Está en la página 1de 4

Buenas prácticas de salvaguardia: El papel del Patrimonio en tiempos de

dolor, sufrimiento y muerte

Santiago Rojas Lemus


Antropólogo - Universidad Nacional de Colombia

Daniel David Pinzón Castellanos


Arqueólogo - Universidad Nacional de Colombia

La cultura, la identidad y el patrimonio, han sido conceptos ampliamente utilizados en las


esferas académicas, políticas y sociales, muchas veces aludiendo a definiciones estáticas
que no corresponden con las dinámicas en las cuales se desenvuelven, perpetuando
imágenes estereotipadas alrededor de las tradiciones y las costumbres, del deber ser de una
u otra comunidad minoritaria, e incluso señalando el deber ser de una población perteneciente
a una región, o a un lugar determinado. Estos encasillamientos han generado una percepción
problemática al interior de las instituciones encargadas de la administración cultural,
derivando en imposiciones conceptuales y una notable desconexión con la realidad social,
perpetuando concepciones desfasadas y poco prácticas en el contexto local. Para el presente
texto, se reflexionará en torno al concepto de patrimonio, que si bien actualmente es definido
como “a la vez un producto y un proceso que suministra a las sociedades un caudal de
recursos que se heredan del pasado, se crean en el presente y se transmiten a las
generaciones futuras para su beneficio” (UNESCO, 2014, pp. 133), en años anteriores tenía
una concepción bastante relativa respecto a su característica cambiante y social, siendo
definida desde una emotividad y estaticidad temporal problemática, como fue presentada por
la UNESCO (2011):

“Hay cosas que nos parece importante preservar para las generaciones futuras. Su
importancia puede deberse a su valor económico actual o potencial, pero también a que nos
provocan una cierta emoción o nos hacen sentir que pertenecemos a algo, un país, una
tradición o un modo de vida. Puede tratarse de objetos que poseer o edificios que explorar,
de canciones que cantar o relatos que narrar. Cualquiera que sea la forma que adopten, estas
cosas son parte de un patrimonio y este patrimonio exige que nos empeñemos activamente
en salvaguardarlo” (pp. 3)

A pesar de la evolución conceptual que puede ser percibida en la definición emitida en el


2014, aún hoy en día se siguen conservando las mismas nociones del patrimonio como algo
“de vitrina”. Pese al intento de señalarlo como un concepto en constante cambio, aún en
múltiples círculos dedicados a la difusión cultural se siguen concibiendo a los diversos
patrimonios como algo inmovil, detenido en el tiempo, como si las tradiciones y costumbres
fuesen sinónimos de fosilización, siendo más perfectos entre más inertes se muestren a la
par de que son expuestos como algo vivo. Por esto mismo es conveniente profundizar en el
patrimonio como un proceso multidimensional, construido por diversos actores y abierto a una
constante transformación dependiendo de su contexto, haciendo énfasis en que su uso
indiscriminado, pone en riesgo la significación de las luchas de las comunidades, que buscan
a través de la defensa de su patrimonio determinados fines políticos, económicos y sociales.
Con esto en cuenta, surgen las preguntas: ¿Qué es el patrimonio? ¿Quién dota al patrimonio
de dicha categoría y para qué? Esta responsabilidad a veces parece recaer en las
mencionadas entidades gubernamentales y no gubernamentales, junto a las manos
“expertas” o como David Barreiro las categoriza: profesionales de las ciencias del patrimonio
(Barreiro, 2012). No obstante, se ha dejado de lado que este trabajo es un diálogo constante
entre dichos expertos y la comunidad, que opta por apropiar una expresión, un objeto o un
lugar y dotarlo de valor patrimonial, valor que no es ganado automáticamente, o no basta
nombrarlo bajo esta categoría de lo patrimoniable para que adquiera importancia, es aquí
donde la socialización de dicho ente se hace necesaria junto a la consideración de que ahora
es un producto cultural. Lo anteriormente mencionado no supone que el producto cultural
trivialize la cualidad de patrimonio, hace evidente su valor económico, el cual no se puede
omitir o invisibilizar, es importante resaltar que este valor económico no debe ser leído en un
sentido problemático, pues esta característica propicia entender que todo producto cultural es
un recurso, y por lo tanto va estar inmerso en leyes de oferta y demanda, generando capital
monetario y humano con el ideal de una correcta repartición de las ganancias, tanto para la
comunidad como para los demás agentes involucrados.

