Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
2. Carta del Santo Padre Francisco a los jóvenes con ocasión de la presentación del documento
preparatoria de la XV Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos. p. 22
4. Carta al Santo Padre de los jóvenes latinoamericanos participantes del Pre- Sinodo. p. 51
6. Instrumentum laboris p. 66
Introducción
«Os he dicho esto para que mi gozo esté en vosotros y vuestro gozo sea perfecto» (Jn 15,11): este es
el proyecto de Dios para los hombres y mujeres de todos los tiempos y, por tanto, también para todos
los jóvenes y las jóvenes del tercer milenio, sin excepción.
Anunciar la alegría del Evangelio es la misión que el Señor ha confiado a su Iglesia. El Sínodo sobre
la nueva evangelización y la Exhortación Apostólica Evangelii gaudium han afrontado cómo llevar a
cabo esta misión en el mundo de hoy; en cambio, los dos Sínodos sobre la familia y la Exhortación
Apostólica Post-sinodal Amoris laetitia se han dedicado al acompañamiento de las familias hacia esta
alegría.
Como continuación de este camino, a través de un nuevo camino sinodal sobre el tema: «Los jóvenes,
la fe y el discernimiento vocacional», la Iglesia ha decidido interrogarse sobre cómo acompañar a los
jóvenes para que reconozcan y acojan la llamada al amor y a la vida en plenitud, y también pedir a los
mismos jóvenes que la ayuden a identificar las modalidades más eficaces de hoy para anunciar la
Buena Noticia. A través de los jóvenes, la Iglesia podrá percibir la voz del Señor que resuena también
hoy. Como en otro tiempo Samuel (cfr. 1Sam 3,1-21) y Jeremías (cfr. Jer 1,4-10), hay jóvenes que
saben distinguir los signos de nuestro tiempo que el Espíritu señala. Escuchando sus aspiraciones
podemos entrever el mundo del mañana que se aproxima y las vías que la Iglesia está llamada a
recorrer.
La vocación al amor asume para cada uno una forma concreta en la vida cotidiana a través de una
serie de opciones que articulan estado de vida (matrimonio, ministerio ordenado, vida consagrada,
etc.), profesión, modalidad de compromiso social y político, estilo de vida, gestión del tiempo y del
dinero, etc. Asumidas o padecidas, conscientes o inconscientes, se trata de elecciones de las que
nadie puede eximirse. El propósito del discernimiento vocacional es descubrir cómo transformarlas, a
la luz de la fe, en pasos hacia la plenitud de la alegría a la que todos estamos llamados.
La Iglesia es consciente de poseer «lo que hace la fuerza y el encanto de la juventud: la facultad de
alegrarse con lo que comienza, de darse sin recompensa, de renovarse y de partir de nuevo para
nuevas conquistas» (Mensaje del Concilio Vaticano II a los jóvenes, 8 de diciembre de 1965); las
riquezas de su tradición espiritual ofrecen muchos instrumentos con los que acompañar la maduración
de la conciencia y de una auténtica libertad.
Desde esta perspectiva, con el presente Documento Preparatorio, se da inicio a la fase de consulta de
todo el Pueblo de Dios. El Documento – dirigido a los Sínodos de los Obispos y a los Consejos de los
Jerarcas de las Iglesias Orientales Católicas, a las Conferencias Episcopales, a los Dicasterios de la
Curia Romana y a la Unión de Superiores Generales – termina con un cuestionario. Además está
prevista una consulta de todos los jóvenes a través de un sitio web, con un cuestionario sobre sus
expectativas y su vida. Las respuestas a los dos cuestionarios constituirán la base para la redacción
del Documento de trabajo o Instrumentum laboris, que será el punto de referencia para la discusión de
los Padres sinodales.
Este Documento Preparatorio propone una reflexión articulada en tres pasos. Se comienza delineando
brevemente algunas dinámicas sociales y culturales del mundo en el que los jóvenes crecen y toman
sus decisiones, para proponer una lectura de fe. Posteriormente se abordan los pasos fundamentales
del proceso de discernimiento, que es el instrumento principal que la Iglesia desea ofrecer a los jóvenes
para que descubran, a la luz de la fe, la propia vocación. Por último, se ponen de relieve los
componentes fundamentales de una pastoral juvenil vocacional. Por lo tanto, no se trata de un
Ofrecemos como inspiración para el camino que inicia un icono evangélico: Juan, el apóstol. En la
lectura del Cuarto Evangelio él no sólo es la figura ejemplar del joven que elige seguir a Jesús sino
también «el discípulo a quien Jesús amaba» (Jn 13,23; 19,26; 21,7).
«Fijándose en Jesús que pasaba, [Juan el Bautista] dijo: “He ahí el Cordero de Dios”. Los dos
discípulos le oyeron hablar así y siguieron a Jesús. Jesús se volvió y, al ver que le seguían, les dice:
“¿Qué buscáis?”. Ellos le respondieron: “Rabbí – que quiere decir ‘Maestro’ –, ¿dónde vives?”. Les
respondió: “Venid y lo veréis”. Fueron, pues, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día. Era
más o menos la hora décima» (Jn 1,36-39).
En búsqueda de un sentido que dar a la propia vida, dos discípulos del Bautista son interpelados por
Jesús con la pregunta penetrante: «¿Qué buscáis?». A su contestación «Rabbí – que quiere decir
‘Maestro’ –, ¿dónde vives?», le sigue la respuesta-invitación del Señor: «Venid y lo veréis» (vv. 38-39).
Jesús los llama al mismo tiempo a un camino interior y a una disponibilidad de ponerse concretamente
en movimiento, sin saber bien a dónde esto los llevará. Será un encuentro memorable, hasta el punto
de recordar incluso la hora (v. 39).
Gracias a la valentía de ir y ver, los discípulos experimentarán la amistad fiel de Cristo y podrán vivir
diariamente con Él, dejarse interrogar e inspirar por sus palabras, dejarse impresionar y conmover por
sus gestos.
Juan, en particular, será llamado a ser testigo de la Pasión y Resurrección de su Maestro. En la última
cena (cfr. Jn13,21-29), su intimidad con Él lo llevará a reclinar la cabeza sobre el pecho de Jesús y a
confiar en Su palabra. Mientras conduce a Simón Pedro a la casa del sumo sacerdote, se enfrentará
a la noche de la prueba y de la soledad (cfr. Jn 18,13-27). Junto a la cruz acogerá el profundo dolor de
la Madre, a quien es confiado, asumiendo la responsabilidad de cuidar de ella (cfr. Jn 19,25-27).
En la mañana de Pascua compartirá con Pedro la carrera agitada y llena de esperanza hacia el
sepulcro vacío (cfr. Jn 20,1-10). Por último, durante la extraordinaria pesca en el lago de Tiberíades
(cfr. Jn 21,1-14), reconocerá al Resucitado y dará testimonio de Él a la comunidad.
La figura de Juan nos puede ayudar a comprender la experiencia vocacional como un proceso
progresivo de discernimiento interior y de maduración de la fe, que conduce a descubrir la alegría del
amor y la vida en plenitud en la entrega y en la participación en el anuncio de la Buena Noticia.
Este capítulo no ofrece un análisis completo de la sociedad y del mundo, sino que tiene presente
algunos resultados de la investigación en el ámbito social útiles para abordar el tema del discernimiento
vocacional, a fin de «dejarnos interpelar por ella en profundidad y dar una base concreta al itinerario
ético y espiritual» (Laudato Si', 15).
La descripción, elaborada a nivel mundial, exigirá ser adaptada a la realidad de las circunstancias
específicas de cada región: a pesar de la presencia de tendencias globales, las diferencias entre las
diversas áreas del planeta siguen siendo relevantes. En muchos aspectos es correcto afirmar que
existe una pluralidad de mundos juveniles, no sólo uno. Entre las muchas diferencias, algunas resultan
particularmente evidentes. La primera es el efecto de las dinámicas geográficas y separa a los países
con alta natalidad, donde los jóvenes representan una proporción significativa y creciente de la
población, de aquellos cuyo peso demográfico se va reduciendo. Una segunda diferencia deriva de la
En las páginas que siguen el término “jóvenes” se refiere a las personas de edad comprendida
aproximadamente entre 16 y 29 años, siendo conscientes de que también este elemento exige ser
adaptado a las circunstancias locales. En cualquier caso, es bueno recordar que la juventud más que
identificar a una categoría de personas, es una fase de la vida que cada generación reinterpreta de un
modo único e irrepetible.
La rapidez de los procesos de cambio y de transformación es la nota principal que caracteriza a las
sociedades y a las culturas contemporáneas (cfr. Laudato Si', 18). La combinación entre complejidad
elevada y cambio rápido provoca que nos encontremos en un contexto de fluidez e incertidumbre
nunca antes experimentado: es un hecho que debe asumirse sin juzgar a priori si se trata de un
problema o de una oportunidad. Esta situación exige adoptar una mirada integral y adquirir la
capacidad de programar a largo plazo, prestando atención a la sostenibilidad y a las consecuencias
de las opciones de hoy en tiempos y lugares remotos.
A nivel mundial el mundo contemporáneo se caracteriza por una cultura “cientificista”, a menudo
dominada por la técnica y por las infinitas posibilidades que ésta promete abrir, en cuyo interior no
obstante «se multiplican las formas de tristeza y soledad en las que caen las personas, entre ellas
muchos jóvenes» (Misericordia et misera, 3). Como enseña la encíclica Laudato Si', la íntima relación
entre paradigma tecnocrático y búsqueda frenética del beneficio a corto plazo están en el origen de
esa cultura del descarte que excluye a millones de personas, entre ellas muchos jóvenes, y que
conduce a la explotación indiscriminada de los recursos naturales y a la degradación del ambiente,
amenazando el futuro de las próximas generaciones (cfr. 20-22).
Asimismo, no hay que olvidar que muchas sociedades son cada vez más multiculturales y
multirreligiosas. En particular, la coexistencia de varias tradiciones religiosas representa un desafío y
una oportunidad: puede crecer la desorientación y la tentación del relativismo, pero conjuntamente
aumentan las posibilidades de debate fecundo y enriquecimiento recíproco. A los ojos de la fe esto se
ve como un signo de nuestro tiempo que requiere un crecimiento en la cultura de la escucha, del
respeto y del diálogo.
Quien es joven hoy vive la propia condición en un mundo diferente al de la generación de sus padres
y de sus educadores. No sólo el sistema de obligaciones y oportunidades cambia con las
transformaciones económicas y sociales, sino que mudan también, subyacentemente, deseos,
El desafío de la multiculturalidad atraviesa particularmente el mundo juvenil, por ejemplo, con las
peculiaridades de las “segundas generaciones” (es decir, de aquellos jóvenes que crecen en una
sociedad y en una cultura diferentes de las de sus padres, como resultado de los fenómenos
migratorios) o de los hijos de parejas de algún modo “mixtas” (desde el punto de vista étnico, cultural
y/o religioso).
En muchas partes del mundo los jóvenes experimentan condiciones de particular dureza, en las que
se hace difícil abrir el espacio para auténticas opciones de vida, en ausencia de márgenes, aunque
sean mínimos, de ejercicio de la libertad. Pensemos en los jóvenes en situación de pobreza y
exclusión; en los que crecen sin padres o familia, o no tienen la posibilidad de ir a la escuela; en los
niños y chicos de la calle de tantas periferias; en los jóvenes desempleados, abandonados y migrantes;
en los que son víctimas de explotación, trata y esclavitud; en los niños y chicos reclutados a la fuerza
en bandas criminales o en milicias irregulares; en las niñas esposas o chicas obligadas a casarse
contra su voluntad. Son demasiados en el mundo los que pasan directamente de la infancia a la edad
adulta y a una carga de responsabilidad que no han podido elegir. A menudo, las niñas, las chicas y
las mujeres jóvenes deben hacer frente a dificultades aún mayores en comparación con sus coetáneos.
Estudios conducidos a nivel internacional permiten identificar algunos rasgos característicos de los
jóvenes de nuestro tiempo.
Pertenencia y participación
Los jóvenes no se perciben así mismos como una categoría desfavorecida o un grupo social que se
debe proteger y, en consecuencia, como destinatarios pasivos de programas pastorales o de opciones
políticas. No pocos de ellos desean ser parte activa en los procesos de cambio del presente, como
confirman las experiencias de activación e innovación desde abajo que tienen a los jóvenes como
principales, aunque no únicos, protagonistas.
Varias investigaciones muestran que los jóvenes sienten la necesidad de figuras de referencia
cercanas, creíbles, coherentes y honestas, así como de lugares y ocasiones en los que poner a prueba
la capacidad de relación con los demás (tanto adultos como coetáneos) y afrontar las dinámicas
afectivas. Buscan figuras capaces de expresar sintonía y ofrecer apoyo, estímulo y ayuda para
reconocer los límites, sin hacer pesar el juicio.
Los jóvenes sin embargo no buscan sólo figuras de referencia adultas: tienen un fuerte deseo de
diálogo abierto entre pares. En este sentido son muy necesarias las ocasiones de interacción libre, de
expresión afectiva, de aprendizaje informal, de experimentación de roles y habilidades sin tensión ni
ansiedad.
Tendencialmente cautos respecto a quienes están más allá del círculo de las relaciones personales,
los jóvenes a menudo nutren desconfianza, indiferencia o indignación hacia las instituciones. Esto se
refiere no sólo a la política, sino que afecta cada vez más a las instituciones formativas y a la Iglesia,
en su aspecto institucional. La querrían más cercana a la gente, más atenta a los problemas sociales,
pero no dan por sentado que esto ocurra de inmediato.
Todo esto tiene lugar en un contexto donde la pertenencia confesional y la práctica religiosa se vuelven,
cada vez más, rasgos de una minoría y los jóvenes no se ponen “contra”, sino que están aprendiendo
a vivir “sin” el Dios presentado por el Evangelio y “sin” la Iglesia, apoyándose en formas de religiosidad
y espiritualidad alternativas y poco institucionalizadas o refugiándose en sectas o experiencias
religiosas con una fuerte matriz de identidad. En muchos lugares la presencia de la Iglesia se va
haciendo menos capilar y por tanto resulta más difícil encontrarla, mientras que la cultura dominante
es portadora de instancias a menudo en contraste con los valores evangélicos, ya se trate de
elementos de la propia tradición o de la declinación local de una globalización de modelo consumista
e individualista.
Las jóvenes generaciones se caracterizan hoy por la relación con las tecnologías modernas de la
comunicación y con lo que normalmente se llama “mundo virtual”, no obstante también tenga efectos
muy reales. Todo esto ofrece posibilidades de acceso a una serie de oportunidades que las
generaciones precedentes no tenían, y al mismo tiempo presenta riesgos. Sin embargo, es de gran
importancia poner de relieve cómo la experiencia de relaciones a través de la tecnología estructura la
concepción del mundo, de la realidad y de las relaciones personales. A esto debería responder la
acción pastoral, que tiene necesidad de desarrollar una cultura adecuada.
En este contexto los viejos enfoques ya no funcionan y la experiencia transmitida por las generaciones
precedentes se vuelve obsoleta rápidamente. Valiosas oportunidades y riesgos insidiosos se
entrelazan en una maraña que no es fácil de desenredar. Adecuados instrumentos culturales, sociales
En la búsqueda de caminos capaces de despertar la valentía y los impulsos del corazón no se puede
dejar de tener en cuenta que la persona de Jesús y la Buena Noticia por Él proclamada siguen
fascinando a muchos jóvenes.
La capacidad de elegir de los jóvenes se ve obstaculizada por las dificultades relacionadas con la
condición de precariedad: la dificultad para encontrar trabajo o su dramática falta; los obstáculos en la
construcción de una autonomía económica; la imposibilidad de estabilizar la propia trayectoria
profesional. Para las mujeres jóvenes estos obstáculos son normalmente aún más difíciles de superar.
El malestar económico y social de las familias, la forma en que los jóvenes asumen algunos rasgos de
la cultura contemporánea y el impacto de las nuevas tecnologías exigen una mayor capacidad de
respuesta al desafío educativo en su acepción más amplia: esta es la emergencia educativa señalada
por Benedicto XVI en el Mensaje a la Ciudad y a la Diócesis de Roma sobre la urgencia de la educación
(21 de enero de 2008). A nivel mundial también hay que tener en cuenta las desigualdades entre
países y su efecto sobre las oportunidades ofrecidas a los jóvenes en las diferentes sociedades en
términos de inclusión. También factores culturales y religiosos pueden generar exclusión, por ejemplo
lo referente a las diferencias de género o a la discriminación de las minorías étnicas o religiosas, hasta
empujar a los jóvenes más emprendedores hacia la emigración.
En este contexto resulta particularmente urgente promover las capacidades personales poniéndolas al
servicio de un sólido proyecto de crecimiento común. Los jóvenes valoran la posibilidad de combinar
la acción en proyectos concretos en los que medir su capacidad de obtener resultados, el ejercicio de
un protagonismo dirigido a mejorar el contexto en el que viven, la oportunidad de adquirir y perfeccionar
sobre el terreno competencias útiles para la vida y el trabajo.
La innovación social expresa un protagonismo positivo que invierte la condición de las nuevas
generaciones: de perdedores que solicitan protección frente a los riesgos del cambio, a sujetos del
cambio capaces de crear nuevas oportunidades. Es significativo que precisamente los jóvenes – a
menudo encasillados en el estereotipo de la pasividad y de la inexperiencia – propongan y practiquen
alternativas que muestran cómo el mundo o la Iglesia podrían ser. Si queremos que en la sociedad o
en la comunidad cristiana suceda algo nuevo, debemos dejar espacio para que nuevas personas
puedan actuar. En otras palabras, proyectar el cambio según los principios de la sostenibilidad exige
que se consienta a las nuevas generaciones experimentar un nuevo modelo de desarrollo. Esto resulta
particularmente problemático en los países y contextos institucionales en los que la edad de quienes
ocupan puestos de responsabilidad es elevada y los ritmos de cambio generacional se hacen más
lentos.
A través del camino de este Sínodo, la Iglesia quiere reiterar su deseo de encontrar, acompañar y
cuidar de todos los jóvenes, sin excepción. No podemos ni queremos abandonarlos a las soledades y
a las exclusiones a las que el mundo les expone. Que su vida sea experiencia buena, que no se pierdan
en los caminos de la violencia o de la muerte, que la desilusión no los aprisione en la alienación: todo
esto no puede dejar de ser motivo de gran preocupación para quien ha sido generado a la vida y a la
fe y sabe que ha recibido un gran don.
La sabiduría de la Iglesia oriental nos ayuda a descubrir cómo esta confianza está arraigada en la
experiencia de “tres nacimientos”: el nacimiento natural como mujer o como hombre en un mundo
capaz de acoger y sostener la vida; el nacimiento del bautismo «cuando alguien se convierte en hijo
de Dios por la gracia»; y luego, un tercer nacimiento, cuando tiene lugar el paso «del modo de vida
corporal al espiritual», que abre al ejercicio maduro de la libertad (cfr.Discursos de Filoxeno de Mabbug,
obispo sirio del siglo V, n. 9).
Ofrecer a los demás el don que nosotros mismos hemos recibido significa acompañarlos a lo largo de
este camino, ayudándoles a afrontar sus debilidades y las dificultades de la vida, pero sobre todo
sosteniendo las libertades que aún se están constituyendo. Por todo ello la Iglesia, comenzando por
sus Pastores, está llamada a interrogarse y a redescubrir su vocación a la custodia con el estilo que el
Papa Francisco recordó al inicio de su pontificado: «el preocuparse, el custodiar, requiere bondad, pide
ser vivido con ternura. En los Evangelios, san José aparece como un hombre fuerte y valiente,
trabajador, pero en su alma se percibe una gran ternura, que no es la virtud de los débiles, sino más
bien todo lo contrario: denota fortaleza de ánimo y capacidad de atención, de compasión, de verdadera
apertura al otro, de amor» (Homilía en el inicio del ministerio petrino, 19 de marzo de 2013).
En esta perspectiva se presentarán ahora algunas ideas con vistas a un acompañamiento de los
jóvenes a partir de la fe, escuchando a la tradición de la Iglesia y con el claro objetivo de sostenerlos
en su discernimiento vocacional y en la toma de decisiones fundamentales de la vida, desde la
conciencia del carácter irreversible de algunas de ellas.
1. Fe y vocación
La fe, en cuanto participación en el modo de ver de Jesús (cfr. Lumen fidei, 18), es la fuente del
discernimiento vocacional, porque ofrece sus contenidos fundamentales, sus articulaciones
específicas, el estilo singular y la pedagogía propia. Acoger con alegría y disponibilidad este don de la
gracia exige hacerlo fecundo a través de elecciones de vida concretas y coherentes.
«No me habéis elegido vosotros a mí; sino que yo os he elegido yo a vosotros, y os he destinado para
que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto permanezca; de modo que todo lo que pidáis al Padre en
mi nombre os lo conceda. Lo que os mando es que os améis los unos a los otros» (Jn 15,16-17). Si la
vocación a la alegría del amor es el llamado fundamental que Dios pone en el corazón de cada joven
para que su existencia pueda dar fruto, la fe es al mismo tiempo don que viene de lo alto y respuesta
al sentirse elegidos y amados.
La fe «no es un refugio para gente pusilánime, sino que ensancha la vida. Hace descubrir una gran
llamada, la vocación al amor, y asegura que este amor es digno de fe, que vale la pena ponerse en
sus manos, porque está fundado en la fidelidad de Dios, más fuerte que todas nuestras debilidades»
(Lumen fidei, 53). Esta fe «ilumina todas las relaciones sociales», contribuyendo a «construir la
fraternidad universal» entre los hombres y mujeres de todos los tiempos (ibíd., 54).
La Biblia presenta numerosos relatos de vocación y de respuesta de jóvenes. A la luz de la fe, estos
gradualmente toman conciencia del proyecto de amor apasionado que Dios tiene para cada uno. Esta
es la intención de toda acción de Dios, desde la creación del mundo como lugar «bueno», capaz de
acoger la vida, y ofrecido como un don como la urdimbre de relaciones en las que confiar.
Creer significa ponerse a la escucha del Espíritu y en diálogo con la Palabra que es camino, verdad y
vida (cfr. Jn 14,6) con toda la propia inteligencia y afectividad, aprender a confiar en ella “encarnándola”
El espacio de este diálogo es la conciencia. Como enseña el Concilio Vaticano II, esta es «el núcleo
más secreto y el sagrario del hombre, en el que éste se siente a solas con Dios, cuya voz resuena en
el recinto más íntimo de aquélla» (Gaudium et spes, 16). Por lo tanto, la conciencia es un espacio
inviolable en el que se manifiesta la invitación a acoger una promesa. Discernir la voz del Espíritu de
otras llamadas y decidir qué respuesta dar es una tarea que corresponde a cada uno: los demás lo
pueden acompañar y confirmar, pero nunca sustituir.
La vida y la historia nos enseñan que para el ser humano no siempre es fácil reconocer la forma
concreta de la alegría a la que Dios lo llama y a la cual tiende su deseo, y mucho menos ahora en un
contexto de cambio e incertidumbre generalizada. Otras veces, la persona tiene que enfrentarse al
desánimo o a la fuerza de otros apegos que la detienen en su camino hacia la plenitud: es la
experiencia de muchos, por ejemplo la del joven que tenía demasiadas riquezas para ser libre de
acoger la llamada de Jesús y por esto se fue triste en lugar de lleno de alegría (cfr. Mc 10,17-22). La
libertad humana, aun necesitando ser siempre purificada y liberada, sin embargo, no pierde nunca del
todo la capacidad radical de reconocer el bien y de hacerlo: «Los seres humanos, capaces de
degradarse hasta el extremo, también pueden sobreponerse, volver a optar por el bien y regenerarse,
más allá de todos los condicionamientos mentales y sociales que les impongan» (Laudato Si’, 205).
Tomar decisiones y orientar las propias acciones en situaciones de incertidumbre y frente a impulsos
internos contradictorios es el ámbito del ejercicio del discernimiento. Se trata de un término clásico de
la tradición de la Iglesia, que se aplica a una pluralidad de situaciones. En efecto, existe un
discernimiento de los signos de los tiempos, que apunta a reconocer la presencia y la acción del
Espíritu en la historia; un discernimiento moral, que distingue lo que es bueno de lo que es malo; un
discernimiento espiritual, que tiene como objetivo reconocer la tentación para rechazarla y, en su lugar,
seguir el camino de la plenitud de vida. Las conexiones entre estas diferentes acepciones son
evidentes y no se pueden nunca separar completamente.
Teniendo presente esto, nos centramos aquí en el discernimiento vocacional, es decir, en el proceso
por el cual la persona llega a realizar, en el diálogo con el Señor y escuchando la voz del Espíritu, las
elecciones fundamentales, empezando por la del estado de vida. Si el interrogante de cómo no
desperdiciar las oportunidades de realización de sí mismo afecta a todos los hombres y mujeres, para
el creyente la pregunta se hace aún más intensa y profunda. ¿Cómo vivir la buena noticia del Evangelio
y responder a la llamada que el Señor dirige a todos aquellos a quienes les sale al encuentro: a través
del matrimonio, del ministerio ordenado, de la vida consagrada? Y cuál es el campo en el que se
pueden utilizar los propios talentos: ¿la vida profesional, el voluntariado, el servicio a los últimos, la
participación en la política?
El Espíritu habla y actúa a través de los acontecimientos de la vida de cada uno, pero los eventos en
sí mismos son mudos o ambiguos, ya que se pueden dar diferentes interpretaciones. Iluminar el
significado en lo concerniente a una decisión requiere un camino de discernimiento. Los tres verbos
con los que esto se describe en la Evangelii gaudium, 51 – reconocer, interpretar y elegir – pueden
ayudarnos a delinear un itinerario adecuado tanto para los individuos como para los grupos y las
comunidades, sabiendo que en la práctica los límites entre las diferentes fases no son nunca tan claros.
Reconocer
El reconocimiento se refiere, en primer lugar, a los efectos que los acontecimientos de mi vida, las
personas que encuentro, las palabras que escucho o que leo producen en mi interioridad: una variedad
En esta fase, la Palabra de Dios reviste una gran importancia: meditarla, de hecho, pone en movimiento
las pasiones como todas las experiencias de contacto con la propia interioridad, pero al mismo tiempo
ofrece una posibilidad de hacerlas emerger identificándose con los acontecimientos que ella narra. La
fase del reconocimiento sitúa en el centro la capacidad de escuchar y la afectividad de la persona, sin
eludir por temor la fatiga del silencio. Se trata de un paso fundamental en el camino de maduración
personal, en particular para los jóvenes que experimentan con mayor intensidad la fuerza de los deseos
y pueden también permanecer asustados, renunciando incluso a los grandes pasos a los que sin
embargo se sienten impulsados.
Interpretar
Esta fase de interpretación es muy delicada: se requiere paciencia, vigilancia y también un cierto
aprendizaje. Hemos de ser capaces de darnos cuenta de los efectos de los condicionamientos sociales
y psicológicos. También exige poner en práctica las propias facultades intelectuales, sin caer sin
embargo en el peligro de construir teorías abstractas sobre lo que sería bueno o bonito hacer: también
en el discernimiento«la realidad es superior a la idea» (Evangelii gaudium, 231). En la interpretación
tampoco se puede dejar de enfrentarse con la realidad y de tomar en consideración las posibilidades
que realmente se tienen a disposición.
Para interpretar los deseos y los movimientos interiores es necesario confrontarse honestamente, a la
luz de la Palabra de Dios, también con las exigencias morales de la vida cristiana, siempre tratando de
ponerlas en la situación concreta que se está viviendo. Este esfuerzo obliga a quien lo realiza a no
contentarse con la lógica legalista del mínimo indispensable, y en su lugar buscar el modo de sacar el
mayor provecho a los propios dones y las propias posibilidades: por esto resulta una propuesta
atractiva y estimulante para los jóvenes.
Este trabajo de interpretación se desarrolla en un diálogo interior con el Señor, con la activación de
todas las capacidades de la persona; la ayuda de una persona experta en la escucha del Espíritu es,
sin embargo, un valioso apoyo que la Iglesia ofrece, y del que sería poco sensato no hacer uso.
Elegir
Una vez reconocido e interpretado el mundo de los deseos y de las pasiones, el acto de decidir se
convierte en ejercicio de auténtica libertad humana y de responsabilidad personal, siempre claramente
situadas y por lo tanto limitadas. Entonces, la elección escapa a la fuerza ciega de las pulsiones, a las
que un cierto relativismo contemporáneo termina por asignar el rol de criterio último, aprisionando a la
persona en la volubilidad. Al mismo tiempo se libera de la sujeción a instancias externas a la persona
y, por tanto, heterónomas, exigiendo asimismo una coherencia de vida.
La decisión debe ser sometida a la prueba de los hechos en vista de su confirmación. La elección no
puede quedar aprisionada en una interioridad que corre el riesgo de mantenerse virtual o poco realista
– se trata de un peligro acentuado en la cultura contemporánea –, sino que está llamada a traducirse
en acción, a tomar cuerpo, a iniciar un camino, aceptando el riesgo de confrontarse con la realidad que
había puesto en movimiento deseos y emociones. Otros movimientos interiores nacerán en esta fase:
reconocerlos e interpretarlos permitirá confirmar la bondad de la decisión tomada o aconsejará
revisarla. Por esto es importante “salir”, incluso del miedo de equivocarse que, como hemos visto,
puede llegar a ser paralizante.
El tiempo es fundamental para verificar la orientación efectiva de la decisión tomada. Como enseña
cada página del texto bíblico, no hay vocación que no se ordene a una misión acogida con temor o con
entusiasmo.
Acoger la misión implica la disponibilidad de arriesgar la propia vida y recorrer la vía de la cruz,
siguiendo las huellas de Jesús, que con decisión se puso en camino hacia Jerusalén (cfr. Lc 9,51) para
ofrecer su vida por la humanidad. Sólo si la persona renuncia a ocupar el centro de la escena con sus
necesidades se abre el espacio para acoger el proyecto de Dios a la vida familiar, al ministerio
ordenado o a la vida consagrada, así como para llevar a cabo con rigor su profesión y buscar
sinceramente el bien común. En particular en los lugares donde la cultura está más profundamente
marcada por el individualismo, es necesario verificar hasta qué punto las elecciones son dictadas por
la búsqueda de la propia autorrealización narcisista y en qué grado, por el contrario, incluyen la
disponibilidad a vivir la propia existencia en la lógica de la generosa entrega. Por esto, el contacto con
la pobreza, la vulnerabilidad y la necesidad revisten gran importancia en los caminos de discernimiento
vocacional. En lo que respecta a los futuros pastores, es oportuno examinar y promover el crecimiento
de la disponibilidad a dejarse impregnar del “olor de las ovejas”.
4. El acompañamiento
Entre estos instrumentos, la tradición espiritual destaca la importancia del acompañamiento personal.
Para acompañar a otra persona no basta estudiar la teoría del discernimiento; es necesario tener la
experiencia personal en interpretar los movimientos del corazón para reconocer la acción del Espíritu,
cuya voz sabe hablar a la singularidad de cada uno. El acompañamiento personal exige refinar
continuamente la propia sensibilidad a la voz del Espíritu y conduce a descubrir en las peculiaridades
personales un recurso y una riqueza.
Los pasajes evangélicos que narran el encuentro de Jesús con las personas de su tiempo resaltan
algunos elementos que nos ayudan a trazar el perfil ideal de quien acompaña a un joven en el
discernimiento vocacional: la mirada amorosa (la vocación de los primeros discípulos, cfr. Jn 1,35-51);
la palabra con autoridad (la enseñanza en la sinagoga de Cafarnaún, cfr. Lc 4,32); la capacidad de
“hacerse prójimo” (la parábola del buen samaritano, cfr. Lc10,25-37); la opción de “caminar al lado”
(los discípulos de Emaús, cfr. Lc 24,13-35); el testimonio de autenticidad, sin miedo a ir en contra de
los prejuicios más generalizados (el lavatorio de los pies en la última cena, cfr. Jn 13,1-20).
¿Qué significa para la Iglesia acompañar a los jóvenes a acoger la llamada a la alegría del Evangelio,
sobre todo en un tiempo marcado por la incertidumbre, por la precariedad y por la inseguridad?
El propósito de este capítulo es concentrar la atención en lo que implica tomar en serio el desafío del
cuidado pastoral y del discernimiento vocacional, teniendo en consideración cuáles son los sujetos, los
lugares y los instrumentos a disposición. En este sentido, reconocemos una inclusión recíproca entre
pastoral juvenil y pastoral vocacional, aun siendo conscientes de las diferencias. No se tratará de una
panorámica exhaustiva, sino de indicaciones que se deben completar sobre la base de las experiencias
de cada Iglesia local.
Acompañar a los jóvenes exige salir de los propios esquemas preconfeccionados, encontrándolos allí
donde están, adecuándose a sus tiempos y a sus ritmos; significa también tomarlos en serio en su
dificultad para descifrar la realidad en la que viven y para transformar un anuncio recibido en gestos y
palabras, en el esfuerzo cotidiano por construir la propia historia y en la búsqueda más o menos
consciente de un sentido para sus vidas.
Cada domingo los cristianos mantienen viva la memoria de Jesús muerto y resucitado, encontrándolo
en la celebración de la Eucaristía. Muchos niños son bautizados en la fe de la Iglesia y continúan el
Precisamente porque se trata de interpelar la libertad de los jóvenes, hay que valorizar la creatividad
de cada comunidad para construir propuestas capaces de captar la originalidad de cada uno y
secundar su desarrollo. En muchos casos se tratará también de aprender a dar espacio real a la
novedad, sin sofocarla en el intento de encasillarla en esquemas predefinidos: no puede haber una
siembra fructífera de vocaciones si nos quedamos simplemente cerrados en el «cómodo criterio
pastoral del “siempre se ha hecho así”», sin «ser audaces y creativos en esta tarea de repensar los
objetivos, las estructuras, el estilo y los métodos evangelizadores de las propias comunidades»
(Evangelii gaudium, 33). Tres verbos, que en los Evangelios connotan el modo en el que Jesús
encuentra a las personas de su tiempo, nos ayudan a estructurar este estilo pastoral: salir, ver y llamar.
Salir
Pastoral vocacional en este sentido significa acoger la invitación del Papa Francisco a salir, en primer
lugar, de esas rigideces que hacen que sea menos creíble el anuncio de la alegría del Evangelio, de
los esquemas en los que las personas se sienten encasilladas y de un modo de ser Iglesia que a veces
resulta anacrónico. Salir es también signo de libertad interior respecto a las actividades y a las
preocupaciones habituales, a fin de permitir a los jóvenes ser protagonistas. Encontrarán atractiva a la
comunidad cristiana cuanto más la experimenten acogedora hacia la contribución concreta y original
que pueden aportar.
Ver
Salir hacia el mundo de los jóvenes requiere la disponibilidad para pasar tiempo con ellos, para
escuchar sus historias, sus alegrías y esperanzas, sus tristezas y angustias, compartiéndolas: esta es
la vía para inculturar el Evangelio y evangelizar toda cultura, también la juvenil. Cuando los Evangelios
narran los encuentros de Jesús con los hombres y las mujeres de su tiempo, destacan precisamente
su capacidad de detenerse con ellos y el atractivo que percibe quien cruza su mirada. Esta es la mirada
de todo auténtico pastor, capaz de ver en la profundidad del corazón sin resultar intruso o amenazador;
es la verdadera mirada del discernimiento, que no quiere apoderarse de la conciencia ajena ni
predeterminar el camino de la gracia de Dios a partir de los propios esquemas.
Llamar
En los relatos evangélicos la mirada de amor de Jesús se transforma en una palabra, que es una
llamada a una novedad que se debe acoger, explorar y construir. Llamar quiere decir, en primer lugar,
despertar el deseo, mover a las personas de lo que las tiene bloqueadas o de las comodidades en las
que descansan. Llamar quiere decir hacer preguntas a las que no hay respuestas preconfeccionadas.
Es esto, y no la prescripción de normas que se deben respetar, lo que estimula a las personas a
ponerse en camino y encontrar la alegría del Evangelio.
Para la pastoral los jóvenes son sujetos y no objetos. A menudo, de hecho, son tratados por la sociedad
como una presencia inútil o incómoda: la Iglesia no puede reproducir esta actitud, porque todos los
jóvenes, sin excepción, tienen el derecho a ser acompañados en su camino.
Además, cada comunidad está llamada a prestar atención especial sobre todo a los jóvenes pobres,
marginados y excluidos, y a convertirlos en protagonistas. Ser cercanos a los jóvenes que viven en
condiciones de mayor pobreza y dificultad, violencia y guerra, enfermedad, discapacidad y sufrimiento
es un don especial del Espíritu, capaz de hacer resplandecer el estilo de una Iglesia en salida. La
misma Iglesia está llamada a aprender de los jóvenes: de ello dan un testimonio luminoso muchos
jóvenes santos que continúan siendo fuente de inspiración para todos.
Toda la comunidad cristiana debe sentirse responsable de la tarea de educar a las nuevas
generaciones y debemos reconocer que son muchas las figuras de cristianos que la asumen,
empezando por quienes se comprometen dentro de la vida eclesial. También deben apreciarse los
esfuerzos de quien testimonia la vida buena del Evangelio y la alegría que de ella brota en los lugares
de la vida cotidiana. Por último, deben valorizarse las oportunidades de implicación de los jóvenes en
los organismos de participación de las comunidades diocesanas y parroquiales, empezando por los
consejos pastorales, invitándoles a contribuir con su creatividad y acogiendo sus ideas aunque
parezcan provocadoras.
En todas las partes del mundo existen parroquias, congregaciones religiosas, asociaciones,
movimientos y realidades eclesiales capaces de proyectar y ofrecer a los jóvenes experiencias de
crecimiento y de discernimiento realmente significativas. A veces esta dimensión proyectiva deja
espacio a la improvisación y a la incompetencia: es un riesgo del cual defenderse tomando cada vez
más en serio la tarea de pensar, concretizar, coordinar y realizar la pastoral juvenil de modo correcto,
coherente y eficaz. Aquí también se impone la necesidad de una preparación específica y continua de
los formadores.
El rol de adultos dignos de confianza, con quienes entrar en alianza positiva, es fundamental en todo
camino de maduración humana y de discernimiento vocacional. Se necesitan creyentes con autoridad,
con una clara identidad humana, una sólida pertenencia eclesial, una visible cualidad espiritual, una
vigorosa pasión educativa y una profunda capacidad de discernimiento. A veces, por el contrario,
adultos sin preparación e inmaduros tienden a actuar de manera posesiva y manipuladora, creando
dependencias negativas, fuertes malestares y graves contratestimonios, que pueden llegar hasta el
abuso.
Para que haya figuras creíbles, debemos formarlas y sostenerlas, proporcionándoles también mayores
competencias pedagógicas. Esto vale en particular para quienes tienen confiada la tarea de
acompañantes del discernimiento vocacional en vista del ministerio ordenado y de la vida consagrada.
Padres y familia: dentro de cada comunidad cristiana se debe reconocer el insustituible rol educativo
desempeñado por los padres y por otros familiares. Son en primer lugar los padres, dentro de la familia,
quienes expresan cada día en el amor que los une entre sí y con sus hijos el cuidado de Dios por cada
ser humano. En este sentido son valiosas las indicaciones ofrecidas por el Papa Francisco en un
específico capítulo de Amoris laetitia (cfr. 259-290).
Docentes y otras figuras educativas: muchos docentes católicos están comprometidos como testigos
en las universidades y en las escuelas de todo orden y grado; en el mundo del trabajo muchos están
presentes con competencia y pasión; en la política muchos creyentes tratan de ser fermento de una
sociedad más justa; en el voluntariado civil muchos se dedican a trabajar por el bien común y por el
cuidado de la creación; en la animación del tiempo libre y del deporte muchos están comprometidos
con entusiasmo y generosidad. Todos ellos dan testimonio de vocaciones humanas y cristianas
acogidas y vividas con fidelidad y compromiso, suscitando en quien los ve el deseo de hacer lo mismo:
responder con generosidad a la propia vocación es el primer modo de hacer pastoral vocacional.
3. Lugares
Convertirse en adultos significa aprender a gestionar con autonomía dimensiones de la vida que son
al mismo tiempo fundamentales y cotidianas: la utilización del tiempo y del dinero, el estilo de vida y
de consumo, el estudio y el tiempo libre, el vestido y la comida, y la vida afectiva y la sexualidad. Este
aprendizaje, al que los jóvenes se enfrentan inevitablemente, es la ocasión para poner orden en la
propia vida y en las propias prioridades, experimentando caminos de elección que pueden convertirse
en una escuela de discernimiento y consolidar la propia orientación con vistas a las decisiones más
importantes: la fe, cuanto más auténtica es, tanto más interpela a la vida cotidiana y se deja interpelar
por ella. Merecen una mención particular las experiencias, a menudo difíciles o problemáticas, de la
vida laboral o de la falta de trabajo: estas también son ocasión para acoger o profundizar la propia
vocación.
Los pobres gritan y junto con ellos la tierra: el compromiso de escuchar puede ser una ocasión concreta
de encuentro con el Señor y con la Iglesia y de descubrimiento de la propia vocación. Como enseña el
Papa Francisco, las acciones comunitarias con las que se cuida de la casa común y de la calidad de
vida de los pobres «cuando expresan un amor que se entrega, pueden convertirse en intensas
experiencias espirituales» (Laudato Si', 232) y, por lo tanto, también en ocasión de caminos y de
discernimiento vocacional.
La Iglesia ofrece a los jóvenes lugares específicos de encuentro y de formación cultural, de educación
y de evangelización, de celebración y de servicio, colocándose en primera línea para dar una acogida
abierta a todos y a cada uno. El desafío para estos lugares y para quienes los animan es proceder
cada vez más en la lógica de la construcción de una red integrada de propuestas, y asumir en el proprio
modo de obrar el estilo de salir, ver y llamar.
- A nivel mundial destacan las Jornadas Mundiales de la Juventud. También Conferencias Episcopales
y Diócesis sienten cada vez más su deber de ofrecer eventos y experiencias específicas para los
jóvenes.
- Las universidades y las escuelas católicas, con su valioso servicio cultural y formativo, son otro
instrumento de presencia de la Iglesia entre los jóvenes.
- Las asociaciones y los movimientos eclesiales, pero también muchos lugares de espiritualidad,
ofrecen a los jóvenes serios itinerarios de discernimiento; las experiencias misioneras se convierten
en momentos de servicio generoso y de intercambio fecundo; el redescubrimiento de la peregrinación
como forma y estilo de camino resulta válido y prometedor; en muchos contextos la experiencia de la
piedad popular sostiene y nutre la fe de los jóvenes.
- Ocupan un lugar de importancia estratégica los seminarios y las casas de formación, que también a
través de una intensa vida comunitaria, deben permitir a los jóvenes que acogen vivir la experiencia
que les hará a su vez ser capaces de acompañar a otros.
El mundo digital
Por las razones ya recordadas, merece una mención particular el mundo de los new media, que sobre
todo para las jóvenes generaciones se ha convertido realmente en un lugar de vida; ofrece muchas
oportunidades inéditas, especialmente en lo que se refiere al acceso a la información y a la
construcción de relaciones a distancia, pero también presenta riesgos (por ejemplo el ciberacoso, los
juegos de azar, la pornografía, las insidias de los chat room, la manipulación ideológica, etc.). Pese a
las muchas diferencias entre las distintas regiones, la comunidad cristiana continúa construyendo su
presencia en este nuevo areópago, donde los jóvenes tienen sin duda algo que enseñarle.
4. Instrumentos
A veces nos damos cuenta que entre el lenguaje eclesial y el de los jóvenes se abre un espacio difícil
de colmar, aunque hay muchas experiencias de encuentro fecundo entre las sensibilidades de los
jóvenes y las propuestas de la Iglesia en ámbito bíblico, litúrgico, artístico, catequético y mediático.
Soñamos con una Iglesia que sepa dejar espacios al mundo juvenil y a sus lenguajes, apreciando y
valorando la creatividad y los talentos.
En la acción pastoral con los jóvenes, donde es necesario poner en marcha procesos más que ocupar
espacios, descubrimos, en primer lugar, la importancia del servicio al crecimiento humano de cada uno
y de los instrumentos pedagógicos y formativos que pueden sostenerlo.
Por último, y sobre todo, no hay discernimiento sin cultivar la familiaridad con el Señor y el diálogo con
su Palabra. En particular, la Lectio Divina es un método valioso que la tradición de la Iglesia nos ofrece.
En una sociedad cada vez más ruidosa, que propone una superabundancia de estímulos, un objetivo
fundamental de la pastoral juvenil vocacional es ofrecer ocasiones para saborear el valor del silencio
y de la contemplación y formar en la relectura de las propias experiencias y en la escucha de la
conciencia.
5. María de Nazaret
Encomendemos a María este camino en el que la Iglesia se interroga sobre cómo acompañar a los
jóvenes a acoger la llamada a la alegría del amor y a la vida en plenitud. Ella, joven mujer de Nazaret,
que en cada etapa de su existencia acoge la Palabra y la conserva, meditándola en su corazón (cfr.
Lc 2,19), fue la primera en recorrer este camino.
Cada joven puede descubrir en la vida de María el estilo de la escucha, la valentía de la fe, la
profundidad del discernimiento y la dedicación al servicio (cfr. Lc 1,39-45). En su “pequeñez”, la Virgen
esposa prometida a José, experimenta la debilidad y la dificultad para comprender la misteriosa
voluntad de Dios (cfr. Lc 1,34). Ella también está llamada a vivir el éxodo de sí misma y de sus
proyectos, aprendiendo a entregarse y a confiar.
Haciendo memoria de las «cosas grandes» que el Todopoderoso ha realizado en Ella (cfr. Lc 1,49), la
Virgen no se siente sola, sino plenamente amada y sostenida por el “No temas” del ángel (cfr. Lc 1,30).
Consciente de que Dios está con ella, María abre su corazón al “Heme aquí” y así inaugura el camino
del Evangelio (cfr. Lc 1,38). Mujer de la intercesión (cfr. Jn 2,3), frente a la cruz del Hijo, unida al
“discípulo amado”, acoge nuevamente la llamada a ser fecunda y a generar vida en la historia de los
hombres. En sus ojos cada joven puede redescubrir la belleza del discernimiento, en su corazón puede
experimentar la ternura de la intimidad y la valentía del testimonio y de la misión.
CUESTIONARIO
El objetivo del cuestionario es ayudar a los Organismos a quienes corresponde responder a expresar
su comprensión del mundo juvenil y a leer su experiencia de acompañamiento vocacional, a efectos
de la recopilación de elementos para la redacción del Documento de trabajo o Instrumentum laboris.
Con el fin de tener en cuenta las diferentes situaciones continentales, se han inserido, después de la
pregunta n. 15, tres preguntas específicas para cada área geográfica, a las que están invitados a
responder los Organismos interesados.
Por favor, indíquense si es posible las fuentes y los años de referencia. Pueden anexarse otros datos
sintéticos a disposición que parezcan relevantes para comprender mejor la situación de los diferentes
países.
- Número y porcentaje de jóvenes (16-29 años) en el país/en los países. - Número y porcentaje de
católicos en el país/en los países.
- Edad media (en los últimos cinco años) para contraer matrimonio (distinguiendo entre hombres y
mujeres), para ingresar en el seminario y para entrar en la vida consagrada (distinguiendo entre
hombres y mujeres).
- En el grupo de edad de 16-29 años, el porcentaje de: estudiantes, trabajadores (si es posible
especificar los ámbitos), desempleados y NEET (not in education, employment or training).
2. Leer la situación
Estas preguntas se refieren tanto a los jóvenes que frecuentan los ambientes eclesiales, como a los
que están más alejados o ajenos.
2. ¿Cuáles son hoy los principales desafíos y cuáles son las oportunidades más significativas para los
jóvenes de vuestro país/de vuestros países?
3. ¿Qué tipos y lugares de agregación juvenil, institucionales y no institucionales, tienen más éxito en
ámbito eclesial, y por qué?
4. ¿Qué tipos y lugares de agregación juvenil, institucionales y no institucionales, tienen más éxito
fuera del ámbito eclesial, y por qué?
6. En vuestro país/es, ¿qué espacios de participación tienen los jóvenes en la vida de la comunidad
eclesial?
7. ¿Cómo y dónde podéis encontrar jóvenes que no frecuentan vuestros ambientes eclesiales?
10. ¿De qué modo tenéis en cuenta el cambio cultural causado por el desarrollo del mundo digital?
11. ¿De qué modo las Jornadas Mundiales de la Juventud u otros eventos nacionales o internacionales
pueden entrar en la práctica pastoral ordinaria?
12. ¿De qué modo en vuestras Diócesis se proyectan experiencias y caminos de pastoral juvenil
vocacional?
c) Los acompañantes
13. ¿Cuánto tiempo y espacio dedican los pastores y los otros educadores al acompañamiento
espiritual personal?
14. ¿Qué iniciativas y caminos de formación son puestos en marcha por los acompañantes
vocacionales?
ÁFRICA
a. ¿Qué visiones y estructuras de pastoral juvenil vocacional responden mejor a las necesidades de
vuestro continente?
b. ¿Cómo interpretáis la “paternidad espiritual” en contextos donde se crece sin la figura paterna?
¿Qué formación ofrecéis?
c. ¿Cómo conseguís comunicar a los jóvenes que son necesarios para construir el futuro de la Iglesia?
AMÉRICA
a. ¿De qué modo vuestras comunidades se hacen cargo de los jóvenes que experimentan situaciones
de violencia extrema (guerrillas, bandas, cárcel, drogodependencia, matrimonios forzados) y los
acompañan a lo largo de trayectorias de vida?
b. ¿Qué formación ofrecéis para sostener el compromiso de los jóvenes en el ámbito sociopolítico con
vistas al bien común?
c. En contextos de fuerte secularización, ¿qué acciones pastorales resultan más eficaces para
proseguir un camino de fe tras el camino de la iniciación cristiana?
ASIA Y OCEANÍA
a. ¿Por qué y cómo ejercen atractivo sobre los jóvenes las propuestas religiosas de agregación
ofrecidas por realidades externas a la Iglesia?
b. ¿Cómo conjugar los valores de la cultura local con la propuesta cristiana, valorando también la
piedad popular?
EUROPA
- ¿Cómo ayudáis a los jóvenes a mirar hacia el futuro con confianza y esperanza a partir de la riqueza
de la memoria cristiana de Europa?
- Los jóvenes a menudo se sienten descartados y rechazados por el sistema político, económico y
social en el que viven. ¿Cómo escucháis este potencial de protesta para que se transforme en
propuesta y colaboración?
- ¿En qué niveles la relación intergeneracional todavía funciona? ¿cómo reactivarlo donde no
funciona?
2. Elegid tres prácticas que consideráis más interesantes y pertinentes para compartir con la Iglesia
universal, y presentadlas según el siguiente esquema (máximo una página por experiencia).
a) Descripción: Describid en pocas líneas la experiencia. ¿Quiénes son los protagonistas? ¿Cómo se
desarrolla la actividad? ¿Dónde? Etc.
b) Análisis: Evaluad, también en forma narrativa, la experiencia, para comprender mejor los elementos
significativos: ¿cuáles son los objetivos? ¿Cuáles son las premisas teóricas? ¿Cuáles son las
intuiciones más interesantes? ¿Cómo han evolucionado? Etc.
c) Evaluación: ¿Cuáles son los objetivos alcanzados y los no alcanzados? ¿Los puntos fuertes y los
débiles? ¿Cuáles son las consecuencias a nivel social, cultural y eclesial? ¿Por qué y en qué la
experiencia es significativa / formativa? Etc.
Queridos jóvenes:
Tengo el agrado de anunciarles que en el mes de octubre del 2018 se celebrará el Sínodo de los
Obispos sobre el tema «Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional». He querido que ustedes
ocupen el centro de la atención porque los llevo en el corazón. Precisamente hoy se presenta el
Documento Preparatorio, que les ofrezco como una “guía” para este camino.
Me vienen a la memoria las palabras que Dios dirigió a Abrahán: «Vete de tu tierra, de tu patria y de la
casa de tu padre a la tierra que yo te mostraré» (Gen 12,1). Estas palabras están dirigidas hoy también
a ustedes: son las palabras de un Padre que los invita a “salir” para lanzarse hacia un futuro no
conocido pero prometedor de seguras realizaciones, a cuyo encuentro Él mismo los acompaña. Los
invito a escuchar la voz de Dios que resuena en el corazón de cada uno a través del soplo vital del
Espíritu Santo.
Cuando Dios le dice a Abrahán «Vete», ¿qué quería decirle? Ciertamente no le pedía huir los suyos o
del mundo. Su invitación fue una fuerte provocación para que dejase todo y se encaminase hacia una
tierra nueva. Dicha tierra, ¿no es acaso para ustedes aquella sociedad más justa y fraterna que desean
profundamente y que quieren construir hasta las periferias del mundo?
Deseo también recordarles las palabras que Jesús dijo un día a los discípulos que le preguntaban:
«Rabbí [...] ¿dónde vives?». Él les respondió: «Venid y lo veréis» (Jn 1,38). También a ustedes Jesús
dirige su mirada y los invita a ir hacia Él. ¿Han encontrado esta mirada, queridos jóvenes? ¿Han
escuchado esta voz? ¿Han sentido este impulso a ponerse en camino? Estoy seguro que, si bien el
ruido y el aturdimiento parecen reinar en el mundo, esta llamada continua a resonar en el corazón da
cada uno para abrirlo a la alegría plena. Esto será posible en la medida en que, a través del
acompañamiento de guías expertos, sabrán emprender un itinerario de discernimiento para descubrir
el proyecto de Dios en la propia vida. Incluso cuando el camino se encuentre marcado por la
precariedad y la caída, Dios, que es rico en misericordia, tenderá su mano para levantarlos.
En Cracovia, durante la apertura de la última Jornada Mundial de la Juventud, les pregunté varias
veces: «Las cosas, ¿se pueden cambiar?». Y ustedes exclamaron juntos a gran voz «¡sí»”. Esa es
una respuesta que nace de un corazón joven que no soporta la injusticia y no puede doblegarse a la
cultura del descarte, ni ceder ante la globalización de la indiferencia. ¡Escuchen ese grito que viene de
lo más íntimo! También cuando adviertan, como el profeta Jeremías, la inexperiencia propia de la joven
edad, Dios los estimula a ir donde Él los envía: «No les tengas miedo, que contigo estoy para salvarte»
(Jer 1,8).
Un mundo mejor se construye también gracias a ustedes, que siempre desean cambiar y ser
generosos. No tengan miedo de escuchar al Espíritu que les sugiere opciones audaces, no pierdan
tiempo cuando la conciencia les pida arriesgar para seguir al Maestro. También la Iglesia desea
ponerse a la escucha de la voz, de la sensibilidad, de la fe de cada uno; así como también de las dudas
y las críticas. Hagan sentir a todos el grito de ustedes, déjenlo resonar en las comunidades y háganlo
llegar a los pastores. San Benito recomendaba a los abades consultar también a los jóvenes antes de
cada decisión importante, porque «muchas veces el Señor revela al más joven lo que es mejor» (Regla
de San Benito III, 3).
FRANCISCO
Introducción
LAS MOTIVACIONES Y LAS INTENCIONES DE LA REUNIÓN PRE-SINODAL
1. El camino del Sínodo de los Obispos es un proceso largo y articulado, constituido por etapas
importantes, en las que participan en diversos momentos los varios componentes de la Iglesia.
Después de la elección del tema el 6 de octubre de 2016, la primera etapa fue la publicación del
Documento preparatorio, el 13 de enero de 2017. Este documento contenía, además de un importante
cuestionario destinado principalmente a las Conferencias Episcopales, a los Sínodos de las Iglesia
Orientales Católicas y a otros organismos eclesiales, una primera novedad: el deseo de escuchar la
voz de los jóvenes «a través de un sitio web, con un cuestionario sobre sus expectativas y su vida»
(Documento preparatorio, introducción). Del 5 al 9 de abril de 2017 tuvo lugar un Encuentro
internacional con los Responsables de pastoral juvenil a nivel mundial, en el cual se presentó el camino
sinodal. Del 11 al 15 de septiembre de 2017 tuvo lugar un Seminario internacional sobre la condición
juvenil que contó con la presencia de numerosos expertos y de varios jóvenes.
Se prevé después la publicación del Documento de trabajo, que reunirá las indicaciones de los
Pastores y de los organismos eclesiales, la síntesis de las respuestas al cuestionario online y el
resultado de la Reunión pre-sinodal. La Asamblea General del Sínodo de los Obispos tendrá lugar del
3 al 28 de octubre de 2018 y llevará a la publicación de un documento de parte del Papa que cosechará
los frutos de todo el recorrido sinodal.
2. Desde el comienzo, las intenciones del Santo Padre incluían el deseo vivo y constante de implicar
directamente a los jóvenes en este recorrido, ya que el Sínodo no es sólo para los jóvenes, sino
también y sobre todo con todos los jóvenes.
Esta voluntad de implicar a los jóvenes la confirmó con fuerza, tanto en la carta que les dirigió el 13 de
enero de 2017, así como también durante la Vigilia de oración en preparación de la XXXII Jornada
Mundial de la Juventud, el pasado 8 de abril. En esa ocasión, el Papa afirmó que «En el Sínodo, la
Iglesia entera quiere escuchar a los jóvenes: qué piensan, qué sienten, qué quieren, qué critican o de
qué cosas se arrepienten».
