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II
1899-1901
Siglas y abreviaturas
Primeros años
de la presencia agustino-recoleta
en Brasil: 1899-1901*
*
Este primer apartado reproduce con varias adiciones la charla preparada para el
Congreso Internacional sobre la Historia de la provincia de Santo Tomás, celebrado en
Granada del 7 al 10 de mayo de 2009, cuyas actas están en prensa.
1
Informe del Prior General sobre el estado de la orden, Roma 2009, 15-24 y 61.
2
América de Almeida Nascimento, «As Missionárias Agostinianas Recoletas no
Brasil»: Comissão de História, Resenha histórica da grande família agostiniana no Brasil,
Belo Horizonte 1992, 59-79.
5
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3
Bernad, Relación 20: infra, p. 488 (140).
6
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filipinos4. Del mismo parecer era el obispo de San Pablo, Antônio Cândido
Alvarenga, quien incluso se negó a concederles licencias ministeriales en
su diócesis hasta que no los conoció personalmente5.
Otras dificultades tenían raíces más profundas: formaban parte de su
tejido vital. Eran el individualismo, la independencia, un cierto desahogo
económico y el prestigio social con los consiguientes aires de superioridad
que caracterizaron a los frailes filipinos durante el siglo xix. Las cartas del
padre Patricio Adell, un amigo del padre Mariano que por estos mismos días
estaba plantando la Recolección agustiniana en Panamá, Venezuela y Tri-
nidad, lo muestran con claridad meridiana6. Una y otra vez deplora en sus
cartas la miopía de quienes no acertaban a ver en la Revolución filipina la
mano de la Providencia que les estaba ayudando a descubrir lacras, que, por
sí mismos, ellos nunca habrían llegado a percibir, y mucho menos a corregir.
La insurrección filipina les deparaba una ocasión para encauzar su vida reli-
giosa sobre bases más auténticas, liberándolos de un lastre que de otro modo
difícilmente habrían logrado sacudirse. «Si tenemos con qué trasladar aquí
religiosos, nada hemos perdido», escribía por estas fechas a su provincial,
«pues errores y cosas que no se podían remediar ahí, aquí es fácil hacerlo, y
la vida de nuestra amada provincia sería mejor y más beneficiosa para Dios,
los prójimos y nosotros mismos»7. Incluso se atreve a aplicar a la orden las
palabras de Zacarías en el Benedictus: salutem ex inimicis nostris. Esos ene-
migos él los veía en los masones filipinos8.
Para la congregación esa fecha fue memorable, porque que en ella co-
menzó a vislumbrar una solución a los graves problemas que tenía plan-
teados, un refugio para sus religiosos y, sobre todo, un dilatado campo de
trabajo, que le permitiría no sólo sobrevivir sino también desarrollarse y
reemprender su camino de servicio a Dios y a las almas. Era el arranque de
una marcha que ya dura más de un siglo, durante el cual ha rendido incon-
tables servicios a la sociedad y a la Iglesia.
Finalmente es memorable también para nosotros, ya que en ella se ini-
ció una etapa que ha contribuido a fraguar la identidad de un cuerpo social,
de una sociedad religiosa de la que nos proclamamos miembros de pleno
derecho, y, a la vez, nos sentimos dispuestos a enriquecerla y prolongarla en
el tiempo.
4
Décadas 1, 379, 388.
5
Décadas 1, 290; Libro cosas notables de Ribeirão Preto, 9: Agoar, caja 84, leg. 4; M.
Simón, Carta a M. Bernad, San Pablo, 16 mayo 1899: supra, VIII. Carta 105.
6
Pueden verse en «De Filipinas a América del Sur. I: Viajes, andanzas y fundaciones
del padre Patricio Adell por Panamá, Venezuela y Trinidad»: Recollectio 25-26 (2002-03)
579-634; 27-28 (2004-05) 391-696, y 29-30 (2006-07) 29-30 (2006-07) 309-794.
7
Carta 35: Recollectio 25-26 (2004-05) 401.
8
Cartas 29, 31, 49, 69, 97, 103 …: Recollectio 23-24 (2002-03) 627, 633; 25-26 (2004-
05) 430, 472, 521-22, 527.
7
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1. Notas previas
9
Este periodo de la historia de la Iglesia brasileña está atrayendo últimamente la
atención de los estudiosos y, en consecuencia, día a día aumenta la bibliografía. Me contento
con citar el estudio de Dilermando Ramos Vieira, O processo de Reforma e Reorganização
da Igreja no Brasil (1844-1926), Aparecida 2007. 581 pp., con abundante bibliografía.
8
presencia agustino-recoleta en brasil: 1899-1901 357
��
Décadas 1, 481-82.
��
Cincuentenário dos Agostinianos Recoletos no Brasil, 1899-1949, [Franca 1949],
144 pp., esp. 17-26, 453, 86-89 y 109.
��
«Comienzo de la actividad misionera de la provincia de San Nicolás de Tolentino
en Panamá, Venezuela y Brasil»: Bpsn 83 (1993) 151-95; 84 (1994) 29-104, esp. 64-104. Este
artículo es muy ilustrativo por la calidad de su base documental. Lástima que abunden las
grafías equivocadas, tanto de nombres geográficos como personales.
��
J. Berdonces, «Apuntes históricos sobre la presencia de los agustinos recoletos
en el Brasil»: Bpst 74 (1994) 76-101; también J. Berdonces, M. Larrínaga, A. Echarri,
«Presencia de la provincia de Santo Tomás en América»: Recollectio 16 (1993) 319-99,
esp. 353ss.
��
100 anos de presença agostiniano-recoleta no Brasil, 1899-1999, São Paulo 2000.
162 pp.
9
358 ÁNGEL MARTÍNEZ CUESTA
��
Sólo haré uso de alguna documentación del Archivo Vaticano, útil para comprender
la evolución de la Iglesia brasileña durante los últimos decenios del siglo xix y los primeros
del xx, así como la de las diócesis que acogieron a los recoletos. También prestaré atención
a la historiografía eclesiástica brasileña, tanto de la diocesana como de las órdenes
religiosas. La investigación en los archivos diocesanos y parroquiales de Uberaba, Vitoria
y Belem queda para estudiosos locales.
��
Sádaba, Catálogo, 722-23.
��
En junio de 1893 Antonio Maura, ministro de Ultramar, respondiendo a una
interpelación de Rampolla, había afirmado que el gobierno español, lejos de desaprobar
el envío a América de algunos religiosos «filipinos», lo vería «con gran simpatía»: San
Ezequiel Moreno, Obras Completas 2, Madrid 2006, 152.
10
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11
360 ÁNGEL MARTÍNEZ CUESTA
��
M. Bernad, Carta circular, 19 mayo 1903: Copiador de órdenes y circulares del
comisario general apostólico 1, 35-37. La abundante literatura del momento refleja
el ambiente de desánimo e inseguridad que reinaba en la provincia; la documentación
publicada en este estudio añade nueva luz.
��
Una síntesis sobre la situación de la Iglesia a finales del siglo xix en Q. Aldea y
E. Cárdenas, La Iglesia en el siglo XX en España, Portugal y América Latina, en H. Jedin
(Dir.), Manual de historia de la Iglesia 10, Barcelona 1987, 469-512; de singular interés
por su información inédita, procedente casi toda de los archivos romanos, sigue siendo la
monografía de Antón Pazos, La Iglesia en la América del IV Centenario, Madrid 1992.
��
Rosa Mª Martínez de Codés, La Iglesia Católica en la América independiente (siglo
XIX), Madrid 1992, 39, estima el descenso del clero americano durante los 25 primeros años
de vida independiente entre el 35 y 60%, «según las regiones, mientras que la población
seguía creciendo». En los decenios siguientes el descenso quizá fuera más pronunciado.
��
Magnus Mœrmer, Adventurers and Proletarians. The Story of Migrants in
Latin America, Pittsburgo 1985. La inmigración, que ya había comenzado a raíz de la
independencia con la llegada de grupos de alemanes y polacos, adquirió nuevo impulso
a finales del segundo tercio del siglo. Se calcula que entre 1878 y 1942 llegaron a Brasil
unos 3.800.000 inmigrantes, de los que casi la mitad (1.450.000) eran italianos: Raimondi,
Contributo alla storia della presenza italiana in Brasile, Roma 1975, 152; Giorgio Mortara,
Emigrazione italiana in Brasile, Río de Janeiro 1958. 400 pp.
12
presencia agustino-recoleta en brasil: 1899-1901 361
multiplicado por cuatro sus efectivos27, Brasil contaba con el mismo núme-
ro de sacerdotes que siglo y medio antes, mientras que su población había
saltado en el mismo periodo de 3 a 18 millones28. En 1889 apenas contaba
con 700 sacerdotes, de los que 520 eran diocesanos y 180 religiosos. Incluso
un publicista tan poco entusiasta de la romanización de la Iglesia brasileña
durante la última década del siglo xix y primeras del xx como José Comblin,
no puede menos de lamentar la trágica decadencia de la Iglesia brasileña
a lo largo del siglo xix. «El Imperio fue», escribió en un conocido artículo
del año 1966, «una época de decadencia total de la institución eclesiástica.
Las misiones desaparecieron. El clero pasó de una proporción normal de
un sacerdote por cada mil habitantes, al final de la colonia, a uno por cada
20 mil al fin del Imperio [1889], señal lamentable de la profundidad de la
decadencia»29. Las reformas liberales de los gobiernos, sobre todo las de tipo
económico, como la supresión del diezmo, y la progresiva descristianización
de las clases medias y altas lo habían empobrecido, rebajando su prestigio
social y alejando de sus filas a los hijos de las clases acomodadas.
Al abandono casi total de la actividad misionera habría que añadir la
tiranía del positivismo en los medios académicos, la infiltración de la maso-
nería y del liberalismo en las cofradías y otras asociaciones religiosas30, el
sincretismo religioso del pueblo, la debilidad de la jerarquía, escasa31, excesi-
vamente sumisa a la voluntad del gobierno e incapaz de reaccionar y hallar
respuestas a los grandes retos de la sociedad; la clausura de los noviciados
religiosos a partir del año 1855 y la intervención estatal en los seminarios,
convertidos las más de las veces en simples instituciones de segunda ense-
ñanza, sin mayores exigencias disciplinares y académicas. En 1888 el futuro
��
Entre 1889 y 1908 los sacerdotes ascendieron de 700 a 2.627, de los que 560 eran
religiosos, cf. W. Henkel, «Brasile»: Storia della Chiesa. XXIV: Dalle Missioni alle Chiese
locali, 1846-1965 (a cura di J. Metzler), Cinisello Balsamo 1992, 606-39; la referencia en
p. 625.
��
En 1899 contaba con 700 sacerdotes, de los que 180 eran religiosos. En 1908 para
una población de 18 millones había 2.627 sacerdotes, de los que 560 eran religiosos.
��
J. Comblin, «Situação do Catolicismo no Brasil»: Revista Eclesiástica Brasileira
26 (1966) 590. Sobre este aspecto, cf. Pedro A. Ribeiro Oliveira, Religião e dominação de
classe: gênese, estrutura e função do Catolicismo romanizado no Brasil, Petrópolis 1985;
Dante M. C. Gallian, «A Romanização do Catolicismo e a cultura religiosa no Brasil»:
Videre Futura 1 (2001) 87-96.
��
Un primer intento de liberar las cofradías del influjo masónico dio lugar a un
enfrentamiento entre la Iglesia y el Estado que terminó con la prisión de los dos prelados
que lo habían liderado (1874): Vital Mª Gonçalvez y Antonio de Macedo Costa, obispos,
respectivamente, de Olinda y Belem, acusados de invadir la jurisdicción exclusiva del
Estado sobre las órdenes terceras: Historia da Igreja no Brasil. II/2: Segunda época. A
Igreja no Brasil no século xix, Petrópolis 21980, 187; más detalles en A. de Almeida Lustosa,
Dom Macedo Costa (Bispo de Pará), Belem 1992 y, sobre todo, A. Luiz Ulbrich, A Questão
Religiosa do Brasil. Postura da Secretaria de Estado, Roma 1992, 14-260; D. Ramos Vieira,
O processo de Reforma e Reorganização da Igreja no Brasil …, 223-92.
��
Al fin del Imperio (1889), la Iglesia brasileña sólo contaba con trece diócesis, que
formaban una única provincia eclesiástica.
13
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��
Pazos, La Iglesia en la América del IV Centenario, 330; sobre los seminarios menores:
p. 332; una breve nota biográfica de este cardenal en J. Leblanc, Dictionnaire biographique
des cardinaux du xixe siècle, Montreal 2007, 305-06. F. Martín Hernández, «La formación
sacerdotal y la situación del clero en Iberoamérica en el siglo xix»: Los Cien últimos años,
924-25, aduciendo el testimonio de los historiadores Faqundes Hauch y Arindo Rubert,
presenta una visión más positiva de los seminarios brasileños: «A finales de siglo se daba
en los seminarios brasileños una completa y “remozada” teología para la recta formación
de los clérigos». El estado de los seminarios en las diócesis en que trabajaron los recoletos
–Uberaba, Belem y Vitoria– no permite compartir ese optimismo.
33
Roger Aubert, en Fliche-Martin (Dirs.), Historia de la Iglesia 30, Valencia 1974,
497.
��
El obispo de Pará a León xiii: «casi todos los párrocos [eran] públicamente
concubinarios, hombres ignorantes en relación con la ciencia eclesiástica y por esta razón
se favorecía todo tipo de abusos contra las leyes de la Iglesia. El sacerdote ignorante y
perverso llega[ba] al extremo de enseñar que la simple fornicación no e[ra] pecado»: Pazos,
La Iglesia en la América del IV Centenario, 304. La soledad y las distancias, que reducían
al mínimo las visitas de los obispos y los contactos con otros sacerdotes, facilitaban la
proliferación de estos abusos: Ibid. 300; también la voz Amérique Latine del DTC 1, c.
1100, y J. Luzzi, «L’Amérique Latine a besoin de prêtres»: Nouvelle Revue Théologique 77
(1955) 822-48.
��
En varios informes a la Santa Sede alude a la inmoralidad de su clero. En la
Relación que presentó en 1898 durante la visita ad limina transcribió largos fragmentos
de una carta que le había escrito el superior de los dominicos de su diócesis al término de
una misión popular: «Strenui non desunt Excellentiæ Vestræ operarii in vinea Domini,
sed rari nantes in gurgite vasto. Concubinam habet et alit maxima clericorum pars,
maledictionis filios gignunt, in eorum institutione et futurum statum incumbunt toti;
hinc essentialia sacri ministerii officia negligunt, communioresque sacerdotales status
obligationibus»: Asv, Congr. Concilio, Relat. Dioec, n. 369, 28-29. Dos décadas antes su
predecesor Claudio José Gonçalves había denunciado la gravedad de la situación: «Os
14
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sacerdotes desta diocese estão quasi todos amancebados ou são concubinarios publicos.
Qué fazer?»: Asv, Aes, Brasile, pos. 224, fasc. 13, 3r. No menos dramático es el testimonio de
Francesco Saverio Savelli, 18 mayo 1901, un sacerdote romano de 53 años que desde hacía
unos cinco años regía la parroquia de Lagoa Formosa y luego sirvió la de Araxá (1901-03):
Asv, Arch. Nunz. Brasile, caja 84, fasc. 413, 48r-56r.
��
El obispo de Belem de Pará en su relación ad limina del 12 julio 1899, 6: «Pauci
admodum parochi prædicationis Verbi Dei officium implent ob defectum instructionis et
zeli salutis animarum»: Asv, Congr. Concilio, Relat. Dioec, caja 115.
��
Relatorio del ministro de Agricultura, Comércio y Obras Públicas, 1870, cit. por
H. Fragoso, «A Igreja na formação do Estado Liberal»: História da Igreja no Brasil. II/2,
Petrópolis 1985, 201.
��
Antón M. Pazos, «Los problemas de la Iglesia latinoamericana hace un siglo
según la documentación vaticana»: Historia de la Evangelización de América..., Simposio
Internacional. Actas, Roma 1992, 880; también: I. Martínez Carretero, Exclaustración y
restauración del Carmen en España (1771-1910), Roma 1996, 507-54.
En la sesión que la Congregación de Asuntos Eclesiásticos Extraordinarios dedicó en
agosto de 1890 a la reforma de los religiosos brasileños se leyó un informe muy negativo
del internuncio Francesco Spolverini de 30 de mayo de ese mismo año: «Quanto alla parte
morale credo che gli ordini religiosi del Brasile non possono cadere più basso di quel che
sono. Ad eccezione di tre carmelitani, di forse tre benedittini e di due francescani, il resto è
come l’animale che si rotola nel fango e, abietto nel lezzo dei vizi, vive più o meno fuori del
convento con donne e numerose famiglie. […] Essendo ridotti a sí piccolo numero, vivendo
la piú parte fuori del convento, l’idea di disciplina religiosa sparí da gran tempo. Quindi
non coro, non atti, non vita comune…»: Asv, Arch. Nunz. Brasile, caja 77, fasc. 377, 19.
15
364 ÁNGEL MARTÍNEZ CUESTA
��
En 1881 llegaron de Francia a Uberaba tres dominicos, a los que pronto siguieron
otros que se establecieron en Goiás (1883) y Porto Nacional (1886). En 1883 los salesianos
italianos se establecen en Niteroi: Marcigaglia, Os Salesianos no Brasil. Ensaio de crônica
dos primeiros vinte anos da Obra de Dom Bosco no Brasil (1883-1903), São Paulo 1955; y tres
años más tarde llegan los palotinos para asistir a los emigrantes italianos de Río Grande.
M. Francesconi, «Contributo dei missionari scalabriniani all’assistenza degli emigrati italiani
nel Rio Grande do Sul (1896-1918)»: Contributo alla storia della presenza italiana in Brasile,
Roma 1975, 55-110.
��
Bula Ad Universas orbis ecclesias, 27 abril 1892: Leonis xiii Pontificis Maximi Acta
12 (Roma 1893); M. Cesar de Lima, Breve História da Igreja no Brasil, Río de Janeiro 2001,
151-52.
��
A los nueve institutos masculinos y diez femeninos existentes en 1889 se suman
en los primeros años de la República siete comunidades de hombres –redentoristas
en 1894; verbitas, claretianos y maristas en 1895; agustinos, agustinos recoletos y
premonstratenses en 1899– y ocho de mujeres – franciscanas de la Pequeña Familia
del S. Corazón (1890), hermanas del Buen Pastor de Angers (1891), salesianas (1892),
Santos Ángeles (1893), misioneras de San Carlos y de la Divina Providencia (1895),
damas de la Instrucción Cristiana (1896), hermanas de S. Vicente de Ghyseghem
(1896) y hermanas de Santa Catalina (1897): Samuel J. Boland, «The Redemptorists
in the Foreign Mission Field»: Spicilegium Historicum Congregationis Sanctissimi
Redemptoris 32 (1984); Augustin Wernet, Os Redentoristas no Brasil 1, Aparecida 1995;
Julio J. Brustoloni – João Pereira Gomes, História da missão redentorista de São Paulo
e Goiás 1894 a 1964: I. Origens e desenvolvimento da Missão (1894-1964), Aparecida no
Brasil 1, Aparecida 1995; Cristóbal Fernández, Compendio histórico de la congregación
de los Hijos del Inmaculado Corazón de María, Madrid 1967, 1, 801-32; G. Rosoli, «Il
ruolo della Chiesa tra gli emigrati italiani in Rio Grande do Sul», Contributo alla storia
della presenza Italiana in Brasile, 55-69.
A raíz de la sesión de la Congregación de Asuntos Eclesiásticos Extraordinarios
del 11 junio 1894, que pidió a la Congregación de Obispos y Regulares un elenco de las
órdenes, tanto masculinas como femeninas, que podrían trabajar en América Latina, la
curia romana interpeló sobre el asunto a los superiores pidiendo su colaboración: Asv, Aes,
America, pos. 67, fasc. 14. También M.A. da Cruz Colombo, Luzes e sombras. Uma visão da
educacão femenina no final do século XIX e início do XX, San Pablo 2006.
��
En 1889 sólo había en Brasil dos institutos femeninos autóctonos; entre 1892
y 1900 surgieron cuatro más: Auxiliadoras de Nuestra Señora de la Piedad (1892),
Hermanitas de la Inmaculada Concepción (1895), Carmelitas de la Divina Providencia
(1899) y Franciscanas del Corazón de María (1900): A. Martínez Cuesta, «Las religiosas
16
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Sin embargo, en 1894 el clero todavía dejaba mucho que desear. La con-
gregación de Asuntos Eclesiásticos Extraordinarios lo lamentaba en un in-
forme oficial: «la nota específica, es doloroso decirlo, del clero secular es la
insuficiencia en el más amplio sentido de la palabra: el celo y la buena con-
ducta moral son las cualidades que más se echan en falta. La falta de candi-
datos hace que los obispos tengan que confiar las parroquias a personas que
no han terminado sus estudios, no se han educado en el espíritu de sacrificio,
no conocen sus deberes, y, además, frecuentemente son muy jóvenes y están
obligados a vivir en una sociedad corrompida».
También preocupaban a la Santa Sede los sacerdotes europeos, especial-
mente los italianos, que pasaban a América «con el único objetivo de enrique-
cerse». «De los sacerdotes seculares venidos de afuera», escribía Di Pietro, «es
mejor no hablar. Hacen quizá más mal que bien. Salvo pocas excepciones, son
o ignorantes, o interesados o inmorales. Si no lo son todo junto». En 1886 Roma
advirtió de la situación a los obispos americanos y en 1890 prohibió al episco-
pado italiano que autorizase la emigración de sus sacerdotes a América43. El
episcopado brasileño veía en ellos una auténtica «peste, que difunde y fecunda
los gérmenes de la mayor corrupción». Durante sus primeros años los recoletos
tropezaron en Brasil con algunos de estos sacerdotes, pero junto a ellos tam-
bién encontraron a otros celosos y preocupados de su rebaño.
El remedio sólo podía venir de dos fuentes. La primera era la formación
cuidadosa de los sacerdotes jóvenes, en la que insisten una y otra vez las
autoridades romanas. Con ese fin Pío ix abrió en Roma el Colegio Pío Latino
Americano (1858) y encomendó su dirección a los jesuitas. El segundo consis-
tía en el envío masivo de religiosos y religiosas europeos, a los que «se debe
todo el poco bien que por la misericordia de Dios se había dignado conser-
var en aquellos desgraciados países»44. Roma y los obispos, alarmados por la
situación, comenzaron a alzar los ojos a Europa en demanda de auxilio. La
preparación del Concilio Plenario Latinoamericano, iniciada en 1889, que se
celebraría en Roma diez años más tarde, les ayudó a tomar conciencia del
problema y a multiplicar contactos con los religiosos europeos.
en América Latina durante el siglo xix»: Los últimos cien años de la evangelización…,
927-52.
��
La Congregación del Concilio se había ocupado de ellos en febrero de 1886 en una
circular dirigida a los obispos del sur de Italia. Cuatro años más tarde la Congregación de
Asuntos Eclesiásticos Extraordinarios volvió sobre el tema: Asv, Aes, Stati Ecclesiastici,
pos. 1890, fasc. 1.119. «Sacræ Congregationis Concilii litteræ ad episcopos et ordinarios
Italiæ et Americæ de sacerdotibus Italis ad Americanas regiones migrantibus», 21
julio 1890: Appendix ad Concilium Plenarium Americæ Latinæ, Roma 1900, 484-86. La
primera asamblea de los obispos de la provincia meridional del Brasil, celebrada en San
Pablo en noviembre de 1901, determinó que sólo podrían ejercer el ministerio en Brasil
sacerdotes que llegaran con licencia ad triennium de la Congregación del Concilio. En
1903 los obispos brasileños se lamentaban de que sus directrices no se cumplían. Con el
decreto Clericos Peregrinos, del 1902 (Aas 1 [1909] 692-95) la norma se extendió a todo el
clero secular europeo.
��
Pazos, La Iglesia en la América del IV Centenario, 54-57.
17
366 ÁNGEL MARTÍNEZ CUESTA
1. Preparativos
El primer obispo que entró en contacto con los agustinos recoletos fue
el obispo de Goiás, don Eduardo Duarte da Silva, que viajó a Roma en abril
de 1898 y se entretuvo en la ciudad hasta fines de agosto del año siguiente.
Su diócesis era inmensa y estaba muy abandonada. Tenía unos 800 mil habi-
tantes, se extendía por todo el estado de Goiás y el sur del de Minas Gerais y
padecía en grado sumo los males de la Iglesia brasileña45. Pero el obispo era
joven, celoso y bien preparado46. Desde su ingreso en la diócesis, en septiem-
bre de 1891, se estaba esforzando por encontrar remedio a los más graves. Le
dolían de modo especial la escasez y el nivel intelectual y moral de su clero,
el estado del seminario, que llegó a pesarle como una obsesión, el abandono
pastoral de los campos y la plaga del concubinato, facilitada por obstáculos
objetivos que entorpecían la celebración del matrimonio canónico. En 1894
gestionó en Roma la dispensa de la asistencia del sacerdote para la validez
��
En diversas secciones del Archivo Vaticano –Aes, Congregaciones del Concilio, de
Obispos y Regulares, Nunciatura de Brasil, etc.– abunda la información sobre la situación
de la diócesis en estos años. De algún documento haré uso en las páginas siguientes.
��
Alumno del Colegio Pío Latino Americano desde 1868 hasta su ordenación en
1875, obtuvo el doctorado en filosofía y teología por la Universidad Gregoriana; hablaba
correctamente francés, italiano y español. Los nuncios y la misma Secretaría de Estado lo
consideraban de carácter ligero –de vescovo bambino le calificaba en 1901 el internuncio
Giuseppe Macchi–, sin temple y propenso a la depresión, y tildaron de precipitadas algunas de
sus actuaciones. A su llegada a Roma volvió a presentar la renuncia. Antes de aceptarla, León
xiii pidió información al internuncio. Cuando ésta llegó a Roma, la congregación de Asuntos
Eclesiásticos Extraordinarios dedicó a su estudio la sesión del 15 de diciembre, en la que no
llegó a nada concreto. Rampolla, apoyado en los informes de Guidi y Macchi, habló con dureza
y abogó por que se le aceptara la renuncia y se confiara la diócesis a una comunidad religiosa.
Sin embargo, no pudo o no quiso imponer su opinión: «Questo vescovo non comunica. Ha
zelo ma non secundum Dei iustitiam, ha la salute rovinata, si è reso insopportabile colla sua
pastorale; resti al collegio americano per guarire; il papa intanto provvederà; ci vuole un nuovo
vescovo se si può tra i Lazzaristi con precise raccomandazioni…»: Asv, Aes, Brasile, pos. 485,
fasc. 79. El asunto tenía ya su historia. En junio de 1897 Duarte se había reconocido incapaz
de gobernar una diócesis tan desamparada y había propuesto la incorporación de su parte
meridional a la diócesis de San Pablo y la transformación del norte en un vicariato apostólico,
cuyo gobierno estaba dispuesto a aceptar, caso de que la Santa Sede no acogiera sus deseos
de retirarse a «un cantinho onde possa preparar-me para morrer» (13v). En Roma se estudió
la cuestión. El 15 de enero de 1898 Rampolla interpeló a los dominicos sobre la posibilidad de
que asumieran ellos la administración de la diócesis. Después de algunas consultas, en agosto
1898 éstos rechazaron la propuesta por no considerarse «proprio capaci in quanto al personale
e ai mezzi temporali di corrispondere agl’intendimenti della Santa Sede (f. 32r).
Algunos datos biográficos y pastorales en «Diocese de Uberaba»: Annuario
Ecclesiastico 4 (Uberaba 1935-37) 135-43; P. Gaudiano, «Presidentes, relatores y miembros
del Concilio Plenario de América Latina»: Los últimos cien años de la evangelización en
América Latina. Simposio Histórico, Ciudad del Vaticano, 21-25 de junio de 1899, Ciudad
del Vaticano 2000, 774. Recientemente, se ha publicado su autobiografia, que no he logrado
ver, cf. Leila Borges Dias Santos, «Disputa pelo sagrado em Goiás em fins do século XIX:
o catolicismo oficial dos bispos ultramontanos e o catolicismo popular dos leigos»: Revista
Brasileira de História das Religiões 1 (2009) 346-80.
18
presencia agustino-recoleta en brasil: 1899-1901 367
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Asv, Aes, Brasile, fasc. 67, ff. 13r-18r.
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Tiene 40 páginas, llenas de noticias: Asv, Congr. Concilio, Relat. Dioec., caja 369.
En carta del 4 de junio al delegado apostólico, Guidi, habla de 94 parroquias, de las que
60 pertenecían al estado de Goiás y 34 al Triângulo Mineiro, situado al sudoeste de Minas
Gerais. Entre las primeras sólo 9 tenían párroco, y de éllos únicamente cuatro estaban
en condiciones de ejercer el ministerio. Los demás «estão completamente inutilizados,
não podendo mais administrar sacramentos» (f. 7v). En Minas la situación no era tan
desesperada, pero también allí las carencias eran enormes: 21 de sus 34 parroquias
estaban acéfalas y entre sus 13 párrocos (11rv) no faltaban los indignos: Asv, Arch. Nunz.
Brasile, pos. 485, fasc. 79, 6r-13v.
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Eduardo Duarte, Carta a León xiii, Roma, 21 enero 1899: Asv, Aes, Brasile, pos.
524, fasc. 90, 56r-57r.
José Leopoldo Bulhões (1856-1928), miembro de un clan muy fuerte en ese estado,
sobre todo entre 1878 y 1912, era un abogado adscrito a la masonería y al partido liberal.
De 1894 a 1902 fue senador de la República. Después ocupó la cartera de Hacienda en el
gobierno federal en dos ocasiones (1902-1906 y 1909-10), contribuyendo a la reorganización
del ministerio y a la estabilización de la moneda. En 1895, tras el aumento de su prestigio
personal y el triunfo de su programa político, orientado a traducir la separación de la
Iglesia y Estado (1890) en normas concretas sobre la implantación del matrimonio civil, la
secularización de los cementerios y, en general, sobre la disminución del influjo de la Iglesia
en la sociedad, Duarte se vio desautorizado y optó por establecerse en Uberaba: Maria
Augusta Sant’Anna Moraes, História de uma oligarquia em Goiás, Goiânia 1974; Ronaldo
Ferreira Vaz, Da separação Igreja-Estado em Goiás à nova cristandade (1891-1955),
Goiânia 1997; Maria da Conceição Silva, «Catolicismo e casamento civil na Cidade de
Goiás: conflitos políticos e religiosos (1860-1920)»: Revista Brasileira de História 23 no.
46 (San Pablo 2003).
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Pastoral de D. Eduardo Duarte Silva, Bispo de Sant’Anna de Goiás, anunciando
a transferência da residência episcopal da capital de Goiás para Uberaba e fazendo un
appello em favor do seminário episcopal, Uberaba, 14 septiembre 1896: Asv, Aes, Brasile,
fasc. 128, tras el f. 51; la revista La Palestra del Clero 21 (Roma 1896) publicó una
traducción italiana: Asv, Aes, Brasile, fasc. 67, ff. 55r-64v; más información en su Relatio
ad limina de 1904, 31-35: Asv, Congr. Concilio, Relat. Dioec., caja 369, y Asv, Aes, Brasile,
fasc. 128; también Diocese Uberaba, 138.
19
368 ÁNGEL MARTÍNEZ CUESTA
tuvo que echar mano de su peculio personal. Además, el clero goyacense y los
mismos seminaristas se sentían a disgusto en Uberaba y varios reempren-
dieron el camino del regreso. Todo esto disgustó profundamente al obispo y
le abatió, induciéndole incluso a presentar la renuncia al gobierno de la dió-
cesis51. A finales de junio de 1898, cuando todavía desconocía el éxito de su
instancia, se presentó, sin previo aviso, al padre Enrique Pérez, procurador
a la sazón de los recoletos en Roma, en demanda de algunos religiosos que
aliviasen la situación de su diócesis.
«Sin yo buscarlo», escribía éste al padre Narro el día 27 de junio, «me ha
buscado para ver si puede conseguir que se le den religiosos para el semina-
rio y para misiones o parroquias. Es una diócesis de mucha extensión que
abraza todo el estado de Goiás y parte del de San Pablo52, atravesada por
dos grandes ríos que podían facilitar mucho los caminos siendo navegables,
aunque no son navegados, debiendo hacer todos los viajes a caballo. Tiene
más de 60 parroquias con sus pueblecitos rodeados de haciendas: todas ca-
recen de párroco; solamente algunos dominicos que interinamente están en
el seminario recorren de tarde en tarde algunas de las parroquias para dar
misiones y confirmar53. Hay también territorios de indios sin bautizar, de
modo que se puede elegir lo que se quiera. Asegura que abundan los medios
de subsistencia […]. El señor obispo ha venido decidido a llevarse religiosos
a todo trance y ha dicho a su Santidad que no quiere ni puede volver a su
diócesis sin llevarlos. Yo le he oído y me he limitado a prometerle escribir
pronto a vuestra reverencia y transmitirle la respuesta, que le suplico me
la mande pronto»54.
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Todavía en 1904 el nuncio Giulio Tonti la consideraba como una de las fuentes
de sus desgracias: «Colgo pure questo incontro per partecipare a vostra eminenza
reverendissima altresì la venuta in Roma dell’Ill.mo e Exc.mo Mgr. Eduardo Duarte Silva,
vescovo di Goiás. = Opino conveniente per ogni buona norma prevenire vostra eminenza
reverendissima che monsignor Silva, benché sia un buon vescovo, è però di carattere
irruento e precipitato. Ed è perció che egli non è troppo ben visto da una porzione al meno
dei suoi diocesani. =Varii anni or sono Mgr. Silva volle trasferire sotto colore di cattivo
clima la sua residenza dalla città di Goiás a quella di Uberaba. Tuttavia la vera ragione
(per quanto ho potuto sapere) si fu di mostrare il suo malcontento di fronte agli abitanti
della città di Goiás, ciò che necessariamente ha scemato di molto la fiducia di questi verso
il detto prelato»: Asv, Aes, Brasile, pos. 626, fasc. 112, 28r-29r.
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Debería decir Minas Gerais.
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En marzo de 1898 los dominicos tenían tres comunidades en la diócesis: una en
Uberaba con cinco sacerdotes y tres legos; otra en Goiás, con cinco sacerdotes y dos legos;
y otra en Puerto Nacional con cuatro sacerdotes y dos legos: Carta del general al card.
Rampolla, Roma, 23 marzo 1898: Asv, Arch. Nunz. Brasile, caja 79, 18r.
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Infra, VIII. Carta 1.
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Í. Narro, Carta a E. Pérez, Madrid, 1 julio 1898: «Escribiré al p. provincial de Filipinas
proponiéndole ser súbditos suyos los que quisieran pasar a Venezuela, Perú, Brasil, y que
fueran directamente de Filipinas a la América del Sur»: Agoar, caja 65, leg. 7.
20
presencia agustino-recoleta en brasil: 1899-1901 369
21
370 ÁNGEL MARTÍNEZ CUESTA
��
Infra, VIII. Carta 7.
60
Infra, VIII. Carta 11.
22
presencia agustino-recoleta en brasil: 1899-1901 371
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El nombramiento del p. Manuel está firmado el 8 de octubre y su jurisdicción se
extendía a Brasil, Argentina y Uruguay, cf. Circulares del p. Ayarra, f. 104rv: infra. VI.
Nombramientos y circulares 1, 585 (237).
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Infra, VIII. Cartas 17 y 18.
23
372 ÁNGEL MARTÍNEZ CUESTA
24
presencia agustino-recoleta en brasil: 1899-1901 373
2. El viaje
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Infra, VIII. Carta 26.
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Décadas 1, 74-75; J. Berdonces, «Apuntes históricos sobre la presencia de los
agustinos recoletos en el Brasil»: Bpst 74 (1994) 76-101.
65
Estado General de 1906, Madrid 1906, 24-31.
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Una cierta malquerencia del clero nacional al extranjero, especialmente al
religioso, era general en toda América, aunque en Brasil no fue tan común. Puede decirse
que coexistieron actitudes dispares. El gobierno central los apoyaba, mientras que las
autoridades estatales no los miraban con buenos ojos. En 1870 un sacerdote los defendió
en la asamblea legislativa de Bahía, porque «em matéria de religião não há estrangeiros.
A Pátria é só uma». El obispo Antonio Viçoso no veía razón para rechazar a sacerdotes
extranjeros cuando se llamaba a técnicos para construir ferrocarriles y a profesores para
enseñar en las escuelas: História da Igreja II/2, 195. Argumentos semejantes barajó un
periódico de Uberaba en 1899, cf. «Diocese de Goiás», en Lavoura e Commercio, Uberaba, 28
setembro 1899, p. 1: «A religião não tem pátria, nem reconhece nacionalidade; cada paiz tem
sua bandeira; mas há uma bandeira universal, a bandeira de todas as nações; esta é a cruz,
que tem os braços abertos, que a ninguém se fechan e a cuja sombra todos são irmãos».
En 1905 Arcoverde, primer cardenal brasileño, se opuso en el Congreso a que el clero
extranjero dirigiera seminarios o predicara misiones populares por considerarlo incapaz
25
374 ÁNGEL MARTÍNEZ CUESTA
fianza, que los acompañaba por doquier, fruto conjunto de los ataques de la
prensa laica y de la propaganda americana.
El mismo año 1899 desembarcaron en Brasil otras cinco expediciones
con un total de 45 frailes. Con ellos pudieron hacerse cargo de varias parro-
quias en el Triángulo Mineiro, y acudir a la llamada de los obispos de Belem,
Vitoria y San Pablo, en cuyas diócesis se hicieron cargo en ese mismo año de
otros ministerios y echaron los cimientos de la residencia de Ribeirão Preto,
que con el tiempo se convertiría en la casa principal de la orden en Brasil. En
ese primer año les llegaron también peticiones, a menudo insistentes, de los
obispos de Mariana, Petrópolis, Manaus y Olinda, que no pudieron atender
por escasez de personal.
A finales de 1899 trabajaban en América más de 60 recoletos filipinos,
40 de ellos en Brasil. En los dos años siguientes esta avanzadilla filipina su-
frió muchas pérdidas. Varios religiosos perecieron víctimas de la fiebre ama-
rilla, del paludismo, del hambre y del trabajo. Entre febrero de 1900 y agosto
de 1902, fallecieron cinco religiosos. Tres de ellos no llegaban a los cuarenta
años67. Los enfermos fueron siempre muy numerosos. «Caso excepcional será
el de un recoleto que haya misionado, sobre todo en el estado de Pará, Bahía,
Río San Francisco y otros», escribía el cronista, «que no haya sufrido por lar-
go o breve tiempo fiebres malignas y palúdicas, quedando para toda la vida
achacosos o anémicos»68. De los 19 religiosos que trabajaron en el estado de
Pará entre 1899 y 1909, «dos fallecieron víctimas de la fiebre, otros tres hubo
que trasladarlos a otros estados de Brasil para que repusieran su salud que-
brantada [y] siete hubieron de regresar a España también enfermos»69. No
faltaron tampoco quienes no lograron acomodarse a la vida brasileña y opta-
ron por regresar a España, algunos de ellos sin siquiera esperar los permisos
26
presencia agustino-recoleta en brasil: 1899-1901 375
de rigor. En los dos primeros años fueron ocho los que abandonaron el campo
de modo más o menos irregular. Casi todos ellos terminaron por perder la
vocación religiosa y secularizarse70. Con todo, en 1906 todavía trabajaban en
Brasil 54 recoletos, que formaban tres vicarías y desenvolvían su actividad
en cinco estados: Pará, al norte; Bahía y Espíritu Santo, en el centro; y San
Paulo y Minas Gerais, al sur71. En los años siguientes la presencia de la or-
den en Brasil inicia, por muerte de algunos religiosos, la deserción de otros
(seis en 1909)72 y el regreso de otros a España por enfermedad o por motivos
de orden administrativo, una parábola descendente que duró hasta 1915,
cuando se reanudaron las expediciones procedentes del teologado de Mona-
chil. A final de 1909 los recoletos residentes en Brasil eran sólo 36.
3. En el campo de trabajo
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Gregorio Albo y Dionisio Pueyo se secularizaron en 1900; Agustín Martell, Juan
Zamora, Antonio Martín, Gregorio Miguel Jiménez, Manuel Ramos García y Celestino
Ballesteros en 1902. Al año siguiente siguió su ejemplo Ricardo Rupérez, que dos años
antes había regresado a España sin permiso en compañía del p. Martell. Antonio Martín
y Miguel Jiménez llegaron a ser canónigos en Jaca y Baeza, respectivamente; Martell
volvió al Brasil, donde sería vicario general de la diócesis de Pouso Alegre. A veces estas
secularizaciones eran un simple desenlace de grandes sufrimientos interiores. Sáenz,
«Comienzo de la actividad misionera de la provincia de San Nicolás …»: Bpsn 84 (1994)
81-82, recuerda el «martirio» de Antonio Martín en Veríssimo, durante el viaje a España
y su permanencia en Barcelona. Pero a la vez denotan casi siempre individualismo, apego
al dinero y poca abnegación.
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Décadas 1, 75.
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Décadas 1, 112: Nicolás Catalán, Francisco León, Florentino Bermejo, Santiago
Ochoa, Ángel Pascual Benito y Florencio Luis.
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Agua Suja, parroquia desde 1872, pertenecía al municipio de Monte Carmelo
(antiguo Carmo da Bagagem). Desde junio de 1894 estaba administrada por un sacerdote
italiano, Antonio Sevastano, que murió asesinado cerca de Uberaba. Desde 1870 era meta
de una romería a Nuestra Señora de la Abadía, la misma que desde antiguo se veneraba en
la población de Muquem, en el estado de Goiás: Primo Mª Vieira, Monografía da paróchia
e sanctuário episcopal de Nossa Señora d´Abbadia de Agua Suja, San Pablo 1921; Diocese
Uberaba, 186-88.
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Nova Ponte era parroquia desde 1882, pero no tenía párroco residente. Desde 1891
la atendía el párroco de Agua Suja, de la que distaba 40 km. En 1925 fue reincorporada a
Agua Suja: Diocese Uberaba, 228-29.
La parroquia de Sant’Anna do Río das Velhas, erigida en 1870, pertenecía al
municipio de Araguari. Su primer párroco, José Martins Carrijo, tomó posesión en 1872.
En 1898 era administrada, igual que la anterior, por Antonio Sevastano, párroco de Agua
Suja: Diocese Uberaba, 243-44.
27
376 ÁNGEL MARTÍNEZ CUESTA
En los meses siguientes, a medida que iban llegando nuevos misioneros desde
España, asumieron la administración de otros curatos, hasta llegar a un total
de siete a finales de año75. En 1902 eran 16 los curatos servidos por recoletos
en la diócesis de Goiás, aunque algunos de ellos, como Abbadia dos Doura-
dos76, Conceição de Araxá y São Sebastião do Salitre, nunca tuvieron párroco
residente, y otros sólo lo tuvieron ocasionalmente. A continuación comenzó
la parábola descendente. La escasez de misioneros, debida a la disminución
de las expediciones, a las muertes y enfermedades de varios religiosos y a
la deserción de otros, redujo «de tal manera el personal que hizo necesario
desprenderse de algunas, quedando reducidas, al finalizar la primera década
a nueve, servidas en su mayor parte por un solo misionero. Estas parroquias
misiones eran las siguientes: Agua Suja, Sant’Anna do Río das Velhas, Do-
res de Santa Juliana, Monte Carmelo, Coromandel, Abadia dos Dourados,
Estrella do Sul, Patrocinio y Santa Anna dos Patos, con un total de nueve
religiosos»77.
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Durante el bienio aquí estudiado asumieron la administración de Dores de Santa
Juliana (mayo 1899), Monte Carmelo (10 octubre 1899), Espírito Santo da Forquilha y
Conquista (octubre 1899), Veríssimo (octubre 1899), Coromandel, Abadía dos Dourados y
el Santuario de Alto d’Abadia en la ciudad de Uberaba (noviembre 1899), el barrio de Santa
Rita de Estrella de Sul (marzo 1900), San Sebastián da Serra do Salitre (agosto 1900) y
Patrocinio (marzo 1901): Décadas 1, 231-86; Diocese Uberaba, 189-91, 209-11, 233, 242.
Con alguna frecuencia, estas dos fuentes dan fechas distintas. Para datar con exactitud
los comienzos de la presencia recoleta en cada una de estas parroquias es preciso, por
tanto, acudir a sus archivos parroquiales. Diocese Uberaba omite la presencia recoleta en
Veríssimo, Conquista, San Sebastián y Santa Rita de Estrella do Sul.
Conquista y Forquilha eran viceparroquias administradas por el párroco de
Sacramento: Décadas 1, 255-57. Salitre no había tenido párroco residente desde hacía
muchos años; Patrocinio lo regentaba desde 1868 Modesto Marques Ferreira, un anciano
víctima de la soledad y del alcohol, lleno de familia, que tenía totalmente abandonada la
parroquia. Sus feligreses dudaban de la validez de los sacramentos que administraba.
Tampoco el de Dores de Santa Juliana, el italiano Arsenio Pezzolano, reconvertido del
protestantismo y con resabios de sus antiguas creencias, gozaba de la confianza de su
obispo: Libro de Cosas Notables de la parroquia: Apst, XXI/1. En situación semejante
se encontraban Coromandel y Abadía dos Dourados, administradas ambas por Manuel
Silverio Gomes do Reis, un cura «que, en lugar de instruir a sus fieles en el santo temor
de Dios e inducirlos a la práctica de la piedad y frecuencia de sacramentos, los retraía
de ello con sus desdichados ejemplos y conversaciones impropias acerca de la confesión,
dominado por ciertos resabios de jansenismo y de protestantismo»: Décadas 1, 261; Diocese
Uberaba, 189, 210.
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Marcos Beltrán, Relación de la parroquia de Abbadia dos Dourados: Apst, XXI/1.
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Décadas 1, 286; Décadas 2, 237: cf. F. Bergasa, Carta a Mons. Duarte, 21 abril 1909.
28
presencia agustino-recoleta en brasil: 1899-1901 377
29
378 ÁNGEL MARTÍNEZ CUESTA
paña, y nuestra orden está muy pobre por haber sido despojada en las Islas
Filipinas de casi todo cuanto poseía»80.
A vuelta de correo, el obispo contestaba entusiasmado por la acogida que
había encontrado su propuesta. Los temores del padre Manuel eran vanos,
ya que «en el Brasil hay buena voluntad para con los curas, especialmente
con los que se cuidan del adelantamiento espiritual del pueblo. […] Ningún
sacerdote bien intencionado se hallará falto de lo necesario a su subsisten-
cia». A continuación especificaba sus planes. Deseaba confiar a los recoletos
cinco parroquias costeras, en las que habría trabajo para 10 religiosos. A
pesar de ser pobre, procurará contribuir al pago de los pasajes.
«Primero. La misión de los reverendos padres agustinos será parroquial,
con los onus y ventajas respectivas. Segundo. Cederé a los congrados [sic]
casi todo el norte y algunas parroquias del sud. En el norte toda la margen
del río Doce, siendo la sé Linhares (1ª parroquia), colonia de Pau Gigante
(sé), comprendiendo Riacho, Santa Cruz y la misma colonia (2ª parroquia);
Itaunas, Barra de San Mateo (3ª parroquia); Serra Carapina, margen norte
del río Santa María y Nueva Almeida (sé) (4ª parroquia). En el sud por ahora
Guarapari, Piuma y Benevente (sé) (5ª parroquia). Localidades todas ellas
marítimas. Las distancias son pequeñas entre una y otra sé, pues el obispa-
do es pequeño. En cuasi todas ellas hay telégrafo para la capital, Victoria.
Dan para la sustentación de los padres. Como se ve, me parece que bastarán
al principio diez religiosos, porque dispongo de cinco colocaciones, pero más
adelante creo que precisaremos más.
A pesar de ser el obispado bastante pobre, estoy dispuesto a ayudar con
algo la venida de los padres, y vuestra reverendísima me dirá con cuánto
podrán venir los diez primeros. Sea sobrio en la tasas, pues soy un obispo
mendigo. Podrán descansar algún tiempo aquí, en nuestra residencia de la
capital, y aprender un poco la lengua, marchando después de dos en dos a
sus respectivos centros»81.
Las condiciones fueron del agrado del padre Simón, que inmediatamen-
te se puso en camino, sin ni siquiera esperar el regreso a Uberaba del padre
Mariano.
El 23 de mayo se presentó en Vitoria en compañía del padre Agustín
Martell, que acababa de llegar de España82. Poco más tarde se les asociaron
los padres Juan Pablo Ruiz, Juan López, Ricardo Rupérez, Mariano Pena,
Eugenio Sola y Juan B. Pereda y el subdiácono Máximo Tabuenca, con los
que pudieron asumir la dirección de ocho parroquias: Serra y Nova Almeida,
el 23 de junio83; Benevente –actual Anchieta– y Guarapari, seis días más
��
Juan B. Neri, Carta a Manuel Simón, Victoria, 7 abril 1899: infra, VIII. Carta 78
también: Décadas 1, 336 (con variantes).
��
M. Simón, Carta a M. Bernad, Victoria, 27 mayo 1899: infra, VIII. Carta 119.
��
A. Martell, Carta a M. Bernad, Agoar, caja 86, leg. 1900; Décadas 1, 339, fecha la
toma de posesión del padre Martell el 8 de julio.
30
presencia agustino-recoleta en brasil: 1899-1901 379
��
Máximo Tabuenca, Carta a A. Martell, Itapemirim, 22 abril 1900: «Yo llegué a ésta
el día 21 y el 22 tomé posse da Freguesia. El pueblo nos ha gustado muchísimo. Es una
bonita villa, con grandes y bonitas ruas y hasta con alumbrado, si bien de petróleo. Tenemos
una imprenssa, de donde sale un jornalzinho semanal. La gente parece un poco sabidilla y
en negocio de religión me parece que pasará como em Serra. Están acostumbrados a tener
siempre cura. Así que me parece que no harán mucho caso de los curas. Veremos a ver con
el tiempo. La posición del pueblo es bonita, muy plano, sin morro alguno, y banhando las
casas pasa un grande río, por donde se puede ir en lancha de vapor hasta la barra, que
distará como cosa de una hora por río, y por tierra, a caballo, como cosa de media hora»:
infra, VIII. Carta 370.