Son ocho los valores que adquiere el patrimonio según Barreiro: Valor de no-uso, valor
instrumental, valor documental, valor estético, valor político, valor como recurso, valor
económico y el valor educativo. El Valor de no-uso se divide en Existencia, todo patrimonio
existe, sea natural, material o inmaterial; Opción, al ser un diálogo entre comunidad y
expertos dicho ente perdura como patrimonio o puede perder ese valor en cualquier
momento; Legado, la herencia o tradición que engloba a aquello que se quiere considerar
patrimonio, la transformación que subyace en el cambio generacional, pero que al mismo
tiempo busca proteger unas formas y maneras de ser y hacer, de y con el patrimonio. El valor
instrumental hace referencia a la utilidad y la función que va a cumplir el ente patrimonial, es
un valor que debe ser claro tanto para comunidad como para expertos. Seguidamente
encontramos el valor documental que debe existir previamente a la consideración de algo
como patrimonio, pues se necesita de trabajos preliminares para constatar la pertinencia del
objeto, acción o lugar como patrimonio, al tiempo que el nombramiento imbuye de un carácter
documental al mismo, sirviéndose como objeto para estudios posteriores. Seguramente el
valor estético sea el de mayor conocimiento general pues se relaciona con los sentidos (vista,
escucha, gusto, tacto y olfato), el acto de la contemplación, generalmente este valor es al que
más importancia se le dedica descuidando los demás, es clara su valía, además que permite
al igual que el valor documental, el ejercicio de la mediación, el compartir con otros el
patrimonio (Barreiro, pp. 42-43, 2012).

Los dos últimos valores, centrales dentro de la puesta en valor del patrimonio son el político
y el educativo. El primero está ligado estrechamente con el carácter identitario que puede
llegar a ostentar el patrimonio, la manera en la que la comunidad se reconoce y se presenta
a través de él y de lo que le rodea, su territorio y contexto, cómo ese conjunto de personas
beben del patrimonio o partir de este para sus luchas. El segundo hace parte de la
socialización y la mediación pero también de la construcción de identidad, y es que el formar
personas que reconozcan la importancia de su patrimonio o de lo que quieren ver como
patrimonio permite un sentido de pertenencia que sin importar cuantos cambios y
transformaciones atraviese una comunidad, el valor que se ha impreso sigue persistiendo
(Barreiro, pp. 43 y 45, 2012).
Dejando en claro lo anterior, es necesario entender el porqué se acude a esta reflexión en
torno al patrimonio, es gracias a distintos hechos que hoy en día tanto en la academia como
en la realidad social, para el caso colombiano, se dan a diario, es la profunda desconexión
entre la gestión cultural, los productos patrimoniales y la sociedad en sí misma. Mientras el
patrimonio sigue con su carácter prístino y aislado, en las mismas regiones donde patrimonios
como el Carnaval de Negros y Blancos (Nariño), Música de marimba y cantos y bailes
tradicionales de la región colombiana del Pacífico Sur y de la provincia ecuatoriana de
Esmeraldas (Nariño, Valle del Cauca, Cauca), Fiesta de San Francisco de Asís en Quibdó
(Chocó), Las procesiones de Semana Santa de Popayán (Cauca)1, Parque Nacional de Los
Katíos (Antioquia, Chocó), Parque Arqueológico Nacional de Tierradentro (Cauca)2 son
resaltados, a día de hoy se presentan grandes índices de violencia, pobreza estructural, sin
un aparente responsable en un país que desborda en aparente gozo, felicidad y orgullo
cultural. Si bien el patrimonio goza de un alto valor político, tiene ciertas dificultades al
momento de solucionar problemas estructurales como los que sufre Colombia en estos
momentos y desde hace bastantes años, sobre todo cuando el abandono estatal exacerba
problemáticas como la del conflicto armado, que relega al patrimonio a una simple pantalla
internacional que mientras muestra la inexistente cara positiva del país, desconoce e ignora
las problemáticas internas que sufren las poblaciones poseedoras o en las que recaen esos
mismos productos culturales. Es aquí donde es válido preguntarse, ¿de qué sirve proyectar
internacionalmente un patrimonio cultural plagado de alegría, mientras las poblaciones
poseedoras y gestoras de ese patrimonio son día a día asesinadas y empobrecidas?