3. La voluntad de escucha sincera y atenta de los jóvenes encuentra su concreción en la Reunión pre-
sinodal. Durante la catequesis del 4 de octubre de 2017 el papa Francisco decía: «Deseo anunciar que
del 19 al 24 de marzo de 2018 ha sido convocada por la Secretaría General del Sínodo de los Obispos
una Reunión pre-sinodal a la que están invitados los jóvenes provenientes de diversas partes del
mundo: tanto jóvenes católicos, como jóvenes de diversas confesiones cristianas y de otras religiones
y jóvenes no creyentes. Esta iniciativa se inserta en el camino de preparación de la próxima Asamblea
General del Sínodo de los Obispos que tendrá como tema Los jóvenes, la fe y el discernimiento
4. Quedan claras pues las motivaciones y las intenciones de la Reunión pre-sinodal, que reunirá en
Roma a una representación cualificada de jóvenes provenientes de todo el mundo.
la primera está dedicada a profundizar la situación real de los jóvenes de hoy;la segunda está vinculada
a la comprensión de parte de los jóvenes de las palabras clave del próximo Sínodo;la tercera está
orientada a corresponsabilizar a los jóvenes en la acción educativa y pastoral de la Iglesia.
5. La metodología de trabajo que será propuesta durante la Reunión pre-sinodal es muy sencilla.
Según un calendario preestablecido, habrá algunos momentos en los cuales se ahondarán en las
temáticas propuestas en los respectivos grupos lingüísticos. Otros momentos, en cambio, se dedicarán
a la Asamblea plenaria, en la cual se pondrá en común el trabajo desarrollado, con la posibilidad de
intervenir personalmente, para llegar a una síntesis compartida, que será la aportación específica de
la Reunión pre-sinodal con vistas a la Asamblea General. El esquema de trabajo ofrecido es muy breve
y abierto: efectivamente, lo que se desea es dejar amplia libertad de expresión tanto en cada grupo
lingüístico como en los momentos de Asamblea plenaria. Las preguntas propuestas tienen como
objetivo abrir el diálogo y orientarlo.
6. Dado el relieve mundial de este acontecimiento y puesto que se desea promover algunas
modalidades juveniles de interacción, durante la Reunión pre-sinodal será posible para los jóvenes que
lo quieran participar “a distancia”, utilizando los instrumentos informáticos.
Por esto, a través del sitio web oficial www.synod2018.va se garantizará la escucha de un número
mucho mayor de jóvenes respecto a los efectivos participantes en la Reunión pre-sinodal presentes
en Roma, permitiendo así que la escucha entre la Iglesia y los jóvenes de hoy sea cada vez más plena
y significativa.
7. La publicación de este esquema que contiene las preguntas que orientarán los trabajos de la
Reunión pre-sinodal quiere ser una forma de implicación para cada joven y para los grupos juveniles
de todo el mundo, a fin de que puedan prepararse para dar su contribución online durante la Reunión
pre-sinodal.
Primera parte.
Desafíos y oportunidades de los jóvenes en el mundo actual
Contribuir para que en el proceso sinodal se tengan en cuenta las condiciones extraordinarias de esta
época y las situaciones concretas en las que los jóvenes plasman hoy su identidad es el primer paso
a dar en nuestro camino.
Ciertamente, si nuestro tiempo está marcado por las grandes cifras de la fragmentación existencial, de
la confusión en cuanto a los valores y de la múltiple pertenencia, algunas categorías de lectura de la
realidad nos acercan a las condiciones bíblicas de la existencia humana: la fragilidad de la existencia
puede convertirse en una condición privilegiada para buscar aquello en lo que realmente se puede
confiar; la inseguridad puede ser una posibilidad de apertura a un sentido más amplio de la existencia;
el individualismo puede convertirse en motivo para tender sinceramente hacia una auténtica
fraternidad; la movilidad puede transformarse en una forma de vida que impulsa a desear una patria
capaz de colmar los deseos profundos del corazón humano.
(1) La formación de la personalidad. ¿Cuáles son las experiencias relacionales y afectivas, los
eventos especiales y los lugares específicos que plasman hoy, más que otros, la identidad de las
jóvenes generaciones?
(2) La relación con la diversidad. ¿Qué desafíos y oportunidades se presentan en nuestro mundo
cada vez más hiperconectado, multicultural e interreligioso, en el cual lamentablemente la disparidad
y las divisiones aumentan?
(3) Los jóvenes y el futuro. ¿Qué sueñan los jóvenes para su vida y para la sociedad en la que viven
y de qué modo se están empeñando para concretar sus aspiraciones?
(4) La relación con la tecnología. ¿De qué modo contribuyen las nuevas tecnologías a plasmar hoy
la identidad y el estilo de vida de los jóvenes entre nuevas oportunidades y peligros inéditos?
(5) La búsqueda del sentido de la existencia. ¿Qué relación hay entre la vida cotidiana de los
jóvenes y su experiencia de lo sagrado, de la espiritualidad y de la religión?
Segunda parte.
Fe y vocación, discernimiento y acompañamiento
Contribuir a fin de que en el proceso sinodal se tome conciencia del modo específico como los jóvenes
comprenden las palabras clave de la fe, los deseos de la Iglesia y las intenciones de Jesús, Nuestro
Señor, es decisivo para crear sintonía entre los jóvenes y el Evangelio.
La fe es la riqueza propia de la Iglesia, recibida por gracia. Es el don de poder participar en la vida de
Dios, de hacer experiencia de su amor, de vivir el encuentro con el Señor Jesús, que desea una vida
plena, abundante y eterna para todo hombre, sin excluir a nadie. A través de la fe de la Iglesia se entra
Cuando se habla de vocación, ante todo debemos entender la llamada al amor y a la vida en plenitud,
que en cada persona asume una modalidad concreta y singular según la opción de vida determinada
en la que se especifica. Esta concierne, según el pensamiento cristiano, a todo bautizado y a todo
hombre, en cuanto amado y creado por Dios en sí mismo. Por esto, aclarar la propia vocación es una
tarea que corresponde a todo hombre, y especialmente a todo joven.
El discernimiento vocacional es el trabajo interior a través del cual se llega a comprender el sentido de
la propia existencia, que es tanto un don que hay que acoger con gozo, como una tarea que hay que
asumir con compromiso y responsabilidad. Es un camino hecho de escucha atenta, de interpretación
sabia y de elección libre y valiente de una específica forma de vida en la Iglesia (laical, consagrada,
sacerdotal) y en el mundo.
Precisamente porque el itinerario para discernir la propia vocación no es automático ni sencillo, resulta
importante el acompañamiento de parte de personas que sepan caminar con humildad y sabiduría
junto a los jóvenes. Es decisivo que los jóvenes encuentren, también entre sus coetáneos, verdaderos
compañeros de viaje, que actúen con libertad de corazón, desinteresadamente y con la plena
conciencia de ser colaboradores del Dios del amor y de la alegría.
(6) Los jóvenes y Jesús. ¿De qué modo perciben los jóvenes del tercer milenio la persona de Jesús,
tal y como nos la narran las Sagradas Escrituras?
(7) La fe y la Iglesia. ¿De qué modo viven los jóvenes de hoy su fe personal en Jesús y qué relación
mantienen con la comunidad eclesial?
(8) El sentido vocacional de la vida. ¿Las jóvenes generaciones tienen conciencia clara de haber
venido al mundo con una llamada personal y para una misión específica?
(9) El discernimiento vocacional. ¿Qué instrumentos pueden ser útiles y qué momentos son más
apropiados para ayudar a un joven a tomar las opciones de vida fundamentales en la Iglesia y en el
mundo?
(10) Los jóvenes y el acompañamiento. ¿Cuáles deberían ser las características de una persona
fiable, adecuada para acompañar a un joven hoy en su camino de vida?
Tercera parte.
La acción educativa y pastoral de la Iglesia
Contribuir a fin de que en el proceso sinodal se puedan identificar las modalidades más eficaces para
anunciar hoy la buena noticia a los jóvenes es una tarea importante: por esto, es bueno que los propios
jóvenes hagan propuestas concretas.
Es determinante, en segundo lugar, sugerir concretamente en qué modo los jóvenes pueden ser
protagonistas y corresponsables del cambio que se quiere realizar. Los jóvenes están llamados a
enriquecer la visión de la Iglesia sobre el mundo y sobre la historia con una renovada sensibilidad hacia
los signos de los tiempos, que son los llamados de Dios a la Iglesia, a los jóvenes mismos, y a todos
los hombres y mujeres de buena voluntad.
Por último, es igualmente relevante preguntarse cuáles son los ámbitos de compromiso a privilegiar
para realizar una “pastoral juvenil vocacional” a la altura de nuestros tiempos.
Hay tantos lugares en los cuales la Iglesia encuentra a los jóvenes, pero se trata de comprender cuáles
son los más adecuados para caminar con ellos; la Iglesia propone muchas iniciativas, pero aquí
también se trata de verificar su consistencia para relanzar la calidad; la Iglesia usa muchos
instrumentos y estilos de animación, en sus diversos componentes, pero no todos son adecuados para
tocar la sensibilidad de los jóvenes.
(11) Estilo de Iglesia. ¿Cuáles deberían ser las características de una Iglesia luminosa, atractiva y
creíble para las jóvenes generaciones, capaz de suscitar en ellos respeto y atraer su interés?
(12) Jóvenes protagonistas. ¿Cuáles son los campos privilegiados, tanto civiles como eclesiales, en
los que los jóvenes pueden ser verdaderamente corresponsables de la misión de la Iglesia con sus
competencias y su pasión?
(13) Los lugares a privilegiar. ¿Qué lugares son más importantes que otros para encontrar a los
jóvenes allí donde estén, para caminar con ellos y ofrecerles la luz de la fe?
(14) Las iniciativas a reforzar. ¿Qué iniciativas específicas parecen más adecuadas para tocar la
sensibilidad de los jóvenes, a fin de que puedan crecer en su humanidad plena?
(15) Los instrumentos a utilizar. ¿Qué lenguajes parecen más convenientes y qué modalidades
parecen mejores para suscitar en los jóvenes una sensibilidad vocacional, una atención por el prójimo
y una vida de gracia?
REUNIÓN PRE-SINODAL
Desafios:
Oportunidades:
• El diálogo y la comunicación
Dossier Sínodo 2018: los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional 30
• Creatividad e iniciativa
• Capacidad de soñar
• Uso y manejo de los medios de comunicación
• Capacidad de adaptarse
• Esperanza
3. Los jóvenes y el futuro. ¿Qué sueñan los jóvenes para su vida y para la sociedad en la que
viven y de qué modo se están empeñando para concretar sus aspiraciones?
• El joven siempre está soñando pero a veces no llega al término de esos sueños por falta de
acompañamiento y de un proyecto de vida concreto
• Buscan oportunidades, estudian, reflexionan, proponen, innovan, critican, colaboran, etc
• Las condiciones políticas y sociales apagan los sueños de los jóvenes y ellos dejan de soñar,
no se esfuerzan, se acostumbran, se aíslan, evaden sus sueños con algunos vicios, se rinden
y deciden solo ir sobreviviendo
4. La relación con la tecnología ¿De qué modo contribuyen las nuevas tecnologías a plasmar
hoy la identidad y el estilo de vida de los jóvenes entre nuevas oportunidades y peligros
inéditos?
5. La búsqueda del sentido de la existencia. ¿Qué relación hay entre la vida cotidiana de los
jóvenes y su experiencia de lo sagrado, de la espiritualidad y de la religión?
SEGUNDA PARTE
FE Y VOCACIÓN DISCERNIMIENTO Y ACOMPAÑAMIENTO
1. Los jóvenes y Jesús. ¿De qué modo perciben los jóvenes del tercer milenio la persona de
Jesús, tal y como nos lo narran las sagradas escrituras
Algunos jóvenes de hoy y sobre todo pensando en aquellos que se encuentran alejados de la iglesia
perciben desde fuera a un Jesús sufriente en la Cruz, que murió pero que no ha resucitado, como un
hecho histórico y un personaje famoso. Se conoce a través de las historias que otros cuentan más no
a partir de su experiencia propia, se habla de Jesús pero no con Jesús, el joven hoy en día no se
identifica con él porque encuentran un Jesús divinisado al que solo es posible acercarse en un templo
y en un estilo de vida concreto.
Por otro lado y conforme a lo narrado en las sagradas escrituras se percibe en Jesús un modelo de
vida coherente en el hablar y en el actuar, sencillo, humilde, cercano al necesitado, con una pedagogía
clara que predica el amor y el perdón, es aquel que da sentido y plenitud a la vida, un horizonte a
seguir, es el salvador y redentor del mundo
2. La fe y la iglesia ¿De qué modo viven los jóvenes de hoy su fe personal en Jesús y qué
relación mantienen con la comunidad eclesial?
• La fe, es un regalo que hay que cuidar fortalecer, que se vive y se comparte en comunidad,
que requiere de una base sólida y no de sentimentalismos, y que se alimenta con una vida de
oración.
• La fe es la presencia de Cristo y de María en nuestra vida
• La iglesia somos personas, es una comunidad y no una institución o un templo
• En ocasiones nos centramos más en la religión que en la misma experiencia con Jesús, y
olvidamos que Cristo está en la experiencia fraterna con el hermano.
• Los jóvenes adecuamos la fe a conveniencia propia para justificar algunas de nuestras acciones
• El joven se aleja de la comunidad eclesial al sentirse juzgado y señalado por su forma diferente
de pensar o actuar
• La iglesia nos hemos olvidado de que nuestro testimonio es la persona de Jesús ante todo el
mundo, y la posibilidad de que otros jóvenes encuentren su amor
• Es nuestra labor orientar y guiar al joven para enriquecer su fe y espiritualidad
3. El sentido vocacional de la vida ¿Las jóvenes generaciones tienen conciencia clara de haber
venido al mundo con una llamada personal y para una misión específica?
• La mayoría de los jóvenes no tienen una conciencia clara de que han sido llamados por Dios
para una misión especial, no tienen una visión a largo plazo sino que se centran en el presente,
y en lo que viven y sienten en el momento, permiten que la sociedad decida por ellos e incluso
deciden en la inmediatez ante una situación concreta de su contexto. Se dedican a sobrevivir
el día a día
• El joven manifiesta una clara necesidad de acompañamiento para descubrirse asímismo y
encontrar la plenitud
• Para descubrir su misión personal y el sentido de vida el joven requiere de un proyecto de vida
y un proceso de discernimiento vocacional
4. El discernimiento vocacional. ¿Qué instrumentos pueden ser útiles y que momentos son más
apropiados para ayudar a un joven a tomar las opciones de vida fundamentales en la iglesia y
en el mundo?
• El acompañante como guía y motivador, que no juzga al joven ni toma las decisiones por él,
sino que por el contrario promueve el encuentro con Dios y le ayuda a discernir
• La comunidad como sistema de apoyo, que acoge al joven y lo hace partícipe y colaborador
• Los laicos como acompañantes en los contextos cotidianos en donde el joven se desarrolla
(amigos, líderes de grupo, compañeros de escuela, padres, hermanos, maestros, etc)
• La promoción vocacional innovadora, creativa, atractiva y diferente.
• Estrategias de salida que llegan a los lugares hasta donde el joven se encuentra
• Desde la adolescencia y en toda la juventud
5. Los jóvenes y el acompañamiento ¿Cuáles deberían ser las características de una persona
fiable, adecuada para acompañar a un joven de hoy en su camino de vida?
1. Estilo de la iglesia. ¿Cuáles deberían ser las características de una iglesia luminosa para los
jóvenes generaciones, capaz de suscitar en ellos respeto y atraer su interés?
2. Jóvenes protagonistas. ¿Cuáles son los campos privilegiados, tanto civiles como eclesiales,
en que los jóvenes pueden ser verdaderamente corresponsables de la misión de la iglesia con
sus competencias y su pasión?
3. Los lugares a privilegiar. ¿Qué lugares son más importantes que otros para encontrar a los
jóvenes allí donde estén para caminar con ellos y ofrecerles la luz de fe?
En los seminarios y casas de formación religiosa, en las cárceles, en los centros de adaptación y
rehabilitación juvenil, en los bares, antros, plazas, deportivos, suburbios, periferias, colegios,
universidades, en el mundo digital, lugares públicos, en las calles etc. En cualquier lugar un joven
puede evangelizar a otro joven y ser testimonio vivo de Jesús; actualmente tenemos que ir a los lugares
en donde el joven se encuentre a pesar de podamos creer que no son los más adecuados
4. Las iniciativas a reforzar. ¿Qué iniciativas específicas parecen más adecuadas para tocar la
sensibilidad de los jóvenes a fin de que puedan crecer en su humanidad plena?
5. Los instrumentos a utilizar. ¿Qué lenguajes parecen más convenientes y que modalidades
parecen mejores para suscitar en los jóvenes una sensibilidad vocacional, una atención por el
prójimo y una vida de gracia?
• Procesos de formación integral que le permitan al joven tener un sentido crítico y un impacto
político, ecológico y social
• Formación personalizada de líderes
• Promover la vivencia del amor a sí mismo y al otro en las obras de misericordia
• Acompañamiento concreto y sistemático en la etapa de discernimiento y en las opciones de
vida
• Llevar al joven a descubrir el sentido de su vida
• Ejemplo y testimonio de los santos, santos de tiempos actuales, jóvenes, con los que el joven
se pueda identificar y se atreva a intentar llevar una vida de gracia
• Sensibilizar al joven en el sentido en que llevar una vida de gracia y santidad no le implica
cambiar su esencia ni ser perfecto, sino que puede ser un camino divertido, de retos, y de
muchas satisfacciones
ESPAÑOL 2
PRIMERA PREGUNTA: 1. La formación de la personalidad. ¿Cuáles son las experiencias
relacionales y afectivas, los eventos especiales y los lugares específicos, que plasman hoy más
que otros, la identidad de las jóvenes generaciones?
• Crear espacios dónde los jóvenes puedan encontrarse con ellos mismos y con otros jóvenes
para entablar relaciones profundas.
• Las instituciones tradicionales no pueden dar respuesta siempre a las situaciones que viven los
jóvenes y es por eso que ellos han encontrado la forma de organizarse. El desafío está en dar
reconocimiento a estas nuevas formas de organización.
• La diversidad religiosa y cultural todavía sigue siendo una barrera para relacionarse por miedo
a perder la identidad.
• El gran desafío de hoy debería ser volver a recuperar el reconocimiento de aquello que nos
hace distintos, y por tanto únicos. Buscar la diversidad, cuidarla y amarla. Ante los desafíos, la
gran oportunidad de hacer real este cambio es la hiperconectividad.
• Frente a la diversidad, podemos aceptar aquello que es distinto y enriquecernos, o encerrarnos
en nosotros mismos y empobrecernos.
• Estamos en un riesgo de marginación, ¿Cómo hacemos para ser inclusivos?
TERCERA PREGUNTA: Los jóvenes y el futuro. ¿Qué sueñan los jóvenes para su vida y para la
sociedad en la que viven y de qué modo se están empeñando para concretar sus aspiraciones?
CUARTA PREGUNTA: La relación con la tecnología ¿De qué modo contribuyen las nuevas
tecnologías a plasmar hoy la identidad y el estilo de vida de los jóvenes entre nuevas
oportunidades y peligros inéditos?
• La tecnología permite compartir culturas y formas de vida pero se vuelven en contra cuando
esa realidad es imposible de alcanzar.
• El mal uso de la tecnología nos hace olvidar la dignidad del ser humano.
• Con el uso de la tecnología, la vida se queda muchas veces en la superficie, cuando tendríamos
que ir a lo concreto y lo profundo
• Los adultos no deberían criticar a los jóvenes en cuanto al uso de la tecnología, mas bien
deberían interesarse por conocer este mundo e intentar entenderlo.
• La Iglesia debería tener más participación en las redes para estar mas cerca de los jóvenes.
• En África falta de todo menos redes sociales.
• Hay analfabetismo digital.
• En relación a las tecnología nos gustaría denunciar la esclavitud que sufren muchos jóvenes y
niños en el proceso extracción de materiales para fabricar dispositivos electrónicos.
• Otro desafío en relación con la tecnología es la falta de sentido critico para el uso de las redes
sociales y tecnología y alienación de los jóvenes.
QUINTA PREGUNTA: La búsqueda del sentido de la existencia. ¿Qué relación hay entre la vida
cotidiana de los jóvenes y su experiencia de lo sagrado, de la espiritualidad y de la religión?
• El joven no deja de creer. Las personas tenemos una dimensión de trascendencia, està escrito
en nuestros corazones.
• Todos vivenciamos esa realidad y ese contacto con Dios o lo trascendental.
• No hay un proceso de fe adecuado en cuanto a la formación de los católicos. No hay un laicado
maduro. Por eso laicas y religiosos se alejan de la Iglesia.
• La coherencia y la credibilidad son importantes.
• En Angola es difícil que haya relaciones entre personas de distintas religiones porque
culturalmente existe la creencia de que cada uno tiene su camino labrado por separado para
no interferir en el del otro.
• Hemos transformado, imanentizado, e n un objeto la trascendencia.
• Hay disentías miradas, quienes están en el camino de la fe lo tienen como amigo. Y los que no,
lo tienen como un desconocido, o como un personaje histórico importante.
• Desde niño lo ven como un amigo, desde el joven cambia la mirada a un Maestro.
• Los jóvenes no se acercan a las escrituras, lo ven como algo lejano.
• A veces somos la única escritura que otro puede leer.
• En África según la tradición, el primogénito es el mas fuerte, y hoy ese es Jesús, el modelo.
• Nos quedamos en el Jesus que conocemos en la catequesis de los primeros años y después
nos alejamos de él.
• El encuentro con Cristo compromiso y eso a veces asusta.
• Lo perciben desde el lenguaje oral, desde la costumbre y la familia.
• En la música, el juego y el deporte, en el abrazo de sus familiares.
• Cuando presentamos un Jesús inalcanzable se queda lejos de estados generaciones, cuando
deberíamos presentar un Jesús humano.
• Falta de reconocimiento de Jesús en la palabra y en los sacramentos.
PREGUNTA SIETE: La fe y la iglesia ¿De qué modo viven los jóvenes de hoy su fe personal en
Jesús y qué relación mantienen con la comunidad eclesial?
• El joven que se encuentra con -Jesús lo apuesta todo pero cuando se decepciona esta la
tentación de dejar todo.
• Los jóvenes buscan pertenecer pero hay desanimo cuando se encuentran con exclusividades.
-hay choques de generaciones.
• La iglesia utiliza metodologías mas atractivas para mostrar a Cristo Rey a los jóvenes, pero no
conocen a Cristo de la pasión que pide entrega.
• La comunidad eclesial en Africa cubre necesidades en todos los aspectos humanos.
• La iglesia se ve lejana. Una fe superficial donde solo se cumplen mandamientos.
• Aprendizaje experiencias
• Doctrina Social De la Iglesia
PREGUNTA DIEZ: Los jóvenes y el acompañamiento ¿Cuáles deberían ser las características
de una persona fiable, adecuada para acompañar a un joven de hoy en su camino de vida?
• Capacidad de escucha,
• Persona formada integralmente,
• Que se sean ejemplo,
• Comunicación asertiva,
• Capacidad de contener y aceptar el contenido emocional del joven,
• Creer en el joven,
• Ser paciente,
• Ser coherente,
• Sentirse llamado a serlo,
• Habiendo iniciado la búsqueda, ser consciente de las limitaciones de cada joven,
• Ponerse en la piel de los jóvenes,
• Valentía, humildad,
• Ser guía,
• Vivir por el bien de los demás,
• Confidencial, guardar la intimidad del otro,
• Dedicar tiempo a los jóvenes,
• Cultura del acompañamiento, un acompañamiento personal, de tú a tú,
• Sin prejuicios, estar abierto.
• Con responsabilidad y comprometido,
• Respetar también al acompañado, con una empatía constante.
PREGUNTA ONCE: Estilo de la iglesia. ¿Cuáles deberían ser las características de una iglesia
luminosa para los jóvenes generaciones, capaz de suscitar en ellos respeto y atraer su
interés?
PREGUNTA TRECE: Los lugares a privilegiar. ¿Qué lugares son más importantes que otros
para encontrar a los jóvenes allí donde estén para caminar con ellos y ofrecerles la luz de fe?
La alegria es lo que nos caracteriza y atrae a los jovenes, como pasaba en las primeras comunidades
que eran testimonio a través de su felicidad.
• El deporte
• Las Universidades
• ONG y Organizaciones civiles.
• Arte
• Videojuegos
• Parques
• Gimnasios
• Ferias de anime
• Redes sociales
• Mercados informales
• Los lugares de ocio en la noche, donde se reúnen los jóvenes.
• Centros comerciales
• La calle con dos significados: lugares ajenos a lo eclesiales, lugares donde la mayoría de
jóvenes viven la mayoría de su tiempo.
• En sitios dónde los jóvenes son los protagonistas, no dónde lo es la Iglesia.
• Conservatorios de música.
• Medios de comunicación.
• En la playa.
• Llegar a lugares dónde nadie más puede llegar, ni ha llegado.
• En las cárceles, acompañando a los que están en proceso de recuperar la dignidad.
• En la zonas más carenciadas y pobres. Lo que están en situaciones de exclusión social.
PREGUNTA QUINCE: Los instrumentos a utilizar. ¿Qué lenguajes parecen más convenientes y
que modalidades parecen mejores para suscitar en los jóvenes una sensibilidad vocacional,
una atención por el prójimo y una vida de gracia?
• En los jóvenes los eventos personales, las situaciones sociales y políticas, los testimonios y las
personas que cruzan en sus vidas son relevantes para la formación de su personalidad,
identidad y su opcion de fe.
• La realidad de someterse a una toma de responsabilidades cuando aun no son capaces de
asimilarla mental y emocionalmente provoca la falta de compromiso.
• Hay condiciones de inequidad social que inducen las salidas y los refugios constantes de los
jovenes en el narcotráfico, la violencia, la trata de personas, la prostitución, el consumo
excesivo de alcohol y drogas y la migración, que en lugar de generar mas respuesta causa
desorientacion y vacio.
• En general la falta de diálogo entre padres, hijos e Iglesia es uno de los impactos importantes
para la formación del joven
• El mundo virtual es donde los jovenes habitan hoy en dia, si bien es en muchas ocasiones una
fuente de enriquecimiento y facilidades, también brinda un acceso mucho más directo a
contenido desorientador (pornografía, sectas, invitaciones a la violencia, etc.).
• Los eventos más importantes en la vida de un joven son, por ejemplo, decidir unos estudios o
una profesión, el descubrimiento de la propia sexualidad, la primeras experiencias afectivas de
pareja, el cambio de idioma y de país por migración o planes de estudios, el deseo de casarse
o de convivencia, asi como la presencia de un acompañamiento.
• Un alto porcentaje de jóvenes refleja en la creatividad que brinda el arte su deseo de
trascendencia (pintura, dibujo, escultura, cine, literatura, música, danza, etc.).
• Los lugares que contribuyen a la formación de la personalidad del joven a día de hoy son: La
habitación y el salón de la casa, videoconsolas, juegos online, la calle, la escuela, la
universidad, el trabajo, los bares y discotecas, los estadios de fútbol y de otros deportes. Los
lugares de recogimiento como las iglesias, capillas y pequeños santuarios dentro del hogar han
quedado muy relegados.
• Existen tabúes muy marcados entre los jóvenes y las generaciones anteriores.
• Los jóvenes de hoy son más empáticos y abiertos para aceptar la diversidad de culturas y
orientaciones políticas, sexuales, religiosas, etc.
• Tienen miedo a ser rechazado por otros o a ofender a otros.
• Los jóvenes cristianos de hoy están rompiendo con los clichés y tópicos acerca de la actitud
religiosa (excesiva rigidez mental, la solemnidad, la incapacidad para reírse de uno mismo, etc.)
• La tecnología hace énfasis en la imagen superficial de las personas, lo cual hace que los
jóvenes deseen la fama y el éxito antes que la gloria interna del encuentro personal con Dios.
• Internet se ha vuelto también una de las plataformas que ofrece mejores comunicaciones y
mayor información a los jóvenes.
• La tecnología se convierte a menudo en un medio para encontrar el amor, aunque también a
veces dificulta el encuentro cara a cara entre los jóvenes.
• La tecnología distrae del silenciamiento interior que necesitan los jóvenes para escuchar a Dios.
• La tecnología es uno de los medios que más fomenta la libertad de expresión de los jóvenes.
• Los jóvenes sienten el deseo de obtener respuestas a las preguntas fundamentales de la vida,
como por ejemplo, ¿quién soy yo? Y para que estoy?
• También anhelan una fraternidad auténtica que les haga vivir en la dicha.
• La felicidad muchas veces se sigue buscando en las experiencias efímeras del mundo.
• La sensación de necesidad, insatisfacción y vacío que les depara vivir una vida sin propósito.
• El sentido vital que encuentran algunos jóvenes al prestar servicios en el voluntariado, la
educación, la Iglesia, etc.
Segunda Parte
FE Y VOCACIÓN, DISCERNIMIENTO Y ACOMPAÑAMIENTO.
• Los que tienen fe es porque han tenido un encuentro personal con Jesús.
• Además de los jóvenes ateos, muchos jóvenes cristianos siguen percibiendo a Jesús como un
mero personaje histórico y no como palabra viva.
• La figura de Jesús está muy secularizada por los jóvenes actuales.
• La necesidad de los jóvenes de una amistad íntima con Jesús.
(7) La fe y la Iglesia
• La necesidad de saber que la vocación es una opción gozosa que nos lleva a una vida mas
plena.
• Existen jovenes que no han encontrado su vocación y afirman no tenerla aun, mientras que
otros manifiestan su vocación al amor con alegría.
• La vocación (vida) nace en algunos jóvenes como respuesta a la llamada de Dios, aquel que
los amó primero.
• El anhelo de los jóvenes por encontrar sentido a sus vidas a través de algo que los trascienda.
• La primera vocación (vida) de los jóvenes es amar y ser amados.
• Es tarea de la Iglesia acercarse especialmente a aquellos jóvenes que tienen dudas con
respecto a su vocación fundamental y al sentido de su vida.
• El joven quiere que el acompañante no sea solo un maestro sino también un amigo.
• El acompañante debe respetar el tiempo de conversión del joven del mismo modo que Jesús
tuvo infinita paciencia amorosa con sus discípulos.
• El joven no quiere sentirse juzgado por sus ideas o costumbres en presencia de su
acompañante.
• El acompañante debe estar bien informado de los diversos carismas que existen en la Iglesia
que pudieran encajar mejor con el corazón del joven para que este continúe viviendo su fe.
• El respeto absoluto por el joven durante el proceso para que no se produzcan casos de
manipulación de consciencia o abuso por parte del acompañante.
• Que el acompañante sea una persona con una madurez afectiva, humana y espiritual, con
formación pedagógica, profesional y vivencia y con un fuerte sentido de amor y misericordia.
• Que sea una persona prudente y que respete la intimidad del joven.
• Esto no niega la necesidad de un acompañamiento comunitario y fraternal que sostiene y
fortifica al joven.
Tercera Parte
LA ACCIÓN EDUCATIVA Y PASTORAL DE LA IGLESIA.
• Los jovenes quieren que la Iglesia-comunidad siga siendo Iglesia, generando un clima de
familia donde se puede encontrar padres, madres espirituales y hermanos de fe, quienes
tenemos el deseo de crecer en los siguientes aspectos:
• Como jóvenes queremos ser una Iglesia humilde, que pida perdón y que se muestre humana.
• Los jóvenes queremos también ser Iglesia testimonial y evangélica, asi como accesible donde
se transmita la buena nueva con la alegría y el amor que caracterizan a Dios.
• Buscamos ser una Iglesia comunitaria más que eclesiástica.
• Queremos una Iglesia moderna y actualizada, que use medios electrónicos como redes
sociales, webs, aplicaciones para el móvil, etc.
• Los jóvenes queremos ser una Iglesia inclusiva, donde encontremos en la pastoral una vivencia
con mas pasión que reciba y acoja a los grupos sociales actuales que también tienen vocación
y fe como, por ejemplo, los homosexuales, los grupos que se encuentran en la periferia
existencial entre otros.
• La calle y los espacios virtuales como el lugar de mayor accesibilidad a los jóvenes.
• Que la Iglesia promueva crear puentes de dialogo con los medios de comunicación social, para
que estos difundan una vida en plenitud.
• Las misiones “ad intra” y “ad extra” en guerra o pobres suponen un contacto directo del joven
con la carne de Cristo.
• Las propias iglesias deben renovar su imagen e introducir en el significado profundamente los
símbolos de la Eucaristía para que puedan ser comprendidos y vividos por los jóvenes.
• Organizar un encuentro público entre el Papa y el colectivo gay para que sea retransmitido en
todo el mundo.
• Buscar el protagonismo y la promocion de la mujer en la Iglesia y en la sociedad es muy
apoyado por los jóvenes.
• Reforzar los foros de Internet entre la Iglesia-comunion y los jóvenes para que Dios pueda
expresarse también a través de ellos desde la convicción de hablar con el corazón.
• Crear una plataforma online donde miembros cualificados de la Iglesia pueda realizar procesos
de acompañamiento para todo aquel que lo solicite a través de vías como el programa de
videollamadas Skype.
• Apoyar y favorecer estructuras de formación cristiana y de formación al acompañamiento. Por
ejemplo, se podría fundar una institución intereclesial (que reúna a religiosos y laicos) e
interdisciplinar (que esté compuesta por sacerdotes, psicólogos, pedagogos, etc.) para
acompañar procesos de fe desde la perspectiva que se precise en cada caso (espiritual,
psicológica, educacional, etc.).
• Promover una animación liturgica de calidad, profunda, celebrativa y de participación activa.
• Oportunidad de generar espacios de encuentro juvenil de manera periódica a nivel universal y
local.
• Torneos de videojuegos, deportes, culturales internacionales y locales.
• Espacios de desarrollo y tertulias para hablar de Jesus por medio de convivencia.
• Facilitar espacio de encuentro con organizaciones de voluntariados y las estructuras eclesiales
para determinar líneas de acción conjuntas.
• Formacion en la afectividad y diversidad sexual creando espacios pastorales especializados en
la inclusión y acogida.
• Los jóvenes son especialmente sensibles al lenguaje del arte y la literatura para ahondar en su
proceso de fe.
• Los sacerdotes que dan testimonio vivo de la dicha y la paz profunda de Dios.
• La tecnología como aliada de la Iglesia para llegar más fácilmente a los jóvenes.
• Eventos dirigidos directamente a los jóvenes como las reuniones presinodales, las jornadas,
las misiones, etc.
• La posible vinculación del mundo espiritual con el mundo de la psicología, vinculación que ya
se está produciendo gracias a la aplicación terapéutica en Occidente de prácticas espirituales
como la meditación.
ESPAÑOL 4
1. LA FORMACIÓN DE LA PERSONALIDAD.
El ser humano, por naturaleza, se comprende así mismo como un ser relacional. Por ello, el joven se
desarrolla en la dimensión social: familia, amigos, escuela, universidades, Iglesia y redes sociales. La
formación del joven, inicia en el seno de la familia; de forma positiva, podría el joven encontrar el amor
puro y un primer sentido de pertenencia. No obstante, al no encontrar una referencia pertinente y con
autoridad moral dentro de su sociedad, se refugia en otras personalidades como los youtubers,
influencers, que tienen una cierta autoridad en el mundo virtual.
Además los jóvenes vivimos en la cultura de la imagen, donde se busca ser aceptados por los demás
llegando a tener varias máscaras, según el ambiente en el que nos movamos. Buscamos un punto de
referencia para poder sentirnos acogidos, identificados y aceptados. A fin de seguir construyendo la
propia identidad.
Los desafíos: el joven está cada vez más expuesto a diferentes realidades, que pueden influenciarlo
y no otorgarle una personalidad original. Creemos que la sociedad está muy descristianizada.
El joven va perdiendo su originalidad ante la globalización, modas y la cultura del descarte. Por ello,
es un desafío para los jóvenes mantener una personalidad original e integral.
Subrayamos temas como la diversidad sexual, ya que dentro de la Iglesia, no hay mucha claridad,
puesto que se opina demasiado y se aclara poco. Queremos la aceptación e inclusión de los jóvenes
que viven estas tendencias. Pedimos a los obispos establecer las líneas de acción, de desarrollarlo y
así tener las bases para acercarnos y educarnos en el afecto y en el amor.
Las oportunidades: Por un lado, ante las redes sociales el joven puede darse a conocer y dar a
conocer a la iglesia como un espacio moderno, abierto y no aburrido. Necesitamos que la Iglesia sea
atractiva para los de afuera y para nosotros los bautizados. Ante una sociedad hiperconectada y
descristianizada se tiene la oportunidad de llegar a todo el mundo con un mensaje claro, actual y sin
perder nuestras raíces.
Los jóvenes soñamos con oportunidades laborales que nos planifiquen pero no se pueden hacer
realidad debido a la situación social que se vive en nuestros países, y eso fruta nuestras oportunidades
de realizarnos como personas. Soñamos con una sociedad coherente y que confié en los jóvenes.
Que apueste por nosotros a pesar, de las condiciones desfavorables.
Buscamos algo que valga la pena. Buscamos el cambio y marcar la diferencia, a tener impacto social
y ser protagonistas y no espectadores. Necesitamos que la comunidad nos guie en cuanto a opciones,
encontrar líderes que sean referentes porque los jóvenes están decepcionados de los líderes sociales.
Buscamos una Iglesia que sea referencia capaz de engrandecer a la comunidad y no dar la imagen de
una iglesia aburrida, sino viva. Revitalizar el sentido de comunidad, que nos lleva a pertenecer, no
tanto mirar al líder sino ver a la comunidad.
Las redes sociales están en nuestro día a día: eso influye en nuestra identidad porque tiene mucho
peso en nuestra imagen y en la aceptación, que banaliza nuestra identidad. Por ello tendemos a hacer
superficiales, y los jóvenes buscan referentes que sean capaces de suplir o resolver problemas
personales y a falta de profundización; se escudan o refugian en esas personas (youtubers,
influencers) de las redes sociales. Creemos totalmente necesario un discernimiento asertivo en el uso
de las redes sociales donde se produce muchas veces acoso e invasión de privacidad.
Intentamos vivir al máximo el presente. Es verdad que eso no nos deja muchas veces plantear el centro
de la existencia. No le damos espacio a la espiritualidad. La gente si tiene la necesidad de interiorizar,
pero no sabemos hacerle espacio en la vida cotidiana. Por eso la traslada a ciertos movimientos
aceptados, como el yoga, el mindfullness y el new age.
La Iglesia debe mostrar el modelo de Jesucristo que es reflejo de ser una persona completa, y
coherente de su vida cotidiana y espiritual. Y los jóvenes buscamos ser como Jesús íntegros.
6. FE Y JESÚS
Los jóvenes sabemos sobre Jesús. Él es conocido en sus características históricas y algunos de
nosotros tienen un conocimiento más profundo (teológico y filosófico), pero en general nos falta hacer
una experiencia de encuentro personal con Jesús. En muchos casos, el contacto con Jesús de muchos
de nosotros, jóvenes católicos se da a través de la misa dominical, y en otros solo a través de
experiencias de acción social. Nos falta reflejar que Jesús es el centro de la vida. Nos falta ser más
coherentes entre lo que creemos y vivimos pero también necesitamos más modelos concretos de esto
en la vida de las personas adultas. Nos vemos influenciados por la sociedad laica y la cultura
descristianizada.
Nos falta ser involucrados en un proceso que abarque el ser fascinados por Jesús, luego pasar del
sentimiento y la emotividad y lograr una maduración en la fe a través del encuentro más profundo (y
acompañado por otros y también por las escrituras), y que nos lleve a ser apasionados discipulado
misioneros. Constatamos que muchos otros jóvenes se sienten atraídos por la persona de Jesús y su
propuesta, pero no lo siguen.
7. FE E IGLESIA
Vemos que existen muchos jóvenes que cree en Dios y no en la Iglesia. Y en general muchos de
nosotros, jóvenes católicos tenemos dificultades en nuestra relación con la Iglesia porque la vemos
poco atractiva, con propuestas aburridas y que sentimos limitantes. También hay muchos casos en
que las personas comprometidas en la Iglesia o que se dicen católicas no son muy acogedoras o
muestran poca humanidad. Pero sobre todo no sentimos que en nuestra Iglesia hayan verdaderas
comunidades, familias.
Cuando nos referimos a la comunidad, no encontramos en nuestra Iglesia, una comunidad que sea
sostén, que sea referente, que sea apoyo, en donde se pueda aprender a ser cristiano, donde se
aprenda a ser discípulo. Queremos una Iglesia donde aprendamos a ser verdaderos seres humanos.
Sentimos una Iglesia ligada al templo y necesitamos una Iglesia que abarque la comunidad, las
personas, donde haya espacio para todos, donde haya capacidad para propiciar, acoger, y acompañar
iniciativas.
También muchos de nosotros tenemos una idea de Iglesia como “solucionadora de problemas o de
crisis” no como una comunidad en camino.
8. FE Y VOCACIÓN
Muchos de nosotros no tenemos conciencia de que Dios nos llame personalmente, y que tenga un
plan de felicidad y de amor para cada uno. Percibimos que en nuestra Iglesia, el tema de la vocación
se centra en ser sacerdote o religiosa. Vemos que nos falta profundizar sobre este aspecto.
Necesitamos una Iglesia en la que se presente con mayor fuerza y cercanía las distintas vocaciones,
dándole igual importancia y valor a cada uno. Necesitamos comunidades donde los adultos y otros
jóvenes nos muestren con su vida y sus opciones (de profesión, de oficio, de estado) las diversas
formas de vivir la propuesta cristiana en plenitud y alegría, caminando hacia la santidad.
En nuestra Iglesia vemos que falta una unidad más concreta y visible en el trabajo entre la pastoral
juvenil y vocacional.
Para descubrir nuestra vocación y vivirla en plenitud, es esencial el aprender a discernir y ser
acompañados. También descubrimos que como Iglesia –y no solo como jóvenes– necesitamos
comprender que el discernimiento y el acompañamiento no son cosas de un momento, sino una
constante en la vida, que son parte de un proceso de formación permanente.
La experiencia de otros nos muestra que es necesario vivir la dinámica de acompañar y ser
acompañado. Valoramos la presencia de sacerdotes y religiosas en el proceso de acompañamiento,
pero necesitamos también contar con la presencia de laicos preparados en este campo. Necesitamos
de un acompañamiento específico en cuanto a la elaboración y vivencia del proyecto de vida, y
espacios como retiros, convivencias, entre otros.
Necesitamos acompañantes que nos enseñen a escuchar la voz de Dios, que no nos digan qué hacer
sino que sepan proponer, dejándonos siempre la libertad de elegir y que nos sigan acompañando
cuando no tomamos las mejores decisiones.
La Iglesia debe poner su raíz en el Evangelio y en la Palabra de Dios. Deseamos una Iglesia nueva en
sus métodos, en su ardor y en expresión pero sólida en el fundamento que es Jesús.
Esta fidelidad deriva y es sostenida en una comunidad donde se debe vivir la fe y el discipulado.
Una comunidad viva que está presente siempre, es alegre como consecuencia de la fidelidad al
Evangelio y no tiene miedo a arriesgar y a ir a las periferias. La Iglesia, como Madre, debe de acoger
a todos en su diversidad. Una comunidad viva también debe incluir una formación continua y adaptada
en la actualidad donde los sacramentos, la adoración y la lectura de la palabra de Dios son sus
fundamentos. La comunidad eclesial debe ser humana, integral e integradora de los intereses de sus
miembros. Una Iglesia sana es aquella que corrige como Madre, no que juzga, y busca el honor y la
dignidad el joven. Una Iglesia luminosa es aquella que arde con el fuego del Espíritu Santo y que nos
transforma en discípulos misioneros enviándonos a evangelizar a todas nuestras realidades
(universidad, política, educación, etc.).
Esta Iglesia será llena de alegría como consecuencia de la acción del Espíritu y enamorará a la vez
que los integrantes se aman unos a otros y son reconocidos como discípulos de Cristo. Un sólo cuerpo
con Cristo como cabeza donde todos están en comunión con su carisma o llamada particular.
Deseamos una Iglesia y comunidad que acoja a todos los movimientos y grupos y donde se vea la
riqueza de la Iglesia y los carismas que el Espíritu reparte como quiere. Además, llevados por el
Espíritu Santo la Iglesia debe ser CREATIVA, abandonando las estructuras caducas que ya no
funcionan ni sirven a la misión sin miedo a innovar y equivocarse. Queremos una comunidad donde el
sacerdote sea cercano, nos conozca y nos quiera. Donde la fuerza no esté en dar misas sino en las
personas. Queremos entrar en una Iglesia y que sepamos el nombre de las personas que allí están.
Esta Iglesia es imposible cuando en ella hay clericalismo o anticlericalismo. Los jóvenes deben de
estar junto a las voces que deciden porque el Espíritu Santo habla muchas veces a través de nosotros
y es necesario que la Iglesia lo reconozca. Si nuestra Iglesia es liderada por pastores estos deben ser
formados para trabajar con jóvenes y escucharles. Por esto proponemos que el plan formativo del
seminario no se limite a la filosofía y teología e introduzcan en su itinerario aspectos de la actualidad
(afectividad, sexualidad, Tics, tipos de familias, adolescencia, jóvenes...) haciendo si formación más
rica y eficiente.
Además, la fuerza de la comunidad no puede estar en el Pastor sino en Cristo y en los miembros, de
manera que cuando desaparezca este la comunidad se mantenga. Queremos que los jóvenes nos
sintamos considerados porque damos la vida por la misión, nos entregamos sin reservas y queremos
sentirnos queridos y valorados. Muchas veces tenemos temores, nos sentimos cansados y sufrimos;
necesitamos que el sacerdote esté ahí con nosotros, nos acompañe y simplemente sepa estar y
querernos. Necesitamos al sacerdote como pastor que nos escuche y acompañe.
Como afirmó el Papa, la juventud no existe, existen los jóvenes, y estos se encuentran presentes en
todos los lugares de nuestra sociedad. Somos una Iglesia en salida. Los lugares siempre han estado
ahí y no van a cambiar, hay que ir donde ellos están para escucharles, saber qué sienten y a partir de
ahí discernir con el joven. Aunque los jóvenes son los que deben evangelizar a los otros jóvenes
queremos que se entienda que TODOS debemos ir en este camino. Los jóvenes queremos ir pero no
ser utilizados, queremos estar acompañados no ir solos y saber que nuestro obispo sabe quiénes
somos. Queremos que sean cercanos como Jesús es cercano. Los jóvenes están presentes en las
universidades, en las redes sociales y el templo. Muchas veces tenemos jóvenes en nuestras iglesias
que vienen a verlas como museos. Dentro de las muchas iniciativas que existen consideramos que la
difusión de a las siguientes pueden propiciar y que muchas otras se hagan visibles:
Por un lado las orientaciones latinoamericanas de pastoral juvenil "Civilización del amor, proyecto y
misión" (CAPYM) en su totalidad y concretamente el proceso de Revitalización. También las iniciativas
del CELAM. Métodos de Evangelización como el Curso Alpha que es experto en evangelizar y
Nuestra sociedad nos exige que la Iglesia adapte el nuevo lenguaje de la belleza y del arte. Que
introduzca música vibrante y renovada. Actual y al estilo de los jóvenes de forma que su melodía,
instrumentos y letras nos lleven al Evangelio y sin perder la sacralidad. No perder la esencia pero no
tener miedo a innovar. Que la difusión de las actividades se haga de forma creativa y bonita. Usando
el estilo actual y aprovechando recursos digitales que nos permitan hacerlo. Privilegiar un espacio
específico para los jóvenes que sea bonitos, con estilo y con elementos propios que al entrar se sientan
atraídos.
En las últimas semanas hemos recibido, por distintos medios, información parcializada y mal
intencionada sobre acusaciones hacia tu ministerio y el de nuestro queridísimo Papa emérito Benedicto
XVI, que ponen en discusión las diversas reformas renovadoras que estás obrando en el seno de
nuestra Iglesia.
Somos los jóvenes protagonistas del presente, herederos del pasado y constructores del futuro
quienes quisiéramos comunicarte nuestra cercanía y total apoyo en esta ardua labor de reconstruir
nuestra Iglesia, la cual es antes que nada una comunidad (ekklesia) reunida por Dios. Por esa razón,
la misma es ante todo santa, sin embargo, somos también conscientes que no está exenta de errores
y que por ende necesita de una constante atención, revisión y actualización de la vida en la Palabra.
No hemos querido permanecer indiferentes a la actualidad, más aún viendo tanta incomprensión por
parte de algunos miembros de nuestra Iglesia, acostumbrados quizás a ciertos privilegios y/o a una
errónea comprensión de la vida de fe.
Santo Padre, también nosotros queremos una Iglesia con olor a oveja, por esa razón no sólo te damos
nuestro pleno apoyo y voto de confianza en todo lo que haces, sino también queremos que sepas que
estamos a tu plena disposición para ayudarte en lo que sea necesario y practicar la corrección fraterna
a todos los niveles de nuestra Iglesia y sociedad.
Hoy reafirmamos aquello que expresábamos en el Documento Final del Pre-Sínodo: "... el deseo de
ver una Iglesia que sea testimonio viviente de lo que enseña, que sea testigo auténtico en el camino
hacia la santidad, lo que incluye el reconocer los errores y el pedir perdón por ellos". Con esas líneas,
respaldamos tu valeroso esfuerzo en acoger la pluralidad de las distintas expresiones humanas,
reformar las estructuras marginadoras de la sociedad e ir siempre más a las periferias existenciales,
actualizar la cotidianeidad y sencillezdel compartir la alegría del Evangelio, comprometerse en el
Respecto a lo último, así como tú, hemos acogido con mucho dolor, indignación y vergüenza las cifras
de los casos de abusos perpetrados por un importante número de nuestros sacerdotes. Es inevitable
no recordar aquellas fuertes palabras de Jesús pronunciadas en Lc. 17, 1-3. Valoramos desde luego
todo lo que ya se hizo y se está haciendo al respecto, sin embargo, no podemos dejar de exigir que
todos los involucrados sean sancionados de manera ejemplar y colaborando con la justicia de los
fueros civiles,para que nunca más se vuelva a cometer ese tipo de delito tan abominable. Asi mismo,
estamos dispuestos a colaborar en la promoción de ambientes sanos, en dinámicas evangélicas y en
modos de relacionarnos que pongan al centro el respeto por la dignidad humana, para alejarnos así
de toda posibilidad futura de abuso.
De la misma manera, como jóvenes, nos sentimos invitados a no dejar de apartar la mirada sobre las
víctimas de todo tipo de abuso perpetrado al interior de nuestra Iglesia. Cada uno nos revela un Cristo
sufriente frente al cual nos sentimos convocados a la misión de reconocimiento, reparación y
prevención.
Querido Papa Francisco, hoy los jóvenes también te pedimos: ¡Sigue haciendo lío! y no te canses de
acompañarnos en el camino humanizador de seguir a Cristo. Deseamos que sepas que tienes un
pueblo joven dispuesto a “ser callejero de la fe” y a “hacer líos de fe” contigo, construyendo puentes
que permitan la unión entre todas las generaciones, y así seguir construyendo la Civilización del Amor
que nos lleve a la santidad, revitalizando cuanto nos rodea.
Confiamos también todo esto a nuestra modelo de seguimiento a Cristo, nuestra amadisima Virgen
María.
INTRODUCCIÓN
El joven de hoy se encuentra con una gran cantidad de desafíos y oportunidades internos y externos,
muchos de ellos son específicos de su ambiente, mientras otros son compartidos en todo el mundo. A
la luz de esto, es necesario que la Iglesia reflexione sobre su concepción de los jóvenes y el modo de
interactuar con ellos, para ser una guía que sea efectiva, relevante y portadora de vida.
Este documento es una síntesis donde expresamos algunos de nuestros pensamientos y experiencias.
Es importante destacar que estas son las reflexiones de jóvenes del siglo XXI, de religiones y
ambientes culturales diversos. Con esto en mente, la Iglesia debería ver estas reflexiones, no como
un análisis empírico de un tiempo pasado, sino como una expresión de dónde estamos ahora, hacia
dónde vamos, y como un indicador de lo que ella tiene que hacer para avanzar.
Para iniciar, es importante clarificar los parámetros de este documento. No se trata de componer un
tratado teológico, ni de establecer una nueva enseñanza de la Iglesia. Más bien, es una reflexión sobre
realidades específicas, personalidades, creencias, y experiencias de jóvenes de todo el mundo. Este
documento está destinado a los Padres Sinodales, como una orientación que les ayude a comprender
mejor a los jóvenes: una hoja de ruta para el Sínodo de los Obispos sobre “Jóvenes, Fe y
Discernimiento vocacional” de octubre de 2018. Es importante que estas experiencias sean vistas y
entendidas de acuerdo a los distintos contextos en que los jóvenes se encuentran.
Estas reflexiones surgen de la reunión de más de 300 jóvenes representantes de todo el mundo,
convocados en Roma del 19-25 de marzo de 2018, en la Reunión Pre-Sinodal de Jóvenes.
Este documento es un resumen de los aportes de todos los participantes, basado en el trabajo de 20
grupos lingüísticos y en la participación de 15,000 jóvenes conectados online a través de grupos de
Facebook. Este documento es una de las fuentes, entre otras, que conformarán el Instrumentum
Una vez aclarado lo anterior, podemos avanzar para explorar con apertura y fe dónde se encuentra el
joven hoy, dónde el joven se ve en relación con otros, y cómo nosotros como Iglesia podemos
acompañarlos de la mejor forma hacia una comprensión más profunda de ellos mismos y de su lugar
en el mundo.
PARTE I
DESAFÍOS Y OPORTUNIDADES DE LOS JÓVENES EN EL MUNDO ACTUAL
1. La formación de la personalidad
Los jóvenes buscan el sentido de su vida en comunidades que los apoyen, los inspiren, que sean
auténticas y abiertas: comunidades que les empoderen. Reconocemos varios lugares que nos ayudan
al desarrollo de nuestra personalidad, principalmente la familia. En muchas partes del mundo, el rol de
los adultos y la reverencia por los antepasados, son factores que contribuyen a la formación de la
identidad. Sin embargo, esto no es universal, ya que el modelo tradicional de familia está en crisis en
algunas partes y esto hace sufrir a los jóvenes. Algunos dejan atrás sus tradiciones familiares
esperando ser más originales de aquello que consideran como “estancado en el pasado” y “pasado de
moda”. Por otro lado, en algunas partes del mundo, los jóvenes buscan su propia identidad
permaneciendo enraizados en sus tradiciones familiares y luchando por permanecer fieles a la forma
en que fueron criados.
La Iglesia necesita, por tanto, apoyar más a las familias y su formación. Esto es particularmente
relevante en algunos países donde no hay libertad de expresión, y donde se les impide participar en
la Iglesia, teniendo que ser formados en la fe por sus padres en el hogar.
Vale la pena destacar que la identidad del joven también se forma por nuestras relaciones externas y
pertenencia a grupos específicos, asociaciones y movimientos activos también fuera de la Iglesia. A
veces, las parroquias ya no son lugares de conexión. Reconocemos el rol de educadores y amigos,
por ejemplo, líderes de grupos juveniles que pueden llegar a ser para nosotros buenos ejemplos.
Necesitamos encontrar modelos atractivos, coherentes y auténticos. Necesitamos explicaciones
racionales y críticas para los asuntos complejos. Las respuestas simples no nos satisfacen.
Actualmente, algunos consideran la religión un asunto privado. A veces, sentimos que lo sagrado
resulta lejano de nuestra vida cotidiana. La Iglesia suele aparecer como demasiado severa y
excesivamente moralista. En otras ocasiones, en la Iglesia, es difícil superar la lógica del “siempre se
ha hecho así”. Necesitamos una Iglesia acogedora y misericordiosa, que aprecie sus raíces y
patrimonio, y que ame a todos, incluso a aquellos que no siguen los estándares. Muchos de los que
buscan una vida pacífica acaban entregándose a filosofías o experiencias alternativas.
Otros lugares clave de pertenencia son grupos como las redes sociales, los amigos y compañeros,
como también nuestro ambiente social y cotidiano. Estos son lugares en los que muchos de nosotros
Momentos cruciales para el desarrollo de nuestra identidad son: decidir qué vamos estudiar, elegir
nuestra profesión, decidir nuestras creencias, descubrir nuestra sexualidad, y asumir compromisos
decisivos para nuestras vidas.
También nuestras experiencias con la Iglesia pueden modelar y afectar la formación de nuestra
identidad y personalidad. Los jóvenes están profundamente involucrados e interesados por temas
como la sexualidad, las adicciones, los matrimonios fracasados, las familias rotas; como también por
otros temas de mayor alcance social como el crimen organizado, el tráfico humano, la violencia, la
corrupción, la explotación, el feminicidio, las diversas formas de persecución y la degradación del
medio ambiente. Todo esto es una preocupación grave para comunidades vulnerables en todo el
mundo. Tenemos miedo porque en muchos de nuestros países existe una inestabilidad social, política
y económica.