��
R. Rupérez, Carta a Agustín Martell, 15 abril 1900: «Después de un felicísimo viaje
llegué ayer a la 1 de la tarde, habiendo estado fondeado doce horas por causa de la marea»:
infra, VIII. Carta 364. Décadas 1, 359, fecha su llegada en noviembre del año anterior.
��
M. Pena, Carta a M. Bernad, Pau Gigante, 20 marzo 1901: infra, VIII. Carta 485
Décadas 1, 341, fecha erróneamente el regreso de Martell en agosto. El 5 de mayo de 1901
firmaba en Zaragoza una larga carta al p. Bernad, en la que aducía las causas que le
habían movido a abandonar Brasil sin aguardar el preceptivo permiso: Agoar, caja 35.
��
Infra, V. Juan P. Ruiz, 578-81 (230-33); también A. Martell, Carta a M. Bernad,
Serra, 3 abril 1900: VIII. Carta 356. Décadas 1, 338, atribuye la prolongada presencia de
los recoletos en el palacio episcopal al afecto con que los miraba el obispo y a la necesidad
de que los religiosos se familiarizaran con el portugués antes de destinarlos al ministerio
parroquial.
31
380 ÁNGEL MARTÍNEZ CUESTA
«La obra comenzada con tan buenos auspicios durante el pontificado del
excelentísimo señor João Baptista Neri en el estado y diócesis de Espíritu
Santo vino a quedar reducida, al finalizar la primera década de nuestra his-
toria, a dos parroquias misiones: la de Anchieta o Benevente y la de Guara-
pari, que estaban servidas por tres religiosos. ¿A qué fue debido esto? Varias
fueron las causas que contribuyeron a ello. La primera y principal, el haber
dejado el gobierno de la diócesis el excelentísimo señor Neri, con quien se
habían entendido los religiosos desde el principio, estableciendo ciertas ba-
ses para la administración de las parroquias que el prelado quería poner
al cuidado de los nuestros, bases que, al cesar aquél88, quedaron sin ningún
valor y eficacia, por cuanto la curia eclesiástica no se consideraba obligada a
observarlas por su parte. La segunda causa fue la escasez de personal para
atender a todos los diversos centros establecidos en la República del Brasil
durante el primer año de la llegada de nuestros religiosos. Las enfermeda-
des de unos, la edad avanzada de otros, las dificultades que varios hallaron
para aprender el idioma o para acostumbrarse al medio ambiente de aquel
país, hicieron que muchos de los padres enviados al principio al Brasil tu-
vieran que regresar a España, viéndose los superiores imposibilitados para
enviar personal que sustituyera en los ministerios a los que se retiraban. Y
la tercera, y pongámosla como última, fue el descontento de algunos que cre-
yeron encontrar allí establecido y organizado todo al modo como lo habían
visto en Filipinas y no pudieron acostumbrarse a las dificultades y traba-
jos inherentes a toda nueva fundación, por lo que solicitaron su regreso a
España, en donde algunos dejaron el santo hábito, obteniendo el buleto de
secularización. Fueron de los que creyeron en el fin de nuestra congregación,
cuando el desastre sufrido en las misiones del Archipiélago de Magallanes y,
pusilánimes y cobardes, no tuvieron valor para acompañar a sus hermanos
en la lucha por la existencia de nuestra orden, abriendo nuevos campos en
donde poder trabajar por la gloria de Dios»89.
V. En el estado de Pará
��
Fue trasladado, a petición propia (Asv, Aes, Brasile, fasc. 95, pos. 550), a la nueva
diócesis de Pouso Alegre en junio de 1901: Hierarchia 8, 468; también sus cartas a M.
Bernad, Campinas, 16 marzo, 2 y 5 julio 1901: VIII. Cartas 479, 528 y 529. J. C. Ataliba
Nogueira, Elogio histórico de d. João Neri, primeiro bispo de Campinas, [Río de Janeiro]
1945; su visión de la diócesis en João Batista Corrêa Neri, Lembranças: visitas pastorais,
ms. en el arzobispado de Vitoria, cit. por S. Peres de Paula, Fazenda do Centro: imigração
e colonização italiana no sul do Espírito Santo, Franca 2008 (ms.), 55-56.
��
Décadas 1, 365.
32
presencia agustino-recoleta en brasil: 1899-1901 381
��
G. Tejero, Carta a M. Bernad, Belem, 7 septiembre 1899: infra, VIII. Carta 193.
��
José Paes de Carvalho (1850-1943), médico humanitario. Fue uno de los padres de
la república brasileña y dos veces gobernador de Pará: la primera desde el 8 de mayo al
2 julio de 1890, y la segunda, desde el 1 febrero de 1897 al 31 de enero de 1901: Theodoro
Braga, Noções de Chorographia do estado do Pará, Belem 1920, 584-85. En 1890 fue
secretario de Asamblea Nacional Constituyente y en 1894 concurrió a la vicepresidencia
de la República.
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Pueden verse en Décadas 1, 371-76.
33
382 ÁNGEL MARTÍNEZ CUESTA
��
Amancio Miranda, Carta a Í. Narro, Roma, 3 diciembre 1898: infra, VIII. Carta 30;
Décadas 1, 377-78.
��
Amancio Miranda, Carta a E. Pérez, Génova, 8 diciembre 1898: infra, VIII. Carta 34.
��
Infra, Carta a E. Pérez, Madrid, 12 febrero 1899: «Los padres Gregorio Gil y Eugenio
Galilea salieron anteayer para una residencia en Granada. Éstos eran los destinados a
Pará, que no he mandado por la ninguna formalidad del sr. Miranda. Ni me ha escrito, ni
el embajador del Brasil me dio 200 francos, ni la Dirección en Génova tiene noticia de los
dos pasajes en Río Amazonas, cosas que don Amancio me prometió y… no ha cumplido.
¡Cómo mandaba yo los dos padres a la ventura!»: infra, VIII. Carta 54.
��
E. Pérez, Carta a Í. Narro, Roma 15 febrero 1899: «Mucho me alegro de los dos
padres que van a Granada y mejor si se pudiera hacer algunas residencias bien dispuestas
y con buena observancia. Pero no desconfío de que vayan a Pará. Mons. Miranda me
pareció persona muy formal para ser americano y, según se expresó, debía hablar primero
con el gobierno antes de disponer en concreto. Mons. Guidi insiste en que no lo dejemos,
que podemos ir a ciegas y que ha de dar muy buen resultado»: infra, VIII. Carta 56.
��
Í. Narro, Carta a E. Pérez, Madrid, 20 mayo 1899: «Ayer tarde recibí la visita del
ilustrísimo señor obispo de Pará. Salió ayer tarde para Roma, hospedándose en el Colegio
Pío-Latino-Americano. Veré si en vez de tres puedo mandar a Pará seis recoletos»: infra,
VIII. Carta 110.
34
presencia agustino-recoleta en brasil: 1899-1901 383
mente de él. Pero para esas fechas el plan ya debía de estar perfilado y en fase
de ejecución. Una carta de Miranda llegada a sus manos a principios de abril
y el recibo de una letra de mil francos reanimaron las esperanzas de Íñigo98. A
mediados de abril se puso en contacto con Gregorio Tejero, a quien quería en-
comendar la misión, y el 14 de mayo éste le informaba sobre el padre Gregorio
Albo99, quien días antes se había ofrecido para viajar al Brasil100.
El 18 de junio embarcaban en Barcelona con rumbo a Belem cinco sa-
cerdotes y un hermano de obediencia, encabezados por el padre Gregorio
Tejero, que será el alma de esta fundación durante sus dos primeros lustros.
El 7 de julio avistaban la costa paraense y, tras una breve cuarentena en la
vecina isla de Outeiro, desembarcaron en Belem. El gobernador del estado
les recibió con todos los honores. A los dos días de su llegada los visitó en
Outeiro en compañía de altos cargos de su gobierno y de algunos eclesiásti-
cos. Entre éstos descollaban el capuchino Carlos de Milán, con quien Tejero
mantendrá luego estrechas relaciones, y Domingo Dias Maltez, un canónigo
de prestigio que nunca sintonizó con el modo de actuar de su obispo101. En su
correspondencia Tejero le trata de «persona distinguidísima» y acreedora de
toda su gratitud102.
El gobernador no perdió tiempo. Él no dudaba de que los religiosos ve-
nían a regentar las colonias, que era un punto importante de su programa
de gobierno, e inmediatamente presentó a Tejero un borrador del contrato
que debería regir sus relaciones. Tejero no tenía las cosas tan seguras y pidió
tiempo. En Madrid las directrices no habían sido claras. Por otra parte, ni él
ni sus compañeros ni el obispo acababan de identificarse con un proyecto que
juzgaban demasiado secular. Pero su capacidad de maniobra era limitada.
La gratitud, y no sólo ella, le obligaba a complacer a quien les había pagado
el pasaje y en aquel momento era su único amparo. El ejemplo de los capu-
chinos, que ya estaban al frente de una colonia semejante, le empujaba por el
mismo camino. Tras un viaje de inspección y la consulta con eclesiásticos de
la ciudad, el 21 de julio se decidió a firmar el contrato, aunque sólo de modo
provisional, dejando a Íñigo su aprobación definitiva103.
��
A. Miranda, Carta a Í. Narro, Belem do Pará, 22 marzo 1899: infra, VIII. Carta 66.
��
G. Tejero, Cartas a Í. Narro, Monteagudo, 16 abril, y Borja, 14 mayo 1899: infra,
VIII. Cartas 83 y 104.
���
G. Albo, Carta a Í. Narro, Monteagudo, 5 mayo 1899: Agoar, caja 85, leg. 1.
���
En diciembre de 1898 mandó a Roma un largo memorial, en que le acusaba de
autoritarismo, de falta de celo y de graves negligencias administrativas: Asv, Aes, Brasile,
fasc. 90, exp. 517. Ordenado en Francia el 29 de junio de 1887, era canónigo honorario
desde 23 de abril de 1893 y notario apostólico desde enero de 1898: Cronologia, 90 y 95;
Asv, Arch. Nunz. Brasile, fasc. 401.
���
G. Tejero, Carta a Í. Narro, Belem, 11 julio 1899: infra, VIII. Carta 158.
���
G. Tejero, Carta a M. Bernad, Belem, 7 septiembre 1899: «Por una parte, pensaba
en el inconveniente de encargarnos de una administración meramente civil, y, por la otra,
veía que el gobierno nos había pagado el pasaje y que nos mantenía y que, de no aceptar,
no veía otro horizonte más que el de mantenernos de limosnas. Vistos los inconvenientes
35
384 ÁNGEL MARTÍNEZ CUESTA
de uno y otro lado, acepté provisionalmente y se hizo un contrato con el gobierno, cuya
última cláusula dice: se considerará definitivo cuando el padre vicario general de la orden
lo hubiere ratificado, conforme con lo que nuestro padre Íñigo me tenía mandado»: infra,
VIII. Carta 193. Íñigo lo aprobó el 5 noviembre 1899, añadiendo la sugerencia de Tejero
(Carta a I. Narro, 27 septiembre 1899)»: infra, VIII. Carta 213.
���
Copias del original portugués y versión española: Agoar, caja 84, leg. 4.
���
G. Tejero, Carta a M. Bernad, 7 septiembre 1899: infra, VIII. Carta 193.
���
Ibid. Tampoco a Bernad le entusiasmaba ese trabajo, cf. Carta a E. Pérez, 1 octubre
1899: «Por fin me ha llegado hoy mismo carta de Pará, y descanso un poco, pues no hay
más sino que no se atreven a firmar ciertos contratos, que, en primer lugar, no pueden, y
en segundo, les ata bastante»: infra, VIII. Carta 216.
36
presencia agustino-recoleta en brasil: 1899-1901 385
fiarse menos del gobierno y más de él; los recoletos harían bien en desalojar la
casa que les había ofrecido el gobierno y conseguirse una propia. Tampoco le
parecía oportuno que el gobierno entregara todas las colonias a corporaciones
religiosas, máxime siendo éstas extranjeras.
No compartía monseñor Brandão el aprecio de su colega de Vitoria por la
vida religiosa. Era celoso de su autoridad episcopal y la exención de los religiosos
le hería las niñas de los ojos. En modo alguno les cedería parcela alguna de la
iglesia diocesana, por más que alguna que otra vez tratara de atraérselos. Tejero
se percató pronto de su modo de pensar y nunca se fió de sus promesas. Pero tam-
poco podía ni quería enemistarse abiertamente con él. Le visitaba con frecuencia,
le tenía al tanto de sus asuntos y siempre se mostró dispuesto a prestarle su cola-
boración. A principios de octubre de 1899 accedió a atender el manicomio, a pesar
de que la distancia le obligaba a dormir en él107. Por los mismos motivos acepta-
ría poco después otras capellanías108 e incluso habría accedido a realizar alguna
comisión, una especie de correría apresurada por las parroquias del interior para
celebrar las fiestas patronales y administrar sacramentos, a pesar de ser misión
que le repugnaba y que en sus cartas no se cansa de estigmatizar.
El 6 de agosto de 1899, meses antes de que llegara la ratificación del
contrato por el superior general, Teodoro Castillo, Gregorio Asín y Juan Za-
���
G. Tejero, Carta a I. Narro, 9 octubre 1899: «Hace algunos días que por encargo
del señor obispo voy a celebrar al asilo de alienados. Esto me acarrea alguna molestia,
porque como nuestra residencia está lejos y el asilo también (una hora en tranvía) y como
quiere el señor obispo que les haga el mes del rosario, tengo que salir de casa a las 4 de
la tarde, a las 7 es el rosario con exposición y bendición, ceno y duermo allí en un cuarto
aislado, cerca de la capilla, y a las 4 de la madrugada me levanto para dar a las hermanas
la comunión y decir la misa a las 5, volviéndome a casa sobre las 7. Esto me produce pocos
beneficios materiales por ahora, pero satisfago los deseos del señor obispo, que puede en
recompensa dispensarnos alguna más protección, adquiero relaciones con las hermanas
de la caridad y otras personas y me voy abriendo poco a poco camino en medio de esta
sociedad, y también mi alma gana algo porque aquí en los ratos que paso solo tengo más
libertad para orar y hago vida conventual, que no es poco»: infra, VIII. Carta 221. Estaba
administrado desde 1887 por las Hijas de Santa Ana, una congregación italiana con fuerte
presencia en la ciudad. En 1892 se le había dotado de un edificio al margen de la carretera
Marco da Legua: Bodas de Ouro das Filhas de Sant’Anna no Brasil. Notícias Históricas.
1884-1934, Río de Janeiro 1933, 45-48.
���
G. Tejero, Carta a Í. Narro, 16 diciembre 1899: «Yo continúo sirviendo al señor
obispo en lo que puedo y aun algo más. He estado y continúo regentando una parroquia
por ausencia del párroco, sin dejar por eso de venir al asilo cuatro veces o más por semana,
y ayer, después de celebrada la misa y confesadas algunas personas, fui al colegio de San
Antonio y confesé a todas las colegialas y a las hermanas que las dirigen, en totalidad
quizás 60, sin tener más tiempo que el preciso para comer y bautizar una criatura de la
parroquia que regento, volviéndome después a este asilo al rosario y dar la bendición,
rezando horas en el tranvía y vísperas después de cenar»: infra, VIII. Carta 286.
Una semana más tarde escribía al mismo corresponsal: «No por esto dejo de trabajar
en lo que puedo. Mañana, después que termine aquí (asilo de alienados), confesaré a las
hermanas del asilo de huérfanas (orfelinato) y por la tarde a los presos de la cárcel; y
pasado mañana a las hermanas del colegio de San Antonio. En Navidad diré la primera
misa en este asilo a la media noche; a las 5 daré la comunión, y en un carretón por la vía
iré a decir la segunda misa en un pueblito próximo, volviendo después a decir la tercera
en este mismo asilo a las 7 y media»: Ibid.
37
386 ÁNGEL MARTÍNEZ CUESTA
���
Décadas 1, 400 y 402, colocan el ingreso de los recoletos en las dos colonias el
día 24 de agosto. Yo me atengo a las fechas que da G. Tejero, Carta a I. Narro, Belem, 31
agosto 1899: infra, VIII. Carta 189.
���
T. Braga, Chorographia do estado do Pará, 471-74.
38
presencia agustino-recoleta en brasil: 1899-1901 387
39
388 ÁNGEL MARTÍNEZ CUESTA
���
Al principio no se determinó la duración de la concesión. A la partida del p.
Bernad, Brandão restringió la concesión a un uso temporal. En octubre de 1902 su sucesor,
más cercano a los frailes, no tuvo dificultad en concedérsela ad usum perpetuum. La
construcción de esta iglesia comenzó en 1772 y concluyó cinco años más tarde. Fue abierta
al culto el 23 junio 1777: Alberto G. Ramos, Cronologia eclesiástica do Pará, Belem 1985,
36, 38; L. Tocantins, Santa Maria de Belem do Grão Pará, Río de Janeiro 21976, 170-74.
40
presencia agustino-recoleta en brasil: 1899-1901 389
necesidades de sus feligreses. Otro tanto podría hacer en las fiestas infrasep-
timanales y siempre que ocurriera alguna necesidad urgente. El obispo eligió
«la segunda proposición, con lo que se consiguió lo que se deseaba, pudiendo,
por lo tanto, vivir reunidos los padres en conformidad con nuestro estado»114.
Del segundo extremo de este punto Bernad hizo caso omiso, confiado en que
el gobierno no se percataría de él. En caso de denuncia siempre quedaba la
posibilidad de retirar al religioso del hospital.
Una vez aclarados esos puntos previos, se pudo pensar en la adquisición
de una casa digna «que al mismo tiempo no estuviera lejos de la iglesia, pues
ésta no tenía casa adosada, como la tienen en otras partes, ni era fácil hacer-
la en aquel sitio por estar situada en una plaza irregular, donde era difícil
levantar otro edificio»115. A los pocos días alquilaron una de la calle Cametá,
y a ella trasladaron inmediatamente su residencia.
En octubre de 1900, al emprender su regreso al sur, Bernad podía darse
por satisfecho. Dejaba a los tres religiosos juntos en una única comunidad
y con trabajo abundante116. No faltaron dificultades, debidas, unas veces, a
la crisis económica que obligó a reorganizar las capellanías; otras, a diver-
gencias con las hijas de Santa Ana; y, otras, en fin, al descontento de algún
religioso que no acababa de habituarse a la vida brasileña. Pero de todas
salieron airosos, y con la llegada de los tres nuevos religiosos en enero de
1901, creció la ilusión. Mejoró el culto en su iglesia con una mayor asiduidad
al púlpito y al confesonario, se introdujo la devoción a san José, a santa Rita
y a otros santos de la orden y la embellecieron con la construcción de un nue-
vo altar y la adquisición de ornamentos, imágenes y otros objetos sagrados.
Cuando los recoletos tomaron posesión de ella no tenía ni sagrario ni copón
ni custodia. También aumentaron sus servicios a hospitales, colegios y reli-
giosas así como la colaboración con los párrocos de la ciudad. Canillas siguió
en la parroquia de Benevides; Tejero atendía la capellanía del Hospital San-
ta Casa y confesaba a varias comunidades de religiosas; y Asín, además de
administrar la parroquia de Santa Isabel, cuidó de la de Nuestra Señora de
Nazaret durante la larga enfermedad de su párroco.
���
Bernad, Relación: infra, 557(209).
���
Bernad, Relación: infra, 558 (210).
���
Infra, M. Bernad, Carta a E. Pérez, Recife, 17 octubre 1900: En Belem «los pocos
padres que allí tenemos se portan como buenos, trabajan como héroes y se van adquiriendo
las simpatías de todos. ¡Dios sea bendito! Iba yo casi con la intención de traérmelos por las
noticias que corrían, pero, amigo, no puede ser eso. Las religiosas todas me pidieron por
favor y por todos los santos que no los sacara de allí. El padre Tejero confiesa él solo cinco
casas de religiosas, y no descansa un momento; lo mismo hacen los otros dos, y más ahora
que hemos tomado provisionalmente una iglesia de San Juan, que nos ha dado el señor
obispo, y que la inauguramos el 29 de septiembre con misa cantada y sermón. Se hace el
mes de octubre, y cada día aumenta más la gente, y aumentará más, porque verán que
hay confesores (cosa rara en Belem). La iglesia es pequeña, pero muy fuerte y muy bonita.
Tiene de todo y no faltaba otra cosa que sagrario, que se colocó enseguida, hecho gratis en
el hospital de la Santa Casa»: infra, VIII. Carta 424.
41
390 ÁNGEL MARTÍNEZ CUESTA
42
presencia agustino-recoleta en brasil: 1899-1901 391
Tres meses más tarde, el día 19 de mayo, pasó por Ribeirão la segun-
da expedición ubebarense. Don Juan volvió a recibirlos con señales de cariño.
Como sus achaques, ya visibles en febrero, se habían agravado y le tenían casi
imposibilitado, suplicó al presidente de la expedición que le echara una mano.
El padre Celedonio accedió y puso a su disposición al padre Santos Ramírez,
un religioso lleno de Dios, sencillo, celoso y servicial. Bernad aprobó la decisión.
Veía que la presencia en Ribeirão de un religioso facilitaría la instalación en
ella de la comunidad, que a las pocas semanas considerará ya «convenientí-
sima»120. En julio su deseo ya había adquirido contornos definidos: «El padre
Santos aún continúa en Ribeirão Preto haciendo muy buen papel. Se trata de
poner allí, por de pronto, una residencia de dos o tres padres que después po-
dría ser colegio de mucha importancia, cosa que desea mucho aquella gente. Es
un punto importantísimo para nosotros, mucho más estando como estamos en
este triángulo mineiro. Dista de Uberaba 12 horas de tren, y es punto forzoso
de parada para venir de São Paulo aquí. Pienso ir un día de éstos a São Paulo
para hablar con el señor obispo de ese asunto. El vigário de Ribeirão Preto está
empeñadísimo en que llevemos a efecto este pensamiento»121.
Antes habría que sortear dos obstáculos. El primero era el permiso de la
curia diocesana, que no sería fácil obtener, ya que durante meses ni siquiera
había querido conceder por escrito al padre Santos las licencias sacramenta-
les. El segundo surgiría de donde menos lo esperaban, de ese mismo párroco
que tan generosamente les había acogido y que seguía alojándolos en su
casa y proporcionándoles trabajo. Con el tiempo su protección degeneró en
opresión. Quería que continuaran en su casa y a su servicio exclusivo. No to-
leraba que los frailes hablaran de abrir casa propia y menos aún de construir
una capilla pública.
Ambos escollos se superaron con relativa facilidad. El primero lo afrontó
el padre Mariano en julio de 1899. A mediados de mes viajó a San Pablo, se
entrevistó con el obispo e inmediatamente se percató del origen de su proceder
con el padre Santos. La curia había caído en la trampa de la propaganda y no
veía con buenos ojos a aquellos frailes filipinos que venían a establecerse en
su diócesis. Las explicaciones del padre Mariano disiparon sus difidencias y
al final de la entrevista el mismo obispo firmó personalmente las licencias del
parte, i quali non tardarono a perdere le pratiche delle loro credenze sia per mancanza di
assistenza religiosa, essendo colá il clero scarso e rilassato, sia per l’amore sfrenato delle
ricchezze. Rimase così aperto l’adito alle sette e allo spiritismo che dominarono ben tosto
quel popolo e lo resero miscredente ed avverso alla Chiesa»: Asv, Aes, Brasile, pos. 710,
fasc. 143, f. 4r. El colegio, abierto en 1899, pertenencía a los metodistas que habían llegado
a Ribeirão Preto en 1896: Vasni de Almeida, Converter, ensimar e reformar: a missão
protestante em Ribeirão Preto (1896-1950), Franca 1997.
���
M. Bernad, Carta a E. Pérez: Uberaba, 16 junio 1899: «Ribeirão Preto es un punto
de escala forzoso, en que hay que hacer noche. Está de aquí a 12 horas de tren, con lo que
comprenderás cuán convenientísimo ha de ser para nosotros hacernos buen lugar por allí,
aun por medio de algún sacrificio»: infra, VIII. Carta 143.
���
M. Bernad, Carta a E. Pérez, Uberaba, 11 julio 1899: infra, VIII. Carta 157.
43
392 ÁNGEL MARTÍNEZ CUESTA
padre Santos, les abrió las puertas de la diócesis para futuras fundaciones y
hasta se adelantó a proponer la idea de abrir una en Ribeirão122.
A principios de agosto Mariano envió a Ribeirão Preto a un segundo pa-
dre que acababa de llegar de España, y poco después comenzó a hacer gestio-
nes para adquirir una casa. A pesar de la oposición del párroco, el 22 de sep-
tiembre los padres se trasladaron a una casa alquilada, donde abrieron una
humilde capillita y comenzaron a desvincularse de la tutela del párroco123.
En octubre la comunidad aumentó con la llegada de tres nuevos religiosos.
Uno de ellos era Hilario Eraso, que sería su primer superior. Con la ayuda de
un entusiasta profesor brasileño, el 1 de octubre los recoletos se atrevieron
a abrir un pequeño colegio, movidos por el deseo de contrarrestar el influjo
del colegio protestante. La experiencia terminó en un sonoro fracaso, que les
obligó a cerrarlo a finales de noviembre del mismo año124.
Este fracaso no desanimó a los frailes. Lo vieron, más bien, como
una liberación que los exoneraba de una tarea ingrata y les permitía
dedicarse de lleno al ministerio pastoral. Fue el punto de arranque de
una presencia más incisiva en el tejido eclesial de la ciudad. Intensifi-
caron el trabajo en la parroquia, que el cura no podía atender a causa
de sus achaques. Cuando en mayo de 1900 éste se retiró a Bahía, la cu-
ria paulista les encomendó su dirección hasta la llegada de su sucesor
en el próximo mes de junio. A la vez aumentaron su colaboración con
los párrocos vecinos y se hicieron presentes en las numerosas hacien-
das de los contornos. Batatais, Sertãozinho, Jardinópolis, Brodowsqui,
Santa Anna dos Olhos d’Agua, São Simão, Cravinhos, Santa Cruz das
Palmeiras y aun pueblos lejanos como São Carlos do Pinhal, se convir-
tieron en meta frecuente de sus viajes apostólicos. El culto de su capilla
también salió beneficiado, sobre todo cuando a mediados de junio de
���
M. Bernad, Carta a E. Pérez, San Pablo, 24 julio 1899: «Me han traído a ésta
dos asuntos importantes, que, gracias a Dios y a la protección de la Virgen y san José,
tengo ya despachados a mi gusto y aun mejor de lo que pensaba. Amigo, aquí, como casi
en todas partes, las sotanas miran a las órdenes religiosas de mala manera y me tenían
a este buen señor obispo con las orejas bien calientes. Ni aun contestaba siquiera a las
repetidas peticiones de licencias para que el padre Santos Ramírez, que aún se halla en
Ribeirão Preto, pudiese ayudar en un todo al único vicario que hay allí para una población
de más de 30 mil habitantes y que, por añadidura, se halla enfermo y asmático. ¿Qué te
parece? Me presenté a este señor obispo, a quien se conoce le habían enseñado muy bien
la lección, hablamos y nos entendimos perfectamente, escribiendo él mismo de su puño y
letra las licencias en la forma que se pedían. Sin pasar adelante en mi segundo asunto, él
mismo me lo indicó y puso en camino. Es la fundación de una residencia en Ribeirão Preto.
Así que le contesté enseguida que ese objeto traía también, porque así lo piden y por lo
necesaria que es allí (y para nosotros convenientísima bajo todos conceptos) […]. De modo
que todo salió bien, y pronto, Dios mediante, tendremos casa allí, que después será colegio
con la ayuda de Dios»: infra, VIII. Carta 165.
���
Libro de Cosas Notables de Ribeirão Preto, 4: Agoar, caja 84, leg. 4; S. Ramírez,
Carta de E. Pérez, Ribeirão, 8 de junio 1900: infra, VIII. Carta 394.
���
Libro de Cosas Notables de Riberão Preto, 5.
44
presencia agustino-recoleta en brasil: 1899-1901 393
1900 adquirieron una casa más amplia y habilitaron para capilla una
sala más capaz 125.
La afluencia del público creció notablemente, atraído por la frecuencia
de las misas y la atención al confesonario, muy descuidado hasta entonces
y que durante décadas será el rasgo apostólico más característico de la resi-
dencia; la introducción de devociones como la función eucarística vespertina,
el rezo del rosario, el mes de María o los Dolores y Gozos de san José; así
como por la creación de asociaciones apostólicas, entre las que adquirió relie-
ve especial la cofradía de la Consolación126. Se cuidó también la predicación
dominical y la catequesis infantil, que se impartía cuatro días por semana:
dos días a los niños y otros dos días a las niñas. Irremediablemente la capilla
se quedó pequeña. Los domingos no podía contener a los fieles que acudían
a ella. Muchos debían seguir la misa desde la calle y otros invadían los es-
pacios destinados a los confesores, impidiéndoles ejercer su ministerio con
un mínimo de privacidad. Todo ello desasosegaba a los religiosos que pronto
comenzaron a pensar en adquirir un lote donde edificar un templo digno. El
sueño comenzó a cobrar cuerpo el 11 de junio de 1902 con la colocación de la
primera piedra de la actual iglesia de San José127.
Este progreso se fraguó en un periodo de dificultades notables. La es-
casez de recursos y la oposición de masones y protestantes fueron compa-
ñeras inseparables de la comunidad. También fueron bastante asiduas las
enfermedades y las deserciones, así como los cambios de personal e incluso
de superiores, lo que no pudo menos de generar una cierta inestabilidad. El
primer superior de la residencia, Hilario Eraso, murió el 7 de mayo de 1900
en vísperas de embarcarse rumbo a España en busca de la salud perdida.
En el mismo vapor regresó a la península Dionisio Pueyo, también enfermo
y desalentado128. El segundo superior, Juan Pablo Ruiz, ya entrado en años,
tampoco se acomodó a la vida de la casa. El 1 de diciembre de 1900 renunció
a su cargo y se retiró a la residencia de Uberaba, donde murió unos meses
más tarde129. Fue entonces cuando el padre Mariano se decidió a trasladar su
residencia de Uberaba a Ribeirão Preto. Este hecho dio nueva consistencia
���
La nueva casa se compró el 18 de junio, pero los frailes no la ocuparon hasta el 27
de julio: Libro de Cosas Notables de Riberão Preto, 10.
���
«En esa casa se abrió una capilla que, a pesar de ser mayor que la que se tenía
en la otra casa alquilada, era, sin embargo, insuficiente para el servicio de los fieles, que
iba aumentando de modo prodigioso y gracias a que, habiendo varias misas distribuidas
convenientemente, y sólo así se podía atender en algo a las necesidades del público, que
constantemente llenaba el local, siendo algunas veces sumamente difícil colocar a la gente
convenientemente y más difícil desalojar el local para ocuparlo otras personas. Muchas
veces pudimos notar esto, a pesar de que con frecuencia tenía que oír misa la gente desde
la calle por no ser posible entrar en la capilla, ocupada como estaba de bote en bote, como
suele decirse»: infra, IV. Relación, 536 (188).
���
Libro de Cosas Notables de Ribeirão Preto, 16.
���
D. Pueyo, Carta a M. Bernad, Santos, 7 mayo 1900: infra, VIII. Carta 387.
���
Breve biografía: Décadas 1, 490-92.
45
394 ÁNGEL MARTÍNEZ CUESTA
���
S. Ramírez, Cartas a Í. Narro y M. Bernad, Ribeirão Preto, 13 y 26 abril, 7 junio
1900: infra, VIII. Cartas 362, 374 y 393.
���
M. Bernad, Carta a E. Pérez, Uberaba, 19 septiembre 1899: «El día 10 de éste
desde Batatais, ciudad a hora y media de tren hasta Ribeirão Preto, y a donde fui para
hablar con el vicario sobre colegio de religiosas que trata de poner en aquel punto, y
de religiosos que las dirijan, y a la vez le puedan ayudar a él en su ministerio, me fui
a Ribeirão Preto, ya para salir al encuentro del señor obispo, ya para tratar de nuestro
asunto de residencia y colegio, que va marchando, como es de suponer, despacio, pero
bien»: infra, VIII. Carta 201.
46
presencia agustino-recoleta en brasil: 1899-1901 395
Éstas son las fundaciones realizadas durante los dos años y medio
que duró el gobierno del padre Bernad. Otras peticiones quedaron sin res-
puesta, debido, fundamentalmente, a la falta de personal. En julio de 1899
ya habían solicitado sus servicios seis obispos brasileños. Cinco de ellos lo
habían hecho durante su estancia en Roma con motivo del concilio plenario
de América Latina134. Al mes siguiente los obispos interesados en contar
con misioneros recoletos eran siete: «Después de haber pedido religiosos los
señores obispos de Mariana, Petrópolis y Olinda, días pasados vino a bus-
carme el de Amazonas con recomendación del cardenal Vives (padre Lle-
vaneras, capuchino): se ofrecía a facilitar el viaje. Escribí a nuestro padre
y creo que a esta fecha ya se habrá visto con él, pues salía aquella misma
noche para España. De modo que ya los nuestros están en Goiás, Espíritu
Santo y Pará, y además son deseados en Mariana (el obispo me dejó mil
liras y luego mandó 700 a nuestro padre), Olinda, Petrópolis y Amazonas.
Total, siete diócesis brasileñas»135. Y todavía podía haber añadido al obispo
de San Pablo, que también los deseaba136.
���
Bernad, Relación, 54; también su carta a E. Pérez, Uberaba, 18 abril 1900: «Lo de
Batatais quedó en nada, pues, por una parte, las hermanas de Santa Ana no han podido
venir y, por otra, tuvimos la desgracia de perder a uno de los mejores religiosos allí, al
padre Manuel Guillorme, que murió con la muerte del justo el 2 de marzo»: infra, VIII.
Carta 365. En Batatais le tuvieron por santo. En 1907 el capitán Francisco Moreira costeó
la construcción de un mausoleo de mármol: Décadas 1, 315.
���
E. Sola, Carta a M. Bernad, Ribeirão Preto, 28 octubre 1901: infra, VIII. Carta
553.
���
E. Pérez, Carta a M. Bernad, Roma, 31 julio 1899: infra, VIII. Carta 170.
���
E. Pérez, Carta a M. Bernad, Roma, 19 agosto 1899: infra, VIII. Carta 179.
���
M. Bernad, Carta a E. Pérez, Uberaba, 1 octubre 1899: infra, VIII. Carta 216.
47
396 ÁNGEL MARTÍNEZ CUESTA
48
presencia agustino-recoleta en brasil: 1899-1901 397
49
398 ÁNGEL MARTÍNEZ CUESTA
tar alguna cosa esta misión»146. El obispo de San Pablo aprobó las fundacio-
nes de Ribeirão Preto y Batatais y habría permitido algunas más, pero la
comunidad no le presentó ninguna otra solicitud.
���
G. Tejero, Carta a M. Bernad, 15 septiembre 1902 : Agoar, caja 84, leg. 1.
���
«Acta del venerable definitorio provincial sobre fundación de residencias en
América e instrucciones que se dan a los padres misioneros», Manila, 19 agosto 1898: «De
Filipinas a América del Sur. I …»: Recollectio 25-26 (2002-03) 567-70.
���
El obispo de Uberaba recomendó a los primeros misioneros que tomaran
inmediatamente el control sobre el culto y las fiestas, sin excluir el aspecto económico,
Carta a I. Narro, 29 noviembre 1898: «Ao chegarem ás paróchias assumão todo o encargo
do culto, não permittindo que seculares manden na egreja e decidão sobre solemnidades;
com tudo deixem ficar o que está feito até novo anno para não desgostar logo no começo os
que forão nomeados para festeiros; entendão-se também a tal respeito com o governador.
= É meo grande desejo acabar com o abuso que lá existe de ser empregado o dinheiro com
que o povo concorre para as festas de egreja em bailes, jantares e músicas. Até hoje não
pude por não ter vigários nas paróchias, mas agora os religiosos poderão entender-se com
o povo, recibir as quantias e consintir só em festejos profanos que em nada sejão incentivo
para o peccado»: Infra, VIII. Carta 26.
���
M. Simón, Carta a M. Bernad, Vitoria, 14 junio 1899: «Debo advertirle también
que sienten gran dificultad los que fueron párrocos en Filipinas en estar de compañeros
con quienquiera que sea»: infra, VIII. Carta 140. Las mismas ideas reflejan las cartas
de Agustín Martell, que terminó saliendo de la orden, y de Juan López. Bernad admite
50
presencia agustino-recoleta en brasil: 1899-1901 399
te promulgación de las normas del definitorio –no todos los que viajaron a
Brasil tenían conocimiento cabal de ellas150– y a la falta de energía a la hora
de urgir su cumplimiento151, terminaron por comprometer seriamente las
esperanzas de una y otra parte.
a. Vida religiosa
51
400 ÁNGEL MARTÍNEZ CUESTA
���
Advertencias de abril 1899: infra, VI. Nombramientos y circulares, 587-88 (239-
42).
C. Mateo, Carta a M. Bernad, Uberaba, 22 diciembre 1901: infra, VIII. Carta 575.
���
Ibid. Más adelante ensayó esa opción en Ribeirão Preto, pero con escaso éxito:
���
52
presencia agustino-recoleta en brasil: 1899-1901 401
a Agustín Martell, quien el 8 de julio viajó solo a su destino y solo vivió hasta
marzo de 1901, a excepción de algún mes en que tuvo por compañero a fray
Máximo Tabuenca, un joven todavía no ordenado. El 14 de ese mismo mes el
propio padre Manuel y José Chivite tomaron posesión de las parroquias de
Anchieta y Guarapari. Deberían haberlas administrado conjuntamente, pero
pronto se dividieron la tarea y cada uno se escogió su propia parcela. En sep-
tiembre del mismo año Juan López se estableció en Santa Cruz, donde trabajó
con total independencia y a menudo enfrentado con los religiosos de las parro-
quias vecinas. En abril de 1900 Ricardo Rupérez se instaló en Barra de São
Matéus y allí continuó solo hasta marzo de 1901. En esa fecha se retiró sin
esperar el permiso de los superiores y regresó a España, donde se secularizó
dos años más tarde. La nueva parroquia de Pau Gigante (actual Ibiraçu) tuvo
dos religiosos durante un año, desde octubre de 1900 hasta el mismo mes del
año siguiente. Al principio residieron en ella Eugenio Sola y Mariano Pena. En
enero de 1901, al ser nombrado Sola presidente de la residencia de Ribeirão,
fue substituido por Juan Bautista Pereda, pero cuando en octubre Pena salió
para hacerse cargo de las misiones de Bahía, ya no se le nombró substituto.
Pereda continuó solo hasta 1903, en que entregó la parroquia al obispado.
En julio de 1900 el padre Mariano y el obispo de Vitoria acordaron agru-
par a los religiosos de Espírito Santo en dos residencias158. La primera surgi-
ría en Pau Gigante y acogería a los religiosos del norte del estado, mientras
que los del sur se reunirían en Anchieta. Pero surgieron tantas dificultades
que hubo que descartarla inmediatamente. Hasta quienes la miraban con
agrado terminaron por desaconsejarla: «Por lo que a mí toca, no me parece
mal, porque siempre me ha gustado tener compañía», escribía Mariano Pena.
Pero anãdía: «Si bien la idea es buena, no deja de tener sus dificultades. En
primer lugar, hay que contar con que acceda el señor obispo; 2º, en que se con-
formen Santa Cruz, Linhares y Riacho, que jamás consentirán depender de
Pau Gigante; y 3º, los frades »159. La mayoría de éstos no quería ni oír hablar
de ellas. Para encubrir su deseo de independencia Juan López, Agustín Mar-
tell y Ricardo Rupérez recurrieron a razones tan honorables como la pobreza
de las parroquias, el deseo de los fieles de tener cerca a sus párrocos, la impro-
cedencia de mezclar a los colonos italianos con los brasileños, etc.160.
También el neosacerdote Máximo Tabuenca, párroco a la sazón de Ita-
pemirim, expresó su rechazo frontal a las residencias: «Parece que va a ha-
���
Infra, III. Relación, 548 (200).
���
M. Pena, Carta a M. Bernad, Pau Gigante, 31 diciembre 1900: infra, VIII. Carta
448. A primeros de febrero de 1901 se expresaba del mismo modo: «Debemos vivir en
compañía y en común para que, como muy bien dice V.R., no suceda lo que sucedió en
Filipinas. Y tanto es así que yo de ninguna manera quiero estar solo. Es necesario, pero
muy necesario, tener compañía». El 20 de marzo añadirá que viviendo solos no pueden ni
confesarse: infra, VIII. Carta 465. Del mismo pensar era E. Sola, Carta a M. Bernad, 20
diciembre 1900: infra, VIII. Carta 442.
���
J. López, Carta a M. Bernad, Santa Cruz, 12 marzo 1901: infra, VIII. Carta 475.
53
402 ÁNGEL MARTÍNEZ CUESTA
ber innovaciones. Statutum est formar dos residencias: una en el norte, Pau
Gigante, y otra en el sur, Benevente. A mí me quieren llevar a la del norte
con Martell y Ricardo; y el padre Juan [López] en el sur, con Simón y Chivite,
de modo que yo no sé donde voy a parar. Ésta me parece que va a ser la causa
de yo marcharme a España»161.
En Pará las circunstancias parecían más propicias. El mismo trabajo
exigía la convivencia de varios religiosos. De los seis que llegaron en julio
de 1899, cinco fueron destinados a dos colonias agrícolas. El sexto, aunque
vivía solo en Belem, estaba al servicio y en contacto continuo con los otros
cinco. Pero esa situación se descompuso de inmediato, tras el abandono de
las colonias. En abril de 1900 Tejero lamentaba el aislamiento en que vivían
todos ellos, pero no se hizo nada por remediarlo hasta la llegada a Belem del
padre Bernad en agosto de ese mismo año162.
54
presencia agustino-recoleta en brasil: 1899-1901 403
55
404 ÁNGEL MARTÍNEZ CUESTA
ría– seguía siendo una meta que había que reconquistar. Éstos no estaban
dispuestos a renunciar al peculio y a la independencia y sabían que sólo la
vida parroquial podía garantizársela.
No faltaban frailes que oponían a las residencias otro tipo de objeciones.
Decían que a no ser que dispusieran de iglesia en lugares céntricos, no ofre-
cían trabajo suficiente y, por consiguiente, no eran rentables o con dificultad
llegaban a cubrir las necesidades de sus miembros. Pero ese razonamiento
podría no pasar de ser una espía que denuncia tanto la insuficiente prepara-
ción de sus miembros como su escasa propensión a invertir dinero, tiempo y
esfuerzo en levantarlas y asegurarles un porvenir. Dominicos y redentoris-
tas mantenían residencias en la misma diócesis de Goiás y no consta que en-
callaran en escollos de ese género. En otras diócesis las había de capuchinos,
carmelitas, pasionistas, claretianos, etc. No se ha de olvidar, además, que las
residencias comportaban actividades a menudo nuevas para los recoletos y
otras que ellos consideraban poco adecuadas a su ministerio. No faltaban
tampoco quienes las creían menos meritorias para la corporación y menos
útiles para los fieles, porque restringían la labor de los frailes a las grandes
ciudades, donde «abunda más el clero», y los alejaban de «los lugares más
apartados, en donde se deja sentir la escasez de sacerdotes que distribuyan
entre los fieles la doctrina civilizadora de la Religión y la gracia eficaz y
abundante de los sacramentos»168.
Otros religiosos llegaban demasiado jóvenes, sin experiencia pastoral y
con una formación académica y religiosa bastante deficiente. De los 14 reli-
giosos que componían la primera misión, quizá sólo su presidente y el padre
Manuel Simón estaban equipados para afrontar la ardua tarea que les espe-
raba. Tres eran jovenzuelos de 20 y 21 años, con apenas cuatro años de vida
religiosa y los estudios a medio acabar. En Brasil ninguno de ellos encontró
un ambiente que ayudara a subsanar sus deficiencias y desarrollar debi-
damente sus capacidades. De los siete sacerdotes restantes cuatro estaban
estrenando sacerdocio –lo habían recibido entre un año y pocos días antes
de la partida–; uno llevaba un año de ordenado; y sólo dos, Marcelo Calvo y
Jesús Aranda, tenían una experiencia pastoral de dos años.
Este complejo mundo de ideas y acontecimientos explica la lentitud con
que las residencias entraron a formar parte del paisaje recoleto brasileño.
Durante el mandato de Bernad ninguna logró consolidarse, y sólo dos se pu-
sieron en marcha: las de Ribeirão Preto y Belem. La primera comenzó a dar
los primeros pasos el 27 de julio de 1900, cuando la comunidad se trasladó a
una casa propia y relativamente amplia que le permitió programar su activi-
dad con independencia del párroco de la ciudad. Pero en esas fechas todavía
no era casa de observancia169.
���
Décadas 2, 274. La cita pertenece a una época posterior, pero refleja un modo de
pensar ya presente en estos años.
���
C. Mateo, Carta a Í. Narro, Uberaba, 11 agosto 1900: «Encontré la casa con poca
56
presencia agustino-recoleta en brasil: 1899-1901 405
observancia, pues no se tiene oración ni lectura, y esto es muy triste porque debe ser
como casa de observancia y de donde debe venirnos el ejemplo. Tal vez dependa eso de las
dificultades nacidas de la mudanza de casa», infra, VIII. Carta 404.
���
El rezo común del oficio divino no comenzó hasta el 19 de junio de 1901, cf. Libro de
cosas notables de Ribeirão Preto, 13: «El 19 del mismo mes de junio hízose en la residencia
una modificación mayor. Convocó nuestro padre a la capilla y propuso la cuestión si se
debía o no rezar el oficio divino en comunidad y, resolviéndose que sí por casi unanimidad,
aquella misma tarde a vísperas comenzóse a rezar en dos coros».
57
406 ÁNGEL MARTÍNEZ CUESTA
58
presencia agustino-recoleta en brasil: 1899-1901 407
b. Trabajo pastoral
Tras el análisis del primer objetivo del viaje, toca estudiar el segundo,
es decir, las esperanzas de la iglesia brasileña o, más en concreto, de los obis-
pos que solicitaron la colaboración de la orden.
Labor parroquial
Los obispos de Goiás y Vitoria llamaron a los recoletos, ante todo, para
que atendieran parroquias abandonadas o servidas por clérigos poco edifi-
cantes. El de Goiás les ofreció la parroquia-santuario de Agua Suja y «todas
as paróchias circumvizinhas»177; y el de Vitoria les dijo que su «misión» sería
«parroquial, con los onus [cargas] y ventajas respectivas». En concreto, les
entregaría cuatro centros en el norte de la diócesis y uno en el sur, con un
���
Décadas 1, 225-26.
���
Infra, V. Juan Pablo Ruiz, 581 (233).
���
Infra, E. Duarte da Silva, Carta a I. Narro, Roma, 29 noviembre de 1898: infra,
VIII. Carta 26.
59
408 ÁNGEL MARTÍNEZ CUESTA
total de 11 parroquias178. Del mismo carácter eran las ofertas del arzobispo
de Bahía y de los obispos de Mariana, Manaus y otros con quienes al fin no
se llegó a acuerdo alguno.
En la diócesis de Goiás los recoletos tomaron posesión en estos dos años
y medio de 14 parroquias. Todas ellas estaban situadas en el Triángulo Mi-
neiro, es decir en la zona perteneciente al estado de Minas Gerais. No eran,
ciertamente, las peores de la diócesis. Eran, más bien, de las más apetecidas.
Todas estaban relativamente cerca de Uberaba, capital efectiva de la dióce-
sis, y surgían en un territorio uniforme y no muy extenso. Las comunicacio-
nes y condiciones sanitarias, aunque precarias, eran también mejores que
las de las parroquias del estado de Goiás.
Pero ahí terminaban sus bondades. Casi la mitad habían vivido sin pá-
rroco durante años y otras habían sufrido a sacerdotes de moralidad discu-
tible, de formación deficiente y ayunos de celo. Ponte Nova, Santa Ana do
Río das Velhas179, Veríssimo y Chapadão carecían de párroco; Conceição de
Araxá, Forquilha (actual Delfinópolis) y Conquista alcanzaron la parroquia-
lidad con la llegada de los recoletos. En Monte Carmelo había actuado, entre
1889 y 1893, José Joaquim de Miranda, un cura entregado a la política, con
la consecuencia de «que las personas adscritas a los diversos bandos opues-
tos lo consideraban como enemigo o contrario y no quisieran rozarse con él
ni aun en las cosas referentes al culto y a la religión»180; luego fue atendido
desde Agua Suja. El último párroco de Dores de Santa Juliana fue Arsenio
Pezzolano, un italiano reconvertido del protestantismo, que escandalizaba a
sus fieles con sus ideas sobre la Maternidad de María y el sacramento de la
Penitencia181. Abadía dos Dourados y Coromandel habían estado hasta 1897
en manos de Manuel Silverio Gomes do Reis, un sacerdote «dominado por
ciertos resabios jansenistas y protestantes, […] que, en lugar de inducir a
los fieles a la práctica de la virtud y a la frecuencia de los sacramentos, los
retraía [… ] con sus desdichados ejemplos y conversaciones impropias»182.
���
Juan Neri, Carta a M. Simón, Vitoria, 7 abril 1899: infra, VIII. Carta 78.
���
El último párroco tenía momentos de enajenación mental.
���
P. Giménez, Relación histórica de la residencia - parroquia de Monte Carmelo,
1899-1911, Monte Carmelo, 25 octubre 1911: Apst XXI/1; también Décadas 1, 258.
