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JOSÉ RICART TORRENS, Pbro.

LO QUE NO HA DICHO
EL CONCILIO
DEL MISMO AUTOR

MARTIRIO INCRUENTO; Obra de las Vocaciones


Sacerdotales. Seminario Conciliar. Barcelona, 1947.
EN TORNO A ARANGUREN Y LA AUTOCRÍTICA.
Publicaciones Cristiandad, Barcelona, 1956.
UN SANTO VISTO POR DENTRO. Editorial Casulle
ras, Barcelona, 1958.
JORNALEROS DE CRISTO. Editorial Vicente Ferrer,
Barcelona, 1960.
UN APOSTOLADO DE HOY. Obra de Ejercicios Parro
quiales, Barcelona, 1960.
UN APOSTOLAT D'AUJOURD'HUI. Editions Maison-
Neuve, S. A. Metz, 1962.
MÁRTIR SOLO POR SACERDOTE. Barcelona, 1963.
¿CUANTOS SON LOS QUE SE SALVAN? Obra de
Ejercicios Parroquiales, Barcelona, 1964.
DU NOMBRE DES ELUS. Nouvelles Editions Latines,
París, 1965.
TEOLOGÍA DE LOS NUEVE PRIMEROS VIERNES
DE MES. Obra de Ejercicios Parroquiales, Barcelo
na, 1965.
ASI ERA EL DOCTOR SARDA Y SALVANY. Publica
ciones Cristiandad, Barcelona, 1966.
PIÓ XII HACIA LOS ALTARES. Obra de Ejercicios
Parroquiales, Barcelona, 1966.
TU GRAN RESPONSABILIDAD. Obra de Ejercicios
Parroquiales, Barcelona, 1963.
EJERCICIOS Y PLAN DE DESARROLLO. Obra de
Ejercicios S. J. Colección Persevera, Madrid.
LITURGIA Y EJERCICIOS. Obra de Ejercicios S. J.,
Colección Persevera, Madrid.
JOSÉ RICART TORRENS, Pbro.

LO QUE NO
HA DICHO
EL CONCILIO
TERCERA EDICIÓN

Presentación por el Excmo. y Rvdmo. Sr Dr.


D. MARCELINO OLAECHEA
Presidente de la Comisión Episcopal de Seminarios

DCwtcAcvx(\ la Vfi

STVDIVM,
ediciones
Bailen, 19
MADRID-13
JULIO GUERRERO CARRASCO
STVDIVM, ediciones

IMPRESO EN ESPAÑA

1969

NIHIL. OBSTAT: Juan Roig Girone-


lla. S. J., Censor.—IMPRIMATUR:
Dr. José Capmany, Vicario Episcopal.
Por mandato de S. S.» Rvdma. Er
nesto Ros, Pbro., Canciller Secre
tario.

Depósito legal: M. 25367.—1969

Gráficas Halar, S. L.-Andrés de la Cuerda, 4.-Madrid-15.-1969


AL LECTOR

Huelga poner otro Prólogo, y cambiar el que tiene


"LO QUE NO HA DICHO EL CONCILIO", porque el
puesto por el autor, mi buen amigo, el sacerdote don
José Ricart Torrens, es inmejorable: claro, sencillo y
sobrio.
No huelgan unas palabras de presentación, y a mi
me honra el escribírtelas.
Fui miembro, por la paterna bondad de Juan XXIII,
de la Comisión de Seminarios y Educación Cristiana
—una de las preparatorias del Concilio Vaticano Se
gundo—y fui elegido, después, para ella, por el voto
de los Padres Conciliares.
Me otorgó el Señor la gracia de poder tomar parte
en todas las Congregaciones Generales, y aun de ser
miembro, después del Concilio, por igual bondad pa
terna de Pablo VI, de la Comisión temporal de Edu
cación Cristiana.
Por vivir al tanto de lo que se difunde sobre el
Concilio, leí, apenas dado a luz, "LO QUE NO HA DI
CHO EL CONCILIO".
El aplauso que tributé en mi alma al autor se lo
manifiesto hoy con estas líneas, por la caridad con
que ha escrito las suyas, "el más sentido deseo sacer
dotal de edificar, y sin ánimo de herir a ningún her
mano", y por la claridad con que espresa su pensa
miento.
Por particular atención, al leer en el capítulo se-
gundo los "Criterios de Pablo VI sobre el Concilio",
único intérprete auténtico del mismo, pues ésos son
los que sigue con toda fidelidad el autor.
Si al leerlos te asiste la gracia de Dios, se te mar
charán ignorancias y confusiones.
Derrama el autor sobre tantas preguntas, hijas de
la ignorancia, o, tal vez—como él dice—de la confu
sión, respuestas de "viva luz que se difunde grata".
Léelas, léelas, y haz que las lean cuantos buscan la
verdad con alma abierta.

MARGELINO, Arzobispo dimisionario


de Valencia y Presidente de la
Comisión Episcopal de Seminarios.
25 de marzo de 1968.
CARTA del actual Cardenal Primado de España
y Arzobispo de Toledo, Emmo. y Rvdmo. Sr. Dr.
D. Vicente Enrique Tarancón cuando era Arzo
bispo de Oviedo.
' 12 de agosto de 1968.

Rvdo. Sr. D. José Ricart Torrens, Pbro.


Barcelona.
Mi querido amigo:
No he podido leer su libro "Lo que no ha dicho
el Concilio" con la tranquilidad que hubiese de
seado. Ha sido suficiente, sin embargo, mi lectu
ra rápida para darme cuenta del bien que puede
hacer en estos momentos de confusión.
El Concilio ha sido un don de Dios a su Iglesia.
Lástima que, algunos, con las interpretaciones ar
bitrarias del mismo, lo hayan convertido, no po
cas veces, en motivo de escándalo.
La doctrina del Concilio no puede interpretarse
rectamente más que a luz del magisterio auténti
co de la Iglesia, tanto del magisterio anterior
como del posterior al Concilio. Eso es lo que ha
ce V. en su libro y por eso resplandece en él un
equilibrio y una madurez que pueden calmar ese
nerviosismo que les ha entrado a muchos, movi
dos, quizá, por un afán subjetivamente recto de
adaptación al mundo de hoy, pero que les induce
a afirmaciones y posturas desconcertantes, cuan
do no francamente erróneas.
Creo que ha prestado un buen servicio a la Igle
sia con la publicación de su libro y que la sereni
dad y el espíritu de concordia que reina en él ha
cen más estimable.
Un abrazo y una bendición afectuosa de su buen
amigo en Cristo

Vicente, Arzobispo de Oviedo.


PROLOGO

Este libro no quiere ser un comentario de los Decretos


y declaraciones del Concilio Vaticano II. No pretende
más que responder a ciertas preguntas que emanan de
personas católicas desconcertadas, a causa de lo que
oyen decir y ven practicar a la sombra de lo que algu
nos interpretan falsamente como "línea del Concilio".
Es cierto que muchas de las preguntas que se hacen,
pueden demostrar a primera vista, a lo menos, ignoran
cia o poco conocimiento de puntos determinados de la
doctrina católica, no siempre, ciertamente, dogmáticos.
Pero en casi todos los casos no ha sido la ignorancia la
que ha motivado la pregunta, sino la desorientación
suscitada por alguna lectura, predicación, conferencia,
conversación. El católico que ha vivido durante años su
vida cristiana se asombra no de los cambios provenien
tes de determinaciones jerárquicas, sino de doctrinas y
opiniones contrarias a las enseñanzas que siempre ha
sostenido la Iglesia. Entonces surge la ya frase hecha:
¿Es que el Concilio lo ha cambiado todo?
Y si pregunta, puede salir de dudas. Lo peor del caso
es que muchos ya no preguntan. Se han hecho concien
cia falsa. "Han tomado conciencia de sí mismos", se dice.
Juzgan por sí, al margen del Magisterio.
Nuestras afirmaciones responden a las preocupaciones
reiteradamente manifestadas por Pablo VI. En la alocu
ción del 30 de noviembre de 1966 decía solemnemente:
"En nuestro tiempo también la fe es blanco de muchas
negaciones (la fe no es de todos), dice San Pablo (2 Te-
salonicenses, 3-2) y es campo de muchas controversias
incluso entre los creyentes. Quizá también hayan llegado
hasta vuestros oídos los ecos de opiniones erróneas que
pretenden mantener interpretaciones arbitrarias y ofen
sivas de verdades sacrosantas de la fe católica; por
ejemplo, hemos escuchado voces, pocas en verdad, pero
esparcidas por el mundo, que intentan deformar doctri
nas fundamentales, claramente profesadas por la Iglesia
de Dios—por ejemplo la resurrección de Jesucristo,
sobre la realidad de su verdadera presencia en la Euca
ristía, y también sobre la virginidad de María y, con
siguientemente, sobre el misterio augusto de la En
carnación, etc.—. Lo que espanta no es solamente la
gravedad de estas falsas afirmaciones, sino también la
audacia irreverente y temeraria con que son pronuncia
das, permitiendo entrever que se insinúa acá y allá el
criterio de juzgar las verdades de la fe a voluntad, se
gún la capacidad propia del entendimiento y el gusto
propio de diálogo en el campo teológico y religioso".
Abundando en esta preocupación pontificia, se escri
ben estas páginas. Quien quiera conocer lo que verda
deramente enseña el Concilio Vaticano II, debe leer sus
documentos, interpretados por la Jerarquía y a la luz
del magisterio perenne de la Iglesia. El buen sentido del
lector entenderá sobradamente el talante específico de
cada pregunta. Algunas que presentan verdaderos sofis
mas, otras que buscan aclaraciones, sin faltar las que
recuerdan las enseñanzas conciliares. Sabemos que no
agotamos la materia y que quedan muchas preguntas
por contestar. Y todo ello lo escribimos con el más sen
tido deseo sacerdotal de edificar y sin ánimo de herir
a ningún hermano. Pero Pablo VI nos apremia a este
apostolado. En el discurso conmemorativo del martirio
de los apóstoles Pedro y Pablo nos reitera esta adver
tencia: "Mientras decae el sentido religioso en los hom
bres de nuestro tiempo, privando a la fe de su funda
mento natural, opiniones exegéticas o teológicas, toma
das muchas veces de las más audaces, pero ciegas filo
sofías profanas, se insinúan acá y allá en él campo de la
doctrina católica, poniendo en duda o deformando el sen
tido objetivo de verdades autorizadamente enseñadas
por la Iglesia, y con el pretexto de adaptar las ideas reli-

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giosas a la mentalidad del mundo moderno, se prescin
de de la guía del magisterio eclesiástico, se da a la es
peculación teológica una dirección radicalmente histo-
ricista, se tiene la osadía de despojar el testimonio de la
Sagrada Escritura de su carácter histórico y sagrado y
se intenta introducir en el pueblo de Dios una menta
lidad que llaman posconciliar, que del Concilio deja a
un lado la firme coherencia de sus amplios y magnífi
cos desarrollos doctrinales y legislativos, con el tesoro
de ideas y de normas prácticas de la Iglesia, para des
pojarlas de su espíritu de fidelidad tradicional, y para
difundir la ilusión de dar del cristianismo una nueva
interpretación, arbitraria y estéril. ¿Qué quedaría del
contenido de nuestra fe y de las virtudes teologales que
en ellas se profesan, si estos intentos, lejos de la apro
bación del magisterio eclesiástico, hubieran de preva
lecer?"
En manos de María, Madre; por medio de San Luis
María de Montfort y San Antonio María Claret, deja-
jamos nuestro trabajo.

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I. — EL CONCILIO

1 —¿Qué es un Concilio?

—Es sencillamente una reunión de Obispos que con


determinadas formalidades jurídicas estudian asuntos
de interés común en sus diócesis. Si los Obispos perte
necen solamente a una determinada provincia eclesiás
tica, el Concilio se llama Provincial; si son de muchas
provincias eclesiásticas, recibe el nombre de Plenario.
Para el Concilio Plenario se requiere el permiso del
Papa, el cual nombrará un Legado Pontificio que lo
presida. (Can. 281 y 283.)
Sin duda aquí el interrogante se refiere al Concilio
Ecuménico. El Can. 222 dice: ''No puede darse un Con
cilio Ecuménico que no fuere convocado por el Romano
Pontífice." Por tanto, el Concilio Ecuménico es aquel
que el Papa convoca y al que da el título de Ecuméni
co, puesto que el Papa podría convocar Concilios par
ticulares aun bajo su presidencia. Por lo general en es
tos casos se denomina Sínodo. Aunque con esta palabra,
sobre todo en latín, viene designado también el Conci
lio, puesto que etimológicamente significan lo mismo
ambas palabras.

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2 —¿Es válida la reunión de muchos Obispos sin
la aprobación del Papa?
—Aparte de las reuniones episcopales para los Conci
lios Provinciales, se pueden dar reuniones de Obispos
que sumen en número tantos miembros como en un
Concilio Plenario; pero si se tienen sin permiso especial
del Papa, no podrán formar un Concilio. Existen, en
efecto, las Reuniones o Conferencias Episcopales, que
han sido objeto de una reciente legislación, y que se ce
lebran con cierta frecuencia, aun repetidas veces, en un
mismo año.
Si muchos, o muchísimos, Obispos se reuniesen con el
fin de formar un Concilio Ecuménico al margen del
Papa, no se obtendría el tal Concilio. A eso se le ha
llamado en la historia—han existido algunos casos—
Conciliábulo. Con este nombre, o el de Latrocinio de
Efeso, se cita a la reunión de Obispos que con Nestorio
quiso oponerse al Concilio de Efeso. Existieron también,
a lo largo de la primera mitad del siglo iv, una serie
de Conciliábulos de Obispos arríanos. Otro caso ocurrió
en Basilea, en donde se comenzó con un Concilio Ecu
ménico convocado por el Papa Eugenio IV y suspendido
luego. Algunos Cardenales y Obispos no se sometieron
y continuaron en un Concilio acéfalo—sin cabeza—o
conciliábulo. Sus decisiones, aunque muy buenas, no
fueron recibidas. Los decretos anteriores a la suspen
sión son auténticos.

3 —La finalidad de los Concilios, ¿es o no, dog


matizar?

—De nuevo el Can. 222: "Al mismo Romano Pontífice


corresponden por sí o por otros, presidir el Concilio
Ecuménico, constituir y designar las materias y el or
den que se ha de seguir..." No dice, pues, que el fin del
Concilio sea decretar dogmas de fe.

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4 —¿Por qué en anteriores Concilios se definie
ron dogmas y en el Vaticano n no? ¿Es que
actualmente no existen errores y desviaciones?

—Basta leer los mismos decretos del Concilio Vati


cano II para convencerse de que actualmente existen
errores y desviaciones dentro de la Iglesia. El Papa Pa
blo VI está continuamente refiriéndose a ellos y procu
rando extirparlos.
Pero no corresponde necesariamente al Concilio la
extirpación de las herejías, ni todos los Concilios Ecu
ménicos se reunieron con semejante fin. Es cierto que la
mayoría de los Concilios tuvieron como ocasión y aun
motivo la divulgación peligrosa de alguna doctrina he
rética. El Concilio Tridentino puso en claro la doctrina
católica frente a los errores protestantes anatematizán
dolos directamente.
El Concilio Vaticano II no estaba obligado a anatema
tizar a los herejes de hoy ni condenar a los herejes de
hoy. Ha querido seguir un camino distinto y se ha pro
puesto un fin diverso. Diríamos que su fin ha mirado
el aspecto positivo. Por lo demás, el Papa Juan XXIII,
que fue quien convocó el Concilio y a quien correspondía
"determinar y constituir las materias" del mismo, ex
presamente designó como fin del nuevo Concilio el
"poner la Iglesia al día y fomentar la unión de las Igle
sias", al mismo tiempo que quería hacer un reajuste del
Derecho Canónico vigente. Esta tercera parte no ha sido
posible abordarla directamente, aunque no pocas de las
decisiones conciliares entrarán en la nueva legislación.
Los dos puntos principales se han procurado a la me
dida que las circunstancias lo han permitido.

5 —¿Puede un Concilio contradecir a otro?


—Entendámonos bien. Todo depende de la materia
que determina un Concilio, a) Si se trata de definiciones
dogmáticas, no puede haber contradicción. Así, por
ejemplo, habiendo el Concilio Tridentino definido la
transubstanciación, no puede otro Concilio afirmar que
sea falsa.
b) Si se trata de cuestiones disciplinarias, un Conci
lio puede derogar lo que otro anterior legisló. Por ejem-

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pío: el Tridentino prohibió la comunión bajo las dos
especies a los laicos y el Vaticano II la ha permitido
en ciertos casos.
c) Aun en cuestiones dogmáticas la doctrina de la
Iglesia puede progresar o avanzar. Así pueden aparecer
matices nuevos que no contradicen, sino que enriquecen
o esclarecen lo que concilios anteriores habían definido.
De esta manera el Concilio Vaticano II ha decretado la
Colegialidad de los Obispos, que pone de relieve un
aspecto del Episcopado y de la misma Jerarquía de la
Iglesia que no había sido atendido anteriormente.

6 —¿Qué valor tienen las decisiones o decretos


del Vaticano n?

—Ante todo hay que advertir: a) No se ha querido


imponer ningún decreto como doctrina de fe. Sin em
bargo hay en ellos muchos puntos que son ciertamente
dogmas de fe conocidos, y que no dejan de serlo ahora.
b) No todos los documentos tienen el mismo valor;
y por esto el mismo Concilio ha empleado terminología
varia para designarlos, cuya importancia sigue grada
ción descendiente: Constitución dogmática—se desarro
lla en el plano doctrinal teológico—es el tipo de docu
mento más solemne del Concilio. No quiere, sin embar
go, ser establecida su doctrina como de fe. Decreto: ex
pone los principios canónicos que deben regir la con
ducta social eclesial e informar luego al nuevo Código
de Derecho Canónico. Declaración: expone un "sentir
práctico" del Concilio. No comprende plenamente el
plano doctrinal ni quiere hacerlo; tampoco establece las
normas de comportamiento que deben regir como deci
sión conciliar. Expresa sencillamente una "línea" de
conducta por la que, en plano general, opta el Concilio.
Hay otro documento que viene designado con el apela
tivo de Constitución Pastoral porque junta puntos doc
trinales fijos e irrevocables con materias circunstancia
les del mundo de hoy, que necesariamente han de cam
biar con el tiempo.
Supuesta esta diversidad de documentos y su estabili
dad, hay que advertir: a) El Concilio en sí—supuesta
siempre la unión con el Papa y la aprobación de los do
cumentos por el mismo Papa—es infalible. Pero esta

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infalibilidad no quiere decir que necesariamente todo
cuanto dictamina se impone como doctrina de fe. Depen
de de la intención que el Concilio tenga, b) En el Vati
cano II expresamente se declaró (Congr. Gen. 123, día
16 nov. 1964) que la Constitución Dogmática sobre la
Iglesia—la más solemne del Concilio—no era precisa
mente un dogma de fe. Y en general de las decisiones
conciliares se decía: "Teniendo en cuenta la manera de
obrar de este Concilio y el fin pastoral del mismo, este
Concilio define como de fe solamente aquellas doctrinas
tocantes ala fe y costumbres, que él abiertamente como
tales las declare. Las demás cosas que el Concilio pro
pone, todos los fieles las deben recibir y abrazar según
la mente del mismo Concilio, ya que son doctrina del
Magisterio Supremo de la Iglesia; la mente del Concilio
aparece o por la materia en sí, o por el modo de expre
sarse."
Por tanto: a) En general hay que admitir y abrazar
todo cuanto el Concilio ha dictaminado, b) Hay que des
cubrir la mente del Concilio para entender qué es lo que
ha determinado y con qué grado de voluntad lo ha im
puesto, c) Se ha de tener en cuenta la diversidad de
documentos, ya que no todos tienen el mismo valor de
imposición según la voluntad del Concilio, d) No hemos
de regirnos por nosotros mismos en la apreciación del
valor del Concilio, sino que hay que acogerse a lo que
el Papa establece en cada caso o lo que los Obispos en
particular impongan en cada diócesis. Nuestro anhelo
general ha de ser la fidelidad a la Iglesia.

7 —¿La aceptación de los documentos conciliares


ha de ser total o caben reservas?

—Esta pregunta, después de la anterior, parecerá su-


perflua. Sin embargo la hemos admitido porque permite
una variedad. Aceptar un documento conciliar con reser
vas significa que el fiel juzga por sí mismo el valor de los
documentos y acepta unos—o algunos puntos determi
nados—y rechaza otros, porque no están conformes con
su criterio particular o su interpretación del Concilio.
Esto puede ocurrir con criterios opuestos. Tenemos, por
ejemplo, la Declaración sobre la libertad religiosa en la
que el Concilio se esfuerza por evitar los escollos o los

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LO QUE NO HA DICHO EL CONCILIO.—2
extremismos. Unos, sin embargo, atienden solamente a
las afirmaciones suprimiendo las atenuantes, y otros
insisten en las atenuantes olvidando las afirmaciones.
Ambas posturas son equivocadas. Estas reservas no son
lícitas. O se acepta todo, o nada.

8 —Este Concilio ha sido inoportuno. No ha traí


do más que desorientación y confusión.
—Un católico serio no puede afirmar así, sin más,
semejante proposición. El Papa Juan XXIII, que convo
có el Concilio, afirmó más de una vez lo que había he
cho por inspiración del Espíritu Santo; y el propio
Pablo VI ha hablado muchas veces de la providencia de
Dios en la convocación de este Concilio. No puede, pues,
sin más, decirse que ha sido inoportuno. Tampoco es
verdad que de él algunos hayan deducido solamente
confusionismo y desorientación.
Ni es precisamente Concilio todo cuanto se ha dicho
en el Concilio o aula conciliar, y mucho menos cuanto
del Concilio ha escrito la prensa y han comentado luego
no pocos, incluso sacerdotes. Es cierto que muchísimos
se han aprovechado de las circunstancias del Concilio
para divulgar sus particulares opiniones erróneas o ma
neras de ver dudosas. Pero esto no es el Concilio. Los
frutos del Concilio se verán a la larga. Ahora podremos
comparar los resultados inmediatos del Concilio con el
estado de conciencia de quien, despertando de un letar
go, en unos Ejercicios espirituales, siente revolvérsele
todo el fango de su alma y se encuentra entre la deses
peración y la esperanza. Si sigue fielmente la inspira
ción de Dios, muy pronto obtendrá una calma y paz se
renas. El confusionismo de ahora, que no se debe pre
cisamente al Concilio, exige que estudiemos más a fon
do los decretos conciliares y sepamos defendernos de
sus falsas interpretaciones.

9 —¿Es verdad que el Concilio no ha querido con


denar el comunismo porque éste ya no es ahora
como antes?

—El Concilio, siguiendo las normas que se impuso,


no ha querido formular una condenación expresa con-

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tra el comunismo, como algunos o muchos habían desea
do y pedido; pero no quiere esto decir que acepte una
mitigación en el sistema doctrinal comunista o que ad
mita de alguna manera sus principios. La Iglesia sigue
condenando el comunismo en cuanto es un sistema doc
trinal opuesto a los principios católicos e incluso a prin
cipios de ley natural. La Iglesia quiere tender también
una mano a los comunistas en el sentido de que está
dispuesta a hablar con ellos y discutir serenamente los
principios. Pero no está dispuesta a claudicar de ningún
principio ni aceptar mitigaciones falsas.

10 —Se dice que en el Concilio no se ha hecho


ninguna alusión ni al comunismo ni a su con
tenido ideológico.
Repetimos: el Concilio no ha nombrado expresa
mente al comunismo en ninguno de sus documentos.
Pero la Constitución sobre la Iglesia v el mundo de hoy,
después de hablar del ateísmo~en general, dedica un"
apartado especial al ateísmo sistemático. Afirma que la
Iglesia no puede menos de reprobarlo con dolor pero
con firmeza, como ya otras veces lo ha reprobado, e
indica en una nota a qué otros documentos condenato
rios se refiere.
¿Se trata aquí de una condenación del comunismo?
Para contestar a esta pregunta hay que examinar el
texto conciliar y los documentos citados en la nota.
La reprobación del ateísmo sistemático está contenida
en elhúmero veinte y_en elprimerpárrafo íel veintiuno
de la Cóñstitüci^, citada, queHice textualmente, según
lá'traducciSñcíe la revista "Ecclesia":
"El ateísmo moderno presenta muchas veces una apa
riencia de sistema que, aparte de otras razones, sabe ex
plotar el legítimo deseo de independencia del hombre,
hasta hacerle sentir dificultades contra cualquier clase
de dependencia respecto a Dios. Quienes profesan tal
forma de ateísmo, sostienen que la libertad consiste en
que el hombre sea fin de sí mismo, artífice y demiurgo
único de su propia historia, lo cual sostienen que no es
compatible con la afirmación de un Señor, autor y fin de
todas las cosas, o al menos, hacen superflua totalmente
tal afirmación. Una doctrina así, encuentra más que ayu-

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das en el sentido del poder, que el moderno progreso
técnico confiere al hombre.

Entre las formas del moderno ateísmo no se puede


pasar por alto aquella que espera la liberación del hom
bre, principalmente de su liberación económica y social;
sostiene que a esta liberación se opone, por su propia na
turaleza, la religión, ya que, orientando la esperanza hu
mana hacia una engañosa vida futura, podría apartarle
de la edificación de la ciudad terrestre. De ahí que los
promotores de tal doctrina, cuando llegan a tomar las
riendas de un Estado, atacan violentamente a la religión,
difundiendo para ello el ateísmo, por el empleo, sobre
todo en la educación de los jóvenes, de esos instrumen
tos de presión de que hoy dispone la autoridad pública.

La Iglesia, fiel a Dios y fiel a los hombres, no puede


menos de reprobar con dolor, pero con firmeza, como ya
otras veces lo ha reprobado (16) estas funestas doctrinas
y estas tácticas, que contradicen a la razón y a la expe
riencia humana universal, y rebajan al hombre de su
grandeza original."
Cualquier mediano conocedor de la doctrina comunis
ta, no podrá menos de reconocer algunos de sus rasgos
más característicos en la descripción que hace el Conci
lio del ateísmo sistemático. En los párrafos transcritos,
el Concilio reprueba, pues, una vez más, el comunismo.
Por si alguna duda quedara, vamos a estudiar el conte
nido de los documentos citados en la nota.
La nota (16) a la que remite el texto conciliar dice
literalmente:
"(16) Cf. Pío XI, Carta Encl. "Divini Redemptoris",
19 de marzo de 1937, AAS 29 (1937),págs. 65-106; Pío XII,
Carta Encl. "Ad Apostolorum Principis", 29 de junio de
1958, AAS 50 (1958), págs. 601414; Juan XXIII, Carta
Encl. "Mater et Magistra", 15 de mayo de 1961, AAS 53
(1961), págs. 451-453; Pablo VI, Carta Encl. "Ecclesiam
Suam", 6 de agosto de 1964, AAS 56 (1964), págs. 651-
653." La sigla AAS designa la publicación periódica
"Acta Apostolicae Sedis" (Actas de la Sede Apostólica),
especie de "Boletín Oficial" de la Santa Sede. El número
que sigue a la sigla indica el del tomo de esta publica
ción en que se encuentran los documentos citados. La
fecha es la de aparición de cada uno de ellos en las AAS,
20
y las páginas indican los párrafos de dichos documentos
que el Concilio Vaticano hace suyos para reprobar el
ateísmo sistemático. Como ya otras veces lo ha repro
bado. Examinemos brevemente el contenido de estos
textos.

a) Carta Encíclica "Divini Redemptoris".—Las pági


nas señaladas en la nota conciliar comprenden la Encí
clica entera, y nadie ignora que este documento fue pu
blicado con la expresa intención de condenar una vez
más solemnemente el comunismo, como el propio Papa
lo indica al comienzo de la Encíclica.

En la primera parte del documento se refiere Pío XI


a las condenaciones de Pío IX y León XIII, y a la nece
sidad de esta nueva reprobación. En la segunda, expone
los errores del comunismo en cuanto a su doctrina filo
sófica y a sus concepciones de la persona humana, la fa
milia, la sociedad y el Estado, y denuncia los crímenes
cometidos en la persecución promovida por los comu
nistas contra la religión en Rusia, Méjico y España. En
la tercera expone la verdad católica sobre los mismos
temas, oponiéndola, punto por punto, a la doctrina co
munista.

En la cuarta parte, califica al comunismo de intrínse


camente perverso, pone en guardia a los fieles contra
sus insidiosas tácticas dé proselitismo y afirma que no
puede admitirse que colaboren con él, en ningún terre
no, quienes pretenden salvar la civilización cristiana.
Expone ampliamente los remedios que los católicos de
ben oponer a la amenazadora revolución que se está
preparando: desprendimiento, caridad, justicia... Hace
un llamamiento a todos cuantos creen en Dios y le ado
ran para que tomen parte en esa lucha, empeñada por
el poder de las tinieblas, contra la idea misma de la Di
vinidad: Y termina la Encíclica poniendo la gran acción
de la Iglesia Católica contra el comunismo mundial, bajo
la égida del poderoso protector de la Iglesia, San José,
obrero, pobre y modelo de justicia cristiana.

b) Carta Encíclica "Ad Apostolorum Principis".—


Como en el caso anterior, el Concilio hace suya la Encí
clica entera. Si la "Divina Redemptoris" era una conde-

21
nación de la doctrina y de los métodos del comunismo
ruso, la "Ad Apostolorum Principis" lo es del comunis
mo chino, y en particular de los procedimientos emplea
dos por él para destruir a la Iglesia católica, creando
una Iglesia cismática.

c) Carta Encíclica "Mater et Magistra".—En las pá


ginas acotadas en la nota conciliar, el Papa Juan XXIII
afirma, entre otras cosas, que en las Comunidades de
más alto nivel de vida se deshace la ilusión del soñado
paraíso en la tierra, meta, como es sabido, de todos los
esfuerzos comunistas. Y refiriéndose a las diversas ideo
logías que han pretendido organizar más perfectamente
la convivencia humana, indica que algunas están decli
nando por no haber tenido en cuenta las exigencias más
profundas de la persona humana. Y afirma textualmen
te : "En efecto, el error más radical en la época moderna
es el de considerar la exigencia religiosa del espíritu
humano como expresión del sentimiento o de la fanta
sía, o bien como un producto de las contingentáis his
tóricas, que se ha de eliminar como anacrónico o como
obstáculo al progreso humano..."
La alusión a la alienación religiosa y a la religión,
opio del pueblo, puntos característicos de la doctrina
comunista, es tan evidente como en el propio texto con
ciliar. El Papa los considera radicalmente erróneos y el
Concilio hace suya esta apreciación.

d) Carta Encíclica "Ecclesiam suam".—Contra la


afirmación de algunos de que esta Encíclica ha sido su
perada por el Concilio en lo que se refiere a la actitud
de la Iglesia ante el comunismo, está el hecho evidente
de que la nota conciliar remite a la parte de la Encícli
ca, en la que el Papa Pablo VI reprueba la concepción
comunista del mundo y de la sociedad como fundamen
talmente equivocada, contraria a las exigencias indero-
gables del pensamiento y a las bases auténticas del or
den social y sofocadora de la luz del Dios vivo, y añade:

"Estas son las razones que nos obligan, como han obli
gado a nuestros Predecesores—y con ellos a cuantos es
timan los valores religiosos^-a condenar los sistemas
ideológicos que niegan a Dios y oprimen a la Iglesia,
sistemas identificados frecuentemente con regímenes

22
económicos, sociales y políticos y, entre ellos, al comu
nismo ateo. Puede decirse que su condena no nace de
nuestra parte; es el sistema mismo, y los regímenes que
lo personifican los que crean contra nosotros una radi
cal oposición de ideas y opresión de hechos. Nuestra re
probación es en realidad un lamento de víctimas más
que una condenación de jueces."
Afirma después que el diálogo con los comunistas es
actualmente imposible por la falta de suficiente libertad
de juicio y de acción y el abuso dialéctico de la palabra,
y añade: "Esta es larazón por la que el diálogo calla. La
Iglesia del Silencio, por ejemplo, calla, hablando única
mente con su sufrimiento, al que acompaña el sufrimien
to de una sociedad oprimida y envilecida, donde los de
rechos del espíritu quedan atropellados por los del que
dispone de su suerte."

CONCLUSIÓN.—La Iglesia, al reprobar en el Concilio


Vaticano II el ateísmo sistemático, como otras veces lo
ha reprobado, reitera y confirma las condenaciones de la
doctrina y métodos antirreligiosos y antihumanos del
comunismo formulados por los Papas Pío IX, León XIII,
Pío XI, Pío XII, Juan XXIII y Pablo VI. En nada ha
variado, por tanto, la postura de la Jerarquía ante esa
doctrina y esos métodos, ni puede, por tanto, variar la
de los fieles católicos, que deben abstenerse de toda cola
boración y diálogo con los comunistas, mientras aquellos
o quienes el Espíritu Santo ha puesto para regir la
Iglesia de Dios no lo autoricen expresamente.

11 —Una persona entusiasta del Cardenal Monti-


ni y de la «linea progresista del Concilio» se
lamenta: «¡Este Papa está frenando el Con
cilio!»

—Pablo VI es el mismo Cardenal Montini con la dife


rencia muy sustancial de que ahora es Cabeza de la
Iglesia y tiene una responsabilidad universal y mira
por toda la Iglesia. No quiere esto decir que se contra
diga o se retracte. Como hombre, su grande talla y per
sonalidad le permitieron en su diócesis de Milán hacer
experimentos y determinar ciertos avances, que él per-
23
sonalmente dirigía y limitaba. Como Pastor Supremo de
la Iglesia no puede regir cada una de las diócesis perso
nalmente. Ha de dar las normas universales, que des
pués cada Pastor aplicará en su diócesis según la talla
de su personalidad. Podrá ocurrir frecuentemente que
alguien se propase o no tenga aquella capacidad de go
bierno para mantener el justo medio. El Papa ha de vi
gilar los desvíos y frenar los ímpetus inmoderados.
Con todo no se puede afirmar que el Papa frene el
Concilio. Lo que el Papa hace es frenar a los que se
precipitan o a los que interpretan mal el Concilio. Por
lo demás, ya al promulgar los documentos conciliares
concedió el mismo Papa la llamada "vacatio legis", en
virtud de la cual no entraban en vigor hasta que él lo
determinase. Quería—como ha ido haciendo—concretar
más el sentido de los documentos, para evitar tergiver
saciones.

12 —El Concilio marca una era nueva de la Igle


sia. Por tanto, ya ha cambiado todo.
—Comenzar una era nueva no es lo mismo que cam
biar todo. Algo cambia, solamente aquello que expresa
mente se dice. Continúa la misma legislación de la Igle
sia, Dogmas, Moral, Sacramentos, etc. Los cambios
tampoco afectan a nada sustancial o inmutable de la
Iglesia, sino a lo accidental y acomodaticio, que depende
de las costumbres e ideologías de los tiempos.

13 —Estamos en la época posconciliar, por tanto,


hay que decir la verdad en todo y predicar con
crudeza las verdades, aunque duelan.
—Este principio, en cuanto a que no se puede negar
la verdad, no es posconciliar sino evangélico. Pero con
esto va unida la prudencia, la buena educación y sobre
todo, la caridad. Los que así hablan suelen ser los que se
dicen seguir la "línea del Concilio". ¡Suerte tienen de
que los que no piensan como ellos no siguen sus princi
pios y métodos! Cuando se sienta un principio hay que
estar a las consecuencias. ¡Cuidado, pues, con la liber
tad de expresión, si no va acompañada de la prudencia
y de la caridad!

24
II — CRITERIOS DE PABLO VI SOBRE
EL CONCILIO

1 —¿Cuál es la autoridad de las constituciones y


decretos conciliares?

—Pablo VI, repitiendo lo que ya diversas veces se


había dicho sobre esta cuestión, en la audiencia general
del 12 de enero de 1966, .afirmaba:

"Hay quienes se preguntan cuál es la autoridad, la


calificación teológica que el Concilio ha querido atribuir
a sus enseñanzas, sabiendo que ha evitado dar definicio
nes dogmáticas solemnes con el peso de la infalibilidad
del magisterio eclesiástico. La respuesta es sabida para
el que recuerde la declaración conciliar del 6 de marzo
de 1964, repetida el 16 de noviembre de 1964; dado el
carácter pastoral del Concilio ha evitado pronunciar de
forma extraordinaria dogmas dotados con la nota de la
infalibilidad; pero, sin embargo, ha fortalecido sus ense
ñanzas con la autoridad del supremo magisterio ordina
rio; magisterio ordinario y plenamente auténtico, que
debe ser aceptado dócil y sinceramente de acuerdo con
el deseo del Concilio sobre la naturaleza y fines de cada
documento"

25
2 —El Concilio abre nuevos horizontes. Hay que
rechazar el inmovilismo, el mimetismo y la sim
ple repetición de lo que afirmaron los teólogos
pasados. En realidad, del Concilio ha salido una
Iglesia nueva que casi nada tiene de común con
la anterior...

—Sobre este aspecto muy concretamente nos contestó


Pablo VI en la misma audiencia general del 12 de enero
de 1966. Medítense estas palabras:

"No estaría en la verdad quien pensase que el Con


cilio representa una separación, una rotura, o como al
guno ha llegado a pensar, una liberación de la enseñan
za tradicional de la Iglesia o que autorice y promueva
un fácil conformismo con la mentalidad de nuestro tiem
po, en lo que tiene de efímero y negativo, más que de
seguro y científico, o que permita al que lo desee dar el
valor y la expresión que le parezca oportuno a las ver
dades de la fe. El Concilio abre muchos nuevos horizon
tes a los estudios bíblicos, teológicos y humanísticos,
invita a investigar y a profundizar en las ciencias reli
giosas, pero no priva al pensamiento cristiano de su ri
gor especulativo y no consiente que en la escuela filo
sófica, teológica y escrituristica de la Iglesia penetre la
arbitrariedad, la incertidumbre, el servilismo, la desola
ción, que caracterizan a muchas formas del pensamiento
religioso moderno, cuando está privado de la asistencia
del magisterio eclesiástico."

3 —No se puede negar que hay que juzgar los


aspectos doctrinales de la Iglesia y del mundo
de hoy sólo a la luz de lo dicho por el Concilio,
ya que las enseñanzas antiguas en teología,
magisterio y apostolado han perdido su razón
de ser y son totalmente inadaptables.
—Pablo VI en la misma alocución—12 de enero 1966—
nos adoctrina cómo hemos de integrar y coordinar las
presentes enseñanzas conciliares con todo el patrimonio
doctrinal de la Iglesia. Así nos habla:

"...Es preciso una advertencia: las enseñanzas del


Concilio no constituyen un sistema orgánico y completo

26
de la doctrina católica; ésta es mucho más amplia, como
todos sabéis, y no ha sido puesta en duda por el Con
cilio ni sustancialmente modificada; más aún, el Concilio
la confirma, la ilustra, la defiende y la desarrolla con
autorizada apología, llena de sabiduría, de vigor y de
fidelidad. Este aspecto doctrinal del Concilio hay que
advertirlo en primer lugar, en honor de la Palabra de
Dios, que permanece unívoca y perenne, como luz que
no se apaga, y para consuelo de nuestras almas que en
la voz franca y solemne del Concilio experimentan el
providencial oficio que Cristo confió al magisterio vivo
de la Iglesia para guardar, defender e interpretar el de
pósito de lafe (cfr. Humani Géneris, AAS 1950, pág. 567).
No debemos separar las enseñanzas del Concilio del pa
trimonio doctrinal de la Iglesia; antes bien, tratar de
ver cómo se insertan en él, pues son testimonio, explica
ción, incremento y aplicación suya. Por ello, cuando las
novedades doctrinales o normativas del Concilio apare
cen en sus justas proporciones, no crean objeciones con
respecto a lafidelidad de la Iglesia a su función didascá-
lica, y reciben ese verdadero significado que las hace
resplandecer de luz superior."

4 —He leído muchas veces que el Concilio ha de


cambiar nuestra psicología. Y que hemos de
centrar la vida cristiana especialmente en el
hombre, prescindiendo de prácticas de piedad
con preferencia a la persona humana que debe
convertirse en centro de todo culto.

—Este criterio es totalmente ajeno a la Iglesia, al


Evangelio, y, por tanto, a las orientaciones conciliares.
Pablo VI ha hablado con gran amargura de esta desvia
ción tan grave. Sus palabras son harto elocuentes y dig
nas de ser repetidas, tal como las pronunció en julio
de 1965:

"La santidad no es cosa de algunos privilegiados, ni


de los cristianos de tiempos antiguos; siempre está de
moda; queremos decir que es siempre un programa ac
tual y exigente para todo aquel que quiera llamarse
seguidor de Cristo.
Expresaremos aquí las razones que sugieren nuestro

27
recuerdo de la exhortación apostólica: Sed santos. Y omi
tiendo las razones intrínsecas, indicaremos rápidamente
algunas extrínsecas, es decir, sugeridas por ciertas con
diciones espirituales propias de nuestro tiempo.
Tales razones son claras. Todos saben que hoy vivimos
en un período de profundas transformaciones de pen
samientos y costumbres; es explicable así que se haga
cuestión incluso de ciertas normas tradicionales que
hacían buena, ordenada y santa la conducta de quien
las practicaba. Es explicable, pero no laudable, no apro
bable; sino con gran estudio y cautela, siempre según
la guía de quien tiene ciencia y autoridad para promul
gar las leyes de la vida cristiana.

Hoy desgraciadamente se asiste a un relajamiento


en la observancia de los preceptos que la Iglesia hasta
ahora ha propuesto para la santificación y para la dig
nidad moral de sus hijos. Un espíritu de crítica y hasta
de indocilidad y rebeldía pone en duda normas sacro
santas de la vida cristiana, del comportamiento ecle
siástico, de la perfección religiosa. Se habla de "libera
ción", se hace del hombre el centro de todo culto, se
contemporiza con criterios naturalistas, se priva a la
conciencia de la luz de los preceptos morales, se altera
la noción del pecado, se impugna la obediencia y se le
disputa su función constituyente del orden de la comu
nidad eclesial, se aceptan formas y gustos de acción, de
pensamiento, de diversión, que hacen del cristiano no ya
el fuerte y austero discípulo de Jesucristo, sino el grega
rio de la mentalidad y de la moda corriente, el amigo
del mundo, que en vez de ser llamado a la concepción
cristiana de la vida, tiende a someter el cristiano a la
fascinación y al goce de su exigente y voluble pensa
miento. No es ciertamente así como debemos concebir
el 'aggiornamento' al que nos invita el Concilio, no ha
de concebirse como si por él se quebrantara el temple
moral del católico moderno, sino como ordenado a que
crezca en sus energías y le haga más consciente y más
activo en las tareas que una concepción genuina de la
vida cristiana y convalidada por el magisterio de la
Iglesia propone de nuevo a su espíritu."

28
5 —No obstante, los seglares somos adultos. Hay
que cambiar el viejo concepto de obediencia por
un diálogo que obligue a la autoridad a dar las
razones de sus propósitos y decisiones. Hay que
revisar el concepto de autoridad en la Iglesia.
—Tal "teoría" estaría muy bien si existiera el libre
examen. Pero es totalmente inadmisible en la vida cató
lica. La autoridad divina de la Iglesia es indiscutible
e inconmovible. Pablo VI lo afirmaba en julio de 1965
lamentando las malas interpretaciones al uso. Vea sus
exactas expresiones:

"Hoy, el estado de ánimo hostil al principio de la


autoridad se ha extendido mucho no sólo en la sociedad
temporal, sino que se manifiesta en diferentes sectores
de la misma vida católica. La obediencia, es decir, el
reconocimiento cordial y práctico de la autoridad, se
pone continuamente en tela de juicio como contraria
al desarrollo de la persona humana; como indigna de
seres libres, maduros y adultos; como metódicamente
falsa; como si formase espíritus débiles y pasivos y per
petuase en los tiempos modernos criterios superados
de relaciones sociales. Hay quien piensa vale la pena
afrontar el riesgo de la desobediencia liberadora, y es
un juego laudable poner a la autoridad frente al hecho
consumado. Y no faltan personas de talento que, quizá
sin confesarlo abiertamente, se ilusionan con que se pue
de ser muy buenos o al menos buenos católicos reivin
dicando para sí una autonomía absoluta de pensamiento
y acción, sustrayéndose a cualquier relación positiva no
sólo de subordinación sino también de unión con quien
en la Iglesia asume funciones de responsabilidad y di
rección.
¡Qué extenso seria hoy, desgraciadamente, el campo
de semejantes observaciones! Pero no queremos proferir
ahora palabras amargas y polémicas, como tampoco
queremos hacer la apología de la autoridad. Vosotros,
por lo demás, conocéis bien los títulos evangélicos de los
que procede; y sabéis que quiere ser servicio de caridad
y salvación, no otra cosa.
Para circunscribirnos al análisis de la impresión antes
indicada de que estamos en el reino de la autoridad
responderemos en síntesis a algunas preguntas que pa-

29
recen surgir de esta impresión. Veamos. ¿Tal impresión
es exacta? Sí, lo es. Aquí la autoridad de la Iglesia tiene
su más plena y auténtica expresión. Pero recordad: es
difícil formarse una idea exacta de la autoridad, espe
cialmente de la eclesiástica. La experiencia y la historia
nos presentan visiones no siempre fieles ni felices. Hay
que profundizar en la idea de la autoridad de la Iglesia,
purificarla de formas que no son esenciales—incluso
si en determinadas circunstancias fueron legítimas,
como el poder temporal, por ejemplo—y orientarla de
nuevo hacia su criterio originario y cristiano."

6 —Actualmente vivimos una primavera, un aire


renovador tan fecundo que no hay que tener
miedo con herejías ni aterrorizarnos con posi
bles equivocaciones. Por esto el Concilio no ha
dictado anatemas...

—Tan risueño optimismo no lo comparten gran parte


del pueblo cristiano, muchos Prelados, y el propio Pa
blo VI se ha lamentado con frases a las cuales es difícil
encontrar parangón en anteriores pontificados, dada la
fuerza de sus dramáticas expresiones en agosto de 1965:

"¿Es cierto? En efecto, hasta Nos llegan voces con


fusas y extrañas que nos hacen reflexionar mucho y
suelen también sorprendernos y entristecernos, porque
son voces que provienen no sólo de las multitudes de
los que no tienen la dicha de poseer nuestra fe—y ya
esta ola de clamores opuestos nos es motivo de íntima
aflicción y estímulo para un amor insomne—, sino que
también suelen provenir tales voces de los mejores sec
tores del pueblo de Dios, siempre fieles y unidos a Nos
y en los que ordinariamente la doctrina de la Iglesia se
alimenta con fervientes estudios, se cultiva con firmes
pensamientos, se honra con fecunda vida cristiana; vie
nen a hacerse eco de errores antiguos y modernos ya
rectificados y condenados por la Iglesia y excluidos del
patrimonio de sus verdades, o también a proponer hipó
tesis convertidas súbitamente en afirmaciones, que qui
sieran llamarse científicas y que ponen en tela de juicio
principios, leyes, tradiciones a los que está ligada fir
memente la Iglesia y de las que es inconcebible pueda

30
jamás apartarse; o a insinuar críticas revulsivas sobre la
historia y estructura de la Iglesia y a proponer revisio
nes radicales de toda su acción apostólica y de su pre
sencia en el mundo, de suerte que la Iglesia, lejos de sa
car de allí aquellas virtudes y formas nuevas a que tien
de el 'aggiornamento' conciliar, terminaría por asimilarse
a ese mundo que, en cambio, espera de Ella el rayo de
'luz' y el vigor de su 'sal', no la complaciente aquies
cencia a sus discutibles teorías y costumbres profanas."

7 —¿Cuáles, son las actitudes rechazables para


vivir de verdad el espíritu del Concilio Vati
cano II?

—Según Pablo VI, se concretan en estos contradicto


rios extremismos:

"No diríamos que sintoniza perfectamente con la es


piritualidad del Concilio la actitud de los que toman
pretexto de los problemas que suscita y discusiones
que provoca para despertar en uno mismo y en los
demás un espíritu de inquietud y reformismo radical,
tanto en el campo doctrinal cuanto en el disciplinar,
como si el Concilio fuese la ocasión propicia para poner
en tela de juicio dogmas y leyes que la Iglesia ha inscri
to en las tablas de su fidelidad a Cristo Señor, y como
si ello autorizase todo juicio particular para destruir el
patrimonio de la Iglesia de todas las adquisiciones que
su larga historia y probada experiencia le han procurado
en el transcurso de los siglos. ¿Querrían, quizá, que la
Iglesia se volviese niña, olvidando que Jesús ha compa
rado el reino de los cielos a una minúscula semilla que
debe crecer y convertirse en árbol frondoso (Mt, 13,
31), y cuyo desarrollo ha predicho, por obra del Parácli
to, de la doctrina enseñada por El (lo., 14, 26 y 16, 13)?
¿Querrían que para ser auténtica, la verdadera Iglesia
se contentase con lo que ellos llaman esencial, es decir,
que se redujese a un puro esqueleto y renunciase a ser
cuerpo vivo, creciente y operativo, no hipotético e idea
lizado, sino real y humano en la experiencia vivida de
la historia?
Por otra parte, tampoco diremos que son buenos in
térpretes de la ortodoxia los que desconfían de las de-

31
liberaciones conciliares y se reservan el aceptar sola
mente las que ellos juzgan válidas, como si fuese lícito
dudar de su autoridad, y que el obsequio a la palabra
del Concilio pueda detenerse allí donde no exige nin
guna adaptación de la propia mentalidad y se limite
a confirmar su estabiildad.
No se piensa suficientemente que, cuando la Iglesia
Maestra tiene cátedra, es necesario que todos sean dis
cípulos." (28-VII-1965.)

8 —¿La verdadera postura del católico de la Igle


sia del Concilio no será una revisión total, una
desconfianza absoluta con todo lo antiguo e
inaugurar un nuevo tipo de vida cristiana?

—Pablo VI contestó claramente sobre esta materia


en la audiencia del 15 de diciembre de 1965. Sus palabras
orientan y centran el problema:

"Nos referimos, más que nada, al estado de ánimo de


quienes quisieran someter a discusión permanente ver
dades y leyes ya claras y establecidas, continuar el pro
ceso dialéctico del Concilio, atribuyéndose competencia
y autoridad de introducir criterios innovadores propios
o subversivos en el análisis de los dogmas, de los esta
tutos, de los ritos, de la espiritualidad de la Iglesia Ca
tólica, para uniformar su pensamiento y su vida al espí
ritu de los tiempos. Será siempre lícito y encomiable que
los pastores y doctores no permitan al Pueblo de Dios
una adhesión pasiva a la doctrina y alas costumbres de
la Iglesia, y que procuren, ante todo, animarlo de con
vicciones vivas, con nuevos estudios, expresiones origi
nales, pero todo esto supone la segura fidelidad a la rea
lidad religiosa y moral ya garantizada por el magisterio
de la Iglesia Católica. De no hacerlo así, se desmentiría
su naturaleza y su misión.
Lo cual quiere decir que la postura buena, la que
deben observar hoy los fieles de la Iglesia respecto al
Concilio no es la de someter a discusión, poner en duda
o en tela de juicio las cosas que nos han enseñado, sino
de ponerlas en práctica; estudiarlas, comprenderlas, apli
carlas dentro del contexto efectivo de la vida cristiana."

32
9 —¿La autoridad dogmática no es un freno a la
libre iniciativa de la vida religiosa y de la con
ciencia individual? Parece que nos conviene un
personalismo que nos libere de todo gregarismo
aunque nos lleve a una pluralidad de conceptos
y de interpretación de la palabra. Por tanto,
hay que abdicar de los dogmatismos.

—El subjetivismo que presupone lo que acaba de


afirmarse es totalmente inadmisible y entraña una total
ininteligencia de lo que es la Iglesia, depositarla autén
tica y legítima de la revelación y de toda la verdad
salvadora. Pablo VI nos decía en agosto de 1965:

"Actitud dogmática, desde luego, que quiere decir


fundada no en la propia ciencia, sino en la Palabra de
Dios, inteligible por el Espíritu Santo y transmitida por
medio de un magisterio que trae su autoridad de ser
discípulo del Señor Jesucristo, Único Maestro. Estupen
da afirmación de San Agustín: Deus in cathedra unitatis
doctrinam posuit veritatis. Dios ha puesto la doctrina
de la verdad en la cátedra de la unidad (Ep., 105-PL., 33,
403). Actitud que no consiente la ambigüedad, la inter
pretación subjetiva, la confusión, la decadencia, la con
tradicción en el mensaje de la salvación y que garantiza
a todos y cada uno en el pueblo de Dios la misma verdad,
la misma seguridad, el mismo lenguaje, el de ayer, de
hoy y de mañana. Actitud que no adormece a los espíri
tus, no les cierra el paso a ninguna verdadera investiga
ción científica, antes bien impulsa las mentes a pensar,
a progresar y a orar. Actitua que no nos ensoberbece
como si se tratase de detentores afortunados y exclusi
vos de la verdad, sino, al contrario, nos hace fuertes y
animosos y deseosos de difundirla. Una vez más nos lo
recuerda San Agustín: Sine superbia de veritate praesu-
mite, enorgulleceos de la verdad sin orgullo. (Contra
Litteras Petiliani, 1, 29, 31-PL., 43, 259)."

33

LO QUE NO HA DICHO EL CONCILIO.—3


10 —¿Me podría resumir de alguna manera los pe
ligros señalados por Pablo VI en esta época
posconciliar?

—Es muy amplio y complejo su magisterio, pero en


esta breve antología se puede comprender cuál es el
pensamiento y la alarma de Pablo VI:

1. Extremismos anticonciliares.—Hay quienes "obs


taculizan esta renovación (conciliar) como si fuera una
ofensa a la estabilidad del orden eclesiástico, y como si
la fidelidad a la tradición significase inmovilismo e iner
cia, y como si la Iglesia, en el tiempo, hubiese consegui
do su definitiva y completa expresión". "Pero, por otro
lado, es preciso no caer en la tentación de creer que las
novedades, derivadas de las doctrinas y decretos conci
liares, pueden autorizar cualquier cambio arbitrario y
justificar iniciativas libres e irresponsables, incoheren
tes con el diseño de la construcción que hay que reali
zar." (16-11-66.)

2. Falsas interpretaciones del Concilio.—"Para no


faltar a nuestro deber doctrinal y pastoral, hemos tenido
que rectificar muchas veces en nuestros discursos las
tendencias encaminadas a interpretaciones inexactas y
arbitrarias de las enseñanzas conciliares... peligro de
ciertas opiniones difusas, que insinúan una valoración
arbitraria del Concilio... hemos puesto en guardia al
pueblo de Dios contra visiones inadecuadas y capciosas
del Concilio, y todavía lo hacemos y haremos..." (24-6-67.)

3. Falsa "mentalidad posconciliar" : ruptura con lo


preconciliar.—"Se intenta introducir en el pueblo de
Dios una mentalidad que llaman posconciliar, que del
Concilio deja a un lado la firme coherencia de sus am
plios y magníficos desarrollos doctrinales y legislativos,
con el tesoro de ideas y de normas prácticas de la Igle
sia, para despojarlas de su espíritu de fidelidad tradicio
nal y para difundir la ilusión de dar del cristianismo una
interpretación arbitraria y estéril. ¿Qué quedaría del
contenido de nuestra fe y de las virtudes teologales que
en ella se profesan, si estos intentos, lejos de la aproba
ción del magisterio eclesiástico, hubieran de prevale
cer?" (22-2-67).

34
4. "CONCILIARISMO": DISCUSIÓN E INNOVACIÓN PERMANEN
TES.—La actitud que el Papa designa con este nombre
es "la del que quisiera un Concilio permanente" y "so
meter a discusión permanente verdades y leyes ya claras
y establecidas, continuar el proceso dialéctico del Con
cilio, atribuyéndose competencia y autoridad para intro
ducir criterios innovadores o subversivos, en el análisis
de los dogmas, de los estatutos, de los ritos, de la espiri
tualidad de la Iglesia católica, para uniformar su pensa
miento y su vida al espíritu de los tiempos". (15-12-65.)

5. Rechazo del magisterio.—"Se sabe, por desgracia,


que hoy, algunas corrientes de pensamiento, que se si
gue diciendo católico, tratan de atribuir una prioridad en
la formulación normativa de las verdades de la fe a la
comunidad de los fieles, sobre la fundación docente del
Episcopado y del Pontificado Romano, contrariamente
a las enseñanzas escriturísticas y a la doctrina de la
Iglesia, abiertamente confirmada en el reciente Conci
lio, y con grave peligro para la genuina concepción de
la misma Iglesia, para su seguridad interior, y para su
misión evangelizadora en el mundo." (22-2-67.)

6. Subjetivismo.—"Libertad, o mejor, licenciosidad, a


veces más o menos extendida en el campo del conoci
miento de la fe y de la ciencia teológica", de la cual "se
deriva la repulsa de toda regla externa o superior al in
dividuo... como si la misma verdad se originara de la
razón", o como si "el valor de un sistema debiera me
dirse por su correspondencia con las disposiciones sub
jetivas del hombre". (2-10-66.)

7. Historicismo y relativismo.—Tentación de reali


zar "adaptaciones historicistas" de la doctrina y disci
plina de la Iglesia, como si "las cosas humanas fueran
engendradas por el tiempo e inexorablemente devoradas
por él, y como si no existiera en el catolicismo un caris-
ma de verdad permanente y de estabilidad invencible".
(16-11-66, Jesuítas.)

8. Problematismo, dudas e incertidumbres.—"Nadie


ignora que una duda de incertidumbre y de inquietud se
ha abatido en el ánimo de muchos de nuestros sacerdo-

35
tes, dando con frecuencia origen a una problemática
muy variada, compleja y desordenada..." (9-9-66.)

9. Negaciones de la doctrina católica.—"Se altera el


sentido de la fe única y genuina; se admiten las agresio
nes más radicales a verdades sacrosantas de nuestra doc
trina... y se pretende conservar el nombre de cristiano
llegando a las negaciones extremas de todo contenido
religioso." (7-4-67.)

10. Conformismo con el mundo profano.—"Y, por des


gracia, es fácil encontrar personas doctas y siempre ce
losas de profesarse católicas, que, teniendo poco en
cuenta la función indispensable del magisterio de la
Iglesia, tratan incautamente de adaptar las doctrinas de
la fe a la mentalidad del mundo moderno, no sólo con el
esfuerzo laudable de hacer aceptar, y en cierto modo
comprender, esas doctrinas, sino con la reticiencia. con
la alteración, y también con la negación de estas mismas
doctrinas, según las teorías o los gustos de las opinio
nes hoy corrientes." (1-6-67.)

11. Naturalismo - Temporalismo - "Desacralización" -


"Desmitificación".—"Orientación del pensamiento hacia
las realidades temporales y hacia un mortificante con
formismo con el mundo profano." (9-9-66.) "Naturalismo
que ya no comprende la locura y el escándalo de la
cruz." (17-4-66.) "Errónea convicción de que en el laicis
mo radical se da verdadero prestigio humano y verdade
ra sabiduría." (74-66.)

12. Irenismo y falso ecumenismo.—"Hay una actitud


que excede en entusiasmo y simplismo, como si el con
tacto con los hermanos separados fuera fácil y sin peli
gro, y como si fuera suficiente no dar importancia a los
problemas doctrinales y disciplinares para establecer
inmediatamente la concordia y la colaboración." (19-1-66.)

13. Errores en Sagrada Escritura.—"Grandes discu


siones, grandes dificultades, grandes lucubraciones de
estudios y de interpretaciones, que intentan disminuir el
valor histórico de los Evangelios mismos..." (28-12-66.)
"Partidarios de doctrinas negadoras del magisterio ecle
siástico, quisieran reconocer en esos fieles la capacidad

36
de interpretar libremente la Sagrada Escritura, que fácil
mente se pretende inspirada." (12-1-67.) "Opiniones exe-
géticas... tomadas muchas veces de las más audaces,
pero ciegas filosofías profanas, se insinúan acá y allá
en el campo de la doctrina católica..." (22-2-67.)

14. Errores en materia dogmática y conexas.—"Opi


niones erróneas, que pretenden mantener interpretacio
nes arbitrarias y ofensivas de verdades sacrosantas de
la fe católica...; por ejemplo, sobre la resurrección de
Jesucristo, sobre la realidad de su verdadera presencia
en la Eucaristía y también sobre la virginidad de Ma
ría, y, consiguientemente, sobre el misterio augusto de
la Encarnación, etc." (30-11-66.) Sobre el pecado original,
poligenismo, evolucionismo (15-7-66). Sobre el sacerdo
cio (9-9-66).

15. Antijuridismo.—"Hay quienes quisieran oponer


la Iglesia jurídica a la Iglesia de la caridad, pensando
que es posible, y no pensando que es contrario a la
economía de la salvación aislar un aspecto constitutivo
de la Iglesia del otro..." (15-5-66.) "En muchas partes se
mira con antipatía la actividad legislativa de la Iglesia,
como si se opusiera a la libertad de los hijos de Dios y
frenara el desarrollo histórico del organismo eclesiásti
co..." (17-8-66).

16. Antitriunfalismo.—"Las manifestaciones públicas


celebradas en el campo católico, que merecen ser recor
dadas y celebradas como síntomas positivos de la vita
lidad eclesiásica", son acusadas de "triunfálismo", a ve
ces, "por una crítica mordaz e injusta (también al Se
ñor se le hizo esta acusación, Luc, 19, 40)." (24-8-66.)

17. Anticonstantinianismo.—"Se ha hecho habitual


hablar de la 'Iglesia de los pobres' como de la Iglesia
ideal, como también atribuir a la 'Iglesia constantinia-
na' reprobables contaminaciones temporales, aunque la
expresión sea un tanto impropia y parezca desconocer
el gran acontecimiento histórico de la libertad inicial-
de la Iglesia." (30-3-66.)

18. Crisis de obediencia.—"Cierta susceptibilidad,


cierto espíritu de independencia y de emancipación que

37
por todas partes aflora en diversos grupos del pueblo de
Dios, hasta ahora ejemplares en la observancia de la obe
diencia... Hay quien ha querido descubrir... un cambio
radical de la relación entre autoridad y obediencia, como
si quedara transformada en un diálogo comprometedor
para la autoridad y liberador de la obediencia" (5-10-66.)

19. Relajamiento moral.—"...impresionante aumento


de las causas de nulidad de matrimonio... signo caracte
rístico de la debilitación del sentido de la ley sobre la
que está fundada la familia cristiana..." (25-1-66.) "Ansia
de quienes aspiran a introducir el divorcio en la legisla
ción y en la vida de las naciones que tienen la suerte de
estar inmunes de él..." (23-1-67.) Las normas sobre el
control de la natalidad enseñadas por la Iglesia "no pue
den considerarse como no obligatorias, como si el magis
terio de la Iglesia estuviera ahora dudando de ellas..."
(29-10-66.) "Sabemos cuan difícil es hablar hoy en de
fensa dé la moralidad; ni se quiere oír hablar de ella."
(7-4-67).

20. Antiascetismo.—Hay "quienes creen que la ver


dadera santidad... no se refiere ni obliga a todos los cris
tianos" y "falsamente distinguen la perfección cristiana
de la perfección evangélica..." Hay también "quienes
creen artificiosa, enojosa e inútil la vida interior..." (20-
7-66.) Tampoco faltan quienes consideran que la vida re
ligiosa debe ser "desmitizada", liberándola de formas as
céticas y disciplinares que hoy parecen peso inútil (12-
7-66). "Objeciones, de varias formas, se han formulado o
se formulan contra el sagrado celibato." (24-6-67, Sac.
Celib.)

21. Antiproselitismo.—"Concepto moderno que a ve


ces pone en duda la conveniencia de la actividad misio
nera. Este concepto, con demasiada frecuencia, llega a
invadir el ánimo de los mejores. Esta problemática com
promete, de forma particular, a los nuevos apóstoles, los
cuales deben partir para sus países ricos en dones divi
nos, gozosos conscientemente porque su elección no es
errónea ni temeraria." (18-8-66.)

22. Inmovilismo y arbitrariedades litúrgicas.—Algu


nos "pretenden defender la causa de la lengua latina en

38
la liturgia" en forma violenta e inaceptable. Existen,
por otro lado, "episodios de indisciplina, que se difun
den en diversas regiones en las manifestaciones de cul
to comunitario, y que con frecuencia se revisten a
sabiendas de formas arbitrarias, a veces totalmente dis
pares de las normas vigentes en la Iglesia, con gran per
turbación para los buenos fieles y con inadmisibles mo
tivaciones, peligrosas para la paz y el orden de la Iglesia
misma, y por los desconcertantes ejemplos que difun
den" (194-67).

23. Extremismos sociales.—"Unos piensan que la fi


delidad al depósito que ella ha recibido, impone a la Igle
sia una actitud de reserva, e incluso de condena del mun
do moderno... A la Inversa, otros quisieran que la Iglesia
no sólo mirara con buenos ojos al mundo moderno, sino
que se comprometiera a fondo en lo temporal—social,
político, económico—y no dudara en sostener, si fuera
necesario, a cuantos quieren hacer reinar la justicia en
la sociedad reformándola por medio de la violencia... La
Iglesia no puede hacer suya ninguna de estas posiciones
extremas." (6-1-67).

39
III — JERARQUÍA Y DISCIPLINA
ECLESIÁSTICA

a) El Papa

1 —El Papa no ha de meterse en asuntos que co


rresponden a diócesis particulares porque no
puede comprender los asuntos de todos los
países.

—El Papa tiene jurisdicción universal, suprema, ple


na, inmediata y ordinaria sobre toda la Iglesia y sobre
todas y cada una de las diócesis, y sobre todos y cada
uno de los pastores y fieles. Por tanto, si quiere, puede
meterse en cada una de ellas. Pero el Papa, de ordinario
no se mete a regir las iglesias particulares. Si en algún
caso particular lo hace, se ha asesorado antes y además
se tratará de algún asunto muy importante para el bien
de la Iglesia aun local. Precisamente el actual Sumo
Pontífice ha determinado y legislado sobre las Confe
rencias Episcopales para que le alivien de un régimen
demasiado directo de las iglesias locales.

41
2 —¿No es el Papa un Obispo como los demás?
¿No es cabeza del Colegio de Obispos? ¿No le
corresponde, por tanto, al Colegio el Gobierno
Supremo universal de la Iglesia y al Papa so
lamente una representación o superioridad
subordinada o condicionada al Colegio?

—Esta pregunta toca al fondo la cuestión del Papado


y de la Colegialidad de los Obispos. Distinguimos, pues,
brevemente las cuestiones.

1) En cuanto a la Potestad de Orden—la que dimana


de la ordenación sacerdotal y consagración episcopal—
el Papa es un Obispo como los demás. No tiene mayores
ni menores poderes. Pero en cuanto a la Potestad de
Jurisdicción y de Magisterio, está por encima de todos
los Obispos aun colectivamente considerados. El, y sólo
él, es Cabeza Suprema de la Iglesia—incluido el Colegio
de los Obispos—. El y sólo él es personalmente infalible,
él y sólo él tiene poder sobre la Iglesia Universal. Por
tanto, el Papa puede, cuando determina algo, prescindir
del parecer de los Obispos al regir la Iglesia. En virtud
de su infalibilidad personal, puede, sin consultar a nadie,
definir cualquier dogma de fe. Pero el Papa no obra im
pulsivamente; y por esto tiene la Curia Romana—una
especie de Ministerios—y se asesora de peritos y con
gregaciones o comisiones antes de decretar asuntos de
importancia.

2) El Papa no está subordinado al Colegio de los


Obispos, puesto que este Colegio no existe si no tiene
la Cabeza que, por institución de Cristo, lo presida y
dirija. Por esta razón el Colegio, como tal, no tiene de
recho de inmiscuirse en los asuntos de la Iglesia Univer
sal y de exigir al Papa que no gobierne sin él. "El Cole
gio o Cuerpo Episcopal no tiene autoridad si no se con
sidera incluido al Romano Pontífice... El orden de los
Obispos... junto con su Cabeza, el Romano Pontífice, y
nunca sin esta Cabeza, es también sujeto de la suprema
y plena potestad sobre la universal Iglesia, potestad que.
no puede ejercitarse sino con el consentimiento del Ro
mano Pontífice" (L. G. 3).

3) En virtud de la suprema potestad de jurisdicción


que el Papa posee, puede él limitar los poderes y la ju-

42
risdicción de los Obispos, designarles territorios particu
lares, destituirlos, etc.

3 —Si el Papa es infalible solamente cuando ha


bla «ex cathedra» y en las cuestiones que afec
tan a la fe y a las costumbres, ¿por qué hay
que obedecerle en todo?
—No se confunda la infalibilidad con la autoridad su
prema. Porque es infalible ha de ser creído—con asen
timiento de fe—en las materias indicadas y cuando él
impone una doctrina o verdad. Porque es autoridad
suprema ha de ser obedecido. "Quien a vosotros oye, a
Mí me oye; quien a vosotros desprecia, a Mí me des
precia", dijo Cristo. (Le. 10, 16.)
En cuanto al asentimiento a sus enseñanzas, que no
nos impone como dogmas de fe, dijo Pío XII: "Ni hay
que creer que las enseñanzas de las Encíclicas no exijan
de suyo el asentimiento, por razón de que los Romanos
Pontífices no ejercen en ellas la suprema potestad de su
Magisterio. Pues son enseñanzas del Magisterio ordina
rio; y la mayor parte de las veces, lo que se propone e
inculca en las encíclicas pertenece al patrimonio de la
doctrina católica" (Humani Géneris).

4 —¿Por qué es el Papa el que nombra a los Obis


pos y no el pueblo, como en la Iglesia primi
tiva?

—La potestad de nombrar Obispos corresponde a


quien tiene la jurisdicción suprema sobre la Iglesia.
Por tanto, al Papa. El puede, sin embargo, delegarla en
la forma que quiera, o establecer normas sobre el par
ticular. Recientemente ha determinado que sean las
Conferencias Episcopales las que presenten las listas
de los que crean aptos para el cargo reservándose él la
elección y nombramiento. Querer limitar esta autoridad
del Papa es atentar contra su potestad suprema.

43
b) Los Obispos

5 —¿Son infalibles los Obispos?

—Individualmente, no. Colectivamente, junto con el


Romano Pontífice, sí. Son infalibles cuando, por ejemplo,
en Concilio Ecuménico—teniendo al Papa como cabeza
y sometidos a él—por unanimidad—aunque no sea ab
soluta—determinan algo en materia de fe o costumbres.
Pero como están subordinados al Papa, y solamente en
unión con él tienen esta infalibilidad, los mismos decre
tos conciliares están sometidos al Papa, el cual puede
rechazar o no querer aprobar lo que todos ellos hayan
determinado; puesto que necesariamente la determina
ción de ellos incluye esta condición: "si al Papa le pa
rece también así".

6 —Siendo el Obispo un representante de la Dió


cesis, ¿no es necesario que lo elijan sus ovejas
y que sea de la misma diócesis?

—Admitiendo la metáfora del rebaño, de las ovejas


y del pastor, creo que es claro que el pastor no es un
representante de las ovejas, sino el que las rige y lleva
a buenos pastos. El Obispo es el representante del Papa
en la diócesis y el pastor propio de ella. No es, pues,
un mero representante, y mucho menos de sus ovejas.
En cuanto depende del Papa, ya hemos dicho que al
Papa corresponde la elección. No son los diocesanos los
que han de escoger su Obispo, sino que es el Papa el
que ha de darles el que juzgue más apto para el cargo.
Podrá ser conveniente que pertenezca a la misma re
gión, pero nunca será necesario en virtud de la institu
ción divina del Episcopado o del régimen de la Iglesia.
Muchos factores entran en juego cuando se trata de ele
gir una persona para el gobierno, siendo lo principal la
idoneidad para resolver los problemas de la diócesis.
Ni en la primitiva Iglesia se obraba de otra manera.
San Ireneo, Obispo de Lyón, era oriental; San Ambro
sio no era milanés (aunque se encontraba en Milán
cuando le eligieron), etc.

44
7 —¿No es verdad que los Obispos han de retirar
se cuando lleguen a cierta edad?

—La nueva disposición de la Iglesia dice que "se les


encomienda encarecidamente que no prolonguen el ejer
cicio de su cargo más allá de los setenta y cinco años".
Pero no se les manda. Ellos han contraído un compromi
so con la diócesis y si quieren mantenerse en ella hasta
el fin de sus días, tienen derecho a hacerlo. Si razones
superiores exigieran que se retirasen y ellos no lo ad
virtiesen, el Papa tiene facultad para ordenárselo o pro
veer de otra manera.

c) Los Presbíteros

8 —Los sacerdotes son iguales todos entre sí.


¿Puede afirmarse que existe como último gra
do de la Jerarquía, el Párroco? ¿No es mejor
que cada sacerdote trabaje en equipo, pero sin
necesidad de obediencia a directrices impues
tas?

—Es cierto que todos los sacerdotes—seculares y re


gulares, es decir, religiosos—son iguales en virtud de la
ordenación sacerdotal, pero no lo son en el ejercicio o
poder de jurisdicción. Al Obispo, al consagrarlo, se le
suele asignar una diócesis para que la rija. Por lo mis
mo tiene potestad de jurisdicción sobre ella. Pero al sa
cerdote se le ordena, no para regir una diócesis o una
parroquia, sino para ayudar al Obispo. Al sacerdote, en
virtud de la ordenación sacerdotal no se le da ninguna
jurisdicción. Así no puede ni siquiera absolver válida
mente si un Obispo (o el Papa) no le confiere jurisdic
ción sobre el penitente. Por esta causa, el Párroco se co
loca en el grado último de la Jerarquía, porque tiene un
poder de jurisdicción que le corresponde por razón de
cargo que le han asignado. A esto se llama jurisdicción
ordinaria. Pero no es propia (como la del Obispo), sino
vicaria, es decir, subordinada en todo al Obispo. (Los Vi
carios en las Parroquias tienen jurisdicción delegada,
no propia, como también los religiosos no párrocos que
tienen facultades para confesar, etc.)
Muy bueno es el trabajo en equipo, pero siendo el

45
sacerdote un auxiliar del Obispo, es evidente que ha de
trabajar bajo su dirección. Lo mismo ocurre con los
Religiosos exentos en aquellos trabajos que tienen rela
ción con las obras diocesanas o de interferencia con
ellas.
El Concilio Vaticano II ha recomendado mucho el
espíritu de universalidad y ayuda mutua, no sólo inter
parroquial, sino también interdiocesana. Pero siempre
hay que conjugar los trabajos con subordinación a la
autoridad, que es el Obispo.

9 —¿No cree usted que los sacerdotes, para acer


carse más al pueblo han de desacralizarse, y por
tanto pueden ir con mochila, decir palabrotas,
hacer juerga con las chicas, frecuentar los es
pectáculos públicos, etc.?

—No lo creo así. El sacerdote ha de buscar los medios


convenientes para acercarse al pueblo, pero ha de apa
recer como sacerdote. Por tanto no ha de desacralizarse,
que sería desacerdotizarse. Para esto más valdría ser un
buen seglar. No hay inconveniente en que lleve mochila
o vaya en bicicleta, use tal o cual pieza indumentaria...
con tal que no rebaje a la dignidad sacerdotal. Por
esta causa desdice del sacerdote el empleo de ciertas
palabrotas, actitudes, espectáculos, chistes, diversiones,
excursiones, etc., que no acercan al pueblo, sino que re
bajan al sacerdote y le ponen en serio peligro espiritual.
Repetimos: quien no quiera ser un buen sacerdote, que
no se haga. Puede ser un laico muy celoso y hacer un
apostolado magnífico. Pero esos tales seglares no fre
cuentan los espectáculos inmorales, ni emplean esos me
dios de apostolado.

10 —¿Es obligatorio llevar la tonsura clerical? ¿La


ha quitado el Concilio?
—El canon 136 prescribe: "Todos los clérigos lleven
un hábito eclesiástico decente, conforme a las prescrip
ciones del Ordinario del lugar (el Obispo) y las legíti
mas costumbres de los lugares; lleven también la tonsu
ra o corona clerical, a no ser que las costumbres admi-

46
tidas de los pueblos hagan otra cosa; y tengan un cui
dado sencillo del cabello." Y el canon 2379 impone la
pena de suspensión, si después de haber sido gravemen
te avisados porque no llevaban el hábito clerical y la
tonsura, durante un mes no se enmiendan.
Está, pues, prescrita la tonsura con estas salvedades
de las costumbres de los lugares. Si no la llevan (y tam
poco el traje eclesiástico) han de ser advertidos seria
mente de ello por su Obispo. El Concilio no ha dicho
nada sobre este punto.

11 —Los sacerdotes deben quitarse la sotana, por


que es un vestido que los aleja del pueblo; y los
que la llevan, como también las monjas con
sus hábitos, hacen el payaso.

—Reléase lo que acabo de decir con el canon 136: se


prescribe el hábito eclesiástico. En la actualidad muchos
Obispos han permitido en sus diócesis el uso del llamado
"clergyman"; no lo han impuesto. Hay que atenerse a lo
que cada Obispo prescriba en su Diócesis. En donde está
permitido no llevar sotana, no hay que tildar a los que
no la llevan, pero tampoco a los que la llevan. Unos
y otros están en su derecho.
Lo que todos los Obispos prescriben es que se lleve un
traje eclesiástico, es decir, que haya un distintivo por el
que se note que aquella persona es sacerdote; y así
prohiben el uso de corbata o de traje simplemente de
paisano, salvo permisión particular, que se dará por es
crito.
A las monjas, como a los religiosos que llevan hábito,
no les es lícito cambiar la indumentaria sin los permisos
correspondientes de sus superiores mayores, según los
estatutos propios.
Que el hábito eclesiástico de sotana aleje de los hom
bres, no es cierto en el sentido de que el "clergyman"
acerque o no aleje. Los anticlericales se sienten molestos
delante del sacerdote, no del hábito. Por el contrario,
la sotana libra de muchos peligros y evita muchas caídas
tristes. No se atreverá ningún sacerdote a entrar en cier
tos lugares si va de sotana.

47
12 —El sacerdote no debe entretenerse en cons
truir templos, puesto que son más bien un in
conveniente para el apostolado a causa de su
ostentación provocativa para las clases eco
nómicamente débiles.

—a) Si tanto se insiste en la comunidad eclesial,


¿dónde se juntará esta comunidad? ¿En los teatros, ba
res, cines, salas de baile?
b) El centro de la vida cristiana es el Santo Sacri
ficio de la Misa. Allí han de encontrarse todos los fieles;
y si puede ser juntos, mejor El sacerdote es la cabeza
de esta comunidad y el ministro del Sacrificio eucarísti-
co. A él, pues, corresponde, y es deber suyo, procurar
que la comunidad tenga un lugar apto y digno para su
vida cotidiana comunitaria. Y este lugar es el templo.
c) La construcción de un templo no es una provoca
ción para las clases económicamente débiles. Por el con
trario, si el sacerdote sabe hacerles ver que el templo
es su casa, y junto al templo—cuando levanta su recto
ría—construye las dependencias necesarias de esparci
miento, beneficencia y escuelas, hará una labor magní
fica.

d) En la construcción de los templos evítese el boato


o lujo excesivo, pero no la dignidad que requiere la Casa
de Dios. No permitamos que Cristo viva en una barraca,
cuando queremos que todos tengan una buena mansión.

13 —El sacerdote ha de dar testimonio de Cristo,


por esto ha de dedicarse al trabajo ordinario y
vivir como los obreros. Esta es la línea del Con
cilio.

—El Concilio dice: "El carácter secular es propio y


peculiar de los laicos. Los que recibieron él orden sagra
do, aunque algunas veces pueden tratar asuntos secula
res, incluso ejerciendo una profesión secular, están orde
nados principal y directamente al sagrado ministerio
por razón de su vocación particular" (L. G.). Y prosigue:
"A los laicos pertenece por propia vocación buscar el
reino de Dios tratando y ordenando, según Dios, los
asuntos temporales."

48
Por tanto: a) Al sacerdote, en cuanto tal, no le co
rresponde el dedicarse al trabajo, sino por vía de excep
ción. El mismo Concilio dio normas sobre el particular;
y a los Obispos corresponde permitir que algunos de sus
sacerdotes sean lo que se llama "sacerdotes-obreros".
b) Dar testimonio corresponde a todo cristiano. Pero
cada uno ha de dar testimonio según su propia vocación.
"Los Presbíteros, como cooperadores de los Obispos, tie
nen como oficio primario—como deber principal—
anunciar a todos el Evangelio, para constituir y aumen
tar el pueblo de Dios, cumpliendo el mandato del Señor:
id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda
criatura" (P. O.).
c) Ha de vivir del sudor de su frente. Pero no quiere
esto decir que haya de trabajar como un peón de alba-
ñil. También se gana el pan con el sudor de su frente el
ingeniero, el arquitecto, el médico..., que no derraman
gotas de sudor en el ejercicio de su profesión.

14 —El sacerdote habría de casarse, porque el ce


libato es contrario a la naturaleza, es un im
pedimento para el apostolado; y el sacerdote
casado tiene una experiencia de la vida fami
liar, que le es muy útil y necesaria para la efi
cacia de sus ministerios.

—a) ¿Es el celibato contra naturaleza? No puede


serlo una ley impuesta por la Iglesia desde hace tantos
siglos. Cristo, algunos apóstoles, San Pablo..., fueron cé
libes. Jesucristo recomienda el celibato, como también
San Pablo. Es hacer una seria injuria a Cristo y a la
Iglesia afirmar que el celibato es contra naturaleza.
b) ¿Impedimento para el apostolado? San Pablo dice:
"El soltero anda solícito por las cosas del Señor: cómo
agradará al Señor. Pero el casado anda solícito por las
cosas del mundo: cómo agradará a la mujer. Y anda di
vidido" (1 Cor. 7, 32-33). El apostolado exige despreocu
pación dé las cosas de la tierra. No hay cosa que más
preocupe que el cuidado de la familia, mujer e hijos.
c) ¿Ha de tener experiencia familiar? Si así hubié
semos de juzgar en todo, habríamos de exigir al médico

49

LO QUE NO HA DICHO EL CONCILIO. 4


que pasase por todas las enfermedades que ha de curar,
el juez que fuese ladrón y supiese de cárceles y críme
nes por experiencia, el psiquiatra que hubiese pasado
una temporada interno en una clínica mental como en
fermo, etc., etc. Muchísimos sacerdotes son de familias
trabajadoras y saben muy bien de experiencias familia
res sin haber vivido la vida matrimonial. Y todos saben
los cuidados y cuitas matrimoniales a través de la actua
ción de su ministerio. Precisamente el no verse implica
do en las miserias de una triste vida familiar—o por
el contrario, el no vivir en un estado de matrimonio
paradisíaco—le hace más imparcial para medir a cada
uno según su situación particular y no querer juzgar a
todos por el modelo de su propia experiencia. Si está
casado creerá más fácilmente que o todos los matrimo
nios son desgraciados como el suyo, o que todos son fe
licísimos si el suyo lo es.

d) Es cierto que el celibato es una ley eclesiástica,


pero es ley. Y quien entra en un Seminario ya sabe a qué
ha de atenerse si quiere ser sacerdote. Esto ocurre en
todos los oficios: existe un reglamento, unas leyes, unas
imposiciones. Y hay que acatarlas o renunciar al oficio,
carrera, etc. Forma parte de la vocación sacerdotal el
guardar castidad; como forma parte de la vocación de
médico el estudiar la carrera.

