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De Filipinas a América del Sur

II

Primeras fundaciones de los Agustinos Recoletos


en Brasil

1899-1901

Edición, introducción y notas de


Ángel Martínez Cuesta, oar
presencia agustino-recoleta en brasil: 1899-1901 351

Siglas y abreviaturas

Aes Affari Ecclesiastici Straordinari


Agoar Archivum Generale Oar, Roma
Am Archivo de la provincia de S. Nicolás Oar,
Marcilla (Navarra)
Apst Archivo de la provincia de Santo Tomás Oar,
Madrid
Arch. Nunz. Brasile Archivio della Nunziatura del Brasile
Asv Archivio Segreto Vaticano
Avellaneda M. Avellaneda, Segunda parte del católogo de
los religiosos de la orden de agustinos recole-
tos (1908-1936), Roma 1938
Bernad, Relación Relación de los hechos ocurridos en la fun-
dación de las residencias de la República del
Brasil escrita por …
Bpsn Boletín de la provincia de San Nicolás de To-
lentino. 1909ss
Bpst Boletín de la provincia de Santo Tomás de V.
1921ss
Congr. Concilio, Relat. Dioec. Congregazione del Concilio. Relationes Dioe-
cesium
Congr. Consist., Relat. Dioec. Congregazione Consistoriale. Relationes Dioe-
cesium
Crónicas 12 M. Carceller, Historia general de la orden de
agustinos recoletos, Madrid 1974
Cronologia Alberto G. Ramos, Cronologia eclesiástica do
Pará, Belem 1985
Décadas Crónica de la provincia de Santo Tomás de
Villanueva de Andalucía de padres agustinos
recoletos en su restauración. Décadas 1, 2 y 3,
Monachil 1920-2009
Diocese Uberaba Annuario Ecclesiástico da Diocese de Ubera-
ba, 1937
Fabo, Biografía Pedro Fabo, Biografía del Rvmo. P. Fr. Maria-
no Bernad del Pilar, Monachil 1919
Fasc. Fascicolo
352

Hierarchia 8 Hierarchia Catholica Medii et Recentioris


Ævi 8 (1846-1903), Padua 1978
Negotia procuratoris1 Negotia procuratoris generalis penes Roma-
nam Curiam, 1908-1916
Pos. Posizio (=expediente)
Rampolla Correspondencia del cardenal Rampolla con
religiosos agustinos recoletos, Madrid 2003
Registro Libro segundo de Registro [del Generalato
Oar, 1886-1940]
Sádaba F. Sádaba, Catálogo de los religiosos agustinos
recoletos de la provincia de S. Nicolás de T. de
Filipinas (1606-1906), Madrid 1906
I

Primeros años

de la presencia agustino-recoleta

en Brasil: 1899-1901*

I. Situación actual de la orden en Brasil

Al presente la familia agustino-recoleta está ampliamente representa-


da en Brasil. Hay en él comunidades de frailes, de monjas contemplativas
y de religiosas de vida activa, las misioneras agustino-recoletas. Los frailes
son 129 (123 en 2003), de los que 97 son nativos (73 en 2003). Pertenecen a
tres provincias distintas, forman 27 comunidades y trabajan en dos territo-
rios misionales de la cuenca amazónica, las prelaturas de Lábrea y Marajó,
en dos grandes colegios de la ciudad de Río de Janeiro y en varias parro-
quias diseminadas por los estados de Amazonas, Pará, Ceará, Espíritu San-
to, Río de Janeiro, San Pablo y Minas Gerais. En estos años están poniendo
en marcha en Fortaleza el Hogar Santa Mónica, un centro social de ayuda
a adolescentes abandonadas. Mantienen también siete seminarios en Belem
do Pará, Fortaleza, San Pablo, Franca, Itaunas (Minas Gerais) y Maringá
(Paraná), además de una casa de acogida en Guaraciaba do Norte (Ceará)1.
Las monjas contemplativas acaban de establecerse en Guaraciaba do Norte,
un pueblo de la diócesis cearense de Tianguá. Llegaron en 2003 procedentes
de México y, aunque todavía no tienen concluido su monasterio, cuentan ya
con dos profesas y una novicia del lugar. Las misioneras tienen una historia
más antigua. Se remonta al año 1935, en que viajaron a Lábrea tres reco-
letas españolas de clausura. Desde 1988 forman una provincia con unas 40
religiosas, casi todas brasileñas, y seis casas situadas en Vitoria, Niteroi,
Manaus, Lábrea e Itabuna (Bahía)2.
Es, pues, una presencia bastante articulada, que convierte al Brasil en
uno de los países en que la orden está más sólidamente implantada. Pero esta

*
Este primer apartado reproduce con varias adiciones la charla preparada para el
Congreso Internacional sobre la Historia de la provincia de Santo Tomás, celebrado en
Granada del 7 al 10 de mayo de 2009, cuyas actas están en prensa.
1
Informe del Prior General sobre el estado de la orden, Roma 2009, 15-24 y 61.
2
América de Almeida Nascimento, «As Missionárias Agostinianas Recoletas no
Brasil»: Comissão de História, Resenha histórica da grande família agostiniana no Brasil,
Belo Horizonte 1992, 59-79.

5
354 ÁNGEL MARTÍNEZ CUESTA

presencia es relativamente reciente. Durante la época colonial la presencia


agustiniana en Brasil fue casi insignificante. Se redujo al hospicio que los
descalzos portugueses mantuvieron en la ciudad de Bahía desde 1693 hasta
1824 como apoyo a las misiones que administraban en el golfo de Guinea.
La presencia actual se remonta a fines del siglo xix; en concreto, a las
primeras horas del domingo 19 de febrero de 1899, en que la nave Aquitai-
ne atracó en el puerto de Santos con 14 recoletos a bordo, a las órdenes del
padre Mariano Bernad, el futuro comisario general apostólico que en 1908
reconduciría a la congregación recoleta al régimen normal tras el cataclismo
de la revolución filipina. Al día siguiente tomaron el tren para San Pablo y
Ribeirão Preto y el 23 por la tarde llegaron a Uberaba, al sur del estado de
Minas Gerais, que era el término de su viaje. «Llegamos por fin a la esta-
ción», nos cuenta el protagonista de esta historia, «sobre las 6 de la tarde
del día 23 de febrero, día memorable, que no es posible se borre de nuestra
memoria por lo que significa la llegada de 14 religiosos por primera vez a un
sitio nuevo cualquiera y por las impresiones que en esos momentos solemnes
se suelen recibir»3.
La fecha es ciertamente memorable. Lo fue, en primer lugar, para los
viajeros, para quienes fue el principio de una nueva etapa en su vida, una
etapa que, si bien estaba llena de esperanzas, escondía también no po-
cas incógnitas. Atrás quedaban sus trabajos en las parroquias filipinas,
en las que todo parecía reglamentado, encanalado y asegurado, y en las
que, por tanto, era fácil dejarse aprisionar en las redes de la rutina y de
la comodidad. Por delante se les abría un horizonte incierto, que tendrían
que escrutar y afrontar solos, sin apenas apoyos humanos, sin medios eco-
nómicos que les dieran un mínimo de independencia; sin protectores que
les ayudaran a moverse en una sociedad casi totalmente nueva, de la que
hasta el idioma desconocían. Su único apoyo eran la fe en la Providencia
y la benevolencia del obispo que los había llamado. Pero ese obispo, mon-
señor Eduardo Duarte da Silva, estaba entonces a miles de kilómetros, en
Roma, y su clero no compartía sus sentimientos. Más bien miraba a los
nuevos llegados con recelo e incluso con hostilidad, como competidores que
les venían a disputar el terreno. Peor todavía los miraba la pequeña élite
de ilustrados de provincia, constituida por el consabido grupo de masones,
liberales y anticlericales. A su tradicional catálogo de reivindicaciones an-
ticlericales sumaban ahora las denuncias de la propaganda norteamerica-
na, que presentaba a los frailes como los principales causantes de los males
que afligían a la sociedad filipina. Hasta no pocos obispos se habían dejado
influenciar por esa propaganda. Francisco de Rego Maia, obispo de Niteroi
y futuro obispo de Belem, donde tantas muestras de aprecio daría a los
recoletos, manifestó en Roma al padre Enrique que no le mandara frailes

3
Bernad, Relación 20: infra, p. 488 (140).

6
presencia agustino-recoleta en brasil: 1899-1901 355

filipinos4. Del mismo parecer era el obispo de San Pablo, Antônio Cândido
Alvarenga, quien incluso se negó a concederles licencias ministeriales en
su diócesis hasta que no los conoció personalmente5.
Otras dificultades tenían raíces más profundas: formaban parte de su
tejido vital. Eran el individualismo, la independencia, un cierto desahogo
económico y el prestigio social con los consiguientes aires de superioridad
que caracterizaron a los frailes filipinos durante el siglo xix. Las cartas del
padre Patricio Adell, un amigo del padre Mariano que por estos mismos días
estaba plantando la Recolección agustiniana en Panamá, Venezuela y Tri-
nidad, lo muestran con claridad meridiana6. Una y otra vez deplora en sus
cartas la miopía de quienes no acertaban a ver en la Revolución filipina la
mano de la Providencia que les estaba ayudando a descubrir lacras, que, por
sí mismos, ellos nunca habrían llegado a percibir, y mucho menos a corregir.
La insurrección filipina les deparaba una ocasión para encauzar su vida reli-
giosa sobre bases más auténticas, liberándolos de un lastre que de otro modo
difícilmente habrían logrado sacudirse. «Si tenemos con qué trasladar aquí
religiosos, nada hemos perdido», escribía por estas fechas a su provincial,
«pues errores y cosas que no se podían remediar ahí, aquí es fácil hacerlo, y
la vida de nuestra amada provincia sería mejor y más beneficiosa para Dios,
los prójimos y nosotros mismos»7. Incluso se atreve a aplicar a la orden las
palabras de Zacarías en el Benedictus: salutem ex inimicis nostris. Esos ene-
migos él los veía en los masones filipinos8.
Para la congregación esa fecha fue memorable, porque que en ella co-
menzó a vislumbrar una solución a los graves problemas que tenía plan-
teados, un refugio para sus religiosos y, sobre todo, un dilatado campo de
trabajo, que le permitiría no sólo sobrevivir sino también desarrollarse y
reemprender su camino de servicio a Dios y a las almas. Era el arranque de
una marcha que ya dura más de un siglo, durante el cual ha rendido incon-
tables servicios a la sociedad y a la Iglesia.
Finalmente es memorable también para nosotros, ya que en ella se ini-
ció una etapa que ha contribuido a fraguar la identidad de un cuerpo social,
de una sociedad religiosa de la que nos proclamamos miembros de pleno
derecho, y, a la vez, nos sentimos dispuestos a enriquecerla y prolongarla en
el tiempo.

4
Décadas 1, 379, 388.
5
Décadas 1, 290; Libro cosas notables de Ribeirão Preto, 9: Agoar, caja 84, leg. 4; M.
Simón, Carta a M. Bernad, San Pablo, 16 mayo 1899: supra, VIII. Carta 105.
6
Pueden verse en «De Filipinas a América del Sur. I: Viajes, andanzas y fundaciones
del padre Patricio Adell por Panamá, Venezuela y Trinidad»: Recollectio 25-26 (2002-03)
579-634; 27-28 (2004-05) 391-696, y 29-30 (2006-07) 29-30 (2006-07) 309-794.
7
Carta 35: Recollectio 25-26 (2004-05) 401.
8
Cartas 29, 31, 49, 69, 97, 103 …: Recollectio 23-24 (2002-03) 627, 633; 25-26 (2004-
05) 430, 472, 521-22, 527.

7
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II. El punto de partida: 1898-1899

1. Notas previas

Estas consideraciones presuponen ya una de las dos circunstancias que


prepararon el terreno e hicieron posible la implantación de la Recolección
en Brasil. Fue la revolución política, social y religiosa que conmovió los ci-
mientos de la sociedad filipina entre 1896 y 1898. Si, por un lado, la liberó
del yugo colonial español, por otro, la echó en manos del estadounidense y
colocó a la Iglesia Católica y a las órdenes religiosas que en ella trabajaban
en una situación dramática, sobre todo a las que carecían de bases sólidas en
otras naciones, como era el caso de los agustinos recoletos. La segunda cir-
cunstancia fue la conciencia que la Iglesia brasileña estaba cobrando a fines
del siglo xix de su no menos dramática situación. La coincidencia de ambas
circunstancias puso en movimiento la voluntad y la mente de un puñado de
religiosos y facilitó no poco la ejecución de sus planes9. Se impone, pues, decir
una palabra sobre cada una de ellas.
Esta historia ha sido ya contada varias veces y algunas veces de un
modo suficientemente estructurado y con cierto decoro literario. Me refiero
al primer volumen de las Crónicas de la provincia de Santo Tomás de Villa-
nueva, publicado en 1920. Sus páginas son un arsenal de noticias, de planes
y proyectos, y a la vez un mirador que nos permite asomarnos al mundo
espiritual de aquellos frailes, a sus ideales, a sus planes, a sus ilusiones, con
sus grandezas y sus miserias. Su tono es, ciertamente, apologético, propio del
tiempo y de una provincia que se veía como un cuerpo joven, pero ya rico de
experiencia y de méritos. No hay que olvidar tampoco que sus autores eran
los responsables de la vida de la provincia, a quienes interesaba más la «edi-
ficación» de sus frailes que la pura objetividad histórica. Quieren desalojar
definitivamente el pesimismo que todavía embargaba el ánimo de algunos
religiosos ancianos y, sobre todo, estimular a los jóvenes a seguir las huellas
de sus mayores. Unas veces filtran esos objetivos de modo velado; otras los
proclaman con plena claridad. Sirvan de ejemplo las consideraciones que
cierran el volumen:
«Cesen, pues, los pesimismos y desconfianzas, y cunda por todos los hi-
jos de la provincia de Santo Tomás de Villanueva, a la vista de lo narrado,
la esperanza y también el gozo de su filiación agustino-recoleta. Lo escrito y
cuanto hemos de referir en la segunda Década, debe servir a todos, no sólo
de lección, sino además de acicate y estímulo, principalmente a los jóvenes
que se preparan a este apostolado, en el que encuentran ya allanadas y

9
Este periodo de la historia de la Iglesia brasileña está atrayendo últimamente la
atención de los estudiosos y, en consecuencia, día a día aumenta la bibliografía. Me contento
con citar el estudio de Dilermando Ramos Vieira, O processo de Reforma e Reorganização
da Igreja no Brasil (1844-1926), Aparecida 2007. 581 pp., con abundante bibliografía.

8
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resueltas grandes dificultades que los antiguos vencieron con su tesón y


perseverancia»10.

Esta finalidad las expone al peligro de la parcialidad y del subjetivis-


mo, que aparece de modo especial en sus capítulos iniciales. Pero, a pesar
de todo, son un depósito de noticias, bien estructurado y bien narrado, cual
quizá no tiene ningún otro momento de la historia de la orden. Después
han aparecido varios estudios que completan algunos aspectos y refrendan
otros. Me refiero al Boletín extraordinario de 194911, y a los estudios de José
Luis Sáenz12 y Jesús Berdonces13. El año 2000 Agustinho Belmonte trazó
una síntesis sencilla, sin pretensiones académicas, pero clara y exacta, de la
presencia agustino-recoleta en Brasil a lo largo de todo el siglo14.
Con todo, esa historia sigue necesitada de una ambientación que la si-
túe en la historia de la Iglesia y de la sociedad brasileña, y también en la
de la orden, y que a la vez la libere de la capa apologética que la recubre.
Sólo así se podrá llegar a comprenderla y hacerla significativa. Para eso es
necesario, entre cosas, contrastar las noticias de nuestros archivos domés-
ticos, que de ordinario privilegian los aspectos internos, con las custodiadas
en otros archivos eclesiásticos, que pueden ver las cosas desde otras pers-
pectivas. Los archivos domésticos son esenciales, y quizá sean también los
más valiosos, pero no son los únicos. Es imprescindible conocer la realidad
social y eclesial, tanto nacional como local, así como las intenciones, objetivos
y actuación de los obispos, de los nuncios y de la curia romana; es preciso
también contrastar nuestro modo de obrar con el de otras órdenes así como
los objetivos que la orden se propuso al embarcarse en esa tarea con los re-
sultados que logró.
La implantación de la orden en Brasil se verificó en un momento de
gran dinamismo, en el que la Iglesia comenzaba a salir del marasmo en que
se hallaba sumida e iba adquiriendo una conciencia más clara de su misión
en la sociedad. Y esas perspectivas se encuentran de ordinario en la publi-
cística general y en los archivos diocesanos y hemerotecas públicas, que sólo
una rebusca paciente y sistemática pueden descubrir. Esa labor todavía no

��
Décadas 1, 481-82.
��
Cincuentenário dos Agostinianos Recoletos no Brasil, 1899-1949, [Franca 1949],
144 pp., esp. 17-26, 453, 86-89 y 109.
��
«Comienzo de la actividad misionera de la provincia de San Nicolás de Tolentino
en Panamá, Venezuela y Brasil»: Bpsn 83 (1993) 151-95; 84 (1994) 29-104, esp. 64-104. Este
artículo es muy ilustrativo por la calidad de su base documental. Lástima que abunden las
grafías equivocadas, tanto de nombres geográficos como personales.
��
J. Berdonces, «Apuntes históricos sobre la presencia de los agustinos recoletos
en el Brasil»: Bpst 74 (1994) 76-101; también J. Berdonces, M. Larrínaga, A. Echarri,
«Presencia de la provincia de Santo Tomás en América»: Recollectio 16 (1993) 319-99,
esp. 353ss.
��
100 anos de presença agostiniano-recoleta no Brasil, 1899-1999, São Paulo 2000.
162 pp.

9
358 ÁNGEL MARTÍNEZ CUESTA

está hecha. Yo tampoco la voy a hacer15, pero me ha parecido oportuno airear


esa inquietud, que puede contribuir a liberar nuestros estudios del estrecho
marco doméstico en que están confinados.

2. Impacto de la revolución filipina en los agustinos recoletos

En 1898, al estallar la última fase de la Revolución filipina, la congre-


gación recoleta estaba totalmente volcada sobre el archipiélago. Más del 80%
de sus miembros activos trabajaban en él, y él era también el horizonte de
quienes aún se encontraban en periodo de formación. Todavía en agosto de
1897, cuando la provincia ya había perdido 17 religiosos en 1896, durante los
primeros estadios de la revolución, viajaron a él 21 jóvenes españoles. Sáda-
ba ve en la organización de esa expedición una muestra del brío y espíritu
de abnegación y sacrificio de la provincia16. Mi juicio no es tan entusiasta.
A principios de 1898 había en Filipinas unos 330 recoletos que atendían a
cerca de millón y medio de almas y vivían desparramados en cuatro conven-
tos (Manila [2], Cebú y Cavite), un colegio de segunda enseñanza (Bacólod)
y 235 parroquias diseminadas por las islas de Luzón, Mindanao, Negros,
Mindoro, Palawan, Bohol, Romblón y otras islas menores.
Esta situación, fruto de una notable imprevisión por parte de los su-
periores, anunciaba días difíciles para la provincia y para la congregación
entera, ya que en el caso, muy probable, de tener que abandonar Filipinas,
carecía de puntos de apoyo en otras naciones. Varios religiosos habían de-
nunciado la gravedad de la situación y habían abogado por la apertura inme-
diata de centros apostólicos en España, América o incluso en Japón y China.
Pero la rutina, el miedo, ya injustificado, a posibles represalias del gobierno
español en caso de envío del personal de los colegios a destinos diversos del
archipiélago17, y un peligroso aislamiento eclesial y cultural relegaron al ol-
vido los avisos de Fernando Mayandía, Patricio Adell, san Ezequiel Moreno
y otros.
En 1898 trece religiosos engrosaron con su muerte la sangrienta lista
de la orden en el archipiélago. Unidos a los 17 asesinados entre 1896 y 1897,
elevan a 30 el número de recoletos caídos violentamente durante la revolu-
ción. Otros 91 (40 en Negros y los demás en Mindoro, Romblón, Mindanao,

��
Sólo haré uso de alguna documentación del Archivo Vaticano, útil para comprender
la evolución de la Iglesia brasileña durante los últimos decenios del siglo xix y los primeros
del xx, así como la de las diócesis que acogieron a los recoletos. También prestaré atención
a la historiografía eclesiástica brasileña, tanto de la diocesana como de las órdenes
religiosas. La investigación en los archivos diocesanos y parroquiales de Uberaba, Vitoria
y Belem queda para estudiosos locales.
��
Sádaba, Catálogo, 722-23.
��
En junio de 1893 Antonio Maura, ministro de Ultramar, respondiendo a una
interpelación de Rampolla, había afirmado que el gobierno español, lejos de desaprobar
el envío a América de algunos religiosos «filipinos», lo vería «con gran simpatía»: San
Ezequiel Moreno, Obras Completas 2, Madrid 2006, 152.

10
presencia agustino-recoleta en brasil: 1899-1901 359

Zambales y otros lugares) cayeron en poder de los insurrectos. Cuatro mo-


rirían en cautiverio entre octubre de 1898 y junio de 1900. Los restantes
lograron refugiarse en los conventos de Manila, donde vivieron hacinados
durante meses y meses en compañía de soldados españoles (Intramuros)
o americanos (San Sebastián). Sólo cinco religiosos pudieron continuar in-
disturbados en sus parroquias. Otros pocos escaparon directamente a Hong
Kong, Macao o Singapur, desde donde continuaron viaje hacia España. Des-
de septiembre de 1898 a agosto de 1900 unos 202 religiosos regresaron a
España, a pesar de que la Santa Sede deseaba su permanencia en Filipinas,
y así se lo comunicó a los superiores ya en agosto de 189818.
El elevado número de víctimas recoletas (30), dos tercios del total de los
misioneros asesinados (46), se debe a que sus parroquias estaban enclavadas
en las zonas en que se fraguó o alcanzó mayor virulencia la insurrección. En
general, fueron perseguidos por ser españoles, es decir, porque se les conside-
raba servidores del poder colonial o, al menos, muy ligados a él19. Ya en 1892
el padre Fernando Mayandía lamentaba el excesivo españolismo de las ór-
denes religiosas, que en ocasiones las condujo a una peligrosa identificación
con los intereses de la patria: «Hermanos, si las corporaciones religiosas aquí
no quieren perecer, deben dejar como se pueda aquel lema Todo para Espa-
ña, y tomar éste otro: Antes frailes que nada […] Hemos hecho grandes sa-
crificios por la patria, y los sacrificios hay que hacerlos por Dios, aun cuando
no ignoro que la patria cristiana no se explica sin Dios»20. A las mismas con-
clusiones llegaron después de la Revolución el dominico Ulpiano Herrero21,
el franciscano Francisco Martínez – «pecábamos por demasiado exagerados
en mostrarnos españoles y defensores de la bandera española»22–, y otros
religiosos, entre ellos los provinciales de las cinco comunidades que existían
entonces en Filipinas. Sin embargo, en ocasiones influyeron también motivos
de orden religioso.
Muchos de los religiosos que llegaron a España eran ya hombres aca-
bados, enfermos y sin ilusión. Se sentían traicionados, víctimas de un odio
que no acertaban a explicarse y, menos todavía, creían merecer. Algunos ni
siquiera encontraban ya sentido a su vida religiosa y sacerdotal. Habían pro-
��
Cf. Rampolla, 124 (nota 180).
��
Vicente R. Pilapil, «Nineteenth Century Philippines and the Friar problem»: The
Americas 18 (1961-62) 127-48: «It is necessary to emphasize the fact that in the context
of the Philippine revolution the friars were fought in so far as they constituted a political
and social class, and not primarily a religious unit» (147).
��
F. Mayandía, Carta al comisario provincial de recoletos en España, Manila, 22
agosto 1892: Am leg.132,1.
21
U. Herrero, Nuestra prisión desde el 28 de mayo de 1898 hasta el 4 de diciembre
de 1899, Manila 1900, 787-91; en páginas anteriores había descrito comportamientos
ultranacionalistas como los del dominico Paulino Aguiar, capitán de los voluntarios del
pueblo de Villasis (609-14).
��
Citado por C. Sánchez, «Los franciscanos en la Revolución filipina (1896-1898)»:
Archivo Ibero-Americano 68 (1999) 489.

11
360 ÁNGEL MARTÍNEZ CUESTA

fesado y se habían ordenado para Filipinas, y Filipinas había sido siempre


el horizonte único de su vida. Al tener que abandonar las islas, se sentían
desarbolados anímica y pastoralmente, sin fuerzas ni preparación para em-
prender nuevos caminos, como «si su misión hubiese concluido con la pérdida
de Filipinas»23.
Su reacción ante la tragedia, por más que merezca compresión y exija
un análisis que aquí no cabe hacer, denuncia deficiencias graves en la for-
mación, tanto religiosa como cultural, de nuestros religiosos a lo largo del
siglo xix. Muchos de ellos reaccionaron como sacerdotes seculares, y no de
los más celosos, preocupados casi exclusivamente de sus propios intereses
y con una conciencia muy débil de su profesión religiosa y de sus vínculos
comunitarios.

3. La llamada de la Iglesia brasileña

Afortunadamente, no faltaron religiosos más abnegados que se sobre-


pusieron a las circunstancias y acertaron a abrir nuevos campos apostólicos,
devolviendo esperanza e ilusión a los decaídos. Uno de estos campos, el de
mayor trascendencia, fue, sin duda alguna, el continente americano, afligido
entonces, quizá más que nunca, por su endémica penuria de sacerdotes24.
La dramática disminución del clero, que a lo largo del siglo xix había
perdido buena parte de sus efectivos25, se veía agravada por el contemporá-
neo y progresivo aumento de la población, acelerado en los últimos decenios
por la llegada masiva de inmigrantes italianos, portugueses, españoles, ale-
manes y polacos26. En 1908, cuando ya había entrado en fase de franca recu-
peración y había recibido fuertes inyecciones de clero extranjero, que había

��
M. Bernad, Carta circular, 19 mayo 1903: Copiador de órdenes y circulares del
comisario general apostólico 1, 35-37. La abundante literatura del momento refleja
el ambiente de desánimo e inseguridad que reinaba en la provincia; la documentación
publicada en este estudio añade nueva luz.
��
Una síntesis sobre la situación de la Iglesia a finales del siglo xix en Q. Aldea y
E. Cárdenas, La Iglesia en el siglo XX en España, Portugal y América Latina, en H. Jedin
(Dir.), Manual de historia de la Iglesia 10, Barcelona 1987, 469-512; de singular interés
por su información inédita, procedente casi toda de los archivos romanos, sigue siendo la
monografía de Antón Pazos, La Iglesia en la América del IV Centenario, Madrid 1992.
��
Rosa Mª Martínez de Codés, La Iglesia Católica en la América independiente (siglo
XIX), Madrid 1992, 39, estima el descenso del clero americano durante los 25 primeros años
de vida independiente entre el 35 y 60%, «según las regiones, mientras que la población
seguía creciendo». En los decenios siguientes el descenso quizá fuera más pronunciado.
��
Magnus Mœrmer, Adventurers and Proletarians. The Story of Migrants in
Latin America, Pittsburgo 1985. La inmigración, que ya había comenzado a raíz de la
independencia con la llegada de grupos de alemanes y polacos, adquirió nuevo impulso
a finales del segundo tercio del siglo. Se calcula que entre 1878 y 1942 llegaron a Brasil
unos 3.800.000 inmigrantes, de los que casi la mitad (1.450.000) eran italianos: Raimondi,
Contributo alla storia della presenza italiana in Brasile, Roma 1975, 152; Giorgio Mortara,
Emigrazione italiana in Brasile, Río de Janeiro 1958. 400 pp.

12
presencia agustino-recoleta en brasil: 1899-1901 361

multiplicado por cuatro sus efectivos27, Brasil contaba con el mismo núme-
ro de sacerdotes que siglo y medio antes, mientras que su población había
saltado en el mismo periodo de 3 a 18 millones28. En 1889 apenas contaba
con 700 sacerdotes, de los que 520 eran diocesanos y 180 religiosos. Incluso
un publicista tan poco entusiasta de la romanización de la Iglesia brasileña
durante la última década del siglo xix y primeras del xx como José Comblin,
no puede menos de lamentar la trágica decadencia de la Iglesia brasileña
a lo largo del siglo xix. «El Imperio fue», escribió en un conocido artículo
del año 1966, «una época de decadencia total de la institución eclesiástica.
Las misiones desaparecieron. El clero pasó de una proporción normal de
un sacerdote por cada mil habitantes, al final de la colonia, a uno por cada
20 mil al fin del Imperio [1889], señal lamentable de la profundidad de la
decadencia»29. Las reformas liberales de los gobiernos, sobre todo las de tipo
económico, como la supresión del diezmo, y la progresiva descristianización
de las clases medias y altas lo habían empobrecido, rebajando su prestigio
social y alejando de sus filas a los hijos de las clases acomodadas.
Al abandono casi total de la actividad misionera habría que añadir la
tiranía del positivismo en los medios académicos, la infiltración de la maso-
nería y del liberalismo en las cofradías y otras asociaciones religiosas30, el
sincretismo religioso del pueblo, la debilidad de la jerarquía, escasa31, excesi-
vamente sumisa a la voluntad del gobierno e incapaz de reaccionar y hallar
respuestas a los grandes retos de la sociedad; la clausura de los noviciados
religiosos a partir del año 1855 y la intervención estatal en los seminarios,
convertidos las más de las veces en simples instituciones de segunda ense-
ñanza, sin mayores exigencias disciplinares y académicas. En 1888 el futuro

��
Entre 1889 y 1908 los sacerdotes ascendieron de 700 a 2.627, de los que 560 eran
religiosos, cf. W. Henkel, «Brasile»: Storia della Chiesa. XXIV: Dalle Missioni alle Chiese
locali, 1846-1965 (a cura di J. Metzler), Cinisello Balsamo 1992, 606-39; la referencia en
p. 625.
��
En 1899 contaba con 700 sacerdotes, de los que 180 eran religiosos. En 1908 para
una población de 18 millones había 2.627 sacerdotes, de los que 560 eran religiosos.
��
J. Comblin, «Situação do Catolicismo no Brasil»: Revista Eclesiástica Brasileira
26 (1966) 590. Sobre este aspecto, cf. Pedro A. Ribeiro Oliveira, Religião e dominação de
classe: gênese, estrutura e função do Catolicismo romanizado no Brasil, Petrópolis 1985;
Dante M. C. Gallian, «A Romanização do Catolicismo e a cultura religiosa no Brasil»:
Videre Futura 1 (2001) 87-96.
��
Un primer intento de liberar las cofradías del influjo masónico dio lugar a un
enfrentamiento entre la Iglesia y el Estado que terminó con la prisión de los dos prelados
que lo habían liderado (1874): Vital Mª Gonçalvez y Antonio de Macedo Costa, obispos,
respectivamente, de Olinda y Belem, acusados de invadir la jurisdicción exclusiva del
Estado sobre las órdenes terceras: Historia da Igreja no Brasil. II/2: Segunda época. A
Igreja no Brasil no século xix, Petrópolis 21980, 187; más detalles en A. de Almeida Lustosa,
Dom Macedo Costa (Bispo de Pará), Belem 1992 y, sobre todo, A. Luiz Ulbrich, A Questão
Religiosa do Brasil. Postura da Secretaria de Estado, Roma 1992, 14-260; D. Ramos Vieira,
O processo de Reforma e Reorganização da Igreja no Brasil …, 223-92.
��
Al fin del Imperio (1889), la Iglesia brasileña sólo contaba con trece diócesis, que
formaban una única provincia eclesiástica.

13
362 ÁNGEL MARTÍNEZ CUESTA

cardenal Di Pietro, buen conocedor de la Iglesia sudamericana, en la que ha-


bía actuado como delegado apostólico entre 1877 y 1881, los creía «totalmen-
te faltos del mínimo espíritu de disciplina y de piedad», «en deplorables con-
diciones morales» y «con necesidad urgente de una reforma radical»32. Sus
consecuencias en la formación del clero son fáciles de imaginar. El mismo
diplomático veía a los obispos como «capitanes con pocos soldados, y éstos,
vagos, sin prudencia ni disciplina». Su misma escasez obligaba a los obispos
a encomendar las parroquias a sacerdotes muy jóvenes, «que no habían ter-
minado sus estudios» y con una formación ascética y sacerdotal muy preca-
ria. Lógicamente, abundaban los concubinatos y «eran excepciones rarísimas
los que predicaban el evangelio o enseñaban la catequesis al pueblo».
Se podría objetar que no es prudente tomar al pie de la letra aprecia-
ciones salidas de la pluma casi siempre ácida y puntillosa de observadores
que veían la realidad con ojos demasiado curiales. Por desgracia, los ojos de
los pastores locales veían las mismas lacras. «Los sacerdotes de más de 35
años», escribía el arzobispo de Río de Janeiro, «están casi todos en una situa-
ción moral que no ofrece esperanzas. Muchos no rezan el breviario, gran nú-
mero tiene mujer e hijos públicamente»33. Muy semejantes son los lamentos
del obispo de Belem34 o de monseñor Duarte, el obispo de Uberaba que quiso
tener consigo a los recoletos35.

