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U1: INTRO

LLENDERROZAS
Relaciones internacionales

1ra parte: Las RRII como objeto de estudio y como disciplina científica
El concepto “relaciones internacionales”
Doble acepción(como objeto de estudio y como disciplina): 1. Aquellos fenómenos sociales que se distinguen, en un
sentido amplio, precisamente por su carácter “internacional”.
2. Disciplina académica relativamente autónoma.
El término “RRII” abarca, en un sentido amplio, todas aquellas relaciones humanas que trascienden los límites de una
comunidad política o Estado. Es decir, “aquellas interacciones a través de las fronteras nacionales y de los factores que
afectan tales interacciones” (Pearson & Rochester, 2000:14). Se incorporan dos criterios definitorios: que en las
interacciones internacionales no son ni única ni exclusivamente los gobiernos ni los Estados (pluralidad de actores
internacionales); y que la localización y superación de las fronteras es un elemento necesario en su doble sentido: el
internacional (en relación a lo interestatal) y el transnacional (fronteras como zona de paso antes que punto divisorio,
marco internacional por sobre marco interno).
Las interacciones que trascienden el ámbito de las sociedades nacionales pueden ser de 3 clases: Estado-Estado;
Estado-Actor no estatal; o Actor no estatal-Actor no estatal. Estas incluyen intercambios sociales, culturales,
económicos y políticos, ya sea en situaciones ad hoc como en contextos institucionalizados. No todas estas líneas de
interacción son igualmente importantes y merecen igual tratamiento.

Relaciones internacionales como disciplina: origen y evolución


Fenómeno reciente, iniciado en los países anglosajones después 1GM. Desde entonces, la evolución de las RRII en
tanto disciplina estuvo marcada por distintas discusiones en cuanto a la definición, el método y los objetivos.
Inicialmente, el debate estuvo centrado en sí era una disciplina separada, un subcampo de la CP o un campo de
estudios multidisciplinar. Así como no hubo un claro consenso, tampoco lo hubo acerca de la denominación de la
disciplina. No obstante, el término RI es el más aceptado y utilizado, entendiéndose por ella una “disciplina-marco”,
que acoge diversos conocimientos que comparten objeto de estudio.
Si bien se pueden tomar como antecedentes a Tucídides, Maquiavelo, Kant u otros, la disciplina como tal tiene punto
de partida en la creación de la cátedra W. Wilson en la Universidad de Gales post 1GM (1919). La preocupación
inicial de estos estudios era el fenómeno de la guerra, sus causas y los medios para evitarla. Desde el inicio el
desarrollo de la disciplina se vió condicionada por el Sistema Internacional (SI), lo que generó una vinculación
estrecha entre teoría y práctica. Durante el período de entreguerras se institucionalizan las RRII, adquiriendo el estatus
de disciplina académica. De base principalmente anglosajona (simil CP), a partir de los años 30 comienza a
desarrollarse gracias al predicamento científico de las ciencias sociales norteamericanas, en contraste con los enfoques
jurídicos e historicistas dominantes en el ámbito europeo.
Tradiciones de pensamiento, paradigmas y grandes debates teóricos
Se reconocen tres tradiciones de pensamiento, tres paradigmas teóricos y el desarrollo de cuatro debates académicos.
M. Wight introduce la idea de la existencia de 3 tradiciones de pensamientos en RRII, todas ellas entendidas como
tipos ideales, a saber: la tradición hobbesiana/realista, la kantiana/universalista y la grociana/internacionalista. Bull,
por su parte, describe a cada una de acuerdo según su visión sobre la naturaleza de la política internacional y el
conjunto de prescripciones sobre el comportamiento internacional que se derivan de ella. En síntesis:
● La tradición hobbesiana describe a las RRII bajo un estado de guerra todos contra todos. La política
internacional se caracteriza por conflictos de intereses entre estados y funciona como un juego de suma cero.
El concepto de interés es definido en términos de poder. La actividad internacional más característica es la
guerra, y la paz es siempre transitoria. El estado es libre de perseguir sus objetivos, sin restricciones morales o
legales de ningún tipo. Los únicos objetivos morales o legales en política internacional, son los del propio
estado y es por eso que el estado dirige la política exterior sobre un vacío moral o legal, siguiendo solamente
los principios de la prudencia y la conveniencia. Los acuerdos internacionales se respetan sólo si es
conveniente hacerlo, según su propio interés, si no es así, pueden incumplirse. El sistema internacional es
considerado de naturaleza anárquica.
● En la tradición kantiana o universalista, extremo opuesto a la anterior, la naturaleza esencial de la política
internacional reside en los lazos transnacionales entre sociedades, que crean vínculos entre individuos de
diferentes países. La naturaleza humana es perfectible y el tema dominante de las relaciones internacionales,
no es la relación interestatal, sino la relación entre todos los hombres dentro de la comunidad humana, que
existe potencialmente incluso sin existir en la realidad y, que cuando se materialice hará desaparecer el
sistema de estados. En esa comunidad humana los intereses de todos los hombres son idénticos. La política
internacional no es un juego de suma cero, sino un juego cooperativo. En definitiva, los conflictos se
ocasionan por la mala representación de los gobernantes. Existen imperativos morales que limitan la actuación
externa de los estados, pero estos no apuntan simplemente a la coexistencia y la cooperación entre estados
sino a la eliminación del sistema de estados y su sustitución por una sociedad cosmopolita.
● La tradición grociana o internacionalista se sitúa entre las dos anteriores y describe la política internacional
como una sociedad de estados o sociedad internacional. Los estados no están en lucha constante, sino que sus
conflictos se ven limitados por reglas e instituciones comunes. Ellos constituyen la principal realidad de la
política internacional y son los miembros básicos de la sociedad internacional, por delante de los individuos.
La política internacional es el comercio y las relaciones económicas y sociales entre los estados. Todas las
relaciones estatales están limitadas por reglas e instituciones. No sólo se trata de las reglas de prudencia o de
conveniencia, sino también de imperativos morales y legales que apuntan a la coexistencia y la cooperación en
una sociedad de estados.

Dentro de cada una de las tradiciones de pensamiento se inscriben diferentes teorías, doctrinas, aportes sobre la
política internacional, que reconocen algunos puntos de conexión precisamente en los rasgos definitorios de la
respectiva tradición.
El campo de las RRII se consolidó durante el S. XX a partir de varios debates académicos acerca de cuestiones
filosófico-normativas, metodológicas, epistemológicas y teóricas. A saber, se dieron 4:
1. Idealismo vs realismo: E. Carr estableció los términos de la confrontación que en ese caso denominó realismo
vs utopismo. Aunque no se trató verdaderamente de un debate, la publicación expuso los contenidos y las
características de dos corrientes de pensamiento opuestas. De hecho, casi no hubo un debate propiamente
dicho, sólo aparecieron esas críticas de Carr que, desde la escuela del realismo, cuestionó el utopismo de los
internacionalistas liberales, principalmente W. Wilson. No hay referencias a las respuestas que los autores
implicados dieron a las críticas. Simplemente, después de esta guerra, la tradición realista pasó a ocupar el
lugar dominante dentro de las RI que el idealismo o internacionalismo liberal tenía en el período de
entreguerras. Esa transición suele explicarse con la idea de que realistas e idealistas mantuvieron un debate
que “ganaron” los primeros, y se basa en la manera en que Carr expuso sus argumentos. Sin embargo, el
dominio del realismo a partir de la segunda posguerra no puede interpretarse como una "victoria" de los
realistas contra los idealistas, ni se puede sostener que vencieron gracias a la superioridad de sus argumentos,
puesto que no hubo prácticamente coexistencia en el tiempo entre ambos grupos. Más bien tuvo que ver con la
utilidad de los enfoques realistas como mapa mental para comprender la política internacional de entonces.
2. Racionalistas vs cientificistas: se desarrolló durante los años cincuenta y sesenta, y que en palabras de Barbé,
enfrentó en el seno de las RI -igual que en el resto de las ciencias sociales- a las dos grandes tradiciones
intelectuales referidas a cuestiones metodológicas y epistemológicas: la comprensión histórica, representada
por los filósofos, clásicos o tradicionalistas, y la explicación científica, representada por los empiristas,
modernos o cientificistas. Estas críticas mutuas fueron superadas, al igual que en las otras ciencias sociales,
por la revolución posbehaviorista.
3. Estadocentrismo/realismo vs globalismo/transnacionalismo: también llamado “debate interparadigmático”,
entre el paradigma realista, y los que pasan a llamarse paradigma transnacionalista (o globalista, o pluralista, o
de sociedad mundial, según los autores) y el estructuralista o de la dependencia. A diferencia del primer
debate, fue un debate real, que se dio en un contexto histórico marcado por los grandes cambios en la
economía global de los años setenta y por la relevancia del papel de nuevos actores (empresas transnacionales,
las ONGs y las organizaciones internacionales) en la escena de la política mundial. Precisamente el centro de
la crítica se refiere a la idea del estado como único actor central de las relaciones internacionales y se propone
la ampliación hacia una pluralidad de nuevos actores. Keohane y Nye, autores centrales de esta corriente
transnacionalista, cuestionan al "estadocentrismo" del enfoque realista y la crítica "transnacionalista" mostraba
un mundo cada vez más interdependiente, con una miríada de nuevos actores, donde las teorías centradas en el
estado eran insuficientes para explicar la realidad internacional.
4. Doble debate neorrealismo vs neoliberalismo + racionalismo vs reflectivismo.

A esta lectura se le contrapone otra contraria, que afirma que no existe un único paradigma aceptado y que al momento
de desarrollarse el tercer debate se reconoce la presencia de tres grandes paradigmas o mapas mentales dominantes: el
paradigma realista o tradicional, el paradigma transnacionalista-globalista o pluralista y el paradigma estructuralista o
de dependencia, que deben sus nombres diferentes a los diversos autores. Según E. Barbé, el paradigma realista es
considerado como central y dominante dentro de la disciplina después de la Segunda Guerra Mundial cuando se
consolida el éxito del realismo político, con Morgenthau a la cabeza. El mismo se apoya en una concepción negativa
de la naturaleza humana y una visión pesimista y determinista del mundo, donde no existe armonía de intereses sino
competencia y conflicto, y las relaciones internacionales son entendidas como lucha por el poder.
En la vereda contraria, la cosmovisión realista se caracteriza por: a) Considerar al estado, entendido como actor
unitario y racional, como la principal unidad de análisis. De manera tal que los estados son los agentes clave y la
política internacional es una lucha por el poder en un entorno anárquico. La política interna puede separarse
claramente de la política exterior y los estados tienen distintas capacidades lo que hace que haya grandes potencias y
estados menores, en un sistema internacional de estados que poseen igualdad legal o soberanía. b) La seguridad
nacional es la principal problemática de estudio, debido a la amenaza militar que representan constantemente los otros
estados. c) El mundo es visto como la imagen de las “bolas de billar” que chocan como parte de un juego.
La reacción contra el realismo dominante generará la aparición de dos nuevas aproximaciones teóricas: el
trasnacionalismo y el estructuralismo, los que se presentan como alternativas a este. El paradigma transnacionalista o
de la interdependencia compleja recibe también otras denominaciones (globalismo, sociedad mundial o pluralismo).
Los padres fundadores del paradigma, Keohane y Nye, no pretendían construir un nuevo paradigma sino completar el
realismo, que pasaron a considerar como un enfoque válido para comprender ciertos aspectos de la realidad
internacional, con el enfoque de la interdependencia, dedicado al análisis de las relaciones transnacionales (Keohane y
Nye, 1977: 23-24). Según Barbé los elementos centrales del transnacionalismo son: a) El estado deja de ser actor
exclusivo, racional e impenetrable, convirtiéndose en un actor fragmentado. Se incorpora una pluralidad de actores. b)
Se establece una nueva agenda de investigación donde se abandona la exclusividad de los temas políticos y militares y
se incorporan nuevas cuestiones propias de los países desarrollados. Defienden la ausencia de jerarquía en la agenda
temática de los gobiernos y que los temas pasan a ser móviles adquiriendo una relevancia diferente de acuerdo al
momento histórico en que se vive. c) Se sostiene el concepto de sociedad mundial o globalismo, en tanto que los flujos
económicos o tecnológicos atraviesan el sistema de estados para crear una lógica de red o de telaraña en la que existen
múltiples conexiones y en la que todas las piezas están vinculadas. No hay anarquía sino un cierto orden internacional
creado a partir de intereses mutuos, donde la cooperación es posible.
El paradigma estructuralista o de la dependencia, surge en el mismo contexto histórico que el transnacionalismo pero
su enfoque es diferente, porque centra su análisis en las desigualdades, en términos de desarrollo económico,
observables en el sistema capitalista mundial, y a diferencia del transnacionalismo, no ve en el capitalismo un factor
tendiente a la integración y a la cooperación sino la causa de los problemas de subdesarrollo existentes en el planeta.
Como señala Barbé (1995) este paradigma, a diferencia de los anteriores, no ocupa un lugar destacado en el núcleo
duro de la teoría de las RI y sus postulados están vinculados a los teóricos del imperialismo, en su mayoría marxistas.
Se caracteriza por: a) Tomar como unidad de análisis al sistema capitalista mundial y sus componentes y analizar la
lógica de dominación existente en el capitalismo. Las relaciones entre actores son interpretadas bajo el desarrollo
histórico del sistema capitalista y del esquema centro-periferia. b) Los temas centrales son el origen, la evolución y la
naturaleza del sistema capitalista mundial y las relaciones económicas actuales, la dependencia y al subdesarrollo. Se
pretende explicar la marginalidad de algunos pueblos a partir de los mecanismos refuerzan la lógica de la dependencia.
c) La lógica del sistema mundial es conflictiva y de explotación. La periferia está condenada a trabajar para el centro,
en un juego de suma cero. El sistema no genera en ningún caso intereses comunes ni cooperación.
En los años ochenta, el debate interparadigmático y las posiciones críticas se atenuaron, produciéndose cierta revisión
de algunas posturas, como por ejemplo el caso de Keohane, quién pasó de buscar paradigmas alternativos a postular la
complementariedad entre paradigmas y la pluralidad.
Waever sostuvo que el uso dentro de las RRII del concepto paradigma científico tuvo efectos negativos, porque
respaldó por mucho tiempo la escasa confrontación de ideas. Recién en la década del 90’ presenciamos una
renovación de la disciplina, con la aparición de enfoques revisionistas, críticos y rupturistas que tratan de reestructurar
la disciplina desde sus presupuestos más fundamentales.
2da parte: las concepciones teóricas dominantes en el siglo XX
Idealismo
En términos generales el Idealismo se identifica con una concepción positiva de la naturaleza humana y una visión no
determinista del mundo. Esta corriente de pensamiento sostiene la existencia de intereses complementarios no
antagónicos entre los estados, cree en la oportunidad que estos generan para la cooperación, y en la búsqueda de la
racionalidad y moralidad internacional en el comportamiento estatal. Fue E. Carr quién hizo la descripción más
precisa, pero es Kant quien brinda el punto de partida del pensamiento idealista y de la tradición liberal en las RRII.
Los “utopistas” de principios de siglo XX tenían una visión de la política internacional y de la política exterior de los
estados que era normativa y prescriptiva. y la existencia de tratados secretos de alianzas, muy comunes antes de la
Primera Guerra Mundial. Para la perspectiva idealista existían derechos y obligaciones entre los estados que había que
sostener, y confiaban en la racionalidad para resolver los asuntos internacionales, ya que en definitiva existía una
armonía de intereses entre los estados. Ellos partían del supuesto Iluminista del siglo XVIII, de que el entorno puede
transformar la conducta humana y que la naturaleza humana es perfectible, o al menos es capaz de mejorar. Esta
postura se traducía en el plano internacional en el papel destacado que podían desarrollar las nuevas instituciones en la
creación de un entorno pacífico. De esta forma, sería posible cambiar la conducta internacional de los estados.
Como se dijo, otro principio básico de los idealistas era la armonía de intereses, basado en el interés de los individuos
en la construcción de un mundo pacífico. La guerra es un fenómeno evitable, y si aún existe es porque los liderazgos
de los estados no han seguido la voluntad del pueblo, en consecuencia, un sistema internacional basado en gobiernos
representativos necesariamente crearía un mundo pacífico. La política exterior debería tener por objetivo promover el
bien y la paz. En su visión, la guerra era un fenómeno fundamentalmente irracional porque no se hacía para defender
los intereses y la voluntad de la mayoría, y gran parte de los conflictos podrían resolverse mediante el uso de la razón.
Esta corriente de pensamiento idealista adoptó y desarrolló muchas de las ideas inicialmente propuestas por Wilson.
Pero a medida que el proyecto político basado en sus ideales fracasaba (Liga de las Naciones) y se aproximaba la
Segunda Guerra Mundial, comenzó a abrirse una brecha entre el pensamiento idealista y la realidad que creó el terreno
fértil para el desarrollo de la escuela realista. A fines del siglo XX, el legado de Kant y su preocupación por la paz,
reaparecerán con fuerza, particularmente en los trabajos de Michael Doyle. A partir de la década del ochenta y
principalmente en la academia norteamericana, el idealismo o liberalismo clásico se reformulará bajo la denominación
de neoliberalismo, reuniendo nuevas conceptualizaciones vinculadas al papel de las instituciones y los regímenes
internacionales en el sistema de la política mundial.
Realismo
El realismo ha sido la corriente más influyente de las teorías de las RI durante el siglo XX. Se presenta en parte como
una crítica al idealismo o “utopismo” dominante en las RI durante las primeras décadas del siglo XX, pero en verdad
los antecedentes intelectuales del realismo se remontan a los orígenes de la filosofía política occidental, con los
aportes de Tucídides, Hobbes y Maquiavelo.
En general los realistas tienen una concepción antropológica pesimista, porque sostienen que la naturaleza humana no
es innatamente buena o perfectible, sino que es constante y está en permanente conflicto por la búsqueda de poder
(naturaleza humana irracional, egoísta y que tiende a la violencia). De allí surge la necesidad de diseñar el marco
político (interno y externo) que pueda minimizar la propensión humana al conflicto. Por otra parte, el realismo posee
una visión determinista sobre el sistema internacional, porque considera que las perspectivas de transformarlo no son
grandes, debido a que está configurado por numerosas fuerzas, muchas de las cuales son inmutables. En el mundo
realista no hay armonía entre estados, y a menudo estos tienen objetivos nacionales en conflicto, que en algunos casos
pueden llevar a la guerra.
Los atributos de poder y los objetivos políticos de un estado son fundamentales para determinar su capacidad de influir
en el comportamiento de otro. El poder del estado es un fenómeno multidimensional, y no refleja exclusivamente
capacidades de fuerza militar, por eso los atributos y capacidades estatales incluyen no sólo las fuerzas armadas sino
también niveles de desarrollo tecnológico, población, recursos naturales, factores geográficos, forma de gobierno,
liderazgo político, estrategia, es decir, aspectos cuantitativos y cualitativos. La mayoría de los realistas coinciden en
que la ubicación geoestratégica de un estado afecta sus capacidades nacionales y la orientación de su política exterior,
y esto hace que ciertos estados sean más vulnerables frente a otros o que algunos ocupen posiciones geográficas
estratégicamente más importantes que otras.
Surgida en el contexto histórico de la entreguerra, del fracaso de la Liga de las Naciones, y de la inestabilidad
internacional que derivó en la lucha por el poder entre las grandes potencias durante la Segunda Guerra Mundial, la
escuela realista considera difícil lograr la paz a través del derecho, las instituciones y organizaciones internacionales, y
menos aún por medio de un gobierno mundial. En un orden mundial que consideran anárquico es necesario utilizar
otros mecanismos, y es el equilibrio de poder el medio que sirve para evitar que cualquier nación logre la hegemonía.
Para la mayoría del realismo existe una clara diferencia entre la política interna y la política externa. Garantizar la
protección y la seguridad de un estado frente a la amenaza de sus enemigos, puede llevar incluso al estado a adoptar
políticas que pueden ser legal y moralmente inaceptables en el comportamiento de los individuos dentro de un estado
civilizado. En general los realistas suponen que los principios morales en su forma abstracta no pueden aplicarse a
acciones políticas específicas, de allí que descreen de la moralidad en la política internacional.
Realismo clásico (Morgenthau)
En verdad, Morgenthau aporta elementos para una teoría general de la política sin hacer distinciones entre política
interna e internacional. Pero el objetivo declarado de su obra es exponer una teoría de política internacional. El define
a la política internacional, al igual que todo tipo de política, como una lucha por el poder. Es invariablemente en el fin
inmediato y por eso que cada vez que un estado se esfuerza por cumplir con sus objetivos valiéndose de la política
internacional, lo hace mediante la lucha por el poder. De dicho concepto se desprenden dos conclusiones: que no todos
los actos que una nación lleva a cabo con relación a otra son de naturaleza política y que no todas las naciones se
encuentran en todo momento involucradas al mismo grado en la política internacional. La política internacional es por
necesidad una política de poder. Y esa lucha por el poder es universal, tanto en tiempo como en espacio y es un hecho
irrefutable de la experiencia. La esencia de la política internacional es idéntica a su contraparte interna.
El núcleo del pensamiento de Morgenthau (1986) se sintetiza en lo que denomina seis principios del realismo político:
1. La política, al igual que la sociedad en general, se rige por leyes objetivas basadas en la naturaleza humana.
Para lograr el progreso de la sociedad, es necesario entender, en primer lugar, las leyes a las que se apega la
sociedad. En tanto que el funcionamiento de dichas leyes se torna infranqueable a nuestras preferencias, los
hombres sólo las desafiarán a riesgo de fracaso. Si estas reglas en sí mismas no pueden cambiarse, la sociedad
puede mejorarse entendiendo primero las leyes que gobiernan la sociedad y luego basando la política pública
en dicho conocimiento.
2. El núcleo central de la política internacional es el concepto de interés definido en términos de poder. Provee el
vínculo entre la razón tratando de comprender la política internacional y los hechos a ser comprendidos. De
modo que la política es una esfera de acción autónoma y diferenciada de otras esferas. Sin ese concepto una
teoría de la política, interna o internacional sería imposible, porque no podría distinguirse entre los hechos
políticos de los que no lo son. Los hombres de Estado piensan y actúan en términos de interés definido como
poder y la evidencia histórica prueba su presupuesto. La política internacional es un proceso en el cual los
intereses nacionales se ajustan. El concepto de interés nacional no presupone ni un mundo naturalmente
armónico y pacífico ni la inevitabilidad de la guerra como consecuencia de la persecución, por parte de todas
las naciones, de sus intereses nacionales. Por el contrario, supone que el constante conflicto y amenaza de
guerra pueda quedar minimizado a través del continuo ajuste de los intereses en conflicto por parte de la
acción diplomática.
3. El tercer principio, asume que este concepto clave del interés definido como poder es una categoría objetiva
universalmente válida, pero no significa que el significado de ese concepto este fijo de una vez y para siempre.
Por el contrario, el sentido de “interés definido como poder” es inestable. En verdad la idea de interés es la
esencia de la política y esa sí es inalterable por circunstancias de tiempo o lugar. Sin embargo en un mundo en
el cual las naciones rivalizan por el poder, las políticas exteriores de todos los estados deben considerar a la
supervivencia la meta mínima de la política exterior. Todos los estados están obligados a proteger su identidad
física, política y cultural contra la intrusión de otros. Así el interés nacional se identifica con la supervivencia
nacional que abarca la integridad del territorio, de sus instituciones políticas y de su cultura. Una vez que su
supervivencia está asegurada, el estado nación puede buscar otros intereses menores.
4. En el cuarto postulado, Morgenthau afirma que los principios morales universales no pueden aplicarse a las
acciones de los estados en su formulación abstracta y universal, sino que debe filtrárselos a través de
circunstancias concretas de tiempo y lugar. En su búsqueda del interés nacional, los estados están gobernados
por una moral que difiere de la moral de los individuos en sus relaciones personales. Ambos, los individuos y
el estado deben juzgar la acción política a través de principios morales universales, tales como la libertad. Sin
embargo, mientras el individuo tiene el derecho a sacrificarse en defensa de ese principio moral, el estado no,
porque su accionar está inspirado en el principio moral de la supervivencia nacional. No puede haber
moralidad política sin prudencia, es decir sin la consideración de las consecuencias políticas de su acción.
5. El quinto principio afirma que el realismo político se niega a identificar las aspiraciones morales de una
nación particular con las leyes morales que gobiernan el universo. Una cosa es afirmar que las naciones estén
sujetas a la ley moral, pero otra es pretender saber con certeza que es lo bueno y lo malo en las relaciones
entre los estados. Ahora, si consideramos a todas las naciones, como unidades políticas que persiguen sus
respectivos intereses definidos en términos de poder, podemos “juzgar a otras naciones como juzgamos a la
propia” y en esa forma, somos capaces de perseguir políticas que respeten los intereses de otras naciones
mientras protegemos y promovemos nuestros propios intereses.
6. Morgenthau subrayaba la autonomía de la esfera política con respecto a otros campos de acción. El realismo
político no desconoce la existencia y relevancia de otras normas de pensamiento ajenas a las del campo de la
política, pero sostiene que debe subordinarse esas otras normas a las de la política.
Se destaca de esta perspectiva los distintos tipos de lucha por el poder. Según esta perspectiva los estados siguen
políticas orientadas a preservar el status quo, lograr expansión imperialista o ganar prestigio. Toda política, ya sea
interna o externa, busca mantener, aumentar o demostrar poder. Si bien, el fin de una política de status quo es
preservar la distribución de poder existente, la nación que adopta esa política no necesariamente actúa para impedir
todos los cambios internacionales. Por el contrario, las naciones que buscan el status quo pueden pretender mantener el
equilibrio de poder o impedir el cambio que amenace la distribución de poder existente. La segunda alternativa
descrita es el imperialismo, que busca, en definitiva, cambiar las relaciones de poder existentes entre naciones y
modificar el equilibrio de poder. Los estados pueden adoptar políticas imperialistas como resultado de la victoria, la
derrota o por la debilidad de otros estados y para ello pueden recurrir a la fuerza militar o a medios culturales y
económicos. Finalmente los estados también pueden perseguir una política de prestigio, que puede ser según
Morgenthau uno de los medios a través de los cuales las políticas de statu quo o de imperialismo tratan de lograr sus
fines y tiene como objetivo impresionar a otras naciones con el poder que la propia nación concretamente posee, o con
el poder que cree o quiere que otras naciones crean que posee. Para ello Morgenthau sugirió dos mecanismos
específicos: la diplomacia y el despliegue de fuerzas.
Sobre el conflicto y la paz, Morgenthau sostenía que es la búsqueda de intereses nacionales que no son esenciales para
la supervivencia nacional lo que contribuye al conflicto entre los estados, pero a su vez sólo aceptaba la intervención
militar en asuntos que fueran de interés vital para un estado. Como muchos otros realistas Morgenthau consideraba el
equilibrio de poder como la técnica más efectiva para desempeñarse en el sistema internacional y utilizaba el término
en varios sentidos: como una política orientada a cierto estado de cosas; como un estado de cosas concreto; como una
distribución de poder aproximadamente igual y como cualquier distribución de poder. Sin embargo no es el equilibrio
de poder en si mismo sino el consenso internacional sobre el cual está construido lo que preserva la paz internacional.
También la diplomacia juega un papel crucial en la preservación de la paz porque es fundamental para crear un
consenso internacional sobre el cual puedan construirse instituciones políticas mundiales. Para ello la diplomacia tiene
que estar orientada a lograr objetivos de política exterior definidos en términos de intereses nacionales y apoyados con
un poder adecuado.
Neorrealismo (Waltz)
A fines de la década del setenta, el realismo se reformula teóricamente iniciándose lo que se conoce como la corriente
del “neorrealismo”, cuyo autor más representativo e influyente es Kenneth Waltz, con su obra Theory of International
Politics (Waltz, 1979), quizás una de las más polémicas de la literatura de RI, debido a que gran parte de la discusión
académica posterior girará alrededor de esta teoría. El neorrealismo se propone introducir más rigor en la tradición
realista, definiendo conceptos claves de manera más clara y coherente y desarrollando una serie de proposiciones que
pudieran estar sujetas a la comprobación empírica y la investigación. En efecto, quizás la principal diferencia sea el
intento de construir una teoría clara, rigurosa, y concisa, de "explicar pocas cosas, pero importantes". El enfoque
neorrealista busca adaptar elementos del realismo clásico en una teoría adecuada al mundo de fines del siglo XX.
La propuesta neorrealista de Waltz mantiene los supuestos centrales del realismo clásico, a saber: los estados como
unidades racionales y autónomas, son los principales actores de la política internacional; el poder es la categoría
analítica principal de la teoría, y la anarquía es la característica definitoria del sistema internacional. Pero, a diferencia
del realismo, el neorrealismo centra su explicación más en las características estructurales del sistema internacional y
menos en las unidades que lo componen. (Salomón, 2002) Los neorrealistas en general enfocan su análisis en la
estructura del sistema internacional, para entender los mecanismos de cambio y de continuidad en el propio sistema.
Como sostiene Arenal, es sobre todo su referencia explícita a la estructura del sistema lo que distingue a los
neorrealistas de los realistas clásicos, aunque en este punto hay diferencias significativas entre los mismos en cuanto al
alcance de los imperativos estructurales.
Waltz describe tres puntos de partida diferentes en todas las teorías de las RI. Analiza los enfoques que partían de una
concepción determinada de la naturaleza humana, que llamaba de primera imagen; los enfoques que tomaban como
punto de partida a la estructura interna de los estados, que llamaba de segunda imagen, y finalmente, los que el
consideraba de tercera imagen, y que parten de la estructura del sistema de estados. En su perspectiva, los enfoques
basados en las dos primeras imágenes han resultado reduccionistas e insuficientes. De modo que si el propio realismo
clásico tomaba en cuenta como punto de partida la naturaleza negativa del hombre, el neorrealismo tomará como foco
el sistema internacional porque es la estructura la que configura las relaciones políticas que tienen lugar entre sus
miembros. Según Waltz, el comportamiento de las unidades del sistema (estados) se explica más por los
condicionamientos estructurales del sistema que por los atributos o características de cada una de ellas. Para el
“neorrealismo” o “realismo estructural”, la política internacional es más que la suma de las políticas exteriores de los
estados. Se trata de relaciones configuradas dentro de un sistema anárquico y es por eso que el neorrealismo pone
énfasis en aquellos rasgos de la estructura que modelan la forma en la cual los componentes se vinculan entre sí.
Con respecto al término estructura, Waltz diferencia a las estructuras políticas de orden interno de las de orden
internacional, y define a la estructura por el principio (jerárquico o anárquico) por el cual está organizada y por la
especificación de funciones de las unidades. Así, cuanto más jerárquico es el sistema, mayor es la diferenciación de
funciones; en cambio cuánto más anárquica es la estructura, mayor será la similitud de funciones entre las unidades.
Esto es visible al comparar las estructuras de la política interna con la del sistema internacional. En la política interna
se dice que hay una relación jerárquica, en la cual las unidades mantienen una diferenciación formal entre sí por
referencia a su grado de autoridad o la función que desempeñan. Por contraste, el sistema internacional carece de
instituciones gubernamentales comparables, no hay una autoridad superior y las unidades se mantienen en relación
horizontal entre sí, y cada estado aparece formalmente igual al otro.5 Finalmente, la estructura está definida por la
distribución de capacidades entre las unidades, es decir por el nivel hasta el cual los estados son similares o diferentes
entre sí, en cuanto a los medios que poseen. El foco del realismo estructural es la disposición de las partes, unas
respecto de otras, dentro del sistema internacional. Según Waltz el concepto de estructura internacional se basa en el
hecho de que unidades yuxtapuestas y combinadas de forma diferente se comportan de manera distinta y al interactuar
producen resultados también diferentes.
Como la estructura del sistema internacional es anárquica (carece de una autoridad central), se vuelve necesario que
las unidades busquen medios para asegurar su supervivencia y garantizar su seguridad. En un sistema anárquico rige el
principio de autoayuda y los estados buscan uno o los dos de dos cursos básicos de acción posibles, dado que es la
estructura la variable que condiciona el comportamiento político de las unidades. Es la estructura del sistema,
especialmente el número de actores y sus respectivas capacidades, la que configura los modelos de interacción que
tendrán lugar, incluido el número de estados alineados entre sí en grupos opuestos como parte de un equilibrio de
poder. Las diferencias entre los estados en cuanto a las capacidades y los medios que poseen para la seguridad,
representan la principal característica distintiva que separa a uno del otro dentro del sistema. En consecuencia todo
este escenario apunta, al igual que el realismo clásico, a la necesaria emergencia de equilibrio de poder. En verdad,
para el neorrealismo el poder sigue siendo una variable clave, pero es entendido más como un componente necesario e
inevitable de la relación política que como un fin en sí mismo.
En el realismo de Waltz, las estructuras pueden cambiar y lo hacen a partir de cambios en la distribución de
capacidades entre sus unidades, porque si bien las capacidades constituyen atributos de las unidades, su distribución
entre las diversas unidades es una característica definitoria de la estructura del sistema. Si cambia la estructura,
también se cambiará el modelo de interacciones entre las unidades. De modo que sólo una transformación estructural
puede alterar la naturaleza anárquica del sistema internacional. Pero los cambios en los sistemas no se originan en su
estructura sino en sus partes y son las fuerzas que se dan a nivel de la unidad las que configuran la posibilidad del
cambio sistémico. El propio Waltz admite que el neorrealismo no provee una teoría abarcadora de las relaciones
internacionales y que esto requeriría, una teoría a nivel de las unidades, porque las unidades configuran la estructura
del sistema, tanto como la estructura condiciona a las unidades. Como se observa, Waltz no explica los fenómenos
internacionales principalmente por referencia a las acciones de los estados y sus características internas (segunda
imagen). Por el contrario, toma como punto de partida la estructura, sus características y los modelos de interacción
que configura (tercera imagen). Y las estructuras surgen de la coexistencia de las unidades políticas características de
un período histórico determinado (que pueden ser ciudades- estados, naciones o imperios) pero su enfoque no se ocupa
de cómo y por qué tales unidades políticas llegan a existir en un momento particular de la historia.
En síntesis, los neorrealistas o “realistas estructurales” aportan un marco metodológico nuevo, que busca incorporar
mayor rigor científico. Sin embargo, sus premisas filosóficas sobre las relaciones internacionales son similares a las
del realismo clásico. En particular, cabe subrayar el carácter estadocéntrico de este enfoque y el papel decisivo que se
atribuye a las grandes potencias en la configuración de la estructura del sistema internacional, porque aunque no se
desconoce la existencia y el papel de otros actores no estatales, sólo se atribuye relevancia política en la conformación
de la estructura internacional a los estados. Y será precisamente este punto clave el que enfrenta a esta teoría con las
corrientes transnacionalistas en boga en los años setenta
Transnacionalismo: la teoría de la interdependencia compleja
Partiendo de Keohane y Nye, se acercó una nueva perspectiva de análisis para las relaciones internacionales. Se
elaboró en un contexto histórico de profundo cambio en la economía mundial que se ha vuelto más interdependiente,
de ascenso de nuevos actores en el escenario internacional y de nuevos temas de preocupación en la agenda global.
Emerge como una crítica a las tres premisas centrales del realismo clásico: que los estados, como unidades coherentes,
son dominantes en la política mundial; que la fuerza es un instrumento útil y efectivo de la política, es decir que si bien
se pueden emplear otros instrumentos, el uso o la amenaza de la fuerza es la manera más efectiva, y por último, que
existe una jerarquía de temas en la política mundial, encabezada por las cuestiones de la seguridad militar.
Según los autores, tanto el realismo como su enfoque de “la interdependencia compleja” son construcciones tipo-
ideales, es decir que muchos casos caerán entre los dos extremos. En algunas situaciones las premisas realistas serán
adecuadas, pero frecuentemente la interdependencia compleja ofrece una descripción mejor de la realidad. Según esta
perspectiva, la interdependencia compleja tiene tres características principales:
a. La existencia de canales múltiples que conectan las sociedades, lazos informales y formales entre distintos
actores. Además de los estados hay otros actores que participan directamente en la política mundial. La noción
de relaciones transgubernamentales destaca la importancia de los vínculos entre las burocracias de diversos
gobiernos, que son los que en definitiva explican la potencial “falta de coherencia” de la conducta
internacional de los estados y por qué estos no actúan coherentemente como unidades. Las relaciones
transnacionales surgen precisamente porque los estados no son las únicas unidades que actúan en el escenario
mundial.
b. La ausencia de jerarquía entre temas. La agenda interestatal está formada por múltiples temas que no están
ordenados siguiendo una jerarquía clara.
c. La tercera es el menor papel de la fuerza militar, porque bajo las condiciones de la interdependencia compleja,
los gobiernos no usan la fuerza militar para resolver sus conflictos, ni contra otros gobiernos de la región, ni a
causa de temas surgidos de la política interna. No obstante, la fuerza puede ser importante en las relaciones de
esos mismos gobiernos con gobiernos externos a la región, o cuando se trate de otros temas. Bajo la condición
de interdependencia compleja la fuerza militar es seguramente un recurso altamente costoso para resolver
desacuerdos económicos. Sin embargo, la fuerza podría ser muy importante en las relaciones políticas y
militares de esa alianza con un bloque rival. De todas maneras, la supervivencia es el primer objetivo de los
estados y la fuerza es, en último término, necesaria para garantizarla, por eso siempre es un componente
central del poder nacional, pero su uso queda relativizado. La fuerza no es un medio apropiado, no obstante
esto, no es impensable un cambio radical que hiciera plausible que el uso o la amenaza de la fuerza militar se
aplique. Pero en la mayoría de las situaciones los efectos de la fuerza militar son costosos e inciertos. Ahora
bien, las superpotencias hacen uso de la amenaza de la fuerza para disuadir ataques de otras superpotencias
contra ellas o contra sus aliados y esta capacidad de disuasión puede ser usada también para negociar con sus
aliados sobre otros temas.
Cada burocracia se centrará en sus objetivos y es difícil mantener una línea de actuación coherente. Además, los
actores transnacionales irán introduciendo objetivos diferentes para cada una de las áreas temáticas. Todo ello
modificará la distribución de poder y los procesos políticos habituales. A medida que la fuerza militar se devalúa, los
estados fuertes en el plano militar encontrarán más difícil ejercer su dominio en aquellos temas en los que son débiles.
Tanto los actores internacionales no estatales como las organizaciones internacionales son diferentes según los temas.
a. Los enfoques realistas llevan a las autoridades a concentrarse en los temas político-militares pero en la
interdependencia compleja, la agenda puede verse afectada por los problemas internos e internacionales creados por el
desarrollo económico y otros temas nuevos. Los grupos internos politizarán nuevos temas, antes considerados
nacionales y los introducirán en la agenda interestatal. La distinción entre política interna y política internacional
queda desdibujada. Cuánto más cerca se está de la situación de interdependencia compleja, más se verán afectados los
resultados de la negociación política por las relaciones transnacionales.
La idea de que hay un interés nacional se vuelve ambigua, ya que un órgano del gobierno puede perseguir intereses
propios con el pretexto del interés nacional. Las organizaciones internacionales también tienen un papel significativo
en la política mundial. Frente a la multiplicidad de temas, las coaliciones se forman transnacional y
transgubernamentalmente y el papel de las instituciones internacionales en la negociación política ha ido en aumento.
Ellas también ayudan a formular la agenda internacional y actúan como catalizadores para la formación de coaliciones.
Las organizaciones internacionales son a menudo instituciones útiles para los estados débiles porque favorecen la
constitución de coaliciones de estados pequeños y no poderosos.

3ra parte: las concepciones teóricas en RRII a principios del siglo XXI
Desde mediados de la década del ochenta pero en particular en los años noventa, el panorama académico de las RI
comenzó a expandirse incorporando nuevas perspectivas teóricas. Los cambios profundos en el sistema internacional
tuvieron un fuerte impacto en la comunidad académica de las RI, debido a que ninguna de las grandes teorías había
sido capaz de predecir estos acontecimientos. Esto generó controversias sobre la aplicabilidad de las teorías, sobre su
capacidad predictiva y en definitiva sobre su empeño en obtener legitimidad científica aferrándose a métodos que en
su mayoría respondían a cánones de cuño positivista.
Tiene lugar el cuarto debate en las RI, que como se dijo incluye: por un lado, el intercambio entre los autores
neorrealistas y neoliberales (o institucionalistas); por el otro, el debate elevado por los enfoques “reflectivistas” que
plantean posturas de reestructuración de la disciplina en el marco de la confrontación "racionalidad versus
reflectividad”. Y finalmente, a estas dos tendencias se suma el intento de alcanzar una síntesis entre los enfoques
tradicionales y los reflectivistas, realizado tanto por la teoría constructivista como por la perspectiva de la ”sociedad
internacional”.
A principios de los años ochenta comienza un intercambio académico muy fluido entre las reformulaciones del
realismo y del liberalismo. A diferencia de ello, las actuales conceptualizaciones neorrealistas y neoliberales ya no
sólo no se muestran irreconciliables sino que también tienen una agenda de temas comunes, que sin embargo, no
impide que sigan existiendo algunas diferencias de enfoque en la manera en que ambos intentan explicar los
fenómenos internacionales. Resulta difícil establecer en qué momento el debate realismo-transnacionalismo se
convirtió en el debate del neorrealismoneoliberalismo y que probablemente haya habido una superposición entre
ambos. Aún así considera posible diferenciar el “tercer debate” del "cuarto debate" a partir de tres cuestiones claves: la
primera fue la renuncia del transnacionalismo de Keohane, a crear un "paradigma alternativo" al realismo, que ya se
hizo mención; la segunda era la propuesta de integrar teorías provenientes de la tradición realista y de la tradición
liberal en un enfoque multidimensional; y finalmente la tercera, era el acercamiento de posiciones, consecuencia de la
reformulación del realismo en neorrealismo y del enfoque transnacionalista en (neo)liberalismo institucional.
Fue el propio Keohane (1983) el que hizo la propuesta de integrar las distintas agendas de investigación en un enfoque
multidimensional. La idea era incluir diversos aportes como núcleo de ese nuevo enfoque de la política mundial en tres
direcciones, a saber: uno de ellos sería el propio neorrealismo de Waltz; otro sería un programa de investigación
centrado en el análisis de las instituciones y reglas internacionales; y un tercero, se ocuparía de teorías de política
interna, de toma de decisiones y de procesamiento de la información que tendría la función de conectar las
dimensiones internas e internacionales.
Por su parte, la propia corriente transnacionalista asumía un nuevo programa de investigación estructural, distinto de
las anteriores posturas porque adoptaba algunas de las premisas del (neo)realismo, aunque con ciertos matices, por
ejemplo, que los estados son los principales actores internacionales, aunque no los únicos; que los estados actúan
racionalmente, aunque no a partir de una información completa ni con preferencias inmutables y, finalmente, que los
estados buscan poder e influencia, aunque no siempre en los mismos términos. Pero sin duda, el centro de interés de
esta corriente es el estudio de las reglas e instituciones internacionales que sostiene como premisas que la cooperación
es posible y que las instituciones modifican la percepción que los estados tienen de sus propios intereses, posibilitando
así la cooperación. Es en esa línea que Keohane definió las instituciones como "conjuntos de reglas (formales e
informales) estables e interconectadas que prescriben comportamientos, constriñen actividades y configuran
expectativas". A su vez, las instituciones pueden ser de tres clases: a) organizaciones gubernamentales y no
gubernamentales; b) regímenes internacionales y; c) convenciones.
A pesar de que el pesimismo realista y el énfasis liberal en las posibilidades de cooperación continúan presentes en los
actuales neorrealismo y neoliberalismo, se ha mantenido un valioso intercambio teórico entre ambas corrientes. Dos
han sido los temas principales de la agenda común: uno la discusión sobre la teoría neorrealista de Waltz y el otro, la
discusión sobre los efectos que tienen las instituciones internacionales sobre el comportamiento de los estados en un
contexto de anarquía internacional. El interrogante es si “pueden o no compensar las instituciones internacionales los
efectos de la anarquía. Los neoliberales sostienen que sí y los neorrealistas que no, ambos basados en sus tradiciones
de pensamiento respectivas. Pero lo importante es que ambos grupos están dispuestos a confirmar la validez de sus
supuestos a partir de la confrontación de teorías y de hechos.”
El debate neorrealismo-neoliberalismo y las principales divergencias entre ambas escuelas que pueden resumirse en
seis puntos:
1. Anarquía internacional. Para los neorrealistas, la anarquía plantea constricciones al comportamiento estatal
mucho más importantes que las admitidas por los neoliberales.
2. Cooperación internacional. Para los neorrealistas, la cooperación internacional es más difícil de lograrse, más
difícil de mantenerse y más dependiente de las relaciones de poder de los estados que lo que afirman los
neoliberales.
3. Beneficios absolutos/relativos, núcleo del debate a principios de los años noventa. Los neorrealistas sostenían
que los estados, al iniciar la cooperación con otros, buscan ante todo mejorar su posición relativa frente a los
demás. Los neoliberales no negaban que en determinadas condiciones la cooperación se vea dificultada por la
preocupación de los estados por los beneficios relativos, pero consideraban que en general prevalecerá el
deseo de obtener beneficios absolutos.
4. Prioridades en los objetivos estatales. Para ambos enfoques, tanto la seguridad como el bienestar económico
son metas importantes, pero difieren sobre cuál de ellas es prioritaria para los estados. Los neorrealistas, como
los realistas clásicos, ponen el énfasis en la seguridad y los neoliberales sostienen que las prioridades
económicas son básicas para los estados.
5. Capacidades e intenciones. Los neorrealistas, igual que los clásicos, consideran que la distribución de
recursos (capacidades) entre los estados es lo que mejor explica su participación en esquemas de cooperación
con otros estados. Los neoliberales argumentan que la sensibilidad de los estados con respecto a las ganancias
relativas de los demás se ve muy influenciada por las percepciones que se tengan sobre las intenciones de esos
estados. Las ganancias relativas obtenidas por estados enemigos serían mucho más preocupantes que las que
consiguen los aliados.
6. Papel de los regímenes y las instituciones. Para los neoliberales reducen los efectos que tiene la anarquía sobre
la cooperación. Sin negarlo, los neorrealistas consideran exagerado el papel que atribuyen los neoliberales a
regímenes e instituciones.
Uno de los productos del debate entre neoliberales y neorrealistas es la estructuración del área o subdisciplina de la
Economía Política Internacional. Otro es el propio concepto de régimen internacional, a saber, "Los regímenes
internacionales son principios, normas, reglas y procedimientos de toma de decisiones en torno a los cuales las
expectativas de los actores convergen en un área determinada de las relaciones internacionales. Los principios son
creencias de hecho, de causalidad o de rectitud. Las normas son estándares de comportamiento definidas en términos
de derechos y obligaciones. Las reglas son prescripciones o proscripciones para la acción específicas. Los
procedimientos de toma de decisiones son las prácticas prevalecientes para llevar a cabo y aplicar las decisiones
colectivas" (Krasner, 1983:2).
Un tercer resultado del diálogo es el intento de construir una teoría general de las RI sobre la base del neorrealismo y
de aportes del neoliberalismo institucional que es la propuesta del "realismo estructural". Estos aceptan los
presupuestos "duros" del realismo pero con modificaciones; comparten con los neoliberales institucionalistas y con los
teóricos de la sociedad internacional, la idea de que la anarquía puede dar lugar a una cooperación sostenida, no sólo
coyuntural; y comparten con los constructivistas la importancia de los factores sociocognitivos en las interacciones de
los estados en el sistema internacional. Aunque esta nueva teoría de “realismo estructural” (que debe diferenciarse del
neorrealismo de Waltz) parte de la misma base común al neorrealismo y neoliberalismo institucional, este realismo
estructural parte de Waltz para criticar algunas de sus definiciones y dar un paso más en la construcción de la teoría.
Por ejemplo, propone ciertas modificaciones importantes a las premisas neorrealistas: 1) una definición de estructura
menos rígida que la de Waltz y aplicable a sectores diferentes que los estrictamente políticos, que divide los niveles de
la estructura en profunda y distributiva, así como también la separa del nivel de las unidades, proponen desagregar el
concepto de poder para explicar situaciones en las que determinadas estructuras de poder se mantengan inalterables y,
en cambio, otras varíen. 3) proponen un nuevo nivel de análisis, el de la "capacidad de interacción" entre las unidades.
Desde la perspectiva de estos autores, una teoría de estas características permite explicar las situaciones de
transformación del sistema internacional y, por lo tanto, el fin de la Guerra Fría, el defecto más señalado del
neorrealismo.
El debate racionalismo vs reflectivismo
Hay nuevos enfoques que surgieron recientemente en el panorama teórico de las RI orientados en general a la
"reestructuración" de esta disciplina. Estas nuevas corrientes cuestionan muchos aspectos epistemológicos,
metodológicos y gnoseológicos de las teorías dominantes en RI. En general, tienen en común que están en desacuerdo
con el modo en que los enfoques más aceptados en este campo llevan a cabo los estudios sobre los fenómenos
internacionales. Como se mencionó, son parte del cuarto debate.
Keohane identificó una nueva fractura que, a su entender, dividía el campo de las RI: de un lado situó a las teorías
"racionalistas". Del otro lado ubicó a las teorías que llamó "reflectivistas" (reflectivist), y que algunos llaman “pos-
positivistas”, aludiendo al posicionamiento crítico de varios de ellas frente a la manera "positivista" de entender la
ciencia y que otros autores llaman "teorías críticas" en general. Según Keohane, los autores
"reflectivistas"(denominación usada tanto por K como por los propios reflectivistas) tienen en común una profunda
desconfianza hacia los modelos científicos para el estudio de la política mundial. Asimismo, Keohane sostuvo que los
enfoques "reflectivistas" eran marginales en la disciplina y que lo seguirían siendo si no desarrollaban programas de
investigación empíricos concretos que contribuyeran a clarificar las cuestiones centrales de la política mundial. De
algún modo reclamaba centrarse “en pocas cosas pero relevantes”.
Un importante elemento en común de los enfoques reflectivistas es su consideración de las relaciones internacionales
como un conjunto de fenómenos construidos socialmente según la terminología de Berger y Luckman. Sin embargo,
los enfoques reflectivistas están más unidos por lo que rechazan que por lo que aceptan. Estas nuevas perspectivas no
aceptan que sea posible separar el sujeto del objeto, ni distinguir entre la investigación normativa por un lado y la
investigación empírica científica por el otro. Los pos-positivistas están intentando “reconstruir” la disciplina
tradicional y las relaciones que esta estudia, mediante la revisión de los supuestos fundamentales. Ellos cuestionan las
bases del conocimiento que suelen denominar "positivista": la posibilidad de formular verdades objetivas y
empíricamente verificables sobre el mundo social; cuestionan si el conocimiento puede o no fundarse en bases reales y
si es posible elaborar una ciencia "neutral". Y sostienen, que de algún modo deben dejarse lugar a nuevas voces, para
alcanzar la madurez científica en el sentido que la diversidad de enfoques sea compatible con la racionalidad y la
objetividad. Por otra parte, muchos autores consideran que la disciplina está demasiado involucrada en los intereses de
los Estados Unidos.
Se suele colocar en esta corriente a cuatro enfoques reflectivistas: la teoría crítica, los postmodernismos, los
feminismos y el constructivismo (también reflectivista), aunque este último se ubica más en el campo de los intentos
recientes por aproximar posiciones y efectuar una síntesis entre las teorías de las RI.
Las teorías críticas
La teoría crítica en RI intenta abordar los fenómenos mundiales desde aproximaciones elaboradas en el marco de la
teoría crítica sociológica de la escuela de Frankfurt. En términos generales, los marcos conceptuales de la escuela de
Frankfurt se han usado para cuestionar la capacidad explicativa del realismo y, sobre todo la del neorrealismo. El
neorrealismo de Waltz no se caracteriza, como afirma, por su objetividad científica, sino por ser una perspectiva
ideológica basada en un único interés cognitivo: el del conocimiento técnico o el de la metodología de control.
Por su parte, Cox también desarrolló una perspectiva teórica que rechaza los enfoques de las corrientes dominantes en
RI. Tanto los neorrealistas como los neoliberales y las alternativas más radicales de las teorías del sistema mundial,
son rechazadas porque asumen que los rasgos básicos del sistema internacional son constantes. Como resultado de
estas visiones, el cambio estructural no puede ser conceptualizado. Además, para Cox estos enfoques tradicionales
contribuyen a mantener constantes las relaciones sociales y de poder existentes, y sus desigualdades inherentes. La
teoría crítica de Cox, por el contrario, no considera a las instituciones y a las relaciones sociales y de poder como
establecidas, sino que las pone en cuestión, para indagar sobre sus orígenes y preguntarse si ellas podrían estar en
proceso de cambio. Este enfoque analiza cómo emergieron los órdenes mundiales existentes y como se establecieron
las normas, instituciones y prácticas dominantes, no como fin en si mismo, sino para identificar las fuerzas capaces de
desarrollar un proyecto emancipatorio que construya un nuevo orden mundial más justo. Al igual que otras
aproximaciones post-positivistas, reconoce que “la teoría siempre es para alguien y para algún propósito”. Pero para
Cox, una teoría crítica de las RI debería ocuparse, ante todo, del cambio en el orden mundial.
Los trabajos de Cox se situaron dentro de la problemática de la transformación social del materialismo histórico y
estaban atravesados en gran medida por la obra de Antonio Gramsci, (de allí que sea identificado también como un
neo-gramsciano). El énfasis estaba puesto en la construcción de hegemonía, que se establece inicialmente por fuerzas
sociales que ocupan un lugar de liderazgo dentro del estado, pero que se proyecta externamente a escala mundial.
Según esta visión, la hegemonía está basada en un amplio consentimiento, manifestado en la aceptación de ideas y
apoyado por recursos materiales e instituciones. En este sentido, la hegemonía se convierte en algo más que la simple
dominación estatal. Dentro de un orden mundial, una situación de hegemonía puede prevalecer ‘basada en una
conjunción coherente entre una configuración de poder material, la imagen colectiva prevaleciente de un orden
mundial (incluyendo ciertas normas) y un conjunto de instituciones que administran el orden con cierta apariencia de
universalidad’. En consecuencia, la hegemonía es una forma de dominación, pero se refiere más a un orden
consensuado, de modo que la dominación de un estado poderoso puede ser necesaria pero no es condición suficiente
de hegemonía.
Esta teoría destaca la importancia de los cambios en las relaciones de producción en tanto logran generar nuevos
actores que impactan en el orden mundial, operando dentro y a través de formas particulares de estado. La obra de Cox
surge en un contexto histórico de un mundo sometido a profundos cambios estructurales.
Los postmodernos
Se basa en la oposición general a la cosmovisión iluminista y deriva de los principales postulados de la escuela
francesa de estudio de la literatura y el lenguaje. No es una teoría en el sentido positivista de proveer explicaciones
causales de los fenómenos sociales. De sus antecedentes en la lingüística, se explica la idea que la realidad social es
creada a través del discurso, que nunca podemos arribar a una única lectura verdadera de un texto o de un hecho, sino
a múltiples interpretaciones y que ningún concepto puede en consecuencia tener un último e inequívoco significado.
Los posmodernos cuestionan “lo dado” e intentan revelar como el discurso impone significados y una estructura de
valores que es socialmente construida e históricamente arbitraria. Ellos rechazan la noción de objetividad y las
premisas sobre las que descansan la mayoría de la disciplina de RI. Aunque no logró establecerse como una "teoría" o
una "escuela" postmoderna en RI, sí se observa una presencia regular de contribuciones en revistas especializadas.
El postmodernismo constituye más un enfoque crítico que una teoría, su principal ventaja es precisamente la crítica,
desafiar y cuestionar las creencias más fundamentales. Rechaza la posibilidad de conocer el mundo y por lo tanto de
"teorizar" sobre él. Adoptan una postura radicalmente anticientífica. analizan los “textos” o narrativas, los discursos,
para hurgar en las premisas, presuposiciones y sesgos que subyacen a las teorías que pretenden ser universalistas, pero
ellos no creen que sea posible llegar a una "representación verdadera" de las relaciones internacionales. Se trata
entonces de revelar las estructuras discursivas para desentrañar el poder y el sometimiento que subyace a ellas, pero
permanece siempre en la condición posmoderna en la cual la “verdad” es una construcción social.
Algunos aportes postmodernos logran poner en duda la coherencia y los fundamentos de los discursos tradicionales y
permiten, por lo tanto, incrementar nuestro conocimiento sobre las relaciones internacionales. El problema es que los
postmodernos no admiten que ello sea posible porque las propias interpretaciones que proponen no son, desde su
punto de vista, más "válidas" que las que rechazan. Los posmodernos no buscan reemplazar la “metanarrativa” que
están examinando o construir una alternativa. Ellos asumen que nunca se puede conocer la realidad o describirla
exactamente, y en consecuencia hay un número infinito de formas de interpretar el mismo texto o evento y que todo
ellos son de igual interés o valor. Este relativismo pospositivista y de algún modo la resignación ética que expresa, es
lo que más críticas ha suscitado por parte de los académicos tradicionales. No obstante, algunos sostienen
precisamente lo opuesto, porque son los posmodernos los que intentan revelar el modo en que las perspectivas teóricas
dominantes aceptan como naturales a la violencia, la pobreza y el sometimiento en la política mundial, en lugar de
oponerse a ellas. También se les ha cuestionado la capacidad de estos enfoques de proporcionar explicaciones
sustantivas de acontecimientos mundiales, porque suelen enfocarse en aspectos que son considerados por los
académicos de corrientes tradicionales como triviales o desconectados de las relaciones internacionales.
Feminismos y RRII
Los enfoques feministas en RI también aparecieron a fines de los años ochenta y derivan de múltiples campos de
estudios, de modo que siempre han sido un acercamiento multidisciplinario. No toda la teoría feminista en RI es
pospositivista, pero el arribo del enfoque feminista y el posmoderno en la disciplina norteamericana se produjeron al
mismo tiempo.
Las teorizaciones feministas no pueden ser caracterizadas por la simple ecuación entre participación de las mujeres en
relaciones internacionales y fin de las guerras. La otra corriente feminista más posmoderna se preocupa por la cuestión
de género y de cómo los roles de géneros son construidos socialmente. Es la identidad de género y no la identidad
sexual el foco primario en la literatura feminista en RI. Los roles de género son construidos socialmente y el objetivo
es problematizar esto que está establecido como una verdad social e históricamente construida. Las autoras
postmodernas analizan los tipos de papeles sociales para hombres y mujeres que se construyen en las estructuras y
procesos de la política mundial y desenmascaran los múltiples mecanismos de opresión, (dando particular relevancia
al género) responsables de la violencia – estructural y directa– en el sistema político-económico global. En
consecuencia las teorías feministas en RI no se refieren simplemente a las mujeres, sino a la interdependencia de lo
masculino y lo femenino como categorías socialmente construidas que moldean el modo en que conocemos y
experimentamos el mundo. Algunas de las características principales que derivan de la construcción social de las
diferencias entre hombres y mujeres son las distintas percepciones que ambos géneros poseen de los elementos que se
estudian en las relaciones internacionales.
Desde el punto de vista epistemológico es difícil categorizar a las teorías feministas porque frecuentemente
experimentan con ideas alternativas, metodologías y epistemologías propuestas por otras variantes. La diversidad es
una de las características de la corriente feminista en RI, pero lo que une a todo este enfoque es que todas sus variantes
investigan en que medida el rol de las mujeres y el género en los procesos políticos, económicos y sociales han sido
ignorados dentro de la disciplina de las RI. Su meta es destruir dos mitos alrededor del género: uno que las diferencias
de género son “naturales” y en consecuencia están fuera del análisis político; el otro, que el género no tienen ninguna
relación con los eventos y procesos internacionales.
Los enfoques feministas han enfrentado críticas de que sus teorías no apuntan a las cuestiones “reales” de las
relaciones internacionales, señalando que los temas considerados habitualmente como centrales, contienen categorías
y conceptos “dados”, que no son neutrales y que reflejan juicios de valor, intereses específicos y jerarquías de poder.
En consecuencia, es necesario cuestionar en sí mismo, por qué temas como relaciones interestatales, seguridad
nacional o poder económico sean centrales para el estudio de las relaciones internacionales, y debe hacerse desde una
perspectiva feminista. Además critican que se ignore el papel central que ocupan las mujeres en todas esas actividades.
El constructivismo
Aunque el constructivismo es un enfoque teórico relativamente nuevo, se ha convertido en una de las corrientes más
prometedoras. . El constructivismo o constructivismo social (como también es llamado) se extendió rápidamente a raíz
del fin de la guerra fría, y el impacto que esto tuvo dentro de la disciplina, debido a que la mayoría de las teorías no
pudieron anticipar no sólo el evento en sí mismo, sino tampoco la velocidad con la que ocurrió. Sin duda estas
circunstancias abrieron la puerta a nuevos enfoques teóricos dentro de las RRII. Una ventaja del constructivismo es
que contempla la posibilidad de un cambio rápido y profundo en el sistema mundial, como lo plasma A. Wendt “la
anarquía es lo que los estados hacen de ella”. Como crítica al realismo sostiene que la anarquía, la lucha por el poder,
los dilemas de seguridad y la guerra no son rasgos inevitables de la política mundial. Para el constructivismo, nosotros
creamos nuestros propios dilemas de seguridad y nuestra competencia al interactuar de un modo particular con otros, y
esos resultados nos parecen inevitables. Si cambiara la calidad de la interacción, nosotros podríamos percibir a los
otros como potenciales amigos, no como enemigos y el resultado internacional sería diferente.
La base de estas ideas está en el estudio de la formación de la identidad y cómo la interacción social produce
identidades sociales. Los constructivistas observan que nuestras identidades e intereses no existen separadamente de la
situación social en la cual son construidos. Tanto los actores como los intereses y las identidades dependen del
contexto en el cual ellos se encuentran. Por supuesto, la idea de que las estructuras sociales están socialmente
construidas es un rasgo común a todos los enfoques reflectivistas. Pero los constructivistas se interesan por saber cómo
los seres humanos imponen significados compartidos de objetos y acciones, “significados intersubjetivos”, porque al
hacer eso producen colectivamente sus propias realidades. Esos significados colectivos y las identidades e intereses
sociales pueden con el tiempo cristalizarse de tal modo que otras alternativas se vuelvan inimaginables. Al interactuar
también compartimos una noción común de lo que la relación establece y actuamos en una forma particular que
refuerza nuestras expectativas. Al hacer eso, reforzamos una institución social establecida que existe
independientemente de nuestra participación en ella. De manera que nosotros también participamos dentro de una gran
estructura social sobre la cual tenemos poco control, y al participar en ella estamos reforzando sus instituciones
sociales establecidas. En suma, somos agentes libres que podemos crear nuestras instituciones sociales, y sin embargo,
estamos también restringidos por las estructuras sociales que creamos a partir de nuestro libre accionar. Esto es lo que
los constructivistas llaman el problema de la codeterminación o el debate agente-estructura. el constructivismo ha sido
ubicado junto a otros enfoques pospositivistas en la disciplina como un ejemplo de reflectivismo. No obstante, se
diferencia del resto por su postura contemporizadora ante los enfoques racionalistas y porque su agenda de
investigación parte de las carencias de los enfoques tradicionales, particularmente sobre los factores socio-cognitivos.
En 1987 Alexander Wendt ya había planteado el tema central de la problemática constructivista: la mutua constitución
de las estructuras sociales y los agentes en las relaciones internacionales. Todos estos autores aceptan la denominación
de constructivistas aunque hay diferencias significativas entre ellos. Es posible categorizar a las variantes
constructivistas de acuerdo a sus diferencias epistemológicas, pero en general muchas de ellas buscan ocupar un
espacio intermedio entre el positivismo y el pospositivismo (Adler, 1997) Para Wendt el constructivismo es una
perspectiva capaz de contribuir al debate entre neorrealistas y neoliberales, reforzando los argumentos neoliberales, y a
la vez capaz de acercar las posiciones reflectivistas a las racionalistas. En verdad los análisis constructivistas se
distinguen menos por su metodología y epistemología que por los tópicos o materias que ha explorado, al legitimar
objetos de estudios que habían sido ignorados dentro de las RI, tales como la cultura y la formación colectiva de la
identidad.
La identidad que ha recibido más atención es la referida al estado-nación. Los constructivistas sostienen que la
interacción entre estados-naciones puede conducir al desarrollo de identidades tales como la de competidor y rival, o
la de amigo y aliado, que se refuerzan con el tiempo y la interacción continuada, y que parece confirmar a la identidad
como verdadera.21 Sin embargo, mucho de lo que se considera como estructuras inmutables en RI son en verdad
relaciones sociales, que dependen en gran medida de cómo piensan los estados sobre ellas y cómo interactúan entre
ellos. Aunque sugirió partir de la idea de la constitución mutua entre agentes (actores) y estructuras, subrayó que no es
una idea que pueda ayudar demasiado: lo que hay que averiguar es cómo se constituyen mutuamente.
Los constructivistas se han interesado también en explorar el rol que las ideas, las normas y la cultura tienen en
promover el cambio estructural. Para intentar demostrar cómo las instituciones configuran los intereses de los actores
suelen utilizar estudios de caso que incluyen análisis de textos de decisores políticos, entrevistas, etc., aunque también
se recurre a estadísticas y a otros métodos formales. Algunos estudios de caso tratan del papel de las organizaciones
internacionales en los procesos de reconfiguración de intereses estatales, y otros se centran en la construcción de
normas en sí y menos en las instituciones que las producen. Los constructivistas consideran que el papel de las normas
internacionales no es simplemente el de limitar el comportamiento de los actores, como creen los neoliberales, y
sostienen que su alcance es más profundo porque forman un consenso intersubjetivo entre los actores que, a su vez
reconstituye las identidades e intereses de éstos.
Otros estudios constructivistas se ocupan del papel de los individuos en la difusión de las normas como parte de las
instituciones, es decir, estudian cómo los agentes individuales construyen socialmente esas estructuras.
La Escuela Inglesa
Consistía en un grupo de académicos y decisores políticos que se reunían regularmente y que al incluir a generaciones
posteriores, logró funcionar hasta los primeros años ochenta. El British Committee fue un intento de organizar una
comunidad académica británica que trabajara con el propósito de generar una comprensión más profunda de los
grandes temas en relaciones internacionales. En los años sesenta, algunos de sus miembros participaron en el “segundo
gran debate” dentro de las RI y junto a los académicos tradicionalistas de ambos lados del Atlántico, “perdieron” la
batalla frente a los más behavioristas de la disciplina norteamericana. Aún así, la escuela inglesa continuó explorando
materias de relaciones internacionales que eran dejadas de lado por la mayoría de los académicos norteamericanos.
La escuela inglesa a menudo es calificada erróneamente como una versión modificada del realismo o una variante de
las teorías liberales. En verdad el realismo fue el punto de partida de esta escuela y en sus comienzos el British
Committee estuvo muy influenciado por la obra de E. Carr, de manera que el rol del poder y la idea de balance de
poder, son cuestiones centrales en esta perspectiva. Pero muchos de los miembros fundadores del Committee estaban
insatisfechos con la posición ética que sugería la adhesión al realismo. Pero también fueran rechazados por muchos
académicos liberales que a pesar de su interés común por los regímenes como facilitadores de la cooperación
internacional, demostraron que hay diferencias analíticas claras entre la escuela inglesa y las variantes liberales como
el neoliberalismo institucional. El resultado es que la escuela inglesa intenta combinar elementos del neorrealismo y el
neoliberalismo bajo un mismo esquema analítico.
En su tratamiento de la ley internacional, la escuela inglesa toma del legado filosófico de Hugo Grocio, quien en el
siglo XVII sostenía que si los estados aceptan leyes internacionales, la creación de un orden legal internacional puede
neutralizar efectivamente el impacto de la anarquía. Esta escuela considera a las relaciones internacionales como una
“sociedad internacional” en la cual los estados están obligados por las leyes e instituciones que crean (Bull, 1977:
13)28 El concepto de “sociedad internacional” es central para la escuela inglesa, que sostiene que la existencia de esa
sociedad no contradice la premisa de que las relaciones internacionales se desarrollan en un medio anárquico. Al
contrario, hay una “sociedad anárquica” de estados soberanos que surge de un balance de poder, que establece normas
basadas en conductas consuetudinarias y en su propio interés, y en una sumisión compartida a un conjunto particular
de normas universales. De acuerdo a esta perspectiva, la creación de una sociedad internacional permite a los
miembros obtener tres objetivos básicos: límites en el uso de la fuerza, previsión en el cumplimiento de los contratos y
acuerdos sobre los derechos de propiedad. No obstante, los valores y las normas juegan un rol tan importante en la
creación y el mantenimiento de las sociedades internacionales como el poder y el propio interés. Es la combinación de
valores compartidos y de intereses comunes lo que distingue el concepto de sociedad internacional, del concepto de
sistema internacional, que meramente incluye a partes interactuando. La sociedad internacional incluye muchos
elementos más allá de esto, como ser, significados compartidos, reglas comunes, procedimientos o conductas
establecidas, y alguna clase de codificación de estos entendimientos y normas. Por eso, es posible tener sistema
internacional sin sociedad internacional, y de hecho la presencia de sociedades internacionales ha sido más una
excepción histórica que la regla.
La sociedad internacional contemporánea está fundada en el principio de soberanía estatal, y constituye una noción
compartida que los estados tienen la obligación de respetar la integridad territorial de otro estado y de no interferir en
sus cuestiones internas. Estos principios se han cristalizado en reglas, normas de conducta, y se han codificado en el
derecho internacional. La centralidad de los estados soberanos en la formación de la sociedad internacional es un
punto importante para distinguirla del sistema internacional. Pero también es importante la presencia de la política de
balance de poder, que los académicos de la escuela inglesa consideran tan esencial como las normas internacionales
para mantener una sociedad internacional.
Hay también divisiones dentro de la escuela inglesa que tienen que ver con el punto de partida de la creación de las
sociedades internacionales. Una variante, expuesta por Bull, sostiene que las sociedades internacionales son
construidas conciente, voluntaria y contractualmente. La otra variante, expresada por Wight, indica que las sociedades
internacionales se desarrollan a partir de experiencias e identidades comunes, y que prácticas sociales compartidas en
la cultura, la religión y el lenguaje sirven para fundar objetivos comunes. Las dos no son excluyentes, pero esta tensión
analítica dentro de la escuela inglesa permanece y conduce a un debate entre dos variantes conocidas como los
pluralistas y los solidarios, términos introducidos por Bull. Los pluralistas sostienen que los estados están interesados
en la coexistencia pacífica y que sólo acordarán sobre arreglos mínimos para mantener el orden internacional, tales
como el mutuo respeto a la soberanía del otro, la no-intervención y algunos códigos de diplomacia. Más allá de estos
principios, los estados no actuarán orientados a reforzar principios morales e incluso actuar de eso modo podría
desestabilizar el orden internacional. Los solidarios, en cambio, sostienen que hay al menos el potencial para el respeto
mutuo y el reforzamiento del derecho internacional y la ética universal, basada en normas y valores compartidos y que
debería hacerse lo necesario para desarrollar ese potencial. Estas dos variantes no sólo son analíticas, sino que
representan alternativas éticas sobre la naturaleza de la sociedad internacional, y por eso prescriben también diferentes
alternativas políticas.
La escuela inglesa ha tenido predicamento más allá de sus fronteras geográficas y ha dado origen también a la llamada
escuela española de RI que considera a la sociedad internacional tanto un objeto de estudio como una perspectiva
teórica. Esto se debe, por un lado, a que se la considera más capaz de dar cuenta del cambio en la sociedad
internacional que los enfoques realistas o neorrealistas y, por otro, a que se percibe como un puente para el
acercamiento entre "racionalistas" y "reflectivistas".
En el plano metodológico y epistemológico, es necesario recordar que la escuela inglesa es considerada en la
actualidad también como puente entre el racionalismo y el reflectivismo. Los análisis que se hacen desde la
perspectiva de la sociedad internacional operan con una metodología tradicional, interpretativa y con un instrumental
histórico-filosófico. Esto los acerca al campo reflectivista y los aleja del positivismo de ciertos sectores racionalistas
sin caer por ello en la falta de rigor metodológico de los postmodernos. Además, este enfoque tiene un fuerte
componente normativo (sobre todo en la escuela española) pero que no está por encima de la voluntad de analizar la
sociedad internacional con rigor y objetividad.
WALT
ONE WORLD, MANY THEORIES
Los políticos deben tener sus propias teorías sobre cómo funciona el mundo, para poder decidir qué hacer. Es difícil
hacer una teoría si los principios organizadores básicos son defectuosos, así como es difícil construir buenas teorías sin
saber mucho del mundo real.
La idea que tengas del mundo va a moldear la opinión que tengas sobre los problemas reales actuales; como serían el
caso de China (poder ascendente), NATO, etc.
El estudio de las relaciones internacionales es entendido como una prolongada competencia entre las tradiciones
realistas, liberales, y radicales.
Realismo: enfatiza sobre la propensión duradera al conflicto entre los estados.
Liberalismo: identifica varias formas de suavizar esas tendencias conflictivas.
Radicales: describe como el sistema de relaciones entre estados entero puede ser transformado.
REALISMO
Fue la teoría dominante durante la guerra fría. Representa las relaciones internacionales como una lucha de poder entre
estados auto interesados y es generalmente pesimista sobre la eliminación de la guerra y conflicto. Dominó en la
guerra fría porque proporcionó explicaciones para la guerra, alianzas, imperialismo, obstáculos de la cooperación, y
otros fenómenos internacionales, y porque su énfasis en la competencia fue consecuente con las características
centrales de la rivalidad americana-soviética.
No es una sola teoría, y ésta evolucionó mucho durante la guerra fría. Los realistas “clásicos” como Hans Morgenthau
y Reinhold Niebuhr creían que los estados, como seres humanos, tenían el deseo innato de dominar a otros, lo cual los
llevaba a pelear guerras. Morgenthau también enfatizó las virtudes del balance de poder clásico y multipolar y vio la
rivalidad bipolar entre USA y URSS como especialmente peligrosa.
En contraste, la teoría “neorrealista” avanzada por Kenneth Waltz, ignoraba la naturaleza humana y se focalizaba en
los efectos del sistema internacional. Para Waltz, el sistema internacional consistía de un número de grandes poderes,
todos buscando la supervivencia. Como el sistema es anárquico (no hay una autoridad central que proteja a los estados
de uno y otro), cada estado tiene que sobrevivir por su cuenta.
Waltz argumentaba que su condición llevaría a que estados más débiles balanceen (contrarrestando) a los más
poderosos. Y al contrario de Morgenthau, creía que la bipolaridad era más estable que la multipolaridad.
Un agregado importante: la teoría de la ofensa y la defensa de Jervis y Van Evera.
Argumentaban que la guerra era más probable cuando los estados pudieran conquistarse mutuamente más fácilmente.
Cuando la defensa era más fácil que la ofensa, la seguridad era más plena, y la cooperación podía aumentar. Y si la
defensa tenía la ventaja, y los estados podían distinguir entre las armas ofensivas y defensivas, entones los estados
podrían adquirir los medios para defenderse sin amenazar a otros, amortiguando los efectos de la anarquía.
Para los realistas “defensivos”, los estados simplemente buscaban sobrevivir y los grandes poderes podían garantizar
la seguridad formando alianzas balanceadas y eligiendo posturas militares defensivas. Waltz y muchos otros
neorrealistas creían que USA estaba seguro en la guerra fría. Lo único malo era que podía llegar a malgastar su
posición favorable si utilizaba políticas agresivas.
LIBERALISMO
El principal desafío del realismo vino de la familia del liberalismo. Una línea de pensamiento liberal argumentaba que
la interdependencia económica desalentaría a los estados a usar la fuerza entre ellos porque una guerra amenazaría la
prosperidad de cada lado.
Una segunda línea, asociada con el presidente Woodrow Wilson, vio al esparcimiento de la democracia como la clave
de la paz mundial, basado en la idea de que los estados democráticos eran inherentemente más pacíficos que los
autoritarios.
Una tercera línea, más reciente, argumenta que las instituciones internacionales como la Agencia Internacional de
Energía y el Fondo Monetario Internacional podrían ayudar a superar los comportamientos egoístas de los estados,
alentándolos a adelantar las ganancias para los beneficios duraderos de la cooperación.
Algunos liberales tenían la idea de que los nuevos actores internacionales, especialmente las corporaciones
multinacionales, podrían invadir el poder de los estados, pero el liberalismo generalmente vio a los estados como los
actores centrales en las relaciones internacionales. Todas las teorías liberales implicaban que la cooperación era más
penetrante que la teoría defensiva realista.
ENFOQUES RADICALES
Hasta 1980, el marxismo era la principal alternativa a las líneas liberales y realistas. Estos dos daban por sentado el
sistema estatal, y el marxismo ofrecía una explicación diferente para el conflicto internacional, para transformar el
orden internacional existente.
Los marxistas ortodoxos veían al capitalismo como la principal causa de conflicto internacional. Los estados
capitalistas competían entre ellos como consecuencia de una lucha de beneficios y combatían a los estados socialistas
porque veían en ellos las semillas de su propia destrucción. Los neo marxistas con la teoría de la “dependencia”,
focalizaban en las relaciones entre los poderes capitalistas avanzados y los estados menos desarrollados y
argumentaban que el primero (ayudada por una alianza con las clases dominantes del mundo desarrollado) había
crecido explotando al segundo. La solución era derrocar las elites de parásitos e instalar un gobierno revolucionario
comprometido al desarrollo autónomo.
Las dos teorías fueron desacreditadas antes de que la guerra fría incluso termine. La extensa historia económica y
militar demostró que el capitalismo no llevo inevitablemente al conflicto, y el socialismo no siempre promovía
armonía.
Los académicos en relaciones internacionales se han diversificado significativamente desde el fin de la guerra fría.
Voces “no americanas” son más prominentes, otros tipos de teorías son vistas como legítimas, etc. Pero el fin de esta
guerra trajo una serie de nuevos debates. Aunque muchas sociedades tomen las ideas de democracia, libre mercado y
derechos humanos, los académicos que estudian estos desarrollos están más divididos que nunca.
REALISM REDUX
Contribución a la teoría realista: ganancias absolutas y relativas. Las instituciones internacionales permitirían a los
estados renunciar a ventajas a corto plazo en aras de mayores ganancias a largo plazo. Si un estado cosecha mayores
ganancias que sus compañeros, se convertirá más fuerte gradualmente, y sus compañeros más vulnerables.
Otro desarrollo conceptual en la teoría realista: las líneas ofensivas y defensivas. Defensivos como Waltz, Van Evera
asumían que los estados tenían poco interés en conquista militar y argumentaban que los costos de la expansión
generalmente eran más grandes que las ganancias.
Realistas ofensivos como Mearsheimer y Zakaria argumentaban que la anarquía alentaba a todos los estados a
maximizar las fuerzas relativas porque ningún estado puede estar seguro de cuando un poder puede emerger.
Nueva vida para el liberalismo
Debate de la “paz democrática”. Las democracias aumentaron. Implicaba que las democracias eran más pacificas que
las autocracias. Es la creencia de que, aunque las democracias pelean guerras como otros estados, raramente pelean
entre ellas. Doyle, Russet, Ray. Las democracias tienen normas de compromiso que prohíben el uso de la fuerza contra
grupos con similares principios.
CONSTRUCTIVISTAS
Mientras que el realismo y el liberalismo se concentra en factores materiales como poder o comercio, los
constructivistas empatizan con el impacto de las ideas. En vez de dar por sentado que el estado existe y busca
sobrevivir, considera los intereses e identidades de los estados como moldeables y productos de un proceso histórico
especifico. Los discursos reflejan y moldean las creencias y los intereses y establecen normas de comportamiento. Es
atento con las fuentes de cambio.
Hace énfasis en que las ideas e identidades son creadas. Wendt argumenta que la concepción realista de anarquía no
explica por que el conflicto sigue ocurriendo entre los estados. El verdadero problema es como la anarquía es
entendida, en sus palabras “anarquía es lo que los estados hacen de ella”.