15 —¿No es un hombre como ios demás el sacer


dote? Si no se casa le falta un ideal humano
que le acicatee para el trabajo de su ministerio.
—El sacerdote es un hombre como los demás, pero ha
sido escogido de entre los hombres y constituido en pro
de los hombres, cuanto a las cosas que miran a Dios
(Hebr. 5, 1). Por tanto ya no se encuentra mezclado con
los demás hombres, sino seleccionado. Estáis en el mun
do, pero no sois del mundo, decía Jesús a los discípulos.
Durante muchos siglos han vivido los sacerdotes—sien
do hombres—contentos con la ley del celibato, precisa
mente porque en ella encontraban el aliciente para el
trabajo, ya que su ideal no era humano, sino divino. Y
la gracia—lo divino—no destruye la naturaleza sino
que la perfecciona. El ideal divino es más fuerte y con
fortante que el ideal humano. Si el sacerdote se conten-

50
ta con un ideal humano no será jamás buen sacerdote
ministro de Dios, ni dará jamás testimonio de ello.

16 —Leí en una revista española el caso Wein-


tlauff, o sea el sacerdote que con permiso del
Papa se ha casado.
—Conozco la revista y la forma escandalosa y sensa-
cionalista con que Garbo (núm. 612) informó a sus
lectores. El Papa no dispensó para que dicho sacerdote
se casara. Infiel a las exigencias de su ordenación sacer
dotal, se unió con una mujer, al amparo de unas leyes
humanas, que no reconocen las divinas. Dicho sacerdote
quedó reducido al estado laical. Después, un recurso al
Papa pidiendo una solución. Y el Papa, usando de su
poder augusto de "atar y desatar", dispensó a Weintlauff
de su solemne voto de castidad. Quedó equiparado a un
simple fiel. Todo debía haberse quedado en el mayor se
creto, pero se organizó un escándalo para atacar más al
celibato eclesiástico. Y al gesto bondadoso de la Iglesia
se ha correspondido con una campaña contra el celibato.
La cosa es muy sencilla: se trata de un naufragio moral,
y de una reconciliación que en ningún momento signi
fica que la Iglesia quiera cambiar la disciplina del celi
bato eclesiástico. Juan XXIII en su discurso del 26 de
enero de 1960, dijo taxativamente: "Sobre todo Nos afli
ge que para salvar cualquier resto de la propia dignidad
perdida alguno pueda delirar sobre la posibilidad o con
veniencia para la Iglesia católica de renunciar a lo que
durante siglos ha sido y sigue siendo una de las glorias
más nobles y puras de su sacerdocio. La ley del celibato
eclesiástico y el cuidado de hacer que prevalezca es
siempre una evocación de las luchas de los tiempos he
roicos, cuando la Iglesia tuvo que luchar y venció con
el éxito de su trinomio glorioso, que es siempre emblema
de victoria: la Iglesia de Cristo, libre, casta y católica."

17 —Indudablemente con el cambio de mentali


dad conciliar, la Iglesia y el «aggiornamento»
piden y exigen la supresión o mitigación del ce
libato.

—Sobre el celibato eclesiástico la mente de los Papas


es clarísima. Juan XXIII y Pablo VI han sido extraordi-

51
nanamente explícitos. El 11 de octubre de 1965 en la Se
sión Conciliar se leyó la carta de Pablo VI al Cardenal
Tisserant referente al tema del celibato. "De ninguna
manera es oportuno—afirma el Padre Santo—un deba
te público sobre este tema, que exige suma prudencia y
es de máxima importancia. Es nuestro propósito, no sólo
conservar con todas nuestras fuerzas esta antigua, pro
videncial y sagrada ley, sino también reforzar su obser
vancia, haciendo un llamamiento a los sacerdotes de la
Iglesia Latina, para que tomen conciencia de las causas
y razones, que hacen hoy, precisamente hoy de una ma
nera especial, aptísima esta ley, gracias a la cual los
sacerdotes pueden consagrar todo su amor solamente a
Cristo y dedicarse total y generosamente al servicio de
la Iglesia y de las almas."

En el Decreto "Optatam totius Ecclesiae", del Conci


lio Vaticano II sobre la formación sacerdotal, se lee:
"Los alumnos que según las leyes santas de su propio
rito, siguen la venerable tradición del celibato sacerdotal,
han de ser educados cuidadosamente para este estado, en
que, renunciando a la sociedad conyugal por el reino de
los cielos (Cf. Mt. 19,12), se unen al Señor con amor in
diviso... los alumnos han de conocer debidamente las
obligaciones y la dignidad del matrimonio cristiano que
simboliza el amor entre Cristo y la Iglesia (Cf. Ef. 5,
32, 5} convénzanse, sin embargo, de la mayor excelencia
de la virginidad consagrada a Cristo."

—En 24 de junio de 1967, Pablo VI ha publicado su


encíclica sobre el celibato eclesiástico. Un comentario
muy autorizado—suponiendo una lectura reposada y en
la presencia de Dios del aludido documento pontificio—
es lo que ha escrito el Cardenal Felici en "L'Osservatore
Romano" del 8-VII-67:

"La encíclica 'Sacerdotalis caelibatus' era esperada


por muchos, por motivos bien diversos, si no contrarios.
¿Por qué? ¿No había Pablo VI en la congregación gene
ral 146, de octubre, comunicado a los Padres del Concilio
ser su firmísimo propósito mantener intacta la ley del
celibato sacerdotal? ¿Y el Concilio no había también re
machado sin ambigüedad y con razones claras y persua
sivas la ley ya sancionada en el Concilio de Elvira?

52
Debemos reconocer que cuando alguna vez la suprema
autoridad permite la libre expresión del pensamiento so
bre algún problema con el fin de llevar a cabo un exa
men más profundo, lo primero que se piensa es que debe
cambiarse algo de la misma y no se reflexiona que el
examen profundizado lleva muchas veces a confirmar y
reforzar con razones más válidas lo que hasta entonces
se ha creído y observado.
Así ha sucedido con el celibato eclesiástico. A pesar
de que el Papa y el Concilio habían hablado claro, fue
bastante que Pablo VI invitase a los Padres del Concilio
a expresar con libertad su pensamiento en materia tan
delicada, para que algunos se forjaran ilusiones de un
cambio en la disciplina vigente en la Iglesia, y cierta
prensa se lanzase a demostrar con entrevistas y confe
siones, verdaderas o falsas de sacerdotes, que la ley del
celibato hoy día había de considerarse anacrónica y
opresiva de la personalidad humana del sacerdote, en
fin, contraria al buen ejercicio de la misión sacerdotal.
He aquí el porqué de la espera de la encíclica paulina.
Pero ésta, en realidad no es más que una ampliación,
más completa, una irradiación luminosa de la doctrina
enseñada por el Concilio y ya enunciada en el Sínodo
Romano entre el aplauso de los asistentes, del primer
autor del Vaticano II, Juan XXIII, a cuyas palabras voy
a referirme literalmente y que son como el preludio de
una gran sinfonía, en la encíclica de Pablo VI.
A propósito del Papa Juan recuerdo que en el curso
de una audiencia privada, en la que se hablaba de sacer
dotes en dificultad por el celibato, manifestó hacia ellos
sentimientos de compasión, y como anduviesen buscan
do algo que en concreto pudiera hacerse para que vol
vieran o por lo menos pudieran vivir en gracia de Dios,
el Papa en firme exclamó espantado: Dios me guarde de
hacer algo que pueda ofender, aunque indirectamente, la
sagrada ley del celibato sacerdotal.
Y en el recuerdo de todos está la actitud tomada por
el mismo Pontífice contra una proposición calificada por
él como 'extravagante' que preveía para la Iglesia lati
na, junto al tradicional clero célibe, un clero mitigado
con el fin de facilitar la unión con los hermanos separa
dos. El apunte autógrafo del Papa en que viene afronta
do el problema lleva por título general ¡INGENUIDAD
E IMPRUDENCIA! Es del 4 de noviembre de 1960."

53
d) Disciplina eclesiástica

18 —El Concilio ha quitado ya todos los precep


tos, ¿no es verdad?

—Léanse bien todos los documentos del Concilio y no


se encontrará ni un solo lugar en donde se insinúe se
mejante proposición. El Concilio recomienda que el ca
tólico hoy día tome conciencia de sí mismo y procure
persuadirse de la necesidad de la religión, etc.; pero esto
no significa que queden abolidos todos los preceptos.

19 —Ponerse al día exime de la obediencia.

—De ninguna manera. Ponerse al día es obedecer hoy.


Porque la obediencia se dirige a Dios en sus represen
tantes, que van cambiando con el tiempo. Y con todo lo
vigente de la legislación y normas de los Papas y Obis
pos anteriores.

20 —Pero ahora la obediencia ha de ser racional,


y por tanto solamente hay que obedecer en
aquello que veo está bien mandado.

—Y ¿qué criterio seguirás? ¿Tu razón? ¿Y por qué


no te guías por el criterio del que te manda? También
él tiene su razón y más amplia que la tuya. El que man
da sabe muchas cosas que tú no sabes, y no te las puede
decir.
Pero no es obediencia hacer solamente lo que está
conforme a razón. El valor de la obediencia consiste en
renunciar a lo propio—voluntad, entendimiento—para
unirse a Dios. Y por esto la obediencia es la mayor de
las virtudes morales, de suerte que sin ella no habrá
caridad ni amor de Dios. Aquel, pues, que hace lo que
le mandan solamente si ve que está conforme con su
criterio propio, no es obediente.

54
21 —Los seglares no han de obedecer a los sacer
dotes, ya que éstos ya no obedecen a sus Obis
pos.

—La proposición es demasiado universal y por tanto


falsa. Aunque hubiese algún sacerdote desobediente. Pe
ro esto no justifica la conclusión de que ya no hay que
obedecer. Jesucristo dijo de los escribas y fariseos: "Ha
ced lo que os dicen, pero no obréis según sus ejemplos"
Se entiende aquí también de aquellos que dan los buenos
consejos, que no cumplen personalmente. Porque si pre
dican algo contrario a lo que el Papa o el Obispo manda,
ciertamente que no han de ser escuchados. Ya que el
sacerdote no tiene autoridad propia, sino delegada y
participada del Obispo.

22 —¿Es cierto que se puede cumplir con el pre


cepto de la Misa yendo cualquier día de la se
mana?

—Sigue la obligación de la Misa dominical. En muchas


diócesis se permite la Misa el sábado por la tarde. Pero
en cada lugar hay que atenerse a las condiciones que
haya impuesto el Obispo de aquel sitio.

23 —Hay preceptos que es seguro que con el tiem


po desaparecerán, por tanto, no hay que obser
varlos ya.

—Esto es falso, a) No sabemos si ciertamente desapa


recerán estos preceptos: quizá no. b) Aunque hubiesen
de desaparecer, entre tanto que existen, obligan. Más
aún: cuando se da una ley que no empieza a regir hasta
determinado día, no queda derogada la anterior hasta
aquel día determinado, y mientras tanto el no cumplirla
es delito. Si dicen que desde el día H aumentarán la
tarifa de los taxis, no permitirás que el taxista te la
suba ya hoy. Le obliga a él todavía la ley de la tarifa
actual.

55
24 —Los feligreses han de elegir a su Párroco,
como los sacerdotes a su Obispo.
—Ya hemos dicho que el nombramiento de Obispos
corresponde al Papa. La experiencia enseñó a la Iglesia
cuánto convenía centralizar la designación de los Pas
tores. ¡Pobres Parroquias y pobres Obispados si se de
jase a la elección de los particulares su Pastor! Sería
sencillamente dividir a los fieles. Lo cierto es que ni los
fieles tienen derecho a elegir a su Párroco, ni los sacer
dotes a su Obispo.

25 —Los feligreses han de administrar los bienes


de la parroquia; y los sacerdotes han de tener
una misma remuneración digna sin que tengan
que afanarse por su sustento.

—Cierto que cuanto más libre se vea el sacerdote de


cuidados temporales, mejor cumplirá con sus ministe
rios. Si se logra una buena administración por parte de
los feligreses, nadie se opondrá a ello. Solamente se
requiere prudencia al innovar los sistemas. La experien
cia hablará.
En cuanto a la remuneración del sacerdote, el caso
es el mismo. Pero nótese que esto va contra aquello de
que ha de ganarse el pan con el sudor de su frente tra
bajando en una fábrica. Lo difícil está en la manera de
asegurar este sustento digno del sacerdote.

26 —El precepto de no trabajar en domingo lo in


trodujo Constantino, y por tanto no es la Igle
sia quien lo manda.
—Este modo de argüir se emplea no pocas veces, como
veremos en otros casos. No se comprende cómo sea posi
ble semejante aberración. Dentro de una sociedad civil
con autoridad competente sobre las cosas materiales, es
lógico que haya convenio entre la potestad civil y la
eclesiástica. Fue precepto divino el descanso sabático,
que guardaban fielmente los judíos. La Iglesia quiso
pasarlo al domingo, pero no podía imponer preceptos
de orden público sin el consentimiento de la autoridad
civil, ya que ello implicaría una grave dificultad al or-

56
den público. Constantino, con un precepto civil público,
facilitó a la Iglesia a que pusiera un precepto eclesiás
tico. Hace ya muchos siglos que la Iglesia viene man
dando el descnso dominical.

27 —¿Qué ha dicho el Concilio sobre las mujeres-


sacerdotes?

—Nada absolutamente. No iba a perder el tiempo en


discutir una cosa indiscutible, puesto que es doctrina de
fe católica, que la mujer no puede recibir el Presbiterado
ni el Episcopado; y es doctrina cierta, que tampoco pue
de recibir el Diaconado. Las antiguas diaconisas no reci
bían un orden sagrado, sino una bendición, o si se quiere
consagración, como actualmente las Abadesas. Cuando,
en escritos antiguos, leemos de una mujer (por ejemplo,
Teodora) que era llamada papisa, epíscopa, presbítera,
querían designar la madre o la esposa del Papa (Pas
cual II, hijo de Teodora), del Obispo, del Presbítero. En
algunas regiones (como en África) se llamaba Présbite-
risa a la Superiora de las mujeres (monjas) que cuida
ban del Presbiterio (mansión en donde vivían juntos los
Presbíteros, generalmente con el Obispo).

28 —¿Qué hay sobre los Diáconos?


—Antiguamente existía el orden del Diaconado como
permanente, es decir, personas que no pasaban del dia
conado (San Lorenzo, San Efrén, San Francisco de Asís).
Su oficio era ser auxiliar del Obispo en los asuntos ma
teriales o económicos y también, según sus cualidades y
estudios, en algunos ministerios espirituales de predicar,
catequizar, llevar la comunión a los enfermos y presos,
etcétera. Prácticamente podía ejercer todas las funcio
nes sacerdotales menos confesar, decir Misa y aquellas
que requieren la potestad de orden sacerdotal. Más ade
lante se suprimió este grado estable en la Iglesia, aun
que todo presbítero, antes de serlo, era y es ordenado
diácono. Ahora el Concilio ha permitido la restauración
del Diaconado como estado fijo, sin derecho a pasar al
Presbiterado. Pero ha dejado a la discreción de los Obis
pos, previa consulta a la Santa Sede, el proveer a sus
Diócesis de dichos diáconos.

57
IV — MORAL CRISTIANA

1 —Dios mandó a los primeros hombres: «Creced


y multiplicaos.» Por tanto, la vida religiosa y
el sacerdocio (con el celibato) es contrario al
mandato de Dios.

—Respondemos: Si este precepto fuera universal, el


primero en quebrantarlo habría sido Cristo, y San Pablo
y tantísimos santos. Y Cristo recomendó la virginidad,
y San Pablo deseó que se siguiese. Tenemos, pues, que
el espíritu de Cristo y el Nuevo Testamento se opon
drían al precepto de Dios en el paraíso... ¿Hay que per
der el tiempo en refutar semejante objeción?

2 —El Matrimonio es mucho mejor que el estado


de virginidad, porque tiene muchísimas más di
ficultades y trabajos y una responsabilidad
mayor.

—Ante todo oigamos al Concilio Tridentino: "Si al


guien dijere que el estado matrimonial se ha de antepo
ner al estado de virginidad o del celibato, o que no es
mejor y más dichoso permanecer en la virginidad o en
el celibato que unirse en matrimonio, sea anatema"
(Can. 10 del Matrimonio). Se trata, pues, de una doctrina
de fe, no es una mera opinión disputable.

59
La razón de las dificultades no es válida. ¿Por qué
no se hacen todos religiosos o cébiles, si tan fácil es?
¿Por qué son los hombres tan tontos que escogen lo más
difícil, sin más? No creo que haya nadie sensato que
crea en semejantes dificultades escogidas voluntaria
mente en el matrimonio por amor de Dios. ¡Cuan pocas
son las personas que escogen el matrimonio verdadera
mente por vocación! Algunas tienen horror a ser "solte
ronas" y esa fobia les hace despreciar la virginidad,
cuando por otra parte no se sienten llamadas a la vida
religiosa. De los hombres no hablemos, que quizá son
poquísimos los que desean la auténtica paternidad como
fin de su matrimonio. Y si es así, ¿por qué después re
huyen el tener hijos? Si tan meritorio es el matrimonio
por la responsabilidad y las dificultades, ¿por qué luego
no quieren hijos y quieren separarse de la mujer que
no les gusta? ¡Sed sinceros!

3 —La vida moderna es incompatible con el es


tado religioso.

—Si por "vida moderna" entendemos la "vida del


mundo", es decir el espíritu del mundo moderno, cier
tamente que es incompatible con la vida religiosa como
lo ha sido siempre. Y por esto el religioso se aparta del
mundo. El mal está en buscar un matrimonio entre la
religión y el mundo. Es un matrimonio contra todas las
leyes humanas y divinas. Es un absurdo. Y el mal de
muchos religiosos de hoy, como de todos los tiempos
—por esto siempre ha sido necesaria la reforma de las
instituciones religiosas—ésta en que se quieren hacer
mundanos, con excusa de hacer bien a los hombres del
mundo. Es el mal mayor de nuestro tiempo: querer jus
tificar, con pretexto de celo y apostolado, lo que Cristo
ya reprobó. Cristo vino a luchar con el mundo y lo ven
ció. Nosotros queremos que los religiosos—que son los
que más de cerca profesan seguir a Cristo—se casen
con el mundo sin dejar de ser de Cristo. Cristo dirá:
"Nr se puede servir a dos señores."

60
4 —Los sacerdotes y los religiosos, sobre todo los
jóvenes, son personas como las demás, y nece
sitan descanso, esparcimiento... ¿Qué inconve
niente hay en que vayan a los cines, piscinas,
baños, etc.? ¿No es verdad que darían un buen
ejemplo a los demás jóvenes, enseñándoles a
comportarse honestamente?

—Todos necesitamos descanso y relajación muscular.


Nadie, pues, se ha de escandalizar de ver que los religio
sos y religiosas, que los seminaristas, etc., tengan cam
pos de fútbol, baloncesto, etc., ni tampoco de saber que
van a bañarse en las playas privadas... Pero la ley del
celibato y el voto de castidad ponen un límite a las di
versiones y esparcimientos: todo aquello que es peli
groso a un joven o a una joven seglar, lo es para el
sacerdote y el religioso. Y éste tiene doble obligación de
guardarse: por ley natural y por voto, que libremente
ha hecho. Además, la castidad, libremente escogida co
mo estado, le obliga no sólo a no pecar, sino a cultivar
la virtud de la pureza. Lo cual exige el sacrificio de
aquellas diversiones y entretenimientos que placen a la
carne, aunque no sean pecaminosos.
Por otra parte, el estado sacerdotal y religioso exige
perfección. No es propio de un estado perfecto—que ne
cesariamente requiere sacrificio y mortificación de los
sentidos—frecuentar los cines y demás diversiones mun
danas. Quien no se sienta con fuerzas de practicar el
ascetismo sacerdotal y religioso, que no abrace su es
tado. No quiera pervertir lo que está establecido en la
Iglesia desde hace siglos. El ejemplo lo darán no me
tiéndose en sitios que no dicen bien con su estado.

5 —Siendo el pecado una transgresión voluntaria


contra la ley de Dios, cuando yo no quiera ir
contra Dios, no pecaré. Y no quiero nunca ir
contra Dios.

—Con esto quieres decir que nunca pecas, ¿verdad?


Y la Escritura dice (Prov. 24, 16) que "siete veces al día
peca el justo". Por lo visto, tú eres más que justo; eres
ya un santo más que canonizable. Pero advierte tu fala
cia. Nos has definido tú mismo el pecado como una vo-

61
luntad de ir contra Dios, sino como una transgresión
voluntaria de la ley de Dios. Cuando te roban la cartera,
no quiere el ladrón hacer nada voluntariamente contra
ti. Solamente quiere tu dinero. Déjale, pues, en paz y no
te quejes: no te ha querido ningún mal. Ya ves, pues,
que no se trata de una voluntad expresa contra Dios,
sino que basta no obedecer a Dios. Por esto dice San
Pablo que si no hubiera ley no habría delito. Existe la
ley. Luego hay que cumplirla. De lo contrario, hay pe
cado. Examínate ahora y verás si pecas o no.

6 —La Iglesia, pues, hace mal en poner preceptos


—como ir a Misa—porque provoca a pecar.

— ¡Cuidado! Con esto acusas a Dios, que es quien ha


puesto los mandamientos. La Iglesia no hace más que
especificar lo que Cristo impuso. La religión, es decir,
el culto externo, es de ley natural y precepto divino. La
Iglesia determina cómo hay que cumplir esta ley divino-
natural. Y en esto no hace más que ejecutar la misión
que Cristo le ha confiado en la tierra. Por tanto la Igle
sia cumple con su misión al poner preceptos.
Además, el precepto no se impone para provocar un
pecado. Se supone que el hombre es bueno, y se le da la
oportunidad de conseguir el mérito de la obediencia.
Ama a Dios y no te pesarán los preceptos. Cuando amas,
deseas saber qué es aquello que le gusta a la persona
amada. Pues cuando Cristo—por medio de la Iglesia—
te manda algo, ya sabes claramente lo que quiere de ti.
"El que me ama, guarda mis mandamientos." Cuando
quieras examinarte del amor que tienes a Dios o a Cris
to, examina con qué espíritu cumples o no los manda
mientos y preceptos. Ya ves si es útil el que pongan
preceptos. Son el clisé para sacarte la fotografía.

7 —El placer sexual privado no es pecado, porque


nos lo ha puesto Dios para que gocemos; como
no es pecado el placer en la comida.

—Es una falsedad creer que el pecado sexual sola


mente consiste en el concubinato o en un mal uso del
matrimonio. Es cierto que Dios ha puesto en la naturale-

62
za el placer sexual, pero ha sido para un fin determina
do: la procreación. No es pecado comer con gusto, y sí
lo es comer solamente por gusto. Porque se pervierte la
finalidad: se hace fin de un medio. Así el placer sexual
tiene un fin que va encaminado al matrimonio—tanto
si se considera el amor como la procreación—. Por
consiguiente, fuera del matrimonio será ilícito todo pla
cer sexual que se convertirá en un fin y no en un
medio.

8 —Es conveniente que el hombre antes de casar


se experimente la sexualidad.

—Esta falsa máxima, que corre entre los jóvenes y


aun la aceptan tontamente muchas novias, es una abso
luta aberración. ¿Y por qué no consienten los novios que
sus novias hayan experimentado lo mismo? ¿No lo ne
cesita más la mujer que es la que lleva las de perder en
el matrimonio? Parece incomprensible que se pueda
afirmar con seriedad semejante disparate.

9 —Teniendo en cuenta el espíritu y la línea del


Concilio, ¿no es anacrónico preocuparse de la
moralidad del vestido, playas, separación de
sexos y demás exageraciones, que denotan una
mentalidad anquilosada y opuesta a la apertu
ra posconciliar?

—Todo lo contrario. El Concilio recomienda encare


cidamente el espíritu de mortificación. Y el Papa insiste
en lo mismo al imponer la abstinencia de carnes en to
dos los viernes del año. La apertura posconciliar hay que
entenderla adecuadamente, en el sentido de un avance.
No de un retroceso a la barbarie y desnudez de los hom
bres primitivos e incultos. El vestido no es un mero
adorno del cuerpo, ni un abrigo contra el frío. En la Bi
blia—tan del gusto de los de la "línea del Concilio"—
se dice que los primeros padres de la humanidad esta
ban desnudos mientras vivían en estado paradisíaco.
Pero que tan pronto como cometieron el pecado, sintie
ron la necesidad de cubrir la desnudez que antes no ad
vertían. Dios mismo aparece dándoles un vestido de pie-

63
les. La doctrina ahí contenida es: el vestido tiene como
objeto principal defender la debilidad humana contra los
brotes de la concupiscencia.

10 —La unión sexual entre solteros no puede ser


ilícita cuando es la culminación de un verdade
ro amor.

—El verdadero amor no lleva a la entrega de los cuer


pos, sino de las almas. El amor que lleva a la unión de
los cuerpos es el matrimonial, que por ley natural y di-
vino-positiva solamente es lícito entre cristianos me
diante el sacramento. Entre los no cristianos, por ley
natural, tampoco hay libertad absoluta acerca del matri
monio, sino que hay que seguir las leyes del contrato y
de la unicidad y perpetuidad.

11 —El Episcopado alemán ha permitido el uso de


las pildoras anticonceptivas.

—Esta afirmación es injuriosa al Episcopado alemán.


No hay tal. Los que así se expresan unlversalizan y en
tienden mal unas normas que revisó—aunque no sus
cribió^—el Cardenal Dopfner para su Archidiócesis. Al
nq firmarlas, no se las quiso hacer suyas, y mucho me
nos prescribirlas. Allí se hablaba del amor conyugal, de
las dificultades sociales y domésticas de muchas fami
lias, y de la buena voluntad de muchas parejas. De aquí
se llegaba a ciertas conclusiones, que con muy buen
juicio no quiso suscribir el Cardenal, y seguramente hu
biera hecho mejor si hubiera prohibido que se divulga
ran. Por de pronto se prestaban a ser mal interpretadas,
como muchos lo hicieron; y por esta causa merecieron
la reprobación de moralistas y teólogos muy renombra
dos y nada anticuados. Por lo demás, la licitud o ilicitud
de las pildoras anticonceptivas no está en manos de los
sacerdotes o moralistas individuales, por autorizados
que sean, ya que el Papa expresamente ha prohibido de
terminar sobre el caso nada distinto de la doctrina tra
dicional, y ha reservado exclusivamente a su Autoridad
docente cualquier interpretación que pretenda ampliarla.

64
12 —Por lo menos la esposa no tiene que oponerse
al marido que no quiera hacer un uso bueno del
matrimonio.

—Esta afirmación es inadmisible.. La esposa no es


una estatua de mármol pasiva, sino una compañera ac
tiva de carne y huesos. Es compañera y cooperadora en
un acto que se lleva a término entre dos. Como el caso
puede presentar matices muy variados, la esposa ha de
consultar su caso con el confesor; pero nunca puede
aplicarse sin más el principio: "Yo no quiero nada; él
que se arregle." ¿Estará tranquila y tan frescamente pa
siva si se entera de que el marido tiene tratos con otra
mujer? ¿Por qué no aplica el mismo principio?

13 —¿Ha recomendado el Concilio la educación


sexual de los niños? ¿Por qué no se hace?

—El Concilio, con suma sobriedad ha dicho: "Hay que


iniciarlos (a los niños) conforme avanza su edad, en una
positiva y prudente educación sexual." Eso es todo lo
que el Concilio dice. La misma sobriedad empleada pone
de manifiesto cómo desea la Iglesia que los educadores
formen a la juventud con delicadeza y los inicien así
debidamente, pero con espíritu idénticamente cristiano,
de manera que la formación o educación no sea una pro
vocación o una perversión.

14 —¿Dónde consta que el Matrimonio es Sacra


mento?

—Siempre el Matrimonio ha sido considerado como


algo sagrado. La Sagrada Escritura compara la unión
del hombre y la mujer en el matrimonio como la unión
de Cristo con su Iglesia. Así lo definió la Iglesia en el
Concilio de Trento (Sesión 2.a Canon 1.°): "Si alguno di
jere que el matrimonio de los cristianos no es verdadera
y propiamente uno de los siete Sacramentos instituidos
por Cristo Nuestro Señor, sea anatema", es decir, conde
nado como hereje y excomulgado.

65

I.O QUE NO H* DICHO EL CONCILIO.—5


15 —¿Me puede decir la doctrina de la Iglesia so
bre la regulación de la natalidad y la permisión
de las pildoras?

—En cuanto al control de la natalidad la Iglesia siem


pre lo ha condenado hasta nuestros días. Recuerde usted
el discurso de Pablo VI a la ONU el 6 de octubre de
1965: "...La vida del hombre es sagrada; nadie puede
atreverse a atentar contra ella..., vuestra tarea es hacer
que el pan sea suficientemente abundante en la mesa
de la humanidad, y no de favorecer un control artificial
de nacimientos, que sería irracional, amén de disminuir
el número de convidados al banquete de la vida."
En cuanto a las famosas pílidoras ni el Concilio ni el
Papa se han pronunciado a favor. Más todavía, el juicio
sobre su licitud se lo ha reservado personalmente el
Sumo Pontífice, quien ha manifestado claramente que
no encuentra razones válidas para apartarse de las en
señanzas tradicionales de la Iglesia, y que los esposos ca
tólicos deben cumplir en conciencia sus deberes matri
moniales. Es decir, que están vigentes y no han perdido
valor las normas dadas por Pío XII y los anteriores Pon
tífices. He aquí las palabras de Pablo VI: "...Por ahora
no tenemos motivo suficiente para juzgar superadac, y
por tanto no válidas, al menos hasta que no nos sinta
mos en conciencia obligados a modificarlas. En un tema
de tanta gravedad es conveniente que los católicos sigan
una ley propuesta por la Iglesia con autoridad; y con
viene, por tanto, que nadie por ahora se atribuya el de
recho de pronunciarse en términos opuestos a la norma
vigente." (Discurso al Sacro Colegio, 23-VI-1964.)
Para terminar, parece que la "ciencia" adelantándose
al mismo Papa se está ya pronunciando en contra de las
famosas pildoras. El doctor Sherif S. Shafey, Profesor
adjunto de Neurología en la Facultad de Medicina de la
Universidad de Miami (EE.UU.) ha presentado un infor
me en el último Congreso de la "American Heart Asso-
ciation" levantando la voz en contra de la pildora que
produce apariciones de varios síndromes neurológicos
graves, a saber: cuadros de oclusión de arterias cere
brales, de trombosis de las venas de la corteza cerebral
y de los senos venosos, cefaleas migranoides o vascu
lares, e incluso casos de seudotumores cerebrales (ABC,
diciembre 1965). Por otra parte, el que las pastillas no

66
fueran nocivas no sería ningún indicio positivo en que
se pudiera fundar la licitud moral, que es una cuestión
formalmente distinta de la medicina.

16 —¿Cuál es la última palabra sobre la cuestión


de las pildoras?

—Precisamente en el pasado octubre de 1966 Pablo VI


en el LII Congreso Nacional de la Sociedad Italiana de
Obstetricia y Ginecología, acaba de decir: "Recordare
mos aquí solamente cuanto expusimos en nuestro dis
curso del 23 de junio de 1964; es decir el pensamiento
y la norma de la Iglesia no han cambiado; son los vi
gentes en la enseñanza tradicional de la Iglesia. El
Concilio Ecuménico hace poco celebrado ha aportado
algunos elementos de juicio muy útiles para integrar
la doctrina de la Iglesia en este tema tan importante,
pero no suficientes para cambiar sus términos sus
tanciales, apropiados más bien para ilustrarla, y de
mostrar, con argumentos autorizados, el sumo interés
que la Iglesia pone en los problemas concernientes al
amor, al matrimonio, la natalidad y la familia... En
tre tanto, como decíamos en el citado discurso, las nor
mas enseñadas por la Iglesia, integradas por las sabias
instrucciones del Concilio, exigen una fiel y generosa
observancia; no pueden considerarse como no obliga
torias, como si el magisterio de la Iglesia estuviera
ahora dudando sobre ellas, mientras dura el estudio
y la reflexión sobre cuanto se ha observado digno de
atenta consideración."

17 —En concreto, ¿cuándo podría ser lícito o ilí


cito el uso de la pildora?

—Dios Creador ha ligado a la finalidad de las leyes


naturales el advenimiento de la especie humana, cuya
dignidad la misma exaltación del acto conyugal repre
senta, de modo que al hombre racional le es preciso
acatar, ya la sabiduría de estas leyes, ya la prodigali
dad del amor—que concebido en el consorte, tiene el
término natural en el hijo—ya también la especialísi-
ma dignidad del acto por el cual el hombre se hace co-

67
laborador de un ser al que Dios infunde el alma inmor
tal. Es por ello ilícito atentar, siquiera en lo biológico,
a la ley que preside a tan altos destinos.
Será completamente ilícito emplear la pildora para
impedir la fecundación en sí misma. Lo mismo da que
con ello se quiera primordialmente impedir la prole
en un momento dado, que procurarle a la mujer el
estado Ubre de embarazos, aun cuando con ello se le
quiera evitar graves trastornos. En cuanto a esto últi
mo, la sana intención no puede admitir, so pretexto de
una finalidad lícita en sí misma, el empleo de medios
reprobables. Como reza el aforismo: "el fin no justi
fica los medios".
Otra cosa sería pretender solamente el descanso del
órgano ovulatorio, cosa que parece conseguir la pro-
gesterona y por ello algunos médicos la han indicado
para regular ciclos menstruales. Dejamos a juicio de
ellos, que no atañe a la moral, el dictaminar la con
veniencia de su empleo en tal supuesto. De hecho, lo
usan muy poco para tal fin. Pero fijémonos que en
este caso, que habida causa proporcionada considera
ríamos moralmente lícito, lo que se pretende no es
usar de la esterilidad aun con fines médicos, sino que
directamente lo que se busca, es el mero descanso
del ovario, siendo entonces la esterilidad temporal
no un fin, ni un medio de curación, sino una simple
consecuencia, meramente tolerada, nunca pretendida,
del descanso ovulatorio. Así vemos que a doncellas que,
siendo vírgenes, no tenían por qué pensar en emba
razos, se les ha recetado alguna vez la progesterona con
la única finalidad de procurar, mediante la inhibición
temporal del ovario, una menstruación regular.
¿Se quiere saber en un caso concreto si es lícito
usar el medicamento? Pregúntese la paciente: —Al
tomar la pastilla, ¿qué es lo que pretendo? ¿Lo hago
para evitar las consecuencias de mi acto sexual, de
modo que no pueda venir un hijo que perturbe mi
tranquilidad o mi salud? Entonces no es lícito que
tome la pastilla. ¿Lo hago solamente para normalizar
mi ciclo, sin que ello lo consiga mediante la esterili
dad, que en este caso no es un medio, sino una mera
consecuencia del descanso del ovario? Entonces se
rá lícito tomar el medicamento.
Vea cada cual la sinceridad de su respuesta; puede

68
uno engañarse a sí mismo, pero nunca engaña a Dios.
Nótese que no hay paridad entre el mero descanso
del ovario y la inhibición procurada con artificio del
resto de las funciones que presiden a un embarazo. La
ovulación se produce normalmente, aun en ausencia
del acto sexual. No así la fecundación, que origina un
nuevo ciclo biológico de índole totalmente determi
nante. Pretender usar de la anovulación con el fin
expreso de hurtarle a la fecundación su natural e in
dispensable consecuente es atentar al ciclo, no de la
ovulación, sino de la fecundación en sí misma. Vemos
pues que el acto se define en este caso por la intención.
Leemos en ABC del 19 de agosto de 1966:
Madrid.—A raíz de haberse publicado en un sema
nario gráfico de Barcelona un reportaje favorable al
uso de las pildoras "anti baby", la Oficina de Prensa
del Obispado de Gerona ha hecho pública una nota
sobre la postura moral de la Iglesia ante este proble
ma, para evitar el confusionismo que estos artículos
puedan crear en las conciencias de los matrimonios
católicos. "Esta nota—advierte dicha Oficina—ha sido
elaborada contando con los debidos asesoramientos
médico-teológicos." Y dice así:
"En el aspecto moral. 1." Según la doctrina del Con
cilio, y mientras el Papa no diga otra cosa, están vi
gentes las noimas dadas por anteriores pontífices y
que pueden resumirse con las siguientes palabras de
Pío XII:

a) "Si la mujer toma este medicamento, no con vis


tas a impedir la concepción, sino únicamente por indi
cación médica como un remedio necesario, a causa de
una enfermedad del útero o de otro órgano, ella pro
voca una esterilización indirecta que permanece per
mitida."

b) "Pero se provoca una esterilización directa, y en


consecuencia ilícita, cuando se impide la ovulación
a fin de preservar el útero y el organismo de las con
secuencias de un embarazo que no es capaz de sopor
tar." (Discurso a los participantes en el Congreso Inter
nacional de Hematología, 12 noviembre 1958.)
2.a Por otra parte, no debe confundirse la opinión

69
personal de algunos teólogos moralistas e incluso mé
dicos, aunque gocen de justa fama, con la doctrina
del magisterio pontificio, el cual, en último término,
es el que debe dar las normas definitivas en esta ma
teria tan delicada.
En el aspecto médico: a) La necesidad de tomar las
pildoras como remedio únicamente se plantea en casos
muy excepcionales que sólo el médico puede enjuiciar,
ya que, aparte del hecho cierto de que entonces se
impide la gestación, también son ciertas las lesiones
que puede producir aun en organismos sanos, tanto
más en aquellos que, precisamente por estar enfermos,
necesitan medicación.

b) Las consecuencias perjudiciales derivadas de la


medicación mediante las pildoras, pueden comprender
desde lesiones orgánicas leves, reversibles, hasta en
fermedades mortales; pueden afectar el psiquismo, per
turbando la relación matrimonial entre los esposos, y
pueden provocar consecuencias en los hijos.
c) Aun en aquellos casos en los cuales, según las
normas morales antes indicadas, haya necesidad de
tomar las pildoras de manera seguida, hay que acudir
con frecuencia al control médico, porque existe el pe
ligro de lesiones que no se traducen en alteraciones
fácilmente visibles."

A este respecto—y como complemento de esta nota


del Obispo de Gerona—podemos añadir que en varios
boletines episcopales del mes de octubre último se
incluye un "Aviso a los sacerdotes"—publicado en la
tín—en el que se les invita a la prudencia en tan deli
cado tema y no a tomar posturas precipitadas por su
cuenta en tanto que el Papa no haga saber su decisión
sobre el problema.

18 —En alguna reunión de matrimonios nos han


dicho que grandes teólogos admitían la licitud
de la famosa pildora. Yo mismo leí en el diario
«Pueblo», de Madrid, que el célebre teólogo Leo
Alting Von Geusau, en una entrevista con un
religioso, hacía afirmaciones muy distintas de
lo que se dice en las respuestas anteriores. Ade-

70
más también particularmente me han afirma
do que hay Prelados que piensan así.
—No desconozco tales informaciones, pero sobre es
tas materias controvertidas y la aplicación de algunos
principios a problemas nuevos, hay que recordar lo
que declaró el Cardenal Ottaviani a este propósito:
"De una manera general, a la Santa Sede no le gusta
que tal o cual autoridad local exprese ideas doctrinales
sobre cuestiones controvertidas que requieren, más
bien, directrices provenientes de la autoridad central...
Es el magisterio supremo quien debe intervenir en
cuestiones tan graves y controvertidas, las cuales no
deben ser dejadas a merced de la opinión de uno solo,
ni que fuese Obispo o Cardenal...
...La Iglesia ha hablado claramente, y en tiempos
recientes, a través de las Encíclicas de los Pontífices
romanos. Las directrices, pues, ya las tenemos.
Querer cambiar la situación simplemente porque la
población aumenta o a causa de los problemas econó
micos que se presentan, no tiene valor ante los gran
des principios doctrinales basados, en gran parte, sobre
el derecho natural.
Muchos se muestran escépticos cuando hablamos de
nuestra confianza en la Providencia, cuando decimos
que Dios rige y gobierna el mundo. Pero nosotros...
nosotros tenemos fe y no ponemos en duda lo que la
Iglesia enseña sobre el gobierno del mundo por Dios
Todopoderoso."

19 —Recientemente en el III Congreso Mundial


del Apostolado Seglar se aprobó una resolución
que deja entender la licitud de la «pildora»...
—El número II de la resolución IV de las apro
badas por los jefes de delegaciones del III Congreso
Mundial del Apostolado de los Laicos, al ocuparse del
problema angustioso de la expansión demográfica, re
cordaba literalmente en su apartado d) el sentimiento
muy agudo que tienen los laicos cristianos de la nece
sidad de una toma de posición claro de las autoridades
docentes de la Iglesia, que se concentre sobre los valo
res fundamentales, morales y espirituales, dejando la

71
elección de los medios científicos y técnicos para rea
lizar una paternidad responsable a los padres, actuan
do conforme a su fe cristiana y sobre la base de con
sulta médica y científica.
Huelga decir que la resolución citada apuntaba a
urgir la pronta respuesta del Papa a la ya famosa cues
tión de la "pildora", sometida por el propio Pontífice
a una Comisión por él mismo designada para su estu
dio. Terminó su trabajo y puso en manos de Pablo VI
sus conclusiones, hechas públicas, imprudente y ex
temporáneamente, por alguien que tuvo acceso al se
creto de la documentación.
Sin embargo, la fórmula adoptada en su resolución
por el Congreso de los Laicos no fue lo precisa ni acer
tada que fuera de desear, precisando de matizaciones
que impidieran una interpretación del problema un
tanto simplista e incompleta y quizá hasta disonante
de la doctrina conciliar sobre el tema, recogida en la
constitución "Gaudium et Spes" (50).
De ahí que el diario vaticano "L'Osservatore Roma
no", tres días después de la aprobación por el Congreso
de aquella resolución, se sintiera en la necesidad de
hacer pública una aclaración sobre el tema, del presi
dente de la comisión eclesiástica del propio Congreso,
cardenal Roy, arzobispo de Quebec, en el sentido de
que la paternidad responsable de que allí se habla debe
interpretarse en el sentido tan claramente indicado por
el Concilio Ecuménico Vaticano II, o sea, que los padres
han de actuar conforme a su fe cristiana, pero GUIA
DA POR EL MAGISTERIO ECLESIÁSTICO.
Aclaración o precisión que entraña por parte del
presidente eclesiástico del Congreso, cardenal Roy, un
doble aspecto: que no basta cualquier criterio subje
tivo de los padres en el ejercicio de su paternidad res
ponsable, y que tal criterio ha de estar siempre con
corde con su fe cristiana, no de cualquier modo, sino
tal como la entiende e interpreta el Magisterio de la
Iglesia, único intérprete autorizado de la ley a la luz
del Evangelio.
Sólo así podrán llegar los padres a un juicio recto
y no caprichoso o contrario al juicio auténtico de la
Iglesia. Convendrá recordar a este propósito lo que el
Concilio Vaticano II estableció solemnemente sobre el
tema.

72
"En el deber de transmitir la inda humana—dice la
constitución "Gaudium et Spes" número 50—y de edu
carla..., los cónyuges saben que son cooperadores del
amor de Dios Creador y como sus intérpretes. Por eso,
con responsabilidad humana y cristiana cumplirán su
misión y con dócil reverencia hacia Dios se esforzarán
ambos, de común acuerdo y común esfuerzo, por for
marse un juicio recto, atendiendo tanto a su propio
bien personal como al bien de los hijos, ya nacidos
o todavía por venir, discerniendo las circunstancias
de los tiempos y del estado de vida, tanto materiales
como espirituales, y, finalmente, teniendo en cuenta
el bien de la comunidad familiar, de la sociedad tem
poral y de la propia Iglesia. Este juicio, en último tér
mino, deben formarlo ante Dios los esposos personal
mente. En su modo de obrar los esposos cristianos,
sean conscientes de que no pueden proceder a su an
tojo, sino que siempre deben regirse por la conciencia,
la cual ha de ajustarse a la ley divina misma, dóciles
al Magisterio de la Iglesia, que interpreta auténtica
mente esa ley a la luz del Evangelio"

El texto conciliar no deja lugar a dudas sobre el


camino que debe seguirse. Como tampoco las declara
ciones posteriores y reiteradas de Su Santidad Pablo VI
en relación con el tema, a saber, que mientras la Igle
sia, como intérprete supremo de la ley a la luz del
Evangelio, no diga su palabra definitiva, nada ha de
innovarse, quedando mientras tanto vigente y en todo
su valor la doctrina que en su día expuso Pío XII.
En conclusión, pues, la resolución que nos ocupa del
Congreso Mundial del Apostolado Seglar, en tanto es
exacta y aceptable en cuanto se sobreentienda que los
padres obran responsablemente conforme a su fe cris
tiana cuando esta su fe está sometida y es guiada por
el Magisterio de la Iglesia. Lo contrario entrañaría el
gravísimo peligro de que cada pareja se erigiera en
intérprete de esa fe y de la ley, cayendo en la vieja
herejía del libre examen o de la supresión del magis
terio que Cristo previo y quiso para su Iglesia.

20 —Pero ahora se ha publicado el informe «se


creto» en que la «mayoría» de la comisión en
cargada por la Santa Sede sobre el problema de

73
la pildora se pronuncia en favor de la misma.
Esto ya es una especie de aprobación implícita
para que se propague su uso.

—Dicha publicación ha sido una violenta transgre


sión a los deberes de ética que el secreto profesional
marca a aquellos a quienes se les confía tal misión. Le
contestaremos con el artículo aparecido en el"Correo
de Genova" y "La Liberté" de Friburgo, el 2-3 de sep
tiembre de 1967. El P. Henri de Riedmatten, O.P., se
cretario de la Comisión Pontificia para el estudio de
los problemas sobre la población, la familia y la nata
lidad, lo escribió a título estrictamente personal:
"La reciente publicación por las "Ediciones du Seuü"
del libro titulado "Controle des naissances et théologie",
constituye un hecho profundamente doloroso. No po
demos menos de admirarnos al ver cómo se ponen a la
venta en el comercio textos sobre los que ni el editor,
ni el traductor, ni el autor de la indiscreción, tienen
ningún derecho de propiedad.
Pero la publicación, sobre todo, constituye una gra
ve injusticia para los hombres que han trabajado bajo
la garantía de secreto, destinado no solamente a pro
teger un delicado camino de la Iglesia, sino a prote
gerles a ellos mismos contra la indelicadeza y presiones
de la publicidad, con propósitos unidos en un trabajo
cordial que precisa una atmósfera de total confianza
a la consulta de la suprema autoridad.
Los comentarios de M. Paupert acerca del documen
to llamado de "La minoría", prueban por sí solos cuan
justificadas eran estas precauciones. Un documento
de trabajo, redactado no como respuesta a otro docu
mento, sino simultáneamente, a fin de obtener en un
estadio avanzado del debate, pero no en su conclusión,
una mirada sintética provisional como resumen de la
tesis estudiada, se convierte en base de apreciaciones
e insinuaciones pérfidas que ponen en duda incluso la
honorabilidad teológica y humana de los autores.
Pero por otra parte con una actuación de este estilo,
M. Paupert causa perjuicio a la "mayoría", puesto que
contribuye a acreditar la tesis demasiado divulgada
ya, de que la indiscreción viene de ese lado. Sobre el
origen de la indiscreción a un secreto obligado de los
trabajos que han durado más de tres años, no quiero

74
saber más. Eso ha causado un grave daño a la Iglesia
y a la reputación de hombres que habían trabajado con
empeño, humildad y caridad. Y el daño producido por
la indiscreción, se agrava pesadamente con la publica
ción del libro.
Sobre esto último—la publicación del libro—podría
añadir multitud de cosas. Hacer patente, por ejemplo,
la amplitud de la indiscreción, que no se limita a la
publicación de los documentos revelados, la pasada
primavera por la Prensa.
Y a pesar del suplemento de información, la presen
tación de M. Paupert formula inexactitudes sobre la
naturaleza del trabajo confiado a la comisión, de las
diversas circunstancias del trabajo al que alude y so
bre el sentido mismo de los documentos pubhcados
"in extenso". ¿Será preciso detenerse en lo que parece
lo más grave: la falta de respeto a la autoridad que
hizo emprender los trabajos en condiciones muy preci
sas, principalmente de discreción? Se dice que este ar
gumento ya no tiene fuerza para algunos hijos de la
Iglesia. Mi respuesta sería sencillamente, que rehusar
a la Iglesia el derecho de actuar como mejor le parezca
en una encuesta seria y audaz a un tiempo, destinada
a permitir al Magisterio sopesar los elementos de un
problema capital cuya resolución sólo le corresponda
a ella, y que le está reservado en exclusiva, no es ser
virla. Confieso que estoy tentado de decir cosos mucho
más serias. Pero ello desvirtuaría esta propuesta que
tengo el derecho y el deber de hacer, puesto que he
conocido como nadie las condiciones y desarrollos de
los trabajos de la Comisión.
Se ha causado daño a los hombres, a la Iglesia (a
todo el pueblo de Dios, no sólo a la Jerarquía). Se han
conculcado las reglas más elementales del respeto a
la persona, a la autoiidad y a la verdad: Esto debe de
cirse con toda firmeza."

21 —Pero la jerarquía no ha desautorizado a los


que han publicado tal informe...

—No es así. El Arzobispo de Madrid-Alcalá, ha di


fundido la siguiente nota publicada en la prensa el 19
de enero del corriente año:

75
"Las frecuentes campañas en favor de ciertos mé
todos para la regulación de la natalidad y en particular
de la llamada pildora anticonceptiva, se han agudizado
en estos días por la inesperada publicación, hecha fuera
de España y sin el consentimiento de la Santa Sede,
de unos estudios confidenciales encomendados por el
Papa a una comisión internacional de expertos. Cuatro
autores españoles acaban de traducirlos también y
divulgarlos en lengua castellana, sin autorización de la
jerarquía eclesiástica competente.
A fin de que la conciencia de nuestros fieles no pa
dezca desorientación alguna por esas campañas, este
Arzobispado se ve en la necesidad de recordar una vez
más que el Romano Pontífice, consciente de las graví
simas consecuencias de orden personal y social que
entraña el uso de los referidos métodos, se ha reservado
para sí el juicio definitivo sobre su moralidad. No ha
escatimado esfuerzo por escuchar a cuantos por su
sabiduría y experiencia podían aconsejarle en tan difí
cil materia, antes de pronunciar su dictamen. Pero
mientras éste no se produzca y haga público, todos los
hijos de la Iglesia siguen obligados a prescindir de
dichos métodos, en conformidad con las normas vigen
tes, dadas por Su Santidad Pío XII."

22 —¿Verdad que ahora a la luz del Concilio no


son admisibles las familias numerosas?

—Esto es lo que algunos han hecho creer muy equivo


cadamente, muy contra el sentir de la Iglesia y muy
contra la tradición de los siglos cristianos. Nos compla
cemos en repetir las palabras de uno de los más hermo
sos discursos de Pío XII, en 20 de enero de 1958, en que
el Pastor Angélico decía maravillosamente: "Las fami
lias numerosas, es decir, las más bendecidas por Dios,
predilectas y estimadas por la Iglesia como preciosísi
mos tesoros. Pues de ellas recibe más abiertamente un
triple testimonio que, a la vez que confirma a los ojos
del mundo la verdad de su doctrina y la rectitud de su
práctica, redunda, por fuerza del ejemplo, en gran pro
vecho de todas las demás familias y de la misma socie
dad civil. Pues donde se encuentran con frecuencia las
familias numerosas atestiguan la sanidad física y mo
ral del pueblo cristiano, la fe viva en Dios y la confian-

76
za en su Providencia, la santidad fecunda y alegre del
matrimonio católico."

23 —¿Cuál será, pues, el medio normal para regu


lar la fecundidad del matrimonio?

—Una palabra que se tiene miedo a pronunciar: la


continencia. Solamente comprensible para los que viven
vida de gracia santificante, frecuencia de sacramentos,
huida de las ocasiones y devoción a la Purísima Madre
de Dios. El Cardenal Montini en la Pastoral de Cuaresma
de 1960 siendo Arzobispo de Milán, dijo así: "Si una dis
ciplina en la fecundidad es necesaria—como es de su
poner que se requiera de todo matrimonio en determi
nadas circunstancias—, la continencia debería ser el me
dio normal para practicarla. No es contraria esta virtud
a la felicidad de los esposos, ni tampoco a la vitalidad
de su amor y de su convivencia. Exige una educación,
exige una fuerza moral y espiritual, exige, como siem
pre, una ayuda de la oración y de la gracia. Pero es par
te importante del programa de la vida wistiana. Felices
aquellos que sepan imponerse su virtuoso ejercicio. Con
él experimentarán ocultas compensaciones espirituales."

24 —He oído decir muchas veces que hay que pres


cindir de la moral del «no»... y que únicamente
valen las orientaciones morales afirmativas,
positivas...
—La moral hay que aceptarla tal como fluye del orden
divino que integra preceptos positivos y negativos, se
unen maravillosamente el "sí" y el "no" encauzando la
libertad humana. Es puro evangelio aceptar los precep
tos que algunos desdeñosamente llaman negativos. Pa
blo VI nos lo enseña así: "Cristo fundó la vida moral
de sus seguidores sobre una base que podríamos llamar
NEGATIVA, la renuncia, la abnegación, el sacrificio, la
cruz... Quien pretendiese renovar la vida de la Iglesia
suprimiendo las mortificaciones y las molestias, grandes
o pequeñas que les son propias, por exigencia moral o
por una ascética reconocida, no interpretaría rectamen
te la ley fundamental del espíritu evangélico..." (Discur
so, 31 agosto 1966).

77
LA ENCÍCLICA "HUMANAE VITAE"

1 —¿Me podría analizar los principios de la «Hu-


manae vitae» sobre el amor conyugal?

—Los resumimos así:

Primer principio.—Nuestro amor conyugal es un


amor plenamente humano, total, fiel, exclusivo y
fecundo. No se agota en la comunión entre los es
posos, sino que está destinado a prolongarse sus
citando nuevas vidas.

"9. ... Es, ante todo, un amor plenamente hu


mano, es decir, sensible y espiritual al mismo
tiempo. No es, por tanto, una simple efusión del
instinto y del sentimiento, sino que es también, y
principalmente, un acto de la voluntad libre, des
tinado a mantenerse y a crecer mediante las ale
grías y los dolores de la vida cotidiana, de forma
que los esposos se conviertan en un solo corazón
y en una sola alma, y juntos alcancen su perfec
ción humana.
Es un amor total, esto es. una forma singular
de amistad personal, con la cual los esposos com
parten generosamente todo, sin reservas indebi
das o cálculos egoístas. Quien ama de verdad a su
propio consorte no lo ama sólo por lo que de él

79
recibe, sino por sí mismo, gozoso de poder enri
quecerlo con el don de sí.
Es un amor fiel y exclusivo hasta la muerte. Así
lo conciben el esposo y la esposa el día en que
asumen libremente y con plena conciencia el em
peño del vínculo matrimonial. Fidelidad que a ve
ces puede resultar difícil, pero que siempre es po
sible, noble y meritoria; nadie puede negarlo. El
ejemplo de numerosos esposos a través de los si
glos demuestra que la fidelidad no sólo es conna
tural al matrimonio, sino también manantial de
felicidad profunda y duradera.
Es, por fin, un amor fecundo que no se agota
en la comunión entre los esposos, sino que está
destinado a prolongarse suscitando nuevas vidas.
"El matrimonio y el amor conyugal están ordena
dos por su propia naturaleza a la procreación y
educación de la prole."

Y este amor precisamente, y no otra cosa, exige de los


esposos una conciencia de su misión de paternidad res
ponsable. De aquí un

Segundo principio.—El amor conyugal nos exi


ge a los esposos una conciencia de nuestra misión
de paternidad responsable, que se practica, ya sea
con deliberación ponderada y generosa de tener
una familia numerosa, ya sea con la decisión to
mada por graves motivos y en el respeto a la ley
moral de evitar un nuevo nacimiento.
La encíclica examina esta paternidad responsa
ble bajo diferentes aspectos en relación con los pro
cesos biológicos, con las tendencias del instinto y
de las pasiones, con las condiciones físicas, econó
micas, sociológicas y sociales y, en fin, en su rela
ción con Dios, es decir, con el conocimiento de Su
voluntad.

"10. ...La paternidad responsable comporta,


'sobre todo, una vinculación más profunda con el
orden moral objetivo, establecido por Dios, cuyo
fiel intérprete es la recta conciencia. El ejercicio
responsable de la paternidad exige, por tanto, que
los cónyuges reconozcan plenamente sus propios

80
deberes para con Dios, para consigo mismo, para
con la familia y la sociedad, en una justa jerar
quía de valores.
En la misión de transmitir la vida, los esposos
no quedan, por tanto, libres para proceder arbi
trariamente, como si ellos pudiesen determinar de
manera completamente autónoma los caminos lí
citos por seguir, sino que deben conformar su con
ducta a la intención creadora de Dios, manifestada
en la misma naturaleza del matrimonio y de sus
actos constantemente enseñada por la Iglesia."

Tercer principio.—Esta voluntad de Dios culmi


na en el amor. Los actos en que los esposos se unen
en casta intimidad son honestos y dignos; pero
cualquier acto matrimonial debe quedar abierto a
la transmisión de la vida.

"11. ... Dios ha dispuesto con sabiduría leyes y


ritmos naturales de fecundidad que por sí mismos
distancian los nacimientos. La Iglesia, sin embar
go, al exigir que los hombres observen las normas
de la ley natural interpretada por su constante
doctrina, enseña aup. cualquier acto matrimonial
("quilibet matrimonii usus") debe quedar abierto
a la transmisión de la vida."

¿Pero es que nosotros, los cónyuges, podemos separar


los dos aspectos complementarios del acto conyugal: la
unión y la procreación, el amor y los hijos (eventuales)?

Cuarto principio.—Esta doctrina se funda sobre


la inseparable conexión que hay entre los dos sig
nificados del acto conyugal: el unitivo y el pro
creador.

"12. ...Efectivamente, él acto conyugal, por su


íntima estructura, mientras une profundamente a
los esposos, los hace aptos para la generación de
nuevas vidas, según las leyes inscritas en el ser
mismo del hombre y de la mujer. Salvaguardando
ambos aspectos esenciales, unitivo y procreador,
el acto conyugal conserva íntegro el sentido de
amor mutuo y verdadero y su ordenación a la al-

81

LO QUE NO HA DICHO EL CONCILIO.—6


tísima vocación del hombre a la paternidad. Nos
pensamos que los hombres, en particular los de
nuestro tiempo, se encuentran en grado de com
prender el carácter profundamente razonable y
humano de este principio fundamental."

Entonces se dirá: ¿cómo ser fieles a los deseos de


Dios? Con el cumplimiento del

Quinto principio.—El de la doble fidelidad, al


amor y al plan de Dios. Usar de este don divino
destruyendo su significado y su finalidad es con
tradecir la naturaleza del hombre y el plan de Dios.
Primero, decimos, fidelidad al amor.
"13. ...Un acto conyugal impuesto al cónyuge
sin considerar su condición actual y sus legítimos
deseos no es un verdadero acto de amor, y pres
cinde, por tanto, de una exigencia del recto orden
moral en las relaciones entre los esposos."

Confesémoslo sinceramente, la encíclica ha puesto el


dedo en una de las llagas del amor conyugal: la falta
de atención de uno de los cónyuges hacia el otro. Dicho
de otro modo: el egoísmo.

En segundo lugar, fidelidad a la ley que el Creador ha


agregado al acto conyugal: no prejuzgar la disponibi
lidad de transmitir la vida. Tal vez, en general, sea esto
lo más difícil de comprender para muchos, porque esta
ley perturba o imposibilita bastantes hábitos adquiridos.
Su reconocimiento exige un esfuerzo conjunto de la in
teligencia y de la voluntad. Por eso añade la encíclica:
"Así, quien reflexiona rectamente deberá tam
bién reconocer que un acto de amor recíproco, que
prejuzgue la disponibilidad a transmitir la vida
que Dios Creador, según particulares leyes, ha
puesto en él, está en contradicción con el designio
constitutivo del matrimonio y con la voluntad del
Autor de la vida. Usar este don divino destruyen
do su significado y su finalidad, aun sólo parcial
mente, es contradecir la naturaleza del hombre y

82
de la mujer y sus más íntimas relaciones, y por
lo mismo es contradecir también el plan de Dios
y su voluntad. Usufructuar, en cambio, el don del
amor conyugal respetando las leyes del proceso
generador significa reconocerse no arbitros de las
fuentes de la vida humana, sino más bien adminis
tradores del plan establecido por el Creador."

Sólo así comprenderemos que el deseo de Dios está


en contradicción con el uso de anovulatorios y que es
necesario respetar las leyes del proceso generador. Nos
otros no somos dueños de las fuentes de la vida huma
na, sino más bien los servidores del deseo de Dios. Esta
palabra, "dueños", centra la cuestión a nuestro juicio.

Sexto principio.—Hay que excluir el aborto, la ex-


terilización y todo acto que se proponga hacer im
posible la procreación.

"14. ... Tampoco se pueden invocar como razo


nes válidas, para justificar los actos conyugales
intencionadamente infecundos, el mal menor o el
hecho de que tales actos constituirían un todo con
los actos fecundos anteriores o que seguirían des
pués, y que, por tanto, compartirían la única e
idéntica bondad moral... Es, por tanto, un error
pensar que un acto conyugal, hecho voluntaria
mente infecundo, y por esto intrínsecamente des
honesto, pueda ser cohonestado por el conjunto
de una vida conyugal fecunda."

Séptimo principio.—La Iglesia no considera ilíci


to el uso de los medios terapéuticos para curar en
fermedades, aunque impidan indirectamente la pro
creación.

Octavo principio.—Es igualmente lícito el uso del


matrimonio sólo en los períodos infecundos y regu
lar así la natalidad.

"16. ...La Iglesia es coherente consigo misma


cuando juzga lícito el recurso a los períodos infe
cundos, mientras condena siempre como ilícito el
uso de los medios directamente contrarios a la

83
fecundación, aunque se haga por razones aparen
temente honestas y serias. En realidad, entre am
bos casos existe una diferencia esencial: en el pri
mero los cónyuges se sirven legítimamente de
una disposición natural; en el segundo impiden
el desarrollo de los procesos naturales. Es verdad
que tanto en uno como en otro caso los cónyuges
están de acuerdo en la voluntad positiva de evi
tar la prole por razones plausibles, buscando la
seguridad de que no se seguirá; pero es igualmen
te verdad que solamente en el primer caso renun
cian conscientemente al uso del matrimonio en
los períodos fecundos cuando por justos motivos
la procreación no es deseable, y hacen uso des
pués en los períodos (¡genésicos para manifestarse
el afecto y para salvaguardar la mutua fidelidad.
Obrando así con ellos dan prueba de amor ver
dadero e integralmente honesto."

Noveno principio.—No puede dejarse a merced de


la intervención de las autoridades públicas el sec
tor más personal y más reservado de la intimidad
conyugal.
Son tan graves las consecuencias de los métodos
del control o regulación artificial de la natalidad,
que es casi seguro que haya pesado mucho en el
ánimo del Santo Padre esta injerencia posible o real
de los poderes públicos, así como el peligro al que
están expuestos los jóvenes si los medios anticon
ceptivos están a la disposición de cualquiera.

Décimo principio.—La Iglesia, garantía de los au


ténticos valores humanos, es, a semejanza de su di
vino Fundador, «signo de contradicción».

"18. ...pero no deja por esto de proclamar con


humilde firmeza toda la ley moral, natural y evan
gélica. La Iglesia no ha sido la autora de éstas, ni
puede, por tanto, ser su arbitro, sino solamente su
depositaría e intérprete, sin poder jamás declarar
lícito lo que no lo es por su íntima e inmutable
oposición al verdadero bien del hombre.".

La encíclica Humanae vitae, rigurosamente fiel al

84
Magisterio de la Iglesia, constituye, efectivamente, el
último jalón de este proceso doctrinal del que fueron
portadores con anterioridad cuatro Soberanos Pontífi
ces y un Concilio Ecuménico, como veremos con más
detalle en la próxima y última glosa comentada: III. Di
rectivas pastorales.

2 —Indíqueme las directrices pastorales para que


los matrimonios católicos den testimonio en el
mundo y ejerciten el apostolado matrimonial.
Basta con reproducir las propias palabras de la Hu-
manae vitae, recordando sus bellísimas exhortaciones a
los esposos cristianos. Helos aquí:

"25. Nuestra palabra se dirige ahora más di


rectamente a nuestros hijos, en particular a los
llamados por Dios a servirlo en el matrimonio.
La Iglesia, al mismo tiempo que enseña las exi
gencias imprescriptibles de la ley divina, anuncia
la salvación y abre con los sacramentos los ca
minos de la gracia, la cual hace del hombre una
nueva criatura, capaz de corresponder en el amor
y en la verdadera libertad al designio de su Crea
dor y Salvador, y de encontrar suave el yugo de
Cristo.
Los esposos cristianos, pues, dóciles a su voz,
deben recordar que su vocación cristiana, iniciada
en el bautismo, se ha especificado y fortalecido
ulteriormente con el sacramento del matrimonio.
Por lo mismo, los cónyuges son asistidos y como
consagrados para cumplir fielmente los propios
deberes, para realizar su vocación hasta la per
fección y para dar un testimonio, propio de ellos,
delante del mundo. A ellos ha confiado el Señor
la misión de hacer visible ante los hombres la
santidad y la suavidad de la ley que une el amor
mutuo de los esposos con su cooperación al amor
de Dios, autor de la vida humana.
No es nuestra intención ocultar las dificultades,
a veces graves, inherentes a la vida de los cónyu
ges cristianos; para ellos, como para todos, 'la
puerta es estrecha y angosta la senda que lleva

85
a la vida'. La esperanza de esta vida debe iluminar
su camino, mientras se esfuerzan animosamente
por vivir con prudencia, justicia y piedad en el
tiempo presente, conscientes de que la forma de
este mundo es pasajera.
Afronten, pues, los esposos los necesarios es
fuerzos, apoyados por la fe y por la esperanza que
'no engaña porque el amor de Dios ha sido difun
dido en nuestros corazones junto con el Espíritu
Santo que nos ha sido dado'; invoquen con ora
ción perseverante la ayuda divina; acudan, sobre
todo, a la fuente de gracia y de caridad en la Eu
caristía. Y si el pecado les sorprendiese todavía,
no se desanimen, sino que recurran con humilde
perseverancia a la misericordia de Dios, que se
concede en el Sacramento de la Penitencia. Podrán
realizar así la plenitud de la vida conyugal, des
crita por el Apóstol: 'Maridos, amad a vuestras
mujeres como Cristo amó a su Iglesia (...). Los
maridos deben amar a sus esposas como a su pro
pio cuerpo. Amar a la esposa, ¿no es acaso amarse
a sí mismo? Nadie ha odiado jamás su propia car
ne, sino que la nutre y lü cuida, como Cristo a
su Iglesia (...). Este misterio es grande, pero en
tendido de Cristo y la Iglesia. Por lo que se refiere
a vosotros, cada uno en particular ame a su es
posa como a sí mismo y la mujer respete a su
propio marido'."

Sin olvidar tampoco el apostolado entre los hogares:

"26. Entre los frutos logrados con un generoso es


fuerzo de fidelidad a la ley divina, uno de los más pre
ciosos es el que los cónyuges no rara vez sienten el de
seo de comunicar a los demás su experiencia. Una nue
va e importantísima forma de apostolado entre seme
jantes se inserta de este modo en el amplio cuadro de
la vocación de los laicos: los mismos esposos se con
vierten en guía de otros esposos. Esta es, sin duda, en
tre las numerosas formas de apostolado, una de las que
hoy aparecen más oportunas."

Es palabra del Vicario de Cristo en la tierra.

86
3 —¿Qué me dice usted de los comentarios de teó
logos, escritores católicos, e incluso algunos Obis
pos y Episcopados discrepando o poniendo dis
tingos a la «Humanae vitae»?
Nos limitamos a recordar el comunicado oficial de la
Oficina de Información del Episcopado Español, que
dice así:

"Han circulado en determinados ambientes y publica


ciones de nuestra Patria durante los últimos meses al
gunas opiniones, que están en claro desacuerdo con las
enseñanzas fundamentales expuestas por Su Santidad
el Papa Pablo VI en su encíclica Humanae vitae.
La Comisión para la Doctrina de la Fe, de la Confe
rencia Episcopal Española, juzga que es grave obliga
ción suya manifestar públicamente el profundo dolor
que le ha causado un hecho como éste, que tanto con
trasta con la actitud de la totalidad del Episcopado, así
como también la de la inmensa mayoría de la prensa y
de los católicos españoles.
Esta Comisión no sólo desaprueba tan desorientadoras
opiniones, sino que se cree en el deber de afirmar so
lemnemente que cualquier doctrina, aun en el caso de
que procediere de teólogos de nota o de personalidades
eclesiásticas, si se halla en oposición con las enseñan
zas explícitas y formales del magisterio del Sumo Pon
tífice, carece totalmente de autoridad y no puede to
marse como norma segura de actuación para la con
ciencia privada.
Al publicar la presente nota, que previamente fue
dada a conocer a la Comisión Permanente del Episcopa
do Español y mereció su aprobación unánime, exhorta
mos a todos los católicos a que lean y mediten con es
píritu de fe el luminoso documento pontificio, atiendan
a las orientaciones que el Episcopado irá dando opor
tunamente, eviten cuidadosamente doctrinas y publica
ciones peligrosas y continúen manteniendo firmemente
la línea de docilidad a la cátedra de Pedro como fieles
hijos de la Iglesia, gozosa y conscientemente sumisos a
su sagrado magisterio."

87
4 —¿La «Humanae vitae» contiene verdades infa
libles y dogmáticas?

No faltan sentencias, en la Humanae vitae, que son


verdaderamente infalibles y dogmáticas.
Se reproducen, como en el caso de la Profesión de
Fe, de Paulo VI, verdades definidas y dogmas procla
mados por el Magisterio tradicional de la Iglesia, "aun
que no hayan de llamarse (tales reproducciones autén
ticas) verdaderas y propias definiciones dogmáticas",
sino más propiamente confirmación de definiciones dog
máticas. Quiérase o no llamar, con verdadera propiedad,
definiciones dogmáticas, lo que está fuera de toda duda
es que no puede haber defecto alguno en la confirma
ción y custodia de los dogmas y definiciones infalibles
por parte de quien es infalible: el Romano Pontífice.
En efecto, afirma Paulo VI en su Humanae vitae.
"... Debemos una vez más declarar que hay que ex
cluir absolutamente, como vía lícita para la regulación
de los nacimientos, la interrupción directa del proceso
generador ya iniciado, y, sobre todo, el aborto directa
mente querido y procurado, aunque sea por razones te
rapéuticas.
Hay que excluir igualmente, como el Magisterio de la
Iglesia ha declarado muchas veces, la esterilización di
recta, perpetua o temporal, tanto del hombre como de
la mujer."
No hace falta que andemos con citas para ver cómo
estas verdades dogmáticas han sido proclamadas cons
tantemente por el Magiserio tradicional de la Iglesia,
especialmene en la Casti connubii. En dichas afirma
ciones, pues, Paulo VI, al igual que sus Predecesores,
es infalible.
Veamos lo que añade Paulo VI en el mismo pasaje de
su encíclica:
"Queda además excluida toda acción que, o en previ
sión del acto conyugal, o en su realización, o en el des
arrollo de sus consecuencias naturales, se proponga,
como fin o medio, hacer imposible la procreación."
He aquí una afirmación que reproduce, en gran par
te de ella, una verdad dogmática, una definición "ex
cathedra" pronunciada por el Magisterio ordinario de
Pío XI en su encíclica Casti connubii:
"Habiendo, pues, algunos manifiestamente separado

88
de la doctrina cristiana, enseñada desde el principio y
transmitida en todo tiempo sin interrupción, y habiendo
pretendido públicamente proclamar otra doctrina, la
Iglesia católica, a quien el mismo Dios ha confiado la
enseñanza y la defensa de la integridad y honestidad de
costumbres, colocada en medio de esta ruina moral, para
conservar inmune de tan ignominiosa mancha la cas
tidad de la unión nupcial, en señal de su divina lega
ción, eleva altamente su voz por Nuestros labios y una
vez más promulga: que cualquier uso del matrimonio,
ejercido de modo tal que el acto sea deliberadamente
frustrado en su virtud natural de engendrar la vida,
INFRINGE LA LEY DE DIOS Y DE LA NATURALE
ZA, y los que tal cometen quedan manchados con la
culpa del pecado mortal."
Y continúa Pío XI invocando la suprema autoridad
de su Magisterio:
"Por consiguiente, según pide Nuestra suprema auto
ridad y el cuidado de la salvación de todas las almas,
encargamos a los confesores y a todos los que tienen
cura de almas que no consientan en los fieles encomen
dados a su cuidado error alguno acerca de esta gravísi
ma ley de Dios, y mucho más que se conserven ellos
mismos inmunes de estas falsas opiniones. Y si algún
confesor o pastor de almas, lo que Dios no permita, in
dujere a los fieles que le han sido confiados a estos
errores, o al menos les confirmara en ellos con su apro
bación o doloso silencio, tenga presente que ha de dar
estrecha cuenta al Juez Supremo por haber faltado a su
deber, y apliqúese aquellas palabras de Cristo: Ellos son
ciegos que guían a otros ciegos, y si un ciego guía a
otro ciego, ambos caen en la hoya." (Mat. 15, 14.)
"Ningún motivo, sin embargo, aun cuando sea graví
simo, puede convertir lo que es intrínsecamente contra
naturaleza en honesto y conforme a la misma natura
leza ; y estando destinado el acto conyugal, por su pro
pia y natural virtud, a la generación de los hijos, lo
que en su ejercicio lo destituyen aposta de su virtud y
esencia natural, obran contra natura y cometen una
acción torpe e intrínsecamente deshonesta."
El mismo dogma de moral natural y divina fue con
firmado infaliblemente por Pío XII, al referirse a la
encíclica Casti connubii en su Discurso al Congreso

89
de la "Unión Católica Italiana de Comadronas" (29 de
octubre de 1951):
"Todo atentado de los cónyuges en el ejercicio del
acto conyugal o en el desarrollo de sus consecuencias
naturales, atentado que tenga por fin privarlo de la
fuerza a él inherente e impedir la procreación de una
nueva vida, es inmoral; y que ninguna indicación o
necesidad puede cambiar una acción intrínsecamente
inmoral en un acto moral y lícito. Esta prescripción si
gue en pleno vigor lo mismo hoy que ayer, y tal será
mañana y siempre, porque no es un simple precepto de
derecho humano, sino LA EXPRESIÓN DE UNA LEY
QUE ES NATURAL Y DIVINA."
Sin embargo, Paulo VI añade algo, no sustancialmen-
te nuevo, sino del todo coherente con el resto dogmá
tico del contexto pontificio: "...o en previsión del acto
conyugal..."

5 —¿Puede clarificarme más estos puntos?


"Y si los Sumos Pontífices, en sus actos, de propósito
pronuncian una sentencia en materia hasta aquí dispu
tada, es de todos evidente que, según la mente y volun
tad de los mismos Pontífices, esa cuestión ya no puede
tenerse como de libre discusión entre los teólogos", dice
Pío XII en la Humani generis.
¿Se trataba, en realidad, de materia disputada? Dispu
tada sí, en efecto. No faltaron teólogos y, aun personas
de rango eclesiástico, que manifestaron pública y noto
riamente sus pareceres encontrados.
Ahora bien, ¿puede decirse que se trataba de materia
disputable u opinable? Juzgamos rotundamente que no.
Por una parte, quienes se han distinguido siempre por
su ortodoxia o fidelidad al Magisterio de la Iglesia, ja
más discreparon de la sentencia que dio luego Paulo VI.
Los discrepantes fueron precisamente quienes, en no
pocas ocasiones, no han reparado en mostrarse hete
rodoxos o rebeldes al Sagrado Magisterio.
Por otra parte, el católico verdaderamente fiel a la
integridad de su fe, dispuesto a rechazar, en todo mo
mento, cualquier peligro que la pudiera manchar, hace
profesión de toda la doctrina católica, de toda enseñan
za del Magisterio de la Iglesia. Es más, no se para aquí,

90
sino que su fidelidad a la verdad cristiana le induce a
extender su profesión incluso a todas las consecuencias
lógicas de esta doctrina y de esta enseñanza.
Y es por ello que no vacilaba en defender, con tesón
y valentía, sin miedo a equivocarse, la misma postura
propuesta luego auténticamente por Paulo VI en su
Humanae vitae, que es la postura tradicional, implí
cita en los dogmas de moral natural acerca de la vida
de matrimonio, recordados constantemente por el Ma
gisterio eclesiástico.
Creemos oportuno transmitir aquí unas palabras muy
luminosas del Obispo de Campos (Brasil), D. Antonio de
Castro Mayer:
"La fe es una virtud, y en la Santa Iglesia las virtu
des son asequibles a todos los fieles, ignorantes o doc
tos, ricos o pobres, maestros o discípulos. Lo prueba
la hagiografía cristiana.
Santa Juana de Arco, pastorcilla ignorante de Domre-
my, confundía a sus jueces por la sagacidad con que
respondía a las argucias teológicas que utilizaban para
inducirla a proposiciones erróneas y así justificar su
condenación a muerte.
San Clemente María Hofbauer, en el siglo xix, humil
de trabajador manual, que asistía por gusto a las clases
de teología de la ilustre Universidad de Viena, distin
guía en uno de sus maestros el maldito fermento del
jansenismo que escapaba a la percepción de todos sus
discípulos y de otros profesores.
'Gracias os doy, Padre, Señor del Cielo y de la tierra,
porque escondisteis estas cosas a los sabios y entendi
dos y las revelasteis a los pequeñuelos' (Le. 10, 21).
Para tener un pueblo firme y consecuente en su fe,
no es necesario que hagamos un pueblo de teólogos.
Basta que cada cual ame entrañablemente a la Iglesia,
se instruya en las verdades reveladas, en proporción a
su nivel de cultura general, y posea las virtudes de pu
reza y humildad necesarias para verdaderamente creer,
entender y saborear las cosas de Dios. Del mismo modo,
para tener un pueblo verdaderamente puro, no es nece
sario hacer de cada fiel un moralista...
Lo que acabamos de decir de la perseverancia de una
persona se aplica igualmente a la perseverancia de los
pueblos. Cuando la población de una Diócesis posee
la integridad del espíritu católico está en condiciones de

91
enfrentarse, auxiliada por la gracia de Dios, con las
tormentas de la impiedad. Mas si no las posee, sino
que ni aun las personas habitualmente tenidas por pia
dosas procuran y aprecian esta integridad, ¿qué puede
esperarse de tal población?
Leyendo la Historia no se comprende cómo ciertos
pueblos, dotados de jerarquía numerosa y culta, de clero
docto e influyente, de instituciones de enseñanza y cari
dad ilustres y ricas, como en Suecia, Noruega, Dinamar
ca del siglo xvi, pudieron resbalar de un momento a
otro de la profesión plena y tranquila de la fe católica
hacia la herejía abierta y formal, y esto casi sin resis
tencia y casi imperceptiblemente. ¿Cuál es la razón de
tamaño desastre?... Fue lo que comprendió con lucidez
angélica San Pío X en su lucha vigorosa contra el Mo
dernismo. Pastor clementísimo, iluminó la Iglesia de su
Dios con el brillo suave de su celestial mansedumbre.
No tembló al denunciar a los autores del error moder
nista dentro de la Iglesia y señalarlos a la execración
de los buenos con estas vehementes palabras: 'No se
apartará de la verdad quien os tenga (a los modernis
tas) como los más peligrosos enemigos de la Iglesia'."
(Ene. Pascendi.) (Carta Pastoral sobre problemas del
Apostolado moderno, 6 de enero de 1953.)
La seguridad de las verdades dogmáticas de la ética
matrimonial quedaba ya rota en los propagadores de
la nueva postura.
El mismo Pablo VI no vacila en manifestar en su
encíclica que "en el seno de la comisión habían aflorado
algunos criterios de soluciones que se separaban de la
doctrina moral sobre el matrimonio propuesta por el
Magisterio de la Iglesia con constante firmeza" (Ene.
Humanae vitae).
El Papa no podía dar otra solución que la que dio: la
única coherente con la encíclica Casti connubii y toda
la doctrina tradicional de la Iglesia:
"En conformidad con esta misión, la Iglesia dio siem
pre, y con más amplitud en los tiempos recientes, una
doctrina coherente tanto sobre la naturaleza del matri
monio como sobre el recto uso de los derechos conyuga
les y sobre las obligaciones de los esposos" (Ene. Hu
manae vitae).
La osadía de los impugnadores de la doctrina tradi
cional ha llegado a extremos inconcebibles, como es su

92
afirmación gratuita de que la Constitución conciliar
Gaudium et spes rectifica y anula la tradicionalísima
sentencia, rotundamente proclamada por los Romanos
Pontífices, especialmente por Pío XI y por Pío XII, de
que "el fin primario del matrimonio es la procreación
y educación de la prole, y su fin secundario, el amor
conyugal, por estar éste ordenado al fin primario".
La divina Providencia no abandona a su Iglesia, y era
inevitable que calumnia tan sacrilega se quedara en la
postura más ridicula. Pablo VI, amparándose en la doc
trina conciliar de la Gaudium et spes, confirma la
misma sentencia tradicional: "el amor conyugal está
ordenado, por su propia índole, a la procreación y edu
cación de la prole".
Aparte del valor infalible de la Humanae vitae en
sus confirmaciones dogmáticas de la Casti connubii,
la mayor explicación dada por Pablo VI tiene valor de
DOCTRINA FORMALMENTE CATÓLICA Y AUTÉN
TICAMENTE CIERTA, que EXIGE NUESTRO ASEN
TIMIENTO (Pío XII), de RELIGIOSA SUMISIÓN (Va
ticano II), y EXIGE SER SOSTENIDA CON JUICIO
ESTABLE (León XIII). Y NI PUEDE TENERSE COMO
DE LIBRE DISCUSIÓN ENTRE LOS TEÓLOGOS
(Pío XII).

6 —Pero ¿la encíclica «Humanae vitae» no favo


rece al capitalismo?

—El profesor y economista Josué de Castro, conocedor


como pocos de los problemas económicos actuales, ha
opinado lo siguiente:

"Estoy completamente de acuerdo con Pablo VI: es


la encíclica más audaz que ha publicado la Iglesia. Hay
que tener en cuenta que los países del hambre no son
los más superpoblados; por otra parte, nadie es capaz
de decir cuál es la población ideal. Actualmente es pro
bable que el Sahara esté superpoblado si tiene tres mil
habitantes, pero dentro de unos años, con los avances
tecnológicos, puede contar con varios millones de per
sonas que representen un índice de población bajísimo.
Ahora sólo se puede hablar, en algunos casos, de super
población relativa. Los excedentes de población de que

93
hablan los periódicos neoyorquinos suelen estar funda
dos en falsedades.
La Humanae vitae defiende a los pueblos oprimi
dos. Los Estados Unidos están haciendo verdaderos es
fuerzos para imponer el control de la natalidad. Y no lo
hacen por ayudar a los países pobres—ya nadie cree
en sus programas 'desinteresados' de colaboración al
desarrollo—, sino porque forma parte de su política es
tratégica de defensa. Hay que convencerse de que la
'pildora' es la mejor garantía de que Norteamérica se
guirá siendo una minoría dominadora. Johnson declaró
hace poco 'que cada dólar que los Estados Unidos gas
ten en limitar los nacimientos es más rentable que cien
invertidos en cualquier otra cosa. El maltusianismo es
una fórmula de opresión; la campaña en contra de la
Humanae vitae es un plan programado por las gran
des potencias para que permanezca el inmovilismo de
los polos de dominación'."
(De la entrevista publicada en Arriba, el 1 de no
viembre de 1968, y realizada por Diego Carcedo.)

