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MINERO DE ESTRELLAS

José María Morón

1
MINERO DE ESTRELLAS

Luce la esbelta mañana


corona de chimeneas...,
blanca y azul por el aire,
por el aire, azul y negra.

Y, aún, de una luna de espuma


Fluyen, dormidas las sendas.

Tres veces murió de frío


el grito de la sirena,
y en la estación de los sueños
el tren de la mina espera.

Trabajadores tempranos,
decidle al que no lo crea,
que me habéis visto en el alba
minero de las estrellas!

2
RÍO TINTO COMPAÑÍA LIMITADA

Mitos petrificados de altas cumbres,


donde ensayan celestes terremotos,
su ancho pulmón y sus lanzadas lumbres.

De sangre ardida, en pechos de volcanes,


las montañas escupen soles rotos
y voces soterradas de titanes.

Albas de azufre y duro azul tiznado...,


y la cana sirena, de alma en pena,
con su habitual mugido encadenado.

Horas de pulso rubio, horas inglesas,


al sur caliente de la luna plena.
Losanges de altas botas pipas tiesas.

Y, atados a sus sordas agonías,


un enjambre de harapos y alpargatas
cavando la corteza de los días.

La súbita explosión. Los alaridos


de cuerpos rotos de cabezas chatas.
Bloques rugientes sobre los heridos.

Y un hospital de ausentes primaveras,


donde van azules guardavías
por sus patas de palo y sus banderas.

Buscando el rastro hundido de la veta,


túneles roncos, ciegas galerías,
muerden ya por los talones del planeta.

Fantasmas rojos brotan entre asombros


de sombras, fustigadas por candiles,
en la noche plutónica de escombros.

¿Gnomos? Sí. Con sus cándidos baberos


cuidas siglos de luz en fríos pensiles
y el sueño mineral de los veneros.

Fábricas con aullidos de metales,


con yunques que acompasan estribillos
al paso de los trenes minerales.

¡Dinamos zumban! ¡Silban las poleas!


y la banda piadora de martillos
se escapa por las altas chimeneas.

3
Jadeos de fuego, acentos calcinados
en la sombra llagada al reverbero,
candente, de los hornos degollados.

Pueblos en un redil de vientos turbios,


con Luis del Val y “La hija del obrero”,
despiojando su tiempo en los suburbios.

Serenidad del exacto afán diario


y utopías en los cielos del instinto,
morada del arcángel proletario.

¡Y la canción tartesa del Río Tinto!

4
DADME UN CANDIL

Dadme un candil, que me voy,


que me voy con los mineros
a los filones del sur.

Un candil, un garabato,
de rojo barro cocido
y un trino, pinto de luz,
pinto de luz en su pico.

¡Para las sombras heladas...!


que quiero en las galerías,
buscar el rastro caliente
de mis noches y mis días.

Que quiero cavar, minero,


hasta el revés del planeta,
busca que te busca el alma
que se me perdió en la tierra.

¡Dadme un candil que me voy,


que me voy con los mineros
a los filones del sur!

5
AMIGA

Cuando me voy a la mina


te dejo, amiga, un recuerdo
atado a mi sonrisa.

Y tú, lo guardas soñando,


y tú, lo guardas, amiga,
por si algún día no volviera
tu amigo más de la mina

6
ROMANCE DE LA MINA

Hierve el pleno mediodía


enarbolado en sus fuegos.
Hierve la mina y se quema
la tapadera del cielo.

La luz rasga pedernales


revolcándose en destellos.
Cuelga densa y se dilata
la masa sucia del viento.

La mina, roja granada,


madura de ricos suelos,
se abre en el ardiente día
rezumante de veneros.

En degollados carmines
la tierra apura su incendio.
sobre moles agresivas
rebotan híspidos ecos.

La mina sueña un arranque


de volcanes turbulentos
que rieguen, por el azul
sus filones de luceros.

Un terco rumor hundido


de herramientas y jadeos,
a borbotones calientes
sube de los fondos ciegos.

La mina alulante aborta


la jauría de sus barrenos
y en el aire se abre un breve
abanico de silencio.