��
Pazos, La Iglesia en la América del IV Centenario, 330; sobre los seminarios menores:
p. 332; una breve nota biográfica de este cardenal en J. Leblanc, Dictionnaire biographique
des cardinaux du xixe siècle, Montreal 2007, 305-06. F. Martín Hernández, «La formación
sacerdotal y la situación del clero en Iberoamérica en el siglo xix»: Los Cien últimos años,
924-25, aduciendo el testimonio de los historiadores Faqundes Hauch y Arindo Rubert,
presenta una visión más positiva de los seminarios brasileños: «A finales de siglo se daba
en los seminarios brasileños una completa y “remozada” teología para la recta formación
de los clérigos». El estado de los seminarios en las diócesis en que trabajaron los recoletos
–Uberaba, Belem y Vitoria– no permite compartir ese optimismo.
33
Roger Aubert, en Fliche-Martin (Dirs.), Historia de la Iglesia 30, Valencia 1974,
497.
��
El obispo de Pará a León xiii: «casi todos los párrocos [eran] públicamente
concubinarios, hombres ignorantes en relación con la ciencia eclesiástica y por esta razón
se favorecía todo tipo de abusos contra las leyes de la Iglesia. El sacerdote ignorante y
perverso llega[ba] al extremo de enseñar que la simple fornicación no e[ra] pecado»: Pazos,
La Iglesia en la América del IV Centenario, 304. La soledad y las distancias, que reducían
al mínimo las visitas de los obispos y los contactos con otros sacerdotes, facilitaban la
proliferación de estos abusos: Ibid. 300; también la voz Amérique Latine del DTC 1, c.
1100, y J. Luzzi, «L’Amérique Latine a besoin de prêtres»: Nouvelle Revue Théologique 77
(1955) 822-48.
��
En varios informes a la Santa Sede alude a la inmoralidad de su clero. En la
Relación que presentó en 1898 durante la visita ad limina transcribió largos fragmentos
de una carta que le había escrito el superior de los dominicos de su diócesis al término de
una misión popular: «Strenui non desunt Excellentiæ Vestræ operarii in vinea Domini,
sed rari nantes in gurgite vasto. Concubinam habet et alit maxima clericorum pars,
maledictionis filios gignunt, in eorum institutione et futurum statum incumbunt toti;
hinc essentialia sacri ministerii officia negligunt, communioresque sacerdotales status
obligationibus»: Asv, Congr. Concilio, Relat. Dioec, n. 369, 28-29. Dos décadas antes su
predecesor Claudio José Gonçalves había denunciado la gravedad de la situación: «Os

14
presencia agustino-recoleta en brasil: 1899-1901 363

Los juicios de los historiadores modernos, especialmente de los ligados


al Cehila, cercanos a la Iglesia popular y al análisis marxista de la realidad
son más compresivos. A su escasa cultura, a su deplorable moralidad, sobre
todo en lo referente al celibato, y a su descuido de la predicación36, contra-
ponen su cercanía al pueblo, su abnegación, su pobreza, su hombría de bien
y su apuesta por la paz, virtudes que no habrían abundado tanto en el clero
reformado del siglo xx.
Especialmente trágica era la situación de los religiosos. A lo largo del
siglo, el gobierno habían ido embarazando la vida de las comunidades au-
tóctonas hasta llegar en 1855 a la clausura total de los noviciados, lo que
equivalía a una sentencia de muerte por asfixia. En 1870 entre benedictinos,
carmelitas calzados, mercedarios y franciscanos, las cuatro órdenes tradicio-
nales del país, sólo contaban 176 miembros, muchos de ellos viejos, relajados
y ayunos de espíritu de comunidad37. En Roma se desconfiaba de ellos y has-
ta se deseaba su pronta extinción38.
Con el avance del siglo fue mejorando la situación. La reapertura y me-
jora de no pocos seminarios, el envío de seminaristas al Colegio Pío Latino
de Roma, la selección más cuidada de los obispos, la vigilancia de los repre-
sentantes pontificios y de algunos obispos, el aumento de la comunicación
entre los sacerdotes gracias a la paulatina implantación de los ejercicios
anuales y de las conferencias morales mensuales, introducen aires nuevos
que no tardan en repercutir favorablemente en su nivel intelectual, espiri-
tual y pastoral. En Brasil la mejora, que ya había comenzado con la llegada

sacerdotes desta diocese estão quasi todos amancebados ou são concubinarios publicos.
Qué fazer?»: Asv, Aes, Brasile, pos. 224, fasc. 13, 3r. No menos dramático es el testimonio de
Francesco Saverio Savelli, 18 mayo 1901, un sacerdote romano de 53 años que desde hacía
unos cinco años regía la parroquia de Lagoa Formosa y luego sirvió la de Araxá (1901-03):
Asv, Arch. Nunz. Brasile, caja 84, fasc. 413, 48r-56r.
��
El obispo de Belem de Pará en su relación ad limina del 12 julio 1899, 6: «Pauci
admodum parochi prædicationis Verbi Dei officium implent ob defectum instructionis et
zeli salutis animarum»: Asv, Congr. Concilio, Relat. Dioec, caja 115.
��
Relatorio del ministro de Agricultura, Comércio y Obras Públicas, 1870, cit. por
H. Fragoso, «A Igreja na formação do Estado Liberal»: História da Igreja no Brasil. II/2,
Petrópolis 1985, 201.
��
Antón M. Pazos, «Los problemas de la Iglesia latinoamericana hace un siglo
según la documentación vaticana»: Historia de la Evangelización de América..., Simposio
Internacional. Actas, Roma 1992, 880; también: I. Martínez Carretero, Exclaustración y
restauración del Carmen en España (1771-1910), Roma 1996, 507-54.
En la sesión que la Congregación de Asuntos Eclesiásticos Extraordinarios dedicó en
agosto de 1890 a la reforma de los religiosos brasileños se leyó un informe muy negativo
del internuncio Francesco Spolverini de 30 de mayo de ese mismo año: «Quanto alla parte
morale credo che gli ordini religiosi del Brasile non possono cadere più basso di quel che
sono. Ad eccezione di tre carmelitani, di forse tre benedittini e di due francescani, il resto è
come l’animale che si rotola nel fango e, abietto nel lezzo dei vizi, vive più o meno fuori del
convento con donne e numerose famiglie. […] Essendo ridotti a sí piccolo numero, vivendo
la piú parte fuori del convento, l’idea di disciplina religiosa sparí da gran tempo. Quindi
non coro, non atti, non vita comune…»: Asv, Arch. Nunz. Brasile, caja 77, fasc. 377, 19.

15
364 ÁNGEL MARTÍNEZ CUESTA

de comunidades europeas39, cobra mayor consistencia a raíz de 1889 con la


proclamación de la República. Tras la separación de la Iglesia y el Estado
y la abolición del Patronato en enero de 1890 la Iglesia puede moverse con
mayor libertad. En 1892 León xiii dividió en dos la provincia eclesiástica de
Bahía, que comprendía todo el Brasil. A la primera, con sede en Bahía, se
le asignaron las antiguas diócesis de Belem, San Luis, Fortaleza, Olinda y
Goiás más las de Manaus y Paraíba, que se crearon en esa misma fecha. La
segunda tendría su sede en Río de Janeiro y se le asignaron como sufragá-
neas las diócesis de San Pablo, Mariana, Diamantina, Cuiabá y Porto Alegre,
más las nuevas de Curitiba y Niteroi, trasladada ésta a Petrópolis en 189740.
En los años siguientes se erigieron dos nuevas diócesis en Vitoria (1895) y
Piauí (1901-03). Simultáneamente prosigue la reforma de las órdenes an-
tiguas y llegan otras nuevas, tanto masculinas como femeninas41 e incluso
surgen las primeras congregaciones nativas42.

��
En 1881 llegaron de Francia a Uberaba tres dominicos, a los que pronto siguieron
otros que se establecieron en Goiás (1883) y Porto Nacional (1886). En 1883 los salesianos
italianos se establecen en Niteroi: Marcigaglia, Os Salesianos no Brasil. Ensaio de crônica
dos primeiros vinte anos da Obra de Dom Bosco no Brasil (1883-1903), São Paulo 1955; y tres
años más tarde llegan los palotinos para asistir a los emigrantes italianos de Río Grande.
M. Francesconi, «Contributo dei missionari scalabriniani all’assistenza degli emigrati italiani
nel Rio Grande do Sul (1896-1918)»: Contributo alla storia della presenza italiana in Brasile,
Roma 1975, 55-110.
��
Bula Ad Universas orbis ecclesias, 27 abril 1892: Leonis xiii Pontificis Maximi Acta
12 (Roma 1893); M. Cesar de Lima, Breve História da Igreja no Brasil, Río de Janeiro 2001,
151-52.
��
A los nueve institutos masculinos y diez femeninos existentes en 1889 se suman
en los primeros años de la República siete comunidades de hombres –redentoristas
en 1894; verbitas, claretianos y maristas en 1895; agustinos, agustinos recoletos y
premonstratenses en 1899– y ocho de mujeres – franciscanas de la Pequeña Familia
del S. Corazón (1890), hermanas del Buen Pastor de Angers (1891), salesianas (1892),
Santos Ángeles (1893), misioneras de San Carlos y de la Divina Providencia (1895),
damas de la Instrucción Cristiana (1896), hermanas de S. Vicente de Ghyseghem
(1896) y hermanas de Santa Catalina (1897): Samuel J. Boland, «The Redemptorists
in the Foreign Mission Field»: Spicilegium Historicum Congregationis Sanctissimi
Redemptoris 32 (1984); Augustin Wernet, Os Redentoristas no Brasil 1, Aparecida 1995;
Julio J. Brustoloni ­­– João Pereira Gomes, História da missão redentorista de São Paulo
e Goiás 1894 a 1964: I. Origens e desenvolvimento da Missão (1894-1964), Aparecida no
Brasil 1, Aparecida 1995; Cristóbal Fernández, Compendio histórico de la congregación
de los Hijos del Inmaculado Corazón de María, Madrid 1967, 1, 801-32; G. Rosoli, «Il
ruolo della Chiesa tra gli emigrati italiani in Rio Grande do Sul», Contributo alla storia
della presenza Italiana in Brasile, 55-69.
A raíz de la sesión de la Congregación de Asuntos Eclesiásticos Extraordinarios
del 11 junio 1894, que pidió a la Congregación de Obispos y Regulares un elenco de las
órdenes, tanto masculinas como femeninas, que podrían trabajar en América Latina, la
curia romana interpeló sobre el asunto a los superiores pidiendo su colaboración: Asv, Aes,
America, pos. 67, fasc. 14. También M.A. da Cruz Colombo, Luzes e sombras. Uma visão da
educacão femenina no final do século XIX e início do XX, San Pablo 2006.
��
En 1889 sólo había en Brasil dos institutos femeninos autóctonos; entre 1892
y 1900 surgieron cuatro más: Auxiliadoras de Nuestra Señora de la Piedad (1892),
Hermanitas de la Inmaculada Concepción (1895), Carmelitas de la Divina Providencia
(1899) y Franciscanas del Corazón de María (1900): A. Martínez Cuesta, «Las religiosas

16
presencia agustino-recoleta en brasil: 1899-1901 365

Sin embargo, en 1894 el clero todavía dejaba mucho que desear. La con-
gregación de Asuntos Eclesiásticos Extraordinarios lo lamentaba en un in-
forme oficial: «la nota específica, es doloroso decirlo, del clero secular es la
insuficiencia en el más amplio sentido de la palabra: el celo y la buena con-
ducta moral son las cualidades que más se echan en falta. La falta de candi-
datos hace que los obispos tengan que confiar las parroquias a personas que
no han terminado sus estudios, no se han educado en el espíritu de sacrificio,
no conocen sus deberes, y, además, frecuentemente son muy jóvenes y están
obligados a vivir en una sociedad corrompida».
También preocupaban a la Santa Sede los sacerdotes europeos, especial-
mente los italianos, que pasaban a América «con el único objetivo de enrique-
cerse». «De los sacerdotes seculares venidos de afuera», escribía Di Pietro, «es
mejor no hablar. Hacen quizá más mal que bien. Salvo pocas excepciones, son
o ignorantes, o interesados o inmorales. Si no lo son todo junto». En 1886 Roma
advirtió de la situación a los obispos americanos y en 1890 prohibió al episco-
pado italiano que autorizase la emigración de sus sacerdotes a América43. El
episcopado brasileño veía en ellos una auténtica «peste, que difunde y fecunda
los gérmenes de la mayor corrupción». Durante sus primeros años los recoletos
tropezaron en Brasil con algunos de estos sacerdotes, pero junto a ellos tam-
bién encontraron a otros celosos y preocupados de su rebaño.
El remedio sólo podía venir de dos fuentes. La primera era la formación
cuidadosa de los sacerdotes jóvenes, en la que insisten una y otra vez las
autoridades romanas. Con ese fin Pío ix abrió en Roma el Colegio Pío Latino
Americano (1858) y encomendó su dirección a los jesuitas. El segundo consis-
tía en el envío masivo de religiosos y religiosas europeos, a los que «se debe
todo el poco bien que por la misericordia de Dios se había dignado conser-
var en aquellos desgraciados países»44. Roma y los obispos, alarmados por la
situación, comenzaron a alzar los ojos a Europa en demanda de auxilio. La
preparación del Concilio Plenario Latinoamericano, iniciada en 1889, que se
celebraría en Roma diez años más tarde, les ayudó a tomar conciencia del
problema y a multiplicar contactos con los religiosos europeos.

en América Latina durante el siglo xix»: Los últimos cien años de la evangelización…,
927-52.
��
La Congregación del Concilio se había ocupado de ellos en febrero de 1886 en una
circular dirigida a los obispos del sur de Italia. Cuatro años más tarde la Congregación de
Asuntos Eclesiásticos Extraordinarios volvió sobre el tema: Asv, Aes, Stati Ecclesiastici,
pos. 1890, fasc. 1.119. «Sacræ Congregationis Concilii litteræ ad episcopos et ordinarios
Italiæ et Americæ de sacerdotibus Italis ad Americanas regiones migrantibus», 21
julio 1890: Appendix ad Concilium Plenarium Americæ Latinæ, Roma 1900, 484-86. La
primera asamblea de los obispos de la provincia meridional del Brasil, celebrada en San
Pablo en noviembre de 1901, determinó que sólo podrían ejercer el ministerio en Brasil
sacerdotes que llegaran con licencia ad triennium de la Congregación del Concilio. En
1903 los obispos brasileños se lamentaban de que sus directrices no se cumplían. Con el
decreto Clericos Peregrinos, del 1902 (Aas 1 [1909] 692-95) la norma se extendió a todo el
clero secular europeo.
��
Pazos, La Iglesia en la América del IV Centenario, 54-57.

17
366 ÁNGEL MARTÍNEZ CUESTA

III. La primera expedición recoleta: Minas Gerais

1. Preparativos

El primer obispo que entró en contacto con los agustinos recoletos fue
el obispo de Goiás, don Eduardo Duarte da Silva, que viajó a Roma en abril
de 1898 y se entretuvo en la ciudad hasta fines de agosto del año siguiente.
Su diócesis era inmensa y estaba muy abandonada. Tenía unos 800 mil habi-
tantes, se extendía por todo el estado de Goiás y el sur del de Minas Gerais y
padecía en grado sumo los males de la Iglesia brasileña45. Pero el obispo era
joven, celoso y bien preparado46. Desde su ingreso en la diócesis, en septiem-
bre de 1891, se estaba esforzando por encontrar remedio a los más graves. Le
dolían de modo especial la escasez y el nivel intelectual y moral de su clero,
el estado del seminario, que llegó a pesarle como una obsesión, el abandono
pastoral de los campos y la plaga del concubinato, facilitada por obstáculos
objetivos que entorpecían la celebración del matrimonio canónico. En 1894
gestionó en Roma la dispensa de la asistencia del sacerdote para la validez

��
En diversas secciones del Archivo Vaticano ­–Aes, Congregaciones del Concilio, de
Obispos y Regulares, Nunciatura de Brasil, etc.– abunda la información sobre la situación
de la diócesis en estos años. De algún documento haré uso en las páginas siguientes.
��
Alumno del Colegio Pío Latino Americano desde 1868 hasta su ordenación en
1875, obtuvo el doctorado en filosofía y teología por la Universidad Gregoriana; hablaba
correctamente francés, italiano y español. Los nuncios y la misma Secretaría de Estado lo
consideraban de carácter ligero –­de vescovo bambino le calificaba en 1901 el internuncio
Giuseppe Macchi–, sin temple y propenso a la depresión, y tildaron de precipitadas algunas de
sus actuaciones. A su llegada a Roma volvió a presentar la renuncia. Antes de aceptarla, León
xiii pidió información al internuncio. Cuando ésta llegó a Roma, la congregación de Asuntos
Eclesiásticos Extraordinarios dedicó a su estudio la sesión del 15 de diciembre, en la que no
llegó a nada concreto. Rampolla, apoyado en los informes de Guidi y Macchi, habló con dureza
y abogó por que se le aceptara la renuncia y se confiara la diócesis a una comunidad religiosa.
Sin embargo, no pudo o no quiso imponer su opinión: «Questo vescovo non comunica. Ha
zelo ma non secundum Dei iustitiam, ha la salute rovinata, si è reso insopportabile colla sua
pastorale; resti al collegio americano per guarire; il papa intanto provvederà; ci vuole un nuovo
vescovo se si può tra i Lazzaristi con precise raccomandazioni…»: Asv, Aes, Brasile, pos. 485,
fasc. 79. El asunto tenía ya su historia. En junio de 1897 Duarte se había reconocido incapaz
de gobernar una diócesis tan desamparada y había propuesto la incorporación de su parte
meridional a la diócesis de San Pablo y la transformación del norte en un vicariato apostólico,
cuyo gobierno estaba dispuesto a aceptar, caso de que la Santa Sede no acogiera sus deseos
de retirarse a «un cantinho onde possa preparar-me para morrer» (13v). En Roma se estudió
la cuestión. El 15 de enero de 1898 Rampolla interpeló a los dominicos sobre la posibilidad de
que asumieran ellos la administración de la diócesis. Después de algunas consultas, en agosto
1898 éstos rechazaron la propuesta por no considerarse «proprio capaci in quanto al personale
e ai mezzi temporali di corrispondere agl’intendimenti della Santa Sede (f. 32r).
Algunos datos biográficos y pastorales en «Diocese de Uberaba»: Annuario
Ecclesiastico 4 (Uberaba 1935-37) 135-43; P. Gaudiano, «Presidentes, relatores y miembros
del Concilio Plenario de América Latina»: Los últimos cien años de la evangelización en
América Latina. Simposio Histórico, Ciudad del Vaticano, 21-25 de junio de 1899, Ciudad
del Vaticano 2000, 774. Recientemente, se ha publicado su autobiografia, que no he logrado
ver, cf. Leila Borges Dias Santos, «Disputa pelo sagrado em Goiás em fins do século XIX:
o catolicismo oficial dos bispos ultramontanos e o catolicismo popular dos leigos»: Revista
Brasileira de História das Religiões 1 (2009) 346-80.

18
presencia agustino-recoleta en brasil: 1899-1901 367

del sacramento47. De las 86 parroquias en que estaba dividida la diócesis


– 58 en Goiás y 28 en Minas Gerais – 68 carecían de párroco. De todo ello
informó con detalle a la curia romana en la relación que presentó en febrero
de 1894 durante su primera visita ad limina Apostolorum48, así como en
cartas e instancias dirigidas a la Secretaría de Estado y a otros organismos
romanos. La pobreza extrema del estado de Goiás, la carencia de local propio
para seminario y sus conflictos con los políticos locales, especialmente con el
senador José Leopoldo Bulhões, auténtico cacique del estado de Goiás49, le
movieron a impetrar de Roma el traslado de la sede diocesana a Uberaba,
la capital del sur de Minas Gerais, que era la región más poblada, mejor
comunicada y más desarrollada de su diócesis. El 24 de junio de 1896 salió
de Goiás, acompañado de siete canónigos, rumbo a Uberaba para establecer
allí la sede de la diócesis e infundir nuevo vigor al seminario50. Gran parte
de esas esperanzas resultaron fallidas. Incluso puede decirse que el traslado
empeoró su situación. En Goiás no le perdonaron una decisión que tildaron
de traición y en Uberaba no cumplieron sus promesas. Las autoridades se
desentendieron y le dejaron sin casa y sin entradas, y para abrir el seminario

��
Asv, Aes, Brasile, fasc. 67, ff. 13r-18r.
��
Tiene 40 páginas, llenas de noticias: Asv, Congr. Concilio, Relat. Dioec., caja 369.
En carta del 4 de junio al delegado apostólico, Guidi, habla de 94 parroquias, de las que
60 pertenecían al estado de Goiás y 34 al Triângulo Mineiro, situado al sudoeste de Minas
Gerais. Entre las primeras sólo 9 tenían párroco, y de éllos únicamente cuatro estaban
en condiciones de ejercer el ministerio. Los demás «estão completamente inutilizados,
não podendo mais administrar sacramentos» (f. 7v). En Minas la situación no era tan
desesperada, pero también allí las carencias eran enormes: 21 de sus 34 parroquias
estaban acéfalas y entre sus 13 párrocos (11rv) no faltaban los indignos: Asv, Arch. Nunz.
Brasile, pos. 485, fasc. 79, 6r-13v.
��
Eduardo Duarte, Carta a León xiii, Roma, 21 enero 1899: Asv, Aes, Brasile, pos.
524, fasc. 90, 56r-57r.
José Leopoldo Bulhões (1856-1928), miembro de un clan muy fuerte en ese estado,
sobre todo entre 1878 y 1912, era un abogado adscrito a la masonería y al partido liberal.
De 1894 a 1902 fue senador de la República. Después ocupó la cartera de Hacienda en el
gobierno federal en dos ocasiones (1902-1906 y 1909-10), contribuyendo a la reorganización
del ministerio y a la estabilización de la moneda. En 1895, tras el aumento de su prestigio
personal y el triunfo de su programa político, orientado a traducir la separación de la
Iglesia y Estado (1890) en normas concretas sobre la implantación del matrimonio civil, la
secularización de los cementerios y, en general, sobre la disminución del influjo de la Iglesia
en la sociedad, Duarte se vio desautorizado y optó por establecerse en Uberaba: Maria
Augusta Sant’Anna Moraes, História de uma oligarquia em Goiás, Goiânia 1974; Ronaldo
Ferreira Vaz, Da separação Igreja-Estado em Goiás à nova cristandade (1891-1955),
Goiânia 1997; Maria da Conceição Silva, «Catolicismo e casamento civil na Cidade de
Goiás: conflitos políticos e religiosos (1860-1920)»: Revista Brasileira de História 23 no.
46 (San Pablo 2003).
��
Pastoral de D. Eduardo Duarte Silva, Bispo de Sant’Anna de Goiás, anunciando
a transferência da residência episcopal da capital de Goiás para Uberaba e fazendo un
appello em favor do seminário episcopal, Uberaba, 14 septiembre 1896: Asv, Aes, Brasile,
fasc. 128, tras el f. 51; la revista La Palestra del Clero 21 (Roma 1896) publicó una
traducción italiana: Asv, Aes, Brasile, fasc. 67, ff. 55r-64v; más información en su Relatio
ad limina de 1904, 31-35: Asv, Congr. Concilio, Relat. Dioec., caja 369, y Asv, Aes, Brasile,
fasc. 128; también Diocese Uberaba, 138.

19
368 ÁNGEL MARTÍNEZ CUESTA

tuvo que echar mano de su peculio personal. Además, el clero goyacense y los
mismos seminaristas se sentían a disgusto en Uberaba y varios reempren-
dieron el camino del regreso. Todo esto disgustó profundamente al obispo y
le abatió, induciéndole incluso a presentar la renuncia al gobierno de la dió-
cesis51. A finales de junio de 1898, cuando todavía desconocía el éxito de su
instancia, se presentó, sin previo aviso, al padre Enrique Pérez, procurador
a la sazón de los recoletos en Roma, en demanda de algunos religiosos que
aliviasen la situación de su diócesis.
«Sin yo buscarlo», escribía éste al padre Narro el día 27 de junio, «me ha
buscado para ver si puede conseguir que se le den religiosos para el semina-
rio y para misiones o parroquias. Es una diócesis de mucha extensión que
abraza todo el estado de Goiás y parte del de San Pablo52, atravesada por
dos grandes ríos que podían facilitar mucho los caminos siendo navegables,
aunque no son navegados, debiendo hacer todos los viajes a caballo. Tiene
más de 60 parroquias con sus pueblecitos rodeados de haciendas: todas ca-
recen de párroco; solamente algunos dominicos que interinamente están en
el seminario recorren de tarde en tarde algunas de las parroquias para dar
misiones y confirmar53. Hay también territorios de indios sin bautizar, de
modo que se puede elegir lo que se quiera. Asegura que abundan los medios
de subsistencia […]. El señor obispo ha venido decidido a llevarse religiosos
a todo trance y ha dicho a su Santidad que no quiere ni puede volver a su
diócesis sin llevarlos. Yo le he oído y me he limitado a prometerle escribir
pronto a vuestra reverencia y transmitirle la respuesta, que le suplico me
la mande pronto»54.

A vuelta de correo Narro contestó que en España no tenía religiosos


disponibles, pero que se comunicaría inmediatamente con Manila para que
el provincial adoptara las medidas pertinentes55. En el mismo sentido es-

��
Todavía en 1904 el nuncio Giulio Tonti la consideraba como una de las fuentes
de sus desgracias: «Colgo pure questo incontro per partecipare a vostra eminenza
reverendissima altresì la venuta in Roma dell’Ill.mo e Exc.mo Mgr. Eduardo Duarte Silva,
vescovo di Goiás. = Opino conveniente per ogni buona norma prevenire vostra eminenza
reverendissima che monsignor Silva, benché sia un buon vescovo, è però di carattere
irruento e precipitato. Ed è perció che egli non è troppo ben visto da una porzione al meno
dei suoi diocesani. =Varii anni or sono Mgr. Silva volle trasferire sotto colore di cattivo
clima la sua residenza dalla città di Goiás a quella di Uberaba. Tuttavia la vera ragione
(per quanto ho potuto sapere) si fu di mostrare il suo malcontento di fronte agli abitanti
della città di Goiás, ciò che necessariamente ha scemato di molto la fiducia di questi verso
il detto prelato»: Asv, Aes, Brasile, pos. 626, fasc. 112, 28r-29r.
��
Debería decir Minas Gerais.
��
En marzo de 1898 los dominicos tenían tres comunidades en la diócesis: una en
Uberaba con cinco sacerdotes y tres legos; otra en Goiás, con cinco sacerdotes y dos legos;
y otra en Puerto Nacional con cuatro sacerdotes y dos legos: Carta del general al card.
Rampolla, Roma, 23 marzo 1898: Asv, Arch. Nunz. Brasile, caja 79, 18r.
��
Infra, VIII. Carta 1.
��
Í. Narro, Carta a E. Pérez, Madrid, 1 julio 1898: «Escribiré al p. provincial de Filipinas
proponiéndole ser súbditos suyos los que quisieran pasar a Venezuela, Perú, Brasil, y que
fueran directamente de Filipinas a la América del Sur»: Agoar, caja 65, leg. 7.

20
presencia agustino-recoleta en brasil: 1899-1901 369

cribió al obispo, quien, feliz de la respuesta y deseoso de acelerar los trámi-


tes, escribió él mismo al provincial y urgió al padre Enrique a que lo hiciera
también él. No conozco la carta del obispo, que debió de extraviarse. En la
suya el padre Enrique se hacía eco de los vivos deseos del obispo de «con-
seguir religiosos para su diócesis» y de la opinión favorable del comisario
general de la congregación56. Esta carta no llegó a Manila hasta principios
de septiembre, cuando, fiado en la del padre Íñigo, que había llegado veinte
días antes, en el momento preciso en que el consejo provincial estaba de-
liberando con su consejo sobre las medidas que habría que adoptar para
salir del aprieto en que se hallaba, éste ya había decidido organizar dos
expediciones. Apenas tuvo en sus manos la carta del padre Íñigo, el provin-
cial suspendió la sesión y corrió al convento de San Sebastián, extramuros
de Manila, para conferenciar con Manuel Simón y Patricio Adell, que desde
siempre habían sido partidarios de ampliar los horizontes de la Recolec-
ción. Y allí mismo se decidió organizar dos expediciones. Una, encabezada
por Adell, se dirigiría a Panamá y Venezuela; y la otra, a las órdenes del
padre Manuel, saldría para Brasil, a la diócesis de Goiás. Para ambas se
redactaron rápidamente unas bases que mostraban una clara preferencia
por las misiones y residencias, proscribían el peculio, una de las deficien-
cias de los frailes filipinos y auténtica mina vagante en la historia de la
vida religiosa, e imponían la oración en común57.
La expedición a Panamá, compuesta por ocho religiosos, se organizó in-
mediatamente. El día 25 de agosto ya pudo zarpar de Manila rumbo a Hong
Kong y de allí prosiguió por el Pacífico hasta San Francisco de California y
Panamá, donde atracó el día 11 de noviembre58. La organización de la se-
gunda fue más lenta. En carta de principios de septiembre a Enrique, el pro-
vincial alude a algunas dificultades en el reclutamiento de la misión. Pero
��
Infra, VIII. Carta 2. En la misma fecha Íñigo envió al provincial otra carta que
no he podido ver, a la que alude el definitorio en el acta de fundación de las misiones
de América. Se discute sobre la paternidad de la idea de pasar a América. De ordinario,
siguiendo la letra del acta del definitorio, se le atribuye al comisario apostólico: Recollectio
16 (1993) 323-25, y José Luis Sáenz, «Comienzo de la actividad misionera de la provincia
de San Nicolás de Tolentino en Panamá, Venezuela y Brasil»: Bpsn 83 (1993) 151-95, esp.
151-52. En realidad, la idea partió del p. Enrique, que entró en contacto en Roma con
obispos brasileños y sacerdotes de Chile y Venezuela, como puede verse en sus Apuntes y
memorias 1, 1898-1908, 2-3: Agoar, caja 154. En mayo (10), junio (11 y 27) y agosto (16)
de 1898 ya habla de ellos en sus cartas a Íñigo Narro: Agoar, caja 38; también la carta
de Íñigo a Enrique del 1 de julio de 1898, Agoar, caja 65, y la del provincial de Filipinas,
Francisco Ayarra, a Enrique del 8 septiembre 1898: infra, VIII. Carta 7.
��
«Acta del venerable definitorio provincial sobre fundación de residencias en
América e instrucciones que se dan a los padres misioneros», 19 agosto 1898, n. 18: «En
todas las residencias se tendrá la oración mental en comunidad mañana y tarde, y en
la misma forma se rezará todos los días el santo rosario»: Alonso-Martínez, Los padres
agustinos recoletos en Venezuela, Caracas 1948, 5-8; también: Recollectio 16 (1993) 326-
328 y 25-26 (2002-03) 567-70.
��
Más detalles sobre este viaje en «De Filipinas a América del Sur. I…»: Recollectio
25-26 (2002-2003) 397ss.

21
370 ÁNGEL MARTÍNEZ CUESTA

esperaba resolverlas rápidamente gracias a las noticias que le comunicaba


en su ya citada carta sobre sus contactos con el obispo de Goiás. Queda, por
tanto, a la espera de las «condiciones» que ponga el señor obispo.
«Estaba para salir la segunda misión, pero tropezamos con el inconve-
niente (que en la primera se salvó, en gran parte, con la decisión y fe cie-
ga del padre Patricio en la divina Providencia, que por lo mismo confiamos
corone la obra a medida de nuestro deseo) de no saber con exactitud cuál
será el punto más a propósito, el obispo de quien seremos mejor recibidos,
etc., cuando llega la carta de vuestra reverencia, que ha venido como agua de
mayo, con la mayor oportunidad que se pueda imaginar vuestra reverencia.
No tardarán mucho en salir ocho religiosos, por lo menos, para Goiás.
Si vuestra reverencia los recomienda eficazmente al señor obispo, lo
cual no le será difícil por su cargo y por haber tratado con él sobre el
asunto, esta provincia que por tantos motivos le está muy agradeci-
da, tendría uno más para mostrarle el más profundo reconocimiento.
Le agradeceré me envíe lo antes posible las bases, condiciones que ha puesto
el señor obispo de Goiás y que ha debido de olvidar vuestra reverencia de
incluir en su carta, como en ella promete»59.

Este olvido movió al provincial a mandar los ocho voluntarios a España


para que allí el comisario apostólico ultimara los detalles de su viaje a Brasil.
Eran ocho religiosos, a los que en las semanas siguientes se asociaron seis más.
«Ayer recibí el telegrama de usted de 22, diciéndome que el señor obis-
po de Goiás escribía a Río [de] Janeiro para que recibieran [a los] padres.
La carta de usted diciéndome que el obispo de Goiás recibiría padres nos
agradó mucho, pero como no llegó la carta del obispo (que a usted debió de
extraviarse) sobre las condiciones y circunstancias en que quería a los re-
ligiosos, nos pareció más conveniente mandarlos a España y que desde allí
nuestro reverendísimo padre Íñigo, que supongo estará enterado de todo,
los mandase a donde y como mejor le pareciere. Con ese fin el día 11 de éste
salieron de aquí y el 15 se embarcaron ocho religiosos, siete sacerdotes y un
lego, para España, y le escribía a nuestro padre Íñigo que desde allí los man-
dase al punto al obispo que deseara religiosos, porque supongo que nuestro
padre Íñigo estará enterado de los señores obispos que desean religiosos, a
fin de que puedan dar vida allí a nuestra amada provincia. Con lo que ya
los tiene en camino y pronto llegarán a España y si desde allí los despacha
pronto nuestro padre, antes de Pascuas pueden estar en América y, una vez
allí, supongo que usted puede hacer mucho para apoyarlos, a fin de [que]
salga bien la empresa»60.

El 11 de octubre salían de Manila los ocho voluntarios a las órdenes


del padre Manuel Simón, a quien días antes el provincial había confiado la

��
Infra, VIII. Carta 7.
60
Infra, VIII. Carta 11.

22
presencia agustino-recoleta en brasil: 1899-1901 371

dirección de la empresa61, llegando a España a mediados del mes siguiente.


