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COSMOVISIÓN MAYA:
Resumen
D
iferentes autores han hablado ya sobre la urgente necesidad de revisar el
concepto actual de infancia. Particularmente, han enfatizado sobre la im-
portancia de conocer y reconocer la mirada que los pueblos no occidentales
tienen sobre ésta. El presente trabajo es un esfuerzo de aproximación a la noción
de infancia y trabajo presentes en la cosmovisión maya, en particular dentro de los
saberes de los pueblos tseltales y tsotsiles de Chiapas. Este acercamiento será el punto
de partida para encontrar algunas pistas sobre la relación indisoluble que existe
entre educación, juego y trabajo para los pueblos originarios de Mesoamérica. De 81
manera específica, el documento ahonda sobre las diferentes etapas o periodos de
la infancia y sus particularidades, la estrecha relación entre educación y trabajo, y
la participación activa de niñas y niños en la sustentabilidad y florecimiento de la
comunidad, todo esto desde la perspectiva de los contextos rurales.
Introducción
Desde hace ya algunos años, tanto en los espacios académicos como en los político
- sociales, se habla de la pertinencia de dejar atrás la noción de infancia, aquella
considerada como única y absoluta, universal y descontextualizada, para transitar
hacia la mirada que reconoce la diversidad cultural, concibiendo la presencia de
tantas infancias como contextos físicos y culturales existen.
Se debe hablar entonces de las infancias, y en todo caso especificar de la que se
trate en cuestión, pues no hay niños y niñas que respondan a un patrón universal,
además de que tanto el aprendizaje como la manera de aprender y aprehender el
mundo tampoco son únicos y estáticos. A pesar del reconocimiento científico so-
bre los elementos del desarrollo humano compartidos por toda persona, también
son de considerar los aspectos diferenciados en cada lengua y cada cultura. Las
niñas y los niños nacen en un contexto cultural e histórico, por lo que gran parte
de los criterios para comprender su desarrollo deben de erigirse sobre las caracte-
rísticas sociales y culturales, una vez tomada en cuenta la base biológica.
El presente trabajo es un esfuerzo de aproximación a la noción que de infancia
y trabajo se tiene en la cosmovisión maya, en particular dentro de los saberes de los
pueblos tsotsiles y tseltales.1 Este acercamiento será el punto de partida para encon-
trar algunas pistas sobre la relación indisoluble que existe entre educación, juego
y trabajo para los pueblos originarios de Mesoamérica.
Infancia Maya
1
Apegado a las recomendaciones elaboradas por el Centro Estatal de Lenguas, Arte y Literatura Indígena
(CELALI) en 1999, en el presente texto se utiliza “ts” en lugar de “tz”.
2
Zinacanteca hace referencia a la persona originaria del municipio tsotsil de Zinacatán, ubicado en
la región Altos de Chiapas, al poniente de San Cristóbal de Las Casas.
Revista Iberoaméricana
El nacimiento
Infancia temprana
La etapa inicial va de los cero a los cuatro meses de edad, donde se considera que
el niño o niña aún no tiene su ch’ulel y por lo tanto son tomadas muchas precau-
ciones, ya que cuando éste está ausente o en proceso de llegada el bebé es muy
vulnerable y debe ser protegido. Al ser los niños muy pequeños normalmente per-
manecen en los espacios domésticos tales como la cocina, el dormitorio y el patio,
constantemente acompañados por la madre, en sus brazos o regazo si es que ella
no trabaja; de encontrarse ésta realizando alguna labor lo lleva en su espalda en un
lienzo que se ata al frente, y cuando se ausenta, el niño o niña se queda con cuida-
dores de la misma unidad doméstica. Hasta la edad del destete no se les exigen a
los niños y se les presta mucha atención y cuidados por estar en dependencia total;
mientras tanto el niño pequeño va demostrando lo que siente y lo que quiere, de-
sarrollando el tacto y descubriendo la relación madre - hijo - naturaleza. Una vez
destetados, los niños reciben menos afecto y atención y se les comienza a exigir no
hacer travesuras y divertirse solos.
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Es otra entidad anímica maya cuya existencia está en copresencia de la persona, pues es una criatura
real, mayoritariamente animal, que habita en el mundo exterior y cuyos destinos están ligados.