Al afrontar estos retos, necesitamos inclusión, acogida, misericordia y ternura de parte de la Iglesia
como institución y como comunidad de fe.
Los jóvenes están tratando de encontrar el sentido a un mundo muy complicado y diverso. Tenemos
acceso a nuevas posibilidades para superar las diferencias y divisiones en el mundo, pero esto se está
llevando a cabo en varios niveles, dependiendo de las realidades. Muchos jóvenes están
acostumbrados a ver en la diversidad una riqueza, y encuentran una oportunidad en el mundo plural.
La multiculturalidad tiene el potencial para facilitar un ambiente que propicie el diálogo y la tolerancia.
Valoramos la diversidad de ideas en nuestro mundo globalizado, el respeto por el pensamiento ajeno
y la libertad de expresión. Aun así, queremos mantener nuestra identidad cultural y evitar la uniformidad
y la cultura del descarte. No debemos temer nuestra diversidad, sino celebrar nuestras diferencias y lo
que nos hace únicos. A veces, nos sentimos excluidos por ser cristianos en un ambiente adverso a la
religión. Somos conscientes de que tenemos que encontrarnos con nosotros mismos y con los otros
para generar lazos profundos.
En algunos países, la fe cristiana es minoría, mientras que otra religión es la dominante. Los países
con raíces cristianas tienen actualmente la tendencia de rechazar gradualmente la Iglesia y la religión.
Algunos jóvenes están tratando de buscar el sentido de la fe en una sociedad cada vez más secular,
donde la libertad de conciencia y la religión están siendo atacadas. El racismo, a diferentes niveles,
afecta a los jóvenes en las diversas partes del mundo. Incluso aquí hay una oportunidad para la Iglesia
de proponer otro “camino” para que los jóvenes vivan su vida, aunque esto se debe realizar a menudo
en un marco social complicado.
De este modo, a veces es difícil para los jóvenes escuchar siquiera el mensaje del Evangelio. Esto se
acentúa en aquellos lugares donde las tensiones sociales pueden llegar a ser muy comunes, a pesar
de un aprecio general por la diversidad. Se necesita una particular atención hacia nuestros hermanos
y hermanas cristianos perseguidos en todo el mundo. Recordamos nuestras raíces cristianas en la
sangre de los mártires y, mientras rezamos para que termine todo tipo de persecución, estamos
agradecidos por su testimonio de fe al mundo. Además de eso, aún no existe un consenso unánime
sobre la cuestión de la acogida de migrantes y refugiados, ni sobre las causas de este fenómeno. Este
desacuerdo se da a pesar del reconocimiento de la llamada universal a cuidar de la dignidad de cada
persona.
En un mundo globalizado e interreligioso, la Iglesia necesita, no sólo ser un modelo, sino también
trabajar sobre las directrices teológicas ya existentes, para un diálogo pacífico y constructivo con
personas de otras creencias y tradiciones.
Los jóvenes sueñan con seguridad, estabilidad y plenitud. Muchos esperan una vida mejor para sus
familias. En muchos lugares del mundo, esto significa buscar seguridad física; para otros, esto se
relaciona más específicamente con encontrar un buen trabajo o un cierto estilo de vida. Un sueño
común en todos los continentes y océanos es el deseo de encontrar un lugar al cual el joven pueda
sentir que pertenece.
Vislumbramos mejores oportunidades de una sociedad que es coherente y que confía en nosotros.
Buscamos ser escuchados y no meros espectadores en la sociedad sino participantes activos.
Buscamos una Iglesia que nos ayude a encontrar nuestra vocación en todos sus sentidos. Tristemente,
no todos nosotros creemos que la santidad sea algo alcanzable ni un camino a la felicidad.
Necesitamos revitalizar el sentido de comunidad que nos conduzca a un sentido de pertenencia.
Algunas situaciones concretas hacen difícil nuestra vida. Muchos jóvenes han experimentado grandes
traumas de diversas formas. Muchos sufren todavía el peso de enfermedades físicas y mentales. La
Iglesia necesita apoyarnos más y proveer vías que ayuden a nuestra salud. En algunas partes del
mundo, la única forma de asegurarse un futuro es recibiendo una educación superior o trabajando
excesivamente. A pesar de que esto es un estándar comúnmente compartido, no es siempre posible,
debido a varias circunstancias en las que los jóvenes se encuentran. Esta idea es una noción
predominante que ha afectado nuestra concepción del trabajo. No obstante esta realidad, los jóvenes
desean afirmar la dignidad inherente al trabajo. A veces, terminamos abandonando nuestros sueños.
Tenemos demasiado miedo, y algunos de nosotros hemos dejado de soñar. Esto se ve en muchas
presiones socio-económicas que pueden robar el sentido de esperanza de los jóvenes. En ocasiones,
ni siquiera tenemos las oportunidades para seguir soñando.
Por esta razón, los jóvenes buscan comprometerse y afrontar la problemática de la justicia social en
nuestro tiempo. Buscamos la oportunidad de trabajar para construir un mundo mejor. En este sentido,
la Doctrina Social de la Iglesia es una herramienta particularmente informativa para los jóvenes
católicos, quienes también quieren seguir esta vocación. Queremos un mundo de paz, que armonice
una ecología integral con una economía global sustentable. Los jóvenes que viven en regiones
inestables y vulnerables, desean y esperan acciones concretas de parte de sus gobiernos y de la
sociedad: poner fin a la guerra y la corrupción; afrontar el cambio climático, la desigualdad social y la
inseguridad. Lo que es importante destacar es que más allá del contexto, todos comparten el mismo
deseo innato por altos ideales: paz, amor, confianza, equidad, libertad y justicia.
Los jóvenes sueñan con una vida mejor, pero muchos se ven forzados a emigrar para encontrar una
mejor situación económica y ambiental. Buscan paz y son especialmente atraídos hacia el “mito
occidental”, como lo presentan los medios de comunicación. Los jóvenes africanos sueñan con una
Iglesia local autónoma, que no requiera de la ayuda que los lleve a la dependencia, sino una que sea
capaz de dar vida a sus comunidades. A pesar de las muchas guerras y las intermitentes
propagaciones de violencia, los jóvenes mantienen la esperanza. En muchos países occidentales, sus
sueños están centrados en el desarrollo personal y la auto-realización.
En muchos lugares existe una gran brecha entre los deseos de los jóvenes y su capacidad de tomar
decisiones a largo plazo.
Cuando nos referimos a la tecnología hay que entender la dualidad que conlleva su uso. Aunque los
avances tecnológicos modernos han mejorado bastante nuestras vidas, tenemos que ser prudentes
en su uso. Como en todas las cosas, su uso desconsiderado puede traer consecuencias negativas.
Mientras que para unos, la tecnología ha mejorado sus relaciones, para otros se ha convertido en una
forma de adicción, sustituyendo la relación humana e incluso a Dios. Ante todo, la tecnología es ahora
El impacto de las redes sociales en la vida de los jóvenes no puede ser subestimado. Las redes
sociales son una parte significativa de la identidad y del estilo de vida de los jóvenes. Los ambientes
digitales tienen un gran potencial para unir personas distantes geográficamente como nunca antes. El
intercambio de información, ideales, valores, e intereses comunes actualmente es más posible. El
acceso a herramientas de aprendizaje online ha abierto oportunidades educativas para jóvenes en
zonas remotas y ha traído el mundo del conocimiento al alcance de un clic.
La ambigüedad de la tecnología, sin embargo, se hace evidente cuando lleva a ciertos vicios. Este
peligro se manifiesta por medio del aislamiento, la pereza, la desolación y el aburrimiento. Es evidente
que los jóvenes del mundo están consumiendo obsesivamente productos virtuales. A pesar de vivir en
un mundo híper-conectado, la comunicación entre jóvenes permanece limitada a aquellos que son
similares entre sí. Hay una falta de espacios y oportunidades para el encuentro de las diferencias. La
cultura de los medios de comunicación sigue influyendo mucho en la vida e ideales de los jóvenes. La
llegada de las redes sociales ha traído nuevos desafíos dado el grado de poder que las compañías de
estos nuevos medios ejercen sobre la vida de los jóvenes.
A menudo, los jóvenes tienden a separar su comportamiento online y offline. Es necesario ofrecer a
los jóvenes formación sobre cómo vivir su vida digital. Las relaciones online pueden volverse
inhumanas. Los espacios digitales nos ciegan a la vulnerabilidad del otro y obstaculizan la reflexión
personal. Problemas como la pornografía distorsionan la percepción que el joven tiene de la sexualidad
humana. La tecnología usada de esta forma, crea una realidad paralela ilusoria que ignora la dignidad
humana.
Otros riesgos incluyen: la pérdida de la identidad causada por una falsa comprensión de la persona,
una construcción virtual de la personalidad, y la pérdida de una presencia social concreta. Además,
riesgos a largo plazo incluyen: la pérdida de la memoria, de la cultura y de la creatividad ante el acceso
inmediato a la información, y una pérdida de concentración causada por la fragmentación. También,
existe una cultura y dictadura de las apariencias.
Ofrecemos dos propuestas concretas en lo que respecta a la tecnología. En primer lugar, al involucrar
a los jóvenes en un diálogo, la Iglesia debe profundizar en su comprensión de la tecnología para
asistirnos en el discernimiento sobre su uso. Además, la Iglesia debería ver la tecnología –
particularmente el internet—como un lugar fecundo para la Nueva Evangelización. Los resultados de
esas reflexiones deberían ser formalizados en un documento oficial de la Iglesia. En segundo lugar, la
Iglesia debería expresarse sobre la crisis extendida de la pornografía, que incluye el abuso online de
niños, como también el ciber-bullying, y el daño que esto causa en nuestra humanidad.
Muchos jóvenes, al ser preguntados sobre cuál es el sentido de su vida, no saben qué responder. No
siempre hacen la conexión entre vida y trascendencia. Muchos jóvenes, habiendo perdido la confianza
en las instituciones, se han desvinculado de la religión institucionalizada y no se ven a sí mismos como
“religiosos”. Sin embargo, los jóvenes están abiertos a lo espiritual.
Finalmente, otros notan que mientras los jóvenes se cuestionan sobre el sentido de la vida, esto no
quiere decir que estén preparados para comprometerse decisivamente con Jesús o con la Iglesia.
Actualmente, la religión ya no es vista como el principal medio a través del cual el joven busca sentido,
y a menudo se dirigen hacia otras corrientes e ideologías modernas. Los escándalos atribuidos a la
Iglesia –tanto reales como percibidos—afectan la confianza de los jóvenes en ella y en las instituciones
tradicionales que representa.
La Iglesia puede jugar un rol vital asegurando que estos jóvenes no sean marginados, sino que se
sientan aceptados. Esto sucede cuando buscamos promover la dignidad de la mujer, tanto en la Iglesia
como en la sociedad. Hoy en día, existe un problema general en la sociedad en la cual la mujer aún
no tiene un lugar equitativo. Esto también es cierto en la Iglesia. Existen grandes ejemplos de mujeres
que sirven en comunidades religiosas y como laicas, en puestos de liderazgo. No obstante, para
algunas mujeres jóvenes, estos ejemplos no son siempre visibles. Una pregunta clave surge de estas
reflexiones: ¿Cuáles son los lugares en los que la mujer puede florecer en la Iglesia y en la sociedad?
La Iglesia puede abordar estos problemas con discusiones concretas y apertura de mente a diferentes
ideas y experiencias.
Suele haber bastante desacuerdo entre los jóvenes, tanto dentro como fuera de la Iglesia, sobre
algunas de sus enseñanzas que hoy en día son especialmente polémicas. Ejemplos de éstas son la
contracepción, el aborto, la homosexualidad, la convivencia, el matrimonio y cómo el sacerdocio es
percibido en diferentes realidades en la Iglesia. Es importante hacer notar que, independientemente
del nivel de compresión que se tenga sobre la enseñanza de la Iglesia, sigue habiendo desacuerdo y
discusión entre los jóvenes acerca de éstos temas polémicos. Como resultado, muchos jóvenes
quisieran que la Iglesia cambie su enseñanza o, al menos, desearían tener acceso a una mejor
explicación y formación en estas cuestiones. Aunque existe un debate interno, los jóvenes católicos,
cuyas convicciones están en conflicto con la enseñanza oficial de la Iglesia, siguen deseando ser parte
de la Iglesia. Muchos jóvenes católicos aceptan estas enseñanzas y encuentran en ellas una fuente
de alegría, y desean que la Iglesia no sólo se aferre a ellas en medio de la impopularidad, sino que
también las proclame y enseñe con mayor profundidad.
En todo el mundo la relación con lo sagrado es complicada. El cristianismo se suele ver como algo que
pertenece al pasado, y su valor o relevancia para nuestras vidas ya no es comprendido. Mientras tanto,
en ciertas comunidades, se le da prioridad a lo sagrado, ya que la vida cotidiana se estructura en torno
a la religión. En algunos contextos asiáticos, el sentido de la vida puede ser asociado con filosofías
orientales.
Finalmente, muchos de nosotros tenemos un gran deseo de conocer a Jesús, pero muchas veces nos
cuesta darnos cuenta de que sólo Él es la fuente del verdadero descubrimiento de uno mismo, ya que
es en la relación con Él que la persona humana llega finalmente a descubrirse a sí misma. Por ello,
recalcamos que los jóvenes quieren testigos auténticos, hombres y mujeres que expresen con pasión
su fe y su relación con Jesús, y al mismo tiempo que animen a otros a acercase, encontrarse y
enamorarse de Él.
Es a la vez una alegría y una sagrada responsabilidad acompañar a los jóvenes en su camino de fe y
discernimiento. Los jóvenes son más receptivos a una narrativa de la vida que a un discurso teológico
abstracto; son conscientes y receptivos y también están comprometidos en estar activamente
involucrados en el mundo y en la Iglesia. Con este fin, es importante comprender cómo los jóvenes
perciben su vocación, y sus desafíos frente al discernimiento.
La relación de los jóvenes con Jesús es tan variada como el número de jóvenes en este mundo. Existen
muchos jóvenes que conocen y tienen una relación personal con Jesús como su Salvador y el Hijo de
Dios. Además, muchos jóvenes se sienten cercanos a Jesús a través de la relación con su Madre,
María. Otros puede que no tengan una relación de este tipo con Jesús, pero lo ven como un líder moral
y un buen hombre. Muchos jóvenes perciben a Jesús como una figura histórica de un cierto tiempo y
cultura, que no es relevante para sus vidas. Todavía, otros lo perciben distante de la experiencia
humana, para quienes es una distancia perpetuada por la Iglesia. Las falsas imágenes de Jesús que
algunos jóvenes tienen, les lleva a no sentirse atraídos por Él. Ideales erróneos de modelos cristianos
aparecen inalcanzables para personas comunes, así como los preceptos establecidos por la Iglesia.
Por lo tanto, para algunos, el cristianismo es percibido cono un estándar inalcanzable.
Una forma de superar la confusión que los jóvenes tienen con respecto a quién es Jesús, implica
regresar a las Escrituras para comprenderlo más profundamente en su vida y en su humanidad. Los
jóvenes necesitan encontrarse con la misión de Cristo, no con lo que pueden percibir como una
expectativa moral imposible. No obstante, se sienten inseguros sobre cómo hacerlo. Este encuentro
necesita ser fomentado en los jóvenes y abordado por la Iglesia.
7. La fe y la Iglesia
Desafortunadamente, existe un fenómeno en algunas áreas del mundo en las cuales un gran número
de jóvenes está dejando la Iglesia. Es crucial comprender el por qué para ir hacia adelante. Los jóvenes
desconectados o que se han alejado, lo hacen porque han experimentado la indiferencia, o se han
sentido juzgados y rechazados. Se puede asistir, participar e irse de la Misa sin experimentar un
sentido de comunidad o familia como Cuerpo de Cristo. Los cristianos profesan un Dios vivo, pero
algunos asisten a Misas, o pertenecen a comunidades, que parecen muertas. Los jóvenes son atraídos
por la alegría que debería ser el sello distintivo de nuestra fe. Los jóvenes expresan el deseo de ver
una Iglesia que sea testimonio viviente de lo que enseña, que sea testigo auténtico en el camino hacia
En muchas ocasiones, los jóvenes tienen dificultad para encontrar un espacio en la Iglesia en el que
puedan participar y ser protagonistas. Los jóvenes, a partir de sus experiencias, perciben una Iglesia
que los considera demasiado jóvenes e inexpertos para liderar o tomar decisiones, ya que se piensa
que sólo cometen errores. Hay una necesidad de confiar en que los jóvenes pueden ser protagonistas
de su propio camino espiritual. Esto no se refiere sólo a imitar a sus mayores, sino de asumir
verdaderamente la responsabilidad de su propia misión y de vivirla seriamente. Los movimientos y las
nuevas comunidades en la Iglesia han desarrollado vías enriquecedoras, no sólo para evangelizar a
los jóvenes sino también para empoderarles, para que sean los primeros embajadores de la fe hacia
sus pares.
Otra percepción común que muchos jóvenes poseen es la poca claridad del rol de la mujer en la Iglesia.
Es difícil para los jóvenes tener un sentido de pertenencia y liderazgo dentro de la misma, y esto se da
sobre todo en las jóvenes. Para este fin, sería provechoso para todos los jóvenes si la Iglesia no
solamente aclarara el rol de la mujer, sino que a su vez ayudara a explorarlo y entenderlo con mayor
claridad.
Existe la necesidad de una comprensión sencilla y clara sobre la vocación, subrayando el sentido de
la llamada y la misión, del deseo y la aspiración, lo cual lo hace un concepto más asequible para los
jóvenes en esta etapa de su vida. La “vocación” ha sido presentada algunas veces como un concepto
abstracto, percibido por muchos como algo inalcanzable. Los jóvenes comprenden el sentido general
de darle significado a la vida, y el de existir por una razón, pero muchos no saben cómo comprender
la vocación como un don y llamada de Dios.
Los jóvenes de varias creencias ven la vocación como algo que abarca la vida, el amor, las
aspiraciones, su lugar y contribución en el mundo, y la manera de dejar una huella. El término vocación
no es muy claro para muchos jóvenes, de ahí que sea necesario una mayor comprensión de la
vocación cristiana (sacerdocio, vida religiosa, laicado, matrimonio y familia, rol en la sociedad, etc.) y
el llamado universal a la santidad.
9. El discernimiento vocacional
Muchos factores influyen en la habilidad de los jóvenes para discernir su vocación, entre los cuales se
encuentran: la Iglesia, las diferencias culturales, las exigencias del trabajo, el mundo digital, las
expectativas de la propia familia, la salud y el bienestar mental, el ruido, la presión de sus compañeros,
Reconocemos particularmente los desafíos singulares que las mujeres jóvenes tienen que afrontar
para poder discernir su vocación y su lugar en la Iglesia. Así como el “sí” de María a la llamada de Dios
es fundamental para la experiencia cristiana, hoy en día, las mujeres jóvenes necesitan ese espacio
para poder decir “sí” a su vocación. Por ello, animamos a la Iglesia para que puedan profundizar en su
comprensión del rol de la mujer y valorizar las mujeres jóvenes, laicas y consagradas, con el mismo
espíritu de amor que la Iglesia tiene por María, la Madre de Jesús.
Los jóvenes están buscando a hombres y mujeres fieles que les guíen en su caminar y que expresen
la verdad, dejando al joven la capacidad de articular la comprensión de su fe y de su vocación. Dichas
personas no tienen que ser ejemplos a imitar, sino testimonios vivos, que evangelicen con su propia
vida. Son muchos los que pueden cumplir estas expectativas; rostros familiares que están en sus
hogares, colegas en la comunidad local, o mártires que dan testimonio de su fe a través de la entrega
de su vida.
Las cualidades de dicho mentor incluyen: que sea un auténtico cristiano comprometido con la Iglesia
y con el mundo; que busque constantemente la santidad; que comprenda sin juzgar; que sepa
escuchar activamente las necesidades de los jóvenes y pueda responderles con gentileza; que sea
muy bondadoso, y consciente de sí mismo; que reconozca sus límites y que conozca la alegría y el
sufrimiento que todo camino espiritual conlleva.
Los mentores no deberían llevar a los jóvenes a ser seguidores pasivos, sino más bien a caminar a su
lado, dejándoles ser los protagonistas de su propio camino. Deben de respetar la libertad que el joven
tiene en su proceso de discernimiento y ofrecerles herramientas para que lo hagan bien. Un mentor
debe confiar sinceramente en la capacidad que tiene cada joven de poder participar en la vida de la
Iglesia. Por ello, un mentor debe simplemente plantar la semilla de la fe en los jóvenes, sin querer ver
inmediatamente los frutos del trabajo del Espíritu Santo. Este papel no debería de ser exclusivo de los
sacerdotes y de la vida consagrada, sino que los laicos deberían poder igualmente ejercerlo. Por
último, todos estos mentores deberían beneficiarse de una buena formación permanente.
PARTE III
LA ACCIÓN EDUCATIVA Y PASTORAL DE LA IGLESIA
Los jóvenes de hoy anhelan una Iglesia que sea auténtica. Queremos expresar, especialmente a la
jerarquía de la Iglesia, que debe ser una comunidad transparente, acogedora, honesta, atractiva,
comunicativa, asequible, alegre e interactiva.
Aún más, la Iglesia atrae la atención de los jóvenes al estar enraizada en Jesucristo. Cristo es la Verdad
que hace a la Iglesia diferente de cualquier otro grupo mundano con el que nos podemos identificar.
Por lo tanto, pedimos a la Iglesia de continuar proclamando la alegría del evangelio bajo la guía del
Espíritu Santo.
Deseamos que la Iglesia difunda este su mensaje a través de medios modernos de comunicación y
expresión. Los jóvenes tienen muchas preguntas acerca de la fe, pero desean respuestas que no sean
diluidas o con de fórmulas pre-fabricadas. Nosotros, la Iglesia joven, pedimos a nuestros líderes que
hablen con una terminología concreta acerca de temas incómodos como la homosexualidad y
cuestiones de género, sobre las cuales ya los jóvenes discuten libremente sin tabú. Algunos perciben
una Iglesia como anticientífica, por esto su diálogo con la comunidad científica también es importante,
ya que la ciencia puede iluminar la belleza de la creación. En este contexto, la Iglesia también debería
preocuparse por cuestiones ambientales, especialmente la contaminación. También deseamos ver una
Iglesia que es empática y en salida hacia quienes están en las periferias, los perseguidos y los pobres.
Una Iglesia atractiva es una Iglesia relacional.
La Iglesia debe involucrar a los jóvenes en sus procesos de toma de decisiones y ofrecerles mayores
roles de liderazgo. Estas posiciones deben darse en todos los niveles: parroquias, diócesis, a nivel
nacional e internacional, inclusive una comisión ante el Vaticano. Sentimos con grande pasión que
estamos preparados para ser protagonistas, que podemos crecer y dejarnos enseñar por los miembros
de la Iglesia que son mayores que nosotros, por religiosos, religiosas, hombre y mujeres laicos.
Necesitamos programas de liderazgo juvenil para la formación y continuo desarrollo de jóvenes líderes.
Algunas mujeres jóvenes sienten que hacen falta mayores ejemplos de liderazgo femenino dentro de
la Iglesia y desean contribuir con sus dones intelectuales y profesionales a la Iglesia. También creemos
que los seminaristas, los religiosos y las religiosas deberían tener una mayor capacidad para
acompañar a los jóvenes líderes.
Más allá de la toma de decisiones institucional, queremos ser una presencia alegre, entusiasta y
misionera dentro de la Iglesia. También expresamos nuestro fuerte deseo de ser una voz prominente
y creativa. Esta creatividad a menudo se encuentra en la música, la liturgia y las artes, pero, de
momento, este es un potencial sin explorar, estando este aspecto creativo de la Iglesia dominado por
sus miembros más antiguos.
También existe el deseo de comunidades sólidas en las que los jóvenes puedan compartir sus
dificultades y testimonio entre ellos. En muchos lugares, esto ya está sucediendo a través de iniciativas
de laicos, movimientos y asociaciones, pero los jóvenes desean ser más apoyados oficial y
financieramente.
La Iglesia joven también mira hacia afuera; los jóvenes tienen una pasión por la política, la vida civil y
las actividades humanitarias. Como católicos quieren actuar en la esfera pública para mejorar toda la
sociedad. En todos estos aspectos de la vida de la Iglesia los jóvenes desean ser acompañados y
tomados en cuenta como miembros plenamente responsables de la misma.
Quisiéramos que la Iglesia salga a nuestro encuentro en aquellos lugares donde actualmente su
presencia es poca o nula. Sobre todo, el lugar en el que queremos ser encontrados por la Iglesia es
en la calle, donde todas las personas se encuentran. La Iglesia debería buscar nuevas y creativas
formas de salir al encuentro de las personas ahí donde se sienten cómodas y donde naturalmente
socializan: en los bares, cafeterías, parques, gimnasios, estadios y en todos los centros culturales y
populares. También se deben tener en cuenta aquellos espacios menos accesibles como son el mundo
militar, el mundo laboral y rural. Además de estos ambientes, necesitamos la luz de la fe en lugares
más difíciles como los orfanatos, hospitales, barrios marginados, regiones destruidas por la guerra,
cárceles, centros de rehabilitación y barrios en zonas rojas.
Mientras la Iglesia ya nos encuentra a muchos de nosotros en las escuelas y universidades en todo el
mundo, quisiéramos ver una presencia más fuerte y efectiva en esos lugares. Los recursos no se
desperdician cuando se invierten en estas áreas, ya que en ellas es donde el joven emplea el mayor
tiempo y donde además comparte con personas de variados contextos socioeconómicos. Muchos de
nosotros ya somos fieles miembros de nuestras comunidades parroquiales o miembros de varias
instituciones, asociaciones u organizaciones dentro de la Iglesia. Es imperativo que aquellos que ya
están comprometidos estén apoyados por la comunidad eclesial, de tal modo que se vean fortalecidos
e inspirados para evangelizar el mundo externo.
Además de los muchos lugares físicos en los que puede ser encontrado el joven, la Iglesia debe tomar
en consideración el mundo digital. Queremos ver una Iglesia a la que se pueda acceder a través de
las redes sociales y de otros espacios digitales, para ofrecer información sobre la Iglesia y su
enseñanza de manera más fácil y efectiva. Esto contribuirá a la formación del joven. En síntesis, la
Iglesia debe salir a nuestro encuentro ahí donde estamos –intelectual, emocional, espiritual, social y
físicamente.
Anhelamos experiencias a través de las cuales podamos profundizar nuestra relación con Jesús en el
mundo real. Las iniciativas exitosas son aquellas que nos ofrecen una experiencia de Dios. Por lo tanto,
respondemos a iniciativas que nos ofrecen una comprensión de los sacramentos, la oración y la liturgia,
con el fin de poder compartir y defender nuestra fe en un mundo secular. Los sacramentos son de gran
valor para nosotros, que tenemos el deseo de desarrollar un sentido más profundo de lo que significan
ellos para nuestras vidas. Esto vale en la preparación al matrimonio, en el sacramento de la
Reconciliación, la preparación para el bautismo de los niños, entre otros. A causa de una falta de
claridad y de una presentación poco atractiva de aquello que verdaderamente ofrecen los
sacramentos, algunos de nosotros los recibimos pero sin valorizarlos adecuadamente.
Algunas iniciativas que consideramos fecundas son: eventos como la Jornada Mundial de la Juventud;
cursos y programas que ofrecen respuestas y formación, especialmente para aquellos que se inician
en la fe; pastoral de frontera, catecismos juveniles; retiros durante los fines de semana y ejercicios
espirituales; eventos carismáticos, coros y grupos de alabanza, peregrinaciones; ligas de deporte
católicas; grupos juveniles parroquiales y diocesanos; grupos para estudiar la Biblia; grupos
universitarios católicos; “apps” sobre la fe; y la inmensa variedad de movimientos y asociaciones dentro
de la Iglesia.
Nosotros respondemos a eventos bien organizados a gran escala, aunque también consideramos que
no todos los eventos tienen que ser de esa magnitud. Pequeños grupos locales donde podemos
expresar nuestras preguntas y compartir en fraterna comunión, también son indispensables para
mantener nuestra fe. Estos eventos más pequeños en varios contextos sociales pueden ayudar a hacer
de puente entre los grandes eventos eclesiales y aquellos parroquiales. El encontrarnos de esta
Los aspectos sociales y espirituales de las iniciativas de la Iglesia pueden ser complementarios entre
sí. También existe un gran deseo de salir al encuentro y evangelizar a las personas que sufren de
enfermedades y adicciones, estando al mismo tiempo en diálogo con distintos contextos religiosos,
culturales y socioeconómicos. La Iglesia debería fortalecer iniciativas que combatan el tráfico humano
y la migración forzosa, así como el narcotráfico, lo cual es especialmente importante en América Latina.
La Iglesia debe adoptar un lenguaje que asuma las costumbres y las culturas de los jóvenes, de modo
tal que todos tengan la oportunidad de escuchar el mensaje del Evangelio. Sin embargo, a nosotros
nos entusiasman las diferentes expresiones de la Iglesia. Algunos de nosotros experimentamos una
atracción por “el fuego” de los movimientos contemporáneos carismáticos, que ponen en el centro al
Espíritu Santo; otros nos dejamos guiar por el silencio, la meditación y las liturgias tradicionales y
reverenciales. Todo esto es positivo en la medida en que nos ayudan a orar de distintas formas. Fuera
de la Iglesia, muchos jóvenes viven una gozosa espiritualidad, pero la Iglesia podría también incluirlos
con los instrumentos adecuados.
· Multimedia – El internet ofrece a la Iglesia una oportunidad evangélica sin precedentes, especialmente
con las redes sociales y los videos online. Nacidos en la cultura digital, nosotros, como jóvenes
podemos ser guías en este camino. El mundo digital es un gran espacio para encontrar y conectarse
con gente de otras religiones y también con no creyentes. Los constantes videos del Papa son un buen
ejemplo de la potencialidad del internet para evangelizar.
· Experiencias anuales – Los años de servicios dentro de los movimientos y las obras de caridad dan
a los jóvenes una experiencia de misión y un espacio para el discernimiento. Esto también ofrece a la
Iglesia la oportunidad de encontrar personas no creyentes y de otras confesiones religiosas de todo el
mundo.
· Adoración, meditación y contemplación – También apreciamos el contraste del silencio que, desde
siempre, la Iglesia ofrece a través de la Adoración Eucarística y de la oración contemplativa. Ello ofrece
un espacio lejos del constante ruido de la comunicación moderna y es ahí donde podemos encontrar
a Jesús. Es en el silencio donde podemos escuchar la voz de Dios y discernir su voluntad para
nosotros. Muchos, fuera de la Iglesia, aprecian la meditación y esta rica cultura de la Iglesia puede ser
un puente para aquellos que no siendo personas de fe, se reconocen espirituales. Esto puede parecer
alternativo a la cultura actual, pero resulta eficaz.
· Testimonio – Las historias personales en la Iglesia son caminos efectivos de evangelización en cuanto
son experiencias personales verdaderas que no pueden ser discutidas. Los testigos cristianos
modernos, así como la persecución de los cristianos en Medio Oriente, constituyen testimonios
particularmente fuertes de la plenitud de la vida en la Iglesia. Las vidas de los santos siguen siendo
hoy relevantes para nosotros como caminos de santidad y plenitud.
· El proceso sinodal – Nos ha sorprendido gratamente ser tomados en cuenta por la jerarquía de la
Iglesia, y sentimos que este diálogo entre la Iglesia joven y antigua es un proceso vital y fecundo de
escucha. ¡Sería una pena si este diálogo no tuviera la posibilidad de continuar y crecer! Esta cultura
de la apertura es extremamente saludable para nosotros.
AL Amoris laetitia
DC Deus caritas est
CE Conferencia Episcopal/Conferencias Episcopales
CL Christifideles Laici
DP Documento preparatorio
DV Dicasterio Vaticano
EG Evangelii gaudium
EN Evangelii nuntiandi
GE Gaudete et exsultate
GS Gaudium et spes
IE Iuvenescit ecclesia
JMJ Jornada Mundial de la Juventud
LF Lumen fidei
LG Lumen gentium
LS Laudato si
NMI Nove millennio ineuente
PD Placuit Deo
PdV Pastores dabo vobis
PO Presbyterorum ordinis
PP Populorum progressio
QoL Cuestionario on line para los jóvenes de la Secretaría del Sínodo
RFIS Ratio Fundamentalis Institutionis Sacerdotalis
RP Riunión pre-sinodal (19-24 de marzo de 2018)
SI Seminario Internazional sobre la condición juvenil (11-15 de septiembre de 2017)
USG Unión Superiores Generales
VC Vita consecrata
VG Veritatis gaudium
VD Verbum Domini
El 6 de octubre de 2016, el Santo Padre anunció el tema de la XV Asamblea General Ordinaria del
Sínodo de los Obispos: “Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional”.
El camino sinodal comenzó inmediatamente con la redacción del Documento Preparatorio (DP),
publicado el 13 de enero de 2017 junto a una “Carta para los jóvenes” del Santo Padre. El DP incluía
un Cuestionario, destinado principalmente a las Conferencias Episcopales, a los Sínodos de las
Iglesias Orientales Católicas y a otros organismos eclesiales, con quince preguntas para todos, tres
específicas para cada continente y la solicitud de compartir tres “buenas prácticas”.
Junto a estas iniciativas destinadas a hacer partícipe toda la Iglesia, también hubo oportunidades para
escuchar la voz de los jóvenes, porque desde el inicio quisimos hacerlos protagonistas. En primer
lugar, se preparó un Cuestionario on line en varios idiomas y traducido por algunas Conferencias
Episcopales, que reunió las respuestas de más de cien mil jóvenes. El material recopilado es inmenso.
Además, se realizó la Reunión Pre-sinodal (Roma, 19-24 de marzo de 2018), que se concluyó el
domingo de Ramos con la entrega al Santo Padre de un Documento Final. Participaron en esta
iniciativa unos trescientos jóvenes de los cinco Continentes y también unos quince mil jóvenes a través
de las redes sociales. El evento, expresión del deseo de la Iglesia de ponerse a la escucha de todos
los jóvenes, sin excluir a ninguno, obtuvo una notable resonancia.
El material recogido de estas cuatro fuentes principales - al que se agregan algunas “Observaciones”
que llegaron directamente a la Secretaría General del Sínodo - es sin duda muy vasto. Con la ayuda
de algunos expertos fue ampliamente analizado, cuidadosamente sintetizado y por ultimo recogido en
el presente “Instrumento de trabajo” que fue aprobado por el XIV Consejo Ordinario de la Secretaría
General del Sínodo de los Obispos, en presencia del Santo Padre.
El texto está estructurado en tres partes y retoma los temas de forma funcional con respecto al
desarrollo de la Asamblea sinodal de octubre próximo, según el método de discernimiento: la I parte,
vinculada al verbo “reconocer”, recoge en cinco capítulos y desde diferentes perspectivas distintos
momentos de escucha de la realidad, haciendo una síntesis sobre la situación de la juventud; la II
Parte, orientada por el verbo “interpretar”, ofrece en cuatro capítulos algunas claves de lectura de las
cuestiones decisivas presentadas al discernimiento del Sínodo; la III Parte, con el objetivo de llegar a
“elegir”, en cuatro capítulos reúne diferentes elementos para ayudar a los Padres sinodales a tomar
una posición sobre las orientaciones y decisiones que se tomarán.
El texto se concluye con una significativa atención al tema de la santidad, para que la Asamblea sinodal
reconozca en esta “el rostro más bello de la Iglesia” (GE 9) y lo sepa proponer a todos los jóvenes de
hoy.
1. Ocuparse de los jóvenes no es una tarea facultativa para la Iglesia, más bien es una parte sustancial
de su vocación y de su misión en la historia. Esta es la esencia del ámbito específico del próximo
Sínodo: como el Señor Jesús caminó con los discípulos de Emaús (Cfr. Lc 24,13-35), también la Iglesia
está invitada a acompañar a todos los jóvenes, sin excluir a ninguno, hacia la alegría del amor.
Los jóvenes pueden, con su presencia y su palabra, ayudar a la Iglesia a rejuvenecer su rostro. Un hilo
ideal une el Mensaje a los jóvenes del Concilio Vaticano II (8 de diciembre de 1965) y el Sínodo de los
jóvenes (3-28 de octubre de 2018) que el Santo Padre explicó introduciendo la Reunión Pre- sinodal:
«Me acuerdo del maravilloso Mensaje a los jóvenes del Concilio Vaticano II. [...] Es una invitación a
buscar nuevos caminos y seguir con audacia y confianza, teniendo la mirada fija en Jesús y abriéndose
al Espíritu Santo, para rejuvenecer el rostro de la Iglesia» acompañando a los jóvenes en su camino
de discernimiento vocacional en este “cambio de época”.
3. El Instrumentum Laboris reúne y sintetiza las contribuciones recogidas en el proceso pre- sinodal
en un documento estructurado en tres partes, que recuerdan explícitamente la articulación del proceso
de discernimiento marcado en EG 51: reconocer, interpretar, elegir. Las partes, por lo tanto, no son
independientes, sino que configuran un camino.
Reconocer. El primer paso se refiere a mirar y a escuchar. Requiere prestar atención a la realidad de
los jóvenes de hoy, en la diversidad de condiciones y de contextos en los que viven. Requiere
humildad, proximidad y empatía, para sintonizar y percibir cuáles son sus alegrías y sus esperanzas,
sus tristezas y sus angustias (cfr. GS 1). La misma mirada y la misma escucha, plena de preocupación
y de atención, deben dirigirse hacia aquello que viven las comunidades eclesiales presentes entre los
jóvenes de todo el mundo. En este primer paso, la atención se focaliza en captar los rasgos
característicos de la realidad: las ciencias sociales ofrecen una contribución irreemplazable, además
muy bien representada en las fuentes utilizadas, pero su contribución se asume y se relee a la luz de
la fe y de la experiencia de la Iglesia .
Elegir. Sólo a la luz de la vocación acogida es posible entender cuáles son los pasos concretos que el
Espíritu nos llama a realizar y en qué dirección movernos para responder a Su llamada. En esta tercera
fase del discernimiento es necesario examinar instrumentos y prácticas pastorales, y cultivar la libertad
interior necesaria para elegir aquellos que mejor nos permiten alcanzar el objetivo y abandonar
aquellos que, in cambio, se manifiesten como menos apropiados. Se trata, por lo tanto, de una
evaluación operativa y de una verificación crítica, no de un juicio sobre el valor o significado que esos
mismos medios han podido o pueden revestir en circunstancias o en épocas diferentes. Este paso
podrá identificar dónde es necesaria una reforma, un cambio en las prácticas eclesiales y pastorales
para evitar el riesgo de cristalización.
4. «La realidad es más importante que la idea» (cfr. EG 231-233): en esta I Parte, estamos invitados a
escuchar y a mirar a los jóvenes en las condiciones reales que se encuentran, y la acción de la Iglesia
en relación a ellos. No se trata de acumular datos y evidencias sociológicas, sino de asumir los desafíos
y oportunidades que surgen en los diversos contextos a la luz de la fe, dejando que nos toquen en
profundidad para que brinden una base concreta a todo el camino sucesivo (cfr. LS 15). Razones
obvias de espacio limitan a pocas menciones la discusión de cuestiones amplias y complejas: los
Padres sinodales están llamados a reconocer en estas las llamadas del Espíritu.
5. Nos insertamos inmediatamente en el dinamismo que Papa Francisco dio a su primer encuentro
oficial con los jóvenes: «Este primer viaje es precisamente para encontrar a los jóvenes, pero para
encontrarlos no aislados de su vida; quisiera encontrarlos precisamente en el tejido social, en sociedad.
Porque cuando aislamos a los jóvenes, cometemos una injusticia; les quitamos su pertenencia. Los
jóvenes tienen una pertenencia, una pertenencia a una familia, a una patria, a una cultura, a una fe»
(Viaje apostólico a Río de Janeiro en ocasión de la XXVIII Jornada Mundial de la Juventud. Encuentro
del Santo Padre con los periodistas durante el vuelo papal hacia Brasil, 22 de julio de 2013).
6. En el mundo hay aproximadamente 1.800 millones de personas con edad entre 16 y 29 años, que
representan un poco menos de la cuarta parte de la humanidad, si bien las proyecciones indican una
disminución progresiva en la proporción de jóvenes con respecto a la población en general. Las
situaciones concretas en las que se encuentran los jóvenes varían mucho de un país a otro, como se
evidencia en las respuestas de las Conferencias Episcopales. Hay países donde los jóvenes
representan una parte sustancial de la población (más del 30%) y otros donde su presencia es mucho
menor (alrededor del 15%, o menos), países donde la esperanza de vida no alcanza los 60 años y
otros donde medianamente es posible superar los 80. Las oportunidades para acceder a la educación,
a los servicios de salud, a los recursos ambientales, a la cultura y a la tecnología, así como la
participación en la vida civil, social y política, varían considerablemente de una región a otra. Incluso
dentro del mismo país podemos encontrar diferencias, a veces muy profundas, por ejemplo entre zonas
urbanas y rurales.
Frente a la globalización
8. A pesar de las diferencias regionales, la influencia del proceso de globalización en los jóvenes de
todo el planeta es evidente y los obliga a articular diferentes niveles de pertenencia social y cultural
(local, nacional e internacional, pero también intra y extra-eclesial). En general, asistimos, como lo
informan algunas CE, a la demanda de espacios crecientes de libertad, autonomía y expresión a partir
del intercambio de experiencias que provienen del mundo occidental, a menudo a través de las redes
sociales. Otras CE temen el riesgo que, independientemente de los deseos profundos de los jóvenes,
prevalezca una cultura inspirada en el individualismo, consumismo, materialismo y el hedonismo, y en
donde predominan las apariencias.
9. Muchas CE no occidentales se preguntan cómo acompañar a los jóvenes para afrontar este cambio
cultural que debilita las culturas tradicionales, ricas desde el punto de vista de la solidaridad, de los
vínculos comunitarios y la espiritualidad, y sienten que no tienen los instrumentos adecuados. Además,
la aceleración de los procesos sociales y culturales aumenta la distancia entre las generaciones,
incluso dentro de la Iglesia. Las respuestas de las CE también indican una cierta dificultad para leer el
contexto y la cultura donde viven los jóvenes. En algunas de ellas, además, la diferencia que
caracteriza a los jóvenes a veces es percibida no como una novedad fecunda, sino como una
decadencia de las costumbres de la cual lamentarse.
10. En este contexto, la perspectiva frecuentemente señalada por Papa Francisco sigue siendo un
punto de referencia: «Hay una globalización poliédrica, hay una unidad, pero cada persona, cada raza,
cada país, cada cultura conserva siempre la propia identidad: es la unidad en la diversidad» (Encuentro
con los jóvenes de la Universidad de Roma Tre, 17 de febrero de 2017, Discurso pronunciado,
publicado en gina.uniroma3.it/download/1491300733.pdf). Hacen eco a estas palabras las
declaraciones de los jóvenes, en cuyos ojos la diversidad se presenta como una riqueza y el pluralismo
como una oportunidad en un mundo interconectado: «La multiculturalidad tiene el potencial para
facilitar un ambiente que propicie el diálogo y la tolerancia. Valoramos la diversidad de ideas en nuestro
mundo globalizado, el respeto por el pensamiento ajeno y la libertad de expresión. [...] No debemos
temer nuestra diversidad, sino valorizar nuestras diferencias y lo que nos hace únicos» (RP 2). Al
mismo tiempo, «queremos mantener la [propia] identidad cultural y evitar la uniformidad y la cultura del
descarte» (RP 2).
11. En este contexto de cambio, la familia continúa a representar un punto de referencia privilegiado
en el proceso de desarrollo integral de la persona: en este punto están de acuerdo todas las voces que
12. Las respuestas al Cuestionario on line muestran que la figura materna es el punto de referencia
privilegiado para los jóvenes, mientras parece necesaria una reflexión sobre la figura paterna, cuya
ausencia o evanescencia en algunos contextos - en particular los occidentales - produce ambigüedad
y vacíos que también influyen en el ejercicio de la paternidad espiritual. Algunas CE indican como
particularmente significativo el rol de los abuelos en la transmisión de la fe y de los valores a los
jóvenes, abriendo cuestionamientos hacia la evolución futura de la sociedad. Se señala también el
aumento de las familias monoparentales.
13. La relación entre los jóvenes y sus familias de todas maneras no es obvia: «Algunos dejan atrás
sus tradiciones familiares esperando ser más originales de aquello que consideran como “estancado
en el pasado” y “pasado de moda”. Por otro lado, en algunas partes del mundo, los jóvenes buscan su
propia identidad permaneciendo enraizados en sus tradiciones familiares y luchando por permanecer
fieles a la forma en que fueron criados» (RP 1). Estas situaciones requieren una investigación más
profunda sobre la relación entre la cultura juvenil y la moral familiar. Varias fuentes indican una brecha
creciente entre estas; sin embargo, otros afirman que todavía hay jóvenes interesados en vivir
relaciones auténticas y duraderas y que encuentran valiosas las indicaciones de la Iglesia. El
matrimonio y la familia permanecen para muchos entre los deseos y proyectos que los jóvenes intentan
realizar.
14. Entre los rasgos de nuestro tiempo, confirmados por muchas CE y por el Seminario Internacional,
como también por numerosos análisis sociales, hay una especie de inversión en la relación entre
generaciones: en la actualidad con frecuencia los adultos toman a los jóvenes como referencia para el
propio estilo de vida, en el marco de una cultura global dominada por un énfasis individualista sobre el
propio yo. Como afirma un Dicasterio del Vaticano, «el punto problemático es la aniquilación de la edad
adulta, que es la verdadera característica del universo cultural occidental. No nos faltan sólo adultos
en la fe. Nos faltan adultos “tout court”». Varias CE afirman que hoy no hay un verdadero conflicto
generacional entre jóvenes y adultos, sino una “recíproca extrañeza”: los adultos no están interesados
en transmitir los valores fundamentales de la existencia a las generaciones más jóvenes, que sienten
a los adultos más como competidores que como posibles aliados. De esta forma, la relación entre
jóvenes y adultos corre el riesgo de permanecer sólo afectiva, sin tocar la dimensión educativa y
cultural. Desde el punto de vista eclesial, la participación sinodal de los jóvenes se percibió como un
signo importante de diálogo intergeneracional: «Nos ha sorprendido gratamente ser tomados en cuenta
por la jerarquía de la Iglesia, y sentimos que este diálogo entre la Iglesia joven y antigua es un proceso
vital y fecundo de escucha» (RP 15).
15. Junto a las relaciones intergeneracionales no se deben olvidar aquellas entre los pares, que
representan una experiencia fundamental de interacción con los demás y de progresiva emancipación
del contexto familiar de origen. Algunas CE subrayan el valor fundamental de la acogida, de la amistad
y del apoyo recíproco que caracteriza a los jóvenes de hoy. La relación con los coetáneos, a menudo
también en grupos más o menos estructurados, ofrece la oportunidad de fortalecer roles sociales y
relacionales en un contexto donde uno no es evaluado ni juzgado.
16. La juventud se caracteriza por ser un tiempo privilegiado durante el cual la persona realiza
elecciones que determinan su identidad y el curso de su existencia. De esto son conscientes de los
jóvenes de la RP: «Momentos cruciales para el desarrollo de nuestra identidad son: decidir qué vamos
estudiar, elegir nuestra profesión, decidir nuestras creencias, descubrir nuestra sexualidad, y asumir
compromisos decisivos para nuestras vidas» (RP 1). Varía mucho, debido a factores sociales,
económicos, políticos y culturales, el momento en el cual se deja la familia de origen o se realizan
elecciones fundamentales. En algunos países medianamente uno se casa, o elige el sacerdocio o la
vida religiosa, incluso antes de la edad de 18 años; mientras que en otros lugares esto sucede después
de los 30, cuando la juventud ya terminó. En muchos contextos, la transición a la edad adulta se ha
convertido en un camino largo, complicado y no lineal, donde se alternan pasos adelante y atrás, y la
búsqueda de trabajo generalmente predomina sobre la dimensión afectiva. Esto hace que sea más
difícil para los jóvenes realizar elecciones definitivas y, como lo señala una CE africana «pone en
evidencia la necesidad de crear un marco formal para su apoyo personalizado».
17. En la fase de las decisiones importantes con las oportunidades y los vínculos que derivan de un
contexto social en constante cambio, que genera precariedad e inseguridad (cfr. DP I,3 y III,1),
interactúan las potencialidades y los problemas psicológicos típicos de las condiciones juveniles, que
deben ser reconocidos, elaborados y resueltos durante el proceso de crecimiento, eventualmente con
un apoyo apropiado. Entre las dificultades, los expertos recuerdan rigidez o impulsividad de los
comportamientos, inestabilidad en los compromisos, frialdad y falta de empatía, intuición emocional
reducida, incapacidad o miedo excesivo de establecer vínculos. También emergen, más
habitualmente, actitudes que señalan la necesidad de una purificación y liberación: dependencia
afectiva, sentido de inferioridad, falta de coraje y de fuerza ante los riesgos, inclinación a la satisfacción
sexual autocentrada, actitudes agresivas, exhibicionismo y necesidad de estar en el centro de la
atención. En cambio son recursos valiosos para cultivar y ejercitar en la vida concreta: la empatía hacia
las personas que uno encuentra, una percepción equilibrada del sentimiento de culpa, el contacto con
la propia intimidad, la disposición para ayudar y colaborar, la capacidad de distinguir las propias
necesidades y responsabilidades de aquellas de los demás, de sostener incluso en la soledad las
propias elecciones, de resistir y luchar frente a las dificultades y los fracasos, de llevar a término de
manera responsable las tareas asumidas.
18. La juventud se configura no sólo como una fase de transición entre los primeros pasos hacia la
autonomía realizados en la adolescencia y la responsabilidad de la edad adulta, sino como el momento
de un salto de calidad desde el punto de vista de la participación personal en las relaciones y en los
compromisos y desde el punto de vista de la capacidad de interioridad y soledad. Por supuesto, es un
tiempo de experimentación, de altibajos, de esperanza y miedo que se alternan, y de tensión necesaria
entre los aspectos positivos y negativos, a través del cual se aprende a articular e integrar las
dimensiones afectivas, sexuales, intelectuales, espirituales, corporales, relacionales y sociales. Este
camino, que se despliega a través de pequeñas elecciones cotidianas y decisiones de mayor
importancia, permite a cada persona descubrir su singularidad y la originalidad de su vocación.
19. Las instituciones educativas y de formación no son sólo el lugar donde los jóvenes transcurren gran
parte de su tiempo, son sobre todo un espacio existencial que la sociedad pone a disposición para su
crecimiento intelectual y humano, y para su orientación vocacional. Sin embargo, hay problemas
relacionados principalmente a los sistemas escolares y universitarios que simplemente se limitan a
informar sin formar, que no ayudan a madurar un espíritu crítico y a profundizar el sentido también
vocacional en el estudio. En muchos países son evidentes las disparidades en el acceso al sistema
escolar, diferencias en las oportunidades de educación entre zonas rurales y urbanas, y porcentajes
de deserción alarmantes: en su totalidad, representan una amenaza para el futuro de los jóvenes y de
20. En muchos países, donde el sistema educativo es carente, la Iglesia y sus instituciones educativas
desempeñan un rol fundamental de suplencia, mientras que en otros lugares tienen dificultades a
mantener el estándar nacional de calidad. Un área de especial delicadeza es la formación profesional,
que ve en muchos países las instituciones escolares católicas desempeñar un rol muy importante: no
se limitan a transmitir conocimientos técnicos, sino que ayudan a los alumnos a descubrir cómo
fructificar sus capacidades, independientemente de cuáles y cuántas sean. Son de gran importancia
las iniciativas de formación a distancia o informal, especialmente en los contextos de mayor pobreza y
privaciones, ya que ofrecen oportunidades para remediar las diferencias en el acceso a la educación.
21. No existe sólo la escuela: como afirma la RP, «la identidad del joven también se forma por nuestras
relaciones externas y pertenencia a grupos específicos, asociaciones y movimientos activos también
fuera de la Iglesia. A veces, las parroquias ya no son lugares de conexión» (RP 1). Permanece también
el gran deseo de encontrar modelos positivos: «Reconocemos el rol de educadores y amigos, por
ejemplo, líderes de grupos juveniles, que pueden llegar a ser para nosotros buenos ejemplos.
Necesitamos encontrar modelos atractivos, coherentes y auténticos» (RP 1).
Trabajo y profesión
22. La transición al trabajo y a la vida profesional sigue siendo de gran importancia, y la distancia que
se registra en algunos lugares entre el itinerario escolar y universitario y las demandas del mundo del
trabajo hace esta transición aún más delicada. Los jóvenes que respondieron al QoL afirman que tener
un trabajo estable es esencial (82,7%), porque conlleva estabilidad económica y relacional, y la
posibilidad de realización personal (89,7%). El trabajo es un medio necesario, si bien no suficiente,
para realizar el propio proyecto de vida, como tener una familia (80,4%) e hijos.
23. Las preocupaciones son mayores donde el desempleo juvenil es particularmente alto. En los
contextos más pobres, el trabajo adquiere también un significado de rescate social, mientras la falta
de trabajo es una de las principales causas de la emigración al exterior. En Asia, en particular, los
jóvenes crecen confrontándose con una cultura del éxito y del prestigio social, y con una ética del
trabajo que impregna las expectativas de los padres y estructura el sistema escolar, generando un
clima de gran competición, una orientación altamente selectiva y cargas de trabajo muy intensas y
estresantes. Los jóvenes – afirma la RP- siguen convencidos de la necesidad de «afirmar la dignidad
inherente al trabajo» (RP 3), pero también señalan el esfuerzo por cultivar la esperanza y los sueños
en condiciones socio-económicas extremadamente duras, que generan miedo (cfr. RP 3). Habría que
profundizar mejor – indican algunas CE – la relación entre vocación y profesión, y la diferente
“intensidad vocacional” de las distintas profesiones.
24. Las variedades y las diferencias también se refieren al contexto religioso donde crecen los jóvenes:
hay países donde los católicos representan la mayoría, mientras que en otros son sólo una pequeña
minoría, a veces socialmente aceptada, otras veces discriminada y perseguida hasta el martirio.
Existen contextos donde el cristianismo debe confrontarse con las consecuencias de elecciones
pasadas, incluso políticas, que socavan su credibilidad; otros contextos donde los católicos se
confrontan con la riqueza cultural y espiritual de otras tradiciones religiosas o de las culturas
tradicionales. Hay contextos secularizados, que consideran la fe como algo puramente privado, y otros
donde crece de manera desproporcionada la influencia de las sectas religiosas o propuestas
espirituales de otro tipo (new age, etc.). Hay regiones en las que el cristianismo y la religión se
consideran una herencia del pasado, otras en las que aún representan el eje estructurante de la vida
social. En algunos países, la comunidad católica no es homogénea, sino que incluye minorías étnico-
25. Como muestran las investigaciones sociológicas, el contexto es variado con respecto a la relación
con la fe y con la pertenencia confesional. Como se evidenció en el SI, «una parte del desinterés y de
la apatía de los jóvenes en términos de fe (y del menor atractivo de las Iglesias) es atribuible a la
dificultad de las grandes instituciones religiosas en sintonizarse con la conciencia moderna; y esto en
contextos sociales que también ponen a las personas nuevas y lacerantes cuestiones de significado,
frente a las numerosas incertidumbres que pesan sobre la vida individual y colectiva. Después de todo,
en un mundo juvenil muy diferenciado en su interior, hay signos de vitalidad religiosa y espiritual, que
se pueden encontrar tanto en las grandes Iglesias como afuera de ellas». Y además: «Esta amplia
coexistencia de creyentes, no creyentes y “diferentemente creyentes”, en lugar de generar tensiones
y conflictos, parece favorecer - bajo ciertas condiciones - situaciones de reconocimiento recíproco.
Esto se aplica especialmente cuando uno se encuentra por un lado con un ateísmo o un agnosticismo
que presenta un rostro más humano, no arrogante ni presuntuoso; y, por otro lado, con una creencia
religiosa más dialogante que fanática».
26. Como la RP puso plásticamente en evidencia, las jóvenes generaciones son portadoras de un
enfoque de la realidad con rasgos específicos, que representa un recurso y una fuente de originalidad;
sin embargo, también puede generar confusión o perplejidad en los adultos. Es necesario, evitar juicios
apresurados. Este enfoque se basa en la prioridad de la concreción y la operabilidad con respecto al
análisis teórico. No se trata de un activismo ciego y de un desprecio a la dimensión intelectual: en el
modo de proceder que es espontáneo para los jóvenes, las cosas se comprenden haciéndolas y los
problemas se resuelven cuando se presentan. Igualmente evidente es el hecho que para los jóvenes
el pluralismo, incluso radical, de las diferencias, es un hecho. Esto no equivale a una renuncia
relativista a la afirmación de las identidades, sino que conlleva una conciencia original de la existencia
de otros modos de estar en el mundo y un esfuerzo deliberado para su inclusión, para que todos
puedan sentirse representados por el fruto del trabajo común.