U2: IDEALISMO VS REALISMO


CARR
THE TWENTY YEARS CRISIS
El fin del viejo orden
1919-1939. La principal característica de la crisis es el cambio de las esperanzas visionarias de la primera década, a
una terrible desesperación de la segunda. La era dorada de los 20, de continua expansión territorial y de mercados, de
seguridad que aportaba la hegemonía británica donde se suponía que lo que era bueno para Gran Bretaña era bueno
para todos, y que lo que estaba económicamente bien no podría estar moralmente mal, estaba en decadencia antes de
finalizar el siglo XIX.
Intentos de moralizar las relaciones internacionales:
a. Doctrina del Darwinismo, identifica el bien del todo con el bien del más apto y contempla la eliminación del
no apto.
b. La doctrina de la armonía natural de intereses basada no en el derecho del mas fuerte sino en el del
propietario.
Ambas fallaron, ninguna concilia el bien estatal con el bien del mundo, y la moralidad esta debilitada. La segunda
década marca el colapso de la utopía: su existencia estaba sostenida por fuerzas irracionales, ya no se podía pensar que
lo que era bueno para Inglaterra sería bueno para el resto del mundo.
¿Sobrevivirá la nación a la unidad del poder?
La forma común de las políticas internacionales se debe al hecho de que las unidades efectivas son los Estado Nación.
La forma del orden internacional futuro está ligado a la unidad de grupo.
En la época de la revolución francesa: se formó un periodo de exigencia de derechos humanos, equidad entre los
individuos. Luego, la demanda pasa a ser entre grupos, Marx planteaba las clases sociales como principal grupo. Hacia
1914 las demandas de equidad se hacían para las Naciones. Se pasó también de equidad a predominancia.
La desigualdad que hoy en dia nos amenaza con la sublevación mundial, no es una desigualdad entre clases o
individuos sino entre naciones. Hay que buscar la armonía entre los estados.
No se debe discutir si es la mejor o peor forma de unirse para funcionar como foco del poder político, peri si:
1. Las unidades más grandes del poder político, ¿necesitan un carácter territorial?
En el presente las unidades tienen una forma territorial distintiva. En ningún periodo histórico se han
fortalecido los límites fronterizos como ahora. Es difícil para un hombre contemporáneo imaginar un mundo
en el cual el poder político sea organizado en base de raza, credo o clase en vez de territorio.
2. Si fuese así, ¿mantendrían su forma actual de Estados Nación?
Existe una marcada tendencia de integración y la formación de unidades políticas mayores. Crecimiento del
capitalismo y la industrialización.
Siglo XIX. Nacionalismo: fuerza desintegradora más importante. Cambio el rol en Alemania e Italia. Provocó la
multiplicación de unidades económicas que agravaron los problemas del período de posguerra.
Otra tendencia es que aún se pueden encontrar fuerzas desintegradoras trabajando. Es probable que el concepto de
soberanía (sovereighty) se torne menos distintivo en el futuro. Éste término se creó con la caída del sistema medieval
para describir el carácter independiente de la autoridad reclamada y ejercida por los Estados. Es claro que el “rótulo”
de soberanía ya no se lo utiliza para designar lo mismo. Por ejemplo, soberanía como argumento legal, aquello que le
da poder a las autoridades in las áreas sobre las que se tiene título constitucional; o soberanía en un sentido formal que
describe situaciones sobre una extensión mayor o menor de una norma (pattern) común. La unidad de grupo efectiva
del futuro es poco probable que no sea una unidad formalmente reconocida como tal por la ley internacional.
Unidades de grupo en alguna forma, sobrevivirán seguramente como repositorios del poder político. No hay
una fuerza correspondiente que pueda reconciliar el irreconciliable conflicto de intereses entre Naciones. Los
conflictos ya no pueden llevarse más en secreto.
El poder dentro del Nuevo Orden Internacional
El poder es un elemento necesario de cada orden político. En el siglo XIX la flota británica vigilaba los mares y
ofrecía seguridad equitativa a todos, el mercado de dinero de Londres establecía un estándar corriente para todo el
mundo y se aseguraba el comercio. Estas condiciones crearon la ilusión de una sociedad mundial que poseía intereses
y simpatías en común. Reinaba la hipótesis de que el orden internacional era creado por un poder superior. Pero esta
hipótesis se destruyó con la declinación de ese poder (Gran Bretaña deja de ser la potencia hegemónica). Entonces,
¿Con qué poder puede ser restaurado el orden internacional?
Gran Bretaña conservó como consuelo por la pérdida de la hegemonía, la ilusión de transmitir la supremacía a
una alianza anglosajona con Estados Unidos. Pero éste no pensaba igual. Del otro lado del Atlántico, USA era un país
joven y fuerte pero todavía no muy seguro de sus propias fuerzas. Hasta el cambio de siglo, este país no reclamó su rol
de potencia. En 1918 le ofrecieron el liderazgo mundial por consentimiento casi unánime. La desventaja de las
concepciones de un mundo dependiente del ascenso de un poder superior, es que implica el reconocimiento del
derecho de que el más fuerte asuma el liderazgo mundial.
Aun así, no hay una razón teórica para negar que otras naciones puedan aspirar al liderazgo mundial. (Pax
japonesa o alemana) Pero no se debe ignorar al poder como un factor decisivo de cada situación política. Es menos
utópico imaginar in orden internacional construido a través de una coalición de Estados. Cada uno defendiendo sus
propios intereses. El nuevo orden internacional puede ser construido sólo en la unidad de poder suficientemente
coherente y fuerte para mantener su asenso sin ser obligado a tomar parte en rivalidades de países menores.
Así como todo Estado necesita poder como base de su autoridad, también necesita una base moral de
consentimiento del gobierno. Todo orden internacional supone una medida general de consenso.
El argumento moral más efectivo, que puede ser usado actualmente a favor de la hegemonía americana en lugar de
alemanes o japoneses es que USA esta provista de una larga tradición y de duras lecciones en el pasado.
La tensión internacional de 1939 es el producto de una crisis, la cual es la final e irrevocable ruptura de las
condiciones que hicieron posible el orden del s. XIX. El antiguo orden no puede ser restaurado. Responsables hombres
de Estado británicos y americanos todavía hablan comúnmente como si hubiese una armonía de intereses entre
Naciones, la cual sólo requiere de la buena voluntad y sentido común para su mantenimiento, el que es perturbado por
los dictadores. Pocas personas quieren reconocer que el conflicto entre Naciones y el conflicto entre clases no puede
resolverse sin sacrificios, lo cual implicaría la posibilidad de una reducción sustancial de los grupos privilegiados.
Siempre que el poder continúe dominando las relaciones internacionales y la política (policy) consista
exclusivamente en la preparación para la guerra, la subordinación de cada una de las ventajas a lo militar
necesariamente intensifica la crisis. Pero el tema del poder puede ser resuelto sin la guerra, y si la moralidad reasume
su rol, todavía hay esperanzas. La franca aceptación de la subordinación de las ventajas económicas a lo social, y de lo
que es económicamente bueno no es siempre lo moralmente bueno, debe extenderse de la Nación a la esfera
internacional. Por lo tanto, la mayor esperanza de progreso para la conciliación internacional parece recaer en la
reconstrucción económica evitando la repetición de la crisis del 30.
Esto también es una utopía, pero se corresponde más con la realidad que las visiones de una federación
mundial o una Liga de las Naciones más perfecta. Estas superestructuras deben esperar hasta que se alcance un mayor
desarrollo.
MORGENTHAU
“POLÍTICA ENTRE LAS NACIONES”

Prólogo

Morgenthau tiene dos propósitos: uno teórico y otro empírico-normativo. El primero procura identificar y comprender
las fuerzas atemporales que determinan las relaciones políticas entre los Estados-naciones; el segundo busca
proporcionar un mapa de ruta para el diseño y puesta en práctica de la política exterior.

En relación con su contenido teórico, “Política entre las Naciones” analiza en forma sistemática dos cuestiones
centrales para la escuela realista: el fenómeno del poder en la política internacional, y la obstinada continuidad de la
lucha por el poder en todo tiempo y espacio, que adquiere por ello la categoría de supra-histórica. Morgenthau sostiene
que la imperfección del mundo encuentra sus causas en tres esencias inmodificables: el egoísmo y el deseo de poder
de los hombres; la definición de los intereses nacionales de los Estados en términos de poder; y la naturaleza anárquica
del sistema internacional, que lleva a que la única garantía efectiva de una “paz inestable” sea el mecanismo del
equilibrio de poder y no el derecho internacional, dado que sólo el poder puede frenar al poder. En consecuencia, el
analista político y el hombre de acción deben comprender “las fuerzas inherentes a la naturaleza humana” y “no luchar
contra ellas”, como proponen ingenuamente los miembros de las escuelas idealistas.

En relación con la parte empírico-normativa de la obra, ésta tiene un destinatario privilegiado: los políticos
norteamericanos responsables de la formulación y realización de la política exterior. Situado en la vereda de enfrente
de las “ilusiones utopistas”, Morgenthau criticó a quienes, desde la academia y la política práctica, todavía se
aferraban al viejo ideario aislacionista y al pacifismo y al racionalismo sobre los que se había fundado históricamente
la ideología política norteamericana, sin comprender el tamaño de las responsabilidades internaciones que EE.UU.,
por su situación de primera potencia mundial de postguerra, estaría obligado a asumir en forma inexorable.

Al contrario de lo que suele creer la mayoría de los apresurados lectores en América Latina, Morgenthau nunca fue un
apóstol del conflicto. Al respecto, es preciso recordar que más de la mitad de este libro está dedicada a exponer
extensamente una serie de valiosas reflexiones sobre los límites en el ejercicio del poder y el problema de la paz. Así,
en su mundo de “lucha por el poder” pero también “por la paz”, Morgenthau asigna un rol de primer orden a la
diplomacia a la que considera como el mejor medio, aunque insuficiente, para mantener la “situación precaria de la
paz” que nos ofrece una sociedad de naciones soberanas.

Es claro que la teoría de Morgenthau, escrita en el momento de incubación de la Guerra Fría, no alcanza para dar
cuenta de la complejidad de los fenómenos y procesos que signan al orden mundial de fines de la década de 1980,
cuyos perfiles y áreas de problemas centrales difieren de manera importante de aquellos que signaron al mundo de la
postguerra. Por consiguiente, desde diversas perspectivas varios autores se han ocupado de marcar las falencias del
paradigma de Morgenthau. Por cierto, la mayoría de estas críticas tiene argumentos muy fuertes a su favor; sin
embargo, pese a ellos y a los embates recibidos por la escuela realista a raíz de las transformaciones producidas en el
sistema internacional, el núcleo central de esta teoría aún sigue dando pelea en el campo teórico. Además, los
supuestos básicos del realismo, aunque modificados y ampliados en relación a su versión morgenthauniana, continúan
dominando las visiones del mundo y guiando los pasos de los dirigentes políticos de los países que ocupan los
primeros escalones de la estratificación internacional. De tal manera, el realismo sigue prevaleciendo tanto en el
campo teórico como en la política práctica.

Una teoría realista de la política internacional


La finalidad de “Política entre las Naciones” consiste en presentar una teoría de la política internacional. El modo en
que debe validarse tal teoría debe ser empírico y pragmático antes que apriorístico y abstracto. En otras palabras, la
teoría no debe ser juzgada mediante algunas nociones abstractas y preconcebidas, y conceptos desligados de la
realidad, sino por su propósito: aportar orden y significado a una masa de fenómenos que, sin ella, permanecerán
ininteligibles.

La escuela realista afirma que el mundo, imperfecto desde un punto de vista racional, es el resultado de fuerzas
inherentes a la naturaleza humana. Para mejorar al mundo, se debe trabajar con estas fuerzas y no contra ellas. Al ser
el nuestro un mundo de intereses opuestos y conflictivos, los principios morales nunca pueden realizarse plenamente.
Pero al menos es posible acercarse a ellos mediante el siempre temporario equilibrio de intereses y la siempre precaria
conciliación de los conflictos. Esta escuela, por lo tanto, extrae de un sistema de represiones y equilibrios un principio
universal aplicable a todas las sociedades pluralistas; recurre a precedentes históricos antes que a principios abstractos
y aspira a que ocurra el menor mal posible antes que el bien absoluto.

Morgenthau resume las características del realismo político en torno a seis principios. (Resumen Llenderrozas).

La ciencia de la política internacional

La política internacional comprende más que la historia reciente y los acontecimientos contemporáneos. El observador
se ve asediado por la escena contemporánea con su énfasis y perspectivas siempre cambiantes. La política
internacional no puede reducirse a las normas legales y a las instituciones; opera dentro de la trama de tales normas y a
través del instrumental de tales instituciones, pero nunca llega a ser idéntica a ellas del mismo modo como la política
norteamericana, a nivel nacional, tampoco es idéntica a la Constitución de EE.UU., a las leyes federales o a las
oficinas del gobierno federal.

La más formidable dificultad que se opone a la indagación teórica en la naturaleza y en las modalidades de la política
internacional consiste en la ambigüedad del material con que debe trabajar el observador. Los hechos que se procura
entender son, por una parte, sucesos únicos; ocurrieron de ese modo una vez, nunca antes ni después. Por otra parte,
son similares en tanto implican manifestaciones de determinadas fuerzas sociales. Esta ambigüedad de los hechos a
comprender mediante una teoría de la política internacional implica una instancia especial dentro de las limitaciones
generales del conocimiento humano.

La primera lección que debe aprender el estudiante de política internacional es que la complejidad de los problemas
internacionales imposibilita las soluciones sencillas o las profecías infalibles. La ambigüedad de los hechos en las
RRII surge a medida que se profundiza el conocimiento de las fuerzas que configuran la política entre las naciones y
de los instrumentos de acuerdo que regulan sus relaciones políticas. Toda situación política supone el juego de
influencias contradictorias. Bajo determinadas condiciones alguna de esas tendencias habrá de prevalecer. Pero nadie
es capaz de prever esa circunstancia; lo más que puede hacer el estudioso es relevar las varias tendencias que en forma
potencial son inherentes a una determinada situación internacional.

El observador se enfrenta con una multitud de factores, cuya totalidad conforma el futuro. Para prever el futuro, el
observador tiene que conocer todos estos factores, su dinámica, sus acciones y reacciones mutuas y así sucesivamente.
Lo que en un momento determinado conoce y puede llegar a conocer no es más que un pequeño fragmento de la
realidad total. Debe conjeturar y sólo el futuro mostrará quién eligió correctamente entre las muchas conjeturas
posibles.

Morgenthau señala la existencia de una triple revolución en la estructura política del mundo. Primero, el sistema
multiestatal del pasado, cuyo centro estaba en Europa, fue reemplazado por un sistema mundial y bipolar, cuyos
centros están fuera de Europa. Segundo, la unidad moral del mundo político se ha bifurcado en dos sistemas de
pensamiento y acción incompatibles que en todas partes se disputan la lealtad de los hombres. Tercero, la moderna
tecnología ha hecho posible la guerra total que implica la destrucción universal. La preponderancia de estos tres
nuevos elementos de la política internacional contemporánea no sólo ha vuelto difícil la preservación de la paz
mundial, sino que también ha incrementado los riesgos propios de la guerra.

En un mundo cuya fuerza motriz es la aspiración de las naciones soberanas en pos del poder, la paz sólo puede
mantenerse mediante dos artificios. Uno es el mecanismo autoregulatorio de las fuerzas sociales, que se manifiesta a
través de la lucha por el poder en el campo internacional o, dicho de otro modo, por el equilibrio de poder. El otro
consiste en limitaciones normativas a esa lucha, bajo formas de leyes internacionales, moralidad internacional y
opinión pública mundial. Puesto que ninguno de estos artificios, tal como operan en la actualidad, parece capaz de
mantener la lucha por el poder dentro de límites pacíficos, otras preguntas deben plantearse: ¿cuál es el valor de las
principales propuestas para el mantenimiento de la paz internacional?, ¿cuál es el valor de la propuesta de transformar
la sociedad internacional de naciones soberanas en una organización supranacional semejante a un Estado mundial?,
¿cuál debe ser el programa de acción que tenga presente las lecciones del pasado y que sepa adaptarlas a los problemas
del presente?

Poder político

Como toda política, la política internacional implica una lucha por el poder. No importa cuáles sean los fines últimos
de la política internacional, el poder siempre será el objetivo inmediato. De este concepto de política internacional se
derivan dos conclusiones. Primero, no todas las acciones que una nación puede llevar a cabo respecto de otra son de
naturaleza política. Muchos de esos actos son normalmente realizados sin tomar en consideración ninguna razón de
poder y tampoco afectan el poder de la nación que los lleva a cabo. Muchas actividades legales, económicas,
humanitarias y culturales caen dentro de esta categoría. De ese modo, una nación no se aventura en el terreno de la
política internacional cuando celebra un tratado de extradición con otra nación, cuando intercambia bienes y servicios,
cuando brinda ayuda ante catástrofes naturales o cuando promueve la distribución mundial de logros culturales. En
otras palabras, la intervención de un país en la política internacional es sólo uno entre varios tipos de actividades
posibles en el marco de la escena internacional.

Segundo, no toda nación se encuentra todas las veces en el mismo grado de involucramiento en la política
internacional. Ese grado recorre todo el arco que va del máximo, correspondiente a EE.UU. o la URSS, al mínimo, que
puede adjudicarse a países como Suiza o Venezuela, pasando por la ausencia total de participación, como por ejemplo
Mónaco. En pocas palabras, la relación de las naciones con la política internacional tiene una cualidad dinámica.
Cambia junto a las vicisitudes del poder, que pueden empujar a una nación a la vanguardia de la lucha por el poder o
quitarle la capacidad de participar activamente en ella. También puede cambiar ante el impacto de transformaciones
culturales, que pueden llevar a una nación a orientarse tras otros objetivos, como los del comercio, tan diversos a los
del poder.

Cuando hablamos de poder nos referimos al control del hombre sobre las mentes y las acciones de otros hombres. Por
poder político significamos las mutuas relaciones de control entre los depositarios de la autoridad pública y entre estos
últimos y la gente en general. El poder político es una relación psicológica entre quienes ejercen y aquellos sobre los
que se ejerce. Otorga a los primeros control sobre ciertas acciones de los segundos mediante el impacto que ejercen
sobre las mentes de estos últimos. El impacto deriva de tres fuentes: la expectativa de beneficios, el temor a las
desventajas y el respeto o amor hacia los hombres o instituciones. A la luz de esta definición, deben hacerse cuatro
distinciones: entre poder e influencia, entre poder y fuerza, entre poder aprovechable y poder no aprovechable, entre
poder legítimo y poder ilegítimo.

No puede negarse que a través de la historia, al margen de circunstancias sociales, económicas y políticas, las naciones
se han enfrentado por el poder. Pese a que los antropólogos han conseguido demostrar que algunos pueblos primitivos
parecen carecer del deseo de poder, nadie ha demostrado aún el modo en que pueden reproducirse a escala mundial la
mentalidad y las condiciones en que viven esos pueblos para así eliminar la lucha por el poder de la escena
internacional.

El argumento decisivo contra la opinión de que la lucha por el poder en el campo internacional es un mero accidente
histórico debe deducirse de la naturaleza de la política interna. La esencia de la política internacional es idéntica a la
de su contraparte interna. Tanto una como la otra implican una lucha por el poder sólo modificada por las diferentes
condiciones en que tiene lugar esta lucha dentro de los campos interno o internacional. La tendencia a dominar,
particularmente, es un elemento de todas las asociaciones humanas, desde la familia hasta las organizaciones políticas
locales o el propio Estado, pasando por las asociaciones profesionales o fraternales.

La lucha por el poder

La política interna y la internacional son, en definitiva, dos manifestaciones del mismo fenómeno, esto es, la lucha por
el poder. Sus rasgos se diferencian en cada esfera porque también son diferentes las condiciones morales, políticas y
sociales que predominan en cada una de ellas. Cualquier política (interna o externa) responde a tres modelos básicos:
una acción política procura mantener poder, aumentar el poder o demostrar poder. A estos tres modelos típicos
corresponden otras tres políticas internacionales. (1) Así, una nación que instrumenta una política exterior tendiente a
conservar el poder y evitar el cambio de la distribución de poder en su favor, desarrolla una “política de statu quo”. (2)
Por su parte, una nación con una política exterior orientada a la adquisición de un mayor poder mediante un cambio en
la estructura de poder existente, lleva a cabo una “política imperialista”. (3) Finalmente, una nación cuya política
exterior tiende a mostrar el poder que posee, para mantenerlo o incrementarlo, desarrolla una “política de prestigio”.

- Política de statu quo:

El momento histórico particular que sirve de punto de referencia para la política de statu quo es frecuentemente el final
de una guerra, cuando la distribución del poder ha sido establecida en algún tratado de paz. Ocurre de este modo
porque el propósito principal de los tratados consiste en formular en términos legales la modificación del poder que
trajeron aparejados la victoria y la derrota en la guerra precedente y asegurar la estabilidad de la nueva distribución del
poder mediante instrumentos legales.

- Política imperialista:

La real naturaleza del imperialismo como política orientada a romper el statu quo puede ser mejor explicada mediante
la consideración de ciertas situaciones típicas que favorecen las políticas imperialistas.

Las guerras victoriosas: Cuando se produce una guerra entre dos naciones es bastante probable que la nación
triunfadora proseguirá una política que procure un cambio permanente en las relaciones de poder con su enemigo
derrotado. El objetivo de esta política de cambio consiste en transformar la relación existente entre el triunfador y el
sojuzgado al final de la guerra en el nuevo statu quo de los acuerdos de paz. Se trata de cambiar un statu quo de
preguerra, donde potencias relativamente iguales se enfrentan unas a otras, por otro de postguerra, donde el vencedor
se convierte en el amo permanente del vencido.

Las guerras perdidas: Esta verdadero estado de subordinación, teóricamente permanente, con facilidad puede
engendrar en el vencido el deseo de cambiar de papeles con el vencedor, modificar el statu quo creado por la victoria y
cambiar de posición en la jerarquía del poder. Dicho de otro modo, la política imperialista emprendida por el
triunfador antes de la victoria puede llegar a transformarse en una política imperialista pero por parte del derrotado. Si
no queda arruinado para siempre o no se integra a la causa del vencedor, el vencido deseará recuperar lo que perdió y
quizás más.

Debilidad: Otra circunstancia típica que favorece las políticas imperialistas es la existencia de Estados débiles o con
espacios políticamente vacíos que suscitan la apetencia de un Estado más poderoso. De esta situación nace el
imperialismo colonial.

Dado que el imperialismo crece a partir de tres situaciones típicas, consecuentemente se mueve hacia tres objetivos
típicos: (1) El objetivo del imperialismo puede ser el dominio de todo el mundo políticamente organizado o, lo que es
lo mismo, llegar a un imperio mundial. (2) Puede ser también un imperio de dimensiones continentales. (3) O puede
ser una preponderancia de poder estrictamente localizada.

Del mismo modo, es posible hacer una triple distinción según los medios típicos que emplean las políticas
imperialistas. Por lo tanto, se puede distinguir entre imperialismo militar, económico y cultural. El imperialismo
militar procura la conquista militar; el imperialismo económico procura la explotación económica de otras naciones; y
el imperialismo cultural procura el reemplazo de una cultura por otra. Pero los tres responden siempre a un mismo fin
imperialista, el de la destrucción de un statu quo, es decir, el cambio de la relación de poder entre la potencia
imperialista y sus posibles víctimas.

La modalidad más obvia, antigua y cruda del imperialismo es la conquista militar. La ventaja de este método, desde el
punto de vista de la nación imperialista, radica en la circunstancia de que nuevas relaciones de poder, a partir de la
victoria militar, sólo pueden cambiarse mediante otra guerra desatada por la nación vencida. Sin embargo, existen
ciertos inconvenientes de la conquista militar: en última instancia la guerra es un juego y, por lo tanto, se puede ganar
o perder. La potencia que desarrolla una guerra para sus fines imperialistas puede llegar a conseguir un imperio y
luego conservarlo, o puede conseguirlo y en medio del impulso de expansión llegar a perderlo.

El imperialismo económico resulta menos directo que el militar; en tanto método racional para lograr el poder, sólo
aparece durante los tiempos modernos y es contemporáneo a la expansión del capitalismo. Los rasgos comunes tienen
que ver, por un lado, con su tendencia a romper el statu quo para modificar las relaciones de poder entre la potencia
imperialista y las otras naciones y, por otro, con el cuidado de realizarlo no mediante conquistas territoriales sino a
través del dominio económico.

El imperialismo cultural es la más sutil y, en caso de llegar a triunfar por sí sola, la más exitosa de las políticas
imperialistas. No pretende la conquista de un territorio o el control de la vida económica, sino el control de las mentes
de los hombres como herramienta para la modificación de las relaciones de poder entre dos naciones. Sin embargo,
dista mucho en los hechos de estar en condiciones de obtener una victoria tan rotunda que vuelva superfluos a los
otros medios. El rol característico que cumple el imperialismo cultural en estos tiempos es el de subsidiario de los
otros medios; ablanda al enemigo y abona el terreno para la conquista militar o la penetración económica.

En tanto el imperialismo militar puede conquistar sin contar con el apoyo de otros métodos imperialistas, también es
cierto que ninguna dominación puede durar y establecerse si se basa únicamente en el poderío militar. Por lo tanto, el
conquistador acude siempre a la ayuda de la economía y la cultura para la conquista militar. La participación de los
imperialismos económico y cultural en todas las actividades internacionales de los gobiernos se han incrementado
desde la Segunda Guerra Mundial. Por una parte, el imperialismo militar llevado adelante abiertamente y en gran
escala ha dejado de ser un instrumento racional de la política exterior ya que porta en sí el riesgo de la escalada a una
autodestructiva guerra nuclear. Por lo tanto, una nación inclinada a la expansión imperialista a menudo reemplazará
los métodos militares por los económicos y culturales. Por otra parte, la desintegración de los imperios coloniales en
un gran número de Estados débiles, muchos de los cuales deben depender de la asistencia externa para sobrevivir, abre
nuevas oportunidades a las naciones imperialistas para aumentar su poder mediante métodos económicos y culturales.

El imperialismo, cuyos fines son la destrucción del esquema de poder existente, debe ser combatido al menos con una
política de contención que, en defensa del esquema existente, reclame un cese de la agresión ulterior, a la expansión o
a cualquier otra modificación del statu quo por parte de la potencia imperialista.

Luego que una política de contención ha tenido éxito en el control de una política imperialista, o en el caso de que esta
última haya seguido su curso en virtud de haber logrado sus fines o porque se haya agotado en sí misma, la contención
puede dar lugar a un compromiso (política de toma y daca). Semejante política, nefasta cuando trata de aplacar al
imperialismo, pasa a ser eficiente cuando procura acomodarse a una política de statu quo que ha abandonado sus
intenciones imperialistas. Las dos respuestas erróneas que debe tratar de evitar una política exterior inteligente son el
apaciguamiento, que es el intento de llegar a un compromiso con un imperialismo no reconocido como tal, y el temor
que suscita un imperialismo inexistente.

- Política de prestigio:
La finalidad de la política de prestigio consiste en impresionar a otras naciones con el poder que la propia nación
realmente posee o con el poder que cree o que quiere que los demás crean que tiene. Dos instrumentos específicos
están al servicio de este propósito: el ceremonial diplomático y el despliegue de fuerza militar.

Ceremonial diplomático: Las relaciones entre los diplomáticos representan instrumentos de una política de prestigio,
puesto que los diplomáticos son las imágenes simbólicas de sus respectivos países. El respeto que se les tributa es, en
realidad, rendido a los países que representan. El respeto que ellos tributan en realidad corresponde a una
manifestación de los países que representan.

Despliegue de fuerza militar: Para lograr sus fines, la política de prestigio recurre a las demostraciones militares
además del empleo de los manejos diplomáticos. Dado que la fuerza militar es la obvia medida del poder de una
nación, su demostración sirve para impresionar a las demás.

El prestigio se usa tanto para disuadir como para preparar la guerra. Una de las expectativas consiste en que el
prestigio de una nación sea lo suficientemente importante como para disuadir a las otras de embarcarse en una guerra
contra esa nación tan prestigiosa. Simultáneamente se procura que, en el caso de fracaso de esta política de prestigio,
la movilización de las fuerzas previa al estallido de la guerra coloque a la nación en la posición más ventajosa posible.

Toda política de prestigio tiene dos objetivos finales y posibles: el prestigio por sí mismo o, más frecuentemente, el
apoyo a una política de statu quo o imperialista. En las sociedades nacionales el prestigio es apreciado por sí mismo y
muy pocas veces constituye el fin prioritario de una política exterior. En todo caso, el prestigio es un grato
subproducto de las políticas exteriores, cuyos objetivos finales no son la reputación de poder sino la esencia del poder.

Sean cuales fueren los objetivos finales de la política exterior de una nación, su prestigio resulta siempre un factor de
primer orden para determinar el éxito o el fracaso de su política exterior. En consecuencia, la política de prestigio es
siempre un factor imprescindible de cualquier política exterior nacional. El prestigio se ha vuelto importante como
arma política en los tiempos modernos, cuando la lucha por el poder no sólo requiere los métodos tradicionales de la
presión política y la fuerza militar, sino otros instrumentos más adecuados para triunfar en la lucha por conquistar las
mentes de los hombres. Una política de prestigio logra un verdadero éxito cuando ofrece a la nación que la persigue
una verdadera reputación de poder que la exime de tener que emplear el poder que realmente tiene. En este éxito
intervienen dos factores: una indiscutible reputación de poder y la reputación de restringirse en cuanto a su empleo.

A una nación no le basta con llevar adelante una política de prestigio. Tanto en el caso de que trabaje mucho en ese
sentido como en el de que haga muy poco, el riesgo de fracaso será el mismo. Corre peligro cuando, insegura de su
poder, lo reviste con una medida de prestigio fuera de toda proporción con su real importancia. El prestigio de una
nación no está determinado por el éxito o el fracaso de una acción particular en un momento determinado de su
historia. Por el contrario, refleja la suma total de las cualidades y acciones de una nación, de sus éxitos y fracasos, de
sus recuerdos históricos y aspiraciones. Lo mejor que puede hacer la sabiduría política con la ventaja inicial que otorga
esta clase de política es emplearla con el propósito de aumentar el poderío real de la nación hasta hacerlo llegar al
nivel que proclama la política de engaño.

Elemento ideológico en las políticas internacionales

Un rasgo común a toda política (interna o exterior) consiste en que con frecuencia sus manifestaciones básicas no
aparecen tal como lo que realmente son: manifestaciones de la lucha por el poder. Antes bien, el elemento de poder, al
igual que la meta inmediata de la política proseguida, se explica y justifica en términos éticos, legales o biológicos; lo
que es lo mismo que decir que la verdadera naturaleza de la política se oculta tras justificaciones ideológicas y
racionalizaciones.

Los principios legales y éticos, así como las necesidades biológicas, vienen a cumplir una doble función en el campo
de la política internacional. O bien son los objetivos últimos de la acción política, es decir, los objetivos para cuya
realización se busca el poder político, o bien son los pretextos detrás de los cuales se oculta el elemento de poder
implícito en toda política. Esos principios y necesidades pueden cumplir una u otra función o las dos al mismo tiempo.
Un principio legal y ético, como puede ser la justicia, o una necesidad biológica, como puede ser un adecuado nivel de
vida, pueden ser el objetivo de una política exterior o también pueden ser una ideología, o ambas cosas a la vez.
Una nación cuya política exterior cuente con las convicciones intelectuales y los valores morales de su pueblo habrá
conseguido una ventaja apreciable sobre un rival que no haya logrado bases similares o, al menos, simularlas. Las
ideologías, al igual, son instrumentos que pueden levantar una moral nacional y, por consiguiente, el poderío de esa
nación; por eso mismo también puede disminuir la moral de la nación rival.

La naturaleza de la política internacional indica que las políticas de corte imperialista emplean casi siempre
enmascaramientos ideológicos, mientras que las políticas de statu quo frecuentemente se presentan tal como realmente
son. La política de statu quo por lo general está en condiciones de mostrar su propia naturaleza y dejar de lado los
encubrimientos ideológicos, puesto que la propia existencia del statu quo ya la ha dado una cierta legitimidad moral.
Cualquier política de tipo imperialista necesita en todos los casos una ideología, puesto que, a diferencia de las
políticas de statu quo, al imperialismo siempre se le exige que cargue con la responsabilidad de aportar la prueba; debe
probar que el statu quo que procura destruir realmente merece ser destruido y que el sustento moral debe originar un
más alto principio de moralidad en el que se apoye la exigencia de una nueva distribución del poder.

La esencia del poder nacional

Para lograr sus intereses internacionales, en tanto actúa como organización legal llamada Estado, la nación cuenta con
agentes que se desempeñan como representantes de la nación en negociaciones internacionales, hablan en su nombre,
definen sus objetivos, seleccionan los medios para cumplirlos y procuran mantener, incrementar y mostrar su poder.
Es a estos individuos a quienes nos referimos cuando hablamos en términos empíricos del poder y de la política
internacional de una nación. El poder perseguido por individuos para su propio provecho se considera como un mal
que sólo puede ser tolerado dentro de ciertos límites y en ciertas manifestaciones. Por el contrario, el poder encubierto
tras las ideologías y perseguido en nombre y en beneficio de la nación se transforma en un bien que todos los
ciudadanos deben procurar. Los símbolos nacionales, especialmente si hacen referencia a las fuerzas armadas y a las
relaciones con otras naciones, son instrumentos de esa identificación de los individuos con el poder de la nación. La
ética y las costumbres de una sociedad tienden a hacer atractiva esa identificación al dispensar recompensas y
amenazar con castigos.

Con las guerras napoleónicas comenzó el período de las políticas exteriores nacionalistas y las guerras de esta índole,
es decir, la identificación de las grandes masas de ciudadanos con el poder nacional y las políticas nacionales, dejando
atrás la identificación con los intereses dinásticos. Hasta antes de la Primera Guerra Mundial no se podía distinguir
claramente hasta qué punto los partidos socialistas europeos se identificaban con el poder y la política de sus naciones.
Pero la completa participación en aquella guerra de la mayoría de los trabajadores en todos los países beligerantes
demostró la identificación de prácticamente toda la población con el poder y las políticas de sus respectivas naciones.

La intensidad emocional con que un individuo se identifica con su nación se encuentra en relación inversa a la
estabilidad de las distintas partes o grupos de la sociedad, la que se refleja en el sentido de seguridad de sus miembros.
Cuanto más grande sea el sentido de seguridad de una sociedad y sus diversos sectores, menores serán las ocasiones en
que se presenten los impulsos colectivos del nacionalismo y viceversa. Esa relación entre la desintegración social, la
inseguridad personal y la ferocidad de los modernos métodos de poder nacionalistas pueden estudiarse con claridad en
el fascismo alemán, zona en la que estos tres elementos alcanzaron un desarrollo que no se produjo en ninguna otra
parte. Los temores personales se transforman en ansiedad por su nación y así la identificación con la nación cumple el
doble propósito de satisfacer ambiciones personales de poder y aliviar los temores individuales proyectándolos al
plano internacional.

Elementos del poder nacional

Existen dos grupos de elementos que deben distinguirse con respecto al poder nacional: los que son relativamente
estables y los que están sometidos a constante cambio.

- Geografía:

El factor más estable del que depende el poder de una nación es el geográfico. La posibilidad de guerra nuclear ha
aumentado la importancia del tamaño del territorio como fuente del poder nacional. A los efectos de hacer creíble la
amenaza nuclear, una nación requiere contar con un territorio lo suficientemente amplio como para diseminar en él sus
centros industriales y de población, como así también sus instalaciones nucleares.

- Recursos naturales:

Otro factor de relativa estabilidad, aunque de gran influencia en el poder de una nación, está dado por los recursos
naturales. Alimentos: Un país que es autosuficiente en materia de producción de alimentos tiene una gran ventaja
sobre otra nación que no lo es y que, por lo tanto, debe importar productos alimenticios o, de lo contrario, sufrir el
hambre. La capacidad de abastecerse de alimentos es un factor relativamente estable para edificar el poder de una
nación, pero a veces se ve sometido a cambios decisivos. Pueden ocurrir modificaciones en el consumo de alimentos
como resultante de cambios en los conceptos de nutrición; pueden ocurrir modificaciones en las técnicas de la
agricultura que lleven a un aumento o a una disminución en la producción agrícola.

Materias primas: Lo dicho acerca de los alimentos también se aplica a aquellos recursos naturales que son importantes
para la producción industrial o, más particularmente, para la industria bélica. La importancia de los recursos naturales,
bajo la forma de materias primas, para el poder de una nación depende necesariamente de la tecnología (bélica)
practicada en un momento de la historia. Los países que poseen considerables yacimientos de petróleo han adquirido
una influencia en los asuntos internacionales que en algunos casos debe atribuirse exclusivamente a esa posesión. El
poder que confiere el petróleo es, ante todo, resultado del desarrollo tecnológico de las modernas naciones industriales.

- Capacidad industrial:

El ejemplo del uranio, del carbón o del acero (y de su uso industrial) demuestra la importancia de otro factor de poder
en una nación, la capacidad industrial. La tecnología de la guerra moderna, del transporte y de las comunicaciones ha
hecho que el desarrollo de las industrias pesadas se convierta en un elemento indispensable del poder nacional. La
calidad y capacidad productiva de las plantas industriales, la habilidad de los ingenieros, el genio inventivo de los
investigadores y la organización empresaria son los factores sobre los que se apoya la capacidad industrial de una
nación y, por ende, su poder.

- Aprestos militares:

Los factores geográficos, los recursos naturales y la capacidad industrial son importantes en lo que hace al poderío de
una nación gracias a la preparación militar. Ésta requiere un establecimiento militar capaz de apoyar la política
exterior que se implementa. Tal capacidad proviene de las innovaciones tecnológicas, el liderazgo y la cantidad y
calidad de las fuerzas armadas.

- Población:

Cuando pasamos de los elementos materiales, y de los combinados con elementos humanos y materiales, a los factores
puramente humanos que determinan el poder de una nación, es preciso distinguir entre componentes cualitativos y
componentes cuantitativos. Mientras entre los primeros figuran el carácter nacional, la moral nacional y las cualidades
diplomáticas y de gobierno, en cambio los últimos requieren ser discutidos en términos del tamaño de la población.

Aunque no sea correcto considerar poderoso a un país porque su población es más numerosa que la mayoría de las
otras naciones, no deja de ser cierto que ningún país puede llegar a ser una potencia de primer orden si su población no
es de las más populosas del mundo. Sin una población populosa resulta imposible montar y mantener en
funcionamiento las plantas industriales necesarias para una exitosa conducción de la guerra moderna, no se pueden
poner en el campo de batalla vastos contingentes para que luchen en tierra, aire y mar, ni tampoco es posible proveer a
las necesidades de las tropas alimentos, medios de transporte y de comunicación, de municiones y armas. Por otra
parte, sólo en los tiempos recientes se ha vuelto evidente que una población demasiado grande también puede ejercer
una influencia drásticamente negativa sobre el poder nacional. Esto ha ocurrido en las naciones así llamadas
subdesarrolladas, cuyas poblaciones han aumentado considerablemente en virtud de una declinación de los índices de
mortalidad, sin que la producción de alimentos guardara relación en el crecimiento demográfico.

- Carácter nacional:

Entre los tres factores humanos de naturaleza cualitativa que hacen al poder nacional, el carácter y la moral nacional se
destacan por su elusividad (no visible desde el punto de vista de la evaluación racional) y por su constante influencia
sobre el peso que una nación es capaz de poner en las balanzas de la política internacional. La influencia del carácter
nacional no puede estar ausente cuando se trata de determinar el poder nacional, puesto que quienes trabajan para la
nación tanto en la guerra como en la paz realizan y mantienen su política, eligen y son electos, conforman la opinión
pública, producen, consumen y son depositarios del espíritu de esas cualidades morales e intelectuales que moldean el
carácter de una nación. La “fuerza elemental y persistencia” de los rusos, la inventiva y la iniciativa de los
norteamericanos, el no dogmático sentido común de los ingleses, la disciplina y la minuciosidad de los alemanes, son
algunas de las cualidades que tendrán expresión, para bien o para mal, en las actividades individuales o colectivas que
desarrollen los miembros de cada nación.

- Moral nacional:

Más elusiva y no tan estable, pero de no menor importancia que otros factores relacionados con el poder nacional, es
la moral nacional. Por ella se entiende el grado de determinación con el que una nación apoya las políticas
internacionales de su gobierno en época de paz o de guerra. Impregna todas las actividades de la nación, desde se
producción agrícola e industrial hasta su infraestructura militar o su servicio diplomático. Bajo la forma de la opinión
pública, proporciona un factor intangible sin cuyo apoyo ningún gobierno, democrático o autocrático, es capaz de
llevar adelante sus políticas con toda eficacia. Su presencia o ausencia, así como sus cualidades, se notan
particularmente en tiempos de crisis, cuando la existencia de la nación se ve comprometida, en momentos en que es
preciso tomar decisiones de suma importancia, de las que depende la supervivencia nacional. Cuanto más
estrechamente identificado se encuentre un pueblo con las acciones y objetivos de su gobierno, mejores serán las
oportunidades de que la moral nacional se encuentre alta y viceversa. De modo que el poder de una nación, con
respecto a su moral nacional, reside en la calidad de su gobierno.

- Calidad de la diplomacia:

Por más inestable que resulte, entre todos los factores que conforman el poder de una nación sobresale la calidad de la
diplomacia. Todos los otros factores son la materia prima sobre la que se modela el poder de una nación; la calidad de
la diplomacia de una nación combina estos factores en un conjunto integral, les da dirección y despierta sus latentes
potencialidades dándoles el aliento de un poder real. La conducción de los asuntos exteriores de una nación por parte
de los diplomáticos es para el poder nacional durante tiempos de paz lo mismo que las estrategias de los líderes
militares durante los tiempos de guerra. Se puede decir que la diplomacia es el cerebro del poder nacional, así como la
moral nacional es su alma. Si su visión es defectuosa, su juicio erróneo y su determinación débil, todas las ventajas
que proporcione la geografía, los recursos naturales, la capacidad industrial, el apresto militar y la calidad de su
población, de muy poco servirán a la nación. Una nación que pueda jactarse de todas esas ventajas, pero que carezca
de una diplomacia acorde con ellas, puede conseguir éxitos temporarios mediante la dilapidación de esas ventajas
naturales; pero en el largo plazo comprobará que las ha desperdiciado de modo perjudicial para sus intereses
internacionales. Una diplomacia de alto nivel conseguirá armonizar medios y fines de la política exterior con los
recursos disponibles del poder nacional. Todos los diferentes factores de una nación, cuando son proyectados al campo
internacional por la diplomacia, pasan a convertirse en el poder nacional; por lo tanto, es muy importante que la buena
calidad de la diplomacia sea constante; y dicha ventaja resulta mejor afianzada si se la hace depender de la tradición y
de las instituciones antes que de las esporádicas apariciones de individuos brillantes.

- Calidad del gobierno:

La política externa mejor elaborada y más hábilmente implementada, apoyada por abundantes recursos materiales y
humanos, puede llegar a naufragar si no cuenta con el respaldo de un buen gobierno. La calidad del gobierno,
considerado como un requisito independiente del poder nacional, significa tres cosas: primero, equilibrio entre los
recursos materiales y humanos que hacen al poder nacional y la política exterior que se emprende; segundo, equilibrio
entre dichos recursos; tercero, apoyo popular para las políticas exteriores que se lleven adelante.

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Reglas de una “diplomacia revitalizada”

● Debe despejarse de todo espíritu de cruzada.

● Los objetivos de la política exterior deben definirse en términos de interés nacional y estar respaldada por un poder
adecuado.
● Los diplomáticos deben observar el escenario político internacional y los roles de los demás Estados.

● Las naciones deben poder negociar en todas las cuestiones que no son vitales para el Estado.

● Los Estados no deben ubicarse en una posición cuyo resultado pueda significar una pérdida de prestigio.

● No se debe permitir que un aliado débil tome decisiones que afecten al propio Estado.

● Las fuerzas armadas son sólo un instrumento de la política exterior y no son determinantes en las decisiones.

● Los gobiernos son los conductores de la opinión pública.

TUCÍDIDES
Guerra del Peloponeso: Atenas vs Melos (colonia de los lacedemonios). Debate originado a partir de la negativa de
estos últimos de someterse a los atenienses. En un principio intentaban permanecer neutrales, pero más tarde,
obligados por los atenienses, entraron abiertamente en guerra. En cuanto ocuparon la isla, mandaron embajadores
antes de causar cualquier tipo de daño.
Los melios invitaron a estos a exponer ante los magistrados y ciudadanos más influyentes los motivos de su venida. En
síntesis, la defensa fue: “la guerra, que es algo que está aquí ya presente y no algo futuro, se muestra como algo bien
distinto de esa propuesta” a saber, la de someterse al control de Atenas. En breve, entienden que, frente a la moral y la
razón se alzan las razones del Estado y el pragmatismo. Los melios, por el contrario, no ven lo útil de someterse a ellos
ni el mensaje detrás de ello (mensaje de fortaleza por parte de los atenienses+necesidad de eliminar posibles
enemigos).
Melios se defienden bajo la prerrogativa de que sería tomar el camino de la desesperación por encima del de la
autonomía, sin ver que no tienen los recursos para, en situaciones de emergencia, decidir sobre su futuro. Se entregan a
la divinidad y fortuna de no tener que ser sometidos, esperando que en caso contrario los asistan.
Lo dicho por Morgenthau, lo escribió antes Tucídides: cada uno está librado a su suerte y no puede contar con nadie
más. Seguridad por sobre justicia y honorabilidad. Bases materiales de poder=principal elemento de defensa.
Prudencia como virtud.
Termina todo como Atenas había dicho, pero por las malas.

U3: NEORREALISMO
WALTZ
TEORÍA DE LA POLÍTICA INTERNACIONAL

TEORÍAS SISTÉMICAS Y REDUCCIONISTAS


Las teorías de política internacional, sean sistémicas o reduccionistas, se ocupan de los acontecimientos en todos los
niveles, desde lo subnacional hasta lo supranacional. Desde las TEORIAS REDUCCIONEISTAS se explican los
acontecimientos afirmando que las fuerzas internas producen los resultados externos (de adentro hacia fuera), por lo
tanto concibe al sistema internacional como un resultado. Pero a partir de los atributos no se pueden predecir los
resultados si estos dependen de la situación de los actores además de depender de sus atributos.
Los científicos políticos (con orientación moderna o tradicional) codifican sus teorías reduciéndolas a las partes
interactuantes. Su atención se centra en el comportamiento de las unidades, en quien esta haciendo que cosa para
producir resultados. Limitan su atención en estas unidades sin reconocer que están en juego causas sistémicas;
compensan las omisiones asignando arbitrariamente esas causas a las unidades y repartiéndolas entre los actores.
Decir que los E estables dan lugar a un mundo estable implica afirmar que el orden prevalece si la > de estos están
ordenados, y esto realmente no pasa, al contrario, si cada uno fuera estable y luchara solo por su seguridad, todos los E
serian inseguros, pues los medios por los que un E se procura su seguridad son, por su misma existencia, los que
implican una amenaza para los otros E.
Ciertas causas ajenas a sus características individuales operan colectivamente sobre los actores. La situación en la que
las unidades interactúan y actúa, las limita, impidiéndoles algunas acciones, disponiéndolas a otras, y afectando los
resultados de esas interacciones.

Para construir una teoría debemos abstraernos de la realidad, dejar de lado lo que vemos y experimentamos.
TEORIAS SISTEMICAS:

Muestra porque los cambios al nivel de la unidad producen menos cambios de resultados de los esperables en ausencia
de limitaciones sistémicas. Posee poder explicativo, de ordenar, jerarquizar, elegancia, pero no tiene porque predecir
(su validez no depende de ello)- Lakatos. Una teoría sistémica de la política internacional se ocupa de las fuerzas en
juego en el nivel internacional no en el nacional. Son aquellas que explican de que modo la organización de un
dominio actúa como fuerza limitadora y autorizadora de las unidades interactuantes.
En la T.S la estructura es una noción generativa, y la estructura de un sistema es generada por las interacciones de sus
partes principales (países “mayores”).
La primera manera por la que las estructuras ejercen sus efectos es por medio de un proceso de socialización que
moldea y limita la conducta. La segunda es por medio de la competencia la cual genera un orden, cuyas unidades
adaptan sus relaciones por medio de sus decisiones y actos autónomos. Estos sistemas competitivos están regulados
por la racionalidad de los competidores (a algunos les va mejor que a otros... ya sea por medio de la inteligencia,
habilidad, trabajo, etc.)

ESTRUCTURAS POLÍTICAS
Un sistema esta compuestos por una estructura y por unidades interactuantes. La ESTRUCTURA es el componente
sistémico que hace posible pensar en el sistema como un todo. Para definirla es necesario ignorar de que modo se
relacionan las unidades entre si (como interactúan) y concentrarse en cual es su posición mutua (como están dispuestas
o posicionadas), se define por medio de la disposición de sus partes.
Una estructura domestica es definida por:
1. Principios Ordenadores
Los sistemas domésticos son centralizados y jerarquizados, mientras que los internacionales son descentralizados y
anárquicos. La autoridad se reduce a una particular expresión de sus capacidades. En ausencia de agentes con
autoridad sistémica, no se desarrollan relaciones de supra/subordinación.
¿Cómo concebir un orden sin un ordenador? Los sistemas políticos internacionales, al igual que los mercados
económicos, se forman por la coacción de las unidades auto interesadas, son de origen individualista, espontáneamente
generados e impremeditados. Las estructuras emergen de la coexistencia de los E (unidades) de sus esfuerzos depende
que vivan. Se forman y mantienen a partir de un principio de autoayuda que se aplica a las unidades y sus conductas
emergen y derivan de las limitaciones estructurales del sistema.
Los sistemas se transforman si un principio ordenador reemplaza a otro. Trasladarse de un sistema jerárquico a uno
anárquico es trasladarse de un sistema a otro.

2. Carácter de las unidades (especificación)


Las estructuras se definen por medio de la especificación de las funciones de las unidades diferenciadas. Los sistemas
jerárquicos (sistemas domésticos) sí cambian si las funciones son definidas y asignadas de manera diferente. En el
caso de los sistemas anárquicos, el criterio de los cambios sistémicos derivados de la segunda parte no es valido, ya el
sistema esta compuesto por unidades semejantes. La anarquía implica relaciones de coordinación entre las unidades de
un sistema, y eso implica su paridad.
-E como unidades:
● Al igual que los economistas definen los mercados en términos de las firmas, yo defino las estructuras
políticas int. en términos de los E.
● La distinción entre la baja y alta política es errónea. Los E usan medios económicos para fines políticos y
militares; y medios políticos y militares para el logro de intereses económicos.
● En tanto los principales E sean los principales actores, la estructura de la política internacional se define en
virtud de ellos.
● Decir que un E es soberano significa que decide por si solo cual es la forma de enfrentarse con sus problemas
internos y externos, incluyendo la de buscar o no la ayuda de otros, y al hacerlo limita su libertad
estableciendo compromisos con ellos.
● Los E son semejantes con respecto a las tareas con las que se enfrentan, pero no en sus capacidades de
desarrollar esas tareas. Las diferencias son de capacidad, no de función.

3. Distribución de las capacidades


Las estructuras se definen gracias a la distribución de las capacidades entre las unidades. Los cambios de esta
distribución son cambios de sistema, ya se trate de un sistema jerárquico o de uno anárquico.
Pero a pesar de todas las variaciones formales, las firmas comparten ciertas cualidades: son unidades autodirigidas
que, dentro de los limites gubernamentales impuestos, deciden por si mismas de que modo enfrentar su entorno y
como trabajar para lograr sus fines. Las variaciones de la estructura no se introducen por medio de las diferencias de
carácter o de función de las unidades, sino solamente por medio de la distinción que hacemos de ellas según sus
capacidades.

ORDENES ANÁRQUICOS Y EQUILIBRIOS DE PODER

✔ Violencia interna y externa


Como algunos E pueden utilizar la fuerza en cualquier momento, todos los E deben estar preparados para hacer lo
mismo o vivir a merced de sus vecinos mas vigorosos en el aspecto de la alta política (militar). Entre los E el estado
natural es la Guerra. (En el sentido de que cada E puede decidir por si mismo cuando usar la fuerza, la G. puede
estallar en cualquier momento.)
Se dice que la amenaza de violencia y el uso recurrente de la fuerza es lo que distingue los asuntos int. de los
nacionales. Para descubrir las diferencias cualitativas entre ambos debemos buscar otro criterio: la diferencia no se
basa en el uso de la fuerza sino en las estructuras, en los diferentes modos de organización destinados a algo al
respecto. El sistema nacional no es de autoayuda, el internacional si.

✔ Interdependencia e Integración
La significación política de interdependencia varia según si un reino esta organizado, con especialización y
establecimiento de las relaciones de autoridad, los si permanece formalmente desorganizado. Cuando un reino esta
organizado formalmente, está en libertad de especializarse porque no tienen motivos para temer a la creciente
interdependencia que se produce con la especialización. Si aquellas que se especializan se benefician mas, lo que se
produce es una competencia por la especialización en donde el costo de romper la interdependencia seria muy alto
(dependen una de la otra) – a > división del trabajo, > interdependencia-.
A causa de la diferencia de estructura, la interdependencia entre las naciones y entre ellas son cptos distintos –
utilizara Waltz “integración” para describir la situación entre naciones, e “interdependencia” para describirla dentro de
ellas.
En los E, como dijimos antes, las capacidades difieren, a partir de ello es que se establece esa división del trabajo. Sin
embargo, esta división entre las naciones es laxa si se la compara con la de las naciones. ¿Por qué no se produce la
“integración?”, porque la estructura de la política int. limita de dos maneras la cooperación de los E – los
impedimentos para la colaboración no radican en el carácter de las partes sino en la situación de inseguridad1(al menos
la incertidumbre acerca de las futuras acciones e intenciones del otro) actúa en contra. Todas se preocupan por su
supervivencia e incremento de sus beneficios. que condiciona su conducta.

1 Recuérdate: >Inseguridad 🡪 > Incertidumbre 🡪 > Miedo 🡪 > Violencia


1. Un E se preocupa por una posible división que puede favorecer mas a otros que a sí mismo.
2. Un E tb se preocupa por no tornarse dependiente de otros por medio de empresas cooperativas y del
intercambio de bienes y servicios.
¡El imperativo domestico es ESPECIALIZARSE, el imperativo internacional es “CUIDESE A SI MISMO”!

✔ Estructura y Estrategias
Las estructuras hacen que las acciones tengan resultados no deseados, “grandes” cambios producidos por “pequeñas
decisiones”2 ¿no serán capaces entonces de lograr sus fines originarios adecuando de manera apropiada sus
estrategias?. Desgraciadamente, a menudo no.
En tanto no afectemos la estructura, no es posible que los cambios de las intenciones y las acciones de los actores
particulares produzcan resultados deseables o se eviten los indeseables. Las estructuras pueden cambiar cambiando las
capacidades entre las unidades.
Las limitaciones estructurales no pueden descartarse; en cada época, lugar, las unidades de los sistemas de autoayuda
deben comprender que el > beneficio, y el propio les exigen que actúen en nombre del sistema y no solo en nombre
suyo. Debe cumplirse con el interés internacional. Pero el problema es que la conducta racional, dada las limitaciones
estructurales, no conduce a los resultados deseados. Si todos los países están obligados a cuidarse, nadie cuida del
sistema!, no hay agencia global que suministre los problemas.
Algunos han planteado que la ideología o la conciencia de organización podrían cambiar la calidad internacional, pero
basta con saber que la buena voluntad ni la inteligencia no son suficientes para descubrir un programa adecuado y
operar según sus lineamientos. El único remedio para aliviar un efecto estructural fuerte es un cambio estructural.

✔ Las virtudes de la Anarquía


Los Estados están inseguros proporcionalmente a su grado de libertad. Si se desea libertad, debe aceptarse la
inseguridad. Las unidades de un orden anárquico actúan por si mismas y no en nombre de la preservación de una
organización ni del mejoramiento de su suerte dentro de ella, la fuerza se emplea por su solo interés, de su propia
protección, y ventaja. La política internacional es el dominio del poder, de la lucha, de la conciliación: es
primordialmente político. Su dominio es anárquico, horizontal, descentralizado, homogéneo, no dirigido y
mutuamente adaptable.
Sea o no por la fuerza, cada E conspira con seguir el curso que más favorezca sus intereses, solo o con alianzas. Ésta
no es solo ‘ultima ratio’ sino tb un recurso primordial y constante.
La posibilidad constante de que la fuerza sea utilizada limita las manipulaciones, modera las demandas, y sirve como
incentivo para la resolución de disputas.

✔ Anarquía y Jerarquía
He descripto las Anarquías y a las Jerarquías como si todos los ordenes políticos fueran de uno u otro tipo, pero existe
una variedad mucho más grande (Waltz decide utilizar solo esos dos).
Todas las sociedades son mixtas, presentan elementos de ambos principios ordenadores. Las estructuras definidas con
los dos ppios ordenadores nos ayudan a explicar la conducta social y política, solo dos ordenadores son suficientes
para incluir todas las clases de sociedades.

Equilibrio de Poder
La Realpolitik 3 señala los métodos por los cuales se conduce la política exterior y suministra su fundamento. Las
limitaciones estructurales explican porque los métodos se usan repetidamente, pero no en forma idéntica, a pesar de las
diferencias entre los E. La teoría de EQUILIBRIO DE PODER (teoría acerca de los resultados producidos por
acciones no coordinadas de los E) se propone explicar el resultado de esos métodos.
Una teoría de E del P correctamente enunciada comienza por establecer:
1. Presupuestos acerca de los E: son actores unitarios, procuran su auto preservación y tienden al dominio
universal; tratan de usar medios disponibles (esfuerzos internos: incrementar la capacidad economica/militar;
o esfuerzos externos: aumentar la propia alianza o debilitar la antagónica) para concretar sus fines.
2. Que dos o más E coexistan dentro de un sistema de autoayuda 4, sin ningún agente superior que pueda venir en
auxilio.
2 Ej: al elegir usar mas el auto privado producimos la disminución del servicio del ferrocarril.
3 Elementos: el estimulo de la acción esta motivado por los intereses del gobernante, luego del E; las necesidades políticas surgen
de la competencia no regulada; los cálculos basados en estas necesidades pueden descubrir las políticas que mejor servirán al
interés del E; el éxito es la ultima prueba de la política, y el este se define como la preservación y el fortalecimiento del E.
4 Un sistema de autoayuda es aquel en que los que no se ayudan a si mismos, o los que lo hacen con menor efectividad que los
otros, se exponen a peligros, sufren. Este temor estimula a la creación de E de P.
Así la teoría se construye a partir de las supuestas motivaciones de los E y de los limites que surgen del sistema como
para lograr resultados esperables: la formación de E de P. Esta formación se cumple solo si dos requerimientos
prevalecen: que el orden sea Anárquico y que este poblado con unidades que desean sobrevivir.

