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En unos días en que la clase política realiza su oferta ante la sociedad para las elecciones de
este año, que son importantes porque son sobre todo presidenciales, vamos a mostrar dos
cuadros del economista Fernando Marull que son muy útiles para entender buena parte de lo
que pasa y de lo que nos está informando la política.
El primero, que realiza Marull en base a la información del Indec junto con Martín González-
Rozada, un experto en pobreza de la Universidad Torcuato Di Tella, muestra la evolución de la
pobreza desde 2019. Arranca con la asunción de Alberto Fernández y Cristina Kirchner, cuando
había un 35,5%, que es lo que deja Mauricio Macri. Se trata de unos 15 millones 900 mil
pobres. En 2020 empeora, con la pandemia y la cuarentena. Después se ve una recuperación
del nivel de vida, hasta que asume Sergio Masa con un 36,5% de pobreza y empieza a ascender.
En el mismo cuadro se ve una proyección de lo que pasaría, si las inercias macroeconómicas
continúan tal cual se vienen desenvolviendo, para las primarias. Estaríamos pasando de 16
millones 800 mil pobres, que son los que encontró Massa al asumir como ministro de
Economía, a 20 millones 172 mil. Es decir, a 40,3%. Este es un enorme problema para la
sociedad y para el peronismo. Si uno quiere entender el diseño electoral que pensó el
oficialismo, y sobre todo que pensó Cristina Kirchner para este año, hay que mirar primero este
cuadro.
El segundo cuadro que quiero destacar es muy conocido. Nos indica el Índice de Confianza en
el Gobierno que elabora la Universidad Torcuato Di Tella y que coincide, por una correlación
misteriosa, con el nivel de votos que obtienen los oficialismos en cada elección. Cuando en
2017 el índice dio 42%, fue lo que obtuvo Macri en las elecciones de medio término en las que
ganó. A fines de 2019, Macri sacó el 41% de los votos y el índice de confianza marcaba un 40%.
En las elecciones de 2021, el oficialismo saca 34% y es el índice que había en ese momento. Si
hiciéramos las elecciones ahora y si creemos en esta correlación, el nivel de votos que sacaría
el oficialismo es 22,4%, de acuerdo con el índice de confianza actual.
Para entender todo lo que hemos visto este fin de semana, sobre todo en la escena
oficial de Unión por la Patria, hay que mirar estos dos cuadros.
El panorama que rodea a Massa está muy determinado por lo económico, por esos
cuadros que indican una situación muy penosa. Es difícil para cualquier gobierno
remontar esta cuesta. Y, además, porque tiene que ir a conseguir un acuerdo aceptable
con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Con un Fondo que se ha pintado la cara
respecto de la Argentina, porque ya las desviaciones del programa son intolerables para
el directorio del Fondo, para otros países que negocian sus propios programas, y para
los técnicos. El Gobierno está exhausto, carece de reservas, pide un adelanto de todos
los desembolsos del año y del otro lado le dicen: para eso se requiere un verdadero
ajuste y entre las condiciones de ese ajuste está una devaluación importante. Ayer,
hablando con un dirigente importante del oficialismo, escuché: “No sabemos si Sergio
Massa tiene algún otro conejo más para sacar de la galera en su relación con el Fondo”.
Daría la impresión de que no. Y esta misma persona me dijo: “Si nos piden una
devaluación importante nos podemos pasar cuatro estaciones”. Es decir, piensa que
pueden terminar muy mal respecto a la situación económico-social si es que una
devaluación desordenada se termina trasladando a los precios y genera una escena
mucho peor de la que estamos viendo hoy.
Hubo algo muy llamativo esta tarde durante el discurso que dio la vicepresidenta. Da la
impresión de haber tomado la droga de la verdad, como si hubiese decidido contar todo.
