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Ensayos sobre . .

metodología soc10lógica

Max Weber

Atnorrortu editores
Buenos Aires
BIBLIOTECA DIGITAL

TEXTOS SOBRE SOCIOLOGÍA Y TRABAJO SOCIAL

CONCEPTOS, MÉTODOS, MEDIDA, CANON, REGLAS Y COMPRENSIÓN SOCIOLÓGICA

FICHA DEL TEXTO

Número de identificación del texto en clasificación sociología: 2259


Número del texto en clasificación por autores: 26633
Título del libro: Ensayos sobre metodología sociológica
Título original: Gesammelte Aufsatze zur Wissenschaftslehre
Autor: Max Weber
Traductor (es): José Luis Etcheverry
Editor: Amorrortu editores S. C. A.
Registro de Propiedad: Dominio público
Ciudad y país: Buenos Aires - Argentina
Número total de páginas: 136
Fuente: file:///C:/Users/Hp%20pavilion%20G4/Downloads/Weber,%20Max%20-
%20Ensayos%20sobre%20metodologia%20sociologica%20(1973).pdf
Temática: Conceptos, métodos, medida, canon, reglas y comprensión sociológica
Director de la biblioteca <le sociología, Luis A. Rigal Advertencia sobre la edición en
Gf'sammelte Aufsatze zur W issenschaf tslehre
(~J) Introducción, Giulio Einaudi Editore spa, 1958
castellano
Traducción, José Luis Etcheverry

@ Amorrortu editores S. C. A., Luca 2223, Buenos Aires.


()neda hecho el depósito que prevíene la ley n? 11.723,

La reproducción total o parcial de este libro en forma idéntica Los cuatro ensayos que presentamos a los lectores de lengua
l) modificada, escrita H máquina por el sistema multigraph, española han sido tomados del volumen Gesammelte Aufsti!ze
mimeógrafo, impreso, etc., no autorjzada por los editores, vio- zur \r?íssenschaftslehre ( Compilación de ensayos para una doc.
la derechos reservado:-. Cualquier utilización debe ser previa- trina de la ciencia), Tubinga, J. C. B. Mohr ( Paul Siebeck),
mente solicitada. 1968, al cuidado de Johannes Winckelmann. La primera edi•
ción de esa obra de Weber ( 1922) estuvo a cargo de su es-
Industria argentina. Made in Argentina posa, Marianne, a quien se debe también su título (la asocia-
ción con Fichte que sugiere «doctrina de la ciencia» fue delibe-
rada). Hubo luego una segunda edición, de 1951, y por fin la
que mencionamos al comienzo, cuidadosamente cotejada con la
primera.
Presentamos de manera cronológica los ensayos escogidos para
este volumen. Pero ese orden es también lógico, pues represen-
tan la marcha de un único pensamiento y remiten unos a otros
en cuanto al contenido. Son testimonios del proceso de forma-
ción de la metodología weberiana. Su estructura interna es
particularmente esclarecedora respecto de la comprensión de
,1quella: cada uno tiene un tema central ( definición metodo-
lógica de los tipos ideales, concepción de la causalidad en ma-
teria histórico-social, ensayo de una tipología de la acción so-
cial y tratamiento de los juicios de valor relativos a la realidad
y a la política), pero recapitula las cuestiones consideradas en
los otros trabajos desde puntos de vista diferentes. De tal mo-
do, la obra forma un todo coherente, y pone a disposición del
lector de habla española una herramienta insustituible para 1a
comprensión de uno de los pensamientos más ricos del siglo
en materia de análisis económico-social y de conceptuación
histórica.
Los artículos no incluidos en esta traducción, o bien se refieren
directamente a la problemática tratada en Economía y socie-
dad,* o bien constituyen discusiones muy prolijas de autores
poco conocidos hoy (Roscher, Stammler, etc.). El último d(·

' M.. Weber, Economfa y sociedad, M.éxico: Fondo de Cultura Econrí-


mirn. la. ed, 1944; 2a. C'd, 1964. de la 4a. edición alemana, 1956.

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los trabajos de la edición alemana ya fue traducido al español
con el título «La ciencia como vocación».~._. Introducción
Estos ensayos de Weber son susceptibles de diferentes lectu-
ras. Los temas considerados continúan siendo, de uno u otro Pietro Rossi
modo, el centro de los debates metodológicos, no solo en so-
ciología, sino en las ciencias humanas en general. Una de esas
lecturas posibles sería el estudio del pensamiento de \Y/ eber
en relación con el materialismo histórico. Weber procura de-
limitar su método respecto del empleado por Marx, y parece
considerar científicamente correctos los análisis económicos de Las formulaciones metodológicas de Max \Y/ eber encuentran
este último en la medida en que aplican de manera implícita su presupuesto histórico y su término de referencia más ade-
el método de los tipos ideales.*,. . Por otra parte, Lukács, en cuado en las discusiones y polémicas que, a partir de mediados
una de sus primeras obras, ha utilizado la categoría weberian:t del siglo XIX, empeñaron a la cultura alemana en una determi-
de «posibilidad objetiva», y autores marxistas posteriores in- nación más precisa de la tarea de las ciencias histórico-sociales
tentaron reivindicar para sí el método de la «comprensión». y de la validez de sus procedimientos de investigación. En
Sin embargo, siguiendo el ejemplo de la tercera edición ale- esas discusiones y polémicas entraba en crisis, a través de un
mana, hemos preferido presentar el texto sin notas explicati- proceso gradual y solo en parte consciente, el programa que
vas. En cambio, nos parecl\S oportuno incluir la «Introducción~ la escuela histórica había establecido en su esfuerzo por reali-
redactada por Pietro Rossi para la versión italiana de los en- zar) en el terreno de la investigación concreta, los presupuestos
sayos ( Il metodo delle scienze storico-sociali, Turín, Einaudi, de la concepción romántica. Cuestionábase, de esta manera, el
l 967, traducida de la segunda edición alemana por Pietro edificio de las ciencias histórico-sociales que la escuela histórica
Rossi, :quien agregó también notas propias). Se trata de un había construido de acuerdo con su proyecto de proporcionar
excelente trabajo, que permite encuadrar el pensamiento de un fundamento historiográfico a las disciplinas relativas al
Weber en el ambiente cultural de la Alemania de comienzos mundo humano; al mismo tiempo, sometíanse a la crítica los
del siglo xx y dilucida exhaustivamente sus supuestos filosó- instrumentos elaborados por aquella escuela. Desde la econo-
ficos. mía política hasta la investigación sociológica, desde las cien-
cias sociales hasta el derecho, la confrontación entre los he-
red~ros directos de la escuela histórica y aquellos que, en di-
versa medida, procuraban desvincularse de sus posiciones pro-
gramáticas, dio lugar a un prolongado debate metodológico
que caracterizó, durante casi medio sjglo, el desarrollo de 1a
historiografía y de las disciplinas concernientes a la existencia
social dd hombre. El origen de aquel se remonta a divergen-
cias de enfoque que se manifestaron dentro de cada d1sci-
plina, a propósito de problemas específicos y de orientaciones
concretas de la investigación: solo más tarde se amplió hasta
~ibarcar la función de las ciencias histórico-sociales, transfor-
mándose en una discusión acerca Je su fundamento v su vali-
dez. La actitud polémica frente a la metodología p~sitivista,
respecto de .la cual el desarrollo de las ciencias histórico-soci::i-
En M. Weber, El político y d científico, Madrid: Alianza Editorial. 1es de Alemania permaneció en sustancia ajeno, no impedía, sin
1961. embargo, que la exigencia de una investigación objetiva con-
"* Cf. a este respecto, I. Zeitlin, Ideología y teoría sociológica, Bue- tribuyese también, de manera indirecta, a delinear tal discu-
no<, Aires: Amorrortu editores, 1970, cap l1 sión, Por esta vía, el planteo programático de la escuela his-

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tórica no era refutado en bloque; antes bien, sufría un proceso La },1.ethodenstreit ( disputa metodológica) económica ilu~i-
de corrección y de transformación mediante el cual el edifício naba tambíén, por reflejo, las cuestiones análogas que subsis-
de las ciencias histórico-sociales - y la fisonomía de cada dis- tían en otras disciplinas sociales; mientras tanto, el problema
ciplina pertenccient;: a él- cobraba un nuevo aspecto. de la relación entre estas disciplinas y la investigación históri-
Esta crisis encontró su primera manifestación en el campo de ca se configuraba gradualmente en términos más defin_ido~:
la economía con la crítica planteada por Menger en 1883 en aquellos con que Weber se encontraría, Y. a los ~uales aphcan,a
contra del historicismo económico. Desde los últimos años su esfuerzo de solución. En efecto, al mismo t~empo, )a pole-
de la primera mitad del siglo, los he:ederos de la es~uela mica desencadenada en el terreno de la economia volvia a pre-
histórica -primero Roscher, luego H1ldebrandt y Kntes- sentarse, en forma diversa, a propósito de una disciplina 9~e
habían entrado en polémica con el modelo de análisis elabo- por aquellos años empezaba a adquirir. a~t~momí~ y a defm1r
rado por la economía clásica, asignando a la investigación cien- :-us tareas: la sociología. La escuela h1stor1C~, ?1!entras con~-
tífica la tarea de determinar las tendencias de desarrollo que t.ruía un edificio científico con fundamento htstonco, no babia
rioen
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el funcionamiento y la sucesión de las formas históricas abierto la posibilidad de una investigación socioló?ica. autó~o-
de economía. A la abs1racta . econom1a' cl'as1ca,
. fun dada en ,al
ma; antes bien, había procurado resolver t?da ~1e~~1a social
ficción de un hamo oeconomicus que tiende a la exclusiva sa- en la obra de sistematización de un material histoncamente
tisfacción de sus necesidades individuales, siempre idéntico en individualizado obra subordinada al fin de la comprensión
su estructura intemporal, oponían una economía histórica di-• histórica. En c;mbio, el camino de la sociología había sido em-
rígida a discernir las leyes ctel desarrollo económico, sobre Li prendido por el positivismo francés e inglés, frente al cl;a.l,la
base del estudio de 1a conexión orgánica que liga los fenóme- cultura alemana se veía constreñida ahora a tomar pos1c1on.
nos económicos con los fenómenos sociales de cualquier otro Al rechazo del método de investigación sociológica empleado
tipo. Servíanse, de tal modo, de instrumentos conceptuales de por Comte o Spencer -y por los estud!osos q.ue seguían sus
origen romántico, persiguiendo en e! mundo económic? t:n. es- hueilas- debía sumarse, en consecuencia, o bien un_ :echazo
quema de desenvolvimiento necesario de las formas h1stortcas <le la sociología en cuanto tal, o bien u°: esfu~r,zo positivo p_or
de economía como parte integrante de la vida de un pueblo, definir sobre otra hase el modo de cons1derac10n que la socio-
es decir, como manifestaciones de su «espíritu» peculiar en logía puede adoptar, a_sí con3:o sus relac~ones con 1~, histori?-
sus diversas épocas. Con las Untersuchungen über die Metho- grafía y las otras ciencias sociales. La primera soluoon hab~rn
de der Sozialwissenschaften und der politischen Oekonomíc sido la más coherente con los presupuestos de la escuela his-
( Investigaciones sobre ~l método de las ciencias sociales y de tórica; la segunda, en cambio, fue la elegi~a po_r la ,c~1ltura ale-
la economía política), en particular, Menger atacaba el planteo mana. con una crítica de las consecuencias filosof1cas de la
de la escuela histórica de economía, ilustrando el alcance me- sociofogía positivista, crítica a la que se sumaba, sin embargo,
todolóoico de los esquemas formulados por la economía clásicn d empeño por asignar a la investigación sociológica otra tarea
v refiriendo el análisis económico a la elaboración de modelos v por construir para ella otro aparato c??ceptual. J:?e t~l mo-
hipotético-deductivos. Por un lado, en consecuencia, la heren- do, ya no era posible sostener la reducc1?n de las ct~ncias so-
cia de la escuela histórica se transformaba, en Schmoller y sus ciales a la filosofía como aún lo pretendian, en ocas10nes, los
discípulos, en la exigencia de una ~ndagación verdadera1:1en~c ]~erederos de la es~uela histórica: se imponía la necesidad de
histórica de los fenómenos económ1cos; por el otro, la c1encrn diferenciar la función de la sociología y de formular un sistema
económica, que cobraba conciencia de la función específica de de categ0rías sociológicas que poseyesen un uso específico.
sus propios modelos analíticos, podía reivindicar de nuevo su Aun cuando estuviese todavía vinculado con los presupuestos
autonomía frente a la consideración historiográfica. La sínte~ís ideológicos del Romanticismo, Tonnies. se esforzaba, en. Co-
entre investicración histórica e investigación científica, que la munidad y sociedad, por marchar prec1samente en esa direc-
escuela histó;ica había intentado remitiéndose a presupuestes ción v echaba las bases de una distinción que habría de re-
de origen romántico, se disociaba de tal modo para dejar sitio sult~r-fundamental para el posterior desarrollo de la sociología
a dos procedimientos, a dos direcciones del conocimiento in- ,llemana, hasta Weber y aun más allá. lJn~ vez rechazad.o el
dependientes entre sí. presupuesto positivista de un orden neces:u10 de leyes sociales

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que la sociología debe determinar, y que ~ermitiría una pre-
de ciencia social y de política social)- puede comprobar en
visión infalible de los fenómenos de la sociedad, y rechazada,
seguida de qué modo la labor de investigación concreta que
por lo tanto, la analogía comteana entre física y sociología,. la
}a. •cúltura alemana desarrollaba en todos aquellos sectores se
cultura alemana asignaba a la investigación sociológica la ta-
<:H1trelazaba, a cada paso, con la controversia acerca de los mé-
rea de analizar las formas típicas de relación social, tal como
todos, hallando en esta su guía cotidiana. .
pueden resultar de la consideració_n del modo en _que la ~ida
Dentro de este panorama de discusiones y polém1eas, a las que
del hombre en sociedad se ha configurado en las diversas epo- se agregaban otras cuya resonancia políti_co-id~ológica e~a más
cas. Trazaba con ello, junto con una diferenciación de la so-
clirecta, planteábase, por lo tanto, la exigencia de prec1s~r .. la
ciología frente a la historiografía, una conexión entre esas dos
fisonomía de las ciencias histórico-sociales sobre bases d1stm-
orientaciones de la investigación; a.l mismo tiempo, la socio-
tas de las establecidas por la escuela histórica. ~l 4e~ate me-
logía podía abandonar ~a pretensión de constituí~ }a cienci~ _de
todológico que se desarrollaba dentro de cada d1sc1ph1;1a C??-
la sociedad como totalidad y reconocer su func1on espec1f1ca
fluía en un problema de orden más general: la determmac!on
dentro de un conjunto de otras ciencias sociales. Planteábanse
del procedimiento ele ese grupo ele 4isciplinas ~n ~uanto dife-
entonces, en forma diversa en cada uno de los grandes repre-
ría del propio de aquellas que constituyen la ciencia de la na-
sentantes de la investigación sociológica alemana, problemas
turaleza. Ya la Methodenstreit económica había puesto de re-
de este tipo: ¿Cómo se configura la conexión entre sociolo-
lieve los caracteres peculiares de la investigación económica
gía e investigación histór~a? ¿Sobre qué hase se distingue la
frente al método de investiaación naturalista; el propio Men-
Sociología de las otras ciencias sociales?
\Jer lo había reconocido. Además, la polémica en contra de la
He ahí, precisamente, el tipo de pro. .~Iemas que apa:ecen
:ociología positivista insistía a cada ~~so en el. cará~ter infun-
tratados en Ja Sociología ( 1910) de Simmel, y despues en
dado de la analogía comteana entre física y soc10log1a. En me~
Von Wiese y en Vierkandt, dando lugar a la tentativa de eb-
dio de su esfuerzo por liberarse progresivamente de 1~ heren-
borar una socioloofa formal como análisis de las formas de
da de la escuela histórica, la cultura alemana mantema la co~
relación social, es decir, de formas que subsisten con indepen-
nexión entre ciencias sociales y consideración histórica, c~ial-
dencia de las variaciones del contenido histórico; por otra par-
quiera que fuese el modo en que se definiera luego tal relación.
te, esos mismos problemas aparecen e1; Oppenheimer o en
Con ello, su tarea se presentaba como het;rogénea ~especto
Alfred Weber dando lugar a una tentativa opuesta: la subor-
de la de la ciencia natural, por lo cual surgia la neces1?~d de
dinación funci~nal de la sociología a la consideración histórka
establecer el alcance de esa heterogeneidad y las cond1C1ones
de la cultura. El debate metodológico, iniciado con relación a
bajo las cuales las ciencias histórico-sociales podían ser reco-
ki ciencia económica, se extendía de ese modo a todo el edi-
nocidas como una forma de conocimiento objetivamente válida.
ficio de las ciencias sociales; en efecto, para cada una de .ellas
Conocidas son las soluciones divergentes que Dilthey, por un
se trataba de definir el campo de investigación que garanti~a-
];,1do. v Windelband y Rickert, por el otro, propusieron para
se su autonomía, y, más aún, de determinar sn relación posi-
est:e problema metodológico y gnoseológico. Según Di! the~,
tiva con la historiografía o con otras disciplinas. Y aquel de-
las ciencias histórico-sociales forman parte, junto con la pst-
bate alcanzaba también al derecho, planteando el problema d~
co]ooía de las ciencias del espíritu; y estas se contraponen a
la distinción entre la consideración jurídica, dirigida a estable-
las cie~cias de la naturaleza en virtud de una diferencia origi-
cer el significado de las normas, y la consideración empírica
naria en cuanto al campo de investigación, que condiciona la
de las ciencias histórico-sociales, vuelta hacia el estudio de su
diversidad del método empleado, pero que, a su vez, solo
génesis y de su aplicación de hecho en determinado grupo 1 so-
puede ser comprendid,1 remontándose a la d~versidad ~e la
cial. Quien hojee las revistas más importantes de ese períoqp
relación entre el sujeto que investiga y la realidad estudiada,
--en primer lugar el Schmollers Jah,·buch ( Anuario de Schp1~-
1ler) o bien el Archiv für soziale Gesetzgebung und Statts{1k
la cual es, ,en un caso, el mundo de la naturaleza extraño al
hombre y en el otro, el mundo humano al cual pertenece
( Archivo de legislación y de estadística sociales), que se ~on.-
vertirá en 1903, siendo uno de los codirectores Max Weber,
d sujet~. El punto de partida de las ciencias del espír!tu será,
eri ·consecuencia, según afirma Dilthey en la I ntroduccrón a las
en el Archiv fiir Sozialwissenscha,ft rmd Sozialpolítik (Archivü
ch~11cias del espíritu ( 188 3), la Erlebnis en su inmediatez, la

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experiencia vivida que el hombre tiene de su mundo; y su ta, la contraposición diltheyana entre naturaleza y espíritu
procedimiento fundamental, según precisará luego en los es- pierde su importancia. Cualquier fenómeno, en efecto, sea na-
critos más maduros del período 1905-11, ha de señalarse en tural o espiritual, extraño o perteneciente al mundo del hom-
la relación entre el plano inmediato del Erleben, la expresión bre, puede ser investigado con miras a insertarlo como caso
en la cual este se objetiva históricamente, y la «comprensión>,, particular dentro de un conjunto de uniformidades ajustadas
que recoge tal objetivación remitiéndola a su origen. Por ello a ley, o bien con miras a dilucidar su carácter individual e
estas disciplinas emplean categorías que constituyen la traduc• irrepetible. Con ello desaparece la conexión entre ciencias so-
ción a términos abstractos de las formas estructurales de la ciales y consideración historiográfica, desde el momento en
vida -categorías como las de valor, significado, fin-; ellas que las primeras -en la medida en que procuran establecer
crean métodos particulares para remontarse desde cada mani- uniformidades expresables en forma de leyes- son ciencias
festación históricamente determinada hasta el espíritu de los naturales lo mismo que la física, y la segunda resulta aplicable,
hombres que la produjeron, en lo cual consiste el procedimien- en principio, también a sucesos carentes de relación con ef
to de la comprensión, análogo al de la introspección. Las cien- hombre v sus condiciones de existencia. En Die Grenzen der
cias de la naturaleza, en cambio, se valen de la categoría de naturwis~enschaftilíchen Begriffsbildunf!, ( Los límites de 1a for-
causa, y, a través de la dilucidación de las relaciones causales, mación de conceptos en las ciencias de la naturaleza; 1896-
edifican un sistema de leyes: Ptro el mundo que indagan per. 1902), Rickert procuró, en cambio, recuperar una distinción
rnanece siempre extraño al hombre, es un mundo con el cual objetiva que permitiese mantener aquella conexión sobre nue-
el hombre se encuentra en constante relación, pero al cual re- vas bases. La naturaleza es la realidad considerada con refe-
conoce como distinto de sí e inteligible sólo con otros instru- rencia a lo general; la historia, la rea Edad considerada con refe-
mentos. En su reivindicación de la obra de investigación po· rencia a Jo individual. Pero considerar un objeto como indivi-
sitiva de la escuela histórica, y en su esfuerzo por justificat dual significa determinarlo en forma de individuo, fundado
críticamente sus adquisiciones, Dilthey mantiene, por lo tanto, sobre una «relación de valor» con ciertos criterios que han
la conexión entre ciencias sociales y consideración historiogr,1- permitido aislarlo y caracterizarlo. El mu.ndo histórico se pre-
fica, señalando la comprensión como el procedimiento comi.ín senta, en consecuencia, como una multiplicidad organizada de
a ambas. Las ciencias del espíritu desempeñan su labor, sea individuos, pertenecientes a una totalidad e insertos en un
mediante el análisis de las regularidades y recurrencfos de com- p.roceso de desarrollo; su base está constituida por la referen-
portamiento de los fenómenos históricos, sea mediante la de- cia de la realidad empírica al mundo de los valores, que lo
terminación de la individualidad que caracteriza a cada uno califica como el mundo de la <<cultura». El campo de investi-
de ellos; orientación generalizante y orientación individuali- gación del conocimiento histórico es la cultura; los valores ,1
zante se presentan siempre como paralelas y conexas. Lo que los cuales ella refiere su objeto propio son los valores cultu,
distingue a las ciencias del espíritu de las ciencias de la natu·· rales; ]as disciplinas que la constituyen son las ciencias de la
raleza en el terreno metodológico es la antítesis entre expií- cultura, y estas comprenden también disciplinas nomotéticas
cación y comprensión, entre la causalidad y el «comprender». subordinadas a la orientación fundamental del. conocimiento
Muy distinta es, en cambio, la solución de Windelband y de histórico. El edificio de las ciencias histórico-sociales se cons-
Rickert, quienes abordan el problema en el plano lógico de- tituye de nuevo como el edificio de las ciencias de la cultura,
finido por el neocriticismo alemán. Con su crítica de la distin- sobre la base de la delación de valor» que representa el signi-
ción diltheyana, porque esta se refiere a un fundamento meta- ficado del objeto histórico; por fin, en 1921, Rickert admitirá
físico, Windelband se propone, en Geschichto und NaturwiJ, la noción de «comprensión», para calificar con ella 1a compren-
senschaft ( Historia y ciencia natural; 1894), diferenciar ambos sión del significado a que tienden las ciencias de la cultura.
términos según la diversidad abstracta de su fin cognoscitivo: Formulada inicialmente en el puro terreno lógico, la distin-
existen ciencias orientadas hacia la construcción de un sisterna ción entre ciencia natural y conocimiento histórico se transfor-
de leyes generales ( las ciencias nomotéticas) y ciencias orientH• maba, de este modo, en ~na distinción de campos de investi-
das hacia la determinación de la individualidad <le determinado gación, justificada por la ausencia o 1a presencia de una «re-
fenómeno ( las ciencias idiográficas). Desde este punto de vis- lación de valor».

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Durante casi dos decenios, desde 1883 hasta los umbrales del nios del siglo XIX y que proseguía aún. En efecto, \X'eber
nuevo siglo, la antítesis constituida por estas dos posiciones había tropezado con esos problemas en su propia labor de
estuvo e~ ~1 centro de la controversia sobre el método y sobre historiador y de sociólogo, en cuanto había debido precisar
las cond1c1ones de validez de las ciencias histórico-sociales. las condiciones de uso de sus propios instrumentos de investi-
Las discusiones y polémicas que se desarrollaron en torno de gación y la relación de la investigación objetiva con sus pro-
ella -y en ]as cuales se insertó la original labor de Simmel- pios intereses políticos. Mientras estudiaba la historia del de-
tuvieron su constante término de referencia en tal alternativa recho comercial en el medioevo, y la historia del derecho
y, con frecuencia, se agotaron en el intento de probar o re~ agrario romano, había debido enfrentar el problema de la
futar u~a u otra tesis, o bien de conciliarlas de algún modo. relación entre las instituciones económicas y la elaboración
Determmando como procedimiento propio de las ciencias del de los conceptos jurídicos correspondientes v por lo tanto
espíritu la comprensión, Dilthey señalaba el fundamento de su la cuestión de la diferencia entre investigaci6n., histórica y con~
validez en la relación circular entre Erleben, expresión y Vers- sideración jurídica; del mismo modo, el análisis de la decaden-
tehen: las ciencias del espíritu están validadas -si bien de cia económico-social de la civilización antigua lo había enfren-
manera limitada y condicionada- por la identidad del sujeto tado con el problema del «peso» de los factores económicos
cognoscente con el mundo que constituye su campo de inves- en el curso histórico. Por otra parte, su participación en los
tigación. El hombre puede comprender su mundo el mundo tra~ajos del Verein fiir Sozialpolitik (Unión para la política
histórico-social, porque forma parte de él y lo ¿apta desde social) y en la encuesta sobre las condiciones de vida de los
adentro. La justificación de la validez de las ciencias del es- campesinos de Alemania oriental lo había puesto frente a la
píritu se remite, en consecuencia, a una tesis fundamental del problemática de una investigación sociológica «sobre el te-
historicismo diltheyano -también Simmel la admite en forma rreno», y frente al problema más vasto de la relación entre
no muy disímil-, y se inserta en la compleja relación entre esta investigación y la posibilidad de una toma de posición
la crítica de ]a razón histórica y el esfuerzo por lograr la de- política orientada hacia la transformación práctica de las con-
te!minación de 1~ historicidad humana. Para Windelband y diciones dilucidadas empíricamente. Cuestiones análogas plan-
Rickert, en cambio, una vez reconocida la «relación de valor~ teábanle también el análisis de las condiciones humanas del
como esencial al objeto histórico, las ciencias de la cultura trabajo industrial y su influencia sobre la vida de los obreros,
obtienen su validez --que en tal caso es una validez incondi- o bien el estudio de algunos aspectos característicos de la
c~onada que se realiza en resultados incontrovertibles, adqui- economía moderna. En cada uno de estos casos, la labor de
ridos de una vez para siempre- de la validez de los valores investigación se mostraba ligada al planteo de problemas me-
que ellas asumen como criterios para la selección del dato todológicos, a la formulación lógica de instrumentos que per--
empírico. La justificación de la validez de las ciencias de la mitiese lograr los resultados a que se aspiraba. La metodolo-
cultura se encuadra, por lo tanto, dentro de la filosofía ricker- gía weberiana construíase, de este modo, en el curso de la in-
tiana de los valores, y encuentra su base genuina en la tesis vestigación concreta, día tras día, hallando su núcleo genuino
del carácter absoluto que es preciso atribuir a tales valores. en la exigencia de definir la función respectiva del análisis
La contraposición entre el punto de vista de Dilthey y el empírico de las ciencias histórico-sociales y de la actividad
compartido, al menos en sus líneas principales, por Windel- política. Su primera manifestación explícita puede discernirse
band y Rickert, revélase de este modo en su alcance gnoseo- en un ensayo dedicado a la discusión de un problema clave
lógico, mostrando su relación con una diferencia más funda- del debate metodológico de los últimos años del siglo xrx:
mental de prospectiva filosófica. el ensayo Roscher und Knies und die logischen Probleme
der historischen Nationalokonomie ( Roscher y Knies, y los
En este ambiente formóse la metodología de Max Weber, que problemas lógicos de la economía política histórica; 1903-
representa, precisamente, el esfuerzo orgánico por resolver los 1906).
problemas planteados por el debate interno de las ciencias Es a través del análisis de los presupuestos <le la escuela histó-
histórico-sociales y por el debate general acerca de su función, rica de economía como \Xleber torna posición frente a la he
desarrollado por la cultura alemana en los dos últimos dece- rencia metodológica romántica y, a1 mismo tiempo, define ~u

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: i;ritud con relación a la antítesís entre el punto de vísta de metodología weberiana a elegir entre la posición diltheyana
!Jilthey y el compartido por Winde1band y Rickert. Y. a_quella que Rickert, por esos mismos años, acababa de de-
Rete mando las críticas de Menger, \Y/eber destaca de qué fmir en los Gre¡¡zen. La elección de Weber es explícita a este
modo el procedimiento del historicismo económico no es en respecto. A través del rechazo del objetivismo y del intuicio-
realidad, un procedimiento historiográfico, sino que constituye nisrno histórico, descarta Weber en los hechos algunas tesis
una investigación de tendencias evolutivas inficionada por el del análisis de Dilthey: las ciencia.s histórico-sociales no se dis-
empleo de categorías románticas. La contrapartida positiva de tinguen po~~ tener como objeto el espíritu antes que 1a natu-
esa crítica es, por un lado, la exigencia de investigaciones de raleza, o bien porque procedan mediante la comprensión in-
historia económica propiamente tales, orientadas a determinar terna del significado de cierto fenómeno antes qÚe mediante
la estructura de las diversas formas de economía y el proceso su explicación causal. Lo que distingue al conocimiento his-
que conduce de unas a otras, y, por otro lado, el reconocimien, t?ric~, y a las disciplinas que pertenecen a su ámbito, de la
to de la validez del planteo de la economía clásica, dentro <le ciencia natural es su particular estructura lógica, es decir, la
los límites ya señalados por Menger. Rechazando 1a noción orientación hacia la individualidad. Precisamente, el recurso
de «espíritu del pueblo>> como fundamento real de las mani- al punto de vista elaborado por Rickert ofrece a la metodolo-
festaciones <le desarrollo de determinada sociedad, así como gía weberiana los instrumentos para 1levar la polémica en
la indebida trasposición de conceptos biológicos al estudio de contra de la herencia romántica de la escuela histórica y para
los fenómenos económicos, trasposición implícita en la con- enc?ntrar u~a primera definición positiva. No el objeto, sino
l'Cpción «orgánica», Weber amplía el alcance de su análisis el fm con m.tras al cual es indagado y el método de su elabora..
hasta convertirlo en una crítica rigurosa de los presupuestos ciór; ~onceptual; no la comprensión como procedimiento psi-
que el historicismo económíco de Roscher y de Knies había colog1co, smo el modo en que ella encuentra verificación em-
heredado de la escuela histórica, v, en consecuencia en una pírica y se traduce en una forma específica de explicación cau-
crítica de la herencia romántica i'obreviviente dentr~ de las sal, he ahí lo que distingue a las ciencias histórico-sociales.
ciencias histórico-sociales. Aquel proceso de liberación gradual Sin embargo, esta elección en favor de las posiciones de \\rin-
respecto de t,11 herencia, que el debate metodolóo-ico de los delband y Rickert no constituye un rechazo integral de las
últimos dos decenios <lel siglo XIX había iniciado, s/'transforma t~s!s d!ltheyanas. Lo que Weber combate en estas --y es sig-
élquí en una ruptura explícita, en un rechazo de principio. La mficatlvo que la toma de posición frente a Dilthey sea por
obra de la escuela histórica se muestra inficionada por la lo ,común solo implícita- es su aspecto romántico, no las
introducción de presupuestos metafísicos que, dado que adquisiciones positivas que ha logrado. Weber no niega, en
implican una pretensión valorativa, no permiten desarrollar efecto, que las ciencias histórico-sociales tengan un campo de
una investigación objetiva. Sobre esta hase adquiere signifi- investigación y un procedimiento particular propios: niega
cado la polémica que, partiendo del análisis de las formula• solamente que ambos basten para caracterizar su estructura
ciones de Knies, la metodología weberiana emprende en contra lógica. La posición diltheyana, en consecuencia, es sometida
de \Vundt y Münsterberg, de Sirnmel y Gottl, y, por último, a un proceso de reinterpretación, por cuya vía sus tesis pue-
de Lipps y Croce. La autonomía del conocimiento histórico, den entrar en relación con las de Rickert. Afirmar que las
en cuanto forma de conocimiento provista de validez propia, ciencias histórico-sociales deben emplear un procedimiento de
no puede ser garantizada mediante un objeto específico (1a comprensi?n. adecuado a su objeto es plenamente legítimo, si
realidad «psíquica» por contraposición a la realidad «física») tal proced1m1ento no es ya un Verstehen inmediato un acto
ni mediante un procedimiento psicológico específico ( la com- de _int_uición, sin~) que se convierte en la formulación' de hipó-
prensión como intuición inmediata); en efecto, ni el objeto tesis mterpretat1vas que esperan su verificación empírica. v.
ni el procedimiento, tomados por sí o en su relación, pueden por lo tanto, que se las asuma sobre la base de una explicación
caracterizar la estructura lógica de una disciplina, así como causal. .La comprensión ya no excluye la explicación causal sino
tampoco fundar su validez objetiva. De este modo la polémica que comcide ahora con una forma específica de esta: con 1n
antirromántica, y el esfuerzo a ella ligado por' justificar el determinación de relaciones de causa y efecto individuada~.
carácter objetivo del conocimiento histórico, constriñeron a la Las ciencias hist6rico-sociales son, por lo tanto, aquellas e:; rr
18 l9
ciplinas que, sirviéndose del proceso de interpretación, pro- ración respecto de sus consecuencias políticas; por otra parte,
curan discernir relaciones causales entre fenómenos indivi- d desarrollo de las ciencias histórico-sociales había constituido
duales, es decir, explicar cada fenómeno de acuerdo con las una tentativa por ilustrar y enfrentar las cuestiones prácticas
relaciones, diversas en cada caso, que lo ligan con otros: la planteadas a cada momento por el cambio de la estructura
comprensión del significado coincide con la determinación de económico-social de Alemania y su nueva posición en el campo
las condiciones de un evento. internacional. No por casualidad muchos de los exponentes
Por la vía de este análisis, Weber determinaba algunas direc- más importantes de ese desarrollo -desde Schmollcr hast.1
ciones de investigación que habrían de ser fundamentales para A. W agner y desde L. Bren tan o hasta muchos otros- fueron
el desarrollo de su metodología; al mismo tiempo, precisaba también Jos representantes de aquel «socialismo de cátedra»
el planteo del problema central que esta enfrentaría: el pro- que aunaba el estudio científico de los problemas económico-
blema de la objetividad de las ciencias histórico-sociales. La sociales con la aspiración a una transformación en sentido
polémica en contra de la herencia romántica de la escuela moderno del ordenamiento social de Alemania. Y no por ca-
histórica ya ha puesto de relieve las dos condiciones que pue- sualidad, en las revistas de ese período, la discusión de las
den garantizar tal objetividad: 1) Las ciencias histórico-so- cuestiones de política social marchaba a la par del planteo
ciales no deben recurrir a presupuestos que impliquen una toma de los problemas teóricos y de la elaboración de los instrumen-
de posición valorativa, y 2) las ciencias histórico-sociales de- tos de investigación. Precisamente, estos eran los hombres cor.
ben verificar sus propios asedas mediante el recurso a la ex- quienes más ligado se sentía Weber, como estudioso y como
plicación causal. En el análisis de estas dos condiciones y de político: recuérdese su participación en la encuesta promovida
su posibilidad de realización efectiva, la metodología webe- por el Verein für Sozialpolitik. También eran esas las revis-
riana se constituye en sus líneas directrices, primero en el tas con las que colaboraba. Por eso, en el momento de asumir
ensayo «La "objetividad" cognoscitiva de la ciencia social y la codirección del Archiv fiir Sozialwissenschaft und Sozialpo-
de la política social» ( 1904), y luego, a través del estudio del !itik se vio obligado a tomar posición con respecto a eso, y a
esquema explicativo historiográfico, en los sucesivos << Estudios deslindar su punto de vista metodológico del de Schmoller, y
crític_os sobre la lógica de las ciencias de la cultura» (1906); en general de los exponentes del «socialismo de cátedra».
al mismo tiempo, encuentra el modo de afirmarse polémica- Las ciencias histórico-sociales pueden, por cierto, tomar s11s
mente mediante toda una serie de discusiones contenidas en remas de la vida político-social y contribuir a la orientación
diversos ensayos de menor relieve. ideológica con la solución de determinados problemas. Pero
El análisis de la primera condición es realizado con referencia su investigación debe ser objetiva. Esto significa que no pue-
a la distinción rickertiana entre juicio de valor y «relación de den formular juicios de valor, y que sus resultados no puedcp
valor». Pero también aquí, tras la abstracta fórmula enunciada convertirse en la base de una posición política. El plano en
por Rickert, existen problemas de investigación concreta y que se mueven no es el de la validez ideal de los valores, sino
divergencias metodológicas que Weber encontraba presentes solamente el de la existencia de hecho; no pueden decirnos
en el ambiente de las ciencias histórico-sociales de Alemania, si estos valores valen o no, ni prescribir un comportamiento
a saber: los problemas que también él había debido enfrentar en lugar de otro: pueden solamente indagar los valores en su
en su labor de historiador y de sociólogo, y aquellas divergen- génesis histórica. La investigación científica que las ciencias
cias que había procurado resolver en la confrontación cotidia- histórico-sociales desarrollan es independiente de cualquier
na entre tal labor y sus intereses políticos no menos vigorosos. toma de posición valorativa: discierne lo que es, no determina
Los presupuestos metafísicos en los que se había basado la lo que debe ser. Entre ellas y el juicio de valor media una
escuela histórica tenían muchas veces un alcance político con- heterogeneidad radical, una solución de continuidad. Sobre
servador; en efecto, la concepción «orgánica» de la sociedad esta base \Veber puede adoptar la distinción rickertiana entre
designaba por lo común, no solo un método de estudio, sino juicio de valor y «relación de valor»: las ciencias histórico-
también un ideal político-ideológico que servía como criterio sociales no admiten en su ámbito ninguna valoración prácticc1,
de valoración. La liberación respecto de aquellos presuoues- sino que están en relación -una relación puramente teórica--
tos había significado, por lo tanto, al mismo tiempo, una 'libe- con los valores que delimüan su. objeto dentro de la multipJi-

20 21
ciclad de los datos empíricos. Y la «relación de valor» no es,
la conexión interna de sus investigaciones y, más aú.n, su _r~la-
por lo tanto, un principio de valoración, sino un principio de
dón con otras disciplinas tienen una base, no ya s1stemat1ca,
selección: sirve para determinar un campo de investigación.
sino problemática. De allí se sigue tam~ién. ~ue la cu!tura,
dentro del cual la indagación procede de manera objetiva a fin
antes que constituir un campo de investigac~on determmad?
de lcwrar la explicación causal de los fenómenos.
La m;todología weberina encuentra el punto de partida de su
de una vez para siempre mediante la referen~1a a valores um-
'Versales v necesarios, pasa a ser un compleJo de campos de
elaboración sistemática, por lo tanto, en el análisis del cono-
cimiento histórico realizado por Rickert, del cual extrae al- investiga~ión autónomos, co?r~i~ados entre. sí de un_a ~na?era
que varía con el desarrollo h1stonco de las d1vers~s ~1;c1plmas.
gunos de sus presupuestos más i.mP~:tantes. L~ «rela.ci~n. de
valor» vuelve posible la determuiac10n del ob¡eto h1stonco,
A través de este cambio el problema de la explicac10!1 caus~l
en el dominio de las ciencias histórico-sociales adquiere, sm
el cual se constituye como tal en virtud de su <~significado
embargo, nueva fisonomía. We?er s~ ~plica a su an~li.sis en
cultural»· este sionificado es siempre individual -es decir, el
la segunda parte de los «Es~ud10~ cr~tlcos sobre la .log1ca de
de un cie;to fenó~eno condicionado por relaciones particulares las ciencias de Ja cultura». S1 la c1enc1a natural explica los fe-
con otros-· el conocimiento histórico, por lo tanto, es siem-
nómenos refiriéndolos a un sistema de leyes generales, y las
pre una <<cie~cia de realidad». Pero, a tr~vés de esta exigencia,
ciencias histórico-sociales quieren explicarlos, en ca~~io, en
la doctrina del método formulada por Rickert en los Grenze11
su individualidad, y, por lo tanto, en el proceso especifico .del
sufre una transformación intetfla de importancia decisiva; el
cual surgen, ¿cómo es empero posible est:1, forma de exp~ica-
punto crucial <le esa transformación es el modo en que \V/ eber
ción -que al mismo tiempo es c?mprens10n- ~e un obJeto
interpreta la relación del objeto histórico con los valores.
histórico y mediante qué procedurnento es posible llegar a
Para Rickert esta relación constituía, no solo un principio de
ella? Ta~bién la explicación de un objeto hist~ri~o! en los
selección, si1~0 también el fundamento de la validez incondi-
hechos, implica una selección dentro ~e la mult1phc1dad del
cionada del conocimiento histórico, en cuanto los valore:. que
dato empírico y de las infinitas relac10nes que ligan a cada
presiden la selección son -según el postubdo centra! de
uno de sus elementos con otros, infinitos. Puesto que la tota-
la teoría \vindelbandiana y rickertiana de los valores- univer-
lidad de las relaciones de causa y efecto de las que depende
sales y necesarios. Para Weber, en cambio, la referencia d~l
la ocurrencia de un fenómeno es conceptualmente ina~otabl:,
dato empírico a los valores no representa ya una garantrn
e] campo de investigación dentro del cual se mueve la 1~~est1-
absoluta v la selección entre la multiplicidad de los datos est,1
gación debe ser delimitado sobre la b~se de un~ .selecc1on; y
dirigida p~r criterios que no son universales y necesarios, sino
esta se encuentra ligada al punto de vista especifico des1e el
que, a su vez, son el resultado de una selección. Esta no recae
cual se realiza la investigación. La explicación se r:stnnge,
va solo sobre el dato empírico, sino también sobre los valorts
por lo tanto, a una serie f init~ de elementos, ~eterminada en
:1 los cuales es referido; v el procedimiento de las ciencias hh cada caso sobre la base de cierto punto de vista, y de este
tórico-sociales aparece encuadrado dentro de una dimensión se-
1nodo se desarrolla siguiendo una dirección particular de rela-
lectiva fundamental. En consecuencia, el plano trascendental
ciones entre los fenómenos, abstractamente aislada de las otras
de ]a doctrina rickertiana del método deja sitio al plano meto-
dológico de un análisis dirigido a ilustrar la función de. los
direcciones posibles de investigación. Tal es el proceso ae
«imputación» de un acontecimiento a sus «causas», según se
valores como criterios de selección, y el modo en que las cien-
configura en las ciencias histórico-sociales. E~ .e.ste punto s~
cias histórico-sociales se organizan sobre esta base. La relación
presenta, sin embargo, el problema de la posibilidad ~e v~:1·
con los valores pasa a designar la particular dirección del in-
ficar empíricamente la «imputación>>, esto es,. la _d7termmac10n
terés cognoscitivo que mueve Ja investigación, es decir, el espe-
de una relación de causa y efecto en forma md1v1dual: deter-
cífico punto de vista que esta adopta, delimitando su campo.
minada cierta serie de relaciones sobre la base de una seb.:-
De aqní se sigue que las disciplinas pertenecientes al edificio
ción, ¿cómo es posible establecer que ellas y ~o otras han
del conocimiento histórico no tienen un ámbito determinado
conducido al acaecimiento del fenómeno a explicar? La de-
a priori, sino que se lo constituyen sobre la hase de un ci_ertn
mostración puede realizarse solament~, a~i~ma W~ber, me-
punto de vista o de un cierto conjunto de puntos de v1sta;
diante la construcción de un proceso h1potettco ---diverso del

23
proceso real por la exclusión preliminar Je uno o de varios totalidad los factores determinantes de su ocurrencia, en el
elementos- y la posterior comparación entre el proceso real ámbito del esquema explicativo condicional existe la posibi-
y el proceso hipotéticamente construido. Según que la exclu- lidad de diversos órdenes de explicación, con relación a la
sión de tal elemento conduzca a la construcción de un proceso diversidad de los puntos de vista qne indican la dirección de
posible más o menos diferente del proceso real, deberá infe- las relaciones indagadas.
rirse que su importancia causal en el proceso en cuestión es De esta manera, la metodología weberiana lograba ilustra! e1
mayor o menor. Por lo tanto, la «imputación» de un aconte- alcance de las dos condiciones fundamentales que garantizan
cimiento se produce de manera indirecta, a través de juicios 1a objetividad de las ciencias histórico-sociales. A través de la
de «posibilidad objetiva», los cuales se disponen sigui,endn distinción entre investigación objetiva y juicio de valor, det~r-
una serie de grados comprendidos entre dos casos límite: la minó primero tal objetividad de modo negativo; en cambio,
«causación adecuada>> y la «causación accidental». En el caso a través del estudio del procedimiento de explicación causal,
en que el proceso hip~tético no conduce ya al objeto que se obtiene una determinación positiva. Las ciencias histórico-so-
debe explicar, se deberá inferir que el elemento excluido está ciales en cuanto condicionadas en su punto de vista y en la
ligado a él por una relación de «causación adecuada», es decir delimitación del c,1mpo de jnvestigación por el interés del
que es imprescindible en el conjunto de sus condiciones; en estudioso, y, por lo tanto, por la situación cultural dentro de
el caso en que el proceso hipotético tenga un desenlace aná- la cual este actúa, parten de un término subjetivo; pero en
logo al proceso real, se debérá inferir que el elemento excluido d ámbito del campo de investigación así delimitado, sus re-
está ligado con el objeto mediante una relación de «causación sultados son objetivamente válidos, y lo son en virtud de 1a
accidental», es decir que su presencia o ausencia resultan in-· estructura lógica de] procedimiento explicativo. La ~nica ga-
diferentes. La comparación entre el proceso construido hipo- rantía de tal objetividad se encuentra, en consecuencia, en la
téticamente y el proceso real permite establecer, en cada caso, recta aolicación de los instrumentos que, en su conjunto, cons-
la importancia causal de cierto elemento, con relación al fe- tituye~ tal estructura lógica, y no en la referencia a valores
n6meno que debe ser explicado. Solo que, de esta manera, incondicionados sustraídos a la selección. El deslinde respecto
las «causas» dilucidadas de este modo no son ya todas lJs de Rickert se muestra, en este punto, nítido e incontroverti-
causas del acontecimiento en cuestión, sino solamente las con- ble. Pero de ello se sigue también una diversa interprernc1ón
diciones individualizadas siguiendo cierta dirección de la in- del edificio de las ciencias histórico-sociales. Para Rickert, el
vestigación, correlativa a la adopción de un punto de vista conocimiento histórico estaba constituido por un conjunto de
específico; en segundo lugar, el nexo de causalidad admite 1.rna disciplinas -las cíencic1s de la cultura- ligadas por r_el~ciones
serie de grados que van desde la «causación ,tdecuada» a L1 jnmutables y provistns, cada una, de 1m campo ob1_et~vo_ de
«causación accidental». Con esta doble restricción del proce- indagación., ~ara Weber, la. conexión ~?tre tales d1s~1~lmas
dimiento explicativo de las ciencias histórico-sociales, Weber es problematlca, y puede vanar en relac10n con el surg1m1ento
realiza el abandono del modelo clásico de explicación causaí de nuevos problemas propuestos por situaciones nuevas; nue-
y el pasaje a un esquema de explicación que ya no es causal vas disciplinas pueden constituirse, transforma.rse otras, y los
sino, antes bien, condicional. Cuando ponen de manifiesto una límites entre ellas pueden variar y de contmuo Jo hacen.
serie finita de fenómenos -diversa de acuerdo con el punto Común a todas es, solamente, la orientación en vista de "1
de vista de la investigación-, de la cual depende un cierto explícación de los acontecimientos del mundo humano en su
fenómeno considerado en su individualidad, las ciencias his- individualidad y, por lo tanto, el empleo de los instrumentos
tórico-sociales no establecen sus factores determinantes sino que permiten tal explicación. Las ciencias histórico-s0<~iales
que determinan un cierto grupo de condiciones que, junto co•i son por eso, en ültimo análisis, disciplinas de conocirmento
otras, lo vuelven posible. La relación de causa efecto, inter- histórico. ¿Cuál es, entonces, el lugar de lcjs conceptos y de
pretada como relación necesaria, es sustituida por una rela- las reglas generales -en otros términos: del saber nomoló,.
ción de condicionamiento. Si desde el punto de vista del mo- gico- en el ámbito del conocimiento histórico? ¿Forman
delo clásico de explicación causal podía darse por explicado parte de ella sistemas de conceptos abstractos -por ejemplo,
cierto fenómeno sí, v solo si, habían sido descubiertos en st1 los de 1a ciencia económica- y, en caso afirmativo, qué fun-

24 15
ción ejercitan? De 1a respuesta a estos interrogantes surge la conexión sistemática de conceptos y de reglas que presentan
teoría weberiana del tipo ideal. La ciencia natural procura carácter típico-ideal. Todas las ciencias histórico-sociales, en
det,erminar un sistema de leyes generales a fin de explicar sobre su conjunto, tienden hacia lo individual. Pero el camino hacia
la base de eUas la multiplicidad de los fenómenos, progresan- lo individual pasa, en cada caso, a través de lo general, dd
do hacia un nivel creciente de generalización; el conocimiento saber nomológico. De esta manera, la investigación historio-
histórico se sirve, en cambio, de las uniformidades, formula- gráfica y las disciplinas sociales abstractas -como la ciencia
das como reglas generales del devenir, con el propósito de económica o la sociología, etc.- confluyen en el mismo pro-
lograr la explicación de los fenómenos en su individualidad. cedimiento de elaboración típico-ideal y en Ja misma orienta-
No la presencia o ausencia del saber nomológico, sino su ción hacia un fin fundamental común.
diversa función distingue entre sí la ciencia natural y las cien-
cias histórico-sociales: lo que en la primera es el término de Reconduciendo la validez del conocimiento histórico a ]a va-
la investigación, en las segundas, en cambio, es un momento lidez incondicionada de los valores, Rickert había subordinado
provisional de ella. Hasta qué punto ello es cierto lo demues- el análisis metodológico a la teoría del conocimiento. Su doc-
tra la misma construcción de un proceso posible, que no puede trina de! método se movía, de hecho, en un plano trascenden-
realizarse sin recurrir a reglas generales del devenir que per- tal, a saber, en el plano de discusión adoptado por el neocriti-
mitan trazar la sucesión de los fenómenos, que debería haberse cismo alemán. Para Weber, en cambio, el problema de la ob-
producido sobre la base de m. exclusión de uno o varios ele- jetividad de las ciencias histórico-sociales encuentra su solu-
mentos: la explicación de la individualidad presupone el saber ción genuina a través del examen de las condiciones discerni-
nomológico, es decir un conjunto de uniformidades típicas de bles en la estructura lógica interna de tales disciplinas. La
comportamiento empíricamente comprobables. Y estas uni- teoría del conocimiento se resuelve con ello dentro de la me-
formidades, lo mismo que los conceptos generales, están cons- todología, y esta se configura como un análisis que se atiene al
tituidas mediante un procedimiento abstractivo que, aislando modo de laborar efectivo de las ciencias histórico-sociales. Na-
dentro de la multiplicidad de lo empíricamente dado algunos cida como esfuerzo de solución de problemas planteados por
elementos, procede a coordinarlos en un cuadro coherente, sin el desarrollo de estas disciplinas, y con los que el propio We-
contradicciones. De este modo, el resultado de tal procedimien- ber había tropezado en su obra de investigador, la metodolo-
to abstractivo es siempre un tipo ideal, que por un lado se gía weberiana toma de continuo su material - y obtiene su
diferencia de 1a realidad y no puede ser confundido con ella, vitalidad- de la referencia a cuestiones de investigación con-
pero que, por el otro, debe servir instrumentalmente para la creta. Las polémicas siempre renovadas que Weber entabló
explicación de los fenómenos en su individualidad; es siempre desde 1903 hasta su muerte --con Stammler, con Brentano,
un criterio de comparación al cual debe ser referido el dato con Ostwald, además de la que sostuvo con Eduard Meyer-
empírico, es decir, es un concepto-límite ideal que debe pro- son el mejor testimonio de esa referencia y de la tentativa de
porcionar un esquema conceptual orientador para la investi- mostrar la validez de los resultados del análisis metodológico
gación. Cada regla general del devenir y cada concepto general en el banco de prueba de la clarificación de problemas espe-
revisten un carácter típico-ideal en este sentido Las reglas ge- cíficos. Pero la relación entre la investigación de las ciencias
nerales del devenir son construcciones abstractas dotadas de histórico-sociales y la metodología no se establece solo desde
una validez probable, que revisten un significado heurístico; las primeras hacia la segunda: es, para Weber, una relación
los conceptos generales son conceptos que ponen abstracta- bidireccional que implica, para la metodología, la posibilidad
mente de relieve los elementos esenciales de cierto fenómeno de orientar la labor de las diversas disciplinas mediante la for-
o cierto grupo de fenómenos, reuniéndolos en un cuadro librt· mulación abstracta y la sugerencia de instrumentos de investi-
de contradicciones, y que se organizan en diversos niveles de gación. El esquema explicativo condicional, determinado en
generalidad ( desde los conceptos típico-ideales de especies la teoría, encuentra de hecho su realización, primero, en la
hasta los de objetos históricos particulares). Una disciplina «sociología de la religión», --desde los dos ensayos La ética
como la ciencia económica, y de manera análoga el aparato protestante y el espíritu del capitalismo (1904-1905) y Die
teórico de cualquier ciencia social, no es otra cosa que una protestantische Sekten und der Geist des Kapitalismus ( Las

26 27
los conceptos típico-ideal;s que se muestra en estos estudios 191 O-- se encargaba de mostrar el carácter mactecuacto i:1e
representa la contrapartida exacta de aquellas definiciones teó- esta vía, y la exigencia de definir de manera rigurosa el signi-
ricas. El examen de la relación entre desarrollo económico y ficado de los conceptos sociológicos conducía a Weber a la
desarrollo religioso, considerada desde el punto de mira de la tentativa de presentar una formulación sistemática de ellos.
JiversiJad de la ética económica propia de cada forma hist6- Así la sociología se preparaba para ser reconocida como
rica de religión, se realiza en la «sociología de la religión» so- disciplina autónoma, en relativa antítesis respecto de la histo-
bre 1a base del presupuesto de un nexo de condicionamiento riografía. Este paso se cumple en el ensayo «Sobre algunas
recíproco, al que se procura, en cada caso, discernir en cuanto categorías de la sociología comprensiva» ( 1913 ). Si se atd-
a su dirección y a sus límites. Y en Economía y sociedad el buye autonomía a la sociología, ella debe poseer un campo de
análisis sistemático de las relaciones entre fenómenos econó- investigación distinto del campo de la investigación histórica,
micos y otros tipos de fenómenos sociales se configura como y debe hacer de los conceptos típico-ideales un uso diverso
el análisis del condicionamiento de los primeros por parte de ·( al menos dentro de ciertos límites) del historiográfico. Des-
los segundos y, al mismo tiempo, de acuerdo con estos. Del de este punto de vista, el objeto de la sociología resulta cons-
mismo modo, el análisis comparativo de las religiones univer- tituido por las uniformidades de la conducta humana en cuan-
sales, con la tipología elaborada con ese fin, sirve en la <<So- to dotadas de sentido, es decir, por modos rípicos de compor-
ciología de la religión» con miras a la determinación de su di- tamiento accesibles a fa <<Comprensión». Tales u.niformi&ides
versidad y de la diversidad de la ética económica correspon- no son por cierto «leyes>> en el sentido en que lo había soste-
diente a aquella. En Economía y sociedad, la obra de la socio- nido la sociología positivista; antes bien, son uniformidades
logía se presenta como la construcción de un sistema de con- empíricamente comprobables y expresadas en forma de tipos
ceptos típico-ideales que deben permitir el estudio diferencia- ideales. Como conceptos típico-ideales, los conceptos socioló-
do de las diversas relaciones sociales y, en consecuencia, su em- gicos pueden ser empleados, en consecuencia, con 1?ir~s. a la
pleo, en último análisis, para la comprensión historiográfica explicación de los fenómenos sociales tomados en su rnd1v1dua-
de los fenómenos de la sociedad. lidad. Pero la conexión entre historiografía y sociología deja
Pero en el pasaje del planteo de la «sociología de la religión» de constituir una conexión inmediata para encontrar su tér-
al análisis de Economía y sociedad se pone de manifiesto, con mino medio en la organización sistemática, lo que posibilita
particular claridad, la importancia que la metodología webería- a ambos configurarse como orientaciones de investigación dt-
na reviste para el desarrollo interno de la labor de investiga- versas y divergentes. El Verstehen, es decir la •«comprensión»
ción concreta. En la teoría, Weber había establecido 1a cone- sociológica, se sirve siempre de conceptos para determinar el
xión entre investigación historiográfica y disciplinas sociales: sentido de nna conducta y poner de relieve sus uniformidades.
pero los límites de esa conexión permanecían todavía impre- Sobre esta base pasa Weber a caracterizar más de cerca el
cisos. Y justamente 1a sociología seguía constituyendo el pun- campo de investigación de la sociología <<comprensiva». La
to crucial de b cuestión, al que la contraposición entre la definición de -<<conducta» representa el punto de partida de tal
orientación sistemático-formal y la orientación histórica volvía procedimiento. Conducta es cualquier especie de acción del
siempre más urgente y de difícil solución. La elaboración de hombre que tome posición frente a cierto objeto, encontran-
conceptos sociológicos, ¿es posible solamente en relación di- do en él su término de referencia: de tal modo, se identifica
recta con el estudio histórico de determinados fenómenos en con la acción humana en cuanto condicionada por 1111a situc1-
su individualidad, o bien puede dar lugar a un sistema orga- ción objetiva. Pero la conducta pertinente sociológicamente no
nizado y coherente de conceptos, análogo al de la ciencia eco- es la acción humana como tal sino la acción social, vale decir,
nómica? En la «sociología de la religión» Weber había em- una especie particular de acción que se refiere a la acción de
prendido, en concreto, el primer camino, considerando la e!a- otros individuos. Lo que caracteriza a la conducta estudiada

28 29
por la sociología es, por lo tanto, la orientación en vista de la nal con relación a fines» a la <<racional con relación a valores:+-
conducta (e otros individuos, y la consiguiente posibilidad de ( tal como se la definirá más tarde); de la conducta «afectiva»-
comprens10n sob~e la 1?~se de esta_ orientación: ella posee, de ª la tradicional. La tipología rápidamente enunciada por We-
este modo, una d1mens1011 de alteridad que la vuelve pertinen- ber en el ensayo «Sobre algunas categorías de la sociología
te para la investigación so~iológica. Resulta ahora claro qué comprensiw» - y retomada más tarde en Economía y socie-
entiende Weber por <<sentido» de una conducta: trátase del dad- constituye la elaboración de algunas formas fu1~damen .
,1,e1_1ti~o subjetivamente mentado por la conducta misma, y tales de conducta, que van desde el «actuar en comunidad»
comc1Je, por lo tanto, con su orientación en vista de la con- h_a~ta ~] <<actuar en sociedad», pasando por las diversas espe-
d_uc~a _de otros individuos. La posibilidad de comprensión so- c1ficac10nes de amb:Js. En el ámbito de tal tipo'.ogía, p~)r otra
ctolog1ca de una conducta consiste en la posibilidad de deter- parte, puede \Veber remitirse a análisis característicos de la
minar su término de referencia y su orientación en vista de s?ci?logía alemana anterior a él, y en particular retomar la
e~te: e! sentido de la cond~1~ta puede ser, en consecuencia 1 distinción formulada por Tonnies entre «comunidad» y «so..
ciedad».
discernido sobre bases empmcas. Pero establecer la orienta-
ción de una condu~ta significa establecer el modo en que es En efrcto, los diversos tipos de acción social designan, al mis-
adoptada y mantemda dentro de ciertas condiciones· su tér- mo tiempo, tipos de relaciones correspondientes.
mino de referencia, en efecto, se encuentra en las co~diciones Desde el momento en que el término último al cual puede lle. ,
que la tornan posihle, y su dirección repre~enta precisamente g_ar la sociología «comprensiva» es el individuo que asume
la toma de posición frente a tales condicione/ Desde el m; cierta conducta en relación con otros individuos la relaciSn
social no_ desi~na~ en_ l?s hechos, una entidad supe~ior al plano
mento en que la acción social está orientada en vista de la
acción de otros individuos, de allí se sigue también que tal de 1a existencia md1v1dual, que poseyese una suerte de exis-
determinación solo puede realizarse dilucidando a qué con- tencia heterogénea. No es otra cosa que una conducta de va-
ducta de otros individuos se vincula y cómo toma posición rios individuos, instaurada sobre la base de una conducta re-
frente a estos. La comprensión del sentido de la conducta se cíproca, es decir, un modo de acción ínter-individual. Con ello
conviert~! por lo tanto, ~~ la explicación de su configurarse se rescata el análisis de Simme] de las formas de relación S(J-
en !elac10n con las cond1c10nes que la vuelven posible, vale dal, pero dejando de lado el presupuesto de una diferencia de
decir, en una determinada relación social. plano respecto del modo de vida de los individuos: el funda-
La tarea de la sociología «comprensiva>> conviértese, por Jo mento de cualquier relación social es la posibilidad, determi-
tanto, en la de elaborar tipos ideales de conducta es decir nable empíricamente y por ello previsible, de que ciertos in-
formas de acción social que pueden ser discernidas de manera dividuos adopten y mantengan determinada conducta. Tam-
recurrente en el modo de comportamiento de los individuos bién es cierto que una relación social --como había observn
h,nmanos. Y la clave para este análisis está representada pre- do Simmel- puede permanecer a pesar del cambio de los
cisamente, por la consideración de la orientación de I; con- individuos que forman parte de ella, pero ella muere si cesa
la conducta de aquellos individuos, o de otros, que la mante-
ducta, esto es, del término al cual se refiere y ]a dirección que
toma. El esquema interpretativo de inteligibilidad inmediata nían viva. Entre las formas de conducta v las formas de rela
es~ará const~tuido, entonc~s, por un tipo de conducta que se ción social existe, en consecuencia, una cÓrrespondencia ineví--
<mente en vista de determmados medios, considerados adecua~ table: la «comunidad» v la <~sociedad»-, la «unión de fines» \
dos para la realización de cierto fin establecido de manera la «relación por. cansen-so», para mencionar solo algunas, so;,
precisa: la conducta «racional con relación a fines». Sobre la formas de relación social que se rigen según cierto tipo de
base de este tipo ideal la sociología procede a la formulación con.ducta. Cuando este desaparece o se transforma, 1a relación
de otros tipos ideales derivados, que le permitan comprender social cesa o se transforma también. A partir del estudio siste
formas de conducta dotadas de un grado menor de raciona~i- mático de las relaciones entre estas formas de conducta y L1s
dad. La sociología pasa, en consecuencia a la determinación formas correspondientes de relación social, por un lado, y bs
de otros t~pos _i~e~l~s que se ~istribuye~ a lo largo de una formas de organización económica, por el otro, surgirá el com-
escala de mtehg1b1hdad decreciente: de la conducta «racio- plejo edificio sociológico de Economía y sociedad, que encon

.'30 31
trará ya establecida, en esta determinación de las categorías de los valores, a través de los intentos de aquel p~r re~lizar-
sociológicas fundamentales, su genuina trama conceptual. los: todo este proyecto a que aspiraba la especul~c16n nc~er-
tiana no era ya posible. Pero a estas con~ecuencias ne~auvas
En su labor de investigación concreta, primero mediante el debía sumarse una contrapartida constructiva. Era preciso ?,.e-
análisis comparativo de la «sociología de la religión», y luego finir ]a nueva manera en que Weber interpretaba la relac10n
mediante la determinación de la tarea de la sociología «com- del hombre con los valores, con valores que h~bí~1?- perdido
prensiva», Max Weber puso en práctica, por lo tanto, las tesis su carácter absoluto; era preciso determinar el s1gn1ficado, que
principales de su metodología. Pero la metodología weberiana pudiera atribuirse a los valore~ en cuanto ,adoptados en vir~ud
---tal como se la formuló en el ensayo «La "objetividad" de una selección. Pero este discurso deb1a sobrepasar el am•
cognoscitiva de la ciencia social y de la política social» y luego bito de la metodología de las ciencias histó~ico-so~~ales, Y re-
en los «Estudios críticos sobre la lógica de las ciencias de la quería una ampliación del campo de cons1derac1on que su
cultura»- poseía también connotaciones filosóficas de orden análisis había permitido abordar. , .
general que habían permanecido sobrentendidas. Y a el modo A ello llegaría Weber reexamina~do, ª. ma_s, de u? 1ecemo de
en que se había deslindado de Rickert, mediante un proceso distancia, la distinción entre la mvest1gac10n ob~euya de las
de transformación interna del cuadro elaborado en los Gren- ciencias histórico-sociales y el juicio de valor. S1 bien a sus
zen, contribuyó a que no explicitase la diferencia radical que en ojos esa distinción parecía clara e indubitable, ~nsistir e1: ~lla
lo sucesivo lo separaba de la prospectiva rickertiana. En reali- era una necesidad suscitada por las degeneraciones pohucas
dad, al abandonar el presupuesto ~ la validez incondicionada de la cultura alemana en el período de la guerra y por el re-
de los valores y calificar de ~selección» la adopción de los va- novado debate que había sido su cons~cu,~ncia. En. el ~nsayo
lores como criterios rectores para la investigación de las cien- «El sentido de la "neutralidad valorat1va de las ciencias ~o--
cias histórico-sociales, rompía los puentes respecto de la tesis ciológicas y económicas>> ( 191 ~), la severa c3ndena a ~a !n-
central, no solo de la doctrina del método, sino de la propia troducción de valoraciones polít1cas en la ensenanza a~adem1~a
filosofía de los valores de Windelband y Rickert. Desde este vuelve a poner a Weber frente al J?ro~lem_a, de la ,d!ferencia
punto de vista perdía significado, en los hechos, el propósito que separa esas valoracio_ne~ ~e la d1l?c1dac10n empm~~ de fa
mjsmo de elaborar una doctrina del método sobre el plano historiografía o de las d1sc1plmas sociales. Y la sol1;1c1on que
trascendental; y la metodología weberiana podía elevarse a presenta retoma, en sus líneas princip~le~, la ofrecida ya en
un plano por entero diverso, en el cual se volvía posible el 1904. Pero un problema ulterior, solo msrnuado _enton_ces,_ ~e
análisis de la estructura lógica interna de las ciencias histórico- perfila con toda su gravedad: es verdad que la 1_nve:5t.1ga~10n
sociales. Pero la distancia era todavía mayor. En efecto, desde no puede formular juicios de. val~r ni _Pro~urar s':1 1ust1f1cac16n,
este punto de vista perdía también significado el esfuerzo de ;pero significa esto que las ciencias h1stónco-soc1ales nada ten-
aunar la reflexión acerca del método con una prospectiva filo- gan que decir con relación a los valores? ¿Se_ de~lara ~o~ ~llo
sófica como la filosofía de los valores; y la metodología we- imposible una crítica de lo~ valores? Las c1enc1~s h1stor1co•
beriana, en cuanto se constituía como forma autónoma, ex- sociales no pueden pronunciarse acerca de la val~dez ~orma-
cluía también un discurso acerca de los valores v acerca de la riva de los valores, pero pueden establecer su e:c1stencrn em-
relación entre el hombre y los valores, del tipo desarrollado pírica y elucidar las condiciones y las. consecuencias de s_u ~ea-
por Windelband y Rickert. Tomar del conocimiento histórico lización. Puesto que poner en acto cierto valor co:110 fm im-
el material para la determinación de los valores; remontarse plica cierto «costo», es decir el empleo. de deterr1;1?ado.:' 0;e-
desde los valores realizados en e] desarrollo de la cultura a dios y la aparición de ciertas consecuencia~, una critica !ecntca
los valores trascendentes; reconocer su validez incondicionada, de los valores podrá establecer la coherencia de los medios ~on
independiente del esfuerzo humano de realización; determinar relación al fin, y la relación de este con las otr_as consecuen~t~s.
la conexión sistemática de los valores en el mundo que les es En el plano empírico es posible, por consiguiente, llna cnttca
propio; indicar en tal conexión la base normativa estable de de los valores, atinente a los med10s y, por lo tanto! a las con-
la actividad humana en cada campo; definir la historicidad del lliciones de realización del valor adoptado como f m. Ella n?
hombre sobre la base de 1a relación necesaria con el mundo puede afirmar que un valor sea válido y otro no; puede, st,

B
establecer que determinados medios son apropiados o inapro-
mana es decir en el esfuerzo cotidiano que el hombre desa-
piados para realizar cierto valor, o que determinadas condicio-
nes vuelven posible o imposible su realización. Ante todo~
imlla' para tomar posición frente_ a los valores, realizarl?s o
rechazarlos históricamente. Cambian de este modo, al mismo
puede poner de manifiesto cómo los medios que con tribuyen
tiempo, la determinación del status de los valo~es y la deter-
a realizar cierto valor vuelven precaria o impiden la existen-
minación de la relación del hombre con ellos. El valor ya no
cia de otros: puede revelar la oposición entre los valores tal
es como para Rickert, un criterio normativo absoluto, indi-
como rcsul ta d~ la oposición entre las diversas condiciones
fe;ente al esfuerzo humano de realización, que subsistiese en
de realización que cada uno de ellos exige.
una esfera trascendente: existe en su posibilidad de dirigir la
De esta manera llega Weber a afirmar la multiplicidad de los
acción humana en virtud de la elección que le ha reconocido
valores, reconociendo la tensión existente, sea entre las diver-
su dignidad normativa, y por lo tanto en su posibilidad ~e
sas esferas de valores, o bien entre los valores perteneciente~ realización en la acción humana. Desaparece la trascendencia
a cada una de estas esferas. Tal multiplicidad ya se había
ontológica de los va.lores; réstales una trascendencia normati-
puesto de relieve en el curso del análisis de las ciencias histó- va, que designa su irreductibilidad a la existencia de hecho. A
rico-sociales, que había discernido la diversidad de los puntos la vez la relación del hombre con los valores ya no es una rela-
de vista desde los cuales puede desarrollarse la investigación ción ~on un mundo autónomo y provisto de validez incondi-
y s11 vinculación con determinadas orientaciones ideológicas cionada. Conviértese en una relación que adopta los valores
y culturales. Ahora se insiste en ella a través del examen de
como tales y comprueba su validez a través de la realización
las condiciones de la acción humatta. Así como las ciencias
que experimentan en la acción humana,, es _decir, a través ~e
histórico-sociales pueden orientar su labor sobre la base de
su capacidad de ser refirmados como termrnos de referencia
este o de aquel valor, adoptado como criterio de selección, del
de la elección. La relación necesaria entre el mundo de los
mismo modo la acción práctica puede encontrar su criterio
valores trascendentes, estructurado de manera sistemática, y
normativo en valores heterogéneos, pertenecientes a las más la acción humana que no puede sino reconocer su carácter ab--
diversas esferas. Implica siempre una toma de posición fren- solu to -tal como Rickert la había definido- es reemplazada
te a los valores, la que implica, al mismo tiempo, la aceptación por la relación entre criterios normativos que valen por su po-
de cierto valor y el rechazo de otros contrapuestos o competi- sibilidad de ser realizados y la acción humana que los consti-
dores. Al igual que en el campo metodológico, en el de la re- tuye en su validez mediante la elección que efectúa.
flexión acerca de la acción humana la relación con los valares De este modo mientras rebasa el ámbito de la metodología
se determina sobre la base de una elección. Lo que cambia t''- de las ciencias'histórico-sociales, Weber se man tiene fiel al ti-
-;olamente el modo en qne tal elección se configura: en un caso po de consideración que había elaborado en aquel campo. ~n
se trata <le la adopción de cierto punto de vista, capaz de con- el análisis de las ciencias histórico-sociales el problema consis-
ducir a una delimitación del campo de investigación, mientrn~ tía en demostrar la objetividad de su investigación a través
que en el otro se trata de una decisión, hecha posible por un,~ de la determinación de las condiciones que la vuelven posible:
valoración práctica. El mundo de los valores, que para Rickert la metodología weberiana se había aplicado, por ello, a dilu-
constituía una conexión sistemática provista de coherencia in- cidar las condiciones de la elección de los valores como crite-
terna, se convierte para Weber en un mundo caracterizado rios rectores de la investigación, y las condiciones de la po-
por la irreductible multiplicidad y la lucha recíproca entre los
sibilidad de obtener sobre esa base una explicación causal vá-
valores: hay divergencia entre las esferas, pero también dentro lida. En el análisis de la acción humana, el problema consiste
de cada una de ellas. Consecuencia de esto es que la referen- en reconocer las condiciones de la elección de los valores co-
cia ,1] mundo de los valores va no ofrece a la acción humana mo criterios normativos de esta o aquella conducta. Tanto en
una garantía de validez incondicionada; tal referencia, en efec- uno como en otro caso, la relación entre el hombre y los va-
ro. implica siempre una elección. El hombre debe decidir en lores pasa a constituir la línea siguiendo 1~, cual avanza. el
cida caso, en mela situación en que deba actuar, qué valor nd- análisis de Weber; en ambos casos, esa relac1on se determma
mitfrá y cuáles rechazará: la multiplicidad y la lucha entre k>5 sobre la base de las mismas categorías. Que se trate de dos
valores encuentra su terreno de explicitación en la acción h11- formas de relaciones diferentes, ligadas a condiciones diversas

35
y que expresan tipos distintos de elección, he ahí lo que We- una elección caracLeriza, por ende, la sitwl1.:10n del hom-
ber se había propuesto ilustrar ya desde el momento en que bre en el mundo. O, más bien, la concatenación histórica de
había aceptado, de Rickert, la distinción entre juicio de valor sus diferentes situaciones, mudables de époc::i en época y de
y «relación de valor~. Pero esta heterogeneidad de las dos civilización en civilización, constituye su estructura. En el caso
formas de relación presupone la analogía del procedimiento de las ciencias histórico-sociales, esta toma de posición sobre-
analítico que logra reconocerlas como tales. Es significativo viene mediante la adopción de determinados valores como cri-
que, sobre la base formulada en este ensayo, Weber haya in- terim, rectores de la investigación; en el caso de la ciencia na-
tentado determinar paralelamente, en La ciencia como voca- tural, que excluye, no obstante, por su estructura lógica, una
ción (1919) y en La política como vocación (1919), el sen- <,relación de valor», se realiza medianamente a través de la
tido de la ciencia y el sentido de la política. ¿Qué significado capacidad de volver, al hombre consciente de relaciones entre
reviste Ja ciencia en relación con el puesto del hombre en el rnedios y fines que son intrínsecos a su obra de elaboración
mundo, definido sobre ltt base de su relación con los valores? técnica; en el caso de la acción práctica, y en particular en el
¿Qué significado reviste ]a política? La respuesta es eviden- mundo de la política, se convierte en la defensa de ciertos va-
temente diversa, pero idénticas son las categorías mediante las lores en contra de otros, en la batalla en contra de estos y en
que se la formula. La ciencia, de hecho, en su desarrollo en favor de Ja instauración o conservación de aquellos. Mediante
nna serie de disciplinas específicas, tiende a elaborar instru- la enunciación de las consecuencias filosóficas de su metodolo-
mentos técnicos susceptibles de u..so práctico; pero nada puede gía, Weber ha podido realizar así un análisis de la situación
garantizarnos que el fin que cierta técnica se propone sea de histórica del hombre con relación a los valores, análisis que
por sí válido, y que el objeto de una investigación sea digno obtiene su coherencia del empleo desprejuiciado y riguroso de
de ser conocido. Acerca de esta validez y esta dignidad de ob- nuevas categorías interpretativas. Estas categorías, y la con-
jeto cognoscitivo deciden las valoraciones divergentes que los cepción definida sobre la base de ellas, constituyen una adqui-
hombres pueden formular. Pero, junto con esta función técni- sición de gran importancia para la obra del historicismo ale-
ca, la ciencia cumple otra: vuelve al hombre consciente de su mán contemporáneo y señalan, al mismo tiempo, un paso de-
actuar, de la relación entre los fines a que tiende y los medios cisivo en su proceso de desarrollo.
que emplea; el producto cultural permanente de la ciencia es
la claridad, la toma de posición consciente del hombre frente
a sí mismo y a lo que hace. La filosofía, precisamente, no es
otra cosa que este esfuerzo de clarificación creciente, realizado
en un grado de generalización mayor. En el caso de la polítirn,
en cambio, nos encontramos con un espectáculo de violencia,
de lucha, de mal: su dominio es el de lo éticamente irracional.
El mundo de la política consiste siempre, pues, en una oposi-
ción, al menos tendencial, a las normas de la ética; y esta con-
traposición, si bien puede atenuarse o ser puesta entre parén-
tesis con relación a la ética de la responsabilidad, se convierte
en antinomia insolu.hle respecto de la ética de la intención.
Pero la lucha que la política implica es inescindible, en cada
uno de lps bandos, del esfuerzo por defender determinados
valores. También en el mundo de Ja política se realiza cotidia-
namente la lucha entre un valor y otro; el hombre que act1ía
políticamente toma posición frente a los valores, aceptando
hacerse portador de algunos y rechazando otros. La lucha po-
lítica es, en último análisis, una lucha entre valores.
La posibilidad de tomar posición frente a los valores medianle

37
1. La «objetividad» cognosc1t1va de la
ciencia social y de la política social 1
(1904)

La primera pregunta que se suele dirigir a una revista de cien-


cias sociales -y, más todavía, de política social- en el mo-
mento en que aparece o se hace cargo de ella una nueva re-
dacción es la concerniente a su «tendencia». 2 Tampoco nosotros
podemos rehusar una respuesta, y en este lugar debemos dar•
1 Siempre que, en la primera parte de las consideraciones que siguen,
se habla en nombre de los editores o se proponen las tareas del Ar-
chiv für Sozialwissenscha/t und So:dal polítik no se trata, naturalmente.
de opiniones privadas del autor sino de formulaciones expresamente
autorizadas por los coeditores. La responsabilidad por la segunda part<:
recae exclusivamente sobre el autor, tanto en cuanto a la forma com0
al contenido.
El Archiv jamás caerá en el sectarismo de una determinada opinión dog-
mática, pues ello está garantizado por la diversidad de puntos de vista,
no solo entre sus colaboradores, sino incluso entre sus editores, aun en
materia de metodología. Naturalmente, un acuerdo en cuanto a cierta~
concepciones fundamentales fue prerrequisito de la dirección colectiva.
Consiste, en particular, en la apreciación del valor del conocimiento
teórico desde puntos de vista «unilaterales», así como en la exigencia
de la formación de conceptos precisos y la estricta separación etttre S{lr
ber empírico y juicios de valor, tal como aquí se la sostiene, aunque
sin que se pretenda decir con ello algo nuevo.
La amplitud de la discusión ( en la segunda parte} y la frecuente rept.·
tición de la misma idea sirven al exclusivo fin de alcanzar con talei-
consideraciones el máximo posible de comprensibilidad. En aras de este
interés se ha sacrificado -esperamos que no excesivamente- el rigor
de la expresión, y en virtud de ello también se ha dejado de lado el
intento de presentar, en lugar de la ejemplificación de algunos punto!'-
de vista metodológicos, una investigación sistemática. Esta habría exi-
gido introducir una multitud de problemas de teoría del conocimiento
que en parte se encuentran situados en un nivel de profundidad toda-
vía mayor.
No hemos de tratar aquí cuestiones de lógica, sino ciertos notorios
resultados de la lógica! moderna, a fin de que los podamos aprovechar:
tampoco hemos de resolver problemas, sino ilustrar su significación pa-
ra los no especialistas. Quien conozca los trabajos de los lógicos mo-
dernos -mencionaré sólo a Windelband, Simmel y, para nuestros fine&.
en especial a H. Rickert- advertirá en seguida que aquí lo esencial
se relaciona con ellos.
2 Este ensayo se publicó en el momento del traspaso del Archiv fiir

39
la, con relación a nuestra «Nota introductoria»,* dentro de un I
planteo más fundamental. Con ello se ofrece la oportunidad
de ilustrar, siguiendo varias direcciones, la especificidad de la Todos sabemos que, como cualquier otra ciencia cuyo ob1etr1
labor de la «ciencia social» tal como la entendemos, lo cual sean las instituciones y los procesos <le la cultura hu~an~ (y
puede resultar útil, si no para el especialista, sí para muchos exceptuada, quizá, la historia política), la nues~rr~ part10 hmo-
lec1ores alejados de la práctica científica, a pesar de que se ricamente de perspectivas prácticas. Formular 1mc~os de valor
mita de <<nociones obvias», o quizás a causa de ello. sobre determinadas medidas del Estado en materia de ec~no-
mía política constituyó su f~n más inmedia~o y, en un com1~~1-
Propósito expreso del Archiv fue, desde su nacimiento, junto zo el único. Fue una <.décmca», en el senttdo en que tamb1en
a 1a ampliación de nuestro saber acerca de las «condiciones so- Jo' son las disciplinas clínicas de las ciencias médicas. Ahora
ciales de todos los países», y, por lo tanto, de los hechos de bien es sabido cómo esta posición se modificó de manera
la vida social, la formación del juicio acerca de los problemas pro¡resiva, pero sin que se trazase una división de principio
prácticos mismos y, con ello -en la medida limitada en que entre el conocimiento de «lo que es» y el de «lo que debe sen,.
semejante meta puede exigirse de estudiosos particulares-, la En contra de ello operó, ante todo, la opinión de que los p~·t)-
crítica de la práctica político-social, incluida la legislación. A cesos económicos estaban presididos por leyes naturales m-
pesar de ello, también desde el comienzo el Archiv ha sosteni- mutables o por nn principio de desarrollo unívoco, y _que, en
do que pretendía ser una revista ~xclusivamente científica y consecuencia, el deber ser coincidía, o bien --en el pmner ca--
que laboraría con los solos medios de la investigación cientí- so- con lo que inmutablemente es, o bien ----en el segundo---
iica. Surge, de este modo, una pregunta: ¿Cómo se concilia en con ]o que inevitablemente Jc:viene. Con el de_spe~tar del sen-
principio aquel fin con la limitación a estos medios? ¿Qué tido histórico, pasó a predommar en nues~r~ c1enc~a :1~a com-
significa que el Archiv dé cabida en sus columnas a juicios binación de evolucionismo ético y de relat1v1smo h1stot1co que
acerca de reglas legislativas o de administración, o proyectos buscaba despojar a ]as normas éticas de su carácter forma],
de tales? ¿Cuáles son las normas para estos juicios? ¿Cuál es determinarlas en cuanto a su contenido, introduciendo la to-
la validez de los juicios de valor formulados o que determina- talidad de los valores culturales en el ámbito de lo «ético:,,., y)
do autor supone en los proyectos prácticos sugeridos por él? con ello elevar la economía política a la dignidad de una «cien-
¿En qué sentido se mantiene este, con ello, en el terreno d.e cia étic~» sobre bases empíricas. En cuanto se aplicaba a la
la dilucidación científica, ya que lo característico del conoci- totalidad de los ideales de cultura posibles el sello de lo «éti-
miento científico ha de hallarse en la validez «objetiva» de
sus resultados en cuanto verdades? Ilustraremos primero nues-
co», se volatilizaba L:t dignidad específica del imperativ? ~it:-
ral, sin que por ello se ganase nada en cuanto a la «ob1et1v1-
rro punto de vista sobre tales cuestiones, para pasar luego a dad>> de la validez de aquellos ideales. Por el. iyiomento_ pt;d~-
~sta otra: ¿En qué sentido existen «verdades objetivamente mos y debemos dejar de lado una confrontac10n de pnnuptt•
válidas» en el terreno de las ciencias de la vida cultural en con ~sa posición: nos atendremos sencillamente al hecho de
,z,eneral? Pregunta esca que no puede ser esquivada en vista que, todavía hoy, no ha desaparecido la opinión imprt::cis::i
Je los continuos cambios y las enconadas polémicas suscitados --antes al contrario, es muv común entre los prácticos--- de
en torno de los problemas aparentemente más elementales de que la economía política deba producir juicios de valor i1 pnr-
nuestras disciplinas, del método de su trabajo, del modo de tir de una «cosmovisión económica» específica.
formación de sus conceptos y de su validez. No hemos de
ofrecer aquí soluciones sino indicar problemas, a saber, aque- Nuestra revista, como representante de una disciplina empí-
llos a los cuales nuestra revista, a fin de cumplir cabalmente rica, debe --queremos estabI~cerlo de ant~rnano-- rel:haz~r
sus tareas actuales y futuras, debe prestar atención. por principio ese punto ~e ~11sta, ~u.es opmam~s que pmas
puede ser tarea de una ciencia emp1r1ca propor~10nar nornns
foúalwissenscha/t und Socialpolitik a ]os editores Werner Sombart,
:\fax Weber y Edgar Jaffé. (N. de Marianne Weber.) e ideales obligatorios, de los cuales puedan denvarse prer:cr)
·, Se refiere a la nota programática que iniciaba la nueva serie dd tos para la práctica. .. . ,,
Archiv. ( N. del T.) Pero, ¿qué se desprende de esa ahrmacmn? En modo algu¡1,,