Mientras seis pasaban unos días con sus familias, Manuel Simón y Gregorio
Gil viajaron a Madrid para recibir instrucciones del comisario apostólico.
Fue a partir de esa fecha cuando se fueron concretando los detalles de la
expedición. Ante todo, se consideró oportuno engrosar el grupo primitivo con
algunos voluntarios y encomendar la empresa al padre Mariano Bernad,
quien aceptó la comisión a pesar de sus sesenta años, que por aquellas ka-
lendas era ya una edad venerable62.
Al final los expedicionarios serían catorce: nueve sacerdotes, tres clé-
rigos profesos y dos hermanos legos. Todos ellos se reunieron en Marcilla y,
tras una semana de ejercicios espirituales, partieron para Barcelona, donde
se embarcaron rumbo al puerto de Santos, según las últimas instrucciones
del obispo.
En sus instrucciones el obispo manifestaba el deseo de que los recoletos
se hicieran cargo del seminario diocesano, en el que deberían esmerarse por
restablecer la disciplina y la moralidad; y les entregaba el santuario mariano
de Agua Suja, situado a unos tres días de distancia de Uberaba, así como todas
las parroquias vecinas, que, más que parroquias, eran auténticas misiones.
Aconsejaba, por tanto, dedicar la mayor parte del tiempo a visitar los barrios
y haciendas, en los que residía la gente más necesitada. Al principio no les
faltarán privaciones y sufrimientos, porque el pueblo era pobre y las iglesias
carecían hasta de lo más indispensable, pero pronto tendrán todo lo necesario,
porque los fieles son generosos con sus párrocos. Procuren llevar consigo toda
clase de libros y ornamentos, «visto como as pobres igrejas parochiais estão
na maior penúria de tudo». También convendría que fueran acompañados de
hermanos legos que cuiden de los servicios domésticos para poder prescindir
de las mujeres, que han dado mucho que hablar. Desde el primer momento
deben imponerse a fiesteros y mayordomos, que están acostumbrados a obrar
con gran autonomía. En temas políticos toda prudencia será poca.
«Além do seminário entrego também aos seos religiosos o sanctuário
de Nossa Senhora da Abbadia de Água Suja, a três dias de distância de
Uberaba, côn óptima egreja, com um rendimento annual de sete mil pe-
zos, bem como todas as paróchias circunvizinhas que mais são missões do
que paróchias. Os religiosos destinados ás paróchias á principio soffrerão
alguma couza na primeira installação, mas depois terão todo o necessário,
porque o povo costuma offerecer aos vigários muita cousa necessária à vida.
Reccomendo aos mesmos que não fiquem muito tempo nas sedes das paró-
chias, porque em geral o povo mais necessitado de sacramentos reside em
sítios e fazendas, légoas e légoas longe do povoado. Levem os religiosos tudo
o que puderem levar, especialmente seos livros de estudo, bem como alfaias

��
El nombramiento del p. Manuel está firmado el 8 de octubre y su jurisdicción se
extendía a Brasil, Argentina y Uruguay, cf. Circulares del p. Ayarra, f. 104rv: infra. VI.
Nombramientos y circulares 1, 585 (237).
��
Infra, VIII. Cartas 17 y 18.

23
372 ÁNGEL MARTÍNEZ CUESTA

de egreja, visto como as pobres egrejas parochiais estão na maior penúria


de tudo
É bom mandar o maior número que puder de irmãos leigos, porque em
minha diocese não ha criados, e o serviço doméstico é feito todo por mulhe-
res, e não honestas, o que muito tem prejudicado a moralidade do clero. Se-
ria de muita vantagem que os irmãos leigos que tem de ir soubessem offícios
e artes, como de alfaiates (sastres), sapateiros, pedreiros, cozinheiros, etc.
Os párochos depois da separação que se fez da Egreja do Estado, não
recebem mais côngruas, porém o povo paga por bautizados, casamentos e
funerais. A gente geralmente è muito ignorante em matéria religiosa e mui-
to supersticiosa, porém obediente e generosa. O vício da sensualidade em
todos os seos modos é a praga que lá destroé todo o bem, como outro sim o
da embriaguez. Tenho certeza de que os religiosos vão ser muito estimados
e muito bem tratados, sobretudo si ao princípio tiverem muita paciência, re-
ceberem todos com carinho e visitarem as principais pessoas do lugar, punto
este de grande importância, porque a pessoa de certa qualificação, que não
for visitada pelo novo vigário, constitui-se logo seu inimigo e adversário.
Nas sedes das paróquias ha sempre chefes políticos de ambas as par-
cialidades e seos adherentes, com os quaes è mester usar-se de muito tino e
prudência; não deve o párocho dar razão a nenhum dos dois e nem favorecer
e nem hostilizar a qualquer dos dois partidos. O melhor sistema é ser amigo
de todos.
Devem combater a todo o trance o adultério e fazer com que das sedes
das paróchias sejão expulsas as mulheres de má vida, que fazem inmenso
damno a moralidade.
Ha muitos casamentos entre parentes, e per isso os que forem desti-
nados a Goiás para vigários, deverão em Uberaba receber instrucções a tal
respeito do governador que lá reside; quando eu chegar communicarei aos
religiosos certas facultades que lhes são necessárias.
Ao chegarem ás paróchias assumão todo o encargo do culto, não permit-
tindo que seculares mandem na egreja e decidão sobre solemnidades; com
tudo deixem ficar o que está feito até novo anno para não desgostar logo
no começo os que forão nomeados para festeiros; entendão-se também a tal
respeito com o governador.
É meo grande desejo acabar com o abuso que lá existe de ser emprega-
do o dinheiro com que o povo concorre para as festas de egreja em bailes,
jantares e músicas. Até hoje não pude por não ter vigários nas paróchias,
mas agora os religiosos poderão entender-se com o povo, receber as quan-
tias e consentir só em festejos profanos que em nada sejão incentivo para o
peccado.
Passo agora a dar a Vª Rª algumas informações sobre o viagem que os
religiosos farão. Deverão embarcar-se em Barcellona com destino ao porto
de Santos, onde começa a estrada de ferro; aí procurarão o vigário, que é
muito meo amigo e cuidará em hospedar os religiosos, mandando-lhe eu
de antemão uma carta. No dia seguinte seguirão para S. Paulo e procura-
rão a casa dos padres salesianos, meos íntimos amigos (Lyceo do Sagrado
Coração). Aí chegados, por telegramma avizarem ao governador da diocese
de Goiás, cônego Ignácio Xavier da Silva, afim de que providencie para o

24
presencia agustino-recoleta en brasil: 1899-1901 373

resto da viagem. Em S. Paulo os padres salesianos facilmente com as boas


relações que tem poderão conseguir passagem gratuita até Uberaba.
Eis o que por ora me occorre communicar a Vª Rª; repito outra vez que de
summa utilidade seria poder conversar aqui com o padre que será destinado
para superior. Aguardando carta de Vª Rª agradeço desde já do fundo de meo
coração os incalculáveis serviços que prevejo vão ser feitos pelos beneméri-
tos padres Recollectos, que a Divina Providência com sua misericórdia me
concede»63.

2. El viaje

El 28 enero de 1899 zarpaban de Barcelona los 14 misioneros rumbo a


Santos, con dos días de retraso sobre el programa previsto. Tras un viaje más
bien tranquilo, el 19 de febrero atracaron en el puerto de Santos, donde no
había nadie esperándolos y los estibadores, en su mayoría inmigrantes ita-
lianos, se divirtieron insultándolos y tirándoles piedras64. Encontraron todo
cerrado, porque era domingo. Varios de ellos tuvieron que pasar la noche en
la sacristía. Otros encontraron albergue en la casa del párroco, «pero unos
y otros sin comer, sin cenar y sin abrigo»65. Al día siguiente tomaron el tren
rumbo a San Pablo, Ribeirão Preto y Uberaba, a donde llegaron el 23 tras un
viaje bastante molesto.
Las primeras semanas fueron difíciles. El obispo estaba ausente y el
clero los recibió con frialdad. Con ánimo de ridiculizarlos, la misma noche
de su llegada, cuando aún no habían tenido tiempo para sacudirse el polvo
del viaje, se les quiso obligar a aceptar la dirección del seminario diocesano,
a pesar de no haber entre ellos ninguno que dominara el portugués. Con el
fin de indisponerlos con la población propalaron por la prensa la voz de que
aquellos religiosos extranjeros venían a usurpar el puesto de los sacerdotes
nativos66. Pero los religiosos no tardaron en disipar aquel clima de descon-

��
Infra, VIII. Carta 26.
��
Décadas 1, 74-75; J. Berdonces, «Apuntes históricos sobre la presencia de los
agustinos recoletos en el Brasil»: Bpst 74 (1994) 76-101.
65
Estado General de 1906, Madrid 1906, 24-31.
��
Una cierta malquerencia del clero nacional al extranjero, especialmente al
religioso, era general en toda América, aunque en Brasil no fue tan común. Puede decirse
que coexistieron actitudes dispares. El gobierno central los apoyaba, mientras que las
autoridades estatales no los miraban con buenos ojos. En 1870 un sacerdote los defendió
en la asamblea legislativa de Bahía, porque «em matéria de religião não há estrangeiros.
A Pátria é só uma». El obispo Antonio Viçoso no veía razón para rechazar a sacerdotes
extranjeros cuando se llamaba a técnicos para construir ferrocarriles y a profesores para
enseñar en las escuelas: História da Igreja II/2, 195. Argumentos semejantes barajó un
periódico de Uberaba en 1899, cf. «Diocese de Goiás», en Lavoura e Commercio, Uberaba, 28
setembro 1899, p. 1: «A religião não tem pátria, nem reconhece nacionalidade; cada paiz tem
sua bandeira; mas há uma bandeira universal, a bandeira de todas as nações; esta é a cruz,
que tem os braços abertos, que a ninguém se fechan e a cuja sombra todos são irmãos».
En 1905 Arcoverde, primer cardenal brasileño, se opuso en el Congreso a que el clero
extranjero dirigiera seminarios o predicara misiones populares por considerarlo incapaz

25
374 ÁNGEL MARTÍNEZ CUESTA

fianza, que los acompañaba por doquier, fruto conjunto de los ataques de la
prensa laica y de la propaganda americana.
El mismo año 1899 desembarcaron en Brasil otras cinco expediciones
con un total de 45 frailes. Con ellos pudieron hacerse cargo de varias parro-
quias en el Triángulo Mineiro, y acudir a la llamada de los obispos de Belem,
Vitoria y San Pablo, en cuyas diócesis se hicieron cargo en ese mismo año de
otros ministerios y echaron los cimientos de la residencia de Ribeirão Preto,
que con el tiempo se convertiría en la casa principal de la orden en Brasil. En
ese primer año les llegaron también peticiones, a menudo insistentes, de los
obispos de Mariana, Petrópolis, Manaus y Olinda, que no pudieron atender
por escasez de personal.
A finales de 1899 trabajaban en América más de 60 recoletos filipinos,
40 de ellos en Brasil. En los dos años siguientes esta avanzadilla filipina su-
frió muchas pérdidas. Varios religiosos perecieron víctimas de la fiebre ama-
rilla, del paludismo, del hambre y del trabajo. Entre febrero de 1900 y agosto
de 1902, fallecieron cinco religiosos. Tres de ellos no llegaban a los cuarenta
años67. Los enfermos fueron siempre muy numerosos. «Caso excepcional será
el de un recoleto que haya misionado, sobre todo en el estado de Pará, Bahía,
Río San Francisco y otros», escribía el cronista, «que no haya sufrido por lar-
go o breve tiempo fiebres malignas y palúdicas, quedando para toda la vida
achacosos o anémicos»68. De los 19 religiosos que trabajaron en el estado de
Pará entre 1899 y 1909, «dos fallecieron víctimas de la fiebre, otros tres hubo
que trasladarlos a otros estados de Brasil para que repusieran su salud que-
brantada [y] siete hubieron de regresar a España también enfermos»69. No
faltaron tampoco quienes no lograron acomodarse a la vida brasileña y opta-
ron por regresar a España, algunos de ellos sin siquiera esperar los permisos

de comprender la psicología del pueblo: Jedin (Dir.), Historia de la Iglesia en España e


Hispanoamérica 10, Barcelona 1990, 1.316; más información en Asv, Aes, Brasile, cajas
155 y 165, fascs. 775 y 857-65.
En 1904 el obispo de Uberaba creía que entre su clero esa hostilidad todavía
perduraba: «Hac in civitate aliquandiu progressum est, sub moderamine, prius, clericorum
diœcesanorum, ac deinde sub Patrum Prædicatorum regimine. Romæ consistebamus cum
ipsi patres mandatis Capituli generalis obtemperantes, seminarium reliquerunt. Diœcesis
tunc gubernator rursus nonnullos clericos pro scholis regendis seminario adnectens,
supplices interim ad Nos misit preces ut congregationem aliquam cui seminarii regimen
ac scholæ tradi posse, vocaremus. Efflagitationes nostras acceptavere Augustiniani e
Philippinis exules, attamen eodem die qua Uberabam assecuti sunt, desertum invenerunt
seminarium, cum ipsi clerici, eorum adventum ægre ferentes, alumnos ad propria misisse,
ac eorumdem parentum indignationem contra exteros religiosos sustulissent, quæ
hucusque perdurat»: Asv, Congr. Concilio, Relat. Dioec., caja 369.
��
Teodoro Castillo (1869-25 febrero 1900); Manuel Guillorme (1862-2 marzo 1900)
y Aquilino Rubio (1873-3 agosto 1902). Los otros dos fueron Hilario Eraso (1848-7 mayo
1900) y Juan Pablo Ruiz (1837-1 octubre 1901), de 52 y 64 años, respectivamente. Juan
Zamora murió en Marcilla en abril de 1902: Sádaba, 787-88.
��
Décadas 1, 129.
69
Décadas 1, 422-23.

26
presencia agustino-recoleta en brasil: 1899-1901 375

de rigor. En los dos primeros años fueron ocho los que abandonaron el campo
de modo más o menos irregular. Casi todos ellos terminaron por perder la
vocación religiosa y secularizarse70. Con todo, en 1906 todavía trabajaban en
Brasil 54 recoletos, que formaban tres vicarías y desenvolvían su actividad
en cinco estados: Pará, al norte; Bahía y Espíritu Santo, en el centro; y San
Paulo y Minas Gerais, al sur71. En los años siguientes la presencia de la or-
den en Brasil inicia, por muerte de algunos religiosos, la deserción de otros
(seis en 1909)72 y el regreso de otros a España por enfermedad o por motivos
de orden administrativo, una parábola descendente que duró hasta 1915,
cuando se reanudaron las expediciones procedentes del teologado de Mona-
chil. A final de 1909 los recoletos residentes en Brasil eran sólo 36.

3. En el campo de trabajo

A los 15 días de su llegada a Uberaba siete religiosos, acompañados por


el padre Mariano Bernad, viajaron a Agua Suja, que fue su primer campo de
trabajo73. El 11 de marzo los padres Marcelo Calvo y Manuel Ramos y el her-
mano Pedro Pascual Rodríguez tomaron posesión de la parroquia. Días más
tarde otros cuatro religiosos, siempre en compañía del padre Mariano, conti-
nuaron viaje a Ponte Nova (hoy Nova Ponte) y Santa Anna do Río das Velhas,
de cuyas parroquias se hicieron cargo el 25 y 26 del mismo mes de marzo74.

��
Gregorio Albo y Dionisio Pueyo se secularizaron en 1900; Agustín Martell, Juan
Zamora, Antonio Martín, Gregorio Miguel Jiménez, Manuel Ramos García y Celestino
Ballesteros en 1902. Al año siguiente siguió su ejemplo Ricardo Rupérez, que dos años
antes había regresado a España sin permiso en compañía del p. Martell. Antonio Martín
y Miguel Jiménez llegaron a ser canónigos en Jaca y Baeza, respectivamente; Martell
volvió al Brasil, donde sería vicario general de la diócesis de Pouso Alegre. A veces estas
secularizaciones eran un simple desenlace de grandes sufrimientos interiores. Sáenz,
«Comienzo de la actividad misionera de la provincia de San Nicolás …»: Bpsn 84 (1994)
81-82, recuerda el «martirio» de Antonio Martín en Veríssimo, durante el viaje a España
y su permanencia en Barcelona. Pero a la vez denotan casi siempre individualismo, apego
al dinero y poca abnegación.
��
Décadas 1, 75.
��
Décadas 1, 112: Nicolás Catalán, Francisco León, Florentino Bermejo, Santiago
Ochoa, Ángel Pascual Benito y Florencio Luis.
��
Agua Suja, parroquia desde 1872, pertenecía al municipio de Monte Carmelo
(antiguo Carmo da Bagagem). Desde junio de 1894 estaba administrada por un sacerdote
italiano, Antonio Sevastano, que murió asesinado cerca de Uberaba. Desde 1870 era meta
de una romería a Nuestra Señora de la Abadía, la misma que desde antiguo se veneraba en
la población de Muquem, en el estado de Goiás: Primo Mª Vieira, Monografía da paróchia
e sanctuário episcopal de Nossa Señora d´Abbadia de Agua Suja, San Pablo 1921; Diocese
Uberaba, 186-88.
��
Nova Ponte era parroquia desde 1882, pero no tenía párroco residente. Desde 1891
la atendía el párroco de Agua Suja, de la que distaba 40 km. En 1925 fue reincorporada a
Agua Suja: Diocese Uberaba, 228-29.
La parroquia de Sant’Anna do Río das Velhas, erigida en 1870, pertenecía al
municipio de Araguari. Su primer párroco, José Martins Carrijo, tomó posesión en 1872.
En 1898 era administrada, igual que la anterior, por Antonio Sevastano, párroco de Agua
Suja: Diocese Uberaba, 243-44.

27
376 ÁNGEL MARTÍNEZ CUESTA

En los meses siguientes, a medida que iban llegando nuevos misioneros desde
España, asumieron la administración de otros curatos, hasta llegar a un total
de siete a finales de año75. En 1902 eran 16 los curatos servidos por recoletos
en la diócesis de Goiás, aunque algunos de ellos, como Abbadia dos Doura-
dos76, Conceição de Araxá y São Sebastião do Salitre, nunca tuvieron párroco
residente, y otros sólo lo tuvieron ocasionalmente. A continuación comenzó
la parábola descendente. La escasez de misioneros, debida a la disminución
de las expediciones, a las muertes y enfermedades de varios religiosos y a
la deserción de otros, redujo «de tal manera el personal que hizo necesario
desprenderse de algunas, quedando reducidas, al finalizar la primera década
a nueve, servidas en su mayor parte por un solo misionero. Estas parroquias
misiones eran las siguientes: Agua Suja, Sant’Anna do Río das Velhas, Do-
res de Santa Juliana, Monte Carmelo, Coromandel, Abadia dos Dourados,
Estrella do Sul, Patrocinio y Santa Anna dos Patos, con un total de nueve
religiosos»77.

IV. En el estado de Espíritu Santo

La llegada de los recoletos a Uberaba atrajo muy pronto la atención de


otros obispos, que no tardaron en solicitar sus servicios. La primera instan-
cia les llegó desde Vitoria, una diócesis recién erigida (1895), con clero muy
escaso y una demografía ascendente, debida, en gran parte, a la masiva lle-
gada de inmigrantes italianos. Para una población de unos 150 mil habitan-

��
Durante el bienio aquí estudiado asumieron la administración de Dores de Santa
Juliana (mayo 1899), Monte Carmelo (10 octubre 1899), Espírito Santo da Forquilha y
Conquista (octubre 1899), Veríssimo (octubre 1899), Coromandel, Abadía dos Dourados y
el Santuario de Alto d’Abadia en la ciudad de Uberaba (noviembre 1899), el barrio de Santa
Rita de Estrella de Sul (marzo 1900), San Sebastián da Serra do Salitre (agosto 1900) y
Patrocinio (marzo 1901): Décadas 1, 231-86; Diocese Uberaba, 189-91, 209-11, 233, 242.
Con alguna frecuencia, estas dos fuentes dan fechas distintas. Para datar con exactitud
los comienzos de la presencia recoleta en cada una de estas parroquias es preciso, por
tanto, acudir a sus archivos parroquiales. Diocese Uberaba omite la presencia recoleta en
Veríssimo, Conquista, San Sebastián y Santa Rita de Estrella do Sul.
Conquista y Forquilha eran viceparroquias administradas por el párroco de
Sacramento: Décadas 1, 255-57. Salitre no había tenido párroco residente desde hacía
muchos años; Patrocinio lo regentaba desde 1868 Modesto Marques Ferreira, un anciano
víctima de la soledad y del alcohol, lleno de familia, que tenía totalmente abandonada la
parroquia. Sus feligreses dudaban de la validez de los sacramentos que administraba.
Tampoco el de Dores de Santa Juliana, el italiano Arsenio Pezzolano, reconvertido del
protestantismo y con resabios de sus antiguas creencias, gozaba de la confianza de su
obispo: Libro de Cosas Notables de la parroquia: Apst, XXI/1. En situación semejante
se encontraban Coromandel y Abadía dos Dourados, administradas ambas por Manuel
Silverio Gomes do Reis, un cura «que, en lugar de instruir a sus fieles en el santo temor
de Dios e inducirlos a la práctica de la piedad y frecuencia de sacramentos, los retraía
de ello con sus desdichados ejemplos y conversaciones impropias acerca de la confesión,
dominado por ciertos resabios de jansenismo y de protestantismo»: Décadas 1, 261; Diocese
Uberaba, 189, 210.
��
Marcos Beltrán, Relación de la parroquia de Abbadia dos Dourados: Apst, XXI/1.
��
Décadas 1, 286; Décadas 2, 237: cf. F. Bergasa, Carta a Mons. Duarte, 21 abril 1909.

28
presencia agustino-recoleta en brasil: 1899-1901 377

tes, encuadrados en 22 parroquias, el obispo sólo disponía de 19 sacerdotes:


16 seculares y 3 regulares. Religiosas no había ninguna78. De ahí que apenas
llegó a sus oídos la noticia de su presencia en Uberaba, se apresuró a entrar
en contacto con ellos a través del superior de los dominicos de la ciudad. Fue
a mediados de marzo, cuando éstos apenas llevaban tres semanas en Ube-
raba y el padre Bernad se hallaba instalando a los primeros recoletos en las
parroquias de Agua Suja, Ponte Nova y Sant’Anna do Río das Velhas.
La idea partió de los dominicos de Uberaba, a quienes el obispo de Vito-
ria se había dirigido en demanda de auxilio. Los dominicos contestaron que
ellos carecían de personal, pero que quizá pudieran socorrerlo los recoletos,
recién llegados de España. El obispo cogió al vuelo la sugerencia e inme-
diatamente envió a Uberaba el siguiente telegrama: «Frei Lacomme. Aceito
padres agostinianos: minha diocese magnificas colocações parochiaes; falle
vicario geral delles, vejan ­­­se tem já alguns. Bispo Espírito Santo»79. El pa-
dre Manuel Simón, superior en funciones de la comunidad, contestó dándole
buenas esperanzas. Pero antes de comprometerse deseaba tener ideas preci-
sas sobre la misión que los recoletos habrían de desempeñar en su diócesis.
Si esa misión iba a ser de carácter parroquial, querría saber cuántas y qué
clase de parroquias podría proporcionarles. Él las querría más bien grandes,
ya que las constituciones de la orden prescriben «que en cada ministerio
haya dos religiosos». Finalmente, preguntaba si la diócesis podría facilitar
el viaje de algunos misioneros, «porque los religiosos habrán de venir de Es-
��
Carta pastoral de D. João Baptista Côrrea Nery despedindo-se da diocese do Espírito
Santo seguida de algumas notícias sobre a mesma diocese, Campinas, 7 abril 1901, 122
pp. (un ejemplar en Asv, Nunciatura del Brasil, caja 84, pos. 415, 109r-181v). En ese año
las parroquias habían crecido en cinco unidades y los sacerdotes casi se habían duplicado,
ascendiendo a 33, de los que 20 eran seculares y 13 regulares (8 recoletos, 4 verbitas y 2
capuchinos. Pertenecían a seis nacionalidades: españoles (10), brasileños (7), italianos (7),
franceses (4), alemanes (4) y portugueses (1). En 1905 la población superaba los 200 mil
habitantes, las parroquias seguían siendo 27, de las que cinco continuaban vacantes y el
clero regular había subido a 17 unidades: Relatio ad limina, Vitoria, 25 marzo 1905: Asv,
Congr. Concilio, Relat. Dioec. (Appendix), caja 895. Diez años más tarde la población había
ascendido a 377.000: Relatio ad limina, Vitoria, 30 abril 1914: Asv, Congr. Consist., Relat.
Dioec., caja 822; en Asv, Aes, Brasile, pos. 478, fasc. 76, puede verse una descripción del
estado de la diócesis en 1897.
Sobre el impacto de la inmigración en la población de Espíritu Santo, que pasó de
82.137 (4.191 extranjeros) habitantes en 1872 a 135.997 en 1890, a 209.783 en 1900 (32.936
extranjeros) y a 457.328 (18.754 extranjeros) en 1920, cf. Sergio Peres de Paula, Fazenda
do Centro: Imigração e colonização italiana no sul do Espirito Santo, Franca 2008, 27;
también Luís S. Derenzi, Os italianos no Estado do Espírito Santo, Rio de Janeiro 1974,
y el volumen misceláneo Contributo alla storia della presenza Italiana in Brasile, Roma
1975. En este estado el registro oficial de los inmigrantes comenzó en 1889. La llegada
de italianos fue especialmente numerosa entre 1893 y 1896, en que habrían llegado unos
12.722, de los que el 60% eran hombres. Sólo en el año 1895 ingresaron 4.575. Hacia 1906
quedaban en el estado unos 30.000. Los demás habrían caído víctima de enfermedades
tropicales y de la hostilidad del ambiente. Sobre las condiciones en que se desarrollaba
son de interés los apuntes del cónsul italiano Carlo Nagar, O Estado do Espírito Santo e a
imigração italiana (Fevereiro 1895); versión portuguesa, Río de Janeiro 1995.
��
Transcrito por M. Simón: infra, VIII. Carta 64.

29
378 ÁNGEL MARTÍNEZ CUESTA

paña, y nuestra orden está muy pobre por haber sido despojada en las Islas
Filipinas de casi todo cuanto poseía»80.
A vuelta de correo, el obispo contestaba entusiasmado por la acogida que
había encontrado su propuesta. Los temores del padre Manuel eran vanos,
ya que «en el Brasil hay buena voluntad para con los curas, especialmente
con los que se cuidan del adelantamiento espiritual del pueblo. […] Ningún
sacerdote bien intencionado se hallará falto de lo necesario a su subsisten-
cia». A continuación especificaba sus planes. Deseaba confiar a los recoletos
cinco parroquias costeras, en las que habría trabajo para 10 religiosos. A
pesar de ser pobre, procurará contribuir al pago de los pasajes.
«Primero. La misión de los reverendos padres agustinos será parroquial,
con los onus y ventajas respectivas. Segundo. Cederé a los congrados [sic]
casi todo el norte y algunas parroquias del sud. En el norte toda la margen
del río Doce, siendo la sé Linhares (1ª parroquia), colonia de Pau Gigante
(sé), comprendiendo Riacho, Santa Cruz y la misma colonia (2ª parroquia);
Itaunas, Barra de San Mateo (3ª parroquia); Serra Carapina, margen norte
del río Santa María y Nueva Almeida (sé) (4ª parroquia). En el sud por ahora
Guarapari, Piuma y Benevente (sé) (5ª parroquia). Localidades todas ellas
marítimas. Las distancias son pequeñas entre una y otra sé, pues el obispa-
do es pequeño. En cuasi todas ellas hay telégrafo para la capital, Victoria.
Dan para la sustentación de los padres. Como se ve, me parece que bastarán
al principio diez religiosos, porque dispongo de cinco colocaciones, pero más
adelante creo que precisaremos más.
A pesar de ser el obispado bastante pobre, estoy dispuesto a ayudar con
algo la venida de los padres, y vuestra reverendísima me dirá con cuánto
podrán venir los diez primeros. Sea sobrio en la tasas, pues soy un obispo
mendigo. Podrán descansar algún tiempo aquí, en nuestra residencia de la
capital, y aprender un poco la lengua, marchando después de dos en dos a
sus respectivos centros»81.
Las condiciones fueron del agrado del padre Simón, que inmediatamen-
te se puso en camino, sin ni siquiera esperar el regreso a Uberaba del padre
Mariano.
El 23 de mayo se presentó en Vitoria en compañía del padre Agustín
Martell, que acababa de llegar de España82. Poco más tarde se les asociaron
los padres Juan Pablo Ruiz, Juan López, Ricardo Rupérez, Mariano Pena,
Eugenio Sola y Juan B. Pereda y el subdiácono Máximo Tabuenca, con los
que pudieron asumir la dirección de ocho parroquias: Serra y Nova Almeida,
el 23 de junio83; Benevente –actual Anchieta– y Guarapari, seis días más

Infra, VIII. Carta 68; Décadas 1, 334-35; Apst, XX/1.


��

��
Juan B. Neri, Carta a Manuel Simón, Victoria, 7 abril 1899: infra, VIII. Carta 78
también: Décadas 1, 336 (con variantes).
��
M. Simón, Carta a M. Bernad, Victoria, 27 mayo 1899: infra, VIII. Carta 119.
��
A. Martell, Carta a M. Bernad, Agoar, caja 86, leg. 1900; Décadas 1, 339, fecha la
toma de posesión del padre Martell el 8 de julio.

30
presencia agustino-recoleta en brasil: 1899-1901 379

tarde; Santa Cruz, Linhares y Riacho en septiembre; Itapemirim84, Barra de


São Mateus e Itaunas85 en abril de 1900; y Pau Gigante (actual Ibiraçu) en
octubre de ese mismo año, y encargarse del culto de la catedral (28 diciembre
1899). Las dos primeras se abandonaron inmediatamente, tras el precipitado
regreso del padre Martell a España en marzo de 190186. Poco antes habían lo-
grado desentenderse de la catedral, donde su papel era bastante desairado87.
En octubre del mismo año el párroco de Itapamerim se trasladó a Anchieta
y su coadjutor –Juan Pablo Ruiz– a Ribeirão Preto. En octubre de 1901, tras
la deserción de Ricardo Rupérez (marzo 1901), hubo que entregar las parro-
quias de Linhares, Conceição da Barra o Barra de São Mateus e Itaunas y
en abril de 1903 se dejaron Pau Gigante, Santa Cruz y Riacho. A partir de
esa fecha sólo quedaron bajo administración recoleta las parroquias de Gua-
rapari y Anchieta, donde Manuel Simón, José Chivite y Máximo Tabuenca
desplegaron una gran actividad hasta 1910 y 1914, respectivamente. Chivite
y Tabuenca atendían principalmente, sobre todo el primero, a los residentes
en las cabecera de las parroquias, mientras que Manuel Simón pasaba casi
todo el año recorriendo campos y colonias. Ellos echaron los cimientos sobre
los que la orden construiría su futura presencia en ese estado.
La presencia de los recoletos en Espíritu Santo había comenzado con
perspectivas sumamente esperanzadoras. La juventud de la diócesis, libre
de estructuras tradicionales, la escasez de clero autóctono, la protección del
obispo y su declarada voluntad de acomodarse a las exigencias comunita-
rias de los recoletos auguraban una presencia larga y feliz, que esta rápida
retirada desmintió cruelmente. Las claves para entenderla nos las dan los
cronistas de 1920 en el resumen que concluye su relato:

��
Máximo Tabuenca, Carta a A. Martell, Itapemirim, 22 abril 1900: «Yo llegué a ésta
el día 21 y el 22 tomé posse da Freguesia. El pueblo nos ha gustado muchísimo. Es una
bonita villa, con grandes y bonitas ruas y hasta con alumbrado, si bien de petróleo. Tenemos
una imprenssa, de donde sale un jornalzinho semanal. La gente parece un poco sabidilla y
en negocio de religión me parece que pasará como em Serra. Están acostumbrados a tener
siempre cura. Así que me parece que no harán mucho caso de los curas. Veremos a ver con
el tiempo. La posición del pueblo es bonita, muy plano, sin morro alguno, y banhando las
casas pasa un grande río, por donde se puede ir en lancha de vapor hasta la barra, que
distará como cosa de una hora por río, y por tierra, a caballo, como cosa de media hora»:
infra, VIII. Carta 370.
��
R. Rupérez, Carta a Agustín Martell, 15 abril 1900: «Después de un felicísimo viaje
llegué ayer a la 1 de la tarde, habiendo estado fondeado doce horas por causa de la marea»:
infra, VIII. Carta 364. Décadas 1, 359, fecha su llegada en noviembre del año anterior.
��
M. Pena, Carta a M. Bernad, Pau Gigante, 20 marzo 1901: infra, VIII. Carta 485
Décadas 1, 341, fecha erróneamente el regreso de Martell en agosto. El 5 de mayo de 1901
firmaba en Zaragoza una larga carta al p. Bernad, en la que aducía las causas que le
habían movido a abandonar Brasil sin aguardar el preceptivo permiso: Agoar, caja 35.
��
Infra, V. Juan P. Ruiz, 578-81 (230-33); también A. Martell, Carta a M. Bernad,
Serra, 3 abril 1900: VIII. Carta 356. Décadas 1, 338, atribuye la prolongada presencia de
los recoletos en el palacio episcopal al afecto con que los miraba el obispo y a la necesidad
de que los religiosos se familiarizaran con el portugués antes de destinarlos al ministerio
parroquial.

31
380 ÁNGEL MARTÍNEZ CUESTA

«La obra comenzada con tan buenos auspicios durante el pontificado del
excelentísimo señor João Baptista Neri en el estado y diócesis de Espíritu
Santo vino a quedar reducida, al finalizar la primera década de nuestra his-
toria, a dos parroquias misiones: la de Anchieta o Benevente y la de Guara-
pari, que estaban servidas por tres religiosos. ¿A qué fue debido esto? Varias
fueron las causas que contribuyeron a ello. La primera y principal, el haber
dejado el gobierno de la diócesis el excelentísimo señor Neri, con quien se
habían entendido los religiosos desde el principio, estableciendo ciertas ba-
ses para la administración de las parroquias que el prelado quería poner
al cuidado de los nuestros, bases que, al cesar aquél88, quedaron sin ningún
valor y eficacia, por cuanto la curia eclesiástica no se consideraba obligada a
observarlas por su parte. La segunda causa fue la escasez de personal para
atender a todos los diversos centros establecidos en la República del Brasil
durante el primer año de la llegada de nuestros religiosos. Las enfermeda-
des de unos, la edad avanzada de otros, las dificultades que varios hallaron
para aprender el idioma o para acostumbrarse al medio ambiente de aquel
país, hicieron que muchos de los padres enviados al principio al Brasil tu-
vieran que regresar a España, viéndose los superiores imposibilitados para
enviar personal que sustituyera en los ministerios a los que se retiraban. Y
la tercera, y pongámosla como última, fue el descontento de algunos que cre-
yeron encontrar allí establecido y organizado todo al modo como lo habían
visto en Filipinas y no pudieron acostumbrarse a las dificultades y traba-
jos inherentes a toda nueva fundación, por lo que solicitaron su regreso a
España, en donde algunos dejaron el santo hábito, obteniendo el buleto de
secularización. Fueron de los que creyeron en el fin de nuestra congregación,
cuando el desastre sufrido en las misiones del Archipiélago de Magallanes y,
pusilánimes y cobardes, no tuvieron valor para acompañar a sus hermanos
en la lucha por la existencia de nuestra orden, abriendo nuevos campos en
donde poder trabajar por la gloria de Dios»89.