28. Los jóvenes destacan que, con respecto a la promoción de la justicia, la imagen de la Iglesia se
presenta “dicotómica”: por un lado quiere estar presente en la historia al lado de los últimos, por el otro
todavía tiene mucho por hacer para extirpar situaciones, inclusive graves y generalizadas, de
corrupción, que la hacen correr el riesgo de conformarse al mundo en lugar de ser portadora de una
alternativa inspirada en el Evangelio.
29. Como lo evidencia la RP, la variedad es la característica que mejor expresa la relación de los
jóvenes con la fe y la práctica religiosa. En general, se declaran abiertos a la espiritualidad, aun cuando
lo sagrado, a menudo, se separa de la vida cotidiana. Muchos ven la religión como un asunto privado
y se consideran espirituales pero no religiosos (en el sentido de pertenecer a una confesión religiosa)
(cfr. RP 7). La religión ya no se ve como la forma privilegiada para acceder al sentido de la vida, y está
acompañada y algunas veces reemplazada por ideologías y otras corrientes de pensamiento, o por el
éxito personal o profesional (cfr. RP 5).
30. La misma variedad se encuentra en la relación de los jóvenes con la figura de Jesús. Muchos lo
reconocen como Salvador e Hijo de Dios y con frecuencia se sienten cercanos a él a través de María,
su madre. Otros no tienen una relación personal con él, pero lo consideran un hombre bueno y un
punto de referencia ético. Para otros, es una figura del pasado carente de relevancia existencial, o muy
distante de la experiencia humana (así como se percibe distante la Iglesia). Las imágenes falsas de
Jesús lo privan de fascinación a los ojos de los jóvenes, del mismo modo que una concepción que
considera la perfección cristiana más allá de las capacidades humanas nos conduce a considerar el
cristianismo un estándar inalcanzable (cfr. RP 6). En diferentes contextos los jóvenes católicos piden
propuestas de oración y momentos sacramentales que logren interceptar su vida cotidiana, pero hay
que reconocer que no siempre los pastores son capaces de entrar en sintonía con las especificidades
generacionales de estas expectativas.
31. Un cierto número de jóvenes, variable según los diferentes contextos, se siente parte viva de la
Iglesia y lo manifiesta con convicción, a través de un compromiso activo dentro de ella. Hay jóvenes
que «experimentan una Iglesia muy cercana a ellos, en lugares como África, Asia y América Latina,
así como en diferentes movimientos globales; inclusive algunos jóvenes quienes no viven el Evangelio
se sienten conectados a la Iglesia» (RP 7). Varias CE señalan que los jóvenes son y deben ser
considerados parte integral de la Iglesia y que el compromiso con ellos es una dimensión fundamental
de la pastoral. No es raro ver grupos de jóvenes, y también miembros de movimientos y asociaciones,
poco insertados en la vida de las comunidades: superar esta dinámica de separación es para algunas
CE un objetivo sinodal.
32. A pesar que muchos jóvenes denuncian el riesgo de ser marginados, existen numerosas
actividades eclesiales en las que participar activamente e incluso como protagonistas. Se destacan las
diversas formas de voluntariado, rasgo calificador de las jóvenes generaciones. La animación de la
catequesis y de la liturgia, como también el cuidado de los más pequeños, son otras áreas de acción
que encuentran una particular fecundidad en el oratorio y en otras estructuras pastorales similares.
Incluso los movimientos, las asociaciones y las congregaciones religiosas ofrecen a los jóvenes
oportunidades de compromiso y de corresponsabilidad. En muchos contextos, la piedad popular sigue
siendo un acceso importante a la fe para las jóvenes generaciones, que encuentran importantes
canales de expresión en el cuerpo, en la afectividad, en la música y en el canto. Junto a otras reuniones
nacionales, internacionales y continentales, la JMJ desempeña un rol importante en la vida de muchos
jóvenes porque, como afirma una CE, ofrece «una experiencia viva de fe y comunión, que los ayuda a
enfrentar los grandes desafíos de la vida y a tomar su lugar de manera responsable en la sociedad y
en la comunidad eclesial».
33. Se evidencian entre los jóvenes el deseo y la capacidad para trabajar en equipo, lo cual es un
punto de fuerza en muchas situaciones. A veces esta disponibilidad choca con el excesivo
autoritarismo de los adultos y de los ministros: «En muchas ocasiones, los jóvenes tienen dificultad
para encontrar un espacio en la Iglesia en el que puedan participar y ser protagonistas. Los jóvenes,
a partir de sus experiencias, perciben una Iglesia que los considera demasiado jóvenes e inexpertos
para liderar o tomar decisiones, ya que se piensa que sólo cometen errores» (RP 7). Es igualmente
34. Es evidente cuán penetrante es la presencia de las redes digitales y sociales en el mundo de los
jóvenes. Lo afirman claramente los jóvenes en la RP: «El impacto de las redes sociales en la vida de
los jóvenes no puede ser subestimado. Las redes sociales son una parte significativa de la identidad y
del estilo de vida de los jóvenes. Los ambientes digitales tienen un gran potencial para unir personas
distantes geográficamente como nunca antes. El intercambio de información, ideales, valores, e
intereses comunes actualmente es más posible. El acceso a herramientas de aprendizaje online ha
abierto oportunidades educativas para jóvenes en zonas remotas y ha traído el mundo del
conocimiento al alcance de un clic» (RP 4).
35. La red también representa un territorio de soledad, manipulación, explotación y violencia, hasta el
caso extremo del “dark web” (internet oscuro). Los jóvenes son conscientes de la presencia de riesgos:
«La ambigüedad de la tecnología, sin embargo, se hace evidente cuando lleva a ciertos vicios. Este
peligro se manifiesta por medio del aislamiento, la pereza, la desolación y el aburrimiento. Es evidente
que los jóvenes del mundo están consumiendo obsesivamente productos virtuales. A pesar de vivir en
un mundo híper-conectado, la comunicación entre jóvenes permanece limitada a aquellos que son
similares entre sí [...] La llegada de las redes sociales ha traído nuevos desafíos dado el grado de
poder que las compañías de estos nuevos medios ejercen sobre la vida de los jóvenes» (RP 4). La
maduración de la capacidad de una serena confrontación y diálogo con la diversidad se ve
obstaculizada y esto constituye un verdadero desafío educativo con respecto a los jóvenes. Sobre esta
duplicidad también convergen las CE, si bien acentuando las evaluaciones críticas. Por ignorancia y
poca formación, a los pastores y a los adultos en general les cuesta comprender este nuevo lenguaje
y tienden a tener miedo, sintiéndose frente a un “enemigo invisible y omnipresente”, que a veces
demonizan.
36. Como señalan muchas CE, la música es un lenguaje fundamental para los jóvenes: constituye la
banda sonora de su vida, en la cual están constantemente inmersos, y contribuye al camino de
formación de la identidad de una manera que, no obstante la conciencia casi generalizada de su
importancia, la Iglesia pocas vez profundiza. La música hace sentir emociones, involucrando también
físicamente, abre espacios de interioridad y ayuda a que sean comunicables. Al mismo tiempo,
transmite mensajes, vehiculando estilos de vida y valores consonantes o alternativos a aquellos
propuestos por otros agentes educativos. En algunas culturas juveniles, el mundo de la música puede
constituir una especie de refugio inaccesible para los adultos. Dado su poder, el mundo de la música
es fácilmente influenciado y manipulado incluso por intereses comerciales y especulativos.
37. La música y el hecho de compartirla activan procesos de socialización. Los conciertos reúnen a
miles de jóvenes: no sin ambigüedad, expresa la exigencia de estar juntos, haciendo que las
diferencias individuales pasen a un segundo plano. Los grandes eventos musicales se pueden vivir
como una experiencia totalizadora: espectáculo visual y acústico, danza, movimiento, cercanía y
contacto físico que permite salir de uno mismo y sentirse en armonía con otros desconocidos. Al mismo
tiempo, también pueden ser una ocasión para una escucha pasiva, en la cual el efecto de la música,
a veces amplificado por el uso de drogas, tiene un rol despersonalizador. Incluso la práctica musical
tiene un valor personal y social. Muchos jóvenes compositores y músicos sienten la responsabilidad
de interpretar la experiencia de su propia generación e intentan comunicar a sus coetáneos mensajes
sobre cuestiones sociales relevantes, desde la sexualidad hasta las relaciones interpersonales y la
valorización de las culturas tradicionales.
39. El deporte es otro gran ámbito de crecimiento y confrontación para los jóvenes, en el cual la Iglesia
está invirtiendo en muchas partes del mundo. Papa Francisco lo incluye en el ámbito de la educación
informal, sobre el cual invita a apostar para afrontar el empobrecimiento intelectualista de la educación
formal (cfr. Discurso a los participantes en el Congreso Mundial organizado por la Congregación para
la Educación Católica, 21 de Noviembre de 2015). Los expertos consideran que las nuestras son
“sociedades deportizadas”, y esto es particularmente cierto para el mundo juvenil. Hay que
interrogarse, sin embargo, sobre los valores y modelos que, más allá de la retórica, nuestra sociedad
transmite a través de la práctica deportiva, muy a menudo centralizada en el éxito a cualquier precio,
incluso con el engaño, relegando al olvido el esfuerzo y el compromiso de quien es derrotado.
40. Al igual que los grandes conciertos, también los eventos deportivos masivos constituyen
experiencias de construcción de identidad colectiva, con caracteres marcadamente rituales. Incluso el
mundo del deporte no está exento de formas de manipulación comercial y especulativa, de prácticas
contrarias a la dignidad humana, además que los valores del juego limpio (como el dopaje, difundido
también a nivel juvenil y de aficionados, o la corrupción) y de la contigüidad con formas de violencia
sobre las cuales pesan incluso la insatisfacción y las tensiones sociales extra-deportivas. También es
un potente instrumento de integración para quienes sufren formas de exclusión y de marginación, como
lo demuestran muchas experiencias, por ejemplo, aquellas del movimiento paralímpico.
41. La cultura del descarte es una de las características de la mentalidad contemporánea que Papa
Francisco no cesa de denunciar. Las CE señalan cuánto frecuentemente los jóvenes son sus víctimas,
en diversos campos y de diferentes maneras. Al mismo tiempo, no debemos olvidar que los jóvenes
también pueden estar impregnados de esta cultura e implementar comportamientos que producen el
“descarte” de otras personas o la degradación del medio ambiente como resultado de elecciones de
consumo irresponsables. En fin, debemos reconocer que a veces, incluso algunos responsables
eclesiales, son cómplices de esta forma de pensar y de actuar, contribuyendo a generar indiferencia y
exclusión.
42. La Iglesia, también a través de este Sínodo, está llamada a prestar una atención específica a los
jóvenes víctimas de la injusticia y de la explotación, a través de una obra fundamental de
reconocimiento: la apertura de espacios donde puedan expresarse, y sobre todo ser escuchados,
constituye una reafirmación de su dignidad personal contra cualquier pretensión de negación, y
restituye un nombre y un rostro a quien, demasiado a menudo, le es negado por la historia. Esto
favorecerá la expresión del potencial del cual, incluso los jóvenes “descartados” son portadores: son
capaces de ser sujetos de su propio desarrollo y su punto de vista representa una contribución
irremplazable a la construcción del bien común, en una dinámica de crecimiento continuo de la
esperanza, a partir de la experiencia concreta que las piedras que desecharon los constructores
pueden convertirse en piedras angulares (cfr. Sal 118,22; Lc 20,17; Hb 4,11; 1Pe 2,4).
43. Como lo evidencian las CE, hay muchos países donde la desocupación juvenil alcanza niveles que
no es exagerado definir dramáticos. La consecuencia más grave no es económica, porque a menudo
las familias, los sistemas de bienestar o las instituciones de caridad logran de alguna manera
compensar las necesidades materiales de los desocupados. El verdadero problema es que «el joven
que está sin trabajo tiene anestesiada la utopía o está a punto de perderla» (Francisco, Discurso a los
miembros de la Comisión Pontificia para América Latina, 28 de febrero de 2014). Los jóvenes de la RP
se expresaron con extraordinaria consonancia: «A veces, terminamos abandonando nuestros sueños.
Tenemos demasiado miedo, y algunos de nosotros hemos dejado de soñar. Esto se ve en muchas
presiones socio-económicas que pueden robar el sentido de esperanza de los jóvenes. En ocasiones,
ni siquiera tenemos las oportunidades para seguir soñando» (RP 3).
44. Un efecto similar se encuentra en todas aquellas situaciones donde las personas, incluidos los
jóvenes, se ven forzadas por la necesidad a aceptar un trabajo que no respeta su dignidad: es el caso
del trabajo negro e informal - a menudo sinónimo de explotación – de la trata de personas y de muchas
formas de trabajo forzado y de esclavitud que afectan a millones de personas en todo el mundo. Como
muchos en el mundo, los jóvenes de la RP han expresado su preocupación por el progreso tecnológico
que amenaza de revelarse enemigo del trabajo y de los trabajadores: «La llegada de la inteligencia
artificial y de las nuevas tecnologías, como la robótica y la automatización, conllevan riesgos para las
oportunidades de empleo para las clases trabajadoras. La tecnología puede ser dañina para la dignidad
humana si no es usada conscientemente y con cuidado y si la dignidad humana no está en el centro
de su interés» (RP 4).
45. Entre los migrantes, un alto porcentaje está compuesto por jóvenes. Las razones que impulsan a
emigrar son variadas, como evidencia la RP: «Los jóvenes sueñan con una vida mejor, pero muchos
se ven forzados a emigrar para encontrar una mejor situación económica y ambiental. Buscan paz y
son especialmente atraídos hacia el “mito occidental”, como lo presentan los medios de comunicación»
(RP 3); pero también tienen «miedo porque en muchos de nuestros países existe una inestabilidad
social, política y económica» (RP 1), y «un sueño común en todos los Continentes y océanos es el
deseo de encontrar un lugar al cual el joven pueda sentir que pertenece» (RP 3).
46. Situaciones particularmente delicadas están representadas por los menores no acompañados por
un familiar adulto y por quienes llegan a un país extranjero en edad escolar avanzada (cfr. Francisco,
Mensaje para la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado 2017. Migrantes menores, vulnerables
y sin voz, 8 de septiembre de 2016). Muchos corren el riesgo de terminar en la trata de seres humanos
y algunos literalmente desaparecen en la nada. A estos hay que agregar los jóvenes de las segundas
generaciones, que experimentan dificultades en términos de identidad y de mediación entre las
culturas a las que pertenecen, particularmente cuando hay una gran diferencia social y cultural entre
el país de origen y el país al que llegaron.
47. Como subrayan numerosas CE, la migración de los jóvenes representa un empobrecimiento del
capital humano, emprendedor y valiente, en los países de origen y una amenaza para su desarrollo
sostenible. Para las sociedades - y las Iglesias - que los reciben, es un gran potencial de
transformación, cuya expresión requiere un acompañamiento con programas adecuados y con visión
de futuro. En este sentido, sin embargo, los jóvenes de la RP expresan una prudencia de la cual
debemos dejarnos interrogar: «no existe un consenso unánime sobre la cuestión de la acogida de
migrantes y refugiados, ni sobre las causas de este fenómeno. Este desacuerdo se da a pesar del
reconocimiento de la llamada universal a cuidar de la dignidad de cada persona» (RP 2). Junto con
quienes emigran, no debemos olvidar a los muchos jóvenes que continúan viviendo en condiciones de
guerra o de inestabilidad política. Los jóvenes de la RP, sin embargo, insisten que «a pesar de las
48. Los estudios internacionales evidencian que muchos jóvenes enfrentan desigualdades y
discriminaciones a causa de su género, clase social, pertenencia religiosa, orientación sexual, posición
geográfica, discapacidad o etnia. Sobre esta cuestión los jóvenes son muy sensibles y la RP se
expresó con gran claridad: «El racismo, a diferentes niveles, afecta a los jóvenes en las diversas partes
del mundo» (RP 2). El mismo fenómeno es señalado por numerosas CE. Una especial atención es
dada por la RP a las formas de discriminación que afectan a las mujeres jóvenes, también en el
contexto eclesial: «un problema general en la sociedad en la cual la mujer aún no tiene un lugar
equitativo. Esto también es cierto en la Iglesia» (RP 5). Los jóvenes, por lo tanto, se preguntan ¿cuáles
son los lugares en los que la mujer puede florecer en la Iglesia y en la sociedad?» (RP 5), conscientes
que «la Iglesia puede abordar estos problemas con discusiones concretas y apertura de mente a
diferentes ideas y experiencias» (RP 5). En fin, los jóvenes señalan la persistencia de discriminaciones
de base religiosa, especialmente contra los cristianos. Esto se aplica tanto en aquellos contextos en
donde los cristianos representan una minoría, expuestos a la violencia y a la presión de la mayoría que
reclama su conversión, como también en situaciones de alta secularización (cfr. RP 2).
49. Muchas CE y la RP no ocultan que muchos jóvenes deben afrontar las consecuencias de eventos
traumáticos de diferentes tipos o con diversas formas de enfermedad, sufrimiento y discapacidad.
También cuentan con la acogida y el apoyo de la Iglesia, de los cuales necesitan igualmente sus
familias. Particularmente en países con un alto nivel de vida, son cada vez más difundidas, sobre todo
entre los jóvenes, algunas formas de malestar psicológico, depresión, enfermedad mental y trastornos
alimentarios vinculados a experiencias de profunda infelicidad o a la incapacidad de encontrar una
ubicación dentro de la sociedad. En algunos países el suicidio es la principal causa de muerte en el
grupo de edad entre 15 y 44 años.
50. Muchas CE de diferentes regiones señalan con gran alarma la difusión entre los jóvenes - e incluso
muy jóvenes - de abusos y dependencia de diversos tipos (drogas tradicionales y sintéticas, alcohol,
ludopatía y dependencia de Internet, pornografía, etc.), así como comportamientos desviados de varios
tipos (bullying, violencia, abusos sexuales). Para Papa Francisco es claro que, en muchos casos, estas
formas de dependencia no son consecuencia del caer en el vicio, sino un efecto de la dinámica de
exclusión: «Hay todo un armamento mundial de droga que está destruyendo esta generación de
jóvenes que está destinada al descarte» (Discurso a los miembros de la Comisión Pontificia para
América Latina, 28 de febrero de 2014). En todo esto sale a la luz no sólo la fragilidad de quienes
cometen estos actos, sino también la de las víctimas, de las familias y de toda la sociedad. Abusos y
dependencias, así como reacciones de violencia o desviación frente a las contradicciones de la
sociedad, son algunas de las razones que llevan a los jóvenes - incluso menores - a la cárcel. Dadas
las dificultades del sistema penal para brindar oportunidades de recuperación social, existe un alto
riesgo que la detención de jóvenes con baja peligrosidad social los ubique en un circuito criminal del
cual es difícil salir, como lo demuestran los altos porcentajes de reincidencia. También es sabido cómo
la detención afecta en modo desproporcionado a los miembros de algunos grupos étnicos y sociales,
también como efecto de prejuicios y discriminaciones.
51. Las sociedades y las culturas de nuestro tiempo, si bien en diferentes formas, están marcadas por
algunas coyunturas. Sus repeticiones continuas nos hacen reconocerlas como signos del cambio de
época que estamos viviendo a nivel antropológico y cultural. Los jóvenes, centinelas y sismógrafos de
todas las épocas, las advierten más que otros como fuente de nuevas oportunidades y de amenazas
52. Una primera coyuntura se refiere a la corporeidad en sus múltiples facetas. Desde siempre el
cuerpo, frontera e intersección entre naturaleza y cultura, señala y preserva el sentido del límite de la
creatura y es un don para acoger con alegría y gratitud. Los desarrollos de la investigación y de las
tecnologías biomédicas generan una concepción diferente del cuerpo. Las perspectivas de integración
cada vez más extremas entre el cuerpo y la máquina, entre los circuitos neuronales y electrónicos, que
encuentran su icono en el cyborg, favorecen un enfoque tecnocrático de la corporeidad, también desde
el punto de vista del control de los dinamismos biológicos. A este respecto, se señala que los donantes
de óvulos y las madres sustitutas son preferiblemente jóvenes. Más allá de las evaluaciones
exquisitamente éticas, estas novedades no pueden no tener un impacto en la concepción del cuerpo
y en su indisponibilidad. Algunos evidencian una dificultad en las jóvenes generaciones para
reconciliarse con la dimensión de la propia creaturalidad. En algunos contextos, también se señala la
difusión de la fascinación por experiencias extremas, hasta el riesgo de la vida, como una oportunidad
para el reconocimiento social o para experimentar emociones fuertes. Además, la sexualidad precoz,
la promiscuidad sexual, la pornografía digital, la exhibición del propio cuerpo on line y el turismo sexual
corren el riesgo de desfigurar la belleza y la profundidad de la vida afectiva y sexual.
54. Con distintas intensidades, muchos países de todo el mundo están tratando de resolver el
fenómeno de las fake news, es decir de la difusión incontrolable de noticias falsas a través de los
medios de comunicación (no sólo digitales) y la creciente dificultad para distinguirlas de las noticias
verdaderas. En el debate público, la verdad y la fuerza de la argumentación parecen haber perdido la
capacidad de persuasión. Por esta razón se acuñó el término “post-verdad”. Como señala también una
CE, «en las redes sociales y en los medios digitales no existe una jerarquía de la verdad».
55. Los jóvenes están particularmente expuestos a este clima, por sus costumbres comunicativas, y
necesitan ser acompañados para no desorientarse. En el mundo de la post-verdad, la frase «Cristo es
la Verdad que hace a la Iglesia diferente de cualquier otro grupo secular con el que nos podemos
identificar» (RP 11), que la RP utiliza, termina inevitablemente por tener una densidad de significado
diferente que en otras épocas. No se trata de renunciar a lo específico más precioso del cristianismo
para conformarse al espíritu del mundo, los jóvenes no piden tampoco esto, sino que es necesario
encontrar el modo para transmitir el mensaje cristiano en circunstancias culturales que cambiaron. De
56. Hoy es necesario ser conscientes que algunos mecanismos de funcionamiento de los medios
digitales y la necesidad de seleccionar unas de las infinitas ofertas de información para acceder, hacen
que cada vez más personas entren en contacto sólo con quienes piensan de la misma manera.
También grupos, instituciones y asociaciones eclesiales corren el riesgo de convertirse en circuitos
cerrados (cfr. GE 115).
57. Desde el punto de vista antropológico, la irrupción de las tecnologías digitales está comenzando a
tener un impacto muy profundo en la noción del tiempo y del espacio, en la percepción de sí mismo,
de los demás y del mundo, en el modo de comunicar, de aprender e informarse. Un enfoque a la
realidad que privilegia la imagen con respecto a la escucha y a la lectura, está modificando el modo de
aprender y el desarrollo del sentido crítico. En perspectiva, cuestionará también las modalidades de
transmitir una fe basada en la escucha de la Palabra de Dios y en la lectura de la Sagrada Escritura.
De las respuestas de las CE, se comprende que no muchas parecen completamente conscientes de
la metamorfosis en acto.
58. El uso superficial de los medios digitales expone al riesgo de aislamiento - incluso extremo es el
fenómeno conocido con el término japonés hikikomori, que afecta a un número creciente de jóvenes
en muchos países, en particular asiáticos - y de refugio en una felicidad ilusoria e inconsistente que
genera formas de dependencia. Los jóvenes de la RP son conscientes de esto: «A menudo, los jóvenes
tienden a separar su comportamiento online y offline. Es necesario ofrecer a los jóvenes formación
sobre cómo vivir su vida digital. Las relaciones online pueden volverse inhumanas. Los espacios
digitales nos ciegan a la vulnerabilidad del otro y obstaculizan la reflexión personal. Problemas como
la pornografía distorsionan la percepción que el joven tiene de la sexualidad humana. La tecnología
usada de esta forma, crea una realidad paralela ilusoria que ignora la dignidad humana. Otros riesgos
incluyen: la pérdida de la identidad causada por una falsa comprensión de la persona, una construcción
virtual de la personalidad, y la pérdida de una presencia social concreta. Además, riesgos a largo plazo
incluyen: la pérdida de la memoria, de la cultura y de la creatividad ante el acceso inmediato a la
información, y una pérdida de concentración causada por la fragmentación. También, existe una cultura
y dictadura de las apariencias» (RP 4).
59. Otro rasgo que atraviesa muchas sociedades contemporáneas es la debilidad de las instituciones
y la disminución de la confianza en ellas, incluida la Iglesia. Las respuestas al QoL muestran que sólo
una minoría de jóvenes (16,7%) considera que tienen la posibilidad de influir en la vida pública de su
país: no es que no quieran, pero se encuentran con reducidas posibilidades y espacios. La falta de un
liderazgo confiable, en diferentes niveles y en ámbito civil y eclesial, es fuertemente denunciada por
los jóvenes. Una fragilidad particularmente evidente está generada por la difusión de la corrupción. Las
instituciones deberían preocuparse por el bien común y, cuando algunos logran inclinarlas a sus
propios intereses particulares, sufren una erosión dramática de credibilidad. Por esto la corrupción es
una plaga que afecta a muchas sociedades en sus cimientos. El desafío de la justicia social
necesariamente pasa por la construcción de instituciones justas, que se pongan al servicio de la
dignidad humana en un sentido integral.
61. Varios elementos mencionados anteriormente concurren para explicar por qué, en algunas partes
del mundo, vivimos inmersos en una “cultura de la indecisión”, que considera imposible o incluso
insensata una elección para la vida. En un mundo donde las oportunidades y las propuestas aumentan
exponencialmente, es espontáneo reaccionar con elecciones siempre reversibles, incluso si esto
implica una mortificación continua del deseo. El proceso de discernimiento vocacional, a lo largo del
eje marcado por las etapas de “reconocer, interpretar, elegir” se empantana a menudo justamente en
el momento de la elección y de su implementación. Algunas veces a uno le gustaría tener seguridades
externas, que no necesitan el esfuerzo de caminar en la fe, entregándose a la Palabra; otras veces,
predomina el miedo a abandonar las propias convicciones para abrirse a las sorpresas de Dios.
62. También la inseguridad de las condiciones de trabajo y la precariedad social bloquean cualquier
planificación a mediano y largo plazo. Algunas CE, especialmente en el mundo occidental, afirman que
es muy difícil para los jóvenes realizar un proyecto matrimonial sin poner en riesgo la autosuficiencia
económica. Además, como lo atestiguan las respuestas al QoL, muchos jóvenes se preguntan cómo
es posible una elección definitiva en un mundo donde nada parece ser estable, ni siquiera la distinción
entre verdadero y falso. Uno de los desafíos urgentes que caracterizan nuestro tiempo es, por lo tanto,
la decisión de vida como una asunción responsable de la propia existencia.
63. Desmintiendo las predicciones hechas en los últimos dos siglos, la secularización no parece
afirmarse como el destino ineluctable de la humanidad. Con diferentes acentos, la literatura científica
actualmente usa expresiones como “retorno de lo sagrado” u otras similares. Este fenómeno coexiste
con la disminución de las vocaciones sacerdotales y religiosas y el vaciamiento de las iglesias que se
está produciendo en algunas partes del mundo: no estamos, por lo tanto, enfrentando un retorno al
pasado, sino el emerger de un nuevo paradigma de religiosidad, descripta como poco institucionalizada
y cada vez más “líquida”, marcada por una variedad radical de caminos individuales, incluso entre
aquellos que se declaran pertenecientes a la misma confesión. Así, en el SI se afirmó que «dentro de
un mundo juvenil muy diferenciado, no faltan signos de vitalidad religiosa y espiritual». La insatisfacción
causada por una visión del mundo puramente inmanente, transmitida por el consumismo y el
reduccionismo cientificista, abre el campo a la búsqueda del significado de la propia existencia a través
de itinerarios espirituales de distintas naturaleza. Una CE declara: «Muchos jóvenes afirman que están
buscando el sentido de la vida, que siguen los ideales, buscan una espiritualidad y una propia fe
personal, pero sólo pocas veces recurren a la Iglesia». Con respecto a este cambio de actitud hacia la
religión es necesario focalizar el perfil, para poder interpretar las causas y los posibles desenlaces,
identificando las oportunidades que ofrece para el anuncio evangélico y qué riesgos o ambigüedades
puede presentar. En muchos lugares, de hecho, se acompaña a la fascinación que propuestas de la
matriz fundamentalista o integrista provocan al menos en algunos sectores del mundo juvenil: los
fenómenos de foreign fighters (combatientes extranjeros) y de la radicalización en distintos niveles son
sólo algunos ejemplos. En sentido totalmente diferente es significativo también cuanto señalan algunas
CE de Europa Centro- oriental con respecto al gradual desplazamiento de las prácticas religiosas y
espirituales del ámbito del precepto al de las opciones para el tiempo libre: en esto emerge el aspecto
de la elección personal, pero es claro que tales prácticas se colocan en evidente competencia con
muchas otras alternativas.
64. La atención y el cuidado de los jóvenes expresados en el DP fue reiterado por las CE. Sus
respuestas a la pregunta: «¿Qué piden concretamente los jóvenes a la Iglesia de su país?» fueron
amplias y articuladas. En el QoL, muchos jóvenes se expresaron con gran libertad, tratando de
comunicar sus pensamientos sin filtros. En la misma dirección, fue interpretada por los jóvenes la
experiencia de la RP. Las CE se pusieron en escucha de los jóvenes en numerosos modos. Sin
embargo, se observa que, en general, se privilegia la atención a los jóvenes que pertenecen a las
realidades eclesiales y que son activos allí, con el riesgo de considerarlos representativos de todo el
mundo juvenil. El QoL, como era previsible, vio una participación mayoritaria de jóvenes ya insertos en
los circuitos eclesiales. Muchos han reiterado que la mejor manera de escuchar a los jóvenes es estar
allí donde se encuentran, compartiendo su existencia cotidiana. Los participantes a la RP afirmaron
con entusiasmo: «Esperamos que la Iglesia y otras instituciones puedan aprender de este proceso
Pre-Sinodal y escuchar la voz de los jóvenes» (RP, Introducción). Muchos de los jóvenes que
intervinieron en el QoL también expresaron agradecimiento y apreciación por esta oportunidad.
65. Como sintetiza muy bien un joven, «en el mundo contemporáneo, el tiempo dedicado a escuchar
nunca es tiempo perdido» (QoL) y en los trabajos de la RP, se evidenció que escuchar es la primera
forma de lenguaje verdadero y audaz que los jóvenes piden con voz fuerte a la Iglesia. También, se
manifiesta el esfuerzo de la Iglesia para escuchar a todos los jóvenes, sin excluir a ninguno. Muchos
advierten que la voz de los jóvenes no es considerada interesante y útil por el mundo adulto, tanto en
el ámbito social como en el eclesial. Una CE afirma que los jóvenes perciben que «la Iglesia no escucha
activamente las situaciones que viven los jóvenes» y que «sus opiniones no son consideradas
seriamente». Sin embargo, es claro que los jóvenes, según otra CE, «piden a la Iglesia que se acerque
a ellos con el deseo de escucharlos y acogerlos, ofreciendo diálogo y hospitalidad». Los mismos
jóvenes dicen que «existe un fenómeno en algunas áreas del mundo en las cuales un gran número de
jóvenes está dejando la Iglesia. Es crucial comprender el por qué para ir hacia adelante» (RP 7).
Ciertamente, entre estos encontramos la indiferencia y la falta de escucha, además del hecho de que
«la Iglesia suele aparecer como demasiado severa y excesivamente moralista» (RP 1).
66. Un número considerable de jóvenes, que provienen principalmente de áreas muy secularizadas,
no piden nada a la Iglesia porque no la consideran un interlocutor significativo para su existencia.
Algunos, por el contrario, piden expresamente que los dejen en paz, ya que sienten su presencia como
algo molesto e incluso irritante. Este pedido no nace de un desprecio acrítico e impulsivo, más bien
tiene sus raíces en razones serias y respetables: los escándalos sexuales y económicos, sobre los
cuales los jóvenes piden a la Iglesia que fortalezca «su posición de no- tolerancia hacia los abusos
sexuales dentro de sus instituciones» (RP 11); la falta de preparación de los ministros ordenados que
no saben interceptar adecuadamente la vida y la sensibilidad de los jóvenes; el rol pasivo asignado a
los jóvenes dentro de la comunidad cristiana; la dificultad de la Iglesia para dar cuenta de sus
posiciones doctrinales y éticas frente a la sociedad contemporánea.
67. Incluso cuando son muy críticos, en realidad los jóvenes piden que la Iglesia sea una institución
que brille por su ejemplaridad, competencia, corresponsabilidad y solidez cultural. Una CE afirma que
«los jóvenes quieren ver una Iglesia que comparta su situación de vida a la luz del Evangelio ¡en lugar
de hacer sermones!». De un modo sintético, los jóvenes se expresaron así: «Los jóvenes de hoy
anhelan una Iglesia que sea auténtica. Queremos expresar, especialmente a la jerarquía de la Iglesia,
que debe ser una comunidad transparente, acogedora, honesta, atractiva, comunicativa, asequible,
alegre e interactiva» (RP 11).
68. Muchos jóvenes consideran que un enfoque eclesial renovado es decisivo, sobre todo desde el
punto de vista relacional: innumerables CE afirman que los jóvenes desean una Iglesia «menos
institucional y más relacional», que sabe «acoger sin juzgar previamente», una «Iglesia amiga y
cercana», una comunidad eclesial que sea «una familia donde uno se siente acogido, escuchado,
protegido e integrado». También según la Reunión Pre-sinodal «necesitamos una Iglesia acogedora y
misericordiosa, que aprecie sus raíces y patrimonio, y que ame a todos, incluso a aquellos que no
siguen los estándares» (RP 1).
69. Los jóvenes más partícipes en la vida de la Iglesia han expresado varias solicitudes específicas.
Vuelve con frecuencia el tema de la liturgia, que les gustaría viva y cercana, mientras a menudo no
permite hacer una experiencia del «sentido de comunidad o familia como Cuerpo de Cristo» (RP 7), y
de las homilías, que muchos consideran inadecuadas. para acompañarlos en el discernimiento de su
situación a la luz del Evangelio. «Los jóvenes son atraídos por la alegría que debería ser el sello
distintivo de nuestra fe» (RP 7), pero que a menudo las comunidades cristianas no parecen capaces
de transmitir.
70. Otra solicitud se refiere a la adopción de un estilo de diálogo interno y externo a la Iglesia: los
jóvenes consideran necesario abordar algunas cuestiones de nuestro tiempo, por ejemplo, el
reconocimiento y la valorización del rol de la mujer en la Iglesia y en la sociedad. Algunos jóvenes
animan a la Iglesia a profundizar una elaboración cultural de la fe que permita un diálogo fecundo con
otros saberes y tradiciones religiosas: «En un mundo globalizado e interreligioso, la Iglesia necesita,
no sólo ser un modelo, sino también trabajar sobre las directrices teológicas ya existentes, para un
diálogo pacífico y constructivo con personas de otras creencias y tradiciones» (RP 2).
71. En varias partes del mundo, además, afectadas por muchas pobrezas, los jóvenes solicitan ayuda
material o un acompañamiento para curarse de las formas de sufrimiento que los afligen. En cambio,
donde la Iglesia es considerada una institución comprometida activamente por la promoción civil y
social, solicitan que su presencia profética continúe con audacia y fortaleza, a pesar del clima de
violencia, opresión y persecución que rodea la vida de no pocas comunidades cristianas. Muchos
jóvenes piden a la Iglesia una operatividad concreta, que toca varios puntos: estar realmente a favor
de los pobres, interesarse por la cuestión ecológica, tomar decisiones visibles de sobriedad y
transparencia, ser auténtica y clara, e incluso audaz en denunciar el mal con radicalidad no sólo en la
sociedad civil y en el mundo, incluso en la misma Iglesia. «La Iglesia debería fortalecer iniciativas que
combatan el tráfico humano y la migración forzosa, así como el narcotráfico, lo cual es especialmente
importante en América Latina» (RP 14).
72. Muchos seminaristas, religiosos y religiosas jóvenes se expresaron de distintas maneras sobre el
tema del Sínodo, que es para ellos, un motivo de gran alegría. Sus indicaciones y provocaciones nos
orientan en tres direcciones precisas.
Luego, solicitan espiritualidad en una Iglesia centrada en la oración y la intimidad con Dios. En algunas
partes del mundo hay una apertura espontánea a la trascendencia; en otras, dominadas por un
Finalmente, es fuerte la solicitud de radicalidad, si bien no siempre está respaldada por coherencia
personal: más allá de algunos contextos donde la elección de la vida consagrada y el ministerio
ordenado están vinculados con la búsqueda de seguridad económica y social, en general, para los
jóvenes que se acercan a estas formas de vida, existe una elección consciente de radicalidad
evangélica, que solicita un acompañamiento específico y gradual hacia el don generoso de sí mismo
por Dios y por el prójimo.
73. En esta II Parte estamos llamados a profundizar algunos elementos y dinámicas que nos permiten
interpretar adecuadamente las situaciones expuestas en la I Parte. El llamado de Cristo a vivir de
acuerdo con sus intenciones es nuestro horizonte de referencia y al mismo tiempo sigue siendo una
fuente de sana inquietud y crisis benéfica: «una fe que no nos pone en crisis es una fe en crisis; una
fe que no nos hace crecer es una fe que debe crecer; una fe que no nos interroga es una fe sobre la
cual debemos preguntarnos; una fe que no nos anima es una fe que debe ser animada; una fe que no
nos conmueve es una fe que debe ser sacudida» (Francisco, Audiencia en ocasión de felicitaciones
navideñas a la Curia romana, 21 de diciembre de 2017)
74. Para comprender la verdad de la juventud, que no es sólo una condición actual, sino una edad
específica de la vida que forma parte de la condición humana como tal, es oportuno ofrecer una visión
antropológica y bíblica, porque la Palabra de Dios nos ofrece elementos para comprender e interpretar
este momento decisivo de la existencia. Si la Iglesia es realmente «la verdadera juventud del mundo»,
poner en luz las características universales de la juventud significa tener elementos preciosos para
ayudarla a «rejuvenecer su rostro» (Concilio Vaticano II, Mensaje a los jóvenes), porque el Sínodo será
también «un llamamiento dirigido a la Iglesia, para que redescubra un renovado dinamismo juvenil»
(Francisco, Discurso en la Reunión Pre-Sinodal, 3).
75. La juventud es una edad de la vida original y entusiasmante, por la cual Cristo mismo pasó,
santificándola con su presencia. Ireneo de Lyon nos ayuda a poner en luz esta realidad cuando afirma
que «Jesús no rechazaba ni superaba la naturaleza humana, ni abolía en sí mismo la ley del género
humano, pero santificaba todas las edades por la semejanza que cada uno tenía con él. Él vino a salvar
a todos a través de él; me refiero a todos aquellos que renacen en Dios: bebés, niños, adolescentes,
jóvenes y adultos. Y por esto ha pasado por todas las edades: se hizo niño para los niños, para
santificar a los niños; un adolescente entre los adolescentes, para santificar a los que tenían esta
misma edad, convirtiéndose al mismo tiempo para ellos en un ejemplo de piedad, justicia y sumisión;
jóvenes entre los jóvenes para convertirse en un ejemplo para los jóvenes y consagrarlos al Señor»
(Contra las herejías, II, 22,4). Jesús entonces, “joven entre los jóvenes”, quiere encontrarlos caminando
con ellos, como lo hizo con los discípulos de Emaús (cfr. Lc 24,13-35). Desea también hoy ofrecerse
para que cada uno de ellos tenga vida en abundancia (cfr. Jn 10,10).
76. Respondiendo al QoL, un joven asegura que «creer en Dios es fuente de amor y alegría, ¡no de
tristeza!» Un motivo recurrente en la edad de la juventud es la alegría: «Alégrate, muchacho, mientras
eres joven, y que tu corazón sea feliz en tus años juveniles» (Ec 11,9, cfr. Sab 2,6). El imperativo de
77. «La gloria de los jóvenes es su vigor» (Pr 20,29). Una actitud naturalmente proactiva hacia la
existencia caracteriza la juventud: un momento de máxima expansión de la energía física, trae consigo
una fortaleza única para enfrentar los desafíos de la vida y atreverse a nuevos senderos. En la figura
bíblica de Josué, sirviente de Moisés desde la adolescencia, emergen estas características,
precisamente cuando es llamado a guiar el pueblo a la conquista de la Tierra prometida. Varias veces
le repiten la invitación «sé fuerte y valiente», ya sea de parte de Moisés (Dt 31,7.23) que de parte de
Dios (Jos 1,6.7.9). Esta misma palabra, la Iglesia quiere dirigir a cada joven que se expone a los
desafíos y riesgos de la vida, siguiendo la dirección del apóstol Juan: «Jóvenes, les he escrito porque
son fuertes, y la Palabra de Dios permanece en ustedes, y ustedes han vencido al Maligno» (1Jn 2,14).
En la I Parte el análisis de la situación nos mostró cómo es fácil para los jóvenes de hoy perder los
rasgos de fuerza y audacia, típicos de esta época de la vida, dejándose superar por el miedo y el
desánimo. La Iglesia misma corre el riesgo de perder el entusiasmo que proviene de su llamado al
riesgo de la fe, encerrándose en una falsa seguridad mundana. Es necesario recuperar estos
dinamismos.
78. Ante la vida, especialmente en nuestro tiempo, los jóvenes experimentan la contingencia y la
fragmentación existencial. La falta de seguridad crea incertidumbre, la multiplicidad de opciones
disponibles genera confusión y la presencia de odio y violencia llena de miedo las nuevas
generaciones, disminuyendo la estima en sus propios recursos. ¿Cómo puede un joven ser un profeta
de la esperanza en un mundo donde reinan la corrupción y la injusticia? Es la situación en la que se
encuentra el profeta Jeremías que, ante el llamado a ser profeta de las naciones, presenta al Señor su
joven edad: «¡Ah, Señor! Mira que no sé hablar, porque soy demasiado joven» (Jr 1,6). Siente la
necesidad de un Dios cercano que a través de Su gracia brinde una esperanza confiable en su frágil
existencia.
La juventud por su parte es portadora de inexperiencia y, por lo tanto, de un miedo justo y de una
incertidumbre estructural frente a las grandes tareas que la vida reserva. Cada joven pide compañía,
apoyo, cercanía, proximidad. Jeremías encuentra la paz sólo cuando Dios mismo le dirige estas
palabras: «No temas delante de ellos, porque yo estoy contigo para librarte» (Jr 1,8). Por esta razón,
muchos jóvenes piden una Iglesia que sea madre y que nunca los olvide (cfr. Is 49,15-16).
79. La elaboración de la capacidad de amar sigue siendo la belleza y el riesgo de la juventud, porque
el amor, cuando se busca y se vive de manera desordenada, puede convertirse en una pasión no
regulada y en un impulso destructivo que conduce a la tristeza. El mal y el pecado habitan también en
las vidas de los jóvenes y su pedido de aceptación y perdón es un grito que debemos percibir. Una de
las parábolas más conocidas del Evangelio, que narra la historia de dos hijos y hermanos, es la del
“padre misericordioso”, que se podría también llamar como “parábola del padre que sale dos veces”
(cfr. Lc 15,11-32): la primera vez para recibir al hijo menor después del momento de despreocupación
80. En el DP las figuras de Juan y María han ofrecido una imagen eficaz de la disponibilidad de escucha
y de la voluntad de iniciar un camino de discernimiento vocacional que no se realiza en un sólo acto,
sino que se convierte más bien en un camino existencial acompañado constantemente por la presencia
de Jesús, que se convierte en maestro, modelo y amigo de cada joven.
81. Una de las llamadas bíblicas que concierne directamente a un joven es la de Samuel (cfr. 1Sam
3,1-21). Aquí se ve muy bien que el tiempo de la juventud es el tiempo de escucha, pero también el
tiempo de la incapacidad para comprender por sí mismos la palabra de la vida y la misma Palabra de
Dios. Comparando con un adulto, al joven le falta la experiencia: de hecho, los adultos deberían ser
aquellos que «por la práctica tienen la sensibilidad adiestrada para discernir entre el bien y el mal» (Hb
5,14). Por lo tanto, ellos deberían brillar, sobre todo por su recta conciencia, fruto del ejercicio continuo
de elegir el bien y evitar el mal. El acompañamiento de las jóvenes generaciones no es un extra con
respecto a la tarea de educar y evangelizar a los jóvenes, sino un deber eclesial y un derecho de cada
joven. Sólo la presencia prudente y sabia de Eli le permite a Samuel dar la interpretación correcta a la
palabra que Dios le está dirigiendo. En este sentido, los sueños de los ancianos y las profecías de los
jóvenes ocurren sólo juntos (cfr. Jl 3,1), confirmando la bondad de las alianzas intergeneracionales.
82. La fe es ante todo un don que se acoge y su maduración es un camino para recorrer. Sin embargo,
antes de todo esto se debe reafirmar que «No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una
gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte
a la vida y, con ello, una orientación decisiva» (DC 1; EG 7). A partir de este encuentro se configura
una experiencia que transforma la existencia, orientándola de forma dialógica y responsable. Al crecer,
cada joven se da cuenta que la vida es más grande que él, que no controla todo de su existencia; se
da cuenta que él es lo que es gracias al cuidado que otros le reservaron, en primera instancia sus
padres; se convence que, para vivir bien su historia debe hacerse responsable de los demás,
reproduciendo aquellas actitudes de cuidado y de servicio que lo han hecho crecer. Sobre todo, está
llamado a pedir el don del discernimiento, que no es una competencia que se puede construir solos,
antes que nada es un don que se debe recibir, que luego implica un ejercicio prudente y sabio para
desarrollarlo. Y un joven que recibió y sabe cómo hacer fructificar el don del discernimiento es una
fuente de bendición para otros jóvenes y para todo el pueblo.
83. El joven rey Salomón, en el momento que lo invitan a pedirle a Dios lo que él quiere en vista de su
rol decisivo, pide «un corazón comprensivo» (1Re 3,9). Y la apreciación de Dios fue inmediata:
«Porque tú has pedido el discernimiento necesario para juzgar con rectitud, yo voy a obrar conforme
a lo que dices» (1Re 3,11-12).
En efecto, cada joven es de alguna manera “rey” de su propia existencia, pero necesita ayuda para
que pueda pedir el discernimiento y necesita ser acompañado para que pueda alcanzar la plenitud en
el don de sí mismo. En este sentido, es muy instructiva la historia de la joven reina Ester que,
acompañada y sostenida por la oración del pueblo (cfr. Est 4,16), renuncia a sus privilegios y con coraje
84. En la fase de juventud, toma forma la construcción de la propia identidad. En este tiempo, marcado
por la complejidad, la fragmentación y la incertidumbre del futuro, planificar la vida se vuelve difícil, si
no imposible. En esta situación de crisis, el compromiso eclesial a menudo está orientado a sostener
una buena planificación. En los casos más afortunados y cuando los jóvenes son más disponibles,
este tipo de atención pastoral los ayuda a descubrir su vocación, que sigue siendo, en el fondo, una
palabra para pocos elegidos y expresa la culminación de un proyecto. ¿Pero con este modo de
proceder, no se corre el riesgo de reducir y comprometer la verdad plena del término “vocación”?
En este sentido, es muy útil llamar la atención sobre el encuentro entre Jesús y el joven rico (cfr. Mt
19,16-22; Mc 10,17-22; Lc 10,25-28). Aquí vemos que el Maestro de Nazaret no apoya el proyecto de
vida del joven ni propone su coronación; no recomienda un esfuerzo extra, ni tampoco, en el fondo,
quiere colmar el vacío del joven, que le había preguntado: «¿qué me queda por hacer?» al menos, no
quiere colmarlo confirmando la lógica de planificación del joven. Jesús no colma un vacío, sino que le
pide al joven que se vacíe, que haga espacio a una nueva perspectiva orientada al don de sí a través
de un nuevo enfoque de su vida generada por el encuentro con quien es el «Camino, la Verdad y la
Vida» (cfr. Jn 14,6). De esta manera, a través de una verdadera desorientación, Jesús le pide al joven
una reconfiguración de su existencia. Es una llamada al riesgo, a perder lo ya adquirido, a confiar. Es
una provocación para romper con la mentalidad de planificar que, si es exasperada, conduce al
narcisismo y a encerrarse en uno mismo. Jesús invita al joven a entrar en una lógica de fe, que pone
en juego su vida en el seguimiento, precedida y acompañada por una intensa mirada de amor: «Jesús
lo miró con amor y le dijo: sólo te falta una cosa: ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres; así tendrás
un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme» (Mc 10,21).
85. Los jóvenes, en el documento final de la RP, afirman: «Buscamos una Iglesia que nos ayude a
encontrar nuestra vocación en todos sus sentidos» (RP 3). Para hacer esto, es necesario aclarar el
significado del término “vocación”. Preocupándose por todos los jóvenes, nadie excluido, se pide al
Sínodo que ilumine de una manera convincente el horizonte vocacional de la existencia humana como
tal. Los mismos jóvenes piden a la Iglesia que los ayuden a «una comprensión sencilla y clara sobre
la vocación» (RP 8). Por las respuestas de las diferentes CE, como también por muchas palabras de
los mismos jóvenes, es evidente que el término vocación se utiliza generalmente para indicar
vocaciones al ministerio ordenado y a aquellas de especial consagración. Una CE afirma que «un
punto débil de la pastoral en el discernimiento de la vocación de los jóvenes está en reducir la
comprensión de la vocación sólo a la elección del sacerdocio ministerial o de la vida consagrada».
86. Si comparamos esta visión “reducida” incluso con el camino de los dos precedentes Sínodos,
donde se afirma que «el matrimonio es una vocación» por lo tanto «la decisión de casarse y de crear
una familia debe ser fruto de un discernimiento vocacional» (AL 72), no es difícil comprender que una
visión reductiva de la palabra “vocación” crea un fuerte prejuicio en los jóvenes, que ven en la pastoral
vocacional una actividad finalizada exclusivamente al reclutamiento de sacerdotes y religiosos.
Partiendo de este imaginario eclesial compartido, es necesario, por lo tanto, poner las bases de una
“pastoral juvenil vocacional” en sentido amplio, que sepa ser significativa para todos los jóvenes.
87. El Concilio Vaticano II recuperó claramente el horizonte vocacional de la humanidad cuando utilizó
esta terminología para expresar tanto el destino de todos los hombres a la comunión con Cristo (cfr.
LG 3,13; GS 19,32) como el llamado universal a la santidad (cfr. LG 39-42), insertando luego en tal
Llamados en Cristo
88. Afirmando que todas las cosas fueron creadas por medio de Cristo y para Él (cfr. Col 1,16), la
Escritura orienta a leer el misterio de la vocación como una realidad que marca la creación misma de
Dios, iluminando así misteriosamente la existencia de cada hombre y de cada mujer. Si ya el Beato
Pablo VI había afirmado que «la vida de todo hombre es una vocación» (PP 15), Benedicto XVI insistió
en el hecho que los seres humanos son creados por Dios como seres dialógicos: la Palabra creadora
«llama a cada uno personalmente, manifestando así que la vida misma es vocación en relación con
Dios» (VD 77). En este sentido, sólo una antropología vocacional parece adecuada para comprender
lo humano en toda su verdad y plenitud. Fue significativo que durante la RP algunos jóvenes no
creyentes y de otras religiones dieron testimonio del propio deseo de discernir su vocación en el mundo
y en la historia (cfr. RP 8).
89. Hablar de la vida como vocación nos permite poner en evidencia algunos elementos que son muy
importantes para el crecimiento de una persona joven: significa excluir que la vida esté determinada
por el destino o por el azar, como también que sea un bien privado que uno puede manejar por su
cuenta. Si en el primer caso no hay vocación porque no hay reconocimiento de un destino digno de
existencia, en el segundo un ser humano que se considera “sin vínculos” se convierte en “sin vocación”.
El discernimiento vocacional en esta dirección asume los rasgos de un camino de reconciliación con
el propio cuerpo y con uno mismo, con los demás y con el mundo.
90. Positivamente, la concepción de la vida como vocación invita al ser humano a renunciar al engaño
de la autofundación y a la ilusión de la autorrealización narcisista, para dejarse interpelar a través de
la historia por el diseño con el cual Dios nos destina unos al bien de los demás. Se trata, así, de dar
origen a una renovada cultura vocacional, que está siempre vinculada a la alegría de la comunión de
amor que genera vida y esperanza. De hecho, la plenitud de la alegría se puede experimentar sólo en
el momento en que uno descubre ser amado y, como consecuencia, personalmente llamado a amar a
su vez en las circunstancias concretas en que vive cada uno (familia, trabajo, compromiso social y
civil).
91. El evento cristológico completa la creación porque es el Misterio que lo mueve desde el principio:
«el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado [...], Cristo, el nuevo
Adán, en la misma revelación del misterio del Padre y de su amor, manifiesta plenamente el hombre
al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación» (GS 22). En Jesús nos descubrimos
llamados a ir más allá de nosotros mismos; de hecho, escuchar Su palabra nos invita a «navegar mar
adentro» (cfr. Lc 5,4) y a abrirnos a horizontes que con las propias fuerzas uno ni siquiera podría
imaginar.
92. En el Nuevo Testamento, sin embargo, la llamada se refiere también a la invitación dirigida a
algunas personas de seguirlo más de cerca. El relato del Evangelio del encuentro de Jesús con los
primeros discípulos (cfr. Jn 1,36-39), presentado en el DP, sigue siendo paradigmático de esta llamada.
De hecho, la meta de la llamada de Jesús se revela sólo desde el interno del seguimiento, que es el
diálogo y la relación con el Maestro. La meta vocacional no se puede delinear nítidamente frente a
nosotros desde el principio, como si fuera el resultado de un proyecto del cual somos dueños y tenemos
la llave, al punto de poder prever todos los detalles. Ella se vislumbra en la mirada de fe que, como
escribió Papa Francisco, «“ve” en la medida en que camina, en que se adentra en el espacio abierto
por la Palabra de Dios» (LF 9).
93. No se puede descuidar que cada camino vocacional, hundiendo sus raíces en la experiencia de
filiación divina donada en el bautismo (cfr. Ap 6,4-5; 8,14-16), es un camino pascual, que implica el
compromiso a negarse a uno mismo y a perder la propia vida para recibirla renovada. El Cristo que
nos llama a seguirlo es aquel que «en lugar del gozo que se le ofrecía, soportó la cruz sin tener en
cuenta la infamia, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios» (Hb 12,2). El creyente, por lo
tanto, incluso cuando experimenta que el discipulado implica renuncias y una sufrida fidelidad, no se
desanima y continúa siguiendo al Señor que nos precedió a la derecha del Padre y nos acompaña con
su Espíritu.
94. Entre aquellos que lo siguen, Jesús elige a algunos para un ministerio especial. Es lo que
encontramos con evidencia en la vocación de los apóstoles: instituyó Doce – a los cuales llamó
apóstoles – para que estuvieran con él, y para enviarlos a predicar con el poder de expulsar los
demonios» (cfr. Mc 3,14-15; Lc 6,12-16), invitándoles a cuidar su rebaño (cfr. Jn 21,15-19); así también
Pablo, «servidor de Jesucristo, apóstol por llamada, y elegido para anunciar la Buena Noticia de Dios»
(Rom 1,1, cfr. 1Cor 1,1). En los textos que se refieren a una llamada especial para la misión, se subraya
con fuerza la libre y gratuita elección de Dios, la elección desde el seno materno, la revelación al
llamado del misterio de Cristo y la tarea histórico-salvífica. A veces, esta vocación va acompañada por
la designación del llamado con un nuevo nombre.
95. Es importante subrayar que las “llamadas” particulares son comprensibles sólo dentro del horizonte
“vocacional” de toda la Iglesia. En el mismo nombre ecclesia, de hecho, se indica la fisionomía
vocacional de la comunidad de los discípulos, su identidad como asamblea de convocados (cfr. 1Cor
1,26, PdV 34). Dentro de ella, las vocaciones con una tarea especial no tienen el sentido de introducir
un privilegio, sino más bien de hacer evidente, con la concesión de una misión particular, la gracia con
la cual Dios llama a todos a la salvación: así, mientras Jesús dice «sígueme» al publicano Leví
haciéndolo un apóstol de la Iglesia (Mc 2,14), anuncia a todos que no vino a «llamar a los justos, sino
a los pecadores» (Mc 2,17).
98. San Pablo vuelve varias veces en sus cartas sobre este tema, recordando la imagen de la Iglesia
como cuerpo formado por varios miembros y poniendo en evidencia que cada miembro es necesario
y, al mismo tiempo, relativo a la totalidad, porque sólo la unidad armoniosa de todos hace que el cuerpo
sea vivo y armonioso. El apóstol individualiza el origen de esta comunión en el mismo misterio de la
Santísima Trinidad. De hecho, Pablo escribe a los Corintios: «hay diversidad de dones, pero todos
proceden del mismo Espíritu. Hay diversidad de ministerios, pero un solo Señor. Hay diversidad de
actividades, pero es el mismo Dios el que realiza todo en todos» (1Cor 12, 4-6).
99. Las diferentes formas de vida cristiana, por lo tanto, no pueden ser pensadas o comprendidas de
manera autónoma, sino sólo en la reciprocidad que diseñan y en el intercambio de dones que realizan
(cfr. CL 55, VC 31). Sólo de esta manera es posible que la Iglesia se convierta en una imagen integral
del rostro de Jesús en la historia de los hombres. La reciente carta Iuvenescit Ecclesia, sobre la relación
entre dones jerárquicos y carismáticos para la vida y la misión de la Iglesia, ofrece informaciones
valiosas para elaborar una correcta teología de los carismas, con el fin de acoger con reconocimiento
y valorizar con sabiduría los dones de gracia que el Espíritu continuamente suscita en la Iglesia para
rejuvenecerla.
