EL SECRETO DE LA LLUVIA DE ABRIL

Todos sabemos que el Señor de los Cielos creó 4 estaciones en la Tierra, y de esas estaciones, la
primavera es conocida por su lluvia; hay algo muy especial y valioso acerca de la lluvia de
primavera que cae en Marzo, Abril y Mayo. Sin embargo, el mes más preciado de la primavera es
Abril, y hay sabiduría y razones por las cuales ese mes sea tan especial. Fue seleccionado para
tener tal calidad, porque el Sello de los Profetas (s.a.s.), el Más Amado por cuyo honor se creó
todo, nació en Abril.

El conocimiento celestial alcanza algunas personas especiales, elegidas y seleccionadas, y ha

alcanzado también a Mawlana a través del Grandsheij (qs). El conocimiento de que la lluvia de
Abril es especial, es conocimiento oculto y lleva tesoros escondidos, que son sabidurías ocultas. De
los doce meses, Abril es muy querido, y por lo tanto los más valiosos tesoros son concedidos en
ese mes.

En Abril, el Señor de los Cielos envía una especial y bendecida lluvia desde los cielos; tal lluvia que
llega a la Tierra y le da nueva vida. Si no lloviera en Abril, la Tierra se secaría y nada más crecería
en ella. Es bien sabido por la gente del cielo, la gente santa, que la bendita lluvia de Abril viene de
debajo del Santo Trono. Si una gota de esa bendita lluvia cae sobre las nubes terrenales, toda esa
lluvia recibe baraka, bendiciones de ella, y luego esa lluvia le da nueva vida a todo_ cambia y toma
terribles cargas de todo, particularmente del Hombre.

Y cualquiera que sepa esa sabiduría secreta, se mantendrá bajo esa lluvia, permitiéndole tocar
completamente su cuerpo. Cuando esas gotas de la lluvia de Abril caen, incluso los peces en los
océanos vienen, abriendo sus bocas para alcanzar una gota de esa bendita lluvia, ellos están
abriendo sus bocas y esperando en la superficie del océano. Allahu Akbar! Toda la Creación está
esperando alcanzar esas olas Divinas de Misericordia.

Sheij Efendi nos decía que pongamos todos los platos y ollas disponibles afuera cuando llovía en
Abril.

Él se sacaba el turbante y dejaba que la lluvia toque su bendita cabeza. Luego bebíamos el agua
recolectada y la usábamos para cocinar y frotar nuestros rostros con ella.