V. En el estado de Pará

La trayectoria de la presencia recoleta en las diócesis de Belem y Bahía


fue muy semejante. En ambas hubo entusiasmo y grandeza de miras. Pero
se descuidaron aspectos substanciales como las dificultades objetivas de la
empresa y la preparación de los religiosos para acometerla. En su desarrollo
faltó coordinación y constancia. En ambas el choque de los religiosos con
la realidad fue violento y produjo dramas personales que se podrían haber
evitado. En Belem el superior de la misión, a pesar de su frecuente relación

��
Fue trasladado, a petición propia (Asv, Aes, Brasile, fasc. 95, pos. 550), a la nueva
diócesis de Pouso Alegre en junio de 1901: Hierarchia 8, 468; también sus cartas a M.
Bernad, Campinas, 16 marzo, 2 y 5 julio 1901: VIII. Cartas 479, 528 y 529. J. C. Ataliba
Nogueira, Elogio histórico de d. João Neri, primeiro bispo de Campinas, [Río de Janeiro]
1945; su visión de la diócesis en João Batista Corrêa Neri, Lembranças: visitas pastorais,
ms. en el arzobispado de Vitoria, cit. por S. Peres de Paula, Fazenda do Centro: imigração
e colonização italiana no sul do Espírito Santo, Franca 2008 (ms.), 55-56.
��
Décadas 1, 365.

32
presencia agustino-recoleta en brasil: 1899-1901 381

epistolar con el padre Mariano y el comisario apostólico, a la hora de tomar


decisiones se encontró casi siempre solo.
A la diócesis de Belem deberían haber llegado con un proyecto ya defi-
nido, al menos en sus líneas generales. Durante varios meses había habido
intercambio de pareceres e incluso se habían discutido planes concretos. Sin
embargo, no debió de ser así. En septiembre de 1899 Tejero se lamentaba de
haber llegado a Belém «sin saber a qué veníamos». De dar crédito a sus pala-
bras, únicamente contaban «con la promesa de casa y capilla en la capital»90.
Esto indicaría que Íñigo no les puso al tanto de la naturaleza de su destino
y de las responsabilidades que les esperaban. Con todo, desde el primer mo-
mento contaron con un sueldo y la benevolencia del gobierno, que había paga-
do el viaje, y hasta con la manifiesta protección del gobernador 91. El gobierno
de Pará estaba interesado en promover la inmigración europea para poblar
los inmensos espacios del estado y fomentar su desarrollo agrícola. Con ese
fin había puesto en marcha algunas colonias agrícolas que, sin embargo, no
estaban dando los frutos deseados. Ese fracaso le movió a pensar en encargar
su dirección a religiosos extranjeros. En 1898 ya había entregado una colo-
nia a los capuchinos italianos y ahora encomendaron a Amancio de Miranda,
vicario general de la diócesis, que en su viaje a Roma contactase con otros
religiosos y les invitase a asumir la administración de alguna otra.
En Roma don Amancio contactó con Enrique Pérez, quien, inmediata-
mente le remitió al padre Íñigo Narro. El 18 de noviembre de 1898 Enrique
informaba de todo a Narro y le enviaba copia de los proyectos que el gobierno
de Pará había confiado al canónigo92. El primero proponía la fundación y
dirección de centros misionales en el interior del estado. Esos centros con-
tarían con escuelas e internados, que añadirían a sus tradicionales tareas
apostólicas. Enseñarían las primeras letras y los rudimentos de la agricultu-
ra y ganadería. El gobierno correría con los gastos y suministraría animales,
simientes y cuantas materias primas fueran necesarias. El segundo hablaba
de la fundación de una escuela modelo agrícola-industrial en las proximi-
dades del ferrocarril que unía las ciudades de Belem y Braganza. El tercero
encomendaba a la orden el instituto Lauro Sodré de la capital. El gobierno
quería dotarlo de locales más adecuados y duplicar el número de sus alum-
nos, elevándolos de los 150 que contaba entonces a 300. Era una escuela de
Artes y Oficios orientada a la enseñanza de la agricultura, horticultura, jar-
dinería, etc., pero sin excluir otros oficios. El gobierno, que correría con todos

��
G. Tejero, Carta a M. Bernad, Belem, 7 septiembre 1899: infra, VIII. Carta 193.
��
José Paes de Carvalho (1850-1943), médico humanitario. Fue uno de los padres de
la república brasileña y dos veces gobernador de Pará: la primera desde el 8 de mayo al
2 julio de 1890, y la segunda, desde el 1 febrero de 1897 al 31 de enero de 1901: Theodoro
Braga, Noções de Chorographia do estado do Pará, Belem 1920, 584-85. En 1890 fue
secretario de Asamblea Nacional Constituyente y en 1894 concurrió a la vicepresidencia
de la República.
��
Pueden verse en Décadas 1, 371-76.

33
382 ÁNGEL MARTÍNEZ CUESTA

los gastos, mencionaba la zapatería, la herrería, la carpintería, la cordelería,


la sastrería, la imprenta y la encuadernación. Los religiosos podrían traer
consigo un ingeniero agrónomo, algunos maestros y oficiales y de seis a doce
familias de trabajadores.
Tres semanas más tarde, en vísperas de abandonar Roma con rumbo
a Lisboa, el canónigo escribió personalmente al padre Íñigo, animándole a
aceptar los tres proyectos. Por el momento bastaría con poder disponer de
una docena de religiosos: de cinco a siete para el liceo; cinco para la escuela
agrícola y dos para cada centro misional. Si por el momento no podía dispo-
ner de ese número de religiosos, se podría comenzar con el liceo y la escuela93
y así debió de confirmárselo días después en una rápida visita a Madrid94.
El plan no entusiasmó a Íñigo. Al igual que otros recoletos de su entorno
lo consideraba ajeno a la tradición de la orden y superior a sus fuerzas. Pero
no lo descartó del todo. A principios de febrero de 1899 ya había pensado en
quiénes podrían llevarlo a la práctica. Pero el proceder de Miranda, que pasó
por Madrid sin apenas detenerse y sin dar cumplimiento a sus promesas, y
las necesidades de la nueva fundación de Granada, relegaron el plan a un
segundo plano. El día 10 de ese mes salían para Granada los dos padres que
habrían debido viajar a Belem95. Otros religiosos vieron el plan con mejores
ojos. Enrique Pérez daba más crédito a las promesas de Miranda y a la opinión
de eclesiásticos conocedores del Brasil, y esperaba que la fundación de Grana-
da no comprometiera la de Belem96. En mayo de 1899 Íñigo recibió en Madrid
la visita del obispo de Belem97. Es lógico suponer que aprovechara la ocasión
para comentar el plan que llevaban entre manos, pero del sentido de esa con-
versación nada ha trascendido hasta nosotros. El obispo nunca fue entusiasta
de un plan que confiaba a religiosos funciones que él consideraba impropias,
que los colocaba a las órdenes directas del poder político y prescindía práctica-

��
Amancio Miranda, Carta a Í. Narro, Roma, 3 diciembre 1898: infra, VIII. Carta 30;
Décadas 1, 377-78.
��
Amancio Miranda, Carta a E. Pérez, Génova, 8 diciembre 1898: infra, VIII. Carta 34.
��
Infra, Carta a E. Pérez, Madrid, 12 febrero 1899: «Los padres Gregorio Gil y Eugenio
Galilea salieron anteayer para una residencia en Granada. Éstos eran los destinados a
Pará, que no he mandado por la ninguna formalidad del sr. Miranda. Ni me ha escrito, ni
el embajador del Brasil me dio 200 francos, ni la Dirección en Génova tiene noticia de los
dos pasajes en Río Amazonas, cosas que don Amancio me prometió y… no ha cumplido.
¡Cómo mandaba yo los dos padres a la ventura!»: infra, VIII. Carta 54.
��
E. Pérez, Carta a Í. Narro, Roma 15 febrero 1899: «Mucho me alegro de los dos
padres que van a Granada y mejor si se pudiera hacer algunas residencias bien dispuestas
y con buena observancia. Pero no desconfío de que vayan a Pará. Mons. Miranda me
pareció persona muy formal para ser americano y, según se expresó, debía hablar primero
con el gobierno antes de disponer en concreto. Mons. Guidi insiste en que no lo dejemos,
que podemos ir a ciegas y que ha de dar muy buen resultado»: infra, VIII. Carta 56.
��
Í. Narro, Carta a E. Pérez, Madrid, 20 mayo 1899: «Ayer tarde recibí la visita del
ilustrísimo señor obispo de Pará. Salió ayer tarde para Roma, hospedándose en el Colegio
Pío-Latino-Americano. Veré si en vez de tres puedo mandar a Pará seis recoletos»: infra,
VIII. Carta 110.

34
presencia agustino-recoleta en brasil: 1899-1901 383

mente de él. Pero para esas fechas el plan ya debía de estar perfilado y en fase
de ejecución. Una carta de Miranda llegada a sus manos a principios de abril
y el recibo de una letra de mil francos reanimaron las esperanzas de Íñigo98. A
mediados de abril se puso en contacto con Gregorio Tejero, a quien quería en-
comendar la misión, y el 14 de mayo éste le informaba sobre el padre Gregorio
Albo99, quien días antes se había ofrecido para viajar al Brasil100.
El 18 de junio embarcaban en Barcelona con rumbo a Belem cinco sa-
cerdotes y un hermano de obediencia, encabezados por el padre Gregorio
Tejero, que será el alma de esta fundación durante sus dos primeros lustros.
El 7 de julio avistaban la costa paraense y, tras una breve cuarentena en la
vecina isla de Outeiro, desembarcaron en Belem. El gobernador del estado
les recibió con todos los honores. A los dos días de su llegada los visitó en
Outeiro en compañía de altos cargos de su gobierno y de algunos eclesiásti-
cos. Entre éstos descollaban el capuchino Carlos de Milán, con quien Tejero
mantendrá luego estrechas relaciones, y Domingo Dias Maltez, un canónigo
de prestigio que nunca sintonizó con el modo de actuar de su obispo101. En su
correspondencia Tejero le trata de «persona distinguidísima» y acreedora de
toda su gratitud102.
El gobernador no perdió tiempo. Él no dudaba de que los religiosos ve-
nían a regentar las colonias, que era un punto importante de su programa
de gobierno, e inmediatamente presentó a Tejero un borrador del contrato
que debería regir sus relaciones. Tejero no tenía las cosas tan seguras y pidió
tiempo. En Madrid las directrices no habían sido claras. Por otra parte, ni él
ni sus compañeros ni el obispo acababan de identificarse con un proyecto que
juzgaban demasiado secular. Pero su capacidad de maniobra era limitada.
La gratitud, y no sólo ella, le obligaba a complacer a quien les había pagado
el pasaje y en aquel momento era su único amparo. El ejemplo de los capu-
chinos, que ya estaban al frente de una colonia semejante, le empujaba por el
mismo camino. Tras un viaje de inspección y la consulta con eclesiásticos de
la ciudad, el 21 de julio se decidió a firmar el contrato, aunque sólo de modo
provisional, dejando a Íñigo su aprobación definitiva103.
��
A. Miranda, Carta a Í. Narro, Belem do Pará, 22 marzo 1899: infra, VIII. Carta 66.
��
G. Tejero, Cartas a Í. Narro, Monteagudo, 16 abril, y Borja, 14 mayo 1899: infra,
VIII. Cartas 83 y 104.
���
G. Albo, Carta a Í. Narro, Monteagudo, 5 mayo 1899: Agoar, caja 85, leg. 1.
���
En diciembre de 1898 mandó a Roma un largo memorial, en que le acusaba de
autoritarismo, de falta de celo y de graves negligencias administrativas: Asv, Aes, Brasile,
fasc. 90, exp. 517. Ordenado en Francia el 29 de junio de 1887, era canónigo honorario
desde 23 de abril de 1893 y notario apostólico desde enero de 1898: Cronologia, 90 y 95;
Asv, Arch. Nunz. Brasile, fasc. 401.
���
G. Tejero, Carta a Í. Narro, Belem, 11 julio 1899: infra, VIII. Carta 158.
���
G. Tejero, Carta a M. Bernad, Belem, 7 septiembre 1899: «Por una parte, pensaba
en el inconveniente de encargarnos de una administración meramente civil, y, por la otra,
veía que el gobierno nos había pagado el pasaje y que nos mantenía y que, de no aceptar,
no veía otro horizonte más que el de mantenernos de limosnas. Vistos los inconvenientes

35
384 ÁNGEL MARTÍNEZ CUESTA

El gobierno confiaba a los recoletos la administración por cuatro años de


«algunos núcleos coloniales del estado con todas sus dependencias y bienes
muebles e inmuebles», así como la dirección de «todos los servicios de las
mismas colonias mediante las cláusulas y condiciones siguientes». En cada
colonia, con un territorio de unos 25 km2, habría tres religiosos, «de los cuales
uno será director, otro ayudante y otro ecónomo» (cláusula 16). Ellos deberían
coordinar el trabajo de los colonos y aconsejar al gobierno en el reparto de las
ayudas, impartir las primeras letras a los niños de ambos sexos, velar por la
conservación y mejora de los servicios públicos –caminos, calles, puentes– y
organizar ferias mensuales para promocionar los productos de la colonia (5).
Su interlocutor sería siempre la Inspectoría de Tierras y Colonización (6),
a la que deberían presentar cada trimestre un presupuesto de gastos, así
como una relación de sus necesidades y un estado de las cuentas (6-8). Se
obligaban también «a prestar servicios religiosos en la sede de la colonia y en
las ciudades, villas y poblaciones próximas» (13). Por su parte, el gobierno se
comprometía «a pagar pasaje de primera clase de España para esta capital,
así como pasaje de regreso en caso de enfermedad o rescisión de contrato (14),
a proporcionarles residencia en la capital para tres religiosos (18), que podría
ser compartida con religiosos de otras órdenes (15), y a remunerar con 70 mil
reis oro mensuales al director y 50 mil a sus dos compañeros (17)104.
El contrato era favorable a los recoletos y así lo juzgó desde el primer
momento el padre Tejero. La administración de las colonias no ofrecía difi-
cultades insuperables y, sobre todo, abría a la orden las puertas del Brasil.
Sin embargo, no dejaba de entrañar algunas insidias. Por una parte, los vin-
culaba excesivamente a un partido y los exponía a los vaivenes de la política.
Con el gobernador actual no tendrían problemas: «es muy bueno y nos ayuda
en lo que puede y […] los primeros empleados del gobierno le secundan. Mas
esta misma protección, que ya ha dado que hablar a los periódicos oposicio-
nistas, producirá probablemente una reacción en contra proporcionada a la
protección de hoy; mas esto es futuro y cuando llegue, ya veremos»105.
Su carácter civil no le satisfacía ni a él ni a sus religiosos y mucho menos al
obispo, quien desde Roma ya había manifestado sus reticencias. A su regreso fue
más explícito: «los religiosos que hacen contratos no son religiosos»106; deberían

de uno y otro lado, acepté provisionalmente y se hizo un contrato con el gobierno, cuya
última cláusula dice: se considerará definitivo cuando el padre vicario general de la orden
lo hubiere ratificado, conforme con lo que nuestro padre Íñigo me tenía mandado»: infra,
VIII. Carta 193. Íñigo lo aprobó el 5 noviembre 1899, añadiendo la sugerencia de Tejero
(Carta a I. Narro, 27 septiembre 1899)»: infra, VIII. Carta 213.
���
Copias del original portugués y versión española: Agoar, caja 84, leg. 4.
���
G. Tejero, Carta a M. Bernad, 7 septiembre 1899: infra, VIII. Carta 193.
���
Ibid. Tampoco a Bernad le entusiasmaba ese trabajo, cf. Carta a E. Pérez, 1 octubre
1899: «Por fin me ha llegado hoy mismo carta de Pará, y descanso un poco, pues no hay
más sino que no se atreven a firmar ciertos contratos, que, en primer lugar, no pueden, y
en segundo, les ata bastante»: infra, VIII. Carta 216.

36
presencia agustino-recoleta en brasil: 1899-1901 385

fiarse menos del gobierno y más de él; los recoletos harían bien en desalojar la
casa que les había ofrecido el gobierno y conseguirse una propia. Tampoco le
parecía oportuno que el gobierno entregara todas las colonias a corporaciones
religiosas, máxime siendo éstas extranjeras.
No compartía monseñor Brandão el aprecio de su colega de Vitoria por la
vida religiosa. Era celoso de su autoridad episcopal y la exención de los religiosos
le hería las niñas de los ojos. En modo alguno les cedería parcela alguna de la
iglesia diocesana, por más que alguna que otra vez tratara de atraérselos. Tejero
se percató pronto de su modo de pensar y nunca se fió de sus promesas. Pero tam-
poco podía ni quería enemistarse abiertamente con él. Le visitaba con frecuencia,
le tenía al tanto de sus asuntos y siempre se mostró dispuesto a prestarle su cola-
boración. A principios de octubre de 1899 accedió a atender el manicomio, a pesar
de que la distancia le obligaba a dormir en él107. Por los mismos motivos acepta-
ría poco después otras capellanías108 e incluso habría accedido a realizar alguna
comisión, una especie de correría apresurada por las parroquias del interior para
celebrar las fiestas patronales y administrar sacramentos, a pesar de ser misión
que le repugnaba y que en sus cartas no se cansa de estigmatizar.
El 6 de agosto de 1899, meses antes de que llegara la ratificación del
contrato por el superior general, Teodoro Castillo, Gregorio Asín y Juan Za-
���
G. Tejero, Carta a I. Narro, 9 octubre 1899: «Hace algunos días que por encargo
del señor obispo voy a celebrar al asilo de alienados. Esto me acarrea alguna molestia,
porque como nuestra residencia está lejos y el asilo también (una hora en tranvía) y como
quiere el señor obispo que les haga el mes del rosario, tengo que salir de casa a las 4 de
la tarde, a las 7 es el rosario con exposición y bendición, ceno y duermo allí en un cuarto
aislado, cerca de la capilla, y a las 4 de la madrugada me levanto para dar a las hermanas
la comunión y decir la misa a las 5, volviéndome a casa sobre las 7. Esto me produce pocos
beneficios materiales por ahora, pero satisfago los deseos del señor obispo, que puede en
recompensa dispensarnos alguna más protección, adquiero relaciones con las hermanas
de la caridad y otras personas y me voy abriendo poco a poco camino en medio de esta
sociedad, y también mi alma gana algo porque aquí en los ratos que paso solo tengo más
libertad para orar y hago vida conventual, que no es poco»: infra, VIII. Carta 221. Estaba
administrado desde 1887 por las Hijas de Santa Ana, una congregación italiana con fuerte
presencia en la ciudad. En 1892 se le había dotado de un edificio al margen de la carretera
Marco da Legua: Bodas de Ouro das Filhas de Sant’Anna no Brasil. Notícias Históricas.
1884-1934, Río de Janeiro 1933, 45-48.
���
G. Tejero, Carta a Í. Narro, 16 diciembre 1899: «Yo continúo sirviendo al señor
obispo en lo que puedo y aun algo más. He estado y continúo regentando una parroquia
por ausencia del párroco, sin dejar por eso de venir al asilo cuatro veces o más por semana,
y ayer, después de celebrada la misa y confesadas algunas personas, fui al colegio de San
Antonio y confesé a todas las colegialas y a las hermanas que las dirigen, en totalidad
quizás 60, sin tener más tiempo que el preciso para comer y bautizar una criatura de la
parroquia que regento, volviéndome después a este asilo al rosario y dar la bendición,
rezando horas en el tranvía y vísperas después de cenar»: infra, VIII. Carta 286.
Una semana más tarde escribía al mismo corresponsal: «No por esto dejo de trabajar
en lo que puedo. Mañana, después que termine aquí (asilo de alienados), confesaré a las
hermanas del asilo de huérfanas (orfelinato) y por la tarde a los presos de la cárcel; y
pasado mañana a las hermanas del colegio de San Antonio. En Navidad diré la primera
misa en este asilo a la media noche; a las 5 daré la comunión, y en un carretón por la vía
iré a decir la segunda misa en un pueblito próximo, volviendo después a decir la tercera
en este mismo asilo a las 7 y media»: Ibid.

37
386 ÁNGEL MARTÍNEZ CUESTA

mora tomaron posesión de la colonia José de Alencar, situada al margen


del ferrocarril de Belem a Braganza, a unos 70 kms de la capital. El 27 del
mismo mes salieron para la colonia de Monte Alegre Gregorio Albo y Sabi-
no Canillas109. Monte Alegre era una pequeña ciudad (desde 1880) situada
sobre un montículo en la margen izquierda del río Gurupatuba, un afluente
del Amazonas. Distaba de Belem unos 900 kms, que exigían tres días de
navegación110.
Los religiosos nunca se sintieron a gusto en ellas. Creían proyectar una
imagen de funcionarios civiles que no les agradaba y que hasta podría com-
prometer la eficacia de su labor pastoral, que fue bastante intensa, sobre
todo en el campo del culto y de la catequesis. Los de Monte Alegre, además de
atender a la población, que contaba con unos 14 mil fieles, atendían también
el poblado de Itauajuri, que después tomó el nombre de Tanajury. Durante
las primeras semanas no hubo problemas. Los agentes del gobierno y los
mismos colonos, entre los que abundaban los españoles, les respetaban y les
permitieron trabajar en un ambiente sereno. El único problema quizá fuera
la convivencia, muy difícil entre religiosos habituados a la soledad y a no dar
cuenta a nadie de sus actos. En Alencar hubo siempre paz, porque Castillo
y Asín se entendían bien y se complementaban. Pero no sucedió lo mismo
en Monte Alegre, donde Albo y Sabino Canillas caminaban cada uno por su
lado. A los diez días Albo ya no pudo resistir y, sin previo aviso, se presentó
en Belem, decidido a regresar a España con o sin permiso. Tejero, a fuerza de
paciencia y tiempo, logró tranquilizarle, le hizo ver la improcedencia de sus
planes y le persuadió de la conveniencia de reasumir su puesto en la colonia.
La paz quedó restablecida, pero la insatisfacción continuó minando los áni-
mos con peligro de saltar a la superficie en cualquier momento.
El resultado de las elecciones de finales de septiembre, adverso al par-
tido del gobierno, vino a confirmar los temores de Tejero. Carvalho se vio
obligado a llamar colaboradores que no veían con buenos ojos la presencia de
frailes extranjeros en las colonias, y muy pronto llegó el temido boicot, que,
aunque encubierto, no fue menos demoledor. «Principiaron poniendo dificul-
tades en el despacho de los asuntos de las colonias y después llegaron hasta
dar al gobierno informes falsos y calumniosos de los religiosos encargados de
dichas colonias». Con ello aumentó la desazón de los religiosos y se reavivó
su deseo de liberarse de un trabajo que nunca habían amado. Así estaba la
situación cuando un incidente acabó por precipitar las cosas.
A mediados de diciembre ocurrió en la colonia de San José de Alencar
un robo de unos 25 contos en circunstancias que permitían atribuirlo a su di-
rector, padre Teodoro Castillo. Bastó que un periódico de la oposición lanzara

���
Décadas 1, 400 y 402, colocan el ingreso de los recoletos en las dos colonias el
día 24 de agosto. Yo me atengo a las fechas que da G. Tejero, Carta a I. Narro, Belem, 31
agosto 1899: infra, VIII. Carta 189.
���
T. Braga, Chorographia do estado do Pará, 471-74.

38
presencia agustino-recoleta en brasil: 1899-1901 387

el rumor al aire para que comenzaran a proliferar comentarios denigrantes


contra los frailes. Por fortuna, la prueba duró poco, porque uno de los autores
del robo reconoció pronto su delito. Una vez probada su inocencia, el 1 de
febrero de 1900 los frailes aprovecharon la ocasión para rescindir el contrato
y retirarse de un trabajo que nunca les había entusiasmado111.
También el obispo acogió con agrado la rescisión del contrato y, conscien-
te de la situación en que quedaban los frailes y temeroso de que abandonaran
la diócesis, corrió en su apoyo. En una primera entrevista ofreció al padre Te-
jero «todas las capellanías de la ciudad». Tejero no creyó «prudente aceptarlas
[…] por no dar motivo a habladurías». Igualmente rechazó las comisiones que
nunca consideró «ocupación propia de religiosos». Por fin, convinieron en que
él continuaría con la capellanía del hospital de variolosos, el padre Albo se
encargaría de la del Asilo de Huérfanos y los otros tres padres servirían las
parroquias de Castanhal, Benevides y Souza, sitas todas ellas a la vera de la
línea férrea, entre los kilómetros 33 y 73112. Gregorio Asín, encargado de esta
última parroquia, cuidaría también del manicomio, situado en su jurisdicción.
Estos tres pasaron a vivir cada uno en su parroquia, mientras que Tejero, Albo
y el hermano Juan se instalaron en el seminario viejo, es decir en el palacio
episcopal. Pero el primero cenaba, dormía y desayunaba en el hospital de va-
riolosos y sólo se reunía con sus compañeros para la comida. Su situación,
pues, no respondía al espíritu de la orden y contrariaba las directrices del
provincialato. Sólo cabía aceptarla como medida de emergencia.
En las semanas siguientes su situación empeoró notablemente. El 25 de
febrero falleció en la Beneficencia Portuguesa, víctima de la fiebre amarilla,
Teodoro Castillo, párroco de Castanhal. Días más tarde regresaron a España
el padre Albo y el hermano Zamora, ambos delicados de salud y desencanta-
dos del Brasil. En un mes la comunidad quedó reducida a la mitad, sin que
por ello mejorase apreciablemente la convivencia ni lograran agruparse en
una única residencia. Las circunstancias no favorecían su agrupación. Pero
ellos tampoco ellos hicieron gran cosa por lograrla. Prefirieron seguir cada
uno por su cuenta.
Cuando a fines de agosto de 1900 Mariano Bernad se presentó en Be-
lem se alarmó al encontrarlos «tan separados unos de otros». Gregorio Asín
continuaba en el seminario antiguo, donde también guardaban sus cosas
los otros dos religiosos. Gregorio Tejero se había trasladado al hospital de
���
Sáenz, «Comienzo de la actividad misionera de la provincia de San Nicolás de
Tolentino en…»: Bpsn 84 (1994) 91, apoyado en documentación que yo desconozco,
habla de una «colonización salpicada de injusticias y atropellos», en la que actuaban
de intermediarios «traficantes de carne humana, verdaderos negreros, dispuestos a
enriquecerse a costa de los colonos, los cuales, engañados previamente, eran conducidos a
las colonias y reducidos después prácticamente a la esclavitud».
���
G. Tejero, Carta a Í. Narro, Belem, 14 febrero 1900: Infra, VIII. Carta 324; Décadas
1, 408. Noticias sobre estas villas en Theodoro Braga, Noções de Chorographia do estado
do Pará, Belem 1920, 362-63.

39
388 ÁNGEL MARTÍNEZ CUESTA

variolosos, situado en las afueras de la ciudad, y Sabino Canillas seguía en


su parroquia de Benevides, a hora y media de tren. Su primera tarea fue
buscar remedio a esa dispersión que perjudicaba la vida espiritual de los re-
ligiosos y entorpecía sus trabajos apostólicos. Con ese fin conferenció varias
veces con el prelado, de quien esperaba conseguir una iglesia que sirviera de
centro a los religiosos, y ellos se encargarían de buscarse casa cercana donde
vivir. Monseñor Brandão accedió a sus deseos y les entregó la iglesia de San
Juan Bautista, un templo de piedra que databa de finales del siglo xviii113. La
comunidad tomó posesión de él el 29 de septiembre con una misa solemne,
en la que participaron los tres religiosos que entonces residían en Pará. El
sermón estuvo a cargo de Gregorio Asín, quien era quien mejor manejaba
el idioma portugués. Esta iglesia será el centro de la actividad de la orden
en la capital paraense hasta 1959, en que se trasladó al barrio periférico de
Queluz.
La adquisición de la iglesia de San Juan marcó un hito importante en la
normalización de la presencia recoleta en Pará. Pero no era suficiente. Eran
necesarios, al menos, otros dos más. El primero era la adquisición de una
casa que pudiera acomodar a todos los religiosos; y el segundo, el aumento
del personal. Ninguno de los dos eran fáciles de conseguir, pero, al fin, ambos
se lograron. El primero, que implicaba la agrupación de todos los religiosos
en la capital, podía tropezar con la oposición del obispo, que difícilmente
aprobaría el traslado a ella del padre Sabino Canillas mientras continua-
ra regentando la parroquia de Benevides. Y tampoco el gobierno vería con
buenos ojos que se instalara en ella el padre Tejero, capellán del hospital de
variolosos. El segundo había sido irrealizable hasta fecha. Tejero había pe-
dido una y otra vez religiosos a Madrid, pero sus instancias siempre habían
caído en el vacío. Por fortuna, Bernad contaba con más medios. Apenas tornó
al sur, pudo mandar a Belem tres nuevos religiosos. A mediados de enero de
1901 desembarcaban en Belem los padres Balbino Díaz y José Lambán con
el hermano Pedro Pascual Rodríguez, con lo que se recompuso el número
primitivo y la comunidad pudo actuar con más libertad y eficacia.
Sobre la concentración del personal habló inmediatamente con el obispo.
Bernad habría preferido devolver al obispado la parroquia de Benevides y ésa
fue la primera opción que propuso al obispo. Pero en caso de que éste tuviera
interés en que el padre Sabino continuara en ella, éste podría conciliar sus
obligaciones parroquiales con las exigencias de la vida común gracias al telé-
grafo y al ferrocarril. Podría vivir cuatro días a la semana en Belem con sus
hermanos y los otros tres podría desplazarse a Benevides para atender a las

���
Al principio no se determinó la duración de la concesión. A la partida del p.
Bernad, Brandão restringió la concesión a un uso temporal. En octubre de 1902 su sucesor,
más cercano a los frailes, no tuvo dificultad en concedérsela ad usum perpetuum. La
construcción de esta iglesia comenzó en 1772 y concluyó cinco años más tarde. Fue abierta
al culto el 23 junio 1777: Alberto G. Ramos, Cronologia eclesiástica do Pará, Belem 1985,
36, 38; L. Tocantins, Santa Maria de Belem do Grão Pará, Río de Janeiro 21976, 170-74.

40
presencia agustino-recoleta en brasil: 1899-1901 389

necesidades de sus feligreses. Otro tanto podría hacer en las fiestas infrasep-
timanales y siempre que ocurriera alguna necesidad urgente. El obispo eligió
«la segunda proposición, con lo que se consiguió lo que se deseaba, pudiendo,
por lo tanto, vivir reunidos los padres en conformidad con nuestro estado»114.
Del segundo extremo de este punto Bernad hizo caso omiso, confiado en que
el gobierno no se percataría de él. En caso de denuncia siempre quedaba la
posibilidad de retirar al religioso del hospital.
Una vez aclarados esos puntos previos, se pudo pensar en la adquisición
de una casa digna «que al mismo tiempo no estuviera lejos de la iglesia, pues
ésta no tenía casa adosada, como la tienen en otras partes, ni era fácil hacer-
la en aquel sitio por estar situada en una plaza irregular, donde era difícil
levantar otro edificio»115. A los pocos días alquilaron una de la calle Cametá,
y a ella trasladaron inmediatamente su residencia.
En octubre de 1900, al emprender su regreso al sur, Bernad podía darse
por satisfecho. Dejaba a los tres religiosos juntos en una única comunidad
y con trabajo abundante116. No faltaron dificultades, debidas, unas veces, a
la crisis económica que obligó a reorganizar las capellanías; otras, a diver-
gencias con las hijas de Santa Ana; y, otras, en fin, al descontento de algún
religioso que no acababa de habituarse a la vida brasileña. Pero de todas
salieron airosos, y con la llegada de los tres nuevos religiosos en enero de
1901, creció la ilusión. Mejoró el culto en su iglesia con una mayor asiduidad
al púlpito y al confesonario, se introdujo la devoción a san José, a santa Rita
y a otros santos de la orden y la embellecieron con la construcción de un nue-
vo altar y la adquisición de ornamentos, imágenes y otros objetos sagrados.
Cuando los recoletos tomaron posesión de ella no tenía ni sagrario ni copón
ni custodia. También aumentaron sus servicios a hospitales, colegios y reli-
giosas así como la colaboración con los párrocos de la ciudad. Canillas siguió
en la parroquia de Benevides; Tejero atendía la capellanía del Hospital San-
ta Casa y confesaba a varias comunidades de religiosas; y Asín, además de
administrar la parroquia de Santa Isabel, cuidó de la de Nuestra Señora de
Nazaret durante la larga enfermedad de su párroco.

���
Bernad, Relación: infra, 557(209).
���
Bernad, Relación: infra, 558 (210).
���
Infra, M. Bernad, Carta a E. Pérez, Recife, 17 octubre 1900: En Belem «los pocos
padres que allí tenemos se portan como buenos, trabajan como héroes y se van adquiriendo
las simpatías de todos. ¡Dios sea bendito! Iba yo casi con la intención de traérmelos por las
noticias que corrían, pero, amigo, no puede ser eso. Las religiosas todas me pidieron por
favor y por todos los santos que no los sacara de allí. El padre Tejero confiesa él solo cinco
casas de religiosas, y no descansa un momento; lo mismo hacen los otros dos, y más ahora
que hemos tomado provisionalmente una iglesia de San Juan, que nos ha dado el señor
obispo, y que la inauguramos el 29 de septiembre con misa cantada y sermón. Se hace el
mes de octubre, y cada día aumenta más la gente, y aumentará más, porque verán que
hay confesores (cosa rara en Belem). La iglesia es pequeña, pero muy fuerte y muy bonita.
Tiene de todo y no faltaba otra cosa que sagrario, que se colocó enseguida, hecho gratis en
el hospital de la Santa Casa»: infra, VIII. Carta 424.