94
VI — LITURGIA Y SACRAMENTOS

1 —¿Cuál es la importancia de la Liturgia según el


Concilio?
—La importancia de la Liturgia se deduce de su mis
ma esencia, según la definición dada por Pío XII—en
cíclica Mediator Dei^: "Es el culto público—u oficial—
que nuestro Redentor, como Cabeza de la Iglesia, tribu
ta al Padre, y el—culto público—que la sociedad de los
fieles tributa a su Fundador y, por medio de El, al Eter
no Padre." El Concilio, al desarrollar esa definición, ha
puesto de manifiesto nuevos elementos diciendo de la
Liturgia que:
— Es el medio por el que se ejercita la obra de nuestra
Redención;
— es el ejercicio del sacerdocio de Cristo;
— es la cumbre de toda la actividad de la Iglesia y la
fuente de donde dimana toda su fuerza;
— es una pregustación de la liturgia celeste; y particu
larmente :
— Cristo, que está siempre presente en su Iglesia, lo
está sobre todo en la acción litúrgica; por lo cual:
— toda acción litúrgica es obra de Cristo y de la Iglesia;
— contribuye en sumo grado la Liturgia a que los fieles
expresen en su vida y manifiesten a los demás el
Misterio de Cristo y la auténtica naturaleza de la
Iglesia;

95
está por su misma naturaleza muy por encima de los
ejercicios piadosos, y
es acción sagrada cuya eficacia no iguala ninguna
otra acción de la Iglesia.

2 —Parece, pues, desprenderse que, según el Con


cilio, con la Liturgia ya tenemos bastante, y no
hay por qué perder tiempo en los antiguos ejer
cicios piadosos.

—El Concilio mismo dice (Art. 12) que "la participa


ción en la sagrada Liturgia no abarca toda la vida espi
ritual", por lo cual "recomienda encarecidamente los
ejercicios piadosos del pueblo cristiano" (13) "con tal
que sean conformes a las normas de la Iglesia, se aco
moden a los tiempos litúrgicos, tengan alguna derivación
(o relación) de la Liturgia y lleven a ella."

3 —Pero esos ejercicios piadosos parece que más


bien son piedad meramente «subjetiva».

A este propósito ya dijo Pío XII en la Mediator Dei:


"Concluyen algunos que toda la piedad cristiana debe
concentrarse en el misterio del Cuerpo Místico de Cris
to, sin ninguna consideración al elemento 'personal o
subjetivo', y creen por esto que se deben dejar de lado
las otras prácticas religiosas no estrictamente litúrgicas
o realizadas fuera del culto público. Pero cualquiera
puede advertir que estas conclusiones sobre las dos es
pecies de piedad—objetiva y subjetiva—, por magnífi
cos que sean los principios arriba mencionados, resultan
completamente 'falsas, insidiosas y dañosísimas'."

4 —Así que, ¿no deben suprimirse la meditación,


los exámenes de conciencia, los Ejercicios espi
rituales y Misiones populares, la predicación en
Triduos y Novenas, etc.?

—La meditación, exámenes de conciencia, Ejercicios


Espirituales, etc., dice claramente Pío XII que son nece
sarios incluso para mejor participar en la Liturgia.

96
Respecto de la predicación, el Consilium o Comisión para
aplicación de la Constitución sobre liturgia ha dicho en
su Instrucción de 1964 (número 7) que "ha de haber
íntima unión entre la liturgia y la catequesis y predica
ción", la cual, por tanto, no se excluye, ni queda reem
plazada por la homilía, que necesariamente ha de ser
breve.

5 —Y la devoción al Sagrado Corazón de Jesús,


¿no parece que ha quedado ya superada por una
piedad más viril—como la litúrgica—, tanto más
cuanto que el Concilio no habla de aquélla?
—En verdad que el Concilio no menciona explícita
mente—como tampoco otras muchas cosas—la devo
ción al Sagrado Corazón de Jesús. Pero está implícita
mente incluida en la recomendación de los ejercicios
piadosos. Por otra parte, la práctica de esta devoción
bien entendida es la "síntesis de toda la religión y la
norma de vida más perfecta" (Pío XI); no es "una for
ma cualquiera de piedad que se pueda libremente esco
ger en vez de otra o estimar en menos, sino un obsequio
religioso sumamente apto para conseguir la perfección
cristiana" (Pío XII); como "apoyado sólidamente en los
Evangelios y al que favorecen abiertamente la Tradi
ción, la sagrada liturgia y los Romanos Pontífices" (id.),
y es alabada por el Papa Juan XXIII y recomendada
—durante los mismos tiempos del Concilio—por Pa
blo VI. En relación con la liturgia, la devoción al Cora
zón de Jesús, cuyo objeto propio es el amor de Cristo y
de Dios simbolizado en el Corazón, no sólo tiene un es
plendoroso carácter de "signo" o símbolo, sino que nos
presenta el motivo o razón impulsora de todo el Mis
terio de Cristo tantas veces mencionado en la Consti
tución conciliar sobre la liturgia.

6 —¿Y qué es eso del Misterio de Cristo?


—De parte de Dios, es el plan o "designio eterno que
(Dios) se había propuesto" (Ef. 3, 11) para la salvación
de los hombres. De parte de Cristo, es la realización de
dicho plan, a través de estos hechos principalmente: la

97
LO QUE NO HA DICHO EL CONCILIO.—7
Encarnación, la Muerte dolorosa, la Resurrección y la
Ascensión al cielo. De parte nuestra, es la incorporación
a Cristo—a su Cuerpo Místico—principalmente por la
fe y el Bautismo y por la imitación de Cristo, de manera
que, muertos al pecado y hechos, como El, obedientes
a Dios hasta la muerte, no vivamos ya para nosotros,
sino para Quien murió y resucitó por nosotros. (Cfr. 2,
Cor., 5, 15 e Instrucción del Consilium n. 6.) Este Miste
rio se llama "pascual" o "de paso" o "de tránsito", por
que el modo como se realiza es "pasando" por la Muerte
y la Resurrección o "pasando" de la muerte causada por
el pecado a la resurrección.

7 —En los párrafos precedentes se cita la encíclica


«Mediator Dei». ¿Acaso esta encíclica no ha sido
anulada o superada por la Constitución del Con
cilio?

—Entre la encíclica Mediator Dei, de Pío XII, y la


Constitución sobre Liturgia, del Concilio, no hay ni pue
de haber oposición, por lo menos en lo esencial. La Cons
titución significa más bien un progreso y desarrollo de
aquélla. No hay inconveniente ni dificultad en que, en el
orden práctico, la Constitución haya, por ejemplo, auto
rizado de manera general lo que en la encíclica no fi
gura sino como concesiones particulares. Así, en el caso
de la lengua vulgar o vernácula y del canto popular re
ligioso.

8 —¿Y tampoco han quedado anuladas las rúbri


cas y disposiciones anteriores al Concilio?
—No han quedado anuladas. El Cardenal Lercaro,
Presidente del Consilium, en carta a los Obispos-presi
dentes de las Comisiones nacionales de Liturgia, ha he
cho saber que continúa en vigor todo cuanto no ha sido
explícita y oficialmente derogado; y que no pueden per
mitirse las iniciativas privadas, que, por otra parte, com
prometen el feliz resultado de la reforma litúrgica: el
sacerdote no está autorizado para inventar e introducir
por sí mismo innovaciones. Ya avisó la Constitución del
Concilio que "la reglamentación de la Liturgia compete

98
a la Sede Apostólica y, en su tanto, a los obispos", y que
"nadie, ni siquiera el sacerdote, puede añadir o cambiar
nada por propia iniciativa." (Art. 22.)

9 —¿Y las tradiciones y costumbres?

—El artículo 23 de la Constitución dice: "Para con


servar la sana tradición y abrir con todo, el camino a un
progreso legítimo, debe preceder siempre una concien
zuda investigación..." Se trata, pues, tanto de conservar
la tradición como de no mantenerse inmóvil contra la
legítima evolución. Y cuando el mismo artículo establece
en qué forma ha de proceder la Iglesia en la reforma li
túrgica, advierte: "No se introduzcan innovaciones, si
no lo exige una utilidad verdadera y cierta de la Iglesia."
Cuanto a las costumbres legítimas, varias veces la Cons
titución habla de su conservación y hasta de que los
obispos introduzcan las que estén justificadas.

10 —El Concilio ha introducido las lenguas vernácu


las en la liturgia. ¿Ha abandonado, por tanto, el
latín?

—De ninguna manera. El artículo 36 de la Constitu


ción comienza con estas palabras: "En los ritos latinos,
y salvo derecho particular, consérvese el uso de la len
gua latina." Pero, junto a esto, autoriza—no impone—
el uso más o menos extenso de las lenguas vernáculas:
"Como el uso de la lengua vulgar resulta en no raras
ocasiones muy útil para el pueblo, se le podrá dar mayor
cabida ya en la Misa, ya en la administración de los Sa
cramentos, ya en otros campos de la Liturgia, sobre todo
en las lecturas y moniciones y en algunas oraciones y
cantos." Así que el uso del latín se debe conservar; el
de la lengua vernácula se permite. Más aún: el art. 54 y
la Instrucción del Consilium encargan que "se procure
diligentemente que los fieles sepan también rezar y can
tar en latín el Ordinario de la Misa." Pablo VI ha dicho:
"El Concilio Vaticano II ha permitido en sus Decretos el
empleo de la lengua vernácula en los ritos de la sagrada
Liturgia, pues lo exigían razonables motivos de utilidad
pastoral... Sin embargo, nuestra Iglesia, por latina ro-
mana, tiene como lengua suya el latín, mantiene su ejer
cido y promueve su progreso." (16-4-1966.) En igual sen
tido habló al nuevo Ateneo dirigido por los Salesianos
de Roma (29-10-66), a los Superiores generales de reli
giosos obligados al rezo del Oficio Divino (15-8-66) y a
los Abades de las diversas Congregaciones benedictinas
(30-9-66.)
No cabe duda de que el Concilio ha deseado, por razo
nes pastorales o de provecho de los fieles, que en las
Misas—y otros actos litúrgicos—con asistencia del pue
blo se emplee la lengua del pueblo; y los obispos espa
ñoles han autorizado este uso señalando como única
mente obligatorio la lectura de la Epístola y del Evan
gelio en lengua vernácula. Pero ni es obligatorio fuera
de las dos lecturas citadas, ni está permitido en la to
talidad de la Misa, ni es lícito en absoluto cuando no hay
asistencia de pueblo. Por lo demás, no está determinado
el número de personas que—sin contar el monaguillo—
forman "pueblo": es asunto de sentido común.

11 —¿No es verdad, en cambio, que es ajeno a la


línea del Concilio el canto gregoriano? Porque
es un hecho que hoy casi nadie lo canta.
—La "línea del Concilio" hay que buscarla en lo que
dice el Concilio mismo en la Constitución sobre Liturgia,
que es esto:

Art. 116. "La Iglesia reconoce el canto gregoriano


como el propio de la Liturgia romana; en igualdad de
circunstancias, por tanto, hay que darle el primer lugar
en las acciones litúrgicas." También dice (117) "que no
se ha de excluir—donde se puede dignamente ejecutar
la—la Polifonía clásica; y que se preparen una edición
más crítica de las melodías gregorianas y otra con melo
días más sencillas". De manera que el Concilio está muy
lejos de haber abolido el canto gregoriano.
Quienes de hecho lo han abolido son los que, inter
pretando abusivamente la prescripción de "fomentar
con empeño el canto religioso popular" (art. 118), no
quieren poner en el culto sino una serie de cantos que
llaman "populares", que muchas veces no son populares,
ni verdadera música, ni artísticos ni "santos"—como se
ñaló Pío X—, y con los que pretenden hacer que el

100
pueblo lo cante todo, sin acordarse de que el Concilio
también ha dicho: "Foméntese diligentemente las 'Scho-
lae cantorum', sobre todo—pero no únicamente—en las
catedrales" (114). Es decir, el Concilio quiere que en ma
teria de cantos 'resuenen las voces de los fieles' (118) de
modo que el pueblo 'pueda aportar la participación ac
tiva que le corresponde'" (114); pero la "línea del Conci
lio" no consiste en que todo lo cante el pueblo, ni en que
se suprima el canto gregoriano ni en que la música ca
rezca de la santidad y bondad de formas que exigió San
Pío X para la música sagrada.
Pablo VI hablaba en 7 de abril de 1964 a la Federa
ción Internacional de "Puerí cantores" diciendo: "Da
mos también la bienvenida a los gregorianistas y a las
gregorianistas de Francia y de los demás países adscri
tos a esta ya ilustre y benemérita corriente del canto sa
cro, de la cual podemos esperar que la voz musical tra
dicional de la Iglesia latina reconquiste el doble mérito
de su perfecta interpretación y de su amplia ejecución
en numerosas masas corales y hasta en toda la asamblea
de los fieles."

12 —El Concilio ha dicho que los altares estén de


cara al pueblo. ¿A qué se debe que muchos, in
cluso altares mayores, estén de espaldas?

—La Constitución de Liturgia no dice nada acerca de


la colocación del altar. La Instrucción del Consilium
dice que, en las iglesias nuevas o reconstruidas, el altar
esté separado de la pared, de manera que pueda celebrar
se de cara al pueblo. Pero no hay ninguna disposición
que obligue a tener el altar o a celebrar de cara al
pueblo. Más aún: en la misma Roma y en otras diócesis,
se necesita permiso de la autoridad competente para
cambiar la posición del altar.
La celebración de cara al pueblo, dice el cardenal Ler
caro en la carta mencionada, "es la más conveniente en
el aspecto pastoral." Pero—añade—"tenemos que sub
rayar que la celebración de toda la Misa de cara al pue
blo no es absolutamente indispensable para una acción
pastoral eficaz"

101
13 —Hay muchas iglesias con muchas imágenes. In
cluso se conservan reliquias, que más parecen
favorecer la superstición y la idolatría que otra
cosa. ¿No ha dicho nada el Concilio? ¿Por qué
no se cumple?

—Lo que dice la Constitución sobre Liturgia es esto:


"De acuerdo con la tradición, la Iglesia rinde culto a los
santos, y venera sus imágenes y sus reliquias auténti
cas" (Art. 111). Y también: "Manténgase firmemente la
práctica de exponer imágenes sagradas a la veneración
de los fieles; que sean, con todo, en número moderado,
y guarden entre sí el debido orden, a fin de que no cau
sen extrañeza al pueblo cristiano ni favorezcan una de
voción menos recta" (Art. 125). Así que el Concilio no
sólo no prohibe la colocación y veneración de imágenes,
antes manda que las haya, pues no participa del error
protestante de negar culto a los santos originado por
la mala inteligencia de la mediación de Cristo y la de
los santos. Lo que quiere evitar el Concilio es el abuso
y el exceso que a veces se da.
Cuanto a las reliquias, que como dice el artículo 111
son veneradas por la Iglesia, el culto a ellas está funda
do en la Sagrada Escritura y en la Tradición eclesiásti
ca. En el Antiguo Testamento, libro cuarto de los Reyes,
un muerto resucita al tocarle los restos del profeta Elí
seo. En el Nuevo Testamento, se lee acerca de San Pa
blo en los Hechos de los Apóstoles (19, 11-12) que "en
aplicando aun los solos pañuelos y ceñidores que habían
estado en contacto con su cuerpo, desaparecían al mo
mento las dolencias y salían fuera los espíritus malig
nos". En la Iglesia primitiva, los cristianos recogían los
despojos de los mártires, oraban ante sus sepulcros, y les
levantaban altares. San Justino (siglo n) escribía: "La
veneración de los cuerpos muertos sirve para restituir
la salud a los cuerpos vivos." El Concilio Tridentino en
su sesión XXV, al hablar "de invocatione sanctorum",
dice: "Asimismo se enseñará a los fieles que deben tam
bién venerar los sagrados cuerpos de los santos Márti
res y de otros bienaventurados que viven con Jesucris
to, que fueron miembros del mismo Cristo Jesús y tem
plos del Espíritu Santo, y que por Cristo mismo han de
resucitar a la Vida eterna y ser glorificados; y por cuya
intercesión concede Dios a los hombres muchos benefi-

102
dos; de modo que deben ser absolutamente condenados
como hace tiempo los condenó y ahora también los con
dena la Iglesia, quienes afirman que no hay que vene
rar ni honrar las reliquias de los santos, o que inútil
mente se veneran éstas y otros sagrados monumentos, o
que en vano se visitan con frecuenda los sepulcros de
los santos con el fin de implorar su ayuda" No hay, por
consiguiente, superstición ni idolatría. No son las reli
quias las que, a veces, obran milagros como si fueran
talismanes, sino el Señor, a quien es agradable la ve
neración de las reliquias y la oración a aquellos a quie
nes pertenecieron.

14 —Parece que, después del Concilio, algunos tie


nen en menos la devoción a la Santísima Virgen.
¿Es que el Concilio ha puesto freno en materia
que siempre se había tenido como distintivo del
catolicismo?

—Si es que hay alguno que tenga ahora en menos la


devoción a la Virgen, éste no está ciertamente en la
"línea del Concilio". Sin contar otras numerosas men
ciones, la magna asamblea de obispos ha tratado de la
Virgen María en dos solemnes ocasiones: la Constitu
ción dogmática sobre la Iglesia dedica a Nuestra Se
ñora un entero capítulo de los ocho que contiene, en el
que trata "De la bienaventurada Virgen Madre de Dios
en el misterio de Cristo y de la Iglesia" y en el que se
expone—aun advirtiendo que no pretende presentar
una doctrina completa—el oficio de la Virgen en la eco
nomía de la salvación y en la Iglesia. En los dos nú
meros o párrafos dedicados a tratar del culto o devoción
a Nuestra Señora, se lee: "El sacrosanto Sínodo enseña
en particular y exhorta al mismo tiempo a todos los hi
jos de la Iglesia a que cultiven generosamente el culto,
sobre todo el litúrgico, hada la Bienaventurada Virgen,
como también a que estimen en mucho las prácticas y
ejerddos de piedad a Ella recomendados en el curso de
los siglos por el Magisterio..."
La Constitución de Liturgia dedica igualmente al asun
to un artículo (103): "En la celebración de este ciclo
anual de los misterios de Cristo, la santa Iglesia venera
con amor especial a la bienaventurada Madre de Dios
103
la Virgen María", en el cual expone a continuación, bre
ve pero categóricamente, tres espléndidos motivos que
justifican esta veneración:

— "[porque está] unida con lazo indisoluble a la obra


sálvífica de su Hijo;
— [porque] en Ella, la Iglesia admira y ensalza el fruto
más espléndido de la redendón [y]
— [porque] la contempla gozosamente como un purísi
mo ejemplo de lo que ella misma [la Iglesia], toda
entera, ansia y espera ser."

Dejando de lado, por anteriores al Concilio, las nu


merosísimas encíclicas marianas de León XIII y el he
cho de la Consagración del mundo al Inmaculado Cora
zón de María (Pío XII en 1942, XXV aniversario de las
Apariciones de Fátima), Juan XXIII quiso poner el Con
cilio bajo el patrocinio de la Santísima Virgen e inaugu
rarlo en una fiesta de la Virgen: la de su Maternidad
divina, el 11 de octubre de 1962; y Pablo VI añadió,
por una parte, a la serie de títulos y advocaciones ma
rianas el de "Madre de la Iglesia" en el discurso de clau
sura de la III Sesión del Concilio (21 de noviembre de
1964) y ha dedicado, por otra parte, dos de las cinco en
cíclicas de sus primeros años de pontificado a alabar y
recomendar los piadosos ejercicios del Mes de María y
a pedir oraciones por la paz precisamente con el rezo
del Rosario.
El Concilio, pues, y sus más altos jefes no sólo no han
puesto freno a la devoción a Nuestra Señora, sino que,
al contrario, le han añadido nuevos impulsos.

15 —La Constitución de Liturgia (art. 27) inculca


que la celebración comunitaria hay que preferir
la a la individual y como privada, y sabemos, por
la Sagrada Congregación de Ritos en 1958, que
la Misa exige por su misma naturaleza la parti
cipación de los fieles. Es, pues, esencialmente un
acto comunitario. ¿No es, por tanto, un contra
sentido y hasta antilitúrgico la Misa privada de
un sacerdote solo sin pueblo?
—Dice ciertamente el artículo citado que hay que pre
ferir la celebración comunitaria. Pero dice precisamente
104
esto: que hay que preferirla. No que sea la única forma
aceptable. Todavía añade: "en cuanto sea posible". Ade
más:

a) La Misa es esencialmente un acto comunitario


siempre—aunque nadie asista a ella—, pues es un acto
oficial de la Iglesia—que es una comunidad, y lo es aun
en el caso de que nadie asista a ella, porque siempre se
celebra en nombre de la comunidad universal y como
sacrificio que, por medio del sacerdote, ofrece toda la co
munidad universal: por esto la Iglesia no quiere que se
hable de Misas privadas, sino, a lo más en privado. Si
asisten fieles, mejor. Entonces resplandece externamen
te el carácter que intrínsecamente tiene de acto comu
nitario.

b) El contrasentido no es celebrar sin pueblo, sino


tener por contrasentido y hasta antilitúrgico lo que vie
ne siendo práctica secular empleada, más aún que por
los simples sacerdotes, por el Papa y los obispos la ma
yor parte de los días.

c) La Misa no sólo es siempre una acdón de la Igle


sia, sino que, sobre todo, es siempre una acción de Cris
to, Sacerdote principal y a la vez Víctima, que obra por
medio de su "ministro", el sacerdote celebrante. Es siem
pre un sacrificio latréutico o de adoración, eucarístico
o de acción de gracias, impetratorio o de petición, y pro
piciatorio o de sufragio y perdón; es siempre ofrecido
al Padre, y, en estos dos aspectos, cuantas más Misas,
mejor, sean en público o concelebradas o en privado.
d) No sería acertado—y privaría de grandísimo bien
a la Iglesia y se privaría él de un grandísimo bien per
sonal—que un sacerdote prefiriese oír Misa con el pue
blo que celebrarla él sin pueblo. (Además de que el solo
monaguillo ya es pueblo, y por niño que sea, representa
a todo el pueblo.) El oficio propio y principal del sacer
dote es sacrificar, esto es, celebrar o realizar el sacrifi
cio. El desempeño de este oficio no depende ni está con
dicionado a la asistencia de pueblo.
Si asiste pueblo, mejor. En esencia, igualmente litúr
gico; accidentalmente, más.

105
16 —¿Qué posturas corporales son obligatorias en
la Misa?

—Respecto de los sacerdotes, las rúbricas señalan


concretamente el modo como han de proceder en postu
ras y gestos. Aunque las disposiciones posteriores al
Concilio conceden en algunos puntos alguna libertad,
ésta no es absoluta ni completa, y nadie está autorizado
para tomarse más libertades de las concedidas.
Respecto de los fieles, lo único prescrito es esto:
"La santa madre Iglesia desea ardientemente que se lle
ve a todos los fieles a la partidpación plena, consciente
y activa en las celebraciones litúrgicas." (Constitución,
número 14.) Y esa participación ha de ser "interna y ex
terna", según el mismo Concilio dice (n. 19). La más
importante es la interna, que consiste en que los fieles
"ofrecen interiormente el sacrificio juntamente con Je
sucristo y por su medio, y en que también ellos se ofre
cen con El con sus propias preocupaciones, dolores, an
gustias, miserias y necesidades". (Mediator Dei.) Sin es
tas disposiciones interiores o participación interna, no
tiene valor la participación externa—es "letra sin es
píritu"—, que consiste en cantos y rezos y en posturas
corporales y gestos. Pero no hay nada mandado en este
punto. El Directorio nacional de la Santa Misa recomien
da unas posturas que describe. Es recomendable, por
tanto, que se observen así ésas como, en general, las de
cada lugar o templo.

17 —¿Después del Concilio, verdad que ya no es obli


gatorio el conopeo del Sagrario?
—También esta idea es equivocada. La Sagrada Con
gregación de Ritos, en 29 de enero de 1966, ha respondi
do que permanecen en vigor las prescripciones de cubrir
decorosamente con conopeo el Sagrario en que se reser
va el Santísimo Sacramento, y exactamente el decreto
número 3.035 sobre la materia del conopeo.

106
18 —Actualmente no se ve, por lo menos en algu
nos sitios, el pequeño cirio que antes se encen
día a la Consagración. ¿Es que está suprimido
por el Concilio?

—El uso—bello, respetuoso y significativo—de en


cender un tercer cirio desde la Consagración a la Comu
nión estaba explícitamente prescrito para toda la Iglesia
en el Misal Romano. En las iglesias de España—a lo me
nos en aquellas cuyos rectores y sacristanes eran cuida
dosos del culto eucarístico y de la observancia de las rú
bricas—se conservó fielmente, mientras en otras partes
se perdía por olvido o negligencia o acaso por excesiva
ignorancia o por pobreza. De aquí que algunos llegasen
a pensar que era un privilegio español. El Misal actual
—desde 1961—ha omitido la mención de ese cirio, pero
las "Rúbricas generales" que van en las primeras pági
nas del actual Misal prescriben expresamente (n. 530)
que se mantenga el uso de encender ese tercer cirio don
de esa costumbre se conserve. El Concilio no ha bajado
a estos pormenores. Pero desde luego, no hay ninguna
prohibición de que se introduzca de nuevo donde se
haya perdido.

19 —Se ha oído decir que alguna vez se ha consa


grado con pan vulgar de la panadería. ¿Es esto
admisible?

—Para la validez de la consagración basta que se tome


pan de trigo. Si el pan usado en el caso de la pregunta
era verdadero pan de trigo—y de esto habría que asegu
rarse, pues no se puede tomar materia dudosa para con
feccionar un Sacramento—la consagración sería válida.
Pero para la lidtud ya es otra cosa. En los ritos lati
nos hay obligación grave de usar pan "ázimo", o sea sin
levadura. Por lo cual, un sacerdote de esos ritos no
puede lícitamente echar mano de pan de la panadería,
que es pan fermentado.

107
20 —Dado que, según se afirma, los Sacramentos
son signos, la Eucaristía será un signo de Cristo,
pero no una realidad de su presencia física.

—Es cierto que los Sacramentos son signos: signos no


puramente de orden cognoscitivo, sino también prácticos
o, de otra manera mejor, eficaces de la gracia: producen
la gracia que significan. (El Bautismo significa—entre
otras cosas—lavado del alma y realmente la lava confi
riendo la gracia, que borra el pecado.)
La Eucaristía no deja de ser tan signo como otro
cualquier Sacramento. Pero así como en todos los Sa
cramentos, además de ser signos cognoscitivos, se añade
la cualidad de ser signos eficaces, en la Eucaristía, ade
más del signo y de su eficacia, hay una tercera realidad
—la más noble de todas—que es Jesucristo mismo física
y realmente presente. La Eucaristía es signo de la gra
cia, signo de alimento, signo de la Muerte de Cristo y
hasta de su Resurrección y es, además, presencia de
Cristo. Así lo enseña la fe católica, y es verdad conteni
da en la Sagrada Escritura, en la Tradición y definida
por el Magisterio.

21 —La transustanciación de que nos habla la


Iglesia al tratar de la Eucaristía, o sea la con
versión de toda la sustancia de pan en Cuerpo
de Cristo, supone una noción o concepto de sus
tancia que tenían los antiguos, pero que hoy es
por lo menos discutida por los científicos. ¿Cómo
se puede, pues, hablar de transustanciación y
creer en ella?

—La Iglesia no se mete en discusiones científicas,


pero tampoco habla contra el sentido común, sino de
acuerdo con él. El sentido común nos enseña que "huevo
frito" y "tortilla" son, a pesar del nombre distinto y de
la distinta apariencia, algo que en el fondo es lo mismo:
huevo. El sentido común nos enseña que "pan de trigo"
y "pan de arroz" o "pan de higos" son cosas distintas,
por más que se les llame "pan". El sentido común nos
enseña que tanto es "pan" el blanco como el moreno,
blando o duro, en barra o redondo, etc., y que igualmen
te tanto es "vino" el dulce como el seco, el clarete o el

108
tinto, etc. El sentido común nos enseña que blanco o
moreno, blando o duro, barra o redondo, dulce o seco,
claro o tinto son cualidades, accidentes, especies o apa
riencias del pan o del vino, pero que no son ni el pan
ni el vino: el pan y el vino los llamamos "sustancia",
a lo que es del pan y del vino lo llamamos "accidente".
Además, la experiencia nos enseña que un buey, a
trueque de comer hierba, echa carnes. Engorda. En el
lomo o en las patas o en el pecho del buey no encontra
remos hierbas, sino carne; y, sin embargo, esta carne se
ha formado y crecido a base de hierbas: las hierbas se
han convertido en carne, que, para el modo de hablar
y de pensar de todo el mundo, son cosas distintas.
Con perdón de la comparación, pan y Cuerpo (carne)
de Cristo son cosas distintas. Así como las hierbas que
come el buey ya no son hierbas cuando, digeridas, hacen
que el buey engorde—y esto lo entiende todo el mundo,
cualquiera que sea la noción y concepto de sustancia—,
análogamente el pan que se ha consagrado ya no es pan
—aunque conserve sus accidentes, especies o aparien
cias—cuando sobre él ha pronunciado el sacerdote las
palabras de la Consagración. Esto es lo que quiere decir
la Iglesia con la palabra "transustandadón", prescin
diendo de discusiones científicas, "puesto que esas
fórmulas (o expresiones), como las demás de que la
Iglesia se sirve para proponer los dogmas de fe, expre
san conceptos que no están ligados a una determinada
forma de cultura ni a una determinada fase de progreso
dentífico, sino que... lo expresan con adecuadas y de
terminadas palabras tomadas del lenguaje popular o del
lenguaje culto." (Pablo VI, encíclica Mysterium fidei.)

22 —A propósito de la encíclica que se acaba de ci


tar, parece que una revista anunció que el texto
de ella sería probablemente modificado cuando
se promulgase en el boletín oficial de la Iglesia.

—En efecto: la revista Informations Catholiques In-


temationales así lo dijo en el número de 1.° de diciem
bre de 1965. Pero no acertó en el pronóstico, pues el
texto publicado en Acta Apostolicae Sedis—que es la
publicación oficial—, de fecha 30 de octubre, es exacta
mente el mismo que apareció oficiosamente en L'Osser-

109
vatore Romano del 11 de septiembre. Más aún, cuando
Informations anunció la probable modificación, ya es
taba publicado el texto oficial sin tales anunciadas mo
dificaciones.

23 —Dado que la comunión es participación del sa


crificio eucarístico, ¿no es verdad que está mal
comulgar fuera de la Misa?

—Es verdad que la comunión es participación del sa


crificio eucarístico, como se ve en el art. 55 de la Cons
titución sobre liturgia: "Mucho se recomienda la 'parti
cipación' más perfecta en la Misa, la cual consiste en
que los fieles, después de la Comunión del sacerdote, re
ciban 'del mismo sacrifido el Cuerpo del Señor'." De
esas palabras del Concilio se deduce que todo sacerdote
conviene esté dispuesto a consagrar las hostias necesa
rias para quienes, oyendo su Misa, quieran comulgar en
ella. Pero acerca de comulgar o no fuera de la Misa, nada
dice el Concilio.
Habló de ello la Mediator Dei: "Son de alabar quienes,
estando presentes al Sacrificio, redben las hostias con
sagradas en él... Con todo, a veces no faltan razones, ni
son raras, para distribuir el pan eucarístico antes o des
pués del Sacrificio... También en estos casos, el pueblo
'partidpa realmente del Sacrifido'."
Es, por tanto, mejor y más aconsejable comulgar
dentro de la Misa, pero es contrario a lo enseñado por
el Magisterio eclesiástico negarse a "distribuir el pan
eucarístico" fuera de la Misa o a tomarlo fuera de ella,
si hay motivo justo. Lo que exige—no precisamente el
Concilio, sino el "Código de Rúbricas" de 1960 (n. 502)—
es que haya "causa razonable" para comulgar fuera de
la Misa.

24 —Cuando una persona ayuda y oye dos Misas,


¿por qué no puede comulgar en una y otra, pues
el sacerdote que celebra dos Misas comulga en
las dos?

—El Derecho Canónico, canon 857, prohibe—y es pro


hibición grave—comulgar más de una vez en el mismo

110
día, fuera de que haya de recibirla nuevamente como
Viático, o para evitar profanación de la Eucaritía o, ac
tualmente, en una Misa del día de Pascua o de Navidad
aunque haya comulgado en la de medianoche.
Esta prohibición obliga igualmente a los sacerdotes.
Pero cuando se trata no de la Comunión del Sacerdote,
sino de la celebración, entonces interviene otra ley dis
tinta, no ya eclesiástica, sino divina, que le impone co
mulgar tantas veces celebra, porque la Comunión de a lo
menos el sacerdote es parte integrante de la Misa. Por
esto también, si un sacerdote padeciese después de la
Consagración un accidente que le impidiese continuar
la Misa, otro sacerdote—aunque ya hubiese celebrado
o tomado alimento—debe continuar la Misa interrumpi
da y comulgar en ella.

25 —Hay fieles que van a comulgar los Primeros


Viernes de mes, y no van el domingo, ¿no es esto
una superstición reprobable como cualquier
otra?

—Si alguno fuera a comulgar los Primeros Viernes de


mes por la sola razón de ser viernes y ser el primero del
mes, atribuyendo a esta práctica una eficacia especial
por esas solas razones, ciertamente incurriría en una
superstición semejante a la de quienes no quieren em
barcarse ni en martes ni en viernes. Si no lo hace por
estas solas razones, no hay superstición, pues no existe
precepto de la Comunión ni en los domingos ni fuera de
los viernes.
Si comulga los Primeros Viernes porque así lo aconse
jó el mismo Señor según unas apariciones aprobadas por
la Iglesia y porque ésta recomienda encarecidamente
esta práctica eucarística, entonces no hay superstición.
Sería mejor que, además de los Primeros Viernes, co
mulgase también todos los domingos y mejor aún cada
día. Pero como no hay obligación de ello, es libre para
comulgar cuando—con las disposiciones debidas—le
parezca conveniente. Y no sólo obraría muy mal quien
pretendiese impedírselo o estorbárselo, sino que todo sa
cerdote y todo buen católico debe alegrarse de que sean
muchos los que comulgan los Primeros Viernes o los
Primeros Sábados o los primeros domingos, y todos los

111
viernes y sábados y domingos y todos los días, cuantos
más mejor, en que cada uno tenga devoción de acercarse
a la mesa eucarística.

26 —¿Se debe comulgar de pie o de rodillas? ¿Qué


es lo mandado?

—Prescindiendo de razones—que, en materia litúrgi


ca, toca a la autoridad sopesar—, la postura de rodillas
para comulgar está claramente expresada en el Ritual
Romano y en el Ordo de la Semana Santa. (Las disposi
ciones posteriores señalan recibir de pie la Comunión
únicamente cuando se comulga con ambas especies.) El
Consilium contestó a esa misma pregunta diciendo:
"Guárdese la costumbre." Ahora bien: la costumbre
—que también tiene fuerza de ley—es desde siglos co
mulgar de rodillas. En España, el Episcopado—que no
ignora las razones en pro y en contra—"decidió, de
acuerdo con una indicadón del 'Consilium' y con el Di
rectorio Pastoral español de la Santa Misa, que, como
norma general, se guarde la costumbre de arrodillarse";
lo cual significa claramente que ésta es la postura ha
bitual—y ciertamente más reverente—, pero que ex-
cepcionalmente cabe hacerlo de otro modo por causa que
lo justifique—imposibilidad o notable dificultad física o
moral—. Y como "la reglamentación de la liturgia es de
la exclusiva competenda del Papa y de los obispos"
(Constit. 22) y "nadie, ni siquiera el sacerdote, añada,
quite o cambie por propia iniciativa cosa alguna en la
liturgia" (id.), hemos de comulgar de rodillas, aunque
puedan existir razones en contra, con la misma obe
diencia con que habríamos de comulgar de pie, aunque
pudiesen existir razones en contra, si algún día la com
petente autoridad así lo determinase. Entre tanto, po
ner reclinatorios o arrodilladores—si no es que hay
barandilla—nos ayudará a cumplir lo prescrito.

112
27 —Pero después de la Instrucción «Eucharisticum
Mysterium» en que se dice que se puede comul
gar de rodillas o de pie, ya es indiferente una
forma u otra.

—En la misma Instrucción se dice que hay que elegir


uno u otro modo según las normas establecidas por la
Conferencia episcopal. La Instrucción aludida es de fe
cha 25 de mayo de 1967. El arzobispo de Madrid, en 28
de agosto hizo publicar una nota en que se puntualizan
esos extremos: "1.° Que los fieles deben redbir la comu
nión de rodillas conforme a la tradición inmemorial y
según acuerdo y decreto de la Conferenda Episcopal
Española. 2.° Que la colecta 'Et fámulos' sin omisión y
sin adición alguna, debe recitarse por todas los sacer
dotes, una vez por lo menos, en todas las misas, excepto
en la de 'réquiem'. 3." Que en la celebración de la santa
misa, en la administradón de los sacramentos y en to
dos los actos del culto, aunque no sea estrictamente li
túrgico, los sacerdotes y clérigos deben usar el 'traje
talar' y no el llamado 'clergyman'." La nota termina
diciendo que se trata con estas normas de calmar la ad
miración justificada de los fieles.

28 —El Concilio ha eliminado la devoción a los san


tos. Hay que prescindir de ellos totalmente.
—Es insostenible e indocumentada esta afirmación.
En el capítulo séptimo de la constitución conciliar sobre
la Iglesia se lee:
"Conviene, pues, en sumo grado, que amemos a estos
amigos y coherederos de Cristo, hermanos también nues
tros y eximios bienhechores; rindamos a Dios las debi
das gradas por ellos, invoquémosles humildemente y,
para impetrar de Dios beneficios por medio de su Hijo
Jesucristo, único Redentor y Salvador nuestro, acuda
mos a sus oradones, ayuda y auxilios." Palabras tan her
mosas como sinceras dijeron los Padres Conciliares:
"Aceptamos con profundo reconocimiento la fe de nues
tros mayores en nuestros hermanos que gozan de la glo
ria del délo..." Y toda la fuerza de esta fe, repetidamen
te señalada por el Concilio, es que: "Dios manifiesta a
sentido, afirman y enseñan que, acabada ya la Misa,

113

LO QUE NO HA DICHO EL CONCILIO.—8


los hombres en forma viva su presencia y su rostro, en
la vida de aquéllos, hombres como nosotros, que con
mayor perfécdón se transforman en la imagen de Cris
to. En ellos El mismo nos habla y nos ofrece un signo
de ese reino suyo, hacia el cual somos poderosamente
atraídos, con tan grande nube de testigos que nos cubre
y con tan gran testimonio de la verdad del Evangelio."
En la misma misa se nos enseña a unirnos íntimamen
te a los santos. La misa es el mejor modo de honrarlos
y son las palabras del canon las que apoyan esta afir
mación: "Unidos por la comunión de los santos, hace
mos memoría de la siempre Virgen María, Madre de
nuestro Señor Jesucristo, de su bienaventurado esposo
José, de tus santos Apóstoles y Mártires y de todos los
santos por cuyos méritos y oraciones os suplicamos
vuestro auxilio y protección."
Digamos que la iglesia posconciliar—en modo alguno
avergonzada de la devoción a los santos—pretende que
todo esto sea bien entendido por nosotros. La santidad
de Cristo nuestro Salvador viene a conocerse mejor a
través de sus santos, quienes a su vez son nuestros
amigos y hermanos a los que hemos llegado a querer y
con los cuales guardamos la esperanza de una eternidad
feliz.

29 —Eso de cubrirse las mujeres la cabeza en la


iglesia y los escrúpulos sobre decencia en el ves
tir y sobre faldas y pantalones, ¿no habrá ya
pasado a la historia con la nueva mentalidad y
la línea conciliar?

—El canon 1262 prescribe: "...en la iglesia o mientras


se asiste a los sagrados ritos..., las mujeres estén con la
cabeza cubierta y vestidas modestamente, sobre todo
cuando se acercan a la sagrada Mesa." Este canon no ha
sido abolido por el Concilio ni hasta ahora por la Santa
Sede. Será, si se quiere, una prescripción de menor cuan
tía que otras, y podrá admitir la inobservancia en el caso
de olvidar involuntariamente la mantilla o pañuelo, pero
no admite la inobservancia por desprecio o ligereza: el
buen católico "siente con la Iglesia" también en esas
cosas.
Cuanto a la decencia en el vestir, ciertamente que los

114
verdaderos y auténticos "escrúpulos" hay que quitarlos,
y no es necesario para esto un Concilio. Si, en cambio,
se trata de algo a lo que algunos llaman "escrúpulos",
pero no es tal vez, véase lo que dice la circular del obis
po de Lourdes, Mons. Pedro M. Théas:
"Todo bien ponderado, ha pareddo, no obstante, nece
sario mantener el reglamento: 'Para entrar en el territo
rio de la Gruta, las señoras y señoritas deben tener cu
bierta la cabeza, llevar vestido femenino (un vestido mo
desto que cubra el pecho, la espalda y los brazos, a lo
menos parcialmente). Queda, pues, prohibido el pantalón
femenino, así como el 'short'.
Puesto que los peregrinos y turistas tienen derecho a
recibir aclaradones, les presentamos respetuosamente
las razones de esta medida.
PRIMERA RAZÓN: Necesidades de una reacción;
Nuestra época está caracterizada por una decadenda mo
ral que se va generalizando. Por todas partes se buscan
hoy la felicidad y el placer. El mundo se hunde en el
materialismo y la impureza. Asistimos a una indisdplina
de costumbres verdaderamente inquietante; se va de
abandono en abandono, de decadencia en decadencia. Es
el descuido en todos los terrenos. No se aceptan ni suje-
dón, ni disciplina, ni molestia. La libertad llega a ser li
cencia. Circunstancia agravante en cierto sentido, por
que de ningún lado se ve el mal, pero el mal se hace y
se extiende.
Lourdes tiene un fin que cumplir en este mundo de
decadenda moral. Lourdes ha de reacdonar y recor
dar a una sociedad que lo ha olvidado, que la modestia,
la reserva, la moderadón son valores humanos y cris
tianos: conviene ponerlos en honor nuevamente. Lour
des ha de esforzarse en particular por realizar, respecto
del atavío femenino, e incluso masculino, una obra de
saneamiento. Es una buena ocasión para recordar a
todos esta verdad de fe, demasiado olvidada: por el
Bautismo se convierten nuestros cuerpos en templos
del Espíritu Santo. No se tiene derecho a profanarlos.
No se puede aceptar sin control la tiranía, a veces de
gradante, de la moda.
SEGUNDA RAZÓN: El respeto de la mujer. Se ha
bla mucho de la dignidad de la persona humana. En

115
realidad, ¿no va retrocediendo esta dignidad, sobre todo
cuando se trata de la mujer?
Cuando se pone ella un traje masculino, lo que es
lídto en casos excepdonales, por ejemplo, para el esquí
o las excursiones en la montaña; cuando este vestido
masculino, en lugar de esconder el cuerpo, ostenta su
forma y sus líneas, cuando por su color y el corte
provoca una curiosidad sospechosa, ¿inspira sentimien
tos de respeto? ¿No corre entonces la mujer el peligro,
a pesar de su buena fe y sus ilusiones, de quedar algo
envilecida ante sus propios ojos y los ajenos? Una mu
jer solídta por su dignidad, vigila su manera de vestir.
Esta puede ser muy sendlla y aun muy pobre; pero
debe ser siempre femenina y modesta.
En Lourdes, la Virgen Inmaculada invita a las mu
jeres a merecer, con su comportamiento, estima, con
sideración y respeto.

TERCERA RAZÓN: El respeto a Nuestra Señora.


Aun en el mundo actual, una mujer no visita en pan
talones a una persona respetable. ¿Podría permitirse
con Nuestra Señora toda negligenda y toda licencia?
Lourdes, en efecto, es la tierra de la Inmaculada, el
santuario de Aquella de quien Pío IX deda que es
más hermosa que la hermosura. Cuando se la visita
en la Gruta, donde su vestido es todo blancura y azul,
¿no conviene, para asemejarse a la virginal Madre de
Dios, presentarse delante de Ella decentemente?
¿No exige la corrección elemental para una mujer
que su vestido sea femenino y modesto?

CUARTA RAZÓN: El respeto al pueblo cristiano.


Hay todavía en Francia y en Europa una parte impor
tante y sana de la población que sufre a causa de la
indecenda de la indumentaria y reclama sobre todo
que, en los Santuarios de Lourdes, la correcdón en el
vestir sea un homenaje a la Virgen Inmaculada. Los
cristianos venidos de África, de Asia y particularmente
de la India se sienten profundamente heridos, al llegar
a Europa, viendo el abandono de las viejas naciones
cristianas. Quedarían escandalizados si, en un Santua
rio como el de Lourdes, se tolerase una indumentaria
que su sentido moral y religioso juzga intolerable. De-

116
bemos tener en cuenta las exigendas cristianas de
nuestros hermanos negros o amarillos."

30 —Siendo la Misa—y sobre todo la comunión—


una acción de gracias (Eucaristía), ¿no es ri
dículo que después de la Misa o la comunión nos
quedemos a dar gracias?
—En la Misa hay que distinguir dos acciones: la de
Cristo y la nuestra. La Misa es un sacrificio que se
ofrece y realiza en el curso de unas oraciones de acción
de gracias, pero no es una acción de gracias solamente,
sino también un sacrificio de adoración, de petición y
de sufragio. La comunión no es una acción de gracias
ni es un sacrificio, sino participación que de él se nos
da. De esta participación y del recibir a Cristo se debe
dar gracias. Lo contrario es ser desagradecido y mal
educado. Dice el gran teólogo P. Garrigou-Lagrange:
"La negligencia tan frecuente en la acción de gracias
después de la comunión proviene de que no conocemos
bastante el don de Dios. Pidamos humildemente a Nues
tro Señor, pero con fervor, la gracia de un gran espíritu
de fe, que nos permita 'realizar' cada día un poco
mejor 'el precio de la Eucaristía'. Pidamos la grada
de la contempladón sobrenatural de este misterio de
fe, es decir, el conodmiento vivido que procede de los
dones de inteligenda y sabiduría, el cual es el prin
cipio de una acdón de gradas ferviente en la medida
en que se tiene más condencia de la grandeza del don
recibido."

31 —A pesar de todo muchos continúan insistiendo


en que no hay que dar gracias después de la co
munión, ya que bastan las oraciones de la co
munión y poscomunión de la Misa.

—Esas oraciones litúrgicas tienen altísimo valor. Pero


será muy justo y saludable que el que comulgue pase a
solas con el Señor un tiempo adorándole, agradecién
dole, renovando el dolor de sus pecados y suplicándole
los favores que necesita. ¿Quién podrá desestimar los
frutos espirituales que han reportado, reportan y repor-

117
taran las almas, en los coloquios íntimos con Cristo Sa
cramentado después de la Santa Misa o de la sagrada
comunión? Terminado el acto comunitario, cada indi
viduo puede alcanzar muchas más gracias en las co
municaciones íntimas con el Señor. Por esto en la
instrucción "Eucharisticum mysterium" de la Sagrada
Congregación de Ritos y del Consilium para la reforma
litúrgica del 25 de mayo de 1967, se dice: "Para que
puedan perseverar más fácilmente en esta acción de
gracias, que de modo inminente se tributa a Dios en la
Misa, se recomienda a los que han sido alimentados
por la sagrada comunión que permanezcan algún tiem
po en oración." (Nún. 38.) Al pie de este párrafo, se
indica que ha sido tomada de la Mediator Dei de
Pío XII, en cuya encíclica se lee: "La acdón sagrada,
que está regulada por peculiares normas litúrgicas, no
exime, una vez concluida, de la acción de gracias a
aquel que ha gustado del celestial manjar; antes, por
el contrario, está muy puesto en razón que, después de
haber recibido el alimento eucarístico y terminados los
ritos públicos, se recoja dentro de sí y, unido íntima
mente con el divino Maestro, converse con El dulce y
provechosamente. Se alejan, pues, del recto camino de
la verdad los que ateniéndose a la palabra más que al
sentido, afirman y enseñan que, acabada ya la misa,
no se ha de continuar la acción de gracias, no sólo
porque ya el mismo sacrificio del altar es de por sí una
acción de gradas, sino también porque eso pertenece
a la piedad privada y particular de cada uno y no al
bien de la comunidad. Antes al contrario, la misma
naturaleza del sacramento lo reclama, para que su
percepción produzca en los cristianos abundantes fru
tos de santidad. Ciertamente ha terminado la pública
reunión de la comunidad; pero cada cual, unido a
Cristo, conviene que no interrumpa el cántico de ala
banza, dando gracias siempre por todo a Dios Padre en
nombre de Nuestro Señor Jesucristo."

118
32 —El Concilio ha hablado de la Misa, pero no del
Santísimo Sacramento. Y, por otra parte, lo im
portante es el Sacrificio y el altar. ¿Por qué dar
importancia al Sagrario?
—El Concilio ha hablado (cap. 2 de la Constitución
sobre Liturgia) de "el sacrosanto misterio de la Euca
ristía". Y la Eucaristía es Sacrificio y es Sacramento.
En el art. 47 no sólo menciona el "sacramento de pie
dad", sino menciona también el "banquete pascual",
es decir, la comunión, que es Sacramento (no Sacrificio,
sino participación de él). Además, si el Sacrificio de
la Misa es reproducción (sacramental) de la Muerte del
Señor, el Sacramento eucarístico es, según enseña la
Iglesia, "memorial de la Pasión" y de la Muerte en
todo momento, incluso a las horas en que no hay Misa.
El sagrario tiene por objeto conservar dignamente
la Eucaristía para, entre otros fines, poder administrar
el Cuerpo del Señor fuera de la Misa, por lo menos
como Viático. Siendo el Cuerpo del Señor, no hay que
guardarlo ni en un armario ni en un cajón como otra
cosa cualquiera.
Aunque el Concilio no ha hablado del sagrario—como
no ha hablado de tantas otras cosas—, sí ha tratado de
él la Instrucción del Consilium, cuando dice (n. 95):
"La sagrada Eucaristía se reservará en un 'sagrario'
sólido e inviolable colocado en medio del altar mayor
o (en otro caso) de un altar lateral eminente o también,
según costumbres legítimas y en casos particulares
que deben ser aprobados por el Ordinario del lugar,
en otro sitio de la Iglesia que sea verdaderamente muy
noble y esté debidamente adornado. Se puede celebrar
de cara al pueblo, aunque endma del altar mayor esté
el sagrario, que, en este caso, será pequeño y apro
piado." Y el cardenal Lercaro, en la carta antes citada
que como Presidente del Consilium dirigió a los Pre
sidentes de las Comisiones Episcopales de Liturgia,
añade: "Cuando el Ordinario de lugar reconozca la
oportunidad de colocar el sagrario fuera del altar, pón
gase en un lugar de la Iglesia que sea verdaderamente
digno y eminente, fácilmente visible, y que no quede
cubierto ni siquiera por el sacerdote durante la cele-
bradón de la Misa. En una palabra, que sea posible
entender inmediatamente el signo y el sentido de la

119
presencia física, sacramental del Señor en medio de
su pueblo." Y continúa señalando como solución no sa
tisfactoria la que pone la sede del celebrante delante
o inmediatamente debajo del sagrario.

33 —Pero las Visitas al Santísimo y las Asociacio


nes eucarísticas ¿no han perdido su oportunidad,
aunque la tuviesen en épocas ya superadas hoy?

El Sr. Arzobispo de Barcelona, Dr. D. Marcelo Gon


zález Martín, escribía en su pastoral El porvenir espi
ritual de una diócesis, en 23 de mayo de 1953: "Os en
carezco con la mayor vehemenda que fomentéis en las
parroquias la vida eucarística. El sagrario debe ser
el centro real y efectivo de la comunidad parroquial.
No bastan, no—acaso algunas veces incluso no con
vengan—las llamadas fiestas sacramentales y actos pa
recidos. Hay que aspirar a constituir 'asociaciones eu
carísticas' permanentes de hombres, mujeres, niños,
tales como la Adoradón real, perpetua y universal, la
Cruzada Eucarística, etc., que hagan turnos de vela
al Santísimo, que 'visiten al Señor' durante el día,
que en el silencio y con fervor adoren y presenten sus
plegarias al Divino Huésped del Tabernáculo."
Y un teólogo tan celebrado y progresivo como el pa
dre Rahner tiene escritos recientes en que propugna
y teológicamente fundamenta la Visita al Santísimo.

34 —Dado que la contrición perfecta borra los pe


cados mortales, ¿no basta para poder comulgar
hacer el acto de contrición, y dejar para más
tarde la confesión? Parece que opinan algunos
así después del Concilio.

—El canon 856 establece: "No se acerque a la sagrada


Comunión sin haberse antes confesado sacramentalmen-
te, cualquiera que tenga condencia de haber cometido
pecado mortal, por mucho dolor de contridón que crea
tener..." Lo cual concuerda con el canon 2 de la Se
sión XIII del Concilio Tridentino: "...establece este mis
mo Concilio que quienes se sientan gravados con con
dencia de pecado mortal, por muy contritos que se con-

120
sideren, deben necesariamente, habiendo confesor, hacer
previa confesión sacramental. Y si alguno enseñare lo
contrario, sea anatema."

La Iglesia y el Concilio no han anulado ninguna de


estas dos disposiciones, que obligan gravemente, como
se ve por su texto.

35 —¿Por qué hay que confesar distintamente to


dos los pecados, si en el Evangelio no se dice
nada de esto?

—El Evangelio, como toda la Sagrada Escritura, tiene


un intérprete auténtico e infalible, que es la Iglesia, la
cual dice que es necesario confesar distintamente todos
los pecados mortales. Por lo demás, esto se entiende
fácilmente, puesto que la confesión es un juicio o acto
judicial en que la potestad sobre los pecados y el pecador
es no sólo positiva, sino también negativa: perdonar o
retener pecados. (lo. 20, 23.) El confesor no puede juzgar
según justicia ni acertadamente perdonar o retener ni
tampoco imponer la justa penitencia, si no tiene conoci
miento de todos los pecados del penitente.
Por otra parte, la obligación de confesar todos los pe
cados mortales es doctrina definida, que no puede negar
se sin pecado de herejía. Dice el Concilio Tridentino (ca
non 7 de la Sesión XIV): "Si alguien dijere que en el
Sacramento de la penitencia no es necesario 'de derecho
divino' confesar, para la remisión, 'todos y cada uno'
de los pecados mortales, aun los ocultos (o internos) de
que, tras debido y diligente examen, se tenga memoria,
'así como las drcunstandas' que cambian la especie, sea
anatema." (Denz. 917.)

36 —Pero, respecto de los pecados veniales, ¿no será


un abuso del Sacramento confesar cada semana?

—Sobre este punto dijo Pío XII en la encíclica Mysti-


d Corporis: "... Falsas opiniones (son las) de quienes
aseguran que no hay que hacer tanto caso de la confe
sión frecuente de pecados veniales, pues tenemos ya la
'confesión general (el Confíteor o Yo pecador)' más per
fecta, que la Esposa de Cristo hace cada día, con sus hi-

121
jos unidos a Ella en el Señor, por medio de los sacerdo
tes antes de acercarse al altar de Dios. Cierto que, como
bien sabéis, estos pecados veniales se pueden expiar de
muchas y muy loables maneras; pero, para progresar
cada día con mayor fervor en el camino de la virtud,
'queremos recomendar con mucho encarecimiento la pia
dosa práctica de la confesión frecuente', introducida por
la Iglesia 'no sin inspiración del Espíritu Santo'." Y aña
de a continuación los frutos de esta práctica: "Aumenta
el justo conocimiento propio, crece la humildad cristia
na, se desarraigan las malas costumbres, se hace frente
a la tibieza e indolenda espiritual, se purifica la con-
dencia y se acrece la gracia en virtud del Sacramento."
Termina el párrafo con esta seria amonestación: "Ad
viertan, pues, los que rebajan él aprecio de la confesión
frecuente entre los jóvenes clérigos que 'acometen una
empresa extraña al espíritu de Cristo y funestísima para
el Cuerpo Místico de nuestro Salvador'."

37 —¿No habría que suprimir las procesiones, por


manifestación «triunfalista» que exaspera y ale
ja a los incrédulos y a los que practican poco?
—Suprimir las "procesiones" ya lo pretendieron los
escribas y fariseos cuando Cristo nuestro Señor entró de
manera "triunfalista" en Jerusalén. Y el Señor les repli
có que, si los niños callaban, hablarían las piedras. Me
nos tuvo de "triunfalismo", y fue una auténtica proce
sión, la que discurrió desde el Pretorio de Pilato al
Calvario. Como tampoco son "triunfalistas"—y a pesar
de no serlo, apenas se celebran—varias procesiones de
penitencia y de rogaciones que se contienen en el Ritual
Romano. Y las otras, como, por ejemplo, la de Corpus,
¿es acaso más triunfalista—y perdónese la compara
ción—que los recibimientos y acompañamientos a las
estrellas de cine o a los equipos de fútbol "triunfantes"?
No está bien negar a Nuestro Señor—por "antitriunfa-
lismo"—lo que se da a unas criaturas bien infelices
muchas veces. Y los incrédulos y menos practicantes no
van a mejorar por el hecho de suprimir procesiones.

122
38 —Se pregunta—y textualmente lo ha hecho el
P. Gélineau—si es que tenemos derecho «a im
poner visiblemente nuestra religión en la calle
con monumentos considerables, edificios costo
sos, campanarios altos».

—Dejando aparte quién lo haya dicho y dentro de qué


contexto y en qué sentido, y estando de acuerdo en que
la pura ostentación y el lujo no son evangélicos, la frase
tal cual se propone no es acertada. Nadie se escandaliza
—y no faltaría motivo—de que se construyan espacio
sas salas de espectáculos, magníficas por dentro y por
fuera, con grandes carteles de propaganda, o de que se
levanten amplios estadios deportivos. ¿Estará "prohibi
do" únicamente el levantar iglesias y campanarios? El
"derrotismo" de quedar los católicos reducidos a peque
ños grupos ocultos e inadvertidos entre ingentes masas
descristianizadas no está fundado en el Evangelio, ni
responde al espíritu de la Iglesia. Véase lo que decía
Juan XXIII en 15 de agosto de 1962, dos meses antes de
inaugurar el Concilio: "El templo es de hecho el taber
náculo de Dios en medio de vuestras casas. Ir a la Iglesia
debe significar para vosotros elevarse, purificarse, ex
tender el horizonte de la vida individual a las preocupa-
dones de toda la catolicidad, latir al unísono con el co
razón de los hermanos en la fe y de todos los demás, que
son igualmente hermanos, porque todos han sido redi
midos por la sangre de Cristo." Y sigue a continuación,
precisamente hablando de las campanas... que se colo
can en los campanarios: "Vocead vuestro fervor religio
so, queridos hijos. ¡Cómo desearíamos que vuestras cam
panas difundiesen sus tañidos durante largos ratos, con
brío y armonía! Porque ésta es una voz que penetra en
las familias y en los corazones, despierta, anima, exhor
ta, enternece, es una voz que invita a los santos propó
sitos, a pensar en el cielo, a orar."

39 —¿Es verdad que el Concilio ha suprimido el


tomar agua bendita al entrar y salir de la Igle
sia?

—Completamente falso: tampoco el Concilio ha bajado


a estos pormenores. El uso del agua bendita es antiquí-

123
simo en la Iglesia. Ya en el siglo m se utilizaba. Es un
sacramental de la Iglesia. Borra el pecado venial, y es
defensa contra el demonio, como decía la gran Santa Te
resa de Jesús—de exquisito espíritu litúrgico—en su
Vida, cap. 31, hablando del agua bendita: "De muchas
veces tengo experiencia que no hay cosa con que huyan
más los demonios para no tornar. De la cruz también
huyen, mas vuelven luego: debe ser grande la virtud del
agua bendita: para mí es particular y muy conocida con-
soladón, que siente mi alma, cuando la tomo..."

40 —¿Qué norma concreta podríamos seguir para


vivir la liturgia según el verdadero espíritu del
Concilio?

—Sigamos lo que nos dice el cardenal Siri: "La Igle


sia ha publicado una Constitudón litúrgica que se carac
teriza por la introducdón de la lengua vulgar en parte
de la liturgia. La reforma ha evidenciado que el primer
medio de apostolado eclesiástico es predsamente la li
turgia. Los retoques hechos a los sagrados Ritos no pue
den tildarse de vistosos y llamativos.
La reforma litúrgica ha dejado un margen libre en
cuanto a la introducdón de la lengua vulgar y en cuanto
al uso mayor o menor de algunos elementos rituales
(concelebradón y comunión bajo las dos especies). Ese
margen, en su mayor parte, está en manos de las Confe
rencias Nadonales de los Obispos y, en su parte menor,
en manos de cada Obispo. Tal disposidón ha sido dicta
da por la prudenda, pues responde a un criterio de
adaptabilidad a las circunstancias más diversas.
Mas en ese margen debe actuar exclusivamente la je
rarquía, para que se sigan resultados altamente benefi
ciosos y positivos.
Sobre este punto se dernen dos peligros: que actúen
algunos a su capricho y que ese margen sea rebasado ar
bitrariamente. En el primer caso se tendrá un acto de
indisdplina; en el segundo, puede desfigurarse toda la
Liturgia e incluso el dogma que la informa. Ya se han
dado casos a propósito de los Sagrarios, de la doctrina
integral sobre la Presencia real, de la duración de esa
Presencia real, del culto a la Virgen y a los santos.
Sin un dogma integérrimo y sin una disdplina en la

124
Liturgia, surgiría el peligro de herejía y se llegaría a la
abolidón práctica de la misma y al límite extremo de la
anarquía de costumbres.
La juventud de la Iglesia en el terreno de la Liturgia
está en saber adaptarse al idioma de los fieles y en dar
a la misma Liturgia la preeminenda que le corresponde.
Mas todas las decadencias, de que hemos hablado breve
mente, nada tienen que ver con la juventud. Son terri
bles erosiones, que marcan en su rostro las arrugas de
la vejez.
Pero debe quedar bien sentado que la juventud de la
Iglesia se nutre prindpalmente del Sacrifido y de los
Sacramentos, administrados por la sagrada liturgia, no
sólo de ésta, sino de todo el complejo, con el cuál la
Iglesia responde al 'tipo' que de ella ha diseñado Cristo.
Seria un gran error separar la liturgia del dogma,
de la moral y de toda la disciplina eclesiástica.
En gran parte de la prensa se ha creído ver el reju-
venedmiento en algunas reformas particulares—muy
elogiadas—por considerarlas revolucionarias. Lo que se
pretendía era la revolución, no la juventud, y las dos
cosas son esencialmente distintas. Algunas actitudes de
satisfacdón y de polémica entusiasta tenían el mismo
origen.
La juventud es el resultado de todas las líneas traza
das por Cristo, no sólo de alguna."

41 —¿Cómo ha sido recibida y llevada a la práctica


la reforma litúrgica decretada por el Concilio?

—En general ha sido recibida con agrado, sin prejui


cio de que existan algunas almas excesivamente simples
a quienes les parece que "nos cambian la religión" o que
no quieren cambiar porque "me lo habían enseñado de
otra manera".
Los sacerdotes han visto con gusto algunas simplifica
ciones que eran de desear; pero, interinamente, tropie
zan con la molestia de tener que manejar tres y cuatro
libros, fascículos u hojitas no siempre bien legibles ni
tan completas como el tradicional misal.
Lo que importa, sin embargo, no es cómo se ha reci
bido la reforma, sino qué frutos se consigan con ella.
Ha sido una gran ventaja que hoy el pueblo entiende los

125
textos que antes no entendía, y participa más activamen
te y plenamente en los actos litúrgicos. Pero queda la
enorme masa inerte, que no se puede decir acuda más
que antes a la iglesia. Por otra parte, el fruto que se ha
de esperar de la reforma litúrgica es que los fieles "ex
presen mejor en su vida él Misterio de Cristo y la genui
no naturaleza de la Iglesia". (Cfr. Instrucción del Conci
lio.) Si no se llega a conseguir esto, de poco servirá la
reforma litúrgica. Y mucho peor si, como ha sucedido
en algunos sitios y personas, es utilizada para combatir
y destruir—sin compasión—prácticas piadosas no sólo
tradicionales, sino recomendadas también por los Papas
Juan XXIII y Pablo VI.
Respecto de cómo ha sido llevada a la práctica, en
general bastante bien. Pero se notan dos tendencias:
una remolona y otra arrolladora; la de quienes no aca
ban de entrar en la corriente renovadora y la de quie
nes "renuevan" (?) por su cuenta y riesgo. No sin razón
se ha preguntado el Papa en la audiencia general del 5
de octubre de 1965: "¿Qué necesita más la Iglesia ahora?
La Iglesia necesita obedienda." Existe esta necesidad,
ha dicho, "por derto espíritu de indisdplina y emand-
padón que por todas partes aflora". Y todavía se pre
gunta él mismo: pero "¿no ha cambiado, con el Conci
lio, nada de la obedienda? ¡Oh, no! Nos creemos que el
espíritu, que las formas de la obediencia se han regene
rado con el Concilio".
Como muestra de aquel espíritu de indisciplina podría
mos mencionar, de una parte, las resistencias de unos
pocos a la reforma; de otra parte, los no escasos "inven
tos" de otros y dos hechos desgraciadamente muy sinto
máticos: el cardenal Lercaro, Presidente del Consilium,
y el pleno del Episcopado belga se manifestaron pública
mente contra algunos artículos aparecidos en una revis
ta litúrgica; y, en España, no falta alguna revista asi
mismo litúrgica que se ha "olvidado"—suponemos que
no es más que olvido—de informar, después de más de
un año, de la carta del citado cardenal a las Comisiones
nacionales de la Liturgia.
Es de esperar que, pasados los primeros entusiasmos
—y Dios quiera que no se truequen en dejadez—retorna
rá el sentido del valor que, para vivir el Misterio de
Cristo (cfr. la citada alocución de Pablo VI), tiene la
práctica de la obediencia.

126
VII — PREDICACIÓN Y APOSTOLADO
OBRERO

1 —¿Verdad que ahora el Concilio ha mandado


que con la predicación de la homilía se supriman
las otras predicaciones?

—De ninguna manera. La misma Constitución sobre


la Sagrada Liturgia proclama explícitamente: "La sa
grada liturgia no agota toda la actividad de la Iglesia,
pues para que los hombres puedan llegar a la liturgia
es necesario que antes sean llamados a la fe y a la con
versión: ¿Cómo invocarán a Aquel en quien no han
crddo? ¿O cómo creerán en El sin haber oído de El?
¿Y cómo oirán si nadie les predica? ¿Y cómo predicarán
si no son enviados?" (Rom. 10, 14-15). Por eso a los no
creyentes la Iglesia proclama el mensaje de salvación
para que todos los hombres conozcan al único Dios ver
dadero y a su enviado Jesucristo, y se conviertan de sus
caminos haciendo penitencia (24). Y a los creyentes
les debe predicar continuamente la fe y la penitencia,
y debe prepararlos, además, para los Sacramentos, en
señarles a cumplir todo cuanto mandó Cristo (25) y esti
mularlos a toda clase de obras de caridad, piedad y apos
tolado, para que se ponga de manifiesto que los fieles,
sin ser de este mundo, son la luz del mundo y dan gloria
al Padre delante de los hombres. (C. de S. L. 9.)

127
2 —Pero ¿Pablo VI nos aconseja también la pre
dicación?

—Como de primera necesidad. Recuerde lo que nos


dice en la Ecclesiam suam: "Apostolado y predicación,
en derto sentido, son equivalentes. La predicadón es
el primer apostolado. El nuestro, Venerables hermanos,
es, antes que nada, ministerio de la palabra."

3 —Bien, admitamos que hay que predicar, pero


debe ser una predicación sin verdades eternas,
optimista y no dogmática, para la construcción
de un mundo con plena convivencia humana.

—No opinan así grandes predicadores y teólogos. Ade


más, hay que transmitir el Evangelio entero. El P. Lom-
bardi, en el Congreso de Salerno, en 1963, afirmaba ro
tundamente: "No digáis que la gente no se interesaría
en la demostración de que nuestra alma es inmortal.
¿Cómo? Ha muerto tu madre hace poco, has perdido un
hijo, al amigo más querido, sufres, y yo te demuestro
—no despreciemos la filosofía, queremos filosofía y fe—
satisfaciendo tu razón, te hago vislumbrar tantas cosas
maravillosas de orden superior, te hago sentir que tene
mos alma. ¿Y esto no te interesa? Hay personas que han
cambiado de vida después de una predicación... Debemos
insistir en el sentido de la eternidad, del alma, de Dios...
Hemos encontrado un planteamiento muy extendido, en
el cual se traiciona la suma verdad que es Dios por una
profunda inmoralidad que es ligarse a las pequeñas co
sas del mundo, como suprema finalidad." El Padre Car
los Rahner, teólogo del Vaticano II, ha dicho: "¿Quién
predica entre nosotros todavía sobre el infierno? ¿Quién
conjura a su prójimo para que salve su alma? ¿Quién
siente temor ante la muerte y ante el tribunal divino?
¿Quién se lamenta de que alguno de sus amigos muera
sin sacramentos? ¿Quién tiene la santa audacia de forzar
la puerta de aquellos que no quieren oírle y de presio
narles para que se conviertan y se amen redprocamen-
te? ¿No prefieren muchos pronunciar sermones anodi
nos y de una extraordinaria inactuálidad? ¿No hace falta
encender ya una linterna para buscar, incluso en las

128
naciones neolatinas, predicadores valientes que hablen
de las verdades eternas?"

4 —Pero me han dicho personas muy enteradas


que en las Constituciones del Concilio ni siquie
ra se hace mención del infierno.

—Poco habrá leído los documentos conciliares quien


esto afirma. En la Constitución dogmática sobre la Igle
sia (cap. 7) se lee: "Y como no sabemos ni el día ni
la hora, debemos vigilar constantemente, como nos
avisa el Señor, para que, terminado el curso único de
nuestra vida terrena (cf. Heb. 9, 27), si queremos entrar
con El a las nupcias, merezcamos ser contados entre los
escogidos (cf. Mt. 25, 31-46); no sea que, como aquellos
siervos malos y perezosos (cf. Mt. 25, 26) seamos arro
jados al fuego eterno (cf. Mt. 25, 41) a las tinieblas ex
teriores en donde 'habrá llanto y rechinar de dientes'
(Mt. 22,13 y 25, 30)." Así habla el Concilio.

5 —Se afirma que hay que prescindir totalmente


de los argumentos de la apologética, ya que la fe
es «misterio» y no puede reducirse a ninguna ca
tegoría conceptual.

—Hubo un tiempo en que quizá se abusó de la apo


logética. Pero es indudable que actualmente se ha dado
un bandazo extremista, despreciando su utilidad y el
oficio que realmente debe desempeñar.
Ya sabemos que en el orden sobrenatural, la gracia y
la vida divina son el término y esencia y perfección. Que
el dogma y la moral y la liturgia son irreemplazables.
Pero es cierto que la razón debe tomar parte y prepa
rar las disposiciones para aceptar la legitimidad y la
obligación de la creencia. Dice Santo Tomás: "La razón
nunca se inclinaría a creer si claramente no se viese
forzada a ello." Y San Agustín: "No quiere Dios que la
sumisión que se nos exige respecto de todo cuanto forma
parte de la fe, nos impida ofuscar e inquirir la razón
de lo que creemos, puesto qué si no estuviésemos dota
dos de razón ni siquiera podríamos creer." (Ep. 120, n. 3.)
Y el gran Bourdaloue: "La fe cristiana no es puro asen-

129
LO QUE NO HA DICHO EL CONCILIO.—9
timiento ni una simple sumisión del espíritu, sino un
asentimiento y una sumisión razonable; si así no fuera,
ni merecería el nombre de virtud. Pero ¿cómo podrá este
asentimiento ser razonable si en él no toma parte la
razón? ¿Cuáles son las pruebas que me hacen evidente
mente crdble la religión que profeso, y, por consiguien
te, que me aseguran de todos los misterios que esta mis
ma religión enseña? Esto es lo que debo examinar y pro
curar entender, esto es lo que estoy obligado a inquirir,
en esto debo ejerdtar mi razón, de manera que en modo
alguno pueda dedr: yo no razono ni discurro, porque
sin este previo examen y rigurosa discusión, no podría
tener sino una fe incierta y vacilante, una fe vaga sin
prindpio y sin consistencia."
Así nos lo enseña la Sagrada Escritura: "Una creduli
dad sobrado precipitada es señal de espíritu ligero."
(Eclesiástico, XIX, 4.) Y San Juan: "No creáis a cual
quier espíritu, sino probad si el espíritu viene de Dios;
porque andan por el mundo muchos seudoprofetas."
(I Epist., IV 1.) Y San Pablo: "No queráis despreciar
las profecías, pero probadlas y guardad lo que sea bue
no." (I Ep., V, 20.)

6 —¿Qué dice la doctrina de la Iglesia sobre las re


laciones entre la razón y la fe?

Nos dice Pío IX en la Qui pluribus: "La razón y la


fe no tienen nada que temer la una de la otra, puesto
que tanto la una como la otra derivan de la misma
fuente de verdad única e inmutable, que es Dios... La
razón humana, para no dejarse engañar en asunto de
tanta trascendencia, debe diligentemente examinar el
hecho de la revelación divina, a fin de asegurarse de que
Dios es el que ha hablado, y para que su rendimiento
a la palabra divina sea razonable, como con tan gran sa
biduría enseña el Apóstol."
El Concilio Vaticano I, en su capítulo IV, define:
"Aunque la fe sea superior a la razón, nunca puede ha
ber oposición entre una y otra, pues el mismo Dios que
revela los misterios e infunde la fe, ha dado al alma hu
mana la luz de la razón, y Dios no puede negarse a Sí
mismo, ni una verdad contradedr a otra verdad... No

130
sólo no pueden disentir jamás entre sí la razón y la fe,
sino que antes se auxilian la una y la otra. Por un lado
la recta razón demuestra los fundamentos de la fe, e
ilustrada por ésta, cultiva la denda de las cosas divinas;
y por otro la fe libra y preserva de errores a la razón
y enriquece con diversos conodmientos."
La razón no produce la fe. La fe es un don sobrena
tural. Pero la razón prepara el alma a la fe, ofreciéndole
motivos de credibilidad. No basta una adhesión humana
a las verdades reveladas. No basta la fe humana. Precisa
la fe divina, o sea creer las verdades reveladas por la
autoridad infalible de Dios y esto movido por la gracia.
Pero la razón establece con certeza los fundamentos
de la fe, demostrándonos que es racional, legítima y ne
cesaria. Según el Concilio Vaticano I, a la razón toca dar
esta demostración, y no es lícito ya, bajo pena de errar
en la fe, disputarle este derecho y atribución. La razón
debe defender la fe. Dice León XIII: "Título es alta
mente honorífico para la filosofía el ser baluarte y como
antemural de la fe."
O sea, que la dogmática y la moral, apoyándose en la
Revelación, nos ofrecen la verdad absoluta y objetiva.
Y es incumbencia de la apologética demostrar la legiti
midad de este orden divino. Es el camino racional a la
doctrina de la fe.

7 —¿Qué podríamos decir a los que anulan la apo


logética en toda su predicación y exposiciones
de las verdades fundamentales religiosas?
—A la tendencia de menosprecio de la apologética, re
cordamos lo que enseña el Concilio Vaticano I: "A fin
de que el homenaje de nuestra fe anduviera de acuerdo
con la razón, Dios quiso juntar a los auxilios interiores
del Espíritu Santo las pruebas exteriores de su revela
ción, a saber, los hechos divinos, y sobre todo los mila
gros y las profedas; los cuales, al par que muestran evi
dentemente el poder y la denda infinita de Dios, nos
dan respecto de la divina reveladón, las señales más
ciertas y apropiadas a la inteligencia de todos." (Cons-
titutio de fide catholica, cap. III.)
Y en la fórmula del juramento antimodernista, pres
crita por San Pío X, se añade: "Los argumentos exter-

131
nos de la revelación, es a saber, los hechos divinos, en
primer lugar los milagros y las profecías, admito y acep
to como señales ciertísimas de la religión cristiana, y por
lo mismo estoy seguro están acomodadas espedalmen-
te a la inteligenda de todos los tiempos y hombres, y
también para los de esta época." Por tanto, el principal
argumento que prueba la verdad de la religión católica
no es el testimonio, sino los milagros y profecías. Cier
tamente el testimonio tiene su valor. Pero no el sufi
ciente para llevar a la convicción de la verdad de la re
ligión católica.

8 —Así, pues, ¿cómo se podría presentar la actua


lidad de la apologética en la predicación?
Hermann Lais escribe: "La fe en la revelación sobre
natural presupone la creencia en un Dios trascendente
y personal. Quien niegue la existenda de Dios, implíd-
tamente niega también su revelación. Así, la apologética
general no sólo ocupa con pleno derecho un lugar dentro
de la teología fundamental, sino que, en una época ente
nebrecida por el ateísmo, tiene a su cargo una misión
indispensable."
La práctica de la vida sacerdotal nos enseña la efica
cia de la apologética. No la supervaloramos. No admiti
mos el desprecio por las definiciones de la Iglesia, alu
diendo a las circunstancias históricas y polémicas de las
diferentes épocas que las han originado. Pío XII, en la
Humani Generis, nos dice: "Algunos más audaces afir
man que esto se puede y se debe hacer también por la
siguiente razón: porque, según ellos, los misterios de la
fe nunca se pueden significar con conceptos completa
mente verdaderos, mas sólo con conceptos aproximativos
y que continuamente cambian, por medio de los cuales
la verdad se indica, sí, en derta manera, pero también
necesariamente se desfigura. Añaden que la historia de
los dogmas consiste en exponer las varias formas que
necesariamente ha ido tomando la verdad revelada, se
gún las varias doctrinas y opiniones que a través de los
siglos han ido apareciendo. Por lo dicho es evidente que
estos conatos no sólo llevan al 'relativismo dogmático',
sino ya de hecho lo contienen; pues el despredo de la
doctrina tradicional y de su terminología favorece ese

132
relativismo y lo fomenta... El desprecio de los términos
y las nodones que suelen emplear los teólogos escolás
ticos lleva, naturalmente, a enervar la teología especu
lativa, la cual, por fundarse en razones teológicas, ellos
juzgan carecer de verdadera certeza."

9 —Muchas veces me han dicho que hay que pre


sentar la fe como «misterio», y solamente acu
dir a las fuentes de la Revelación, sin otra clase
de argumentos.

No podemos aceptar la exageración en lo que se llama


sentido del misterio. Convendría que se repasara a fon
do la Pascendi, de Pío X, cuando habla del modernismo
como "creencia". Así culmina el juicio del Padre Santo
sobre la táctica modernista en este aspecto: "Tropeza
mos en sus libros con cosas que los católicos aprueban
completamente; mientras que en la siguiente página hay
otras que se dirían dictadas por un radonalista. De aquí
que cuando escriben de historia no hagan mención de
la divinidad de Cristo; pero predicando en los templos
la confiesan firmísimamente. Del mismo modo en las
explicaciones de la historia no hablan de Concilios ni
Padres; mas si enseñan el Catecismo citan honrosamen
te a unos y otros. De aquí que distingan también la exé-
gesis teológica y pastoral de la dentífica e histórica.
Igualmente, estribando en el principio que la ciencia
de ningún modo depende de la fe, al disertar acerca de
la filosofía, historia y crítica, muestran de mil maneras
despredo de los preceptos católicos, Santos Padres, Con
cilios Ecuménicos y magisterio eclesiástico, no horrori
zándose de seguir las huellas de Lutero, y si ello se les
reprende, quéjanse de que se les quita la libertad. Con
fesando, en fin, que la fe se hace de subordinar a la den
da, a menudo y abiertamente censuran a la Iglesia por
que tercamente se niega a someter y acomodar sus dog
mas a las opiniones filosóficas; pues desterrada con este
fin la teología antigua, pretenden introdudr otra nueva
que obedezca a los delirios de los filósofos."
Ciertamente hay que volver incesantemente a las
fuentes de la Revelación: la Sagrada Escritura y la
Tradición. Y tiene un valor imponderable el buen ejem
plo, hoy llamado testimonio. Pero esto no excusa el de-

133
ber de utilizar la apologética tradicional, como medio
natural para la más profunda inteligencia de la doctri
na de la fe. Según la concepción católica, la fe no es
un instinto ciego, sino, como dice el Concilio Vaticano I,
un "obsequio razonable". La fe supone la certeza de que
las verdades cristianas son fidedignas. Hay que saber
que existe Dios y que nos ha revelado su palabra. Y el
conocimiento de la existencia de Dios se adquiere, en
principio, por raciocinios "filosóficos" o apologéticos. Y
sobre los hechos históricos de la vida de Jesús, su cono
cimiento nos lo proporcionan documentos, cuya investi
gación y credenciales también son objeto de la ciencia
histórica. Aquí la apologética establece la posibilidad
del conocimiento de hechos sobrenaturales, como mila
gros y revelaciones divinas.

10 —¿Tiene consecuencias prácticas este olvido de


la apologética en la predicación y formación re
ligiosa?

—Hemos comprobado algunos casos de crisis de fe de


antiguos militantes de organizaciones apostólicas. Sa
bían muchas "cosas" de dogma, de liturgia... Pero su fe
era tambaleante... Les fallaban escandalosamente los
motivos de credibilidad. Tenían mucha ilustración sobre
"cosas" de la Iglesia. Pero carecían de la reciedumbre
de convicciones sólidas, porque no tenían los elementos
de la sana razón humana que son supuestos de la fe.
Ideas muy equivocadas sobre la obediencia a la Iglesia,
moralidad, doctrina social... Cierto irenismo peligroso
hacia un ecumenismo torcido... Desconocían las pruebas
suministradas directamente por Dios para establecer el
hecho de la revelación, es decir, los milagros y las pro
fecías. Y como dice el Cardenal Pie—autor preferido de
Juan XXIII—, "no nos es permitido, en modo alguno,
rechazar, debilitar o relegar a segundo término, en el
orden de las pruebas, lo que en la economía y en la his
toria del establecimiento de la Iglesia, ocupa el primer
lugar".
La apologética, claramente tiene su importancia defi
nida. Y para hoy. Nos lo dice un autor, en algunos aspec
tos tan discutible, como el P. Lubac: "Ninguna discipli
na teológica necesita tanto, para conservar la vida, una

134
continua infusión de sangre nueva, como la apologética."
Lo que hace que no se pueda prescindir de la apolo
gética en su ámbito específico, apoyada en razones in
vulnerables y de su actualización frente a las hostilida
des teóricas y prácticas ante la Iglesia que presentan las
mentalidades laicizadas de nuestro tiempo. A esto se re
fería la Pastoral Colectiva del Episcopado Italiano, de
abril de 1960, en que hablaban que "prácticamente se
niega o se prescinde del hecho histórico de la Revela
ción" y de la preferencia de "vaga literatura teológica a
la teología sistemática".
Por esto creemos firmemente que el desprecio de, la
apologética produce daños irreparables. Causa desorien
taciones, iluminismos y neoprotestantismos. Porque a
muchos, por falta de base seria, se les cuartean los fun
damentos de la fe. Porque—enseña San Agustín—pri
mero es pensar y raciocinar que creer. Porque ninguno
puede creer algo, que primero no pensase que debiera
ser creído. Y esto es precisamente el cometido de la apo
logética.