-W 41
;¡u., _los j~jcio~ de/ ~alor hayan de estar sustraídos en general a personal. La ciencia puede proporcionarle la conciencia de que
~a d1sc1:s1on c1ent1fica por el hecho de que derivan, en última toda acción, y también, naturalmente, según las circunstancias
msta~1c1_a, de .1etermir;a~os idea1~s y,. por ello, tienen origen la in-acción, implica, en cuanto a sus consecuencias, una tom~
"<subJet1vo». \: a la practica y el fm mismos de nuestra revista de posición en favor de determínados valores, y, de este mo-
desautorizarían semejante afirmación. La crítica no se detiene do, por regla general en contra de otros -cosa que se desco-
,mte los juicios de valor. Antes bien, la cuestión es la siguiente: noce hoy con particular facilidad-. Pero practicar la selección
¿Qué significa y que se propone la crítica científica de los idea- es asunto suyo.
les y juicios de valor? Esto requiere una consideración más Respecto de esta decisión, podemos ofrecerle todavía algo: el
atenta. conocimiento del significado de aquello a que se aspira. Po••
Cualquier reflexión conceptual acerca de los eleme11tos últi- demos enseñarle a conocer los fines que él procura, y entre los
mos de la acción humana provista de sentido se liga ante todo cuales elige, de acuerdo con su conexión y significado, ante
a las categorías de «fin» y «medio». Queremos aÍgo en con~ todo poniendo de relieve y desarrollando en su trabazón ló-
creta «en virtud de su valor propio» o como medio al servicio gica las «ideas>> que están o pueden estar en la base del fin
de aquello a lo cual se aspira en definitiva. A la consideración concreto. En efecto, una de las tareas esenciales de cualquier
científica es asequible ante todo, incondicionalmente la cues- ciencia de la vida cultural del hombre es, desde luegCl, poner
tión de si los medios son apropiados para los fines dados. En de manifiesto para la comprensión espiritual estas «ideas» por
cuanto podemos ( dentro de los límites de nuestro saber en ca- las cuales se ha luchado y se lucha, en parte realmente y en
tla. caso) establecer _válidamente cuáles medios son apropiados parte solo en apariencia. Esto no sobrepasa los límites de una
o mepto~ para un ftn propuesto, podernos también, siguiendo ciencia que aspire a un «ordenamiento conceptual de la realid~1d
este camino, ponderar las chances de alcanzar un fin determi~ empírica», ni los medios que sirven a esta interpretación de
nad~ en general_ ~on _det:rminados medios disponibles, y, a valores espirituales son «inducciones» en el sentido corriente
partir de ello, cnt1car mdirectamente la propuesta de los fines del término. No obstante, esta tarea, al menos en parte, rebasa
mismos, sobre la base de la situación histórica correspondien- los marcos de la economía política como disciplina especiali-
te, como prácticamente provista de sentido, o, por lo contra- zada dentro de la división del trabajo habitual; trátase de ln-
do, como sin sentido de acuerdo con las circunstancias dadas. bores propias de la filosofía social. Pero la fuerza histórica de
Podemos, también, si la posibilidad de alcanzar un fin pro~ las ideas ha sido y es tan predominante para el desarrollo de
puesto aparece como Jada, comprobar las consecuencias que la vida social que nuestra revista no puede sustraerse a esta
tendría la aplicación del medio requerido, además del eventual labor; antes bien, hará de su atención uno de sus más impor-
logro del fin que se busca, a causa de la interdependencia de tantes deberes.
l?do acaecer. Ofrecemos de este modo a los actores la posibi- Pero el tratamiento científico de los juicios de valor permite,
lidad de ponderar estas consecuencias no queridas con las bus-• ~demás, no solo comprender y revivir los fines queridos y los
l:adas, y con ello de responder a la pregunta: ¿Cuánto «cues- ideales que están en su base, sino que también, y ante todo,
ta» el logro del fin deseado en los términos de la pérdida pre- enseña a «juzgarlos» críticamente. Esta crítica, por cierto,
visible respecto de otros valores? Puesto que, en la gran ma,. solo puede tener carácter dialéctico, es decir que solo puede
voría de los casos, cualquier fin a que se aspire «cuesta» o constituir un enjuiciamiento lógico-formal del material que se
puede costar algo en este sentido, la auto-reflexión de hom- presenta en los juicios de valor e ideas históricamente dados
bres que actúen responsablemente no puede prescindir de so- y un examen de los ideales con respecto al postulado de 1;
pesar ent~e sí fines y consecuencias de la acción; justamente, ausencia de contradicción interna de lo querido. En cuanto se
hacer posible esto es una de las funciones más esenciales de propone este fin, ella puede proporcionar al hombre que quie-
li~ crítica técnica, qu~. ~emos considerado hasta aquí. Ahora re la conciencia de los axiomas últimos que están en la base
bien, extraer una declSlon de aquella ponderación 110 constitu- del contenido de su querer, de los criterios de valor últimos
ye ya u_na tarea posible para la ciencia; es propia del hombre de los cuales parte inconscientemente, o de los cuales, pan,
que qmere: este sopesa los valores en cuestión, y elige entre ser consecuente, debiera partir. Ahora bien, llevar a la col!
ellos, de acuerdo con su propia conciencia y su cosmovisión ciencia estos criterios últimos que se manifiestan en el juki1,

4.3
de valor conneto es, por cierto, lo max1mo que ella puede fines últimos varían y han sido cuestionados históricamente.
realizar sin adentrarse en el terreno de la especulación. Que En efecto, también el conocimiento de las proposiciones más
el sujeto que juzga deba profesar estos criterios últimos es seguras de nuestro saber teórico -de las ciencias naturales
asunto suyo, personal, y atañe a su voluntad y a su conciencia, exactas o de la matemática- es, lo mismo que el afinamien-
no al saber científico. to y aguzamiento de la conciencia, ante todo un producto de
Una ciencia empírica no puede enseñar a nadie qué debe hacer, la cultura. Solo cuando reflexionamos en especial acerca de
sino únicamente qué puede hacer y, en ciertas circunstancias, los problemas prácticos de la política económica y social ( en
qué quiere. Es verdad que, en el campo de nuestras ciencias, el sentido corriente del término), muéstrase con claridad que
las cosmovisiones personales se introducen de continuo tamw existen numerosas, y hasta incontables cuestiones particulares
bién en la argumentación científica; la perturban siempre, y prácticas para cuya discusión se parte, de común acuerdo, de
dejan traslucir su gravitación de maneras distintas, aun en el ciertos fines que aparecen corno obvios -piénsese, por ejem-
campo del establecimiento de simples conexiones causales en~ plo, en la ayuda previsional, en tareas concretas de la salud
tre los hechos, con el resultado, en cada caso, de aumentar o pública, el socorro a los pobres, o en disposiciones como las
disminuir las chances de los ideales personales, a saber: la inspecciones de fábrica, los tribunales industriales, las bolsas
posibilidad de querer algo determinado. En este respecto, a de trabajo y gran parte de las normas legales de proteccion
los editores y colaboradores de nuestra revfata «nada humano para los trabajadores-, y respecto de los cuales solo se cues-
les es ajeno». Pero hay mucho trecho entre este reconocimien- tiona, al menos en apariencia, los medios para lograrlos. Pero
to de las debilidades humanas y la creencia en una ciencia aun si confundiésemos -cosa que la ciencia jamás podría ha-
«ética» de la economía política que pudiera extraer ideales de cer impunemente- la apariencia de lo obvio con la verdad, y
sí misma, o bien producir normas concretas por aplicación, a quisiésemos considerar los conflictos a que de inmediato con-
su materia, de principios éticos universales. Es verdad, ade- duce el intento de realización práctica como cuestiones técni-
más, que precisamente aquellos elementos más íntimos de la cas de oportunidad -lo cual a menudo sería erróneo-, nos
«personalidad», los juicios de valor últimos y supremos que percataríamos, sin embargo, de que también esta apariencia
determinan nuestra acción y confieren sentido y significado a del carácter obvio de los criterios reguladores de valor desapa-
nuestra vida, son percibidos por nosotros como algo «objeti- rece en cuanto, desde los problemas concretos de los servicios
vamente» válido. Podemos sostenerlos solamente cuando se del bienestar, nos elevamos hacia las cuestiones de la política
presentan como válidos, como derivados de los valores supre- econ6mica y social. El signo del carácter político-social de un
mos de nuestra vida, y, por lo tanto, cuando se desarrollan en problema consiste, precisamente, en que no se lo puede resol-
lucha contra los obstáculos de esta. Sin duda, la dignidad de la ver sobre la base de meras consideraciones técnicas a partir
<<personalidad» reside en que para ella existen valores a los de fines establecidos, y en que los criterios reguladores de va-
cuales refiere su propia vida, y si estos, en el caso particular, lor pueden y deben ser puestos en cuestión, porque el proble-
residiesen exclusivamente dentro de la esfera de la propia in- ma pertenece a la región de las cuestiones culturales generales.
dividualidad, el «exteriorizarse» en aquellos de sus intereses Y tal disputa no se produce solo, como se cree hoy con tanta
para los cuales exige la validez en cuanto valores constituye facilidad, entre <<intereses de clase», sino también entre cos-
para ella, precisamente, la idea a la cual se refiere. De todos movisiones, aunque sigue siendo verdad que la elección, por
modos, solo en el supuesto de la fe en valores tiene sentido parte del individuo, de una cosmovisión determinada depen-
el intento de sostener desde fuera juicios de valor. No obs- de, entre otros factores y con seguridad en alta medida, del
tante, enjuiciar la validez de tales valores es asunto de la fe, y, grado de afinidad que ella presente con su «interés de clase»
junto a ella, quizá tarea de una consideración e interpretación -:-para aceptar aquí este concepto, unívoco solo en aparien-
especulativas de la vida y del mundo con respecto a su sentido; cia-. Pero una cosa es segura en cualquier circunstancia:
con seguridad, no es objeto de una ciencia empírica en e] sen~ cuanto más «universal» sea el problema en cuestión, es decir,
tido que se le debe atribuir aquí. Respecto de esta diferencia- en nuestro caso, cuanto más amplio sea su significado cultural,
ción no tiene -en contra de lo que a menudo se cree- peso tanto menos susceptible será de una respuesta extraída del
decisivo el hecho, empíricamente demostrable, de que aquellos material del saber empírico., y tanto mayor el papel de los
axioma-, personales ültimos de la fe y de las ideas valorativa~. opiniones contrapuestas, o tomar partido por una de ellas.
Es sencillamente una ingenuidad, aunque también caigan en ella Pero esto nada tiene que ver con la «objetividad» científica.
ciertos especialistas, considerar que sea preciso, para la cien• La «línea media» en modo alguno se acerca más a la verdad
cía social pdctica, erigir ante todo «un principio>>, demostrado científica que los ideales partidistas más extremos, de derecha
científicamente corno válido, a partir del cual puedan dedu .. o de izquierda. En definitiva, nada ha perjudicado más el in-
cirse luego, de manera unívoca, las normas para la soluci?n ~e terés de la ciencia que el que no se quieran ver los hechos
los problemas singulares prácticos. Por más que en la c1encu incómodos y las realidades de la vida en su dureza. _El ~rchiv
social sean necesarias las explicaciones «de principio» de pro- luchará incondicionalmente en contra de la grave ilus1on de
blemas pdcticos, es decir, la referencia de los juicios de valor, que se pueda, a través de la síntesis entre opiniones partidis-
que se introducen de manera no reflexiva, a su contenido de tas, o siguiendo la diagonal entre muchas de ellas, obtener
ideas; y por más que nuestra revista se proponga_ co~sagrarse normas prácticas de validez científica; en efecto, puesto que
de manera particular precisamente a tales exphcac10nes, la estas tentativas gustan de encubrir de manera relativista sus
determinación de un comün denominador práctico para nues- propios criterios de valor, son más peligrosas para una inves-
tros problemas en la forma de ideales últimos universalmente tigación imparcial que la antigua fe ingenua de los partido~ en
válidos no puede, con seguridad, ser su tarea, ni, en general, la «demostrabilidad» científica de sus dogmas. La capacidad
la de una ciencia empírica: como tal seria, no solo insoluble, de diferenciar entre conocer y juzgar, y el cumplimiento, tan-
sino también carente de sentido. Y por más que sea posible to del deber científico de ver la verdad de los hechos, como
señalar el fundamento v el modo de obligatoriedad de los im- del práctico de adherir a los propios ideales, he ahí aquello
perativos éticos, es seguro que a partir d.e. ellos, en cuan.to con lo cual queremos familiarizarnos cada vez más.
normas para la acción concretamente cond1c1onada de los 111-· Es y seguirá siendo •-esto es lo que nos interesa-, en cual-
dividuos, es imposible deducir de manera unívoca contenidos quier época, una diferencia insalvable el que una arg~menta-
de cultura que sean obligatorios, y por cierto tanto menos ción se dirija a nuestro sentimiento y a nuestra capacidad de
cuanto más abarcadores sean los contenidos en cuestión. So!o entusiasmarnos por fines prácticos concretos o por formas y
las religiones positivas -expresado con mayor precisión: la~ contenidos de cultura, o bien a nuestra conciencia, en caso .de
sectas ligadas por un dogma- pueden conferir al contenido que esté en cuestión la validez de ciertas normas éticas; o
de valores culturales la dignidad de un mandato ético incon bien el que se dirija a nuestro poder y necesidad de ordenar
dicionalmente válido. Fuera de ellas, los ideales de cultura que conceptualmente la realidad emp.írica de un modo que preten$
el individuo quiere realizar y los deberes éticos que debe cum- da validez como verdad empírica. Y esta proposición sigue
plir poseen una dignidad fundamentalmente distinta. El des- siendo correcta no obstante que, como mostraremos, aquellos
tino de una época de cultura que ha comido del árbol de la <i<valores» supremos del interés práctico tienen importancia
ciencia consiste en tener que saber que podemos hallar el sen decisiva v la tendrán siempre, respecto <le la orientación que
tido del acaecer del mundo, no a partir del resultado de una la activÍdad ordenadora del pensamiento introduce, en cada
investigación, por acabada que sea, sino siendo capaces de caso en el ámbito de las ciencias de la cultura. En efecto, es
crearlo; que las «cosmovisiones» jamás pueden ser producto y seguirá siendo cierto que una demostración científica metó-
<le un avance en el saber empírico, y que, por lo tanto, los dicamente correcta en el ámbito de las ciencias sociales, si pre-
ideales supremos que nos mueven con la máxima fuerza S( tende haber alcanzado su fin, tiene que ser reconocida también
alwen camino, en todas las épocas, solo en la lucha con otro, como correcta por un chino. Dicho con mayor precisión: debe
ideales, los cuales son tan sagrados para otras personas conw aspirar en cualquier caso .a tal meta, aun cuando esta, .Pº! _de-
para nosotros los nuestros. ficiencia de los materiales, no sea alcanzable. Esto s1gmf1ca,
Solo un sincretismo optimista, cual surge a veces del relath·i~- también, que el análisis lógico de un ideal en cuan to a su con-
nw histl1ric() evolutivo, puede engañarse teóricamente acerca tenido y a sus axiomas últimos, y la indicación de las conse~
de la extrema seriedad de este estado de cosas o eludir en ln cuendas que su persecución producirá en los terrenos lógico
práctica sus consec:1enci~s. Como es oby~o, en ~as_os partic_u:~a- y práctico, han de ser válidos también para un chino, si es
res pue<le ser obhgatono para el polittco practico conc1L,n que deben considerarse logrados. Y ello aunque este pueda

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carecer de «sensibilidad» para nuestros imperativos éticos, y ser realizada en todo su alcance, en forma intuitivamente
aunque rechace --como seguramente lo hará muy a menudo- comprensible, si no es mediante la confrontación de los cri-
el ideal mismo y las valoraciones concretas que de él derivan, terios valorativos que están en su base con otros, y por cierto
pues nada de eso afecta el valor científico de aquellos análisis también, ante todo, con los propios. Ninguna valoración pro-
conceptuales. Nuestra revista en modo alguno ignorará los vista de sentido de una voluntad ajena puede consistir en
intentos, que siempre y de manera inevitable se repiten, <le · otra cosa que en una crítica cumplida a partir de la propia
determinar unívocamente el sentido de la vida cultural. Por <<cosmovisión», en una lucha en contra del ideal ajeno condu-
lo contrario, ellos se cuentan, precisamente, entre los más im- cida sobre 1a base del propio. Por lo tanto, si, en el caso par-
portantes productos de esa misma vida cultural y, en ciertas ticular, el axioma de valor último que está en la base de una
circunstancias, también entre sus más poderosas fuerzas im- voluntad práctica debe ser, no solo comprobado y analizado
pulsoras. Por ello seguiremos siempre con cuidado el curso de científicamente, sino también presentado en sus relaciones
las discusiones de «filosofía social» en este sentido. Más to- con otros axiomas de valor, es inevitable una crítica «positiva»
davía: en nada compartimos el prejuicio de que las considera- realizada por medio de una exposición de la conexión recí-
ciones de la vida cultural que ocuran interpretar metafísica- proca de estos últimos.
mente el mundo, yendo más á de la ordenaci6n conceptual Por ello, en las columnas de la revista se hablará, en especial
de los datos empíricos, no puedan, por causa de este carácter en el tratamiento de las leyes, de ciencia social -el ordena-
suyo, contribuir de algún modo al conocimiento. En qué con- miento conceptual de los hechos-, pero inevitablemente tam-
sista esta contribución es un problema propio de la doctrina bién de política social -la exposición de ideales-. Pero en
del conocimiento, cuya respuesta debemos y también podemos modo alguno nos proponemos hacer pasar tales polémicas por
dejar de lado aquí para nuestros fines. Con respecto a nuestra «ciencia», y emplearemos nuestros mejores esfuerzos en pre-
labor, en efecto, una cosa es segura: una revista de ciencias cavernos de que se mezclen y confundan con ella. En tal caso,
sociales en el sentido en que la entendemos debe, en la medida no sería ya la ciencia quien hablara. En consecuencia, el se-
en que tiende a ser ciencia, ser un lugar donde se busca la gundo imperativo fundamental de la imparcialidad científica
verdad, y tal que -para seguir con nuestro ejemplo- exija consiste en lo siguiente: En tales casos, es preciso indicar
también de un chino el reconocimiento de la validez de cierto al lector ( y -digámoslo nuevamente- a nosotros mismos)
ordenamiento conceptual de la realidad empírica. cuándo calla el investigador y comienza a hablar el hombre
como sujeto de voluntad, dónde los argumentos se dirigen al
Por cierto, los editores no pueden prohibir de u.na vez por intelecto y dónde al sentimiento. La confusión continua entre
todas, a sí mismos y a sus colaboradores, que expresen los elucidación científica de los hechos y razonamiento valorativo
ideales que alientan, incluso en juicios de valor. Pero de ello es una de las características más difundidas en nuestras dis-
brotan dos importantes deberes. En primer lugar, el de que ciplinas, pero también la más perjudicial. En contra de esta
tanto el autor como los lectores tengan clara conciencia, en confusión, precisamente, se dirigen las anteriores considera-
cada instante, acerca de cuáles son los criterios empleados ciones, y no por cierto en contra de la intromisión de los
para medir la realidad y obtener -partiendo de ellos- ei propios ideales. Descaracterización y «objetividad» científica
juicio de valor; ello en lugar de engañarse acerca del conflicto nada tienen en común. Nuestro Archiv, al menos de acuerdo
entre los ideales y de pretender «ofrendar un poco a cada con sus propósitos, jamás ha sido ni deberá ser un lugar don-
uno>.>, como sucede con demasiada frecuencia mediante una de se polemice contra determinados partidos políticos o de
confusión imprecisa de valores del más diverso tipo. Si este política social; menos todavía un sitio donde se haga prose-
deber es observado estrictamente, la toma de posición práctica litismo en favor o en contra de ideales políticos o de política
puede resultar, respecto del puro interés científico, no solo social; para ello existen otros órganos. Antes bien, desde el
inocua, sino directamente útil y hasta necesaria: en la crítica comienzo, la característica de la revista ha sido, y deberá
científica de las propuestas legislativas y de otros proyectos ser en el futuro, en cuanto esté al alcance de los editores, la
prácticos, la elucidación de los motivos del legislador y de colaboración, en la labor científica, de los más encarnizados
los ideales del publidsta criticado muy a menudo no puede enemigos políticos. Hasta aquí no ha sido un órgano «socia-

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Üs~a», nl será en el Íuturo un órgano «burgués». Nadie que determinados problemas prácticos relativos a la «cuestión
qmera permanecer en el terreno de la discusión científica será obrera» en el sentido tradicional del término. Aquellas per-
excluido del círculo de sus colaboradores. No puede ser la sonalidades para quienes los problemas que la revista se pro-
arena en que se debaten «respuestas», réplicas y contrarrépli- ponía tratar se ligaban con las ideas de valor supremas y de-
cas,, pero tampo_co protegerá a sus colaboradores, y menos to- cisivas, y que de este modo se convirtieron en sus colabora-
davta a sus editores, de quedar expuestos a la más aguda dores regulares, pasaron a ser, precisamente por eso, repre-
crítica basada en hechos científicamente comprobados. Quien sentantes de una concepción cultural caracterizada, de manera
no pueda soportar esto, o bien se encuentre en tal situación si no idéntica al menos semejante, por esas ideas de valor.
que no quiera colaborar con personas que están al servicio Todo el mundo sabe, pues, que si la revista rechazó de modo
de un ideal distinto del suyo, el ideal del conocimiento deo expreso toda «tendencia», no obstante poseyó con seguridad
tífico, puede mantenerse alejado de nuestra revista. un «carácter» en el sentido ya expuesto, a pesar de su limita-
Por desgracia -no queremos engañarnos acerca de esto- ción a las discusiones científicas v a su invitación a «los miem-
con ~sta últi;111a afirmación se ha dicho mucho más que lo q~ bros de cualquier sector político;>. Ese carácter fue creado por
a primera vista parece. Ante todo, como ya hemos señalado el círculo de sus colaboradores regulares. Se trataba de hom-
la posibilidad de colaborar imparcialmente con opositores po~ bres que, por más que sus opiniones difirieran en cualquier
líticos en un terreno neutral -social o ideal- tiene sus otro campo, tenían por meta la defensa de la salud física de
limitaciones psicológicas en todas partes; más todavía en las las masas laboriosas y su creciente participación en los bienes
condiciones de Alemania. Digno de ser combatido en sí como materiales y espirituales de nuestra cultura, para lo cual, sin
signo de estrechez fanática y de atraso en materia de cultura embargo, consideraban que el medio consistía en aunar la
política, este rasgo cobra para una revista como Ja nuestra intervención del Estado en las esferas de intereses materiales
gravedad decisiva por la circunstancia de que, en el ámbito con el libre desarrollo ulterior del ordenamiento estatal y ju-
de las ciencias sociales, el impulso para el tratamiento de los rídico existente; además, cualquiera que fuese su opinión
problem~s ~ientíficos proviene, por regla general, de «cuestio- acerca de la forma del ordenamiento social para el futuro
nes>> practicas, de manera que el mero reconocimiento de la remoto, defendían para el presente el desarrollo capitalista,
existencia de un problema científico se liga estrechamente, en no porque este les pareciera el mejor respecto de las forrrrns
lo personal~ con la voluntad de hombres vivientes orientada más antiguas de articulación social, sino porque lo considera-
en un sentido preciso. Por ello, en las columnas de ~na revista ban inevitable en la práctica y pensaban que el intento de
que ha nacido bajo el influjo de un interés general acerca de un llevar una lucha fundamental en contra de él significaría, no
problema concreto, comúnmente han de agruparse, en calidad el mejoramiento, sino un obstáculo al ascenso de la cfa-
de colaboradores, hombres que prestan su interés personal a se obrera hacia las luces de la cultura. En las condiciones
ese problema en cuanto consideran que ciertas circunstancias existentes en Alemania -que no necesitan aquí una exposi-
concretas están en contradicción con los ideales en que creen, ción detallada- esto era inevitable, y lo sería también hoy.
los cuales están amenazados por ellas. Muy pronto la afinidad En realidad, redundó en beneficio de la más amplia participa-
~e tales ideales acercará ese círculo de colaboradores y permi- ción en las discusiones científicas, contribuyendo a prestar fuer-
tirá reclutar otros, nuevos, lo cual conferirá a la revista, al za a la revista y hasta -en las condiciones dadas- constituyó
menos en cuanto al tratamiento de problemas político-sociales uno de los títulos que justificaron su existencia.
prácticos, un «carácter» determinado, como inevitable secuela Ahora bien, no hay duda de que el desarrollo de un <<carácten:,.
de la cooperación de hombres sensibles, que ni aun en la la- en el sentido mencionado puede constituir, en el caso de una
bor puramente teórica sofocan sus tomas de posición valora- revista científica, un peligro para la imparcialidad de la labor
tivas respecto de los problemas, y que se expresan con total científica, y que, de hecho, debe constituirlo si la selección de
legitimidad también --dentro de los prerrequisitos que ya los colaboradores fuese deliberadamente parcial: en tal caso,
hemos aclarado-- en la crítica de proyectos y medidas prác• admitir tal carácter equivaldría a sostener una «tendencia».
ticos. Ahora b~en, el Archiv apareció en una época en que Los editores tienen plena conciencia de la responsabilidad que
ocupaban el primer plano de las discusiones de ciencia social les impone esta situación. No se proponen modificar delibera-

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damente el Archiv, ni conservarlo de manera artificial median- y deslindamientos de ciencias; no obstante) debemos aclarar
te la restricción premeditada del círculo de colaboradores a ~ucintamente qué significa ello.
los especialistas que sostengan determinadas opiniones. Lo Que nuestra existencia física, así como la satisfacción de nues-
aceptan como algo dado y confían en su ulterior «desarrollo». tras necesi<lades más espirituales, choquen en todas partes
Cómo se configurará en el futuro y cómo se transformará con la limitación cuantitativa y la insuficiencia cualitativa de
quizás, a consecuencia de la inevitable ampliación del círculo los medios externos necesarios para tal fin, y que tal satisfac-
de nuestros colaboradores, es algo que dependerá, en primer ción requiera la previsión planifícada y el trabajo, al par que
lugar, del carácter de aquellas personalidades que, con el pro- la lucha contra la naturaleza v la asociación con los otros hom-
pósito de ponerse al servicio de la labor científica, ingresen bres, he ahí -expresado deÍ modo más impreciso- el hecho
e1;1 ese c~rculo y tomen las páginas de la revista como algo pro- fundamental al que se ligan todos los fenómenos que carac-
pio, o bien permanezcan en ellas en esa condición. Dependerá, terizamos, en el sentido más lato, como económico-sociales.
también, de la ampliación de los problemas cuya indagaciór1 El carácter «económico-social» de un fenómeno no es algo que
se proponga. este posea objetivamente. Antes bíen, está condicionado por
Con esta observación llegamos al problema, no considerado la orientación de nuestro interés cognoscitivo, tal como resulta
hasta aquí, de la delimitaci't5n objetiva de nuestro ámbito de de la significación cultural específica que en cada caso atribui-
labor. No es posible responder a él, sin embargo, sin conside- mos al proceso correspondiente. Cada vez que un proceso de
rar la índole del fin cognoscitivo de la ciencia social. Hasta la vida cultural está anclado, de manera directa o mediata, en
ahora, en manto distinguimos por principio «juicio de valor:i¡. aquel hecho fundamental, en cuanto a aqt~ellos asp~ct~s de. ~u
y ~saber de experiencia», hemos presupuesto que existía un especificidad en que para nosotros consiste su szgm/tcacwn
tipo de conocimiento incondicionalmente válido, esto es, el particular, entonces contiene un problema de ciencia social,
ordenamiento conceptual de la realidad empírica en el campo o en la medida en que ese sea el caso, puede al menos conte-
de las ciencias sociales. Ahora tal supuesto se convertirá en n~rlo; representa, pues, una tarea para una ~isciplina que se
problema, pues hemos de averiguar qué puede significar la proponga elucidar el alcance de aquel hecho tundamental. .
il(validez» objetiva de la verdad a que aspiramos en nuestro Dentro de los problemas económico-sociales podemos distin-
ámbito. Que este problema existe como tal, y que no lo guir, en primer lugar, procesos y complejos de estos, normas,
creamos aquí por gusto de ergotizar, es algo que no puede instituciones, etc., cuya significación cultural reside para no-
escapar a nadie que observe la lucha en torno de métodos, sotros esencialmente en su aspecto económico, y que --como
«conceptos básicos» y presupuestos, así como el continuo cam- los procesos de la vida bursátil y banc_aria- en lo ese~sial nos
bio ele los «puntos de vista» y la constante reelaboración de interesan solo desde este punto de vista. Esto ocurnra como
los ~conceptos» en uso, y que contemple cómo un abismo regla general ( aunque no exclusivamente) cL1an~o. se trate de
al parecer insalvable separa los modos de consideración histó- instituciones que fueron creadas o que son utilizadas cons-
rico y teórico, al punto de que existan <<dos economías políti- cientemente con fines económicos. A tales objetos de nuestro
cas1>, según se quejó cierta vez en Viena un apesadumbrado conocer podemos denominarlos procesos o instituciones <<eco-
examinando. ¿Qué significa aquí «objetividad»? Es esta la nómicos». A estos se añaden otros -por ejemplo, los proce-
única cuestión que queremos examinar en las consideraciones sos de la vida religiosa- que no nos interesan ( con seguridad
que siguen. al menos no en primer lugar) desde el punto de vista de s11
significación económica y en virtud de esta, pero que, en
ciertas circunstancias, cobran significación en ese sentido por-
que producen efectos que sí nos interesan ~es~le aquel punt?
II de vista: los llamaremos fenómenos «econom1camente perti-
nentes». Por último, entre los fenómenos que no son «econó-
Desde el comienzo, la revista concibió los objetos de que se micos»• en nuestro sentido, existen algunos cuyos efectos eco•
ocupaba como objetos económico-sociales. Poco sentido ten- nómicos carecen de interés o lo tienen muy escaso ( por ejem·
dría que emprendiéramos aquí determinaciones de conceptos plo, la orientación del gusto artístico de una época), pero que

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ttvos cconom1cos \ e11 e1 eIe111tJ1u 111cw... 1uu<.1.uu, uJ.r:\<l.LH'--',, l:'v.L ....... ••.1..t..V.L.l...i.V '1 ............ .._.,,_,,_...,. ............. ~ A ...... _________ _

organización social del público interesado en el arte). Los tica y los fenómenos colectivos y Je masas, así como las ac-
Jlamaremos fenómenos «económicamente condicionados». El ciones «singulares» de los estadistas o las realizaciones litera-
complejo de relaciones humanas, de normas y de vinculadones rías y artísticas individuales, están co-influidos por aquellos
determinadas normativamente, al que denominamos «Estado» intereses: están «económicamente condicionados». Por otra
es, por ejemplo, un fenómeno «económico» con respecto a sus parte, la totalidad de los fenómenos y condiciones de vida
finanzas; en la medida en que opera por la vía legislativa u de una cultura históricamente dada opera sobre la configura-
otra sobre la vida económica ( e incluso allí donde rige de ma- ción de las necesidades materiales, el modo de satisfacerlas,
nera consciente su comportamiento según puntos de vista por la formación de grupos de interés material y los tipos de sus
entero distintos que el económico) es «económicamente pert_i- instrumentos de poder, y con ello sobre el curso del <<desa-
nente»; por último, en cuanto su comportamiento y sus carac- rrollo económico». Tal totalidad se vuelve, pues, «económi-
terísticas, también respecto de relaciones no «económicas», es- camente pertinente». En cuanto nuestra ciencia, en el regreso
tán codeterminados por motivos económicos, está «económi- causal, impute a los fenómenos culturales económicos causas
camente condicionado». Compréndese de suyo, de acuerdo con individuales -sean o no de carácter económico--, procura
Jo dicho, que por un lado las fronteras de los fenómenos «eco- un conocimiento «histórico». En cuanto persiga un elemento
nómicos» son imprecisas y no susceptibles de nítida delimi- específico de los fenómenos culturales, a saber, el económico,
tación, y que, por el otro, los aspectos «económicos» de un en su significación cultural, a través de las más diversas cone-
fenómeno, como es natural, en modo alguno están solo «eco- xiones de la cultura, procura una interpretación histórica des-
nómicamente condicionados» ni son solo «económicamente de un punto de vista específico, y ofrece un cuadro parcial,
operantes», y que, en general, un fenómeno tiene la cualidad una contribución preliminar para el pleno conocimiento histó-
de «económico» solo en la medida y por el tiempo en que rico de la cultura.
nuestro interés se dirija de manera exclusiva a la significación Si \bien no en todos los casos en que entran en juego momen-
que posee respecto de la lucha por la existencia material. tos económico--sociales, como consecuencias o causas, existe
Nuestra revista, como lo ha hecho la ciencia económico--social un problema económico-social -pues este se presenta sólo
a partir de Marx y Roscher, se ha ocupado no solo de los cuando la significación de tales momentos es problemática y
fenómenos económicos, sino también de los «económicamente el único modo de determinarla con precisión es el empleo de
pertinentes» y de los «económicamente condicionados». El los métodos de la ciencia económico-social-, con ello se es-
ámbito de tales objetos se extiende naturalmente -de manera tablece el ámbito de labor, prácticamente inabarcable, del mo-
fluctuante, de acuerdo con la orientación de nuestro interés do de consideración económico-social.
en cada caso- a la totalidad de los procesos culturales. Mo- En virtud de una ponderada autolimitación, nuestra revista
tivos propiamente económicos --o sea aquellos que en su ha renunciado a considerar toda una serie de campos especia-
especificidad para nosotros significativa tienen sus raíces en el les muy importantes de nuestra disciplina, por ejemplo, la
hecho fundamental que hemos mencionado- operan siempre economía descriptiva, la historia económica en sentido estricto
que la satisfacción de una necesidad, por más inmaterial que y la estadística. Del mismo modo, ha dejado en manos de
esta sea, se Jiga al empleo de medios externos escasos. El peso otras publicaciones el tratamiento de las cuestiones de técnica
de estos, por lo tanto, no solo ha codeterminado y modificado financiera y de los problemas económico-técnicos de formación
en todas partes la forma de la satisfacción, sino también el del mercado y de los precios en la moderna economía de in-
contenido de las necesidades culturales, aun las de naturaleza tercambio. Su ámbito de labor estuvo constituido por ciertas
más íntima. La influencia indirecta de las relaciones sociales, constelaciones y conflictos de intereses, considerados en su
instituciones y agrupamientos humanos sometidos a la presión significación actual y en su desarrollo histórico, que brotan del
de intereses «materiales» se extiende ( a menudo sin que se papel dominante que en la economía de los modernos países
tenga conciencia de ello) a todos los ámbitos de la cultura, sin civilizados desempeña el capital ávido de valorizarse. No se ha

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limitado, en consecuencia, a aquellos problemas prácticos y de por cierto, pero tal unilateralidad es deliberada. La creenc~a
desarrollo histórico incluidos en la expresión «cuestión so- en que ]a ciencia, a medida que progrese en su labor, tendrta
cial» en sentido estricto, esto es, las relaciones de las modernas por misión poner remedio a la «unilateralidad:i; del enfoque
clases trabajadoras con el orden social vigente. Es cierto que económico mediante su ampliación en una ciencia social ge-
la profundización científica del interés que por esta cuestión neral adolece ante todo de un defecto> a saber, que el punto
especial se difundió en Alemania a partir de la década de 1880 de vista de lo «social» ( esto es, de las relaciones entre los
tuvo que ser una de sus tareas esenciales. Sin embargo, en la hombres) solo posee determinación suficiente para delimita.r
medida en que el tratamiento práctico de las relaciones obre- problemas científicos cuando está acompañado por un predi-
ras fue convirtiéndose en objeto permanente de la actividad cado especial en cuanto al contenido. De otro modo, conce-
legislativa y del debate público, el centro de gravedad de la bido como objeto de una ciencia, comprendería naturalmente,
labor científica debió desplazarse hacia la determinación de las por ejemplo, la filología, así como fa historia de la Iglesia y,
conexiones más universales en que se insertaban tales proble- en especial, todas aquellas disciplinas qne se ocupan del ele-
mas, y, por lo tanto, debió desembocar en el análisis de todos mento constitutivo más importante de cualquier cultura --es
los problemas culturales engendrados por el carácter especí- decir, el Estado- y de la forma más importante d~ su r~guh
fico de las bases económicas de nuestra cultura, problemas ción normativa -el derecho-. Que la econom1a social se
que, en consecuencia, son específicamente modernos. Por ello ocupe de relaciones «sociales» es un. fundamento _tan. endd~le
Ja revista comenzó muy pronto a tratar.- también desde los para considerarla precursora necesana de una «~1enc1a soctal
puntos de vista histórico, estadístico y teórico las más diversas general», como lo es el que trate acerca de fenomenos de la
condiciones de vida, en parte «económicamente pertinentes» vida o bien se refiera a procesos que acaecen en uno de los
y en parte «económicamente condicionadas», de las restantes planetas para considerar que forma parte <le la biología o de
grandes clases de las naciones civilizadas modernas, así como una astronomía futura, ampliada y perfeccionada. No las co-
sus relaciones recíprocas. No haremos ahora otra cosa que ex- nexiones «de hecho» entre <<Cosas>> sino las conexiones con-
traer las consecuencias de este comportamiento si designamos ceptuales entre problemas están en 1a base de la labor de bs
como ámbito propio de labor de nuestra revista la investiga- diversas ciencias. Una nueva «ciencia» surge cuando se abor-
ción científica de la significación cultural general de la estruc- dan nuevos problemas con métodos nuevos, y, por esa vía! se
tura económico-social de la vida de la comunidad humana y descubren verdades que inauguran nuevos puntos de vista
sus formas históricas de organización. Esto y nada más qui- significativos.
simos significar cuando llamamos a nuestra Revista Archiv
fii,r Sozialwissenschaft. La expresión debe abarcar aquí el es- No es accidental que el concepto de lo «social>,,, poseedor
tudio tanto teórico como histórico de los mismos problemas en apariencia de un sentido totalmente general, m~es~r~, en
cuya solución práctica es objeto de la «política social» en el cuanto se examina cuidadosamente su empleo, un s1gmf1cado
sentido más lato del vocablo. Con ello hacemos uso del de- por entero particular, coloreado de manera especifica, at~nque
recho de emplear la expresión «social» en su significado las más de las veces indefinido. Su ~generalidad», en erecto,
determinado por los problemas concretos del presente. Si las consiste precisamente en su carácter indeterminado .. Cuan?º
disciplinas que consideran los procesos de la vida humana des- se lo toma en su significación «general», no proporciona ru11-
de el punto de vista de su significaci<Sn cultural han de deno- gún punto de vista específico desde el cual se pueda echar lm:
minarse «ciencias culturales», la ciencia social, en el sentido en sobre la significación de determüiados elementos <le la cultura.
que la entendemos, pertenece a esta categoría. Pronto veremos Liberados como estamos de la fe anticuada en que todos los
qué consecuencias de principio tiene esto. fenómenos culturales pueden ser deducidos, como proclrn:ti)
Sin duda, destacar los aspectos económico-sociales Je b vid:i o función, de constelaciones de intereses «materiales», cree-
cultural implica una sensible limitación de nuestros temas. mos, sin embargo, que el análisis de los fenómenos soci~Les
Se dirá que el punto de vista económico o «materialista», 1e los procesos de la cultura desde el especial punto de vista
como se lo ha denominado de manera impreck1, desde el cual Je su condicionamiento y alcance económicos ha constituido,
se considera aquí la vida de la cultura, es «unilateral>>. Lo fS. v constituirá para el futuro previsible) un principio científico
sumamente fecundo, en caso de que se lo aplique con circuns- de la «raza» documenta sólo nuestra ignorancia, lo mismo
pección e independencia de cualquier estrechez dogmática. La que en su momento la referencia al «medio» o, antes aún, a
denominada «concepción materialista de la historfa.», como las ~circunstancias de la época>>. Si algo ha perjudicado esta
cosmovisión o como denominador común para la explicación investigación es la creencia de ciertos fervorosos diletantes en
causal de la realidad histórica, ha de rechazarse de la manera que ella pueda proporcionar para d conocimiento de la cultura
más decidida; no obstante, uno de los fines más esenciales de algo específicamente diferente, y superior, que no la amplia-
nuestra revista es la interpretación económica de la historia. ción de la posibilidad de una segura imputación de procesos
Esto requiere elucidación más precisa. culturales concretos de la realidad histórica a causas concretas,
La llamada «concepción materialista de la historia» en su vie- históricamente dadas, imputación efectuada mediante la ob-
jo sentido, genialmente primitivo, del Manifiesto Comunista, tención de un material de observación exacto, recogido sobre
por ejemplo, sólo sigue prevaleciendo hoy en las cabezas de la base de puntos de vista específicos. Solo en la medida en
legos y diletantes. Entre estos aún se encuentra difundido que pueda ofrecernos esto, sus resultados revestirán interés
por cierto el curioso fenómeno de que no quedan satisfechos para nosotros y calificarán la «biología racial» como algo
en su necesidad de hallar una explicación causal de cierto he- más que un producto de la fiebre moderna de fundamentación
cho histórico hasta que, de algún modo o en alguna parte, científica.
no se muestran causas económicas coacttiantes ( o que parez- No otro es el significado de la interpretación económica de la
can serlo). Pero cuando este es el caso, en cambio, se confor- historia. Si después de un período de ilimitada sobrestimación
man con las hipótesis más socorridas y los lugares comunes hoy casi existe el peligro de que se la subestime en cuanto a
más generales, ya que entonces han satisfecho su necesidad su capacidad de logros científicos, ello es resultado del acriti-
dogmática de creer que las «fuerzas impulsoras» económicas cismo sin precedentes con que la interpretación económica de
son las «auténticas», las únicas «verdaderas», las «decisivas en la realidad fue aplicada como método «universal», en el sen-
última instancia». Este fenómeno en modo alguno es único. tido de una deducción de todos los fenómenos culturales
Casi todas las ciencias, desde la filología hasta la biología. han --esto es, de todo lo que en ellos es esencial para nosotros-
pretendido en su momento producir, no solamente un saber en cuanto en última instancia económicamente condicionados.
especializado, sino también «cosmovisiones». Y bajo la impre- La forma lógica en que hoy se presenta no es del todo unitaria.
sión del profundo significado cultural de las transformaciones Cuando aparecen dificultades para una explicación económica
económicas modernas y, en especial, de la importancia domi- pura, se dispone de diversos medíos para mantener su validez
nante de la «cuestión obrera», espontáneamente se desliza general como factor causal decisivo. A veces, todo aquello que
por esta vía la inevitable tendencia monista de cualquier tipo en la realidad histórica no es deducible de motivos económi-
de pensamiento carente de conciencia crítica. Esta misma ten-- cos es considerado por esa misma razón como un «accidente»
dencia se manifiesta en la antropología hoy, cuando la lucha que carece de significado científico. O bien se extiende el con-
política y comercial de las naciones entre sí por el dominio cepto de lo «económico» hasta lo incognoscible, de modo que
del mundo se está librando con encarnizamiento creciente: cualquier interés humano que de alguna manera esté vinculado
está difundida la creencia en que, «en última instancia», todo a medios externos queda inserto en su ámbito. Si se comprue-
acaecer histórico es resultado de la acción recíproca de (<cua- ba que en dos situaciones históricas, iguales respecto de lo eco-
lidades raciales» innatas. En lugar de la mera descripción acrí- nómico, se obtuvieron empero respuestas distintas en virtud
tica de «caracteres nacionales» sobrevino 1a erección todavfa de diferencias de los determinantes políticos, religiosos, climá-
más acrítica, de las propias «teorías sociales» sobre 1~ base de ticos u otros innumerables de carácter no económico, entonces)
las «ciencias naturales>>. En nuestra revista hemos de seguir para mantener la supremacía <le lo económico, se reducen to-
;'.ltentamente el desarrollo de la investigación antropológica dos esos momentos a la categoría de «condiciones» histórica-
e1_1 la medida en que resulte pertinente para nuestro punto de
mente accidentales, tras de las cuales los motivos económicos
\'tsta. Es de esperar que se supere gradualmente, mediante fa actúan como causas. Es obvio, sin embargo, que todos esos
labor metodológicamente disciplinada, este estado de cosas en aspectos que, de acuerdo con la interpretación económica de
que la explicación causal de Jos procesos culturales por medio la historia, serían «accidentales», siguen sus propias leyes en

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el mismo sentido que los aspectos económicos, y que, pata dicionarniento económico- deriva, en el plano puramente me-
un modo de consideración que atienda a la significación especí- todológico, del hecho de que el adiestramiento de la vista para
fica de aquellos, las «condiciones» económicas son, a la in- observar la acción de categorías de causas cualitativamente ho-
versa, «históricamente accidentales» en cada caso y en el mis- mogéneas y la utilización repetida del mismo aparato concep-
mo sentido. Por último, un intento muy socorrido para salvar tual y metodológico ofrece todas las ventajas de la división del
la supremacía de lo económico a pesar de todo, consiste en ·trabajo. En esa medida no es «arbitrario», como lo muestra
interpretar la correspondencia y sucesión constantes de los su resultado, es decir, en cuanto proporciona el conocimiento
elementos singulares <le la vida cultural como dependencia de conexiones plenas de valor para la imputación causal de
causal o funcional Je unos respecto de los otros, o, más hie11, procesos históricos concretos. Sin embargo, la <(tmi!ateralidad»
de todos respecto de uno, a saber: el económico. Allí donde y el i:arácter irreal de la interpretación puramente económica
cierta institución, no económica, ha desempeñado también de- de lo histórico no es más que un caso especial de un principio
terminada «función» al servicio de intereses económicos de válido~ en forma por entero general, para el conocimiento
clases; allí donde, por ejemplo, ciertas instituciones religios,1s científico de la realidad cultural. Ilustrar las bases lógicas y
admitieron ser utilizadas, y en efecto ]o fueron, como «policía las consecuencias metodológicas genera les de este principio es
negra», toda la institución es imaginada como si se la hubie~e el propósito esencial de las discusiones que siguen.
creado para esa función o -de manera por entero metafísí• Ningún análisis científico «objetivo» de la vida cultural o
ca- como informada por una «tend(!ncia de desarrollo~ que --lo que quizás es algo más restringido, pero con seguridad
parte de lo económico. no sjgnifica en esencia otra cosa para nuestros fines-- <le los
Hoy ya no es preciso explicar a ningún especialista que esta .:fenómenos sociales» es independiente de puntos de vista espe-
interpretación del fin del análisis económico es en partt ex• ciales y «unilaterales», de acuerdo con los cuales estos -ex-
presión de detenninada constelación histórica que centró el presa o tácitamente, de manera consciente o inconsciente--
interés científico en ciertos problemas culturales económica- son seleccionados, analizados y organizados como objeto de
mente condicionados, y, en parte, de un rabioso patriorismo investigación. La razón de ello reside en la especificidad de 1a
científico; tampoco es preciso demostrar que esa interpreta- meta cognoscitiva de cualquier investigación de ciencias socia-
ción está, por lo menos, envejecida. La reducción a las solas les que quiera ir más allá de una consideración puramente far-
causas económicas en ningún sentido es exhaustiva en ningú,1 ma! de las normas -legales o convencionales-- de la convÍ•
campo de la vida cultural, ni siquiera en el de los procesos venda social.
«económicos». En principio, una historia bancaria de cnalquter La ciencia social que queremos promover es una ciencia de
pueblo que pretendiese aducir solo motivos económicos con realidad. Queremos comprender la realidad de la vida que nos
miras a la explicación, serfa naturalmente tan imposible como circunda, y en la cual estamos inmersos, en su especificidad;
una explicación de la Madonna Sixtina basada en los funda- queremos comprender, por un lado, la conexión y significación
mentos económico.sociales de la cultura de la época en que fue cultural de sus manifestaciones individuales en su configura-
creada. Y ella no sería, por principio, más exhaustiva que, por ción actual, y, por el otro, las razones por las cuales ha llegado
ejemplo, el intento de derivar el capitalismo a partir de ciertas históricamente a ser así-y-no-de-otro-modo. Ahora bien, tan
transformaciones de los contenidos de la conciencia religios,1 pronto como tratamos de reflexionar sobre la manera en que
que cooperaron en la génesis del espíritu capitalista, o bien se nos presenta inmediatamente, la vida nos ofrece una mu1ti
una formación política cualquiera a partir de sus condiciones plicidad infinita de procesos que surgen y desaparecen, suce-
geográficas. En todos estos casos resulta decisiva, respecto del siva y simultáneamente, tanto -«dentro» como «fuera» de no-
grado de significación que hemos de asignar a las condiciones sotros mismos. Y la infinitud absoluta de esta multiplicidad
económicas, la clase de causas a las que cabe imputar aquellos para nada disminuye, en su dimensión intensiva} cuando con-
elementos específicos del fenómeno en cuestión, a los cuales, sideramos aisladamente un objeto singular -por ejemplo, un
por nuestra parte, conferirnos importancia en cada caso. La acto concreto de intercambio-, tan pronto como procuramos
justificación del análisis unilate,·al de la realidad cultural desde con seriedad describirlo de manera exhaustiva en todos sus
«puntos de vista» específicos --en nuestro caso, el de su con- componentes individuales; tal infinitud subsiste todavía más,

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como es obvio, si intentamos comprenderlo en su condiciona- bargo, se interesa por la cuestión de qué resultado individual
miento causal. Cualquier conocimiento conceptual de la reali- produce la acción de estas leyes en una constelación individual-
dad infinita por la mente humana finita descansa en el supues- mente configurada, en cuanto tales constelaciones individuales
to tácito de que solo una parte finita de esta realidad consti- revisten significación para nosotros. Cada constelación indivi-
tuye el objeto de la investigación científica, parte que debe dual que ella «explica» o predice es explicable causalmente
ser la única «esencial» en el sentido de que «merece ser co- solo como consecuencia de otra, igualmente individual, que
nocida». Pero, ¿siguiendo qué principios se seleccionará esa 1a preceda. No importa cuánto podamos retroceder hacia la
parte? Repetidas veces se ha creído que el criterio decisivo, gris nebulosa del pasado remoto: la realidad a la cual se apli-
también en las ciencias culturales, puede discernirse en defi- can las leyes sigue siendo individual, no dedttcible a partir de
nitiva en la recurrencia «con arreglo a leyes» de ligazones cau- leyes. Un «estado primordial» del cosmos que no poseyese ca-
sales determinadas. Aquello que contienen en sí las «leyes» rácter individual, o lo tuviese en menor grado que la realidad
que podemos discernir en el curso infinitamente múltiple de cósmica del presente, sería naturalmente una representacfón
los fenómenos debe constituir, de acuerdo con esta concepción, sin sentido. Pero, ¿acaso no queda un resto de tales represen-
lo único científicamente «esencial» en ellas: apenas hemos taciones, dentro de nuestras disciplinas, en aquellas conjeturas,
demostrado la «legalidad» de una ligazón causal, como válida discernidas sobre la base del derecho natural o bien verifica-
sin excepción, con los medios de la inducción histórica com- das por la observación de los «primitivos», que postulan un
prensiva, o bien la hemos vuelto intuitiv~mente evidente para «estado primitivo» económico-social exento de «accidentali-
la experiencia interna, y cualquiera que sea la fórmula que ha- dad» histórica -por ejemplo: el «comunismo agrario primiti-
vamos encontrado de este modo, una multitud de casos, por vo», la <<promiscuidad sexual», etc.-, a partir del cual el de-
elevado que pueda concebirse su número, se subsume en elfa. sarrollo histórico individual surge mediante una especie de
Y los elementos de la realidad individual que. una vez est::i- caída en lo concreto?
hlecida la «ley», quedan fuera de ella, son considerados resi- El interés de las ciencias sociales parte, sin duda alguna, de la
duos no elaborados científicamente todavía, que habrán de ser configuración real y, por lo tanto, individual de la vida social
int.roducidos en el sistema «legal» a través del perfecciona- que nos circunda, considerada en sus conexiones universales,
miento de este, o bien permanecerán como algo «contingente>> mas no por ello, naturalmente, de índole menos individual,
y se los dejará de lado por científicamente inesenciales, en así como en su ser-devenidas a partir de otras condiciones so-
cuanto no son «concebibles legalmente» y no encajan, por ello, ciales que a su vez, evidentemente, se presentan como indivi-
en el «tipo» del proceso; en tal caso, solo pueden ser objeto duales. Es manifiesto que aquí se presenta, con una intensidad
de una «curiosidad ociosa». De este modo, aun entre los re- específicamente mayor, la misma situación que dilucidábamos
presentantes de la escuela histórica reaparece de continuo la en la astronomía como caso límite ( por regla general, también
convicción de que el ideal al cual tienden todas las ciencim,, aducido con el mismo propósito por los lógicos). Mientras
incluidas las ciencias culturales, y al cual deben tender aun que en la astronomía los cuerpos celestes nos interesan solo en
en vista de un remoto futuro, es la obtención de un sistema sus relaciones cuantitativas, susceptibles de medición exacta,
de proposiciones del cual la realidad pueda ser «deducida». en Jas ciencias sociales nos concierne la tonalidad cualitativtz
Como es sabido, un eminente naturalista creyó que podía ca- de los procesos. A esto se agrega que en las ciencias sociales
racterizar el objetivo ideal (jnalcanzable en 1a práctica) de ta 1 trátase de la acción conjunta de procesos espirituales, cuya
elaboración de la realidad cultural como un conocimiento «as- «comprensión» por vía de revivencia es, naturalmente, una
tronómico» de los procesos de la vida. Por nuestra parte, no tarea de índole específicamente distinta de aquella que pueden
omitiremos examinar estos asuntos más de cerca, sin que in- o pretenden resolver las fórmulas de las ciencias naturales
terese cuán a menudo se los haya discutido ya. Salta a la vista, exactas en general. No obstante, estas diferencias no son tan
en primer Jugar, que ese conocimiento <<astronómico» en que fundamentales como a primera vista parecen. Tampoco las
se piensa en modo alguno es un sistema de leyes. Antes bien, ciencias naturales exactas -salvo la mecánica pura- proce-
obtiene las leyes que constituyen los pre supuestos de su labcr den sin cualidades. Además, en nuestro propio campo trope-
de otras disciplinas, como la mecánica. La astronomía, sin em- zamos con la opinión ( francamente errónea) de que por lo me-

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nos el fenómeno del intercambio monetario, fundamental para «entelequias>> o de cualquier otro modo ( pues ello sería una
nuestra civilización, es cuantificable y, por esa razón, aprehen- cuestión aparte), sino, sencillamente, a que, con relación al
sible según «leyes». Por último, depende de la mayor o menor conocimiento de la realidad, nos interesa la constelación en
amplitud del concepto de «ley>> el que este comprenda regu- que se agrupan esos «factores» (hipotéticos) en un fenómeno
laridades que, no siendo cuantificables, tampoco son suscepti- cultural hist6ricamente si,ri,níf icativo para nosotros; se debe
bles de expresión numérica. En lo que respecta, en particular, también a que, si queremos «explicar causalmente» est1 con-
a la acción conjunta de motivos «espirituales», en ningún caso figuración individual, debemos recurrir a otras configuracio-
excluye la formulación de reglas de la acción racional. Y, so- nes, igualmente individuales, sobre la base de las cuales expli-
bre todo, todavía hoy persiste el punto de vista de que la psi- caremos aquella mediante el emp]eo, Llesd{: luego, de esos
cología tiene por misión desempeñar, con relación a cada una conceptos ( ¡hipotéticos!) de «leyes». Comprobar es,is «leyes»
de las ciencias del espíritu, un papel comparable con el de las y «factores» (hipotéticos), en todo caso, sería la primera de,
matemáticas, puesto que ha de descomponer los complicados las ml1ltiples tareas que nos llevarían al conocimiento a que
fenómenos de la vida social en sus condiciones y efectos psí- aspiramos. El análisis y la exposición ordenadora de la confi-
quicos, reconduciéndolos a los factores psíquicos más simples guración individual, históricamente dada en cada caso, de
que se pueda, para clasificarlos luego en diversos géneros e in- aquellos factores, y su .1cción recíproca concreta, condiciona-
vestigarlos en sus conexiones funcionales. Con ello se crearía da de ese modo y significativa en su especificidad, y ante
una especie de «química», si no de <<mecánica», de los funda- todo la dilucidación del fundamento y de la índole de este
mentos psíquicos de la vida social. No hemos de decidir aquf condicionamiento, sería la tnrea siguiente por resolver> aunque
si tales investigaciones pueden proporcionar resultados parti- en sí misma por entero nu1::va y t1utónoma. Podría concc:birse
culares valiosos y -lo que no es lo mismo- utilizables para la tercera etapa como la indagación de las propiedades indivi-
las ciencias culturales. Pero ello carece de toda importancia duales, significativas para el prcsente 1 <le estos agrup.1mientos
con respecto a la cuestión de si la finalidad del conocimiento en cuanto a su devenir, tan lejos en el pasado como se pueda,
económico-social en el sentido en que lo entendemos, esto es, así como su explicación histórica a partir de configuraciones
el conocimiento de la realidad en su significación cultural y su precedentes, individuales a su vez. Por último, la cuarta etapa
conexión causal, puede lograrse mediante la búsqueda de re- consistiría en la predicción de configuraciones futuras posibles.
currencias ajustadas a leyes. Supongamos que, por medio de Para todos esos fines, como es manifiesto, la existencia de con-
la psicología o de otra ciencia, se logre un día descomponer ceptos daros y el conocimiento de aquellas « leyes» ( hipott~ti-
todas las ligazones causales de fenómenos sociales, observadas cas) revisten considerable valor, y hasta son imprescindibles,
o imaginables para el futuro, en algunos «factores» simples como medios cognoscitivos --pero solo corno tales-. Pero
últimos, y que se pueda abarcarlas luego de manera exhaustiva aun en esta función muestran pronto, en UJI punto decisivo,
en una imponente casuística de conceptos y de reglas que val- sus límites, establecidos los cu,iles alcanzamos la peculiaridad
gan estrictamente como leyes: ¿Qué importancia revestiría el decisiva del modo de consideración de las ciencins de la cul-
resultado de todo esto respecto de nuestro conocimiento de tura. Hemos designado «ciencias de la cultura» a las discipli-
1a cultura histó,-icamente dada, o de cualquier fenómeno indi- nas que procuran conocer los fenómenos de la vida en st 1
vidual de ella, como por ejemplo el capitalismo en su desarro- significación cultural. La signif iccición de la configuración de
llo y significación cultural? Como medio cognoscitivo, no re- u11 fenómeno cultural, y su fundamento, no pueden ser ohte-
vestiría utilidad mayor ni menor que la que tendría un catá- nidos, fundados y vueltos inteligibles a parrir <le un sistema
logo de las combinaciones de la química orgánica respecto del de conceptos legales, por perfecto que fuere; en efecto, presu-
conocimiento biogenético del mundo animal y vegetal. Tanto ponen la relación de los fenómenos culturales con ideas de t>d·
en uno como en otro caso, ciertamente, se habría dado un paso lor. El concepto de cultur:1 es un concepto de valor. La realidad
preliminar importante y útil; pero en ninguno de los dos empírica es para nosotros <,cultura>> en cuanto la relacionamos
puede la realidad de la vida deducirse de «leyes» y «factores». con ideas de valor; abarca aquellos elementos de 1a realidad
Esto no se debe a que en los fenómenos de la vida residan que mediante esa relación se vuelven significativos para noso-
«fuerzas» superiores y misteriosas, llámeselas <<potencias», tros, y solo esos. lJnicamente una pequefia parte de la realidad

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i ndívidual considerada en cada caso está coloreada por nues- de la significación cultural del hecho histórico de que el inter-
tro interés condicionado por aquellas ideas <le valor; ella sola cambio sea hoy un fenómeno de masas. En cuanto él debe ser
ríen..: significación para nosotros, y la tiene porque exhibe re- explicado, en cuanto queramos comprender qué es lo que dis-
laciones para nosotros importantes a causa de su ligazón con tingue nuestra civilización económico-social de la propia de la
ideas de valor. Solo en cuanto ello es así, esa parte será para Antigüedad, por ejemplo, en la cual el intercambio presentaba
nosotros digna de ser conocida en sus rasgos individua1es. los mismos rasgos genéricos que hoy, y, por lo tanto, quera-
Ahora bien, qué es lo significativo para nosotros es algo que mos comprender dónde radica la significación de la «economía
ninguna investigación «sin supuestos» de lo empíricamente monetaria», se introducen en la investigación principios lógi-
dado puede discernir; antes al contrarío, su determinación es cos por entero heterogéneos en cuanto a su. origen: como me-
prerrequísito para que algo llegue a ser objeto de investigación. dios de exposición emplearemos, por cierto, los conceptos que
Lo significativo no coincide, naturalmente, en cuanto tal, con nos proporciona la investigación de los elementos genéricos
ninguna ley, y, por cierto, tanto menos cuanto más general de los fenómenos económicos de masas, en la medida en que
sea aquella. En efecto, la significación específica que un ele- ellos contengan elementos significativos de nuestra cultura;
mento de Ja realidad tiene para nosotros no se encuentra en pero la meta de nuestra labor no se alcanza con la exposición
aque11as relaciones que comparte con muchos otros fenóme- de esas leyes y conceptos, por precisa que fuere. Más aún, la
nos. La relación de la realidad con ideas de valor, que le con- cuestión de qué debe pasar a ser objeto de la formación de
fieren significación, así como el aislamj_ento y el ordenamiento conceptos genéricos no puede resolverse «sin presupuestos»,
de los elementos de la realidad así destacados desde el punto sino solo por referencia a la significación que, respecto de la
de vista de su significación cultural, constituyen un modo de cultura, poseen determinados elementos de esa multiplicidad
consideración por entero heterogéneo y dispar respecto aeI infinita que llamamos «circulación». Procuramos conocer un
¡¡nálisis de la realidad basado en leyes, y de su ordenamiento fenómeno histórico, esto es, pleno de significación en su espe-
en conceptos generales. Ambos tipos de ordenamiento con- cificidad. He aquí lo decisivo: solo mediante el supuesto de
ceptual de la realidad en modo alguno presentan relaciones que únicamente una parte finita entre una multitud infinita de
lógicas necesarias entre sí. Pueden coincidir en algún caso par- fenómenos es significativa, cobra, en general, sentido lógico
ticular, pero tendría desastrosas consecuencias que esa conju~- la idea de un conocimiento de fenómenos individuales. Aun si
ción accidental nos indujera erróneamente a creer que no di- poseyésemos el conocimiento más amplio que pudiera conce-
fieren en principio. La significación cultural de un fenómeno, birse acerca de las «leyes» del acaecer, nos encontraríamos per-
por ejemplo el intercambio monetario, puede consistir en que plejos frente a esta pregunta: ¿Cómo es posible en general la
se presente en escala de masas, como componente fundamental explicación causal de un hecho individual? En efecto, jamás
de la cultura moderna. Pero el hecho histórico de que desem- puede concebirse como exhaustiva aun la descripción del seg-
peñe este papel, precisamente, debe ser vuelto comprensible mento más ínfimo de la realidad. El número y la índole de las
en su síg,nificación cultural y explicado causalmente en s':1 ori- causas que determinaron cualquier evento individual son siem-
nen histórico. La investigación de la esencia general del rnter- pre infinitos, y nada hay en las cosas mismas que indique qué
:ambio y de la técnica del mercado es una labor previa impor- parte de ellas debe ser considerada. El único resultado de
tantísima e indispensable. Con ello, sin embargo, no solo que- cualquier intento serio de conocer 1a realidad «sin presupues-
da sin contestar la pregunta de cómo el intercambio alcanzó tos» sería un caos de «juicios de existencia» acerca de innu-
históricamente esta significación, hoy fundamental, sino que, merables percepciones particulares. Pero aun tal resultado sólo
ante todo, de ninguna de esas «leyes» se sigue lo que en defi- es posible en apariencia, ya que cada percepción aislada, en
nitiva nos interesa, a saber: la significación cultural de la eco- cuanto se la considera con mayor atención, muestra infinitos
nomía monetaria, única en virtud de la cual nos interesa la elementos que jamás pueden ser expresados de manera exhaus-
descripción de la técnica del intercambio, y única en virtud tiva en juicios de percepción. Lo único que introduce orden en
de la cual existe hoy una ciencia que se ocupa de esa técnica. este caos es la circunstancia de que, en cada caso, solo una
Los rasgos genéricos del intercambio, la compraventa, etc., in- parte de la realidad individual reviste para nosotros interés y
teresan a los juristas; la tarea que nos concierne es el análisis significación, porque únicamente ella muestra relación con las

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ideas de valor culturales con hts cuales abordamos la realidad. individual, de una conexión se le haya Je imputar en la reali-
Solo determinados aspectos de los fenómenos individuales, dad, en concreto, significación causal respecto del resultaJo de
siempre infinitamente múltiples -es decir, aquellos a los cua- .:_:uya explicación causal se trata, es algo que, en caso de duda,
les atribuimos significación cultural general-, son por lo tanto, rolo puede ser determinado estimando los efectos que general-
dignos de ser conocidos, y solo ellos son objeto de explicación ¡¡tente esperamos de él y de ]os otros componentes del mismo
causal. Esta, a su vez, denuncia e1 mismo fenómeno: un re- complejo que consideramos a los fines de la explicación: en
greso causal exhaustivo desde cualquier fenómeno concreto en otras palabras, sólo puede ser determinado a partir de los efec-
su realidad plena, no solo es imposible en Ja práctica, sino to!-. <~adecuados» de los elementos causales en cuestión. De-
sencillamente disparatado. Solo determinamos aquellas causas pende de los casos individuaks la medida en que el historia-
a las cuales son imputables, en el caso individual, los compo- dor ( en el sentido lato del término) podrá llevar a cilbo con
nentes «esenciales~ del acontecimiento. En cuanto se trata de seguridad esa imputación a partir de su imaginación, mnrida
la individualidad de un fenómeno, la pregunta por la causa no por su experiencia de vida y metódicamente disciplinacb, o
inquiere por leyes sino por conexioms causales concretas; no bien requerirá la ayuda de ciencias especiales que le p:::rmitan
pregunta bajo qué fórmula ha de subsumirse el fenómeno co• realizarla. En todas partes, sin embargo, y por lo tanto tam-
mo espécimen, sino cuál es la constelación individual a la que bién en la esfera de los complicados procesos económicos,
Jebe imputarse en cuanto resultadQ: es una cuestión de impu- cuanto más seguro y abarcador sea nuestro conocimiento ge-
tación. Siempre que entra en consideración la explicación cau- neral, tanto mayor será la seguridad Je la imputación. Que se
sal de un «fenómeno de la cultura» - o de un «individuo trate siempre, aun en el caso de las denominadas «leves eco-
histórico», para emplear esta expresión, ya usada en ocasiones nómicas» sin excepción, no de ~leyes» en el sentido riguroso
en la metodología de nuestra disciplina y que ahora, en un::1 de las cencias naturales exactas, sino de conexiones causales
formulación más precisa, se vuelve habitual en lógica-, el crdecuadas, expresadas en reglas, y, en consecuencia, de una
conocimiento de leyes de la causación no puede ser el / in de ,1plicación de L1 categoría de -:,posibilidad objetiva» que no he-
la investigación sino solo un medio. Nos facilita y posibilita mos de considerar en detalle aquí, en nada menoscaba la afir-
la imputación causal de los componentes de los fenómenos, mación precedente. La determinación de tales regularidades,
culturalmente significativos en su individualidad, a sus causas sin embargo, no es la meta sino el medio del conocimiento; y
concretas. En la medida en que cumpla eso, pero solo en esa en cada caso constituye una cuestión de oportunidad estable-
medida, es valioso para nuestro conocimiento de conexiones cer si tiene sentido expresar en una fórmula, como «lev», una
individuales. Y cuanto más «generales», es decir, cuanto más regularidad de ligazón causal conocida a partir de la vida coti•
abstractas sean las leyes, tanto menos pueden contribuir a la diana. Para las ciencias naturales exactas, las «leves» son tanto
imputación causal de fenómenos individuales y, por vía indi- más importantes y valiosas cuanto más unive;salmente váli-
recta, a la comprensión de la significación de los procesos ,las. Para el conocimiento de los fenómenos históricos en su
culturales. condición concreta, las leyes más generales son por lo común
¿Cuál es la consecuencia de todo esto? también las menos valiosas, en cuanto las más vacías de con-
De lo dicho no se sigue, naturalmente, que el conocimiento de tenido. Mientras más amplio es el campo de validez de un
lo general, la formación de conceptos de género abstractos, el concepto genérico -su extensión--, tanto más nos desvía
conocimiento de regularidades y el intento de formular cone- de la riqueza de la realidad, ya que prna contener lo com(m al
xiones «legales» carezcan de justificación científica en el ám- mayor número posible de fenómenos debe ser lo más abstrac-
bito de las ciencias culturales. Todo lo contrario; si el conoci- to posible y, en consecuencia, más pobre en contenido. En las
miento causal de los historiadores consiste en la imputación ciencias de la cultura, el conocimiento de lo general nunca es
de resultados concretos a causas concretas, sería totalmente valioso por sí mismo.
imposible, respecto de cualquier resultado individual, una im- De lo dicho hasta aquí se infiere que carece de sentido un
putación válida que no recurriese al conocimiento «nomológi- tratamiento «objetivo>> de los procesos culturales, si por t::11 se
co», es decir, el conocimiento de las regularidades de las co- entiende que, como meta ideal de la labor científica, haya de
nexiones causales. Que a determinado componente particular. valer la reducción de Jo empírico a «leyes.>>. Fsto no se debe,

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contrariamente a lo que con frecuencia se sostiene, a que los adoptan históricamente despiertan, de manera directa o indi-
pro~es?s culturales o psíquicos, por ejemplo, se comporten recta, nuestros intereses culturales y nuestro afán de conoci-
«o?Jet1vamente» de una manera menos «legal», sino a las sí• mientos desde puntos de vista derivados de aquellas ideas de
gu1entes razones: 1) a que el conocimiento de las leyes socia- valor que vuelven para nosotros signifícativo el fragmento de
les no implica conocimiento de la realidad social sino, antes realidad pensado en aquellos conceptos.
bien_, uno de los diversos_ medios auxiliares que nuestro pen- Todo conocimiento de la realidad cultural es, como se infiere
samiento emplea con ese fm, y 2) a que el conocimiento de los de lo anterior, siempre un conocimiento que parte desde pun-
p~<~ces?; culturales so.lo es conceb.ible sobre la base de la sig- tos de vista es pecí/ícamente particulares. Cuando exigimos al
ntftcacron que la realidad de la vida, configurada siempre en historiador y al investigador social que, como presupuesto eb
forma individual, tiene para nosotros en determinadas cone- mental, puedan distinguir lo importante de lo accesorio, y
xiones singulares. En qué sentido y en qué relaciones sucede que posean para ello los «puntos de vista» requeridos, esto
esto es algo que ninguna ley nos revela, ya que se decide de quiere decir solamente que deben saber cómo relacionar los
acuerdo con las ídeas de valor desde las cuales consideramos la fenómenos de la realidad -conscientemente o no- con «va-
«cultura» en cada caso individual. «Cultura» es una sección lores culturales» universales, para elucidar luego, a partir de
limitada de la infinitud desprovista del sentido del acaecer allí, las conexiones significativas para nosotros. Si de continuo
universal, a la cual los seres humanos otorgan sentido v sig- se reitera la creencia de que esos puntos de vista podrían
t~ificacíón. Ella sería tal incluso para l<is hombres que sé opu- «extraerse de la materia misma», ello se debe a la ilusión in-
s1~r~n a una cultura concreta como a su mortal enemigo, y genua del especialista, quien no se percata de que, en virtud
ex1g1eran un «retorno a la naturaleza». En efecto, solo podrían de las ídeas de valor con las cuales inconscientemente ha abor-
llegar a esa toma de posición en cuanto refirieran esa cultura dado la materia, ha destacado, de una infinidad absoluta, un
concreta a sus ideas de valor y la encontrasen «demasiado frí- pequeño elemento en cuanto lo único que interesa a su consi-
vola». Es este hecho puramente lógico-formal el que menta- deración. En esa selección de «aspectos» singulares especiales
mos aquí, cuando nos referimos a la vinculacich necesaria des- del acaecer, realizada siempre y en todas partes, consciente-
de el punto de vista lógico de todos los individuos históricos mente o no, opera también ese elemento de la labor de las
con «ideas de valor». La premisa trascendental de toda cien- ciencias culturales que está en la base de la afirmación, fre-
cia de la cultura no consiste en que encontremos plena de va- cuentemente oída, de que lo realmente valioso de un trabajo
lor una determinada «cultura», o cualquier cultura en general, científico es lo que hay en él de «personal», y que en toda
sino en que sornas hombres de cultura, do::ados de la capaci- obra, si es que su existencia ha de justificarse, debe expresar-
dad y la voluntad de tomar conscientemente posición ante el se «una personalidad». Y, por cierto, sin las ideas de valor del
mundo y de conferirle sentido. Y este, cualquiera que sea, investigador no existiría ningún principio de selección del ma-
conducirá a que en 1a vida juzguemos determinados fenóme- terial ni conocimiento provisto de sentido de lo real en cuanto
nos de la coexistencia humana a partir de él, y a que tomemos individual; además, así como sin la fe del investigador en la
posición frente a ellos como significativos ( positiva o negati- significación de cualquier contenido cultural toda labor de co-
vamente). Además, sín que importe cuál sea el contenido de nocimiento de la realidad individual carecería directamente de
esta toma de posición, tales fenómenos tienen para nosotros sentido, del mismo modo su labor estará orientada por la di-
Jignificación cultural y únicamente en ella estriba su interé~ rección de su fe personal, por la refracción de los valores en
cícntífico. Por Jo tanto, cuando aquí nos referimos, siguiendo el prisma de su alma. Y los valores a los que el genio cien-
la terminología de los lógicos modernos, a que el conocimien- tífico refiere el objeto de su investigación podrán determinar
to de la cultura está condicionado por ideas de valor, lo hace- la «concepción» de toda una época, es decir resultar decisivos,
mos en el entendimiento de que no se supondrá que para no- no solo respecto de lo que es «pleno de valor», sino también
sotros solo hay que atribuir significación cultural a fenómeno~ de ]o significativo o insignificante, «importante» o «accesorio)¡>
plenos de valor. La prostitución es un fenómeno de la cultura en el fenómeno.
al igual que la religión o el dinero. Los tres lo son solo en El conocimiento de las ciencias de la cultura, en el sentido en
cmmto, y en 1a medida en que, su existencia y la forma que que Jo entendemos aquí, está vinculado a premisas «subjeti-

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vas:. en cuanto se ocupa sólo de aquellos elementos de la .rea- un resultado que pasa a ser causa de una acción. Tomamos en
lidad que muestran alguna relación, por indirecta que sea, con menta esta, como cualquier otra causa que produzca o pueda
procesos a los que atribuimos significación cultural. A pesar producir un resultado pleno de significación. Y su signi~icación
de ello es, naturalmente, un conocimiento puramente causal, específica consiste en que no solo comprobamos la acción hu-
en idéntico sentido que el de procesos naturales individuales mana sino que queremos y podemos comprenderla.
significativos que posean carácter cualitativo. Entre las muchas
confusiones que ha traído la invasión del pensamiento jurídi- Sin duda, tales ideas de valor son ,<subjetivas~. Entre el inte·
co formal en la esfera de las ciencias culturales, se cuenta el rés «histórico» por una crónica familiar y el interés por el de-
intento reciente de «refutar» la «concepción materialista de la sarrollo de los más vastos fenómenos culturales concebibles,
historia» en sus principios, mediante una serie de sutiles so- que eran y son comunes a una nación o a la humanidad du-
fismas; sostiénese que, desde el momento en que toda vida rante largas épocas, hay una infinita escala de «significaciones»,
e;o.nómica debe. desenvolverse dentro de formas reguladas ju- cuva serie difiere en cada uno de nosotros. Como es natural,
r1d1ca o convencionalmente, todo «desarrollo» económico debe estas varían históricamente de acuerdo con el carácter de 1a
cobrar la forma de un esfuerzo por crear nuevas formas jut·i- cultura y de las ideas que guían a los hombres. Pero de esto
dicas. En consecuencia, se afirma que sólo se lo puede com- no se sigue, evidentemente, que la investigación en las cien-
pren~~r sobre la base de máximat éticas, y que, por esta cau- cias de la cultura solo pueda tener resultados «subjetivos,>,
sa, d1f1ere por esencia de cualquier desarrollo natural. El co- en el sentido de válidos para una persona y no para otras.
nocimiento del desarrollo económico sería, por lo tanto de Antes bien, lo que varía es el grado en que interesan a diver--
carácter «teleológico». Sin pretender discutir aquí el sig;lifi- sas personas. En otras palabras, qué pase a ser objeto de la
cado que pueda tener para la ciencia social el ambiguo término investigación, y en qué medida se extienda esta en la infinitud
de «de~arrol!o?, o el concepto no menos difuso, desde el pun- de ]as conexiones causales, estará determinado por las idea!!
to de _v1~ta log1co, de «~eleología», podemos establecer que tal <le valor que dominen al investigador y a su época. En cuanto
conoc1m1ento no necesita ser «teleológico» en el sentido su• al «cómo», al método de investigación, el «punto de vista»
puesto. Aun permaneciendo formalmente idénticas las norma~ orientador es determinante -como hemos de ver-- para la
j~r~dicas ~igentes, la significación cultura] de las relaciones ju- construcción del esquema conceptual que se empleará en la
t1d1cas obJeto de las normas, y con ello de las normas mismas. investigación. En el modo de su uso, sin embargo, el investí•
puede variar radicalmente. En efecto, para entregarnos por gador está evidentemente ligado, en este caso como en todos,
un momento a una fantasía anticipatoria, se podría concebir por las normas de nuestro pensamiento. Pues la verdad ~ien-
teóricamente una -+:socialización de los medíos de producción», tífica es lo que pretende valer para todos aquellos que quieren
cumplida sin que originase ningún «esfuerzo» consciente para la verdad.
obtener tal resultado, y sin ]a supresión o adición de nino·ún No obstante, ello implica el carácter absurdo de la idea, que
parágrafo de nuestra legislación: la frecuencia estadístict de prevalece en ocasiones incluso entre l?s h!storiadores de nues-
ciertas relaciones objeto de regulación jurídica se alteraría fun- tra disciplina, de que ]a meta de las ciencias de la cultura, por
damentalmente, y en muchos casos se reduciría a cero; gran lejana que esté, podría consistir en la fr:rmación de ,un sistema
parte de las normas se vaciarían de significación práctica v cerrado de conceptos, en el cual la realidad quedaria abarcada
toda su significación cultural cambiaría hasta volverse irreco- en una suerte de articulación definitiva, y <le la cual pudiera
nocible. L~ «~~ncepc_ión materialista. de la historia» podrfa> ser deducida luego nuevamente. La corriente del acaecer in-
pues, con Justicia, de1ar de lado las discusiones de lege feren- conmensurable fluve de manera incesante hacia la eternidad.
da, puesto que su punto de vista central consistiría, precisa- y
Siempre de nuevo de maneras distintas se configuran los pro-
mente, en la inevitabilidad del cambio de significación de las blemas culturales que mueven a ]os hombres, y con ello se
instituciones jurídicas. Quien considere subalterna la sencilla mantiene fluctuante el círculo de lo que, para nosotros, pre-
l~bor de comp!ensió_n causal de la realidad histórica puede elu~ sen ta sentido y significación entre el flujo permanente de ]o
d1rla; pero es 1mpos1ble suplantarla por cualquier «teleología,,. individual, y que se convierte en ~individuo histórico». Cam-
Desde nuestro punto de vista, «fin» es la representación de hian Jas conexiones conceptuales con las cuales aquello es con-

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siderado y aprehendido científicamente. Los puntos de parti- pírico en sus conexiones legales, un conocimient? monista1 ?u-
da de las ciencias de la cultura se proyectan, por ello cam- ramente «objetivo» ( libre de todo valo~) y r~c10_nal. ep. su 111-
biantes, hacia el más remoto futuro, mientras un ent~meci- tegridad ( independiente de toda «contmgenc1a md1v1dua~»),
miento de la vida intelectual al estilo chino no incapacite a la de la totalidad de la realidad, que cobrara la forma de un siste-
humanidad para plantear nuevos interrogantes a la corriente ma conceptual provisto de validez metafísica y formulac_ión
eternamente inagotable de la vida. Un sistema de ciencias de matemática. Las disciplinas naturales ligadas a puntos de vista
la cultura, aunque más no fuese en el sentido de una fijación valorativos como la clínica médica y en mayor grado aún
definitiva, objetivamente válida, que sistematizase las cuestio- lo que habitualmente se denomina «tecnología», se convirtie-
nes y los ámbitos que debe tratar, sería un sinserntido. Tal ron en «artes» puramente prácticas. Los valores que debían
tentativa solo podría producir una multitud de puntos de vis- servir -salud del paciente, perfeccionamiento de un proceso
ta innu°:erables, específicamente particularizados, heterogé- productivo concreto, etc.- quedaron fijados en c~d~ caso pa-
neos y dispares entre sí, desde los cuales la realidad es o ha ra todas ellas. Los medios que emplearon cons1St1eron -y
sido para nosotros <<cultura», es decir, plena de significado en solo pudieron consistir- en la aplicación de las leyes descu-
su peculiaridad. biertas por las disciplinas teóricas. Para cada fin dado, la re-
"' ducción progresiva de cuestiones prácticas singula~res. ( por
Después de esta prolongada discusión, podemos por fin abor- ejemplo, un caso de enfermedad o un pro?~ema tecmco) a
dar lo que nos interesa metodológicamente en una considera- casos especiales de leyes universalmente validas, esto es, la
ción de la «objetividad» del conocimiento de la cultura: ¿Cuál ampliación del conocimiento teórico, se ligaba directamente
es la función lógica y la estructura de los conceptos con los con un aumento de las posibilidades técnico-prácticas, y era
que nuestra ciencia, como cualquier otra, labora? O, formu- idéntico a este. En cuanto la biología moderna hubo subsumi-
lada más específicamente en relación con el problema decisivo, do los aspectos de la realidad que nos in~eresan históricdmen-
¿cuál es la significación de la teoría y de la conceptualización te es decir en el modo de su ser-devemdos así-y-no-de-otra-
teórica para el conocimiento de la realidad cultural? m;nera, bajo el concepto de un principi.o d~ desarrollo univer-
La economía política fue originariamente, como vimos, una salmente válido, que al menos en apanencia -aunque no ~n
«técnica», por lo menos de acuerdo con el centro de gravedad la realidad- permitía subordinar todos los aspectos ~sencrn-
de sus discusiones. Consideraba los fenómenos de la realidad les de aquellos objetos bajo un esquema de leyes universal-
desde un punto de vista valorativo que, al menos en aparien- mente válidas, pareció que se anunciaba el ocaso de todos los
cia, era unívoco, estable y práctico: el aumento de la «rique- puntos de vista valorativos ~n las ciencias. En ef~cto, como
za» de la población. Por otro lado, no fue desde sus comien- el denominado acaecer histórico era parte de la realidad total;
zos solamente una «técnica», pues estuvo articulada en la po- como el principio de causalidad, premisa de toda labor cientí-
tente unidad de la cosmovisión propia de las doctrinas del de- fica, parecía requerir la resolución de t?d? el acaece~ en «le-
recho natural y del racionalismo del siglo xvnr. Pero la pecu~ ves» de validez universal, y como, por ultimo, era evidente el
liaridad de esa cosmovisión, con su fe optimista en la posibi- 3brumador éxito de las ciencias naturales, que habían tomado
lidad de racionalización teórica y práctica de lo real, operó en esta idea en serio, parecía inimaginable otro ~e~tido de la la-
el sentido de impedir que se descubriera el carácter proble- bor científica que no consistiese en el descubrimiento de fryes
mático de aquel punto de vista, presupuesto como obvio. Co- del acaecer. En los fenómenos, solo lo «conforme a leyes» po-
mo la consideración racional de la realidad social surgió en día ser científicamente esencial, y los procesos «individuales»
estrecha relación con el desarrollo moderno de la ciencia na- solo entraban en consideración como «tipos», es decir, en este
tural, permaneció afín a esta en todo su método de estudio. caso como representantes ilustrativos de las leyes; interesarse
Ahora bien, en las disciplinas naturales el punto de vista va- por ~llos en cuanto tales parecía «no ci~ntíficm~. . .,
1orativo, práctico, dirigido a lo inmediata y técnicamente útil, Es imposible seguir aquí las fuertes mfh~encias que eJe~Cl~)
se asociaba íntimamente, desde un comienzo, con la esperanza, esta actitud optimista del monismo naturalista sobre las d1sc1-
heredada de la Antigüedad y desarrollada luego, de lograr, por plinas económicas. Cuando la crítica socialista y la labor. <le
la vía de la abstracción generalizante y del análisis de lo em- los historiadores empezaban a transformar los puntos de v1sta

