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CRISIS CONYUGAL
Destacar que para los supuestos de violencia doméstica la Ley 27/2003, de 31 de julio, permite
a las víctimas solicitar una orden de protección, que podrá solicitarse directamente a la
autoridad judicial o el Ministerio Fiscal; o bien ante las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad; las
oficinas de atención a la víctima o los servicios sociales o instituciones asistenciales
dependientes de las Administraciones públicas.
Con posterioridad la Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de medidas de protección
integral contra la violencia de género, creó los Juzgados de Violencia sobre la Mujer, que
conocerán de la adopción de las correspondientes órdenes de protección a las víctimas, sin
perjuicio de las competencias atribuidas al Juez de Guardia, así como en el orden civil, de
forma exclusiva y excluyente de los procesos de nulidad, separación y divorcio en los que
alguna de las partes sea víctima de actos de violencia de género, todo ello con el fin de buscar
esa protección integral.
4. EL CONVENIO REGULADOR
Tras la reforma de la Ley 30/1981 se considera por el CC como Convenio Regulador al
documento en que se recogen los acuerdos o pactos que los cónyuges adoptan en caso de
crisis matrimonial y someten al control judicial. Tal convenio «puede o tiene que» haber sido
presentado con anterioridad a la sentencia.
La aportación del convenio es preceptiva en el caso de demanda de separación o divorcio
presentada de mutuo acuerdo o por uno de los cónyuges, con el consentimiento del otro, pues
el convenio deberá necesariamente acompañarse a la demanda (arts. 81.1° y 86, últ. pár.).
Igualmente será preceptiva la formulación del convenio regulador si se solicita la separación o
el divorcio ante el Secretario Judicial o Notario en los supuestos en los que procede (arts. 82 y
87 CC). El artículo 90 le atribuye un contenido esencial o contenido mínimo, por lo que algunos
autores entienden necesario distinguir entre convenio regulador propiamente dicho y
cualesquiera otros convenios que los cónyuges puedan presentar en otros procedimientos
distintos a los reseñados (las restantes causas de nulidad, separación o divorcio), dado que
estos últimos no estarían sometidos al contenido esencial del artículo 90 ni su falta de
aportación provocaría la inadmisión de la demanda.
Siendo cierto que el convenio tiene un contenido legal mínimo, también puede contener otros
acuerdos distintos de ese minimum y, de hecho, es muy frecuente que los contengan (como
pactos relativos al pago de alimentos entre excónyuges, distintos en la liquidación, etc.). De ahí
que los Tribunales suelan hacer referencia, en ocasiones, al «contenido atípico» del convenio
regulador.
Al carecer el matrimonio celebrado de validez alguna, no significa que no se exija la
aportación de convenio regulador, pues las medidas relativas a los hipotéticos hijos
(putativos), atribución de hogar conyugal, liquidación del régimen económico del
matrimonio... se presentarán igual que en los casos de crisis matrimonial (artículo 90 párrafo
2º).
4.1. CONTENIDO: EFECTOS RESPECTO DE LOS HIJOS Y EN RELACIÓN CON LOS BIENES
Según el artículo 90, el convenio regulador deberá contener, al menos y siempre que fueran
aplicables, los siguientes extremos:
A) El cuidado de los hijos sujetos a la patria potestad de ambos, el ejercicio de esta y, en
su caso, el régimen de comunicación y estancia de los hijos con el progenitor que no
viva habitualmente con ellos.
B) Si se considera necesario, el régimen de visitas y comunicación de los nietos con sus
abuelos, teniendo en cuenta, siempre, el interés de aquellos.
C) La atribución del uso de la vivienda y ajuar familiar.
D) La contribución a las cargas del matrimonio y alimentos, así como sus bases de
actualización y garantías en su caso.
E) La liquidación, cuando proceda, del régimen económico del matrimonio.
F) La pensión que conforme al artículo 97 correspondiere satisfacer, en su caso, a uno de
los cónyuges.