En la Anarquía, la seguridad es el fin mas alto. Solo si se asegura la supervivencia, los estados pueden conseguir otros
fines tales como la tranquilidad, el PODER (es un medio no un fin) los E prefieren unirse a la coalición más débil en
el caso que haya dos. No pueden permitir que el poder, un medio posiblemente útil, pueda convertirse en el fin. Si los
E desearan maximizar el poder, se uniesen al bando mas fuerte, y no veríamos la formación de E de P sino una
Hegemonía. Esto no ocurre porque el sistema induce al equilibrio. La primordial preocupación de los E no es la de
maximizar el poder sino mantener la posición dentro del sistema.

EL CONTROL DE LOS ASUNTOS INTERNACIONALES

Finalmente, si el poder no es seguro que produzca control, ¿qué hace por uno?:
1. Suministra los medios de mantener la propia autonomía ante la fuerza que otros puedan esgrimir.
2. Un > poder permite una > amplitud de acción, aunque el resultado sea incierto.
3. Los más poderosos disfrutan de los > márgenes de seguridad al tratar con los < poderosos y tiene mas cosas
que decir acerca de cuales serán las partidas a desarrollar, y de que manera. Los que son débiles tienen
mayores presiones para ser cuidadosos.
Los E débiles operan con márgenes estrechos, a diferencia de los poderosos. Estos pueden reaccionar con
mayor lentitud y esperar para ver si los actos aparentemente amenazantes de otros lo son verdaderamente.
4. los grandes poderes dan a sus poseedores una gran influencia dentro de sus sistemas y la capacidad de actuar
por si mismos.

Como internacionalmente existen ciertas importante tareas de dirección que deben desempeñarse, y como no existe
una agencia actual que lo haga, debemos buscar un sustituto de gobierno. ¿Por qué la acción colectiva tendiente al
Bien Común es difícil de lograr en los reinos Anárquicos?
Si existe un efectivo director de asuntos colectivos, la especialización de los E se da paralelamente (y no se torna
dificultosa la regulación de las actividades conjuntas, ni se quiebra el sistema). Para cumplir con > cantidad de trabajo
se requiere > diferenciación de las partes. Cuando la interdependencia se convierte en integración, la división del
trabajo se torna tanto política como económica. Las unidades previamente semejantes se hacen funcionalmente
distintas a medida de que algunas de ellas se hacen cargo de las tareas sistémicas (esta es la solución gubernamental).
Se dice que: “los asuntos de todos no son asuntos de nadie”, que la existencia de un numero crecidos de E facilita la
adaptación de la distribución del poder entre ellos; esto no es verdad.
Cuanto mas pequeño sea el grupo y desiguales los intereses, mas probable es que algunos, los mas grandes, actúen en
nombre de los interese del grupo (cuanto mas grande, finalmente una suplantará a las otras). Aquellas con mayor
capacidad se hacen cargo de responsabilidades especiales, ¿porque?, porque las unidades pequeñas desean que el
sistema sea ordenado y pacifico y que alguien se ocupe de los intereses comunes, procuran reducir la incertidumbre
de su entorno.
La posibilidad de que los grandes poderes traten de manejar el sistema es > cuando su numero se reduce a DOS 5: Para
EEUU y para la URSS, los problemas regionales forman parte de sus preocupaciones globales, cada uno con su propio
enfoque sistémico. Se hacen cargo de tareas que los otros E no pueden llevar a cabo, ya que carecen de capacidad e
incentivo.
Tareas que los grandes E desarrollan:
1. Promueven el orden, mezclan sus exageradas preocupaciones por la seguridad con la preocupación por el
estado del sistema.
2. Dar forma a las relaciones ordenadas y pacificas entre las partes principales del mundo. Mantener y hacer
funcionar al sistema, no transformarlo.
3. Control : al ofrecer cierta ayuda, ganan cierto control. Están interesados en las áreas cuya inestabilidad puede
causar involucracion y así, guerra.
> interdependencia, > necesidad de control –cada E se ve obligado a tratar a los actos de los otros como si se
tratara de asuntos acaecidos dentro de sus propias fronteras.- “CONTROLO Y PREVENGO”

5 Cambio del sistema Multipolar por el BIPOLAR a partir de la Segunda G. M:


En tanto los E europeos fueron los grandes poderes del mundo, la unidad entre ellos solo podía ser un sueño. Su política tendía al
modelo de juego de “suma cero”, no podían cooperar, cada E se sentía mas inclinado a retirarse. El surgimiento de los
superpoderes norteamericanos y rusos creó una situación que permitió una > y efectiva cooperación en Europa Occidental –
“interés común”-. No desaparecieron todos los impedimentos de la cooperación, pero uno sí: el miedo de que la mayor ventaja de
uno se tradujera en una fuerza militar que se usara en contra de los otros.
EEUU ha manejado los asuntos mundiales desde la 2GM, es un país que identifica su propia seguridad con el
mantenimiento del orden mundial – economico/militar/social- a reacciones en exceso. Es uno de los pocos países que
tienen trascendencia económica y que amenazan explotar en violencia militar. Es por lejos, el poder más importante.

POR QUÉ IRÁN MERECE LA BOMBA

El equilibrio nuclear significaría estabilidad.


El poder requiere equilibrio. Tres posibles resultados de la crisis por el programa nuclear iraní:
1. La diplomacia convence a Irán de dejar su programa (poco probable). Castigos económicos no impiden el
desarrollo del programa nuclear;
2. Irán suspende las pruebas pero desarrolla una capacidad alterna: construir y probar armas en breves períodos
de tiempo(no sería el primer caso). Esa capacidad podría ser utilizada para las necesidades políticas internas
(extremistas contentos: bomba=más seguridad sin inconvenientes). Único obstáculo: no poder funcionar de la
forma deseada. Un compromiso no diría nada, porque existe la posibilidad de un arma virtual que se vuelva
real en poco tiempo. Deja abierta la puerta para la militarización ante amenazas inminentes.
3. Irán sigue como si nada y hace pública su capacidad nuclear. Enoja inicialmente a los países centrales, pero
luego no obstaculizan el desarrollo de estos programas, debido a que producen más estabilidad regional e
internacional.
El monopolio nuclear regional de Israel ha generado mucha inestabilidad en Medio Oriente, y lo sorprendente es que
haya tardado tanto en surgir una posible balanza. Los mismos actos que han permitido que Israel mantenga su ventaja
nuclear en el corto plazo han prolongado un desequilibrio que es insostenible a largo plazo.
Uno de los tantos motivos por los que se ha exagerado tanto la amenaza de un Irán nuclear es porque en la discusión se
ha distorsionado por temores infundados y por malos entendidos fundamentales sobre la forma en que los Estados se
comportan en general en el sistema internacional. La primera y más importante preocupación es que el régimen iraní
es irracional. Sin embargo, aunque la retórica inflamatoria y llena de odio predomine, los líderes no muestran signos
de autodestrucción. Este retrato ha sido usado por EEUU e Israel para obstaculizar el programa nuclear de Irán,
entendiendo que el argumento de disuasión nuclear no podía ser aplicado a ellos. Por el contrario, es mucho más
probable que si Irán busca armas nucleares, sea bajo el fin de obtener mayor seguridad y no de mejorar su capacidad
ofensiva. Además, a contrario de la creencia según la cuál un arma nuclear envalentonaría a Irán, la historia muestra
que los Estados adquieren mayor conciencia de su vulnerabilidad cuando esto sucede, y pasan a ser más concientes y
racionales en las acciones que emprenden.
En cuanto al riesgo de que se la entreguen a terroristas, ningún país podría hacerlo sin ser descubierto en el intento,
como así también se perdería control sobre el arsenal total en el país, y ello sin tomar en cuenta que es una tecnología
costosa y peligrosa de la cual sobran motivos para protegerla.
Por último, el miedo a la “proliferación” es algo infundado, ya que desde los 70’s hubo una marcada desaceleración de
Estados nucleares. Ello aún tomando en cuenta el antecedente de India y Pakistán, quienes firmaron no atacar sus
instalaciones nucleares. Si bien persiste la tensión entre ambos países, lo nuclear quedó fuera del foco.
No es necesario el esfuerzo de los países centrales por impedir el desarrollo de un programa nuclear, ya que las
medidas pegan sobre los iraníes antes que sobre el régimen.

MEARSHEIMER
THE TRAGEDY OF GREAT POWER POLITICS

Muchos en el Occidente creen que la paz perpetua entre las grandes potencias al fin ha llegado. El fin de la guerra fría
marcó un cambio en cómo las grandes potencias interactúan entre si. Hemos entrado en un mundo donde las
posibilidades de que las mayores potencias se enfrenten en una competencia por la seguridad y mucho menos la guerra
son mínimas.
La perspectiva muestra que las grandes potencias ya no se ven entre ellas como rivales militares sino como miembros
de la llamada “comunidad internacional”. Los prospectos de cooperación son abundantes en este nuevo y prometedor
mundo.
Pero la idea que la guerra y la competencia por la seguridad ha desaparecido es errónea. De hecho, la idea de la paz
perpetua entre las grandes potencias es irreal. Consideremos, por ejemplo, que aunque la URSS ha desaparecido,
EEUU aún mantiene alrededor de mil tropas en Europa y casi el mismo número en el Noreste de Asia. Lo hace porque
reconoce que rivalidades peligrosas pueden llegar a surgir entre las mayores potencias en estas regiones si las tropas
estadounidenses se retiraran.
La meta máxima de cada estado es maximizar su poder, lo que significa ganar poder a expensas de otros estados. Su
logro último es ser el hegemón, eso es el único ser la única potencia en el sistema.
No hay poderes de status quo en el sistema internacional, salvo por el hegemón ocasional que quiere mantener su
posición dominante frente a rivales potenciales. Las grandes potencias raramente estan contentas con la distribución
del poder, por el contrario, enfrentan constantemente un incentivo a cambiarla en su favor. Casi siempre tienen
intenciones revisionistas, y usarán la fuerza para alterar el balance de poder si piensan que puede ser logrado a un
precio razonable. A veces, los costos y riesgos de tratar de cambiar el balance de poder son demasiados, forzando a las
grandes potencias a esperar a circunstancias más favorables. Pero el deseo de más poder no desaparece, a no ser que
un estado logre la meta final de la hegemonía. Como ningún estado esta en condiciones de alcanzar la hegemonía, el
mundo esta condenado a una perpetua competencia entre las grandes potencias.
La incansable persecución de poder significa que las grandes potencias están orientadas a buscar oportunidades para
alterar la distribución de poder del mundo a su favor. Sencillamente, las grandes potencias están preparadas para la
ofensiva. Pero no solamente una gran potencia busca ganar poder a expensas de otros estados, también trata de frustrar
a los rivales que intentan ganar poder a sus expensas.
Los estados se comportan de esta manera porque el sistema los fuerza a buscar estar seguros actuando agresivamente
unos frente a otros. Tres características del sistema internacional se combinan para causar que los estados se teman
mutuamente:
1) La ausencia de una autoridad central que se sitúe por encima de los estados y los pueda proteger unos de otros.
(No hay un 911 según calle)
2) El hecho de que los estados siempre tienen alguna capacidad militar ofensiva, aunque sea mínima.
3) El hecho de que los estados nunca pueden estar seguros de las intenciones de los otros estados.

Dado este miedo los estados reconocen que cuanto más poderosos son, comparados con sus rivales, más posibilidades
de supervivencia tienen. La mejor garantía de supervivencia es ser un hegemón.
(Acá vienen 2 ejemplos uno de Polonia y el otro de China pero no creo que sean necesarios)
REALISMO OFENSIVO
La teoría se centra en las grandes potencias porque son estos estados los que tienen más fuerte impacto en lo que
sucede en la política internacional.
Para calificar como una gran potencia, un estado debe tener suficientes activos militares para llevar a cabo una pelea
seria en una guerra convencional contra el estado más poderoso del mundo. El candidato necesita, no solo la capacidad
de derrotar al estado líder, sino también debe tener una gran posibilidad de convertir el conflicto en una guerra de
desgaste que deje al estado dominante seriamente debilitado, aunque este haya ganado la guerra. En la era nuclear las
grandes potencias deben tener una fuerza nuclear que pueda sobrevivir un ataque contra ella, así como también
formidables fuerzas convencionales.
El realismo defensivo aparece en escena en los últimos años de la década del 70 con la aparición del libro de Waltz
“Theory of internacional politics”. A diferencia de Morgenthau, Waltz no da por entendido que las grandes potencias
son inherentemente agresivas porque están infundidas por un deseo de poder, por el contrario él comienza por asumir
que los estados buscan meramente sobrevivir. Por encima de todo, buscan seguridad. Waltz sostiene que la estructura
del sistema internacional fuerza a las grandes potencias a prestar mucha atención al balance de poder. En particular, la
anarquía obliga a los estados en busca de seguridad a competir entre ellos por poder, porque el poder es el mejor
medio de supervivencia. En Morgenthau la causa profunda de los enfrentamientos por la seguridad es la naturaleza
humana, en Waltz la anarquía juega ese papel.
Para Waltz la anarquía lleva a los estados a actuar de forma defensiva y a mantener más que a cambiar el balance de
poder.
LAS MAYORES TEORÍAS REALISTAS

Realismo Realismo defensivo Realismo ofensivo

Representante Morgenthau Waltz Mearshimer


Causa por la que los Deseo de poder Estructura del sistema Estructura del sistema
estados compiten por inherente en los estados
el poder

Cuanto poder quieren Todo el que puedan Suficiente Suficiente


los estados? obtener

CAPITULO 2
¿POR QUÉ LOS ESTADOS PERSIGUEN EL PODER?
Mi explicación de porque los estados pelean entre ellos por poder, está derivada de 5 afirmaciones sobre el sistema
internacional:
1) La primera es que el sistema internacional es anárquico, lo cual no significa que es caótico o que está regido
por el desorden. La anarquía, desde el punto de vista realista, es un principio ordenador que dice que el
sistema internacional está comprendido por estados independientes que no tienen una autoridad central por
encima de ellos.
2) La segunda es que las grandes potencias poseen inherentemente alguna capacidad militar ofensiva, que les da
la posibilidad de lastimar o destruir otro estado. Los estados son potencialmente peligrosos entre ellos, aunque
algunos tienen más capacidades militares que otros y por eso son más peligrosos. El poder militar de un estado
es usualmente identificado con las armas que tiene a su disposición, y aunque no tuvieran ningún arma, los
individuos de esos estados aún podrían usar sus pies y manos para atacar a la población de otro estado.
Después de todo por cada cuello, hay dos manos para ahorcarlo.
3) La tercera es que los estados nunca pueden estar seguros sobre las intenciones de los otros estados. Esto no es
decir que los estados necesariamente tiene intenciones hostiles. Es más, todos los estados en el sistema quizás
sean benignos pero es imposible estar seguros.
4) La cuarta es que la supervivencia es la meta primera de las grandes potencias. Específicamente los estados
buscan mantener su integridad territorial y la autonomía de su orden político.
5) La quinta es que las grandes potencias son actores racionales. Están al tanto de su medioambiente exterior y
piensan estratégicamente como sobrevivir en él. En particular ellos consideran que las preferencias de otros
estados y como su conducta puede afectar el comportamiento de esos otros estados.

COMPORTAMIENTO DE UN ESTADO
Las grandes potencian se temen entre ellas. Anticipan el peligro. Hay poco espacio para la confianza entre los estados.
Seguramente, el nivel de miedo varía a través del tiempo y el espacio, pero no puede ser reducido a un nivel trivial.
Desde la perspectiva de cualquier gran potencia, cualquier otra grande potencia es un enemigo potencial.
Las bases de este miedo son que en el mundo donde las grandes potencias tienen la capacidad de atacarse mutuamente,
y probablemente tengan motivos para hacerlo, cualquier estado que quiera sobrevivir debe sospechar al menos de otros
estados y reacio a confiar en ellos. Agréguese a esto el problema del “911”, la ausencia de una autoridad central a la
cual pueda acudir un estado amenazado, y los estados tienen aún mayor incentivo para temer de los demás. Peor aún,
no existe ningún mecanismo, más que el mero interés de terceros, para castigar a un agresor.
Las grandes potencias no compiten meramente por temas económicos. La competencia política es mucho más
peligrosa que la económica; aquella puede llevar a la guerra, y guerra generalmente significa muertes en masa así
como también muerte de civiles en masa.
Los estados en el sistema internacional también apuntan a garantizar su propia supervivencia. Como los demás estados
son amenazas potenciales, y como no existe un 911, los estados no pueden depender unos de otros para su propia
seguridad. Este énfasis en la autoayuda no disuade a los estados de formar alianzas. Pero las alianzas son solo
temporales, el aliado de hoy puede ser el enemigo de mañana, y el enemigo de hoy puede ser el aliado de mañana.
Los estados operando en un mundo de autoayuda por lo general actúan de acuerdo con sus propios intereses y no
subordinan estos a los intereses de otros estados o a los de la llamada comunidad internacional. La razón es simple:
sirve ser egoísta en un mundo de autoayuda.
La mejor manera de garantizar la supervivencia, es ser el estado más poderoso en el sistema. Cuanto más poderoso sea
un estado, es menos probable que uno de sus rivales lo ataque o amenace su supervivencia. Consecuentemente, los
estados prestan mucha atención a cómo está distribuido el poder entre ellos, y hacen un esfuerzo especial para
maximizar su participación en el poder mundial. Específicamente, buscan oportunidades para alterar el balance de
poder adquiriendo incrementos adicionales de poder a expensas de sus rivales potenciales. Los estados emplean una
gran variedad de medios -económicos, diplomáticos y militares- para cambiar el balance de poder a su favor, incluso si
haciendo esto, levante sospecha o cause hostilidades a los otros estados.
La búsqueda de poder solo termina cuando se logra la hegemonía. La idea de que una gran potencia se pueda sentir
segura sin dominar el sistema, teniendo una "apropiada cantidad" de poder, no es persuasiva por 2 razones:
1- Es difícil saber cuanta cantidad de poder debe tener un estado para estar seguro entre sus rivales.
2- Determinar cuanto poder es necesario se vuelve aún más complicado cuando las grandes potencias deben
contemplar cómo el poder estará distribuido entre ellas dentro de 10 o 20 años.
Dada la dificultad de determinar cuanto poder es suficiente para hoy y mañana, las grandes potencias reconocen que la
mejor forma de asegurar su seguridad es alcanzando la hegemonía ahora, eliminando la posibilidad de un desafío de
parte de otro estado. Sólo un estado desviado dejaría pasar la oportunidad de ser el hegemón porque ya tiene suficiente
poder para sobrevivir.
Todos los estados están influenciados por esta lógica, lo que significa que no solo buscarán las oportunidades para
sacar ventaja unos de otros, sino que trabajarán para asegurar que otros estados no saquen ventajas de ellos. Esto
conduce inexorablemente a una constante competencia por la seguridad, donde los estados están dispuestos a mentir,
hacer trampa y usar la fuerza bruta si eso los ayudara a obtener ventaja sobre sus rivales. La paz, si uno la define como
un estado de tranquilidad y concordancia mutua, no es probable que aparezca en este mundo.
El dilema de la seguridad refleja la lógica básica del realismo ofensivo. La esencia de este dilema es que las medidas
que un estado toma para aumentar su propia seguridad usualmente hacen decrecer la seguridad de otros estados.
Hay una distinción importante que hacer, los estados preocupados por el poder relativo actúan distinto de los que
buscan el poder absoluto. Los estados que maximizan el poder relativo se preocupan principalmente de la distribución
de capacidades materiales. En particular, tratan de ganar la mayor ventaja de poder que puedan sobre sus rivales,
porque el poder es el mejor medio para sobrevivir en un mundo peligroso. Así, las preocupaciones de los estados
motivados por el poder relativo tienden a dejar de lado las grandes ganancias en su propio poder. Si tales ganancias les
dan a los estados rivales aún mayor poder, para ganancias nacionales más pequeñas eso de todas maneras los provee
con una ventaja de poder sobre sus rivales. Los estados que maximizan el poder absoluto, por otro lado, se preocupan
solo por el tamaño de sus propias ganancias, no por las de los otros estados. No están motivados por la lógica del
balance de poder pero están preocupados por conseguir poder sin fijarse cuanto poder controlan otros estados.
Saltarían ante la oportunidad de ganancias mayores, aún si un rival ganara más en el trato. El poder, de acuerdo a esta
lógica, no es medio para un fin (la supervivencia), es un fin en si mismo.
AGRESIÓN CALCULADA
Las grandes potencias no siempre pueden actuar según sus intenciones ofensivas, porque el comportamiento esta
influenciado no solo por lo que los estados quieren sino también por su capacidad para realizar estos deseos. Una gran
potencia que tiene una marcada ventaja de poder sobre sus rivales probablemente se comporte más agresivamente
porque tiene la capacidad así como también el incentivo para hacerlo.
En contraste, las grandes potencias enfrentando oponentes poderosos van a estar menos inclinados a considerar la
acción ofensiva y más concentrados en defender el balance de poder existente de amenazas de oponentes más
poderosos. Aquí aparece una oportunidad para aquellos estados más débiles para girar el balance de poder a su favor.
Stalin explicó bien el punto al fin de la 2da guerra mundial:”Cada uno impone su propio sistema hasta donde su
ejército pueda llegar. No puede ser de otra manera”. Los estados quizás también tengan la capacidad para ganar
ventaja sobre un rival potencial pero deben decidir si los costos de la ofensa son demasiado altos y no justifican los
beneficios que se esperan.
Antes de que los estados tomen acciones ofensivas, ellos piensan detenidamente sobre el balance de poder y sobre
cómo los demás estados reaccionarían frente a sus movimientos. Ellos evalúan los costos y riesgos de la ofensa con los
beneficios posibles. Si los beneficios no superan a los riesgos, se sientan quietitos y esperan a un momento más
propicio.
Pero los grandes poderes se equivocan de vez en cuando porque invariablemente toman decisiones basadas en
información imperfecta. Los estados casi nunca tienen la información completa sobre la situación que confrontan. Hay
2 dimensiones de este problema:
-Los adversarios potenciales tienen incentivos para representar de una forma incorrecta sus propias debilidades y
fortalezas y para ocultar sus verdaderas metas. Por ejemplo, un estado débil tratara de disuadir a uno más fuerte
exagerando su propio poder para evitar que el agresor potencial lo ataque. Por otro lado, un estado determinado a la
agresión es probable que enfatice sus metas pacíficas exagerando su debilidad militar, así la víctima potencial no
prepare sus armas y que así esté más vulnerable para ser atacado. Probablemente ningún líder nacional fue mejor al
practicar este tipo de engaños que Adolf Hitler.
Pero aún si la información incompleta no fuese un problema, las grandes potencias están, por lo general, inseguras
sobre como sus fuerzas militares, y las de sus rivales se desempeñarán en el campo de batalla. Por ejemplo, a veces es
difícil determinar antes de tiempo cómo las armas nuevas y los combates no probados se desempeñarán en el frente
enemigo. Las maniobras en tiempos de paz y los juegos de guerra son de ayuda pero imperfectos indicadores de lo que
pasará en el combate real. Pelear guerras es un asunto complicado en donde es casi siempre difícil predecir resultados.
Recuerden que aunque EEUU y sus aliados supusieron una increíble y única victoria fácil contra Irak en 1991, la
mayoría de los expertos en ese momento creyeron que el poder militar de Irak sería un formidable adversario y
pondría gran resistencia antes de sucumbir finalmente a la fuerza militar estadounidense.
Las grandes potencias a veces están inseguras acerca de las resoluciones de los estados opositores así como también de
los aliados. Por ejemplo, Alemania creyó que si iba a la guerra contra Francia y Rusia en el verano de 1914, el Reino
Unido se quedaría probablemente al margen del conflicto. En resumen, Las grandes potencias constantemente se
encuentran confrontando situaciones en las que tienen que tomar decisiones importantes con la información
incompleta.
No hay duda que los factores sistémicos limitan la agresión, especialmente balanceado por estados amenazados. Pero
los realistas defensivos exageran esas fuerzas restrictivas. De hecho, la historia provee poco apoyo para su reclamo de
que la ofensa raramente tiene éxito.
El truco para maximizar el poder de forma sofisticada es darse cuenta cuando actuar y cuando no hacerlo.
LIMITES DE LA HEGEMONÍA
Las grandes potencias, como he enfatizado, atentan para ganar poder sobre sus rivales y convertirse en hegemones.
Una vez que un estado consigue una posición elevada, se convierte en un poder statusquoista.(Esta palabra la dijo
Labaqui no la inventé jaaj) Pero hace falta decir más sobre la hegemonía.
Un hegemón es un estado que es tan poderoso que domina a todos los otros en el sistema. Ningún otro estado tiene los
medios necesarios para llevar a cabo una pelea seria contra él. Un estado que es substancialmente más poderoso que
las otras grandes potencias en el sistema no es el hegemón, porque se encuentra, por definición, con otras grandes
potencias. El Reino Unido a mitades del S.XIX, por ejemplo, fue a veces conocido como hegemón. Pero no lo era
porque había otras 4 grandes potencias en Europa en ese momento –Austria, Francia, Prusia y Rusia- y el Reino Unido
no las dominaba.
Hegemonía significa dominación del sistema, que por lo general se interpreta como la dominación del mundo entero.
Pero podemos distinguir entre hegemones globales, que dominan el mundo, y hegemones regionales, que dominan
áreas geográficas determinadas. EEUU ha sido el hegemón regional de Hemisferio Oeste durante por lo menos los
últimos 100 años. Ningún otro estado en América tiene suficiente poder militar para desafiarlo, es por eso que EEUU
es mundialmente reconocido como la única gran potencia de la región.
Mi argumento es que excepto por el raro evento de que un estado logre una distinguida superioridad nuclear, es
virtualmente imposible para cualquier estado lograr la meta de la hegemonía. El principal impedimento para la
dominación mundial es la dificultad de proyectar poder a través de los océanos del mundo hasta el territorio de una
gran potencia rival. En resumen, nunca hubo un hegemón global, y no es probable que lo haya muy pronto tampoco.
El mejor resultado que una gran potencia puede esperar es convertirse en hegemón regional y posiblemente controlar
otra región que esté cerca y sea accesible por tierra.
Los estados que logran la hegemonía regional buscan prevenir que grandes potencias en otras regiones logren duplicar
sus logros. Pero EEUU, por ejemplo, jugo un rol crucial en prevenir que el Japón imperial, la Alemania Wilhemine, la
Alemania Nazi y la URSS ganaran la supremacía regional. Los hegemones regionales intentan controlar a aspirantes a
hegemones en otras regiones porque temen que una gran potencia rival que domine su propia región sería un fuerte
adversario que es esencialmente libre de causar problemas en el jardín trasero de la gran potencia hegemón temerosa.
Los hegemones regionales prefieren que haya al menos 2 grandes potencias situados juntos en otras regiones porque
su proximidad los hará concentrar su atención en ellos mismos en vez de en el hegemón distante.
Más aún, si un hegemón potencial emerge entre ellos, las otras grandes potencias en esa región serán capaces de
contenerlo para permanecer seguros. Por supuesto, si las grandes potencias locales son incapaces de hacer su trabajo,
el hegemón distante tomará las medidas apropiadas para lidiar con el estado amenazador. EEUU, como sabemos, han
asumido la carga en 4 ocasiones separadas en el S. XX, a las cuales se las conoce como “offshore balance” (esto no lo
traduje porque ellos lo dieron así, pero significa balance fuera de la costa).
PODER Y MIEDO
Que las grandes potencias se temen mudamente es un aspecto central de la vida en el sistema internacional. Pero el
miedo varía en cada caso. Por ejemplo, la URSS se preocupó mucho menos por Alemania en 1930 que en 1939.
Cuánto temen los estados unos de otros importa y mucho, porque la cantidad de miedo entre ellos determina la
severidad de su competencia por la seguridad. Cuanto más profundo es el miedo, más intensa se vuelve la competencia
por la seguridad, y es más probable la guerra.
El miedo entre las grandes potencias deriva del hecho de que ellos invariablemente tienen alguna capacidad militar
ofensiva que puede usar en contra de otro estado, y el hecho es que nunca pueden estar seguros de que el otro estado
no va a usar ese poder contra ellos. El nivel de miedo es a veces mayor y a veces menor, la razón es que la anarquía y
la dificultad para discernir las intenciones de un estado son hechos constantes en la vida y las constantes no sirven para
explicar variaciones. La capacidad que tienen los estados de amenazarse mutuamente varía de caso a caso, y es el
factor clave que lleva los niveles de miedo hacia arriba o hacia abajo. Específicamente, cuanto más poder posea un
estado, más miedo generará entre sus rivales.
¿Qué es el poder? Es importante distinguir entre el poder potencial y el poder en sí. El poder potencial de un estado
está basado en el tamaño de su población y en el nivel de su riqueza. Estos 2 factores son las bases del poder militar.
Los ejércitos son el ingrediente central del poder militar, porque son el principal instrumento para conquistar y
controlar el territorio. En resumen, el componente principal del poder militar, incluso en la era nuclear, es el poder
terrestre.
Las consideraciones de poder afectan la intensidad del miedo entre los estados en 3 formas principales:
1- los estados rivales que poseen fuerzas nucleares que pueden sobrevivir a un ataque nuclear y tomar revancha
contra el otro, comúnmente se tienen menos miedo que si estos estados no tuvieran esas armas nucleares.
2- Cuando las grandes potencias están separadas por grandes cuerpos de agua, no tienen demasiada capacidad
ofensiva entre ellos, más allá del tamaño relativo de sus ejércitos. Grandes masas de agua son obstáculos
formidables que causan problemas para proyectar el poder para atacar ejércitos. Por ejemplo, el poder de
detener que tiene el agua (the stopping power of water, como dijo freddy) explica en gran parte porque el
Reino Unido y EEUU nunca fueron invadidos por otra gran potencia. Entonces, grandes potencias separadas
por agua, comúnmente se teman menos que las grandes potencias que pueden llegar entre ellas por medio
terrestre.
3- La distribución de poder entre los estados del sistema también afecta marcadamente los niveles de miedo. El
tema clave es si el poder está distribuido más o menos equitativamente entre las grandes potencias o si hay
grandes asimetrías. La configuración de poder que genera mayor miedo es aquella que es un sistema
multipolar que contiene un posible hegemón- lo que yo llamo “multipolaridad desbalanceada”.
Un hegemón potencial no necesita tener los medios para luchar contra todos sus rivales al mismo tiempo, pero debe
tener excelentes oportunidades de derrotar a cada oponente solo, y grandes posibilidades de derrotar a varios de ellos
en grupo. La relación clave es la disparidad de poder entre el hegemón potencial y el segundo estado más poderoso del
sistema: debe haber una clara distinción entre ellos. Para calificar como hegemón potencial un estado debe tener el
ejército más formidable así como también el mayor poder latente entre los estados situados en esa región.
La bipolaridad es la configuración de poder que produce la menor cantidad de miedo entre las grandes potencias,
aunque no una cantidad insignificante tampoco. El miedo tiende a ser menos crucial en la bipolaridad, porque
usualmente hay un balance de poder severo entre los 2 mayores estados del sistema.
Los sistemas multipolares sin un hegemón potencial, a lo que yo llamo “multipolarismo balanceado” son todavía
sensibles de tener asimetrías de poder entre sus miembros, aunque estas asimetrías no serán tan pronunciadas como las
aberturas provocadas por la presencia de un aspirante a hegemón. Entonces el multipolarismo balanceado es más
probable que genere menos miedo que el multipolarismo desbalanceado, pero más miedo que el bipolarismo.
Cuando un estado analiza sus alrededores para determinar qué estados son una amenaza para su supervivencia, se
concentra principalmente en las capacidades ofensivas de sus rivales potenciales, no en sus intenciones. Las
capacidades, sin embargo, no solo pueden ser medidas sino que además determinan si un estado es o no una seria
amenaza. En resumen, las grandes potencias hacen un balance de capacidades no de intenciones.
Las grandes potencias obviamente hacen un balance de los estados con una formidable fuerza militar, porque la
capacidad militar ofensiva es una amenaza tangible para su supervivencia. Pero las grandes potencias prestan también
mucha atención a cuanto poder latente controlan los estados rivales, porque los estados ricos y con mucha población
usualmente pueden y construyen ejércitos poderosos. Entonces, las grandes potencias tienden a temer a los estados con
grandes poblaciones y economías en rápida expansión, incluso si estos estados no han trasladado su riqueza a poder
militar.
LA JERARQUÍA DE LAS METAS ESTATALES
La supervivencia es la meta número uno de las grandes potencias, de acuerdo a mi teoría. En la práctica sin embargo,
los estados persiguen otro tipo de metas también. Por ejemplo, las grandes potencias buscan invariablemente más
prosperidad económica para ampliar la riqueza de sus ciudadanos. Ellos a veces buscan promover una determinada
ideología en el exterior, como sucedió durante la Guerra Fría cuando EEUU intentó esparcir la democracia alrededor
del mundo y la URSS intentó vender el comunismo. La unificación nacional es otra meta que a veces motiva a los
estados.
El realismo ofensivo ciertamente reconoce que las grandes potencias pueden perseguir estas metas que no son
específicamente de seguridad, pero tiene algo que decir sobre ellas: Los estados pueden perseguirlas siempre y cuando
su comportamiento requerido no entre en conflicto con la lógica del balance de poder, que es generalmente el caso. De
hecho, ellos persiguen estas metas a veces para complementar su búsqueda de poder relativo. Por ejemplo, la
Alemania Nazi se expandió por Europa por razones ideológicas y realistas, y las superpotencias compitieron entre
ellas durante la guerra fría por razones similares. Más aún, más prosperidad económica significa invariablemente más
riqueza, lo cual tiene implicancias significantes para la seguridad, porque la riqueza es la base del poder militar.
A veces la búsqueda de otras metas no tiene ningún efecto en el balance de poder. Las intervenciones por los derechos
humanos usualmente califican en esta descripción, porque tienden a ser operaciones de poca escala y que cuestan poco
pero que no impiden los proyectos de las grandes potencias de sobrevivir. Para bien o para mal, los estados raramente
están dispuestos a derramar sangre para proteger a poblaciones extranjeras de grandes abusos, o incluso del genocidio.
En resumen, aunque el realismo no prescribe las intervenciones por los derechos humanos, no necesariamente las
fomenta.
Pero a veces la persecución de fines no vinculados a la seguridad entra en conflicto con la lógica del balance de poder,
en los casos en que los estados actúan de acuerdo a los dictados del realismo. Por ejemplo el compromiso de EEUU de
esparcir la democracia a través del mundo, ha ayudado a vencer gobiernos democráticamente elegidos y a apoyar
regímenes autoritarios durante la Guerra Fría, cuando los políticos americanos sintieron que estas acciones los
ayudarían a derrotar a la URSS. “No soporto el comunismo” enfatizó Roosevelt, pero para vencer a Hitler “estrechare
la mano con el diablo”.
La seguridad también prevalece cuando dos metas como ella y la riqueza se enfrentan, porque la “defensa” dijo Adam
Smith en The wealth of nations, “es de mucha mayor importancia que la opulencia”.
CREANDO UN ORDEN MUNDIAL
Las grandes potencias no trabajan juntas para promover el orden mundial por su propio bien. En vez de eso, cada una
busca maximizar su parte del poder mundial, que es común que choque con la meta de crear y sostener órdenes
internacionales estables. Esto no es decir que las grandes potencias nunca buscan prevenir la guerra y mantener la paz.
Por el contrario, ellas trabajan arduamente para prevenir guerras en las que se convirtieran en las víctimas. En esos
casos, sin embargo, el comportamiento de los estados es llevado por cálculos sobre su poder relativo, no por el
compromiso de construir un orden mundial independiente de sus intereses estatales.
La configuración del sistema, en otras palabras, es la consecuencia no intencionada de la competencia por la seguridad
de las grandes potencias, no el resultado de los estados actuando juntos para organizar la paz.
De seguro, la rivalidad entre las grandes potencias producirá en algún momento un orden internacional estable, como
pasó durante la Guerra Fría. Sin embargo, las grandes potencias continuarán buscando oportunidades para incrementar
su parte del poder mundial, y si una oportunidad favorable aparece, se moverán para cambiar el orden estable. Por
supuesto, los estados sensibles de perder poder, tratarán de prevenir la agresión y preservar el orden existente. Pero sus
motivos serán egoístas, siguiendo a la lógica del balance de poder, y no algún compromiso con la paz mundial.
Las grandes potencias no se pueden comprometer a la persecución de un orden mundial pacífico por 2 razones:
1- Es poco probable que los estados lleguen a acordar en una fórmula general para garantizar la paz. Los
políticos no pueden llegar a un acuerdo en cómo crear un mundo estable.
2- Las grandes potencias no pueden dejar de lado sus consideraciones y trabajar para promover la paz
internacional porque no pueden estar seguros de que sus esfuerzos darán frutos. Si sus intentos fallan,
seguramente tendrán que pagar un precio muy alto por haber corrompido el balance de poder, porque si un
agresor aparece no va a haber nadie que conteste la llamada al 911. Ese es un riesgo que muy pocos estados
están dispuestos a correr. Esta línea de razonamiento explica porque los esquemas de seguridad colectiva, que
llama a los estados a dejar de lado sus consideraciones sobre el balance de poder y actuar de acuerdo con los
intereses de la comunidad internacional, invariablemente mueren al nacer.
COOPERACIÓN ENTRE ESTADOS
Uno puede concluir que mi teoría no deja lugar para la cooperación entre las grandes potencias. Pero esta conclusión
sería errónea. Los estados pueden cooperar, aunque la cooperación es difícil de conseguir a veces, y es siempre difícil
de mantener. Dos factores imposibilitan la cooperación: consideraciones sobre las ganancias relativas y preocupación
por ser traicionados. Por último, las grandes potencias viven en un mundo fundamentalmente competitivo donde se
ven unos a otros como enemigos reales, o al menos potenciales, y por ello buscan ganar poder a expensas de los otros.
Dos estados cualesquiera que estén considerando cooperar, deben considerar como las ganancias serán distribuidas.
Con ganancias absolutas, cada lado está preocupado en maximizar sus propios beneficios y le importa poco cuanto el
otro estado gane o pierda en el trato. Cada lado se preocupa por el otro solo cuando piensa que el comportamiento de
éste afectará sus propios proyectos de maximizar su poder. Con ganancias relativas, por otro lado, cada estado
considera no solo su ganancia individual, sino también cómo están repartidas comparándose con el otro lado.
Porque las grandes potencias se preocupan mucho por el balance de poder, sus pensamientos se concentran en las
ganancias relativas cuando están considerando cooperar con otros estados. La cooperación es más difícil de lograr, sin
embargo, cuando los estados están más concentrados en las ganancias relativas en vez de en las ganancias absolutas.
Consideraciones sobre traiciones también rodean a la cooperación. Las grandes potencias son por lo general reacias a
entrar en acuerdos de cooperación por miedo a que el otro lado rompa el acuerdo y gane una ventaja significativa.
Más allá de estas barreras a la cooperación las grandes potencias si cooperan en un mundo realista. La lógica del
balance de poder generalmente hace que las grandes potencias hagan alianzas para cooperar contra enemigos
comunes.
CONCLUSIÓN
En suma, mi argumento es que la estructura del sistema internacional, no las características particulares de cada gran
potencia, hace que piensen y actúen ofensivamente y busquen la hegemonía. No adopto la afirmación de Morgenthau
de que los estados invariablemente se comportan de manera agresiva porque tienen un deseo de poder inherente en
ellos. Por el contrario, asumo que el motivo principal detrás del comportamiento de las grandes potencias es la
supervivencia. En la anarquía, sin embargo, el deseo de sobrevivir lleva a los estados a comportarse agresivamente.
Tampoco mi teoría clasifica a los estados como más o menos agresivos basándose en sus sistemas políticos y
económicos. El realismo ofensivo sólo hace afirmaciones útiles sobre las grandes potencias, y esas afirmaciones se
aplican igualmente a todas las grandes potencias. Excepto por las diferencias en cuanto poder controla cada estado, la
teoría trata a todos los estados de igual manera.
LOBELL ET AL
Realismo neoclásico
El realismo neoclásico abre de nuevo la oportunidad para retomar la contingencia del primer realismo (Morgenthau)
sin declararse en contra de la perspectiva estructural (Waltz). Comienza su abordaje del mismo modo que el realismo
estructural, esto es, que el ambiente internacional ejerce un rol central en configurar las preferencias de los Estados.
Pero luego toma distancia al afirmar que el Estado no es necesariamente un actor racional y unitario que actúa como
pilar entre los incentivos del sistema y las políticas llevadas a cabo por el gobierno. Así, la condición del sistema
internacional es central para entender la inserción de los Estados, pero entre la mirada del sistema internacional
llevada a cabo por los funcionarios en el poder y las decisiones tomadas, existe un conjunto de “variables
intervinientes” que ejercen singular influencia en el proceso de toma de decisiones. De este modo, el realismo
neoclásico articula variables del nivel internacional (independiente) con variables del nivel doméstico (interviniente).
Existen al menos cinco variables de carácter doméstico que intervienen entre la realidad del ambiente internacional y
las decisiones finalmente adoptadas por los gobiernos:

1. Las percepciones de los líderes. En las percepciones influyen cuestiones como la ideología, el nacionalismo o la
religión. Se trata de elementos que restan objetividad al análisis del ambiente internacional y, por lo tanto, que
aumentan los costos para el Estado en cuestión. Así, por ejemplo, una particular combinación de aspectos
religiosos e ideológicos configuró la política exterior de George Bush y lo llevó a embarcarse en una guerra (contra
Irak) que nunca tendría que haber aparecido si hubiera mirado el mundo con lentes realistas.
2. El grado de cohesión de las elites y la capacidad para articular una visión y una estrategia general compartida por
todos. Un Estado con elites polarizadas difícilmente pueda reaccionar a los incentivos y restricciones que ofrece el
escenario internacional.
3. La influencia de los actores domésticos, como las empresas, los partidos políticos, los sindicatos o los medios de
comunicación. El realismo neoclásico se pregunta bajo qué condiciones internacionales y domésticas estos actores
domésticos tendrán más o menos importancia en la configuración de políticas exteriores.
4. La capacidad extractiva que tiene un Estado para dirigir recursos de un sector (el económico) a otro (el militar).
Incluso asumiendo que el Estado hace una lectura correcta del ambiente internacional, el realismo neoclásico no
presenta se concentra en definir si el Estado en cuestión dispone de los recursos y de la capacidad para
administrarlos en función de sus objetivos de política exterior y de seguridad.
5. La capacidad de movilización que posee el Estado en términos de opinión pública, identidades políticas o
circunstancias donde el Estado cuente con el apoyo de la población para llevar adelante determinados
desplazamientos de política exterior.

A partir de estas variables, el realismo neoclásico no presenta una teoría de patrones sistémicos como la hace el
realismo estructural; más bien, presenta una teoría que da cuenta de las variaciones dentro de un Estado (en el tiempo)
o entre Estados (en el espacio) a partir de circunstancias internacionales similares. El punto de partida es el conjunto
de restricciones y oportunidades que plantea el ambiente internacional. Los ejecutivos deben evaluar la amenaza,
elaborar un ajuste estratégico y ponerlo en marcha. La observación central del realismo neoclásico, sin embargo, es
que los Estados no siempre gozan de autonomía para llevar adelante estas tres operaciones sin la intervención de
factores de política doméstica o de ideas que configuran un conjunto de salidas distintas a las que se derivan de una
lectura realista del entorno global. Así, un Estado con (1) una percepción correcta de las fuerzas materiales que operan
a nivel global y regional, (2) con una elite cohesionada en torno a una definición compartida de amenazas, (3) con
poder suficiente como para poner límite a las presiones de los actores domésticos, (4) con amplia capacidad extractiva,
(5) y con amplia capacidad de movilización de recursos materiales y simbólicos, tendrá muchas más posibilidades de
comportarse de acuerdo a los incentivos y restricciones que presenta el escenario internacional.

● Sistema internacional: Las implicancias de la anarquía son variables y difusas para los tomadores de decisiones.

● Variable independiente: Distribución internacional del poder relativo.

● Variables intervinientes: Restricciones domésticas y percepción de las elites.


● Variable dependiente: Política exterior.

U4: LIBERALISMO
DOYLE
Tres pilares de la paz liberal
La teoría de la paz liberal democrática tiene origen en tres partes: “La Paz Perpetua” de Kant, una coherente
explicación de dos regularidades importantes en el mundo de la política -las tendencias de Estados liberales hacia la
paz y las tendencias de los Estados iliberales a la guerra. Representación republicana, compromiso con los derechos
humanos e interdependencia transnacional son los tres mecanismos causales de la explicación. Ninguno de estos
órdenes o mecanismos son suficientes por separado, antes bien requieren la presencia de los 3 a la vez para lograr
conseguir las características de las políticas y economías liberales con paz liberal sostenida.
Ninguno de estos factores por sí solos es explicación suficiente de la paz liberal, por varios motivos: no hay razones
para ser pacíficos entre distintos regímenes; no debería haber expectativas que una población que comparte valores
liberales condicionará las políticas, a menos que la representación republicana esté garantizada y; por último, no hay
garantías de ningún tipo que provea los fundamentos materiales para la cooperación entre sociedades. No obstante,
una vez combinados las tres ayudan a explicar por qué los Estados liberales mantienen la paz entre sí, y ello no sucede
así en relación a los Estados iliberales. Cada elemento representa un aspecto que caracteriza a una república liberal:
a. Primero, gobiernos republicanos y representativos democráticamente tienden a crear relaciones de
accountability entre Estado y ciudadanos, como principio de precaución o prudencia. Si bien estas relaciones
racionales y de control pueden enviar señales mixtas, encontradas, lo importante es que sirven como forma de
combinación de intereses y políticas.
b. Los principios liberales agregan el tema del respeto internacional, es decir, la apreciación de todos los
derechos de los individuos. Conectar estos principios con las políticas públicas requiere hacerlas públicas las
medidas. Estos principios empiezan la diferenciación de las políticas entre los distintos Estados, ya que
requieren de la confianza y el acomodamiento de posiciones. La cooperación engendra en sí misma el origen
de más cooperación.
c. Incentivos materiales sostienen compromisos de normativas interliberales, creando y repartido ese “espíritu
comercial”. Las economías cada vez están más unidas, y la interdependencia derivada del comercio, junto a el
contacto internacional entre jefes, crea nuevas oportunidades de colaboración y acomodación. Inversamente
proporcional, descienden los grados de suspicacia y sospecha entre estos Estados, que puede llevar al
conflicto.
Ningún evento o fuente constitucional, internacional o cosmopolita por separado es suficiente. Juntos, hacen una
explicación plausible que conectan las características de la política-económica liberal y la paz liberl sostenida. Las
restricciones y los enfrentamientos vendrían, de esta forma, de quienes no tienen este triángulo.

DOYLE
Kant, liberal legacies, and foreign affairs
¿En que influyen los principios e instituciones liberales de forma tal que condicionan las conductas de las relaciones
exteriores de los Estados liberales? El liberalismo, tanto como ideología como conjunto de instituciones, ha influido
sobre las percepciones y capacidades de las relaciones exteriores y sociedades políticas. El liberalismo aparece para
romper con el predominio del “equilibrio de poder”, y no puede ser explicado únicamente por él, sino que además
permite, mediante la práctica, reducir la probabilidades de que los estados ejerciten restricciones de forma consistente,
reemplazandolos por la paz liberal.
El liberalismo ha sido identificado con un principio esencial -la importancia de la libertad individual. De ella se
derivan un conjunto de derechos que dan sustento a la fundación del liberalismo, a saber, las libertades “negativas”
(libertad de conciencia, de expresión y prensa, igualdad ante la ley y de propiedad privada/comercio), las libertades
“positivas” y la libertad de participación democrática. Este conjunto de derechos o libertades, tomadas en conjunto,
dan lugar a lo que Kant identificaba como un desafío: organizar un grupo de individuos racionales que demandan
leyes para su supervivencia, pero que cada sujeto se inclina hacia su favor.
El dilema del liberalismo es cómo reconciliar estas tres libertades. Hay dos caminos históricamente seguidos: laissez-
faire o liberalismo “conservador” vs bienestar social o liberalismo “liberal”. Ambos caminos comparten un fuerte
compromiso por 4 instituciones esenciales: derechos civiles fundamentales; el poder derivado del pueblo y ejercido sin
restricciones por las autoridades elegidas de forma democrática+soberanía estatal; la existencia y respeto de la
propiedad privada y; por último, libre mercado como mecanismo de asignación de recursos.
El aparente éxito del liberalismo a nivel doméstico no impide ignorar la significativa cantidad de problemas que
existen (participación política, desempleo, burocracia, pobreza, bienes, etc).Sobran investigaciones y exploraciones
con el tema, pero no sucede esto con la influencia del liberalismo en las relaciones exteriores. En esta área, ha
mostrado serias debilidades, y presenta un fuerte y poco reconocido dilema: las implicaciones internacionales de los
principios e instituciones liberales.
El postulado básico de la teoría liberal internacional sostiene que los Estados tienen derecho a ser libres de cualquier
intervención extranjera. Mutuo respecto de este derecho (soberanía y respeto a otros), ella es la base de las relaciones
interestatales. Estas convenciones dieron lugar a una base cooperativa para las relaciones entre democracias liberales
que dieron lugar a relaciones de otro tipo: la teoría de la paz liberal. La evidencia preliminar parece sostener dicha
teoría. Estadísticamente hablando, una guerra entre dos países es un evento de baja probabilidad. Sin embargo, que a
lo largo de 200 años no haya habido guerra entre Estados liberales tiene una significancia. El modelo realista de las
RRII ofrece una explicación plausible acerca de las inseguridades generales de los Estados, pero no así sobre la
pacificación del mundo liberal. La política entre naciones no es un combate continuo como sostienen los realistas.
En las RRII, tres “juegos” explican el miedo que sintió Hobbes como potencial de conflicto en el estado de guerra.
Primero, incluso cuando los Estados comparten un interés en un bien común que podría ser obtenido de forma
cooperativa, es producto de la inexistencia de leyes y un orden global que los Estados no pueden asumir que los demás
se comportarán de la misma manera(stag dilemma). Segundo, aún cuando los Estados saben que la seguridad es
relativa a la capacidad armamentística contraria y a pesar de que cada Estado busca reducir sus gastos en defensa, el
hecho de ser atacado de forma sorpresa es peor que pagar los costes del armamento(dilema de seguridad). Tercero,
Estados fuertemente armados dependen de su prestigio, credibilidad para alejar a los demás de probar la verdadera
calidad de sus armas. Una vez asumida la posición de confrontación, la opción de retirarse, aunque racional, no es
válida ni racional (juego de la gallina).
A partir de que todos los Estados, incluso los liberales, se meten en guerras, los Realistas concluyen que el efecto de
los distintos regímenes domésticos es anulado por la anarquía del Sistema internacional. Entonces, la paz internacional
depende de la abolición de las relaciones internacionales mediante el aislacionismo o un Estado global, las cuales son
ambas imposibles. Más allá de los posibles caminos, las nuevas contribuciones a la teoría de los juegos especifican
algunas de las circunstancias bajo las cuales la prudencia podría guiar hacia la paz (experiencia, geografía, etc), pero
no contribuyen aún en relación a las técnicas de interacciones pacíficas. Si bien el balance de poder es considerado la
lección fundamental del Realismo, la misma no ha impedido a lo largo de los siglos las guerras en Europa u otros
continentes. Fueron mayores las contribuciones en relación a las tecnologías militares(ataques, cooperación,
vulnerabilidad, etc), afectando los posibles costes y beneficios del dilema de seguridad, antes que en relación a la paz.
En cuanto al nivel de determinantes sociales, algunos pueden argumentar que las relaciones entre ciertos grupos de
Estados con estructuras sociales similares o con valores compatibles serían pacíficas, pero sobra evidencia en su contra
(feudalismo, comunismo, fascismo, etc).
Por último, en el nivel de relaciones interestatales, ni atributos regionales específicos ni alianzas/amistades históricas
pueden dar cuenta del amplio alcance de la paz liberal. R. Aron identifica 3 tipos de paz interestatales: Imperio (más
exitoso a nivel interno, descartado); Hegemonía (Paz entre rivales, pero no da cuenta de todo y sobreestima el poder
del hegemón); y Equilibrio(mundo bipolar, multipolar, etc). Finalmente, algunos Realistas sostienen que la paz liberal
simplemente refleja la ausencia de pronunciados conflictos de interés entre Estados liberales.
Entre los liberales, quien mejor explica el camino de pacificación liberal es Kant. Este autor argumenta que la paz será
garantizada a partir de la aceptación de tres artículos definitivos de paz:
● El primer artículo sostiene que la constitución civil del Estado debe ser republicana(combina autonomía
moral, individualismo y orden social con propiedad privada y economía orientada al mercado).
● Es la unión pacífica de repúblicas liberales, mediante la cual previenen guerras y se siguen expandiendo a lo
largo del globo. Más que un cuerpo institucionalizado, Kant lo propone como un pacto de no agresión mutua,
un acuerdo colectivo de seguridad.
● Ley cosmopolita como último paso, limitado a las condiciones de hospitalidad universal.
El punto central de los postulados de Kant es que la paz perpetua llegará como producto de la evolución natural que
producirá armonía de la propia desarmonía de los hombres en contra de su voluntad. La primera fuente deriva de la
evolución política, desde el constitucionalismo. La “sociabilidad asocial”, que junta al hombre a pesar de su naturaleza
individual, es lo que lleva inevitablemente a los gobiernos republicanos, en cuanto es la mejor forma de gobierno.
Luego, la representación republicana y la separación de poderes terminan de organizar al Estado en su interior, como
forma de integrar el cuerpo en un todo y actuar como una unidad. Este argumento une de forma plausible conflicto
interno-externo y republicanismo, a la vez que remarca la teoría de la paz democrática. Kant demuestra como las
repúblicas, una vez establecidas, llevan hacia relaciones pacíficas. Argumenta que una vez que los intereses agresivos
de las monarquías absolutistas son dejadas de lado y el respeto por los derechos individuales es sostenido y mantenido
por los gobiernos republicanos, las guerras serían un atentado en contra del bienestar de la población.
Si bien parecería que la rotación democrática en los cargos de poder también llevarían a reducir la guerra, más bien lo
que introducen es la caución o la prudencia, es decir, evitar tomar decisiones apuradas que no beneficien a quienes
ocupan posiciones de poder. Si es por motivo popular, puede ser llevada adelante la guerra. Para ver cómo se elimina
la posibilidad de guerra entre Estados liberales y no con los iliberales, hay que pasar al segundo nivel, es decir, al nivel
de la ley internacional. Esta, además de la caución, agrega el principio de respeto, separando los Estados en unidades
autónomas sobre las cuales los demás no tienen injerencia alguna, pero que se erigen como tales a partir del
reconocimiento de las otras partes. Esto resalta la importancia de la publicidad de los actos en Kant. La experiencia de
cooperación permite engendrar una mayor cantidad de comportamientos de tipo cooperativo aún cuando las
consecuencias de las políticas estatales sean inciertas pero potencialmente beneficiosas.
En última instancia, la ley cosmopolita agrega incentivos materiales a los compromisos morales. A partir del derecho
cosmopolita a la hospitalidad, se difundirá tarde o temprano el “espíritu del comercio”. La teoría liberal económica
sostiene que estos vínculos cosmopolitas se derivan de una división internacional del trabajo cooperativa y libre
comercio de acuerdo a las ventajas comparativas. Una más profunda fuente cosmopolita de paz liberal es que el
mercado remueve las difíciles decisiones de producción y distribución de las esferas estatales, con lo que los posibles
conflictos entre Estados quedan dejados de lado, solo debiendo intervenir en casos de crisis. La interdependencia y las
conexiones interburocráticas ayudan a fortalecer los lazos y permitir mejores reposicionamientos dentro de la escena
global.
Ninguna de estas fuentes por sí solas es suficiente, pero juntas conectan de forma plausible la teoría liberal. Esta no
escapa al dilema de seguridad, simplemente sus efectos fueron absorbidos por las relaciones interestatales.
Donde ha sido deficiente el internacionalismo liberal ha sido en tratar de preservar sus condiciones básicas bajo el
cambiante contexto internacional, en particular apoyando el carácter liberal de los Estados constitucionales. Además,
el declive de EEUU y de su hegemonía puede llegar a presentar un peligro para el mundo liberal. El peligro reside no
en la competencia económica, que derive en guerra, por el contrario, es la futura imposibilidad de proveer asistencia
mutua en caso de conflicto. Los peligros vienen de dos direcciones: militar y económica. La primera es la continua
asimetría de poder entre EEUU y el resto del mundo, tanto por lo que brinda (seguridad) como por lo que representa
(poderío+posibilidad conflicto imposibilidad reemplazo). Desde la economía, una mayor frecuencia de crisis
económicas puede atentar contra el acomodamiento de los países liberales y aumentar las posibilidades de guerra.
Sin embargo, los liberales han logrado escapar del mayor peligro a nivel de cambio internacional: la transición entre
líderes hegemónicos.

PEÑAS
LIBERALISMO Y RELACIONES INTERNACIONALES: LA TESIS DE LA PAZ DEMOCRÁTICA
El liberalismo sólo pudo triunfar como tradición, como discurso y como ideología en la medida en que asumió y
encabezó la parcelación estatal. En su mismo despliegue, ayudó a consolidar la división internacional mediante la
soberanía popular encarnada en el nacionalismo. La idea de humanidad como comunidad moral quedó en segundo
plano, por debajo de la idea de igualdad moral de todos los hombres. El Estado quedó como el único ámbito posible
por donde luchar por la libertad y las RRII se convirtieron en el némesis del liberalismo
La teoría de la paz democrática
Puede resumirse en tres puntos: 1. históricamente las democracias liberales nunca o casi nunca se han hecho la guerra;
2. las democracias liberales no son más propensas a la guerra que los Estados no democráticos, pero tampoco lo son
menos; y 3. aunque las democracias liberales no se hacen la guerra entre ellos, sí han tenido conflictos armados con
Estados no liberales.
La teoría sostiene que esta contradicción entre lo universal y lo particular, entre la idea de humanidad como
comunidad moral y la igualdad moral no será resuelta hasta que desaparezcan los Estados iliberales. Toma Doyle
como punto de partida a Kant, cuyo pedigrí filosófico tiene la ventaja de conectar la teoría con la discusión normativa,
además de basarse en evidencia histórica cuantitativa (aunque dudosa). Pretende alcanzar el status de teoría, es decir
establecer una relación causal entre una VI(democracias liberales) y una VD(ausencia de guerra), buscando explicar
dicha relación. Esto es relevante a nivel político (es la retórica oficial de Occidente) e histórico (la mayoría de los
Estados poderosos son democracias liberales, y aquellos que no, no proponen alternativas).
La paz democrática en Doyle y Russett
Doyle identifica al liberalismo como una ideología diferenciada y un conglomerado de instituciones que dan forma a
las capacidades y a las percepciones en política exterior de todas aquellas sociedades. Las políticas exteriores no
pueden ser explicadas adecuadamente en términos exclusivos de equilibrio de poder. Sin embargo, las intenciones
pacíficas y la moderación propia del liberalismo abre la posibilidad y perspectiva de un mundo pacífico gracias a la
expansión de una paz separada entre las sociedades liberales.
Para Doyle el liberalismo debe identificarse en primer lugar con la importancia dada a la libertad individual, al
derecho del individuo a ser tratado y al deber de tratar a los demás sujetos como éticos. En este principio, da lugar a
tres derechos: negativos, positivos y derecho a la participación+representación política como garantía de los dos
primeros. Todo el liberalismo respeta estos derechos a partir de 4 instituciones básicas: igualdad ante la ley; soberanía
del Estado derivado del electorado y el respeto por la ley; economía basada en el respeto a la propiedad privada; y la
economía está regida por el libre mercado. En el campo de la política exterior, el liberalismo tiene tantos éxitos como
debilidades productos de los principios e instituciones liberales. Dos son fundamentales: el derecho a la no
intervención extranjera, que da como resultado la autonomía de los sujetos y da origen a redes de respeto mutuo.
Doyle extrae como conclusión que cuando los Estados se ven forzados a decidir en qué lado de una contienda que se
vislumbra se situarán, los Estados liberales siempre se agrupan en un mismo bando, a pesar de los múltiples y
complejos factores que influyen en la elección de un curso de acción en política internacional. Doyle concluye que si
el realismo es incapaz de explicar esta paz entre los Estados liberales tampoco el liberalismo ha hecho mucho.
Para este autor, Kant da al mismo tiempo cuenta del por qué los Estados liberales permanecen en paz entre ellos y de
cómo la unión pacífica se expandirá, mediante una evolución que hará surgir armonía de la misma desarmonía de los
hombres. Kant demuestra que las repúblicas sean justas en su organización interna presume que las demás se
organizan de la misma forma y buscan realizar acuerdos con estos otros países. La experiencia de la cooperación se
retroalimenta y engendra así una cooperación aún más estrecha. Por su parte, el derecho cosmopolita permite el
desarrollo del espíritu del comercio, que para la teoría es todo menos un juego de suma cero.
Aunque tomadas por separado no parecen ser suficientes para asegurar la paz, tomadas en conjunto son plausibles de
explicar los rasgos de los regímenes liberales con la existencia de la paz democrática.
Las relaciones de los países democráticos con aquellos no democráticos han estados caracterizados por tres elementos:
la vehemencia imprudente que tiene como resultado la carencia del espíritu de negociación; por la desidia y supina
complacencia que da lugar al aislacionismo o la falta de vigilancia; y, finalmente, por la incertidumbre inducida por la
ambigüedad moral de los principios morales que gobiernan la distribución de la propiedad.
Por el primero entiende Doyle la incapacidad para llevar una política ajustada a la realidad de los intereses en conflicto
y moderada en sus pretensiones. Identifica dos fuentes de los errores. En primer lugar, los estados liberales, fuera de la
unión pacífica, siguen atrapados en el estado de guerra internacional. En segundo lugar, el mismo efecto pacificador
que las restricciones constitucionales, los intereses comerciales compartidos y el respeto internacional por los derechos
individuales puede llevar a exacerbar los conflictos.
Hay una doble herencia liberal: la pacifista y la imperialista. La primera nos refiera a Kant, Schumpeter y la unión
pacífica. La segunda a Maquiavelo y su idea de gloria y seguridad por medio de la expansión.
Dos rasgos distinguen la propuesta de Russett de la de Doyle. En primer lugar, lo que en Doyle es un recurso a Kant
para explicar una cierta evidencia empírica, en Russett es un intento de construir teoría. En segundo lugar, la obra de
Russett carece del análisis de Doyle sobre las causas y rasgos de la belicosidad de los regímenes democráticos con los
no democráticos. Para Russett, la teoría de la paz democrática es compleja. Es una afirmación empírica cuyas razones
se basan en una afirmación prudencial y es a la vez una proposición normativa. Según este razonamiento, la
consecución de la paz democrática está indisolublemente ligada al carácter de los regímenes políticos.
Russett formula tres puntos: 1. los sistemas políticos democráticos operan con cortapisas que les hacen más pacíficos
en sus relaciones con sistemas no democráticos; 2. en el moderno sistema mundial las democracias son menos
propensas a utilizar la violencia contras otras democracias que contra no democracias; y 3. las relaciones pacíficas
entre las democracias derivan de algunos de los rasgos propios de sus sistemas políticos y no exclusivamente de
causas económicas o geopolíticas.
El problema para la teoría no es señalar el hecho empírico, antes bien encontrar su explicación. Russett expone dos
grandes explicaciones: En el primer caso, haciendo énfasis en las normas, es una extensión de un principio básico de la
cultura democrática de las relaciones entre Estados (conflictos resueltos de forma pacífica). En cuanto al otro caso, que
pone la mira en las instituciones, sostiene que las democracias tienen mecanismos de división y equilibrio de poderes
del Estado, además de la necesidad del debate público para obtener apoyo frente a determinadas decisiones, los cuales
sirven como mecanismos de control y evitan la posibilidad de ataques sorpresas.
Constructivismo: identidades, intereses y valores liberales
Posiblemente la aportación más fructífera. Dixon entiende el conflicto como un proceso que se desarrolla en diversos
estadios y no en una situación puntual. Además no hay una relación puntual e inmediata entre conflicto y respuesta
armada. Vale rescatar otra puntualización, la de que los estados y sus alianzas o contraalianzas no son tanto fruto del
equilibrio de poder como si del equilibrio de amenazas. A diferencia de lo que sostienen los realistas, aquí las alianzas
surgen por aquellos estados más amenazantes, que no necesariamente son los más poderosos. Con combinar poder,
proximidad y posturas amenazantes alcanza.
El constructivismo en las RRII tiene como referente a A. Wendt, el cual lo define como una teoría estructural de la
política internacional ensamblada sobre tres puntos: 1. los Estados son los principales actores del sistema; 2. las
estructuras del sistema son intersubjetivas más que materiales; y 3. los intereses e identidades de los Estados están
condicionados por esa estructura social más que dados exógenamente por la naturaleza humana o la política interna.
Distingue en la política internacional entre estructura y proceso, que es interacción y aprendizajes. De esta forma, la
anarquía y la distribución del poder sólo tienen un sentido para el Estado en virtud de su formas de entenderlas y de
sus expectativas, es decir, la anarquía es lo que los Estados hacen de ella.
Con estos tres elementos (conflictos como procesos, equilibrio de amenazas y constructivismo) Risse-Kappen
desarrolla una interpretación socio-constructivista del argumento liberal. La tesis desarrollada es que 1. las
democracias en gran medida crean a sus amigos y enemigos; 2. como resultado, en su comportamiento con otros, las
democracias externalizan su cultura y sus reglas orientadas al compromiso y la resolución no violenta de conflictos; y
3. la presunción de enemistad crea un mundo realista de anarquía cuando las democracias interaccionan con los
regímenes autoritarios. El gran aporte es que los intereses materiales no existen en un contexto vacío, antes bien son
condicionados por las percepciones e identidades de los Estados. Así, la teoría de la paz democrática es una profecía
autocumplida.
La relevancia de la tesis de la paz democrática
La aplicación política de la tesis de la paz democrática es un intento de diseñar un nuevo orden mundial adecuado a
una realidad internacional donde el discurso liberal no tiene rivales significativos. Su gran virtud reside en que
disuelve o reconcilia la escisión entre principios e intereses.
En un mundo interdependiente, Estados Unidos está profundamente interesado en la forma de gobierno de otros
países. Sin embargo, la política de ampliación debe tener en cuenta dos consideraciones: no debe tomarse como un
imperativo absoluto la promoción de la democracia y, en segundo lugar, es necesaria la perseverancia y la paciencia,
pues la democracia requiere de un cierto tiempo histórico. En este sentido, la política adecuada debería constar de 4
elementos: fortalecer la comunidad de democracias de mercado más importantes; contribuir a fomentar y consolidar
nuevas democracias y economías de mercado donde sea posible; combatir la agresión y apoyar la liberalización de los
Estados hostiles a la democracia; y, finalmente, cumplir los deberes humanitarios.
Las críticas realistas
Lynn-Jones sintetiza las críticas que hacen los realistas a la tesis de la paz democrática.
1. Los realistas no argumentan que la guerra sea constante y endémica en el sistema internacional, sino que es siempre
posible en ausencia de un soberano común, y que, por tanto, los Estados deben estar preparados, y que ningún Estado
puede esperar mantener relaciones eternamente pacíficas con otro Estado. Aunque la paz entre las democracias puede
ser posible, la explicación de esto se debe a otros factores que no tienen que ver con el carácter del régimen, por
ejemplo, la distancia geográfica, alianzas contra enemigos comunes y la prudencia de sus gobernantes. (Algunos
autores argumentan que la paz durante 1945 a 1990 se debe a un enemigo común, la Unión Soviética y el Pacto de
Varsovia. Así la paz democrática sería un artefacto de la Guerra Fría).
2. La primacía de los factores sistémicos sobre los factores internos. No es el carácter del régimen del Estado el que
determina el sistema internacional, sino el sistema el que determina el carácter del régimen. (Invierte relación,
régimen depende de sistema y NO al revés ).
3. La evidencia empírica no es concluyente puesto que históricamente ha habido pocas democracias y, por tanto, pocas
oportunidades de guerra. Las definiciones sobre un régimen liberal son arbitrarias; hay muchos casos en disputa, lo
que hace pensar que la cantidad de conflictos sea alta.
4. El escaso número y fragilidad de las democracias. Muchas democracias existentes son débiles, por lo que no se
puede suponer que no existirá conflicto. Así, la tesis de la paz democrática se hace poco relevante, siendo válida para
un número reducido de democracias. Por ello, la teoría realista podría explicar mejor la política internacional en la
mayor parte del mundo.
5. La idea de vincular paz y democracia es netamente estadounidense, por lo que podría lograr resultados
contraproducentes sin producir a cambio un mundo más pacífico. (La democracia no se exporta).
Liberalismo, democracia y guerra
Consideraciones que ponen en duda la capacidad explicativa de la tesis de paz democrática.
Para Cohen el problema de la tesis no es la cantidad de casos excepcionales, sino que para explicarlos requiere tantos
reajustes y matices que pierde su capacidad explicativa. La pérdida de simplicidad supone una pérdida de interés
académico y político. Dada la cantidad de excepciones y matices, la tesis de la paz democrática queda reducida a una
comunidad pluralista de seguridad, donde EE.UU. y Europa occidental son las únicas naciones donde se comparte una
historia de democracias y de períodos de paz. (Para eliminar contraejemplos , se utiliza una definición de democracia
muy estricta , solo aplicable a grandes estados en los que ha prosperado la paz por un largo tiempo)
Según Brown, una de las dificultades de esta tesis es la brecha existente entre el liberalismo descrito en el discurso y el
realmente existente en los Estados. La existencia de poderosas burocracias de Estado y de concentraciones de poder
económico en las democracias liberales desvincula el argumento de las tesis con los regímenes y la idea de paz
perpetua. Las nuevas lógicas económicas (globalización y transnacionalización) produjeron muchos cambios en el
proceso de toma de decisiones, por lo tanto, no puede argumentarse si el liberalismo existente empuja hacia la paz o
hacia la guerra, ni conceptual ni empíricamente. ( Cambio gradual en relación a su conceptualización original ).
Otra dificultad de la tesis, respecto de su ahistoricidad, es la consideración de la guerra. Se puede mencionar que
durante el siglo XX no se produjeron tantas guerras, pero se dio un proceso de guerra de guerrillas, subversión al
interior de los Estados y acciones encubiertas. De manera que la característica no es la desaparición de la violencia del
sistema internacional, ni la ausencia del recurso de la fuerza por parte de los Estados, sino la disminución del número
de guerras formalmente declaradas. Si la posibilidad de guerra entre las democracias liberales industriales avanzadas
es hoy impensable se debe no a su carácter democrático liberal, sino a su carácter de países industriales avanzados que
poseen mínimos estándares de racionalidad que les hacen desechar la guerra como instrumento de acción política entre
ellos. La guerra pasa a ser considerada como propia de gobiernos irracionales e ignorantes. (Violencia es constante ,
no más guerras si no guerra de guerrillas).
Un orden (militar) liberal internacional
Algunas críticas develan aquello que el liberalismo oculta de la tesis de la paz democrática. Latham sostiene que la paz
democrática puede explicarse por la capacidad de un líder hegemónico de incorporar a Estados liberales y no liberales
en un orden estratégico militar. Buscar una teoría que explique por qué las democracias no se hacen la guerra entre
ellas puede también responder a la pregunta de por qué los Estados liberales fueron exitosos en la organización de la
fuerza. Aunque la teoría de la paz democrática sostiene que los regímenes liberales han sido tan beligerantes en sus
relaciones con los no liberales como cualquier otro Estado, de ella se deduce que un mundo compuesto por cada vez
más Estados liberales será un mundo cada vez más pacífico. Pero la historia demuestra que las islas liberales no sólo
han hecho la guerra, sino que además han sido responsables de un alto grado de militarización del mundo y han
contribuido a la militarización y a los conflictos entre los Estados no democráticos; esta militarización podría poner en
peligro la paz democrática que el liberalismo plantea.
Otra crítica de Latham a la visión liberal es el concepto de guerra. Para el liberalismo, la guerra es un fenómeno
discreto y puntual, pero olvida que ésta no sería posible si las relaciones entre los Estados no se basaran en una
constante preparación para la confrontación militar. Los Estados están inscriptos en una red de relaciones que incluye
Estados no democráticos, y mientras los democráticos podrán acercarse en sus relaciones a la unión pacífica, la
militarización global continuará aumentando.(Hay militarización mundial a pesar de la democracia pacífica).
La paz democrática y la periferia
Según Sorensen, la tesis de paz democrática descuida el mundo de la periferia; vincula la ola de democratización con
la tesis y se pregunta sobre los efectos de esta ola en la extensión de la unión pacífica a los países del Tercer Mundo.
Para este autor, la tesis de la paz democrática descansa sobre tres supuestos: 1- Que los Estados sean democráticos,
con una cultura política e instituciones con esos valores; 2- Que estos Estados democráticos tengan vínculos morales
en común; 3- Que las democracias establezcan lazos de interdependencia económica de beneficios mutuos.
También sostiene que a pesar de que el número de democracias ha aumentado, éstas se enfrentan a dos
problemas: 1- Las nuevas democracias son muy recientes, por lo que aún no han incorporado profundamente los
valores liberales para resolver conflictos(demandara tiempo hasta que lo logren). 2- Muchas democracias recientes se
constituyeron por presión internacional, y si bien son democracias en lo formal no hay seguridad de que lo sean en lo
sustancial; la simple celebración de elecciones no es suficiente. Es posible agregar un tercer problema: 3- El proceso
de consolidación efectiva de estos nuevos regímenes.
El autor duda que los lazos morales comunes que vinculan entre sí a los miembros de la unión pacífica se extiendan a
las nuevas democracias. Tampoco son optimistas las perspectivas de cumplimiento de la interdependencia económica
mutuamente beneficiosa. ( Se da el fenómeno de DEPENDENCIA más que INTERDEPENDENCIA , relación de
Centro/Periferia entre naciones más /menos desarrolladas).
Conclusiones
Las RRII no son el reino de la repetición y de la recurrencia, sino un ámbito como los son todos los ámbitos sociales,
en continuo cambio. Es discutible, por tanto, que se puedan analizar con los mismos criterios los Estados republicanos
kantianos, los Estados liberales de la primera mitad del siglo XIX y las democracias post-Guerra Fría.
El constructivismo ofrece una vía más eficaz; una visión constructivista de la tesis de la paz democrática como la que
presenta Risse-Kappen, ofrece un mejor camino no sólo para entender la realidad, sino para explicarla: no sólo para
constatar la ausencia de conflictos bélicos entre las democracias, sino para comprender los mecanismos mentales, en
sentido amplio, por los cuales dirigentes políticos y ciudadanos son renuentes al enfrentamiento con otros a los que
consideran como cercanos.
La tesis de la paz democrática, que empezó como diagnóstico, se transforma así en tratamiento. De constituir, en la
formulación original de Doyle, un intento de explicación de la doble cara de la política exterior de los Estados
democráticos (pacífica entre sus iguales y con una imprudente vehemencia hacia los no democráticos) se convierte, en
las elaboraciones del establishment de la política exterior de EE.UU., en una fórmula para conseguir (su) paz, (su)
seguridad y (su) bienestar.

