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Consignando en breve nota necrológica que «fue una de aquellas

mujeres de espíritu fuerte que la noche del memorable 27 de Febrero


contribuyeron a la magna obra de la proclamación de nuestra
Independencia». Ciertamente, «del almacén de su hermano político, el
prócer Juan Ravelo –agrega el extinguido diario–, ella sacó pólvora y
municiones en compañía de su hermana doña Altagracia, y las llevó a su
casa, donde las tomaron los patriotas que en el Baluarte del Conde daban
después el grito de ¡Independencia o Muerte!
José María Serra (1819-1888), trinitario y febrerista de los de la primera
hora, da testimonio de que María Trinidad Sánchez «en sus propias
faldas conducía pólvora» para los patriotas de la noche épica.
Hermana del prócer restaurador José A. Pina, ella fue
ayudante de Concepción Bona en la confección de la
bandera.
Madre de Juan Isidro Pérez, uno de los nueve Trinitarios, doña Chepita
fue la primera “Comunicada” de La Trinitaria, organización política que
se fundó en su casa de la calle Arzobispo Nouel un 16 de julio de 1838.
Al convocar a la primera reunión de la Sociedad Secreta “La Trinitaria”,
los conspirados pidieron a doña Chepita, quien vivía frente a la Iglesia
del Carmen, prestar su casa para celebrar el encuentro.
Testimonia Brígida Minaya (Mamá Billa): ... Debo decirte también, que
en Santiago ella peleó mucho contra los haitianos; en esas peleas Juana
echaba para adelante a los hombres que se acobardaban; atendía a los
heridos, le pasaba agua a los combatientes para que calmaran su sed y
refrescar los cañones, le llevaba pólvora en su delantal o en su pañuelo a
los artilleros y les cantaba coplas a los soldados para que siempre
estuvieran contentos y valerosos.
Respecto a la participación de doña Ana Valverde en favor de la
Independencia, nos place reproducir el siguiente testimonio del
distinguido literato y febrerista don Félix María Delmonte: «Ana
Valverde, a cuya patriótica excitación las matronas y vírgenes de esta
ciudad presentaron sus recursos pecuniarios para reparar en lo posible
parte de los muros que la guarnecen, y reforzar y levantar algunos de sus
baluartes para proteger contra las irrupciones de occidente.
Es la madre del ilustre prócer Juan Alejandro Acosta, cuyos servicios a la
causa separatista como marino le valieron el grado de general de marina,
como se le llama en algunos despachos militares. En su casa se ocultó
Duarte cuando era sañudamente perseguido por los haitianos en julio de
1843.
A doña Filomena Gómez de Cova corresponde la gloria de haber
importado de Caracas la blanca flor que sirvió de símbolo duartista en el
pecho y en la cabellera de la mujer dominicana y en el ojal y sobre el
corazón de los próceres en los días gloriosos de La Trinitaria. Cuando el
coronel Machado gritó, en el vértigo de la reacción anti-duartista, ¡Abajo
los filorios!, a este grito respondieron «los trinitarios como jamás se ha
respondido en una infamia: desde ese día las jóvenes duartistas llevan en
sus cabellos una blanca flor: ¡la filoria!». (Emilio Rodríguez Demorizi.
Juan Isidro Pérez, el Ilustre Loco, C. T., 1944, p. 85).
Según informe firmado por los diputados José María Beras (1857-1916)
y Julián Zorrilla (1849-1918), en el cual no solamente se ratifica Junto a
su hija fabricaron cartuchos para los soldados que iban a bajar a defender
el patrio suelo, sino que también sacrificaron sus prendas y sus haberes
para la compra de los primeros buques que debían formar la flotilla
nacional, encargada de la defensa de nuestras costas en 1844.
Confeccionó la primera bandera dominicana, la misma
que ondeó airosa en el asta del Baluarte la noche del
27 de febrero.

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