Revista Iberoaméricana
Se dice que ya viene su ch’ulel cuando, a partir de los cuatro y hasta los 18 me-
ses, comienzan a desarrollar actividades biológicas autónomas como pararse, co-
mer sólidos o sentarse. Desde estos 18 meses y hasta aproximadamente los cuatro
años de edad ya comienzan a socializar por medio de actividades como el habla
y la colaboración en tareas domésticas; es entonces cuando comienza a hablarse
de la llegada del ch’ulel, por lo que es necesario mantenerlos alejados de espacios
extraños o a miradas ajenas que pueden provocar la pérdida de éste. El respeto
a sus deseos y voluntad son muy importantes, de lo contrario pueden asustarse y
perder su ch’ulel, de igual manera las caídas se consideran muy peligrosas ya que
implican la posible pérdida del ch’ulel a favor de la tierra, así que el cuidado y
control de la conducta de un niño pequeño de esta edad es sutil y difícil. Por otro
lado, al cortar la madre uñas y cabello, ésta guarda los restos como protección
contra la huída del ch’ulel.
Los aspectos centrales que se observan para decir que un niño o niña ha adqui-
rido su ch’ulel están relacionados con el desarrollo comunicativo, manifestaciones
emotivo - morales y expresiones lingüísticas. Por medio de la observación, las
niñas y niños comienzan a participar en labores de los adultos tales como recoger
leña o flores, ir a la milpa, a la vez que realizan pequeñas actividades y juegan,
pues van aprendiendo a través de la exploración; en este sentido un niño peque-
ño puede tomar un machete o unos cerillos y no le será prohibido hacerlo, se le
distraerá siempre respetando su voluntad. Los adultos no emplean el habla balbu-
ceante de los niños, en cambio les hablan con cuidado dando a cada palabra una
pronunciación clara. En caso de observarse tartamudeo o cierta dificultad en la
pronunciación de algunos sonidos consonantes, se aplica la creencia del traslado
de cualidades de los animales mediante algún acto simbólico, en este caso se le da
al niño como alimento las migajas que caen del descuidado pico de un loro.
Infancia media
84 Se dice que de los cuatro a los seis años de edad, niñas y niños ya hablan bien y por
lo tanto ya tienen razón. Con la llegada del ch’ulel, el niño se encamina a dejar de ser
niño; en esta etapa no deben tener mal carácter porque esto le acarreará enferme-
dad y tampoco enojará a sus padres ya que su cólera lo enfermará. En este periodo
las y los niños comienzan a ser independientes de los padres, juegan para aprender
a realizar las labores de los adultos y no son obligadas las tareas, pues son imitacio-
nes de lo que pasa en el interior de la familia y comunidad; les son asignadas peque-
ñas responsabilidades siempre realizadas en compañía de padres o hermanos.
Se pasan el día jugando, ayudando en la cocina, recorriendo la milpa, cargado
leña y participando en labores de la casa. Tanto los varones como las mujeres car-
gan a sus hermanos pequeños en la espalda y en ciertas actividades no se hace dife-
renciación en el trabajo doméstico, niñas y niños aún se bañan y duermen juntos.
Aparte de ocuparse de las ovejas, hacer mandados y en ocasiones cuidar a los be-
bés, ya pueden salir solos de la unidad doméstica a algún punto de la comunidad a
hacer algún mandado, por lo que van desarrollando gradualmente el conocimien-
to y manejo progresivo de los puntos cardinales y rumbos del universo. El lenguaje
y la comunicación son fundamentales en los primeros seis años de vida.
Aproximadamente a los 6 años inician las labores diferenciadas, los varones
comienzan a acompañar a sus padres y parientes masculinos al trabajo agrícola,
experimentan y van comprendiendo los diversos procedimientos que requiere el
cuidado de la milpa con relativa libertad para experimentar y desarrollar su propio
juicio y conclusiones. Mientras tanto, las niñas se quedan en casa a colaborar en
el cuidado de los hermanos pequeños y en labores domésticas, hacen pruebas y
ensayos en la elaboración de la comida, así como en los procedimientos y técnicas
del tejido. Se espera que las niñas sean más obedientes y responsables por tener
que permanecer en la unidad doméstica, mientras que los varones tienen mayor
flexibilidad en cuanto a su participación en las labores de la casa por pasar muchas
horas fuera de ésta. Se considera también que el periodo de la infancia en las niñas
es más corto, ya que sus responsabilidades comienzan más temprano.
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Infancia tardía
Juventud
social o comunitaria. Las y los jóvenes de este rango de edad toman decisiones
por sí mismos, pueden y saben acompañar y enseñar los oficios que realizan, par-
ticipan en las decisiones familiares, y pueden responder a cabalidad compromisos
comunitarios adquiridos. Al ser autónomos, conocen las diferentes maneras para
ganarse la vida y el respeto comunitario, por lo que las condiciones están dadas
para que puedan iniciar el proceso de formación de una nueva familia.