100. La elaboración de una perspectiva vocacional amplia nos invita a prestar atención al
discernimiento vocacional que no excluya potencialmente a nadie porque, como dice el Papa
Francisco, «Hablar de pastoral vocacional es afirmar que toda acción pastoral de la Iglesia está
orientada, por su propia naturaleza, al discernimiento vocacional. [...] El servicio vocacional ha de ser
visto como el alma de toda la evangelización y de toda la pastoral de la Iglesia» (Mensaje a los
participantes al congreso internacional sobre el tema: «Pastoral vocacional y vida consagrada.
Horizontes y esperanzas», 25 de noviembre de 2017).
La familia
101. Los dos recientes Sínodos para la familia y la Exhortación Apostólica Amoris laetitia ofrecieron
una rica contribución sobre la vocación de la familia en la Iglesia y el aporte irreemplazable que las
familias están llamadas a dar testimoniando el Evangelio a través del amor recíproco, la generación y
la educación de los hijos. Es importante retomar este mensaje desde una perspectiva vocacional y
hacerlo comprensible para los jóvenes, dentro de la cultura afectiva en la que están insertos.
Reflexionar sobre los caminos de preparación para el matrimonio y acompañar a las parejas jóvenes
parecen ser los dos puntos estratégicos en los cuales invertir las energías pastorales.
El ministerio ordenado
102. La Iglesia reconoció siempre las vocaciones al ministerio ordenado como decisivas en cuanto a
la vida cristiana y a la salvación de todos los hombres. Por esta razón, la Iglesia tuvo una atención
particular por el cuidado, la formación y el acompañamiento de los candidatos a este estado de vida.
Es innegable también la preocupación de muchas Iglesias por la disminución de los candidatos; esto
requiere una reflexión renovada sobre la vocación al ministerio ordenado y sobre una pastoral
vocacional que sepa hacer sentir la fascinación de la llamada de Jesús para convertirse en pastores
de su rebaño.
103. También el testimonio profético de la vida consagrada necesita ser redescubierto y mejor
presentado a los jóvenes en su encanto original, como antídoto a la “parálisis de la normalidad” y como
una apertura a la gracia que desordena el mundo y sus lógicas. Despertar la fascinación de la
radicalidad evangélica en las jóvenes generaciones para poder redescubrir la profecía de la castidad,
la pobreza y la obediencia como anticipación del Reino y plena realización de la propia vida, es un
aspecto que no puede ponerse en un segundo plano en un tiempo dominado por lógicas consumistas
y mercantilizantes.
Profesión y vocación
104. Llamado a la santidad y ungido por el Espíritu, el cristiano aprende a comprender desde una
perspectiva vocacional todas las elecciones de la existencia, sobre todo aquella central del estado de
vida, pero también aquella de carácter profesional. Por esta razón, algunas CE esperan que el Sínodo
encuentre vías para ayudar a todos los cristianos a redescubrir el vínculo entre profesión y vocación
en toda su fecundidad para la vida de cada uno y en vista de la orientación profesional de los jóvenes
con una visión vocacional.
105. Finalmente, algunas CE se preguntan cuál es la colocación vocacional de las personas que eligen
permanecer “solteras” sin ninguna referencia a una consagración particular ni al matrimonio. Dado su
aumento numérico en la Iglesia y en el mundo, es importante que el Sínodo reflexione sobre esta
cuestión.
El pedido de discernimiento
106. Durante la Reunión Pre-sinodal, un joven expresó muy bien la importancia del discernimiento para
la vida: «Hoy, como miles de otros jóvenes, creyentes o no creyentes, tengo que hacer elecciones,
especialmente con respecto a mi orientación profesional. Sin embargo, estoy indeciso, perdido y
preocupado. [...] Ahora me encuentro frente a un muro, el de darle un sentido profundo a mi vida. Creo
que necesito hacer un discernimiento frente a este vacío». El trabajo de aquellos días confirmó,
articuló, profundizó varias veces su pregunta, además de resaltar las dificultades que encuentran los
jóvenes: «Muchos jóvenes, al ser preguntados sobre cuál es el sentido de su vida, no saben qué
responder. No siempre hacen la conexión entre vida y trascendencia» (RP 5). De hecho, los jóvenes
a menudo se mueven entre enfoques extremos pero también ingenuos: desde considerarse en manos
de un destino ya escrito e inexorable, hasta sentirse agobiados por un ideal abstracto de excelencia,
en un contexto de competición descontrolada y violenta. En esta situación es posible reconocer una
oportunidad para la Iglesia, incluso cuando los jóvenes piensan que ella no puede ayudarlos: «Muchos
jóvenes no saben cómo emprender procesos de discernimiento; ésta es una gran oportunidad para
que la Iglesia les acompañe» (RP 9). También Papa Francisco lo reconoció: «Debemos decir, sobre
este punto, que muchas comunidades eclesiales no saben cómo hacerlo o carecen de la capacidad
de discernimiento. Es uno de los problemas que tenemos, pero no debemos asustarnos» (Francisco,
Reunión Pre-sinodal, respuesta a la pregunta 2)
107. Los jóvenes de la RP expresan la dificultad también para comprender el término discernimiento,
que no está en el vocabulario de ellos, si bien sienten su necesidad: «Descubrir la propia vocación es
un desafío, especialmente a la luz de las distintas interpretaciones de este término. Sin embargo, los
108. De hecho, hay una pluralidad de significados del término discernimiento, que no son opuestos,
pero tampoco coinciden. En sentido más amplio, el discernimiento indica el proceso en el que se toman
decisiones importantes; en un segundo sentido, más específico de la tradición cristiana, corresponde
a las dinámicas espirituales a través de las cuales una persona, un grupo o una comunidad trata de
reconocer y aceptar la voluntad de Dios en su situación concreta. Además, como lo recordaba el DP,
el término se aplica a una pluralidad de situaciones y prácticas diferentes: «En efecto, existe un
discernimiento de los signos de los tiempos, que apunta a reconocer la presencia y la acción del
Espíritu en la historia; un discernimiento moral, que distingue lo que es bueno de lo que es malo; un
discernimiento espiritual, que tiene como objetivo reconocer la tentación para rechazarla y, en su lugar,
seguir el camino de la plenitud de vida. Las conexiones entre estas diferentes acepciones son
evidentes y no se pueden nunca separar completamente» (DP II, 2).
109. Una pluralidad de niveles entra en juego también en los aspectos específicos del discernimiento
vocacional. Como también lo destacó el Papa Francisco en su intervención durante la RP, hay un nivel
que une a todos los hombres y mujeres: «Todos tenemos necesidad del discernimiento. Por eso, en el
título del Sínodo, está esta palabra, ¿no es así? Y cuando existe este vacío, esta inquietud, debemos
discernir» (Francisco, Reunión Pre-sinodal, respuesta a la pregunta 2). En este sentido, desde el inicio,
el Sínodo tiene la intención de ocuparse de «todos los jóvenes, sin excepción» (DP 2), ofreciendo la
disponibilidad para acompañarlos en el proceso que conduce a la claridad y a la verdad sobre sí
mismos, a acoger el don de la vida e individuar la contribución que todos están llamados a ofrecer a la
sociedad y al mundo. El Santo Padre también destacó cómo la Iglesia basa la propuesta de
discernimiento que dirige a todos sobre una convicción de fe: «Dios ama a cada uno y a cada uno
dirige personalmente una llamada. Es un don que, cuando se descubre, llena de alegría (cfr. Mt 13,
44-46). Estad seguros: Dios confía en vosotros, os ama y os llama. Y de su parte no fallará, porque es
fiel y cree realmente en vosotros» (Francisco, Discurso en la Reunión Pre-sinodal, 2).
110. Para los jóvenes creyentes, la perspectiva del discernimiento adquiere otro espesor, ya que se
ubica dentro de una dinámica de relación personal con el Señor: por lo tanto, se propone explícitamente
descubrir los posibles caminos para responder al amor de Dios, participando como miembros de la
Iglesia en la misión de anunciar y testimoniar la Buena Nueva. Por lo tanto, la perspectiva es mucho
más amplia y más fundamental que aquella reductiva que, como lo muestran las respuestas de tantas
CE, conduce a los responsables eclesiales y a muchos fieles a identificar el discernimiento vocacional
con el proceso de elección del estado de vida (matrimonio, sacerdocio, vida consagrada ). El
discernimiento vocacional también puede referirse a la elección del compromiso social o político, o a
aquella de la profesión.
111. Sobre todo, el discernimiento vocacional no termina con la asunción de la decisión entre
alternativas, sino que se prolonga en el tiempo acompañando los pasos concretos a través de los
cuales se implementa la decisión. En este sentido, el discernimiento es también un estilo de vida: «no
solo es necesario en momentos extraordinarios, o cuando hay que resolver problemas graves, o
cuando hay que tomar una decisión crucial. Es un instrumento de lucha para seguir mejor al Señor.
Nos hace falta siempre, para estar dispuestos a reconocer los tiempos de Dios y de su gracia, para no
desperdiciar las inspiraciones del Señor, para no dejar pasar su invitación a crecer. Muchas veces esto
se juega en lo pequeño, en lo que parece irrelevante, porque la magnanimidad se muestra en lo simple
y en lo cotidiano» (GE 169). El discernimiento es un don y un riesgo, y esto puede asustar.
112. Como hemos visto, para la Iglesia la posibilidad del discernimiento se basa en una convicción de
fe: el Espíritu de Dios actúa en lo íntimo - en el “corazón”, dice la Biblia; en la “conciencia”, según la
tradición teológica – de cada persona, independientemente que profese explícitamente la fe cristiana,
a través de sentimientos y deseos, suscitados por lo que ocurre en la vida y que se vinculan a ideas,
imágenes y proyectos. Justamente de la atención a los dinamismos interiores surgen los tres “pasos”
del discernimiento que Papa Francisco indica en EG 51 y el DP retoma: reconocer, interpretar, elegir.
113. Reconocer significa “dar nombre” a la gran cantidad de emociones, deseos y sentimientos que
habitan en cada uno. Tienen un rol fundamental y no hay que esconderlos o adormentarlos. El Papa
lo recordaba: «Es importante abrir todo, no enmascarar los sentimientos, no camuflar los sentimientos.
Que los pensamientos que surgen sean [llevados] al discernimiento» (Reunión Pre- sinodal, respuesta
a la pregunta n. 2). Por lo tanto, un proceso de discernimiento vocacional requiere prestar atención a
cuanto emerge en las diferentes experiencias (familia, estudio, trabajo, amistades y relación de pareja,
voluntariado y otros compromisos, etc.) que la persona vive, hoy cada vez más a lo largo de itinerarios
no lineales y progresivos, con los éxitos y fracasos que inevitablemente se registran: ¿dónde un joven
se siente en casa? ¿dónde prueba un “gusto” más intenso? Pero esto no es suficiente, porque las
experiencias son ambiguas y se pueden dar diferentes interpretaciones: ¿cuál es el origen de este
deseo? ¿Está realmente empujando hacia la “alegría del amor”? Sobre la base de este trabajo de
interpretación, es posible hacer una elección que no es sólo el resultado de los impulsos o de las
presiones sociales, sino un ejercicio de libertad y de responsabilidad.
114. Como acto de libertad humana, el discernimiento está expuesto al riesgo de error. Como recuerda
el DP, «el corazón humano, debido a su fragilidad y al pecado, se presenta normalmente dividido a
causa de la atracción de reclamos diferentes, o incluso opuestos» (DP II, 4). Es indispensable, de
hecho, que la persona que discierne continúe formando su propia afectividad, su propia inteligencia,
su propio estilo.
115. Para quienes la acogen y se inspiran en ella, la sabiduría cristiana ofrece instrumentos valiosos,
entre ellos la escuela de la Palabra, la enseñanza de la Iglesia, el acompañamiento espiritual; son
todos instrumentos que ayudan a confrontarse con la norma viviente que es Jesús, para conocerlo
íntimamente y llegar a “tener su corazón”. Por lo tanto, un auténtico camino de discernimiento requiere
una actitud de escucha y de oración, la docilidad hacia un maestro y la disponibilidad a tomar una
decisión que cuesta. De esto también hablan los jóvenes en la RP: «Muy pocos jóvenes aprovechan
las oportunidades que el silencio, la introspección, la oración, la lectura de las Escrituras, y el mayor
conocimiento de uno mismo, pueden ofrecerles. Existe la necesidad de una mejor introducción en
estas prácticas. Involucrase en grupos de fe, en movimientos y en comunidades con intereses
comunes, también pueden ayudar a los jóvenes en su discernimiento» (RP 9). Fundamental en esta
dirección es ese ejercicio que la tradición llama “examen de conciencia” y que tiene como objetivo
precisamente que la persona esté atenta a los signos de la presencia de Dios y sepa reconocer su voz
en lo concreto de la vida cotidiana. Es por esto que Papa Francisco lo reitera hoy a todos los cristianos,
y más aún a los jóvenes que buscan su propio camino: «pido a todos los cristianos que no dejen de
hacer cada día, en diálogo con el Señor que nos ama, un sincero “examen de conciencia”»(GE 169).
En el marco de este diálogo con Cristo, Camino, Verdad y Vida, puede realizarse para los jóvenes el
anhelo expresado por un DV: «Una formación de su afectividad, que los ayude a vincularse más con
el bien y con la verdad y no con sus comodidades e intereses».
El rol de la conciencia
116. Para el discernimiento es central el rol de la conciencia. Como recuerda un DV, «si hay que formar
(¡y hay que hacerlo!), sólo se puede configurar como educación para la libertad y la conciencia».
Mientras Papa Francisco subraya que la conciencia «debe ser mejor incorporada en la praxis de la
Iglesia» (AL 303), las respuestas de las CE muestran que con frecuencia en la práctica es difícil darle
117. La conciencia, como recuerda el Concilio Vaticano II, es «el núcleo más secreto y el sagrario del
hombre, en el que éste se siente a solas con Dios, cuya voz resuena en el recinto más íntimo» (GS
16). Partiendo de esta perspectiva de fe, está claro que el ejercicio de la conciencia representa un valor
antropológico universal: interpela a todos los hombres y a todas las mujeres - no sólo a los creyentes
- y todos deben responder. Cada persona, gracias a la experiencia de ser amada en la propia unicidad
dentro de la red de relaciones sociales que sostienen su vida, descubre y recibe la llamada a amar,
que interpela su conciencia como una exigencia imperativa, convirtiéndose en norma. Esta valorización
de la conciencia se arraiga en la contemplación del modo de actuar del Señor: es en la propia
conciencia que Jesús, en diálogo íntimo con el Padre, toma las decisiones, incluso las más duras y
dolorosas, como en el Huerto de los Olivos. Él es la verdadera norma de cada acción cristiana y de
cada vocación particular.
118. Los jóvenes experimentan los límites de la propia libertad y, por lo tanto, del discernimiento:
«Muchos factores influyen en la habilidad de los jóvenes para discernir su vocación, entre los cuales
se encuentran: la Iglesia, las diferencias culturales, las exigencias del trabajo, el mundo digital, las
expectativas de la propia familia, la salud y el bienestar mental, el ruido, la presión de sus compañeros,
los escenarios políticos, la sociedad, la tecnología, etc.» (RP 9). Pero justamente esta realidad, que en
primer lugar es un don y una alteridad que nos atraviesa, con las limitaciones que impone, es el
instrumento a través del cual poder confirmar cuánto se intuyó en lo profundo del corazón: también
para el discernimiento es válido el principio que la realidad es superior a la idea. En términos teológicos,
cada deseo, incluso el más sublime, está llamado a encarnarse en una elección concreta y coherente,
necesariamente limitada, dejando espacio a la ascesis sin la cual no hay camino hacia la santidad y la
plenitud de la vida.
119. La confrontación con la vida cotidiana puede desempeñar un rol de estímulo, especialmente
cuando las circunstancias imponen una especie de “suspensión” o “desaceleración” en la marcha hacia
el logro de los propios objetivos. Es lo que experimentan hoy los jóvenes en muchos países, ya sea
por la falta de oportunidades reales para poner en práctica sus competencias y talentos, o por la
necesidad de tiempo para comenzar a emerger en la propia carrera. Estas circunstancias se pueden
revelar muy fecundas, obligando a la persona a atravesar una etapa de sano “desencanto” y a tomar
conciencia que ningún éxito profesional u horizonte existencial satisface la sed de vida, de plenitud, de
eternidad que tiene en el corazón. Así nace el impulso hacia una búsqueda más profunda de la propia
autenticidad y de la propia vocación. Uno de los problemas de nuestro tiempo es que las circunstancias
a menudo conducen a postergar esta fase, situándola en un momento en el cual la persona ya tomó
decisiones vinculantes, por ejemplo desde un punto de vista afectivo, o definió su propio estilo de vida
y tomó compromisos - incluso financieros – que no se pueden fácilmente cancelar.
121. «Todos los jóvenes, sin excepción, tienen el derecho a ser acompañados en su camino» (DP III,
2). El acompañamiento vocacional es un proceso capaz de liberar la libertad, la capacidad de don y de
integración de las diferentes dimensiones de la vida en un horizonte de significado. Por esta razón, un
acompañamiento auténtico se esforzará por presentar la vocación no como un destino preestablecido,
una tarea para realizar, un guión ya escrito, que se acepta descubriendo cómo ser buenos ejecutores.
Dios toma en serio la libertad que donó a los seres humanos y responder a su llamada es un
compromiso que requiere trabajo, fantasía, audacia, disponibilidad para proceder incluso por intentos.
122. Las respuestas recibidas muestran que algunas CE comprenden el acompañamiento en sentido
“amplio” (incluyendo reuniones ocasionales, buenos consejos, momentos de confrontación sobre
diferentes temas), para otros es algo muy específico en la perspectiva de un “coaching cristiano”.
Quienes acompañan pueden ser hombres y mujeres, religiosos y laicos, parejas; además, la
comunidad juega un rol decisivo. El acompañamiento de los jóvenes por parte de la Iglesia asume así
una variedad de formas, directas e indirectas, que intercepta una pluralidad de dimensiones y utiliza
múltiples instrumentos, según el contexto en el que se coloca y el grado de participación eclesial y de
fe de quien es acompañado.
Acompañamiento espiritual
123. Muchas CE ven el acompañamiento espiritual personal como un lugar privilegiado, y en muchos
casos, único, para el discernimiento vocacional. De hecho, es una oportunidad para aprender a
reconocer, interpretar, elegir desde una perspectiva de fe, escuchando lo que el Espíritu sugiere en la
vida cotidiana (cfr. EG 169-174). En la relación de acompañamiento personal es importante ser
conscientes de las diferencias entre un enfoque masculino y uno femenino, tanto con respecto a los
acompañantes, como en relación a quienes son acompañados. En esto hay que salvaguardar y
profundizar la riqueza de la tradición que habla de la paternidad y la maternidad espirituales.
124. El acompañamiento espiritual tiene rasgos característicos que lo distinguen de otras formas de
acompañamiento personalizado como counseling, coaching, mentoring, tutoría, etc. Pero también hay
relaciones y conexiones. Para evitar perder la unidad de la persona y la integralidad de la relación de
acompañamiento, es necesario explorar la complementariedad entre el acompañamiento espiritual en
sentido estricto y las otras formas de cercanía en las cuales, dentro de la vida cotidiana, pueden surgir
figuras que sepan ayudar a discernir y a contribuir a la formación de la conciencia y de la libertad.
Acompañamiento psicológico
125. Como enseña el Papa Francisco «el discernimiento espiritual no excluye los aportes de sabidurías
humanas, existenciales, psicológicas, sociológicas o morales. Pero las trasciende» (GE 170). En
particular, es importante señalar qué distingue el acompañamiento espiritual del psicológico o
psicoterapéutico, que también, si está abierto a la trascendencia, puede ser crucial para el camino de
integración y crecimiento. El segundo focaliza la atención en los recursos, los límites y la evolución de
la persona para realizar los propios deseos. El acompañamiento espiritual, en cambio, apunta
específicamente a desencadenar en la oración un diálogo íntimo entre la persona y Dios, partiendo del
Evangelio y de toda la Escritura, para encontrar la manera más personal de responder a la llamada del
Señor. Una buena pedagogía permitirá incorporar la dimensión psicológica en el acompañamiento
espiritual: no sólo escucha y empatía, sino también discernimiento en la confrontación con la Palabra;
no sólo confianza, sino también lucha reconociendo que la alegría del Evangelio despierta la grandeza
del deseo; no sólo cultivación de los sueños, sino también pasos concretos en las sendas estrechas
de la vida.
126. El carisma del acompañamiento espiritual no está necesariamente vinculado con el ministerio
ordenado. En la tradición antigua, padres y madres espirituales son laicos, frecuentemente monjes,
pero no clérigos. La práctica que lo coloca entre los roles del presbítero corre el riesgo de restringirlo
a un diálogo que a menudo se superpone con la celebración del sacramento de la penitencia. A pesar
de su proximidad, ministro de la reconciliación y acompañador espiritual tienen diferentes finalidades,
métodos y lenguajes. El acompañamiento vocacional, en el sentido estricto, no es “materia” específica
y propia del sacramento de la reconciliación, que es el perdón de los pecados; sin embargo el
encuentro en el sacramento con la misericordia de Dios es indispensable para continuar el camino. En
fin, se debe reconocer que en la relación entre acompañamiento y sacramento, las múltiples tradiciones
espirituales han madurado sensibilidades diferentes.
127. Los contextos donde se desarrolla la vida ordinaria ofrecen numerosas oportunidades para una
cercanía que se vuelve acompañamiento en el proceso de crecimiento, en un sentido específicamente
espiritual o más ampliamente humano. Hay situaciones en las que éste acompañamiento está dentro
de las tareas institucionales de quienes lo realizan, y otras veces se basa en la disponibilidad,
capacidad y compromiso de las personas involucradas.
En fin, hay muchos otros contextos, roles y profesiones donde los adultos que entran en contacto con
los jóvenes, tal vez a partir de problemas específicos, pueden ejercitar un rol de acompañamiento que
favorece su maduración humana o la solución de nudos problemáticos: podemos pensar en el rol de
los entrenadores en ámbito deportivo, en quien tiene tareas educativas o trabaja en distintos tipos de
instituciones (cárceles, diversos tipos de comunidades de acogida, consultorios, ambulatorios) o
realiza ciertas profesiones (médicos, psicólogos, docentes, etc.). Aún en lo específico de sus funciones,
incluso profesionales, es necesario reconocer que estas formas de acompañamiento también pueden
tener un valor espiritual y desempeñar un rol en un proceso de discernimiento vocacional.
128. Los jóvenes son interpelados por la realidad social a la cual se asoman y que a menudo suscita
en ellos emociones muy fuertes: su lectura requiere un acompañamiento y puede convertirse en un
instrumento para identificar los signos de los tiempos que el Espíritu pone a la atención de los jóvenes
y de la Iglesia. La cólera de los jóvenes por la corrupción desenfrenada, la creciente desigualdad
129. En fin, hay un acompañamiento cotidiano, frecuentemente silencioso pero no por esto secundario,
brindado por todos aquellos que con su testimonio interpretan la vida de una manera plenamente
humana. Igualmente fundamental, también desde una perspectiva vocacional, es el acompañamiento
de la comunidad cristiana en su conjunto que, a través de la red de relaciones que genera, propone un
estilo de vida y acompaña a quienes emprenden su camino hacia la propia forma de santidad. Como
afirma un DV, «el aspecto individual del acompañamiento en el discernimiento sólo puede ser fecundo
si se inserta en una experiencia cristiana teologal, fraterna y fecunda. De la comunidad nace, de hecho,
el deseo del don de sí, presupuesto del correcto discernimiento de los modos específicos de vivirlo».
130. El que acompaña está llamado a respetar el misterio que cada persona encierra y a confiar en
que el Señor ya está obrando en ella. El acompañador está invitado a ser consciente que representa
un modelo que influye por aquello que él es, antes que por lo que él hace y propone. La profunda
interacción afectiva que se crea en el espacio del acompañamiento espiritual - no por casualidad la
tradición se expresa hablando de paternidad y maternidad espiritual, por lo tanto de una profundísima
relación generativa - requiere al acompañador una sólida formación y una disposición a trabajar antes
que nada sobre sí mismo desde un punto de vista espiritual y, en cierta medida, también psicológico.
Sólo de esta manera podrá auténticamente ponerse al servicio, en la escucha y en el discernimiento,
y evitar los riesgos más frecuentes de su rol: sustituirse a quien acompaña en su búsqueda y en la
responsabilidad de sus decisiones, negar o eliminar el surgimiento de problemáticas sexuales y en fin,
superar las fronteras involucrándose de una manera impropia y destructiva con aquellos que está
ayudando en el camino espiritual, hasta la posibilidad de llegar a verdaderos abusos y dependencias.
Cuando sucede esto, además de los traumas generados en las personas involucradas, se difunde un
clima de desconfianza y miedo, que desalienta la práctica del acompañamiento.
132. Los jóvenes de la Reunión Pre-sinodal trazan con precisión el perfil del acompañador: «que sea
un auténtico cristiano comprometido con la Iglesia y con el mundo; que busque constantemente la
santidad; que comprenda sin juzgar; que sepa escuchar activamente las necesidades de los jóvenes
y pueda responderles con gentileza; que sea muy bondadoso, y consciente de sí mismo; que
reconozca sus límites y que conozca la alegría y el sufrimiento que todo camino espiritual conlleva»
(RP 10). A los ojos de los jóvenes es especialmente importante el reconocimiento de su humanidad y
falibilidad: «algunas veces, los mentores son puestos sobre un pedestal, y por ello cuando caen
134. La experiencia de los formadores muestra que los candidatos al ministerio ordenado y a la vida
consagrada son jóvenes de nuestros tiempos y comparten con sus coetáneos los rasgos
característicos de una cultura y un enfoque del mundo, empezando por la omnipresencia de las redes
sociales y de la comunicación digital. El acompañamiento debe apuntar a una profundización de la
vida espiritual personal, como también del entusiasmo apostólico, promoviendo la integración de
esfuerzos, desilusiones y momentos de aridez. Donde surgen dificultades a nivel psicológico, un
acompañamiento específico, junto al acompañamiento espiritual, será de gran ayuda. Al mismo tiempo,
el acompañamiento espiritual tendrá como objetivo evitar la dispersión, ayudando a la persona a
arraigarse en la etapa que está viviendo, si bien provisoria, y no vivir esperando el momento en que
terminará la formación. El encuentro con el Señor se juega en el presente, también para aquellos que
viven en una casa de formación.
135. Un desafío que nuestro tiempo plantea cada vez más intensamente es la integración de las
diferencias. Especialmente en aquellos contextos formativos que reúnen personas de diferentes países
y culturas, los jóvenes deberán ser acompañados para afrontar la confrontación intercultural,
entrenándose así a lo que el ambiente social les exigirá cuando terminen la formación. Si por un lado
los jóvenes están predispuestos al encuentro con otras culturas, por otro lado tienen reales dificultades
para confrontarse con la diferencia, ya que provienen de una sociedad que utiliza potentes
instrumentos de inmunización hacia las diversidades, pretendiendo a veces negarlas, uniformarlas o
desvalorizarlas.
136. El acompañamiento será también crucial para tener en cuenta los itinerarios de procedencia, hoy
cada vez más diferenciados por edad en el momento de ingresar, nivel de educación, procesos
formativos, experiencias profesionales y afectivas previas, procedencia eclesial (parroquias,
asociaciones, movimientos, etc.). El acompañamiento es un instrumento clave para permitir una
personalización real del proceso de formación que los jóvenes demuestran apreciar, en cambio
137. En base a los elementos interpretativos del contexto que surgieron en la II Parte, ahora hay que
concentrarse en determinar la perspectiva, el estilo y los instrumentos más adecuados para que la
Iglesia pueda cumplir su misión en relación de los jóvenes: ayudarlos a encontrar el Señor, a sentirse
amados por Él y a responder a su llamada a la alegría del amor. En esta dinámica de discernimiento,
la misma Iglesia, comprometiéndose a acompañar a todos los jóvenes, podrá reapropiarse de un
renovado y jubiloso entusiasmo apostólico, a través de un camino de conversión pastoral y misionera.
138. El Papa Francisco, encontrando a los jóvenes al inicio de la RP, declaró que el Sínodo es «también
un llamamiento dirigido a la Iglesia, para que redescubra un renovado dinamismo juvenil [...] También
en la Iglesia tenemos que aprender nuevas modalidades de presencia y de cercanía» (Discurso a la
Reunión Pre-sinodal, 3). Con gran claridad una CE afirma que «los jóvenes piden a la Iglesia un cambio
monumental en la actitud, orientación y en la práctica» Otra, explicando los caminos de renovación en
acto en su territorio, escribe: «La verdadera pregunta que está detrás de estos intentos se refiere más
en general a la forma de la Iglesia que estamos buscando y que queremos proponer: la fórmula “Iglesia
en salida” identifica pertinentemente el problema general, pero todavía estamos buscando indicaciones
operativas útiles para poder realizarla». Para ello es necesario «un proceso decidido de discernimiento,
purificación y reforma» (EG 30) y también una sincera y profunda escucha de los jóvenes que
participan plenamente en el sensus fidei fidelium.
139. En esta perspectiva, “elegir” no significa dar respuestas de una vez para siempre a los problemas
encontrados, más bien, en primer lugar, significa identificar pasos concretos para crecer en la
capacidad de realizar como comunidad eclesial procesos de discernimiento en función de la misión.
Por otra parte, no podemos pensar que nuestra oferta de acompañamiento del discernimiento
vocacional sea creíble para los jóvenes a los que se dirige, si no mostramos saber practicar el
discernimiento en la vida ordinaria de la Iglesia, haciendo de éste un estilo comunitario antes que un
instrumento operativo. Justamente como los jóvenes, muchas CE expresaron la dificultad para
orientarse en un mundo complejo del cual no tienen el mapa. En esta situación, el Sínodo es un
ejercicio para crecer en esta capacidad de discernimiento evocada en su tema.
140. El proceso sinodal, como “camino hecho juntos”, contiene una invitación urgente a redescubrir la
riqueza de la identidad de “pueblo de Dios” que define a la Iglesia como un signo profético de comunión
en un mundo a menudo desgarrado por divisiones y discordias. «La condición de este pueblo es la
dignidad y la libertad de los hijos de Dios, en cuyos corazones habita el Espíritu Santo como en un
templo. Tiene por ley el nuevo mandato de amar como el mismo Cristo nos amó a nosotros (cfr. Jn
13,34). Y tiene en último lugar, como fin, el dilatar más y más el reino de Dios» (LG 9). En su
concretización histórica, el pueblo de Dios es un pueblo con muchos rostros, ya que «se encarna en
los pueblos de la tierra, cada uno de los cuales tiene su cultura propia» (EG 115). En su interior, el
Espíritu Santo «suscita una múltiple y diversa riqueza de dones y al mismo tiempo construye una
unidad que nunca es uniformidad sino multiforme armonía que atrae» (EG 117). Esta identidad
dinámica empuja a la Iglesia hacia el mundo, la convierte en una Iglesia misionera y en salida, donde
no existe la preocupación de «ser el centro» (EG 49), sino la de lograr, con humildad, ser fermento
En este movimiento, la Iglesia tiene que asumir el diálogo como estilo y método, fomentando la
conciencia de la existencia de vínculos y conexiones en una realidad compleja – que sería reductivo
considerar compuesta de fragmentos – y la tensión hacia una unidad que, sin transformarse en
uniformidad, permita la confluencia de todas las parcialidades salvaguardando la originalidad de cada
una y la riqueza que representa para la totalidad (cfr. EG 236). Ninguna vocación, especialmente dentro
de la Iglesia, puede situarse fuera de este dinamismo de salida y diálogo, y cualquier esfuerzo auténtico
de acompañamiento del discernimiento vocacional no puede evitar confrontarse con este horizonte,
dando especial atención a los más pobres y a los más vulnerables.
141. Este dinamismo de salir de sí misma para dar la vida y obrar al servicio de la posibilidad que
todos, individualmente y juntos, puedan encontrar la alegría del amor, se realiza a través del modo en
que la Iglesia ejerce la autoridad que le fue confiada, para que sea auténticamente generadora y, por
lo tanto, creadora de comunión. Según algunos análisis, en sentido etimológico la autoridad es la
capacidad de “hacer crecer” (augeo, en latín, del cual auctor y auctoritas) toda creatura en la
originalidad que el Creador ha pensado y deseado para ella. Ejercer la autoridad se convierte en asumir
la responsabilidad de un servicio para el desarrollo y la liberación de la libertad, no un control que corta
las alas y mantiene a las personas encadenadas.
142. En consecuencia, la Iglesia “se construye” con los jóvenes, permitiéndoles un real protagonismo
y no poniéndolos adelante a un “siempre se hizo así”. Esta perspectiva, que determina un estilo
pastoral y también una manera de organizarse y de ser institucional, está en gran sintonía con el pedido
de autenticidad que los jóvenes dirigen a la Iglesia. Los jóvenes esperan ser acompañados no por un
juez inflexible o por un padre temeroso y sobreprotector que crea dependencia, sino por alguien que
no tiene miedo de su propia debilidad y sabe hacer resplandecer el tesoro que, como recipiente de
barro, protege dentro de sí (cfr. 2Cor 4). De lo contrario, terminarán dirigiéndose a otro lado,
especialmente en un tiempo en el cual no faltan alternativas (cfr. RP 1.7.10).
143. Para ser generador, el acompañamiento del discernimiento vocacional tiene que asumir una
perspectiva integral. La vocación nunca es un principio de alienación, sino más bien un núcleo de
integración de todas las dimensiones de la persona, que las hará fecundas: desde los talentos
naturales al carácter con sus recursos y sus límites, desde las pasiones más profundas a las
competencias adquiridas a través del estudio, desde las experiencias exitosas a los fracasos que
contiene cada historia personal, desde la capacidad para relacionarse y amar hasta la de asumir el
propio rol con responsabilidad dentro de un pueblo y una sociedad. Por esta razón, el servicio de
acompañamiento se confronta con una serie de elementos que sólo aparentemente resultan dispares
o poco espirituales y no puede prescindir de la alianza entre las instancias formativas.
144. La llamada a la alegría y a la vida en plenitud se ubica siempre dentro de un contexto cultural y
de relaciones sociales. Es de frente a las circunstancias de la vida cotidiana que los jóvenes desean
ser acompañados, formados y pasar a ser protagonistas. Es por eso que la Iglesia está llamada a
«salir, ver, llamar» (DP III, 1.3), es decir, a invertir en tiempo para conocer y confrontarse con los
vínculos y las oportunidades de los diferentes contextos sociales y culturales, y hacer resonar allí en
modo comprensible la llamada a la alegría del amor. Al mismo tiempo, las relaciones sociales e
interpersonales y la dinámica de la vida cotidiana (amistad, afectividad, relación con el tiempo y con el
dinero, etc.) favorecen el surgimiento de deseos, ideas, emociones y sentimientos que un proceso de
acompañamiento ayudará a reconocer e interpretar. Una perspectiva integral requiere asumir los
145. En particular, la experiencia o el encuentro con las fragilidades personales, propias o ajenas, de
un grupo o de una comunidad, de una sociedad o de una cultura, son tan difíciles cuanto valiosos.
Para los jóvenes puede ser una ocasión para descubrir recursos escondidos y para hacer nacer
cuestionamientos, incluso desde una perspectiva vocacional, empujándolos a alejarse de una
búsqueda continua de pequeñas seguridades. Acompañando estos procesos, la Iglesia descubrirá
nuevas fronteras y nuevos recursos para cumplir su misión.
146. Prácticamente todas las CE subrayan la importancia que tienen las escuelas, las universidades y
las instituciones educativas de distintos tipos en el acompañamiento de los jóvenes durante su proceso
de búsqueda de un proyecto personal de vida y para el desarrollo de la sociedad. En muchas regiones
son el principal, si no el único, lugar no explícitamente eclesial donde muchos jóvenes entran en
contacto con la Iglesia. En algunos casos, se convierten incluso en una alternativa a las parroquias,
que muchos jóvenes no conocen ni frecuentan. También los jóvenes de la RP subrayan la importancia
del compromiso de la Iglesia en estos contextos: «los recursos no se desperdician cuando se invierten
en estas áreas, ya que en ellas es donde el joven emplea el mayor tiempo y donde además comparte
con personas de variados contextos socioeconómicos» (RP 13). En particular, se requiere atención
hacia los numerosos jóvenes que abandonan la escuela o no tienen acceso a ella.
147. En muchas escuelas y universidades - incluso católicas - educación y formación son finalizadas
en clave excesivamente utilitaria, haciendo hincapié en el uso de las nociones adquiridas en el mundo
del trabajo más que en el crecimiento de las personas. Es necesario, en cambio, colocar las
competencias técnicas y científicas en una perspectiva integral, cuyo horizonte de referencia es la
“cultura ecológica” (cfr. LS 111). Es necesario, entre otras cosas, conjugar intelecto y deseo, razón y
afectividad; formar ciudadanos responsables, que saben enfrentar la complejidad del mundo
contemporáneo y dialogar con la diversidad; ayudarlos a integrar la dimensión espiritual en el estudio
y en el compromiso cultural; que sepan discernir no sólo caminos personales con un cierto sentido,
sino trayectorias de bien común para las sociedades de las cuales forman parte.
148. Esta concepción integral de educación requiere una conversión sistémica, que involucra a todos
los miembros de las comunidades educativas y también a las estructuras materiales, económicas e
institucionales que ellos utilizan. Docentes, profesores, tutores y todos los que participan en los
procesos educativos, en particular los que operan en áreas abandonadas y desfavorecidas,
desempeñan un valioso servicio, del cual la Iglesia está agradecida. Se necesita una renovada
inversión en su formación integral, para facilitar caminos de descubrimiento y reapropiación de aquella
que es una auténtica vocación: están llamados no sólo a transmitir contenido, sino a ser testigos de
una madurez humana, activando dinámicas generadoras de paternidad o maternidad espiritual que
sepan hacer de los jóvenes sujetos y protagonistas de su propia aventura.
149. No pocas CE de todo el mundo expresan apreciación por las escuelas y universidades católicas.
Su objetivo, como dijo Papa Francisco, no es hacer proselitismo, sino «llevar adelante a los jóvenes, a
los niños en los valores humanos en toda la realidad, y una de esas realidades es la trascendencia»
(Discurso a los participantes al Congreso Mundial promovido por la Congregación para la Educación
Católica, 21 de noviembre de 2015). Esta perspectiva las compromete a colaborar con las otras
instituciones educativas del territorio, y al mismo tiempo muestra cómo, en sociedades libres y abiertas
150. La fidelidad a su misión exige a estas instituciones un compromiso para verificar la efectiva
recepción por parte de los estudiantes de los valores propuestos y a promover una cultura de la
evaluación y de la autoevaluación continua. Más allá de las declaraciones abstractas, debemos
preguntarnos cuánto nuestras escuelas ayudan a los jóvenes a considerar la propia formación escolar
como una responsabilidad frente a los problemas del mundo, a las necesidades de los pobres y al
cuidado del medio ambiente. Para las universidades católicas – lo dijo Papa Francisco a la universidad
portuguesa - no es suficiente analizar y describir la realidad, es necesario crear «espacios de verdadera
investigación, debates que generen alternativas para los problemas de hoy» e «incluir la dimensión
moral, espiritual y religiosa en su investigación». Escuelas y universidades católicas están invitadas a
mostrar en práctica, qué es una pedagogía inclusiva e integral». (Audiencia con la Comunidad de la
Universitaria Católicas Portuguesa, 26 de octubre de 2017).
151. En particular, para las universidades, facultades e institutos eclesiásticos – y análogamente para
todas las escuelas y universidades católicas - es importante tener en cuenta algunos criterios
inspiradores: la contemplación espiritual, intelectual y existencial del kerygma; diálogo en todos los
ámbitos; interdisciplinariedad ejercida con sabiduría y creatividad; urgente necesidad de “crear redes”
(cfr. VG 4).
152. El acompañamiento hacia la plena madurez humana incluye la dimensión del cuidado de la casa
común. Esto requiere que también la Iglesia y sus instituciones asuman la perspectiva de la
sostenibilidad y promuevan estilos de vida consecuentes, además de combatir los reduccionismos que
dominan hoy (paradigma tecnocrático, idolatría de la ganancia, etc.). Laudato si’ nos invita a confiar en
que la conversión ecológica es posible. Para generar un dinamismo de cambio duradero, la conversión
debe involucrar no sólo las elecciones individuales, sino también aquellas comunitarias y sociales,
incluidas formas de presión sobre los líderes políticos. Por esta razón la contribución de los jóvenes es
indispensable, como afirma una CE africana: «Muchos responsables eclesiales reconocen el
dinamismo de los jóvenes de nuestro país, su participación responsable en la Iglesia y en las políticas
de desarrollo social». Promover la sostenibilidad requiere invitar a los jóvenes a aplicar sus recursos
intelectuales en ellas, en las diversas disciplinas que estudian, y a orientar en esta dirección las
sucesivas elecciones profesionales.
153. Es crucial la contribución específica que la Iglesia puede dar a la elaboración de una espiritualidad
que sepa reconocer el valor de los pequeños gestos y pueda inspirar las elecciones de acuerdo a una
lógica diferente de la cultura del descarte. Como recuerda Papa Francisco, «Todas las comunidades
cristianas tienen un rol importante que cumplir en esta educación. Espero también que en nuestros
seminarios y casas religiosas de formación se eduque para una austeridad responsable, para la
contemplación agradecida del mundo, para el cuidado de la fragilidad de los pobres y del ambiente»
(LS 214).
154. Los procesos de innovación y penetración de las tecnologías digitales e informáticas en el mundo
productivo generan el fenómeno mundialmente conocido como “Industria 4.0”, con repercusiones
también en el mundo del trabajo. Las comunidades cristianas están invitadas a cuestionarse aún más
sobre estos aspectos en su compromiso educativo y de acompañamiento de los jóvenes. En un
escenario marcado por constantes cambios, por la imposibilidad de trazar hoy el perfil de las
competencias que serán necesarias mañana y por el riesgo que quienes no lograrán adaptarse
quedarán aislados, la formación y el acompañamiento profesionales emergen como ámbitos de
156. Algunas CE señalan la sensibilidad de los jóvenes hacia los temas de ética social (libertad, justicia,
paz, ecología, economía, política), que requiere ser acompañada, sostenida y animada. El
mandamiento del amor tiene un valor intrínsecamente social, que incluye la opción preferencial por los
pobres y el compromiso a construir una sociedad menos corrupta y más justa. El compromiso social y
político constituye, al menos para algunos, una verdadera vocación, cuya maduración requiere ser
acompañada también desde el punto de vista espiritual. En cualquier caso, ningún discernimiento
vocacional puede focalizarse sólo en la búsqueda del propio lugar en el mundo, sin tener en cuenta de
manera creativa la identificación de la contribución específica que cada uno está llamado a dar al bien
común.
157. A través del compromiso social, muchos jóvenes se cuestionan y (re) descubren un interés por la
fe cristiana. Además, el compromiso con la justicia y con los pobres es una ocasión para encontrarse
y dialogar con los no creyentes y personas que profesan otras religiones. Muchas CE practican o
buscan nuevas modalidades de formación en el compromiso civil, social y político, en particular
estimulando la participación y la asunción de responsabilidad por parte de los jóvenes y la
confrontación entre pares. Emerge la importancia de algunos elementos: valorizar las competencias
profesionales y el proceso de estudio de los jóvenes, brindando oportunidades de protagonismo;
ofrecer experiencias concretas de servicio y de contacto con los últimos y con ambientes sociales
diferentes de los de origen, incluidas experiencias internacionales y de cuidado del medio ambiente y
de la naturaleza; proporcionar elementos para la lectura y evaluación del contexto, a partir de una
mejor comprensión de la doctrina social de la Iglesia - de la cual también la RP subraya el valor (cfr.
RP 3) - y de la ecología integral; favorecer la maduración de una espiritualidad de la justicia, valorizando
la ayuda que la Biblia ofrece a la interpretación de las dinámicas sociales; sostener procesos de cambio
de los estilos de vida, que den prioridad a la importancia de los gestos cotidianos sin perder de vista la
apertura a la dimensión estructural e institucional.
158. Además, los jóvenes generalmente son muy sensibles a la lucha contra la corrupción y a la
cuestión de las discriminaciones. En particular, la RP afirma con convicción que «la Iglesia puede jugar
un rol vital asegurando que estos jóvenes no sean marginados, sino que se sientan aceptados» (RP
5), indicando como primer ámbito de compromiso la promoción de la dignidad de las mujeres.
159. Siempre con respecto al compromiso social y civil, el camino pre-sinodal también subrayó algunos
ámbitos a los cuales se debe prestar atención. El primero es el de los jóvenes insertados en las fuerzas
armadas y en la policía, a quienes se debe ayudar a apropiarse de algunos valores y a integrar la
dimensión de servicio a la población implícita en su función, que algunas circunstancias destacan en
particular (misiones de paz, desastres naturales, etc.). Un segundo ámbito es el de los jóvenes que
realizan experiencias de servicio a tiempo completo, que en el mundo toman diferentes nombres
(servicio civil, año sabático, año de voluntario social, etc.); como subraya la RP, a menudo también es
un período propicio de discernimiento para su futuro (cfr. RP 15). Se debe evitar el riesgo de considerar
a los jóvenes que participan en estas experiencias como mano de obra barata a quienes confiar las
tareas que nadie quiere o puede realizar.
160. Ya sea muchas CE como la RP reconocen la necesidad de abordar con decisión la cuestión del
acompañamiento a un uso consciente de las tecnologías digitales. La RP sugirió un camino: «en primer
lugar, al involucrar a los jóvenes en un diálogo, la Iglesia debe profundizar en su comprensión de la
tecnología para asistirnos en el discernimiento sobre su uso. Además, la Iglesia debería ver la
tecnología –particularmente el internet—como un lugar fecundo para la Nueva Evangelización [...]. En
segundo lugar, la Iglesia debería expresarse sobre la crisis extendida de la pornografía, que incluye el
abuso online de niños, como también el ciber-bullying, y el daño que esto causa en nuestra
humanidad» (RP 4).
161. Muchas CE reconocen las potencialidades de Internet como instrumento de contacto pastoral y
también de orientación vocacional, especialmente donde, por distintas razones, la Iglesia tiene
dificultad para llegar a los jóvenes por otros medios. En este sentido, las competencias de los nativos
digitales deben ser valorizadas también dentro de la Iglesia. Por otro lado, aún no se puede dar por
descontado que las redes sociales y el universo digital no son sólo instrumentos para utilizar en la
pastoral, ni representan una realidad virtual para oponerla a la realidad, sino que constituyen un lugar
de vida con su propia cultura que hay que evangelizar. Pensemos solamente al ámbito de los
“videojuegos”, que en algunos países representa un gran desafío para la sociedad y para la Iglesia,
porque plasma en los jóvenes una visión discutible del ser humano y del mundo, que alimenta un estilo
relacional basado en la violencia.
162. Entre todos los lenguajes artísticos, la música está particularmente relacionada con la dimensión
de la escucha y de la interioridad. Su impacto en la esfera emocional puede representar una
oportunidad de formación al discernimiento. Además, la elección de los géneros y de los músicos que
se escuchan es uno de los elementos que definen la identidad, especialmente social, de los jóvenes.
Se abre un espacio para una producción musical que ayude el desarrollo de la espiritualidad. También
existe la necesidad de cultivar el canto y la música dentro de la vida y del camino de fe de la comunidad,
como ya sucede en algunos contextos. Algunos jóvenes son atraídos por la calidad de la música de
diferentes tradiciones cristianas (como el canto gregoriano, el del monaquismo ortodoxo o el gospel).
Sin embargo, a veces las propuestas que emulan los lenguajes musicales contemporáneos más
comerciales no favorecen el recogimiento y la escucha interior. Algunas CE señalan que las propuestas
de otras confesiones y religiones son atractivas para los jóvenes, inclusive católicos, en virtud de un
lenguaje más simple e inmediato, gracias a una «música vivaz y de alta calidad».
163. También se debe prestar una especial atención a los grandes eventos musicales: se deberían
promover oportunidades para redescubrir el valor auténticamente festivo y socializador de la música,
Deporte y competición
164. Dada la influencia del deporte, muchas CE sugieren la necesidad de valorizarlo en clave educativa
y pastoral. El cuidado y la disciplina del cuerpo, la dinámica de equipo que exalta la colaboración, el
valor de ser correctos y del respeto de las reglas, la importancia del espíritu de sacrificio, la
generosidad, el sentido de pertenencia, la pasión, la creatividad, hacen del deporte una ocasión
educativa prometedora para recorrer un verdadero camino de unificación personal. Éxito y fracaso
desencadenan dinámicas emocionales que pueden convertirse en un gimnasio de discernimiento. Para
que esto suceda, es necesario proponer a los jóvenes experiencias de sana competición, que escapen
al deseo de éxito a cualquier costo, y que permitan transformar la fatiga del entrenamiento en una
oportunidad para la maduración interior. Por lo tanto, se necesitan clubes deportivos - y esto se aplica
en particular a los que tienen como referencia la Iglesia - que elijan ser auténticas comunidades
educativas en todos sus aspectos, y no sólo centros que prestan servicios. Por esta razón, es
fundamental apoyar la conciencia del rol educativo de entrenadores, técnicos y dirigentes, cuidando
su formación continua. Más allá de la esfera estrictamente agonística, sería apropiado pensar en
nuevas configuraciones de los lugares educativos que contribuyan a fortalecer el reconocimiento
recíproco, el tejido social y los vínculos comunitarios, especialmente en ámbito intercultural.
166. En la vida de muchos jóvenes, el dolor marca el cuerpo y también el alma de una manera
impredecible e incomprensible. Enfermedades y déficits psíquicos, sensoriales y físicos pueden, a
veces, apagar la esperanza y transformar afectividad y sexualidad en una fuente de sufrimiento. Como
dijo en su contribución un joven con discapacidad durante el camino pre-sinodal, «nunca se está
suficientemente preparado para vivir con una discapacidad: empuja a cuestionarse sobre la propia
vida, invita a interrogarse sobre la propia finitud». También los jóvenes que viven en estas situaciones
están llamados a descubrir cómo responder a la llamada a la alegría y a la misión - «¿cómo podemos
llevar la alegría del Evangelio cuando el sufrimiento está en el orden del día?» - y a descubrir las
propias fuerzas interiores: «Llorar puede ser un derecho, pero luchar y amar son mis deberes». Estos
jóvenes cuentan con la ayuda de sus coetáneos, pero les enseñan a sus amigos a confrontarse con el
límite, ayudándolos a crecer en humanidad. Particularmente beneficiosos son los movimientos y las
comunidades que saben integrar a los jóvenes con algún tipo de discapacidad y enfermedad,
sosteniendo a sus familias y valorizando la contribución que ellos pueden brindar a otros jóvenes y a
todos. Es inagotable la creatividad con la cual la comunidad animada por la alegría del Evangelio puede
167. El uso de drogas, alcohol y otras sustancias que alteran los estados de conciencia, así como otras
viejas y nuevas dependencias, esclavizan a muchos jóvenes y amenazan sus vidas. Algunos de ellos,
inmersos en tales situaciones de malestar pueden, sin embargo, aprovechar la buena oportunidad para
partir nuevamente, también gracias al ingreso en instituciones como casas de acogida, comunidades
educativas o de recuperación. Necesitan ser acompañados para reconocer sus errores y discernir
cómo cambiar de dirección, y también necesitan apoyo para afrontar la reinserción en un contexto
social que a menudo tiende a estigmatizarlos y marginarlos. El compromiso de algunas instituciones
eclesiales en este campo es notable y merece ser sostenido por las comunidades cristianas en su
conjunto, superando la tentación de cerrarse. De gran importancia es la formación de los operadores
y voluntarios comprometidos en estas estructuras, también desde el punto de vista espiritual. Sin
embargo, este compromiso no puede eximir de promover una cultura de la prevención y de la toma de
posición como Iglesia en la lucha contra los narcotraficantes y contra quienes especulan con los
mecanismos de la dependencia.
169. Hay muchos jóvenes en el mundo que viven en situaciones de guerra o conflicto armado de
diferente intensidad. Algunos son reclutados por la fuerza o con la manipulación en grupos
paramilitares o bandas armadas, mientras algunas mujeres jóvenes son secuestradas y abusadas.
Quienes sobreviven sufren distintas consecuencias psicológicas y sociales. En general, convertirse en
adultos en contextos de gran violencia representa un obstáculo para la maduración personal, que
requiere un esfuerzo educativo y un acompañamiento específico, especialmente para la reconstrucción
de las capacidades relacionales y la superación de los traumas sufridos. Estos son elementos para
tener en cuenta también en los caminos del discernimiento vocacional, porque la llamada a la alegría
también está dirigida a estos jóvenes. Igualmente importantes son los caminos de reconciliación a nivel
local o nacional, porque ofrecen un contexto donde las vidas de los jóvenes que han experimentado
violencias, incluso brutales, pueden reencontrar y ofrecer energías preciosas para superar divisiones,
rencores y venganzas.
170. El aumento continuo del número de migrantes y refugiados, y en particular la condición de las
víctimas de la trata y la explotación, requiere activar vías de protección legal de su dignidad y capacidad
de acción y, al mismo tiempo, promover caminos de integración en la sociedad a la cual llegan. Por
Frente a la muerte
Acompañamiento y anuncio
172. Quien está comprometido en los distintos ámbitos sociales, educativos y pastorales donde el
acompañamiento se realiza es testigo de cuánto cada joven lleva imprimida indeleblemente la imagen
del Creador y cómo el Espíritu habla en el corazón de cada uno de ellos, aun cuando no son capaces
o no están disponibles a reconocerlo. La Iglesia está llamada a colaborar en la obra de Dios, iniciando
itinerarios que ayuden a los jóvenes a asumir la vida como un don y a luchar contra la cultura del
descarte y de la muerte. Este compromiso es una parte integral de la misión de anuncio de la Iglesia:
«La propuesta es el Reino de Dios (cfr. Lc 4,43); [...]. En la medida en que Él logre reinar entre nosotros,
la vida social será ámbito de fraternidad, de justicia, de paz, de dignidad para todos» (EG 180).
Justamente por eso la Iglesia no puede aceptar ser solamente una ONG o una agencia filantrópica:
sus miembros no puede dejar de confesar el nombre de Jesús (cfr. EN 22), haciendo que su trabajo
sea un signo elocuente de Su amor que comparte, acompaña y perdona.
173. Cada acompañamiento es un modo de proponer la llamada a la alegría y, por lo tanto, puede
convertirse en terreno apto para anunciar la buena noticia de la Pascua y favorecer el encuentro con
Jesús muerto y resucitado: un kerygma «que exprese el amor salvífico de Dios previo a la obligación
moral y religiosa, que no imponga la verdad y que apele a la libertad, que posea unas notas de alegría,
estímulo, vitalidad, y una integralidad armoniosa» (EG 165). Al mismo tiempo, cada servicio de
acompañamiento es una ocasión para crecer en la fe para quienes lo realizan y para la comunidad a
la que pertenece. Por este motivo, el principal requisito del buen acompañador es haber gustado en
primera persona “la alegría del amor”, que desenmascara la falsedad de las gratificaciones mundanas
y colma el corazón del deseo de comunicarla a los demás.
174. Esta inquietud evangélica preserva de la tentación de culpar a la juventud por alejarse de la
Iglesia, o porque se queja de ella, para hablar en cambio, como hacen algunas CE, de una “Iglesia
alejada de los jóvenes” llamada a adoptar caminos de conversión, sin dar la culpa a otros de las propias
175. Durante el SI se aclaró que la experiencia comunitaria permanece esencial para los jóvenes: si
por un lado, tienen “alergia a las instituciones”, también es cierto que buscan relaciones significativas
en “comunidades auténticas” y contactos personales con “testigos luminosos y coherentes” (cfr. RP
5.1.10). Varias CE expresaron el deseo que el Sínodo reafirme el carácter abierto e inclusivo de la
Iglesia, llamada a acompañar a los jóvenes desde la perspectiva de la salvaguardia tanto de la
integridad del anuncio como de la gradualidad de la propuesta, respetando así los ritmos de
maduración de su libertad, que se constituye en un asunto histórico concreto y cotidiano. Siguiendo el
ejemplo de Jesús, «el primero y el más grande evangelizador» (EN 9; EG 12), también la comunidad
de los creyentes está llamada a salir e ir a encontrar a los jóvenes donde están, encendiendo
nuevamente sus corazones y caminando con ellos ( cfr. Lc 24,13-35).