Al infundir algo con la categoría de patrimonio, no adquiere importancia por simple hecho de
su nombramiento, deben comprenderse los valores y responsabilidades que con dicho
nombramiento se adquieren, del mismo modo dicha función de poder no puede tomarse a la
ligera y debe ser un acto que evalúe a conciencia no solamente el ente a patrimonializar,
debe revisarse su contexto, las consecuencias de dicha acción. Es por esto que en las
reuniones decisivas a nivel de Listas Representativas en términos internacionales a cargo del
Comité Intergubernamental para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial de la
UNESCO fungen como un punto clave para la evaluación de dichos procesos patrimoniales,
ya que es en estas selectas congregaciones donde se determinan qué expresiones son aptas
de considerarse Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, y están llenas de vida o por
el contrario en riesgo de desaparecer o cuáles ejercicios de salvaguardia son ejemplo mundial
para tener en consideración.

Es menester traer a colación que la reunión del mencionado Comité, tuvo lugar en el año
2019 en la ciudad de Bogotá, Colombia, entre los días 9 y 14 de diciembre3 pocos días
después de un suceso que buscaba poner en el lente la situación de inestabilidad política y
social, el Paro Nacional del 21 de noviembre4. Sorprende que en tan importante reunión del
sector patrimonio, no pareciese se tuviera en cuenta esta situación y se haya aceptado una
propuesta “de buenas prácticas de salvaguardia” que se basa en la construcción de paz5,

1
Fuente: https://ich.unesco.org/es/estado/colombia-CO?info=elementos-en-las-listas
2
Fuente: https://whc.unesco.org/es/list/
3
Fuente: https://es.unesco.org/news/reunion-anual-del-comite-intergubernamental-salvaguardia-del-patrimonio-
cultural-inmaterial
4
Fuente:https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-50606535
5
Fuente: https://ich.unesco.org/es/Decisiones/14.COM/10.c.1
desconociendo los asesinatos a líderes sociales6 y otros vejámenes que continúan
destruyendo el tejido social del país7.

El patrimonio es un claro ejemplo para la construcción de la paz, para la construcción de


identidad, del respeto propio y al otro, pero debe ser un acto de suma responsabilidad y las
manos expertas parecen no estar en total sincronía con la realidad de las personas que hacen
posible la existencia del tan exaltado patrimonio. Urge revisar para quiénes se está
catalogando el patrimonio, bajo qué circunstancias y motivos.

BIBLIOGRAFÍA

● Barreiro, D.. (2012). Arqueología aplicada y patrimonio: memoria y utopía. Complutum,


23, 33-50

● UNESCO (2014) INDICADORES UNESCO DE CULTURA PARA EL DESARROLLO,


Manual Metodológico

● UNESCO (2011). ¿Qué es el patrimonio cultural inmaterial?

6
Fuente: https://www.eltiempo.com/colombia/otras-ciudades/el-mapa-de-los-lideres-sociales-asesinados-en-
colombia-184408
7
Fuente: https://www.elespectador.com/colombia2020/pais/volvio-el-horror-43-masacres-en-colombia-en-lo-que-
va-de-2020/

También podría gustarte