Educación y trabajo
buena”, sin embargo, lekil kuxlejal hace referencia a una serie de condiciones y re-
laciones necesarias para que la comunidad experimente equilibrio y paz. A decir
de Antonio Paoli (2003), el lekil kuxlejal supone una integración perfecta entre
la comunidad y la naturaleza, y es además el fundamento moral de la vida coti-
diana. Cada miembro de la comunidad, desde luego niñas y niños incluidos, son
fundamentales para alcanzar o construir el lekil kuxlejal; desde esta perspectiva, su
participación en actividades productivas para la familia y comunidad es valorada
y reconocida como un aporte importante.
Al respecto Arias (1975) señala que para llegar a ser un miembro reconocido
de la comunidad es necesario adquirir y poseer el hábito del trabajo. En este
sentido, el am’tel es importante en la medida en que contribuye a la producción y
sustentabilidad comunitaria, sin embargo, es también el medio fundamental para
el conocimiento del entorno, el desarrollo de habilidades sociales, la apropiación
e interpretación sucesiva de los principios y valores de la comunidad, la consoli-
dación de la identidad y el sentido de pertenencia. Así, la infancia tsotsil y tseltal
es educada no solo para ser “productiva” sino también para establecer relaciones
de respeto y solidaridad con otros miembros de la comunidad, que contribuyan
al equilibrio y paz de la misma.
Otra función importante de la educación es el desarrollo de la autonomía.
Como se mencionó anteriormente, la educación en el ámbito familiar está enfo-
cada a la adquisición paulatina o llegada del chu’lel; un indicador importante de
este proceso es el nivel de autonomía alcanzado por la niña o niño. A través del
am’tel, de manera progresiva las niñas y niños tseltales y tsotsiles van desarrollando
una serie de habilidades que les permiten desprenderse del círculo familiar y esta-
blecer relaciones con otros miembros de la comunidad. Según Paoli (2003), uno
de los elementos fundamentales en la educación de niñas y niños es el respeto
por parte de los padres, sin éste, la exploración, experimentación, el estableci-
miento de un criterio propio, la toma de decisiones, y por lo tanto el desarrollo
de la autonomía no serían posibles. Desde esta perspectiva, en vez de formar,
capacitar, instruir o educar, la madre y el padre son los encargados de generar 87
las condiciones necesarias para que la niña o el niño sea cada vez más autónomo,
culminando este proceso con la adquisición o fortalecimiento de su chu’lel.
Es aquí donde se marca la diferencia entre el concepto de educación occidental
y el de los pueblos tseltal y tsotsil, siendo el primero un medio de preparación para
la vida adulta, improductivo y aislado de la vida comunitaria, y el segundo una lenta
pero constante adquisición del ch’ulel (entendimiento o razón), basado en la expe-
rimentación constante, y la contribución cotidiana al sostenimiento y florecimien-
to de la comunidad. En la cosmovisión de los pueblos mayas, juego, educación y
am’tel se entrelazan constantemente al grado que resulta difícil diferenciarlos.
Este patrón de socialización y aprendizaje por parte de niñas y niños mayas
responde a un estilo de vida tradicional comunitaria, cada vez más excepcional en
la actual tendencia de dominación y colonización occidental. Sin embargo, aún
dentro de las familias indígenas que se encuentran en contextos urbanos, esta tra-
dición socializadora es la base mediante la cual los padres enseñan y transmiten a
sus hijos los saberes ancestrales y el respeto por la vida, es decir, el lekil kuxlejal.
Si bien existe suficiente bibliografía útil para aproximarse a la concepción de
infancia y trabajo de los pueblos tseltal y tsotsil en el medio rural, aún existe un
vacío importante en lo que se refiere a estos conceptos entre la población maya
que ha migrado a las ciudades. Se reconoce que al trasladarse al contexto urba-
no, estos dos conceptos se ven afectados por la dinámica propia de las ciudades,
y particular de cada una de ellas. En lo que se refiere a la educación y trabajo de
niñas y niños en culturas no occidentales Manfred Liebel (2003) afirma que en el
contexto urbano el trabajo asalariado – del que poco se ha hablado en este traba-
jo – adquiere mayor importancia, niñas y niños suelen integrarse a las actividades
laborales con mayor demanda en la economía local. Menciona también que en
estos contextos “se tiende a reducir a los niños a la función de mano de obra explotable o se
los separa de los procesos laborales, dejándolos en manos de la escolaridad construida según
el modelo europeo.”
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Referencias