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EMPATÍA: “Si tomáramos más en serio la naturaleza humana,

podríamos arreglar los problemas mejor”


Hace unos años, Barack Obama conmocionó a buena parte de sus compatriotas y
a mucha más gente en el mundo cuando en uno de sus discursos afirmó que “el déficit de
empatía es un problema político más grave que el déficit fiscal”. Obama lo decía porque le
preocupaba la polarización política extrema que veía en su país y el mundo. Imaginen, le
preocupaba la polarización que muchos presentan hoy como una virtud excelsa del
ciudadano “responsable”.
Aunque parezca extraño, la palabra ‘empatía’ se acuñó hace relativamente poco.
Apareció por primera vez en 1909, y se construyó de una raíz griega que significa
emoción y pasión. Se entiende como la capacidad (o el fenómeno) de sentir como propias
emociones ajenas, o sea, la capacidad de ponerse en los zapatos del otro, lo que ha sido
reconocido por muchos autores como el origen de la moral.
Corresponde (al menos parcialmente) a lo que Adam Smith llamaba el “sentimiento
moral”, y ha sido bastante estudiada por evolucionistas, psicólogos y neurocientíficos
modernos. No es algo exclusivo del humano. De hecho, hay muchos experimentos con
animales que demuestran su existencia. Uno de los más conocidos se hizo con unos
topos de pradera, roedores muy sociales que forman parejas monógamas permanentes.
Separaron temporalmente unas parejas, y al reunirlas de nuevo no manifestaron ninguna
extrañeza con la separación. Pero si uno de los dos topos era sometido a pequeñas
descargas eléctricas, el otro que lo había presenciado recibía a su pareja con emotivas
demostraciones de afecto y la consentía por un buen rato.
Experimentos con animales, y con grupos de voluntarios, permitieron demostrar
que áreas específicas del cerebro, la ínsula y la corteza cingulada anterior, se activan en
quienes reciben un estímulo de dolor o de estrés, y también, en igual forma, en quienes
observan la situación con empatía. No solo se demostró así la existencia de la empatía,
sino que se localizó con precisión el lugar del cerebro donde ocurre (lo siento por quienes
creen que los sentimientos están en el corazón).
Eso nos podría llevar a la conclusión optimista de que somos empáticos por
naturaleza y deberíamos tener la tendencia a resolver nuestros conflictos en paz.
Infortunadamente, no es tan sencillo. Un ejemplo dramático es el de Anders Behring
Breivik, quien hace unos años entró armado en una isla de la pacífica Noruega y asesinó
a sangre fría a 69 personas. Durante su juicio afirmó que sentía una especial empatía por
la gente, y por eso le tocó entrenarse durante mucho tiempo, usando meditación al mejor
estilo zen, para sobreponerse a su empatía natural y poder llevar a cabo los crímenes que
le parecían necesarios. Otro ejemplo, más cotidiano, es la forma como la empatía por un
equipo de fútbol, o un grupo político, lleva a las personas a obtener más placer con el
fracaso del oponente que con el éxito del propio; la más pura alegría por el mal ajeno.
Según la neurociencia, hay tres componentes en la empatía humana. El primero
es el emocional, que se describió antes. Un segundo componente es cognitivo, la
capacidad de entender racionalmente las causas y condiciones de los sentimientos del
otro. Finalmente hay un componente de compasión, que es el que motiva a actuar para
aliviar los sufrimientos.
Tal vez Obama se haya referido a que son indispensables los tres componentes.
Si tomáramos más en serio la naturaleza humana, con sus pros y sus contras, podríamos
arreglar los problemas mejor de lo que lo hacemos. No solo se aplica a los problemas
políticos. Varios estudios han mostrado que, basándose en esta concepción compleja de
la empatía, se pueden lograr mejores resultados en la enseñanza, actitudes más
proactivas en las empresas y, a la larga, gente mucho más feliz.

Referencia bibliográfica:
Wasserman M. (2020, 23 de enero). EMPATÍA: “Si tomáramos más en serio la naturaleza
humana, podríamos arreglar los problemas mejor”. El Tiempo. Recuperado de
https://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/moises-wasserman/empatia-columna-de-
moises-wasserman-454834

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