176. El riesgo de encerrarse en una pertenencia elitista y que juzga, ya fue una gran tentación presente
en el círculo de los discípulos de Jesús. Es por esto que el Señor alaba la fe de la mujer sirofenicia
que, a pesar de no pertenecer al pueblo elegido, manifiesta una gran fe (cfr. Mt 15,22-28); reprende
amargamente a los discípulos que quisieran hacer descender un fuego que consume a los samaritanos
que no aceptan su paso (cfr. Lc 9,51-55); declara que pertenecer al pueblo elegido y la observancia
legal no ofrecen un acceso automático a la salvación (cfr. Lc 18,10-14); muestra que la experiencia de
alejarse puede ser una premisa para una renovada comunión y la vida en la casa del Padre una
experiencia que nos hace incapaces de amar (cfr. Lc 15,11,32). Mientras Pedro niega a su amado
Maestro tres veces y Judas lo traiciona, el centurión romano lo reconoce primero como Hijo de Dios
(cfr. Mc 15,39). La comunidad cristiana está llamada a salir de la presunción de “ver” con los propios
ojos (cfr. Jn 9,41) y juzgar con criterios diferentes a los que provienen de Dios.
178. Uno de los resultados más fecundos que surgieron de la renovada atención pastoral a la familia
vivida en los últimos años, fue el redescubrimiento del carácter familiar de la Iglesia. La afirmación que
Iglesia y parroquia son «familia de familias» (cfr. AL 87.202) es fuerte y orientativa con respecto a su
forma. Nos referimos a estilos relacionales, donde la familia actúa como matriz de la misma experiencia
de la Iglesia; a modelos formativos de naturaleza espiritual que tocan los afectos, generan vínculos y
convierten el corazón; a itinerarios educativos que comprometen en el difícil y entusiasmante arte del
acompañamiento de las jóvenes generaciones y de las mismas familias; a la calificación de las
celebraciones, porque en la liturgia se manifiesta el estilo de una Iglesia convocada por Dios para ser
179. Muchas CE percibieron claramente la conexión íntima entre evangelización y educación, bien
desarrollada por muchos institutos de vida consagrada masculinos y femeninos que, desde hace siglos
se concentran en este binomio y ofrecen a toda la Iglesia una experiencia fecunda de pastoral juvenil
caracterizada por una marcada atención a los procesos educativos. Varias respuestas de las CE
indican que diferentes comunidades cristianas y muchos pastores tienen poca sensibilidad educativa.
Una de ellas dice que en muchas situaciones «los jóvenes no están en el corazón de muchos obispos,
sacerdotes y religiosos». Cuando una comunidad de creyentes es consciente de su tarea educativa y
se apasiona de ella, puede liberar fuerzas espirituales y materiales que generan una verdadera
“caridad educativa”, que sabe poner en campo insospechadas energías y pasiones hacia las jóvenes
generaciones.
180. Merece una palabra especial la realidad del oratorio o de actividades pastorales similares, que
ven a la Iglesia como sujeto que propone una experiencia que en diversos contextos representa, como
dice una CE, «el cuidado específico de una comunidad cristiana hacia las jóvenes generaciones». Sus
instrumentos son muchos y distintos, y pasan por la creatividad de una comunidad educativa que sabe
ponerse al servicio, tiene una mirada prospectiva sobre la realidad y sabe confiar en el Espíritu Santo
para actuar de manera profética». En donde existe el oratorio, las jóvenes generaciones no son
olvidadas y asumen un rol central y activo en la comunidad cristiana. Algunas CE esperan que el
Sínodo relance esta experiencia.
181. Con respecto al vínculo entre pastoral juvenil y familia, será importante profundizar en perspectiva
sinodal el capítulo VII de Amoris laetitia dedicado al tema de la educación de los hijos, que merece una
más adecuada valorización pastoral. Es evidente que «La familia es la primera escuela de los valores
humanos, en la que se aprende el buen uso de la libertad» (AL 274). Los mismos jóvenes, durante la
RP, afirmaron claramente que entre los lugares que ayudan el desarrollo de la propia personalidad, la
familia ocupa un lugar privilegiado (cfr. RP 1). Varias CE tomaron conciencia que invertir energías para
formar buenas familias no significa quitar fuerzas al cuidado de los jóvenes. Por lo tanto, la predilección
y el compromiso a favor de los jóvenes están llamados a abrirse de manera decisiva a la pastoral
familiar.
182. Muchas CE piden al Sínodo profundizar el rol indispensable de la familia como agente pastoral
activo en el acompañamiento y en el discernimiento vocacional de los hijos. Muchas otras piden ayuda
para calificar el acompañamiento de los jóvenes durante el tiempo del noviazgo, en la preparación
inmediata al matrimonio y también en la fase sucesiva a la celebración del sacramento. Los datos que
provienen de las CE muestran un panorama de situaciones muy contrastantes sobre el rol de la familia
con respecto al tema sinodal. Entre los países más secularizados, en general, como dice una CE, «la
mayoría de las familias católicas no están involucradas “activa” o “intencionalmente” en el
discernimiento vocacional de sus hijos, y algunas se oponen activamente». En otros contextos, en
cambio, donde la dimensión comunitaria de la fe está más viva, la familia cumple un rol dinámico y
propositivo.
183. Muchas CE, presentando sus “buenas prácticas” privilegiaron la escucha y el diálogo con Dios:
jornadas de retiro, ejercicios espirituales, momentos de alejamiento de la rutina cotidiana,
peregrinaciones nacionales y diocesanas, experiencias compartidas de oración. Santuarios, centros
de espiritualidad y casas de ejercicios espirituales donde hay una sensibilidad en la acogida y
acompañamiento de los jóvenes tienen un gran atractivo en diversas partes del mundo. Una CE afirma:
«Sabemos que el éxito no viene de nosotros, sino de Dios, por eso tratamos de mostrar a los jóvenes
que la oración es una palanca que cambia el mundo». En un tiempo de confusión muchos jóvenes se
dan cuenta que sólo la oración, el silencio y la contemplación ofrecen el justo “horizonte de
trascendencia” en donde poder madurar elecciones auténticas. Perciben que sólo en presencia de
Dios se puede adoptar una postura con verdad y afirman que «es en el silencio donde podemos
escuchar la voz de Dios y discernir su voluntad para nosotros» (RP 15).
184. En la oración, que a veces puede ser una experiencia de “batalla espiritual” (cfr. GE 159-165), se
afina la propia sensibilidad al Espíritu, se educa a la capacidad de comprender los signos de los
tiempos y se toma la fuerza para actuar en modo tal que el Evangelio pueda encarnarse nuevamente
hoy. En el cuidado de la vida espiritual se gusta la fe como feliz relación personal con Jesús y como
don del cual estarle agradecidos. No en vano la vida contemplativa despierta admiración y estima entre
los jóvenes. Por lo tanto, es claro que en la calidad espiritual de la vida de la comunidad residen
grandes oportunidades para acercar los jóvenes a la fe y a la Iglesia, y acompañarlos en su
discernimiento vocacional.
185. Las experiencias pastorales de mayor eficacia evangelizadora y educativa presentadas por
muchas CE ponen al centro la confrontación con la fuerza de la Palabra de Dios en relación con el
discernimiento vocacional: Lectio divina, escuelas de la Palabra, catequesis bíblica, profundización de
la vida de jóvenes presentes en la Biblia y uso de instrumentos digitales que facilitan el acceso a la
Palabra de Dios, son prácticas exitosas entre los jóvenes. Para muchas CE la renovación de la pastoral
pasa por su calificación bíblica, y por esta razón, piden al Sínodo reflexión y propuestas. En territorios
donde están presentes otras Iglesias o comunidades cristianas, varias CE ponen en evidencia el valor
ecuménico de la Biblia, que puede crear convergencias significativas y proyectos pastorales
compartidos.
186. Ya Benedicto XVI, como resultado del Sínodo sobre la Palabra de Dios, pedía a toda la Iglesia
«incrementar la “pastoral bíblica”, no en yuxtaposición con otras formas de pastoral, sino como
animación bíblica de toda la pastoral» (VD 73). Después de afirmar que «Tu palabra es una lámpara
para mis pasos, y una luz en mi camino» (Sal 119,105), el salmista se pregunta: «¿Cómo un joven
llevará una vida honesta? Cumpliendo tus palabras» (Sal 119,9).
187. Una CE afirma que los jóvenes «no vienen a la iglesia a buscar algo que puedan encontrar en
otra parte, vienen porque buscan una experiencia religiosa auténtica y hasta radical». Muchas
respuestas al cuestionario indican que los jóvenes son sensibles a la calidad de la liturgia. De modo
provocador la RP dice que «los cristianos profesan un Dios vivo, pero algunos asisten a Misas, o
pertenecen a comunidades, que parecen muertas» (RP 7). Con respecto al lenguaje y a la calidad de
las homilías, una CE pone en evidencia que «los jóvenes sienten una falta de sintonía con la Iglesia»
y agrega: «Parece que no comprendemos el vocabulario, y por lo tanto, tampoco las necesidades de
los jóvenes». Indicaciones valiosas sobre esto se encuentran en EG 135-144.
188. Teniendo en cuenta que «la fe tiene una estructura sacramental» (LF 40), algunas CE piden que
se desarrolle el vínculo genético entre fe, sacramentos y liturgia en la planificación de los itinerarios de
189. También merece atención el tema de la piedad popular que en distintos contextos ofrece a los
jóvenes un acceso privilegiado a la fe, ya sea porque está vinculada a la cultura y a las tradiciones
locales, y también porque valoriza el lenguaje del cuerpo y de los afectos, elementos que a veces en
la liturgia tienen dificultad a encontrar espacio.
Alimentar la fe en la catequesis
190. Varias CE se cuestionaron a partir del tema del Sínodo, sobre los itinerarios catequísticos en acto
en la comunidad cristiana. La catequesis no siempre tiene una buena fama entre los jóvenes, porque
les recuerda a muchos «un camino obligatorio y no elegido en la infancia» (QoL). Poniendo atención
a la necesaria y natural continuidad con la pastoral de los adolescentes y de los jóvenes, algunas CE
piden revisar las formas generales de la propuesta catequística, verificando su validez para las nuevas
generaciones.
191. Un DV invita a evitar la oposición entre catequesis experiencial y de contenido, porque recuerda
que la experiencia de fe es ya una apertura cognoscitiva a la verdad y el camino de interiorización de
los contenidos de la fe conduce a un encuentro vital con Cristo. En esta circularidad original, la
comunidad eclesial desempeña un rol insustituible de mediación.
192. Algunas CE y los mismos jóvenes aconsejan seguir en la catequesis el “camino de la belleza”,
valorizando el inmenso patrimonio artístico y arquitectónico de la Iglesia, el contacto auténtico con la
creación de Dios y el encanto de la liturgia de la Iglesia en todas sus formas y ritos. Existen experiencias
con buenos resultados de catequesis con los jóvenes. Generalmente se presentan como un itinerario
experiencial de encuentro vivo con Cristo, que se convierte en fuente de unidad dinámica entre la
verdad del Evangelio y la propia experiencia de vida. De esta manera, se crean las condiciones para
el desarrollo de una fe fuerte, que se expresa en un compromiso misionero.
193. En algunos contextos, la catequesis se lleva a cabo dentro de itinerarios escolares y, por lo tanto,
la enseñanza de la religión tiene gran importancia para la maduración vocacional de los jóvenes. Todo
esto invita al Sínodo a reflexionar sobre la relación entre escuela y comunidad cristiana en términos de
una alianza educativa.
194. Numerosas experiencias presentadas al final de las respuestas al cuestionario del DP se refieren
a prácticas donde los jóvenes son acompañados en la lógica de una “fe en acto” que se realiza en el
servicio de la caridad. Una Iglesia que sirve es una Iglesia madura que atrae a los jóvenes, porque da
testimonio de su vocación a la imitación de Cristo que «siendo rico, se hizo pobre por nosotros» (2Cor
8,9). En las respuestas de muchas CE, fue bien entendida y desarrollada la conexión expresada en
varios párrafos del DP entre experiencias de servicio gratuito y discernimiento vocacional. Los mismos
jóvenes señalan que «los años de servicios dentro de los movimientos y las obras de caridad dan a
los jóvenes una experiencia de misión y un espacio para el discernimiento» (RP 15). Son muchos los
testimonios de jóvenes en el QoL que redescubrieron la vida de la fe a través de experiencias de
195. Para muchos jóvenes el “voluntariado internacional” logra combinar la sensibilidad a la solidaridad
con el deseo de viajar y descubrir otras culturas y mundos desconocidos: es también un lugar de
encuentro y de colaboración con jóvenes alejados de la Iglesia y no creyentes. El “voluntariado
misionero”, preparado y desarrollado en muchos países y por muchos institutos de vida consagrada
masculinos y femeninos, es un don particular que la Iglesia puede ofrecer a todos los jóvenes: la
preparación, el acompañamiento y la recuperación en perspectiva vocacional de una experiencia
misionera es un campo privilegiado para el discernimiento vocacional de los jóvenes.
196. La RP vio la participación no sólo de jóvenes católicos, sino también de jóvenes de otras
confesiones cristianas, de otras religiones e incluso de no creyentes. Fue un signo que los jóvenes
acogieron con gratitud, porque mostraba el rostro de una Iglesia acogedora e inclusiva que sabe
reconocer la riqueza y la contribución que puede aportar cada uno para el bien de todos. Sabiendo
que la fe auténtica no puede generar una actitud de presunción hacia los demás, los discípulos del
Señor están llamados a valorizar todas las semillas de bien presentes en cada persona y en cada
situación. La humildad de la fe ayuda a la comunidad de los creyentes a dejarse instruir también por
personas de diferentes posiciones o culturas, en la lógica de un beneficio recíproco donde se dona y
se recibe.
197. Por ejemplo, en el SI algunos expertos señalaron cómo el fenómeno de la migración puede
convertirse en una oportunidad para un diálogo intercultural y para la renovación de comunidades
cristianas en riesgo de involución. Algunos jóvenes LGBT, a través de distintas contribuciones que
llegaron a la Secretaría General del Sínodo, desean «beneficiarse de una mayor cercanía» y
experimentar una mayor atención por parte de la Iglesia, mientras que algunas CE se cuestionan sobre
qué proponer «a los jóvenes que en lugar de formar parejas heterosexuales deciden formar parejas
homosexuales y, sobre todo, quieren estar cerca de la Iglesia».
El diálogo ecuménico e interreligioso, que en algunos países asume las características de una
verdadera prioridad para los jóvenes, nace y se desarrolla en un clima de estima recíproca y de
apertura natural de una comunidad que se juega «con suavidad y respeto, y con tranquilidad de
conciencia» (1Pe 3,16). También el diálogo con los no creyentes y con el mundo secular en su totalidad
es, en algunos contextos, decisivo para los jóvenes, especialmente en ámbito académico y cultural,
donde a veces se sienten discriminados en nombre de la fe que profesan: iniciativas como la “Cátedra
de los no creyentes” y el “Patio de los Gentiles” son de gran interés para las jóvenes generaciones,
porque los ayudan a integrar su fe en el mundo donde viven y también a asumir un método de diálogo
abierto y de confrontación fecunda entre diferentes posiciones.
198. Para acompañar a los jóvenes en su discernimiento vocacional se necesitan no sólo personas
competentes, sino también estructuras de animación adecuadas, no sólo eficientes y efectivas sino,
sobre todo, atractivas y luminosas por el estilo relacional y las dinámicas fraternales que generan.
Algunas CE sienten la necesidad de una “conversión institucional”. Respetando e integrando nuestras
legítimas diferencias, reconocemos en la comunión el camino privilegiado para la misión, sin la cual es
imposible ya sea educar que evangelizar. Es cada vez más importante verificar, como Iglesia, no sólo
“qué” estamos haciendo para y con los jóvenes, sino también “cómo” lo estamos haciendo.
199. En nombre de muchos otros, un joven respondiendo al QoL dice: «Queremos ser involucrados,
valorizados, sentirnos corresponsables en lo que se está haciendo». En calidad de bautizados, los
jóvenes también están llamados a ser “discípulos misioneros”, y se están dando pasos importantes en
esta dirección (cfr. EG 106). En consonancia con el documento conciliar Apostolicam actuositatem,
San Juan Pablo II afirmaba que los jóvenes «no deben considerarse simplemente como objeto de la
solicitud pastoral de la Iglesia; son de hecho - y deben ser incitados a serlo - sujetos activos,
protagonistas de la evangelización y artífices de la renovación social» (CL 46). Este es el verdadero
punto clave de la pastoral juvenil para muchas CE: pasar con audacia del hacer pastoral “para los
jóvenes” al hacer pastoral “con los jóvenes”.
Benedicto XVI invitó a menudo a los jóvenes a ser protagonistas de la misión: «Queridos jóvenes:
Vosotros sois los primeros misioneros entre los jóvenes» (Mensaje para la XXVIII Jornada Mundial de
la Juventud 2013, 18 de Octubre de 2012), porque «el mejor modo de evangelizar a un joven es llegar
a él a través de otro joven» (QoL). Se deberán identificar los campos privilegiados para el protagonismo
juvenil. Algunas CE denuncian la realidad del “clericalismo” como un problema a veces insuperable:
una CE afirma que «muchos de nuestros jóvenes piensan que la Iglesia es sólo el conjunto de los
ministros ordenados y de los consagrados que la representan». Desencajar esta visión sigue siendo
un objetivo que muchas CE esperan alcanzar con una postura clara por parte del Sínodo.
La Iglesia en el territorio
200. Todo el pueblo de Dios es sujeto de la misión cristiana (cfr. EG 120) y esto se expresa con
diferentes responsabilidades y en diversos niveles de animación.
El sucesor de Pedro manifiesta continuamente una predilección por los jóvenes, que ellos mismos
reconocen y aprecian. Su ser centro de unidad visible de la Iglesia y su impacto mediático universal,
lo pone en una posición de guía que reconoce y estimula la contribución de todos los carismas y las
instituciones al servicio de las nuevas generaciones.
Muchas CE ofrecen un servicio central calificado a la pastoral de los jóvenes, pero el sujeto privilegiado
sigue siendo la Iglesia particular, que el Obispo preside y anima con sus colaboradores, favoreciendo
sinergias y valorizando las buenas experiencias de comunión entre todos los que operan para el bien
de los jóvenes. Si muchas CE afirman que hay un servicio de calidad en este ámbito de la pastoral, en
algunas partes del mundo hay mucha improvisación y poca organización.
Desde el punto de vista territorial la parroquia, Iglesia entre las casas, es el lugar ordinario de la pastoral
y su validez fue reafirmada claramente en nuestro tiempo (cfr. EG 28). Un joven en el QoL afirma que
«cuando los sacerdotes están libres de tareas financieras y organizativas, se pueden concentrar en el
trabajo pastoral y sacramental que toca la vida de las personas». Si algunas CE hacen notar la vitalidad
de las parroquias, para otras estas no parecen ser más un espacio adecuado para los jóvenes, que se
dirigen a otras experiencias de Iglesia que interceptan mejor su movilidad, sus lugares de vida y su
búsqueda espiritual.
202. Convencido que los jóvenes son el verdadero recurso para el “rejuvenecimiento” de los
dinamismos eclesiales, la USG se pregunta: «¿Somos realmente sensibles a los jóvenes?
¿Comprendemos sus necesidades y expectativas? ¿Sabemos comprender su exigencia de hacer
experiencias significativas? ¿Sabemos superar las distancias que nos separan de su mundo?» Allí
donde se ofrece a los jóvenes ser escuchados y acogidos, y un testimonio de manera creativa y
dinámica, allí nacen sintonías y simpatías, que están dando frutos. Para la USG, sería oportuno
establecer un “Observatorio permanente” sobre los jóvenes a nivel de la Iglesia universal.
Asociaciones y movimientos
204. La Iglesia está llamada a entablar relaciones de modo decisivo con todos los responsables de la
educación de los jóvenes en ámbito civil y social. La sensibilidad actual hacia la “emergencia educativa”
en acto es patrimonio común de la Iglesia y de la sociedad civil, y requiere unidad de intenciones para
construir una alianza en el mundo de los adultos. “Crear redes” es uno de los puntos decisivos para
desarrollar en el tercer milenio. En un mundo donde la Iglesia es cada vez más consciente que no es
el único sujeto agente de la sociedad, pero reconoce que es una “minoría calificada”, se hace necesario
aprender el arte de la colaboración y la capacidad de tejer relaciones en función de un proyecto común.
Lejos de pensar que entrar en diálogo con diferentes organismos sociales y civiles signifique perder la
propia identidad, algunas CE afirman que la capacidad de unir recursos y planificar juntos con otros
caminos de renovación, ayuda a toda la Iglesia a asumir un auténtico dinamismo “en salida”.
205. No sólo a nivel civil y social, sino también en ámbito ecuménico e interreligioso algunas CE dan
testimonio que perseguir objetivos compartidos en diversos campos - por ejemplo, en el ámbito de los
derechos humanos, salvaguardia de la creación, oposición a cualquier tipo de violencia y abuso de
menores, respeto por la libertad religiosa - ayuda a los diferentes sujetos a abrirse, conocerse,
estimarse y cooperar juntos.
La planificación pastoral
207. Muchas CE han ofrecido reflexiones sobre la relación entre algunos “grandes eventos” de la
pastoral juvenil – en primer lugar la JMJ, pero también encuentros juveniles internacionales,
continentales, nacionales y diocesanos – y la vida ordinaria de fe de los jóvenes y de las comunidades
cristianas. Se aprecia mucho la JMJ porque, como dice una CE, «ofrece excelentes oportunidades
para la peregrinación, el intercambio cultural y la construcción de amistades en contextos locales e
internacionales». Sin embargo, algunas CE piden una verificación y un relanzamiento: para algunas
es una experiencia demasiado elitista y otras la desean más interactiva, abierta y dialógica.
208. En la RP, los jóvenes se preguntaban cómo «ayudar a hacer de puente entre los grandes eventos
eclesiales y aquellos parroquiales» (RP 14). Si los grandes eventos juegan un rol significativo para
muchos jóvenes, muchas veces es difícil insertar en la vida cotidiana el entusiasmo que nace
participando en iniciativas similares, que corren el riesgo así de convertirse en momentos de evasión
y fuga con respecto a la vida de fe ordinaria. Una CE afirma, en este sentido, que «los eventos
internacionales pueden formar parte de la pastoral juvenil ordinaria, y no sólo eventos únicos, si la
relación entre estos eventos se hace más clara y las temáticas subyacentes a estos eventos se
traducen en reflexión y práctica en la vida personal y comunitaria cotidiana». Algunas CE advierten
sobre la ilusión que algunos eventos extraordinarios resuelvan el camino de fe y de la vida cristiana de
los jóvenes: en este sentido la atención a los procesos virtuosos, a los procesos educativos y a los
itinerarios de fe parece realmente necesaria. Porque, como dice una CE, «el mejor modo de anunciar
el Evangelio en nuestro tiempo es vivirlo en la vida cotidiana con sencillez y sabiduría», demostrando
así que es sal, luz y levadura de cada día.
209. Una CE, como muchas otras, a propósito de la relación entre pastoral juvenil y pastoral vocacional,
afirma: «Si bien hay experiencias significativas en este sentido, existe una gran necesidad de articular
estructuralmente la pastoral juvenil y la pastoral vocacional. Además, hay una exigencia de trabajar
juntos con la pastoral familiar, educativa, cultural y social en torno a la construcción del proyecto
personal de vida de cada bautizado». En todas partes emerge una búsqueda sincera de una mayor
coordinación, sinergia e integración entre los distintos ámbitos pastorales, cuyo objetivo común es
ayudar a todos los jóvenes a alcanzar la «plenitud de Cristo» (Ef 4,13). Frente a una multiplicación de
“oficios” que crea fragmentación proyectual y operativa, dificultad para aclarar las diferentes
competencias y esfuerzo para gestionar los diferentes niveles relaciones, la idea de una “pastoral
integrada”, que hace hincapié en la centralidad de los destinatarios, parece ser para algunas CE, una
dirección de marcha que debe ser consolidada y aumentada.
210. Para muchos, la clave para lograr esta unidad integrada es el horizonte vocacional de la
existencia, porque «la dimensión vocacional de la pastoral juvenil no es algo que se debe plantear
solamente al final de todo el proceso o a un grupo particularmente sensible a una llamada vocacional
específica, sino que ha de plantearse constantemente a lo largo de todo el proceso de evangelización
211. Los jóvenes candidatos al ministerio ordenado y a la vida consagrada viven en las mismas
condiciones que los demás jóvenes: comparten los recursos y las fragilidades de sus coetáneos, según
los continentes y los países donde viven. Para esto es necesario ofrecer indicaciones adecuadas a las
diferentes situaciones locales. A nivel general, con respecto al discernimiento vocacional, algunas CE
identifican dos problemas principales: el narcisismo, que tiende a encerrar a la persona en sus
exigencias, y la tendencia a comprender la vocación en la perspectiva exclusiva de la autorrealización.
Ambos tienen una raíz común en la concentración potencialmente patológica en sí mismos. Los
procesos de formación también corren dos peligros, el individualismo centrado en el sujeto autónomo,
que excluye el reconocimiento, la gratitud y la colaboración con la acción de Dios; la intimidad, que
encierra la persona en el mundo virtual y en una falsa interioridad, donde se excluye la necesidad de
estar con los demás y con la comunidad (cfr. PD y GE 35-62). Se deben planificar procesos formativos
que sepan liberar la generosidad de los jóvenes en formación, haciendo crecer en ellos una profunda
conciencia de estar al servicio del pueblo de Dios. Es necesario garantizar equipos de formación de
calidad, que sepan interactuar con las necesidades concretas de los jóvenes de hoy y con su necesidad
de espiritualidad y radicalidad. La organización de tiempos, espacios y actividades en las casas de
formación deberían hacer posible una verdadera experiencia de vida común y fraterna.
CONCLUSIÓN
212. La característica sintética y unificadora de la vida cristiana es la santidad, porque «el divino
Maestro y Modelo de toda perfección, el Señor Jesús, predicó a todos y cada uno de sus discípulos,
cualquiera que fuese su condición, la santidad de vida, de la que Él es iniciador y consumador» (LG
40). La santidad incluye desde el punto de vista cualitativo y global todas las dimensiones de la
existencia creyente y de la comunión eclesial, llevadas a plenitud según los dones y las posibilidades
de cada uno. Por esta razón San Juan Pablo II la proponía al comienzo del tercer milenio como «alto
grado de la vida cristiana ordinaria» (NMI 31). Retomando el tema, GE ofrece una profundización sobre
la santidad en el mundo contemporáneo y recuerda a todos la voluntad del Señor Jesús, que «nos
quiere santos y no espera que nos conformemos con una existencia mediocre, aguada, licuada» (GE
1). Todo esto se juega claramente en la práctica de la vida cotidiana: «La fuerza del testimonio de los
santos está en vivir las bienaventuranzas y el protocolo del juicio final. Son pocas palabras, sencillas,
pero prácticas y válidas para todos, porque el cristianismo es principalmente para ser practicado» (GE
109).
213. Convencido que «La santidad es el rostro más bello de la Iglesia» (GE 9), antes de proponerla a
los jóvenes, todos estamos llamados a vivirla como testigos, convirtiéndonos así en una comunidad
“simpática”, como narran en varias ocasiones los Hechos de los Apóstoles (cfr. GE 93). Sólo a partir
de esta coherencia se hace importante acompañar a los jóvenes en los caminos de la santidad. Si San
Ambrosio afirmaba que «todas las edades son maduras para la santidad» (De Virginitate, 40), ¡sin
dudas, lo es también la juventud! En la santidad de muchos jóvenes, la Iglesia reconoce la gracia de
Dios que precede y acompaña la historia de cada uno, el valor educativo de los sacramentos de la
Eucaristía y de la Reconciliación, la fecundidad de caminos compartidos en la fe y en la caridad, la
carga profética de estos “campeones” que a menudo sellaron con su sangre el ser discípulos de Cristo
214. Jesús invita a cada uno de sus discípulos al don total de la vida, sin cálculos ni intereses humanos.
Los santos acogen esta invitación exigente y se ponen con humilde docilidad en el seguimiento de
Cristo crucificado y resucitado. La Iglesia contempla en el cielo de la santidad una constelación siempre
más numerosa y luminosa de chicos, adolescentes y jóvenes santos y beatos que desde los tiempos
de las primeras comunidades cristianas llegan hasta nosotros. Invocándolos como protectores, la
Iglesia los indica a los jóvenes como punto de referencia para su existencia. Varias CE piden valorizar
la santidad juvenil a través de la educación, y los mismos jóvenes reconocen ser «más receptivos a
una narrativa de la vida que a un discurso teológico abstracto» (RP, Parte II, Introducción). Teniendo
en cuenta que los jóvenes afirman que «las vidas de los santos siguen siendo hoy relevantes» (RP
15), se hace importante presentarlos de manera apropiada según su edad y condiciones.
Un lugar muy especial corresponde a la Madre del Señor, que vivió como primera discípula de su Hijo
amado, y es un modelo de santidad para cada creyente. En su capacidad de guardar y meditar en su
corazón la Palabra (cfr. Lc 2,19.51), María es para toda la Iglesia madre y maestra del discernimiento.
Merece también recordarse que junto a los “Santos jóvenes” es necesario presentar a los jóvenes la
“juventud de los Santos”. Todos los Santos, de hecho, han pasado por la edad juvenil y sería útil para
los jóvenes de hoy mostrarles cómo vivieron los Santos el tiempo de su juventud. Se podría así
interceptar situaciones juveniles no simples ni fáciles, pero donde Dios está presente y
misteriosamente activo. Mostrar que su gracia obra a través de caminos tortuosos de paciente
construcción de una santidad que madura con el tiempo por muchas vías imprevistas, puede ayudar a
todos los jóvenes, sin excepción, a cultivar la esperanza de una santidad siempre posible.
Señor Jesús,
tu Iglesia en camino hacia el Sínodo
dirige su mirada a todos los jóvenes del mundo.
Te pedimos para que con audacia
se hagan cargo de la propia vida,
vean las cosas más hermosas y profundas
y conserven siempre el corazón libre.
(Papa Francisco)
Basílica Vaticana
Miércoles, 3 de octubre de 2018
«El Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya
recordando todo lo que os he dicho» (Jn 14,26).
De esta forma tan sencilla, Jesús les ofrece a sus discípulos la garantía que acompañará toda la obra
misionera que les será encomendada: el Espíritu Santo será el primero en custodiar y mantener
siempre viva y actuante la memoria del Maestro en el corazón de los discípulos. Él es quien hace que
la riqueza y hermosura del Evangelio sea fuente de constante alegría y novedad.
Al iniciar este momento de gracia para toda la Iglesia, en sintonía con la Palabra de Dios, pedimos con
insistencia al Paráclito que nos ayude a hacer memoria y a reavivar esas palabras del Señor que
hacían arder nuestro corazón (cf. Lc 24,32). Ardor y pasión evangélica que engendra el ardor y la
pasión por Jesús. Memoria que despierte y renueve en nosotros la capacidad de soñar y esperar.
Porque sabemos que nuestros jóvenes serán capaces de profecía y de visión en la medida que
nosotros, ya mayores o ancianos, seamos capaces de soñar y así contagiar y compartir esos sueños
y esperanzas que anidan en el corazón (cf. Jl 3,1).
Que el Espíritu nos dé la gracia de ser Padres sinodales ungidos con el don de los sueños y de la
esperanza para que podamos, a su vez, ungir a nuestros jóvenes con el don de la profecía y la visión;
que nos dé la gracia de ser memoria operante, viva, eficaz, que de generación en generación no se
deja asfixiar ni aplastar por los profetas de calamidades y desventuras ni por nuestros propios límites,
errores y pecados, sino que es capaz de encontrar espacios para encender el corazón y discernir los
caminos del Espíritu. Con esta actitud de dócil escucha de la voz del Espíritu, hemos venido de todas
partes del mundo. Hoy, por primera vez, están también aquí con nosotros dos hermanos obispos de
China Continental. Démosles nuestra afectuosa bienvenida: gracias a su presencia, la comunión de
todo el Episcopado con el Sucesor de Pedro es aún más visible.
La esperanza nos interpela, moviliza y rompe el conformismo del «siempre se hizo así» y nos pide
levantarnos para mirar de frente el rostro de nuestros jóvenes y las situaciones en las que se
encuentran. La misma esperanza nos pide trabajar para revertir las situaciones de precariedad,
exclusión y violencia a las que están expuestos nuestros muchachos.
Nuestros jóvenes, fruto de muchas de las decisiones que se han tomado en el pasado, nos invitan a
asumir junto a ellos el presente con mayor compromiso y luchar contra todas las formas que
obstaculizan sus vidas para que se desarrollen con dignidad. Ellos nos piden y reclaman una entrega
creativa, una dinámica inteligente, entusiasta y esperanzadora, y que no los dejemos solos en manos
de tantos mercaderes de muerte que oprimen sus vidas y oscurecen su visión.
Esta capacidad de soñar juntos que el Señor hoy nos regala como Iglesia, reclama, como nos decía
san Pablo en la primera lectura, desarrollar entre nosotros una actitud definida: «No os encerréis en
vuestros intereses, sino buscad todos el interés de los demás» (Flp 2,4). E inclusive apunta más alto
al pedir que con humildad consideremos estimar a los demás superiores a nosotros mismos (cf. v. 3).
Con este espíritu intentaremos ponernos a la escucha los unos de los otros para discernir juntos lo que
el Señor le está pidiendo a su Iglesia. Y esto nos exige estar alertas y velar para que no domine la
lógica de autopreservación y autorreferencialidad que termina convirtiendo en importante lo superfluo
y haciendo superfluo lo importante. El amor por el Evangelio y por el pueblo que nos fue confiado nos
pide ampliar la mirada y no perder de vista la misión a la que nos convoca para apuntar a un bien
mayor que nos beneficiará a todos. Sin esta actitud, vanos serán todos nuestros esfuerzos.
El don de la escucha sincera, orante y con el menor número de prejuicios y presupuestos nos permitirá
entrar en comunión con las diferentes situaciones que vive el Pueblo de Dios. Escuchar a Dios, hasta
escuchar con él el clamor del pueblo; escuchar al pueblo, hasta respirar en él la voluntad a la que Dios
nos llama (cf. Discurso durante el encuentro para la familia, 4 octubre 2014).
Esta actitud nos defiende de la tentación de caer en posturas «eticistas» o elitistas, así como de la
fascinación por ideologías abstractas que nunca coinciden con la realidad de nuestros pueblos (cf. J.
M. Bergoglio, Meditaciones para religiosos, 45-46).
Hermanos y hermanas: Pongamos este tiempo bajo la materna protección de la Virgen María. Que
ella, mujer de la escucha y la memoria, nos acompañe a reconocer las huellas del Espíritu para que,
«sin demora» (cf. Lc 1,39), entre sueños y esperanzas, acompañemos y estimulemos a nuestros
jóvenes para que no dejen de profetizar.
Padres sinodales:
Muchos de nosotros éramos jóvenes o comenzábamos los primeros pasos en la vida religiosa al
finalizar el Concilio Vaticano II. A los jóvenes de aquellos años les fue dirigido el último mensaje de los
padres conciliares. Lo que escuchamos de jóvenes nos hará bien volverlo repasar en el corazón
recordando las palabras del poeta: «Que el hombre mantenga lo que de niño prometió» (F. Hölderlin).
Así nos hablaron los Padres conciliares: «La Iglesia, durante cuatro años, ha trabajado para
rejuvenecer su rostro, para responder mejor a los designios de su fundador, el gran viviente, Cristo,
eternamente joven. Al final de esa impresionante “reforma de vida” se vuelve a vosotros. Es para
vosotros los jóvenes, sobre todo para vosotros, porque la Iglesia acaba de alumbrar en su Concilio una
luz, luz que alumbrará el porvenir. La Iglesia está preocupada porque esa sociedad que vais a constituir
respete la dignidad, la libertad, el derecho de las personas, y esas personas son las vuestras […]
Entrando en esta aula para hablar de los jóvenes, se siente ya la fuerza de su presencia, que transmite
una positividad y un entusiasmo capaz de inundar y llenar de alegría, no solo esta aula sino toda la
Iglesia y el mundo entero.
Por esta razón no puedo comenzar sin deciros antes «gracias». Gracias a los que estáis aquí
presentes, gracias a tantas personas que, a lo largo de un camino de preparación de dos años —aquí
en la Iglesia de Roma y en todas las iglesias del mundo— han trabajado con entrega y pasión para
que pudiéramos llegar a este momento. Gracias de corazón al cardenal Lorenzo Baldisseri, secretario
general del Sínodo, a los presidentes delegados, al cardenal Sérgio da Rocha, relator general, a Mons.
Fabio Fabene, subsecretario; a los oficiales de la Secretaría general y a los ayudantes; gracias a todos
vosotros, padres sinodales, auditores, auditoras, expertos y consultores; a los delegados fraternos; a
los traductores, a los cantores, a los periodistas. Gracias de corazón a todos por vuestra participación
activa y fecunda.
Un sentido «gracias» merecen los dos secretarios especiales, Padre Giacomo Costa, jesuita, y Don
Rossano Sala, salesiano, que han trabajado generosamente con empeño y abnegación. Se han dejado
la piel en la preparación.
Deseo enviar también un vivo agradecimiento a los jóvenes que están conectados con nosotros en
este momento, y a todos los jóvenes que de distintas formas han hecho oír su voz. Les doy las gracias
por haber apostado a favor de que merece la pena sentirse parte de la Iglesia, o entrar en diálogo con
ella; vale la pena tener a la Iglesia como madre, como maestra, como casa, como familia, y que, a
pesar de las debilidades humanas y las dificultades, es capaz de brillar y trasmitir el mensaje
imperecedero de Cristo; vale la pena aferrarse a la barca de la Iglesia que, aun a través de las terribles
tempestades del mundo, sigue ofreciendo a todos refugio y hospitalidad; vale la pena que nos
pongamos en actitud de escucha los unos de los otros; vale la pena nadar contra corriente y vincularse
a los valores más grandes: la familia, la fidelidad, el amor, la fe, el sacrificio, el servicio, la vida eterna.
EI Sínodo que estamos viviendo es un tiempo para la participación. Deseo, por tanto, en este inicio del
itinerario de la Asamblea sinodal, invitar a todos a hablar con valentía y parresia, es decir
integrando libertad, verdad y caridad. Solo el diálogo nos hace crecer. Una crítica honesta y
transparente es constructiva y útil, mientras que no lo son la vana palabrería, los rumores, las
sospechas o los prejuicios.
Somos signo de una Iglesia a la escucha y en camino. La actitud de escucha no puede limitarse a las
palabras que nos dirijamos en los trabajos sinodales. El camino de preparación para este momento ha
evidenciado una Iglesia «con una deuda de escucha», también en relación a los jóvenes, que muchas
veces no se sienten comprendidos en su originalidad por parte de la Iglesia y, por tanto, no
suficientemente aceptados por lo que son realmente, y, alguna vez incluso, hasta rechazados. Este
Sínodo tiene la oportunidad, la tarea y el deber de ser signo de la Iglesia que se pone verdaderamente
a la escucha, que se deja interpelar por las instancias de aquellos con los que se encuentra, que no
tiene siempre una respuesta ya preparada y pre confeccionada. Una Iglesia que no escucha se
muestra cerrada a la novedad, cerrada a las sorpresas de Dios, y no será creíble, en particular para
los jóvenes, que inevitablemente se alejan en vez de acercarse.
Por una parte, es necesario superar con decisión la plaga del clericalismo. En efecto, escuchar y huir
de los estereotipos es también un poderoso antídoto contra el riesgo del clericalismo, al que una
asamblea como esta se ve inevitablemente expuesta, más allá de las intenciones de cada uno de
nosotros. Surge de una visión elitista y excluyente de la vocación, que interpreta el ministerio recibido
como un poder que hay que ejercer más que como un servicio gratuito y generoso que ofrecer; y esto
nos lleva a creer que pertenecemos a un grupo que tiene todas las respuestas y no necesita ya
escuchar ni aprender nada, o hace como que escucha. El clericalismo es una perversión y es la raíz
de muchos males en la Iglesia: debemos pedir humildemente perdón por ellos y, sobre todo, crear las
condiciones para no repetirlos.
Por otro lado, sin embargo, es necesario curar el virus de la autosuficiencia y de las conclusiones
apresuradas de muchos jóvenes. Un proverbio egipcio dice: «Si no hay un anciano en tu casa,
cómpralo, porque te será útil». Repudiar y rechazar todo lo que se ha transmitido a lo largo de los
siglos solo conduce al peligroso extravío que lamentablemente está amenazando nuestra humanidad;
lleva al estado de desilusión que se ha apoderado del corazón de generaciones enteras. La
acumulación, a lo largo de la historia, de experiencias humanas es el tesoro más valioso y digno de
confianza que las generaciones reciben unas de otras. Sin olvidar nunca la revelación divina, que
ilumina y da sentido a la historia y a nuestra existencia.
El encuentro entre generaciones puede ser extremadamente fructífero para generar esperanza. El
profeta Joel nos los enseña –lo recordé también a los jóvenes de la reunión pre-sinodal– en esa que
considero la profecía de nuestro tiempo: «Vuestros ancianos tendrán sueños y vuestros jóvenes verán
visiones» (3,1), y profetizarán.
Por tanto, no hay que dejarse tentar por las «profecías de desgracias», ni gastar energías en «llevar
cuenta de los fallos y echar en cara amarguras», hay que mantener los ojos fijos en el bien, que «a
menudo no hace ruido, ni es tema de los blogs ni aparece en las primeras páginas», y no asustarse
«ante las heridas de la carne de Cristo, causadas siempre por el pecado y con frecuencia por los hijos
de la Iglesia» (cf. Discurso a los Obispos participantes en el curso promovido por la Congregación para
los Obispos y para las Iglesias orientales, 13 septiembre, 2018).
1. "Sobre todo derramaré mi Espíritu; sus hijos y sus hijas propiciarán, sus jóvenes tendrán visiones y
sus mayores tendrán sueños "( Hch 2:17, ver Gl 3: 1). Es la experiencia que hemos hecho en este
Sínodo, caminando juntos y escuchando la voz del Espíritu. Nos ha sorprendido con la riqueza de sus
dones, nos ha llenado con su coraje y su fuerza para traer esperanza al mundo.
Hemos caminado juntos, con el sucesor de Pedro, que nos ha confirmado en la fe y nos ha fortalecido
en el entusiasmo de la misión. Aunque provenientes de contextos muy diferentes desde el punto de
vista cultural y eclesial, sentimos desde el principio una armonía espiritual, un deseo de diálogo y una
verdadera empatía. Trabajamos juntos, compartiendo lo que estaba más cerca de nosotros,
comunicando nuestras preocupaciones, sin ocultar nuestros esfuerzos. Muchas intervenciones han
generado en nosotros emoción y compasión evangélica: sentimos un solo cuerpo que sufre y se
regocija. Queremos compartir con todos la experiencia de la gracia que hemos vivido y transmitir a
nuestras Iglesias y al mundo entero la alegría del Evangelio.
La presencia de los jóvenes marcó una novedad: a través de ellos resonó en el Sínodo la voz de toda
una generación. Al caminar con ellos, peregrinos a la tumba de Pedro, hemos experimentado que la
cercanía crea las condiciones para que la Iglesia sea un espacio para el diálogo y el testimonio de la
fraternidad que fascina. La fuerza de esta experiencia supera toda fatiga y debilidad. El Señor nos
sigue repitiendo: No temas, yo estoy contigo.
El proceso de preparación
Todas las contribuciones se resumieron en el Instrumentum laboris , que constituyó la base sólida de
la comparación durante las semanas de la Asamblea. Ahora el Documento final recoge el resultado de
este proceso y lo eleva al futuro: expresa lo que los Padres sinodales reconocieron, interpretaron y
eligieron a la luz de la Palabra de Dios.
Este documento se ofrece al Santo Padre (ver FRANCESCO, Episcopalis communio , No. 18,
Instrucción , Artículo 35 §5) y también a toda la Iglesia como el fruto de este Sínodo. Dado que el viaje
sinodal aún no ha finalizado y prevé una fase de implementación (ver Episcopalis communio , No. 19-
21), el Documento Final será un mapa para guiar los próximos pasos a los que la Iglesia debe avanzar.
* En este documento, el término "Sínodo" se refiere a todo el proceso sinodal en curso o a la Asamblea
General celebrada del 3 al 28 de octubre de 2018 de vez en cuando.
PRÓLOGO
4. En el episodio de los discípulos de Emaús hemos reconocido (ver Lc 24, 13-35) un texto
paradigmático para comprender la misión eclesial en relación con las generaciones más jóvenes. Esta
página expresa bien lo que experimentamos en el Sínodo y lo que nos gustaría que cada una de
nuestras Iglesias en particular viviera en relación con los jóvenes. Jesús camina con los dos discípulos
que no han entendido el significado de su historia y se están alejando de Jerusalén y de la comunidad.
Para estar en su compañía, recorra el camino con ellos. Les hace preguntas y escucha su versión de
los hechos para ayudarles a reconocer lo que están experimentando. Luego, con afecto y energía, les
anuncia la Palabra, guiándolos a interpretar.a la luz de las Escrituras los acontecimientos que han
vivido. Acepta la invitación para quedarte con ellos al anochecer: entra en su noche. Al escuchar, su
corazón se calienta y su mente se ilumina, en la fracción del pan que sus ojos abren. Ellos mismos
optan por reanudar el viaje en la dirección opuesta sin demora, para regresar a la comunidad,
compartiendo la experiencia del encuentro con el Resucitado.
En continuidad con el Instrumentum laboris , el documento final se divide en tres partes que están
marcadas por este episodio. La primera parte se titula "Él caminó con ellos" ( Lc 24,15) y busca iluminar
lo que los Padres sinodales reconocieron en el contexto en el que se insertan los jóvenes, destacando
sus fortalezas y desafíos. La segunda parte, "Sus ojos fueron abiertos" ( Lucas 24:31), es interpretativa
y proporciona algunas interpretaciones fundamentales del tema del Sínodo. La tercera parte, titulada
"Partieron inmediatamente" ( Lucas 24:33), recoge las opciones para una conversión espiritual,
pastoral y misionera.
5. "Y, he aquí, ese mismo día, dos de ellos se dirigían a un pueblo llamado Emaús, a unos once
kilómetros de Jerusalén, y conversaban entre ellos sobre todo lo que había sucedido. Mientras
conversaban y discutían juntos, Jesús mismo se acercó y caminó con ellos " ( Lc 24 : 13-15).
En este pasaje, el evangelista fotografía la necesidad de los dos vagabundos de buscar un significado
en los eventos que han experimentado. La actitud de Jesús que se establece con ellos está subrayada.
Cristo resucitado quiere trabajar a su manera junto con cada joven, aceptando sus expectativas,
incluso si están decepcionados, y sus esperanzas, incluso si son inadecuadas. Jesús camina, escucha,
comparte.
El valor de escuchar
6. Escuchar es una reunión de libertad, que requiere humildad, paciencia, voluntad de entender, un
compromiso para elaborar las respuestas de una manera nueva. El escuchar transforma el corazón de
quienes lo viven, sobre todo cuando uno se coloca en una actitud interior de armonía y docilidad hacia
el Espíritu. Por lo tanto, no es solo una recopilación de información, ni una estrategia para alcanzar
una meta, sino que es la forma en que Dios mismo se relaciona con su pueblo. De hecho, Dios ve la
miseria de su pueblo y escucha sus lamentaciones, se deja tocar en las profundidades y desciende
para liberarlos (véase Éxodo 3 : 7-8). Entonces, la Iglesia, a través de la escucha, entra en el
movimiento de Dios que, en el Hijo, se encuentra con cada ser humano.
7. Los jóvenes están llamados a tomar continuamente decisiones que guíen su existencia; Expresar el
deseo de ser escuchado, reconocido, acompañado. Muchos experimentan cómo su voz no se
considera interesante y útil en el campo social y eclesial. En varios contextos hay una falta de atención
a su llanto, en particular al de los más pobres y explotados, y también a la falta de adultos disponibles
y capaces de escuchar.
Escuchando a la iglesia
8. No faltan iniciativas y experiencias establecidas en la Iglesia a través de las cuales los jóvenes
puedan experimentar aceptación, escuchar y hacer oír sus voces. Sin embargo, el Sínodo reconoce
que la comunidad eclesial no siempre puede hacer evidente la actitud que el Señor Resucitado tenía
hacia los discípulos de Emaús, cuando, antes de iluminarlos con la Palabra, les preguntó: "¿Qué
discursos están haciendo entre ellos? ¿En el camino? »( Lc 24,17). A veces prevalece la tendencia a
proporcionar respuestas ya elaboradas y recetas listas, sin dejar que las preguntas de los jóvenes
surjan en su novedad y captar la provocación.
La escucha hace posible intercambiar regalos en un contexto de empatía. Les permite a los jóvenes
donar su contribución a la comunidad, ayudándolos a captar nuevas sensibilidades y hacer preguntas
Un mundo plural
10. La propia composición del Sínodo ha hecho visible la presencia y la contribución de las diferentes
regiones del mundo, destacando la belleza de ser Iglesia universal. A pesar de un contexto de creciente
globalización, los Padres sinodales han pedido resaltar las muchas diferencias entre contextos y
culturas, incluso dentro del mismo país. Hay una pluralidad de mundos juveniles tanto que en algunos
países tendemos a usar el término "juventud" en plural. Además, el grupo de edad considerado por el
presente Sínodo (16-29 años) no representa un todo homogéneo, sino que está compuesto por grupos
que viven en situaciones peculiares.
Todas estas diferencias tienen un profundo impacto en la experiencia concreta que experimentan los
jóvenes: se refieren a las diferentes etapas de la era evolutiva, las formas de experiencia religiosa, la
estructura de la familia y su relevancia en la transmisión de la fe, las relaciones intergeneracionales:
cómo por ejemplo, el papel de los ancianos y el respeto que se les debe: las modalidades de
participación en la vida social, la actitud hacia el futuro, la cuestión ecuménica e interreligiosa. El
Sínodo reconoce y acoge la riqueza de la diversidad de culturas y se pone al servicio de la comunión
del Espíritu.
Cambios en progreso
11. De particular relevancia es la diferencia con respecto a la dinámica demográfica entre los países
de nacimiento alto, en la que los jóvenes representan una proporción significativa y creciente de la
población, y aquellos en los que se está reduciendo su peso. Otra diferencia se deriva de la historia,
que hace que diferentes países y continentes de la antigua tradición cristiana, cuya cultura guarda un
recuerdo para no perderse, de países y continentes marcados por otras tradiciones religiosas y en los
que el cristianismo es una presencia. Minorista y en ocasiones reciente. En otros territorios, las
comunidades cristianas y los jóvenes que forman parte de él están sujetos a la persecución.
Exclusión y marginación.
12. Luego, hay entre los países y dentro de cada uno de ellos las diferencias determinadas por la
estructura social y la disponibilidad económica que separan, a veces de manera muy clara, a aquellos
Hombres y mujeres
13. No podemos olvidar la diferencia entre hombres y mujeres con sus dones peculiares, las
sensibilidades específicas y las experiencias del mundo. Esta diferencia puede ser un área en la que
surgen formas de dominación, exclusión y discriminación de las cuales todas las sociedades y la Iglesia
misma necesitan liberarse.
La Biblia presenta al hombre y la mujer como socios iguales ante Dios (ver Gn 5: 2): toda dominación
y discriminación basada en el sexo ofende la dignidad humana. También presenta la diferencia entre
los sexos como un misterio tan constitutivo del ser humano como irreductible a los estereotipos. La
relación entre hombre y mujer se entiende entonces en términos de una vocación de convivencia en
reciprocidad y en diálogo, en comunión y en fructificación (ver Gn 1,27-29; 2,21- 25) en todas las áreas
de Experiencia humana: vida en pareja, trabajo, educación y más. Dios ha confiado la tierra a su pacto.
Colonización cultural
14. Muchos padres sinodales de contextos no occidentales muestran cómo en sus osos países
globalización con él formas auténticas de colonización cultural, de enraizamiento jóvenes de orígenes
culturales y religiosos de los que proceden. Es necesario el compromiso de la Iglesia de acompañarlos
en este pasaje sin perder los rasgos más preciosos de su identidad.
Las interpretaciones del proceso de secularización parecen diferentes. Si bien algunos lo ven como
una oportunidad preciosa para purificarse de una religiosidad habitual o basada en identidades étnicas
y nacionales, para otros representa un obstáculo para la transmisión de la fe. En las sociedades
seculares también somos testigos de un redescubrimiento de Dios y la espiritualidad. Esto constituye
para la Iglesia un incentivo para recuperar la importancia del dinamismo propio de la fe, de la
proclamación y del acompañamiento pastoral.
15. Hay pocas regiones donde los jóvenes perciben a la Iglesia como una presencia viva y
comprometida, lo que también es significativo para sus compañeros no creyentes u otras religiones.
Las instituciones educativas de la Iglesia buscan dar la bienvenida a todos los jóvenes,
independientemente de sus elecciones religiosas, antecedentes culturales y situación personal,
familiar o social. De esta manera, la Iglesia aporta una contribución fundamental a la educación integral
de los jóvenes en las partes más diversas del mundo. Esto se logra a través de la educación en
escuelas de todos los niveles y en centros de formación profesional, colegios y universidades, pero
también en centros juveniles y oratorios; este compromiso también se implementa a través de la
recepción de refugiados y refugiados y la variada comisión en el campo social. En todas estas
presencias, la Iglesia une el testimonio y la proclamación del Evangelio a la obra educativa y a la
La Jornada Mundial de la Juventud, nacida de una intuición profética de San Juan Pablo II, que sigue
siendo un punto de referencia para los jóvenes del tercer milenio, las reuniones nacionales y
diocesanas desempeñan un papel importante en la vida de muchos jóvenes porque ofrecen una Una
experiencia viva de fe y comunión, que les ayuda a enfrentar los grandes desafíos de la vida y tomar
su lugar de manera responsable en la sociedad y en la comunidad eclesial. Estas convocatorias
pueden referirse así al acompañamiento pastoral ordinario de las comunidades individuales, donde la
aceptación del Evangelio debe profundizarse y traducirse en elecciones de vida.
17. Muchos padres han señalado que la carga de las tareas administrativas absorbe de manera
excesiva y, a veces, asfixiante las energías de muchos pastores; Esta es una de las razones que
dificultan el encuentro con los jóvenes y su acompañamiento. Para hacer más evidente la prioridad de
los compromisos pastorales y espirituales, los Padres sinodales insisten en la necesidad de repensar
las formas concretas de ejercer el ministerio.
18. Si bien sigue siendo la primera y principal forma de ser Iglesia en el territorio, varias voces han
indicado cómo la parroquia lucha por ser un lugar relevante para los jóvenes y cómo es necesario
repensar su vocación misionera. Su escasa importancia en los espacios urbanos, la falta de dinamismo
de las propuestas, junto con los cambios espacio-temporales en los estilos de vida, exigen una
renovación. Incluso si hay varios intentos de innovación, a menudo el río de la vida juvenil fluye en los
márgenes de la comunidad, sin alcanzarlo.
19. Muchos notan que los caminos de la iniciación cristiana no siempre logran introducir a los niños,
adolescentes y jóvenes a la belleza de la experiencia de la fe. Cuando la comunidad se constituye
como un lugar de comunión y como una verdadera familia de los hijos de Dios, expresa una fuerza
generadora que transmite la fe; donde, por el contrario, cede a la lógica de la delegación y prevalece
la organización burocrática, la iniciación cristiana se malinterpreta como un curso de instrucción
religiosa que generalmente termina con el sacramento de la Confirmación. Por lo tanto, es urgente
repensar a fondo el enfoque de la catequesis y el vínculo entre la transmisión de fe de la familia y la
comunidad, basándose en los procesos de acompañamiento personal.
20. Los seminarios y las casas de formación son lugares de gran importancia en los cuales los jóvenes
llamados al sacerdocio ya la vida consagrada profundizan su propia elección vocacional y maduran en
su seguimiento. A veces, estos entornos no toman adecuadamente en cuenta las experiencias previas
de los candidatos, subestimando su importancia. Esto bloquea el crecimiento de la persona y corre el
riesgo de inducir la adopción de actitudes formales, en lugar del desarrollo de los dones de Dios y la
profunda conversión del corazón.
21. El entorno digital caracteriza al mundo contemporáneo. Grandes secciones de la humanidad están
inmersas de manera ordinaria y continua. Ya no se trata solo de "usar" herramientas de comunicación,
sino de vivir en una cultura ampliamente digitalizada que tiene un impacto muy profundo en la noción
de tiempo y espacio, en la percepción de uno mismo, de los demás y del mundo, en la forma de
comunicarse. para aprender, para obtener información, para entrar en una relación con los demás. Un
enfoque de la realidad que tiende a privilegiar la imagen con respecto a la escucha y la lectura influye
en la forma de aprender y el desarrollo del sentido crítico. Ahora está claro que "El entorno digital no
es un mundo paralelo o puramente virtual, pero es parte de la realidad diaria de muchas personas,
especialmente los más jóvenes" (Benedicto XVI, Mensaje para la Jornada Mundial de las
Comunicaciones XLVII ).
La red de oportunidades.
