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NOMBRES Y APELIIDOS:

Yoelmy K. Soto Ruiz

MATRICULA:

1-22-4200

MATERIA:

Cultura y Civismo

TEMAS:

Patrimonios Culturales

SECCION:

029

MAESTRA:

MERLY MARIELA CONTRERAS LORA


Derecho-patrimonios culturales

¿Qué entendemos por patrimonio cultural?

El patrimonio cultural es un conjunto determinado de bienes tangibles,


intangibles y naturales que forman parte de prácticas sociales, a los que se les
atribuyen valores a ser transmitidos, y luego resignificados, de una época a
otra, o de una generación a las siguientes. Así, un objeto se transforma en
patrimonio o bien cultural, o deja de serlo, mediante un proceso y/o cuando
alguien -individuo o colectividad-, afirma su nueva condición (Dibam, Memoria,
cultura y creación. Lineamientos políticos. Documento, Santiago, 2005).

El hecho de que el patrimonio cultural se conforme a partir de un proceso social


y cultural de atribución de valores, funciones y significados, implica que no
constituye algo dado de una vez y para siempre sino, más bien, es el producto
de un proceso social permanente, complejo y polémico, de construcción de
significados y sentidos. Así, los objetos y bienes resguardados adquieren razón
de ser en la medida que se abren a nuevos sentidos y se asocian a una cultura
presente que los contextualiza, los recrea e interpreta de manera dinámica.

El valor de dichos bienes y manifestaciones culturales no está en un pasado


rescatado de modo fiel, sino en la relación que en el presente establecen las
personas y las sociedades, con dichas huellas y testimonios. Por ello, los
ciudadanos no son meros receptores pasivos sino sujetos que conocen y
transforman esa realidad, posibilitando el surgimiento de nuevas
interpretaciones y usos patrimoniales. Como la UNESCO ha subrayado, el
término "patrimonio cultural" no siempre ha tenido el mismo significado, y en las
últimas décadas ha experimentado un profundo cambio. Actualmente, ésta es
una noción más abierta que también incluye expresiones de la cultura presente,
y no sólo del pasado.
Por otra parte, si en un momento dicho concepto estuvo referido
exclusivamente a los monumentos, ahora ha ido incorporando, gradualmente,
nuevas categorías tales como las de patrimonio intangible, etnográfico o
industrial, las que, a su vez, han demandado nuevos esfuerzos de
conceptualización. (htt)

¿Qué es el patrimonio cultural?

El concepto de patrimonio refleja el carácter dinámico de algo que ha sido


desarrollado, construido o creado, interpretado o reinterpretado en la historia y
transmitido de generación en generación.

El patrimonio cultural vincula el pasado, el presente y el futuro ya que abarca


las cosas heredadas del pasado que se consideran de tal valor o significación
hoy día, que las personas y las comunidades desean transmitirlas a las futuras
generaciones.

El disfrute del Patrimonio Cultural como un Derecho Humano

Al hablar de los derechos humanos nos referimos a un conjunto de principios y


libertades de carácter universal, inherentes a todos los seres humanos. Al
mismo tiempo, apelamos a la obligación que tienen los Estados de respetar,
proteger, garantizar y promover su inalienabilidad, imprescriptibilidad,
indivisibilidad y progresividad. Así, para que cada persona viva libre y
dignamente, necesita ejercer estas libertades de manera indivisible. No sería
aceptable argumentar que es suficiente proteger únicamente el derecho a la
vida de las personas; pues, a pesar de ser ésta la condición básica para el
ejercicio de todos los derechos también es cierto que sin educación, sin trabajo,
sin salud, sin posibilidad de elegir autoridades y/o de vivir en un ambiente libre
de contaminación (por citar algunos ejemplos) no existe calidad de vida.

El patrimonio cultural contiene también las expresiones culturales de un pueblo


que se consideran dignas de ser conservadas, incluyendo lo producido en el
pasado, como bienes culturales tangibles (como los monumentos históricos) e
intangibles (como las tradiciones) Entonces, si tenemos en cuenta que,
jurídicamente, “el patrimonio no es un conjunto de objetos o de cosas, sino un
conjunto de relaciones: derechos y obligaciones4”, podríamos afirmar que
nuestro derecho se encuentra en la posibilidad de conocer, disfrutar y
aprovechar tales expresiones culturales, y que nuestra obligación radica, como
ciudadanos, en proteger y transmitir el legado de nuestros antepasados a las
nuevas generaciones.