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hegeliano, por el otro, impidieron a la economía política reco- dientes teorías ~exactas» -respecto de todos los demás factores
nocer de manera unívoca y en todo su alcance la relación en- susceptibles de ser consideradl)s, el co11junto tle esas teorías
tre concepto y realidad. El resultado de ello, en la medida en ,1bstract.1s debiera contener la verdadera realidad <le las cosas,
que nos interesa aquí, fue que, a pesar del poderoso dique esto es, to<lo lo que en la realidad es digno de ser conocido.
opuesto a la intrusión del dogma naturalist.1 por parte de la La teoría económica exacta verificaría la ,tcción de un mot1vo
filosofía idealista alemana a partir de Fichte, por parte de los psíquico, mientras qt1e las demás teorías tendrían por misióa
logros de la escuela histórica del derecho y de la labor de la desarrollar los resrantes motivos de modo similar en proposi-
escuela alemana de economía política, v también a causa de ciones de validez hipotética. De acuerdo con ello, respecto de
e::-a labor, el punto de vista naturalista no ha sido todavía la labor teórica, es decir, de las teorías abstractas de forma-
superado en ciertos puntos decisivos. Entre ellos se cuenta, ción de los precios, de b renta, el interés, etc., se ha planteado
en particular, la relación entre labor «teórica» e «histórica». en ocasiones la fantástica pretensi6n de que pudieran> de
todavía problemática en nuestra disciplina. acuerdo con una -pretendida- analogía con las proposici(>·
El método teórico «abstracto» s~ contrapone todavía hoy ás- nes de 1a ciencia física, ser empleadas para deducir con vali-
peramente, de un modo en apariencia insuperable y sin me- dez, acerca de la realid<1d de la vida, resultados determinados
diación alguna, a la investigación empírico-histórica. Quienes cuantitativamente a partir de premisas reales dadas --esto ~s.
sostienen este método reconocen de una manera totalmente leyes en el sentido más estricto-, ya que, según se afirma,
correcta la imposibilidad metodológica de suplantar el conoci- dado cierto fin la economía humana estaría «determinacb»
miento histórico de la realidad por la formulación de «leyes». de manera unívoca respecto del medio. No se reparó en el
o} a la inversa, la imposibilidad de construir «leyes» en sentido hecho de que, para alcanzar este resultado, mm en el caso
riguroso mediante la mera yuxtaposición de observaciones his- más simple, habría que suponer como «dada» y conocida la
tóricas. Ahora bien, para llegar a esas leyes -pues están con- totalidad de la realidad histórica respectiva, incluidas todas
vencidos de que la ciencia debe tender a ellas como su meta sus conexiones causales; tampoco se reparó en que, si el eS··
suprema-, parte del hecho de que vivenciamos directamente, píritu finito pudiese alcanzar este conocimiento, sería impen-
en toda su realidad, las conexiones de la acción humana, por sable atribuir valor cognoscitivo a una teoría abstracta. El
lo cual -piensan- podemos volver inteligible de manera in- prejuicio naturalista según el cual esos conceptos debieran mos,
mediata, con evidencia axiomática, el curso de esa acción hu- trar afinidad con Jos de las ciencias naturales exactas, hahfo
mana y discernir sus leyes. La única forma exacta del cono- traído como consecuencia la incomprensión del sentido de es-
cimiento, es decir, fa. formulación de leyes evidentes, intuibles tas formaciones conceptuales teóricas. Se creyó que se trataba
de manera inmediata, sería al mismo tiempo la única que per- del aislamiento psicológico de un «impulso,> específico del
mitiría realizar inferencias acerca de procesos no observados hombre, el afán de lucro, o de la observación aislada de una
de modo directo; por ello, al menos en lo que concierne a los máxima específica de la acción humana, el llamado principio
fenómenos fundamentales de la vida económica, la construc- económico. La teorfo ahstract,1 pretendía poder apoy,irse en
ción de un sistema de proposiciones abstractas, y en conse- axiomas psicológicos, con la consecuencia de que los historia-
cuencia puramente formales, análogas a las de las ciencias na- dores clamaban por una psicología empírica a fin de compro,
turales exactas, sería el único medio de dominar mentalmente bar la invalidez de aquellos axiomas y de poder deducir psi-
la complejidad de 1a vida social. No obstante la distinción cológicamente el curso de los procesos económicos. En este
metodológica de principio entre conocimiento histórico y co- lugar no queremos criticar de manera exhaustiva la fe en la
nocimiento de «leyes», que el creador de la teoría había esta- importancia de una ciencia sistemática de la «psicología so-
blecido como primera y tínica, él mismo pretende ahora, para cial» -a la que primero habría que crear---- como base fu-
las proposiciones de la teoría abstracta, validez empírica en tura de las ciencias culturales, en especial de la economía so-
el sentido de deducibilidad de lo real a partir de las «leyes». cial. Justamente los ensayos, en parre brillantes, que se han
Y ello no por cierto en el sentido de la validez empírica de hecho hasta ahora de interpretación psicológica de los fenó-

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menos económicos muestran en todo caso que no se pasa del que aguar<lan también otros problemas. También la « teoría
análisis de cualidades psicológicas de los hombres al análisis de la utilidad marginal» está sometida a la «ley de la utilidad
de instituciones sociales, sino que, por lo contrario, la eluci- marginah>.
dación de las precondiciones psicológicas y de los efectos de
las instituciones presupone el conocimiento preciso de estas y Tenemos delante de nosotros, en la teoría económica abstra..:rn,
el análisis científico de sus conexiones. El análisis psicológico un ejemplo de aquellas síntesis que suelen ser caracterizadas
implica luego exclusivamente una profundización, muy valiosa como <tideas» de fenómenos históricos. Nos ofrece un modelo
en el caso concreto, del conocimiento de su condicionamiento ideal de los procesos del mercado de mercancías, propios de
v significación culturales, históricos. Lo que nos interesa res- u.na organización social basada en el intercambio, la libre
pecto del comportamiento psíquico del hombre en sus rela- competencia y la acción estrictamente racional. ~ste cuadro
ciones sociales está específicamente recortado, en cada caso,
de acuerdo con la significación cultural específica de la relación
conceptual reúne determinados procesos, y relac10n~s ?e la
vida histórica en un cosmos, carente en s1 de contrad1cc10nes,
respectiva. Trátase, pues, de motivos e influencias psíquicas Je conexiones conceptuales. En cuanto a su contenido, esta
muy heterogéneas entre sí y combin¡idas de m~nera muy c?n- construcción presenta el carácter de una utopía, obtenida_ m~-
creta. La investigación psicológico-social implica el detemdo díante el realce conceptual de ciertos elementos de la reahdaei.
examen de diversos géneros individuales, muy dispares entre Su relación con los hechos empíricamente dados de la vida
sí, de elementos culturales con referencia a su interpretabilidad consiste exclusivamente en esto: allí donde en la realidad se
mediante nuestra comprensión por vía de revivencia. Con ella, comprueba o se supone que en algún grado operan de hecho
partiendo del conocimiento de las instituciones individuales, conexiones del tipo abstractamente representado en aquella
aprenderemos a comprender espiritualmente en grado cada vez construcción, esto es, procesos dependientes del «mercado»,
mavor su condicionamiento y significación culturales, mas no podemos ilustrar y volver comprensible pragmáticam_e~t~ la
pre'tendemos deducir las instituciones a partir de leyes psico- especificación de tal conexión en un t! po_ ideal. Esa pos1b1hd~~l
lógicas ni explicarlas a partir de fenómenos psicológicos ele- puede resultar conveniente, y hasta md1spensable, sea con h-
mentales. Poco fructífera ha sido, en consecuencia, la dilata- nes heurísticos o expositivos. Respecto de la investigación, el
da polémica en torno de la legitimidad, en términos psico- concepto típico-ideal pretende guiar el juicio de imputación:
lógicos, de las construcciones teóricas abst!acya~, así co_m<; del no es una «hipótesis», pero quiere señalar una orientación a
alcance del «afán de ganancia» y del «pr1nc1p10 econom1co». la formación de hipótesis. No constituye una exposición de la
realidad, pero quiere proporcio_nar medios de ex~resión un Í-
Sciio en apariencia se trata, en el caso de las construcciones de vocos para representarla. Consiste, pues, en la «idea» de 1a 1

las teorías abstractas, de «deducciones» a partir de motivos organización moderna de la sociedad, históricamente dad,~,
psicológicos básicos; en verdad, ellas constituyen un caso es- fundada en el intercambio, idea elaborada por nosotros si-
pecial de un tipo de formación ~e conceptos propios ~e las guiendo los mismos principios lógicos con que se ha construi-
ciencias de 1a cultura humana, tlpo que, dentro de C1ertos do, por ejemplo, la idea de la «economía urbana» de la Ed.H}
límites, es imprescindible. Es conveniente que lo caracterice- Media como concepto «genético». En este caso, no se forma Ci
mos en este lugar de manera algo más profunda, pues por esa concepto de «economía urbana» como un promedio de los
vía nos acercamos a la cuestión de principio acerca del signi- principios económicos existentes de hecho en la totalidad Je
ficado de 1a teoría para el conocimiento de las ciencias socia- las ciudades observadas, sino, antes bien, como un tipo ideal.
les. En ese empeño dejamos por completo de lado si las Se los obtiene mediante el realce unilateral de uno o de varios
formaciones teoréticas que tomamos como ejemplos o a las puntos de vista y la reunión de una multitud de fenómenos
que aludimos son adecuadas para el fin que pretenden cum- sin?,ttlares, difusos y discretos, que se presentan en mayor me-
plir esto es si están convenientemente construidas, La cues- dida en unas partes que en otras o que aparecen de manera
ti61~ de la m~dida en que las «teorías abstractas» ya existentes, esporádica, fenómenos que encajan en aquellos puntos de vis:
por ejemplo, deben ser todavía desarrolladas en sus detalles ta escooidos unilateralmente, en un cuadro conceptual en s1
atañe exclusivamente a la economía de la labor científica, a la ui~itario~ Este, en su pureza conceptual, es inhallable empírí-

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camente en 1a realidad: es una utopía que plantea a la labor nuestro -su <<Significación cultural»- en virtud de ideas de
historiográfica la tarea de comprobar, en cada caso singular, valor muy diversas, a las cuales podemos referirlos. Por ello,
en qué medida la realidad se acerca o se aleja de ese cuadro existiendo los «puntos de vista» más diversos desde los cuales
ídeal, y, por lo tanto, en qué medida el carácter económico podemos considerar aquellos como signifirntivos, es posible
de las relacíones imperantes en determinada ciudad puede aplicar los más diversos principios de selección de las conexio-
calificarse como «economía urbana» en el sentido conceptual. nes incluidas en un tipo ideal de una determinada cultura.
Pero ese concepto, empleado con precaución, presta un ser- Ahora bien, ¿cuál es el significado de esos conceptos típico-
vicio específico a ]os fines de la investigación y la ilustración. ideales para una cienci,1 de experiencia tal como la que que-
De la misma manera --para analizar todavía otro ejemplo- remos impulsar? Destaquemos, ante todo, que la noción dt:
se puede caracterizar la ~idea» del «artesanado:. en una uto- ,debe ser», de «ejemplaridad», debe ser cuidadosamente dis-
pía, en cuanto se acentúan determinados rasgos que se presen- tinguida de estas formaciones conceptuales, «ideales:. en un
tan de manera difusa entre los trabajadores de ramas indus- sentido puramente lógico, a que aludimos aquí. Trátase de la
triales de los más diversos países y épocas, destacándolos uni- construcción de conexiones que aparecen como suficientemen-
lateralmente en sus consecuencias para acordarlos en un cuadro te motivadas para nuestra fantasía, esto es, como «objetiva-
ídeal, en sí carente de contradicciones, v referirlos a una ex- mente posibles», adecuadas respecto de nuestro saber nomoló-
presión conceptual que se manifiesta en ellos. Cabe intentar, gico. Quien sostenga el punto de vist,l de que el conocimiento
luego, delinear una sociedad en la que todas las ramas de la de la realidad histórica puede o debe ser una copia «sin su-
actividad económica, y hasta de la espiritual, estén regidas por puestos» de hechos «objetivos», negará ,l estas construcciones
máximas que se nos aparecen como aplicación del mismo prin- todo valor. Pero también quien haya reconocido que en el
cipio, característico del «artesanado» erigido como tipo ideal. terreno de la realidad no existe una ,dalr.a de supuestos» c'Il
Es posible, como paso ulterior, contraponer ese tipo ideal del sentido lógico, y que el más sencillo extracto de actas o
artesanado, como antítesis, a un tipo ideal correspondiente a reseña de documentos sólo puede adquirir sentido científico
una organización industrial capitalista, abstraído de ciertos ras- por su referencia a <<significaciones», y con ello a ideas de
gos de la moderna gran industria, e intentar, en conexión con valor como instancia última, considerará la construcción de
ello, delinear la utopía de una cultura «capitalista», esto es, ,<utopías» históricas como un medio de ilustración peligroso
regida exclusivamente por el interés de valorizar los capitales para la imparcialidad de la labor historiográfica, y las más de
privados. Esa utopía destacaría rasgos singulares, que se pre- las veces como un mero juego. En efecto, es imposible de-
sentan de manera difusa, de la vida cultural moderna tanto cidir a priori si se trata de un puro juego conceptual o de una
material como espiritual, considerados en su especificidad, a formación de conceptos científicamente fructífera; también
fin de reunirlos en un cuadro ideal carente para nosotros de aquí existe solo un criterio: el de su éxito para el conocimiento
contradicciones. Se trataría, pues, de un ensayo de delinear de fenómenos culturales concretos en su conexión, su condi-
tma «idea» de la cultura capitalista; aquí hemos de dejar de cionamiento causal y su significaci6n. De acuerdo con ello, la
lado la cuestión de si y cómo se la puede obtener. Ahora bien, formación de tipos ideales abstractos entra en consideración,
es posible, y hasta debemos considerar seguro, que se esbocen no como meta, sino como medio. Cualquier observación aten
varias utopías de este tipo, de las cuales ninguna sea idéntica ta de los elementos conceptuales de la exposición histórica
a otra y, más todavía, nÍ1t[!,una sea observable en la realidad muestra, sin embargo, que el historiador, en rnanto se propo-
empírica como ordenamiento social válido de hecho, pero que, ne ir más allá de la mera comprobación de conexiones concre-
sin embargo, todas ellas pretendan constituir una represen- tas para establecer la sígnif icación cultural de un proceso indi-
tación de la «idea» de la cultura capitalista, pretensión posi- vidual, por sencillo que fuere, con el propósito de «caracteri-
ble porque todas ellas han extraído de la realidad determina- zarlo», labora y debe laborar con conceptos que por regla ge-
dos rasgos de hecho de nuestra cultura, en su especificidad neral solo son determinables de manera precisa y unívoca como
plena de SÍf!.nificación, para incluirlos en un cuadro ideal uni- tipos ideales. ¿O bien, acaso, conceptos como «individuaHs-
tario. En efecto, aquellos fenómenos que nos interesan como mo», «imperialismo,>, <<mercantilismo», son «convencionales»,
manifestaciones culturales reciben comúnmente este interés y las innúmeras formaciones conceptuales de índole semejante,

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por medio de las cuales procuramos dominar conceptual y aprehender, en conceptos genéticos, individuos históricos o
comprensivamente la realidad, pueden ser determinadas, de sus elementos singulares. Considérese, por ejemplo, los con-
acuerdo con su contenido, por la descripción sin supuestos de ceptos de «iglesia» y «secta». Estos admiten ser resueltos,
un fenómeno concreto cualquiera o mediante la reunión abs- por la vía puramente clasificatoria, en complejos de rasgos,
tractiva de aquello que es común a varios fenómenos concre- con lo cual no solo los límites entre ambos sino también su
tos? Centenares de términos del lenguaje usado por los histo- contenido conceptual ha de permanecer siempre fluctuante.
riadores contienen tales cuadros conceptuales indeterminados, Pero si quiero captar genéticamente el concepto de «secta»,
que brotan de una necesidad de expresión que se impone in- por ejemplo con relación a ciertas significaciones culturales
conscientemente, y cuya significación no es pensada con clari- importantes que el «espíritu de secta» ha tenido para la cul-
dad sino que solo puede ser intuida. En numerosísimos casos, tura moderna, entonces determinados rasgos de ambos se vuel-
por cierto, ante todo en el campo de la historia política des- ven esenciales porque se encuentran en una relación de causa-
criptiva, el carácter indeterminado de su contenido en nada ción adecuada respecto de aquellos efectos. Pero esos concep-
perjudica la claridad del relato. Basta, en efecto, que en el caso tos se vuelven al punto típico-ideales, es decir que, en su ple-
particular se perciba lo que el historiador tiene in mente, o na pureza conceptual, no encuentran representante en la reali-
bien cabe contentarse con que uoa precisión particular del dad, o lo encuentran solo parcialmente. Aquí, como en todas
contenido conceptual se presente como pensada respecto de partes, cualquier concepto que no sea puramente clasíficatorío,
una significación relcitiva. Sin embargo, con cuanta mayor da- se aparta de la realidad. Pero la índole discursiva de nuestro
rielad se vuelva consciente la significatividad de un fenómeno conocer, esto es, la circunstancia de que aprehendemos la rea-
cultural, tanto más apremiante será la necesidad de laborar con lidad solo a través de una cadena de transformaciones de re-
conceptos daros, determinados no solo de manera partícula r presentación, postula semejante estenografía de los conceptos.
sino en todos sus aspectos. Una «definición» de esas síntesis Con seguridad, nuestra fantasía puede prescindir a menudo de
del pensamiento histórico de acuerdo con el esquema de genus su formulación expresa como medio de la investigación; no
proximum y differentia specifica es, naturalmente, un absurdo: obstante, para la exposición, en la medida en que esta quiera
hágase, si no, la prueba. Tal forma de determinar la significa- ser unívoca, su empleo es totalmente imprescindible en nu,..
ción de los términos existe solo en el terreno de las disciplinas meros.ísimos casos en el campo del análisis de la cultura. Quien
dogmáticas, que laboran con silogismos. Tampoco es posible la rechace por principio debe limitarse al aspecto formal de
una simple «resolución descriptiva» de aquellos conceptos en los fenómenos de la cultura, por ejemplo, la historia del de-
sus componentes, o lo es solo en apariencia, pues lo que inte- recho. El cosmos de las normas jurídicas, naturalmente, es
resa, precisamente, es cuáles de esos elementos deben valer susceptible de determinación conceptual clara y al mismo
como esenciales. Solo queda, pues, si es que se debe procurar tiempo válida ( en el sentido jurídico) para la realidad histó-
una definición genética del contenido conceptual, la forma del rica. Pero lo que interesa a la labor de la ciencia social, en el
tipo ideal en el sentido antes establecido. Constituye este un sentido en que la entendemos, es su significación práctica.
cu.adro conceptual que no es la realidad histórica, al menos Muy a menudo, empero, solo refiriendo lo empíricamente dado
no 1a «verdadera», y que mucho menos está destinado a servir a un caso límite ideal es posible volver consciente de manera
como esquema baio el cual debiera subsumirse la realidad unívoca esta significación. Si el historiador ( en el sentido más
como espécimen, sino que, en cambio, tiene el significado de lato del término) rechaza un intento de formular un tipo
un concepto límite puramente ideal, respecto del cual la rea- ideal semejante por considerarlo una «construcción teórica»,
lidad es medida y comparada a fin de esclarecer determinados es decir algo prescindible o inútil para su fin cognoscitivo con-
elementos significativos de su contenido empírico. Tales con- creto) por regla general la consecuencia de ello es que, sea
ceptos son formaciones en las cuales, por aplicación de la ca- consciente o inconscientemente, aplica otras semejantes sin
tegoría de posibilidad objetiva, construimos conexiones a las formulación expresa ni elaboración lógica, o bien permanece
que nuestra fantasía, disciplinada y orientada en vista de Li en el ámbito de lo «experimentado» de manera indeter-
realidad, ;uzea adecuadas. minada.
El tipo ide<1l e5. en particular en esta función. el intento de Nada más peligroso, sin embargo, que la co11fusió11 de teoría

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e historia, originada en prejuicios naturalistas, ya porque .,e a través de una formación conceptual pr<.>cisa, esto ~s, tí.píen
crea haber fijado en aquellos cuadros conceptuales teóricos el ·rleal; en todo caso, en ello debiera parar mientras quien se
contenido «auténtico y verdadero~>, la <<esencia» de la realidad hurle de las «robinsonadas» de la teoría abstracta mientras no
histórica, o bien porque se los emplee como un lecho de disponga de algo meJor, esro es, más claro, para reemplazarlas.
Procusto en el cual deba ser introducida por fuerza L.t his- La refoción causal enrre la idea históricamente verificable que
toria, o porque, en fin, las «ideas>.> sean hipostasiadas como gobierna a los hombres y aquellos elementos de la realidad
una realidad «verdadera» que permanece detrás del fluir de hist6rica a partir de los cuales es posible abstraer el tipo ideal
los fenómenos, como «fuerzas» reales que se manifiestan en correspondiente puede, como es natura], configurarse de ma-
la historia. neras mu.y diversas. Solo cabe establecer, en principio, tlue
En especial, este último peligro es mayor si estamos habitua- ,rn1bas cosas son fundamentalmente distinHs. Ahora bien, en
dos a entender por «ideas~ de una época, también y en pri• este punto se ímpont la segunda consideración: Aquellas
mera línea, pensamientos o ideales que han imperado sobre «ideas» mismas que ¿obiernan a los hombres de una época,
las masas o una parte históricamente importante de los hom- cstO es, que operan en ellos de mancr:1 difusa, solo pueden
bres de esa misma época, y que, por esa vía, han sido signifi- ser aprehendidas a su vez con precisión conceptual ---en cuan-
cativos como componentes de su peculiaridad cultural. Res- to se trate de formaciones conceptuale_;; algo complicadas•-·
pecto de esto, es preciso todavía agregar dos consideraciones. bajo la forma de un tipo ideal, porque ellas alientan en las
En primer lugar, el hecho de que entre la <<idea» en el sentido cabezas de una multitud indetermin.H.la \' cambiante de inCÜ-
de una orientación práctica o teórica de pensamiento y la viduos y experimentan en ellos las más 'variadas gradaciones
~idea» en el sentido de un tipo ideal de una época, construido de forma y contenido, claridad y sentido. Aquellos elementos
como instrumento conceptual, por lo regular existen determi- de la vida espiritual de los individuos de una época determi-
nadas relaciones. Un tipo ideal de una determinada situación n~tda de la Edad Media, por ejemplo, que podemos caracteri
social, que admite ser abstraído a partir de ciertos fenómenos zar como «el cristianismo» de esos individuos, si pudiéseml)s
sociales característicos de una época, puede --y con mucha exponerlos en roda su plenitud, se convertirían, naturalmente
frect1encia es este el caso- haber estado presente para los en un caos de conexiones de pensamientos y sentimientos de
propios contemporáneos como ideal por alcanzar prácticamen- toda índole, sumamente comradic1oríos v diferenciados hasrc1
te o como máxima para la regulación de determinadas relacio- lo infinito, a pesar de que la Iglesia c1e la Edad Media pudo
nes sociales. Esto sucede con la «idea» del «socorro de ma- establecer, en un grado p,:1rticularmente devado, la unidad de
nutención» y de muchas teorías de los rnnonistas, en espe-- la fe y de las costumbres. Ahora bien, :,Í se pregunta en qué
cial de SantÓ Tomás, en relación con el concepto típico--ideal consistió, dentro de ese caos, el «cristianismo» medieval con
empleado hoy con referencia a la «economía urbana» de b d cual es preciso operar de continuo como si se tratase cfo
Edad Media, al que ,rntes aludirnos. Ello vale más todavía un concepto hien definido, y se inquiere dónde reside fo
para el famoso «concepto fundamental» Je Li economía polí- «cristiano» que encontramos en las instituciones de la E.dad
tica: el «valor económico». Desde la escolástica hasta la teoría Media, muéstrase al punto que también aquí) en cada caso sin
de Marx se combina ,.1quí la idea de algo que vale «objetiva• guiar, se aplica una formación conceptu.11 oura construida pm
mente», esto es de un debe,· ser, con una abstracción extraid.1 nosotros. Consiste esta en una ligazón de artículos de fe, de
del curso empírico de formación de los precios. Y tal con- normas morales y del derecho canónico, de máximas para la
cepción, a saber, que el «valor» de las mercancías debe estar condncción de la vida y de innumerables conexiones singulares
regulado por determinados principios de «Jerecho natural», :i las que nosotros reunimos en una <<idea»: una síntesis que,
ha tenido -Y tiene todavía- inconmensurable importancia sin el empleo de conceptc,s típico-ideales, jairnís podríamos al-
para el desariollo de la cultura, por cierto no solo de la Edad canzar.
Media. En especial, ha influido también fuertemente sobre la La estructura lógica del sistema concepnrnl en el que expone-
formación empírica de los precios. Sin embargo, qué se en- mos esas ideas y su relación con lo que nos es dado de ma-
tienda o se pueda entender por tal concepto teórico es algo nera directa en la realidad empírica son, como es natural, co-
que solo puede volverse claro, de manera realmente unívorn, sas muy distintas. La situación es senci!Li cuando se trata de

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casos en los cuales un principio directivo teórico, o unos po- ser considerados como exposición histórica de lo que existe
cos, expresables con facilidad en fórmulas -por ejemplo la empíricamente; en cambio, revisten un elevado valor heurís-
fe en la predestinación, de Calvino-, o bien un postulado tico para la investigación y un considerable valor sistemático
ético claramente formulable, han dominado a los hombres y para la exposición cuando se los aplica exclusivamente como
han producido efectos históricos, de modo tal que podemos un medio conceptual para la comparación y medición de la
articular las «ideas» en una jerarquía que se desarrolla lógica- realidad respecto de ellos. En esta función, precisamente,· son
mente a partir de aquellos principios rectores. Pero aún así imprescindibles. Ahora bien, a estas exposiciones típico-idea-
con facilidad se pierde de vista que, por grande que sea el les suele atribuirse algo más, que complica considerablemente
poder constrictivo puramente lógico del pensamiento en la su significado. Pretenden ser, o lo son inconscientemente~
historia - y el marxismo constituye un ejemplo sobresaHen- tipos ideales, no solo en sentido lógico, sino también práctico:
te-, el proceso empírico-histórico que se desarrolla en la modelos que contienen -en nuestro ejemplo- lo que el cris-
cabeza de los hombres por regla general debe ser compren- tianismo, en opinión del expositor, debe ser, aquello que en
dido como psicológico, no como lógicamente condicionado. él y para él es «esencial» porque está provisto de valor per-
Con mayor claridad todavía muéstrase el carácter típico-ideal manente. Sin embargo, ocurra ello de manera consciente o
de tales síntesis de ideas históricamente operantes cuando -con mayor frecuencia- inconsciente, tales modelos contie-
aquellos principios rectores y po~tulados fundamentales no nen ideales a los cuales el expositor refiere valorativamentc
rigen, o no rigen más, en la cabeza de los individuos que el cristianismo: tareas y fines según los cuales orienta su «ialea>>
están dominados por pensamientos que derivan de ellos lógi- del cristianismo y que, naturalmente, pueden diferir notable-
camente, o que se desprenden de ellos por asociación, porque mente de los valores a que los contemporáneos, por ejemplo
las «ideas» que históricamente, en el origen, están en su base los primeros cristianos, refirieron el cristianismo; y no solo
han caducado o, en general, se han difundido solo en sus con- pueden diferir de ellos: sin duda diferirán siempre. En esta
secuencias, Más nítidamente resalta el carácter de esa síntesis significación las «ideas» no son ya, por cierto, instrumentos
como una «idea» creada por nosotros cuando esos principios puramente lógicos, conceptos respecto de los cuales la realidad
rectores básicos, desde el comienzo, solo de manera incom- es medida comparativamente, sino ideales a partir de los cua-
pleta han llegado a la conciencia, o no han llegado en modo les ella es juzgada valorativamente. Ya no se trata aquí. del
alguno, o bien, al menos, no han cobrado la forma de cone- proceso puramente del relacionar lo empírico con valores, ·sino
xiones conceptuales claras. En cuanto adoptamos este proce- de juicios de valor admitidos en el «concepto» de cristfonismo.
dimiento, como sucede y debe suceder en infinidad de casos, Puesto que el tipo ideal exige aquí validez empírica, penetra
tales «ideas» --por ejemplo: el «liberalismo» de cierto perío- en la región de la interpretación valorativa del cristianismo:
do, el «metodismo» o alguna variedad no desarrollada concep- se ha abandonado el terreno de la ciencía empírica; estamos
tualmente de «socialismo»- son un tipo ideal puro de ca- frente a un credo personal, no a una formación conceptual
rácter idéntico a las síntesis de «principios» de un período típico ideal. Esta diferencia es fundamental; no obstante, la
económico de las que hemos partido. Cuánto más abarcadoras confusión de esas dos significaciones de «idea» se cuela muy
son las conexiones de cuya exposición se trata, y cuanto más a menudo en la labor historiográfica. Cabe presuponerla siem-
multifacética ha sido su significación cultural, tanto más su pre que el historiador empieza a desarrollar su «concepción»
exposición conjunta en un sistema conceptual se aproxima al de una personalidad o de una época. En contraposición a los
tipo ideal, y tanto menos es posible manejarse con un solo criterios éticos constantes que aplicaba Schlosser siguiendo el
concepto de ese tipo, y, por lo tanto, más naturales e inevi- espíritu del racionalismo, el historiador moderno, de forma-
tables se vuelven los ensayos repetidos de continuo de llevar ción relativista, que desea «comprender» la época a que se
a la conciencia siempre nuevos aspectos significativos median- refiere «desde ella misma» y también «juzgarla», experimenta
te la formación de nuevos conceptos típico-ideales, Todas las la necesidad de extraer los criter.ios de su juicio <<de la mate-
exposiciones sobre una «esencia» del cristianismo, por ejem- ria» misma, esto es, de dejar que las «ideas» en el sentido del
plo, son tipos ideales cuya validez siempre y necesariamente ic/eal broten de las «ideas» en el sentido del «tipo ideal». Y
sigue siendo muy relativa y problemática cuando pretenden el atractivo estético de semejante procedimiento los induce ca-

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da vez más a confundir la línea de separación entre ambas, defi- ---por ejemplo: la metafísica al~mana «orgarnca» del Estadu
ciencia esta que por un lado no puede evitar los juicios de por contraposición a la concepción «comercial» norteameri-
valor, mientras que, por el otro, declina la responsabilidad cana-, reviste una eminente significación práctica; con otras
por ellos. No obstante, la nítida distinción entre la referencia palabras: también aquí las ideas prácticas en las cuales se tiene
lógica comparativa de la realidad a tipos ideales en sentido ft· en cuanto wlen o deben valer y el tipo ideal teórico, cons·
lógico y el juicio valorativo acerca de la realidad a partir de truido con fines cognoscitivos, se confunden y muestran la ten
ideales constituye un deber elemental del autocontrol cientí- dencia a traspasar las unas en el otro.
fico y el único medio de evitar sorpresas. Un «tipo ideal» en
nuestro sentido es, insistimos en esto, algo por entero in- Habíamos caracterizado antes de manera deliberada el «típo
diferente a cualquier juicio valorativo, y nada tiene que ver ideal» -en lo esencial, aunque no exclusivamente- como
con una «perfección» que no se!i puramente lógica. Existen construcción conceptual para la mediación y caracterizadói:
ripos ideales tanto de burdeles como de religiones, y en cuan- sistemática de conexiones individuales, es decir, significativa5
w a los primeros hay algunos que, desde el punto de vista en su singularidad, como por ejemplo el cristianismo o el c.1
de la ética policial de hoy, parecerían «ajustados al fin», mien- pitalismo. Lo hicimos con el propósito de desechar la idl:8
tras que en otros sucede precisamente lo conrrario. corriente de que en el ámbito de los fenómenos culturales lo
Por fuerza hemos de dejar de lado aquí la discusión más pro- abstractamente típico es idéntico a lo abstractamente genérico
.funda del caso con mucho más complicado e interesante: la Ello no es así. Sin que podamos analizar aquí en sus principío:s
cuestión de la estructura lógica del concepto de Estado. Re- el concepto de 1o típico, tantas veces discutido y tan desa-
paremos solo en lo siguiente: Si inquirimos a qué correspon- creditado por su uso indebido, ya de las consideraciones hech:i;;
Je en la realidad empírica la idea de «Estado», encontramos podemos inferir que la formación de conceptos típicos en d
una infinidad de acciones -activas o pasivas- difusas y dis- sentido de la exclusión de lo «contingente>:> i:ncnentra su lugar
cretas, de relaciones reguladas de hecho y jurídicamente, en propio también en el caso de individuos históricos. Ahora
parte única y en parte de carácter regularmente recurrente, bien, también aquellos conceptos de género que encontramos
que se mantienen reunidas mediante una idea: la fe en nor- a cada paso como elementos de exposiciones históricas y de
mas, que valen de hecho o que deben valer, y en relaciones conceptos históricos concretos, pueden ser configun1dos come
de poder de unos hombres sobre otros. Esta fe es en parte tipos ideales mediante la :1bstracción y el realce de alguno~
un patrimonio espiritual conceptualmente desarrollado, en de sus elementos conceptuales esenciales. Trátase, incluso, dí·
parte sentido oscuramente, en parte aceptado de manera pa- un caso de aplicación de los conceptos típico-ideales particu -
siva, proyectándose de las maneras más diversas en la cabeza larmente frecuente e importante desde el punro de vista prrk
de los individuos, quienes, si realmente concibiesen con cfari- tico, y cada tipo ideal individual se compone a partir de eli'·
dad la idea como tal, no habrían menester, en primer lugar, mentas conceptuales que presentan cadcter genérico y se cons-
de la «doctrina general del Estado», que pretende desarrollar tituyen como tipos ideales. También en este caso muéstrase
ttquella. El concepto científico de Estado, no importa cómo la específica función lógica de los conceptos típico-ideales. On
se lo formule, es naturalmente siempre una síntesis que no- concepto genérico simple, en el sentido de nn complejo de
sotros emprendemos con fines cognoscitivos determinados. rasgos comunes a muchos fenómenos, es, por t~jemplo, el con-
Por otro lado, sin embargo, se lo abstrae también de fas sín- cepto de «intercambio», en cuanto prescindo de la significa
te~is imprecisas halladas en 1a cabeza de los hombres histó- ción de los elementos conceptuales y, por lo tanto, analízei
ricos. Pero el contenido concreto que el Estadü histórico co- simplemente el uso lingüístico cotidiano. Si pongo en relación
bra en aquellas síntesis de los contemporáneos puede ser in- este concepto, por ejemplo, con la «ley de la utilidad margi-
tuido solamente mediante la orientación en vista de conceptos nal» , y formo el concepto de «intercambio económico» conw
típico-ideales. Tampoco cabe la menor duda de que el modo un proceso económicamente raciond, entonces es.te contiene.
en que aquellas síntesis son cumplidas por los contemporá- como cualquier concepto plenamenre efohorado desde el punw
neos, en forma siempre imperfecta desde el punto de vista de vista lógico, un juicio acerca de las condiciones «típica-;»
lógico, esto es las «ideas» que ellos se forman del Estado del intercambio en sí. Cobra carácter genético y con ello ;,;c.

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':: :elve igualmente, en sentido lógico, típico-ideal, esto es, que capital podría ser la renta de la tierra. A partir de allí puede
se aparta de la realidad empírica, la cual solo puede ser com- construirse quizá -pues no podríamos investigar en este lu-
p,zrada con él, referida a él. Algo semejante vale para to<los los gar la corrección de esto- un cuadro ideal de la transforma-
llamados «conceptos básicos» de la economía política: se los (:ión de la forma de economía artesanal en la capitalista, cuadro
puede desarrollar en forma genétíca solo como tipos ideales. condicionado por determinados factores simples: tierra limi-
La contraposición entre simples conceptos de género, que se tada, crecimiento demográfico, afluencia de metales preciosos,
limitan a la mera reunión de lo común a los fenómenos em- racionalización de la conducción de la vida. Si el curso empí-
píricos, y tipos ideales de carácter genérico -por ejemplo, rico-histórico del desarrollo ha sido de hecho el curso cons-
un concepto típico-ideal de la «esencia» del artesanado- es, truido, es algo que habría que investigar solo con ayuda de
naturalmente, fluctuante e.¡1 los casos particulares. Pero ningún esta construcción, como medio heurístico, por la vía de la
concepto de género tiene, como tal, carácter «típicm>, y no comparación entre tipo ideal y «hechos». Si el tipo ideal es-
exíste un tipo <~medio» de carácter puramente genérico. Cuan- tuviese «correctamente» construido, y el curso de hecho no
do nos referimos, por ejemplo en la estadística, a magnitudes coincidiese con el típico-ideal, se probaría con ello que la so-
<<típicas», trátase de algo más que de un mero promedio. ciedad medieval no fue, en determinadas relaciones, de índole
Cuanto más estamos frente a una simple clasificación de pro- estrictamente «artesanal». Y si el tipo ideal estuviese construi-
cesos, que en la realidad se presentan como fenómenos de ma- do de un modo «ideal» heurísticamente -para nada conside-
sas 1 tanto más se tratará de conceptos de género; por lo con- ramos si y cómo podría hacerse esto en nuestro ejemplo-,
trario, cuanto más se formen conceptualmente conexiones entonces encaminará la investigación por la vía de una capta-
históricamente complicadas, en aquellos de sus elementos en ción más nítida de aquellos elementos no artesanales de la
los que estriba su específica significación cultural, tanto más sociedad medieval en su especificidad y significación históri-
el concepto -o el sistema conceptual- presentará el carácter ca. Si ha conducido a este resultado habrá cumplido su fin
del tipo ideal. En efecto, fin de la formación de conceptos lógico, precisamente en cuanto habrá manifestado su propia no
típico-ideales es en todas partes obtener nítida conciencia, no realidad. En ese caso, constituyó la prueba de una hipótesis.
Je lo genérico, sino, a la inversa, de la específícidad de fenó- El proceso no ofrece dificultades metodológicas en la medida
menos culturales. en que se tenga siempre presente que construcciones típíco-
Que los tipos ideales, incluidos los de carácter genérico, pue- ideales del desarrollo e historia son dos cosas a las que es
dan ser y sean aplicados, ofrece interés metodológico ante preciso distinguir nítidamente, y que la construcción ha ,sido
todo en conexión con otro hecho. aquí solamente el medio de cumplir la imputación válida, sis-
Hasta aquí hemos aprendido a discernir los tipos ideales, en temáticamente, de un proceso histórico a sus causas reales,
lo esencial, solo como conceptos abstractos de conexiones que, dentro del círculo de las posibles de acuerdo con el estado de
permaneciendo en el flujo del acaecer, son representadas por nuestros conocimientos.
nosotros como individuos históricos en los cuales se cumplen Como lo muestra la experiencia, hay una circunstancia que
ciertos desarrollos. Pero interviene en este punto una com- vuelve muy difícil mantener firmemente esta distinción. En
plicación, introducida siempre de nuevo con extraordinaria interés de la demostración intuitiva del tipo ideal o del desa-
facilidad por el prejuicio naturalista según el cual la meta de rrollo típico-ideal se procurará ilustrarlo mediante material €le
las ciencias sociales debe consistir en la reducción de la reali- intuición extraído de la rea1idad empírico-hist6rica. El peligro
dad a «leyes», con ayuda del concepto de lo «típico». Tam- de este procedimiento en sí totalmente legítimo reside en que
bién los procesos de desarrollo admiten, por cierto, ser cons- el saber histórico aparece aquí como servidor de 1a teoría :,
truidos como tipos ideales, y estas construcciones pueden no a la inversa. Hay la tentación, para el teórico, de considerar
revestir altísimo valor heurístico. Pero en la misma medida esta relación como normal o, lo que es peor, de trocar los
:tparece con ello el peligro de que tipo ideal y realidad sean papeles de teoría e historia, confundiéndolas de este modo.
confundidos entre sí. Es posible, por ejemplo, alcanzar el re- Este peligro es todavía mayor cuando la construcción ideal
-;ultado teórico de que en una sociedad organizada de manera de un desarrollo, consistente en la clasificación conceptual de
estrictamente <<artesanal» la única fuente de acumulación de tipos ideales de ciertas formaciones culturales, es elaborada

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i.:.:n fa forma de una clasificación genética ( por ejemplo, par- tar seriamente las cuestiones metodológicas prácticas, a saber:
tiendo de la forma de empresa industrial de la «economía dilucidar en profundidad las relaciones del conocimiento típico
doméstica cerrada», o bien de los conceptos religiosos de los ideál con el «legal», de los conceptos típico-ideales con los
«dioses del instante»). La serie de los tipos, que resulta de conceptos colectivos, etcétera.
las características conceptuales escogidas, aparece entonces co-
mo una secuencia histórica legalmente necesaria. El ordena- El historiador persistirá, no obstante todas estas polémicas,
miento lógico de los concept0s, por un lado, y la disposición en sostener que el predominio del modo típico-ideal de for-
empírica de lo conceptuado en .,.el espacio, el tiempo y el en- mación de conceptos y de construcción constituye un síntoma
cadenamiento causal, por el otro, parecen ligados tan estre- específico de la juventud de una disciplina. Y en ello es pre-
chamente que la tentación de violentar la realidad para justifi- ciso en cierto sentido darle la razón, pero con otras conse-
car la validez real de la construcción se vuelve casi irresistible. cuencias que las que él ha de extraer. Examinemos un par de
Deliberadamente hemos evitado demostrar esto con relación ejemplos tomados de otra disciplina. Es cierto que el estudian-
:tl caw más importante de construcciones típico ideales: el de te fastidiado, lo mismo que el filólogo primitivo, se represen-
Marx. Lo hemos hecho para no complicar la exposición in- tan una lengua ante todo «orgánicamente», esto es, como un
troduciéndonos en las interpretaciones de Marx, y para no todo supraempírico regido por normas; la tarea de la ciencia
anticipar las discusiones que regularmente se llevarán a cabo ha de consistir, en cambio, en la comprobación de lo que
i:.~n nuestra revista respecto de la literatura que se desarrolla debe valer -como regla lingüística-. Elaborar lógicamente
acerca del gran pensador y en relación con él, haciéndola ob- el ~lenguaje escrito>>, como lo ha hecho la Crusca, a fin de
íeto de análisis crítico. Limitémonos a establecer aquí que, na- reducir su contenido a reglas, es normalmente la primera ta-
turalmente, todas las «leyes» específicamente marxistas, así rea que se plantea a una «filología». Y si hoy, por lo con-
como las construcciones de procesos de desarrollo -en la trario, un destacado filólogo proclama como objeto de la H-
medida en que no sean teóricamente erróneas- poseen ca- 1ología <~el habla de cada individuo», la formulación de seme-
rácter típico-ideal. La significación heurística eminente, y has- jante programa solo es posible en cuanto en el lenguaje escrito
ta única, de estos tipos ideales cuando se los emplea para la se nos presenta un tipo ideal relativamente estable, con el
comparación de la realidad respecto de ellos, y su peligrosidad cual puede operar ( al menos tácitamente) la investigación de
en cuanto se los representa como «fuerzas operantes», «ten- la infinita multiplicidad del habla, de otro modo totalmen-
dencias», etc., que valen empíricamente o que son reales ( esto te ilimitada y carente de orientación. Por otro lado, no de
es, en verdad, metafísicas), he ahí cosas que conoce quien manera distinta funcionaron las construcciones de las teorías
hava laborado con los conceptos marxistas. del Estado ¡usnaturalistas u orgánicas, o, por ejemplo -par:1
C~nceptos de género; tipos ideales; conceptos de género típi- recordar un tipo ideal en nuestro sentido-, la teoría de Ben-
co-ideales; ideas en el sentido de combinaciones de pensa:- jamín Constant acerca del Estado antiguo: como puerto de
miento que operan empíricamente en los hombres históricos; refugio hasta que se hubiese aprendido a orientarse en el in-
tipos ideales de tales ideas; ideales que dominan a los hombres menso mar de los hechos empíricos. La maduración de la cien-
históricos; tipos ideales de tales ideales; ideales a los cuales cia implica, por lo tanto, la superación del tipo ideal, en cuan-
(.~1 historiador refiere la historia; construcciones teóricas me~ to se lo piensa como válido empíricamente o como concept:>
diante el empleo de conceptos teóricos como cosas-límite idea- de género. No obstante, el empleo de las sutiles construccio-
1cs; esto es, las distintas complicaciones posibles que aquí nes de Benjamín Constant sigue siendo hoy legítimo con res-
sólo hemos podido indicar, son formaciones conceptuales cuva pecto a la demostración de ciertos aspectos de la especificidad
relación con 1a realidad empírica de lo inmediatamente dado histórica de la vida estatal antigua, en tanto se tenga cuida-
es, en cada caso, problemática: este muestrario basta para tes- dosamente presente su carácter típico-ideal. Más todavía:
timoniar e1 infinito entrelazamiento de los problemas meto- existen ciencias a las que les es propia una eterna juventud;
dológico-conceptuales que permanecen siempre vivos en el ám- entre estas se cuentan todas las disciplinas históricas, esto es,
bito de las ciencias de la cultura. Y debimos abstenernos rodas aquellas a las cuales el flujo en eterno progreso de la
:,qnf., donde so1o ha11 de ser señalados los problemas, de tra- --:ultura plantea problemas siempre nuevos. Pertenece a la

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esencia de su tarea superar todas las construcciones típico- y que este varía junto con el contenido de la cultura. La rela-
ideales, pero también construir, inevitablemente, otras nuevaJ. ción entre los conceptos y lo conceptuado lleva consigo, en las
De continuo se repiten los intentos de establecer el «auténti- cien~ias culturales, la tran~~toriedad de tales síntesis. Los gran-
co», el «verdadero» sentido de los conceptos históricos, pero des mtentos de construcc10n conceptual han obtenido por re-
nunca se consuman. Por ello las síntesis con las cuales la his- gla general su valor en el campo de nuestra ciencia en cuanto
toria labora siempre siguen siendo, por regla general, o bien han puesto de relieve el carácter limitado de la importancia
conceptos determinados solo relativamente, o bien, en cuan- de los puntos de vista que estaban en su base. Los mayores
to se debe obtener una univocidad del contenido conceptual, progresos en el campo de las ciencias sociales se ligan de
el concepto se convierte en un tipo ..ideal abstracto y, con ello, h.echo con el desplazamiento de los problemas culturales prác-
se revela un punto de vista teórico, «unilateral» en con.se- ticos y cobran la forma de una crítica de la formación de con$
cuencia, ~lesde el cual la realidad es ilustrada y al cual puede ceptos. Será una de las principales tareas de nuestra revista
ser refenda, pero que se muestra sin duda como inapropia- servir los fines de esta crítica y, con ello, la investigación de
do en cuanto esquema dentro del cual la realidad hubiera de los principios de la síntesis en el campo de la ciencia social.
subsumirse sin residuo. En efecto, ninguno de aquellos sis-
temas conceptuales, <le los cuales no podemos prescindir para Con Jas consecuencias que han de extraerse de lo expuesto,
la captación de los elementos significativos de la realidad en alcanzamos un punto en el cual nuestras opiniones se apartan
cada caso, ~uede agotar su infinita riqueza. Ninguno es otra quizás, en algunos puntos, de las de muchos de los represen~
cosa que el mtento de poner orden en el caos de aquellos he- tantes de la escuela histórica -incluidos algunos muy eminen-
chos que hemos introducido en cada caso en el círculo <le tes-, entre cuyos continuadores empero nos contamos. En
nuestro interés, y ello sobre la base del estado de nuestros e~ecto, ellos perseveran, de manera tácita o expresa, en la opi-
conocimientos y de las formaciones conceptuales de que dis- món de que la meta final, el fin de cualquier ciencia es orde-
ponemos. El aparato conceptual que el pasado ha desarrollado nar su materia en un sistema de conceptos, cuyo ~ontenido
a través de ]a elaboración conceptual, esto es, en realidad, la s~ obtendría mediante la elaboración de regularidades empí-
transformación conceptual de la realidad inmediatamente dad:-l, ricas, la formación de hipótesis y la verificación de estas, hasta
y a través de la clasificación bajo los conceptos que correspon-
el momento en que de ello surgiese una ciencia «completa»
dieron al estado de sus conocimientos y a la orientaci<~n de y, por lo tanto, deductiva. Respecto de esta meta la tarea his-
su interés, está en permanente contrapos.ición con aquello que tórico-inductiva del presente sería una labor pr~liminar, im-
queremos y podemos obtener a partir de la realidad en un puesta por el carácter incompleto de nuestra disciplina: nada
nuevo conocimiento. En esta lucha se consuma el progreso de más sospechoso, desde el punto de vista de este modo de conM
la labor de las ciencias de la cultura. Su resultado es un con- sideracíón, que la formación y el empleo de conceptos preci-
tinuo proceso de transformación de aquellos conceptos en los s<?s, que pretendieran anticipar prematuramente esa meta, pro-
cuales procuramos captar la realidad. La historia de las cien- pia de un futuro remoto. Indiscutible por principio sería esta
cias de la vida social es y sigue siendo, por lo tanto, una alter- concepción en el terreno de la doctrina del conocimiento de
nancia continua entre el intento <le ordenar conceptualmente la antigua escolástica, doctrina que la masa de los especialistas
los hechos a través de la formación de conceptos, la resolución de la escuela histórica llevan en la sangre: se supone que fin
de los cuadros conceptuales así obtenidos mediante la ampli~1- de los conceptos es constituir copias representativas de la rea-
ción y el desplazamiento del horizonte de la ciencia, y la for- lidad «objetiva»; ello explica la recurrente observación acerca
mación de nuevos conceptos sobre las bases así tra~sform:!- de la irrealidad de todos los conceptos precisos. Pero quien
das. Esto no indica, por cierto, que el ensayo de construir sis- piense hasta el fin la idea básica de la teoría del conocimiento
temas conceptuales sea en general errónéo, pues cualquier n_10derna, inicia~a por K~nt, a saber, que los conceptos cons-
ciencia, aun L.1 historia meramente descriptiva, labora con los tituyen, antes bien, medios conceptuales en vista del fin de
conceptos disponibles en su época; expresa, así, la circunstan- dominar espiritualmente lo empíricamente dado, y que solo
cia de que en las ciencias de la cultura humana b formación pueden ser tal cosa; quien piense esto hasta el fin --decimos-
de los conceptos depende del planteamiento de los problemns, no considerará el hecho de que los conceptos genéticos pred-

95
sos son· necesariamente tipos ideales como obstáculo a la for- dd dolor» de nuestra disciplina, que puede recibir un sentido
mación de tales conceptos. Para él la relación entre concepto y unívoco sólo por la vía típico-ideal-, o expresiones como
labor historiográfica se invertirá: aquella meta final le parece- ,,productivo», «desde el punto de vista de la economía polí-
rá l6gicamente imposible; en efecto, los conceptos no son ya tica», etc., que en general no resisten un análisis conceptual-
fin sino medio con miras al conocimiento de las conexiones mente claro, resulta increíble para quien la observe desde
significativas desde puntos de vista individuales: precisamen- fuera. Y los que han provocado más daño son, por cierto, los
te porque el contenido de los conceptos históricos es necesa- conceptos colectivos tomados del lenguaje cotidiano. Tome-
riamente mudable, deben ser formulados en cada caso de ma- mos) para escoger el ejemplo más transparente posíble para un
nera necesariamente precisa. Quien tal piense exigirá sólo que lego, el concepto de <<economía agraria», tal como aparece en
en la aplicación de esos conceptos se recuerde cuidadosamente l.t frase «intereses de la economía agraria». Consideremos en
su carácter de cuadros conceptuales ideales, y que no se con- primer lugar los «intereses agrarios» como las representacio--
fundan tipo ideal y realidad histórica. Puesto que no puede nes subjetivas, más o menos claras, empíricamente comproba-
pensarse realmente en conceptos históricos definitivos como bles, que los actores económicos se forman de sus intereses y
meta general, a causa del cambio inevitable de ]as ideas de va- prescindamos, lisa y llanamente, de los incontables conflictos
lor rectoras, aquel considerará que el hecho mismo de que se entre criadores e inverna<lores <le ganado, cultivadores y con-
formen conceptos precisos y unívocos con relación al punto sumidores de grano para forraje, destiladores de aguardiente,
de vista singular, rector en cada caso, proporciona la posibili- ere.; en tal caso, no por cierto cualquier lego, pero sí cualquier
dad de volver conscientes, de manera clara, los límites de su especialista advertirá la inmensa maraña de relaciones de va-
validez. lor, contrapuestas y contradictorias, que ese concepto repre-
Con respecto a esto se señalará, y por nuestra parte lo hemos senta de manera confusa. Enumeremos solo algunas: intereses
admitido, que una conexión histórica concreta puede, en el Je agricultores que quieren vender su haber y por lo tanto solo
caso particular, ser vuelta intuitiva en su curso sin que sea desean un rápido aumento del precio de la tierra; el interés
puesta de continuo en relación con conceptos definidos. Y, de contrapuesto de quienes aspiran a comprar, aumentar sus po-
acuerdo con esto, se exigirá al historiador de nuestra discipli- sesiones o arrendar; el de quienes, por causa de ventajas so-
na lo mismo que se ha requerido del historiador político: que ciales, desean conservar determinado bien para sus descendien-
hable «el lenguaje de la vida». Eso está muy bien. Hemos de tes y por ello están interesados en la estabilidad de la propie-
agregar solo que, con este procedimiento, depende en grado dad agraria; el interés opuesto de quienes, para sí o para sus
excesivo del acaso si el punto de vista a partir del cual el pro- hijos, desean la movilidad del suelo en dirección al mejor due-
ceso considerado cobra significación se vuelve consciente con ño o -lo que no es, sin más, lo mismo- al adquirente pro-
claridad. No estamos, en general, en la feliz situación del his- visto de capitales; el interés puramente económico del .:dueño
toriador político, para quien los contenidos de cultura a los más apto», en el sentido de la economía privada, por la libre
cuales se refiere su exposición por lo general son -o pare- movilidad económica; el interés, conflictivo con el anterior,
cen- unívocos. Toda pintura que sea solo intuitiva cobra el de ciertas capas dominantes por el mantenimiento de la posi-
carácter de 1a exposición artística: «Cada uno ve lo que ]leva ción social y política heredada de su «estamento>> y, con ello,
en el corazón». Juicios válidos presuponen siempre la elabo- de su descendencia; el interés social de las capas de agricul-
ración lógica de lo intuido, esto es, el empleo de conceptos; tores no dominantes por la abolición de aquellas capas supe-
siempre es posible, y a menudo estéticamente atrayente, guar- riores, que los oprimen; su interés, que en ciertas circunstan-
darse estos en el pecho, pero ello amenaza siempre la segur1- cias se contrapone al anterior, de poseer en esas capas superio-
dad de la orientación del lector y, muchas veces, la del propio res un conductor que resguarde sus bienes. Y la lista podría
autor, con respecto al contenido y al alcance de sus juicios. multiplicarse interminablemente, aun cuando procediéramos
Peligrosa en extremo puede volverse la omisión de formar de manera sumaria e imprecisa. Dejarnos de lado el hecho de
conceptos precisos para las discusiones prácticas en materia que con los intereses más «egoístas» de este tipo se mezclan
de política económica y social. La confusión que han creado los más diversos valores puramente ideales, obstaculizándolos
aquí, por ejemplo, el empleo del término «valor» -ese «hijo o desviándolos, para recordar, ante todo, que cuando habla-

96 97
mos de «intereses de la economía agraria» por regla general ejemplo del concepto de «interés de clase de los obreros», para
no pensamos solo en aquellos valores materiales e ideales a los advertir qué contradictoria maraña oculta, en parte de inte-
cuales los agricultores mismos refieren sus «intereses», sino reses y de ideales de los obreros y en parte de ideales des-
también en las ideas de valor, en parte totalmente heterogé- de los cuales nosotros consideramos a los obreros. Es imposi-
neas, a las cuales podemos referir la economía agraria. Por ble hacer a un lado el lugar común de la lucha de intereses me-
ejemplo: intereses relativos a la producción, derivados del in- diante una insistencia meramente empirista en su «relativi-
terés de una alimentación razonable y-lo que no en todos los dad~>: una comprobación conceptual clara, precisa, de los dis-
casos coincide con ello- cualitativamente mejor de la pobla- tintos puntos de vista posibles es la única vía que permite ir
ción; en este respecto, los intereses de la ciudad y del campo más allá de la oscuridad de la frase. El «argumento de la liber-
pueden contraponerse de las más diversas maneras, y el inte- tad de comercio» como cosmovisión o norma válida es una
rés de la generación presente no tiene por qué ser idéntico con ridículez, pero ha traído consigo graves perjuicios para nues-
el interés probable de las generaciones futuras. Intereses rela- tras discusiones de política comercial -y es de todo punto
tivos a la población, en particular a una población agraria más indiferente qué ideales de política comercial quieran sostener
numeros,;r, derivados de intereses «del Estado», de política in- los individuos- el hecho de que hayamos subestimado, en su
terna o e:xterna, o de otros intereses ideales de diversos tipos, valor heurístico, Ja antigua sabiduría de la vida acuñada en
por ejemplo, relativos a la esperada influencia que una pob1~- tales fórmulas típico-ideales por los grandes mercaderes de la
ción agraria numerosa tiene sobre la originalidad cultural de tierra. Solo mediante fórmulas conceptuales típico-ideales se
un país. Estos intereses relativos a la población pueden con- vuelven realmente nítidos en su especificidad, por la vfa de la
traponerse a los de todos los sectores de la población agraria, con/ rontación de lo empírico con el tipo ideal, los puntos de
y hasta a los intereses actuales de la masa de esta. Mencione- vista que entran en consideración en cada caso. El empleo de
mos también el interés por un determinado modo de art it'u- los conceptos colectivos con los cuales labora el lenguaje coti-
lación social de la población agraria en virtud de su influen- diano es siempre la ocasión de confusiones del pensamien-
cia cultural o política: este puede contraponerse, de acuerdo to o de la voluntad, y con bastante frecuencia el instrumento
con su orientación, a todos los intereses concebibles, hasta a de dudosos contrabandos, pero siempre un medio de obstarn-
los más urgentes, tanto presentes como futuros, de los agri- lizar el desarrollo de un planteo correcto.
cultores jndividuales así como <<del Estado». Y -lo que com- Hemos llegado al final de estas consideraciones, que perse-
plica más las cosas- el «Estado», al cual solemos referir es- guían exclusivamente el propósito de destacar la línea, a menu-
tos intereses e infinidad de otros semejantes, es para nosotros do difusa, que separa la ciencia de la fe, y de reconocer el
a menudo solo una etiqueta para una maraña intrincadísima sentido de la aspiración al conocimiento económico y social.
de ideas de valor, con las cuales, a su vez, es puesto en rela- La validez objetiva de todo saber empírico descansa en esto,
ción en cada caso singular: la pura seguridad militar frente al y solo en esto: que la realidad dada se ordene según categorías
exterior; la seguridad del dominio de una dinastía o de deter- que son subjetivas en un sentido específico, en cuanto repre-
minadas clases en el interior; interés en el mantenimiento y sentan el presupuesto de nuestro conocimiento y están ligadas
acrecimiento de la unidad estatal, formal, de la Nación, por al presupuesto del valor de aquella verdad que solo el saber
ella misma o en bien de ciertos valores culturales objetivos 1 a empírico puede proporcionarnos. Nada tenemos que ofrecer,
su vez muy diferentes entre sí, que creemos representar como con los medios de nuestra ciencia, a quien no juzgue valiosa
pueblo estatalmente organizado; transformación del carácter esta verdad; y la fe en el valor de la verdad científica es un
social del Estado en el sentido de determinados ideales cultu- producto de determinadas culturas, no algo dado por natura-
rales, otra vez muy distintos entre sí. Y podríamos proseguir leza. En vano buscará alguna otra verdad que sustituya a la
indefinidamente, con solo indicar lo que cabe tras la etiqueta ciencia en aquello que solo ella puede cumplir: conceptos y
de «intereses estatales», a los cuales podemos referir «la eco- juicios que no son la realidad empírica, ni la copian, pero que
nomía agraria». El ejemplo escogido y, más todavía, el aná- permiten ordenarla conceptualmente de manera válida. En eJ
lisis sumario que hemos realizado son toscos y simples. El lego ámbito de las ciencias de la cultura, sociales, empíricas, como
podría intentar un análisis semejante ( y más profundo), por hemos visto, la posibilidad de un conocimiento pleno de sen-

98 99
tido de aquello que para nosotros es esencial en la multiplíi;i-
dad infinita del acaecer está ligada al constante empleo de pun- grandiosa, ~uele maniies!~rse en la sabiduría para crear algo
nuevo mediante la relac10n de hechos conocidos con puntos
·tos de vista de carácter específico, todos los cuales, en última de vista también conocidos.
instancia están orientados según ideas de valor que, por su
parte, so~ comprobables y susceptibles de ser v_ividas ~~mpíri- ~'od~ Ja labor de ciencia de la cultura, en una época de especia-
hzac10n, luego de haberse orientado a través de determinados
camente, por cierto, como elementos de cualquier acc1on hu- planteas de los problemas hacia una cierta materia, y luego
mana provista de se~tido, pero qu: no son ,f1;1-ndamentabl7s,
como válidas, a parttr de los materiales empm':os. La ~ob1e-- de habe~, creado sus prin~ipios metodológicos, considerará la
elabomc1on de esa materia como fin en sí sin controlar de
tividad» del conocimiento de las ciencias sociales depende
continuo! de manera consciente, el valor c~gnoscitivo de los
más bien de esto: que lo empíricamente dado se oriente de
hechos . singulares respecto de las ideas de valor últimas, y
continuo con relación a aquellas ideas de valor, las únicas que
le prestan valor cognoscitivo; que, en ~u ~ignificación, ~ea hasta_ sm tener en general conciencia de su dependencia de
esas ideas de valor. Y está bien así. Pero en cierto momento
comprendido a partir de ellas, pero que Jamas sea convertido
en pedestal para la prueba, imposible empíricamente, de Ja
la situación cambia: 1a significación de los puntos de vista em-
pleados de manera irreflexiva se vuelve incierta y la ruta se
validez de aquellas. Y la fe, presente en alguna forma en t?dos
pierde en el crepúsculo. La luz de los grandes p~oblemas cul-
nosotros en la validez supraempírica de ideas de valor úlumas
turales despunta de nuevo. También la ciencia se apresura en-
y supre~as, de las que tomamos el_ sentido de nue:'t.ra exis-
to:1ces a ca~biar su posición y su aparato conceptual, y a
tencia, no excluye sino incluye la mcesante mutab1)1dad de
mirar }a corriente del acaecer desde lo alto del pensamiento.
los puntos de vista con~retos desde los cuales ]~ rea~1dad. em-
Ella sigue solamente a aquellos astros que pueden conferir
pírica recibe un significado: la vida en su realidad 1rrac10nal sentido y orientación a su tarea:
y en su contenido de significaciones posibles son inagotables;
por ello, la configuración concreta de. la relación de valor per- « ..• mas un joven anhelo en mí despierta,
manece fluctuante sometida al cambio en el oscuro futuro de corro a beber su claridad eterna,
la cultura humana'. La luz que brota de aquellas ideas de va- ante mí el día y tras de mí Ja noche,
lor supremas cae sobre una 1:arte finita, siemp~e .cambiante, sobre mí el cielo y a mis pies las olas».*
de 1a inmensa corriente caótica de los acontecumentos, que
fluye a lo largo del tiempo.

Todo ello no significa que la tarea propia de la ciencia _social


consista en una caza continua de nuevos puntos de vtsta Y
construcciones conceptuales. Por lo contrar~o, nada d_eb!era
destacarse más que la afirmación de qu~ serv1~ al, ~onoc1m1en-
to de la significaci6n cultural de conexrones hzstortcas concre-
tas es la meta única y exclusiva, a la cual, junto con otros
medios también contribuye la labor de formación y crítica de
concep{os. En nuestro ámbito existen, para em_rlear una ex-
presión de F. T. Vischer, «buscadores de materiales» y «bus-
cadores de sentido». El inextinguible apetito de hechos de los
primeros solo puede saciarse co_n doc1;1mentos, c~n ta?las esta-
dísticas y encuestas, pero son msens1bles al refmam1ento del
nuevo pensamiento. La gula de los segundos echa a per?er el
ousto por los hechos a través de siempre nuevos destilados
~onceptuales. Aquella auténtica capacidad artística, qu~ entre
los historiadores, por ejemplo, poseía Ranke en medida tan * Versión poética directa de N. Silvetti Paz. (N. del T.J

100 101
culares. Con ello se ~em~ntan por encima de estas, hasta el
2. Estudios cnticos sobre la lógica de punto en '?-ue tale~ ciencias hallan en ocasiones difícil reco-
las ciencias de la cultura (1906) n.ocerse ~ su~ple vista en esas consideraciones. En consecuen-
cia, ~x~hca~10nes metodológicas desarrolladas dentro de su
propio. amblto pueden resultarles más útiles para esclarecerse
a s1 misma_s, a pesar de su imperfecta formulación desde el
~unto de :71sta de la teoría del conocimiento, o, en cierto sen-
L En polémica con Eduard Meyer tido, prec~samente a causa de ello. Y la exposición de Meyer
c~n. s~ d1áfa.na inteligibilidad, ofrece a los especialistas d~
Ya el hecho de que uno de nuestros historiadores más cons- d1sc1pl11~as afines la posibilidad de entrar en contacto con toda
picuos se vea precisado a rendir cuentas de finalidades y mé- una sene de puntos, a fin de resolver ciertos problemas lógi-
todos de su quehacer, ante sí y ante sus colegas, ha de desper- c?s que comp!rte_n con los «historiadores» en el estricto sen•
tar interés más allá del círculo de los especialistas. Con ello, t1do ~e este termrno._ !_al es el propósito de las disquisiciones
en efecto, sobrepasa los límites de su disciplina específica que s!guen,_ que, refi!1endose ante todo a la obra de Mever,
para entrar en consideraciones de teoría del conocimiento. Es r;s~ran rev1_sta sucesivamente a cierto número de proble~as
cierto que ello trae, por lo pronto, ciertas consecuencias uega- log1cos part1c~lares, p~ra luego, desde el punto de mira así
tivas. El tratamiento realmente seguro de las categorías de la logrado, e_,x~nunar cnt1~am~nte una serie de nuevos trabajos
lógica, que en su estado actual ha llegado a ser una disciplina sobre la log1ea de las c1enoas de la cultura. Partimos de pro-
tan especializada como cualquier otra, requiere también una blemas. pur~1;11~nte históricos y solo más tarde, en el curso de
ejercitación cotidiana. Y, como es obvio, Eduar<l Meyer, a cu- e~tas d1s_qu1S1c10nes, pasamos a considerar las disciplinas de la
vo libro Zur Theorie und Methodik der Geschichte ( Para una vida social que buscan <<reglas»• o «leyes». Ello es deliberado
·teoría y metodología de la historia) nos referimos, no puede luego_ ~e. que con tant~ fr~cuenci_a se ha intentado precisar l;
ní quiere rec1amar para sí semejante frecuentación de los pro- espec1fici~ad ?e las oencias sociales delimitándolas respecto
blemas lógicos, como tampoco lo hace el autor de estos estu- d.e las «ciencias de la naturaleza». Esas tentativas tuvieron
dios. Por lo tanto. la~ observaciones de crítica del conocimien- SH~mpr_e 1;1n supuesto tácito: que la «historia» era una disci-
to contenidas en 'aquella obra son, por así decir, un informe plma lu1:1t~da a la mera recolección de materiales, o puramen-
clínico a cargo del propio paciente y no del médico; como ta- te desc~:f>t,1,va, que, en e~ mejor de los casos, recogía hechos
les es preciso valorarlas y entenderlas. De aquí que muchas ~_ue ~~1 \ Jfl,lll como, ladnllos para el trabajo « propiamen tc»-
de las formulaciones de Meyer han de escandalizar a los lógi- c1~n t1f1c~, el ~ua] _solo entonces. empezaría. Y. por desgracia,
cos y especialistas en teoría del conocimiento, quienes, quizá, ~os prop10s h1stonadores profes10nalcs, por el modo en que
no podrán extraer de ellas nada propiamente nuevo para sus mten tar~n tundar la especificidad de la «historia» en el senti-
fines. do es~e~t~lzzado del término, contribuyeron no poco a afirmar
Este hecho en nada disminuye, sin embargo, su importancia el pre1u1c10 de q~e 1~ }abor «histórica» se diferencia cualiMi-
para las disciplinas especiales afines. 1 Precisamente, los logros vamente de la «c1entif1ca» porque «no interesan» a la historín
más significativos de la teoría de1 conocimiento especializada «conc:ptos» Y ?reglas~>- Pues~o que también nuestra discipli-
laboran con imágenes, formadas de manera «típico--ideal», de
las metas y procedimientos cognoscitivos de las ciencias parti-
1:a~baJ~ la persistente mfluenc1a de la «escuela histórica», pro-
cura afanosamente hoy una fundamentación «histórica» v
puesto que la re!a~ión con la «teoría>>, sin embargo, sigue si~;~
l Cahe esperar por ello que la siguiente crítica, que deliberadamente
busca las deficíencias de sus formulaciones, no se atribuya a un afán do tan problema!1ca co-?-10 _hace veinticinco años, parece justo
del autor por aparecer como «sabihondo». El error cometido pur un pr~gunt~r,, e_n pnmer termrno, qué puede entenderse por tr.1-
autor eminente es más instructivo que la apreciación correcta <le al- ba¡o «h1stonco» en sentido lógico, y dirimir esta cue;tión en
guien nulo en ciencias. Por ello no nos proponernos considerar aquí ~l tef~eno de la labor histórica reconocida como tal de manera
los logros de Mcyer; a la inversa, queremos aprender a partir Je sus 1,nd1mttable y gener~l_; de aquepa labor, precisamente, de que
errores, a fin de ver cómo ha intentado, con resultados diversos, tratar
ciertos grandes problemas de 1a lógica de la historia. se ocupa la obra cnt1cada aqut en primer término.

10.3
102
Eduard Meyer comienza advirtiendo contra el peligro de so- curado t;a?sformar 1a ciencia histórica desde puntos de vista
.brevalorar la importancia de los estudios metodológicos para rnetodol?J:;lCos. Formula del siguiente modo 1a posición que
la praxis de la historia: los conocimientos metodológicos más desea criticar de manera especial ( pág. 5 y sigs.):
comprensivos no convierten a nadie en historiador, ni opinio•
nes metodológicas erradas implican necesariamente una falsa 1. No tie.:1en importancia para 1a historia y, por consiguiente
praxis científica; solo demuestran que el historiador fc~rm~la son extranos a una exposición científica: '
o interpreta erróneamente las reglas --correctas- que el mis- ,1. Lo «acciden tah>.
mo emplea en su trabajo. Podemos coincidir en lo esencial con b. Las. decisio;1es «libres» de personalidades concretas.
Meyer: la metodología jamás puede ser otra cosa que la auto- c. La mfluenc1a de las «ideas» sobre ]as acciones de los hom-
rreflexión sobre los medios que han resultado con/irmados en bres.
la práctica, y la conciencia explícita de estos no es prerrequi- 2_. P?~ lo contrario, son objetos propios del conocimiento
sito de una labor fructífera más que el conocimiento de la ana- c1ent1fico:
tomía lo es de una marcha «correcta». Quien quisiera controlar a. Lo? «te~ómenos de masas» por contraposición a las accio-
de continuo su manera de caminar mediante conocimientos nes ~1nd1v1duales».
anatómicos, correría el riesgo de tropezar, y algo semejante h. Lo «típico» por contraposición a lo «singular».
ocurriría, por cierto, al especialista que intentase determina.r e; El desarr~llo de «comunidades», en especial de «clases» so-
extrínsecamente las metas de su labor sobre la base de cons1- ctal:s ~ <~naciones», por contraposición a la acción política de
deraciones metodológicas. 2 Todas las veces que la labor meto- los 1nd1v1duos.
dológica - y este, naturalmente, es también su propósitc::- .3. Y, por fin, puesto que desde el punto de vista científico el
resulta de utilidad directa en algún punto de la praxis del his- des?rrollo histórico sólo es inteligible de manera causal con-
toriador, ello sucede porque lo capacita, de una vez para siem- c~b1do c?mo un proceso que se desenvuelve «legalment~» el
pre, para no dejarse amilanar por un diletantismo exornado frn propio de la labor histórica es descubrir las «etapas' de
de filosofía. desarrollo» de las, c?munidades humanas, etapas que se suce-
Solo delimitando y resolviendo problemas concretos se funda- d_en de maner_a ~t~ptca», necesaria, e incluir en ellas la diver-
ron las ciencias, y solo así desarrollan su método; las refle- sidad de lo h1stor1co.
:idones puramente epistemológicas o metodológicas, por lo con-
trario, jamás contribuyeron decisivamente a epo. Tales ?isc':1- En lo que sigue dejaremos expresamente de lado todos aque.
siones suelen revestir importancia para el cultivo de la ciencia !lo~ puntos de las consideraciones de Eduard Meyer que se
solo cuando, a consecuencia de desplazamientos notables de refieren de manera específica a la crítica a Lamprecht Tam-
los <<puntos de vista» a partir de los cuales cierta materia se bién me tomaré Ja libertad de reordenar sus argumen;os re--
vuelve objeto de la exposici6n, surge la idea de que esos servando algunos para discutirlos en secciones ulteriores' se-
«puntos de vista» nuevos exigen también una revisión de las g1ín lo requieran estos estudios que por cierto no tienen' por
formas lógicas dentro de las cuales se desenvolvía el modo de único fin criticar la obra de Eduarci' Meyer. '
«cultivo» consagrado, lo que arroja incertidumbre sobre ]a La propia concepción a la que combate Jo lleva a destacar
«esencia» de la propia labor. Es indiscutible que tal estado de ante todo, el importantísimo papel que el «libre albedrío» y eÍ
cosas se presenta hoy en la historia, y la opinión que sostiene «_a~ar» -ambos, según Meyer, «conceptos perfectamente de-
Meyer acerca de la insignificancia de principio de la metodolo. f1mdos. y claros»-· desempeñan, en general, en la historia y
gfa para la «praxis» no le ha impedido, con todo derecho, ocu,.. en Ja vida.
parse ahora él mismo de metodología. Por fo que respecta,. en primer lugar, a la dilucidación del
Comienza exponiendo aquellas teorías recientes que han pro- «azar» ( pág. 17 Y s1gs.), es evidente que no entiende este
concepto como . <<ausencia ?e causalidad» objetiva ( azar «ab-
2 Esto ---como hemos de mostrar- sucedería también en el caso de
soluto» en se1:t1.do metafísico), ni como imposibilidad de co-
Mcyer, si se pretendiese tomar demasiado al pie de la letra algunas for~
mulaciones suyas. nocer las cond1c1ones causales, imposibilidad subjetiva aunque
absoluta para cada uno de los casos que sobrevienen renován-

104
cesos» y «cosas») y que, desde el punto de vista lógico, el
<lose necesariamente dentro dei género en cuestión, como,
problema no ha sido pensado del todo acabadamente en cuan-
por ejemplo, cada uno de los lances, e_n el j':1-ego de dados
( azar «absoluto» en sentido gnoseolog1co !, smo como a~ar
t? / a sus consecuencias, como se advertirá en la segunda sec~
c10n de nuestro estudio, cuando consideremos la posición de
<ffclativo», en el sentido de una relación lógica entre compleJOS
Meyer en torno al concepto de desarrollo. De todos modos
de causas pensados separadamente. Entiende, pues, este con-
1~ qu~ afí:11:1a satisf~ce con creces las necesidades de la praxi~
cepto, aunque naturalmente no lo formula siemp~e _de mane_ra l11stonograf1ca. Aqui nos interesa sin embargo el modo como
«correcta», en el mismo sentido aceptado por la log1ca especi~-
págin~s ~ás adelante ( pág. 28) 'retoma el c;ncepto de aza/
lizada, la cual, pese a los muchos progresos habidos en m~teria
<<La ciencia natural -dice allí Meyer- puede ( ... ) afirmar
de detalles sioue remitiéndose todavía hoy, en lo esencial,. a1
que c~~ndo se pone fuego a la dinamita ha de seguirse una
primer esc~itob de Windelband.:> De manera en lo sustancial
exploswn. Pero le resulta jmposible predecir si en un caso
correcta distingue luego entre este concepto causal ,d~l <<azat?·
par~icular, la ~xplo_s~ón ~a de producirse, y en q~é momento,
( el llamado «azar>) relativo) y el concepto teleologtco de 10 Y s1, en t~l s1tuac10n, oerta persona ha de resultar herida,
«accidental». En el primero, el resultado que acaece «por azan>
muerta o mdenme, pues ello depende del azar v del libre al-
se contrapone al que cabía esperar de acuerdo con a_quellos
bedrío, del cual la ciencia nada sabe, pero sí la historia». Ante
componentes causales de un evento qn.e tenemos reunidos.. :n todo sorprende aquí el estrecho acoplamiento de «azar» y
una unidad conceptual. No es deducible causalmen_te se~~n
«libre albedrío». Esto se muestra en forma más clara todavía
reglas generales del acaecer a partir de la sola cons1de3ac~on cuando .Meyer aduce, como segundo ejemplo, la posibilidad
ele aqu~llas condiciones, sino que es ca.usado por el anad!do d~ «calcular» con «seguridad» cierta constelación con los me-
de una condición que permanece «exter10r>> a aquellas ( pags.
d1?s de la astrono~ía - a saber: bajo el supuesto de que no
17-19). Por otro lado, el concepto teleológico de lo accide~t,al
existan «perturbac10nes» como, por ejemplo, la intromisión de
se contrapone a lo «esencial», sea 9~.1e se trat_e de la formac~sn cuerpos ~eleste? extraños e? el sistema solar-, a la vez que
de un concepto con fines cognoscmvos me?iante l_a exclus1on
declara «1mpos1ble>> predec1r si tal constelación así calculada
de los ingredientes de la realidad que son :<m_esenc1ales» ( «ac-
ha de ser también «observada». En primer 1ug~r, de acuerd~
cidentales», «individuales») para el conoc1m1ento, se_a que se
con el supuesto de Meyer, también la intromisión de un cuer-
juzgue ciertos objetos, reales º. pensados 1 _corno «medios>> para po extraño sería «incalculable»; por lo tanto, la astronomía
un «fin» en cuvo caso solo ciertas propiedades resultan per-
tinentes,' desde ·el punto de vista práctico, co?lo «medios>>,
---:-Y no solamente la historia- conoce el «azar» en este sen-
tido. En s~?m1do lugar, normalmente puede «calcularse» con
mientras que las demás se vuelven, desde e~e mismo punto de
4 mucha fa_cfhdad que algún astrónomo intentará «observar» la
vista, «indiferentes» ( págs. 20-21) . Es e1~rto que es;a for- cons.telac10n calculad~, y que, si no sobrevienen perturbaciones
mulación deja mucho que desear ( en espec1~l. ;n la pag. 20, «.a~'c1dentales», efecttva1nente la observará. Se tiene la impre-
donde la antítesis es presentada como opos1c1on entre «pro- s1on de que Meyer, aun cuando interpreta el «azar» de una
3 Este <,azar» cstii en la base. por ejemplo, (k los llamados juegos de
mar:era por completo determinista, concibe, sin formularla con
<<azar», como los dados o la lotería. La incognosc~~ilidad absolutll d: cl~ndad, una afinidad particularmente estrecha entre «azar» v
la conexión entre determinadas partes de las condicton~s q_ue detenrn- ~<_hber~ad de la voluntad>>, lo que supondría una específica irri-
nan el resultado concreto y el resultado mismo es const1tut1:'a resp~cto c10nahdad en el acaecer histórico. Veámoslo mejor.
de la posibilidad del «cálculo de probabilidades>> en el sentido estncto Lo que Eduard Meyer caracteriza como «libre albedrío>> de
del término. . . . nmgún/ mod<;> ~ntra, a su juicio, en oposición con el «principio
4 Estos conceptos de <,azar>> no pueden eliminarse de nmguna d1~~1-
plina que sea histórica, aunque solo de rna~1~ra relatíva ( como la bio- de razon suficiente>>, que es «axiomático» e incondicionalmen-
logía). Solo a estos y al conc_cpto «prap1nat1co». de «azar», q;1e _men- te ~álido tam?íén para la acción humana. Antes bien, la antí-
cionaremos en una nota posterior, se refiere -ev1dente~ente s1_gu1endo tesis entre «libertad» y «necesidad» de la acción se resuelve
las huellas de ~1eyer- también L. M. Hartmann ( Dte geschtchtl1c7e en una mera diferencia del modo de consideración: en el se-
1
Entwicklung, págs. 15, 25): no obstante, a pesar de su falsa formt: a-
ción, con ello no convierte «lo carente de causa en causa», como opma ~und~) caso co?,~i,<leramos lo _devenido, que, para nosotros, e
Eulenburg (Deutsche LitPratt1rzeitu11g, nº 24, 1905). 111clu1da la dec1s10n que efectivamente se adoptó a su tiempo,

107
106
vale como «necesario», mientras que en el primer caso consi- Para interpretar de tal_ modo el punto de vista de Meyer, sin
deramos el proceso como deviniente, como _algo que, po~ lo embargo, resulta extrano que encuentre necesario destacar en
tanto no está todavía frente a nosotros m es «necesario», este contexto, la «libertad de la voluntad» como «hecho d~ la
sino que es una posibilidad entre infinita~. _Sin embargo, desde exp~~iencia i1:te~n~», en cuanto indispensable para la respon-
el punto de vista de un desarrollo «devm1ente», nunca Pº?e- sabtltdad del md1v1duo frente a su «actividad voluntaria». Ello
mos afirmar que una decisión humana jam~s podría ha?er sido sólo se justificaría si se tratase de adjudicar a la historia la
distinta de la efectivamente adoptada maJ tar,de. <~Con ~es- tarea de «juez>> de sus héroes. Plantéase, pues, la cuestión del
pecto a ninguna acción humana podemos ir mas alla del _Yº g:ado en que Meyer sostiene efectivamente este punto de
quiero,,.» Se plantea ahora, ante todo, esta pregunta: ¿Op~~a v1st~. Observa ( pag. 16): «Procuramos ( ... ) descubrir los
Eduard Meyer que esa antítesis e?t.re modos de cons1deraci?n motivos que los han llevado» -por ejemplo, a Bismarck en
( por un lado el desarrollo «devm1ente»- y, en con 7ecuencta, 1866-- «a sus decisiones y juzgar, de acuerdo con ello 1a
pensado como «libre», y por otra el «h_echo deve~1do» qu~, justeza de estas y el valor ( nota ben e) de su personalid;d:..
por ello, ha de concebirse como «necesar10») es aplicable solo Podría creerse, siguiendo tal formulación, que Meyer considera
a la esfera de la motivación humana y no a la de ~a naturaleza tarea suprema de la historia obtener juicios de valor sobre la
«inanimada»? Cuando observa ( pág. 15) que quien <<~o~ozca personalidad «que actúa históricamente». No obstante no solo
la personalidad v las circunstancias» puede prever «qu1za. ~~n su,.posición frente. a la .:biografía» ( al final de la ob~a), que
probabilidad m~y elevada>➔ el resultado, est~ .e,s, la dec1s1on mas adelante consideraremos, sino también sus observaciones
«deviniente», no parece aceptar tal contrapos1c10n. 1?,n ~f~cto, muy pertinentes, acerca de la incongruencia entre el «valo;
una «previsión~ efectivamente exac~a de un ~r,oceso md:v1d1:1al intrínseco» de las personalidades históricas y su importancia
a partir de condiciones dadas se liga, tamb1en en el amb1to causal ( págs. 5O: 51 ) , muestran sin lugar a dudas que, en la
de la naturaleza «inanimada», a estos dos supuestos: 1) que f~ase antes mencionada, por ..cvalor» de la personalidad se en~
nende -o al me_no~ .es ~~ único que c?herentemente puede
en lo dado se trate solamente de elementos «calculables», esto
es, susceptibles 1e expresión cuantitativa, y 2) que todas.
condiciones pertinentes respecto de! proceso sean conoCl as
lªs entenderse- la s1gn1ficac10n causal de ciertas acciones o cier-
tas cualidades de esas personas concretas. ( Para un eventual
juicio de valor, tales cualidades pueden ser positivas o como
realmente y estén medi?~s con exac.t~tu~. En ot~o caso no po-
demos sino formular ju1c10s probab1htar1os de ~1versos grados e~ ~l. caso de Federico ~uillermo IV, negativas.) Empero, el
de precisión, lo cual, por lo demás, es regla s1e1;1p!e que se «1u1c10» acerca de la «Justeza» de tales decisiones puede en-
trata de la individualidad concreta de ~rn aco1:tec1m1ento, po.r tenderse de diversos modos: o bien 1) como un juicio acerca
del «valor~ del objetivo que estuvo en la base de la decisión
ejemplo: el estado del tiempo en determinado .d~~ futuro. ~l «li-
bre» albedrío no adquiere entonces una pos1c1on excep~10n~l, por ejemplo, el de excluir a Austria de Alemania desde eÍ
y el «yo quiero» equivaldría al / i~t formal de la conciencia,
punto de vista del patriota alemán, o bien 2) como un aná-
de que habla James, el cual, por e1emplo, es. aceptado por los lisis de esa decisión que tomase por guía la pregunta de si o
5
criminalistas de orientación determinista sin meng_ua de s;1s ant~s bien -ya que ;a. historia la ha respondido por la ¡fit:
teorías de la imputación. El «lib!e albe1rí~». no quiere decir, mattva-, de por que 1r a la guerra era el medio apropiado
pues, otra cosa sino que se atnbuye s1gn1ficado causal a. l~ para alcanzar aquel objetivo, a saber: la unificación de Ale-
«decisión», la cual, a su vez, es fruto de c;m~as que quiza m~~ia. ~o~ría soslayarse el dilucidar si Eduard Meyer distin-
nunca se descubrirán por completo en la pr~ctlca, pero. que, gmo subJetlvamente de manera clara entre ambos planteamien-
en todo caso son «suficientes». Ni el más estricto determinista tos_, de la .cuestión, pues, como es manifiesto, solo el segundo
objetaría es{o seriamente. Si solo se tratas~ de .esto, no se serta pertinente para una argumentación acerca de la causalidad
discerniría por qué debiéramos decl~ra~~os m?atls~echos c?n histórica. En efecto, este, que tiene la forma de un juicio
el concepto de irracionalidad de lo h1storico, discutido ocasio- «teleológico». acere~ de la situación histórica según las catego-
rías de «medio y fm», posee manifiestamente dentro de una
nalmente en el examen del «azar». exp?sició? que no de~em~eña el papel de ma~ual para diplo-
5 Por ejemplo, Von Liepmann, Einleitung in das Stra/recht (1900) • máticos srno el de «historia», el exclusivo sentido de posibili-

109
108
zón, decimos, sin que importe cuán a menudo sea válida en
tar un juicio acerca del significado histórico causal de los he-
casos individuales, difícilmente puede sostenerse como carac-
chos, y, por lo tanto, de comprobar que, precisame~t~ ,en aquel
terística _ló~icamente distintiva frente a «explicaciones», con
momento, una «oportunidad» de adoptar tal dec1s10n no se
frecuencia igualmente problemáticas, de procesos concretos
«perdió» porque el «actor» de esta -expresión que también
;<externos». Sin embargo, sea ello como fuere esta intuición
utiliza Meyer- poseía la <<fuerza de alma» para mantenerla
Jun~o con la fuer!e in?istencia de Meyer en el' significado qu~
frente a todos los obstáculos: por esta vfa se comprueba el
reviste para la h1stot1a el momento puramente formal de Ia
grado de «importancia» causal de tal decisión y d~ sus precon-
«decisión voluntaria>>, y la observación, ya citada acerca de
diciones caracterológicas y otras, así como la medida y el sen-
la «re_spon;~bilidad», indl1:cen a suponer que, para él, la consi-
tido en que la existencia de esas «cualidades de carácter» cons-
derac10n etlca y la consideración causal del obrar humano
tituveron un «momento» de «alcance» histórico. No obstante,
-«valoración» y «explicación»- muestran cierta tendencia
cor~o es obvio, tales problemas, relacionados con la imputa-
a confundirse. Ya sea que se considere o no suficiente como
ción causal de cierto acaecer histórico a las acciones de hom-
fundamentación positiva de la dignidad normativa de la con-
bres concretos, han de distinguirse nítidamente de la pregunta
~iencia ética, la f~r!nulación de Windelband, a saber, que la
por el sentido y el significado de la «responsabilidad» étícü.
1d~a de_ responsabilidad prescinde por completo de la de cau-
Esta última expresión de Meyer podría ser interpretada en el
salidad,' tal formulación caracteriza de manera adecuada, en
sentido puramente «objetivo» de una imputación causll de
todo caso, ~l modo en que el mundo de las «normas>> y los
ciertos efectos a las cualidades «caracterológicas» dadas y a los
«valores>>, visto desde la perspectiva de la consideración causal
«motivos» de las personalidades actuantes, motivos que es pre-
de las cienc~as empíricas,. s.e, delimita ~l~ esta. Cuando se juzga
ciso explicar sobre la base de aquellas y de las diversas cir- que determmada propos1c1on matemat1ca es «correcta» para
cunstancias del <<medio» y de la situación concreta. Si tal
na.da inte~es~ cóm<? se presentó «psicológicamente» su c~noci-
hiciésemos, sin embargo, extrañaría que Meyer, en un poste-
m1ento, 111 s1, en cierto modo, la «fantasía matemática» en su
rior pasaje de su obra ( págs. 44-45), caracterice precisamente
p~tencia máxima solo es posible como manifestación de deter-
la «investigación de los motivos» como secundaria para la his-
mma<las anormalidades del «cerebro matemático». Y, del mis-
toria.() La razón aducida, a saber, que las más de las veces ella
11;10 mo?,º, ante el foro de la «conciencia}> nada significa la con-
traspasa los límites del conocimiento seguro y no es otra cosa s1derac10n de que el mismo «motivo», objeto de juicio ético,
que una «formulación genética» de una acción que no puede
de ac.u~rdo con la enseñanza de la ciencia empírica haya estado
ser bien explicada con los materiales disponibles y que, por lo
con?1~1?nado causalmente por completo, o bien, en el caso de
tanto, ha de ser aceptada simplemente como «hecho»; tal ra-
un Jmc10 acerca del valor estético de un adefesio nada inte-
6 No se explica aquí de manera unívoca qué deba entenderse por resa el convencimiento de que su producción pued~ concebirse
«investígación de motivos,>. Compréndese de suyo que solo aceptamos c~:m10 deter~i~ada del mismo modo que la de la Capilla Six-
la «decisióm> de una personalidad concreta como un hecho «último>> :1~a_. El anahs1~ causal no proporciona absolutamente ningún
cuando aquella se nos aparece como producida «pragmáticamente>;- por JlllCl? d~, valor, y un juicio de valor no es, en absoluto, una
azar, es decir, como inaccesible H una interpretación plena de sentido exphcac1on causal. Y precisamente por eso la valoración de
o indigna de esta: por ejemplo, los confusos decretos ~ictados por el
zar Pablo, inspirados por la locura. Pero, por lo <lemas, una de las un proceso -por ejemplo, de la «belleza» de un proceso na-
tareas más indubitables de la historia ha consistido siempre en corn-
7 Winde}~Jand U!eber Willensfreibeít, último capítulo) escoge esta
prenJer las «acciones» externas, empíricamente dadas, y sus res:-ilt~1()0~,
a partir de las «condiciones», «fines» y «medios del a~tuar, _h1stortca-
formulacron espec1alm~nte ~ara excluir la cuestión de la <<libertad de In
v?luntad» de la_s considerao?1?es de la criminal~stica. Cabe preguntarse,
mentc dados. Tampoco Meyer procede de otro modo. \ la «1m:csu¡¿,a-
sm ~mbargo, s1 ella es suf1c1ente para los cnminólogos, puesto que
ción de motivos» -es decir, el análisis <le lo realmente «queridu» v
de los «fundamentos:-> de este querer- es por un lado el medio de
pre:1samente, la pregunt,~Pº: _el tipo de ligazón causal en modo algunt;
impedir que aquel anfüsis Jcgenere en una pragmátíca ahistórica, pero, !~
~s irrelevante p~ra aphcabil1?ad de las normas de derecho penal.
por el otro, el punto de partida del «interés histórico»: queremos por 8, Lo. cual no s1gmf1Ca, por oerto, que la consideración causal de su
cierto ( entre otras cosas) ver cómo el «querer>> del hombre es trans- genes1s no p1;1~da resulta~ e~~ncü~~ para posibilitar <<psicológicamente»
formado en su ,,significación» por el encadenamiento de los <<destinos» la «comprens1on>~ de la s1g111hcac10n de valor de un objeto ( por ejem
plo, de una obra de arte). Volveremos sobre es to.
históricos.