���
Se había reconciliado con la iglesia el año anterior en una ceremonia presidida
por el obispo Duarte que el internuncio calificó de comedia en un informe oficial a la
Secretaría de Estado, 8 mayo 1898: «… nonchè l’altra commedia che fece l’ultimo Giovedì
Santo per riammettere nella Chiesa il sacerdote italiano apostata da 20 anni [cinco según
Duarte], il cui nome non ricordo più, presentandolo al popolo con tutta la barba ed in
abiti secolareschi, e poi svestendolo sempre coram populo ed imponendogli la sotana, per
poi alla fine assegnargli un posto fra gli apostoli e lavargli il piede»: Asv, Arch. Nunz.
Brasile, caja 79, fasc. 413, 21r. Antes de rehabilitarlo, el obispo había pedido la debida
autorización al internuncio, quien al concederla dejó los detalles a su arbitrio –«Remetto a
sua prudenza»–: Asv, Arch. Nunz. Brasile, caja. 84, fasc. 413, 14r-17r.
���
Ni estas noticias procedentes de Décadas 1, 261 y 265, ni las que ofrece Diocese
Uberaba, 189 y 210, son muy exactas y hay que confrontarlas con otros documentos. De
las cartas publicadas en este estudio parece deducirse que el párroco M. Silverio Gomes
60
presencia agustino-recoleta en brasil: 1899-1901 409
61
410 ÁNGEL MARTÍNEZ CUESTA
en una casa con goteras, que no las arreglan, como tampoco las que hay en la
iglesia: una casa desabrigada, con el suelo de tierra, sin cocinero ni sirviente,
ni sacristán, y así es que mi salud se ha resentido mucho con las cabalgatas,
con las mojaduras y los solazos que tengo sufridos»187. En Patrocinio sólo una
exigua minoría asistía a la misa dominical, cumplían con Pascua de 15 a 20
personas y había quienes querían rebautizar a sus hijos, porque dudaban de
la validez del bautismo administrado por el cura anterior.
En la diócesis de Vitoria la presencia recoleta fue más modesta. Entre
julio de 1899 y octubre de 1900 asumieron la dirección de once parroquias,
en las que trabajaron diez religiosos. En algunas nunca pusieron párroco
residente. Agustín Martell administró Nova Almeida desde Serra; Juan Ló-
pez, Riacho y Linhares desde Santa Cruz; y Ricardo Rupérez, Itaunas desde
Barra de São Mateus. Otras las devolvieron pronto a la curia. En Itapemirim
sólo estuvieron seis meses, desde abril a octubre de 1900; en Barra de São
Mateus e Itaunas, poco menos de un año, desde abril de 1900 hasta marzo
de 1901; y en Serra y Nueva Almeida, poco más de año y medio, desde junio
de 1899 a marzo de 1901. Ocho de las once parroquias estaban situadas en
el norte, que era la zona más atrasada del estado. Anchieta, Guarapari e
Itapemirim estaban en el sur.
Todas eran muy extensas y sus fieles vivían diseminados por los campos
o en pequeños poblados y haciendas de café. En Anchieta «pasaban de 30 los
barrios o colonias dependientes de la parroquia, en las que se hallaban dise-
minados unos 12 mil habitantes de los 15 mil» que la componían188. En Gua-
rapari, cuya jurisdicción incluía colonias que distaban de la cabecera más de
100 kilómetros, las capillas ascendían a 50. Había niños de 10 y 12 años que
no habían visto a un sacerdote189. En condiciones similares se encontraba
Santa Cruz. Tales inmensidades obligaban al misionero «a vivir a caballo,
dispuesto a pasar hambres, aguantar el sol y la lluvia, y sufrir toda suerte
de privaciones por aquellos caminos»190. En algunas parroquias predomina-
ban los nativos, mientras que en otras eran más numerosos los inmigrantes
polacos, alemanes y, sobre todo, italianos. La convivencia entre nativos e in-
migrantes dio origen a algún que otro conflicto. En ocasiones los religiosos
ofrecieron servicios religiosos diferenciados a ambas comunidades.
También la situación económica y sanitaria era peor que en Minas Gerais.
El obispo no lo había ocultado. Con todo, él creía que los religiosos podrían
mantenerse con decoro en los cinco centros que quería asignarles. Los prime-
ros recoletos no fueron de esa opinión. Una y otra vez aluden en sus cartas
a la pobreza del estado y de la diócesis, a las estrecheces que padecían y a la
���
M. Arellano, Carta a M. Bernad, Abadía dos Dourados, 25 febrero 1900: infra,
VIII. Cartas 336.
���
Décadas 1, 343.
���
Décadas 1, 350-51.
���
Décadas 1, 358.
62
presencia agustino-recoleta en brasil: 1899-1901 411
Agustín Martell, Carta a M. Bernad, Serra, 3 abril 1900: VIII. Carta 356.
���
63
412 ÁNGEL MARTÍNEZ CUESTA
���
Cartas de Domingo Dias Maltez, párroco de Santa Ana de Belem, a Rampolla (10
diciembre 1898) y al internuncio Guidi (10 enero 1899): Asv, Aes, Brasile, fasc. 90, exp.
517, 3r-25v; otros recursos en Asv, Aes, Brasile, pos. 547, fascs. 95 y 97, 17r-26r, y 560,
27r-33v., Asv, Arch. Nunz. Brasile, caja 93, fasc. 457. Guidi (13 febrero 1899) defendió su
honradez. Su «avaricia» procedería del deseo de dotar a la iglesia de un patrimonio que
garantizara su pervivencia; véase también C. De Vasconcelos, Elogio de dom António
Manuel de Castillo Brandão, primeiro bispo de Alagoas, Río de Janeiro 1949.
���
Décadas 1, 405.
64
presencia agustino-recoleta en brasil: 1899-1901 413
���
Antonio José de Lemos (1843-1913), alcalde de Belem desde 1897 a 1912, uno de los
periodos más prósperos de la historia de la ciudad, que él supo aprovechar para embellecerla
y dotarla de buenos servicios públicos. La decadencia de la goma en el mercado mundial
originó su caída en 1912 y su exilio a Río de Janeiro, donde murió al año siguiente.
���
Décadas 1, 409.
���
R. Rupérez, Carta a A. Martell, Barra de S. Matheus, 15 abril 1900: infra, VIII.
Carta 364
���
E. Duarte da Silva, Carta a I. Narro, Uberaba, 20 noviembre 1899: «Repito a
vuestra reverendísima las más expresivas gracias por el beneficio que ha dispensado a
65
414 ÁNGEL MARTÍNEZ CUESTA
esta mi diócesis, que estaba casi huérfana de curas y ahora, gracias a Dios y a vuestra
reverendísima, cuenta con un escogido ejército aguerrido, el cual confío que ha de
aumentarlo vuestra reverendísima»: infra, VIII. Carta 257; las mismas ideas en otra del
25 noviembre a E. Pérez: VIII. Carta 264. El 19 septiembre de 1899, Bernad escribía a E.
Pérez: «El señor obispo, loco de contento al ver y palpar ya el gran impulso y los muchos
adelantos, sobre todo en sentido religioso y cristiano, que se van a sentir en su diócesis con
tantos y tan valiosos refuerzos»: infra, VIII. Carta 204. Semanas antes había aplicado el
mismo adjetivo al obispo de Vitoria: «El señor obispo de Espírito Santo, loco de contento
con los padres recoletos. ¡Bendito sea Dios!»: infra, VIII. Carta 165.
���
E. Duarte da Silva, Carta a E. Pérez, Uberaba, 13 agosto 1900: infra, VIII. Carta
405.
66
presencia agustino-recoleta en brasil: 1899-1901 415
go taburetes para sentarnos, [es] porque me los [he] hecho yo. Hasta el catre
en que duermo me han querido sacar de casa. No lo he consentido, […] por-
que no me ha parecido prudente que ni el padre Balbino ni yo durmiéramos
en el suelo. Todavía tengo que hacerme alguna mesa, pues la que tenemos
para comer la pedí prestada. ¡Tunantes, hipócritas, con los brazos abiertos
me estaban esperando, y ya ve! He tenido paciencia para que fueran sacan-
do las cosas de casa y hasta parte de la ropa de la casa también se han lle-
vado […]. ¿No debían darme casa con lo necesario? Así lo prometieron, ¿por
qué no han cumplido? […]. En estos pueblos, donde no hay autoridad, no es
posible hacer nada. El vicio reina y reinará, no siendo posible hacer nada
de provecho. Los ve usted por las calles, ventanas y plazas, y a misa ca. En
adviento les predicaba en la misa: si antes venían 20 personas, predicando
[viene] la mitad; puse doctrina los domingos y al tercer domingo hubo que
cerrarla porque no asistió nadie más que yo y mi muchacho. […] Le aseguro
a usted que bien pocos de los que moran en el pueblo quieren vigário; los
hechos lo prueban. Mejor son los de fuera: no son tan viciosos […] y son más
atentos a las exhortaciones del padre vigário que los del pueblo»199.
���
Ángel Maestro, Carta a M. Bernad, Conceicão de Araxá, 11 febrero 1900: infra,
VIII. Carta 322; ideas idénticas en otra carta del día 28 al mismo corresponsal y en Agustín
Cristóbal, Carta a M. Bernad, Ponte Nova, 27 abril 1900: infra, VIII. Cartas 341 y 378.
���
En 1901 la Santa Sede, accediendo a sus instancias, le trasladó a Pouso Alegre,
diócesis recién erigida, que, entre otras bondades, tenía la de confinar con Campinas, su
patria chica: Asv, Aes, Brasile, pos. 550, fasc. 95, 39r-43r.
���
E. Melero, Carta a M. Bernad, Madrid, 8 febrero 1900: «Varios de los [religiosos]
que están por esas tierras del Brasil escriben muy mal a los colegios»: infra, VIII. Carta 321.
El mal fue progresando y movió al provincial a censurarlo en una circular dirigida a los
religiosos residentes en América, Manila, 1 abril 1900: Recollectio 29-30 (2006-07) 790-94.
���
Gregorio Albo, Juan Zamora, Dionisio Pueyo, Antonio Martín, Gregorio Miguel
Jiménez, Manuel Ramos García, Agustín Martell, Ricardo Rupérez, Celestino Ballesteros
y Manuel Arellano. Pedro Pascual Rodríguez, que había expresado varias veces sus deseos
de regresar a España, lo consiguió en septiembre de 1901 al caer gravemente enfermo.
Hilario Eraso, también enfermo, intentó salir de Brasil de modo irregular en compañía de
Dionisio Pueyo, pero murió en Santos poco antes de embarcar.
67
416 ÁNGEL MARTÍNEZ CUESTA
���
Décadas 1, 348 y 354.
���
M. Tabuenca, «Parroquia de Nuestra Señora de la Asunción de Anchieta», 25 enero
1916, 2 (Libro de Cosas Notables de Fazenda do Centro): Apst, XXXI/1; también Décadas
1, 347.
���
Décadas 1, 234-35.
���
Décadas 1, 249.
68
presencia agustino-recoleta en brasil: 1899-1901 417
y hacer más atractiva y grata la habitación de Dios con los hombres: habita-
tio Dei cum hominibus»207.
Los párrocos recoletos trataron también de subsanar deficiencias como
la carencia de vivienda para el cura y la desorganización de sus archivos.
Eran rarísimas las que disponían de casa cural y tenían al día los libros sa-
cramentales. Los recoletos dedicaron tiempo, dinero y energías a una y otra
tarea, con resultados dispares. En el Triángulo Mineiro, siguiendo las direc-
trices del obispo, disciplinaron la celebración de las fiestas, dándoles un tinte
más religioso y reduciendo la intervención de los fiesteros. Desde Roma don
Eduardo ya les había aconsejado que asumieran el control de todo lo refe-
rente al culto y evitaran que los fondos que se recaudaban para financiar las
fiestas se emplearan «em bailes, jantares e musicas»208. Poco después dedicó
al tema una extensa pastoral, en la que dictó una serie de normas tendentes
a recuperar su objetivo fundacional. Con ese fin las sujetaba al control exclu-
sivo de los curas y prohibía la elección de fiesteros. En adelante, bastaría con
que el párroco señalara dos o tres personas que recogieran las limosnas209.
Los recoletos secundaron su deseo, aun cuando su cumplimiento les
acarreó no pocas molestias. «Aquí hay un descontento general por causa de
las fiestas, tanto que, por no dejar a esta gente ser festivos, no quieren dar
esmolas [limosnas], lo que dará lugar a que aquí y en todas partes salgamos
de las fiestas con mucho perjuicio. Después de esto, las muchas cosas que
dicen con ese motivo contra nosotros, no contra el señor obispo. Así que por
éstas y otras muchas cosas tiene uno que vivir descontento a diario»210. En
la pastoral el obispo no se refería explícitamente al santuario de Agua Suja,
pero no hay duda de que al redactarla éste estaba muy presente en su mente.
Aún fue más claro en conversaciones privadas con los religiosos.
«Una de las cosas en que hubieron de trabajar con más cuidado fue
en reglamentar los fondos de la iglesia. Era costumbre establecida ya de
antiguo en aquella población que los fondos recaudados durante los días de
las fiestas de la Patrona, en los que, como se ha dicho, acudían a Agua Suja
miles de devotos de los pueblos de Minas y otros estados, fueran adminis-
trados por una Junta compuesta por vecinos de la población, la que tenía a
su cargo la organización de las fiestas, el cuidado de los romeros y todo lo
pertinente al culto. El excelentísimo señor obispo de Uberaba, sabedor de
���
Décadas 1, 114-15, cf. Ap. 21,3. Entre 1899 y 1949 construyeron en Brasil 29
iglesias, de las que siete no llegaron a ultimar, y restauraron 27. Las capillas construidas
fueron varias docenas: Cinquentenário dos Agostinianos Recoletos no Brasil, 134-35; T.
Garnica, «Iglesias y casas construidas o restauradas en nuestra provincia»: Bpst 6 (1926)
98-102.
���
Infra, VIII. Carta 26.
���
Pastoral de D. Eduardo Duarte Silva, bispo de Sta Anna de Goiás sobre o culto
interno e externo e regulamento para as festividades e funcções religiosas, Roma, 2 abril
1899, Roma 1899, 63 pp.: Asv, Aes, Brasile, pos. 524, fasc. 90, ff. 55r-62r.
���
N. Catalán, Carta a M. Bernad, Sant’Anna do Rio das Velhas, 29 abril 1900: infra,
VIII. Carta 380.
69
418 ÁNGEL MARTÍNEZ CUESTA
���
Décadas 1, 234-35. Mons. Eduardo a lo largo de su episcopado trabajó con empeño
en purificar las romerías y, más en general, todo lo referente al culto externo. Era ése un
punto importante de su programa reformador, inspirado en el ultramontanismo, es decir,
en las directrices que Roma estaba difundiendo por el mundo entero. Desde su entrada
en la diócesis (1891) se esforzó por organizar las cofradías y las hermanadades sobre
bases más acordes con la doctrina y espiritualidad cristianas. En 18 de octubre de 1894
la congregación del Concilio se lo había recordado explícitamente a los obispos brasileños:
Asv, Arch. Nunz. Brasile, caja 86, fasc. 424, f. 81. En ese empeño tropezó con la oposición
frontal de laicos poderosos que las dirigían de modo demasiado humano y, a menudo, en
provecho temporal propio. El conflicto más sonado tuvo lugar a fines de siglo con motivo
de la fiesta del Divino Pai Eterno de Barro Preto (actual Trindade), en el que acudió
hasta el entredicho. Al fin se impuso su criterio, gracias, al menos en parte, al apoyo de
los redentoristas. El 29 de octubre de 1903 Duarte comunicaba al nuncio apostólico el
fin del conflicto: Asv, Arch. Nunz. Brasile, caja 99, fasc. 488, ff. 8r-23r. Sobre este tema
es interesante el estudio, de orientación más sociológica que religiosa, de L. Borges Dias
Santos, «Disputa pelo sagrado em Goiás em fins do século xix … »: Revista Brasileira de
História das Religiões 1 (2009) 346-80.
���
En junio de 1904 el nuncio G. Tonti les acusaba de impugnar «tutto ció che non è
italiano. E qui è bono notare che in genere i membri del clero secolare italiano nel Brasile
e i più influenti soggetti fra gli emigranti lasciano molto a desiderare sotto il rapporto
religioso e sotto l’aspetto politico. Sono italianissimi in tutto il senso della parola»: Asv,
Aes, Brasile, exp. 622, fasc. 111, 34r-35r.
���
«Ho sapputo que ieri sera cé arribacto el prete a la Methilde, e que de mane
mattina a le dieci celebrera il Sto. Sacrificio; ma sappiate que prima dovette ascoltar la
mia messa e dopo farette quello che vi pare e vi piace»: Décadas 1, 352.
���
Asv, Aes, Brasile, pos. 622, fasc. 111, 34r-35r; también Décadas 1, 353.
70
presencia agustino-recoleta en brasil: 1899-1901 419
da cuerpo y color a algunos malentendidos que jalonaron las, por otra parte,
excelentes relaciones de los religiosos con los inmigrantes italianos. Su raíz no
era otra que la ignorancia religiosa de los fabriqueiros, que no comprendían la
naturaleza jerárquica y sacramental de la Iglesia. La cercanía al pueblo emi-
grante capacitó a los religiosos para mediar en conflictos de la vida cotidiana
y evitar desgracias. Del padre Manuel Simón, afirman las crónicas de la pro-
vincia que fueron «incontables las familias que él pacificó por medio de justas
y paternales amonestaciones, tanto que aún hoy en día recuerdan con cariño
y gratitud sus saludables consejos»215.
Pero ninguna de esas tareas llegó a ocupar el primer puesto de su agen-
da. Aunque imprescindibles, eran para ellos labores previas, simples preám-
bulos. Su auténtica función consistía, según las ideas de la época, en el culto,
la administración de los sacramentos, la predicación y la catequesis.
Para atraer a la gente a las funciones religiosas tenían abiertas las igle-
sias gran parte del día, introdujeron nuevas devociones, dedicaron más tiem-
po al confesonario e incluso promovieron la predicación, que, al igual que en
otras naciones americanas, estaba sumamente descuidada216. En la esfera
del culto sus primeras diligencias tendían a mejorar el aseo de las iglesias, a
generalizar la reserva del Santísimo, a promover una mayor compostura en
ellas y a desterrar músicas y danzas profanas. El párroco de Anchieta insiste
en las dos últimas facetas:
«Encontré el espíritu religioso en la parroquia bien abatido, principalmen-
te en la ciudad y entre los habitantes del interior, naturales casi todos del país;
todos ellos católicos, sí, como ellos dicen, pero católicos a su modo, indiferentes
para todo [lo] que dice respeto a la religión y amoldándose a todo cuanto de
novedad aparece. Entre los colonos italianos notábase mejor espíritu religioso,
pero, como en todas las capillas de la parroquia hay mucha mezcla de italianos
y brasileiros, de aquí que las costumbres estaban bastante pervertidas. Luego
de llegar traté de ir cortando algunos abusos que se habían introducido en la
parroquia, principalmente la falta de respeto en el santo templo, el poco respe-
to que tenían del Santísimo Sacramento y algunos abusos que tenían las cofra-
días, especialmente la de san Benedicto, que tenían por costumbre inveterada
cantar, tocar y bailar en las procesiones y hasta dentro de la misma iglesia, y
¡qué música buena la suya! Música infernal se podía llamar»217.
���
Décadas 1, 348.
���
Pazos, La Iglesia en la América del IV Centenario, 242: «Resultaban una excepción
rarísima los curas que explicaban el Evangelio y enseñaban el catecismo al pueblo».
���
M. Tabuenca, «Parroquia de Nuestra Señora de la Asunción de Anchieta», 2: Apst,
XXXI/1.
71
420 ÁNGEL MARTÍNEZ CUESTA
fiestas en honor de san Agustín y santa Rita. Las asociaciones más comunes
fueron el Apostolado de la Oración, las Hijas de María, las conferencias vicen-
tinas, todas ellas ya presentes en la Iglesia brasileña, y la cofradía de la Con-
solación. Ésta no se constituyó formalmente hasta 1904, pero su formación
comenzó años atrás. Antes de regresar a España en 1901, Bernad la instaló
con permiso del obispo de San Pablo en Ribeirão Preto, donde alcanzó gran
desarrollo218. En 1919 contaba con unos 1.500 cofrades, incluyendo a los resi-
dentes en poblaciones vecinas como Batatais, Palmeiras y San Simão. A más
de las devociones propias de la cofradía, sus miembros visitaban a los presos,
asistían a los enfermos y socorrían a los menesterosos.
Esto, unido a una mayor asiduidad en el confesonario, elevó el nivel re-
ligioso de las parroquias y fue atrayendo a sus iglesias fieles cada día más
numerosos. Cuando en mayo de 1899, los recoletos se hicieron cargo de la
parroquia de Dores de Santa Juliana, apenas comulgaba alguna que otra
persona. En 1905 su número comienza crecer y en 1908 ya lo hicieron 100. En
ese año funcionaban en ella las cofradías del Apostolado de la Oración y del
Rosario219. En Anchieta el padre Tabuenca logró que se confesaran y comul-
garan 256 personas en las celebraciones de fin de siglo, «cosa nunca vista en
Anchieta, como decían los mismos habitantes»220. La atención al confesonario
se convirtió en rasgo distintivo de los recoletos, sobre todo en las residencias
de Ribeirão Preto y Belem. Conocida es la dedicación a ese ministerio del
padre Santos Ramírez en la primera y de Gregorio Tejero en la segunda. Día
tras día, y durante más de 30 años, el padre Santos consagró gran parte de su
jornada a escuchar confesiones. Tejero fue confesor infatigable de las comuni-
dades femeninas de Belem y de sus centros educativos y asistenciales. Junto
a ellos vivió una serie de religiosos que también ejerció con ejemplar solicitud
ese difícil ministerio.
Mayores dificultades plantearon a los frailes la predicación y la cate-
quesis, especialmente en estos primeros años. Ambas exigían un dominio
del idioma que ellos no poseían. Con todo, nunca descuidaron ese ministerio,
que la Iglesia brasileña consideraba vital, sobre todo tras la separación de
���
A principios de 1900 el p. Santos ya había impuesto la correa a algunos cofrades
y había preparado un devocionario para ellos. En abril de ese mismo año se lamentaba
del retraso que su edición estaba sufriendo: «Estando V.R. ausente», escribía el 26 de
abril a Bernad, «le pregunté al p. Celedonio por el manuscrito que entregué a V.R. sobre
las indulgencias de la correa, porque cuando fui a confesar los colonos de la Fazenda
«Olhos d’agua», me hizo falta para muchos que quisieron recibir la dicha correa y ahora
la necesitaré en otra a que el p. Hilario quiere mandarme de Schmidt, y no me contestó,
tal vez por no poder hacerlo sin estar V.R. Suplícole, pues, que me diga si se imprime o si
se puede hacer algo para que se imprima más tarde»: infra, VIII. Carta 374. En junio de
ese año en Ribeirão Preto ya había unos 70 cofrades: infra, VIII. Carta 395. Durante la
cuaresma de 1901 Gregorio Paredes impuso la correa en Santa Cruz das Palmeiras y en
ese mismo año la comunidad de Ribeirão Preto ya celebró solemnemente la novena de la
Consolación, Libro de cosas notables, 12 y 17.
���
Décadas 1, 251.
���
M. Tabuenca, «Parroquia de Nuestra Señora de la Asunción de Anchieta», 1-2.
72
presencia agustino-recoleta en brasil: 1899-1901 421
���
Acta et decreta Concilii Plenarii Americæ Latinæ in Urbe celebrati anno Domini
MDCCCXCIX, nn. 153, 154, 698-715.
���
Relatio ad limina, Goiás, 12 febrero 1894, 30: «… nullum pastorum zelum in
explicando evangelio…»: Asv, Congr. Concilio, Relat. Dioec, caja 369.
���
Relatio, Roma, 12 julio 1899, 9: «Pauci admodum parochi prædicationis Verbi Dei
officium implent ob defectum instructionis et zeli salutis animarum»: Asv, Congr. Concilio:
Relat. Dioec., caja 115.
���
Juan B. Neri, Carta a M. Bernad, Vitoria, 27 mayo 1899: Infra, VIII. Carta 118.
���
Acta, resolutiones et statuta primi sacri consessus Episcoporum Provinciæ
Ecclesiasticæ Meridionalis Sancti Pauli in Brasilia celebrati, n. 24.
���
M. Bernad, Carta a I. Narro, Uberaba, 25 febrero 1899: infra, VIII. Carta 59
���
M. Bernad, Carta a E. Pérez, Uberaba, 29 abril 1899: infra, VIII. Carta 90.
���
M. Simón, Carta a M. Bernad, Río de Janeiro, 16 mayo 1899; infra, VIII. Carta 105.
73
422 ÁNGEL MARTÍNEZ CUESTA
pecialmente con el fin de enseñar a los niños a ser cristianos, principiando por
el catecismo de la doctrina cristiana». Y lo mismo hará en Ribeirão Preto, don-
de ya estaba muy adelantada una residencia, en la que «se dará por lo pronto
la primera enseñanza, poniendo uno de los primeros y principales empeños en
la enseñanza del catecismo, desterrado de las escuelas, y dirigiendo nuestros
trabajos a procurar que la juventud sea cristiana, cosa que nadie procura aquí,
ni en las escuelas públicas ni en las privadas»229. En los años siguientes en esa
casa se impartía la catequesis cuatro veces por semana230. En Pau Gigante se
hacía un día menos: «Tengo tres días por semana catecismo; los domingos se
reúnen unos 70 a 80 entre meninos y meninas; los más días 40 o 50. Para la
primera comunión prepararé en el pueblo unos 35 o 40»231.
En septiembre de 1901 Celedonio Mateo constataba con satisfacción
que los párrocos del Triángulo Mineiro seguían esmerándose en la predica-
ción y en la catequesis: «Al día siguiente de los exámenes salí a las freguesías
para visitar a los padres. Vi a todos, están muy bien y satisfechos, y queridos
de los pueblos. El espíritu de ellos es bastante bueno de trabajar con la predi-
cación y explicación del catecismo, para atraer las almas al buen camino»232.
Los frailes no se limitaron a organizar el catecismo en los centros parroquia-
les, sino que lo establecieron también en los barrios: «Separada la Iglesia
del Estado y no dándose en las escuelas oficiales la enseñanza del catecismo
católico, debían procurar que esta omisión se supliera en la iglesia. De ahí el
cuidado y esmero en organizar la catequesis no sólo en la matriz sino tam-
bién en todas las iglesias filiales, confiando la enseñanza a grupos de señoras
y señoritas que tomaban como un deber tan benemérita ocupación»233.
También se plantearon enseguida la conveniencia de dedicarse a las
misiones populares. El ministerio estaba en boga por aquellos años y ade-
más procuraba trabajo, dinero y prestigio. Al principio lo descartaron por
no considerarse preparados para él234. Lo iniciaría al año siguiente el padre
Gregorio Gil, antiguo predicador conventual de Manila, quien a una cierta
facilidad oratoria unía un espíritu de iniciativa que años más tarde pondrá
al servicio de la ciudad de Franca.
���
Bernad, Carta a E. Pérez, Uberaba, 19 septiembre 1899: infra, VIII. Carta 204
���
Décadas 1, 296.
���
Mariano Pena, Carta a M. Bernad, Pau Gigante, 11 febrero 1901: infra, VIII. Carta 465.
���
C. Mateo, Carta a E. Pérez, São Paulo, 25 septiembre 1901: infra, VIII. Carta 543.
���
Décadas 1, 271-72.
���
C. Mateo, Carta a M. Bernad, Uberaba, 9 abril 1901: «Recibí la carta de V.R.
de fecha 2 de abril. Como V.R. dejó el asunto de las misiones a nuestro juicio, reuní el
consejo de los pp. Lucas y Ramón Alegría, que se encontraban en Uberaba, y opinamos
unánimemente que por hoy no tenemos personal ni espíritu y aptitud para dar misiones
en varios pueblos, y que era de gran necesidad para los pueblos acatar la idea del señor
obispo de que vayan pregal-as los padres dominicanos»: infra, VIII. Carta 492.
74
presencia agustino-recoleta en brasil: 1899-1901 423
El seminario de Uberaba
El obispo de Goiás quiso entregarles la dirección del seminario. Desde
su ingreso en la diócesis (1891) se había esforzado en vano por asegurar su
subsistencia y elevar el nivel académico y disciplinar de sus alumnos. La es-
peranza de poder lograrlo lejos de Goiás fue uno de los móviles que en 1896
le indujeron a trasladar la sede de la diócesis a Uberaba, donde encargó su
dirección a los dominicos, apoyados por cuatro sacerdotes seculares que él
mismo había formado. Pero la medida no prosperó. Dominicos y seculares no
se entendieron y el provincial dominico no creía que la dirección de un semi-
nario menor entrara en los objetivos de su orden. La noticia de la retirada de
los dominicos le llegó a monseñor Duarte en Roma. Al momento se puso en
contacto con los premonstratenses, y, al declinar éstos la oferta, habló con los
recoletos, a quienes acababa de conocer:
«Havendo recebido resposta negativa dos religiosos premonstratenses
belgas, que havião dado esperanças de assumir a direcção de meo seminário,
entrego também o mesmo a Vª Pª que lá poderá collocar os religiosos que
julgar conveniente com irmãos leigos para o serviço doméstico, e assim consti-
tuir nelle a caza central, porque está em Uberaba, ponto de estrada de ferro
Devo advertir a Vª Pª que por ora o seminário não tem curso theológico,
havendo eu expedido ordem para serem quanto antes mandados aqui para a
Europa os clérigos mais adiantados nos estudos. Para as aulas elementares
de portuguêz, francêz, etc., os religiosos poderão ser coadjuvados por alguns
seculares que actualmente desempenhão esse serviço, os quaes deverão
morar em suas cazas, quando chegarem os religiosos para lhes cederem os
quartos que agora occupão. Tomem pois os religiosos aquelle estabelecimen-
to, que até hoje tantos incommodos me tem dado, e tão mesquinhos resulta-
dos, devido a não ter eu tido quem o soubesse administrar.
Previno a Vª Pª que deve haver grande vigilância quanto á moralidade,
especialmente nos dormitórios e privadas, porque o vício da desonestidade,
muito familiar a mocidade de lá, tem sido o maior obstáculo as vocações.
Estebeleção novo regulamento e não acceitem novos alumnos que tenhão
mais de doze annos.
Dou-lhes amplos poderes para fazerem todas as reformas que julgarem
convenientes; sobretudo desejo que as férias do fim do anno (vacaciones) não
sejão passadas fora do seminário, e que todos os alumnos, quer dentro, quer
fora do seminário, vistão sempre o hábito ecclesiástico.
Si os religiosos usarem de geito, arte e bastante prudência, em pouco tem-
po ganharão a simpatia das familhas. Aos padres seculares, que são muito
bons e que actualmente estão no seminário, usem de bastante attenção e deli-
cadeza, afim de os ganharem e os terem por auxiliares, sobretudo o director da
capella e maestro de cerimônias, padre Pedro Ribeiro da Silva, sacerdote de
óptimo espírito, mas de carácter independente e de gênio forte. Lá faz-se pre-
cizo de um enérgico e ao mesmo tempo bondoso reitor e um padre espiritual
75
424 ÁNGEL MARTÍNEZ CUESTA
de muita piedade e zelo. Até que eu de lá sahi, o seminário com as pensões dos
alumnos dava com que pagar-se bem ao reitor e todos os professores»235.
En estas gestiones don Eduardo no actuó con total transparencia236, y
esa falta de franqueza puso en peligro sus planes. Los sacerdotes seculares la
aprovecharon para cohonestar su hostilidad a los frailes y ponerlos en situa-
ción desesperada. La misma noche de la llegada de éstos a Uberaba quisieron
obligarlos a asumir la dirección del seminario. Bernad trató de mostrarles la
improcedencia de un traspaso tan rápido. Ni ellos estaban preparados para
asumir semejante responsabilidad ni las circunstancias imponían tanta ur-
gencia. A la mañana siguiente se reprodujo la escena del día anterior. Bernad
replicó que no venía con la pretensión de apoderarse del seminario y que bien
podían continuar dirigiéndolo ellos. Pero las cartas ya estaban echadas y no
hubo modo de llegar a un acuerdo. El desenlace del conflicto podría haber
supuesto la clausura total del seminario, máxime cuando los diocesanos arras-
traron tras de sí a un buen número de alumnos. Si algo se salvó, se debió a la
mesura de Bernad y a los buenos oficios del vicario general. Bernad resumió
el desenlace de la cuestión en las siguientes frases:
«El seminario se quedó sin dirección, pues ni ellos ni nosotros estába-
mos dispuestos a asumir esa responsabilidad […]. No habiendo, pues, quien
pudiera dirigir el seminario, el señor provisor tomó la determinación de ce-
rrar las aulas y que los jóvenes estudiantes se marchasen hasta que el señor
obispo resolviese lo que había de hacerse, dándose con esto un escándalo
mayúsculo que bien pudiera haberse evitado. Los verdaderos seminaristas,
que ya se consideraban como clérigos, más alguno que otro interno de los es-
tudiantes, se quedaron dentro del seminario, pues ellos no podían ni debían
salir. Y en vista de esto, nos rogó con muchas instancias el señor provisor
que puesto que teníamos que vivir en el seminario hasta que se tomase al-
guna otra determinación o fuéramos a desempeñar otros cargos, tuviéramos
cuidado de la casa y aun de los clérigos que quedaban, a todo lo que accedi-
mos gustosos, comprometiéndonos a ello, y no tan sólo eso, sino que también
procuraríamos no perdiesen el tiempo, para lo que se les darían algunas
lecciones, siquiera fuera de repaso, en las materias que pudiésemos»237.
76
presencia agustino-recoleta en brasil: 1899-1901 425
quienes exhortaba a volver sobre sus pasos y a colaborar con los religiosos en
el seminario:
«Trovandosi qui in Roma, [su excelencia] ha inviato colà un eletto stuo-
lo di religiosi agostiniani spagnuoli. Questi ultimi religiosi, poi con saggio
consiglio e d’intesa colla Santa Sede, la S.V. ha destinato non solo a prepo-
rre alle numerose parrocchie vacanti, ma eziandio a prendere la direzione
del seminario diocesano, in unione dei sacerdoti ivi esistenti. Penosissima
quindi è stata l’impressione che ha prodotto nell’animo del Santo Padre la
notizia del dispiacevole incidente a cui ha dato luogo l’arrivo dei sulloda-
ti religiosi in Uberaba, poichè l’attitudine tenuta dai professori ed alunni
del seminario in tale occasione, mentre costituisce uno sfregio all’autorità
episcopale è in aperta opposizione cogl’intendimenti ripetutatemente, come
si è detto, manifestati da Sua Santità. È da sperare pertanto che essi si
sottomettano docilmente alla savia disposizione del proprio vescovo, appro-
vata dalla Santa Sede, e prestino volenterosi la loro cooperazione agli ottimi
religiosi, la cui unica mira nel recarsi alla diocesi di Goiás è stata quella di
supplire alla mancanza del clero secolare e coadiuvarlo fraternamente nel
procurare il maggior bene spirituale di quelle popolazioni»238.
���
M. Rampolla, Carta al obispo de Goiás, Roma, 29 marzo 1899: infra, VIII. Carta 73.
���
Décadas 1, 80.
���
Bernad, Relación: infra, 517 (169).
���
Un resumen de estas peripecias: Diocese Uberaba, 138-40.
77
426 ÁNGEL MARTÍNEZ CUESTA
78
presencia agustino-recoleta en brasil: 1899-1901 427
���
El 14 de enero de 1899, Íñigo le nombró «nuestro representante especial en nuestra
expresada misión de Goiás para todos los asuntos que a la misma directa o indirectamente
se refieran»: infra, VI. Nombramientos y circulares, –1b: infra, 586 (238).
���
Infra, VIII. Carta 67.
���
Infra, VIII. Carta 87.
79
428 ÁNGEL MARTÍNEZ CUESTA
80
II
81
430 Ángel Martínez Cuesta
1. Breve semblanza
Bernad fue durante 17 años, desde 1891 hasta 1908, uno de los pro-
tagonistas de la vida de la orden. En la primera fecha comenzó a gobernar
la provincia de San Nicolás y en la segunda el capítulo de San Millán puso
fin a su servicio como comisario general apostólico. Entre ambas fechas fue
también definidor general (1894-1901) y antes había sido vicerrector (1873-
76) y rector de Marcilla (1876-79), y definidor provincial (1888-91). Es lógico,
pues, que su figura haya atraído la atención de cronistas y cultivadores de la
historia de la orden. A su muerte se le dedicaron necrologías en las publica-
ciones de la comunidad1. Hay información sobre él en el último tomo de las
Crónicas2, en la historia de la provincia de San Nicolás3, en monografías so-
bre temas filipinos4 y en las páginas del Boletín oficial de la provincia de San
Nicolás5. Incluso se le han dedicado estudios monográficos. Casi simultáneas
1
[Esteban Azcona], «Ntro. Rvmo. P. Fr. Mariano Bernad del Pilar»: Santa Rita y el
pueblo cristiano 11 (1915) 181-89; «Nuestro Rvmo. P. Ex. Comisario General Apostólico Fr.
Mariano Bernad del Pilar»: Bpsn 6 (1915) 612-17.
2
Manuel Carceller, Historia general de la orden de Agustinos recoletos. Tomo duo-
décimo: 1867-1891, Madrid 1974, 720-41.
3
Sádaba, 510-13.
4
Ángel Martínez Cuesta, History of Negros, Manila 1980, 238-68.
5
Rafael García, «Informe para la historia de Negros. Un plan de misiones»: Bpsn 49
82
El padre Mariano Bernad y su relación 431
son la Biografía del Pedro Fabo6 y la amplia Necrología del segundo volumen
de las Décadas7. Más recientemente se han ocupado de él el sacerdote filipino
Roman C. Sagun Jr.8 y el recoleto José Javier Lizarraga9. Este último había
editado anteriormente unos Apuntes suyos sobre la evolución de la orden des-
de 1907 hasta 191410. Y últimamente ha visto la luz en esta revista un racimo
de cartas suyas al cardenal Rampolla y al padre Patricio Adell11. La Gran
Enciclopedia Aragonesa le dedicó unas líneas en uno de sus apéndices12.
a. De carácter aragonés
(1959) 39-42, 76-81, 103-11, 131-37, 151-58, 205-13; 50 (1960) 16-19, 33-37, 54-59; José
Luis Sáenz, «Comienzos de la actividad misionera de la provincia de San Nicolás de To-
lentino en Panamá, Venezuela y Brasil»: Bpsn 83 (1993) 151-95; 84 (1994) 29-104, esp.
64-104.
6
Pedro Fabo, Biografía del Revmo. P. Fr. Mariano Bernad del Pilar, Monachil 1919.
123 pp.
7
Décadas 2, 785-99. En el primer volumen abundan las referencias a su actividad
en Brasil.
8
Roman C. Sagun Jr., «Padre Mariano Bernad in Negros Oriental. The Future Ge-
neral of the Augustinian Recollects as Pastor of Dumaguete, 1880-1891»: Kinaadman 19
(Cagayán de Oro 1997) 83-105. A finales del año 2004 y principios de 2005 le dedicó varios
artículos en The Negros Chronicle, el periódico más leído de Dumaguete (fotocopias en
Agoar).
9
José Javier Lizarraga, «Mariano Bernad, último comisario apostólico de la Recolec-
ción (1901-1908)»: Los Agustinos Recoletos en Andalucía y su proyección en América. Actas
de I Congreso Histórico, Granada 2001, 427-85; reproducido en Bpsn 91 (2001) 75-145.
10
«Apuntes curiosos sobre algunos sucesos de principios de siglo. Parecer del ex co-
misario apostólico Mariano Bernad (1901-1908)»: Recollectio 10 (1987) 333-55.
11
Ángel Martínez Cuesta (ed.): «Correspondencia del cardenal Rampolla con religio-
sos agustinos recoletos»: Recollectio 21-22 (1998-99) 617-746, y 23-24 (2000-01) 439-673;
editada luego en un volumen del mismo título, Madrid 2003; Idem, «De Filipinas a América
del Sur. I: Viajes, andanzas y fundaciones del padre Patricio Adell por Panamá, Venezuela
y Trinidad»: Recollectio 25-26 (2002-03) 579-634; 27-28 (2004-05) 391-696, y 29-30 (2006-
07) 309-794.
12
Gran Enciclopedia de Aragón, Apéndice 4, Zaragoza 2003.
13
Sádaba, 523; Crónicas 12, 696-701.
83
432 Ángel Martínez Cuesta
6, Madrid 1903, 91-102; la cita en p. 94. Matute lo conoció en Marcilla, cuando Bernad se
disponía a regresar a Filipinas: ibid.; Fabo, Biografía, 96-97.
84
El padre Mariano Bernad y su relación 433
16
En el momento de la despedida «no pudo menos de manifestar su profundo senti-
miento, hasta con lágrimas en los ojos, por esta separación, por más que comprendía que
no había remedio, atendidas todas las circunstancias […] Se despidió, pues, nuestro padre
del señor obispo, llorando ambos como dos niños»: infra, III. Relación, 537 (189).
17
Fabo, Biografía, 96 y 106.
85
434 Ángel Martínez Cuesta
18
Decenas de estas cartas se conservan en Agoar, caja 80; a algunas se alude en la
correspondencia que se publica a continuación: infra. VIII, Cartas 59, 67, 239, 328, 363…
Licinio Ruiz, que entre 1908 y 1916 administró diversos pueblos cercanos a Dumaguete,
escribe que las gentes, «sin distinción de clases», le seguían recordando con gratitud y
reverencia: Sinopsis 2, 144.
86
El padre Mariano Bernad y su relación 435
c. Prior provincial
19
M. Bernad, Carta a Andrés Ferrero, Dumaguete, 1 julio 1896: Am, leg. 56, n. 3.
20
Circular a los religiosos, Manila, 30 abril 1891: Am, 8, n. 4; cf. Lizarraga, «Mariano
Bernad…», 441.
21
Llegaron a Filipinas cuatro expediciones con un total de 54 religiosos: 7 hermanos
laicos y 47 clérigos, de los cuales 35 no habían recibido el presbiterado: Sádaba, 681-701.
87
436 Ángel Martínez Cuesta
22
M. Bernad, Carta a I. Narro, 23 junio 1893: Agoar, caja 79, leg. 1 (copia).
23
Ibid.
24
Fabo, Biografía, 18.
25
Libro de definitorios, 1850-95, 311r-324r: Am, libro 14.
26
M. Bernad, Oficio a I. Narro, 25 agosto 1891: Agoar, caja 79, leg. 1; José Manuel
Bengoa, «Las haciendas de Filipinas. 1891-1894»: Bpsn 97 (2007) 357-83.
27
Libro de definitorios, 1850-95, 300v y 302v: Am, libro 14.
28
Libro de definitorios, 1850-95, 325rv y 327r: Am, libro 14.
29
Libro de definitorios, 1850-95, 320r: Am, libro 14.
88
El padre Mariano Bernad y su relación 437
30
Libro de definitorios, 1850-95, 287v: Am, libro 14.
31
Libro de definitorios, 1850-95, 377v: Am, libro 14; José Manuel Bengoa, «El colegio
de Marcilla, 1891-94»: Bpsn 91 (2001) 58; A. Martínez Cuesta, Marcilla. Convento de agus-
tinos recoletos, 1865-2002, Marcilla 2002, 47-48.
32
Crónicas 12, 736-39; R. García, «Iglesia de San Sebastián de Manila»: Bpsn 60 (1970)
243-309.
33
José Manuel Bengoa, «Fortuny 5. Madrid»: Bpsn 94 (2004) 61-122.
34
Íñigo obtuvo de Roma el correspondiente permiso, cf. Rescripto de la Santa Sede
para que el P. Mariano Bernad, nombrado definidor general, pueda residir en Filipinas, 13
marzo 1895: Agoar, caja 5, leg. 2. n. 8.
35
Su correspondencia con Adell refleja confusión, inquietud e incluso alarma, pero
no desesperación.
89
438 Ángel Martínez Cuesta
36
E. Pérez, Carta a M. Bernad, Roma, 18 julio 1898: supra, VIII. Carta 4.
37
M. Bernad, Carta a E. Pérez, Marcilla, 6 de agosto 1898: infra, VIII. Carta 5.
E. Pérez, Carta a M. Bernad, Roma, 18 julio 1898: infra, VIII. Carta 4.
38
Infra, VI. Nombramientos y circulares 1,585 (237).
39
Décadas 1, 67 escribe: «Puede disponer de mi persona como tenga por conveniente,
que, a pesar de mi edad y de lo poco que ya puedo valer, ese poco está siempre a la disposi-
ción del superior y de mi amada Recolección, a la que todo se lo debo». Más detalles: infra,
VIII. Carta 18. Enrique Pérez había recomendado el recurso a un religioso de alguna edad
en carta a Bernad del 18 julio de 1898: infra. VIII. Carta 4.
90
El padre Mariano Bernad y su relación 439
40
E. Pérez, Cartas-informes a la congregación de Obispos y Regulares, Roma, 6 y 28
septiembre 1900: Asv, Arch. Nunz. de Madrid, caja 667.
41
Roma, 13 diciembre 1900: Asv, Arch. Nunz. de Madrid, caja 667.
42
Está firmada en Madrid el 27 de marzo de 1901: Asv, Arch. Nunz. de Madrid, caja
667.
43
Rampolla, 153.
91
440 Ángel Martínez Cuesta
44
I. Narro, Carta a M. Rampolla, 10 abril 1901: Rampolla, 152-54.
45
Rampolla, 336-37.
46
E. Pérez, Carta a M. Bernad, Roma, 21 enero 1901: infra. VIII. Carta 450.
92
El padre Mariano Bernad y su relación 441
47
E. Pérez, Carta a M. Bernad, Roma, 16 marzo 1901: infra, VIII. Carta 480. Tres
días más tarde añadía: «Ha sido necesario que alguno intervenga, al menos para empujar.
Este impulso, a pesar de haber sido fuerte, no es suficiente para “mover”, y el carro sigue
parado. […] Estoy persuadido de que nuestro padre, tan abatido y con tantos disgustos, no
se mueve ni puede ya dar dirección a la cosa para que cambie bien. Por esta razón le repi-
to lo que le dije en la del 16: que vaya arreglando las cosas para volver pronto a España,
donde su presencia es indispensable»: infra. Carta 484.
48
Infra. Carta 498. Expresiones similares empleó el 7 de mayo en carta al p. Íñigo:
infra. Carta 503.
93
442 Ángel Martínez Cuesta
49
«Circular anunciando el nombramiento de comisario apostólico y su programa de
gobierno», Madrid, 12 octubre 1901: Lizarraga, «Mariano Bernad…», 474-77.
94
El padre Mariano Bernad y su relación 443
95
444 Ángel Martínez Cuesta
54
Fueron expulsados el 11 agosto 1902: Copiador del generalato 1, 21-22. Noticias
sueltas sobre todos ellos en Agoar, Registro y cajas 35 y 52-54.
55
Hizo la visita en dos etapas. En la primera, anunciada oficialmente el 30 mayo
1904, siguió el siguiente itinerario: Monteagudo (1 julio 1904), San Millán (4 agosto 1904),
Marcilla (4-16 agosto 1904), Puente la Reina (16-21 agosto 1904) y Sos del Rey Católico.
Luego pasó por Marcilla, Zaragoza, Calanda y Sigüenza, regresando a Madrid el 8 de octu-
bre, cf. M. Bernad, Cartas a E. Pérez, 11 y 30 julio; 1, 10, 14 y 27 agosto; 25 septiembre; 6 y
13 octubre 1904. La segunda etapa la comenzó el 28 de noviembre en que salió de Madrid
rumbo a Málaga con seis recoletas de la Encarnación que iban a reforzar el convento de
aquella ciudad. El 4 de diciembre visitó Motril, desde donde continuó a Granada y Lucena
(1-5 febrero 1905), volviendo a Madrid en la madrugada del 6 de febrero, cf. M. Bernad,
Cartas a E. Pérez, 27 noviembre; 12 diciembre 1904; 2 y 15 enero y 6 febrero 1905: Agoar,
caja 65, legs. 11 y 12.
56
Agoar, caja 46, leg. 2; Copiador del generalato 1, 35-37.
96
El padre Mariano Bernad y su relación 445
Dos años más tarde estampa los mismos conceptos en una carta más
familiar y, por lo tanto, también más sincera: «Hiciste muy bien en responder
cumplidamente a las preguntas del cardenal protector sobre la observancia.
Ésta, gracias a Dios, hoy por hoy ha ganado mucho terreno y anda mejor que
en tiempos pasados, como es notorio a todo el mundo. Ciertamente que aún
quedan ciertos resabios, difíciles de cortar de raíz después de costumbres
tan inveteradas, pero poco a poco, con la ayuda de Dios, se irán enmendando.
¿Dónde iremos que no encontremos faltas? Donde haya hombres siempre
veremos miserias»58.
Respecto al segundo objetivo recuerdo sólo dos intervenciones. En sep-
tiembre de 1902 permitió a algunos jóvenes estudiar «las asignaturas pro-
pias del bachillerato, matriculándolos en centros oficiales de enseñanza, a
fin de que puedan después obtener los correspondientes títulos que los habi-
liten para lo que haya lugar en su día o convenga a nuestra amada provincia
de San Nicolás de Tolentino»59. Al año siguiente consiguió, no sin alguna
dificultad, que la Santa Sede derogara una norma constitucional que desde
1664 prohibía el acceso de los recoletos a las universidades y la obtención
de grados académicos. Ese mismo año se matriculaban en las universidades
romanas los dos primeros recoletos: Eugenio Cantera y Juan Manrique.
Otras medidas importantes fueron la apertura en 1904 del colegio prepa-
ratorio en San Millán de la Cogolla60 y del noviciado en Sos del Rey Católico,
trasladado a principios de 1906 a Monteagudo61; la reanudación de las expedi-
57
M. Bernad, Carta a M. Rampolla, 14 marzo 1905: Rampolla, 176-80. Fabo, Biogra-
fía, 64-66, sufre un error al fechar esta carta en 1908.