MORAVCSIK
Teoría de las preferencias estatales

Moravscik intenta resistematizar la teoría de las RRII siguiendo los preceptos históricamente liberales. Argumenta que
durante las últimas décadas los teóricos de las RRII se concentraron en explicar los hechos a partir del realismo y del
institucionalismo, y que pocos buscaron explicaciones en los clásicos preceptos liberales.

Según el autor, la premisa liberal parte de tres presupuestos fundamentales para la teoría de RRII que tienen que ver
con: a) La naturaleza de los actores; b) El Estado; c) El sistema internacional.

1. Primacía de los actores sociales: Desmiente que la naturaleza de los Estados (un grupo de individuos o una
institución) sea cooperativa; la diferencia existe en las relaciones, y es esto lo que promueve relaciones que serán
de cooperación e interés para los Estados. Los actores, que son individuos o grupos, interactúan en base a una
acción colectiva.
2. Representación y preferencias estatales: El Estado representa los intereses de la sociedad, y es a partir de ello que
serán establecidas las preferencias y relaciones entre los Estados.
3. Interdependencia en el sistema internacional: La configuración de las preferencias expuestas por los Estados,
teniendo en cuenta el segundo presupuesto, determina el comportamiento de éstos en base a una estructura de
interdependencia.
A partir de esto, el autor desacredita las críticas de realistas e institucionalistas que argumentan que la teoría liberal
sería reduccionista. Moravscik señala que el liberalismo no describe una única línea de relación entre el plano interno
y el externo, sino que el liberalismo describe los cambios en un contexto social, sin un plano definido.

Existen tres variantes de la teoría liberal: a) Ideacional; b) Comercial; c) Republicana.

1. Liberalismo ideacional – Identidad y orden social legítimo: Se enfoca en la configuración del plano doméstico, es
decir, el grado de cohesión social (en base a la identidad y a los valores) que determina al grupo social y, por tanto,
la posibilidad de cooperación entre los Estados.
2. Liberalismo comercial – Elementos económicos y transacciones fronterizas: Explica el comportamiento individual
y colectivo de los Estados en el sistema internacional a partir de incentivos del mercado, o sea, de la participación
de actores económicos nacionales y transnacionales; se enfoca en las decisiones que afectan los intereses
económicos. El costo del uso de medios coercitivos se vuelva más alto a medida que el desenvolvimiento
económico crece.
3. Liberalismo republicano – Representación: Muestra la distribución de costos y beneficios en un mecanismo de
representación. Abre el camino para que las demandas por una identidad social y los intereses económicos se
conviertan en realidad en las RRII; el medio más importante para ello es la “paz democrática”.

● Las variables liberales son válidas si se analizan separadamente, pero son más fuertes si son aplicadas en conjunto. El
autor critica el carácter estático de las teorías realista e institucionalista ya que no explican avances históricos de
largo plazo porque permanecen ajustadas a la idea de desacuerdo de los agentes frente a la estructura y a la
consecuente homogeneidad de la acción de las unidades.
● El autor admite las limitaciones del liberalismo y señala ciertas diferencias con respecto al institucionalismo que, en
algunos casos, se vuelve más apto. El institucionalismo ve las preferencias de los Estados como fijas o exógenas,
mientras que el liberalismo señala que las preferencias estatales varían de acuerdo a la información y al poder
político. Para los institucionalistas, la política del Estado varía de acuerdo al medio geográfico; en cambio, para el
liberalismo, la política del Estado se adecúa según el contexto social. Mientras que para los institucionalistas los
resultados de las RRII provienen de la anarquía, para los liberales dichos resultados provienen de los conflictos
domésticos.
● Cualquier análisis de teoría internacional debe ser realizado en dos partes: Primero, definir las preferencias de los
Estados, y segundo, definir el carácter de la interacción entre los Estados atendiendo a cómo buscan alcanzar sus
preferencias.

U5: NEOLIBERALISMO
KEOHANE/NYE
PODER E INTERDEPENDENCIA: LA POLÍTICA MUNDIAL EN TRANSICIÓN
LA INTERDEPENDENCIA EN LA POLÍTICA MUNDIAL
Henry Kissinger: “El mundo se ha vuelto interdependiente en economía, comunicaciones y aspiraciones humanas”.
“Aldea global”, “mundo sin fronteras”; muchos investigadores consideran que en nuestra época el Estado territorial
está siendo eclipsado por actores no territoriales, como las corporaciones multinacionales, movimientos sociales
transnacionales y organizaciones internacionales.
Los tradicionalistas sostienen que esas afirmaciones están globalmente infundadas; ponen en duda que estemos
asistiendo a la extinción del Estado-nación.

Ni los modernistas ni los tradicionalistas tienen una adecuada estructura para comprender la política de la
interdependencia global. El secreto para la comprensión reside en saber cuál enfoque debe emplearse para analizar
cada situación.
Pero la teoría es ineludible.
¿cuáles son las características dominantes de la política mundial cuando tenemos una interdependencia –
particularmente económica- extensiva?
La interdependencia afecta la política mundial y el comportamiento de los Estados. Las acciones gubernamentales
también influyen sobre los modelos de interdependencia.
Regímenes internacionales: acuerdos gubernamentales hechos por los gobiernos para regular y controlar las relaciones
transnacionales e interestatales.
¿cómo y por qué cambian los regímenes internacionales?

LA NUEVA RETÓRICA DE LA INTERDEPENDENCIA


Durante la guerra fría, el simbolismo de la seguridad nacional fue utilizado por los líderes políticos norteamericanos
con el fin de lograr el apoyo para sus políticas. Éstos tenían un intenso sentimiento de amenaza, y esto estaba
incrementado por los análisis realistas que insistían en que la seguridad nacional era el objetivo nacional primario y
que en política internacional las amenazas a la seguridad son permanentes.
El concepto fue adquiriendo ambigüedad mientras que la perspectiva dominada por intereses militares declinaba. Tuvo
que compartir su posición con la retórica de la interdependencia.
Ambos han sido empleados para legitimar el liderazgo presidencial norteamericano en los asuntos mundiales. Sin
embargo no coexisten con comodidad: la interdependencia sostiene que los conflictos de intereses son algo anticuado,
y la seguridad nacional que son y seguirán siendo fundamental y potencialmente violentos.
En la política de la interdependencia se encuentran involucrados intereses:
internos – transnacionales – gubernamentales.
Las políticas internas y externas empiezan a enlazarse estrechamente.

LA INTERDEPENDENCIA COMO CONCEPTO ANALÍTICO


Interdependencia: dependencia mutua.
En política mundial refiere a situaciones caracterizadas por efectos recíprocos entre países, o actores en diferentes
países. Existe donde hay efectos de costo recíproco en los intercambios (no necesariamente simétricos).
No es lo mismo que interconexión: cuando las interacciones no implican efectos de costo significativos.

▪ Los efectos de costo deben ser impuestos intencional y directamente por otro actor.
Algunos efectos de costo no provienen directa o intencionalmente de otros actores.
▪ No limitamos el término interdependencia a situaciones de beneficio mutuo.

▪ Siempre implicarán costos dado que ella reduce la autonomía.


Es imposible determinar a priori si los beneficios de una relación serán mayores que los costos.
Hay 2 perspectivas para analizar los costos y beneficios de una relación interdependiente:
1. Se centra en las ganancias o pérdidas comunes de las partes en cuestión.
2. Pone énfasis en las ganancias relativas y distribución de los temas en cuestión.
▪ Hay que ser prudentes ante la perspectiva de que la ascendente interdependencia estaría creando un nuevo mundo
feliz de cooperación que reemplazaría al viejo y deficiente mundo de los conflictos internacionales.
▪ Ella implica competencia, incluso en los casos en que la cooperación prometa amplios beneficios netos.
▪ No hay que definirla completamente en términos de situaciones de dependencia mutua equilibrada. Son las
asimetrías en la dependencia, los factores que más probablemente han de proporcionar fuentes de influencia a los
actores, en sus manejos con los demás.

PODER E INTERDEPENDENCIA
Cuando decimos que la interdependencia asimétrica puede ser una fuente de poder estamos pensando al poder como
control sobre los recursos, o potencial para afectar los resultados.
Para entender el papel del poder en la interdependencia debemos distinguir entre 2 dimensiones: sensibilidad y
vulnerabilidad.
Sensibilidad: grados de respuesta dentro de una estructura política.
¿Con qué rapidez los cambios de un país ocasionan cambios, con determinado costo, en otro país y cuál es la magnitud
de ese costo?
Se crea mediante interacciones dentro de un marco de políticas. La sensibilidad supone que éste permanece invariado.
La interdependencia de sensibilidad puede ser: social – política – económica.
El intento de manipular interdependencias asimétricas de sensibilidad sin tomar en cuenta los patrones subyacentes de
vulnerabilidad es probable que fracase.
También debemos considerar cómo se modificaría la situación si el marco de políticas pudiera cambiar. ¿Cuál sería el
costo que insumiría el ajuste a los cambios externos?
Vulnerabilidad: se apoya en la disponibilidad relativa y en el costo de las alternativas que los actores deben encarar.
La pregunta clave para determinarla consiste en saber con cuanta eficacia las nuevas políticas podrán aportar
suficientes existencias y a qué costo.
Se aplica tanto a las relaciones sociopolíticas como a las político-económicas. La manipulación de estas
vulnerabilidades implica riesgos: las estrategias de manipulación de la interdependencia muy probablemente
conduzcan al surgimiento de contra estrategias.
La vulnerabilidad es claramente más relevante que la sensibilidad para proporcionar recursos de poder a los actores;
no políticamente.

En términos de costo de dependencia:


-sensibilidad significa una contingencia ante los efectos de costo impuestos desde afuera antes que se puedan
modificar las políticas para tratar de cambiar la situación.
-vulnerabilidad puede definirse como la desventaja de un actor que continúa experimentando costos impuestos por
acontecimientos externos, aun después de haber modificado las políticas.
Tipos de interdependencia asimétrica examinados:
militar – vulnerabilidad no militar – sensibilidad no militar.
Los recursos de poder proporcionados por la interdependencia militar predominan sobre aquellos provenientes de la
vulnerabilidad no militar, la que a su vez predomina sobre los proporcionados por las asimetrías en sensibilidad.
El ejercicio de formas de poder mas dominantes implica mayores costos. Es de esperar que en la medida en que los
intereses en juego se tornen más importantes, los actores tenderán a emplear recursos de poder que se ubicarán más
alto en los niveles de predominio y costo.
El desplazamiento de un recurso de poder a otro más eficaz (aunque más costoso) será más probable donde exista una
sustancial incongruencia entre la distribución de los recursos de poder en una y otra dimensión.
Límites de este instrumento: no puede explicar los resultados de las negociaciones.
CAMBIO DE RÉGIMEN INTERNACIONAL
En la política mundial, las reglas de juego incluyen algunas normas nacionales, internacionales, privadas y amplias
zonas donde no existen normas en absoluto.
Pero, aunque la integración global generalizada sea débil, a menudo los regímenes internacionales tienen importantes
efectos sobre las relaciones de interdependencia que involucran a unos pocos países –o a muchos- en un problema
específico.
Estructura de un sistema: remite a las capacidades de unidades similares. En los sistemas políticos internacionales, las
unidades más importantes son los Estados y se consideran como capacidades relevantes a sus recursos de poder. Existe
una larga tradición de categorizar la distribución de poder en sistemas interestatales según la cantidad e importancia de
los actores más importantes (por Ej. Unipolar, bipolar, multipolar, disperso)
Es distinta de proceso: comportamiento distributivo o negociador dentro de una estructura de poder.
Los regímenes internacionales son factores intermedios entre la estructura de poder de un sistema internacional y la
negociación política y económica que se produce dentro del mismo.
Los cambios en los regímenes internacionales son muy importantes.

CAPÍTULO 2
REALISMO E INTERDEPENDENCIA COMPLEJA.
Tres supuestos integran la visión realista:
1- Los Estados, como unidades coherentes, son los actores dominantes en la política mundial.
2- Suponen que la fuerza es un instrumento utilizable y eficaz en la política.
3- Presuponen una jerarquía de problemas en la política mundial: la “alta política” de la seguridad militar
predomina sobre la “baja política” de los asuntos económicos y sociales.
Los actores transnacionales no existen o carecen de importancia.
Tanto la representación realista como la interdependencia compleja son tipos ideales.

CARACTERÍSTICAS DE LA INTERDEPENDENCIA COMPLEJA


1. Canales múltiples conectan las sociedades; éstos pueden resumirse como relaciones interestatales,
transgubernamentales y transnacionales.
La participación de amplias y dinámicas organizaciones, no enteramente controladas por los gobiernos, se ha
convertido en parte normal tanto de las relaciones exteriores como internas.
Las políticas internas de los diferentes países interfieren entre sí cada vez más borrando las fronteras entre
política interna y externa.
2. Falta de jerarquización en las cuestiones. La seguridad militar no domina; la diferencia entre temas internos y
externos se vuelve borrosa. Kissinger:
”Ha surgido una gama de cuestiones nueva y sin precedentes. Los problemas energéticos, de recursos, medio
ambiente, empleo del espacio y de los mares se equiparan ahora con cuestiones de seguridad militar,
ideológicas y de rivalidad territorial, las que tradicionalmente habían conformado la agenda diplomática.”
Aumentan los problemas para formular una política exterior coherente y consistente, cuando se plantean
múltiples temas en la agenda.
3. Menor papel de la fuerza militar. A menudo ella no es un medio apropiado para lograr otras metas (tales como
bienestar económico y ecológico) que se están volviendo más importantes.
La supervivencia es la primera meta de todos los Estados y en las peores situaciones la fuerza es el elemento
final que la garantiza. Así, la fuerza militar siempre es un componente central del poder nacional. Pero,
especialmente entre los países industrializados pluralistas, la percepción del margen de seguridad propio se ha
ensanchado; por lo gral. ha disminuido el temor a un ataque, situación virtualmente inexistente.
En las democracias occidentales es muy fuerte la oposición popular a los conflictos militares prolongados. Las
armas nucleares son empleadas fundamentalmente como factores de disuasión.
Persisten 2 serias salvedades:
1) un drástico cambio social / político puede determinar que la fuerza vuelva a ser un importante y directo
instrumento de la política.
2) aún cuando los intereses de las élites sean complementarios, un país que emplea la fuerza militar para
proteger a otro puede tener significativa influencia política sobre ese país.
Estas características son críticas a las hipótesis tradicionales.

LOS PROCESOS POLÍTICOS DE LA INTERDEPENDENCIA COMPLEJA


En la ausencia de una clara jerarquización de los problemas, las metas variarán según las cuestiones y pueden no estar
estrechamente relacionadas con aquellas.

ESTRATEGIAS DE VINCULACIÓN
Mientras la utilidad de la fuerza disminuye, la distribución de poder dentro de cada cuestión se tornará más
importante. La diferenciación de las áreas temáticas dentro de la interdependencia compleja significa que el
eslabonamiento entre las cuestiones se tornará más problemático y tenderá a reducir antes que a reforzar la jerarquía
internacional.
El insignificante papel de la fuerza nos lleva a esperar que los Estados dependen más de otros instrumentos a los
efectos de ejercer el poder. Los Estados menos vulnerables tratarán de emplear la interdependencia asimétrica en
grupos particulares de cuestiones como una fuente de poder; Tb. Tratarán de usar las organizaciones internacionales,
actores transnacionales y flujos de dinero.

ESTABLECIMIENTO DE LA AGENDA
La falta de una jerarquía clara entre las múltiples cuestiones nos lleva a esperar que la política de formación y control
de la agenda se torne más importante, sutil y diferenciada. Ella resultará afectada por los problemas internos y
externos creados por el crecimiento económico; Tb. Se incrementará la interdependencia de sensibilidad. Los grupos
internos disconformes habrán de politizar los temas, y pugnarán por incluir otros tradicionalmente considerados como
internos en la agenda interestatal.
Incluso, las agendas pueden ser afectadas por cambios en la importancia de los actores transnacionales. La politización
puede provenir desde abajo; grupos internos pueden desarrollar el suficiente encono como para activar un asunto que
dormía.

RELACIONES TRANSNACIONALES Y TRANSGUBERNAMENTALES


Cuanto más cercana se encuentre una situación de la interdependencia compleja, más probable será que los resultados
de la negociación política se vean afectados por las relaciones transnacionales. Corporaciones multinacionales, actores
independientes o instrumentos manejados por el gobierno, pueden ser significativas.
Nos lleva a esperar límites a la capacidad de los estadistas para calcular la manipulación de la interdependencia o
seguir una sólida estrategia de vinculación. Los canales múltiples de la interdependencia compleja no se encuentran
limitados a los actores no gubernamentales.
La existencia de redes políticas transgubernamentales nos lleva a una interdependencia diferente de una de las
propuestas corrientes de la política internacional: que los Estados actúan en interés propio. Un organismo
gubernamental puede perseguir sus propios intereses bajo la apariencia de estar actuando en pos del interés nacional.
La ambigüedad del interés nacional suscita serios problemas a los más altos líderes políticos de los gobiernos. Como
las burocracias se relacionan directamente por encima de las fronteras nacionales, su control centralizado se torna muy
difícil. Tampoco es seguro que sus componentes interpreten del mismo modo la noción de interés nacional cuando
negocien con extranjeros.
PAPEL DE LOS ORGANISMOS INTERNACIONALES
Para los realistas, los org. Internacionales son claramente periféricos en la política mundial. Pero en un mundo de
múltiples problemas imperfectamente relacionados, el papel potencial de las instituciones internacionales para la
negociación política ha crecido enormemente.
Los Gob. deben organizarse para manejar el caudal de iniciativas generado por los org. Internacionales. Ellos pueden
contribuir a determinar las prioridades gubernamentales, la naturaleza de las comisiones ínter departamentales y otras
disposiciones al interior de los gobiernos.
Al reunir a los funcionarios, los organismos internacionales:

✔ Contribuyen a activar coaliciones potenciales en el campo de la política mundial.

✔ Permiten a las entidades gubernamentales, que de otro modo no podrían ponerse en contacto, convertir las
coaliciones potenciales o tácitas en coaliciones transgubernamentales explícitas caracterizadas por la comunicación
directa.
✔ Frecuentemente son instituciones convenientes para los Estados débiles.

✔ También permiten que los países pequeños y débiles lleven a cabo estrategias de vinculación de cuestiones.

CAPÍTULO 3
EXPLICANDO EL CAMBIO DE RÉGIMEN INTERNACIONAL
UNA EXPLICACIÓN BASADA EN EL PROCESO ECONÓMICO
Las disputas en torno al gobierno de los asuntos económicos son responsables en mucho de la creciente atención a la
interdependencia.
Premisas de un modelo de cambio de régimen basado en el proceso económico:
1) El cambio tecnológico y el aumento de la interdependencia económica determinarán la obsolescencia de los
regímenes internacionales existentes. Las instituciones, normas y procedimientos establecidos se verán
amenazados por la ineficacia o el colapso.
2) El gobierno será altamente responsable frente a las demandas políticas internas que reclaman una elevación
del nivel de vida.
3) Los grandes beneficios económicos conjuntos proporcionados por los movimientos internacionales de capital,
bienes y, en algunos casos, trabajo, otorgarán a los gobiernos fuertes incentivos para modificar o reconstruir
los regímenes internacionales y así restaurar su eficacia.
El cambio de régimen será un proceso de adaptación gradual a nuevos volúmenes y nuevas formas de actividad
económica transnacional. Los gobiernos resistirán la tentación de interrumpir o romper los regímenes a causa del alto
costo que ello significaría para el crecimiento económico.
Parte del atractivo de este enfoque consiste en la comprensión de la importancia del cambio tecnológico para la
explicación de los desarrollos ocurridos durante los últimos 100 años. Sin embargo, la realidad política a menudo se
aparta de las expectativas basadas simplemente en tendencias tecnológicas y económicas. Parece evidente que los
gobiernos continuamente sacrifican la eficiencia económica en aras de la seguridad, autonomía y otros valores a la
hora de las decisiones políticas.

EXPLICACIÓN BASADA EN LA ESTRUCTURA DE PODER GLOBAL


LA EROSIÓN DE LA HEGEMONÍA
La perspectiva tradicional (realista) no cuenta con una teoría enteramente articulada del cambio de régimen. Su énfasis
en el poder del Estado y en la estructura internacional –definida en términos de capacidades de poder- proporciona las
bases para el desarrollo de tal teoría sobre premisas realistas. La dinámica básica procede de la afirmación de que
como el poder de los Estados cambia (la estructura cambia) las normas de los regímenes internacionales habrán de
cambiar en consecuencia. Esta dinámica se halla en el corazón de nuestro modelo de cambio de régimen basado en la
estructura de poder global.
Aun cuando no se produzca una guerra, o empleo de la fuerza, el enfoque tradicional que enfatiza la estructura de
poder global puede adaptarse para explicar los cambios en los regímenes internacionales. Si los fuertes fijan las
normas, entonces los cambios en la estructura de poder político-militar debieran afectar los regímenes económicos. El
enfoque de la estructura global arrastra nuestra atención hacia la hegemonía y el liderazgo.
Los realistas agregarían que tal liderazgo para mantener un régimen sería más probable dentro de un sistema
hegemónico –cuando un Estado es lo suficientemente poderoso como para mantener las normas esenciales que
gobiernan las relaciones interestatales y desea ejercer ese poder.
Cuando el poder hegemónico no procura conquistar otros Estados, sino tan sólo proteger su posición de predominio,
otros Estados Tb. pueden beneficiarse.
¿Por qué los sistemas hegemónicos y sus correspondientes regímenes económicos entran en colapso? La guerra o
cambios mayores en el equilibrio global de poder son las causas más notorias. Aunque estos sistemas Tb. pueden ser
erosionados por los propios procesos económicos que ellos mismos alientan. Las políticas de los Estados secundarios
empezarán a cambiar.
En la medida en que el sistema cambia, los supuestos Tb. cambian.

LIMITACIONES DE LA EXPLICACIÓN BASADA EN LA ESTRUCTURA GLOBAL


Aunque la distribución del poder militar incide sobre el orden económico internacional, deben agregarse otros 3
factores mayores, para una adecuada explicación,
1) cambios en las percepciones de la amenaza de agresión militar. Los aliados norteamericanos se han mostrado
menos dispuestos a desempeñar el rol de socios menores, ya que ellos Tb. perciben que la amenaza externa ha
disminuido.
2) cambios en la fortaleza económica relativa de Estados Unidos y en la de sus socios. Incrementos de las
capacidades económicas europea y japonesa con respecto a las de EEUU. Deseo de impulsar la fortaleza
política y económica de Europa para estar en mejores condiciones de valerse por sí misma frente a la URSS (y
+ tarde frente a EEUU).
3) cambios en los patrones jerárquicos, en Europa y en el Tercer Mundo. Desgaste de la hegemonía europea
colonial y el no poderío militar norteamericano.

ESTRUCTURA DE LAS CUESTIONES


El modelo de estructura global se sustenta en una sencilla interpretación de la estructura como la distribución agregada
de los atributos de poder, entre los Estados. Con ello, promete significativas predicciones acerca de los modelos de
comportamiento. Sin embargo, se debe suponer que existe una jerarquía de cuestiones, con la seguridad militar a la
cabeza. La explicación de la estructura global supone que el poder siempre hallará un nivel común. Cada vez que una
cuestión aparezca como relevante para la seguridad militar, los Estados más poderosos en el conjunto serán capaces de
controlarla.
Estos supuestos pueden cuestionarse.
El “estructuralismo de cuestiones” mantiene una forma similar de argumentación, con las tradicionales explicaciones
de la estructura global, a propósito del cambio de régimen: los Estados fuertes, fijarán las normas.
• La premisa de éste dice que los recursos de poder en un área determinada pierden parte o toda su eficacia
cuando se trasladan a otra.
• No pronostica congruencia de poder a través de las distintas áreas problemáticas.
• Es capaz de generar claras predicciones para situaciones particulares.
• Es menos poderoso, el analista necesita más información.
• Es más discriminador, puede distinguir las distintas áreas de cuestiones que son cruciales para el análisis de una
gran parte de la política contemporánea.
• Distingue entre la actividad que tiene lugar dentro del régimen y aquella destinada a influir en el desarrollo de
un nuevo régimen.
• En la elaboración de normas, ellas mismas resultan desafiadas. La naturaleza del régimen es cuestionada por los
participantes de mayor importancia; la lucha política se centrará en determinar si el régimen será reestructurado
y de qué modo. Así, el concepto de interdependencia de vulnerabilidad es más apropiado para el caso.
• El estructuralismo de cuestiones nos permite predecir que cuando existe una gran incongruencia en un área
problemática entre la distribución de poder en la estructura subyacente y su distribución en el uso corriente,
entonces se plantearán presiones tendientes a un cambio de régimen.
• Predice un agudo cambio de régimen cuando existe una incongruencia entre la influencia de un Estado bajo las
normas de uso corriente y sus fuentes subyacentes de poder para cambiar las normas.

LIMITACIONES DE LAS EXPLICACIONES ESTRUCTURALES


El estructuralismo de cuestiones suele ser útil cuando el costo del empleo de la fuerza, o la ausencia de inquietudes por
una mayor seguridad limitan la validez de las explicaciones basadas en la estructura de poder global. Pero:

• en la medida en que la vinculación de cuestiones sea lograda, el valor explicativo del modelo de la estructura
de cuestiones se reduce, ya que los resultados políticos en cada una de las áreas particulares ya no se explican
simplemente por los recursos políticos asignados a esas áreas.
• Las explicaciones estructurales son, por lo general, inadecuadas. La comprensión de los cambios de regímenes
que gobiernan la interdependencia internacional requieren la comprensión de la estructura y de los procesos.
• El enfoque estructural considera al régimen y al proceso de negociación como carentes de autonomía.
• Ntra. crítica a las explicaciones estructurales no significa que las rechacemos; ellas sólo proporcionan una
explicación parcial.

UN MODELO BASADO EN LA ORGANIZACIÓN INTERNACIONAL


Otro tipo de estructura de política mundial.
Llamamos organización internacional a los vínculos, normas e instituciones de los gobiernos vinculados a través de
relaciones formales entre los despachos de relaciones exteriores, mediante lazos gubernamentales y
transgubernamentales, en muchos niveles.
Estos son importantes factores independientes para la explicación del cambio de régimen.
En el sentido amplio, incluye las reglas asociadas con regímenes internacionales específicos, patrones de
vinculaciones de elite y –de ser necesario- instituciones formales.
Supone que un conjunto de redes, normas e instituciones, una vez establecido, ofrecerá dificultades para su
erradicación o incluso para reacomodos drásticos.
Ayudará a dar cuenta de las fallas de los modelos estructurales para explicar el cambio de régimen.
Proporciona una dinámica del cambio de régimen; en ciertas instancias Tb. proporciona una explicación de su inercia.
Suministra el contexto dentro del que operan los regímenes.
Punto central: los regímenes internacionales pueden ser cambiados por decisiones que en sí mismas son afectadas por
la organización internacional en el sentido que le hemos asignado.
Este modelo es más complicado que los enfoques estructurales básicos y requiere más información.
No predice cómo cambiarán los regímenes internacionales desde una variable tan sencilla como la estructura
internacional. Su concentración sobre los procesos políticos asociados a organizaciones internacionales implica que las
estrategias de los actores y su habilidad para implementarlas pueden afectar sustancialmente la evolución de los
regímenes internacionales. Es mucho menos determinista que los regímenes estructurales básicos, ya que deja ancho
margen para la opción, decisión y múltiples niveles de negociación.
Los factores de los que depende son más temporarios y reversibles.
Sólo puede aplicarse bajo condiciones de interdependencia compleja.
Se basa en el supuesto de que el régimen será estable, que los cambios de política para destruirlo no serán posibles.
Los actores manipularán la dependencia de sensibilidad de los demás en su propio beneficio y pueden llegar a producir
cambios marginales de políticas para mejorar sus posiciones de vulnerabilidad.

COMBINANDO LAS EXPLICACIONES


Ningún modelo único es verdaderamente adecuado para explicar la política mundial. Las condiciones de esta varían
enormemente.
Debido a los inconvenientes de una única síntesis compleja, es mejor buscar la explicación a través de modelos
simples y agregarles complejidad a medida que sea necesario.
El próximo paso analítico será agregar “política” del modo más simple posible para tratar de ver si el modelo de la
estructura global puede explicar el cambio de régimen.
Este enfoque a menudo resultará insuficiente. Por lo tanto, el próximo paso consistirá en tornar hacia el
estructuralismo de cuestiones.
A veces este refinamiento no alcanzará para explicar el cambio de régimen; habrá que recurrir al modelo de org.
Internacional y examinar cómo las normas, sistemas e instituciones benefician a algunos actores antes que a otros.
Tb. necesitaremos preguntarnos cómo los regímenes internacionales adquieren una fuerza inercial que les permite
persistir aun después de que las condiciones que les dieron vida hayan desaparecido.
2 advertencias:
1) los casos no son representativos de toda la política mundial
2) no esperamos que ninguno de nuestros modelos tenga aplicación universal

Conclusiones

La preocupación por el mantenimiento y el desarrollo de los regímenes internacionales nos lleva a prestar más
atención a los problemas de liderazgo en la política mundial. Por otra parte, el examen del liderazgo mundial
contemporáneo lleva a una creciente atención hacia los problemas de la organización internacional.

El hecho de ser menos vulnerable en una situación de mutua dependencia puede ser usado como un recurso de poder;
pero es difícil calcular las asimetrías y, cuando existen muchas de ellas, especificar las vinculaciones que las unen.
Aun sintiéndonos bastante cómodos en la estimación de la estructura de poder, no podemos estar seguros de predecir
correctamente los resultados.

Si pudiéramos asumir que la vinculación y la politización fuesen controladas por estadistas racionales, con firme
control de sus gobiernos y de sus sociedades, entonces el proceso de negociación de la interdependencia compleja
podría ser rápidamente aprehendido. Pero el hecho de que la interdependencia tiene diferentes efectos sobre grupos
diferentes y que esos grupos presionan a sus gobiernos por múltiples cuestiones y que, además, tienen múltiples
canales de contacto por encima de las fronteras nacionales, toda esta situación complica enormemente el proceso de
negociación.

Para que los regímenes internacionales gobiernen satisfactoriamente las situaciones de interdependencia compleja
deben ser congruentes con los intereses de los grupos poderosamente ubicados dentro de los principales Estados, así
como también con la estructura de poder entre los Estados.

Por supuesto que liderazgo puede ser un concepto empleado por un Estado dominante para justificar cualquiera de sus
acciones. Pero en la organización de acciones colectivas para manejar la interdependencia económica y ecológica, el
liderazgo a menudo resulta crucial para lograr un comportamiento que se centre en beneficios comunes antes que en
los aspectos suma cero de la interdependencia.

La propia complejidad de las relaciones y la multiplicidad de contactos entre las sociedades pueden contribuir a un
considerable ajuste mutuo de las políticas aun cuando existan conflictos y no puedan desarrollarse reglas formales.
El crecimiento de la interdependencia económica y ecológica no proporciona orientaciones claras y deterministas para
la política exterior. Aún existe una “necesidad de opción”. Las condiciones de la interdependencia compleja vuelven
más duras dichas opciones. Las opciones se plantearán acerca de cómo organizar las respectivas porciones de atención
que habrán de recibir los aspectos tanto “interno” como “externo” de las cuestiones de interdependencia. Para EE.UU.
una cuestión central será cómo ejercer el liderazgo internacional sin capacidad hegemónica. La hegemonía británica
sobre los sistemas mundiales monetario y marítimo durante el siglo pasado se apoyaba sobre los pilares gemelos de la
restricción de los intereses internos y la aplicación de un poder preponderante en el exterior. El liderazgo
norteamericano habrá de encontrar la misma necesidad de establecer un buen ejemplo interno, pero le resultará más
dificultosa la aplicación del poder. Tenemos que aprender a vivir en interdependencia y a emplearla para el liderazgo.
Desde un punto de vista sistémico, la paradoja norteamericana puede consistir en que EE.UU. tiene demasiada libertad
en el corto plazo y, sin embargo, puede fracasar en la adopción del liderazgo en problemas económicos y ecológicos
que serán cada vez más importantes.

De todos modos, una apropiada política exterior para los Estados más poderosos debe apoyarse en un claro análisis de
la cambiante política mundial. Modelos anticuados o demasiado simplificados del mundo llevan a políticas
inapropiadas. El argumento de Keohane no consiste en que la perspectiva tradicional de la política mundial sea
equivocada; son necesarios varios enfoques con diferentes grados de aplicabilidad en situaciones diferentes.

ROSENCRANCE
La expansión del Estado Comercial: comercio y conquista en el mundo moderno
La elección entre el planteamiento territorial y el comercial siempre ha estado presente en la mente de los Estados. Sin
embargo, las acciones que han elegido preferentemente se ubican en un punto medio entre las dos.
La concepción político-militar
Los países son ordenados en función de la magnitud de su poder y de la extensión del territorio que dominan. Así, la
clasificación resulta bastante homogénea, pues supone que todos los Estados tienen los mismos objetivos y mismas
formas de alcanzarlas.
Esta concepción implica una recurrente apelación a la guerra, desde el momento en que todas las naciones compiten
por la primacía. Todas sienten miedo de que el dominio de una potencia exterior pueda limitar su independencia o
incluso poner en peligro su propia supervivencia. Por lo tanto, el equilibrio de poder surge como una forma de resistir
a la amenaza que supone una potencia hegemónica. Esta manera de establecer el equilibrio de poder implica
necesariamente la posibilidad de apelar a la fuerza para superar las pretensiones de los ambiciosos. En este escenario
se puede admitir que la guerra puede ser un factor de estabilización, desde el momento en que contribuye a moderar la
competitividad entre naciones. Sin embargo, resulta un recurso inaceptable si la destrucción que produce o puede
producir es superior a los males que pretende evitar.
Las relaciones internacionales basadas en el comercio
Por el contrario, en la concepción mercantil los países no son clasificados en función de su poderío o de la amplitud de
su territorio. En su lugar, las naciones entienden que cada una de ellas desempeñan funciones diferentes de las cuales
ninguna tiene que ser preponderante. Cada país pretende mejorar su posición en el contexto internacional pero, desde
el momento en que cada nación es suministradora de diferentes bienes y servicios, tanto en materia de defensa como
de economía, todas asumen la dependencia de las demás. Aunque algunas pueden ser más fuertes que otras, la
complementariedad de las funciones que estás mismas proporcionan las sitúan en un status de igualdad.
Los estados que se apuntan a la estrategia comercial también tiene que cubrir su flanco defensivo pero, en lugar de
actuar aisladamente, recurren al mismo modelo de cooperación estableciendo alianzas para prevenir una posible
agresión de las Naciones políticas militares.
Aunque los estados tratan de mejorar sus posiciones individuales, son conscientes de que está labor deben llevarla a
cabo en un contexto de interdependencia. Incrementar su bienestar sobre la base de la especialización y de la división
internacional del trabajo es el objetivo fundamental. El incentivo bélico está ausente en un sistema en el que la guerra
es un elemento que interrumpe el comercio y colapsa el mecanismo de interdependencia en qué se basa. En definitiva,
los estados comerciales admiten que el desarrollo de su economía interna lo promueve mejor la expansión de los
mercados internacionales en los que pueden dar mayor y mejor salida sus producciones, que el intento de conquista y
asimilación de nuevos territorios.
En términos generales, la competencia por el poder surge en las relaciones sociales cuando los recursos que necesita
un sujeto están en manos de otros que no precisa de la colaboración de nadie y, por consiguiente, no se ve obligado a
suministrarlos o cuando estos recursos son limitados. Es decir, si los recursos son de escasez relativa eso puede ser
motivo de conflicto.
En la sociedad internacional, en la que no existe una autoridad reconocida universalmente, las naciones se verán
inmersas inevitablemente en conflictos de poder, a no ser que estén sometidas a una mutua independencia para
satisfacer sus necesidades. Solamente el intercambio recíproco y la división del trabajo que preconizan las naciones
comerciales pueden prevenir la conflictividad en un entorno tan anárquico. Fue con la llegada de la revolución
comercial e industrial que los países se aproximaron extraordinariamente. Aquellos que aspiraban a la autonomía
completa, e incluso a la autarquía, tenían que conquistar las tierras que producían los materiales que necesitaban. El
sistema territorialista y político militar exigía para ellos la guerra. Solo un cambio de dirección hacia un sistema
comercial interdependiente podría propiciar un incremento en la cooperación internacional.
El sistema comercial no precisa de grandes unidades políticas autosuficientes. El nivel alcanzado por la tecnología
militar también incluye en la tendencia a adoptar un sistema o el otro. En la actualidad ni el mayor estado del mundo
puede considerarse a salvo de un posible ataque exterior con el agravante de que está eventualidad permanece fuera de
control.
Los cambios en la solidaridad e interna de un país también afectan a la elección entre la estrategia comercial y la
política militar. Cuánto mayor sea el grado de obediencia de una población enfervorecida por argumentos patrióticos,
más apoyo reciben los planteamientos de la concepción territorial y política militarista de las relaciones
internacionales. Por el contrario, el sistema comercial depende de la libre aportación de los esfuerzos productivos de
trabajadores y comerciantes quienes sin la dirección ni la financiación del Estado acometen la búsqueda de mercados
por todo el mundo para dar salida a sus productos. Para el establecimiento del sistema comercial los gobiernos tienen
que renunciar a sus tradicionales apetencias controladoras de todo lo que se refiere a sus administrados.
La teoría de laissez faire, bajo la cual el gobierno debe abstenerse de intervenir en la economía, predominante en este
modelo, contribuyó al hecho de que aparezcan grupos de personas cuya lealtad ya no es tan fiel al Estado nacional sino
a una circunscripción mucho más impersonal y cosmopolita. El desarrollo de estas relaciones comerciales estimulan el
resurgimiento de vínculos muy poderosos.
En resumen, las naciones territorialistas, animadas por la concepción político-militar del Estado, son países
competitivos de forma generalizada. Cada uno pretende asegurarse una posición hegemónica o cuando menos mejorar
su grado de autosuficiencia, reduciendo su nivel de dependencia de terceros. Normalmente no cooperan entre ellos,
excepto cuando el equilibrio de poder exige la posición conjunta a un aspirante hegemónico. Por el contrario, en el
sistema comercial las naciones reconocen su mutua interdependencia y aceptan un estatus de igualdad, a base de la
diferenciación de funciones. Sus objetivos son aumentar la riqueza nacional y mejorar la asignación de recursos a
través del comercio, y ello no interfiere con políticas idénticas por parte de otros estados, al contrario, se refuerzan.
Estrategias mixtas
A pesar de las premisas contradictorias que requieren los sistemas político-militar y comercial, los Estados han
intentado compaginar ambos planteamientos.
Ninguno de los aspirantes históricos a la supremacía hegemónica llegó a alcanzar su objetivo. Los intentos por
maximizar las ventajas comerciales mediante la estrategia político-militar han fracasado y desde los tiempos de Roma
ningún estado ha conseguido alcanzar la hegemonía.
La elección entre estrategia político-militar y la comercial
Aunque los estados sean conscientes de que no pueden aspirar a dominar toda la gama del espectro político, es decir,
desarrollar la estrategia de un sistema político militar y, al mismo tiempo, usar la estructura de un país eminentemente
comercial, es sin embargo posible intentar combinar ambas concepciones de diversas maneras. Ninguna nación
descansa exclusivamente sobre la autoridad de un aparato político o militar. Cada Estado procura mantener algún
presupuesto militar y participar en alguna forma de intercambio.
La diferencia entre los Estados estriba en que, mientras unos confían sobre todo en la fuerza militar y ocasionalmente
utilizan el comercio, otros fundamentan su viabilidad en el comercio y establecen su propio aparato defensivo solo
para que actúe en contingencias extremas. Para los primeros, el comercio solo constituye un paliativo económico. Para
los segundos, se prioriza el desarrollo económico.
Existe una 3ra posibilidad, llevar adelante el desarrollo económico sin recurrir al comercio o a la fuerza militar.
Pretenden permanecer aislados y no aspiran a relacionarse, pero con la creciente interdependencia de los Estados
deben decantarse por alguno de los modelos. La decisión dependerá del análisis de los costos y beneficios que pueden
esperarse de un enfrentamiento bélico, por una parte, y el fomento del comercio internacional, por la otra. Cuánto
mayores sean las restricciones al comercio y menores sean por lo tanto los beneficios que reporte Las naciones se
inclinarán más a la solución militar para resolver un problema. Cuánto más se incrementan los costos de una guerra y
más inciertos sean los beneficios que pueda reportar más naciones se adherirán al modelo comercial como forma
estable de convivencia pacífica.
El aumento de la interdependencia
El primer punto a tener en cuenta a la hora de establecer una análisis de coste-beneficio, tanto de la guerra como el
comercio, es el crecimiento del grado de interdependencia entre las naciones. La tecnología moderna, los transportes,
las comunicaciones y el acceso a las fuentes comunes de energía han dado lugar a un mayor contacto entre los
diferentes países. A medida que las naciones dependen cada vez más de los productos de la financiación, o incluso de
la seguridad que pueden proporcionarle, otros estados resulta cada vez más difícil la resolución de sus problemas
internos por medios militares A menos que sean capaces de conquistar grandes y bien dotados continentes, la mayoría
de las Naciones no puede emanciparse de la dependencia exterior. En este sentido, cuánto más aumenta la
interdependencia nacional, las consecuencias más inmediatas probablemente sean el aumento del coste de la guerra y
de la disminución de barreras y trabas al comercio.
El análisis coste-beneficio de las fuerzas armadas
Hay que tener en cuenta dos factores adicionales: la facilidad de conquista de nuevos territorios y la posibilidad de
administrarlos una vez anexionados. Para que sea rentable el éxito de una campaña militar debe medir usted en
función de que tanto el aparato productivo del agresor como el del defensor quedan relativamente intactos después de
la contienda. El agresor victorioso tiene que ser capaz de reorganizar y gobernar los territorios conquistados ,y muy
posiblemente con la resistencia y el boicot de sus nuevos administrados.
La tecnología militar, por su parte, es un factor muy volátil que se modifica enormemente de una época a otra. Hoy
cualquier agresor no puede confiar en salir ileso de un enfrentamiento armado. Junto a las consecuencias que se
produzcan en el territorio enemigo, es preciso evaluar las posibles destrucciones en el propio.
La incertidumbre en cuanto a los resultados de la guerra, los costes de producción de armas y la carrera de armamentos
llegan a replantearse esta política, es decir, si el inmenso esfuerzo militar que le supone significa qué otros países le
superan en el territorio económico.
Sin embargo, los inconvenientes de la guerra a veces no son suficientemente importantes para evitarla. Afrontar una
guerra aún puede merecer la pena por distintos motivos, como conflictos ideológicos, regímenes nacionalistas, entre
otros. Inclusive habiendo supuestamente ganado, una nación debe plantearse el “dilema de la herencia del vencedor”.
Aún suponiendo qué el objetivo conquistado permaneciera intacto, y que el agresor hubiera quedado a salvo de
cualquier daño, el agresor debe plantearse de antemano el problema de administrar estos nuevos territorios. Cuándo
existen diferencias étnicas entre los Estados, o incluso dentro de ellos, una administración extranjera es muy probable
que fracase en su intento de crear un sentimiento naiconalista común o que pueda orientar una política económica
conjunta.
Las condiciones de equilibrio de poder también afectan el deseo de los Estados por guerrear, así como los beneficios
que estos pueden esperar de una posible contienda. Si se quiere acabar con las guerras es necesario que sus costes sean
altos y los resultados lo suficientemente inciertos,como para que los posibles agresores renuncien a la idea de
emprenderlas. Un factor adicional que influye es la cohesión social del país y el impacto de la guerra sobre ella.
Cuanto mayores sean los sacrificios exigidos a la población, resulta más difícil encontrar voluntad por parte de la
población. En cuanto a los beneficios, estos disminuyen si el territorio codiciado pudiera quedar destrozado o no
pudiese ser reorganizado para producir beneficios. No obstante, los factores ideológicos y/o subjetivos pueden seguir
jugando un rol importante.
Los costes y beneficios del comercio
Las tarifas aduaneras, el establecimiento de cuotas máximas a la importación, el control de cambio de divisas, las
restricciones y el recurso de las devaluaciones monetarias para mantener la competitividad, son algunas maneras de
limitar el desarrollo del comercio internacional. Habitualmente, las naciones eliminan las barreras al comercio y a la
inversión exterior cuando las perspectivas económicas son favorables, y las vuelven a levantar cuando la recesión
enfría la actividad económica.
El sistema comercial supone también un cierto coste social y un desgaste gubernamental. La apertura de los mercados
y centros financieros del país como otras medidas no es una decisión fácil, ya que de fondo aparece la sensación de
haber perdido el control de nuestros propios destinos. De alguna manera, sin embargo, el comercio funciona mejor
cuando existen “Estados intervencionistas”, que funcionan como intermediarios, buscando alcanzar equilibrios
aceptables. Esto requiere altos niveles de cultura económica, no así la presencia de un sistema democrático. El nivel de
interdependencia también condiciona la elección entre la estrategia comercial y la político-militar. Los costes y
beneficios que generan cada uno de los dos sistemas, tomados en su sentido más amplio, determinarán el punto en que
se situará cada nación en concreto.
Aprendizaje social y conciencia histórica
Las naciones modifican sus conductas a lo largo del tiempo en función de su propia experiencia y de los cambios de
coyuntura. El crecimiento de la interdependencia, sin embargo, no tiene ninguna conexión necesaria con algún tipo
especial de conducta. El fenómeno del aprendizaje social nos conduce a respetar la fuerza y la vigencia de conceptos
históricos que tienen impacto en las conciencias históricas de los países. Lo que las naciones hagan está muy
condicionado por estas conciencias y cosmovisiones compartidas pero, en última instancia, se verán condicionados por
la racionalidad del sistema comercial.
Conclusión
En el S. XX se ha vuelto mucho más complicada la guerra, más costosa y más destructiva, pero esto no garantiza que
no se vuelva a recurrir a ella. Los países, por principio, quieren mejorar su posición en la escena internacional, y
básicamente hay dos formas: por guerra o por comercio. El comercio es la única forma mediante la cual todos salen
ganando, la guerra implica la derrota y el empobrecimiento de una parte.

U6: NEOINSTITUCIONALISMO
KEOHANE
Interdependencia, cooperación y globalismo

La demanda de regímenes internacionales

1. Los regímenes internacionales pueden interpretarse como recursos para facilitar la realización de acuerdos
sustanciales en la política mundial, especialmente entre Estados. Los regímenes facilitan los acuerdos
suministrando reglas, normas, principios y procedimientos que ayudan a los actores a superar las barreras al
acuerdo identificadas por las teorías económicas de la falla del mercado. Es decir, los regímenes le facilitan a los
actores identificar sus intereses de forma colectiva.
2. Los problemas de bienes públicos afectan la oferta de regímenes internacionales, tal como sugiere la teoría de la
estabilidad hegemónica, pero también dan origen a la demanda de regímenes internacionales, que pueden mejorar
problemas de costos de transacción e imperfecciones informativas que impiden respuestas descentralizadas eficaces
a los problemas de suministro de bienes públicos.
3. Dos hipótesis de derivan del análisis de la demanda: a) Una mayor densidad de temas llevará a una mayor demanda
de regímenes internacionales; b) La demanda de regímenes estará en función de la efectividad de los regímenes
mismos para desarrollar normas de compromiso generalizado y suministrar información de alta calidad.
4. La hegemonía no es una condición necesaria para los regímenes internacionales estables en todas las circunstancias
históricas.
5. Hay que distinguir entre regímenes convencionales orientados hacia el control y regímenes de seguro. Esto permite
entender las adaptaciones emergentes de los países industrializados; hoy en día tienen menos capacidad de control
de la que poseían antes de la Segunda Guerra Mundial.

Esto no quiere decir que se tienda más a la armonía. No aumentan necesariamente los niveles generales de bienestar.
No obstante, los actores tendrán incentivos para coordinar su comportamiento a fin de lograr mayores beneficios
colectivos sin reducir la utilidad de ninguna unidad. Cuando tales incentivos existen y hay suficiente interdependencia,
surgirán oportunidades para el desarrollo de regímenes internacionales.

El liderazgo hegemónico puede ayudar a crear un patrón de orden. La hegemonía necesita de la cooperación
asimétrica.
Instituciones internacionales – Dos enfoques

Las instituciones merecen estudiarse por su importancia y por su normativa. Tienen el potencial de facilitar la
cooperación, lo cual implica la mantención del hombre en el mundo. Sin un conocimiento sobre las instituciones
habría menos cooperación. Las teorías racionalistas las consideran como afectadoras de costo, es decir que reducen la
incertidumbre, proporcionan información y estabilizan las expectativas. El enfoque reflexivo señala que las
instituciones no nacen conscientemente de los hombres. Keohane considera importante el hecho de que ambas generen
síntesis, y así ayuden a entender tanto las prácticas de las instituciones como las relaciones entre ellas.

RRII y el derecho internacional

La preocupación por la reputación puede convertirse en un medio para reconciliar las prescripciones instrumentalistas
(las instituciones son importantes en tanto desempeñen funciones para el Estado) con las normativas (las reglas tienen
un efecto causal; los intereses y el poder son incompletos como elementos explicativos; las reglas y las normas están
supeditadas a su interpretación).

Gran parte de la política depende de las instituciones; éstas deben ser consistentes con las estructuras de poder, pero al
mismo tiempo, deben crear incentivos para desarrollar la reputación que las apoye como instituciones; asimismo
deben ser flexibles.

IKENBERRY
Teoría constitucionalista del orden internacional

Ikenberry comienza considerando que la creación de un orden político después de las Guerras Mundiales constituyó
un problema fundamental de las RRII.

El autor discute tres teorías sobre el orden internacional: la teoría del equilibrio de poder, la teoría de la hegemonía y
la teoría del constitucionalismo. Las dos primeras representan la concepción realista y la tercera es elaborada por
Ikenberry.

Crítica a la teoría del equilibrio de poder: Existen cuatro problemas en torno al equilibrio de poder. Primero, la
conceptualización de anarquía internacional como estado de guerra reduce las políticas externas a relaciones de poder,
demostrando así una concepción excesivamente materialista de la política. Segundo, partiendo de esta definición de
anarquía internacional, esta teoría considera necesariamente que las potencias adoptan estrategias políticas ofensivas.
En este sentido, la formación y el mantenimiento de un equilibrio de poder internacional es el único modo de garantir
la supervivencia y seguridad de las potencias y, por tanto, del orden internacional. Tercero, para esta teoría una
situación de hegemonía causa necesariamente la inestabilidad internacional. Por un lado, la potencia hegemónica
pretende aumentar aún más su poder y, por otro lado, las otras potencias no creen en hegemonías benignas y se sienten
siempre amenazadas por el Estado hegemónico; como resultado inician un proceso de resistencia a dicho poder
hegemónico. Cuarto, la incapacidad de esta teoría para explicar por qué nada de esto sucedió luego del fin de la Guerra
Fría. Como afirma Ikenberry, las teorías neorrealistas son incapaces de explicar el hecho de que las relaciones entre las
potencias occidentales continuaran estables e institucionalizadas luego del fin de la Guerra Fría. Ni EE.UU. procuró
aumentar su poder a través de estrategias militares ofensivas, ni las potencias europeas y Japón se sienten
excesivamente amenazadas por la hegemonía estadounidense.

Crítica a la teoría de la hegemonía: Para esta segunda teoría realista, la creación y el mantenimiento del orden
internacional depende exclusivamente del poder de la potencia hegemónica. Apoyándose enteramente en el poder
hegemónico, esta teoría considera que la cuestión de la legitimidad es irrelevante para las RRII. El uso del poder es
coercitivo y no se basa en posiciones consensuales. Esta posición, en gran parte, deriva de la misma concepción de
anarquía de la teoría del equilibrio de poder. Si el sistema internacional es equiparado al estado de naturaleza, donde
las relaciones políticas son determinadas por las relaciones de poder, entonces la cuestión de la legitimidad
internacional no se presenta. Más allá de eso, según Ikenberry, la teoría de la hegemonía repite algunos errores de la
teoría del equilibrio de poder. Por ejemplo, considera igualmente que las potencias hegemónicas no consiguen evitar
políticas externas ofensivas; desde luego, porque en un sistema unipolar no existen restricciones eficaces contra el uso
del poder hegemónico. En este sentido, las otras potencias se sienten amenazadas por la potencia hegemónica. El
orden hegemónico tiene así uno de dos destinos; o se transforma en un orden con características imperialistas, o el
poder hegemónico se erosiona y las otras potencias, mediante la guerra, consiguen restablecer una situación de
equilibrio de poder. Según Ikenberry, tal como la teoría del equilibrio de poder, la teoría de la hegemonía no pasó la
prueba del fin de la Guerra Fría.

La principal crítica que el autor realiza a las teorías neorrealistas tiene como punto la concepción enteramente
materialista de la anarquía internacional, donde sólo la distribución del poder es lo que cuenta. Valores y principios
políticos, o que se pueden llamar de cultura política, o normas e instituciones, son simplemente irrelevantes. Así,
Ikenberry pretende desarrollar una concepción alternativa de anarquía. En primer lugar, la cultura política tiene una
importancia fundamental. El tipo de Estados se refiere precisamente a los regímenes políticos e a la cultura política de
los Estados. Las alteraciones en los principios y valores políticos que ocurren al interior de los Estados tienen un
impacto tremendo en la política internacional. En este sentido, Ikenberry rechaza la distinción entre política interna y
política internacional, uno de los presupuestos centrales de las teorías realistas. Para el autor, existen semejanzas entre
ambas políticas, las cuales son visibles en los momentos de formación del orden internacional, luego de las guerras.
No obstante, sea el plano interno como el plano internacional, el problema central es el mismo: cómo crear un orden
político legítimo. Para Ikenberry, la cultura política dominante, o el conjunto de principios y valores aceptados de un
modo consensual por las potencias, es lo que confiere legitimidad al orden internacional. Por otro lado, un orden
internacional sólo es legítimo si es institucionalizado y si tiene elementos normativos. Además, para subrayar las
dimensiones ideológica y normativa del proceso de creación del orden internacional, Ikenberry llama a las
conferencias de paz que siguen a las guerras entre potencias como “momentos de construcción consitucional”

A pesar de las críticas a las teorías neorrealistas, sería erróneo concluir que Ikenberry abandona totalmente los
presupuestos de la tradición realista. Afirma que la característica más importante de las RRII luego de una guerra es la
nueva “distribución de poder”. Así, el problema básico de la formación del orden internacional es lidiar con las nuevas
asimetrías del poder. O sea, ¿qué es lo que la potencia hegemónica debe hacer con su poder? Esta cuestión demuestra
que Ikenberry, al contrario de otros autores liberales, considera al poder como un elemento vital de las RRII. Así y
todo, y de acuerdo con las críticas hechas a las teorías del equilibrio de poder y de la hegemonía, se distancia del
tratamiento del poder ofrecido por los realistas. En este sentido, el autor cita a Weber afirmando que el dilema central
de la política es transformar el poder bruto en autoridad legítima; este punto capta muy bien lo que separa a Ikenberry
de los autores neorrealistas.

La concepción constitucional del orden internacional de Ikenberry se asienta en tres ideas principales. En primer lugar,
esta teoría destaca la importancia de la cultura política, sobre todo la relación entre los valores democráticos y la
necesidad de crear un orden internacional institucional basado en reglas. De este modo, el autor pretende investigar la
relación entre la cultura política, la formación de instituciones internacionales y el ejercicio de una hegemonía
limitada. En suma, señala la importancia del liberalismo y de la democracia en la construcción de un orden
internacional constitucional. En segundo lugar, el ejercicio del poder hegemónico debe ser limitado e
institucionalizado; para el autor, un orden político sólo es legítimo cuando el ejercicio del poder es limitado. Para que
esto sea posible es necesario crear instituciones apoyadas en consensos políticos. Cuando esto sucede, el poder se
transforma en autoridad legítima. En tercer lugar, Ikenberry destaca la dimensión institucional; si el orden
internacional no resulta únicamente de la distribución de poder, entonces es fundamental entender de qué modo las
instituciones que garantizan dicho orden son establecidas. En otras palabras, es necesario entender los mecanismos que
permiten formar consensos internacionales.

Existe una paradoja que marcó el orden internacional creado luego de 1945. Por un lado, fue el primer caso de la
historia de la sociedad internacional moderna en que una guerra hegemónica no produjo un tratado general de paz. Por
otro lado, el período entre el final de la guerra y el inicio de la década de 1950 asistió a la más profunda
reorganización del orden internacional durante la historia moderna. Esta paradoja muestra, en primer lugar, que en
rigor se crearon dos órdenes internacionales, y no solamente uno luego de la Segunda Guerra. Uno entre EE.UU. (y
sus aliados) e la URSS (y sus aliados), marcada por el conflicto estratégico e ideológico entre ambas potencias, el cual
se conoció con el término de Guerra Fría. Ikenberry llama a este orden político un “orden de contención”. El otro
orden internacional agrupó a los Estados liberales y democráticos de Occidente y correspondía, en gran parte, al
modelo constitucional elaborado por Ikenberry. Este “orden Occidental” comenzó a ser diseñado durante la Guerra
mediante la Carta Atlántica, y se consolidó con la firma del Tratado del Atlántico Norte. Aunque ambos órdenes
estaban ligados, se apoyaban en lógicas diferentes; uno fue el orden más militarizado de la historia moderna y el otro
fue el orden más institucionalizado.

U7: MATERIALISMO HISTÓRICO


Materialismo histórico en las Relaciones Internacionales

● El análisis es siempre histórico.


● Idea de estructura del sistema internacional que engloba todo el universo de interacciones.
● Consideración del cambio como algo posible; cambio que debe realizarse y no esperarse.
● Nuevo sentido de la hegemonía en el sistema internacional.
● Existencia de un orden jerárquico en el sistema internacional.
● Enfatizar la economía, la cultura y lo social.

COX
Cox plantea cómo a lo largo del desarrollo de la disciplina de las RRII se han ido enfrentando las distintas
percepciones sobre el Estado y la sociedad civil. Presenta cómo los enfoques críticos, inicialmente inspirados en el
marxismo, más adelante en los conceptos de hegemonía y contra-hegemonía y, luego, a través de las teorías del
sistema mundo, sirve para retomar la relevancia del poder material en el análisis de los procesos de creación de nuevos
órdenes mundiales. Propone la diferenciación ideológica entre la pax británica y la pax americana como procesos
históricos específicos, creadores de distintas estructuras sociales, políticas y económicas.

Las RRII implican un área de estudio interesada en las relaciones entre los Estados en una época en que los Estados, y
más comúnmente los Estados-nación, son los principales agregados de poder político. La teoría de las RRII está
interesada en los resultados de la paz y la guerra, y por tanto, tiene una importancia práctica obvia. Los cambios en la
práctica, sin embargo, han generado confusión en cuanto a la naturaleza de los actores involucrados (diferentes tipos
de Estado y entidades no estatales), han extendido los rangos de interés (baja y alta política), han introducido una
mayor diversidad de metas perseguidas, y han producido una mayor complejidad en los modos de interacción y en las
instituciones dentro de las cuales tiene lugar la acción.

Una vieja tradición intelectual que contribuyó a la definición de las RRII es la distinción entre Estado y sociedad civil.
Esta distinción tuvo sentido práctico en los siglos XVIII y XIX cuando correspondía a dos esferas más o menos
distintas de la actividad humana: por un lado, a una emergente sociedad de individuos basada en relaciones de contrato
y mercado que reemplazó a la sociedad basada en el status; y por el otro, un Estado con funciones limitadas a
mantener la paz interna, la defensa externa y las condiciones requeridas para el funcionamiento de los mercados. La
teoría tradicional de RRII mantiene la distinción entre estas dos esferas, y la política exterior, por tanto, aparece como
la expresión pura de los intereses del Estado. Actualmente, sin embargo, el Estado y la sociedad civil están tan
interconectados que los conceptos se han vuelto casi puramente analíticos (como expresiones de aspectos difíciles de
definir en una realidad compleja).

Pocas veces se ha intentado, dentro de los límites de la teoría de las RRII, considerar el complejo Estado/sociedad
como la entidad básica de las RRII. En consecuencia, la perspectiva de que exista una pluralidad de formas de Estado,
expresando diferentes configuraciones de los complejos Estado/sociedad, sigue siendo un territorio poco explorado.
Cox pretende trazar un método para la comprensión de las relaciones globales, atento a no subestimar el poder del
Estado, pero prestando la debida atención a las fuerzas sociales y fijándose cómo se relacionan con el desarrollo de los
Estados y de los órdenes mundiales. Sobre todo, sin basar la teoría en la teoría, sino en las prácticas cambiantes y en
los estudios empírico-históricos, que son el campo de prueba de los conceptos.

La teoría es siempre para alguien y con algún propósito. Todas las teorías tienen su perspectiva; las perspectivas
derivan de una posición en el tiempo y el espacio, específicamente de un tiempo y espacio político y social. Para cada
perspectiva, el mundo que la rodea plantea numerosos problemas; las presiones de la realidad social se presentan a sí
mismas como problemas de consciencia. Partiendo de su problemática, la teoría puede servir para dos propósitos
distintos. El primero es ser una respuesta simple y directa: una guía para ayudar a solucionar los problemas planteados
dentro de los términos de la perspectiva particular desde la que se partía. El segundo supone la reflexión sobre el
proceso de teorizar en sí mismo: tomar consciencia de la perspectiva que da paso a la teorización y de su relación con
otras perspectivas, y abrir así la posibilidad de escoger una perspectiva válida diferente desde la que la problemática se
transforme en una sobre la creación de un mundo alternativo.

Cada uno de estos propósitos da lugar a diferentes tipos de teoría. El primer propósito lleva a la teoría de solución de
problemas. Ésta asume el mundo como lo encuentra y las relaciones sociales y de poder predominantes y las
instituciones dentro de las cuales están organizadas se aceptan como marco dado de acción. El objetivo fundamental es
hacer que estas relaciones e instituciones funcionen con fluidez y afronten eficazmente las causas de los problemas
existentes. Dado que el marco general de instituciones y relaciones no se pone en cuestión, los problemas particulares
pueden considerarse en relación a las áreas especializadas de actividad en las cuales han surgido. Las teorías de
solución de problemas están, por tanto, fragmentadas entre una multiplicidad de esferas o aspectos de acción, cada una
de los cuales, a la hora de enfrentarse a sus problemas, presume una cierta estabilidad en las otras esferas.