22. La web y las redes sociales son un lugar donde los jóvenes pasan mucho tiempo y se reúnen con
facilidad, aunque no todos tengan el mismo acceso, en particular en algunas regiones del mundo. Sin
embargo, constituyen una oportunidad extraordinaria para el diálogo, el encuentro y el intercambio
entre personas, así como para el acceso a la información y el conocimiento. Además, el digital es un
contexto de participación sociopolítica y ciudadanía activa, y puede facilitar la circulación de
información independiente capaz de proteger eficazmente a las personas más vulnerables al revelar
violaciones de sus derechos. En muchos países, web y redes sociales.ahora son un lugar
indispensable para llegar e involucrar a los jóvenes, incluso en iniciativas y actividades pastorales.
23. El entorno digital es también un territorio de soledad, manipulación, explotación y violencia, hasta
el caso extremo de la web oscura . Los medios digitales pueden exponerse al riesgo de dependencia,
aislamiento y pérdida progresiva del contacto con la realidad concreta, lo que dificulta el desarrollo de
relaciones interpersonales auténticas. Las nuevas formas de violencia se propagan a través de las
redes sociales , como el ciberacoso; La web es también un canal para la difusión de pornografía y
explotación de personas con fines sexuales o mediante el juego.
Un fenómeno pluriforme.
25. Los fenómenos migratorios representan un fenómeno estructural en todo el mundo y no una
emergencia transitoria. La migración puede tener lugar dentro del mismo país o entre diferentes países.
La preocupación de la Iglesia concierne en particular a aquellos que huyen de la guerra, la violencia,
la persecución política o religiosa, los desastres naturales también debido al cambio climático y la
pobreza extrema: muchos de ellos son jóvenes. En general, buscan oportunidades para ellos y sus
familias. Sueñan con un futuro mejor y desean crear las condiciones para que se realice.
Muchos padres sinodales subrayaron que los migrantes son un "paradigma" capaz de iluminar nuestro
tiempo y particularmente la condición de la juventud, y nos recuerdan la condición original de la fe, la
de ser "extraños y peregrinos en la tierra" ( Heb 11, 13).
Violencia y vulnerabilidad
26. Otros migrantes comienzan a sentirse atraídos por la cultura occidental, a veces alimentando
expectativas poco realistas que los exponen a grandes decepciones. Los traficantes sin escrúpulos, a
menudo vinculados a los carteles de drogas y armas, explotan la debilidad de los migrantes, quienes
a lo largo de su camino a menudo encuentran violencia, tráfico, abuso psicológico e incluso físico, y
sufrimientos indecibles. Cabe señalar la vulnerabilidad particular de los migrantes menores no
acompañados, y la situación de quienes se ven obligados a pasar muchos años en campamentos de
refugiados o que permanecen atrapados en países de tránsito por mucho tiempo, sin continuar sus
estudios o expresar sus talentos. En algunos países de llegada, los fenómenos migratorios provocan
alarma y temores, a menudo fomentados y explotados con fines políticos. Así se propaga una
mentalidad xenófoba.
27. Los jóvenes que emigran experimentan una separación de su contexto de origen y, a menudo,
también una erradicación cultural y religiosa. La ruptura también afecta a las comunidades de origen,
que pierden los elementos más vigorosos e ingeniosos, y a las familias, especialmente al migrar a uno
o ambos padres, dejando a sus hijos en su país de origen. La Iglesia juega un papel importante como
referencia para los jóvenes de estas familias rotas. Pero las de los migrantes también son historias de
encuentros entre personas y entre culturas: para las comunidades y las sociedades a las que llegan
son una oportunidad para el enriquecimiento y el desarrollo humano integral de todos. Las iniciativas
de bienvenida que se refieren a la Iglesia tienen un papel importante desde este punto de vista y
pueden revitalizar a las comunidades capaces de realizarlas.
28. Gracias a los diferentes orígenes de los Padres, en comparación con el tema de los migrantes, el
Sínodo vio la reunión de muchas perspectivas, especialmente entre los países de partida y los países
de llegada. Además, se escucha el grito de alarma de aquellas Iglesias cuyos miembros se ven
obligados a huir de la guerra y la persecución y que ven estas migraciones forzadas como una
amenaza a su propia existencia. El hecho mismo de incluir todas estas diferentes perspectivas dentro
de la Iglesia coloca a la Iglesia en una posición para ejercer un papel profético hacia la sociedad en el
tema de la migración.
29. Los diferentes tipos de abusos realizados por algunos obispos, sacerdotes, religiosos y laicos
causan en los que son sus víctimas, entre ellos muchos jóvenes, el sufrimiento que puede durar toda
la vida y que ningún arrepentimiento puede rectificar. Este fenómeno está muy extendido en la
sociedad, también afecta a la Iglesia y representa un serio obstáculo para su misión. El Sínodo reafirma
compromiso firme con la adopción de medidas preventivas estrictas que impidan la repetición, a partir
de la selección y formación de los que se confía la responsabilidad y las tareas educativas.
Ir a la raiz
30. Hay diferentes tipos de abuso de poder, económico, de conciencia, sexual. La tarea de erradicar
las formas de ejercicio de la autoridad en la que se injertan y de contrarrestar la falta de responsabilidad
y transparencia con la que se han manejado muchos casos es evidente. El deseo de dominación, la
falta de diálogo y la transparencia, las formas de doble vida, el vacío espiritual y la fragilidad psicológica
son el terreno en el que florece la corrupción. El clericalismo, en particular, "nace de una visión elitista
y excluyente de la vocación, que interpreta el ministerio recibido como un poder que se ejerza en lugar
de como un servicio gratuito y generoso que ofrecer; y esto lleva a la conclusión de que pertenecen a
un grupo que tiene todas las respuestas y ya no tienen que escuchar y aprender nada,Discurso a la I
Congregación General de la XV Asamblea General del Sínodo de los Obispos , 3 de octubre de 2018).
Gratitud y ánimo
31. El Sínodo expresa su gratitud a aquellos que tienen el coraje de denunciar el mal sufrido: ayudan
a la Iglesia a tomar conciencia de lo que ha ocurrido y de la necesidad de reaccionar de manera
decisiva. También aprecia y alienta el sincero compromiso de innumerables laicos y laicos, sacerdotes,
consagrados, consagrados y obispos que pasan cada día con honestidad y dedicación al servicio de
los jóvenes. Su trabajo es un bosque que crece sin hacer ruido. También muchos de los jóvenes
presentes en el Sínodo expresaron su gratitud a aquellos a quienes acompañaron y reiteraron la gran
necesidad de figuras de referencia.
El Señor Jesús, quien nunca abandona a su Iglesia, le ofrece la fuerza y las herramientas para un
nuevo viaje. Confirmando la línea de "acciones y sanciones necesarias" oportunas (FRANCESCO,
Carta al Pueblo de Dios , 20 de agosto de 2018, n.2) y consciente de que la misericordia exige justicia,
el Sínodo reconoce que abordar el tema del abuso en todas sus situaciones. Los aspectos, incluso con
32. La familia sigue siendo el principal punto de referencia para los jóvenes. Los niños aprecian el amor
y el cuidado de sus padres, se preocupan por los lazos familiares y esperan tener éxito en formar una
familia a su vez. Sin lugar a dudas, el aumento de las separaciones, los divorcios, las segundas uniones
y las familias monoparentales pueden causar grandes sufrimientos y crisis de identidad en los jóvenes.
A veces tienen que asumir responsabilidades que no son proporcionales a su edad y obligarlos a
convertirse en adultos antes de tiempo. Los abuelos a menudo ofrecen una contribución decisiva al
afecto y la educación religiosa: con su sabiduría son un vínculo decisivo en la relación entre
generaciones.
33. Las madres y los padres tienen roles distintos pero igualmente importantes como puntos de
referencia para formar a sus hijos y transmitirles su fe. La figura materna sigue desempeñando un
papel que los jóvenes consideran esencial para su crecimiento, incluso si no está suficientemente
reconocido desde el punto de vista cultural, político y laboral. Muchos padres desempeñan su papel
con dedicación, pero no podemos ocultar que, en algunos contextos, la figura paterna está ausente o
es evanescente, y en otros es opresiva o autoritaria. Estas ambigüedades también se reflejan en el
ejercicio de la paternidad espiritual.
34. El Sínodo reconoce la dedicación de muchos padres y educadores que están profundamente
comprometidos con la transmisión de valores, a pesar de las dificultades del contexto cultural. En
diferentes regiones, el papel de los ancianos y la reverencia hacia los antepasados son una piedra
angular de la educación y contribuyen en gran medida a la formación de la identidad personal. Incluso
la familia extendida, que en algunas culturas es la familia en sentido estricto, desempeña un papel
importante. Sin embargo, algunos jóvenes sienten que las tradiciones familiares son opresivas y huyen
bajo la presión de una cultura globalizada que a veces los deja sin puntos de referencia. En otras
partes del mundo, sin embargo, entre jóvenes y adultos no existe un conflicto generacional real, sino
una extrañeza recíproca. A veces, los adultos no buscan o dejan de transmitir los valores fundadores
de la existencia o adoptan estilos juveniles, alterando la relación entre generaciones. De esta manera,
la relación entre los jóvenes y los adultos corre el riesgo de permanecer en el nivel emocional, sin tocar
la dimensión educativa y cultural.
35. Los jóvenes se proyectan hacia el futuro y enfrentan la vida con energía y dinamismo. Pero también
están tentados a concentrarse en el uso del presente y, a veces, tienden a prestar poca atención a la
memoria del pasado del que provienen, especialmente los muchos regalos que les transmiten sus
padres, abuelos y el trasfondo cultural de la sociedad en la que viven. Ayudar a los jóvenes a descubrir
36. Junto con las relaciones intergeneracionales, no deben olvidarse las relaciones entre pares, que
representan una experiencia fundamental de interacción y emancipación progresiva del contexto
familiar de origen. La amistad y el intercambio, a menudo en grupos más o menos estructurados,
ofrecen la oportunidad de fortalecer las habilidades sociales y relacionales en un contexto en el que
no son evaluados ni evaluados. La experiencia de grupo también es un gran recurso para compartir la
fe y para la ayuda mutua en el testimonio. Los jóvenes son capaces de guiar a otros jóvenes y de vivir
un verdadero apostolado entre sus amigos.
Cuerpo y afectividad.
Cambios en progreso
37. Los jóvenes reconocen al cuerpo y la sexualidad una importancia esencial para su vida y en el
camino del crecimiento de su identidad, porque son esenciales para vivir la amistad y el afecto. En el
mundo contemporáneo, sin embargo, encontramos fenómenos en rápida evolución en su aspecto. En
primer lugar, los desarrollos de la ciencia y las tecnologías biomédicas influyen fuertemente en la
percepción del cuerpo, induciendo la idea de que se puede modificar sin límites. La capacidad de
intervenir en el ADN, la posibilidad de insertar elementos artificiales en el organismo ( cyborg).) y el
desarrollo de la neurociencia es un gran recurso, pero al mismo tiempo plantean cuestiones
antropológicas y éticas. Una aceptación acrítica del enfoque tecnocrático del cuerpo debilita la
conciencia de la vida como un don y el sentido del límite de la criatura, que puede desviarse o ser
explotada por el dinamismo económico y político (ver FRANCESCO, Laudato si ' , n.
Además, en algunos contextos juveniles, la fascinación por los comportamientos de riesgo se propaga
como una herramienta para explorar uno mismo, buscar emociones fuertes y obtener reconocimiento.
Junto con la persistencia de fenómenos antiguos, como la sexualidad precoz, la promiscuidad, el
turismo sexual, la adoración exagerada del aspecto físico, hoy vemos la difusión generalizada de la
pornografía digital y la visualización de nuestro cuerpo en línea . Estos fenómenos, a los que están
expuestas las nuevas generaciones, constituyen un obstáculo para una maduración serena. Indican
dinámicas sociales sin precedentes, que influyen en las experiencias y elecciones personales,
convirtiéndolas en el territorio de una especie de colonización ideológica.
38. Este es el contexto en el que las familias cristianas y las comunidades eclesiales tratan de hacer
que los jóvenes descubran la sexualidad como un gran don habitado por el Misterio, para vivir las
relaciones de acuerdo con la lógica del Evangelio. Sin embargo, no siempre pueden traducir este deseo
en una educación afectiva y sexual adecuada, que no se limita a intervenciones esporádicas y
ocasionales. Cuando esta educación se tomó realmente como una opción propositiva, se observan
resultados positivos que ayudan a los jóvenes a comprender la relación entre su adhesión a la fe en
Jesucristo y el modo de vivir la afectividad y las relaciones interpersonales. Estos resultados estimulan
y estimulan una mayor inversión en energía eclesial en este campo.
Formas de vulnerabilidad
40. El mundo del trabajo sigue siendo un ámbito en el que los jóvenes expresan su creatividad y su
capacidad para innovar. Al mismo tiempo experimentan formas de exclusión y marginación. El primero
y más serio es el desempleo juvenil, que en algunos países alcanza niveles exorbitantes. Además de
hacerlos pobres, la falta de trabajo reduce la capacidad de los jóvenes para soñar y esperar y les priva
de la posibilidad de contribuir al desarrollo de la sociedad. En muchos países, esta situación depende
del hecho de que algunos sectores de la población juvenil carecen de habilidades profesionales
adecuadas, también debido a los déficits del sistema educativo y de capacitación. A menudo, la
precariedad laboral que aflige a los jóvenes responde a los intereses económicos que explotan el
trabajo.
Violencia y persecución
41. Muchos jóvenes viven en contextos de guerra y sufren violencia en una innumerable variedad de
formas: secuestro, extorsión, crimen organizado, tráfico de seres humanos, esclavitud y explotación
sexual, violaciones de guerra, etc. Otros jóvenes, debido a su fe, luchan por encontrar un lugar en sus
sociedades y sufren diversos tipos de persecuciones, hasta la muerte. Hay muchos jóvenes que, por
compulsión o falta de alternativas, viven cometiendo delitos y violencia: niños soldados, bandas
armadas y delincuentes, narcotráfico, terrorismo, etc. Esta violencia rompe muchas vidas jóvenes. Los
abusos y las adicciones, así como la violencia y la desviación son algunas de las razones que llevan
a los jóvenes a la cárcel, con una incidencia particular en algunos grupos étnicos y sociales. Todas
estas situaciones cuestionan y cuestionan a la Iglesia.
42. Aún más numerosos en el mundo son los jóvenes que sufren formas de marginación y exclusión
social, por razones religiosas, étnicas o económicas. Recordamos la difícil situación de las
adolescentes y jóvenes que permanecen embarazadas y la plaga del aborto, así como la propagación
del VIH, las diferentes formas de adicción (drogas, juegos de azar, pornografía, etc.) y la situación de
los niños de la calle. , que carecen de hogar, familia y recursos económicos; Los jóvenes prisioneros
merecen especial atención. Varias intervenciones enfatizaron la necesidad de que la Iglesia valore las
habilidades de los jóvenes excluidos y las contribuciones que pueden ofrecer a las comunidades.
Quiere estar valientemente de su lado, acompañándolos por caminos de reapropiación de su dignidad
y un papel en la construcción del bien común.
El recurso de vulnerabilidad
44. Muchas de estas situaciones son producto de la "cultura de los residuos": los jóvenes se
encuentran entre las primeras víctimas. Sin embargo, esta cultura también puede impregnar a los
jóvenes, a las comunidades cristianas y a sus líderes, contribuyendo así a la degradación humana,
social y ambiental que aflige a nuestro mundo. Para la Iglesia, este es un llamado a la conversión, la
solidaridad y una acción educativa renovada, haciéndose presente de una manera particular en estos
contextos difíciles. Incluso los jóvenes que viven en estas situaciones tienen recursos valiosos para
compartir con la comunidad y enseñarnos a medirnos con el límite, ayudándonos a crecer en la
humanidad. La creatividad con la que la comunidad animada por la alegría del Evangelio puede
convertirse en una alternativa al malestar y las situaciones difíciles es inagotable.Sal 118.22; Lc 20,17;
En 4,11; 1 Pt 2,4).
Originalidad y especificidad.
45. Las generaciones más jóvenes son portadoras de un acercamiento a la realidad con rasgos
específicos. Los jóvenes piden ser acogidos y respetados en su originalidad. Entre los rasgos
específicos más evidentes de la cultura de los jóvenes, se destacó la preferencia dada a la imagen en
relación con otros lenguajes comunicativos, la importancia de las sensaciones y las emociones como
una forma de acercarse a la realidad y la prioridad de concreción y operatividad con respecto a análisis
teórico Las relaciones de amistad y pertenencia a grupos de pares, cultivadas también gracias a las
redes sociales, son de gran importancia.. Los jóvenes generalmente son portadores de una apertura
espontánea hacia la diversidad, lo que los hace atentos a los temas de paz, inclusión y diálogo entre
culturas y religiones. Muchas experiencias de muchas partes del mundo atestiguan que los jóvenes
saben cómo ser pioneros del encuentro y el diálogo intercultural e interreligioso, en la perspectiva de
la coexistencia pacífica.
46. Aunque en una forma diferente en comparación con las generaciones pasadas, el compromiso
social es un rasgo específico de los jóvenes de hoy. Junto con algunos indiferentes, hay muchos otros
disponibles para participar en iniciativas voluntarias, ciudadanía activa y solidaridad social, para ser
acompañados y alentados a poner en evidencia los talentos, habilidades y creatividad de los jóvenes
y alentar la asunción de responsabilidad por parte de parte de ellos. El compromiso social y el contacto
directo con los pobres siguen siendo una oportunidad fundamental para descubrir o profundizar la fe y
47. El Sínodo reconoce y valora la importancia que los jóvenes dan a la expresión artística en todas
sus formas: hay muchos jóvenes que utilizan en este campo los talentos recibidos, promoviendo la
belleza, la verdad y la bondad, creciendo en la humanidad. y en la relación con Dios. Para muchos, la
expresión artística es también una auténtica vocación profesional. No podemos olvidar que durante
siglos el "camino de la belleza" fue una de las formas privilegiadas de expresar la fe y la evangelización.
Bastante peculiar es la importancia de la música, que representa un entorno real en el que los jóvenes
están constantemente inmersos, así como una cultura y un lenguaje capaces de agitar las emociones
y moldear la identidad. El lenguaje musical también representa un recurso pastoral, que desafía
particularmente la liturgia y su renovación. La aprobación de los gustos en un sentido comercial a
veces puede comprometer el vínculo con las formas tradicionales de expresión musical y también la
expresión litúrgica.
Igualmente significativa es la importancia que los jóvenes adquieren en la práctica deportiva, que la
Iglesia no debe subestimar en términos de potencial educativo y de entrenamiento, mientras mantiene
una presencia sólida dentro de ella. El mundo del deporte necesita ayuda para superar las
ambigüedades desde las que se maneja, como el mito de los campeones, la esclavitud a la lógica
comercial y la ideología del éxito a cualquier costo. En este sentido, se reitera el valor del
acompañamiento y apoyo de los discapacitados en la práctica deportiva.
Espiritualidad y religiosidad
48. La experiencia religiosa de los jóvenes está fuertemente influenciada por el contexto social y
cultural en el que viven. En algunos países, la fe cristiana es una experiencia comunitaria fuerte y viva,
que los jóvenes comparten con alegría. En otras regiones de la antigua tradición cristiana, la mayoría
de la población católica no vive una verdadera pertenencia a la Iglesia; sin embargo, hay minorías
creativas y experiencias que revelan un renacimiento del interés religioso, como una reacción a una
visión reduccionista y sofocante. En otros lugares, incluso los católicos, junto con otras
denominaciones cristianas, son una minoría, que a veces conoce la discriminación e incluso la
persecución. Finalmente, hay contextos en los que hay un crecimiento de sectas o formas de
religiosidad alternativa; los que los siguen a menudo quedan decepcionados y se vuelven adversos a
todo lo religioso. Si en algunas regiones los jóvenes no tienen la oportunidad de expresar públicamente
su fe o no ven reconocida su libertad religiosa, en otras partes sentimos el peso de las elecciones
pasadas, incluso las políticas, que han socavado la credibilidad eclesial. No es posible hablar de la
religiosidad de los jóvenes sin tener en cuenta todas estas diferencias.
49. En general, los jóvenes afirman estar en busca del significado de la vida y muestran interés en la
espiritualidad. Esta atención, sin embargo, se ve a veces como una búsqueda de bienestar piscológico
en lugar de una apertura al encuentro con el Misterio del Dios vivo. En particular, en algunas culturas,
muchos consideran la religión como un asunto privado y seleccionan elementos a partir de los cuales
encuentran sus creencias a partir de diferentes tradiciones espirituales. De este modo, se extiende un
cierto sincretismo, que se desarrolla a partir del supuesto relativista de que todas las religiones son
iguales. La adhesión a una comunidad de fe no es vista por todos como la forma privilegiada de acceso
al significado de la vida, y está flanqueada y, a veces, reemplazada por ideologías o por la búsqueda
de éxito a nivel profesional y económico, en la lógica de una autorrealización material.
50. La misma variedad se encuentra en la relación de los jóvenes con la figura de Jesús. Muchos lo
reconocen como Salvador e Hijo de Dios y, a menudo, se sienten cercanos a él a través de María, su
madre, y se comprometen a un viaje de fe. Otros no tienen una relación personal con él, pero lo
consideran un buen hombre y una referencia ética. Otros aún se encuentran con él a través de una
fuerte experiencia del Espíritu. Para otros, es una figura del pasado sin ninguna relevancia existencial
o muy alejada de la experiencia humana.
Si para muchos jóvenes Dios, la religión y la Iglesia parecen palabras vacías, son sensibles a la figura
de Jesús, cuando se presentan de una manera atractiva y efectiva. En muchos sentidos, incluso los
jóvenes de hoy nos dicen: "Queremos ver a Jesús" ( Jn 12.21), manifestando así la inquietud saludable
que caracteriza al corazón de cada ser humano: "La inquietud de la investigación espiritual, la inquietud
de encuentro con Dios, la inquietud del amor "(FRANCESCO, Misa por el inicio del Capítulo General
de la Orden de San Agustín , 28 de agosto de 2013).
51. En diferentes contextos, los jóvenes católicos piden propuestas de oración y momentos
sacramentales capaces de interceptar su vida cotidiana, en una liturgia fresca, auténtica y alegre. En
muchas partes del mundo, la experiencia litúrgica es el principal recurso para la identidad cristiana y
conoce una participación amplia y convencida. Los jóvenes reconocen un momento privilegiado de
experiencia de Dios y de la comunidad eclesial, y un punto de partida para la misión. En otros lugares,
hay una cierta desviación de los sacramentos y de la Eucaristía dominical, percibida más como un
precepto moral que como un feliz encuentro con el Señor resucitado y con la comunidad. En general,
se observa que incluso cuando se ofrece catequesis sobre los sacramentos, el acompañamiento
educativo es débil para vivir la celebración en profundidad.
Participación y protagonismo.
52. Ante las contradicciones sociales, muchos jóvenes quieren sacar provecho de sus talentos,
habilidades y creatividad y están dispuestos a asumir la responsabilidad. La sostenibilidad social y
ambiental, la discriminación y el racismo se encuentran entre los temas más importantes para ellos.
La participación de los jóvenes a menudo sigue nuevos enfoques y también explota el potencial de la
comunicación digital en términos de movilización y presión política: la difusión de los estilos de vida y
los patrones de consumo y la inversión crítica, de apoyo y consciente del medio ambiente; nuevas
53. El Sínodo es consciente de que un número considerable de jóvenes, por diferentes motivos, no le
piden nada a la Iglesia porque no la consideran significativa para su existencia. Algunos, por el
contrario, piden expresamente que los dejen solos, ya que sienten su presencia como algo molesto e
incluso irritante. Esta solicitud a menudo no nace de un desprecio no crítico e impulsivo, pero también
tiene sus raíces en razones serias y respetables: escándalos sexuales y económicos; la falta de
preparación de los ministros ordenados que no pueden interceptar adecuadamente las sensibilidades
de los jóvenes; la falta de cuidado en la preparación de la homilía y en la presentación de la Palabra
de Dios; el papel pasivo asignado a los jóvenes dentro de la comunidad cristiana.
Jóvenes en la Iglesia.
54. Los jóvenes católicos no son meramente receptores de acciones pastorales, sino miembros vivos
del único cuerpo eclesial, bautizado en el cual el Espíritu del Señor vive y actúa. Contribuyen a
enriquecer lo que es la Iglesia, y no solo lo que hace. Soy su presente y no solo su futuro. Los jóvenes
son protagonistas de muchas actividades eclesiales, en las que ofrecen generosamente su servicio,
en particular con la animación de la catequesis y la liturgia, el cuidado de los pequeños, el servicio
voluntario a los pobres. Incluso los movimientos, asociaciones y congregaciones religiosas ofrecen a
los jóvenes oportunidades para el compromiso y la corresponsabilidad. A veces, la disponibilidad de
jóvenes se encuentra con cierto autoritarismo y desconfianza hacia los adultos y pastores, que no
reconocen suficientemente su creatividad y luchan por compartir responsabilidades.
Mujeres en la Iglesia
55. También existe una demanda entre los jóvenes para un mayor reconocimiento y valorización de
las mujeres en la sociedad y en la Iglesia. Muchas mujeres desempeñan un papel insustituible en las
comunidades cristianas, pero en muchos lugares es difícil darles espacio en los procesos de toma de
decisiones, incluso cuando no requieren responsabilidades ministeriales específicas. La ausencia de
la voz femenina y la mirada empobrecen el debate de la Iglesia y el camino, restando al discernimiento
una contribución preciosa. El Sínodo recomienda que todos sean más conscientes de la urgencia de
un cambio inevitable, también a partir de una reflexión antropológica y teológica sobre la reciprocidad
entre hombres y mujeres.
56. En varios contextos hay grupos de jóvenes, a menudo expresión de asociaciones y movimientos
eclesiales, que son muy activos en la evangelización de sus pares gracias a un claro testimonio de
vida, un lenguaje accesible y la capacidad de establecer vínculos auténticos de amistad. . Este
apostolado nos permite llevar el Evangelio a personas que difícilmente serían alcanzadas por el
ministerio común de jóvenes, y nos ayuda a lograr la misma fe que aquellos que se comprometen a
hacerlo. Por lo tanto, debe ser apreciado, apoyado, acompañado con sabiduría e integrado en la vida
de las comunidades.
57. Los jóvenes piden que la Iglesia brille por su autenticidad, ejemplaridad, competencia,
corresponsabilidad y solidez cultural. A veces, esta solicitud parece una crítica, pero a menudo toma
la forma positiva de un compromiso personal con una comunidad fraterna, acogedora, alegre y
proféticamente comprometida para luchar contra la injusticia social. Entre las expectativas de los
jóvenes destaca en particular el deseo de que en la Iglesia se adopte un estilo de diálogo menos
paternalista y más franco.
58. "Y comenzando con Moisés y todos los profetas, les explicó en todas las Escrituras lo que se refería
a él. Cuando estaban cerca de la aldea donde se dirigían, él hizo como si fuera más lejos. Pero
insistieron: "Quédate con nosotros, porque es de noche y el día está al atardecer". Él entró para
quedarse con ellos. Cuando estaba a la mesa con ellos, tomó el pan, recitó la bendición, lo partió y se
lo dio. Entonces sus ojos se abrieron y lo reconocieron. Pero él desapareció de su vista " ( Lucas 24 :
27-31).
Después de haberlos escuchado, el Señor dirige a los dos viajeros una "palabra" incisiva y decisiva,
autoritaria y transformadora. Así, con dulzura y fuerza, el Señor entra en su morada, permanece con
ellos y comparte el pan de la vida: es el signo eucarístico que permite a los dos discípulos abrir
finalmente los ojos.
Un nuevo Pentecostés
59. El Espíritu Santo enciende el corazón, abre los ojos y despierta la fe de los dos viajeros. Él trabaja
desde el principio de la creación del mundo porque el plan del Padre para recapitular todo en Cristo
alcanza su plenitud. Actúa en todos los tiempos y en todos los lugares, en la variedad de contextos y
culturas, despertando también en medio de las dificultades y sufrimientos el compromiso con la justicia,
la búsqueda de la verdad, el valor de la esperanza. Es por esto que San Pablo afirma que "todos juntos,
la creación gime y sufre los dolores del parto hasta hoy" ( Rom8,22). El deseo de vivir enamorado y la
sana inquietud que habita en los corazones de los jóvenes son parte del gran anhelo de toda creación
hacia la plenitud de la alegría. En cada uno de ellos, incluso en aquellos que no conocen a Cristo, el
Espíritu Creador actúa para guiarlos hacia la belleza, la bondad y la verdad.
60. La juventud es un período original y estimulante de la vida, que Jesús mismo vivió, santificando. El
Mensaje a los jóvenes del Concilio Vaticano II (7 de diciembre de 1965) presentó a la Iglesia como la
"verdadera juventud del mundo", que posee "la capacidad de regocijarse por lo que comienza, a darse
sin retorno, a renovarse ya volver a empezar". conquistas ". Con su frescura y su fe, los jóvenes
contribuyen a mostrar este rostro de la Iglesia, que refleja "el gran Vivir, el Cristo eternamente joven".
Por lo tanto, no se trata de crear una nueva Iglesia para los jóvenes, sino de redescubrir con ellos a
los jóvenes de la Iglesia, abriéndonos a la gracia de un nuevo Pentecostés.
61. La vocación cristiana es seguir a Cristo pasando por las aguas del Bautismo, recibiendo el sello de
la Confirmación y convirtiéndose en parte de su Cuerpo en la Eucaristía: «Viene el Espíritu Santo, el
fuego después del agua y te conviertes en pan, que es el cuerpo de Cristo» (Agustín, Discurso 227).
En el camino de la iniciación cristiana, es sobre todo la Confirmación que permite a los creyentes revivir
la experiencia pentecostal de un nuevo derramamiento del Espíritu para el crecimiento y la misión. Es
importante redescubrir la riqueza de este sacramento, captar el vínculo con la vocación personal de
cada persona bautizada y con la teología de los carismas, cuidar mejor el cuidado pastoral, para que
no se convierta en un momento formal y significativo. Todo viaje vocacional tiene al Espíritu Santo
como protagonista: es el "maestro interior" de quien puede ser dirigido.
62. La primera condición para el discernimiento vocacional en el Espíritu es una auténtica experiencia
de fe en Cristo muerto y resucitado, recordando que "no es la luz la que disipa toda nuestra oscuridad,
sino una lámpara que guía nuestros pasos en la noche, y esto suficiente para el viaje "(FRANCESCO,
Lumen fidei, n. 57). En las comunidades cristianas, a veces nos arriesgamos a proponer un teísmo
ético y terapéutico, más allá de las intenciones, que responda a la necesidad de seguridad y comodidad
del ser humano, en lugar de un encuentro vivo con Dios a la luz del Evangelio y en el poder del Espíritu.
Si es verdad que la vida se despierta solo a través de la vida, queda claro que los jóvenes necesitan
encontrar comunidades cristianas verdaderamente enraizadas en la amistad con Cristo, quien nos
lleva al Padre en la comunión del Espíritu Santo.
La juventud de Jesús
63. "joven entre los jóvenes a convertirse en un ejemplo para los jóvenes y consagrarlos al Señor"
(Ireneo, Contra las Herejías , II, 22,4), Cristo santificó la juventud por el solo hecho de haber vivido. La
narrativa bíblica presenta solo un episodio de la juventud de Jesús (ver Lc 2, 41-52), que se vivió sin
clamor, en la simplicidad y diligencia de Nazaret, para ser reconocido como "el carpintero" ( Mc 6, 3) y
"el hijo del carpintero" ( Mt 13.55).
Al contemplar su vida, podemos captar mejor la bendición de la juventud: Jesús tenía una confianza
incondicional en el Padre, cuidó de la amistad con sus discípulos e incluso en momentos de crisis se
mantuvo fiel a ella. Expresó profunda compasión hacia los más débiles, especialmente los pobres, los
enfermos, los pecadores y los excluidos. Tuvo el coraje de enfrentarse a las autoridades religiosas y
políticas de su tiempo; tuvo la experiencia de sentirse mal entendido y descartado; experimentó el
miedo al sufrimiento y conoció la fragilidad de la Pasión; dirigió su mirada hacia el futuro confiándose
a las manos seguras del Padre y al poder del Espíritu. En Jesús, todos los jóvenes pueden encontrarse
a sí mismos, con sus temores y sus esperanzas, sus incertidumbres y sus sueños, y pueden ser
confiados a él.
64. Escuchar a Cristo y la comunión con él también permite a los pastores y educadores madurar una
lectura sabia de esta temporada de la vida. El Sínodo buscó mirar a los jóvenes con la actitud de Jesús,
para discernir en sus vidas los signos de la acción del Espíritu. De hecho, creemos que incluso hoy en
día Dios habla a la Iglesia y al mundo a través de los jóvenes, su creatividad y su compromiso, así
como sus sufrimientos y sus solicitudes de ayuda. Con ellos podemos leer más proféticamente nuestra
época y reconocer los signos de los tiempos; esta es la razón por la cual los jóvenes son uno de los
"lugares teológicos" en los que el Señor nos permite conocer algunas de sus expectativas y desafíos
para la construcción del mañana.
65. La juventud, la fase de desarrollo de la personalidad, está marcada por sueños que se están
configurando, desde relaciones que adquieren más consistencia y equilibrio, desde intentos y
experimentos, desde elecciones que gradualmente construyen un proyecto de vida. En esta temporada
de vida, los jóvenes están llamados a proyectar hacia adelante sin cortar raíces, a construir autonomía,
pero no a la soledad. El contexto social, económico y cultural no siempre ofrece condiciones favorables.
Muchos jóvenes santos han hecho brillar en toda su belleza las características de la edad juvenil y han
sido verdaderos profetas del cambio en su tiempo; su ejemplo muestra de lo que son capaces los
jóvenes cuando se abren para encontrarse con Cristo.
Incluso los jóvenes con discapacidades o aquellos que padecen enfermedades pueden hacer una
contribución valiosa. El Sínodo invita a las comunidades a hacer espacio para las iniciativas que las
reconocen y les permiten ser protagonistas, por ejemplo, con el uso de lenguaje de señas para sordos,
itinerarios catequéticos bien orientados, experiencias asociativas o colocación laboral.
66. Los jóvenes son portadores de una ansiedad que primero debe ser bienvenida, respetada y
acompañada, apostando con convicción por su libertad y responsabilidad. La Iglesia sabe por
experiencia que su contribución es fundamental para su renovación. Los jóvenes, en algunos aspectos,
pueden estar por delante de los pastores. En la mañana de Pascua, el joven discípulo Amato llegó
primero a la tumba, precediendo a su raza Peter, agobiado por edad y traición (ver Gv20,1 a 10); De
la misma manera, en la comunidad cristiana, el dinamismo juvenil es una energía renovadora para la
Iglesia, porque ayuda a sacudir la pesadez y la lentitud y a abrirse al Resucitado. Al mismo tiempo, la
actitud del Discípulo Amato indica que es importante permanecer conectado con la experiencia de los
ancianos, reconocer el papel de los pastores y no avanzar por sí mismos. Así tendremos esa sinfonía
de voces que es el fruto del Espíritu.
67. La vida de los jóvenes, como la de todos, también está marcada por heridas. Son las heridas de
las derrotas de su propia historia, de los deseos frustrados, de las discriminaciones e injusticias
sufridas, de no haberse sentido amados o reconocidos. Son heridas del cuerpo y de la psique. Cristo,
que ha aceptado pasar por la pasión y la muerte, por su cruz se convierte en el prójimo de todos los
jóvenes que sufren. Luego están las heridas morales, el peso de sus errores, los sentimientos de culpa
por estar equivocados. Reconciliarse con las propias heridas es hoy más que nunca una condición
necesaria para una buena vida. La Iglesia está llamada a apoyar a todos los jóvenes en sus juicios y
promover acciones pastorales apropiadas.
68. La juventud es una temporada de vida que debe terminar, para dejar espacio a la edad adulta. Este
pasaje no se realiza de manera puramente personal, sino que implica un camino de maduración, que
no siempre es facilitado por el entorno en el que viven los jóvenes. En muchas regiones, la cultura de
lo provisional se ha extendido, favoreciendo una prolongación indefinida de la adolescencia y el retorno
de las decisiones; El miedo a lo definitivo genera así una especie de parálisis de decisión. Pero los
jóvenes no pueden seguir siendo un tiempo suspendido: es la edad de las elecciones y este es
precisamente su atractivo y su mayor tarea. Los jóvenes toman decisiones en las áreas profesional,
social, política y otras áreas más radicales que les darán una configuración decisiva.
69. El Papa Francisco invita a los jóvenes a pensar sobre su vida en el horizonte de la misión: "Muchas
veces en la vida perdemos el tiempo preguntándonos:" ¿Quién soy yo? ". Puedes preguntarte quién
eres y tener una vida entera en busca de quién eres. Pero pregunte: "¿ Para quién soy?" »( Discurso
en la vigilia de oración en preparación para la Jornada Mundial de la Juventud, Basílica de santa maria
maggiore, 8 de abril de 2017). Esta afirmación ilumina profundamente las elecciones de la vida, porque
nos impulsa a asumirlas en el horizonte liberador del don del yo. ¡Esta es la única manera de lograr
una felicidad auténtica y duradera! De hecho, "la misión al corazón de la gente no es una parte de mi
vida, o un adorno que puedo quitar, no es un apéndice, o un momento entre los muchos de la
existencia. Es algo que no puedo arrancar de mi ser si no quiero destruirme a mí mismo. Soy una
misión en esta tierra, y para esto me encuentro en este mundo "(FRANCESCO, Evangelii gaudium , n
° 273).
70. La misión es una brújula segura para el viaje de la vida, pero no es un "navegador", que se muestra
de antemano hasta el final. La libertad siempre conlleva una dimensión de riesgo que debe ser valorada
con coraje y acompañada de gradualidad y sabiduría. Muchas páginas del Evangelio nos muestran a
Jesús que nos invita a atrevernos, a despegar, a pasar de la lógica de la observancia de los preceptos
a la del don generoso e incondicionado, sin ocultar la necesidad de tomar su propia cruz (cf. Mt 16.24).
El es radical "Él lo da todo y lo pide todo : da el amor total y pide un corazón indiviso" (FRANCESCO,
Homilía del 14 de octubre de 2018 ). Al evitar engañar a los jóvenes con propuestas mínimas o
asfixiarlos con un conjunto de reglas que le dan al cristianismo una imagen reduccionista y moralista,
estamos llamados a invertir en su audacia y a educarlos para que asuman sus responsabilidades, con
la seguridad de que incluso el error, el fracaso. Y la crisis son experiencias que pueden fortalecer su
humanidad.
71. Para lograr un verdadero camino de maduración, los jóvenes necesitan adultos autorizados. En su
significado etimológico, auctoritas indica la capacidad de crecer; no expresa la idea de un poder
directivo, sino de una fuerza generativa real. Cuando Jesús se encontró con los jóvenes, en cualquier
estado y condición en que estuvieran, incluso si estaban muertos, de una forma u otra les dijo:
"¡Levántense! ¡Crezca! "Y su palabra cumplió lo que dijo (ver Mc 5:41, Lc 7:14). En el episodio de la
curación del epiléptico demoníaco (ver Mk9: 14-29), que evoca muchas formas de alienación de los
jóvenes de hoy, está claro que la mano de Jesús no es eliminar la libertad sino activarla, liberarla.
72. La familia es la primera comunidad de fe en la cual, a pesar de los límites y el carácter incompleto,
el joven experimenta el amor de Dios y comienza a discernir su propia vocación. Los Sínodos
anteriores y la posterior Exhortación apostólica, Amoris Laetitia , no dejan de subrayar que la familia,
como Iglesia doméstica, tiene la tarea de vivir la alegría del Evangelio en la vida cotidiana y compartir
a sus miembros según su condición, permaneciendo abierta. A la dimensión vocacional y misionera.
Sin embargo, las familias no siempre educan a sus hijos para mirar hacia el futuro en una lógica
vocacional. A veces, la búsqueda de prestigio social o éxito personal, la ambición de los padres o la
tendencia a determinar las elecciones de los niños invaden el espacio de discernimiento y condicionan
las decisiones. El Sínodo reconoce la necesidad de ayudar a las familias a asumir más claramente una
concepción de la vida como una vocación. La historia evangélica del adolescente Jesús (ver Lc 2, 41-
52), sujeta a sus padres pero capaz de separarse de ellos para cuidar las cosas del Padre, puede
ofrecer luces preciosas para establecer relaciones familiares de manera evangélica.
Llamado a la libertad
El evangelio de la libertad
73. La libertad es una condición esencial para toda elección auténtica de la vida. Sin embargo, se corre
el riesgo de ser mal interpretado, también porque no siempre se presenta adecuadamente. La propia
Iglesia termina apareciendo a muchos jóvenes como una institución que impone reglas, prohibiciones
y obligaciones. Cristo, por otro lado, "nos liberó para la libertad" ( Gálatas 5: 1), haciéndonos pasar del
régimen de la Ley al del Espíritu. A la luz del Evangelio, hoy es apropiado reconocer con mayor claridad
que la libertad es constitutivamente relacional y mostrar que las pasiones y las emociones son
relevantes en la medida en que se orientan hacia el encuentro auténtico con los demás. Dicha
perspectiva atestigua claramente que la verdadera libertad es comprensible y posible solo en relación
con la verdad (ver Jn8.31-32) y, sobre todo, a la caridad (ver 1 Corintios 13 : 1-13, Gál 5:13): la libertad
es ser uno mismo en el corazón de otro.
Libertad de responsabilidad
74. A través de la fraternidad y la solidaridad vividas, especialmente con las últimas, los jóvenes
descubren que la auténtica libertad surge de sentirse bienvenido y crece en hacer espacio para los
demás. Tienen una experiencia similar cuando se comprometen a cultivar la sobriedad o el respeto por
el medio ambiente. La experiencia de reconocimiento mutuo y compromiso compartido los lleva a
descubrir que sus corazones están habitados por un llamado silencioso al amor que proviene de Dios.
Así, resulta más fácil reconocer la dimensión trascendente que la libertad originalmente posee en sí
misma y que En contacto con las experiencias más intensas de la vida: nacimiento y muerte, amistad
y amor, culpa y perdón, se despierta más claramente. Son precisamente estas experiencias las que
ayudan a reconocer que la naturaleza de la libertad responde radicalmente.
Libertad y fe
75. Hace más de 50 años, San Pablo VI introdujo la expresión "diálogo de salvación" e interpretó la
misión del Hijo en el mundo como la expresión de una "pregunta formidable de amor". Agregó, sin
embargo, que somos "libres de corresponder o rechazarla" (ver Ecclesiam suam, n. 77). En esta
76. La libertad humana está marcada por las heridas del pecado personal y la concupiscencia. Pero
cuando, gracias al perdón y la misericordia, la persona se da cuenta de los obstáculos que lo
aprisionan, crece hasta la madurez y puede participar más claramente en las elecciones finales de la
vida. Desde una perspectiva educativa, es importante ayudar a los jóvenes a no desanimarse por los
errores y los fracasos, aunque sean humillantes, porque son una parte integral del camino hacia una
libertad más madura, conscientes de su propia grandeza y debilidad.
Pero el mal no tiene la última palabra: "Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su único Hijo" ( Jn
3, 16). Él nos amó hasta el final y así redimió nuestra libertad. Al morir por nosotros en la cruz, derramó
el Espíritu, y "donde está el Espíritu del Señor, hay libertad" (2 Corintios 3:17): una nueva libertad
pascual, que se realiza en el don cotidiano del yo.
77. El relato de la llamada de Samuel (ver 1 Sam 3,1-21) hace posible comprender los rasgos
fundamentales del discernimiento: la escucha y el reconocimiento de la iniciativa divina, una
experiencia personal, una comprensión progresiva, un acompañamiento. Paciente y respetuoso con el
misterio en progreso, un destino comunitario. La vocación no se impone a Samuel como un destino
que hay que sufrir; Es una propuesta de amor, un misionero enviando una historia de confianza mutua
diaria.
En cuanto al joven Samuel, para cada hombre y cada mujer, la vocación, a pesar de tener momentos
fuertes y privilegiados, implica un largo viaje. La Palabra del Señor requiere tiempo para ser entendida
e interpretada; La misión a la que llama se revela gradualmente. Los jóvenes están fascinados por la
aventura del autodescubrimiento progresivo. Aprenden voluntariamente de las actividades que
realizan, de las reuniones y las relaciones, poniéndose a prueba en la vida cotidiana. Sin embargo,
necesitan ayuda para reunir las diferentes experiencias en unidad y leerlas desde una perspectiva de
fe, superando el riesgo de dispersión y reconociendo las señales con las que Dios habla. En el
descubrimiento de la vocación, no todo está claro de inmediato, porque la fe "ve" en la medida en que
camina, en la que entra en el espacio abierto por la Palabra de Dios (FRANCESCO,Lumen fidei , 9).
78. A lo largo de los siglos, la comprensión teológica del misterio de la vocación ha adquirido diferentes
énfasis, dependiendo del contexto social y eclesial dentro del cual se ha elaborado el tema. En
cualquier caso, se debe reconocer el carácter analógico del término "vocación" y las muchas
dimensiones que caracterizan la realidad que designa. Esto lleva, de vez en cuando, a resaltar
aspectos individuales, con perspectivas que no siempre han sido capaces de salvaguardar con igual
La vocación no es un guión ya escrito que el ser humano debería simplemente recitar ni una
improvisación teatral sin rastro. Porque Dios nos llama a ser amigos y no a servir (cf.Jn 15:13, nuestras
elecciones contribuyen de una manera real al desarrollo histórico de su plan de amor. La economía de
la salvación, por otro lado, es un misterio que nos supera infinitamente; por esta razón, solo escuchar
al Señor puede revelarnos qué parte estamos llamados a tener en él. Cultivada de esta manera, la
vocación realmente aparece como un don de gracia y alianza, como el secreto más hermoso y precioso
de nuestra libertad.
Creación y vocación.
79. Afirmar que todo fue creado por medio de Cristo y por Él (cf .. Col 1:16), Escritura dirige a leer el
misterio de la vocación como una realidad que marca la propia creación de Dios. Dios tiene creado
con su Palabra que "llama" a ser y a la vida y luego "se distingue" en el caos de lo indistinto, dando al
cosmos la belleza del orden y la armonía de la diversidad. Si San Pablo VI ya había declarado que
"cada vida es una vocación" (ver Populorum progressio , 15), Benedicto XVI insistió en que los seres
humanos son creados como seres dialógicos: la Palabra creativa "llama a cada uno en términos
personales, revelando así que la vida misma es una vocación en relación con Dios "(ver Verbum
Domini, 77).
80. Hablar de la existencia humana en términos vocacionales hace posible resaltar algunos elementos
que son muy importantes para el crecimiento de una persona joven: significa excluir que está
determinado por el destino o por la casualidad, además de ser un activo privado que debe gestionarse
por cuenta propia. . Si en el primer caso no hay vocación porque no se reconoce un destino digno de
existir, en el segundo el pensamiento humano "sin ataduras" se convierte en "sin vocación". Por esta
razón, es importante crear las condiciones porque en todas las comunidades cristianas, a partir de la
conciencia bautismal de sus miembros, se desarrolla una verdadera cultura vocacional y un
compromiso constante de oración por las vocaciones.
El encanto de Jesús
81. A muchos jóvenes les fascina la figura de Jesús. Su vida les parece buena y bella, porque pobre y
simple, hecha de amistades sinceras y profundas, gastada para los hermanos con generosidad, nunca
cerrada para nadie, pero siempre disponible para el regalo. La vida de Jesús sigue siendo
profundamente atractiva e inspiradora hoy; Es una provocación para todos los jóvenes que desafía. La
Iglesia sabe que esto se debe al hecho de que Jesús tiene un vínculo profundo con cada ser humano
porque "Cristo, que es el nuevo Adán, al revelar el misterio del Padre y su amor también revela
plenamente al hombre para sí mismo y para el hombre". manifiesta su más alta vocación " (ver
Gaudium et Spes , n.22 ).
82. De hecho, Jesús no solo fascinó con su vida, sino que también llamó explícitamente a la fe. Conoció
a hombres y mujeres que reconocieron en sus gestos y en sus palabras la forma correcta de hablar de
Dios y de relacionarse con él, accediendo a esa fe que conduce a la salvación: "Hija, tu fe te ha salvado.
¡Ve en paz! "( Lk8,48). Otros que lo conocieron fueron llamados a convertirse en sus discípulos y
testigos. No se escondió de aquellos que quieren ser sus discípulos la necesidad de tomar su cruz
todos los días y seguirlo por un camino pascual de muerte y resurrección. La fe testimonial continúa
viviendo en la Iglesia, signo e instrumento de salvación para todos los pueblos. La pertenencia a la
comunidad de Jesús siempre ha conocido diferentes formas de secuela. La mayoría de los discípulos
vivieron su fe en las condiciones normales de la vida cotidiana; otros, sin embargo, incluidas algunas
figuras femeninas, compartieron la existencia itinerante y profética del Maestro (ver Lk8,1-3); desde el
principio, los apóstoles tuvieron un papel especial en la comunidad y se asociaron con él en su
ministerio de guía y predicación.
La Virgen María
83. Entre todas las figuras bíblicas que ilustran el misterio de la vocación, la de María debe
contemplarse de manera singular. Una joven que con su "sí" hizo posible la Encarnación al crear las
condiciones para que se pueda generar cualquier otra vocación eclesial, sigue siendo la primera
discípula de Jesús y el modelo de cada discipulado. En su peregrinación de fe, María siguió a su Hijo
hasta el pie de la cruz y, después de la Resurrección, acompañó a la Iglesia naciente en Pentecostés.
Como madre y maestra misericordiosa, continúa acompañando a la Iglesia e implorando al Espíritu
que da vida a cada vocación. Por lo tanto, es evidente que el "principio mariano" tiene un papel
eminente e ilumina toda la vida de la Iglesia en sus diversas manifestaciones. Junto a la virgen.
Vocación y vocaciones.
La variedad de carismas.
85. San Pablo regresa varias veces en sus cartas sobre este tema, recordando la imagen de la Iglesia
como un cuerpo formado por varios miembros y enfatizando que cada miembro es necesario y al
mismo tiempo relativo al conjunto, ya que solo la unidad de Todo hace que el cuerpo esté vivo y
armonioso. El apóstol encuentra el origen de esta comunión en el mismo misterio de la Santísima
Trinidad: "Hay diferentes carismas, pero solo uno es el Espíritu; Hay varios ministerios, pero solo uno
es el Señor; hay diferentes actividades, pero solo una es Dios que trabaja todo en todo "(1 Cor.12,4-
6). El Concilio Vaticano II y el magisterio posterior ofrecen preciosas indicaciones para elaborar una
teología correcta de los carismas y ministerios en la Iglesia, para recibir con gratitud y aprovechar los
dones de gracia que el Espíritu continuamente eleva en la Iglesia para rejuvenecerla.
86. Para muchos jóvenes, la orientación profesional se vive en un horizonte vocacional. No es raro
rechazar propuestas de trabajo atractivas que no estén en línea con los valores cristianos, y la elección
de los caminos de entrenamiento se realiza preguntando cómo hacer que los talentos personales sean
fructíferos para el Reino de Dios. El trabajo es en muchas ocasiones para reconocer y promover.
regalos recibidos: de esta manera, hombres y mujeres participan activamente en el misterio trinitario
de la creación, la redención y la santificación.
La familia
87. Las dos Asambleas sinodales recientes sobre la familia, seguidas de la Exhortación apostólica
Amoris Laetitia , han ofrecido una rica contribución a la vocación de la familia en la Iglesia y la
insustituible contribución que las familias están llamadas a dar al testimonio del Evangelio a través de
Amor mutuo, generación y educación de los niños. Al referirnos a la riqueza que surgió en documentos
recientes, recordamos la importancia de reanudar el mensaje para redescubrir y hacer que los jóvenes
comprendan la belleza de su vocación nupcial.
Vida consagrada
88. El don de la vida consagrada, en su forma contemplativa y activa, que el Espíritu inspira en la
Iglesia, tiene un valor profético particular porque es un testigo alegre de la gratuidad del amor. Cuando
las comunidades religiosas y las nuevas fundaciones viven auténticamente la fraternidad, se convierten
en escuelas de comunión, centros de oración y contemplación, lugares de testimonio del diálogo
intergeneracional e intercultural y espacios para la evangelización y la caridad. La misión de muchas
personas consagradas y consagradas que cuidan de los últimos en las afueras del mundo expresa
concretamente la dedicación de una Iglesia extrovertida. Si en algunas regiones experimenta la
reducción numérica y la fatiga del envejecimiento, La vida consagrada sigue siendo fructífera y creativa
también a través de la corresponsabilidad con muchos laicos que comparten el espíritu y la misión de
los diferentes carismas. La Iglesia y el mundo no pueden prescindir de este don vocacional, que es un
gran recurso para nuestro tiempo.
El ministerio ordenado
89. La Iglesia siempre ha tenido una preocupación particular por las vocaciones al ministerio ordenado,
en la conciencia de que este último es un elemento constitutivo de su identidad y es necesario para la
vida cristiana. Por esta razón, siempre ha cultivado atención específica para la formación y el
acompañamiento de los candidatos para el presbiterio. La preocupación de muchas iglesias por su
declive numérico requiere una reflexión renovada sobre la vocación al ministerio ordenado y sobre una
pastoral vocacional que puede hacer que las personas sientan la fascinación de la persona de Jesús
y su llamado a convertirse en pastores de su rebaño. También la vocación al diaconado permanente
requiere mayor atención, porque constituye un recurso que aún no ha desarrollado todo su potencial.
90. El Sínodo reflexionó sobre la condición de las personas que viven como "solteras", reconociendo
que este término puede indicar situaciones de vida muy diferentes. Esta situación puede depender de
muchas razones, voluntarias o involuntarias, y de factores culturales, religiosos y sociales. Por lo tanto,
puede expresar una amplia gama de caminos. La Iglesia reconoce que esta condición, asumida en
91. En el mundo contemporáneo, caracterizado por un pluralismo cada vez más evidente y por una
disponibilidad de opciones cada vez más amplia, el tema de las elecciones surge con particular fuerza
y en diferentes niveles, especialmente frente a itinerarios de vida cada vez menos lineales,
caracterizados por grandes la precariedad. De hecho, los jóvenes a menudo se mueven entre enfoques
extremos e ingenuos: desde considerarse a sí mismos a la misericordia de un destino ya escrito e
inexorable, a sentirse abrumados por un ideal abstracto de excelencia, en un contexto de competencia
ingobernable y violenta.
El acompañamiento para tomar decisiones válidas, estables y bien fundadas es, por lo tanto, un
servicio que se siente ampliamente necesitado. Estar presente, apoyar y acompañar el viaje hacia
elecciones auténticas es una manera en que la Iglesia puede ejercer su función materna generando la
libertad de los hijos de Dios. Este servicio no es otra cosa que la continuación de la manera en que
actúa el Dios de Jesucristo. hacia su gente: a través de una presencia constante y cordial, una cercanía
dedicada y amorosa y una ternura sin límites.
92. Como lo enseña la historia de los discípulos de Emaús, acompañar requiere la voluntad de trabajar
juntos un tramo de camino, estableciendo una relación significativa. El origen del término "acompañar"
se refiere al pan quebrado y compartido ( pan de molde ), con toda la riqueza simbólica humana y
sacramental de esta referencia. Por lo tanto, es la comunidad en su conjunto el primer tema de
acompañamiento, precisamente porque dentro de ella se encuentra la red de relaciones que pueden
apoyar a la persona en su camino y proporcionar puntos de referencia y orientación. El
acompañamiento en el crecimiento humano y cristiano hacia la vida adulta es una de las formas en
que la comunidad se muestra capaz de renovarse y renovar el mundo.
Entornos y roles
93. Además de los miembros de la familia, todas las personas importantes en las diversas esferas de
la vida de los jóvenes, como maestros, animadores, entrenadores y otras figuras clave, incluidos los
profesionales, están llamadas a desempeñar un papel de apoyo. Sacerdotes, religiosos y religiosas,
aunque no tienen el monopolio del acompañamiento, tienen una tarea específica que surge de su
vocación y que debe redescubrirse, como lo solicitaron los jóvenes presentes en la Asamblea sinodal,
en nombre de muchos otros. La experiencia de algunas iglesias realza el papel de los catequistas
como compañeros de las comunidades cristianas y sus miembros.
94. El acompañamiento no puede limitarse al camino del crecimiento espiritual y las prácticas de la
vida cristiana. Igualmente fructífero es el acompañamiento en el camino de la aceptación progresiva
de la responsabilidad dentro de la empresa, por ejemplo, en el campo profesional o el compromiso
sociopolítico. En este sentido, la Asamblea sinodal recomienda la mejora de la doctrina social de la
Iglesia. Dentro de sociedades y comunidades cada vez más interculturales y multirreligiosas, se
necesita un acompañamiento específico para la relación con la diversidad, que lo realza como
enriquecimiento mutuo y posibilidad de comunión fraterna, en contra de la doble tentación del retiro de
la identidad y el relativismo.
95. Existe una complementariedad constitutiva entre el acompañamiento personal y comunitario, que
toda espiritualidad o sensibilidad eclesial debe articular de manera original. Será especialmente
fructífero en algunos momentos particularmente delicados, por ejemplo, la fase de discernimiento con
respecto a las elecciones fundamentales de la vida o el cruce de momentos críticos, que el
acompañamiento personal directo. Sin embargo, sigue siendo importante en la vida diaria como una
forma de profundizar la relación con el Señor.