58
M. Bernad, Carta a E. Pérez, Madrid, 31 mayo 1907: Agoar, 65, n. 14.
59
M. Bernad, Carta a V. Ruiz, Madrid, 30 septiembre 1902: Copiador del generalato
1, 25-26.
60
Tuvo lugar el 16 de abril 1904 con una matrícula de 53 alumnos: Víctor Hermosi-
lla, Monasterio de San Millán de la Cogolla. Un siglo de historia agustiniana, 1878-1978,
Madrid 1982, 206-10; Fabo, Biografía, 80.
61
La persistente clausura del noviciado había sido una de sus grandes preocupacio-
nes. Desde el Brasil había clamado por su apertura. Ahora trató de acelerar los trámites,
pero aún tardó casi tres años en realizar sus deseos. El 27 de noviembre 1903 nombró
maestro de novicios al padre Antonio Muro, quien unos días más tarde llegó a Sos con dos
97
446 Ángel Martínez Cuesta
98
El padre Mariano Bernad y su relación 447
99
448 Ángel Martínez Cuesta
100
El padre Mariano Bernad y su relación 449
día. En 1915, cuando sólo le quedaban cuatro semanas de vida, todavía tuvo
ánimos para asistir a su segundo capítulo provincial, celebrado en Monachil
del 23 al 27 de abril.
Desde su observatorio motrileño acompañaba preocupado la marcha
de la orden, que veía lacerada por divisiones que achacaba a la impunidad
de que habían gozado algunos religiosos indignos: «Tiempo hace que estoy
viendo cómo se han venido levantando nubarrones en el cielo de nuestra
Recolección, que pueden traer días amargos y tristes, y como yo no lo podía
remediar, me he limitado a pedir a Dios todos los días que tenga compasión
de nosotros. Nunca, en mi ya larga vida, he visto tan honda división en nues-
tra orden, y eso me entristece, y más cuando pienso que no se hubiera llega-
do a tal extremo si no se hubiese dado lugar a que elementos conocidos de
antemano no se hubieran introducido en nuestros asuntos»71. A principios de
1914 saludó con entusiasmo el traslado de la curia a un casa propia, situada
en la calle Príncipe de Vergara72. El piso de la calle Juan Bravo, n. 2, nunca
le había entusiasmado. Pero es probable que esa adquisición no llenase sus
aspiraciones. Hacía tres meses que había hablado de trasladar la curia a
Roma:
«Asunto nuevo e importantísimo entre nosotros los recoletos: Habién-
donos favorecido el Santo Padre con esa gracia tan singular para nuestra
amantísima Recolección de tener prior general propio […], ¿no es hora de
pensar ya en determinar que la curia generalicia, con el general a la cabe-
za, tenga su residencia en Roma? A mi parecer, creo que por muchas razo-
nes conviene mucho para la orden que resida en Roma, cerca de la Santa
Sede»73.
101
450 Ángel Martínez Cuesta
102
El padre Mariano Bernad y su relación 451
77
Inserta en el libro de Cosas Notables de la parroquia, 7-24: Am, leg. 56, n. 3.
78
Agoar, caja 46.
79
Décadas 1, 92-99.
80
Lizarraga, «Mariano Bernad, último comisario…», 474-77.
81
Décadas 1, 26-30.
82
Apuntes, advertencias y notas tomadas por el que escribe sobre varios puntos de las
nuevas constituciones y que, a su humilde sentir, deben estudiarse y meditarse seriamente
para aclarar debidamente el alcance que deben tener los asuntos en ellos tratados, refor-
mándolos o explicándolos con más claridad y precisión, conforme se juzgare más conve-
niente y provechoso para toda la orden y para todos los religiosos. Motril, 13 de noviembre
de 1913. 8 pp. Ms: Apst xxi/1.
103
452 Ángel Martínez Cuesta
83
Apuntes curiosos sobre sucesos que vienen desarrollándose en nuestra amada con-
gregación desde fines del año 1907 y que pueden servir de lección para los tiempos ve-
nideros por las enseñanzas que encierran. Original, Apst, xxi,1; ed. de José J. Lizarraga:
Recollectio 10 (1987) 333-55. Algunos apartados en Décadas 1, 53.
84
M. Bernad, Carta a E. Pérez, Motril, 22 diciembre 1913: Apst, xxi,1.
85
«La inmigración china y japonesa en las Islas Filipinas», Madrid 1892. 19 pp.
86
Gregorio de S. Vela, Ensayo de una biblioteca Ibero-Americana de la Orden de
San Agustín 1, Madrid 1913, 435; también, José García, Escritores agustinos recoletos, sub
voce: Agoar, ms.
87
E. Pérez, Carta a M. Bernad, Roma, 29 marzo 1899: infra, VIII. Carta 72.
104
El padre Mariano Bernad y su relación 453
105
454 Ángel Martínez Cuesta
106
El padre Mariano Bernad y su relación 455
91
Infra, III. Relación, prólogo 465 (117).
107
456 Ángel Martínez Cuesta
92
Infra, III. Relación, 80 551 (203); también 563-64 (215-16); 567 (219)...
93
El padre murió el 2 de marzo de 1900.
108
El padre Mariano Bernad y su relación 457
3. Otros documentos
109
458 Ángel Martínez Cuesta
- 26 mayo 1900), Ribeirão Preto (30 mayo 1900 - 30 abril 1901) y Uberaba
(30 abril - 1 octubre 1901). La última noticia estampada es la despedida
del padre Mariano de la comunidad de Uberaba el día 26 de junio de 1901:
«El día 26 de junio vino aquí de Ribeirão Preto nuestro padre Mariano a
despedirse de nosotros, pues había recibido telegrama en que se le llamaba
a Roma por haber sido nombrado comisario apostólico de nuestra corpora-
ción, quedando en su lugar el reverendo padre Celedonio Mateo».
Es una crónica bastante descarnada de la actividad de su autor y de las
comunidades donde residió desde su embarque en Barcelona el 11 de julio de
1899 hasta casi las vísperas de su muerte en Uberaba el día 1 de octubre de
1901. Ruiz se interesa de fechas, nombres y hechos concretos, pero no se olvi-
da de sazonar su escrito con breves pinceladas sobre la situación geográfica,
social y eclesial de las localidades en que escribe, sobre el alcance real del
apostolado de la comunidad y sobre su propio estado de ánimo. Está escrita
en diversas fechas, al filo de los acontecimientos.
Juan Pablo Ruiz nació en Malón (Zaragoza) el año 1837 y emitió su pro-
fesión religiosa en Monteagudo el 23 de marzo de 1853. En ese mismo colegio
cursó los estudios de filosofía y teología. En febrero de 1858 se embarcó en
Cádiz rumbo a Filipinas con otros 27 compañeros. Allí se ordenó de sacerdote
a principios de 1860. Casi a renglón seguido le destinaron al servicio minis-
terial en la isla de Mindanao, en la que continuó hasta 1877. En 1879 se le
confió el rectorado del colegio de Marcilla. Al fin del trienio regresó a Manila
al frente de una misión de 11 religiosos, que llegó a Manila el 6 de diciembre
de 1882. En enero de 1883 ya estaba en la parroquia de Canoan (Siquijor),
desde donde dos años más tarde pasó a la de Cortes (Bohol). En ella perma-
neció hasta 1898, en que como todos sus compañeros tuvo que refugiarse
en Manila. En 1893 sus parroquianos dirigieron una instancia al provincial
pidiendo su permanencia entre ellos97.
En noviembre de 1898 volvió a España, al colegio de Marcilla. A pesar
de su edad y achaques se alistó para pasar Brasil, siendo destinado a las
nuevas fundaciones de Espíritu Santo (1899-1900), Ribeirão Preto (1900)
y últimamente Uberaba, donde murió el 2 de octubre de 1901. Durante su
mandato la comunidad de Ribeirão Preto adquirió su primera casa situa-
da en la calle Florencio Abreu98. En la memoria y cartas que ahora ven la
luz por vez primera aparece como un religioso bondadoso, franco, culto, con
sentido del humor y de la medida, identificado con el modelo filipino y un
tanto desencantado con el rumbo que iba tomando tanto su vida como la de
su comunidad. Era consciente de los límites que la edad, las enfermedades,
Infra, V. Juan p. Ruiz, 583 (235): «El día 18 de junio [de 1900] pudimos ultimar y
98
firmar escritura de propiedad a nombre de nuestra corporación de una casa más capaz
que ésta, facilitándonos el camino el señor obispo para que quedase exenta de canon que
pagaba a la matriz de esta parroquia». El 27 de julio se trasladaron a ella.
110
El padre Mariano Bernad y su relación 459
99
Por costumbre inmemorial sólo se exigía la presencia de dos consejeros para la
validez de los definitorios provinciales, permitiendo que los otros dos permanecieran en
sus curatos. El padre Juan Pablo asistió a las sesiones celebradas entre el 21 de abril de
1894 y el 2 de septiembre de 1895: Libro de definitorios provinciales. 1850-1895, 329v-42r:
Am, libro 15.
100
Sádaba, 496; Décadas 1, 490-92.
111
460 Ángel Martínez Cuesta
otro par de docenas de cartas que no publico por ser sumamente breves, o
porque se reducen a un simple saludo o repiten noticias ya dadas por otro
corresponsal.
101
Tres cartas conjuntamente con Gregorio Íñiguez.
102
Una conjuntamente con Máximo Tabuenca y Francisco Rodríguez.
112
El padre Mariano Bernad y su relación 461
4. Criterios de edición
113
462 Ángel Martínez Cuesta
5. Cronología
1898
1899
114
El padre Mariano Bernad y su relación 463
1900
1901
115
464 Ángel Martínez Cuesta
28 Llega a Santos
Junio 3 Mariano Bernad es nombrado comisario apostólico
Julio 3 Eugenio Sola, presidente de Ribeirão Preto
19 Bernad sale de Río de Janeiro para Roma y Madrid
Octubre 1 Celedonio Mateo y Pedro Ibáñez llegan a Bahía
2 Muere en Uberaba el p. Juan Pablo Ruiz
116
III
Prólogo
117
466 Mariano bernad
1
A continuación, en la página III del manuscrito hay otra introducción o prólogo.
Parece ser una primera redacción del prólogo definitivo. Lo publico en nota porque da
algún dato nuevo.
[p. 3]. «Han pasado algunos años desde nuestra estancia en los Estados Unidos de
la República del Brasil, América del Sud, en cuyo tiempo, a manera de distracción, fuimos
anotando los hechos que más pudieran llamar la atención, ocurridos con motivo de la
instalación y formación de nuestras nuevas misiones y nuestro ministerio apostólico en
aquellos países, todo ante la idea de que algún día pudieran servir para la historia o cró-
nicas de nuestra orden. = Como tuvimos necesidad de abandonar aquellos lugares por la
obediencia, después de salir de aquel punto tuvimos por más conveniente interrumpir este
trabajito, dejando para otros que, si lo creían conveniente, continuaran la narración de los
hechos que fueran dignos de mención. = Nunca pensamos dar a la imprenta este pequeño
e insignificante trabajo, pero habiendo sido visto y leído por algunos religiosos amantes
de todo cuanto tenga relación con nuestra amantísima y humildísima Recolección agusti-
niana, han formado el juicio de que debían imprimirse a fin de que no desaparezcan con el
tiempo, sino que se conozcan los trabajos llevados a cabo por nuestros heroicos misioneros
del Brasil y sirvan de acicate que anime a nuestros religiosos y misioneros a trabajar en el
camino comenzado en aquella viña que el Señor nos ha encomendado. = No nos gusta mu-
cho, lo decimos con sinceridad, no nos gusta mucho que nuestra humilde persona salga a
figurar en público ni creemos, según nuestro humilde juicio, que merezca darse a la prensa
semejante trabajo, pero, lo hemos dicho ya y lo repetimos, solamente nos resolvemos a ello
instados y animados a ello por esos religiosos que se han enterado del caso y que así lo
juzgan conveniente».
118
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 467
más sagrado se respetaba. Antes bien (con amargura hay que consignarlo),
los mismos que debían amparar al débil, al indefenso, no eran los que más
atrás se quedaban en insultar, injuriar y calumniar a las cosas y personas
sagradas, atizando la tea de la discordia, atizando las pasiones, avivando el
fuego del rencor, del odio y del desprecio. ¡Pobres provincias filipinas!
Así andaban las cosas en aquel desgraciado país en el año 98, y el mal
iba aumentando de día en día, y la gente honrada no podía vivir, y los reli-
giosos que no morían al golpe del asesino, los que no caían prisioneros de la
gente más malvada, para evitar mayores males, tenían que huir, tenían que
abandonar con todo el dolor de sus corazones, sitios y lugares regados con el
sudor de sus trabajos, santificados por ellos a fuerza de sufrimientos, a fuer-
za de privaciones sin cuento, a fuerza de buscar en todo y por todo el bienes-
tar espiritual y material de los pueblos. Algunos, y no pocos, pueblos habrá
que aún estarán llorando la falta de sus padres, pero ¿cómo remediarlo? No
queda otro recurso que adorar los justos juicios de Dios e implorar su divina
clemencia para que se abrevien estos días de luto, estos días de verdadera
desolación. ¡Triste año de 1898! Año execrable para Filipinas, para España y
más que todo para la Religión2.
[p.2] Ante tamaños males, ante desgracias tan grandes y ante la perspec-
tiva de un porvenir horroroso que se presentaba obscuro, lleno de nubarrones
negros y feos, que dejaban entrever la desolación y el espanto, amenazando
grave tormenta que asolase los campos cultivados a la sombra de la religión, y
amenazando también asolar y destruir por completo a los cultivadores de esos
campos en que resplandeciera antes la antorcha de la verdadera luz y en que
reinaban la paz, la tranquilidad, la confianza y el bienestar de los pueblos, ame-
nazando destruir, lo diré sin rebozos, a las órdenes religiosas que por espacio de
siglos tanto y tanto habían trabajado, tantos sudores habían sufrido, ocupadas
constantemente y sin cesar en procurar el bienestar moral y material de los
habitantes de aquellas islas, ante tan grandes males, repito, no podían estar
indiferentes las órdenes religiosas, viendo cómo eran tratados sus hijos, viendo
la ingratitud más grande que podía figurarse. No podían tampoco permanecer
indiferentes los religiosos perseguidos y maltratados tan injustamente.
Eso mismo venía pensando nuestra afligidísima y queridísima provin-
cia de San Nicolás de Tolentino, la que quizá haya sido la que más pérdi-
das haya tenido en esta descomposición del país3. No podía estar indiferente
2
He descrito brevemente la situación de la Iglesia antes, durante y después de la
revolución en el artículo «La Iglesia y la Revolución filipina de 1898»: Anuario de Historia
de la Iglesia 7 (Pamplona 1998) 125-43 (nota bibliográfica en pp. 142-43); reproducido con
adiciones notables en Recollectio 21-22 (1998-99) 19-81. Durante los dos años que duró
la revolución (1896-98) perdieron la vida violentamente 30 agustinos recoletos, otros 91
fueron encarcelados y otros tantos se vieron obligados a salir precipitadamente de sus
parroquias y refugiarse en los conventos que la comunidad poseía en Manila o embarcarse
directamente para Europa.
3
Supra, I. Primeros años, 358-60 (10-12).
119
468 Mariano bernad
ante tales daños, así que sus dignísimos superiores, mirando al porvenir,
no podían menos de rogar a Dios, pidiendo incesantemente luces y acierto
para excogitar los medios conducentes para poner en práctica cuanto fuese
conveniente para impedir los progresos del mal y salvar a la vez la suerte de
su existencia y la de sus hijos. Tampoco éstos se descuidaban, por su parte,
porque los más de ellos, y en especial los de mayores méritos y más amantes
de su religión, no podían estar tranquilos al ver todos esos males. Con el co-
razón puesto en Dios, contritos y humillados en la divina presencia, no sólo
le pedían el término de tanta aflicción, sino que trataban de aprovechar toda
coyuntura para salvar los sagrados intereses de la religión, excogitaban los
medios de ganar en otras partes lo que en otras perdían, distinguiéndose en
esta tarea nuestro reverendísimo comisario apostólico, fray Íñigo Narro de
la Concepción, nuestro padre provincial, fray Francisco Ayarra de la Madre
de Dios, el padre procurador general en Roma, padre Enrique Pérez de la
Sagrada Familia, nuestro padre ex provincial fray Juan Cruz Gómez del
Corazón de Jesús; y también el que estas líneas escribe tuvo su parte. Parece
[3] inmodestia, mas ¿por qué no decirlo? No diciendo más que la pura verdad,
me he atrevido a estamparla. Perdónenme si hago mal en ello.
En cartas y siempre que había ocasión, comunicaban entre sí sus im-
presiones; unos y otros se animaban para mirar por el porvenir, excogitando
nuevos medios y nuevas empresas, cambiando rumbos, si era preciso, y di-
rigir los pasos hacia otras partes, ya que se mostraba tan ingrato el campo
cultivado hasta ese tiempo. Entre otros varios puntos, donde la considera-
ción se había fijado, era uno de ellos, y quizá el principal, la América del Sud,
en donde, de tiempos atrás, se notaba la falta de operarios evangélicos y en
donde, según todas las noticias, había en toda ella extensísimo campo don-
de poder desplegar su celo los religiosos que se encontraban en condiciones
para emprender esa obra de grandes alcances. No pocas cartas mediaron en
este sentido entre el que esto escribe, entre otro religioso benemérito que se
hallaba de prior de nuestro convento de San Sebastián, padre fray Patricio
Adell de San Macario, entre el nuestro padre provincial fray Francisco Aya-
rra y entre el padre procurador general de Roma, padre fray Enrique Pérez,
dando por resultado que los ánimos se fueron disponiendo de tal modo que
se vino a convenir por todos la necesidad de obrar y sin tardanza, poniendo
los ojos en primer lugar en toda la América del Sud4.
¡Coincidencia singular! Hallábase en Roma en esta ocasión el excelen-
tísimo señor obispo de Goyaz, en la gran república del Brasil, don Eduardo
Duarte de Silva, y este buen señor, llevado de su gran amor a sus diocesanos,
iba buscando personal que le ayudase para atender a las grandes necesida-
4
Más detalles sobre el ambiente en que se fraguando y desarrollando esta idea en
Ángel Martínez Cuesta, «Filipinas a América del Sur. Viajes, andanzas y peripecias del pa-
dre Patricio Adell por tierras de Panamá, Venezuela y Trinidad»: Recollectio 21-22 (2002-
03) 19-81. Otros detalles: infra, VIII. Cartas 1-36.
120
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 469
des que en toda la diócesis había, y, por disposición divina, sin duda, vino a
encontrarse con el padre Enrique Pérez5, recayendo la conversación sobre lo
mismo. No cayó en saco roto, como suele decirse, pues este padre comunicó
sin pérdida de tiempo lo que ocurría. Hubo con este motivo varias comuni-
caciones entre todos, siendo el resultado de todo que, después de tratado el
asunto, se vino a convenir en que se debía aprovechar esta ocasión que Dios
nos preparaba, aceptando en principio las proposiciones del señor obispo6.
Y no fue esto solamente, sino que también en ese mismo tiempo, los
superiores de Filipinas, movidos del mismo sentimiento, convinieron en la
necesidad de poner manos a la obra, disponiendo que una expedición, com-
puesta de siete religiosos, saliese de Manila, dirigiéndose por el Pacífico a
San Francisco de California, y de allí pasase a Panamá y a [4] Venezuela,
como en efecto salió del puerto de Manila a fines del mes de agosto, cuya
expedición iba mandada por el dicho padre fray Patricio Adell con poderes
del venerable definitorio provincial para establecer residencias en América.
Mas acerca de esta expedición y de sus trabajos llevados a cabo, otros se
encargarán de tomar nota de todo7. Yo no iré apuntando más que lo que a
esta misión del Brasil se refiere, por ser cosa sobre la que únicamente puedo
hablar, como más enterado de la misma.
Llevo ya referido lo ocurrido con el señor obispo de Goyaz, así como
las cartas que mediaron con este motivo, siendo el resultado que algunos
esforzados religiosos, dignos del mayor encomio, se presentaron intrépidos
a nuestro padre provincial ofreciéndose voluntariamente para ir al Brasil y
desempeñar allá lo que Dios nuestro señor tuviera dispuesto, estableciendo
residencias, misiones y cuanto convenir pudiera para trabajar para la mayor
honra y gloria de Dios, para el mayor adelantamiento de nuestra amadísima
provincia y para el mayor bien de las almas, ofreciéndose sin temor a los
obstáculos y dificultades que naturalmente debían presentarse en un país
nuevo, tan particular en sus usos y costumbres, en un país donde hay la más
completa libertad para todo, y en donde existen, por lo tanto, toda clase de
creencias, mucho protestantismo y mucho masonismo. País especial, repito,
como iremos viendo en la narración de los hechos que vayan desarrollándose
y en donde también los religiosos debían luchar con la dificultad de la len-
gua, más difícil de lo que a primera vista parece8.
Pero nada les arredra. Así que nuestro padre provincial, después de
pensar bien el asunto y después de remover cuanto pudiera oponerse, en
unión del venerable definitorio, se resuelve dar su licencia, aceptando gusto-
5
Décadas 1, 66, añade «de la Sagrada Familia, Procurador General en Roma».
6
Algunas de estas cartas se publican más delante, infra. viii; también supra, I.
«Primeros años …»: 368-75 (20-27).
7
Supra, nota 4.
8
En cartas a religiosos residentes en España tanto Bernad como otros subrayarán
esta dificultad. Algunos ancianos no lograron superarla nunca.
121
470 Mariano bernad
9
En realidad, las normas eran 21, cf. «Acta del venerable definitorio provincial sobre
fundación de residencias en América e instrucciones que se dan a los padres misioneros»,
19 de agosto de 1898: Á. Martínez Cuesta, «De Filipinas a América del Sur. I. Viajes, an-
danzas y fundaciones del padre Patricio Adell»: Recollectio 21-22 (2002-03) 567-70.
10
Manuel Simón (1862-1937), conventual entonces del convento de San Sebastián y
antiguo partidario de la expansión de la Recolección fuera los confines filipinos. Nació en
Corella y profesó en Monteagudo en mayo de 1881. Terminada la carrera, hizo el ejercicio
del lectorado y dedicó cinco años a la enseñanza en los colegios españoles. En septiembre de
1894 fue destinado a Filipinas, donde Leandro Arrué, obispo de Jaro, le escogió para secre-
tario de Cámara y Gobierno (1895-97). Al año siguiente enseñó teología en el convento de
Manila: Sádaba, 701-02. El 8 de octubre de 1898 Ayarra le puso al frente de la primera mi-
sión brasileña. Pero ese nombramiento no tuvo efecto, porque en Madrid se decidió confiar la
dirección de la empresa a Mariano Bernad: infra, VI. Nombramientos, 585-88 (237-38). El 23
de mayo de 1899 llegó a Vitoria, capital del estado de Espíritu Santo, donde trabajó incan-
sablemente durante 19 años. Con la aprobación implícita de su superior aceptó la parroquia
de Anchieta y en ella estuvo hasta el año 1909, recorriendo campos, construyendo capillas y
fomentando el acceso a la propiedad de los colonos italianos: Décadas 1, 342-49. Fruto de esa
preocupación fue la adquisición y organización de la Fazenda do Centro, a la que dedicó sus
energías desde 1909 a 1918: Décadas 2, 654-74; Sergio Peres de Paula, Fazenda do Centro:
Imigração e colonização italiana no sul do Espírito Santo, Franca 2008 (Ms.). De 1918 a
1929 vivió en España como definidor provincial (1918-21), maestro de novicios y profesor en
Monachil (1921-23). Desde su regreso a Brasil en 1929 residió siempre en Ribeirão Preto,
dedicado a la enseñanza: Avellaneda 309-10. Allí murió el 19 de septiembre de 1937.
11
Gregorio Gil (1864-1932), superior de la residencia de Granada desde su fundación
en febrero de 1899 hasta mayo de 1900. Antes había trabajado en Filipinas durante trece
años. En Brasil desarrolló desde el primer momento gran actividad, tanto en la predica-
ción como en el ministerio parroquial, en la prensa y en la construcción de iglesias y casas
curales. En este último campo fueron especialmente fecundos los 13 años (1918-31) que
pasó al frente de la nueva fundación de Franca: Sádaba, 642-43; Avellaneda, 461; Bpst 80
(2000) 441-45.
122
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 471
Calvo del Rosario12, prisionero que había sido de los insurrectos de Zambale
y que logró escaparse de la prisión en que estaba; padre fray José Cardona
de Santa María Magdalena13, vicerrector que había sido de San Millán de la
Cogolla; padre Eugenio Galilea de San Luis Gonzaga14; padre fray Agustín
Cristóbal de Sagrado Corazón de Jesús15; padre fray Jesús Aranda de San
12
Marcelo Calvo (1873-1933), natural de Belorado (Burgos). De 1896 a 1898 sirvió
algunas parroquias de Zambales, donde fue apresado y torturado por los revolucionarios.
En Brasil se le encomendó la parroquia de Agua Suja (1899-1904), la primera de la orden
en el país, y Estrella do Sul (1904-11). Luego fue presidente de la residencia de Ribeirão
Preto (1912-15), vicario provincial de San Pablo (1920), definidor provincial (1915-18 y
1924-26), vicario provincial de Brasil (1918-21). En 1926 se le encomendó la recién creada
prelatura de Lábrea, pero tras una rápida visita no se sintió con fuerzas y renunció en
1929: Sádaba, 710-11; Avellaneda, 472: Décadas 1, 232-36, 273; 2, 561; 3, 256, 556-620.
13
José Cardona (1852-1930), natural de Borja (Zaragoza). De 1875 a 1898 adminis-
tró varias parroquias en las islas filipinas de Mindoro y Luzón, entre ellas la de Las Piñas
(1894-98), donde podría desarrollar sus conocimientos musicales. La Revolución le obligó
a abandonar el curato (junio 1898) y Filipinas (octubre 1898). En 5 de abril de 1899 viajó
a Venezuela y Panamá con san Ezequiel. Como en Panamá se sentía a disgusto y enfermo,
en agosto 1901 se le permitió regresar a España. En noviembre de 1902 se embarcó para
Brasil, donde continuó hasta su muerte, acaecida en Belem, dedicado casi exclusivamente
al confesonario. A su muerte, recordada en Cronologia, 152, se escribió que era el confesor
de casi todos los sacerdotes de Pará. Su entierro fue muy concurrido: Sádaba, 583; Avella-
neda, 449; S. Ezequiel, Obras completas 2, 746, 747, 751, 786; Bpst 77 (1897) 248-49.
14
Eugenio Galilea (1873-1951), natural de Viguera (La Rioja). Profesó en 1889 y
en septiembre de 1894 zarpó del puerto de Barcelona para Filipinas. Allí se ordenó (julio
1895) y administró algunas parroquias de Bohol y Negros. En noviembre de 1898 regresó
a España y poco más tarde fue destinado a la nueva residencia de Granada (1899). El 3
de marzo de 1902 llegó a Venezuela en compañía del beato Julián Moreno y allí continuó
hasta el fin de su vida. Su primer destino fue Maracaibo, donde durante ocho años desa-
rrolló una gran actividad tanto en la enseñanza como en la predicación, para la que estaba
bien dotado. Acompañó varias veces al obispo de Mérida en las visitas pastorales, dirigió
ejercicios espirituales al clero de Maracaibo y Mérida y durante dos años y medio dirigió
el Boletín diocesano de esta última diócesis. En ese tiempo mantuvo estrechas relaciones
con las Hermanas de Santa Ana, cuya historia publicó en 1908. En 1909 fue trasladado a
Puerto Cabello, donde ejerció funciones semejantes durante 26 años, siendo un auténtico
protagonista de la vida de la ciudad. De 1916 a 1919 fue vicario provincial de Venezuela.
En 1936 se le encomendó la dirección del primer colegio apostólico de la orden en esa na-
ción y cinco años más tarde la del colegio Fray Luis de León. Murió en Puerto Cabello el 26
de octubre de 1951: Sádaba, 706; Avellaneda, 178-80; ActaOar 1 (1950-51) 457.
15
Agustín Cristóbal (1874-1929), natural de Marcilla. Vistió el hábito recoleto en
Monteagudo el año 1889 después de haber frecuentado la preceptoría que funcionaba en
el convento recoleto de su pueblo. En octubre de 1896 llegó a Manila, siendo todavía sub-
diácono. Desde su ordenación sacerdotal en septiembre de 1897 hasta la revolución ejerció
el ministerio en Mindoro, primero como coadjutor de Calapán y luego como misionero de
Mamburao. En octubre de 1898 viajó a España con el grupo de los religiosos que desde allí
habrían de salir para Brasil. Desde marzo de 1899 hasta 1915 administró las parroquias
de Agua Suja y Santa Anna dos Patos en Minas Gerais y la de Belenzinho en la capital
paulista (1906-08). De 1915 a 1918 fue presidente de Ribeirão Preto, donde dio gran im-
pulso a la cofradía de la Consolación. En 1915 acompañó al obispo en la visita pastoral. De
1918 a 1926 rigió otras parroquias de las diócesis de San Pablo y Bocatú. En 1927 asistió
al capítulo provincial, en el que fue nombrado prior de la casa de San Pablo. Falleció en
Tayuva el 29 de mayo de 1929: Sádaba, 785; Avellaneda, 446; Décadas 3, 754-57.
123
472 Mariano bernad
José16; padre fray Nicolás Catalán del Villar17, y el hermano Pedro Pascual
de Araceli18, todos los que, pedida la bendición a su padre provincial, salieron
de Manila sobre el 10 de octubre de 1898 con rumbo a España para desde
allí seguir al Brasil, una vez que fueran aprobadas las bases y condiciones
en que iban por nuestro reverendísimo padre comisario apostólico fray Íñigo
Narro de la Concepción con las demás instrucciones que su reverendísima
tuviera por conveniente19.
16
Jesús Aranda (1873-1910), de Villafranca de Navarra, estudió Humanidades en el
seminario de Pamplona, profesó de recoleto en octubre de 1892 y se ordenó de sacerdote en
Pamplona el 30 de mayo de 1896. Llegó a Filipinas en septiembre de 1897, en vísperas de
la Revolución. Pero todavía tuvo tiempo para atender la parroquia de Saravia (Negros) du-
rante un año. En octubre de 1898 regresó a España con patente para Brasil. Desde febrero
de 1899 hasta el mismo mes de 1902 alternó el ministerio parroquial con la enseñanza
en Uberaba. En 1900 acompañó al obispo en la visita pastoral. En 1902 fue destinado a
Bahía, donde trabajó como párroco en Caravellas y como misionero en Bom Jesus de Lapa,
de donde se retiró, herido de muerte, a Bahía y España. Falleció en Vigo el 20 de mayo
de 1910, cuando acababa de poner pie en la Península: Sádaba, 723; Avellaneda, 361-62;
Décadas 2, 737-40.
17
Nicolás Catalán (1875-post 1909), natural de Corella. Profesó en octubre 1892. A
fines de 1897 llegó a Filipinas, donde se ordenó en febrero del año siguiente. Como el pro-
ceso independentista estaba ya muy adelantado, parece que no pudo ejercer el ministerio.
En Brasil fue párroco de Santa Anna do Río das Velhas (marzo 1899-agosto 1900), San
Sebastián da Serra (1900-03) y Patrocinio (junio 1903-agosto 1909). En todas ellas trabajó
con entusiasmo y éxito, especialmente en Patrocinio. Durante los dos últimos años tuvo
dificultades con los superiores de la orden, que le consideraban cabecilla del grupo que
pretendía abandonar la comunidad sin salir de las parroquias que administraba. En junio
de 1909 lo trasladaron a la parroquia de Faxina (actual Itapeva) en el estado de San Pablo.
Al no obedecer se le expulsó de la orden en noviembre de 1909: Sádaba, 728; Décadas 1,
243-46; 272-80. Abundante documentación sobre este episodio en Apst, caja xv,1; agoar,
cajas 45 y 84, y Negotia Procuratoris 1, 23-26, 36-37; Asv, Arch. Nunz. Brasile, caja 129,
fascs. 638 y 639.
18
Pedro Pascual Rodríguez (1852-1916) nació en Corella. Comenzó el noviciado en
Monteagudo en junio de 1872, pero no pudo terminarlo por los disturbios de la época. En
septiembre de 1873 fue llamado a filas por el gobierno republicano, pero logró huir al
ejército carlista. Al final de la guerra se refugió en Francia. En febrero de 1878 regresó
a Monteagudo y allí profesó en diciembre del mismo año. Los primeros años de su vida
religiosa los pasó en Monteagudo, Marcilla, San Millán y Madrid. En 1892 fue destinado
a Filipinas, donde sirvió de sastre, sacristán y enfermero en Manila y Cebú. Aquí le sor-
prendió la revolución, que le obligó a refugiarse en el fuerte de la ciudad en compañía de
las autoridades y de otros españoles. Vuelto a Manila a principios del año siguiente, se
ofreció a formar parte de la primera expedición brasileña. En parte por motivos de salud y
en parte por otros motivos no logró acomodarse en Brasil. Tras recorrer las comunidades
de Agua Suja, Uberaba, Ribeirão Preto y Belem, regresó a España en octubre de 1901. Le
quedaban 15 años de vida que puso al servicio de las comunidades de Monteagudo, Lucena
(1904-08, 1915-16), Zaragoza (1908-09), Berlanga de Duero (1909-14) y Monachil (1914-
15). Murió en Berlanga: Sádaba, 694-95; Bpst 79 (1999) 342-44.
19
Pedro Fabo, Biografía del Rmo. P. Fr. Mariano Bernad del Pilar, Monachil 1919,
33. Algunos no viajaron al Brasil. José Cardona se embarcó para Panamá y Venezuela en
la segunda expedición, que salió de Manila en febrero del año siguiente, mientras que Gre-
gorio Gil y Eugenio Galilea fueron destinados a principios de 1899 a la nueva residencia
de Granada, cf. I. Narro, Carta a E. Pérez, Madrid, 12 febrero 1899: «Los padres Gregorio
Gil y Eugenio Galilea salieron anteayer para una residencia en Granada. Éstos eran los
destinados a Pará, que no he mandado por la ninguna formalidad del señor Miranda; ni
124
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 473
125
474 Mariano bernad
23
M. Bernad, Carta a E. Pérez, Madrid, 19 noviembre 1898: «Ya estarán por Colom-
bia los 13 primeros jóvenes que se enviaron, ya están en camino 17 más, ya está por Amé-
rica el buenísimo padre Patricio Adell con siete religiosos más; y anteayer llegaron aquí
los padres Manuel Simón y Gregorio Gil y que con seis religiosos más que se dirigieron a
Marcilla; vienen de Filipinas para recibir instrucciones y marchar algunos al Brasil y, …
fíjate bien: voy con ellos para colocarlos, instalarlos y dejarlos arreglados lo mejor que se
pueda conforme a nuestras sagradas leyes. Es éste un deseo vehemente de N.P. provincial
y de N.P. Íñigo, de modo que ya me tienes metido en danza y dispuesto para lo que Dios
quiera, que estoy muy confiado en que el Señor no nos abandonará y que nos abrirá los
caminos que su divina misericordia nos señala»: infra, VIII. Carta 18.
El 14 de enero 1899 Íñigo le nombró su «representante especial en la citada misión de
Goiás para todos los asuntos que a la misma directa o indirectamente se refieran»: infra, VII.
Nombranientos, 586 (238). A principios de 1900 Bernad pensó en volver a España y consultó
sobre ello al p. Íñigo, quien le respondió, 5 mayo 1900: «Sobre tu regreso a mi lado, “queda
a tu prudencia y celo”». Días más tarde, 12 mayo, fue algo más explícito: «En mi anterior
te decía “quedaba a tu celo y prudencia tu regreso a la península”. Hoy te repito lo mismo,
aunque soy del parecer de esa gente: “que si tú faltas ahí, si abandonas eso, todo se pierde”.
¡Sea, Dios bendito y te colme de sus bendiciones»: Agoar, caja 84, leg. 3, fasc. 1, n. 1.
24
Entre los nuevos voluntarios había dos sacerdotes recién ordenados y tres sub-
diáconos.
25
I. Narro, Carta a M. Bernad, Madrid, 22 enero 1899: Agoar, caja 84, leg. 3, fasc. 1,
n. 1; también infra, VIII. Carta 54.
126
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 475
26
José Chivite (1876-1913), natural de Cintruénigo (Navarra), profesó en 1892 y se
ordenó en 1898. A su llegada a Brasil lo destinaron al seminario diocesano, donde, además
de enseñar latín y filosofía, se ocupó de la secretaría. El 9 de agosto de 1899 llegó a Gua-
rapari, en cuya parroquia continuó hasta agosto de 1910. En esa fecha fue trasladado a
Faxina (San Pablo), donde murió el 21 de diciembre de 1913 tras meses de dolorosa enfer-
medad. Era de carácter afable, bien dotado intelectualmente y con «una aptitud especial
para las ciencias físicas y artes liberales, que utilizaba siempre en provecho de sus feli-
greses, en dar mayor esplendor al culto y en organizar grandes fiestas religiosas»: Sádaba,
785-86; Décadas 2, 774-76.
27
Manuel Ramos García (1876-post 1903), natural de Corella, profesó en octubre de
1892: Sádaba, 786. Su primer destino fue la parroquia de Agua Suja, donde sirvió de coad-
jutor al p. Marcelo Calvo desde marzo de 1899 hasta julio de 1900, en que se le encomendó
la parroquia de Veríssimo. En agosto tuvo algún conflicto y pidió regresar a España. Se
embarcó a finales de septiembre o principios de octubre, antes de conseguir el debido per-
miso: infra, VIII. Cartas 71, 128, 251, 404, 409 y 422. En España se le destinó a Marcilla.
El 20 diciembre de 1901 obtuvo la secularización ad annum por rescripto que el comisario
apostólico mandó ejecutar el 30 del mismo mes. Ramos no lo aceptó por no constar en él
la causa. El 17 de enero de 1902 el consejo general determinó no ayudar a su padre por
tener empleo y dos hijas. El decreto de secularización definitiva se ejecutó en Marcilla el
7 de mayo de 1902, cf. P. Corro, Carta a M. Bernad, 7 mayo 1902: agoar, caja 36. Luego
se procedió a su expulsión. El 22 de diciembre de 1902 el provincial de San Nicolás pedía
al obispo de Barcelona que notificara la sentencia de expulsión al inculpado, que vivía en
Barcelona, calle del Consejo de Ciento 491, y no podía presentarse en Marcilla. El 27 de
enero siguiente el obispo convocó al encausado, quien firmó la sentencia, reservándose el
«derecho a usar de los recursos que le correspondan»: Archivo diocesano de Barcelona,
Órdenes religiosas, caja 503. Más noticias sobre este religioso en agoar, caja 51.
28
Florencio Luis (1876-post 1920), natural de Peralta de Navarra. Había profesado
en 1893 y se ordenó en Tarazona unos días antes de partir para Brasil. Allí fue enviado
como coadjutor a Santa Anna do Rio das Velhas (marzo 1899-junio 1900) y San Sebastián
do Salitre (junio 1900-junio 1903), parroquia que luego sirvió como párroco. En 1905 fue
trasladado a San Pablo y al año siguiente volvió a Minas Gerais. En 4 febrero de 1910
consiguió la secularización perpetua y el 25 de abril el obispo de Taubate (San Pablo) lo
incardinó en su diócesis: Negotia Procuratoris 1, 1908-16, 46,2,92; Registro, 71-72.
29
Máximo Tabuenca (1877-1945), natural de Malón (Zaragoza), profesó en 1893.
Tras pasar unos meses en la residencia de Uberaba y la parroquia de Dores de Santa
Juliana, fue destinado a finales de julio de 1899 al estado de Espíritu Santo, donde se
ordenó de sacerdote (23 diciembre 1899) y en él residió el resto de su vida. Fue párroco
de Itapemirim (1900), compañero y párroco de Anchieta (1901-14) y Fazenda do Centro
127
476 Mariano bernad
128
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 477
ción para los nuevos misioneros del Brasil, y concediera un viaje feliz hasta
la llegada a su destino. Oficiaron en la misa de preste nuestro padre Mariano
Bernad del Pilar; de ministros, los padres fray Manuel Simón de San José y
fray Marcelo Calvo del Rosario, asistiendo en el coro toda la comunidad del
colegio de Marcilla, y en la iglesia bastante número de fieles.
Dispuestas todas las cosas, el día 23 del mismo mes de enero, después
de despedirse, quizá para siempre, de sus hermanos de religión, gozosos y
alegres, con la mira puesta en Dios, emprendieron estos 14 religiosos, por-
taestandartes de nuestra Recolección en nuevas tierras, emprendieron, digo,
la marcha para Barcelona en el tren de la tarde, llegando a Zaragoza a las
10 y media de la noche y descansando allí el día siguiente 24 por la mañana,
por no haber tren directo a Barcelona desde Marcilla. En Zaragoza los re-
cibió nuestro padre Mariano, quien se adelantó un día, ya para preparar el
alojamiento conveniente, ya para besar el anillo y despedirse del excelentísi-
mo señor arzobispo doctor don Vicente Alda, amigo entusiasta y amantísimo
defensor de nuestra sagrada orden33.
Continuando el viaje el día 24, se llegó aquel día por la tarde a Barce-
lona, donde salió a recibir a los religiosos en la estación un simpático y cari-
ñoso lego capuchino para conducirlos al convento que los padres capuchinos
tienen en Sarriá y en donde se les tenía preparada habitación, y esperar
allí hasta la hora del embarque. El nombre del hermano lego que tan bien
cumplió con su cometido es Antonio y siento no saber el apellido para de-
jarlo aquí consignado, pues eso y mucho más se merece34. No paró ese buen
hermano en los días que estuvieron los religiosos: diligentísimo e inteligente
para despachar en Barcelona todo lo necesario y entendiéndose él solo en la
cuestión de equipajes, cargas, billetes y todo lo demás, sin tener que moles-
tarse en lo más mínimo los religiosos, pues se encargó de todo.
También debo hacer constar las atenciones sin cuento y los ejemplos
que dieron aquellos buenos padres capuchinos, que con una caridad sin igual
hospedaron en su casa a los religiosos, tratándolos como a hermanos los días
que estuvieron en su compañía, que fueron hasta el día 28 por la tarde por
haberse retrasado dos días la llegada del vapor Aquitaine, que era el desti-
nado para embarcar. Muy agradecidos debemos estar a esos buenos padres
capuchinos y muy en particular al padre provincial, fray Ángel de Villava,
y al padre guardián de la casa, [9] que con una benignidad y un cariño sin
igual no perdonaban medio para obsequiarnos y hacernos más agradable su
33
Vicente Alda (1839-1901), antiguo obispo de Huesca (1888-95) y a la sazón ar-
zobispo de Zaragoza (1895-1901). Era coterráneo y amigo del p. Gabino Sánchez, quien
había cuidado de su educación, y de otros recoletos: F. Oliván Baile, El arzobispo aragonés
D. Vicente Alda. Apuntes biográficos y de la villa de Calmarza, Zaragoza 1969; Alejandro
Sicilia, «El arzobispo don Vicente Alda y Sancho»: El Pelado de Ibdes 4 (1993) 16-17.
34
Antonio d’Antequera (1854¿?-1937): Basili de Rubí, Necrologi dels Caputxins de
Catalunya i Balears (1578-1944), Barcelona 1945, 114.
129
478 Mariano bernad
35
No era la primera vez, ni sería la última, que los capuchinos de Sarriá alojaron
en su convento a los recoletos. Poco antes habían hospedado a san Ezequiel a su paso
para Roma y poco después volverían a acogerlo a su regreso de la Ciudad Eterna. En los
años siguientes prestarían grandes servicios a los religiosos que viajaban a Colombia y
Venezuela.
Ángel de Villava (1853-1917), recién elegido provincial y confesor que había sido de
san Ezequiel en Pasto, a quien acababa de acompañar en su viaje a Roma. Luego sería
consejero general, pasando a residir en Roma, donde siempre mantuvo relaciones ami-
gables con los recoletos. El guardián era José María de Zarauz (1854-1936): B. de Rubí,
Necrologi, 116, quien también rindió abundantes servicios a los recoletos tanto a su paso
por Barcelona como atendiendo a las solicitudes que le dirigían desde Colombia, Venezue-
la y Brasil.
36
Cf. I. Narro, Carta a M. Bernad, Madrid, 21 enero 1899: «El 23, cuando estén los
misioneros despidiéndose de la Santísima Virgen de la Blanca, a las 4 y media de la tarde,
el que no los olvidará día alguno les dará su paternal bendición»: Agoar, caja 84, leg. 3,
fasc. 1, n. 1.
37
Bernad comenta estas bendiciones en cartas a Íñigo, Marcilla, 22 enero 1899, y
Barcelona, 25 enero 1899: infra, VIII. Cartas 46 y 47.
130
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 479
131
480 Mariano bernad
40
El 3 de febrero, al dar cuenta a Íñigo de su llegada a Madeira, recordaba también
esos continuos mareos: infra, VIII. Carta 51.
132
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 481
Tenerife, fue mejorando ya el tiempo de tal modo que, por fin, todos los pa-
sajeros con la cara alegre, olvidando los malos ratos de los días pasados y
refiriendo cada uno cuanto habíale ocurrido ya con el mareo, ya con el sueño,
ya con la comida, ya con lo demás.
[12] Caminamos hacia Dakar, a donde llegamos el 9 de febrero por la
tarde, más bien dicho de noche. Así que nada pudimos ver de dicha población
por cuanto [a] las tres o cuatro horas nos hicimos otra vez a la mar. Sólo pu-
dimos ver a los negros de África que venían al costado del vapor con la carga
de carbón. Desde que el tiempo mejoró, o sea desde el día 5 de febrero, princi-
pió otra vez la celebración de la santa misa todos los días y sin interrupción
hasta el final del viaje.
Un incidente ocurrió en el vapor en los días de la travesía desde Madei-
ra a Dakar y que produjo algunos sustos, tanto más por cuanto sucedió bien
entrada la noche y que ya estaba retirada en sus camarotes la mayor parte
del pasaje. Fue una riña entre varios emigrantes italianos, que con cuchillo
en mano la emprendieron unos contra otros, quedando en la reyerta dos he-
ridos graves, lo que fue motivo de sustos y alboroto, especialmente entre las
señoras, pero todo quedó pronto terminado gracias a la decisiva intervención
de la oficialidad, que puso a buen recaudo a los principales instigadores, a
quienes formó su correspondiente sumaria, de la que, según parece, resulta-
ron ser dos los principales revoltosos, que después dejaron presos en Dakar.
Poco digno de mención se ofreció en los días trascurridos desde Dakar
hasta Río de Janeiro, a donde llegamos el día 17 de febrero por la tarde, des-
pués de [haber] pasado 60 millas más allá, hasta lo que llaman Isla Grande,
donde se halla la sanidad, que es la que da patente de entrada, teniendo que
retroceder otra vez 60 millas para poder entrar en la bahía y puerto de Río
de Janeiro.
Diez días nos costó esa travesía con un tiempo magnífico y sin ver tierra
hasta estar próximos a Río de Janeiro, sin accidentes de ninguna especie, lle-
vando esa vida monótona que se lleva en los barcos. Solamente se divertía al-
guna que otra vez, en particular al pase de la línea ecuatorial, en que parece
ser tienen costumbre las gentes de mar hacer cuatro tonterías divirtiéndose
a costa de las personas que por vez primera pasan por esos puntos. También
hicieron un poco el loco en los días de carnaval, estando a todo esto retraídos
los religiosos, los que únicamente se distraían algunos ratos en el juego de
dominó para no hacerse tan pesado el viaje. Todos los días tenían éstos su
lección de portugués con el fin de aprender alguna cosa antes de llegar a su
destino, donde se habla tal idioma, así como en todo el Brasil, con alguna
diferencia en la pronunciación y algunos términos especiales y propios del
país, como más adelante tendremos lugar de observar.
[13] Un día entero estuvimos fondeados en Río de Janeiro, observando
desde el vapor, pues no saltamos a tierra, el panorama que ofrece a la vista
la capital de toda la República, que dicen tiene y ocupa mucha extensión de
133
482 Mariano bernad
134
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 483
pie y al sol el gran trecho de camino que hay que andar desde el embarcadero
hasta la casa del vigário.
Para entonces aquel señor vigário, que es portugués y de apellido Al-
meida, ya se había enterado de la carta del señor obispo que le llevó el padre
Manuel Simón, y ya éste volvía hacia la mar cuando salimos al encuentro,
tanto más que el señor Almeida estaba muy ocupado por ser día de domingo,
en que, según parece, se aglomera el trabajo en todos los pueblos del Brasil,
sobre todo en la cuestión de bautismos, porque cada uno va a la iglesia cuan-
do bien le parece, y en Santos más, por ser una población cosmopolita, en
donde se cobija toda clase de gentes y que pasa de 30 mil almas, no habiendo
más que un solo cura para todo. Así que mi pobre padre Almeida no podía
moverse hasta muy entrada la tarde.
No disponía ese pobre señor de mucha habitación para poder alojarnos,
ni de camas, ni de otras muchas cosas, cosa que en este país no extraña. Así
que se debió apurar bastante al ver 14 religiosos. Sin embargo, nos ofreció
lo que tenía, y aun mandó preparar en un hotel italiano comida para seis
o siete, porque en su casa no tenía medios para todos. Mala tarde y mala
noche pasamos, teniendo que dormir la mayor parte, casi todos, en el santo
suelo, vestidos y sin una mala sábana, porque no la había41. Así que se pasó
sin dormir y sólo esperábamos la hora de partir el tren para San Paulo, que
por cierto partía muy de mañana. Llegó, por fin, esa hora y todos, cargados
con las maletas, a obscuras, a pie tuvimos que caminar hacia la estación del
ferrocarril, que [15] por cierto dista bastante, llegando todos rendidos con el
peso de las maletas. No había en aquella hora ni un carro para un remedio.