11 —Como consecuencia del Concilio, ¿no se ha


producido un abandono en la predicación para
concentrarla solamente en la homilía dominical,
como si el Concilio desviara o subestimara la
otra predicación más amplia?
—De la lectura de los textos conciliares se deduce
cuan infundada es esta dificultad. En el orden doctrinal
no resiste el menor análisis al estudiar las enseñanzas
del Concilio, pero no podemos negar que en la práctica
se abandona mucho la predicación integral que nos pide
el Concilio. Las razones de este abandono son extraecle-
siales.

12 —¿Cuál sería la explicación?


—Pablo VI en la Ecclesiam suam nos habla del re
brote del modernismo. Y éste en su variadísima y cam
biante formulación actual ha producido un impacto tan
grande en tantas y tantas mentes católicas, que al pen
sar de una manera autónoma, perdida la noción teológi-

135
ca. el sentido de la fe y la adhesión auténtica al magis
terio eclesiástico, al aproximarse a textos eclesiásticos o
conciliares, no pueden desposeerse de su concepción mo
dernista que desvirtúa toda conclusión, aun la obtenida
con la mayor apariencia de lógica. Por esto, atribuyén
dose falsamente la línea del Concilio, deducen las con
clusiones más contrarias a la misma letra y al mismo es
píritu conciliar.

13 —En concreto, ¿cómo se puede definir el moder


nismo?

—La mejor definición será recordar palabras definiti


vas e inconfundibles de San Pío X, uno de los Papas más
grandes de toda la historia de la Iglesia: "Este afán in
novador se extiende a todas las cosas que hay absoluta
mente entre los católicos. Quieren que se innove la filo
sofía, sobre todo en los sagrados seminarios, de suerte
que relegada la escolástica... entre los demás sistemas
envejecidos, se enseñe a los adolescentes la sola filosofía
moderna que es la verdadera y que responde a nuestra
época. Para innovar la teología... piden que sobre todo
se funde en la historia de los dogmas. Decretan que los
dogmas y su evolución se concilian con la denda y la
historia. Por lo que a la catcquesis se refiere, exigen que
se consignen solamente los dogmas innovados y que es
tén al alcance del vulgo. Acerca del culto dicen que ae-
ben disminuirse las devociones exteriores... El régimen
de la Iglesia gritan que ha de reformarse en todos los
aspectos, sobre todo en el disciplinar y en el dogmático;
y por tanto que ha de conciliarse por dentro y por fuera
con la conciencia moderna que tiende a la democracia;
hay que dar por ende al clero inferior y a los mismos lai
cos su parte en el régimen y distribuir una autoridad
que está demasiado recogida y centralizada. Hay quie
nes, finalmente, dando de muy buena gana oído a los
maestros protestantes, desean que se suprima en el
sacerdocio católico el mismo sagrado celibato. ¿Qué de
jan, pues, intacto en la Iglesia que no haya de ser re
formado por ellos y de acuerdo con sus proclamas?"

136
14 —Se dice que la psicología moderna no se aviene
con la predicación de las misiones populares.

—Cuando se afirma este error se da nuevo cauce a las


ideas que puso en circulación el Sínodo de Pistoya, con
denado por Pío VI. Asimismo en sus proposiciones lo
decían aquellos reunidos en el falso sínodo, con la inten
ción de conciliar la Iglesia con el mundo moderno y sus
falsas doctrinas. En lo que hace a la predicación—"el
estrépito irreguar de las nuevas institudones que se han
llamado ejercicios o misiones—tal vez nunca, o al menos
muy rara vez, llegan a obrar la conversión absoluta, y
aquellos actos exteriores de conmodón que aparederon
no fueron otra cosa que relámpagos pasajeros de la sa
cudida natural". ¿No es verdad que en estas palabras
pronunciadas ya a finales del siglo xvm están en ger
men las modernas soflamas en contra de lo que han
venido a llamar triunfalismos, porque no llegan a una
evangelización profunda, según ellos?

15 —El hombre actual necesita otro lenguaje y


otras expresiones verbales, más acordes con las
categorías filosóficas corrientes...
—Este tópico ya es bastante viejo. También los janse
nistas habían enseñado "que la predicación de las ver
dades, para la mayoría de los cristianos ha venido a ser
como un idioma desconocido... y no se advierte bastante
que éste es uno de los defectos que más manifiestan la
senectud de la Iglesia y la ira de Dios sobre sus hijos".
Expresiones típicas, dentro de la hipocresía jansenista y
de ambiente de fingida piedad, que nos dicen en un len
guaje de tres siglos de anticipación, las quejas por la
inadaptación que hoy oímos en algunos labios, de la pre
dicación y de las enseñanzas de la Iglesia: de su fixismo
y fosilización: de la decrepitud de la Iglesia y de la lu
cha contra todo lo que ellos llaman anticuado, por el
afán de modernización. De la necesidad de nuevos en
sayos y del abandono de la tradición. Es natural que
una mentalidad así estructurada, con sucesivas aporta
ciones de estratos jansenistas, liberales, modernistas,
raciocine y piense de una manera completamente opues
ta al recto sentir de la Iglesia. Y cuando incluso se acer-

137
que a los textos más claros, lo haga con una óptica y
un color de luz tan diferente, que bajo su análisis que
den por completo deformados.

16 —Con las celebraciones litúrgicas ya basta. Esta


es la mejor predicación. Mejor dicho, la única
predicación que necesitamos. A lo más la predi
cación tiene que limitarse a una glosa de los
textos litúrgicos.

—Equivocación funestísima. La liturgia es el manan


tial y el centro de la vida cristiana, pero hay que conocer
el camino para ir al manantial y antes no se llega al cen
tro, hay que hacer camino. El gran Pío XII en una carta
al Obispo de Berlín, Mons. Konrad von Preysing (30-
IV-43) le dice explícitamente: "Sabéis que la Santa Sede
ha considerado las cuestiones litúrgicas que se han plan
teado entre vosotros como sufidentemente importantes
para tenerlas en cuenta. Sin embargo, reconocemos que
atribuimos más importancia a que las conciencias cris
tianas sean protegidas contra todos esos venenos, que
las amenazan. ¿De qué serviría hacer más bella la litur
gia de la Iglesia si, fuera del templo, el pensamiento y
los actos de los fieles se hacen en su vida extraños a la
ley y al amor de Cristo?"

17 —¿No le parece que resulta intolerable que se


predique en las empresas?

—Sorprende esta opinión tan contraria al espíritu y a


la actuación del ayer Cardenal Montini y hoy Pablo VI.
En 1951 se celebró en Milán una misión que ha sido muy
comentada. El Arzobispo Montini predicó en 170 fábri
cas. "Hay miles de hombres que sólo tienen la ocasión de
pisar el asfalto y el suelo de su fábrica. Llevan una exis
tencia dura, triste, agotadora, sin esperanzas. A ellos hay
que llevarles la palabra de Dios, la palabra del corazón y
la esperanza", dijo a sus más íntimos colaboradores. Ac
tualmente en Roma el Papa ha visitado varias veces a
trabajadores en sus propios ambientes; a los obreros de
la construcción, en donde en 9 de febrero de 1966 justifi
có plenamente su presencia hablando directamente de la

138
eternidad y del derecho de los sacerdotes a predicar en
las empresas. Léanse bien estas palabras: ¿No es mi mi
sión, mi ministerio venir a buscaros?... Desgradadamen-
te es verdad que alguno no os lo reconoce este derecho y
dicen, por ejemplo, que es sufidente con recibir el sala
rio. No, hijos míos, el salario no basta, tenéis que recibir
algo más. De la misma manera que tenéis derecho a la
escuela, a la farmacia, a las diversiones, también tenéis
derecho a la religión. ¿No sois hombres? ¿No sois cris
tianos? Tenéis un alma, ¿quién tiene que pensar en ella?
¿Quién os dará las palabras que vivifiquen vuestro espí
ritu?" Exactamente repitió en su visita a los barrende
ros de Roma en 15 de febrero de 1966.

18 —Parece que lo más propio en estas predicacio


nes sería presentar únicamente la doctrina so
cial de la Iglesia.

—Recuérdense las normas del que fue el Nuncio de


Su Santidad puestas por él de relieve en la Asamblea de
Apostolado Social en Madrid celebrada en 1965: "La
Iglesia no es sólo doctrina social, movimientos especia
lizados de obreros y patronos, o Consiliarios de obras
sociales. La Iglesia es esto, y mucho más... Nos atreve
ríamos a dedr que causan daño a la Iglesia los que al
serles presentado el programa de acción apostólica en él
mundo del trabajo dentro de este horizonte de más am
plia perspectiva, se obstinaran en tachar tal modo de ac
tuar de inútil, poco comprometido y valiente, y desco
nocedor de la realidad social. No es así. Por él contrario,
creemos que esa actuación puede ser firme, eficaz, gene
rosa y decidida, sin que obste para nada la obediencia
a la Jerarquía y la justa colaboración con la autoridad
legítima. Esta Jerarquía será la que diga en cada caso
cuándo la colaboración se hace imposible."

19 —No obstante algunos dicen que, antes que


nada, hay que poner en descubierto las injusti
cias sociales.

—No se olvide que hay dos formas de actuar contra


las injusticias sociales. Una manera marxista y otra cris-

139
tiana. Monseñor Riberi, en la clausura de Apostolado
Social en Madrid, en 1965, lo decía con estas claras pa
labras: "Es de temer que, aun con las mejores inten
ciones, la denuncia de las injusticias se convierta en
odio, el combate generoso en lucha fratridda, la evan-
gelización en humanitarismo sodológico. No son ésas
las armas de la Iglesia. Y aun cuando se demostrara
que con esas armas se consigue lo que la Iglesia no
logra con las suyas, seguiremos diciendo que no son
ésas las armas de la Iglesia. Sin duda ha habido mo
mentos en la Historia—y seguirá habiéndolos—en que
la clase sodal obrera ha conseguido objetivos, que en
justicia buscaba, por caminos distintos de los que la
Iglesia señala. Lo que hubiera de dignidad en esos ca
minos recorridos es también cristiano. Lo que hubiera
de violencia rechazable, no lo es. Y aunque tuviera
éxito la violencia, no por eso la Iglesia puede apro
barla."

20 —¿No piensa usted que esta predicación es un


ataque a la libertad de conciencia?

—¡Qué tremenda equivocación! El Cardenal Suenens


ha salido al paso de esta falsificación que algunos di
vulgan. Nos dice: "En el Condlio Vaticano II no es la
hora de discutir la misión directa. No es la hora de los
testimonios mudos. Hay que sacar a dertos ambientes
cristianos de la atmósfera de silendo que les rodea.
Hay que exorcizar al demonio mudo que posee a dema
siados cristianos... Semejante silencio no sería un ver
dadero silencio, ya que, cuando uno ha sido alcanzado
por la Palabra de Dios, sería faltar al respeto a Dios
y al hombre el no transmitirle lo que constituye el
fondo mismo de nuestra razón de existir." ("Cristo al
mundo", 1966, núm. 1, págs. 78-81.)

21 —Serían mucho más efectivos los sacerdotes


obreros. El trabajo manual debería ser normal y
corriente en todos los sacerdotes.

—Todos sabemos cómo terminó la primera experien


cia de los sacerdotes obreros, con la memorable interven-

140
ción del Papa Juan XXIII. Actualmente con ciertas cau
telas hay un número de sacerdotes obreros intentando
una nueva experiencia. Pero la problemática queda per
fectamente dilucidada en las autorizadas palabras que
Monseñor Ancel, obispo auxiliar de Lyon y Superior Ge
neral de los Sacerdotes del Prado, ha dicho a la revista
Perseverando: "No pienso que el trabajo profesional
deba ser una regla habitual de los sacerdotes. Por el con
trarío, veo en el Evangelio que Jesús dejó su trabajo al
comenzar su vida pública y pidió lo mismo a los após
toles. Pero si la misión de los obispos hada su pueblo lo
exige, pueden permitir a algunos sacerdotes el trabajo
manual, según el ejemplo de San Pablo, que trabajaba
para no ser obstáculo al Evangelio (2 Tes. 5, 8-12).
Hubo una dificultad espedal en Franda a causa del
indiferentismo del mundo obrero. Un sacerdote obrero
no sabía qué hacer desde el punto de vista sacerdotal,
porque nadie venía a su misa, nadie pedía los sacramen
tos y nadie quería oír la palabra de Dios. Por eso era
necesario descubrir nuevos métodos.
El mayor obstáculo que encontraron los sacerdotes
obreros franceses fue la dificultad para negarse a toda
clase de compromiso temporal. Los obreros, especial
mente los no creyentes, no pueden comprender que un
hombre inteligente y generoso pueda negarse a las res
ponsabilidades temporales. Pero hay un compromiso es
piritual, diferente del compromiso temporal, que tiene
su propia eficacia aun en las cosas temporales.
Por eso en el nuevo planteamiento que el Episcopado
francés ha hecho para el trabajo de los sacerdotes se po
nen varias condidones, con el fin de evitar esa dificul
tad: los sacerdotes que trabajen vivirán en equipo con
otros sacerdotes y dentro de una célula eclesial, unidos
a los responsables seglares de la Acdón Católica Obre
ra, para evitar la desvinculadón del ambiente de Iglesia.
Además, no pueden aceptar ningún compromiso sindi
cal, como representantes de sus compañeros de trabajo.
Terminando mi respuesta, quisiera añadir dos nuevas
cosas. Primero, no me gusta la expresión sacerdote obre
ro. Nunca hemos hablado de San Pablo como un apóstol
obrero. Era apóstol, y basta; pero, si su 'misión' lo exi
ge, puede trabajar, como lo hada San Pablo.
Segundo, en cualquier hipótesis, el número de sacer
dotes que trabajan debe ser muy pequeño. Los sacerdo-

141
tes, normalmente deben reservar toda su actividad para
su misión espiritual."

22 —Pero se insiste en la necesidad de los sacerdo


tes obreros. Y cada día son más los que se entu
siasman con este sistema. Esperamos que se im
pongan los sacerdotes obreros en todas partes,
¿no le parece?

—Creemos que un método apostólico tanto es más


apto, cuanto "coeteris paríbus", resulta más directamen
te espiritual. Pues va más pura, directa y rápidamente
al fin último del apostolado.
Más universal, pues aprovechándose de él, un mayor
número redunda en mayor bien y mayor gloria de Dios.
Más profundo, pues además de ser de mayor calidad
en sus efectos, es más duradero.
Más rápido en alcanzar su fin, pues puede extenderse
a muchos más.
Menos peligroso para el que lo ejerce y para el que lo
recibe.
Dirigido a los más necesitados, por imperativo de ca
ridad.
Dirigido a los más influyentes, pues revierte en más
universal.
El objeto primario del apostolado es la salvación y
perfección de las almas. No el cambio de las estructuras.
Esto se puede seguir de aquello. Y en todo caso puede
ser objeto primario de algunos apostolados muy especia
lizados.
La predicación es el primer apostolado. (Cfr. Eccle-
siam suam y el ejemplo de Jesús que envió a los após
toles a predicar.)
El "dar testimonio" en la Escritura se entiende sobre
todo del testimonio de la Palabra.
El mero testimonio en sentido de ejemplaridad, no es
"de se" apostolado, sino condición importantísima—no
siempre absolutamente necesaria del apostolado—. En
algunos casos muy excepdonales podrá ser el único me
dio de comunicación del mensaje evangélico, pero en
ninguna manera se puede aceptar como medio ordinario
de evangelización.
El apostolado de mero testimonio o primariamente

142
por el testimonio—entendido como ejemplaridad de vi
da—sólo es aceptable como vocación excepcional. Fuera
de los casos de clara vocación especial, tiene, entre otros,
los serios peligros de la ineficacia, irresponsabilidad y
oculto comodismo.

23 —¿No sería conveniente probar en España esta


experiencia?

—Lo debe decidir la Jerarquía, pero a simple vista


una serie de razones parece que desaconsejan un siste
ma tan discutible.
Falla por ser poco directamente espiritual, pues de
ordinario no hablan o hablan poco de Dios y las cosas de
Dios. Los obreros lo tendrán que ir descubriendo a tra
vés del testimonio de su vida.
Esto último es además una cosa:
Bastante utópica. Pues es esperar mucho, el que por
sí solo se vaya descubriendo y reflexionando sobre el
sentido del descubrimiento...
Algo presuntuosa. San Francisco de Asís pudo hacer
en una ocasión su sermón sin palabras, dándose una
vuelta por la ciudad y edificando a la gente con su po
breza y modestia. Aunque uno procure portarse bien, es
probable que a nadie haga reflexionar el comportamien
to, ni le haga descubrir todo el mundo de la vida sobre
natural. Y lo mismo creería San Francisco de Asís, que
ordinariamente convertía a la gente por la predicación,
que avalaba con su santidad.
Falla por poco universal. De ordinario será muy men
guado el grupo de obreros que le rodea, el que única
mente se aprovechará del sacrificio de los largos años
que tardarán en descubrir lo que hay detrás de aquel
testimonio. De hecho, ¿son muchos los que se han con
vertido, los que se han acercado a la Iglesia, por las ex
periencias de los sacerdotes-obreros?
Falla por lento en alcanzar su fin. La cosa, ya se nos
advierte de antemano, va para largo... Lo cual tiene la
particularidad de que si tarda en verse el éxito nunca
llega a verse el fracaso, pues antes casi siempre se inter
pondrá alguna circunstancia, cambio, etc., que no permi
ta la terminación de la experiencia.
Es uno de los apostolados más peligrosos para el que

143
lo ejerce. No es preciso dar de ello muchos argumentos,
pues los peligros proceden de muchas partes. Y la expe
riencia en ello es muy dolorosa y excesivamente elo
cuente. Peligros para la vida interior, peligros para la
castidad, peligros de que uno llegue a hacerse tan todo
a todos, que llegue a hacerse revolucionario con los re
volucionarios y comunista con los comunistas. Experien
cia hay de ello.
Estos peligros creemos que tendrían que afrontarse en
caso de una gravísima necesidad o de una grande efi
cacia, confiando en las ayudas celestiales.

24 —¿No es necesario el sacerdote obrero en Es


paña?

—En cuanto a la necesidad es cuestión de ver si no se


puede ir al obrero español con la misma eficacia o ma
yor, como tales sacerdotes, sin necesidad de ponerse a
trabajar con ellos.
Y ciertamente es así. El obrero español no está en tal
condición que no pueda ser objeto de un auténtico y efi
caz apostolado por el simple sacerdote. Sólo se requiere
la condición de que se vaya a él con llaneza y sinceridad.
De que se hable con claridad y audacia de las cosas de
Dios.
Los obreros, como los demás españoles—y de otras
naciones no aceptaría fácilmente lo contrario—quieren
de los sacerdotes que seamos realmente SACERDOTES,
muy espirituales, buenos, sencillos, humildes, castos,
desinteresados, que les amen de verdad, que les hablen
con sinceridad y llaneza de las cosas de Dios. Ni que
hagamos cosas que a muchos se les antojará comedia
para ganarles, por falta de sinceridad.
Creemos, además, que en no pocos de los que preten
den ejercer este apostolado—sin dudar por otra parte de
que lo haya movido la mejor intención de agradar a
Dios—, puede haber algo de quijotismo, de espíritu de
aventura. Porque no siempre coincide la vocación al
apostolado de sacerdote obrero con el ejemplo de vida de
pobreza, y de querer para sí lo más pobre, ni con el
ejemplo de vida de una obediencia sencilla y total a la
voluntad del representante de Dios, que es al fin y al

144
cabo la verdadera prueba del buen espíritu. Puede haber
también cierto snobismo algo oculto o bastante patente.

25 —No obstante, parece que la mente de la Igle


sia es que los seminaristas trabajen en las fábri
cas a lo menos en tiempos de vacaciones...

—No conocemos otro documento oficial sobre esta


materia fuera de la carta a los prelados de España de la
Sagrada Congregación de Seminarios y Universidades.
Precisamente dice todo al revés de lo que se indica en
esa pregunta. Véalo:

"Roma, 14 de junio de 1958. A los Emmos. Sres. Carde


nales y Excmos. Sres. Arzobispos y Obispos de España.
Este Sagrado Dicasterio no ha dejado de seguir con la
debida atendón las experiendas que se inidaron desde
hace algunos años en varias diócesis españolas, en virtud
de las cuáles grupos de jóvenes seminaristas, en tiempo
de vacadones, y por un período más o menos largo, se
emplean en talleres, fábricas o en otros ambientes la
borales.
Queremos precisar que no se ponen en duda las bue
nas intendones de quienes han promovido o autorizado
tales experiendas, ni se puede negar la sincera y efec
tiva voluntad de disminuir los peligros del ambiente,
que desde luego no está en consonando con el armónico
desarrollo de la vocadón sacerdotal. Ahora bien, mien
tras subsisten serias dudas sobre la necesidad de la
fórmula adoptada para el logro de la finalidad que se
desea, un sereno balance de los resultados obtenidos
aconsejan, más bien, que la continuación, la cesación del
camino emprendido.
Ya en la Carta Circular del 22 de agosto de 1957, N.
Prot. 288/56, no sin una clara referencia a las nuevas ex
periendas, esta Sagrada Congregadón formulaba sus re
servas declarando textualmente: 'Hay que poner un cui
dado especial en todo lo que se refiere a los contactos
con el ambiente exterior del Seminario. Ciertas expe
riencias, hechas sobre todo durante las vacadones de ve
rano, que vemos practicar con un entusiasmo demasiado
fácil, deberían dar lugar a una vigilando más cauta por
parte de los superiores responsables. Téngase presente

145

LO QUE NO HA DICHO EL CONCK.IO. 10


que la vocación sacerdotal de los jóvenes requiere una
protección ilimitada: no se les puede exponer a peligros
desproporcionados a sus fuerzas, pues se corre el riesgo
de lamentar amargas y desagradables sorpresas.'
Pero hoy, sobre la base de nuevos elementos y tras un
atento examen de los distintos aspectos de la cuestión,
este Sagrado Dicasterio, inspirándose únicamente en el
supremo interés de la formadón eclesiástica, se ve obli
gado a invitar a los Excelentísimos Ordinarios de Espa
ña a que prohiban a sus clérigos cualquier experiencia
obrera.
Tal prohibición no implica, dertamente, la reproba
ción de las inidativas útiles y legítimas que puedan
conducir a la deseada finalidad de abrir y ampliar el
horizonte de los jóvenes seminaristas—especialmente
los de los últimos cursos teológicos—sobre el mundo del
trabajo y los muchos problemas concernientes al mismo
desde el punto de vista pastoral. Séanos aquí permitido
insistir para que en el terreno teórico—es decir, en la
enseñanza de la Etica, de la Teología Moral y, sobre
todo, en el curso de Ciendas Sociales—se procure dar
a los candidatos al sacerdodo una sólida y segura orien-
tadón inspirada en la doctrina de la Iglesia y de los Su
mos Pontífices.
Por lo que se refiere a la inidativa práctica, deben
proporcionar una colaboradón decisiva de los párrocos
y los sacerdotes con cura de almas, a quienes correspon
de integrar de distintas maneras la acdón formativa del
seminario. Siguiendo las reglas de una iluminada pru-
denda, ellos guiarán en los primeros contactos pastora
les a quienes constituyen las jóvenes esperanzas de la
Iglesia, poniéndoles gradualmente en contacto con la
realidad y exigendas del ministerio, con él prestigio y
autoridad que confieren la competenda y la experienda
vivida. Respaldados por esta amorosa ayuda, los jóvenes
clérigos se acostumbran a fundir en una unidad fecun
da la tradidón y él progreso en los métodos de la vida
apostólica, sin los desequilibrios o, peor todavía, las
fracturas que son perjudidales para la presenda de la
Iglesia en la soludón de los problemas de nuestro
tiempo.
Queremos añadir además que si se presta el mayor
cuidado a la formadón espiritual y cultural, todo lo de
más derivará automáticamente, como consecuencia na-

146
tural y necesaria. Los candidatos al sacerdodo de hoy
serán entonces los hábiles sucesores de aquel clero es
pañol que ha escrito páginas brillantísimas en la histo
ria de la Santa Iglesia: el mañana será digno del pasado,
entre otras cosas, porque ha sido preparado sin impa-
ciendas y sin intemperandas.
Aprovecho la ocasión para reiterarme devotísimo en
Jesucristo. Firmado: Cardenal Pizzardo. Firmado;
C. Confalonieri, Secretario."

26 —Es opinión de muchos que en el apostolado en


los lugares de trabajo se debe prescindir total
mente de toda alusión a asociaciones piadosas,
a la práctica de la beneficencia, a la enseñanza
catequética.

—Estas afirmaciones contradicen totalmente las en


señanzas de Juan XXIII, el Papa de la Mater et Ma-
gistra. Cuando se dirige a los trabajadores genoveses,
les dice:

"Vosotros representáis el esplendor del apostolado ca


tólico en sus extremidades más altas y en sus aplica-
dones más necesarias e inmediatas. Tres nombres os
caracterizan; tres inidativas, tres puntos fundamenta
les de la doctrina y de la vida cristiana: Apostolado de
la Oración, Conferendas de San Vicente de Paúl, Catc
quesis en las Fábricas. Nos hallamos entonces en las
fuentes mismas del cristianismo, en su progresivo ma
nifestarse: del coloquio con Dios mediante la plegaria,
de contactos con los hermanos por medio no de la sola
limosna—que por otra parte es gran cosa—, sino de la
caridad; y del cumplimiento del precepto del Señor,
que urge a todo buen sacerdote, todo fiel bautizado: Id
y enseñad a todas las gentes. Llevar a cabo todo esto
en el lugar mismo del trabajo pesado, que a veces ab
sorbe todas las energías del hombre, es mérito grande,
grandísimo. El estruendo de mil cosas de otra natura
leza, aunque sean justas y dignas de ser recomendadas,
no debe sofocar este triple empeño vuestro, al que el
Señor imprimirá el sello de su grada."

147
27 —¿Así el apostolado de la predicación en las em
presas entra en una pastoral de nuestros días?
—Ciertamente que sí. La predicación consigue frutos
de conversiones innegables, siembra buenos principios,
fortifica la fe de muchos, quita prejuicios. Por esto el
Emmo. Cardenal Lercaro, Arzobispo de Bolonia, ha
blando específicamente de este tema, escribe lo si
guiente: "He estudiado el plan de trabajo del aposto
lado de empresas para la propaganda religiosa en las
fábricas. Estoy verdaderamente admirado."

28 —¿En qué puntos se podría sintetizar la doctrina


social de la Iglesia?

—Pablo VI, con motivo de los setenta y cinco años


de la Encíclica Rerum Novarum, de León XIII, en
1.° de mayo de 1966 resume la doctrina católica en
estos axiomas que recordamos escuetamente: 1.° La
cuestión social, exigencia de amor y de justicia. 2.° El
trabajo, elevado a la categoría de teología. 3.° La jus
ticia social, promotora del bien común. 4.° La promo
ción política y social del trabajo, garantía del bien de
toda la sociedad. 5.° La Iglesia defiende la participa
ción en la asociación sindical. 6.° No, al marxismo, al
ateísmo y a la lucha de clases. 7.° La religión, base del
progreso social.

148
Vm —LA FE

1 —Sólo tiene fe aquel que ha dudado y ha supe


rado su duda. Sólo tiene esperanza aquel que ha
desesperado y ha superado su desesperación.

—De ninguna manera. El acto de fe es un asenti


miento de nuestro espíritu a la Verdad revelada por
Dios; si se realiza este acto con las debidas disposicio
nes, será acto sobrenatural de fe. Como también hay
en el auna del bautizado el hábito sobrenatural infu
so de la fe, de la esperanza y de la caridad.
El fondo de verdad que hay en la falsa opinión antes
expuesta es que a veces el hecho de ocurrir una duda
puede ser ocasión para que uno la supere y con ello
arraiga más su fe. Pero ni se requiere la duda para
que haya fe, ni basta superarla para que haya fe sobre
natural, ni es preciso que se haya consentido en ella
alguna vez. Lo mismo dígase de la esperanza. La deses
peración si es consentida libremente es grave pecado.

2 —El que tiene fe la toma como objeto de con


quista, como si siempre tuviese razón y pudiese
así mirar con desdén a los otros.

—El que tiene fe, por el contrario, ha de ser muy


humilde, porque es don de Dios. De El ha partido la

149
iniciativa, y de El viene la gracia sobrenatural con la
que se podrá tener fe sobrenatural. Aunque por otra
parte es verdad que cuando Dios llama a un adulto a la
fe, le pide su libre cooperación, en lo cual puede tam
bién haber pecado contra la luz, contra la fe.
Esto no quita que el que es consciente de su fe tenga
con ella una firmeza y una posesión que no tiene quien
carece de ella. En este sentido es verdad que tiene
una superioridad respecto del infiel o del apóstata.
Pero el don de esta firmeza no es malo, sino bueno,
como don de Dios.

3 —No hay más prueba de la Resurrección de Je


sucristo que el hecho de que los cristianos toda-
vían crean en ella. Esta es la única prueba.

—Esta afirmación es claramente de sabor del subjeti


vismo modernista, rechazado por la Iglesia ya en 1907.
Hay pruebas, para que pueda examinar cualquiera,
acerca de la verdad del hecho de la Resurrección. Prue
bas que convencerán a quien no vaya a ellas imbuido
con prejuicios filosóficos, o prácticos. Prejuicios que no
tienen nada que ver con lo que es una demostración
histórica.

4 —Las pruebas de la existencia de Dios son ne


fastas porque sólo llevarían al ateo a un resulta
do teórico, que no es llevarle al Dios de la reli
gión.

—El papel de la razón no es "todo", pero es "algo".


Si aquel que recibe la demostración de la existencia de
Dios pone además de su parte la recta voluntad para
someterse a la Verdad que vislumbra, la pone, para su
jetar a esta Verdad su propia conducta, para añadirle
la oración humilde, pidiendo más ayuda de Dios; para
examinar entonces los datos históricos de la Revela
ción, entonces para éste la demostración racional de la
existencia de Dios será "algo" ciertamente muy esti
mable, sin llegar a ser "todo". Pero es equivocado re
chazar "algo bueno" por el solo pretexto de que no es
"todo lo bueno" que hay.

150
5 —Los ateos no tienen culpa de su ateísmo. La
tenemos nosotros por no haberles presentado
bien el modo de dar al mundo la esperanza, la
cual se les da a condición de no anunciarles una
salvación individual, sino una Redención frater
nal y colectiva.

—No habla así el Concilio Vaticano II sobre el ateís


mo (Constitución Gaudium et spes, parte I, cap. I,
n. 21). Puede contribuir a veces el mal ejemplo de vida
de los creyentes y otras causas, a que aumente el
ateísmo. Pero nunca se excluye en las palabras del
Concilio que pueda haber también grave responsabili
dad moral en el ateo. Ni se dice que la Iglesia haya de
cambiar su fe, para hacerla asequible a los ateos.

6 —La frase: «fuera de la Iglesia no hay salva


ción», sólo significa esto: «fuera de una colecti
vidad, fuera de un ambiente social, no hay me
dio de salvarse, es decir, de pertenecer a la fu
tura sociedad evolucionada que se construye».

—Es falso. Aquel que realmente esté fuera de la Igle


sia, y sin fe, no podrá salvarse. Pero puede suceder que
haya personas que sin pertenecer al "cuerpo" de la
Iglesia, pertenezcan a su "alma"—entre los paganos;
entre los hermanos separados—. En ellos podrá ha
ber fe viva y también caridad. Con ello podrán sal
varse. Pero por lo mismo ya pertenecerán a la Iglesia
y habrán recibido la gracia que les viene por la Re
dención de Jesucristo.

151
LX — POSTRIMERÍAS

1 —¿No se puede decir que ya ha tenido lugar el


Juicio final, que sucedió a la muerte de Cristo?

—De ninguna manera. ¿No rezamos en el Credo:


"de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y
muertos"? Entonces sería falso lo que decimos en el
Credo.
Después de la Ascensión de Jesús al Cielo, enseñaron
expresamente los ángeles: "así vendrá tal como le ha
béis contemplado irse al Cielo" (Act. 1, 11).

2 —Pero ¿por qué imaginar que el Juicio final


será una-repartición-de-premios y no una sal
vación colectiva? Sería individualismo decir:
«salvar su propia alma».

—Es verdad de fe que cuando venga Jesús como


Juez "dará en pago a cada cual conforme a sus actos"
(Mt. 16, 27), "según fueren sus obras" (Apoc. 22, 12).
Por tanto, la salvación no será colectiva, sino que ha
brá discriminación: "uno será tomado y el otro será
dejado. Estarán dos moliendo juntas: la una será to
mada y la otra será alejada" (Luc. 17, 34-35; Mt. 24,
4041). No es individualismo mirar, según Dios quiere,
por la propia salvación, que puede darse aunque no se

153
dé la de otro; sería individualismo desinteresarse por
la salvación de los otros. Pero esto Dios no lo quiere,
sino al contrario, que nos interesemos y trabajemos
para la salvación de todos.

3 —No preguntará el Juez qué habremos hecho


respecto de Dios, sino qué habremos hecho res
pecto del prójimo, como está en S. Mateo, 25,
31-46.

—Dice Jesús que preguntará qué habremos hecho


respecto de los hombres porque es El quien nos manda
amar al prójimo. Pero además de esto también nos
dijo: "si quieres entrar en la vida guarda los manda
mientos" (Mt. 19,17). Asimismo: "el que creyere y fuere
bautizado, se salvará; mas el que no creyere, será con
denado" (Me. 16, 16).

4 —¿No podría decirse que la Resurrección ya se


ha verificado, cuando en la muerte de Jesús, se
gún dicen los evangelistas, resucitaron muertos
en Jerusalén y se aparecieron?

—Enseña el Apóstol San Pablo: "se desviaron de la


verdad diciendo que la resurrecdón ya se ha efectuado
y trastornan la fe de algunos" (IIa Tim. 2, 18). Cuan
do San Pablo hablaba así ya había pasado la muerte
de Jesús, y sin embargo dice que se desviaron de la
verdad y que trastornan la fe los que dicen que la resu
rrección ya se ha efectuado.
La verdad que nos enseña la fe de la Iglesia es ésta:
"Cuando venga el Señor, todos los muertos resucitarán
con sus cuerpos." Si ya se hubiese verificado la resu
rrección, ¿cómo resucitarían los que de ahora en ade
lante mueran?

5 —¿Puede decirse que no es verdad de Fe que hay


Juicio particular, sino sólo el universal?

—No puede decirse tal cosa. El Papa Benedicto XII


en 1336 definió como verdad de fe lo siguiente: "Además

154
definimos que según la ordenadón común de Dios, las
almas de los que mueren en pecado mortal actual, luego
después de su muerte desdenden al infierno, donde son
atormentadas con penas infernales, y que, sin embargo,
en el día del Juido todos los hombres comparecerán
ante el tribunal de Cristo con su propio cuerpo, para dar
cuenta de sus propios hechos." También había definido
pocas líneas antes que los que mueren con la gracia re
cibida por el bautismo gozan de la visión de Dios, sin
tener que esperar para ello el juicio universal. Por con
siguiente ya fueron juzgados en él.

6 —Si todo lo que Dios ha creado es bueno, y si El


es bueno, ¿cómo hay infierno?

—Sí, Dios es infinitamente bueno, pero también es


infinitamente justo. Sin lo segundo no podría ser lo
primero.
Todo lo que El ha creado es bueno, pero por ser finito
puede corromperse, y esta corrupción o privación es un
mal. Ahora bien, Dios cuando crea a un ser que es libre,
no lo fuerza quitándole la libertad, sino quiere que libre
mente pueda merecer la felicidad a que aspira. Por
tanto, permite que pueda también libremente poner su
felicidad fuera de Dios, contra Dios, en el pecado, y
en este caso lo que tendrá es consecuencia de lo que li
bremente ha querido separándose de Dios cuando podía
merecerlo.

7 —¿Por qué no puede decirse que el infierno con


sistirá solamente en ser privado de la futura so
ciedad colectiva que construiremos en este
mundo?

—Porque es Jesucristo quien ha enseñado que el


condenado será para siempre apartado de Dios: "apar
taos de Mí, los malditos" (pena de daño) (Mt. 25, 41);
y El mismo enseña que además habrá algo semejante a
lo que aquí llamamos fuego, el "fuego eterno" (Me. 9,
4248; Le. 16, 24; Mt. 25, 41; Mt. 10, 28; 13, 40, 90;
5, 29-30; 24, 51) (pena de sentido).

155
8 —Por lo menos puedo pensar que si el Infierno
existe, no hay nadie en él; y que nunca la Igle
sia lo ha definido.

—Es falso decir esto, porque ante todo están en el


infierno los ángeles condenados (Mt. 25, 41; Judas 6:
Apoc. 20, 10).
Por lo que toca a los hombres es verdad que la Igle
sia nunca ha definido de alguno en particular que se
haya condenado, pero hay muchas verdades que no han
sido definidas y sin embargo son verdades y es teme
rario negarlas. Ahora bien, Jesucristo ha dicho: "¡Cuan
ancha es la puerta y espaciosa la senda que lleva a la
perdidón! ¡Y son muchos los que entran en ella! ¡Cuan
angosta es la puerta y estrecha la senda que lleva a la
vida! ¡Y son pocos los que dan con ella!" (Mt. 7, 14);
"los hijos del reino serán echados a las tinieblas de allá
fuera: allí será el llanto y el rechinar de los dientes"
(Mt. 8, 12). Más aún, las palabras del juicio dicen:
"Apartaos de Mí, malditos, id al fuego eterno preparado
para el diablo y sus ángeles" (Mt. 25, 41). Sería un en
gaño esta manera de hablar si pudiésemos libremente
pensar que no habrá nadie en el infierno.

9 —El Cielo hemos de construirlo los hombres en


esta tierra: una sociedad futura en que todos se
amarán. No esperéis una vida futura. No hay vida
futura..., sólo hay vida eterna y ésta es que co
nozcan a Dios y a quien ha enviado, Jesucristo
(Juan 17, 3); por esto si los hombres supiesen lo
que es el Cielo, muchos rechazarían ir a él; amar
se, ser pobre, ser manso, ser cuidadosos del pró
jimo y feliz con su felicidad, emplear su cielo
haciendo bien sobre la tierra, es decir, tener
hambre y sed de una justicia total, ¡de una ma
nifestación plena de Dios!... Esto será el Cielo.
¿Qué heredaréis de Dios? Heredaréis el dar has
ta lo que tenéis; no hay otra felicidad en el
Cielo.

—Esta enseñanza es completamente falsa; es verdad


de fe que el Cielo consistirá en la visión intuitiva de
Dios, que colmará de felicidad a quien así lo posea

156
(aunque no todos gozarán de Dios en igual grado); y
esto tanto lo ha enseñado Dios en la Sagrada Escritura
(Ia Juan 3, 2-3) como lo ha definido por medio del ma
gisterio de su Iglesia.

10 —Pero estas enseñanzas son opuestas a las doc


trinas modernas de la Evolución: pecado sólo
sería una falla en la Evolución. Cielo sólo sería
el logro del término de ella. Infierno, ser exclui
do de la futura sociedad que se producirá, etc.

—Ha sucedido con frecuencia a lo largo de la Historia


que cuando el hombre ha descubierto algo con su cien
cia, embriagado con su logro, fácilmente lo ha exagera
do y entonces ha caído en el error. Así ha sucedido
también en nuestros días a algunos con ocasión de la
teoría de la Evolución.
En primer lugar, lo que pueden afirmar con su propio
métodos las ciencias experimentales, de ninguna ma
nera puede aplicarse a Dios: Dios no está sujeto a
Evolución, porque es infinitamente perfecto. Decir que
"Dios está inmerso en la Evolución" es una frase en
gañosa porque se presta a dos sentidos, uno verdadero
y otro falso. Es verdadero entender que Dios está pre
sente en todo lugar y que por consiguiente también está
en los seres que evolucionan, a quienes da su concurso
para actuar. Es falso entender que El mismo evoluciona
por el hecho de estar presente en los seres que evolu
cionan.
En segundo lugar, tampoco se puede extender la Evo
lución a todo lo creado, pues no sólo este aserto des
borda completamente el método propio de toda ciencia
experimental, sino que es doctrina cierta que Dios crea
el alma de cada hombre. Por tanto, no procede por evo
lución de lo preexistente. Así enseñó, por ejemplo,
Pío XII en la Encíclica Humani Generis (año 1950):
"la fe católica nos enseña profesar que las almas son
creadas inmediatamente por Dios".
Por último, es verdad que hasta dentro del ámbito
propio del método de las ciencias naturales, cabe toda
vía un amplio margen para la Evolución. A esto no se
opone la doctrina católica, pero aun aquí hay que dis
tinguir claramente los hechos ciertos y comprobados

157
por un lado, y por otro algunas consecuencias lejanas
o más amplias, ni ciertas, ni comprobadas experimen-
talmente. Separar lo que es cierto y lo que sólo es una
explicación verosímil más o menos probable, lo que
está demostrado claramente y lo que sólo es una hipó
tesis de trabajo, que el tiempo quizá confirmará o no
confirmará.
Extender, pues, la Evolución a todo, sacando de aquí
consecuencias para el alma humana, para la Encarna
ción del Verbo, para el Juicio final, para el infierno y
para el cielo, sería algo que no tiene nada que ver con
lo que las ciencias serias demuestran, ni es conclusión
de la ciencia teológica, ni afirmación filosóficamente
demostrada, ante todo al revés. Más aún, lleva a con
clusiones absurdas que fácilmente se opondrán a las
verdades de la fe, como se ve en las palabras de Pío XII
en la Encíclica antes citada.

158
ASCÉTICA

1 —La mortificación sólo es agradable a Dios,


cuando resulta provechosa a nuestro prójimo.

—Es totalmente falsa esta afirmación. Jesucristo nos


enseñó: "Si alguno quiere venir en pos de Mí, niegúese
a sí mismo y tome a cuestas su cruz cada día y sígame.
Porque quien quisiere poner a salvo su vida la perderá;
mas quien perdiere su vida por Mí, éste la salvará"
(Luc. 9, 23-24).

2 —La ascesis sólo consiste en una sabia medida


para no dañarse: no tomar descansos que can
san más, no tomar diversiones que agotan, no
admitir placeres que dañan, etc.

—De ninguna manera. Esto pertenece a la templanza,


pero no a la penitencia, y la penitencia también perte
nece a la ascesis, no sólo para obtener gracia de Dios,
sino también para dominarse a sí mismo y ejercer actos
de virtudes sobrenaturales.

159
3 —Todo consiste en amar, amar a fondo, amar
los bienes. Eternizaremos aquello que aquí ha
bremos amado.

—Este modo de hablar es falaz porque juega con


un equívoco y los equívocos en estas materias tan gra
ves han de evitarse. De lo contrario conduce a graves
errores.
Amar los bienes de este mundo en aquel caso en que
amarlos caiga en lo que está prohibido por la ley de
Dios, es ofenderle, pecar. No se eternizará esta pose
sión, sino que se eternizará el castigo de la separación
de Dios, si se trata de materia grave.
Amar los bienes de este mundo en el caso en que
amarlos no esté contra la ley de Dios, pero se amen
porque atraen, ya no es malo, pero tampoco es acto
de virtud, sino una acción puramente natural, que no
merece nada la eternidad.
Pero amar los bienes de este mundo por Dios, en
tonces podrá caer bajo la virtud sobrenatural, y en este
caso sí, podrán eternizarse estos bienes en la posesión
de Dios, y como gozo "accidental" de la gloria que
"esencialmente" consistirá en ver intuitivamente el Bien
Infinito, Dios, amarlo y gozar con felicidad plena.

4 —De todos modos el Concilio ha hablado de la


espiritualidad de los laicos: ¿por qué se exclu
yen las cosas propias de los laicos como si no
fueran santas?

—Sí, ha hablado, por ejemplo, en la Constitución


Lumen gentium (cap. V) haciendo más apremiante
el llamamiento a la santidad, y exponiendo más exten
samente, la doctrina que ya era conocida desde siglos
atrás. Ha hablado sobre la dignidad del matrimonio
y de la familia en la Constitución Gaudium et spes
(2.a parte, cap. 1).
Pero en ningún sitio el Concilio ha derogado los
principios fundamentales de la ascética cristiana, sino
todo lo contrario, ha urgido para que su cumplimiento
se extienda más a todo, hasta a los que viven en medio
del mundo, mostrando que también los seglares son ca
paces de llegar a la santidad (como hace siglos ya ca-

160
nonizó la Iglesia a seglares que fueron, por ejemplo,
reyes, San Luis, Santa Isabel de Portugal, Santa Isabel
de Hungría, San Fernando, San Wenceslao, etc.).

5 —La pobreza no es, como antaño se creía, renun


ciar a sus bienes, sino hacer que puedan dar
bienestar a todos; que todos se sientan bien al
participar de la invitación a la casa propia de
uno, etc.

—Se cometen muchos abusos con la palabra "pobre


za", hoy día. Existe la disposición que se encierra en la
llamada "pobreza religiosa", objeto de voto por parte
de muchas personas que entran en religión, la cual ha
sido ratificada y más estructurada en el Concilio Va
ticano II (Decreto Perfectae caritatis, n.° 13; Cons
titución Lumen gentium, cap. VI, nn. 43 y 44; cap. V,
n. 42).
Puede también hablarse de pobreza como disposición
espiritual, que nos inclina a no tener arraigo en los
bienes de la tierra por sí mismos, sino sólo en cuanto
Dios lo disponga después de nuestra cooperación orde
nada según la prudencia. Más aún, nos inclina a desear
la privación a semejanza de Jesucristo, en cuanto su
realización en las circunstancias particulares de cada
uno y de cada momento sea más provechosa.
Finalmente por pobreza se entiende otras veces el
mero hecho de carecer de bienes.
Ahora bien, entender la pobreza en este tercer sen
tido, como si la Iglesia no pudiese disponer de bienes
ordenándolos para que la ayuden a cumplir con su
misión de llevar a los hombres a Dios, es totalmente
equivocado.
También sería falso decir que es más pobre el pa
gano que no piensa tener siempre razón—porque no
tiene la seguridad de la fe—que el católico que por
tener fe sabe que tiene razón al creer en sus dogmas,
y que posee firmemente la Verdad.

161

LO QUE NO HA DICHO EL CONCILIO. 11


6 —Los religiosos y religiosas por los votos renun
cian a bienes: renuncian a la posesión indepen
diente de riquezas, renuncian al complemento
que hombre y mujer se dan mutuamente, tam
bién renuncian a la libertad. Con ello cometen
un empobrecimiento de su personalidad. Más
aún, quedan como separados y excluidos del
mundo.

—Pues dice todo lo contrario el mismo Concilio Va


ticano II: "Tengan todos bien entendido que la profe
sión de los consejos evangélicos, aunque lleva consigo
la renuncia de bienes que indudablemente se tienen en
mucho, sin embargo, no es un impedimento para el enri
quecimiento de la persona humana, sino que, por su
misma naturaleza, le favorece grandemente. Porque los
consejos evangélicos, aceptados voluntariamente según
la vocación personal de cada uno, contribuyen no poco
a la purificación del corazón y a la libertad de espíritu,
excitan continuamente el fervor de la caridad y, sobre
todo, como se demuestra con el ejemplo de tantos san
tos fundadores, son capaces de asemejar más la vida del
hombre cristiano a la vida virginal y pobre que para
sí escogió Cristo Nuestro Señor y abrazó su Madre, la
Virgen. Ni piense nadie que los religiosos, por su con
sagración, se hacen extraños a la Humanidad o inútiles
para la ciudad terrena. Porque, aunque en algunos ca
sos no estén directamente presentes, de un modo más
profundo, en las entrañas de Cristo, cooperan con ellos
espiritualmente para que la edificación de la ciudad te
rrena se funde siempre en el Señor" (Constitución sobre
la Iglesia Lumen gentium, cap. VI, n.° 46).

7 —He observado que los conceptos emitidos sobre


la fe, las postrimerías, la ascética, están inspira
dos en las obras del sacerdote belga Louis Evely.
Últimamente han circulado algunas versiones so
bre dicho sacerdote. ¿Me puede informar?

—Nos ceñimos a reproducir literalmente lo que Le


Fígaro, de París, del 15 de octubre de 1968, en su sec
ción religiosa, informa a los lectores: "El reverendo
Lonis Evely, sacerdote de la diócesis de Bruselas, tan

162
conocido por sus numerosos libros y conferencias, aca
ba de ser reduddo al estado laical, a petidón suya. Hace
ya diez años que había sido relevado de sus funciones
eclesiásticas por las autoridades diocesanas y no le es
taba autorizado el ejercer actividad pastoral alguna en
Bélgica."

163
XI — DEVOCIÓN AL CORAZÓN DE JESÚS

1 —¿Es necesaria en nuestros días la devoción al


Corazón de Jesús?

—Se ha dicho con toda verdad que el Corazón traspa


sado de Jesús es el símbolo bíblico central en toda la
revelación neotestamentaria. Porque esta devoción es
el culto al Amor divino y humano del Verbo encarnado.
Por esto en la enseñanza del magisterio eclesiástico es
el resumen de todo el cristianismo. Por esto Pablo VI,
en 14 de junio de 1966, ha dicho que la devoción al Sa
grado Corazón de Jesús, que "hemos crddo nuestro
deber recordar la actualidad y la urgenda de esta de
voción en la Iglesia, la necesidad de no dejarla debilitar
en el alma de los fieles".

2 —¿Actualmente, es fomentada, como se debe,


esta devoción?

—Ni mucho menos. Por falta de teología en muchos y


de piedad verdadera en muchos más. Precisamente por
que decrece la devoción al Corazón de Jesús puede ex
plicarse la frialdad y las irreverencias doctrinales y
prácticas que se tienen con la Eucaristía. Incluso que
la misma liturgia se convierta muchas veces en exte
rioridad. Pablo VI se lamenta de estos males, en su

165
carta del 6 de febrero de 1965, y nos dice: "El culto al
Sagrado Corazón, que—lo decimos con tristeza—se ha
debilitado en algunos, florezca cada día más y sea con
siderado y reconocido por todos como una forma egregia
y digna de esa verdadera piedad hacia Cristo, que en
nuestro tiempo, por obra del Concilio Vaticano II, espe-
dálmente, se viene insistentemente pidiendo."

3 —¿Pero qué relación hay entre la devoción al


Corazón de Jesús y la liturgia?
—La relación de causa y efecto. Así lo enseña Pa
blo VI en su carta del 5 de mayo de 1965: "En el Co
razón de Jesús, dedmos, está él origen y principio de
la Sagrada Liturgia, ya que él es el templo santo de
Dios, de donde sube al Padre Eterno el sacrifido de
expiación... De ahí, además, del Sagrado Corazón, toma
la Iglesia fuerza para buscar instrumentos y medios de
acción con los cuáles nuestros hermanos separados lle
guen a una unidad plena con la Cátedra de Pedro. Más
aún: para que aquellos que aún no tienen el nombre
de cristianos juntamente con nosotros, conozcan al solo
verdadero Dios y al que envió, Jesucristo."

4 —¿A estas horas le parece que está bien que se


levanten monumentos al Corazón de Jesús como
en el Cerro de los Angeles?
—Me parece muy bien. Los Papas han bendecido es
tos monumentos al Corazón de Jesús y han fomentado
las consagraciones nacionales. Vea lo que decía Pío XII
en el Radiomensaje a España en 18 de noviembre de
1945:

"España se presenta hoy ante el Corazón Divino, evo


cando aquella luminosa mañana del 30 de mayo de 1919,
cuando toda la nadón, por boca de su Soberano, quedó
consagrada al Corazón de aquel Señor que estaba ex
puesto sobre el altar de un magnífico Monumento, en
el centro mismo de la Península. Hoy, en el lugar santo,
queda solamente un montón de ruinas. Pero queda siem
pre también algo allí que no puede ser destruido por
166
ningún explosivo, y es la fuerza del espíritu. La fuerza
que salvó vuestra fe al sonar la hora dolorosa; la misma
fuerza que ahora os hace exclamar otra vez, con toda
la sinceridad de vuestra alma hidalga y generosa: 'Rei
nad en los corazones de los hombres, en el seno de los
hogares, en la inteligencia de los sabios, en las aulas
de la denda y de las letras, y en nuestras leyes e ins
tituciones patrias.' Estas palabras quisieron ser un día
como un plan de vida. Hoy deberían ser la renovación,
en un momento más grave, a la salida de un conflicto
más amplio, más terrible, más lleno de consecuencias."
(La Guerra Mundial, terminada poco antes.)

5 —¿Pero los Papas del Concilio, Juan XXHI y


Pablo VI, seguramente que no hablan así?
—Se equivoca. Juan XXIII en su Mensaje del 29 de
octubre de 1961 nos dice:

"El templo expiatorio en Barcelona, el Cerro de los


Angeles en Madrid y el Santuario de la Gran Promesa
en Valladolid, son jalones gloriosos que se alzan en el
suelo del querido pueblo español, expresando sus senti
mientos de amor y de reparadón al Corazón de Jesús.
Testigos son esos lugares de los raudales de misericor
dia y de grada que el Señor derrama, y de cuantas per
sonas encuentran un remanso de paz y un refugio de
salvadón, respondiendo a la llamada dulce de 'Venid
a Mí todos los que andáis fatigados y cargados, que Yo
os aliviaré'. ¡Que este fluir de almas hada el Corazón
de Jesús, liberal con todos los que lo invocan, continúe
siempre ininterrumpido en esos santuarios!"
Pablo VI en un telegrama enviado al Emmo. Cardenal
Primado de España, con motivo de la inauguración del
nuevo monumento en el Cerro de los Angeles en 25 de
junio de 1964, dice textualmente: "Eminentísimo car
denal arzobispo de Toledo. Con ánimo profundamente
conmovido vemos postrarse hoy España en espíritu, de
vota reparadón en Cerro de los Angeles y consagrarse
sus hijos amadísimos por boca Excelentísimo Jefe Es
tado al Sagrado Corazón. En una fervorosa plegaria
hada querida noble nadón suplicamos Cristo Redentor,
167
por intercesión maternal María Inmaculada, conceda
días paz, de creciente prosperidad cristiana en fraternal
armonía, colaboración tareas bien común y progreso
social. Otorgue gracias perseverantes en integridad fe
católica hacia hidalga tierra adalid ideas misionales.
Reine El siempre en el imperio de su amor y espedal
misericordia en individuos y sodedad. Prenda de las
gradas y testimonio espedal benevolenda es la ben
dición apostólica que en fecha memorable compladdos
impartimos dilectísima España. Paulus, Papa VI."

6 —El Apostolado de la Oración está completa


mente desfasado. Ahora necesitamos actividad,
testimonio, inmersión en las estructuras y en el
mundo moderno.

—No sé si exactamente es esto último lo que más ne


cesitamos. Lo que equivoca del todo es en el desprecio
que muestra de la oración, del Apostolado de la Oración
y de que el alma de todo apostolado y vida misionera
arranca de la oración. Se lo dice inmejorablemente Pa
blo VI en 31 de marzo de 1965: "El verdadero disdpulo
de Cristo debe ser 'un hombre de oradón'. Por me
dio de ella se abre el Cielo, estableciéndose un diálogo
de amor entre los hombres y Dios. ¡Cuánto mejor sería
el mundo, si todos los hombres supiesen rezar bien!
San Juan Crisóstomo tradudendo los sentimientos de
la Iglesia, afirmó: 'Nada hay más poderoso que la ora
ción, nada se le puede comparar' (Contra Anomaeos,
P. G„ 48; Col. 766). Los miembros del 'Apostolado de
la Oración', como se lee en sus Estatutos, 'procuran no
tan sólo su propia salvación, sino también con la ora
ción y el sacrificio, trabajan en la edificación del Cuerpo
Místico de Cristo, esto es: en la propagación de su Reino
en la tierra' (art. 1). La oración por el advenimiento
del Reino de Dios crea, mantiene y hace fructificar el
espíritu misionero, que es tan propio del pueblo lusi
tano. Auxilia y hace fecundas todas las otras obras de
apostolado. Es este espíritu misional el que Nos qui
siéramos evidenciar en un momento en que la Iglesia
tanto necesita de él para la evangelización de los pue
blos. Tenemos la esperanza de que 'Apostolado de la
Oración' en Portugal hará que vuelva y se aumente
168
entre sus hijos aquel entusiasmo de otras épocas por
la conquista de las almas para Cristo Nuestro Señor."

7 —No debería hablarse de las promesas del Sa


grado Corazón que nos refiere Santa Margarita
María de Alacoque.

—Esta opinión es inadmisible, ya que la Iglesia, con


su autoridad, avala y aprueba la historicidad de mu
chas revelaciones privadas. Juan XXIII en 18 de fe
brero de 1963 dice: "Si los Pontífices Romanos han sido
constituidos guardianes e intérpretes de la Revelación
divina, contenida en la Sagrada Escritura y en la Tra
dición, es para ellos también un deber recomendar a la
atendón de los fieles—cuando después de un maduro
examen lo juzguen oportuno para el bien general—las
luces sobrenaturales que Dios quiere dispensar libre
mente a ciertas almas privilegiadas, no para preparar
nuevas doctrinas, sino para guiar nuestra conducta."
El mismo Juan XXIII en su Carta Apostólica Inde
a primis, del 30 de junio de 1960, dice significativa
mente: "Ni los Romanos Pontífices dieron auge con
menores beneficios al culto del Sacratísimo Corazón de
Jesús, para establecer el cual plena y perfectamente y
para propagarlo por todo el orbe tanto contribuyeron
las revelaciones hechas por Cristo Señor Nuestro a San
ta Margarita María Alacoque al descubrirle su sacro
santo Corazón. Mas los romanos Pontífices tributaron
tal culto y tan singulares honores con maravilloso sen
timiento en los espíritus, de suerte que no sólo ilus
traron su fuerza y naturaleza, sino también lo decla
raron legítimo y promovieron su práctica, publicando
muchos documentos, y por cierto de público valor de
magisterio eclesiástico, a los cuales pusieron como co
rona las tres preclaras encíclicas compuestas sobre esta
materia." (Se refiere a Annum sacrum, Miserentissimus
Redemptor y Haurietis aquas.)

8 —Pero las revelaciones privadas no hay por


qué creerlas...

—Le contestaré con unos párrafos de un escrito de


Monseñor Théas, Obispo de Tarbes-Lourdes, publicado

169
en la Revue de Deux Mondes, sobre la credibilidad
de las Apariciones de Lourdes: "El conodmiento re
ligioso se sitúa en niveles diversos... Es una aberra-
don él exigir a propósito de todo lo que se dice en la
Iglesia una adhesión idénticamente absoluta, como los
maximalistas de la fe. Otra aberradón igualmente
grave es la de no aceptar sino los dogmas rigurosamen
te definidos, como pretenden los minimalistas de la fe.
En sentido estricto, pues, yo no 'creo', por un acto
de fe teologal, que María se haya apareado en Lour
des; creo, sin embargo, con una certeza particular, ni
puramente humana, ni sobrenatural, que María se ha
aparecido efectivamente en Lourdes. Se trata de una
suerte de refracción de la fe teologal sobre un hecho
histórico que no pertenece al depósito revelado. Poner
en duda la autenticidad general de los hechos sería
para un católico imprudencia y temeridad, sean cuales
fueren sus exigendas y su cultura intelectual.
La prudenda me invita a la aceptadón: personas ca
lificadas han realizado una encuesta precisa y directa:
Mons. Laurence ha esperado cuatro años para declarar
el 18 de enero de 1862 que "la aparición reviste todos
los caracteres de la verdad y que los fieles pueden, con
razón y fundamento, creerla cierta." El sentido de la
Iglesia me conduce a lo mismo, su liturgia, sus inter
venciones solemnes del Pontificado, los estímulos de la
Jerarquía, la adhesión con que todo el pueblo fiel, la
Iglesia entera, han aceptado el hecho de Lourdes. Más
aún, Lourdes ocupa un lugar tal en la vida de la Iglesia
contemporánea, que un creyente se ve obligado a des
cartar, en sus orígenes, la ilusión, y el engaño y, en su
desarrollo, a admitir una evidente intervención del Es
píritu Santo.
Este punto de vista, que constituye para el católico
la certeza más tranquilizadora y más exigente, a la vez,
sólo puede ser comprendido por quien mira a la Iglesia
con los ojos de la fe. La Iglesia no es una sodedad como
las otras. Es humana y divina a la vez. Del hombre le
vienen sus fracasos, sus desvíos, sus pecados; de Dios,
la salvadón, su verdad, su santidad. La Iglesia, inspi
rada por el Espíritu de verdad, movida por su instinto
maternal, discierne lo verdadero de lo falso; ella sabe
lo que es bueno y lo que es malo para sus hijos."

170
Paralelamente se puede decir lo mismo de las reve
laciones de Paray-le-Monial y de Fátima.

9 —Se dice que estas revelaciones privadas no


tienen ninguna autoridad teológica.
—No opinan así los grandes teólogos, ni es éste el
sentir de la Iglesia. El P. Dieckmann, en su tratado
De Ecclesia, al tratar de "¿Cómo han de ser creídas ta
les reveladones?", contesta: "Se trata de la fe, que se
exige de aquel que recibe la reveladón; naturalmente
esta fe no puede ser fe católica, con la cuál creemos
únicamente aquellas verdades que Dios ha revelado, y
que el Magisterio de la Iglesia nos propone como ver
dades que hay que creer, pero sí es fe divina, y, por
tanto, es acto de verdadera fe teológica; puesto que el
asentimiento se funda en la autoridad de Dios que afir
ma la tal verdad; asentimiento que hay que prestar tan
pronto como los motivos de credibilidad sean sufidentes
y ciertos. Y pueden abrazar la tal reveladón y las ver
dades en ella contenidas, también con fe divina, todos
aquellos que vienen en conocimiento de tal reveladón,
aunque Dios no les ha hecho a ellos inmediatamente la
tal reveladón."
Si esto se da, en algún caso, en toda la historia de la
Iglesia, indudablemente, hay que concederlo a las re
velaciones de Santa Margarita, que, como ninguna, dis
fruta de una cantidad de alabanzas y ponderaciones en
los documentos pontificios cuales no disfrutan, en to
dos los siglos, otras revelaciones privadas. Las reve
laciones privadas, con todas las garantías de la fe hu
mana y de la piedad, son signos visibles por los que
el Espíritu Santo quiere demostrar su asistencia per
manente a la Iglesia. Son nuevas gracias celestiales.

10 —¿Qué hay de cierto en la Gran Promesa de


los Nueve Primeros Viernes de Mes?

—Históricamente consta por documentos fidedignos,


reconocidos y examinados por la Iglesia, que incluso se
reiteran en la Bula de canonización de Santa Margarita
María de Alacoque, por el Papa Benedicto XV, en 15 de

171
mayo de 1920. Litúrgicamente la Iglesia ha concedido
privilegios especiales e indulgencias para la Comunión
de los Primeros Viernes de Mes. Teológicamente se nos
promete la certeza de la salvación eterna. No se trata
de una certeza absoluta, infalible, indiscutible, que sólo
se puede tener por revelación particular del Señor.
Pero se trata de una certeza moral, humana, verdadera
garantía de seguridad y de paz, con la máxima proba
bilidad que quita toda angustia. Así cómo con magní
ficas seguridades morales no dudo de mi bautismo, así
aunque sólo tenga certeza moral practicando bien los
Nueve Primeros Viernes de Mes, con inefable confianza
puedo esperar la gracia de la perseverancia final. O
sea, que el Señor con la previsión de una infalible efi
cacia, conceda la gracia que asegure la salvación eterna.

11 —No se ha visto nunca que la Iglesia instituya


una fiesta litúrgica a propósito de revelaciones
privadas.

—Es totalmente indocumentada esta afirmación. El


mismo Pablo VI en la Mysterium Fidei recuerda algo
que contradice totalmente esta presunta dificultad: "De
esta única fe ha nacido también la fiesta del Corpus
Christi, que, espedalmente por obra de la Sierva de
Dios Santa Juliana de Mont Comillon, fue celebrada
por primera vez en la diócesis de Lieja, y que Nuestro
predecesor Urbano IV extendió a toda la Iglesia, y han
nacido también otras muchas instituciones de piedad eu
carística que, bajo la inspiración de la grada divina, se
han multiplicado cada vez más, y con las cuales la Igle
sia Católica, casi a porfía, se esfuerza en rendir home
naje a Cristo, o en implorar su misericordia."
En vez de estas afirmaciones irreverentes es mucho
mejor al considerar el culto al Sagrado Corazón de Je
sús y la extraordinaria misión de su evangelista Santa
Margarita María Alacoque, repetir y sentir lo que decía
sobre de ella Juan XXIII en 17 de octubre de 1962:
"Margarita María Alacoque era una humilde monja, aje
na a veleidades y pretensiones, de corazón sincero, abier
to sin reserva alguna a las efusiones de la Grada. El
Señor estimó estas disposidones de angelical pureza,
encantadora sendllez y absoluta renuncia a todo cálcu-

172
lo humano... Recibió el favor de extraordinarias reve
laciones en relación con él sublime apostolado que el
Maestro iba a pedirle: La devoción y glorificación de
los misterios de caridad del Sagrado Corazón."

12 —Me han dicho que la devoción al Corazón de


Jesús no era aconsejable porque tributaba ho
nor divino a una criatura al adorar directa
mente a la humanidad de Cristo y más aún a
alguna de sus partes.
—Me repite exactamente una proposición condenada
del Sínodo de Pistoya, que rechazó este error que inten
ta rebajar el culto a la humanidad de Cristo "como si
tal adoradón, por la que se adora la humanidad y la
carne vivificante de Cristo, no dertamente por razón de
sí misma y como mera carne, sino como unida a la di
vinidad, fuera honor divino tributado a la criatura, y no
más bien una sola y la misma adoración con que es
adorado el Verbo encarnado con su propia carne." Ade
más el magisterio de la Iglesia desmentía que el culto
al Corazón de Jesús se considerase "como si los fieles
adoraran el Corazón de Jesús separándolo o ampután
dolo de la divinidad, siendo así que lo adoran en cuanto
es el Corazón de Jesús, es dedr, el Corazón de la Per
sona del Verbo." (Enrique Denzinger, El Magisterio de
la Iglesia, Editorial Herder, núms. 1561-1563.)

13 —¿Hay algunas otras definiciones de la Iglesia


que aclaran la falsedad de esta acusación de
«separación» y olvido de la Persona de Jesucris
to en la devoción al Corazón de Jesús?

—La Encíclica Haurietis aquas nos habla de "la


verdad de fe católica definida en el Condlio Ecuménico
de Efeso y en el II de Constantinopla". Pío XII nos re
mite a San Cirilo y al Concilio Ecuménico. He aquí los
dos y venerables textos: "Si alguno se atreve a decir
que el hombre asumido ha de ser coadorado con Dios
Verbo y glorificado... como uno en el otro... y no honra
más bien con una sola adoradón al Emmanuel y le
tributa una sola gloria según que el Verbo se hizo carne,

173
sea anatema" (Denz, 120). "Si alguno dice que Cristo es
adorado en dos naturalezas de donde se introducen dos
adoraciones, una propia de Dios Verbo y otra propia del
hombre; o si alguno, negando la carne o confundiendo
la divinidad y la humanidad o afirmando una sola na
turaleza o sustanda... así adora a Cristo, pero no adora
con una sola adoradón al Dios Verbo encarnado con
su propia carne, según desde el prindpio lo redbió la
Iglesia de Dios, ese tal sea anatema" (Denz, 221).

14 —¿En qué consiste, pues, esencialmente la de


voción al Corazón de Jesús?

—Le contestaré con palabras de Pío XI en la Mise-


rentissimus Redemptor en que habla de "la caridad
misma de Dios que se nos presentó para ser honrada
con particular culto, manifestando espléndidamente las
riquezas de su bondad por medio de la piedad con que
es venerado el Sacratísimo Corazón de Jesús". Pío XII
reiteró esta enseñanza cuando nos dijo en la Haurietis
aquas: "Jesucristo poseyó un Corazón físico semejante
al nuestro, que unido hipostáticamente a la Persona Di
vina del Verbo palpitó de amor y de otros afectos sensi
bles con sentimientos de tal modo concordes y en ar
monía con su voluntad humana rebosante de la caridad
divina y con el mismo AMOR INFINITO, que el Hijo
tiene en común con el Padre y el Espíritu Santo que
nunca hubo discrepando entre estos tres amores."

174
XII — PRACTICAS MARIANAS

1 —¿Cuál debe ser la devoción a la Virgen para


no caer en lo que modernamente se llama in
flación mañana?

—Lo que llaman "infladón mariana" no ha salido de


ningún alma de Dios, sino de personas que usan un len
guaje harto irreverente. Pío XII en una alocución en
1954 decía: "Jamás temáis ensalzar demasiado a la que
resplandece en la eternidad como la obra maestra de
Dios, la más maravillosa de las criaturas, el espejo más
espléndido de las perfecdones divinas. Para ser la Ma
dre de Dios ha redbido de su divino Hijo todos los do
nes de naturaleza y grada. He aquí por qué el culto
de la Virgen, a lo menos si se la comprende bien, lejos
de quitar nada a la gloria de Dios, se eleva inmediata
mente hasta El, autor de todo bien que la ha querido
tan grande y tan pura."

2 —Parece que la psicología moderna no se encaja


bien con la devoción a la Virgen, particular
mente la juventud.

—El mismo Pío XII en la Mediator Dd, refuta es


tos fatales equívocos: "Sobre todo no permitáis que
—como enseñan algunos engañados con pretexto de re-

175
novación litúrgica, o pretendiendo ligeramente que sólo
los ritos de la liturgia tienen eficacia y dignidad—el
culto de la Madre de Dios, Virgen, señal de predestina-
don, según el parecer de los santos, de tal suerte se deje
a un lado, mayormente en la juventud, que se enfríe
paulatinamente y languidezca. Ese modo de proceder no
da sino frutos envenenados perjudicialísimos para la
vida cristana; brotes de ramas infectadas aunque están
en un árbol sano; hay que cortarlos para que la savia
vital del árbol pueda alimentar sólo frutos suaves y
óptimos."

3 —Pero esto era antes del Concilio...

—Y en el Concilio Vaticano II en la clausura de la


tercera Sesión, Pablo VI habló así: "Nos declaramos a
María Santísima Madre de la Iglesia, es dedr, Madre de
todo el pueblo cristiano tanto de los fieles como de los
pastores que la llaman Madre amorosa, y queremos que
de ahora en adelante la Madre de Dios sea honrada e in
vocada por todo el pueblo cristiano con este gratísimo
título." El capítulo VIII de la Constitución Dogmática
sobre la Iglesia es un resumen profundo y hermosísimo
sobre la Santísima Virgen. Este es el sentir del Concilio.

4 —Tenía entendido que estas corrientes moder


nas que quieren minusvalorar la devoción a la
Virgen, eran el último grito de la teología.
—Ni mucho menos. Son tópicos rancios y anticuadí
simos, completamente caducados. Son la repetición de la
doctrina jansenista contra el culto a la Virgen. Basta
repasar el libro Mónita salutaria publicado en Alema
nia en 1953, para darse cuenta que las sombras que al
gunos quieren levantar contra el culto a la Señora están
desempolvados de aquel libro tan desgraciado. Lea y
compare lo que dice el autor de la Mónita salutaria
con algunas cosas que se publican ahora: "No empleéis
más tiempo en honrarme, ni me hagáis más oradones
que a Dios... No me honréis como a una diosa subalter
na... No escandalicéis, ni confirméis en sus errores a los
que están fuera de la Iglesia... Guardaos de concederme

176
nada de hipérbole o exceso de celo... No os dejéis con
mover por las hipérboles, las frases exageradas y las
maneras de hablar de algunos santos...; no pongáis vues
tra confianza en mis imágenes y estatuas como hacen
los paganos aunque sean milagrosas. Ningún poder les
está vinculado..." Obsérvese cómo la mercancía que se
presenta como moderna es mohosa y anacrónica.

5 —He leído en una revista publicada en Cata


luña: «El movimiento mariano es ciertamente
fecundo, fervoroso, próspero. Mas ¿no es exce
siva su riqueza, febril su intensidad, algo pato
lógico su especializado desarrollo?»

—Cuando se escribe así parece que el mejor diagnósti


co sea recordar lo que nos dice San Luis María de Mont-
fort sobre los devotos escrupulosos: "Los devotos escru
pulosos son gente que temen deshonrar al Hijo al hon
rar a la Madre...; ven con pena que haya más gente de
rodillas ante un altar de María que ante el altar del San
tísimo Sacramento. Como si lo uno se opusiera a lo otro,
o como si los que ruegan a la Santísima Virgen no roga
sen a Jesucristo por medio de Ella... Ellos dicen, ¿para
qué sirven tantas devodones exteriores a la Virgen? ¡En
esto hay mucha ignorando! Esto es hacer de la religión
una mojiganga. Habladme de los devotos de Jesucristo;
a Jesucristo es a quien hay que recurrir...; ¡esto es lo
sólido! y todo cuanto dicen es verdad en un sentido; pero
atendiendo a la explicadón que hacen en sus palabras
para impedir la devoción a la Santísima Virgen, es muy
peligroso y una fina red que con pretexto de un bien
mayor les tiende el demonio; porque jamás se honra
tanto a Jesucristo como cuando se honra a María."

6 —En la misma revista leí: «La renovación cris


tiana, en resumen, sabe quién es el Dios en el
que no cree, pero desconoce cómo es el Dios
en el que dice creer. Por esto se está prescin
diendo de María... El esfuerzo de autenticidad
ha sido algo eficiente pese a su penuria de re-

177

LO QUE NO HA DICHO EL CONCILIO. 12


sultados positivos. Un vacío es siempre mejor
que un ídolo, y un ídolo sin rostro es preferible
a un ídolo con rostro muy bien tallado.»

—El mismo San Luis María de Montfort en su Tra


tado de la verdadera devodón a María clasifica clara
mente a tales opinantes: "Los devotos críticos son, por
lo común, sabios orgullosos, altaneros y pagados de sí
mismos que en el fondo tienen alguna devodón a María,
pero que critican todas las prácticas de devodón a la
Santísima Virgen con las que las personas ingenuas hon
ran sendlla y tiernamente a esta tierna Madre sólo por
que no se acomodan a su criterio. Ponen en duda todos
los milagros e historias referidos por autores fidedig
nos... no sabrían ver sin pena a la gente sendlla y hu
milde arrodillada ante un altar o imagen de María..., y
hasta los acusan de idolatría; no les gustan estas devo
ciones exteriores; dicen que los santos Padres en las
alabanzas a María hablan como... oradores exagerando
las cosas... Todos estos falsos devotos y gente orgulloso
y mundana son mucho de temer y hacen un grandísimo
daño a la devodón para con la Santísima Virgen, ale
jando de Ella a los pueblos de una manera eficaz, bajo el
pretexto de destruir tales abusos."

7 —No se puede negar que hay mucha devoción


supersticiosa a la Virgen. Pecadores y gente que
no practican, que le rezan. Si no se lleva vida
cristiana es preferible no rezar a la Virgen.

— ¡Criterio equivocadísimo! Contestamos con el ilus


tre Padre Gallifet, cuando en su Tratado de devodón a
la Santísima Virgen nos dice: "La imitadón de las vir
tudes de María no pertenece a la esenda de la devoción
a la Santísima Virgen. Esa imitadón es efecto de esa
devoción, y uno de los más hermosos y provechosos fru
tos de la misma. Si la esenda de la devoción a Nuestra
Señora consistiera en la imitadón de sus virtudes, no
podrían aspirar a ser devotas de María nada más que las
almas justas y santas; y esa fuente y arca de salvadón
estarían cerradas para los pobres pecadores. Pero esta
doctrina es contraria al sentir de la Iglesia, la cual no
solamente llama a María Esperanza y Refugio de los pe-

178
cadores, sino que a todos ellos les convida a acudir a
Ella con ilimitada confianza... No, por Dios, no matéis
nunca la devodón a la Virgen en las almas de los pobres
pecadores. ¿Qué pecador hay que ignore que no puede
salvarse sin renunciar al pecado y sin penitencias? Pero
la devodón a la Santísima Virgen es medio poderosísimo
para lograr de Dios tan inefable grada. Esto, esto, esto
es lo que hay que decir, lo que hay que escribir, lo que
hay que predicar a todos en todas partes."

8 —Pero las oraciones del que está en pecado


mortal a la Virgen no sirven para nada.
—San Luis María de Montfort predicaba la práctica de
la esclavitud mariana a los pecadores "con fruto". Sor
María de Agreda contesta: "Aunque es verdad que to
das las obras buenas hechas en pecado son muertas y
como armas flaquísimas contra el demonio; pero siem
pre tienen alguna congruencia... Por este camino salen
infinitas almas del pecado...; por esto los demonios son
tan atormentados de su propio furor, cuando conocen
que algún pecador llama o se acuerda de esta gran Se
ñora; porgue ya saben la piedad con que los admite y
que, en tomando Ella la mano, hace suya la causa, no
les queda esperanza ni aliento para resistirla, antes se
dan luego por vencidos y rendidos."

9 —El folklore de tantas «Vírgenes» es algo que


pone en conflicto la crítica histórica y la devo
ción mariana.

—Un teólogo de tanta categoría como el Dr. Juan


B. Manya ha tratado este problema con gran objetividad.
Nos dice: "Conviene distinguir entre crítica e hipercríti
ca. Esta suele proceder tarada de un radonalismo irre-
condliáble a priori con toda explicadón, o hecho, sobre
natural. Pero la filosofía está muy lejos de haber de
mostrado la imposibilidad del milagro. La posición de
la crítica, digna de este nombre, no es de credulidad ni
de esceptidsmo; acepta los hechos, sean naturales, sean
sobrenaturales, sólo y siempre que los garanticen docu
mentos fidedignos... Cualquiera de esas imágenes maría-

179
ñas que se veneran en esas ermitas, tiene un historial
cierto, que es varias veces secular. Nuestros padres,
nuestros abuelos, todos nuestros ascendientes, desde va
rios dglos han acudido aquí, a esta capilla, y han orado
aquí, ante esta imagen, con una sinceridad, con un fer
vor igual o superior al nuestro... Con sólo estas conside-
radones, indiscutibles de verdad histórica y al margen
de toda narración mítica o legendaria, la Virgen de
nuestro pueblo natal, p. ej., adquiere un matiz patrióti
co, un sentido de cosa nuestra, que nos hace preferir
aquella imagen, aquella invocadón mariana, a todas las
restantes, aunque sepamos, por otra parte, que no hay
entre ellas diferencia religiosa sustandál... Esta devo
ción mariana popular, aun con todos sus defectos, es
una esperanza sólida de restauración espiritual de nues
tro pueblo. El día en que se haya de realizar el ideal de
la acdón católica, conviene no olvidarlo. La devoción
del pueblo a sus 'Vírgenes' encierra posibilidades con
soladoras... Concedemos mayor importancia a esta pie
dad mariana popular, a pesar de sus imperfecdones y
materialismos, que a otras devociones selectas y de ma
yor sentido teológico; éstas no penetran en el alma po
pular como aquélla ha penetrado; se limitan al sector
de espíritus selectos. No tienen tampoco aquella fuerza
que da la tradidón y el sentido patrio; por eso, son me
nos operantes en el alma popular. Y a fin de cuentas, si
la fórmula teológica esencial es: 'Ad Jesum per Mariam',
nuestro pueblo ya tiene hecha la mitad de ese camino de
salvadón; aquella cuya meta es María."

10 —En pleno tiempo pascual es un contrasentido


consagrar el mes de mayo a la Virgen. Lo más
propio es que se viva el misterio pascual.

—Quien dice esto cae en lo que en otros tiempos se


decía ser más papista que el Papa. La Iglesia sabe per
fectamente cuáles son las exigencias y el ámbito de la
liturgia. Pero, sin oposición al sentido litúrgico de este
tiempo, no obsta, antes al contrario lo facilita el filial
obsequio a la Virgen durante el mes de mayo. Pablo VI,
en la Encíclica Mense Maio, nos dice: "El mes de
mayo es el mes en que en los templos y en las casas
particulares sube a María desde el corazón de los cris-

180
tianos el más ferviente y afectuoso homenaje de su ora
ción y de su veneración. Y es también el mes en el que
desde su trono descienden hasta nosotros los dones más
generosos y abundantes de la divina misericordia. Nos
es, por tanto, muy grata y consoladora esta práctica tan
honrosa para la Virgen y tan rica de frutos espirituales
para el pueblo cristiano. Porque María es siempre cami
no que conduce a Cristo."

11 —Se dice que insistir en la devoción a María es


un obstáculo para la unión con los hermanos
separados.

—Los últimos Pontífices han visto en la Santísima


Virgen la Madre de la unidad. El mismo Concilio en el
capítulo octavo pide que "ofrezcan todos los fieles sú
plicas insistentes a la Madre de Dios y Madre de los
hombres, para que Ella, que con sus oradones asistió
a la Iglesia nádente... interceda también ante su Hijo
para que las familias de todos los pueblos... sean feliz
mente congregadas con paz y concordia en un solo Pue
blo de Dios". Es muy conocido el célebre Manifiesto de
Dresde en que un grupo de teólogos protestantes de
Alemania Oriental declaran elocuentemente: "El culto
de la Virgen María, que se remonta a los primeros tiem
pos del cristianismo, y que nunca ha sido abandonado
por la Iglesia católica, ha conoddo un gran auge como
consecuencia de las reveladones de Lourdes y de Fáti-
ma. En Lourdes, en Fátima, en otros santuarios maria-
nos, la crítica impardal se encuentra en presenda de
hechos sobrenaturales que tienen reladón íntima con la
Virgen María, sea a causa de las apariciones, sea a cau
sa de gradas milagrosas pedidas y concedidas por su in
tercesión. Estos hechos desafían toda explicación natu
ral... ¿Cuál es el sentido último de estos milagros hechos
en los planes de Dios? Parece que, a través de estos he
chos, Dios quiere responder de manera radical a la in
credulidad humana. ¿Cómo un incrédulo ante estos he
chos podría perseverar de buena fe en su incredulidad?
Y nosotros, cristianos evangélicos, ¿podemos dejar a un
lado estos hechos sin hacer examen de conciencia?"

181
12 —Es preferible rezar un Avemaria bien rezada
que un Rosario mal rezado.

—No vale la comparación. Vale más comer una sar


dina fresca que no un pollo envenenado. Pero realmente
es mucho mejor un pollo sano y bien condimentado que
no una sardina que acaba de ser pescada. Vale más un
rosal con muchas rosas, que con sólo una. Vale más un
Rosario bien rezado que un Avemaria bien rezada. Por
que la oración alta es pariente de la oración larga y
cuando se dice ese pretexto sirve para justificar el no
rezar el Rosario... Y quizá ninguna oración.
El Dr. Manya, al estudiar el posible automatismo de
la repetición de las Avemarias, nos dice que "María ante
nuestros Rosarios rezados frecuentemente con el alma
distraída..., profunda conocedora Ella de la psicología
humana, sabe perfectamente el esfuerzo sobrenatural
que requiere la atendón sostenida sobre los lejanos ob
jetos de la fe, y... compadece la miseria de nuestra con-
didón y agradece infinitamente nuestros esfuerzos. Y
cuando suenan en sus oídos aquellas Avemarias rezadas,
por la fuerza de las repetidones, automáticamente, lejos
de molestarse por ello, sonríe pládda y benigna; sus en
trañas maternales rebosan de satisfacción, como la ma
dre cuando oye la voz del hijo que aun en el estado de
inconsdencia de la fiebre delirante, repite, repite sin
cesar, el nombre de la madre."

13 —Así, pues, el Rosario continúa siendo una de


voción actual en la Iglesia.

