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TEXTOS COSMOGÓNICOS

Enuma Elish Mesopotámico

Cuando en lo alto el cielo no había sido nombrado, no había sido llamada con un nombre abajo la
tierra firme, nada más había que el Apsu primordial, su progenitor, (y) Mummu-Tiamat, la que parió a
todos ellos, mezcladas sus aguas como un solo cuerpo. No había sido trenzada ninguna choza de cañas,
no había aparecido marisma alguna, cuando ningún dios había recibido la existencia, no llamados por un
nombre, indeterminados sus destinos, sucedió que los dioses fueron formados en su seno.

Mito Egipcio Creación

En el principio sólo existía un vasto océano llamado Nu. De este mar inmenso surgió una colina, y
en la colina apareció el primer dios, Amón, quien sería identificado siglos más tarde con Ra.
El primer acto de Amón-Ra fue el de crear a los otros dioses. Al no tener pareja logró crear a estos
seres por medio de la masturbación, para fertilizarse a sí mismo. Escupió entonces a Shu, el dios del aire,
y luego a Tefnut, diosa con cabeza de leona y personificación la humedad. Estos gemelos fueron criados
por Nu, el océano, y al crecer se unieron y concibieron a Gueb, dios de la tierra, y a Nut, diosa del cielo.
Había un gran amor entre Gueb y Nut, y de su unión surgió la fertilidad de la tierra, pero como estaban
abrazados no había lugar entre ellos para que pudieran nacer las criaturas. Entonces, por orden de Amón-
Ra, el padre de los dos, Shu, levantó el cuerpo de Nut, para que el aire estuviera entre la tierra y el suelo.
De Nut y Gueb nacieron entonces los dioses Isis, Osiris, Neftis y Set.

Mito Escandinavo de la Creación

Cuentan que en el inicio no había más que dos regiones: el Niflheimr, la tierra helada del Norte,
y el Muspell, la tierra ardiente del Sur; y en el centro, el Abismo. Y de la unión del hielo y del fuego
nació el primer gigante, Ymir, y la vaca Audhumla, que le alimentaba con su leche. Mientras dormía,
Ymir empezó a sudar y de las gotas de su cuerpo nacieron nuevos gigantes helados.

La vaca Audhumla se alimentaba de hielo. El primer día que lamió una peña helada, apareció la cabellera
de un hombre; el segundo día, su cabeza, y el tercer día, su cuerpo completo. Este ser recibió el nombre
de Buri.

Los descendientes de Buri, el dios Odín y sus hermanos Vili y Vé, dieron muerte a Ymir, al que odiaban,
y su sangre ahogó a todos los demás gigantes de hielo. El cuerpo de Ymir fue arrojado al Abismo, y de
su carne se creó la Tierra. Su sangre formó los Ríos y los Mares, y de sus huesos y dientes nacieron las
Montañas. Su cráneo fue colocado sobre la Tierra y formó el Cielo, eternamente sujeto por cuatro enanos:
Norte, Sur, Este y Oeste. Con los sesos del gigante crearon las Nubes, arrojándolos al cielo. Luego
tomaron las chispas que salían del Muspell y las colocaron en el cielo para que iluminasen el firmamento
y la Tierra; y las llamaron Estrellas.

Y de este trabajo resultaron los días y las noches, y comenzó a pasar el tiempo.

Un día, paseando los dioses por la playa nacida del mar, encontraron dos troncos de árbol: un fresno y un
olmo. De ellos tallaron al primer hombre y a la primera mujer. Odín les concedió la vida y el alma; Vili,
la capacidad de pensar y de sentir; y Ve les concedió figura, habla, oído y vista. Tuvieron hijos y crearon
así la raza humana, a la que le fue concedido el derecho de habitar el territorio de Midgard.
Teogonía de Ovidio

Antes del mar, de la tierra y del cielo que lo cubre todo,


la naturaleza ofrecía un solo aspecto en el orbe entero,
al que llamaron Caos: una masa tosca y desordenada,
que no era más que un peso inerte y gérmenes discordantes,
amontonados juntos, de cosas no bien unidas.[…]
Esta disputa un dios, o más bien la naturaleza, la dirimió,
pues escindió las tierras del cielo, las aguas de las tierras
y separó el límpido cielo del aire espeso.[…]

Kalevala Finés

Cansada de vagar y vagar desde el principio de los tiempos por los espacios sin luz, que tampoco
eran sombra, ni aire, ni reflejos, la virgen Ilmatar, plateada, pura, se contempló un día en su extensa
soledad sin sonido y, desperezándose, dijo:
-Es hora ya de que descienda al mar, a la caricia de sus olas.
Oyéndola, el mar invocó la ayuda de los grandes vientos huracanados, y se agitó en todo su
inmenso seno para recibir a la aérea doncella. Las gigantescas olas, ora sombrías, ora refulgentes, la
acunaron por el espacio líquido sin orillas; el viento la empujó en todas direcciones, lejos de la costas
inexistente. […]
Las olas se aplacaron. Un vacío silencio hizo rumorosas las tranquilas corrientes. Llegó un pato,
con un torpe batir de alas.
-No hay ramas, ni troncos, ni algas. ¿Dónde haré mi nido, pues, que no lo vuelquen las olas o lo
arrastren los vientos?-dijo.
Y viendo un suave abultamiento en la superficie azul del mar, hasta allí chapoteó alegremente. Era
una rodilla de Ilmatar.
Allí depositó el ave sus huevos. Siete. Seis eran de oro, y el séptimo de hierro. Incubólos la
doncella sobre su rodilla caliente y tersa, y al cabo de unos días cayeron al mar, rompiéndose en mil
pedazos, mas sin hundirse.
De la cáscara surgió la tierra.
De la yema el sol de oro.
De la clara la clara luna.
La membrana fue las nubes.

Mito Chino de la Creación

Los cielos y la tierra eran solamente uno y todo era caos. El Universo era como un enorme huevo
negro, que llevaba ren su interior a P'an-Ku. Tras 18.000 años P’an-Ku se despertó de un largo sueño. Se
sintió sofocado, por lo cual empuñó un hacha enorme y la empleó para abrir el huevo. La luz, la parte
clara, ascendió y formó los cielos, la materia fría y turbia permaneció debajo para formar la tierra. P’an-
Ku se quedó en el medio, con su cabeza tocando el cielo y sus pies sobre la tierra. La tierra y el cielo
empezaron a crecer a razón de diez pies al día, y P’an-Ku creció con ellos. Después de otros 18.000 años
el cielo era más grande y la tierra más gruesa; P’an-Ku permaneció entre ellos como un pilar gigantesco,
impidiendo que volviesen a estar unidos.
P’an-Ku falleció y distintas partes de su organismo, se transformaron en elementos de nuestro
mundo. Su aliento se transformó en el viento y las nubes, su voz se convirtió en el trueno. De su cuerpo,
un ojo se transformó en el sol y el otro en la luna. Su cuerpo y sus miembros, se convirtieron en cinco
grandes montañas y de su sangre se formó el agua. Sus venas se convirtieron en caminos de larga
extensión y sus músculos en fértiles campos. Las interminables estrellas del cielo aparecieron de su pelo y
su barba, y las flores y árboles se formaron a partir de su piel y del fino vello de su cuerpo. Su médula se
transformó en jade y en perlas. Su sudor fluyó como la generosa lluvia y el dulce rocío que alimenta a
todas las cosas vivas de la tierra.

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