Hay mucho fastidio en ella sobre las versiones que lanza todo el tiempo off the record
Alberto Fernández, con cierta tendencia a la mitomanía. Eso es lo que piensa el
kirchnerismo. Este lunes hubo una reunión, un acto por la repatriación de un avión que
protagonizó los vuelos de la muerte durante la dictadura cívico-militar. Esa repatriación
la gestionó en Estados Unidos Sergio Massa, con una afición por la historia y sobre todo
por la historia de los Derechos Humanos que no se le conocía. Por casualidad, hacen el
acto justo cuando Alberto Fernández tenía previsto un viaje a Brasil. Él igual apareció a
través de un video que le mandó a la secretaría de Derechos Humanos. “Un video no se
le niega a nadie”, me dijeron.
También hoy apareció una foto, cruel, sacada por un fotógrafo de Reuters. Es un truco
visual que muestra a un soldado brasileño empuñando un sable, que justo parece estar
sobre la espalda del presidente de la Argentina, Alberto Fernández. Tras el discurso de
Cristina, quedó así: atravesado. Ella dio su versión de lo que pasó estos últimos días.
Era obvio que Alberto pedía que hubiera PASO, que hubiera primarias. Había
sacralizado el método como una forma de garantizar la pluralidad, de contener la
disidencia, o por ahí más verazmente, como confesó con un periodista muy ligado al
Gobierno, “terminar con 20 años de kirchnerismo”. Para terminar con 20 años de
kirchnerismo, postuló a Daniel Scioli.
Se arma la candidatura “Wado” de Pedro-Juan Manzur. Nadie sabe cómo surge Juan
XXIII en esta fórmula. Un candidato muy controvertido, con enormes problemas en sus
antecedentes como todos sabemos. Hay un detalle al que hay que prestar atención.
Cuando se hace pública la fórmula, no se produjo lo que se suponía
que debía producirse, una ola de tuits de gobernadores diciendo: “Muy
bien, uno de los nuestros está en la fórmula presidencial”. Al contrario,
hubo silencio, abstención. Con el paso de las horas nos enteramos de
qué era lo que pasaba: estaba Massa trabajando con los gobernadores
para que no hubiera esa ola de adhesión. Ese trabajo tuvo un antecedente:
alguien muy próximo a Massa, el exdiputado Raúl Pérez, fue decisivo en las gestiones
que se realizaron en la primera semana del mes para promover una candidatura única.
Esta gestión de Pérez es crucial para entender lo que pasó.
Vinieron a verlo a Alberto Fernández y le plantearon dos argumentos que después los va
a escuchar Cristina Kirchner. Primero, le dijeron que no querían primarias porque
desarma el orden provincial en cada uno de los distritos. “Scioli con mayor o menor
fortuna va a armar candidaturas que nos molestan, que nos plantean disidencias, suman
votos, muchos o pocos, que después terminan alimentando a nuestros opositores. No
queremos internas. No queremos que nos trasladen la discusión nacional a nuestras
provincias, inclusive por eso en muchas provincias adelantamos las elecciones”. Ha
sucedido algo inédito en el peronismo este año: no solamente quien conduce esa fuerza
ha llegado a decir que corren el riesgo de salir terceros, sino que hubo 14 gobernadores
que adelantaron las elecciones y se desentendieron de la suerte nacional de su partido.
“Entonces, no queremos que nos vengan a contaminar en nuestras provincias con la
polémica nacional entre Alberto y Cristina”, argumentaron Zamora, gobernador de
Santiago del Estero, y Jalil, gobernador de Catamarca, frente a Alberto Fernández.
Estos dos gobernadores van a ver a Cristina y le dicen lo mismo. Y Cristina empieza a
darse cuenta de que hay un espacio para armar una lista de unidad. No un candidato
único. Un candidato único hubiera sido “Wado” de Pedro si Scioli desistía de su
candidatura. Esto era un candidato, como explicó ella el lunes, negociado con Alberto.
Le acababa de decir que él era el candidato que surgió del veto de Alberto y
no la figura que los kirchneristas habían promovido, como venían
promoviendo a De Pedro. Y no lo dice cualquier persona. Lo dice una
dirigente de primer nivel: Cristina Kirchner. No es inocente nada de lo que
pueda decir. ¿Qué se puede deducir de esto? Algo así como “la derrota es
tuya. Si hubiera sido De Pedro el candidato, la derrota sería mía”.