En fin, salimos de Santos conservando todos malos recuerdos de aquella po-
blación. Pero aún quedaron allí dos religiosos por la cuestión del equipaje
en las aduanas, que, como domingo, el día 19 no trabajaban ni despachaban.
Según nos contaron después, no fue poco lo que tuvieron que sufrir el padre
Marcelo Calvo y el hermano Pedro, que eran los designados para quedarse
en Santos, recoger el equipaje en las aduanas y facturarlos después para San
Paulo. Trabajo les costó despachar en la aduana, en donde ninguna conside-
ración había, rompiendo cuerdas, estropeando baúles, y en donde hubo que
pagar derechos exorbitantes por todo, siendo lo peor de todo que, no contando
con tan excesivos pagos, según nos había informado un empleado de adua-
nas, apenas les quedaba dinero para lo restante del viaje, y gracias al señor
vigário Almeida, que aun les facilitó medios para tomar los billetes del tren,
que si no, no sé qué vida hubieran llevado en Santos, donde, como he dicho,
hay tan mala gente. Ya pasó aquello y acordémonos sólo de ofrecer a Dios
nuestro Señor aquellos trabajillos.
Salimos de Santos a las 5 y media de la mañana, y en tres horas y me-
dia de tren llegamos a San Paulo, yendo todos a hospedarnos al colegio del
41
Décadas 1, 75, añade que algunos pasaron la noche en la sacristía de la iglesia
parroquial.
135
484 Mariano bernad
Liceo del Corazón de Jesús, de los padres salesianos, que nos recibieron con
los brazos abiertos, con toda clase de atenciones y con la mayor caridad, a
pesar de no tener previo aviso, como creíamos, y sí sólo, después de nuestra
llegada, les fue entregada la carta de recomendación que nos había mandado
el señor obispo42.
Es digna de admiración la grande y atrevida gran obra que han tenido
que hacer los ingleses para subir la empinada y larga cuesta que hay que
subir al poco tiempo de salir de Santos hasta lo alto de la Serra, y en donde
funcionan a trechos tres grandísimas máquinas de vapor para dar impulso
a todo el tren por medio de fuertes y gruesos alambres, colocados casi a flor
de tierra, además de los contrapesos que hay de distancia en distancia y que
bajando por el otro lado al par que el tren sube dan mayor fuerza para la
subida de todo el tren. No sé los kilómetros que tiene la cuesta, pero sí digo
que es muy larga y muy pendiente; así que se han debido gastar en esa obra
sendos [sic] millones. Lo demás que hay, subida la sierra, hasta San Paulo,
no ofrece cosa particular ni digna de atención, pues es casi todo llano, con
algunas bajadas de poca consideración.
[16] Como llevo dicho, los padres salesianos, que en mayoría son italia-
nos, con algunos brasileiros, nos recibieron con la mayor amabilidad y nos
trataron con el mayor cariño. Dos días estuvimos en tan amable compañía,
quedando muy agradecidos por tanto favor. ¡Dios nuestro Señor les colme de
bendiciones y les pague tanta caridad! Quedamos también muy edificados
con la observancia de aquellos buenos padres, así como del gran trabajo que
tienen a su cargo con las escuelas de artes y oficios, que cumplen a maravilla.
Más de 200, entre pequeños y grandes, reciben instrucción cristiana en aquel
santo establecimiento, y más serían si el local de que disponen fuese mayor.
Poco o nada vimos de esa ciudad de San Paulo, que dicen es la que está
en estado más floreciente de todas las del Brasil. Solamente el que escribe
estas líneas estuvo, acompañado del reverendo padre Miguel Foglino, direc-
tor del Liceo del Sagrado Corazón, a visitar y cumplimentar al excelentísimo
señor gobernador del obispado, y con ese motivo pudo ver la catedral, que,
aunque pequeña, la encontró bastante bien adornada. Me pareció mejor la
iglesia que han construido los padres salesianos y que ya estaba para termi-
nar43. Ignoro qué número de almas podrá tener la ciudad de San Paulo, pero
sí se conoce que es populosa. Según todos aseguran, se encuentran en ella
42
Liceu de Artes, Ofícios e Comércio, fundado en 1895 en el barrio del Bom Retiro
con ayuda de la princesa Isabel: Luiz Marcigaglia, Os Salesianos no Brasil. Ensaio de
crônica dos primeiros vinte anos da Obra de Dom Bosco no Brasil (1883-1903), San Pablo
1955.
43
Michele Foglino (†1933), director a la sazón del colegio (1895-1901), era uno de los
fundadores de la misión salesiana de Brasil, a donde llegó en 1883. De 1890 a 1894 había
residido en Uruguay, donde habría aprendido el español. Más tarde sería visitador de los
salesianos en Portugal (1908) e inspector en México (1909-11). La iglesia salesiana de San
Pablo es la actual iglesia del Sagrado Corazón.
136
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486 Mariano bernad
nos quedaba más tiempo para descansar algo más, despachar allí nuestras
cosas y prepararlo todo mejor, para poder seguir el viaje al día siguiente.
Mas la impedimenta dicha de tantas maletas fue la causa de que, no ha-
biendo lugar para trasladarlas de un tren a otro, se quedaran en Campinas
los dos hermanos con otro acompañante por no haber tiempo ya y por partir
el tren antes de concluir la operación del traslado. El caso es que nosotros
llevábamos los billetes de todos y además los tres que quedaron no llevaban
un céntimo por si ocurría alguna necesidad. Hablamos enseguida con el em-
pleado del tren para que en la primera estación se telegrafiase a Campinas
lo ocurrido y que no pusieran allí inconvenientes para poder seguir el viaje
los tres que habían quedado. El empleado estuvo muy fino y atento, y, en
efecto, en la primera estación se telegrafió lo ocurrido, asegurándonos todos
los empleados que nada pasaría y que podíamos estar tranquilos. Mas a
pesar de todo, no pudimos menos de estar impacientes todo el día, pensando
siempre en lo que pudiera haberles ocurrido y si tendrían alguna dificultad.
[18] Así pasamos el día con esa incertidumbre, viendo algunas estacio-
nes del tránsito sin parar en ellas y parando en otras poco tiempo, llevando
el tren una marcha acelerada, mucho más que la que llevan los trenes de
España. No bajamos en ninguna estación, y sólo compramos algunas san-
días para apagar la mucha sed que teníamos a causa del calor y del mucho
polvo. En el tren tomamos el buen almuerzo que nos prepararon los padres
salesianos y tomamos también café servido en el mismo tren, que un señor,
promotor fiscal que había sido en Ribeirão Preto, hizo que nos trajeran, pa-
gándolo él todo.
Llegamos a Ribeirão Preto a la hora marcada, 5 y media de la tarde,
en cuya estación nos aguardaba un sacerdote italiano, enviado por el digno
vigário de aquella población, doctor don Joan Nepomuceno de Souza45, quien
estaba bastante molestado de asma en aquella ocasión y por ese motivo dis-
puso que saliese a recibirnos aquel sacerdote y nos acompañara a todo, como
lo hizo muy cumplidamente. Era pequeña la casa morada del vigário para
poder estar en ella albergados los religiosos. Así que el buen señor vigário
nos preparó de antemano una habitación para todos en un hotel de confianza
45
Párroco de Ribeirão Preto entre 1895 y 1900. Antes lo había sido de Nuestra Se-
ñora del Patrocinio de Jaú (1893-95). En 1900 se retiró a San Salvador de Bahía, de donde
era natural. Durante algunos meses los recoletos se entendieron muy bien con él. Cuando
hablaron de abrir residencia propia, la benevolencia se trocó en desconfianza e incluso en
hostilidad: Décadas 1, 292, 295. Fue substituido por Joaquim Antônio de Siqueira (Santa
Branca 1847 - Pindamonhanga 1929), quien ya antes (1890-95) había sido párroco de la
ciudad. Continuó en ella hasta marzo de 1914, en que le substituyó su antiguo coadjutor
Euclides Carneiro. Sacerdote celoso y emprendedor, contribuyó con su esfuerzo a lograr la
erección de la diócesis y a dotarla de catedral. Algunas noticias sobre él: Francisco de Assis
Correia, História da Arquidiocese de Ribeirão Preto (1908-2008), [Brodowski, SP] 2008,
27-46; N.M. Barbosa de Freitas, A criação da Diocese de Ribeirão Preto e o governo do pri-
meiro Bispo: D. Alberto José Gonçalves, Franca-SP 2006 (agradezco a la autora haberme
permitido consultar su tesis, defendida en la Universidad Estadual Paulista, Campus de
Franca, a pesar de estar todavía inédita).
138
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488 Mariano bernad
que casi todo él está edificado sobre piedras vivas. La vía férrea para salvar
barrancos y para que el tren pueda caminar bien, tanto en el descenso de la
Serra como hasta llegar al río que va bastante profundo, como para el ascen-
so después al otro lado, se compone de curvas muy pronunciadas, de muchas
vueltas y revueltas, que no parece sino que se está volviendo al mismo sitio.
Llegaríamos a Jaguara entre 1 y 2 de la tarde, parando allí una media hora
para cambiar de máquinas.
Seguimos adelante sin más incidentes que un calor bastante intenso
y con polvo más que regular que nos ponía tal que buenos en cabeza, cara,
manos, ropa y demás, y sin otra cosa de particular que ir subiendo otra vez
hacia el monte y pasar por cuatro estaciones, tres de ellas sin pueblo, hasta
que [20] poco antes de las 6 de la tarde dimos vista a la ciudad de Uberaba,
término de nuestro viaje por entonces, con cuyo motivo se fue manifestando
la alegría natural de estos casos, dando a la vez un grito de Gracias a Dios,
salido del fondo de los corazones, por habernos concedido llegar sin tropiezo
alguno a ese término tan deseado y suspirado.
Llegamos por fin a la estación sobre las 6 de la tarde del día 23 de
febrero, día memorable, que no es posible se borre de nuestra memoria por
lo que significa la llegada de 14 religiosos por primera vez a un sitio nuevo
cualquiera y por las impresiones que en esos momentos solemnes se suelen
recibir con tal motivo, ya por todos, ya por cada uno en particular.
Al ir a salir de los coches nos encontramos en la misma estación de
Uberaba al excelentísimo señor cônego doctor don Ignacio Xavier de Silva,
gobernador eclesiástico del obispado, y a dos padres dominicanos del conven-
to de Uberaba, padre fray Jacinto Lacomme, y padre fray Joaquín Mestelan,
superior el primero de la casa, quienes salieron a la estación para recibirnos
y cumplimentarnos como se hace en estos casos46. Cambiamos enseguida
nuestros saludos correspondientes y después nos pusimos en marcha, acom-
pañados de las tres personas referidas, al lugar donde se nos tenía prepara-
da la habitación, que era el seminario episcopal, distante de la estación unos
veintitantos minutos a pie, que es como caminamos.
Seguramente que debió llamar mucho la atención del público al ver
aquel número de religiosos con sus hábitos y con el acompañamiento referi-
do, más alguno que otro que se aumentó. Yo nada pude notar, pues tenía que
fijar la vista por donde caminábamos, siendo de notar que las calles no son
buenas y teniendo además que seguir la conversación con los acompañantes
y responder a las preguntas varias que todos iban haciendo. Lo que sí pude
46
Los dominicos franceses de la provincia de Tolosa se habían establecido en tres
poblaciones de la diócesis de Goiás –Uberaba (31 octubre 1881), Goiás (1883) y Puerto
Nacional (1886). En todas ellas desarrollaban una intensa labor apostólica. Al llegar los
recoletos regentaban la iglesia de Santa Rita –la de Santo Domingo estaba en construc-
ción y no se bendeciría hasta el 1 de octubre de 1904–, publicaban el periódico O Correio
Cathólico (desde 1897) y recorrían las parroquias dando misiones populares: Hildebrando
Pontes, A ordem de São Domingos no Brasil.
140
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 489
notar fue que el gobernador nos llevó por calles retiradas, a fin, según mani-
festó, de no llamar tanto la atención en un país como éste. En efecto, en todo
el Brasil hay una completa libertad de cultos, y una completa separación de
la Iglesia y del Estado47. Cada uno profesa la religión que le parece, y nadie
le dice una palabra. Hay además bastantes individuos que se dicen masones,
sobre todo en poblaciones algo numerosas, y todo el mundo respeta a los
demás.
141
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49
Décadas 1, 78.
50
Las instrucciones del obispo a su vicario general y a Bernad no eran totalmente
idénticas: infra, VIII. Carta 42.
142
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Por lo tanto, que no apurando el caso, tiempo había para pensarlo con deten-
ción y que tiempo habría para resolverse en uno u otro sentido51. No sabemos
por qué no debieron convencerle todas estas razones, cuando se afianzó en
su pensamiento y añadió que al día siguiente por la mañana se presentarían
todos los estudiantes para reconocer al nuevo superior de la casa. Se le volvió
a contestar que no hiciese tal cosa, porque no estaba dispuesto para ello.
[23] Y sin más se despidieron todos menos dicho señor que nos acompa-
ñó a tomar un pequeño refrigerio, acabado el cual, nos retiramos a limpiar-
nos y a descansar cada cual al lugar que se le había destinado.
Descansamos bastante bien aquella noche –tal era el cansancio des-
pués de dos días seguidos de tren– y al día siguiente, 24 de febrero, se le-
vantó muy temprano nuestro padre presidente, celebró la santa misa y al
retirarse después de dadas las gracias, en el trayecto desde la capilla a su
cuarto y antes siquiera de desayunar, se le presentó el profesor padre Fran-
cisco Cunha Peixoto Leal52 con un libro en la mano, diciendo que venía a
entregar dicho libro, que debía ser el de cuentas, y que firmase. Otra vez que-
dó admirado dicho padre presidente de semejante proceder y de semejante
premura, contestando simplemente que no podía hacerse cargo de aquello y
que no firmaba ni recibía dicho libro ni nada. A las pocas horas vino el señor
gobernador eclesiástico, y se presentaron también el padre rector y demás
profesores, a quienes se les hizo presente lo ocurrido con el libro, mas ellos
todos respondieron que no había otro remedio que hacerse cargo, por cuanto
el señor obispo había dispuesto que a la llegada de los padres dejasen libre el
seminario y que, por lo tanto, ellos cumplían con lo que se les ordenaba –en
efecto, según me informaron, ya no durmió en el seminario aquella noche ni
uno siquiera– y que nosotros debíamos tomar cuenta del seminario, porque,
de lo contrario, quedaría abandonado.
Nuestro padre presidente, viendo que de ningún modo ni podía ni debía
hacerse cargo en aquellas circunstancias, respondió lo mismo que dijo la
noche anterior, y que era asunto de pensarse despacio, como el mismo señor
obispo encargaba, cuyo párrafo de su carta en que le hablaba de eso, les ma-
nifestó. Además, añadió –puesto que veía cierta predisposición originada de
haberse considerado rebajados– que les suplicaba siguiesen con la dirección
del seminario todo el tiempo que quisieran, pues, por su parte, ningún inte-
rés tenían en tomar cuenta de él y que, por lo tanto, podían seguir también
para siempre y que los religiosos se retirarían53.
51
Décadas 1, 79, con algunos cambios redaccionales. Bernad se percató inmediata-
mente de las insidias que podía esconder la aceptación del seminario y de muy buena gana
habría prescindido de él: infra, VIII. Carta 38.
52
El obispo ya había advertido a Bernad de su carácter intrigante y de su influjo
en la ciudad, en la que vivía su familia: infra, VIII. Carta 42. En noviembre de 1899 fue
destinado a la parroquia de Anápolis en la que continuó hasta 1902: H. Crispim Borges,
História de Anápolis.
53
Décadas 1, 79, con algunos cambios redaccionales.
143
492 Mariano bernad
54
Cuando los dominicos franceses, obligados por sus superiores, se retiraron del se-
minario, Mons. Duarte, ya en Roma, se apresuró a buscar otros religiosos que lo dirigieran,
aunque sin olvidarse de los clérigos que ya trabajaban allí. Entró en contacto con los pre-
monstratenses belgas, quienes tras alguna duda declinaron la oferta. Los responsables ac-
tuales del seminario estaban en situación precaria, mientras no se hallaba otra solución.
55
Tras la suspensión de las clases, de los 30 internos que entonces vivían en el se-
minario sólo permanecieron en él los ocho que seguían la carrera eclesiástica: infra, VIII.
Carta 59. Los padres Manuel Simón, lector de teología, Jesús Aranda y José Chivite se
encargaron de su formación: Décadas 1, 80.
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locando como pudo, porque lo que se procuraba era descansar. Mas el sueño,
por más que se procuraba, no venía, y es que por una parte la novedad y por
otra las descompasadas voces de vacas y terneros separados de sus madres
no dejaban coger el sueño. Imposible con semejante ruido. Así pasó la noche,
deseando se hiciese de día para prepararnos a hacer la jornada en buenas
horas.
Nos levantamos todos temprano con ese fin, mas de nada nos sirvió,
porque los camaradas, por una parte, no gustan de ponerse en camino antes
de almorzar y, por otra, el citado dueño de la casa, don Manuel Gómez, no
quiso de ningún modo que nos fuésemos sin el almuerzo y, quieras que no,
no hubo otro remedio que conformarnos y dejarnos guiar, porque, de todos
modos, ellos se habían de salir con la suya. Se nos sirvió primeramente el
desayuno, consistente en café y leche recién ordeñada que, no hay por qué
decir, nos supo a gloria. El almuerzo vino después, más tarde, que, por más
que se apuraba para que lo sirvieran pronto, no pudo ser antes de las 9 de la
mañana. Así que con esto y con preparar los animales, no pudimos ponernos
en marcha hasta las 10. No era muy larga la jornada que tuvimos que andar,
pero de lo que principalmente se trataba era evitar las horas de más calor,
más la exposición de los tronados que suele haber por la tarde. Salimos, pues,
a la hora dicha, caminando todos a caballo y sin ningún contratiempo más
que el calor que suele sentirse a las horas del medio día, y llegamos a un sitio
llamado Fanecos después de atravesar tres ríos, que todos tres tienen sus
puentes de madera no en muy buen estado, pero pasamos sin novedad. Se
necesitan prácticos para poder caminar por esos lugares. De lo contrario, es
muy fácil perderse y errar el verdadero camino a cada paso por el laberinto
que hay con tantas cercas de fazendas para el ganado. Nosotros llevábamos
cuatro prácticos y todos buenos. Así que nada había que temer por ese lado.
Una cosa merece notarse en estos viajes en que se llevan caballerías
de carga, que ordinariamente son machos y mulas, que aquí llaman burros,
pues al burro nuestro le dan el nombre de jumento. Cosa particular y que
ninguno habíamos visto por España ni por ninguna parte. Esos burros de
carga los llevan completamente sueltos y uno o dos camaradas a caballo los
van custodiando y llevando delante. Como los viajes suelen ser de varios días
y como van cargados, parece que se van cansando y ¿qué hacen? Pues la cosa
más sencilla, y es que de cuando en cuando aprietan el paso y echan a correr
por delante sin que nadie los apure.
[28] Cuando a ellos les parece que se han adelantado bastante, con la
mayor gracia del mundo, con carga y todo, se acuestan y descansan un buen
rato, hasta que se van aproximando todos los que vienen detrás, que enton-
ces, y con la misma gracia, se levantan ellos solos, sin que la carga padezca
lo más mínimo. Y como esto sucedía con bastante frecuencia, hacía nuestra
conversación a cada momento, sirviéndonos de una distracción bastante ino-
cente, riéndonos como tontos.
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Al día siguiente, 9 de marzo, teníamos que andar seis leguas hasta Pon-
te Nova, siendo por lo tanto el viaje un poco más largo, por lo que para apro-
vechar mejor las horas de la mañana y no exponernos a los acostumbrados
tronados de la tarde, tratamos de salir temprano, lo más pronto que se pu-
diera, preparando de antemano lo que habíamos de llevar para el almuerzo
y no detenernos en el camino más que lo preciso para descansar y almorzar,
quedando encargados los dueños de la casa de cocinar por la noche y prepa-
rar lo preciso conforme a las instrucciones que se les dieron y que cumplie-
ron admirablemente.
Nos levantamos muy temprano, de noche aún, a fin de adelantar la
salida, pero no nos valió, porque con tanto animal, tanto equipaje y tanta
carga, era imposible hacer las cosas tan pronto como se quería. Sin embargo,
a puro de ayudar todos, aún se pudo salir a bastante buena hora –serían las
6 y media, con el sol ya fuera en vez de las 4 como queríamos–; de modo que
aún pudimos llevar buen día, si bien bastante pesado, lo uno porque ya nos
íbamos cansando por la falta de costumbre de montar a caballo, y lo otro
por ser un camino que nada tiene de atractivo, tan monótono y sin sombras
siquiera hasta cerca del pueblo de Ponte Nova. A eso de las 10 de la mañana
llegamos a un sitio llamado Cementerio, en donde hay una casita bastante
pequeña, habitada por un herrero, la única que se encuentra desde Fanecos
a Ponte Nova. Allí determinamos parar, descansar un poco y almorzar, pues
ya estaba a punto la gana y no llevar en el cuerpo más que un poco de café.
Todos nos sentíamos con buen apetito. Así que todos hicimos [30] bien el
gasto con tan buena salsa, despachando todo cuanto nos habían preparado
en la casa de Fanecos.
Desde esa casa hasta Ponte Nova teníamos aun que andar unas dos
leguas. La hora no era muy a propósito, pues serían las 11 y media cuando
volvimos a montar a caballo, mas como ya habíamos tomado nuestro refri-
gerio, y como ya el camino era más pintoresco y distraído, no se nos hizo tan
pesado, y a cosa de la 1 y media de la tarde llegamos al pueblo de Ponte Nova,
donde la gente salía a vernos, llevados de la curiosidad natural. Nos hospe-
daron a unos en un hotel de un viejo portugués, y a otros en casa de un ne-
gociante llamado don Pedro Borges, buen hombre y que manifestaba mucho
empeño en que destinaran padres a Ponte Nova, feligresía que hacía ya seis
u ocho años que carecía de vigário y estaba vaga, como dicen por aquí57.
La comida para todos se preparó en la casa del referido don Pedro Bor-
ges, a donde fuimos todos a la hora acostumbrada, pues en este país hay
que aprovecharlo todo, las horas y las ocasiones, so pena de quedarse uno
después sin nada. Hicimos bien los honores a la mesa, que no estaba mal
dispuesta y que, por otra parte, a pesar del cansancio, todos se aplicaban
57
Su último párroco residente había sido Arthur Samuel da Apresentação, que la
sirvió desde agosto de 1889 a octubre de 1891. Desde esa fecha había sido administrada
desde Agua Suja: Diocese Uberaba, 228.
149
498 Mariano bernad
bien a las horas de comer, porque se conoce que el movimiento aumenta las
ganas de comer. Concluida la comida, pasamos un buen rato en la misma
casa, donde venían a visitarnos las personas principales del pueblo y entre
ellas el señor delegado de policía, ofreciéndosenos para lo que pudiéramos
necesitar. Pasamos así el tiempo hasta que llegó la hora de descansar, que
por cierto nos hacía buena falta. Tres se quedaron en la casa de don Pedro
y cinco fueron al hotel, y todos descansaron perfectamente aquella noche,
según iban contando a la mañana siguiente.
Nuestro padre Mariano no perdía ocasión de apurar a todos y a los ca-
maradas para disponer las cosas de modo que siempre saliéramos temprano
al principiar la caminata del día, pero no había más remedio que echarse en
manos de esta gente. Así nos pasó este día 10 de marzo. Nos levantamos a bue-
na hora, pero que si quieres, los animales y camaradas, por un lado, la gente
que no se apura por nada, y la cuestión de siempre, el almuerzo, no era cosa de
dejarlo en casa; de modo que se fueron pasando las horas de la mañana hasta
que a la hora de costumbre, a las 10, nos sirven el almuerzo, al que también
nos aplicamos, tanto más cuanto se nos presentó un plato sabroso de pescado
del río, cogido la noche anterior por un doctor llamado Totó, que lo regaló.
[31] Acabado el almuerzo, se apuró a los camaradas para que arregla-
sen todos los animales, pero, siendo tantos, no se acabó la faena hasta las
11 y media, [en] que por fin pudimos ponernos en marcha para Agua Suja,
distante de Ponte Nova cinco leguas buenas, que todas ellas lo comen en este
país, porque por lo menos se les da seis kilómetros y aun más. De modo que
siempre teníamos lo mismo en la cuestión del viaje, que se hacía en las horas
de más calor y con la exposición, además, de los chubascos de la tarde. Al des-
pedirnos de los de Ponte Nova, se les hizo el ofrecimiento correspondiente y,
además, se les encargó lo que ya se había tratado de antemano, a saber, que
cuando todo estuviera dispuesto, fueran a Agua Suja para llevarse a los dos
padres que se destinarían desde allí para ese pueblo de Ponte Nova, quedan-
do ellos tan contentos y satisfechos al saber que ya podían contar con padres
para sus necesidades espirituales.
Aunque algo cansados de los tres días de viaje, íbamos contentos y ale-
gres por el camino que conduce a Agua Suja, por considerar que ya era el tér-
mino de nuestras caminatas por entonces y que allí podríamos descansar de
todas las fatigas. El sol despedía sus rayos con fuerza, pero lo único que nos
tenía con algún cuidado era el temor de que nos cogiese en el camino alguna
tronada. Gracias a Dios, no hubo nada. Así que aumentaba nuestro gozo con-
forme nos íbamos aproximándonos, notándose más esta alegría en los cuatro
camaradas, que, como naturales de Agua Suja, se sentían tan alegres por
estar próximos ya a su pueblo y encontrar a sus familias y tan satisfechos
por poder presentar en su pueblo a los ocho padres que llevaban.
Pasamos un puente de madera sobre un río pequeño, distante de la po-
blación unos tres cuartos de legua, y a los pocos momentos vimos venir más
150
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 499
de 40 caballeros con sus caballos enjaezados. Eran los principales del pueblo
que venían al encuentro de los padres para tener el gusto de ser los primeros
en saludar a los padres, darles la bienvenida y ofrecerles sus respetos. Antes
de esto, lo menos a legua y media de distancia, ya se habían adelantado cua-
tro de la gente principal, y que ya nos acompañaban cuando vino a nuestro
encuentro el núcleo principal. A todos se les contestó con el mayor afecto y
cortesía, haciendo alto por unos momentos para poder cumplimentar a todos,
uno por uno. Nuestro padre Mariano, jefe de la expedición, venía bastante
cansado y le era demasiado molesto apearse muchas veces del caballo y vol-
ver a montar, por lo que, haciendo esto presente a toda la comitiva, le suplicó
le dispensaran de [32] ello, saludando a todos a caballo y dándoles a todos las
más expresivas gracias por la grande atención que estaban manifestando.
Acabados los cumplidos de ordenanza en estos casos, nos pusimos todos en
marcha, formando un buen escuadrón de caballería. Íbamos ya a paso lento
por ser tantos y por tener que corresponder a las conversaciones variadas y
a las muchas preguntas que de todas partes se nos hacían, con lo que se nos
hizo breve el camino, a la vez que distraído.
No se ve el pueblo desde el camino que llevábamos hasta estar próximos
a él, pero había gente apostada en la alturita que hay antes de llegar para
avisar al pueblo en el momento que nos avistase, como así lo hizo, soltando
por los aires multitud de cohetes –foguetes llaman aquí–, y al poco tiempo
llegamos a la referida altura, viendo ya las casas del pueblo, la iglesia, las
dos torres, que nos produjo una alegría tal que no se puede explicar con pa-
labras. Son cosas que sólo las siente el corazón. Sin duda ninguna, en esos
momentos solemnes todos sin excepción levantamos nuestros corazones a
Dios nuestro Señor, dando gracias fervientes y repetidas por tantos favores
como nos había concedido haciéndonos llegar sanos, salvos y contentos al
término de nuestro viaje.
Vimos también a todo el pueblo en masa sin distinción de clases, edades
y estados en las calles, plazas y alrededor de la iglesia, esperando la llegada
de los padres para manifestarles su satisfacción cumplida y darles la bien-
venida. En el momento que el pueblo pudo ya divisar a los padres, principió
el repique y volteo de campanas y la música del pueblo a tocar sus acordes,
acompañados de foguetes por los aires, que iban soltando en mayor número
conforme íbamos apareciendo. Todo con alegría y regocijo en aquellos ins-
tantes, tanto que nada más se podía pedir ni nosotros siquiera podíamos
sospechar e imaginar.
Llegamos por fin entre aclamaciones y vivas cerca de la iglesia y, una
vez allí, nuestro padre Mariano se apeó de su caballo, haciendo una señal
para que todos hiciesen lo mismo, como en efecto lo hicieron, con el fin de
entrar en la iglesia que estaba adornada y en cuya puerta se hallaba el padre
Antonio Sevastano, italiano de alguna edad, vigário de Agua Suja hacía unos
seis años, quien se adelantó a saludar a los padres, dándoles la bienvenida y
151
500 Mariano bernad
58
Estaba al frente de la parroquia desde junio de 1894. Bernad escribe siempre Se-
bastano, pero tanto el mismo Sevastano, Carta a Bernad, Santa Anna do Río das Velhas,
19 marzo 1899: Agoar, caja 84, leg. 2, n. 5, como Vieira, Monographia da paróchia…, 72, y
Diocese Uberaba, 188, 211, 226, escriben Sevastano. Después administró las parroquias de
Fructal (1900-03) y Forquilha o Delfinópolis (1903ss). Murió asesinado cerca de Uberaba.
59
Los tres habían sido elegidos el 17 de agosto de 1891 cuando Saturnino Dantas
Barbosa, párroco de Estrella do Sul y visitador episcopal de la comarca, constituyó la Her-
mandad encargada de «promover e realisar a celebração da festividade de Nossa Senhora
d’Abbadia em o dia 15 de agosto de cada anno e bem assim na dominga mais próxima á da
commemoração do grande mistério da vinda do Divino Espírito Santo»: Primo M. Vieira,
Monographia da paróchia …, 41-44.
152
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 501
153
502 Mariano bernad
mil almas, pero es pueblo muy conocido por causa de su famosa imagen de
Nuestra Señora de Abadía, que está en la iglesia, muy venerada por todos
estos pueblos en muchas leguas a la redonda, y a cuya fiesta, que se celebra
en los días 14, 15 y 16 de agosto, acuden miles y miles de devotos y romeros
hasta de grandes distancias, que vienen con sus votos y promesas a ofrecer
a la Virgencita Santísima su reconocimiento por algún favor alcanzado o
que esperan alcanzar. Es digno de notarse que, según cuentan los naturales,
a pesar de juntarse tantos miles de personas de todas clases y de todos los
pueblos, no suele ocurrir ninguna cosa desagradable ni alboroto de ninguna
especie, sino que todo se hace con el mayor orden. Dícese que por lo menos
cada año se reúnen en dichas fiestas 11 o 12 mil almas extrañas, a parte de
las que en todo tiempo acostumbran a ir a cumplir sus promesas en particu-
lar, y en los tiempos y días que ellos se determinan. Las ofertas y limosnas
que en esos días suelen recolectarse y que todas se destinan para el culto y
demás gastos de la iglesia y fábrica, ascienden a 4 o 5 mil duros por lo menos
en cada año, 11, 12, 14 y hasta 15 contos de reis, que es cómo en el Brasil se
acostumbra a contar, lo mismo que en Portugal.
La gente del pueblo es cariñosa, afectuosa y nada esquiva, en particular
con los padres, a quienes aman y respetan más de lo que pudiéramos creer,
atendido lo que es este país, en donde reina en todos la libertad más comple-
ta en todas las cosas, mucho más teniendo en cuenta que casi puede decirse
ha estado y aún está en muchísimas partes, por no decir en todas, atrasadí-
sima en materia de religión por causa de un abandono tan general en que
han vivido y viven. A cualquiera que tenga todo esto presente no dejará de
extrañarle conserve esta gente algo de religión y que aun encuentre algún
resto de fe, tanto más al considerar que de suyo es muy fría e indiferente
para las prácticas religiosas. Por eso, no nos debe extrañar haya mucha su-
perstición en sus prácticas y que sean tan fáciles en creer cualquier cosa60.
Por otra parte, el protestantismo ha hecho y está haciendo por aquí sus tra-
bajos con entera libertad, si bien, a pesar de eso y de sus libros, regalados o
casi regalados, no ha podido adelantar nada. Al hablar un día de esto con un
señor muy principal y respetado en Agua Suja, me contestó diciendo: «Padre,
felizmente en Agua Suja no hay ningún protestante».
[36] Consoladora fue esta respuesta y más en un país tan trabajado
como éste61 por los masones y protestantes que, sin que nadie les vaya a la
mano, están haciendo en todas partes su propaganda maldecida. Respuesta
fue aquella que hace mucho honor a los habitantes de ese pueblo puesto bajo
la tutela de la Virgen Santísima, nuestra Señora, a quien sin duda alguna
deben tan singular favor.
El vigário referido, don Antonio Sevastano, estaba ya sabedor de que el
señor obispo de la diócesis, doctor don Eduardo Duarte Silva, había hecho
60
Décadas 1, 233, con algunos cambios redaccionales.
61
Esto en el original.
154
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 503
entrega del santuario y pueblo de Agua Suja a los padres agustinos recoletos,
y que, por lo tanto, tenía que hacer entrega a la llegada de los citados padres.
De aquí que en la mañana del día 11 de marzo, que fue el siguiente de nues-
tra llegada, se presentó dicho señor a nuestro padre Mariano diciendo que
tomase cuenta de todo como y cuando quisiera, pues él ya no tenía nada que
ver, según las órdenes recibidas, y que desde el momento de nuestra llegada
él no tenía ya nada que ver con el pueblo. Nuestro padre Mariano tenía ya
destinados dos religiosos para misioneros de Agua Suja, trayendo el nom-
bramiento para ellos, siendo estos religiosos los padres Marcelo Calvo, como
principal, y el padre Manuel Ramos García, como coadjutor, más el hermano
Pedro Rodríguez para hacerles compañía. Mas, a pesar de eso, respondió a
aquel señor que podía continuar en el ejercicio de sus antiguas funciones
todo el tiempo que permaneciera allí, puesto que pronto tenía que marchar
al punto donde se le destinaba por sus superiores eclesiásticos. Pero replicó
diciendo que debíamos hacernos cargo enseguida, que agradecía nuestra de-
ferencia, pero que teniendo necesidad de ir arreglando todas sus cosas para
quedar más libre, nos suplicaba tomásemos cuenta de todo y así, viendo sus
razones, dispuso nuestro padre Mariano que los citados padres Marcelo Cal-
vo y Manuel Ramos tomasen cuenta de todo, para lo que quedaron autoriza-
dos, entregándoles los correspondientes títulos, librados por el excelentísimo
señor gobernador de la diócesis, y así se hizo, principiando en ese día nuestra
administración en Agua Suja.
Nuestra casa habitación fue considerada desde luego como convento,
viviendo los ocho que estábamos en verdadera comunidad y guardando en
lo posible nuestras reglas, sin dejar la oración y meditación en común ma-
ñana y tarde, a las horas acostumbradas, como ya se puso en práctica en el
seminario de Uberaba tan pronto como se pudo. Los dos padres referidos
administraban la parroquia y los demás se ocupaban en otras cosas, espe-
rando las órdenes que se les diesen para marchar a otras misiones que se
establecían62.
[37] Además de Agua Suja recibió nuestro padre Mariano la adminis-
tración de los pueblos de Ponte Nova y Santa Anna do Río das Velhas, únicas
que por entonces podíamos encargarnos, estableciendo en ambas residencias
y misiones. Los padres destinados a ellas estaban aguardando en Agua Suja
el momento de partir para sus destinos.
Al pasar por Ponte Nova, a fin de que la entrada de los nuevos padres
tuviese la más perfecta recepción y no hubiese entorpecimiento de ninguna
clase y que todo fuese con el mayor orden y armonía, se les dijo a los natu-
rales de ese lugar que quedaba a disposición de ellos escoger el día que cre-
yesen más conveniente para llevar a los dos padres destinados por nuestro
padre Mariano, que eran el padre Agustín Cristóbal y fray Gregorio Íñiguez.
En el mismo sentido se escribió a los habitantes de Santa Anna do Río das
62
Décadas 1, 233.
155
504 Mariano bernad
Velhas para donde estaban destinados los padres Nicolás Catalán y Floren-
cio Luis.
Estábamos, pues, todos reunidos en Agua Suja llevando una vida regu-
lar, dispuesto cada uno a cumplir con su respectivo deber y esperando que los
de los pueblos vinieran a llevar a los padres a sus respectivos destinos. Con
efecto, el día 22 de marzo fueron los primeros los del citado pueblo de Ponte
Nova, los que se presentaron en Agua Suja para llevar a los padres Agustín
Cristóbal y fray Gregorio Íñiguez, trayendo los animales suficientes tanto
para los padres como para la carga del equipaje, siendo los encargados del
mejor desempeño de todas las cosas, así como de acompañar, dos individuos
de los más principales, enviados por el pueblo para este objeto.
Dispuesto ya todo para la marcha y después de despedirse de sus her-
manos, los citados dos padres salieron de Agua Suja, acompañados de los
camaradas de Ponte Nova en dirección de aquel pueblo el día 23. No les
acompañó nuestro padre Mariano por cuanto aún quedaban otros padres a
quienes dar órdenes oportunas para el mejor despacho de todos los asuntos
que llevábamos entre manos y otras cosas de importancia al implantarse
estas nuevas misiones que en un principio convenía dejar bien establecidas.
Además, como nuestro padre pensaba pasar por los nuevos pueblos que se
tomaban, entonces vería y trataría lo que más pudiera convenir, economi-
zando de esta suerte tiempo, gastos y cansancio, pues que su edad no estaba
para hacer derroche de fuerzas.
Por carta que el citado padre Agustín Cristóbal escribió a nuestro padre
Mariano desde Ponte Nova tuvimos el placer de saber el buen viaje de cinco
horas que habían tenido, y en especial lo que a todos nos llenó de una [38]
grande y verdadera satisfacción fue el relato que nos hacía de la entusiasta y
nunca vista recepción que tuvieron los padres desde mucho antes de llegar al
pueblo, en el pueblo y en todo aquel día. Una hora o más antes de la llegada
estaban ya en el camino una gran multitud de gente principal a caballo, es-
perando a los padres para conducirlos como en triunfo al pueblo. En éste las
calles por donde tenían que pasar, atestadas de gente, que en sus semblantes
risueños daban a entender claramente la satisfacción y gozo que sentían; las
calles que conducen a la iglesia, engalanadas, llenas de arcos y alfombradas
de hojas y flores, la música y los foguetes alegrando a todos, y en la puerta
de la iglesia bastantes mujeres vestidas de gala, que al pasar los padres los
envolvieron en flores.
Nuestro padre Mariano les tenía encargado que la primera cosa que
debían de hacer los padres al llegar a los pueblos era ir directamente a la
iglesia, principiando así su ministerio para dar gracias a Dios en primer
término y ofrecerle las primicias de nuestros trabajos todos para dar honra y
gloria a Dios. Así lo cumplieron como se les tenía prevenido. Lo cual termina-
do, salieron de la iglesia entre la muchedumbre que los aclamaba y vitoreaba
entre la música y foguetes que no daban reposo, siendo conducidos a la casa
156
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 505
63
Las frase entre paréntesis no pertenece a la carta, cuyo original se conserva en
Agoar, caja 85, leg. 2: infra, Carta 71.
64
Bajas en el original de la carta.
157
506 Mariano bernad
65
Décadas 1, 238-39.
66
Fue devuelta al obispado en febrero de 1906: Décadas 1, 241. Su último párroco
recoleto fue el beato León Inchausti.
158
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 507
destinados a Ponte Nova, por la tarde llegó la comitiva que había de llevar y
acompañar a los destinados para Santa Anna do Río das Velhas, que eran los
padres Nicolás Catalán y Florencio Luis67. Y como ya estaba todo dispuesto
y preparado, a la mañana siguiente temprano se despidieron de nosotros
los citados dos padres y, montando en los caballos, en unión de la comitiva,
salieron para dicha feligresía, que dista de Agua Suja de siete a ocho leguas,
y, por consiguiente, necesitaban parar un poco en el camino, ya para tomar
algún refrigerio, ya para descansar, como así lo hicieron en la casa de un
fazendeiro, buen hombre que los recibió y agasajó en su casa cuanto pudo, y
aun les regaló un misal nuevo y hermoso como recuerdo. El equipaje iba en
un carro que trajo para ello la comitiva, así que con eso podían caminar más
libres de impedimenta, que siempre retrasa las horas de viaje.
[41] En carta del 27 de marzo participaba el padre Nicolás Catalán su
llegada feliz y sin novedad alguna a Santa Anna, haciendo el camino en me-
nos tiempo que ellos y el pueblo se pensaban, y que el recibimiento, a pesar
de ser medio sorprendida la gente, fue verdaderamente espléndido, pues en
cuanto la gente se apercibió de que ya llegaban los padres, dejando a un lado
toda ocupación, corría presurosa al encuentro de los mismos para tener la
satisfacción de saludarlos y darles la bienvenida, retratándose en sus sem-
blantes la alegría de que estaban poseídos, tanto más cuanto que, según refe-
rencias, creían que ya no iban a tener padres, y ahora estaban viendo que no
era así como se temían68. Tampoco acompañó a estos dos misioneros nuestro
padre por las razones apuntadas más arriba.
La jurisdicción de este pueblo es muy extensa, rodeándola por gran par-
te de su territorio el famoso río das Velhas, del cual tomó su nombre. Hacía
bastantes años que estaba sin párroco, y aun el último que tuvo cuentan
que el pobre estuvo privado del juicio por mucho tiempo69. Está situado el
67
El día 19 el padre Sevastano y Vicente Ferreira da Silva habían escrito desde San-
ta Anna preguntando por la fecha exacta del viaje de los religiosos y el número de bestias
que necesitarían: «Os povos querem saber o dia que devem mandar a necessária condução
e quantos animais precisam, mas que seja quando antes, porque querem a missa de Ra-
mos e se esta torna-se diffícil ao menos a de Resurreção»: Agoar, caja 84, leg. 2, n. 5.
68
La carta se conserva en Agoar, caja 84, leg. 2, n. 5: cf. Décadas 1, 243. A petición del
obispo que los quería para poblaciones más importantes, en agosto de 1900 los recoletos
abandonaron Santa Anna, que en adelante fue atendida desde Ponte Nova (1900-06) y
Agua Suja (1906-08). En septiembre de 1908 volvió a contar con párroco propio: Décadas
1, 244.
69
De 1887 a 1893 la administró el italiano Pedro Pezzuti, quien ya la había admi-
nistrado en 1874-75: Diocese Uberaba, 244. No parece que sufriera trastornos mentales,
ya que posteriormente se le encomendaron parroquias importantes como Araguari (1893-
1900), Araxá (1901-03) y Uberabinha (1911ss), cuya historia publicó en 1922, cuando
ya estaba retirado en Araguari –«Município de Uberabinha: história, administração, fi-
nanças, economia»: Ibid. 193, 196 y 256; Apolonio de Pádua Bosi, «História e historiografia
da formação econômica de São Pedro de Uberabinha nos anos de 1912 a 1922»: Tempo da
ciência 12 (2005) 17-34. En 1897 la parroquia de Santa Anna fue atendida desde Araguari,
a 67 km. de distancia; y en 1898, desde Agua Suja: Diocese Uberaba, 244.
159
508 Mariano bernad
pueblo en una llanura muy despejada, con situación excelente y lugar ameno
y delicioso, que lo hace bastante agradable y pintoresco. Sus moradores son
muy pacíficos y muy afectos a los padres. Según cálculos, su número es de
4 a 5 mil. Los naturales principales del pueblo prepararon una casita para
morada de los padres hasta que compren otra más adecuada o trabajen una
nueva, que es su pensamiento, colocándola en sitio escogido por los padres.
Se comprometieron también a dar gratis la manutención por espacio de dos
meses, lo suficiente y más, para que tengan lugar de instalarse como corres-
ponde, sin apuros de ninguna clase.
160
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 509
gulo Mineiro, pues había otros pueblos en su circuito que se nos habían de
entregar a medida que fuera viniendo más personal y se presentase mejor
coyuntura, sin forzar los acontecimientos. Estaba además encima la Semana
Santa y no quería nuestro padre andar en esos días tan solemnes. Así que
dejó para después de la Pascua el visitar a las dos nuevas misiones de Ponte
Nova y Santa Anna, para ver la marcha que convenía seguir y tomar las dis-
posiciones que se creyesen necesarias, así como también para animar a los
nuevos misioneros, máxime en los principios, cosa muy conveniente, como no
se puede menos de comprender.
Se celebró la Semana Santa en Agua Suja, pero no con el aparato y con
las demostraciones de fe, piedad y devoción con que se celebran en nuestra
España, en nuestros pueblos y hasta en las últimas aldeas. Ni había costum-
bre en estos pueblos, ni medios para ello. A duras penas pudimos celebrar
la misa cantada el día de Jueves Santo con ministros y comulgar todos en
ella. No se pudo hacer más. Así que no pudimos menos de pasar esa semana
de una manera triste, mucho más al recordar tiempos pasados y al recordar
todos los actos tan sublimes y conmovedores con que en esos días se celebra
en todo el [43] mundo el gran misterio de la Redención del género humano.
No nos quedó otro recurso que hacer de la necesidad virtud, teniendo pacien-
cia y ofreciendo a Dios esa pena, tristeza y melancolía que sentían nuestros
corazones, tanto mayores cuanto que en toda nuestra vida habíamos pasado
por ellas.
Pasóse de esta manera la Semana Santa y, como tenía dispuesto y pen-
sado de antemano, el 2 de abril por la mañana se despidió nuestro padre de
los misioneros de Agua Suja (habiéndolo hecho antes de la gente del pueblo)
y, acompañado del hermano Pedro Rodríguez y un camarada, partió para el
pueblo de Ponte Nova, a donde llegó sin novedad sobre el mediodía, habién-
dole salido al encuentro a más de media legua del camino los dos padres
misioneros con una porción de caballeros, que quisieron dar esa muestra de
deferencia a nuestro padre, quien, saludando a todos y agradeciendo tanta
atención por parte del pueblo, fue acompañado por los mismos hasta el pue-
blo, donde también fue recibido bajo el ruido de los foguetes y con música
hasta la casa alojamiento, y después de los cumplidos de ordenanza se reti-
raron todos. Sin embargo, por la noche volvieron otra vez los músicos para
darle una serenata, teniendo nuestro padre palabras de gratitud para todos,
que quedaron tan satisfechos.
Tres días se detuvo nuestro padre en Ponte Nova, cuyo tiempo fue lo
suficiente para informarse minuciosamente de todo y de la buena marcha que
llevaban las cosas, pudiendo observar la satisfacción general de todo el pueblo
con tener a su lado a los padres y lo agradecidos que se encontraban todas
las gentes por tan señalado beneficio, no cesando las visitas y presentacio-
nes de los que viven en las fazendas y ofreciendo sus respetos y servicios. En
tan buena coyuntura nuestro padre habló con los principales del pueblo y con
161
510 Mariano bernad
toda franqueza y libertad les pidió y suplicó que le manifestasen si los padres
podían tener allí lo suficiente para una manutención decorosa, contestando
unánimes todos y diciendo que sí, y que además el pueblo no escaseaba los re-
galos en pollos, huevos, gallinas, pescado, ropas de uso, como fundas, sábanas,
pañuelos, etc., lo que era una verdad, pues pudo notarlo y verlo con sus propios
ojos en el tiempo que allí se demoró. Les habló también nuestro padre de la
necesidad de una casa propia para morada de los religiosos, porque considera-
ba que no era decente vivir en casa ajena, mucho menos en un hotel, donde no
podían tener la libertad suficiente para sus prácticas y observancia regular.
A esto respondieron que ya habían comprado por suscripción una casa
con ese objeto, regalándola a la iglesia, pero que, no reuniendo dicha casa
las condiciones apetecidas, habían pensado otra [44] cosa, cual era levan-
tar una casa en un sitio escogido y más próximo a la iglesia para lo que se
habían convenido en contribuir todos, unos con dinero, otros con maderas y
materiales y otros con su trabajo y que, según entendían, pronto quedaría la
casa concluida, pues todos tenían empeño en ello, y en verdad que así lo pen-
saban, y en prueba de ello, estando aún allí nuestro padre pudo ya ver por
sí mismo que iban viniendo las maderas para el edificio, así como el terreno
con su huerta, que destinaron y dieron para ello. Contestaron también que
en el entretanto se trabajaba la casa, alquilarían una casa por su cuenta,
cuya casa vio nuestro padre, para que en ella pudiesen morar los padres con
entera libertad y más independientes.
Satisfecho quedó nuestro padre con todas estas demostraciones del pue-
blo de Ponte Nova, así como del contento general que pudo observar en todos,
pues esto denotaba muy bien que nuestra misión allí comenzaba bajo los me-
jores auspicios y que, por lo tanto, eran de esperarse benéficos resultados. ¡El
Señor lo haga así y bendiga su obra para mayor honra y gloria suya y bien de
las almas! ¡Que su santo nombre sea bendito y alabado y conocido por todos!
Bajo estas agradables impresiones se despidió nuestro padre de todos,
en especial de los dos padres misioneros, encargándoles a todos que no ceja-
sen en la obra comenzada; que esperaba con mucho fundamento que todos
sin excepción cumplirían con sus nobles propósitos, y que para todos pedía la
bendición de Dios; y que, por fin, tendría sumo placer en recibir con frecuen-
cia noticias consoladoras, que confirmasen las esperanzas que tenía concebi-
das. Y dando un adiós a todos, el 5 de abril por la mañana temprano, después
de haber celebrado la santa misa en la iglesia de San Sebastián para dar
gusto a los moradores de aquella parte, salió, acompañado del hermano Pe-
dro y del sacristán del pueblo, para la misión de Santa Anna do Río das Vel-
has, distante de Ponte Nova cinco leguas buenas, que se pasaron sin novedad
alguna, haciéndose el camino hasta alegre inclusive, pues es un continuo
pasar por lomas pequeñas y vallecitos, todos con agua, que es una delicia
ver sitios tan pintorescos, siendo una verdadera lástima no verlos cultivados
por gente experta, que podía muy bien convertirlos con poquísimo trabajo
162
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 511
en jardines deliciosos. Es muy floja esta gente para eso y me acordé muchas
veces de nuestros labradores de España, que seguramente en poco tiempo
convertirían esos vallecitos en huertas hermosas y en vergeles deliciosos.