—Mire, son actuales, plenamente actuales las orienta


ciones del magisterio de Pablo VI. Fíjese bien: la En
cíclica Ecclesiam suam, que es una apología del Papa
do; la Mysterium Fidei, exposición del dogma y culto
que debemos a la Eucaristía; la Mense Maio y la
Christi Matri Rosarii, dedicadas a la Santísima Virgen
y concretamente al Rosario. En estas encíclicas ponti
ficias se recomiendan las tres devociones de los predes
tinados : el amor al Papa, a la Virgen y a la Eucaristía.
¿No se había fijado en esto?... ¿Y lo que hace Pablo VI
no será conciliar?
Además el Rosario es actualísimo porque ha sido la

182
devoción que la misma Santísima Virgen, en Lourdes,
Fátima y otras apariciones, ha pedido. Quien no reza el
Rosario cada día, no hace pecado, pero deja de hacer una
cosa que la Madre ha pedido. Por ello no está a la altura
de su Corazón.

14 —¿No le parece a usted que el Escapulario del


Carmen, en esta hora de ecumenismo no tiene
sentido y aparece como un amuleto fetichista?
—De ninguna de las maneras. Precisamente todo lo
contrario. Un documento de Pablo VI le convencerá to
talmente. Nos referimos a la Carta Apostólica, fecha de
2 de febrero de 1965, por la que Pablo VI constituyó al
cardenal Silva Henríquez, Arzobispo de Santiago de
Chile, Legado Pontificio en el Congreso Mariológico-
Mariano Internacional de Santo Domingo.
He aquí un pasaje de ese gran documento papal:
"Como eco de nuestra voz, expresarás nuestros votos
y exhortadones a todos los fieles que allí se concentren
en peregrinación, en espedal a los de América Latina y
de la República Dominicana; los escogemos de la Consti
tución Dogmática del Concilio Ecuménico Vaticano II,
del todo acordes con nuestros sentimientos: 'Estímense
las prácticas y ejerddos de devoción a Ella (la Virgen
María), que han sido recomendadas a lo largo de los si
glos por el Magisterio' (n. 67), entre las que creemos se
han de contar el Rosario Mariano y el uso devoto del
Escapulario del Carmen. Este mismo escapulario solía
adornar el noble pecho de los héroes de América Latina,
forma de devodón que 'POR SU MISMA SENCILLEZ
ACOMODADA A TODOS LOS ENTENDIMIENTOS,
ADQUIRIÓ AMPLIA DIFUSIÓN ENTRE LOS FIE
LES, CON GRAN FRUTO ESPIRITUAL'."

15 —¿Pero este gesto tiene algún valor especial?


—Pues claro que sí. Para valorar justamente este
supremo testimonio, ténganse presentes algunas cir
cunstancias: 1) Se trata de un documento oficial, para
un acontecimiento trascendente como es un Congreso

183
de doctrina y culto marianos, por el que el Papa se hace
como presente en la persona de su Legado a quien Su
Santidad manda que exprese públicamente su modo de
sentir en este particular; 2) El Papa cita un texto del
Concilio Vaticano II en apoyo y recomendación de prác
ticas y ejerddos de devoción a María, e incluye expre
samente entre éstos el Rosario Mariano y el Escapulario
del Carmen, afirmando que ello está del todo acorde con
nuestros sentimientos. 3) Todo esto ha sucedido en el
primer Congreso Mariológico-Mariano en que, junto a
los católicos, han tomado parte algunos representantes
de los hermanos separados.

16 —¿Pero los Papas y los historiadores serios han


admitido las promesas que se atribuyen al Esca
pulario del Carmen?

—Recordemos la historia y contestemos la pregunta.


La Virgen Santísima, el 16 de julio de 1251, se apareció
a San Simón Stock. Le dijo así llevando en sus benditas
manos el Escapulario de la Orden: "Este será privilegio
para ti y todos los Carmelitas. Quien muriese con él no
padecerá el fuego eterno, es decir, el que con él muriese
se salvará." Esta gran promesa nos recordaba Pío XII,
en carta del 11 de febrero de 1950: "En verdad no se
trata de un asunto de poca importando, sino de la con-
secudón de la vida eterna en virtud de la promesa he
cha, según la tradición, por la Santísima Virgen... Es,
dertamente, el Santo Escapulario como una vestidura
mariana, prenda y señal de protección de la Madre de
Dios."
En 1316 se apareció la Santísima Virgen al Papa
Juan XXII diciéndole que el sábado siguiente a la muer
te de los cofrades del Carmen, bajaría Ella graciosamen
te al Purgatorio, si en vida cumplen lo siguiente: La
guarda de la castidad según su estado y el rezo del
Oficio, o el Rosario, o siete Padrenuestros con Ave y
Gloria.
Juan XXIII, el Papa de la Pacem in terris y del Con
cilio Vaticano II, evocando a su antecesor Juan XXII,
dijo: "A él atribuye la Historia la feliz idea de redtar un
Padrenuestro y Avemaria al toque vespertino de la cam
pana; A EL TAMBIÉN LA PATERNIDAD DEL PRI-

184
VILEGIO SABATINO, TAN PRECIOSO Y TAN QUE
RIDO PARA AQUELLOS QUE LLEVAN EL ESCA
PULARIO DE NUESTRA SEÑORA DEL CARMEN."
La historicidad del Escapulario del Carmen tiene ga
rantías insoslayables. Un gran crítico y conocido histo
riador como el Padre Bartolomé F. M. Xiberta, O. Carm.,
ha podido escribir: "Creo que, después de la pódente
búsqueda y exámenes de los documentos, las tesis formu
ladas contra la historicidad del Escapulario se han de
rrumbado unas tras otras... Es más, me atrevo a afirmar
que la visión de San Simón Stock, en la que se funda la
devoción al Santo Escapulario, está autorizada y avala
da por documentos históricos, que apenas se puede as
pirar a más. Niegue quien quiera la historicidad de la
visión de San Simón Stock; pero cuide de despreciar
nada con la vana confianza de que obra así movido por
documentos históricos."

17 —En estos tiempos resulta un verdadero atraso


hacer propaganda y repartir medallas de la
Virgen, especialmente de la Medalla Milagrosa.

—Es una especie de blasfemia esta afirmación. La


Iglesia ha aprobado el uso de las medallas, y particular
mente la Medalla Milagrosa tiene origen celestial. La
Virgen dijo a Santa Catalina Labouré: "Es mi voluntad
que se acuñe una medalla según ese modelo." Es célebre
la conversión de Alfonso Ratisbona, precisamente por
haber llevado la Medalla Milagrosa. Y este hecho está
certificado por una declaración oficial del Vicario Gene
ral del Santo Padre de Roma y fue el origen de la Me
dalla Milagrosa. Son incontables los milagros experimen
tados por el uso de la Medalla y son verdaderos escrú
pulos racionalistas rechazar el uso de las medallas. "Es
el poder v autoridad de distribuir los tesoros del délo a
quien, cuándo y en el modo que más le agrade", dice San
Bernardino de Sena. Nosotros repetimos con total con
fianza las palabras de la Virgen a Santa Catalina La
bouré: "Todas las personas que llevaren esta Medalla
redbirán abundantes gradas y una singular protecdón
de la Madre de Dios." Y creemos con toda la fe, con el

185
testimonio de la Iglesia, de los Pontífices y de los mila
gros, en contra de lo que la impiedad y las falsas auto
críticas tontamente nos puedan decir.

18 —No se puede negar que muchas imágenes de


la Virgen de pobre factura artística despresti
gian a la iglesia y son un bochorno por su falta
de estética.

—Es de desear que las imágenes tengan toda la belleza


y arte posibles. Pero hemos de recordar que las imáge
nes tienen una finalidad principal: excitar la devoción
de los fieles. La finalidad de la imagen religiosa no es
hacer arte, sino mover a la piedad. Hay que procurar
estos dos objetivos, pero en caso de que uno de los dos
elementos tenga que prevalecer, el elemento piadoso tie
ne que estar por encima del artístico. Seguramente que
eran imperfectas y poco artísticas las estampas que da
ban tanta devoción a Santa Teresa de Jesús y San Ig
nacio de Loyola. Siendo tan grandes estos santos, eran
almas sencillas que entendían el lenguaje de las imáge
nes sin pararse en aspectos accidentales.
Recientemente ha ocurrido un hecho de extraordinaria
significación. El 29 de agosto de 1953, en la ciudad de Si-
racusa, en la casa número 11 de la calle Orti de San Jor
ge, contigua a una capilla protestante, un matrimonio
trabajador, Ángel Iannusso y Antonieta Gusto, recibie
ron como regalo de bodas un cuadro de relieve en yeso,
barnizado con una capa de esmalte de diversos colores,
hueco por el interior, representando el Corazón Inmacu
lado de María. Dicho cuadro colgaba a la cabecera del
lecho matrimonial. La esposa estaba enferma y el ma
rido era militante comunista. El 29 de agosto la imagen
comenzó a llorar. Se formó un tribunal, que recogió más
de doscientos testimonios. El examen médico de las lá
grimas demostró que se trataba de lágrimas de compo
sición igual que las lágrimas humanas. En poco tiempo
llegaron más de trescientas curaciones tenidas por ex
traordinarias. Los Obispos de Sicilia en pleno concluye
ron : "No puede ponerse en duda la realidad de la lacri-
mación."
En la misma ciudad de Siracusa hay artísticas esta
tuas de gran renombre y de escultores célebres. La

186
Virgen para obrar maravillas no quiso escoger ninguna
imagen sabia, ni mucho menos, abstracta. Escogió una
imagen de serie, una sencilla escayola...

19 —Todo lo que no se funde en la liturgia hay que


despreciarlo. Entre ello, en primer lugar, el falso
pietismo que se respira en los santuarios maria
nos.

—No puede admitirse en forma alguna este criterio.


Medítese lo que ha dicho Monseñor Pierre Théas, obispo
de Lourdes, prelado especialmente calificado para tratar
este tema:

"Ningún país tiene derecho a dedr: Nuestro cristianis


mo es el verdadero. Guardémonos de pensar que nuestra
devodón a la Virgen es la única verdadera. Y no veamos
una degradación de la piedad mariana en lo que es sim
plemente una expresión diferente de la nuestra.
Hay personas que, siendo cristianas y bautizadas, vi
ven habitualmente al margen de la vida religiosa, acer
cándose sólo a ella con motivo de alguna solemnidad fa
miliar o alguna fiesta o peregrinación. Estos cristianos
marginales hacen en estas circunstandas ciertos gestos
religiosos—encienden drios, compran medallas, beben
agua en la fuente milagrosa o besan con respeto la gru
ta de las apariciones—, pero no ajustan ordinariamen
te su vida a su fe ni tienen una habitual práctica litúr
gica y sacramental. ¿Qué habría que pensar de esos ges
tos religiosos, ese acudir a Dios en el momento de una
necesidad a una enfermedad, sin haberse acordado de El
en la vida ordinaria?
Guardémonos de los juidos absolutos y sin matices.
Evitemos el desprecio que condena todo y la frivolidad
que todo lo admira... ¿Por qué condenar, en lugar de
tratar de comprender? Habrá que tener también en esto
en cuenta el nivel espiritual y la cultura religiosa, pues
también en este terreno hay quienes han redbido mu
cho, y los pobres. ¿Acaso la piedad mariana estaría re
servada a una élite, a quienes tienen una fe sólida y lú-
dda? ¿O podrá ser también accesible a la masa y posible
para los cristianos de suburbios?... En estas multitudes
que vienen a nuestros santuarios hay más confianza que

187
ciencia. Pero ¿tendremos el derecho ante estas manifes-
tadones populares, de verlas como paganismo, forma
lismo y superstidón?
Evidentemente, la Constitudón condliar sobre la li
turgia ha fijado reglas para una verdadera partidpación
en la liturgia. Pero no podemos rechazar ni condenar a
quienes guardan las antiguas costumbres. Habrá que
respetar la piedad popular, aunque no la encontremos
conforme a nuestros gustos, e incluso no resulte fiel a
las redentes orientaciones litúrgicas. Estos gestos que
nos sorprenden y molestan, son expresión de verdadero
amor. ¿No convendrá más que detener su impulso, tra
tar de orientarlo hacia un descubrimiento más profundo
del misterio pascual?
Es necesario despertar y educar la fe de estos margi
nales, para lo cual será preciso rodearles del respeto y
afecto. Que la insufidencia e imperfección de sus actitu
des religiosas, en lugar de alejarnos de ellos, nos acer
quen y nos inspiren con reladón a estos pobres, un hu
milde servido de amor."

20 —La intimidad de la fe religiosa rehuye la ma


nifestación externa. Una de las exigencias de
la nueva línea del Concilio es la eliminación de
peregrinaciones, concentraciones multitudina
rias, romerías, etc.. Así lo siente Pablo VI.

—Es totalmente inconsistente esta opinión. Pablo VI


ha peregrinado personalmente a Fátima y a Efeso.
Los Santuarios Marianos de todo el mundo están en
su corazón. Con ocasión del Congreso Internacional de
Directores de Peregrinaciones a Santuarios Marianos, el
Santo Padre recibió a los congresistas el día 25 de octu
bre y les dirigió, entre otras, las siguientes palabras:

"Un paternal saludo a vosotros, queridos directores


de Peregrinadones de Francia y de otros países, llegados
a Roma para dedicar varias jornadas de trabajo y de es
tudio al tema 'Peregrinadón y Pueblo de Dios'. De todo
corazón, Nos os animamos en vuestros esfuerzos para
conoceros mejor y tratar en común vuestras experien
cias y el resultado de vuestras actividades.
Todos vosotros, queridos hijos e hijas, formáis parte

188
del Pueblo de Dios, en marcha hacia la ciudad futura de
María, Madre de Jesús y Madre nuestra, signo de nues
tra esperanza, que nos atiende y nos llama.
En nombre de su Hijo, que Nos ha elegido para ser su
humilde Vicario, damos a todos y cada uno una larga y
afectuosa bendición apostólica" (El Pilar, 3-XII-1957).

En el mismo Congreso de Directores de Peregrinacio


nes, celebrado en Roma del 22 al 26 de octubre de 1967,
se tomaron estas conclusiones:

"1.a Toma nota de una mentalidad que existe en cier


ta parte del clero y en una determinada élite de laicos y
cristianos, empeñados en una acdón apostólica sobre las
peregrinadones, consideradas con demasiada frecuenda
como 'marginales' en la Iglesia, y que, efectivamente,
parecen situarse a contracorriente de toda la pastoral de
hoy, en tanto que ellos se mueven en un marco espedfi-
camente religioso, arrancan a los cristianos de su am
biente vital, encuentran su motivación en el culto de la
Virgen y de los santos, y tienden a crear una comunidad
pasajera y universal, fuera de la vida ordinaria.
2.a Atestigua el lugar privilegiado, de siempre, de las
peregrinaciones en la historia del Pueblo de Dios y la
tradición de la Iglesia y su adecuación con la civilizadón
del turismo.

3.a Considera, con una perspectiva de fe, que las pere


grinaciones y los santuarios se sitúan en la línea caris-
mática de una intervendón de Dios en la historia huma
na y de una llamada del Espíritu a la piedad y ala pe
nitencia, dirigida por mediadón de la Virgen o de otro
santo a todo el Pueblo de Dios, llamamiento reconoddo
auténticamente y tomado en cuenta por la mediadón
maternal y sacramental de la Iglesia de Cristo.

4.a Precisa que las peregrinaciones consisten esencial


mente en un paso comunitario y personal a la vez que
de oradón y penitenda, y en una unión que tiende a
reagrupar a los bautizados de todas las procedencias y
de todos los medios en una 'comunidad en estado de
grada', signo viviente y tangible del 'Pueblo de Dios
en peregrinación sobre la tierra y en marcha hada el
Reino'.

189
5.a Considerando la gran cantidad de cristianos no
comprometidos o no practicantes que componen a me
nudo las peregrinadones, insiste en la necesidad de una
catcquesis adaptada a todos, aun a los más necesitados,
y de una pastoral que se inserte de modo complementa
rio en las otras formas de la pastoral de conjunto de la
Iglesia, que permita a todos descubrir la importando
de la oradón y de la penitencia en la vida cotidiana
para el cumplimiento de sus tareas humanas y apostó
licas.

6.a Hace votos para que todos los sacerdotes se den


cuenta de la importancia de las peregrinaciones en la
vida de la Iglesia, y de la oportunidad que les ofrecen
de ejercer plenamente su sacerdodo y de difundirla, en
su doble calidad de peregrinos y de guías del Pueblo de
Dios, educadores de la piedad y predicadores de la Pala
bra, instrumentos de santificación por los sacramentos
de la Penitenda y de la Eucaristía, ayudando así efi
cazmente a los peregrinos a recibir el mensaje y la gra
cia propia de cada santuario, y a conseguir una autén
tica puesta a punto y una inserción total de su vida en
la vida de la Iglesia y del mundo."

Jamás el hombre ha tenido tanta necesidad de concen


tración espiritual, y es en las peregrinaciones donde en
cuentra tiempo para pensar y para rezar, para sentirse
miembro de la Iglesia y para amarla. Después de una
visita a un santuario, ésta se prolonga beneficiosamente
en las actividades de su vida ordinaria, y el recuerdo
de la peregrinación es como una "sangre nueva" para
su fe, para su esperanza y para su caridad.

21 —¿Cuál es el sentido de la devoción a la Virgen


en los tiempos modernos?

—Exactamente, el que está revelado en el capítulo III


versículo 15 del Génesis: "Yo pondré enemistades entre
ti y la mujer y entre tu raza y la descendencia suya; Ella
quebrantará tu cabeza y tú andarás acechando su calca
ñar." Pío XII ha rubricado, con su magisterio pontificio
esta realidad: "En las magnas luchas espirituales de es
tos tiempos, en los que los partidarios de Cristo y sus
190
negadores se hallan confundios en la muchedumbre, la
devodón a la Madre de Jesús es una piedra de toque
infalible para discernir a unos de otros... Esta tendencia
a honrar y amar a la Santísima Virgen... debe ser consi
derada como la señal y el distintivo particular de la ver
dadera fe y de la verdadera doctrina."

22 —Ha llegado la hora de desprenderse de las jo


yas del Pilar y otros Santuarios e Iglesias. Con
ello se pueden sufragar viviendas para obreros,
escuelas para niños pobres, etc., etc.

—Es digno de mayor elogio el celo en favor de las


viviendas y de las escuelas para obreros. Es una exigen
cia social de primera necesidad. Por ello, hay que buscar
remedios de largo alcance y continuidad.
Las joyas que hay en el Pilar y otros santuarios, en
realidad no son propiedad de la Iglesia. Fueron entrega
das por legítimos dueños, y la Iglesia es la administra
dora y depositaría de tales ofrendas. A primera vista no
se vislumbra con qué razón se pueden dedicar dichos
óbolos para una finalidad ajena a la intencionaUdad de
los donantes. La Historia no es parca tampoco en de
mostrar que la utilización de los bienes eclesiásticos
haya servido para el bien del pueblo. La desamortización
española, realizada por Mendizábal, sólo sirvió para fo
mentar fortunas cuantiosas y capitalistas que, precisa
mente, no se han distinguido ni por la justicia social ni
la práctica de la caridad.
La solución más coherente parece ésta: respondiendo
al maravilloso espíritu de la Iglesia de los pobres, de que
nos habló el buen Papa Juan, sería un testimonio evan
gélico que sacerdotes y religiosos, personalmente, prac
ticaran, con exigencia misionera, la mayor pobreza. Más
que la venta de joyas y alhajas de nuestros templos, que
una vez vendidas habrían terminado su rentabilidad y
herirían sentimientos muy dignos de tener en cuenta,
ejemplificará que las comunidades religiosas y sacerdo
tes renuncien al tabaco, a viajes en primera, a comodida
des innecesarias, a gastos inútiles. Una sola comunidad
de trescientos religiosos, se calcula gasta sesenta mil pe
setas mensuales en tabaco. El cambio de hábito de una
congregación religiosa ha ascendido a doce millones de

191
pesetas—4.000 pesetas por individuo—. Y así otros "de
talles". Realmente esta entrega mensual de donativos en
favor de viviendas y escuelas obreras por parte de sacer
dotes y religiosos, tendría una eficacia de incalculable
valor para solucionar estos problemas sociales, sin la
violencia de sofisticar la voluntad de aquellos que ofre
cieron sus exvotos para el culto del Señor y por amor
a la Virgen.

192
XIII — EJERCICIOS ESPIRITUALES

1 —¿Es actual para los hombres de hoy la prác


tica de los Ejercicios Espirituales?

—Le contestaré con palabras del Cardenal Montini,


en julio de 1962: "No hay época en la historia de la
vida y experiencia humana—me parece—que distrae a
los hombres tanto como la nuestra, que los aparte tanto
del foco central de sus verdaderos intereses. Se habla
incluso de enajenación... Pues bien, los Ejercidos Es
pirituales quieren en un momento dado, hacernos vivir
con nosotros mismos y darnos el sentido de nuestra
conciencia, de nuestro destino, de lo que somos verda
deramente, de nuestra responsabilidad; y nos hacen des
cubrir este silencioso pero apremiante coloquio que se
hace oír en nuestra alma: ¡Mira! ¡No había caído en la
cuenta de que Dios Dispone esto y aquello! ¡Que el Se
ñor está aquí con su verdad, con su palabra, con su
grada, con sus consoladones! Y he aquí todo un mundo
que se me escapaba, y ahora..., ahora que estoy en me
dio del fuego, en este cono de luz que son los Ejerddos
Espirituales ¡este mundo se me revela! ¡y es estu
pendo!"

193
LO QUE NO HA DICHO EL CONCILIO.—13
2 —¿Es actual para los hombres de hoy la práctica
de los Ejercicios?

—Ciertamente. A la Federación Nacional Belga de los


"PATROS", en 25 de julio de 1963, les decía:

"Fidelidad a vuestro 'estatuto espiritual': práctica de


la oración, de la direcdón, de la lectura espiritual y,
sobre todo, práctica de los EJERCICIOS ESPIRITUA
LES anuales. ¡Qué inmenso provecho para nuestras al
mas, qué edificación para vuestros hermanos, en estos
tres días de silencio total en el que muchos de vosotros
cada año van a ponerse a la escucha de Dios, a rehacer
sus fuerzas para volver más valientes en los embates
de la vida! La fidelidad a los ejerddos internos es la
garantía del progreso del alma, la prenda de una acti
vidad feliz y fecunda en el servido de la Iglesia y de
vuestros hermanos."

3 —¿Sirven los Ejercicios Espirituales también


para los obreros?

—Para los obreros y para toda clase de hombres. La


Mens nostra de Pío XI habla definitivamente sobre esta
cuestión. El mismo Pablo VI ha insistido en la necesi
dad del apostolado de Ejercicios para los obreros. Se
puede leer en L'Osservatore Romano, de 1-1-63:

"Hacemos nuestros los sentimientos de nuestros pre


decesores, de venerada memoria, para con la Obra de
los Retiros de Perseverancia, manifestando nuestra com
placencia por el bien que ha realizado y todavía realiza,
y deseamos que la Obra misma encuentre larga y fiel
acogida especialmente en el medio obrero, ilumine con
su luz las conciendas, conforte sus fatigas infundién
doles valores espirituales, alimente y sostenga sus pro
pósitos buenos y generosos, abra sus corazones a sere
nas esperanzas para la vida presente y para la vida
futura. Sumamos a estos deseos la invocadón de copio
sas gracias para los promotores de la Obra y para cuan
tos quieran experimentar su benéfica acción, y a todos
impartimos nuestra bendición apostólica."

194
4 —¿Hay que repetir los Ejercicios?

—El Derecho Canónico así lo preceptúa para sacerdo


tes y religiosos. Pablo VI también nos apremia a la re
petición de las tandas. De una alocución suya publi
cada en L'Osservatore Romano, de 23-IX-63, son estos
párrafos:

"¿Y qué decir del grupo de trabajadores de la Toscana


que han asistido a unos Ejercicios Espirituales? Bellí
sima inidativa ésta, que, afortunadamente, se va ex
tendiendo también en la clase trabajadora. Recordamos
a este respecto una palabra del veneradísimo predecesor
Pío XI, de preclara memoria, cuando el Papa actual
tuvo el gusto de presentarle un grupo de estudiantes
universitarios que precisamente habían terminado unos
Ejercidos Espirituales, entonces no tan difundidos y
aceptados como lo son ahora. Pío XI dijo con gran elo
gio y consuelo: Hacedlo de nuevo. Esto es: que se ex
tienda cada vez más la providendal costumbre que da
al mundo moderno la fortuna de poderse, en cualquier
momento, apartar, recoger, escuchar a uno mismo y a
Dios, lejos del fragor de la vida cotidiana, de las má
quinas, de los empeños de nuestra existencia febril, ex
terna, que nos alinea—empleando un término ahora muy
en boga—, nos despersonaliza, nos vada de nosotros
mismos. Estar con su propia alma, con Dios, en un des
canso y una fortuna que el corazón precisamente desea,
ya que tiene tanta necesidad de ello.
Por tanto, el Padre Santo, al paso que elogia la dili
gencia de aquellos que realizan la piadosa práctica de
los Ejerddos Espirituales, expresa su deseo de que se
extienda cada vez más, aun para aquellos que ya han
experimentado una vez el gozo y la fortuna de reali
zarlos, y que, por tanto, no tendrán necesidad de reco
mendación para repetirlos, y con sumo provecho."

5 —¿Conviene que los movimientos apostólicos


practiquen los Ejercicios Espirituales de San Ig
nacio con la guarda estricta del silencio?

—Contesta el Cardenal Feltin, que fue Arzobispo de


París:

195
"Nuestros movimientos de Acción Católica han com
prendido desde el comienzo la importancia de los Ejer
ddos Espirituales. Los han organizado frecuentemen
te para sus miembros. ¿Pero no ha sido demasiado am
plio el método empleado en los mismos? ¿NO SE HAN
CONFUNDIDO A VECES LOS EJERCICIOS PROPIA
MENTE DICHOS CON TIEMPO O SESIONES DE
ESTUDIO? ¿NO HAN PERDIDO LOS EJERCICIOS
SU 'EFICACIA PROFUNDA POR HABERSE RECOR
TADO DEMASIADO EL SILENCIO PROLONGADO,
ÚNICO QUE PERMITE LA REFLEXIÓN PERSO
NAL Y EL TRATO CON DIOS? ¿NO SE HA TENIDO
MIEDO DE ENFRENTAR A LAS ALMAS CON LAS
VERDADES ESENCIALES, RECELANDO QUE EXI
GENCIAS UN POCO SEVERAS ALEJEN LAS BUE
NAS VOLUNTADES? Ahora bien—(hombres, de ellos
una trdntena de profesores y médicos, han pasado de
esta manera seis días en un silencio completo, hacien
do los Ejerddos de San Ignacio con un fervor y una
fidelidad admirables)—, han reconocido que UNO DE
LOS BENEFICIOS QUE ELLOS HABÍAN APRECIA
DO MAS, ERA ESTE SILENCIO COMPLETO EN
QUE HAN ESTADO METIDOS DURANTE SEIS
DÍAS Y QUE LES HA PERMITIDO LA REFLEXIÓN
SERIA SOBRE SI MISMOS, BAJO LA MIRADA DE
DIOS."

6 —Al ocuparse de la propia salvación, ¿es esto


un obstáculo a la acción apostólica, a la acción
temporal que reclama la Iglesia?

—Contesta el mismo Cardenal Feltin:

"Nuestros Ejerddos de Acdón Católica han acentua


do legítimamente el punto de mira del apostolado. Han
pretendido hacer comprender mejor a los militantes la
misión que les incumbe con respecto a sus semejantes.
¡Con razón lo han hecho!
Si el viejo cantar: 'Tengo un alma que no muere;
tengo un alma que salvar...', parece olvidar este aspec
to apostólico y, desde este punto de mira, merece algu
na crítica, ¿no ha habido tendenda a desestimar que el
pensamiento que enderra no es del todo inexacto?

196
¿ACASO ESTA PREOCUPACIÓN DE APOSTOLA
DO NO HA ENGENDRADO UN ACTIVISMO QUE NO
PERMITE AL ALMA, AUN DURANTE LOS EJER
CICIOS, PREOCUPARSE DE SU PROPIA SALVA
CIÓN? PIENSA ELLA EN LOS DEMÁS, HABLA DE
LOS DEMÁS, LLEGA EN ELLO A NO MIRARSE A
SI MISMA, A NO TENER UNA CONCIENCIA CLA
RA DE SU DESTINO ETERNO, DE SUS MISERIAS
Y DE SU REFORMA PERSONAL, TODO LO CUAL
DEBERÍA CONSTITUIR SU PREOCUPACIÓN PRI
MERA. ¿ACASO LAS RESOLUCIONES QUE TOMA
AL TERMINAR LOS EJERCICIOS ESPIRITUALES,
ENTERAMENTE ORIENTADAS AL APOSTOLADO,
NO RESULTAN INSUFICIENTES PARA SU PROPIA
VIDA ESPIRITUAL, SIN LA CUAL, NO OBSTANTE,
TODA ACTIVIDAD APOSTÓLICA SERA ENTERA
MENTE VANA?... Queremos poner en guardia contra
lo que nos parece ser a veces una alteradón de los Ejer
cicios Espirituales; enseñar a los sacerdotes y a los fie
les militantes, A NO TENER MIEDO NI AL SILENCIO
PROLONGADO DE UNOS VERDADEROS EJERCI
CIOS, NI A LA MIRADA LEAL Y PROFUNDA A SI
MISMO, A LAS VERDADES ETERNAS."

7 —Leí en una publicación de Acción Católica:


«La educación cristiana exige unas etapas y la
primera es la que podemos llamar pre-evangé-
lica, de preparación, de desenvolvimiento de la
persona, de mejoramiento de las facultades hu
manas.» Y se añade en otro lugar: «El mundo
se salvará con la acción temporal...»

—A esto contestaba Pío XI, con motivo de la Semana


Social de Versalles: "LA IGLESIA NO EVANGELIZA
CIVILIZANDO, SINO QUE CIVILIZA EVANGELI
ZANDO."
Pío XII, a la Acción Católica Italiana, en 1951, decía:
"El desarrollo de la vida religiosa supone derto número
de sanas condidones económicas y sodales. Pero esto no
nos permite concluir que la Iglesia debe empezar por
dejar de lado su misión religiosa y procurar ante todo
aliviar las miserias sodales, Si la Iglesia siempre se es
forzó por defender y promover la justida, desde los tiem-

197
pos apostólicos, ha cumplido su misión de santificadón
de las almas y de converdón exterior, aun frente a los
más graves abusos sodales, procurando luchar contra
esos males, persuadida de que las fuerzas religiosas y
los principios cristianos son el mejor medio para alcan
zar la curadón."
Dice Juan XXIII en la Mater et Magistra: "El as
pecto más siniestramente típico de la época moderna
consiste en la absurda tentativa de querer reconstruir
un orden temporal y sólido y fecundo prescindiendo de
Dios, único fundamento en el que puede sostenerse."
Añade el Papa: "Ciertamente la Iglesia ha enseñado en
todo tiempo y sigue enseñando que los progresos dentí-
fico-técnicos y el condguiente bienestar material son
bienes reales... Pero ellos deben valorarse... como bienes
instrumentales... Resuena, como un aviso supremo, la
palabra del Maestro Divino: ¿Qué aprovecha al hombre
ganar todo el mundo si pierde el alma? ¿O qué podrá dar
el hombre a cambio de su alma?"

8 —Parece que los Ejercicios Espirituales de San


Ignacio deben darse únicamente para minorías.

—No es éste el pensamiento de los Papas, concreta


mente el de Pablo VI, como ya hemos indicado en una
respuesta anterior. Pío XI, el Papa de la Acción Católi
ca, dijo taxativamente:

"SI LA MAYORÍA DE FIELES CRISTIANOS


EMPLEASEN DILIGENTEMENTE ESTE INSTRU
MENTO DE SANTIDAD—LOS EJERCICIOS IG-
NACIANOS—SE PUEDE CONFIAR QUE, EN BREVE,
SOFOCADA TODA CODICIA DE INTEMPESTIVA
LIBERTAD Y RESTABLECIDA LA CONCIENCIA Y
CUSTODIA DEL DEBER, DISFRUTE POR FIN LA
SOCIEDAD HUMANA DEL APETECIDO PRESENTE
DE LA PAZ."

O sea que los Ejercicios Espirituales no forman "hom


bres de sacristía", sino que son un medio providencial
de forja de apóstoles, de acción social verdadera, de paz.
No basta que algunos practiquen Ejercicios. Conviene
que sea mayor número. Pío XI se quejaba un día del

198
lema "pocos y buenos". Si para iniciar las grandes em
presas bastan pocos y buenos, llega el momento en que
la masa es necesaria para actuar... También la masa
tiene su importancia. Esta tendrá siempre necesidad de
ser animada y dirigida, pero sólo ella puede, en defini
tiva, ganar vastas y sólidas posiciones. El mismo Pío XI
repetía que el "número es el multiplicador del bien". Y
también rubricaba: "Aunque no es lo prindpal el nú
mero, tiene siempre su importando y su gran belleza...
El número de los hombres católicos hace de multiplica
dor de la verdad católica."
A través de los Ejercicios Ignacianos se trocarán en
mejores cristianos, más apóstoles aptos para los traba
jos de la Acción Católica, fervientes auxiliares de la Pa
rroquia. Y también operarios activísimos de la acción
temporal que quiere el Papa Juan XXIII en la Mater
et Magistra:

"Cuando en las actividades y en las instituciones tem


porales se garantiza la apertura a los valores espirituales
y a los fines sobrenaturales, se refuerza en ellos la efi-
cienda respecto a sus fines espedficos e inmediatos."

Todo esto reafirma lo que afirmaba rotundamente


Pío XII en 2 de octubre de 1948:

"LOS EJERCICIOS DE SAN IGNACIO SERÁN


SIEMPRE UNO DE LOS MEDIOS MAS EFICACES
PARA LA REGENERACIÓN ESPIRITUAL DEL MUN
DO Y PARA SU RECTA ORDENACIÓN, PERO CON
LA CONDICIÓN DE QUE SIGAN SIENDO AUTÉNTI
CAMENTE IGNACIANOS."

9 —Se insiste mucho en que lo más importante es


el «humanismo cristiano» y la «acción temporal».

—Estas legítimas metas son una pura ilusión y un


activismo que no da ningún fruto verdadero cuando se
prescinde de la vida interior.
Juan XXIII nos lo dijo muy claramente: "Aquí está
el secreto de la fecundidad espiritual de toda actividad,
de toda forma de apostolado y el punto de partida para
la renovación, tanto de las conciencias como de la vida

199
organizada, que de tantas partes se invoca. Cuando se
presumiera conseguir esa transformadón solamente con
los medios humanos, aun lícitos y buenos, obtendría
—queremos decir—con las dotes del ingenio y de la pa
labra, un activismo desconsiderado, se saldría del cami
no. La acción exterior debe proceder de un fondo íntima
mente impregnado de gracia divina, de la frecuenda de
los santos sacramentos de la confesión y de la comunión,
de la continua oradón, transmitida y realizada luego en
la caridad. Tan sólo entonces la acción produce sus fru
tos, que no son el brote efímero de un momento, sino la
eficada de una fuerza interior, alimentada en las fuentes
mismas de la vida de Dios." Y para ello Juan XXIII, el
Papa de la Mater et Magistra y del Concilio Ecuméni
co Vaticano II, se complacía en ponderar para la "for
mación interior, cultural y apostólica", como "condición
primera", la práctica de los Ejercicios Espirituales. Este
es, por tanto, el pensamiento de la Iglesia.

10 —Hace poco me vinieron a las manos unas hojas


ciclostiladas en que hablaban de fracaso de unas
tandas de Ejercicios y sustituían los Ejercicios
por unas charlas mezcladas con fuegos de cam
pamento y eliminación del Rosario. Decían que
la juventud de hoy no es apta para Ejercicios
porque es incapaz de una reflexión seria, por
que padecen cansancio psicológico y porque les
falta base humana. Y otras razones de tanto
«peso» como éstas...

—Muy mal concepto tienen de la juventud actual es


tos supuestos y fracasados directores de tandas, según
propia confesión. Exactamente al revés habla Pablo VI.
Aquí está la trascendental carta al Cardenal Cushing,
Arzobispo de Boston, del 25 de julio de 1966, en que le
dice:

"De los varios métodos recomendables para llevar


a cabo retiros para seglares, el método basado en los
Ejerddos Espirituales de San Ignacio de Loyola, es des
de su aprobación por el Papa Pablo III, en 1548, el más
200
utilizado. Los directores de Ejercicios, no obstante, no
deben cesar nunca en ahondar su comprensión de la ri
queza doctrinal y espiritual del texto ignaciano, y en
expresar estas riquezas en los términos de la teología
del Concilio Vaticano II. Los Ejerddos no deben con
vertirse en un estudio de documentos conciliares, pero
el director debería presentar el discernimiento de los
Ejercidos o de cualquier otro método que se utilice, en
un contexto teológico familiar al seglar moderno.
No obstante, sería un error diluir los Ejerddos Es
pirituales con innovaciones que, aunque buenas en sí,
reducirían la eficacia de un retiro cerrado. Actividades
tales como encuestas religiosas y estudios de sociología
religiosa tienen su lugar en la Iglesia, pero este lugar
no está en un retiro cerrado, donde el alma, a solas con
Dios, va generosamente a Su encuentro, y queda, en
modo maravilloso, fortalecida e iluminada por El.
De tales almas, el mundo tiene gran necesidad, como
dice la Constitudón Condliar de la Iglesia en el Mundo
Moderno: 'La naturaleza intelectual del hombre se per
fecciona por la sabiduría, y necesita esta perfecdón.
Pues la sabiduría atrae suavemente la mente humana
a la indagadón y al amor de lo que es bueno y verda
dero. Impregnado por la sabiduría, el hombre pasa a tra
vés de las realidades visibles a las invidbles. Nuestra
era necesita tal sabiduría más que las edades pasadas,
si los descubrimientos hechos por los hombres han de
seguir humanizándose. Pues el porvenir del mundo pe
ligra hasta que haya hombres más sabios... Es, final
mente, por el don del Espíritu Santo que el hombre
llega, mediante la fe, a la contemplación y apredo del
plan divino.' (Gaudium et Spes, N.° 15)."

Además, que en unos días de convivencia no se hable


de la Virgen ni se anuncie el rezo del Santo Rosario de
muestra un desconocimiento lamentable de lo que es en
realidad la vida cristiana. Repetimos con toda la fuerza
la luminosa sentencia de San Luis María de Montfort:
"Quien no tiene a María por Madre no tiene a Dios por
Padre." Y, ¿se ama de verdad a María cuando ni se hace
mención de Ella, ni se reza el Rosario?

201
11 —¿Son indicados los Ejercicios para formar mi
litantes obreros?

—Expresamente lo dijo Pío XI en la Mens nostra.


El gran apóstol de la J. O. C, Cardenal Cardijn, con su
gran autoridad sobre esta materia, nos dice:

"La experíenda me ha enseñado que los Ejercidos


que se apartan de los de San Ignado no forman los
jóvenes de lucha, cual los necesitamos nosotros. Por esto
prefiero que los militantes de la J. O. C. practiquen los
Ejercidos según el método ignaciano."

12 —¿Pero después del Concilio continúa la urgen


cia y la necesidad de la práctica de los Ejerci
cios?

—Exactamente. Como uno de los mejores medios


para vivir las enseñanzas conciliares. En 29 de diciem
bre de 1965, clausurado el Concilio, Pablo VI pronunció
una alocución de extraordinaria importancia y presenta
los Ejercicios Ignacianos como la predicación más efi
caz. Estas son sus palabras:

"Es necesario dar, especialmente en Italia, a la predi


cación—no a la predicación amanerada, no a la predi
cación panegirística o de ocasión, sino a la predicadón
que tiende a transfundir la Palabra y a entrañarla en el
alma—una expresión más fuerte, más eficaz, más per
suasiva de cuanto ha tenido hasta ahora. Y sabemos que
la predicación más eficaz es precisamente la de los Ejer
cidos Espirituales. Ya lo es, pero ¡cuánto debe todavía
desarrollarse!, sea el contenido: ¡Ay, si los Ejercidos
Espirituales, por tener aquel paradigma maravilloso y
magistral que San Ignado les ha dejado, vinieran a pa
rar en una repetición formálística y—diría—perezosa
de este esquema! Se debe ver la profundidad de doctrina
que este esquema contiene, la riqueza espiritual que de
él dimana, la aplicabilidad enorme que descubre. Por
tanto, es toda una reelaboradón de los Ejerddos Espiri
tuales la que Nos deseamos de veras sepan realizar nues
tros buenos sacerdotes."

202
13 —¿Los Ejercicios Espirituales de San Ignacio
son aptos para todos?

—De tal manera lo son que la práctica de los mismos


debería ser una costumbre del pueblo cristiano, dice
Pablo VI. Pero puede saborear toda la fuerza de las me
tas señaladas por el Sumo Pontífice:

"Y además una extensión numérica. ¿Cuántos son los


buenos católicos que hacen Ejercidos Espirituales? Aquí
desgradadamente debemos reconocer que en Italia esta
mos más retrasados que en otros países. Si preguntáse
mos: categoría de estudiantes: ¿cuántos son los estu
diantes universitarios que hacen los Ejerddos Espiri
tuales? Yo podría dar algunas estadísticas, porque las he
seguido bastante; pero son estadísticas que, en verdad,
dejan el corazón un poco desilusionado. Mientras tene
mos otros países, tipo España, donde se cuentan a miles
los que hacen Ejercicios Espirituales, los nuestros se
cuentan a decenas. Debemos difundir esta fuente de sal
vación y de energía espiritual, debemos hacerla posible
a todas las categorías: a los adolescentes, a la juventud,
a los obreros, estudiantes, estudiosos, personas cultas,
enfermos, etc., etc. Este momento de intensidad y de
reflexión sobre temas religiosos, que es precisamente lo
que caracteriza a los Ejercidos Espirituales, debe llegar
a ser una costumbre del pueblo cristiano, mucho, mucho
más difundida y mucho más fomentada de cuanto ha
sido hasta ahora."

14 —A pesar de todo, a veces incluso de sacerdotes,


he oído decir que los Ejercicios de San Ignacio
son pasivos y poco indicados para las actuales
generaciones.

—No se puede evitar que se digan cosas peregrinas


y absurdas. Pero ni ésta es la realidad, ni la experiencia,
ni el pensamiento de Pablo VI. En 12 de agosto de 1966,
en Castelgandolfo decía al Rvdmo. P. General de la Com
pañía de Jesús en una audiencia que le concedió:

"Los Ejercicios Espirituales de San Ignacio deben


tenerse en mucho, pues son la raíz y fuente de vuestra

203
espiritualidad y medio óptimo de apostolado. Se dice que
algunos dudan de la actualidad y eficada de los Ejerd
dos en los tiempos presentes, más aún, se dice que en
los miembros mismos de la Compañía no faltan quienes
los tienen en menos. ¡Qué tremendamente yerran! Los
Ejercidos, estando como están enraizados en el puro
espíritu del Evangelio, aun ahora deben ser tenidos por
útilísimos y eficadsimos. ¡Ojalá se difundan más y más
cada día! El servicio prestado a la Iglesia por la Com
pañía, por los Ejerddos, con dificultad puede ser sufi
cientemente alabado. Es más claro que el sol que los
Ejercicios, como otras cosas hoy en la Iglesia, deben ser
adaptados a los tiempos modernos. Desearía que se di
fundiesen ediciones óptimas y bien editadas del libro
de los Ejercicios, como también de biografías de San
Ignacio y de los demás Santos de la Compañía, las cua
les, si fuesen bien escritas y de modo moderno, se mani
festarían ser óptimo apostolado y un modo concreto de
vivir los Ejercicios. Pienso, sobre todo, en los Semina
rios. En los Ejercidos hay, prindpalmente en las reglas
de discernimiento de espíritus, una regla óptima y muy
necesaria, sobre todo hoy, habiendo como hay en la
evoludón moderna muchas cosas buenas sin que falten
las malas."

204
XIV — PROBLEMA VOCACIONAL

1—¿A qué se debe la falta de vocaciones religiosas


y sacerdotales?

—Es un problema muy complejo. La respuesta sen


cilla es: falta de espíritu cristiano entre los fieles, que
no aprecian la vida religiosa. Pero podemos señalar al
gunas causas:

a) La vocación sacerdotal y religiosa exige espíritu


de mortificación y sacrificio. Y hoy día no se quiere.
b) Exige espíritu de obediencia; y hoy se tributa el
culto a la personalidad, que se interpreta como sinóni
mo de independencia y voluntariedad.
c) Aun entre algunos religiosos y sacerdotes se ex
tiende la creencia de que captarán mejor a la juventud
haciéndose como ellos y apareciendo más como seglares
que como religiosos o sacerdotes, con lo cual los segla
res o laicos sacan la consecuencia de que no es menester
cambiar de vida para ser buenos cristianos y perfectos.
Y ésta es quizá la principal causa de la escasez de vo
caciones.

205
2 —¿No es verdad que la vida religiosa ha caído
ya en anacronismo? Hoy estamos en la época
del posconcilio, época de libertad y madurez
personal.

—El Concilio, y el Papa en el posconcilio, alaban so


bremanera la vida religiosa. No puede ser anacrónica
una institución que radica en la doctrina del Evangelio
y proviene de los mismos tiempos de los apóstoles. Los
gérmenes de la vida religiosa los tenemos ya en el Ce
náculo. La Iglesia, como sociedad visible, tiene las fa
mosas cuatro notas, una de las cuales es la santidad. Y
esta santidad precisamente se manifiesta en la vida re
ligiosa. Pablo VI dijo: "Ante todo queremos destacar la
máxima importancia de los Institutos religiosos y que el
papel que desempeñan le es absolutamente necesario a
la Iglesia en los tiempos actuales" (23 de mayo de 1964).
Ni la vida religiosa se opone a la libertad, ya que li
bremente se escoge. Ni va contra la personalidad, ya
que la mayor personalidad se manifiesta en saberse ven
cer y someterse a los demás por Dios.

3 —¿Pero decrecen las vocaciones sacerdotales y


religiosas?

—Los mismos Papas se lamentan de esta tremenda


desgracia. Mas que hablen las cifras, que son harto dolo-
rosas y elocuentes. Leemos en ABC, de Madrid, del 28
de diciembre de 1963, estas noticias:

"La falta de vocaciones sacerdotales en un país de tan


sólida tradición católica como Francia alarma seriamen
te no sólo a la jerarquía eclesiástica, sino a los fieles. En
efecto, en diez años las dfras de ordenación de sacerdo
tes han descendido de un modo regular e inquietante.
De 1.028 sacerdotes ordenados en 1951, 1963 no arroja
más que 530, mientras que en 1960 fueron 595 los or
denados.
Frente a este fenómeno, la población presenta un au
mento progresivo de tal forma que la propordón fieles-
sacerdotes resulta preocupante: más de 45 millones de
franceses para un total de 41.704 sacerdotes en las no
venta y una diócesis del país. Las diócesis donde se

206
acusa más la falta de sacerdotes son las de París, Ver-
salles y Marsella, con un sacerdote por cada 3.056, 2.685
y 2.358 habitantes, respectivamente.
Mientras tanto, en los Seminarios se procede a la for
mación de sacerdotes capaces de responder a los tiempos
actuales. El seminarista sale ahora todas las semanas
para mantener contacto con el mundo exterior, asiste a
la proyección de películas, sigue ciclos de conferencias
científicas y alterna los estudios de Patrística con los
de guitarra y los de Teología con el judo. No obstante,
la falta de vocadones es cada vez mayor, y esto para un
país de indudable solera católica, resulta, más que para
dójico, alarmante."

4 —Eso en otras naciones, pero no en España.

—También se equivoca. Desde la publicación de ciertas


revistas y la difusión de ideologías desviadas, España
sigue un camino de descensos alarmantes. Don Pedro
Fernández Villamarzo, en un estudio de sociografía vo-
cacional presentaba estos cuadros:

Promociones Alumnos ingresados

1940-1952 2.521
1941-1953 2.455
1942-1954 2.142
1943-1955 2.069
1944-1956 2.069
1945-1957 2.125
1946-1958 2.344
1947-1959 2.317
1948-1960 1.923
1949-1961 1.834

Según observamos en esta primera tabla, el volumen


general de ingresos disminuye casi constantemente a
partir de la primera promoción estudiada (1940-1952),
que aparece con un total de 2.521 ingresos, hasta la úl
tima (1949-1961), que arroja únicamente un total de 1.834
alumnos menores de nuevo ingreso.

207
5 —Seguramente que se deben compensar la dis
minución de ingresos con la mayor firmeza de
los índices de perseverancia.

—Desgraciadamente las cifras tampoco abonan ese jui


cio optimista. Aquí tiene los diversos porcentajes de
perseverancia infantil obtenidos para cada una de las
diez promociones seminarísticas estudiadas:

Promodones % de perseverando

1940-1952 29,5
1941-1953 28,1
1942-1954 28,4
1943-1955 29.6
1944-1956 31,0
1945-1957 27,7
1946-1958 28,4
1947-1959 25,9
1948-1960 25,0
1949-1961 21,9

A la vista de esta tabla, hemos de concluir que la


consistencia de las vocaciones sacerdotales en España
no sólo disminuye sensiblemente—de un 29,5 por 100
que arroja la promoción de 1940-1952 casi un 22 por 100
obtenido por la de 1949-1961—, sino que desglosando todo
este amplio período en dos decenios presentan éstos
alarmante una muy distinta fisonomía en sus prome
dios ; una muy manifiesta seguridad y constancia en los
años inmediatos a nuestra última guerra y una crecien
te inconsistencia en el último decenio vocacional.

6 —¿Se han resentido las ordenaciones sacerdo


tales?

—El contingente global de ordenaciones sacerdotales


en España procedentes de vocación infantil—operando
siempre sobre el total de los 47 seminarios estudiados—
desciende rápidamente en las últimas promociones, se
gún podemos apreciar en el siguiente cuadro:

208
Promodones Ordenaciones

1940-1952 746
1941-1953 690
1942-1954 604
1943-1955 636
1944-1956 643
1945-1957 590
1946-1958 666
1947-1959 602
1948-1960 482
1949-1961 402

7 —Me figuro que, en Cataluña, donde se ha vi


brado y vivido tanto el clima conciliar, será
una excepción.

—Le contestamos con las exactas palabras del enton


ces Rector del Seminario Conciliar de Barcelona, actual
obispo de Astorga, Dr. Briva, en El Correo Catalán, en
20 de febrero de 1966. A la pregunta: "¿Cómo andamos
de vocaciones?", contesta así: "Desgraciadamente, mal.
El último año en Cataluña han experimentado un des
censo aproximado del 50 %. Pero parece ser que el fe
nómeno ha sido general en todo el país."

8 —Probablemente nuestra juventud huye de en


casillarse en la vida de los Seminarios y prefiere
la aventura heroica de las Misiones...

—Le contestará directamente Pablo VI, en su discurso


del 13 de mayo de este año: "Hemos asistido estos últi
mos años a un descenso regular y preocupante en el
reclutamiento de los Institutos misioneros. Hemos teni
do ante los ojos durante el Condlio una estadística co
municada por un Obispo, que mendonaba la dfra si
guiente de petidones midoneras en estos últimos años:

Expedidones en 1952 850


Expedidones en 1956 650
Expedidones en 1961 330

209

LO QUE NO HA DICHO EL CONCILIO. 14


Últimamente las estadísticas generales de España in
dican el descenso en el alumnado de los Seminarios a
partir de 1963. En el curso 1961-62, los Seminarios espa
ñoles recibieron a 4.405 alumnos. En el curso actual han
habido 3.771 ingresos. Por otra parte, en el curso 1961-62
abandonaron los Seminarios 3.117 seminaristas sobre un
total de 24.179; y en el curso 1965-66, los abandonos as
cendieron a 3.857, mientras el total de seminaristas ha
bía descendido a 23.135. Concretamente en Barcelona,
contamos hoy con 363 seminaristas, lo que representa
un centenar menos que hace diez años. En 1963: alum
nos ingresados en Seminarios, 4.796. En 1966: alumnos
ingresados en Seminarios, 3.771. Crecen también los
abandonos de carrera. En 1965 abandonaron 1.147 alum
nos.
El Doctor don Casimiro Morcillo, Arzobispo de Ma
drid-Alcalá, ha dicho en el reciente Sínodo Episcopal ce
lebrado en Roma: "Allí donde se contempla con aten
ción el problema de las vocaciones, se puede notar que
éstas disminuyen en los Seminarios que quieren estar
más abiertos a las exigencias modernas, mientras aumen
tan en los que se conservan más austeros." (Ya, 14-
10-1967.)

9 —¿Este fenómeno es general?


La revista Spiritus, 1964, n.° 20, pág. 320, suministra
datos de cinco importantes congregaciones misioneras:
La Congregación del Santo Espíritu (5.200 miembros),
los Padres Blancos (4.120), los Misioneros del Sagrado
Corazón (3.215), las Misiones Africanas de Lyon (1.820),
las Misiones Extranjeras de París (906). En estos cinco
Institutos hubo en Francia en 1951, 146 salidas para las
Misiones. En 1956, 68. En 1961, 57. Un descenso de casi
las dos terceras partes. De Alemania y Holanda, apenas
suministran ninguna vocación las Congregaciones reli
giosas que anteriormente brindaban 30 ó 40 vocaciones
misioneras por año. Añádase a esto el fenómeno del
número importante, incluso entre los que estudian en
Roma. Y no digamos lo que esto significa ante el índice
de cálculos del aumento de la población mundial. En
seis años, en África y Asia han disminuido 3.000 Misio
neros, insuficientemente reemplazados por un modesto

210
aumento del clero nativo. Mientras tanto, en seis años y
sólo en Asia y África, en 12 millones han aumentado los
cristianos y en unos cientos de millones los paganos.
Sólo en Hispanoamérica ha habido un aumento, no muy
grande, de Misioneros, enviados ya por Institutos Mi
sioneros, ya por Diócesis. Los Seminarios católicos, en
los Estados Unidos, disminuyeron en tres respecto al
año anterior: son actualmente 123. Aunque los sacer
dotes son 699 más, el número de candidatos ha bajado;
y lo mismo sucede con los alumnos de los seminarios:
1.959 menos que el año anterior.

10 —Concretamente, ¿cuáles son las causas de esta


caída de las vocaciones en un momento en que
la prensa, los discursos y la literatura de ciertos
sectores católicos respiran gran euforia y entu
siasmo?

—Pablo VI no duda en indicar que se sufre actual


mente una apreciación unilateral de las necesidades
materiales de los hombres, con olvido de la misión
esencial de la Iglesia. Lo dice con esas palabras, en el
discurso a que se ha aludido de mayo de 1966: "La sú
bita toma de condencia por parte de la opinión pública
de las inmensas neceddades de los países en vías de
.desarrollo, lleva consigo dertamente gestos admirables
de generosidad, que nuestros predecesores y Nos mismos
hemos sido los primeros en alentar y hasta en susdtar
en derta medida. Pero el poner el acento en las nece
sidades materiales de tan desgradadas pobladones, co
rría el riesgo de oscurecer algo entre algunos, lo que
para la Iglesia resulta primordial: la transmisión de la
palabra de Dios, la comunicación del mensaje de salva
ción, en una palabra, la evangelización."

11 —¿No podría concretar dichas causas en puntos


asequibles a todos los fieles cristianos?
—El venerable Cura Párroco de Saint Etienne en Co-
gles, Padre Charbonnel, dedica unas páginas para sus
feligreses sobre este tema. Manifiesta que en el Semina
rio Menor de su Diócesis han ingresado 34 alumnos con-

211
tra 80, 100, 120 de los años pasados. Dicho venerable
sacerdote señala estas causas como determinantes del
descenso vocacional: "1.° El laicismo ambiente en que se
desecan y mueren las vocaciones. 2.° La radio, la TV. en
familia, el cine parroquial en donde los chicos son ad
mitidos para ver películas reservadas para adultos.
3.° La supresión de obras de piedad en la mayoría de las
Parroquias. En Caneóle 300 madres de familia terdarias
de San Francisco en 1900 daban algunos años más tar
de 90 sacerdotes para la diócesis de Rennes. 4.a La su
presión de la Cruzada Eucarística en muchas Parro
quias. 5.° El laidsmo práctico de muchas escuelas cris
tianas en la que ni se cantan cánticos religiosos, ni se
habla ya de Dios, y falta a los niños la atmósfera sobre
natural de otros tiempos. 6." La desaparidón de los li
bros de piedad en las familias, que no faltaban no hace
mucho todavía como La vida devota, El combate es
piritual, La imitación de Jesucristo, Vidas de Santos.
7.° La falta de temas espirituales en la prensa católica
que penetra en las familias y a veces su inmoralidad.
8.° El espíritu mundano y el materialismo de los padres
que, en sus conversaciones, no hablan ante los niños
más que de dinero, confort, placeres. 9." La dimisión de
los padres que dejan a sus hijos hacer lo que les da la
gana y no les acostumbran al esfuerzo, a la lucha, al
sacrifido." Y así continúa el sacerdote fijando y denun
ciando causas más particulares.

12 —Es intolerable que los niños jovencitos ingre


sen en los Seminarios. Solamente se debería ad
mitir vocaciones sacerdotales de adultos.

—Tal cuestión significa que realmente no se entiende


la teología de la vocación. ¿Quién llama? ¿Dios o los
hombres? Si llama Dios, no hay problema. Y El puede
llamar como quiere y cuando quiere. Presentemos la
doctrina que nos dan los Obispos franceses, que para
algunos tienen la ventaja de no ser españoles y parecer-
Íes que están más al día. El Cardenal Feltin dice: "Una
vocadón merecida por las súplicas de una madre y por
la fe ardiente de un padre, encuentra en el Seminario
Menor un ambiente mucho más favorable que en cual
quier otro colegio por bueno que sea. Que las familias

212
cristianas no se dejen arrastrar por este descrédito in
justificado que se propala hoy contra los Seminarios
Menores" Monseñor Renard, Obispo de Versalles, afir
ma: "El Seminario Menor es el medio normal querido
por la Iglesia para probar, estudiary cultivar la vocación
al sacerdocio. No escoger los medios más aptos para
lograr el fin puede llegar a ser una falta grave de im
prudencia." Monseñor Lallier, Arzobispo de Marsella, ru
brica : "Muchos nunca llegarán a sacerdotes por no ha
ber ingresado en el Seminario Menor." En una encuesta
llevada a cabo en Francia por Monseñor de Bézélaire se
demostró que el 66,8 por 100 de los sacerdotes franceses
habían comenzado la carrera eclesiástica antes de los
trece años. La mejor edad para empezar la carrera ecle
siástica es cuando el Señor hace sentir la vocación. Los
que eliminarían los Seminarios Menores, consciente o
inconscientemente, quieren despojar a la Iglesia de
sacerdotes y religiosos, con ideas harto naturalistas so
bre la esencia de la vocación.

13 —Parece que ya es hora que los católicos, si


guiendo el espíritu conciliar, se lancen a la re
forma de las estructuras temporales, y por tanto,
se supriman los conventos de vida contempla
tiva e incluso que no se haga propaganda de las
vocaciones. Sigamos el Concilio de verdad.
—Vamos por partes:
Ha sido en el Decreto sobre la actividad misional de
la Iglesia donde los Padres Conciliares han tenido el
mejor recuerdo y las mejores alabanzas para la vida
religiosa de clausura. Encuadradas en él—en ese docu
mento palpitante de afanes, de trabajo y de conquistas
misionales—, sus palabras resultan una respuesta con
tundente a los que alguna vez se atrevieron a hablar de
la inactividad de quienes calladamente realizan cada día
en la Iglesia el más fecundo laborío en la viña del Señor.
"Los Institutos de vida contemplativa—dice el Conci
lio—tienen por sus oradones, obras de penitenda y tri-
buladones, la máxima importando en la conversión de
las almas, pues es Dios quien, movido por las súplicas,
envía obreros a su mies (cfr. Mat. 9, 38), abre las almas
de los no cristianos para que escuchen el Evangelio

213
(cfr. Act. 16, 14), y hace germinar en sus corazones la
palabra de salvación (cfr. Cor. 3, 7). Más aún, se ruega
a estos Institutos que funden casas en lugares de misio
nes, como hideron ya no pocos, para que, viviendo allí
de un modo adecuado a las genuinas tradiciones de los
pueblos, den testimonio preclaro, entre los no-cristianos,
de la majestad y de la caridad de Dios, así como también
de la unión en Cristo." (Decr. cit., n.° 40.)
Estos conventos, pues, no solamente no son inútiles,
sino que son necesarios. Necesarios en todas partes: en
tierras de misión y en países cristianos. Porque "la vida
contemplativa—ha dicho también el Condlio—pertene
ce a la plenitud de la presencia de la Iglesia." (Decr.
número 18.)
Sobre lo que se dice de no fomentar las vocaciones,
repásese este párrafo:

"LOS SACERDOTES y los educadores cristianos pon


gan un verdadero empeño en dar nuevo incremento a
las vocadones religiosas, conveniente y cuidadosamente
seleccionadas, que responda plenamente a las necesida
des de la Iglesia. AUN EN LA PREDICACIÓN ORDI
NARIA trátese con más frecuencia de los Consejos
Evangélicos y de las conveniencias en abrazar el estado
religioso. Los padres, al educar a sus hijos en las cos
tumbres cristianas, cultiven y defiendan en sus corazo
nes la vocación religiosa." (Decreto Perfectae Caritatis,
número 24.)
Para terminar, recordemos la amarga y dolorosa que
ja del gran Pío XII:

"Hoy quisiéramos tan sólo dirigirnos a aquellos, sacer


dotes o seglares, predicadores, oradores o escritores que
no tienen ni una palabra de aprobadón o de alabanza
para la virginidad consagrada a Cristo; a aquellos que,
desde hace años, y a pesar de las advertencias de la
Iglesia, y en contra de su pensamiento, conceden al ma
trimonio una preferenda de principio sobre la virgini
dad; a aquellos que incluso llegan a presentar el matri
monio como el único medio capaz de asegurar a la per
sonalidad humana su desarrollo y su perfecdón.
Los que hablan y escriben así sean consdentes de su
responsabilidad delante de Dios y de la Iglesia. Es pre
ciso incluirles en el número de los principales culpables

214
de un hecho—disminución de las vocaciones religiosas
femeninas—, del cual Nos no podemos hablar dno con
profunda tristeza." (Alocución a las Superioras Genera
les", 15-IX-1952.) Esto es lo que dice el Concilio y la
Iglesia.

14 —He leído, escrito por un teólogo de mucha


nota, que los Seminarios están pasados de moda.
Que los seminaristas no han de estudiar en un
Seminario, sino en la Universidad, ni siquiera
vivir en un Seminario, sino en casas particula
res de pensión.

—Conozco el autor, el libro y el periódico de Barce


lona que se hizo eco de estos puntos de vista. Lo más
grave del caso es que esto lo afirmó al mismo tiempo en
que Pablo VI escribía estas palabras en su Carta al Car
denal Tisserant (12-9-63):

"... Se celebrará también la conmemoración del cuarto


centenario del Decreto del Condlio Tridentino sobre la
institudón de los Seminarios, el 4 de noviembre, fiesta
de San Carlos Borromeo, y Nos mismos estaremos pre
sentes en dicha solemne ceremonia."

No queremos poner en duda la ciencia de dicho autor.


Lo que sí ponemos en duda es la bondad de su aserto.
Ha olvidado lo que Pío XII escribía en su Sacra Virgini-
tas el 25-3-1954: "Piensan algunos que los ministros sa
grados no deben ser segregados del mundo, como en
tiempos pasados, sino que deben 'estar presentes' en el
mundo, y, por tanto, tienen que afrontar el riesgo..." Y
a propósito de estas nuevas opiniones continúa el Papa:
"...Es fádl ver lo falso y lo desastroso de ese modo
de educar al clero y prepararlo a conseguir la santidad
propia de su misión... Con mayor razón convenía apar
tar del tumulto mundano al clero joven, para formarlo
en la vida espiritual y prepararlo a alcanzar la forma
dón sacerdotal o religiosa antes que entre en el comba
te. Manténgasele en los seminarios o estudiando largo
espacio de tiempo y redba una formadón diligente...

215
Los seminaristas y jóvenes religiosos deben ser trata
dos como plantas tiernas y delicadas."
Entre dicho autor y Pío XII la elección ya está hecha.

15 —Es opinión de muchos que la formación de los


seminaristas debe variar sustancialmente. Más
humanismo y menos segregación. Más conoci
miento del mundo y menos apartamiento ma-
niqueo. En una palabra: modernización en todo.

—Contesta la Sagrada Congregación de Seminarios,


que en una carta maravillosa dirigida al Episcopado
mundial en el II Centenario de la muerte de San Vicente
de Paúl en 27 de septiembre de 1960, dice así:

"... No es intención nuestra desarrollar de manera


completa este tema, pero no podemos menos de compro
bar con tristeza que 'una oleada de naturalismo' parece
haber penetrado en algún centro de formadón eclesiás
tica, muchas veces con la compliddad de quien, conde
nando en bloque un pasado que se juzga insuficiente
para plasmar las jóvenes generadones sacerdotales, se
esfuerza en la búsqueda afanosa de métodos de 'moder
nización'; o bien con la pasividad un poco fatalista de
otros, quienes, aun lamentando en su corazón el peli
groso viraje pedagógico, lo aceptan resignados como
inevitable resultado de los tiempos. Se trata en estos ca
sos de un proceso depresivo que ataca un poco todos los
aspectos de la pedagogía eclesiástica. SU DENOMINA
DOR COMÚN PUEDE ENCONTRARSE EN UNA SEN
SIBLE DISMINUCIÓN DEL ELEMENTO SOBREÑA
TURAL. Las grandes realidades de una auténtica for
mación eclesiástica, la oración, la íntima unión con Dios
el espíritu de mortificadón, la humildad, la obediencia
la vida escondida, la'separación del mundo, van quedan
do paulatinamente en penumbra, en nombre de un acti
vismo que se disfraza de caridad. Se quiere 'comprender
a nuestra edad y a los jóvenes que la representan; pero
en realidad no se hace más que ceder a sus deficiencias.
Se tiene casi la impresión de que muchos educadores
están posddos del complejo de lo nuevo y lo descono
cido, y lejos de frenar la carrera, la alientan con entu
siasmo desconocido. Preocupados más de conceder lo que
216
agrada que de exigir lo que sirve, no tienen la valentía
de pedir ni renuncias ni sacrificio.

...Los resultados de semejante orientación pedagógi


ca se pueden ya notar en el Seminario. La languidez de
la piedad, el desamor por el estudio en general y por
las materias especulativas en particular, la disdplina
sacudida en sus quicios fundamentales—el silendo, por
ejemplo—y, sobre todo, la gran superficialidad que se
advierte en varios sectores del campo educativo, no son
ciertamente la mejor preparación para obtener los au
ténticos apóstoles que se quiere dar a la Iglesia.
Por tanto, antes de pensar, fundándose en métodos
de dudosa validez, en hacer los sacerdotes de hoy, pon
gamos todo nuestro empeño en hacer el sacerdote de
siempre."

16 —Algunos me han dicho que el Concilio ha va


riado totalmente esas orientaciones.

—Es una pura fantasía esta afirmación. Basta leer


el Decreto sobre la Formación Sacerdotal. Fíjese bien:
"Los Seminarios Mayores son necesarios para la forma
dón sacerdotal... la formación espiritual ha de ir ínti
mamente unida con la doctrina y la pastoral... Amen y
veneren con amor filial a la Santísima Virgen María,
que al morir Cristo Jesús en la Cruz fue entregada
como Madre al disdpulo. Cuídense diligentemente los
ejercicios de piedad recomendados por santa costum
bre de la Iglesia... Los alumnos que, según las leyes
santas y firmes de su propio rito, siguen la venerable
tradición del celibato eclesiástico, han de ser educados
cuidadosamente para este estado... Hay que avisarles
de los peligros que acechan su castidad, sobre todo en
la sodedad de estos tiempos... Toda la vida del Semi
nario, impregnada de afán de piedad y de gusto del si
lencio y de preocupación por la mutua ayuda, ha de or
denarse de modo que constituya una inidadón en la
vida que luego ha de llevar el sacerdote... Las discipli
nas teológicas han de enseñarse a la luz de la fe y bajo
la guía del Magisterio de la Iglesia... Aprendan luego
los alumnos a ilustrar los misterios de la salvación
cuanto más puedan, y comprenderlos más profunda-

217
mente y observar sus mutuas reladones por medio de
la especuladón, siguiendo las enseñanzas de Santo To
más; aprendan también a reconocerlos presentes y ope
rantes en las acdones litúrgicas y en toda la vida de la
Igleda; a buscar la soludón de los problemas humanos
bajo la luz de la Revelación; a aplicar las verdades
eternas a la variable condición de las cosas humanas y
a comunicarlas de un modo apropiado a los hombres
de su tiempo... Fórmense cuidadosamente en el arte de
dirigir las almas, a fin de que puedan conformar a todos
los hijos de la Iglesia a una vida cristiana totalmente
consdente y apostólica, y en el cumplimiento de los de
beres ae su estado; aprendan con igual cuidado a ayudar
a los religiosos y religiosas para que perseveren en la
grada de su propia vocación y progresen según el es
píritu de los diversos Institutos."
Estas son algunas de las características que los Se
minarios y sus alumnos han de tener según el Concilio
Vaticano II.

17 —Para la formación de los seminaristas es ne


cesario del todo, para estar a la altura de la
hora actual, que asistan a espectáculos públicos,
concretamente al cine. También, sin reparo ol-
guno, estar al día en radio y TV.
—Le contestaré con palabras del Cardenal Felici—má
xima autoridad en doctrina conciliar—, que ha dicho a
los seminaristas: "En nuestros días el problema del
cine, de la radio y de la televisión preocupa no sólo res
pecto a los jóvenes, que como se suele, o se solía decir,
viven en el mundo, sino también para los mismos lla
mados al sacerdocio y a la vida religiosa a los que ac
tualmente se han abierto tantas puertas.
Nadie, ciertamente, niega los valores positivos que
tales instrumentos tienen para la formación de los can
didatos al sacerdocio y para su preparación al futuro
ministerio sacerdotal, pero ninguno al mismo tiempo
podrá negar que un uso indiscreto e inmoderado de los
mismos, atendida sobre todo la decadente calidad moral
de muchas de sus producciones, sean para el joven se
minarista o religioso un peligro, no leve, no sólo para

218
su vocación, sino para su misma integridad moral.'
(L'Osservatore Romano, 7-XI-67).

18 —No obstante es cosa completamente admitida


que los sacerdotes asistan con toda libertad a
los espectáculos públicos. Además, únicamente
con su presencia pueden ilustrarse y capacitarse
para la pastoral de nuestros días.
—Sobre este tema ha escrito el Excmo. y Rvmo. Sr.
Don Antonio Añoveros, Obispo de Cádiz: "Si me dije
rais que sois humanos, que necesitáis distraeros, que
el dne puede ser un lenitivo para vuestras preocupa-
dones pastorales, me permitiría aconsejaros que bus
quéis vuestras distracdones y lenitivos en los puros
goces de la vida sacerdotal: el bien, las almas, la inti
midad con Dios, el ofrecimiento generoso del negarse a
sí mismo, el esparcimiento que no perturbe la pujanza
espiritual de vuestro sacerdocio. Se ha esgrimido con
gran profusión el argumento de que es muy conveniente
a los sacerdotes estar al tanto de las novedades cinema
tográficas, a fin de poder formar e ilustrar a los fieles
en su conciencia de espectadores. La conciencia de los
espectadores adquirirá su solidez en el conocimiento y
ampliación de la clara doctrina moral sobre los espec
táculos y vicisitudes humanas, muy sabida por todos
los sacerdotes... Acaso tengamos que confesar lo poco
o nada que nos ha enseñado el dne, en orden a una
capacitadón más actualizada de formadores. En diá
logo sincero con algunos sacerdotes, influidos por esta
desmesurada preocupación actualizante, guiados de muy
recta intención, he oído más de una vez: es verdad,
después de todo, de poco o nada nos ha servido. ¡Si hu
biéramos orado más! Existe para nosotros, sacerdotes,
una suprema razón. Que ha de pesar de todas las pre
ocupaciones apuntadas, aun salvados todos los inconve
nientes de desedificadón a los fieles, la afición al cine
o espectáculos similares produjeran tan sólo un debili
tamiento de nuestros entusiasmos genuinamente sacer
dotales, significarían una clara voluntad de Dios: De
biéramos abstenernos."

219
XV — PRACTICAS SACERDOTALES
DE PIEDAD

1 —¿Verdad que ahora con la renovación litúr


gica debe suprimirse la oración mental, el exa
men diario de conciencia y la lectura espiritual?

—El Concilio no ha suprimido medios que la expe


riencia y la práctica de los santos enseñan que son
necesarios para llegar a la santidad, en la que se logra
la única vida litúrgica real. Lo demás será ritualismo,
teatro, exterioridades. Además, el Concilio en el decreto
Presbyterorum ordinis dice concretamente: "De muchas
formas especiales por la recomendada oradón mental y
variadas fórmulas de oradones, que eligen a su gusto,
los presbíteros buscan y piden instantemente a Dios
aquel verdadero espíritu de oración con que ellos mis
mos, juntamente con la plebe que se les ha confiado,
se unen íntimamente con Cristo mediador del Nuevo
Testamento, y así pueden clamar como hijos de adop
ción 'Abba, Padre'" (n.° 14). Pablo VI decía a los semi
naristas el 13 de noviembre de 1965, refiriéndose en
concreto a la meditación: "¿Serán éstas, acaso, amadí-
dmos sacerdotes y seminaristas, prácticas superadas y
anticuadas? No, que son ahora como antes lo fueron, la
norma segura para poner en la propia persona y en la
actividad el signo del 'alter Christus'. Más aún, ellas

221
ofrecerán manantial puro de renovación perenne, de
progreso y desarrollo."
El mismo decreto afirma: "Los ministros de la grada
se unen íntimamente a Cristo, Salvador y Pastor por
medio de la fructuosa recepdón de los sacramentos, es
pecialmente por el frecuente acto sacramental de la
penitencia, puesto que, preparado con el examen diario
de conciencia, favorece tantísimo la necesaria conversa
ción del corazón al amor del Padre de las Misericor
dias" (n.o 18).
También el Decreto habla de "la lectura divina" para
"buscar cuidadosamente las señales de la bondad divina
y los impulsos de su gracia en los varios aconteceres de
la vida y hacerse con ello, más dóciles cada día para su
misión redbida en el Espíritu Santo" (n.° 18).

—El Decreto precitado contradice tan absurda afir


mación : "Para cumplir con fidelidad su ministerio, gus
ten cordialmente el coloquio divino con Cristo Señor en
la visita y en el culto personal de la Sagrada Eucaris
tía" (n.° 18). Pablo VI a los seminaristas, les habla del
coloquio de las visitas eucarísticas (13-11-65). Y grave
mente afirma Pablo VI: "Cuántos problemas y peligros,
cuántas angustias se evitarían en las existendas sacer
dotales si se mantuviese y acrecentase la vida inte
rior" (id.).
En la Mysterium Fidei de nuevo el magisterio ponti
ficio renueva y apremia para las visitas al Santísimo.
En una homilía pronunciada en la catedral de Milán,
en la fiesta de San Carlos Borromeo, el Cardenal dell'-
Acqua habló de las dificultades de la Iglesia en este pe
ríodo posconciliar. Las dificultades existen, dijo. Sólo
los superficiales disminuyen su gravedad. "Conviene
afrontar estas dificultades con sangre fría—prosiguió el
Cardenal—. Y no desestimando un pasado glorioso. No
considerando como sobrepasada toda aquella realidad
de otro tiempo. Tampoco reduciendo el Magisterio de
la Iglesia y del Papa a un simple formulismo. Sin tra
tar de imponer nuevas teorías peligrosas que terminan
de conmover los mismos fundamentos de la fe reve
lada, conduciendo a un nefasto relativismo. No poniendo
la autoridad en crisis. No disminuyendo la importancia
de la oración, hoy como ayer y como mañana, el alma
de todo apostolado auténtico. No sembrando la turba-

222
ción y la incertidumbre en la Iglesia. No introduciendo
modificaciones arbitrarias y democratizar la Iglesia
como si lo esencial de su estructura no estuviera en la
obra de su Divino Fundador. No invocando—torcida
mente—las palabras de un Papa—Juan XXIII—que
ciertamente habló de un aggiomamento sano, no de una
conmoción."
Sería una verdadera injusticia, añadió el Cardenal
dell'Acqua, atribuir a un Papa, cuya doctrina fue tan
pura y tan ortodoxa, las teorías y tendencias de ciertas
personas que se ignora si están en el camino recto.
Su magisterio, que se adapta a las necesidades mo
dernas, concuerda sustancialmente con el de Pío XII y
el de Pablo VI. Por otra parte, ni puede dejar de haber
una continuidad sustancial en el magisterio de los
Papas
Bajo ciertos aspectos, concluye el Cardenal, la actual
época posconciliar se parece a aquella que conoció San
Carlos Borromeo tras el Concilio de Trento. Hoy como
entonces, la oración debe ser el alma de la renovación
católica. "Sí, es necesario orar intensamente. Hoy—igual
mente en el clero—se ora menos que ayer. Y tal vez no
es la última de las causas y de las explicaciones de las
grandes dificultades en que nos debatimos actualmen
te." Una oración más intensa, nos valdría a todos la gra
cia de una adhesión más íntima a la enseñanza del
Papa, que debe aparecer tal como es realmente, de he
cho y de derecho: Vicario de Nuestro Señor. (La Croix,
9 noviembre de 1967.)

2 —Hay el criterio en algunos que los sacerdotes


actualmente no hemos de impulsar la Adoración
Nocturna, por tratarse de una piedad individua
lista y anacrónica; sino fomentar apostolados
de signo comunitario y social.

—Contestaremos con palabras del Cardenal Enrique


Tarancón, Primado de España, que pertenece al Con
silium y goza de un prestigio extraordinario por su de
dicación a la Acción Católica:

"Esto para mí es gravísimo por el peligro de caer en


un liturgismo pernicioso, en un exteriorismo que le ha-

223
ría perder su intimidad y que es preciso corregir. La
Adoradón Nocturna no ha perdido su actualidad; ahora
y en estas circunstandas la Adoración Nocturna, por
ser una adoración cualificada ante el Santísimo y por
llevar unido el sacrifido, tiene una actualidad extraor
dinaria, más, muchísimo más que antes. Pues cuando
la Iglesia se lanza a la empresa evangelizadora que el
Condlio propone, es cuando se necesita cubrir de una
manera especial ese flanco del dispositivo católico que
es la oradón y el sacrifido. Por apostolado se entiende
como actividad y agitación, pero menos como acción y
sacrificio. Y, sin embargo, la actividad sin la oración
drve para muy poco; la agitación sin el sacrificio es
siempre estéril. Por eso la Adodón Nocturna no ha per
dido su actualidad, sino que tiene una más."

224
XVI — ¿YA NO HAY LIBROS PELIGROSOS?

1 —¿Verdad que el Concilio ha dicho que ya se


pueden leer todos los libros, porque somos adul
tos en la fe?

—Esto no lo ha dicho el Concilio por la sencilla ra


zón de que no lo puede decir. Ciertamente hay libros
malos y libros buenos. Un libro bueno puede convertir
a un pecador como a San Agustín y San Ignacio les su
cedió o hacer perder la fe como a tantos que han sido
víctimas de este engaño por leer libros sectarios e in
morales.

2 —Pero las ideas de los libros no perjudican, y


además la inteligencia no peca.

El Cardenal Plá y Daniel, en la famosa Pastoral titu


lada Los delitos del pensamiento y los falsos ídolos in
telectuales, atribuye la responsabilidad de la guerra de
España de 1936-1939 concretamente a la mala prensa y
a los malos libros, con estas palabras: "En el fuero in
terno y ante Dios hay errores culpables, hay 'pecados
del entendimiento', hay apostasías responsables; en el
fuero externo y civil hay también 'delitos de cátedra
y delitos de prensa', y la labor del intelectual, del pro
fesor y del periodista, que siempre debiera ser labor de

225
LO QUE NO HA DICHO EL CONCILIO. 15
cultura y de moralización, es en algunos casos labor
verdaderamente criminal, subversiva del Estado, co
rruptora de la juventud y envenenadora del pueblo.
'Debe acabar la idolatría del intelectual sólo por serlo
y el fetichismo del libro, cualquiera que sea su contenido.
¡Cuan tremenda es la responsabilidad en la actual tra
gedia de España de muchos profesores de Universidad,
que no ya solamente en el orden doctrinal, lo cual ya
es muy condenable, sino aun en el del proselitismo po
lítico, fomentaron la revolución entre la juventud!'"

3 —Era intolerable la intervención de la Iglesia


denunciando y censurando algunos libros como
si realmente fueran nocivos...

—Le contestaré con palabras del Cardenal Ottaviani,


pronunciadas el 16 de noviembre de 1959: "La Iglesia
es una madre. ¿Puede una madre permanecer impasible,
limitándose a lamentar, desviar su mirada horrorizada,
cuando uno de sus hijos hace ademán de acercar a sus
labios el cáliz que contiene veneno? La intervendón de
la Iglesia en las cuestiones de doctrina constituye parte
integrante de su mandato y de su potestad fundamenta
les, lo cual atestiguan los orígenes más lejanos, o sea
primitivos de la Iglesia... Es un acto de magisterio de
Aquella que es Maestra en nombre y en lugar de Cristo.
Dejaría ya de ser Iglesia, si no fuera maestra, y si no
corrigiese, no sería maestra. Enseñar implica, igualmen
te, corregir, porque la verdad no es posible exponerla
a los hombres sin rechazar, a la vez, los errores."

4 —Tengo entendido que ahora se ha suprimido


el índice de libros prohibidos, y, por tanto, ya
no se peca si uno lee cualquier libro.

—Sabrá toda la verdad sobre esta cuestión si lee la


nota dada por la Sagrada Congregación de la Doctrina
de la Fe, del 15 de junio de 1966 y el comentario que
publicó L'Osservatore Romano. He aquí sus párrafos
esenciales:

226
"El Sumo Pontífice Pablo VI, felizmente reinante,
que al respeto y a la defensa del patrimonio doctrinal
y moral del pasado une sagazmente la sensibilidad por
los problemas de la condenda moderna, en el 'Motu
Proprio' Integrae servandae (7 diciembre 1965), tenien
do también en cuenta el deseo de los Padres condliares,
reformó la estructura y el espíritu de la antigua Con-
gregadón del Santo Ofido, conservando su competenda
acerca la vigilancia y defensa de la integridad de la fe
y costumbres, pero moderando el rigor jurídico y asig
nándole un método más podtivo y más pastoral.
El Papa ha estableddo que la renovada Congregadón,
antes de condenar un libro, se ponga en contacto con
el autor, tenga en cuenta el ambiente donde el libro ha
naddo, escuchando el parecer de los obispos, y consi
dere la condenadón formal como una 'extrema ratio'.
En el Documento Pontifido Integrae servandae no se
mendona el índice, el cual formaba parte de la estruc
tura del Santo Ofido; por consiguiente, hay que afir
mar que el índice, como tal, ha dejado de existir.
Entre tanto, muchos obispos han preguntado a la
Santa Sede por la suerte del índice: a tales justificadas
peticiones responde la anterior Notificadón publicada
en este mismo periódico, y firmada por el Cardenal Pro-
Prefecto de la Sagrada Congregación para la Doctrina
de la Fe, previa aprobación del Santo Padre.
La Notificación declara ante todo que él índice, de
hoy en adelante, no tiene ya valor jurídico de ley ecle
siástica con las sanciones anejas contra los libros pro
hibidos y quienes los leyeren, conserven o difundan; per
manece, sin embargo, en pleno vigor su significado y
su valor moral, en el sentido que se pide a toda con
denda cristiana él deber de evitar, de acuerdo con las
exigendas del derecho natural, la lectura de libros pe
ligrosos para la fe y las costumbres. Violar deliberada
mente esta obligadón es pecado, aun cuando no se in
curra en pena eclesiástica alguna.
Por tanto, la Iglesia hace hincapié sobre la condenda
madura de los fieles (lectores, autores, editores, educa
dores); y sobre todo confía en la labor vigilante de los
obispos y de las Conferendas Episcopales, que tienen el
derecho y el deber de tutelar la fe y la moral de sus
fieles, controlando, previniendo y, si hay lugar, repro
bando los impresos malos."

