mi águila blanca, de alas enormes y vibrantes eleve tu hélice potente, entre torbellinos de aire, elévate en el espacio sigue tu ruta hacia el azul.
Tú, que no tienes que seguir
un camino inmutable de carriles de hierro ni una ruta trazada por corrientes marinas; tú, que no necesitas carreteras, ni la energía dócil de los cables eléctricos y, tienes un motor por corazón gasta el caudal de tu sangre inflamable y, entre detonaciones y ráfagas de esencias hechas humo, deja la tierra y elévate en el aire, traza en el espacio rutas nunca surcadas y descubre horizontes nunca vistos.
Ve al encuentro del día
cuando la Aurora aún no haya abierto sus rosas; sube adonde los ojos no puedan distinguirle, bello pájaro gigante, lleno de gracia y majestad desde donde los valles verdes y las blancas montañas de la Tierra, y la llanura azul del océano, y la ciudad brumosa de enormes chimeneas, donde tiembla el burgués y el bolchevista ruge, tengan para tus ojos, ebrios de luces siderales la plata fría y uniforme de los paisajes celestes. Asciende entre la bruma: elévate sobre las nubes que te impiden ver el azul del cielo; destrózalas con tu hélice enloquecida, que, a través de los amplios ventanales que abras, se derrame la lumbre del sol y haga brillar tus alas mojadas por la lluvia y aparte la opresión de la tormenta. Sube en la tempestad, nauta del Infinito; pasa serenamente sobre el trueno del mar. apaga sus bramidos con tu motor rugiente elévate entre los torbellinos del viento; corta con tu timón el vientre de las trombas y opón al furor del huracán tu corazón de mil caballos.
Elévate pronto, mi pájaro enorme;
los bárbaros cubren sus campos de torres blindadas y quieren cerrar tu camino con nubes de llamas y acero. ¡Remonta tu vuelo más alto, que no lleguen a herir tu corazón! Responde e, la Muerte trazando en el aire la curva sin fin de la Vida y hacia la paz azul del Infinito prosigue tu ruta triunfal.
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Conversación con un inspector de impuestos sobre poesía -Vladimir V.
MAIAKOVSKI
¡Ciudadano inspector de impuestos! Perdone que le moleste. Gracias.... no se
preocupe.... me quedaré de pie. Mi asunto es de carácter delicado: sobre el lugar del poeta en una sociedad de trabajadores. Junto con los propietarios de tiendas y propiedades agrícolas, estoy sujeto también a impuestos y penalizaciones. Me reclama usted quinientos por el semestre y veinticinco por no presentar mi declaración. Mi trabajo es como cualquier otro trabajo. Fíjese: mire qué pérdidas he tenido, qué gastos tengo en mi producción, y cuánto se gasta en materiales. Usted sabe, por supuesto, lo del fenómeno llamado «rima». Supongamos que un verso acaba con la palabra «giro»; entonces, dos versos después, repitiendo las sílabas, ponemos algo así como «tiroriro». En el lenguaje, la rima es como un pagaré que vence dos versos después —ésa es la regla—. Y uno busca la calderilla de sufijos e inflexiones en la saqueada caja de las declinaciones y conjugaciones. Empieza uno incrustando una palabra en un verso, pero no encaja —se la fuerza y se rompe—. Ciudadano inspector de impuestos, le doy mi palabra: las palabras le cuestan al poeta mucho dinero. En nuestro lenguaje la rima es un barril: un barril de dinamita. La rima es una espoleta. El verso se deshace hacia el final y estalla: y la ciudad salta al cielo volada en una estrofa. ¿Dónde va a encontrar, y con qué tarifa de valoración, rimas que apunten y maten de un solo disparo? Quizá queden cinco o seis rimas sin usar solamente en algún sitio como Venezuela. Y así tengo que visitar países cálidos y fríos. Allá me precipito, enredado en pagos sobre anticipos y préstamos. ¡Ciudadano! Admítame mis gastos de viaje. La poesía toda ella es un viaje a lo desconocido. La poesía es como sacar radium de la tierra: por cada gramo se trabaja un año. Por una sola palabra se gastan miles de toneladas de ganga verbal.
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Underwood Girls - Pedro Salinas
Quietas, dormidas están,
las treinta, redondas, blancas. Entre todas sostienen el mundo. Míralas, aquí en su sueño, como nubes, redondas, blancas, y dentro destinos de trueno y rayo, destinos de lluvia lenta, de nieve, de viento, signos. Despiértalas, con contactos saltarines de dedos rápidos, leves, como a músicas antiguas. Ellas suenan otra música: fantasías de metal valses duros, al dictado. Que se alcen desde siglos todas iguales, distintas como las olas del mar y una gran alma secreta. Que se crean que es la carta, la fórmula, como siempre. Tú alócate bien los dedos, y las raptas y las lanzas, a las treinta, eternas ninfas contra el gran mundo vacío, blanco en blanco. Por fin a la hazaña pura, sin palabras, sin sentido, ese, zeda, jota, i...
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Canción Del Automóvil - Marinetti.