Ayer, un dirigente sindical me dijo algo tremendo: “Hoy a la tarde, Cristina le dijo a
Sergio Massa: ’acá tenés la soga, ahorcáte frente a los números de la economía’”. Pero
hay otro mensaje todavía más sutil, que ella deja sólo entrever: “La victoria es tuya y, si
ganas, el gobierno de ajuste que vas a tener que hacer también es tuyo”.
Cristina Kirchner, cuando dice “tiene que haber una lista de unidad”, remarca que hay
que bajarlo a Scioli y ofrecerle por lo menos una diputación. También insiste en que le
ofrezcan una diputación a Victoria Tolosa Paz, que tuvo que declinar su candidatura a
gobernadora, y a Santiago Cafiero, que pretendía ser candidato a diputado en la lista de
Scioli, la primera representación para el Parlasur.
Contó algo más Cristina el lunes y es que el domingo a la noche Scioli la llamó. Y si
uno reconstruye esa charla, que Scioli comentó a varias personas de su entorno, está
plagada de curiosidades. La primera es que Cristina le dice a Scioli: “Yo quería que
fueras diputado y pedí que te ofrecieran la candidatura de diputado y que Cafiero fuera
al Parlasur”. Y Scioli dice: “No. A mí Cafiero me llamó y me ofreció ir al Parlasur. La
candidatura a diputado se la quedó él”. Con cierta picardía, quien no se quedó con una
candidatura ajena alguna vez en esta vida política, Cafiero se quedó con una diputación
que viene con fueros y le correspondía a Scioli. Scioli insiste luego: “Me llama la
atención lo rápido que me bajaron porque el jueves a la noche hicimos un acto en el
Teatro Ateneo y después fuimos a comer a La Ñata y me decían ‘cuidado que no te vaya
a llamar Cristina y te vayas a bajar’. Bueno, me bajaron ellos”. Y le dice a continuación
la siguiente frase: “En 30 años de vida política, nunca me sentí tan traicionado como por
Alberto Fernández”. Es una confesión que le hizo Daniel Scioli a Cristina Kirchner el
domingo por la noche.
Para mostrar la plasticidad que tiene la política, el temperamento que requiere este
oficio, el lunes, Scioli, embajador en Brasil, llevó en gloria y majestad a Alberto
Fernández a recibir una condecoración a Brasilia.
Finalmente, lo bajan a “Wado” de Pedro. Se entera a las siete de la tarde. Gran malestar
en La Cámpora porque creían que “Wado” de Pedro era un candidato competitivo.
Probablemente, Cristina creía que no, que podía ganar muy bien la primaria pero que
tenía grandes dificultades para ganar la general y que, por lo tanto, esa derrota de
“Wado” le iba a ser imputada a ella. Ella puede haber pensado, “si pierde Massa, que
tiene un significado tan denso y tan claro, pierde Massa. Si pierde ‘Wado’, perdí yo”.
Por lo tanto, si uno mira los cuadros económicos del comienzo, mira las perspectiva de
una derrota, que es un escenario probable. Ella termina quedándose con todo lo que
había para ganar, que son los cargos legislativos y eventualmente la provincia de
Buenos Aires. Esto es importante porque Massa, candidato a presidente, Máximo
Kirchner, candidato a diputado, “Wado” de Pedro, candidato a senador y Kicillof,
candidato a gobernador, es una oferta electoral destinada a que el kirchnerismo retenga
la provincia de Buenos Aires. Y este es un tema de primera magnitud, porque si hubiera
un triunfo de Juntos por el Cambio para la presidencia, no es lo mismo un gobierno de
JxC con la Provincia alineada con la Casa Rosada que con la Provincia en frente. Y eso
no es un problema del no peronismo solamente. Aún los gobierno peronistas, como el
de Menem, cuando se quebró la relación la provincia de Buenos Aires, empezaron a
tener serios problemas.
Como resultado de todas estas incomodidades que quedaron de este armado electoral
está la candidatura de Juan Grabois. Cuando Scioli se quiso presentar, desde el
kirchnerismo y sobre todo desde La Cámpora, le dijeron “te buscas vos todos los
candidatos, no cuentes con nosotros”.