227
5 —He leído en un autor español que es muy be
neficiosa la lectura de las obras de Unamuno.
Que únicamente problematizando la fe al estilo
de Unamuno ésta se arraiga.

—Estos disparates son muy manoseados. Se puede re


cordar que dos obras de Unamuno la Iglesia las tiene
en el índice desde el 23 de enero de 1957. Además, L'Os-
servatore Romano del 31 del mismo mes y año comen
taba así: "Esperamos que la 'advertenda' incluida en
el Decreto del Santo Ofido induzca a meditar seria
mente a cuantos se han dejado engañar por aquellos
que, en nombre de una llamada superior convivenda
de las diversas concepdones de vida, pretenden poner
en el mismo plano a los grandes luminares del pensa
miento católico español y al herético Unamuno. Espere
mos de este modo que los católicos sean preservados de
los peligros que escritos de tal género representan para
la fe."

6 —Hace poco en la biblioteca de unas religiosas


vi las obras completas de Ortega y Gasset. Me
gustó mucho comprobar la comprensión de es
tas religiosas tan abiertas y alertadas. Por cier
to que era un Noviciado.

—Mi simple comentario es reproducirle el documento


de la Sagrada Congregación de Seminarios y Universi
dades, dado en Roma el 21 de agosto de 1961, en que se
dice: "Excmo. Sr.: Es sabido que las obras del escritor
José Ortega y Gasset abundan en varios errores que en
manera alguna son compatibles con la doctrina católica.
Por este motivo, esta Sagrada Congregadón, debida y
maduramente consideradas todas las cosas, decretó que
se retiren de las Bibliotecas de los Seminarios los es
critos de dicho autor. El comunicarlo a V. Excelenda
Rdma., estamos seguros que por lo que se refiere a
Vuestro Seminario, será solídtamente llevada a efecto
esta decisión. Deseando de corazón todo bien en mis
oradones por V. E. pide al Señor una óptima salud y
queda de V. Excelenda Rdma. adictísimo en Cristo Je
sús, JOSÉ, CARDENAL PIZZARDO, PREFECTO.—
DIÑO STAFFA, SECRETARIO."

228
7 —¿Cómo se explica que se editen libros que con
tienen errores y quizá herejías y llevan no obs
tante la aprobación eclesiástica?

—No hay que afirmar sin más que contengan here


jías o errores. Téngase en cuenta que muchas veces nos
chocan ciertas doctrinas que no son erróneas plena
mente, sino que dan lugar a malas interpretaciones. En
estos casos sería conveniente que el censor hiciese po
ner alguna nota aclaratoria u orientadora.
Puede ser, sin embargo, que a veces se escapen here
jías o errores. Esto es debido a varias causas. 1.a A ve
ces el censor se encuentra cargado de trabajo y se fía
del nombre del autor, o lee demasiado por encima el
libro; y se le escapan los gazapos. 2.a Puede darse el
caso de que los errores sean muy sutiles y su descubri
miento exijan la perspicacia de un perito. Y así podría
mos encontrar otras razones. En todo caso la respon
sabilidad es del censor. No hay que culpar al Obispo,
que se ha fiado de sus oficiales. Si ocurre cierta fre
cuencia en tales descuidos, el Obispo ya cuidará de re
mover del cargo de censor a los ineptos.

8 —¿La Santa Sede renuncia a toda intervención


sobre esta materia?

—De ninguna de las maneras y así explícitamente lo


afirma en la mencionada nota:

"En el caso de que se publicaran doctrinas y opiniones


contrarias a la fe y a las costumbres, y sus autores,
una vez invitados a corregir sus errores de forma hu
mana, se negaran a hacerlo, la Santa Sede empleará su
derecho de ofido de condenar públicamente estos es
critos, con el fin de mirar con firmeza por el bien de
las almas. Finalmente se proveerá debidamente para
que el juido de la Iglesia sobre las obras publicadas
llegue al conocimiento de los fieles."

229
9 —Resultaba inadmisible y escandaloso que in
cluso libros que gozaban de la censura eclesiás
tica de los Obispados merecieran posteriormente
condenaciones del Santo Oficio.

—Ya en su día contestó a esta dificultad el Cardenal


Ottaviani con estas palabras: "Ciertas intervendones
de la Santa Sede han sorprendido cuando se trataba de
libros que ya ostentaban el 'Imprimatur'. Demuestran
éstas que, por parte de los revisores y censores, incluso
dotados de competenda, se impone una mayor perspica-
da, y que el papel de Roma consiste en dar cuando
juzga oportuno, advertencias que, tocando directamente
a un libro determinado, se refieren a teorías peligrosas
de personas, a las que no cabe negar una dosis de bue
nas intendones, pero en las cuales se reconoce una afi
ción extremada en favor de dertas orientadones. Tié-
nese un ejemplo con dertas intervendones relativas a
los libros de sexología o de inidadón conyugal, la cual
parece haber llegado, en estos últimos tiempos, a ser la
preocupadón principal y el fondo del ministerio sacer
dotal, para dertas personas encaprichadas con esta lite
ratura."

10 —¿No se peca leyendo libros ateos e inmorales?

—No se queda excomulgado. Pero se peca gravemen


te cuando uno se pone en peligro próximo de pecar
grandemente; y en general se puede pecar cuando se
comete temeridad, imprudencia o ligereza, por ejemplo,
leyendo sin razón suficiente y sin las debidas precau
ciones obras malas.
Los que editan, venden, anuncian, ayudan a la difu
sión de libros gravemente peligrosos: Pecan gravemente
por ofrecer y poner en ocasión próxima de pecar a otros,
con lo que pueden arruinar su fe y la de otros, que es
el mayor de los males, como el que, pudiendo, no aparta
por negligencia, por lucro, por respeto humano o por
lo que sea, los dulces envenenados que están al alcance
de los niños.
Los que, pudiendo, no avisan, no prohiben, aun con
penas, no mandan retirar los libros gravemente peli
grosos: Pecan gravemente por omisión grave.

230
Y nos referimos a las lecturas que ahora se difunden
con profusión, como: Vida de Jesús, de Renán; Cándi
do, de Voltaire, etc., etc.

11 —¿Qué es peor, un libro totalmente malo, co


nocido por tal (p. ej., las obras de Voltaire, las
obras claramente comunistas, etc.) o los libros
que, conteniendo cosas buenas, y aun muy bue
nas, y presentándose como cristianas y aun pia
dosas, contienen errores en cosas sustanciales?
La respuesta es sencilla con una comparación: ¿Qué
es peor, una botella llena de veneno y con una etiqueta
clara que lo indica, o un pastel muy bien presentado y
apetitoso, pero que contiene muy escondidas y disimu
ladas pequeñas partículas venenosas? En sí es peor
la botella de veneno, pues todo en ella es veneno. Pero
el pastel referido es mucho más perjudicial. Porque el
veneno que como tal se presenta nadie razonable lo
tomará; en cambio el pastel que contiene "muchas co
sas buenas" fácilmente será ingerido por el atractivo de
éstas, y con ellas se tragarán sin darse cuenta las par
tículas venenosas.
De esa clase de libro hay ahora una verdadera plaga
y son una de las grandes causas del desastre religioso
que estamos viviendo.
Y los Pastores de almas tienen la grave obligación de
detectar el veneno que contienen y avisar a los fieles
del grave peligro de su lectura. Y faltan gravemente a
su deber, si, pudiendo, aunque sea a costa de lo que sea
—prestigio, respetos humanos, conflictos, porvenir, et
cétera—, no lo hacen.

12 —¿Qué pecado se comete si «se hace desapare


cer» de la forma que sea algún libro que consta
con certeza que es gravemente peligroso para la
fe o las costumbres?

—No se comete ningún pecado, sino por el contrario,


se hace una obra grandemente meritoria. Como el que
hace desaparecer el pastel con partículas venenosas o

CCr' f*a. '• >'!••*) 231


la botella de veneno que están al alcance de los que,
engañados, pueden ingerirlo.
Por el hecho de que con esto se pueda perjudicar a
los poseedores (vendedores, propietarios, etc.), se pue
den dar dos casos: que lo posean con conocimiento de
que es cosa mala, y entonces hay mala fe. Y en este
caso, se puede hacer con toda tranquilidad, pues el tal
poseedor paga—y muy poco—su merecido. En el caso
de que el poseedor ignore el contenido del libro y lo
tenga de buena fe, también se puede y se debe hacer
desaparecer dicho mal libro, aunque sea con perjuicio
muy lamentable de dicho poseedor; es un mal que no
se intenta, pero que es imprescindible para un bien
mucho mayor o por evitar un mal que absolutamente
debe evitarse. Y le será también un bien para él, para
ser más cauto en otras ocasiones y no ponerse a cola
borar con un mal tan grande. Por otra parte, no se le
hace sino una cosa que él mismo tendría que hacer
bajo pecado grave, si se enterase de la mala mercancía
que posee: destruirla, como el que ha comprado con
buena fe unos alimentos para vender, creyendo que
eran buenos y resulta que son venenosos; tiene obli
gación de destruirlos, aunque sea con gran perjuicio
material suyo.

13 —Hay que eliminar la piedad pesimista, par


ticularmente este libro horrendo y antipático
que es la «Imitación de Cristo», de Kempis.
—No hablan así ni los Santos ni los Papas. Pío XI en
la Mens nostra lo llama "Áureo librito". Era el libro
preferido de Juan XXIII. ¿Por qué llaman al Kempis
horrendo y antipático? ¿Porque prodiga alabanzas a la
cruz y a la mortificación?
Si de ahí le viniese, también por este título, sería
preciso catalogar entre los pesimistas al Concilio, a
Pablo VI, a Juan XXIII, a todos los Santos e incluso a
Cristo Nuestro Señor. Todos han hablado de la cruz.
Todos han amado la cruz. Todos se han abrazado con
la cruz. No pretendemos citar a muchos. Ni es necesa
rio. Recordemos solamente algunos textos del Papa ac
tual.
Son palabras suyas:

232
"Sigue vigente la necesidad de la penitencia; no se
puede aminorar la penitencia. Las palabras de Cristo es
tán ahí proclamando: 'Si no hacéis penitencia, todos
pereceréis.' Y lo dice dos veces en el Evangelio de San
Lucas, que de ordinario prefiere registrar las efusiones
misericordiosas de Cristo. Es necesario hacer peniten
cia.
Cualquiera, desde esta cortísima premisa, podrá pro
seguir por su cuenta y seleccionar en el Evangelio, en
todo el Nuevo Testamento, los demás textos que lo con
firman, con gravedad que no admite discusiones ni re
ducciones: que es preciso llevar la cruz" (8 febrero
1967).

Y el Viernes Santo de 1966:

"Hoy demostramos una menguada disposidón para


admitir las grandes verdades. Bien considerada, toda la
orientación de la educación moderna está plenamente
dirigida a un cierto hedonismo, hacia la vida fácil, hada
la supresión de la cruz del programa diario. No se quiere
sufrir. Y cuando llegan las contrariedades el interior las
rechaza, considerándolas como un insulto a la Provi
dencia y a nuestro destino. El hombre llega a tocar la
Cruz del Señor, pero no quiere llevarla.
Hasta en la interpretación del Evangelio, ¡cuántas
veces se trata de suprimir las páginas de la Podón de
Cristo, para recoger en el libro divino solamente lo que
puede hacer la vida bella, espléndida, poética, tranqui
la! Porque la página sangrante y trágica de la Cruz
pone miedo y no se quiere leer nunca. Aún hoy, des
pués del Condlio, con frecuenda se presenta la tenta-
dón de considerar fádl el cristianismo, de aceptarlo
en sus aspectos cómodos, pero sin ningún sacrifido,
tratando de conformarlo con todos los aspectos habitua
les de la vida mundana.
No es ad. No debe ser ad. Si es verdad que la nueva
disdplina de la Iglesia trata de hacer viable la vida cris
tiana y mostrar sus valores positivos, estemos atentos:
el cristianismo no puede ser desembarazado de la Cruz.
La vida cristiana ni siquiera se puede imaginar sin el
peso grande y fuerte del deber, ni siquiera se puede te
ner como tal sin el padecimiento, sin el misterio pascual
del sacrifido. El que trate de quitar esta realidad de la

233
vida se engaña a sí mismo y desnaturaliza el cristianis
mo; hace del cristianismo una interpretadón muelle y
cómoda de la vida, mientras que el divino Maestro, Nues
tro Señor, dijo a todos que es preciso llevar la Cruz, con
sus asperezas, sus dolores, su exigencia absoluta y, si
es necesario, también trágica."

No podemos negar cierto aspecto pesimista de algunas


frases de la Imitación de Cristo. A menudo menosprecia
las honras, las riquezas, la ciencia...
Es en este sentido que el autor de la Imitadón de
Cristo desestima dichos honores, riquezas, placeres.
Lo que a él le interesa es hacernos encontrar lo único
grande, digno, perenne: El Amor de Dios. Y todas las
otras cosas: riquezas, ciencia, honores... las hemos de
buscar y utilizar conforme a la sabia regla de San Igna
cio, tanto cuanto nos ayuden a amar a Dios. Debemos
apartarlas en la medida, tanto cuanto nos impiden el
amor de Dios.
Nos haríamos interminables si quisiésemos justificar
con textos lo que venimos exponiendo. Valga por mues
tra este hermosísimo párrafo del capítulo sobre el ma
ravilloso efecto del amor divino:

"Nada hay más dulce que el amor, nada más fuerte,


nada más alto, nada más alegre, nada más cabal ni me
jor en el délo ni en la tierra, porque el amor nació de
Dios y no puede aquietarse con todo lo creado, sino con
el mismo Dios.
El que ama vuela, corre y se alegra, es libre."

¿Se puede tachar con verdad a la Imitación de Cris


to de negro pesimismo? Será siempre un libro forjador
de verdadera y sólida piedad. Su lectura es siempre pro
vechosa.

14 —¿Qué libros me recomendaría usted?

—Pablo VI lamenta casi continuamente el relativismo


dogmático y la indisciplina creciente dentro de la Iglesia.
No sería exagerado atribuir estos males crecientes a tan
ta lectura de libros, incluso con censura eclesiástica, que
divulgan orientaciones muy discutibles y peligrosas. Lo

234
más seguro es leer libros sólidos. En primer lugar la Sa
grada Biblia y los documentos del Magisterio eclesiás
tico. Para la vida espiritual, los libros escritos por santos
como las obras de San Juan de la Cruz, de Santa Teresa
de Jesús, de Santa Teresita, de San Luis de Montfort.
También el Kempis y El alma de todo apostolado, de
Chautard, entre otros muchos.
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235
XVII — TEILHARD DE CHARDIN

1 —Hoy día está muy sobre el tapete Teilhard de


Chardin, y es muy discutido. ¿Qué hay que opi
nar sobre él y sobre su obra?

—Sobre él te recomiendo, lector, que seas benévolo en


tu juicio y no quieras pensar mal. Dejemos a los muer
tos que entierren a sus muertos, diría Cristo. No juzgue
mos a las personas, ya que es Dios el juez único verí
dico.
Sobre su obra, ya es otra cosa. El confusionismo rei
nante—que triunfa con la mezcla y amalgamamientos
de cosas, ideas y personas—emplea aquí su táctica ha
bitual: grandes encomios de la santidad, virtud, cien
cia... del protagonista, y de esta manera hace pasar por
buena mercancía lo que puede ser perniciosísimo.
Por de pronto pesan sobre la obra de Teilhard de
Chardin los siguientes cargos: 1) Durante su vida nunca
se le permitió la publicación de sus escritos (fuera de
artículos estrictamente científicos de hallazgos, etc.);
2) el 15-11-1957 el Santo Oficio manda que sus obras se
retiren de las Bibliotecas; no se deben vender en libre
rías católicas...; 3) en 30-6-1962 el mismo Santo Oficio
emite un Monitum en el que se dice que sus escritos
contienen ambigüedades y graves errores en materias fi
losóficas y teológicas; 4) en el mismo año la Congrega
ción de Seminarios prohibe a los seminaristas la lectu-

237
ra de los hbros de Teilhard y que estén en sus bibliote
cas; 5) en 30-9-1963 el Vicario de Roma ordena a los li
breros de la Ciudad que retiren de la venta los hbros de
Teilhard y los que sobre él traten difundiendo o favore
ciendo doctrinas peligrosas; 6) cuando al morir Teilhard
de Chardin comenzaron a publicarse sus escritos, el Pa
dre General de los jesuítas advirtió que se hacía contra
su voluntad y protestó por ello, al mismo tiempo que
prohibía a los jesuítas que los tradujesen. A estos car
gos añadamos que todavía no ha aparecido ningún libro
original de Teilhard de Chardin con aprobación ecle
siástica, como exige el Derecho Canónico.

2 —Si es así, ¿cómo explicar que jesuítas hayan


traducido sus obras, que las alaben y divulguen,
que tan entusiásticamente le celebren como la
figura mayor de la Iglesia de todos los tiempos,
aun sobre San Agustín y Santo Tomás de Aqui-
no?

—La misma exageración de estos encomios—que cier


tamente se han proferido incluso por televisión—denota
la poca fe que nos merecen quienes los profieren, pues
manifiestan poco equilibrio y probidad científica.
En cuanto a los jesuítas es mejor acudir a sus Supe
riores para conocer bien cada caso y poder así juzgarlo
con acierto.

3 —¿Pero es verdaderamente peligroso Teilhard


de Chardin, como muchos dicen?

—Tanto más cuanto más larvado es el error o se pre


senta más acaramelado. Lo que resulta incomprensible
es que personas buenas y de talento, puedan caer en la
candidez de pensar que hacen una buena obra a la causa
del catolicismo divulgando las doctrinas teilhardianas.
Piensan que la doctrina de Teilhard con todos sus incon
venientes, lleva a desterrar el ateísmo del mundo. Y ocu
rre todo lo contrario. Son precisamente los ateos los que
más propaganda hacen de Teilhard de Chardin porque
les sirve a maravilla poder aducir un autor católico,
y jesuíta, en pro de un sistema religioso aue lleva al

238
materiausmo y ateísmo. Ellos y muchos materialistas
así lo ven. Y cierto es que de su sistema se puede sacar
el materialismo más que el esplritualismo.

4 —¿T cuáles son esos errores de Teilhard de


Chardin?

—Se necesitaría un libro entero para exponerlos, pues


habría que confrontarlos y demostrarlos con textos y ra
ciocinios. Pero nos bastará aquí indicar algunos de ca
rácter general:

a) Su sistema lleva necesariamente al naturalismo.


Allí no hay nada de sobrenatural ni es posible. El siste
ma de Teilhard consiste en la evolución de la Materia
—con Mayúscula—. Esta evolución lleva al punto Ome-
ga, que necesariamente será natural; de lo contrario ya
no habría verdadera evolución.

b) Conduce también al materialismo. Puesto que lo


único que hay es evolución de la Materia, ¿cómo puede
un espíritu propiamente dicho provenir de la Materia?
Para Teilhard de Chardin la Materia primera se conden
sa y va llegando cada vez más a la unificación y perfec
ción; los primeros elementos vitales se convierten len
tamente en organismos cada vez más perfectos hasta
que aparece el sistema nervioso y el cerebro. Con él se
encuentra en la tierra la conciencia y pasa con esto a la
noosfera—región del entendimiento—. Pasos muy senci
llamente afirmados, pero no probados. Y ¿cómo se ha
introducido el hombre en el mundo? ¿Crea Dios el alma?
¿Es el alma estrictamente espiritual en el sentido cató
lico? Preguntas que no hallan respuesta en Teilhard de
Chardin, antes bien se deduciría de su sistema una ne
gación absoluta de la intervención directa de Dios en la
formación del alma humana y de la verdadera espiritua
lidad de ella.

c) Un ejemplo de sus principios: "En el principio


había en los dos polos del ser, Dios y la Multitud...
Crear, siguiendo nuestras apariencias, es condensar,
concentrar, organizar, unificar" (Ecrits du temps de la
Guerre, pág. 114). ¿No se supone aquí una eternidad de

239
la Materia? Esta Materia existia con Dios, a los pies de
Dios, era la sombra de Dios, pero no era nada; porque
su división o dispersión no le permitían existir... (todo
esto es terminología teilhardiana). Como se ve, confunde
el ser con la unidad. Pero él entiende por unidad una
unidad de composición, no de simplicidad (como distin
guirían los filósofos y teólogos). Pervierte el concepto
de creación, admitiendo la terminología, pero cambiando
el objeto de los términos. Todo ello lleva, por lo menos,
al confusionismo.

d) ¿Cómo se explica el pecado original o simplemente


el pecado, en Teilhard de Chardin? En este punto los
mismos simpatizantes y discípulos o permanecen en un
absoluto mutismo o reconocen que Teilhard no se expre
sa bien. La verdad es que sí se expresa, pero propone
una noción de pecado, que no es, ni mucho menos, la ca
tólica. Basta lo dicho para ponernos en guardia sobre
Teilhard y apartarnos de sus escritos si queremos "sen
tir con la Iglesia".

5 —He oído decir que Teilhard de Chardin es au


tor recomendado por la masonería, ¿es verdad?
—Efectivamente. En el libro El ecumenismo visto
por un francmasón", de Yves Marsaudon, se puede leer:
"El conocimiento, las filosofías y las metafísicas se apro
ximan entre sí. No se distingue nada que pudiera evitar
que se entiendan los hombres cuando se compara la
fórmula masónica del Gran Arquitecto del Universo con
el punto Omega de Teilhard de Chardin. Actualmente
Teilhard de Chardin es indiscutiblemente el autor más
leído, a la vez en las logias y en los Seminarios."
En el diario Le Monde, del 12 de febrero de 1965, el
nuevo gran maestro del Gran Oriente de Francia, Ale
jandro Chevalier, ha recordado las orientaciones filo
sóficas del Gran Oriente, refiriéndose en particular a
Teilhard de Chardin.

240
6 —Otros dicen que Teilhard de Chardin sirve de
plataforma intelectual del marxismo.

—Es cosa cierta que en los países comunistas se hace


gran propaganda de los libros teilhardianos.
Mas científicamente le recordaré aquí la entrevista de
la señora Suzanne Cita-Malard con el P. Philippe de la
Trinité, en la emisión Art et Foi de Radio Montecarlo,
el 15 de enero de 1965. Pregunta Suzanne Cita-Malard:
"Y, según vos, ¿cuál seria el aspecto práctico más carac
terístico de esta nueva teología, de esta nueva forma de
modernismo? —Lo digo sin ambages: la visión, la seu-
dosíntesis teilhardiana desemboca efectivamente en el
plano práctico, de manera explícita, en el progresismo
'católico-marxista'." Escuchad dos textos significativos:
1. En 1952, Teilhard escribe: "Cuánto me gusta decir la
dntesis del Dios (cristiano) de Arriba y del dios (mar
xista) de Adelante es el solo Dios al que desde ahora po
demos adorar 'en espíritu y en verdad'." Parece que so
ñamos, porque el marxismo niega a Dios. Pero no soña
mos : Teilhard lo ha escrito claramente y no lo ha hecho
para distraerse. 2. Ved otro texto: se puede leer en La
foi et l'Homme, que data de 1947, esta afirmación re
lativa al marxismo y al catolicismo: "Prolongadas hasta
el final, las dos trayectorias terminarán encontrándose."
El marxismo y el catolicismo "terminarán encontrándo
se de una manera y otra... en la misma cumbre", esto es
lo que escribe Teilhard. Pero ¿de qué manera se encon
trarán y de qué cumbre se trata? Todo esto es contradic
torio. Es cierto que el progresismo católico-marxista
—pretendidamente católico, en realidad—puede no pro
ceder del teilhardismo; pero es indudable que éste nu
tre al primero como a su propio fruto. Hay que saberlo
y hacerlo saber. Por lo demás, soy optimista. El porve
nir me dará la razón. Desde el punto de vista de la doc
trina de la Iglesia, el teilhardismo no es más que una
estatua de bronce con pies de arcilla. La estatua caerá y
se hará pedazos. La verdad triunfará porque siempre
acaba por decir la última palabra.

241

LO QUE NO HA DICHO EL CONCILIO.—16


7 —¿Científicamente Teilhard de Chardin tiene
garantías en sus opiniones?
—Le contestaré con el biólogo francés Jean Rostand,
ateo y evolucionista, que en Le Fígaro Littéraire (23-965)
hablando como especialista afirma del mismo: "Su
transformismo, bastante superfidal y confuso, no entra
para nada en el detalle de las organizaciones y estructu
ras germinales, en donde, no obstante, reside el secreto
de las variaciones de espedes. Tdlhard de Chardin ig
nora deliberadamente la embriología y la genética; se
desentiende de los cromosomas, de los genes, de los áci
dos nucleicos, y, por tanto, deja a un lado todas las
cuestiones concretas que se plantean a todo biólogo preo
cupado por aclarar, con los medios de nuestra época, el
mecanismo de los fenómenos evolutivos. Quiérase o no,
el problema de la evoludón es en primer término un
problema de biología celular y, más precisamente, de
bioquímica celular (...) Lo que Teilhard, de hecho, nos
propone, es un fresco lírico de la evolución, fruto de un
poeta o de un novelista mucho más que de un cientí
fico."

8 —Me gustaría saber la opinión de algún filósofo


autorizado sobre Teilhard de Chardin.

—Le podría servir el extraordinario estudio de Etien-


ne Gilson, que en la revista Seminarium, editada por
la Pontificia Obra de Vocaciones Eclesiásticas, aneja a la
Sagrada Congregación de Seminarios y Universidades,
publicó en el número de octubre-diciembre de 1965 bajo
el título "El caso Tdlhard de Chardin": "Me he alejado
de Tdlhard de Chardin. Me falta padenda para un escri
tor cuya lengua está cargada de neologismos que ni la
necesidad ni el sentido imponen de modo evidente...
¿Quién es este sabio que no habla el lenguaje de la cien
cia? ¿Quién es este teólogo que no habla el lenguaje de
la teología?"

242
9 —¿Y algún teólogo de talla ha dado su opinión
sobre Teilhard?

—El Cardenal suizo Charles Journet ha manifestado


en la revista Studi Cattolid: "El defecto que encuen
tro en Teilhard es que él ha cambiado—aunque inocen
temente y sin saberlo—no ya una filosofía, sino la doc
trina en sí de la Iglesia."

10 —En definitiva, ¿qué ha dicho la Iglesia de las


obras de Teilhard?

—Resumimos aquí algunas de las decisiones sobre las


obras de Teilhard de Chardin, durante cuatro pontifica
dos, o sea de Pío XI, Pío XII, Juan XXIII y Pablo VI.
Helas aquí:

1) Comunicado de la Suprema Congregación del San


to Oficio, del 15 de noviembre de 1957: ordena que las
obras de Teilhard se retiren de las bibliotecas, incluso
de las de. los Institutos religiosos. No deben venderse en
las librerías católicas, y se prohibe su traducción a otras
lenguas.
2) Monitum del Santo Oficio, del 30 de junio de 1962,
que exhorta a los Obispos, a los Superiores de Semina
rios e Institutos religiosos, y a los Rectores de las Uni
versidades católicas, a defender los espíritus, sobre todo
en la juventud, contra los peligros que provienen de las
obras de Teilhard y de las de sus discípulos.
3) Decreto de la Sagrada Congregación de Seminarios
y Universidades, de 1962—según la revista jesuítica
Hechos y Dichos, X-1962, páginas 741—que prohibe a
los seminaristas leer los libros de Teilhard.

4) El Vicario de Roma—diócesis regida en nombre


del Papa Pablo VI por su Cardenal-Vicario—ordena en
una circular del 30-IX-1963 a los libreros católicos de
Roma que retiren de la venta los escritos del P. Teilhard
de Chardin y los libros que traten de él, favoreciendo
sus doctrinas peligrosas. Texto difundido por el diario
L'Aurore, de París, 2-X-1963, y reproducido en Nou-
velles de Chrétienté, núm. 410, 10-X-63, página 35.

243
5) En 1926 los Superiores de &u Orden prohibieron al
P. Teilhard que continuara en la enseñanza. En 1927, la
Santa Sede rehusa concederle el imprimatur para su
libro Le milieu divin. En 1933, Roma ordena a Teil
hard cese de sus cargos en París. En 1933 se prohibe su
obra L'énergie humaine. Lo mismo sucede en 1944,
con su obra Le phénoméne humain. En septiembre
de 1947 se le invitaba a no escribir más sobre temas de
filosofía. En 1946 se le prohibe aceptar una cátedra en
el Colegio de Francia. En 1949 se prohibe su libro Le
groupe zoologique humain, y en 1955, año de su repen
tina muerte, se le prohibe participar en el Congreso In
ternacional de Paleontología.

6) En abril de 1958 todas las revistas de los jesuítas


en España: Razón y Fe, Sal Terrae, Estudios de Deus-
to, El Mensajero del Corazón de Jesús, Hechos y Di
chos, El Siglo de las Misiones, etc., publican un aviso
de los Padres Provinciales que declara que se están
editando en castellano las obras de Teilhard sin la apro
bación de la Compañía y sin censura eclesiástica, contra
la expresa voluntad de los Superiores S. I., que han tra
tado de impedirlo sin poder conseguirlo.

11 —He oído hablar de un folleto de Editions


Saint-Michel, 53 Saint Cénéré (Mayenne) CCP
Rennes 2074-79, con textos de Teilhard de Char
din que desde hacía tiempo se difundían, en
ejemplares no impresos, en los mismos círculos
teilhardianos, pero a los que se había conse
guido mantener en cierto secreto y libres así de
la discusión y de la polémica.

Este folleto tiene un interés considerable, pues ma


nifiesta sobre una cuestión capital—la del amor—el ver
dadero pensamiento del autor y muestra las fuentes
profundas que lo alimentaban.
Un primer texto fechado en Pekín, en febrero de 1934,
que analizamos rápidamente, se titula: LA EVOLU
CIÓN DE LA CASTIDAD. El P. Teilhard tenía enton
ces cincuenta y un años. Dieciséis años más tarde, el
Padre acabó, en París: EL CORAZÓN DE LA MATE
RIA, el 30 de octubre de 1950, y redactó el segundo tex-

244
to que publicamos más adelante: LO FEMENINO O
LO UNITIVO.
Estos textos que los editores han suprimido son como
la clave, o, si se prefiere, el pensamiento oculto del sis
tema teilhardiano.
La extrema importancia de estos textos aparece sim
plemente por su lectura. En el primero el Padre Teil
hard se sitúa por encima de las nociones del bien y del
mal, juzgando como posible plantear una nueva vía que
apunta a espiritualizar la materia en su forma elevada:
la carne.
No insistiremos sobre este primer estudio que data de
1934 y tiene 16 páginas de texto apretado (1). El mismo
Padre Teilhard no lo consideró más que como un esbozo.
Cuatro meses más tarde, el 24 de junio de 1934, escribía
a su amiga Léontine Zanta:

"... un esbozo, no acabado, sobre LA EVOLUCIÓN DE


LA CASTIDAD... todavía en mis cajones, por lo que
(este trabajo) tiene el riesgo de ser mal comprendido.
Sin embargo, es un esfuerzo absolutamente leal y des
interesado, un ensayo para ir al fondo de una cuestión
que me parece terriblemente vital y terriblemente os
cura. He reunido ahí todo lo que he podido encontrar
en el fondo de mis evidendas ante problemas y desafíos
que no tenían nada de abstracto para constituir la 'de
fensa' y sobre todo para definir el valor o la esencia 'de
la castidad'. Será preciso que discutamos esto juntos.
En el fondo es simplemente y en toda su agudeza el
Problema de la Materia—y de la Potenda espiritual de
la Materia'." (Cf. Cartas a Léontine Zanta, de P. Teil
hard de Chardin, París. Desclée de Brouwer, 1965, pági
nas 124-125.)

El pensamiento del P. Teilhard de Chardin se mue


ve a la inversa del de Pascal, que, después de haber en
contrado a Jesucristo, comentaba:

"De todos los cuerpos reunidos, no se podría hacer


brotar un pensamiento: esto es impodble, es de otro or
den. De todos los cuerpos y espíritus, no se podría obte
ner un impulso de verdadera caridad, esto es imposible,
de otro orden, sobrenatural."

245
Para el Padre Teilhard, su "iluminismo" le conduce
a la "divinización de las potencias de la tierra": a los
treinta y siete años, en el momento de entrar como pro
feso en la Compañía de Jesús, escribió:

"Mis votos, mi sacerdodo, los he revestido (ésta es mi


fuerza y mi felicidad) de un espíritu de aceptadón y di-
vinizadón de las Potendas de la Tierra."

Para nosotros, católicos, todo bien procede de Jesu


cristo, nuestro Redentor. El Padre Teilhard ve la divini
zación del mundo salir progresivamente de las profundi
dades abismales:

"... por elevadas y frondosas que sean nuestras ramas


espirituales se sumergen en lo corporal. Estas son las re
servas pasionales del hombre que elevan, transfigura
das, al calor y ala luz de su alma. Allí, como en un ger
men, se concentra inidálmente en cada uno la punta
más fina, el resorte más delicado, de todo desarrollo es
piritual" (Ev. de la C.) (2).

E indica claramente su trayectoria:

"Al término de la potencia espiritual de la materia,


la potencia espiritual de la carne y de lo femenino"
(Ev. de la C).

Para él, en materia de castidad, no hay reglas inmuta


bles, las seguidas hasta aquí por la Iglesia son el resul
tado de un empirismo que quiere hacer evolucionar. Su
esbozo se desarrolla en torno a los cuatro temas siguien
tes:

1. El empirismo cristiano de la castidad.

2. Una nueva concepción moral de la materia.

3. El espíritu de castidad.

4. El valor de la virginidad.

Su nueva moral parte de la divinización de la materia,


él considera que la perfección del hombre exige la mu-
246
jer- sugiere otras nociones de la castidad y de la vir
ginidad distintas del "empirismo cristiano". Para re
solver esta cuestión delicada, nos propone dos solucio
nes, o sea:

" el Hombre irá en prindpio a la Mujer. La tomará


por entero. Yes la llama brotada de esta primera unión
la que se eleva hada Dios. Contacto de dos elementos, en
el amor humano. Luego la ascensión de los dos, hada el
más grande centro divino" (Ev. de la C).
Teme, sin embargo, que se produzca una "especie de
cortocircuito", un estallido que "absorba y neutralice
una parte del alma".
Considera entonces una segunda solución: la castidad
será un don retardado:

"... el Hombre y la Mujer designados por la Vida para


promover hasta el más alto grado posible la espirituali
zación de la Tierra deben abandonar, para entregarse, la
manera que ha sido hasta ahora la única regla de los
seres. No guardando de su atracción mutua dno lo que
les eleva acercándolos, ¿por qué no se predpitarán uno
hada el otro HACIA DELANTE? No contacto inmedia
to, dno convergenda en lo alto. EL INSTANTE DEL
DON TOTAL COINCIDIRÁ ENTONCES CON EL EN
CUENTRO DIVINO" (subrayado en el texto) (3) (Ev.
de la C).

El P. Teilhard se da cuenta de la dificultad de la ten


tativa, pero añade con optimismo:
"... lo que paraliza la vida es no creer, es no atrever
se" (Ev. de la C).

Su conclusión es la siguiente:

"Algún día, más allá del éter, los vientos, las mareas,
la gravitadón, captaremos, para Dios, las energías del
amor. Entonces por segunda vez en la historia del Mun
do, el Hombre habrá encontrado el Fuego" (Ev. de la C).
Verdaderamente es muy lamentable que los editores
no hayan publicado estos textos tan importantes para
247
comprender bien el pensamiento del P. Teilhard de
Chardin sobre este problema fundamental del amor y
el sexo.
Es sobre todo en el segundo texto. LO FEMENINO
O LO UNITIVO donde el Padre nos da su pensamiento
definitivo sobre esta cuestión. El tiene sesenta y nueve
años, es la edad de las confidencias y, para él, de una
verdadera confesión:

"Encaminado, desde la infancia, hacia el descubri


miento del Corazón de la Materia, era inevitable que un
día me encontrara cara a cara con lo Femenino."
"Lo curioso es únicamente que el hecho del encuentro
haya esperado para producirse, hasta mis treinta años.
Tan grande era para mí la fasdnación de lo Impersonal,
y de la Generalidad..."

Estos treinta años (1911) fueron para el P. Teilhard


el año de su sacerdocio: además de sus votos, fue tam
bién el de su iniciación a lo "femenino", es decir, a la
mujer como él mismo lo precisa:

"Pues, a la historia de mi visión interior, tal como la


refieren estas páginas, faltaría un elemento (una atmós
fera...) esencial si no mencionara, al acabar, que, a par
tir del momento critico en que, desechando viejos mol
des familiares y religiosos, empecé a despertar y a for
mulármelo verdaderamente a mí mismo, nada se ha des
arrollado en mí más que bajo la mirada y la influencia
de mujer."

Y más adelante precisa:

"Evidentemente no se esperará de mí otra cosa, aquí,


que el homenaje general, casi de adoradón, surgiendo
desde lo más profundo de mi ser, hacia aquellas cuyo
calor y encanto han pasado, gota a gota, a la sangre de
mis ideas más queridas..."

La serie de estos textos ilumina sin duda posible, so


bre el pensamiento del Padre Teilhard. Ningún hombre
puede prescindir de lo femenino...
Ocultando estas confesiones del Padre Teilhard, los
editores han cometido un verdadero delito. A causa de

248
esta omisión, una élite intelectual, compuesta de teólo
gos, de filósofos, de sociólogos, ha trabajado sobre un
falso Teilhard de Chardin. Las motivaciones femeninas
y sexuales de la obra teilhardiana han sido escondidas;
ellos han tomado al P. Teilhard por un sabio, un soció
logo católico, mientras que según Maryse Choisy, nos
lo dice ella misma a propósito del texto citado, estamos
en plena "alquimia". Ella conoció muy bien al Padre
Teilhard, ella fue su amiga. En 1964 escribió en TEIL
HARD Y LA INDIA:

"¿Cómo explicar que en pleno siglo de niveladón se


xual, que en el centro del patriarcado eclesiástico, él
haya descubierto el sentido del Eterno Femenino de
Goethe, de Boheme, de los alquimistas y que llegase has
ta nombrarlo lo Unitivo?"

Maryse Choisy no se engaña, estamos en plena alqui


mia, la alquimia en la que Astarté intenta mezclarse a
la doctrina de Jesucristo.
Otra persona juega un papel de primer plano en la
difusión del pensamiento teilhardiano: la señorita Jean-
ne Mortier, constituida legataria universal del "Maes
tro". No examinaremos aquí por qué clase de maniobras
esta señorita pudo convertirse en la heredera de un reli
gioso que, por vocación, debía entregarlo todo a su Or
den Religiosa, pero repetiremos de nuevo: ¿Por qué
razón se ha engañado al público escondiendo estos tex
tos?
¡Si hubieran sido conocidos, la puesta en guardia de
la Santa Sede y del Papa mismo hubiera sido mejor
comprendida y la corriente envenenada no hubiera con
tinuado circulando bajo la etiqueta católica! (4).
Anexo I. —LO FEMENINO O LO UNITIVO. —He
aquí, íntegramente reproducido, el texto de la "cláusula"
redactada por el Padre Teilhard de Chardin, para ser in
sertada en El Corazón de la Materia.

Lo más vivo de lo Tangible es la Carne.


Y, para el Hombre, la Carne, es la Mujer.
Encaminado, desde la infanda, al descubrimiento del
Corazón de la Materia, era inevitable que un día me en
contrara cara a cara con lo Femenino. —Lo curioso es
únicamente que este acontedmiento del encuentro haya
esperado, para producirse, a mis treinta años. Tan gran-

249
de fue para mí la fascinadón de lo Impersonal y de la
Generalizadón...
Retardo extraño, pues.
Pero retardo fecundo, puesto que, penetrando en mi
alma en el momento preciso en que, en vísperas de la
guerra, Sentido Cósmico y Sentido Humano estaban en
mí en trance de salir de la infanda, la nueva energía no
corría ya el riesgo de desviar o disipar mis fuerzas, dno
que caía, en el punto justo, sobre un mundo de aspira-
dones espirituales cuya enormidad, aún un poco fría,
no esperaba más que esto para fermentar y organizarse
hasta el fin.
Pues, a la historia de mi visión interior, tal como la
describen estas páginas, faltaría un elemento (una at
mósfera...) esencial si no mencionara al terminarlas que,
a partir del momento crítico en que, rechazando muchos
de los viejos moldes familiares y religiosos, empecé a
despertar y formulármelo verdaderamente a mí mismo,
nada se ha desarrollado en mí que no sea bajo una mi
rada y bajo una influenda de mujer.
Evidentemente, no se esperará de mí otra cosa, aquí,
que el homenaje general, casi de adoración, surgiendo
de lo más hondo de mi ser, hacia aquellas cuyo calor y
cuyo encanto han pasado, gota a gota a la sangre de mis
ideas más queridas...
Pero si no sabría, en semejante materia, ni precisar
ni describir; en cambio, lo que yo puedo ofirmar es una
doble convicdón progresivamente nadda en mí, al con
tacto de los hechos, y de la cual—con la plena serenidad
e imparcialidad que vienen con la edad—quiero testi
moniar.
En primer lugar, me parece indiscutible (tanto de de
recho como de hecho) que en él hombre —tanto si está
entregado al servido de una Causa o de un Dios—no le
es posible el acceso a la madurez y ala plenitud espiri
tuales fuera de alguna influenda "sentimental" que vie
ne, a él, para sensibilizar la inteligencia, y ejerdtar, por
lo menos inicialmente, las potencias de amor. Menos que
de la luz del oxígeno y de las vitaminas—ningún hom
bre—puede (con una evidencia que cada vez habla más
alto) prescindir de lo Femenino.
En segundo lugar, si es primordial y estructural en el
pdquismo humano, el encuentro plenitivo de los sexos,
nada prueba (¡antes al contrario!) que poseamos ya

250
una idea exacta del fundonamiento y formas óptimas
de esta fundamental complementaridad —Entre un ma
trimonio dempre polarizado sodalmente, sobre la repro-
ducdón, y una perfecdón religiosa siempre presentada,
teológicamente, en términos de separadón, una tercera
vía (no digo media, dno superior) nos falta decidida
mente: vía exigida por la transformadón revoludonaria
últimamente operada en nuestro pensamiento por la
transposición de la nodón de "espíritu". Espíritu, ya lo
hemos visto, no desmateriálizadón, sino síntesis. Mate
ria matriz. No en absoluto por huida (por privación)
sino por conquista (por sublimación) de las insondables
potendas espirituales aún dormidas bajo la atracción
mutua de los sexos: tal es, y estoy de ello más y más
persuadido, la secreta esencia y la magnífica tarea a
cumplir por la Castidad.
He ahí la perspectiva en que una y otra encuentran su
comprobadón y su justificación.
He insistido, sobre todo, anteriormente, en mi inter
pretadón de la Neogenese, sobre el fenómeno de sur-
centración individual llevando la condenda corpuscular
a replegarse y a rebotar sobre d en forma de Pensa
miento. Pues, he aquí que, a este gran acontedmiento
cósmico de la Reflexión, se descubre un complemento
esencial, a quien sabe ver, bajo forma de lo que se po
dría llamar "el Paso de la amortización". Aun después
del relámpago con que el individuo se revela a d mis
mo, el Hombre elemental permanecería inacabado, d no
se inflamaba por el encuentro con el otro sexo por la
atracdón céntrica de persona a persona.
Acabando la aparición de una mónada reflexiva en la
formadón de una dyada afectiva. (Subrayado por el au
tor en el texto.)
Y, después de esto, solamente (es decir, a partir de
esta chispa primera), todas las consecuencias que hemos
descrito: a saber, la gradual y grandiosa elaboración de
un neo-cósmico, de un Ultra-humano y de un Pan-crís-
tico...
Los tres no solamente iluminados radicalmente de
inteligencia, sino también impregnados en su masa en
tera.
Como por un cemento unitivo,
Del Universal Femenino.
(París, 30 de octubre de 1950).

251
Anexo II.—EL PECADO ORIGINAL Y EL PADRE
TEILHARD DE CHARDIN.—En su libro extremada
mente notable y muy documentado DIALOGO CON EL
MARXISMO (5), el Padre Felipe de la Trinidad, O. C. D.,
aborda en un apéndice el problema "TEILHARD DE
CHARDIN" que él había examinado en su libro Roma
y Teilhard de Chardin (6).
Se lamenta de la manera con que varios autores y no
tablemente el P. Rideau han presentado el Monitum
del Santo Oficio, y escribe:

"Al punto en que las cosas han llegado, se debería


jugar a cartas vistas, con la publicadón integral de los
inéditos, puestos a dispodción de todos los autores, así
como de los críticos y los lectores. Esto confirmaría el
diagnóstico que he hecho en Roma sobre Teilhard de
Chardin y del cual estoy convencido."

La revista Europa, fundada por Romain Rolland,


tiene como depositaría en Roma la revista comunista
Rinascita, y en su comité se encuentra Pierre Abra-
ham (director Aragón, Emmanuel d'Astier, Magdaleine
Bartelemy-Madaule, Jacques Madaule y Pierre Paraf).
Esta revista ha dedicado su número de marzo-abril 1965
a Teilhard de Chardin, y Mademoiselle Mortier, legáta-
ria universal de Teilhard, le ha confiado varios inéditos;
el Padre Felipe de la Trinidad los toma de nuevo en su
libro y helos aquí. Son muy instructivos.
El primero está extraído de CRISTOLOGIA Y EVO
LUCIÓN. Es M. Roger Garaudy quien lo comenta en la
revista Europa bajo el título:

"EL P. TEILHARD, EL CONCILIO Y LOS MAR-


XISTAS"

"El P. Teilhard escribe:

"Cuando uno busca vivir y pensar, con toda su alma


moderna, el cristianismo, las primeras resistencias que
uno encuentra le vienen siempre del pecado original.
Esto sucede realmente en seguida; al investigador, para
el que la representación tradicional de la caída bloquea
deddidamente el camino a todo progreso en el sentido
de una amplia perspectiva del mundo. En efecto, es para

252
salvar la letra de la narración de la Falta que uno se en
carniza defendiendo la realidad concreta de la primera
pareja. Pero hay algo más grave todavía. No solamente
para el sabio cristiano, a fin de aceptar Adán y Eva, la
historia debe estrangularse de manera irreal al nivel de
la aparición del hombre, sino que, en un campo más in
mediatamente viviente, el de las creencias, el Pecado
original, bajo la figura actual, encontraría a cada mo
mento la expansión de nuestra religión. Corta las alas
de nuestras esperanzas, nos remite cada vez inexora
blemente a las sombras dominantes de la reparadón
y la expiadón.
"... el pecado original, imaginado bajo los rasgos con
que se le presenta aún hoy día, es el vestido estrecho en
que se sofocan a la vez nuestros pensamientos y nues
tros corazones... Si el dogal del pecado original nos liga
y nos debilita, es simplemente porque, en su expresión
actual, representa una supervivencia de las vías estáti
cas decaídas en el seno de nuestro pensamiento hecho
evoludonista. La idea de caída no es, en efecto, en el
fondo, más que un ensayo de explicadón del mal en un
universo estático... De hecho, a despecho de las distin-
dones sutiles de la teología, el cristianismo se ha des
arrollado bajo la impresión dominante de que todo el
mal, a nuestro alrededor, nadó de una falta inicial. Dog
máticamente, vivimos en la atmósfera de un Universo
en el que el principal negocio es reparar, expiar... Por
toda clase de razones científicas, morales y religiosas,
la figuración clásica de la Caída no es ya para nosotros
más que un yugo y una afirmación verbal, de la que no
alimentamos ni nuestros espíritus ni nuestros corazo
nes."

Después de haberlo subrayado, nota M. Garaudy las


consecuencias conservadoras de esta concepción del pe
cado original y de las actitudes de expiación y de repa
ración que de ellas dimanan, el P. Teilhard añade, en el
mismo texto:

"Se nos ha hablado mucho de corderos. Yo preferiría


ver salir un poco los leones. Demasiada dulzura y poca
fuerza. Ad resumiría yo dmbólicamente mis impresio
nes y mi tesis al abordar la cuestión de reajuste de la
doctrina evangélica al mundo moderno."

253
"He citado extensamente este texto del P. Teilhard de
Chardin—continúa diciéndonos M. Garaudy—, porque él
planteó ya, con toda su fuerza, la puesta al día de la
Iglesia" (op. cit., pp. 191-192).
Este texto de Teilhard es de gran interés, y se com
prende que lo haya tomado el comunismo para recla
mar de la Iglesia un aggiomamento sobre el tema fun
damental del pecado original y del evolucionismo.
La visión marxista del mundo no puede aliarse a la
noción de Redención, exige el rechazo de la cruz de Je
sucristo.
El Papa Pablo VI dirigiéndose al "Symposium sobre
el pecado original" organizado por la Universidad Gre
goriana, ha recordado que el pecado original es
"uno de los misterios fundamentales de nuestra fe
católica" y que está "estrechamente ligado al misterio
del Verbo Encarnado, salvador del género humano, a
su pasión, a su muerte y a su gloriosa resurrección y
por tanto al mensaje de salvación confiado a la Igle
sia católica".

Y añade el Papa que este dogma ha sido reafirmado


por el Concilio Vaticano II:

"Así. en la Constitución dogmática Lumen Gentium,


en plena conformidad con la revelación divina y el ma
gisterio de los precedentes Concilios de Cartago, de
Orange y de Trento, son claramente enseñados los he
chos de la universalidad del pecado original, así como la
naturaleza íntima del estado de debilitación de la hu
manidad por el pecado de Adán: 'El Padre Eterno, por
disposición absolutamente libre y misteriosa de su sa
biduría y de su bondad, ha creado el universo: ha que
rido elevar a los hombres a la comunión de su vida
divina: hechos pecadores (los hombres) en Adán, no los
ha abandonado, dándoles sin cesar los socorros salva
dores, en consideración de Cristo Redentor que es la
imagen de Dios invisible, primogénito de toda la crea
ción'." (Lumen Gentium, 1, 2.)

Y para terminar concluye el Papa:


"Es, pues, evidente que encontraréis inconciliables con
la sana doctrina católica las explicaciones que dan del
pecado original ciertos autores modernos que, partiendo
de un presupuesto, nunca probado, el poligenismo, nie
gan, más o menos claramente, que el pecado que tantos
males ha traído a la humanidad, haya sido en prindpio
la desobedienda de 'Adán', 'primer hombre', figura del
hombre que había de venir (cfr. Gaudium et Spes, núme
ros 13 y 22), cometida al prindpio de la historia. Por
consiguiente estas explicaciones están en desacuerdo
con las enseñanzas de la Sagrada Escritura, de la Tra
dición y del Magisterio de la Igleda, según las cuales
el pecado del primer hombre es transmitido a todos sus
descendientes no por vía de imitadón, sino de propa
gación, inest unicuique proprium, es la muerte del
alma, es decir, una privadón no una simple ausenda
de santidad y de justicia, incluso en los recién nadaos.
Del mismo modo la teoría de la evolución os parecerá
inaceptable, d no concuerda de manera dedsiva con la
creadón inmediata por Dios de todas las almas huma
nas y de cada una de ellas, y no respeta la importando
capital de la desobedienda de Adán, primer padre uni
versal, para la suerte de la humanidad.
Esta desobediencia no se puede considerar como si
no hubiera hecho perder a Adán la santidad y la justi
cia en las que fue creado" (7).

Ante esta connivencia comunismo-Teilhard confirma


da por una reciente información de Moscú notificando
el lugar señalado a Teilhard en las universidades sovié
ticas, y ante todo, frente a las advertencias del Papa que
acabamos de leer y que confirma, si ello fuera necesa
rio, el Monitum del Santo-Oficio, se comprende la le
gítima inquietud de numerosos padres católicos y de
catequistas ante las fichas catequísticas que exponen
las doctrinas teilhardianas y las incluyen en los progra
mas de enseñanza religiosa.

FE EN EL MUNDO.—He aquí también, tomado de


la misma obra del Padre Felipe de la Trinidad, un texto
inédito reproducido por la revista Europa:

"III.—Después del despertar del sentido humano: la


fe en el mundo.
"(.-) ¿Qué representa exactamente en la historia del

255
pensamiento terrestre la aparidón del Sentido Huma
no?
"A esta pregunta hemos de responder: Nada menos
que un poderoso fenómeno de orden religioso.
"Por modo natural el Sentido Humano aproxima y
anima a los hombres en la espera del Porvenir, es dedr,
en la certeza de una Realidad en la que la existencia,
aunque estrictamente indemostrable, es, sin embargo,
admitida con una seguridad más grande que si fuera
tocada y demostrada: Esto es una fe.
"Por modo natural también, a la preparación y al ser
vicio de esta gran Cosa presentida, el mismo Sentido
Humano subordina la totalidad de las actividades que
dirige a este último móvil. La obra en curso en el Uni
verso, el misterio término en el que colaboramos es el
Más Grande ante el cual es predso que, para lograrlo,
todo ceda y todo se sacrifique. El Sentido Humano es
una llamada a la renuncia.
"Fe y Renuncia: ¿no son los dos atributos esenciales
de toda adoradón?
"En verdad que los hombres sufren en este momento,
bajo la invasión del Sentido Humano; es literalmente
una conversión profunda y consecutiva de la revelación
natural y su situación en su vocación en el Universo.
"Pero, no nos engañemos, y no lo confundamos con
lo que pasa en el nacimiento y la propagación de una re
ligión particular cualquiera. El acontedmiento actual es
mucho más considerable que el acontecimiento del Bu
dismo y del Islamismo (en nota: El Cristianismo, tam
bién representa un acontecimiento único; pero a título
de contacto venido de lo alto ('Revelación'), también a
título de despertar en el corazón del Hombre). En nues
tros días no se trata solamente de la aplicación especial
hecha a tal o tal divinidad, de las facultades religiosas
humanas. Es la misma potenda religiosa de la Tierra
que irrumpe en nosotros, al mismo tiempo que es una
crisis definitiva, la de su propio hallazgo. Y parece que
nos encontramos de nuevo con las viejísimas represen
taciones humanas, los vestigios de la idea de que 'bus
car saber' es malo y prohibido por Dios.
"Más tarde podrá parecer que el Evangelio ha enseña
do que toda lucha por engrandecerse humanamente es
cosa inútil. Y he aquí que el momento ha llegado en que
la Búsqueda nos aparece como el más sagrado de los

256
deberes. La necesidad humana de adorar, después de
haber explorado muchas riberas, ha acabado por encon
trar la playa que buscaban sus olas agitadas. Ha expli-
citado por fin uno de los atributos esenciales del Mesías
que esperaba. Nosotros empezamos a comprenderle, y
esto ya para siempre: la sola religión que en adelante
es posible para el Hombre es aquella que le enseña, lo
primero, a reconocer, amar y servir apasionadamente
al Universo del que forma parte. (N. B.: lo primero está
subrayado por Teilhard.)
"Admirable y misterioso acuerdo de la Vida consigo
misma. Es el momento preciso en que el Hombre peli
grosamente armado de una desconfianza muy sutil, em
pieza a pedir a la Existenda la razón de las penas que
ella le impone, y es en este momento preciso que el
Mundo, descubierto por los progresos mismos de nues
tra crítica, entreabre a nuestros ojos las perspectivas
de un porvenir que nos subyuga. El despertar del Sen
tido Humano, conducido por la coincidencia aparente
mente fortuita de pasos dados independientemente unos
de otros (en Ciendas Naturales, Ciencias Físicas, Cien
cias Sociales...) se produce en tiempo oportuno para
remediar la crisis terrible de rebelión y de disgusto que
no hubiera dejado de disolver la tierra pensante, si no
hubiera tomado dmultáneamente condenda y exigen
cias de su acción y del valor del Universo.
"La Fe en el Mundo acaba de nacer. Es ella, y ella sola
la que puede salvar al Mundo de manos de una Humani
dad deddida a destruir el Universo si no le puede ado
rar."
Teilhard de Chardin, 1929.

El P. Felipe de la Trinidad añade:

"Nosotros no suscribimos esto. Dios no es el Univer


so. El le trasciende infinitamente. La religión no con
siste primero en reconocer, amar y servir apasionada
mente al Universo, sino... Dios, más Jesucristo crucifi
cado y resucitado. No, no adoraremos jamás al Univer
so."

CARTA A MÁXIME GORGE.—En fin, para terminar,


esta carta dirigida por el Padre Teilhard a Máximo
Gorge, ex dominico, el 4 de octubre de 1950, y que éste

257

LO QUE NO HA DICHO EL CONCILIO. 17


ha publicado en su obra El Condlio y Tdlhard, lo
Etemal y lo Humano, ed. Henri Mesellier, Neuchatel
(Suiza), pp. 196-198:

"Ayer os mandé tres pequeños ensayos, para expli


caros mi posidón actual (El Corazón del Problema es
una memoría efectivamente enviada a Roma, dn resul
tado, naturalmente...), nada, pues, de ilusiones.
"Esendalmente. considero como vos que la Igleda
(como toda realidad viva al cabo de derto tiempo) ha
llegado a un período de 'muda' o 'reforma necesaria'.
Al cabo de dos mil años, esto es inevitable. La humani
dad está en trance de mudar. ¿Cómo el Cristianismo no
debería hacerlo? Mas, precisamente considero que la
Reforma en cuestión (mucho más profunda que la del
siglo XVI) no es un simple asunto de instituciones y
de costumbres, sino de Fe. En derto aspecto, nuestra
imagen de Dios se ha desdoblado: transversalmente (si
lo puedo dedr) al Dios tradicional y trascendente de
LO ALTO, una espede de Dios HACIA DELANTE sur
ge para nosotros, desde hace un siglo, en direcdón de
algo 'ultra-humano'. Para mí todo está en esto. Se
trata, para el Hombre re-pensar a Dios en términos,
no ya de Cosmos, sino de Cosmogénesis: un Dios que
sólo se adora y se alcanza a través del acabamiento
del Universo al cuál ilumina y amoriza (y lo irrever
sible) desde dentro. Sí, d, el HACIA LO ALTO Y HA
CIA DELANTE se dntetizan en DESDE DENTRO.
"Pues este gesto fundamental de dar a luz una nueva
Fe en la Tierra (fe en Lo que está en Alto combinado
con la Fe en lo que está Adelante), sola (sic), creo
(e imagino que usted es de mi parecer), sólo el cristia
nismo puede hacerlo, a partir de la asombrosa realidad
de su 'Cristo-Resucitado': no como entidad abstracta,
sino objeto de una amplia corriente mística, extraor
dinariamente adaptable y vivaz. Estoy convencido: es
una Cristología nueva extendida a dimensiones orgáni
cas de nuestro nuevo Universo que se apresta a dar la
Religión de mañana."
"Ad planteado (y es en lo que diferimos: ¿pero la
Vida procede también por buenas voluntades que tan
tean?), así planteado, no veo mejor medio de promover
lo que antidpo que trabajar en la reforma (como he
definido antes) desde dentro: es dedr, una adhesión dn-

258
cera al phylum cuyo desarrollo espera. Muy sinceramen
te (¡y dn querer criticar vuestro gesto!) no veo más
que en el tronco romano, tomado en toda su integridad,
el soporte biológico bastante amplio y bastante diferen
ciado para operar y soportar la transformación espera
da. Y esto no es una especuladón. Desde hace cincuenta
años he visto muy de cerca y en torno a mí revitalizar él
pensamiento y la vida cristiana—a pesar de toda En-
dclica—y no dejar de tener una inmensa confianza en
las potendas de reanimadón del viejo tronco romano.
Trabajemos cada uno por nuestro lado. Todo lo que se
levanta converge: Muy cordialmente vuestro Teilhard
de Ch."

Este texto brillantemente comentado por Henri Rim-


baud (8), y los textos precedentes, ¿no son suficientes
para probar que el Padre Teilhard no recibía la doc
trina como un depósito revelado para ilustrar para nues
tra salvación común, sino como un depósito uülizable
a su placer para la conveniencia de sus tesis sobre la
Evolución? El apuntaba a una mutación del pensamien
to religioso.

12 —¿Me puede desmenuzar el sentido de esta


carta?

—Teilhard no acepta la proposición que le hacen de


abandonar la Iglesia Católica. ¿Por qué?
Porque por más dificultades que tenga ahora en ella,
está de acuerdo de antemano, con la Iglesia de mañana.
Teilhard está seguro, en efecto, por una parte, de que
tiene él la razón, y por otra parte, de que la Iglesia se
la reconocerá un día.
¿Los motivos de su seguridad? Son dos: 1) La Iglesia
Romana constituye el eje de la evolución. 2) La vida es
más fuerte que todas las encíclicas. En dos palabras: la
vida impone a la Iglesia una evolución radical en su
misma fe, hasta un contenido que será precisamente el
que ya profesa Teilhard. Mientras tanto, éste no la quie
re dejar, porque trabajará mejor en la reforma anun
ciada, desde dentro que desde fuera...

259
13 —Se ha calificado de golpe bajo publicar los an
teriores textos de Teilhard. ¿Qué opina?
—Le diré lo que muy oportunamente ha escrito el
Catedrático de Metafísica de la Universidad de Barce
lona, Dr. D. Francisco Cañáis:

"Lo que esencialmente se muestra en escritos como


Lo femenino o lo unitivo es el sentido total y último
de un pensamiento que se explidta en la forma más in
equívoca como un materialismo radicalmente antitético
a una metafísica espiritualista y tdsta y ala dogmática
cristiana. El diálogo exige claridad. El engañoso presti
gio de Teilhard como renovador de la teología se ha
conseguido con una táctica regulada según el que ha
llamado 'prindpio de graduálidad' el eminente profesor
bradleño Plinio Correa de Oliveira. Los breves frag
mentos apareados ahora a pública discusión podrán ha
cer comprender a muchos por qué Etienne Gilson, Jac-
ques Maritain y el cardenal Journet pudieron calificar
la obra tdlhardiana como una gnosis que se presenta
como una opdón radical enfrentada a la fe en el mis
terio cristiano" (Cristiandad, noviembre de 1967).

NOTAS

(1) Claude Cuenot en Pierre Teilhard de Chardin: las grandes eta


pas de su evolución (Plon, 1958), señalado este estudio en la Biblio
grafía, página XIII, bajo el n.o 156, 1934, La evolución de la casti
dad, D.s.i., 16 pp. Pekín, febr. (R).
(2) Los textos citados con la indicación «Ev. de la C.» son ex
tractos del esbozo inédito en este día: La evolución de la castidad.
(3) Las dos soluciones que propone el Padre Teilhard pueden ser
consideradas como tentativa audaz de hacer pasar entre los católicos
(y en la moral) tesis gnósticas: la divinización del hombre se hace
gracias a la mujer y el sexo se convierte en el centro del sistema.
Un excelente estudio, Hoy en Quebec (diciembre de 1966), pone de
relieve que se encuentra en las obras tellhardianas todo «el fondo
común de la Kábala, del esoterismo, de la 'metafísica' de Guénon,
de la gnosis, de la francmasonería, de la teosofía y del panteísmo»,
página 8.
Los textos inéditos que citamos dicen bien en este sentido.
(4) En las Fichas de Amiens Teilhard es enseñado en el catecismo.
(5) EdiUons du Cédre, 13, rué Mazarine, Paris-VI, 1 vol., 176 pp.
(6) Para el texto íntegro de esta alocución, consultar Discursos
del Papa y Crónica Romana, n.o 170, junio 1966, pp. 79 a 83.
(8) La extraña fe del Padre Teilhard de Chardin, Revista Itiné-
raires, n.o 91, marzo 1965, pp. 114-143.

260
XVIII — PIÓ XII

1 —¿Es verdad que Pío XH era un hombre de tem


peramento frío, orgulloso y aislado?
—Nada de esto. Todo el mundo podía acercarse a él
para confiarle sus penas, que el Papa procuraba aliviar,
a veces mediante ayuda material, a veces mediante
grandes gracias e incluso milagros. Por tal motivo, los
fieles acudían a él en tal número, que para evitar el
peligro de aplastamiento en las ingentes aglomeracio
nes, Pío XII hizo colocar las vallas de madera que aún
hoy se hallan en la plaza de San Pedro. Numerosísimas
fotos reproducen estas multitudes.

2 —No obstante, se dice que los trabajadores y la


cuestión social le eran indiferentes. ¿No es la
encíclica «Mater et Magistra» el primer docu
mento que la Iglesia ha publicado sobre este
tema?

—Esta encíclica, como puede verse por su bibliografía


en las ediciones donde ésta consta, no constituye el pri
mero, sino uno de los últimos documentos de la Iglesia
sobre el tema laboral. Es un resumen de la doctrina pon
tificia anterior, ante todo de los escritos de Pío XII so
bre esta materia. Estos están recogidos en dos gruesos

261
volúmenes bajo el título Soziale Summe (Suma Sodal)
por la Editorial Saint-Paul, Friburgo (Suiza).
Memorable documento sobre el problema social es la
encíclica Rerum novarum, publicada en 1891 por el Papa
León XIII.

3 —Sin embargo, se dice que la doctrina de


Juan XXffl es opuesta a la de Pío XII; ¿es
esto cierto?

—Los mismos discursos de Juan XXIII desmienten


tal cosa. En el que pronunció aún como Patriarca de
Venecia a la muerte de Pío XII, menciona que muchas
veces había comparado el magisterio de este Papa con
la fuente pública, a la que puede ir a beber todo el que
tiene sed. En su Mensaje de Navidad de 1958 prevé en
él al Doctor de la Iglesia.

4 —Pero Juan XXin inició el Concilio Ecumé


nico Vaticano DE. ¿No es la línea conciliar com
pletamente opuesta al magisterio de Pío XII?

—El Papa Pablo VI ha afirmado muchas veces, pero


sobre todo en su Audiencia general del 12 de enero de
1966, y en su Carta Pontificia dirigida al Congreso de
Teología conciliar (L'Osservatore Romano, 26-27.IV.1966)
celebrado en Roma, que las normas conciliares no son
otra cosa que la prolongación y ampliación del Magis
terio Pontificio, del cual el de Pío XII forma una parte
importantísima.

5 —¿Cómo, pues, se afirma tantas veces lo con


trario?

—Precisamente para acabar con este confusionismo,


el Santo Padre ha convocado este Congreso de Teolo
gía conciliar que hemos mencionado, para fijar normas
de las cuales, según el mismo Santo Padre, nadie podrá
apartarse, sin encaminarse a la herejía (L'Osservatore
Romano, 2-X-1966).

262
6 —¿Y nadie ha rectificado tales tergiversaciones?
—Entre las numerosas personas que, indignadas, han
defendido intrépidamente al calumniado Pontífice, es el
Padre R. F. Expósito, de la Pía Sociedad de San Pablo,
quien hace esta rectificación en su excelente libro Pro
ceso al Vicario. Esta documentadísima publicación, que
lamentamos no esté traducida al castellano, rebate fra
se por frase las aserciones del Vicario, demostrando,
por añadidura, que el autor conoce muy bien el tema y
que no ha podido obrar de ningún modo por ignorancia
y de buena fe.

7 —Pero ¿qué motivo ha tenido Hochhuth para


hacer semejante difamación?
—El mismo nos lo dice en el epílogo de su obra:
desengañar a los católicos, que consideraban a Pío XII
el Papa más brillante de nuestra edad, habiéndolo vene
rado ya en vida como a un santo, demostrándoles que,
en el mejor de los casos, había sido un intelectual frío y
calculador.

8 —Y ¿qué finalidad perseguía con esto?


—También nos lo contesta él mismo: evitar su cano
nización.

9 —Pero ¿se puede canonizar sin más ni más?


¿No es necesaria la devoción popular?
—No es indispensable, pero sí es un indicio de santi
dad, y en el caso de Pío XII se manifiesta, entre otras
cosas, mediante las flores, que desde hace ocho años, los
fieles depositan día tras día en su tumba y por los
millones de peticiones de canonización enviadas a la
Sagrada Congregación de Ritos.

10 —¿No se necesitan también milagros para ca


nonizar a un beato?
—Ciertamente se necesitan, e incluso son la única
señal divina de la santidad. De Pío XII se señalan va-
263
rios. Tan sólo en el Arzobispado de Barcelona está de
positada la documentación de dos que esperan su con
firmación oficial.

11 —Si Pío XII ha salvado la vida de tantos judíos,


y de tantas maneras, ¿cómo éstos no dan testi
monio de ello, ahora que el Papa ha sido tan
vilmente calumniado?

—Pinchas Lapide, judío, residente en Israel y oficial


del ejército británico durante la segunda guerra mun
dial, se ha referido en diversas oportunidades a la ac
tuación del Papa Pío XII con motivo de la presentación
de su libro Los últimos tres Papas.
En una conferencia en Amsterdam afirmó: "He juz
gado la actuación del Papa Pío XII, con respecto a la
persecución de los judíos, como judío. Como judío me
niego a juzgar al Papa de otro modo que como el hom
bre que hizo más por los judíos perseguidos... El si
lencio del Papa no me extraña; pero en cambio sí me
extraña el silencio sobre el Papa desde que apareció
la obra de Hochhuth. Yo no estoy tan irritado por la
obra de Hochhuth cuanto por el silencio de aquellos
que estaban al corriente de lo que hizo Pío XII por los
judíos durante los años de la guerra, para salvarlos de
los nazis."
Lapide ha trabajado durante tres años en reunir ma
terial para su libro. Sólo ha querido usar fuentes his
tóricas judías, de Jerusalén, sin ninguna ayuda del Va
ticano. (Palabra.—Órgano de la A. C. de la Argenti
na.—N. 12. Agosto 1967. Buenos Aires.)
Ya en vida de Pío XII, los judíos le han expresado
en varias formas su gratitud, manifestaciones que se
han repetido con ocasión de su muerte y que constan
en libros e incluso en discos. Pero no podemos esperar
por parte de todos los judíos la misma sinceridad de
un ánimo desapasionado, pues ellos suelen también
sufrir de tradicionales prejuicios, a los cuales no es en
modo alguno ajena su ancestral prevención contra la
fe de Cristo.

264
12 —¿Cómo se explica que Pío XII se haya des
preocupado tan totalmente de la suerte de los
judíos perseguidos por Hitler?
—Pío XII nunca se ha despreocupado de la suerte de
los judíos. Al contrario, como el buen samaritano, ha
hecho por ellos todo lo que estaba en su poder, tanto
valiéndose de la Iglesia, como personalmente, llegando
al extremo de esconderlos en sus propias habitaciones.
Siempre ha auxiliado a todos los perseguidos, sin dis
tinción de religión, ni de raza; es, en parte, gracias a
su intervención, que el pueblo alemán no ha sido to
talmente aniquilado después de la segunda guerra mun
dial.

13 —¿Cómo es, pues, precisamente un alemán quien


ha escrito la mayor acusación contra Pío XII,
la obra teatral «El Vicario»?

—Este alemán, a su actual edad de poco más de


treinta años, tendría en la época en que él ha de situar
su obra, seis u ocho años solamente. Nada vale como
testigo personal de unos hechos que aun los que en
tonces eran de mayor edad, a menudo desconocen o
tergiversan. El espíritu "antipapista" en Alemania ya
viene desde el tiempo de Lutero, y aun antes. Añádase
a esto la ambición de crearse un nombre y de satisfacer
instintos nada limpios de un sector muy extenso de
gentes impulsadas por ideologías muy contrarias a la
religión católica, entre las cuales un nutrido sector del
mundo intelectual no es nada ajeno.

14 —pero ¿no está basado «El Vicario» sobre do


cumentación histórica muy sólida?
—El autor mismo tuvo que confesar, en una entre
vista con la revista alemana Der Spiegel (24-IV-63), que
durante su estancia romana no había podido consultar
ningún archivo secreto, ni hablar con ninguna persona
lidad de relieve. Utiliza, eso sí, publicaciones sobre
Pío XII de valor histórico, pero conocidas por todo el
mundo, como, por ejemplo, el libro del Cardenal Tardi-
ni, pero tergiversando completamente sus datos.

265
15 —Siendo esto así, ¿cómo el Cardenal Tardini no
ha protestado contra tal falsificación?

—El Cardenal Tardini, cuando se publicó El Vicario,


ya había muerto.

16 —¿Es verdad que el Cardenal Montini, antes del


Conclave que le elevó al Supremo Pontificado
contestó al autor de «El Vicario» desde las pá
ginas de la revista «The Tablet»?

—Ciertamente y además L'Osservatore Romano, del


29 de abril de 1963, en su página 7, reproduce tan deci
siva respuesta. Como se trata de un documento tan
importante en defensa del glorioso Pastor Angélico, nos
complacemos en reproducirlo:

"Señor Director:
He Iddo el artículo de su apreciada revista The
Tablet, del 11 de mayo de 1953, titulado Pius XII and
the Jews (Pío XII y los judíos), y me complace la de
fensa hecha en tal escrito no sólo del Papa Pío XII, de
venerada memoria, y de la Santa Sede, sino también de
la verdad histórica de los hechos y de la lógica, o mejor
dicho, del sentido común.
No pienso hacer el examen de la cuestión, que el
drama Der Stellvertreter (El Vicario), de Rolf Hoch
huth como autor y Erwin Piscator como director artís
tico ha susdtado; es dedr, si era el deber del Papa
Pío XII condenar con protestas ruidosas y espectacula
res la matanza de hebreos durante la última guerra. Ha
bría mucho que decir a este propósito, aun después del
artículo muy claro y demostrativo del Oss. Rom. del
5-IV-1963, porque la tesis del drama, puesta en eviden
cia por el Sr. George Steiner en el The Sunday Times
del 5 de mayo de 1963 'We are accomplices to that which
leaves us indifferent' (nos hacemos cómplices de lo que
nos deja indiferentes) no puede aplicarse a la persona y
obra de un Pontífice como Pío XII. No sé cómo se puede
sostener y todavía menos cómo se puede tomar como
tema de un drama tal acusación contra un Papa, que po
día decir de d mismo, en alta voz y con condenda fir
me: 'No ha habido esfuerzo que no hayamos hecho, ni

266
empeño que hayamos descuidado, para que las poblacio
nes no hayan de sufrir los horrores de la deportadón o
del exilio; y cuando la dura realidad vino a desengañar
nuestras más legítimas esperanzas, pusimos en ob~ra
todo para atenuar al menos su rigor.' La historia, y no
una manipuladón artificiosa de los hechos y su inter
pretadón preconcebida, hechas en el Stellvertreter,
reivindicará la verdad a propósito de la acción de
Pío XII durante la última guerra, en lo que se refiere
a los excesos criminales del régimen nazi y demostrará
a qué punto ésta ha sido vigilante, asidua, desinteresada
y valiente, dentro del contexto real de los hechos y de
las condiciones de aquellos años.
Me parece estar obligado a contribuir al claro y ho
nesto juido de la realidad histórica, tan deformada por
la seudorealidad presentada en el drama, hadendo no
tar que la figura de Pío XII, tal como aparece en las
escenas de Stellvertreter (por lo que dicen las re
censiones de la prensa), no traduce exactamente, sino
al contrarío traiciona su verdadero aspecto moral. Yo
puedo decir esto porque he tenido la gran dicha de es
tarle cerca y servirle todos los días durante su Ponti
ficado, empezando en el 1937, cuando él era aún Secre
tario de Estado, hasta el 1954, por tanto, durante todo el
período de la guerra mundial.
Es verdad que mis fundones cerca del Pontífice no se
referían exactamente a los asuntos políticos (o extraor
dinarios, como los llama el lenguaje de la Curia roma
na), pero la bondad del Papa Pío XII y la índole misma
de mi servido como Sustituto de la Secretaría de Estado,
me daban ocasión de conocer el pensamiento o, mejor
dicho, el espíritu de aquel gran Pontífice. La figura de
Pío XII, tal como es representada por Hochhuth, es
falsa. Por ejemplo, no es verdad que él haya sido mie
doso, ni por su temperamento congénito, ni por la con
denda de Hombre investido de un poder y una misión;
podría dtar muchísimos detalles a este respecto que de
mostrarían que Pío XII, bajo el aspecto grádl y gentil
y bajo un lenguaje siempre escogido y moderado, escon
día, o, mejor dicho, revelaba un temple noble y viril,
capaz de asumir poddones de gran energía y de riesgo
intrépido.
No es verdad que él fuese insensible y aislado. Era al
contrario, de espíritu finísimo y sensibilísimo. Amaba la

267
soledad, porque la riqueza de su espíritu y su extraordi
naria capacidad de pensamiento y de trabajo buscaban
precisamente la supresión de distracciones inútiles y
diversiones superfluas; pero no era un extraño a la vida,
un indiferente hacia las personas y acontecimientos que
le rodeaban, al contrario, ansiaba estar informado siem
pre de todo y partidpar, hasta el sufrimiento interior,
a la pasión de la historia, a la cuál se sentía incorporado.
Respecto de esto, ha dado un testimonio óptimo Su Ex
celencia Osborne, entonces Ministro de Gran Bretaña
cerca de la Santa Sede y obligado por la ocupadón ale
mana a vivir confinado en la Ciudad del Vaticano, en el
Times del 20 de mayo: 'Pius XII was the most warmly
human, kindly, generous, sympathetic — and, indden-
tally, saintly — character that it has been my privilege
to meet in the course of a long Ufe' (Pío XII ha sido la
persona más cálidamente humana, amable, generosa,
simpática — y, por añadidura, santa — que he tenido el
privilegio de conocer en el curso de una larga vida).
Tampoco corresponde a la verdad sostener que
Pío XII fuese movido de cálculos oportunistas de polí
tica temporal. ¡También sería calumnia atribuirle a él
y a su Pontificado cualquier móvil de utilidad econó
mica!
El porqué, pues, Pío XII no haya asumido,una posi
ción violenta de conflicto contra Hitter, a fin de evitar
la matanza nazi de millones de hebreos, no es difícil de
comprender para quien no cometa el error de Hochhuth
de medir las posibilidades de una acción eficaz y res
ponsable durante aquel tremendo período de guerra y
de violencias nazis por el mismo rasero de las condicio
nes normales, o bien de las gratuitas e hipotéticas inven
tadas por la fantasía de un joven comediógrafo. Una
actitud de condenación y de protesta, tal como éste re
procha al Papa de no haber adoptado, hubiese sido, más
que inútil, dañina; esto es todo. La tesis del Stellvertre
ter indica una insuficiente penetración psicológica, po
lítica e histórica de la realidad, en la búsqueda de re
vestirla de atractivo representativo.
Si, por hipótesis, Pío XII hubiese hecho lo que Hoch
huth, con mejor valoración histórica, política y moral,
hubiese podido escribir otro drama, mucho más realista
e interesante que el que ha puesto en escena tan resuel
ta y desdichadamente; es decir, el drama del Stellver-

268
treter que, por exhibidonismo político o por impruden
cia psicológica, tuviese la culpa de haber hecho sobre el
mundo, ya tan atormentado, una ruina más vasta, no
tanto a perjuido, como de innumerables víctimas ino
centes.
No se juega con estos temas y con los personajes his
tóricos que conocemos con la fantasía creadora de artis
tas de teatro, no bastante dotados de criterio histórico,
y, lo que Dios no quiera, de honradez humana. Porque
de otro modo, en el caso presente, el verdadero drama se
ría otro: aquel de quien intenta descargar sobre un
Papa, en extremo consciente de su propio deber y de la
realidad histórica, y por añadidura un Amigo, imparcial,
eso sí, pero fidelísimo del pueblo germánico, los horri
bles crímenes del nazismo alemán.
Pío XII igualmente seguirá teniendo el mérito de ha
ber sido un 'Vicario' de Cristo que ha buscado de cum
plir su misión como podía, valiente e integralmente;
pero ¿se podrá considerar como un mérito de la cultura
y del arte tamaña injusticia teatral? —Con sincero res
peto, suyo devotísimo, G. B. Cardenal Montini, Arzobis
po de Milán."

269
XIX — RESPUESTA A ALGUNOS SOFISMAS

1 —¿Debe el católico seguir su criterio en todo?

—El católico tiene que seguir como norma de su


conducta la voluntad de Dios. Dios, la conformidad con
su naturaleza divina, es lo que constituye la norma mo
ral absoluta.
Ahora bien: la naturaleza racional del hombre es
imagen de la naturaleza divina. Por eso la conformidad
de los actos humanos, con la naturaleza racional del
hombre, tomada en su integridad y en todas sus relacio
nes con los demás seres, constituye para todos los hom
bres la norma visible y como intuitiva de su conducta
moral. Por ese criterio debe el católico regirse.
Hay, pues, una "normal moral objetiva", válida para
todos, que se nos manifiesta por la razón rectamente
formada, y que se nos impone íntimamente por nuestra
propia conciencia. Decir que hay que seguir en todo el
propio criterio, para defender así el subjetivismo moral,
es defender todo género de inmoralidad. De ahí la gra
vísima obligación que tienen todos los católicos de for
marse bien, rectamente y con objetividad la conciencia,
de conformidad con la ley eterna de Dios.
Dice el Concilio: "...Porque el hombre tiene una ley
escrita por Dios en su corazón, en cuya obedienda con
siste la dignidad humana y por la cual será juzgado per
sonalmente... Cuanto mayor es el predominio de la recta

271
condenda, tanto mayor seguridad tienen las personas y
las sociedades 'para apartarse del ciego capricho, y para
someterse a las normas objetivas de moralidad'." (Cons
titución sobre la Iglesia y el mundo. n.° 16).

2 —¿No es preferible que haya gran variedad de


opiniones, de matices, de divergencias ideoló
gicas entre los católicos? ¿No es así como, den
tro del respeto mutuo, se hace avanzar mejor
a la Iglesia?

—El avance de la Iglesia no se realiza en un sentido


mundano y terreno. La Iglesia en su peregrinar por la
tierra—Iglesia militante—avanza hacia la posesión ple
na de Dios, en el nuevo, total y definitivo encuentro con
Jesucristo—Iglesia triunfante.
Las diversidades posibles entre los católicos, las ex
presó San Agustín con su célebre frase: "En las cosas
necesarias haya unidad. En las opinables y dudosas, li
bertad. En todas las cosas haya caridad." Así que en lo
que hace referencia a la doctrina católica, ha de haber
unidad entre todos. Variedad y libertad en todas las co
sas que la Iglesia ha dejado a la particular opinión de
los hombres. Pero siempre ha de resplandecer la caridad.
Caridad con todos, caridad en todo, caridad para con el
Magisterio de la Iglesia.

3 —¿Qué ha enseñado el Concilio sobre el Magis


terio de la Iglesia?

—Ha proyectado nueva luz sobre la doctrina católica


del poder de enseñar del Papa y de los Obispos.
Dice el Concilio: "Los Obispos cuando enseñan en co
munión con el Romano Pontífice, deben ser respetados
por todos como los testigos de la verdad divina y católi
ca; los fieles, por su parte, tienen obligación de aceptar
y adherirse con religiosa sumisión del espíritu al parecer
de su Obispo en materias de fe y de costumbres, cuando
las expone en nombre de Cristo. Esta religiosa sumisión
de la voluntad y del entendimiento de modo particular
se debe al magisterio auténtico del Romano Pontífice,
aun cuando no hable 'ex cathedra'; de tal manera que

272
se reconozca con reverencia su magisterio supremo y
con sinceridad se adhiera al parecer expresado por él se
gún el deseo que haya manifestado él mismo, como pue
de descubrirse, ya sea por la índole del documento, ya
sea por la insistenda con que repite una misma doctri
na, ya sea también por las fórmulas empleadas." (Const.
sobre la Iglesia, n.° 25).