El segundo propósito da lugar a la teoría crítica. Es crítica en el sentido de que se distancia del orden imperante del
mundo y cuestiona cómo surgió este orden. A diferencia de la teoría de solución de problemas, la teoría crítica no
toma las instituciones y las relaciones sociales y de poder como dadas, sino que las pone en cuestión preguntándose si
están en proceso de cambio y cómo. Está dirigida al complejo social y político como conjunto, en vez de hacia partes
separadas. Como principio práctico, la teoría crítica, como la teoría de solución de problemas, toma como su punto de
partida algún aspecto o esfera política de la actividad humana; sin embargo, donde el enfoque de la solución de
problemas lleva a una mayor división y limitación analítica del problema a tratar, el enfoque crítico lleva hacia la
construcción de una imagen más amplia del conjunto en el que la parte inicialmente contemplada es sólo un
componente, y busca entender los procesos de cambio en los cuales las partes y el todo están involucrados.

La teoría crítica es teoría de la historia, en el sentido de estar interesada no sólo en el pasado sino también en el
proceso continuo de cambio histórico. La teoría de solución de problemas es ahistórica, debido a que postula un
presente continuo; la permanencia de las instituciones y las relaciones de poder que constituyen sus parámetros. Por
otra parte, la teoría crítica puede ser una guía de acción estratégica en la búsqueda de un orden alternativo allí donde la
teoría de solución de problemas es una guía para acciones tácticas que sustentan el orden existente.

Las perspectivas de cada período histórico favorecen uno u otro tipo de teoría. Los períodos de aparente estabilidad en
las relaciones de poder favorecen al enfoque de solución de problemas; la Guerra Fría fue uno de estos períodos. En
RRII se fomentó la centralidad de los problemas del gobierno de una relación entre dos grandes potencias. Sin
embargo, una condición de incertidumbre en las relaciones de poder hace atractiva la teoría crítica en tanto que las
personas buscan entender las oportunidades y riesgos del cambio. Los eventos de la década de 1970 generaron un
sentido de gran fluidez en las relaciones de poder, de una crisis de múltiples facetas, cruzando el umbral de
incertidumbre y abriendo, por tanto, la oportunidad para un nuevo desarrollo de la teoría crítica dirigido a los
problemas del orden mundial. Razonar sobre órdenes mundiales futuros posibles, no obstante, requiere una ampliación
de la investigación más allá de las RRII convencionales. Requiere, asimismo, aprehender los procesos básicos en
marcha en el desarrollo de las fuerzas sociales y formas de Estado, y en la estructura de la economía política global.

Las corrientes teóricas sofisticadas generalmente comparten características de la teoría de solución de problemas y de
la teoría crítica, pero tienden a priorizar un enfoque sobre otro. Dos corrientes que han tenido algo significativo que
decir acerca de las relaciones interestatales y los órdenes mundiales (realismo y marxismo) son consideradas como la
fase previa al intento de desarrollar un enfoque crítico.

Desde la Segunda Guerra Mundial algunos académicos, especialmente Morgenthau y Waltz, han transformado el
realismo en una variante de la teoría de la solución de problemas; tendieron a adoptar el marco de acción fijo y
ahistórico característico de este tipo de teoría. La historia se vuelve una cantera que proporciona materiales con los
cuales ilustrar las variaciones en temas siempre recurrentes. Los modos de pensamiento dejan de ser históricos, incluso
cuando los materiales usados son derivados de la historia. Más aun, este modo de razonamiento dicta que el futuro será
siempre como el pasado.

Según Cox, el materialismo histórico (derivado del marxismo) es una fuente fundamental de la teoría crítica y corrige
al realismo en cuatro aspectos importantes. El primero tiene que ver con la dialéctica; ambos, el realismo y el
materialismo histórico, dirigen su atención al conflicto. El realismo ve el conflicto como inherente a la condición
humana, un factor constante que fluye directamente de la esencia humana maximizadora de poder y se plasma
políticamente en una reorganización continua del poder entre los jugadores en un juego de suma cero. El materialismo
histórico ve en el conflicto el proceso del continuo rehacer de la naturaleza humana y de la creación de nuevos
patrones de las relaciones sociales que cambian las reglas del juego y de los cuales se puede esperar que surjan nuevas
formas de conflicto. En otras palabras, el realismo ve el conflicto como una consecuencia recurrente de una estructura
continua, mientras que el materialismo histórico ve el conflicto como una posible causa de cambio estructural.

En segundo lugar, por su atención al imperialismo, el materialismo histórico añade una dimensión vertical de poder a
la dimensión horizontal de rivalidad entre los Estados más poderosos, que centra casi exclusivamente la atención del
realismo. Esta dimensión es la dominación y subordinación de la metrópoli sobre el entorno, del centro sobre la
periferia, en una economía política global.

En tercer lugar, el materialismo histórico amplía la perspectiva realista a través de su preocupación por la relación
entre el Estado y la sociedad civil. La teoría realista ha tratado a la sociedad civil como una restricción sobre el Estado
y una limitación impuesta por intereses particulares sobre la razón del Estado, que es concebida como independiente
de la sociedad civil. El postulado de una relación recíproca entre la estructura (relaciones económicas) y la
superestructura (esfera ético-política) en el pensamiento de Gramsci, contiene el potencial para considerar los
complejos Estado/sociedad como las entidades constituyentes de un orden mundial y para explorar las formas
históricas particulares tomadas por estos complejos.

En cuarto lugar, el materialismo histórico considera el proceso de producción como un elemento crítico en la
explicación de la forma histórica particular adoptada por el complejo Estado/sociedad. La producción de bienes y
servicios tiene lugar en una relación de poder entre aquellos que controlan y aquellos que ejecutan las tareas de
producción. El conflicto político y la acción del Estado mantienen y transforman estas relaciones de poder de y en la
producción. El materialismo histórico examina las conexiones entre el poder en la producción, el poder en el Estado, y
el poder en las relaciones internacionales.

En su sentido más abstracto, la noción de marco para la acción o de una “estructura histórica” es una imagen de una
configuración particular de fuerzas. Tres categorías de fuerzas interactúan en una estructura: capacidades materiales,
ideas e instituciones. Capacidades materiales: capacidades tecnológicas y organizativas, y recursos naturales que la
tecnología puede transformar. Ideas: En tanto nociones compartidas de la naturaleza de las relaciones sociales que
tienden a perpetuar los hábitos y las expectativas de comportamiento; y en tanto imágenes colectivas del orden social
de diferentes grupos de personas, que implican puntos de vista diferentes sobre determinadas cosas. Instituciones:
Forma de estabilizar y perpetuar un orden particular; reflejan las relaciones de poder dominantes y tienden a promover
imágenes colectivas consistentes con estas relaciones de poder.

Existe una conexión entre la institucionalización y lo que Gramsci denomina hegemonía. Las instituciones
proporcionan vías de gestión de los conflictos internos para minimizar el uso de la fuerza. Hay un potencial de
imposición por la fuerza en las relaciones de poder material subyacentes a cualquier estructura y los fuertes pueden
aplastar a los débiles si lo consideran necesario. Pero la fuerza no tendría que ser usada con el propósito de asegurar la
dominación de los fuertes en la medida en que los débiles acepten las relaciones de poder imperantes como legítimas.

El método de las estructuras históricas consiste en un método que representa lo que puede denominarse totalidades
limitadas. Las estructuras históricas son modelos en contraste: como tipos ideales o modelos proveen, de una forma
lógicamente coherente, una representación simplificada de una realidad compleja y una expresión de tendencias,
limitadas en tiempo y espacio.

El método de las estructuras históricas se aplica a los tres niveles de actividad: 1- la organización de la producción,
más particularmente en relación a las fuerzas sociales engendradas por el proceso de producción; 2- las formas de
Estado como deducidas del estudio de los complejos Estado/sociedad; 3- los órdenes mundiales, es decir, las
configuraciones particulares de las fuerzas que sucesivamente definen la problemática de la guerra o la paz para el
conjunto de Estados. Los tres niveles están interrelacionados; los cambios en la organización de la producción generan
nuevas fuerzas sociales que, a su vez, disponen cambios en la estructura de los Estados; y la generalización de los
cambios en la estructura de los Estados altera la problemática del orden mundial. Consideradas por separado, las
fuerzas sociales, las formas de Estado y los órdenes mundiales pueden ser representados como configuraciones
particulares de capacidades materiales, ideas e instituciones. Consideradas en relación las unas con las otras, y por
tanto acercándose hacia una representación más compleja del proceso histórico, cada una contiene y soporta el
impacto de las otras.

Hegemonía y órdenes mundiales.


A mediados del siglo XIX, la supremacía británica estaba fundamentada en su poder sobre el mar. Esta estructura
histórica se transformó durante el periodo que va del último cuarto del siglo hasta la Segunda Guerra Mundial, con el
aumento de poder de EEUU. La configuración del poder en la pax americana fue mas rígida que aquella propia de la
hegemonía previa (británica), tomando la forma de alianzas creadas con el propósito de contener a la URSS.
La noción de Hegemonía como un acople entre poder, ideas e instituciones hace posible lidiar con algunos de los
problemas en la teoría de dominación del estado como una condición necesaria para un orden internacional estable,
esta permite retrasos y avances en la hegemonía.
● ¿Puede el concepto de hegemonía aplicarse al orden internacional?
● Muchas veces este concepto es utilizado como sinónimo de “dominación”. Muchas otras como el de
“imperialismo”.
● El concepto de hegemonía, aplicado al orden mundial, puede utilizarse para dividir aquellos períodos de la
historia “hegemónicos” y “no – hegemónicos”.
● Períodos:

1. 1845 – 1875: HEGEMÓNICO (Gran Bretaña era la economía central del mundo).
2. 1875 – 1945: NO HEGEMÓNICO (Varios países cuestionaban la supremacía de Gran Bretaña).
3. 1945 – 1965: HEGEMÓNICO: EEUU fundó un nuevo orden internacional, similar a aquel en el cual
dominaba Gran Bretaña, pero con instituciones y doctrinas adaptadas a un mundo económico más complejo y
a sociedades nacionales más vulnerables a los cambios en el orden mundial).
4. 1970 - ¿?: Decadencia de la hegemonía de EEUU. Incertidumbre. Varias posibilidades.

● Históricamente, para convertirse en hegemónico, un E debía encontrar y mantener un orden mundial que sea
concebido como universal.
● El concepto hegemónico de orden mundial está fundado no solo en la regulación del conflicto interestatal sino
también en una concepción global de sociedad civil.
● Históricamente, las hegemonías de este tipo fueron fundadas por poderosos E que atravesaron revoluciones
sociales y económicas.
● HEGEMONÍA MUNDIAL: NO ES SOLO UN ORDEN ENTRE E SINO UN ORDEN DENTRO DE UNA
ECONOMIA MUNDIAL CON UN MODO DOMINANTE DE PRODUCCIÓN QUE PENETRA EN
TODOS LOS PAÍSES Y SE CONECTA CON OTROS MODOS DE PRODUCCIÓN SUBORDINADOS.
● Incluye a las estructuras sociales, económicas y políticas. Se da sobre el conjunto de estos aspectos y no puede
darse sobre uno solo.
● Es expresada en normas, instituciones y mecanismos universales que rigen el comportamiento de los E y las
fuerzas de la sociedad civil que actúan más allá de las fronteras y perpetúan el modo dominante de
producción.

Fuerzas sociales, hegemonía e imperialismo


La hegemonía, representada como acople entre el poder material, las ideologías y las instituciones, puede parecer que
se presta a una teoría cíclica de la historia; uniéndose las 3 dimensiones en ciertos tiempos y lugares y superándose en
otros. Lo que falta es una teoría de cuánto, cómo y por qué el acople se ajusta y desajusta. Para el autor, la explicación
debe buscarse en el campo de las fuerzas sociales conformadas por las relaciones de producción.
Las fuerzas sociales no pueden pensarse como algo existente exclusivamente dentro de los estados. El mundo puede
ser representado como un patrón de fuerzas sociales que interactúan, en el cual los estados juegan un papel intermedio,
aunque autónomo, entre la estructura global de las fuerzas sociales y sus configuraciones locales dentro de países
particulares. Esto podría llamarse una perspectiva de economía política del mundo: el poder es visto como algo que
emerge de los procesos sociales en vez de ser algo que se toma como dado en forma de capacidades materiales
acumuladas.
Visto desde la perspectiva de la economía política, la pax británica se baso tanto en la ascendencia del capitalismo
manufacturero en la economía de intercambio internacional como también en el poder social e ideológico de la clase
que diseño su riqueza a partir de la manufactura: la nueva burguesía. No necesito controlar el estado directamente,
sino que suponer social llego a ser la premisa de la política estatal. La caída de su orden hegemónico también puede
explicarse por el desarrollo de las fuerzas sociales: el capitalismo movilizo a una fuerza trabajadora industrial en los
países más desarrollados y estos tuvieron un impacto sobre la estructura del estado en estos países. La incorporación
de los nuevos trabajadores a la nación implico que las acciones del estado se extendieran en forma de intervención
económica y política social. Las demandas de bienestar social compitieron con las exigencias del internacionalismo
liberal y así el carácter liberal del estado fue reemplazado lentamente por la forma de estado nacionalista de bienestar.
La industrialización y la movilización de las clases sociales también alteraron la configuración internacional del poder
del estado en tanto que nuevos rivales superaron el liderazgo británico. Dado que tanto el predominio material de la
economía británica como el atractivo de la ideología hegemónica se debilitaron, el orden mundial hegemónico de
mitad del siglo XIX dio lugar a una configuración no hegemónica de bloques de poder rivales. Por tanto, el
imperialismo es un concepto laxo que debe definirse nuevamente en referencia a cada período histórico.
El capitalismo expansivo de mitad del siglo XIX introdujo a la mayor parte del mundo en las relaciones de
intercambio de una economía internacional centrada en Londres. Las relaciones capitalistas de producción generaron
nuevas fuerzas sociales en la periferia que asentaron las bases para la revuelta anti-colonial que arraso el mundo
colonial después de la Segunda Guerra.
El sistema imperial es una estructura del orden mundial que se beneficia del apoyo de una configuración particular de
fuerzas sociales, nacionales y transnacionales, y de los estados de centro y periferia. Incluye algunas organizaciones
formales y menos formales en el nivel del sistema a través de las que pueden ejercerse presiones sobre los estados sin
que estas organizaciones usurpen el poder del estado. Las acciones se forman tanto por presiones proyectadas a través
del sistema, como por el conocimiento subjetivo por parte de los actores de las limitaciones impuestas por el sistema.
Por lo tanto, uno no puede esperar entender el sistema imperial identificando el imperialismo con los actores: ambos
son elementos dominantes en el sistema, pero el sistema como estructura es más que la suma de ambos.

La internacionalización del estado


¿Cuáles son los mecanismos para mantener la hegemonía en esta estructura histórica particular? Una respuesta parcial
puede ser la internacionalización del estado.
La hegemonía de posguerra estaba más institucionalizada que la pax británnica y la principal función de su institución
era reconciliar las presiones sociales nacionales con los requisitos de la económica mundial. Los países
económicamente débiles recibirían ayuda del sistema a través de las instituciones de este que incorporarían
mecanismos para supervisar la aplicación de las normas del sistema. A esta maquinaria de vigilancia, se unió una
maquinaria elaborada para la armonización de las políticas nacionales. Así, las presiones externas sobre las políticas
nacionales fueron institucionalizadas.
La internacionalización del estado da primacía a ciertas agencias del estado (Ministerios de Finanzas). A medida que
las economías nacionales se fueron integrando más a la economía mundial, las compañías más grandes fueron las que
se adaptaron mejor a las nuevas oportunidades. Un nuevo eje de influencia vinculo las redes de política internacional
con agencias centrales clave del gobierno y con los grandes negocios. Esta nueva estructura corporativa informal
reflejó el dominio del sector orientado a la economía mundial sobre el sector mas orientado a lo nacional dentro de la
economía de un país.
La internacionalización del estado no se limita a los países capitalistas avanzados del centro.

La internacionalización de la producción.
La internacionalización del estado esta asociada con la expansión de la producción internacional. Esto significa la
integración de los procesos de producción en una escala transnacional, con diferentes fases de un único proceso
llevado a cabo en diferentes países. Actualmente la producción internacional juega el papel conformador de la
estructura de los estados y del orden mundial.

Producción internacional y estructura de clase.


Como consecuencia de la producción internacional se hace cada vez mas pertinente pensar en términos de una
estructura de clase global junto a, o superpuesta sobre, las estructuras de clase nacionales.
En la cima de una estructura social emergente de clase global esta la clase directiva transnacional. Tiene su propia
ideología e instituciones de acción colectiva. Esta constituida por los que dirigen los sectores con vocación
internacional dentro de los países, funcionarios de los ministerios de finanzas, gerentes locales de empresas vinculados
a sistemas de producción internacionales, etc. Estos se distinguen de los capitalistas nacionales. Por ultimo, están los
trabajadores industriales, que pueden dividirse en los estables y los no estables.

Fuerzas sociales, estructuras del estado y perspectivas de un orden mundial.


Las fuerzas sociales generadas al cambiar los procesos de producción son el punto de partida para pensar en futuros
posibles. Estas fuerzas pueden combinarse en diferentes configuraciones:
En primer lugar, está la perspectiva de una hegemonía basada en la estructura global de poder social que se genera por
la internacionalización de la producción. Esto requeriría la consolidación de dos tendencias actualmente poderosas y
relacionadas: la dominación continua del capital internacional sobre el nacional dentro de los países principales y la
internacionalización continua del estado. En tal desenlace esta implícita la continuación del monetarismo (políticas
anti-inflacionistas y tasas de cambio estatales) sobre el cumplimiento de las demandas socio-políticas domésticas
(reducción del desempleo y mantenimiento de los niveles salariales reales).
El segundo desenlace posible es una estructura mundial no hegemónica de centros de poder opuestos. Quizá la forma
más probable para que esto evolucione sería a través de la supremacía, en gran partes de los países del centro, de
coaliciones neomercantilistas que vinculen el capital nacional y el trabajo estable, y estuvieran decididas a optar por
desvincularse de los acuerdos diseñados para promover el capital internacional y organizar su propio poder y bienestar
en un ámbito nacional o en sus esferas de influencia. Una coalición de oposición atacaría al monetarismo por
subordinar el bienestar nacional a las fuerzas externas y por mostrar una fe ilusoria en los mercados.
Un tercer desenlace posible podría ser el desarrollo de una contrahegemonía basada en una coalición del Tercer
Mundo en contra de la dominación de los países del centro y que pretendiera un desarrollo autónomo de los países
periféricos y el fin de la relación centro-periferia. La clase social controladora en estos países es una “clase de estado”,
una combinación de personal de los partidos, burócratas y militares y líderes sindicales que controlan el aparato de
estado y que a través de este intenta obtener un mayor control sobre el aparato productivo del país.
Las clases de estado de la primera orientación son susceptibles de incorporarse a una nueva economía mundial
hegemónica, y de mantener las estructuras corporativas del estado como la contraparte doméstica al capital
internacional. La segunda orientación podría proporcionar apoyo a la contrahegemonia. Sin embargo, una clase de
estado sólo mantendría la segunda y más radical orientación si esto fuera apoyado desde abajo en forma de populismo
genuino. La alternativa radical podría ser la forma de respuesta al capital internacional en los países del Tercer Mundo,
tanto como el neomercantilismo podría ser la respuesta en los países más ricos. Cada uno proyecta una estructura
estatal y una visión del orden mundial particular.

WALLERSTEIN
Análisis del sistema mundo – Wallerstein
Los medios y los científicos dicen que hay dos cosas que dominan el mundo desde los últimos decenios del SXX: la
globalización y el terrorismo. Ambos hechos forman parte de un escenario mayor. Parte del problema es que se han
estudiado en compartimientos estancos (política, economía, cultura) sin advertir que estos compartimientos eran
construcciones de nuestra imaginación más que de la realidad. Otra parte del problema es que tendemos a dejar fuera
de nuestras consideraciones analíticas acerca de aquello que es nuevo o no, los 3 puntos de inflexión importantes del
sist-mundo moderno:

1-el S.XVI, durante el cual nuestro sist-mundo moderno vio la luz como ec-mundo capitalista; 2- la Rev Francesa que
dio lugar a la dominación subsiguiente, durante dos siglos de una geocultura que fue denominada liberalismo centrista;
3-la Rev mundial de 1968, que presagió la larga fase terminal del sist-mundo moderno en que nos encontramos y que
socavó la geocultura liberal centrista que mantenía al sist-mundo unificado.

Este sistema mundo ha contado con muchas instituciones (estados, sist interestatales, clases, grupos) que forman una
matriz que permite al sistema operar pero al mismo tiempo estimula tanto los conflictos como las contradicciones que
calan en el sistema. El sistema es una creación social.

1. Orígenes históricos del análisis de sistemas-mundo: de las disciplinas de las cs sociales a las cs sociales históricas.

El análisis del sistema-mundo se originó a principio de los años 70 como una nueva perspectiva acerca de la realidad
social. La historia de la emergencia del análisis de sistemas-mundo está imbricada en la historia del sist-mundo
moderno. Los comienzos de esta historia no están en los años 70, sino a mediados del siglo XVIII. La economía-
mundo capitalista había existido durante dos siglos. La acumulación de capital había generado una necesidad de
cambio tecnológico constante y una expansión de las fronteras.

En 1945 el mundo cambió de manera decisiva. Tres cosas tuvieron lugar en esa época: 1- EEUU se convirtió en la
potencia hegemónica indiscutida del sist-mundo; 2-Los países del Tercer Mundo se habían convertido en escenario de
conflictos políticos y autoafirmación geopolítica; 3-La combinación de una ec-mundo en expansión con un fuerte
incremento de las tendencias democratizantes llevaron a una expansión increíble del sist universitario mundial.

La noción de “desarrollo” comenzó a ser utilizado a partir del ‘45. Estaba basado en una teoría de estadios, la cual
presuponía que las unidades individuales (sociedades nacionales) se desarrollaban todas de la misma manera pero a
ritmos distintos. Este truco a su vez implicaba que el estado “más desarrollado” podía ofrecerse como modelo para los
estados “menos desarrollados”.

1945-70 cuatro debates prepararon la escena de emergencia del análisis del sist-mundo: el concepto centro-periferia,
desarrollado por la CEPAL y la elaboración subsiguiente de la “teoría de la dependencia”; el concepto marxista de
“modo asiático de producción”; la discusión por la “transición del feudalismo al capitalismo”; el debate acerca de la
“historia total” y el triunfo de la escuela historiográfica de los Annales (la historiografía debía lograr una imagen
integrada del desarrollo histórico en todos los ámbitos sociales). En este último, Braudel insistió en dos tiempos
sociales: el tiempo estructural (o de larga duración, pero no eterno, las estructuras básicas que subyacen a los sist
históricos) y los procesos cíclicos dentro de las estructuras (o tendencias de mediano plazo, tales como las
expansiones y contracciones de la economía mundial).

El par centro-periferia fue una contribución de los académicos del Tercer Mundo. Como punto de partida, sostenían
que el comercio internacional no consistía en un intercambio entre pares. Algunos países eran económicamente más
poderosos que otros y por ende podían negociar en términos que favorecían el desvío de la plusvalía de los países
débiles al centro (intercambio desigual). Algunos teóricos de la dependencia sostenían que la revolución política era
un requisito previo de cualquier acción reguladora.

Los 4 debates, ocurrieron por separado pero representaron una crítica central a la estructura existente. Este
levantamiento intelectual fue seguido por el choque cultural de las revoluciones de 1968. Así, se comenzó a hablar
explícitamente sobre los sistemas-mundo de análisis. Esto significó la sustitución de la unidad estándar de análisis, que
había sido el estado nacional, por una nueva llamada “sistema-mundo”. Se sustituyeron los estados nacionales como
objetos de estudio por los “sistemas históricos” que, se argüía, habían existido hasta ese momento en sólo 3 variantes:
minisistemas y sist-mundo de dos tipos: economías-mundo e imperios-mundo.

Un sist-mundo es una zona espacio temporal que atraviesa múltiples unidades políticas y culturales, una que
representa una zona integrada de actividad e instituciones que obedecen a ciertas reglas sistémicas.

El concepto fue aplicado inicialmente al “sist-mundo moderno” el cual toma la forma de una ec-mundo. Este concepto
se combinó con el análisis del centro-periferia. Se argumentó que la ec-mundo moderna era una ec-mundo capitalista,
la primera en sobrevivir y florecer durante tanto tiempo. Así, se afirmaba que una ec-mundo capitalista estaba marcada
por una división axial de labor entre los procesos de producción centrales y los procesos de producción periféricos, lo
cual daba como resultado un intercambio desigual. En el análisis de sist-mundo, el centro-periferia es un concepto
relacional que tiene sentidos esenciales separados. ¿Qué es lo que convierte a un proceso en central o periférico? El
grado en el cual cada proceso particular era relativamente monopolizado o de libre mercado. Los procesos
monopolizados eran relativamente más gananciosos que lo de libre mercado.

Braudel insistió en la multiplicidad de tiempos sociales y puso énfasis en el tiempo estructural. Esto fue central para el
análisis del sist-mundo.

Otro elemento en el análisis del sist-mundo fue su falta de respeto por las fronteras tradicionales en las cs sociales. Los
analistas analizaban la totalidad del sistema social a lo largo de la duración del sistema histórico particular. El
resultado de este análisis no era multidisciplinario, puesto que los analistas no estaban reconociendo la legitimidad
intelectual de estas disciplinas.

A partir de estas 3 críticas (sist-mundo de análisis antes que E, insistencia en la duración del sist y el enfoque
unidisciplinario) llegó un contraataque desde 4 fuentes: los positivistas nomotéticos: sostienen que el análisis del sist-
mundo era una narrativa, que su teoría se basaba en hipótesis que no habían sido sometidas a rigurosas pruebas. Los
marxistas ortodoxos: su critica a los analistas del sist-mundo es que al discutir sobre el eje centro-periferia en la
división del trabajo, está descuidando la base productiva de plusvalía y la lucha de clases entre burguesía y
proletariado como la variable explicativa del cambio social. Los autonomistas estatales: arguyen que los analistas del
sist-mundo toman la esfera política en una zona cuyas realidades derivan de y son determinadas por la base
económica. Los particularistas culturales: acusan a los analistas del sist-mundo de economicistas por dar prioridad a la
esfera económica, de eurocentrismo y de negar la centralidad de la cultura.

Lo que estas 4 críticas tienen en común es la impresión que los análisis del sist-mundo carecen de un actor central en
su narrativa de la historia. Para el análisis del sist-mundo, los actores son los productos de un proceso, forman parte de
una mezcla de la cual emergieron y sobre la cual actúan libremente, pero su libertad está limitada por sus biografías y
por las presiones sociales.

Para los analistas, el tiempo y el espacio no son realidades externas inmutables. Son construcciones reales que se
encuentran en constante evolución y cuya construcción es parte componente de la realidad social que analizamos. Los
sist históricos dentro de los que vivimos son sistémicos, pero también son históricos. Permanecen iguales a lo largo del
tiempo, pero no son idénticos.

2. El sistema-mundo moderno como economía-mundo capitalista: producción, plusvalía y polarización.


El sist-mundo moderno tuvo sus orígenes en el siglo XVI. Este estaba localizado en sólo una parte del globo y con el
tiempo se expandió hasta abarcar todo el mundo. Es y ha sido siempre una economía-mundo capitalista.

Una economía-mundo es una gran zona geográfica dentro de la cual existe una división del trabajo y por lo tanto un
intercambio de bienes, capitales y trabajo. Una característica definitoria de una ec-mundo es que no está limitada por
una estructura política unitaria sino que hay muchas unidades políticas dentro de una ec-mundo, vinculadas entre sí en
nuestro sist-mundo moderno dentro de un sistema interestatal, comprendiendo muchas culturas y grupos. Esto no
significa que no hayan desarrollado algunos patrones culturales comunes, una geocultura. Pero lo que unifica con más
fuerza a la estructura es la división del trabajo.

Nos encontramos dentro de un sistema capitalista sólo cuando el sistema da prioridad a la acumulación incesante de
capital. Así, sólo el sistema-mundo moderno ha sido capitalista. Una ec-mundo y un sist-capitalista van de la mano y
lo que las mantiene es la eficacia en la división del trabajo. Un sist-capitalista requiere una relación muy particular
entre los productores económicos y quienes detentan el poder político.

Una economía-mundo capitalista es una colección de instituciones, cuya combinación da cuenta de sus procesos, los
cuales están interrelacionados entre sí. Las instituciones básicas son:

Los mercados: son considerados la característica esencial de un sist capitalista. Son a la vez una estructura local
concreta en la que los individuos o compañías compran y venden mercaderías y una institución virtual en donde tienen
lugar los mismos tipos de intercambios. Puede decirse que a lo largo del tiempo, existe sólo un mercado global virtual
para todos los factores de producción combinados. Este mercado virtual completo es una realidad en tanto que influye
en todos los procesos de decisión, pero nunca funciona entera y libremente. El mercado absolutamente libre funciona
como una ideología, un mito y una influencia restrictiva, pero nunca como una realidad cotidiana. Lo que los
vendedores siempre prefieren son los monopolios, pero los monopolios perfectos son difíciles de crear, no así los
cuasimonopolios. Lo que se necesita es el apoyo de un estado relativamente fuerte, que permita crearlos. Hay distintos
modos para realizarlos: sistema de patentes, restricciones estatales a la importación y exportación, los subsidios
estatales y beneficios impositivos, etc. Sin estas interferencias, el sistema capitalista no podría prosperar ni sobrevivir.
Los cuasimonopolios duran lo suficiente como para asegurar una considerable acumulación de capital por aquellos que
los controlan. Cuando un cuasimonopolio deja de existir, los grandes acumuladores de capital mueven su capital a
nuevos productos o industrias.

Las compañías: son los principales actores en el mercado. Son las competidoras de otras firmas que operan en el
mismo mercado virtual.

La división axial del trabajo en una ec-mundo capitalista divide a la producción en productos centrales y productos
periféricos. El concepto centro-periferia es relacional y lo que se quiere decir con él, es el grado de ganancia del
proceso de producción. Los procesos de producción centrales son aquellos controlados por cuasimonopolios que
tienden a agruparse en unos pocos estados y a constituir la mayor parte de la actividad de estos. Los procesos de
producción periféricos son los verdaderamente competitivos y tienden a estar desparramados a lo largo de un gran
número de estados. Hay un flujo constante de plusvalía de los productores de productos periféricos hacia los de
productos centrales y se lo denomina intercambio desigual. Algunos estados poseen una mezcla casi pareja de
productos centrales y periféricos; estos estados semiperiféricos se encuentran bajo presión de los E fuertes y
presionando a los débiles, siendo su mayor preocupación mantenerse a distancia de la periferia y hacer lo posible para
acceder al centro. Son los que implementan mayormente políticas proteccionistas. (comienzos del SXXI: Corea del
Sur, Brasil e India).

La evolución natural de las industrias de punta es lo que da cuenta de los ritmos cíclicos de la economía-mundo. Una
nueva industria de punta dará un gran impulso a la expansión de la ec-mundo y resultará en una acumulación de
capital. A medida que más firmas entran en el mercado del cuasimonopolio, existirá una “sobreproducción”, una
acumulación de productos sin vender que reducirá la producción futura. Así, se produce un estancamiento o recesión
en la economía-mundo. (ciclo Kondratieff). Cuando un ciclo culmina nunca vuelve a donde estaba en el comienzo,
debido a que lo que fue implementado para salir de la fase de estancamiento y volver a la fase de expansión, cambia de
manera importante los parámetros del sistema-mundo.

Unidad doméstica: consta de 3 a 10 personas quienes, en un largo plazo juntan sus recursos e ingresos a fin de
sobrevivir de modo colectivo. No son internamente estructuras igualitarias e inamovibles. Lo que las distingue es
alguna forma de obligación de suministrar el ingreso para el grupo y compartir el consumo resultante de dicho ingreso.
Existen 5 clases de ingresos en el sist-mundo moderno y casi todas las UD buscan y obtienen las 5, aunque en
diferentes proporciones: salario; actividad de subsistencia (producir para consumo propio); pequeña producción
mercantil (producto producido en la UD pero vendido por dinero en el mercado); renta; pagos de transferencia.
Existen clases dentro del sist capitalista, puesto que existen personas ubicadas en distintos escalafones en el sist
económico, con distintos niveles de ingresos y con intereses diferentes. Son las UD y no los individuos los que se
ubican dentro de las clases. Las clases no son los únicos grupos dentro de los cuales se ubican las UD. También son
miembros de grupos de estatus o identidades. En general es difícil sumarse a estos grupos de manera voluntaria.
Estos grupos de estatus o identidades son los numerosos “individuos” de los que todos nosotros formamos parte:
naciones, razas, grupos étnicos, etc.

Las UD funcionan cómo las agencias primarias de socialización del sist-mundo. En ellas se nos enseña el
conocimiento y el respeto de las reglas sociales que se supone debemos obedecer. Esto está apoyado por agencias
estatales, instituciones religiosas y los medios de comunicación. Pero ninguno de ellos alcanza el impacto de las UD.
Una UD convencida de su identidad grupal de estatus sabe cómo socializar a sus integrantes. Una cuya identidad es
más incierta pero qué intenta crear una identidad homogénea, aunque sea nueva, tiende a funcionar casi tan bien. Los
poderes constituidos de un sistema social siempre esperan que la socialización resulte en la aceptación de las
jerarquías producto del sistema. Esto sucede en parte porque las UD también socializan a sus miembros para la
rebelión, él rechazo y la desviación.

La mayoría de los grupos de estatus poseen algún tipo de expresión institucional a través de las UD. Estas
instituciones ejercen presión directa sobre las UD para que se atengan a sus normas y para qué les den prioridad. De
estas instituciones, los estados son los más exitosos, pero también influyen las estructuras religiosas, las
organizaciones étnicas, etc. Es en este complicado tramado de identidades de UD donde subyacen los conflictos
políticos dentro del sist-mundo moderno.

Las complejas relaciones de la ec-mundo, las compañías, los estados, las UD se encuentran amenazadas por 2 temas
ideológicos opuestos pero simbióticos: el universalismo y el racismo y sexismo.

El Universalismo significa la prioridad de las reglas generales aplicadas en forma igual a todas las personas y el
rechazo a las preferencias particulares en la mayoría de las esferas. Las únicas reglas consideradas permisibles son las
que pueden demostrar su aplicación directa al funcionamiento adecuado del sist-mundo definido en forma restringida.
Es una norma positiva, lo que significa que la mayoría de las personas afirma su creencia en él y casi todos sostienen
que es una virtud. El racismo y sexismo son su exacto opuesto. Son normas negativas, en tanto la mayoría niega creer
en ellas. Son instancias de un fenómeno más amplio que podría denominarse antiuniversalismo, o la discriminación
institucional activa contra todas las personas de un grupo de estatus o identidad específico. Para cada tipo de identidad
existe una clasificación jerárquica social que son tanto mundiales como locales y tienen consecuencias en la vida de
las personas y en él funcionamiento de una ec-mundo capitalista.

Ambos funcionan cotidianamente, pero lo hacen en diferentes arenas. El universalismo tiende a ser el principio
operativo más fuerte para los cuadros del sist-mundo: grupo intermedio de gente que tienen puestos de liderazgo o
funciones de supervisión en varias instituciones. Cuanto más fuerte sea la posición económica del país, más grande
será este grupo. Se cree que el universalismo garantiza una tarea relativamente competente y vuelve por ello, más
eficiente a la ec-mundo, lo cual mejora la capacidad de acumular capital. Por lo tanto, quienes suelen estar a cargo de
los procesos de control de producción tienden a apoyar criterios universalistas. Este criterio hace que quienes logran el
estatus de cuadro se sientan justificados en su posición ventajosa e ignoran que la manera en la que este criterio les dio
acceso no era en verdad completamente universal. La norma del universalismo es tranquilizadora para quienes se
benefician del sistema. Las normas antiuniversalistas suponen exclusiones del espacio social. son otros modos de
inclusión, pero de rangos inferiores. Estas normas existen para justificar los rangos inferiores. Se presentan como
verdades culturales y como necesidades biológicamente determinadas para el funcionamiento del ser humano.

Así, ambas normas se convierten en normas para el E, el lugar de trabajo, el espacio social, el hogar. Justifican la
polarización del sist-mundo. El sist-mundo ha asumido una característica central: este dúo antinómico es tan
fundamental al sistema como lo es la división de trabajo sobre el eje centro-periferia.

4. La creación de una geocultura: ideología, movimientos sociales, ciencias sociales.

La Revolución Francesa fue un punto de inflexión en la historia cultural del sist-mundo moderno, habiendo provocado
dos cambios fundamentales de los que constituyen las bases de lo que se transformó en la geocultura del sist-mundo
moderno: la normalización del cambio político y la reformulación del concepto de soberanía.

La historia política del sist-mundo moderno en los S XIX y XX se convirtió en la historia de un debate sobre la línea
que divide a quienes están incluidos de los excluidos. Este dilema fue disputado en tres arenas diferentes: las
ideologías, los movimientos antisistemas y las cs sociales. Estas aparecen separadas, pero en realidad se encuentran
ligadas entre sí. Una ideología es una estrategia coherente en la arena social mediante la cual uno puede sacar
específicas conclusiones políticas. Las ideologías presumen que existen grupos en competencia, con estrategias a largo
plazo enfrentadas acerca de cómo efectuar el cambio y quién es el mejor capacitado para dirigirlo. La primera
ideología en nacer fue la de los conservadores y la primer contraideologia fue el liberalismo.

En la primera mitad del SXIX, la escena ideológica era un conflicto básico entre los conservadores y los liberales.
Quienes se inclinaban al radicalismo, se asociaban con frecuencia a movimientos liberales como pequeños apéndices o
buscaban crear pequeños focos de opiniones divergentes. No tenían simpatía alguna por la ideología conservadora,
pero hallaron que los liberales eran tímidos y tenían miedo al cambio fundamental. La “revolución mundial” de 1848
transformó el panorama ideológico de uno con dos contendientes, en otro con tres: conservadores, liberales y
radicales. En 1848 sucedieron 2 cosas: la primera “revolución social” verdadera de la era moderna en Francia y otra
revolución, o serie de revoluciones que se denominan “la primavera de las naciones”, donde en un número de países
tuvieron lugar una serie de levantamientos nacionales o nacionalistas. Esta combinación marcó el comienzo del
esquema con el que funcionaría el sist-mundo durante los 150 años y los movimientos antisistemas como actores
políticos clave.

El período entre 1948 y la primera guerra mundial vio cómo se delineaba un programa liberal para los países centrales
del sist-mundo moderno. Estos países buscaban establecerse como “estados liberales”, basados en el concepto de
ciudadanía, una serie de garantías contra la arbitrariedad de las autoridades y una cierta apertura en la vida pública. El
programa que los liberales desarrollaron tenía tres aspectos centrales: libertad, igualdad y fraternidad. Dos cuestiones
principales a tener en cuenta sobre el programa: había sido implementado en gran medida en el momento de la primera
guerra mundial, al menos en el mundo paneuropeo; los partidos liberales no siempre fueron los que más hicieron por
implementarlo. Así, el programa liberal se convirtió en la característica definitoria común de la geocultura. Es en el
tercer pilar, “fraternidad” donde se puede observar una firme confluencia de las 3 posturas ideológicas. ¿Cómo se crea
una nación? Mediante el señalamiento de cómo la ciudadanía excluye a los otros que están fuera de ella. Uno crea una
nación predicando el nacionalismo, enseñado en el SXIX a través de las escuelas, el ejército y las fiestas nacionales. El
nacionalismo se asegura mediante la hostilidad a los enemigos.

El triunfo del liberalismo en definir la geocultura del sist-mundo moderno en el SXIX y la mayor parte del XX fue
institucionalmente posible por el desarrollo de los basamentos del estado liberal. Pero también por el alza y la
creciente importancia de los movimientos antisistémicos. Las actividades de estos sirvieron en conjunto para reforzar
considerablemente el sistema. El foco central de los mov dentro de los E, fueron los intentos de los grupos por lograr
la inclusión como ciudadanos. Buscaban implementar el lema de libertad, igualdad y fraternidad de un modo distinto
del de los liberales. El primer grupo de excluidos en crear organizaciones importantes fue la clase trabajadora
industrial urbana (sindicatos, partidos). Quienes estaban excluidos de esta categoría, tenían que organizarse en
categorías de grupos de estatus (mujeres, grupos raciales, religiosos, etc).

Un debate básico involucro decidir si era más importante para los grupos oprimidos el modificarse a sí mismo o el
modificar las instituciones que los oprimían. Esto fue expresado como la diferencia entre una estrategia cultural y una
política. Luego de un extenso debate, la opción política ganó la batalla interna en todos los mov antisistema, dónde se
había acordado un plan de acción en dos pasos: primero obtener el poder estatal y luego transformar al
mundo/sociedad. Uno de los mayores problemas de los mov antisistémicos fue su incapacidad para encontrar un
terreno en común. Cada uno insistía en que sus quejas debían ser resueltas en primera instancia.

Las cs sociales nacieron en el SXIX y fueron una arena para la confrontación política y para la lucha entre los
científicos y humanistas por apropiarse de esta para su metodología del saber. Hasta él SXX seis nombres se ocupaban
de la realidad social: historia, economía, ciencia política, sociología, antropología y orientalismo. La división del
trabajo en el estudio de la realidad social derivaba de la situación global social en el SXIX. Existían 3 líneas divisorias:
entre el estudio del mundo occ “civilizado” y el estudio del mundo no moderno; el estudio del pasado y el presente,
dentro de occ; y el presente occidental designado por la ideología liberal: el mercado, el E y la sociedad civil.

Esta división fue la premisa de cierta estructura del sist-mundo: un mundo dominado por Occidente. Cuando esta
presunción dejó de ser cierta, después del 45, las líneas fronterizas comenzaron a parecer cada vez menos obvias y
menos útiles y la división del trabajo comenzó a desmoronarse. La historia de lo que sucedió con las cs sociales junto
con lo que sucedió con las ideologías y los mov antisistémicos es la historia del impacto de la revolución mundial de
1968 sobre el sist-mundo.

WALLERSTEIN

RASCOVAN
Teorías críticas
Es una teoría relacionada con la Escuela de Frankfurt. Ésta posee dos vertientes principales:

1. Lenin y Marx: Crítica centrada en atacar al sistema capitalista y al imperialismo.


2. Cox, Wallerstein y Teoría de la dependencia: Ontología crítica no sólo del medio de producción, sino de las
ciencias sociales como herramienta de comprensión.

Las teorías críticas suelen encuadrarse en la economía política internacional. No son sólo los factores económicos los
que determinan la división material entre “desarrollado”, “periferia subdesarrollada” y “semiperiferia”, sino que es a
través de procesos económicos con factores ideológicos, sociales y culturales que se organizan las relaciones entre el
sistema internacional y sus actores.

Waltz hace una crítica a las teorías marxistas planteando que no logran explicar las causas de la guerra (eje
fundamental del neorrealismo). El autor se pregunta si, partiendo de la idea que son sólo los Estados capitalistas los
que van a la guerra, cuando este sistema caiga y los Estados se vuelvan socialistas, el mundo será pacífico (la paz en
tanto no capitalismo).

Características compartidas entre los principales autores

● El análisis es siempre histórico: Sólo a través de la historia es posible conocer las características más profundas de las
RRII. Difiere del realismo, donde la naturaleza humana determina el comportamiento del Estado.
● Pensar el sistema capitalista como estructura en tanto actúa sobre el conjunto de la vida social: Más allá de un sistema
económico, se lo ve como un sistema ideológico global, el cual permite explicar los comportamientos de todos los
niveles.
● Característica ideológica: El cambio es el factor fundamental, es el motor que guía el impulso de estas teorías. Esto es
rechazado por los realistas; para Waltz, el cambio es sólo posible a nivel de la unidad, no se modifica la estructura
anárquica del sistema.

Cox señala que la teoría siempre está hecha para alguien; las perspectivas derivan del tiempo y el espacio social y
político. Esta visión de Cox tiene un interés por expandir elementos teóricos que trascienden los intereses de las
grandes potencias. El sistema internacional no es un juego de suma cero.

Estas teorías críticas se concentran en los países del tercer mundo: semiperiferia y periferia.

Marx, Lenin y Hobson

El materialismo histórico propone no sólo el estudio sistemático de la historia sino que le da un sentido a la misma.
Solamente a través de la historia de la lucha de clases se entiende el surgimiento del capitalismo; ningún aspecto de la
vida se puede entender al margen de este sistema.

Hobson y la teoría económica como crítica al imperialismo

Hobson es un economista que se centra en Inglaterra y plantea la búsqueda de nuevos mercados implica
necesariamente la colonización de tierras. Las guerras encuentran su culpable en el imperialismo y su búsqueda por
proteger su economía.

Lenin, por su parte, plantea al imperialismo como la fase superior del capitalismo. El colonialismo genera una
situación de empobrecimiento y conciencia de clase que llevará a la revolución. Además, plantea que el imperialismo
puede ser un “alivio” ya que permite un mayor índice de empleo y de productos para el mercado interno. Éste mercado
es el que podría mantener la calma, gracias a las guerras entre potencias por las posesiones de ultramar. Lenin fue el
primero en plantear la explotación que generan las grandes potencias sobre sus colonias.
Críticas a Hobson y Lenin

Morgenthau critica el excesivo economicismo y también los términos teóricos utilizados. Este autor utiliza una
definición de imperialismo diferente; no se trata de conquistas, sino que la define como una política que apunta a
derrocar el statu quo, revertir las relaciones de poder entre dos o más naciones.

Otra crítica proviene de Doyle al considerar el imperialismo como un proceso a través del cual se forman imperios y
se mantienen. Es un sistema de interacción donde la metrópoli dominante controla la política interna y externa de su
colonia. Esta relación se diferencia de la hegemonía.

Waltz plantea su crítica a Lenin en la incapacidad que tuvo el marxismo para explicar la Primera Guerra Mundial y en
el hecho de que los proletariados se enfrentarán entre sí.

Wallerstein y el sistema-mundo

La teoría del sistema-mundo es una perspectiva macro-sociológica que explica las dinámicas de la economía mundo
capitalista como un sistema social total. El autor busca incentivar la actividad intelectual: poner al descubierto las
estructuras ocultas, fundamentalmente económicas y culturales, permitiendo a los individuos modificar el mundo.

Wallerstein propone dos grandes elecciones:

1. Unidad de análisis: Sistema-mundo.


2. Opta por un análisis histórico y sistémico como respuesta epistemológica y metodología para describir y explicar el
mundo real. Más allá de ser sistémico, no deja de lado el rol que juegan otros actores desde los Estados a las
burguesías nacionales o a los grandes gremios en el surgimiento del capitalismo moderno.

De Marx, Wallerstein retoma las ideas sobre:

● La realidad como conflicto social centrado en grupos humanos basados en lo material.

● La preocupación para analizar sujetos particulares dentro de realidades sociales más amplias y complejas. Para
entender estas realidades, se centra en las propiedades estructurales fundamentales de la reproducción social
precapitalista.
● El sentido dialéctico del movimiento conflicto-contradicción.

● La naturaleza transitoria de formas y teorías sociales sobre ellas.

● La centralidad del proceso de acumulación y la lucha de clases competitivas que resultan de él.

Según Wallerstein, el capitalismo surgió gracias a la existencia dentro de sus límites de una multiplicidad de sistemas
políticos. El capitalismo se basa en la constante absorción de pérdidas económicas por parte de entidades políticas,
mientras que las ganancias se distribuyen a manos privadas (excede al control de entidad política y, por tanto, se tiene
mayor capacidad de maniobra).

Wallerstein propone una división del sistema-mundo en tres áreas: centro, periferia y semiperiferia (elemento
estructural y necesario en la economía-mundo, dado que estas áreas juegan de “pivot” dentro del sistema; desvían
presiones que los grupos localizados en la periferia podrían dirigir hacia el Estado).

Su teoría demuestra una división de jerarquía de tareas ocupacionales para las unidades del sistema, donde las tareas
que requieren mayor nivel de capacidad y capacitación están reservadas a las áreas de mayor ranking (la revolución
industrial inglesa y la posterior división del trabajo).
Otro aporte fundamental en la teoría de Wallerstein es el vínculo entre una teoría histórico-sociológica y la economía.
Plantea que la economía-mundo posee características cíclicas; para ello retoma a Kondratieff: períodos de 50 años
donde hay crecimiento y estancamiento económico. Esto le permite analizar los ciclos hegemónicos, el ascenso y el
declive de las grandes potencias, y el reordenamiento del sistema interestatal.

Wallerstein se focaliza en la hegemonía cultural; formas visibles de lenguaje, religión y costumbres. Aquí retoma las
concepciones de clase en sí y para sí como constitutivas del sistema.

En “Después del liberalismo” expresa que más allá de las estructuras formales (economía) del sistema-mundo, existe
un nivel fundamental de legitimación e ideología exportado por las burguesías de los países centrales al resto del
planeta. A la economía mundial en desarrollo se le agregó una neocultura liberal como justificación teórico-
ideológica, que permitió que esta economía-mundo se transformarse en el sistema-mundo capitalista actual.

Cox y la reformulación gramsciana para el escenario internacional

Se desliga de las teorías de solución de problemas (meramente explicativas) y se centra en la teorización misma
poniendo en cuestión los orígenes de las instituciones. La teoría de Cox es estructuralista (no tiene economía). Es la
globalidad del complejo social lo que le da sentido al sistema.

El autor plantea el cambio como fundamental, separándose así del enfoque ahistórico y conservador de las teorías de
solución de problemas (realismo y liberalismo).

Sus conceptos principales son “estructura y agencia” y “estructura y fuerzas”. En esta última relación se establece una
dialéctica de ida y vuelta entre capacidades materiales, ideas e instituciones. Esto le otorga un lugar fundamental al
individuo, puesto que las ideas son importantes como entendimiento intersubjetivo, como ideologías políticas
contenedoras de puntos de vista acerca de lo bueno y lo justo. El hombre habita todos los aspectos de la estructura
histórica, conforma instituciones y experimentan la vida material, pero es el “significado” que otorga a los fenómenos
ideacionales donde, para Cox, existe una fuente para el cambio estructural.

Cox explica que la noción de marco para la acción o “estructura histórica” es la descripción de una particular
configuración de fuerzas. Ésta no determina acciones directas pero impone presiones. Los individuos y grupos pueden
superar las presiones, resistirse u oponerse pero no ignorarlas. En la medida en que resisten, apuntalan sus acciones
con una configuración emergente, una estructura rival.

El autor se aleja del marxismo al pasar a un nuevo nivel de estructura donde reemplaza “capacidades materiales”,
“ideas” e “instituciones” por “fuerzas sociales”, “formas de Estado” y “órdenes mundiales”. Aquí es donde introduce a
Gramsci y su concepto de hegemonía. Se diferencia del realismo en tanto que sus categorías de fuerzas no están
predeterminadas; las tres categorías interactúan en una estructura: capacidades materiales, ideas e instituciones. La
tríada puede ser definida como:

1. Organización de la producción con respecto a fuerzas sociales generadas por el proceso de producción.
2. Formas de estado derivadas de un estudio de los complejos de Estado/sociedad.
3. Órdenes mundiales, es decir, las particulares configuraciones de fuerzas que sucesivamente definen la problemática
de guerra o paz para el conjunto de Estados.

Estos tres niveles están interrelacionados. Los cambios en la organización de la producción generan nuevas fuerzas
sociales, las cuales, generan transformaciones en la estructura de los Estados, lo cual altera la problemática del orden
mundial.

Para Cox el Estado es una relación intersubjetiva con los individuos. La posibilidad de cambio siempre está presente.
La naturaleza y la legitimidad de las relaciones de poder son la base del discurso social. Este discurso esconde los
conflictos que harían a la emergencia de alternativas.
La teoría de Cox es revolucionaria en las RRIR por la reutilización de su concepto de hegemonía, la cual trasciende el
orden político de los Estados y de las clases sociales para ser una interrelación de estructuras históricas, ideas,
capacidades. Esta interrelación es lo que genera dominación de unos Estados sobre otros y, a su vez, dominación de
ciertas clases sobre otras (permite la posibilidad de cambio en tanto se debe modificar los parámetros de la
hegemonía).

Conceptos de la teoría de la dependencia

Década de 1960 a través de la CEPAL. Se trata de entender por qué América Latina no tuvo un crecimiento como el
de América Norte.

● La dependencia es una propiedad sistémica.

● Existe una distinción entre el centro y la periferia.

● Rol de las burguesías nacionales: Son aliadas de las burguesías del centro.

U8: ESCUELA INGLESA


BULL
Sociedad anárquica – Orden en la política mundial
Orden en la vida social

El orden que los individuos buscan en la vida social no consiste en una pauta o regularidad en las relaciones entre
individuos o grupos, sino en una pauta que conduce a un resultado determinado, a una organización de la vida social
que promueve determinados fines o valores. Existen tres fines básicos que todas las sociedades reconocen y
promueven. 1- Todas las sociedades intentan asegurarse de que la vida será, en cierto modo, segura frente a la
violencia que pueda resultar en muerte o daño corporal. 2- Todas las sociedades intentan asegurarse de que las
promesas, una vez hechas, se cumplirán, o que los acuerdos serán respetados. 3- Todas las sociedades persiguen el
objetivo de asegurarse de que la posesión de las cosas permanecerá, hasta cierto punto, estable y que no será
amenazada de forma permanente y sin límites. Por lo tanto, el orden en la vida social implica pautas de actividad
humana que cumplen con estos fines elementales, primarios y universales para la vida social.

Al definir el orden en la vida social como una pauta que siguen las actividades humanas, una disposición de partes
discrepantes que cumple con fines elementales o primarios como éstos, no se pretende decir que estos fines deban
tener prioridad sobre otros y tampoco se pretende defenderlos como valiosos o deseables. Lo cierto es que, a menos
que estos fines se logren en cierta medida, no se podrá hablar de la existencia de una sociedad o de vida social; que la
consecución de otros fines presupone, hasta cierto punto, la consecución de estos fines básicos; y que la mayoría de las
sociedades parecen promoverlos. Esto no significa, no obstante, que cuando surge un conflicto entre éstos y otros
fines, las sociedades les otorguen prioridad. Por el contrario, en épocas de guerra o revolución, a menudo los
individuos recurren a la violencia, incumplen pactos y violan los derechos de propiedad en búsqueda de otros valores.

Resulta necesaria una aclaración acerca de la relación entre el orden en la vida social y las normas o principios
imperativos generales de la conducta. En ocasiones, el orden social se define en términos de obediencia a las normas
de conducta; en otros casos, se define de forma más concreta como obediencia a las normas de derecho. Lo que ocurre
es que el orden en la vida social está íntimamente relacionado con la conformidad del comportamiento humano con las
normas de conducta, aunque no necesariamente con estas normas de derecho. En la vida social puede haber orden aun
en ausencia de normas, y lo mejor es considerar las normas como un medio generalizado y omnipresente de crear
orden en la sociedad, más que como parte de la propia definición de orden.

Orden internacional
El orden internacional refiere a la pauta de actividad acorde con los fines elementales o primarios de la sociedad de
Estados, es decir, de la sociedad internacional. El punto de partida de las RRII es la existencia de Estados o
comunidades políticas independientes con un gobierno propio y que afirman su soberanía sobre un determinado
territorio y sobre un segmento concreto de la población mundial. Por una parte, los Estados afirman en relación con
este territorio y esta población lo que llama “soberanía interna”, es decir, la supremacía sobre ellos por encima de
cualquier otra autoridad del mismo territorio o población. Por otra parte, los Estados afirman lo que se denomina
“soberanía externa”, siendo definida no como supremacía sino como independencia frente a autoridades externas. La
soberanía de los Estados, ya sea interna o externa, puede existir tanto en el plano normativo como en el fáctico. Por un
lado, los Estados afirman su derecho a la supremacía por encima de otras autoridades de su territorio o población y a la
independencia frente a autoridades externas a los mismos. Por otro lado, también ejercen en la práctica, en distinto
grado, dicha supremacía e independencia. Una comunidad política independiente que simplemente reclame un derecho
a la soberanía pero que no pueda ejercerlo en la práctica, no es un Estado soberano propiamente dicho.

Un sistema de Estados (sistema internacional) se forma cuando dos o más Estados soberanos tienen suficiente
contacto entre ellos y tienen suficiente impacto mutuo sobre las decisiones del otro como para que se comporten como
partes de un todo. Las interacciones entre Estados en un sistema internacional pueden adoptar la forma de la
cooperación, pero también del conflicto, o incluso de la neutralidad o la indiferencia hacia los objetivos del otro
(puede suceder que las comunidades políticas independientes en cuestión mantengan relaciones regulares entre ellas y
que puedan todas ellas verse implicadas en una guerra generalizada).

Una sociedad de Estados (sociedad internacional) existe cuando un grupo de Estados, conscientes de sus intereses y
valores comunes, forman una sociedad en el sentido de que se consideran unidos por una serie de normas comunes que
regulan sus relaciones y de que colaboran en el funcionamiento de instituciones comunes. Por ejemplo, consideran que
deben respetar mutuamente las reclamaciones de independencia que pueda llevar a cabo uno de ellos, que deben ser
fieles a los acuerdos a los que llegan y que deben someterse a determinadas limitaciones a la hora de emplear la fuerza
en sus relaciones. Al mismo tiempo, colaboran en el funcionamiento de determinadas instituciones como son los
procedimientos formales de derecho internacional, la maquinaria diplomática y de la organización internacional, y las
costumbres y convenciones de la guerra.

Una característica común a todas las sociedades internacionales históricas es que todas fueron fundadas sobre una
cultura y una civilización comunes. Parece razonable suponer que, allí donde las bases de una sociedad internacional
se asientan sobre elementos de una cultura común, facilitan rápidamente su puesta en marcha. Por un lado, pueden
facilitar la comunicación y un mayor conocimiento y entendimiento entre los Estados y, de esta forma, allanar el
camino para la creación de normas e instituciones comunes. Por otro, pueden reforzar la sensación de que se
comparten intereses, lo que empujará a los Estados a aceptar unas normas e instituciones inspiradas en valores
comunes.

Los fines elementales o primarios del patrón de actividad internacional que da lugar al orden internacional son: 1- La
conservación del propio sistema y de la propia sociedad de Estados. 2- La preservación de la independencia o
soberanía externa de cada Estado. 3- El mantenimiento de la paz entendida como la ausencia de guerra entre los
Estados miembros de la sociedad internacional. 4- Los fines comunes a toda la vida social, es decir, la restricción de la
violencia que resulte en muerte o daño corporal, el mantenimiento de las promesas y la estabilización de la posesión
por medio de normas que regulen la propiedad.

Orden mundial

El orden mundial refiere a los patrones o disposiciones de la actividad humana que cumplen con los que, para la
humanidad en su conjunto, son los fines elementales o primarios de la vida social. El orden internacional es un orden
entre Estados; pero los Estados no son más que grupos de individuos y los individuos pueden formar grupos que no
tienen nada que ver con los Estados.

En la historia de la humanidad anterior al siglo XIX no ha habido nunca un sistema político que abarcase el mundo
entero. La gran sociedad formada por el conjunto de la humanidad era una sociedad hipotética. Sin embargo, desde
finales del siglo XIX y principios del XX ha surgido, por primera vez, un único sistema político que es genuinamente
global. El orden a escala global ha dejado de ser simplemente la suma de varios sistemas políticos que generan orden a
escala global; también ha pasado a ser el resultado de lo que podría llamarse un sistema político mundial.

El primer sistema político global ha adoptado la forma de un sistema global de Estados. La principal responsable del
surgimiento de un grado de interacción entre los sistemas políticos de todos los continentes del mundo suficiente como
para poder hablar de un sistema político mundial, ha sido la expansión del sistema de Estados europeo y su
transformación en un sistema de Estados de dimensiones globales. Mientras que el sistema político mundial que existe
en la actualidad adopta la forma de un sistema de Estados, o al menos en muchos de sus aspectos, el orden mundial
podría, en principio, ser alcanzado a través de otras formas de organización política universal. Una cuestión sin
resolver es si estas otras formas no serían mejores para conseguir el orden mundial.

El orden mundial no significa lo mismo que el orden internacional. El orden en la humanidad en su conjunto es algo
más amplio que el orden entre los Estados; es más fundamental y más primordial, e incluso tiene prioridad moral. Las
unidades últimas de la gran sociedad de la humanidad no son los Estados, sino los individuos que son permanentes e
indestructibles en un sentido en el que los grupos no lo son.

La existencia del orden en la política mundial

El orden en la política mundial podría llegar a consistir en el mantenimiento de los fines elementales de la vida social
de una sociedad concreta o de la gran sociedad formada por el conjunto de la humanidad. En la fase en la que aún nos
encontramos, estamos acostumbrados a pensar que el orden en la política mundial consiste en la existencia de un orden
doméstico (dentro de los Estados) y de un orden internacional (entre los Estados).

Nadie negaría que en el interior de algunos Estados existe un alto grado de orden doméstico. En cambio, a menudo se
argumenta que el orden internacional no existe salvo como aspiración, y que la historia de las relaciones
internacionales consiste únicamente en el desorden o el conflicto. Para muchos, la idea del orden internacional sugiere,
no algo que ha tenido lugar en el pasado, sino simplemente un Estado de las RRII posibles o deseables en el futuro.
Por el contrario, Bull afirma que el orden forma parte de la historia de las RRII y, concretamente, que los Estados
modernos han formado y siguen formando, no sólo un sistema de Estados sino también una sociedad internacional.

La idea de sociedad internacional

A lo largo de la historia del actual sistema de Estados, tres tradiciones de pensamiento han competido entre sí. La
realista o hobbesiana, que considera la política internacional como un Estado de guerra; la universalista o kantiana,
que percibe en la política internacional actual una potencial comunidad de la humanidad; y la internacionalista o
grociana, que entiende que la política internacional tiene lugar dentro de una sociedad internacional.

Tradición hobbesiana Tradición kantiana Tradición grociana


Estado de guerra entre los Vínculos transnacionales que unen Describe la realidad internacional
Estados. a los individuos de los diferentes como una sociedad internacional.
Juego de suma cero. Estados. Todos los Estados tienen el deber
La paz es un período de Juego cooperativo. de respetar las normas e
recuperación de la guerra y Existen imperativos morales que instituciones de la sociedad de la
preparación para la próxima limitan la acción de los Estados y que forman parte.
El Estado debe ser libre de tienen como fin la sustitución del Los Estados deben cumplir no
perseguir sus propios fines sin que sistema de Estados por una sólo con las normas de prudencia
existan restricciones morales o sociedad cosmopolita. o de conveniencia, sino también
legales. con los imperativos de la
Solamente existen normas de moralidad y el derecho. Estos
prudencia y de conveniencia. imperativos implican la aceptación
a la exigencia de coexistencia y
cooperación en una sociedad de
Estados.

- Sociedad internacional cristiana:


Todos los primeros teóricos de la sociedad internacional (entre ellos Grocio) contribuyeron al desarrollo de lo que más
tarde sería el “derecho internacional”, una de las principales instituciones de la sociedad de Estados, pero no
pretendieron buscar el fundamento de la ley de las naciones en la práctica de los Estados (cristianos) de su tiempo. Su
fidelidad al derecho natural y al derecho divino inhibía el desarrollo del derecho internacional como disciplina y como
técnica diferenciada con respecto a la filosofía moral y la teología.

- Sociedad internacional europea:

A lo largo de los siglos XVIII y XIX, cuando ya casi habían desaparecido los vestigios en la cristiandad occidental de
la teoría y la práctica de las RRII, cuando el Estado ya estaba totalmente articulado, primero en su fase dinástica o
absolutista y luego en su fase nacional o popular, la idea de sociedad internacional adoptó una forma diferente. A
medida que el derecho natural fue dando paso al derecho internacional positivo, las ideas de los teóricos políticos y
jurídicos fueron convergiendo con las de los historiadores, quienes aspiraban a recoger la práctica del sistema de
Estados así como de los hombres de Estado que la conducían.

Con respecto a sus valores o su cultura, la sociedad internacional concebida por los teóricos de esta época fue
considerada europea más que cristiana. Las referencias a la cristiandad o al derecho divino como cimentadores de la
sociedad de Estados fueron debilitándose y desapareciendo. A medida que fue aumentando el sentimiento del carácter
específicamente europeo de la sociedad de Estados, también lo hizo el sentimiento de su diferenciación cultural con
respecto a todo lo que se situaba fuera de ella: la sensación de que las potencias europeas estaban sometidas a un
código de conducta en las relaciones entre ellas que no era aplicable en sus relaciones con otras sociedades inferiores.
La doctrina ortodoxa de los juristas internacionalistas positivistas sostenían que la sociedad internacional era una
asociación europea, en la que los Estados no europeos sólo podían ser admitidos si reunían los estándares de
civilización establecidos por Europa.

Con esta idea de sociedad internacional, también se dio paso a la enunciación clara del principio por el cual la
sociedad internacional es una sociedad de Estados o naciones. A partir del reconocimiento de que todos los miembros
de la sociedad internacional son un tipo particular de entidad política llamada Estado, y que las entidades que no
satisfagan este criterio no pueden ser miembros, se deriva otra característica de la idea de sociedad internacional en
este período: todos los miembros tienen los mismos derechos básicos, las obligaciones que asumen son recíprocas, las
normas e instituciones de la sociedad internacional derivan de su consentimiento, y las entidades políticas como los
reinados occidentales, los emiratos islámicos o las jefaturas africanas debían ser excluidas como posibles miembros.

Durante esta etapa, los teóricos de la sociedad internacional europea adoptaron como guía no las teorías abstractas
acerca de qué debían hacer los Estados, sino el conjunto de costumbres y derecho de los tratados que se había ido
acumulando en torno a lo que en realidad hacían. Cuando formularon las normas de coexistencia, los teóricos lograron
liberarse de las asunciones universalistas o solidaristas heredadas de los tiempos medievales y darse cuenta de las
características específicas de la sociedad anárquica. Las normas formuladas en este período que restringían la
violencia, establecían que el recurso a la violencia en la política internacional era monopolio del Estado. Asimismo, se
reconoció la soberanía como uno de los atributos de los Estados, y este reconocimiento mutuo como una de las normas
básicas de coexistencia dentro del sistema de Estados. También se logró elaborar principios clave como la norma de
no-intervención, la norma de igualdad de los Estados con respecto a sus derechos básicos, y el derecho de los Estados
a una jurisdicción interna.

Por último, a lo largo de los siglos XVIII y XIX se entendía que la sociedad internacional tenía una expresión visible
en determinadas instituciones que reflejaban la cooperación de sus Estados miembros. Se reconoció el derecho
internacional como un conjunto de normas específicas surgidas de la cooperación entre los Estados modernos, y que
requerían de una disciplina y una técnica propias y distintas de las de la filosofía o la teología. El sistema diplomático
pasó a ser reconocido como uno de los aspectos que caían dentro del ámbito de la sociedad internacional en su
conjunto. El mantenimiento del equilibrio de poder fue elevado a la categoría de objetivo que la sociedad internacional
en su conjunto se proponía deliberadamente alcanzar.

- Sociedad internacional mundial:


Durante el siglo XX, al igual que durante los siglos XVI y XVII (sociedad cristiana), la idea de sociedad internacional
ha tomado una posición defensiva. Por una parte, la interpretación hobbesiana o realista de la política internacional ha
sido alimentada por las dos guerras mundiales y por la expansión de la sociedad internacional más allá de sus límites
europeos iniciales. Por otra parte, las interpretaciones kantianas o universalistas han sido alimentadas a través de los
esfuerzos por trascender el sistema de Estados con el fin de escapar del conflicto y del desorden que han acompañado
a todo este siglo, y también a través de la Revolución Rusa y la Revolución China que han dotado de una renovada
vigencia a las doctrinas de solidaridad transnacional global, ya sea en su versión comunista o anticomunista. Se podría
decir que las ideas sobre la sociedad internacional que han estado vigentes durante el siglo XX están más cerca de las
que se tuvieron durante los primeros siglos del sistema de Estados que de las ideas que fueron dominantes durante los
siglos XVIII y XIX.

Durante el siglo XX, la sociedad internacional dejó de ser considerada como específicamente europea y pasó a ser
vista como una sociedad global o mundial. En la actualidad, puesto que la mayoría de los Estados de la sociedad
internacional no son europeos y dado que la pertenencia como miembros de la ONU es universal, la doctrina de que
esta sociedad se fundamenta sobre una cultura o civilización específica es rechazada de forma general. En este período
también se ha producido una retirada con respecto a las afirmaciones acerca de que los miembros de la sociedad
internacional eran los Estados y las naciones. Actualmente, en la sociedad internacional, el Estado es sujeto de
derechos y deberes, legales y morales, pero también lo son las organizaciones internacionales, los grupos no estatales
y los individuos.