A MON PÉGASE L'AUTOMOBILE
Dieu véhément d'une race d'acier,
automobile ivre d'espace, qui piétines d'angoisse, le mors aux dents stridentes
¡Dios vehemente de una raza de acero,
automóvil ebrio de espacio, que piafas de angustia, con el freno en los dientes estridentes! ¡Oh formidable monstruo japonés de ojos de fragua, nutrido de llamas y aceites minerales, hambriento de horizontes y presas siderales tu corazón se expande en su taf-taf diabólico y tus recios pneumáticos se hinchen para las danzas que bailen por las blancas carreteras del mundo. Suelto, por fin, tus bridas metálicas.., ¡Te lanzas con embriaguez el Infinito liberador! Al estrépito de¡ aullar de tu voz... he aquí que el Sol poniente va Imitando tu andar veloz, acelerando su palpitación sanguinolento a ras del horizonte... ¡Míralo galopar al fondo de los bosques!... ¡¡Qué importa, hermoso Demonio! A tu merced me encuentro... ¡Tómame Sobre la tierra ensordecido a pesar de todos sus ecos, bajo el cielo que ciega a pesar de sus astros de oro, camino exasperando mi fiebre y mi deseo, con el puñal del frío en pleno rostro. De vez en vez alzo mi cuerpo para sentir en mi cuello, que tiembla la presión de los brazos helados y aterciopelados del viento. ¡Son tus brazos encantadores y lejanos que me atraen! Este viento es tu aliento devorante, ¡insondable Infinito que me absorbes con gozo... ¡Ah! los negros molinos desmanganillados parece de pronto que, sobre sus aspas de tela emballenada emprenden una loca carrera como sobre unas piernas desmesurados... He aquí que las Montañas se aprestan a lanzar sobre mi fuga capas de frescor soñoliento... ¡Allá! ¡Allá! ¡mirad! ¡en ese recodo siniestro!... ¡Oh Montañas, Rebaño monstruoso, Mammuths que trotáis pesadamente, arqueando los lomos Inmensos, ya desfilasteis... ya estáis ahogadas en la madeja de las brumas!... Y vagamente escucho el estruendo rechinante producido en las carreteras por vuestras Piernas colosales de las botas de siete leguas... ¡Montañas de las frescas capas de cielo!... ¡Bellos ríos que respiráis al claro de luna!... ¡Llanuras tenebrosas Yo os paso el gran galope de este monstruo enloquecido... Estrellas, Estrellas mías, ¿oís sus pasos, el estrépito de sus ladridos y el estertor sin fin de sus pulmones de cobre? ¡Acepto con Vosotras la opuesta,... Estrellas mías ... ¡Más pronto!... ¡Todavía más pronto ¡Sin una tregua¡ ¡Sin ningún reposo ¡Soltad los frenos!... ¡Qué! ¿no podéis?... ¡Rompedlos!... ¡Pronto! ¡Que el pulso del motor centuplique su impulso! iHurra! no más contacto con nuestra tierra inmunda ¡Por fin me aparto de ella y vuelo serenamente por la escintilante plenitud de los Astros que tiemblan en su gran lecho azul
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Proclama futurista a los españoles
Tristán (seudónimo de Ramón Gómez de la Serna)
¡Futurismo! ¡Insurrección! ¡Algarada! ¡Festejo con música wagneriana!
¡Modemismo! Violencia sideral! ¡Circulación en el aparato venoso de la vida! ¡Antiuniversitarismo! ¡Tala de cipreses! ¡Iconoclastia! ¡Pedrada en un ojo de la Luna! ¡Movimiento sísmico resquebrajador que da vueltas a las tierras para renovarlas y darles lozanía! ¡Rejón de arador! ¡Secularización de los cementerios! ¡Desembarazo de la mujer para tenerla en la libertad y en su momento sin esa gran promiscuación de los idilios y de los matrimonios! ¡Arenga en un campo con pirámides! ¡Conspiración a la luz del sol, conspiración de aviadores y «chaufeurs»! ¡Abanderamiento de un asta de alto maderamen rematado de un pararrayos con cien culebras eléctricas y una lluvia de estrellas flameando en su lienzo de espacio! ¡Voz juvenil a la que basta oír sin tener en cuenta la palabra: ese pueril grafito de la voz! ¡Voz, fuerza, volt, más que verbo! ¡Voz que debe unir sin pedir cuentas a todas las juventudes como esa hoguera que encienden los árabes dispersos para preparar las contiendas! ¡Intersección, chispa, exhalación, texto como de. marconigrama o de algo más sutil volante sobre los mares y sobre los montes! ¡Ala, hacia el Norte, ala hacia el Sur, ala hacia el Este y ala hacia el Oeste! ¡Recio deseo de estatura, de ampliación y de velocidad! ¡Saludable espectáculo de aeródromo y de pista desorbitada! ¡Camaradería masona y rebelde! ¡Lirismo desparramado en obús y en la proyección de extraordinarios reflectores! ¡Alegría como de triunfo en la brega, en el paso termopilano! ¡Crecida de unos cuantos hombres solos frente a la incuria y a la horrible, apatía de las multitudes des! ¡Placer de agredir, de deplorar escéptica y sarcásticamente para verse al fin con rostros, sin lascivia, sin envidia y sin avarientos deseos de bienaventuranzas: deseos de ambigú y de reposterías! ¡Gran galop sobre las viejas ciudades y sobre los hombres sesudos, sobre todos los palios y sobre la procesión gárrula y grotesca! ¡Bodas de Camacho divertidas y entusiastas en medio de todos los pesimismos, todas las lobregueces y todas las seriedades! ¡Simulacro de conquista de la tierra, que nos la da!