4 —¿Cómo ejerce el Papa su Magisterio auténti


co?

—El Papa, como Maestro universal, ejerce de manera


extraordinaria la plenitud de su Magisterio infalible
cuando define "ex cathedra". Pero como Padre que es
también de todos, ejerce de modo ordinario su magiste
rio, adoctrinando, ilustrando, enseñando a los fieles, pa
ternal y piadosamente de muy diferentes formas, sin
apelar a su supremo poder de magisterio infalible ex
traordinario.

5 —¿Así pues, fuera de las definiciones «ex ca


thedra», lo demás que enseñan los Papas en
las encíclicas y otros documentos de la Santa
Sede, son una opinión más dentro de la Iglesia
y tienen solamente un valor temporal?

—De ninguna manera, sino que el Concilio exige para


las demás enseñanzas de los Papas sumisión de volun
tad y de entendimiento, y confirma así lo que había en
señado el Papa Pío XII sobre el asentimiento que debe
tener el católico a las encíclicas: "Tampoco ha de pen
sarse que no exige de suyo asentimiento lo que en las
endclicas se expone, por el hecho de que en ellas no
ejercen los Pontífices la suprema potestad de su magis
terio; puesto que estas cosas se enseñan por el magiste
rio ordinario, al que también se aplica lo que 'quien a
vosotros oye a Mí me oye' (Le. 10, 16) y las más de las
veces lo que en las encíclicas se propone y se inculca,
pertenece ya por otros conceptos a la doctrina católica."
(Humani Generis).

273

LO QUE NO HA DICHO EL CONCILIO.—18


6 —¿Peca el católico que no se somete a las ense
ñanzas del Papa, de los Concilios o de los Obis
pos?

—Hay diferentes grados de asentimiento, según los


diferentes grados del Magisterio de la Iglesia. Resumire
mos los principales:

a) Por lo que se refiere a la enseñanza doctrinal del


Papa:

—Magisterio extraordinario: Definiciones "ex cathe


dra".

—Magisterio ordinario: 1. El Papa por sí mismo:


Cartas encíclicas.
Discursos y radiomensajes doctrinales.
Cartas, escritos, alocuciones de ámbito más par
ticular.

2.—Por medio de las Sagradas Congregaciones roma


nas, especialmente por la "Congregación para la Defen
sa de la Fe" (antes Santo Oficio):

Directamente doctrinales: Cuando se propone una


doctrina como verdadera o falsa.
Indirectamente doctrinales: Cuando se propone
una doctrina como segura o no segura y sin pe
ligro, para la fe y la moral.

b) Por lo que se refiere a la enseñanza doctrinal de


los Obispos:

—Magisterio extraordinario: Cuando definen como


verdad de fe reunidos con el Papa en Concilio ecu
ménico.

—Magisterio ordinario. Cuando en unión con el Papa,


enseñan mediante pastorales, instrucciones, sínodos
diocesanos o Concilio ecuménico, etc., a sus fieles.

—Magisterio ordinario: Cuando reunidos los Obispos


en concilios nacionales, o conferencias nacionales,

274
por documentos o declaraciones colectivas, ejercen
su Magisterio sobre toda una nación autoritativa-
mente.

Esto supuesto:
Peca de herejía el católico que no se somete a las
definiciones "ex cathedra" del Papa, v. gr.: la Definición
del dogma de la Asunción.
Peca de desobediencia y temeridad contra la fe si no
se somete a las enseñanzas doctrinales de las encíclicas.
Así, v. gr.: a lo enseñado por Pablo VI sobre la Sagrada
Eucaristía en la Mysterium Fidd. La desobediencia y
temeridad contra la fe, será mayor o menor según el
contenido, según la índole del documento y su intención
doctrinal, etc. De ahí que no tiene la misma exigencia de
asentimiento el discurso del Santo Padre en la ONU, en
el que no quiso enseñar ningún punto doctrinal de nues
tra fe, sino solamente manifestar ante el mundo el ansia
de paz de la Iglesia, y el discurso ante los Padres Conci
liares, cuando como Maestro de la Iglesia proclamó a la
Santísima Virgen Madre de la Iglesia. Ese discurso tan
solemne, lleno de enseñanzas marianas, es semejante a
una encíclica, por la doctrina, la intención del Papa, la
solemnidad eclesial.
Estos pecados de desobediencia y temeridad son de
suyo graves.
También pecaría gravemente por desobediencia y te
meridad contra la fe, quien no aceptara los decretos y
documentos que emanan de la Congregación para la De
fensa de la Fe y de modo directo proponen en nombre
del Papa, una doctrina como verdadera o falsa. Así, ver
bigracia : la condenación de la herejía modernista en el
decreto Lamentabili, de San Pío X. De esta clase de de
cretos dice el mismo Santo Padre Pío X: "... (los que no
los aceptan) no pueden evitar la nota de desobedienda
y temeridad, y por ende no están libres de culpa grave
cuantos de palabra o por escrito impugnen sus senten-
das."
Por lo que se refiere a los decretos por los que la
Iglesia defiende indirectamente la fe o las costumbres,
y que proponen una doctrina como segura o no segura,
peligrosa o sin peligro, en relación con la fe o la moral,
quien no asintiera a ellos pecaría de desobediencia a lo
mandado, de escandalizar al pueblo y de obrar teme-

275
raria y erróneamente en asuntos tan importantes y que
pueden tener tan graves consecuencias en orden al bien
de las almas. Tal, v. gr.: el Decreto que condena la "mo
ral de situadón" del 2 de febrero de 1958 bajo el Ponti
ficado de Pío XII. O la advertencia sobre los peligros de
la doctrina de Teilhard de Chardin de 30 de junio de
1962, bajo el Pontificado de Juan XXIII: "en cuyas
obras (las del P. Teilhard) abundan en materias filosó
ficas y teológicas, ambigüedades y errores graves que
ofenden la doctrina católica".
Si una Congregación Romana condena una doctrina,
y puede que a una persona particular le parece que se
ha equivocado:

1.° Siempre tiene obligación de someterse en cuanto


a la obediencia de lo mandado, y no escandalizar
por falta de sumisión.

2.° Pero si se tratase de un especialista en aquella


materia (no del pueblo en general) y viere con cer
teza que la decisión aquella se apoya en un hecho
falso, entonces no está obligado en su interior a
prestar asentimiento a aquella enseñanza.

En relación con la enseñanza doctrinal de los obispos:


No dar el asentimiento debido a los documentos con
ciliares que enseñan la doctrina católica:
— si se trata de definiciones es pecado de herejía.
— si se trata solamente de enseñanza doctrinal sin in
tención definitoria, de enseñanzas de documentos
pastorales..., etc., es grave desobediencia y temeri
dad contra la fe y de grave escándalo. Aun tratándose
de pecado grave, su culpa será mayor o menor, según
se niegue asentimiento a una constitución dogmáti
ca o a un decreto o a una declaración conciliar, que
exigen un grado de asentimiento menor.
Con la debida proporción debe decirse lo mismo del
magisterio de cada Obispo en particular, en comunión
con el Santo Padre. Por parte de todos los diocesanos se
requiere un asentimiento religioso a sus enseñanzas.
Pecarían de desobediencia y falta de respeto, debida a
toda autoridad jerárquica. La culpa mayor o menor ven
drá dada por la índole de la enseñanza doctrinal del pre-

276
lado, por su intención o por el escándalo que pueda dar
se en los demás fieles de la propia diócesis.
Para el magisterio ordinario de los Obispos, reunidos
en Concilio nacional, o conferencias nacionales, y para
las declaraciones colectivas, no se exige la presencia fí
sica total de todos los miembros, sino que basta una
totalidad moral, como en los Concilios ecuménicos. El
asentimiento que debe darse a su magisterio ha de ser
mucho mayor que el debido al propio prelado de la
diócesis. Lo contrario es pecado de desobediencia, teme
ridad, grave escándalo e injuria contra la Iglesia.

7 —¿Qué hay que pensar de la opinión personal


de un Cardenal u Obispo?

—Cuando un Cardenal o un Obispo no ejercen su


magisterio pastoral con sus fieles, para transmitirles la
fe de la Iglesia y ejercer con ellos su oficio de Maestro
y Pastor, su opinión personal, dentro del respeto debido
a su jerarquía por parte de sus diocesanos, puede con
trastarse con toda la enseñanza y tradición de la Iglesia,
y seguirse o no, según el valor interno de su argumen
tación.

g —¿Qué pensar de la opinión personal de un


teólogo, conferenciante, escritor o charlista?
—Las opiniones personales de teólogos, escritores o
conferenciantes, valen según los argumentos de peso
que aducen, y nadie está obligado a seguir la opinión
personal de un teólogo o escritor católico por el solo
hecho de serlo. Nuestra fe se apoya en un Dios revelan
te y no en un teólogo o charlista opinante.

9 —¿Hay Papas de izquierdas y de derechas, avan


zados o retrógrados, conservadores o modernis
tas?

—Es una grave ofensa a la Iglesia clasificar según


esos moldes humanos a los Vicarios de Jesucristo. To
das las cosas de la Iglesia, y con mayor fuerza el Papa,

277
se deben mirar sobrenaturalmente. Desde un punto de
vista sobrenatural, no tiene sentido hablar de Papas,
según esas clasificaciones humanas. Clasificar así Papas
y Papas y enfrentarlos entre sí por criterios humanos,
es ponerse en la pendiente de perder la fe sobrenatural
en la Iglesia. El Papa no es más que el Vicario de Jesu
cristo, Maestro y Pastor, Padre universal de la Iglesia.
Eso es lo único que debe ver un católico en su persona,
y las demás cuestiones que no se refieren a su fe no de
ben entrar en su consideración de católico.

10 —¿Según eso, no puede haber izquierdas y dere


chas en la Iglesia?
—No, porque ese lenguaje no tiene sentido en la Igle
sia, como tampoco tiene sentido hablar de Jesucristo de
izquierdas o de derechas. No hay más que un solo Jesu
cristo y una sola Iglesia, su Cuerpo Místico. En la Igle
sia sólo hay buenos católicos y malos católicos, buenos
miembros o malos miembros del Cuerpo Místico de
Cristo. Según sean las obras buenas o malas, al final
de la vida seremos todos juzgados.
En el Evangelio de San Mateo nos cuenta el Señor
que, en el Juicio final, separará El como Juez supremo
a todos los hombres y pondrá a su derecha a los que se
han de salvar, y a su izquierda a los condenados. Ese
es el único sentido posible de los de la izquierda y la
derecha. Pero como el Señor a nadie ha revelado dónde
estará, nunca podemos clasificar a los hombres en vida.
Debemos, pues, atender a las buenas obras, no admitir
en la Iglesia clasificaciones humanas y dejar el juicio
definitivo de los hombres en las manos de Dios.

11 —A pesar de todo, ¿no se puede dar de la doc


trina cristiana, una interpretación más o menos
rigorista, más o menos acomodada a la realidad
moderna, en una palabra, una interpretación
más social y humana—de izquierdas—o más
conservadora y clasista—de derechas?
—De ninguna manera, porque la Verdad de Jesucristo
es una y debemos aceptarla con humildad tal cual es,
con todas las consecuencias.

278
Desde el momento que intervienen las "interpretacio
nes" humanas se pone ya un límite a la verdad de Jesu
cristo y a todas sus consecuencias. Por eso los hombres
han inventado ese lenguaje falso, de izquierdas y dere
chas, porque no quieren que Jesucristo y su doctrina al
cancen a todos los hombres y a todas las consecuencias
que se siguen.
El católico ha de esforzarse en ser cada vez mejor sol
dado de Jesucristo, quitar todo lo malo de su vida, que es
el pecado, y hacer que sus buenas obras hagan resplan
decer la santiad infinita de Jesús y de la Iglesia, pero
nunca "interpretar" según sus gustos las enseñanzas de
Jesús o de la Iglesia.

12 —¿Pues por qué se dan de hecho, izquierdas y


derechas en la Iglesia, y escritores o conferen
ciantes así lo pregonan?
—Por falta de estudio, conocimiento y formación en la
filosofía tomista, que es la recomendada por la Iglesia,
de la teología católica y del Magisterio Tradicional de la
Iglesia. De manera muy particular influyen en el enten
dimiento y lo nublan las pasiones desordenadas. Una
ONU de santos, a pesar de las diferencias de raza y de
época, daría el espectáculo de una maravillosa unidad,
sin bandos ni cismas. La máxima de San Agustín: "in
necessariis unitas, in dubiis libertas, in ómnibus, chari-
tas" se cumpliría en toda su plenitud.

13 —La Verdad total no la tiene nadie. ¿No es,


pues, una muestra de soberbia convertirse en
los detentadores exclusivos de la verdad y cerrar
la puerta a la verdad que puedan tener los de
más?

—La Verdad no es un mosaico que se construye con


los elementos que cada uno aporta. Eso pasará en el
orden técnico si se trata de levantar un edificio entre
muchos elementos. Pero la verdad religiosa no es una
conquista del hombre, sino un don de Dios al hom
bre, como la vida, la salud o la gracia. La verdad es una
y es Jesucristo: "Yosoy el Camino, la Verdad y la Vida."
279
Quien se posee de Jesucristo y es poseído de El está
en la verdad. Defender esa única verdad, reconocerse en
posesión de ella, darla a conocer a los demás, no es
muestra de soberbia sino de humildad, pues se reconoce
deudor de un don otorgado gratuitamente, como la vida,
por Jesucristo. Por esa razón ocultar esa única verdad
que existe y que nos posee y no darla a conocer a los
demás, para que también ellos participen igualmente de
ese don, aunque se haga con palabras de humildad en
apariencia, se comete un acto de soberbia incalificable,
pues se usurpa lo que es exclusivamente de Jesucristo,
y se le humilla a El por completo ante los hombres.

14 —No hay que ser negativo. Solamente hablar


de cosas positivas. Este es el espíritu del Evan
gelio y lo que necesitamos hoy.
—Negativo y positivo, en sí, son términos muy relati
vos. Actualmente decir de una persona, de una predica
ción, de un libro, que son negativos, es ya anatematizar
los. Como si negativo fuese sinónimo de malo, destruc
tivo, molesto. Y si como lo que llaman positivo fuera ya
de por sí alguno bueno, agradable, constructivo.
Cristo nos dice: "Si alguno quiere venir en pos de Mí,
niegúese a sí mismo, tome su cruz y dgame" (Mt. XVI,
24). Esa frase es reflejo de la sentencia divina: "Pondré
enemistades entre ti y la mujer, entre tu descendencia
y la suya. Ella aplastará tu cabeza, mientras que tú pon
drás asechanzas en su calcañar" (Génesis, III, 15).
Hay valores que llaman negativos que son muy nece
sarios, sin los cuales no pueden sustentarse ni las virtu
des ni la propia vida social. Apagar un incendio, atacar
las enfermedades, combatir la ignorancia, disipar los
errores, acabar con las guerras, reprimir los ladrones y
criminales, son en sí labores negativas. Pero sin ellas no
puede sostenerse la convivencia, la salud, la ciencia, la
paz, la verdad.
Actualmente es necesario combatir los errores, las
confusiones y los relativismos. Quienes califican de ne
gativo un libro porque pone al descubierto los errores,
ya participa de los mismos y en el fondo es un aliado
de aquellos que trabajan contra la fe. Que actualmente
hay errores lo dice un teólogo, tan poco sospechoso de
280
extremismo, como Karl Rahner, en su obra Was is Hae-
resie, que describe así la situación de la Iglesia ante el
mundo moderno:

"El hombre de hoy vive en un espacio existencial...


determinado por actitudes, doctrinas y tendencias, que
deben ser calificadas como heréticas, contrastando con
la doctrina evangélica. No es preciso que toda esa masa
herética, de la que el espacio existencial de todo hombre
está influido, llegue necesariamente a concretarse en
proposidones teóricas. Semejante cripto-herejía está
viva en la misma Iglesia... Este tipo de herejía (que no
tiene necesidad, para existir, de ser temáticamente explí
cita) puede encontrarse en todos los miembros, incluso
en los mismos representantes de la dirección jerárqui
ca." Significa Rahner con estas palabras, que el veneno
de la herejía larvada es tan sutil, que puede infiltrarse
hasta en los miembros de la Jerarquía. Y continúa el
teólogo jesuíta: "El carácter implícito de herejía laten
te entre los miembros de la Iglesia encuentra un extra
ño aliado en el hombre de hoy."
El teólogo suizo, Cardenal de la Santa Iglesia, Charles
Journet, escribe que "la crids actual es ciertamente más
grave que la crisis que en su día provocó el Modernis
mo". No estaría fuera de la verdad quien afirmase que
la crisis actual no difiere esencialmente de la crisis mo
dernista, pues es el mismo relativismo modernista toda
vía más actuante, el que penetra más profundamente en
los espíritus de hoy. "Un día—afirma el mismo Eminen
tísimo Cardenal—, los fieles despertarán y tomarán con
ciencia de que fueron intoxicados por el espíritu del
mundo." (Apud Sanctifier, octubre de 1965, página 6.)
Después del Concilio se ha agravado alarmantemente
la difusión de errores, hasta el punto que un intelectual
francés ha escrito con toda razón:

"Se repite con insistencia en algunos sectores que el


Condlio Vaticano II 'no se ha reunido para condenar'.
Pero esto sirve para condenar todo lo que no está en la
particular concepción que se hacen del Concilio algunos
sectores. En nombre del Condlio y de su 'orientadón',
un pseudo-condlio (o un para-concilio, como lo calificaba
el diario vaticano L'Osservatore Romano) ha sido or
ganizado en la opinión pública, rechazando lo que la

281
Iglesia había enseñado. Esto no es una renovadón ni
una puesta al día, sino una subversión sistemática."

Pablo VI, en la inauguración del Sínodo Episcopal,


una vez más ha denunciado y se ha quejado de los gra
ves ataques que sufre la Iglesia:

"Peligros enormes a causa de la orientación irreligiosa


de la mentalidad moderna y peligros insidiosos que del
interior mismo de la Iglesia se insinúan por obra de
maestros y de escritores deseosos, sí, de dar a la doctrina
católica una nueva expresión, pero a menudo más de
seosos de acomodar el dogma de la fe al pensamiento y
al lenguaje profano que de atenerse a la norma del ma
gisterio eclesiástico, dejando así libre curso a la opinión
de que, olvidadas las exigencias de la ortodoxia, se pue
den escoger las verdades de la fe que, a juido de una
instintiva preferenda personal, parecen admisibles, re
chazando las demás; como si se pudiesen reivindicar los
derechos de la condenda moral, libre y responsable de
sus actos, frente a los derechos de la verdad, sobre todo
los de la divina revelación; o como si pudiera someterse
a revisión el patrimonio doctrinal de la Iglesia para dar
al cristianismo nuevas dimensiones ideológicas, muy di
versas de las teológicas, que la genuino tradición delineó
con inmensa reverencia al pensamiento de Dios."

Un prelado brasileño, Monseñor Castro Mayer, ha


dicho muy oportunamente: "La experiencia de nuestros
días nos enseña que la quinta columna supera en efica
cia a los más terribles argumentos. Formado en los me
dio católicos el tumor revoludonario, las fuerzas se di
viden, las energías que debían ser empleadas enteramen
te en la lucha contra el enemigo exterior, se gastan en
las discusiones entre hermanos. Y si para evitar tales
discusiones, los buenos cesan en la oposición, mayor es
el triunfo del infierno, que puede, desde el mismo in
terior de la dudad de Dios, implantar su estandarte y
desenvolver rápida y fádlmente sus conquistas" ("Carta
pastoral sobre problemas de apostolado moderno").
Los que con tono de autosuficiencia califican de nega
tiva la acción necesaria de combatir los errores, en rea
lidad es que ya pertenecen a los que más descaradamen
te combaten la verdad del Evangelio. Estos serán muy

282
enérgicos para publicar notas contra los que sienten el
celo por la gloria de Dios y aman el depósito sagrado de
la fe. Estos están de lleno en aquel diagnóstico dado por
Pío XII a los predicadores cuaresmales de Roma
en 1944: "Un hecho que siempre se repite en la historia
de la Iglesia es el siguiente: Que cuando la fe y la moral
cristiana chocan contra fuertes corrientes de errores o
apetitos viciados, surgen tentativas de vencer las difi
cultades mediante algún compromiso cómodo, o apar
tarse de ellas, o cerrarles los ojos."
En fin, la profesión de la vida cristiana obliga a la
práctica de las virtudes y a combatir las tentaciones, los
errores, los pecados, los vicios. Las dos cosas son obli
gatoriamente compatibles. Aunque no lo entiendan los
neutraUstas. Los que quieren desmentir la palabra de
Cristo: "Nadie puede servir a dos señores" (Mt. VI, 24).
Esto está reservado a los que viven esta verdad: "Gra
cias os doy, Padre, Señor del délo y de la tierra, porque
escondisteis estas cosas a los sabios y entendidos y las
revelasteis a los pequeñuelos" (Le. X, 21).

15 —¿No le parece a usted que la Iglesia debe pe


dir perdón, por sus propios pecados, por sus erro
res y fanatismos como institución?

—Le contestaré con palabras de un eximio propagan


dista católico, don Blas Pinar:

"La Iglesia, en lo que le es propio, en materia de fe


y de costumbres, no puede errar, no puede pecar; a
pesar de los pecados de los hombres que la rigen. Hay
algo superior a los hombres que dirigen sus destinos y
es la presenda y la asistenda del Espíritu Santo, que lo
impide. Cuando en esta materia se pronuncia la Iglesia,
a través del Supremo Pastor, a través del Colegio Epis
copal, en magisterio ordinario o extraordinario, es infa
lible, no puede equivocarse, no puede ser arrastrada por
las pasiones o por la tentación; las puertas del infierno,
es dedr, el poder de Satanás, no puede prevalecer sobre
Ella. La Iglesia, como nos dice la teología, no tiene pe
cado, pero contiene pecadores, y ello porque el pecado
que ahoga y destruye la vida divina en el hombre no
arranca a éste de la realidad ontológica de la Iglesia, y

283
es en la Iglesia, instrumento de santificación, donde por
obra del Espíritu, el pecado se perdona y el alma se pu
rifica. Por ello, cuando la Iglesia o el Papa piden perdón
lo hacen por los pecados de los hombres de la Iglesia,
por los pecados de escándalo por nuestras conductas, con
nuestras deslealtades, con nuestras infidelidades que han
presentado a los hombres no la auténtica figura de Cris
to, sino la caricatura del Salvador, pero no piden perdón
por los pecados que la Iglesia, como tal Iglesia, como
esposa de Cristo, no puede cometer" ("Campaña Pro
Moralidad y Fe Integra", boletín mensual, febrero 1965).

16 —Todos los puntos de vista tienen su parte de


verdad y ninguno puede arrogarse con soberbia
el monopolio de la verdad absoluta. Esos dog
matismos están fuera de la mentalidad de nues
tra época.

—Atributo esencial de la Verdad es ser Una y no múl


tiple. Por eso no puede afirmarse que todas las posicio
nes tienen algo de Verdad, o de que una posición no mo
nopoliza la Verdad. La Verdad nada tiene que ver con
posiciones, puntos de vista o con opiniones y diferentes
perspectivas históricas en que nos situamos por tiempo
o por edad. Decir que se posee la Verdad, no es una so
berbia, sino que debiera ser siempre un gesto de humil
dad y de acatamiento a la Bondad de Dios, que ha con
cedido a nuestro entendimiento la Luz de la Verdad.
Soberbia es no querer admitir que la Verdad viene de
Dios, y considerarla como el resultado de un esfuerzo
humano. El dogmatismo consiste en haber la Verdad,
patrimonio de hombres, y no en aceptarla como regalo
de Dios, que nos pide seamos fieles a ella. Nuestra época
está harta de tantos dogmatismos humanos, pero está
ansiosa de Verdad, de la Verdad que no es una de tantas
cosas humanas que han fracasado, sino que es de Dios.

284
17 —Pero hay que reconocer que nuestro entendi
miento no puede llegar a conocer la verdad en
toda su plenitud. Ese es el fundamento de los
puntos de vista.

—Es cierto que nuestro entendimiento no abarca toda


la realidad. Seríamos como Dios. Por eso la verdad lógica
de nuestro entendimiento es la conformidad de nuestro
conocer con la realidad, aunque no con toda la realidad,
porque su capacidad es limitada. Pero eso no significa
que nuestro entendimiento no alcance la verdad. Como
nuestro entendimiento es finito, y no infinito como el de
Dios, podrá siempre perfeccionarse, pero siempre en la
misma línea de la Verdad, sin que un nuevo conocimien
to anule el anterior, o le haga diferente. Es evidente que
el teorema de Pitágoras tiene una dimensión y una pro
fundidad muy diferente en un niño que acaba de estu
diarlo en su geometría, y en un Einstein. Pero se trata
de la misma verdad, única, más profundizada, penetrada
en su mayor complejidad. No hay puntos de vista cuan
do trata de la verdad. No hay más que situarse en la
línea que nos da la misma Verdad y sin prejuicios de
formantes, acomodar entendimiento a su realidad viva.

18 —¿Es, pues, equivocado hablar de aspectos par


ciales de la verdad?

—La Verdad, como la salud, es un todo. Eso lo enseña


ya la filosofía elemental. No decimos de un hombre que
tiene buena salud si está enfermo del estómago, pero
goza de una fortaleza envidiable en todos los demás ór
ganos. El error no consiste en que todo lo que se afirme
o crea sea mentira, sino en que a la verdad le falta algo
de su integridad o totalidad. Los mayores absurdos en el
orden filosófico han tenido sus defensores. Y no, cierta
mente, en cuanto tenían de errores, sino en sus aspectos
de verdad. Por eso progresa la mentira, el error, el mal,
la herejía. Por su apariencia de verdad, de bien, de recti
tud y ortodoxia con que se presentan a nuestra vista.
Santo Tomás nos dice que la "misma doctrina de los de
monios contiene algunas verdades por las cuales consiga
ser aceptada". Nuestro entendimiento no es para ver as-

285
pectos parciales, sino para la verdad pura y simple, sin
mezcla del veneno del error. (Summ. Theol. II-II, q. 172,
a 6.)

19 —El hecho de que nuestro entendimiento no


capte toda la realidad y verdad de las cosas nos
lleva a la necesidad del diálogo para captar el
máximo de realidad entre todos.

—Ya hemos dicho que del hecho de que nuestro en


tendimiento no capte toda la realidad de las cosas, no se
sigue que esté equivocado, sino que no ha llegado a la
plenitud. El diálogo consiste en que quien posea más
plenitud la comunique a otro; en que quien posea la
verdad, la enseñe a quien no la posea, en lugar de guar
darla egoístamente solamente para sí. Ese es el sentido
del magisterio eclesiástico, con el cual, a lo largo de los
siglos, se realiza el diálogo de la Iglesia con el mundo.
Que ambos extremos, el que comunica la verdad y el que
la recibe, la abracen y sean fieles a ella, porque en últi
mo término la verdad no es hechura de hombres, sino
gracia de Dios. Esa actitud de caridad y de humildad es
la que nos enseña San Pablo cuando nos dice que sea
mos "realizadores de la verdad en la caridad".

20 —¿A qué se deben tantos sentidos divergentes


ante la verdad, y tan diversos esquemas menta
les opuestos entre sí? Los viejos piensan de una
manera y los jóvenes, de otra. Hay mentalida
des antiguas, y otras más abiertas y progresis
tas, y, sin embargo, todos dicen que buscan la
verdad y la enseñan.
—No tiene que llamarnos la atención ese hecho tan
antiguo como el hombre. Las pasiones y los prejuicios y
los intereses personales juegan aquí un papel de primer
orden. Obran en muchos casos por vía inconsciente y ni
siquiera nos damos cuenta de ello. Sería necesaria una
sinceridad muy radical para liberarnos de ellos, y bien
sabemos que eso supone heroísmo interior, y en general
pocos están dispuestos a ese heroísmo. Los esquemas di
versos, las diferentes mentalidades, los viejos, los que se
intitulan abiertos, la juventud; en una palabra, todos,
coincidirían y estarían acordes en la verdad, que es úni-

286
ca y no dependiente de las circunstancias humanas. Por
eso la falta de coincidencia en la verdad no depende de
la verdad misma, sino de las voluntades de los hombres.
El Señor nos dijo por San Mateo: "La lámpara del cuer
po es el ojo. Si, pues, tu ojo estuviere bueno, todo tu
cuerpo estará iluminado; mas si tu ojo estuviere malo,
todo tu cuerpo estará entenebrecido. Si, pues, la luz que
hay en ti es oscuridad, ¿la oscuridad cuánta será?" (Mt.
VI, 22-23). Bien claro nos da a entender en estas pala
bras que si no hay luz en nosotros es por nuestra pro
pia culpa, y no porque no resplandezca bien la luz. Y
en San Juan nos da la explicación el Señor, de la incre
dulidad de los judíos: "Yo he venido en el nombre de mi
Padre y no me recibís; si otro viniere en su propio nom
bre, a él recibiríais. ¿Cómo podéis vosotros creer, red-
biendo como recibís la gloria los unos de los otros, y no
buscáis la gloria que viene del único Dios?" (Jn. V, 43).
Y en otra ocasión, por el mismo evangelista enseña:
"Este es el juicio: que la luz ha venido al mundo, y ama
ron los hombres antes las tinieblas que la luz, porque
eran malas sus obras. Porque todo el que obra el mal
aborrece la luz y no viene a la luz para que no sean
puestas en descubierto sus obras." Es evidente que si
todos los católicos siguiéramos exactamente las ense
ñanzas del Magisterio de la Iglesia, abandonando nues
tras propias deformaciones, el Magisterio, que es la Voz
de Cristo a lo largo de las generaciones cristianas, no
habría divergencia entre nosotros. Al abandonarse la
fidelidad al Magisterio en su totalidad, o tomar sólo
aquellos aspectos que coinciden con nuestros propios
gustos, nos apartamos de la luz. Es natural entonces que
tropecemos al caminar, y que tropecemos los unos con
los otros.

21 —¿Qué parece más urgente y necesario hoy para


superar las discrepancias?
—Sin duda alguna lo que ha afirmado repetidamente
Pablo VI. Estudiar y seguir con absoluta fidelidad todo
el Magisterio de la Iglesia, el de todos los Papas y Con
cilios y tener confianza filial en él. En muy pocos años,
el desconcierto dentro de la Iglesia habría desaparecido,
con él se operarían maravillas apostólicas y se salvarían
muchísimas almas.

287
XX — SACERDOTES, APOSTOLADO SEGLAR
Y ACCIÓN TEMPORAL

1 —¿Es conveniente, es lícito que la Iglesia—sa


cerdotes, movimientos de Acción Católica—in
cluyan en su programa apostólico el mejora
miento de las estructuras humanas y tempora
les, como, por ejemplo, las socio-económicas y
las políticas?

—Recordemos la misión que Cristo dio a su Iglesia y


el propio sentir de la Iglesia.

1 —LA MISIÓN DE CRISTO A SU IGLESIA. — "Id


a todo el mundo y predicad él Evangelio a toda cria
tura" (Marc. 16, 15). "Enseñad a todas las gentes a guar
dar todo lo que Yo os he enseñado" (Mat. 28, 19-20).
El reino de Dios que Cristo predicaba, ése mismo fue
el que quiso que lo extendieran hasta el fin de los tiem
pos y del orbe sus Apóstoles y sus sucesores. El vino a
redimir y salvar el mundo. Y "como el Padre me envió,
así Yo os envío a vosotros" (Jn. 20, 21).
Para otra cosa no tiene misión la Iglesia.
2 —EL SENTIR DE LA IGLESIA. — Sabido es que
muchas veces se la ha acusado de injerirse en cosas
que no le atañen: como, por ejemplo, en el problema
económico social, en asuntos políticos, etc. (Véanse Qua-
dragessimo anno y Mater et Magistra.)

289

LO QUE NO HA DICHO EL CONCILIO. 19


Contra estos acusadores, la Iglesia ha defendido siem
pre su derecho a intervenir en todo, aunque sea tempo
ral y profano.
Pero sólo "ratione peccati". No hay actividad humana
en la que no pueda haber una conducta moral buena o
mala. Por la moralidad de los actos, es por lo que la
Iglesia se atribuye el derecho de intervenir, ya que ella
es la maestra y guía de la humanidad para que los hom
bres, con su conducta, buena moral, ganen el cielo.
Sin embargo, al mismo tiempo la Iglesia ha reconocido
las limitaciones que le impuso la misión de su Divino
Fundador. Ha reconocido que, salvador de los principios
morales, no tiene derecho a intervenir en las cosas pro
fanas. Esas son las cosas del César, que hay que dejár
selas al César, según la enseñanza de Cristo.

2 —¿Pero la finalidad de la Acción Católica no


es precisamente este cambio de las estructuras
humanas y temporales?
—La definición clásica de la Acción Católica es la
dada por Pío XI, su verdadero fundador: "La partidpa-
ción de los seglares en el apostolado jerárquico."
Por tanto, la acción temporal queda excluida per se de
las Asociaciones de Acción Católica en cuanto tales.
Lo que no obsta para que los particulares puedan ejer
cer la acción política que prefieran, dentro de las que
caben en la doctrina católica. Pero aquellos que quieren
ejercer tales actividades no deben ocupar puestos de
dirección en la Acción Católica, para evitar que su acción
pueda ser atribuida a la Asociación de Acción Católica.

3 —Hay nuevas tendencias en el apostolado... El


compromiso temporal exige la implicación en
los problemas temporales de la humanidad, so
bre todo en los socio-económicos y políticos.

—Si se tratara solamente de formar a los miembros


de las asociaciones apostólicas para que ellos, individual
mente, actuaran en lo temporal, nada habría que obje-

290
tar. Y, efectivamente, algunos consiliarios de asociacio
nes de apostolado dicen que no pretenden otra cosa: que
ellos se limitan a la actuación de un teólogo consultor
que dictamina ante las consultas de sus asociados, si su
acción social o política es conforme o no a los principios
morales. Sin embargo, en la práctica, esto no es verdad.
Esos sacerdotes pueden dejar de ser el teólogo o confe
sor que respondería en nombre de la moral cristiana,
para convertirse en el animador de los ideales sociales
o políticos de los miembros del grupo. Y lo que se decía
acción individual se convertiría en realidad en acción de
grupo, animada, tal vez iniciada por el mismo sacerdote.
Efectivamente, algunos, aun por escrito, no han tenido
rebozo alguno en confesarlo paladinamente y en defen
der como legítima esta acción temporal de las asociacio
nes apostólicas en cuanto tales.
El Sr. Arzobispo de Oviedo, Dr. Vicente Enrique Ta-
rancón dice: "Será indispensable que ese compromiso lo
adquieran y lo realicen bajo su personal responsabilidad
y sin que nunca pueda parecer que se escudan en la
Igleda o en una organización eclesiál. Porque en este
campo caben criterios distintos dentro de los católicos y
conductas divergentes en el seno de la Iglesia. La rea-
lizadón concreta de esos compromisos temporales es
siempre un problema de prudencia, ya que se ha de juz
gar sobre elementos convincentes que pueden enfocarse
de distinta manera. No me parece conveniente—y la
mayor parte de veces no será lícito—comprometer a la
Iglesia o a una organización eclesiál en actividades tem
porales concretas. Es necesario no perderlo de vista para
evitar inconvenientes... La Jerarquía, ordinariamente,
no intervendrá en estos asuntos, a no ser que razones
del bien común de la Iglesia le obligasen a ello. Son los
seglares los que han de tomar la inidativa y llevar la
direcdón. Si las autoridades competentes, por las razo
nes que fuere, diesen unas orientadones concretas en
este sentido o marcasen un cauce determinado a la ac
ción de los católicos en este campo, no sería lícito pre
terir tales determinadones o salirse del cauce señalado.
Menos lídto sería ocultar la intendón a la Jerarquía
para evitar su intervendón que se prevé negativa."

291
4 —Pero la doctrina del Concilio Vaticano II se
ñala que debe trabajarse para la inspiración
cristiana del orden temporal.

Efectivamente, dice el Concilio en su Decreto Apos-


tolicam actuasitatem sobre el apostolado seglar: "La
obra de la redendón de Criso, mientras tiende de por
sí a salvar a los hombres, se propone la restauración
incluso de todo el orden temporal. Por tanto, la misión
de la Iglesia no es sólo anunciar el mensaje de Cristo y
su gracia a los hombres, sino también el impregnar y
perfeccionar todo el orden temporal con el espíritu evan
gélico. Por consiguiente, los seglares, siguiendo esta mi
sión, ejercitan su apostolado tanto en el mundo como en
la Iglesia, lo mismo en el orden espiritual que en el tem
poral; órdenes que, por más que sean distintos, se com
penetran de tal forma en el único designio de Dios, que
el mismo Dios busca reasumir, en Cristo, todo el mundo
en la nueva criatura, incoativamente en la tierra, ple
namente en el último día. El seglar, que es a un tiempo
fiel y ciudadano, debe comportarse siempre en ambos
órdenes con una condenda cristiana." (N. 5.)
Semejantes a ésta hay otras muchas manifestaciones
en el Decreto de un Apostolado Seglar, que bien pudié
ramos decir que, desde el principio hasta el fin, está
penetrado de la preocupación de que la Iglesia y su
apostolado deben llegar a todo el hombre y salvar toda
vida, aun en su dimensión temporal. Hemos recogido
todos los pasajes en que el Decreto habla de la acción
temporal. Y examinados atentamente, creemos poder
asegurar con certeza que su doctrina es la siguiente:
1) El conjunto de realidades del orden natural y tem
porales en sí bueno, como cosas creadas por Dios, quien
"vidit cuneta quae fecerat et erant valde bona" (Gen. 1,
31). Tiene, pues, un valor propio prescindiendo de su
unión con el orden sobrenatural y lo conserva aun infor
mado por él.

2) A la Iglesia no le está encomendado directamente


el orden natural.
Sin embargo, la redención viene a salvar el hombre
entero, tal como es, incluso lo temporal, tanto en el in
dividuo como en la sociedad.

292
En consecuencia, la acción de la Iglesia no tiende al
desarrollo y perfeccionamiento de las realidadesc tempo
rales en cuanto tales: por ejemplo, más producción, ma
yor cultura, tales o cuales formas políticas, etc.
Pero sí tiende a que en el orden de las realidades tem
porales SE OBSERVEN LOS PRINCIPIOS MORALES,
TANTO NATURALES COMO SOBRENATURALES: la
justicia, la veracidad, la lealtad, la delicadeza, la caridad,
el derecho a la suficiencia de medios de vida, etc. TODO
ESO HAY QUE LLENARLO DE ESPÍRITU CRISTIA
NO. Y, ADEMAS, BUSCAR PARA ESE ORDEN MOTI
VACIONES MAS ALTAS Y ASPIRACIONES ESTRIC
TAMENTE RELIGIOSAS.
Quiere, pues, la Iglesia, que el apostolado seglar jun
to a un apostolado de cooperación con ella en la difusión
del mensaje y vida cristiana, desarrolle el apostolado de
informar de espíritu cristiano las estructuras tempo
rales.

3) EL FIN DE ESTE APOSTOLADO DE LO TEM


PORAL no es, según el Concilio, perfeccionarlo en su
propio orden. En los muchos pasajes del Documento en
que se habla de este apostolado, invariablemente se dice
que consiste EN PENETRAR TODA LA VIDA Y TO
DOS LOS ASUNTOS TEMPORALES DE ESPÍRITU
CRISTIANO. "Que busque en todas partes y en todo la
justida del reino de Dios" (N. 7).

4) DE LOS MEDIOS CONCRETOS DE REALIZAR


ESA INSPIRACIÓN CRISTIANA DEL ORDEN TEM
PORAL, el Concilio dice que son: la unión con Cristo y
la Iglesia; los auxilios espirituales comunes a todos los
fieles, sobre todo la participación en la liturgia; la vida
de fe, esperanza y caridad; el activar los dones del Espí
ritu Santo; las virtudes humanas; la pericia profesio
nal; supuestos los principios morales que da la Iglesia,
los seglares, conducidos por la luz del Evangelio y de la
Iglesia, y movidos por la caridad cristiana, deben actuar
en forma concreta, cooperando unos con otros, con res
ponsabilidad propia; la acción social de los cristianos,
extendida al ámbito de todo lo temporal; el testimonio
de la vida y de la palabra; la participación en las con
diciones de vida de los que sufren; la unión con todos
los hombres de buena voluntad; el amor a la patria y

293
el fiel cumplimiento de los deberes civiles, que haga pe
sar su opinión para que el poder civil se ejerza justa
mente y las leyes respondan a los principios morales y
al bien común; el desempeño de cargos públicos. Y dice
textualmente: "Los verdaderos apóstoles, lejos de con
tentarse con esta actividad, ponen todo su empeño en
anundar a Cristo a sus prójimos, incluso de palabra"
(N. 13).

5) En vano se buscará en el Decreto conciliar, ni


como fin ni como medio del apostolado de lo temporal,
las manifestaciones callejeras, la acción política subver
siva, la rebeldía contra la autoridad, tan contraria a lo
que Cristo, San Pablo y San Pedro, y con ellos toda la
doctrina cristiana, ha enseñado siempre.
6) Queda, pues, perfectamente claro que una acción
que se denomina apostólica, sea de sacerdote o de se
glar, pero que en realidad actúe en nombre de ideales
humanos, como serían la democracia, la europeización,
etcétera, no puede de ninguna manera autorizarse con
la doctrina conciliar. No es acción apostólica, sino ac
ción política.

7) Peor todavía sería que tal acción tuviera una ins


piración no simplemente profana, sino francamente anti
rreligiosa, aunque fuera inconscientemente como es el
caso del filocomunismo, más o menos disimulado, pero
muy real. Los mismos comunistas declaran que se han
servido de la táctica de minar el alcázar desde dentro,
introduciéndose en las filas de las organizaciones cívicas
y de apostolado, tal vez en el mismo elemento clerical.

5 —¿Qué hay que pensar de las manifestaciones


sacerdotales por las calles y de los escritos socio-
políticos firmados colectivamente por eclesiás
ticos?

—Le contestaré con las mismas palabras del Arzobis


po de Barcelona, Dr. Marcelo González Martín, en su ex
hortación pastoral del 5 de mayo de 1967:.

"Hago ahora una aplicación dolorosa hacia quienes se


han dejado llevar de recta y generosa intención. Delicada
294
como es la actitud del sacerdote en el interior del templo,
lo es igualmente en la calle. Participar en manifestado-
nes públicas que, sobre estar prohibidas por la ley, ver
san sobre problemas que no son de su competencia y
además dividen los ánimos, nunca debe hacerlo. Para lo
sucesivo, sabedlo con toda claridad, repudio y prohibo
tales actuaciones. ¿Qué Igleda sería aquella en que nos
fuese dado contemplar a unos sacerdotes, manifestán
dose en la calle con éstos y a otros con aquéllos, fuera
unos y otros de su midón sagrada? No pongo en duda
el generoso impulso que a muchos mueve, pero ordeno
con humilde seguridad y firmeza a los que son minis
tros de Dios que no se muevan en la calle entre las dis
cusiones de los hombres.
Pienso y espero de vosotros, queridos sacerdotes, que
no haya ninguno que quiera desobedecer explídta y for
malmente a su obispo. No es ése el camino para la evan-
gelizadón. No, y mil veces no. Acepto mi responsabili
dad ante Dios y mi condenda y también ante los hom
bres al decir esto.
Hay más. Tengo que referirme a los escritos colectivos
que a veces se difunden, firmados por eclesiásticos. Esto,
en derto modo, es aún más grave. Constituye un abuso
de autoridad en el ejercicio de la sagrada función de en
señar y de orientar al pueblo, si no se hace en comunión
con el obispo. Reflexionad en silencio y oradón, sacerdo
tes queridos, y comprenderéis que Dios no puede guiar
vuestros pasos si los dais fuera del camino que El se
ñala. Si, además, sucede que dejáis de obedecer al obispo
para someteros a las presiones de otros, el resultado, lo
digo con dolor y en vuestra propia defensa, es aún más
triste."

6 —Así, ¿en qué consiste el apostolado según la


mente de la Iglesia?

—Esencialmente en difundir el mensaje cristiano y


en llenar de espíritu cristiano aun la vida y los negocios
temporales.
Lo demás es política: legítima a veces. Otras, ilegí
tima.
Incluso la inspiración cristiana del orden temporal,
como puede hacerse según varias concreciones prácticas,

295
todas legítimas, solamente sería apostolado el tratar de
implantar alguna de ellas contra formas incompatibles
con la moral cristiana. Pero no sería apostolado sino
política pura o sociología el tratar de que una solución
práctica cristiana prevaleciera contra otra igualmente
cristiana.

7 —¿Qué hay que decir, pues, de las actuaciones


políticas bajo pretexto de apostolado?

Ni Cristo tuvo tales actuaciones, ni para ellas dio mi


sión a su Iglesia, ni ésta las quiere ejercitar, ni confiar
las a sus sacerdotes o apóstoles seglares. Todo queda
claramente expuesto.
Y de ello se siguen consecuencias muy importantes:
Estos llamados apóstoles, al no ser enviados por Cristo
y la Iglesia, no tendrían la bendición ni la gracia de Dios
para esa misión.
Su triunfo, si lo alcanzaran, no sería el triunfo de
Dios y su causa, sino de causas humanas, demasiado hu
manas tal vez, y es de temer que a veces diabólicas.
Dichos apostolados falsearían y traicionarían la mi
sión que Cristo les dio para predicar su Evangelio, abu
sando de su carácter sacerdotal o de la asociación ecle
siástica para defender sus particulares ideales humanos.
Resultaría verdaderamente indigno y abusivo el va
lerse del prestigio del sacerdocio o de la cátedra del Es
píritu Santo para hacer propaganda de ideas políticas
propias, contra las de la autoridad constituida. Y parece
ignominioso y cobarde el atacar una política y querer
imponer la propia, pero asegurándose previamente con
las vestiduras sacerdotales de no recibir los palos corres
pondientes.

8 —En realidad no se trata de hacer política, sino


de combatir infracciones del derecho natural.
Y esto es el apostolado directamente mandado
por el Concilio.

—A ningún partido, y mucho menos a los particulares,


le es reconocido el derecho de dar patentes de catolicis
mo y tachar a otros de no católicos. Son los maestros

296
y pastores del Pueblo de Dios, el Papa y los Obispos, los
que deben juzgar si hay algo en una doctrina o práctica
política incompatible con la doctrina católica. Pero, en
todo caso, la misión de la Iglesia, de los sacerdotes y de
las asociaciones del apostolado seglar, no puede consis
tir en desencadenar acciones más o menos subversivas,
sino en la afirmación serena de la verdad, y actuaciones
que estén conformes con la caridad, la prudencia, la
mansedumbre evangélica y el carácter sagrado de la Je
rarquía. Otras fórmulas destrozan la caridad y la unidad
sacerdotal y cristiana. Cuando tanto se habla de vida co
munitaria y de atracción de los hermanos separados, se
ría una extraña labor fomentar divisiones, agriar los
ánimos, despreciar orgullosamente a los que piensan lí
citamente de otra forma.
La Comisión permanente de la Conferencia Episcopal
Española, en su declaración del 29 de junio de 1966,
ilumina claramente esta cuestión: "La Iglesia tendría
que dar su juido moral sobre las institudones político-
sociales sólo en el caso de que, por la índole misma de
su estructura o por el modo general de su actuadón, lo
exigiesen manifiestamente los derechos fundamentales
de la persona y de la familia, o la salvación de las al
mas, es decir, la neceddad de salvaguardar y promover
los bienes del orden sobrenatural. (Cfr. GS., 24, 76; AA.,
24.) No creemos que éste sea el caso de España."

9 —Y pensando en el porvenir de España, ¿no ha


dado orientaciones la Jerarquía española?

—Pues en la misma declaración encontrará la respues


ta adecuada: "Pensando en el futuro, los dos motivos de
orden moral y sobrenatural, que acabamos de citar, nos
obligarían a rechazar de antemano, bien un sistema de
arbitrariedad opresora (Cfr. GS., 75), bien un sistema
fundado en el ateísmo o en el agnosticismo religioso, en
contra de la profesión de fe de la mayoría de los espa
ñoles. Es nuestro deber amonestar a todos los fieles que
de ninguna manera, ni con ningún pretexto, contribuyan
a fortalecer las condidones que pudieran fadlitar la im
plantación de tal sistema. Les recordamos las palabras
del Condlio: 'Hay que rechazar la infausta doctrina que
pretende edificar la sociedad prescindiendo en absoluto

297
de la religión, y que ataca y destruye la libertad religiosa
de los ciudadanos'." (LG., 36.) O sea, que los católicos de
España han de eliminar de sus actuaciones políticas
toda conjunción en la forma que sea, con el comunismo
y también toda ideología laicista.

10 —Pero concédame, a lo menos, que ha faltado


la Jerarquía española al no orientar a los cató
licos ante los acontecimientos más importantes
de la vida política en España.

—Ni de la Santa Sede ni del Episcopado Español se


pueden hacer tan graves imputaciones. Sin remontarnos
a la Cum multa, de León XIII, ni a las Normas de San
Pío X, ni a los documentos pastorales de eminentes Pre
lados como el Cardenal Casañas y el Obispo Torras y
Bages en sus tiempos, del Cardenal Goma, más reciente
mente en nuestros días, una abundante documentación
nos certifica de todo lo contrario, como se nos recuerda
en la aludida Declaración: "No ha dejado el Episcopado
español de decir su palabra en momentos trascendenta
les para la comunidad política de España. Prueba son
de ello, por citar solamente los documentos de carácter
colegial, las pastorales de 20 de diciembre de 1931 y de
2 de junio de 1933, y la carta colectiva a los obispos de
todo el mundo, del 1 de julio de 1937: documentos cuyas
orientaciones quedaron confirmadas por la encíclica Di-
lectissima nobis, de Pío XI, del 3 de junio de 1933; la
Divini Redemptoris, de 19 de marzo de 1937, y el radio-
mensaje de Pío XII al pueblo español, de 16 de abril
de 1939. Y no se deben olvidar las repetidas orientacio
nes sobre cuestiones económicas y sociales: Declaracio
nes colectivas de los reverendísimos Metropolitanos so
bre 'Los deberes de justicia y caridad en las presentes
circunstancias', de 3 de junio de 1951; 'Sobre el momen
to social de España', de 15 de agosto de 1956; sobre 'Ac
titud cristiana ante los problemas morales de la estabi
lización y el desarrollo económico', de 15 de enero de
1960; sobre 'La elevación de nuestra conciencia social,
según el espíritu de la Mater et Magistra, de 13 de ju
lio de 1962; el Plan de Apostolado Social, de 29 de abril
de 1966; la Declaración pastoral sobre el Plan de Apos
tolado Social y el orden económico, dada por la Comisión

298
Episcopal de Apostolado Social en Roma, el 11 de octu
bre de 1965. En los momentos actuales la doctrina del
Concilio en su constitución pastoral Gaudium et Spes.
nos da una visión cristiana de lo que debe ser la vida
política y social, hasta donde la Iglesia puede llegar a
determinarla."
¿Conoce y ha leído tan importantes documentos? En
caso contrario se habla de esta materia sin base sufi
ciente.

11 —¿No le parece que debería imitarse el ejemplo


de Francia que no subvenciona económicamente
en ningún caso a la Iglesia, ni jamás ningún
símbolo patriótico ni personaje político como
tal se mezcla en los actos religiosos, y sobre
todo jamás se reza en público por los gober
nantes?

Es preciso que se conozca cómo suceden las cosas al


otro lado del Pirineo, donde, a pesar de existir pluralidad
religiosa y la separadón de la Iglesia y del Estado, sub
sisten bastantes relaciones, con frecuencia calladas in
tencionadamente por las revistas francesas.
A los que neciamente sostienen que el Gobierno debe
ría suspender la escasa nómina del clero de España hay
que hacerles saber que en Francia desde 1906, fecha de
la separación de la Iglesia y del Estado, las municipali
dades se ocupan de sostener íntegramente las iglesias,
casas rectorales y otros edificios de la Iglesia, cosa que
no sucede entre nosotros, donde es tan frecuente ver en
pueblecitos a párrocos viviendo en casas ruinosas e in-
confortables. Alguno dirá que en Francia esos edificios
pertenecen desde aquella fecha al Estado, que se los
apropió. Eso es cierto, pero como la corporación muni
cipal no puede disponer para ningún uso de esos edifi
cios, y, en cambio, debe conservarlos, resulta que en
esas condiciones, no creo que ninguna persona física
o moral dudase en entregar a cualquiera la propiedad
de sus bienes reservándose el usufructo.
Y es de notar que la municipalidad para el presupuesto
de conservación de edificios de la Iglesia no tiene en
cuenta el número de católicos de la locaüdad ni se des
cuentan impuestos a los que no lo son, y así podemos es-

299
tar seguros de que contribuyen también gentes ateas o
de otras confesiones religiosas al sostenimiento de la
Iglesia.
Los párrocos cobran de la municipalidad anualmente
el equivalente a unas 6.500 pesetas en concepto de guar
dianes de la Iglesia. Igualmente en Francia, el Gobierno
paga a capellanes de hospitales, prisiones y Ejércitos.
Estos últimos tienen también derecho a disfrutar de eco
nomato, que les provee a precio reducidos. En España
es sumamente raro ver la bandera nacional en las Igle
sias, mientras que al otro lado del Pirineo se ve la ban
dera francesa de continuo puesta junto al altar en cen
tenares de iglesias y algunas tan históricas como la ca
tedral de Arles. Y nadie se rasga las vestiduras por ello.
Y nada digamos de la profusión de banderas con que
se adornan las iglesias en las festividades patrióticas.
Podrían esos sacerdotes darse alguna vuelta por Notre
Dame, de París, en ciertos días y en determinadas cere
monias. En la catedral de Valence, como en la mayor
parte de las del país vecino, el día 11 de noviembre se
adornan los muros y columnas del interior del templo
con no pocas docenas de banderas tricolores del país lai
co. En ese día 11 de noviembre se colocan coronas ante
los monumentos a los muertos "Pour la France", y es
de notar que esos monumentos no están situados, como
en España, en el exterior de los edificios religiosos, sino
que lo están en el interior y frecuentemente formando
como una especie de retablo con los nombres escritos
sobre un altar con la estatua de Santa Juana de Arco. Y
eso que esos muertos dieron su vida sólo por la patria
y no por la causa de Dios que era perseguida.
A los actos laicos del 11 de noviembre van también los
párrocos franceses con las autoridades civiles. Estamos
ya hartos de ver cómo en el extranjero, mientras ellos
con tanto fervor evocan la memoria de sus muertos, tra
tan de que aquí despreciemos la memoria de quienes
aquí murieron en defensa de la causa de Dios. (Véase a
este propósito, por ejemplo, La Croix del 29 de junio
de 1965 y comprobarán las malignas intenciones de ese
periódico.)
En los actos oficiales, los obispos en Francia tienen la
misma precedencia que los prefecto. Aunque en su nom
bramiento no se formen las ternas, el Gobierno está im
plicado más de lo que a primera vista parece. En las

300
cinco diócesis francesas de la Alsacia y la Lorena, donde
aún rige el régimen concordatario, cuando vaca una dió
cesis, el Gobierno francés propone "un único candidato,
al que la Santa Sede dará la jurisdicción". (Véase el texto
del aludido Concordato.) También el Estado francés ayu
da a las colonias de vacaciones que organiza la Iglesia
para los niños o para cosas ocasionales, como lo hizo
cuando los obispos fueron a Roma al Concilio. Igualmen
te sucede con casas de sacerdotes ancianos, de una de las
cuales sé que ha obtenido, no ha mucho, 500.000 nuevos
francos.
En nuestra Patria tampoco faltan quienes se resisten
a recitar la colecta "Et Fámulos". Por lo visto ignoran
que el Concilio ha mandado orar por los gobernante
(Constitución sobre la Liturgia, C. II, núm. 53). Es de
notar que mientras en nuestra Patria se niegan a orar
públicamente por los gobernantes, en el Estado laico de
Francia el manual de la Friere Universelle, editado
por el Centro de Pastoral Litúrgica y aprobado por el
Episcopado el 5 de diciembre de 1966, tiene en sus pági
nas súplicas como la siguiente: "Pour ceux qui ont la
charge de gouverner la République, afin que Dieu les
assiste du Saint-Esprit" (P. 291) o la fórmula siguiente:
"Pour tous les citoyens de notre pays afin qu'á l'heure
des élections chacun prenne sa part de responsabilité."
También existen plegarias por los muertos "por la
Francia"; "Pour ceux qui ont donné leur vie pour no
tre patrie, afin que Dieu recompense leur sacrifice."
Pero la fórmula aún más patriótica de todas es la larga
plegaria de las "Fiestas Nacionales", que ocupa enteras
las páginas 236 y 237 del dicho manual oficial y obliga
torio en todas las iglesias para las plegarias del oferto
rio de la misa.

12 —El catolicismo español es cuantitativo. El ca


tolicismo francés es cualitativo. He ahí la ven
taja.

—Seamos objetivos y hablemos documentalmente:

En Francia: Cincuenta millones de habitantes. Cua


renta millones de católicos. Régimen de plena libertad
religiosa que da lugar, según algunos, a un catolicismo

301
cualitativo. En la actualidad: 15.000 religiosos. Varios
millones sin bautizar.

En España: Treinta millones de habitantes. Católicos


todos, casi en su plena totalidad. Régimen de sólo tole
rancia religiosa, que da lugar, según algunos, a un ca
tolicismo cuantitativo. En la actuaUdad: 39.900 religio
sos. Veinticinco mil, trabajando en España, y el resto,
catorce mil, desparramados por otras naciones de Euro
pa, Asia, África, América y Oceanía.

13 —Los Obispos han de hablar en cada momento


enjuiciando la actuación del Estado. Y cuando
el Estado se dice católico no puede permitírsele
el más mínimo defecto.

—Le contestaré con un luminoso comentario que sobre


esta materia escribió el publicista Manuel de Santa Cruz.

"PRIMERA CONTRADICCIÓN. — Exigir al Estado


una perfecdón cristiana absoluta, 'cuando se predica'
que éste debe configurar sus reladones con la Igleda se
gún el modelo llamado de 'hipótesis'. Cualquiera que tu
viera notida vaga y confusa de lo sucedido creería que
se trataba de un grupo 'integrista' que, en su entusiasmo
por perfeccionar la actuadón del Estado dentro de la si
tuación de 'tesis', se alborotaba para dar sentido católico
a unos asuntillos administrativos, accidentales y locales,
que ni siquiera estaba claro que aparederan en él. Pues,
no. No se trata de partidarios de la 'tesis', sino de entu
siastas de la 'hipótesis'. Los que hacen melindres y re
milgos son los partidarios de la libertad de cultos, de la
ausencia de subvenciones a la Iglesia, de la libertad de
la prensa para propagar herejías e inmoralidades. Cu
riosa—y sospechosa—elección de ideales.

SEGUNDA CONTRADICCIÓN. — Pretender de pron


to que la Jerarquía enjuicie al Estado en cuestiones de
detalle, y haberse pasado años y años centrando sus
fuegos y ensañando sus criticas contra supuestas inje-
rendas políticos de la misma. Les repugna ver a las au-

302
toridades eclesiásticas departiendo con las civiles y mi
litares con ocasión de actos constructivos, en los que se
establece una colaboradón para el mejor gobierno de la
sodedad. Pero, luego, piden de manera escandalosa que
la Jerarquía intervenga en cuestiones de la otra esfera.
Esto hace sospechar que sus hechos y dichos a favor de
una absoluta asepsia en política de la Iglesia no tienen
un fundamento doctrinal que les haga inmutables. Lo
cual ha estado disimulado largo tiempo con la aparien-
da de universalidad, debida solamente a la perduradón
de unas mismas drcunstandas.

TERCERA CONTRADICCIÓN. — Decirse católicos,


que es tanto como comprometerse a servir a la Iglesia,
y tratar de servirse de ella. Hasta ahora, los católicos
que en nuestra Patria se habían metido en política, lo
habían hecho por su cueta y riesgo, y cuando las cosas
salían mal, tenían entereza para aguantarse dn involu
crar a la Jerarquía. 'Y eso que se trataba de soportar
consecuencias de la defensa directa de la Religión.' No
como en el caso que nos ocupa, en que el 'primum mo-
vens', no ha sido en absoluto religioso.
'Servimos a Dios de balde, y a España por Dios', ha
sido lema arraigado en los católicos 'chapados a la an
tigua' en sus luchas contra regímenes adversos. Tanto
ha sido así que 'en los dentó treinta años que llevan de
persecudones, multas y destierros, no han redbido ayu
das de la Jerarquía, ni las han buscado, ni las buscarán'.
Tanto es así, otra vez, que cuando la Santa Sede recono
ció al Glorioso Movimiento Nadonal, y los Obispos su
pervivientes publicaron su famosa Declaradón Colectiva
calificando el Alzamiento de Cruzada, habían pasado ya
varios meses de persecudón generalizada y sangrienta.
Y nadie dijo nada, porque todos querían servir a la
Iglesia y no servirse de ella. ¿A qué vienen entonces
las prisas de estos señores que, por asuntos de sólo muy
dudosa e indirecta relación con la Religión, y no preci
samente para su defensa ni propagación; por asuntos
que no alcanzan a ser niñerías en comparación con las
precedentes de la Cruzada y otros, quieren sacar a la
Jerarquía de su sapientísima prudenda?"

303
14 —¿Qué tiene que hacer un fiel si oye predica
ciones ajenas a la enseñanza del Catecismo y
del Evangelio?

—Al darse este caso, la prudencia y la fortaleza han


de aconsejar reacciones concretas. Normalmente el cris
tiano ha de tener presente esta norma que señala Dom
Guéranguer en su Année liturgique (Volume de Sep-
tuagésime. Féte de St. Cyrille d'Alexandrie):

"Normalmente, sin ninguna duda la doctrina nos vie


ne de los Obispos, y el pueblo fiel, con respecto a la fe,
no ha de juzgar a sus superiores. Pero hay en el tesoro
de la revelación puntos esenciales de los que todo cris
tiano, por el hecho mismo de su condición de cristiano,
tiene el conocimiento y capacidad necesaria. El principio
no cambia, tanto si se trata de materias de fe o de con
ducta, de moral o de dogma. Puede suceder que los pas
tores guarden silencio por una causa u otra, en ciertas
circunstancias en que la misma religión está comprome
tida. Los verdaderos fieles son los hombres que pueden
deducir, en virtud de su bautismo, en estas circunstan
cias la inspiración de una línea de conducta y no los
pusilánimes que bajo el pretexto de sumisión a los po
deres establecidos están esperando para cortar el paso
al enemigo y oponerse a sus propósitos un programa que
no es necesario y que no hay obligación de darle."

304
XXI — EN EL INTERIOR DE LA IGLESIA

1 —A veces, en algunas publicaciones, he leído


que en el interior de la Iglesia hay organizacio
nes que luchan para destruir la Iglesia desde
dentro. Siempre he creído que se trata de fan
tasías y cosas que nadie puede comprobar.

—No crea que sean una ligereza tales afirmaciones.


Ya Pío IX en la Encíclica Qui Pluribus hablaba de esas
espantosas confabulaciones:

"Tal es la conspiradón baja contra el sagrado ce


libato clerical, que, ¡oh dolor!, es apoyada por algunas
personas eclesiásticas, que, olvidadas miserablemente de
su sagrada dignidad, permiten ser vendaos y reducidos
por los halagos de la sensualidad; tal es la enseñanza
perversa, sobre todo en materias filosóficas, que a la
incauta juventud engaña y corrompe miserablemente...,
tal es la nefanda doctrina del comunismo..., misera
bles son las insidias tenebrosas de aquellos que, 'en
piel de ovejas dendo lobos rapaces', insinuándose frau
dulentamente con espede de piedad sincera, de virtud
y disdplina, penetran humildemente, captan con blan
dura, atan delicadamente, matan a ocultas, apartan de
toda religión a los hombres y destrozan las ovejas del
Señor."

305

LO QUE NO HA DICHO EL CONCILIO.—20


2 —De Pío IX a los tiempos actuales ha llovido
mucho. Seguramente ningún otro Papa ha ha
blado de este tema.

—Desgraciadamente no tiene razón. San Pío X dedicó


una solemne Encíclica—la Pascendi—a hablar de ese
tema y posteriormente le dedicó varias de sus alocu
ciones de tono realmente grave. Lea usted mismo para
hacerse cargo de las afirmaciones del Papa Santo:
"Se ocultan y esto es precisamente objeto de grandí
sima ansiedad, y angustia, en el seno mismo y dentro
del corazón de la Igleda. Enemigos, a la verdad, tanto
más perjudidales cuanto lo son menos declarados. Ha
blamos de un gran número de católicos seglares y lo que
es aún más deplorable, hasta de sacerdotes, los cuales,
con pretexto de amor a la Iglesia, faltos en absoluto
de conocimientos serios en filosofía y teología, e impreg
nados, por el contrario, hasta la medula de los huesos
de venenosos errores bebidos en los escritos de los ad
versarios del catolicismo se jactan, a despecho de todo
sentimiento de modestia, de restauradores de la Iglesia,
y en apretado haz asaltan con audacia todo cuanto hay
de más sagrado en la Iglesia... Son seguramente ene
migos de la Iglesia y no se apartará de lo verdadero
quien dijera que ésta no los ha tenido peores."

Todavía más explícitamente en 1 de septiembre de


1910—tres años después de la condenación del moder
nismo—el mismo San Pío X decía:

"Una raza muy perniciosa de hombres, los moder


nistas, aun después que la endclica Pascendi les ha
quitado la máscara con que se disimulaban, no han
abandonado sus dedgnios de turbar la paz de la Igle
sia. Ellos, efectivamente, no han cesado de inquietar
y de agrupar en una asociadón secreta a nuevos adeptos
y de inocular en ellos, en las venas de la sodedad cris
tiana, el veneno de sus opiniones."
A pesar de las graves prescripciones dictadas por San
Pío X, la asociación secreta "ha crecido de día en día",
según el propio Papa. Y a los nuevos Cardenales, en su
última alocución, en 27 de mayo de 1914, San Pío X
exclamaba:

306
"Estamos, por desgracia, en un tiempo en el que
se acogen y adoptan con gran facilidad dertas ideas de
condliadón de la fe con el espíritu moderno, ideas que
llevan a mucho más lejos de lo que se cree, no sólo
en la debilitación, sino a la pérdida total de la fe... Ya
no es cosa inaudita encontrar personas que expresan
dudas e incertidumbres sobre las verdades, y asimismo
afirmar obstinadamente errores manifiestos, den veces
condenados, y que a pesar de ello no se persuaden de
que están apartados de la Iglesia aunque algunas veces
han seguido algunas prácticas religiosas. ¡Cuántos na
vegantes, cuántos pilotos, y, lo que a Dios ofende, cuán
tos capitanes prestan confianza a novedades profanas y
a la denda mentirosa del tiempo!... Entre tantos peli
gros, en todo momento, no ha faltado mi voz para llamar
a los equivocados, para señalar los peligros y para trazar
a los católicos el camino que se ha de seguir. Pero mi
palabra no ha sido ni bien entendida ni bien interpre
tada, a pesar de lo clara y precisa que ha sido."

3 —No puedo creer que las sectas masónicas ten


gan como programa corromper a los miembros
de la Iglesia.

Esta opinión no está ajustada a la información que


existe sobre esa materia. Convendría que estudiara el li
bro Les infiltrations maconniques dans l'Eglise, de
Emmanuel Babier, con censura eclesiástica y aprobación
y elogios de numerosos obispos de Francia, publicada en
1910. Fíjese únicamente en una de estas instrucciones
secretas de la masonería: "Dejar de lado a la vejez y a
la edad madura. Id a la juventud y, si es posible, hasta
la infancia... Es hacia la juventud que es necesario ir,
es a ella a la que nosotros debemos arrastrar, sin que lo
sospeche, bajo la bandera de las sociedades secretas.
Para avanzar a pasos contados en esta vía peligrosa, pero
segura, dos cosas son necesarias de toda necesidad. Vos
otros debéis tener un aire de sendllos, como las palomas,
pero seréis prudentes como la serpiente... No tengáis
jamás ante la juventud una palabra de impiedad o de
impureza: 'Máxima debetur puero reverentia'... Una vez
establecida vuestra reputación en los Colegios, en los
Institutos, en las Universidades y en los Seminarios, una

307
vez que vosotros hayáis captado la confianza de los pro
fesores y estudiantes, haced que aquellos que entren en
la milicia clerical sientan él deseo de buscar vuestra
conversación... Esta reputación dará acceso a nuestras
doctrinas al joven Clero, así como en el fondo de los
conventos. Dentro de unos años, este joven Clero, por
la fuerza de las drcunstandas, habrá invadido todas las
fundones: él gobernará, él administrará, él juzgará, él
formará el consejo del Soberano..." "Que el Clero mar
che bajo vuestro estandarte, creyendo siempre marchar
bajo la bandera de las llaves apostólicas. Tended vues
tras redes como Simón-Barjona; y tendedlas en el fon
do de las sacristías, de los Seminarios y de los conven
tos, mejor que en el fondo del mar. Y d vosotros no pre-
dpitáis nada, os prometemos una pesca más milagrosa
que la suya... Vosotros pescaréis una Revoludón en Tia
ra y capa, marchando tras la Cruz y la bandera, una
Revolución que sólo necedtará ser muy aguijoneada
para prender fuego a los cuatro costados del mundo."

4 —¿Pío XII habló de este tema?


Ciertamente, y en una alocución importantísima al
Sacro Colegio de Cardenales en 2 de junio de 1948:

"Esta acción salvadora debe extenderse también a


aquellos no pocos desviados que estando—a lo menos
en cuanto ellos creen—unidos a nuestros devotos hijos
en el terreno de la fe, se separan de ellos para seguir
movimientos que tienden, efectivamente, a secularizar
y descristianizar toda la vida, privada y pública. Aun
cuando les sirviese el divino 'Padre: perdónales, porque
no saben lo que hacen' (Luc. 23-34), eso no cambiaría
para nada objetivamente lo pernidoso de su conducta.
'Ellos se forman una doble condenda en cuanto que
mientras pretenden seguir siendo miembros de la comu
nidad cristiana militan en las filas de los que niegan a
Dios. Ahora, precisamente, esa duplicidad o ese desdo
blamiento amenaza con hacerse de ellos, presto o tarde,
un neoplasma pernicioso en el seno de la cristiandad'."

308
5 -—Pero esto será en países extranjeros. En Espa
ña seguramente que no hay síntomas de estas
actitudes alarmantes.

—Solamente le contestaré con tres documentos.


El Sr. Obispo de Bilbao, Dr. Gúrpide, en su exhorta
ción pastoral del 24 de septiembre de 1960, decía:
"Desde los comienzos de nuestro pontificado en esta
diócesis de Bilbao que la Santa Sede tuvo a bien enco
mendamos para su gobierno hemos tenido que sufrir,
con pudenda y con dolor, una campaña innoble e in
justa contra nuestra persona y contra nuestra labor
pastoral por parte de una prensa que se titula católica
que vive en el extranjero al amparo de libertades mal
entendidas, sin que se hayan guardado en ella los más
elementales prindpios del respeto y de la consideración
que se debe a un Prelado de la Iglesia.
Una red bien tramada de enlaces pone en conoci
miento de aquellas publicadones, y de una manera ten
denciosa, informaciones aun de asuntos que solamente
se han tratado entre sacerdotes de una manera oficial,
quebrantándose las normas del secreto más elemental.
Al Obispo le juzgará Dios, y en la tierra no tiene más
superior que el Papa, Vicario de Cristo. Pero la Jerar
quía de la Iglesia merece otro trato de parte de los ca
tólicos y de la prensa llamada católica. No es lícito en
juiciar con tanta osadía las actuaciones y poner en la
picota el nombre y la buena fama de los Prelados en
general, y particularmente, de los que gobiernan las
provincias vascongadas. Nada se beneficia con ello la
Iglesia de Jesucristo, por el contrario, es una baza más
que gana el enemigo.
No podemos comprender la postura católica de esta
prensa ni la de los que la dirigen e informan, ni de los
que la leen. Es una cooperadón manifiesta a una cam
paña de desprestigio de la Iglesia y de sus Pastores. Ni
se pretenda buscar razones justificativas, porque hay
cosas, y ésta es una de ellas, que no admiten justifica
ción alguna. El escándalo que de ello se sigue para las
almas es enorme; los daños espirituales, incalculables.
No son los seglares ni tampoco los sacerdotes los
llamados a alecdonar a sus Obispos. No son ellos maes
tros, sino discípulos, en el pensamiento de Jesucristo,
309
fundador de la Iglesia. A unos y otros toca escuchar
y redbir las enseñanzas y doctrinas de sus Pastores los
Obispos, en comunión con Roma.
Los sacerdotes serán maestros por la participación
que el Obispo les concede en su magisterio, pero siem
pre a sus órdenes y en unión con él; nunca con absoluta
independencia, ni al margen de sus normas y orienta
ciones. Hoy corremos un grave peligro de desviadón en
el campo católico, por ese afán de novedades y pro
gresos mal entendidos, que conducen fatalmente a una
rebeldía más o menos abierta, a una autosufidencia e
hipercrítica que suele terminar en una independenda de
criterios y de acdón, con escándalo de las almas y des
prestigio de la Iglesia.
Se ha llegado a creer y aun afirmar, con atrevimien
to reprobable, que los Obispos no están a la altura de
los tiempos, ni caminan al ritmo acelerado de los acon
tecimientos actuales. Es una grave ofensa que se les
infiere y una nota de petulante soberbia, que favorece
poco a los que ad se expresan...
Cuando la virtud de la humildad se arrincona como
virtud impropia de los tiempos presentes, infatuados
por las conquistas de la denda y de la técnica, y levan
tan la cabeza la soberbia y el orgullo, dgno de nuestra
época, se explican las aberradones a que hemos llegado
y el retroceso espiritual que todo ello supone forzosa
mente."

El actual Sr. Arzobispo de Oviedo, Dr. D. Vicente


Enrique Tarancón, en su pastoral Sucesores de los
Apóstoles claramente diagnostica otro síntoma gravísi
mo. Dice así:

"Yo creo que se puede juzgar casi infaliblemente del


clima espiritual del clero de una diócesis por la postura
que éste mantiene respecto a las orientadones ponti
ficias y episcopales y por la docilidad en practicarlas.
No puedo creer en la sinceridad de unos sacerdotes que
dicen que aspiran a la perfección mientras aceptan con
reservas las enseñanzas pontificias y no ponen interés
en aprovecharse de los medios de santificación que en
la diócesis les preparan. Y si esta postura es colectiva
se podrá asegurar que es muy bajo el nivel espiritual
del clero, aunque existan algunos sacerdotes verdadera-
310
mente santos y aunque se multipliquen—particularmen
te en el clero joven—los llamados 'grupos de espiri
tualidad...'. Las inidativas de los presbíteros no serán
auténticas ni, por tanto, fructíferas, si no tienen la
aprobadón y hasta él impulso del prelado... Es una
tentadón de soberbia, más común de lo que podría
parecer, pensar que los sacerdotes deben obrar por su
cuenta para 'suplir al Obispo', porque éste no se inte
resa por los problemas de la diócesis o no es apto para
resolverlos, o no tiene el suficiente celo para afrontarlos
deddidamente. Es una tentación de soberbia más fre
cuente de lo que podría parecer, despredar los planes
diocesanos de apostolado para imponer los propios cri
terios o para copiar los que se realizan en otras dióce
sis. Y es un subterfugio dedr, para justificarse, que los
sacerdotes se deben a la diócesis y no al prelado y que
pueden y aun deben presdndir de éste cuando el bien
de aquélla lo reclama. Porque esto es o querer erigirse
en jueces de los que han sido puestos por el Espíritu
Santo para regir la Iglesia de Dios, o convertir a los
particulares en intérpretes del bien común de la dióce
sis. Ad han empezado no pocas desviadones y algunas
herejías. Es inconcebible la iglesia particular sin el obis
po... Por esto no puede concebirse el diocesanismo in
dependiente del Obispo. Pueden estar seguros los sacer
dotes que estas posturas nunca serán bendeddas por
Dios. Se harán un daño a ellos mismos y lo harán y no
pequeño a la diócesis, aunque algunos crean proceder
con rectitud de intendón."

Recientemente la Oficina de Prensa de la Iglesia fa


cilitó la siguiente nota, que transcribimos de Ya de
1 de septiembre de 1966: "Se reciben de toda España
numerosas y apremiantes peticiones de información so
bre una supuesta reunión de catequesis de seglares y
sacerdotes, que se dice va a tener lugar en una casa
religiosa de la calle de Arturo Soria, de Madrid, el pró
ximo día 15 de septiembre.
Hechas las averiguadones pertinentes, y después de
consultar especialmente al Arzobispo de Madrid, al Se
cretariado Nadonal de Catequesis y al Departamento
de Catequética del Instituto de Pastoral, esta oficina
puede comunicar que la reunión, que se ampara bajo el
nombre de catequesis, es promovida secretamente por

311
desconocidos y no tiene la finalidad autorizada por nin
guna persona u organismo competente de la Iglesia.
Las personas que de alguna manera se encuentren
implicadas en dicha reunión o en la documentación re-
ladonada con la misma, y sientan necesidad de más
orientadones podrán acudir al Prelado de su propia
Diócesis."
Estos tres documentos—entre otros muchos que po
dríamos citar—son harto elocuentes.

6 —He leído en la prensa que existe en Polonia


el llamado «Movimiento Pax», como de una or
ganización al servicio del estado comunista.
¿Qué es el «Movimiento Pax»?

—Fundado en 1945 por el Conde Piasecki, Pax pre


tende ser un movimiento ideológico, político y social,
situado a la vanguardia de la coexistencia entre el cato
licismo y el comunismo. Dotado de potentes órganos de
prensa y editoriales se presenta como un movimiento
cristiano, que profesa la opción de una política de iz
quierdas. En realidad, Pax es un órgano del aparato
policíaco del estado comunista polaco. Es un instrumen
to de la Oficina de Cultos, organismo encargado de los
asuntos religiosos. Aprovecha así subvenciones, exen
ciones de impuestos y monopolios en el sector de la
prensa. Tiene medios para operar en Polonia y en el
extranjero.

7 —¿Es verdad que hubo un conflicto con un li


bro francés porque hablaba de las actividades
de Pax?

—Exactamente. En 1962 se presentaba al Arzobispado


de París pidiendo licencia eclesiástica un libro de Pierre
Lenert, que dedicaba un capítulo a las actividades de
Pax en Francia. En su pág. 75 se puede leer lo siguien
te : "Condenado a muerte por el N. K. V. D. hacia el fin
de la guerra, el señor Piasecki fue liberado bruscamente.
Pero ¿cuál fue el precio de esto? No sólo tuvo el bien
de la vida, sino los medios materiales y el favor con las
personas de arriba que le permitían fundar el Movi
miento Pax. Durante más de diez años, aquél grupo

312
ejecuta escrupulosamente un plan preciso CUYO OB
JETO ES LA INFILTRACIÓN EN LOS PUESTOS
INFLUYENTES Y FINALMENTE LA SERVIDUMBRE
DE LA IGLESIA." El censor eclesiástico hizo saber al
autor "que no podían rehusarle el Imprimatur, sin em
bargo, esperaba que tuviera el valor (sic) de suprimir
el capítulo acerca de Pax". ¿Por qué precisamente aquel
capítulo? Porque Pax funciona en Francia y teme ser
desenmascarado. El libro de Pierre Lenert se había
formado con artículos publicados en La Croix. El
P. Wenger, Director de La Croix, sufrió una serie de
ataques. "Eran en mayoría amigos de Pax, del medio de
las Informaciones Católicas Internadonales", según el
documento de la Santa Sede que denuncia a Pax y sus
amigos. Al mismo tiempo que se publica ese libro, José
De Broucker publicó La Iglesia en el Este: Polonia.
Broucker es uno de los redactores principales de In
formaciones Católicas Internacionales. En este libro
Broucker afirma que "Pax es una escuela de pensa
miento y de acción católica fuertemente impregnada de
una doctrina". Que gracias a Pax "el catolicismo puede
subsistir dignamente en Polonia" y que "el esfuerzo de
pensamiento coherente y consecuente que Pax desarro
lla desde hace quince años constituye la tentativa más
atrevida y más peligrosa para obtener desde el interior
y por la acción política una disociación del ateísmo y del
sodalismo". Que Pax manipula y se infiltra en otras
naciones consta también en el discurso de Piasecki,
pronunciado en el XV Aniversario de Pax. Dicho discur
so se reseña en el libro de José de Broucker, excepto en
un párrafo esencial que no publica, y que "La Croix"
del 14 de abril de 1961 reprodujo: Esto fue lo que de
claró Piasecki: "Nuestro movimiento tiene verdadera
mente el deber de ayudar tanto teórica como práctica
mente a los movimientos sociales progresistas, particu
larmente a los movimientos cristianos en Europa Occi
dental y en el mundo."

El documento de la Santa Sede descubre los extraor


dinarios recursos financieros para sus agitaciones y
propagandas con que trabaja Pax y sus agentes. He ahí
las palabras del autorizado documento: "Con motivo
del Condlio, el señor Piasecki ha sido encargado de una
misión nueva. Cien millones de lotys como crédito anual

313
—en lugar de cincuenta (equivalente más o menos a
mil millones y medio de pesetas)—. Cien distritos como
campo de acdón en lugar de treinta: tal es el predo,
con pago anticipado, que recibe la partidpadón activa
del señor Piasecki en explotación del Condlio en prove
cho del campo sodalista."

8 —Pero, en definitiva, ¿qué ha dicho la Santa


Sede sobre Pax?

—He aquí el texto de la carta enviada a todo el Epis


copado francés y Superiores de las Congregaciones reli
giosas residentes en Francia: "El Cardenal Secretario
de Estado me encarga comunicar al Episcopado y a los
Superiores Mayores de Religiosos residentes en Fran
cia la nota adjunta sobre la actividad del 'Movimiento
Pax'. Al respecto el Cardenal Wyszynski, autor del in
forme, ha resumido así su pensamiento: 1. Pax no es
una organización con fines culturales, sino tan sólo un
medio de propaganda disfrazado para denigrar la acti
vidad de la Iglesia en Polonia mediante la difusión de
informadones falsas. 2. Ese movimiento redbe órdenes
y directrices del partido comunista, de la Polida Secreta
y de la Ofidna para los asuntos del culto. 3. En recom
pensa de su sumidón, Pax se benefida de dertas fad-
lidades y apoyos para sus publicadones y empresas co
merciales." Acompaña esta nota de la Secretaría de Es
tado de Pablo VI con el acusador y objetivo informe
que termina con estas palabras tan significativas: "No
son los comunistas quienes nos causan miedo—ha di
cho el Obispo polaco—, lo que nos llena de angustia son
los falsos hermanos."

9 —¿El Papa actual ha mostrado preocupación


sobre ciertas actitudes sospechosas en el campo
católico?