El énfasis que se ha puesto en la idea de una sociedad internacional mejorada con respecto a la sociedad que existe en
la práctica, ha llevado a que la Sociedad de Naciones, la ONU y otras organizaciones internacionales sean
consideradas como las instituciones principales de la sociedad internacional (a diferencia del Papado y el Imperio en la
cristiana, y los Estados en la europea) y que, en cambio, aquellas otras instituciones cuya función principal consiste en
el mantenimiento del orden internacional sean ignoradas. Ha surgido un rechazo del equilibrio de poder, un desprecio
de la diplomacia, una tendencia a intentar sustituirlos por la administración internacional y una vuelta a la tendencia
que prevalecía en tiempos de Grocio a confundir el derecho internacional con la moralidad internacional o el progreso
internacional.

La realidad de la sociedad internacional

¿Se ajusta esta idea de sociedad internacional a la realidad? Según Bull, el elemento “sociedad” siempre ha estado
presente en el sistema internacional actual y sigue estándolo, si bien no es más que uno entre otros elementos y su
supervivencia es precaria. De hecho, el sistema internacional actual refleja los tres elementos señalados por cada una
de las tradiciones hobbesiana, kantiana y grociana: 1- El elemento de la guerra y la lucha por el poder entre los
Estados; 2- El elemento de la solidaridad y el conflicto transnacional que traspasan las divisiones entre los Estados; 3-
El elemento de la cooperación y del intercambio regulado entre los Estados. En las distintas fases históricas por las
que ha pasado el sistema de Estados, es posible encontrar alguno de estos tres elementos como predominante.

El elemento de la sociedad internacional (3) siempre ha estado presente en el sistema internacional moderno ya que no
es posible decir que en alguna de sus etapas no haya ejercido influencia la idea de intereses comunes entre los Estados,
de normas comúnmente aceptadas y de instituciones manejadas en común. El reflejo de la idea de sociedad
internacional en la realidad es a veces precario, pero en ningún momento ha desaparecido por completo. Por tanto,
incluso durante los períodos en que la forma más adecuada de describir la política internacional era en términos de un
estado de guerra hobbesiano o de una situación de solidaridad transnacional kantiana, la idea de sociedad internacional
siguió estando presente como un aspecto de la realidad.

La sociedad anárquica

A menudo se mantiene que la existencia de una sociedad internacional se ve refutada en la práctica por la anarquía en
sentido de ausencia de gobierno o autoridad. Como resultado de esta anarquía internacional, una idea persistente en los
debates contemporáneos ha sido que los Estados no forman ningún tipo de sociedad y que, para poder formarla,
tendrían que subordinarse a una autoridad común. Uno de los argumentos principales de esta doctrina es lo que se
denomina “analogía doméstica”, según la cual los Estados, al igual que los individuos, sólo pueden tener una vida
social ordenada si se sienten intimidados por un poder común.

Sin embargo, Bull señala que no es cierto que dentro de un Estado moderno la única fuente de orden sea el miedo a un
gobierno supremo; ninguna explicación de por qué los hombres son capaces de llevar una coexistencia social ordenada
puede considerarse completa si no concede importancia a factores como el interés recíproco, el sentimiento de
comunidad o de voluntad general, y el hábito. En definitiva, no se sostiene el argumento de que, puesto que los
hombres no pueden forman una sociedad que no tenga un gobierno, los príncipes soberanos o los Estados tampoco
puedan. Este argumento se diluye no sólo porque aun en ausencia de gobierno los individuos pueden alcanzar un
mínimo grado de orden, sino también porque los Estados son diferentes a los individuos y son más capaces de formar
una sociedad anárquica.

Puesto que la sociedad internacional no es sino uno de los elementos básicos que operan en la política internacional
moderna, y que continuamente compite con otros elementos como son el estado de guerra y la solidaridad o el
conflicto transnacional, sería un error interpretar acontecimientos internacionales como si la sociedad internacional
fuese el único elemento o el dominante. El elemento de sociedad internacional es real, pero también lo son el estado de
guerra y las lealtades y divisiones transnacionales.

DIEZ
Escuela Inglesa

La idea de la Escuela Inglesa es que, más allá de la anarquía, existe una sociedad de Estados a nivel internacional. Las
ideas, antes que las capacidades materiales, forman la conducta de las políticas internacionales. Esta escuela busca ser
un punto equidistante entre el realismo y el liberalismo.

Debate entre pluralistas y solidarios

Bull afirma que las sociedades internacionales son construidas voluntaria y contractualmente, desarrollándose en base
a los intereses que los Estados tienen en común, sin la necesidad de una cultura similar preexistente. Asimismo,
consideraba que la cooperación podría emerger sin consenso sustantivo sobre valores culturales o societales y, a la
vez, que la existencia de esos valores no implicaba que no pudieran darse grandes conflictos. Por el otro lado, Wight
plantea que las sociedades internacionales se crean a partir de valores compartidos. Estas dos miradas no son
excluyentes, por tanto, se puede pasar de una a otra en la práctica. Esta diferencia de puntos de vista se conoce como
“pluralistas vs solidarios”.

Los pluralistas (Bull) sostienen que dada la gran diversidad de la humanidad, los Estados están interesados en la
coexistencia pacífica y sólo acordarán sobre arreglos mínimos. Los solidarios (Wight) argumentan con una visión
cosmopolita que la sociedad de Estados debería impulsar y promover los derechos humanos, habiendo potencial para
el respeto mutuo y el reforzamiento del derecho internacional y la ética universal.

Características Sociedad Pluralista Sociedad Solidaria

Autor central Bull Wight

Sujeto de las RRII Estados Estados + Individuos

Idea organizacional Particularismo Universalismo

Aproximación normativa Comunitarismo Cosmopolitismo

Reglas y normas Estructura de coexistencia Individuos titulares de


construida por un mutuo derechos básicos; existe el
reconocimiento como Estados deber de intervenir para
independientes protegerlos
Concepto de la Soc. Int. Contractual, funcional Contractual, civilizacional

Concepto de soberanía Cultivación de diferencias Permitiendo la integración

Alcance de la Soc. Int. Estrecho; mantener el orden en Amplio; cultura y normas


la anarquía, no intervención en comunes en las relaciones
asuntos internos Estado-ciudadanos

Derecho internacional Sólo entre Estados Entre Estados e individuos

Intervención humanitaria Inadmisible Admisible

Base para la seguridad Defensa colectiva y alianzas Seguridad colectiva

Principales características de la teoría

Posición crítica en torno al segundo debate: Crítica al conductismo; los acusaron de simplificar la realidad
internacional y de adoptar una asunción irreal sobre la investigación empírica. También se mostraron escépticos
respecto a la aplicación de métodos científicos, de allí que se mantuvieran dentro de enfoques más tradicionalistas, con
el empleo de métodos sociológicos (esto los acerca a los reflectivistas y los aleja de la elección racional).

Poseen influencias del realismo (define a los Estados como agencias de poder egoístas, concibiendo a las RRII como
instrumentales en un entorno anárquico y conflictivo); del racionalismo (siguiendo a Grocio, considera a los Estados
como organizaciones legales que operan según la ley internacional y la práctica diplomática, concibiendo las RRII
como actividades gobernadas por leyes basadas en la autoridad mutuamente reconocida entre Estados soberanos); y
del liberalismo (basándose en Kant, reduce la importancia de los Estados y ubica el énfasis en los seres humanos, los
cuales integran la comunidad mundial primordial).

La Escuela Inglesa se ha mostrado más vinculada a la noción racionalista o grociana, dado el aporte de Grocio, quien
sostuvo que era posible contrarrestar la anarquía internacional por medio de la conformación de un orden legal
internacional asentado en la aceptación de los Estados de ciertas reglas y leyes internacionales. Precisamente, esta
escuela considera las RRII como una “sociedad internacional” donde los Estados están obligados por las leyes y las
instituciones que crean.

Del realismo toman al Estado como actor central, la diferencia entre política interna y externa, la importancia del
poder del interés nacional, y la existencia de un sistema internacional anárquico. En cambio, disienten acerca de la
naturaleza conflictiva del sistema, rechazando la visión de que la política internacional tiene un carácter hobbesiano.
Por ello, la Escuela Inglesa señala que la anarquía no imposibilita la cooperación puesto que existe un cierto orden
internacional, y que es posible armar una sociedad internacional basada en normas y valores. No ven al poder como
una amenaza ni a los Estados como mero egoístas.

Del liberalismo toman en cuenta la idea de cooperación y armonía, pero señalan que las reglas y normas no son
suficientes para lograrlas. Es por ello que se hace necesario, además, un equilibrio de poder.

Sistema internacional, sociedad internacional y sociedad mundial

Bull especifica que un sistema internacional se forma cuando dos o más Estados tienen suficiente impacto mutuo de
sus decisiones para que se comporten como partes de un todo, es decir, en esta situación los Estados toman en cuenta
la existencia de los otros y de sus comportamientos a la hora del proceso de decisiones. Comparado con la visión
neorrealista, el balance de poder no es visto como una característica que defina al sistema.

Pasando al concepto de sociedad internacional, éste implica un conjunto de Estados soberanos conscientes de los
valores comunes y de sus relaciones reguladas por ciertos principios y metas, tales como el reconocimiento mutuo de
la independencia, el límite al uso de la fuerza y la observancia de los acuerdos. De hecho, su carácter de miembros les
otorga la identidad que, a su vez, fortalece la expectativa de que seguirán las reglas.
El origen de esta sociedad internacional debe encontrarse, según algunos autores como Wight, en la influencia
derivada de una herencia cultural común (sociedad cristiana medieval), mientras que Bull lo ve desde el desarrollo de
ciertas normas que aseguran los intereses básicos, como el de la supervivencia. Sin embargo, la mayoría de los autores
entrelazan estas visiones: elementos culturales comunes + elementos de seguridad.

La sociedad internacional es vista como una realidad identificada según distintas dimensiones:

1. Es una idea que existe en la mente de estadistas y ciudadanos comunes en todo el mundo y es compartida por ellos.
2. Es una idea expresada en normas y reglas compartidas.
3. Es una idea manifestada en instituciones y prácticas como la soberanía, la diplomacia, el derecho internacional y
las organizaciones internacionales.
4. Es una idea que se expresa físicamente en embajadas, derecho internacional.

Con respecto al concepto de sociedad mundial, se encuentra ligado a la tradición kantiana, fundada en una mirada
individualista. Para la constitución de esta sociedad, la división geopolítica estatal debe ser reemplazada; esta sociedad
mundial está conformada por individuos sin los Estados como intermediarios y con nuevas relaciones de identidad y
lealtad.

Para la Escuela Inglesa, a diferencia del realismo, el orden es parte de la historia de las relaciones internacionales.
Bull define al mismo como la pauta de actividad acorde con los fines elementales de la sociedad de estados, es decir,
de la sociedad internacional. (Fines primarios – Resumen Bull).

Se puede observar que esta escuela no toma al orden como dado, sino que éste puede ser destruido. Es por eso que el
orden necesita de instituciones comunes (conjunto de costumbres y prácticas para la concreción de fines compartidos).
Las instituciones fundamentales son: el sistema de las grandes potencias, el equilibrio de poder, la guerra, el derecho
internacional y la diplomacia. Así, sociedad y orden internacional están claramente vinculadas: el segundo es el
modelo que permite preservar las metas básicas de la primera, por tanto, la sociedad no es más que la expresión de ese
orden.

● El enfoque de la Escuela Inglesa es una aproximación que describe un mundo de Estados soberanos donde el poder y
las normas están presentes, y donde los individuos son también importantes. Donde, además, la cooperación y el
conflicto tienen lugar, y en el cual existe una tensión entre la búsqueda del orden y la promoción de la justicia.

ANZELINI
América del Sur como “sociedad internacional regional”

El bajo grado de conflictos armados entre los países de la América del Sur y el fuerte apego a las normas (formales e
informales) de resolución pacífica de disputas, activos incuestionables de la región en comparación con lo que ocurre
en otras convulsionadas regiones del planeta, son aspectos mayormente desatendidos por las lecturas originadas en los
centros de poder mundial. Sin embargo, Anzelini y Castro desarrollan una lectura optimista sobre la realidad y
perspectivas de América del Sur en materia de seguridad internacional. La base de este enfoque supone tomar por
unidad de análisis a los Estados nacionales, dejando de lado los canales transnacional e intraestatal. Cabe señalar que
en el plano interestatal no existe otra región del mundo que tenga en materia de resolución pacífica de controversias el
número de acuerdos, tratados, convenciones y resoluciones que detenta América del Sur.

De este modo, Sudamérica se posiciona como una “sociedad internacional” de carácter regional, en donde tanto los
mecanismos formales como los informales explican el récord pacífico de la región. Desde luego, sería erróneo no
advertir el peligro que suponen las nuevas amenazas vinculadas con los delitos transnacionales, del mismo modo que
en el pasado fueron un factor de preocupación los recurrentes ciclos de autoritarismo político. Sin embargo, si bien son
obstáculos para el avance hacia una “sociedad mundial” de carácter regional, las problemáticas que ocurren en el
plano transnacional o intraestatal no afectan del todo la caracterización de la región como una sociedad internacional.
Anzelini y Castro adoptan un marco teórico de RRII basado en las contribuciones de la Escuela Inglesa, en particular
de su vertiente pluralista inspirada en Bull. Los autores de esta escuela incorporan, del realismo, la centralidad del
Estado como actor fundamental de la política internacional y el mecanismo del equilibrio de poder; a la vez que, del
liberalismo, toman la preocupación por la cooperación en relaciones internacionales. Este tipo de aproximación
conduce a los autores de la Escuela Inglesa a una visión modificada de la anarquía como principio ordenador de las
RRII. De este modo, prima en ellos la idea de una “anarquía mitigada” por las posibilidades de cooperar en la arena
internacional o, según Bull, de alcanzar una “sociedad en anarquía”. Esto significa que los Estados, al estar ligados por
un ordenamiento legal a nivel internacional, logran en ocasiones atemperar sus conductas revisionistas y conducirse
con criterios de “suma positiva”.

La Escuela Inglesa propone un tipo de encuadre conceptual alejado tanto de la visión hobbesiana (que entiende a la
política internacional como un conflicto de todos contra todos o como un juego de suma cero) commo de la visión
kantiana (que prevé la posibilidad de avanzar hacia un orden transnacional dominado por la paz y por un sentido de
comunidad). Lo que caracteriza la aproximación de los autores de la Escuela Inglesa es una visión grociana, en tanto
ponen en su análisis un peso definitorio en las posibilidades de construir una sociedad internacional basada en reglas e
instituciones. Ahora bien, este marco normativo-institucional que cobra forma a nivel internacional no debe ser visto
como producto de la pura moralidad que orientaría a los Estados, sino más bien como el resultado de los intereses
comunes que dominan a las relaciones interestatales.

Otro aporte fundamental de la Escuela Inglesa se vincula con la distinción conceptual entre las nociones de sistema
internacional, sociedad internacional o sociedad mundial. En este distinción pueden rastrearse los influjos realista y
liberal que se combinan de modo particular entre los autores de esta escuela, y la incidencia del pensamiento grociano
(evidente en la noción de sociedad internacional), en tanto tradición intelectual que toma distancia de la visión
hobbesiana (sistema internacional) y de la kantiana (sociedad mundial).

La diferencia fundamental entre sistema internacional y sociedad internacional pasa por el diferente “grado de
moralidad” que ambos conceptos suponen. En el caso del sistema internacional, noción que se halla fuertemente teñida
por la concepción realista del conflicto real o potencial entre los Estados, es espacio para la cooperación es sólo
marginal. Así, como sostiene Sterling-Folker, la idea de sistema internacional admite sólo intercambios diplomáticos
mínimos y negociación de ciertos tratados, mientras que, tal como se deduce de la definición de Bull, la idea de
sociedad internacional supone intereses compartidos, reglas comunes, codificación de esas reglas mediante
instituciones y un espacio razonable para la cooperación. En el caso de América del Sur, la definición de Bull resulta
perfectamente aplicable.

La idea de sociedad internacional es un concepto superador de la mera noción de sistema internacional, superación que
implica una cualitativa modificación del orden westfaliano en dirección a un creciente sentido de comunidad.

Las instituciones internacionales en los desarrollos teóricos de la Escuela Inglesa no son sinónimo de organizaciones
internacionales, ya se trate de organismos, regímenes o convenciones. Por el contrario, se destaca una idea más bien
difusa de las instituciones internacionales, en donde las reglas explícitas no son la característica esencial. La idea de
instituciones en los desarrollos de esta escuela remite al momento en que los Estados (conscientes de sus intereses
comunes) crean las reglas que los unen y establecen los mecanismos que hacen efectivo el cumplimiento de esas
reglas. El equilibrio de poder, el derecho internacional, las áreas de influencia de las grandes potencias, la diplomacia
y la guerra son las cinco instituciones de la sociedad internacional, y reconocen su raíz en el realismo y el liberalismo.
Son estas instituciones las que regulan el comportamiento interestatal y, por lo tanto, contribuyen a preservar el orden
internacional.

Las instituciones adquieren diferentes grados de formalización. Esta característica no es ajena al tema de la seguridad
internacional. Así, en el caso de la sociedad internacional regional que constituye América del Sur, pueden observarse
diferentes grados de formalización: desde la diplomacia informal hasta esquemas altamente formalizados de
cooperación en materia de seguridad.

Cabe destacar el peso definitorio que la relación asimétrica con EE.UU. ha tenido para la consolidación de América
del Sur como sociedad internacional. En particular, el gran desarrollo de una tradición rica en materia de derecho
internacional, como respuesta de la región frente a la proyección de poder de las grandes potencias, constituye un
aspecto decisivo a la hora de explicar el excepcional récord que Sudamérica detenta en materia de paz interestatal.

La región presenta intereses comunes, erigidos sobre la base de una cultura política compartida, que han facilitado la
consolidación de un consenso normativo sobre el modo en que deben conducirse las relaciones interestatales. A
menudo, esas reglas y normas compartidas se han cristalizado en instituciones regionales de carácter formal e
informal. Esto demuestra la existencia de una sociedad internacional regional que representa América del Sur,
especialmente en materia de seguridad. Las contribuciones específicas de la región son:

● El respeto por la soberanía estatal y los principios de integridad territorial y no-intervención.

● La resolución pacífica de controversias internacionales y la prohibición de la guerra.

● El control de armamentos que implica una zona libre de armas nucleares, químicas y biológicas.

● Las medidas de cooperación y fomento de la confianza mutua.

● El compromiso regional con los esquemas de seguridad colectiva.

Durante la última década ha tendido a predominar en la visión de muchos analistas la idea (pesimista) de que la región
sudamericana es un área irrelevante para los intereses estratégicos de EE.UU. Esta tendencia a la irrelevancia sólo
admitiría ciertas excepciones, vinculadas ellas al impacto de las “nuevas amenazas” transnacionales y a la
consolidación de proyectos político-ideológicos cuya orientación es discordante con la visión y los intereses
norteamericanos.

Expresado de otro modo, los radares de Washington sólo se encienden cuando las circunstancias de tiempo y lugar
hacen que se instale la idea de gobiernos inestables, instituciones débiles y proliferación de la violencia doméstica en
Sudamérica. Este tipo de discurso, cuyo origen puede rastrearse en ciertos círculos de pensamiento neoconservador en
la capital estadounidense, omite por completo una cantidad de aportes notables que América del Sur ha hecho en el
plano regional para la consolidación de una arquitectura de seguridad internacional.

U9: CONSTRUCTIVISMO
PORCELLI
El constructivismo en las Relaciones Internacionales

El constructivismo busca dar cuenta de un entorno de desarrollo de la política global que se caracteriza por una mayor
complejidad, una menor centralidad del Estado y la aparición de un conjunto de actores no estatales. Esta perspectiva
permite explicar las transformaciones fundamentales del sistema internacional dado el énfasis que colocan en el
carácter inminentemente social de los intereses de los actores y de las identidades, y la valoración que realizan
respecto a la posibilidad de cambio de las prácticas e instituciones de la política internacional.

El constructivismo se presenta como un marco analítico, no como teoría, para el estudio de la política global que
reconoce la ontología del sistema internacional, la búsqueda de una epistemología adecuada para su estudio y el uso de
la hermenéutica. De esta manera, procura brindar elementos para el análisis de la construcción de las prácticas
sociales, la posibilidad de cambio, la codeterminación entre agentes y estructuras, las identidades de los actores y la
importancia de las ideas y normas como construcciones subjetivas.

A raíz del giro interpretativo de las ciencias sociales, el constructivismo reconoce que el conocimiento de la realidad
es socialmente construido, por lo tanto, los fenómenos no pueden constituir objetos del conocimiento
independientemente de las prácticas discursivas, descartando así la observación independiente del lenguaje.

Lo anterior se vincula con un giro sociológico por lo que se reconoce que la acción significativa es un fenómeno social
e intersubjetivo. Por este motivo, resulta clave analizar el contexto social en el cual se forman las identidades y los
intereses, tanto del actor como del observador. En consecuencia, el constructivismo constituye una teoría sobre la
construcción social de la realidad: los hechos solo existen cuando les asignamos un significado. Así,
determinadas conductas tienen diferentes sentidos para cada uno de los actores por los distintos sentidos que se
le asignan a la realidad.

De esta forma, se comprende la división que realizan los constructivistas entre las dos funciones de las RRII:
reguladoras y constitutivas. Las funciones reguladoras establecen reglas básicas de conducta a partir de la prescripción
o prohibición de determinados comportamientos. Las normas constitutivas definen un comportamiento; sin ellas las
acciones serían ininteligibles.

Enfoque constructivista:

● Las RRII consisten en ideas y pensamientos, y no en condiciones materiales dadas de manera exógena.

● Las creencias intersubjetivas constituyen su elemento ideológico central.

● Esta creencia común expresa los intereses e identidades de los individuos.

● Los constructivistas intentan explicar la manera en la cual se forman y expresan estas relaciones.

El debate entre el racionalismo y el constructivismo

El constructivismo se remonta al cuarto debate de las RRII: racionalistas vs. reflectivistas, durante la década de 1980.
Ambos enfoques difieren en tres cuestiones:

1. Los constructivistas son idealistas filosóficos, antes que materialistas. Argumentan que las estructuras materiales
adquieren importancia sólo a través de estructuras de significación que son compartidas intersubjetivamente.
2. Los constructivistas postulan una relación mutuamente constitutiva entre los agentes y las estructuras. Las
identidades de los agentes son influenciadas por las estructuras normativas e ideológicas en que habitan, y éstas son
sostenidas por los agentes. Por lo tanto, el sistema internacional es entendido como una construcción en donde
se encuentran los intereses de los actores; intereses que son el corolario de estas identidades derivadas de la
significación compartida. Esto contrasta con la creencia racionalista de que los agentes son separables de los
ambientes en que viven.
3. Difieren en su concepción sobre la lógica dominante que rige las acciones de los agentes. El constructivismo está
guiado por normas que colaboran o limitan y condicionan. El racionalismo está guiado por una lógica de
conveniencia, actores egoístas y racionales. Las posibilidades de cooperación o conflicto están determinadas por la
combinación de limitaciones de recursos y los intereses entre Estados.

Sobre la base de estos desacuerdos ontológicos, se diferencian también en cuestiones epistemológicas y


metodológicas. Desde lo epistemológico, la mayoría de los constructivistas adoptan una estrategia postpositivista
(excepto Wendt), debido a la creencia del carácter socialmente construido de los intereses. Esto difiere de los
racionalistas: existencia de suficientes elementos comunes justificando el desarrollo de generalizaciones y la
posibilidad de creación de solidas afirmaciones predictivas. Desde lo metodológico, el compromiso de los
racionalistas con una epistemología positivista se ha manifestado en la utilización de métodos cuantitativos, además de
métodos más tradicionales. Por el contrario, los constructivistas utilizan una variada gama de metodologías a fin de
analizar el sentido de estas estructuras y así lograr aprehender las dinámicas de poder subyacentes del sistema
internacional.

Poder, prácticas e identidades

El neorrealismo y el neoliberalismo entienden que el poder material es la fuente más relevante de influencia. El
constructivismo sostiene que tanto el poder material como el discursivo son necesarios para lograr una comprensión de
los asuntos mundiales; analizan las prácticas sociales. El poder de ellas reside en su capacidad para reproducir los
significados intersubjetivos que constituyen a las estructuras sociales y a los actores por igual. Las prácticas sociales
no sólo reproducen los actores, al mismo tiempo esta identidad es reproducida para una estructura social intersubjetiva
que opera a través de la práctica social. Una característica relevante de la práctica social es su capacidad de producción
de previsibilidad y, por lo tanto, de establecer un orden.

Enfoque de Wendt

Existen tres líneas principales del enfoque constructivista; Wendt es el más notable de la “vía media” para actuar como
puente entre el racionalismo y el constructivismo. Este autor afirma que la política internacional no se presenta como
una situación dada, sino que es conducida por los hechos, las identidades y los intereses que son formulados y
sostenidos por prácticas intersubjetivas. Su enfoque estriba en torno de la noción de identidad, ocupando un rol de
variable independiente. Así, una de las críticas que recibe está ligada a la sobrecosificación de las identidades a las que
arriba. Los conceptos “identidad” y “ambiente” son formulados a partir de las interacciones; por ello afirma que la
realidad es socialmente construida. Por lo tanto, el sistema internacional podría ser reformulado a partir de un cambio
en las prácticas sociales. No obstante, debido a principios epistemológicos, el autor se niega a abandonar la existencia
de factores intrínsecos. Esto funciona como punto de inicio para la interacción que dará lugar a la modificación de
identidades e intereses. Wendt toma de la teoría de la estructuración de Giddens la relación entre agente y estructura
como entidades mutuamente constitutivas (realidad social desarrollada en la interacción).

Wendt apunta contra el empirismo propio de los estudios positivistas. Su realismo científico le permite asumir la
existencia de una realidad independiente del intelecto, en términos materiales, y también del mundo social. La realidad
se encuentra allí independientemente de nuestras ideas, y el consiguiente objetivo del constructivismo wendtiano
consiste en explicarla.

Su propuesta consiste en diferenciarse de las teorías realista y liberal; Wendt señala que ambas corrientes tienen
puntos de partida exógenos tanto de la noción de egoísmo del Estado como de la noción de autoayuda. Pretende
construir un puente entre el liberalismo y el constructivismo, y entre el debate racionalista y el reflectivista.

Emplea sus argumentos sobre el realismo estructural proponiendo una teoría estructural estadocéntrica, sin embargo,
se diferencia de esa tradición al considerar que las RRII son socialmente construidas y no históricamente dadas.
Además, para Wendt la estructura no existe diferenciada del proceso, es decir, de las prácticas de los actores. Aunque
el autor concuerda con los realistas en que el sistema internacional está signado por la autoayuda, no cree que esta
característica sea necesaria sino que se desarrolla en el tiempo a través de las prácticas.

Wendt trata de explicar la relación entre poder y principio de autoayuda y su construcción social a partir del
interaccionismo simbólico de Blumer. Las personas actúan en base a los significados que ellos le otorgan a los objetos
y que otros actores tienen para éstos. Estos significados no son inherentes sino que se desarrollan en la interacción. El
comportamiento está condicionado por el accionar intersubjetivo, no por estructuras materiales. El comportamiento se
basa en significados colectivos a través de los cuales los actores adquieren una identidad (base de los intereses que se
definen en el proceso de elegir cursos de acción); esta identidad es relativamente estable.

Wendt se diferencia del neorrealismo afirmando que la relación entre autoayuda y anarquía es contingente.

Una institución es una estructura o conjunto de identidades e intereses relativamente estables. Son fundamentalmente
entidades cognitivas que no existen independientes de las ideas de los actores sobre el funcionamiento del mundo.
Para el autor, el principio de autoayuda es una institución; el concepto de seguridad depende del yo y su identifiación.
El significado de la anarquía y de la distribución de poder depende de esta variación cognitiva.

Las variaciones de las identidades e instituciones permiten el desarrollo de diferentes sistemas de interacción,
conforme a la lógica que prevalezca. Pueden ser sistemas de competencia, donde se perpetúa la desconfianza y la
alienación, o sistemas de interacción colectiva, donde los Estados se identifican mutuamente, aunque siempre existen
roces.
Los intereses se definen en función de la identidad. Es necesario estudiar la relación del yo con los otros. Si no hay
identificación positiva, el otro es relevante sólo para ser usado para los propósitos del yo (punto crucial de la
autoayuda). La identidad colectiva conlleva solidaridad y lealtad que posibilitan la cooperación.

Las identidades basadas en el principio de autoayuda son el núcleo para un sistema de seguridad competitivo, y
el cambio en las identidades es el camino de salida hacia sistemas colectivos.

Frente a la ontología materialista de Waltz, Wendt propone una ontología ideacional que lo lleva a desarrollar la idea
de que “la anarquía es lo que los Estados hacen de ella”. Wendt afirma que incluso en condiciones anárquicas existe
la posibilidad de una identificación total con el otro; la ontología del sistema de Estados es fundamentalmente
interactiva. El acento está puesto en la interacción y en los procesos, es decir, en la estructura interestatal
dinámica en la que ya no existe una sola forma de anarquía, sino tres: hobbesiana, lockeana y kantiana. La
anarquía, entonces, es el resultado de una práctica basada en una estructura de identidades e intereses.

Entonces, Wendt inserta tres niveles de discusión: el metodológico, el ontológico y el epistemológico. En los primeros
dos se enfrenta con el neorrealismo y el neoliberalismo. Respecto del metodológico, se contrapone al racionalismo que
plantea a las identidades como dadas.

En cuanto a lo epistemológico, Wendt reconoce un punto de encuentro con los realistas y neoliberales ya que sostiene
que es posible efectuar una separación entre sujeto y objeto; así el Estado es una realidad exterior a los sujetos que lo
investigan.

La identidad wendtiana está formada por factores intrínsecos y extrínsecos. Entre los primeros, que responden a
propiedades subjetivas, encontramos tanto aspectos materiales como representacionales. Los segundos, derivados de la
interacción entre unidades, son aquellos que modificarán esas características intrínsecas de los actores.

La cultura es el proceso encargado de transformar el conocimiento privado en conocimiento compartido. Las distintas
culturas forman las distintas estructuras sociales, que se etiquetan como hobbesiana, kantiana y lockeana. Las
estructuras y tendencias de los sistemas anárquicos dependen de cuáles de los tres roles dominen el sistema.

La hobbesiana se destaca por la supervivencia y la conservación; la lockeana permite explicar las propiedades sociales
y materiales de interés del Estado; la kantiana está relacionada con el compromiso con los imperativos categóricos que
guían la conducta. La conclusión a la que arriba Wendt es que las culturas son el producto de la interacción de
acuerdo a ciertas identidades de rol. Entonces, la interacción produce cambios en las identidades y no sólo en
los comportamientos, abriendo las puertas a la posibilidad de cambio de la estructuras.

Los constructivismos convencional y crítico

Si bien ambos comparten una serie de posiciones como la mutua constitución de los actores y estructuras, la anarquía
en tanto construcción social, el poder como poder material y discursivo, y la variabilidad de las identidades y los
intereses estatales, el constructivismo convencional no acepta las ideas de la teoría critica sobre su propio papel en la
producción de cambio y mantiene una comprensión diferente del poder.

Criticas al constructivismo

Keohane señala cómo Wendt se acerca a los postulados de la teoría clásica. Si bien destaca su complejidad, no
comparte su interés por desentrañar la ontología de las RRII. Un cuestionamiento adicional reside en el papel que
ocupan las ideas en la investigación de las RRII: Keohane critica su idealismo plateando que tanto la adopción de una
postura idealista como materialista no tiene sentido. A diferencia de Wendt, Keohane considera que el objetivo de la
investigación en RRII consiste en pensar el modo en que los factores materiales e ideacionales se combinan en la
política internacional.

Debilidades teórico-conceptuales: No logra cumplir la promesa de trascender la cosificación porque se concentra en el


Estado. Al cosificarlo, el constructivismo pierde la oportunidad de cumplir su promesa de restaurar un enfoque
centrado en los procesos y prácticas sociales que construyen a la identidad del Estado. Wendt solamente consigue
escapar de la cosificación de la anarquía al cosificar al Estado.

WENDT
“La anarquía es lo que los Estados hacen de ella. La construcción social de la política del poder.”

El debate entre realistas y liberales resurge como eje de discusión dentro de la teoría de relaciones internacionales.
Antes este debate giraba en torno a teorías rivales sobre la naturaleza humana, ahora se centra en discernir hasta qué
punto la acción del estado está influenciada por la “estructura” (la anarquía y la distribución del poder) o por el
“proceso” (interacción y aprendizaje) y las instituciones. La ausencia de una autoridad política centralizada, ¿obliga a
los estados a desempeñar una política de poder en competición? ¿Pueden los regímenes internacionales superar esta
lógica? Y, ¿en qué condiciones? ¿Qué es dado e inmutable en la anarquía? Y, ¿qué parte de ella puede cambiarse?

El debate entre “neorrealistas” y “neoliberales” se ha basado en el compromiso compartido con las premisas
del “racionalismo”. Los neorrealistas y los neoliberales suelen compartir afirmaciones similares sobre los agentes: los
estados son los actores dominantes en el sistema, y definen la seguridad en términos de “interés propio”. Ambos
grupos consideran el egoísmo del estado como el punto de partida de su teoría.

Este punto de arranque tiene un sentido revelador para los neorrealistas ya que creen que las anarquías son
necesariamente sistemas de “autoayuda”, hay una ausencia de autoridad central y seguridad colectiva. Los liberales
reconocen a los neorrealistas la existencia de las fuerzas causales de la estructura anárquica, aunque también añadan el
argumento de que los procesos pueden generar un comportamiento cooperativo.

Existen teorías sociales que buscan explicar las identidades y los intereses. Keohane las ha llamado
“reflectivistas”; como Wendt quiere subrayar su énfasis en la construcción social de la subjetividad y minimizar su
problema de imagen, siguiendo a Nicholas Onuf, les llama “constructivistas”.

Tanto los constructivistas modernos como los pos-modernos están interesados en la forma en que las prácticas
cognoscibles constituyen sujetos, un interés que no se aleja demasiado del que tienen los liberales duros en saber cómo
las instituciones transforman los intereses. Ambos comparten un concepto cognitivo e intersubjetivo del proceso en el
que las identidades y los intereses son endógenos a la interacción, en lugar de ser exógenos tal y como apunta el
concepto racionalista-conductivo. El constructivismo puede contribuir significativamente al interés de los liberales
duros en la formación de la identidad y de los intereses y, quizás, de ese modo enriquecerse con las perspectivas
liberales sobre aprendizaje y cognición que el constructivismo ha ignorado.

Wendt defiende la idea de que la autoayuda y la política de potencias no se derivan ni lógica ni causalmente
de la anarquía y que si, aún hoy, nos encontramos en un mundo de autoayuda, es debido al proceso, no a la estructura.
No hay una “lógica” de la anarquía aparte de las prácticas que crean y que representan una estructura de identidades e
intereses concreta en lugar de representar otra; la estructura no tiene ni existencia ni fuerza causal separada del
proceso. La autoayuda y la política de poder son instituciones, no características esenciales de la anarquía. La
anarquía es lo que los estados hacen de ella.

Anarquía y política de poder

Los realistas clásicos como Hobbes y Morgenthau atribuyen principalmente el egoísmo y la política de poder
a la naturaleza humana, mientras que los realistas estructurales o neorrealistas enfatizan la anarquía. Waltz define la
anarquía como una condición de la posibilidad de guerra o causa “facultativa” de la misma, argumentando que “las
guerras suceden porque no hay nada que las prevenga”. Las teorías de la primera y la segunda imagen son desechadas
por “reduccionistas”, mientras que la lógica de la anarquía parece establecer por sí misma la política de poder y de
autoayuda como características de la política mundial.
Wendt no refuta la descripción neorealista del sistema estatal como un mundo competitivo y de autoayuda,
pero si su explicación.

Anarquía, autoayuda y conocimiento intersubjetivo

Waltz define la estructura política según tres dimensiones: los principios constitutivos, los principios de
diferenciación, y la distribución de capacidades. Esta definición aislada no predice mucho acerca del comportamiento
del estado. No predice si dos estados serán amigos o enemigos, ni si reconocerán la soberanía del otro. Estos factores,
que son fundamentalmente intersubjetivos, afectan a los intereses de seguridad de los estados, y por ello al carácter de
su interacción en condiciones de anarquía. Sin las suposiciones sobre la estructura de las identidades y los intereses en
el sistema, la definición de estructura de Waltz no puede predecir ni el contenido ni la dinámica de la anarquía. La
autoayuda es una de estas estructuras intersubjetivas, y como tal, tiene un papel explicativo decisivo para la teoría. La
cuestión es si la autoayuda es una característica lógica o contingente de la anarquía. Ninguna estructura en particular,
se deriva lógicamente de la anarquía.

Un principio fundamental de la teoría social constructivista es que la gente se relaciona con los objetos,
incluyendo otros actores, según el significado que estos objetos tienen para ellos. Los estados actúan de una forma con
sus enemigos y de otra diferente con sus amigos porque los enemigos suponen una amenaza y los amigos no. La
anarquía y la distribución del poder son insuficientes para decirnos cuál es cual.

Los actores adquieren identidad ─expectativas e interpretaciones del yo relativamente estables y acordes con
su papel─ mediante su participación en estos significados colectivos. Cada persona tiene muchas identidades,
conectadas a sus diferentes papeles institucionales como hermano, como hijo, como profesor y como ciudadano. De
forma similar, un estado tiene múltiples identidades como “soberano”, como “líder del mundo libre”, o como
“potencia imperial”, entre otras.

Las identidades son las bases de los intereses. Los actores no tienen una “agenda” de intereses que trasportan
consigo independientemente del contexto social en el que estén; lo que ocurre es que los actores definen sus intereses
dentro del mismo proceso en el que se definen las situaciones. A veces las situaciones no tienen precedente en nuestra
experiencia, y en estos casos tenemos que construir su significado, y nuestros intereses, bien por analogía o bien
inventándolos desde el principio. Lo más normal es que tengan características habituales en las que nos apoyamos para
asignar un significado basado en los roles definidos institucionalmente.

La autoayuda es una institución, una de las muchas estructuras de identidad e intereses que pueden existir en
condiciones de anarquía. Los procesos de formación de la identidad en condiciones de anarquía afectan primero y
principalmente a la preservación de la “seguridad” del yo. Por lo tanto, los conceptos de seguridad difieren en función
de cómo el yo se identifique cognitivamente con el otro, y hasta qué punto esta identificación tenga lugar, y, quiero
sugerir, que el significado de anarquía y de la distribución del poder depende de esta variación cognitiva.

En un extremo tenemos los sistemas de seguridad “competitivos”, en los que los estados se identifican entre
ellos como negativos para la seguridad y la ganancia de ego es vista como la pérdida del alter. La identificación
negativa en condiciones de anarquía conforma sistemas de política de poder “realistas”: actores que temen el riesgo,
deducen intenciones a partir de capacidades y se preocupan por las ganancias y las pérdidas relativas.

En el punto medio de este continuo está el sistema de seguridad “individualista”, en el que los estados son
indiferentes a las relaciones entre su seguridad y la de los otros. Esto conforma sistemas neoliberales: los estados aún
son egoístas en los temas concernientes a su seguridad, pero se centran en las ganancias absolutas en lugar de en las
relativas.

Tanto el sistema competitivo como el sistema individualista son formas de autoayuda dentro de la anarquía en
el sentido en que los estados no identifican positivamente la seguridad propia con la de los demás, sino que consideran
la seguridad como la responsabilidad individual de cada uno.

Esto contrasta con el sistema de seguridad “cooperativo”, en el que los estados se identifican positivamente
entre ellos y así la seguridad es percibida como una responsabilidad de todos. Esto no es autoayuda en un sentido
interesado, ya que el yo en función del cual se definen los intereses es la comunidad; los intereses nacionales son los
intereses internacionales.

La anarquía y la distribución del poder sólo adquieren significado para la acción estatal en virtud de los
acuerdos y las expectativas que constituyen las identidades y los intereses institucionales. La autoayuda es una de estas
instituciones, que moldea un tipo de anarquía, pero no el único tipo posible. Por eso la definición de Waltz que plantea
una estructura con tres dimensiones, resulta poco específica. Para pasar de la estructura a la acción, necesitamos añadir
una cuarta dimensión: la estructura de identidades e intereses construida de forma intersubjetiva dentro del sistema. La
autoayuda es una institución, no una característica esencial de la anarquía.

Waltz propone dos mecanismos, la competición y la socialización, por los que la estructura condiciona la
acción estatal. No obstante, el contenido de su afirmación sobre este condicionamiento presupone un sistema de
autoayuda que no es en sí mismo un elemento esencial de la anarquía. los dos mecanismos de Waltz condicionan el
comportamiento, no la identidad ni los intereses.

La anarquía y la construcción social de la política de poder

Si la autoayuda no es una condición esencial de la anarquía, debería aflorar sólo causalmente a partir de
procesos en los que la anarquía tiene sólo un papel facultativo. Esto refleja el segundo principio del constructivismo: el
significado en torno al cual se organiza la acción surge de la interacción.

Consideremos el caso de dos actores - ego y alter- que se encuentran el uno al otro por primera vez. Cada uno
quiere sobrevivir y tiene ciertas capacidades materiales, pero ninguno de los dos actores siente el imperativo biológico
o interno que le incline hacia el poder, la gloria o la conquista (aun encerradas entre paréntesis), ni existe un historial
de seguridad o inseguridad entre los dos.

Este proceso de señalización, interpretación y respuesta constituye un “acto social” y da comienzo al proceso
de creación de significados intersubjetivos, que se produce siguiendo el mismo esquema. El primer acto social crea
expectativas en ambas partes sobre el comportamiento del otro en el futuro; puede que equivocadas y sin duda
provisionales, pero expectativas al fin y al cabo. Siguiendo este conocimiento provisional, ego realiza un nuevo gesto,
de nuevo mostrando las pautas según las cuales responderá a alter, y, después, alter vuelve a responder, y así van
ampliando la cantidad de conocimiento que cada uno tiene sobre el otro. Es un mecanismo de refuerzo; la interacción
refuerza determinadas ideas sobre el otro y hace rechazar otras. Si el proceso se repite durante el tiempo suficiente,
estas “tipificaciones recíprocas” crearan conceptos relativamente estables del yo y del otro sobre el objetivo de la
interacción. En otras palabras, es mediante esta interacción recíproca como se crean y se representan las
estructuras sociales relativamente duraderas con las que definimos nuestras identidades y nuestros intereses.
Si los estados se encuentran en un sistema de autoayuda, es porque sus prácticas les llevan por este camino. El cambio
de prácticas conducirá al cambio en el conocimiento intersubjetivo que conforma el sistema.

Los estados depredadores y la anarquía como causa facultativa

En la formación de la identidad, la teoría del espejo es un ejemplo primitivo de cómo podría funcionar el
proceso de creación de identidades y de intereses, pero no nos explica por qué un sistema de estados habría terminado
por tener identidades egoístas y no colectivas. Una causa eficaz, la predación que, junto a la anarquía como causa
facultativa, puede generar un sistema de autoayuda. El argumento de la predación es directo y poderoso. Algunos
estados pueden mostrar cierta predisposición a la agresión. El comportamiento agresivo de estos depredadores obliga a
otros estados a seguir este juego de la política de poder competitiva. En una anarquía en la que sólo intervienen dos
elementos, si ego es depredador, alter tiene que definir su seguridad en términos de autoayuda o pagar el precio por no
hacerlo.

Transformaciones institucionales de la política de poder

Supongamos que los procesos de formación de la identidad y de los intereses


han creado un mundo en el que los estados no reconocen los derechos de territorio ni
de existencia − una guerra de todos contra todos. En este mundo, la anarquía tiene un
significado realista para la acción estatal: la inseguridad y la preocupación por el
poder relativo. La anarquía adquiere este significado sólo en virtud de las prácticas
colectivas que producen inseguridad, pero si esas prácticas son relativamente
estables, constituyen un sistema que puede ser renuente a los cambios. El hecho de
que la política de poder sea construida socialmente no garantiza que sea maleable,
por dos razones como mínimo.

La primera razón es que una vez formado, cualquier sistema social aparece ante cada uno de sus miembros
como un hecho social objetivo que premia ciertos comportamientos y disuade de mantener otros.

La segunda razón es que el cambio sistémico puede también ser impedido por actores interesados en mantener
el papel relativamente estable de las identidades. Estos intereses tienen su razón de ser no sólo en el deseo de
minimizar la incertidumbre y la ansiedad, manifiesto en los esfuerzos por confirmar las creencias existentes sobre el
mundo social, sino también en el deseo de evitar los costes previstos en caso de ruptura de los compromisos contraídos
con los otros.

Soberanía, reconocimiento y seguridad

En el estado de naturaleza hobbesiano, los estados están caracterizados por


los procesos internos que los constituyen como estados y por su capacidad material
para disuadir las amenazas de otros estados. En este mundo, incluso si se está libre
momentáneamente de la depredación de los otros, la seguridad del estado no tiene su
base en el reconocimiento social − en los acuerdos o norma intersubjetivos que
impliquen que el estado tiene derecho a su existencia, su territorio y sus súbditos.
La seguridad es cuestión de poder nacional y de nada más.

El principio de soberanía transforma esta situación ofreciendo la base social para la individualidad y la
seguridad de los estados. La soberanía es una institución y como tal existe sólo en virtud de ciertos acuerdos y
expectativas intersubjetivos; no hay soberanía si no hay otro. La esencia de esta comunidad es un reconocimiento
mutuo de los derechos de cada uno a ejercer la autoridad política de forma exclusiva dentro de sus límites territoriales.

Si los estados dejaran de actuar según esas normas, sus identidades como “soberanos” (aunque no
necesariamente como “estados”) desaparecerían. El estado soberano es un logro continuo de la práctica, no una
creación de normas que existe fuera de la práctica, y se creó de un golpe y para siempre. Así, decir que “la institución
de la soberanía transforma las identidades” es la abreviatura para decir que “las prácticas regulares producen la
construcción mutua de identidades (agentes) soberanas y sus normas institucionales asociadas (estructuras)”. La
práctica es el núcleo de las resoluciones constructivistas del problema del agente y la estructura.

Las instituciones de los estados soberanos se reproducen mediante interacción social, pero no nos desvela
antes por qué surgiría esta estructura de identidad e interés. Hay dos condiciones que parecerían necesarias para que
esto ocurriese: (1) la densidad y la regularidad de la interacción debe ser suficientemente alta y (2) los actores deben
estar insatisfechos con las formas anteriormente existentes de identidad y de interacción. Una vez dadas estas
condiciones, una norma de reconocimiento mutuo es poco exigente en términos de confianza social ya que un jugador
reconocerá la soberanía de los otros mientras los otros reconozcan la suya propia.

La cooperación entre egoístas y las transformaciones de la identidad

En un estado de naturaleza hobbesiano, la cooperación para la obtención de ganancias conjuntas es


extremadamente difícil. La soberanía transforma este sistema en un mundo lockiano de derechos de propiedad
reconocidos mutuamente y concepciones de seguridad egoístas más que competitivas, y reduce el miedo de que
aquello que los estados ya tienen sea asaltado en cualquier momento por colaboradores potenciales, y por lo tanto les
permite plantearse formas de cooperación más directa.

La cooperación es un gesto que indica la voluntad de ego a cooperar; si alter cambia de posición, ego hace lo
mismo para indicar su rechazo a ser explotado. A lo largo del tiempo y mediante el juego recíproco, cada uno aprende
a formarse expectativas relativamente estables sobre el comportamiento de los otros, y mediante éstas se forman
hábitos de cooperación o de rechazo.

Un análisis constructivista de la cooperación, se concentraría en cómo las expectativas producidas por el


comportamiento afectan a las identidades y a los intereses. El proceso de construcción de identidades es un proceso de
interiorización de nuevas interpretaciones del yo y del otro, de adquisición de nuevas identidades, y no sólo de
creación de restricciones externas al comportamiento de actores constituidos exógenamente.

Teoría crítica de la estrategia de la seguridad colectiva

La transformación de la identidad y de los intereses mediante una “evolución de la cooperación” se enfrenta a


dos límites importantes. El primero es que el proceso es aditivo y lento. El segundo límite, y el más importante, es que
la historia de la evolución de la cooperación presupone que los actores no se identifican entre ellos de forma negativa.
Los actores deben preocuparse principalmente de las ganancias absolutas; dependiendo de la medida en que la
antipatía y la desconfianza les llevan a definir su seguridad en términos relativistas, en esa misma medida será duro
aceptar la vulnerabilidad que lleva a la cooperación.

Para poder cambiar el yo es necesario cambiar las identidades y los intereses de los otros que ayudan a
mantener esos sistemas de interacción. Con esta práctica, ego intenta inducir a alter a adoptar una nueva identidad
tratando a alter como si ya tuviese esa identidad. La lógica que se deduce de esto sigue la teoría del espejo de la
formación de identidades, en la que la identidad de alter es un reflejo de las prácticas de ego; si se cambian estas
prácticas, ego comienza a cambiar la concepción de sí mismo que tiene alter.

Conclusión

Todas las teorías de relaciones internacionales se basan en teorías sociales de relaciones entre agentes,
procesos y estructuras sociales. Las teorías sociales no determinan el contenido de nuestra teoría internacional, pero
estructuran las preguntas que nos hacemos sobre la política mundial y nuestros enfoques en las respuestas a esas
cuestiones.

Los constructivistas aportan una ontología comunitaria sistemática en la que el conocimiento da forma a las
identidades y a los intereses. Por su parte, los constructivistas han dedicado demasiado esfuerzo a cuestiones sobre
ontología y constitución, aunque no el suficiente en lo que respecta a cuestiones causales y empíricas sobre cómo las
identidades y los intereses se producen mediante la práctica en condiciones anárquicas. En consecuencia, no han
tenido en cuenta la perspectiva neoliberal sobre conocimiento y cognición social.

Teoría social de las Relaciones Internacionales.


Tres culturas.
La cultura Hobbesiana.
“Es un caso duro para el constructivismo”, ya que su alto nivel de violencia complica el análisis en función de ideas
compartidas y su formación, e incluso si se forman, es difícil ver la implicancia de los estados para analizarlos en
función de identidades e intereses compartidos. Enemistad: rol construido por las representaciones de Other como un
actor que no reconoce el derecho de Self para existir como un individuo autónomo y que no está dispuesto a limitar su
violencia contra Self. La definición del rol se basa fundamentalmente en cómo las intenciones de Other son percibidas
con respecto a Self. Al no estar dispuesto a reconocer la autonomía y soberanía de Self, Other busca “revisar” la vida y
libertad de Self. Diferencia fundamental con rivales donde ambos reconocen vida y libertad, aunque “revisan”
comportamiento y propiedad. La diferencia fundamental se encuentra en la expectativa de uso de la violencia por parte
de Other: la violencia entre enemigos no tiene límites internos, sino la destrucción del otro. En cambio, la violencia
entre rivales está autolimitada, constreñida por el reconocimiento del otro para existir. El rol es fundamentalmente
simétrico, ya que se construye el rol propio a partir del reflejo del otro.
Cuatro implicancias. 1.- Los estados tienen a responder a sus enemigos actuando como “revisionistas profundos”, es
decir, buscaran eliminarlos o conquistarlos. 2.- La toma de decisiones tendrá siempre como base “el peor de los
escenarios”. 3.- Las capacidades militares relativas son fundamentales, en tanto el poder material se convierte en la
llave de la supervivencia en un contexto de guerra total. 4.- En caso de ocurrir la guerra, los actores pelearan en los
términos que perciben a sus enemigos, lo cual implica no limitar la violencia en ningún sentido.
La lógica de la anarquía hobbesiana
Mientras que el rol es un fenómeno de micronivel, basado en imágenes y percepciones subjetivas, en el macronivel se
encuentra las representaciones colectivas, dotadas de una lógica propia que no puede ser reducida a la percepción de
los actores, en tanto los actores comienzan a pensar la enemistad como un rasgo estructural y no como mera instancia
de roles. Las percepciones colectivas tienden a objetivizarse y socializarse, los roles se distribuyen más allá de la
generación de comportamientos y conocimientos comunes. Se genera una lógica de “guerra de todos contra todos” que
constituye un verdadero sistema de autoayuda donde los actores no pueden confiar en los otros, la seguridad depende
de poder militar individual, en un juego de suma cero donde la seguridad es una competencia por la supervivencia.
Cuatro tendencias: 1.- Guerra endémica e ilimitada, la guerra es percibida como latencia permanente; 2.- los actores
que no se adaptan son eliminados o absorbidos por estados mayores; 3.- los estados más poderosos tenderán hacia el
equilibrio de poder, aunque de manera inestable; 4.- todos los actores se verán involucrados, dificultando la
neutralidad.
La cultura lockeana
Rivalidad: constituido por representaciones del Self y Other sobre la violencia, aunque de manera menos amenazante,
a diferencia de los enemigos, los rivales esperan de los otros actores el reconocimiento de su soberanía, de su vida y
libertad, como un derecho y no buscaran conquistarlos ni dominarlos, lo cual también implica el reconocimiento de
cierta “propiedad”. Soberanía y propiedad son reconocidos como derechos, en tanto capacidades socialmente
conferidas a los actores por el “permiso” de los otros. La clave del derecho es la autolimitación de los actores en la
aceptación recíproca de la posesión de determinados poderes. En ese sentido, “derecho” significa capacidad
reconocida y autolimitación. Cuando los estados reconocen la soberanía de cada uno, ésta deja de ser una característica
individual y se convierte en una institución compartida. Su base son las expectativas compartidas en la continuidad del
reconocimiento, así como la base de los comportamientos previsibles. La rivalidad interestatal esta constreñida por la
estructura de los derechos de soberanía reconocidos por el derecho internacional.
Cuatro implicancias: 1.- los estados deben comportarse en un sentido de status quo frente a la soberanía de los demás;
2.- Carácter central del comportamiento racional, ya que entre rivales se piensa en función de relaciones de expectativa
y utilidad. 3.- Aunque el poder militar es importante, cambia su significado, ya que la soberanía cambia el “balance de
amenazas”; 4.- En caso de guerra, la violencia está limitada.
Lógica de la anarquía lockeana.
La rivalidad es una relación interpsicológica, un conjunto de creencias subjetivas sobre Self y Other. Si estas creencias
cambian, lo mismo sucede con la rivalidad. En el caso de la representación colectiva del macronivel, los estados
entenderán la rivalidad como una posición previa de carácter estructural, con cuatro tendencias: 1.- La guerra está
aceptada, aunque limitada. Es normal y legítima, pero está limitada o restringida. 2.- Es previsible que el sistema tenga
un conjunto medianamente regular de miembros, bajo “nivel de muerte”. Los débiles tienden a ser protegidos. 3.-
Tendencia al balance de poder, producto del reconocimiento mutuo de la soberanía. 4.- La neutralidad o el no-
alineamiento se convierte en un status reconocido y válido. La anarquía de Waltz en realidad es un sistema lockeano.
La cultura kantiana
Amistad: concepto subestimado y poco desarrollado en las RI. Es un rol estructural dentro del cual los estados esperan
que los demás sigan dos reglas: 1.- las disputas no serán resultas por las amenazas de guerra ni la guerra efectiva, 2.-
los estados lucharan en equipo si la seguridad de alguno de ellos se ve comprometida por una tercera parte que no siga
la primera regla. Ambas reglas son independientes e igualmente necesarias, la amistad existe en tanto ambas reglas se
siguen. La amistad concierne solo a la seguridad nacional y no otras áreas. Además, implica una relación por tiempo
indefinido, a diferencia de “aliado” que implica solo el alcance de un objetivo.
Lógica de la anarquía kantiana.
Las dos reglas de la amistad generan en el macronivel lógicas y tendencias orientadas hacia “comunidades pluralistas
de seguridad” y “seguridad colectiva”, basadas en el conocimiento compartido de las intenciones y comportamientos
pacíficos de los otros. La guerra, aunque posible, no es ya legítima para solucionar conflictos. Cambia el significado
del poder militar. La diferencia entre las comunidades pluralistas de seguridad y la seguridad colectiva es que mientras
en la primera refiere a las disputas dentro del grupo, la segunda refiere a disputas del grupo con terceros, ya que la
seguridad colectiva es un pacto de ayuda mutua.
Teoría social de política internacional

En el contexto del llamado tercer debate de las RRII, el constructivismo emergió como una promesa para las teorías de
la disciplina. Aunque no se presentase como un discurso único, los constructivistas compartían un núcleo duro común:
el abordaje interdisciplinar, el énfasis en el rol de las ideas, la mutua constitución de los agentes y de las estructuras, y
la importancia de esa interacción en el proceso de construcción de los intereses de los agentes. De acuerdo con los
presupuestos de esta teoría, la realidad social y, consecuentemente, las relaciones internacionales son construidas
socialmente.

En RRII, la anarquía internacional adquiere comúnmente el sentido de ausencia de gobierno o de normas que regulen
la interacción entre los Estados. Esta definición tuvo gran importancia para los teóricos realistas una vez que les
permitió traspasar el estado de naturaleza hobbesiano de un contexto de individuos sin gobierno por un orden de
Estados soberanos sin una autoridad central. De esta manera, Waltz afirma que entre Estados, el estado de naturaleza
es un estado de guerra.

Para las teorías de la tradición realista, por lo tanto, la anarquía define un sistema en el que el Estado es el único
responsable por sí mismo, una vez que no existe un Leviatán que le pueda dar garantías. En tal contexto, la seguridad
se torna el principal objetivo de los Estados, puesto que solamente si es garantizada la supervivencia, los Estados
podrán buscar otros objetivos como la tranquilidad, el lucro o el poder. De esta forma, la autoayuda es necesariamente
el principio de acción en un orden anárquico, una situación de guerra en un mundo de Estados libres.

Wendt denuncia el hecho de que se atribuya al sistema de política internacional una lógica inherente de autoayuda. Su
teoría constructivista critica la inevitabilidad defendida por los realistas: que la anarquía sea una estructura. Para
Wendt, la anarquía es socialmente construida y, por tanto, no exógena como plantea Waltz. La anarquía no tiene una
lógica preestablecida y única. Como una estructura social, la anarquía adquiere significado a través del proceso de
interacción entre sus agentes y, por tanto, puede estar basada en la autoayuda pero también puede asumir otros
significados. Así, si los Estados se encuentran en un sistema de autoayuda es porque sus prácticas así lo hicieron.
Cambiando las prácticas se cambiará el conocimiento intersubjetivo que constituyó el sistema.

Tres culturas de anarquía

Wendt aborda tres de estas lógicas: la hobbesiana, la lockeana y la kantiana. Con el fin de caracterizar cada una, el
autor analiza la postura de los Estados en cuanto al recurso de la fuerza para la resolución de sus disputas. Así,
atribuye para cada una de estas lógicas una posición subjetiva: enemigo, rival y amigo, respectivamente. Estas
posiciones subjetivas son representaciones particulares del yo y del otro; en última instancia, son una referencia a las
identidades en tanto representaciones colectivas. Son, por lo tanto, propiedades de la estructura y no de los agentes. De
este modo, la postura del enemigo es amenazar al otro, a su adversario, sin reconocer límites para el uso de la fuerza.
Los rivales son competidores que se aprovechan de la fuerza para conseguir sus intereses, pero respetan el derecho a la
vida; la fuerza tiene un límite. Los amigos son aliados y resuelven sus eventuales conflictos sin el recurso de la fuerza.

En una cultura hobbesiana, el otro es una amenaza constante; el otro no es necesariamente violento, pero así es
percibido por el yo. Para asegurar su supervivencia, el Estado no limitará el uso de la fuerza contra el otro. En este
sentido, la interacción entre los agentes de esta cultura sigue la siguiente lógica: en una situación de conflicto, los
actores responderán a los enemigos de manera de destruirlos o de conquistarlos; sus decisiones serán guiadas por el
pensamiento del “peor caso”; el poder, entonces, será la clave para la supervivencia, tornando indispensables las
capacidades militares; en una situación de guerra, el recurso al uso de la fuerza será ilimitado. De esta forma, la lógica
de la anarquía hobbesiana es representada por la fórmula de la “guerra de todos contra todos”, un juego de suma cero
en el cual el imperativo se la supervivencia. Esto no significa que los Estados están en guerra todo el tiempo, sino que
en tanto los Estados, colectivamente, se representan unos a otros en términos hobbesianos, la guerra puede ocurrir en
cualquier momento.

En el abordaje constructivista de Wendt, esta lógica implica que la seguridad y la supervivencia del Estado sólo
pueden ser garantizadas por medio de la fuerza militar. Una vez que esta creencia es compartida por los Estados,
emergen cuatro tendencias a nivel sistémico: la guerra es endémica e ilimitada; la eliminación de los más débiles, con
una alta tasa de Estados eliminados; el equilibrio de poder entre los más fuertes; la neutralidad es muy difícil porque el
sistema tiende a arrastrar a todos los Estados a la guerra. A partir de esto es posible afirmar que esta cultura caracteriza
las interacciones entre bárbaros y romanos en la Europa medieval.

Una cultura lockeana es pautada por la representación del otro como un rival, una representación menos amenazadora
que en el caso hobbesiano. Los rivales comparten el respeto por la vida y la libertad. Así, en este tipo de cultura los
agentes reconocen un límite al uso de la fuerza. La lógica de interacción entre los agentes es la siguiente: en una
situación de conflicto, los Estados tenderán a responder de modo de mantener el statu quo con el fin de salvaguardar
su soberanía; su curso de acción será determinado por una consideración racional y el poder militar continuará siendo
importante, pero ambos serán reducidos debido a que el derecho de soberanía es reconocido en el otro; en una
situación de guerra, el uso de la fuerza será limitado, no dirigido a la eliminación o conquista del otro.

Según Wendt, la lógica de este tipo de anarquía asume la fórmula de “vive y deja vivir”, en la que el Estado, antes de
optar por el uso limitado de la fuerza, considera la alternativa de una respuesta recíproca quizás no violenta. En esta
cultura lockeana, el comportamiento de los Estados genera cuatro tendencias: la guerra es normal y legítima pero, al
mismo tiempo, es limitada; el número de miembros del sistema es relativamente estable, con una baja tasa de Estados
eliminados: el equilibrio de poder son más una base del orden que un requisito para la supervivencia; la neutralidad
tienen un lugar reconocido ya que la indiferencia mutua puede aplacar los conflictos. De este modo, esta sería la lógica
de interacción predominante en las relaciones internacionales desde 1648 con algunos regresos temporarios a la
cultura hobbesiana.

En una anarquía kantiana, la lógica de interacción podría expresarse en la fórmula “uno para todos, todos para uno”.
Esta deriva de reglas establecidas, siendo asociada a las ideas de comunidades pluralistas de seguridad y de seguridad
colectiva. En el primer caso existe una garantía real de que los miembros de dicha comunidad no lucharán físicamente
entre sí y resolverán sus disputas de otra manera. En el caso de la seguridad colectiva, los miembros de la comunidad
prometen una seguridad mutua contra agresores externos, incluso cuando su seguridad no se vea amenazada. Un
indicativo de que este tipo de cultura prevalece entre los Estados miembros de una comunidad es la continuidad de la
OTAN después de la disolución de la URSS.

La presentación de estos tres tipos de culturas es fundamental para desmitificar la idea de la existencia de una única
anarquía en la política internacional. Cabe destacar que estas culturas no se presentan entera y uniformemente en el
orden internacional; al contrario, son tipos ideales que, en mayor o menor grado, fueron reflejados a lo largo de la
historia.

U10: POSTESTRUCTURALISMO, FEMINISMO Y POSCOLONIALISMO


CUADRO
Posestructuralismo en Relaciones Internacionales

La construcción de identidades y otredades es uno de los temas centrales del posestructuralismo o posmodernismo.
Las críticas que estos autores antipositivistas efectúan contra las corrientes hegemónicas en RRII son
fundamentalmente de carácter teórico-ontológico y apuntan a desnaturalizar los supuestos sobre los que la disciplina
se sostiene, llamando la atención sobre el poco desarrollo teórico de ciertos conceptos importantes. Los autores
posestructuralistas no buscan mostrar la verdad o falsedad de las proposiciones que critican, sino los “regímenes de
veridicción” que permiten que estas se formen, es decir, el conjunto de reglas que permiten, con respecto a un discurso
dado, establecer cuáles son los enunciados que podrán caracterizarse en él como verdaderos o falsos.

Ha sido precisamente la insistencia de los posmodernos en el análisis del discurso uno de los blancos de ataques de los
defensores de la disciplina. Frente al carácter de constructor de realidad que los posmodernos le otorgan al discurso,
los positivistas lo piensan como una mera manifestación (retórica) o reflejo de la realidad que ya está dada, a la espera
de que el conocimiento devele sus verdaderos mecanismos.

Contexto de emergencia
La emergencia del posestructuralismo en las RRII puede ser situada en el marco del largo proceso que derivó en el fin
de la Guerra Fría. El punto final del conflicto entre EE.UU. y la URSS supuso la victoria de Occidente por sobre
Oriente, la instauración de un orden unipolar y la consiguiente imposición del neoliberalismo en gran parte del mundo.
El neoliberalismo no sólo se presentaría como un modelo económico, sino que también supondría modos de
construcción de subjetividades y configuraciones de relaciones sociales bien específicas. El proceso de globalización
cobró tal velocidad que se convirtió en un fenómeno del todo novedoso. Esto trajo como consecuencia, asimismo, la
pérdida relativa de poder de los Estados como actores internacionales y consiguientemente una multitud de actores no
estatales comenzaron a gravitar con fuerza en el plano internacional.

Lo que se había globalizado era el modo de ejercicio del poder liberal. Buena parte de la corriente posmodernista
apuntó sus miradas a dos autores que habían hecho del liberalismo su centro de atención: Carl Schmitt y Michel
Foucault. La utilización de estos dos autores por los posmodernistas buscaría reflexionar en torno del discurso liberal y
su modo de ejercicio del poder asociado, siguiendo una preocupación central en estos análisis: las de la relación del
saber con el poder.

Características

El posestructuralismo en las RRII no se define a sí mismo como una “corriente”, término que supone cierta
homogeneidad que los propios autores que forman parte de ella rechazan. Más bien es definido como un conjunto de
prácticas intelectuales que utilizan diversos instrumentos conceptuales, metodológicos y de perspectivas como ser la
genealogía, el deconstruccionismo, la semiótica, la teoría psicoanalítica feminista, la intertextualidad. El
posestructuralismo procura derribar todas aquellas afirmaciones y relaciones que se encuentran naturalizadas, dando
cuenta de que éstas son producto de sistemas específicos de producción de conocimiento y, por lo tanto, de
circunstancias históricas específicas. Todo esto plantea una crítica del discurso académico hegemónico en las RRII.

Esta crítica apunta a los supuestos intelectuales del racionalismo y del positivismo occidental sobre los que este último
se basa. En este contexto, una cuestión central es la crítica a la separación entre sujeto y objeto de conocimiento.
Según esta concepción positivista, el objeto estudiado sería portador de una verdad y la función del investigador sería
la de descubrirla. El posmodernismo rechaza esta idea y postula, en cambio, una relación de inseparabilidad entre el
sujeto y el objeto de conocimiento; este último es pensado como un texto cuyo significado ya ha sido interpretado. El
sujeto, por su parte, es también producto. De esta manera, el investigador atravesado por una multiplicidad de
preconcepciones características del contexto histórico en el que vive, trabaja sobre interpretaciones que ya han sido
realizadas.

Así, el discurso pasa a ocupar un lugar fundamental en el conocimiento, destacándose su carácter performativo. Esto
significa que el discurso no refleja la realidad, sino que la construye. La objetividad es, de este modo, imposible y, por
lo tanto, también lo es la ciencia en su versión positivista. Este análisis del discurso apunta tanto al discurso de la
disciplina como a aquél cuyos portadores son los funcionarios que participan en los procesos de decisiones y su
relación con la construcción de la identidad internacional.

Posmodernismo y constructivismo

El posmodernismo y el constructivismo tienen muchos elementos en común. Ambos hacen foco en la cuestión de la
construcción de significado y de identidades y le otorgan un papel destacado al lenguaje en sus investigaciones.
Ambos sostienen la idea de un mundo construido por la interacción de los hombres en circunstancias determinadas, así
como de que el conocimiento es socialmente construido y, por lo tanto, ambos son antipositivistas.

Sin embargo, ambos enfoques presentan ciertas diferencias. De algún modo, la postura de los posmodernistas es
radical. La consecuencia lógica que derivan de sus premisas es la de la imposibilidad de la ciencia y de la verdad. No
existe la verdad, tan sólo interpretaciones cuyo carácter hegemónico se encuentra más ligado a relaciones de poder
vigentes en el momento de aparición y dominio de dicha “verdad”. Los constructivistas, por su parte, si bien acuerdan
con las premisas, se niegan a abandonar el concepto de ciencia e incluso aquel de verdad. El punto medio que
encuentran, no sin cierta incomodidad, es la conservación de una noción de verdad a la que pueden aproximarse, pero
nunca alcanzar.
Posestructuralismos – Foucault y Schmitt

La “guerra global contra el terror” dio un nuevo impulso a esta perspectiva de análisis y emergieron en su interior dos
conjuntos de autores que, a pesar de compartir varios puntos entre sí, tienen marcadas diferencias. Por un lado,
aquellos autores que han tomado en concepto de biopolítica de Foucault y lo han utilizado para pensar la política
mundial y, por otro lado, aquellos otros que se han basado en Schmitt para pensar el liberalismo global y la guerra
global como guerra liberal en particular.

