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PÚBLICA
Lectura 001
13104011
Pensar en una guerra, para nuestros días es algo que incluye muchos factores
diversificados, tanto en estrategias, como en tecnología e impacto. Para las personas que
vivieron los tiempos de la Primera Guerra Mundial, esto suponía un cambio radical
respecto a las batallas que se habían librado antaño, vividas por sus antepasados,
heróicamente contadas y llenas de orgullo por parte de los sobrevivientes o sus familiares.
Estas batallas antiguas implicaban combate cuerpo a cuerpo, donde la mayor tecnología
eran armas que hacían necesario ver de frente al enemigo, saber hacia dónde o quién
apuntar; las estrategias implicaban visibilizar las extensiones de los ejércitos contrarios,
centrarse en un punto y lugar en específico, donde los campamentos eran expuestos a
destrucciones, pero los combates se libraban principalmente entre los grupos militares.
Para esta guerra, la visibilidad se limitó a casi nada. Las estrategias eran cálculos de
distancias para disparar y esperar destruir a algo o a alguien en su alcance. Los
campamentos estaban alejados, solamente para permitir a los soldados descansar del
verdadero campo de guerra, que no era uno simplemente, sino varios de ellos, pues las
trincheras estaban en distintos puntos de distintos pueblos y campos y todos permanecían
escondidos, expuestos a las inclemencias del tiempo y esperando a que pudieran avanzar
o ser sorprendidos por algún ataque a distancia.
Las muertes no se limitaron a las trincheras. Es indignante leer la forma en la que los
alemanes entraban a las poblaciones, profesando disciplina y virtud, alardeando de ser
los nuevos vencedores y dando una imagen errónea, para después convertirse en
monstruos sedientos de sangre y sufrimiento ajeno. Cobardes que a la menor provocación
(o incluso sin tener alguna) se disponían a destruir ciudades enteras, a quemarlas hasta la
raíz, sabiendo que los pobladores no eran más que los seres más débiles del lugar, y que
por miedo no podrían imponerse ante ellos y tratar de defenderse.
Cometieron las atrocidades más inhumanas e impensables que uno puede imaginar, y no
todas están completamente relatadas en este libro que, ya de por sí describe demasiadas
y muy crueles. Después de eso, aparecían huyendo de los franceses, queriendo que se
les ayudase y escondiendo la cara por la vergüenza de lo que habían hecho.
“Pero de eso se trata la guerra”, dirán algunos. Y esto fue solo el inicio de lo que
conocemos actualmente como una guerra, donde ciudades enteras pueden perecer y, en
estos tiempos, ya ni siquiera es provocado por militares que llegan a prender fuego a
todo, sino por tecnología avanzada que es enviada desde un punto mucho más lejano.
Alto contraste encontré en los pobladores y soldados franceses. Por supuesto, estando en
una guerra, el desprecio y odio pueden predominar entre los contrincantes, pero para esta
raza, permanecer valientemente en sus casas, defendiendo lo suyo, creyendo en sus
militares y conservando el buen humor, fue algo que me sorprendió mucho.
Su forma de continuar la vida, estando en medio de las ruinas o entre las oscuras y
húmedas trincheras, es un ejemplo para muchos de que, aún en las más crueles
situaciones, todo puede mejorarse con buen humor, sonrisas, optimismo y disciplina.
Pero también es importante pensar en que, para ambos bandos, los militares en el
campo, escondidos entre los oscuros túneles, son seres humanos que, estuvieran allí por
decisión propia o por obligación, tenían derecho a sentir, a vivir y a un destino mejor que
el que les impusieron los gobiernos en guerra. En estos casos, los civiles son los que
pagan los platos rotos, mientras los gobernantes se limitan a amasar riquezas y poder… o
a perderlos, según sea el caso.
*Nota: Consideré mejor hacer un cuadro sinóptico por cada capítulo, para captar de mejor
manera las ideas generales que exponía el autor en cada lugar que visitaba.
Campos de Batalla y Campos de Ruinas
Visiones de Guerra
Puentes destruídos por los franceses para impedir el paso de los alemanes.
"La casita de la esquina" fue uno de los lugares donde se burlaron de los
soldados alemanes.
"Los pueblos que no tienen santos, sufrieron más" dicen las viejecitas.
Una vez más, allí los alemanes saquearon el lugar y se llevaron consigo a los
que no les dieron lo que pedían.
El autor evoca las batallas medievales, donde aún podía encontrarse algo de
gentileza y no todo era destruido con saña y a tales extremos.
Era contrastante la vista en este nuevo pueblo, donde todos estaban animados y
despreocupados.
Un día antes, en Barcy, habían visto otros horrores por los saqueos y
violencia de los alemanes.
Las personas en todos los pueblos juraban haber tratado con el heredero al
trono alemán, o con alguien importante. Todo parece haber sido mentira.
Los franceses habían hecho lo posible por dar tumbas dignas a los
soldados, adornándolas o poniendo cruces en ellas.
Todo había terminado en esos pueblos, nada más existía como había sido
antes.
A pesar de ser una locura permanecer allí, todos tenían sus razones para
quedarse, excepto por los más ricos, que habían huído desde el inicio.
El autor destaca cómo a pesar de los malos viejos tiempos y los malos
tiempos actuales, la estética francesa predomina sobre la alemana.
El título de este capítulo debe ser una ironía, porque no existían tales prisioneros.
Los alemanes parecían respetar una sola casa en ese lugar, la cual era
históricamente importante para ellos.
El afán de los alemanes por destruir todo, no importando que nadie les
estuviera atacando, era increíble. Tanta tiranía y sed de destrucción...
Las fortalezas de Toul
El militar que relató la historia, es el que al final hace ver la belleza existente
entre los 2 tipos de fortalezas. Lo único es que dice que las que están ocultas,
hay que verlas destruidas para admirarlas.
Nancy
También evoca los relatos de Luis XIV, quien contaba cómo habían sido las
honras fúnebres de Carlos III.
Nancy es un lugar que trabaja, piensa, inventa, escribe, pinta y estudia. "No hay,
según parece, en toda Francia una Universidad tan completa y tan activa como
la suya".
En el campo de batalla de Nancy
Todo estaba bajo tierra. Los soldados morían bajo tierra, el fuego se
encendía y se extinguía bajo tierra.
"porque para atacar a los franceses, hay que pasar por encima de La Lorena"
Lunéville era comparado con otras poblaciones por su alegría y vida. Incluso
hacía palidecer a Nancy.
En Pont-a-Mousson la bombardeada
Su petición era que los sacaran de las trincheras, para luchar en pleno
campo y avanzar a la bayoneta, al abrigo del tiro de los cañones.
Entre ellos mismos se hacían llamar "peludos" y lo decían con tanto orgullo,
sabiendo que esa palabra reunía todas las virtudes que poseían.