A la vista de la contradictoria doctrina de las Audiencias Provinciales sobre la atribución del uso
de la vivienda a los hijos y al cónyuge en cuya compañía se queden, sin distinguir según se
trate de hijos menores o mayores de edad, la STS 624/2011, de 5 de sept ha fijado como
doctrina jurisprudencial que el párrafo 3.° del artículo 96 del Código Civil permite adjudicar
dicho uso a un cónyuge por el tiempo que prudencialmente se fije si las circunstancias lo hacen
aconsejable y su interés es el más necesitado de protección, aun cuando el hijo mayor de edad
conviva voluntariamente con el otro progenitor. Por ello, la decisión de los hijos mayores de
convivir con el padre no debe considerarse factor determinante a la hora de privar a la esposa
de su derecho a usar el domicilio familiar, una vez acreditado que su interés es el más
necesitado de protección.
Para el supuesto de cesión de vivienda de forma gratuita y sin título concreto a un hijo para su
utilización como domicilio familiar, y posterior ruptura de la convivencia conyugal y atribución
del uso de la vivienda a su pareja, el TS ha entendido que el préstamo de uso inicialmente
existente se ha convertido en precario, al haber desparecido el uso para el que se constituyó.
No obstante, la atribución por resolución judicial del derecho de use y disfrute de la vivienda
no sirve para hacer desaparecer la situación de precario ni para enervar la acción de
desahucio, en la medida en que no constituye un título jurídico oponible a terceros ajenos al
matrimonio, ni atribuye por sí sola al beneficiario una posición jurídica superior, pues ello
entrañaría subvenir necesidades familiares, desde luego muy dignas de protección, con cargo a
extraños al vínculo matrimonial y titulares de un derecho que posibilita el uso de la vivienda.
El matrimonio puede ser inválido y, por consiguiente, declarado nulo (arts. 73 a 80 CC). En la
nulidad matrimonial no existe crisis ni disolución del matrimonio.
Quienes se divorcian han estado jurídicamente casados, no, en cambio, quienes contrajeron
un matrimonio nulo, el cual nunca existió (recuérdese quod nullum est nullum effectum
producit), si bien, en la práctica, se utiliza impropiamente a nulidad para disolver un
matrimonio, sea el celebrado en forma civil antes de que en 1981 se introdujera el divorcio en
nuestro país, sea el celebrado en forma religiosa, indisoluble por divorcio, el cual «se disfraza»
de nulidad.
Tratándose de un matrimonio celebrado en forma canónica cabe optar entre la nulidad civil
conforme al Código Civil (sin eficacia canónica) o la nulidad eclesiástica declarada por la
jurisdicción eclesiástica conforme al Código de Derecho canónico y con posterior
reconocimiento de su eficacia civil (art. 80 CC).
La nulidad del matrimonio es debida a que el matrimonio, desde su origen o celebración, no
reúne los requisitos o presupuestos esenciales de fondo y forma legalmente exigidos para su
validez, a saber: capacidad, consentimiento y forma.
Conforme a lo anterior, son causas de nulidad matrimonial:
1º. La existencia de impedimentos matrimoniales.
2º. Ausencia o vicio de consentimiento.
3º. Defecto de forma.
La declaración de nulidad matrimonial (por sentencia firme civil o eclesiástica homologada por
el juez civil) implica la ineficacia retroactiva o ex tunc del matrimonio desde el mismo
momento de su celebración, como si el vínculo matrimonial entre los contrayentes no hubiera
existido nunca.
Sin embargo, pese a declararse nulo, si el matrimonio ha creado una cierta apariencia de
validez, la declaración de nulidad no puede, en tal caso, producir efectos retroactivos
absolutos. Es el llamado matrimonio putativo, el cual, pese a sentencia firme de nulidad
matrimonial, produce los efectos civiles propios de matrimonio válido respecto de los hijos y
del cónyuge de buena fe (quien, incluso, tiene derecho a exigir una indemnización al cónyuge
de mala fe), para quienes la nulidad matrimonial tiene eficacia ex nunc o a partir de la
sentencia ex artículo 79 CC.
Como consecuencia de la declaración de nulidad del matrimonio, se disuelve el régimen
económico-matrimonial, pero si se declara la mala fe de alguno de los cónyuges, el que ha
obrado de buena fe podrá optar por aplicar las disposiciones relativas al régimen de
participación y el de mala fe no tendrá derecho a participar en las ganancias obtenidas por su
cónyuge.
Recuérdese la mala fe de ambos cónyuges en el matrimonio simulado y del lo contrae con
reserva mental.
Tales medidas pueden ser acordadas por ambos cónyuges en el convenio regulador y, en su
defecto, por el juez.