Huele a carne viva, a carne


deshecha en ardidos suelos;
a sol vuelto en escombros
y a recocidos aceros.

La mina ríe cuando ríen


sus altos hornos bermejos.
Canta en los trinos radiantes
de sus martillos en celo.

Y ya la tarde, colmada,
está blanca de senderos,
con sus frisos de alpargatas
y sus rudos hombres negros.

7
La mina cuida su mundo
de ariscos gnomos traviesos,
para asombro de peones
y burla de los mineros.

Y va colgando la noche
sus candiles camineros...
ronda ronda de luciérnagas
por montes de ronco sueño.

8
CANTERO

Porque soy picapedrero


quisiera yo una cantera
de alondras, de luz y de cielo.

Y desde el alba a la tarde,


picar cielos, luz y alondras,
colgado del fino viento.

¡La azul cantera de Dios!

Para mí, picapedrero.

9
¡MARTILLOS!

Y ya, en el aire se abría


un repique de martillos
volados, al alba fría.

Martillos madrugadores,
Que remontarán el día,
bate que bate canciones
por las turbias herrerías.

¡Al alba con el martillo!

¡Quiero ganarme la vida


al compás de su estribillo!

10
CANCIÓN DEL RÍO TINTO

El Río Tinto lleva


tres ¡ay! en su corriente,
para poetas non sanctos
y hermafroditas febles.

Viajante hacia los mares,


donde su tinta vende,
a calamares rábulas
y a pulpos escribientes.

Su blusa es azul prusia,


sus pantalones verdes,
y el camisón morado
de eterno penitente.

Viudo de una alta dama


llamada doña Nieve,
él olvida su luto
y llora... cuando puede.

No albos chopos. No lirios.


¡No colorados peces!
Sí mustias alpargatas
y esqueletos de arenques.

Rudo río minero,


donde tan sólo beben
sedientas chimeneas
y sofocados trenes.

Procaz con los molinos


es humorista terne
de ranas solteronas
y grillos alcahuetes.

Con disco de señales


él presume de lentes,
harto ya de calarse
las gafas de los puentes.

Que a saludar a su paso


las estaciones vienen,
arrastrando las largas
colas de sus andenes.

Y una luna ojerosa,


Salaz y vieja verde,
lo persigue, noctámbula,

11
desnuda en su creciente.
Un día por sus aguas
y hacia la mar, alegres,
zarparán altos hornos,
fábrica y talleres.

Y él dejara soñando,
en el mar de sudoeste,
su blusa de minero
y un claro martinete.

12
PARA SIEMPRE

Cuando menos lo esperéis,


yo me perderé en la mina
una noche para siempre.

Por sendas de sombra helada,


por las entrañas del mundo
buscando el alma del agua.

¡Para siempre! ¡Para siempre!

Hasta quedarme dormido,


allí, donde el agua dice
la canción que nadie ha oído.

13
LUNA

No quiero yo esa luna,


que no, que yo no la quiero.
Ni la campesina luna
ni la luna de los marineros.

Que quiero mi luna guapa,


huésped del hotel del viento,
oliente a clavel de soles
por los balcones del cielo.

Mi luna erguida en la honda


cantera azul del silencio,
escapada de los hornos
por las chimeneas de fuego.

Luna grana de la mina,


robadora de veneros
y amante de un río que tiene
su hábito de nazareno.

¡Yo quiero mi luna guapa,


la luna de los mineros!

14
TRENZA TU CÁÑAMO

¡Trenza tu cáñamo, trenza


tu cáñamo, alpargatero!

Y dame unas alpargatas


de duro lienzo moreno,
que vuelven por los caminos
como palomas al viento.

¡Como palomas gemelas


dámelas tú, espartero!
¡Que son de cobre los montes
y de escorias los senderos!

15
ODA AL HOMBRE DE LA MINA

Sonámbulo de roca,
en noche hundido, avienta pesadillas
cuando el pozo lo escupe por su boca;
caliente, aun, de filones,
la báscula capaz de sus riñones.