Se subraya la urgencia de los seminaristas y sacerdotes jóvenes, los religiosos en formación y las
parejas en su viaje de preparación para el matrimonio y en los primeros días después de la celebración
de la Santa Cena, inspirada en el catecumenado.
96. Jesús acompañó al grupo de sus discípulos compartiendo con ellos la vida de cada día. La
experiencia de la comunidad destaca la calidad y las limitaciones de cada persona y aumenta la
conciencia humilde de que, sin compartir los regalos recibidos por el bien de todos, no es posible seguir
al Señor.
Esta experiencia continua en la práctica de la Iglesia, que ve a los jóvenes incluidos en grupos,
movimientos y asociaciones de diversos tipos, en la que experimentan el ambiente cálido y acogedor
y la intensidad de las relaciones que desean. La inserción en la realidad de este tipo es de particular
importancia una vez que se completa el camino de la iniciación cristiana, porque ofrece a los jóvenes
el terreno para continuar la maduración de su vocación cristiana. En estos entornos, debe fomentarse
la presencia de pastores, a fin de garantizar un acompañamiento adecuado.
Un acompañamiento integral.
99. El Sínodo reconoce la necesidad de promover un acompañamiento integral, en el cual los aspectos
espirituales estén bien integrados con los humanos y los sociales. Como explica el Papa Francisco, "el
discernimiento espiritual no excluye las contribuciones del conocimiento humano, existencial,
psicológico, sociológico o moral. Pero los trasciende "( Gaudete et exsultate , n ° 170). Estos son
elementos que deben aprovecharse de manera dinámica y con respecto a las diferentes
espiritualidades y culturas, sin exclusiones y sin confusión.
100. Al dar la bienvenida a los jóvenes en casas de formación o seminarios, es importante verificar un
arraigo suficiente en una comunidad, una estabilidad en las relaciones de amistad con los compañeros,
el compromiso de estudiar o trabajar, en contacto con la pobreza y el sufrimiento. . En el
acompañamiento espiritual es decisivo comenzar la oración y el trabajo interior, aprendiendo el
discernimiento en primer lugar en la vida, también a través de formas de renuncia y ascetismo.
Celibato para el Reino (ver Mt.19,12) debe entenderse como un regalo para ser reconocido y verificado
en libertad, alegría, gratitud y humildad, antes de la admisión a órdenes o la primera profesión. La
contribución de la psicología debe entenderse como una ayuda para la maduración afectiva y la
integración de la personalidad, para ser incluida en el itinerario educativo de acuerdo con la ética
Una vez que finaliza la fase inicial de formación, es necesario garantizar la formación y el
acompañamiento continuos de los sacerdotes, las personas consagradas y las personas consagradas,
especialmente las más jóvenes. Estos a menudo se enfrentan a desafíos y responsabilidades
desproporcionados. La tarea de acompañarlos no solo es con delegados especiales, sino que debe
ser ejercida personalmente por obispos y superiores.
Escorts de calidad
101. En muchos sentidos, los jóvenes nos han pedido que califiquemos la figura de los compañeros.
El servicio de acompañamiento es una misión genuina, que solicita la disponibilidad apostólica de
quienes lo realizan. Al igual que el diácono Felipe, el compañero está llamado a obedecer la llamada
del Espíritu al salir y abandonar el recinto de los muros de Jerusalén, figura de la comunidad cristiana,
para ir a un lugar desierto e inhóspito, quizás peligroso, donde trabajar duro para perseguir un carro.
Una vez que lo haya alcanzado, debe encontrar la manera de entablar una relación con el viajero
extranjero, para suscitar una pregunta que tal vez nunca se hubiera formulado de manera espontánea
(ver En8,26 a 40). En resumen, el acompañamiento requiere que usted esté disponible, del Espíritu
del Señor y de aquellos que están acompañados, con todas sus cualidades y habilidades, y luego
tenga el coraje de apartarse con humildad.
102. Un buen compañero es una persona equilibrada, escucha, fe y oración, que se ha medido con
sus propias debilidades y fragilidad. Por esta razón, él sabe cómo ser acogedor con los jóvenes a
quienes acompaña, sin moralizar y sin falsas indulgencias. Cuando es necesario, también puede
ofrecer la palabra de corrección fraterna.
La conciencia de que acompañar es una misión que requiere profundas raíces en la vida espiritual lo
ayudará a mantenerse libre con los jóvenes a quienes acompaña: respetará el resultado de su viaje,
apoyándolos con oración y regocijándose de los frutos que el Espíritu produce en aquellos que Abren
sus corazones, sin tratar de imponer su voluntad y preferencias. Igualmente, podrá ponerse al servicio,
en lugar de ocupar el centro de la escena y asumir actitudes posesivas y manipuladoras que creen
dependencia y no libertad en las personas. Este profundo respeto también será la mejor garantía contra
los riesgos de plagio y abuso de todo tipo.
103. Para llevar a cabo su servicio, el compañero deberá cultivar su vida espiritual, nutriendo la relación
que lo une a Aquel que le asignó la misión. Al mismo tiempo, necesitará sentir el apoyo de la comunidad
eclesial a la que pertenece. Será importante que reciba capacitación específica para este ministerio en
particular y que también pueda beneficiarse del acompañamiento y la supervisión.
105. Como " actitud interior arraigada en un acto de fe " (FRANCESCO, Discurso en la 1a
Congregación General de la XV Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos , 3 de octubre
de 2018), el discernimiento se refiere a la Iglesia de manera constitutiva, cuya misión es Haz que cada
hombre y mujer se encuentren con el Señor que ya está trabajando en sus vidas y en sus corazones.
El horizonte de la comunidad siempre está implicado en cada discernimiento, nunca se reduce solo a
la dimensión individual. Al mismo tiempo, cada discernimiento personal desafía a la comunidad,
instándola a escuchar lo que el Espíritu le sugiere a través de la experiencia espiritual de sus miembros:
como todo creyente, la Iglesia siempre está en discernimiento.
106. El discernimiento llama la atención sobre lo que sucede en el corazón de cada hombre y mujer.
En los textos bíblicos, el término "corazón" se usa para indicar el punto central de la interioridad de la
persona, donde escuchar la Palabra que Dios constantemente aborda se convierte en un criterio para
evaluar la vida y las elecciones (ver Sal 139). La Biblia considera la dimensión personal, pero al mismo
tiempo enfatiza la dimensión comunitaria. Incluso el "nuevo corazón" prometido por los profetas no es
un don individual, sino que concierne a todo Israel, en cuya tradición e historia salvífica se inserta el
creyente (véase Ez 36 : 26-27). Los evangelios continúan en la misma línea: Jesús insiste en la
importancia de la interioridad y coloca en el corazón el centro de la vida moral (ver Mt15,18 a 20).
107. El apóstol Pablo enriquece lo que la tradición bíblica ha elaborado con respecto al corazón al
relacionarlo con el término "conciencia", que asume de la cultura de su tiempo. Es en la conciencia
que recogemos el fruto del encuentro y de la comunión con Cristo: una transformación salvadora y la
recepción de una nueva libertad. La tradición cristiana insiste en que la conciencia es un lugar
privilegiado de intimidad especial con Dios y de encuentro con Él, en la que su voz se hace presente:
"La conciencia es el núcleo más secreto y el santuario del hombre, donde está solo. con Dios, cuya
voz resuena en la intimidad "( Gaudium et spes, n. 16). Esta conciencia no coincide con el sentimiento
inmediato y superficial, ni con una "autoconciencia": atestigua una presencia trascendente, que cada
uno encuentra en su propia interioridad, pero que no tiene.
La formación de la conciencia.
108. Formar la conciencia es el camino de toda la vida en el que uno aprende a alimentar los mismos
sentimientos de Jesucristo asumiendo los criterios de sus elecciones y las intenciones de su acción
(ver Fil .2.5). Para alcanzar la dimensión más profunda de la conciencia, de acuerdo con la visión
cristiana, es importante cuidar el interior que incluye momentos de silencio, contemplación orante y
escucha de la Palabra, el apoyo de la práctica sacramental y la enseñanza de la Iglesia. Además, es
necesaria una práctica habitual del bien, verificada en el examen de conciencia: un ejercicio en el que
no solo se trata de identificar los pecados, sino también de reconocer la obra de Dios en la experiencia
diaria, en los acontecimientos de la historia y de las culturas en que hemos insertado en el testimonio
de muchos otros hombres y mujeres que nos han precedido o nos acompañan con su sabiduría. Todo
esto ayuda a crecer en virtud de la prudencia, articulando la orientación global de la existencia con
elecciones concretas. en la serena conciencia de sus dones y sus límites. El joven Salomón pidió este
regalo más que cualquier otra cosa (ver 1Rey 3,9).
Conciencia eclesial
109. La conciencia de cada creyente en su dimensión más personal está siempre en relación con la
conciencia eclesial. Es solo a través de la mediación de la Iglesia y su tradición de fe que podemos
acceder al rostro auténtico de Dios revelado en Jesucristo. Por lo tanto, el discernimiento espiritual se
presenta como la obra sincera de la conciencia, en su compromiso de conocer el bien posible sobre el
cual decidir responsablemente en el ejercicio correcto de la razón práctica, dentro y a la luz de la
relación personal con el Señor Jesús.
110. Como un encuentro con el Señor que se hace presente en la intimidad del corazón, el
discernimiento puede entenderse como una forma auténtica de oración. Es por esto que requiere
tiempo suficiente para la meditación, tanto en la regularidad de la vida diaria como en los momentos
privilegiados, como retiros, cursos de ejercicios espirituales, peregrinaciones, etc. Un discernimiento
serio se alimenta en todas las ocasiones de encuentro con el Señor y una mayor familiaridad con él,
en las diversas formas en que se hace presente: los Sacramentos, y en particular la Eucaristía y la
Reconciliación; escuchando y meditando sobre la Palabra de Dios, la Lectio divina en la comunidad;
La experiencia fraterna de la vida común. El encuentro con los pobres con quienes se identifica el
Señor Jesús.
111. Abrirse para escuchar la voz del Espíritu requiere disposiciones interiores precisas: la primera es
la atención del corazón, favorecida por un silencio y un vaciamiento que requiere ascetismo.
Igualmente importantes son la conciencia, la autoaceptación y el arrepentimiento, combinados con la
voluntad de poner orden en la propia vida, abandonar lo que debería ser un obstáculo y recuperar la
libertad interna necesaria para tomar decisiones guiadas solo por el Espíritu Santo. El buen
discernimiento también requiere atención a los movimientos del corazón, creciendo en la capacidad
de reconocerlos y darles un nombre. Finalmente, el discernimiento requiere el coraje de participar en
la lucha espiritual, ya que no faltarán las tentaciones y los obstáculos que el mal pone en nuestro
camino.
112. Las diferentes tradiciones espirituales coinciden en que el buen discernimiento requiere una
confrontación regular con la guía espiritual. Llevar a cabo las experiencias propias de una manera
auténtica y personal promueve la clarificación. Al mismo tiempo, el chaperón asume una función
esencial de confrontación externa, convirtiéndose en el mediador de la presencia materna de la Iglesia.
Esta es una función delicada referida en el capítulo anterior.
La decisión y confirmación.
113. El discernimiento como una dimensión del estilo de vida de Jesús y sus discípulos permite
procesos concretos que buscan salir de la indeterminación al asumir la responsabilidad de las
decisiones. Por lo tanto, los procesos de discernimiento no pueden durar indefinidamente, tanto en
casos de caminos personales, tanto en la comunidad como en los institucionales. La decisión sigue
una fase igualmente fundamental de implementación y verificación en la vida cotidiana. Por lo tanto,
será esencial continuar en una fase de escucha atenta de las resonancias internas para captar la voz
del Espíritu. La comparación con la concreción tiene una importancia específica en esta etapa.
114. "Y se decían unos a otros:" ¿No ardieron nuestros corazones dentro de nosotros mientras
conversaba con nosotros en el camino, cuando nos explicó las Escrituras? Se fueron sin demora y
regresaron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once y los otros que estaban con ellos,
quienes dijeron: "¡Verdaderamente el Señor se ha levantado y se ha aparecido a Simón!" Y narraron
lo que había sucedido en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan " ( Lc 24 : 32-35).
De escuchar la Palabra pasamos a la alegría de un encuentro que llena el corazón, da sentido a la
existencia e infunde nueva energía. Las caras se iluminan y el viaje recupera su vigor: es la luz y la
fuerza de la respuesta vocacional lo que se convierte en una misión hacia la comunidad y el mundo
entero. Sin demora y sin temor, los discípulos regresan a sus pasos para alcanzar a los hermanos y
presenciar su encuentro con Jesús resucitado.
Un icono de la resurrección.
115. En continuidad con la inspiración pascual de Emaús, el ícono de María Magdalena (ver Jn20.1-
18) ilumina el camino que la Iglesia quiere lograr con y para los jóvenes como el fruto de este Sínodo:
un camino de resurrección que lleva a la proclamación y la misión. Habitada por un profundo deseo
del Señor, desafiando la oscuridad de la noche, María Magdalena huye de Pedro y del otro discípulo;
Su movimiento les dispara, su dedicación femenina anticipa el camino de los apóstoles y les abre el
camino. Al amanecer de ese día, el primero de la semana, vino la sorpresa de la reunión: María buscó
porque amaba, pero encuentra porque es amada. El Resucitado se reconoce llamándola por su
nombre y le pide que no lo retenga, porque su Cuerpo Resucitado no es un tesoro para ser
encarcelado, sino un Misterio para compartir. Así se convierte en la primera discípula misionera, la
apóstol de los apóstoles. Sanado de sus heridas (cf.Lc 8 : 2 ) y testimonio de la resurrección, es la
imagen de la joven Iglesia con la que soñamos.
116. La pasión por buscar la verdad, la maravilla ante la belleza del Señor, la capacidad de compartir
y el gozo de la proclamación siguen vivos hoy en el corazón de muchos jóvenes que son miembros
vivos de la Iglesia. Por lo tanto, no se trata de hacer algo "por ellos", sino de vivir en comunión "con
ellos", crecer juntos en la comprensión del Evangelio y en la búsqueda de las formas más auténticas
para vivir y ser testigos. La participación responsable de los jóvenes en la vida de la Iglesia no es
opcional, sino una necesidad de vida bautismal y un elemento indispensable para la vida de cada
comunidad. Los esfuerzos y la fragilidad de los jóvenes nos ayudan a ser mejores, sus preguntas nos
desafían, sus dudas nos desafían sobre la calidad de nuestra fe. Incluso sus críticas son necesarias.
117. En el Sínodo siempre nos hemos preguntado si los jóvenes tienen en mente no solo a quienes
forman parte de la Iglesia y trabajan activamente en ella, sino también a todos aquellos que tienen
otras visiones de la vida, profesan otras confesiones o se declaran ajenos al horizonte religioso. Todos
los jóvenes, nadie excluido, están en el corazón de Dios y, por lo tanto, también en el corazón de la
Iglesia. Sin embargo, reconocemos francamente que esta afirmación que resuena en nuestros labios
no siempre encuentra una expresión real en nuestra acción pastoral: a menudo permanecemos
cerrados en nuestros entornos, donde su voz no llega, o nos dedicamos a actividades menos exigentes
y más gratificantes, sofocando esa inquietud saludable. Cuidado pastoral que nos saca de nuestra
118. El Papa Francisco a menudo nos recuerda que esto no es posible sin un viaje serio de conversión.
Somos conscientes de que no se trata solo de dar lugar a nuevas actividades y no queremos escribir
"planes apostólicos expansivos, meticulosos y bien diseñados, típicos de los generales derrotados"
(FRANCESCO, Evangelii gaudium, n. 96). Sabemos que para ser creíbles debemos vivir una reforma
de la Iglesia, que implica la purificación del corazón y los cambios de estilo.
La Iglesia debe realmente dejarse moldear por la Eucaristía, que celebra como la culminación y fuente
de su vida: la forma de un pan hecho de muchos oídos y roto para la vida del mundo. El fruto de este
Sínodo, la elección que el Espíritu nos ha inspirado a través de la escucha y el discernimiento es
caminar con jóvenes que van a todos a ser testigos del amor de Dios. Podemos describir este proceso
hablando de sinodalidad para la misión, es decir Sinodalidad misionera: "El establecimiento de una
Iglesia sinodal es un presupuesto indispensable para un nuevo impulso misionero que involucra a todo
el Pueblo de Dios" 1. Esta es la profecía del Concilio Vaticano II.La sinodalidad es el camino que Dios
espera de la Iglesia del tercer milenio »(FRANCISCO, Discurso para la conmemoración del 50
aniversario de la institución del Sínodo de los Obispos , 17 de octubre de 2015). Estamos convencidos
de que esta elección, fruto de la oración y la discusión, permitirá a la Iglesia, por la gracia de Dios, ser
y aparecer más claramente como la "juventud del mundo".
Un dinamismo constitutivo.
119. La Iglesia en su conjunto, en el momento en que este Sínodo eligió tratar con los jóvenes, hizo
una opción muy específica: considerar esta misión como una prioridad pastoral de época en la que
invertir tiempo, energía y recursos. Desde el inicio del viaje de preparación, los jóvenes expresaron el
deseo de involucrarse, apreciarse y sentirse coprotagonistas de la vida y la misión de la Iglesia. En
este Sínodo hemos experimentado que la corresponsabilidad vivida con los jóvenes cristianos es una
fuente de profunda alegría también para los obispos. Reconocemos en esta experiencia un fruto del
Espíritu que renueva continuamente a la Iglesia y la llama a practicar la sinodalidad como una forma
de ser y actuar, promoviendo la participación de todos los bautizados y personas de buena voluntad,
cada uno según su edad. Estado de vida y vocación. En este Sínodo, hemos experimentado que la
colegialidad que une a los obisposcum Petro et sub Petro en solicitud para el Pueblo de Dios está
llamado a articularse y enriquecerse a través de la práctica de la sinodalidad en todos los niveles.
120. El final de la asamblea y el documento que recoge los frutos no cierran el proceso sinodal, sino
que constituyen una etapa. Dado que las condiciones concretas, las posibilidades reales y las
necesidades urgentes de los jóvenes son muy diferentes entre países y continentes, incluso en la fe
común, invitamos a las Conferencias Episcopales y a las Iglesias particulares a continuar este camino,
participando en procesos de discernimiento comunitario que también incluyen a aquellos que no son
obispos en las deliberaciones, como lo hizo este Sínodo. El estilo de estos caminos eclesiales debe
incluir la escucha fraterna y el diálogo intergeneracional, con el objetivo de desarrollar orientaciones
121. La experiencia vivida hizo que los participantes del Sínodo tomaran conciencia de la importancia
de una forma sinodal de la Iglesia para el anuncio y la transmisión de la fe. La participación de los
jóvenes ha ayudado a "despertar" la sinodalidad, que es una "dimensión constitutiva de la Iglesia". [...]
Como dice San Juan Crisóstomo, "la Iglesia y el Sínodo son sinónimos", porque la Iglesia no es otra
cosa que el "caminar juntos" del rebaño de Dios en los caminos de la historia, reuniéndose con Cristo
el Señor "(FRANCESCO, Discurso para la conmemoración de 50 aniversario del establecimiento del
Sínodo de los Obispos, 17 de octubre de 2015). La sinodalidad caracteriza tanto la vida como la misión
de la Iglesia, que es el Pueblo de Dios formado por jóvenes y viejos, hombres y mujeres de todas las
culturas y horizontes, y el Cuerpo de Cristo, en el cual somos miembros unos de otros, comenzando
de los marginados y pisoteados. Durante los intercambios y a través de los testimonios, el Sínodo
presentó algunas características fundamentales de un estilo sinodal, hacia las cuales estamos
llamados a convertir.
122. Es en la relación, con Cristo, con los demás, en la comunidad, que la fe se transmite. También en
vista de la misión, la Iglesia está llamada a asumir un rostro relacional que se centra en escuchar, dar
la bienvenida, el diálogo, el discernimiento común en un proceso que transforma las vidas de quienes
participan en ella. "Una Iglesia sinodal es una Iglesia de escucha, en la conciencia de que escuchar"
es más que sentir ". Es una escucha mutua en la que todos tenemos algo que aprender. Gente fiel,
Colegio Episcopal, Obispo de Roma: uno escucha a los demás; y todos escuchando al Espíritu Santo,
el "Espíritu de verdad" ( Jn 14,17), para saber lo que "dice a las Iglesias" ( Apocalipsis 2: 7)
"(FRANCESCO,Discurso para la conmemoración del 50 aniversario de la institución del Sínodo de los
Obispos , 17 de octubre de 2015). De esta manera, la Iglesia se presenta como la "tienda de la
conferencia" en la que se conserva el Arca de la Alianza (ver Ex. 25): una Iglesia dinámica y
conmovedora, que acompaña el caminar, fortalecida por muchos carismas y ministerios. Así Dios se
hace presente en este mundo.
123. Un rasgo característico de este estilo de iglesia es el realce de los carismas que el Espíritu otorga
de acuerdo con la vocación y el papel de cada uno de sus miembros, a través de un dinamismo de
corresponsabilidad. Para activarlo, es necesaria una conversión del corazón y la voluntad de
escucharse mutuamente, lo que crea un sentimiento común efectivo. Animados por este espíritu,
podremos avanzar hacia una Iglesia participativa y corresponsable capaz de aumentar la riqueza de
la variedad de la que está compuesta, recibiendo con gratitud la contribución de fieles laicos, incluidos
jóvenes y mujeres, la de la vida consagrada de mujeres y hombres. , y la de colectivos, asociaciones
y movimientos. Nadie debe ser puesto o puesto a un lado. Esta es la manera de evitar el clericalismo,
que excluye a muchos de los procesos de toma de decisiones.
El Sínodo pide que se haga efectiva y ordinaria la participación activa de los jóvenes en los lugares de
corresponsabilidad de las Iglesias particulares, así como en los organismos de las Conferencias
Episcopales y de la Iglesia universal. También pidió que se fortaleciera la actividad de la Oficina de la
Juventud del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida a través del establecimiento de un cuerpo
representativo de la juventud a nivel internacional.
124. La experiencia de "caminar juntos" como Pueblo de Dios nos ayuda a comprender mejor el
significado de la autoridad en términos de servicio. Los pastores deben aumentar la colaboración en
el testimonio y la misión, y acompañar los procesos de discernimiento de la comunidad para interpretar
los signos de los tiempos a la luz de la fe y bajo la guía del Espíritu, con la contribución de todos los
miembros de la comunidad. , a partir de los que están en los márgenes. Los líderes eclesiales con
estas capacidades necesitan formación específica en sinodalidad. Desde este punto de vista, parece
prometedor estructurar cursos de capacitación comunes entre jóvenes laicos, jóvenes religiosos y
seminaristas, en particular en temas como el ejercicio de la autoridad o el trabajo en equipo.
Comunión misionera
125. Los sínodos de la Iglesia es esencialmente una misión orientada: es "signo e instrumento de la
unión con Dios y de la unidad entre todos los hombres" ( Lumen Gentium , hasta el día, n. 1) que Dios
será "todo en todo" (1 Cor 15:28). Los jóvenes, abiertos al Espíritu, pueden ayudar a la Iglesia a llevar
a cabo el pasaje pascual de la salida "del" Yo "entendida individualmente al eclesial" nosotros ", donde
cada" Yo "está vestido con Cristo (vea Gálatas 2:20) , vive y camina con hermanos y hermanas como
un sujeto responsable y activo en la única misión del Pueblo de Dios " (COMISIÓN TEOLÓGICA
INTERNACIONAL, Sinodalidad en la vida y misión de la Iglesia, 2 de marzo de 2018, n. 107). El mismo
pasaje, a través del impulso del Espíritu y con la guía de los pastores, debe llevarse a cabo para la
comunidad cristiana, llamada fuera de la autorreferencialidad del yo de nuestra propia conservación
para el servicio de un "nosotros" inclusivo hacia Toda la familia humana y de toda la creación.
126. Esta dinámica fundamental tiene consecuencias definidas sobre la forma de llevar a cabo la
misión junto con los jóvenes, lo que requiere abrir, con franqueza y sin compromiso, un diálogo con
todos los hombres y mujeres de buena voluntad. Según lo declarado por San Pablo VI:
«La Iglesia hace una palabra; la Iglesia se convierte en un mensaje; la Iglesia habla "( Ecclesiam suam
, n. 67). En un mundo marcado por la diversidad de los pueblos y la variedad de culturas, "caminar
juntos" es fundamental para dar credibilidad y eficacia a las iniciativas de solidaridad, integración,
promoción de la justicia y mostrar lo que constituye una cultura de encuentro. y de propina.
Solo los jóvenes, que viven diariamente en contacto con sus compañeros de otras confesiones
cristianas, religiones, creencias y culturas, estimulan a toda la comunidad cristiana a vivir el
ecumenismo y el diálogo interreligioso. Esto requiere el coraje de la parresía al hablar, y el de la
humildad al escuchar, asumiendo la ascesis, y en ocasiones el martirio, que esto implica.
127. La práctica del diálogo y la búsqueda de soluciones compartidas representan una prioridad clara
en un momento en que los sistemas democráticos se ven desafiados por los bajos niveles de
participación y una influencia desproporcionada de los pequeños grupos de interés que no tienen una
respuesta amplia en la población. , con el peligro de derivaciones reduccionistas, tecnocráticas y
autoritarias. La fidelidad al Evangelio guiará este diálogo en busca de cómo responder al llanto dual
De la delegación a la implicación.
128. La sinodalidad misionera no se trata solo de la Iglesia a nivel universal. La necesidad de caminar
juntos, dando un testimonio real de la fraternidad en una vida comunitaria renovada y más evidente,
concierne sobre todo a las comunidades individuales. Por lo tanto, es necesario despertar en cada
realidad local la conciencia de que somos el Pueblo de Dios, responsables de encarnar el Evangelio
en diferentes contextos y en todas las situaciones diarias. Esto implica dejar la lógica de la delegación
que afecta tanto a la acción pastoral.
Por ejemplo, podemos referirnos a los caminos catequéticos en preparación para los sacramentos,
que constituyen una tarea que muchas familias confían por completo a la parroquia. Esta mentalidad
tiene la consecuencia de que los niños se arriesgan a entender la fe no como una realidad que ilumina
la vida cotidiana, sino como un conjunto de nociones y reglas que pertenecen a un área separada de
su existencia. En cambio, debemos caminar juntos: la parroquia necesita a la familia para que los
jóvenes experimenten el realismo cotidiano de la fe; la familia, y viceversa, necesita que el ministerio
de los catequistas y la estructura parroquial ofrezcan a los niños una visión más orgánica del
cristianismo, los introduzcan en la comunidad y los abran a horizontes más amplios. Por eso no basta
con tener estructuras, si las relaciones auténticas no se desarrollan en ellas; es la calidad de tales
relaciones, de hecho, la que evangeliza.
La renovación de la parroquia.
129. La parroquia está necesariamente involucrada en este proceso, para tomar la forma de una
comunidad más generativa, un ambiente desde el cual la misión se irradia al último. En esta coyuntura
histórica particular surgir varias señales que dan testimonio de que, en muchos casos, no pueden
satisfacer las necesidades espirituales de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo debido a algunos
factores, que han cambiado radicalmente los modos de vida de las personas. De hecho, vivimos en
una cultura "sin fronteras", marcada por una nueva relación espacio-tiempo también debido a la
comunicación digital, y caracterizada por la movilidad continua. En este contexto, una visión de la
acción parroquial limitada solo por límites territoriales e incapaz de interceptar a los fieles, y
especialmente a los jóvenes, con propuestas diversificadas; encarcelaría a la parroquia en una
inmovilidad inaceptable y en una repetición pastoral preocupante. Por lo tanto, es necesario un
replanteamiento pastoral de la parroquia, en una lógica de corresponsabilidad eclesial y de celo
misionero, desarrollando sinergias en el territorio. Solo así puede aparecer un entorno significativo que
intercepta la vida de los jóvenes.
130. En la misma dirección de mayor apertura y participación, es importante que las comunidades
individuales se cuestionen para ver si los estilos de vida y el uso de las estructuras transmiten a los
jóvenes un testimonio legible del Evangelio. La vida privada de muchos sacerdotes, monjas, religiosos,
obispos es, sin duda, sobria y comprometida con el pueblo; pero es casi invisible para la mayoría de
las personas, especialmente para los jóvenes. Muchos de ellos encuentran que nuestro mundo eclesial
es complejo de descifrar; se mantienen alejados de los roles que desempeñamos y de los estereotipos
que los acompañan. Hagamos nuestra vida ordinaria, en todas sus expresiones, más accesible. La
proximidad efectiva, compartir espacios y actividades crean las condiciones para una comunicación
auténtica, libre de prejuicios.
Vida comunitaria
Un mosaico de caras.
131. Una iglesia sinodal y misionera se manifiesta a través de comunidades locales habitadas por
muchas caras. Desde el principio, la Iglesia no tenía una forma rígida y homóloga, sino que se
desarrolló como un poliedro de personas con diferentes sensibilidades, orígenes y culturas.
Precisamente de esta manera, ha demostrado traer a los vasos de arcilla de la fragilidad humana el
incomparable tesoro de la vida trinitaria. La armonía que es un don del Espíritu no elimina las
diferencias, sino que les otorga una riqueza sinfónica. Este encuentro en la única fe entre diferentes
personas es la condición fundamental para la renovación pastoral de nuestras comunidades. Afecta la
proclamación, la celebración y el servicio, es decir, en las áreas fundamentales de la atención pastoral
ordinaria. La sabiduría popular dice que "para educar a un niño se necesita un pueblo":
La comunidad en el territorio.
132. La realización efectiva de una comunidad con muchos rostros también afecta la inserción en el
territorio, en la apertura al tejido social y en el encuentro con las instituciones civiles. Solo una
comunidad unida y plural puede proponerse abiertamente y llevar la luz del Evangelio a las áreas de
la vida social que nos desafían hoy: la cuestión ecológica, el trabajo, el apoyo familiar, la marginación,
la renovación de la política, el pluralismo. Cultural y religioso, el camino hacia la justicia y la paz, el
entorno digital. Esto ya está ocurriendo en las asociaciones y movimientos eclesiales. Los jóvenes nos
piden que no enfrentemos estos desafíos solos y que dialoguemos con todos, que no cortemos una
parte del poder, sino que contribuyamos al bien común.
Kerygma y catequesis
Es urgente que en la catequesis de los jóvenes se renueve el compromiso con los lenguajes y las
metodologías, sin perder nunca de vista lo esencial, es decir, el encuentro con Cristo, que es el corazón
de la catequesis. Recibieron YouCat , DoCat e instrumentos similares, sin descuidar los catecismos
producidos por las diversas Conferencias Episcopales. También se necesita un compromiso renovado
para los catequistas, que a menudo son jóvenes al servicio de otros jóvenes, casi sus compañeros. Es
importante cuidar adecuadamente su formación y asegurar que su ministerio sea mejor reconocido por
la comunidad.
La centralidad de la liturgia.
Los jóvenes demostraron que podían apreciar y vivir celebraciones intensamente auténticas en las que
la belleza de los signos, El cuidado de la predicación y la participación de la comunidad realmente
habla de Dios. Por lo tanto, debemos alentar su participación activa, pero manteniendo viva la maravilla
por el Misterio; para satisfacer su sensibilidad musical y artística, pero para ayudarles a comprender
que la liturgia no es puramente una expresión de sí misma, sino una acción de Cristo y de la Iglesia.
135. Gran importancia, en los caminos de la fe, también tiene la práctica del sacramento de la
Reconciliación. Los jóvenes necesitan sentirse amados, perdonados, reconciliados y tener un anhelo
secreto por el abrazo misericordioso del Padre. Por esta razón, es esencial que los sacerdotes ofrezcan
disponibilidad generosa para la celebración de este sacramento. Las celebraciones penitenciales
comunitarias ayudan a los jóvenes a acercarse a la confesión individual y hacer más explícita la
dimensión eclesial de la Santa Cena.
136. En muchos contextos, la piedad popular juega un papel importante en el acceso de los jóvenes a
la vida de fe de una manera práctica, sensible e inmediata. Al valorar el lenguaje del cuerpo y la
participación afectiva, la piedad popular trae consigo el deseo de entrar en contacto con el Dios que
salva, a menudo a través de la mediación de la Madre de Dios y los santos.
La generosidad de la diaconía.
137. Los jóvenes pueden ayudar a renovar el estilo de las comunidades parroquiales y construir una
comunidad fraterna cercana a los pobres. Los pobres, los jóvenes descartados, los más sufridos,
pueden convertirse en el principio de la renovación de la comunidad. Deben ser reconocidos como
sujetos de evangelización y ayudarnos a liberarnos de la mundanalidad espiritual. A menudo los
jóvenes son sensibles a la dimensión de la diaconía.. Muchos participan activamente en el voluntariado
y encuentran la manera de encontrarse con el Señor en el servicio.
Así, la dedicación a este último se convierte verdaderamente en una práctica de fe, en la cual
aprendemos esa "pérdida" de amor que está en el centro del Evangelio y que es la base de toda la
vida cristiana. Los pobres, los pequeños, los enfermos, los ancianos son la carne del Cristo que sufre:
por esta razón, ponerse a su servicio es una manera de encontrarse con el Señor y un espacio
privilegiado para discernir su propia llamada. Se requiere una apertura particular, en diferentes
contextos, a los migrantes y refugiados. Con ellos debemos trabajar por la recepción, protección,
promoción e integración. La inclusión social de los pobres hace de la Iglesia el hogar de la caridad.
138. Solo un cuidado pastoral capaz de renovarse a partir del cuidado de las relaciones y la calidad de
la comunidad cristiana será significativo y atractivo para los jóvenes. De este modo, la Iglesia podrá
presentarse ante ellos como un hogar acogedor, caracterizado por un ambiente familiar de confianza.
El anhelo por la fraternidad, que a menudo surge de la escucha sinodal de los jóvenes, pide a la Iglesia
que sea "madre para todos y hogar para muchos" (FRANCESCO, Evangelii gaudium , 287): el cuidado
pastoral tiene la tarea de realizar en la historia La maternidad universal de la Iglesia a través de gestos
concretos y proféticos de alegre y cotidiana acogida que la convierten en un hogar para los jóvenes.
139. La vocación es el fulcro alrededor del cual se integran todas las dimensiones de la persona. Este
principio concierne no solo al creyente individual, sino también al cuidado pastoral en su totalidad. Por
lo tanto, es muy importante aclarar que solo en la dimensión vocacional toda la pastoral puede
encontrar un principio unificador, porque en ella encuentra su origen y su cumplimiento. Por lo tanto,
en el camino de la conversión pastoral en curso, no pedimos fortalecer el cuidado pastoral de las
vocaciones como un sector separado e independiente, sino animar toda la atención pastoral de la
Iglesia mediante la presentación efectiva de la multiplicidad de vocaciones. De hecho, el propósito del
cuidado pastoral es ayudar a cada uno de nosotros, a través de un camino de discernimiento, a
alcanzar la "medida de la plenitud de Cristo" ( Ef 4:13).
140. Desde el comienzo del viaje del Sínodo, ha surgido la necesidad de calificar vocacionalmente el
ministerio juvenil. De esta manera emergen las dos características indispensables de un cuidado
De la fragmentación a la integración.
141. Al reconocer que la planificación para los sectores pastorales es necesaria para evitar la
improvisación, en varias ocasiones los Padres sinodales han comunicado su incomodidad con cierta
fragmentación del cuidado pastoral de la Iglesia. En particular se refirieron a los diversos cuidados
pastorales de los jóvenes: pastoral juvenil, pastoral familiar, vocacional, escolar y universitaria, social,
cultural, caritativa, tiempo libre, etc. La multiplicación de oficios muy especializados pero a veces
separados no se beneficia de la importancia de la propuesta cristiana. En un mundo fragmentado que
produce dispersión y multiplica la membresía, los jóvenes necesitan ayuda para unificar la vida, la
lectura profunda de las experiencias diarias y el discernimiento. Si esta es la prioridad,
142. Durante el Sínodo en muchas ocasiones se habló de la Jornada Mundial de la Juventud y también
de muchos otros eventos que tuvieron lugar a nivel continental, nacional y diocesano, junto con los
organizados por asociaciones, movimientos, congregaciones religiosas y otros temas eclesiales. Estos
momentos de reunión y intercambio son apreciados en casi todas partes porque ofrecen la oportunidad
de caminar en la lógica de la peregrinación, de experimentar la fraternidad con todos, de compartir con
alegría la fe y de crecer en la pertenencia a la Iglesia. Para muchos jóvenes, fueron una experiencia
de transfiguración, en la que experimentaron la belleza del rostro del Señor y tomaron decisiones
importantes en la vida. Los mejores frutos de estas experiencias se recogen en la vida cotidiana.
Centros juveniles
143. Los espacios específicos dedicados por la comunidad cristiana a los jóvenes, como oratorios y
centros juveniles y otras estructuras similares, manifiestan la pasión educativa de la Iglesia. Se
rechazan de muchas maneras, pero siguen siendo áreas privilegiadas en las que la Iglesia se convierte
en un hogar acogedor para adolescentes y jóvenes, que pueden descubrir sus talentos y ponerlos a
disposición en el servicio. Transmiten una herencia educativa muy rica, que se comparte a gran escala,
en apoyo de las familias y de la sociedad civil.
Sin embargo, en el dinamismo de una Iglesia extrovertida, es necesario pensar en una renovación
creativa y flexible de estas realidades, pasando de la idea de centros estáticos, a donde pueden llegar
los jóvenes, a la idea de sujetos pastorales que se mueven con y hacia los jóvenes, capaces de es
decir, para encontrarlos en sus lugares de vida ordinarios: la escuela y el entorno digital, las periferias
existenciales, el mundo rural y el mundo laboral, la expresión musical y artística, etc. - Generar un
nuevo tipo de apostolado más dinámico y activo.
144. La sinodalidad es el método por el cual la Iglesia puede enfrentar viejos y nuevos desafíos,
pudiendo reunir y hacer que los dones de todos sus miembros dialoguen, comenzando por los jóvenes.
Gracias a la labor del Sínodo, en la primera parte de este documento , describimos algunas áreas en
las que es urgente lanzar o renovar el impulso de la Iglesia al realizar la misión que Cristo le ha
encomendado, que tratamos de abordar de una manera más concreta.
145. El entorno digital es un desafío para la Iglesia en muchos niveles; Por lo tanto, es esencial
profundizar el conocimiento de su dinámica y su alcance desde el punto de vista antropológico y ético.
Requiere no solo habitarla y promover su potencial comunicativo en vista de la proclamación cristiana,
sino también impregnar sus culturas y su dinámica con el Evangelio. Algunas experiencias en este
sentido ya están en marcha y deben fomentarse, profundizarse y compartirse. La prioridad que muchos
le asignan a la imagen como un vehículo comunicativo no puede sino cuestionar las formas de
transmitir una fe basada en escuchar la Palabra de Dios y leer las Santas Escrituras. Jóvenes
cristianos, nativos digitales como sus compañeros, encuentran aquí una misión auténtica, en la que
algunos ya están comprometidos.
146. El Sínodo espera que en la Iglesia se establezcan oficinas u organismos apropiados para la
cultura digital y la evangelización en los niveles apropiados, que, con la contribución indispensable de
los jóvenes, promuevan la acción eclesial y la reflexión en este entorno. Entre sus funciones, además
de promover el intercambio y la difusión de buenas prácticas a nivel personal y comunitario, y
desarrollar herramientas adecuadas para la educación digital y la evangelización, también podría
administrar sistemas de certificación de sitios católicos para contrarrestar la difusión de noticias falsas.
con respecto a la Iglesia, o buscando maneras de persuadir a las autoridades públicas para que
promuevan políticas y herramientas cada vez más estrictas para la protección de los menores en la
web.
147. Muchos de los migrantes son jóvenes. La difusión universal de la Iglesia le ofrece la gran
oportunidad de hacer que las comunidades de las que salen y las que llegan al diálogo, contribuyan a
superar los temores y la desconfianza, y refuercen los vínculos que las migraciones corren el riesgo
de romper. "Acoger, proteger, promover e integrar", los cuatro verbos con los que el Papa Francisco
resume las líneas de acción en favor de los migrantes, son verbos sinodales.
Implementarlos requiere la acción de la Iglesia en todos los niveles e involucra a todos los miembros
de las comunidades cristianas. Por su parte, los migrantes, acompañados oportunamente, podrán
ofrecer recursos espirituales, pastorales y misioneros a las comunidades que los reciben. De particular
importancia es el compromiso cultural y político, que se continuará también a través de estructuras
apropiadas, para luchar contra la propagación de la xenofobia, el racismo y la negativa de los
migrantes. Los recursos de la Iglesia católica son un elemento vital en la lucha contra el tráfico de
seres humanos, como queda claro en el trabajo de muchas mujeres religiosas. El papel del Grupo
Santa Marta., que une a los funcionarios religiosos y policiales, es crucial y es una buena práctica para
inspirar. No olvide el compromiso de garantizar el derecho a permanecer en su país para las personas
que no quieren migrar pero que se ven obligadas a hacerlo y apoyan a las comunidades cristianas que
la migración amenaza con vaciar.
148. Una Iglesia que busca vivir un estilo sinodal no puede sino reflexionar sobre la condición y el
papel de las mujeres dentro de ella y, por consiguiente, también en la sociedad. Los jóvenes y los
jóvenes lo piden con mucha fuerza. Las reflexiones desarrolladas deben implementarse a través de un
trabajo de conversión cultural valiente y cambios en la práctica pastoral diaria. Un área de particular
importancia a este respecto es la presencia de mujeres en los cuerpos eclesiales en todos los niveles,
también en funciones de responsabilidad, y la participación femenina en los procesos de toma de
decisiones eclesiales, respetando el papel del ministerio ordenado. Es un deber de justicia, que
encuentra inspiración tanto en la forma en que Jesús se ha relacionado con hombres y mujeres de su
tiempo,
149. En el contexto cultural actual, la Iglesia lucha por transmitir la belleza de la visión cristiana de la
corporeidad y la sexualidad, tal como surge de las Sagradas Escrituras, la Tradición y el Magisterio de
los últimos Papas. Por lo tanto, se necesita con urgencia una búsqueda de métodos más adecuados,
lo que se traduce concretamente en la elaboración de vías de capacitación renovadas. Es necesario
proponer a los jóvenes una antropología de la afectividad y la sexualidad capaz de dar el valor correcto
a la castidad, mostrando pedagógicamente el significado más auténtico para el crecimiento de la
persona, en todos los estados de la vida. Se trata de centrarse en la escucha empática, el
acompañamiento y el discernimiento, en la línea indicada por el Magisterio reciente. Por esta razón es
necesario cuidar la formación de trabajadores pastorales que sean creíbles.
150. Hay preguntas sobre el cuerpo, la afectividad y la sexualidad que requieren una elaboración
antropológica, teológica y pastoral más profunda, que se lleve a cabo en las modalidades y niveles
más convenientes, desde el local hasta el universal. Entre estos surgen en particular los relacionados
con la diferencia y la armonía entre la identidad masculina y femenina y las inclinaciones sexuales. En
este sentido, el Sínodo reafirma que Dios ama a cada persona y también lo hace la Iglesia, renovando
su compromiso contra toda discriminación y violencia sobre una base sexual. Reafirma igualmente la
determinante importancia antropológica de la diferencia y la reciprocidad entre el hombre y la mujer y
considera que es reductivo definir la identidad de las personas a partir de su "orientación sexual"
(CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE,Carta a los Obispos de la Iglesia Católica sobre
el cuidado pastoral de las personas homosexuales , 1 de octubre de 1986, n. 16).
151. La Iglesia se compromete a promover una vida social, económica y política en nombre de la
justicia, la solidaridad y la paz, tal como lo exigen los jóvenes. Esto requiere el coraje de hacer oír la
voz de quienes no tienen voz entre los líderes mundiales, denunciar la corrupción, las guerras, el
comercio de armas, el tráfico de drogas y la explotación de los recursos naturales e invitar a los
responsables de su conversión. Desde una perspectiva integral, esto no se puede separar del
compromiso con la inclusión de los caminos más frágiles y de construcción que les permiten no solo
encontrar sus propias necesidades, sino también contribuir a la construcción de la sociedad.
153. La promoción de la justicia también desafía la gestión de los bienes de la Iglesia. Los jóvenes se
sienten como en casa en una Iglesia donde la economía y las finanzas se viven con transparencia y
coherencia. decisiones valientes en la perspectiva de la sostenibilidad, como indica la encíclica
Laudato usted ' , son necesarios, ya que el incumplimiento con el medio ambiente crea nuevas formas
de pobreza, de los cuales los jóvenes son las primeras víctimas. Los sistemas también cambian, lo
que demuestra que es posible una forma diferente de vivir la dimensión económica y financiera. Los
jóvenes alientan a la Iglesia a ser profética en este campo, con palabras pero sobre todo a través de
elecciones que muestran que es posible una economía que sea amigable con la persona y el medio
ambiente. Junto con ellos podemos hacerlo.
154. Con respecto a las cuestiones ecológicas, será importante ofrecer directrices para la
implementación concreta de Laudato si ' en las prácticas eclesiales. Muchas intervenciones enfatizaron
la importancia de ofrecer a los jóvenes una formación en el compromiso sociopolítico y el recurso que
la doctrina social de la Iglesia representa a este respecto. Los jóvenes involucrados en la política deben
ser apoyados y alentados a trabajar por un cambio real en las estructuras sociales injustas.
155. El pluralismo cultural y religioso es una realidad creciente en la vida social de los jóvenes. Los
jóvenes cristianos ofrecen un hermoso testimonio del Evangelio cuando viven su fe de una manera
que transforma sus vidas y sus acciones diarias. Están llamados a abrirse a los jóvenes de otras
tradiciones religiosas y espirituales, a mantener con ellos relaciones auténticas que fomenten el
conocimiento mutuo y se curen de los prejuicios y estereotipos. Así, son los pioneros de una nueva
forma de diálogo interreligioso e intercultural, que contribuye a liberar a nuestras sociedades de la
exclusión, el extremismo, el fundamentalismo y también de la manipulación de la religión con fines
sectarios o populistas. Testigos del evangelio,
Recientemente, solo a propuesta de los jóvenes, se han lanzado iniciativas para ofrecer la oportunidad
de experimentar la coexistencia de miembros de diferentes religiones y culturas, porque todos en un
ambiente de convivencia y respecto de sus respectivas creencias son actores de un compromiso
común y compartido. en la sociedad.
156. Con respecto al camino de la reconciliación entre todos los cristianos, el Sínodo agradece el
deseo de muchos jóvenes de aumentar la unidad entre las comunidades cristianas separadas.
Participando en esta línea, muy a menudo los jóvenes profundizan las raíces de su fe y experimentan
una apertura real a lo que otros pueden dar. Sienten que Cristo ya nos une, incluso si quedan algunas
diferencias. Como afirmó el Papa Francisco con motivo de la visita al Patriarca Bartolomé en 2014,
son los jóvenes "quienes hoy nos instan a dar pasos hacia la plena comunión. Y esto no porque ignoren
el significado de las diferencias que aún nos separan, sino porque saben ver más allá, son capaces de
comprender lo esencial que ya nos une "(FRANCESCO,Intervención con motivo de la Divina Liturgia,
Iglesia Patriarcal de San Jorge , Estambul, 30 de noviembre de 2014).
157. La condición actual se caracteriza por una creciente complejidad de los fenómenos sociales y la
experiencia individual. En la concreción de la vida, los cambios que tienen lugar se influyen
mutuamente y no pueden abordarse con una mirada selectiva. En realidad, todo está conectado: la
vida familiar y el compromiso profesional, el uso de las tecnologías y la forma de vivir la comunidad, la
defensa del embrión y la del migrante. La concreción nos habla de una visión antropológica de la
persona como totalidad y de una forma de saber que no separa, pero capta las conexiones, aprende
de la experiencia al leerla a la luz de la Palabra, se inspira en testimonios ejemplares en lugar de
modelos abstractos. Esto requiere un nuevo enfoque formativo, que apunta a la integración de
perspectivas, Hacerte capaz de captar la interrelación de problemas y saber cómo unificar las
diferentes dimensiones de la persona. Este enfoque está en completa armonía con la visión cristiana
que contempla la encarnación del Hijo reunión inseparable de la divina y la humana, la tierra y el cielo.
158. Durante el Sínodo hubo una insistencia particular en la tarea decisiva e insustituible de la
formación profesional, de la escuela y de la universidad, también porque estos son los lugares donde
la mayoría de los jóvenes pasan gran parte de su tiempo. En algunas partes del mundo, la educación
básica es la primera y más importante pregunta que los jóvenes hacen a la Iglesia. Por lo tanto, es
importante que la comunidad cristiana exprese una presencia significativa en estos entornos con
maestros calificados, capellanías importantes y un compromiso cultural adecuado.
Las instituciones educativas católicas merecen una reflexión particular, expresando la preocupación
de la Iglesia por la formación integral de los jóvenes. Estos son espacios preciosos para la reunión del
Evangelio con la cultura de un pueblo y para el desarrollo de la investigación. Están llamados a
proponer un modelo de formación que sea capaz de hacer el diálogo de fe con las preguntas del mundo
contemporáneo, con las diferentes perspectivas antropológicas, con los desafíos de la ciencia y la
tecnología, con los cambios en las costumbres sociales y con el compromiso. por la justicia
Se debe prestar especial atención en estos entornos a la promoción de la creatividad de los jóvenes
en los campos de la ciencia y el arte, la poesía y la literatura, la música y el deporte, los medios digitales
y los medios de comunicación, etc. De esta manera, los jóvenes podrán descubrir sus talentos y luego
ponerlos a disposición de la sociedad por el bien de todos.
Estos principios pueden inspirar todos los campos educativos y formativos; su suposición beneficiará
sobre todo a la formación de nuevos educadores, ayudándolos a abrirse a una visión de sabiduría y
capaz de integrar experiencia y verdad. Las Universidades Pontificias desempeñan un papel
fundamental a nivel mundial, y a nivel continental y nacional, las Universidades Católicas y los centros
160. El viaje sinodal ha insistido en el creciente deseo de dar espacio y cuerpo al protagonismo juvenil.
Es evidente que el apostolado de los jóvenes hacia otros jóvenes no puede improvisarse, sino que
debe ser el resultado de un proceso de formación serio y adecuado: ¿cómo acompañar este proceso?
¿Cómo ofrecer mejores herramientas a los jóvenes para que sean testigos auténticos del Evangelio?
Esta pregunta también coincide con el deseo de muchos jóvenes de aprender más sobre su fe:
descubrir sus raíces bíblicas, comprender el desarrollo histórico de la doctrina, el sentido de los
dogmas, la riqueza de la liturgia. Esto hace posible que los jóvenes reflexionen sobre los problemas
actuales en los que se pone a prueba la fe, que puedan explicar la esperanza que hay en ellos (ver 1
P 3:15).
Por este motivo, el Sínodo propone el mejoramiento de las experiencias de la misión juvenil mediante
el establecimiento de centros de capacitación para la evangelización de jóvenes y parejas jóvenes a
través de una experiencia integral que finalizará con la misión. Ya existen iniciativas de este tipo en
varios territorios, pero se solicita a cada Conferencia Episcopal que estudie su factibilidad en su
contexto.
161. Muchas veces se escuchó un llamamiento sincero en la sala sinodal para invertir generosamente
con la joven pasión por la educación, el tiempo prolongado y también los recursos económicos.
Reuniendo diversas contribuciones y deseos surgidos durante la comparación sinodal, junto con
escuchar experiencias calificadas ya en curso, el Sínodo propone con convicción a todas las Iglesias
particulares, congregaciones religiosas, movimientos, asociaciones y otros temas eclesiales para
ofrecer Joven experiencia de acompañamiento ante el discernimiento.
Esta experiencia, cuya duración debe fijarse según los contextos y las oportunidades, puede calificarse
como un tiempo destinado a la maduración de la vida cristiana adulta.. Debe proporcionar un
desprendimiento prolongado de los entornos y las relaciones habituales, y debe basarse en al menos
tres bisagras indispensables: una experiencia de vida fraterna compartida con educadores de adultos
que es esencial, sobria y respetuosa del hogar común; Una propuesta apostólica fuerte y significativa
para vivir juntos. Una ofrenda de espiritualidad arraigada en la oración y en la vida sacramental. De
esta manera, todos los ingredientes son necesarios para que la Iglesia ofrezca a los jóvenes que
quieran una experiencia profunda de discernimiento vocacional.
Acompañamiento al matrimonio.
163. La tarea específica de la formación integral de candidatos para el ministerio ordenado y para la
vida consagrada de hombres y mujeres sigue siendo un desafío importante para la Iglesia. También
se recuerda la importancia de una sólida formación cultural y teológica para las personas consagradas
y consagradas. En cuanto a los seminarios, la primera tarea es, obviamente, el supuesto y la traducción
operativa de la nueva Ratio fundamentalis institutionis sacerdotalis. Durante el Sínodo surgieron
algunos énfasis importantes, que deberían mencionarse.
En primer lugar, la elección de los formadores no es suficiente para que estén preparados
culturalmente, deben ser capaces de relaciones fraternales, de una escucha empática y de una
profunda libertad interior.
En segundo lugar, para un acompañamiento adecuado, será necesario un trabajo serio y competente
en equipos educativos diferenciados, que incluyan figuras femeninas. El establecimiento de estos
equipos.Las formaciones en las que interactúan diferentes vocaciones son una forma pequeña pero
preciosa de sinodalidad, que afecta la mentalidad de los jóvenes en formación inicial.
En tercer lugar, la formación debe tener como objetivo desarrollar en los futuros pastores y personas
consagradas la capacidad de ejercer su papel de liderazgo de manera autorizada y no autoritaria,
educando a los jóvenes candidatos para que se entreguen a la comunidad. Se debe prestar especial
atención a algunos criterios formativos, tales como: superar las tendencias al clericalismo, la capacidad
de trabajar en equipoSensibilidad para los pobres, transparencia de la vida, disposición a ser
acompañada.
En cuarto lugar, la seriedad del discernimiento inicial es decisiva porque demasiados jóvenes que se
presentan en seminarios o casas de formación son bienvenidos sin un conocimiento adecuado y una
lectura completa de su historia. La pregunta se vuelve particularmente delicada en el caso de los
"seminaristas errantes": la inestabilidad relacional y afectiva, y la falta de raíces eclesiales son señales
peligrosas. Desatender la legislación eclesial en este sentido constituye un comportamiento
irresponsable, que puede tener consecuencias muy graves para la comunidad cristiana.
CONCLUSIÓN
165. Todas las diferencias vocacionales están reunidas en el único y universal llamado a la santidad,
que al final solo puede ser el cumplimiento de ese llamado a la alegría del amor que resuena en el
corazón de cada joven. En realidad, solo a partir de la única vocación de santidad se pueden articular
las diferentes formas de vida, sabiendo que Dios "quiere que seamos santos y no espera que estemos
contentos con una existencia mediocre, aguada e inconsistente" (FRANCESCO, Gaudete et exsultate
, No. 1). La santidad encuentra su fuente inagotable en el Padre, quien a través de su Espíritu nos
envía a Jesús, "el santo de Dios" ( Mc1,24) vengan entre nosotros para hacernos santos a través de
la amistad con él, lo que trae alegría y paz a nuestras vidas. Recuperar el contacto vivo con la feliz
existencia de Jesús a través del cuidado pastoral ordinario de la Iglesia es la condición fundamental
para cada renovación.
166. Debemos ser santos para poder invitar a los jóvenes a serlo. Los jóvenes han clamado por una
Iglesia auténtica, luminosa, transparente y alegre: ¡solo una Iglesia de los santos puede cumplir con
estas peticiones! Muchos de ellos lo han abandonado porque no han encontrado la santidad, sino la
mediocridad, la presunción, la división y la corrupción. Desafortunadamente, el mundo está indignado
por los abusos de algunas personas de la Iglesia en lugar de resucitar por la santidad de sus miembros:
¡esta es la razón por la que la Iglesia en su conjunto debe realizar un cambio de perspectiva decisivo,
inmediato y radical! Los jóvenes necesitan santos que forman otros santos, lo que demuestra que "la
santidad es el rostro más bello de la Iglesia" (FRANCESCO, Gaudete et exsultate)., n. 9). Hay un
lenguaje que todos los hombres y mujeres de todos los tiempos, lugares y culturas pueden entender,
porque es inmediato y luminoso: es el lenguaje de la santidad.
167. Ha quedado claro desde el comienzo del viaje sinodal que los jóvenes son una parte integral de
la Iglesia. Así también es su santidad, que en las últimas décadas ha producido un florecimiento
multifacético en todas partes del mundo: contemplar y meditar durante el Sínodo el coraje de tantos
jóvenes que han renunciado a sus vidas para permanecer fieles al Evangelio ha sido para nosotros
nos movemos; Escuchando los testimonios de los jóvenes presentes en el Sínodo que en medio de
las persecuciones han optado por compartir la pasión del Señor, Jesús se ha regenerado. A través de
la santidad de los jóvenes, la Iglesia puede renovar su ardor espiritual y su vigor apostólico. El bálsamo
de santidad generado por la buena vida de muchos jóvenes puede curar las heridas de la Iglesia y del
mundo,Ap 2,4).