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Fábula de la tortuga y el águila.

Inicio
Una tortuga, cansada de arrastrar siempre su concha por la tierra, suplicó al águila la
levantase por los aires lo más alto que pudiera. Así lo hizo la reina de las aves, remontando
a la tortuga por encima de las nubes.

Nudo
Al verse a tal altura, la tortuga exclamó: - ¡Qué envidia me tendrán ahora los animales que
por el suelo se mueven, al verme encumbrada entre las nubes!
Desenlace
Al oír esto el águila fue incapaz de soportar tanta vanidad y soltó a la ilusa que, al caer
sobre peñascos, se deshizo en mil pedazos.

Moraleja
Nunca mires demasiado alto, que no hay brillantes en el cielo.

LAS DOS CARAS


Inicio
Érase una vez un oso que vivía entre la espesura del bosque. Habitualmente, este oso
demostraba una gran valentía en cada uno de sus actos, y dicha valentía sumada a su fuerte
y gigantesco cuerpo, hacía que ningún otro animal se atreviera a enfrentarle. Se dice que
medía de pie casi tres metros de largo y que su fuerza podía aplastar incluso a los hombres.

Nudo
 Soy el oso más valiente y fuerte del mundo. ¿Acaso existirá alguien capaz de hacerme
frente en algún lugar? – Vacilaba frecuentemente el oso, aplaudido por todos los
animales del bosque que tendían a acobardarse con su mera presencia.

Sin embargo, a la espalda del oso valiente todos discutían en la búsqueda de un remedio que
atemorizara al animal, por raro que fuese, convencidos de que algo tenía que ser capaz de
acobardarlo.

 ¡Pero si es el más valiente del mundo! ¿Qué podría asustarle? – Se planteaba


angustiado un oso de su misma especie.

Entre todos eran incapaces de dar con una solución, hasta que un día estalló una gran
tormenta. Los relámpagos eran inmensos y venían acompañados de truenos que hacían
temblar la superficie de la tierra. Y cuál fue la sorpresa de los animalillos del bosque al
observar que el oso temido y valiente salía despavorido de su cueva, aterrorizado con el
estruendo de aquella tormenta, pidiendo auxilio con fuertes y lastimosos rugidos.

Desenlace
Aquel día todos los animales del bosque, menos el oso, fueron felices. Nunca jamás habían
disfrutado tanto de una tormenta, y es que habían dado con aquello capaz de atemorizar al
oso vacilante y burlón que se creía el más fuerte del mundo.
El gato y las sardinas
INICIO
Érase una vez un gato al que le encantaba comer, pero sobre todo sardinas, su plato favorito.
Pero aquel gato era un poco tímido y torpón y no solía dar con su manjar preferido casi nunca.

Pero su suerte cambió cuando alejándose algo más de lo habitual en su paseo, dio con un
mercado de abastos situado en plena zona costera. En aquel mercado muchos pescadores
ofrecían sus mercancías y había cajas de sardinas frescas por todos lados.

NUDO
El gato, de tanta hambre que tenía, no dudó un momento en dejar su torpeza y timidez a un
lado para hacerse con alguna de aquellas sardinas. De este modo comenzó a perseguir y a
acechar a uno de los vendedores, y aprovechando un momento de descuido por parte de este,
el gato saltó sobre la caja de sardinas que almacenaba haciéndose entre sus bigotes con una
hermosísima. Pero su torpeza se hizo evidente durante aquella acción, y el vendedor no tardó
en pillar al gato, persiguiéndole tras esto por todo el mercado lleno de furia.

En su huida, el gato fue a parar a un bosque con un maravilloso arroyo y montones de hierbas
frescas. El gato, sintiéndose ya a salvo, pensó que aquel era el lugar ideal para degustar como
debía su deliciosa sardina. Pero entonces, el gato creyó ver en el agua a otro gato con una
sardina aún más grande y apetecible que la suya, y muerto de envidia, saló al agua para
arrebatársela.

DESENLACE
Pronto comprendió que no había tal gato ni tal sardina, y que en realidad, había contemplado
sobre el agua su propia imagen deformada y ampliada. Una vez logró salir del agua,
comprendió también que había perdido la comida y que ya no podría degustar su rica sardina.