A mitad del camino nos apeamos del caballo con el objeto de ver y
ad[45]mirar una cascada llamada aquí catsacira, que está a unas brazas del
mismo camino, y que se ve perfectamente desde un punto muy próximo al
punto desde donde se precipita perpendicularmente el agua a una profun-
didad que dicen ser de unos 90 metros (a mí no me pareció tanto), llegando
abajo el agua completamente pulverizada, no siendo mucha la cantidad de
agua, por ser pequeño el riachuelo de donde procede y que pasamos por él.
Después de ver cumplidos nuestros deseos, volvimos a montar en nues-
tros caballos y fuimos caminando a un paso regular hasta pasado el mojón o
límite de la jurisdicción de Ponte Nova y, habiendo llegado a la primera casa
de Santa Anna, allí nos esperamos para descansar un poco y tomar alientos,
sobre todo para satisfacer el apetito que nuestro estómago sentía después de
haber madrugado aquel día, pues no se contentaba con sólo una taza del con-
sabido y obligado café a palo seco y tomado a la ligera. La casa era de unos
fazendeiros de Santa Anna, de buen aspecto, con su agua corriente por el cos-
tado y con su huerta o quintal plantado de naranjas, plátanos y otros árboles
frutales del país. No estaba el dueño de la fazenda en casa, pero sí la familia,
que nos recibió con el mayor afecto. Nos sentamos, y el sacristán camarada
sacó de lo que debía ser alforjas lo que traía para el almuerzo. Con eso y con
huevos y plátanos que nos ofrecieron los de la casa comimos, pero muy bien,
callándose ya con esto nuestro estómago. Dimos las gracias a aquella buena
gente y nos despedimos, tomando otra vez los caballos para seguir adelante
y sin parar hasta Santa Anna, a donde llegamos a las 11 de la mañana, no
esperándonos tan pronto los padres, que no pensaban pudiéramos salir tan
temprano de Ponte Nova y que se figuraban que no llegaríamos por lo menos
hasta las 2 de la tarde. Tenían los padres y otras personas los caballos dis-
puestos para salirnos al encuentro, pero, para cuando quisieron apercibirse,
ya estábamos entrando en el pueblo cuando ellos salían. Y fue un bien llegar
tan pronto, pues aquel día la mañana estaba fresca y deliciosa, mas desde
las 10 de la mañana se despejó la atmósfera y el rubicundo sol despedía y
despidió aquella tarde sus rayos de un modo horroroso.
Llegamos a la casita morada de los padres y entramos en ella tan con-
tentos y satisfechos con haber tenido un viaje tan agradable y feliz, y ense-
guida principiaron las visitas de la gente principal, pues hay que advertir
que en este país, en que la hora de almorzar es a las 10 de la mañana y la de
yantar o comer a las [46] 4, no se acostumbra a hacer siesta y que las horas
más ordinarias y propias para las visitas son de 11 a 3 de la tarde, que, por
más que para nosotros no sean las más adecuadas, no hay más remedio que
conformarse con esa costumbre, por no poder menos. A todos cuantos se pre-
sentaron correspondió nuestro padre manifestándoles su agradecimiento.
163
512 Mariano bernad
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fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 513
Salimos, pues, de Santa Anna sobre las 4 y media de la tarde, con tiem-
po más que suficiente para pasar el río de día y llegar también de día a la
casa fazenda del dicho José Lemes. Una legua próximamente de camino ha-
brá desde Santa Anna al paso del río. Llegamos perfectamente, mas nos salió
mal la cuenta. La canoa estaba atada con cadena y cerrada bajo candado a
un árbol, el barquero no aparecía por ninguna parte. Llama por aquí, llama
por allá, pero nada. El tiempo se iba pasando y la noche se venía encima. El
río de las Velhas es muy caudaloso, y es terrible en tiempo de muchas aguas,
y de noche peor. Así que ya estábamos en ascuas. Por fin, apareció el barque-
ro cuando Dios quiso, pero ya no se veía y, como la canoa era pequeña, no se
podía hacer todo a la vez. Primero nos pasaron a nosotros y a las sillas de los
caballos, no sin encomendarnos antes a Dios, pues desconocíamos aquello, y
después volvieron otra y otra vez por el camarada y los cuatro caballos, que
tenían que ser llevados desde la canoa del cabestro, y ellos nadando. Gracias
a Dios se hizo toda esta operación sin novedad alguna: sin duda debía [de]
ser muy diestro el barquero. Mas se hizo tan de noche y noche tan oscura que
no nos veíamos a media vara de distancia, tanto que había sus dificultades
para ensillar los caballos, en lo que se invirtió no poco tiempo. Se acabó por
fin la operación y montamos como Dios quiso en nuestros caballos. Había
que subir una gran cuesta y, como nada se veía, había que dejar a los anima-
les que fueran a su paso por un sendero o camino, pues no sé lo que es, yendo
delante a pie el barquero, que tenía su casa arriba, y conocía bien el [48] te-
rreno. Llegamos a lo alto, junto a su casa y ya estaba aquello estaba [sic] más
despejado de árboles, que aumentaban la oscuridad. Como el camarada nos
aseguraba que la casa de José Lemes estaba cerca, nos determinamos a se-
guir, aunque al paso. De buena gana nos hubiéramos quedado ya en la casa
del barquero, mas el camarada nos dijo que era mejor seguir, porque había-
mos de pasarlo bien. Efectivamente, llegamos pronto relativamente a casa
del referido José, pero ya estaba todo cerrado, trancado y todos durmiendo.
Llamamos y costó trabajo despertar a la gente que estaba muy tranquila en
el primer sueño y que no esperaba visita a aquellas horas.
Nos abrieron la puerta, no sin asegurase bien quién llamaba, y sabido
por aquella gente que eran padres, al momento se levantó toda aquella nu-
merosa familia, que nos acogió con el mayor afecto del mundo. Todos eran
pocos para atender: hombres, mujeres, mozos y niños, y al momento que su-
pieron cómo veníamos, todos se dispusieron para prepararnos la cena que
arreglaron muy bien y que despachamos perfectamente. Había allí un ancia-
no de más de 80 años, verdadero patriarca que contaba más de 70 nietos. El
pobre estaba descansando en su cama, se levantó también, y con él trabamos
conversación, mientras los demás andaban ocupados en la cena, camas y de-
más. Se conocía que el pobre anciano gozaba con tenernos a su lado, pues, a
pesar de su edad y a pesar de haberle dicho por varias veces que se acostase
y descansase porque le veíamos delicado de salud, respondió siempre con un
dulce acento: «No, padre; no puede ser eso. ¿Cómo voy a dormir estando aquí
165
514 Mariano bernad
los padres? No, no puede ser». Admirados quedamos de su bondad y fina edu-
cación, al par que ese respeto que aún se ve en las gentes de edad a las cosas
y personas sagradas, cosa que no acontece con las gentes del día.
Cenamos en aquella buena casa y después aún seguimos conversando
con tan grata compañía hasta que se resolvió por todos ir a descansar por
cuanto al día siguiente había que madrugar para aprovechar la mañana y
llegar a la hora del tren sin apresuramientos. Nos dimos las buenas noches
y nos retiramos cada uno al sitio que se le asignó por los dueños de la casa,
quienes no se retiraron tan pronto, pues las buenas mujeres, haciendo el oficio
de Marta, trabajaron aún por buen rato en la cocina, preparando el almuerzo
que habíamos de llevar al día siguiente. Bajo tan gratas impresiones nos dor-
mimos y al día siguiente temprano nos levantamos con el fin ya dicho. Todo el
mundo se levantó también y todos gozábamos a la vez con tan buena gente,
que no sabía qué hacer más para [49] agasajarnos y dejarnos contentos. Hasta
el buen anciano se desvivía por servirnos y ver qué nos podía hacer falta.
Un detalle más. Había en la casa una mujer algo enferma, quien, por
estar en la cama, no había visto a los padres y, considerando que iban a par-
tir sin haber satisfecho ese gusto, mandó a su marido a hablar con nuestro
padre, quien con los mejores modos se acercó y le dijo: «padre, mi mujer está
delicada de salud en la cama y sentiría se marchasen los padres sin verlos
y hablar, aunque sea un poco. ¿Dónde está?, respondió nuestro padre y, sin
más ceremonias, el marido lo condujo al aposento donde estaba y satisfizo los
deseos de aquella buena mujer, que quedó muy agradecida.
El dueño de la casa, José Lemes, no estaba en casa, pues había salido el
día anterior para San Pedro de Uberabinha70, distante ocho leguas, pero toda
su familia cumplió a las mil maravillas las leyes del mejor hospedaje.
No sabía nuestro padre cómo agradecer tanto obsequio y tanto afecto,
y por entonces no tenía que ofrecerles otra cosa en justa correspondencia
que algunas estampas, cruces y medallas, que fue repartiendo entre todos, y
todos las recibían con gozo y alegría, como bien claramente lo manifestaban
sus semblantes.
Grata y muy grata fue nuestra pequeña estancia en aquella casa, donde
todo respiraba sencillez e inocencia. Dios nuestro Señor los conserve en ellas
y les premie abundantemente en esta vida y en la otra.
Antes de partir entregaron al camarada el almuerzo preparado en la
noche anterior y nos sirvieron el obligado café por desayuno. Nos despedimos
por fin de toda aquella buena gente que no nos dejó hasta el momento de la
partida. Montamos en nuestros caballos y entre 6 y 7 de la mañana echa-
mos a andar en demanda de Irara, llevando en nuestras almas tan gratos
recuerdos.
70
Antônio de Pádua Bosi, «História e historiografia da formação econômica de São
Pedro de Uberabinha… »: Tempo da ciência 12 (2005) 17-34.
166
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 515
Seguimos nuestro camino sin tocar en ninguna parte, sin novedad al-
guna, aunque cansaditos de cabalgar, y llegamos a la estación de Irara sobre
las 11 de la mañana, con tiempo más que suficiente para almorzar despacio
y tomar el tren. Almorzamos y después despedimos al camarada con los ani-
males, porque quería llegar a Santa Anna aquella misma tarde.
El tren vino a su hora, subimos a él y nos condujo a Uberaba, a donde
llegamos sobre las 5 de la tarde, esperándonos en la estación algunos de los
padres que habían quedado en el seminario, ansiosos de abrazarnos, des-
pués de un mes largo de ausencia y caminatas, y ansiosos de saber noticias
de todo y de todos, como es natural en casos semejantes, y mucho más dada
nuestra situación en este país.
[50] Estábamos ya de vuelta en Uberaba trayendo de los pueblos impresio-
nes agradables y que daban esperanzas de que con el tiempo, a fuerza de trabajo
y constancia, con la ayuda de Dios, se había de recoger algún fruto. Al principio
no faltarán dificultades, como sucede en todas las cosas –lo raro sería que no las
hubiese–, mas todas se irán venciendo habiendo buena voluntad y mucho celo
por el bien de las almas, acompañado del espíritu de abnegación y sacrificio.
71
No he visto esa carta de Bernad. La incluyó el 27 de febrero en otra dirigida a
Enrique Pérez: infra, VIII. Carta 60. El obispo se la agradeció en carta del 23 de marzo:
infra, VIII. Carta 70.
72
Infra, VIII. Cartas 70 y 76.
167
516 Mariano bernad
73
Apenas concluyó el concilio, Duarte salió de Roma rumbo a Madrid, desde donde el
26 de julio se dirigió a Lisboa para tomar el vapor. El 24 de agosto llegó a Río de Janeiro, el
13 de septiembre se encontró con Bernad en Ribeirão Preto y el 15 llegó a Uberaba: infra,
VIII. Cartas 167, 168, 186, 187 y 203.
74
Al regresar a Uberaba traía consigo 14 franciscanos a los que siguieron poco des-
pués otros 11: infra, VIII. Cartas 170, 187, 203, 204 y 216. Antes se habían establecido en
Catalão y Entre Ríos tres agustinos, con cuyo general el obispo había firmado un contrato
en Roma el 15 mayo de 1899: Agoar, cajas 68, leg. 1, y 84, leg. 1 (copias).
168
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 517
75
Constitución de 1891, art. 72, & 6: «Será leigo o ensino ministrado nos estabele-
cimentos públicos»: T. B. Cavalcanti, Las Constituciones de los Estados Unidos del Brasil,
Madrid 1958, 349.
76
Celedonio Mateo (1857-1941), natural de Corella (Navarra). Viajó a Filipinas en
1879 y allí se ordenó de sacerdote al año siguiente. Dedicó gran parte de su vida a la en-
señanza: rector y profesor de los seminarios de Vigan (1883-95) y Uberaba (1899-1903) y
luego profesor de teología en Monachil (1912-20). También desempeñó cargos adminis-
trativos: vicario provincial en Brasil (1901-09), definidor provincial (1915-18) y general
(1920-26), y maestro de novicios (1927-30). Fue el primer recoleto que ejerció el ministerio
169
518 Mariano bernad
parroquial en la ciudad de San Pablo (1903-06): Sádaba, 614-15; Décadas 1, 317-25; Bpst
78 (1998) 172-75. En este estudio se publican 53 cartas suyas.
77
Lucas Martínez (1839-1911), natural de Cascante (Navarra). En 1859 ingresó en
el convento de Monteagudo, donde profesó al año siguiente. En julio de 1863 llegó a Fi-
lipinas, y allí se ordenó y ejerció el ministerio sacerdotal durante más de 30 años en pa-
rroquias de la isla de Bohol. En Brasil vivió siempre en Uberaba, cuya residencia dirigió
durante nueve años (1899-1908), hasta que la salud se lo permitió. Fue muy querido por
los pobres y enfermos de la ciudad, a cuyo servicio puso sus conocimientos médicos. Fue
también confesor y director espiritual del obispo de la ciudad: Sádaba, 520; Avellaneda,
410-11; Décadas 2, 756-58; Bpst 76 (1896) 221-22.
78
Claudio Nalvarte (1840-1928), natural de Garinoain (Navarra). Vistió el hábito
agustino recoleto en Marcilla (1870), en donde permaneció hasta su salida para Brasil.
Durante casi seis lustros desempeñó los oficios propios de su estado con general aplauso
de los religiosos en las residencias de Uberaba y Ribeirão Preto, donde murió: Sádaba, 787;
Avellaneda, 439; Bpst 78 (1898) 113; Décadas 3, 747-48.
79
El clero desaprobaba su entrega a una comunidad religiosa: E. Pérez, Carta a I.
Narro, Roma, 17 abril 1899: «El actual vicario, que es el que mejor se porta con los padres,
le dice que no pondrá nunca su firma para la cesión de las tierras del santuario. El señor
obispo había mandado el poder para hacer la cesión»: infra, VIII. Carta 87. Los recoletos se
establecieron en él en noviembre de 1899, pero sólo en 1903 comenzaron a administrarlo
con cierta autonomía: Décadas 1, 225-26.
80
Era la sexta expedición, compuesta por cuatro religiosos. Zarpó de Barcelona el
27 de octubre y atracó en Santos a mediados de noviembre. Bernad salió de Uberaba a
fines de octubre y se demoró en Ribeirão hasta los últimos días de noviembre: infra, VIII.
Cartas 235, 255 y 273. Sobre el estado de esta residencia en la primavera de 1901: infra,
V. Juan Pablo, 583 (235).
170
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 519
81
Santos Ramírez (1863-1934), natural de Rincón de Olivedo (La Rioja). En Fili-
pinas (1885-97) administró la misión de Balábac (1888-93) y otras de Palawan. En 1897
regresó a España por enfermo. En abril de 1899 se embarcó para Brasil con la segunda
expedición, siendo destinado a Ribeirão Preto, donde residió hasta su muerte, en julio de
1934. Fue religioso de grandes virtudes y murió en concepto de santidad. Se distinguió
por su laboriosidad, asiduidad al confesonario y amor a las cosas de la orden. Uno de sus
penitentes habituales fue el primer obispo de la diócesis, Alberto José Gonçalvez: Sádaba,
596; Avellaneda, 410-11; Bpst 80 (2000) 200-02.
82
Agustín Martell (Zaragoza 1866). En enero de 1889, antes de ordenarse de sacer-
dote, fue destinado a Filipinas. De 1890 a 1898 administró varias parroquias de Negros,
Mindanao y Cebú. Volvió a España a finales de 1898. En enero del año siguiente fue
destinado al colegio de Monteagudo, donde se alistó para viajar al Brasil: Sádaba, 665.
Durante casi dos años administró la parroquia de Serra (Espíritu Santo), de la que se
ausentó sin previo aviso en marzo de 1901. Volvió a España sin dar cuenta a sus supe-
riores. Entre mayo de 1901 y enero de 1902 escribió varias cartas al comisario apostólico
tratando de justificar su proceder. El 31 de enero de 1902 Bernad ejecutaba el rescripto
que le concedía la secularización. Volvió a Brasil y allí trabajó con fruto y lustre a la som-
bra de su antiguo amigo y protector, Juan B. Correia Neri, primer obispo de Pouso Alegre:
agoar, caja 35, y Registro, 15. Era hombre emprendedor, ambicioso, intrigante y amigo de
figurar. Su idea de la vida religiosa no encajaba en el ambiente comunitario que Bernad
quería construir.
83
Juan Pablo Ruiz: supra, II, 458-59 (171-72).
84
Juan López (1851-1909), natural de Alfaro (La Rioja). En abril de 1873 llegó a Fi-
lipinas, donde se ordenó de sacerdote (1874) y administró varias parroquias tanto visayas
como tagalas. La revolución de 1898 le obligó a retirarse de la de Santo Tomás (Batangas)
y regresar a España. En Brasil sirvió durante casi cuatro años (1899-1903) la parroquia
de Santa Cruz (Espíritu Santo). En noviembre de 1903 regresó a España por enfermo,
pero apenas recobró la salud volvió a Brasil. Se hizo cargo de la parroquia de Caravelhas
(Bahía), que sirvió hasta que a mediados de 1908 la tuberculosis le obligó de nuevo a re-
gresar a España. Murió en Motril el 21 de marzo de 1909: Sádaba, 568-69; Avellaneda, 355;
Décadas 1, 498-500; Bpst 77 (1897) 156-57.
171
520 Mariano bernad
85
Ángel Maestro (1854-1912), natural de Calatayud (Zaragoza). En 1879 viajó a Fi-
lipinas, donde regentó las parroquias negrenses de Bayawan (1882-89) y Calatrava (1889-
98). En ambas edificó iglesia y mejoró la casa cural y otros inmuebles parroquiales. A fines
de 1898 regresó a España y tras unos meses de residencia en Monteagudo pidió viajar al
Brasil. Administró las parroquias de Concepción de Araxá (1899-1900) y Dores de Santa
Juliana (1900-12), a cuyas necesidades tanto espirituales como materiales atendió con
esmero. En 1912 volvió a España para asistir al primer capítulo provincial. Murió de un
ataque al corazón en Zaragoza, mientras visitaba a su familia: Sádaba, 616-17; Avellane-
da, 369; Décadas 1, 249-51; 2, 758-60; Bpst 79 (1899) 341-42.
86
Dionisio Pueyo (1852-1920), natural de Zaragoza, en cuyo seminario cursó Latín y
Humanidades. Durante dos años y medio frecuentó también la Academia de Bellas Artes.
Desde su llegada a Filipinas (1875) hasta su regreso a España (1898) administró parro-
quias de Bohol y Mindanao y durante tres años (1891-94) fue prior de Cebú. En Brasil
no logró acomodarse. En mayo de 1900 regresó a España sin el debido permiso. En junio
de 1900 pidió la secularización ad annum, cf. I. Narro, Carta a E. Pérez, 24 junio 1900, y
la obtuvo en febrero del año siguiente: Agoar, cajas 65, leg. 7; y 84, leg. 2. Durante unos
años fue capellán de monjas en Teruel y beneficiado de la catedral de Córdoba, siendo
muy asiduo en el púlpito y el confesonario y asistiendo a varias comunidades religiosas
femeninas, especialmente a las Terciarias Carmelitas de la enseñanza, a las que impuso
la regla de san Agustín. El 30 de octubre de 1906 fue readmitido en la orden y afiliado a
la provincia de San Nicolás: Registro, 49. En 1909 quedó definitivamente adscrito a la pro-
vincia de Santo Tomás. De 1906 a 1911 residió en Lucena y a partir de esa última fecha en
Granada, donde murió el 22 de octubre de 1920. En ambas ciudades siguió atendiendo con
gran asiduidad al confesonario y al púlpito «así en la iglesia de la residencia como fuera,
principalmente en los conventos de religiosas, donde ha dado muchas veces ejercicios espi-
rituales y frecuentemente pláticas en días de retiro o festivos»: Décadas 3, 684-85: Sádaba,
596; Avellaneda, 410-11; Décadas 3, 681-85.
87
Celestino Ballesteros (1859-post 1902), natural de Monteagudo. Entre 1882 y 1898
trabajó en parroquias filipinas de la isla de Mindanao. En diciembre de 1898 regresó a
España. En Brasil atendió durante poco más de dos años las parroquias de Coromandel
(1899-1901) y Patrocinio (1901). A finales de 1901 regresó a España: Sádaba, 624. El 9
mayo de 1902 Bernad le autorizó «a vivir extra claustra por espacio de un año, habito
regulari illico dimisso», para que en ese tiempo se buscara un obispo benévolo. Ballesteros
firmó el rescripto tres días más tarde en San Millán: Agoar, caja 35; Registro, 18.
88
Los carmelitas españoles habían emprendido la restauración de las provincias
brasileñas en agosto de 1894, comenzando por el convento de Recife. En Río, cuyo convento
era riquísimo, encontraron más dificultades. Sólo tras la muerte del antiguo prior, Manuel
Trovão (enero 1896), y de su compañero Manuel Ascensão Franco de Sena (2 abril 1899),
comenzaron a abrirse camino, logrando que el arzobispo de Río nombraba prior al español
Carmelo Pastor. Pero aun entonces tuvieron que habérselas con algunos supervivientes
del antiguo Carmelo brasileño y el recelo, y aun hostilidad, del arzobispo Arcoverde, que
encomendó la administración de los bienes del convento a un síndico seglar. El internuncio
José Macchi tampoco les fue favorable: I. Martínez Carretero, Exclaustración y restaura-
ción de Carmen en España (1771-1910), Roma 1996, 521-54 y 579-88; con más brevedad:
Balbino Velasco Bayón, Historia del Carmelo español. IV, Roma 2008, 195-212.
172
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 521
89
Manuel Arellano (1843-1905), natural de Corella (Navarra). Desde junio de 1866
a principios de 1899 residió en Filipinas dedicado al ministerio parroquial en Cebú, Min-
danao y Negros. En Brasil, donde sirvió la parroquia de Abadía dos Dourados desde no-
viembre de 1899 hasta fines de 1901, nunca se sintió a gusto. A principios de 1902 los
superiores le permitieron regresar a España. Murió en su pueblo natal el 9 de mayo de
1905: Sádaba, 529-30.
90
Balbino Díaz (1846-1919) nació en Calahorra, profesó en Monteagudo en 1863
y fue destinado a Filipinas en 1868. Desde 1869 a 1897 administró parroquias en Cebú,
Bohol y Siquijor. En agosto de 1898 volvió a España. En Brasil trabajó algún tiempo en
la parroquia de Conceição de Araxá y en la residencia de Ribeirão Preto, donde no le fue
fácil acomodarse. Más a gusto se sintió en Belem, donde trabajó desde enero de 1901 hasta
principios de 1915, en que viajó a España para asistir al capítulo provincial. Al término del
capítulo fue destinado, ya muy enfermo, a la residencia de Motril, y allí murió tras sufrir
varios ataques hemipléjicos: Sádaba, 536; Décadas 2, 825-27; Bpst 77 (1897) 121-23.
91
Juan Bautista Pereda (1851-1921), natural de Ayuelas (Burgos). En 1873 llegó a
Manila siendo subdiácono. En septiembre del año siguiente se ordenó de sacerdote. Inme-
diatamente partió para la isla de Negros, donde aprendió el visaya y permaneció hasta
noviembre de 1898, en que regresó a Manila huyendo de los revolucionarios. En esos años
administró las parroquias de Guijulngan, San Enrique y Bago. En todas ellas se esforzó
por construir iglesia y otras dependencias parroquiales. En Bago tuvo un desencuentro
con el gobernador de la provincia. Tras unos meses de acomodación a la vida brasileña en
Agua Suja y Ribeirão Preto, trabajó en las parroquias de Pau Gigante (1901-03) y Caravel-
has (1903-06), y en la residencia de San Salvador de Bahía (1906-17). En este último año
regresó a España con la salud quebrantada. Fue destinado al colegio de Monachil (enero-
septiembre 1918) y luego a la residencia de Lucena, donde murió víctima de un cáncer
muy doloroso: Sádaba, 579-80; Bpst 77 (1997) 239-41; Décadas 3, 690-92.
92
Ambrosio Alcalde (1848-1903), natural de Calahorra. En septiembre de 1872 se
ordenó de sacerdote en Filipinas donde entre 1872 y 1898 atendió varias parroquias de
Bohol y Negros. En Brasil acompañó durante casi tres años al párroco de Conquista y
Forquilha (actual Delfinópolis), hasta que la enfermedad le obligó a retirarse a Uberaba,
donde murió el 21 de mayo de 1903: Sádaba, 563; Décadas 1, 493-94.
93
Manuel Clemente (1853-1920), natural de Malón. Ingresó en Monteagudo en 1870
tras haber estudiado cuatro años en el seminario conciliar de Tarazona. En 1875 estuvo
algunos meses en el ejército carlista. En noviembre de ese año viajó a Filipinas, don-
de residió hasta octubre de 1898 en parroquias de Negros y Romblón, fuera del trienio
(1888-91) en que sirvió la vicerrectoría del colegio de Marcilla. En octubre de 1899, apenas
llegado al Brasil, se le encomendó la parroquia de Monte Carmelo y en ella permaneció
hasta el 4 de enero de 1908, en que regresó a España por haber sido elegido definidor (2
noviembre 1907) de la nueva provincia del Pilar, cargo en el que continuó cuando ésta
cambió de nombre en 1909. Después fue prior de Berlanga (1912-15) y profesor y director
espiritual de Ágreda. Aquí murió el 7 de agosto de 1920: Sádaba, 595; Décadas 3,678-81;
Bpst 78 (1898) 114-17.
94
Antonio Martín, nacido en Cascante (1852). Entre 1873 y 1899 trabajó en parro-
quias filipinas de Negros, Bohol, Mindanao y Romblón. Durante los seis meses que residió
en Brasil fue una constante pesadilla para los superiores. Abandonó dos veces la parro-
173
522 Mariano bernad
quia de Veríssimo (octubre 1899 y febrero 1900). A mediados de marzo de 1900 volvió a
España, donde continuó turbando la vida común. En agosto de 1902 obtuvo permiso para
vivir fuera del claustro por un año, que el 3 septiembre de 1903 le fue prorrogado otro año.
Poco después consiguió la secularización perpetua y se incardinó en la diócesis de Jaca,
donde llegó a ser canónigo: Sádaba, 583; Sáenz, «Comienzo de la actividad misionera de la
provincia de San Nicolás …»: Bpsn 84 (1994) 81-82; Agoar, Registro 31.
95
Ramón Alegría natural de Tudela de Navarra (1854). Durante sus 20 años filipi-
nos trabajó en Mindanao, Negros, Bohol y Siquijor. En esta isla levantó la iglesia de María.
En 1898 regresó a España. En Brasil le tocó organizar, en compañía del p. Ambrosio Alcal-
de, la nueva parroquia de Conquista. A la muerte del p. Alcalde sufrió una crisis religiosa
que le llevó la pedir la secularización. El 16 de noviembre de 1903 consiguió el rescripto
de secularización, que firmó el 22 del mismo mes en Sobrón (Álava), donde residía desde
hacía algunos meses: Sádaba, 603; Décadas 1, 256-57-90; Agoar, caja 35, Registro, 34.
96
Hilario Eraso (1848-1900), natural de Corella. Profesó en Monteagudo en octubre
de 1866. Cuatro años más tarde partió para Filipinas, donde ejerció el ministerio parro-
quial en Negros, Mindanao y Siquijor, fuera de cuatro años en que estuvo al frente de los
colegios de Marcilla (1885-88) y San Millán (1888-89). Apenas llegado a Brasil, Bernad le
encomendó la organización de la recién adquirida casa de Ribeirão Preto. En ella trabajó
con entusiasmo hasta marzo del año siguiente en que se le agudizaron sus antiguas do-
lencias cardiacas. Entonces comenzó a pensar en regresar a España y con esa idea salió
de Ribeirão Preto el 26 de abril. El 7 de mayo, mientras esperaba al barco en el convento
franciscano de Santos, sufrió un nuevo ataque que le causó la muerte: Sádaba, 551; Déca-
das 1, 488-90.
97
José Lambán (1849-1913), natural de Zaragoza. Profesó en octubre de 1871 y a los
cuatro años justos embarcó en Barcelona rumbo a Filipinas. En enero de 1876 fue desti-
nado a Marianas, donde permaneció hasta principios de 1899, a excepción de unos meses
que pasó en las parroquias filipinas de Carmona y Puerto Galera (1886-87). Su edad, sus
achaques, cf. infra, VIII. Carta 319, y los hábitos contraídos en Marianas entorpecieron su
inserción en la vida brasileña. En junio de 1900 abandonó la parroquia de Santa Rita de
Estrella do Sul y se retiró a Uberaba y Ribeirão Preto. En enero de 1901 le trasladaron a
Belem, donde se sintió más a gusto. En 1906 regresó a España. Murió en Marcilla en junio
1913 a consecuencia de una bronconeumonía: Sádaba, 592-93; Avellaneda, 398.
98
León Sanjuán (1863-1933), natural de Tabuenca (Zaragoza). Profesó en 1881, y
en 1884 fue destinado a Filipinas, donde permaneció dedicado al ministerio parroquial
en Negros, Cebú y Siquijor, a menudo como coadjutor. Al estallar la revolución huyó a
Hong Kong y de allí a España en enero de 1899. En octubre lo enviaron a Monte Carmelo
como coadjutor de Manuel Clemente, a quien tenía por demasiado austero y exigente. En
octubre de 1900, al agravársele «sus antiguas dolencias»: infra, VIII. Carta 418, se retiró a
Uberaba y a principios de noviembre regresó a España: infra, VIII. Carta 429, siendo des-
tinado a Monteagudo. En 1906 regresó a Brasil, donde trabajó sucesivamente en las pa-
rroquias de San José de Belem (1908), Faxina o Itapeva (1909-10), Estrella do Sul (1912-
16) y Santa Anna dos Olhos d’Agua (1916-17 y 1920-25), y en las residencias de Ribeirão
Preto (1906-08 y 1917-20) y San Pablo (1925-33), donde murió de colapso cardiaco el 14
abril de 1933. Tanto en Filipinas como en Brasil trabajó con ahínco en la construcción de
iglesias parroquiales. En Brasil tuvo la consuelo de inaugurar la de Santa Adélia: Sádaba,
637-38; Décadas 1, 325, 329; 2, 561, 580, 595; Avellaneda, 465; Bpst 81 (2001) 237-39.
99
Miguel Gregorio Jiménez nació Cascante (Navarra) en 1866. Desde su llegada a
Manila en noviembre de 1887 hasta 1897 regentó parroquias en Bohol y Cebú. Luego fue
capellán de un batallón de Cazadores. En noviembre de 1898 regresó a Monteagudo y de
allí viajó a Brasil, donde apenas permaneció cuatro meses. El 11 de febrero de 1900 tomó
el barco de regreso a España: infra, VIII. Cartas 235, 257, 261, 326 y 347; Sádaba, 657-58.
En España residió en Marcilla hasta agosto de 1902, en que firmó el rescripto de seculari-
174
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 523
zación ad annum que había conseguido el 5 de mayo: Agoar, caja 35 y Registro. Luego fue
canónigo de la colegiata de Baeza.
100
Ricardo Rupérez, nacido en Corella el año de 1862, profesó en Monteagudo el 6
de enero de 1881. En junio de 1884 viajó a Manila, donde se ordenó de sacerdote el 20 de
diciembre del mismo año. Allí administró cuatro parroquias hasta el 6 de noviembre de
1898, en que pudo evitar la prisión huyendo precipitadamente de Binalbagan (Negros). En
mayo de 1899 volvió a España. A su llegada al Brasil fue destinado al estado de Espíritu
Santo: Sádaba, 637. Durante unos meses acompañó a Agustín Martell en Serra. El 14 de
abril de 1900 tomó posesión de la parroquia de Barra de São Matéus y allí residió hasta
marzo de 1901, en que regresó a España sin permiso, arrastrado al parecer por el p. Agus-
tín. El 27 de mayo de 1901 pidió la secularización ad annum, pero a finales de noviembre
se volvió atrás. Tornó a presentarla al año siguiente y la consiguió por rescripto del 2 de
octubre de 1903. Lo aceptó en Marcilla el 26 de noviembre y Bernad lo ejecutó ese mismo
día: Agoar, caja 35, y Registro, 34.
101
Manuel María Guillorme (1862-1901), natural de Corella. Tras estudiar latín en
la preceptoría de su pueblo, vistió el hábito recoleto en Monteagudo el 5 de enero de 1880.
De recién ordenado impartió dos cursos de latín en la preceptoría de Marcilla. En octubre
de 1887 embarcó en Barcelona rumbo a Filipinas, donde regentó algunas parroquias de
Negros y Siquijor. En la de Canoan (Siquijor) levantó un magnífico convento y acopió
materiales para construir la iglesia. En su viaje de regreso a España visitó Roma. El 23
de noviembre, a los pocos días de su llegada a Santos, viajó a Batatais para supervisar
la fundación de un colegio que la ciudad quería confiar a una comunidad femenina. Pero
muy pronto se le recrudecieron sus antiguos males y tras unos meses de sufrimientos
pacientemente soportados, entregó su alma al Creador el día 2 de marzo de 1900. Era
religioso de prendas relevantes. Bernad había colocado en él grandes esperanzas: Sádaba,
653; Décadas 1, 313-16 y 485-88.
102
Gregorio Paredes (1864-1953), natural de Las Vesgas (Burgos), profesó en Mon-
teagudo el 6 de enero de 1881 y en diciembre de 1885, con apenas 21 años, desembarcó
en Manila. Se ordenó de sacerdote en 1887 e inmediatamente se encargó de la misión
de Puerto Galera (Mindoro). Después sirvió otras parroquias tagalas. En mayo de 1898,
cuando se dirigía a tomar posesión de Ermita, en los arrabales de Manila, fue apresado
por los revolucionarios. El 21 de diciembre se fugó de la cárcel en compañía de los pp. To-
más Roldán y Pascual Lagunas, llegando a Manila en la noche de Navidad. A los 10 días
se embarcó rumbo a Macao y España, a donde llegó en junio de ese mismo año. En Brasil
siguió los pasos de Guillorme. A la muerte de éste fue destinado a la residencia de Ribeirão
Preto (1900-01) y luego a la parroquia minera de Patrocinio (1901). En la noche del Jueves
Santos de 1903 asaltaron su casa con intención de asesinarle (Décadas 1, 278), por lo que
renunció a su parroquia y volvió a Ribeirão Preto, de cuya residencia fue superior durante
dos trienios. En 1912 asistió al capítulo provincial, en el que salió elegido definidor. En
1915 volvió a Brasil como superior de Belem do Pará. Luego fue superior de Bahía (1918-
21), párroco de Pirangy (1921-23) y superior de Río (1924-25), cuyo oficio renunció por
enfermo. Todavía le quedaban 28 años de vida, en los que sirvió a la orden con entusiasmo
en Bilbao, San Sebastián y Leblón, donde murió el 15 de marzo de 1953: Sádaba, 643-44;
Avellaneda, 313; Actaoar 2 (1952-53) 405; Bpst 81 (2001) 242-45.
103
Tiburcio Ledesma era natural de Tudela (1861). Profesó en Monteagudo el 17 de
marzo de 1887. En septiembre de 1894 viajó a Filipinas, siendo destinado a la hacienda de
175
524 Mariano bernad
Espíritu Santo, cumpliendo las órdenes que dio nuestro padre Mariano; el
hermano Tiburcio [quedó] en la residencia de Ribeirão Preto; y los padres
Manuel María Guillorme y Gregorio Paredes, acompañados de nuestro pa-
dre Mariano, fueron a Batatais, donde se proyectaba formar otra residencia
con el fin de atender el colegio de niñas dirigido por religiosas que se iba a
establecer, y ayudar a la vez al párroco en sus funciones, llegando a dicho
punto el día 23 de noviembre, siendo recibidos en la estación por el vigário,
padre Vicente Ferreira dos Passos, juez de distrito y gran número de caballe-
ros que salieron a recibir a los padres con la música de la ciudad, lanzando
al aire infinidad de cohetes.
Presentados los dos padres por nuestro padre Mariano y hechos los
cumplidos de ordenanza en tales casos, en coches preparados se dirigieron
todos a la población, distante unos 10 minutos. Allí esperaban los niños y
niñas de las escuelas de catecismo vestidos de gala y con banderas para
recibir y saludar a los padres, apostados todos en la casa morada del vigá-
rio, a donde también había acudido bastante gente y en particular señoras.
Pronunciáronse discursos correspondientes al acto por un niño y una niña y,
acabados, una lluvia de flores cayó sobre los padres. También pronunció un
discurso elocuente el señor Ferreira; y otro, el señor coronel Teodolindo do
Carmo. Contestó nuestro padre Mariano en breves palabras, principiando
por dar las gracias a todos por aquellas muestras de deferencia y simpatía
que acababan de manifestar, dando el parabién a la ciudad de Batatais, elo-
giando los levantados esfuerzos de sus habitantes por dotarla de religiosos
y religiosas que en su día habían de recoger sus frutos y haciendo votos al
cielo para que la simiente que en aquel día se echaba y sembraba produjese
abundantes frutos de bendición para el mayor adelantamiento moral, no sólo
de Batatais, sino también de los pueblos circunvecinos. Fue, pues, brillante y
entusiasta la recepción que los padres tuvieron en Batatais, quedando todos
contentos y satisfechos104.
Mas esta residencia, por disposición sin duda de Dios, no siguió adelante
[55] por causas independientes de nuestra voluntad. Primeramente, las religio-
sas pedidas a España en número de seis, que debían encargarse del colegio de
niñas en proyecto, contestaron que por lo menos en dos años no podían venir por
falta de personal, con lo que tomaba otro aspecto el asunto; y en segundo lugar,
el padre Manuel María Guillorme, religioso destinado para ir preparándolo todo
y a ser el director del colegio y de las religiosas, cayó gravemente enfermo, tanto
Imus. En septiembre de 1898 volvió a España: Sádaba, 700. Tenía fama de ser buen horte-
lano. En Brasil desempeñó los oficios propios de su estado en Ribeirão Preto (dos veces),
Uberaba y Pau Gigante. Pero nunca se sintió a gusto. A fines de 1901 los superiores opta-
ron por mandarlo de vuelta a España. El 18 de noviembre de 1902 firmó en Marcilla un
rescripto de la congregación de Obispos y Regulares que le concedía la secularización por
seis meses. El 16 del mismo mes del año siguiente, Bernad ejecutó el de su secularización
perpetua: Registro, 34. Corro alude a él en carta del 16 de noviembre de 1903.
104
Décadas 1, 313-14 con cambios redaccionales.
176
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 525
que por consejo y mandato de los médicos, hubo necesidad de retirarlo de aquel
punto, sin esperanzas de que pudiera volver allí. El resultado fue que la enfer-
medad de dicho padre se fue agravando de tal manera que hubo precisión de
administrarle todos los últimos sacramentos y a la hora en que esto escribimos
no quedan esperanzas humanas de que se pueda salvar, temiéndonos que de un
momento a otro nos venga la triste noticia de haber sucumbido105. En vista de
todas estas circunstancias nuestro padre Mariano se vio obligado a prescindir
de todo compromiso en esta materia con harto sentimiento. ¡Lástima grande ha
sido que no se haya podido llevar a cabo este proyecto! La población es buena y
cerca de Ribeirão Preto, la gente inmejorable, y los dos religiosos allí destinados
en el corto tiempo que allí llevaban (dos meses) se habían captado de tal modo
las simpatías de todos, que aseguraban un porvenir halagüeño. Hay que pensar
que todo esto será disposición de Dios, porque no nos convendría106.
105
Murió el 2 de marzo de 1901: infra, VIII. Cartas 346 y 347.
106
Más detalles: Décadas 1, 312-16: supra, I. Primeros años, 390-95 (42-47).
107
Llegaron a Dores el 5 de mayo y tomaron posesión de la parroquia el día 7: infra,
VIII. Carta 106; Décadas 1, 248.
108
Párroco desde 1885 a 1897, en que murió: Diocese Uberaba, 246.
177
526 Mariano bernad
en dicho pueblo, que lo considera como santo. La verdad es que los nuestros
entraron en él bajo tan buenos auspicios y con tan buenas impresiones, de-
dicándose desde luego al cumplimiento de sus deberes y trabajando como es
de suponer, recogiendo no pequeño fruto, tanto más cuanto contaban con las
excelentes disposiciones de parte de la gente, que está contentísima con sus
padres, a quienes asistió en los primeros meses con todo lo necesario. ¡Bien
por los habitantes de Dores de Santa Juliana y que Dios nuestro Señor les
premie tantas obras buenas!
En agosto de este mismo año llegaron los padres Ángel Maestro y Ce-
lestino Ballesteros, y en setiembre destinó nuestro padre al padre Ángel a un
nuevo pueblo que ya había encargado el señor obispo tomásemos, y que no se
llevó a efecto por falta de personal. Mas viendo nuestro padre que el pueblo,
llamado Conceição de Araxá, pedía con instancias padres y aun medio se
quejaba de tener abandonados a sus habitantes, se decidió, por fin, nuestro
padre a mandar uno, que fue el citado padre Maestro, que los atendiese, pero
morando mientras no se le mandara otro religioso en la misión de Dores de
Santa Juliana, distante cuatro leguas del nuevo pueblo de Conceição, no ha-
ciéndose esperar mucho tiempo el envío de ese religioso con los padres que
llegaron a principios de octubre, designándose para ello al padre Balbino
Díaz, que salió para aquel punto en la primera ocasión que se presentó. El
recibimiento que allí tuvieron los padres fue el mismo, poco más o menos,
que en los demás pueblos, como consta por las cartas que escribieron los
padres.
Diez fueron los religiosos que llegaron a principios de octubre y todos
fueron colocados en las nuevas misiones que nuestro padre aceptó, todas
ellas en el Triángulo Mineiro, obispado de Goyaz, y escalonadas casi todas
ellas con las que ya administrábamos. Cinco nuevos puntos fueron los que se
tomaron, que son la ciudad de Carmo de Bagagem o Monte Carmelo, Abadía
Dos Dourados, Coromandel, Veríssimo y Conquista, destinando a Carmo [57]
de Bagagem a los padres fray Manuel Clemente y León Sanjuán; a Abadía
dos Dourados, al padre Manuel Arellano con residencia en Coromandel; a
Coromandel, al padre Celestino Ballesteros; a Veríssimo, a los padres fray
Antonio Martín y Miguel Jiménez; a Conquista, a los padres Ramón Alegría
y Ambrosio Alcalde. Conquista es una población nueva, que depende de la
parroquia de Sacramento, pero que con motivo de haber estación del ferro-
carril ha ido aumentando de día en día y necesita de auxilios especiales. Los
nuestros están allí para llenar esa necesidad como capellanes misioneros,
autorizados por el señor obispo para todo109.
En todos estos pueblos fueron recibidos nuestros religiosos, como en los
demás de que se ha hecho mención, con las mayores muestras de satisfac-
ción y entusiasmo, distinguiéndose entre todos Carmo de Bagagem, cuyos
109
No fue creada parroquia hasta el 19 de diciembre de 1908: Diocese Uberaba, 246,
que pasa por alto la presencia en ella de los recoletos.
178
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 527
110
Infra, VIII. Carta 229.
111
No he podido ver ninguna de estas cartas.
112
Infra, VIII. Carta 136.
179
528 Mariano bernad
180
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 529
113
Qo 4,9.
181
530 Mariano bernad
con nosotros, dado caso que dejáramos su casa, como se trataba, mas nues-
tro padre, a fuerza de ingenio para que no se disgustase, le tuvo que hablar
por fin de un modo resuelto y decisivo que con mucho gusto accedería a esos
deseos, pero que no podía ser lo que quería por no estar conforme a nuestro
estado, a lo que no tuvo más remedio que callar, aunque, según creemos, de
mala gana y a regañadientes.
Se censó, pues, una casa de alquiler en sitio conveniente, y allí se insta-
laron los cinco religiosos, dando principio a la residencia formal de Ribeirão
Preto, y en cuya casa se puso una capilla pública con puerta a la calle, para
que los fieles que gustasen pudieran oír misa y, al mismo tiempo, sirviera
a los religiosos de oratorio para las prácticas comunes de nuestra religión,
como el oficio divino, oración mental y demás, con lo que vino a regularizarse
en Ribeirão Preto nuestra vida religiosa.
[61] No por esto se desatendió al referido párroco en cuanto pudiéramos
servirle y ayudarle, porque bien claro se le dijo, al separarse los padres de
su compañía para ir a habitar a la casa propia, que siempre y en todo podía
contar con nosotros para cuanto hiciese falta y bien patentes están a todo el
mundo los servicios de todo género prestados por nuestros religiosos, no sólo
en la parroquia sino en toda la comarca.
Algo contrariado se vio, sin embargo, aquel buen señor con la separa-
ción que él no esperaba, así que pudo notarse que no reinaba aquella intimi-
dad y confianza que desde un principio nos vino manifestando. Sin embargo,
no fue esto obstáculo para que, debido a la prudencia y buena voluntad de
ambas partes, en nada se interrumpiesen las buenas relaciones con grande
provecho de todos y la buena marcha en los servicios que requerían las nece-
sidades de los fieles, que estaban contentísimos al ver que iban aumentando
los operarios, con lo que aseguraban la facilidad de poder acudir a satisfacer
sus necesidades en todo tiempo.
Tenemos, pues, fundada la residencia de Ribeirão Preto, siendo el alma
de ella el primer religioso que allí se estableció, padre Santos Ramírez, in-
cansable en el trabajo, por lo que todo el pueblo se hacía lenguas del mismo,
con la estimación y veneración consiguiente, lo que daba esperanzas de que
aquella residencia había de adelantar con el tiempo, aunque a fuerza de tra-
bajos, como es consiguiente.
Así las cosas, nuestros religiosos vivían y trabaja[ba]n cuanto buena-
mente podían para afianzar su estancia en aquella población, viviendo a los
principios con alguna estrechez por ser muchas las necesidades de la vida
y, además, tener que pagar los alquileres de la casa, que no eran pequeños.
Pero, gracias a Dios nuestro Señor, que nunca abandona a los suyos, aun en
los trances más apurados, en que parecía faltar los recursos necesarios para
la vida, no les abandonó, porque nunca faltó lo necesario, a pesar de que al-
gunos espíritus apocados llegaban ya a desconfiar de que pudiera sostenerse
aquella residencia. Espíritus apocados hemos dicho y no nos arrepentimos.
182
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 531
114
El colegio no logró despegar. Apenas tuvo alumnos y sólo estuvo abierto desde el 1
de octubre hasta finales de noviembre: supra, I. Primeros años…, 392 (44).
115
Cf. 1 Co 9,13.
183
532 Mariano bernad
gar a plazos, pudo comprarse una casita, que, aunque no grande, llenaba por
de pronto nuestras necesidades, con lo que, dicho se está, que mejoró mucho
la situación de nuestros religiosos. En esa casa se abrió una capilla, que a
pesar de ser mayor que la que se tenía en la otra casa alquilada, era sin em-
bargo insuficiente para el servicio de los fieles, que iba aumentando de modo
prodigioso y gracias a que habiendo varias misas, distribuidas conveniente-
mente, y sólo así se podía atender en algo a las necesidades del público, que
constantemente llenaba el local, siendo [63] algunas veces sumamente difícil
colocar a la gente convenientemente y más difícil desalojar el local para ocu-
parlo otras personas. Muchas veces pudimos notar esto, a pesar de que con
frecuencia tenía que oír misa la gente desde la calle por no ser posible entrar
en la capilla, ocupada como estaba de bote en bote, como suele decirse.
Difícil también y penoso en extremo era atender con aquella calma y
reposo que requiere el caso a las confesiones de los fieles durante todo el
tiempo de las misas, que llevaban bastante tiempo de la mañana, pues en
las apreturas de la gente llegaba ésta hasta las mismas calles de los confe-
sonarios y, por consiguiente, era casi imposible ocuparse de esto durante ese
tiempo por el peligro de ser notado y oído todo lo referente a la confesión,
con lo que había necesidad de andar con mucho cuidado para evitar cual-
quiera cosa en asunto tan delicado. Era una verdadera pena, pues no por eso
dejaban los fieles de acercarse al tribunal de la penitencia, y aun muchas
veces se vio que se adelantaban algunos cuando eran muchos por el deseo
de despachar antes. Más de una vez nos pasó esto a nosotros mismos, lo que
aumentaba nuestra pena, como es natural, aparte de la sofocación que uno
sentía con la aglomeración de tanta gente.