41
390 ÁNGEL MARTÍNEZ CUESTA

Al año siguiente su presencia en Pará comenzó a adquirir alguna con-


sistencia, gracias a la llegada de ocho nuevos religiosos entre marzo y no-
viembre de 1902. Pudieron potenciar su presencia en Mosqueiro, asumir la
administración de Chaves, en la isla de Marajó, atender a los poblados si-
tuados a lo largo de los primeros 40 kilómetros de la línea férrea de Belem
a Braganza, girar visitas pastorales en nombre del obispo y realizar largas
y penosas expediciones por el río Tapajoz. Pero los recoletos no consiguieron
el despliegue que cabría haber esperado de la vastedad del campo disponible
y de la escasez de comunidades masculinas en la diócesis. Es cierto que las
enfermedades acabaron con la vida de algunos religiosos e inutilizaron la de
otros. En 1909, a los diez años de su llegada a Belem, sólo quedaban seis de
los 19 religiosos llegados de España. «Dos fallecieron víctimas de la fiebre,
otros tres hubo que trasladarlos a otros estados de Brasil para que repusie-
ran su salud quebrantada, siete hubieron de regresar a España también en-
fermos, uno [… ] volvió a la península designado como definidor de la nueva
provincia»117. Pero hubo también factores internos que explican ese relativo
fracaso. Los principales fueron la inexistencia de un programa bien definido,
un conocimiento inadecuado de la realidad, la insuficiente disponibilidad de
varios religiosos y la poca atención a las normas del definitorio provincial.

VI. Ribeirão Preto

La fundación de Ribeirão Preto, en el estado y diócesis de São Paulo,


tuvo un origen fortuito. La orden se encontró con esa ciudad sin buscarla,
pero, apenas la conoció, apreció sus condiciones y decidió abrir en ella una
casa que sirviera de sede central para sus actividades en Brasil. Los recoletos
la vieron por vez primera el 22 de febrero de 1899, al paso para Uberaba de la
primera expedición. El párroco de su única parroquia, Juan Nepomuceno de
Souza, les trató con una delicadeza que dejó en ellos una gratísima impresión.
La impresión perduró y no dejó de repercutir en decisiones posteriores.
Tres días más tarde Bernad ya deja entrever algún deseo de instalarse
en Ribeirão. Es ciudad grande, en expansión, tiene una sola parroquia y es
paso obligado para Uberaba: «En Ribeirão Preto un cura solo para más de
20 mil almas en la población solamente, y fuera en las haciendas sólo Dios lo
sabe. […] Por lo que estoy viendo, aquí hay mucho campo y bueno»118. Podría
haber aludido también a su desamparo espiritual –su único párroco era un
enfermo crónico–, que la exponía a la propaganda del espiritismo y de las
sectas protestantes, que ya dirigían el único colegio de la ciudad119.
���
Décadas 1, 422-23.
���
Infra, M. Bernad, Carta a I. Narro, Uberaba, 25 febrero 1899: infra, VIII. Carta 59.
���
En 1908 el nuncio, Carta al card. secretario de Estado, Petrópolis, 6 mayo 1908, la
tenía por ciudad especialmente necesitada de un buen pastor: «Tra le nuove diocesi testé
erette nello stato di S. Paulo la più dificile a governarsi è per fermo quella di Ribeirão
Preto. Per la fertilità del suolo accorsero in quelle remote regioni immigranti da ogni

42
presencia agustino-recoleta en brasil: 1899-1901 391

Tres meses más tarde, el día 19 de mayo, pasó por Ribeirão la segun-
da expedición ubebarense. Don Juan volvió a recibirlos con señales de cariño.
Como sus achaques, ya visibles en febrero, se habían agravado y le tenían casi
imposibilitado, suplicó al presidente de la expedición que le echara una mano.
El padre Celedonio accedió y puso a su disposición al padre Santos Ramírez,
un religioso lleno de Dios, sencillo, celoso y servicial. Bernad aprobó la decisión.
Veía que la presencia en Ribeirão de un religioso facilitaría la instalación en
ella de la comunidad, que a las pocas semanas considerará ya «convenientí-
sima»120. En julio su deseo ya había adquirido contornos definidos: «El padre
Santos aún continúa en Ribeirão Preto haciendo muy buen papel. Se trata de
poner allí, por de pronto, una residencia de dos o tres padres que después po-
dría ser colegio de mucha importancia, cosa que desea mucho aquella gente. Es
un punto importantísimo para nosotros, mucho más estando como estamos en
este triángulo mineiro. Dista de Uberaba 12 horas de tren, y es punto forzoso
de parada para venir de São Paulo aquí. Pienso ir un día de éstos a São Paulo
para hablar con el señor obispo de ese asunto. El vigário de Ribeirão Preto está
empeñadísimo en que llevemos a efecto este pensamiento»121.
Antes habría que sortear dos obstáculos. El primero era el permiso de la
curia diocesana, que no sería fácil obtener, ya que durante meses ni siquiera
había querido conceder por escrito al padre Santos las licencias sacramenta-
les. El segundo surgiría de donde menos lo esperaban, de ese mismo párroco
que tan generosamente les había acogido y que seguía alojándolos en su
casa y proporcionándoles trabajo. Con el tiempo su protección degeneró en
opresión. Quería que continuaran en su casa y a su servicio exclusivo. No to-
leraba que los frailes hablaran de abrir casa propia y menos aún de construir
una capilla pública.
Ambos escollos se superaron con relativa facilidad. El primero lo afrontó
el padre Mariano en julio de 1899. A mediados de mes viajó a San Pablo, se
entrevistó con el obispo e inmediatamente se percató del origen de su proceder
con el padre Santos. La curia había caído en la trampa de la propaganda y no
veía con buenos ojos a aquellos frailes filipinos que venían a establecerse en
su diócesis. Las explicaciones del padre Mariano disiparon sus difidencias y
al final de la entrevista el mismo obispo firmó personalmente las licencias del

parte, i quali non tardarono a perdere le pratiche delle loro credenze sia per mancanza di
assistenza religiosa, essendo colá il clero scarso e rilassato, sia per l’amore sfrenato delle
ricchezze. Rimase così aperto l’adito alle sette e allo spiritismo che dominarono ben tosto
quel popolo e lo resero miscredente ed avverso alla Chiesa»: Asv, Aes, Brasile, pos. 710,
fasc. 143, f. 4r. El colegio, abierto en 1899, pertenencía a los metodistas que habían llegado
a Ribeirão Preto en 1896: Vasni de Almeida, Converter, ensimar e reformar: a missão
protestante em Ribeirão Preto (1896-1950), Franca 1997.
���
M. Bernad, Carta a E. Pérez: Uberaba, 16 junio 1899: «Ribeirão Preto es un punto
de escala forzoso, en que hay que hacer noche. Está de aquí a 12 horas de tren, con lo que
comprenderás cuán convenientísimo ha de ser para nosotros hacernos buen lugar por allí,
aun por medio de algún sacrificio»: infra, VIII. Carta 143.
���
M. Bernad, Carta a E. Pérez, Uberaba, 11 julio 1899: infra, VIII. Carta 157.

43
392 ÁNGEL MARTÍNEZ CUESTA

padre Santos, les abrió las puertas de la diócesis para futuras fundaciones y
hasta se adelantó a proponer la idea de abrir una en Ribeirão122.
A principios de agosto Mariano envió a Ribeirão Preto a un segundo pa-
dre que acababa de llegar de España, y poco después comenzó a hacer gestio-
nes para adquirir una casa. A pesar de la oposición del párroco, el 22 de sep-
tiembre los padres se trasladaron a una casa alquilada, donde abrieron una
humilde capillita y comenzaron a desvincularse de la tutela del párroco123.
En octubre la comunidad aumentó con la llegada de tres nuevos religiosos.
Uno de ellos era Hilario Eraso, que sería su primer superior. Con la ayuda de
un entusiasta profesor brasileño, el 1 de octubre los recoletos se atrevieron
a abrir un pequeño colegio, movidos por el deseo de contrarrestar el influjo
del colegio protestante. La experiencia terminó en un sonoro fracaso, que les
obligó a cerrarlo a finales de noviembre del mismo año124.
Este fracaso no desanimó a los frailes. Lo vieron, más bien, como
una liberación que los exoneraba de una tarea ingrata y les permitía
dedicarse de lleno al ministerio pastoral. Fue el punto de arranque de
una presencia más incisiva en el tejido eclesial de la ciudad. Intensifi-
caron el trabajo en la parroquia, que el cura no podía atender a causa
de sus achaques. Cuando en mayo de 1900 éste se retiró a Bahía, la cu-
ria paulista les encomendó su dirección hasta la llegada de su sucesor
en el próximo mes de junio. A la vez aumentaron su colaboración con
los párrocos vecinos y se hicieron presentes en las numerosas hacien-
das de los contornos. Batatais, Sertãozinho, Jardinópolis, Brodowsqui,
Santa Anna dos Olhos d’Agua, São Simão, Cravinhos­, Santa Cruz das
Palmeiras y aun pueblos lejanos como São Carlos do Pinhal, se convir-
tieron en meta frecuente de sus viajes apostólicos. El culto de su capilla
también salió beneficiado, sobre todo cuando a mediados de junio de

���
M. Bernad, Carta a E. Pérez, San Pablo, 24 julio 1899: «Me han traído a ésta
dos asuntos importantes, que, gracias a Dios y a la protección de la Virgen y san José,
tengo ya despachados a mi gusto y aun mejor de lo que pensaba. Amigo, aquí, como casi
en todas partes, las sotanas miran a las órdenes religiosas de mala manera y me tenían
a este buen señor obispo con las orejas bien calientes. Ni aun contestaba siquiera a las
repetidas peticiones de licencias para que el padre Santos Ramírez, que aún se halla en
Ribeirão Preto, pudiese ayudar en un todo al único vicario que hay allí para una población
de más de 30 mil habitantes y que, por añadidura, se halla enfermo y asmático. ¿Qué te
parece? Me presenté a este señor obispo, a quien se conoce le habían enseñado muy bien
la lección, hablamos y nos entendimos perfectamente, escribiendo él mismo de su puño y
letra las licencias en la forma que se pedían. Sin pasar adelante en mi segundo asunto, él
mismo me lo indicó y puso en camino. Es la fundación de una residencia en Ribeirão Preto.
Así que le contesté enseguida que ese objeto traía también, porque así lo piden y por lo
necesaria que es allí (y para nosotros convenientísima bajo todos conceptos) […]. De modo
que todo salió bien, y pronto, Dios mediante, tendremos casa allí, que después será colegio
con la ayuda de Dios»: infra, VIII. Carta 165.
���
Libro de Cosas Notables de Ribeirão Preto, 4: Agoar, caja 84, leg. 4; S. Ramírez,
Carta de E. Pérez, Ribeirão, 8 de junio 1900: infra, VIII. Carta 394.
���
Libro de Cosas Notables de Riberão Preto, 5.

44
presencia agustino-recoleta en brasil: 1899-1901 393

1900 adquirieron una casa más amplia y habilitaron para capilla una
sala más capaz 125.
La afluencia del público creció notablemente, atraído por la frecuencia
de las misas y la atención al confesonario, muy descuidado hasta entonces
y que durante décadas será el rasgo apostólico más característico de la resi-
dencia; la introducción de devociones como la función eucarística vespertina,
el rezo del rosario, el mes de María o los Dolores y Gozos de san José; así
como por la creación de asociaciones apostólicas, entre las que adquirió relie-
ve especial la cofradía de la Consolación126. Se cuidó también la predicación
dominical y la catequesis infantil, que se impartía cuatro días por semana:
dos días a los niños y otros dos días a las niñas. Irremediablemente la capilla
se quedó pequeña. Los domingos no podía contener a los fieles que acudían
a ella. Muchos debían seguir la misa desde la calle y otros invadían los es-
pacios destinados a los confesores, impidiéndoles ejercer su ministerio con
un mínimo de privacidad. Todo ello desasosegaba a los religiosos que pronto
comenzaron a pensar en adquirir un lote donde edificar un templo digno. El
sueño comenzó a cobrar cuerpo el 11 de junio de 1902 con la colocación de la
primera piedra de la actual iglesia de San José127.
Este progreso se fraguó en un periodo de dificultades notables. La es-
casez de recursos y la oposición de masones y protestantes fueron compa-
ñeras inseparables de la comunidad. También fueron bastante asiduas las
enfermedades y las deserciones, así como los cambios de personal e incluso
de superiores, lo que no pudo menos de generar una cierta inestabilidad. El
primer superior de la residencia, Hilario Eraso, murió el 7 de mayo de 1900
en vísperas de embarcarse rumbo a España en busca de la salud perdida.
En el mismo vapor regresó a la península Dionisio Pueyo, también enfermo
y desalentado128. El segundo superior, Juan Pablo Ruiz, ya entrado en años,
tampoco se acomodó a la vida de la casa. El 1 de diciembre de 1900 renunció
a su cargo y se retiró a la residencia de Uberaba, donde murió unos meses
más tarde129. Fue entonces cuando el padre Mariano se decidió a trasladar su
residencia de Uberaba a Ribeirão Preto. Este hecho dio nueva consistencia

���
La nueva casa se compró el 18 de junio, pero los frailes no la ocuparon hasta el 27
de julio: Libro de Cosas Notables de Riberão Preto, 10.
���
«En esa casa se abrió una capilla que, a pesar de ser mayor que la que se tenía
en la otra casa alquilada, era, sin embargo, insuficiente para el servicio de los fieles, que
iba aumentando de modo prodigioso y gracias a que, habiendo varias misas distribuidas
convenientemente, y sólo así se podía atender en algo a las necesidades del público, que
constantemente llenaba el local, siendo algunas veces sumamente difícil colocar a la gente
convenientemente y más difícil desalojar el local para ocuparlo otras personas. Muchas
veces pudimos notar esto, a pesar de que con frecuencia tenía que oír misa la gente desde
la calle por no ser posible entrar en la capilla, ocupada como estaba de bote en bote, como
suele decirse»: infra, IV. Relación, 536 (188).
���
Libro de Cosas Notables de Ribeirão Preto, 16.
���
D. Pueyo, Carta a M. Bernad, Santos, 7 mayo 1900: infra, VIII. Carta 387.
���
Breve biografía: Décadas 1, 490-92.

45
394 ÁNGEL MARTÍNEZ CUESTA

a la residencia, que comenzó a ocupar el primer plano de los intereses reco-


letos en la nación. Bernad reavivó la actividad de la comunidad, pero, sobre
todo, se preocupó de asentarla sobre bases más agustinianas y programar su
futuro. Adquirió nuevos lotes, preparó la construcción de la iglesia e dio los
primeros pasos para abrir un colegio para externos. En los ocho meses que
aún residió en Ribeirão no tuvo la satisfacción de ver realizado uno u otro
de sus proyectos, pero todos llegaron a buen puerto durante el trienio de su
sucesor, el padre Eugenio Sola (1901-04).
El cambio de actitud del obispo Alvarenga hacia los recoletos y, sobre
todo, su buen hacer en Ribeirão Preto les abrieron la puerta de otras pobla-
ciones del estado de São Paulo. Campinas y San Carlos do Pinhal, destina-
das a convertirse en cabecera de sendas diócesis, reclamaron su presencia
ya en 1899. La oferta del párroco de San Carlos era especialmente atractiva.
Contaba, además, con el apoyo incondicional del padre Santos Ramírez, el
recoleto más conocido e influyente de la comarca130. Pero por el momento
fue desechada y sólo sería acogida tres lustros más tarde, en 1916. La can-
didatura de Batatais, ciudad relativamente cercana a Ribeirão y rica como
ella en café y ganadería, comenzó con mejor pie. La favorecieron esa misma
cercanía, el empeño entusiasta de la gente con su párroco a la cabeza y la
vinculación de su proyecto con una comunidad femenina relacionada con la
orden. La ciudad, de unos 30 mil habitantes, tenía necesidad de un colegio fe-
menino, y creyó poder conseguirlo a través de los frailes de Ribeirão, quienes
también podrían establecerse en la ciudad para ayudar al párroco en sus ta-
reas pastorales, acompañar a las religiosas en la administración del colegio e
incluso abrir ellos mismos un colegio similar para muchachos. Los recoletos
acogieron el plan con entusiasmo y se pusieron en contacto con las religiosas
españolas de Santa Ana, quienes, en principio, aceptaron la oferta.
El 10 de septiembre de 1899 Bernad tuvo una primera entrevista con el
párroco. El coloquio fue positivo pero no desembocó en un acuerdo concreto131. La
llegada a San Pablo, entre octubre y noviembre, de 16 nuevos religiosos disipó las
últimas dudas de Bernad. El 19 de noviembre acompañó a Batatais a los padres
Manuel María Guillorme y Gregorio Paredes, dos de los recién llegados, siendo
recibidos en la ciudad con grandes muestras de satisfacción. Por el momento los
dos religiosos se alojaron en casa del párroco, dedicando su tiempo al apostolado
ministerial y a la preparación de la apertura del colegio. Redactaron el reglamen-

���
S. Ramírez, Cartas a Í. Narro y M. Bernad, Ribeirão Preto, 13 y 26 abril, 7 junio
1900: infra, VIII. Cartas 362, 374 y 393.
���
M. Bernad, Carta a E. Pérez, Uberaba, 19 septiembre 1899: «El día 10 de éste
desde Batatais, ciudad a hora y media de tren hasta Ribeirão Preto, y a donde fui para
hablar con el vicario sobre colegio de religiosas que trata de poner en aquel punto, y
de religiosos que las dirijan, y a la vez le puedan ayudar a él en su ministerio, me fui
a Ribeirão Preto, ya para salir al encuentro del señor obispo, ya para tratar de nuestro
asunto de residencia y colegio, que va marchando, como es de suponer, despacio, pero
bien»: infra, VIII. Carta 201.

46
presencia agustino-recoleta en brasil: 1899-1901 395

to y lo mandaron a las religiosas, quienes no tuvieron dificultad en aprobarlo. No


podrían, sin embargo, hacerse cargo del colegio hasta dentro de dos años, ya que
por el momento sus energías estaban absorbidas por otra fundación. Fue el pri-
mer revés para el colegio. El golpe mortal le llegaría el 2 de marzo con la muerte
del padre Guillorme, el «religioso destinado para ir preparándolo todo y a ser el
director del colegio y de las religiosas». En esas circunstancias, y con harto sen-
timiento, Bernad «se vio obligado a prescindir de todo compromiso […] ¡Lástima
grande ha sido que no se haya podido llevar a cabo este proyecto! La población
es buena y cerca de Ribeirão Preto, la gente inmejorable, y los dos religiosos allí
destinados en el corto tiempo que allí llevaban (dos meses) se habían captado de
tal modo las simpatías de todos, que aseguraban un porvenir halagüeño»132. Ber-
nad continuó creyendo en la posibilidad de regresar a Batatais, donde un grupo
de fieles seguía muy afecto a la orden. Sin embargo, Eugenio Sola, superior de la
residencia de Ribeirão, daba más peso a la oposición del nuevo párroco, Lafayet-
te133, a quien hasta el obispo Duarte tenía miedo.

VII. Otras ofertas

Éstas son las fundaciones realizadas durante los dos años y medio
que duró el gobierno del padre Bernad. Otras peticiones quedaron sin res-
puesta, debido, fundamentalmente, a la falta de personal. En julio de 1899
ya habían solicitado sus servicios seis obispos brasileños. Cinco de ellos lo
habían hecho durante su estancia en Roma con motivo del concilio plenario
de América Latina134. Al mes siguiente los obispos interesados en contar
con misioneros recoletos eran siete: «Después de haber pedido religiosos los
señores obispos de Mariana, Petrópolis y Olinda, días pasados vino a bus-
carme el de Amazonas con recomendación del cardenal Vives (padre Lle-
vaneras, capuchino): se ofrecía a facilitar el viaje. Escribí a nuestro padre
y creo que a esta fecha ya se habrá visto con él, pues salía aquella misma
noche para España. De modo que ya los nuestros están en Goiás, Espíritu
Santo y Pará, y además son deseados en Mariana (el obispo me dejó mil
liras y luego mandó 700 a nuestro padre), Olinda, Petrópolis y Amazonas.
Total, siete diócesis brasileñas»135. Y todavía podía haber añadido al obispo
de San Pablo, que también los deseaba136.

���
Bernad, Relación, 54; también su carta a E. Pérez, Uberaba, 18 abril 1900: «Lo de
Batatais quedó en nada, pues, por una parte, las hermanas de Santa Ana no han podido
venir y, por otra, tuvimos la desgracia de perder a uno de los mejores religiosos allí, al
padre Manuel Guillorme, que murió con la muerte del justo el 2 de marzo»: infra, VIII.
Carta 365. En Batatais le tuvieron por santo. En 1907 el capitán Francisco Moreira costeó
la construcción de un mausoleo de mármol: Décadas 1, 315.
���
E. Sola, Carta a M. Bernad, Ribeirão Preto, 28 octubre 1901: infra, VIII. Carta
553.
���
E. Pérez, Carta a M. Bernad, Roma, 31 julio 1899: infra, VIII. Carta 170.
���
E. Pérez, Carta a M. Bernad, Roma, 19 agosto 1899: infra, VIII. Carta 179.
���
M. Bernad, Carta a E. Pérez, Uberaba, 1 octubre 1899: infra, VIII. Carta 216.

47
396 ÁNGEL MARTÍNEZ CUESTA

La instancia del arzobispo de Bahía llegó a Ribeirão Preto el 4 de sep-


tiembre de 1901, cuando Bernad ya llevaba mes y medio fuera de Brasil137. A
pesar de ello fue la única que encontró respuesta favorable. Celedonio Mateo,
superior a la sazón en el Triângulo Mineiro y Ribeirão Preto, viajó inmedia-
tamente a la capital, acompañado del padre Pedro Ibáñez. Tras conferenciar
con el obispo, decidió enviar al padre Mariano Pena para que ultimase los
preparativos. A principios de 1902 ya había en la diócesis siete recoletos al
frente de dos capellanías urbanas y tres parroquias rurales muy extensas.
No tuvieron esa suerte los obispos de Manaus y Mariana, a pesar de
haber sido quienes habían pedido recoletos con más interés y perseverancia.
El de Manaus tuvo que contentarse con una carta en la que se le comunicaba
que por el momento no se le podía atender. La petición del de Mariana se
estudió con alguna mayor atención. En marzo de 1901 viajó a la capital de
la diócesis Eugenio Sola, hombre de confianza de Bernad. Sola salió impre-
sionado del celo y virtud del obispo, pero no así de sus curas ni del campo
que se ofrecía a la comunidad138. Estaba situado en el extremo oriental de la
diócesis, carecía de comunicaciones y sus dos parroquias contaban con sacer-
dote. Además, la diócesis no andaba mal de clero. Por tanto, no creía opor-
tuno aceptar la oferta: «hay que pensarlo mucho antes de venir por aquí»139.
Cinco días más tarde sería más claro: el campo que se les ofrecía está sin
roturar y exige una dedicación que la comunidad no está en condiciones de
proporcionar140. El obispo siguió insistiendo. En el mes de octubre escribió
al padre Íñigo141, creyendo que todavía continuaba de comisario apostólico.
���
Libro de Cosas Notables de Ribeirão Preto, 14. El primer contacto de los recoletos
con la archidiócesis de Bahía tuvo lugar a mediados de agosto de 1900 durante la escala
que hizo en la ciudad el p. Bernad en su viaje a Pará. La idea de fundar en ella partió
de Carolina (doña Cotinha) Marinho, una señorita de Ribeirão Preto muy afecta a la
comunidad. Fue ella quien propuso la idea al arzobispo, precisamente en la fiesta de san
Agustín de ese año: C. Mateo, Carta a E. Pérez, San Pablo, 25 septiembre 1901: infra, VIII.
Carta 539; Décadas 1, 441.
���
Alípio Ordier Oliveira, Traços biográficos de Dom Silverio Gomes Pimenta, San
Pablo 1940.
���
E. Sola, Carta a M. Bernad, Mariana, 16 marzo 1901: infra, VIII. Carta 481.
���
E. Sola, Carta a M. Bernad, Río de Janeiro, 21 marzo 1901: «Del señor obispo he
quedado prendado. Es un santo, me instó que le volviera a escribir insistiendo en que le
manden padres. Yo le contesté que por ahora probablemente no se podría por la falta de
personal. Pero la verdad es que era esquivando lo que nos daba, pues [son] gentes que,
según me dijo el vicario general, son medio salvajes y precisa una misión en toda forma.
Le dije al señor obispo si podría darnos otra cosa y me dijo que más adelante en el sertão,
que confina con la diócesis de Goiás, podría darnos para alguna otra residencia; pero que
por Dios tomáramos aquello antes que los masones y protestantes vayan por allí. Como
conozco un poco lo que somos no di más que excusas sin que se nos conociese para lo poco
que servimos. Los deseos del señor obispo no pueden ser mejores, pero … Clero también
él tiene abundante, con cônegos y … La víspera de San José, si no es por uno que mandó
expresamente, algunos paúles en el seminario, el secretario y yo, que estuve en la catedral
hasta las 11 y media de la noche, no confiesa nadie»: infra, VIII. Carta 486.
���
Silverio Gomes Pimenta, Carta a Í. Narro, Mariana, 2 octubre 1901: infra, VIII.
Carta 546.

48
presencia agustino-recoleta en brasil: 1899-1901 397

Pero su carta terminó en manos de su sucesor, que era precisamente el padre


Bernad.
La invitación de Olinda procedía del vicario capitular de la diócesis,
pero ya el obispo difunto la había expuesto al padre Enrique en Roma y al
padre Juan Pablo Ruiz en Vitoria142. El vicario conoció a Bernad a finales de
agosto de 1900 durante la escala que éste hizo en Recife en su viaje a Belem.
Desde entonces le manifestó varias veces de palabra y por escrito su deseo
de contar con una decena de religiosos recoletos. Todavía el 4 de marzo de
1901 le apremiaba para que enviase cuanto antes un padre para cerrar el
contrato143. El vicario ignoraba que para esa fecha Roma ya había provisto de
pastor a la diócesis144 y que ese pastor era poco amigo de frailes. La noticia
del nombramiento llegó a oídos del padre Sola cuando se hallaba en Río de
Janeiro camino de Recife con ánimo de explorar la situación. Inmediatamen-
te visitó al nuevo obispo, quien no tuvo recato en manifestarle bruscamente
su modo de pensar. Llegó incluso a censurar al vicario capitular, como si éste
se hubiera arrogado poderes que no le correspondían. Sola tomó buena nota
de todo y regresó a Ribeirão Preto, dando por concluida su misión.
Los contactos con los obispos de Petrópolis y San Pablo fueron más efí-
meros. El de Petrópolis, aconsejado por el padre Enrique, se dirigió a Íñigo en
agosto de 1899. Pensó incluso en hacerle una visita en Madrid. Al no poder
realizarla le escribió urgiéndole el envío inmediato de algunos padres145. Por
el momento no debió de haber más contactos entre él y la orden. Se reanuda-
ron dos años más tarde, en Belem, a cuya diócesis fue trasladado a mediados
de 1901. El padre Tejero, que tan crítico había sido de su antecesor, admiraba
su virtud y su espíritu apostólico: «Por todo lo que acabo de decir», escribía
al comisario apostólico en septiembre de 1902, «verá vuestra reverendísima
que el obispo es de virtud profunda y que nos quiere, y comprenderá el deseo
que yo tengo de servirle y de aprovechar su permanencia aquí para adelan-
���
E. Pérez, Carta a M. Bernad, y M. Bernad, Carta a E. Pérez, 31 julio y 1 octubre
1899: infra, VIII. Cartas 170 y 216.
���
Telegrama de Marcolino a M. Bernad, Recife, 4 marzo 1901: «Venha um padre
fechar contrato capital; depois virão outros»: Agoar, caja 86, leg. 1901; en carta del
5 octubre del año anterior escribía: «Illmo. Rmo. Sr. P. Mariano Bernad. Continuo a
esperar sua última resposta acerca da vinda dos padres para esta diocese. Como lhe falei
pessoalmente, ha collocação para os padres aquí na capital e na vecina cidade Olinda,
além de boas paróchias no interior. Penso que se V. Rma. mandar 10 padres, todos ficarão
collocados. Espero que me dê uma resposta decisiva. Será possível? De V. Rma. servo em J.
Ch. Mgr. Marcolino, vigário capitular de Pernambuco»: infra. VIII. Carta 421.
���
Luiz Raimundo da Silva Brito (1840-1915), natural de São Bento (Maranhão) y
a la sazón canónigo de Río de Janeiro. Consagrado el 5 de mayo de 1901, tomó posesión
de su diócesis el 2 de junio y en ella murió el 9 diciembre de 1915. Durante su episcopado
la diócesis de Olinda-Recife fue elevada a archidiócesis (5 diciembre 1910): Hierarchia 8,
424-25.
���
Francisco do Rego Maia, Carta a Í. Narro, París, 3 agosto 1899: infra, VIII. Carta
173.

49
398 ÁNGEL MARTÍNEZ CUESTA

tar alguna cosa esta misión»146. El obispo de San Pablo aprobó las fundacio-
nes de Ribeirão Preto y Batatais y habría permitido algunas más, pero la
comunidad no le presentó ninguna otra solicitud.

VIII. Vivencia religiosa y labor pastoral

Los recoletos viajaron a Brasil con dos objetivos fundamentales. La or-


den esperaba de ellos la apertura de nuevos horizontes que aseguraran su
pervivencia y elaboraran modelos de vida más acordes con su tradición re-
ligiosa. Ante todo, habrían de buscar campos de trabajo que absorbieran las
abundantes energías disponibles. Y en esa búsqueda deberían estar atentos
a la vida común, olvidarse del peculio, estrechar los vínculos entre ellos y con
los superiores y cultivar con más asiduidad la oración, tanto mental como
vocal. El individualismo que había imperado en Filipinas durante el último
siglo cedería el puesto a la participación, al bien común y al espíritu de cuer-
po. La actividad misional suplantaría a la parroquial; sólo en casos extraor-
dinarios se permitiría que un religioso viviera solo; y todos habrían de actuar
en contacto permanente con los superiores, a quienes rendirían cuenta perió-
dica de sus actividades. En todas las casas habría una hora diaria de oración
mental y se recitaría el rosario en honor de la Virgen María147.
Por su parte, la Iglesia brasileña esperaba extender la atención pasto-
ral a zonas abandonadas, elevar el nivel moral y cultural del clero, mejorar
los servicios pastorales, especialmente la predicación y la catequesis, e in-
cluso poner orden en la administración de las parroquias148. Estas expec-
tativas implicaban una preferencia por las parroquias y las zonas pobres,
donde con frecuencia a los frailes les sería imposible respetar las orientacio-
nes recibidas de sus superiores. Esta circunstancia, unida a la fuerza de la
costumbre149, a imperiosas necesidades de orden material, a una insuficien-

���
G. Tejero, Carta a M. Bernad, 15 septiembre 1902 : Agoar, caja 84, leg. 1.
���
«Acta del venerable definitorio provincial sobre fundación de residencias en
América e instrucciones que se dan a los padres misioneros», Manila, 19 agosto 1898: «De
Filipinas a América del Sur. I …»: Recollectio 25-26 (2002-03) 567-70.
���
El obispo de Uberaba recomendó a los primeros misioneros que tomaran
inmediatamente el control sobre el culto y las fiestas, sin excluir el aspecto económico,
Carta a I. Narro, 29 noviembre 1898: «Ao chegarem ás paróchias assumão todo o encargo
do culto, não permittindo que seculares manden na egreja e decidão sobre solemnidades;
com tudo deixem ficar o que está feito até novo anno para não desgostar logo no começo os
que forão nomeados para festeiros; entendão-se também a tal respeito com o governador.
= É meo grande desejo acabar com o abuso que lá existe de ser empregado o dinheiro com
que o povo concorre para as festas de egreja em bailes, jantares e músicas. Até hoje não
pude por não ter vigários nas paróchias, mas agora os religiosos poderão entender-se com
o povo, recibir as quantias e consintir só em festejos profanos que em nada sejão incentivo
para o peccado»: Infra, VIII. Carta 26.
���
M. Simón, Carta a M. Bernad, Vitoria, 14 junio 1899: «Debo advertirle también
que sienten gran dificultad los que fueron párrocos en Filipinas en estar de compañeros
con quienquiera que sea»: infra, VIII. Carta 140. Las mismas ideas reflejan las cartas
de Agustín Martell, que terminó saliendo de la orden, y de Juan López. Bernad admite

50
presencia agustino-recoleta en brasil: 1899-1901 399

te promulgación de las normas del definitorio –no todos los que viajaron a
Brasil tenían conocimiento cabal de ellas150– y a la falta de energía a la hora
de urgir su cumplimiento151, terminaron por comprometer seriamente las
esperanzas de una y otra parte.

a. Vida religiosa

En los primeros momentos se consiguió un discreto equilibrio entre am-


bas exigencias. En el Triángulo Mineiro Bernad colocó en cada parroquia a
tres religiosos o, al menos, a dos. Pero en ocasiones toleró que algunos reli-
giosos residieran solos. En noviembre de 1899 destinó a los padres Celestino
Ballesteros y Manuel Arellano para que administraran conjuntamente las
parroquias de Coromandel y Abadía dos Dourados. Ambos debían residir en
Coromandel152. Pero no lo urgió y terminó por permitir que ambos residieran
en sus respectivas parroquias153. La experiencia no fue positiva. El padre
Manuel Clemente también residió solo durante largas temporadas en Monte
Carmelo.
De ordinario, cuando la escasez de religiosos hacía imposible la pre-
sencia de dos religiosos en una parroquia, la devolvía al obispado o enco-
mendaba su administración a los de la parroquia vecina. En 1900 aplicó la
primera opción a la parroquia de Veríssimo; y la segunda, a las de Conceição
de Araxá y Santa Anna do Río das Velhas, que confió a los religiosos de Do-
res de Santa Juliana y de Ponte Nova, respectivamente. Por otra parte, su
emplazamiento geográfico facilitaba los encuentros e incluso la colaboración
entre los religiosos, que podían verse, confesarse, ayudarse y distraerse jun-
tos. Alguna que otra vez se reunían también para conferencias doctrinales,
casos morales y los ejercicios espirituales anuales. El vicario provincial fue
otro vínculo entre ellos. Amén de estar en permanente contacto epistolar con
ellos, los orientaba, amonestaba y corregía. De palabra y por escrito Bernad
les instó a huir del peculio, a rendir periódicamente cuentas a los superiores,
a no descuidar la oración, a estimar el silencio y la clausura, a vestir el há-

parroquias en el Triángulo Mineiro desde el primer momento, contentándose con llamarlas


misiones. El mismo definitorio cayó en ese mismo espejismo. El 3 de febrero de 1899,
al encargar al vicario en España que explorara la voluntad de los religiosos, le ordenó
encuadrar a los religiosos en cuatro grupos, reservando el primero para los «religiosos
aptos y en condiciones para ejercer el ministerio parroquial», cf. Libro de circulares,
comunicaciones y mandatos del provincialato (1897-1912), 142v: Am, libro 20.
���
Hilario Eraso y Manuel Arellano, Cartas a M. Bernad, 19 diciembre 1899 y 26
febrero 1900: infra, VIII. Cartas 288 y 336.
���
En Brasil las parroquias aparecen desde los primeros contactos de los recoletos
con el obispo de Goyaz y todavía con más claridad con el de Espíritu Santo: infra, VIII.
Carta 78. Del mismo modo se condujo Adell en Venezuela.
���
Bernad, Relación, 530 (30); Décadas 1, 265.
���
Manuel Arellano, Cartas a M. Bernad, Abadía dos Dourados, 26 febrero y 1 marzo
1900: infra, VIII. Cartas 336 y 343.