MORALEJA
¡Qué amarga lección recibió aquel gato, por dejarse llevar por la envidia y el ansia!
El Egoísta.
INICIO
Érase una vez un hipopótamo que tomaba el autobús muy, muy temprano, para acudir a su
trabajo. Pero este hipopótamo, en lugar de guardar su sitio en la cola como hacían los demás,
no dudaba en imponerse a todos a fuerza de empujones y manotazos hasta verse el primero
de la fila. Con frecuencia este hipopótamo egoísta causaba peleas enturbiando el buen
ambiente del vecindario.

NUDO
No contento con situarse por la fuerza el primero, una vez se encontraba en el autobús, el
hipopótamo subía a lo bruto repartiendo sin vergüenza codazos y pescozones a sus pobres
compañeros de viaje hasta que conseguía hacerse también con el asiento que mejor le
pareciese. El hipopótamo no reparaba en las formas a la hora de salirse con la suya.

Una vez en el asiento elegido, el hipopótamo abría un periódico amarillento y lo extendía al


máximo posible con el fin de tapar la cara y agobiar a su compañero de asiento. Además, y
por si esto fuera poco, le daba por toser y bostezar con la boca abierta y a un buen volumen,
con el único fin de molestar y fastidiar a todo el mundo.

DESENLACE
A la hora de salir del autobús, el hipopótamo lo hacía del mismo modo que había entrado,
arrollando con sus fuertes pisotones a los viajeros del autobús que se situaban delante para
salir el primero. ¡Qué alivio sentían todos cuando pisaba la calle y parecía alejarse!

MORALEJA
Que mala consejera es la envidia, como muestra esta historia. Y es que, amiguitos, es
importante recordar que para vivir en sociedad y no ser temidos ni rechazados, hemos de
preocuparnos por el bienestar de los demás como si fuera el propio evitando molestar a nadie
y mostrando en cada paso nuestra buena educación.
Doña Cebra y Doña Jirafa
INICIO
Doña Cebra y Doña Jirafa eran dos grandes amigas, y esto se comprobó en cierta ocasión,
en la cual doña Jirafa cayó tremendamente enferma de la garganta.

Doña Jirafa se levantó una mañana con la garganta terriblemente inflamada; la sensación de
dolor al tragar era muy grande, y por esta causa no podía comerse ni un triste grano de
arroz.

NUDO
Al ver como su salud empeoraba, doña Jirafa pensó que lo más conveniente sería avisar a
su buena amiga Doña Cebra, que siempre estaba pendiente de ella.

 ¡Ay, Doña Cebra! ¡Qué mal me encuentro esta mañana! ¡Casi no puedo ni hablar!-
Exclamaba Doña Jirafa dirigiéndose a su amiga.
 Voy a ver el aspecto de esa garganta- Dijo Doña Cebra.- ¡Uf! Tiene muy mal
aspecto, de manera que iré a la farmacia para ver qué pueden recomendarme para
este tipo de dolencia.

Mientras Doña Cebra se dirigía a la farmacia en busca de lo necesario para curar a su


amiga, Doña Jirafa decidió meterse en la cama, puesto que de mal que se encontraba no
podía ni estar de pie.

Entre tanto, Doña Cebra no conseguía encontrar en ninguna farmacia cercana


medicamentos suficientes para la garganta de su amiga, tan larga que era, y ni corta ni
perezosa decidió viajar a otro país con más farmacias. Era tanta su preocupación y su
sentido de la responsabilidad, que a Doña Cebra no le importaba el medio, sino el fin. Pero
al desplazarse a otro país en busca de remedios para la garganta de Doña Jirafa, el viaje se
alargó demasiado y, a su vuelta, Doña Jirafa ya se encontraba bien.

DESENLACE
Sin embargo, esto no enfadó a Doña Cebra lo más mínimo, y ni por la cabeza se le pasó el
lamentarse por la inutilidad de su viaje. ¡Se alegraba tanto de ver a doña Jirafa recuperada!

MORALEJA
La verdadera amistad es un gigantesco tesoro, y Doña Jirafa tuvo la suerte de comprobarlo.

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