Foucault desarrolla el concepto de biopoder, entendido como una tecnología de poder, en contraposición al de poder
soberano. Si esta última tecnología se basaba en el derecho del soberano de “hacer morir y dejar vivir”, la biopolítica
se tratará de “hacer vivir y dejar morir”. Es decir que en lugar de reprimir se tratará de administrar, multiplicar,
controlar y regular la vida de la población. Esta última, entendida como conjunto de procesos naturales, será el
principal objeto de esta tecnología de poder. De esta manera, este tipo de poder será un poder expansivo, que intentará
incorporar a su gestión a la totalidad de los individuos, no sólo en tanto tales, sino en tanto especie biológica. Y esta
incorporación será posible sólo a través de una intervención permanente sobre esta vida que se trata de gestionar a fin
de aumentar y organizar las fuerzas que somete.

Biopolítica y liberalismo se encuentran fuertemente relacionados, funcionando el segundo como el marco al interior
del cual se inscribe la primera. Foucault afirma que la burguesía liberal aspirará a la universalidad a través de la noción
de nación. Esta noción funcionará de modo tal de incorporar a los distintos elementos de la sociedad en una unidad (el
Estado-nación). De esta manera, renegará de la idea de que la sociedad está dividida y planteará, por el contrario, la
idea de una sociedad unitaria. Así, los enemigos ya no se presentarán como enemigos políticos para uno de dos bandos
en conflicto, sino como enemigos de la sociedad toda. Y ya no serán enemigos políticos, sino por el contrario, peligros
biológicos internos (que ponen en peligro la vida de la sociedad) que habrá que eliminar. Lo que se pone en evidencia
es la finalización, por parte del discurso burgués, de un modo binario de comprensión de la sociedad por un modelo de
inclusión masivo.

El objetivo fundamental de la biopolítica será acompañar fenómenos que serán concebido como naturales: asegurar la
seguridad de esos fenómenos naturales que son los procesos económicos o los procesos intrínsecos a la población. Por
lo tanto, la seguridad ya no pasará únicamente por la protección, sino por el mejoramiento de estos procesos naturales.
Se trata de una seguridad-marco que permita que el proceso vital de la sociedad en su conjunto se desenvuelva sin
tropiezos. Y ligado a estas cuestiones, un elemento fundamental será la libertad; no la libertad como derecho frente a
los abusos del soberano, sino la libertad como condición necesaria para el correcto funcionamiento de este nuevo tipo
de gobierno neoliberal. Los autores posmodernistas encuentran la fundación del correlato en el compromiso liberal de
“hacer vivir”; la vida, como parte componente de la biopolítica, ocupa, por tanto, un lugar fundamental en estos
estudios.

La seguridad no debe ser pensada como un momento de excepción, sino como formando parte de la “normalidad”. De
este modo, libertad y seguridad se presentan como una dupla que se implica mutuamente, puesto que la segunda
apunta justamente a posibilitar el despliegue de la primera. En este sentido, la seguridad biopolítica no es entendida en
términos represivos, sino con el objetivo de multiplicar, mejorar un cierto tipo de vida cuya particularidad no es
reconocida.

En este marco, las guerras en nombre de la democracia liberal y la teoría de la paz democrática que las acompañan
pueden ser entendidas no como un mero recurso retórico para justificar acciones inconfesables, sino como modos
estratégicos de ejercicio del poder. El discurso universalista, entonces, tomará toda la fuerza elevándose el racismo al
lugar del mecanismo fundamental para el ejercicio del poder soberano de matar. La muerte del otro, de aquel que no
debe vivir, se convierte en una condición para el mejoramiento de la propia vida. De esta manera, la guerra global con
sus enemigos cuyo exterminio se presenta como necesario, fue pensada como la guerra liberal por excelencia.

La seguridad para los teóricos de la biopolítica es una noción que no emerge en momentos excepcionales, sino que
más bien forma parte de la “normalidad” de la tecnología de poder. El estado de excepción, señalado por Schmitt,
plantea, por el contrario, una separación entre lo normal y lo excepcional. En efecto, éste es definido como aquella
decisión soberana que suspende la norma a fin de procurar su restitución. Al tiempo que se impone, el estado de
excepción pone en evidencia al soberano, ya que éste es definido como aquel que puede decretarlo.

La utilización de Schmitt es a partir de una lectura que hace foco en la cuestión discursiva. De este modo, uno de los
puntos privilegiados que estos autores retomarán será su crítica al concepto de humanidad y a su uso político. Schmitt
llamó la atención sobre la utilización por parte del liberalismo del concepto de humanidad en nombre del cual
comenzaban a justificarse intervenciones internacionales. Por un lado, llevar adelante guerras en nombre de la
humanidad suponía postular al enemigo ya no como un enemigo real con quien era factible negociar luego de haberlo
debilitado, sino postularlo como un enemigo absoluto, inhumano, al que se hacía necesario eliminar. De aquí se
desprendía una transformación de las guerras que, a diferencia de las existentes durante la era westfaliana (guerras
limitadas), podían convertirse en “guerras de exterminio” (modo en que se postula la guerra global contra el terror).
Por otro lado, el recurso a la humanidad suponía, asimismo, la emergencia del característico discurso universalista del
liberalismo. El liberalismo, en tanto modo de ejercicio de poder, ocupará un lugar central: el universalismo liberal
busca negar su carácter político.

Por otra parte, sosteniéndose en la historización del sistema westfaliano (Ius Publicum Europaeum) y en el concepto
de soberanía explicados por Schmitt, los autores posestructuralistas logran repensar la soberanía en el actual contexto
mundial. En efecto, Schmitt propone la caída del sistema westfaliano de Estados sobre todo a partir de la emergencia
de EE.UU. como potencia mundial. Se centra entonces en el carácter liberal de la potencia norteamericana y piensa en
la novedosa constitución espacial que traza su emergencia como potencia global: un espacio que no va a ser ya el
espacio cuadriculado del orden europeo (espacio westfaliano con fronteras trazadas), sino uno abierto y universal. Esta
será una característica también importante para los teóricos de la biopolítica a nivel mundial; para ellos, el modo de
ejercicio del poder liberal se caracterizará por la búsqueda de una inclusión universal, haciendo a un lado las
oposiciones binarias que planteaba el poder soberano. Según Schmitt, el liberalismo rechaza la política precisamente
porque no reconoce su carácter de particularidad; el “nosotros” del liberalismo es un “nosotros” que procura integrar a
toda la humanidad, un “nosotros” con vocación universalista.

● Lo que se trata es de poner fin a la oposición materialismo/idealismo y señalar que el discurso tiene efectos materiales,
ya que es constitutivo de la realidad y no su mero reflejo. Así, sin quitarle importancia a factores como el militar y el
económico, esta corriente considera de fundamental importancia analizar los discursos políticos, académicos y de
personajes ligados a los procesos de tomas de decisiones, pues éstos, por un lado, construyen realidad (son
performativos) y, por otro, dan cuenta de determinada estructura de relaciones de poder, de ciertos modos de
ejercicio del poder.

RODRIGUEZ MANZANO
Feminismo y RRII
La incorporación del feminismo a las RRII no solo puso en duda los presupuestos centrales del realismo, también la
propia teoría del conocimiento en la que se funda, como crítica epistemológica. Como consecuencia, se escinde la
comunidad científica entre positivistas(retomar los métodos de las ciencias naturales para formular verdades) y
postpositivistas(no y no). Este cuarto debate dentro de las RRII se da entre aproximaciones científicas e
interpretativas/hermenéuticas, así como entre teorías racionalistas y reflectivistas.
Mientras los enfoques científicos se distinguen fundamentalmente por seguir el modo causal de análisis de las ciencias
naturales, reduciendo la complejidad ontológica del mundo social a aquellos aspectos que se pueden observar y medir,
mientras que los hermenéuticos argumentan que el proceder analítico lo debe guiar factores que afectan más al
comportamiento humano(creencias, ideas, significados y razones). De esta forma, siempre hay “dos historias que
contar”: una que lo explica mediante el análisis causal de estructuras y procesos y otra que las comprende mediante la
investigación de los propósitos y los motivos del proceder de los actores.
La dicotomía positivistas-postpositivistas presenta ciertos matices: la diferencia esencial es que los primeros perciben
al mundo como algo externo al investigador mientras los restantes ven el mundo a través de los ojos del investigador.
Además, los primeros defienden la formulación de proposiciones universales sobre la conducta humana y la
determinación de las mismas por parte de las condiciones materiales, lo que posibilita las comparaciones. Los
reflectivistas sostienen que el mundo social es mucho más complejo que una mera configuración elemental de
condiciones materiales, antes bien es un proceso de interacción multidimensional, que dan lugar a una realidad
flexible y siempre cambiante. De estas aproximaciones críticas es que surge el feminismo en las RRII.
Feminismo y RRII
La tardía integración del feminismo se da por diversos motivos: el selectivo aislamiento de la disciplina de los
desarrollos producidos en otros ámbitos de las ciencias sociale; el origen de la disciplina misma(período entreguerras,
enfocado en la alta política, dejando poco espacio para el feminismo); rígida separación esferas públicas-privadas+
esferas internas e internacionales(internos=irrelevantes); contexto académico que iba en contra de la integración de
mujeres.
Terminan confluyendo a partir de la conferencia “Women and International Relatios” en la LSE en 1988. Se publican
las actas de la conferencia, dando origen a los trabajos feministas, y centrándose principalmente en dos ejes: mostrar
los prejuicios de género inherentes a las aproximaciones teóricas dominantes y a las agendas de investigación
disciplinarias y, por otro, probar que la incorporación del feminismo modificaría las fronteras teóricas para explicar las
RRII.
Con relación al primero de estos ejes, uno de los artículos centrales fue un análisis feminista de los “seis principios” de
realismo político de Morgenthau. Este autor entiende las RRII en clave Estado de Naturaleza, persiguiendo los Estados
sus intereses en términos de poder. Esta, como el resto de las leyes objetivas de la política internacional, puede
descubrirse y explicarse a través de una teoría racional. La respuesta de Tickner es que esta teoría descansa en
dicotomías conceptuales que utilizan el pensamiento occidental para describir las diferencias
masculino/femenino(objetividad/subjetividad, saber/ser, público/privado). Además, privilegia los valores y atributos
tradicionalmente asociados con lo masculino, dando por lo tanto una visión incompleta y particular de la política
tradicional.
Este argumento sustentará una linea de reflexión que tratará de mostrar en el marco teórico dominante la influencia de
la tradición de pensamiento masculino y la parcialidad de los contenidos.
La reconstrucción de los enfoques existentes para explicar y evaluar las RRII, el segundo eje, parte del mensaje central
de que tanto la perspectiva de mujer o de género como punto de vista feminista afectan el significado de los conceptos,
el método de investigación adecuado y el alcance del material relevante para comprender las RRII. Las primigenias
intervenciones, como la de Tickner sobre Morgenthau y Enloe sobre el rol de las mujeres dentro de las RRII, fueron la
base de la posterior visibilidad institucional que adquiere el feminismo en los 90s, con la creación de una sección
dedicada a estudios de género dentro de RRII y la creación de grupos de trabajos, inflando el corpus bibliográfico. A
partir de ahora es que se diversifica y robustece, tanto por una intensa productividad literaria como por la
multiplicación de paneles y cursos o la creación de la primera revista feminista de la disciplina.
Las aproximaciones feministas de las RRII
La teoría feminista de las RRII es sumamente heterogénea en orientación y alcance, aunque la mayoría de ellas se
define como postpositivistas, buscando superar las estructuras de dominio a través de aprovechar el potencial
emancipador de la teoría. Entre las distintas corrientes están:
● Feminismo liberal: Aquí la desigualdad intergéneros es una violación directa de los principios liberales
fundamentales, y tiene como objetivo fundamental aplicar sus principios-libertad, igualdad y justicia- de
forma equitativa. La idea de igualdad proviene de una concepción de la naturaleza humana y de la sociedad
fundamentalmente individualista, donde atribuye derechos específicamente a los individuos, sobre la base de
su capacidad de razonar y disponible para todos los individuos. Por lo tanto, las mujeres son seres humanos
racionales y rechazan desde esta postura desigualdades de cualquier otro tipo, antes bien como consecuencia
de restricciones que se les impone de modo irracional como grupo. Este flagrante abuso del principio de
igualdad despoja a las mujeres de sus derechos, y es por ello que deben eliminarse estos obstáculos, sean del
tipo que sean, para acceder a sus derechos.
El FL se dividió en dos caminos: documentar de forma empírica la presencia de la mujer en las RRII,
rastreando el por qué de su presencia o no(por límites sistémicos o por el proceso de socialización que separa a
hombres y mujeres) y buscando eliminar estos obstáculos; y la otra corriente entiende que las mujeres siempre
estuvieron en las RRII, estudiando sus trayectorias y características o destacando la omisión de la que han
sido objeto en la teoría, haciendo énfasis esta última en la crítica a la disciplina que tratan de superar
expandiendo las categorías de análisis. Sin embargo, estos autores no necesariamente se identifican como
liberales.
Pese a las diferencias entre ambas, las dos se amparan en la misma propuesta epistemológica, a saber, el
empirismo feminista. Manteniendo la separación entre objeto y sujeto, censura el sexismo y el androcentrismo
que singularizan a la investigación científica, y que distorsionan la búsqueda del conocimiento objetivo. No es
incorrecto el método, sino su uso, por lo cual hay que aplicar un proceso de observación sistemático en la que
controle la subjetividad del observador a través de la rígida adhesión a técnicas neutrales diseñadas para
producir mediciones idénticas a las propiedades reales de los objetos, con miras a suprimir los prejuicios de
los observadores y alcanzar el conocimiento objetivo. Es decir, resulta irrelevante su identidad a la hora de
realizar una investigación, presumiendo que el método científico es capaz de eliminar sesgos, los que segregan
a las mujeres.
El feminismo liberal ha sido objeto de varias críticas, principalmente contra su explícito foco en las mujeres,
que valida el add-women-and-stir, y el descuido de los estudios de género. Además, el feminismo liberal le
otorga trascendencia al referente supuestamente imparcial del “hombre como norma”, buscando construir a
partir del mismo un mundo ideal asexualizado en el que la clase y el género resultan irrelevantes en cuestiones
de justicia, pues “en el fondo, todos somos iguales”. Este ideal elimina el género como categoría de análisis de
las distintas relaciones de poder y la posibilidad de recurrir a herramientas conceptuales que den cuenta de
estos problemas estructurales.
● Feminismo radical: “la ruta de la diferencia”. Aunque la mujer es el punto de partida y el centro de análisis en
ambas aproximaciones, aquí las diferencias entre el hombre y la mujer son subrayadas. Las radfem coinciden
en que los hombres como grupo se distinguen por su espíritu de dominación, racionalidad y capacidad
ejecutora, caracterizándose las mujeres-como grupo- por su pacifismo, sensibilidad o empatía. Al entender que
estos valores y cualidades son universales, su discurso hace de la mujer una categoría unificada y homogénea.
Además, la valoración teórica que asigna a cada sexo los presenta como universales, siendo mejores y
moralmente superiores los femeninos. Las relaciones patriarcales de dominio, también universales, son un
sistema mundial de dominio sobre todos los aspectos de la vida, que oprime a las mujeres bajo los “sistemas
sexo-género” y reproduce el sistema. Estos son conjuntos de disposiciones por el cual una sociedad transforma
la sexualidad biológica en productos de la actividad humana, y en el que se satisfacen esas necesidades
humanas transformadas.
En definitiva, el Radfem disiente de la premisa liberal de que las mujeres son iguales a los hombres y,
subrayando las diferencias que los separan, ensalza los valores y cualidades femeninos, a los que las
sociedades patriarcales desprecian. El motivo fundamental es la superioridad de las mujeres y la necesidad de
insertar su visión en las RI. Estos trabajos, a diferencia de las femlib, documentan las actividades de las
mujeres y analizan las actitudes hacia ellas. Los valores y cualidades femeninos se definen entonces como las
bases para configurar un mundo más pacífico.
El radfem localiza la política más allá de ubicaciones tradicionales como el Estado o las organizaciones
internacionales, rechazando la separación esfera pública/privada al ser producto de una falsa bifurcación
patriarcal. El radfem procura recuperar la esfera privada como un espacio político para subrayar el modo en
que el poder y las experiencias en esta esfera permean la otra, erigiéndose en recursos a utilizar en el debate
político.
La propuesta epistemológica es una investigación centrada en las mujeres y colocarlas en el centro, como
sujetos cognoscentes, de modo que se logre desterrar la misoginia y el androcentrismo que interfieren sobre
los resultados de las investigaciones. Además, partiendo del materialismo histórico y de la premisa de que los
seres humanos definen el conocimiento, el radfem rechaza la idea de una verdad no mediatizada del mundo,
ya que influyen innumerables factores provenientes de la posición particular del individuo. Así, se enfrentan
las visiones de los oprimidos y de los opresores, siendo estos últimos distorsionantes de la realidad contra el
conocimiento correcto y comprensivo que pueden generar los oprimidos. Se torna en un “fundamento, moral y
científicamente preferible, para nuestras interpretaciones y explicaciones de la naturaleza y la vida social”.
Ha sido objeto de crítica producto de la tensión entre asumir como premisa que el conocimiento es una
construcción social y pretender su reconstrucción sobre la base de la experiencia de las mujeres. No solo es
imponer la identidad binaria dentro de la estructura epistemológica, además es homogeneizar la femeneidad,
ignorando la diversidad de trayectorias y experiencias.
● Feminismo posmoderno: Retoma a los postestructuralistas/postmodernos(Foucault, Derrida, etc) adoptando
sus ideas y métodos, pero alejándose para revelar las estructuras de poder que marginan las voces de las
mujere, el género y lo femenino. Además, desechan la idea de que el progreso y la emancipación del ser
humano son posibles. No solo cuestiona el proyecto de la Ilustración, también así sucede con otras premisas
feministas.
Reacios a cualquier relato de la vida humana que afirma tener acceso directo a la verdad, estos autores se
oponen a las teorías que, con base en una epistemología fundacionalista, sostienen que toda pretensión de
verdad puede juzgarse como verdadera o falsa. Esta posibilidad es totalmente rechazada, debido al carácter no
neutral de la ciencia social, que consideran histórica, cultural, política y, por consiguiente, parcial. El
posmodernismo rehúsa la existencia objetiva, declarando que todo lo que implica al ser humano es subjetivo.
En consecuencia, las metanarrativas están invariablemente contaminadas por su punto de vista y prejuicios.
Para Foucault, todo poder requiere conocimiento y todo conocimiento depende y refuerza las relaciones de
poder existentes, de tal modo que es imposible concebir la verdad al margen del poder. Ambas están
íntimamente relacionadas, pues el poder produce y sostiene la verdad, mientras la verdad sustenta y extiende
el poder. Innegablemente, cualquier régimen de verdad privilegia discursos, sanciona modos de distinguir
afirmaciones falsas y verdaderas, aprueba determinadas técnicas de acceso a la verdad y concede status a
aquellos que lo emplean de forma correcta. El discurso nunca es inocente.
El posmodernismo puede distinguirse como una crítica radical a todas las metanarrativas de progreso y
emancipación de seres humanos basadas en la experiencia occidental, a la vez que hace énfasis en la
existencia de múltiples voces y experiencias, sin destacar una sobre otra. En esta línea, el femposm busca
celebrar la alteridad, sin interpretar como obstáculo el ser “las otras”, el sector marginado, pues les permite
criticar las normas/valores/costumbres y mantenerse al margen de lo que impone la cultura
dominante(patriarcado). Este énfasis positivo es un tema troncal de la deconstrucción, a través de la cual el
femposm busca revelar premisas o presuposiciones que subyacen a las teorías. El pensamiento occidental se
estructura alrededor de dicotomías, y tiene como objetivo principal demostrar los efectos y costes del uso de
dichos conceptos, dejar al descubierto las relaciones e intentar un desplazamiento de los mismos.
Una de las divergencias más significativas es la deconstrucción de conceptos preexistentes, incluido el de
“mujer”. Asignarle un status ontológico a la mujer causa problemas, ya que homogeniza y encuadra el grupo,
lo que se confunde con la realidad material, históricamente específica, de los grupos de mujeres. En ese
sentido, el femposm renuncia a la coherencia y el orden característicos de los discursos de la Ilustraación,
basando dicho escepticismo en la medida que no queda claro cuán representativo sea utilizar las experiencias
de un grupo determinado de personas llamadas “mujeres” para hablar en nombre de otros grupos de
“mujeres”, como así también el feminismo occidental ha definido a lo largo de la historia a las mujeres no
occidentales como “otra”. Defienden la existencia de distintos puntos de vista locales desde los cuales se
pueden cuestionar varias estrategias de la disciplina.
● Feminismo postcolonial: En primer lugar, remite al fin de las prácticas coloniales en principio. Sin embargo,
gran parte de estos trabajos destacan la continuidad manifiesta de formas de poder coloniales en las RRII
contemporáneas. Un punto de partida crucial de estos es la cuestión de la extraordinaria desigualdad a escala
global, los tipos de poder que hacen posible esta desigualdad sistémica y la perenne dominación de los
pueblos subalternos. En consecuencia, aquí se busca presentar el término “postcolonial” como una
continuidad, plasmando la persistencia y complejidad de un período histórico.
Como corriente, se integra en los 80s, permitiendo una actitud más reflexiva dentro de la disciplina. Se
originan a partir del descontento generado por la corriente dominante y su tradicional focalización en los
Estados, la política de las superpotencias y el equilibrio de poder. La disciplina es el discurso de los
poderosos, con claro sesgo occidental y elitista. El postcolonialismo, especialmente interesado en la identidad,
cultura, raza, género y las relaciones coloniales, tiene especial afinidad con el giro postpositivista y suma
originalidad, heterogeneidad y múltiples fuentes de inspiración. Tiene estrechas relaciones con el feminismo,
ambos comprometidos con el ocaso de la opresión con base en el género. Pero la misma es ambigua: al
basarse fundamentalmente en las vivencias de los hombres, el feminismo postcolonial critica la existencia de
problemas semejantes en el conocimiento feminista cimentado en las experiencias de las mujeres occidentales
relativamente privilegiadas.
Así, mientras ambos reconocen la opresión de las mujeres en todas partes, acusan a las feministas occidentales
de tratar a las mujeres como una categoría homogénea. Ignoran las diferencias que las separan(cultura, clase,
raza, ubicación geográfica). Los teóricos postcoloniales mantienen que, en RRII, la construcción del “yo” y
del “otro” propicia estereotipos raciales y culturales que denigran al otro como inferior. Dicho esto, mientras
algunas feministas occidentales conciben a estas mujeres como el referente normativo, “colonizan
discursivamente las heterogeneidades materiales e historicas de las vidas de las mujeres en el tercer mundo”,
creando una mujer promedio.
El feminismo postcolonial presenta similitudes al postmoderno. Evitan crear una imagen universal de mujer,
ponen el acento en las diferencias entre el hombre y la mujer y rechazan la falta de reconocimiento de la
diversidad de las prácticas de opresión ejercidas contra ellas. Las fempostcol afirman que la experiencial
personal de las mujeres está moldeada por múltiples factores, lo que exige una teoría feminista que tome en
cuenta esto, a la vez que se busca evitar la imposición del feminismo occidental sobre otras mujeres, ya de por
sí peligrosa y perjudicial.

A pesar del progreso experimentado, se presentan una disyuntiva: no avanzó porque las RRII son resistentes al
feminismo, o porque el pensamiento feminista es más difícil de legitimar que otras aproximaciones teóricas.

MARCHAND
Poscolonialismo
Una gran variedad de actividades transfronterizas políticas, sociales y económicas que en su mayoría se mantienen
fuera del ámbito de competencia de los Estados también son pasadas por alto por las RRII. Sea por su escasa
importancia, por una visión occidental/eurocéntrica, lo cierto es que las teorías de las RI se forjaron en un sistema
internacional donde las principales potencias marcaban las pautas en las dinámicas políticas y económicas a nivel
mundial. A partir de la creación de organismos internacionales, las voces del “Primer Mundo” o el “Norte Global”
marcaban el ritmo de las cosas. Con la globalización se acentuó aún más esta división, a saber, la diferencia de
desarrollo económico entre el Norte y Sur Global, producto de la colonización llevada adelante por los países
europeos, que se matizó luego con el posterior desarrollo industrial. La noción cobra fuerza luego de la Guerra Fría, y
alude tanto a una geografía estructural como a una geografía moral.
El poscolonialismo y los estudios decoloniales, en este sentido, argumentan que tales puntos de vista no
necesariamente reflejan las realidades políticas, económicas y sociales del Sur Global, y buscan descentralizar tales
teorías “occidentales” dominantes.
La teoría poscolonial
Tiene su origen a partir de las distintas independencias que se suscitaron a lo largo del s. XX, debido a los cambios
geopolíticos(especialmente post 2GM). El poscolonialismo profundiza la complejidad de estas “nuevas” sociedades
tras siglos de colonialismo. Desde esta perspectiva se señala que las relaciones de raza, clase o género de la época
colonial no se eliminaron con las independencias, sino que persisten y aún influyen de manera trascendental en la
construcción de las sociedades independientes y, por ende, en la conformación de las identidades de los individuos.
El poscolonialismo hace una revisión y reinterpretación del colonialismo, y considera que éste influyó y trastocó
profundamente la vida de los colonizados. En otras palabras, uno de los aspectos fundamentales del poscolonialismo
es la internalización del mismo(como adaptaron aspectos como racismo, esclavitud, opresión o violencia a sus formas
de vida).
Las teorías poscoloniales se originaron principalmente por académicos provenientes de países de África y Asia,
recientemente independizados o aún colonias, y que habían migrado a Europa y a EEUU. Precisamente esa condición
compleja en sus vidas personales, entre pertenencia y extranjería, produjo entre los poscoloniales un extenso debate de
la influencia del colonialismo en la construcción de los sujetos y los Estados. Principalmente mediante el análisis
literario y de la cultura, los poscoloniales destacaron categorías y valores creados a partir de la diferenciación entre
Occidente y Oriente. Uno de los autores más destacados es Edward Said, quien evidenció la manipulación que
Occidente hace en la imaginación o percepción de Oriente, ya sea en su geografía, su conocimiento o su articulación,
mediante connotaciones binarias(poderoso/débil, articulada/distante, moderna/antigua, racional/peligroso). Además, se
emplearon estrategias como crear instituciones, institutos y escuelas para el estudio de Oriente, bajo esas categorías
binarias y con la función de dominar y diseminar el conocimiento europeo.
Samir Amin destaca el concepto de “eurocentrismo”, donde aborda cómo desde el Renacimiento y a partir de la
consolidación del sistema capitalista, la cultura europea se ha basado en una construcción mítica sustentada en una
separación geográfica donde el Atlántico es el centro y el resto es la periferia, trastocando todas las áreas del
pensamiento social. La visión europea como articuladora de la nación, el Estado y las clases es un claro ejemplo. Este
modelo ideal, imperfectamente realizado, se funda en el mito de la preexistencia de la nación antes de su constitución
como Estado. Por el contrario, ha sido decisivo el rol del Estado en la construcción de la nación. En ese sentido, el
universalismo que se le ha otorgado al Eurocentrismo ha producido periferias compuestas por naciones
subdesarrolladas y conquistadas, es decir, bajo un determinismo geográfico basado en métodos superficiales y
totalitarios que ha dado lugar al racismo tanto genético como cultural.
El “otro” es uno más de los conceptos clave que ha analizado profundamente el poscolonialismo. Al constituirse la
noción de Europa, a su vez se ha constituido al Otro, a lo no-europeo, mediantes procesos violentos tanto
físicos(colonización) como epistémicos(la internalización de la dominación). El Otro fue subjetivizado por Occidente
durante la colonización mediante la pasividad y el silencio, ya que su voz no fue tomada en cuenta. Autores como
Spivak buscan cuestionar la voz del Otro, el cual es heterogéneo y está situado en diferentes contextos locales sociales,
culturales y económicos. En esa línea, los procesos de independencia provenían principalmente de las élites, las cuales
construyeron las naciones ahora independientes y están bajo su influencia. Aunque ya no son los colonizadores los que
constituyen a los subalternos, ahora es la élite quien continúa con su construcción. Es por ello que Spivak se pregunta
no únicamente si los subalternos podrán hablar, sino cuáles.
Estudios decoloniales desde Latam
Quijano menciona que en la conquista de Latam emerge el concepto de raza, dando así pie a un nuevo modo de
dominación social sin precedentes en la historia, principalmente mediante la violencia. Ese nuevo modo está basado en
la idea de superioridad/inferioridad que ha conformado a las estructuras de dominación desde 1492 hasta la fecha, y de
la propia materialidad de las personas que participan en esas relaciones sociales. Varios autores coinciden en la
importancia que ha tenido la conquista de América para la modernidad y esto es clave para la diferenciación con el
poscolonialismo. Es decir, significó la construcción de América y de Europa en simultáneo, erigiéndose aquí el
eurocentrismo, el concepto de raza y sus problemáticos efectos, como el racismo, la discriminación, la esclavitud o la
desigualdad social.
Los estragos que tuvo la Colonia no han desaparecido y sus efectos se conjuntaron con el desarrollo del capitalismo. Y
precisamente el punto clave de la decolonialidad es la desnaturalización de esas estructuras. Es decir, pensar que han
habido otras formas de vida a las construidas por la colonización, y que algunas siguen persistiendo, o incluso la
posibilidad de construirse otras muy diferentes a la actual forma de vida hegemónica. La descolonización debe ser
pensada y actuada en términos de la transformación del pensamiento monocéntrico y unidireccional de Occidente que
ha caracterizado al mundo moderno/colonial. Precisamente la posibilidad de ese cambio de matriz viene de sus
“márgenes”, es decir, mediante la narración de la historia silenciada, de los no-europeos, de los bárbaros, de los que
enfrentan a la matriz colonial de poder.
Si no existe una definición de lo que es el poscolonialismo, similarmente sucede con el de decolonialidad. Sin
embargo, desde el debate latinoamericano. la diferencia entre ambas áreas podría consistir en el rompimiento
epistémico o conocimiento colonial que intenta el segundo. Es decir, más que producir estudios sobre los subalternos,
se trata de producir con y desde una perspectiva subalterna. En otras palabras, la teoría que se produce en el Norte es
sobre sujetos que viven en el Sur, y es por ello que existe la necesidad de conocimientos alternativos.
Estudios poscoloniales/decoloniales en RI
Diversos debates se han realizado al interior de las RI. El primero de ellos fue el debate realista idealista, que surgió
como respuesta a los años entreguerras y la 2GM. El segundo gran debate fue entre los realistas clásicos y
conductistas, fijado en los métodos usados para entender el comportamiento del Estado en un mundo anárquico.
Finalmente, en los 80s y 90s emerge el tercer gran debate, caracterizado por la amplitud de perspectivas y el promover
plataforma para las nuevas voces en la teoría de la RI, entre positivismo y postpositivismo. Este debate permitió la
incorporación de muchas voces críticas y marginalizadas hasta entonces.
Si bien el cambio pospositivista en RI proveyó un potencial ambiente receptivo para la teoría poscolonial, sus
primeras contribuciones fueron principalmente en áreas que estaban al margen de las RI. Las primeras intervenciones
poscoloniales se enfocaron en las representaciones del Sur Global como el Otro y la producción de conocimiento
acerca de este. Hasta cierto punto, estas discusiones estaban en paralelo con las intervenciones posmodernas y
posestructuralistas en el campo de las RI que también formaban parte del giro pospositivista. La principal diferencia
entre ambos eran los temas que abordaban.
Una segunda oleada de intervenciones poscoloniales surgió en la primera parte del S. XXI, comenzando a cuestionar
los principios centrales de la disciplina de las RI. Dos aspectos en particular recibieron atención: los debates en torno
al imperio, de la cual la crítica se intensificó luego de los eventos del 9/11; y los asuntos relacionados con el encuentro
con el Otro colonial o poscolonial.
Volviendo a la intro, lo más probable es que lo ordinario, lo cotidiano como punto de partida nos permita aprehender
las prácticas desiguales y excluyentes, discursos e instituciones, incrustados en las complejidades y en los intersticios
de la raza, la nación, el género, la clase, la sexualidad y la religión.

U11: SOBERANÍA Y AUTONOMÍA EN LA PERIFERIA


KRASNER
Soberanía: Hipocresía organizada

El concepto de soberanía se ha usado de cuatro maneras diferentes: como soberanía legal internacional, como
soberanía westfaliana, como soberanía interna y como soberanía interdependiente.

- La soberanía legal internacional hace referencia a aquellas prácticas que se relacionan con el reconocimiento mutuo,
por lo general entre entidades territoriales que poseen independencia jurídica y formal.
- La soberanía westfaliana trata de aquellas organizaciones políticas basadas en la exclusión de protagonistas externos
en las estructuras de autoridad de un territorio dado.
- La soberanía interna se refiere a la organización formal de la autoridad política dentro del Estado y a la capacidad de
las autoridades públicas para ejercer un control efectivo dentro de las fronteras del propio Estado.
- La soberanía interdependiente se relaciona con la capacidad de las autoridades políticas de regular el flujo de
informaciones, ideas, bienes, gentes, sustancias contaminantes o capitales a través de las fronteras del Estado en
cuestión.

La soberanía legal internacional y la westfaliana se asocian a autoridad y legitimación, pero no a control, como en el
caso de la soberanía interna y la interdependiente. El principio fundamental de la soberanía legal internacional se basa
en que el reconocimiento se extiende a entidades territoriales que poseen independencia jurídica formal. El principio
de la soberanía westfaliana consiste en la exclusión del territorio de un Estado de protagonistas externos. La soberanía
interna implica autoridad y control a un tiempo, supone a la vez la especificación de la autoridad legítima en el interior
del Estado y los límites efectivos del ejercicio de esa autoridad. La soberanía interdependiente se relaciona
exclusivamente con control (pero no con autoridad), es decir, con la capacidad de un Estado para regular los
movimientos a través de sus fronteras. Las diferentes clases de soberanía no tienen por qué irse modificando
necesariamente de la misma forma. Un Estado puede tener una de ellas y no otra. Krasner pretende comprender el
significado de la soberanía estatal en la práctica real, concretamente respecto de las soberanías legal internacional y
westfaliana.

Todos los medios políticos y sociales se caracterizan por seguir dos lógicas de actuación: la “lógica de las
consecuencias esperadas” y la “lógica de la pertinencia”. La lógica de las consecuencias esperadas contempla la acción
política y sus resultados (incluidas las instituciones), como producto de una conducta calculadora racional diseñada
para maximizar un conjunto dado de preferencias inexplicadas. La lógica de la pertinencia entiende la acción política
como producto de principios, roles e identidades que estipulan una conducta pertinente o conveniente en situaciones
dadas. La cuestión que se plantea no es la de cómo maximizar el propio interés, sino más bien la de, dado quién soy,
cómo debería actuar en esta circunstancia.

Krasner sostiene que el sistema internacional constituye un ámbito en el que la lógica de las consecuencias domina a la
lógica de la pertinencia. Los protagonistas personifican múltiples roles, como el jefe de Estado, diplomático, profeta
religioso, ideólogo revolucionario, lo que implica la existencia de reglas que entran en conflicto al ponerse en práctica.
Las normas y reglas internacionales pueden ser contradictorias y en esas disputas no existe estructura de autoridad que
actúe como juez. En numerosos casos los, roles internos pesarán mucho más que los internacionales, puesto que es
más probable que, en el concepto que de sí mismo tiene cualquier dirigente político, domine la lógica de la pertinencia
interna más que la internacional. En el sistema internacional, las normas poseerán una menor capacidad de obligar a su
cumplimiento de lo que sucede en otros contextos políticos, debido al conflicto entre diferentes lógicas de pertinencia,
a la ausencia de mecanismos para elegir entre reglas enfrentadas y a las asimetrías de poder entre los Estados.

Ambas soberanías, la legal internacional y la westfaliana, se pueden definir mediante normas claras o lógicas de
pertinencia: a) el reconocimiento de entidades territoriales jurídicamente independientes; b) la exclusión de estructuras
de autoridad externas al territorio del Estado. No obstante, ambas lógicas han sido violadas, con mayor frecuencia en
el caso de la soberanía westfaliana que en el de la legal internacional, porque la lógica de las consecuencias puede
llegar a ser enteramente dominante en el contexto internacional. Los gobernantes se han percatado que incumplir las
reglas puede ir en su propio interés. Las violaciones de la soberanía legal internacional han tenido lugar mediante
acuerdos mutuos, desde el momento mismo en que el reconocimiento depende de la aceptación voluntaria por otros
Estados. Las violaciones de la soberanía Westfaliana han ocurrido por acuerdos voluntarios y por el uso de la
coerción.

Los gobernantes y no los Estados son los que eligen políticas, reglas e instituciones. Que respeten o no la soberanía
legal internacional y la soberanía westfaliana depende de las decisiones que tomen los gobernantes. No existe una
estructura jerárquica que evite que los gobernantes violen la lógica de la pertinencia asociada al reconocimiento mutuo
o a la exclusión de autoridades externas. Esos gobernantes pueden reconocer a otro Estado o no hacerlo, pueden
reconocer entidades carentes de independencia jurídica o de territorio.

Si bien la mayor parte de los Estados del sistema internacional han disfrutado de reconocimiento internacional, es
mucho más reducido el número de éstos que ha gozado de una soberanía westfaliana. La soberanía westfaliana puede
violarse mediante la intervención (coerción e imposición) y a través de invitaciones (convenios y contratos). Los
Estados más poderosos han optado por la intervención, manteniendo una coerción sobre las autoridades públicas de
Estados más débiles para que aceptaran estructuras de autoridad dictadas desde el exterior. Los gobernantes también
han hecho uso de la invitación, políticas voluntarias que comprometen la autonomía de la propia entidad política,
como la firma de acuerdos sobre derechos humanos establecidos por estructuras judiciales supranacionales, o la
aceptación de acuerdos sobre préstamos internacionales que proporcionan a quienes conceden no sólo el derecho de
cobrarlos, sino también a influir sobre políticas e instituciones internas.

La lógica de la soberanía westfaliana, es decir, la exclusión de actores externos en los acuerdos de autoridad internos,
ha sido ampliamente reconocida, pero también frecuentemente violada. Las múltiples presiones a que se ven
sometidos los gobernantes han conducido al divorcio entre la norma de la autonomía y su práctica real. En el sistema
internacional, los resultados vienen determinados por la acción de gobernantes, cuya violación (o adhesión) a los
principios y las reglas internacionales se basa en un cálculo de intereses materiales o de ideas, sin que sean
desechables prácticas derivadas de alguna estructura internacional de orden superior. La hipocresía organizada
constituye el estado normal de las cosas.

- Soberanía interna:

Bodin y Hobbes fueron dos grandes teóricos de la soberanía que buscaron el fundamento intelectual a la legitimación
de alguna fuente última de autoridad en el seno del Estado. Hay varias formas de organización interna: autoridad en
una persona o en instituciones, puede haber estructuras federales o unitarias. La eficacia de las autoridades políticas en
el interior de sus propias fronteras puede asimismo variar sin que de forma empírica o lógica se vea influida la
soberanía legal internacional o la soberanía westfaliana. La soberanía interna constituye un punto esencial del análisis
político y su nivel de control interior no está relacionado necesariamente con la soberanía legal internacional o con la
westfaliana.

- Soberanía interdependiente:

Se relaciona con la idea de control. La capacidad para regular el flujo de bienes, personas, productos contaminantes,
ideas y enfermedades a través de las fronteras territoriales. Si un Estado no regula lo que pasa a través de sus fronteras,
no será capaz de controlar lo que sucede al interior de aquellas. La soberanía interdependiente no se relaciona con la
legal internacional o con la westfaliana. Un Estado puede ser reconocido por otro y, a pesar de ello, ser incapaz de
controlar sus fronteras.

- Soberanía legal internacional:

Se trata al Estado como algo análogo al individuo a nivel nacional. El reconocimiento se extiende a entidades y
Estados con territorio y autonomía jurídica formal.

- Soberanía westfaliana:

Se basa en dos principios: la territorialidad y la exclusión de actores externos de las estructuras de autoridad internas.
La soberanía westfaliana se viola cuando actores externos influyen sobre, o determinan, las estructuras de autoridad
internas. Esta soberanía afirma que el Estado existe en territorios determinados, en cuyo interior las autoridades
políticas internas constituyen los únicos árbitros de la conducta legítima.

Las desviaciones de las normas y reglas, ya sean éstas de la soberanía legal internacional o de la westfaliana, pueden
ocurrir siguiendo cuatro vías: convenios, contratos, coerción e imposición.

- Los gobernantes pueden aceptar convenios internacionales en los que se muestren de acuerdo en observar ciertas
reglas, al margen de lo que los otros hagan.
- Los gobernantes pueden aceptar contratos en los que se muestren de acuerdo con determinadas políticas a cambio de
obtener beneficios explícitos.
- Los gobernantes puede verse sometidos a la coerción, lo que les deja en peor situación, aunque posean algún margen o
instrumento de regateo.
- Los gobernantes pueden sufrir la imposición, en la cual el dirigente no puede ofrecer resistencia a ella.

La soberanía legal internacional y la westfaliana son excelentes ejemplos de una “hipocresía organizada”. Ambas
poseen una clara lógica de la pertinencia, pero en ocasiones esa lógica entra en contradicción con la lógica de las
consecuencias. Al no haber instituciones para hacer valer su autoridad y la presencia de asimetrías de poder, los
gobernantes pueden apostar por una lógica de las consecuencias y rechazar la lógica de la pertinencia.

Conclusión

El sistema internacional no es una partida de ajedrez; sus reglas constitutivas no excluyen nunca las alternativas. Se ha
ofrecido acomodo a nuevas entidades que disponen de diferentes conjuntos de principios formales. Las colonias han
firmado acuerdos internacionales y han sido miembros de organizaciones internacionales; y a entidades sin territorio
se les ha concedido reconocimiento internacional.

El punto importante es que las características clásicas de la soberanía (territorio, autonomía, control y reconocimiento)
no ofrecen una descripción precisa de la práctica real propia de numerosas entidades que han sido consideradas
convencionalmente como “Estados soberanos”. Los gobiernos han debido comprometer en ocasiones su soberanía
westfaliana (la exclusión de cualquier autoridad externa) con el fin de asegurarse el reconocimiento (la soberanía legal
internacional). Ése fue el caso en todos los Estados que hicieron su aparición al desmoronarse el Imperio Otomano en
el siglo XIX, o aquellos otros creados o reaparecidos luego de la Primera Guerra Mundial. Sus gobernantes, o quienes
pretendían serlo, debieron aceptar cláusulas en favor de los derechos de las minorías, a menudo en sus documentos
fundacionales básicos, para asegurarse el reconocimiento internacional, una política que muchos de ellos no hubieran
elegido sin presiones externas. En otros casos, los gobernantes han cursado invitaciones a actores externos para que
influyeran en sus estructuras de autoridad internas al entrar en relaciones contractuales o al sumarse a determinadas
convenciones. La Unión Europea, las prácticas de las instituciones financieras internacionales y algunos acuerdos
sobre derechos de las minorías posteriores a Versalles implican invitaciones que comprometen la soberanía
westfaliana.

En ausencia de estructura de autoridad jerárquica bien establecida, la coerción y la imposición se constituyen en


opciones que los fuertes siempre pueden usar contra los débiles. También se les ha concedido reconocimiento
internacional a otras formas institucionales, incluso algunas carentes de territorio.
Instituciones políticas internas bien establecidas pueden llegar a estar perfectamente interiorizadas e incorporadas en el
sistema, y ser al mismo tiempo duraderas y significativas por sus consecuencias; y ello se debe a que están insertas en
una estructura de autoridad jerárquica y se asientan en valores ampliamente compartidos. En cambio, las instituciones
internacionales operan en un medio más fluido; no existen normas constitutivas que impidan a los gobiernos establecer
contratos para crear cualquier clase de forma institucional capaz de servir a sus intereses. Las normas pueden
funcionar, pero también ser mutuamente contradictorias, globalmente consideradas. La lógica de las consecuencias
puede triunfar sobre la lógica de la pertinencia. Los gobernantes, al buscar el mantenimiento de su cargo y la
promoción de los intereses de quienes les conceden su apoyo, pueden elegir a un tiempo principios que entran en
conflicto, y embarcarse en actividades de coerción e imposición.

ANZELINI
Los Estados medianos y la autonomía heterodoxa

Introducción

En el ámbito de las RRII el concepto de autonomía refiere a la capacidad que tienen los Estados para defender sus
intereses y definir sus objetivos nacionales. El alcance real de la autonomía de los Estados es motivo de profundas
discusiones tanto en el campo político como en el académico. Sin embargo, la literatura reciente suele coincidir
respecto de dos cuestiones centrales. 1- La autonomía nunca puede ser pura o total; 2- Existen distintos grados de
autonomía, tipificables según el poder con que cuentan los actores estatales. Siguiendo este razonamiento, es posible
identificar tres tipos ideales de Estados: las grandes potencias, los Estados medianos y las naciones débiles. El
elemento fundamental que permite diferenciar a los tres tipos ideales de Estados es su capacidad para ejercer
influencia en el escenario internacional

En este marco, no cabes dudas respecto de que Argentina integra el grupo de los Estados medianos. Esta
caracterización obliga, por un lado, a señalar que el país no está en condiciones de imponer unilateralmente las reglas
del juego del sistema internacional, situación que lo ubica inicialmente en un plano de igualdad con las naciones
débiles. Sin embargo, de su condición de Estado mediano se desprende, por otro lado, que posee una capacidad
relativa para influir en el resto de los actores internacionales. Este poder relativo se manifiesta centralmente en dos
situaciones encadenadas: a) cuando actúa a través de alianzas o grupos regionales; y b) cuando esta actuación conjunta
se canaliza a través de las instituciones internacionales.

El análisis de Anzelini hará foco en el problema de la autonomía, entendiendo que la elección de una estrategia
adecuada supone la expansión de la capacidad para adoptar decisiones en materia de seguridad internacional y,
simultáneamente, la restricción de la influencia de los poderes extrarregionales (EE.UU.). Se sostendrá, entonces, que
Argentina (en conjunto con el resto de los países latinoamericanos) cuenta con un conjunto de contribuciones políticas
y diplomáticas en materia de paz interestatal, que constituye tanto la “condición de posibilidad” como el “activo
estratégico” a partir de los cuales expandir los márgenes de maniobra de autonomía en materia de seguridad
internacional y defensa.

El orden internacional y la situación estratégica regional

América del Sur es una de las regiones del “mundo moderno” o “sistema interestatal westfaliano” que resulta
mayormente afectada por la primera configuración del poder descripto por Cox: el imperio (imperio; sistema
interestatal; sociedad civil). Sin embargo, el hecho de ser una región afectada por la influencia de una potencia
hegemónica no significa que los países sudamericanos carezcan de activos a partir de los cuales desplegar estrategias
restrictivas de poder.

La vasta trayectoria de aportes de Sudamérica a la “sociedad internacional” constituye el punto de partida para ejercer
una estrategia de “influencia sin poder”, incluso en cuestiones de seguridad. En otras palabras, el bajo grado de
conflictos armados entre los países de la región y el fuerte apego a las normas formales e informales de resolución
pacífica de disputas son los aspectos centrales a partir de los cuales desplegar estrategias de restricción de poder en
materia de seguridad internacional.

Es posible afirmar que la clave de la estrategia argentina en materia de seguridad internacional gira en torno a la
segunda configuración del poder de Cox, es decir, la vigencia y robustecimiento del sistema interestatal. En este
sentido, pese al innegable debilitamiento de la soberanía de los Estados como consecuencia del proceso de
globalización, lo cierto es que el sistema interestatal westfaliano y su arquitectura institucional continúan siendo una
estructura perdurable y difícil de quebrar. Esto significa que las soberanías interna y externa (toma de decisiones
domésticas e internacionales) continúan constituyendo el principal activo contra la expansión de las formas abusivas
del poder. Así, el respeto del derecho y las instituciones internacionales, en tanto creaciones del sistema interestatal,
constituye la principal línea estratégica de preservación de espacios decisorios y de garantía de influencia por parte de
los Estados medianos, entre ellos Argentina.

Las estrategias en materia de seguridad internacional

- La cuestión de la autonomía:

La caracterización de Argentina como un Estado mediano implica el reconocimiento de que el país no posee
abrumadores recursos materiales de poder. En otras palabras, el país carece de la capacidad para establecer las reglas
de juego del sistema internacional de manera unilateral. Por lo tanto, el análisis de las estrategias que debería
desplegar un Estado mediano en lo que hace a la “socialización” con la arquitectura de seguridad internacional remite
al concepto de autonomía.

En este sentido, cualquier estrategia tendiente a ejercer influencia y a restringir poder de actores extrarregionales en
América del Sur supone, necesariamente, la posibilidad de expandir la propia autonomía, entendida como la habilidad
de un país para realizar políticas que sirvan a sus intereses manteniendo y ampliando sus márgenes de libertad. Según
Anzelini, una región como América Latina, atravesada por la tendencia expansiva de un actor imperial, requiere de
estrategias inequívocamente consistentes en materia de restricción de poder. Este punto lleva a señalar, entonces, que
diseñar estrategias en el marco de la arquitectura de seguridad internacional exige, para un Estado mediano como
Argentina, pensar en cómo restringir el poder de EE.UU.

Está claro que frente al desafío de “domesticar” la tendencia expansiva de EE.UU. en la región, debe ponerse de
manifiesto la imposibilidad de alcanzar tal resultado apelando a las tradicionales estrategias del alineamiento, el
balance de poder o la confrontación por criterios ideológicos. En el contexto actual, tales decisiones dejarían a los
países de mediano porte como Argentina con acotadas posibilidades de éxito. Sin embargo, existen otras alternativas
disponibles y márgenes de acción superiores a los supuestos por ciertas visiones de la política internacional. Como
afirma Hoffmann: “este es un mundo altamente complejo en el cual las potencias menores tienen muchas maneras de
oponerse a las preferencias estadounidenses”.

En relación con este asunto, y como aspecto estratégico a considerar, el Cono Sur de América ofrece a los países que
lo componen un margen interesante para desplegar estrategias restrictivas, situación que es sustancialmente diferente
de la que predomina desde la región andina hasta el norte de las Américas. Esto se debe a dos motivos esenciales: la
mayor lejanía geográfica y el menor nivel de amenazas a la seguridad de EE.UU.

Ahora bien, lo que sí es crucial para Argentina es el impacto de este “margen de acción” en los foros internacionales
de seguridad; Argentina tiene más libertad de acción que otros Estados medianos que están dentro de la órbita
hegemónica de un Estado mucho más poderoso. Por ello, los países que no son grandes potencias pueden ser
influyentes cuando recurren a las instituciones y foros internacionales.

Finalmente, resulta de crucial importancia afirmar que el robustecimiento del sistema interestatal westfaliano (y
particularmente su arquitectura de seguridad internacional), en la línea de los aportes a la paz desplegados por
Argentina y por el resto de la región desde mediados del siglo XIX, constituye el soporte institucional clave para el
ejercicio de la autonomía y el despliegue de estrategias en materia de seguridad internacional.
- Soft balancing, binding y balking:

El aporte de Walt al problema de la adopción de estrategias por parte de Estados de segundo o tercer orden configura
un punto de partida ineludible. Este autor estudia las distintas formas de restringir el poder estadounidense: soft
balancing (balance suave), binding (atar) y balking (decir “no”). Por otra parte, partiendo de una distinción simple,
Anzelini destaca dos tipos generales de oposición o restricción al poder imperial: a) la abierta provocación a EE.UU.;
y b) un desafío limitado a los intereses estadounidenses. El primer tipo es el que despliegan los Estados que perciben
la política exterior y de defensa de EE.UU. como hostil a sus intereses. El segundo tipo es el empleado por los Estados
que se oponen en una cantidad determinada de cuestiones, pero que, aun así, buscar mantener relaciones cordiales con
Washington a partir de la cooperación en otros asuntos de la agenda. El relacionamiento estratégico con la arquitectura
de seguridad internacional propuesta por Anzelini se inscribe en el segundo tipo de posicionamiento.

En lo que hace estrictamente al plano de las estrategias, la primera de las enunciadas por Walt (recuperada para el
posicionamiento de Argentina frente al entramado de seguridad internacional) es el soft balancing. Los Estados están
comenzando a unir fuerzas de manera más sutiles, con el objetivo de limitar el poderío estadounidense. Pero más que
conformando alianzas antinorteamericanas, los países están apelando al soft balancing; coordinan sus posiciones
diplomáticas para oponerse a la política de EE.UU. y obtienen así mayor influencia juntos. En lugar de apuntar a
alterar la distribución global del poder, el soft balancing admite la vigencia de una determinada distribución global del
poder (la unipolaridad estratégico-militar), pero busca alcanzar pequeñas transformaciones a través de una restricción
limitada al accionar de las grandes potencias. La clave es la cooperación y la coordinación diplomática con otros
Estados de segundo o tercer orden con intereses similares.

La segunda estrategia es el binding y consiste en “atar” a EE.UU. al entramado de las instituciones internacionales.
Esta estrategia, extendida al campo de la seguridad internacional, implica una utilización perspicaz de los organismos
que regulan la materia a nivel global. El objetivo de máxima es inducir a la superpotencia a que cumpla con las
normas y reglas existentes. Para funcionar con éxito, del mismo modo que ocurre con el soft balancing, el binding
requiere de la concreción de alianzas por parte de los Estados interesados en “recuperar” a los poderosos en el seno de
la comunidad de naciones.

La tercera estrategia denominada balking consiste en saber decir “no” a los intereses estratégicos de las grandes
potencias, cuando éstos se hallan en abierta contradicción con los intereses de los Estados menores. Muchas veces este
tipo de oposición no tiene por objetivo alterar la distribución del poder en el corto o largo plazo, sino simplemente
“ponerse firmes” y rechazar el plegamiento a los intereses de los actores poderosos.

Autonomía heterodoxa

A la hora de considerar las reflexiones y aportes teóricos desarrollados en Argentina con respecto al problema de la
autonomía en RRII, resulta importante recuperar el pensamiento de Juan Carlos Puig. Su descripción de las diferentes
gradaciones en el transcurso hacia la autonomía implica un aporte esclarecedor para el desarrollo del “relacionamiento
estratégico” planteado por Anzelini.

Puig define a la autonomía como la máxima capacidad de decisión propia que se puede tener teniendo en cuenta los
condicionamientos objetivos del mundo real. En su análisis, este autor distingue entre cuatro etapas por las que debe
atravesar un país para alcanzar el máximo nivel de autonomía. Según Anzelini, es al tercer tipo de los enunciados por
Puig (autonomía heterodoxa) al que puede aspirar un Estado mediano como Argentina. En otras palabras, teniendo en
cuenta que el continente americano es la única región del planeta que cuenta con un país (EE.UU.) como única e
indiscutida potencia hegemónica, resulta impensable aspirar a lograr el último nivel de autonomía (autonomía
secesionista).

Sin embargo, teniendo presente los condicionamientos estructurales (en especial, la distribución unipolar del poder a
nivel hemisférico), pero también considerando la lejanía geográfica y el posicionamiento no prioritario de Argentina
en la agenda de seguridad estadounidense, el país podría aspirar a reeditar la “autonomía heterodoxa” en su relación
con la arquitectura de seguridad internacional. Según Anzelini, la autonomía heterodoxa constituye un margen
interesante para desplegar estrategias restrictivas, situación que difiere sustancialmente de la que predomina desde la
región andina hasta el norte de las Américas, áreas integradas funcionalmente a los intereses de seguridad de EE.UU.

La situación geopolítica de América del Sur ofrece a Argentina, en tanto Estado mediano, la posibilidad de combinar
restricción y colaboración en su vinculación (mediada por la arquitectura de seguridad regional) con la gran potencia
hemisférica. Una experiencia histórica en la que se logró, de un modo relativamente exitoso, poner en práctica la
autonomía heterodoxa fue en la década 1945-1955 (años de la “Tercera Posición”). Se conformó un nuevo proyecto de
política exterior y de defensa, consistente con un renovado modo de interpretar el mundo y las cuestiones de
seguridad. El centro de referencia ya no fue Gran Bretaña, sino que EE.UU. pasó a ocupar ese lugar. Sin embargo, las
relaciones con este país no adoptaron un carácter dependiente, sino autonómico.

JAGUARIBE
Autonomía periférica y hegemonía céntrica

Introducción

Cuadro internacional que resultó de la Segunda Guerra Mundial: emergencia de dos superpotencias. EE.UU. y URSS,
ambas constituyendo un “sistema imperial” (uno cada una). En discrepancia con los casos anteriores de imperialismo,
estas superpotencias manifiestan pocas características manifiestas de tal condición:

- Se presentan como semejantes al resto.


- A pesar de ello, están dotadas de un potencial excesivo.
- Las demás naciones del sistema mantienen su soberanía y autonomía.

Los dos sistemas imperiales establecen en un nuevo sistema internacional: el “sistema interimperial”:

- División del mundo en dos áreas de influencia hegemónica.


- Algunos espacios geopolíticos son todavía objeto de intensa disputa entre las dos superpotencias, sobre todo en África.
- Estructura al sistema internacional en 4 niveles de capacidad de autodeterminación, ordenados de forma decreciente.
oPrimacía general: Durante los decenios posteriores a la Segunda Guerra Mundial esta posición fue ocupada
exclusivamente por EEUU. Tal condición se caracteriza por la inexpugnabilidad del territorio propio
(acompañado por un potencial militar y una capacidad nuclear de contraataque) con el ejercicio de una
preponderancia mundial generalizada. El desarrollo tecnológico de la URSS a partir de fines de los ’60 se ha
acercado al status de EEUU en este nivel.
oPrimacía regional: Se caracteriza por la inexpugnabilidad del territorio propio, combinada con el ejercicio de una
hegemonía sobre determinadas áreas y una presencia preponderante en otras, aunque también restringida a ciertas
áreas. La URSS ocupó este papel a partir de la Segunda Guerra Mundial, ejerciendo hegemonía sobre Europa
Oriental.
oAutonomía: Abarca los países de Europa Occidental, Japón y China. La condición de autonomía no asegura la
inexpugnabilidad del territorio propio. Se caracteriza por el hecho de que los titulares disponen de medios para
imponer severas penalidades, materiales y morales, a una eventual agresión. Disponen, además, de un margen
bastante amplio de autodeterminación en la conducción de sus negocios internos y de una apreciable capacidad de
actuación internacional independiente.
oDependencia: Incluye a la gran mayoría de los países del mundo. En este nivel se encuentran todos los países sin
requisitos para ubicarse en los niveles más altos. Tales países, a excepción de algunas colonias, poseen
nominalmente la condición de Estados soberanos, dotados de órganos propios de gobierno y acreditados como
locutores independientes ante otros Estados y organismos internacionales. A pesar de ello, esos países dependen,
dentro de diversas modalidades de control, de decisiones y factores que les son externos y emanan de países que
están dotados de primacía general o regional y, en algunos casos, de potencias medias autónomas.

En este cuadro internacional se distinguen dos órdenes de relacionamientos:


1. Las relaciones de las dos superpotencias entre sí, que configuran el sistema interimperial y que se caracterizan por
relaciones de cooperación y de conflicto.
2. Las relaciones entre el centro y la periferia en el marco de cada sistema imperial, que se caracterizan por una
asimetría estructural y tensiones intraimperiales, distintas en cada imperio.

- Imperio americano: Las relaciones son extremadamente complejas. Las relaciones de hegemonía abarcan todos los
planos de la realidad social. Existe una asimetría estructural que privilegia al centro en detrimento de la periferia. En
este sistema se definen más claramente los diversos niveles de estratificación internacional.
- Imperio soviético: Es monolítico en lo que se refiere a la relación de dominio del centro con la periferia, pero mucho
menos absorbente en el sentido de que múltiples aspectos de la vida colectiva de los países dependientes son
influenciados poco o nada por el centro.
- El problema de la autonomía periférica:

El nivel de autonomía en la actual estratificación internacional se define claramente sólo en el ámbito del imperio
americano. Este consiste en una compleja red de intereses interrelacionados dentro de un encuadramiento
profundamente asimétrico que privilegia el centro en relación con la periferia.

Asimetría estructural del sistema intraimperial americano:

- Absoluta superioridad de EE.UU. en todos los ámbitos.


- Las elites norteamericanas con múltiples papeles internacionales se aseguran la preponderancia de los intereses
norteamericanos por sobre el resto.
- La dominación posee una apariencia consensual.
- Se presentan condiciones de trabajo expoliativas.
- Existe una mediación por parte de las “potencias medias”, las cuales están dotadas de una autonomía general, pero no
constituyen un grupo cerrado ni alcanzan el status en forma definitiva; la autonomía no es una conquista estable ni
permanente.

En términos estructurales, el acceso a la autonomía depende de dos condiciones básicas: la viabilidad nacional y la
permisibilidad internacional.

- Viabilidad nacional: Es una categoría relativa que varía con las circunstancias históricas y socioculturales. Depende
del momento histórico del país en la medida de que cuente con un mínimo crítico de recursos humanos y naturales,
incluida la capacidad de intercambio internacional. A mayores exigencias tecnológicas de la época, mayores masas
mínimas necesarias (recursos naturales y población). Este mínimo crítico está también condicionado por el nivel de
integración sociocultural del respectivo país y por el nivel educacional y moral de su población (a mayores niveles,
mayor eficacia).
- Permisibilidad internacional: Es de más difícil caracterización abstracta. Se refiere fundamentalmente a la medida en
que, dada la situación geopolítica de un país y sus relaciones internacionales, este país dispone de condiciones
(puramente internas o externas e internas) para neutralizar el riesgo proveniente de terceros países, dotados de
suficiente capacidad para ejercer sobre él formas eficaces de coacción.

Además de estos dos requisitos de carácter estático y estructural, la condición de autonomía exige requisitos de
carácter dinámico y funcional. O bien el país candidato a la autonomía logra fundarla internamente mediante el
desarrollo de una autonomía técnico-empresarial, o bien logra disponer de una relación intraimperial efectivamente
universal y con intercambios favorables. Si consideramos el mundo en su conjunto, son muy pocos los países que
disponen de requisitos estructurales y funcionales para la autonomía; por esa razón, la mayor parte de los países
contemporáneos se ubican en el nivel de la dependencia.

- Alternativa de autonomía:

Existen, entonces, dos órdenes evolutivos de condiciones para lograr un acceso a la autonomía:
1. De carácter habilitatorio (de orden estructural): Viabilidad nacional y permisibilidad internacional. Implican
condiciones que son independientes de las medidas que adopte el país.
2. De carácter ejercitatorio (de orden funcional): Autonomía técnico-empresarial o relación intraimperial universal.
Pueden ser alterados por esfuerzos de los países periféricos o por modificaciones en el comportamiento
intraimperial de los países céntricos.
- Autonomización técnico-empresarial: Presenta un problema de altos costos para los países periféricos.
- Ejemplos de la Alemania de Bismark o el Japón de Meiji: Los esfuerzos necesarios para alcanzar la deseada
autonomía técnico-empresarial se revelaron compatibles con las motivaciones de las masas y de las élites
para emprenderlos. El éxito empresarial llevó al apoyo de las élites intelectuales.
- En el mundo periférico contemporáneo las condiciones son muy distintas: La población manifiesta pautas de
consumo imitativas de los países centrales, disminuyendo la inversión y aumentando la importación.
Además, se ejerce un control internacional sobre las innovaciones tecnológicas de la periferia y se
experimenta un incremento desfavorable de la masa crítica opuesta a una expansión técnico empresarial.
- Relación intraimperial universal: No presenta un cuadro más favorable que la otra vía.
- Este tipo de relaciones son excepcionales. Existe una asimetría entre el centro y la periferia generada por
fundamentos etnocéntricos y egoístas. Los países céntricos se rehúsan puesto que tienen muchos intereses
que preservar. En concordancia, también se resisten las masas de los países centrales, ya que no quieren
perder sus privilegios.

Análisis histórico comparativo

El sistema interimperial contemporáneo (que incluye a los dos imperios) constituye una forma de organización del
poder mundial distinta a los precedentes históricos. Por primera vez, las RRII son realmente mundiales puesto que
comprenden la totalidad de los actores y se organizan en torno a dos grandes imperios. Esto se produce gracias a la
tecnología de las comunicaciones y los transportes, cuyos desarrollos transformaron la cotidianeidad de la vida.
Aunque no vivimos todos en el mismo mundo, las periferias comparten la conciencia y la información del centro. Para
la comprensión de las actuales relaciones centro-periferia reviste una fundamental importancia el estudio comparativo
de las relaciones de esta índole que tuvieron lugar en el ámbito de los imperios históricos.

- El ejemplo del mundo clásico:

La gran aventura de Alejandro Magno: Formación de un sistema integrado a partir de segmentos muy diferentes. Su
corta vida no le permitió concretar su proyecto de unificar griegos y persas.

La hegemonía griega: Su dinámica condiciona todos los procesos de fusión. El relativo grado de integración alcanzado
por los Reinos Helénicos se debió a los cuadros griegos sobre los que se apoyaban los reyes. La cultura helenística y
su estilo de vida tuvieron una difusión extraordinaria. Se manifestaron dos tendencias: el centro se incorpora paulatina
pero completamente a la vida griega, y la periferia se coopta por una fascinación hacia el centro. En cuanto a las clases
sociales, las élites se helenizaron sin excepción, las clases medias predominantemente, y las masas permanecieron al
margen. El imperialismo griego no fue racista.

El Imperio Romano: Sucesor de los Reinos Helénicos, fue también objeto de sucesivas fases de helenización. Se
mantiene la tendencia en torno a las clases sociales. También es un imperio multicultural bajo la hegemonía política de
Roma.

De esta manera, las experiencias del mundo clásico reflejan la incorporación de la periferia por aculturación de las
clases altas y medias. La no aculturación de las masas periféricas terminó acarreando efectos desastrosos para el
mundo clásico. La preservación de las tradiciones autóctonas de las masas permitió mantenerlas como fuerza de
trabajo, produciendo los excedentes necesarios para el mantenimiento del imperio.

- Las unificaciones nacionales europeas:

Estos ejemplos representan una buena ilustración para el estudio de las relaciones centro-periferia. Así, se señalan las
experiencias de Inglaterra, Francia, España, Rusia, Italia y Alemania. Aunque en circunstancias de mucha menos
heterogeneidad, la formación de estos países también se produjo por procesos desarrollados desde el centro y basados
predominantemente en la fuerza. Los dirigentes del núcleo central incorporan a los territorios adyacentes a su
dominación mediante el ejercicio de una hegemonía político-militar. El proceso abarca la afirmación de un grupo
étnico y cultural sobre los demás, que impone sus reglas a la periferia que se incorpora, con grados de menor o mayor
aceptación. Hoy en día resurgen exigencias nacionalistas llegando a representar serios riesgos separatistas. A
diferencia de la experiencia clásica, la aculturación no se limita a las clases altas y medias, sino que alcanza a la
totalidad de la población.

Nación e imperio en la actualidad

- El problema nacional:

Características del Estado nacional contemporáneo: Fondo histórico cultural común fundado en una base étnica
también común. Constituye un decisivo factor político cultural de encuadramiento de la sociedad y sus subsistemas.
La sociedad es un sistema compuesto de cuatro subsistemas: participacional, cultural, económico y político. Cada uno
desempeña una macro función y se relacionan entre sí en términos insumo-producto. Las características del Estado
nacional operan como un intensificador de esas relaciones.

Se experimenta una crisis de los Estados nacionales integrantes de los sistemas intraimperiales derivada de las
dificultades de estos para conseguir y ejercer autonomía. La crisis es especialmente padecida por los Estados
periféricos, puesto que la dependencia del centro es especialmente asimétrica para sus sociedades; esta afecta la
relación entre sus subsistemas al sustituir productos e insumos internos por otros externos. Por ello es que existe una
fuerte presencia de poderes económicos transnacionales.

La problemática sobre el subsistema económico es solo aparente; lo que está en juego es el subsistema cultural. Este se
ve profundamente afectado y desvalorizado; también hay efectos sobre el subsistema político. La forma nacional de
organización ya no es compatible con las nuevas realidades que caracterizan a las sociedades contemporáneas en el
subsistema intraimperial.

Esta crisis afecta tanto a las sociedades periféricas, en la individualidad de su autonomía, como a las sociedades
céntricas, transformando su sistema político en obsoleto. En el mundo contemporáneo se definen así dos dimensiones
en la crisis de los Estados nacionales, que tienden a ser afines a los países periféricos. 1- Sobre el subsistema cultural,
al privarlo de la capacidad de orientación científico-tecnológica de la sociedad; 2- Sobre el subsistema político, en su
capacidad de asegurar la defensa externa de la sociedad. Uno de los efectos del vaciamiento macropolítico es el
resurgimiento de los regionalismos.

- Límites y alternativas:

El sistema intraimperial no es compatible con los Estados nacionales como formas organizativas de la sociedad. Como
consecuencia surgen conflictos y tensiones. Ante esta situación, EE.UU. se enfrenta a tres alternativas de modelo de
organización de sus relaciones intraimperiales.