111
11 O
~le "«sentimie1:to ~fo libertad>> empírico aquellas acciones que
:ural- se mueve en una esfera distinta de la de su explicación
,cenemos conc1enc1a de haber cumplido racionalmente es decir
causal; por consiguiente, también la refere_ncia_ a la <<respon-
iahilidad» del actor histórico ante su conciencia o ante cual-
~? ausencia de «coacció.?» física y psíquica, de «afe~tos» apa:
~t(.l~ados y de perturbaciones «contingentes» de la claridad de
quier tribunal divi;1<; o human~, como toda otra intromfsión ¡u1c10, y en las cuales persegujmos un fin claramente consciente
del problema filosofico de la «libertad» en la metod?log:a dt: por los «medios» que, según nuestro conocimiento resultan
la historia, eliminarían totalmente su carácter ?e c1enc1a de
~ás adecuados a él, esto es, según reglas de experie~cia. Si la.
experiencia, lo mismo que la int~rp?lación de milagros en sus historia solo se refiriese a tal actuar «libre» en este sentido
series causales. Naturalmente, s1gu1endo a Ranke, Meyer re- es decir, racional, su tarea resultaría' enormemente facilitad/
chaza esto ( pág. 20), para lo cual invoca los «t~j~ntes límites a partir de los medios empleados podrían discernirse unívoca:
~ntre conocimiento histórico y cosmovisión rehg10sa». Pe7o,
mente, en efecto, el fin, el <<motivo» y la «máxima» del actor
en mi opinión, mejor habrf a sido que no ~e dejara extrav~ar y ql:'edarían e~cluidas todas las irracionalidades que, en eÍ
por las consideraciones de Stammler, de quien se ocupa (pag. ~ent1do vegetativo d~ este multívoco término, constituyen lo
l6, nota 1), en cuanto a confundir los límites igualmente
«personal» de l.3 acción. Puesto que toda acción que proceda
?recisos respecto de la ética. Cuán funesta puede llegar a ser
,Je manera estnct~me1~te teleológ1c~ consiste en la aplicación
en el plano metodológico esta confos~ón de difer~ntes II;º~os de reglas. de exp_ene~cia que prescriben el «medio~ apropiado
de consideración se demuestra ensegmda, en la misma pa3ma, para el fin, la historia, en ese caso, no sería más que la apli-
cuando Eduard Meyer sostiene que «con esto~ -es decir, con ~ación de tales reglas. 11 Que el actuar del hombre no pueda
las ideas de libertad y de responsabilidad empíricamente da- mterpret,arse de_ modo tan puramente racional; que su «liber-
das- se presenta en el devenir históric<: un «m<;>mento pu:a- ~ad>> este empanada, no solo por «prejuicios~ irracionales, fa-
mente individuafa, el que ~jamás se de1a reducir a una _for- llas conceptuales o errores acerca de los hechos, sino también
mula» sin que se «destruya su e~encia», y 1:r?cu~~ lue9o ;l~s- por el «temperamento», las «disposiciones» y los «afectos»
trar esta afirmación con la emmente s1gmficac1on h1stonca
v qne,. por lo tanto, también su. actuar participe --en grado;
{causal) de decisiones de personalidades individuales. Este muy dJVersos- del «sinsentido» empírico de] acontecer natu-
antiguo error 9 es tan P~:judicial, preci_s~~ente ?~sde el pun.to r~l, t~do ello implica, precisamente, la imposibilidad de una
de vista de la preservac1on de la espec1fic1dad log1ca de la his- h1sto~ia pura1;1ent_e pr~gmádca. Solo que el actuar comparte
toria, porque traslada al ámbito de la cien~ia histórica pr?- este tipo de «1rrac1onaltdad» justamente con los procesos natu-
blemas pertenecientes a campos totalmente a1 7nos a eJl~ Y d~Jª
suponer que cierta co~vicción fil~sófica ~ a~t1_determm1sta) es concreta deba permanecer necesariamente oculta para nosotros -en el
prerrequisito de la validez del metodo h1stonco. . . ,. cas?, del zay Pablo la patología podría proporcionarnos quizá la expli-
Pero resulta entonces evidente cuán errónea es la supos1c10n cacton-, smo porque ellos no nos interesan históricamente lo sufi•
de que una «libertad» de la. voh~ntad! como quiera que se_ la ciente. Nos referiremos más adelante a esto.
11 Vé~nse, a_cerca de esto, mis consideraciones en Roscher und Knin
entienda sea idéntica a la «1rrac10naltdad» del actuar, o bien 1111d dre logtschen Probleme der historischen Nationalokonomie. Un
que la s~gunda esté condicionada por la primera. Una especí- actuar estrictamente racional -es posible formularlo así--- constituiría
fica ~incalculabilidad», igualmente grande, pero no mayor, que una ~adaptación» perfecta y sin residuos a la «situación» dada. Los
!a de las .:fuerzas ciegas de la naturaleza», es privilegio del. .. esquema~ ,teóricos _de Menger, ~or ejemplo, contienen como supuesto la
demente.1 º A la inversa, acompañamos con el máximo grado «adaptac10n» estrictamente racional a la 4<Situaci6n del mercado» e
ilu~tran las consecuencias de ello en su pureza «típico-ideal~. La ñis-
9 Lo he estudiado en detalle en mi ensayo s<Roscher und Knies und die tor!~ en tal caso no. s;ría otra co.sa que una pragmática de la <!<adap-
tacton» -en ello qu1S1era convertirla L. M. Hartmann- si ella fuera
1ogischen Probleme der historischen Nationalokonomi~~- , .
\O Consideramos las acciones del zar Pablo de Rusia, en el ult1m9 exclusivamente un análisis del surgir y el encadenarse d~ acciones sin.
período de su aberrante gobierno: como no interpret_ables de manera g?lares ~li~r~s~, esto. es_ ~bsolut~mente ra~ionales desde el punto de
orovista de sentido y por ello, «mcalculables», lo mismo que la tor- vista tel:?log1co, de md1v1duos aislados. S1 se despoja al concepto de
;~enta que destruyó 1~ Armada Invencible; pero en ningu_no de ambos "'~daptac1on», como lo hace Hartmann, de este sentido teleológico-ta
casos renunciamos a la «investigación de motivos:. porque mterpreta.mos c10nal, entonces se vuelve totalmente insulso para la historia como he-
::-stos procesos como «libres~, ni tampoco solo porque su causalidad mos de explicarlo en su momento. '

113
112
rales individuales, por lo cual, cuando el historiador se refiere (pág. 24 y sigs.) con una polémica que, una vez más, suscita
a la «irracionalidad>> del actuar humano C\1mo m?m~~to per- serias dudas. Tiempo atrás, en la introducción a Die Geschichte
t rbador en la interpretación de las conextones hi~toncas, en des Altertums ( Historia de la Antigüedad), había identificado
r~alidad está comparando la acción históric~-empínca, no con la relación entre lo «general» y lo «particular» con la que me-
lo que acaece en la natura;eza, sino con e~ ideal de ~n act~~ dia entre «libertad» y «necesidad», y ambas con la relación
puramente racional, es dec~r, totalme_nte a1ustado a fmes Y a entre el individuo y la «totalidad», arribando a la conclusión
solutamente orientado hacia los medios adecuados. , d de que la «libertad» y, por lo tanto, lo «individual» ( véase
Sí la exposición de Eduard Meyer sobr 7 las categonas e más arriba) rigen en el «detalle», mientras que en los «grandes
«azar» y «libre albedrío>>, que serían prop~~s de la cÍmcept1:-a- lineamientos» del devenir histórico domina la «ley» o «regla».
ción historiográfica, muestra una propens1on poco car~ a ~n- En la página 25, y bajo la influencia, en parte, de Rickert, y
troducir problemas heterogéneos en e~ ,método ~e l\~siori~: en parte de Von Below, se retracta Meyer de esta concepción,
cabe observar tarnb1en que su conc~pc1on de la cau,s~ 1 a ~ que prevalece de hecho entre muchos historiadores «moder-
tórica contiene notables contradicc_10n~~- Er! l~ _pagma 40 se nos,> si bien es fundamentalmente tergiversada con tal formu-
· · f erza en que la invest1gac1on h1stonca constante- lación. Von Below había rechazado especialmente la idea de
ms1ste con u ' . 1 d d 1
mente y en todos los casos rastrea las senes ca~1,sa es ed e ed un «desarrollo regido por leyes», 13 planteando, en contra del
efecto hacia la causa. Ya esto, en la formulac1on de R u_bl ejemplo aducido por Eduard Meyer en el sentido de que el
Mever.12 es discutible: en efecto, es perfectamente, pos1 e desarrollo de Alemania hacia su unificación nacional se nos
for~ular en calidad de hipótesis los efectos que podn~ haber aparece como «necesidad histórica», mientras que la oportu,.
roducido un evento histórico ya dado como hech?, ,º b~en que nielad y la forma de tal unificación en un Estado federal de
~caba de ser reconocido, y verificar luego tal h1po_tes1s cote- veinticinco miembros dependerían, por el contrario, de la «in-
jándola con los «hechos». Pero se apunta a algo d1~tmt~1, coto dividualidad de los factores históricamente operantes», la si-
más adelante se revela: al principio d; l_a «depenuencia te ~o- guiente objeción: «¿No podría haber sucedido ello de otra
16aica» como se lo ha denominado ult1mamente, y que nge manera?». Esta crítica se aplica incondicionalmente a Eduard
el t,interés
'
causal d e ]a h'istona.
· p or 1o .d ema/ s ' es naturalmente
mo Meyer. No obstante, paréceme fácil comprender -cualquiera
inexacto reclamar tal remontarse del efecto a la causa co r que sea el juicio que se tenga sobre la formulación de Meyer
exclusivo de la historia. No de otro modo procede ~a «exp 1- objetada por Von Below- que tal crítica en todo caso prueba
cación» causal <le un «hecho natural»_ concreto. Y mdentra_d e~ demasiado y, por lo mismo, no prueba nada. En efecto, la mis-
la página 14 Meyer sostanía, como v1mos, que 1~ « eve?1 0 · ma objeción valdría respecto de todo aquello a lo cual nosotros
vale para nosotros como absolutamente «necesar~?\~ s¿10 lo todos, incluidos seguramente Von Below y E. Meyer, aplica-
pensado como «deviniente>; v_ale como me:a «pos16 1_1 a », e~ camos sin vacilar el concepto de «proceso regido por leyes».
la página 40, a la inversa, ms1ste en el caracter p~rucula~men Por ejemplo, que a partir de un feto se haya desarrollado un
te problemático de la inferenci~ ~1e 1a causa _a 17arttr del ; 1 e ~o, hombre, o bien Jo hará en el futuro, parécenos de hecho un
hasta el punto de que él preferma que se el1m11rnse_del am ~to 6 «desarrollo ajustado a leyes», pero no hay duda de que tam-
de la historia el término «causa», y, como ?~mos visto, la <~m- bién en este caso las cosas pueden «suceder de otro modo»
vestigación de los motivos» cae en descredtto ante sus, o¡os. por <<accídentes» externos o disposiciones «patológicas». Es
p;dríase intentar resolver en el espíritu de, ~Iever esta 1w::1 a
contradicción, sosteniendo que lo pn?b~~mattco de aque la m- 1 evidente que, en la polémica contra los teóricos del «desarro-
llo», solo se trata de captar y delimitar correctamente el sen-
fercncia reside solamente en las pos1b1hdades de nues~r~ co- tido lógico del concepto de «desarrollo», pero este no puede
. · · 1·1m1taoas,
nocimicnto en pnnc1p10 · 1 pe r o q u e el- determm1smo
l , . ser simplemente desechado con argumentos como el que men-
se m,rntien~ wmo postul~1º ideal. N~ <7bstante, en a pa~1~: cionamos. El propio Meyer es el mejor ejemplo de esto. En
23 Meyer rechaza tamb1en esto dec1d1damente, Y pros1g efecto, ya dos páginas más adelante ( pág. 27), en una nota
donde caracteriza como «definido» (?) el concepto de Edad
12 En d mismo pasaje, menos felizmente, afirma: «La investigación
· · ,e
h1stortogra11ca prole ·1s·1r·1,lo
- d e ¡.1,. , , ti•·l,, efecto a la cau~;a». 13 I-f istorische Zeitschrí/:, vol. LXXXI, 1899, pág. 238.

114 115
res inditduales de la vida histórica». Con ello, manifiesta-
Media, procede de acuerdo con el esquema de aquella «In- me~te) o «general» -no el «ambiente general» con el cual
troducción», de que él mismo se había retractado, mientras eÍroneamente se lo confunde a veces, sino ( pág. 46 supra)
que en el texto sostiene que la palabra «necesario» significa ~\ª regla», por lo tanto un concepto abstr,:icto- es hiposta-
en la historia solamente que una «probabilidad» de un resul- s1.1do de :1;1evo en cuanto fuerza operante detrás de la historia
tado histórico a partir de condiciones dadas «alcanza un grado desconoc1endose el hecho elemental --que Meyer habfa des:
tan elevado que, en cierto modo, la totalidad del desarrollo ta?do de manera clara y nítida en otros pasajes- de que
tiende a un cierto acontecimiento». Pero, justamente, no otra s!! amente es real lo concreto, individual.
cosa había querido significar con su observación acerca de la l:.s¡ dudos~ formulación de las relaciones entre lo «general>
unificación alemana. Y cuando recalca que, a pesar de todo, Y o «particular~> en mo?o alguno es propia solamente de
tal acontecimiento eventualmente podría no producirse, hemos Edu_ard Me~~r m d~e los historiadores de su cuño. Por lo con-
de recordar que ya él mismo, en relación con los cálculos as- t,rano, tamb1en esta,. por ejemplo, en _la base de la idea popu-
tronómicos, había insistido en que podrían resultar «pertur- lar, aunque compartida por muchos historiadores «modemosi.-
bados,. por la intromisión de cuerpos celestes errantes. Es que, -n~, por Meye;1-"-,. de que para configurar racionalmente el
en realidad, en tal sentido ninguna diferencia existe con los culu_vo de la h1stor1a c~mo <<ciencia de lo individual» sería
hechos naturales individttales, y tampoco en la explicación de
la naturaleza el juicio de necesidad --cuyo análisis• nos lleva-
~ric;tº estallblecer en p:rtmer término las «correspondencias•
_e esarro. o ~1~n:1ano, luego de lo cual «los elementos Jar-
ría demasiado lejos-ª constituye, por lo que se refiere a su- t1culares e md1v1S1bles» quedarían como «:residuo I
cesos concretos, la única forma, ni la más importante, en que
alguna ¿·· B . · » o, como
vez 1Jera reys1g, «como las más exquisitas flores»
aparece la categoría de causalidad. Podemos conjeturar -y Naturalmente,
J d :respecto. de la idea ingenua de q ue a 1a h'1stor1a..
no nos equivocaremos- que la desconfianza de Meyer res- e c~~respon e convertirse en «ciencia sistemática», esta con-
pecto del concepto de «desarrollo» se originó en sus discusio- tpc1o_n rep:esenta ya un «progreso», que la acerca a la praxfr
nes con J. Wellhausen, que giraron en lo esencial ( aunque no 11sto~10grafi_ca. De todas maneras, ella misma constituye una
exclusivamente) en torno a esta disyuntiva: interpretar el ~.ran_ 1.nge:1,u1da_d. ~~ empresa de comprender a Bismarck en su
«desarrollo» del judaísmo como si hubiese ocurrido esencial- s1~n1ficac10n h1stor1ca restando de él todo lo que tenga en co-
mente ~desde dentro hacia fuera» ( de manera evolutiva), mun con los . otros hombres y quedándose en consecuencia
o bien como condicionado por un cierto destino histórico ~on lo .«particular» ~onstituiría un experi~ento sumament~
concreto sobreviniendo desde «fuera», en especial por la im- tnstruct1vo y entr~temdo para un principiante. Restaría -na-
posición de «leyes» dictadas por los reyes de Persia en virtud turalme~t~, supomendo, corI?-o es de práctica en las explicacio-
de su propia política y que, por lo tanto, no respondían a la nes d~ log1ca, que los materiales son idealmente completos-
especificidad de los judíos ( de manera «epigenética»). Sea por ~Jempl?; co1;1~ una de tales «flores, las más exquisitas»'
ello como fuere, en nada se perfecciona la formulación utili- su, <<tmpre~1?n d1g1tah~, que es la señal de la «individualidad;
zada en la «Introducción» cuando ( en la pág. 46) lo «general» mas especifica descubierta por la técnica policial y ru ,
aparece como el «presupuesto~ que opera «en lo esencial (?) dida:' J)or 1. o t anto, ser:ª
, 1 , ya per-
comp etamente irreparable para la his-
de manera negativa o, expresado con mayor precisión, limi- toria. y s1 se_ respondiese con indignación que «naturalmente ►
tativa• que establece los «límites dentro de los cuales residen solo las d~alidades y los procesos «espirituales>> 0 «psicológi-
las infi~itas posibilidades de la configuración histórica», mien- c~:d» ~o ·¿:r~an entrar. en consideración como «históricos», la
tras que la pregunta acerca de cuál de estas posibilidades se \ J a cotl tana de Btsmarck, si la conociésemos «exhaustiva-
vuelve «realidad>> tl'i depende de los «más elevados (?) facto- mente:>, nos ofrec~:ría :1~na infinidad de manifestaciones de vida
14 Véanse mis consideraciones en Roscher tmd Knies und die logiscben
q~e, ,en tal combmac10n y constelación, no se presentan en
mngun otro hombre, pero cuyo interés n0 es mayor que el de
Probleme der historischen Nationalokonomie.
15 Esta formulación recuerda ciertas líneas de pensamiento comunes
dentro de la escuela sociológica rusa (Michailowski, Karjejew y otros), Moscú 1902 V 1 ' en Nowbgorodz ew, ed ·, p ro bfemen des IdealimttM.
tlichen Problematik»
criticadas en un ensayo por T. Kistiakowski, «Die russische Soziolo-
, . o veremos so re esto.
genschule ,md die Kategorie der Moglichkeit in der sozialwissenschaf-

117
116
aquella «impresión digital». Si se objetase además que la cien- veces se ha acercado bastante f 1 .
cia «naturalmente» solo considera los elementos históricamen- acertada de lo que hay de j t a una ormu ac1~n lógicamente
ejemplo al comienz~ de 1 us ,º. en sus aseveraciones. Así, por
te <(significativos>> de la vida de Bismarck, a ello replicaría la
lógica: Eso que se pretende <matura1» es, precisamente, el pro-
blema decisivo, pues restaría por averiguar entonces cuál es
«grados' de desarrollo»
pueden «servir como hilos
s: ft:;::
d
27, donde, respecto de los
que son «conceptos» que
la característica lógica de los elementos históricamente sig- v agrupamiento de los h hcon uctores para el establecimiento
ec os» y especi 1
nificativos». Este ejercicio <le resta -supuesta la absoluta
· ·
rosos pasajes donde O er ' · ª ;11ente en 1os nume-
complejidad de los materiales- nunca terminaría, ni en el más No obstante este es ef in~on la ~ategoria de «posibilidad».
remoto futuro,, y luego de sustraer una ü1finidad de «elemen- ~lema lógico': debiera pknte~rf:Tso do1;t?e comi~nza el pro-
tos comunes» seguiría restando una infinidad de elementos; 1,za la partición de lo histórico a cud~tton de como se rea-
aún después de practicar con empeño tal substracción durante ¿1º
sarro Ilo y de cuál es el sentid 1f.?r. me /el concepto de de-
toda la eternidad no se habría avanzado un solo paso en di- sibilidad» así como la form o og1co e a «categoría de po-
rección a la pregunta de qué es lo «esencial>>' desde el punto figuradón' de los nexos hist ~ ~n q~ se la emplea en 1a con-
de vista histórico entre estas particularidades. Esta sería una hacerlo, puede decirse ue or1c~s .. / uesto que Meyer omitió
enseñanza de tal experimento. La otra, que tal manipulación que las «reglas» del ac;ece:<~resmt10~ conectamente el papel
de resta presupondría ya la intelección absolutamente com- gráfica, mas no pudo en m. e~e1:1,penan en la labor historio-
pleta de la serie causal del acaecer en un sentido que ñinguna mente. Es lo que debemos ln~~1mon, formular esto adecuada-
ciencia del mundo pretendería, ni siquiera como meta ideal. estos estudios. Aquí nos ocu ;tar en _la segunda sección de
En realidad, toda «comparación» en el ámbito de lo histórico estas observaciones por f,u. erz p mos. PIr1meramente, luego de
a esencia mente ne t'
supone que ya, mediante referencia a «significaciones» cultu- to de 1as f ormulaciones metod l ' . d Ed ga lVas respec-
rales, se ha practicado una selección que, desechando toda una explicaciones que este consi ºnog1cas e !lard Meyer, de las
infinidad de elementos de lo <~dado», tanto <~generales» cuanto ( págs. 35-54) y tercera ( págsg ')~_;6) espec1ald en la segunda
«individuales», determina positivamente la meta y el sentido ca del problema del <mbjeto · d h'part_es e su obra, acer-
1 ~stor1a, cuestión ya alu-
de la imputación de causas. Luego, la comparación con pro- dida indirectamente en 1a » :da
cesos «análogos>> interviene como un medio de tal imputación, hacer. s cons1 erac1ones que acabamos de
y, según mi parecer, como uno de los medios más importantes, Esta pregunta puede formularse b',
del que ni remotamente se echa mano lo suficiente. Más ade- Eduard Meyer, del siguiente, modo·t~~ re~, como lo hace
lante nos ocuparemos de su sentido lógico. resos de que tenemos notici . h: ¿~uales entre los pro-
Eduard Meyer no comparte, como lo demuestra una nota suya ponde, en primer término a, sE°n 1st6r1cos?». A lo cual res-
( pág. 48 al final) sobre la que volveremos, el error de que lo hist6rico lo que es o ha '.Jn orma totalmente general: «Es
individual como tal es ya objeto de la historia, y sus indica- «histórico» es lo relevant/~a~ ºferante». En consecuencia, lo
ciones acerca del significado de lo general para la historia -a creto, individual. Dejamos d:s]ad;'~:/entro de ui:i nexo con-
saber, que las «reglas» y los conceptos son solo «medios», xas para comprobar ante t d as las cuestiones cone-
«presupuestos» de la labor histórica ( pág. 29 ) - son, como
veremos, lógicamente correctas en lo esencial. Solo la formu-
renuncia a este concepto f~n:Jª¿
Parn él es claro. según sus
Meyy, Y~ ~n la página 37,
~ 0 en a pagina anterior.
lación que ya criticamos es, como dijimos, dudosa desde el nos limitamos a lo operante p~o~1as, pa!abras? que «incluso si
punto de vista ]ógico y apunta en la misma dirección que el multitud de procesos part1·c» 1 o av1a sQ1gue siendo «infinita Ia
u ares». ¿ ué e 10 'd
error mencionado en último término. ---pregunta Meyer con derech J .~ que prest e
No obstante todas estas observaciones polémicas, el historia- toriador practic~ entre ellos ?
CO>>. Mas para ello según »
oR a <<selecc10n. que todo his-
espuesta: «El Interés hist6ri-
dor profesional quedará con la impresión de que también en
los puntos de vista de Meyer que hemos criticado existe un que más adelante 'examina:!:~ª tras al~unas consideraciones
incuestionable «núcleo de verdad». De hecho, ello es bien soluta>>; y nos explica las razon:, no existe una «no~ma ab-
comprensible en un historiador de tal jerarquía, que discurre 1~odo que, como dijimos, abandon: ;~e «f~e. est~ sea as1 d~ tal
acerca de su propia manera de trabajar. Y, en verdad, muchas nro a 1o <~operante» que él mi I· b' 1m1tac1on» de lo histó-
, smo rn ta establecido. Refirién-

118 119
~/~os,, mient~as que _las conse~uencias de ciertas decisiones
dose a una observación aducida por Rickert a manera de ejem- . em1stocles, por eJemplo, aun hoy se experimentan, por
plo, a saber, «que (. .. ) el rechazo de la corona imperia~, a~e- e~oJo~o que ell~ resulte para nuestro intento de escribir una
mana por parte de Federico Guillermo IV es un evento ~1s- h_isto~ia «evol~uva>~ de impresionante unidad. Por el contra-
tórico", pero es por completo indiferente qué sastre co~tec-
cionó sus trajes», dice Meyer ( pág. 37 al fina~):. «Para la_ h1~to-
:1
rio~ es que re1s~g está en lo cierto, sería enorme la signifi--
cac10n
d 1 del conocrmrento
· . obtenido med1·ante su ana'l'1s1s
· acerca
r1a política el sastre en cuestión permanecera sm duda mdife- e proceso ±ormatlvo de aquellos Estados con respecto a nues-
rente, pero muy bien podemos imaginarnos que 1;1os i;1teresá- tro saber en <;_uanto al mod_o en que los Estados generalmente
semos por él en conexión, por ejemplo, con 1~ historia de la
moda, de la industria del vestido o de los precios, etc.>>. Esto
es ciertamente atinado. Sin embargo, ante un examen más de-
rº.
surgen.. Estanamos pues , s1 la concepción de Bre ys1g · va 1e co-
«t1po» y ~epresenta un saber «nuevo», en la situación Je
oqar determinados conceptos que, aún prescindiendo por en-
tenido difícilmente podría Meyer dejar de admitir que el «in- tero de su _valor cognoscitivo para la formación de conceptos
terés>> que tomamos en uno y otro caso presenta importantes en 1~ d_octrma d~l Estado, podrían ser aplicados como medio
diferencias en cuanto a estmctura lógica, y que quien no l:-ls l~eur1st1co en la mterpretación causal de otros procesos histó-
tomase en cuenta correría el riesgo de confundir dos categorías ricos. fCon otras palabras: aquellos procesos nada signifi~an
que, siendo fundamentalmente diferentes, son a menudo id~i:- co1;1?. undament? real, p~ro como fundamento cognoscitivo el
tificadas: el «fundamento real» y el «fundamento t:ognoscm- a~al_1s1s de Brey_s1~ revestiría enorme significación. Por lo con-
vo». Como el ejemplo del sastre no deja de ser algo ambiguo, trario: el conoc1m1ento de aquellas decisiones de Tem' t 1
ilustraremos esa contraposición en un caso en qu.e tal mezcla . ·t·ica para la «psicología» u otra
or eJempl o, r:a dª. s1gm is oc es.
P . cual.:
se pone especialmente de manifiesto. qmera de las ciencias que forjan conceptos: en efecto · _
K. Breysig, en un ensayo sobre «Entstehung des Staates ( ... ) da alguna
. de 1as «c1~nc1a~,
· · d e 1eyes» comprendemos, srn queayu
un
bei Tlinkit und Irokesen» ( El origen del Estado entre los estad1st,1 en aquella s1tuac10n «pudiese» decidir tal cosa l
tinglit y los iroqueses) ,16 intentó probar que ciertos procesos q~i,e lo comprendamos es por cierto prerrequisito de la 'cin~-
que se presentan en esas tribus y que él interpreta como «el x1on, causal concre,t~, pero en nada enriquece nuestro saber
origen del Estado a partir de la organización por _linajes» so:1 por conceptos genencos.
«importantes como representativos de una especie», es declt Tomftºs un ejemplo extraído del ámbito de la «naturaleza»:
que representan la forma «típica» de constitución del Es_tado, aque os rayos X concr~tos que Rontgen vio centellear en su
por lo cual adquieren, como él mismo expresa, una «validez» pantalla de1aron determrnados efectos concretos que d
por cierto «de significado casi histórico-universal» ... do con 1 l d 1 , d ' e acuer-
.· a ~y e a energia, to avía hoy producen consecuen-
Ahora bien, suponiendo naturalmente que las ~xpos1c10nes de ,·, en algun lugar del acontecer cósmico • Per o 1a «s1g01
cias · ·t·1ca-
Breysig sean correctas, es evidente que el surg1m1ent~ de esos u°.~»
r
1
üe esos rayo_s concretos del laboratorio de Rontgen no
<<Estados» indios, así como la forma en que se const1tuyeron1 ~side est,1 propiedad suya, la de ser causas cósmicas reales.
tuvieron escasísima «importancia» respecto de la trama causal _ ntes . 1en, tal p_roceso es tomado en cuenta, lo mismo que
del desarrollo de la historia mundial. Ningún hecho «impor- cualqmer· · «experimento»
d ' solamente e11 ctianto f un damento
tante» de la posterior configuración política o cultural del cognosctttvo e determinadas «leyes» del acaecer.11 Exacrn
mundo estuvo influido por aquel surgimiento, esto es, ninguno
puede ser reducido a él en cuanto su. causa. Respecto de h 17 Nod~e qnic¡.e decir con ello que aquellos concretos rayos de R¿>ntgen
configuración de las relaciones políticas y culturales de los ~s- n.?. pu 1era1'. 1gurar como hecho «histórico>>: en una historia de Í· 1
t~s1ca, por ~Jcmplo .. Esta podría interesarse también por el modo •11 '
tados Unidos de hoy fue «indiferente» el modo como surgie- c1rcunstancias
.. t • , produ¡·eron ese cli'a en e I 1aboratorio
11<,accidentales» e· qduee
ron aquellos otros Estados y hasta su existencia misma, es de" Ron gen aque a constelac10n , ocasionando t a1 rae1·1ac10n · ' y con ello
cir que no existe conexión causal demostrable entre aquellos -~0~10 queremos suponer aquí-, provocaron causalment; el d ·~
hlnm1ento de la «ley» correspondiente Pero es claro que d st es~du
16 Schmollers Jahrbucb, 1904, pág. 483 y sig. No entro a considerar l ' · ·· eie aque,1los rayos · concretos resulta transformado
eFll es't a t u to 'b~gh.o e e. e roo o
el valor objetivo del trabajo; antes bien, aquí se presupone la correc- J ~ es pos1 e . porgue aqm desempeñan un papel dentro de una CO·
ci6n de todas las formulaciones de Breysig, lo mismo que en el caso nex16n que denva de tia/ores ( el «progreso de h ciencia») Quizi ·se
de cualquier otra ejemplificación.