No debemos dejar pasar en silencio los provechosos resultados que se
fueron observando en los fieles desde que en esa capital pudieron trabajar
los padres con algún desahogo relativo, porque, aparte de las misas por la
mañana, con frecuencia se tenían funciones por la tarde con novenas, rosa-
rio, cánticos, etc., sobre todo en los días festivos, lo que contribuía no poco a
fomentar la devoción y la moralización de las familias. Era de notarse el au-
mento en la frecuencia de sacramentos, con lo que, dicho se está, se ganaban
muchas almas para Dios, lo que precisamente era lo que se buscaba, y más
en una población como aquella, que llevaba fama de muy viciosa, como suce-
de en poblaciones materialmente ricas; que tenía fama de albergar muchos
protestantes y masones, indiferentes, espiritistas y, en fin, que no pensaba
más que en goces mundanales. Es claro que el trabajo de los padres tenía
que ser rudo e ingrato, pero todo se llevaba con gusto con tal de ganar almas
y hacer un gran bien a la sociedad. Mucho, muchísimo se consiguió en esto,
lo que por sí solo es más que suficiente para que nuestros religiosos fueran
ocupando el lugar que les correspondía en la opinión de las gentes.
Y para conseguir esto no fueron pequeñas las dificultades que tuvieron
que salvar. Fueron éstas muy grandes, como algún día se probará. Por hoy
184
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 533
116
Murió en Santos el 7 de mayo de 1900, mientras esperaba el barco que habría de
llevarlo a España en compañía del p. Pueyo: supra, notas 86 y 96.
117
Juan Pablo Ruiz llegó a Ribeirão el 30 de mayo: infra. V. Juan Pablo, 583 (235).
No indica la fecha en que tomó posesión del cargo. Renunció el 1 de diciembre de 1900:
V. Juan Pablo, 584 (236), pero mucho ya antes había manifestado sus deseos de hacerlo:
infra, VIII. Cartas 393, 400, 394, 401, 434…. El 30 de abril de 1901 llegó a Uberaba, donde
murió en octubre de ese mismo año.
185
534 Mariano bernad
siempre y cuando nosotros cumplamos, como es nuestro deber, con los fines
de nuestra vocación.
Una de las primeras medidas fue el establecer una escuela de primera
enseñanza con el principal objeto del catecismo de la doctrina cristiana, tan
necesario en todo el mundo, pero mucho más en estos países tan abandonados
en asunto tan importante y tan necesario para todo cristiano, y a cuya escuela
de catecismo, dirigida por uno de los padres, asistía [65] buen número de niños
que sus mismos padres mandaban para instruirse en la doctrina cristiana,
base y fundamento de cuanto el hombre debe saber respecto a sus deberes
tanto cristianos como sociales, so pena de no conocer nada que tenga relación
con nuestra santa religión118. Omitimos el hacer consideraciones sobre punto
tan esencial y sólo diremos que bien satisfechos podían estar tanto los padres
como sus mayores al ver cómo los niños aprendían el catecismo que tan gran-
des bienes les había de traer con el tiempo. Trabajo es éste bastante ímprobo,
pero que se llevaba con gusto ante la consideración de resultados positivos que
nunca serán suficientemente alabados, porque a la vista está el mucho bien
que debe esperarse de semejante ocupación, y a la vista de todo el mundo está
que difícilmente se borra de la memoria del hombre lo que aprendió de niño.
Aparte de esto se continuaba con la práctica de las devociones piadosas:
rosario, novenas, cánticos religiosos, exposición del Santísimo en los días fes-
tivos, más las pláticas y sermones, todo lo que contribuía a mantener a los
fieles en la piedad y buenas costumbres. Así que bien claramente se manifes-
taba el progreso espiritual en gran parte del pueblo.
Por este tiempo y sin perjuicio de las atenciones del servicio en lo perte-
neciente a las funciones sacerdotales y sin abandonar lo referente a las aten-
ciones del público, es cuando nuestro padre dio ciertas ordenanzas que debían
observarse por los religiosos, todas en consonancia con nuestras leyes, a fin
de que la marcha de la residencia fuera más regular y conforme con nuestro
estado y sirviese de ejemplo para todos, estableciendo además que se tuviese
en común el rezo del oficio divino en horas marcadas, así como la oración y
meditación, a cuyos actos debían asistir todos los no impedidos. No tenemos
a mano dichas ordenaciones, que bien merecen se consignasen en este lugar,
pero, si fuese preciso, bien podrían pedirse a la referida residencia, donde
deben constar119. Estas medidas contribuyeron no poco a que aumentara más
y más el aprecio de las gentes a nuestros religiosos con el prestigio que les
daba la caridad en el cumplimiento de sus deberes, que constituía así como
un ejemplo constante a la vista de todos, digno de tenerse muy en cuenta.
Para final de esto se pusieron los fundamentos y bases para el estable-
cimiento de la cofradía de Nuestra Señora de la Consolación o Correa, que ya
Décadas 1, 296.
118
119
«Advertencias que deberán tenerse presentes en nuestra residencia de Ribeirão
Preto», Ribeirão Preto, 8 de noviembre de 1900: infra, VI. Nombramientos y circulares,
591-93 (243-45).
186
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 535
vestían muchas personas de ambos sexos por devoción, cuyas bases se pre-
sentaron al diocesano para su aprobación, que fueron benignamente despa-
chadas, estableciéndose por fin canónicamente en nuestra iglesia o capilla la
archicofradía de la Correa, cuyo decreto de erección dio nuestro padre antes
de salir para España y que confirmó después de haberse hecho cargo de la
Comisaría General Apostólica para la que fue nombrado por su Santidad el
papa León xiii, cuya archicofradía funciona desde entonces admirablemente,
dando excelentes resultados120.
[66] Y no solamente se palparon los adelantos de la residencia en la par-
te espiritual, sino que también alcanzaron a la parte material, por cuanto los
servicios que prestaban los padres, tanto en la población como fuera, en otros
pueblos y barrios, a donde eran llamados con bastante frecuencia, daban
los medios más que suficientes para atender hasta con cierta holgura a las
necesidades de la vida y hasta pensar en cosas mayores. Así es como pudo ve-
rificarse en poco tiempo el pago completo de la compra de la casa, aun antes
de terminar el plazo convenido, lo que fue una verdadera ventaja por hacerse
en buenas condiciones y hasta con economía, haciéndose cierta rebaja en el
pago en atención a haberse verificado éste antes del tiempo señalado.
Libres ya de este empréstito pudo irse ya pensando en proyectos im-
portantes y hasta necesarios para la residencia. La casa resultaba pequeña
y demasiado incómoda para que los religiosos pudieran habitar con aquel
sosiego que requiere su estado. La capilla, sobre ocupar una gran parte de la
casa, era insuficiente e incapaz para los servicios que en ella se tenían, así
que era preciso e indispensable hacer alguna cosa para mejorar la situación
apurada en que se vivía. Así las cosas, se principió por arreglar primeramen-
te la casa, que necesitaba buen arreglo, en lo que se gastó bastante, tanto en
el tejado como en los cielos rasos y en los entarimados, que no los había, y,
una vez conseguido esto, tratose ya de otro asunto mayor, que fue el de levan-
tar una iglesia digna de la localidad y que respondiese a las necesidades. Con
la capilla que teníamos no se podía continuar ni era ya decente.
Precisamente pared por medio de la huerta de casa había un terreno
bastante capaz y desocupado que podía servirnos muy bien para levantar allí
una iglesia, que era lo que más urgía, y desde luego se pensó en adquirirlo,
fuera como fuera, puesto que el terreno de la huerta, aunque suficiente para
edificar en él una iglesia regular, no debíamos emplearlo en ello, quedándo-
nos muy apretados a la casa que también con el tiempo había que reformar.
Así que, insistiendo en el pensamiento de adquirir el terreno contiguo, se
principiaron a dar los pasos convenientes, averiguando en primer [lugar]
quiénes eran los dueños para ver si podíamos entendernos con ellos.
No son para descritos los pasos, idas y venidas que se dieron para con-
seguir el objeto que se deseaba. Era una cosa que no podía explicarse, pues
120
Supra, I. Primeros años, 420 (72); Décadas 1, 297-98.
187
536 Mariano bernad
tan pronto nos decían que eran los dueños tales o cuales como nos decían
que eran otros. Por fin, a fuerza de averiguaciones, pudimos conseguir saber
alguna cosa, pero que no pensaban ni querían venderlo. Se pusieron en juego
toda clase de influencias de parientes y de amigos nuestros a fin de conseguir
que nos cedieran por lo menos la mitad del terreno, que bastaba con sobras
para el caso. Dios sabe las vueltas que dieron para [67] ello tanto nuestro
padre como los demás padres, pero siempre sin resultado satisfactorio. ¿Ha-
bría tal vez algo de cierto en las especies que corrieron y llegaron a nuestros
oídos? Se dijo más de una vez que los dueños eran masones, que, en unión de
otros de la misma cuerda, no querían de ninguna manera ceder el terreno,
siendo como era destinado para construir en él una iglesia, siendo así que
ellos no lo necesitaban para nada ni pensaban aprovecharse levantando en él
alguna casa. Quizás hubiera algo de cierto en semejantes versiones, porque
seguramente el diablo no podía ver con buenos ojos que se levantara allí un
templo al Dios vivo. El caso es que con grande pena se fue pasando el tiempo
sin poder conseguir nada, y tanto es así que cuando nuestro padre tuvo que
marcharse en el mes de julio de 1901 a España, se fue con el sentimiento de
dejar las cosas como estaban, sin haber conseguido nada práctico.
121
El telegrama del nuncio, Petrópolis, 18 junio 1901, llegó a manos de Bernad al día
siguiente: infra, VIII. Carta 522. Bernad contestó inmediatamente, pues ya el día 20 Ba-
vona comunicaba a Rampolla su embarque para Roma: «Padre Bernad partirá per Roma
primo vapore»: Rampolla, 337. Embarcó al mes exacto, el 19 de julio: infra, VIII. Carta 536.
Sobre la preparación y significación de este nombramiento: infra, VIII. Cartas 392 y 450;
también, Rampolla, 333-37.
122
I. Narro, Carta a M. Bernad, 12 mayo 1900: «En mi anterior te decía que “que-
daba a tu celo y prudencia tu regreso a la península”. Hoy te repito lo mismo, aunque soy
del parecer de esa gente: “que si tú faltas ahí, si abandonas eso, todo se pierde”. ¡Sea Dios
bendito y te colme de sus bendiciones»: Agoar, caja 84, leg. 3, fasc. 1, n. 1.
188
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 537
llevaba dos años y medio, y allí continuaba con los mismos ánimos de siem-
pre y allí tal vez continuaría si órdenes superiores, nada menos que del papa
y su representante, no le hubieran obligado a salir.
Confuso y anonadado con semejantes órdenes, según le tenemos oído,
pasaron unos cuantos días sin comunicar a nadie esta noticia, pensando a
solas si podría pasar sin cumplirla o renunciar al cargo, pero, no viendo otro
remedio, se resolvió por contestar al señor nuncio que, obedeciendo a sus
mandatos, se pondría en camino tan pronto como le fuera posible. Por lo que
fue disponiendo sus cosas, y nombró presidente de la residencia de Ribei-
rão Preto al padre Eugenio Sola, encargándole muy encarecidamente que de
ningún modo abandonase la idea de adquirir el terreno que necesitábamos
para edificar iglesia.
[68] Bajando la cabeza y dispuesto a obedecer a la voluntad de Dios,
manifestada por su vicario en la tierra, marchó nuestro padre a Uberaba
para despedirse del señor obispo don Eduardo Duarte Silva y recomendarle
una vez [más] a sus religiosos que estaban en su diócesis. Es mucho lo que
ese buen señor nos aprecia, aprecio manifestado en cuantas ocasiones se han
ofrecido, aprecio particular a nuestro padre desde un principio, así que al
tener noticia de lo que se trataba no pudo menos de manifestar su profundo
sentimiento, hasta con lágrimas en los ojos, por esta separación, por más que
comprendía que no había remedio, atendidas todas las circunstancias.
Se despidió, pues, nuestro padre del señor obispo, llorando ambos como
dos niños y se despidió también de los pobres religiosos que había en la re-
sidencia de Uberaba, regresando a la de Ribeirão Preto para acabar de arre-
glar sus cosas y ponerse en camino para ir a donde la obediencia le llamaba.
Pocos días estuvo ya en esta residencia nuestro padre, pero aún los aprove-
chó para mandar a todos los religioso una tierna y cariñosa carta circular de
despedida, cuya copia debe obrar en todas las residencias, que bien creemos
que debería constar en estos apuntes, pero que la dejamos por no tenerla a
mano y por no hacer larga esta relación123. Pero sí haremos constar que en
ella hace ver a los religiosos la necesidad de que todos cumplan a conciencia
la misión que Dios nuestro Señor les ha confiado en estas tierras para honra
suya, para bien de los fieles y para el bien de nuestra santa religión. Por
consiguiente, inculcaba como medio principal la observancia de nuestras re-
glas y nuestras promesas hechas a Dios, medio el más seguro para conseguir
todos esos fines.
Por fin, llegó la hora de partir, y nuestro padre se dirigió a Río de Janei-
ro con objeto de despedirse del excelentísimo señor nuncio de Su Santidad
y recibir las órdenes que tuviera a bien darle y embarcarse en aquel puerto
en dirección a su destino, lo cual verificó en 19 de julio de este año de 1901,
dejando ya estas tierras y dejando a Ribeirão Preto, como hemos dicho.
123
Infra, VI. Nombramientos y circulares, 594-98 (246-48).
189
538 Mariano bernad
Pero dejemos por hoy a Ribeirão Preto, dejando que las cosas sigan su
curso y poder algún día ocuparnos de nuevo de esta residencia, que ya pode-
mos llamar floreciente, para ocuparnos de otros puntos y de otros trabajos de
nuestros religiosos en el Brasil.
[69] Hecha ya esta relación de los hechos más salientes ocurridos en la
residencia de Ribeirão Preto hasta el mes de julio de 1901, volvemos a ocu-
parnos de otros puntos del Brasil, recordando a la vez algunas de las cosas
ya apuntadas en la relación de estos datos.
Ya se dijo en su lugar cómo en el mes de mayo habían llegado al Brasil
algunos religiosos; otros, a fines de julio; otros, a principios de octubre; y otros,
en noviembre –todos ellos en el año de 1899– y el destino que se dio a la mayor
parte de ellos. Pero bueno será hacer mención ahora de lo que posteriormen-
te se fue disponiendo, por cuanto a algunos de ellos no se les dio ocupación
sino conforme a las necesidades que se iban presentando. De los llegados en
mayo, el padre Agustín Martell fue destinado al Espíritu Santo con el padre
lector fray Manuel Simón, y después dos más de los llegados a fines de julio,
que fueron los padres Juan Pablo Ruiz y Juan López. De los trabajos de estos
padres y de lo acontecido en aquel estado de Espíritu Santo nos ocuparemos
más adelante, cuando tratemos de los cosas referentes al mismo.
Estaban todavía sin destino en Uberaba los padres Manuel Arellano y Ce-
lestino Ballesteros y, estando empeñado el señor obispo en que se tomase alguna
parroquia más, para dar gusto nuestro padre al señor obispo dispuso que estos
padres se encargaren de las parroquias de Coromandel y Abadía dos Dourados,
que estaban bastante próximas en el Triángulo de Minas, más allá de Carmo de
Bagagem, con orden de que los dos residieran en Coromandel para no estar se-
parados, viviendo solos, y que de cuando en cuando fuese a Abadía dos Dourados
el padre Manuel Arellano, como encargado de la misma, para los servicios que
fueran necesarios, regresando a Coromandel una vez despachados125.
124
Los cinco últimos párrafos en Fabo, Biografía, 50-52.
125
Décadas 1, 265, con algunos cambios redaccionales. Arellano encontró dificulta-
des para cumplir estas directrices y gran parte del tiempo vivió en su parroquia de Abadía:
infra, VIII. Cartas 336 y 343.
190
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 539
126
Bagagem o Estrella do Sul. El párroco era Saturnino Dantas Barbosa: infra, VIII.
Cartas 306, 335, 341; Décadas 1, 267-73.
191
540 Mariano bernad
Por este tiempo, mejor dicho, a principios del año 1900, deseoso nuestro
padre de ver por sí mismo la marcha de nuestras cosas en el Brasil, tomó la
resolución de hacer la visita en todas las partes donde teníamos religiosos en
el Triángulo de Minas y en Ribeirão Preto, y continuar después a los estados
de Espíritu Santo y Pará. Visita muy trabajosa y penosa, por cierto, atendi-
das las circunstancias, las distancias tan enormes y la falta de medios para
moverse de una parte a otra, pero era preciso y convenientísimo bajo todos
conceptos. Así que no dudó un momento, costase lo que costase.
Principió, pues, por el Triángulo, saliendo de Uberaba para Araguari en
el tren de la Compañía Mogiana127, donde ya tenía preparadas caballerías
para hacer el viaje a Bagagem, distante de Araguari doce leguas brasileiras,
que son muy estrechas y muy largas, en cuyo punto principiaba la visita que
ya tenía anunciada de antemano. De Bagagem pasó a Carmo de Bagagem,
después a Agua Suja y de allí a Dores de [71] Santa Juliana, a donde no se
pudo llegar por no ser posible atravesar el río Das Velhas, que traía una
grande avenida, y se hacía muy tarde para esperar. Gran contratiempo fue
éste, porque ya no había otro remedio que emprender la ruta para Ponte
Nova, que está muy lejos, con la exposición de hacerse de noche y no saber
dónde poder pasarla. Se llegó por fin a Ponte Nova después de pasar todo
el día a caballo, rendidos todos los de la comitiva, y allí hubo necesidad de
descansar, dando lugar al mismo tiempo para que viniesen allí los padres de
Dores de San Juliana, como en efecto llegaron. Terminado lo de Ponte Nova,
se siguió hasta Santa Anna do Río das Velhas, adonde se llegó con relativa
facilidad y de allí se determinó volver ya a Uberaba, pasando y haciendo
noche en la fazenda de tan buenos recuerdos, de aquel José que tan bien nos
trató en el primer paso por aquella casa y donde fueron hospedados y trata-
dos tan bien como la otra vez. Al día siguiente salieron para la estación del
ferrocarril, y poder llegar a tiempo de coger el tren y llegar a Uberaba aquel
mismo día, como así sucedió.
Hemos dicho que son muy trabajosos y penosos estos viajes, y así es en
realidad, y sólo viéndolo es como se puede apreciar. Los malos caminos, los
lodos, los ríos que se tienen que pasar, las distancias tan grandes, el sol abra-
sador unas veces, los aguaceros otras, la mala alimentación, las caballerías
que se van cansando, en fin, una porción de circunstancias se juntan para
aumentar la fatiga y el deseo de terminar el viaje. Para llegar a Bagagem
se necesitó todo el día entero y algo más y ya hemos visto lo que sucedió al
tener que ir a Dores de Santa Juliana, que no se pudo llegar por causa de las
avenidas del río.
127
Companhia Mogiana de Estradas de Ferro, fundada en 1872. Tenía su sede en la
ciudad paulista de Campinas, donde comenzaba, y finalizaba en Araguari (Minas Gerais),
a donde llegó en la década de los 90.
192
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 541
128
Los tres últimos párrafos: Fabo, Biografía, 41-42.
129
Según datos del obispo, la diócesis de Espíritu Santo, que se identificaba con el
estado homónimo, en diciembre de 1900 se extendía por una superficie de 44.839 kms2
y tenía 150.000 habitantes distribuidos en 27 parroquias y 128 capillas: Carta pastoral
de D. João Baptista Côrrea Nery despedindo-se da diocese do Espírito Santo seguida de
algunas notícias sobre a mesma diocese, Campinas, 7 abril 1901, 9-24: Asv, Arch. Nunz.
Brasile, caja 84, pos. 415.
193
542 Mariano bernad
Suja, interesándole con mucha instancia para que nos hablase y propusiese
sus deseos de que fuéramos a su obispado. Por de pronto se le contestó nada
más que agradecíamos mucho su atención y deferencia; que por de pronto
no podíamos hacer nada, pero que indicase bases y condiciones por si con
el tiempo, y más adelante, se le podía complacer130. Y en efecto, no se hizo
esperar la respuesta, proponiendo condiciones que bien podían aceptarse a
ojos cerrados en el momento, si hubiéramos dispuesto de personal. Proponía
también que sería mejor fuese un padre comisionado para tratar del asunto
con más conocimiento de causa, pudiéndose entender mejor con las explica-
ciones oportunas, instando tanto y pidiendo por Dios que se le atendiese en
su demanda131.
Al efecto, por el mes de mayo, cuando estaban para llegar los tres padres
que venían de España, mandó nuestro padre al padre lector Manuel Simón
que fuese a Río de Janeiro para recibirlos y después marchar a Victoria con
el padre Agustín Martell a verse con el señor obispo y ver cómo se le podía
atender en sus deseos y, una vez allí, fueron recibidos con los brazos abiertos
y tratados con toda clase de consideraciones. Resultado de la conferencia fue
quedarse allí los dos padres hasta la aprobación de nuestro padre, que fue
dada en atención a todos los informes favorables, mandando al mismo tiem-
po las condiciones y bases con que habían de quedar allí los padres, lo mismo
que los que habían de unirse en adelante y que, como hemos indicado ya, fue-
ron aceptadas. Muchas cartas se cruzaron con este motivo, [73] así como los
documentos en que se hacen constar dichas condiciones, y que no ponemos
aquí por no tenerlas a mano. Creemos que obran en el archivo general de la
congregación y hacemos esta advertencia por si acaso algún día conviniera
hacerlas constar132.
En vista de estos acontecimientos y de lo que pudiera ocurrir, de los pa-
dres que llegaron a Río de Janeiro a fines de julio de 1899 y que fueron reci-
bidos por nuestro padre, mandó dos de ellos a Victoria, que fueron los padres
Juan Pablo Ruiz y Juan López133, a fin de ir preparando el terreno, para ir
formando núcleos de residencias, que era lo que principalmente se intentaba.
Después fueron los dos jóvenes de que ya hemos [hecho] mención y que salie-
ron del Triángulo de Minas, padres Máximo Tabuenca y José Chivite, y poco
después, en el mes de noviembre del mismo año, el padre Ricardo Rupérez134.
Con este personal comenzaron los trabajos en aquella diócesis. El pa-
dre Manuel Simón y padre Juan Pablo Ruiz quedaron en compañía del se-
ñor obispo con objeto de echar los cimientos de una residencia en la capital
130
Infra, VIII. Carta 68.
131
Infra, VIII. Carta 78.
132
Infra, VIII. Cartas 118, 119, 123, 133, 138.
133
Llegaron el 5 de agosto 1899: infra. V. Juan Ruiz, 577 (229); VIII. Carta 178.
134
El 7 diciembre salió para Serra: infra, VIII. Carta 274, y el 7 de abril 1900 para
Barra de São Matéus: infra,V. Juan Ruiz, 579 (231).
194
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 543
135
Llegó a Serra el 9 de agosto 1899: infra, VIII. Carta 178.
136
Llegó el 5 de agosto: infra, VIII. Carta 182.
137
El p. Simón salió de Vitoria el 13 de julio 1899, pero no llegó a Guarapari hasta
el 1 de agosto. El día anterior había llegado el p. Chivite: infra, VIII. Cartas 159, 174, 176
y 182.
138
Llegaron el 20 de abril 1900: infra, V. Juan Pablo Ruiz, 581 (233).
139
Salió para Ribeirão el 26 de mayo 1900: infra. V. Juan Pablo Ruiz, 583 (235).
140
Juan Andrés Casela, sacerdote francés. Anteriormente había administrado du-
rante años el curato de Serra.
195
544 Mariano bernad
196
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 545
obispo, por una parte, más el cambio verificado en las costumbres, por otra,
debido al incesante trabajo de los padres, particularmente al celo y actividad
del padre Agustín Martell, habían dispuesto los ánimos de tal modo que todo
el tiempo era poco para atender, ya a las confirmaciones, ya al confesonario,
siendo nuestro padre uno de los más asiduos y más ocupados y buscados, ya
a la administración de otros sacramentos. Daba gusto y daba mucho consue-
lo el ver el fruto que visiblemente se notaba en todas las clases de la ciudad,
lo que naturalmente era un motivo poderoso para llevar el trabajo hasta con
alegría141.
Despachados aquí todos los asuntos, salimos para Nova Almeida, como
a unas cuatro leguas de Serra, ciudad donde antiguamente habían estado
misioneros jesuitas y en donde habían tenido colegio, cuyo edificio aún se
conservaba, pero bastante deteriorado, y que ahora estaba sin sacerdote y
está al cuidado de los padres de Santa Cruz, que iban por allí cuando se
podía para atender a sus necesidades. Nos acompañaba el padre Agustín
Martell, por cuanto el señor obispo quiso que fuera en su compañía por todo
el tiempo de la visita.
El recibimiento, el trato y el trabajo en Nova Almeida, parecido a lo de
Serra, aunque en menor escala, por no estar el pueblo tan bien dispuesto y
preparado, ni tampoco fue tan consolador el trabajo del confesonario y recep-
ción de sacramentos142. Concluida la visita en este punto, salimos para Santa
Cruz, durando el viaje de cuatro a cinco horas, todo a caballo como siempre,
pero con facilidad. Hay que notar que en este punto, como a una media hora
de distancia del pueblo, salió ya una nutrida comisión de gente principal, con
mucha gente del pueblo, a recibir al señor obispo bajo un templete de ramaje
que habían levantado al objeto, y en donde le recitaron un buen discurso
dándole la bienvenida, lo que concluido, echamos a andar para el pueblo,
donde esperaba todo él en masa, yendo a parar primeramente a la casa que
nos tenían preparada y que era bastante buena y capaz.
Por la tarde de ese día hizo su entrada solemne en la iglesia, siendo
acompañado de todo el pueblo y de los padres, más el padre misionero de
141
La visita tuvo lugar a primeros de junio. En ella se confirmaron 390 personas, se
repartieron 86 comuniones y se casaron 2 parejas. El acta está firmada el 1 de junio. En
ella el obispo anotó las siguientes advertencias: «Por occasião da visita fizemos as seguin-
tes recommendações: que se pozesse no tabernáculo uma cortina de seda branca; que o co-
nopéo não fosse sempre vermelho: ou que acompanhasse a côr do dia, ou que fosse sempre
branco, excepto no Advento e Quaresma, tempos em que deveria ser rôxo; que se fizesse no
Baptistério outra pila para depósito da agua baptismal, a fim de que a existente (que era
de pau) servisse apenas de escoadouro para agua já servida; que o altar de S. Benedicto
fosse melhor tratado; que os sinos fossem reformados e, feito um campanário, fossem nelle
collocados definitivamente; que fossem nouvamente dourados dous calices; que se fizesse
um novo confissionario e um tapavento para porta principal»: Carta pastoral de D. João
Baptista Côrrea Nery despedindo-se da diocese do Espírito Santo, 49-51.
142
Décadas 1, 340-41, con algunos cambios redaccionales. En Almeida se confirma-
ron 117 personas, se repartieron 82 comuniones y se casaron dos parejas. El acta de visita
está firmada el 6 de junio: Carta pastoral de D. João Baptista Côrrea Nery, 51.
197
546 Mariano bernad
143
Se confirmaron 170 personas, se repartieron 123 comuniones y se casaron 15
parejas. El acta de visita está firmada el 9 de junio: Carta pastoral de D. João Baptista
Côrrea Nery, 51.
144
Era el pueblo de Riacho. Era parroquia desde el 9 diciembre de 1864, pero nun-
ca había tenido párroco residente. Unas veces era administrado desde Linhares y otras
desde Santa Cruz. El acta de visita está firmada el 13 de junio: Carta pastoral de D. João
Baptista Côrrea Nery, 52. Se confirmaron 133 personas, se repartieron 32 comuniones y
se casaron 6 parejas.
198
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 547
sentidos145, después a tres pueblos más donde había mucho italiano, y en uno
de ellos, Polasos, después al río Doce, bastante caudaloso, y en cuyas márge-
nes había tres pueblos que visitar por la parte alta y, por la baja, a Linhares,
punto donde nos detuvimos algunos días por ser importante146, y por último
a São Mathéus, ciudad bastante importante, con buen número de habitan-
tes y muy a propósito para fundar allí una buena misión-residencia hasta
para seis u ocho padres, por ser la llave para muchos pueblos y colonias del
interior, más Barra de São Mathéus, a la desembocadura del río que lleva
su nombre. En aquel punto encontramos al padre Ricardo Rupérez, que nos
estaba esperando147.
Penosa y trabajosa fue toda esta expedición, pues aparte de las grandes
caminatas, menos en el río Doce que se recorrió en lancha de vapor, las dis-
tancias eran muy largas y pesadas. Luego el trabajo que esperaba en todas
partes, duro e ímprobo. En todas partes, particularmente en Linhares y en
[77] São Mathéus148, fue por demás, ya por ser poblaciones importantes, ya
por estar medio abandonada la parte espiritual. Así que hubo necesidad de
demorarse algún tiempo más para poder atender a sus necesidades, y aun
así faltaba el tiempo. Trabajo rudo y penoso, habida consideración a que es-
taban tan atrasados en cuestión de doctrina cristiana que había necesidad
de principiar por la instrucción, siquiera más precisa, antes de pasar adelan-
te en la administración del sacramento de la Penitencia y demás sacramen-
tos. En fin, que aquello era trabajar de veras, quedando el señor obispo muy
satisfecho del gran fruto que se sacaba en todas partes149.
No debemos pasar en silencio lo que le pasó a nuestro padre el mismo
día de la partida de Linhares, que se puso enfermo de un cólico tan fuerte
y tan grandes dolores que le hacían sufrir no poco, tanto más al ver que te-
nía que quedarse allí, como en efecto se quedó, por no poder materialmente
ponerse en camino, y eso que la jornada era corta: cosa de un par de horas.
Quedó, pues, con él el padre Juan López para acompañarle y para lo que
fuera necesario, marchándose todos los demás de la comitiva por estar ya
todo programado y avisados los dueños de la gran fazenda donde iban a
145
Pueblo fundado en 1877 por familias genovesas. En 1942 trocó su nombre por
el de Ibiraçu. En 1900 no era todavía parroquia. Se confirmaron en él 1.911 personas, se
distribuyeron 400 comuniones y se casaron 44 parejas. El acta de visita está firmada el 16
de junio: Carta pastoral de D. João Baptista Côrrea Nery, 53-54.
146
Se confirmaron 470 personas, se repartieron 219 comuniones y se casaron 35
parejas. El acta de visita está firmada el 8 de julio: Carta pastoral de D. João Baptista
Côrrea Nery, 54-56.
147
En Barra se confirmaron 264 personas, se repartieron 99 comuniones y se ca-
saron 14 parejas. El acta de visita está firmada el 8 de agosto: Carta pastoral de D. João
Baptista Côrrea Nery, 57-58.
148
Se confirmaron 470 personas, se repartieron 219 comuniones y se casaron 35
parejas. El acta de visita está firmada el 8 de julio: Carta pastoral de D. João Baptista
Côrrea Nery, 54-56.
149
Décadas 1, 358, con algunos cambios redaccionales.
199
548 Mariano bernad
pernoctar, para hacer más llevadera la gran jornada que había que hacer al
día siguiente. Quiso Dios que no siguieran aquellos dolores y, aunque algún
tanto molestado, una vez que se sentía mejor y con esperanzas de que no se
repitieran, se resolvió a seguir adelante, hasta llegar donde estaban, pues
se le hacía muy duro quedarse tan aislado de los demás, y, aunque se sentía
débil, pudo seguir con todos al día siguiente.
En São Mathéus, concluida ya la visita y concluidos los trabajos, como
allí era el término de acompañar al señor obispo, antes de partir para Barra
de São Mathéus, lo que tuvo lugar en un vaporcito que había llegado, tuvo
nuestro padre sus conferencias con el señor obispo, quedando acordes en las
disposiciones y modo de estar los religiosos en adelante, medidas y disposi-
ciones que, de haberse llevado a cabo, hubieran sido de grandísimos y buenos
resultados, pero que no se pusieron en ejecución por causas que no es del
caso referir150.
Llegó por fin la hora de despedirse y separarse después de un mes de
compañía y de un mes151 de muchísimo trabajo, no ocultando el señor obis-
po el sentimiento que tenía con esta separación, manifestando además su
agradecimiento por los servicios prestados con palabras las más afectuosas
que se pueden explicar. Hay que advertir que nuestro padre fue su confesor
durante toda la expedición, y estos lazos naturalmente suelen unir más los
corazones. En medio, pues, del mayor sentimiento se despidieron y embar-
cados nuestro padre y el padre Ricardo Rupérez hicieron el viaje río abajo
hasta Barra de São Mathéus, residencia de dicho padre, llegando con toda
felicidad aquel mismo día por la tarde, gozando con lo agradable de una na-
vegación por un río franco y manso.
[78] Se descansó unos días en Barra, que buena falta hacía después de
tanto trajín, y al mismo tiempo se daba lugar a que, informados del tiempo
en que podía llegar vapor al primer pueblo del estado de Bahía y hacer el via-
je a caballo hasta aquel punto, pues se necesitaban algo más de dos jornadas
para no andar atropellados, si bien el primer día casi todo el viaje se tenía
que hacer por río y, por lo tanto, más descansado.
Dejamos, pues, a Barra acompañando el padre Ricardo hasta el límite
del estado, y allí nos despedimos para continuar el viaje a un pueblo llamado
Viçosa, del estado de Bahía, hasta donde llegaban los vapores, que hacen los
viajes a la capital y a donde llegamos sin novedad después de haber pasado
la noche anterior en casa de un portugués que nos recibió y trató muy bien,
pero llegamos en tan mala hora que no había llegado el vapor ni se esperaba
en bastantes días. Sin embargo, hay que confesar que se pasó ese tiempo
150
En esas conversaciones acordaron agrupar a los religiosos en dos residencias. Los
del norte vivirían todos en Pau Gigante; y los del sur, en Anchieta. Sobre la obstáculos que
impidieron su realización: supra, I. Primeros años, VIII, notas 152-61.
151
En realidad la visita había durado mes y medio, desde finales de mayo a mediados
de julio.
200
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 549
152
Los agustinos descalzos portugueses fundaron un hospicio en Bahía en septiem-
bre de 1693. En mayo de 1824 lo abandonó el último religioso. El 31 de mayo de ese mis-
mo año el emperador Pedro i lo cedió al obispado de Bahía para seminario. La diócesis
no hizo uso de su derecho hasta abril de 1834 y sólo por muy poco tiempo. Luego pasó a
alojar el recién creado Liceo de la ciudad, cf. «Ordem dos Padres Agostinianos Recoletos»:
Convergência 10 (1977) 118-21. Entre 1726 y 1798 profesaron de agustinos descalzos 15
religiosos nacidos en Bahía, cf. Pedro Augusto Ferreira, «Catálogo dos religiosos pro-
fessos na Real Congregação dos Agostinianos Descalços de Portugal»: Recollectio 29-
30 (2006-007) 191-271.
153
Son escasos los datos ciertos sobre este célebre predicador. Hasta las fechas de su
nacimiento, profesión y muerte son inciertas. Al parecer, nació en Bahía (1768) de padres
201
550 Mariano bernad
puede suponerse y que se confirmó por lo que se dirá en otro lugar. Deseoso
estaba nuestro padre de ver aquella iglesia recoleta que averiguó es la que
llevaba el título de Nuestra Señora de la Palma, pero no pudo ya verificarlo
por tener que embarcarse al día siguiente temprano, dejándolo para la vuel-
ta de Pará, que esperaba detenerse en Bahía con tiempo suficiente para ello,
mas, por desgracia, tampoco pudo satisfacer sus deseos, por no parar allí el
vapor en que regresaba más que unas tres horas, sin tiempo para desembar-
car y volver a la hora de salida.
Salimos de Bahía el 16 de agosto por la mañana y seguimos el viaje
pasando por Alagoas, Pernambuco, Paraíba del Norte, Fortaleza o Ceará,
Maranchez y Belem de Pará, a donde se llegó el 26 de agosto a la madrugada.
En la barra de Paraíba hay una población, a unos pasos del embarcadero,
donde hay iglesia. Se trató de celebrar misa allí y estaba ya todo listo, hasta
gente del pueblo para oírla, pero hubo que desistir por no encontrarse hos-
tias. Lo demás estaba corriente, pero como no hay sacerdote, se conoce que
no ponen mucho cuidado en guardar hostias para cuando se ofrezca alguna
ocasión como ésta.
También paró dos días el vapor en Pernambuco, donde hay convento
de padres carmelitas españoles154, por cuyo motivo se saltó a tierra hasta la
salida del vapor, pasando dos días buenos con aquellos padres, que se alegra-
ron mucho, diciéndonos que a la vuelta de Pará nos habíamos de detener allí
más tiempo, lo que les fue prometido.
Los partes telegráficos que [a]guardaban en Victoria a nuestro padre,
algunos de ellos eran del padre Gregorio Tejero, dando cuenta de haber ido
portugueses. De joven viajó a Portugal, donde profesó en los agustinos descalzos de Lisboa,
consiguió el doctorado en teología en la universidad de Coimbra y predicó sus primeros
sermones, entre ellos el de las exequias de José i en la colegiata de Gouvea (1777). A prin-
cipios de la década siguiente estaba de nuevo en Bahía, donde predicó sermones sobre el
Padre Nuestro, el Ave María y las cuarenta horas. Por esos años recuperó el hospicio que
su congregación había poseído en la ciudad, convertido en hospital militar desde 1778.
En la década de los 90 regresó a Portugal, donde opositó a una cátedra de Coimbra y fue
nombrado cronista de su congregación. Los últimos lustros de su vida los pasó de nuevo en
Brasil, dedicado a la enseñanza de la teología y a la predicación en las diócesis de Bahía y
Olinda-Recife, de cuyo seminario fue profesor y rector. En 1809 predicó el Sermão em Ação
de Graças Pela Vinda do Príncipe Regente Nosso Senhor para os Estados do Brasil. Au-
gusto V. Blake, Dicionário bibliográfico brasileiro, Río de Janeiro 1883, coloca su muerte
poco antes de la Independencia de Brasil. Sin embargo, Marina Massimi, «Um importante
corpo documéntario para a reconstrução da história da cultura no Brasil colonial: os acer-
vos da oratoria sagrada», la coloca en 1841: http://www.fafich.ufmg.br/~memorandum/a10/
massimi04.htm. Buena parte de sus sermones (62) fueron publicados en Lisboa en 1817
con el título Orações Sagradas offerecidas ao Sereníssimo Senhor João Príncipe regente
por a Fr. Bento da Trindade, religioso agostinho descalço, 6 vols. Otras ediciones: Vela 7,
700-01; Diccionário da história da Igreja em Portugal 3, 16-17.
154
El antiguo convento de Recife fue el punto de arranque de la restauración del
Carmelo brasileño. La primera expedición restauradora, compuesta por cuatro sacerdotes
y dos hermanos, llegó desde España el 5 de agosto de 1894, siendo bien recibidos por el
vicario provincial, Alberto Cabral de Vasconcelos, que tenía un solo súbdito: I. Martínez
Carretero, Exclaustración y restauración de Carmen en España, 529-35.
202
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 551
155
Había salido de Belem para Fortaleza el 6 de mayo: infra, VIII. Carta 385.
156
Gregorio Asín (1873-1919), de Mallén, profesó en julio de 1892 y viajó a Brasil
cuando acababa de ordenarse. Llegó a Belem el 7 de julio de 1899 y al mes siguiente se
hizo cargo, con otros dos religiosos, de la colonia agrícola de San José de Alencar, don-
de permaneció hasta fines de enero del año siguiente. Luego administró la parroquia de
Santa Isabel, primero desde Belem, y después desde la hacienda Moema, propiedad del
prefecto de la ciudad, don Antonio José Lemos. Al menos durante los dos primeros años,
fue el mejor colaborador de Tejero en la organización de la vida recoleta en Pará. En 1907
volvió a España y poco después fue destinado a Filipinas, donde administró las parroquias
negrenses de La Castellana y La Carlota. En esta última parroquia murió de disentería el
17 de agosto de 1919: Sádaba, 787, 403; Décadas 1, 401-09; Avellaneda, 403.
203
552 Mariano bernad
decirnos que fuéramos a verlo y que nos esperaba. Ante semejante invitación
no hubo más remedio que corresponder y cumplir los deseos del señor obispo,
quien al vernos hizo manifestaciones de grande alegría, mandándonos sen-
tar, diciéndonos que no tuviéramos prisa y que vendría enseguida el padre
Gregorio Asín, que estaba cerca y a quien mandó llamar. Y efectivamente, al
poco rato llegó dicho padre, quien se admiró al vernos allí, pues, aunque ya
estaban esperando nuestra llegada, no creían fuese sin tener antes el aviso
del vapor, como se ha dicho.
Entre unas cosas y otras se pasó bastante tiempo y en agradable con-
versación, alegrándose el señor obispo, dándonos la bienvenida y manifes-
tando deseos de conferenciar despacio y con tiempo sobre algunos puntos
importantes, a lo que se le contestó que para todo habría tiempo y lugar, por
cuanto pensábamos estar en Pará bastantes días, a fin de dejar todas las
cosas bien arregladas y descansar lo conveniente y necesario.
Después de los ofrecimientos de costumbre, nos despedimos del señor
obispo por entonces para ir a dar conocimiento de nuestra llegada a los de-
más padres y ver dónde nos acomodábamos, quedando satisfechos de las de-
ferencias con que nos trató el señor obispo, a quien se le volvió a manifestar
que estábamos a su disposición y que nos mandase a toda hora y nos llamase
siempre que lo tuviera por conveniente.
Salimos de palacio con dirección a la casa habitación, seminario antiguo,
donde vivía el padre Gregorio Asín, donde tenían todas sus cosas los padres.
No había entonces en Pará más que tres padres, que eran el padre Gregorio
Tejero157, superior de la misión, el padre Sabino Canillas158 y el dicho padre
157
Gregorio Tejero (1860-1926), natural de Agón (Zaragoza), ingresó en Monteagudo
en 1878 tras haber cursado Humanidades en el seminario de Tarazona. El 5 de octubre
de 1883 llegó a Filipinas. Su primer destino fijo fue la remota isla de Agutaya, a cuya
población sirvió durante nueve años (1885-94). En 1894 fue trasladado a la nueva misión
de Lucbuan, en la vecina isla de Cuyo, y en 1896 a Culión, donde en octubre de 1898 le
sorprendió al revolución. En abril de 1899, estando con sus padres en Borja, acogió la
invitación de pasar al Brasil: infra, VIII. Carta 83. El 18 de junio embarcó en Barcelona
al frente de un grupo de seis religiosos con destino a Pará, donde organizó la presencia de
la orden hasta enero de 1908. En esa fecha regresó a España con el título de definidor de
la nueva provincia del Pilar, cargo en que fue confirmado en 1908. Los 18 años restantes
de su vida los consumió en el servicio de su provincia como consejero (1908-12, 1921-24),
prior provincial (1915-18), director de la imprenta Santa Rita y del Boletín (1920) e impul-
sor de obras materiales. Murió en Monachil. Tanto en Brasil como en España siempre tuvo
tiempo para atender a las religiosas: Sádaba, 632; Décadas 1, 367-423, 402-09; 2, 67-120 y
passim; 3, 726-32; Avellaneda, 429.
158
Sabino Canillas (1868-1913), natural de San Millán de la Cogolla. En octubre de
1889 viajó a Filipinas, donde se ordenó de sacerdote (1891) y trabajó en las parroquias de
Jiménez y María Cristina (Mindanao) hasta el 29 de noviembre de 1898, en que la revolu-
ción le obligó a retirarse a Manila. En enero de 1899 volvió a España, al convento de San
Millán, desde el cual salió para Brasil en junio del mismo año. El 24 de junio se hizo cargo
de la subdirección de la colonia agrícola de Montealegre y de la parroquia homónima. Al
retirarse de la colonia, se le encomendaron las parroquias de Benevides (1 febrero 1900)
y Chaves (10 marzo 1902), de donde salió con la salud quebrantada. Apenas recuperado,
se le encomendó la parroquia de Barra (Bahía), sumida entonces en el mayor desamparo
204
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 553
y que él pudo recomponer en diez años de arduo trabajo. A su muerte, ocurrida el 7 no-
viembre de 1913, se le enterró en la iglesia parroquial, obra casi exclusiva de su celo, se le
hizo un retrato al óleo y se le dedicó una de las principales calles de la ciudad: Sádaba, 671;
Décadas 1, 402-09, 459 -66; 2, 710-17, 767-70; Avellaneda, 378-79.
159
Raimundo do Amâncio de Miranda (Maués, Amazonas, 31 diciembre 1848 - Be-
lem, 7 junio 1901): Alberto G. Ramos, Cronologia, 64. Profesor de griego en un liceo, el 2
de julio de 1896 fue nombrado vicario general de la diócesis: Cronologia, 100. A finales de
1900 perdió la confianza del obispo: infra, VIII. Carta 460; Cronologia, 104, yerra al colo-
car su muerte el 22 de diciembre. Su entierro fue una verdadera manifestación de duelo:
infra, VIII. Carta 518. Sobre la acogida que prestó a Bernad: infra, VIII. Cartas 414, 424
y 425.
205
554 Mariano bernad
ron a ella los primeros padres, dejando para su lugar todo cuanto se trató e
hizo en esta visita, y así ponerlo todo con cierto orden, como más oportuno y
conveniente.
[82] Es el estado de Pará uno de los más grandes de los Estados Unidos
del Brasil por su extensión, siendo su capital la ciudad de Belem, situada a
unos dos grados en el hemisferio sur, dentro ya algunas leguas, en la margen
del gran río Amazonas, que pasa por ser el primero y el mayor del mundo.
Así que su clima es cálido y no muy bueno para la salud a causa de su mismo
calor y por hallarse en terrenos bajos, con la influencia de las miasmas del
río. Así que son muy frecuentes allí las calenturas conocidas con el nombre
de febre amarella, que tantas víctimas causa, particularmente a los extran-
jeros que van por allá, no acostumbrados a aquellos aires y a aquella tem-
peratura.
Habiéndose tratado entre nosotros y resuelto el asunto de enviar re-
ligiosos al Brasil, y que ya estaban dispuestos para emprender el viaje, se
presentó la ocasión, sin buscarla, de pensar también en Pará. Venía de Roma
el ya citado monseñor Amancio de Miranda, tocando en Madrid de paso para
Lisboa, donde pensaba embarcarse de vuelta para Pará. Este señor traía
instrucciones del gobernador de aquel estado para tratar con los superiores
de las órdenes religiosas para llevar religiosos que se pusieran al frente de
algunas colonias que establecía en la isla grande, puesta frente por frente
de Belem y a cierta distancia del continente. Traía también las bases para
el establecimiento de las colonias y de los religiosos, bases y condiciones
que presentó a nuestro padre comisario general apostólico, fray Íñigo Narro,
cuando, a su paso por Madrid, se dignó visitarle160. Como dicho monseñor
apenas se detuvo una noche en Madrid, parece ser que no hubo tiempo para
convenir por entonces en alguna cosa concreta, pero habiendo dejado nota
de las bases y condiciones, más lo que trataron en las conferencias, fue eso
lo suficiente para pensar detenidamente en el asunto, resolviéndose al fin el
mandar a Pará bajo las bases que se presentaron a seis religiosos, que fueron
los siguientes: padre Gregorio Tejero de San Luis Gonzaga, padre Gregorio
Albo de San Luis Gonzaga161, padre Sabino Canillas del Carmen, padre Teo-
160
En este apartado la relación de Bernad no es muy exacta y olvida la actuación del
p. Enrique en Roma, que fue fundamental. Miranda envió las bases a Narro desde Roma el
18 de noviembre y las explicó en carta del 3 diciembre de 1898: Décadas 1, 371-79; infra,
VIII. Cartas 22 y 30. A mediados de diciembre, en tránsito hacia Lisboa, visitó a Narro en
Madrid: infra, VIII. Carta 34. Según Décadas 1, 371, Íñigo no aceptó esas bases, pero la
correspondencia aquí publicada no avala esa afirmación.
161
Gregorio Albo nació en La Cueva (Soria) en 1866 y profesó en Monteagudo en
1883. Por consejo médico fue destinado a Filipinas antes de cumplir los 20 años. Se or-
denó en 1891 y a continuación sirvió las misiones negrenses de San Sebastián (1891-95)
y Kabankalán Norte (1896-97): Sádaba, 648-49. En diciembre de 1898 volvió a España y
206
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 555
en mayo de 1899, estando en Monteagudo, pidió pasar a Brasil: infra, VIII. Carta 104. Al
contacto con la realidad se desilusionó y no descansó hasta que en marzo de 1900 se le
permitió regresar a España. Tras dos años en Marcilla, el 2 de septiembre de 1902 obtu-
vo la secularización por un año. El 15 de septiembre de 1903 se le prorrogó un año más:
Agoar, Registro, 33.
162
Teodoro Castillo (1869-1900) nació en Peralta de Navarra y profesó en Montea-
gudo en octubre de 1887. En 1892 viajó a Filipinas. Sirvió dos años de coadjutor en los
curatos de Cagayán y Mambajao (Camiguín) y luego administró las misiones negrenses de
Giliga-on y Tolón. Al estallar la revolución se refugió en Manila y luego en Macao (enero
1899) y España. En Brasil dirigió durante cinco meses la colonia agrícola de San José de
Alencar, donde sufrió un robo del que hasta se llegó a inculparle a él mismo. Al retirarse
la comunidad de la colonia, se le confió la parroquia de Castanhal, donde a los pocos días
contrajo la fiebre amarilla que le causó la muerte el 25 de febrero del mismo año: Sádaba,
787-88; Décadas 1, 484-85; infra, VIII. Carta 339.
163
Juan Zamora (1870-1902) nació en Tarazona y profesó en Monteagudo el 26 mar-
zo de 1895. Viajó a Brasil con el p. Albo, con él trabajó unos meses en la colonia de Mon-
tealegre y con él volvió a España. Murió en Marcilla el 8 de abril de 1902, a los 32 años:
Sádaba, 689-90; Santiago Matute, Flores de mi pueblo o religiosos agustinos recoletos hijos
de Tarazona de Aragón, Madrid 1907, 206.