1. Etnocentrismo: La condición de superpotencia de EE.UU. y de centro imperial es alcanzado a través de su


desarrollo nacional. Esta alternativa recibe el apoyo del conservadurismo republicano y del populismo
democrático, y se alternó en la historia con otras alternativas liberales. Es una forma de maximizar los intereses en
el corto plazo histórico.
2. Superación del etnocentrismo y sustitución por un culturalismo céntrico de carácter envolvente: Se debe incorporar
a los pueblos y cuadros que se identifiquen con la cultura céntrica. Ejemplo de los Imperios Helénico y Romano.
Es una opción con gran estabilidad.
3. Modelo ideal de tipo ecuménico: Implica una deliberada autolimitación, en el tiempo y el espacio, de la condición
céntrica. No requiere la conversión de hombres en santos; sí requiere un incremento de los niveles de renta y de
educación de los pueblos periféricos.

- La tendencia actual:
El sistema intraimperial americano continúa siendo un sistema abierto. Éste progresa de forma espontánea y aún no ha
tomado definitivamente alguna de las opciones recién mencionadas. Sin embargo, pareciera ser que las relaciones
intraimperiales americanas se encaminan hacia la segunda de las alternativas.

El sistema intraimperial americano tiende a diferenciar dos niveles de centralidad: el político y el económico. El
primero sigue estando ocupado exclusivamente por EE.UU. y sus dirigentes; en cambio, en el segundo se están
involucrando otros países. Los candidatos son Brasil, Nigeria e Irán y, potencialmente, Venezuela y Arabia Saudita.
Simultáneamente, en las relaciones entre el centro y el grueso de la periferia ahondan brechas de desigualdad en todos
los sentidos.

- El sistema intraimperial americano revela una incompatibilidad con la forma de organización de las sociedades en
Estados nacionales.
- Existe una tendencia hacia el culturalismo céntrico envolvente, en el cual las condiciones de autonomía para los países
de la periferia se tornan difíciles.
- Sin embargo hay unos pocos países que están dando indicios de poder adquirirla: Brasil, Nigeria e Irán.

RUSSELL/TOKATLIAN
De la “autonomía antagónica” a la “autonomía relacional”

En la disciplina de las RRII, la autonomía se considera como uno de los pronósticos de la política exterior comunes a
todos los Estados contemporáneos. Históricamente, este objetivo ha tenido un valor mayor para los Estados que no
integran el reducido grupo de las grandes potencias, dado que por su posición relativa en el sistema internacional
siempre encontraron grandes obstáculos para definir sus propias acciones, metas e intereses. Esta situación fue
particularmente manifiesta en el caso de América Latina. En efecto, la búsqueda de la autonomía, o la defensa y
ampliaciones de los espacios de libertad de estos países, fue un propósito de alto valor que orientó la acción política de
la mayoría de las fuerzas sociales latinoamericanas. Este propósito creció de manera proporcional al aumento de la
hegemonía de EE.UU. en la región y a la agudización del conflicto Este-Oeste y de los problemas Norte-Sur.

Sin embargo, a partir del inicio de la década de 1990, la autonomía perdió importancia en América Latina frente a
otros propósitos de la política exterior, también comunes a todos los Estados, que fueron considerados como
prioridades en competencia con ella, tales como el bienestar de los ciudadanos o la seguridad nacional. Russell y
Tokatlian proponen una resignificación de la autonomía en materia de RRII, con el objeto de adaptar esta noción a las
nuevas circunstancias mundiales y regionales. Frente a la visión tradicional de la autonomía definida por “oposición” a
un marco de relaciones, los autores presentan una definición alternativa que se construye “dentro” de un determinado
contexto: la “autonomía relacional”. La búsqueda y la preservación de esta autonomía no compite, sino que es
constitutiva de los demás propósitos de política exterior.

Significados tradicionales del concepto de autonomía

1. Como uno de los principios, junto al de territorialidad, del modelo westfaliano/interestatal. En este sentido,
autonomía implica que ningún actor externo goza de autoridad dentro de los límites del Estado. Es el derecho de un
gobierno a ser independiente de estructuras de autoridad externas (soberanía estatal).
2. Como una condición del Estado-nación que le permite articular y alcanzar metas políticas en forma independiente.
La autonomía es una propiedad que el Estado puede tener o no a lo largo de un continuo, en cuyos extremos hay
dos tipos ideales: la dependencia total o la autonomía completa.
3. Como uno de los intereses nacionales objetivos de los Estados (los otros dos son la supervivencia y el bienestar
económico). Estos tres intereses se pueden resumir en: libertad, vida y propiedad. Según Wendt, son intereses
comunes a todos los Estados y llevan a la defensa y ampliación de la autonomía, mediante un patrón de actividad
que todos los Estados siguen para reproducirse y preservar su libertad. Este patrón de actividad depende de factores
nacionales (ámbito interno) y de la cultura anárquica del sistema internacional (ámbito sistémico).

Autonomía, soberanía y RRII


La polisemia del concepto emana de la diversidad de enfoques teóricos utilizados para caracterizar a la autonomía, así
como de las distintas circunstancias de tiempo y lugar en que se ha reflexionado sobre dicho concepto. No obstante,
todos los autores coinciden en que la autonomía es un concepto puramente político. (Socrates, Aristoteles, Kant, Mill,
Locke, Waltz, Keohane y Nye).

Gilpin utiliza como sinónimos las nociones de soberanía y autonomía. En realidad, la soberanía es una institución
(ámbito jurídico) que antecede a la práctica de la autonomía (ámbito político).

Para Cox y Wendt, la autonomía refiere al complejo Estado/sociedad civil. Esta visión es la que mejor se adapta a los
Estados latinoamericanos, en un “contexto para la acción” caracterizado por cuatro variables: la globalización, el
período post-Guerra Fría, la integración y la democratización. Este “marco para la acción” es factible de cambio, como
cualquier estructura histórica.

América Latina y la autonomía

El gran interés académico que siempre despertó el tema de la autonomía en América Latina se explica por la posición
de la región en el lado de los “have nots” del sistema internacional. La autonomía fue percibida por mucho tiempo
como algo que los países de la región “no tenían” y, por consiguiente, como una meta por alcanzar. Constituyó una
poderosa idea-fuerza durante el siglo XX, y en la década de 1960 llegó a su apogeo de la mano de un intenso
activismo en política exterior y de los cambios producidos en el sistema internacional. Esta tendencia fue acompañada
por grandes desarrollos y esfuerzos teóricos, y continuó durante las décadas de 1980 y 1990 en un movimiento
concientizador.

El tema de la autonomía fue más un tópico sudamericano que latinoamericano. En América Central, el acento estuvo
puesto en la “soberanía legal internacional”. Se distinguen dos tendencias entre los autores de la autonomía en
América Latina: el realismo de la periferia y el utilitarismo de la periferia.

1. Realismo periférico:
- Años ’70.
- Puig y Jaguaribe.
- Vínculo intelectual con Presbich.
- Rechazo al statu quo mundial y respaldo a las políticas activas de industrialización y a la promoción de propuestas
de acción multilateral para la reversión de la situación periférica de los países latinoamericanos.
- Ruptura teórica respecto del determinismo de los enfoques de la periferia.
- Afirmaron que el sistema internacional tenía efectos negativos sobre la región en los planos político y económico.
- Mucha atención sobre las diferencias de la escuela realista y neorrealista.
- Esquemas menos deterministas de las relaciones centro-periferia.
- Caracterizaron a la dependencia de la región como un conjunto complejo de interrelaciones entre factores internos
y externos.
- Ideología nacionalista y Estado-céntrica. El Estado-nación fue la principal unidad de análisis.
- La autonomía estatal es un interés nacional objetivo que puede lograrse a través de la autodeterminación racional y
no en virtud de simples deseos y pasiones.
- La autonomía no está vinculada con un régimen político en especial.
- Existen distintas estrategias para aumentar la autonomía, las cuales deben articularse.
- Las integraciones política y económica son una condición necesaria para el logro de mayor autonomía.
- EE.UU. como principal foco de atención.
- Proponían políticas exteriores de alto perfil, influenciados por los trabajos de la CEPAL.
- Construyeron una teoría normativa orientada a la acción política con bastante optimismo e ingenuidad.
- En los años ’80 fue rechazada y reemplazada por otra corriente normativa “históricamente necesaria” (cálculo
correcto de medios y fines): el utilitarismo periférico.

2. Utilitarismo periférico:
- Años ’80.
- Escudé y Drekonja.
- Contribuciones de la teoría realista, pero con una predominio de la filosofía utilitarista: optimización de la felicidad
entendida como bienestar material, hincapié en la noción de utilidad y racionalidad, estrategia, interés, etc.
- Escudé replantea el concepto de autonomía afirmando que ésta no es libertad de acción. Un país como Argentina
debe poner en práctica una política exterior que elimine las confrontaciones políticas con las grandes potencias, en
un cálculo de costos y beneficios.
- Para Escudé, todo país posee un “stock de autonomía básica”, la cual no debe malgastarse sino mantenerse e
incrementarse mediante una postura estratégica y un cálculo utilitarista y racional.

Redefiniendo autonomía

Las nuevas circunstancias mundiales (globalización y post-Guerra Fría) y del Cono Sur (democratización e
integración) requieren una resignificación del concepto de autonomía como condición, es decir, como capacidad de los
países para tomar decisiones sin seguir las intenciones de otros. Estas mismas circunstancias complican el significado
de autonomía como interés nacional objetivo y su lugar frente a otros intereses de similar importancia. La redefinición
de autonomía sigue los siguientes supuestos.

- Las nuevas circunstancias han modificado el “contexto para la acción” de los países sudamericanos.
- La visión tradicional de la autonomía resulta anacrónica, puesto que señalan el impacto negativo de un nuevo contexto
sobre la autonomía sin plantearse que el mismo contexto ofrece otras condiciones de desarrollo para la autonomía.
- Otros factores, además de la distribución de poder, afectan los patrones de las relaciones entre Estados, en particular
las redes, normas e instituciones que los vinculan.
- Los factores internos desempeñan un rol importante en el mantenimiento y la ampliación de los grados de autonomía
de cada Estado.
- El nuevo “contexto para la acción” favorece el tránsito de una autonomía que se define por contraste (autonomía
antagónica) a otra que se construye dentro de un contexto de relaciones (autonomía relacional).

La autonomía relacional debe entenderse como la capacidad y disposición de un país para tomar decisiones con otros
por voluntad propia y para hacer frente en forma conjunta a situaciones y procesos ocurridos dentro y fuera de sus
fronteras. La defensa e incremento de los grados de autonomía de los Estados sudamericanos no puede provenir hoy
de políticas nacionales o subregionales de aislamiento, de autosuficiencia o de oposición.

Hace falta sustituir la concepción de que el medio exterior impone sus fatalidades al tiempo que se puede ampliar la
elección de alternativas de modo independiente. Además, es necesario considerar que la idea de autonomía y
dependencia no son opuestas debido a que no existe una organización autonómica que no sea dependiente de un medio
externo. Al mismo tiempo que el agente se auto-organiza distinguiéndose del ambiente y construyendo su autonomía,
se introduce también en el ambiente ajeno, ya que aislado no puede bastarse a sí mismo. La autonomía se nutre de la
dependencia.

De este modo, el concepto de autonomía relacional pensado para los países de América del Sur en el actual “contexto
para la acción” implica una visión distinta de la noción de autonomía tal como se ha empleado tradicionalmente, tanto
en términos de condición como de interés nacional objetivo.

- Autonomía relacional como condición: Se refiere a la capacidad y disposición de un país para actuar
independientemente y en cooperación con otros, en forma competente, comprometida y responsable.
- Autonomía relacional como interés nacional objetivo: Es decir, como preservación y ampliación de grados de libertad,
se funda en un nuevo patrón de actividad, una nueva estructura institucional y un nuevo sistema de ideas e
identidades. Prácticas, instituciones, ideas e identidades se definen y desarrollan dentro de un marco de relaciones
donde “el otro”, en vez de opuesto, comienza a ser parte integral de lo que uno es.
- Autonomía relacional como práctica: Requiere interacción, negociación y una participación activa en la elaboración de
normas y reglas internacional tendientes a facilitar la gobernabilidad global. Así, la autonomía de un país ya no se
define por el poder para aislarse y controlar procesos externos, sino por su poder para participar e influir eficazmente
en los asuntos mundiales, sobre todo en organizaciones y regímenes internacionales.
- Esta autonomía relacional exige del agente autónomo un nuevo modo de ver el mundo y de estar en él, que da
prioridad a la competencia, el compromiso, la responsabilidad y la confianza. Para ello, se requiere un cambio
progresivo en la posición del sujeto de la autonomía que conduzca a la constitución de lo que Wendt ha denominado
“identidades colectivas”, en las que el “yo” y el “otro” formal una sola región cognoscitiva. Esta idea se basa en un
proceso histórico y cultural que ha contribuido a la formación de una conciencia de “sociedad” así como también de
valores y objetivos comunes.
- La autonomía relacional debe considerarse como constitutiva (y no confrontativa) de los demás intereses nacionales
objetivos (bienestar y seguridad). Además, no debe considerarse exclusivamente en términos de política exterior de
los Estados (tal como lo hicieron los realistas y utilitaristas periféricos), sino que debe concebirse y practicarse desde
una perspectiva de política mundial en la que los actores no estatales desempeñan un papel cada vez más importante
en la determinación de los asuntos internacionales.
- Frente al avance unilateral de EE.UU., los países de América del Sur deben desarrollar estrategias multilaterales de
cooperación que fortalezcan una identidad colectiva.

SZVALB
Impacto del terrorismo en la relación seguridad-democracia

Los ataques del terrorismo internacional revelaron las grandes debilidades de las democracias occidentales, sobre todo
la turbulenta relación entre los principios de libertad y seguridad. La democracia liberal se enfrentó a un desafío
desconocido; el 11-S estadounidense, el 11-M español y el 7-J británico se convirtieron en símbolos de una sensación
de inseguridad generalizada en todo el mundo. Los distintos gobiernos hicieron mucho para esto sucediese.
Colaboraron, a través de sus discursos y acciones, para amplificar la preocupación de la opinión pública.

El terrorismo en la agenda de Occidente

El deterioro de los valores occidentales y las contradicciones que se generan en el interior de las democracias aparecen
como señales poderosas de la eficacia de los golpes terroristas, más allá de que ellas no estuvieron, al menos
deliberadamente, entre los objetivos de los planificadores de estos ataques. Lo que está claro es que el terrorismo pone
a las democracias occidentales frente a una tensión entre valores, modalidades y metas. Sus gobiernos saben que la
peor respuesta al terrorismo es la impunidad y la peor trampa en la que pueden caer los gobernantes es ceder a la
tentación de actuar de la misma manera que el terrorismo pero desde el Estado.

Es indudable que las políticas internas para combatir la amenaza terrorista dentro de su propio territorio fue la que más
daño ha hecho a la imagen de las democracias; y esto sucede generalmente cuando se instala una amenaza tan grande.

Hay una idea común que atraviesa el entramado legal de los países democráticos y que, quizás más que ninguna otra
situación, en el caso de los ataques terroristas no debiera dejarse de lado. Los Estados tienen el compromiso de adoptar
medidas para proteger e impedir los atentados contra civiles, de investigar estos crímenes, de llevar a los responsables
ante la justicia mediante procedimientos justos y de garantizar una pronta y adecuada compensación a las víctimas.

Es en este sentido que las principales instituciones internacionales y las organizaciones no gubernamentales han
manifestado que los derechos humanos no son un obstáculo para la seguridad, sino el camino para lograrla. El Consejo
de Seguridad de la ONU, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos y el Comité de Ministros del Consejo de Europa,
entre otros organismos, han subrayado la necesidad absoluta de que los Estados garanticen la aplicación de todas las
medidas antiterroristas de acuerdo con el derecho internacional de derechos humanos, de refugiados y el derecho
humanitario.

La guerra contra el terrorismo

- Estados Unidos:

La particular visión de la superpotencia sobre la guerra contra el terrorismo, su condición de imperio y los ataques
sufridos en su territorio el 11-S, transforman a EE.UU. en el líder material e ideológico de la lucha antiterrorista.
Luego de los ataques, se adoptaron una serie de medidas cuyo objetivo principal era evitar otro ataque terrorista sobre
suelo estadounidense. Para ello se hicieron dos cosas: hacia afuera se construyó una política bajo los postulados del
unilateralismo, el golpe preventivo y la hegemonía; y hacia adentro aumentó el control estatal en todos los ámbitos,
restringiendo las libertades individuales de los civiles. Los atentados del 11-S abrieron en EE.UU. un proceso de
reformas legislativas en materia de lucha antiterrorista que incidió en la libertad y en la seguridad personal de los
ciudadanos.

- Gran Bretaña:

Tras los atentados del 7-J de 2005, Gran Bretaña empezó a ser considerada el país europeo más amenazado por el
terrorismo. Pese a que ya contaba con algunas de las leyes antiterroristas más estrictas de Europa, a partir del 11-S, las
autoridades británicas aprobaron una serie de nuevas medidas. Se promulgaron tres leyes antiterroristas que contienen
disposiciones manifiestamente incompatibles con el derecho y las normas de derechos humanos y que han acarreado
graves violaciones de derechos humanos.

- España:

España fue tomado como ejemplo por los organismos internacionales por la manera de instrumentar su política
antiterrorista luego del atentado de Madrid. Organizaciones de derechos humanos destacaron que el gobierno español
no recurrió a legislaciones extraordinarias como forma de respuesta a esos ataques. Este gobierno se considera a sí
mismo como un líder en medidas antiterroristas y basa esta percepción en la experiencia acumulada en la lucha contra
la violencia separatista vasca y en el esfuerzo realizado para combinar leyes efectivas con el pleno respeto por los
derechos humanos internacionalmente reconocidos.

Inmigración y terrorismo

Los atentados del 11-S condujeron a un amplio replanteamiento de los temas fronterizos y migratorios en términos de
seguridad interior. Tanto en EE.UU. como en Europa las políticas migratorias también fueron y están dictadas cada
vez más por temores de seguridad interior. El surgimiento actual del terrorismo internacional y el debate sobre la
seguridad de él derivado se ha añadido al antiguo discurso de la amenaza relacionada con la inmigración,
estableciendo un vínculo entre migración, terrorismo internacional y sentimiento de seguridad.

La seguridad adquiere un nuevo significado cuando se ve atacada o amenazada. Es en este sentido que los inmigrantes,
y en particular los inmigrantes musulmanes, fueron convertidos en los principales sospechosos de la amenaza interna y
externa. Los atacantes suicidas eran, en España y Gran Bretaña, ciudadanos de los países afectados. En EE.UU., los
terroristas eran extranjeros pero todos tenían permisos legales para residir temporariamente en ese país.

Sin duda, la amenaza y su control son poderosas fuentes de cohesión dentro de las sociedades, especialmente cuando
el temor es impreciso y los vínculos reales entre migración y terrorismo internacional son difíciles de documentar. No
hay ninguna duda que el 11-S cambió definitivamente las políticas de inmigración en el mundo y las condicionó,
modificando el trato hacia las comunidades islámicas residentes en cada uno de esos países.

Tanto Europa como EE.UU. siempre han intentado construir, diseñar y promover una política de inmigración
compatible con los valores de la democracia liberal. De hecho, que los ejecutores de las matanzas sean en su mayoría
segunda generación de inmigrantes o extranjeros con permiso de permanencia, habla a las claras de la apertura de
estos países hacia el extranjero. Y si bien la securitización obligó a perfeccionar y a ampliar los requisitos de admisión,
la entrada de inmigrantes no se ha visto afectada. Por lo tanto, se debe marcar un impacto negativo hacia el interior
con respecto a las libertades civiles de los ciudadanos, que no se condice con política inmigratoria que se ha
mantenido estable incluso después de los ataques.

Es decir que, a pesar de la sensación predominante de la opinión pública internacional, las políticas inmigratorias no se
han transformado en otro arma contra la amenaza terrorista limitando y atentando contra los valores de las
democracias liberales. Estos datos marcan una realidad contundente: la inmigración no aparece como una amenaza a la
seguridad interior en términos de terrorismo. Esto es debido a que Al-Qaeda opera con inmigrantes ya establecidos en
distintos lugares y no “enviando células terroristas” clandestinas e ilegales.
Es posible concluir que han sido los sistemas de control estatal hacia sus mismas poblaciones, y no la prohibición de
recibir nuevos inmigrantes, la apuesta más fuerte de los gobiernos: se transformaron en una herramienta decisiva para
prevenir actos terroristas. Quienes sembraron la destrucción en Londres, Madrid y Nueva York eran ciudadanos
registrados o portaban documentación oficial de residencia.

Es evidente como las democracias occidentales han privilegiado ampliar y perfeccionar el uso de la inteligencia
policial para evitar y combatir el terrorismo. La confianza entonces está puesta en los sistemas de control interno más
que en ninguna otra cosa. La preocupación mayor pasa por los focos conflictivos internos, y no por la amenaza externa
que debe ser combatida donde germina (es decir Irak y Afganistán). Las políticas de seguridad y de inmigración son
estrategias que se combinan. El éxito y la efectividad de la política de monitoreo y control ciudadano depende en gran
medida de incorporar la mayor cantidad de gente bajo su órbita.

Por todo esto es posible afirmar que el terrorismo islamista impuso a las democracias liberales la necesidad de
reconsiderar sus propios procesos de integración multiétnicos y multiculturales al interior de sus países. La llegada de
nuevos inmigrantes debe ser acompañada por un proceso serio de integración que ayude a reconstruir el tejido
multicultural herido gravemente en Europa y EE.UU.

Conclusión

Sin lugar a dudas los golpes terroristas a objetivos civiles son hechos que despiertan sensaciones muy profundas de
desprotección en la opinión pública de quienes ven amenazado su sistema de vida. Esto impacta en la calidad de las
democracias, ya que en situaciones de crisis y conflicto los ciudadanos tienden a apoyar a las políticas más agresivas y
duras de sus gobiernos. Y aquí es donde entre el debate más profundo: ¿cuánta seguridad necesita la libertad? O mejor
dicho, cuáles son los costos, en términos de derechos civiles, que los ciudadanos están dispuestos a pagar para vivir
más seguros. Este interrogante lleva a reflexionar sobre las “nuevas” democracias, resignificadas a causa de este nuevo
terrorismo.

Existen suficientes elementos para pensar que los cambios producidos a partir del 11-S están marcando el inicio de
una nueva era en la que las democracias reaccionan de forma exagerada y violenta. Las democracias liberales deberán
adaptarse a una nueva realidad, que seguramente está lejos de sus valores fundacionales: las libertades individuales
expresadas en las libertades civiles y la libertad política. Está claro que el terrorismo trastocó, o al menos puso en
crisis, los valores de la democracia liberal y de los poderes que ella representa. Así, los atentados recortaron, en mayor
o menor medida, las libertades civiles y debilitaron los niveles de transparencia. Lo que Szvalb plantea es una tensión
para combinar efectivas acciones antiterroristas con la preservación de las instituciones democráticas.

U12: POL EXT Y REALISMO PERIFÉRICO


LLENDERROZAS
Estudios de Política Exterior

Carlsnaes define a la política exterior como todas aquellas acciones que, expresadas en términos de objetivos claros,
compromisos o directivas y perseguidas por los representantes del gobierno actuando en representación de sus
comunidades soberanas, están dirigidas a los objetivos, condiciones y actores (tanto gubernamentales como no
gubernamentales) a los que quieren afectar y que se encuentran más allá de su legitimidad territorial. Desde otra
perspectiva, Hill la define simplemente como la suma de las relaciones exteriores oficiales llevadas a cabo por un actor
independiente (en general un Estado) en las relaciones internacionales.

A partir de estas definiciones es posible extraer tres conclusiones:

1. La formulación de política exterior es en general competencia de los Estados, pero éstos no son los únicos agentes.
2. La política exterior no empieza y termina sólo en la instancia de su ejecución, sino que implica un proceso de toma
de decisiones.
3. El tipo de receptor de esta política (actores gubernamentales o no gubernamentales) demuestra que no sólo se
realiza política exterior para otros Estados, sino para cualquier actor que se encuentre por fuera de las fronteras
nacionales.

La política exterior no se constituyó como una rama formal de conocimiento sino hasta después de la Segunda Guerra
Mundial. Hasta entonces, se la consideraba parte de la política doméstica, si bien se destacaba la primacía de la
política exterior por sobre las demás políticas públicas, ya que atañe directamente al interés nacional y a valores
fundamentales.

● Uno de los primeros intentos de teorizar acerca de la política exterior se dio de la mano de Rosenau, quien en la
década de 1960 comenzó a detectar generalidades en la forma en la que los Estados llevaban a cabo su política
exterior e intentó darles cierto rigor científico, sistematizando la información obtenida y buscando generar tipologías
de Estados y actores según su comportamiento. El objetivo era generar explicaciones multicausales y multinivel de la
política exterior, tratando de abarcarla desde una perspectiva comparativa.
● En contraposición a Rosenau y en paralelo a sus investigaciones, Snyder y sus colegas diseñaron un enfoque cuyo foco
estaba puesto en el nivel del Estado y en los actores que intervenían en la formulación de la política exterior. Este
autor le dio al análisis de la política exterior un énfasis ligado a la toma de decisiones.
● Por último, otro de los trabajos sobre política exterior es el trabajo de los Sprout, quienes se focalizaron en el contexto
nacional e internacional que rodea al proceso de toma y formulación de decisiones, y en la manera en que éste es
percibido por los agentes.

Estas tres primeras corrientes nutrieron a la primera etapa de la historia de los estudios de política exterior, la cual se
basó en la necesidad de producir enfoques multicausales y multinivel para explicar un fenómeno complejo, en el cual
es resultado final no es analíticamente tan importante como el proceso que lleva a su desenlace.

Problema de los niveles de análisis

No todas las escuelas abordaron a la política exterior del mismo modo ya que algunas hicieron foco en la dimensión
del Estado y su interacción con el sistema internacional (Rosenau), otras profundizaron en la dimensión estatal para
explicar cómo sus diferentes agentes toman decisiones (Snyder), y una visión que se focalizó en la relevancia de los
individuos en los resultados de política exterior (Sprout). En una perspectiva amplia, es posible asociar cada una de
estas tres corrientes con los niveles de análisis introducidos por Waltz.

● Primera imagen – Individuo = Política exterior contextual – Sprout. (Dimensión doméstica).

● Segunda imagen – Estado = Método de toma de decisiones – Snyder. (Dimensión doméstica).

● Tercera imagen – Sistema internacional = Política internacional comparada – Rosenau. (Dimensión sistémica).

La principal diferencia metodológica que se encuentra al extrapolar el concepto de nivel de análisis de las RRII a la
política exterior es que, en las RRII un mismo fenómeno se puede explicar desde las tres imágenes sin por ello salirse
de paradigma. Las escuelas de política exterior, sin embargo, no conciben a su propia disciplina como un campo
transversal a los tres niveles, sino que cada uno de ellas se constituye y diferencia del resto en función del nivel de
análisis que tome para explicar el fenómeno. Es contra esta atomización que Rosenau señalaba la necesidad de
comprender la mutlicausalidad de los fenómenos, construyendo sus propios niveles de análisis que no necesariamente
discurrían por las mismas líneas que las de los padres fundadores de las RRII.

Dado que para Rosenau la dimensión doméstica y la sistémico-internacional interactuaban, los niveles de análisis
serían en realidad una cuestión de grado en la que se van agregando los diferentes individuos que toman decisiones.
Así, los cinco niveles de Rosenau serían: 1- Individuo; 2- Rol; 3- Gobierno; 4- Sociedad; 5- Sistema internacional. Los
fenómenos de política exterior son transversales a los cinco niveles y se pueden explicar desde todos ellos. Estos
niveles pesarían más o menos en la formulación de la política exterior de un Estado en función de sus dimensiones y
de su desarrollo social, político y económico.

Los niveles de análisis interactúan entre sí y se van combinando para explicar la interacción existente entre los
componentes nacionales e internacionales que hacen a la política exterior. A partir de estos postulados, la teoría de
Rosenau evoluciona hacia la llamada “política exterior de ligazón” que permite que más actores se sumen a la
formulación de la política exterior, quitándole el monopolio al Estado que suele prevalecer en los demás enfoques.

Carlsnaes propone una clasificación superadora de los niveles de análisis, basada en dos categorías. Una categoría de
clasificación ontológica, que apuntaría a la construcción de las teorías, es decir, de qué manera pretenden acercarse a
su objeto de estudio: si de una manera holística/sistémica o individual. Y una categoría de clasificación
epistemológica, que establece cómo los actores definidos ontológicamente perciben y aprehenden el mundo: si toman
la información que reciben de manera objetiva o subjetiva/interpretativa.

Desagregar a los niveles de análisis en estas dos categorías y hacerlas interactuar en una matriz no sólo resuelve
muchas de las incoherencias y falencias del modelo de Waltz, sino que permite clasificar con más claridad las
diferentes escuelas de política exterior.

Epistemología
Objetivismo Subjetivismo
Perspectiva estructural: Perspectiva social-institucional:
Neorrealismo Constructivismo
Holismo Neoliberalismo institucional Enfoques discursivos
Enfoques de procedimientos
Ontología organizacionales
Perspectiva basada en el agente: Perspectiva interpretativa basada en el
Individualismo Enfoques cognitivos y psicológicos agente
Política burocrática
Enfoques liberales

ESCUDÉ
Realismo periférico

Estructura proto-jerárquica del orden internacional

Libertad ilimitada de un Estado frente al mundo = Tiranía interna absoluta

La vigencia de esta ecuación estratifica los Estados en un orden jerárquico, y eso es lo relevante desde la perspectiva
de la periferia: cuanto más débil es un país, más bajo es el umbral de autonomía externa a partir del cual la libertad de
los ciudadanos debe forzosamente disminuir. Es un hecho innegable que para ampliar el margen de maniobra externo
de un Estado es necesario invertir grandes recursos humanos y materiales, y que cuanto más pobre sea un país, menor
será ese margen de maniobra, a no ser que el Estado someta a su población a situaciones que exigen grados crecientes
de autoritarismo. Como consecuencia, mientras esté constituido por Estados material y demográficamente desiguales,
el orden internacional no podrá jamás ser democrático ni igualitario; sólo podría ser igualitario si hubiera un régimen
mundial cosmopolita con un solo Estado supranacional.

Ni siquiera jurídicamente tienen los Estados los mismos derechos; la Carta de las Naciones Unidas establece la
desigualdad jurídica de los Estados. Unos pocos tienen el poder que les permite contribuir a forjar las reglas del juego,
mientras la gran mayoría se ve obligada a comportarse según las normas establecidas por este oligopolio. Y también
existe otra categoría de Estados que, sin tener el poder de contribuir a establecer esas reglas, se rebelan contra ellas
pagando altos costes que revierten sobre sus habitantes. De esta manera, están: 1- Los Estados forjadores de normas;
2- Los Estados tomadores de normas; 3- Los Estados rebeldes, que se convierten en parias.

Esta es la estructura del orden interestatal; no es una anarquía (Waltz), sino una proto-jerarquía, y este teorema es la
piedra angular del realismo periférico. El teorema revela que los Estados débiles que desafían el orden, pierden,
porque las exigencias que deben imponerles a sus sociedades para continuar compitiendo con los poderosos aumentan
hasta el infinito. Los ejemplos son Iran, Irak, Corea del Norte, Venezuela. Sin embargo, no hay que suponer que el
orden internacional está cristalizado. Los mejores ejemplos de ello son Alemania y Japón. Devastados y reducidos a la
impotencia después de la Segunda Guerra Mundial, convertidos en periferia, aceptaron las reglas políticas establecidas
por los vencedores, pero trabajaron y defendieron sus intereses comerciales con tanto empeño que hoy son potencias
económicas.

Visto desde el centro del poder mundial, la ecuación se resignifica. Está claro que, desde la perspectiva de la periferia,
la ecuación marca límites y define jerarquías. Pero desde la perspectiva del centro, la misma ecuación señala que, dado
un mismo nivel de recursos, el país más autoritario será el que tenga mayor capacidad de maniobra externa. En otras
palabras, la ecuación en una moneda de dos caras. Si es verdad que cuanto más pobre sea un país, mayor será el
autoritarismo que deberá ejercer sobre su población para competir exitosamente con países más ricos, también se
afirma que, dado el mismo nivel de recursos, el país más autoritario será más poderoso.

Dados dos Estados con un nivel comparable de recursos, aquel con menor libertad interna tenderá a convertirse, con el
tiempo, en el más poderoso externamente. Por lo tanto, una gran potencia autocrática tenderá a ser más poderosa,
externamente, que una gran potencia democrática. Este “corolario del poder autocrático” se verifica empíricamente
con el ejemplo de Rusia. Durante gran parte de su historia, ese país ha ejercido mayor poder interestatal que el que
corresponde a su nivel de riqueza o de desarrollo económico, ya que debido a su estructura social y cultura política ha
podido postergar el bienestar de su población en vistas del poder de su Estado frente al mundo (política exterior). La
menor libertad de los ciudadanos rusos, internamente, redunda en mayor libertad y poder para el Estado,
externamente.

Falacias antropomorfa y estadocéntrica

Escudé analiza las consecuencias prácticas y teóricas del lenguaje antropomorfo usado casi universalmente cuando se
hace referencia a los Estados en términos de actores “débiles, “fuertes”, “que sufren”, “son honrados”, “tienen
orgullo” y “aspiran a la gloria”. Visto desde una perspectiva periférica, un hecho relevante es que este lenguaje
oscurece el hecho de que, con frecuencia, cuando un Estado débil desafía a un Estado fuerte con un alto coste para sí,
no estamos frente a una épica de coraje, sino más bien ante el sacrificio de los intereses, el bienestar y a veces incluso
las vidas de multitudes de gente pobre, al aventurerismo de sus elites. La misma analogía de David frente a Goliat ha
sido usada muchas veces para movilizar emociones colectivas en apoyo de políticas que arriesgan el bienestar del
pueblo, en aras de apuestas peligrosas que giran en torno del poder del Estado o de su prestigio. Obviamente, esta
temática es más relevante para la periferia del sistema mundial que para el centro, y por eso es importante para el
desarrollo del realismo periférico.

Tratar al Estado como si fuera una persona abstrayendo sus relaciones con los ciudadanos significa incorporar
imperceptiblemente al análisis un sesgo organicista, colectivista, o asociado a la autoritaria concepción del “espíritu
del pueblo”; en los tiempos actuales puede valer para la cultura china, pero no para la europea o latinoamericana.

La actitud mental natural que surge de la ficción del Estado-persona aleja del pensamiento del analista a los
ciudadanos e instituciones intermedias, cuya protección debería ser la misión del Estado. Desplazados el ciudadano y
las instituciones intermedias, en el centro de la atención emerge un Ser antropomorfo que implícitamente es ubicado
por encima y más allá de las partes individuales que lo componen.

Según Escudé, el Estado no es un fin en sí mismo, y el único justificativo válido para su existencia yace en la defensa
de los derechos y el bienestar de sus ciudadanos individuales. El uso de la ficción del Estado-persona lleva implícito el
presupuesto opuesto, típico del modelo colectivista y del modelo alemán del “espíritu del pueblo”, según los cuales el
individuo vive para servir al Estado, y las instituciones intermedias son toleradas mientras resulten funcionales a los
intereses de éste.

En el discurso teórico típico, “nación”, “país”, “gobierno” y “estadista” se agrupan como si fueran sinónimos en un
modelo simplificado del Estado-como-actor; y a la vez, la ciudadanía es raramente mencionada. La solución del
realismo periférico a este problema es diferenciar los diversos sujetos que una política exterior puede servir, a través
de una distinción conceptual entre racionalidades “ciudadano-céntricas”, “Estado-céntricas”, “gobierno-céntricas”,
“elite-céntricas” o “estadista-céntricas”.

Toda falacia antropomorfa es, en esencia, Estado-céntrica y hace referencia a una “metáfora organicista activante”.
Esta falacia es uno de varios tipos de metáforas que se encuentran en el discurso de las RRII. Se trata de una metáfora
que equipara un Estado con un organismo viviente cuyos elementos constitutivos están sustancialmente subordinados
al conjunto, no pueden tener una existencia separada y no poseen “derechos”. Extrapolada esta imagen a las relaciones
entre el individuo, las instituciones intermedias y el Estado, la implicancia lógica es que los individuos y las
instituciones intermedias poseen derechos sólo en tanto no entrar en conflicto con los intereses del Estado (que es
considerado como representativo de lo “nacional”).

Este lenguaje ilustra la medida en que casi toda la disciplina es presa de una trampa lingüística con consecuencias
prácticas e ideológicas. Por cierto, la gente raramente se detiene a pensar respecto de qué es lo que “la fuerte
determinación de un país” realmente significa, y sienten admiración por la “disposición a sufrir” de un Estado, sin
comprender que esto es frecuentemente producto del autoritarismo y que sus consecuencias pueden ser muy costosas
en términos humanos.

Si intelectuales del Primer Mundo caen en esta trampa mental frente a contextos que para ellos son extranjeros, es
innecesario decir que, en el interior de las sociedades del Tercer Mundo, los gobiernos frecuentemente hacen uso de
antropomorfismos para movilizar a las masas, y que la gente común es engañada por las implicancias programáticas
de razonamientos distorsionados por las falacias antropomorfa y Estado-céntrica. Por cierto, la mentalidad gobierno-
céntrica o Estado-céntrica es tan hegemónica que, cuando un funcionario del gobierno hace uso de estas metáforas
para generar emociones funcionales a su política, generalmente no comprende exactamente qué es lo que está
haciendo o dónde está la trampa.

Obviamente, estos fenómenos ideológicos ayudan a legitimar el Estado (independientemente de si es democrático o


autoritario), y son funcionales para los intereses de las elites en sus manipulaciones de las masas. Se trata de
mecanismos que contribuyen a engendrar emociones que están al servicio de intereses supuestamente nacionales, pero
que con frecuencia no son más que intereses de elite.

Un Estado puede, por supuesto, tener una imagen, una reputación, cierta credibilidad y muchas otras características
que, empíricamente, describen percepciones generadas en el extranjero respecto de su confiabilidad. La diferencia
entre estos conceptos y otros como el “honor” es que estos últimos no sólo son antropomorfos, sino que además
movilizan emociones. En la mayoría de los casos, son conceptos que no se computan racionalmente en el proceso de
toma de decisiones, excepto en términos de su capacidad de convocatoria.

La afirmación de que no existe tal cosa como el honor, la gloria o la dignidad nacionales puede no ser válida, por
supuesto, si la premisa de partida acerca de la “nación” es organicista, como en el caso del modelo del “espíritu del
pueblo” alemán. Si uno parte del axioma de que la Nación es un sujeto permanente de la historia y constituye un Todo
orgánico, superior a la suma de sus partes, entonces todo lo dicho puede descartarse. Quizás éste sea el caso del
Partido Comunista Chino. Pero si uno no suscribe los valores políticos que históricamente han estado asociados con
premisas organicistas y desea evitar que estos valores se infiltren en la matriz lógica de su pensamiento, entonces debe
estar consciente de la falacia esencial de adscribir a una nación cualidades y sentimientos que son atribuibles a los
individuos, pero no a los agregados de individuos. En realidad, las políticas que sacrifican valores materiales en aras
de objetivos simbólicos son el tipo más sofisticado de explotación de clase. Es un tipo de elitismo que es propio de
elites tanto de la izquierda como de la derecha, bajo todo género de sistema social y económico.

Debido al consumismo y elitismo que traen consigo, las políticas que se anclan en este tipo de metáfora son menos
justificables cuanto más pobre sea un país. Por tal motivo, aunque su vigencia es universal, el estudio de esta falacia
resulta más significativo desde el punto de vista de la periferia del sistema mundial. Por otra parte, pese a que sus
consecuencias son más costosas en el Tercer Mundo, la apelación a estas metáforas es mucho más frecuente allí que
en el Occidente industrializado. Esto probablemente se deba a las estructuras internas más desiguales y autoritarias de
muchos de los países menos desarrollados de la periferia.
Más precisamente, es en los “Estados rebeldes” donde, con más frecuencia, se adoptan políticas extremas que obligan
a la gente común a grandes sacrificios materiales. Algunas de las rebeliones protagonizadas por estos Estados se
apoyan en metáforas organicistas. Su objetivo al hacerlo es encender las emociones de la población, movilizándola a
favor de las orientaciones del Estado. Estas políticas de los Estados rebeldes son muy costosas para sus propias
poblaciones.

Las teorías importadas acríticamente

Metodológicamente, en el caso de un país poderoso, la ficción de que el Estado es un actor resulta un poco más útil, y
distorsiona un poco menos la realidad, que en el caso de un país débil. Tal vez sea por eso que la Teoría de las RRII
nació en EEUU. Cuando, hacia fines de la Segunda Guerra Mundial, el campo se desarrolló como una disciplina
científico-social positivista, se tenía la sensación de que estudiar la política exterior de EEUU era el equivalente de
estudiar el sistema interestatal, y que el análisis de dicho sistema sólo podía conducir al estudio del papel
norteamericano en el mismo. Esta realidad se modificó lentamente a medida que fue surgiendo una cierta
multipolaridad en el orden internacional.

La falacia de que los costes del poderoso equivalen a la libertad del débil

Tanto el concepto de Waltz de anarquía como la premisa de Morgenthau acerca de la autonomía de la esfera política,
acarreaban la tentación de exagerar las posibilidades geopolíticas de los Estados débiles. Y las teorías
interdependentistas e institucionalistas de Keohane y Nye contribuían a una sobreestimación de los costes para las
grandes potencias de sancionar a Estados del Tercer Mundo. En vez de poner énfasis en los costes para los Estados
periféricos de rebelarse contra el orden establecido por los poderosos forjadores de normas (como pretende el realismo
periférico), Keohane y Nye enfatizaron los costes para los Estados centrales de sancionar a los periféricos. Si su
propósito era asesorar a los gobernantes de los Estados fuertes, quizás las advertencias de los liberales fueran
razonables. No obstante, los estudios del realismo periférico sugerían que lo más relevante es que los costes, para los
débiles, de hacer fracasar las sanciones de los Estados fuertes suelen ser más altos que los costes, para los fuertes, del
fracaso de sus propias sanciones.

La desigualdad de facto y de jure que caracteriza a los Estados es un hecho inevitable, cuya enunciación resulta
“deshonrosa” para muchos en el Tercer Mundo. Por consiguiente, es comprensible que los políticos y los diplomáticos
se nieguen a reconocerla. Esta omisión, de parte de la mayoría de los teóricos angloamericanos, es una entre varias
fallas lógicas, todas las cuales convergen en la percepción de que los Estados del Tercer Mundo poseen un margen de
maniobra mayor que el que realmente tienen. Esto no es bueno porque facilita la adopción de políticas exteriores que
pueden ser muy costosas para las ciudadanías de estos Estados, y que en ocasiones también son peligrosas para el
mundo.

Para comprender algunas políticas exteriores desestabilizadoras de Estados relativamente débiles del Tercer Mundo,
uno debe evitar el modelo del Estado-persona, acudiendo a un concepto teórico de inspiración gramsciana que permite
superarlo: el “complejo Estado/sociedad civil”, tal como lo concibió Cox. Ésta es la verdadera unidad de nivel-país
involucrada en las relaciones inter-nacionales. Esto es cierto tanto respecto del centro como de la periferia, pero es
quizás más evidente desde una perspectiva periférica, ya que políticas exteriores “excéntricas”, que con frecuencia son
extremadamente costosas para los ciudadanos del Estado que las implementa, son allí más frecuentes. El complejo
Estado/sociedad civil permite comprender que los Estados tienen diversos tipos de relaciones con sus respectivas
sociedades, y las elites que controlan a los Estados tienen diversos grados de control sobre ellos. Además, las
relaciones entre las elites y sus Estados no son estáticas, sino que se modifican dialécticamente.

Ecuación de costes y beneficios

El realismo periférico corrigió el concepto de “autonomía”. En lugar de la definición hasta entonces vigente que la
equiparaba al “margen de maniobra” o a la “libertad de decisión” de un Estado frente al mundo, se propuso
conceptualizarla en función de los “costes de confrontación”. Por consiguiente, es más útil definir a la autonomía en
términos del coste relativo de ejercer la capacidad de confrontación que, en el corto plazo, casi todo Estado posee.
En suma, desde el punto de vista del realismo periférico, ninguna confrontación de un Estado débil con una potencia
hegemónica se amerita, a no ser que haya una expectativa fundamentada de un saldo material beneficioso. Las
confrontaciones políticas o simbólicas raramente se justifican. Muy diferente es el caso de las controversias
comerciales y financieras que entrañan la defensa de intereses vitales de los que puede depender el futuro del Estado
periférico y de su pueblo. Por eso, la capacidad de confrontación debe ahorrarse. Debe usarse sólo cuando resulta
imperativo para preservar intereses que contribuyen al bienestar de la gente o al poder del Estado. Asumir riesgos
gratuitos por cuestiones de principios que no están vinculadas a intereses tangibles es contrario a una definición
pragmática del interés nacional: si no lo harían un aseguradora, ni empresario alguno, no el ministro de Economía, ni
el presidente del Banco Central, no tiene por qué hacerlo el ministro de Relaciones Exteriores, a no ser que se parta de
la premisa (inconsciente) de que la política exterior es el deporte de los Estados.

VAN KLAVEREN
Análisis de política exterior desde América Latina

La política exterior es una política pública, pero es más que eso. Por medio de la política exterior, los Estados se
relacionan con el sistema internacional y se adaptan a éste. De esta manera, la política exterior se vincula a la
disciplina de las relaciones internacionales, representando un área específica en ese ámbito. La política exterior
también suele parecer diferente al resto de las políticas. Muchas veces se identifica como una política de Estado que
está por sobre las diferencias políticas internas y los cambios de gobierno. Se le atribuye permanencia y se aspira a que
sea congruente y, ocasionalmente en el discurso público, invariable. Van Klaveren expone los elementos básicos del
análisis de la política exterior, identifica sus factores externos e internos, y menciona sus principales actores, desde
una perspectiva latinoamericana.

El análisis de la política exterior

El análisis de la política exterior requiere un estudio de la estructura o contexto en que se adoptan las decisiones, así
como del proceso mediante el cual se adoptan. La estructura se refiere tanto al ámbito externo como al interno. El
proceso se refiere a los actores que intervienen, instituciones, grupos, personas y las interacciones que se generan
entre ellos.

Es probable que la clasificación más conocida y utilizada de las variables que afectan los comportamientos de política
exterior sea la que distingue entre factores externos e internos. Los analistas han demostrado la relevancia que asume
el contexto interno de los países en la elaboración de la política exterior. El énfasis en los factores internos ha
permitido a los expertos superar las limitaciones del análisis tradicional de la política del poder, que tendía a
considerar que los países se comportaban con independencia de las fuerzas políticas y sociales internas en la búsqueda
de intereses nacionales evidentes por sí solos.

Cualquier análisis que eleva a los factores internos o externos a la categoría de determinantes primarios y exclusivos
de la política exterior está condenado al fracaso. Las dos categorías de factores no están en competencia, sino que se
complementan.

El contexto externo

El medio externo de cada Estado comprende el sistema global compuesto por el resto de los Estados, tanto de manera
individual como en una variedad de combinaciones. El sistema global se caracteriza por una situación de
interdependencia compleja e incluye diferentes regímenes internacionales. La noción de sistema global también
comprende una variedad de actores no estatales; éstos pueden variar desde organizaciones intergubernamentales hasta
organizaciones no gubernamentales. Todos estos actores pueden transferir influencias desde el medio externo a
cualquier sistema de política exterior.

La estructura del sistema internacional ha representado siempre un referente básico para el análisis de la política
exterior de los países, tanto más en América Latina. La noción de estructura sirve para establecer los límites dentro de
los cuales se mueven los actores en su conjunto. La particular configuración de poder entre los Estados resulta
fundamental para evaluar el margen de maniobra de que dispone una política exterior. No es lo mismo un sistema
unipolar que uno bipolar, o que uno multipolar. Pero no sólo importa la distribución global de los recursos políticos y
estratégicos. También resulta fundamental la distribución de los recursos económicos, las formas en que se genera la
riqueza y las relaciones que se establecen entre los países en ese ámbito.

● Debido a la condición históricamente periférica de la región, una ya larga tradición de estudios de RRII
latinoamericanos se ha concentrado en las perspectivas sistémicas. El supuesto del que estos estudios partían es que
América Latina era extremadamente sensible a su medio externo y que su comportamiento hacia otros países tendía a
ser una reacción, de acatamiento o de rechazo, a estímulos que se originaban más allá de sus fronteras. Ejemplos de
ello son los enfoques estructuralista y de la dependencia. Por lo tanto, los análisis sistémicos en América Latina
suelen destacar la calidad periférica de la región y vulnerabilidad respecto de las variables externas.
● Por otra parte, las perspectivas de política del poder se centran igualmente en el contexto externo y se caracterizan por
su orientación estratégica, racional y calculadora, por su tendencia a considerar al Estado como un actor unificado y
racional, y por su énfasis en los conflictos internacionales. Este enfoque de política del poder considera las acciones
de otros países como los principales factores condicionantes de las decisiones de política exterior.

El contexto interno

El contexto interno también influye poderosamente. Para algunos, la política exterior debe ser entendida como el
producto de la dinámica interna de un Estado. Los recursos de que dispone un país para llevar a cabo su política
exterior sin duda importan; también son relevantes la calidad de la diplomacia, el prestigio de un país o su imagen
nacional. Pero los recursos no bastan por sí solos; importa también la capacidad y voluntad de aprovecharlos.

● Las características del sistema político pueden ser significativas para explicar cambios en la política exterior. Éstas se
refieren al régimen político, es decir, a la forma de la organización política. La distinción básica que se hace en esta
área es entre regímenes democráticos y autoritarios, y apunta a saber si un régimen político determinado conduce a
cierto tipo de política exterior o por lo menos afecta esta área. Esta interrogante fue relevante para analizar las
continuidades y cambios entre los regímenes autoritarios y democráticos en diversos países de América Latina y los
efectos de los procesos de transición a la democracia que se dieron en la región.
● Otro elemento del contexto interno que es relevante tiene que ver con las políticas económicas de los países.
Considerando que todas las naciones latinoamericanas forman parte del mundo en desarrollo, este elemento se hace
equivalente a las estrategias específicas de desarrollo que han seguido. En América Latina, los países con estrategias
económicas más liberales y políticas comerciales más aperturistas tienden a bajar el tono de la antigua confrontación
Norte-Sur o Primer-Tercer Mundo.
● Los países desarrollan culturas de política exterior que equivalen a conjuntos de creencias, imágenes y símbolos que
mantienen las elites y las opiniones públicas de los países respecto de sus relaciones exteriores. Existe una tendencia
al congelamiento de estas culturas; en el caso de América Central y del Sur se observa que las realidades del siglo
XIX tienden a congelarse, configurando agendas históricas que influyen de forma permanente en las visiones de
política exterior.

Actores y toma de decisiones

Múltiples actores intervienen en las decisiones de política exterior y lo hacen dentro de determinados contextos
organizaciones y de decisión, los cuales se condicionan por sus propias preferencias y características. El estudio de
esos actores y de los procesos mediante los cuales adoptan las decisiones y definen sus objetivos es fundamental en
los análisis de política exterior.

● Los jefes de Estado o de Gobierno concentran importantes poderes en el área de la política exterior. No sólo toman las
decisiones importantes, sino que también cultivan estilos personales de política exterior. El carisma, los grados de
interés y atención presidenciales en los temas internacionales y los rasgos personales han dejado una huella clara en
muchos esquemas de política exterior.
● Los ministros o secretarios de relaciones exteriores desempeñan un papel crucial en la ejecución de la política
exterior. En América Latina, ciertos ministros han sido especialmente relevantes en las posiciones internacionales de
sus países.
● Las cancillerías, que consisten en burocracias altamente institucionalizadas, suelen asumir la representación de las
culturas de política exterior y se presentan como garantes de los intereses diplomáticos permanentes de los países.
● Aunque los ministerios de relaciones exteriores suelen reclamar un virtual monopolio de la conducción externa de un
país, crecientemente tienen que compartir sus responsabilidades con otros ministerios. En América Latina, sus
competidores más fuertes han procedido del área económica.
● Considerando la relación entre política exterior y política de defensa, no es de extrañar que en varios países los
ministros de defensa y las burocracias que los apoyan asuman papeles importantes en la política exterior y
desarrollen sus propias diplomacias.
● Los congresos han defendido celosamente sus facultades tradicionales en materia de política exterior. Estas
atribuciones para ratificar los tratados internacionales y aprobar los resultados de las negociaciones económicas
internacionales les siguen otorgando competencias importantes.
● Los partidos políticos pueden intervenir en una serie de temas de política exterior, no sólo en consideración a las
funciones naturales que cumplen en los regímenes democráticos, sino también por el interés que han manifestado en
algunas cuestiones internacionales, tanto en el plano de la política contingente como en el plano simbólico.
● Los grupos de interés pueden ejercer considerable influencia en las decisiones de la política exterior. El peso de los
lobbies en determinadas áreas de la política exterior estadounidense es evidente.
● El papel de los medios de comunicación en la formulación de la política exterior se hace cada vez más relevante y
orientado tanto hacia la formación de la opinión pública como hacia la propia elite que adopta las decisiones.

Así, los procesos de formulación o toma de decisiones son dinámicos e incluyen racionalidades institucionales y
personales en combinaciones muy variadas. La multiplicación de actores y los cambios en la administración moderna
hacen más complejos los procesos.

En el pasado, la escuela realista de las RRII postulaba como objetivo central de la política exterior la búsqueda del
interés nacional definido en términos de poder, seguridad y riqueza. Hoy se estima que los objetivos de una política
exterior no se limitan sólo a la preservación de la integridad de los Estados, a la protección de sus habitantes, dentro y
fuera del país, y a la búsqueda de la prosperidad. También proyecta identidad y valores, y se orienta, a través de
políticas multilaterales, hacia la búsqueda de un orden internacional estable y cooperativo mediante la adopción de
nuevos regímenes internacionales.

La formulación de la política exterior será siempre el resultado de la interacción entre el contexto interno y externo.
Ninguna explicación única parece adecuada para reflejar la complejidad de la política exterior. Siempre habrá
necesidad de combinar perspectivas teóricas para entender la trayectoria y características de las políticas exteriores.

U13: TEORÍAS DE LA INTEGRACIÓN REGIONAL


PERROTTA
Integración regional como objeto de estudio

La integración regional se vuelve un objeto de estudio a partir de la década de 1950 con la creación de un arreglo
regional que tuvo la particularidad de unir bajo una autoridad común un sector estratégico de la producción de dos
Estados que habían permanecidos, hasta entonces, enemistados. Tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, Alemania y
Francia (junto a Bélgica, Luxemburgo y los Países Bajos) deciden comunitarizar la producción de acero y de carbón.
Para las RRII, el hecho estimuló el estudio teórico del mismo.

Durante los primeros años de la integración en Europa Occidental, las tesis neofuncionalistas permitieron explicar el
proceso de puesta en común de la soberanía y su profundización hacia nuevas áreas de integración y creación de las
instituciones comunitarias. Sin embargo, en tanto los procesos de integración regional no son, de manera necesaria,
esquemas evolutivos, el estancamiento del proceso de integración a mediados de la década de 1960 refutó las tesis
neofuncionalistas y habilitó los abordajes de corte realista (intergubernamentalismo). En este marco, los teóricos de las
RRII en los EE.UU. perdieron el interés en el estudio de la integración europea (la “era sombría” de la integración), lo
cual no redundó en ausencia de estudios sino que, al contrario, permitió que la entonces Comunidad Económica
Europea comience a ser abordada desde otras disciplinas (ciencia política, sociología, atropología).

Sobre esta base, a mediados de la década de 1980, a la par que se relanza la CEE y comienzan a ensayarse nuevos
acuerdos de integración regional a nivel mundial, se percibe la imposibilidad de contar con una única teoría
comprensiva de la integración y, consecuentemente, la parcialidad de cada enfoque teórico. En este punto se produce
una bifurcación de los estudios sobre integración regional. Por un lado, dentro del campo de estudios europeos, se
habilitan nuevos enfoques para tomar las diferentes aristas del proceso; por el otro, se plantean acercamientos más
generalistas en vistas a incorporar el conjunto de nuevos procesos de regionalismo que se suceden con mayor
intensidad a partir de la década de 1990 y en el marco de la cristalización de un nuevo orden económico mundial. Una
de las preocupaciones centrales consistió en identificar la peculiaridad de “lo regional” y los diferentes incentivos o
propósitos de la creación de los nuevos regionalismos.

Unidad regional europea

La teoría de la integración regional como tal surge a partir de un hecho particular: el proceso de unión de Europa
Occidental luego de la Segunda Guerra Mundial. En 1951 se creó la Comunidad Europea del Carbón y del Acero, un
organismo para regular la producción y comercialización de estos dos sectores entre Francia, Alemania Occidental,
Italia y los países del BE.NE.LUX. El nuevo organismo colocó bajo una única agencia común dos sectores clave y
unió a los eternos enemigos en una zona especial (Alsacia y Lorena). Este proceso se profundizó a partir de 1957 con
la creación de la Comunidad Económica Europea.

De esta manera, la práctica y la política de integración regional anteceden a su teorización. En consecuencia, la


decisión por retornar a la senda de la paz y el desarrollo económico a través de la integración suscitó el interés de los
académicos de las RRII. Las dos teorías tradicionales para explicar el proceso de integración regional de Europa
Occidental son el neofuncionalismo y el intergubernamentalismo. Para ambos, el eje de la explicación se coloca en la
identificación y el análisis de qué actores son los más relevantes y cuentan con mayor poder en los procesos de
integración: los Estados soberanos (intergubernamentalismo) o las instituciones supranacionales (neofuncionalismo).

El nuevo regionalismo

En la década de 1980, y con mayor intensidad en la de 1990, al calor de las modificaciones en el escenario económico
y político internacional, surgen nuevos procesos de integración mientras que los ya existentes son revitalizados al
unísono de las nuevas tendencias. Estas experiencias novedosas de integración regional, no sólo en Europa sino que en
el mundo entero, constituirán un objeto de estudio reformateado.

Al mismo tiempo, la política de integración regional quedará sujeta a la formación de una visión prescriptiva, por parte
de los organismos internacionales de crédito o reguladores del comercio multilateral, respecto del modo e intensidad
de los nuevos regionalismos (OMC, CEPAL). Por otra parte, la preocupación central del enfoque del nuevo
regionalismo consistió en la delimitación del concepto de región y en el necesidad de distinguir formas de la
integración regional dado un mapa global caracterizado por la multiplicidad de acuerdos.

Síntesis

- La práctica de la integración regional precede a la teoría de la integración regional:


El caso europeo, en primera instancia, y el conjunto de experiencias en todo el mundo de la década de 1990, luego,
motorizaron la búsqueda de respuestas teóricas para comprenderlos en su especificidad. Al mismo tiempo, el
desarrollo de los procesos de integración motivó la instauración de metodologías creativas para tomar las diferentes
variables.

- La integración regional es, ante todo, una política pública:


La integración regional consiste en una decisión de los Estados en función de sus lineamientos de política más
amplios. La profundización o el retroceso de la integración en Europa, el alineamiento o no a las prescripciones
proyectadas por organismos internacionales, son todas decisiones de política que moldean diferentes formas de hacer
integración.

- Las regiones son construcciones:


No existen regiones naturales o dadas, si bien el compartir una misma geografía contribuye a la integración. En tanto
son una construcción política, revisten también el carácter de construcción social compartida.

- El estudio de la integración regional debe reconocer su dimensión histórica:


En un mismo proceso de integración regional pueden darse modelos divergentes, contradictorios o en pugna a lo largo
del tiempo.

- No es posible encontrar modelos puros de integración:


- En un mismo momento histórico pueden presentarse elementos de diferentes formas de encaminar la integración.

Malamud y Gardini

- Proceso integración América Latina: En superposición.


- Proceso integración Europa: En complementación.

En América Latina, la evolución de la integración regional revela que primero se produce un proceso de integración
económico y luego uno de integración político. En la integración sudamericana, el tema más importante de resolver
son los procesos económicos, puesto que existen dificultades para avanzar sobre este tema.

NOLTE
Regionalismo latinoamericano
Siempre ha habido contradicciones y tensiones en el regionalismo latinoamericano, a pesar de las diversas formas que
pueda adoptar a lo largo del tiempo. Lo bueno son sus factores que le han dado continuidad; lo malo son sus
limitaciones estructurales; lo feo son los desafíos y conflictos que se le presentan; y lo necesario son los pasos y las
estrategias que deberían seguir.
Lo bueno
Muchos factores han dado continuidad al regionalismo latinoamericano:
● Ser una zona sin mayores conflictos bélicos, libre de armas nucleares, y sigue una tradición legalista y de
respeto al derecho internacional, basada en la existencia de un orden internacional regulado y en la resolución
de disputas entre Estados por mecanismos de la diplomacia.
● Desde la independencia, ha habido varios proyectos de integración en la región(corpus de ideas, instituciones
y principios de cooperación regional).
● Ha habido una línea de continuidad de proyectos regionales durante los últimos 60 años(path dependency),
sobreviviendo a las crisis recurrentes.
● Latam tiene la experiencia acumulada tanto de constelaciones de crisis como de la subsecuente recuperación
de proyectos regionales.
● Los acuerdos de comercio preferencial subregionales han impulsado la integración regional a través de sus
efectos positivos sobre el comercio interregional.
● Cuando ha existido la necesidad y el interés de los gobiernos de la región, Latam ha demostrado ser una
región propicia y abierta para la implementación de nuevos proyectos regionales.
● Se caracteriza por llevar a cabo proyectos nuevos, originales y creativos.
● El regionalismo latinoamericano y la gobernanza regional abarcan desde lo económico hasta seguridad, salud,
infraestructura, salud, migración u otros. Estas áreas compensan lo endeble que pueden llegar a ser las bases
económicas del regionalismo latinoamericano.
● Los ciudadanos latinoamericanos apoyan la integración regional.
● Actores externos apoyan los procesos de cooperación e integración regional, lo que facilita el diálogo
interregional y evita el proceso de negociar con cada país latinoamericano por separado.
Lo malo
Las fisuras del RL radican en los desafíos estructurales de los mismos, los cuales tienen dimensiones internas y
externas a la región. Entre los desafíos se encuentran:
● Latam es una región fragmentada, en la que se sobreponen diferentes tipos de integración regional y
subregional.
● Conceptos como regionalismo poshegemónico o regionalismo heterodoxo y los diversos subtipos del RL
demuestran que no existe un RL todo-abarcador.
● El establecimiento de límites(geográficos) a los proyectos de integración ha sido un desafío permanente en la
región. A ello debe sumársele el desafío de manejar el solapamiento de diversas organizaciones regionales.
● Aunque el comercio intrarregional ha crecido, el RL se caracteriza por una baja regionalización económica.
Los niveles de comercio intrarregional son magros en comparación con los de otras regiones.
● La fragmentación de los acuerdos de comercio preferencial en Latam en subregiones ha reforzado los efectos
negativos que se presentan dado el tamaño limitado y la similitud de las ventajas comparativas de las
economías involucradas.
● En Latam no se han cumplido las promesas del regionalismo abierto, es decir, los acuerdos de comercio
preferencial no han impulsado la competitividad de las empresas locales y sus exportaciones al mercado
global.
● La predominancia del sector primario en las exportaciones de los países latinoamericanos ha sido un obstáculo
de gran envergadura para alcanzar una mayor regionalización económica basada en sectores industriales
interesados en la creación de cadenas de valor regionales. La desunión latinoamericana es una suma de
primarizaciones nacionales.
● Como consecuencia los países latinoamericanos tienen vínculos extrarregionales más fuertes que lazos
económicos intrarregionales.
● Latam ha sido una región porosa a la influencia de países como China o EEUU, siendo la dimensión externa el
motor del RL.
● La porosidad de la región ha provocado el surgimiento como contra tendencia de la ultra defensa de la
soberanía y la búsqueda de una mayor autonomía, llevando a la creación de organizaciones regionales.
● Las nociones de soberanía nacional y sobre la igualdad de los Estados están bien enraizadas en la tradición
latinoamericana, así como en el principio de no intervención.
● Se definen los empeños a favor de la protección colectiva y mutua de la soberanía de los países
latinoamericanos como intentos por salvaguardar o complementar las soberanías; y no para juntar y compartir
soberanía.
● En consecuencia, la protección de la soberanía nacional sigue constituyendo una limitación importante para la
profundización de los procesos de integración regional.
● Esta orientación soberanista frena el surgimiento de una integración más profunda y la creación de
instituciones regionales que sean fuertes y tengan cierto grado de independencia. Una burocracia
supranacional puede dar continuidad y sustentabilidad a las actividades regionales en tiempos de crisis.
● El RL es tanto intergubernamental como interpresidencial, dependiendo fundamentalmente de figuras
presidenciales fuertes para lograr avanzar.
● En un escenario de multipolaridad descentrada en el ámbito económico internacional, existen muchas fuerzas
centrífugas que son adversas a la integración regional económica. Las interacciones económicas no están
concentradas en la potencia regional de forma radial, más bien de forma multidireccional. Da lugar a una
mayor permeabilidad por parte de las potencias, a la vez que los países menores buscan cooperación
extrarregional para aumentar su autonomía y disminuir su dependencia con respecto a potencias regionales.
● Estos mismos incentivos sistémicos estimulan a que las potencias regionales prescindan de las ventajas que
tiene la integración regional y, por tanto, actúen de manera unilateral con el fin de maximizar beneficios en
sus relaciones con países externos a la región.
● El RL se han caracterizado a lo largo del tiempo por incumplir los objetivos y las decisiones pactadas.
● En Latam hay una tendencia por externalizar la solución de controversias y conflictos y no recurrir a los
mecanismos de solución de las organizaciones o mecanismos regionales. Existe el temor de que al recurrir a
estos mecanismos surja un efecto divisorio para la organización.
● El RL padece de una sobredosis de política simbólica.

Lo feo
Una grave crisis del RL, tanto debido a factores coyunturales como a causas estructurales. Entre estos últimos, se
encuentra:
● En el S. XXI la integración regional no ha dado un mayor impulso al comercio intrarregional, disminuyendo el
mismo de hecho.
● La desconcentración del poder en el sistema internacional ha resultado tanto en una mayor autonomía regional
como en una mayor autonomía nacional. Por un lado, esto ha facilitado la integración regional pero también la
ha limitado. “La paradoja de la autonomía” da como resultado a instituciones débiles que casi no ponen
límites a la actuación de los Estados miembro de las organizaciones regionales, mandando el principio del
consenso y dando lugar a un bloqueo de las organizaciones regionales producto de esto.
● La tendencia en los procesos de integración regional es que tengan una estructura institucional cada vez más
ligera. Mientras en los años 1990 la creación de instituciones supranacionales era un tema en boga en el RL,
en el S. XXI el regionalismo ligero fue el concepto dominante.
● La tendencia que tienen los Estados miembro por preservar lo más posible su autonomía en las organizaciones
regionales se combina con el interpresidencialismo del RL. La cooperación regional ha sido facilitada por la
constelación de sintonía ideológica entre los gobiernos de la región en los tiempos de la marea rosa en Latam.
● En el presente, no existe un liderazgo lo suficientemente fuerte en Latam que pueda promover proyectos
regionales o ponga fin a la parálisis por la que atraviesan algunas de las organizaciones regionales.
● Se han reforzado las tendencias hacia un regionalismo cruzado y hacia la promoción de acuerdos minilaterales
entre países de diferentes regiones.
El futuro
Existe un fundamento para reactivar el RL, pero hay que tomar en cuenta las limitaciones mencionadas anteriormente,
así como también los nuevos desafíos coyunturales. Entre los factores positivos en la coyuntura actual cabe mencionar
que la ciudadanía todavía apoya ampliamente los procesos de integración regional. De la misma forma, muchos
actores extrarregionales apuestan a una mayor integración regional. Todavía existen organizaciones regionales
funcionando, mientras hay otras que esperan a ser reactivadas.
También existen factores limitantes, dependiendo el futuro del RL de la inserción de la región en la economía y la
política internacional, a la vez que determina qué tan autónoma es la región. Asimismo, la influencia de las potencias
va a seguir presente.
No cabe duda de que Latam tiene que confrontar su porosidad. La región debe definirse a la vez en términos
exclusivos(solo LATAM). Asimismo, necesita de mejores mecanismos que le permitan articular y defender sus
intereses de cara al mundo. Por otro lado, la región debe aprovechar las nuevas oportunidades que un mundo multiplex
o de multipolaridad descentralizada le ofrece.
Por un lado, Latam debe reforzar o reanimar a las organizaciones regionales para representar y defender la región
hacia afuera. Por el otro lado, organizaciones ya existentes y en funcionamiento pueden ser fundamentales para
aprovechar las nuevas oportunidades ofrecidas por el regionalismo cruzado. Para que toda Latam se beneficie a través
de esta nueva estrategia es necesario que se arme un mercado latinoamericano ampliado.
Una política de integración exitosa debe combinar lo político con lo económico y lo comercial. Se necesita asimismo
un regionalismo pragmático y flexible tanto hacia afuera como hacia adentro.

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