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"El Brillo de Baram"

Había una vez un pequeño niño llamado Baram que vivía en un mundo lleno de colores, sonidos
y sensaciones que solo él podía percibir. Baram tenía autismo, lo que hacía que su manera de ver
y experimentar el mundo fuera único y especial. Aunque su interacción social era un desafío, su
familia siempre estaba ahí para apoyarlo y celebrar cada uno de sus pequeños logros.
Baram tenía un hermano mayor llamado Josias, quien era su mejor amigo y el defensor más fiel.
Josias siempre estaba dispuesto a ayudar a Baram a expresarse y a entender el mundo que lo
rodeaba. Aunque al principio no siempre era fácil para Josias comprender las peculiaridades de
su hermano, la paciencia y el amor que sentía por él eran inquebrantables.
Brayan y Joselyn, los padres de Baram, eran una inspiración para todos. Desde el momento en
que supieron del diagnóstico de Baram, se dedicaron por completo a aprender todo lo que podría
sobre el autismo y cómo ayudar a su hijo. Su compromiso era inquebrantable, y cada día se
convertía en una nueva oportunidad para enseñar a Baram habilidades sociales y emocionales.
Cada mañana, Baram se enfrentó al desafío de ir a la escuela, un lugar lleno de luces brillantes y
ruidos ensordecedores. Pero Brayan y Joselyn estaban siempre a su lado, alentándolo a dar un
paso a la vez. En la escuela, Baram tenía una maestra amorosa y comprensiva llamada Señorita
Zaida. Ella sabía que, aunque Baram podía encontrar difícil interactuar con sus compañeros,
tenía talentos especiales que otros no tenían. A veces, Baram se sumergía en su propio mundo
creativo, dibujando cosas maravillosas y compartiendo su amor por los números y las formas
geométricas.
En la hora del recreo, Baram solía quedarse al margen, observando a los demás niños jugar y reír
juntos. A veces, Josias se unía a él, y juntos encontraban maneras únicas de divertirse. Se
inventaron juegos que solo ellos comprendían y disfrutaban, y esto les permitía fortalecer su
vínculo como hermanos.
Cada tarde, después de la escuela, Brayan y Joselyn se sentaban con Baram para hablar sobre
su día. Le preguntaban cómo se sentía, qué había aprendido y qué cosas le habían hecho feliz.
Baram podía tener dificultades para expresar sus emociones, pero sus padres sabían que su
amor incondicional lo ayudaría a encontrar las palabras adecuadas.
Los pequeños logros de Baram eran verdaderos triunfos para toda la familia. Cuando logró
mantener una breve conversación con alguien más, cuando compartió algo con Josias sin
sentirse abrumado, cuando mostró interés en aprender algo nuevo; todo esto llenó de orgullo a
Brayan y Joselyn.
En una ocasión, Baram fue invitado a la fiesta de cumpleaños de un compañero de clase. Aunque
Brayan y Joselyn sabían que esto podía ser abrumador para él, querían que tuvieran la
oportunidad de disfrutar de experiencias típicas de la infancia. Con mucho apoyo y preparación
previa, Baram asistió a la fiesta. Aunque se mostró tímido, pronto se sintió cómodo y terminó
jugando con los demás niños. Esa noche, toda la familia disfrutaba su valentía y determinación.
A medida que pasaba el tiempo, Baram seguía creciendo y superando obstáculos. Siempre
habría desafíos, pero Brayan, Joselyn y Josias estaban comprometidos a seguir adelante juntos,
aprendiendo y creciendo como familia. El camino no siempre fue fácil, pero la lucha continua de
por sacar adelante a su querido hijo valió la pena. Baram floreció en su propio tiempo y de su
propia manera, y su luz brilló más fuerte que nunca.
Así, con amor, paciencia y comprensión, Baram brilló como la estrella que era, dejando su huella
única en el mundo y demostrando que, con el apoyo adecuado, todos los logros, grandes o
pequeños, son posibles. Así, cada día, la familia de Baram seguía enfrentando
desafíos y celebrando logros, sabiendo que la vida podía ser complicada, pero también
extraordinariamente hermosa. Y en ese hogar lleno de amor, Baram encontró su lugar en el
mundo y se convirtió en una inspiración para todos los que lo conocieron.

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