51
400 ÁNGEL MARTÍNEZ CUESTA

bito y a evitar cuanto pudiera poner en peligro su buen nombre. En abril de


1899 recogió varios de esos avisos en unas «advertencias» dirigidas a las tres
parroquias que ya entonces servían los recoletos154.
Su sucesor en el cargo, Celedonio Mateo, aspiraba a más. No le satisfa-
cía lo ya logrado y abogaba por agrupar a los religiosos «en dos residencias,
una en Patrocinio o Agua Suja y la otra en Dores […]. Esta solución de las
dos residencias creo que es la única que nos puede salvar en el triángulo;
mas es solución difícil y que requiere un auxilio extraordinario de Nuestro
Señor. Los pueblos se han de oponer y los vigários también»155. Si esa solu-
ción resultara inviable, proponía adoptar el sistema que usaban los reden-
toristas: «Tienen dos padres en la freguesía un mes; y pasado éste, van otros
padres a substituirlos y los primeros vienen a la residencia a pasar otro mes,
y así se van relevando. Si se pudiese aplicar con nuestros vigários, sería el
modo de tirar el peculio y que no perdiesen los hábitos de religioso. […] El
pensamiento que vuestra reverendísima expresa de que no tengan los reli-
giosos título alguno, sino sólo el superior ya lo manifesté al señor arzobispo
[de Bahía] desde el primer momento. Porque si no, los padres miran la fre-
guesía como cosa propia»156.
Pero por las causas ya apuntadas y otras, como la pobreza de las parro-
quias, que no podían mantenerlos; las malas comunicaciones; y la presión de
los pueblos, que querían a sus párrocos junto a sí, esos núcleos apostólicos
tuvieron vida breve. Los frailes comenzaron pronto a dispersarse y a caer en
las redes del individualismo. Otros se dejaron seducir por el señuelo del di-
nero y terminaron por perder la vocación. En 1902, al comienzo del gobierno
de su sucesor, no quedaban ya parroquias con tres religiosos, pero casi todas
contaban todavía con dos. Siete años más tarde, en 1909, al concluir la pri-
mera década, en ninguna de las nueve parroquias que la orden continuaba
administrando en el Triángulo Mineiro residía más de uno157. Poco antes
había estallado la crisis que se llevaría por delante a seis religiosos.
Al estado de Espíritu Santo se llegó con ánimo de respetar las exigen-
cias de la vida común. Se colocaría a dos sacerdotes en cada una de las cinco
parroquias que el obispo ponía a disposición de la comunidad. Cediendo a sus
instancias, se pensó incluso en formar una residencia en la capital de la dió-
cesis con tres religiosos, en la que el mismo obispo haría vida común con los
frailes. Pero las cosas cambiaron pronto de dirección. El 4 de junio de 1899
Manuel Simón, superior en la zona, accedió a encargar la parroquia de Serra

���
Advertencias de abril 1899: infra, VI. Nombramientos y circulares, 587-88 (239-
42).
C. Mateo, Carta a M. Bernad, Uberaba, 22 diciembre 1901: infra, VIII. Carta 575.
���

Ibid. Más adelante ensayó esa opción en Ribeirão Preto, pero con escaso éxito:
���

Sáenz, «Comienzo de la actividad misionera de la provincia …»: Bpsn 84 (1994) 86-87.


���
Décadas 1, 286; F. Bergasa, Carta al obispo de Uberaba, Uberaba, 21 abril 1909:
Décadas 2, 237.

52
presencia agustino-recoleta en brasil: 1899-1901 401

a Agustín Martell, quien el 8 de julio viajó solo a su destino y solo vivió hasta
marzo de 1901, a excepción de algún mes en que tuvo por compañero a fray
Máximo Tabuenca, un joven todavía no ordenado. El 14 de ese mismo mes el
propio padre Manuel y José Chivite tomaron posesión de las parroquias de
Anchieta y Guarapari. Deberían haberlas administrado conjuntamente, pero
pronto se dividieron la tarea y cada uno se escogió su propia parcela. En sep-
tiembre del mismo año Juan López se estableció en Santa Cruz, donde trabajó
con total independencia y a menudo enfrentado con los religiosos de las parro-
quias vecinas. En abril de 1900 Ricardo Rupérez se instaló en Barra de São
Matéus y allí continuó solo hasta marzo de 1901. En esa fecha se retiró sin
esperar el permiso de los superiores y regresó a España, donde se secularizó
dos años más tarde. La nueva parroquia de Pau Gigante (actual Ibiraçu) tuvo
dos religiosos durante un año, desde octubre de 1900 hasta el mismo mes del
año siguiente. Al principio residieron en ella Eugenio Sola y Mariano Pena. En
enero de 1901, al ser nombrado Sola presidente de la residencia de Ribeirão,
fue substituido por Juan Bautista Pereda, pero cuando en octubre Pena salió
para hacerse cargo de las misiones de Bahía, ya no se le nombró substituto.
Pereda continuó solo hasta 1903, en que entregó la parroquia al obispado.
En julio de 1900 el padre Mariano y el obispo de Vitoria acordaron agru-
par a los religiosos de Espírito Santo en dos residencias158. La primera surgi-
ría en Pau Gigante y acogería a los religiosos del norte del estado, mientras
que los del sur se reunirían en Anchieta. Pero surgieron tantas dificultades
que hubo que descartarla inmediatamente. Hasta quienes la miraban con
agrado terminaron por desaconsejarla: «Por lo que a mí toca, no me parece
mal, porque siempre me ha gustado tener compañía», escribía Mariano Pena.
Pero anãdía: «Si bien la idea es buena, no deja de tener sus dificultades. En
primer lugar, hay que contar con que acceda el señor obispo; 2º, en que se con-
formen Santa Cruz, Linhares y Riacho, que jamás consentirán depender de
Pau Gigante; y 3º, los frades »159. La mayoría de éstos no quería ni oír hablar
de ellas. Para encubrir su deseo de independencia Juan López, Agustín Mar-
tell y Ricardo Rupérez recurrieron a razones tan honorables como la pobreza
de las parroquias, el deseo de los fieles de tener cerca a sus párrocos, la impro-
cedencia de mezclar a los colonos italianos con los brasileños, etc.160.
También el neosacerdote Máximo Tabuenca, párroco a la sazón de Ita-
pemirim, expresó su rechazo frontal a las residencias: «Parece que va a ha-

���
Infra, III. Relación, 548 (200).
���
M. Pena, Carta a M. Bernad, Pau Gigante, 31 diciembre 1900: infra, VIII. Carta
448. A primeros de febrero de 1901 se expresaba del mismo modo: «Debemos vivir en
compañía y en común para que, como muy bien dice V.R., no suceda lo que sucedió en
Filipinas. Y tanto es así que yo de ninguna manera quiero estar solo. Es necesario, pero
muy necesario, tener compañía». El 20 de marzo añadirá que viviendo solos no pueden ni
confesarse: infra, VIII. Carta 465. Del mismo pensar era E. Sola, Carta a M. Bernad, 20
diciembre 1900: infra, VIII. Carta 442.
���
J. López, Carta a M. Bernad, Santa Cruz, 12 marzo 1901: infra, VIII. Carta 475.

53
402 ÁNGEL MARTÍNEZ CUESTA

ber innovaciones. Statutum est formar dos residencias: una en el norte, Pau
Gigante, y otra en el sur, Benevente. A mí me quieren llevar a la del norte
con Martell y Ricardo; y el padre Juan [López] en el sur, con Simón y Chivite,
de modo que yo no sé donde voy a parar. Ésta me parece que va a ser la causa
de yo marcharme a España»161.
En Pará las circunstancias parecían más propicias. El mismo trabajo
exigía la convivencia de varios religiosos. De los seis que llegaron en julio
de 1899, cinco fueron destinados a dos colonias agrícolas. El sexto, aunque
vivía solo en Belem, estaba al servicio y en contacto continuo con los otros
cinco. Pero esa situación se descompuso de inmediato, tras el abandono de
las colonias. En abril de 1900 Tejero lamentaba el aislamiento en que vivían
todos ellos, pero no se hizo nada por remediarlo hasta la llegada a Belem del
padre Bernad en agosto de ese mismo año162.

El difícil arranque de las residencias


La apertura de escuelas o la dirección de seminarios eran dos objetivos
episcopales que, lejos de embarazar la vida regular de los frailes, la habrían
favorecido grandemente y habrían facilitado la fundación de esas residen-
cias tan recomendadas por los superiores. Los primeros recoletos se encon-
traron con posibilidades de asumir una y otra ocupación, pero no supieron
o no quisieron aprovecharlas. La primera se les presentó nada más llegar
a Uberaba, cuando se les quiso imponer la dirección del seminario diocesa-
no. Ciertamente, no habría sido prudente aceptarla en aquellas condiciones.
Pero luego cambiaron las circunstancias y se podría haber programado una
reapertura escalonada del seminario, que, a más de favorecer la vida común
y el cultivo de las ciencias eclesiásticas, tan propias de la tradición agusti-
niana, habría diversificado el trabajo de los frailes y habría dado más con-
sistencia a su presencia en la diócesis, a la que, a la vez, habría prestado un
servicio particularmente valioso. En ésa y en otras oportunidades similares
se echó de menos una mayor implicación y coordinación de las autoridades
de la orden en Manila y Madrid.
Las ya recordadas colonias agrícolas del Pará les depararon otra opor-
tunidad. Luego aparecieron ofertas de abrir colegios en Ribeirão Preto y Ba-
tatais y de fundar en ciudades como San Carlos do Pinhal y Vitoria, donde
no habría sido tan trabajoso montar sendas residencias. La fundación de
���
M. Tabuenca, Carta a Juan Pablo Ruiz, Itapemirim, 15 septiembre 1900: infra,
VIII. Carta 412.
���
Bernad infra, III. Relación, 553 (205) :«Muy extrañado se manifestó nuestro padre
al ver cómo vivían los padres, tan separados unos de otros, a pesar de poderse comunicar
fácilmente, ya por medio del ferrocarril, ya por medio de los tranvías. Así que lo primero
que pensó fue tratar del modo y manera de establecer las cosas para que todos viviesen
reunidos, formando una verdadera residencia, cosa que debía procurarse a todo trance
para bien de los mismos padres y para la mejor marcha de nuestros trabajos en aquella
capital, así como para la mayor observancia de las obligaciones de religiosos».

54
presencia agustino-recoleta en brasil: 1899-1901 403

escuelas parroquiales, tan deseadas por la jerarquía brasileña163 y de las


que la orden empezó a interesarse en mayo de 1902164, también podría haber
favorecido la agrupación de los religiosos.
Las causas de que nada de eso fructificara fueron bastante heterogé-
neas. Algunas ya quedan reseñadas en páginas anteriores. A ellas cabe aña-
dir las prisas, la penuria de medios económicos165, la escasez de personal, su
escasa preparación para afrontar una situación tan dramática166, y, sobre
todas ellas, la irregularidad administrativa y carismática que lastraba el
quehacer de la orden e impedía la toma de medidas tempestivas. La mayoría
de los frailes llegados a Brasil no estaban en grado de ofrecer a la sociedad
servicios como la enseñanza, la sanidad, las misiones o la predicación de
ejercicios, retiros y misiones populares167. Hasta la inserción en la vida pas-
toral de las diócesis se les hacía cuesta arriba. Los más habían sido párrocos
en una situación de privilegio, bien remunerados, mejor considerados y poco
controlados, y ahora les costaba aceptar que no en todas partes se podía
gozar de esas ventajas, que el gobierno no remunerara su trabajo, que los
fieles no les guardaran mayores consideraciones, que sus ingresos no les
permitieran el tren de vida al que estaban acostumbrados en Filipinas, que
los obispos estuvieran por encima de ellos y reclamaran el respeto debido a
su dignidad Es cierto que algunos veían su posición en el archipiélago como
una anomalía que había que olvidar. Pero para otros –quizá para la mayo-
���
E. Duarte da Silva, Carta a M. Bernad, Uberaba, 20 mayo 1901: «Não seria fora
de propósito que Vª Rª inculcasse aos vigários a fundação de escholas parroquiais para se
poder ensinar o catechismo ben como a installação das conferências de S. Vicente de Paulo
para a conservação da mocidade»: infra. Carta 507. La conferencia de los obispos del sur,
celebrada en San Pablo en noviembre de ese mismo año, haciéndose eco de las directrices
del Concilio Plenario de A. L. (nn. 673 y 685), exhortó a los párrocos a fundar escuelas de
primeras letras para contrarrestar los efectos de la enseñanza laica: Acta, resolutiones et
statuta primi sacri consessus Episcoporum Provinciæ Ecclesiasticæ Meridionalis Sancti
Pauli in Brasilia celebrati, São Paulo 1901, n. 51.
���
Reglamento aprobado por el V. Definitorio General para el buen régimen y
organización de nuestras casas-residencias de misioneros de nuestra provincia de San
Nicolás de Tolentino en Venezuela, Panamá y Brasil (América del Sur), Madrid, 27 mayo
1902, n. 8: «En todas las residencias se procurará establecer una escuela de niños para la
enseñanza de catecismo y primeras letras».
���
«La pobreza y escasez de recursos con que desde el principio fueron enviados
nuestros padres a aquellas regiones desconocidas, hizo que tuvieran precisión de
acomodarse a lo que la divina Providencia les iba deparando sin tener opción para elegir
lugares y ocupaciones que hubieran podido proporcionar después más brillante porvenir
y más abundancia de recursos …»: Décadas 2, 242; Sáenz, «Comienzo de la actividad
misionera de la provincia … »: Bpsn 84 (1994) 102-03.
���
Tema muy presente en las cartas de los superiores. Todavía en 1909 Bergasa se
hacía eco de él en carta al comisario general: «Para hacer algo de provecho se necesita
mucho más personal apto y que mientras no contemos con personal nuevo y bien educado
para la obra de las misiones, lo que actualmente tenemos irá languideciendo y en algunos
partes llegará a extinguirse hasta que podamos disponer del que ahora principia a
prepararse en el nuevo convento de Berlanga de Duero»: Décadas 2, 244.
���
Infra, VIII. Cartas 488, 490, 492…

55
404 ÁNGEL MARTÍNEZ CUESTA

ría– seguía siendo una meta que había que reconquistar. Éstos no estaban
dispuestos a renunciar al peculio y a la independencia y sabían que sólo la
vida parroquial podía garantizársela.
No faltaban frailes que oponían a las residencias otro tipo de objeciones.
Decían que a no ser que dispusieran de iglesia en lugares céntricos, no ofre-
cían trabajo suficiente y, por consiguiente, no eran rentables o con dificultad
llegaban a cubrir las necesidades de sus miembros. Pero ese razonamiento
podría no pasar de ser una espía que denuncia tanto la insuficiente prepara-
ción de sus miembros como su escasa propensión a invertir dinero, tiempo y
esfuerzo en levantarlas y asegurarles un porvenir. Dominicos y redentoris-
tas mantenían residencias en la misma diócesis de Goiás y no consta que en-
callaran en escollos de ese género. En otras diócesis las había de capuchinos,
carmelitas, pasionistas, claretianos, etc. No se ha de olvidar, además, que las
residencias comportaban actividades a menudo nuevas para los recoletos y
otras que ellos consideraban poco adecuadas a su ministerio. No faltaban
tampoco quienes las creían menos meritorias para la corporación y menos
útiles para los fieles, porque restringían la labor de los frailes a las grandes
ciudades, donde «abunda más el clero», y los alejaban de «los lugares más
apartados, en donde se deja sentir la escasez de sacerdotes que distribuyan
entre los fieles la doctrina civilizadora de la Religión y la gracia eficaz y
abundante de los sacramentos»168.
Otros religiosos llegaban demasiado jóvenes, sin experiencia pastoral y
con una formación académica y religiosa bastante deficiente. De los 14 reli-
giosos que componían la primera misión, quizá sólo su presidente y el padre
Manuel Simón estaban equipados para afrontar la ardua tarea que les espe-
raba. Tres eran jovenzuelos de 20 y 21 años, con apenas cuatro años de vida
religiosa y los estudios a medio acabar. En Brasil ninguno de ellos encontró
un ambiente que ayudara a subsanar sus deficiencias y desarrollar debi-
damente sus capacidades. De los siete sacerdotes restantes cuatro estaban
estrenando sacerdocio –lo habían recibido entre un año y pocos días antes
de la partida–; uno llevaba un año de ordenado; y sólo dos, Marcelo Calvo y
Jesús Aranda, tenían una experiencia pastoral de dos años.
Este complejo mundo de ideas y acontecimientos explica la lentitud con
que las residencias entraron a formar parte del paisaje recoleto brasileño.
Durante el mandato de Bernad ninguna logró consolidarse, y sólo dos se pu-
sieron en marcha: las de Ribeirão Preto y Belem. La primera comenzó a dar
los primeros pasos el 27 de julio de 1900, cuando la comunidad se trasladó a
una casa propia y relativamente amplia que le permitió programar su activi-
dad con independencia del párroco de la ciudad. Pero en esas fechas todavía
no era casa de observancia169.

���
Décadas 2, 274. La cita pertenece a una época posterior, pero refleja un modo de
pensar ya presente en estos años.
���
C. Mateo, Carta a Í. Narro, Uberaba, 11 agosto 1900: «Encontré la casa con poca

56
presencia agustino-recoleta en brasil: 1899-1901 405

A principios de noviembre de ese año 1900 recibió la visita del padre


vicario, quien aprovechó la ocasión para urgir la observancia y convertirla en
punto de referencia de las demás casas. Abrió los libros oficiales y le dejó una
serie de advertencias que muestran bien a las claras esa intención:
«Debe procurarse por todos los religiosos, bien sean permanentes, bien
de paso, el cumplimiento exacto de todo lo determinado por el venerable
definitorio en sus xxi determinaciones en la parte que a cada uno le corres-
ponda.
Respecto a la oración de la mañana y tarde, se hará siempre en comu-
nidad, así como el santo rosario a las horas que el superior de la casa crea
convenientes y más libres de otras ocupaciones.
Deberá también procurarse, siempre que se pueda, rezar el oficio divino
en comunidad, en la capilla, aunque sea sin ceremonias, por haber pocos
religiosos, y nunca deberá omitirse la serótina, que bien puede tenerse antes
o después del rosario170.
En las refecciones se hará siempre la bendición y acción de gracias co-
rrespondiente, todo completo. Cuando esté la comunidad se tendrá siempre
la lectura durante las refecciones, que sólo podrá dispensarse en casos par-
ticulares, que juzgará el padre superior de la casa
Respecto al peculio particular, que no debe existir, todo cuanto se ad-
quiera por todos y cada uno de los religiosos, bajo cualquier título que sea, se
entregará al padre superior para que éste lo ponga y anote en las cuentas de
la casa como cosa común de todos y siempre a disposición de los superiores
La puerta de la casa estará siempre cerrada, siendo muy conveniente
que haya un encargado de abrir cuando llamen o se salga de la casa, y a los
recados convenientes. Cuando este encargado esté ocupado en otras cosas,
avisará a otro para que se encargue de este servicio mientras está ocupado
o se halle ausente.
Ningún religioso podrá salir a la sala de visitas sin ser antes llamado,
con conocimiento previo y aprobación del padre superior.
Toda la correspondencia, sea de la clase que quiera, tanto la que entra
como la que sale, pasará siempre por manos del superior.
Ningún religioso saldrá fuera de casa sin la venia del superior, para que
éste sepa dónde está cada uno. Para el mismo fin, a la vuelta se le pedirá
el benedicite. Del mismo modo ninguno, sin contar antes con su aprobación,
y a fin de evitar compromisos duplicados de días de misas, otros servicios
etc., ninguno se comprometerá por sí y ante sí de esas cosas, sin su conoci-
miento.

observancia, pues no se tiene oración ni lectura, y esto es muy triste porque debe ser
como casa de observancia y de donde debe venirnos el ejemplo. Tal vez dependa eso de las
dificultades nacidas de la mudanza de casa», infra, VIII. Carta 404.
���
El rezo común del oficio divino no comenzó hasta el 19 de junio de 1901, cf. Libro de
cosas notables de Ribeirão Preto, 13: «El 19 del mismo mes de junio hízose en la residencia
una modificación mayor. Convocó nuestro padre a la capilla y propuso la cuestión si se
debía o no rezar el oficio divino en comunidad y, resolviéndose que sí por casi unanimidad,
aquella misma tarde a vísperas comenzóse a rezar en dos coros».

57
406 ÁNGEL MARTÍNEZ CUESTA

No debe omitirse, siempre que se pueda y haya ocasión para ello, la


confesión sacramental semanal.
Respecto a la dispensa de los ayunos de la orden, se deja a la prudencia
del superior de la casa, habida cuenta de la edad, estado de salud y trabajo
de los religiosos. Los viernes, sobre todo, debería ayunarse por todos, en lo
que fuera posible
Todas las noches, antes de acostarse, se avisará a todos los sacerdotes
la hora y lugar donde han de celebrar la misa al día siguiente, no alterando
este orden sin necesidad urgente, en cuyo caso se avisará a quien correspon-
da de la alteración que haya.
Fuera de los actos de recreación deberá guardarse el silencio por todos,
ya para no incomodar a los demás, ya porque así conviene y debe ser. En
todas partes deben evitarse los ruidos y ritos descompasados.
Procúrese por todos evitar las murmuraciones, en particular de las per-
sonas eclesiásticas. Pocos o ningún bien debe esperarse de la murmuración;
al contrario, de ella se originan no pocos males.
Para gastos extraordinarios y de alguna consideración será conveniente
siempre oír el parecer de los padres de la casa y no proceder a ellos antes de
ser aprobados. Cuando los gastos sean de bastante cuantía, deberá esperar-
se la aprobación del padre vicario»171.
Al mes siguiente Bernad dio otro paso importante al fijar en ella su resi-
dencia y convertirla en sede del vicario. La decisión redundó favorablemente
tanto en el apostolado externo de la comunidad como en el culto dentro de la
propia capilla y en la observancia regular. Según queda dicho, el 19 de junio
de 1901 la comunidad comenzó a rezar en común el oficio divino. Durante
el trienio de Eugenio Sola se consolidaron ambas facetas: la residencia se
convirtió definitivamente en casa de observancia172 y en uno de los focos reli-
giosos más activos de la ciudad. El 28 de octubre de 1903 el superior general
de la orden la declaraba casa canónica, la segunda del Brasil173. La primera
fue la de Belem, que había alcanzado ese status el 11 de mayo de ese mismo
año, apenas los frailes consiguieron casa propia y el obispo les concedió la
iglesia de San Juan Bautista ad usum perpetuum174.
Las residencias de Nuestra Señora de la Abadía de Uberaba y Vitoria
no alcanzaron esa categoría. La primera no lo consiguió porque nunca fue
propiedad de la orden. Los recoletos usaban la casa, que por cierto estaba
destartalada, por pura gracia del obispo, y dirigían el culto del santuario
como simples subalternos del vicario general de la diócesis. Durante algunos
���
«Advertencias que deberán tenerse presentes en nuestra residencia de Ribeirão
Preto», Ribeirão Preto, 8 noviembre 1900: infra. VI. Nombramientos y Circulares, 591-93
(243-45).
���
E. Sola, Carta a E. Pérez, Ribeirão Preto, 6 agosto 1901: infra, VIII. Carta 535. Al
mes siguiente Celedonio Mateo, religioso exigente y amante de la disciplina regular, quedó
«muy satisfecho y hasta edificado de la observancia que existe en la residencia», cf. C.
Mateo, Carta a E. Pérez, São Paulo, 25 septiembre 1901: VIII. Carta 543.
���
Décadas 1, 305-06.
���
Décadas 1, 387.

58
presencia agustino-recoleta en brasil: 1899-1901 407

años su misión principal consistió en servir de refugio a religiosos ancianos


y enfermos, y de apoyo a los párrocos del Triángulo Mineiro. Sólo comenzó a
tomar vuelo a fines del año 1903 cuando los recoletos se retiraron del semi-
nario. Entonces construyeron casa nueva, dieron nuevo impulso al culto de
la Virgen e incluso abrieron una escuela gratuita que alcanzó bastante popu-
laridad en la ciudad, especialmente en los barrios cercanos al santuario175.
La residencia de Vitoria apenas duró ocho meses y su actividad fue in-
significante. Los dos religiosos que en ella residían se sentían violentos. En
abril de 1900 saludaron alborozados la decisión del obispo de clausurarla y de
enviarles a la parroquia de Itapemirim, que acababa de quedar vacante176.
El 19 de julio de 1901, al salir del Brasil el padre Mariano, llamado a
más altas responsabilidades, la orden no poseía ni una casa propia. Si hu-
biera que aplicar a su obra baremos humanos, habría que concluir que había
sido un fracaso, que no había llenado las esperanzas que la orden había
depositado en él. Pero es claro que ese modo de razonar parte de premisas
falsas y conduce a conclusiones totalmente erróneas. Al padre Mariano no
se le había pedido que consiguiera propiedades para la orden sino que le
abriera campo de trabajo y que ese campo admitiera un cultivo compatible
con la espiritualidad de la orden. La primera parte del encargo la desempeñó
a total satisfacción de sus superiores. En su tiempo pudo acoger a ocho expe-
diciones con un total de 53 religiosos –casi 20% de sus miembros activos–, y
para todos hubo trabajo. La respuesta a la segunda parte no puede ser tan
redonda. Quien haya leído las páginas precedentes habrá percibido tanto sus
esfuerzos por llevarla a feliz término como los escollos que restringieron su
eficacia.

b. Trabajo pastoral

Tras el análisis del primer objetivo del viaje, toca estudiar el segundo,
es decir, las esperanzas de la iglesia brasileña o, más en concreto, de los obis-
pos que solicitaron la colaboración de la orden.

Labor parroquial

Los obispos de Goiás y Vitoria llamaron a los recoletos, ante todo, para
que atendieran parroquias abandonadas o servidas por clérigos poco edifi-
cantes. El de Goiás les ofreció la parroquia-santuario de Agua Suja y «todas
as paróchias circumvizinhas»177; y el de Vitoria les dijo que su «misión» sería
«parroquial, con los onus [cargas] y ventajas respectivas». En concreto, les
entregaría cuatro centros en el norte de la diócesis y uno en el sur, con un
���
Décadas 1, 225-26.
���
Infra, V. Juan Pablo Ruiz, 581 (233).
���
Infra, E. Duarte da Silva, Carta a I. Narro, Roma, 29 noviembre de 1898: infra,
VIII. Carta 26.

59
408 ÁNGEL MARTÍNEZ CUESTA

total de 11 parroquias178. Del mismo carácter eran las ofertas del arzobispo
de Bahía y de los obispos de Mariana, Manaus y otros con quienes al fin no
se llegó a acuerdo alguno.
En la diócesis de Goiás los recoletos tomaron posesión en estos dos años
y medio de 14 parroquias. Todas ellas estaban situadas en el Triángulo Mi-
neiro, es decir en la zona perteneciente al estado de Minas Gerais. No eran,
ciertamente, las peores de la diócesis. Eran, más bien, de las más apetecidas.
Todas estaban relativamente cerca de Uberaba, capital efectiva de la dióce-
sis, y surgían en un territorio uniforme y no muy extenso. Las comunicacio-
nes y condiciones sanitarias, aunque precarias, eran también mejores que
las de las parroquias del estado de Goiás.
Pero ahí terminaban sus bondades. Casi la mitad habían vivido sin pá-
rroco durante años y otras habían sufrido a sacerdotes de moralidad discu-
tible, de formación deficiente y ayunos de celo. Ponte Nova, Santa Ana do
Río das Velhas179, Veríssimo y Chapadão carecían de párroco; Conceição de
Araxá, Forquilha (actual Delfinópolis) y Conquista alcanzaron la parroquia-
lidad con la llegada de los recoletos. En Monte Carmelo había actuado, entre
1889 y 1893, José Joaquim de Miranda, un cura entregado a la política, con
la consecuencia de «que las personas adscritas a los diversos bandos opues-
tos lo consideraban como enemigo o contrario y no quisieran rozarse con él
ni aun en las cosas referentes al culto y a la religión»180; luego fue atendido
desde Agua Suja. El último párroco de Dores de Santa Juliana fue Arsenio
Pezzolano, un italiano reconvertido del protestantismo, que escandalizaba a
sus fieles con sus ideas sobre la Maternidad de María y el sacramento de la
Penitencia181. Abadía dos Dourados y Coromandel habían estado hasta 1897
en manos de Manuel Silverio Gomes do Reis, un sacerdote «dominado por
ciertos resabios jansenistas y protestantes, […] que, en lugar de inducir a
los fieles a la práctica de la virtud y a la frecuencia de los sacramentos, los
retraía [… ] con sus desdichados ejemplos y conversaciones impropias»182.
���
Juan Neri, Carta a M. Simón, Vitoria, 7 abril 1899: infra, VIII. Carta 78.
���
El último párroco tenía momentos de enajenación mental.
���
P. Giménez, Relación histórica de la residencia - parroquia de Monte Carmelo,
1899-1911, Monte Carmelo, 25 octubre 1911: Apst XXI/1; también Décadas 1, 258.
���
Se había reconciliado con la iglesia el año anterior en una ceremonia presidida
por el obispo Duarte que el internuncio calificó de comedia en un informe oficial a la
Secretaría de Estado, 8 mayo 1898: «… nonchè l’altra commedia che fece l’ultimo Giovedì
Santo per riammettere nella Chiesa il sacerdote italiano apostata da 20 anni [cinco según
Duarte], il cui nome non ricordo più, presentandolo al popolo con tutta la barba ed in
abiti secolareschi, e poi svestendolo sempre coram populo ed imponendogli la sotana, per
poi alla fine assegnargli un posto fra gli apostoli e lavargli il piede»: Asv, Arch. Nunz.
Brasile, caja 79, fasc. 413, 21r. Antes de rehabilitarlo, el obispo había pedido la debida
autorización al internuncio, quien al concederla dejó los detalles a su arbitrio –«Remetto a
sua prudenza»–: Asv, Arch. Nunz. Brasile, caja. 84, fasc. 413, 14r-17r.
���
Ni estas noticias procedentes de Décadas 1, 261 y 265, ni las que ofrece Diocese
Uberaba, 189 y 210, son muy exactas y hay que confrontarlas con otros documentos. De
las cartas publicadas en este estudio parece deducirse que el párroco M. Silverio Gomes

60
presencia agustino-recoleta en brasil: 1899-1901 409

En Patrocinio fungía de párroco desde 1868 Modesto Marques Ferreira, un


sacerdote «de edad, víctima sin duda de la soledad y abandono a que estaban
expuestos los sacerdotes en aquella extensa y apartada región, a la que no
podía llegar la acción paternal de los obispos […]. Lleno de familia y domina-
do por la bebida, había llegado ya a un grado tal de degradación que, abando-
nando casi por completo las funciones propias de su ministerio, vivía en una
hacienda suya, fuera de la población, dedicado al cuidado de sus bienes, sin
preocuparse gran cosa de los deberes y obligaciones de párroco»183.
Lógicamente, las parroquias se encontraban en estado lamentable.
Ninguna tenía casa parroquial, las iglesias necesitaban reparaciones impor-
tantes y apenas tenían ornamentos, imágenes y vasos sagrados. El mismo
abandono se notaba en la vida religiosa. La catequesis y la predicación ya-
cían en la mayor postración y el culto estaba muy descuidado. Escaseaban
las asociaciones apostólicas, y las cofradías habían caído en manos de laicos,
a quienes de ordinario interesaba más preparar las fiestas anuales que cum-
plir los objetivos fundacionales y administrar sus rentas con la debida exac-
titud. Este exceso era especialmente sensible en Agua Suja, donde la rome-
ría en honor de Nuestra Señora de la Abadía convocaba cada año a miles de
devotos y dejaba ingresos elevados. Las cartas de los religiosos son como un
escaparate por el que desfilan múltiples muestras de esa situación, de la que,
por lo demás, el obispo ya les había informado con la debida antelación.
«Encontré la parroquia», escribía en 1910 el padre Ángel Maestro, pá-
rroco de Dores de Santa Juliana desde julio de 1900, «en el mayor abandono:
la iglesia matriz con dos paredes amenazando ruina, los libros del archivo
sin orden ni concierto, dos mil partidas de bautismos, casamientos y óbitos
sin asentar en los libros, el pueblo desparramado por el campo y casi perdida
la fe […]; todo denotaba abandono y como que queriendo acabar con este pue-
blo»184. En Monte Carmelo Manuel Clemente halló «todo en la más completa
miseria y abandono», viéndose obligado «a comprar sin demora algunos or-
namentos y vasos sagrados, así como a encargar algunas imágenes por estar
inservibles las que encontró a su llegada»185. Coromandel tenía la iglesia en
ruinas, «falta hasta de lo más preciso para poder celebrar la santa Misa, sin
casa parroquial, sin culto ni funciones, porque la gente no asistía a la igle-
sia»186. El párroco de Abadía dos Dourados añadía en 1900: «Estoy viviendo

do Reis no estaba mal considerado y los religiosos, al menos al principio, encontraron en él


apoyo y comprensión. Desde luego no murió en 1897 como afirma el autor de Diocese, pues
en noviembre de 1899 recibió al p. Celestino y en mayo de 1901 volvió ha hacerse cargo de
la parroquia durante algunos meses: VIII. Cartas 237, 309 y 509.
���
Décadas 1, 276; Diocese Uberaba, 233.
���
Ángel Maestro, Relación histórica de la parroquia de Dores de Santa Juliana,
1899-1910, 20 julio 1910: Apst XXI/1: trascrita con algún cambio en Décadas 1, 248.
���
P. Giménez, Relación histórica de la parroquia de Monte Carmelo; Décadas 1,
258.
���
Décadas 1, 262.