A Grabois y a Paula Abal Medina les dijeron algo diferente: “Si ustedes se
presentan, pueden compartir listas con nosotros”. Habrá que ver cómo le
cae a Massa esto. Es evidente que hay una apuesta de La Cámpora a retener
algo de identidad por la vía de Grabois, sabiendo que Massa puede ser un
candidato muy poco aceptable para los sectores más ideologizados de la
propia formación. De todos modos, después del serrucho que le aplicó a
“Wado” de Pedro, Massa no puede reclamar demasiada lealtad.
Desafíos, todos estos, para Juntos por el Cambio. Porque frente a Juntos por el Cambio
ahora hay un candidato que entiende de temas electorales, que sabe cómo manejar una
campaña. No hay que esperar que Massa cometa demasiados errores. Habrá que ver
cómo le responden a Massa los que tiene detrás. Los verdaderos problemas de Massa
estarán a su espalda. Y el primer problema se llama Alberto Fernández. Para Larreta, si
miramos JxC, Massa es un problema. La estrategia general del jefe de Gobierno es
buscar, inclusive arriesgando votos duros del Pro, sufragios en el centro de la escena
política, votos peronistas que nunca tuvieron afinidad con el kirchnerismo. Por ejemplo,
los votos que se pronunciaron a favor de Martín Llaryora en Córdoba, o el viejo voto
massista, al que Massa también aspira.
Ahora bien: supongamos que Patricia Bullrich gana la interna con Larreta. ¿Cómo haría
para girar de las posiciones muy ortodoxas que tiene hoy en favor del orden, del ajuste,
de no bajar un cambio, frente a un candidato de centro que le dice al electorado que ella
es una señora que viene a quitar el trabajo? Hay otra cuestión, con todos los ruidos que
se verán a lo largo de las semanas, y es que el oficialismo presenta un frente
unificado, mientras tanto, del otro lado hay una interna. ¿Qué nivel de
conflictividad va a traer esa interna? ¿Quién cuida el conjunto de Juntos por el Cambio
dentro de este marco de conflicto? ¿Quién preserva que la agresividad sea tal que el que
votó al que perdió no termine votando en otro lado porque su propio candidato
estigmatizó al otro candidato que ganó en el propio grupo? Este es otro problema que
hay hoy en Juntos por el Cambio: ¿cómo el que gana retiene al votante del que perdió?
Por supuesto hay una ventaja para la oposición, que es la situación económica. Veremos
cómo hace Massa. El lunes se lo veía envuelto en humo, con una multitud en Lomas de
Zamora, y daba para imaginar a Georgieva mirando ese acto de Massa en Lomas de
Zamora. Georgieva pensando: “Esa persona es la que viene a negociar conmigo y la que
me va a prometer durante su campaña que hará ajustes”. ¿Podrá ser eso? ¿Cómo
combina? Massa, ¿qué nos va a mostrar? Que inaugura obras públicas. Está esperando
el gasoducto que estará a punto de llamarse Sergio Massa, no Néstor Kirchner. Nos va a
querer mostrar que él es un ministro de Obras Públicas, que no tiene nada que ver con el
140% de inflación anualizada que hay hoy en la Argentina.
Todos estos datos pueden ser ventajas para Juntos por el Cambio.
Pero, cuidado. Si uno está mirando la historia electoral de la Argentina de este año y
mira Córdoba, el gran dato es la abstención, la gente que le quita el cuerpo al sistema.
Es un mensaje para los gobiernos pero es un mensaje, sobre todo, para la oposición.
Quiere decir que el deterioro del Gobierno no garantiza el triunfo opositor. Mucha gente
disconforme con las prestaciones de los gobiernos, en vez de votar una alternativa, está
dejando de ir a votar. Es un mensaje muy importante para Juntos por el Cambio, que
ahora se encuentra frente a sí con un hombre audaz dispuesto a todo que, como
sabemos, se llama Sergio Massa.
Carlos Pagni