Topo en la cara dura


de la veta escondida y tesorera;
demonio ebrio de hollín y calentura,
junto al lago azafrán de la caldera.
Centella de barrenos
y orangután del tren sobre los frenos.

Martillos y piquetas,
son en sus puños dioses tutelares
que doman yunques, que desgarran vetas,
suscitando arduos juegos malabares.
¡Piquetas y martillos
donde la luz afila sus cuchillos!

Duende en las galerías,


por la enterrada noche de la sierra,
cavó milenios de hondas noches frías
trasfundido al aliento de la tierra.
En plenitud de abismos;
cósmico, de buscarse ya a sí mismo.

Alegría de ancho aliento


la de su ruda exaltación de impulsos;
gozo de acción, de fuerza y de movimiento
lanzado en la ballesta de sus pulsos.
Sobre el hombro la pala
en una rota aspiración de ala.

Cavidades sonoras
para el pulmón pirata de su grito
rojo de fraguas y locomotoras,
sí, lanzado en un trueno de granito,
despeina su alpargata
toboganes de cobre luz y plata.

De martillos y hoces,
colmaron sus ardidas utopías
ángeles rusos de nevadas voces;
y por las huelgas de sus rojos días
pasan horas dramáticas
con vuelos de pistolas automáticas.

16
Navegan las tabernas
a remolque de pipas y barriles;
tumbos del mundo, azul, bajo las piernas;
danzón de harapos, sombras y candiles
y el sábado minero
del brazo en el último lucero.

Y viejo guardavías,
en el paso a nivel de enredaderas,
saludan al tren expreso de sus días
con su pata de palo y sus banderas.
Humo feliz, caseta,
y un gallo desplumado en la veleta.

17
JUAN EXPÓSITO

Juan expósito, minero,


se fue, en el aire escupido
por la boca de un barreno.

¡Cuando cayó, cayó roto


en sangre tierra y silencio!

Se lo llevaron, dormido,
por esos caminos lentos,
que acaban en una noche
sin estrellas en su cielo.

¡Nadie acarició su nombre!


¡Nadie se volcó en su pecho!
¡Ni nadie cerró, gritando,
sus largos ojos de muerto!

Vestido de sangre y tierra,


se fue en el aire, dormido,
Juan Expósito, minero.

18
¡SOLO MINERO!

No me llaméis por mi nombre,


llamadme sólo minero,
que mi nombre ya no existe
y si existe, no lo quiero.

¡Minero! ¡Sólo minero!

De esa larga pena abierta


en la mina de mi cuerpo.

19
EPÍSTOLA A LOS MINEROS DE RÍO TINTO

Nombres? Yo no recuerdo ninguno entre mis labios.


Sólo el enorme, anónimo, del genérico esfuerzo.
El que expanden las arduas muchedumbres activas,
cuando los otros nombres ya olvidaron sus cuerpos.

En rebelión de músculos y torsos distendidos,


yo os he visto ganar un cielo cada día
y ese pan merecido, que al llegar a la boca,
tiene el sabor caliente de vuestra propia vida.

¡Hombres de hollín y lodo! Menhires elevados


como un tenaz milagro de voluntad y tiempo,
con el pico en el aire, o con la pala al hombro,
sobre el paisaje ardido de escorias y de aceros.

Cuando agoniza en largo gemido la sirena


y el alba azul exprime los panales del sueño,
ya en pie, terca milicia, de harapos y alpargatas,
camináis a la fiesta de la tierra y el fuego.

A esa bárbara fiesta en que el martillo es pájaro,


y son los yunques rojos surtidores de estrellas;
los altos hornos brindan su sangre a los ponientes
y cazan nubes albas las negras chimeneas.

A la fiesta hervorosa, de los bosques eléctricos,


donde las grúas famélicas rumian huesos de rocas
y van las sucias crías de vagones piantes
colgadas en las ubres de las locomotoras.

A la fiesta rodante de las trémulas fábricas,


donde el metal agita su candente epilepsia
y lanzan sus metáforas violentas los motores,
en la música negra de émbolos y poleas.