121
120
mente lo mismo vale, como es natural, para los casos mencio- sisl en 1l 1~mpleo lógico de determinados hechos de la realidad
nados por Eduard Meyer en una nota de pie de página del pa- cu tura : por un lado, la formación de e d'
saje que aquí criticamos (nota 2 de la pág. 37). Recuerda allí aplicación ~a~adigmática del «hecho particcl;;;t~~n:e r~;~:~
que «las personas más insignificantes, de las que tenemos no- sentante «t1p1co» de_ un concepto abstracto, es decir, por lo
ticia por azar ( por inscripciones o documentos), adquieren tant?: como un med10 de conocimiento y por el otro 1 i
interés histórico porque a través de ellas podemos llegar a co- clus1on del «hecho particular» como e~labo'n . ' a n-
«fund t ¡ , es d ecir como
nocer las circunstancias del pasado». Y esa misma confusión amen_ o rea » en una conexión real Y por 1
creta medi t 1· · , , o tanto con-
se presenta de manera todavía más clara cuando -si no me de 1 ' f d 1cac1on -entre otros- de los prod'uctos
an·,e ap
engaña la memoria- Breysig, por su parte ( en un pasaje ªo1 ormacdi1~n e conceptos, sea como medios heurísticos
que no encuentro ahora) , cree poder desestimar el hecho de C no me os de expo ~ ic1·:on.
Sea otr
Ha ' E sta ant1tes1s
, · contiene. aque-'
que la selección de materiales por parte de la historia se orien- b d a, entre el P,r?ced1m1ento caracterizado por Windel-
ta a lo «significativo», a lo «importante» individualmente, ar- a~ 7omo «nolmoteuco» y por Rickert como propio de la
guyendo que la investigación ha obtenido mucho de sus resul- f
tados más importantes a partir de «restos de arcilla» y objetos
semejantes. Parecidos argumentos son hoy harto «populares»,
«ciencia natura » por
«t~ndas cult1al~s hist~~~.r:::~r~a
l
~:,.'.°é~l~:t:~.!bfé~
v es obvio su parentesco con el «traje» de Federico Guillermo h~s~~:\cao ;;~~ ~ie;~:ecJ~ ;~a!&;/sp~~:i~~es c:1:~~~!~~r i~d\~
IV y las <<personas insignificantes» de las inscripciÓnes de Me- viduales de la re_alidad entran en consideración para ella -no
ver. Pero es obvia también aquella confusión, que aquí se o_t;a cosa, en efecto, ruede querer significar aquella expre-
presenta de nuevo. En efecto, como ya hemos dicho, los «res- s1on-, no como medro de conocimiento sino pr .
como ob¡·et d • . , ec1samente
tos de arcilla» de Breysig y las «personas insignificantes» de o e conoc1m1ento; y ]as relaciones causales con-
Meyer -lo mismo que los rayos X concretos del laboratorio
de Rontgen- no se integran como eslabón causal en la trama
~~~~~¿ :::z f
cof O unddam;nto ~ognoscitivo sino como funda-
. or o emas, mas adelante veremos e ,
histórica sino que algunas de sus características constituyen un res~ondde a la realidad la concepción ingenua pop~la: pqo:~
medio de conocimiento para determinados hechos históricos, ent1en e a la historia como «mera>> descripció~ d 1·d' d
los cuales a su vez, según los casos, pueden luego volverse preexistent
L . es o como s1mp · 1e reproducción de «hechos» e rea 119a es
importantes, ya sea para la «formación de conceptoS>>, y, en o m1sm~ que sucede en cuanto a los restos de arcilla . a 1
consecuencia, también ellos como un medio de conocimiento) «personalidades
nes J binsignificantes»
·, conservadas en 1as mscr1pc10-
• y• _as
por ejemplo, respecto del «carácter» genérico de determinadas . ' suce e tam ien en cuanto a aquel «sastre» objeto de crí
«épocas» artísticas, ya sea para la interpretación causal de de- ttca por parte de E?uard Meyer. Presumiblediente tambié~
terminadas conexiones históricas. Tenemos, pues, esta antíte- ;t5)ecto dd la codnex1ón_ causal. histórico-cultura] del desarrollo
e a «~o a» y e la «mdustrta del vestido» el hecho de
sostenga que esta diferencia lógica es consecuencia del hecho de que
hemos saltado al ámbito ob;etivo de las ciencias del espíritu: los efec- ~eterm1;1ado sast~e haya '.';"ffiinistrado cierto' traje al emp~a~
or reviste una s1gmficac10n causal mínima Lo contr .
tos cósmicos de aquellos rayos concretos han sido dejados de lado. Ahora
bien, el objeto concreto «valorizado», respecto del cual aquellos rayos
eran causalmente «significativos)>, puede ser de naturaleza «física~ o
t -~ierth'
r'
e. ec
· 'l ·
S(~~
. · arto se-
ese summis tro concreto hubiese producido
s1
os rstortcos; en consecuencia, si la personalidad de ese
«psíquica»: ello es irrelevante en la medida en que él cobra para no-
sotros «significación» y <<valor». Presupuesta la posibilidad de hecho de
un conocimiento orientado en ese sentido, podrian (teóricamente) tam-
18 Aquí el autor ha escrito al mar e d 1
en el razonamiento! Intercalar que g n he
deración como espécimen de u
h • .. ,
pnmed ed1c10n: « ¡Salto
un ec ºd cu~n o entra en con~i-
bién los efectos cósmicos concretos ( físicos, químicos, etc.) de aquellos
rayos concretos volverse «hechos históricos»: pero solo si -lo cual es conocimiento. Pero no cual uier n cod1;1cepto e ~e°:ero, es medio de
d~ géneto» (N d M . q W me io de conoc1m1ento es espécimen
muy difícil de construir- el progreso causal a partir de ellos condu•, • . · e arianne eber.)
jese en definitiva a un resultado concreto que fuese un «individuo bis; l9 En el sentido que le atribuim ' ·
tórico», es decir, que cobrase significativamente <<valor» para nosotros, «ciencia de realídad» es enteram os aqut,. sm embargo, la expresión
como universc1l, en su especificidad individual. Solo porque esto es la historia. El malentendido impftcl~ aprof1ª?ª a la es~?cia lógica de
esa expresión como mera «descri . ? en . a mterpretacton popular de
inasequible, aquel intento, aun si pudiéramos cumplirlo, carece de sen-
tido.
nado sufici~n;emente por Rickert1;1i:n:;l supuestos, ha sido consig-

122 123
. d ne ocio hubiesen sido' desde algún historiador ha de practicar. Ello es innegable, por cierto; sin
sastre y el destino elsu g . 'f1'cativo» para la transfor- embargo, para la historia es digno de consideración sólo en
· causa mente «sigm . ·
punto d e vista, d 1 oroanización industrial, y s1 esta cuanto podamos aprehender a través de los rasgos caracterís-
mación de ~a m?da o .e a º d condicionada causalmente ticos la especificidad de una cultura ( ... ) ; por lo tanto, des-
situación h1st6r1ca hubiese e?ta ; je Por el contrario, como de el punto de vista histórico, nunca es otra cosa que un me-
por el suministro de ese preciso ra ·. ción de la moda, etc., dio que vuelve para nosotros aprehensible ( ... ) su eficacia
medio de conocimiento para la. deteGr~1lnl a IV Y el hecho de histórica». Esto, como lo demuestran todas las consideracio-
• ¿ Federico u1 ermo .
el estilo d e 1os traJes de . t lleres ( de Berlín, por eJem- nes anteriores, es totalmente correcto, al igual que las conse-
que estos provm e .
. i sen ,e ciertos a .
. Tcación» seme¡ante a a e
1 d cuencias que implica, a saber: que la formulación popular de
plo) pueden revestir una «d.gn1 1 mos como material para la cuestión relativa a la «significación» de lo individual y de

averiguar la mod~ de aq~e


este caso, los tra1es del r y , .
r:::~n
cualquier otra cosa de quel is~o¿~ª Sin embargo, incluso en
~n consideración como ~a-
or construir: como medzos
las personalidades para la historia está mal planteada; que la
«personalidad» «entra>> en la trama histórica, tal como la his-
toriografía la constniye, mas no en su totalidad sino solo en
radigma de un concep~o genertc? pla renuncia a la corona im- sus manifestaciones de importancia causal; que nada tienen
de conocimiento. Por o contran~, lo hace como eslabón con- que ver entre sí la significación histórica de una personalidad
perial, con la cual ~e ~o~ comp!:'efecto y causa ,eales dentro concreta y su significación «humana», universal, de acuerdo
creto de un nexo h1stct1co, c? determinada real. Para la a su «valor intrínseco», y que hasta los «defectos» de una
de una serie de trans ormac1onls mente fund~mentales, y lo personalidad que ocupe una posición decisiva pueden resultar
lógica estas difere?cias soyabso uta cho que estos dos puntos causalmente significativos. Todo ello es plenamente acertado.
seguirán siendo s1er~t/e. por ~~recrucen de múltiples ma· No obstante, queda por responder la pregunta de si, o, como
de vista toto coe!o d \ e_ren;;:i s:d~r de la cultura --ello siem• preferimos expresar esto, en qué sentido es correcto que el
neras en la praxis e mv g 's interesantes problemas me• único fin del análisis de contenidos culturales sea -desde el
pre sucede y es f~ente dle los mad1'stinguir cuidadosamente no punto de vista de la historia- volver inteligibles los respecti-
, · quien no os sepa
to do1og1cos-, . l' . a de la «historia». vos procesos culturales en cuanto a su eficacia. El alcance ló-
comprenderá· la esendcia logzcl . , entre ambas categorias, 16- gico de esta pregunta se advierte en cuanto consideramos las
. e a re ac1on . Ed d
Ahora b ien, _ac~rca d 1 «importancia histórica», uar, consecuencias que Meyer extrae de su tesis. Infiere en primer
· ente d1stmtas, e a . . e 1·ncompatibles entre s1. lugar (pág. 47) que «las situaciones existentes nunca son por·
do dos pos1c1on s . , .
eyer lia presen t a . 1 «1'nterés h1stor1co» por sí mismas objeto de la historia; solamente lo son en cuantc>
Por una parte, para él , como vimos, e
d cir los eslabones rea es e
1 d
revisten eficacia histórica». Analizar una obra de arte, un pro-
lo históricamente «operante»!, es he 'de la corona imperial), ducto literario, organizaciones del derecho estatal, costumbres,
. , · ( e rec azo •
nexos causa1es h istoncos h h ( orno el traje de Federico etc., <<en todos sus aspectos», es, en una exposición histórica
se confunde con a9uell.os. ec os c) ue ueden resultar per- ( aunque se trate de la historia de la literatura y del arte),
~uillermo IV' las rsdlp~~:~:~1~:to \arf el historiador. Por totalmente imposible y está fuera de lugar: en efecto, en tal
tmentes com_o me 10 e d esto hemos de ocuparnos abo. caso siempre sería preciso incluir elementos que «carecerían
otra parte, sm embargo -_Y. , e entre lo «históricamente ope• de toda eficacia histórica», mientras que, por el otro lado, el
xa-, para él la contrapos1c1?~ de nuestro saber efectivo o.· historiador debería incluir «en un sistema» ( por ejemplo, el
rante>> y t?dos los otrhs ohJl º~nto de que impone límites alj derecho público) muchos «detalles que aparecen como subor-
Posible se mcrementa ~sta ~ dp tales que si él mismo los¡ dinados». Infiere además Meyer, en particular, basándose tam--
, • 'f' d 1 historia or stigación , todos los ad mrra-1
interes c1ent1 ico e b d .
· l
bién en aquel principio de selección histórica ( pág. 55), que
rande o ra e mve , Af' .:
acatase en su. gh b , d lamentarlo vivamente. i~ma, enl la biografía es una disciplina filológica y no histórica. ¿Por
dores de esta a rianD e cho tiempo he cre1do que>¡' qué? «Su objeto es la personalidad respectiva en sí, en su to-
48) . << urante mu ¿· ,
e f ecto, ( P ág. · . 1 ecíficamente singu1ar, me ian..; talidad, no como factor eficaz históricamente; en efecto, el
lo característico ( es decir' o esp . d1' 1·¿,, .. 11·dad se distinguen1 que lo haya sido es solamente una precondición, la razón de
· · ·' 0 una 1n v u.a el 1
te lo cual una l?lst1tuc)1on decisivo para la selección que : que se le consagre una biografía» ( pág. 56). Mientras la bio-
de todas las ana ogas era

124
h. t ria de la época de su héroe, no tir del «contenido» de las cartas de Goethe, si se las interpreta
grafía sea tal y n? una is o d la historia a saber, la expo- rectamente. Pues bien, este «hecho», al que es preciso diluci-
podría ella cumplir las. ta:e~s eFrente- a es;o cabe preguntar: dar mediante una «interpretación» del sentido de las cartas,
. •, d proceso h1stor1co. • l? eventualmente ejecutada con recursos «científicos», y que es
s1c1on e un. . l alidades>> esa posición especia
¿Por qué atribuir a as «person . 1 la batalla de Maratón el que verdaderamente tomamos en consideración., podría ser
;Acaso <<procesos» como, por e1emp ºn' su ,,totalidad» v por abordado de distintas maneras:
'- , · pertenecen» e '' -'
o las guerras 12ersicas « d specimina fortitudinis a la
1. o tanto, s d e cnptos con
·h
to os
, .
sus . . ,
a una exposic1on 1stonca.
h' , . ? l. Puede ser incluido directamente, como tal, en una conexión
manera e d los relatos omencos,
b' , , ella pertenecen so amente
l histórica causal. Por ejemplo, la ascesis de aquellos años, li-
Es manifiesto que, tamd. i~n aqud1e,c~sivos para la conexión his- gada a una pasión de fuerza inaudjta, dejó en el desarrollo de
1os procesos Y las con 1c10nes · . • Goethe fuertes huellas que ni siquiera se borraron bajo la in-
, . 1 A1· menos, e11o es as1' , en cuanto a su prmc1p10 . · fluencia de los cielos meridionales: Perseguir estos efectos en
tonca, causa . . 1istoria empezaron a ser e1istm-
lógico, desde ql:e epopeya e d. en el caso de la «biografía»? la «personalidad» literaria de Goethe, rastrear sus huellas en
guidas. Ahora bien, ¿que suce _e m~ra hipérbole verbal) sus creaciones e «interpretarlos~, causalmente mostrando su
Es manifiestamente falso ( ~l~::;~ª «todas las particularida- conexión con las vivencias de aquellos años, siempre que ello
que a ella pertene~can sene . de su héroe», como sea posible, sin duda forma parte de las tareas de la historia
d la vida externa e mterna . ,
d es ( . . . ) e l fl l ía > goetheana en la cual qu1za Je la literatura. De este modo, los hechos de que tenemos no-
p;1diera hacerlo;reer a
p1ensa Meyer. ero en e
\1~ ot~fta:e de una re~olección de ma-
r r todo aquello que eventual-
ticia a través de aquellas cartas son aquí hechos «históricos»,
es decir 1 como ya vimos, miembros reales de una cadena cau-
tena . 1.es que se . propone
b . conse
· .f va . , para la historia de G oethe, sal. Pero supongamos ahora -naturalmente, nada importa la
mente pudiera co rar s1gn1l:~act1onde una serie causal -y' por verosimilitud de esta suposición ni de las que hagamos en lo
va
. mo componente e nec o h. sucesivo- que de algún modo pueda probarse, de manera po-
· sea co , h'1stoncam
, . ente 1·1nportante- ' o. . ten
sitiva, que aquellas vivencias no ejercieron influencia alguna
lo tanto, c.omo «hech?». to de hechos históricamente impor-
como medio de conocmuen
'orno «fuente>>. m em
s· bargo es manifiesto que
' 1
sobre el desarrollo personal y literario de Goethe. Dicho de
tantes, o. sea e, ,· 'f d Goethe entrarían como e emen- otro modo: que absolutamente nin?,una de las manifestacio-
en una b1ografi~ ~1~ntt llca et aquellos hechos que «poseen nes de su vida que a nosotros nos interesan estuvo en reali-
tos de la expos1e1on so amen e . dad influida por ellas.
significatividad». b. t aquí con una duplicidad de'\ l En tal caso:
Pero tropezamos a 1erta1;1e°: e duplicidad que necesita ser 2. Aquellas vivencias, a pesar de todo, atraerían sobre sí
sentido lógico de este dtermmtora' remos es apropiada para es- nuestro interés como medio de conocimiento, pues podrían
. d que como emos , representar principalmente algo «característico» --como suele
analiza a y , ' d rdad» de la posición de Meyer, pero
clarecer el «n~cleo . e ve 1 r 'cter defectuoso de la formu• decirse- para la individualidad histórica de Goethe. Pero ello
.' 1 1smo tiempo e ca ª significa quizá --si efectivamente, no interesa aquí- que po-
tarob ien, a ro , d 1 'h. t,O ricamente operante» en cuanto
lación de su teona e o « is ' demos extraer de ellas la inteligencia de un modo de conduc-
objeto de la hi~torit f de ilustrar los distintos puntos de ción y de concepción de la vida que caracterizó a Goethe de
¡° manera permanente o durante un largo período, y que ha in-
vista log1cos esel t.
Tome1~0~ un d¡elp a c~~les es posible considerar científica•

mente <<hechos>: eE ,1 v1 a
d cultural: ]as cartas de Goethe a la
podemos anticiparlo, no entra
fluido de manera determinante sobre aquellas expresiones su.-
yas, personales y literarias, que nos interesan históricamente.
st El hecho «histórico>> que como eslabón real se inserta en la tra-
señora V.don St.e,m. :~ ~h~~~~ico» aquel «hecho» percept~
en cons1 erac1on :º naturalmente sólo constituye ma causal de su «vida» sería, pues, precisamente aquella «con-
cepción de la vida», esto es, un nexo conceptual colectivo de
ble, _el dpapel es~n~o, tqup\ra el otro «hecho», a saber, que
medio e co~oc1m1~n o crito comunicó a la señora «cualidades» personales heredadas y adquiridas a través de la
Goethe expemnen!o '. puso pllí ::presádos recibiendo de esta educación, el medio y las vicisitudes de la vida, y también
Von Stein los sentm~d1entos ~ximado ~ued~' conjeturarse a par• (quizá) de «máximas» conscientemente adoptadas de acuerdo
respuestas cuyo sentl o apr

127
126
a las cuales vivió y que condicionaron su comportamiento y manera conceptualmente determinada. Sj ello ocurriese sería
sus creaciones. En tal caso, las experiencias vividas con la ento~ces ta.rea de una «psicología de la cultma» 0 de ul1í:; «psi-
señora Von Stein constituirían sin duda -puesto que aquella c?J?g1a soc1~l» establecer, respecto de estos elementos, las con-
«concepción de la vidai. es un conjunto colectivo, conceptual, d1c}~~es ba10 las cu~!es s_uelen presentarse, y ello mediante el
que se «exterioriza:. en los procesos de vida particulares- a~ahs1s, la abstracc1on aislante y la generalización, así como
componentes reales de una situación «histórica». No obstante, -«mterp;etar» 1~ razón de 1a secuencia regular y formular la <<re-
es manifiesto que ellas -bajo los supuestos que hemos esta- gla» as1 obternda en un concepto de género genético. Estos
blecido-- no entrarían en consideración de manera esencial elementos enteramente genéricos de aquel1as experiencias de
para nuestro interés como tales, sino como «síntoma» de aque- Go:t~~, que son po~ ~ompieto irrelevantes en cuanto a su es-
lla «concepción de la vida», es decir: como medio de conoci- pec1~1odad com? md1v1duo, revestirían interés entonces, en esa
miento; por lo tanto, su relación lógica con el objeto de cono- mechda, exclusivamente como un medio para obtener este
cimiento se ha desplazado. Supongamos ahora que tampoco concepto de género.
este sea el caso. Supongamos que bajo ningún respecto conten- 5. Fin~lm~nte, debe considerarse a priori posible que aquellas
gan algo que hubiese caracterizado precisamente a Goethe en «expenenctas» para nada contengan algo característico de ca-
contraposición a otros contemporáneos suyos, sino que exclusi- pas de población o épocas culturales. Pero aun en tal caso fal-
vamente correspondan, de manera cabal, a un «tipo»•de con- tando todos aquellos motivos de interés para las «ciencils de
ducción de la vida de ciertos círculos alemanes de aquella la culrnra», es concebible -si real, es aquí de nuevo indife-
época. r:nte- qu: ~m psiquiatra ir_iteresado, digamos, en la psicolo-
3. En tal caso, nada nuevo nos dirían esas vivencias en cuanto gia de lo erot1co las trate, ba10 puntos de vista en todo sentido
al conocimiento histórico de Goethe, pero sí podrían, en cier- «provechosos», como ejemplo «típico-ideal» de determinadas
tas circunstancias, despertar nuestro interés como un paradig- «aberraciones» ascét_icas, ~el mismo modo como las Confesio-
ma de aquel «tipo», cómodamente empleable; por lo tanto, nes de Rousseau rev1St_en mdudable interés para el especialista
como medio de conocimiento de la originalidad «característica• en enfermedades nerviosas. Naturalmente es preciso todavía
del hábito espiritual de aquellos círculos. La originalidad de e~arnin_a,,r la probabilidad de que aquellas c~rtas entren en con-
este hábito «típico», propio antaño de aquel1os círculos -de s1_de_rac10n !ant? _respecto de todos aquel1os fines cognoscitivos
acuerdo con nuestros supuestos-, y, como su manifestación distintos, c1e_n~1~1cos -que poi- supuesto en modo alguno ago-
exterior, aquella conducción de la vida en cuanto se contra-• tan las «1?0s1b1hdades»-, a través de distintos elementos de
pone a la de otras épocas, naciones y sociedades, constituirían su contenido, como a través de los mismos elementos respecto
entonces el hecho «histórico» subsumido en una conexión cau-- de distintos fines. 20
sal histórico-cultural como causa y efecto reales, al que habría
que «interpretar» causalmente ahora en su diferencia, por Si echamos un visrn:o retrospectivo, vemos que hasta aquí
ejemplo, respecto de la galantería italiana u otra, desde el aquellas cartas a la senara Von Stein, es decir, el contenido que
punto de vista histórico mediante una «historia de las costum- s~ puede extraer de e~l~s en cuanto a manifestaciones y viven-
bres alemanas» o, si tales diversidades nacionales no debieran cia de Goethe,., ª?qumeren «significación», enumerando los
subsistir, mediante una historia universal de las costumbres de casos desde el ulnmo hasta el primero: a) en los dos últimos
aquella época. ( 4 ~ 5) como ~je?Jplar de un género y, por Jo tanto, como
4. Pero supongamos ahora que tampoco para este fin sea uti- medio de conoc;m.1ento de su esencia general; b) como ele-
lizable aquella correspondencia, y que, por lo contrario, se de- mento «_caracterist1~0>~ de an conjunto colectivo y, por lo tan-
mostrase que fenómenos del mismo tipo -en ciertos puntos to, medto de conoc1m1ento de su especificidad individual ( ca-
«esenciales»- sobrevienen bajo ciertas condiciones culturales
de manera regular;. que, por Jo tanto, en estos puntos no se 20 Esto no pr~baría, naturalmente, que la lógica no tenga el derecho
presenta una, originalidad de la cultura alemana o del siglo de separar estrictamente estos distintos puntos de vista -que even-
t~almente se encuentran dentro de una y la misma exposición cientí-
xvur sino un ·-fenómeno ,<;omún a todas las culturas, que apa- fica-, como s~ ha supuesto en numerosas objeciones erróneas hechas
rece en ciertas ·condiciones ~11 las que es preciso formular de en contra de Rtckert.

128 129
de ellas podemos llegar a saber algo nuevo, de otro modo des-
. 3) 21 y e) como elemento causal de una conexión conocido respecto del conocimiento de la concepción de la vida
2
ts , · y ( c~so 1). En los casos incluidos bajo a ( casos 4 Y de Goethe, de la cultura del siglo xvm o del curso «típico» de
;r~:~~a para la historia una «significación» sólo en cua&o el procesos culturales, y prescindiendo también de si han tenido
co~ce to de. género, obtenido con ayuda de e:te par~ gma alguna influencia causal sobre su desarrollo, el contenido de
particf1lar puede volverse importante en determmadal circ~n\ estas cartas, tal cual es y sin referencia alguna a «significacio-
tandas ~sobre las que vo1veremos lu:go- para e con ro nes» no incluidas en él mismo, que residieran fuera de él, es
de la demostración histór~ca; ~n cambio, el que Meyer res- para nosotros en su peculiaridad un objeto de valoración, y
trinja el ámbito de lo «histonco» a_ lo «operantebl-por
tanto al rimer caso ( enumerado baJo e) de la t~ ~ _que e-
i:º lo sería aun si nada se supiese de su autor. Dos cosas nos in-
teresan aquí ante todo: en primer lugar, la circunstancia de
mos 'res:Utado- en modo alguno puede querer s1gmf~cai: c_iue que esta «valoración» se liga a la especificidad, a lo incompara-
la co~sideración de la segunda categoría dd ct?s dí «xgrft~a- ble, único, literalmente insustituible del objeto, y, en segundo
tividad>> ( enumerados bajo b) cae fuera e cucu o e a i~ lugar, que esta valoración del objeto en su especificidad indi-
toria. No puede querer significar, pues, que hecht i~e ,°. dual pasa a ser el fundamento para que este pueda volverse
constituyen ellos mismos elementos d~ se~:{s hush es 1stot1- tema de la reflexión y de la elaboración -deliberadamente
cas sino que solamente sirven para dtlucz ar ec º\
que en- evitamos decir «científica»- conceptual, a saber: la interpre-
tación. Ahora bien, esta «interpretación» puede seguir dos di-
tran en tales series causales -por ejen:plo, aquellos e ~mhntos
de la correspondencia de ~oethe q':1~ «ilustran», es decir,
conocer alguna «peculiaridad» decisiva _en cuanto a su pld u,
l~r~ recciones casi siempre confundidas en los hechos, pero que han
de distinguirse nítidamente desde el punto de vista lógico:
ción literaria o bien los aspectos esenciales _en cuanto a esa- Ella puede ser, y será en primer lugar, «interpretación de va-
rrollo de las costumbres de la cult_ura delds1gllo 1?x-.
ser descartados de una vez para siempre e a istona, si no
pu~dan lor», es decir que nos enseñará a «comprender» el contenido
«espiritual» de aquella correspondencia y, por lo tanto, a des-
( como en el caso 2) de una «historiad~ Goethe», al menos dl plegar aquello que «sentimos» de manera oscura e indetermi-
nada, elevándolo a la luz del «valorar» articulado. En modo
una «historia de las costumbres» del siglo XVIII ( como ~n e
caso 3). Meyer en sus propios tr~ba_jos debe laJ:,orr contmua- alguno necesita, para este fin, emitir o «sugerir» un juicio de
mente con tales medios de conoc1m1ento. Aqu1 :º
amente p~- valor. Antes bien, lo que efectivamente «sugiere» en el pro-
demos señalar que se trata justamente de «meh~10~ ?e
conpoct-
de la trama 1stonca». ero
ceso de análisis son posibilidades de relaciones de valor del
objeto. Por otra parte, la «toma de posición» que el objeto
miento» v no d e «componen es t 1
la «bio r;tfia» o la <~ciencia de la antigüe~la?» no emp ~an en valorado suscita en nosotros en modo alguno precisa tener,
otro se~tido tales peculiaridades «caracten_sttcas». Es_ ~vidente, como es natural, un signo positivo: frente a la relación de
por ]o tanto, que no es aquí donde reside lo decisivo para Goethe con la señora Von Stein, tanto el filisteísmo moderno
corriente en materia sexual como, por ejemplo, un moralista
~}~~;:·bien sobre todos los tipos de «significació
h
1(
an~liza~os
asta ahor; se eleva todavía uno más alto. Aque as v1ve1;1cias
• t •emplo- no revisten
católico, aun «comprendiéndola», manifestarán un rechazo. Y
si consideramos sucesivamente como objeto de la interpreta-
de Goethe -para segu1 r con nues ro e1 ci6n El capital de Karl Marx, el Fausto, la cúpula de la Capilla
«significación» para nosotros solamente como «cdusa.» Y <<ffi7· Sixtioa, las Con/ esiones de Rousseau, o bien las experiencias
dio de conocimiento». Precindiendo totalmente e s1 a partir de Santa Teresa, de Mme. Roland, de Tolstoi, de Rabelais, de
María Bashkirtseff, o bien el Sermón de la Montaña, se nos
•1 una sección posterior. Aquí se ofrece una multiplicidad infinita de tomas de posición «valo-
21 Estudiaremos este caso especia en l puede considerar un caso
. 1 r epara<lo en cuanto se o rativas»; y la «interpretación» de estos objetos de tan diferen-
1o me uye po s ' d . t ló ico Asentemos aquí solo que,
especial desde el pudto l e v1~:rturta ia claridad de la antítesis ló- te valor, si es que la emprendemos como «ventajosa~ y la
T ro~,º, ~ guno nomotético de los «hechos». En efecto, consideramos tal -cosa que aquí suponemos para nuestros
n~turalmente,
g1ca entre erp r hlSstoc~~~r!tos no se emplean «histórkamen~e» en el
::1n;!Joc:~:i º:stat1eiido, a saber: como miembros de una sene causal
fines-, presenta como rasgo común solamente el elemento
formal de que su sentido consiste, precisamente, en revelar
concreta.
131
130
los «puntos de vista» y «puntos de abordaje» posibles ?e la de la historia al presente { ... ) y por lo tanto los trata como
«va1orac10n · , ». Ella solo puede ,imponernos
.. una determmada ] , actuales»; en consecuencia, en contraposición a la historia.
valoración como la única «cient1hc~» cuando, como en e. caso considera el objeto, «desde todos los puntos de vista», «nu
del contenido conceptual de El capital de 1:'1arx, entran e~1 con- como deviniente y operante históricamente sino como existen-
sideración normas ( en el ejemplo menc1~nado, :1o~m,1s del te~>, y aspira a una «interpretación exhaustiva de las creaciones
, ) Pero tampoco aquí una «valorac1_ón» ob¡et1vamente particulares», ante todo de la literatura y <le1 arte, pero, como
pensar . ., l , · ¿,, l s
válida del objeto ( en este caso la «corr~cc1on» og1c~ ~ a expresamente añade Meyer, también de las instituciones esta·
formas de pensamiento de Marx) constltuy~ necesanamen~e tales y religiosas, de las costumbres e intuiciones, «y f inalmentf
el fin de una «investigación», menos todavia cuando no ~e de la cultura total de una época concebida como unidad». Na
trata de «normas» sino de «valores cultnr_ales», tarea .qu~ so· turalmente, este tipo de «interpretación» no es «filológico»
brepasa el ámbito del «interpretar». Algmen puede, sm 11 ~ll- ! en el sentido de una disciplina lingüística especializada. La in-
rrir en contrasentido lógico o de hecho --;-_Y esto es 1~ umct~ terpretación del «sentido» lingüístico de un objeto literario v
que interesa aquí-, rechazar como ~<no vah?os» para el t?~_os la «interpretación» de su «contenido espiritual», esto es, de s{1
los productos de la cultura poética o artística de la A12t1gtdel «sentido» de acuerdo con esta acepción del término orientada
dad, 0 bien el temple religioso del Sermó1: de la ~~ntana, e a los valores, suelen en los hechos, y con buenos fundamentos.
mismo modo como aquella mezcla de ardiente pas1on, por un marchar con frecuencia una junto a la otra. No obstante, trá-
lado, y de ascesis, por el otro, juI:to ~on ~quellas flores Pª;ª tase de procesos por principio distintos desde el punto de vista
nosotros las más delicadas de la vida mter~or, tal como es~an lógico; la «interpretación» lingüística es el trabajo preparato-
contenidas en las cartas a la señora Von Stem. Pero para ~uien rio elemental -elemental no en cuanto al valor y a la inten-
tal hiciese, esa «interpretación» en modo algm:o carecerrn en- sidad de la labor espiritual que requiere sino en cuanto a su
teramente de valor, pues a pesar de ello, o prec1_sa:11ente a cau- propio contenido lógico- de toda elaboración y empleo cien-
. d ello puede ofrecerle también un «conoc1m1ento». en ~l tíficos del «material de las fuentes»; desde el punto de vista
::ntfdo d~ que, como solemos de~i~, ella amp~í,a su propia de la historia es un medio técnico para verificar «hechos»: es
«vida» interior su «horizonte espmtual», v:olv1endolo ·1ªp1z una herramienta de la historia ( así como de muchas otras dis-
de captar y de' penetrar posibilidades y mat~ces de~ ,est1 o e ciplinas). La <<interpretación» en el sentido del «análisis de
'd tal de desarrollar su propio yo d1ferenciandolo en valor» -denominación ad hoc que hemos querido aplicar ,1!
Vl a coroO ' .l , r )
lo intelectual, lo estético y lo ético ( en el ~ent1c. o mas amp 10 , segundo de los procesos descritos- 22 en modo alguno man
·a «psique» por as1 decirlo, «sensible ª. tiene esta relación con la historia. Y puesto que este tipo de
y d e vo1ver a su Propl ' ., · · 1
los valores». La «interpretación» de la c:eac1on espmtua , es- «interpretación» tampoco está dirigido a la averiguación de
tética O ética, opera también aquí del m1s:no modo_ que esta, hechos «causalmente» importantes para una conexión históri-
y la afirmación de que la «historia» es en cierto se?udo «artt( ca ni a la abstracción de elementos «típicos» utilizables para
encuentra en ello su «núcleo de verda1», lo mismo q.ue_ .ª la formación de un concepto de género, sino que, antes al con-
caracterización de las «ciencias del espín~~» co~o «SU?l~tlVl- trario, considera sus objetos, esto es, para atenernos al ejemplo
zantes». Sin embargo, se alcanzan tamb1en aqu1 los _'-;1-lt11~10s de Eduard Meyer, la «cultura total», digamos del florecimien-
límites de lo que puede caracterizarse como «ela?orac,10_11 L-Od- to helenístico -concebido como una unidad-, «en bien de
ceptual de lo empírico», y ya no se trata, en sentido log1co, e ellos mismos» y permite comprenderlos en sus relaciones de
«labor histórica». . - 1 1 valor, tal tipo de interpretación tampoco pertenece a ninguna
Está bien claro que Eduard Mey~r ha querido sena a~, co~1 ° de las otras categorías del conocer cuyas relaciones con la hk
que llama «consideración filológica del pasado» ( ~ag. )4.) • roria, directas o indirectas, han sido dilucidadas. Pero, en par
este tipo de interpretación, el cual parte. de l_as relac10nes, m- timlar, no se la puede caracterizar verdaderamente comu
1
temporales por su esencia, de objetos «h1stoncos», esto es,
alidez axiológica y enseña a «comprender» estos ..E.s o
1e 22 Esencialmente, para distinguir este tipo de «interpretación¡; de In
s:ev se desprende de' ~u definición de este tipo de actividad meramente lingüística. Que esta separación no se establezca de bech,
por regla general, en nada estorba la diferencia lrígicii.
c1ent1'f'1ca ( pag.
q. " 55) , el cual , según é1 ' <draslada los producto~

1.33
132
<<ciencia auxiliar» de la historia -tal como lo hace Meyer en todo <<estáticamente~>, esto es, para decirlo con formulación
la página 54 respecto de su «filología»-, pue_st? que trata más correcta, parte de la especificidad de estos como un «va-
sus objetos desde puntos de vista enteramente distmtos de. los lor» independiente de todo significado puramente histórico-
de la historia. iSi la antítesis entre ambos modos ;1~ _conside- causal, valor que para nosotros se encuentra más allá de lo
ración hubiera de ser buscada en que uno ( el «anahs1s de v:a- histórico. ¿Pero se limita a ello? Seguramente no, y ello es así
lon>) considera los objetos «estáticamente» >: el otro ( la his- tanto respecto de una interpretación de aquellas cartas de
toria) como «desarrollo»; en que uno pra~tlc~ en el acae~er Goethe, como de una de El capital, del Fausto, de la Orestía-
un corte transversal y el otro un corte l?ng1tudmal, !ªl ª1tlt\
sis sería desechable: también el historiador, por. eJemp o e
lfo o de las pinturas de la Capilla Sixtina, Antes bien tal
«análisis de valor» tendrá que recordar, hasta para alc;nzar
propio Eduard Meyer en su obra, debe, para urdir su tr.ama, plenamente su propio fin, que aquel objeto ideal de valor
tomar ciertos puntos de partida <<dados» ~ ~~s q;1e considera estuvo condicionado históricamente, que multitud de matices
«estáticamente»•, y en el curso de su expos1c10n siempre apre- y de giros del pensamiento y del sentimiento permanecen «in-
henderá en forma de corte transversal, como «est;11os», los comprensibles» cuando no se conocen las condiciones generales
«resultados» del «desarrollo». Un es~udio monograhco dedla por ejemplo el «medio» social y los procesos totalmente con~
composición social de la asam~lea atemense en_ ~n mo1:1ento _e- cretos del momento en que se escribieron aquellas cartas de
terminado que se proponga ilustrar su condic1onam¡ento h1s- Goethe, o cuando permanece sin explicar la «situación de los
tórico-cau;al, por un lado, y por d otro su efect? sobre la problemas» históricamente dada en la época en que Marx es-
«situación» política de A_tenas; s7~urame1.7-te constituye t~m- cribió su libro, o su desarrollo como pensador. De este modo
bién para Mever un estud10 «h1stonco». Sm embarg~, 1~ ~1fe-• la «interpretación» exige para su éxito una investigación his~
rencia reside:para él, en que respecto d:= esa ~~bor «filologica» tórica de las condiciones dentro de las cuales se escribieron
( de «análisis de valor») entran en cons1~erac10n probable~en- aquellas cartas, de todas las conexiones, las más pequeñas así
te, y hasta por regla general, hechos pertme~te~ para la <<histo- como las más amplias, de la vida meramente personal y «do-
ria», pero también eventualmente hf!chos dis(1:1tos por entero méstica» de Goethe y de la vida cultural, del «ambiente» to~
de los de la historia, tales que 1) nt son esl.rnones de un? ca- tal de la época considerado en su sentido más lato, condicio-
dena causal histórica, 2) ni pueden emplea~se como med~o de nes que revistieron significación causal para la singularidad de
conocimiento respecto de hechos de la pmnera .categona; / Goethe, esto es, que fueron «operantes» en el sentido de
por lo tanto no entran en ninguna de las rel?c1ones con. o Eduard Meyer. El conocimiento, entonces, de todas estas con-
«histórico» considerad~s hasta a_quí. ¿Pero _que ~t;as r el~cl~- diciones causales nos prepara para «comprender» efectivamen-
nes mantendrán? ¿O bien este upo de ~or:s1derac_10~, _e1 ;rnna- te las constelaciones anímicas a partir de las cuales se origi-
lisis de valor», es extraño a todo conoc1m_1ento h1stonco. Re- naron aquellas cartas y, de este modo, para comprenderlas a
tomemos, para seguir adelante, nuestro e1emplo de_ las cartas ellas mismas; 2 ª por otro lado, es naturalmente verdadero que,
a la señora Von Stein y añadamos, como segundo_ eJemplo, El
capital Je Karl Marx. Manifiestament~, ambos obJetos pued:n 23 También Vossler confirma involuntariamente esto en su análisis de
una fábula de 1:,a Fontaine,. incluido en el libro Die Sprache als Schop-
convertirse en tema de la «interpretación», no solo de I~ «~m- fung und E_ntwtc~lung ~Heidelberg, 190~, pág. 84 y s_ig~.), tan brillante-
güística», de la cual para nada queremos ocuparnos aqui, smo mente escrito cuan deliberadamente umlateral. La umca tarea «legíti-
también del «análisis de valor» que nos _ofrec~ la «compre~- ma• de ~a. interpretación «estética» es para él ( como para B. Croce, a
sión» de sus refociones de valor, que analiza ~ mterpreta «psi- cuya pos1c1ón se acerca) la demostración de que la «creación:. literaria
constituye una «expresión>> adecuada, y en qué medida lo es. Sin em-
cológicamente» bs cartas a la señora von Stem de 1;11anya s\ bargo, él mismo debe recurrir a características «psíquicas» concretas de
mejante a como es posible «i~terpretar», por eJemp o, e La Fontaine (~ágl. 93) y, más todavía, al «medio» y a la «raza:. (pág.
Fausto, o bien investiga El. capital de M_a,rx en cuanto a su 9~); no se adv1ert~ entonces. por qué esta imputación causal, la indaga-
contenido eonce ptual, expomendo su rela~10n conceptual -no ClOil del ser-devemdo, que siempre labora con conceptos generalizantes
histórica- con otros sistemas de pensamiento ~n_ ~orno de los ( a esto nos referiremos más adelante), debiera interrumpírse y perder
mismos problemas. Con este propósit?, el <~anahs1s de valor» valor para el curso ulterior de la «investigación», precisamente en los
puntos en que resulta más atrayente e instrutiva. Cuando Vossler
trata a sus objetos, siguiendo la termmolog1a de Meyer, ante

135
1.34
1.,quí como en todas partes, la «explicación» causal, tomada
por sí sola y ejecutada a la manera de Düntzer, tiene «en sus
t'?t 1 d,e _Mª1i Y, en ~e~eral, para todos los objetos de la la-
or istor!ca. bconoc1m1ento de los materiales con los cuales
manos solamente las partes». Y, como es obvio, es precisamen- M arx
d' .creod su 1o ra, y .del mo d o como estuvo h1stoncamente
. ,, .
te este tipo de <<Ínterpretación» que Hquí caracterizamos como con 1c10na _a . a genes1s de sus pensamientos, lo mismo ue
~análisis de valor» el que constituye la guía para esta otra in- todo conoc1m1ento de la constelación política de oder ~lel
terpretación: la histórica, esto es, causal. El análisis de aquelb pre~e.n~e o del d~senvolvimiento del Estado alemán pen su es-
muestra los elementos «valorizados» del objeto, cuya «expli-
cación» causal es problema de esta; aquella determina los pun-
tos nodales desde los cuales se urde el regreso causal, propor-
c~t:d:\:
n· 1 1' .
b~::~l~ ~ftª
fe¿~fic1dad, ~o1r1fn parecerle a alguien una cosa por entero
1!1UY subalterna,. Y, cie~tamente, sí ej~-
. 1 - a m_1sm~, u:1ª cosa sm sentido; en tal caso,
cionando a este los «puntos de vista» decisivos para encontrar 1 a olg1ca m_ a experiencia científica podrían -.<confutado».
m camino, sin los cuales estaría obligado a orientarse sin brú- cenefa.e propio Meyer h a ad m1t1
como . .do, aunque con cierta reti-,
jula en la vastedad infinita, por así decir. Ahora bien, alguien
podría -y muchos lo harán efectivamente- rechazar la nece- Par~ nuestro fin es provechoso que nos demoremos todavh
sidad de echar mano a todo el aparato de la investigación his- "1' · d en 1la consideración de la esenc1·a l,,agr.ca de este'
un Instante
toriográfica para obtener la «explicación» histórica de una se- ~ana 1s1s e va or». Seriamente se ha intentado entender la
rie de «cartas de amor», por más sublimes que :,ean. Ello es idea! muy claramente desarrollada por Rickert d q
m " I l · ¿· ·¿ . , e ue l a f or-
justo, pero lo mismo vale, por irritante que parezca, para El . acwndc e « m 1v1 1:1º histórico» está condicionada lJOt «rela-
c10nes
1 •e va . af.1rmac1on
. 1or» ' afirmando , Y con esta . , se intenta
desestima las concesiones que él mismo ha hecho, admitiendo el condi- a prop~o ,tie~po una «refutación», que esta ~relación de va-
ciona.miento «temporal~ y «espacial» ( pág. 95) solo respecto de la «ma-
l~» ed 1dent1ca. ~ ;1.na subsunción bajo conceptos generales·
34
teria», mientras que la «forma», lo único estéticamente esencial, seria
«libre creación del espíritu», es preciso recordar que emplea aquí una « st_a o», «rehg10n», «arte», etc.; y que tales «conce t~s»
terminología semejante a la de Croce: «libertad~ es «adecuación a la son Justamente ~os «_valores» de que se trata, no siendo ~1 he-
norma», y «forma~ es expresión justa en el sentido de Croce, como tal cho de que la h1st?r1a «relacione» con ellos sus objetos y ob-
idéntica al valor estético. Pero esa terminología tiene el inconveniente ~~nga por ese me110 «puntos de vista» específicos algo distin-
de que tiende a. confundir «ser» y «norma». El gran mérito del chis- -tal se ha dicho-- que el tratamiento separado d·"' ]o . .
peante escrito de Vossltr reside en que ha insistido con fuerza, en con-
tra de los puros glot6logos y los investigadores positivistas del lenguaje, «_aspectos» I «q~ímico» º, «físico» de los procesos en las ~ien'.
en que: 1) junto a la psicología y la fisiología del lenguaje, junto a las cias natudra es. Hde agu1 una asombrosa incomprensión de lo
investigaciones ~históricas:. y de «leyes fonéticasi., está la tarea cientí- que pue e enten erse o, mejor de lo único que 1
fica, enteramente autónoma, de la. interpretación de «valores» y <<nor- tender 1 · ,, d ' puene en-
se po~ «re ac1on e valor». Un «juicio de valor» actual
mas» de las creaciones literarias, y 2) que la verdadera comprensión s?bre ud obJleto conc_reto, o el establecimiento teórico de reb-
y ~revivencia,. de estos «valores» y normas es también prerrequisito
insoslayable para la interpretación causal del nacimiento y del condicio-
c10nes. e _v_a or «posibles» de este mfamo objeto, en modo al-
namiento de la creación espiritual, pues incluso el creador del producto ~uno s1_gn11ca que yo lo subsuma bajo un concepto de gé;1ero
literario o de la expresión lingüística los «vive». Es preciso observar, eter#mma o co11;0. «carta de amor», «formación política:. o
,in embargo, que en este último caso, en que ellos son medios del co- «fenomeno
. 'f econom1co». ..Por
, lo contrar1·0 , el ~ 1· mc:10
• • de va 1ori►
nocimiento causal y no criterios de valor, entran en consideración, desde
el punto de vista l6gico, no como ~normas», sino, antes bien, en su
s1~mta (ue «tomo ~os1c10n» de una manera concreta, deter-
pura facticidad, como contenidos empíricos posibles de un acaecer psí- mma a, r~nt~ al obJeto en su especificidad concreta. Ja._
quico, «en principio» del mismo modo como las ilusiones de un para- fuentes sub1et1vas de esta mi toma de pos1·c1·on,
,, d e mts ' y -
. «puntos
Htico. Creo que la terminología de Vossler y la de Croce, que tienden
a confundir el <{valorar» y el ~explicar» y a negar la autonomía del se- 24 pág.B.24
III,Así y sig. ' en OstwªId ' A nna¡en der N atttrphiloso phi e, vol.
Schmeidler
gundo, debilita la fuerza de convicción del argumento. Aquellas tareas
de una labor puramente empírica subsisten junto a las caracterizadas 25 Para mi sorpresa, también Franz Eule b . A h1 .. , .
senschaft imd Sozialpolitik vol XXI " , n urg ( ~e v fur .~oZtd!tvii
por Vossler como «estética:.¡ y, por cierto, de hecho y lógicamente, de · ' · , pag. 5 19 y s1gs esp pá 5'">«'. l
manera autónoma: que este análisis causal reciba hoy la denominad6n • • , esto. Su !)Olémica contr a R.Jck ert «y 1os suyos»
sostiene ., ( :i) g.
f!;~:~~ s:~.rtblhi:~,T.::~to
e • e
· L. )

de ~psicología de los pueblos» o de «psicología~ es cuestión de moda


terminol6gica, pero en nada modifica su justificación objetiva.
deia de lado el objeto de ~uy:,:.;u:;
137
136
table de su «contenido» respecto de puntos de referencia po-
de vista valorativos» decisivos con respecto a ella, en modo sibles de nuestro interés es lo característico en grado «má-
alguno constituyen un «concepto», y menos aún un «concepto ximo» del individuo histórico. El hecho de que clasifiquemos
abstracto», sino un «sentir» y «querer» enteramente concretos, ciertas orientaciones «importantes» de la relación de valor
compuestos y configurados en forma en extremo individual, o histórica, y de que esta clasificación sirva luego de basamento
también, en ciertas circunstancias, en la conciencia de un «de- para la división del trabajo de las ciencias de la cultura, no
ber ser» determinado y, aquí otra vez, configurado concreta• altera naturalmente en nada '2'l el que la idea de que un «valor»
mente. Y cuando ahora paso del estadio del valorar actual del de «significación universal» equivalga a un «concepto general»
objeto al de la reflexión teorético-interpretativa de las relacio- sea tan extraña como la opinión de que se podría expresar
nes de valor posibles y, por lo tanto, formo con el objeto un «la verdad» en una proposición, realizar «la moral» en una
«individuo histórico>>, ello significa que vuelvo consciente pa- acción o corporizar «lo bello» en una obra de arte.
ra mí y para otros, de manera interpretativa, la forma concre- Volvamos ahora a Eduard Meyer y a su intento de aproximarse
ta, individual y por lo tanto en última instanc~a singular en al problema de la «significación» histórica. Las consideracio-
que se «corporizan» o se «traducen» ciertas «ideas» -para nes preceden tes abandonan por cierto el terreno metodológico
recurrir por una vez a un giro metafísico--- en las formaciones para rozar el de la filosofía de la historia. Para una considera-
políticas (por ejemplo, el «Estado de Federico el Grande»), ción que se mantenga estrictamente en lo metodológico, la cir-
la personalidad ( por ejemplo, Goethe o Bismarck) t) el pro- cunstancia de que ciertos elementos individuales de la realiaad
ducto literario correspondiente (El capital de Marx). O bien, son escogidos como objeto de tratamiento histórico ha de fun-
para formular esto dejando de lado la expresión metafísica darse exclusivamente en la referencia a la existencia de hecho
siempre dudosa y enteramente prescindible: Desarrollo en for- de un interés correspondiente: en efecto, respecto de tal con-
ma articulada l¿s puntos de abordaje de tomas de posicion sideración, que no cuestiona el sentido de ese interés, la «rela-
«valorativas» posibles, que el correspondiente escorzo de rea- ción a valores» no puede en los hechos querer decir más que
lidad muestra y por ello reclama una «significación» más_ o eso, y a ello se atiene también Meyer en cuanto señala con
menos universal, que ha de distinguirse nítidamente de .la «sig- justicia, desde este punto de vista ( pág. 38), que para 1a his-
nificación» causal. El capital de Marx comparte la cualidad de toria basta el hecho de la existencia de tal interés, por ínfimo
«producto literario» con todas aquellas combinaciones de tinta que se lo considere. No obstante, las consideraciones de Me-
y papel que aparecen semanalmente en los catálogos de Brock- yer muestran con bastante claridad, por ciertas oscuridades
haus, pero lo que para nosotros lo convierte ~n ind~viduo y contradicciones, las consecuencias de aquella fa1la en cuanto
«histórico» no es en modo alguno esa pertenencia al genero, a orientación en materia de filosofía de la historia.
sino, a la inversa, el «contenido espiritual» totalmente singu- «La selección [ practicada por la historia] se basa en el interés
lar que «nosotros» hallamos «alojado» en él. Del mismo mo- histórico que el presente tiene en un efecto cualquiera, en un
do, la cualidad del proceso político incluye la politiquería de resultado del desarrollo, por lo mal experimenta la necesidad
un filisteo a la hora del aperitivo, junto con aquellos comple- de rastrear los motivos que lo han originado», afirma Eduard
jos de documentos impresos y escritos, resonancias, maniobras Meyer (pág. 3 7 ) , interpretando esto, páginas más adelante
militares en las plazas de armas, ideas sensatas e insensatas ( pág. 4 5), en el sentido de que el historiador extrae «de sí
engendradas en la cabeza de príncipes, diplomáticos, et~., mismo los problemas con los cuales aborda el material», pro-
que «nosotros» reunimos bajo la imagen conceptual «Impeno
Alemán>> al que atribuimos un «interés histórico» determinado, 26 Cuando investigo los determinantes económico-sociales del origen de
una «forma» concreta del «cristianismo» o, por ejemplo, de la poesía
enteramente singular para «nosotros», anclado en innumera- caballeresca provenzal, no la convierto en un fenómeno que reciba su
bles «valores» ( no solamente «políticos»). Pensar esta «sig- «_valor» en virtud de su signifícación económica. El modo en que, par-
nificación» -el «contenido» del objeto, por ejemplo de1 Faus- tiendo de fundamentos puramente técnicos de división del trabajo, el
to, respecto de relaciones de valor posibles, o, dicho de otro investigador o la «disciplina», tradicionalmente delimitada, separan su
modo, el «contenido» de nuestro interés po,· el individuo his- «campo de labor» carece también aquí, naturalmente, de toda impor-
tancia lógica.
tórico-- como expresable mediante un concepto de género, es
un contrasentido manifiesto: Precisamente, el carácter inago-
139
138
blemas que le proporcionan «el hilo conductor de acuerdo con
el cual ordena los acontecimientos», Esto coincide enteramen- Empero, 1eja Meyer ( pág. 3 7) abierta otra salida: «Püde-
te con lo dicho, y es además el único sentido posible en que mos experimentarlo [ aquello que ha sido históricamente <<efi.
es correcta la expresión de Meyer, ya criticada, acerca del caz»] también en el pasad_o en cuanto imaginamos como pre-
«remontarse del efecto hasta la causa»: Contrariamente a su sente un momento cualqmera de aquel». Ahora bien, es evi-
opinión, ello no implica un modo propio de la historia de dente que de este modo todo elemento cultural arbitrariamente
tratar el concepto de causalidad; implica que solamente son e~cogi?o puede se~ ~~imaginado» como «operante» para una
«hist6ricamente significativas» aquellas «causas>> que el re- historia de la Ant1guedad. desde un punto de vista elegido
greso, que parte de un elemento de cultura «valorizado», in- COfl:O .se ?~see; con ello, sm embargo, se derrumbaría aquella
cluye en sí como sus elementos indispensables, a saber, el «prin- d~l;m1tac10n a que aspiraba Meyer. Y de todas maneras sur-
cipio de la dependencia teleológica», como se lo ha denomina- gm~ est_a pregunta: .¿S)ué <<momento» toma, por ejemplo, una
do con expresión ciertamente descaminada. Cabe preguntar ~H1~ton~ de la Ant1guedad» como criterio de lo esencial para
ahora: ¿Ha de ser siempre este punto de partida del regreso el historiador? De acuerdo con el modo de consideración de
un elemento del presente, como podría creerse, de acuerdo con Meyer cabría suponer que es el <~fin» de la historia antigua,
la expresión antes citada, que es opinión de Meyer? En ver- e! corte que ~os parezca •«punto final» apropiado de ella: por
dad, respecto de ello Meyer no tiene una posición totalmente e1em~lo, el,, remado del ~mperador Rómulo, el de Justiniano o
firme. Como lo muestra lo dicho hasta aquí, falta en él toda -me1or_ ª.~n--:-- el de D1ocleciano. En tal caso pertenecería ;1
indicación clara acerca de qué entiende propiamente pÓr «histó- la expos1c10n mdudablemente, como su término todo lo «ca-
ricamente operante». En efecto - y esto le ha sido reprochado r~_cterístico» de esta época final, de esta «vejez'» de la Anti-
desde otras partes-, si solamente pertenece a la historia aque- gu:dad, porque precisamente esto característico constituiría ei
llo que es «eficaz», entonces toda exposición histórica, por obJet? de la explicación histórica; además, y ante todo, perte-
ejemplo su propia Historia de la Antigüedad, se encuentra nece:ian a ella los hechos que fueron causalmente esenciales
frente a esta pregunta cardinal: ¿Qué situación final y qué («eficaces») precisa.mente para este proceso de «envejecimien-
elementos de ella deben ser tomados como base en cuanto to». ~or lo cont;ano, ~e la des~ripción de la cultura griega_,
~producto» del desarrollo histórico expuesto, lo cual permi- por e1e~plo, sena preciso exclmr todo aquello que entonces
tiría decidir si un hecho ha de ser excluido como histórica- ( en ~a epoca de los emperadores Rómulo o Diocleciano) ya
mente inesencial por carecer de una significación causal de- no e1erc1a «efectos de cultura», y esta exclusión abarcaría de
mostrable respecto de cualquier elemento de aquel resultado acu~rdo ~on la situación entonces prevaleciente en la literat~ra-
final? Muchas expresiones de Meyer pueden engendrar inme- Ia filosofra y la cultura general, una parte horriblemente gran-
diatamente la ilusión de que, en los hechos, lo decisivo debe de _de a9uello que precisamente hace que para nosotros unH
ser aquí la «situación cultural» objetiva -para expresarlo de .:H1stor~a de la Antigüedad» se vuelva «plena de valob, v
manera sucinta- del presente: solo pertenecen entonces a una que, felizmente, no tenemos que echar de menos en la obr~
«Historia de la Antigüedad» hechos cuyos efectos revistan sig- del propio Eduard Meyer.
nificación causal todavía hoy, en nuestra situación presente en Una historia de la Antigüedad que solamente quisiera conte-
materia política, económica, social, religiosa, ética, científica ne~ aquello c~usalmente ~perante respecto de una época pm,-
o relativa a cualquier otro elemento de nuestra vida cultural, t~nor cualqure:a aparecena, sobre todo si las relaciones poli-
esto es, cuyos «efectos» percibamos directamente en el presen- tt~as,, ~on constde~adas como la auténtica espina dorsal de Jo
te ( véase pág. 37); en cambio, sería totalmente irrelevante h!st?rtco, tan vac1a ,_corno un_a, <<historia» de Goethe que me-
el que un hecho revistiese significación, no interesa cuán fun- chat1zase a este, segun expres10n de Ranke, en aras de sus epí-
damental, para la especificidad de la cultura antigua ( véase go;11~s, :sto es que solo considerase aquellos elementos de su
pág. 48). La obra de Meyer resultaría seriamente mutilada or1~111al1dad y de sus mani~estaciones de vida que han perma-
-piénsese, por ejemplo, en el volumen sobre Egipto- si él necz40. «operantes». en la literatura: La biografía científica no
tomase esto en serio, y muchos no encontrarían precisamente se d1st1~1g?e por prmcipio en cuanto a esto de objetos históri-
en ella aquello que esperan de una «Historia de la Antigüedad». cos d~l;m1 tados de ~tro modo .. La tesis de Meyer, en la for-
mulac10n dada por el, no es viable. ¿O bien existe también

1-10
141
aqu,í una salid~ a par.tir de, la cont~adicción entre esta_ teo~~a de la cultura actual, es un interés específicamente mínimo. El
suya y su propia praxis? Oimos decir a Meyer que el h1st~1:1a- desarrollo cultural de los incas y los aztecas ha dejado huellas
dor extrae «de sÍ» sus problemas; y añade esta observac1on: históricamente relevantes en escala -¡proporcionalmente!-
«El presente del historiador es un momento que no ;m~de ser ínfima, de manera que una historia universal de la génesis de
excluido de ninouna exposición histórica». Esa «eficacia» de la cultura actual en el sentido de Eduard Meyer quizá pudiera,
un «hecho», qu; da a este el sello de lo «histórfco»! ¿debiera sin perjuicio, prescindir de ellos lisa y llanamente. Si ello es
en cierto modo estar ya presente cuando u!1. ~istor~ad?r. mo- así -como queremos suponerlo por una vez-, lo que noso-
derno se interesa por este hecho en su especificidad. mdiv1~ual tros sabemos acerca de su desarrollo cultural no entra en con-
v en su haber-devenido-así-y-no-de-otro-modo, y entiende 11:te~ sideración, en primera línea, como «objeto histórico» ni como
~esar con ello a sus lectores? Manifiestamente en las explica- «causa histórica», sino esencialmente como «medio de conoci-
ciones de Mever ( véase pág. 36, por una parte, y págs. 37 Y miento» para la formación de conceptos de teoría de la cul-
4 5 por la otr;) coexisten en verdad dos conceptos distintos de tura: de manera positiva, por ejemplo, para la formación del
«hecho histórico»: por un lado, aquellos componentes de la concepto de feudalismo, en cuanto ejemplar de este especifi-
realidad que son «valorados» en s;1 espe~ificidad co~1creta como cado de manera individual, o bien de manera negativa, para
objetos de nuestro interés, podrta dectrse, «en bien de ellos delimitar determinados conceptos con los cuales laboramos en
mismos»; por el otro, aquellos componentes que son descu- la historia de la cultura europea respecto de aquellos conte 4

biertos por nuestra necesidad de comprender aquel106 elemen- nidos de cultura heterogéneos, y, con ello, para aprehendet
tos «puestos en valor» de la realidad en su condicionalidad con mayor precisión, genéticamente, por la vía de la compara•
histórica, y ello, mediante regreso causal, en cu~nto «causas», ción, la especificidad histórica del desarrollo de la cultura eu-
en cuanto históricamente «operantes» en el sentido de ~duard ropea. Exactamente lo mismo vale, como es natural, para aque-
Meyer. Es posible llamar individuos históricos. ª. los pnmeros llos elementos de la cultura antigua que Meyer, si fuera con-
y causas históricas (real~s), ~ los seg1:ndo_s, y d1stmgu1rlos,. con secuente, habría debido excluir de una «Historia de la Antigüe-
Rickert como hechos h1stoncos «pnmanos» y «secundarios». dad» orientada según el estado de la cultura del presente,
Una es~ricta delimitación de una exposición histórica a l_as en cuanto se han vuelto históricamente «no operantes». De
«causas históricas>>, esto es los hechos <<secu;1darios» de Rtc- todos modos es evidente que, respecto de los incas y los az-
kert o los hechos «eficaces» de Meyer, es posible, naturalmen- tecas, en modo alguno cabe excluir, ya sea con fundamentos
te solo si ya se ha establecido de manera unívoca respecto a lógicos o de hecho, que ciertos contenidos de su cultura pasen
q~é individuo histórico ha de aplicarse exclusiv:amente la. ex- a constituir en su especificidad un «individuo» histórico, el
plicación causal. Por más extenso que se escoja este. objeto cual, en consecuencia, pueda ser primeramente analizado «de
primario -supongamos que se tome como tal la totalidad de manera interpretativa>> en relación con su «valor» y luego
la cultura «moderna>> en su estadio presente, es decir, nuestra convertido en objeto de una investigación «histórica», de
cultura cristiano-capitalista-constitucionalista irradiante desde mooo tal que el regreso causal tome hechos de su desarrollo
Europa, por lo tanto una inextricable marañ~ de_ «yalores cul- cultural que pasen a ser «causas históricas» con relación a aquel
turales» considerados como tales desde los mas distmtos «pun- objeto. Y si alguien compone una •«Historia de la Antigüe-
tos de vista»-, sin embargo e1 regreso causal, que lo «expl_i- dad», es una vana ilusión creer que esta contiene solamente
ca>> históricamente, con que retroceda hasta la Edad Media hechos causalmente «operantes» respecto de nuestra cultura
o incluso hasta la Antigüedad, deberá dejar de lado una mul- actual, puesto que solo trata de hechos que se nos muestran
titud enorme de objetos como causalmente inesenciales, al me- como significativos, ya sea «primariamente», como «individuos
nos en parte, objetos que despiertan en _alto grado nuestro históricos» puestos en valor, o bien «secundariamente» como
interés «valorativo» «en bien de ellos mismos», y que, por «causas» ( con relación a estos o a otros «individuos»). Nues-
lo tanto podrían co~vertirse a su vez en «individuos históri- tro interés orientado a los «valores», y no la relación causal
cos» en 'los que se anuda un regreso causal «explicativo». ~s de nuestra cultura con la cultura griega, determinará el ám-
preciso reconocer que este «interés histórico»: a c?nsec~encia bito de los valores culturales decisivos para una bistoria de la
de su falta de significación causal para una historia umversal cultura helénica. Aquella época que caracterizamos las más

142 143
de las veces -valorándola de manera enteramente «subjeti- sente hace mucho que ha cesado. Meyer, ciertamente, como
va»- como «apogeo» de la cultura helénica, esto es, aproxi- vimos, ha concedido esto, solo que sin extraer las consecuen-
madamente la época que transcurre entre Esquilo y Aristóte- cias, a través de la posibilidad admitida por él de que un mo-
les entra en consideración como «valor intrínseco» con sus mento del pasado sea «fingido» -es su expresión- como
co~tenidos de cultura en toda «Historia de ]a Antigüedad», presente ( pág. 37), cosa que solo 1a «filología» podría hacer
incluso en la de Eduard Meyer, y ello solamente podría var~ar propiamente, de acuerdo con sus observaciones de la página
en caso de que, en algún futuro, respecto de aquellas creac10· 55. En verdad, en ello está igualmente implícito que también
nes culturales se pudiese obtener una «relación de valor>> tan ::;on objetos históricos elementos culturales «pasados>>, sin re-
poco directa como respecto del «canto» y la <<concepció1: del ferencia a la existencia de un «efecto» todavía perceptible; en
mundo» de un pueblo del interior de Africa, que desp1er~a consecuencia, en una « Historia de la Antigüedad», por ejem-
nuestro interés como representante de un tipo, como medio plo, también pasan a ser decisivos para la selección de los he-
para la formación de conceptos o como «causa». Que noso- chos y la orientación de 1a labor historiográfic;;1 los valores
tros, hombres de hoy, poseemos relaciones de valor de algún «característicos» de la Antigüedad mísmci. Y por cierto hay
tipo respecto de las «con~iguraciones;> in~i~iduales _de los ~on- más todavía.
renidos de la cultura antigua, he ah1 el umco sentido_ posible Cuando Eduard Meyer aduce como único fundamento de que
que puede asignarse al concepto de Meyer de lo «.eficaz» en el presente no pase a ser objeto de la <~historia» el hecho de
cuanto histórico. Sin embargo, en cuán grande moo1da el. con- que no se sabe ni se podría saber cuáles de sus elementos
cepto de Meyer de lo «operante» está compue~to ~, partir ?e resultarán «operantes» en el futuro, tal afirmación del carác-
elementos heterogéneos lo muestra ya su mot1vac10n de~ ~~­ ter ahistórico (subjetivo) del presente es acertada, al menos
terés específico que presenta la historia de los «pueblos c1vil1- bajo ciertas condiciones. Sólo el futuro «decide», en defini-
zados». «Estriba este -sostiene en la pág. 47- en que tales tiva) acerca de la significación causal de los hechos del pre-
pueblos y culturas han sido operantes en un grado infinit.a- sente. Empero, no es este el único aspecto del prohlema, ni
mente mayor y lo son todavía en el presente». Esto es srn siquiera prescindiendo, como aquí desde luego se hace, de
duda correct;, pero en modo alguno es el úni~o ~':nd~~ento momentos extrínsecos como la carencia de archivos, etc. El
de nuestro «interés» decisivo en cuanto a su s1grnficac1on co- presente inmediato no solo no ha pasado a ser «causa» histó-
mo objetos históric~s; y en especial de allí no puede infe- rica sino que tampoco es un «individuo» histórico, así como
rirse que, como afirma Meyer ( ibid.), aquel interés sea. t_a?-ro no es objeto de «saber» empírico una «vivencia» en el instan-
mayor «cuanto más elevados ~~tén ellos ( lo_s p~eblos c1V1hza- te en que se cumple «en mí» y «en cuanto a mí». Toda «va-
dos históricos)». Pues la cuest1on del «valor mtrrnseco» de una loración» histórica incluye, por así decirlo, un <<momento con-
cultura, que aqui está implicita, nada tiene q?e ver con su templativo»; no solo ni en primera línea contiene el juicio
«eficacia» histórica: Meyer confunde aquí, prec1s.ament~, _«ple- de valor inmediato del «sujeto que toma posición» sino que su
no de valor» con «causalmente importante». Es mcond1c10nal- contenido esencial es> como vimos, un «saber» acerca de «re-
mente cierto que toda «historia» es escrita desde el punto de laciones de valor» posibles, lo que en consecuencia presupone
vista de los intereses de valor del presente y que, en conse- la capacidad de variar el «punto de vista» respecto del objeto,
cuencia, todo presente plantea nuevas preguntas al .material al menos teóricamente. Suele expresarse esto diciendo que
histórico o al menos puede plantearlas, porque precisamente <<tenemos que adoptar una actitud objetiva» respecto de una
:m interés varía orientado por ideas de valor; pero igualmente vivencia antes de que ella «pertenezca a la historia» como ob-
seguro es que este interés «valora» y constituye como «indi- jeto -lo que aquí sin embargo no significa que sea causal-
viduos» históricos también elementos culturales ya completa- mente «operante»-. No tenemos que seguir dilucidando aquí
mente «pasados», esto es, tales que no pueden ser recondu- esta relación entre <<vivencia» y «saber»; basta con que todas
cidos, en un regreso causal, a un elemento cultural del pre- estas prolijas explicaciones hayan vuelto claro no so1o el hecho
sente· en el detalle: objetos como las cartas a la señora Von sino también la razón de la insuficiencia de concebir lo ~his-
Stein; en los grandes rasgos: también aquellos elementos de 'tórico>> como lo «operante», tal como lo hace Meyer. Falta
la cultura helénica cuya influencia sobre la cultura del pre~ a ese concepto, ante todo, la diferenciación lógica entre el

1-14 14~
objeto histórico «primario», aquel individuo de cultura «pues- cisamente reside la específica antítesis de lo histórico respecto
to en valor» sobre el que recae el interés por la «explicación» de ellas.
causal de su ser-devenido, y los «hechos» históricos «secunda- R~suma?los: En tant? la «i_nterpretación» de un objeto es
rios», las causas a las que es imputada la especificidad «puesta «filológi~a» en el sentido habttu~l del término, por ejemplo en
en valor» de aquel «individuo» en un regreso causal. Esta im- el «sentid~» t~xtual, ella constituye una preparación técnica
putación se emprende por principio con el propósito de que, para la «h1stor;a>~. En tanto analiza «de manera interpretati-
en cuanto verdad de experiencia, sea «objetivamente» válida va» l~ caractertsttco respecto de la especificidad de determina-
con la misma incondicionalidad que cualquier otro conoci- ~as «ep_ocas culturales», personalidades, o de determinados ob-
miento ,empírico en general, y solo la suficiencia del material Jeto~ . smgulares ( ob~as de arte, objetos literarios), está al
es decisiva con respecto a la cuestión, que no es lógica sino s~rv1c10 ,d: la formaoón de conceptos historiográfica. y por
exclusivamente fáctica, de si este propósito se logra, de manera c1ert?, lo.gicamente considerada, pasa a ser el presupuesto de
idéntica a lo que sucede en cuanto a la explicación de cualquier la historia, ya sea puesta a su servicio, en cuanto ayuda a
proceso natural. «Subjetiva», en un sentido determinado que r:cº?~cer los elementos causalmente pertinentes de un nexo
aquí no hemos de seguir elucidando, no es la comprobación h1stonc~ concreto como tal, o bien, a la inversa, orientándola
de las «causas» históricas de un «objeto» de explicación dado, o mostran?ole el camino, en cuanto «interpreta» el contenido
sino la delimitación del «objeta>> histórico mismo, cjel «indivi- de un obJeto -el Fausto, la Orestíada el cristianismo de
duo», pues aquí deciden relaciones de valor cuya «concepción» una época determinada, etc.- en relacion'es de valor posibles,
está sometida a mudanza histórica. En consecuencia, es inco- Y, con ello, plantea «tareas>> a la labor causal de la historia. El
rrecto lo que afirma Meyer (pág. 45), a saber, que «jamás» concepto de «c~lt~ra>~ de un pueblo y una época concretos, el
podemos alcanzar un conocimiento «absoluto e incondicional- c?ncepto de «cr1st1an1sm/o» ? ?el «Fausto», pero también, por
mente válido» respecto de algo histórico; en efecto, ello eJemplo -1? que es mas facilmente olvidado-, el concepto
no es acertado respecto de las «causas». Pero igualmente de _«Alemama», etc., son, en cuanto objetos de la labor his-
incorrecto es lo que afirma a continuación, a saber, que en tórtc~, concept?s de valor individuales, es decir, formados a
cuanto a la validez el conocimiento de las ciencias naturales traves de relaciones con ideas de valor
«en nada difiere» del de las históricas; ello es desacertado Si ah_ora, par~ tocar también este punto,' convertimos estas va-
respecto de los «individuos» históricos, esto es respecto del lorac10nes m1Smas, con las cuales nos dirigimos a los hechos
modo en que los «valores» desempeñan un papel en la histo- en objeto del análisis, nuestro estudio será -de acuerdo co~
ria y de la modalidad de estos valores. ( Ello prescindiendo del 1~ meta c?gnosdti:Vª--;-: filosofía de la historia o bien psicolo-
modo como se conciba la «validez» de aquellos «valores» como g1~ del «mterés h1stonco». Si, por lo contrario, tratamos un
tales, validez que es por principio heterogénea respecto de la o~Jeto concreto <<analizándolo va1orativamente», esto es si lo
validez de una relación causal en cuanto verdad de experien- «i~terpretamos» en su es~ecificidad de modo de pon~r de
cia, aunque ambas, en última instancia, hayan de ser concebi- relieve de mane!ª «sugestiva» sus valoraciones posibles, y,
das filosóficamente como ligadas a normas.) En efecto, los como s~el~ dec_1rse con bastante incorrección, procuramos
«puntos de vista» orientados a los «valores», bajo los cuales una «~ev1v1scenc1a» de 1;1-na creación cultural, ello no constituye
consideramos objetos de cultura y estos pasan a ser para no- tod_~vta -y en esto reside el «núcleo de verdad» de la formu-
sotros, en general, «objetos» de 1a investigación histórica; esos l~c1on de Meyer-labor «historiográfica», pero por cierto cons-
puntos de vista -decimos- son mudables, y porque lo son tl~uye }a fo,:m~ formans absolutamente indispensable para el
y en la medida en que lo son -partiendo del supuesto, que «mtere~» h~stonco por un objeto, para la formación concep-
aquí adoptamos de una vez para siempre, de que las «fuentes» tual pnmana _de e_ste en cuanto «individuo» y para la labor
permanecen inmutables- se convierten en «hechos» siem% caus~l de la hts!ona, que solo así se vuelve plena de sentido.
pre nuevos y pasan a ser históricamente «esenciales>> de ma- No 1m~orta. cuan a menudo -como sucede al comienzo de
neras siempre renovadas. Empero, las ciencias naturales que toda «historia»! en el caso de las comu~idades políticas y, ante
siguen el modelo de Ia mecánica son totalmente extrañas a todo, del propio Estado- las valoraciones cotidianas recibi-
este condicionamiento por «valores subjetivos», y en ello pre- das por la educación, puedan haber formado el objet~ y alla-

146 147
manera !adical y por lo ta~to p:1ramente teórica, aquellos pun-
nado el camino de la labor historiográfica, y pueda el histo- tos dedv1s_ ta qu~ s_~n por prmc1p10 posibles respecto de una cul-
riador creer en consecuencia, que se encuentra en su ámbito tura e la Antiguedad:
«propio» c;n estos objetos sólidos que en apariencia -pero
solo en apariencia y para los usos cotidianos- no han me- L ~no de estos puntos de vista sería representarse la cultura
nester de una particular interpretación de valor; en efecto! en ntigua com? valor absoluto, cuyas huellas en el humanismo
cuanto él quiera dejar el camino trillado y obte~e~ perspect,1~as
nuevas, de vasto alcance, acerca de la «especif1c1dad» pohuca
1u egoden Wi~c~elmann Y por fin en todas las variantes deÍ
l1ama o <<clas1c1sm0>> no hemos de estudiar aq L 1
t d l 1 . u 1' . os e emen-
de un Estado, o del genio político, deberá proceder _también os e a cu tura ª_?t:gua son, de acuerdo con esta concepción
aquí, y ello como cuestión lógica de principio, prec1sament: l~ev~da hasta sus ult1mas consecuencias, y en cuanto el «cris-
como un intérprete del Fattsto. Pero es verdad que en esto es~a uanismm> de nuestra cultura o los productos del racionalismo
Meyer en lo cierto: donde el análisis permane~e en el est~d10 no hayan aport~do «adiciones» o «transformaciones», elemen-
de una tal «interpretación» del «valor prop10» del obJeto, tos, al menos virtuales, «de» la cultura pura y simple, 110 por-
donde la labor de imputación causal es dejada de lado y el que hay~n operado «causalmente» en el sentido de Eduard
objeto no es sometido a cuestionamiento en cuanto a lo que Meyer, smo porque deben, en su valor absoluto operar cau-
«significa» causalmente con relaci?n a otros. obi~tos ,d_e cul- salment~ sobre nuestra educación. De acuerdo co~ ello la cul-
tura, más inclusivos y actuales, alh la labor h1stor10grafica no tura antigua es ante todo. ?bjeto de la interpretación i~ usum
ha comenzado a actuar y el historiador sólo puede hallar ma- sdcholarum, para 1~ edu~ac10n de la propia nación como pueblo
teriales para problemas históricos. Ah_ora bien, el _mo1o. ,en e cult~r~: La «filologia», en su concepto más lato en cuanto
que Meyer fundamenta su punto de vista es, en m1 opm1on, «conoc1m1ento de lo conocido» reconoce en I A' t' ... d d
insostenible. Cuando Meyer discierne, en particular, la antí-
alg · · • h' ,, . , a n 1gue a
o por prmc1p10 supra 1stonco, intemporalmente válido
tesis de principio respecto de lo histórico en el tratamie1~to 2:,, El otro punto de_ vista, moderno, estaría en radical oposi-
«estático» y «sistemático» de un materi~l, y ~~ando tamb1~n c10n respecto del primero: la cultura de la Anti .. d d
verd d . . rd d gue a en su
Rickert -luego de haber visto en lo «s1stemat1co» lo propio . ªd era origina 1 a se encuentra tan inconmensurablemente
de las «ciencias naturales», también en el ámbito de la vida 1eJos e. nosotros que carece por completo de sentido querer
«social» y «espiritual», en contraposición a las «ciencias de p_roporcionar a. «los más» una visión de su verdadera «esen-
la cultura históricas»- restablece nuevamente el concepto de cia»; ella constituye un objeto sublime de valoración para los
las «ciencias de la cultura sistemáticas», ello plantea como ta-
rea que abordaremos más adelante en una sección particubr,
la ~uestión de qué puede significar propiamente una «sistemá-
f
menos, que ~e sumerl?ien en un_a forma excelsa de humanidad,
Y~ esaparec~da para s1e_mpre e irrepetible en sus aspectos esen-
~~j/}J Y quieren en cierto modo <<gozar artísticamente» de
tica» y cuáles son las diferentes relaciones que mantienen sus
diversos tipos respecto de la consideración histórica y respecto 3. 'Por fin, el tratamiento de la ciencia de la Antigüedad l
de las «ciencias naturales».27 El modo de consideración de la
cultura de la Antigüedad, en especial de la helénica, que Me-
al e:1-cuentro de una orientación del interés científico a la :~al
la nqu~~a de las fuentes. ant~guas ofrece ante todo un material
yer caracteriza como «método filológico», esto es, la forma del etnografico de extraordmana variedad para la obtención de
~conocimiento de la Antigüedad», está determinado ante todo con_ceptos generales, de analogías y de reglas de desarrollo
prácticamente por los presupuestos lingüísticos del dominio aplicables
· 1no solo 1a dnuestra cultura sino a «todas ». p 1·ensese,
/ '
de las fuentes. Pero no solo está determinado por estos sino Pº: ~Jemp o, en e esarrollo de la ciencia comparada de las
también por la originalidad de determinados investigadores rehg!~ned, cuyo a~ge actual habría sido imposible sin la uti-
eminentes y, sobre todo, por la «significación» que la cultura
de la Antigüedad clásica ha tenido hasta ahora para nuestra
/tf:º1:1
1 o og1ca.
eLla AAnt!g~edad con ayuda de una estricta disciplina
a ntlguedad entra aquí en consideración en cuan-
propia formación espiritual. Procuremos ahora formular, de
28 Así podría formularse la doctrina «esotérica» de U vo w·1 ·
27 Con esto entramos en una discusión de los diversos principios posi- en contra d e Ia cua1 se dinge
· ante todo el ataque de· Meyer.
n 1 amow1tz '
bles de una «clasificación~ de las «ciencias~.

149
148
to su contenido de cultura es apropiado como medio de cono- de Bismarck. Todos ellos habrían podido decidir de otro
cimiento para la formación de «tipos» generales, y, por lo modo, y otras personalidades ( ... ) hubieran tomado otras
tanto. no como norma de cultura eternamente válida, como en decisiones, con la consecuencia de que el curso de la historia
la primera «concepción>>, ni como objeto absolutamente sin- habría sido otro». «Con ello -agrega en una nota de pie de
gular de una valoración contemplativa, individual, como en página- no se afirma ni se niega que en tal caso no se hu~
la segunda. biese llegado a las guerras respectivas; es esta una cuestión que
no puede ser respondida y, por lo tanto, ociosa». Prescindien-
Enseguida se advierte que las tres concepciones formuladas do de que esta segunda afirmación no es congruente con las
aquí «teóricamente», como se ha dicho, se interesan, en cuanto formulaciones de Meyer, ya consideradas, acerca de las rela-
a sus fines, por el tratamiento de la historia antigua en la ciones entre «libertad» y «necesidad» en la historia, cabe aquí
forma de una «ciencia de la Antigüedad»; y se advierte tam- ante todo objetar que cuestiones que no podemos responder,
bién, sin comentarios, que el interés del historiador poco tie- o que no podemos responder con precisión, por eso solo sean
ne que ver en los hechos con cada una de esas concepciones, cuestiones «ociosas». Mal andaría la ciencia empírica si jamás
pues las tres tienen como fin primario algo distinto de la «his- hubiese podido plantear aquellos problemas últimos a los que
toria». Solo si Eduard Meyer quisiese excluir seriamente de no puede dar respuesta. En modo alguno se trata aquí de ta-
la Historia de la Antigüedad todo aquello que, desde el punto les problemas «últimos», sino de una cuestión a la que no es
de vista del presente, ha dejado de ser históricamente «ope- posible dar respuesta positiva, unívoca, en parte porque ha
rante», daría razón a sus oponentes, a los ojos de todos aque- sido «superada» por los acontecimientos y en parte por la
llos que buscan en la Antigüedad algo más que una mera situación de nuestro saber real y posible; además, trátase de
«causa» histórica. Y todos los amigos de su importante obra una cuestión que dilucida, desde un punto de vista estricta-
se alegrarán por el hecho de que él no pueda aplicar seriamen- mente «determinista», las consecuencias de algo que era «im-
te aqueUas ideas y esperarán que ni siquiera intente hacerlo posible» según 1a situación de los «elementos determinantes».
en bien de una teoría erróneamente formulada.
29 Y, a pesar de todo, en modo alguno es ocioso el cuestionamien-
to en torno de qué habría podido suceder si Bismarck, por
ejemplo, no hubiese tomado la decisión de declarar la guerra.
Atañe, en efecto, a lo decisivo para la formación histórica de
2. Posibilidad objetiva y causación adecuada 1a realidad, a saber, qué significación causal es preciso atribuir
a esta decisión individual dentro de la totalidad de los «mo-
en la consideración causal de la historia mentos», infinitos en número, todos los cuales debieron estar
dispuestos de este preciso modo y no de otro a fin de que se
«El estallido de la Segunda Guerra Púnica -afirma Eduard produjese este preciso resultado, y qué lugar hay que asignar-
Meyer en la página 16 de su obra- es la consecuencia de una le en la exposición histórica. Si la historia quiere elevarse por
decisión de Aníbal; el de la Guerra de los Siete Años, de una encima de una mera crónica de acontecimientos y de persona-
decisión de Federico el Grande, y el de la guerra de 1866, lidades memorables, no le queda otro camino que el planteo
de tales cuestiones. Y es así, justamente, como ha procedido
29 La extensión de las discusiones precedentes no guarda, manifiesta-
mente, proporción con lo que de ella «resulta» para la «metodologíai. desde que es ciencia. En ello reside lo correcto de la formu-
en el aspecto directamente práctico. A quien por ese motivo la considere lación de Meyer, ya discutida, según la cual la historia consi-
ociosa solo cabe recomendarle que deje de lado la pregunta por el dera los acontecimientos desde el punto de vista del «deve-
'«sentido» del conocer y se contente con obtener conocimientos «pro- nir», por lo cual su objeto no está sometido a la «necesidad»
vistos de 'Valor.~ mediante la labor práctica. No son los historiadores
quienes han planteado tales cuestiones, sino aquellos que formularon la
que es propia de lo «devenido»; lo correcto es aquí que eI
afirmación errónea, y todavía hoy la repiten de continuo en diversas historiador, al apreciar la significación causal de un aconteci-
formas. de qne «conocimiento científico» es idéntico a «descubrimiento miento concreto, se comporta de manera semejante a como lo
de lev~s». Ahora bien, esa es por cierto una cuestión relativa al «senti• hace el hombre histórico que quiere y toma posición, quien
do» del conocer. jamás «actuaría» si su propia acción se le apareciese como «ne-

150 151
cesaria» y no como meramente «posible». 30 La diferencia es- su insignificancia). Por lo contrario? e~ evidente que «las cosas
triba solamente en esto: el hombre que actúa sopesa, en la estuvieron dispuestas» de manera d1strnta en el caso de l~s ~e-
medida en que lo hace de manera estrictamente racional -lo dsiones de Aníbal, Federico o Bismarck, al menos en opm10n
que aquí suponemos- las condiciones, dadas de acuerdo con de Meyer; mas no lo estuvieron, por cie~to, en el sentl~o de
el patrón de su conocimiento de la realidad y «externas» a que el conflicto, ya sea en general o baJo las ~onstelac10nes
él, del desarrollo futuro que le interesa; luego inserta ideal- políticas concretas de aquella época ~ue det~,i:1;1rnaro1? su c_ur-
mente en un nexo causal distintos «modos posibles» de su so y su desenlace, habda estallado s1 la dec1s10n hubiese sido
propio comportamiento y resultados que cabe esperar en co- otra. En efecto, en tal caso esa decisión habría sido tan carente
nexión con aquellas condiciones «externas»; por fin, de acuer- de significación histórica co11_10 ,ag_uell?s disparos. E_l ju~cio de
do con los resultados «posibles» obtenidos de esta manera que, si se piensa un hecho h1stor1co s1?gular com_o. mex1st~nt,e
(idealmente), se decide, como adecuado a su «fin», por uno 0 como distinto dentro de un compleJo de cond1c10nes histo-
u otro de los modos de comportamiento. Ahora bien, el his- ricas esto habría determinado un curso de los acontecimientos
toriador es superior a su héroe en esto: En todo caso sabe a hist6ricos distinto en cuanto a relaciones determinadas, histó-
posteriori si la apreciación de las condiciones dadas, que se ricamente importantes, parece revestir por cierto consi?erable
presentaron como «externas» a este, se correspondieron. con- valor para el establecimiento de la «significación histónca» de
forme a los conocimiento.¡ y expectativas alentados por el ac- aquel hecho, aunque e] historiador en la pr~ct~c~ s~l? ex.ce~-
tor, con la situación real entonces existente; y esto~ es algo cionalmente, a saber en caso de que esa «s1gn1Ílcac10n h1sto-
que la «consecuencia» fáctica de la acción enseña. Y supuesto rica» sea cuestionada, se vea inducido a desarrollar y funda-
aquel máximo ideal en cuanto a conocimiento de las condicio- mentar ese juicio de manera con~cient~ ~ explícita .. Es el~~º
nes, que aquí, puesto que se trata exclusivamente de la eluci- que esta circunstancia habría debido ex1g1r u°:a ~o?s1~~rac1?n
dación de cuestiones lógicas, damos teóricamente por sen- de la esencia lógica de tales juicios y de su s1gmficac10n his-
tado -aunque en la realidad se lo puede alcanzar tan raras tórica; nos referimos a los juicios que _expresan qué r~sultado
veces o quizá nunca--, puede él cumplir el mismo examen «habría» podido esperarse en caso de tal ta :) de camb1~ un?e
ideal que su «héroe» más o menos claramente emprendiera o componente causal singular en un compleJo de cond1e1ones.
«hubiera podido emprender», pero ahora de manera retros- Procuraremos obtener mayor claridad sobre esto. Demostrc1-
pectiva y, por lo tanto, puede plantear con posibilidades esen- ción de las deficiencias de que adolece la lógica de la histo-
cialmente mejores que las del propio Bismarck la cuestión de ria 31 es entre otras cosas, el hecho de que las investigaciones
cuáles consecuencias habría cabido esperar en caso de que se decisiva; sobre estas importantes cuestiones no han sido em-
adoptase una decisión distinta. Como es evidente, esta consi• prendidas por historiadores ni metodólogos de la historia sino
deración está muy lejos de ser ociosa. El propio Meyer aplica por representantes de disciplinas. f!lUY alej~d~s.
( pág. 43) precisamente este procedimiento a aquellos dos dis- La teoría de la llamada «posibilidad ob1enva», a que nos
paros que provocaron inmediatamente el estallido de la lucha referimos aquí, se funda en los trabajos del notable fisiólogo
callejera en los días de Mayo en Berlín. La cuestión de su Von Kries,82 y la aplicación consagrada de este concepto en
proveniencia es, según él, «históricamente irrelevante». Pero,
¿por qué más irrelevante que la dilucidación de las decisiones 31 Las categorías que discutiremos en lo que sigue -queremos desta·
de Aníbal, de Federico el Grande o de Bismarck? «Las cosas carla de manera explícita- no se aplican solo en el campo de l_a lla-
mada disciplina especializada de la «histo!ia_», sin<:: re_s~ecto d~ la 1mpu:
estaban dispuestas de tal modo que cualquier accidente de- tación «histórica» de cualquier acontec1m1ento md1v1dual, m_clu,51? st
bía ( ! ) provocar el estallido del conflicto». Como se advierte, pertenece a la «naturaleza inanima~a»: La cat~g~ría de lo <,lustonco»-
aquí el propio Meyer responde a la cuestión presuntamente es aquí un concepto lógico, y_ no_ tecmc~~es_pec1ahzado. . .
«ociosa», a saber, qué «habría» sucedido sin aquellos disparos, 32 Ueber den Begri/f der ob¡ektzven Moglzchckett tmd ewtge A11we11-
con lo cual decide su «significación» histórica ( en este caso, dungen desselben, Leipzig, 1888. Importantes presul?uestos de est~s ~on-·
sideraciones habían sido establecidos por Von Knes co:1 anterioridad
en sus Prinzipien der W ahrscheinlichkeitsrechnung. Con~1gnemo_s 1esde
30 E11o vale también respecto de la crítica de Kistiakowski (op. cit., el comienzo que, de acuerdo con la naturaleza del ~obJeto:> h1:;tonco,
pág. 393 ), que no se refiere a este concepto de «probabilidad». solo los aspectos más elementales de la teoría de Von Kries revtsten

152 153
los trabajos de autores que siguen a Von Kries o lo cnucan,
ante todo criminalistas, pero también juristas, en especial Mer- eyentuah1;1ente sea susceptible de sanción penal o cuyos perjui-
kel, Rümelin, Liepmann y, recientemente, Radbruch.B·1 En la cios !equ~eran indemnización civil, el problema de causalidad
metodología de las ciencias sociales, las ideas de Kries han si- del historiador se orienta siempre a la imputación de resultados
do aplicadas hasta ahora ante todo solamente en la estadística.ª 4 concretos a causas c01~cretas y no a~ e~amen de «legalidades:.
Es natural que precisamente los juristas y, en primer lugar, abstrac~as. Pero es. evidente que la Jurisprudencia, en especial
los criminalistas tratasen este tema, pues la cuestión de la la re}at1va _a cuestiones penales, se aparta del procedimiento
culpa penal, en cuanto contiene el problema de cuáles son las comun h_ac1a un planteo de problemas que le es específico en
circunstancias bajo las cuales se puede afirmar que alguien ha cuanto anade la pregunta de si y cuándo la imputación objetiva,
«causado>>, mediante su acción, un resultado externo determi- puramente causal, del resultado a la acción de un individuo
nado, es una pura cuestión de causalidad, y por cierto de la basta para calificar tal resultado como su «culpa» sub¡etiva.
misma estructura lógica que la cuestión de la causalidad histó- En efecto, esta cuestión ya no es un problema puramente cau-
rica. En efecto, al igual que la historia, los problemas de las s~l, que pueda resolverse mediante mera comprobación ,«obje-
relaciones sociales prácticas de los hombres entre sí, y especial- tiva», por pe~cepció11; e interpretación causal, de hechos que
mente del sistema jurídico, están orientados «antropocéntrica- haya que averiguar, smo un problema de política criminalista
mente», esto es que preguntan por la significación causal de orientada a valores éticos y otros. Es posible a priori, frecuent;
«acciones» humanas. Y al igual que en el caso de la" pregunta de hecho y hoy regla que el. sen_tido de las normas jurídicas, ya
por el condicionamiento causal de un resultado concreto, que ~ea de manera expr~sa o diluc1dable mediante interpretación,
mcluya el que la existencia de una «culpa», con referencia al
significación para la metodología de la historia. El traspaso de principio~ precepto correspondiente, deba depender ante todo de ciertas
del llamado «cálculo de probabilidades;;, en sentido estricto, no solo no
entra obviamente en consideración para la labor causal, sino que ya el bién por Radbruch, op cit., pág. 22). Pero la idea de la «eficacia» o
intento de un uso por analogía de sus puntos de vista requiere grandes c?mo también se lo ha .expresado de manera menos colorida pero idén:
prevenciones. t1ca ~n cu~~to a su sentido, del_ «lazo causal~ es inseparable de cualquier
33 La crítica más profunda a la aplicación de la teoría de Von Kries c_ons_1dera~101;1 ~ausal que reflex10ne sobre series de transformaciones cua-
a los problemas jurídicos ha sido hasta ahora la realizada por Radbruch htat1vas 1nd1v1du~les. Que no pu:da ( ni ~eba) ser recargada con pre-
( «Die Lehre von der adiiguaten Verursachung», en los Abhandlungen supuest?s metafísicos, dudosos e tnnecesartos, es algo que considerare-
[ vol. I, cuaderno n 9 3, 1902] del seminario de Liszt; aquí se cita tam- mos T?ªs adelante (véase Tschuprow, op. cit., pág. 436. acerca de la
bién la bibliografía más relevante). Solo se podrá rendir cuentas de su pluralidad de causas y las causas elementales). Aquí hemos de observar
análisis del concepto de «causación adecuada» después de que la teoría solamente que la «posibilidad» es una categoría «formativa» es decir
haya encontrado una formulación lo más simple posible ( y por ello, q~e entra en función en el modo en que determina 1a selecci6n de lo~
como mostraremos, provisoria, no definitiva). miembros causales acogidos en la exposición histórica. La materia in-
34 Entre los teóricos de la estadística, mucho se acerca a las teorías de form_a~a. históric_ament~, por lo contrario, nada contiene en cuanto a la
Von Kries, L. von Bortkiewitsch, «Die erkenntnístheoretischen Grund- «pos1b1hdad», m aun 1dealmente: la exposición histórica alcanza raras
lagen der Wahrscheinlichkeitsrechnung, en el ]ahrbücher de Conrad, veces, en lo subjetivo, juicios de necesidad, pero objetivamente actúa en
vol. XVII, 3a. serie ( véase también vol. XVIII) y «Die Theorie der base al presupue~to de que las «causas», a las que es «imputado~ el
Bevolkerungs-und Moralstatistik hach Lexis» (ibíd., vol. XXVII). Tam- resultado -por cierto, en unión con aquella infinidad de «condiciones»
bién en el terreno de la teoría de Von Kries se mueve A. Tschuprow, que son indicadas solo sumariamente en la exposición como «carente&
cuyo artículo sobre Ja estadística moral en el Brockhaus-Ephoro11sche11 de interés» científico-- tienen que valer como «fund~mentos suficien•
En:1..yklopadischen Würterbuch me resultó por desgracia inaccesible. Cf. tes» de la aparición .de este,. Por lo tanto, la aplicación de aquella ca-
su artículo sobre «Die Auígaben der Theorie der Statistik» en el Jahr- tegoría en ,modo alguno ~mplica la conc7pción, superada hace tiempo
buch de Schmoller, 1905, pág. 421 y sígs. No puedo compartir la crítica P?r ·la teorra de la causahdad, de que miembros cualesquiera de cone-
de T. Kistiakowski ( en el ensayo ya citado en Problemen des Idealis• ~10nes causales habrían estado por así decirlo «en suspenso» hasta su
mus, op. cit., pág. 378 y sigs.), por lo demás solo esbozadas a la espera ingreso en 1~ ca~e1;1~ causal. El propio Kries ha expuesto ( op. cit., pág.
de ulterior desarrollo. Reprocha a la teoría (pág. 379) ante todo el em- 107), en ~1 op1mon de manera totalmente convincente, la oposición
pleo de un falso concepto de causa, basado en la lógica de Mili, en espe- de su teoria_ respecto de la de J. Stuart Mill. Volveremos sobre esto.
cial el uso de las categorías de «causas concomitantes» y «causas par- Es y~r?ad, s1~ e!Ilbargo, que también Mill ha discutido la categoría de
ciales~, las que a su vez suponen una interpretación antropomórfica pos1b1lidad ob.1et1va y ha formulado ocasionalmente el concepto de ~cau-
de la causalidad en el sentido de la «eficacia» ( esto es señalado taro- sación adecuada» (véase Werke, edición alemana a cargo de T. Gom-
perz, vol. III, pág. 262).

154
l.55
-prescindiendo por entero de la infinidad de particularidades
condiciones subjetivas de parte del actor ( intención, «capaci- «absol~tam~nte» triviales- nada de aquello que puede resul-
dad de previsión» subjetivamente condicionada del resultado, tar de mteres para otros modos de consideración como el de
etc.) y que a través de estas se altere considerablemente el la cie~cia natural, el históri_co o el artístico: no le\nteresa que
significado de la diferencia categorial del modo de encadena- la_runalada mort~l «produJese» la muerte acompañada de fe-
miento causal. 35 Sin embargo, en las primeras etapas del exa-
~º~;enos c~ncom1tante_s .~ue pudieran revestir interés para el
men esta diferencia en cuanto a los fines de la investigación hs1ologo, m _que la pos1c10n del muerto o del asesino eventual-
carece de importancia. Preguntamos primeramente, al igual que me~t~ con~tl~uya un objeto apropiado para la representación
la teoría jurídica: ¿Cómo es en general posible, por principio, art1suca, m s1 esa muerte ayudó a un «segundón» infortunado
imputar un «resultado» concreto a una «causa» singular, y có- a «ascender» en la jerarquía de empleos, volviéndose de ese
mo es realizable esto en vista de que, en verdad, siempre una ~odo «plena_ <l_e, valor» ~ausal desde este punto de vista, o
infinidad de momentos causales ha condicionado el adveni- ~1~n se conv1rt10 ~n. 11;ot1~0, de determinadas ordenanzas po-
miento del «proceso» singular y que, respecto del advenimien- liciales, o hasta ongmo qmzas un conflicto internacional con
to del resultado en su configuración concreta, puede decirse !o que pas~ a ser «~istóricamente» significativa. Lo únic; que
que todos aquellos momentos causales singulares fueron im- mt~resa ~l Juez es s1 la cadena causal entre puñalada y muerte
prescindibles? esta confi?~rada de tal modo, y la actitud subjetiva del autor
La posibilidad de una selección entre la infinidad de- los ~le-
Y su re~ac10n con el hecho es tal, que se vuelve aplicable una
mentos determinantes está condicionada ante todo por el tipo determmada norma penal. Por otro lado, en la muerte de Cé-
de nuestro interés histórico. Cuando se afirma que la historia
sa!, por ,ej~mplo, aJ ?istoriador no interesan los problemas de
debe comprender de manera causal la realidad concreta de un cr1mmahst1ca o medicas que el «caso» pudiera haber presen-
«acontecimiento» en su individualidad, obviamente no se quie- tado, como tampoco las singularidades del hecho en cuanto
re decir con ello, como ya vimos, que ella deba explicar cau- estas no revisten importancia respecto de lo «cat~actedstico»
salmente y «reproducir» por completo la totalidad de sus cua- de César o de la situación de los partidos en Roma ~esto es
lidades individuales: sería esta una tarea, no solo imposible como «medios de conocimiento»- ni finalmente respect~
de hecho, sino absurda por principio. A la historia interesa del ~efecto político» de su muert; -'esto es co~o «causa
exclusivamente, en cambio, la explicación causal de aquellos r~al»-. S~lo ocupa al historiador, en cambio', ante todo la
«elementos~ y «aspectos» del acontecimiento respectivo que\ circunstancia de que la muerte se produjo precisamente en
bajo determinados puntos de vista, revisten «significación ge- a9ue~ momento,_ jent!o de una situación política concreta, y
neral» y, por lo tanto, interés histórico, del mismo modo co- d1l~c1da la cuestlon_, ligada con esta, de si tal circunstancia ha
mo en los exámenes del juez no entra en consideración el tenido ~con?ecrn~ncias» determinadas, importantes, para el cur-
curso singular total del hecho sino solo los elementos esencia- so de la «historia mundiah>.
les para su subsunción bajo las normas. Ni siquiera le interesa Así, también el planteo de la imputación histórica lo mismo
35 El derecho moderno se orienta hacia el agente, no hacia el hecho que el de la jurídica, implica la exclusión de una i~finidad de
(véase Radbruch, op. cit., pág. 62) y pregunta por la «culpa» subjetiva, elementos del hecho real ei:i cuanto «causalmente insignifican-
mientras que la historia, en la medida en que pretenda seguir siendo ~es»; en efecto, como ya vimos, una circunstancia singular es
una ciencia emplrica, inquiere por los fundamentos «objetivos» de pro- irrelevante, no solo cuando carece de toda relación con el
cesos concretos y por las consecuencias de «hechos,. concretos, y no ~co~tecimiento a dilucidar, de manera que, si la supusiéremos
pretende impartir justicia al «agente:,,. La crítica de Radbruch en con-
tra de Von Kries se basa enteramente, con justicia, en ese principio 1~ex1stente, .~11o en nada «alteraría» el proceso real, sino por
básico del derecho moderno -no de cualquiera-. Por ello él mismo c1ert,o _tamb1en .cuando los elementos esenciales in concreto v
admite la validez de la doctrina de Von Kries en los casos de los delitos los umcos que mteresan de aquel proceso para nada aparecen
por vía de consecuencia ( pág. 65), de la compensación por una ~abs- como co-causados por ella.
tracta posibilidad de producir efectos» ( pág. 71), de la compensación Aho:a bien, lo que verdaderamente queremos saber es esto:
por lucro cesante y por incapacidad de imputación, es decir siempre que
interviene una causalidad «objetiva» ( pág. 80). La historia presenta la mediante qué op~r~ciones lógic~s obtenemos la comprensión.
misma situación l6gioa que esos casos. y su fundamentac1on demostrativa, de la existencia de tal re-

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ladón causal entre aquellos elementos «esenciales» del resul- rales que, para nuestra consideración retrospectiva, «depen-
tado y determinados elementos entre la infinidad de momen- c.~en». ?e aquella de~isión? ~ería imposible establecer su «signi-
tos determinantes. No, por cierto, mediante la simple «obser- ficac10~1» y no se discernma en tal caso por qué no habríamos
vacióm, del curso de los acontecimientos, al menos si por tal de equipararla a una riña entre dos tribus de cafres o de indios
se entiende una <<fotografía» espiritual, «sin presupuestos», americanos y aceptar real v verdaderamente las aburridas
de los procesos psíquicos y físicos acaecidos en la época y el «ideas fundamentales» de la· W eltgeschichte de Helmolt, tal
lugar en cuestión, suponiendo que ello fuese posible. Por Jo como se hace en esa «moderna» enciclopedia. 36 Por lo tanto,
contrario, 1a imputación causal se cumple bajo la forma de un carece de toda base lógica el que los historiadores modernos
proceso de pensamiento que contiene una serie de abstraccio- tan .pronto como se ven obligados por el objeto mismo en es~
nes. Ahora bien, de estas, la primera y decisiva consiste en tudio a delimitar la «significación» de un acontecimiento con-
que, entre los componentes causales reales del proceso, supo- creto m~d~a?te una reflexión y una exposición expresas sobre