—Ciertamente. Ya siendo Arzobispo de Milán varias


veces habló en términos clarísimos. Así, por ejemplo,
en 1956 hablando sobre apostolado cristiano decía en
Venecia:

314
"En lugar de afirmar sus propias ideas ante los de
más, el apóstol asimila más fácilmente las ideas de los
demás. No convierte, sino que se deja convertir. Tene
mos ahí un fenómeno que es el inverso del apostolado.
No conquistan, sino que se rinden. La rendición se dis
fraza con un lenguaje apropiado.
Los viejos amigos que se han quedado en el buen ca
mino han sido definidos como reaccionarios y traidores.
Sólo son considerados como buenos católicos los que se
muestran capaces de todas las indulgencias y de todos
los compromisos.
Estos mismos apóstoles que se dejan convertir en
lugar de convertir acusan fádlmente a la Iglesia de ine-
ficada. No se dan cuenta de que las debilidades impu
tadas a la Iglesia son precisamente las debilidades de
sus hijos, que no creen ya en su sabiduría ni en su au
toridad, que ya no la apredan, ni la defienden. Los
compromisos de que acusan a la Iglesia son sus propios
compromisos. Son los primeros en consentir en compro
misos.
Y ¿con quién? Con los adversarios de la Iglesia, a
quienes admiran por los elementos que tomaron, que
'robaron' del cristianismo, de su patrimonio, que ya
no existiría hoy si la Iglesia no lo hubiese guardado
intacto durante veinte siglos. Nuestros adversarios se
prevalecen de lo que la Iglesia ha salvado, de lo que
enseña y defiende: las ideas de fraternidad, de ayuda,
de amor, de paz, que son todas ideas cristianas.
Sigamos nuestras ideas que son las verdaderas, las
eternas. Si les falta dinamismo, es porque faltan los
hombres capaces de desarrollar la gran virtualidad que
contienen."

Posteriormente en el segundo Congreso de Apostola


do seglar celebrado en Roma en octubre de 1957, afir
maba:

"Velaremos a fin de que nuestra actitud de amor y de


respeto hacia los que no son católicos no degenere en
indiferenda, en eclecticismo, en simpatía, en defección.
Y esto—estos defectos—pueden sobrevenir a aquellos
que adoptan las costumbres del mundo para estar más
cerca de él, que llevan la tolerancia con los disidentes
hasta justificar su posición, que dialogan con los que

315
están lejos y ofenden a los que les rodean, que cambian
él traje de sacerdote por la blusa del obrero, que hablan
de abertura para salir de casa y no para invitar a entrar
en ella a los que están de ella alejados. Nosotros, digo,
velaremos."

Siendo Papa, en la Ecclesiam suam nos repite que


el fenómeno modernista—recuérdese la Pascendi y los
discursos de San Pío X—"todavía aflora en diversas ten
tativas de expresiones heterogéneas extrañas a la au
téntica realidad de la religión católica". Después en in
contables alocuciones ha hecho afirmaciones gravísimas.
Junto al fenómeno de los que sienten alegría de ser ca
tólicos, también "el de los hijos de la Iglesia, que podría
mos decir que están cansados de ser católicos y que
aprovechan este período de revisión y de ajuste de la
vida práctica de la Iglesia para poner todo en discusión,
para instaurar una crítica sistemática y destructiva de
la disdplina eclesiástica, para buscar una vida más fá
cil para el cristianismo; un cristianismo desprovisto de
la experiencia y del desarrollo de su tradidón; un cris
tianismo conformista con el espíritu de las opiniones
de los demás y con las costumbres del mundo; un cris
tianismo ni comprometedor, ni dogmático, ni 'clerical',
como dicen. ¿Puede lógicamente derivarse del Concilio
semejante cansancio de ser católicos?" Así hablaba en
27 de julio de 1966.

10 —¿Pero realmente puede ser posible esta infil


tración comunista dentro de la Iglesia?

—Estudie a fondo la Divini Redemptoris, de Pío XI.


Además hay una serie de documentos comunistas que lo
exhiben como táctica y triunfos conseguidos. Diversos
Prelados han denunciado el fenómeno. Monseñor Carlos
Lemaire, Superior General de las Misiones Extranjeras
de París, ha dicho: "La herejía moderna del comunismo
quiere infiltrarse en las almas católicas. Lo que es aún
más grave es que sus víctimas se hacen dentro de la
misma Iglesia, cómplices del adversario. Una parte de
la Prensa católica está visiblemente emponzoñada por
este veneno." También el Cardenal Saliége decía en un
retiro a los sacerdotes en 1953 estas palabras: "Todo

316
ocurre como si hubiese una acdón orquestada por una
cierta Prensa más o menos periódica, por ciertas re
uniones más o menos secretas, que tienden a preparar,
en el seno del catolicismo, un movimiento de acogida al
comunismo. Existen los jefes instigadores que conocen
su objetivo y los seguidores que son inconscientes y
que se limitan a marchar."

11 —¿Se conocen más detalles de estas consignas


e infiltraciones?

—Le puedo recordar que Mons. Fulton Sheen, Obispo


de Rochester, EE. UU., en un discurso pronunciado en
Roma, ya en 1936, explicaba las consignas secretas para
infiltrarse en los puestos de mando de la opinión pú
blica. Estas son sus palabras: "Esto era igualmente el
comienzo de la implantación de las fuerzas comunistas
en el seno de las comunidades religiosas para destruir
las desde el interior. Fue lanzada una llamada a volun
tarios para entrar en las órdenes y realizar estudios en
los seminarios, al precio de grandes sacrificios." El
mismo Mons. Fulton Sheen declaró que un agente re
volucionario había intentado instalarse en su propia ofi
cina.

12 —En general, ¿cuáles son los síntomas de esta


infiltración en los medios católicos?

—Esta misma pregunta contestaba un ilustre perio


dista francés, Paul Morin, en la gran revista L'homme
nouveau, contestando con estas observaciones: "El re
lato de las persecudones soviéticas, de su lejana prepa-
radón, del encadenamiento de los hechos, debe servir
de lecdón a los católicos de Frauda. El partido comu
nista sabe que la Igleda Romana no se dejará domesti
car. Su carácter universal y la intransigenda de su doc
trina hacen de ella un adversario irreductible del mate
rialismo ateo. Por ello el partido staliniano ha jurado
hacerla desaparecer. ¿Cómo se prepara este proyecto en
Frauda? Es fádl dedudrlo por analogía con lo que pasa
en los países de experimentación. Se trata de preparar
por todos los medios una eventual separación de Roma.

317
Selección de algunos miembros del clero discreta y clan
destinamente inscritos al partido, y preparados en el
papel de conductores en la hipótesis de una república
popular. Disodadón de las tendencias complementarias
que mantienen tradicionálmente en Frauda un equili
brio vivo. Esta disodadón ha alcanzado tal importando
que no se ve ya apenas, en dertos casos la posibilidad
de una acdón común y fraternal entre los representantes
de estas diferentes corrientes. Es fácil darse cuenta de
a quién drven estos antagonismos—denigradón siste
mática de las formas tradicionales de la piedad y de la
vida católica—. 'Mea-culpismo' o manía de auto-acusa-
don con respecto de la Iglesia católica. Conjuración del
silendo con respecto de cuanto procede de Roma, sobre
todo en cuanto a los documentos que mantienen los va
lores tradidonales. Desafecdón con referencia al dogma
y, sobre todo, de la teología clásica. Reducción del cris
tianismo a la 'caridad', palabra que cubre todos los aban
donos, todos los compromisos y adormece en los cris
tianos el instinto de defensa. Liberalismo con respecto
a las doctrinas condenadas por las endclicas de los Pa
pas. Mística de la adaptadón realista que parece pre
parar eventualmente el acuerdo de la Iglesia con for
mas políticas juzgadas inconciliables con la fe por los
llamados retrógrados. Mística de 'lo social ante todo'."

13 —¿Hay alguna experiencia de que los comunis


tas hayan logrado algún triunfo infiltrándose
entre los medios católicos y valiéndose incluso
de sacerdotes?

—Podríamos ilustrar abundantemente esta respuesta.


Nos limitaremos a recordar el lamentable caso de Cuba,
evidente muestra del "funesto engaño", y de "no nos lo
pensábamos". Así lo confiesa la Pastoral de Monseñor
Pérez Serantes, Arzobispo de Santiago de Cuba, en 24 de
septiembre de 1960: "Por la revoludón se dio en esta
provinda de Oriente, y todo el mundo lo sabe, cuanto
había que dar; a su favor se movilizó todo el pueblo.
Por la revoludón, por Fidel, por su líder muy querido,
se dio todo: ropas, oradones, dinero, sacrificios y todos
los hombres que se necesitaron, los cuales, con el mayor
desinterés, con gran fervor, como quien iba a una cru-
318
zada, escalaron la sierra, dejándolo todo, sin volver la
vista hacia atrás... Por la revoludón, y muy identifica
dos con ella, trabajaron nuestros capellanes, los sacerdo
tes Sardinas, Rivas, Lucas, Castaños, Cavero y Barrien-
to, los cuales, con el mismo espíritu que los valientes
soldados de la sierra, acompañaron a éstos y los alenta
ron por los caminos de la lucha y de la victoria... Lu
chando por la revoludón nunca pensaron los nuestros,
nunca pensó el pueblo cubano que la mano férrea y sin
entrañas del comunismo habría de pender amenazadora
sobre nuestras cabezas; ni que habrían de ser los escasos
devotos de Marx y Lenin los que pretendieran arrebatar
nos el bien ganado laurel de la victoria; los que dieran
la pauta de la conducta que se ha de observar a los he
roicos voluntarios de la patria, llegando hasta ordenar
nos que nos confinemos en nuestros templos y nos aten
gamos en ellos a normas trazadas osadamente por los
que, a fuer de descrddos, nada entienden de eso. A ma
nera de consigna de predominio sodal y hasta político,
netamente comunista, dertamente anticatólico, parece
claro se pretende anular totalmente la influenda cató
lica, y esto no paso a paso, sino a grandes zancadas."

14 —Ahora el comunismo ha cambiado. Ni persigue


a la Iglesia ni se inmiscuye en el gobierno ecle
siástico.

—Exactamente al revés de lo que decía Pablo VI en su


discurso del 29 de septiembre de 1963:

"Debemos ser realistas, no ocultando la herida que no


pocas regiones causan a este mismo Sínodo universal.
¿Podemos estar ciegos y no advertir que muchos pues
tos de esta Asamblea están vados? ¿Dónde están nues
tros hermanos de naciones en las que la Iglesia es com
batida y en qué condidones se encuentra la Religión en
estos territorios? Ante este recuerdo se aflige nuestro
ánimo por las cosas que conocemos y todavía más por
todo lo que no Nos es dado a saber, sea referente a la
sagrada Jerarquía, a los religiosos o religiosas, como a
tantos hijos nuestros sometidos a temores, vejadones,
privadones y opresiones por causa de su fidelidad a
Cristo y a su Iglesia."

319
En cuanto a la intromisión marxista en los nombra
mientos eclesiásticos considere bien la noticia que publi
caba La Croix, del 26 de noviembre de 1967:

"En agosto último fue enviada por el Comité Central


del Partido Comunista de Checoslovaquia una Circular
secreta a todos los fundonarios, para pedirles que 'inten
sificaran su lucha contra el desarrollo de las actividades
de la Iglesia Católica y el credmiento de la vida religio
sa en el país. La Circular confirma que las negodadones
entabladas el mes de junio entre Monseñor Casaroli, re
presentante de la Santa Sede, y las autoridades checoslo
vacas, se terminaron con un fracaso 'a causa de la ac
titud poco realista del Vaticano en cuestión de personas'.
Trátase de la elección de los nuevos Obispos: el gobier
no comunista hubiera deseado hombres que él pudiera
estrechamente controlar y que fueran escogidos entre
los dirigentes más comprometidos—y dertamente los
más populares—de los Sacerdotes del Movimiento
'PAX'. La Circular añade que, después del Condlio, la
Iglesia parece estar animada de un dinamismo nuevo en
el país, espedalmente en relación a los jóvenes. Sacerdo
tes y, sobre todo, seglares, difunden en los más diversos
ambientes las ideas religiosas y el número de niños ins
critos en los cursos de Catecismo aumenta. Los efectos
de esta Circular se dejan ya sentir por todas partes. Las
reladones del Estado con respecto a la Iglesia se han
endureddo más y más."

15 —Me parece que ahora después del Concilio ya


se puede pertenecer a la masonería. Leí que
Monseñor Sergio Méndez Arceo, Obispo de Cuer-
navaca, en el Concilio pidió que se revocaran las
leyes eclesiásticas contra la masonería.

Una cosa es que un Padre Conciliar hiciera esta pe


tición y otra que se la tomara en consideración. Monse
ñor Luigi Carli, Obispo de Segni, ha resumido la postura
de la Iglesia ante la masonería, después del Concilio Va
ticano II, en estas palabras: "Hoy por hoy la Iglesia
mantiene firmes no sólo su 'juido doctrinal' sobre la ma
sonería, sino también las medidas disdplinarias. Prueba
recientísima de ello la constituye el hecho de que en la

320
Constitución Apostólica Mirificus eventus del 7 de di
ciembre de 1965, su Santidad Pablo VI, con ocasión del
Jubileo Extraordinario, confirió a los confesores la fa
cultad extraordinaria de 'absolver de las censuras y pe
nas canónicas a quienes estén inscritos en sectas masó
nicas o asociaciones semejantes, que combaten a la Igle
sia y ala legítima autoridad civil, con tal que se separen
definitivamente de las respectivas sectas o asaciadones
y prometan reparar e impedir en lo posible los es
cándalos y daños. El confesor les impondrá una peni-
tenda saludable, propordonada a la gravedad de las cul
pas'. La inscripción, pues, en la masonería es tenida por
la Iglesia todvía como un pecado y un delito y, como
tal, sancionada con la pena canónica.
Para concluir, le diré que corresponde a la masonería
el demostrar con documentos ofidales que tengan rela-
dón con todas las sectas y espedalmente con hechos
inequívocos que las opiniones personales, a mi parecer
demudado benévolas e irónicas, expuestas en el Conci
lio por Monseñor Méndez Arceo, responden a la verdad."

16 —Parece inexplicable que pueda haber estas in


filtraciones dentro de la Iglesia.

—No lo es. Es el cumplimiento de profecías clarísimas


del Señor y enseñanza de los Apóstoles. Recuerde sola
mente: "Guardaos de los falsos profetas que vienen a
vosotros con vestiduras de ovejas, mas por dentro son
lobos rapaces." (Mt. 7, 15.)

17 —Algunos dicen que no hay peligro de herejías


en esta época.

—Recientemente en el discurso de Pablo VI en la


Clausura del Congreso sobre Teología del Concilio Vati
cano II, se nos decía: "El Espíritu Santo ilustra y con
serva la verdad divina en la Iglesia, sobre todo mediante
la obra del Sagrado Magisterio; y, por ello, la encontra
réis con mayor facilidad cuanto más cordial sea vuestra
comunión con él; investigar alejados de él, por caminos
personales arbitrarios, os expondrá fácilmente al peligro
de quedar solos, maestros sin fieles, y de trabajar en

321
LO QUE NO HA DICHO EL CONCILIO.—21
vano y sin produdr frutos de vida para la comunidad, o
también apartaros del camino recto, eligiendo vuestro
juido y no el pensamiento de la Igleda como criterio de
verdad, seria una elecdón arbitraria, 'airesis', el camino
hada la herejía" (2 de octubre de 1966.)

18 —Prácticamente para no desviarse, ¿cuál debe


ser la actitud del católico?
—Le contestaremos con palabras de Pablo VI pro
nunciadas en la audiencia general del 5 de octubre de
1966: "La Iglesia necesita obediencia. Sí, hijos e hijas
que amáis a la Iglesia, obediencia. Y más que una obe
diencia externa y pasiva, una obediencia interna y es
pontánea... La obedienda, ¿interpreta el espíritu del
Concilio? ¿No ha hablado el Condlio de los derechos de
la personalidad de la condenda y de la libertad? Sí, ha
hablado de estos temas, pero no ha callado con respecto
a la obedienda..., queremos dmplemente recordar que
estas prerrogativas del alma cristiana no son menosca
badas, antes bien, quedan tuteladas y moderadas por la
obedienda vigente en el complejo comunitario de la
Iglesia... Pero, entonces—quizá insistirán nuestros co
mentadores—¿no ha cambiado con el Condlio nada la
obedienda? ¡Oh, no! Nos creemos que el espíritu, que las
formas de obedienda se han regenerado con el Conci
lio... Hay quien ha querido descubrir en esto un cambio
radical de la relación entre autoridad y obedienda, como
si quedara transformada en un diálogo comprometedor
para la autoridad y liberador de la obedienda; pero, más
que diálogo que le quitaría su mérito espedfico, y que se
refiere más bien a la colaboración y al consejo, podemos
advertir que el concepto de esa reladón, sin excluir el
de la responsabilidad y decisión, reservado a la autori
dad, se enriquece con elementos no desconocidos en las
costumbres católicas, dno ahora más revalorizados,
como el respeto, la confianza, la unión, la colaboradón,
la corresponsabilidad, la bondad, la amistad, la caridad...
que le devuelven su contenido evangélico y su estilo ver
daderamente cristiano y ecledal. Es dedr, la obedienda
se hace filial, activa y alegre. De ella tiene necesidad
la Iglesia para que no sea vano el fruto del Concilio y
para que ella, la Iglesia, sea verdaderamente el reino
de Dios y luz de las gentes."

322
XXII — ECUMENISMO Y LIBERTAD
RELIGIOSA

1 —La Iglesia hasta ahora, ¿se había preocupado


de la unión con los hermanos separados?

—Desde el momento en que se produjeron los cismas


y las separaciones de ramas de la Iglesia, los católicos
siempre han trabajado afanosamente por su conversión
y por procurar que volvieran a la Iglesia. Han sido más
bien ellos los que han rehuido a los católicos y los han
perseguido. El Concilio solamente dice que se ha pro
puesto como fin trabajar más intensamente por la unión
de los separados, sin decir que no se haya hecho nada.

2 —¿Hemos de confesarnos culpables delante de


los hermanos separados, como si nosotros tuvié
ramos la culpa de su separación?

—El Concilio dice textualmente: "Acerca de las culpas


contra la unidad vale también el testimonio de S. Juan:
'Si dijéremos que no hemos pecado le hacemos a Cristo
mentiroso, y su palabra no está en nosotros' (1 Jn. 1,
10). Por tanto, con humilde súplica pedimos perdón a
Dios y a los hermanos separados, como nosotros perdo
namos también a nuestros deudores" (Ecum. 7). — Los
particulares, si no hemos ofendido en nada a los Protes-

323
tantes, no les hemos de pedir perdón de nada. La Iglesia,
en un rasgo de humildad muy hermoso, ha pedido, por
boca del Papa, perdón de aquellas ofensas que tal vez
subjetivamente hayan molestado a esos separados. Cuan
do un padre castiga a su hijo, éste muchas veces se en
fada y no quiere volver a la casa paterna. El padre, bon
dadoso, le va a buscar y se adelanta: "Si te he ofendido,
o me he dejado llevar del temperamento..., perdóname."
Esto no quiere decir que el hijo no haya sido el verda
dero culpable, ni que el padre le haya ofendido objetiva
mente.

3 —¿Cómo quedan los cánones 1258, 2316, etc., so


bre la no-comunicación con los herejes?

—Ya responderemos a esto al tratar más concreta


mente de la libertad religiosa. Baste aquí decir que
están en pie. Una cosa es perdonar, no molestar..., otra
es tratar y frecuentar el trato indistintamente.

4 —¿Se puede llamar hereje a los cristianos de


iglesias y sectas protestantes?

—Oigamos de nuevo al Concilio: "Hay que esforzarse


para eliminar aquellas palabras, juicios y obras, que
según la verdad y la equidad no están conformes con la
condición de los hermanos separados" (Ecum. 4). Por
tanto, no hay dificultad en llamarlos herejes, puesto que
en verdad lo son. Sin embargo, será mejor evitar este
calificativo. De todos modos parece bastante ridículo no
querer llamarlos Protestantes, y darles el apelativo de
"hermanos separados", pues ellos nunca se denominan
así, sino sencillamente Protestantes o Metodistas o el
nombre de su secta.

5 —¿Hay que tener amistosa y pública relación


con los Protestantes para que los demás digan:
«mirad cómo se aman»?

—No desorbitemos las cuestiones. Cristo nos acentuó


la caridad y amor de los suyos entre sí. Estos "suyos"

324
son únicamente los católicos. Los "otros" se han separa
do de los "suyos". Esto no quiere decir que no los ame
mos como hemos de amar a toda criatura que está hecha
a imagen y semejanza de Dios y redimida por Cristo; y
de un modo especial porque creen en Cristo. Lo que nos
incumbe, pues, es no odiarlos, no perseguirlos por el
hecho de ser Protestantes, no negarles la palabra, etc.
De aquí a extremar el trato para que parezca que somos
una misma cosa—eso quiere decir amarse—, hay una
gran distancia. Precisamente ha de hacerse notar que no
somos unos para que nadie se llame a engaño.

6 —¿Cómo es que el Papa y Atenágoras pública


mente se dieron un abrazo y se absolvieron mu
tuamente las excomuniones? ¿Es que el Papa
reconoció la excomunión? Y ¿por qué él absol
vió si no han cambiado nada las circunstancias
sustanciales?

—El rasgo del Papa fue el de un padre que desea la


reconciliación del hijo, y él por su parte comienza por
perdonarle de corazón. La animosidad de Atenágoras
contra Roma no es ciertamente la de Miguel Cerulario.
Por esto el Papa aceptó el rasgo de Atenágoras, no por
reconocerse culpable y merecedor de una excomunión,
sino por no poner, por su parte, obstáculo alguno á la
reunión.
El Papa pudo absolver a Atenágoras de la excomunión.
Y pudo permitir que Atenágoras hiciera el gesto de ab
solverle, aunque él fuera consciente de que ninguna ex
comunión le había alcanzado.

7 —Ahora se está haciendo todo aquello que Lu


tero quería: misa en lengua vulgar, altar cara
al pueblo, comunión bajo las dos especies... ¿es
que él tenía razón y ahora se la reconocemos, y
fue condenado injustamente?

—Las circunstancias han cambiado y también las cau


sas. Lutero pedía todo esto inducido por prindpios erró
neos; por suponer que la Iglesia católica se había des
viado del auténtico cristianismo. Ahora se concede lo

325
que a él se le negó, porque se busca con fines pastorales,
reconociendo que lo mismo da el altar cara al pueblo o
cara al retablo; la Misa vale lo mismo en latín que en
lengua vulgar, etc. Además Lutero no fue condenado por
estas bagatelas, llamémoslas así, sino por los graves
errores dogmáticos. Basta leer el decreto de León X y
las proposiciones condenadas.

8 —¿Qué es el «diálogo» ecumenista?

—Pocas palabras han sido tan mal empleadas como


esta del diálogo. La explicó muy bien Pablo VI en su pri
mera Encíclica Eccledam suam, en la que le dedica una
parte muy importante. Dice que el tal diálogo ha de
tener las siguientes cualidades: claridad, afabilidad, con
fianza, prudencia. Y el Concilio encomienda encarecida
mente que este diálogo no se haga sino con permiso y
bajo la vigilancia de los Obispos, por personas peritas y
con garantías de éxito.

9 —¿En nombre del diálogo es lícito ceder un poco


en nuestras doctrinas?

—Jamás. Se entiende de las doctrinas ciertas; porque


si se trata de cuestiones disputadas entre teólogos» más
bien hay que hacer caso omiso en el diálogo con los Pro
testantes. Tanto el Concilio como el Papa lo afirman ca
tegóricamente: "Pero queda un peligro. El arte del apos
tolado es arriesgado. La solicitud por acercarse a los her
manos no debe traducirse en una atenuación o disminu
ción de la verdad. Nuestro diálogo no puede ser una de
bilidad respecto del compromiso con nuestra fe" (Eccle-
siam suam). Y añade: "Sólo el que es totalmente fiel a
la doctrina de Cristo puede ser eficazmente apóstol."

10 —¿Qué significado tiene la palabra «retorno»


en la actualidad?

—El de siempre. Esta palabra—es decir, la idea que


en sí cierra—pertenece al dogma de que no hay más
que una Iglesia verdadera y que ésta es la Católica. Por

326
tanto, "retornar" es volver de nuevo. Los Protestantes y
Cismáticos han de reincorporarse a la Iglesia católica
que dejaron, y esto quiere decir que han de aceptar las
doctrinas todas que la Iglesia católica sostiene, aun
aquellas que no eran de fe en el momento de la sepa
ración: doctrinas definidas en Trento, Vaticano I, dog
ma de la Inmaculada, Asunción, Primado de San Pe
dro, infalibilidad pontificia, etc.
Lo que algunos dicen con buena voluntad: "No han
de volver, han de continuar en la Iglesia de Cristo", o es
una falacia de dicción, o sencillamente un error dogmá
tico.

11 —¿Cuándo y cómo se ha de tener el diálogo ecu-


menista?

—Nos lo dice el Concilio: "Para lograr esto—el cono


cimiento mutuo—mucho ayudan por una y otra parte
las reuniones para tratar cuestiones principalmente teo
lógicas, en las que cada uno trate con el otro como entre
iguales, con tal que los que en ellas intervienen bajo la
vigilancia de los Prelados, sean verdaderamente peritos.
De tal diálogo aparecerá también más claramente cuál es
la verdadera condición de la Iglesia católica" (Ecum. 9).
Y en el n.° 11 afirma lo que el Papa había dicho: "Con
viene absolutamente que se exponga con claridad toda
la doctrina. No hay cosa más ajena al Ecumenismo como
aquel falso irenismo, con el que padece mengua la pure
za de la doctrina católica y se oscurece su sentido ge
nuino y cierto." No se pueden, pues, celebrar coloquios
públicos con protestantes sin permiso del Obispo. Y los
coloquios o conversaciones, disputas, etc., privadas hay
que evitarlas si no se tiene mucha seguridad de poseer
la doctrina de forma que uno sepa rechazar lo erróneo.
Por esto el Concilio recomienda que se conozca la doc
trina de los separados para mejor poder dialogar con
ellos. Pero antes es conveniente que sepamos bien nues
tra doctrina.

327
12 —Nos entenderemos mejor si hablamos de aque
llo que nos une, que no de lo que nos separa. To
do lo demás son motivos de división.

—Ni era ésta la doctrina de Cristo ni es ésta la del


Concilio y del Papa, como hemos visto. No se trata de
entendernos con los separados, sino de convertirlos. Y
no los convertiremos si solamente hablamos de aquello
que ya admiten. ¿Los creemos tan candorosos que se
dejan engañar? ¿Y seremos tan falaces que queramos
engañarlos, haciéndoles ver que ellos y nosotros somos
una misma cosa, y cuando entren en el seno de la Igle
sia católica, se encuentren con que han de aceptar un
conjunto de verdades que ignoraban? Esto sería mala
voluntad. Ilusión provocada por la frase que en el fon
do sólo quiere decir: veamos primero en qué coincidi
mos, dado que cada protestante tiene su credo especial,
y luego veremos hasta qué punto podemos marchar del
brazo, siempre suspirando para que se quite también
aquello que nos separa.

13 —Buscando el Ecumenismo la unión, ¿por qué


parece que se intenta resquebrajar la unidad
religiosa de España?

—Porque no es oro todo lo que reluce. Muchos, des


graciadamente, con el falso nombre de Ecumenismo no
buscan sino hacer el juego a los heterodoxos y al comu
nismo que triunfa en el campo no católico.

14 —¿Qué diferencia hay entre el Ecumenismo y


el Irenismo?

—Etimológicamente tienen semejanza como si quisie


ran decir lo mismo: Ecumenismo busca que la universa
lidad sea una sola cosa. El Irenismo busca la paz de to
dos y entre todos. Una y otra palabra pueden tener mal
sentido y bueno. La Iglesia ha aceptado la palabra Ecu
menismo que ha entendido bien: fomentar la unidad de
todos los cristianos. Ha rechazado el Irenismo, porque,
desde un principio, pretendió fomentar la unión sin una
conversión. El Irenismo quiere unión sin unidad; una

328
especie de Iglesias federadas, en la que cada una con
serve su propia fisonomía y naturaleza, pero convengan
en no discutirse, etc.; tal como hacen entre sí las diver
sísimas sectas Protestantes. El Ecumenismo quiere
unión como fruto de la unidad: una sola doctrina, un
solo Cristo, un solo Papa, unos Sacramentos, un culto,
etcétera. Pablo VI dice en la Ecclesiam suam: "El ire
nismo y el sincretismo son, en el fondo, forma de escep
ticismo respecto a la fuerza y al contenido de la palabra
de Dios que queremos predicar."

15 —¿Libertad religiosa quiere decir que ya cada


uno puede seguir la religión que le guste más?

—De ninguna manera. Dice el Concilio: "Profesa en


primer término el Sagrado Concilio que Dios manifestó
al género humano el camino por el cual los hombres sir
viéndole a El pueden salvarse y llegar a ser felices en
Cristo. Creemos que esta única verdadera religión se ve
rifica en la Iglesia Católica y Apostólica, a la cual el Se
ñor Jesús confió la obligación de difundirla a todos los
hombres... Por su parte todos los hombres están obliga
dos a buscar la verdad sobre todo en lo que se refiere a
Dios y a su Iglesia, y, una vez conocida, a abrazarla y
practicarla. Confiesa asimismo que estos deberes tocan
y ligan la conciencia de los hombres, y que la verdad no
se impone de otra manera, sino por la fuerza de la mis
ma verdad" (D. Libertad 1).

16 —¿Qué ha declarado, pues, el Concilio sobre la


libertad religiosa?

—Lo dice en el n.° 2 de su declaración: "Este Concilio


Vaticano declara que la persona humana tiene derecho a
la libertad religiosa. Esta libertad consiste en que todos
los hombres han de estar inmunes de coacdón, tanto por
parte de personas particulares como de grupos sociales;
y esto de tal manera que en materia religiosa, ni se obli
gue a nadie a obrar contra su conciencia, ni se le impida
que actúe conforme a ella, en privado y en público, solo
o asociado con otros, dentro de los límites debidos"
(n.° 2). Y antes había dicho: "Además, como la libertad

329
religiosa, que exigen los hombres en el cumplimiento del
deber de dar culto, a Dios, se refiere a la inmunidad de
coacdón en la sociedad civil, deja íntegra la doctrina
católica tradicional sobre la obligadón de los hombres
y las sociedades para con la verdadera religión y única
Iglesia de Cristo" (n.° 1). — Está, pues, bien claro: el
Concilio reconoce que "la única Iglesia verdadera de
Cristo es la Católica" y lo que exige es que se respete
la libertad del hombre no obligándolo o coaccionándolo a
que abrace una religión determinada.

17 —¿Pero cómo compaginan estas dos cosas: obli


gación y libertad?

—Atan como han atado siempre: por una parte Dios


nos dice que si queremos salvarnos no tenemos más que
un camino normal y ordinario: la Iglesia Católica. Por
otra parte nos insiste en ese "si", en la condicional; es
decir, no nos coacciona físicamente, sino que quiere que
le sirvamos con el corazón y voluntad, con espontanei
dad, aunque esta voluntad provenga del temor del in
fierno. No por esto deja de ser voluntario.
Por otra parte téngase en cuenta que si hay algo que
atente a la verdadera libertad es el proselitismo ideoló
gico. La coacdón física no atenta directamente a la liber
tad religiosa o de conciencia. Si me obligan a asistir a
Misa y yo allí, dentro de la Iglesia, delante del altar, no
quiero oírla interiormente, delante de Dios no hago un
acto de religión católica. Por el contrario, si me encie
rran en una cárcel para que no vaya a Misa, yo desde
allí la puedo oír en espíritu y hacer el acto religioso.
— Por consiguiente, la única coacción puede consistir
en proponer de tal manera una doctrina que necesaria
mente mi entendimiento se adhiera a ella. Esto ocurre
con los niños, que no tienen más criterio de verdad que
la autoridad de los mayores. Los adultos pueden ser en
mayor o menor grado niños en materias religiosas.

18 —¿Es verdad que el Concilio ha prohibido la en


señanza de la religión en las escuelas católicas?

—No lo puede prohibir sin traicionar a la doctrina de


Cristo. El Concilio ha mandado que se dé la educación

330
religiosa católica conveniente a los católicos (Educación
de la Juventud. — Se puede decir que en todo el decre
to). Algunos han entendido mal lo que dice sobre no
coaccionar a ningún católico obligándole a estudiar el
catolicismo en escuelas católicas. Asimismo admite la
libertad de los padres no católicos para enviar a sus
hijos a aquellas escuelas en las que se les enseñe la re
ligión que ellos crean verdadera, aunque no lo sea. El
Concilio se mueve continuamente en este plano de la
no-coacción.

19 —No se puede impedir que los Protestantes ejer


zan el proselitismo, ya que el Concilio lo permite.

—Ya hemos transcrito lo que dice el Concilio. Añada


mos más en particular: "Las comunidades religiosas tie
nen también el derecho a no ser impedidas en la ense
ñanza y en la profesión pública, de palabra y por escrito,
de su fe. Pero en la divulgación de la fe religiosa y en la
introducción de costumbres, hay que abstenerse siempre
de cualquier clase de actos que puedan tener sabor a
coacción o a persuasión inhonesta o menos recta, sobre
todo cuando se trata de personas rudas o necesitadas".
(D. Libertad, n.° 4.) De ahí que, según el precitado docu
mento conciliar, no se puede impedir que los protestan
tes ejerzan el proselitismo o propaganda, con tal que em
pleen medios honrados, se abstengan de coacciones y no
violen derechos de los demás. Entre estos derechos
campean, en primer lugar, los derechos de Dios a ser
honrado como El ha prescrito. Por consiguiente quien
sabe hallarse investido de una auténtica misión para
velar por el honor de Dios, no puede autorizar la pro
paganda de otras ideologías, sino en virtud de una di
plomática tolerancia. También tienen vigencia los de
rechos de los católicos a no ser perturbados en su buena
y legítima fe. Compete a la autoridad defender estos
derechos de las falacias, errores, ambigüedades, incluso
de aquellos que las propagan creyendo hacer un obse
quio a Dios.

331
20 —No hay por qué convertir a los Protestantes.
Son mejores que nosotros. Un sacerdote nos ha
dicho en la reunión que nosotros tenemos la cul
pa de la separación. En mi Parroquia haremos
un «acto público de culpabilidad» (sic).

—Sobre esta supuesta culpabilidad ya hemos hablado


antes. Sólo hay que añadir que nosotros no hemos de
declararnos culpables de haber sido obedientes a la Igle
sia, al Papa, al Derecho Canónico y a la misma Sagrada
Escritura. Se nos decía—se nos mandaba—que no en
trásemos en las capillas protestantes, que evitásemos su
trato, que no les permitiésemos el proselitismo, etc.
Pero no hemos de arrepentimos de haber sido obedien
tes. Este acto de "culpabilidad" lo considero una verda
dera aberración y una injuria hecha a la Iglesia que
nos mandaba evitar el trato con Protestantes. Quienes
se ocupan de las relaciones con los hermanos separados,
comprueban que éstos se acercan a los católicos con
mucha euforia, pensando que éstos no conocen la Biblia.
Pero cuando a la vuelta de una conversación o de dos
a lo más se hallan con que la Biblia demuestra su erró
nea posición, no quieren saber más de diálogos ni sue
len acudir a las citas previamente concertadas.
En cuanto a la santidad, nadie ha de juzgar quién es
mejor. Las apariencias engañan en todos sentidos: hay
quienes parecen buenos y son malos, y quienes parecen
malos y son buenos. Sólo Dios puede juzgar. Cuando ha
blamos de la conversión no tratamos de la santidad sub
jetiva, sino de la religión verdadera objetiva. Puede un
Protestante estar de muy buena fe y ser muy bueno y
vivir en gracia de Dios y, por tanto, ser santo. Y, no obs
tante, todavía ha de convertirse. Porque además del or
den subjetivo, existe la voluntad objetiva de Dios que
quiere que todos estemos plenamente adheridos a la ver
dadera religión que es únicamente la católica. Y los ca
tólicos tenemos el mandato de Cristo de evangelizar a
todas las gentes y de no parar hasta que no se forme
un solo rebaño bajo un solo Pastor. Si solamente se
unen a nosotros, pero no se convierten, formaremos un
conglomerado de muchos rebaños juntos que convivire
mos con muchos pastores sin pelearnos, pero no sere
mos el único rebaño bajo el único Pastor. No hay, pues,
verdadera unidad sin interna conversión.

332
21 —¿Me puede decir en concreto cuáles son los
derechos y los no derechos del que yerra religio
samente?

—En nuestra respuesta seguiremos las directrices de


la Carta Pastoral Ecumenismo y Libertad religiosa,
del Sr. Obispo de Bilbao, Dr. D. Pablo Gúrpide, que pu
blicó en septiembre de 1964.
El que yerra tiene derecho a que no se le fuerce en
la aceptación de la fe, ni que se le coaccione obligándole
a hacer algo contra su conciencia. Que se le guarde esti
ma y respeto y no se le ofenda, mientras permanece en
la buena fe.
Pero no tiene derecho a elegir la religión que a uno se
le antoje, a que no se le presente la plena verdad, ni se
le puede permitir que invada los derechos de los otros o
dañe el bien común.
No hay libertad para el error, ni para lo que no es
moral, ni para equiparar a todas las religiones. Ni se
puede decir que la igualdad de todas las confesiones re
ligiosas sea como la expresión del ideal divino. Ni tam
poco que la igualdad jurídica de todas las confesiones
religiosas sea una exigencia de la naturaleza de las mis
mas cosas.

22 —¿Cómo coordinar la unidad de la fe católica y


el respeto a la persona humana si no se permite
la propaganda pública de cualquier confesión
religiosa?

—Aceptamos las palabras del Sr. Obispo de Bilbao:


"Reconocemos los derechos a la persona humana, no al
error. El derecho de propagarlo no se lo concedemos a la
persona equivocada en una nación de unidad de fe cató
lica, porque choca ese ejercicio con los derechos de los
individuos, que viven en pacífica posesión de la verdad,
con los derechos de la sociedad que tiene que velar por
el bien común, uno de cuyos elementos y no el último,
es la verdad y la paz, y, en fin, con los derechos de la
Iglesia, que ostenta en España su unidad religiosa desde
siglos y en tranquila posesión, título más que suficiente
para que sea respetada y admirada por las demás na
ciones."

333
23 —¿En todas las naciones hay que seguir el mis
mo criterio?

—Añade el Sr. Obispo de Bilbao: "Es preciso distin


guir naciones con unidad religiosa y naciones pluralis
tas en cuanto a la religión. En éstas conviven unas y
otras religiones bajo una misma legislación civil y con
forme a ella desarrollan sus actividades. En las naciones
de unidad religiosa cambia completamente el panorama,
porque los disidentes, cuando más suelen ser una mi
noría insignificante, y, por lo mismo, la legislación ha de
representar a la mayoría en todas las leyes e institucio
nes, sin quebranto ni violación de los derechos de la
minoría.
"Por eso, es claro que la prudencia gubernativa debe
dictar medios prácticos diversos en los países de plura
lismo religioso, que en aquellos en que reina la unidad
en la profesión de la verdadera religión. En éstos, a no
ser por razones circunstanciales, o por salvar un bien
común más universal, no sería prudente la libertad reli
giosa en el sentido de que todos puedan gozar incluso
de libertad de proselitismo."

24 —He leído en una revista católica que es contra


la libertad de los niños bautizarlos de pequeños.
Que el Bautismo debería administrarse ya de
adultos, pues así se respetaría de verdad la li
bertad de conciencia y del acto de fe.

—Quienes hablan así ignoran la importancia que tiene


el don de la fe y la privación de la gracia santificante
que supone el pecado original.
Es mejor existir que no existir. Los padres, para dar
la vida a sus hijos, antes no les piden el consentimiento.
Por tanto, si para la vida humana no se pide el consen
timiento, los padres cristianos tampoco tienen que pedir
permiso para administrar el bautismo, que es el mayor
bien que les pueden ofrecer. Si este criterio de esperar
a la edad adulta prevaleciera, tampoco los padres po
drían llevar sus hijos a los colegios, ni los maestros dar
enseñanza de gramática, de geografía, de historia, pues
quizá aquel niño cuando sea adulto hubiera preferido

334
ser analfabeto o tendrá opiniones distintas sobre tales
asignaturas.
Además, tal opinión ni se puede escribir ni sostener
en una revista católica ni la puede profesar ningún ca
tólico. Es doctrina definida en el Concilio de Trento lo
que consta en estos cánones de la sesión VII, al hablar
sobre el Sacramento del Bautismo: "Can. 12. Si alguno
dijere que nadie debe bautizarse sino en la edad en que
se bautizó Cristo, o en el artículo mismo de la muerte,
sea anatema. — Can. 13. Si alguno dijere que los párvu
los, por el hecho de no tener el acto de creer, no han de
ser contados entre los fieles después de recibir el bautis
mo, y, por tanto, han de ser rebautizados cuando lleguen
a la edad de discreción, o que más vale omitir su bau
tismo que no bautizarlos en la sola Fe de la Iglesia, sin
creer por acto propio, sea anatema. — Can. 14. Si alguno
dijere que tales párvulos bautizados han de ser interro
gados cuando hubieren crecido, si quieren ratificar lo
que al ser bautizados prometieron en su nombre los pa
drinos, y si respondieren que no quieren, han de ser de
jados a su arbitrio y que no debe entre tanto obligárse
les por ninguna otra pena a la vida cristiana, sino que se
les aparte de la recepción de la Eucaristía y de los otros
sacramentos hasta que se arrepientan, sea anatema."
Puesto que todo hombre viene a este mundo con su
alma manchada en el pecado original (Rom. 5,12; 1 Cor.
15, 22), y nada manchado puede entrar en el Reino de los
cielos (Isaías 25, 8; Apoc. 21, 27), y puesto que sólo el
Bautismo limpia el alma del pecado original (S. Juan,
3, 5), la Iglesia ha insistido siempre en que se bautice a
los niños tan pronto como se puede después del naci
miento.
Aunque en el Nuevo Testamento no se hace expresa
mención del bautismo de los niños, ciertamente que Je
sucristo lo supone, cuando dice: "Dejad que los niños
vengan a Mí, y no se lo impidáis, porque de ellos es el
Reino de los cielos." (S. Luc. 18, 16.) Por la solemne de
claración que hizo Jesucristo de la necesidad de este
sacramento (S. Juan, 3, 5) concluimos nosotros que no
sólo se puede, sino que se debe bautizar a los niños.
También S. Pablo nos dice haber bautizado a familias
enteras (Actos de los Após. 16,15; 1 Cor. 16), y probable
mente había niños entre ellas. Los Padres primitivos de
la Iglesia unánimemente hablan del bautismo de los ni-

335
ños. Citaremos tan sólo a S. Ireneo de Lyón (140-205),
discípulo de S. Juan Evangelista: "Jesucristo vino a sal
var a todos los que por medio de El renacieron para
Dios: infantes, niños, jóvenes, ancianos." (Adv. Hear.
Lib. 2, c. 22.)
¿Qué revista católica y qué católico puede sostener
tales sofismas en contra de la doctrina definida solemne
mente por la Iglesia?

25 —¿Qué libro me recomendaría para conocer teo


lógicamente el planteamiento teológico del ecu
menismo?

—El libro, muy perspicaz y profundo En torno al


diálogo católico-protestante, del Dr. Francisco Cañáis,
Catedrático de Metafísica de la Universidad de Barcelo
na, publicado por la Editorial Herder.

336
XXIII — MÉTODOS DEL PROSELITISMO
COMUNISTA

1 —¿Me podría usted indicar en líneas generales


cuáles son las tácticas del proselitismo comu
nista?

—La inquietud proselitista constituye para el comu


nista una verdadera obsesión.
—Actúan de manera sutil y solapada, de forma que
su labor pasa inadvertida en la inmensa mayoría de
los casos, para el propio interesado.
—Dedican atención preferente:
— a los estudiantes de fuera que se encuentran so
los al llegar,
— a los hijos de personalidades de derecha,
— a los miembros de obras apostólicas universita
rias,
— a los sacerdotes y religiosos "inquietos".
—Tienen verdadera obsesión para descubrir las perso
nas que poseen cualidades naturales de Jefe y ejercen
influencia sobre los demás.
—Tienen habilidad especial (o, mejor, buena técnica)
para detectarlas sometiéndolas a observación psicológica
en equipo para descubrir sus cualidades y sus puntos
flacos.
—Procuran captar a los chicos—y aun a los sacerdo
tes— con chicas, y al revés.

337
LO QUE NO HA DICHO EL CONCILIO.—22
—Fomentan los contactos personales, sencillos y hu
manos, aprovechando o provocando las ocasiones pro
picias. . ,
—En los primeros contactos tantean la manera de
pensar del interesado, especialmente en lo político, so
cial, moral y religioso, haciéndoles preguntas sobre te
mas actuales que obligan a "definirse".
—De acuerdo con la ideología descubierta, el activista
se presenta como "católico inquieto", "católico de iz
quierdas", "socialdemócrata", "socialista", etc., pero
nunca como marxista-leninista abiertamente.
—El activista va poniendo poco a poco al candidato
en contacto con los miembros de su célula—cuatro o
cinco chicos o chicas universitarios—y le aisla de otras
influencias. .
—Brindan amistad franca y entrañable, mientras
creen poder ganarlo. Si pierden la esperanza, o deja de
interesarles, la actitud cambia radicalmente.
—Se muestran como chicos y chicas generosos y ab
negados que no soportan los egoísmos de una sociedad
podrida y se juegan cada día la vida alegremente, capa
ces de soportar cualquier tortura con tal de liberar de
la opresión a sus hermanos y arrasar lo viejo y deca
dente, para construir un mundo nuevo.
—Fomentan conversaciones interesantísimas, sobre te
mas de la actualidad enfocados de un modo "realista", a
base de documentación, estadísticas, etc., acompañados
de una interpretación de los hechos con criterios mar-
xistas más o menos disimulados, según el grado de cap
tación del interlocutor procurando dar en todo una im
presión de competencia y superioridad como quien les
descubre un mundo nuevo.
—Relatan detalladamente las hazañas de los activistas
comunistas, presentándolos como chicos y chicas "mara
villosos" y "formidables".
—Muestran un interés vivo y operante por la persona
a quien desean captar, colaboran con entusiasmo con
ella en la superación de sí misma, animándola a respon
sabilizarse de una misión maravillosa y revolucionaria.
—Emplean el arma de la adulación. "Desde que te co
nocí me di cuenta de que eres un tipo formidable. Si
quieres, serás algo grande."
—Afirman que para esto es necesario—"si no, no ha
rás nada en la vida"—, "dar el paso y romper las atadu-

338
ras"—familia, Iglesia, autoridades—, "abrir los ojos y
ver un mundo nuevo".
—Se ponen como ejemplo de hombre liberado y supe
rior: "Yo también estaba como tú; pero me ayudaron y
ahora, ya me ves."
—Facilitan colocaciones remuneradas, viajes, etc.
—Proporcionan diversiones y relaciones inmorales.
—Fomentan y aprovechan las caídas, para tener cogi
da a la gente.
—Ayudan a los detenidos, aunque sean de ideas con
trarias, para atraérselos y fomentar al mismo tiempo su
rebeldía y politización.
—Acogen benévolamente a los que son víctimas de
acusaciones, provocadas a veces por ellos mismos con
ese fin.
—A los que más valen les van haciendo descubrir los
problemas locales, les van responsabilizando ante ellos
—"un católico no lo puede consentir"—, les sitúan estra
tégicamente y les lanzan a la acción poco a poco, diri
giéndoles hábilmente desde atrás.
—Cuando les conviene, les ponen en primera línea
(en reparto de panfletos, manifestaciones, acciones de
boicot...) para hacerles pegar o detener por la fuerza pú
blica y fomentar así su rebeldía o poderlos amenazar
con denunciarlos.
—En resumen: los comunistas se sitúan en medio de
las comunidades naturales de estudio, residencia, diver
siones... Van estableciendo contactos y formando su cé
lula poco a poco.
—Para ello siguen al pie de la letra las instrucciones
del Partido cuidadosamente adaptadas por los dirigentes
a la situación concreta. Esta uniformidad y fidelidad en
el cumplimiento de las consignas les hace fácilmente vi
sibles a quienes las conocen bien y observan atentamen
te cómo actúan.

2 —Pero lo específicamente marxista es la inquie


tud social. ¿Cómo se mueven en este campo?
—Despiertan una gran inquietud social, de un modo
experimental: poniendo a sus influidos en contacto di
recto con reahdades sangrantes o presentándoles datos

339
estadísticos bien seleccionados y parciales y generalizan
do luego, dando a entender que "todo está igual".
—Fomentan el más negro pesimismo en la apreciación
de los problemas sociales y en la valoración de los es
fuerzos realizados para solucionarlos en las naciones
"capitalistas", destacando sólo lo malo que en ellas
se da.
—Presentan, en contraposición, los principios de la
doctrina social católica en toda su pureza ideal, sin ma-
tizaciones respecto a la posibilidad concreta de llevarlos
a la práctica en cada circunstancia particular de lugar,
etcétera.
—De este contraste así extremado surge en los más
generosos una gran rebeldía que ellos procuran fomen
tar y explorar para sus fines.
—Repiten una y mil veces que ante tal situación "hay
que hacer algo"; cruzarse de brazos, sería la mayor de
las injusticias.
—Hacen ver que "hay unos señores que se mueven y
hacen cosas", y hay que ayudarles, aunque no piensen
como nosotros. "No importa la ideología; lo que impor
ta es la eficacia."
—Se muestran de acuerdo en que el comunismo que
condenó Pío XI era malo, pero afirman que ya ha evolu
cionado mucho, y es muy distinto y que es la única so
lución eficaz para los problemas sociales.
—Afirman que, en la práctica, hay un comunismo
perfectamente compatible con la doctrina católica, como
el de Polonia, por ejemplo.
—Procuran despertar gran admiración hacia los paí
ses de detrás del "telón de acero"; afirman que hay en
ellos gran progreso social y económico y absoluta li
bertad.
—Establecen una comparación entre otros países y
después de su "liberación" para hacer ver la incapaci
dad de otros regímenes y de la Iglesia para resolver los
problemas sociales, económicos y políticos.
—En consecuencia, en España, católicos y comunistas
deben unirse para "hacer algo", hay que luchar juntos
y acabar con esta situación de atraso e injusticia.
—Esta colaboración no está condenada por la Iglesia,
según ellos, porque la unión de esfuerzos no se hace en
pro del comunismo ateo, sino para luchar por la justi-

340
cia, en el terreno meramente temporal y práctico, sin
comprometer para nada las respectivas ideologías.
—Un católico no puede negarse, en conciencia, a esta
colaboración, porque al "cerrarse" contraería una gra
vísima responsabilidad: el problema social quedaría sin
resolver, o lo resolvería el comunismo ateo, en forma
materialista y atea.
—Esta unión de esfuerzos en nada perjudica a la Igle
sia católica, sino al contrario, la enriquece con la apor
tación de valores nuevos procedentes del marxismo,
pero que no por ello dejan de ser auténticos y eficaces,
y por ello deben incorporarse al cristianismo.
—En concreto, la Iglesia debe aceptar como verdad
inconvertible que el factor económico es el decisivo en
la marcha de la Historia, lo mismo en el terreno indivi
dual que colectivo.
—Para eliminar todo recelo posible, aducen textos
evangélicos y pontificios mutilándolos según les con
viene e interpretándolos a su manera.
—Procuran desprestigiar, abierta o disimuladamente,
a la Jerarquía española acusándola de aliada de un ré
gimen de opresión y miseria.
—Atacan violentamente a "esos que van a misa y
dejan morir de hambre a la gente", mientras los que no
van a misa son los únicos que luchan por la justicia.
—Alaban, en cambio, a los sacerdotes—muy pocos,
según ellos—que quieren la justicia, venga de donde ven
ga. Se lamentan de que los demás "persiguen como ali
mañas a estos sacerdotes".
—Procuran aparecer lo más posible junto a estos
sacerdotes, para infundir confianza a los catóUcos que
quieren captar.

3 —Si el comunismo es ateo, ¿cómo logran la pér


dida de la fe y de la moral en sus nuevos prosé
litos?

—Descubren, mediante conversaciones y preguntas


sobre temas de actualidad, la ideología de la persona
que tratan de atraer, en materia religiosa.
—Ven lo que considera inamovible—fe en Dios, fide
lidad al Magisterio...—y no atacan nunca directamente.
—Van insinuando, o afirman, que la autoridad del

341
Papa y su infalibilidad se limita únicamente a las de
finiciones "ex-cathedra" sobre fe y moral.
—Afirman que pueden sostenerse puntos de vista dis
tintos de los del Papa sobre cuestiones económicas,
sociales y políticas, sin dejar de ser buen católico.
—Insisten muchísimo en que el magisterio de la Igle
sia se limita al terreno puramente espiritual, sin com
petirle las cuestiones temporales; éstas las ha dejado
Dios a la libre discusión de los hombres.
—Aconsejan y proporcionan lecturas de autores ateos
o anticristianos afirmando que "hay que leer de todo",
sin miedo a perder la fe; porque para que la fe infantil
se convierta en fe adulta hay que pasar una crisis, cuya
superación produce la fe robusta.
—Procuran ir graduando estas lecturas, de autores
cada vez más "avanzados" hasta terminar en autores
abiertamente marxistas y ateos, produciendo gradual
mente el enfriamiento religioso y la pérdida de la fe.
—Afirman que hay que tirar por la borda la "moral
burguesa", que es pura hipocresía, con apariencias de
honradez, y la moral ñoña de los colegios, con sus fu
nestas inhibiciones sexuales que consumen las energías
de la juventud en una lucha sin sentido cuando deberían
emplearse en la lucha contra las injusticias sociales que
es la principal tarea del cristianismo.
—Por eso la moral de los comunistas es más lógica y
mejor que la católica y los católicos que se hacen comu
nistas se sienten mucho mejores.
—Los chicos y las chicas deben tener entre sí un trato
libre de prejuicios sin más regla moral que la del servi
cio al prójimo.
—Los chicos y chicas que no practican este trato mu
tuo sin trabas no son más que unos invertidos que se las
dan de puros y castos.

4 —No obstante, el comunismo teórica y práctica


mente es del todo vulnerable. ¿Cómo reaccionan
cuando se les presentan objeciones?
—Facilitan, en apoyo de sus afirmaciones, una biblio
grafía "científica" que expone una moral atea.
—Los comunistas hablan con tal aire de suficiencia y

342
en un estilo tan radical que cierran el camino de ante
mano a toda posible discusión.
—Dan la impresión de tener la cabeza llena de ideas
prefabricadas por el partido y de que allí ya no cabe
nada más.
—Si se les habla de un artista, filósofo, etc., que no
sea comunista, hacen una mueca de extrañeza o despre
cio hacia el interlocutor, que se permite creer que fuera
del Partido puede haber algo bueno.
—Cuando se les refuta con razones evidentes, apenas
escuchan. Por toda respuesta lanzan una mirada de pro
fundo desprecio o una frase irónica o tratan de poner en
ridículo, con verdadera saña, al contrincante.
—Cuando se ven acorralados, rehuyen la conversación
y se escapan con un pretexto.

5 —¿Cuál es su forma de ataque ante las personas


que se les oponen?

—Hacen correr la voz de que pertenecen a grupos


políticos o religiosos desacreditados.
—Les cuelgan sambenitos tales como carca, integrista,
fascista, reaccionario de extrema derecha, burgués, po
licía, chivato, etc.
—Les señalan con el dedo a los demás compañeros en
forma descarada y ofensiva.
—Crean en ellos el complejo de que se niegan al diá
logo y a la convivencia por su cerrazón mental y su
egoísmo.
—Procuran que los demás tengan también esta mis
ma idea de ellos.
—Amenazan por teléfono directamente o a través de
familiares, para asustarlas.
—Crean sospechas en las familias, mediante llamadas
telefónicas de personas del otro sexo.
—Procuran que la Policía les intervenga el teléfono,
dando falsos "chivatazos".
—Les crean fama de personas que tratan de engañar
y corromper a los demás.
—En algunos casos, les provocan dentro de la Facul-

343
tad para que peguen a otro y les abran expediente aca
démico, y así quedan ehminados de la Facultad.
—A los que tienen cargos procuran "marcarlos" para
sorprender planes o torpedearlos.
—Como último recurso, les ofrecen puestos de "vice"
para neutralizarlas e incluso ganárselas.

344
XXIV — ALGUNAS CUESTIONES HISTÓRICAS

1 —Me resulta sumamente antipático Constanti


no. ¿Verdad que la Iglesia nunca ha elogiado su
actuación?

—Sin llegar a las ponderaciones de Monseñor Freppel


cuando afirma que "el mejor misionero no fue San Pa
blo, ni San Francisco Javier, sino Constantino el Gran
de", me place recordarle testimonios de gran autoridad.
Pío XII en el discurso al X Congreso Internacional de
Ciencias Históricas en 7 de septiembre de 1955, dice
solemnemente: "Constantino, intrépido caudillo de ejér-
dtos, y prudente gobernante de pueblos, no menos que
fundador de paz, doblegó y vendó tras ruda batalla las
fuerzas del paganismo."
Pablo VI en 30 de junio de 1963 decía a un grupo de
milaneses: "¿Acaso no se celebró hace muchos siglos
en Milán la Concordia entre el Imperio y la Iglesia y
quedó como paradigma de la paz que habría de ser
siempre custodia de todos los valores espirituales y ma
teriales de una auténtica civilización?" Más explícita
mente habla Pablo VI de Constantino con estas pala
bras en una audiencia general de 17 de noviembre de
1965: "Vuestra visita de hoy a esta Badlica coindde
con la vigilia de la fiesta que conmemora su dedicadón,
o sea, su consagradón. Sabéis que la costumbre de ce
lebrar con solemnidad la consagración de un templo

345
cuenta entre los más antiguos de la historia del culto
católico; apenas la existenda legal y con ella la li
bertad fue reconocida a la Iglesia por Constantino
—aquel Emperador, hoy tan combatido por aquellos
mismos que patrocinan la libertad religiosa, inaugu
rada por él—, inmediatamente empezó la construcdón
de edifidos públicos para el culto sagrado; y ya no se
gún el tipo del santuario pagano, el 'fanum', el taber
náculo en honor de una divinidad, no apto para con
tener una comunidad orante que permaneda fuera (re
cordad Horacio: 'Odi pro-fanum vulgus et arceo...'),
sino según el tipo cristiano, la 'domus eccledae', la
casa para la asamblea de los fieles. También esta Basí
lica fue una de las primeras a surgir a la luz del sol,
y siempre por mérito de Constantino: 'Augustus Cons-
tantinus fedt Basilicam beato Petro', se lee en el fa
moso 'Líber Pontificalis' en el tiempo del Papa Sil
vestre."

2 —¿Ha confesado el Concilio que la Iglesia se


equivocó al condenar a Galileo?
—El Concilio no ha hablado del caso Galileo. En al
guna ocasión se oyó en el aula conciliar una alusión a
dicho caso. La Iglesia no tiene por qué retractarse de la
condenación de Galileo, ya que la Iglesia no condenó
sistemas científicos o astronómicos, sino la postura del
sabio que quería deducir consecuencias dogmáticas. Sin
embargo, admitiendo la inerrancia de la Biblia, afirma
la Iglesia que la revelación—contenida en la Biblia—no
pretende dar lecciones de ciencias, y por tanto, cuando
a la ciencia se refiere habla un lenguaje vulgar, como
cuando los astrónomos de hoy dicen: el sol sale a las
4,18 (mañana) y se pone a las 7,29 (tarde).

3 —¿Pero no cree usted que el caso Galileo es una


vergüenza histórica de la Iglesia Católica?
—No puede hablarse con esta falta de ponderación.
Lo que cientos de veces se ha repetido en las controver
sias sobre Galileo, se puede leer en un escrito publicado

346
por el periódico judío Aufbau, del 2 de enero de 1948,
en que dice, bajo el título "El mito de Galileo":

"En su número de 19 de didembre escribían ustedes


a propósito de Galileo: 'Este Galileo que (poco tiempo
después de Giordano Bruno, por su exceso de ciencia
astronómica, se había quemado los dedos e iba a ser
quemado él mismo) había hecho el descubrimiento de
tonante de que la tierra se movía alrededor del sol, des
mintió su convicdón, evidentemente por miedo de la
tortura.' ¿Qué pecado han cometido ustedes que, ha
biendo luchado con fiero ímpetu contra el mito de Hitler,
el mito de Mussolini, el mito de Stálin, no omiten us
tedes oportunidad de acariciar y pasar la mano por la
mejilla a otra media docena de mitos, por ejemplo, al
mito de Galileo? ¿Me puedo permitir como viejo amigo
el demostrárselo?

1) El descubrimiento del movimiento de la tierra al


rededor del sol fue hecho por Copérnico, no por Ga
lileo. Copérnico publicó su obra (De revolutionibus or-
bium coelestium) en el año de 1543, y precisamente
por expreso deseo del Cardenal Schoemberg y del Obis
po de Kulm Tiedemann Giese. Como puede usted mismo
comprobar, la biblioteca de la Calle 42 estaba dedicada
precisamente a un Papa, Pablo III.

2) Bajo los nueve papados que rigieron en el perío-


de de 1543 a 1615 no tuvo un solo tropiezo la doctrina
copernicana. Los únicos que la atacaron fueron Lutero
y Melanchton. El gran Kleper, que defendió la doctrina
copernicana, tuvo que huir por ello de la Universidad
de Tubinga, que era netamente protestante. Y se mar
chó—como puede usted leer en cualquier libro sobre
Kepler—a los jesuítas de Gratz e Ingelstadt.

3) Galileo no fue condenado porque enseñó una re-


voludonaria teoría dentífica, sino porque con esta teo
ría se dedicó al charlatanismo. Al menos esta fue la
opinión de hombres como Ticho Brahe, lord Bacon, Mil-
ton. Esta es también la opinión del protestante Werner
Heisenberg, que debe ser reconocido por uno de los tres
grandes físicos que en el día de hoy viven. Escribe él
en su obra Wandlungen in der Grundlagen der Natur

347
Wissenschaft (1936) que él mismo se hubiera visto
obligado a condenar a Galileo si se le hubiera convocado
ante el Colegio Cardenalicio.

4) Galileo nunca fue amenazado con la tortura. La


misma pena que se le impuso fue muy benigna. Tuvo
un 'arresto de habitadón', es dedr, le condenaron a no
salir durante un tiempo de la villa en que vivía, y tenía
que rezar semanalmente en penitencia un par de sal
mos, y esto durante tres años. Galileo lo tomó todo
—aunque era como Copérnico y como Newton muy de
voto—demasiado por lo trágico y lo practicó muy ri
gurosamente. Pero que sus propios jueces no habían
tomado el caso tan por la tremenda lo demuestra el
hecho de que el Papa, 'después' de su condena, le con
cedió una renta vitalicia que se le pagó hasta sus úl
timos días. Galileo redbió en su lecho de muerte la
bendición papal. El Papa no estaba obligado ni a lo uno
ni a lo otro; sobre todo no estaba obligado a concederle
la renta. Galileo era ciudadano de Florencia y no de
Roma; es dedr, perteneda a otro Estado.
¿No cree usted que es el tiempo de revisar nuestros
propios libros de texto antes de proponer a otros 62 paí
ses proyectos de educación? ¿No estaría bien corregir
lo injusto, marchar al paso de la investigación, deshacer
los errores groseros? ¿Dejaría usted sin reacdonar que
si se siguiese poniendo sobre la mesa la historia de los
Sabios de Sión? Esta historia es una falsedad, desde
luego. Pero la historia de Galileo es también una fal
sedad, y tan mala como aquélla. No puede haber duda
de que su condenación no fue inteligente y probable
mente hasta se faltó en ella. Pero todo el asunto resulta
una bagatela, comparada con la quema de Servet, que
era también un dentífico (él fue quien por vez primera
descubrió la circuladón pulmonar sanguínea), y a esa
muerte no fue condenado por Roma, sino por el 'libe
rador de Roma', por Calvino. ¿No será acaso que no es
la Iglesia católica, sino 'la época', la que a veces era
corta de vista y hasta infame?
Y supuesto que, en efecto, la sentencia sobre Galileo
fuera torpe (en modo algún puede dedrse infame),
¿puede darse algún síntoma de si esa cortedad de vista
en el campo de la astronomía fue querida o favorecida
por la Iglesia?

348
Lo único que yo sé es que la célebre Giralda de Se
villa, que todavía hoy puede admirarse, fue el primer
observatorio astronómico del Occidente, y fue edificada
el año 1196 por Gerberto, más tarde Papa con el nombre
de Silvestre II. Fue Alberto Magno el que defendió la
forma esférica de la Tierra. Fueron monjes los que tra
dujeron las tablas astronómicas y los libros de los ára
bes. Fue el Papa Clemente VI el que en el año 1342
recomendó el uso de un instrumento sin el que hoy
mismo es imposible hallar la altura de una estrella:
el sextante. Fue en Ñapóles donde el año 1560 se fundó
la primera academia de ciendas: la Academia Secreto-
rum Naturae o academia de los secretos de la naturale
za. Siguió Roma en 1603. Londres dguió con su Royal
Sodety sólo en el año 1645, y París en 1666.
¿No habrá que terminar con mitos de éstos después
de trescientos años de ciencia?"

4 —La Iglesia se ha arrepentido de su intervención


en favor de las guerras religiosas de otros tiem
pos. Así, por ejemplo, la devolución de la bandera
turca significa una condenación de la batalla
de Lepanto.

—En forma alguna se puede admitir esta interpreta


ción. El propio periódico vaticano L'Osservatore Ro
mano, del 6 de marzo de 1965, insertaba un comentario
que desmiente totalmente este modo sectario de justi
preciar un hecho, ajeno totalmente a estas intenciones.
Lea ese comentario claramente explícito:

"El Breve Apostólico que acompaña al gesto realizado


por Pablo VI con la República turca esclarece su signi
ficado, y debería hacer justida sumaria de los comenta
rios que, a su tiempo, han recogido las 'primeras indis-
credones de las agendas' sobre la entrega de la ban
dera de Lepanto, conservada hasta ayer en la basílica
de Santa María la Mayor.
No podemos dejar de mencionar a este respecto las
palabras que Juan XXIII, en 1961—en el primer cente
nario de la Unidad—, dirigió al presidente del Consejo
de Ministros de la República italiana, que había ido a
saludarle. Repasando con la delicadeza que le caracteri

za
zaba, la conmemoradón centenaria, el Papa se refirió a
la 'historia que todo lo vela y todo lo descubre'. 'Miran
do al pasado nadie trata de deformar la realidad; al
contrario, en las perspectivas de los siglos, lo particular
contribuye a formar un panorama general en el que la
Mano que rige la suerte de la Humanidad se manifiesta
de forma más visible. Restituir un trofeo capturado en
la batalla no oscurece la gloria y el significado de una
antigua victoria y menos aún desconoce la generosidad
de quienes, hace cuatro siglos, ofrecieron su vida bajo
la sombra del gran estandarte sobre el que dominaba
la figura de Cristo crudficado.' Solamente significa vo
luntad dncera de paz, fe en la buena voluntad, espe
ranza de que un día lo fundado en estas bases, en el
mutuo y leal respeto, pueda reavivar en todos la con
denda de los valores supremos.
"Con este espíritu y con esta intendón, con la persua
sión de que sólo es una la verdadera religión, la cris
tiana, Pablo VI ofrece el diálogo en su primera endclica
a los que creen en Dios'."

350
XXV — LO ÚNICO NECESARIO

1 —De todas las enseñanzas del Evangelio y del


Concilio Vaticano n, ¿cuál es la más funda
mental?

—Le contestaré con dos párrafos de la Constitución


Conciliar sobre la Iglesia. Atienda bien: "Todos en la
Iglesia, ya pertenezcan a la Jerarquía, ya pertenezcan a
la grey, son llamados a la santidad." Pero esta vocación
a la santidad es universal. Muy claramente nos lo en
seña y proclama la antedicha Constitución: "Nuestro
Señor Jesucristo predicó la santidad de vida, de la que
El es Maestro y Modelo, a todos y cada uno de sus dis-
cípulos, de cualquier condidón que fueren. Sed, pues,
vosotros perfectos como vuestro Padre celestial es per
fecto (Mateo, 5, 48). Envió a todos el Espíritu Santo,
que los moviera interiormente, para que amen a Dios
con todo el corazón, con toda el alma, unos a otros como
Cristo nos amó" (cf. Jn. 13, 24; 15.12).

2 —Teóricamente todos los cristianos saben que


deberían ser santos, pero prácticamente nos fi
guramos que con tal de salvarnos ya basta...
¿Cómo se explica este fenómeno?
—Teórica y prácticamente todo cristiano de verdad
ha de aspirar a la santidad. Dios no puede pedir impo-
351
sibles, ni metas inasequibles. Si muchos cristianos no
llegan a la santidad, algo debe fallar. Se lo diré muy en
concreto. No se llega a la santidad porque no se tiene
una devoción radical y absoluta a la Virgen Santísima.
Toda la existencia de la Iglesia, la liturgia, los sacra
mentos, el derecho canónico están en función de alcan
zar el fin de la Iglesia: la santidad, la plena identifica
ción con Cristo. Pero ésta no se logra, sino por María,
Madre. Esta es la gran enseñanza que Pablo VI nos dio
en la clausura de la II Sesión del Concilio Ecuménico
Vaticano II, en 21 de noviembre de 1964, en que solem
nemente declaró: "La realidad de la Iglesia no se agota
en su estructura jerárquica, en su liturgia, en sus sa
cramentos, ni en sus ordenanzas políticas. Su esencia
íntima, la principal fuente de su eficada santificadora,
ha de buscarse en su íntima unión con Cristo; unión
que no podemos pensarla separada de Aquélla, que es la
Madre del Verbo encarnado y que Cristo mismo quiso
tan íntimamente unida a Sí para nuestra salvadón"

3 —¿Tiene que ver todo esto con la doctrina de


San Luis María de Montfort?

Acierta. San Luis María de Montfort profetizó con


extraordinaria fuerza y realismo divino esta era de Ma
ría. Dice el gran apóstol: "Jesucristo vino al mundo por
medio de la Santísima Virgen y por Ella también debe
reinar en el mundo." Y suspira ardientemente: "Cuan
do vendrá este siglo de María..., este tiempo venturoso
rdnar en el mundo." Y suspira ardientemente: "¿Cuán
do respirarán las almas a María tanto como los cuerpos
respiran el aire? Entonces se verán cosas maravillosos
en este lugar de miseria, en donde el Espíritu Santo
llegará a aquellas almas con abundancia de sus dones
para obrar maravillas de la gracia." Y descubre la gran
epifanía de María: "A Ella están reservadas la forma
dón y la educación de los grandes Santos, que saldrán
hada el fin del mundo... Verán claramente en cuanto
lo permita la fe, a esta hermosa estrella del mar..., co
nocerán las grandezas de esta Soberana... experimen
tarán sus dulzuras..., sabrán que Ella es el medio más
seguro, el más fácil, el más corto para ir a Jesucristo...
Serán ricos de la gracia de Dios, que María les distribui-

352
rá abundantemente... Y serán flechas aguzadas en la
mano de esta Virgen poderosa para atravesar a sus ene
migos."

4 —¿Usted no cree que hablar de santidad no sue


na a los oídos de hoy, y que el «aggiomamento»
conciliar significa primordialmente una reforma
de las estructuras humanas para lograr la paz y
la justicia social?

—Le contesta Pablo VI en una exhortación pronuncia


da el 18 de julio de 1965, cuyas ideas más salientes trans
cribimos aquí: "... He ahí por qué el Papa, con todos los
buenos maestros de la espiritualidad, os repite 'sed san
tos'... La exhortación que os hacemos no es hiperbólica
ni anacrónica en reladón con el estilo de vida que el
mundo moderno impone a todos... Los motivos que su
gieren nuestro llamamiento a la santidad son claros. Es
evidente a todos que hoy se vive en una época de hon
das transformaciones en el campo del pensamiento y de
las costumbres. Es por eso explicable que frecuentemen
te se pongan sobre el tapete dertas normas tradidonales
que hacían buena, ordenada y santa la conducta de quie
nes las practicaban. Es explicable, pero no laudable ni
digno de aprobación, sino después de un largo y deteni
do estudio, hecho bajo la guía de quien tiene ciencia y
autoridad para dictar leyes de vida cristiana. Hoy des
graciadamente se asiste a un relajamiento en la obser
vancia de preceptos que hasta ahora ha establecido la
Iglesia para la santificadón y dignidad moral de sus
hijos. Un espíritu de crítica e incluso de indocilidad y
rebeldía pone en tela de juido normas sacrosantas de la
vida cristiana. Se habla de liberación, se hace del hom
bre el centro de todo culto, se adoptan criterios natu
ralistas, se priva a la conciencia de la luz de los precep
tos morales, se altera la noción de pecado, se impugna
la obedienda y se le discute su importancia esendal
para el buen orden de la comunidad eclesiál, se aceptan
formas de acción, de pensamiento y de diversiones, que
hacen del cristiano, no ya el austero disdpulo de Jesu
cristo, sino el esclavo de la mentalidad y de la moda en
curso, el amigo del mundo, el cual, en vez de ser atraído
a la concepción cristiana de la vida, ha logrado doblegar

353
LO QUE XO HA DICHO EL CONCILIO.--23
al cristiano a la fascinadón y al yugo de su tiránico y
voluble pensamiento. Ciertamente que no hemos de en
tender así el 'aggiomamento' que propugna la Iglesia
como una debilitadón de su temple moral, sino todo lo
contrario, como una llamada que le hace a un acrecen
tamiento de sus energías y a un cumplimiento más
consciente de los deberes que le impone una concepción
genuina de la vida, avalada por el magisterio de la
Iglesia."

5 —Lo más importante será estudiar muy a fondo


y formarse intelectualmente para conocer la
problemática moderna y resolver las tensiones
del momento actual.

—Es muy saludable no complicar las cosas sencillas


y claras. Personas tan enteradas de las orientaciones
conciliares como Monseñor Pericles Felici, Secretario
del Concilio, lo dice con palabras límpidas y cristalinas:
Medite bien: "Estoy convenddo de que, después del
Concilio, la Igleda tiene más necesidad de santos que de
estudiosos. Son los santos, en rigor—y la historia del
Condlio de Trento lo demuestra—, los que tienen el se
creto unidos como están a Dios y abiertos más que nin
guno a las exigencias espirituales de los hombres, de
transmitirles el fermento sobrenatural susdtado por el
Vaticano II... Quisiera que volviesen a menudo a tales
consideraciones aquellos que, hablando del 'aggioma
mento' de la Iglesia, caen en una fácil demagogia y pro
pagan ideas tan ajenas a las santas intenciones de quien
con paterna y sobrenatural sabiduría fue el primero en
usar tal expresión, señalando sus metas. Los estudiosos,
a los que me refería, pueden indicarnos cuánta riqueza
se esconde en los documentos conciliares, ciertamente
mayor de lo que puede aparecer de una considradón su
perficial, y demostrarnos que en ellos está perennemen
te viva y palpitante, aun con el enriquecimiento de un
proceso vital es posible aplicar a todos los decretos con
ciliares lo que Pablo VI afirmaba el 21 de noviembre de
1964 acerca de la Constitución Dogmática sobre la Igle
sia. Esta promulgación no cambia nada verdaderamente
de la doctrina tradicional. Lo que Cristo quiso, también
lo queremos nosotros. Lo que era, sigue siendo. Lo que

354
la Iglesia enseñó durante siglos, lo enseñamos nosotros
igualmente." (Acdón Católica, junio-julio 1966.)

6 —En el momento actual, ¿cómo resumiría las


esperanzas de la Iglesia?

—En la promesa divina de asistencia indefectible del


Espíritu Santo. Concretamente en la radiante prome
sa infalible de la Virgen en Fátima: "Mi Corazón In
maculado triunfará." Por esto Juan XXIII no pudo me
nos de decir que "Fátima es el centro de las esperanzas
del mundo cristiano."
Resumiendo suscribimos lo que nos dice el P. Danié-
lou, en una página realmente inspirada: "La creciente
intervención de María entre nosotros se muestra por sus
repetidas y esplendorosas apariciones desde hace un si
glo. ¿Cómo podriamos dejar de advertirla con la huella
que dejó en pos de d a mitad del siglo XIX, cuando la
altanería de los hombres, basándose en los progresos de
la ciencia, se manifestaba altiva de cara al mismo Dios
y cuando el febril trabajar de los hombres los mantenía
en perpetua inquietud?
Con todo, apartada de las ciudades, en la soledad y
paz de los montes, se aparece la Virgen a los niños. Es
como un nuevo llamamiento de la paz divina, que ese
afanarse de los hombres no es posible que consiga.
San Luis María Grígnon de Montfort había pronosti
cado que en los últimos tiempos se verían llenos de la
presenda de María. Estas apariciones son como la señal
de aquella siempre presente inminenda del regreso de
Cristo con su constante aviso de penitenda, que es su
único mensaje.
La Virgen es también, y de un modo misterioso, la
que la Iglesia llama 'Esposa del Espíritu Santo', es
dedr: la que realiza junto con el Espíritu Santo la cons
trucción de la celestial Jerusalén.
San Luis María escribe que si el Espíritu Santo no
vive aún más todavía en la Iglesia del presente, es por
lo insuficiente de la presenda de María en ella. Cuando
el Espíritu Santo se ha repartido en la más alta medida
en la Sala del Cenáculo, eso ha sucedido por la presenda
de María en ella. En todos los tiempos en que la Virgen
está presente, se disfruta del Espíritu Santo en medida

355
más abundante y se realizan las mayores obras de Dios.
Por eso tenemos nosotros tan grande esperanza de que
tanto cuanto nuestro siglo sea un siglo mañano, y nos
otros nos volvamos a los grandes misterios de la Asun
ción corporal de la Santísima Virgen a los cielos, y de
su mediación universal, así también Dios prepara en la
Iglesia de un modo totalmente misterioso, una nueva di
fusión del Espíritu Santo, un nuevo Pentecostés.
Así resulta también que la presencia de María es una
prueba y una promesa de la próxima venida del Espíritu
Santo, es decir, de la conversión de los incrédulos y, se
gún nuestra profunda convicción, de la unión entre to
dos los cristianos."

356
La lectura de este libro debería terminarse de
rodillas. A los pies de María, Madre de la
Iglesia, para pedirle el espíritu evangélico y la
más plena disponibilidad al servicio de Cristo.
Muchos Prelados han aprobado e indulgencia
do la siguiente Consagración a la Maternidad
espiritual del Corazón Inmaculado de María:
CONSAGRACIÓN
A LA MATERNIDAD ESPIRITUAL DEL
CORAZÓN INMACULADO DE MARÍA

"MADRE: Apoyados filialmente en tu humildad, nos atre


vemos a pedirte la gracia de consagrarnos a Ti.
Nos reconocemos indignos de este favor. Pero Dios te ha
hecho nuestra Madre. T a título de hijos venimos a tu Co
razón Materno, para pedirte y prometerte contando con tu
Mediación universal de todas las gracias.
En medio de un mundo mancillado por tantos errores y
vicios, danos una inteligencia limpia y un corazón puro. Que
apreciemos el don de la fe más que cualquier falsa ciencia
mundana. Que amenos la Gracia santificante más que nues
tra propia vida humana.
Enséñanos a amar más y más la única Verdad y a vivir
amarrados a la misma. Que huyamos de las falsas teorías
que se levantan, como tierra movediza, en los desvarios de
la razón humana divorciada de la fe.
Haznos convencidos de "quintaesencias" y no de frivoli
dades mundanas, aunque se disfracen de intelectuales. Que
nos nutramos del Evangelio, del Kempis, de los libros escri
tos por santos. Particularmente del magisterio pontificio. Que
amemos la filosofía de Santo Tomás. Que aborrezcamos au
tores y lecturas sospechosas en materias de fe.
Concédenos que nos formemos y nos dejemos formar. Que
encontremos directores espirituales del estilo del Beato Clau
dio de la Colombiére, San Luis María de Montfort y San
Antonio María Claret.
Danos una piedad sólida y verdadera. El amor a la sagra
da liturgia que tenían San Ignacio de Loyola, Santa Tere
sa de Jesús, San Pío X y demás Pontífices. TJn gran aprecio

359
de la práctica de la piedad tradicional, como enseñan los
Papas y en todo tiempo los santos.
Haznos apóstoles del Reinado del Divino Corazón de Je
sús, de la Gran Promesa de los Nueve Primeros Viernes de
mes y de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio.
Te prometemos, Madre, ser fieles y propagandistas incan
sables de las Tres Avemarias, del Santo Rosario, del Esca
pulario del Carmen, de las prácticas marianas. Amar y ve
nerar las imágenes, las reliquias, las medallas, los santua
rios, las devociones populares.
Haz que tengamos verdadero amor a la vocación sacerdo
tal y religiosa. Que defendamos la primacía de la total con
sagración a Dios y de la virginidad. Que sintamos el sacra
mento del matrimonio y de sus fines, según la doctrina de
la Iglesia.
Que no nos dejemos manchar por las sacrilegas mentiras
del laicismo, del Estado sin religión, de la libertad de cul
tos, de la sociología que prescinde de la reforma de costum
bres y de.la pobreza evangélica. Que busquemos la justicia
social con la doctrina y actuaciones realmente católicas.
Que seamos apóstoles de métodos eminentemente sobrena
turales, esperando como el mejor galardón, ser dignos de pa
decer persecución por Cristo. Que no nos arredre que nos
califiquen y nos calumnien como atrasados y faltos de cari
dad por ser fieles a tu Evangelio y a tu Iglesia, sin que ja
más demos motivos verdaderos para que asi nos maltraten.
De corazón ya desde ahora perdonamos a nuestros perse
guidores.
En fin, Madre nuestra, mientras nosotros balbucimos es
tas peticiones, te prometemos defender con todas nuestras
fuerzas tu Mediación y tu Corredención. T por Ti, Señora,
esperamos la unión de los que están separados de la verda
dera Iglesia de Cristo, la Iglesia, Una, Santa, Católica y
Apostólica.
Todo esto, Madre de la Iglesia, para luchar y edificar el
Reino de Jesús. Para dar gloria a la Trinidad Beatísima,
con la más plena integridad de doctrina, la más encendida
caridad sobrenatural y la santidad de vida. En fin, cuanto
somos y tenemos lo resumimos en dos palabras para que nos
alcances cuanto deseamos y cuanto no acertamos a pedir por
todo el tiempo y eternidad. Con toda nuestra alma te de
cimos ahora y siempre: ¡MARÍA, MADRE!"

A. M. D. G. et B. M V.

360
ÍNDICE

Al lector 5
Prólogo 9

I. El Concilio 13
II. Criterios de Paulo VI sobre el Concilio 25
III. Jerarquía y disciplina eclesiástica 41
IV. Moral cristiana 59
V. La Encíclica "Humanae vitae" 79
VI. Liturgia y Sacramentos 95
VII. Predicación y apostolado obrero 127
VIII. La fe 149
IX. Postrimerías 153
X. Ascética 159
XI. Devoción al Corazón de Jesús 165
XII. Prácticas marianas 175
XIII. Ejercicios espirituales 193
XIV. Problema vocacional 205
XV. Prácticas sacerdotales de piedad 221
XVI. ¿Ya no hay libros peligrosos? 225
XVII. Teilhard de Chardin 237
XVIII. Pío XII 261
XIX. Respuesta a algunos sofismas 271

361-
XX. Sacerdotes, apostolado seglar y acción tem-
poral 289
XXI En el interior de la Iglesia 305
XXII. Ecumenismo y libertad religiosa 323
XXIII. Métodos del proselitismo comunista ••• 337
XXIV. Algunas cuestiones históricas 345
XXV. Lo único necesario 351

362

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