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La arbitrariedad del signo lingüístico se alza como uno de los pilares fundamentales
en la estructura conceptual de Saussure, desencadenando profundas repercusiones
en nuestra percepción del lenguaje. Esta noción sugiere que el lenguaje opera como
un sistema de signos compartidos por una comunidad lingüística particular. Bajo
este prisma, el significado no reside en las palabras de manera intrínseca, sino que
emerge a través de las interacciones y relaciones que estas establecen dentro del
sistema. Este planteamiento desafía de raíz la creencia en la existencia de un
significado universal e inherente en las palabras, proponiendo que el significado es
un producto dinámico de relaciones y contrastes en el contexto de una lengua
específica.
Acompañando a la arbitrariedad, Saussure introduce el concepto de "linealidad" del
signo, lo que implica que las unidades lingüísticas se organizan secuencialmente en
el habla. Esta organización lineal se manifiesta de manera palpable en la estructura
de las oraciones, donde las palabras siguen un orden específico para comunicar
significado. Sin embargo, es necesario recalcar que Saussure advierte que esta
linealidad representa solo la superficie del lenguaje, alentando un análisis semiótico
que se concentre en las relaciones sincrónicas entre signos, en lugar de limitarse a
la mera secuencia temporal.