nemos uno o varios modificados en determinado sentido y nos las «posibilidades» del desarrollo, suelan disculparse por ha-
preguntamos si, en Jas condiciones del curso de los aconteci- ber empleado esta categoría aparentemente antideterminista.
mientos transformadas de este modo, «cabría esperar» el mis- Por ejemplo, cuando K. Rampe, luego de realizar en su Kon-
mo resultado ( en cuanto a puntos «esenciales») o bien cuál r~di~ ~na exposición altamente ilustrativa de la «significaciÓn>>-
otro. Tomemos un ejemplo extraído de la práctica delpropio h1stonca de la batalla de Tagliacozzo mediante el examen de
Meyer. Nadie ha puesto en claro de manera tan plástica y ní- las distintas «posibilidades» entre las cuales e11a «decidió~ su
tida como él la «relevancia» histórica mundial de las guerras resultado, puramente «accidental», esto es, determinado por
persas para el desarrollo de la cultura occidental. ¿Pero cómo procesos tácticos e~ter~mente individuales, agrega repentina-
sucede esto, lógicamente considerado? En lo esencial, expo- mente: «Pero la historia nada sabe de posibilidades», a ello
niendo que existían dos posibilidades. Por un lado, el desarro- cab~ r_esponder _que _el «acaecer», si se lo piensa en cuanto
llo de una cultura teocrático-religiosa, cuyos comienzos se en- «ob1et1vado» baJo ax10mas determ~nistas, nada «sabe»• de ellas
contraban en los misterios y los oráculos, bajo la égida del porque, precisamente, nada «sabe» en general de «conceptos»·
protectorado persa, el cual en todas partes, como en el caso la ~historia», en. ca~bio, siempre sabe de ellas, supuesto qu~
de los judíos, utilizaba en lo posible la religión nacional como qmer~ ~~r m:a ~1:ncia. En ca?a una de las líneas de cualquier
instrumento de dominio; por otro, el triunfo del mundo espi- exposic1on h1stot1ca y, por cierto, en cada selección de mate-
ritual griego, libre, orientado hacia el más acá, mundo que nos rial d~ ~r:hivos y de documentos para su publicación se inclu-
brindó aquellos valores de que todavía hoy nos sustentamos. yen «Ju1c10s de valor» o, mejor dicho, deben incluirse si es
La «decisión» entre ambas posibilidades se produjo mediante que la publicación ha de tener «valor cognoscitivo>>.
un encuentro armado de dimensiones tan ínfimas como la «ba- Ahora bien, ¿qué implica el que nos refiramos a ]as distintas
talla» de Maratón, la cual representó, sin embargo, el «requi- «posibilidade~» entre las cuales debieron «decidir» aquellas
sito» indispensable para el nacimiento de la flota ática y, por luchas? Implica, ante todo, la creación -digámoslo tranqui-
lo tanto, para el proceso ulterior de la guerra de liberación y lamente- de modelos imaginarios mediante la eliminación de
de la salvaguarda de la independencia de la cultura heléníca, 1:no o varios de los elementos de la «realidad», que han exis-
así como para el positivo estímulo a la iniciación de la histo- tido de hecho, y la construcción conceptual de un curso de los
riografía específicamente occidental y para el pleno desarrollo acontecimientos modificado en relación con una o varias <<con-
del drama y de toda aquella singular vida espiritual que se
desplegó en ,este escenario de la historia mundial, pequeñísimo 36 Se comprende que este juicio no se aplica a los ensayos particulares
si se lo mide con criterio puramente cuantitativo. contenidos en esta obra entre los cuales los hay excelentes, aunque «pa-
s~dos d~ ~oda». en c1:anto al «método». La idea de una suerte de justi-
Evidentemente, la única razón para que nosotros, que no so- . c1a «<poht1co-soc1al», sm embargo, que pretenda considerar las tribus tan
mos atenienses, fijemos nuestro interés histórico en aquella desdeñosamente dejadas de lado, de: los indios y los cafres como a1' me-
batalla consiste en que ella «decidió>> entre aquellas «posibi- nos tan importantes -¡en definitiva!- para la historia como los ate-
lidades>:>, o al menos influyó esencialmente sobre ellas. Sin va- nienses, y q:1e, para establecer claramente esta justicia, eche mano de
un ordenamiento geográfico de la materia, es ciertamente pueril.
lorar tales « posibilidades» y los irreemplazables valores cultu-

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diciones:c,. Por lo tanto, ya el primer paso del juicio histórico tos del proceso fáctico) o la pensamos como habiendo trans-
-en esto queremos insistir aquí- es ~~. proceso ~e ab~trac- currido de otro modo, resultarían positivamente «conducen-
ción, el que se cumple a través del anal_1s1s y _del a1slam1ento tes» (para emplear por una vez un giro corriente en 1a crimi-
conceptual de los componentes de lo rnme~iatamente ., _dad~ nalística) para producir tal desarrollo de acu.erdo con re glas
--concebido, precisamente, como un comple10 ~e re~auone., universales de experiencia. El «saber» en que se basa ese jui-
causales posibles- y debe desembocar ~n una sm~es1s de la cio para fundamentar 1a «significación» de la batalla de Ma-
conexión causal «efectivamente real~>. Y a este pr~mer paso ratón es, según todo lo hasta aquí expuesto, por un lado saber
transforma al mismo tiempo la «realidad~ dada a f~n de con- de determinados <~hechos» pertenecientes a la «situación his-
vertirla en «hecho»• histórico; para dec1rlo con boethe, el tórica» y demostrables con referencia a las fuentes ( saber «on-
.xhecho~ incluye ya «teoría». . . . . ,• .. tológico»), y por otro, como ya vimos, saber de determinadas
Consideremos ahora, sin embargo, estos «Ju1c10s de pü~1b1ll- reglas de experiencia reconocidas, en particular relativas al
dad» --esto es, las afirmacio~~s acerca ?~ a~uello que «h~- modo en que los hombres suelen reaccionar frente a situacio-
nes dadas ( «saber nomológico»). Más adelante considerare-
brfa,. sido en caso de eliminac10n o mod1ficac1ón de determ 1-
nadas condiciones- con más detenimiento y preguntemos de mos el tipo de <<validez» de estas «reglas de experiencia». Pe-
qué modo llegamos propiamente a ellos. No l?ueden_cabe~ du- ro desde ahora resulta evidente que Meyer, para demostrar su
das de que en todos los casos se procede mediante a1sl.trmento tesis decisiva respecto de la «significación» de la batalla de
y generalización, esto es que descomponemos lo «d~d~». en Maratón en caso de que le fuera cuestionada, debería descom-
«elementos» hasta que cada uno de estos pueda ser mcluido poner aquella «situación» en sus elementos hasta que nuestra
en una «regla de experiencia» y pueda estable~erse qué resul- «imaginación» pudiera aplicar a este saber «ontológico» nues-
tado «cabría» espera,· de cada uno tomado a1~ladamente, se- tro saber de experiencia «nomológico», extraído de la propia
gún una regla de experiencia, dada la presencia de .lo_s. otros praxis de vida y del conocimiento del modo en que se com-
como «condiciones>>. Por lo tanto, d juicio de «~~s1b1_hda~», portan los otros hombres, y juzgar positivamente luego que
en el sentido en que aquí empleamos 7sta. expres10n, implica la acción recíproca de aquellos hechos -bajo las condiciones
siempre la referencia a reglas de experienc1a .. La categona de concebidas como modificadas en determinado modo- «pudo:,.,.
«posibilidad» no se emple~, en consecuencia, en su form~ producir el resultado cuya «posibilidad objetiva» se afirma.
negativa, esto es, en el sentido de que exprese _D:1;stro ~º. s~ Esto significa sólo que, si «pensamos» este resultado como
ber O nuestro saber incompleto en c~ntrapos:c1011; al Ju:Clº acaecido de hecho, reconoceremos aquellos hechos, concebidos
asertórico o apodíctico; antes al contrarm, ella implica aqui la como modificados de aquel modo, como «causas suficientes».
referencia a un saber positivo acerca de «regla~ del acaecer», La exposición de este simple estado de cosas, que ha debido
a nuestro saber «nomológico», como suele decirse. ser algo prolija en aras de la precisión, muestra que Ia formu-
Cuando a la pregunta de si un determ_inado tren ha p~sado_ va lación de la trama causal histórica no se sirve solamente de la
por una estación se responde: «Es posible», este enunciado 11n- abstracción en sus dos vertientes -el aislamiento y la gene-
plica la comprobación de que la persona preguntad~ no conoce, ralización- sino que el juicio histórico mfís simple acerca de
subjetivamente, ningún hecho que excluya_ esta conJetura, ~~r~ la «significaci6n» histórica de un «hecho concreto», lejos de
también que no está en condiciones de af1rmar su correcc10n, constituir un sencillo registro de lo «previamente dado», re-
equivale por lo tanto, a un «no saber». Pero cuando Eduard presenta, antes bien, no solo una formación conceptual cate-
Meyer jt~zga que en la Hélade, hacia_ la épo~a ~e la batalla de gorialmente constituida, sino que también de hecho recibe su
Maratón, habría sido «posible» o bien; _ba¡o ~1e_rtas event:1a- validez solo en cuanto aportamos a la realidad «dada,> todo el
lidades, «probable» un des?;rollo teocra_t1co-rehg10s0, esto im- repertorio de nuestro saber de experiencia «nomo]ógico».
plica en cambio la afirmac10n de que ciertos elementos de lo El historiador argüirá, contra lo dicho,ª 7 que el curso fáctico
dado en la historia han estado objetivamen_t; pre~e~tes, esto
es que son susceptibles de una comprobac10n ob1et1vamente 37 Para un desarrollo más particularizado de lo que se afirma en lo que
sigue, véanse mis consideraciones en Roscher und K,des und die logis-
válida, elementos que, si eliminamos con. la mente la batalla chen Probleme der hístorischen Nationalokonomie.
de Maratón (y, por cierto, toda una sene de otros elemen-

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de la labor histórica y el contenido fáctico de la ~xpo~ición pero de la que aquí no nos ocupamos, de cómo surge una
histórica difieren. El «tacto» o la «intuición» del h1stonador, hipótesis histórica en el espíritu del investigador, sino solo
v no las generalizaciones ni la reflexión acerca de «regla_s», acerca de cuál es la categoría lógica dentro de la cual, en caso
son los que ponen en descubierto ~os 1:exos causales. ~,a dife- de duda o de cuestionamiento, es preciso demostrar la validez
rencia respecto de la labor de las ciencias natur.a}es reside pre- de tal hipótesis, pues ello constituye su <<estructura» lógica.
cisamente, siempre según aquella argumentacion, en que ~l Y cuando, de acuerdo con la forma de su exposición, el histo-
historiador se ocupa de la explicación de procesos y ~erson~h- riador transmite al lector el resultado lógico de su juicio caUr-
dades, los cuales serían <:<interpretados» y «co_mprend1d?~» m- sal histórico sin explicitar los fundamentos cognoscitivos, «su-
mediatamente por analogía con nuestro proJ?i?, ser esp~rltu~l; giriéndole» el curso de los hechos en lugar de «razonar» pe-
v, en definitiva, lo que interesa en la expos1c1on del historia- dantescamente, su exposición no sería más que una novela his-
dor es el «tacto», la intuitividad sugerente de su relat.o, que tórica, y no una comprobación científica, si faltase el firme es-
permite al lector «revivir» lo e:xpue~to de manera s~1:1-e1ante a queleto de la imputación causal tras la presentación artística-
como la intuición del propio historiador lo ha rev1v1do Y re- mente modelada. A este esqueleto conviene solamente el árido
presentado, y no, por cierto, recurrien,do al~~ sutilezas del_r~- modo de consideración de la lógica, pues también la exposi-
ciocinar. Además de esto se sostendra tamb1en que aquel J,,m- ción histórica exige <<validez» como <~verdad», y ese importan-
cio de posibilidad objetiva acerca de aquello q~e ~ha~na» tísimo aspecto de su labor, el único que hasta aquí hemos con-
acaecido según ]as reglas universales de la ex~er;encia s1 un siderado, -a saber, el regreso causal, solamente puede alcanzar
componente causal singular se pensase _co~o el1~111ado_ o mo- tal validez sí, en caso de cuestionamiento, sale airoso de la
dificado, muy a menudo es altamente mcie~to o 11n:~osibl~ d,e prueba de aquel aislamiento y de aquella generalización de los
alcanzar, por lo cual este basamento de la «1mputac10n>> h1sto- componentes causales singulares, por aplicación de la catego-
rica está expuesto en los hechos d<; manera pe!m~nente a fra- ría de posibilidad objetiva y de la síntesis de imputación po-
casar y en consecuencia, no podtta ser constitutivo respecto sibilitada de este modo.
del ;ai~r lógico del conocimiento histórico. Ahora bien, en Ha quedado en claro, sin embargo, que el análisis causal de
tales argumentaciones se confunden ante todo dos cosas, a sa- la acción personal se realiza de la misma manera, desde el pun-
ber, por un lado el curso psicológico del ~~igen de un c~no- to de vista lógico, gue el desarrollo causal de la «significación»
cimiento científico y la forma de presentacton de lo co_noc1do, histórica de la batalla de Maratón, mediante aislamiento, ge-
forma «artística» escogida con miras a influir/ r.sicológ1came~- neralización y construcción de juicios de posibilidad. Tomemos
te sobre el lector, y por otro la estructura logrea del conoci- enseguida un caso límite: el análisis conceptual de la acción
miento. h' . propia de nosotros mismos, acerca de la cual la mentalidad
Ranke «adivina» el pasado, pero aun respecto de un 1stona- carente de formación lógica ha tendido a pensar que con se-
dor de menor jerarquía magros serían los pr_ogr~s?~ del cono- guridad no presentaba problema «lógico» alguno, puesto que
cimiento si no contara con este don de la «mtu1c10n»: en tal ella está dada inmediatamente en la vivencia y -supuesta la
caso permanecería como una suerte de burócrata su?a!terno «salud» mental- es <<representable» ,en el recuerdo sin más
de la historia. Pero no otra cosa sucede con los conoc1m1entos intento de «comprensión», y, en consecuencia, naturalmente.
realmente grandes de la matemática y de la ciencia natu~al: Consideraciones muy sumarias muestran que ello no es así y
todos ellos se presentan en la imaginación de_ 1:13anera súbJta, que Ja respuesta «válida» a la pregunta de por qué he obrado
«intuitiva», como hipótesis, y luego son «venficad?s» en lo_s de ese modo representa una formación categorialmente cons-
hechos, esto es, se los investiga en cuanto a su «validez» apli- truida, que puede elevarse a la esfera del juicio demostrable
cando el saber empírico ya adquirido y se los «for~ula» de sólo mediante el empleo de abstracciones, aunque aquí, por
una manera lógicamente correcta. Exacta,,mente_ lo mismo ocu- cierto, la «demostración» comparezca ante el foro íntimo del
rre en la historia: en efecto, cuando aqm se afirma que el co- «actor».
nocimiento de lo '«esencial» está ligado al empleo del concepto Supongamos que una joven madre impulsiva se fastidie ante
de posibilidad objetiva, con ello nada se quiere ~sever~r ª?e~ca ciertas rebeldías de su hijo y que, como buena alemana que
de la cuestión, interesante desde el punto de vista ps1colog1co no acata la teoría contenida en aquellas hermosas palabras de

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Busch -«superficial es el golpe, pues solo la fuerza del espí- uno mismo o relatado por otros. No será ciertamente necesari1..
ritu penetra en el alma»-, le propine una buena bofetada. dilucidar la validez universal de esta proposición en complica-
Supongamos además que afortunadamente esté «afectada por dos ejemplos ::is y comprobar expresamente 1 verbigracia, que
la palidez del pensamiento» lo suficiente para «pararse a me- en el análisis de una decisión de Napoleón o de Bismarck pro-
ditar» unos segundos, luego de propinada aquella, ya sea acer- cedemos exactamente del mismo modo que la madre alemana
ca de su «conveniencia pedagógica», de su «justicia» o, al me- de nuestro ejemplo. El hecho de que el «aspecto íntimo~ de
nos, del «despliegue de fuerza» desarrollado con ella; o, me- la acción bajo análisis está para ellos dada en el recuerdo.
jor aún, supongamos que el grito del niño despierte en el mientras que nosotros tene111os que «interpretar» desde e:
pater familias que, como alemán, está convencido de su supe- «exterior» la acción de un tercero, constituye solamente, er,
rioridad en cuanto a comprensión de todas las cosas y, por lo contra de lo que cree el prejuicio ingenuo, una diferencia de
tanto, también de la educación de los niños, la necesidad de grado en cuanto a la asequibilidad y al carácter más o menm
dirigir a la madre reproches desde puntos de vista «teleol6gi- completo de los «materiales». No obstante, cuando encontra-
cos»; ella aducirá entonces, a modo de descargo, que si en mos «complicada» la «personalidad» de un hombre y difícil
aquel instante no hubiese estado «alterada», digamos, por ejem- de analizar, tendemos en todos los casos a creer que él mismo.
plo, a causa de una disputa con su cocinera, aquel correctivo con que solo quisiera ser sincero, debería estar en condicione~
no habría sido aplicado o bien no lo habría sido de «t¡se mo- de ofrecer acerca de eilo una información decisiva. No anali-
do~; y tenderá a conceder a su esposo que «él sabe bien que
ella no suele mostrarse así». Con ello Jo remite a su «saber de 38 Consideremos aquí brevemente otro ejemplo, analizado por K. Voss
experiencia» acerca de sus «motivos constantes>>, los cuales, ler ( op. cit., pág. 101 y síg.) a fin Je ílustrar la impotencia de la for.
mación de «leyes» Menciona ciertas originalidades lingüísticas de st;
en la mayoría de las constelaciones que son en general posi- familia, ~una ínsula itálica en un mar de habla alemana», acuñadas por
bles, habrían producido otro efecto, menos irracional. Con sus hijos e imitadas por los mayores en el trato con estos, y cuyo origt:-r:
otras palabras, pretende que aquella bofetada fuera, en cuanto se remonta a motivos muy concretos, que se presentan con toda clari-
a ella, una reacción frente al comportamiento de su niño cau- dad en el recuerdo, y pregunta: «¿Qué pretende explicar todavía er
sada de manera «accidental», y no «adecuada», para emplear estos casos de desarrollo lingüístico la psicología de los pueblos?:. (y.
podríamos añadir nosotros en el mismo sentido, cualquier ciencia «dt
desde ahora una terminología que aclararemos en lo que sigue. leyes»). El proceso, considerado por sí, está en los hechos prima facit
Ha bastado con esta plática hogareña para convertir en «ob- explicado de manera totalmente satisfactoria; sin embargo, ello no im-
jeto~ categorialmente construido aquella <<vivencia». Y por plica que no pueda ser objeto de una elaboración y un empleo ulterio
más que la joven, en caso de que un lógico le explicase que ha res. Ante todo, Ja circunstancia de que aquí la relación causal puede ser
comprobada de manera determinada podría ( concebiblemente, pues e~
ejecutado una «imputación causaL> semejante a la del historia- lo único que aquí interesa) emplearse como medio heurístico a fin dr
dor; que, con este fin, ha formulado «juicios de posibilidad comprobar si la misma relación causal puede encontrarse con probabili-
objetiva» y hasta operado con la categoría de «causación ade- dad en otros procesos de desarrollo lingüístico: pero esto exigiría, con-
cuada», de la que pasaremos a tratar en seguida; por más que siderado desde el punto de vista lógico, la subsunción del caso concreto
ella, decimos, se asombrara, con toda seguridad, lo mismo qu~ en una regla general. El propio Vossler ha formulado más tarde esta
aquel filisteo de Moliere que, para grata sorpresa de su parte, regla: «Las formas que se usan con mayor frecuencia atraen a las mar
raras~. Pero con ello no basta. La explicación causal del caso aducido
cay6 en la cuenbl que toda su vida había hablado en prosa sin es, como dijimos, prima facíe suficiente. Pero no hay que olvidar que
saberlo, no otra cosa, sin embargo, es lo que sucede ante el cualquier conexión causal individual, aun la más simple en apariencia
foro de la lógica. Nunca ni en parte alguna un conocimiento puede ser dividida y analizada hasta el infinito, y el punto en que ha•
conceptual, aun de una vivencia propia, es un efectivo «revi- bremos de detenernos depende solo de los límites de nuestro interl,
causal en cada caso. En el caso aducido no está en modo alguno dichc 1
vir» o una simple «fotografía» de lo vivido, pues la vivencill,
que nuestra necesidad de explicación causal haya de comentarse con e'
vuelta «objeto», adquiere siempre perspectivas y nexos que proceso «de hecho» indicado. Una observación precisa enseñaría posi-
en la «vivencia» misma no son «conscientes». En ese respecto, ·blemente, pongamos por ejemplo, que esa «atracción» que condicionab&
el representar-se una accción pasada, propia, en la reflexión, las transformaciones lingüísticas de los niños y la imitación por parte
en modo alguno procede de distinto modo que el representar-se de los mayores de estas creaciones infantiles se producía en grados muJ
distintos para diversas formas lexicales, y. en consecuencia, podría plan-
un «proceso natural»- concreto, pasado, ya sea «vivido~ por

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.ciremos aquí en detalle por qué esto no es as1 srno que, mu- reglas univé_'.rsales. de experiencia, aun cuando se cumpla aque-
chas veces, sucede precisamente lo contrarío. lla completitud «ideal» de los materiales proporcionados por
Antes bien, pasamos a considerar más de cerca la categoría las fuentes,:w Sin embargo, ello no es imprescindible. El exa-
de «posibilidad objetiva», cuya función hemos caracterizado men de la significación causal de un hecho histórico empezará
hasta aquí de manera muy general, y por cierto de manera ~on este plai:iteo: si, eliminando ese hecho del complejo de
especial, la cuestión relativa a la modalidad de la «validez» de factores considerados como co-determinantes o modificándolo
los «juicios de posibilidad>>. ¿Es válida la objeción de que la en determinado sentido, el curso de los acontecimientos po-
introducción de <<posibilidades» en la «consideración causal» dría h,aber, !amado: según reglas universales de experiencia,
implica en general la renuncia al conocimiento causal, y que, una d1recc1on configurada de distinto modo, cualquiera que
de hecho -a pesar de todo lo que ya hemos dicho acerca del fuese, en los puntos que son decisivos para nuestro interés.
basamento <<objetivo» de los juicios de posibilidad-, puesto En ~on~ecuen~ia, solo nos importa cómo aquellos <<aspectos»
que el establecimiento del curso «posible>> debe ser confiado del tenomen? mteresantes para nosotros son afectados por los
siempre a la (<imaginación», el reconocimiento de la signific~- momentos smgulares ca-determinantes. Y, por cierto, si res-
ción de esta categoría implica precisamente la confesión de que pecto de este planteo esencialmente negativo no obtenemos
en la «escritura de la historia» las puertas están siempre abier- un «juicio de posibilidad objetiva» correspondiente; si, por
tas al capricho subjetivo y que ella, por lo tanto, no es una lo tanto -lo que quiere decir lo mismo-, de acuerdo con el
ciencia? En los hechos, la siguiente pregunta: ¿qué «hab'i-ía» estado de nuestros conocimientos, el curso del acaecer en los
ocurrido si se piensa como modificado en cierto sentido un punt_os «históricamente importantes», es decir, aquellos que
momento determinado, relacionado con las demás condiciones? nos mteres~n, supuesta 1~ eliminación o modificación de aquel
a menudo no puede ser respondida positivamente, a partir ele he~ho, hubiese sido el mismo que resultó de hecho, según «ca-
bria esperar» de acuerdo con reglas universales de experiencia,
tearse la pregunta de si no cabría decir algo acerca de por qué deter- entonces aquel hecho carece de significación causal y en modo
minada forma se presenta con mayor o menor frecuencia, o bien no apa- alguno pertenece a la cadena que el regreso causal de la his-
rece. En tal caso, nuestra necesidad de explicación causal solo se satis- toria quiere y debe reconstruir.
Luía cuando las condiciones de este presentarse se formulasen en la Los dos disparos que estallaron en Berlín esa noche de marzo
forma de reglas y el caso concreto fuese «explicado» como una cons-
telación particular, que brota de la «cooperación» de tales reglas bajo P;ttenecen apr.o~imadamente, según Meyer, a aquella catego-
condiciones concretas. Con ello el propio Vossler tendría instalados en r~a, aunque qu1za no totalmente, puesto que, según su concep-
su propio dominio la aborrecida caza de las leyes, el aislamiento y la ge- ción, al menos el estallido revolucionario estuvo co-determi-
neralización. Y esto, ante todo, por su propia culpa. Su concepción ge- nado por ellos e1: cuanto al momento en que se produjo, y un
neral, en efecto, según la cual «la analogía es una cuestión de fuerza momento posterior podría haber implicado también otro cur-
psíquica», constriñe irremisiblemente a plantear la pregunta de si no
es posible discernir y expresar algo puramente general acerca de las con- so de los acontecimientos.
diciones «psíquicas» de tales «relaciones de poder psíquicas»; y ya a Sin embargo, si, de acuerdo con nuestro saber de experiencia,
primera vista introduce en estas cuestiones -al menos en esta formu- cabe suponer que cierto aspecto, con relación a los puntos im-
lación-- la que parece ser la peor enemiga de Vossler: la «psicología». portantes respecto de la consideración concreta, reviste rele-
Que nos contentemos en el caso concreto con la simple exposición del vancia causal, el juicio de posibilidad objetiva que expresa esta
origen concreto puede obedecer a un doble fundamento: o bien porque
Tas ~reglas» que un análisis ulterior permitiría discernir no ofrecerían relevancia admite toda una escala de grados de certeza. La
una nueva comprensión para la ciencia -es decir que el acontecimien- opinión de Eduard Meyer relativa a que la «decisión» de Bis-
to concreto no posee significación como «medio de conocimiento»--, o marck «provocó» la guerra de 1866 en otro sentido que aque-
bien porque el acontecimiento concreto mismo, por haber sido operan- llos. ~~s disparos implica la afirmación de que, excluyendo esta
re sólo dentro de un estrecho ámbito, carece de alcance universal para ?-ec1s1on, los otros determinantes existentes tendrían que de•
d desarrollo del lenguaje y, por lo tanto, está desprovisto de significa-
ción también como «causa real». En consecuencia, son los límites de Jatnos suponer, con ~alto grado» de posibilidad objetiva, un
nuestro interés y no la falta de sentido lógico los que condicionan el
hecho de que, respecto del proceso acaecido en la famíiía de Vossfer, 39 El intento de construir positivamente lo que «habría. ocurrido pue-
se ahorre presumiblemente la «formulación de conceptos~. de llevar a resultados monstruosos.

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desarrollo distinto ( ¡en los puntos «esenciales>>! ) . Por ejem- minada cantidad de puntos. Tal causalidad, en consecuencia.
plo: conclusión del tratado entre Prusia e Italia, la entrega es absolutamente «accidental», lo que nos autoriza a afirmar
pacífica de Venecia, la coalición de Austria con Francia o hasta que la manera física de arrojar los dados no influye «de ma-
un cambio de las circunstancias íticas y militares, que ha- nera general» sobre las posibilidades de obtener como suerte
bría llevado en los hechos a hacer de Napoleón el «amo de la un determinado número de puntos: para cada una de esas ma-
situación». El juicio de «posibilidad» objetiva admite, pues, neras, las probabilidades de que una cualquiera de las seis
por esencia, gradaciones, y, apoyándose en principios que son caras de los dados quede apuntando hacia arriba son, para
empleados en el análisis lógico ~el «c,,ál~ulo de pr?babilidades», nosotros, «iguales». Por lo contrario, existe una proposici6n
es posible representarse la relac16n log1ca conc1b1endo aquellos de experiencia general según la cual, si el centro de gravedad
componentes causales, a cuyo resultado «posible» se refiere el de los dados se encuentra desplazado, una de las caras de este
juicio, como aislados y contrapuestos respecto de todas las dado «cargado» resultará «favorecida» cualesquiera que sean
demás condiciones de las que pueda en general pensarse que los otros determinantes concretos, y hasta podemos expresar
mantienen con e1Ios una acción recíproca, e inquiriendo de numéricamente el grado de «favorecimiento», de «posibilidad
qué modo el círculo de todas aquellas condiciones, medi~ntc objetiva», mediante una repetición suficientemente elevad:.1
cuyo añadido esos componentes causales pensados como rusla- de las suertes. A pesar de Ja advertencia que suele hacerse,
dos resultaron «conducentes» para provocar el resultado «po- con todo derecho, en contra del traslado de los principios del
sible» se relaciona con el círculo de todas las condiciones me- cálculo de probabilidades a otros ámbitos, es claro que e3te
dian t; cuyo añadido aquellos componentes no lo hubieran último caso presenta analogías en el ámbito de cualquier cau-
«previsiblemente» provocado. Naturalmente, en modo alguno salidad concreta, con la única diferencia de que aquí falta por
se obtiene mediante esta operación una relación entre ambas completo la determinabilidad numérica, que presupone, en
~posibilidades» que fuera calculable «numéricamente~ en al- primer lugar, el «azar absoluto», y, en segundo, determina-
gún sentido. Ello solo se lograría en el campo del «acaso ab- dos «aspectos» o resultados numéricamente mensurables como
soluto» ( en sentido lógico), es decir allí donde -como en el objeto único del interés. A pesar de esa falta podemos, sin
juego de dados o en la ext_racci~n de bolas _de distint~s c~l?" embargo, no solo formular juicios de validez general acerca
res de una urna que contuviera siempre la misma combma~10n de que determinadas situaciones «favorecen» un tipo de reac-
de estas-, en una cantidad muy grande de casos, determina- ción, igual en cuanto a ciertas características, de parte de los
das condiciones, simples y unívocas, permaneciesen ~bsoluta- hombres enfrentados con ellas, y ello en mayor o menor grado,
mente idénticas mientras que todas las demás variasen de sino que estamos también en condiciones, cuando formulamos
manera que se s~strajera absolutamente a nuestro co~ocimien- una proposición de este tipo, de señalar una enorme masa de
to, y donde aquellos «aspectos» del resultado que m~:resan circunstancias, que posiblemente pudieran añadirse, y tales
-en los dados la cantidad de puntos; en la extracc10n de que no alterarían aquel «favorecimiento» general. Y, por fin,
bolas el color <le éstas- estuvieran determinados de tal mo- podemos evaluar el grado de favorecimiento de cierto resul-
do, ¡ncuanto a su «posibilidad», por aquellas condiciones tado por parte de determinadas «condiciones», aunque no de
constantes v unívocas ( constitución de los dados, distribución manera unívoca o siguiendo el tipo de un cálculo de probabi-
de las bol~s) que todas las otras circunstancias concebibles lidades: podemos ponderar, por comparación con el modo
careciesen de toda relación causal con aquellas «posibilidades», en que otras condiciones, pensadas como modificadas, «ha-
expresable en una proposición gen~ral de experienc~a. El mo- brían favorecido» tal resultado, el «grado» relativo de aquel
do en que tomo el cubilete y lo agito antes de arro¡.ar los da- favorecimiento general, y, una vez realizada exhaustivamente,
dos constituye un componente absolutamente determmante del en la «imaginación», esa comparación a través de modificacio-
número de puntos que in concreto arrojo, pero, a pesar de nes concebibles de los elementos en número suficiente, cabe
todas las supersticiones del «jugador», no existe posibilidad pensar que se obtiene un grado de certeza cada vez mayor con
alguna de concebir siquiera una proposición de experiencia respecto a un juicio acerca del «grado» de posibilidad objetiva,
que exprese que una determinada manera de ejecutar ambos al menos en principio - y es esta la única cuestión que aquí
actos «resulta conducente» para favorecer una suerte de deter• nos ocupa-. No solo en la vida cotidiana, sino también y es-

168 169
pecialmente en la historia, aplicamos de continuo tales juicios cillamente imposible-, sino, antes bien, que tal desarrollo
,1cerca del <,grado» de «favorecimiento», ya que s1n ellos se- diferente «habría» sido la consecuencia «adecuada» de aquel
rí,1 :,-:ncillamente imposible distinguir entre lo «importante» suceso. Expresemos ahora de manera lógicamente correcta el
y lo <,insignificante» desde el punto de vista causal. Por cierto, veredicto de Meyer, objetado por Von Below, acerca de la uni-
también Meyer los ha empleado, sin sospecharlo, en la obra ficación de Alemania: ella es la consecuencia «adecuada» de
que comentamos aquí. Si aquellos dos disparos, tantas veces ciertos sucesos del pasado; del mismo modo, la Revolución de
mencionados ya, fueron causalmente «inesenciales>> porque Marzo producida en Berlín puede volverse comprensible si-
«cualquier accidente -según la opinión de Meyer que aquí guiendo reglas generales de experiencia como la consecuencia
no criticamos en cuanto a los hechos- debía provocar el es- adecuada de cierta «situación» general, política y social. Por
tallido del conflicto», ello significa que, en la constelación his- ]o contrario, si fuese creíble que sin esos dos disparos hechos
tórica dada, se pueden aislar conceptualmente determinadas a las puertas del palacio de Berlín «habría» podido ser evi-
«condiciones» que habrían provocado aquel efecto aun cuando tada -según reglas generales de experiencia y con un grado
se concibiese un número enormemente grande de otras condi- de probabilidad decisivamente elevado- una revolución, por-
ciones que fuese posible añadir a las primeras, mientras que que pudiera demostrarse que la combinación de las demás
el círculo de los momentos causales concebibles cuyo añadido «condiciones» no habría «facilitado» --en el sentido de este
volvería para nosotros probable otro resultado ( ¡en relación giro que antes hemos explicitado-, o no lo habría hecho en
con 1os puntos «decisivos»!) se nos aparece relativamente co- medida considerable, según reglas generales de experiencia, el
mo muy limitado. Y queremos suponer, a pesar de la expre- estallido de una revolución sin el añadido de aquellos dispa-
sión «debía», que en opinión de Meyer ese círculo no era nulo, ros; si de tal modo -decimos- pudiera ello volverse creíb1e,
puesto que en otros lugares este autor insiste con tanta fuerza entonces hablaríamos de causación «accidental», y, en ese caso,
en el carácter irracional de lo histórico. harto difícil de concebir por cierto, la Revolución de Marzo
Para atenernos al uso terminológico de los teóricos de 1a causa- debería ser «imputada» causalmente a aquellos dos disparos.
lidad en materia jurídica, uso establecido desde los trabajos En el ejemplo de la unificación de Alemania, por lo tanto, a
de Kries, llamaremos causación «adecuada» a los casos que lo «accidental» no hay que contraponer, como supuso Von
corresponden al tipo lógico mencionado en último término, Below, lo «necesario», sino lo «adecuado», en el sentido que
que atañen a la relación de determinados complejos de «con- va hemos desarrollado siguiendo a Von Kries. 40 Hemos de
diciones» con un «resultado» sobreviniente, complejos conce- dejar bien establecido, además, que con respecto a esta con~
bidos como aislados y reunidos por la consideración histórica traposición en ningún momento se trata de diferencias de la
en una unidad. ( La «causación adecuada» se refiere a la de causalidad «objetiva» del curso de los procesos históricos y
aquellos elementos del resultado a través de estas condiciones.) sus relaciones causales mismas, sino, exclusivamente, de que
Además, del mismo modo como lo hace Meyer -quien sola- nosotros aislamos mediante abstracción una parte de las «con-
mente no formula de manera clara ese concepto-, hablare- diciones>> previamente halladas en la «tela» del acaecer y la
mos de causación «accidental>> allí donde, respecto de los ele- convertimos en objeto de «juicios de posibilidad», a fin de
mentos del resultado que entran en la consideración histórica, obtener de ese modo, mediante la ayuda de reglas de expe-
pasaron a ser eficaces ciertos hechos que provocaron un resul- riencia, una comprensión de la «significación» causal de los
tado no «adecuado» en este sentido con relación a un complejo elementos singulares del acaecer. A fin de penetrar acabada-
de condiciones concebido como reunido en una unidad. mente los nexos causales reales, construimos nexos irreales.
Para volver ahora sobre los ejemplos que utilizamos antes, ]a Ha sido particularmente frecuente el que se desconociera que
«significación» de la batalla de Maratón puede ser determina- se trata de abstracciones, y ello de una manera que encuentra
da lógicamente, siguiendo la opinión de Eduard Meyer, del
siguiente modo: No se trata de que un triunfo de los persas 40 Más adelante consideraremos qué medios poseemos para apreciar el
habría debido tener por consecuencia un desarrollo de la cul- «grado>> de adecuación, y qué papel juegan en ello las llamadas «analo-
gías», en especial con la descomposición de «complejos de causas» en
tura helénica, y por lo tanto universal, determinado de ma- ~us elementos -para lo cual no poseemos por cierto una .:clave de des-
nera por entero diferente -pues semejante juicio sería sen- membramiento»-. La formulación es aquí, por fuerza, provisional.

170 171
su análogo en determinadas teorías de especialistas en caus,1- eso, decimos, sino que, ante todo, ha de quedar firmemente
lidad jurídica, teorías que se basan en los puntos de vista de establecido que un resultado concreto no puede ser considera-
J. Stu.art Mill y que ya han sido criticadas41 de manera convin- do como fruto de una lucha entre algunas causas que lo pro-
cente en el citado trabajo de Von Kries. Siguiendo a MiH, mueven y otras que lo obstaculizan, sino que el conjunto de
quien creía que el cociente de probabilidad matemático im- todas las condiciones a que conduce el regreso causal a partir
plicaba la relación entre aquellas causas que «provocaban» un de un «resultado» debió «entrar en acción recíproca» así y
resultado y aquellas que lo «obstaculizaban», causas que exis- no de otro modo, a fin de que el resultado concreto adviniese
tían («objetivamente») en un momento dado, también Bin- tal como fue y no de otro modo; en efecto, para toda ciencia
ding supone que entre las condiciones que <<promueven un empírica que labore causalmente, el advenimiento del resul-
resultado» y las que lo «obstaculizan» existe objetivamente tado no se establece en un momento determinado sino que
( en cnsos particulares) una relación susceptible de expresión está fijado «desde .toda la eternidad>>. Por lo tanto, cuando se
numérica o bien determinable de manera estimativa, la cual, habla de condiciones que «favorecen» u «obstaculizan» cierto
bajo ciertas circunstancias, se encuentra en «estado de equili- resultado, con ello no puede significarse que determinadas
brio»; el desarrollo de la causación consiste, precisamente, en condiciones procuren estorbar en vano en el caso concreto t"l
que las primeras rompen a su favor ese equilibrio. 42 Es evi- resultado en definitiva provocado, mientras que otras lo hayan
dente que aquí el fenómeno de la «lucha de motivos$, que se impuesto a pesar de aquellas; esa expresión, por lo contrario,
presenta como «vivencia» inmediata en el caso del examen solo y exclusivamente puede significar que ciertos elementos
de las «acciones» humanas, ha sido erigido como base de la teo- de la realidad que preceden en el tiempo al resultado, conce-
ría de la causalidad. Sin que interese qué significación general bidos como aislados, generalmente <<favorecen» según reglas
se quiera atribuir a ese fenómeno, 43 es bien seguro que nin- universales de experiencia un resultado del tipo correspondíen-
guna consideración causal rigurosa, y tampoco la histórica, en te, lo cual significa, sin embargo, como sabemos, que en la ma-
consecuencia, puede aceptar este antropomorfismo. 44 No solo yoría de las combinaciones con otras condiciones, concebidas
la representación de dos «fuerzas» operantes <<contrapuestas>> como posibles, aquellos elementos suelen provocar este re-
es una imagen espacial-corpórea, que únicamente puede ser sultado, mientras que, por lo contrario, ciertos otros general-
aplicada de manera no engañosa en aquellos procesos --en mente no provocan este sino otro. Trátase de una abstracción
especial los de tipo mecánico y físico- 43 en los cuales, entre aislante y generalizante, y no de la descripción de un proceso
dos resultados «contrapuestos» en sentido físico, uno es pro- que ocurra efecdvamente, en aquellos casos en que, por ejem-
vocado por una de las fuerzas y el otro por la otra; no solo plo, leemos en Meyer (pág. 27) que todo «empuja» hacia
determinado resultado; en efecto, con ello sólo se quiere
41 La medida en que aquí, como en muchas consideraciones anteriores decir, si se lo formula de modo lógicamente correcto, que po-
he «saqueadoll> las ideas de Von Kries me resulta harto embarazosa ma~ demos aislar conceptualmente y establecer «momentos» causa-
:rime cuando mi formulación es por fuerza mucho menos precisa q~1e la
suya. Pero ambas cosas eran inevitables para los fines de este estudio. les, respecto de los cuales el resultado esperado debe ser
42 Binding, Die Normen und ihre Uebertretung, vol. I, pág. 41 y sig.; concebido como en relación de adecuación, puesto que son
Von Kries, op. cit., pág. 107 relativamente escasas las combinaciones re presentables de esos
43 H. Gomperz (Ueber die Wahrscheinlichkeit der Willensentscheidun- momentos causales tomados por separado con otros de los cua-
gen, Viena, 1904, separata de los Sitzungsberichten der \Viener Akade- les pudiera «esperarse» según reglas generales de experiencia
mie, Phil.-hist., Kl., vol. 14) ha hecho lo mismo sobre ]a base de una
teoría fenomenológica de la «decisión,., Reservo mi opinión acerca del un resultado distinto. Solemos hablar, en los casos en que de
valor de su exposición del proceso. De todos modos, me parece que la acuerdo con nuestra «concepción» las cosas son tales como las
identificación hecha por Windelband, puramente analítico-conceptuat describe Meyer con esas palabras, de la existencia de 11na «ten-
-lo cual es deliberado para sus fines-, del motivo «más fuerte~ con dencia de desarrollo» orientada al resultado correspondiente. 48
aquel en cuyo favor en definitiva la decisión «se indina>> ( U eber W ¡. Esto, al igual que el empleo de imágenes como « fuerzas im-
llensfreiheit, pág. 36 y sig.) no constituye el único modo posible de tra•
tar el problema.
44 Respecto de ello tiene plena raz6n Kistiakowski, op. cit. 46 La fealdad de la expresión en nada perjudica la existencia de la si-
45 Véase Von Kries, op. dt, pág 108. tuación lógica.

172 17.3
pulsaras» o, a la inversa, «obstaculizantes» de un desarrollo
-por ejemplo, del «capitalismo»-, pero de la misma manera 3. Sobre algunas categorías de la so-
el giro que expresa que en un caso concreto una «regla» de- ciología comprensiva 1 ( 1913)
terminada de la trama causal es «cancelada» por medio de
determinadas concatenaciones causales, o ( con expresión aún
más imi:rec~sa J que una «ley» lo es por otra «ley», todas esas
cara~tenzac1ones son, pues, inobjetables, siempre que se tenga
contmuamente conciencia de su carácter conceptual, que se 1. Sentido de una sociología «comprensiva»
tenga por lo tanto presente que ellas estriban en la abstracción
de ciertos elementos de la concatenación causal real en la Al igual que todo acaecer, la conducta humana ( «externa» o
generalización conceptual de los demás bajo forma de' juicios «interna») muestra nexos y regularidades. Sin embargo, hay
de p~~ibilidad objetiva y en el empleo de estos para la cons- algo que es propio solamente de la conducta humana, al menos
truccion del acaecer como una trama causal articulada de de- en sentido pleno: el curso de regularidades y nexos es inter-
terminada manera. 47 Pero no nos basta en este caso con que pretable por vía de comprensión. Una «comprensión» de la
se admita y se tenga conciencia de que todo nuestro «conoci- conducta humana obtenida por medio de interpretación con-
miento» se relaciona con una realidad categorialmentl cons- tiene ante todo una «evidencia» cualitativa específica, de di-
truida, y que, por lo tanto, la «causalidad», por ejemplo, es mensión singularísima. El que una interpretación posea esta
una categoría de «nuestro» pensamiento. En efecto, en este
respecto, el carácter «adecuado» de la causación presenta una 1 Además de las exposiciones de G. Simmel, en Die Probleme der ge-
schichtsphilosophie, Leipzig 1892, y de mis trabajos anteriores (reunidos
problemática propia. 48 Si bien no es nuestra intención rea- en el presente volumen) se debe mencionar las observaciones de Rickert,
lizar aquí u~ análisis exhaustivo de esta categoría, será em- en la segunda edición de la obra Die Grenzen der naturwissenschaftli-
pero necesario averiguar, al menos de manera sucinta, a fin de chen Begriffsbildimg, Tubinga, 1913, y los diversos trabajos de K. Jas-
poner en claro y volver comprensible para lo sucesivo la na- pers, en especial Allgemeíne Psychopathologie, Berlín, 1913. Diferen-
tura~e~a estrictametnte relativa, condicionada por el fin cog- cias de conceptuación, tal como es posible encontrarlas entre estos auto-
res y también respecto de la obra, siempre importante, de F. Tonnies
n.osc1t1vo concreto en cada caso, de la oposición entre causa- ( Gemeinschaft und Gesellschaft, Berlín, 1887) y de los trabajos de A.
c~ón «adecuada» y «accidental», cómo el contenido, en muchí- Vierkandt y otros, no tienen por qué representar siempre diferencias
s1m?s casos sumamente indeterminado, de la proposición con- de opinión. En el aspecto metodológico, a los trabajos mencionados es
tem~a en un juicio de posibilidad se compadece con su exi- posible agregar los de Gottl (Herrschaft des Wortes, Berlín, 1913) y
gencia de «validez» y su aplicabilidad para la formación de la ( para la categoría de posibilidad objetiva) de Radbruch; también, aun-
que más indirectamente, los de Husserl y Lask. Se advertirá fácilmente
serie causal histórica. 49 que la elaboración conceptual muestra relaciones de semejanza externa,
pero una aguda contraposición interna, con las formulaciones de R.
Stammler ( Wirtschaft und Recht 1tach der materiaJistischen Gescbichts-
auffassung, Leipzig, 1896), quien es tan destacado como jurista cuanto
confuso como teórico de la sociedad. Ello es deliberado. El modo de
formación de los conceptos sociológicos es en gran medida cuestión de
oportunidad. En modo alguno estábamos obligados a formular todas las
categorías que siguen ( desde la sección quinta hasta la séptima). Las
desarrollamos, en parte, a fin de mostrar lo que Stammler «habría de-
bido significar~. La segunda parte del ensayo es un fragmento de una
47 Solo donde se olvMa esto -lo cual por cierto ocurre muy a menu- exposición escrita hace ya tiempo que debía servir para la fundamen-
do-- son fundadas las dudas de Kistiakowski ( op. cit.) acerca del ca- tación metódica de investigaciones 'tivas, y, sobre todo, de una con-
rácter «metafísico» de esta consideración causal. tribución ( Wirtschaf t u11d Gesellsc t) para una obra general que de-
48 También respecto de esto los puntos de vista decisivos han sido en berá aparecer más tarde, y de la cual otras partes se publicarán ocasio-
parte expresados y en parte insinuados tanto por Von Kries como por nalmente en otros lugares. El carácter pedantesco de la formulación co-
Radbruch. rresponde al deseo de distinguir con nitidez el sentido subietivamente
49 Otro ensayo debía seguir a este. ( Nota del editor alemán.) mentado del objetivamente válido ( apartándonos con eso en algo del
método de Simmel) .

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175
evidencia en medida muy alta nada prueba en sí en cuanto a La eviJencia específica del comportamiento racional con reh1-
su validez empírica. En efecto, un comportamiento igual en su ción a fines no trae naturalmente por consecuencia que b
curso y su resultado externos puede descansar en constelacio- interpretación racional haya de ser considerada, d~ manera es-
nes de motivos de índole muy diversa> entre los cuales los pecial, meta de la explicación sociológica. A cau.sa del papel
comprensibles de manera más evidente no siempre han sido que en la acción del hombre desempeñan «estados emociona-
los realmente en juego. Antes bien, el «comprender» determi- les» y afectos «irracionales con relación ¡l fines», y puesto
nado nexo ha de ser controlado, en la medida de lo posible, que toda consideración comprensiva racional con relación a
con los métodos usuales de la imputación causal antes de que fines tropieza de continuo con fines que, por su parte, ya no
una interpretación, no importa cuán evidente, pase a ser una pueden ser interpretados como <.<medios>> racionales para otros
«explicación comprensible» válida. Ahora bien, la interpreta- fines sino que es preciso aceptarlos como orientaciones teleo-
ción racional con relación a fines ( Zweckrationales) es la que lógicas no susceptibles de ulterior interpretación racional --por
posee el grado máximo de evidencia. Por comportamiento ra- más que su origen pueda pasar a ser, como tal, objeto de un,\
cional con relación a fines ha de entenderse aquel que se orien- explicación comprensiw que proceda «psicológicamente),J,-•-··,
ta exclusivamente hacia medios representados ( subjetivamen- con igual derecho se podría afirmar precisamente lo contrario.
te) como adecuados para fines aprehendidos de manera ( sub- Es evidente, sin embargo, que muy a menudo el comporta-
jetivamente) unívoca. En modo alguno es solamente com- miento interpretable racionalmente configura, respecto del
prensible para nosotros la acción racional con relaciJn a fines: análisis sociológico de conexiones comprensibles, el «tipo
«comprendemos» también el curso típico de los afectos y de ideal» más apropiado. Tanto la sociología como la historia,
sus consecuencias típicas para la conducta. Para las disciplinas realizan interpretaciones de índole ante todo ~pragmática»-, a
empíricas, los límites de lo «comprensible» son fluctuantes. partir de nexos racionalmente comprensibles de la acción. Así
El éxtasis y la experiencia mística, al igual que ciertos tipos procede, por ejemplo, la economía social, con su construcción
de conexiones psicopáticas o el comportamiento de niños pe- racional del «hombre económico». Y, por cierto, no de otro
queños ( o bien de los animales, de que aquí no nos ocupa- modo opera la sociología comprensiva. En efecto, su objeto
mos), ante todo, no son asequibles en la misma medida que específico no lo constituye para nosotros un tipo cualquiera
otros procesos a nuestra comprensión y a nuestra explicación de «estado interno» o de comportamiento externo sino la ac--
comprensiva. No se trata, por cierto, de que lo «anormal» ción. Pero «acción» ( incluidos el omitir y el admitir delibera-
como tal se sustraiga a la explicación comprensiva. Por lo con- dos) significa siempre para nosotros un comportamiento com-
trario, Jo absolutamente «comprensible» que es a la vez lo prensible en relación con «objetos>>, esto es un comportamien-
más «sencillo» de aprehender, en cuanto corresponde a un to especificado por un sentido (subjetivo) <<poseído» o «men-
.«tipo regular» ( en el sentido de esta expresión que enseguida tado», no interesa si de manera más o menos inadvertida. L~
dilucidaremos), puede ser, precisamente, obra de quien se apar- contemplación budista y el ascetismo crísti,rno de Ja concien
te en mu.cho del promedio. Como a menudo se ha dicho, «no da íntima se relacionan, respecto del actor, de manera subje-
es preciso ser César para comprender a César». De lo contra- tivamente plena de sentido, con objetos «internos», mientras
rio, toda historia carecería de sentido. A la inversa, se da el qU,e la disposición económica racional de un hombre en cuanto
caso de que actividades de un hombre a las que consideramos a bienes materiales se relaciona con objetos «externos>~. Aho-
totalmente cotidianas, «propias» de él y por cierto «psíquicas», ra bien, la acción que específicamente reviste importancia para
carezcan por completo, en su conexión, de aquella evidencia la sociología com siva es, en particular, una conducta que
cualitativa específica que lo comprensible marca. Por ejemplo, 1) está referida, e acuerdo con el sentido subjetivamente men-
de la misma manera que muchos procesos psicopáticos, los tado del actor, a la conducta de otros; 2) está ca-determinada
procesos de la memoria y el intelecto solamente en parte son en su decurso por esta su referencia plena de sentido, y 3)
«comprensibles». Por ello, las ciencias comprensivas tratan las es explicable por vía de comprensión a partir de este sentido
regularidades comprobadas relativas a esos procesos psíquicos mentado (subjetivamente). Con el mundo exterior y en espe-
del mismo modo que las uniformidades legales de la naturaleza cial con la acción de los otros relaciónanse también, de manera
física. subjetivamente provista de sentido, las acciones afectivas y los

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<<estados emotivos» que revisten importancia respecto del cur- hombre económico aislado. Pero 1a pertinencia para la socio-
so de la acción, es decir indirectamente, como el «sentimiento logía comprensiva de procesos que carecen de una «referencia
de dignidad», el «orgullm>, la «envidia», los «celos>>. La socio- a sentido» subjetiva, como las series estadísticas de nacimien-
logía comprensiva no se interesa, sin embargo, en los fenóme- tos y muertes, los procesos de selección de los tipos antropoló-
nos fisiológicos y en los antes llamados «psi~ofísicos», como gicos, pero también los hechos meramente psíquicos, consiste
por ejemplo esfigmogramas, cambios de los tiempos de reac- exclusivamente en su papel de «condiciones» y «consecuen•
ción v otros similares, ni en los datos psíquicos brutos, como das» respecto de las cuales se orienta la acción provista de
por ~jemplo la combinación de sentimientos de tensión, de sentido, como es el caso, en la economía política, de los estados
placer y displacer que pueden caracterizar a aquellos. Ella, en climáticos o fisiológico-vegetativos.
cambio, establece diferenciaciones siguiendo referencias típi- Los procesos de la herencia, por ejemplo, no son comprensi-
cas, provistas de sentido, de la acción ( ante todo referencias bles a partir de un sentido subjetivamente mentado, y, como
a lo externo), por lo cual, como veremos, lo racional con re- es obvio, lo único que logran las comprobaciones de la ciencia
lación a fines le sirve como tipo ideal, precisamente para po- natural, a medida que se vuelven más exactas, es disminuir
der estimar el alcance de lo irracional con relación a fines. en algo esa incomprensibilidad. Supongamos que alguna vez
Solo si se quisiese caracterizar el sentido ( subjetivamente men- se logre -a sabiendas nos expresamos de manera «no pro-
tado) de su referencia como el «aspecto interno» de la con- fesional»- poner en conexión, de algún modo aproximada-
ducta humana -giro este no carente de peligros- s~ podría mente unívoco, el grado de subsistencia de cualidades e im-
afirmar que la sociología comprensiva considera aquellas ma- pulsos determinados, pertinentes desde el punto de vista so-
nifestaciones exclusivamente «desde el interior», es decir, sin ciológico, tales, por ejemplo, que favorezcan el nacimiento de
computar sus fenómenos físicos o psíquicos. Por lo tanto, di- la aspiración a ciertas formas de poder social o bien la posi-
ferencias en cuanto a cualidades psicológicas no revisten por bilidad de alcanzarlas --como, en general, la capacidad de
sí solas importancia para nosotros. La identidad de la referen- orientar racionalmente la acción o, en particular, otras cuali-
cia provista de sentido no se liga a la identidad de las cons- dades intelectuales específicas-, con un índice craneano o con
telaciones «psíquicas» que eventualmente se presenten, aun- la pertenencia a determinados grupos humanos, caracterízables
que diferencias en un aspecto puedan estar condicionadas por a través de ciertos rasgos, cualesquiera que estos sean. En tal
diferencias en el otro. Una categoría como «afán de lucro», sin caso, la sociología comprensiva, como es obvio, tendría que
embargo, en modo alguno pertenece a una «psicología». En tomar en cuenta en su labor estos hechos especiales del mismo
efecto, «idéntico» afán de «rentabilidad» por parte de una modo como, por ejemplo, lo haría con el sucederse típico de
«misma» empresa comercial puede, no solo ir unido en dos las edades del hombre o bien su carácter de ser mortal en ge-
propietarios sucesivos con «rasgos de carácter>> absolutamente neral: Sin embargo, su tarea propia comenzaría precisamente
heterogéneos, sino estar condicionado de manera directa, en allí donde hubiera que explicar de manera interpretativa: 1 )
cuanto a su curso y a su resultado en todo idéntico, por mediante qué acción provista de sentido, referida a objetos,
constelaciones «psíquicas» en definitiva contrapuestas; tam- pertenezcan estos al mundo externo o al interno, procuraron
bién las «orientaciones teleológicas» últimas y por lo tanto los hombres dotados con aquellas cualidades heredadas espe-
( para la psicología) decisivas suelen carecer de todo paren- cíficas realizar el contenido de su aspiración de tal modo co-
tesco. Procesos que no tienen un sentido subjetivamente refe. determínada o favorecida, y en qué medida y por qué esto se
rido al comportamiento de otros no por eso son indiferentes alcanza, y 2) qué consecuencias comprensibles ha tenido esta
desde el punto de vista sociológico. Por lo contrario, pueden aspiración ( condicionada hereditariamente) respecto del com--
encerrar en sí las condiciones decisivas de la acción y, por portamiento de otros hombres, que también contenga una re-
lo tanto, sus fundamentos determinantes. Por ejemplo, al ferencia provista de sentido.
<<mundo externo» carente de sentido, a las cosas y procesos de
la naturaleza se refiere exclusivamente la acción, de un modo
provisto de sentido, en una parte esencialísima de las ciencias
<.:umprensivas, a saber, ]a acción, teóricamente construida, del

178 179
2. Relación con la «psicología> incompre:1,sibles_, o bien con:º comprensibles, mas no racionales
con relac~on ~ frnes. N~ existe otro medio para establecer qué
De acuerdo con todo lo dicho> la sociología comprensiva. 110 ha revestido 1mportanc1a, en cuanto al curso de la acción en-
forma parte de una «psicología». El «género más compren- ere Jos ele1:1entos de la situación «psíquica>>, que su.pon;mos
sible» directamente, propio de la estructura provista de sen- aqm conocidos <le !na1~era completa. Esto vale sin excepción
ddo de u.mi acdón, es por ciei-to fa acción 01·ientada, en Jo sub- alguna para cualqrner ~mputación histórica y sociológica. Sin
jetivo, de manera estrictamente raciona], siguiendo medios H embargo, la~ «or~entac1ones teleológicas>> últimas, aprehen:a,i-
los que se considera (subjetivamente) como unívocamente bles _con «ev1de1;cia» .Y ~comprensibles» en este sentido ( ~sus-
adecuados para el logro de fines aprehendidos' como ( subjeti- ceptible~ de rev1venc;a s1mpatética»), con las que tropieza una
vamente) unívocos y claros. Y ello del mejor modo posible, ps1co~og1a comprensiva ( por ejemplo, el <1<impulso sexual»),
cuando también al investigador le parecen aquellos medios constl!uyen solo datos que han de ser aceptados en principio
apropiados pata estos fines. Cuando una acción tal es «expli- del mismo m_~do que ~t~os datos cualesquiera, por ejemplo,
cada,.., ello no significa, sin embargo, que se pretenda dedu- una _constelacmn de fact1c1dades que careciera por completo de
cirla a partir de estados de cosas <<psíquicos»; antes a la in- senudo.
versa: se pretende deducirla, como es manifiesto, solo a parrir Entre la acción que está orientada ( en Jo subjetivo) de mo-
de las expectativas que en efecto se alimentaron, de manera do, a~solutamente racio1:al con relación a fines y los datos
subjetiva, en torno del comportamiento de los objeto\ ( racio- ps1qu1cos ~bsoluta11;1ente m~o~t:,rensibles se encuentran, ligadas
nalidad con relación a fines subjetiva), así como de las que se en la realidad mediante múltiples transiciones las conexiones
tuvo el derecho de alimentar según reglas válidas de experien• comprensibles ( irracionales con relación a fin;s) comúnmente
da -racionalidad con relación a lo regular ( Richtigkeitm1- llamadas ;<PS~co~óg~cas», cuya difícil casuística no podemos
tionalitiit), objetiva-. Mientras más unívocamente esté orien- tratar aqm, ni s1qu1era de manera indicativa. La acción orien-
tada una acción de acuerdo con el tipo de la racionalidad con tada en lo subjetivo de manera racional con relación a fines
relación a regular, tanto menos será posible comprender con y la acción ( «racional con relación a lo regular>>) orientada
sentido su curso mediante consideraciones psicológicas cuales- .:de modo correctm> ( ríchtig) hacia lo objetivamente válido
quiera. A la inversa, toda explicación de procesos irracionales. difieren. radicalmente. A juic~o del investigador, una acción
es decir aquellos en los que pasaron inadvertidas las condi- por explicar puede parecer racional con relación a fines en alto
ciones «objetivamente» regulares de la .:tcción racional con re- grado, pero _orientada s_egún suposiciones del actor que carecen
lación a fines, o bien aquellos en que se desecharon en rnedid,1 de toda val_1dez. Po_r _eJemplo, una acción orientada siguiendo
relativamente importante también las consideraciones raciona- representacmnes mag1cas muy a menudo presenta en lo subje~
les con relación a fines propios del actor -en un «pánico bur- tivo un car_ácter más ~a~ional con relación a fines que ciertos
sátili., p. ej.-, necesita, ante todo, establecer cómo se c?mportam1ent~s «religiosos» no mágicos, puesto que la reli-
habría actuado en el caso límite, el del tipo ideal racional, de g10s1dad, a medida que avanza el desencantamiento del mundo
una racionalidad absoluta con relación a fines y a lo regular. se ve forzada a aceptar cada vez más ( en lo subjetivo) refe~
Solo entonces, es decir, solo establecido esto, puede cumplir- rencias de sentido irracionales con relación a fines ( por ejer:o-
se, como lo enseña la más elemental consideración, la impu plo, referencias «de conciencia» o místicas). Aun prescindien-
tación causal respecto de componentes «irracionales>> tanto do de la imputación, 1a historiografía y la sociología tienen
subjetivos cuanto objetivos, puesto que solo entonces se sabe que ver de continuo también con las relaciones que el curso
qué es explicable, respecto de la acción -para emplear una de h~cho de una acc~ón comprensible, provista de sentido,
expresión cuyo uso es característico-, «de manera exclusiva mantiene con aquel upo que la acción «debió» adoptar en
mente psicológica», esto es, imputable a conexiones que de caso de correspond~r a lo «válido» ( para el propio investiga-
penden de una orientación objetivamente errónea o bien de dor), queremos decir con eIIo al «tipo regular» ( Richtigkeitsty-
una irracionalidad con relación a fines subjetiva, y, por último, pus).
de motivos que pueden ser interpretados como aprehensible~ En efecto, el hecho de que un comportamiento orientado,
solo según reglas de experiencia, pero que son por completo subjetivamente provisto de sentido, corresponda a un tipo

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regular, se contraponga a él o se Ie acerque en mayor o menor -observada de manera deficiente o bien inadvertida por no
medida, puede constituir, para determinados fines ( no para haber sido «declarada» a partir de fundamentos comprensi-
todos) de la historiografía y de Ja sociología, un estado de bles- del comportamiento externo o interno. Y ello, por
cosas de suma importancia «en bien de sí mismo», es decir, a otra parte, del mismo modo como lo implicaba ( desde el pun-
consecuencia de las relaciones de valor rectoras. Además, este to de vista metodológico) la teoría del materialismo económi-
será, ante todo respecto del término externo de la acción co, que precedió a la de Nietzsche ,en algunas décadas. En
-del «resultado»-, un momento causal decisivo. Trátase, tales casos, lo racional con relación a fines en lo subjetivo,
por lo tanto, de un estado de cosas respecto del cual, en cada aunque no sea observado, y lo objetivamente racional con
caso, han de revelarse las precondiciones históricas concretas, relación a lo regular entran de manera harto fácil en una rela-
o sociológicas típicas, de modo tal que se vuelva comprensi- ción no siempre bien aclarada, que, sin embargo, no hemos
ble, y que por esa vía quede explicada, a través de la categoría de tratar con más detalle aquí. Solo nos interesa indicar, en
de la «causación adecuada provista de sentido», la proporción efecto, a grandes trazos ( y de manera necesariamente impre-
de identidad, apartamiento o contradicción del curso empírico cisa), aquello que lo «meramente psicológico» del «compren-
respecto del tipo regular. La coincidencia con el «tipo regular» der» presenta siempre de problemático y limitado. Por un lado,
constituye la conexión causal «más comprensible», en cuanto está una racionalidad inadvertida ( «no declarada»), relativa-
la «más adecuada, provista de sentido». «Causado adecuada- mente abarcadora, de la conducta que aparece como por en-
mente de una manera provista de sentido» a partir.de la his- tero irracional con relación a fines, y que se vuelve «compren-
toria de la lógica es el hecho de que, dentro de una trabazón sible» a causa de esa racionalidad. Por el otro lado, el hecho,
de argumentos sobre cuestiones lógicas, bien determinada y al que se puede documentar de cien maneras ( en la historia
subjetivamente provista de sentido ( esto es, dentro de un de la cultura), de que fenómenos que en apariencia están con-
( «estado de problemas»), a un pensador se le «ocurra» una dicionados de manera directamente racional con relación a fi-
idea que se aproxime al tipo regular (correcto) de la «solu- nes estuvieron originados históricamente, en verdad, por mo-
ción»•. Y ello del mismo modo como, en principio, la orienta- tivos enteramente irracionales, hasta que la mutación de las
ción hacia lo real «según experiencia» de parte de cierto ac- condiciones de vida les otorgó un alto grado de «racionalidad
tuar nos parece «causada de manera adecuada, provista de con relación a lo regular» técnica, con lo que sobrevivieron
sentido». «adaptados» y hasta, en ocasiones, se difundieron universal-
Sin embargo, el que el decurso real de cierto actuar se aproxi- mente.
me grandemente al tipo regular, esto es la racionalidad con La sociología toma nota, naturalmente, no solo de la existen-
relación a lo regular fáctica, objetiva, muy lejos está de coin- cia de «motivos presuntos» del obrar, de «satisfacciones sus-
cidir necesariamente con un actuar que sea en lo subjetivo ra- titutas» de orientaciones impulsivas, y similares, sino, más to-
cional con relación a fines y esté orientado siguiendo fines davía, de que elementos cualitativos lisa y llanamente «incom-
unívocos, plenamente conscientes, y medios escogidos de ma- prensibles» de un proceso de motivaciones lo ca-determinan
nera consciente como «adecuados». Una parte esencialísima del modo más estricto también en cuanto a su referencia pro-
de la labor de Ja psicología comprensiva consiste, precisamen- vista de sentido y al tipo de su repercusión. Una acción «igual»,
te, en revelar conexiones observadas de modo insuficiente o en cuanto a su referencia provista de sentido, cobra en ocasio-
bien inadvertidas, que, por lo tanto, no están en lo subjetivo nes, meramente a causa de los diferentes «tiempos de reacción»
orientadas racionalmente en este sentido, las cuales, sin em- cuantitativos de los participantes, un curso radicalmente dis-
bargo, en buena medida apuntan hacia una conexión com- tinto en cuanto a su efecto final. Precisamente tales diferencias
prensible como objetivamente «racional». Prescindimos por y disposiciones ante todo cualitativas conducen, siguiendo ca~
completo aquí de ciertas partes de la labor del llamado psico- denas de motivación originariamente «idénticas», a que la re-
análisis que presentan este carácter; pero también una cons- ferencia de los participantes, «provista de sentido~, tome a
trucción como la teoría del resentimiento, de Nietzsche, im- menudo caminos heterogéneos también en cuanto al sentido.
plica una interpretación, en cuanto deduce, a partir de una Para la sociología existen los siguientes tipos de acción, liga-
situación de intereses pragmáticos, una racionalidad objetiva dos «en» y «respecto de» un hombre mediante continuas tran-

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s1c10nes: 1 ) el tipo de lo regular, alcanzado de manera rn~s ~> para la sociología comprensiva, las relaciones con la «psicolo,
menos aproximada; 2) el tipo orientado de manera ( sub1et1- gía» son distintas en cada caso particular. La racionalidad re-
vamente) racional con relación a fines; 3) el tipo más º. me- gular objetiva sirve a la sociología como tipo ideal respecto
nos consciente o advertido y orientado de manera rac10nal del actuar empírico; la racionalidad con relación a fines, res-
con relaciones a fines de modo más o menos unívoco; 4) el pecto de lo comprensible psicológicamente con sentido, y lo
tipo no racional con relación a fines, pero que muestra una comprensible con sentido respecto del actuar motivado de ma-
conexión comprensible provista de sentido; 5) el comporta- nera incomprensible; mediante comparación con el tipo ideal
miento motivado mediante conexión más o menos compren- se establecen, con miras a la imputación causal, los elementos
sible provista de sentido, pero co-determinado o interrumpid? irracionales ( en el sentido en cada caso diferente de este tér-
con mayor o menor intensidad por elementos incomprensi- mino) pertinentes desde el punto de vista causal.
bles, y, por fin, 6) los hechos psíquicos o físicos totalmente La sociología impugnaría la suposición de que «comprensión»
incomprensibles. y .:explicación» causal carecen de toda relación recíproca por-
Con respecto a tales tipos de acci6n, la sociología _sabe que que parten en su labor de polos totalmente contrapuestos del
no cualquier actuar que transcurra de manera dac10nal con acaecer, y en particular porque la frecuencia estadística de
relación a lo regulan estuvo condicionado en lo subjetivo co- un comportamiento en modo alguno vuelve a este más «com-
mo racional con relación a fines. Es obvio también pará ella, prensible» ni provisto de sentido, así como la «comprensibili-
en particular~ que no son las cone~iones disc~:nibles d~ mane- dad» óptima nada dice como tal en favor de la frecuencia, sino
ra lógica, racional, las que determinan la acc1on real, smo~ co- que, antes al contrario, las más de las veces una racionalidad
mo suele decirse, las «psicológicas~. Lógicamente, por e1em- con relación a fines subjetiva, absoluta, implica lo contrario.
plo, es posible deducir como «consecuencia», a partir de una En efecto, no obstante ese argumento, las conexiones anímicas
religiosidad místico-contempl_ativa, la indif~rencia por la _sal- comprendidas con sentido y, en especial, los procesos de mo-
vación de los otros, y, a partir de la creencia en la predesun_a- tivación orientados de manera racional con relación a fines.
ción el fatalismo o también el anomismo ético. De hecho, sm valen, para la sociología, como miembros de una cadena cau~
emb~rgo, la primera puede conducir, en, determi~a~os casos sal, la que, por ejemplo, parte de circunstancias .:externas» y,
típicos, a una especie de euforia, «pose1da» sub1et1vam~nte a su término, conduce de nuevo a un comportamiento <<exter-
como un sentimiento de amor, que, en verdad, carece de obJeto nm>. Las interpretaciones «provistas de sentido» de una con-•
-y que en esa medida presenta una conexión, .:incorr:prensi- ducta concreta no son para ella, naturalmente, como tales, aun
ble:. al menos parcialmente-, y que en la acción social e~, a si presentan la máxima «evidencia», otra cosa que meras hi
menudo «retomado~ como «acosmismo del amor>> -conex1on pótesis respecto de la imputación. Necesitan, por lo tanto, de
«comprensible», naturalmente, no como «racional con relaci~n una verificación que empleará llegado el caso los mismos me-
a fines», sino como psicológica-. Por su parte, la cree~c1a dios que cualquier otra hipótesis. Valen para nosotros como
en la predestinación puede, en caso de que se presenten cier- hipótesis utilizables, en cuanto podamos suponer una «posibi -
tas condiciones ( enteramente comprensibles), admitir, incluso lidad», muy variable en casos particulares, de que presenten
como comprensible de manera específicamente racional, que cadenas de motivación «provistas de sentido» ( subjetivamen-
la capacidad de realizar una acción activamente ética se vuelva, te). Cadenas causales en las que, mediante hipótesis interpre-
para el creyente, fundamento cognoscitivo de su salvación per- tativas, se introducen motivaciones orientadas de manera ra-
sonal, y, con ello, desarrollar esta cualidad, en parte de manera cional con relación a fines son directamente accesibles, como
racional con relación a fines y, en parte, enteramente compren- .:explicaciones», por cierto bajo determinadas circunstancia~
sible y provista de sentido. Por otra parte, sin embargo, el favorables y en relación -también- con esa misma raciona-
punto de vista de la creencia en la predestinación puede se~. lidad, a la comprobación estadística y, en tales casos, asimis1rn,
de un modo ~psicológicamente» comprensible, producto de VI· a una prueba óptima (relativamente) de su validez. A la in-
cisitudes de la vida y de cualidades de <<carácter>> ( que han de versa, datos estadísticos ( y entre ellos se cuentan muchos da-
aceptarse como datos) muy determinadas y comprensibl_e~ tam- tos de la «psicología experimental»), todas las veces que deno-
bién, con sentido, en sus conexiones. Y bien, ya es suficiente: ten el decurso o las consecuencias de una conducta que encie-

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rre en sí algo interpretable de manera comprensible, quedan del «tipo regular», lógicamente considerada, no es en pripcipio
para nosotros «explicados» solo cuando reciben también una otra cosa que un caso de formación de tipos ideales, aun cuan•
efectiva interpretación provista de sentido en el caso concreto. do a menudo revista la máxima importancia. De acuerdo con
El grado de racionalidad con relación a lo regular de un actuar su principio lógico, precisamente, no desempeña este papel de
es, para una disciplina empírica, una cuestión en definitiva tam- modo diferente de como, llegado el caso, lo haría un «tipo irre-
bién empírica. En efecto, las disciplinas empíricas laboran, to- gular» convenientemente escogido, según el respectivo propó-
das las veces que se trata de las relaciones reales entre sus sito de la investigación. En cuanto a tal tipo, sin embargo, la
ob¡etos ( y no de sus propios supuestos lógicos), inevitable- distancia respecto de lo «válido» es lo decisivo. Pero desde
mente sobre la base del <<realismo ingenuo»; lo hacen solo en el punto de vista lógico no media diferencia en cuanto a si un
diversas formas en cada caso, según la índole cualitativa del tipo ideal es formado a partir de conexiones comprensibles
objeto. Por ello, también las proposiciones y normas lógicas provistas de sentido, o bien de conexiones específicamente ca-
y matemáticas . allí donde son objeto de investigación socio- rentes de sentido. Así como en el primer caso está formado
lógica, por ejemplo cuando el grado de su «empleo» racional por la «norma» válida, en el segundo el tipo ideal lo está por
con relación a lo regular se convierte en tema de indagación una facticidad sublimada desde lo empírico como tipo «puro».
estadística, no son para nosotros otra cosa, desde el punto de Pero tampoco en el primer caso el material empírico es for-
vista «lógico», que hábitos convencionales de un comporta- mado mediante categorías de la «esfera de validez». Solo el
miento práctico -si bien, por otra parte, su validez es «pre- tipo ideal, construido, es extraído de esta. Además, en qué
supuesto>> del trabajo del investigador-. Nuestra labor con- medida un tipo regular se vuelve adecuado como tipo ideal
tiene también, por cierto, aquella importante problemática es algo que depende por entero de relaciones de valor.
que apunta a determinar en qué grado la relación de la con-
ducta empírica con el tipo regular pasa a ser, en verdad, un
momento de desarrollo causal, real, de procesos empíricos.
Pero el indicar hacia esa situación objetiva, como tal, en modo 3. Relación con la teoría jurídica
alguno es propio de una orientación de la labor investigadora
que prive al objeto de su carácter empírico, sino de una labor El propósito del «comprender», como modo de consideración,
determinada por relaciones de valor, que condiciona la índole es también, en definitiva, el fundamento por el cual la socio-
de los tipos ideales aplicados, así como su función. No es pre- logía comprensiva ( en nuestro sentido) trata al individuo a1s-
ciso considerar aquí de manera más acabada la importante pro- lado y a su obrar como la unidad última, como su «átomo»,
blemática universal, tan difícil de captar en su sentido propio, si es que se nos admite esta peligrosa comparación. Otros mo-
de lo <<racional» en la historia. 2 Desde el punto de vista de los dos de consideración pueden tener por tarea considerar al in-
conceptos generales de la sociología, en efecto, la aplicación dividuo, pongamos, como un complejo de «procesos» psíqui-
cos, químicos o de cualquier otro tipo. Para la sociología, sin
2 Me propongo dilucidar eventualmente con un ejemplo (la historia de embargo, todo lo que sobrepasa el umbral de un comporta-
la música) el modo en que «actúa» la relación entre el tipo regular de miento susceptible de interpretación con sentido, relacionado
una conducta y la conducta empírica, y en que este momento del desa- con objetos ( internos o externos), no entra en consideración
rrollo se relaciona con las influencias sociológicas. No solo para una
historia de la lógica o de otras ciencias, sino también en todos los otros de otro modo que los procesos de la naturaleza <~carente de
campos revisten la máxima importancia desde el punto de vista de la sentido», a saber, como condición u objeto de referencia sub-
dinámica del desarrollo estas relaciones, esto es, el punto de ensambla- jetiva para aquel. No obstante, por esa misma razón el indivi-
miento en que pueden irrumpir las tensiones de lo empírico respecto duo constituye, para ese modo de consideración, el límite y el
del tipo regular. Y lo mismo vale para la situación que se presenta, de único portador del comportamiento provisto de sentido. Nin-
modo individual y fundamentalmente diferente en cada ámbito parti-
cular de la cultura, a saher: en qué sentido no es realizable un tipo gún giro expresivo que parezca apartarse de él puede enmas-
regular unívoco, sino que solo es posible o inevitable un compromiso carar este hecho. Pertenece a la índole, no solo del lenguaje,
o una selección entre diversos fundamentos de racionalización. No po- sino también de nuestro pensamiento el que los conceptos con
demos considerar aquí tales problemas atinentes al contenido. que es aprehendido el actuar hagan aparecer a este con el as-

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pecto de un ser fijo, de una formación semejante a una cosa o palabra «Estado» -en caso de que la emplee- sólo hay un
, i una <<persona» que lleva vida propia. Lo mismo sucede, y proceso de acciones humanas de índole particular. Cuando se
hasta particularmente, en la sociología. Conceptos ~orno «~s- ve obligada, pues, en este caso como en muchos otros, a em-
rndo» «feudalismo» «corporación» y otros parecidos desig- plear los mismos términos que la ciencia jurídica, ella no mien-
nan, para la sociología, en general, categorías qu~ se refieren ta el sentido jurídicamente «correcto» de estos. Es este, sin
a modos determinados de actuar humano en sociedad, y por embargo, el inevitable destino de toda sociología, a saber: que
lo tanto su tarea consiste en reducirlos a un actuar «compren- deba emplear muy a menudo, para la consideración de las con-
sible», lo cual significa, sin excepción, al actuar de los hom- tinuas y ubicuas transiciones entre los casos «típicos» que el
bres participantes. Esto no necesariamente es así en el caso de actuar real muestra, las precisas expresiones jurídicas -pre-
otros modos de consideración. Ante todo, ello distingue el mo•• cisas porque descansan en la interpretación silogística de not··
do de consideración sociológico del jurídico. El derecho, por mas- para Juego atribuirles su propio sentido, radicalmente
ejemplo, en ciertas circunstancias trata al «Estado» c~m~ ~i diverso del jurídico. Añádase a esto todavía que, conforme fi
fuese una «personalidad de derecho» al igual que un md1v1- la naturaleza del objeto, debe proceder de continuo emplean-
duo, porque su labor orientada a la interpretación del s:ntid? do conexiones «corrientes», cuyo sentido se conoce a partir de
objetivo, esto es, al contenido normativo de preceptos Jur~d~- la vida cotidiana, con miras a la definición de otras, y volvien-
cos, hace que tal instrumento conceptual aparezca oomo uul do luego a definir aquellas con ayuda de las segundas. Exa-
y hasta como imprescindible. Del mismo modo, un precepto minaremos algunas definiciones de este tipo,
jurídico considera los embriones como «personalidades de de ..
recho», mientras que para disciplinas comprensivas empír~cas
la transición de una facticidad pura de la conducta práctica-
mente pertinente a un «actuar» comprensible con sentido es, 4. El <<actuar en comunidad»
también en el caso de los niños, por completo fluctuante. La
sociología, por lo contrario, en cuanto para ella el «derecho» Hablamos de «actuar en comunidad» allí donde la acción hu
entra en consideración como objeto, no tiene que ver con la mana se refiere de manera subjetivamente pmvista de sentido
dilucidación del contenido de sentido «ob;etivo», lógicamente a la conducta de otros hombres. Una colisión involuntaria en-
correcto, de <<preceptos jurídicos», sino con un actuar, respecto tre dos ciclistas, por ejemplo, no ha de ser considerada un
de cuyos determinantes y de cuyas resultantes, naturalm~nte, actuar en comunidad. Sí, en cambio, los eventuales intenws
revisten también importancia, entre otras, las representactones de ambos por evitar el choque o, producido este, el que <<ri-
de los hombres acerca del «sentido» y del «valor» de deter- ñan» o «discutan» un «arreglo» amigable. Para la imputación
minados preceptos jurídicos. Ella solo va m~~ allá del c?ns- causal sociológica, el actuar en comunidad no es por cierto lo
tatar la existencia de hecho de tal representac1on de la validez único importante. Empero, constituye el objeto primario de
en cuanto 1 ) toma en cuenta también la probabilidad de la di- una sociología «comprensiva». Un elemento normal importan-
fusión de tales representaciones, y 2) reflexionando ace_rca de te -aunque no indispensable- del actuar en comunidad lo
:;i, en determinadas circunstancias que pueden ser precisada~, constituye, en particular, su orientación, provista de sentido,
d hecho de que en la cabeza de determinados hombres domi- hacia las expectativas de una determinada conducta por parte
nen ciertas representaciones, empíricamente dete?TI!n~das en de los otros y hacia las chances, calculadas (subjetivamente)
cada caso acerca del «sentido» de un «precepto 1ur1d1co» re- sob1c esa base, que ofrece la consecuencia del propio actuar.
presentad~ como válido tiene por consec_uen~ia que el actu~r Un principio explicativo en extremo importante y comprensíble
pueda estar orientado racionalmente hacia ciertas «expectati- del actuar es, de acuerdo con esto, la subsistencia ob;etíva
vas» y, por lo tanto, proporcione a individuos con~retos «chan- de estas chances, es decir la probabilidad mayor o menor, ex-
ces» determinadas. Su conducta puede estar considerablemen- presable en un «juicio de posibilidad objetiva», de que estlls
te influida por esa vía. Esta es la significación sociológica, expectativas sean justas. En especial, cualquier actuar «racio-
conceptual, de la «validez» empírica de un «prece~to jurídico». nal con relación a fines», en el sentido antes definido, es un
Para la consideración sociológica, en consecuencia, tras de la actuar orientado hacia expectativas. Más .1delante nos deten-

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dremos en esto. Estudiamos primero el hecho de la expectativa 1) un comportamiento históricamente observado, o bien 2)
alentada de manera subjetiva. En principio parece a primera un comportamiento construido teóricamente, como objetiva-
vista indiferente que las que señalen el camino al actuar pro- mente «posible» o «probable», realizado por individi,os en
pio de quien las alienta sean expectativas de determinados pro- relación con comportamientos reales, o representados como
cesos naturales, esperados ya sea sin intervención del actor o potenciales, de otros individuos. Es preciso mantener esto fir-
bien como reacciones frente a su actuar tendiente precisamente memente también en el caso de las categorías que pasamos a
a que sobrevengan, o bien, de manera semejante, expectativas dilucidar ahora.
de una determinada conducta de parte de otros hombres. Pero
las expectativas de una determinada conducta de parte de otros
hombres pueden también fundarse, en el caso de quien actúa
de manera subjetivamente racional, en el hecho de que él sub- 5. La <<asociación>> y el <<actuar en sociedad»
jetivamente cree poder esperar de ellos una conducta provista
de sentido en lo subjetivo, y, por lo tanto, calcular de ante- Denominamos actuar asociado ( «actuar en sociedad~) a un
mano, con un diverso grado de probabilidad, a partir de re- actuar en comunidad en la medida en que l ) se oriente, con
laciones determinadas, provistas de sentido, las chances pe esa sentido, hacia expectativas alentadas sobre la base de ordena-
conducta. En particular, esta expectativa puede fundarse sub- mientos, cuando 2) el <<estatuto» de estos se ha realizado de
jetivamente en el hecho de que el actor «se entiende» con el o manera puramente racional con relación a fines, con miras al
los otros, ha entrado en «acuerdos» con ellos, cuya «disposi- actuar de los asociados esperado como consecuencia, y cuando
ción interna,> cree tener motivos para esperar de acuerdo con 3) la orientación provista de sentido se produce, en lo subie-
el sentido mentado por él mismo. Esto proporciona ya una tivo, de manera racional con relación a fines. Un orden esta-
particularidad cualitativa específica del actuat en comunidad, tuido, en el sentido puramente empírico que estamos conside-
puesto que constituye una ampliación esencial de aquel círculo rando, es -como lo definiremos aquí de manera solo provi-
de expectativas según el cual el actor cree poder orientar su sional- o bien 1 ) un requerimiento de unos hombres a otros,
propio actuar de manera racional con relación a fines. El sen- unilateral y, en el caso límite racional, expreso, o 2) una ex~
tido posible ( subjetivamente mentado) del actuar en comuni- plicación recíproca bilateral entre hombres, expresa en el caso
dad en modo alguno se agota en la orientación en vista de límite, con el contenido subjetivamente mentado de que se
«expectativas» del «actuar» de terceros en especial. En el caso prevea o espere un tipo determinado de actuar. Toda otra
límite puede prescindir por entero de estas, y el actuar refe- precisión acerca de esto queda por ahora en suspenso.
rido por su sentido a terceros puede estar orientado de manera El que un actuar esté «orientado» con sentido, en lo subjetivo,
exclusiva hacia el «valor», subjetivamente creído, de su con" hacia un orden estatuido sólo puede significar, ante todo, que
tenido de sentido en cuanto tal ( «deber» u otro), en cuyo al actuar subjetivamente previsto de los individuos asociados
caso no se orienta en vista de expectativas sino de valores. corresponde objetivamente también su actuar de hecho. El
Del mismo modo, en el caso de las «expectativas», su conte- sentido de un orden estatuido, y, por lo tanto, la acción pro-
nido no ha de constituirlo necesariamente un actuar, sino que pia -prevista- o la de otros --esperada- puede ser capta-
puede serlo también, por ejemplo, un mero comportamiento do, sin embargo, por parte de los individuos asociados, o bien
íntimo ( como una «alegría») del tercero. La transición del interpretado más tarde por ellos, de maneras distintas, con lo
tipo ideal desde la conducta propia referida, con sentido, a la cual un actuar que esté orientado en lo subjetivo de acuerdo
conducta con sentido de un tetcero, hasta el caso exttemo en con un orden ( considerado idéntico, subjetivamente, por los
que el tercero ( un n1ño de pecho, por ejemplo) entra en con° participantes) no necesariamente ha de ser también en lo ob-
sideración sólo como «objeto» es, empíricamente, en un todo jetivo de idéntica índole en casos idénticos. Y, además, una
imprecisa. El actuar orientado en vista de expectativas de un «orientación>> del actuar hacia un orden estatuido puede con-
actuar con sentido es, para nosotros, solo el caso límite ra~ sistir, también, en que su sentido subjetivamente aprehendido
cional. sea infringido de manera consciente por parte de un individuo
Pero siempre «actuar en comunidad» significa para nosotros: asociado. Alguien que de manera consciente y deliberada con-

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travenga e1 sentido, por él subjetivamente aprehendido del orientado subjetivamente, en su contenido de semido, en vista
orden de un juego de naipes, y que por lo tanto juegu; con de aquellas expectativas de conducta promedio, es tlll actuar
«.trampas», sigue siendo también, sin embargo, ~jugador parti- «adecuadamente causado». Por ello las chances c¡1kulables
cipante», en contraposici6n a quien se sustrajese de seguir ju- objetivamente de las expectativas posibles hacen también la::;
gando. Y ello del mismo modo como un ~ladrón» o un «ase- veces de fundamento cognoscitivo, comprensible en medida su-
sino~ orientan su conducta en vista de aquellos mismos orde- ficiente, de la existencia probable de aquellas expemitivas en-
namientos que infringen de manera subjetivamente consciente tre los actores. Ambas cosas coinciden aquí de hecho, en cL1an-
y provista de sentido, en cuanto ocultan su hacer o su persona. to a su expresión, casi inevitablemente, sin que por ello, como
Por lo tanto, para Ja «validez» empírica de un orden estatuid0 es natural, desaparezca el abismo lógico que las separa. Como
racional_ co1;1 :elación a .fines lo decisivo no consiste en que ]o:-, es obvio, solo en el primero de los sentidos considerados
octores 1nd1v1duales orienten de continuo su propio actuar de -como juicio de posibilidad objetiva- entiéndese que aque-
acuerdo con el contenido de sentido interpretado subjetivamen- llas chances son, como promedio, apropiadas para servir deba-
te por ellos. Antes bien, puede significar dos cosas: 1 ) que se a las expectativas subjetivas de los actores de manera pro-
de hecho_ (subjetivamente) los individuos, por regla general, vista de sentido, y que «por ello» sirvieron en efecto ( en me-
como el Jugador trampo~o y el ladrón, alienten la expectativ·a. dida considerable ) .
de que los otros individuos asociados han de config¡_¡rar en Creemos que la exposición anterior ha de haber puesro en claro
promedio su conducta «como si» tomasen por modelo de su que, entre la alternativa de persistencia o cesación de una
actuar la disposición interna del orden estatuido, y 2) que asociación, alternativa que parece excluyente desde el punto
ellos_, de acuerdo con la estimación, que se aplica como pro- de vista lógico, en la realidad existe una escala continua de
med10, de las chances del comportamiento humano puedan transiciones. En cuanto todos los jugadores de una partida de
alentar objetivamente tales expectativas ( lo cual c~nstituye naipes saben, unos de otros, que las reglas de juego acordadas
una formulación particular de la categoría de .:causalidad ade- ya no se respetan; o bien en cuanto no subsiste ya ninguna
cuada»). Desde el punto de vista lógico es preciso distinguir chance objetivamente calculable de manera normal y <<por esoi.
firmemente ambas cosas. La primera es un hecho que se pre- no se calcula subjetivamente ninguna, como, por ejemplo, la
senta de manera subjetiva entre los actores que forman el ob~ chance de que quien destruye la vida de otro se preocupe to-
jeto de observación, es decir, un hecho supuesto como exis- davía normalmente por el orden al que de modo consciente
tente <<en promedio» por parte del investigador. La segundü infringe, puesto que esa misma infracción no deja entrever nin-
constituye una chance que el sujeto cognoscente ( el investiga-- guna consecuencia para él; en tales casos, decimos, la existen-
dar) ha de calcular objetivamente por referencia a los conoci- cia empírica de ese orden ha desaparecido y la asociación co-
mientos y a ]os hábitos de pensamiento probables del actor. rrespondiente no subsiste más. Ella subsiste solamente en la
En la formación de conceptos generales, sin embargo, la socio- medida en que todavía perdure, en un ámbito significativo
logía atribuye a los participantes en el actuar, como subjetiva- desde el punto de vista práctico, un actuar orientado según
mente existente, una cierta «capacid~d» promedio de com- sus ordenamientos, cualesquiera que sean estos 1 de acuerdo
prensi6n, exigida para evaluar aquella:; chances. Esto significa con el sentido mentado como promedio. Los límites de tal per-
que presupone de una vez para siempre, a modo de tipo ideaL duración, empero, son imprecisos.
que las chances objetivamente existentes como promedio son Síguese también de lo dicho, por ejemplo, que el actuar real
calculadas también de manera aproximada, subjetivamente, de los individuos puede estar orientado, de manera subjetiva-
por los sujetos de la acción raciona] con relación a fines. Por mente provista de sentido, según múltiples ordenamientos
Jo tanto, también para nosotros la «validez» empírica de un que, de acuerdo con los hábitos de pensamiento prevalecientes
orden debe consistir en el carácter objetivamente fundado de en cada caso, se «contradigan» de una manera provista de sen-
aquellas expectativas de conducta promedio ( categoría de la tido aunque «valgan» empíricamente uno al lado del otro. Las
«posibilidad objetiva»). En sentido especial, ha de consistir concepciones dominantes como promedio acerca del «sentido:.
en que para nosotros, de acuerdo con la situación del cálculci de nuestra legislación, por ejemplo, prohíben absolutamente el
de los hechos, probable según promedio en cada caso, un actuar dudo. Pero ciertas ideas muy difundidas acerca del «sentido»

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de convenciones sociales aceptadas como válidas 3 lo imponen. nosotros un actuar en sociedad «contrario a un orden» ( sub-
Cuando el individuo se bate a duelo, orienta su actuar según jetivamente); un actuar que por su intención se oriente sub-
esos ordenamientos convencionales. Pero cuando oculta su ac- jetivamente de acuerdo con un orden, pero que se aparte de la
to, lo orienta según las leyes. El efecto práctico ~e la «validez» interpretación de este, imperante en promedio, será un actuar
empírica de los dos ordenamientos, o sea, la validez que ha de en sociedad objetivamente «anormal». Más allá de estas cate-
esperarse como promedio respecto de la orientación subjetiva gorías están los casos de actuar exclusivamente «condicionado
v provista de sentido del actuar, es distinto en este caso. Pero por la asociación.>>. Por ejemplo, el que alguien se vea obliga-
a ambos atribuimos una «validez~> empírica, es decir el hecho do a tomar en cuenta, de manera racional con relación a fines,
de que el actuar se orienta según su sentido ( aprehendid? juntC1 con sus otras acciones, las necesidades que se ha im-
subjetivamente) a través de una orientación provista de senti- puesto a través de la asociación ( por ejemplo, si debe dejar de
do, y es influido por aquel. Sin embargo, como expresión nor- lado. a causa de las tareas impuestas, otras tareas). O bien,
mal de la «validez» empírica de un orden consideraremos la el que sea influido en su actuar ulterior ( en el desarrollo de
chance de que este «sea respetada>>. Esto significa que los in- sus «amistades» o de su «estilo de vida» total), sin quererlo
dividuos asociados cuentan con que, probablemente, la con- de manera racional con relación a fines y sin advertirlo, por el
ducta de ]os otros será «adecuada al orden», de acuerdo con hecho de que ciertos sectores de su actuar estén orientados
la concepción vigente como promedio, en cuanto ellos m.ismos según ordenamientos acordados ( el caso, digamos, de una secta
rigen su actuar de acuerdo con las expectativas semejantes religiosa). Todas estas distinciones son imprecisas en la reali-
alentadas por los otros ( «actuar en sociedad conforme a un or- dad. No media diferencia alguna de principio entre que el
den»). Destaquemos enseguida que la <:<validez» empírica de un actuar en sociedad se desarrolle siguiendo relaciones provistas
ordenamiento no se agota en el hecho de que, como prome- de sentido entre los propios individuos asociados, o bien en
dio, las «expectativas» de los individuos asociados co1,1 r~~- relación con terceros; precisamente, esta segunda alternativa
pecto a su conducta fáctica sean fundadas. Esta es la s1gmf1- puede constituir el sentido mentado dominante de la asocia-
cación más racional y por ello la aprehensible de manera más ción. Por lo contrario, el actuar orientado según los ordena-
directa en sociología. Pero una conducta que, de parte de todos mientos de la asociación puede ser diferenciado en un actuar
v cada uno de los participantes, se orientase exclusivamente «referido socialmente», que asume de manera directa los or-
;egún las «expectativas» de conducta de los otros sería sol? denamientos ( interpretados, como siempre, de un modo sub-
el caso límite absoluto respecto del mero <<actuar en comuni- jetivo provisto de sentido) de la asociación, y que, por lo
dad» e implicaría también la absoluta falibilidad de estas ex- tanto, de acuerdo con el sentido mentado se dirige a la reali-
pectativas mismas. Antes bien, estas se encuentran tanto más zación universal, sistemática, de su validez empírica o, a la
«fundadas» con probabilidad promedio cuanto más se pueda inversa, a su modificación y completamiento, y un actuar me-
contar con que, en promedio, los participantes no orientan su ramente «regido socialmente», es decir, orientado según estos
propio actuar meramente según las expectativas del actuar de ordenamientos, pero no «referido socialmente» en el sentido
los otros, y, en cambio, esté difundida entre ellos, en medida indicado. También esta dif,erencia es imprecisa.
importante, la convicción subjetiva de que. la «legali1ad» Tipo ideal racional de la asociación es para nosotros, provisio-
( aprehendida subjetivamente de manera provista de sentido) nalmente, la «unión de fines», es decir un actuar en sociedad
respecto del orden es «obligatoria» para ellos. con un ordenamiento del contenido y de los medios de 1a acción
La conducta del «ladrón» y del «jugador tramposo» será para social convenido por todos los participantes de manera racional
con relación a fines. Cuando convinieron el ordenamiento
3 No hemos de discutir aquí en especial este concepto. Obsérvese so- ( o lo «estatuyeron»), los actores asociados, en el caso de la ra-