61
410 ÁNGEL MARTÍNEZ CUESTA

en una casa con goteras, que no las arreglan, como tampoco las que hay en la
iglesia: una casa desabrigada, con el suelo de tierra, sin cocinero ni sirviente,
ni sacristán, y así es que mi salud se ha resentido mucho con las cabalgatas,
con las mojaduras y los solazos que tengo sufridos»187. En Patrocinio sólo una
exigua minoría asistía a la misa dominical, cumplían con Pascua de 15 a 20
personas y había quienes querían rebautizar a sus hijos, porque dudaban de
la validez del bautismo administrado por el cura anterior.
En la diócesis de Vitoria la presencia recoleta fue más modesta. Entre
julio de 1899 y octubre de 1900 asumieron la dirección de once parroquias,
en las que trabajaron diez religiosos. En algunas nunca pusieron párroco
residente. Agustín Martell administró Nova Almeida desde Serra; Juan Ló-
pez, Riacho y Linhares desde Santa Cruz; y Ricardo Rupérez, Itaunas desde
Barra de São Mateus. Otras las devolvieron pronto a la curia. En Itapemirim
sólo estuvieron seis meses, desde abril a octubre de 1900; en Barra de São
Mateus e Itaunas, poco menos de un año, desde abril de 1900 hasta marzo
de 1901; y en Serra y Nueva Almeida, poco más de año y medio, desde junio
de 1899 a marzo de 1901. Ocho de las once parroquias estaban situadas en
el norte, que era la zona más atrasada del estado. Anchieta, Guarapari e
Itapemirim estaban en el sur.
Todas eran muy extensas y sus fieles vivían diseminados por los campos
o en pequeños poblados y haciendas de café. En Anchieta «pasaban de 30 los
barrios o colonias dependientes de la parroquia, en las que se hallaban dise-
minados unos 12 mil habitantes de los 15 mil» que la componían188. En Gua-
rapari, cuya jurisdicción incluía colonias que distaban de la cabecera más de
100 kilómetros, las capillas ascendían a 50. Había niños de 10 y 12 años que
no habían visto a un sacerdote189. En condiciones similares se encontraba
Santa Cruz. Tales inmensidades obligaban al misionero «a vivir a caballo,
dispuesto a pasar hambres, aguantar el sol y la lluvia, y sufrir toda suerte
de privaciones por aquellos caminos»190. En algunas parroquias predomina-
ban los nativos, mientras que en otras eran más numerosos los inmigrantes
polacos, alemanes y, sobre todo, italianos. La convivencia entre nativos e in-
migrantes dio origen a algún que otro conflicto. En ocasiones los religiosos
ofrecieron servicios religiosos diferenciados a ambas comunidades.
También la situación económica y sanitaria era peor que en Minas Gerais.
El obispo no lo había ocultado. Con todo, él creía que los religiosos podrían
mantenerse con decoro en los cinco centros que quería asignarles. Los prime-
ros recoletos no fueron de esa opinión. Una y otra vez aluden en sus cartas
a la pobreza del estado y de la diócesis, a las estrecheces que padecían y a la
���
M. Arellano, Carta a M. Bernad, Abadía dos Dourados, 25 febrero 1900: infra,
VIII. Cartas 336.
���
Décadas 1, 343.
���
Décadas 1, 350-51.
���
Décadas 1, 358.

62
presencia agustino-recoleta en brasil: 1899-1901 411

imposibilidad de vivir más de uno en cada centro. No veían porvenir en él para


la corporación y, en consecuencia, aconsejaban abandonarlo apenas encontrara
trabajo en otros más prósperos. Agustín Martell, uno de los dos primeros reco-
letos llegados a este estado, fue quien más voz dio a estas ideas. Sus informes
están bien razonados, pero resultan sospechosos. Era amigo del dinero y parece
que, a pesar de la decantada pobreza de su parroquia, él regresó a España con
buenos reales. Su vocación religiosa ya vacilaba. Quizá le interesaba más su
porvenir personal, que, por cierto, años más tarde creyó encontrar al lado del
antiguo obispo de Vitoria, en la nueva diócesis de Pouso Alegre.
«Le diré a V.R. con claridad que no cuente con este estado para nada
como porvenir para la corporación, pues está visto que es inútil. […] Aquí
no hay porvenir ninguno para la corporación. […] Desde el momento que
hubiere otra cosa más amplia, cierta y conveniente, [habría que] levantar
por completo el campo e ir allí, pues aquí no hay más ni se puede desenvol-
ver más esto […]; nada puede esperar la corporación de aquí para lo futuro,
fuera de sostener media docena de religiosos, a lo más. En la actualidad
estamos siete y, rigurosamente hablando, sobran dos. […] Yo quiero al obispo
con delirio, porque lo merece y por lo que ha hecho y hace conmigo siempre,
pero preciso de hablar no como particular sino como corporación y en tal
caso le digo a V.R. que no haga caso de sus proyectos, aunque sienta decir-
lo. […] Por tanto: 1º, aquí no se puede mandar ya más religiosos; 2º, soy de
opinión de que sigan los que hay mientras puedan mantenerse y no haya
otra cosa […]; y 3º, desde el momento que hubiera otro campo más extenso
y ventajoso, con certeza levantar éste por completo. […] Este estado parece
ser uno de los más pobres y pequeños del Brasil, de modo que si nos hicieran
también proposiciones los obispos del norte, como Bahía, Pernambuco, etc.
etc., yo creo que era cosa de probar y ver»191.

En el aspecto religioso había diferencias entre unas y otras parroquias.


Las tres del sur, es decir, Anchieta, Guarapari e Itapemirim, y las norteñas
de Serra y Santa Cruz habían tenido párroco fijo y, en consecuencia, esta-
ban mejor organizadas y tenían asociaciones y tradiciones más sólidas. Pero
aun en éstas la estructura administrativa era precaria y su vida religiosa se
arrastraba lánguidamente. En octubre de 1897 el obispo diocesano encontró
la parroquia de Anchieta en estado lastimoso. El baptisterio, el sagrario y el
piso de la iglesia necesitaban reparaciones urgentes, no había confesonarios,
«todos los ornamentos» estaban «inservibles», los libros sacramentales faltos
de miles de partidas, y la catequesis y la predicación dominical relegadas al
olvido. Serra y Santa Cruz, al igual que las parroquias adjuntas de Riacho
y Linhares, carecían de casa parroquial. En Serra Martell vivió, al princi-
pio, en casa alquilada y luego en la parte alta de la sacristía. Las demás
parroquias eran de reciente creación, como la de Pau Gigante, creada el 17
de octubre de 1900, o habían carecido de párroco durante años. Ninguna te-
nía casa parroquial ni templo en condiciones. El de Pau Gigante estaba sin

Agustín Martell, Carta a M. Bernad, Serra, 3 abril 1900: VIII. Carta 356.
���

63
412 ÁNGEL MARTÍNEZ CUESTA

concluir. Y en todas faltaban asociaciones religiosas, imágenes, ornamentos


y vasos sagrados.
Durante el bienio del padre Bernad, en la diócesis de Belem los recole-
tos sirvieron las parroquias de Montealegre, Tanajury, Castanhal, Benevides,
Santa Isabel y Mosqueiro. En las dos primeras su servicio apenas duró unos
meses, desde el 27 de agosto de 1899 hasta el 1 de febrero de 1900, es decir,
el tiempo de su permanencia al frente de la colonia de Montealegre. Ambas
estaban sin párroco, al igual que la mayoría de las parroquias de la diócesis.
En 1899, 31 de las 52 parroquias internas estaban vacantes. En mayo del año
anterior el obispo reconocía que tenía sin párroco a 52 de las 76 parroquias de
la diócesis. En memoriales de la época se le acusa de no querer cubrir las va-
cantes y de mantener a varios sacerdotes sin empleo. En 1898 disponía de 43
sacerdotes seculares y 12 religiosos, mientras que las parroquias con párroco
sólo eran 24192. No tenían otra asistencia espiritual que la de algunos sacer-
dotes que las visitaban durante las fiestas patronales o con ocasión de algún
acontecimiento notable. Consecuencia de todo ello era «un estado lastimoso
de indiferencia y frialdad en cuanto a las prácticas piadosas» y una «completa
ignorancia de los deberes religiosos. La iglesia [estaba] abandonada y sucia,
falta de los elementos más necesarios para celebrar dignamente las funciones
de culto, y los habitantes acostumbrados a no ver al sacerdote más que en
ciertas ocasiones, con motivo de la celebración de alguna fiesta»193.
El servicio de los recoletos a la parroquia de Castanhal, villa del mu-
nicipio de Belem, de la que distaba 73 kilómetros por ferrocarril, coincidió
prácticamente con su presencia en la vecina colonia de San José de Alencar.
Comenzó a principios de agosto de 1899 y concluyó a finales de febrero de
1900, cuando la inesperada muerte del padre Teodoro Castillo les obligó a en-
tregarla a la diócesis. También las villas de Benevides y Santa Isabel pertene-
cían a la ciudad de Belem y al igual que Castanhal estaban en la línea férrea
que une la capital paraense con Braganza. La primera distaba 33 kilómetros
de la capital; y la segunda, 46. En febrero de 1900, al hacerse cargo de ellas los
recoletos, ambas estaban vacantes. De la primera se encargó Sabino Canillas,
quien al principio fijó su residencia en ella, pero luego, a requerimiento de su
superior, la atendió desde Belem. La segunda quedó encomendada al padre
Gregorio Asín, quien durante algunos meses simultaneó su administración
con otros servicios en la ciudad de Belem, donde residía. Luego, a instancias

���
Cartas de Domingo Dias Maltez, párroco de Santa Ana de Belem, a Rampolla (10
diciembre 1898) y al internuncio Guidi (10 enero 1899): Asv, Aes, Brasile, fasc. 90, exp.
517, 3r-25v; otros recursos en Asv, Aes, Brasile, pos. 547, fascs. 95 y 97, 17r-26r, y 560,
27r-33v., Asv, Arch. Nunz. Brasile, caja 93, fasc. 457. Guidi (13 febrero 1899) defendió su
honradez. Su «avaricia» procedería del deseo de dotar a la iglesia de un patrimonio que
garantizara su pervivencia; véase también C. De Vasconcelos, Elogio de dom António
Manuel de Castillo Brandão, primeiro bispo de Alagoas, Río de Janeiro 1949.
���
Décadas 1, 405.

64
presencia agustino-recoleta en brasil: 1899-1901 413

de Antonio José de Lemos194, intendente de Belem y senador de la república,


se trasladó al barrio de Moema, a unos minutos de Santa Isabel, y desde allí
la sirvió hasta 1907. En enero de 1901 se encargaron de la isla de Mosqueiro.
Durante casi dos años la sirvieron desde Belem, desde donde un religioso la
visitaba «dos veces por semana y siempre que ocurría alguna necesidad». Lue-
go se estableció en ella una pequeña comunidad195. Durante ese mismo año un
religioso de Belem visitó con regularidad la cercana villa de Pinheiro.
Tanto en Minas Gerais como en Espíritu Santo y Pará los pueblos aco-
gieron a los recoletos con grandes manifestaciones de afecto. La gente princi-
pal salía a recibirlos a varias leguas de distancia y el pueblo menudo los sa-
ludaba a su entrada en la población con repique de campanas, lanzamiento
de cohetes, música y danzas. Todos los pueblos organizaron comités encarga-
dos de recoger fondos para asegurar su sustento y pagarles el alquiler de la
casa. Las primeras impresiones de los recoletos rebosan optimismo. El apoyo
del obispo, que en Espíritu Santo fue incondicional, y la cordial acogida del
pueblo les llenaba de satisfacción y les inducían a imaginar un porvenir es-
peranzador. «Fui muy bien recibido por lo más selecto del pueblo», escribía
desde Barra de São Matéus el padre Rupérez. «Estoy muy bien atendido […]
por una viuda muy buena cristiana y atenta, en una casa junto a la de esa
viuda y lejos de la plaza. Es provisional y luego tendré mi casa propia cerca
de la iglesia y en la plaza. Esto me ha hecho muy buena impresión y espero
estar muy bien con esta gente»196. Bernad se deleita en reseñar el magnífico
recibimiento que los fieles de Agua Suja, Ponte Nova y Santa Anna do Río
das Velhas dispensaron a los primeros recoletos y se felicita de que su obra
comenzara con «contento general» de la población.
El obispo de Goiás se hizo eco del entusiasmo que los padres habían sus-
citado casi por doquier, se congratulaba de su celo y esperaba que perdurase y
rindiera fruto abundante: «Los padres recoletos hanse ido colocando muy bien
y sin hallar dificultades. Sólo hubo que sentir una pequeña retirada del pue-
blo de Veríssimo de los padres Antonio Martín y Miguel; ya fue otra vez allá
el padre Martín y confío que se hará querer de sus feligreses. Todos los demás
padres me consta que son muy queridos en sus respectivos pueblos por sus
virtudes y trabajos apostólicos. El Señor les conserve el mismo celo, pues en el
estado que se hallaban estas gentes es preciso trabajar mucho para sacarles
de la ignorancia y instruirlas en las verdades de nuestra santa religión»197.

���
Antonio José de Lemos (1843-1913), alcalde de Belem desde 1897 a 1912, uno de los
periodos más prósperos de la historia de la ciudad, que él supo aprovechar para embellecerla
y dotarla de buenos servicios públicos. La decadencia de la goma en el mercado mundial
originó su caída en 1912 y su exilio a Río de Janeiro, donde murió al año siguiente.
���
Décadas 1, 409.
���
R. Rupérez, Carta a A. Martell, Barra de S. Matheus, 15 abril 1900: infra, VIII.
Carta 364
���
E. Duarte da Silva, Carta a I. Narro, Uberaba, 20 noviembre 1899: «Repito a
vuestra reverendísima las más expresivas gracias por el beneficio que ha dispensado a

65
414 ÁNGEL MARTÍNEZ CUESTA

Al año siguiente su juicio sigue siendo positivo, pero ya más matizado:


«Continúo muy satisfecho, en general, de los padres recoletos como también
de los ocho franciscanos que me quedaron. Todas las obras son trabajosas en
sus principios; así que no es de extrañar que haya habido algunas decepcio-
nes. Pero confío en Dios que como hasta ahora unos y otros en lo sucesivo
representarán dignamente al venerable fray Tomé de Jesús y a san Francis-
co de Asís, mucho más actualmente que parece que no tienen que soportar
la guerra tan manifiesta de los clérigos seculares. Paréceme que éstos están
ahora más mansos, por más que yo creo que no dejarán de hacer algún tra-
bajo de zapa. Si se convencieran de que tratándose de la política de Dios, no
hay diversidad de patrias, naciones y cleros»198. El obispo de Vitoria también
se sentía feliz por haber encontrado colaboradores que le estaban ayudando
a dar nuevo rostro a su amada diócesis, tan tierna y tan necesitada.
Pero el encanto de los religiosos se deshizo pronto, impidiendo que algu-
nas de esas esperanzas llegaran a buen puerto. En todos los pueblos había
gente que miraba con recelo, e incluso con hostilidad, a los nuevos curas. Ni
su nacionalidad ni sus aires reformadores eran de su agrado. En febrero de
1900 Ángel Maestro creía que eran pocos, al menos en las cabeceras, quienes
realmente deseaban su presencia. En 1901 un francés fundó en Agua Suja
una logia en una casa contigua a la residencia de los padres, con ánimo de
entorpecer su trabajo. En 1903 Gregorio Paredes recibió en Patrocinio ame-
nazas de muerte. La gente de los campos les prestaba más atención.
Poco acostumbrado a frecuentar la iglesia y habituado a una gran liber-
tad, el pueblo contaba poco con los frailes y no les escuchaba con la docilidad
deseada. Los comités económicos no pudieron cumplir sus promesas, con lo
que algunos encontraron dificultades hasta para cubrir sus necesidades bá-
sicas, de modo especial durante sus frecuentes dolencias e indisposiciones.
Trascribo unos párrafos de una carta, en la que es fácil percibir un eco de ese
estado de ánimo, que, si no fue general y duradero, turbó en un momento u
otro a muchos de ellos.
«Debió [de] apenarle lo poco que le decía en la mía de nuestra situación
precaria aquí. No le decía todo todavía, pero sí le avisaba como superior y
como padre para que, por lo menos, tuviese un conocimiento superficial […]
de lo sucedido. En todo el mes de enero no nos entró ni una sola misa. Si ten-

esta mi diócesis, que estaba casi huérfana de curas y ahora, gracias a Dios y a vuestra
reverendísima, cuenta con un escogido ejército aguerrido, el cual confío que ha de
aumentarlo vuestra reverendísima»: infra, VIII. Carta 257; las mismas ideas en otra del
25 noviembre a E. Pérez: VIII. Carta 264. El 19 septiembre de 1899, Bernad escribía a E.
Pérez: «El señor obispo, loco de contento al ver y palpar ya el gran impulso y los muchos
adelantos, sobre todo en sentido religioso y cristiano, que se van a sentir en su diócesis con
tantos y tan valiosos refuerzos»: infra, VIII. Carta 204. Semanas antes había aplicado el
mismo adjetivo al obispo de Vitoria: «El señor obispo de Espírito Santo, loco de contento
con los padres recoletos. ¡Bendito sea Dios!»: infra, VIII. Carta 165.
���
E. Duarte da Silva, Carta a E. Pérez, Uberaba, 13 agosto 1900: infra, VIII. Carta
405.

66
presencia agustino-recoleta en brasil: 1899-1901 415

go taburetes para sentarnos, [es] porque me los [he] hecho yo. Hasta el catre
en que duermo me han querido sacar de casa. No lo he consentido, […] por-
que no me ha parecido prudente que ni el padre Balbino ni yo durmiéramos
en el suelo. Todavía tengo que hacerme alguna mesa, pues la que tenemos
para comer la pedí prestada. ¡Tunantes, hipócritas, con los brazos abiertos
me estaban esperando, y ya ve! He tenido paciencia para que fueran sacan-
do las cosas de casa y hasta parte de la ropa de la casa también se han lle-
vado […]. ¿No debían darme casa con lo necesario? Así lo prometieron, ¿por
qué no han cumplido? […]. En estos pueblos, donde no hay autoridad, no es
posible hacer nada. El vicio reina y reinará, no siendo posible hacer nada
de provecho. Los ve usted por las calles, ventanas y plazas, y a misa ca. En
adviento les predicaba en la misa: si antes venían 20 personas, predicando
[viene] la mitad; puse doctrina los domingos y al tercer domingo hubo que
cerrarla porque no asistió nadie más que yo y mi muchacho. […] Le aseguro
a usted que bien pocos de los que moran en el pueblo quieren vigário; los
hechos lo prueban. Mejor son los de fuera: no son tan viciosos […] y son más
atentos a las exhortaciones del padre vigário que los del pueblo»199.

El trabajo les parecía ingente y las satisfacciones pocas. El recuerdo de


las parroquias filipinas, donde los fieles pendían de sus labios y el gobierno
les aseguraba una posición socio-económica de privilegio, tornaba con fre-
cuencia a su memoria y minaba la moral de quienes, al apuntarse para el
Brasil, no habían descartado las miras humanas. Esa sensación aflora con
frecuencia en sus cartas, especialmente en las de los del estado de Espíritu
Santo, en el que hasta el obispo pasaba necesidad200. Los ya maduros tu-
vieron que vérselas con enfermedades y problemas de comunicación y de
movilidad, que embarazaron su actividad, llegando a inutilizar a varios de
ellos. Algunos no pudieron ocultar su desilusión y dieron rienda suelta a su
desencanto, primero, en cartas a sus compañeros de los colegios de España201
y, luego, regresando a la península, a veces sin respetar las normas vigentes.
De los diez religiosos que abandonaron el campo durante el mandato del
padre Mariano, más de la mitad lo hizo de modo irregular202.

���
Ángel Maestro, Carta a M. Bernad, Conceicão de Araxá, 11 febrero 1900: infra,
VIII. Carta 322; ideas idénticas en otra carta del día 28 al mismo corresponsal y en Agustín
Cristóbal, Carta a M. Bernad, Ponte Nova, 27 abril 1900: infra, VIII. Cartas 341 y 378.
���
En 1901 la Santa Sede, accediendo a sus instancias, le trasladó a Pouso Alegre,
diócesis recién erigida, que, entre otras bondades, tenía la de confinar con Campinas, su
patria chica: Asv, Aes, Brasile, pos. 550, fasc. 95, 39r-43r.
���
E. Melero, Carta a M. Bernad, Madrid, 8 febrero 1900: «Varios de los [religiosos]
que están por esas tierras del Brasil escriben muy mal a los colegios»: infra, VIII. Carta 321.
El mal fue progresando y movió al provincial a censurarlo en una circular dirigida a los
religiosos residentes en América, Manila, 1 abril 1900: Recollectio 29-30 (2006-07) 790-94.
���
Gregorio Albo, Juan Zamora, Dionisio Pueyo, Antonio Martín, Gregorio Miguel
Jiménez, Manuel Ramos García, Agustín Martell, Ricardo Rupérez, Celestino Ballesteros
y Manuel Arellano. Pedro Pascual Rodríguez, que había expresado varias veces sus deseos
de regresar a España, lo consiguió en septiembre de 1901 al caer gravemente enfermo.
Hilario Eraso, también enfermo, intentó salir de Brasil de modo irregular en compañía de
Dionisio Pueyo, pero murió en Santos poco antes de embarcar.

67
416 ÁNGEL MARTÍNEZ CUESTA

A pesar de estas debilidades, que, dadas las circunstancias excepciona-


les que envolvieron la empresa, no sorprenden excesivamente, la respuesta
de los recoletos a las esperanzas de los obispos brasileños fue satisfactoria.
Atendieron durante más o menos tiempo una treintena de parroquias po-
bres, que, sin su ayuda, habrían continuado desamparadas, e implantaron
en ellas mejoras de orden material, administrativo y apostólico. Concluyeron
templos paralizados durante años, restauraron otros que amenazaban ruina
y emprendieron la construcción de otros nuevos. Levantaron nuevas capillas
en los campos y mejoraron las existentes, sobre todo en el estado de Espíri-
tu Santo, donde eran el centro en torno al cual giraba la vida de los fieles,
especialmente la de los italianos. Manuel Simón levantó 28 capillas en las
parroquias de Anchieta (7) y Guaripari (21)203. El mismo empeño pusieron
en la conservación, aseo y ornamentación de las iglesias existentes, a las que
enriquecieron con imágenes, ropas y vasos sagrados. En Anchieta retocaron
todas las imágenes, retirando las indecorosas, renovaron el piso, adquirieron
baptisterio y sagrario nuevos, substituyeron el altar mayor y reformaron los
demás204. En Agua Suja procuraron desde el primer momento «adecentar la
iglesia para que fuera, lo más posible, digna morada de Jesús sacramenta-
do. Renovaron los tejados, arreglaron las torres y paredes, pintándola por
dentro y por fuera; adquirieron ornamentos y vasos sagrados, pues, por falta
de ellos, dice nuestro padre Mariano, no pudieron celebrar las funciones de
Semana Santa en el primer año de su llegada allí»205. En enero de 1902 el
obispo de Goiás consignaba en su acta de visita un voto de alabanza al pá-
rroco de Dores de Santa Juliana por cuanto había hecho «en el arreglo de la
iglesia matriz, reconstruyendo las paredes que amenazaban ruina, reparan-
do los ornamentos, organizando los actos de culto y haciendo que aumentara
el número de confesiones y comuniones», y le autorizó para que ordenara
el archivo parroquial y asentara «en los libros la multitud de partidas que
se habían dejado de asentar desde antes de la llegada de nuestros padres,
diciéndole estas palabras: otros cargaron con el dinero y ahora el trabajo de
escribir le queda al padre Ángel»206.
Los cronistas de la provincia, al resumir su acción pastoral, pudieron
destacar este aspecto con comprensible orgullo: «Dondequiera que [los reco-
letos] han tenido a su cargo una iglesia o capilla, la decencia, el ornato, la ri-
queza, el esplendor y continuidad del culto ha sido su primera preocupación.
Y donde no han dispuesto de capilla o iglesia, han trabajado por levantarla
de planta o repararla si estaba en ruinas, para servir mejor a la gloria divina

���
Décadas 1, 348 y 354.
���
M. Tabuenca, «Parroquia de Nuestra Señora de la Asunción de Anchieta», 25 enero
1916, 2 (Libro de Cosas Notables de Fazenda do Centro): Apst, XXXI/1; también Décadas
1, 347.
���
Décadas 1, 234-35.
���
Décadas 1, 249.

68
presencia agustino-recoleta en brasil: 1899-1901 417

y hacer más atractiva y grata la habitación de Dios con los hombres: habita-
tio Dei cum hominibus»207.
Los párrocos recoletos trataron también de subsanar deficiencias como
la carencia de vivienda para el cura y la desorganización de sus archivos.
Eran rarísimas las que disponían de casa cural y tenían al día los libros sa-
cramentales. Los recoletos dedicaron tiempo, dinero y energías a una y otra
tarea, con resultados dispares. En el Triángulo Mineiro, siguiendo las direc-
trices del obispo, disciplinaron la celebración de las fiestas, dándoles un tinte
más religioso y reduciendo la intervención de los fiesteros. Desde Roma don
Eduardo ya les había aconsejado que asumieran el control de todo lo refe-
rente al culto y evitaran que los fondos que se recaudaban para financiar las
fiestas se emplearan «em bailes, jantares e musicas»208. Poco después dedicó
al tema una extensa pastoral, en la que dictó una serie de normas tendentes
a recuperar su objetivo fundacional. Con ese fin las sujetaba al control exclu-
sivo de los curas y prohibía la elección de fiesteros. En adelante, bastaría con
que el párroco señalara dos o tres personas que recogieran las limosnas209.
Los recoletos secundaron su deseo, aun cuando su cumplimiento les
acarreó no pocas molestias. «Aquí hay un descontento general por causa de
las fiestas, tanto que, por no dejar a esta gente ser festivos, no quieren dar
esmolas [limosnas], lo que dará lugar a que aquí y en todas partes salgamos
de las fiestas con mucho perjuicio. Después de esto, las muchas cosas que
dicen con ese motivo contra nosotros, no contra el señor obispo. Así que por
éstas y otras muchas cosas tiene uno que vivir descontento a diario»210. En
la pastoral el obispo no se refería explícitamente al santuario de Agua Suja,
pero no hay duda de que al redactarla éste estaba muy presente en su mente.
Aún fue más claro en conversaciones privadas con los religiosos.
«Una de las cosas en que hubieron de trabajar con más cuidado fue
en reglamentar los fondos de la iglesia. Era costumbre establecida ya de
antiguo en aquella población que los fondos recaudados durante los días de
las fiestas de la Patrona, en los que, como se ha dicho, acudían a Agua Suja
miles de devotos de los pueblos de Minas y otros estados, fueran adminis-
trados por una Junta compuesta por vecinos de la población, la que tenía a
su cargo la organización de las fiestas, el cuidado de los romeros y todo lo
pertinente al culto. El excelentísimo señor obispo de Uberaba, sabedor de

���
Décadas 1, 114-15, cf. Ap. 21,3. Entre 1899 y 1949 construyeron en Brasil 29
iglesias, de las que siete no llegaron a ultimar, y restauraron 27. Las capillas construidas
fueron varias docenas: Cinquentenário dos Agostinianos Recoletos no Brasil, 134-35; T.
Garnica, «Iglesias y casas construidas o restauradas en nuestra provincia»: Bpst 6 (1926)
98-102.
���
Infra, VIII. Carta 26.
���
Pastoral de D. Eduardo Duarte Silva, bispo de Sta Anna de Goiás sobre o culto
interno e externo e regulamento para as festividades e funcções religiosas, Roma, 2 abril
1899, Roma 1899, 63 pp.: Asv, Aes, Brasile, pos. 524, fasc. 90, ff. 55r-62r.
���
N. Catalán, Carta a M. Bernad, Sant’Anna do Rio das Velhas, 29 abril 1900: infra,
VIII. Carta 380.

69
418 ÁNGEL MARTÍNEZ CUESTA

las irregularidades que se cometían, encargó a nuestros padres la adminis-


tración de todo ello, logrando desde el primer año un aumento considerable
en la recaudación –de cinco a seis mil duros solía ser cada año–, y de efectos
más beneficiosos para todos su inversión»211.

En el estado de Espíritu Santo hubo algún pequeño desencuentro con


los fabriqueiros –mezcla de mayordomo y sacristán– que administraban las
capillas rurales de los inmigrantes italianos. Éstos contribuyeron a mantener
la fe y las costumbres cristianas de aquellas gentes, pero mostraron un apego
exagerado a las tradiciones patrias212. Algunos se arrogaron funciones propias
de los sacerdotes, lo que les hizo caer en abusos y extravagancias. En cierta
ocasión el frabriqueiro de la capilla de San Francisco de Asís, en La Carolina,
avisó a los fieles que al día siguiente llegaría el padre a celebrarles la misa,
pero antes debían escuchar la que él celebraría213.
A finales de 1901 apareció una visionaria italiana, María Elisabetta Za-
nollo, que se presentaba como religiosa enviada por la Santa Sede. Durante
casi dos años recorrió la comarca, catequizando a la gente y desacreditando
a los sacerdotes y al obispo. Algunos fabriqueiros y otros colonos influyentes
se alinearon con ella y elevaron a Roma un memorial en el que acusaban a
los recoletos de obstaculizar su apostolado y al obispo de no ampararla como
debía. El escrito dio origen a una rápida investigación, de la que resultó que la
pretendida monja no era tal, sino una simple exaltada, a la que se juzgó opor-
tuno repatriar cuanto antes214. El episodio no tuvo mayor trascendencia, pero

���
Décadas 1, 234-35. Mons. Eduardo a lo largo de su episcopado trabajó con empeño
en purificar las romerías y, más en general, todo lo referente al culto externo. Era ése un
punto importante de su programa reformador, inspirado en el ultramontanismo, es decir,
en las directrices que Roma estaba difundiendo por el mundo entero. Desde su entrada
en la diócesis (1891) se esforzó por organizar las cofradías y las hermanadades sobre
bases más acordes con la doctrina y espiritualidad cristianas. En 18 de octubre de 1894
la congregación del Concilio se lo había recordado explícitamente a los obispos brasileños:
Asv, Arch. Nunz. Brasile, caja 86, fasc. 424, f. 81. En ese empeño tropezó con la oposición
frontal de laicos poderosos que las dirigían de modo demasiado humano y, a menudo, en
provecho temporal propio. El conflicto más sonado tuvo lugar a fines de siglo con motivo
de la fiesta del Divino Pai Eterno de Barro Preto (actual Trindade), en el que acudió
hasta el entredicho. Al fin se impuso su criterio, gracias, al menos en parte, al apoyo de
los redentoristas. El 29 de octubre de 1903 Duarte comunicaba al nuncio apostólico el
fin del conflicto: Asv, Arch. Nunz. Brasile, caja 99, fasc. 488, ff. 8r-23r. Sobre este tema
es interesante el estudio, de orientación más sociológica que religiosa, de L. Borges Dias
Santos, «Disputa pelo sagrado em Goiás em fins do século xix … »: Revista Brasileira de
História das Religiões 1 (2009) 346-80.
���
En junio de 1904 el nuncio G. Tonti les acusaba de impugnar «tutto ció che non è
italiano. E qui è bono notare che in genere i membri del clero secolare italiano nel Brasile
e i più influenti soggetti fra gli emigranti lasciano molto a desiderare sotto il rapporto
religioso e sotto l’aspetto politico. Sono italianissimi in tutto il senso della parola»: Asv,
Aes, Brasile, exp. 622, fasc. 111, 34r-35r.
���
«Ho sapputo que ieri sera cé arribacto el prete a la Methilde, e que de mane
mattina a le dieci celebrera il Sto. Sacrificio; ma sappiate que prima dovette ascoltar la
mia messa e dopo farette quello che vi pare e vi piace»: Décadas 1, 352.
���
Asv, Aes, Brasile, pos. 622, fasc. 111, 34r-35r; también Décadas 1, 353.