La noción de patrimonio cultural de la mayor importancia para


la Humanidad.

La aprobación del Protocolo de 1999 al Pacto de 1954 de protección de bienes


culturales en caso de conflicto armado ha introducido un nuevo régimen de
protección reforzada para determinados bienes culturales calificados como
patrimonio cultural de la mayor importancia para la humanidad. El art. 10 del
segundo Protocolo establece las condiciones para que un bien cultural se
ponga bajo la protección reforzada y, en primer lugar, especifica que debe ser
un patrimonio cultural de la mayor importancia para la humanidad. Además,
indica, debe estar protegido por medidas nacionales adecuadas, jurídicas y
administrativas, que reconozcan su valor cultural e histórico excepcional y
garanticen su protección en el más alto grado.

El Derecho Humano a los Patrimonios Culturales

Una de las políticas más básicas en materia de conservación patrimonial, ha


sido la atribución de valores (históricos, estéticos y de uso) que se traduce en
un procedimiento de incorporación, y también segregación, a listados de bienes
protegidos como la Lista de Patrimonio Mundial Cultural y Natural. De este
modo, hasta finales del siglo XX, la noción de patrimonio cultural ha estado
asociada a los valores, y a su vez éstos han sido vinculados a aspectos
materiales.

Los sentidos de autenticidad, materialidad y monumentalidad que componen


las políticas clásicas de selección patrimonial, implicaron privilegiar ciertos
modos de conocimiento (la arquitectura, el arte, la historia) y modelos estéticos
(la cultura clásica europea) por sobre otros (los de los pueblos originarios, la
cultura popular), y convirtieron a lo patrimonial en un formidable dispositivo
para legitimar discursos hegemónicos sobre la identidad y el pasado de
nuestras sociedades. De este modo, las políticas patrimoniales son un campo
de intensas luchas de sentido en las que se juega el antagonismo entre
sectores dominantes y subalternos.

Desde la década de 1990 y de la mano de la preocupación de las distintas


sociedades en torno a la homogeneización cultural en el contexto de la
globalización, se produce una reivindicación de las identidades locales, en un
proceso que va acompañado de un replanteamiento de lo patrimonial, sus usos
y sus actores. La sociedad civil reclama una resignificación de los discursos y
prácticas patrimoniales que pone el acento sobre el carácter social de los
patrimonios culturales, sobre el significado de las expresiones culturales, sobre
su vínculo intelectual y emotivo con las memorias e identidades colectivas,
sobre los territorios, y sobre la mejora en la calidad de vida que se desprende
de la búsqueda de una dignidad común con sentido histórico.

De este modo, al reconocerse a los patrimonios culturales como construcciones


sociales, edificadas a partir de un proceso de selección simbólica, emocional e
intelectual de bienes y prácticas culturales, que son continuamente
resignificados, reapropiados y valorizados como referentes de identidad y de
pasado de una comunidad, con la intención de ser transmitidos, se establece
un vínculo profundo e indiscutible con los derechos humanos.

En efecto, la posibilidad de participar de esa construcción social, de los


mecanismos de disputa y de consenso que dan lugar al proceso de selección
significativa que convierte en patrimonio a ciertas manifestaciones culturales,
supone la aptitud de que los diversos grupos, sus visiones de mundo, sus
identidades y sus memorias se encuentren representadas en los discursos
patrimoniales, lo que a la vez implica conectar a la cultura con su fuente de
producción en un determinado territorio.

Pensar a los patrimonios culturales como derechos humanos exige garantizar


no sólo el disfrute de bienes y prácticas culturales, sino, fundamentalmente, la
participación política (como acceso a la información, como consulta, como co-
decisión y como co-gestión) para que distintos actores, especialmente los
subalternos, estén presentes y visibilizados, y para que los patrimonios
culturales puedan expresarse en toda su riqueza y diversidad.

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