lamente que por «derecho» en sentido sociológico entendemos un or- cionalidad típico-ideal, estipularon también, de manera subjeti-
denamiento garantizado en su validez empírica por un «aparato cons- vamente unívoca, qué acción, cumplida de qué modo, por parte
trictivo>) ( en el sentido que se expondrá en seguida), y por convención,
un ordenamiento garantizado solamente por la «desaprobación social» de qué personas exactamente, o bien de qué personas a elegir
del grupo asociado en una comunidad «jurídica» o «convencional». de determinado modo ( los «órganos de la unión»), debe ser
Naturalmente, en la realidad los límites pueden ser muy fluctuantes. de «responsabilidad de la unióm> y qué «sentido» ha de tener

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esto para los individuos asociados, es decir, qué consecuencias institucional ( ~derecho público» en el caso del Estado), de to~
tendrá para ellos. Estipularon además qué bienes objetivos y que rigen las otras acciones de los individuos asociados. Tarn-·
qué operaciones debían estar disponibles para el cumplimiento bién dentro de la unión de fines, sin embargo, es válida idén-
de ]os fines convenidos del actuar en sociedad ( .:fines de la tica distinción ( «derecho de la unión» por contraste con los
unión»), es decir, cuáles debían ser los .:poderes propios de ordenamientos creados a través de la unión). No hemos de
los fines». Del mismo modo estipularon qué órganos de la ocuparnos aquí de estas antítesis (imprecisas).
unión debían disponer de ellos y cómo, y qué operaciones Si está plenamente desarrollada, la unión de fines no consti-
debían ejecutar los participantes en vista de los fines de 1a tuye una «formación social» efímera sino duradera. Esto sig-
unión, qué acciones les estaban «impuestas», «prohibidas» o nifica que a pesar de la renovación de los participantes en el
«permitidas», y qué participación en ]os beneficios podían es- actuar en sociedad, por lo tanto, a pesar de que ciertas perso-
perar los miembros. Estipularon, por último, qué órganos de nas dejen de ser participantes y su lugar lo ocupen de continuo
la unión, bajo qué condiciones y a través de qué medios de- otras nuevas, no se considera, naturalmente, que se trate de
bían aprontarse para el mantenimiento efectivo del ordena- asociaciones especiales, nuevas cada vez, sino de la misma que
miento convenido ( «aparato de coacción»). Cada participan- se mantiene idéntica. Esto sucede por tanto tiempo cuanto, a
te en el actuar en sociedad confía, dentro de cierto ámbito, pesar de la renovación de las personas, cabe esperar de hecho ►
que los otros participantes se comporten ( de manera .iprox;. en una medida sociológicamente pertinente, un actuar orien--
macla y como promedio) según la convención, y toma en cuen. tado según ordenamientos «idénticos:. del grupo. En sentido
ta esta expectativa en caso de orientación racional de su pro- sociológico, sin embargo, es «idéntico» el ordenamiento ( apre-
pio actuar. Para la existencia empírica de 1a unión son indife- hendido subjetivamente) hasta tanto los hábitos de pensa-
rentes los fundamentos que el individuo crea tener para esa miento promedio de los individuos asociados supongan esta
confianza, si él puede· suponer objetivamente que, en cuanto identidad en relación con los puntos indicados comúnmente
al resultado, intereses cualesquiera, configurados del modo como los importantes. Pueden suponerla de manera más o me-
que fuese, recomiendan a los otros, con suficiente eficacia y nos unívoca o aproximativa, pues sociológicamente tal «iden-
corno promedio, el mantenimiento del orden convenido. Co- tidad» es un estado de cosas enteramente relativo y fluctuante.
mo es natural, sin embargo, la chance presupuesta por el indi- Los individuos asociados en la unión pueden transformar de
viduo, a saber, que en caso de no mantenimiento se impon- manera consciente los ordenamientos a través de un nuevo
drán constricciones físicas o psíquicas ( aun tan suaves corno, actuar asociativo, o alterarlos mediante la transformación del
p. ej., la ~admonición fraterna» del cristianismo), refuerza fuer- modo en que prevalentemente se concibe su «sentido», o bien,
temente la seguridad subjetiva de que aquella confianza no y en especial, mediante la transformación de las circunstancias
será, como promedio, defraudada, así como la probabilidad pueden cambiar o eliminar por completo, sin un nuevo actuar
objetiva de que aquellas expectativas sean fundadas. El actuar asociativo, la índole de su significación práctica para el actuar
que, de acuerdo con su contenido de sentido subjetivamente ( «cambio de significación>t, llamado también, de manera im-
presupuesto corno mentado en promedio, implica un «pacto* precisa, «cambio de fines»). En tales casos, que d sociólogo
es, por contraposición al «actuar en sociedad» orientado se- considere el actuar en sociedad que transcurre modificado co-
gún este pacto, un •«actuar asociativo». Dentro del actuar mo una formación social «nueva» o como una ~prosecución»
orientado según el pacto se encuentra el tipo más importante de la antigua respecto a los fines depende: 1) de la continui~
de actuar en sociedad «referido socialmente», por un lado el dad de las transformaciones; 2) del alcance relativo de los
actuar en sociedad específico de los ..córganos», por el otro e1 ordenamientos antiguos que perduran empíricamente bajo la
actuar en sociedad de los asociados, el cual se refiere de mane- forma de un actuar que se orienta de acuerdo con ellos, y .3)
ra provista de sentido a aquel actuar de los órganos. En espe- de la perduración de los órganos del grupo y del apara to de
cial, dentro de la categoría -perteneciente a la asociación- coacción que subsisten con las mismas personas o con perso-
de las «instituciones», que más adelante dilucidaremos ( en nas seleccionadas del mismo modo, o bien que actúan de idén-
particular del ~Estado»), se suelen distinguir los ordenamien- tico modo. Trihase también aquí de una situación que presen-
tos creados para la orientación de este actuar, como derecho ta transiciones continuas. De igual modo, depende de c,:ada ca-

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so individual ( y por lo tanto está determinado por los fines asociación ocasional hasta la unión de fines es el de la «carteli-
concretos de la investigación) cuándo una asociación ha de zación» industrial, que parte del simple acuerdo transitorio
ser considerada una formación «independiente» y cuándo entre concurrentes individuales para fijar precios mínimos,
«parte>>- de una asociación más amplia. Empero, esto último hasta llegar al «sindicato», provisto de poderes propios, de
puede ocurrir de dos maneras distintas. En primer lugar, por• centros de venta y de un vasto aparato de órganos. Lo único
que los ordenamientos «válidos» empíricamente de un actuar común a todos ellos es el ordenamiento pactado, cuyo conte-
en sociedad no deriven exclusivamente, en cuanto a su estatu- nido, de acuerdo con lo que aquí hemos establecido expresa~
to, de quienes participan en este actuar ( ordenamientos autó- mente de manera típico-ideal, contiene al menos el acuerdo
1101110s), sino que el actuar en sociedad esté codeterminado acerca de qué se impone a los participantes o, a la inversa,
por el hecho de que los participantes orienten su actuar ( como qué se les prohíbe, o también qué se les permite. En un acto
norma) también según los ordenamientos de otra asociación de intercambio aislado ( abstrayendo de la existencia de un
en fa cual participan ( ordenamientos heterónomos, como el «ordenamiento jurídico»), por ejemplo, se pactarán al menos
actuar en sociedad de la Iglesia respecto de los ordenamientos los siguientes puntos, en el caso típico-ideal de explicitación
del poder político o a la inversa). En segundo lugar, porque plena: 1) como impuesto, el traspaso y eventualmente también
los órganos de una asociación estén, por su parte, asociados la obligación de garantía por parte del poseedor de los bienes
de algún modo en una formación más amplia de órganas de cambiados hacia terceros; 2) como prohibido, la reapropia-
unión de otra asociación, como, por ejemplo, los órganos de un ción, y 3) como permitido, la disposición a voluntad de cada
«regimiento» dentro del aparato global de la «administración parte sobre el bien intercambiado. Un «intercambio» racional
mílitar» ( unión de fines heterocéfala en contraposición a la aislado de este tipo es uno de los casos límite de la asociación
autocéfala, corno por ejemplo una unión libre o un «Estado» «carente de órganos». Excepto el ordenamiento pactado 1 fál-
independiente). Heteronomía de los ordenamientos y hetero- tanle todas aquellas características propias de la unión de fines.
cdalía de los órganos coinciden a menudo, aunque no necesa• Puede estar dirigido de manera heterónoma (por el ordena-
riamente. El actuar en sociedad en una unión autocéfala está miento jurídico o la convención) o bien subsistir de modo
hoy por regla general codeterminado por la orientación del enteramente autónomo, condicionado en sus expectativas por
actuar de sus miembros según los estatutos del grupo político la confianza mutua de que la otra parte se comportará de acuer-
y es, por lo tanto, heterónomo. La «socialización» de los me- do con el pacto, no importa en base a qué intereses. Pero no
dios de producción significaría que el actuar en sociedad de constituye un actuar en sociedad autocéfalo ni heterocéfalo,
cada «empresat> individual, que hoy es ya en buena parte he- puesto que no se presenta como <<formación» duradera. Natu...
terónomo, esto es, orientado según los ordenamientos de otros talmente, tampoco la presencia de actos de intercambio como
grupos, ante todo políticos, pero que en principio es autocé• fenómenos de masas, aunque se entretejan causalmente ( el
falo, se volvería heterocéfalo respecto de los órganos de una «mercado»), representa una formación de unión de fines; an·
«totalidad» ( cualquiera que fuese). tes al contrarío, se diferencia fundamentalmente de esta. El
caso del intercambio es apropiado también para ilustrar el he-
No toda asociación pactada conduce, empero, al nac1m1ento cho de que el actuar que lleva a la asociación ( actuar asocia•
de una unión de fines. Constitutivos de esta, en efecto, han tivo) no necesariamente debe estar orientado según las solas
de ser, por definición: 1) el pacto de reglas generales y 2) la expectativas del actuar de los individuos asociados. En nuestro
existencia de órganos propios del grupo. Una asociación ( «aso- ejemplo, debe estar orientado además según las expectativas
ciación ocasional») puede tener también un sentido mentado de que los terceros, no participantes, han de «respetar» el
enteramente efímero, como un asesinato por venganza que resultado del intercambio, a saber, «el traspaso de propiedad».
haya de ser ejecutado en común, y pueden por lo tanto faltarle En esa medida es un mero «actuar en comunidad» del tipo
todos los elementos mencionados como característicos de la que más adelante denominaremos «actuar por consenso» ( Eí11-
unión de fines, incluso el «ordenamiento» racionalmente pac- verstandnishandeln).
tado del actuar en sociedad, que debe ser rasgo constitutivo Históricamente encontramos con mucha frecuencia la escala
de ]a definición escogida. Un ejemplo fácil del pasaje desde la de desarrollo que parte de la asociación ocasional para llegar

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de manera progresíva a una «formación» duradera. El germen caracterizado de manera enteramente gener,ll y formal, corno
típico de la asociación que hoy denominamos «Estado» s~ e~- ya ha ocurrido muchas veces, en cuanto que los individuos
cuentra en asociaciones ocasionales libres formadas por md1- creen tener un interés en poder contar con un actuar pactado
viduos que procuran un botín, a fin de realizar una expe?ición a través de la asociación de parte del otro o de los otros y
guerrera bajo el mando de un jefe elegido por ellos mismos, orientar de acuerdo con él su propio actuar.
por un lado, y, por el otro, en la asociación ocasional de los
individuos amenazados, con fines de defensa. Falta en ellas
por completo todo poder de fines y toda duración. Logrados
( o malogrados) el botín o la defensa, y repartido aquel, la 6. El «consenso>>
.asociación desaparece. Un largo trecho de transiciones conti-
nuas media desde aquí hasta la asociación permanente del ejér- Existen complejos de actuar en comunidad que, sin un orde-
cito con imposición sistemática de tributos a mujeres, hombres namiento pactado de manera racional con relación a fines,
inermes y súbditos, y, más todavía, a la usurpación del act1;1ar 1) transcurren empero en cuanto a su efecto como si tal
en sociedad jurídico y administrativo. A la inversa, también ordenamiento existiese, y en los cuales 2) este efecto esped-
puede surgir -y es este uno de los diversos procesos ql:e co está determinado por el tipo de referencia de sentido del
confluyen en la aparición de la ~economía política~-, a r.artu actuar de los individuos. Por ejemplo, todo intercambio de
de la disolución de las asociaciones duraderas que subsisten «dinero», racional con relación a fines, contiene, además del
con miras a la satisfacci6n de las necesidades, la formación acto individual de asociación con la otra parte, la referencia
amorfa del «mercado», que representa un «actuar en comu- provista de sentido a la acción futura de un círculo, represen-
nidad». tado y representable sólo de manera indeterminada, de posee-
La conducta «psíquica» de los participantes, es decir, la cues- dores, atesoradores y demandantes de dinero, efectivos o po-
tión de cuáles «estados internos» últimos los llevaron a as0- tenciales. En efecto, el actuar propio está orientado según la
darse y a orientar entonces su acci?n según los ordenam~entos expectativa de que también otros «tomarán» dinero, lo cual
pactados; esto es, de si ellos se avienen a tales ordenan:1entos es lo único que vuelve posible su empleo. Por ello, la orien-
por un frío cálculo de oportunidad, por un ape~? apas10nado tación provista de sentido es ciertamente, en general, una
a los fines pactados o presupuestos de la asoc1ac10n, o ~ ca?sa orientación según los intereses individuales propios e, indirec
de una aceptación a regañadientes de estos como mal mev1ta- tamente, también según los ajenos representados, por la sa-
ble, o porque corresponden a lo 9u~ es habitual o por_ el m?- tisfacción de las necesidades propias o bien ajenas. Pero no
tivo que fuere, todo ello resulta md1ferente para la existencia constituye una orientación según un ordenamiento estatuido
de la asociación por tanto tiempo cuanto subsista de hecl:io la acerca del tipo de satisfacción de necesidades de parte de los
chance de que, dentro de límites sociológicamente pertl~en- participantes representados. Antes bien, el presupuesto del em-
tes, aquella orientación según el pacto s~ mantenga. Los m1e1r;- pleo del dinero lo constituye, al menos de manera relativa, la
bros que participan en el actuar en sociedad P':1~d~n perseguu falta de un tal ordenamiento («económico-comunitario,>) para
fines enteramente distintos, contrapuestos y d1rig1dos en sen- la satisfacción de las necesidades de quienes p,lrticipan en -;u
tidos diferentes, lo cual ocurre muy a menudo. La unión ju- empleo. Ahora bien, su resultado global está configurado nor-
rídica de los pueblos guerreros, la asociación jurídica para el malmente, en muchos respectos, «como si» hubiese de ser al-
actuar en comunidad en el mercado, con su lucha en torno de canzado mediante la orientación según un ordenamiento de l,1
los cambios y los precios, solo son ejemplos particularme~te satisfacción de necesidades para todos los participantes. Y por
nítidos de este estado de cosas que en todas partes se repite. cierto este es el caso, a consecuencia de la referencia, provtstc1
Todo actuar en sociedad es naturalmente expresión de una de sentido, de la acción de quien emplea el dinero, cuya situa
,constelación de intereses de los participantes, dirigida a 1a ción, como la de todo aquel que participe en un intercambio,
orientaci6n del actuar, tanto del ajeno como del propio, según está configurada, como promedio, dentro de ciertos límites, de
sus ordenamientos específicos y ningún otro, y por lo tanto modo tal que su interés le impone cierto grado de considera
configurada de muy diversas maneras. Su contenido admite ser dón por los intereses de los otros, puesto qw: estos constitu

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yen los fundamentos normales de aquellas «expectativas» que miembros de la raza <<se deslindan» en algún respecto del
él tiene el derecho de alentar con su acción. El «mercado», «mundo circundante» extraño a la raza con referencia al he-
como complejo típico-ideal de un actuar de tal tipo: muestra cho de que otros miembros de ella lo hacen también ( sin que
por lo tanto la característica que hemos introducido con la interese si del mismo modo y con el mismo alcance). Cuando
expresión «como si». en una calle una masa de transeúntes reaccionan ante un agua-
Una comunidad lingüística, en el caso límite típico-ideal en cero abriendo sus paraguas, ello no constituye ningún «actuar
que es «racional con relación a fines», está representada por en comunidad» ( sino un actuar «uniforme, de masas»). Lo
innumerables actos individuales de actuar en comunidad, los mismo para el caso del actuar suscitado por la mera «influen-
cuales se orientan según la expectativa de obtener de parte de cia» de la conducta de otros, no ligada con una referencia pro-
los demás una «comprensión» de cierto sentido mentado. Que vista de sentido. Un pánico, por ejemplo, o una masa de tran-
esto suceda en masa entre una multitud de hombres mediante seúntes que cae presa de una «sugestión de masas». Hablare-
un empleo semejante, provisto de sentido, de símbolos seme- mos de «comportamiento determinado por la masa» en estos
jantes en 1o externo, de manera aproximada a «como si» los casos en que el comportamiento de los individuos es influido
hablantes orientasen su conducta siguiendo reglas gramaticales por el mero hecho de que también otros individuos, que parti-
paétadas con miras al fin, representa por cierto un caso, pues- cipan de la situación, se comportan de un modo determinado.
to que está determinado por aquella referencia de sentido de Es indudable, en efecto, que el mero hecho de que una «masa»
los actos de los hablantes individuales, que corresponde a la actúe simultáneamente, aunque esté separada en el espacio, pe-
característica ya señalada. ro puesta en recíproca relación ( p. ej., por la prensa), puede
Sin embargo, esa característica es casi la única común a ambos influir sobre la índole de la conducta de todos los individuos
casos. En efecto, el modo como surge aquel efecto global ad- de un modo que no hemos de examinar aquí, cuyo análisis
mite por cierto ser ilustrado mediante algunos paralelos ex- constituye el objeto de una «psicología de las masas». Natu-
trínsecos, los cuales, no obstante, carecen de un valor cognos- ralmente, el pasaje desde la acción «determinada por la masa>>
citivo considerable. En ese «como si» sólo es posible, por lo al actuar en comunidad es muv fluctuante en la realidad. Y a
tanto, un planteo de problemas que en ambos casos se presen- el pánico contiene, junto a eÍementos determinados por la
tan· para la sociología, pero que inmediatamente conducen a masa, otros propios del actuar en comunidad. La conducta de
series conceptuales totalmente diferentes en cuanto a su con- aquellos transeúntes pasa a ser tal cuando, por ejemplo, ante
tenido. Todas las analogías con el «organismo» y conceptos la amenaza de un beodo armado una multitud de ellos se aba-
semejantes tomados de la biología están condenados a resultar Janza sobre este y lo sujeta en común, eventualmente «divi-
infructuosos. Añádase a ello que un efecto global que aparezca diéndose el trabajo». O bien cuando sucede lo mismo a fin de
«como si» el actuar estuviese determinado por un ordenamien- prestar ayuda común a un herido grave. El hecho de que aquí
to pactado no solamente puede ser producido por un actuar se actúe mediante «división del trabajo» muestra a las claras
en comunidad, sino también, y hasta de manera más drástica, que el actuar en comunidad nada tiene que ver con una acción
por las diversas formas de actuar «uniforme» y «de masas>> «uniforme» como tal, sino que a menudo significa lo contra-
que no pertenecen al actuar en comunidad. rio. En esto reside también la díferencia respecto del actuar
De acuerdo con la definición, propio del «actuar en comuni- «imitativo>>. La «imitación» puede ser un mero comportamien-
dad» debe ser la referencia provista de sentido del actuar de to «determinado por la masa», o bien un actuar orientado se-
una persona «al» actuar de la otra. No basta, pues, la me- gún Ja conducta de la persona imitada en el sentido de la «re-
ra «uniformidad» de la conducta. Tampoco un tipo cualquie- producción». Y esto puede suceder más a causa de una apre-
ra de «acción recíproca» ni la «imitación» como tal. Una «ra- ciación -racional con relación a fines u otra- del valor
za», si es que la conducta de quienes pertenecen a ella puede de la acción imitada en sí, o solo por referencia provista de
ser uniforme en algunos puntos, pasará a ser para nosotros sentido a expectativas, p. ej., en razón de necesidades de «con~
una «comunidad de raza» solo cuando origine un actuar de sus currenda». A través de una amplia escala de transiciones, ello
miembros que incluya una referencia recíproca provista de sen- conduce a un caso muy específico de actuar en comunidad:
tido. Por ejemplo, para tomar el caso mínimo, cuando ciertos aquel en que un comportamiento es reproducido porque revis-

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te el valor de signo de pertenencia a un círculo de hombre~ subjetivo, con que otros traten como válidas y provistas de
que pretenden -no importa con qué fundamento-- una «dig- sentido las expectativas por ellos alimentadas. Tampoco 1a va-
nidad social» específica y, dentro de ciertos límites, también lidez empírica de un orden pactado ha de confundirse con la
gozan de ella. Sin embargo, este último caso rebasa manifiesta· expectativa subjetiva de que se mantenga su sentido subjeti-
mente el ámbito del actuar meramente <<imitativo» y no re- vamente mentado. En ambos casos, sin embargo, entre la va-
sulta caracterizado de manera exhaustiva mediante esta cate- lidez objetiva promedio de las chances ( aprehendidas lógica-
goría. mente bajo la categoría de la «posibilidad objetiva») y las ex-
La subsistencia de una <<comunidad lingüística» no significa pectativas subjetivas promedio, se presenta la relación de la
para nosotros que exista una uniformidad determinada por la causalidad comprensiblemente adecuada. La orientación sub-
masa en el proferir determinados complejos fonéticos ( ello no jetiva de la acción según el consenso, lo mismo que en el caso
es requerido), ni tampoco sólo que un individuo <<imite»- lo ~el p_acto, en casos parti~ulares puede presentarse solo en apa-
'que otro hace, sino, antes bien, significa una conducta que, r~enc1a o solo ?prox1mat1Vamente, lo cual no dejará de produ-
en sus «exteriorizaciones~, se orienta según determinadas chan- cir consecuencias sobre el grado y la univocidad de las chances
ces, subsistentes en promedio dentro de un círculo de hom- de la validez empírica. Los individuos que entran en comuni-
bres, de hacerse ~comprender»-, y que, por lo tanto, «permite» dad mediante consenso pueden infringirlo deliberadamente,
esperar este efecto provisto de sentido, como promedio. J!>el del mismo modo como los individuos asociados pueden sus-
mismo modo, «dominación» no significa que una fuerza na- traerse del pacto. Lo mismo que el «ladrón» de nuestro ejem-
tural poderosa se abra paso de algún modo, sino que la acción plo en el caso de la asociación, en el caso de un consenso de
de uno («mando») está referida de manera provista de sentido dominación el «desobediente» puede orientar su acción según
a la de otro (~obediencia,.) y a la inversa, de modo tal que, el contenido de sentido de aquel, aprehendido subjetivamen-
en promedio, se puede contar con que se cumplan las expec- te, mediante el disimulo. Por ello, el concepto de «consenso»
tativas según las cuales está orientado e] actuar por ambas no puede ser confundido, ni siquiera en su dimensión subjeti-
partes. va, con la «satisfacción» de los participantes en torno de su
Por lo tanto, aquel fenómeno que hemos caracterizado median- validez empírica. El temor ante consecuencias nocivas puede
te la expresión «como si» no proporciona una categoría de determinar el «avenirse» de los individuos al contenido de
manifestaciones singularizada mediante notas utilizables. En sentido promedio de una relación de dominación del mismo
lugar de ella, queremos introducir, con referencia a lo dicho modo que la conclusión de un pacto «libre>> no deseado por
acerca de la «imitación~ y la «dominación», otro tipo de di- ellos. Una insatisfacción permanente amenaza por cierto las
ferenciación en esta multiplicidad de estados de cosas. Por chances de subsistencia empírica deJ consenso, pero no lo eli-
«consenso» entendemos el hecho de que un actuar orientado mina mientras el dominador tenga una chance considerable
según expectativas del comportamiento de otras personas ten- Lle poder contar objetivamente con el cumplimiento de sus
ga, a causa de ello, una chance empíricamente «válida» de ver mandatos ( correspondiente al sentido aprehendido como pro-
cumplidas esas expectativas, precisamente porque subsiste ob- medio). Ello es importante, pues -como en el caso de la
jetivamente la probabilidad de que estos otros traten esas ex- asociación- la mera orientación según las «expectativas» de la
pectativas, a pesar de la inexistencia de un pacto, como «vá- conducta del otro o de los otros ( p. ej., el mero «temor>> del
lidas» y provistas de sentido para su conducta. Los motivos «súbdito» a su «señor») constituye el caso límite e implica
por los cuales pueda esperarse esta conducta de parte de los ttn alto grado de labilidad; en efecto, también aquí las expec-
otros carecen conceptualmente de importancia. El conjunto de tativas están tanto más «fundadas» objetivamente cuanto más
acciones en comunidad que acaecen determinadas por la orien- pueda contarse con la probabilidad de que los individuos que
tación según tales chances «de consenso» debe denominarse entran en el «consenso» consideren, en promedio, «obligato-
«actuar por consenso>>. rio» para ellos actuar (subjetivamente) de acuerdo con aquel
El consenso objetivamente «válido» -en el sentido de las ( no importa por qué motivos). También los pactos son «vá-
chances calculables- no ha de ser confundido, naturalmente. lidos», en definitiva, por obra de este consenso ( de legalidad).
icon el hecho de que los actores individuales cuenten, en lo Por ello, consenso válido no puede ser identificado con «pac-

204 205
to tácito». Naturalmente, desde el ordenamiento pactado de Los dos ejemplos mencionados caen dentro de una línea de
manera explícita hasta el consenso media una escala de tran- tran~icion:s graduales; la acción de asistencia implica más la
siciones, entre las que se cuenta, también, una conducta que subs1stenc1a de ~na chance de consenso, es decir, de un actuar
los participantes consideren prácticamente, en promedio, como por consenso, mientras que el otro tiende más a constituir un
un ordenamiento pactado de manera tácita. Sin embargo, este, mero actuar en comunidad como cooperación de hecho. Ade-
por principio, no ofrece particularidad alguna respecto de un 1:1-ás, como es natural, no toda conducta que se presente exte-
pacto expreso. Por lo demás, un pacto «impreciso» es un or- normente como una «cooperación» de varias personas consti-
denamiento empíricamente muy expuesto a la chance de pro- tuye ya un actuar en comunidad o un actuar por consenso.
vocar consecuencias prácticas diversas de acuerdo con los há- Por otra parte, tampoco un actuar en conjunto pertenece al
bitos de interpretación vigentes en cada caso. Un consenso concepto de actuar por consenso. Este falta, por ejemplo, en
«vigente», en cambio, en su tipo puro ya no contiene estatuto todos los casos de referencia provista de sentido a la acción
ni, en especial, pacto alguno. Los individuos que entran en co- de terceros desconocidos. Y ello de manera semejante a como
munidad mediante consenso pueden desconocerse entre si, y, en los dos ejemplos antes mencionados, el actuar por consens~
al mismo tiempo, un consenso puede representar una «norma» d_e las clases exogámicas se distingue por una serie de transi-
válida empíricamente de manera casi inviolable: tal el caso c10nes graduales del actuar en comunidad referido a la acción
de la conducta sexual entre miembros de un grupo exogámico potencial de otros aspirantes al intercambio. En el último
que se encuentr,m por vez primera, grupo que muy a meriu<lo caso, solo en cuanto las expectativas se basen en las chances
abarca comunidades políticas y hasta lingüísticas. Lo mismo d~ que la acción de los extraños se oriente en promedio en
sucede en el caso del empleo del dinero, en que el consenso vista de con~uctas supuestas como válidas, es decir solo en
consiste en la chance de que el bien considerado como dinero, cuanto constituyan normalmente «expectativas de legalidad~
de acuerdo con el sentido mentado en el acto de cambio co- formarán ellas un consenso. Y solo en tal medida, por lo tan~
rrespondiente, sea tratado por una multitud de individuos que to, la acción será una acción por consenso. De lo contrario
se <le~conocen entre sí como medio «válido» para saldar deu- será sólo un actuar en comunidad condicionado por un con-
das, esto es, para el cumplimiento de una acción en comunidad senso. Por otra parte, el ejemplo del socorro muestra ya que
válida como «obligatoria». el «consenso» puede tener por contenido una referencia a fi-
No todo actuar en comunidad pertenece a la categoría del ac- nes totalmente concreta, carente de un carácter abstracto de
tuar por consenso, sino solo aquel que, en promedio, funda <~reg!a». Pero también e_n casos en que suponemos la «persis-
su orientación precisamente en la chance del consenso. La se- tenc~a» de una Y. la misma comunidad por consenso -una
gregación social de los miembros de una raza pertenece a ella, «amistad», por eJemplo-, puede tratarse de un contenido
por ejemplo, cuando, en una medida importante, se puede sujeto a c_ontínuo~ cambios, determinable solo por referencia
contar con que los miembros la considerarán prácticamente, a un sentido persistente, construible de manera típico-ideal y
en promedio, como una conducta obligatoria. De lo contrario, considerado como válido de algún modo por parte de los ac-
de acuerdo con las circunstancias, se tratará de un actuar de tores respectivos. Además, este contenido puede variar aun
los individuos condicionado por la masa, o bien de un simpJe permaneciendo idé?ticas las perso-?as: en efecto, también aquí
actuar en comunidad, sin consenso. Es manifiesta la falta de es una mera cuestión de oportumdad el que se quiera consi-
nitidez de las transiciones, particularmente en casos como la derar como «nu~~a» o bien como «perdu.rante», pero trans~
detención del borracho o la asistencia. En el caso de los in- formada, la. relac10n actual. Este ejemplo, así como - y toda-
dividuos que actúan juntos existe más que una mera coopera- vía más- el de u~a relación _erótica, demuestran que, obvia-
ción fáctica a través de un simple actuar en comunidad sólo mente, las referencias de sentido y expectativas que constitu-
cuando la acción está orientada según un consenso al que se yen el consenso en modo alguno necesitan tener el carácter de
presupone como empíricamente «válido», de tal modo que un cálculo racional con relación a fines de una orientación en
cada individuo se considere obligado a seguir siendo partícipe vista de «ordenamientos» racionalmente construibles. Antes
de aquel actuar efectivo en conjunto por tanto tiempo cuanto ~ien, la or~entación «válida» en vista de «expectativas» signi-
este corresponda al «sentido» que él, en promedio, le asigna. fica exclusivamente, en el caso del consenso, que el individuo

206 207
tiene la chance de poder ajustar en promedio su propia con- ción es una de las tareas de rocb sociología <l..: conten:Jos . .No
Jucta a un contenido de sentido determin,1elo, supuesto con obstante, conceptos totalmente universales como !os que aquí
mayor o menor frecuencia como «válido», pero quizá por elle hubieron de ser definidos han de ser, por nccesidaJ, pobres de
altamente irracional, de L1 conducta ( interna o externa) de contenido. Como es obvio, entre actuar por consenso actuar
los otros. Por lo tanto, al ÍI-,rual que en el caso de la asocia- en sociedad -que representa simplemente el caso especial de
ción, es algo que depende por entero de cada caso individual aquel, regulado por vía de estatuto- media una serie continua
la medid.1 en que, ;I partir del contenido de sentido del cansen. de trnnsícioncs. Así, el :1c1Unr por consenso de Jos pasnjero~
so, susceptible de ser determinado en promedio, por ejemplo, de un tranvía, quienes) aruc un conflicto entre rnro pas ..,jcro
en ·«reglas», se sigue la existencia de regularidades generales, y el guarda, « toman partido» por aquel, se trueca en un
en promedio, del comportamiento práctico. Tampoco aquL actuar en sociedad en caso de que, posteriormente, se unan
en efecto, es idéntica la acción determinadd por el consenso a en una <<queja» común. Por otra parre, existid <,asocíacíón»
la acción por consenso. Una «convención profesional», por sobre todo cuando se cree un ordenamiento racional en cuanto
eíemplo, es un actuar por consenso constituido por aqudla al fin, no importa cufoto pueda variar esk en mauro a alean
conducta que, en cada caso y como promedio, «vale» empÍ· ce y sentido. Nace ya una asociación, por ejemplo, cu,111do di-
ricamente como obligatoria. La «convención» se distingue, por rigida a los miembros de una raza qu.::'. se <-<segregan>> por vía
d consenso de ~,validez», de la mera «costumbre» basada ¿::n de consenso, pero sin que medie pacto, se fund.t una «r..:vista>>,
algún tipo de «repetición>> o de «hábito,>, ,c1sí como se dis- con «cdítor,>, <<director», «colaboradores>> v «suscriptni-es>,
ringue del «derecho» por la falta de un aparnto de cnacción. propios, de la cual ese actuar por consenso, hast:l entonces
Las transiciones, no obstante, son imprecisas. Sin embargo, una amorfo, reciba .:~directivas» con diversas chances de validez,
convención profesiorn1l puede ser capaz de producir, respecto O cuando, respecto de un,1 comunidad lingüística, nacen una
Je la conducta de sus miembros, consecuencias de hecho que «academia» en el sentido Je la Ctu::,ca v «escu.da:-i>> en las
no valgan empíricamente como obligatori,1s con arreglo a con- rna1es se enseñen las reglas <le la gr~imárfca. O hien cu:mdo,
senso. Las convenciones feudales, p. ej., pueden determinar respecto de una relación de «dominación», se crea un apa~
que se concih.1 al comercio como uqa actividad vil y que, a rato de ordenamicnros racionales v funcion..!lcs, Y a la inversn,
consecuencia de ello, el grado de legalidad del trnto con co- casi tocb .1sociación :::;ttck engendrar un :ictu,¼r por con:-;cnso
merciantes resulte rebajado. entre los asociados ( «co1!dicíonado por la asociación>>), que
Motivos, fines y .«estados interiores>> subjcrivus, en un todo rebasa el círculo de sus fines racionales. ToJu club de juga-
diferentes, comprensibles de manera racional con relación a dores de bolos tiene, respecto Je la conducta recíproca de sus
fines o ~solo psicológicamente», pueden engendrar como resul- miembros, consecuencias <\convl'~ncionales», es <..1-~cir que crea
tante un actuar en comunidad idéntico de :1cuerdo con su rt:• un actuar en comuni<la<l en vis u de un <,consenso>), fuer.1 del
ferencia de sentido subjetiva, y del mismo modo un «consen- que reside en la asoci,1ción.
so,> idéntico de acuerdo con su validez empírica. Unica base El hombre individu:11 p:.uticipa de continuo, en su actuJr. en
real del actuar por consenso es la validez unívoca, en cad:1 múltiples y siempre diver:sas acciones en comunidad, acc1c~n;s
caso distinta, del «consenso», y no una constelación de intc• por consenso y acciones en sociedad. Su actuar en comunid¡1d
reses «externos>:> o «inrernos>;. que provoque alguna otra cosa puede estar referido, con sentido, en cada acto indiviJual, a
v cuya subsistencia pueda estar condicionad,1 por estados in un círcido diverso de acciones ajenas o a otros consensos o aso-
reriorcs y fines de los individuos, nor lo d~mJs muv heterogé- ciaciones. Cwrnto más numerosos y diversos, de :icucrdo con
neos entre sí. Con ello no se niega, natunllmenre. que res• las chances constitutivas respecto de ellos, sean los círculos
pecto ele los tipos singulares de actu~1r en comunidad y, en en vista de lus cuales el individuo orienta rctciona!men!t' su ac•
especial, de actuar por consenso, distinguibles de ,1cuerdo con tuar, tanto más avanzada estará la ~dijerc:11ciació11 social rn-
la «orientación de sentido:,; subjetiva prev,1lecicnte, no pue- donnl»., y cwmto más cobre su nct11ar el carácter de b i:tw-
dan señalarse, en cuanto al contenido. motivos. intereses , ciacíón, tanto mayor será fo «organizm·ión social racionah. De
-<<estados interiores,> que funden, con la máxima frecuencía en tal modo, como es natural, el individuo puede ser partícipe,
promedio, su origen v permanencia. Más aún, tal comprob,1- en uno y el mismo acto de su actu.ar, de unJ. multitud de tipos

208 209
de actuar en comunidad. Un acto de cambio que alguien cu1:1- «consensm> es para nosotros algo por entero distinto de la
pla con X por cuenta de Y, que, P?r su parte, es, J?· ~J·, «exclusividad» en contra de los otros. Es cuestión del caso
«órgano» de una unión de fines, contiene: 1) una asoc1ac1on concreto el que un actuar por consenso sea «abierto», es decir
lingüística; 2) una asociación escrita; 3) una a~o~i~ción 4e in- que en todo momento la participación en él sea posible para
tercambio con X personalmente; 4) una asoc1ac10n de mter- quien lo desee, o bien que sea «cerrado» -y en qué medi-
cambio con Y personalmente; 5) ese mismo tipo de asociación da-, esto es que los participantes vuelvan imposible, por vía
con el actuar en comunidad de los miembros de aquella unión de consenso o de asociación, la admisión de terceras personas.
de fines, y 6) la orientación del. acto de cam?!º, en su~ con- Una concreta comunidad lingüística o de mercado tienen siem-
diciones, en vista de las expectativas de la acc10n potencial de pre, en todas partes, límites ( las más de las veces imprecisos),
otros aspirantes al intercambio ( concurrentes de ambos lados) Es decir, que en las «expectativas» no es posible tomar en
y de los consensos de legalidad correspondientes, etc. Para cuenta como participante del consenso -actual y potencial-
ser un actuar por consenso, una acción ha de ser, por cierto, ª cualquier hombre, sino solo a una multitud, muy a menudo
un actuar en comunidad, mas no para ser una acción orienta- delimitada de manera bastante imprecisa. Pero los miembros
da por un consenso. Toda disposi~ión acer:a ?e reservas y de una comunidad lingüística normalmente no tienen interés
bienes tomada por un hombre esta -prescmd1endo por en- en excluir a terceros del consenso (,exceptuado el caso, na-
tero de que ella normalmente solo es posible .mediante la turalmente, de una conversación concreta), así como los que
chance de protección que ofrece el aparato coactivo de la ~o- participan en un mercado tienen muchas veces interés en la
munidad política- orientada por un consenso e;1 la med1d_a «ampliación» de este. Sin embargo, tanto una lengua ( sagra-
en que tiene consecuencias externas con referencia a la posi- da, profesional o secreta) como un mercado pueden ser «ce-
bilidad de alteración de las propias reservas por vía de inter- rrados», a la manera de un monopolio, por vía de consenso
cambio. Una «economía privada» fundada en la moneda abarca o asociación. Y, por otra parte, incluso la participación, nor-
un actuar en sociedad, un actuar por consenso y un actuar en malmente cerrada por vía de asociación, en un actuar en co-
comunidad. Solo el caso limite puramente teórico de la econo- munidad específico de concretas formaciones de poder polí-
mía de Robinson Crnsoe está por completo libre de todo ac- tico, es mantenida en buena parte abierta ( respecto de los
tuar en comunidad, y por lo tanto también d; todo_ actuar «inmigrantes») en interés del propio poder.
orientado por un consenso. En efecto, ella .esta referida c?n Los miembros de un actuar por consenso pueden, según esto,
sentido solo a las expectativas de comportamiento de los obJe- perseguir un interés orientado en contra de los extraños. Pero
tos naturales. De este modo, su mera concebibilidad basta para esto no es necesario. El actuar por consenso no equivale a «so-
ilustrar con claridad el hecho de que no toda acción «econó- lidaridad», y tampoco el actuar en sociedad implica una con-
mica» incluye ya conceptualmente un actuar en comr:nidad. traposición excluyente respecto de aquel actuar en comunidad
Antes bien, y en líneas generales, lo cierto es que precisamen- de los hombres a que llamamos «lucha», que significa, en
te los tipos conceptualmente «más puros» de cada una de las líneas generales, la aspiración a imponer la propia voluntad en
esferas de la acción se encuentran más allá del actuar en co- contra de la voluntad de otros, orientándose en vista de las
munidad v del consenso, así en el ámbito religioso como en . expect~tivas pe conducta de los otros. Antes al contrario, la
la economía, o en cuanto a las concepciones científicas y ar- lucha abarca potencialmente todos los tipos de actuar en co-
tísticas. El camino de la «objetivación» conduce por regla ge- munidad. Depende del caso concreto en qué medida, por
neral, aunque no necesariamente, al actuar en comunidad, y · "ejemplo, un acto de asociación implica prácticamente, de acuer-
en especial al actuar por consenso -aunque tampoco necesa- do con el fin subjetivamente mentado en promedio ( aunque
riamente. quizá varíe de un individuo a otro), la expresión de la soli-
De acuerdo con lo ya expresado, en modo alguno es menester daridad en contra de terceros, un compromiso de intereses en
identificar acción en comunidad, consenso y asociación con la contra de terceros o bien solo un desplazamiento de formas y
representación de un actuar «unos con otros y para otros» objetos de lucha, deseado, por motivos cualesquiera, por los
contrapuesto a un actuar «unos contra otros». ~orno es ??vio, participantes. Y muchas veces aquel acto contiene un poco de
no solo la comunidad enteramente amorfa, smo tamb1en el todo esto. No existe ninguna comunidad de consenso, ni aun

210 211
la acompañada por el sentimiento ?~ entrega_ m~s extremo 7. La «institución» y el <<grupo>>
como, por ej-emplo, las relaciones erot1cas o car1ta,t1vas, qu~,,. a
pesar de tal sentimiento, no pueda contener e~1 s1 la opres10n En los ejemplos que hemos empleado de manera ocasional,
más inmisericorde sobre los otros. Y la ma~or~~ de las luch,as, muchas veces nos ha salido al encuentro una situación que aho-
por otra parte, incluyen algún grado de asociac10n o de cons~n- ra queremos destacar especialmente: el hecho de que alguien,
so Preséntase aquí. el caso, frecuente en los conceptos socio- «sin quererlo», pase a ser partícipe de una comunidad por
lógicos de que se recubran parcialmente en los hecho.s, Y por consenso y permanezca como tal. En el caso de un actuar por
cierto ~n cuanto a los mismos rasgos, solo que considerados consenso amorfo -como el «hablar»- esto no requiere
desde distintos puntos de vista. La ~ucha que carezca de, c~al- ulterior examen. En efecto, de él ~participan» todas las per-
quier tipo de asociación con el enemigo es solo un caso lmt:r sonas involucradas, y su actuar corresponde a lo que hemos
Desde un asalto de mongoles, pasando por el modo actua e supuesto como característico ( del consenso). Pero en los de-
conducción de la guerra, que -está condicionado, aunque sea más casos la situación no es tan simple. Ya hemos señalado,
de modo tan precario, por el «derecho de g~ntes», Y por la como tipoideal de la «asociación», la ~unión de fines» racio•
justa caballeresca, donde las armas y los med10~ d~ lucha per- nal, basada en un pacto expreso en cuanto a medios, fines y
nitidos estaban reglados ( «Messieurs les Anglats, ttrez les prf- ordenamientos. Con ello se estableció ya que, y en qué sen-
1,,,iers») hasta llegar al duelo judicial suj~to a reglas ¡ a a tido, una formación de ese tipo puede ser caracterizada como
«pelea de bautismm> amistosa ( entre estudiantes), que ya per- perdurable a pesar del cambio de los participantes. De todas
tenece a la «contienda» deportiv~, encontramos, en grado cre- maneras se presupuso que la «participación» de los individuos,
ciente fragmentos de una comumdad por consenso de los con- a saber, la expectativa justificada en promedio de que todos
tendo;es. y allí donde la lucha violenta se trueca en «concuÍ orientarán su actuar en vista del ordenamiento, descansa en
rrencia» 'sea por una corona olímpica, por un. ~oto e~ectora un pacto racional particular con todos los individuos. Pero
0
cualq~ier otro medio de poder, por el prestigio social o .la existen formas muy importantes de asociación en las cuales el
ganancia desarróllase por entero en el terreno de una i5ºc:r actuar en sociedad está en medida considerable ordenado ra-
ción raclonal, cuyos ordenamientos sirven como «reg a~ e cionalmente, como en el caso de la unión de fines, mediante
·ue o» que determinan las formas de la lucha_, per?, al mismo estatutos de medios y fines, creados por los hombres, y, por
iie!po alteran sus chances. La gradu~l «p~c1fi~~c1on», en ~l lo tanto, está organizado como «asociación»; dentro de esas
sentido del rechazo del ejercicio de la v1olenc1a f1S1ca~ ~olo ami- formas, sin embargo, vale, como supuesto básico de su sub-
nora esta sin eliminar jamás por complet? l,a .apelac1on _a e~l,a. sistencia, el que los individuos entren, sin quererlo, a formar
Ocurre que en el curso del desarrol~o h1stor1co su aphcac1on parte del actuar en sociedad y, por lo tanto, se encuentren
ha sido monopolizada de manera crec1e?t~ por el aparato c_<~td atrapados por aquellas expectativas de su propio actuar en
tivo de un tipo determinado de asoc1ac1on o de comun1 a vista de aquellos ordenamientos creados por los hombres. El
or consenso, a saber, la política, y transformada en la ame- actuar en comunidad constitutivo de estas formas se caracte-
~aza regulada de coacción de parte de los poderosos Y, en riza precisamente por el hecho de que, a partir de la presencia
definitiva, de parte de un poder que formalmen~~ se con:pdrla de ciertas circunstancias objetivas en una persona, se espera
como neutral. La circunstancia de que la «coacc10n», de dn e
física O psíquica esté de algún modo en la base de to as as 1 de esta, y se lo espera por cierto en promedio con derecho,
que participe en el actuar en comunidad y, en particular, que
comunidades ha' de ocuparnos todavía brevemente, pero, s.olo actúe en vista de los ordenamientos; y ello porque los ind1-
en cuanto lo exija la tarea de completar los conceptos up1co- viduos en cuestión se encuentran empíricamente ~obligados» a
ideales hasta ahora formulados. participar en ese actuar en comunidad constitutivo de la co-
munidad misma y porque subsiste la chance de que eventual-
mente sean forzados a ello mediante un «aparato coactivo» a
pesar de su resistencia ( aunque sea en forma muy suave). Las
circunstancias a las cuales se liga aquella expectativa en un
caso particularmente importante, la comunidad política, son,

212 213
ante todo: descendencia de determinadas personas o nacimien- nidad de un <.<profeta» con sus «discípulos», en que el dueño
to, o, a veces, la mera permanencia o ciertas acciones cumpli- del poder es el primero, o una <<comunión» religiosa que sub-
das dentro de determinado ámbito. El modo normal de ingre- sista solo por consenso y en la que el dueño del poder sea un
so del individuo en la comunidad es, entonces, que él ·ha «na- «jerarca» hereditario, son «grupos>> de tipo bastante puro.
cido y crecido» como miembro de ella. Designaremos con el Este caso no reviste por principio particularidad alguna res-
término «instituciones» aquellas comunidades en las que se pecto de otras «acciones por consensm>, y toda la casuística de
presente el siguiente estado de cosas: 1) en contraposición estas Je es aplicable. En la civilización moderna casi toda ac-
con la «unión de fines» voluntaria, la imputación sobre la base ción grupal está ordenada, al menos parcialmente, mediante
de circunstancias puramente objetivas, independientes de las ordenamientos racionales -la comunidad doméstica, por ejem-
explicaciones de los imputados, y 2) en contraposición con las plo, lo está de manera heterónoma mediante el «derecho fa-
comunidades por consenso, carentes de un ordenamiento ra- miliar» estatuido por el Estado-. La transición a la «institu-
cional delíberado y, por lo tanto, amorfas en este respecto, la ción» es, por lo tanto, fluida. Tanto más cuanto que existen
existencia de tales ordenamientos racionales, creados por los muy pocos tipos «puros>> de instituciones. Pues cuanto más
hombres, y de un aparato coactivo en cuanto circunstancia multifacética es la acción institucional que las constituye, tamo
codeterminante del actuar. En consecuencia, no toda comuni- menos ordenada está, por regla general, la totalidad de esta
dad en la que se haya nacido y crecido normalmente es urta manera racional con relación a fines, mediante estatutos. Por
«institución»: no lo es, por ejemplo, la comunidad lingüística ejemplo, los estatutos creados para el actuar en sociedad de
ni la comunidad doméstica. Ambas carecen, en efecto, de aque- instituciones políticas - a los que suponemos, ad hoc, ente-
llos estatutos racionales. Sí lo son, en cambio, aquellas formas ramente racionales con relación a fines- y que llevan el nom-
estructurales de la comunidad política a las que suele denomi- bre de «leyes» destacan, al menos por regla general, solo he-
narse «Estado», y, por ejemplo, aquellas de la comunidad te· chos fragmentarios, cuyo ordenamiet?-to racional es ambiciona-
Iigiosa a las que se da el nombre, en sentido rigurosamente do, en cada caso, por interesados cualesquiera. El actuar por
técnico, de «Iglesia». consenso, que de hecho constituye la subsistencia de la forma-
Así como el actuar en sociedad orientado en vista de un pacto ción, no solo sobrepasa normalmente su actuar en sociedad, que
racional está en relación con un actuar por consenso, la institu- puede orientarse en vista de estatutos racionales con relación
ción, con sus estatutos racionales, lo está con el «grupo». Por a fines, como sucede ya en el caso de la mayoría de las unio-
actuar grupal significamos un actuar orientado, no según un nes de fin, sino que normalmente es más antiguo que este. La
estatuto, sino según un consenso, esto es: un actuar por con- «acción institucional» es la parte racionalmente ordenada de
senso en el cual: 1) la imputación del individuo en su carácter una <~acción grupal», y la institución, un grupo ordenado de
de miembro se produce de acuerdo a consenso sin que este lo manera parcialmente racional. O bien -la transición resulta
quiera de manera racional con relación a fines; 2) a pesar de sociológicamente imprecisa- la institución es, sí, una «crea-
la falta de un ordenamiento estatuido con miras al fin, deter- ción nueva» por entero racional, pero que no sobreviene en
minadas personas ( los dueños del poder) promulgan ordena- un ámbito de validez totalmente «falto de grupos>>. Por lo
mientos eficaces para la acción de los individuos que, de acuer- contratio, este está subordinado de antemano a una acción
do a consenso, participan del grupo, y 3) esas mismas perso- grupal existente o a un actuar regulado por el grupo, por ejem-
nas, u otras, están dispuestas a ejercer eventualmente coaccion plo, mediante «anexión» o unificación de los grupos anteriores
psíquica o física, de cualquier tipo que fuere, contra los miem- para formar una institución global nueva, cumplidas a través
bros que se comporten de manera contraria al consenso. Trá- de una serie de estatutos orientados a ello, de ordenamientos
tase siempre, naturalmente, como en todo «consenso>>, de un enteramente nuevos para el actuar referido al grupo, para el
contenido de sentido comprendido de manera precisa en pro- actuar regulado según el grupo o para ambos; o bien se em-
medio y de chances promedio de validez empírica. La «comu- prende solamente un cambio del grupo social al cual la acción
nidad doméstica» primitiva, en que el «jefe de familia» es el ha de referirse ahora, o considerarse afectada por estos orde-
dueño del poder; la formación política «patrimonial» carente namientos, o bien solo un cambio del personal de los órganos
de un estatuto racional, en que lo es el «príncipe»; la comu- institucionales y, en especial, del aparato coactivo.

214 215
El surgimiento de nuevos estatutos de instituciones de todo tativa de consenso». Este poder efectivo de imposición puede
tipo cúmplese, ya sea que esté ligado con un proceso que haya «.valer» empíricamente de acuerdo a consenso, recayendo en
de considerarse como <mueva creación»• de una institución o ciertos hombres, ya sea personalmente, ya determinados con
bien acaezca en el transcurso normal de la acción institucio~al c~ertas c~racterísticas o bien elegidos de acuerdo con reglas (p.
solo en casos excepcionales mediante «pacto» autónomo d~ eJ., mediante voto). Estas pretensiones y representaciones de
todos quienes participarán en tal actuar futuro, respecto dd una imposición «válida», que valen de hecho, empíricamente,
cual se espera, de acuerdo con el sentido mentado en prome- porque en promedio determinan de manera suficiente la ac-
dio,. lealtad hacia ese estatuto. Cúmplese, antes bien, casi ex- ción de los participantes, pueden denominarse la «constitu-
clus1!amente mediante «imposición». Esto significa que de- ción» de 1a institución respectiva. Esta es consignada median-
term1?~dos h~mbres proclaman un estatuto como válido para te estatutos racionales expresos en formas muy variadas. A
la accmn referida al grupo o regulada por el grupo, y los miem- menudo las cuestiones más importantes desde el punto de vista
bros de la institución ( o los súbditos de esta) se adecuan a práctico no lo son, y a veces ello es así de manera deliberada
él aproximadamente en los hechos mediante la orientación de por razones que aquí no hemos de dilucidar. Los estatutos, er~
su actuar, más o menos leal y provista de sentido preciso. Es- con_secue1;c!~, proporcionan un indicio inseguro sobre el poder
to quiere decir que el ordenamiento estatuido adquiere, en las de ~~1:os1c10n que vale respecto de lo empírico y descansa, en
instituciones, validez empírica en forma de «consenso», €sto defm1t1va, en un consenso conforme al grupo. En verdad
ha de distinguirse claramente del «estar de acuerdo» o de algo pues, el contenido decisivo de aquel ~consenso», que represen~
semejante a un ..:pacto implícito». Más bien ha de entenderse t~ 1~ «constitución>> realmente válida en lo empírico, está cons-
también aquí, como la chance promedio de que los individuo¡ t1tu.1do, en cada caso, por la chance, que solo puede ser objeto
«mentados», en cuanto son, de acuerdo con la comprensión de de cálculo, de a cuáles hombres, en qué medida y con resµel-
sentido (promedio), los afectados por el estatuto impuesto, ro a qué se «someterían» prácticamente en promedio, en defi-
la consideren también de hecho -conceptualmente no impor- nitiva, los individuos que participan en la coacción mentada,
ta si por temor, fe religiosa, respeto hacia los amos, por una según la interpretación habitual. Los fundadores de consti-
consideración puramente racional con relación a fines o cual- tuciones pueden, mediante estas, ligar la imposición de estatu-
ier otro motivo-- como prácticamente «válida» para su con- tos obligatorios también, por ejemplo, a la aceptación de la
a, y orienten en consecuencia su acción, en promedio, de mayoría de los miembros, o bien de la mayoría de las perso-
acuerdo con el sentido del estatuto. La imposición puede ser nas que presenten ciertas características o sean electas según
establecida por «órganos institucionales» mediante su acción reglas.
institucional específica, acorde con el estatuto, empíricamen- En cuanto a la minoría, sin embargo, esto sigue siendo, natu-
te válida en virtud del consenso ( imposición autónoma), como ralmente, una «imposición»; la concepci6n difundida entre no-
en el cas? de las leyes de una institución autónoma respecto sotros ~n 1a Edad Media y que en el mir ruso, por ejemplo,
del exterior en todo o en parte ( p. ej., del «Estado»). O bien predominó casi hasta nuestros días, no había olvidado que un
pued: resultar de manera «heterónoma», establecida desde el estatuto verdaderamente «válido» exigía ( a pesar de que ofi-
exter10r, como en el caso del actuar en comunidad de los ci,1Imente existiera ya el principio de Ja mayoría) la aceptación
miembros de una Iglesia o comunión, o de otro gmpo que re- personal de todos aquellos a quienes obliga.
vista forma institucional, a través de su imposición de parte En realidad, empero, todo poder de imposición se bilsa en una
de otro grupo, político por ejemplo, imposición a la cual se influencia específica, cambiante en cada caso en cuanto a su
adecuan, en su actuar en comunidad, los miembros de la co alcance y a su índole, de «dominación» de hombres concretos
munidad heterónomamente ordenada. ( profetas, reyes, señores patrimoniales, padres de familia, an-
La inmensa mayoría de todos los estatutos, tanto de institu- cianos u otras calificaciones honoríficas, funcionarios, jefes de
ciones como de uniones, no ha sido, en su origen, pactada sino partido, cuya índole sociológica presenta enorme diversidad)
impuesta, es decir, establecida por hombres y grupos de hom- sobre la acción grupal de los otros. Esta influencia descansa
bres que de hecho, por razones cualesquiera, pueden influir en motivos característicamente diversos, entre los cuales se
según su voluntad el actuar en comunidad basados en la «expec- cuenta también la chance de que se aplique coacción física o

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psíquica de. cualquier til?º· Pero también aquí la acción por pios racionales por medio de los cuales aquellas normas fue-
consenso ortentada en vista de meras expectativas ( en parti- ron pensadas. Para que apliquemos <<correctamente>> las tablas
cular, el « temor» <le quienes obedecen) constituye solo el ca- de Pitágoras no es necesario que poseamos intelección racional
so límite relativamente lábil. Las chances de validez empírica de las proposiciones algebraicas que, por ejemplo, fundamen-
del con~ens_o se vuel~en también aquí permaneciendo iguales tan la máxima de la sustracción: «No puedo restar 9 de 2;
las demas circunstancias, tanto mayores cuanto más pueda con- tomo entonces prestado 1». La «validez» empírica de las ta-
tars~ con que los in~viduos qu~ obedecen lo hagan, en pro- blas es un caso de «validez por consenso». Pero «consenso»
med10, porque consideran «obligatoria» para ellos también ( Einverstandnis) y «comprensión» ( V erstandnis) no son idén-
subjetivamente, la relación de dominación. En cuan!o ello su- ticos. Esas tablas nos fueron «impuestas», cuando niños, del
ceda en promedio o aproximativamente, la <<dominación:>> des- mismo modo que un decreto racional es impuesto por un dés-
cansa en el consenso de «legitimidad». La dominación, como pota a su súbdito. Y lo es en el sentido más profundo, como
basamen~o. más importante de casi todo actuar grupal, cuya algo totalmente incomprendido por nosotros en sus fundamen-
problematlca se nos presenta en este punto, es necesariamente tos y fines propios, pero que, sin embargo, es obligatoriamen-
un objeto especial que no nos proponemos examinar en de- te «válido». El «consenso», por lo tanto, es ante todo la sim-
talle aquí. ple «conformidad» a lo habitual porque es habitual. Ello per-
Para su análisis sociológico, en efecto, interesan la~ diversas manece más o menos así. No por la vía de exámenes raciona-
bases posibles, s:11?je~ivamente provistas de sentido, de aquel les, sino de contrapruebas empíricas ensayadas (impuestas)
consenso de «leg1t1m1dad» que determina en modo fundamen- se comprueba si se ha calculado «correctamente», conforme
tal su. carácter específico allí donde no es el mero temor ante con el consenso. Esta situación se presenta en todos los cam-
una violencia que amenaza directamente lo que condiciona la pos: cuando nos servimos adecuadamente de un tranvía eléc-
conformi?ad de los individuos. Pero este problema no puede trico, de un ascensor hidráulico o de un fusil sin conocer nada
ser examinado de pasada, por lo cual debe desistirse del inten- de las reglas de ciencia natural en que descansa su construc-
to, que él sugiere, de pasar a considerar las cuestiones «autén- ción; y, por su parte, incluso el conductor de tranvías y el
ticas», que aquí se inician, de la teoría sociológica de los gru- armero pueden estar solo imperfectamente en el secreto. Nin-
pos y las instituciones. gún consumidor normal sabe hoy, ni siquiera aproximadamen-
La vía del de~envolvimiento conduce por cierto de continuo, te, cuál es la técnica de producción de los bienes de uso coti-
en casos particulares -como ya hemos visto- desde orde- diano, y la mayoría desconoce también los materiales de que
namientos racionales concretos, conformes a un grupo en vista están hechos y las industrias que los producen. Solo les inte-
de cierto fin, hacia la fundación de un actuar por consenso resan las expectativas, que para ellos revisten importancia
que los «desplaza». Pero en el conjunto, en el transcurso del práctica, del comportamiento de esos artefactos. No otra es la
desarrollo histórico que podemos abarcar panorámicamente. situación en el caso de las instituciones sociales, como, por
hemos de com.probar, no por cierto la existencia de una «sus~ ejemplo, el dinero. Nada sabe quien usa el dinero acerca de la
titución» del actuar por consenso por la asociación sino más verdadera naturaleza de sus extraordinarias cualidades, y hasta
bi<;n, un or1enamiento racional con relación a fines', cada vez los especialistas disputan ásperamente en torno de ello. Y algo
mas extendido, del actuar por consenso obtenido mediante semejante· ocurre con los ordenamientos creados de manera
estatutos, y en particular una creciente transformación de racional en cuanto al fin. Mientras se discute la creación de
los grupos en instituciones ordenadas de manera racional coa una nueva <:<ley» o de un nuevo parágrafo de los «estatutos de
rel~ción_ a f_i?es. Ahora bien, ~qué significa prácticamente la la unión», al menos las personas interesadas prácticamente en
rac10nahzac10n de los ordenamientos de una comunidad? Para él, a las que afecta con fuerza, suelen comprender de manera
que un oficinista, o incluso el jefe de una oficina, «conozcan>> cabal el «sentido» realmente mentado de ese nuevo ordena-
l~s preceptos de la teneduría de libros y orienten su acción en miento. Pero en cuanto están ya «establecidos», el sentido
vista de ellos mediante una aplicación correcta -o bien en mentado originariamente con mayor o menor unidad por sus
caso~ particulares, fal~a. a causa de error o engaño-, n~ es creadores puede ser olvidado u oscurecido tan completamente,
preciso, como es mamf1esto, que tengan presentes los princi- a través de cambios de significado, que resulte ínfima la frac-

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ción de aquellos jueces y abogados que comprendan acaba<la- en su estructura subjetiva, la conducta presenta a menudo, de-
mente el «fin» para el cual las normas jurídicas, así desarro- manera predominante, el tipo de un actuar en masa, más o
lladas, fueron acordadas e impuestas en su momento; el <(pÜ- menos uniforme, carente de toda referencia de sentido. El
blico», mientras tanto, conocerá el hecho de su dictado y L.1 progreso de la diferenciación social y de la racionalización sig-
.:validez» empírica de las normas jurídicas, y, por lo tanto, las nifica, por lo tanto, si no absolutamente siempre, al menos :,;í
«chances» que de ellas se siguen, solo en la medida indispen- en cuanto a su resultado normal, una distancia ca<la vez ma-
sable para evitar las contrariedades más desagradables que pu* yor, en el conjunto, entre quienes están prácticamente inmer-
dieran sobrevenirle. Con la creciente complicación de los or- sos en las técnicas y ordenamientos racionales y la base racio-
denamientos y la progresiva diferenciación de la vida social, nal de estos, que para ellos, en general, suele permanecer tan
este hecho se vuelve cada vez más universal. En el mejor de oculta como para los «salvajes>> el sentido de los procedimien-
los casos, quienes conocen de manera indubitable el sentido tos mágicos de.un hechicero. En consecuencia, en modo algu-
empíricamente válido de aquellos ordenamientos, esto es, las no provoca está" racionalización una universalización del com,-
~expectativas» que probablemente se seguirán de ellos en cimiento de los condicionamientos y conexiones del actuar en
promedio por el hecho de que fueron creados una vez y de comunidad sino, las más de las veces, precisamente lo contra-
que son ahora interpretados por lo común de cierto modo y rio. El «salvaje» conoce acerca de las condiciones económicas
garantizados por el aparato de coacción, son, precisamente, y sociales de su propia existencia infinitamente más que el lla-
quienes actúan de manera planificada en contra d~l con- mado «civilizado». Y tampoco es cierto que la acción de los
senso, quienes con deliberación se proponen ~infringirlo~ o «civilizados» proceda, en lo subjetivo, de manera enteramente
«eludirlo». Los ordenamientos racionales de una asociaci6n, ~racional con relación a fines». Antes bien, ello difier•e entre
trátese de instituciones o de uniones, son, por lo tanto, im- las distintas esferas de la acción y constituye un problema por
puestos o '4<sugeridos» de parte de un primer grupo de perso- sí mismo. Lo que confiere a la situación del ~civilizado», en
nas con miras a determinados fines, concebidos quizá de ma- este respecto, su nota específicamente «racional», por oposi-
neras muy diversas. De parte de un segundo grupo, es decir ción a la del ~salvaje», es más bien: 1) la fe generalmente
de parte de los «órganos» de la asociación, ellos son inter- admitida en que las condiciones de su vida cotidiana --tranvía,
pretados en lo subjetivo de manera más o menos homóloga y ascensor, dinero, tribunales, ejército o medicina- son, por
ejecutados con diligencia -aunque no necesariamente con co- principio, de naturaleza racional, es decir artefactos humanos
nocimiento de los fines de su creación-. Un tercer grupo los susceptibles de conocimiento, creación y control racionales,
conoce subjetivamente con una aproximación diversa al tipo lo cual tiene algunas importantes consecuencias en cuanto al
de realización corriente, en la medida en que ello es absoluta- carácter del ~consenso», y 2) la confianza en que ellas fun-
mente necesario para sus fines privados, y los erige en medio cionan racionalmente, es decir de acuerdo con reglas conoci-
de orientación de su actuar (legal o ilegal) porque ellos susci- das, y no irracionalmente, como es el caso de las potencia~
tan determinadas expectativas con respecto a .la conducta de sobre las cuales quiere influir el salvaje por intermedio de su
otros ( tanto de los «órganos» como de los miembros de la hechicero, y en que, al menos en principio, es posible «contar
institución o del grupo). De parte de un cuarto grupo, en con>> ellas, «calcular» la propia conducta, orientar la propia
cambio, que constituye la «masa», es practicado «tradicional- acción según expectativas ciertas, engendradas por ellas. Y
mente» -según nuestra expresión- un actuar que correspon- aquí reside el interés específico de la «empresa» capitalista
de, dentro de cierta aproximación, al sentido comprendido e11 racional por los ordenamientos «racionales», cuyo funciona-
promedio; y las más de las veces ese actuar es mantenido con miento práctico puede calcular, en cuanto a sus chances, lo
total desconocimiento del fin, del sentido y hasta de la exis- mismo que el de una máquina. Sobre esto trataremos en otro
tencia de aquellos ordenamientos. La •«validez» empírica de un lugar.
ordenamiento «racional», precisamente, descansa, en conse
cuenda, de acuerdo con su centro de gravedad, de nuevo en
el consenso de la conformidad respecto de lo habitual, lo ad-
quirido, lo inculcado, lo que siempre se repite. Considerada

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4. El sentido de la «neutralidad valo- El segundo punto de vista me parece inadmisible. En particu-
rativa:> 1e las 1
ciencias sociológicas y lar, considero sencillamente irrealizable la distinción, no poca$
veces postulada para nuestras disciplinas, entre valoraciones
economKas (1917) prácticas «político-partidarias» y otras que no tendrían ese ca-
rácter. Ella solo es apta para ocultar el alcance práctico de
las tomas de posición sugeridas a los oyentes. Más aún: si se
admite la formulación de valoraciones desde la cátedra la opi-
nión de que se las debe expresar de manera totalmente ~exenta
Si explícitamente no se afirma otra cosa, o no es evidente de de pasión», evitando los temas que pudieran originar discu-
suyo, por •«valoraciones» es preciso entender, en lo sucesivo, siones «acalor~das», ref!eja un punto de vista burocrático que
las evaluaciones prácticas del carácter censurable o digno de todo profesor mdepend1ente debe rechazar. Entre los estudio-
aprobación de los fenómenos influibles por nuestro actuar. El sos para quienes no era preciso renunciar a la formulación de
problema atinente a la «libertad» de una ciencia determinada valoraciones, prácti~as en las discusiones empíricas, precisc1-
respecto de valoraciones de esta clase, es decir, la validez y mente los mas apasionados -como Treitschke y, a su manera,
el sentido de ese principio lógico, es algo por entero distinto Mommsen-• resultaban los más tolerables. En efecto un fuer-
de la cuestión que hemos de examinar previamente de fna- t~ acento ~m_o~ivo permite al menos que el propio oy;nte apre-
nera sucinta, a saber, si en la enselianza académica se debe cie la subJet1v1dad de la valoración de su profesor en cuanto
o no «hacer profesión» de las propias valoraciones prácticas a una eventual distorsión de las comprobaciones de este, y,
fundadas en la ética, en los ideales culturales o bien en una por lo tanto, que cumpla por sí mismo aquello que al maestro
concepción del mundo. Tal cuestión no puede ser dilucidada le está vedado por razones temperamentales. De este modo
científicamente, pues ella misma depende por entero de valo- la pasión auténtica obtiene sobre las mentes juveniles el efec~
raciones prácticas y, por lo tanto, es imposible resolverla de t? que -supongo- los partidarios de la formulación de jui-
manera concluyente. Acerca de este punto se han sostenido c10s de valor desde la cátedra quisieran asegurar, sin que el
diversas opiniones, de las cuales solo citaremos las dos extre- oyente sea llevado a confundir diversas esferas, como necesa-
mas: a) es correcta la distinción entre cuestiones puramente riamente sucede cada vez que la comprobación de hechos em-
lógicas o empíricas, por un lado, y valoraciones prácticas -éti- píricos y la exhortación a tomar posiciones prácticas ante los
cas o basadas en una concepción del mundo-, por el otro; grandes problemas de la vida se hacen con el mismo frío
no 0bstante, o quizá precisamente por ello, ambas categorías desapasionamiento.
de problemas competen a la cátedra, y b) aun cuando aquella El ~rímer punto de vista (a) paréceme aceptable, y ello a
distinción no pudiera ser establecida de una manera lógica- partir de la perspectiva subjetiva de sus propios, eventu.ales
mente consecuente, es recomendable que todas las cuestiones sostenedores, solo si el docente se impone como deber abso-
valorativas, prácticas, sean alejadas de la enseñanza en la me- luto, en cada caso singular, aun a riesgo de volver más insí-
dida de lo posible. pida su exposición, mantener inexorablemente en claro ante
sus oyentes y, lo que es esencial, ante sí mismo, cuáles de sus
1 fate ensayo es producto de una reelaboración de un informe manús- aseveraciones corresponden a hechos deducidos lógicamente o
crito. destinado a una discusión interna para la reunión de 1913 aeI empíricamente observados, y cuáles a valoraciones práctic~s.
Verem für Sozialpolitik. Se eliminó en lo posible lo que interesaba so- Hacerlo es, en mi opinión, y reconocida la separación lógica
lamente a ese grupo de estudio, v fueron ampliadas las consideraciones de ambas esferas, un mandato de honestidad intelectual; en
n~etod?}ógicas _generale~. De los· otros informes presentados para esa
d1scus1on, ha sido publicado el del profesor Schmoller, en el Schmollers este caso, es lo mínimo que puede exigirse.
fahrbuch für Gesetzgebung, Verwaltung, und Volkswirtschaft, vol.
XXXVIII, 1914, págs. 33-57. Confieso que encuentro asombrosamente Por lo contrario, la pregunta sobre sí en general se deben for-
débil, por falto de claridad, este trabajo de un filósofo que yo también mular valoraciones prácticas desde la cátedra ( sun con esta
estimo; sin embargo, evito aquí cualquier polémica con él, incluso por reserva) atañe a la política universitaria práctica por lo ma1
razones de espacio, y me limito a exponer mi punto de vista.
en última instancia, puede ser respondida solo c~n referenci~

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a Ja misión que el individuo, según sus propias valoraciones, y en parte parecían estarlo, como (relativamente) simples
asigne a las universidades. Quien aún hoy reclame para ellas y ante todo (relativamente) impersonales, aun cuando eran es-
y, por lo tanto, para sí mismo, en virtud ~e su carácter de pro- pecíficamente suprapersonales de manera evidente. Antes bien,
fesor universitario, el papel universal de forjar seres humanos, es pretendida ( en virtud de un desarrollo inevitable) en nom-
de propagar una conciencia política, ética, estética, cultural o bre de un multicolor ramillete de valoraciones culturales, esto
de otro tipo, tendrá una posición diferente de quien crea ne- es, en verdad, de pretensiones subjetivas sobre la cultura o
cesario afirmar el hecho ( y sus consecuencias) de que el aula -dicho más abiertamente- del alegado «derecho a la perso
académica desarrolla hoy sus efectos realmente valiosos solo nalidad»- del profesor. Cabe indignarse frente a este punto de
mediante la enseñanza especializada por parte de personas vista, pero es imposible refutarlo, ya que precisamente contie,
profesionalmente calificadas, y que, por lo tanto, «la hones- ne una «valoración práctica». Y de todos los tipos de prote~
tidad intelectual~ es la única virtud específica que se debe in- cía, esta profecía profesora! que se disimula en el sentido in-
culcar. En apoyo del primer punto de vista pueden aducirse dicado como «personal» es el único totalmente insoportable,
tantas argumentaciones últimas como en favor del segundo. Insólito estado de cosas es, por cierto, el que multitud de pro
Este -que yo personalmente acepto-, en particular, puede fetas, acreditados por el Estado, no prediquen en las calles, en
derivar de una apreciación más entusiasta, o bien de otra, muy las iglesias u otros lugares públicos, ni tampoco en privado, en
modesta, acerca del significado de la formación «profesional.>. capillas sectarias elegidas personalmente y que se reconozcan
Para defenderlo no es preciso desear que todos los hombres, como tales, sino que se sientan habilitados para pontificar
en su fuero íntimo, se vuelvan en lo posible «especialistas» acerca de concepciones del mundo «en nombre de la ciencia»,
puros. Por lo contrario, basta con que no se desee ver las de- en la calma de aulas que gozan del privilegio gubernativo, en
cisiones de vida últimas, eminentemente personales, que un un clima de presunta objetividad, sin control, sin discusiones
hombre debe adoptar, confundidas con la formación especiali- y, ante todo, a salvo de cualquier contradicción. Es un viejo
zada, por alto que pueda valorarse la significación de esta, no axioma, sostenido cierta vez con vigor por Schmoller, el que
solo para el cultivo intelectual general de los jóvenes, sino afirma que lo que sucede en las aulas debe estar sustn1ído a la
también, indirectamente, para su autodisciplina y su actitud discusión pública. Aunque se podría argüir que ello quizá pre-
ética, basta, además, con que tampoco se desee que su solu-- sente desventajas, aun en el terreno de las ciencias empíricas,
ción basada en la propia conciencia del oyente sea sustituida cabe manifiestamente admitir -y, por mi parte, lo hago---
por una sugestión de la cátedra. que la «lección» debe ser algo distinto de una -<<conferencia»,
La predisposición del profesor Schmoller en favor de las va- pues el rigor imparcial, la objetividad y la sobriedad de la ex-
loraciones expuestas desde la cátedra paréceme comprensible posición académica se resienten, en detrimento de los fine:-.
como eco de una ¡gran época, que él y sus amigos contribuye-- pedagógicos, cuando interviene la publicidaJ, periodística por
ron a crear. Pero pienso que no puede escapársele que, para ejemplo. Ahora bien, semejante privilegio de incontrolabilidad
1a generación más joven, la situación objetiva ha cambiado en parece en todo caso apropiado, con respecto al profesor, solt,
un aspecto importante. Hace cuarenta años, entre los estudio- para la esfera de lo puramente profesional. Pero tal calificación
sos que cultivaban nuestra disciplina era creencia difundida no corresponde a la profecía personal; en consecuencia, ha (k
que, en el dominio de las valoraciones político-prácticas, solo estar excluida de aquel privilegio. Y, lo que es más importan-
una de las tomas de posición posibles tenía que ser éticamente te, no se debe explotar la circunstancia <le que el estudiante,
justa. ( El propio Schmoller, sin embargo, ha sostenido este para abrirse camino en la vida, está obligado a recurrir a cier
punto de vista siempre en forma muy restringida.) Pero hoy, tas instituciones educativas y asistir a los cursos Je sus profe-
como puede demostrarse con facilidad, ya no creen en ello los sores, a fin de instilarle, además de lo que él necesita -el es-
defensores de la formulación de valoraciones desde la cátedra. tímulo y cultivo de su capacidad para observar y razon,1r, asi
La legitimidad de estas ya no es pretendida en nombre de una como cierto cúmulo de informaciones-, sin posibilidad de
exigencia ética cuyos postulados de justicia (relativamente) réplica, la propia concepción del mundo que, si bien a vece.-;
sencillos, tanto con respecto al tipo de su fundamentación úl- puede revestir considerable interés, otras resulta indiferente.
tima como a sus consecuencias, estaban en parte configurados.

224 225
Como cualquier otra persona, el profesor dispone de otros me- do poca cosa y siempre perjudicará la Íabor misn:ia. Ahora
dios para propagar sus ideales prácticos; en caso contrario, bien, espero no tener la necesidad de afirmar de manera ex-
puede crearlos con facilidad en la forma apropiada, como lo presa que, precisamente, los adversarios a que se refieren estas
demuestra la experiencia con cada tentativa honesta. Pero el consideraciones poco o nada tienen que ver con este culto de
profesor, en su calidad de tal, no debe pretender llevar en su .lo personal en cuanto tal. En parte ellos ven las tareas de la
mochila el bastón de mariscal del estadista ( o del reformador cátedra bajo otra luz, y en parte tienen otros ideales pedagó-
de Ja cultura), como lo hace cuando usa la tranquilidad de la gicos, que respeto pero no comparto. Por eso debemos consi-
cátedra en beneficio de sus sentimientos políticos ( o político- derar, no solo lo que ellos se proponen, sino también cómo lo
culturales). En el periodismo, en reuniones públicas, en aso- que legitiman con su autoridad influye sobre una generación
ciaciones, en ensayos, en cualquier otra forma que esté a dü,- que inevitablemente tiene ya una pronunciada predisposición
posición de los ciudadanos, puede ( y debe) hacer lo que su a sobrestimar su propia importancia.
dios o su demonio le manden. Pero lo que hoy el estudiante Por último, apenas es necesario señalar especialmente que mu-
debe aprender de su profesor en el aula es: 1 ) la capacidad chos presuntos enemigos de la formulación de valoraciones
de atenerse al cumplimiento de una tarea dada; 2) la virtud desde la cátedra en modo alguno están en lo justo cuando, pa-
de reconocer en primer término los hechos, incluidos -pre- ra desacreditar las discusiones sobre política cultural y socfal
cisamente- los que puedan resultar íncómodos desde un pun- que se desarrollan en público, fuera de las aulas, invocan el
to de vista personal, distinguiendo la comprobación de estos postulado de la exclusión de los «juicios de valor», al que a
de la toma de posición valorativa, y 3) el hábito de posponer menudo entienden tan mal. La indudable persistencia de estos
la propia persona frente a las cosas, y de reprimir el impulso elementos falsamente libres de valores, tendenciosos, introdu-
de exhibir los gustos personales u otros sentimientos de ma- cidos en nuestra disciplina por el obstinado y consciente parti-
nera inoportuna. A mi parecer, esto es hoy incomparablemen- dismo de poderosos grupos de interés, explica por qué un sig-
te más urgente que hace cuarenta años, cuando el problema nificativo número de sabios íntimamente independientes se
ni siquiera se planteaba en esta forma. No es verdad -como aferran a la formulación de valoraciones desde la cátedra: son
han afirmado con insistencia muchos- que «la personalidad» demasiado orgullosos para participar de esa mascarada de una
es y debe ser un « todo» y que se la vulnera si no se se la ma- «neutralidad frente a los valores» solo aparente. Por mi parte
nifiesta en cada ocasión. En cualquier tarea profesional, la ma- creo que, a pesar de ello, es preciso hacer lo que corresponde,
teria misma impone sus reglas y exige que se respeten sus pro- y que el p~so de las valoraciones prácticas de un estudioso que
pias leyes. Quien se dedique a ella debe refrenarse y excluir se limita a defenderlas en las ocasiones apropiadas, fuera de
todo lo que en rigor no le pertenezca, en particular sus pro- la clase, no es sino mayor cuando se sabe que posee ]a disd-
pios amores y odios. Tampoco es verdad que sea signo de una plina de cumplir solamente con su «oficio» dentro del aula.
personalidad fuerte el indagarlo todo, en cualquier ocasión, de Pero todas estas son, a su vez, cuestiones de valoración prác-
acuerdo con una «nota personal», exclusiva. Es des.eable, en tica v, por lo tanto, indemostrables.
cambio, que la generación que ahora se 'educa llegue de nuevo En c~alquier caso, el empleo por principio del derecho de for-
a convencerse de que «ser una personalidad» no es algo que mular-valoraciones desde la cátedra solo puede ser consecuen-
se conquiste con proponérselo, y que solo existe para ello te si, al mismo tiempo, se garantiza que todas las valoracio-
(¡quizás!) un camino: la consagración incesante a una «1abon>, nes partidistas tengan oportunidad de expresarse. 2 Pero. entre
cualquiera que sea, y a la «exigencia cotidiana» que de ella nosotros, junto con la insistencia en aquel derecho suele sos-
deriva. Es inconveniente mezclar las cuestiones personales con tenerse. precisamente, lo contrario del principio de represen-
las discusiones profesionales, objetivas. No observar esa auto- tación igualitaria de todas las orientaciones ( incluidas las «más
rrestricci6n específica, requerida, equivale a despojar la «pro-
fesiÓfü> del único sentido que realmente conserva todavía. Si 2 Para tal fin no basta con el principio holandés de la emancipaci6n
el «culto de la personalidad» de moda busca entronizarse, sea de la facultad teológica del control confesional, unida a la libertad de
fundar- 1.rniversidades en caso de que estén asegurados los medios finan-
en el cargo público o en la cátedra, casi siempre obtendrá cieros, de que se observen las prescripciones para la calificación de los
grandes efectos exteriores, pero en lo más íntimo seguirá sien-

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extremas>> que quepa imaginar). Por ejemplo, era naturalmen- permitir una irresnicta libertad para <líscutir Lis cuestiones
te consecuente, a partir de su punto de vista personal, que más fundamentales desde todos los puntos de vista. ¿Es esto
Schmoller explicase que «marxistas y manchesterianos» est.i- posible? Hoy las cuestiones más decisivas e importantes, re~
ban inhabilitados para ocupar cátedras académicas, si bien lativas a valores prácticos y políticos, están excluidas de las
nunca incurrió en la injusticia de desconocer los logros cientí- universidades alemanas por la situación política misma. Para
ficos originados, precisamente, en esos círculos. Pero en este quien los intereses de la Nación están, sin excepción alguna,
punto nunca he podido coincidir con nuestro venerado maes- por encima de cualquiera de sus instituciones concretas, cons-
tro. Es obvio que no se puede exigir al mismo tiempo que ':le tituye por ejemplo una cuestión de importancia capital saber
admita la formulación de valoraciones desde la cátedra v si la concepción hoy prevaleciente acerca de la posición del
-cuando se deben extraer las consecuencias de ello- señala-~ emperador en Alemania es conciliable con los intereses inter-
que la Universidad es una institución estatal destinada a for- nacionales de la Nación y con los instrumentos ( guerra y di~
mar funcionarios «leales al Estado». De tal modo la Universi- plomada) a través de los cuales aquellos se afirman. No son
dad se convertiría, no en una «escuela especializada» ( lo que siempre los peores patriotas, ni siquiera los antimonárquicos,
parece tan degradante a muchos profesores), sino, antes bien, quienes se inclinan a responder por la negativa esta cuestión y
en un seminario sacerdotal, solo que sin poder conferir la a dudar de que se obtengan éxitos duraderos en ambos cam-
dignidad religiosa propia de este. Se ha pretendido también pos mientras no se produzcan transformaciones muy profundas.
establecer límites con un procedimiento puramente «lógico:,,, Todos saben, sin embargo, que estas cuestiones cruciales de
Uno de nuestros más destacados juristas explicaba cierta vez nuestra vida nacional no pueden ser discutidas con plena li-
por qué se había manifestado en contra de la exclusión de los bertad en las universidades alemanas.ª En vista, pues, de que
socialistas de los catgos universitarios: únicamente rechazarfo precisamente las cuestiones de valoración práctico-política de-
a un «anarquista» como profesor de derecho, ya que los anar- cisivas están sustraídas a su discusión en la cátedra, paréceme
quistas niegan la validez del derecho en general; era evidente que lo que corresponde a la dignidad de un representante de
que consideraba definitivo su argumento. Mi opinión es exac- la ciencia es callar también acerca de aquellos problemas de
tamente la opuesta. Un anarquista puede sin duda ser un buen valoración que complacientemente se le permite tratar.
conocedor del derecho. Y si lo es, precisamente aquel punto En ningún caso, sin embargo, debe confundirse la cuestión
de Arquímedes, situado fuera de las convenciones y presupues- -irresoluble porque depende de una valoración- de si se
tos que nos son tan obvios, punto en que lo coloca su convic- puede o se debe sostener valoraciones prácticas en 1a enseñan-
ción objetiva --cuando esta es auténtica--, puede permitirle za con la discusión puramente lógica del papel que las valo-
discernir, en los postulados fundamentales ckJa teoría jurídb, raciones desempeñan en disciplinas empíricas como la sociolo-
una problemática que escapa a todos aquellos para quienes gía y la economía política. De otro modo resultará perjudica-
esos postulados son demasiado evidentes. La duda más radical, da la imparcialidad del tratamiento del problema puramente
en efecto, es progenitora del conocimiento. Es tan poco tare¡¡ 16gico, cuya solución, sin embargo, no dará otra orientación
del jurista «probar» el valor de aquellos bienes culturales de para responder a 1a primera cuestión fuera de la exigencia, im-
cuya existencia depende el «derecho»« como del médico de- puesta sobre una base puramente lógica, de la claridad y la
mostrar que la prolongación de la vida merece ser procurach separación precisa de los diferentes tipos de problemas por
en cualquier circunstancia. Ninguno de ellos está en situación parte de los docentes.
de hacerlo con los medios de que dispone. Sin embargo) si se No quisiera discutir además si la distinción entre comproba-
desea convertir la Universidad en un foro para la discusión de ción empírica y valoración práctica es difícil de trazar. Por
valores prácticos, evidentemente se convierte en un deber el cierto que lo es. Todos nosotros, tanto yo, que planteo esta
exigencia, como otros, tropezamos de continuo con esa difi-
profesores y que se garantice el derecho privado de crear cátedras con
el patrocinio de quienes las instituyen. En efecto, ese principio confiere 3 No es esto peculiar de Alemania. En casi todos los países existen li-
ventafas solamente a quienes poseen dinero y a las organizaciones auto- mitaciones de hecho, explícitas o encubiertas. Solo varía el tipo de
ritarias que poseen ya la fuerza: es manifiesto que solo los drcul0s cle- los problemas valorativos excluidos.
ricales han hecho uso de él.

228 229
cultad. Pero al menos los sostenedores de la llamada economía tenerse de formular valoraciones prácticas, tiene que explici-
política ética debieran saber que, aunque la ley moral no pu-
tarlas como tales ante los estudiames y ante sí mismo,. .
diera ser plenamente cumplida, ella valdría, .sm .embargo, c<: Por último, es preciso combatir con la mayor ?.ec1s10n la di-
mo «mandato». Además, un examen de conc1enc1a podna qui- fundida creencia de que la «objetividad» científica se alcanza
zá demostrar que e1 cumplimiento de ese postulado es dit1ciJ sopesando entre sí las diversas valoraciones y estableciendo
ante todo porque <le mala gana nos abstenemos de entrar en entre ellas un compromiso «de estad1sta». Pero el « Lermmo
el tan interesante campo de las valoraciones, menos aún resig- medio» es tan indemostrable científicamente, con los recur•
nando aquella «nota personab> tan excitante. Todo protesor sos de las disciplinas empíricas, como las val?raciones «más
ha observado que las caras de sus alumnos se iluminan y se extremas». Además, en la estera de las valorac10nes tal_ proce-
vuelven más atentas cuando comienza a exponer su <<profesión der en modo alguno sería normativamente unívoco. El.lo no
de fe» personal, y que la concurrencia a sus clases resulta muy ~s propio de la Universidad sino, .ant~s bien, de los progra?las
beneficiada con la expectativa de que lo haga. Todos sabemos, políticos y del Parlamento. Las ciencias, tan;~ las normativas
además, que en su competencia por atraer estudiantes_ las uni- como las empíricas, pueden prestar a los pohucos y a los par-
versidades a menudo dan en los concursos preferencias a un tidos en lucha un único servicio inestimable. En efecto, pue-
profeta, por ínfimo que sea, que pueda llenar la sala de con- den decirles: 1 ) cuáles son las diversas tomas de posición
ferencias, antes que a otro mucho más destacado y ?bjet~v~ <:~últimas» concebibles respecto de ese problema práctico, y 2)
con el sobrentendido, claro está, de que la profec1a deJJta cuáles son los hechos que deben tomar en cuenta al optar entre
intactas las valoraciones consideradas normales en cada caso, esas posiciones. Y con ello llegamos a nuestro probl~ma ..
política o convencíonalmente. El profeta seudo «neutral frente El término «juicio de valor» ha eng~ndrado un~ de~l~tehgen-
a los valores», que hable en representación de ciertos interese:. cia permanente y, ante todo, una disputa termmolog1_ca, ~or
materiales, tiene, además, mejores chances que su oponente ello mismo estéril. Evidentemente, esto en nada contribuyo a
debido a la influencia de estos sobre el poder político. Todo
la solución del problema. Como ya indicamos, e~ i.nd_udable
esto me disgusta sobremanera, y no quisiera tener que consi-
que estas discusiones se refieren, en nu~~tras d1~c1plrnas,..ª
derar el aserto de que la exigencia de excluir las valoraciones valoraciones prácticas acerca de la deseab1hdad o mdeseab1h-
prácticas es «mezquina» y vuelve «aburridas,> las lecciones. dad de hechos sociales desde puntos de vista éticos, cultural\!s
Dejaré también de lado si las_ lecciones sobre una disciplin~
0 de otra índole. A pesar de lo dicho,4 se han planteado con
empírica deben procurar ser «mteresantes,> ante todo. Por m1
toda seriedad las siguientes «objeciones»: la ciencia se e~fuer.
parte, temo que el estímulo logrado mediante una nota perso-
za por alcanzar resultados «provis~o~ de valor», es d~c1r 1)
nal demasü1do atrayente debilite el gusto de los educandos por
correctos desde el punto de vista ·tog1co y con referencia a los
la sobria investigación empírica.
hechos, y 2) importantes e1_1 el sen:ido ?el interés cient~fjco;
Quisiera indicar expresamente, y sin entrai- en detalles, q:1e además la selección del obJeto ya implica una «valorac1on».
es posible, con la apariencia de erradicar todas las valorac10-
Otra idcomprensión casi inconcebible que se repite de contk
nes prácticas, sugerirlas con particnlar fuerza mediante el co-
nuo consiste en entender que las ciencias empíricas no pueden
nocido recurso de «dejar que los hechos hablen por sí mis-
tomar las valoraciones «subjetivas>> de los hombres como ob-
mos». Los mejores entre nuestros discursos parlamentarios y
electorales obran de esa manera, lo cual es totalmente legíti•
;eto ( aunqne la sociología, y, en el campo de la economía
mo para sus fines. No vale la pena empeñarse en demostrar
política, toda la teoría de la utilidad °;arginal descan_sa_n fa ;1?
premisa opuesta). Pero no se trata mas que de la tnv1ahs1ma
que el empleo de este procedimiento en la cátedra constituye,
precisamente desde el punto de vist8 de Ia distinción que estd· 4 Debo remitir H lo que he dicho en ensayos anteriores (los defectos
mos considerando, el más reprobable de los abusos. Pero el de ciert:1<; formulaciones que puedan presentarse e_? ell~s par~. nada
que una ilusión respecto del cumplimiento de un imperativo, afectan los r,11ntoc:; esenciales), y, respecto del «carac.ter mconc1lrnble•
cre::ida de m::iner~1 deshonesta 1 nueda hacerse rasar pnt reali- de ciertas vriloracion"'s 1íltimas en 11n irnoortante ámbito de oroblemas,
cfod no constituye una crítica del imperativo mismo. Ello im- quiero mtrdonar a G. Radbruch, Einfiihrun;. in die Rechtswissenschaft
( Berlín, 2a. ed .. J 913). Disiento rnn él en algn;1os. ountos, pero estos no
plica, sin emhMgo, que si e1 profesor estima que no debe ahs- revisten importancia para el problema aquí d1luc1dado.

230
231
exigencia de que el investigador y el expositor mantengan ab• nidad normativa, es decir que revistan otro carácter que hi
solutamente separadas la comprobación de hechos empíricos cuestión, por ejemplo, de si han de preferirse las mujeres ru
( incluida la conducta «valorativa» de los hombres empíricos bias a las morenas u otros juicios de gusto similares. Estos
por él investigados) y sus propias valoraciones prácticas, por problemas pertenecen a la filosofía de los valores, y no a Li
las que juzga estos hechos como satisfactorios o insatisfacto- metodología de las disciplinas empíricas. A estas solo interes:1
rios ( comprendidas las <((valoraciones» de los hombres empí- que la validez de un imperativo práctico en cuanto nvrma, pqr
ricos objeto de investigación). En efecto, ambos problemas un lado, y el valor de verdad de una comprobación empírica
son heterogéneos. En cierto tratado, por lo demás valioso, un de hechos, por el otro, se encuentren en planos absolutamente
autor infiere que un investigador podría tomar su propia va• heterogéneos de la problemática; les interesa también el he-
!oración como un «hecho» y extraer luego de él conclusiones. cho de que se atenta contra ]a dignidad específica de cualqtuc
Lo que aquí se quiere decir es tan incuestionablemente co- ra de ambos cuando se olvida esto y se procura unificar b~
rrecto como equívoca la forma de expresarlo. Como es natural, dos esferas. Este error ha sido cometido en muchas ocasiones.
se puede acordar, antes de entrar en una discusión, que cierta en especial por el profesor Schmoller. 5 Precisamente el respeto
medida práctica -por ejemplo, financiar un ejército mayor a que tengo a nuestro maestro me impide soslayar estos pun-
costa del bolsillo de los pudientes- sea «premisa» de esa 9is- tos en que no puedo estar de acuerdo con él.
cusi6n y que solo están a consideración los medios de llevarla Empezaré cuestionando Ja opinión de los partidarios de la
a cabo. Esto es con frecuencia conveniente. Pero tal propósito ~neutralidad valorativa», para quienes la mera inestabilidad
práctico, supuesto de común acuerdo, no debe ser aenominado histórica e individual de las tomas de posición valorativas prt-
«hecho» sino «fin establecido a priori». Que ambas cosas son valecientes es prueba de la índole necesariamente «subjetiva»
distintas lo revelaría la discusión de «medios», aun cu.ando e] de la ética, por ejemplo. Aun las comprobaciones empíricas de
«fin supuesto~ como indiscutible fuera tan concreto como en~ hechos suelen originar disputas, y quizá se obtuviese un acuerdo
cender un cigarro. En tales casos, naturalmente, la discusión esencialmente mayor respecto de si alguien ha de ser conside--
de los medios raras veces es necesaria. Respecto de casi cual.- rado un canalla que, por ejemplo ( precisamente entre los es-
quier propósito formulado en general, como en el ejemplo pecialistas), respecto de la interpretación de un documento
e~cogido antes, se tendrá por lo contrario la experiencia, en la mutilado. La conjetura de Schmoller, a saber, que existe uiu
d1scusi6n de los medios, no solo de que los individuos han en~ creciente unanimidad en cuanto a confesiones y personas res-
tendido algo por completo diferente por ese fin al que se su- pecto de los puntos capitales de las valoraciones prácticas, cst,i
ponía unívoco, sino que, en particular, el mismo fin es querido en franca antítesis con mi punto de vista. Pero considero que
sobre bases últimas muy disímiles, lo cual influye en la discu- esto está fuera de la cuestión. He aquí, en efecto, lo que sería
sión de los medios. Dejemos esto de lado. En efecto, a nadie preciso impugnar: que en la ciencia sea posible contentarse
se le ha ocurrido negar que se pueda partir de un fin deter- con cualquiera de tales evidencias fácticas, establecidas con-
minado, acordado en común, y discutir solo los medios de al- vencionalmente, respecto de ciertas tomas de posición, por más
canzarlo, ni que de aquí pueda resultar una discusión que se difundidas que esté~ estas. La función específica de la cienci-.i
desenvuelva en un plano estrictamente empírico. Pero, en rea- es, a mi parecer, justamente la inversa: convertir en problemd
lidad, todo el debate gira en torno de la elección de fines ( y lo evidente por convención. Es lo que Schmoller y sus com-
no de medios para un fin dado); en otras palabras, en torno pañeros hicieron en su época. Que se investigue y, en cierrns
