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Así como el turismo se convierte en una actividad que promueve los territorios, este
lleva consigo el conocimiento de su contexto, de las realidades pasadas que construyen el
presente de los pueblos. Si bien los libros y las bibliotecas guardan la memoria y la historia,
los museos y las obras visuales muestran lo que fue a través de las obras de arte de
guerreros, héroes patrísticos, libertadores, entre otros, son las memorias quienes cuentan los
lugares, para dar un ejemplo de esto, se retrata Cartagena, Colombia, donde las calles, los
museos y los claustros hablan de las vivencias de un pueblo tocado por las batallas, la
guerra, la invasión, la lucha por la paz, la libertad y la dignidad. Por tanto, el turismo se
vale del pasado para activar la memoria que fue precursora de actualidad; los campos de
batalla, los campos de concentración, los lugares que han representado peligro tienen una
especial atracción en la reconstrucción de lo sucedido, muchos lugares hablan y generan
conocimiento, historia y memoria, necesaria para no repetirla, para conmemorar y para
comunicar. Por eso se citan experiencias en las que el turismo resalta los lugares como
hablantes del pasado en la actualidad, turismo y memoria.
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Los múltiples sentidos asignados a los lugares no son fijos, por el contrario, son
abiertos constantemente a nuevas apropiaciones y resignificaciones. Además, las ciudades
“estatizan” su pasado, resignifican partes de la ciudad acentuando ciertos rasgos pintorescos
para ser competitivos en el sector turístico, esto sucede cuando se hace un uso ejemplar de
la memoria, con lo cual el pasado sirve al presente como guía de acción, del que se puede
aprender o extraer lecciones. Por tanto, la actividad turística no se puede reducir a un mero
hecho mercantil porque empobrece su análisis, lo vuelve estéril, por el contrario, también es
una actividad que remite al universo de lo simbólico.
Este proceso trae nuevas esperanzas para el país y en un contexto de paz da una luz
nueva para que las comunidades y diferentes sectores empiecen un proceso de desarrollo
económico de reintegración, por medio de proyectos e iniciativas de turismo comunitario, que
poco a poco van construyendo aliados nacionales que permitirán articular esfuerzos en
procura de elevar las condiciones y calidad de vida de las poblaciones que quieren recuperar
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su entorno y territorio para hacer vívida la memoria y la historia para la sociedad. Por ello, se
han realizado diferentes manifestaciones de recordación experiencial y narrativa de los
pueblos atacados por el conflicto armado colombiano, algunas de ellas son:
Un viaje por las rutas de la memoria: la historia que nunca te han contado; Casa de la
memoria; Turismo y memoria en Medellín: entre el prejuicio y la oportunidad; Parque de
memoria histórica en Villavicencio; Turismo de la memoria; Turismo comunitario, una
oportunidad de conservación histórica y ambiental; Ruta libertadora “Boyacá, senderos de
paz, tierra de libertad”; Ruta turística a partir de la memoria histórica de los acontecimientos
relacionados con el bogotazo; en el Meta, sendero ecológico Vista Hermosa-La Macarena;
Centro histórico de La Candelaria: “agua, aire, tierra y fuego”.
En aras de seguir sustentado esta investigación, otro ejemplo, del trabajo de turismo de
memoria realizado por los actores sociales y por la comunidad del territorio, es el de San
Carlos en el oriente del departamento de Antioquia, un municipio que vivió varias tomas
guerrilleras, su gente fue víctima directa de la violación de los derechos humanos, sin
embargo, es el ejemplo de una recuperación colectiva que no dejó en el olvido todo el dolor y
las pérdidas, otorgándole un reconocimiento a nivel nacional por su emprendimiento y
resurgimiento humano, social y económico.
El esfuerzo de sus habitantes por recuperar y revivir su territorio los hizo merecedores
del Premio Nacional de la Paz en 2012. Siete años después, ellos mismos cuentan la historia
de su municipio a través de cuatro rutas turísticas: Travesía campesina, Sanagua, Memoria
viva y Montaña viva.
1. Travesía campesina: es una ruta que explora el resurgir de los campesinos a través
del amor al territorio y el turismo autosostenible y ecológico.
2. Sanagua: es un recorrido que aborda la historia de San Carlos a partir de la memoria
de sus ríos, desde las narrativas de los habitantes rivereños.
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3. Memoria viva: el camino está pensado como una forma para sembrar sentido de
pertenencia e interés por los procesos de transformación y resignificación del
territorio.
4. Montaña viva: es una caminata ecológica que incluye avistamiento de aves,
gastronomía ancestral y rituales tradicionales.
También, se realizaron diez diálogos ciudadanos con distintas personas del municipio,
mujeres, jóvenes, los resistentes, los retornados; todas fueron conversaciones relacionadas con
la memoria del conflicto armado, la reconciliación y la paz. Además, el proyecto de
muralismo liderado por la corporación de artistas locales San Carlos: memoria de sueños y
esperanzas, realizó diez nuevos murales en la zona rural y urbana del municipio. Estos, fueron
concertados con la comunidad que decidió qué imágenes querían perpetuar en las paredes.
Finalmente, firmaron un convenio con la Alcaldía de San Carlos para la restauración del
monumento a las víctimas del conflicto armado, ubicado en el parque central del pueblo y que
es conocido como el “Jardín de la memoria”.
DMI (Distrito de Manejo Integrado) Macarena norte y sur, Parque Nacional Natural Sierra de
la Macarena. Esta ruta turística comprende un trayecto de aproximadamente 100 km para los
visitantes.
Otra ruta turística donde se aviva es: Montes y Palenque, en Bolívar, allí 300 familias
palenqueras trabajan en turismo. Para la región es un sector que les ha permitido
transformarse como comunidad y dejar de lado el estigma del conflicto que los rodeó por
tantos años para empezar a hacer cosas distintas. El etnoturismo es la bandera de este
territorio, reconocido por la música, la gastronomía, la historia, su lengua, el deporte y la
medicina tradicional.
Camino Teyuna, Sierra Nevada de Santa Marta: Ciudad Perdida, también conocida
como Teyuna en lengua kogui, es un ejemplo de cómo un territorio puede superar la guerra y
el narcotráfico para convertirse en uno de los atractivos turísticos más importantes del país. El
desarrollo humano se evidencia desde la comunidad. En muchos casos, habitantes que no
terminaron el colegio por temas económicos y sociales en época de conflicto, ahora ven una
oportunidad en el turismo y la opción de conseguir el título profesional como guías.
Hemos construido tejido social porque es una población que, después de terminados
los diálogos de paz, no tuvo muchas oportunidades para salir adelante, y al unirnos
por el turismo, logramos que víctimas y excombatientes trabajaran articuladamente,
dejaran de cultivar coca (su actividad principal por muchos años) y emprendieran
como mototaxistas, cocineros, guías, hoteleros y artesanos. (Palacios, 2016, párr. 7).