,
es decir, aquellas que implican comer de más, llevar a cabo atracones, conductas
compensatorias y además de autocastigo (Serrato, 2000). No obstante, tanto los pensamientos
como las conductas influyen en la afectividad de las personas, de esta manera, quien posee el
trastorno de Bulimia suele a partir de sus pensamientos experimentar sensaciones de
menosprecio, reducir su autoestima, experimentar ansiedad, entre otras emociones, que
también activan las conductas problemáticas como estrategia de afrontamiento, dando paso
así a un círculo vicioso que perpetúa el problema.

Diagnóstico

Deben establecer los criterios diagnósticos del trastorno elegido por cada estudiante desde
el DSM-V y el CIE-10 en la siguiente tabla:

CRITERIOS DIAGNÓSTICOS DE LA BULIMIA NERVIOSA

DSM – V CIE -10

Categoría: Trastornos Alimentarios y de la F50.0 Anorexia nerviosa


ingestión de alimentos.
Es un trastorno caracterizado por pérdida de
BULIMIA NERVIOSA (307.51 (F50.2)) peso intencional inducida y mantenida por el
paciente. Se presenta habitualmente en
A. Episodios recurrentes de atracones. Un muchachas adolescentes y mujeres jóvenes,
episodio de atracón se caracteriza por los dos aunque puede afectar también a muchachos
hechos siguientes: adolescentes y a hombres jóvenes, al igual que a
niños que se acercan a la pubertad y a mujeres
1. Ingestión, en un periodo determinado (p. mayores, hasta la menopausia. El trastorno se
ej., dentro de un período cualquiera de dos asocia con una psicopatología específica, en la
horas), de una cantidad de alimentos que es cual se mantiene como idea recurrente y
claramente superior a la que la mayoría de sobrevalorada un temor a la obesidad y a la
las personas ingerirían en un período flaccidez de la silueta corporal, por la cual el
similar en circunstancias parecidas. paciente se autoimpone un límite de peso bajo.
Habitualmente hay desnutrición de gravedad
2. Sensación de falta de control sobre lo variable, con alteraciones endocrinas y
que se ingiere durante el episodio (p. ej., metabólicas secundarias y con perturbaciones
sensación de que no se puede dejar de de las funciones corporales. Entre los síntomas
comer o controlar lo que se ingiere o la se cuentan la elección de una dieta restringida,
cantidad de lo que se ingiere). el ejercicio excesivo, el vómito y las purgas
inducidas, y el uso de anorexígenos y de
B. Comportamientos compensatorios diuréticos.
inapropiados recurrentes para evitar el aumento
de peso, como el vómito autoprovocado, el uso Excluye:
incorrecto de laxantes, diuréticos u otros ● Pérdida del apetito (R63.0)
medicamentos, el ayuno o el ejercicio excesivo. ● Pérdida del apetito de origen
psicógeno (F50.8)
C. Los atracones y los comportamientos
compensatorios inapropiados se producen, de
promedio, al menos una vez a la semana
durante tres meses.

D. La autoevaluación se ve indebidamente
influida por la constitución y el peso corporal.

E. La alteración no se produce exclusivamente


durante los episodios de anorexia nerviosa.
Especificar si:

En remisión parcial: Después de haberse


cumplido con anterioridad todos los
criterios para la bulimia nerviosa, algunos,
pero no todos los criterios no se han
cumplido durante un período continuado.

En remisión total: Después de haberse


cumplido con anterioridad todos los
criterios para la bulimia nerviosa, no se ha
cumplido ninguno de los criterios durante
un período continuado.

Especificar la gravedad actual: La


gravedad mínima se basa en la frecuencia
de comportamientos compensatorios
inapropiados (véase a continuación). La
gravedad puede aumentar para reflejar
otros síntomas y el grado de discapacidad
funcional.

Leve: Un promedio de 1–3 episodios de


comportamientos compensatorios
inapropiados a la semana.

Moderado: Un promedio de 4–7 episodios


de comportamientos compensatorios
inapropiados a la semana.

Grave: Un promedio de 8–13 episodios de


comportamientos compensatorios
inapropiados a la semana.

Extremo: Un promedio de 14 episodios de


comportamientos compensatorios
inapropiados a la semana.
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