A fiesta plutónica del filón millonario,


allá, en los fondos negros de la mina inexhausta,
cuando zumban los pulsos del mundo en vuestras sienes
y sobre vuestros hombros cabalgan las montañas.

Tenéis toda mi vida pequeña en vuestras manos,


cunas de los asombros más dulces de mis días;
aquella vida rubia que se me fue riendo
por el áspero y roto paisaje de la mina.

20
¿Nombres? Yo no recuerdo ninguno entre mis labios,
sólo el enorme, anónimo, del genérico esfuerzo.
¡Hombres de hollín y lodo! ¡Mineros de Río Tinto!
Yo os guardo en el más alto mirabel del recuerdo.

21
MI PICO

De sol, quiero yo mi pico


para agotar los filones.
De sol puro yo lo quiero.
¡Batidlo bien, batidores!

Te lo digo a ti, maestro


de los metales cantores;
a ti, el del yunque argentino
con nidos de ruiseñores.

Al de las fraguas servidas


por ángeles de colores;
dueño de mi mandil corinto
y martillos voladores.

Al del fuelle azul del viento,


a ti, fundidor de flores.
De sol quiero yo mi pico
para agotar los filones.

22
GNOMOS

Bajo la tierra, mi niña,


los gnomos viven cuidando
su vergel de pedrerías.

Tú no pases nunca sola,


de noche, junto a la mina,
que el rey de los gnomos anda
buscando una reina, niña.

Y tiene barbas de espuma,


y por dos ojos sortijas,
y la música del mundo
en su voz de agua infinita.

¡Solita y sola no pases


de noche junto a la mina!

23
BARTOLOMÉ MORÓN

Las sondas de tus ojos, en sueños verticales,


sobre los fondos últimos que la mina dilata,
hurtando lunas frías y conchas siderales,
a la alta veta rubia, de los labios de plata.

Capataz de las rocas canas de minerales,


equipado de hollín y de lodo escarlata.
Te diplomaron hornos, yunques y pedernales,
con el candil minero y la blanca alpargata.

Y tú, ya cuaternario y ausente de niveles,


harto de longitudes y de números fieles,
vivías la millonaria noche de las piritas.

Vaivoda de los gnomos, de albas barbas filadas,


jardineros del parque, azul, de estalactitas,
donde el agua idealiza sus flautas apagadas.

¿Nombres? Yo no recuerdo ninguno entre mis labios,


sólo el enorme, anónimo, del genérico esfuerzo.
¡Hombres de hollín y lodo! ¡Mineros de Río Tinto!
Yo os guardo en el más alto mirabel del recuerdo.

24
CUANDO YO SEA CAPATAZ

Cuando yo se acapataz,
¡ay!, capataz de la mina,
y tenga, yo que no tengo,
el mando de una cuadrilla.

He de abrir un caminito
entre escorias, ¡alegría!,
que llegue, regado de besos,
hasta ti, minera mía.

Un caminito de espuma,
trabajando noche y día
con un puente, azul, colgante,
de marfil y plata fina.

Desde la mina a tus ojos,


de tus ojos a la mina.

Cuando yo sea capataz


Y mande una cuadrilla.

25
PAISAJE DE LA MINA
(RÍO TINTO)

Euforias de plutónicas blusas trabajadoras


cursa este río, exprimidas, en su morado aliento.
Vitalidad de pueblos, con extranjeras horas,
que izan sobre sus músculos el pensamiento hambriento.

Jadea el paisaje cóncavo de montañas sonoras,


bajo las grúas que muerden el árido momento;
el momento escoriado de arduas locomotoras
y trepidantes fábricas con sus barbas al viento.

Hiere el aire empeñado de brumas minerales...;


la tierra se abre en bocas de púrpura enconada
escupiendo sus furias de rocas y metales.

Y en comunes esfuerzos, en ruda disciplina,


tierra, aceros y músculos apuran la jornada
sobre el enardecido paisaje de la mina.

26
Monumento al minero en Riotinto (Huelva)

27
Corta Atalaya en Riotinto (Huelva)

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