164
En realidad, su permanencia duró sólo cinco meses: del 6 de agosto de 1899 a
últimos de enero de 1900 en San José de Alencar; y desde el 27 de agosto de 1899 hasta la
misma fecha de 1900 en Montealegre: supra, I. Primeros años, 381-87 (33-39).
207
556 Mariano bernad
165
Más detalles sobre los motivos que originaron su abandono: supra, I. Primeros
años, 387 (39), e infra, VIII. Cartas 324 y 325.
166
Cf. supra, I. Primeros años, 388 (40), nota 113.
167
Décadas 1, 384, con algunos cambios redaccionales.
208
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 557
168
Décadas 1, 406, con algunos cambios redaccionales
209
558 Mariano bernad
Décadas 1, 406.
169
Antonio José de Lemos era alcalde de la ciudad, no gobernador del estado: supra,
170
210
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 559
171
Quizá coincidiera ese enfriamiento con la retirada de los frailes de la parroquia de
Santa Isabel-Moema en 1907 y el regreso de Asín a España: Décadas 1, 409.
172
Raimundo Ulisses Penafort (1855-1921), nacido en Jardim (Ceará), pueblo que
luego trocaría su nombre por el de Penaforte en honor de su ilustre hijo. Destacó como
periodista, orador y autor de valiosos libros religiosos, filosóficos e históricos: Enciclopédia
de Literatura Brasileira, San Pablo 2001. Se había ordenado de sacerdote en Belem el 2
mayo de 1880: Cronologia, 85. No gozaba del favor del obispo: infra, VIII. Carta 460.
211
560 Mariano bernad
212
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 561
173
Llegaron a mediados de enero de 1901: infra, VIII. Carta 460.
213
562 Mariano bernad
174
Bernad no cejó en su empeño y al salir de Recife rogó a los carmelitas que si-
guieran buscándolo, cf. André Mª Prat, Carta a M. Bernad, 15 enero 1901: «Respecto del
libro de sermones de fr. Bento da Trindade, siento decirle que, no obstante las muchas
diligencias que empleamos para encontrarlo, no fue posible hallarlo en ninguna de estas
librerías. Según parece, se agotaron todas sus ediciones; hoy ya no se encuentra en venta
en ninguna parte»: Agoar, caja 86, leg. 5, n. 2.
175
Marcolino, con el que después mantendría alguna correspondencia: infra, VIII.
Carta 417. El obispo, Manuel Dos Santos Pereira (1893-1900) había manifestado esos
deseos un año antes, cf. E. Pérez, Carta a I. Narro, 5 julio 1899: «Avisado por Mons. Sa-
batucci de que el obispo de Olinda - Recife (Pernambuco), al nordeste del Brasil, deseaba
hablarme, me encontré con [un] venerable anciano de 72 años, muy deseoso de llevar
religiosos a su diócesis, necesitada como todas las del Brasil. Espera la respuesta de una
congregación francesa, a la cual ofreció la capellanía y confesonario de cuatro comunida-
des de religiosas de Santa Ana que están sin confesor, sin capellán y, por consiguiente, sin
misa, sin confesión y sin comunión. Si, como espera, es negativa, nos ofrece lo dicho con
pasaje, casa, pensión etc. Si los franceses aceptan, entonces nos daría algunas parroquias
cerca de la capital diocesana»: Agoar, caja 38, leg. 5. En carta del 14 de julio añadía: «El de
Olinda marchó anoche. Quedó en escribir a V.R. Quiere padres para el seminario y para
parroquias y misiones. El clima, dice que es suave. Es un anciano muy venerable y se ve
que habla de corazón. Desearía al menos unos 12 padres»: Agoar, caja 38, leg. 5.
214
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 563
esto con el padre prior de los carmelitas176 y tomando informes sobre estas
proposiciones, nos dijo que debíamos aceptar, porque allí se podía hacer mu-
cho y con ventajas. Lo mismo se expresó el rector del seminario con quien
tuvimos el gusto de tratar despacio, sacerdote bueno, entendido y celoso. A
este señor se le hizo ver qué actuaciones faltan allí, por cuanto había bas-
tante clero secular y dos comunidades religiosas –carmelitas y capuchinos–,
contestándonos que eso no era razón, porque todo y aún más hacía falta.
Con esto, y con los demás informes que se tomaron, todos favorables, parece
ser que nuestro padre tomó el asunto con cierto interés y aun se animaba a
ponerlo en ejecución tan pronto como se pudiese, sin resolverse por de pronto
de un modo definitivo.
Llegó la hora de despedirnos del gobernador eclesiástico, quien volvió a
la carga sobre lo mismo, en la confianza de que se le había de atender, con-
cluyendo por decirnos que se le mandasen ya los padres, por lo menos dos o
tres, que con eso se iría arreglando la fundación en [90] Pernambuco, tanto
más cuanto tenía necesidad de encargarles sin pérdida de tiempo la direc-
ción de una casa de religiosas, aparte de otros servicios importantes, termi-
nando con estas palabras. «Por Dios le pido, padre Mariano, que atienda a
mis necesidades y mándeme enseguida a dos padres». No se pudo hacer más
que prometerle una vez más que se haría cuanto se pudiese, tanto más que
abundaba nuestro padre en los mismos sentimientos. En otro lugar se dirá
los pasos que se dieron en esta cuestión con el resultado final que tuvieron.
Llegó el día de dejar Pernambuco y después de despedirnos de los bue-
nos padres carmelitas, nos embarcamos otra vez con rumbo a nuestro des-
tino, teniendo la satisfacción de encontrarnos en el vapor con el padre To-
más Espejo177, agustino calzado, que venía de Manaus, capital del estado de
Amazonas, que se trasladaba a São Paulo, siendo, por lo tanto, compañeros
de viaje hasta São Paulo, lo que siempre era un consuelo conversar con un
hermano más, con la ventaja de hacerse con su compañía más llevaderas las
molestias del viaje. Su salud no era muy buena y por esta razón se le trasla-
daba de clima para ver si conseguía mejorarse.
Seguimos el viaje tocando en varios puntos, tomando el correo y pa-
sajes, hasta que llegamos a Bahía, donde pensábamos desembarcar, en la
creencia de que habría tiempo suficiente para ver el convento de la Palma,
176
Andrés Prat i Sacrest (1842-1944): B. Velasco, Historia del Carmelo español 4,
208-09; Diccionari d’Història eclesiàstica de Catalunya 3, Barcelona 2001, 138.
177
Tomás Espejo (1866-1934) había vivido en Filipinas desde 1888 a 1898. Siendo
párroco de Pateros (Cavite) se entrevistó con Aguinaldo (11 enero 1897) y se le llegó a acu-
sar de haber pactado con él, especie que rechazó en el escrito Historia o relación circuns-
tanciada de la expedición del Generalísimo de Cavite Emilio Aguinaldo por los pueblos
de Taguig y Pateros…. En 1898 viajó al Brasil, siendo destinado a Manaus. De allí volvía
cuando se encontró con Bernad. En 1905 era rector del colegio de San Pablo. En 1906 re-
gresó a España por enfermo. Vivió algún tiempo en Gracia (Barcelona) y luego en Madrid,
donde murió en 1934: Gregorio de S. Vela, Ensayo de una biblioteca ibero-americana de la
orden de san Agustín 2, 323; Vergel agustiniano 7 (El Escorial 1934) 140.
215
564 Mariano bernad
No paró el vapor muchas horas, pero hubo tiempo suficiente para tener
el gusto de saludarle y aun para hablar con detención sobre lo más importan-
te. Allí recibimos con sorpresa la noticia de la llegada de España de los padres
Mariano Pena y Eugenio Sola, quienes desde Santos telegrafiaron a Victoria
preguntando por nosotros, contestándoseles que fueran allí, como así lo veri-
ficaron, y como nosotros tardamos aún bastantes días en llegar, resultó que,
por no aguardar más, dispusieron ya de los dos padres, enviándolos a Pau
Gigante, lo que dio motivo para que ni siquiera los pudiéramos ver, lo que fue
una verdadera lástima, por cuanto se [91] tenían otros planes, a pesar de que
el señor obispo nos dijo, como no podía menos de decirlo, que no era más que
provisional, hasta que viniéramos y dispusiéramos otra cosa. Sin embargo,
hecho ya el viaje y colocados como estaban, era ya difícil y hasta inconvenien-
te removerlos y tomar otras medidas. Así que se resolvió se quedasen en Pau
Gigante, punto importante y de porvenir, como ya se dijo en otro lugar, des-
pidiéndonos del señor obispo para tomar el vapor otra vez y continuar a Río
de Janeiro, término de nuestro viaje por mar y a donde llegamos sin novedad,
yendo a parar al convento de padres carmelitas, amigos antiguos.
Poco tiempo paramos esta vez en Río de Janeiro, por cuanto ya tenía-
mos ganas de llegar a nuestra casa y descansar algún tanto de tantos y
tantos viajes. Así es que al día siguiente por la noche tomamos el tren de
São Paulo, donde descansamos otro día con el objeto de poder saludar al
señor obispo y a nuestro amigo el señor provisor, cônego Manuel Vicente179,
178
Décadas 1, 440.
179
Manoel Vicente da Silva (Antonina 1851-San Pablo 1909) era uno de los ecle-
216
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 565
siásticos más prestigiosos de la diócesis y amigo personal del obispo Antônio Cândido de
Alvarenga, que ya en 1878 lo había llevado consigo a la diócesis de Maranhão como secre-
tario particular. En 1898, al ser promovido a la sede paulista, lo nombró provisor y vicario
general. Sobresalió por sus dotes oratorias y su interés por la educación. Durante años fue
profesor del seminario y en 1890 fundó el Collegio Atheneu Paulista. Como buen amigo de
los recoletos, se ofreció a predicar en la inauguración de la iglesia de Ribeirão Preto, pero
ocupaciones inderogables no le permitieron cumplir su promesa: Décadas 1, 303.
180
Llegó a Ribeirão Preto el 3 de noviembre y salió el 16: infra, V. Juan Pablo Ruiz,
584 (236).
181
Ruiz presentó formalmente la renuncia el 30 de noviembre, apenas Bernad volvió
de Uberaba a Ribeirão Preto: infra. V. Juan Pablo Ruiz, 584 (236). Pero antes ya había
expresado su deseo de presentarla: supra, nota 117; infra, VIII. Carta 393, nota 93.
182
Juan Pablo salió para Uberaba el 30 de abril de 1901: infra, V. Juan Pablo Ruiz,
584 (236).
217
566 Mariano bernad
183
Eugenio Sola llegó a Ribeirão el 30 de enero de 1901. Pereda había abandonado
Bagagem a principios de julio de 1900: infra, VIII. Cartas 396 y 398, y residía en Ribeirão
desde mediados de ese mismo mes: infra, VIII. Carta 400. Viajó a Pau Gigante a principios
de mayo de 1901: infra, VIII. Cartas 497, 503 y 504.
184
Lambán llegó a Ribeirão Preto, procedente de Uberaba, el 10 de diciembre de
1900, y el 12 salió para Belem en compañía de Balbino Díaz y Pedro Rodríguez: infra, V.
Juan Pablo Ruiz, 584 (236).
218
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 567
padre joven que pudiera llevar el peso del trabajo, como quería indicar el
señor obispo. Así es que nada se pudo hacer185.
[93] Asimismo por este tiempo el gobernador eclesiástico de Olinda
(Pernambuco) y el padre prior de los carmelitas, por encargo suyo, escribie-
ron insistiendo en lo mismo que se había hablado a nuestro paso por aquel
punto, y se contestó diciéndoles que pronto se les daría alguna razón y que
esperasen un poco. Insiste de nuevo, y entonces, vista tanta insistencia, tele-
gráficamente se les pregunta si podía ir un padre por delante para preparar
las cosas, y preparar habitación para dos más, que se mandarían después de
estar todo arreglado y convenido, contestando también por telégrafo dicien-
do que viaje enseguida el padre, y que todo lo encontrará dispuesto186. Ante
semejante disposición de ánimo, ya no quiso nuestro padre aguardar más
y respondió destinando a Pernambuco al padre Eugenio Sola, ordenándole
que fuese a aquel punto, llevando cartas e instrucciones de cuanto tenía
que hacer en aquel punto, tratando el asunto con aquel señor gobernador
eclesiástico, poniendo las bases y condiciones por escrito firmado, relativas a
la fundación que se proyectaba, y, una vez convenidos, diese cuenta de todo
para que fueran dos padres más y llevar a cabo la fundación187.
Así las cosas y estando ya para partir para Pernambuco el padre Euge-
nio Sola y poner por obra cuanto se le tenía ordenado, vino el anuncio de haber
sido presentado para obispo de Olinda un tal señor Brito, que vivía en Río de
Janeiro; y con este motivo, a fin de que las cosas fueran en toda regla y con la
mayor seguridad, le pareció conveniente a nuestro padre ordenar a dicho padre
Eugenio Sola que, puesto que tenía que pasar por Río de Janeiro para embarcar-
se para Pernambuco, aprovechara esa ocasión para presentarse al señor obispo,
para el cual se le dio carta de recomendación, enterándole del objeto de su viaje.
No conocíamos a ese señor, pero eso nada quitaba para que desde un principio,
puesto que era el designado para aquella diócesis, se le guardasen ya sus consi-
deraciones, obrando ya con la mayor corrección y con claridad, ya que algún día
había de ser el prelado diocesano. Este proceder vino a ser providencial en cierto
modo y pudo librarnos de algunos disgustos para en adelante. Sucedió que al
presentarse el padre Eugenio dándole cuenta del objeto de su viaje y pedirle su
venia anticipada, venia de atención, no necesaria, puesto que aún no era obispo
ni gobernaba, se manifestó desde un principio contrario al proyecto, aconsejando
al padre que no fuese a Pernambuco, porque no estaba dispuesto a aprobar en
su día lo que en este sentido pudiera hacer el gobernador eclesiástico. Quedó
185
El obispo manifestó esos deseos en carta del 23 de diciembre: infra, VIII. Carta
444. Bernad le contestó el 10 de enero de 1901: infra, VIII. Carta 454, y a mediados de
marzo envió a Sola para que estudiara sobre el campo la situación y le informara. Sus
informes fueron negativos: infra, VIII. Cartas 481 y 486; también Carta 478.
186
Telegrama del 14 marzo de 1901: «Venha um padre fechar contrato capital; depois
virão outros. Vigário capitular»: Agoar, caja 86, leg. 6.
187
El borrador de esas normas: infra. VII. Nombramientos y circulares, 593-94 (245-
46).
219
568 Mariano bernad
muy admirado de esta declaración el referido padre Eugenio Sola, dando cuenta
de ella inmediatamente, pidiendo instrucciones de lo que convenía hacerse ante
semejante salida. Enterado nuestro padre de todo, se le contestó al padre Euge-
nio que no fuera ya a Pernambuco, sino que se volviese a Ribeirão Preto, pues
no procedía otra cosa ante semejante actitud del que con el tiempo había de ser
el obispo, pues era de temer que, al verse contrariado en sus sentimientos, diera
que sentir con el tiempo188.
[94] ¿Qué sentimientos animaban a aquel buen señor Brito? No lo sabe-
mos, aunque parece con que en la conversación se dejó escapar una palabra
diciendo que en Río de Janeiro una vez se encontró con un padre agustino
que venía del norte y que no le gustó su modo de proceder. ¿Sería verdad lo
que decía? Y de ser verdad en algo, ¿quién podía ser ese padre? No lo pode-
mos saber, pero lo que sí se sabe, por hechos posteriores y por noticias ante-
riores, que el mismo señor es muy poco devoto de religiosos; mejor dicho y
más claro, que no gusta ni quiere a las órdenes religiosas de ninguna manera
y, siendo esto así, ha sido un gran favor de Dios que hiciera antes aquellas
manifestaciones que se han dicho, con lo que nos hemos librado sin duda de
no pocos disgustos, que fácilmente pueden adivinarse, teniendo en cuenta
esos precedentes nada favorables. De modo y manera que fue un bien el no
haber seguido adelante la proyectada fundación de Pernambuco y es que
Dios nuestro Señor sabe disponer las cosas mejor que nosotros.
188
Infra, VIII. Carta 488. También: supra, I. Primeros años, nota 144.
220
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 569
221
570 Mariano bernad
residió desde enero de 1902 hasta su muerte, puso sus conocimientos técnicos al servicio
de la casa y de otras comunidades religiosas: Sádaba, 610; Bpst 78 (1998) 159-60; Décadas
3, 694-96.
194
Joaquim Villac, Carta de M. Bernad, Campinas, 9 enero 1900, agradece su bendi-
ción y le concede un pase gratuito de ida y vuelta para dos misioneros, válido para el mes
de enero: infra, VIII. Carta 384; también Cartas 544, 566, 568 y 576.
195
Como queda indicado en las notas 191 y 192, ni Aguirre ni Benito eran todavía
sacerdotes.
222
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 571
[Conclusión]
[96] Suspendamos por ahora estos apuntes por más que aún falta mu-
cho que decir, por cuanto se han omitido muchísimos detalles de menor im-
portancia por no extendernos demasiado. Esos detalles con otras muchas co-
sas más de bastante interés, según tenemos entendido, obra en documentos
y cartas que están en el archivo general, donde podrían consultarse en su
día, si es que se creía [sic] conveniente para la historia completa.
Y no dudamos de que tiempo vendrá en que se haga algo en este sentido
para satisfacer los deseos naturales de muchos para conocer nuestras cosas.
Además que hay que tener presente lo mucho que se ha hecho y se está ha-
ciendo en aquel país, y lo mucho que se ha adelantado bajo todos conceptos.
Cosas todas que deben consignarse para venir al verdadero conocimiento de
los grandes trabajos llevados a cabo a fuerza de grandes privaciones y pe-
nalidades de todo género, sufridas por muchos religiosos que no han escati-
mado nada para poner allí a nuestra Recolección en el estado que se merece,
dando con ello mucha gloria a Dios y a la religión. Testimonios de esto se
encuentran a centenares, pero no decimos más.
Que otro competente en esta clase de historias se encargue de prose-
guirlas reuniendo los datos convenientes que creemos los hay en abundan-
cia. No faltará alguno que tenga mucho gusto en ello, con lo que abrigamos la
esperanza de que ha de resultar muy grato a Dios este servicio y de grandes
alientos a toda la Recolección agustiniana, nuestra buena madre.
[Mariano Bernad]
223
573
IV
1899-1901
Misión 1ª
Misión 2ª
225
574 Ángel Martínez Cuesta
Misión 3ª
Misión 4ª
Misión 5ª
226
EXPEDICIONES RECOLETAS A BRASIL 575
Misión 6ª
Misión 7ª
Misión 8ª
Un total de 53 religiosos.
227
Algunas fundationes
agustino-recoletas en
Brasil, 1899-1901
V
[p. 1] Era el 11 de julio del año del Señor 1899 cuando nos embarcamos
en Barcelona en el vapor francés llamado «France» por orden de nuestro
reverendísimo padre comisario apostólico fray Íñigo Narro, habiéndonos
ofrecido espontáneamente para las misiones del Brasil en América del Sur
los religiosos siguientes: padre Dionisio Pueyo, padre Juan López, padre
Ángel Maestro y el que estos apuntes escribe, fray Juan Pablo Ruiz.
Nos pusimos en marcha como a las 12 del día, poco más o menos, hicimos
la travesía sin novedad y sin más percances que una pequeña descomposición
en la máquina debida a la mucha mar que hubo el día 26, lo que hizo se
atrasase el viaje un día, llegando a Río Janeiro el día 29 al amanecer. Total,
18 días escasos.
En Río Janeiro nos esperaba nuestro padre ex provincial y definidor
general padre Mariano Bernad del Pilar, el que nos destinó a un convento
de capuchinos, donde residimos unos pocos días el padre Juan López y yo,
marchándose para Uberaba aquella misma noche del 29 con tres compañeros y
quedándonos dos para marchar a Victoria a las órdenes del señor obispo. Como
el convento de padres capuchinos estaba lejos y nos dificultaba las diligencias
que teníamos que hacer para facturar y mandar a Uberaba los equipajes
de los tres que se marcharon para allá, nos trasladamos a otro convento de
carmelitas cerca de la mar, y ya nos era más fácil todo1. En uno y otro convento
fuimos bien tratados y atendidos con mucha caridad y amabilidad.
Llegó el día 4 de agosto y nos embarcamos para Victoria el padre Juan
López y yo en el vapor llamado «Espíritu Santo». Llegamos el día siguiente
como a las 12 del día, 24 horas de viaje, pero molesto hasta el extremo por la
bravura de estos mares. Pero, gracias a Dios, sin más consecuencias que las
molestias propias de un viaje difícil y penoso.
*
El manuscrito original conservado en Apst XXI, 1, no tiene título. Tanto este título
come los subtítulos entre paréntesis cuadrados son míos.
1
Infra, VIII. Carta 172.
229
578 juan pablo ruiz
2
Por esas fechas estaba practicando la visita pastoral a las parroquias de San Miguel
de Veado (actual Guaçuí) y Alegre. Desde mediados de julio a últimos de septiembre visitó,
además, Itabapoama (Presidente Kennedy), San José do Calçado, Conceição do Castello,
Rio Pardo (Iúna) y Alto Guancho: Visita, 37-48.
3
No he visto esta carta.
4
Juan Andrés Casela: supra, III. Relación, nota 140,
5
Máximo Tabuenca: supra, III. Relación, nota 29.
6
Infra, VIII. Carta 242: «O nosso padre João Ruiz vae sempre definhado e triste.
Tenho feito o que posso para animarlo. Pobre e santo velho, como deverá ter soffrido! Por
em quanto se sente muito abatido e desanimado, especialmente per ver-se sozinho».
230
los agustinos recoletos EN vitoria, ITAPEMIRIM Y RIBEIRão preto 579
economizo tampoco los medios de servirle y darle gusto en lo poco que puedo,
pues estoy todavía muy débil. Pero voy ganando poco a poco en fuerzas y carne.
Tardaré sin duda en levantar cabeza, pues mi campaña de sufrimientos ha
sido muy ruda. Hubo día que no suspiraba sino por un recoleto a mi lado para
irme al cementerio, pero Dios me conservó. Él sabe para qué y yo no. Todavía
sigo solo, sin religioso a mi lado y estamos a 30 de octubre.
En la actualidad no hay más personal en este estado que dos padres en
Guarapari, al sur, llamados padre Manuel Simón y padre José Chivite, y al
norte los padres [sic] Agustín Martell (éstos son los primeros que vinieron
a este estado y se pueden llamar los fundadores). Con él está un corista
subdiácono, próximo a ordenarse de diácono y sacerdote, en un pueblo
llamado Serra. Y en Santa Cruz, también al norte, está mi compañero
de viaje, padre Juan López. Los pueblos no están a grandes distancias y
gozan del privilegio de tener telégrafo. Por fin, como tenía indicado, llegó el
subdiácono fray Máximo Tabuenca y, precedidas todas las formalidades de
derecho, fue ordenado de diácono el día 19 de noviembre de este año.
El día 23 de este mes llegó el padre Ricardo Rupérez a esta capital a
esperar órdenes de nuestro padre Mariano.
El día 7 de diciembre salió el padre Ricardo por orden del señor [4]
obispo para la parroquia de Serra en substitución del padre Máximo. Éste
fue ordenado de presbítero el día 23 de diciembre por el excelentísimo y
reverendísimo señor obispo de esta diócesis, don Juan Bautista Correa Nery,
natural de Campinas, estado de San Pablo en el Brasil, con la rara coincidencia
de hallarse a las órdenes tres jóvenes españoles, llamados José Blanco y
González, natural de Tuy, Galicia; Francisco Rodríguez Letayo, natural de
Sesma, Navarra; y Luis Soriano y Lamies, natural de Zaragoza, los cuales
recibieron el diaconado7. Por fin llegó el día del cantamisa del reverendo padre
Máximo Tabuenca que fue el día 27, cuyo acto fue solemne y conmovedor,
honrando con su presencia y asistencia al solio el excelentísimo señor obispo,
oficiando de diácono el párroco de la catedral, Conde, vicario, canónigo don
Manuel Bermudes de Oliveira y de subdiácono el reverendo padre Agustín
Martell, recoleto, y asistente al solio el excelentísimo señor provisor y vicario
foráneo, Juan Andrés Casela, francés, y los nuevos diáconos don José Arturo
Pereira (éste predicó) y Eyigdio José de Martín, italiano8, desempeñando el
cargo de maestros de ceremonias el diácono Joaquín Manede Silva y el joven
minorista Octavio de las Llagas, secretario particular del señor obispo, siendo
apadrinado el nuevo sacerdote por su anciano paisano fray Juan Pablo Ruiz,
que es el que hace estos pobres apuntes.
7
En diciembre de 1900 el primero era secretario del obispo; y los otros dos
administraban las parroquias de San José do Calçado e Itapemirim, respectivamente:
Carta pastoral de D. José Corrêa Nery, 11.
8
En diciembre de 1900 residían todavía en Vitoria: el primero como pro párroco y el
segundo como capellán: Ibid.
231
580 juan pablo ruiz
232
los agustinos recoletos EN vitoria, ITAPEMIRIM Y RIBEIRão preto 581
Ésta fue una crisis y una cruzada inexplicable. Todo se conjuró contra
nosotros. Hacíamos un papel muy desairado y, sobre todo, yo, que por viejo,
se me tenía por una cosa inútil. Ni siquiera se me dio o prestó un roquete
para asistir a los actos solemnes. Sólo yo salía a cuerpo gentil, cuando todos
los seminaristas, y aun legos, iban elegantes con sotanas y roquetes. Nótese:
esto cuando asistía el señor obispo o el provisor, que, estando solos, no había
funciones. Sólo sí había, estando solos, bendición con el Santísimo jueves y
domingos. ¡Pero vaya qué función! Si yo no asistía, tenía el padre Máximo
que hacérselo todo solo: él cantaba el Tantum ergo, él se preguntaba, él se
respondía, y él se lo hacía todo, y nótese: esto en una ¡catedral!
Nótese que el señor provisor no vivía con nosotros. Tenía su residencia
en un [7] convento del Carmen, donde hay hermanas de la caridad, recién
llegadas, que se dedican a la enseñanza cristiana. Sólo son tres y aun sobran,
pues es poca la asistencia, y el gobierno se dio pronto maña de abrir una
escuela normal (positivista) gratuita que antes tenía cerrada, por lo que
es de temer que las madres tengan que levantar el campo. Es una guerra
inaudita la que se hace por la masonería a la religión católica, y esto con
capa de buenos.
En ausencia del señor obispo me sucedió lo propio que queda consignado
al principio de estos apuntes sobre los sufrimientos físicos y morales y que
no repito por odiosos, bajo la férula del mismo señor provisor.
El día 13 de abril, Viernes Santo, se embarcó para Barra de San Mathéus,
anejo de San Mathéus, el reverendo padre Ricardo Rupérez, un día de vapor
poco más o menos al norte. Está ya al final de este estado y confín al estado
de Bahía. El día 20 del mismo mes nos embarcamos el padre Máximo y yo
para otra parroquia que el señor obispo dio al padre Máximo para regentarla
con título de interino. Esta parroquia, llamada Itapemirim, es la última del
estado hacia el sur, en la playa, camino ya de Río Janeiro, distante unas
40 leguas por mar. Esta villa es bonita con regular caserío, fundada a la
margen de un río distante de una visita que hay en la entrada, en la playa,
llamada Barra, debido a que está fundada en la misma bocana del río. No
puedo apreciar el número de habitantes por ser nuevos nosotros aquí y
porque todavía no nos hemos enterado, pero su clasificación eclesiástica es
de entrada. En el Brasil, la población está muy esparramada tierra adentro
en fazendas, haciendas o ingenios. Lo de menos importancia en habitantes
es la matriz. Los que viven en poblado se calculan en 2 mil habitantes.
[8] Con estos pobres apuntes y con la salida de Victoria finaliza nuestra
residencia en este estado, pero parece quedarían un tanto incompletos si no
dijera algo de la ciudad de Victoria, habiendo residido en ella nueve meses.
Lo haré, pues, no sin protestar antes de su inexactitud por no ser yo estadista
ni geógrafo. Súplalo todo la buena voluntad.
Victoria, capital del estado de Espíritu Santo, está situada al oeste este
en el Atlántico, distante de Río Janeiro 60 leguas por mar. Está al norte de Río
233
582 juan pablo ruiz
en las costas del Brasil, a los 20 grados de latitud sur y 42 y medio de longitud
oeste este de París. Está situada dentro de una ría estrecha, a unos 30 minutos
de vapor desde la barra. Tiene unos 10 mil habitantes. Está formada sobre un
monte, cuyos alrededores están poblados de casas y en su cima están la catedral
y algunas iglesias más de poca importancia. No tiene llano más que los bajos
montes al nivel del mar. Las calles todas son empedradas muy rústicamente,
y todo cuestas casi inaccesibles por lo pendientes y sucias; alumbrado pobre,
de petróleo; limpieza y policía, nula; los excusados a campo raso en garitas sin
alcantarillado; agua potable tiene; no hay paseos ni donde hacerlos, pues el
caserío llega hasta el agua del mar por aprovechar lo poquito que hay llano. El
caserío arriba es regular y hay casas bastante espaciosas, pero la mejor casa
que hay es la que fue colegio de padres jesuitas, hoy dependencias del estado.
La ría forma un bonito puerto muy abrigado y capaz, pero casi nunca se ve
en él un barco. Uno solo he visto en nueve meses y ése de vela, con un poco de
máquina. No hay paseos ni vehículos de ninguna especie. No he visto más que
uno. Verdad es que no hay por dónde usarlos. [9] Tienen teatro bueno, pero
cerrado: esto es muy pobre para ese lujo. Escuelas tienen varias gratuitas y no
sé si alguna de pago, pero todas ateas y positivistas; comercio poco y muy caro.
El único artículo de exportación, por lo que el puerto es bastante concurrido
hasta de vapores extranjeros, es el café. Vías de comunicación, caminos de
herradura malos; ferrocarril hay en proyecto, hay un pedazo que va para Río
Janeiro, que recorre 40 minutos. Esto es todo. Tranvías, ninguno.
En un monte alto, en la barra, hay un monasterio llamado Nuestra Señora
de la Peña, muy célebre y muy concurrido, fundado por un fraile franciscano
español llamado Pedro Palacios9. Hoy es seminario y residencia habitual del
señor obispo. La ciudad está rodeada toda y por todas partes de montes altos
con bosque abundante, por lo que es incapaz de extenderse. Tiene hospital,
administrado por seglares, hoy próximo a cerrarse por falta de recursos.
He dicho que las escuelas son ateas y positivistas, porque la Religión
Católica está eliminada de ellas oficialmente por el gobierno10. Laus Deo.
Mayo 4, 1900. Itapemirim, estado de Espíritu Santo
Fray Juan Ruiz
9
Convento da Penha, santuario fundado en 1558 por el franciscano descalzo
español Pedro Palacios (ca. 1500-ca. 1570) a 154 metros de altitud. En él se conservan
cuadros del pintor paulista Benedito Calixto sobre las invasiones sufridas por el convento.
Actualmente es la patrona del estado de Espíritu Santo: Basílio Rower, O convento de
Nossa Senhora da Penha do Espírito Santo, Petrópolis 31984; Maria Cristina L. Pereira,
«A imagem e seu lugar: Nossa Senhora da Penha na geografia simbólica capixaba»: Anais
do XXVI Colóquio do Comitê Brasileiro de História da Arte, Belo Horizonte 2007, 434-44.
10
Constitución de 1891, art. 72, & 6 ordenaba: «Será leigo o ensino ministrado nos
estabelecimentos públicos»: T. B. Cavalcanti, Las Constituciones de los Estados Unidos del
Brasil, Madrid 1958, 349.
234
los agustinos recoletos EN vitoria, ITAPEMIRIM Y RIBEIRão preto 583
11
Infra, VIII. Carta 393.
235
584 juan pablo ruiz
El día 12 de agosto de este mismo año llegó aquí el padre Balbino Díaz
procedente de Minas Gerais por orden de nuestros prelados regulares.
El día 3 de noviembre llegó a esta residencia nuestro padre Mariano
Bernad del Pilar, procedente del Pará, a donde fue a visitar a nuestros
hermanos residentes allí, después de una ausencia de cerca de seis meses,
pues salió de Uberaba en el mes de mayo, saliendo de aquí para Uberaba el
día 16 de éste después de habernos hecho la visita provincial.
En los últimos de octubre pagamos al dueño de la casa el segundo plazo,
2.500.000, restando por pagar dos millones. Éstos se pagarán en abril de
1901. Queda por lo tanto nuestra la casa de Ribeirão Preto.
[12] El día 30 de noviembre llegó aquí nuestro padre Mariano de vuelta
de Uberaba, a quien entregué la renuncia de superior de esta residencia,
haciéndole entrega de ella el día 1 de diciembre.
Día 10 de diciembre llegaron procedentes de Uberaba los padres José
Lambá n y Blas Jimù
65énez (este lego), y salieron para Pará el 12 de diciembre de 1900 padre
José Lambán, padre Balbino Díaz y Pedro Rodríguez, lego, a incorporarse
con los otros padres de Pará.
El día 30 de enero de 1901 llegó el padre Eugenio Sola, procedente de
Espíritu Santo, donde residía con el padre Mariano Pena.
En vista de las pocas comodidades que ofrecía la casa de Ribeirão y que
se esperaban seis más, por aliviarles algo la situación, pedí la traslación a
esta residencia de la Abadía en Uberaba, y que me fue concedida por nuestro
padre Mariano, a la cual arribé el día 30 de abril de 1901.
Aquí encontré a mi querido colateral en Filipinas por muchos años,
padre Lucas Martínez, superior de esta residencia, que tenía en su compañía
el padre Manuel Arellano y hermano Claudio Nalvarte. Esta residencia
obedece a que aquí hay un santuario de Nuestra Señora de Abadía y nuestros
padres mantienen el culto y viven de limosnas de la Virgen y algunas misas
que dan aquí (pocas) y otras que dan los superiores; y el párroco también
ayuda con alguna misa, pago del alquiler de la casa y una limosna mensual
de 20 duros para que puedan comer los que aquí residen.
En la fiesta, 15 de agosto, hay mucha concurrencia y entran abundantes
limosnas, mas de esto se hace cargo el padre párroco, no el capellán recoleto.
[13] El día 26 de junio vino aquí de Ribeirão Preto nuestro padre
Mariano a despedirse de nosotros, pues había recibido telegrama en que se
le llamaba a Roma por haber sido nombrado comisario apostólico de nuestra
corporación, quedando en su lugar el reverendo padre Celedonio Mateo.
[Juan Pablo Ruiz]
Apst xxi,1
236
VI
Nombramientos y Circulares
1. Nombramientos
a. El padre provincial nombra presidente de la misión a Manuel Simón
237
586 nombramientos y circulares
238
nombramientos y circulares 587
A fin de que todos los religiosos de esta misión del Brasil guarden con
la mayor atención cuanto nuestras sagradas leyes ordenan respecto al santo
voto de pobreza que hemos profesado y a fin de dar el más posible y exacto
cumplimiento a lo que el venerable definitorio de la provincia de San Nicolás
de Tolentino, en junta celebrada en Manila el 19 de [agosto de 1898]1 dispu-
so y mandó en los puntos xv y xxii2, especialmente en los pueblos donde se
van estableciendo nuestros misioneros, se ha creído oportuno y conveniente
dictar las siguientes instrucciones a las que deberán atenerse los padres mi-
sioneros destinados a aquellos pueblos y de cuyo cumplimiento se les exige
la más estricta responsabilidad.
1ª No estando presentes el reverendo padre vicario o el superior que
fuere, quedan3 autorizados los padres misioneros para recibir y guardar
toda clase de invenciones y limosnas, donaciones, bajo cualquier título que
se designen, debiendo mandar todos los meses al reverendo padre vicario
una nota en que especifiquen todos los ingresos del mes finalizado, según la
cuenta que debe formarse en el libro correspondiente.
2ª Se autoriza a los padres misioneros para hacer y pagar de los fondos
que guardan en su poder todos los gastos ordinarios de cocina, en comida,
bebida, tabaco, sueldo de servidumbre y demás análogos que no admiten
demora, de todo lo que llevarán cuenta, enviando así mismo al final de cada
mes al reverendo padre vicario o superior nota del total gastado durante
el mes4.
3ª Se prohíbe a los padres misioneros hacer gastos extraordinarios sin
licencia expresa del superior en su día. Del mismo modo no podrán comprar
ropa u otros objetos que admiten demora sin la referida licencia del superior,
quien la concederá siempre que fuera necesario, para lo que deberán los
padres misioneros, al pedir la licencia que se desea, expresar los objetos que
1
En blanco en el borrador.
2
El acta del definitorio sólo tenía 21 números. Bernad se refiere aquí al punto xxi,
en que se ordenaba al vicario informar cada seis meses al provincialato de los gastos de la
misión: Recollectio 25-26 (29002-03) 570.
3
Están, encima del renglón.
4
En Agoar, cajas 84-86, se conservan varias cuentas semestrales de las distintas
parroquias.
239
588 nombramientos y circulares
13 de junio de 1899
5
Facultades tramitadas en Roma por el padre Enrique y enviadas al padre Bernad
en junio de 1899: infra, VIII, Carta 144.
Como puede verse en el documento siguiente, el 15 de septiembre Bernad comunicó
a los misioneros algunas de esas facultades. En 1901 Celedonio Mateo notará que los pa-
dres abusaban de la segunda: «Existen algunos abusos, v.gr., que me parece que exageran
el privilegio de rezar las tres partes del rosario en los viajes, pues no rezan el oficio si
tienen un día de descanso en el pueblo donde fueron»: infra, VIII, Carta, 543.
240
nombramientos y circulares 589
241
590 nombramientos y circulares
242
nombramientos y circulares 591
a los malos para que con razón hablen mal de nosotros y aun nos desprecien.
Mucho más podría decir, pero no quiero aumentar ni una palabra sobre esto6.
Leída ésta a los compañeros, procuren vuestras reverencias quedarse
con copia, así como de las facultades, no estando de más abriesen en cada re-
sidencia un libro -cuaderno para asentar cosas análogas a ésta, así como otro
cuaderno los nombres de nuestros difuntos por las obligaciones cumplidas a
favor de los mismos.
Agoar, caja 85
8 de noviembre de 1900
Debe procurarse por todos los religiosos, bien sean permanentes, bien de
paso, el cumplimiento exacto de todo lo determinado por el venerable definito-
rio en sus xxi determinaciones en la parte que a cada uno le corresponda.
6
No parece que esta severa llamada al orden surtiera efecto. En septiembre de 1901
su sucesor se vio obligado a volver de nuevo sobre ese abuso, que continuaba siendo bas-
tante general: infra, VIII, Carta 543.
243
592 nombramientos y circulares
244
nombramientos y circulares 593
Marzo de 19017
7
El original carece de fecha. Debe de datar de mediados de marzo de 1901, que es
cuando a requerimiento del vicario capitular (14 marzo), decidió enviar al padre Sola a
Recife en plan de explorador: infra, VIII, Cartas 481 y 486.
245
594 nombramientos y circulares
g. Circular de despedida
246
nombramientos y circulares 595
provincia de San Nicolás de Tolentino, afligida, como saben, por causa de los
grandes disturbios de Filipinas, y vine, al parecer, para estar poco tiempo.
Mas, como el hombre propone y Dios dispone, sucedió que me he demo-
rado en estas tierras más tiempo de lo que se creía. Un conjunto de circuns-
tancias, por una parte8, que no es del caso exponer, y, por otra, mi resuelta
voluntad de participar en las penalidades y privaciones que en una tierra
nueva para nosotros, por necesidad habíamos de pasar, todo esto unido, por
más que estuviera en libertad de volverme a España a cualquier hora, ha-
cía que me determinase a seguir y permanecer aquí, al lado de mis buenos
hermanos, seguir su suerte, sin pensar en otra cosa y mucho menos en sepa-
rarme de ellos. No pensaba, por lo tanto, moverme y dejar el sitio del honor,
como suele decirse, sino seguir adelante en la obra comenzada hasta que
Dios nuestro Señor dispusiera las cosas de modo que pudiéramos abrigar
esperanzas de algún adelanto y descanso relativo, o abandonar, por fin, la
obra, si es que no era voluntad de Dios que siguiéramos aquí. Gracias a Dios,
nuestra situación en este país no es tan mala que no deje esperanzas fun-
dadas de que, andando el tiempo y con la ayuda de Dios, se ha de conseguir
no poco, sobre todo, habiendo por parte nuestra mucho amor de Dios, mucha
abnegación, mucho celo por su gloria y muchos deseos de trabajar y hacer
alguna cosa por la vida y honra de nuestra amantísima Recolección agusti-
niana y nuestra tan perseguida como afligida provincia de San Nicolás de
Tolentino.
Ya saben vuestras reverencias cómo están las cosas en este miserable
mundo, y más hoy día que hasta en nuestra patria se han levantado todas
las furias del averno contra las congregaciones religiosas y contra la Iglesia
de Jesucristo. Pues bien, teniendo en cuenta todo lo expuesto en las líneas
anteriores, y mirando por la vida y por el honor de nuestra amantísima Re-
ligión, a pesar de mi edad y de mis pocas fuerzas, era mi ánimo el continuar
aquí hasta que más no pudiese o hasta la muerte.
Así las cosas y sin pensar en más, he sido sorprendido, con dolor de mi
alma, por una orden del excelentísimo señor nuncio del Brasil, en que me
manda partir inmediatamente para España, pasando antes por Roma, si
es posible, para recibir instrucciones, por haber sido nombrado comisario
general apostólico de la orden por el papa y congregación de Obispos y Re-
gulares.
Sorpresa ha sido ésta muy grande para mí, que me tiene completamen-
te abatido, y no sé ni qué pensar ni qué decir ante una orden tan inespera-
da, mucho más considerando mi pequeñez y muchísimo más considerando
y viendo los horizontes tan obscuros y difíciles. ¿A quién apelar en esta si-
tuación? No lo sé. Se me exige un sacrificio, y no me queda otro recurso que
abandonarme en manos de Dios y que sea lo que Dios quiera.
8
Lizarraga, 473, omite esta expresión.
247
596 nombramientos y circulares
Saldré, pues, dentro de breves días, dejando esta tierra y dejando aquí
a mis buenos hermanos con el mayor sentimiento y hasta con cierta envidia
de verlos trabajar como trabajan por Dios y por las almas. La necesidad me
obliga a separarme de vuestras reverencias con el cuerpo, pero puedo ase-
gurarles que mi pobre espíritu seguirá aquí, y que mi pobre corazón queda
aquí, y siempre se ocupará en pensar especialmente en vuestras reverencias,
animándolos, si fuere necesario, que no lo es, para continuar cada uno en su
puesto, trabajando con brío y decisión por Dios, por las almas, por nuestra
santa Religión y por nosotros mismos. La recompensa de tantos trabajos es
segura, segurísima. Tal vez no la tengamos en este mundo, pero no faltará en
el otro. No faltará Dios a su promesa.
No quiero extenderme más, y sólo me despido de todos por medio de es-
tas líneas, ya que no puedo hacerlo de otra manera, enviando a todos y cada
uno un cariñosísimo adiós y un fuerte abrazo fraternal.
Pido a todos un favor especial, cual es el de que pidan a Dios mucho por
mí, que mucho necesito de la ayuda de todos, necesidad que todos compren-
derán sin que yo se lo diga, que yo tampoco me olvidaré de todos.
Que Dios nuestro Señor acompañe siempre a vuestras reverencias en
todo tiempo y toda ocasión, y dispongan de este su afectísimo y humilde
hermano.
Fray Mariano Bernad del Pilar
Apst, xxxiv-1; Agoar, caja 84, leg. 1 (borrador); ed. Lizarraga, «Mariano Ber-
nad, último comisario…», 472-74
248
VII
1. Bases para um contracto que terá por fim fundar Missões no Estado
e Diocese do Pará dos Estados Unidos do Brazil
249
598 amancio de miranda
O contracto durará quinze annos, depois dos quaes poderá ser renovado
sobre estas mesmas bases ou sobre bases novas.
Roma 18 de Novembro de 1898.
Por commissão do Governador do Pará
Mr. R. Amancio de Miranda
Vigário Geral
2. Bases para um contracto, que terá por fim fundar no Pará, Estado
e Diocese dos Estados Unidos do Brazil, uma Escola-agricola-indus-
trial, Modelo, cuja fundaçâo e direcção será confiada a uma Congre-
gação religiosa
250
DOCUMENTOS SOBRE LAS COLONIAS DE PARÁ 599
3. Bases para um contracto que terá por fim entregar á uma Congre-
gação religiosa o Instituto denominado «Lauro Sodré» (Escola-In-
dustrial-agrícola) no Estado e Diocese do Pará, dos Estados Unidos
de Brazil
251
600 amancio de miranda
252
DOCUMENTOS SOBRE LAS COLONIAS DE PARÁ 601
II
1. Missões
1
Primera redacción, presentada al p. Enrique Pérez en Roma: Agoar, caja 85, leg. 1,
n. 6 (original y copias); ed. Décadas 1, 372-73 (algún cambio).
2
Segunda redacción enviada a Madrid el día 3 de diciembre: infra, VIII; Carta 31.
253
602 amancio de miranda
2. Escola agrícola
Esta escola deve ser uma escola modelo, no que dize respeito a agricul�
tura.
Para este Instituto o governo fará discriminar e demarcar de duas a
três léguas de terras a margem da via férrea. Estes terrenos são cobertos de
immensas florestas, ricas em madeiras da construcção e regadas por torren�
tes d’água abundantes. Podem produzir não só mandioca, canna, café, tabaco,
mas também outras plantas e cereais da zona temperada. Os trabalhos do
campo abrangerão todo o que se relaciona com a agricultura, inclusivamente
a indústria pastoril. Será uma verdadeira escola, naqual se applicarão os
methodos práticos e os processos scientificos.
Ao lado da agricultura deverão também florecer as artes mais ne�
cessárias, assim também os elementos das lettras. Pelo que haverá na
Escola agrícola externato e internato para ambos os sexos, como nas
missões.
O Governo garante as mesmas vantagens acima mencionadas, e os
mesmos honorários ou pensões aos padres occupados nas colónias.
O Governo fornecerá todo o que for necessário para a fundação e para o
desenvolvimento da escola, contando que venha ella a ser uma verdadeira
Escola Modelo.
Os reverendos padres poderão contractar de seis até doce famílias de
lavradores propriamente ditos, aos quais o Governo dará passagems, casa e
terras, que mais tarde poderão ser propriedades delles, pagando –as elles par
pequenas prestações. Esses colonos assignarão um contracto, pelo qual ficarão
obrigados a não abandonar a colónia ao menos durante cinco annos e a tra�
balhar na Escola Agrícola sob a direcção dos padres. Os homens perceberão
o salário de 1500 reis por dia, 1000 reis as mulheres e uma ração que será
regulada segundo o número de pessoas da família. Consideram-se formando
uma família o pai, a mãe, os filhos e irmãos de pai ou da mãe contanto que já
trabalhem.
254
DOCUMENTOS SOBRE LAS COLONIAS DE PARÁ 603
255
604 amancio de miranda
256
DOCUMENTOS SOBRE LAS COLONIAS DE PARÁ 605
III
1. Firmeza del contrato que hicieron los RR. PP. Agustinianos Reco-
letos, representados por el P. Fr. Gregorio Tejero para administrar
algunos núcleos coloniales del Estado, como abajo se declara
A los 29 días del mes de julio del año de 1899, en la sección de lo Con�
tencioso del Tesoro de Pará, presente el doctor procurador fiscal Gimeno (?)
Amazonas de Figueiredo y en virtud de orden del señor inspector que consta
en el oficio del Gobierno número 1428 de 15 del corriente, en que manda ha�
cer contrato con los reverendos padres agustinianos recoletos representados
por el padre Gregorio Tejero para administrar algunos núcleos coloniales
del Estado con todas sus dependencias y muebles, para que durante el plazo
de cuatro años queden obligados a dirigir todos los servicios de las mismas
colonias, mediante las cláusulas y condiciones siguientes.
1ª. La administración estará bajo la responsabilidad de los referidos
religiosos que mediante la Intendencia de Tierras y Colonización quedarán
subordinados al Gobierno del Estado.
2ª. Toda la correspondencia y relaciones entre los religiosos y el Gobier�
no se harán por intermedio de la Intendencia de Tierras y Colonización.
3ª. Mientras existiere en la colonia entregada a los religiosos cualquier
familia de inmigrantes, para la cual no ha terminado el plazo de los favores
que por ley le competen en conformidad con las disposiciones reglamentarias
basadas por el gobierno del Estado, le serán prestados los mismos favores
por intermedio de los religiosos y mediante la Inspección de Tierras y Colo�
nización que providenciará sobre el modo de satisfacerlos.
4ª. Una vez terminado el plazo durante el cual pueden gozar los colonos
de sustento por el Gobierno, la administración que compete a los religiosos
se limitará a la conservación y mejoramiento de las obras de arte y servicio
general de viación, a la ejecución de los servicios que tiendan a mejorar las
condiciones del núcleo y desenvolvimiento general de la colonia, y a promo�
ver la entrada de las prestaciones de los colonos para la liquidación de sus
débitos para con el Estado.
5ª. Para la ejecución de las disposiciones del artículo precedente estarán
los religiosos obligados a:
1°. Dirigir y fiscalizar los trabajos de los colonos en el cultivo de sus
lotes.
2º. Organizar la clasificación de los colonos que por su dedicación al
trabajo y por el estado de desenvolvimiento de su lote, puedan me�
recer del Gobierno dispensación de favores extraordinarios para
adquisición de máquinas agrícolas, simientes y ventajas en los
transportes de sus productos.
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DOCUMENTOS SOBRE LAS COLONIAS DE PARÁ 607
1 Agoar caja 84, leg. 1. Allí mismo se conserva una copia del original portu�
gués.
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