del sentido en que la valoración supuesta por el individuo circunstancias, se valore en mucho la eficacia causal de la sub-
puede ser, no asumida como un «hecho», sino convertida en sistencia fáctica de ciertas convicciones sobre fo vida económic,1
objeto de crítica científica. Si no se tiene en cuenta esto toda no implica que, por ello, se tenga que compartir, o considerar
discusión ulterior será infructuosa. , «provistas de valor», tales convicciones que, quizá, tuvieron

No está para nada en discusión la medida en que valoraciones 5 En su artículo sobre la Volkswirtschaftslehre ( teoría de la economía
política) en el Handworterbuch der Staatswissenscha/ten, Berlín, 3a.
prácticas, en particular las éticas, puedan pretender una dig- ed., 1911, vol. VIII, págs. 426--501.

232 233
gran eficacia causal. A la inversa, con afirmar el elevado v_alor las valoraciones sean estériles o carezcan de sentido, ya q:.::.! ei
de un tenómeno ético o reüg10so nada se dice acerca de s1 las reconocimiento de este, su sentido, es premisa de cualq~~er
inmensas consecuencias que tuvo o podría tener han de recibir consideración útil de ese tipo. Solo presupone la comprens1on
el mismo predicado positivo de vawr. Las comp!·obaciones de de la posibilidad de que existan valoraciones últimas, diver-
hecho en nada aclaran estas cuestiones, y el individuo ha de gentes por principio e irreconcilia~les. «Comprenderl~ ,todo»
juzgarlas de manera muy diversa según sus propias valoracio- no significa «perdonarlo todo», m la mera compr~n~10.n del
nes religiosas y de otra índole. Nada de esto ataüe a la cues- punto de vista ajeno entraña en cuanto tal, en prmc_1p10, su
tión en disputa. Por lo contrario, me opongo con la mayot1 aprobación. Antes bien, lleva, ~<::r lo menos con la misma fa.
energía a la opinión de que una ciencia «realista» de lo ético, cilidad y a menudo con probabilidad mayor, a reconocer po_r
esto es la demostración de las influencias que las convicciones qué y en qué no se puede coincidir. Precisa1:1ente e_se conocl•
éticas ~revalecientes en cierto grupo de hombres han sufrido miento es un saber acerca de la verdad, y a el contribuyen las
<<discusiones acerca de valoraciones». Por lo contrario, lo que
de parte de sus demás condiciones de vida y ejercitado a su
por esta vía no se puede por cierto alcanza~ -porqu: se en-
vez sobre estas, pueda dar por resultado una «ética» capaz de
cuentra en la dirección opuesta- es una ética normativa o la
decir algo acerca de lo que debe valer. Del mismo modo, una
capacidad coaccionante de un «imp_erativo». Antes bie~, to?o
exposición «realista>> de las concepciones astronómicas d~ los
el mundo sabe que el efecto «relat1v1zador» de tales d1scus10-
chinos que mostrase los motivo5 prácticos que los llevaron a
nes dificulta, al menos en apariencia, el logro de es~ meta.
cultivar la astronomía, la manera en que lo hicieron, a qué
Ello no significa que se las deba evitar. T?do lo contrario. Una
resultado llegaron y por qué, tampoco podría tener como m~ta
convicción «ética» pasible de ser destruida por la «compren-
demostrar su corrección. Del mismo modo, la comprobación
sión>> psicológica de valoraciones divergentes no tiene más V~·
de que los agrimensores romanos o los banqueros florentinos
lor que el de una creencia religio~a desplazada por el cono_c1-
( estos, en Ja partición de grandes patrimonios) llegaron fre-
miento científico, cosa que, por cierto, ocurre co~ fr~cuencia.
cuentemente con sus métodos a resultados inconciliables con
Por último. cuando Schmo1ler afirma que los partidarios de fa
{a trigonometría o la tabla pitagórica no cuestiona en absolu-
«neutrnlid;d frente a los valores» en las disciplinas empíricas
to la validez de estas últimas. Con la investigación empírica,
no pueden reconocer más que verdades éticas «formales» ( en
psicológica e histórica de un punto de vista valorativo deter-
el sentido de la Crítica de la razón práctica), se requieren aJ ..
minado, en cuanto a su condicionamiento individual, social e
gunos comentarios, si bien el problema no pertenece por en-
histórico, nunca se logra otra cosa que su explicación com-
prensiva. Y ello no es poco. No solo tal explicación es deseable tero al tema qu.e nos ocupa. . . . ., . , .
En primer lugar, debemos rechazar la 1d:nt1f1ca~10n, 1?1phc1ta
a causa de su efecto accesorio, de carácter personal ( y no
en la concepción de Schmoller, entre imperativos etlcos Y
científico), en cuanto permite «hacer justicia» más fácilmente
<<valores culturales», aun los más elevados. En efecto, puede
a quien real o aparentemente no piensa así. Tambié~ revi_sye
existir un punto de vista para el cual los «valores_ cul!urales»
suma importancia científica: 1 ) con mira~ a una cons1derac1?n
sean «obligatorios», aun cuando estén en pugna mev1_rnbl.!. e
causal empírica de la acción humana, a fm de aprender a dis-
irreconciliable con cualquier ética. A la inversa, es posible sm
cernir los motivos últimos, reales, de esta, y 2) para la deter-
contradicción interna una ética que rechace todos los valores
minación de puntos de vista valorativos contrapuestos,. cu~n-
culturales. De cualquier manera, ambas esferas de valores no
do se discute con alguien que, de manera real o en apariencia,
son idénticas. Considerar que proposiciones «formales», por
-:ostiene valoraciones divergentes. En efecto, el verd!ldero sen-
ejemplo las de la ética kantiana, no incluyen i?dicaciones Je
tido de una discusión de valores radica en aprehender lo que
contenido representa un grave ( aunque d1fund1do) error. La
el contrario ( o también uno mismo) entiende, es decir el valor posibilidad de una ética normativa n? es cu~st_ionada, por
al cual cada una de ambas partes se refiere en realidad, y no
cierto, porque haya problemas ,de . carac!er . pra;ttco re~pecto
meramente en apariencia, lo cual posibilita en general una
de Jos cuales no pueda dar, por Sl misma, 111d1cac10n~s rmvo_cas
toma de posición respecto de ese valor. Muy lejos, por lo tan-
( entre estos se cuentan, según creo, de m~do part1cu ar. ,c!er-
to, de qu,-~ la exigencia de neutralidad frente a los valores en
tos problemas institucionales, esto es, precisamente, «pol1t1co-
el análisis empírico implique que lns disensiones en torno 9e

234 235
·:i.oóales»); tampoco es cuestionada porque la ética no sea lo no conflicto, insoluble con los recursos de una ética que des-
único «válido» en el mundo, sino que junto con ella subsistan canse puramente en sí misma. ..
otras esferas de valor que, en ciertas condiciones, solo puedan Ambas máximas éticas revisten un carácter estrictamente dor-
ser realizadas por quien arrostre una «culpa» moral. Esto se mal», semejantes en esto a los conocidos axiomas de la Crítica
aplica en especial a la acción polí tic,l. Sería una debilidad, de la razón práctica. Respecto de estos ha sido común creer,
en mí opinión querer negar las tensiones en contra de lo a causa de este formalismo, que no incluirían indicaciones de
ético que ella contiene. Pero esto de ninguna manera le es contenido para la valoración del comportamiento. Como hemos
exclusivo, como lo hace creer la contraposición habitual entre dicho, ello es jnexacto. Tomemos deliberadamente un ejemplo
moral ..:privada» y «política». Investiguemos algunos de esos lo más alejado posible de la política, que quizá pueda aclarar
<~límites» de la ética a que nos hemos referido. el verdadero sentido del carácter «meramente formal» de que
Las consecuencias del postulado de la «justicia» no son cues- tanto se ha hablado con respecto a esa ética. Si un hombre
tiones que puedan ser unívocamente decididas por una ética. afirma, acerca de sus relaciones eróticas con una mujer: «Pri-
Si, por ejemplo -como estaría más de acuerdo con las opi- mero nuestra relación era solo una pasión, pero ahora consti•
niones expresadas en su tiempo por Schmoller-, se debe tuye un valor», la fría objetividad de la ética kantiana expre-
mucho a quien mucho hace o, a la inversa, se exige mucho saría la primera mitad de esa proposición en la forma siguien-
de quien puede hacer mucho; si se debe, en nombre de"'la te: Primero, éramos solo medios el uno para el otro», con
justicia ( pues es preciso desechar por ahora otras considera- lo cual se toma toda la proposición como caso particular de
ciones, como ]a de los «incentivos» necesarios), brindar tam- ese conocido principio al que curiosamente se supone expre-
bién grandes oportunidades al gran talento, o si, por lo con- sión de un «individualismo» condicionado solo por la historia,
trario ( como opinaba Babeuf), se ha de compensar la injusticia mientras que, en verdad, representa una genial formulación de
de la desigual distribución de los dones espirituales cuidando infinidad de situaciones éticas a las que solo es preciso com-
con todo rigor que el talento, cuya sola posesión proporciona prender de manera adecuada. En su formulación negativa, y
un sentimiento de prestigio, gratificante para el individuo, no dejando de lado cualquier aserto acerca de qué sería lo opues-
pueda aprovechar para sí las mejores chances que tiene en el to a tratar a otra persona <<como medio», lo cual debiera re-
mundo; he ahí cuestiones insolubles basadas en premisas «éti- chazarse por razones éticas, evidentemente implica: 1) el re-
cas». A este tipo pertenece, sin embargo, la problemática étic,1 conocimiento de esferas autónomas de valores, no éticas; 2)
de Ja mayoría de las cuestiones de política social. el deslinde de la esfera ética respecto de esas otras esfera:-..
y, por último, 3) la comprobación del sentido en el cual e~
Pero también en el terreno de la acción personal hay pro- posible atribuir a la acción puesta al servicio de valores extra-
blemas fundamentales, específicamente éticos, que la ética no éticos diferencias en cuanto a dignidad ética. De hecho, esas
puede resolver con sus propias premisas. Entre ellos se cuen- esferas de valores que permiten o prescriben el tratamientc
ta, ante todo, la pregunta fundamental de si el solo valor del otro «solamente como medio» son muy heterogéneas res
intrínseco de la acción ética -la '4<voluntad pura>> o •«inten- pecto de la ética. No podemos examinar esto aquí con mayo1
dón», como se lo suele denominar-- debe bastar para la jus- detenimiento: demuéstrase, de todos modos, que el carácte1
tificación de aquella, siguiendo la máxima «El cristiano actúa «formal», aun de una proposición ética tan abstracta como
justamente, y remite a Dios las consecuencias de su acción~, aquella, no es indiferente al contenido de la acción. Pero el
tal como la han formulado ciertos moralistas cristianos, o problema se vuelve ahora más complicado. Aquel predicado
bien si es preciso tomar en consideración la responsabilidad negativo, que se expresó con las palabras «solamente una
por las consecuencias de la acción, que pueden preverse como pasión», puede ser considerado como un ultraje a lo que de
posibles o probables, determinadas por la inserción de esta en más genuino y puro hay en la vida, al único, o bien al prin
el mundo éticamente irracional. Del primer postulado parte cipal camino que permite alejarse de los mecanismos «d_e
toda posición política revolucionaria, en especial el llamado valor» impersonales o suprapersona1es y, por lo tanto, hosti-
«sindicalismo»; del segundo, toda política realista. Ambas se les a la vida, del encadenamiento a la piedra inerte de la exis-
apoyan en máximas éticas. Pero estas se encuentran en un eter- tencia cotidiana, y de las pretensiones de una irrealidad «im

236 2.37
pues~a». Es posible imaginar una concepción de este punto zan los sostenedores de la colisión de los valores está represen-
de vista que -aunque desestimando el término «valor» para tado por la interpretación de este punto de vista como «rela-
lo concreto de la vivencia a que se refiere- constituyese una tivismo», vale decir como una concepción de la vida que des-
esfera que, rechazando como cosa extraña y hostil toda san- cansa en la visión, radicalmente contrapuesta, de la relación
tidad y todo bien, toda legalidad ética o estética, toda signi- recíproca de las esferas de valores, y que solo es realizable
Hcativídad cultural o valoración personal, reclamase para sí, ( en forma consecuente), con sentido, en el terreno de una me~
a pesar y hasta a causa de ello, una dignidad «inmanente» en tafísica muy particular («orgánica»),
el sentido más extremo de la palabra. Ahora bien, cualquiera
que sea nuestra posición frente a ese reclamo, en ningún caso Volviendo a nuestro caso específico, paréceme, sin posibilidad
es comprobable o «refutable» con los medios de una «ciencia». de duda, que en el ámbito de las valoraciones práctico-polí-
Toda consideración empírica de esta situación conduciría, como ticas ( en especial también de las de política económica y so-
observó Stuart Mill, al reconocimiento del politeísmo absoluto cial), en cuanto deban extraerse de ellas directivas para una
romo la única metafísica apropiada a ella. Una consideración acción plena de sentido, lo único que una disciplina empírica,
r:o empírica sino interpretativa; por lo tanto, una verdadera con sus recursos, puede mostrar son: 1 ) los medios indispen-
filosofía de los valores no podría, si pasase más adelante, sables; 2) las repercusiones inevitables, y 3) la concurrencia
desconocer que un esquema conceptual de los «valores», pgr recíproca, de este modo condicionada, de múltiples valora-
bien ordenado que estuviese, sería incapaz de rendir cuentas dones posibles, en cuanto a sus consecuencias prácticas. Las
del punt? crucial de la cuestión. Respecto de los valores, en disciplinas filosóficas pueden, con sus recursos conceptuales,
efecto, siempre y en todas partes trátase, en definitiva, no i.r más lejos y determinar el «sentido» de las valoraciones,
solo de alternativas, sino de una lucha a muerte irreconcilia- esto es, su estructura última así como sus consecuencias pro-
ble, entre <<dios» y el «demonio», por así decirlo. Entre ellos vistas de sentido, es decir que pueden indicar su «lugau den-
no es posible relativización ni transacción algunas. Bien en- tro de la totalidad de los valores «últimos» posibles en gene~
tendido que no es posible según su sentido. Naturalmente que ral, y deslindar sus esferas de validez significativa. Pero aun
existen, como cualquiera lo ha comprobado en el curso de su vi- cuestiones sencillas como la medida en que un fin justifica
da, de hecho y según las apariencias, y por cierto se presentan a los medios indispensables para su logro, o en que repercusio-
cada paso. En casi cualquier toma de posición importante de nes no deseadas deben ser tomadas en cuenta, o, también,
los hombres concretos, las esferas de valores se entrecruzan y cómo han de ser zanjados los conflictos entre varios fines con•
enlazan. La superficialidad de la «existencia cotidiana», en trapuestos en concreto, objeto de voluntad o de deber, depen-
el sentido más propio de la palabra, consiste precisamente en den por entero de la elección o el compromiso. No hay pro-
que el hombre inmerso en ella no toma conciencia -ni quiere cedimiento científico ( racional o empírico) de ninguna clase
hacerlo- de esta mezcla, condicionada en parte psicológi:a- que pueda brindarnos aquí una decisión. Menos todavía puede
mente y en parte pragmáticamente, de valores irreconciliables; nuestra ciencia, que es estrictamente empírica, pretender aho-
consiste en que, antes bien, elude la opción entre <<dios» y rrar al individuo semejante elección, y, por lo tanto, tampoco
«demonio» y su propia decisión última respecto de cuál de los debe suscitar la impresión de que puede hacerlo.
valores en conflicto está regido por uno y cuál por el otro.
El fruto del árbol de la ciencia, inevitable aunque molesto Por fin, cabe recalcar expresamente que el reconocimiento de
para la comodidad humana, no consiste en otra cosa que en la existencia de esta situación es, en lo que concierne a nuestras
tener que conocer aquellas oposiciones y, por lo tanto, adver- disciplinas, por entero independiente de la posición que se
tir que toda acción singular importante, y hasta la vida como adopte frente a las sumarísimas consideraciones de teoría del
un todo, si no ha de transcurrir como un fenómeno natural valor ya expuestas. No existe, en efecto, un punto de vista
sino ser conducida conscientemente, implica una cadena de lógi~amente sostenible desde el cual pueda negarse esa situa-
decisiones últimas en virtud de las cuales el alma, como en ción, salvo el de una jerarquía de valores inequívocamente
Platón, escoJ!,e su propio destino: el sentido de su hacer y prescripta por dogmas eclesiásticos. ¿Tendré que esperar, aca-
de su ser. Quizás el más burdo malentendido con que tropie- so, que haya realmente personas para quienes este grupo de

239
problemas: ocurre un hecho concreto así o Je otro ino<lu: "· L"' dabvración dé lu::, Jxíurnas de v:tlor úl 11mv:-i, i11cen1 ..1
por qué los estados d,~ cosas concretos en cuestión han adve 111-.:IJt;.· «coherentL.•i.,», de lo::; que procL:d-.::11 bs op¡ni.ones rccí
nido así y no de otr.:t manera; a un estado <le cosas dado. proGt111cnte contr.1p11.:st:1s. Con luna fo.,cucnci:.1 uus engafia
suele suceder otro de acuerdo con ciertfl regla del acaecer mm. no solo ¡_1cerrn d_; las del a<lversMio, sino t:1mbién de las
fáctico, y con qué grado de prohabiliclJ.d, no difiere básica propi.is. Este procedimiento constituye, pur esencia, una opé'.·
mente, según su sentido, de este otro grupo: qué es preci~c1 ración que p,ute de Lis valor;1ciones particulares v su análisis
hacer práctic:unent1..: en una situación concreta; desde qué pun prn, i:--tu de sentido, tras lo rn,d Sé eleva hacia tomas de po
tas de vista esa situación puede aparecer como sarisfocton:J o ~ició11 cada vez 111'.is fund:1mentales. No utiliza !os medios de
insatisfactoria, o, por último, si existen proposiciones ( axin un,1 disciplina empíric.:1 ni proporciona un conocimiento acerca
mas), no importa cuáles, susceptibles de formulación univer-- Je hed1os. Su <~v:tlidez» es similar a Lt de la lógica.
sal, a los que puedan ser reducidos estos puntos de visLl) b. Lt deJucción de Lis <<consecuencias» respecto de la toma de
¿Tcr:dré, q_ue esperar, ade~ás, que parn alguien no exista difr posición 1·a!orativa, consecuencias que Sé seguirían de determi--
rencrn Jog1ca entre estos mterroganres: por un lado, en que nJdl)~ ,1xiomas de valor últimos si estos, y Slllo csto-s, esruvie
dirección es probable que se desarrolle una situación de hech(1 sen en la base de las valoraciones prácticas de situaciones de
concretamente dada ( o, en general, una situación de ciertti hecho. Esa deducción está ligada, <le manera provista (h:
tipo, determinado de algún modo) v con qué grado de- ,pre, sentido, por un lado a la argumentación lógica, y por el otro
habilidad se desarrollará en esa dirección ( es decir, Htc!, · a comprobaciones cmpírirns, con miras a b casuística m:is
desarrollarse típicamente), y, por otro lado, si se debe CC1i exhaustiva posible de las situaciones e1npírírns que put',lcn ser
tribuir a que cierta situación se desarrolle en una dirección con::,jdeL1(hs para una v.üoración práctica en general.
dada -sea est..1 de por sí probable, opuesta u otra---? ¿O. c'. La determinación <le las consecuencias de hecho que ten-
por último, que no se considere difere11ci~1 el problema de s:1 dría el cumplimiento de una cierta toma de posición valora
ber qué opinión se formarán con probabilí<lad ( o hasta c011 tíva en la práctica: 1 J como resultado ck su ligazón con ciertos
seguridad), acerca de cierta cuestión, determinadas person:1:s medios indispensables, y 2) de la inevitabilidad <l(; ciertas
en circunstancias concretas, o una multitud no especificada repercusiones, no deseadas directamente. Estas comprobacio-
Je personas en circunstancias similare::;, v d de saber sí t.d nes puramente empíricas pueden arrojar rnmbién como con·
opinión es correcta? ¿Tendré que esperar, pues, que se 2tfírmc clusión: 1) la completa imposibilidad de realizar el postulado
que las cuestiones propias de cada una de estas esferas re'-:i- Je valor, ,llln de una manera remotamente aproximada, put~'>
procamente contrapuestas de acuerdo con su sentido tienen no es posible determinar ninguna vía parn llevarlo a cabo;
algo qnc~ ver entre sí, y que ellas realmente, como suele ase- 2) la mayor o menor improbabilidad <le su realización plena
verarse, «no han de ser separadas>>, y que~ por fin, esta úl o incluso aproximada, sea por los mismos motivos o a causa
tima afirmación no infringe las exigencias del pensamient(1 de la prohlble intervención de repercusiones no queridas sus-
científico? Si alguien que, por lo contrario, admite la hetero- ceptibles de volverla directa o indirectamente ilusoria, y 3)
geneidad absoluta de ambos tipos de cuestiones se expresa Li necesidad de tomar en cuenta medios o repercusiones no
acerrn de cada uno de estos en el mismü libro, en idéntico considerados por el sostenedor del postuia<lo práctico en cues-
pasaje, en b proposición principal y subordinada de la mism,! tión, de modo que su decisión valorntiv;1 entre fines, medios
unidad sintáctica, eso es cosa suya. Todo lü que puede pcdír y repercusiones se c01w ierta en un nuevo probkma para él
sele es que, ya sea sin quererlo o con deliberada ironía, nu y ~e impong,1 d los demás con fuerza cunstrictiv,L
cott/rmda a sus lectores acerca de 1a }1.;té'rogeneidad ahsoluL, d. Por último, pueden presentarse DU\.:vos .1xiomas de vahw
de los problemas. \. postuLidns qLLe es posible extraer de ellos, ignoraJos por
Personalmente, creo que nada es dem¡1siado <~oedante» :--1 slívt· el smtene<lor de un postula<lo práctico, quien, en consernen
par,1 evirar confusiones. '· á1, no los tomó en cuenta, aunque 1a ejc.::uci6n de su propio
Por Jo tanto, el sentido de las discusiones acerca de valor;1 postulado entre en conflicto con aqudlos, ya sea l) por prin-
ciones prácticas ( incluidas las de los participantes en aquella~ 1 cipio> o 2) por sus consecuencias, esto es, de acuerJo con su
solo puede consistir en lo siguiente: sentido o en la práctica. En el primer G1so "e trata, en cuanto

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a su discusión ulterior, de problemas del tipo a; en el segundo, de la cultura». 6 Dichas observaciones, sin embargo, no han de
de problemas del tipo c. ser consideradas de ninguna manera como concluyentes.
En consecuencia, muy lejos de no tener «sentido», las discu- En vez de referirme una vez más a esos problemas metodo-
siones de esta índole en torno de valoraciones pueden set lógicos fundamentales, quisiera :x~minar con mayo: ~et~lle
muv importantes si - y en mi opinión solo si-- se las inter- algunos puntos de importancia practica para nuestra d1sc1plma
preta correctamente en cuanto a sus finalidades. Todavía está difundida la creencia de que se debe, es nece•
Pero la utilidad de una discusión sobre valoraciones prácticas~ sario o, al menos, se puede obtener indicaciones r:specto de
en el lugar y el sentido apropiados, no se agota con los «re~ las valoraciones prácticas a partir de las «tendencias de de-
sultados» directos que ella pueda obtener. Si se realiza co- sarrollo». Pero a partir de «tendencias», por unívocas que
rrectamente, resultará fructífera para la investigación emp~rica sean, se obtienen imperativos unívocos de acCÍÓfl: solo con
en un sentido más permanente, en cuanto le proporc10rnt respecto a los medios previsiblemente más apropiados para
los marcos de problemas en que se desenvuelve su labor. tomas de posición dadas, y no con respecto a estas tomas de
Los problemas de las disciplinas empíricas, ciertamente, haa posición mismas. Las propias valoraciones no pueden ser de-
de resolverse de manera «neutral frente a los valores». No son rivadas de esas «tendencias». Aquí, naturalmente, el concepto
«problemas de valor». No obstante, en el ámbito de nuestrªs de «medios>> es el más amplio concebible. Quien considerase
disciplinas sufren la influencia de la relación de las realidades los intereses de poder del Estado como un fin últi1?0,. ;n
«con» los valores. Respecto de la ~xpresión «relación de va- determinada situación tendría que ver en una const1tu,c10n
lor» ( Wertbeziehung) debo remitirme a anteriores formula- absolutista o bien en una democrático-radical el medio {relati-
ciones mías y sobre todo a las conocidas obras de H. Rickert. vamente) más apropiado, y s-ería en extremo ridículo tomar un
Sería imposible volver a considerar esto aquí. Baste recorqar cierto cambio en la valoración de este aparato estatal como
que Ia expresión «relación de valor>> alude únicamente a b medio para un cambio en la toma de posición «última» misma.
interpretación filosófica de aquel «interés» específicamente Es evidente, sin embargo, que el individuo se enfrenta de
científico que preside la selección y formación del objeto de continuo con el problema de si debe renunciar a sus esperan-
una investigación empírica. zas en la realizabilidad de sus valoraciones prácticas en vista
Dentro de la investigación empírica, este estado de cosas de que conoce una tendencia unívoca, de d~sarrollo qU:e c?;1~
lógico en ningún caso legitima «valoraciones prácticas». Pero diciona el logro de aquello a lo cual el aspira, a la aphcac10n
demuestra, en consonancia con la experiencia hi~tórica, que de nuevos medios que le parecen dudosos desde el punto de
son los intereses culturales y, por lo tanto, los mtereses de vista ético u otro, o que requieren considerar repercusiones
valor los que indican la dirección también a la labor de las que le repugnan, o que finalmente vuelven improbable aque-
ciencias puramente empíricas. Está ahora claro que esos inte- lla esperanza de tal modo que sus esfuerzos, medidos por su
reses de valor pueden desarrollarse en su casuística mediante probabilidad de éxito, aparecen como una estéril «quijotada».
discusiones valorativas. Esto puede reducir considerablemen- Pero el conocimiento de tales «tendencias de desarrollo», mo-
te, o al menos aliviar, la tarea de la «interpretación de valor» dificables con mayor o menor dificultad, de ninguna manera
propia del científico y, en especial, del historiador, labor previa representa un caso único. Ca~a nuevo hec?o singul~r ~ue?e
sumamente importante para este en cuanto a su investigaci6n tener por consecuencia un reaJuste entre fm y m.e~10~ m?1s-
empírica. pensables, entre objetivos deseados y efectos subs1d1ar10s me•
Como la distinción entre valoración e interpretación de valor vitables. Pero la cuestión de si ese reajuste ha de suceder
( esto es: el desarrollo de las tomas de posición provistas y cuáles serán sus conclusiones prácticas es ajena, no solo
de sentido posibles ante un fenómeno dado) con harta fre .. a una dencia empírica, sino a cualquier ciencia. Se puede,
cuencia no se traza con claridad y, por lo tanto, surgen ambi- por ejemplo, demostrar patentemente al sindicalista conven-
güedades que impiden la apreciación de la naturaleza lógica cido que su obrar, no solo es «inútil» desde el punto de vista
de la historia, tengo que remitir al lector a las observaciones
formuladas en «Estudios críticos sobre la lógica de las ciencias 6 En el ensayo «Estudios críticos sobre la lógica de las ciencias de la
cultura», págs. 102-74 del presente volumen.

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social, esto es, que no promete ningún resultado para la mo- mienzo condenadas al fracaso absoluto, consiste en obtener, en
dificación de la situación de clase del proletariado, sino que su fuero íntimo, la certidumbre de que su intención es genuí~
la empeora de manera incontrastable al generar actitudes «reac- na, esto es, que tiene la fuerza de <<probarse» en la acción y
cionarías»; con ello, sin embargo, no se le demuestra nada, demostrar que no es mera fanfarronería. Respecto de ello, tales
si él es realmente fiel a sus convicciones. Y no porque sea acciones constituyen (quizá) solo el medio. Por lo demás, su
un insensato, sino porque, desde su punto de vista, puede reino -en caso de que sea consecuente-, como el de cual-
tener ~razón», como luego analizaremos. En general, los hom- quier ética de la intención, no es de este mundo. Lo único
bres se inclinan con fuerza a adaptarse interiormente al éxito demostrable «científicamente» es que esta concepción de su
o a quien lo prometa, no solo --como es obvio-- con res- ideal es la única que posee coherencia interna y no puede ser
pecto a los medios o a la medida en que procuran realizar refutada por «hechos» externos. Pienso que con ello se presta
sus ideales últimos, sino incluso en cuanto a la renuncia a un servicio tanto a los defensores como a los detractores del
esos mismos ideales. En Alemania se cree poder glorificar sindicalismo, y en verdad aquel que con justicia pueden exigir
esto con el nombre de «realismo político» ( Realpolitik). De de la ciencia. Nada se gana en ninguna ciencia con el «por un
cualquier manera no se comprende por qué los representantes lado~ y «por el otro» de siete razones «en favor» y seis «en
de una ciencia empírica deberían experimentar la necesidad contra>> de un cierto fenómeno ( por ejemplo, la huelga gene-
de apoyar este tipo de comportamiento rindiendo pleite~a a ral), y su ulterior ponderación recíproca a la manera de los
la «tendencia de desarrolloi. respectiva, y convirtiendo la antiguos procedimientos judiciales o de los modernos memo-
«adecuación» a esta en un principio pretendidamente refren- randos chinos. Con esa reducción del punto de vista sindicalis-
dado por la autoridad de una «ciencia», cuando constituye ta a su forma más racional y consecuente posible, y la compro-
un problema de valoración última que ha de ser resuelto en bación de las condiciones empíricas de su nacimiento, de sus
cada caso en el fuero íntimo de los individuos. chances y consecuencias prácticas demostradas por la expe-
Es exacto -si se lo entiende correctamente- que la política riencia, queda agotada, por cierto, la tarea de una ciencia neu-
exitosa es siempre el «arte de lo posible». Pero no es menos tral frente a los valores. Que se deba o no ser sindicalista es
cierto que muy a menudo lo posible solo se obtuvo porque se algo imposible de probar si no se recurre a premisas metafísi-
procuró lo imposible que está más allá de él. No ha sido, cas muy definidas que nunca son demostrables, y que en este
por cierto, la única ética realmente consecuente de la «adap- caso no lo son por ninguna ciencia, cualquiera que sea. Si un
tación:. a lo posible -la moral burocrática del confucianis- oficial prefiere saltar por el aire con su baluarte antes que ren-
mo- la que ha configurado aquellas cualidades de nuestra dirse, su acción puede, desde cualquiet punto de vista, ser ab-
cultura que, a pesar de las diferencias, todos apreciamos ( sub- solutamente inútil en un caso dado, si se la confronta con sus
jetivamente) como positivas en mayor o menor grado. En consecuencias; pero no es indiferente la existencia o no de la
cuanto a mí, por nada del mundo quisiera que la Nación se intención que lo impele a tomar tal actitud sin preocuparse
apartase sistemáticamente, y en nombre de la ciencia, de la por su utilidad. Esa intención es tan poco «carente de senti--
idea -antes expuesta- de que junto a] «valor de éxito>> do»' como la del sindicalista consecuente. No es muy apropia-
de una acción está su «valor de intención». De todos modos, do para un profesor recomendar tal catonismo desde la cómo-
el desconocimiento de tal estado de cosas estorba la compren- da altura de la cátedra universitaria. Pero tampoco se le píde
sión de la realidad. En efecto, y para volver al caso del que haga la apología de lo contrario o considere un deber la
sindicalista: ni aun en el plano lógico tiene sentido confrontar, adaptación de los ideales a las chances que ofrecen las «ten-
a los fines de la crítica, un comportamiento que debe tomar dencias de desarrollo» y situaciones existentes.
como principio el «valor de intención», de manera exclusiva Hemos empleado repetidamente el término «adaptación~ con
con su .:valor de éxito». El sindicalista realmente consecuen- un sentido lo bastante claro en cada contexto. Pero en realidad
te s6lo quiere sustentar una determinada intención, que le pa- su significado es doble: 1 ) la adaptación de los medios de una
rece absolutamente valiosa y sagrada, así como inducirla en los toma de posición última a situaciones dadas ( Realpolitik en
otros cada vez que sea posible. El fin último de sus acciones sentido estricto), y 2) adaptación de las propias tomas de po-
externas, y en particular de aquellas que están desde un co- sición últimas, que en general son posibles, en cuanto se se-

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ler...:ciona aquella que ofrece chances inmediatas, reales o apa- sin que ninguna ciencia, cualquiera que sea, pueda disuadirlo.
rentes ( ese es el tipo de Realpolitik con el que nuestro país Aquí ya nos enfrentamos con el problema del equilibrio irrea-
ha conseguido, desde hac~ 27 años -1890-, tan notables lizable de fines, medios y consecuencias.
éxitos). Pero ello no agota el número de sus significados po- Solo cuando, para un fin dado de manera absolutamente uní•
sibles. Por esta razón creo que sería aconsejable, en el tra- voca; se busca el medio más apropiado, trátase de una cuestión
t.::\miento de nuestros problemas de «valoración» y otros, ex- decidible por vía realmente empírica. La proposición «x es el
cluir par completo ese concepto que suscita tantos malenten- único medio para y» no es, en realidad, otra cosa que lo in-
didos. No otra cosa que un malentendido, en efecto, constitu- verso de la proposición «de x se sigue y». El concepto de
ye su empleo como expresión de un argumento científico, que «adaptacióm> ( y los emparentados con él) no brinda, sin em-
se presenta siempre renovado con miras a la «explicación» bargo - y esto es lo principal-, la menor información sobre
( por ejemplo de la subsistencia empírica de ciertas concepcio- las valoraciones fundamentales últimas; antes bien, sencilla-
nes éticas en determinados grupos humanos durante algunas mente las oculta, del mismo modo como lo hace, por ejemplo,
épocas) o a la «valoración» ( por ejemplo, de esas concepcio- el concepto últimamente tan en boga de «economía humana>,,,
nes éticas en cuanto objetivamente «adaptadas>> y, por lo tanto, que, en mi opinión, es radicalmente confuso. Según qué senti-
«correctas» y valiosas). En ninguno de estos sentidos sirve do se atribuya al concepto, «adaptado» estará todo, o bien
para algo, pues siempre necesita interpretación previi: Tiene nada, en el campo de la «cultura». El conflicto, en efecto, no
su patria en la biología. Pero si se lo entendiese realmente en puede ser excluido de la vida cultural. Es posible alterar sus
sentido biológico, como la chance dada por las circunstancias, medios, su objeto, hasta su orientación fundamental y sus pro-
determinable de manera relativa, de que un grupo social con- tagonistas, pero no eliminarlo. Puede tratarse, en lugar de una
serve su propia herencia psicofísica mediante la reproducción, lucha externa de antagonistas en torno de cosas externas, de
los estratos sociales mejor provistos económicamente y que una lucha interna de personas qu.e se aman referida a bienes
regulan su vida del modo más racional serían, de acuerdo íntimos, y, en consecuencia, en lugar de compulsión externa
con las estadísticas de nacimientos conocidas, los «peor adap- puede existir un control interno ( en forma de devoción eró-
tados». Los pocos indios que vivían en la zona de Salt Lake tica o caritativa); o bien, por fin, puede tratarse de un con-
antes de la migración mormona, estaban en sentido biológico flicto íntimo que se desarrolle en el alma del individuo: el
--pero también en cualquiera de los otros significados pura- conflicto está siempre presente, y sus consecuencias son a me-
mente empíricos imaginables- «adaptados» al ambiente tan nudo tanto más importantes cuanto menos se lo advierte,
bien o tan mal como las populosas colonias mormonas poste- cuanto má.s adopta la forma de una pasividad indiferente o
riores. Este concepto en nada contribuye a nuestra compren~ cómoda, de un quimérico autoengaño, o, incluso, se cumple
sión empírica, aunque fácilmente induce a imaginar lo cont:a~ mediante «selección». La «paz~> no significa otra cosa que un
río. Y solo en e] caso de dos organizaciones absolutamente desplazamiento de las formas, los protagonistas o los objetos
idénticas en todos sus demás rasgos se puede aseverar -cabe de la lucha, o bien, finalmente, de las chances de selección.
sentar esto desde ahora- que una diferencia concreta parti- Si y cuándo tales desplazamientos resisten la prueba de un
cular es más «apta» para la subsistencia de la organización que juicio ético o valorativo de otra índole, es algo no susceptible
tiene esa característica, la cual, por lo tanto, está «mejor adap- de formulación general. Solo esto es indudable: sin excepción
tada>> a las condiciones dadas. Pero, en lo que se refiere a la alguna, respecto de cualquier ordenamiento de relaciones so-
valoración, es posible opinar que el mayor número de presta- ciales, si se quiere valorarlo, es preciso examinarlo con refe-
ciones y de propiedades materiales y de otro tipo que los mor- rencia al tipo humano al cual, a través de una selección in-
mones lL:varon al lugar y desarrollaron allí constituyen una terna o externa ( de motivos), proporciona las chances óptimas
prueba de su superioridad sobre los indios, o bien, coincidien- para volverse predominante. De lo contrario, en efecto, la in-
do con el parecer de quien abomina incondicionalmente de vestig:ición empírica no es realmente exhaustiva ni existe la
los medios v consecuencias de la ética mormona, la cual, al base fáctica necesaria para una valoración, sea esta conscien-
menos en pa~te, es corresponsable de aquellas acciones, alguien temente subjetiva o pretenda validez objetiva. Esto debe ser
puede preferir la estepa y la existencia romántica de los indios, tenido en menta al menos por aquellos numerosos colegas gue

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consideran posible operar, para la determinación de los desa- res~. Sin embargo, a quien quisiese adoptar una posición valo-
rrollos sociales, con conceptos unívocos de <<progresa>>. Esto rativa con respecto al hecho de la diferenciación como tal --lo,
nos lleva a una más detenida consideración de tan importante que por cierto ninguna disciplina empírica puede prohibirle----,,
concepto. y buscase para ello el punto de vista adecuado, muchos fenó-
Como es obvio, se puede emplear el concepto de «progreso» menos del presente le sugerirían también la pregunta de cuán-
de una manera por completo neutral frente a los valores si se to ha «costado» ese proceso, en la medida en que constituya
lo identifica con los «progresos» de un proceso concreto de algo más que una mera ilusión intelect:ualista. No podrá pasar
desarrollo, considerado aisladamente. Pero en la mayoría de por alto, por ejemplo, que la caza de la •«vivencia» -verda,
los casos la situación es más complicada. Examinaremos aquí dera moda en la Alemania de hoy- puede ser, en muy alto
unos pocos ejemplos procedentes de diferentes campos, en los grado, el producto de una disminución de las fuerzas pani
cuales el entrelazamiento con cuestiones de valor es íntimo en sobrellevar íntimamente la «vida cotidiana», y que aquella pu.
extremo. blicidad que el individuo otorga a su «vivencia» y de la que:
En el ámbito de los contenidos irracionales, afectivos, de nues- experimenta una necesidad cada vez mayor podría ser valo.
tra conducta anímica, es posible caracterizar, de manera neu- rada también, quizá, como una pérdida del sentimiento de la5
tral frente a los valores, el acrecimiento cuantitativo y -liga- distancias, y por lo tanto del estilo y la dignidad. De todos
da con este en la mayoría de los casos- la diversificación cua- modos, en el ámbito de las valoraciones de las vivencias subje-
litativa de los modos de conducta posibles como un progreso tivas el «progreso de la diferenciación» se identifirn con ef
de la «diferenciación» anímica. Pero ello se entrelaza al punto aum~nto del valor ante todo solamente en el sentido intelec-
con el concepto valorativo: incremento de la «envergadura», tualista de un experimentar vivencias de modo cada vez más,
de la «capacidad» de un «espíritu» concreto o -lo que ya consdente o de una capacidad de expresión y una comunica-
constituye una construcción no unívoca- de una ~época» bilidad cada vez mayores.
( como en el caso de Schopenhauer tmd Nietzsche de Simmel). Las cosas son algo más complicadas respecto de la aplicabili-
No hay duda, por cierto, de que existe de hecho tal •«progreso dad del concepto de «progreso» ( en el sentido de la valora
de la diferenciación», pero con la reserva de que no siempre ción) en el ámbito del arte. En ocasiones se la ha impugnado.
ha estado en realidad allí donde se cree. La atención creciente con violencia. Y ello, según los casos, con derecho o injusta,
que se presta en nuestros días a los matices del sentimiento, mente. Ninguna consideración valorativa del arte ha admitido
ya derive de la racionalización e intelectualización cada vez la antítesis excluyente de «arte» y «no arte,> sin echar mano,
mayores de todos los ámbitos de la vida, o bien de la mayor al mismo tiempo, de las diferencias entre intento y logr~, en-
importancia subjetiva que los individuos atribuyen a sus pro- tre el valor de distintos logros, entre logros plenos o parciales,.
pias manifestaciones de vida ( a menudo indiferentes en extre- en muchos puntos o hasta en puntos importantes, aunque no,
mo para los demás), con excesiva facilidad suscita la ilusión por ello sencillamente faltos de valor; y todo eso con respecto,
de una diferenciación creciente. Puede, por cierto, contenerla no solo a una concreta voluntad de creación artística, sino :.
o promoverla; no obstante, fácilmente llama a engaño, y ten- la de toda una época. El concepto de «progreso», aplicado ~1
go que declarar, por mi parte, que atribuyo considerable al- rales hechos, opera de manera trivial, puesto que se lo emplea
cance a ese riesgo de ilusión. De todos modos el hecho existe, sólo con relación a problemas puramente técnicos. En sí nn
Que esa diferenciación cada vez mayor haya de ser caracteri- carece, sin embargo, de sentido. En términos muy distintos se
zada como «progreso» es en sí una cuestión de conveniencia plantea esto para la historia y la sociología del arte ~uramente
terminológica. Pero que deba ser valorada como «progreso» empíricas. Para la primer~, como es natur~l: no e,.x~ste «pro-
en el sentido de una «riqueza interior» creciente es algo que greso» del arte en el sentido .de la valora~mn estettca de. !as
ninguna disciplina empírica puede decidir. A ninguna compete, obras como realizaciones provistas de sentido: tal valorac1on,
en efecto, la cuestión de si las posibilidades de sentimiento en efecto, no puede efectuarse con los medíos de la conside-
nuevas que se han desarrollado o se han elevado a la conciencia, ración empírica y, en consecuencia, está por completo fuera de
junto con las «tensiones>> y «problemas» nuevos que implican su alcance. En cambio, sí puede emplear un concepto de «prc,-
en ciertas circunstancias, han de ser reconocidos como «valo- greso» exclusivamente técnico, racional y por fo. tanto unívocc 1

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-qLl:e habremos d~ exa;11inar cori más detalle-, y cuya utili- ción con el románico o con el renacentista, también muy liga-
za61hdad para la histona empírica del arte resulta del hecho do con el problema técnico de la cúpula y orientado según las
de que se li1:1ita a la comprobación de los medios técnicos que transformaciones, sociológicamente condicionadas del ámbito
una determrnada voluntad artística emplea con miras a un de labor de la arquitectura; tampoco «valoran» ;stéticamente
propós!to ~ado. Con faci~idad se desestima el alcance que pa- la obra arquitectónica individual, en la medida en que perma-
ra la. h1st?n.a del ar~e reviste este tipo de examen que fija sus nezcan dentro de la historia empírica del arte. Antes bien, el
prop10s limites, o bien se lo desvirtúa confundiéndolo con una interés por las obras de arte y las propiedades individuales de
presunta «sabiduría», por entero subalterna e inauténtica, que importancia estética que ellas presentan, y, en consecuencia,
pretende haber «comprendido» a un artista cuando ha desco- su of:ieto, son heterón?t_IlºS para ellas, esto es, dados a priori
rrido la cortina de su estudio y ha pasado revista a sus medios mediante el valor estetlco que, con sus propios medios, en
ex~rí~secos de expresión, a su «manera». Solo el progreso modo alguno pueden establecer.
~!ecntco», ':orrc~tamente entendido, constituye el campo pro- Algo semejante ocurre en el ámbito de la historia de la música.
p10 de 1a historia del arte, porque él y su influencia sobre la Desde el punto de vista del interés del hombre europeo moder-
v,oll:1ntad artística representan, en el curso del desarrollo ar- no ( ¡«referencia de valor»!) su problema central es el siguien-
t~stlco, lo ~?mpro?~ble por vía puramente empírica, esto es, te: ¿Por qué, a partir de la polifonía extendida por casi todos
sm valorac10n estet1ca. Tomemos algunos ejemplos que ilus~ los pueblos, la música armónica se desarrolló solamente en
tren la verdadera significación que lo «técnico» en el cabal Europa y en un determinado período, mientras que en los de-
sentido del término, tiene para la historia del art~. más sitios la racionalización de la música siguió otro camino
El g0tico se originó, principalmente, como resultado de la so- las más de las veces opuesto, a saber, el desarrollo de los in~
lución técnica de un problema relativo al abovedamiento de tervalos merced a una división de las distancias ( casi siempre
espacios de cierto tipo: alcanzar el óptimo para proveer de ar- en cuartos) y no a la división armónica ( el quinto)? Plan-
botantes a una bóveda en crucero, junto con algunos otros de- téase, pues, como central el problema del origen del tercio en
talles que. ~10 examinaremos aquí. Se resolvieron problemas de su significación armónica, como miembro del acorde triple;
construcc10n totalmente concretos. El conocimiento de que también el de la cromática armónica y, además, el de la mo-
co_n ello se vol~ía posible un determinado tipo de aboveda- derna rítmica musical ( la cadencia lograda y la malograd~)
°;11ento de espacios no. cuadráticos suscitó el apasionado entu- que sustituye al compás meramente metronómico, rítmica sin
~tasmo de aque!los prnneros arquitectos, quizá para siempre la cual es impensable la moderna música instrumental. Pero
ignorados, a Qutenes se debe el desarrollo del nuevo estilo ar- trátase, también aquí, de problemas relativos a un «progreso>>
quitectónico. Su racionalismo técnico extrajo de manera exhaus- racional,. puramente técnico. Que, por ejemplo, la cromática
tiva todas las consecuencias del nuevo principio. Su voluntad se conociese mucho antes que la música armónica, como me-
artística_ la util~zó pa~a res~lver tareas hasta entonces impen- dio de expresar la «pasión», lo muestra la músicá crom¡ltica
sadas e 1mp1;1ls? al mismo tiempo la plástica por la vía de un antigua ( presumiblemente monoarmónica) para los apasiona-
nuevo ~s~numiento de_ los cuerp~s», ~u~citado ante todo por dos doimioi de los fragmentos de Eurípides recientemente des-
las no~1.s1mas formulaciones arqu1tecton1cas del espacio y las cubiertos. Por lo tanto, no en la voluntad de expresión artísti-
supe,rf1:1es. El hecho de que esta transformación, principalmen- ca, sino en los medios técnicos de expresión reside la diferen-
te tecnica, confluyese con determinados contenidos de senti- cia de esa música antigua respecto de Ia música cromática
miento, ~ond_icionados e~ .suena medida sociológicamente y creada por los grandes innovadores musicales del Renacimien~
por la htstorta de la relig1on, proporcionó los componentes to en medio de una búsqueda afiebrada de descubrimientos
esenciales de aquel material respecto de los problemas con los racionales, por cierto a fin de poder dar forma musical a la
cua_les laboró. la c;eación artística de la época gótica. La his- «pasión». La novedad técnica consistió, empero, en que tal
tona y la soc10log1a del arte, en cuanto han puesto de relieve cromática se convirtió en la nuestra, caracterizada por los in-
estas cond_icion~s psicológic~s, sociales, técnicas y objetivas del tervalos armónicos, y no era va la de los griegos, caracterizada
nuevo esttl?, tienen cumplida su tarea puramente empírica. por las distancias melódicas de los semitonos y los cuartos de
Con ello, srn embargo, no «valoran» el estilo gótico en rela~ tono. Y la posibilidad de que esto acaeciera tuvo su fundamen-

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to también ,aquí, en soluciones anteriores de problemas técni- que utilicen la técnica más «primitiva» ( por ejemplo un cua-
co~racionales. Tal, por ejemplo, la creación de la notación ra- dro que carezca de la noción de la perspectiva) pueden resul-
cional ( sin la cual sería impensable la composición moderna) , tar estéticamente equivalentes a las creadas sobre la base de la
y, antes todavía, de determinados instrumentos q?e impusie- técnica racional más perfecta, siempre que la voluntad artís-
ron la interpretación armónica de intervalos musicales. Pero tica se hava limitado a las formulaciones adecuadas a esa téc-
tal, ante todo, el canto polifónico racional. La principal con- nica <<pri~itiva». La creación de nuevos medios técnicos no
tribución a este logro provino, sin embargo, en la temprana implica, ante todo, otra cosa que una diferenciación creciente,
Edad Media, de las órdenes monásticas del área misional nór- y solo proporciona la posibilidad de una <<riqueza» cada vez
dico-occidental, las cuales, sin vislumbrar las ulteriores conse- mayor del arte en el sentido de un aumento de valor. De
cuencias de lo que hacían, racionalizaron para sus fines las po- hecho, no pocas veces ha tenido el efecto inverso de un «em-
lifonías populares, en vez de adaptar su música, como lo hi- pobrecimiento» del sentimiento de la forma. Para la conside-
cieron las bizantinas, al melopoiós de tradición helénica. Carac- ración empírico-causal, sin embargo, la transformación de la
terísticas concretas, condicionadas sociológicamente y por la «técnica>> ( en el pleno sentido del término) constituye el más
historia de la religión, propias de la situación externa e internH importante momento de desarrollo del arte que es posible, en
de la Iglesia cristiana en occidente permitieron que allí, a par- general, comprobar.
tir de un racionalismo exclusivo de las órdenes monásticas Ahora bien, no solo los historiadores del arte, sino los histo-
occidentales, surgiese esta problemática musical, la cual, en su riadores en general suelen oponer a esto que no pueden dejar
esencia, era de índole «técnica». Por otra parte, la adopción de arrogarse el derecho de formular valoraciones políticas, cul-
v racionalización del ritmo de la danza, fuente de las formas turales, éticas y estéticas, ni están en condiciones de desenvol-
inusicales que desembocaron en la sonata 1 estuvo determinada verse sin ellas en su trabajo. La metodología no tiene la fuerza
por ciertas formas de la vida social de la sociedad renacentista. ni el propósito de prescribir a nadie qué es lo que se propone
El desarrollo del piano, por último, uno de los más impor- ofrecer en una obra literaria. Solo reclama el derecho de es-
tantes apoyos técnicos de la evolución musical moderna y de tablecer que ciertos problemas son heterogéneos en cuanto a
su difusión en la burguesía, tuvo sus raíces en el específico su sentido, que su confusión trae por consecuencia un debate
carácter intradoméstico de la cultura de Europa del norte. To- ocioso, y que respecto de los unos tiene sentido una discusión
dos los mencionados constituyen «progresos>, de los medios que se desarrolle con los recursos de la lógica o de la ciencia
técnicos de la música, que han condicionado fuertemente su empírica, mientras que ello es imposible respecto de los. otros.
historia. La historia empírica de la música podrá y deberá per- Quizá podamos agregar aquí una observación general, sm em-
seguir estos componentes del desarrollo histórico, pero sin prender por ahora su prueba: Un examen atento de los tra-
aventurar, por su parte, una valoración estética de las obras de bajos históricos muestra con facilidad que el rastreo consecuen-
arte musicales. El «progreso» técnico se consumó muy a menu- te de la cadena causal empírico-histórica suele quebrarse casi
do sobre fa base de logros que, valorados desde el punto de sin excepción, con perjuicio de los resultados científicos, cuan-
vista estético, eran insuficientes en grado sumo. La dirección do el historiador comienza a ~valorar». Incurre entonces en el
del interés, es decir, el ob;eto a explicar históricamente, es re- rieso-o de «explicar», por ejemplo, como consecuencia de una
cibida por la historia de la música de manera heterónoma a «falla» o de una «caída» lo que quizás es efecto de ideales del
través de la significación estética de esta. actor que le resultan heterogéneos, y, en tal caso, equivoca su
En cuanto al ámbito de desarrollo de la pintura, la elegante verdadera tarea: el «comprender». Tal malentendido se acla-
discreción con que Wolfflin plantea los problemas en Klassis- ra por dos razones. En primer lugar, y para seguir con la ejem-
cher Kunst ( Arte clásico) constituye un ejemplo sobresalien- plificación tomada de la esfera del arte, por el hecho de que
te de la capacidad de logros del trabajo empírico. la realidad artística es accesible, no solo por la vía de la con-
La separación plena entre la esfera de los valores y la empírica sideración valorativa puramente estética, por un lado, o por
surge de manera característica en_ cuanto el empleo de una 1e- la imputación causal y puramente empírica, por el otro, sino
terminada técnica, por «progresiva» que esta sea, nada dice también por una tercera: la interpretación valorativa; no he-
con respecto al valor estético de la obra de arte. Obras de arte mos de repetir aquí lo que ya dijimos en otro lugar acerca de

252 253
su esencia. Ninguna duda subsiste en cuanto a su valor propio papel en nuestras disciplinas sociológicas y e~onómica~. La vi-
y a su carácter imprescindible para cualquier historiador. Tam- da económica y social europea y norteamenc_ana esta, de_ un
poco en cuanto a que el lector corriente de exposiciones sobre modo y en un sentido específicos, «racionalizada». Explicar
la historia del arte espera encontrar también, y sobre todo, este esta racionalización y construir los conceptos correspondientes
tipo de tratamiento. Pero de todos modos, desde el punto de constituye, por lo tanto, una de las principales tareas de nues-
vista de su estructura lógica, ella no es idéntica con la conside- tras disciplinas. Preséntase, pues, de nuevo el problema, que
ración empírica. ya tocamos de pasada en el ejemplo, de la _historia_ del a~te
Ha de admitirse, sin embargo, que quien desee obtener resul- pero dejamos allí abierto, a saber, que se quiere decir propia-
tados en materia de historia del arte, por más empírica que mente cuando se caracteriza un proceso como «progreso ra-
esta sea, necesita poder «comprender» la producción artística, cional».
lo cual es impensable, por cierto, sin una capacidad de juzgar También aquí se repite la combinación de lo~ tres s~n~J?os de
estética y, por lo tanto, sin la capacidad de valoración. Lo mis- «progreso»: 1) el mero «progreso» de la d1ferenc1ac1on ~ 2)
mo vale, como es natural, para el historiador de la política o la progresiva racionalidad técnica_ de los medios, y, por úh1?J,o,
de la literatura, de la religión o de la filosofía. Pero ello no 3) el incremento de val.ar. En primer. l~ga~, un comport_a,m1en-
significa absolutamente nada para la esencia lógica de la labor to subjetivamente <<rac10nal» no es 1dent1~0 a una _ac~1on ra-
histórica. ~
cionalmente «correcta» o «regular», es decir que ob¡euvamen-
Más adelante volveremos sobre este punto. Aquí debimos di- te emplee de acuerdo con el conocimiento científico, los me-
lucidar exclusivamente la cuestión del sentido en que podía dios corr~ctos. Sólo significa, en cambio, que el propósito
hablarse de «progreso» en la historia del arte, fuera de la va- subjetivo se rige por una orientación planificada hacia los me-
loración estética. Llegamos a la conclusión de que este concepto dios considerados correctos para un fm dado. Un progreso en
cobra un sentido técnico y racional, referido a los medios para la racionalización subjetiva de la acción no implica, por lo
la realización de un propósito artístico, y que como tal puede tanto de manera necesaria, también objetivamente un ~pro-
resultar, de hecho, significativo para una historia del arte em- greso~> en cuanto a la orientación ~n el sen~ido de una acció?
pírica. Debemos ahora investigar este concepto de progreso racionalmente «correcta». La magia, por e1emplo, ha expe:.-1-
«racional» en su ámbito más propio y considerarlo en cuanto mentado una «racionalización» tan sistemática como la física.
a su carácter empírico o no empírico. Lo ya dicho, en efecto, La primera terapia, «racional» de acuerdo con su propósito,
es sólo un caso particular de una situación harto universal. casi en todas partes significó un desprecio de la cura de sínto-
El modo en que Windelband ( Geschichte der Philosophie mas empíricos mediante hierbas o brebajes, de eficacia empí-
[Historia de la filosofía], parágrafo 2, pág. 8 de la cuarta edi- ricamente comprobada, en favor del exorcismo de las ( supues-
ción) delimita el tema de su «historia de la filosofía» ( «el pro- tas) «causas verdaderas>> ( mágicas, demoníacas) de la enfer-
ceso a través del cual la humanidad europea [. .. ] ha form....t- medad. Formalmente, en consecuencia, tenía la misma estruc-
lado su concepción del mundo mediante conceptos científi- tura racional que presentaron muchos de los más importantes
cos») condiciona, respecto de su pragmática -brillantísima, progresos de la terapia moderna. Mas no podemos valorar est~s
a mi juicio-, el empleo de un específico concepto de «progre- terapias mágicas de los sacerdo~e,s como un «propr~so» hac1~
so», que deriva de esta referencia de valor a la cultura ( cuyas una acción «correcta» con reJac10n a aquellas practicas empt-
consecuencias extrae en las págs. 15 y 16), y que, por un lado, ricas. Y, por otro lado, no todo «progreso» en dirección al
en modo alguno es obvio para cualquier «historia» de la filo- empleo de los medios «corr~ctos» se_ o~tuvo median!e un «pro-
sofía, pero, por el otro, en cuanto a su fundamentación en una gresar» en el primer sentido, subJetlvam~nte racional. Que
similar referencia de valor a la cultura respectiva, resulta ade- una acción racional subjetivamente progresiva conduzca a una
cuado, no solo para una historia de la filosofía o de cual_quier acción objetivamente «adecuada al fin» es solo una entre mu-
otra ciencia sino -a diferencia de lo que sostiene W1nde]- chas posibilidades y un proceso c~Y.º adve?imiento cab~ espe-
band ( pág. 7, número 1, apartado 2 )-- para cualquier «histo- rar con diversos grados de probabilidad. Sm embargo, s1 en el
ria» en general. En lo sucesivo hemos· de referirnos solo a caso particular es correcta la proposición «la regla x es el ( su-
aquellos conceptos racionales de <<progreso>> que cumplen un pongamos que el único) medio para obtener el resultado yi

2.54 255
-lo cual constituye una cuestión empmca y, por cierto, la precio ha descendido por debajo de su costo de producción,
simple inversión de la proposición causal «de x se sigue y»-, en aras de los intereses de rentabilidad de los productores.
y si esa proposición es empleada de manera consciente por los Habría que valorar tal destrucción como objetivamente «co-
hombres con miras a la orientación de su acción dirigida ha- rrecta desde el punto de vista económico». Pero tal ilustración
cia el resultado y -lo cual también es empíricamente compro- y -en cuanto a lo que aquí nos interesa- cualquier otra se-
bable-, entonces su acción está orientada de manera «técni- mejante admite como obiva una serie de supuestos que en rea-
camente correcta». Y en caso de que la conducta humana ( de lidad no lo son: ante todo, que el interés de los individuos no
cualquier tipo que sea) se oriente, en un aspecto cualquiera, solo sobreviva de hecho muchas veces a su muerte sino que
de manera más <<correcta» que hasta entonces en este sentido debe valer como tal, de una vez para siempre. Sin esta transpo-
técnico, preséntase un «progreso técnico». Si este es el caso, sición del «ser» al «deber ser», la valoración correspondiente,
se trata -suponiendo, naturalmente, la absoluta univocidad a la que supone puramente económica, sería irrealizable de
del fin propuesto-, de hecho, para una disciplina empírica 1 manera unívoca. Sin ella, en efecto, es imposible referirse a
de una comprobación empírica que ha de establecerse con los los intereses de productores y consumidores como si perten-~-
recursos de la experiencia científica. ~ desen a personas que no mueren. El hecho de que los indi-
Existen por lo tanto, en este sentido -obsérvese bien: en el viduos tomen en consideración los intereses de sus herederos
caso de fines unívocamente dados-, conceptos unívocamente no constituye ya una circunstancia puramente económica. Los
comprobables de corrección «técnica» y de progreso «técnico» hombres vivientes son reemplazados aquí más bien por inte-
en los medios ( entendemos aquí «técnica» en el sentido más resados que valorizan «capital» en «empresas» y existen en
lato, como comportamiento racional en general, en todos los bien de estas. Trátase de una ficción útil con fines teóricos.
ámbitos, incluido el manejo y la dominación políticos, sociales, Pero incluso como tal no condice con la situación de los tra-
educacionales y propagandísticos de los hombres). Es posible, bajadores, en especial con los que carecen de hijos. En segun-
en particular ( para mencionar de pasada aspectos importantes do lugar, ignora el hecho de la «situación de clase», la cual
para nosotros), hablar de manera aproximativamente precisa bajo el dominio del principio del mercado, puede ( no «debe»)
de «progreso» en el ámbito especial habitualmente denomina- reducir en términos absolutos la provisión de bienes de ciertos
do «técnica», incluidas las técnicas del comercio y la jurídica, estratos de consumidores, no solo a pesar de la distribución
si se toma para ello como punto de partida un estado unívoca- «óptima» -y posible en cada caso, desde el punto de vista de
mente determinado de una formación concreta. Y decimos la rentabilidad -de capital y trabajo en las ramas productivas,
aproximativamente porque los principios particulares, técnic.1- sino precisamente a causa de ella. En efecto, aquella distribu-
mente racionales, entran, como lo sabe cualquier experto, en ción «óptima» de la rentabilidad, que condiciona la constan·
conflicto recíproco, y es posible lograr un equilibrio entre cia de la inversión de capital, depende por su parte de las cons-
ellos desde el punto de vista de cada una de las personas in- telaciones de poder entre las clases, cuyas consecuencias pue-
teresadas, aunque nunca de manera «objetiva». Por otra par- den ( no «deben») debilitar, en casos concretos, la posición
te, suponiendo necesidades dadas, y, además, que todas ellas, de aquellos estratos en la lucha por ]os precios. En tercer lu-
así como su apreciación subjetiva, deban estar sustraídas a la gar, ignora la posibilidad de insalvables y persistentes oposi-
crítica; suponiendo, por último, la existencia de un ordena- ciones de intereses entre los miembros de distintas unidades
miento económico de un tipo dado, existe también un progre- políticas, con lo cual toma a priori partido en favor del «ar-
so «económico» hacia un óptimo relativo de satisfacción de gumento de la libertad de comercio», el cual, en cuanto se lo
las necesidades para el caso de un conjunto dado de posibili- erige en postulado del deber ser, se transforma, de medio heu,-
dades de disposición de los medios. Pero ello solamente bajo rístico sumamente útil, en una «valoración» en modo alguno
estos supuestos y restricciones. obvia. Y si supone, a fin de eludir este conflicto, la unidad
Se ha intentado derivar de aquí la posibilidad de valoraciones política de la economía mundial -lo cual ha de concederse
unívocas y, en consecuencia, puramente económicas. Ejemplo totalmente en teoría-, entonces sencillamente se desplaza el
característico es el caso teórico aducido por el profesor Lief- ámbito sobre el qne podrá recaer la crítica a la destrucción de
mann: una destrucción deliberada de bienes de consumo cuyo aquellos bienes, susceptibles de ser gozados, en interés -tal

256 257
como aquí se supone- del óptimo de rentabilidad ( de pro- cabe valorar determinado medio, unívocamente, como «el más
ductores y consumidores) permanente para las relaciones da- correcto desde el punto de vista técnico», y solo entonces tal
das. La crítica se dirige entonces al principio global del aprovi- valoración es unívoca. En cualquier otro caso, esto es, no re-
sionamiento del mercado mediante tales preceptos, tal como ferido a lo puramente técnico, la valoración deja de ser uní-
resultan del óptimo de rentabilidad, expresable en dinero de voca, y aparecen valoraciones no determinables con los solos
unida1es_ e~onómícas que intercambian entre sí; y recae s~bre medios económicos.
ese prmc1p10 como tal. Una organización de aprovisionamiento Pero con haber establecido la univocidad de una valoración
de bienes no regida por el mercado no tendría ningún motivo técnica dentro de la esfera puramente económica no se obtiene,
para tomar en cuenta la constelación de intereses de las uni- como es natural, una univocidad de la «valoración» definitiva.
dades económicas dada por el principio del mercado y, en con~ Antes bien, más allá de estas elucidaciones empezaría la mara-
secuencia, tampoco se vería obligada a sustraer al consumo ña de Ja infinita multiplicidad de valoraciones posibles, a la
aquellos bienes ya existentes, susceptibles de goce. que solo se podría dominar mediante el recurso a axiomas úl-
Solo si se presuponen las siguientes condiciones: 1) intereses timos. En efecto, para mencionar solo un punto detrás de la
de rentabilidad permanentes, exclusivos, de personas conside- «acción» está el hombre. Para este, el increment~ de la racio-
radas constantes, que tienen necesidades -consideradas cons- nalidad subjetiva y de la «corrección>> técnico-obietiva de la
tantes- como fo1es rectores; 2) el total predominio de la ~sa- acción puede valer, como tal, más allá de cierto límite -y
tisfacción de esas necesidades mediante un capitalismo priva- hasta, para ciertas concepciones, en general-, como una ame-
do, a través de un intercambio de mercado enteramente libre naza contra bienes importantes ( por ejemplo, éticos o religio~
y 3) un poder estatal desinteresado, como mero garante dei sos). La ética budista (máxima), verbigracia, para la cual cual-
derecho; solo entonces, decíamos, la opinión del profesor Lief- quier acción dirigida a un fin ha de ser rechazada, como tal,
mann es correcta teóricamente y evidente. En tal caso, en efec- pues aparta de la salvación, difícilmente sería compartible por
to, la valoración atañe al medio racional para la solución óptima nosotros. Pero es de todo punto de vista imposible «refutar-
de un problema técnico particular de distribución de bienes. la» en el sentido en que se lo hace con un cálculo o un diagnós-
Sin embargo, las ficciones de la economía pura, útiles con fi- tico médico erróneos. Aun sin recurrir a ejemplos tan extre-
nes teóricos, no pueden ser convertidas en la base de valora- mos, sin embargo, es fácil advertir que las racionalizaciones
ciones prácticas de hechos reales. Con dlo queda absolutamen- económicas, por más indubitable que sea su <<corrección téc-
te establecido que la teoría económica no puede expresar otra nica», en modo alguno pueden ser legitimadas ante el foro de
cosa que esto: Para el fin técnico dado x, la regla y es el único la valoración en virtud de esta cualidad sola. Esto vale p¡Ha
medio apropiado, o lo es junto con y1, y~; en este último caso, cualquier racionalización, sin excepción alguna, incluidas las
entre )', y1, y~ subsisten tales y cuales diferencias en cuanto que aparecen como propias de un ámbito tan completamente
al modo de operación y-en la hipótesis-- a la racionalidad; técnico como es el de la banca. Quienes se oponen a tales
además, su empleo y, por lo tanto, el logro del fin x impone racionalizaciones en modo alguno tienen que ser necesariamen-
tomar en cuenta los «resultados concomitantes: z, z1, z2 .Todas te e2;'traviados. Antes bien, siempre que se quiera valorar, es
ellas son simples inversiones de proposiciones causales y preciso tomar en cuenta la influencia de las racionalizaciones
en la medida en que es posible ligarlas con valoraciones, e~ta~ técnicas sobre los desplazamientos de las condiciones de vida
atañen exdusivamente al grado de racionalidad de una acción totales, externas e internas. Sin excepción, el concepto de pro-
proyectada. Las valoraciones, en consecuencia, son unívocas g.tes.o legítimo en nuestras disciplinas debe referirse a lo «téc•
si, y solo si, el fin económico y las condiciones de estructura nico», esto es, como hemos dicho, al «medio» para un fin uní-
social están dados y únicamente es preciso escoger entre va- vocamente dado. Jamás se eleva a la esfera de las valoraciones
rios medios económicos, y cuando, además, estos se diferen- «últimas». De acuerdo con todo lo dicho, considero muy
cian _e~clusivame1:1te _con relación a la seguridad, rapidez y pro~ inoportuno el empleo de la expresión «progreso», aun dentro
duct1v1dad cuantitativa del resultado, pero funcionan de ma- del limi~ado ámbito de su uso empírico indubitable. Sin em~
nera idéntica con relación a cualquier otro aspecto que pueda bargo, es imposible impedir el uso de ciertas expresiones y
revestir importancia para los intereses humanos. Solo entonces en definitiva, es posible evitar los posibles malentendidos. '

258 259
"Antes de pasar a otro tema, queda por dilucidar todavía un mismo vale para cualquier historia de la lógica respecto de fa
grupo de problemas atinentes a la posición de lo racional den- existencia histórica de formulaciones contradictorias ( para no-
tro de las disciplinas empíricas. sotros), y es humanamente comprensible, aunque no pertene-
Cuando lo normativamente válido pasa a ser objeto de la in- ce ya a la actividad científica, que alguien acompañe semejan-
vestigación empírica, pierde, en cuanto objeto, su carácter Je tes «absurdos» con explosiones de disgusto, como lo ha hecho
norma: se lo trata como algo que «es» y no como algo que un merítisimo historiador de la lógica medieval.
«vale». Por ejemplo, si mediante una estadística se quisiese Esta metamorfosis de verdades normativamente válidas en opi-
establecer el número de «errores aritméticos» dentro de una niones que valen convencionalmente, metamorfosis sufrida por
determinada esfera de cálculo profesional -lo que podría muy formaciones espirituales enteras, así como por ideas lógicas o
bien tener sentido científico-, las proposiciones básicas de la matemáticas, en cuanto pasan a ser objeto de una considera-
tabla pitagórica serían <<válidas» en dos sentidos por completo ción que reflexiona acerca de su ser empírico, y no de su sen-
distintos. Por un lado, su validez normativa constituiría, na- tido .( normativamente) correcto, subsiste con total indepen-
turalmente, un presupuesto absoluto de su propia labor de dencia del hecho de que la validez normativa de las verda-
cálculo. Pero, por otro lado, en cuanto el grado de aplicación des lógicas y matemáticas constituya, por otro lado, el a priori
«correcta» de la tabla pitagórica pasa a ser considerado co¡no de todas y cada una de las ciencias empíricas. Menos simple es
ob¡eto de la investigación, la situación cambia por completo, su estructura lógica en el caso de una función, ya indicada an-
considerada desde el punto de vista puramente lógico. En tal tes, que les atañe en la investigación empírica de conexiones
caso, la aplicación de la tabla pitagórica, de parte de las per- espirituales y que ha de ser cuidadosamente distinguida de es-
sonas cuyos cálculos constituyen la materia de la investigación tas dos: su planteo como objeto de la investigación y su plan-
estadística, es tratada como una máxima de comportamiento teo como a priori de esta. Toda ciencia de conexiones espiri-
fáctico, que se ha vuelto habitt,al en ellas a través de la edu- tuales o sociales es una ciencia de comportamientos humanos
cación; y su empleo de hecho debe ser comprobado en cuanto ( en cu'>:o concepto se incluye, en este caso, cualquier acto de
a su frecuencia, del mismo modo como determinados fenó- pensamiento y cualquier hábito psíquico). Tal ciencia quiere
menos de error pueden convertirse en objeto de comprobación «comprender» este comportamiento y, en virtud de esto «in-
estadística. Que la tabla «valga» normativamente, es decir que terpretar explicativamente» su curso. No podemos trata; aquí
sea «correcta», es por completo indiferente en este caso, en el difícil concepto de «comprensión». En este contexto solo
que ella misma no es tema de la dilucidación, sino en que el n.os interesa 1:·n tipo particular de. ella: la interpretación «ra-
«objeto» es su empleo. El estadígrafo debe naturalmente, ::n c10nal». Es evidente que «comprendemos» sin más que un pen-
esta investigación estadística de los cálculos de las personas sador «resuelva» un determinado «problema» del modo qut
en estudio, adecuarse a esta convención, al cálculo «de acuerdo nosotros mismos consideramos normativamente «correcto» o
con la tabla pitagórica». Pero del mismo modo tendría que que _un hombre calcule «correctamente>> que emplea, para cier-
emplear un procedimiento de cálculo que, normativamente con- t~ ~fm que se propone, el ~<;dio «correcto» ( en nuestra opi-
siderado, es «falso», si, por ejemplo, este fuese tenido por mon). Y nuestra comprens10n de estos procesos reviste est
«correcto» en un cierto grupo humano y él debiese investigar particular. gr~?º de evidencia porque se trata, precisamente,
estadísticamente la frecuencia de su empleo de hecho, «correc- de la reahzac1on de algo objetivamente «válido». No obstante.
to» desde el punto de vista del grupo considerado. Respecto no se debe creer que, considerado desde el punto de vista ló-
de cualquier consideración empírica, sociológica o histórica, gico, lo normativamente correcto aparezca en este caso con la
nuestra tabla pitagórica, en cuanto interviene como objeto de misma e~truct1;,ra 9;1e ~n s~ _planteo gen~ral como lo a pri'ori
la investigación, no es otra cosa que una máxima de conducta de toda mvest1gac1on c1ent1f1ca. Antes bien su función como
práctica, válida convencionalmente dentro de cierto círculo de °:1edio del ._l(compre~de:». es la misma que 1; «captación empá-
hombres y respetada con un grado mayor o menor de apro- ttca>> puramente pstcologzca desempeña respecto de conexiones
ximación. Cualquier exposición de la doctrina musical pitagó- d~ afectos y sentimientos irracionales desde el punto de vista lo-
rica debe ante todo admitir el cálculo, «falso» según nuestros gtco, en c~anto se tr~te d_e su conocimiento comprensivo. No
conocimientos, de que 12 quintos son iguales a 7 octavas. Lo la correccton normativa, smo, por una parte, e1 hábito conven

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cional, de que participan el investigador y el lector, de pensar tes en el orden de lo regular, esto es, ya sea específicamente
así y no de otro modo, y, por otra parte, la capacidad -si esta •característicos» a sus ojos, o bien, en su opinión, directamen-
es requerida-- de «penetrar empáticamente» de manera com- te referidos a valores, o causalmente, respecto de otros estados
prensiva un pensamiento que se desvía de aquel hábito y que 1 de cosas referidos a valores. Este será el caso cuanto más el
por lo tanto, se le aparece como normativamente «falso», valor de verdad de ciertas ideas constituya el valor rector de
constituyen aquí el medio de la explicación comprensiva. El una exposición histórica, tal como, por ejemplo, en la historia
hecho de que el pensamiento «falso», el «error», sea por en- de una determinada «ciencia» ( la filosofía o la economía po-
tero accesible, en principio, a la comprensión, lo mismo que lítica teórica). Pero ese caso no es el único: una situación al
el «correcto>)•, demuestra ya que aquello que vale como nor~ menos semejante sobrevendrá todas las veces que una acción
mativamente <<correcto» no entra aquí en consid~ración como racional subjetivamente, de acuerdo con su propósito, pase a
tal sino solo como un tipo convencional cuya comprensión re ser objeto de una exposición y ciertos «errores de pensamien-
sulta particularmente fácil. Esto nos conduce a una ültima com- to» o de «cálculo» puedan constituir componentes causales del
probación acerca del papel de lo norrnativamente correcto den- curso de la acción. Para «comprender», por ejemplo, la con-
tro del conocimiento sociológico. ducción de una guerra, es imprescindible representarse -aun-
Ya para «comprender» un cálculo o una formulación lógíca que no necesariamente de manera expresa o en forma acaba-
«falsos», y para poder establecer y exponer su influencia so- da- la presencia de un jefe ideal en ambos bandos, que conoz-
bre las consecuencias fácticas que ha tenido, será evidentemen . ca la situación total y el desplazamiento de las fuerzas milita-
te preciso, no solo comprobar aquel mediante un cálculo «co- res enfrentadas y tenga siempre presentes todas las posibjii-
rrecto», o bien aquella repensándola lógicamente, sino señalar dades que de ello resultan de alcanzar la meta, unívoca in con-
expresamente, con los medios del cálculo o de la lógica «CO· creto., que consist·e en la destrucción de la fuerza militar del
rrectos>>, el punto en que el cálculo o la formulación lógic;a enemigo, y que, también, sobre la base de este conocimient:J,
investigados se apartan de aquello que el investigador conside- se condujese sin cometer errores y sin incurrir en fallas lógi-
ra normativarnente «correcto». Y ello no necesariamente con cas. Solo entonces, en efecto, es posible establecer de manera
el fin práctico-pedagógico que Windelband, por ejemplo, en unívoca la influencia causal que tuvo sobre la marcha de las
su Historia de la f ílosofía pone en primer plano ( establecer cosas el hecho de que los comandan tes reales no poseyeron tal
<<tablas de advertencia» contra posibles <<Caminos errados»), lo conocimiento ni tal inmunidad frente al error, ni fuesen, en ge-
cual constituye, sin embargo, un deseable resultado lateral de neral, unas máquinas racionales de pensar. La construcción ra•
la labor historiográfica. Y tampoco porque cualquier proble~ cional tiene aquí el valor, en consecuencia, de medio de una
mática histórica, a cuyo objeto sean inherentes conocimientos ~imputación» causal correcta. Exactamente el mismo sentido
lógicos, matemáticos o científicos de otro tipo, solo pudiera poseen aquellas construcciones utópicas de un actuar racional
tener por fundamento, como única relación de valor posible, estricto y Ubre de errores creadas por la teoría económica
definitiva, decisiva para la selección, el «valor de verdad» re «pura».
conocido por nosotros como válido, y, por lo tanto, el «pro, Con miras a la imputación causal de procesos empíricos nece-
greso» en dirección a este. (No obstante, aun cuando este ,itamos, precisamente, construcciones racionales, técnico-em-
fuera el caso, restaría observar el hecho, tan a menudo com• píricas o también lógicas, que respondan a la pregunta de cómo
probado por el propio Windelband, de que el «progreso» en se desarrollaría ( o se habría desarrollado) cierto estado de
este sentido irrumpe muchas veces, no por el camino directo) cosas, ya consista este en una conexión externa de la acción
sino -en términos económicos-- por la «vía de producción o en una formación de pensamientos ( por ejemplo, un sistema
más rendídora», a través de «errores», es decir, a través de filosófico), en el caso de una «corrección» y una «ausencia de
la confusión de los problemas.) Antes bien, será preciso ha- contradicción» racionales absolutas, empíricas y lógicas. Aho-
cerlo porque ( y, también, únicamente en ]a medida en que) ra bien, lógicamente considerada, la construcción de una uto-
aquellos puntos en los cuales la formación espiritual, investi- pía semejante, racionalmente «correcta», constituye solo una
gada como objeto, se aparta de aquello que el propio investiga- -de las distintas configuraciones posibles de un «tipo ideal»,
dor debe consiJerar «correcto» se vuelven para este importan- tal como he denominado a tales formaciones conceptuales

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( con una terminología que me parece más ajustadq que cu,ll- dogmáticas, en modo alguno son disciplinas empíricas, er~ el
quier otra expresión). En efecto, no solo son conc~bibles, ~~Qlú sentido aquí dilucidado, más de lo que lo son la matemática,
hemos dicho, casos en que un razonamiento falso en rnpdp la lógica, la ética normativa, la estética, respecto de las cuales,
característico o una conducta determinada, típicamente. r..:on- por Jo demás, tan cabalmente diferentes son por otras razones,
traria al fin, pueden prestar un mejor servicio como _tipo idf:,;i,J, tanto como estas son diversas entre sí.
sino que, ante todo, existen esferas enteras de conducta-Ah! La teoría económica, por último, es manifiestamente una dog-
esfera de lo «irracional») en que tal servicio es prestado del mática en un sentido lógico muy distinto que, por ejemplo, la
mejor modo, no por el máximo de racionalidad• lógic~,; s~nó, doomática jurídica. Sus conceptos se relacionan con la reali-
sencillamente, por la univocidad alcanzada mediante la ;:tbs- dad económica de manera específicamente distinta del modo
tracdón aislante. De hecho, el investigador emplea COI\. :p;:¼r- en que los de la dogmática jurídica lo hacen con la historia
ticular frecuencia «tipos ideales» construidos de manera nor- y la sociología del derecho. Pero así como, respecto de estas
mativamente <<correcta>>. Pero, considerada desde el punto. 4t: tÍltimas, los conceptos de la dogmática jurídica pueden y deben
vista lógico, la «corrección» normativa de estos tipos no es ser empleados como «tipos ideales», este modo de empleo es
lo esencial. Un investigador puede, por ejemplo, a fin de el tínico sentido que la teoría económica puede tener respecto
caracterizar un tipo específico de conciencia típica de los hom- del conocimiento de la realidad social presente y pasada. Tal
bres en cierta época, ya construir un tipo de conciencia !l.Jn teoría establece determinados supuestos, que en la realidad casi
juicio éticamente normal y al que considera, en este senddo, nunca se verifican en su totalidad, pero a los cuales ella se
objetivamente «correcto», ya construir un tipo que le parezc1:1 acerca en diversos grados, e inquiere cómo se habría configu-
por entero contrario a lo éticamente normal, con el propósito rado bajo esos supuestos la acción social de los hombres en
de comparar con él la conducta de los hombres objeto de fo caso de que se desarrollase de manera estrictamente racional.
investigación; por último, también puede construir un tipo.de En particular, supone el imperio de intereses puramente eco-
conciencia al cual él, personalmente, no atribuya predicado al- nómicos, excluyendo, por lo tanto, la influencia de una orien-
guno, positivo o negativo. Por lo tanto, lo normativamente tación del actuar según guías políticas o extraeconómicas de
«correcto» no goza de ningún monopolio para este fin. En cualquier otro tipo. ; . ; .
efecto, cualquiera que sea el contenido del tipo ideal raciona.l Ahora bien, respecto de esa teor1a se ha cumplido la t~p1c_a
-ya represente una norma de fe ética, jurídico-dogmática, «confusión de problemas». En efecto, esa teona pura, ~rnd1-
estética o religiosa, o una máxima técnica, económica, de po- vidualista» en este sentido, «neutral frente a 1a moral y frente
lítica jurídica, social o cultural, o una «valoración» de cual- al Estado», que fue y será siempre irnfüpensable_ como i~st~-
quier tipo, expresada en la forma más racional posible-,. su mento metódico, fue concebida por la escuela radical part1dar1a
construcción tiene siempre, dentro de las investigaciones· e.ni del libre comercio como una copia exhaustiva de la realidad
píricas, el único fin de «comparar» con él la realidad empíri- ,:rnatural», es decir, no falseada por ~a estupidez de los hombres;
ca, de establecer su contraste o su divergencia respecto de él, sobre esta base, pues, fue concebida como un «deber ser»:
o su aproximación relativa, a fin de poder, de este moda. como un ideal válido en la esfera del valor y no como un
describirla, comprenderla y explicarla por la vía de la imputa- tipo ideal utilizable para la inve.stigación empí~ic~ ,de lo que
ción causal, con los conceptos comprensivos más unívocos qru¡ es. Como consecuencia de camb10s en la aprec1ac10n del Es-
sea posible. Estas funciones son las que cumple, por ejemplo. tado en cuanto a la política económica y social, se produjo una
la formación de conceptos de la dogmática jurídica racional repe;cusión en la esfera de las valoracion,es, la m~l se pr~pa.gó
respecto de la disciplina empírica de la historia del derech~) en seouida a la esfera del ser y rechazo la teona econom1ca
y la doctrina racional de los cálculos respecto del análisis del pura,ºno solo como expresión de un ideal -dignidad a la
comportamiento real de las unidades económicas en la econ0- que no podría haber aspirado-, sino también como vía 1!1e•
mía de mercado. Ahora bien, las dos disciplinas dogmáticas tódica para la investigación de los hechos. Explicaciones «filo-
mencionadas tienen naturalmente también, fuera de esto, como sóficas» de la más diversa índole debían reemplazar a la prag-
«doctrinas de aplicación», fines normativo-prácticos eminentes. mática racional, y la identificación de lo que es «psicológica-
Y ambas, en cuanto a este carácter suyo, en cuanto ciencias mente>> con lo que vale éticamente volvió irrealizable una se-

264 265
paración nítida entre la esfera de las valoraciones y la labor de la de proporcionar fórmulas puramente típico-ideales, por
empírica. Los e~tra~r.dinarios logros de 1.os, s?stened?re,s .de un lado, y, por el otro, la de comprobar tales conexione? par-
este desarrollo c1ent1ftco en los campos h1stor1co, soc10logico ticulares económico-causales -pues de estas se trata, sm ex~
y de la política social son ampliamente reconocidos, pero. un cepción, cuando <<X» es lo bastante unívoca, y, por_ lo ta~to,
juez imparcial tampoco puede ignorar la completa confusión, la imputación del resultado a la causa ( o del medio al fm)
que ha durado decenios, de la labor t~órica y de cienc}~ eco~ debe ser lo bastante estricta-. Tiene que investigar la totalidad
nómica estricta, y que es consecuencia de esa confus10n de de los fenómenos sociales en cuanto al modo de su co-condicio-
problemas. Una de las dos tesis básicas con que ~rabajaro~ los namiento a través de causas económicas: he ahí la tarea de la in-
enemigos de la teoría pura fue que las construcc10nes rac10na~ terpretación económica de la historia y la sociedad. Por otra
les de esta eran «meras ficciones», que nada expresaban acer- parte, tiene que proporcionar el condicionamiento de los pro-
ca de la realidad de los hechos. Correctamente entendida, esta cesos económicos y formas de economía a través de los fenó-
afirmación es acertada. En efecto, las construcciones teóricas menos sociales de· acuerdo con sus distintos tipos y estadios
están exclusivamente al servicio del conocimiento de las reali- de desarrollo: es la tarea de la historia y de la sociología de la
dades, que ellas mismas no pueden proporcionar; y la~ reali- economía. A estos fenómenos sociales pertenecen, como es
dades, a consecuencia de su acción recíproca con otras circuns- natural, y por cierto en primerísima línea, las acciones y form~-
tancias y series de motivos, no contenidos en aquellas, aun~en ciones políticas y, ante todo, el Estado y el derecho garanti-
el caso extremo solo muestran aproximaciones al proceso cons• zado por él. Pero no solo los fenómenos políticos forman
truido. Pero ello nada prueba, de acuerdo con todo lo dicho, parte de aquellos. También la totalidad de las formaci~mes
en contra de 1a utilidad y necesidad de la teoría pura. La que -en un grado suficientemente significativo para el 1nte-
segunda tesis era la siguiente: en ningún caso podría existir rés científico- influyen sobre la economía. La expresión
una doctrina de la política económica como ciencia neutral ~doctrina de la política económica» sería, naturalmente, muy
frente a las valoraciones. Ello, por cierto, es falso en su prin- poco apropiada para la totalidad de esto_s problemas. ~a difu-
cipio, y tanto, que precisamente la <<neutralidad .frente a las sión de su uso, a pesar de ello, se explica por el caracter de
valoraciones» --en el sentido que hemos sostemdo en estas las universidades, en cuanto institutos educativos para fun-
páginas-- constituye el presupuesto de cualquier tratamie1~to cionarios del Estado, y también, interiormente, por los recurw
puramente científico de la política, en partic~ilar d~ 1a. política sos que el Estado posee para influir sobre la economía, en vir-
social y económica. En efecto, como es obv10, es posible, así tud de lo cual su consideración alcanza importancia práctica.
como útil y necesario para la ciencia, desarrollar proposicio- Y apenas es preciso comprobar de nuevo que, en todas estas
nes del siguiente tipo: Para obtener el resultado ( d.e polít_ka investigaciones, es posible inve~tir proposiciones . acerca. de
económica) x, y es el único o el más fructífero med10, o bien ~causas y efectos» en proposiciones sobre «medio y f1n,,,
lo son Yt, y 2 , }':i -bajo las condiciones b,, b'!., b:1-; no es siempre que el resultado en cuestión pueda ser dado de manera
necesario repetir esto. Solo recordaremos, insistiendo en eHo, suficientemente unívoca. Con ello, naturalmente, tampoco aquí
que el problema consiste en la posibilidad de una 1mivoci4ad se· modifica la relación lógica entre esfera de la valoración y
absoluta en la caracterización de aquello a lo cual se aspira. esfera del conocimiento empírico. En este contexto, como con-
Dada esta trátase de una simple inversión de proposiciones clusión, queda por señalar una sola cosa.
causales y: por lo tanto, de un problema puramente «técni• El desarrollo de los últimos decenios y, en particular, los acon-
co». Precisamente por ello la ciencia, en todos estos casos, tecimientos sin precedentes de que hoy somos testigos han
no está obligada a concebir estas proposiciones técnicas teleo~ elevado fuertemente el prestigio del Estado. Solo a él, entre
lógicas de otro modo que como simples proposiciones causales; todas las comunidades sociales, se le atribuye hoy poder «le-
por lo tanto, en la siguiente forma: De y se sigue siempre e1 gítimo» sobre la vida, la muerte y la libertad; y sus órganos
resultado x, o bien este se sigue, bajo las condiciones b1, b2, utilizan tal poder contra los enemigos externos en la guerra,
ba, de Y1, '}'2, y 3 • Ello significa, en efecto, Jo mismo, y el «prác- y, en la paz y en la guerra, contra 101:, opositores ~nternos. En
tico>> puede extraer de allí con facilidad los «preceptos». Pero
la doctrina científica de la economía tiene otras tareas, ade1rnís
la paz, es el mayor empresario y rec.audado~ ?e. tnbutos sobre
los ciudadanos, y en la guerra dispone 1hm1tadamente de

266 267
todos los bienes económicos a su alcance. Su forma empresaria tuosos, en el sentido de conservar la capacidad personal de
moderna, racionalizada, en numerosos ámbitos ha permitido «nadar contra la corriente» en caso necesario. Las «ideas ale--
logros que, sin duda, no hubieran podido ser alcanzados por manas de 1914» fueron un producto de literatos. El «soci.1-
otra forma de acción asociada. No podía dejar de ocurrir, pues, lismo del futuro>> es una frase referida a la racionalización de
que se extrajese de allí la conclusión de que el Estado debiera la economía a través de una combinación de mayor burocra-
-sobre todo en cuanto a las valoraciones que se mueven en tización y administración en común, ajustada a fines, de parte
el campo de la política- constituir el «valor» último, respecto de los interesados. Cuando el fanatismo de los patriotas de
de cuyos intereses de existencia debieran medirse todas las oficio en materia de política económica invoca hoy, en favor
acciones sociales. No obstante, ello constituye una transposi- de estas medidas puramente técnicas, en lugar de la dilucida-
ción indebida de hechos pertenecientes a la esfera del ser en ción objetiva de su conveniencia, que en buena parte está
normas de la esfera de las valoraciones, razón por la cual de- condicionada por la política financiera, la consagración, no solo
bemos prescindir aquí de la falta de univocidad de las conse- de la filosofía alemana, sino también de la religión -como
cuencias extraídas de aquella valoración, que se muestra de sucede hoy en gran escala-, ello no representa otra cosa que
inmediato en cualquier dilucidaci6n de los «medios» ( para la una repugnante degradación del gusto de literatos que se creen
«conservaci6n» o el «fomento» del Estado). Dentro de la importantes. Nadie puede decir hoy por anticipado cuál podd
esfera de los puros hechos cabe comprobar, ante todo, el¾,Con,- o deberá ser el aspecto de las «ideas alemanas de 1918~ rea-
tra de aquel prestigio, que el Estado no tiene poder sobre les, en cuya formación participarán tambi~n los guerrero.-.; que
determinadas cosas. Y, por cierto, hasta en el ámbito que 5e vuelven a sus hogares. Ello compete al tuturo.
presenta como su dominio más propio: el militar. La observ~-
ción de muchos fenómenos que la actual guerra ha puesto de
manifiesto con relación a los ejércitos de Estados compuestos
por diversas nacionalidades, enseña que la consagraci6n de los
individuos a la causa, que el Estado no puede imponerles, ·eÓ
modo alguno es indiferente para el resultado militar. Y con
respecto al ámbito económico señalemos solo que la transpo,-
sición de formas y principios de la economía de guerra a la cte
paz, como fenómeno permanente, muy pronto tendría conse-
cuencias que echarían por tierra los planes de los propios
sostenedores del ideal de un Estado expansivo. Por ahora no
nos extenderemos más sobre esto. En la esfera de las valora-
ciones, sin embargo, hay un punto de vista que muy bien pue-
de sostenerse con sentido, a saber: que el poder del Estado
se incremente ·hasta el máximo concebible en interés de su em-
pleo como medio constrictivo contra los opositores, pero qu~,
por otro lado, se le niegue todo valor propio y se lo caracte-
rice como mero instrumento técnico para la realización de va-
lores por entero distintos, de los cuales, únicamente, podrfo
obtener su dignidad y mantenerla mientras no procurase e&-
capar de este papel auxiliar.
No corresponde desarrollar ni defender aquí, naturalmente,
este o cualquier otro de los puntos de vista valorativos posi-
bles. Solo cabe recordar que, si hay alguna, la obligación más
recomendable para un «pensador» de profesión es mantener la
cabeza fría frente a los ideales dominantes, aun los más majes-

268 269
Indice general

7 Advertencia sobre la edición en castellano


9 Introducción
39 1. La «objetividad» cognoscitiva de la ciencia socia~ y
de la política social (1904)
102 2. Estudios críticos sobre la lógb, de las cien.cfas de
la cultura ( 1906 )
175 3. Sobre algunas categorías de la sociología compren-
siva ( 191.3)
222 4. El sentido de la «neutralidad valorativa• de tas
ciencias sociológicas y económicas ( 1917)

271
Biblioteca de sociología

,,,)tcwtas Kavolis, La expresión artística. Un estudio socioló--


David E. Apter,:Estudio de la modernización g1co
Reinhard Bendix, Max Weber Samu.el Klaust1er, com P·, El estudio de las sociedades
Peter L. Berger;1camp., Marxismo y sociología. Perspectivas William Kornhauser, Aspectos políticos de la sociedad de
desde Europa oriental · masas
Peter L. Berger y Thomas Luckmann, La construcción social Daniel Levinson )' Eugene B. Gallaf!.her, Sociología deJ en-
de la realidad fermo mental
Norman Bimbaum, La crisis de la sociedad industrial ~ Ronald Lippitt, Jeanne W atson y Brnce Wl estley, La dinámica
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Lewis A. Coser, Nuevos aportes a la teoría del conflicto social Edward Tiryakian, Sociologismo y existencialismo
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Michel Crozier, La sociedad bloqueada moJerna
David Bastan, Esquema para el análisis político Charles A. Volentine, La cultura de la pobreza. Crítica y con-
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en Estados Unidos Theotonio Dos Santos) Helio Jagttaribe y otros, La crisis del
Edwin P. H ollander I Principios y métodos de psicología social desarrollismo y la nueva dependencia
frving L. Horowitz> comp., La nueva sociología, 2 vols. Celso Fttrtado, Osvaldo Stmkel y otros, La dominación d-'
Herbert Hyman, Diseño y análisis de las encuestas sociales América latina
Chita Ionescu y .Ernest Gellner, comps., Populismo. Sus sig-- Tames Petras, Política y fuerzas sociales en el desarrollo chi
nificados y características nacionales Ieno
Otros títulos <le esta editorial

fames Petras y Robert LaPorte, Perü: ¿transformación revo-


lucionaria o modernización?
I van Vallier, Catolicismo, contra] social v modernización en Thcodor W. Adorno, Consignas
América latina Roger Bastide, Antropología aplicada
Maurice Zeitlin, La po1ítici1 revolucionaria y la clase obrera Petcr L. Berger, El dosel sagrado. Elementos para una socio-
rubana logía de la religión
Bcmard Bourgeois, El pensamiento político de Hegel
Obras en preparación Jean Cazeneuve, Sociología del rito
Afaurice Corvez, Los estructuralistas
Pierre Amart, El nacimiento del anarquismo Ro!f Denker, Elucidaciones sobre la agresión
T. D. Col/ax y J. L. Roach) comps., Sociología radical Iohn Eaton, Economía política. Un análisis marxista
Antonio García, Sociología de la reforma agraria en Amérka Theodor Geiger, Ideología y verdad
latina Keith Grif fin, Subdesarrollo en Hispanoamérica
Uewellyn Cross, comp., Ensayos sobre teoría sociológica Robert H. Lowze, La sociedad prímitiva
Leo Kofler, Contribución a la historia de la sociedad burguesa Henry 1V. Maicr, Tres teorías sobre el desarrollo del niño:
Raymond Ledrut, El espacio social de la ciudad Erikson, Piaget y Sears
Aléjandro B. Ro/man y Luis A. Romero. Sistema sodoeconó- .Mihai!o Markovic, Dialéctica de la praxis
mico y estructura regional en la Argentina Pfrrrc Afasset, El pensamiento de Marcuse
Alfred Schutz, El problema de la realidad social Roland Mousnier, Las jerarqufos sociales
Al/red Schutz, Estudios sobre teoría social .feanne Parain-Vial, An:Hisis estructurales e ideologías estruc-
Kurt W.ollf, Estudios sobre teoría del conocimiento turalistas
Afichel Zéraffa, Novela y sociedad Thomas J. Sche/f, El rol de enfermo mental
Lucien .Seve, Marxismo y teoría de la personalidad
]?rmcs D. Thehcrge) comp., Economía del comercio y desa-
rn)llu
Pctcr TJ'inch, Ciencia social y filosofía

Obras en preparación

Carlos F. Díaz Alejandro, En~¡:¡yos sobre la historia económi-


ca argentina
Max Horkheimer) Teoría crítica
Mct."ámí!ien Rube( comp., Páginas escogidas de Marx para una
ética socialista

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