70
presencia agustino-recoleta en brasil: 1899-1901 419

da cuerpo y color a algunos malentendidos que jalonaron las, por otra parte,
excelentes relaciones de los religiosos con los inmigrantes italianos. Su raíz no
era otra que la ignorancia religiosa de los fabriqueiros, que no comprendían la
naturaleza jerárquica y sacramental de la Iglesia. La cercanía al pueblo emi-
grante capacitó a los religiosos para mediar en conflictos de la vida cotidiana
y evitar desgracias. Del padre Manuel Simón, afirman las crónicas de la pro-
vincia que fueron «incontables las familias que él pacificó por medio de justas
y paternales amonestaciones, tanto que aún hoy en día recuerdan con cariño
y gratitud sus saludables consejos»215.
Pero ninguna de esas tareas llegó a ocupar el primer puesto de su agen-
da. Aunque imprescindibles, eran para ellos labores previas, simples preám-
bulos. Su auténtica función consistía, según las ideas de la época, en el culto,
la administración de los sacramentos, la predicación y la catequesis.
Para atraer a la gente a las funciones religiosas tenían abiertas las igle-
sias gran parte del día, introdujeron nuevas devociones, dedicaron más tiem-
po al confesonario e incluso promovieron la predicación, que, al igual que en
otras naciones americanas, estaba sumamente descuidada216. En la esfera
del culto sus primeras diligencias tendían a mejorar el aseo de las iglesias, a
generalizar la reserva del Santísimo, a promover una mayor compostura en
ellas y a desterrar músicas y danzas profanas. El párroco de Anchieta insiste
en las dos últimas facetas:
«Encontré el espíritu religioso en la parroquia bien abatido, principalmen-
te en la ciudad y entre los habitantes del interior, naturales casi todos del país;
todos ellos católicos, sí, como ellos dicen, pero católicos a su modo, indiferentes
para todo [lo] que dice respeto a la religión y amoldándose a todo cuanto de
novedad aparece. Entre los colonos italianos notábase mejor espíritu religioso,
pero, como en todas las capillas de la parroquia hay mucha mezcla de italianos
y brasileiros, de aquí que las costumbres estaban bastante pervertidas. Luego
de llegar traté de ir cortando algunos abusos que se habían introducido en la
parroquia, principalmente la falta de respeto en el santo templo, el poco respe-
to que tenían del Santísimo Sacramento y algunos abusos que tenían las cofra-
días, especialmente la de san Benedicto, que tenían por costumbre inveterada
cantar, tocar y bailar en las procesiones y hasta dentro de la misma iglesia, y
¡qué música buena la suya! Música infernal se podía llamar»217.

Entre las nuevas devociones menciono la función vespertina dominical,


en la que se exponía el Santísimo, se rezaba o cantaba el rosario y con frecuen-
cia se tenía una plática o exhortación; meses de mayo y octubre en honor de
la Virgen, siete domingos de san José, oraciones por las almas del purgatorio,

���
Décadas 1, 348.
���
Pazos, La Iglesia en la América del IV Centenario, 242: «Resultaban una excepción
rarísima los curas que explicaban el Evangelio y enseñaban el catecismo al pueblo».
���
M. Tabuenca, «Parroquia de Nuestra Señora de la Asunción de Anchieta», 2: Apst,
XXXI/1.

71
420 ÁNGEL MARTÍNEZ CUESTA

fiestas en honor de san Agustín y santa Rita. Las asociaciones más comunes
fueron el Apostolado de la Oración, las Hijas de María, las conferencias vicen-
tinas, todas ellas ya presentes en la Iglesia brasileña, y la cofradía de la Con-
solación. Ésta no se constituyó formalmente hasta 1904, pero su formación
comenzó años atrás. Antes de regresar a España en 1901, Bernad la instaló
con permiso del obispo de San Pablo en Ribeirão Preto, donde alcanzó gran
desarrollo218. En 1919 contaba con unos 1.500 cofrades, incluyendo a los resi-
dentes en poblaciones vecinas como Batatais, Palmeiras y San Simão. A más
de las devociones propias de la cofradía, sus miembros visitaban a los presos,
asistían a los enfermos y socorrían a los menesterosos.
Esto, unido a una mayor asiduidad en el confesonario, elevó el nivel re-
ligioso de las parroquias y fue atrayendo a sus iglesias fieles cada día más
numerosos. Cuando en mayo de 1899, los recoletos se hicieron cargo de la
parroquia de Dores de Santa Juliana, apenas comulgaba alguna que otra
persona. En 1905 su número comienza crecer y en 1908 ya lo hicieron 100. En
ese año funcionaban en ella las cofradías del Apostolado de la Oración y del
Rosario219. En Anchieta el padre Tabuenca logró que se confesaran y comul-
garan 256 personas en las celebraciones de fin de siglo, «cosa nunca vista en
Anchieta, como decían los mismos habitantes»220. La atención al confesonario
se convirtió en rasgo distintivo de los recoletos, sobre todo en las residencias
de Ribeirão Preto y Belem. Conocida es la dedicación a ese ministerio del
padre Santos Ramírez en la primera y de Gregorio Tejero en la segunda. Día
tras día, y durante más de 30 años, el padre Santos consagró gran parte de su
jornada a escuchar confesiones. Tejero fue confesor infatigable de las comuni-
dades femeninas de Belem y de sus centros educativos y asistenciales. Junto
a ellos vivió una serie de religiosos que también ejerció con ejemplar solicitud
ese difícil ministerio.
Mayores dificultades plantearon a los frailes la predicación y la cate-
quesis, especialmente en estos primeros años. Ambas exigían un dominio
del idioma que ellos no poseían. Con todo, nunca descuidaron ese ministerio,
que la Iglesia brasileña consideraba vital, sobre todo tras la separación de
���
A principios de 1900 el p. Santos ya había impuesto la correa a algunos cofrades
y había preparado un devocionario para ellos. En abril de ese mismo año se lamentaba
del retraso que su edición estaba sufriendo: «Estando V.R. ausente», escribía el 26 de
abril a Bernad, «le pregunté al p. Celedonio por el manuscrito que entregué a V.R. sobre
las indulgencias de la correa, porque cuando fui a confesar los colonos de la Fazenda
«Olhos d’agua», me hizo falta para muchos que quisieron recibir la dicha correa y ahora
la necesitaré en otra a que el p. Hilario quiere mandarme de Schmidt, y no me contestó,
tal vez por no poder hacerlo sin estar V.R. Suplícole, pues, que me diga si se imprime o si
se puede hacer algo para que se imprima más tarde»: infra, VIII. Carta 374. En junio de
ese año en Ribeirão Preto ya había unos 70 cofrades: infra, VIII. Carta 395. Durante la
cuaresma de 1901 Gregorio Paredes impuso la correa en Santa Cruz das Palmeiras y en
ese mismo año la comunidad de Ribeirão Preto ya celebró solemnemente la novena de la
Consolación, Libro de cosas notables, 12 y 17.
���
Décadas 1, 251.
���
M. Tabuenca, «Parroquia de Nuestra Señora de la Asunción de Anchieta», 1-2.

72
presencia agustino-recoleta en brasil: 1899-1901 421

la Iglesia y Estado y la implantación de la escuela laica. Siguiendo las orien-


taciones de León xiii y del concilio plenario de América Latina221, los obispos
brasileños insistían en la urgencia de reavivar un ministerio que estaba muy
descuidado en gran parte de las diócesis. El obispo de Goiás en la Relatio ad
limina de 1894 lamentaba la ignorancia de los párrocos y sus graves negli-
gencias en la explicación del evangelio222. En Belem eran muy pocos los que
cumplían con la obligación de predicar la palabra de Dios, ya por falta de ins-
trucción, ya también por falta de celo223. El de Vitoria propuso a los recoletos
abrir una residencia en Vitoria para que enseñaran el catecismo a los niños:
«Preciso de que me ajude nesta capital a fazer catecismo as crianças, confes-
sar o povo, etc., e celebrar missas. Farão assim muito bem»224. En noviembre
de 1901 la primera asamblea de los obispos del sur del país volvió a recordar
a los párrocos la importancia de la enseñanza del catecismo225.
Los recoletos sintonizaron fácilmente con estas directrices. A los dos
días de su llegada a Uberaba Bernad ya constataba la ignorancia religiosa
del pueblo y veía la necesidad de dedicar tiempo a la predicación y a la cate-
quesis: «La gente es buena y cariñosa de por sí, aunque muy ignorante. Hace
falta mucho catecismo, mucha predicación y buenos ejemplos»226. Dos meses
más tarde comunicaba a Enrique Pérez que los tres primeros párrocos del
Triángulo Minerio cumplían fielmente sus directivas: «En Agua Suja, Ponte
Nova y Santa Anna nos hicieron un recibimiento que no esperábamos. […]
Mucho hay que trabajar, pero también ha de ser grande el fruto. Ya se está
viendo, porque estos padres cumplen fielmente mi encargo de entrar primero
con el catecismo de la doctrina cristiana, base principal y necesaria de todo
lo demás para el cristiano. Hay que principiar en hombres, mujeres y niños
desde “por la señal de la santa cruz que nadie la sabe”. ¡Tan mal estaban los
pobres! Hoy se enseña el catecismo todos los días en casa de los padres. Acu-
den bastantes niños»227. En mayo de ese mismo año aprovechó el viaje a Río
del padre Manuel Simón para encargarle la compra de 800 catecismos228.
De acuerdo con el obispo, en el otoño de 1899 abrió en el local del antiguo
seminario de Uberaba un pequeño colegio «con el fin de atraer a la gente, y es-

���
Acta et decreta Concilii Plenarii Americæ Latinæ in Urbe celebrati anno Domini
MDCCCXCIX, nn. 153, 154, 698-715.
���
Relatio ad limina, Goiás, 12 febrero 1894, 30: «… nullum pastorum zelum in
explicando evangelio…»: Asv, Congr. Concilio, Relat. Dioec, caja 369.
���
Relatio, Roma, 12 julio 1899, 9: «Pauci admodum parochi prædicationis Verbi Dei
officium implent ob defectum instructionis et zeli salutis animarum»: Asv, Congr. Concilio:
Relat. Dioec., caja 115.
���
Juan B. Neri, Carta a M. Bernad, Vitoria, 27 mayo 1899: Infra, VIII. Carta 118.
���
Acta, resolutiones et statuta primi sacri consessus Episcoporum Provinciæ
Ecclesiasticæ Meridionalis Sancti Pauli in Brasilia celebrati, n. 24.
���
M. Bernad, Carta a I. Narro, Uberaba, 25 febrero 1899: infra, VIII. Carta 59
���
M. Bernad, Carta a E. Pérez, Uberaba, 29 abril 1899: infra, VIII. Carta 90.
���
M. Simón, Carta a M. Bernad, Río de Janeiro, 16 mayo 1899; infra, VIII. Carta 105.

73
422 ÁNGEL MARTÍNEZ CUESTA

pecialmente con el fin de enseñar a los niños a ser cristianos, principiando por
el catecismo de la doctrina cristiana». Y lo mismo hará en Ribeirão Preto, don-
de ya estaba muy adelantada una residencia, en la que «se dará por lo pronto
la primera enseñanza, poniendo uno de los primeros y principales empeños en
la enseñanza del catecismo, desterrado de las escuelas, y dirigiendo nuestros
trabajos a procurar que la juventud sea cristiana, cosa que nadie procura aquí,
ni en las escuelas públicas ni en las privadas»229. En los años siguientes en esa
casa se impartía la catequesis cuatro veces por semana230. En Pau Gigante se
hacía un día menos: «Tengo tres días por semana catecismo; los domingos se
reúnen unos 70 a 80 entre meninos y meninas; los más días 40 o 50. Para la
primera comunión prepararé en el pueblo unos 35 o 40»231.
En septiembre de 1901 Celedonio Mateo constataba con satisfacción
que los párrocos del Triángulo Mineiro seguían esmerándose en la predica-
ción y en la catequesis: «Al día siguiente de los exámenes salí a las freguesías
para visitar a los padres. Vi a todos, están muy bien y satisfechos, y queridos
de los pueblos. El espíritu de ellos es bastante bueno de trabajar con la predi-
cación y explicación del catecismo, para atraer las almas al buen camino»232.
Los frailes no se limitaron a organizar el catecismo en los centros parroquia-
les, sino que lo establecieron también en los barrios: «Separada la Iglesia
del Estado y no dándose en las escuelas oficiales la enseñanza del catecismo
católico, debían procurar que esta omisión se supliera en la iglesia. De ahí el
cuidado y esmero en organizar la catequesis no sólo en la matriz sino tam-
bién en todas las iglesias filiales, confiando la enseñanza a grupos de señoras
y señoritas que tomaban como un deber tan benemérita ocupación»233.
También se plantearon enseguida la conveniencia de dedicarse a las
misiones populares. El ministerio estaba en boga por aquellos años y ade-
más procuraba trabajo, dinero y prestigio. Al principio lo descartaron por
no considerarse preparados para él234. Lo iniciaría al año siguiente el padre
Gregorio Gil, antiguo predicador conventual de Manila, quien a una cierta
facilidad oratoria unía un espíritu de iniciativa que años más tarde pondrá
al servicio de la ciudad de Franca.

���
Bernad, Carta a E. Pérez, Uberaba, 19 septiembre 1899: infra, VIII. Carta 204
���
Décadas 1, 296.
���
Mariano Pena, Carta a M. Bernad, Pau Gigante, 11 febrero 1901: infra, VIII. Carta 465.
���
C. Mateo, Carta a E. Pérez, São Paulo, 25 septiembre 1901: infra, VIII. Carta 543.
���
Décadas 1, 271-72.
���
C. Mateo, Carta a M. Bernad, Uberaba, 9 abril 1901: «Recibí la carta de V.R.
de fecha 2 de abril. Como V.R. dejó el asunto de las misiones a nuestro juicio, reuní el
consejo de los pp. Lucas y Ramón Alegría, que se encontraban en Uberaba, y opinamos
unánimemente que por hoy no tenemos personal ni espíritu y aptitud para dar misiones
en varios pueblos, y que era de gran necesidad para los pueblos acatar la idea del señor
obispo de que vayan pregal-as los padres dominicanos»: infra, VIII. Carta 492.

74
presencia agustino-recoleta en brasil: 1899-1901 423

El seminario de Uberaba
El obispo de Goiás quiso entregarles la dirección del seminario. Desde
su ingreso en la diócesis (1891) se había esforzado en vano por asegurar su
subsistencia y elevar el nivel académico y disciplinar de sus alumnos. La es-
peranza de poder lograrlo lejos de Goiás fue uno de los móviles que en 1896
le indujeron a trasladar la sede de la diócesis a Uberaba, donde encargó su
dirección a los dominicos, apoyados por cuatro sacerdotes seculares que él
mismo había formado. Pero la medida no prosperó. Dominicos y seculares no
se entendieron y el provincial dominico no creía que la dirección de un semi-
nario menor entrara en los objetivos de su orden. La noticia de la retirada de
los dominicos le llegó a monseñor Duarte en Roma. Al momento se puso en
contacto con los premonstratenses, y, al declinar éstos la oferta, habló con los
recoletos, a quienes acababa de conocer:
«Havendo recebido resposta negativa dos religiosos premonstratenses
belgas, que havião dado esperanças de assumir a direcção de meo seminário,
entrego também o mesmo a Vª Pª que lá poderá collocar os religiosos que
julgar conveniente com irmãos leigos para o serviço doméstico, e assim consti-
tuir nelle a caza central, porque está em Uberaba, ponto de estrada de ferro
Devo advertir a Vª Pª que por ora o seminário não tem curso theológico,
havendo eu expedido ordem para serem quanto antes mandados aqui para a
Europa os clérigos mais adiantados nos estudos. Para as aulas elementares
de portuguêz, francêz, etc., os religiosos poderão ser coadjuvados por alguns
seculares que actualmente desempenhão esse serviço, os quaes deverão
morar em suas cazas, quando chegarem os religiosos para lhes cederem os
quartos que agora occupão. Tomem pois os religiosos aquelle estabelecimen-
to, que até hoje tantos incommodos me tem dado, e tão mesquinhos resulta-
dos, devido a não ter eu tido quem o soubesse administrar.
Previno a Vª Pª que deve haver grande vigilância quanto á moralidade,
especialmente nos dormitórios e privadas, porque o vício da desonestidade,
muito familiar a mocidade de lá, tem sido o maior obstáculo as vocações.
Estebeleção novo regulamento e não acceitem novos alumnos que tenhão
mais de doze annos.
Dou-lhes amplos poderes para fazerem todas as reformas que julgarem
convenientes; sobretudo desejo que as férias do fim do anno (vacaciones) não
sejão passadas fora do seminário, e que todos os alumnos, quer dentro, quer
fora do seminário, vistão sempre o hábito ecclesiástico.
Si os religiosos usarem de geito, arte e bastante prudência, em pouco tem-
po ganharão a simpatia das familhas. Aos padres seculares, que são muito
bons e que actualmente estão no seminário, usem de bastante attenção e deli-
cadeza, afim de os ganharem e os terem por auxiliares, sobretudo o director da
capella e maestro de cerimônias, padre Pedro Ribeiro da Silva, sacerdote de
óptimo espírito, mas de carácter independente e de gênio forte. Lá faz-se pre-
cizo de um enérgico e ao mesmo tempo bondoso reitor e um padre espiritual

75
424 ÁNGEL MARTÍNEZ CUESTA

de muita piedade e zelo. Até que eu de lá sahi, o seminário com as pensões dos
alumnos dava com que pagar-se bem ao reitor e todos os professores»235.
En estas gestiones don Eduardo no actuó con total transparencia236, y
esa falta de franqueza puso en peligro sus planes. Los sacerdotes seculares la
aprovecharon para cohonestar su hostilidad a los frailes y ponerlos en situa-
ción desesperada. La misma noche de la llegada de éstos a Uberaba quisieron
obligarlos a asumir la dirección del seminario. Bernad trató de mostrarles la
improcedencia de un traspaso tan rápido. Ni ellos estaban preparados para
asumir semejante responsabilidad ni las circunstancias imponían tanta ur-
gencia. A la mañana siguiente se reprodujo la escena del día anterior. Bernad
replicó que no venía con la pretensión de apoderarse del seminario y que bien
podían continuar dirigiéndolo ellos. Pero las cartas ya estaban echadas y no
hubo modo de llegar a un acuerdo. El desenlace del conflicto podría haber
supuesto la clausura total del seminario, máxime cuando los diocesanos arras-
traron tras de sí a un buen número de alumnos. Si algo se salvó, se debió a la
mesura de Bernad y a los buenos oficios del vicario general. Bernad resumió
el desenlace de la cuestión en las siguientes frases:
«El seminario se quedó sin dirección, pues ni ellos ni nosotros estába-
mos dispuestos a asumir esa responsabilidad […]. No habiendo, pues, quien
pudiera dirigir el seminario, el señor provisor tomó la determinación de ce-
rrar las aulas y que los jóvenes estudiantes se marchasen hasta que el señor
obispo resolviese lo que había de hacerse, dándose con esto un escándalo
mayúsculo que bien pudiera haberse evitado. Los verdaderos seminaristas,
que ya se consideraban como clérigos, más alguno que otro interno de los es-
tudiantes, se quedaron dentro del seminario, pues ellos no podían ni debían
salir. Y en vista de esto, nos rogó con muchas instancias el señor provisor
que puesto que teníamos que vivir en el seminario hasta que se tomase al-
guna otra determinación o fuéramos a desempeñar otros cargos, tuviéramos
cuidado de la casa y aun de los clérigos que quedaban, a todo lo que accedi-
mos gustosos, comprometiéndonos a ello, y no tan sólo eso, sino que también
procuraríamos no perdiesen el tiempo, para lo que se les darían algunas
lecciones, siquiera fuera de repaso, en las materias que pudiésemos»237.

La noticia del incidente llegó inmediatamente a Roma, causando un gran


disgusto al obispo, quien sin pérdida de tiempo acudió a la Secretaría de Es-
tado en demanda de apoyo. El 29 de marzo Rampolla le dirigía una carta en
la que alababa su celo y deploraba la conducta de los profesores diocesanos, a
���
Eduardo Duarte, Carta a Í. Narro, Roma, 29 noviembre 1898: infra, VIII. Carta 26.
���
E. Pérez, Carta a M. Bernad, Roma, 29 marzo 1899: «[El obispo] confiesa que
efectivamente no fue enteramente franco con ellos, pero esto lo hizo por prudencia, a fin
de evitar los disgustos que se hubieran seguido si desde el principio dijera la verdad. Nos
dijo también que el card. Rampolla le ha prometido escribir a monseñor Sibilia, encargado
de Negocios de la Santa Sede, para recomendar a los recoletos y decirle que es voluntad
del Santo Padre el que se establezcan en Goiás»: infra, VIII. Carta 72; también M. Bernad,
Carta a E. Pérez, Uberaba, 27 febrero 1899: infra, VIII. Carta 60.
���
Bernad, Relación, 492 (144).

76
presencia agustino-recoleta en brasil: 1899-1901 425

quienes exhortaba a volver sobre sus pasos y a colaborar con los religiosos en
el seminario:
«Trovandosi qui in Roma, [su excelencia] ha inviato colà un eletto stuo-
lo di religiosi agostiniani spagnuoli. Questi ultimi religiosi, poi con saggio
consiglio e d’intesa colla Santa Sede, la S.V. ha destinato non solo a prepo-
rre alle numerose parrocchie vacanti, ma eziandio a prendere la direzione
del seminario diocesano, in unione dei sacerdoti ivi esistenti. Penosissima
quindi è stata l’impressione che ha prodotto nell’animo del Santo Padre la
notizia del dispiacevole incidente a cui ha dato luogo l’arrivo dei sulloda-
ti religiosi in Uberaba, poichè l’attitudine tenuta dai professori ed alunni
del seminario in tale occasione, mentre costituisce uno sfregio all’autorità
episcopale è in aperta opposizione cogl’intendimenti ripetutatemente, come
si è detto, manifestati da Sua Santità. È da sperare pertanto che essi si
sottomettano docilmente alla savia disposizione del proprio vescovo, appro-
vata dalla Santa Sede, e prestino volenterosi la loro cooperazione agli ottimi
religiosi, la cui unica mira nel recarsi alla diocesi di Goiás è stata quella di
supplire alla mancanza del clero secolare e coadiuvarlo fraternamente nel
procurare il maggior bene spirituale di quelle popolazioni»238.

Los padres Manuel Simón, Jesús Aranda y José Chivite se encargaron de


impartir esas clases239. Los demás permanecieron alojados en el seminario a la
espera del obispo para zanjar definitivamente la cuestión. Éste, apoyado por la
Santa Sede, quería que los recoletos siguiesen en él y así lo telegrafió el procu-
rador recoleto: «Voluntad del papa tomemos seminario». El telegrama sumió a
Bernad en la duda, pero la experiencia acumulada en años de gobierno vino en
su ayuda, aconsejándole esperar instrucciones más precisas. Éstas llegaron con
el regreso del obispo a mediados de septiembre. De común acuerdo optaron por
readmitir únicamente a la media docena de alumnos que mostraban señales de
vocación sacerdotal y abrir en la parte libre del edificio «un externato para ni-
ños […] para contrarrestar la propaganda y enseñanza laica y protestante […],
darles una educación cristiana y preparar […] jóvenes que quizá algún día sean
llamados por Dios al estado eclesiástico»240. Para llevar a cabo el proyecto vino de
España Celedonio Mateo, un religioso con experiencia en la dirección de semina-
rios y que dirigiría éste hasta septiembre del 1903, en que lo traspasó a los maris-
tas franceses, que venían huyendo de la persecución que sufrían en su patria241.
En octubre de 1899 la comunidad de Ribeirão Preto abrió una escuelita,
que, en la mente del párroco y del padre Bernad, debería haber preparado la
fundación de un colegio de primera y segunda enseñanza. El párroco estaba
ilusionado. Por fin, la parroquia contaría con un colegio católico que contra-
rrestara el influjo del protestante, único que había en la ciudad. La idea sedujo

���
M. Rampolla, Carta al obispo de Goiás, Roma, 29 marzo 1899: infra, VIII. Carta 73.
���
Décadas 1, 80.
���
Bernad, Relación: infra, 517 (169).
���
Un resumen de estas peripecias: Diocese Uberaba, 138-40.

77
426 ÁNGEL MARTÍNEZ CUESTA

también a Bernad, impidiéndole sopesar los enormes obstáculos que tendría


que afrontar. No había ni local apropiado, ni profesores capacitados, ni recur-
sos para procurárselos. Los recoletos ni siquiera dominaban el portugués y el
cura estaba demasiado delicado para asumir una labor tan exigente. La es-
cuela se desacreditó inmediatamente y a los dos meses hubo que cerrarla por
falta de alumnos y la indisciplina de los pocos que la frecuentaban.

IX. Una oportunidad insuficientemente aprovechada

La actuación de los superiores a quienes tocó dirigir la orden en el paso


del siglo xix al xx no fue muy perspicaz. Algo hicieron para poner un dique
a la anarquía que amenazaba con llevarse por delante a la orden entera.
Abrieron residencias en España, se esforzaron por aliviar la suerte de los
conventos, favoreciendo las expediciones a Panamá, Venezuela y Brasil, e
intentaron regular su vida con normas de claras resonancias religiosas. Pero
todo se redujo a parches sueltos, a medidas que quizá habrían sido eficaces
en una situación ordinaria, pero que resultaron inadecuadas para encarar
una emergencia como aquélla.
Faltó una reflexión seria sobre el estado de la orden, y, en consecuen-
cia, también sufrieron la programación, la conexión entre los superiores e
incluso la generosidad. En su descargo hay que recordar que la situación era
caótica; y sus medios, precarios. Un buen número de religiosos andaban des-
concertados; gran parte de los fondos de la provincia estaban indisponibles,
en manos en una sociedad mercantil, en peligro de ser secuestrados por los
nuevos amos del archipiélago e incluso de que la Santa Sede dispusiese de
ellos para otros fines; el anticlericalismo español, en auge y en actitud cada
día más hostil; en Venezuela persistía la tradición antirreligiosa de las últi-
mas décadas y, al igual que en Colombia, los conflictos y guerras continuas
mantenían a los religiosos en la interinidad y dificultaban la programación
a medio plazo. Tampoco facilitó sus planes la actitud fluctuante de algunos
obispos, influenciados por un clero diocesano que oscilaba entre el aprecio
por la ayuda que se les prestaba y el recelo ante el favor que encontraban
en el pueblo. En Brasil se libraron de algunos de esos inconvenientes, pero
sufrieron sus consecuencias y tropezaron con uno nuevo, que fue la lengua.
Entre los religiosos de edad madura fueron pocos los que llegaron a dominar-
la, lo cual condicionó su inserción en la sociedad y limitó sus posibilidades
de trabajo.
Para moverse con acierto los superiores habrían necesitado informa-
ción precisa, planes bien elaborados, personal mejor dispuesto y recursos
materiales más abundantes. Por desgracia, la información fue siempre de-
ficiente. Adell y sus compañeros se echaron a la mar movidos por simples
comentarios de los superiores de Madrid y Roma, que en sus cartas a Manila
aludían a la penuria de sacerdotes en las iglesias americanas y a las posi-
bilidades que en ellas encontrarían los recoletos. Después la información

78
presencia agustino-recoleta en brasil: 1899-1901 427

mejoró. Las expediciones al Brasil partieron siempre, desde la primera hasta


la última, con destino fijo y trabajo asegurado. Los misioneros, y de modo es-
pecial sus superiores, es decir Adell desde Venezuela y Bernad desde Brasil,
se mantuvieron en contacto permanente con Madrid, Manila y Roma. Pero la
contrainformación que llegaba de religiosos descontentos restó credibilidad
a sus informes y a menudo colocó a los superiores mayores ante verdaderos
dilemas.
El comisario general de Madrid obraba por cuenta propia y nunca se
entendió con el vicario provincial, Juan Cruz Gómez. Éste, que era quien
tenía la jurisdicción inmediata sobre los religiosos de España y manejaba los
fondos de la provincia, nunca se excedió en generosidad. Además el comisario
general estaba casi solo, sin consejeros que le ayudaran a formarse una idea
más cabal de la situación, a tomar las decisiones más oportunas y quizá tam-
bién más categóricas, y le liberaran de tareas burocráticas que, además de
restarle tiempo, retrasaron más de una vez los viajes de los misioneros. Sólo
en octubre de 1901, con la promoción a la comisaría general de Mariano Ber-
nad, comenzó ésta a organizarse y a actuar con un plan definido. Entre 1898
y 1901 Íñigo derrochó abnegación y esfuerzo, pero le faltaron colaboradores,
autonomía económica, programas de acción, salud y un poco de optimismo,
aunque hay que reconocer que éste no era de recibo en aquella situación.
La disposición y actitud del personal quedan descritas en páginas an-
teriores.
En Brasil la organización recayó sobre los hombros del padre Mariano
Bernad, un religioso maduro, respetado por todos y con amplia experiencia
pastoral y administrativa242. Desde la preparación de la primera expedición
y su embarque en Barcelona el 28 de enero de 1899 hasta su regreso a Eu-
ropa a mediados de julio de 1901 él fue el responsable último de todas las
decisiones. El oficio del padre Íñigo sólo hablaba de la misión de Goiás, pero
Bernad actuó desde el principio como superior mayor de todos los religiosos
que trabajaban en Brasil. En marzo de 1899, al aparecer la posibilidad de
aceptar territorios en otras diócesis, dudó sobre el alcance de su jurisdic-
ción y pidió aclaraciones a Madrid243. A vuelta de correo Narro le tranquilizó
extendiendo sus facultades a «todo el Brasil y aun fuera, si se presentase
ocasión»244. Él mantenía los contactos con los obispos y con los superiores de
Madrid, Roma y Manila, él aceptaba definitivamente los campos de trabajo,
él asignaba los destinos a todos y cada uno de los religiosos y luego los visita-
ba, amonestaba y corregía, manteniendo con ellos una copiosa corresponden-
cia que en buena parte ha llegado hasta nosotros. En 1900 visitó a casi todos

���
El 14 de enero de 1899, Íñigo le nombró «nuestro representante especial en nuestra
expresada misión de Goiás para todos los asuntos que a la misma directa o indirectamente
se refieran»: infra, VI. Nombramientos y circulares, –1b: infra, 586 (238).
���
Infra, VIII. Carta 67.
���
Infra, VIII. Carta 87.

79
428 ÁNGEL MARTÍNEZ CUESTA

los religiosos, incluso a los de Belem, y en todas partes dejó «advertencias»


tendentes a fomentar la oración, el silencio, la ascesis y la fraternidad entre
los religiosos.
No en todas las zonas actuó del mismo modo. En Espíritu Santo y Pará
su obra fue más bien indirecta. En el primero delegó sus funciones en Ma-
nuel Simón; y en el segundo, en Gregorio Tejero. Ambos actuaron con gran
autonomía, aunque Tejero no se dispensó nunca de acudir a su consejo. Du-
rante la visita a las comunidades del norte, dejó como representante suyo en
el Triángulo Mineiro a Celedonio Mateo, quien luego sería su sucesor. Estos
tres religiosos fueron sus principales colaboradores. Con todos se mantuvo
en contacto frecuente, si bien las distancias y la precariedad de las comuni-
caciones mermaban a menudo la utilidad de las consultas. También tuvo ple-
na confianza en Eugenio Sola, a quien en enero de 1901 confió la dirección de
la residencia de Ribeirão Preto; y Mariano Pena, a quien su sucesor encargó
la organización de las parroquias de Bahía.
A su lado actuaron otros religiosos que desde puestos más modestos
contribuyeron a implantar la orden en Brasil. Merece mención especial San-
tos Ramírez, religioso de sólida virtud, amante de la disciplina regular, con-
fesor incansable y durante 30 años la columna más firme de la residencia de
Ribeirão Preto. En las parroquias también hubo religiosos que supieron au-
nar el celo pastoral con el espíritu de orden. Los más destacados fueron Mar-
celo Calvo y Manuel Clemente en el Triángulo Mineiro, Gregorio Paredes en
las haciendas, barrios y pueblos de la comarca de Ribeirão Preto y Gregorio
Asín en Pará. También Lucas Martínez, Ángel Maestro, Sabino Canillas,
Agustín Cristóbal, Máximo Tabuenca, Juan López y Gregorio Gil arrimaron
el hombro y aportaron su grano de arena. Tampoco sería justo olvidar el
aporte de religiosos que por un motivo u otro terminaron por apartarse de la
comunidad. Agustín Martell, Nicolás Catalán y Pío Palacios Antoñanzas de-
jaron la orden, pero mientras estuvieron en ella trabajaron con entusiasmo.
León Sanjuan, Balbino Díaz y José Lambán tuvieron que hacer las cuentas
con problemas de salud o de edad; y Teodoro Castillo, Hilario Eraso y Juan
Pablo Ruiz se vieron sorprendidos por la muerte cuando estaban iniciando
su labor.

80
II

El padre Mariano Bernad y su relación

La implantación de la orden en Brasil tiene algo de fortuito, de impen-


sado e impuesto por las circunstancias, por más que éstas de por sí no la
expliquen del todo. En las primeras páginas de este ensayo queda claro que
si bien es cierto que prepararon el terreno y condicionaron su cultivo, no lo es
menos que de poco hubieran servido si no hubiera habido religiosos capaces
de interpretarlas y orientarlas. Es preciso, por tanto, dirigir la mirada hacia
esos religiosos. En esta sección vamos a escuchar su voz, o al menos su eco,
tal cual quedó plasmado en la abundante documentación disponible. En ella
se pone a disposición de quien quiera sentir ese eco una amplia selección en
la que se publican por vez primera dos relatos y más de quinientas cartas.
Los relatos difieren en amplitud, relieve, orientación y procedencia. El
primero procede de la pluma del padre Mariano Bernad, protagonista indis-
cutido de esta historia, la cubre toda entera y tiene un objetivo ejemplari-
zante. En ella palpitan los ideales de los más esforzados, de quienes leyeron
la catástrofe filipina con ojos de fe y se sirvieron de ella para abrir a la orden
nuevos horizontes tanto geográficos como espirituales. El segundo, obra del
padre Juan Pablo Ruiz, es mucho más breve, se concentra sobre su propia ex-
periencia en el estado de Espíritu Santo y en la residencia de Ribeirão Preto
y deja traslucir una mezcla de ilusión y desencanto, que a buen seguro fue
compartida por no pocos de sus compañeros. También éstos alzaron los ojos
al cielo, pero sin apartarlos de la tierra. También ellos se sacrificaron por el
bien de la comunidad y contribuyeron a aliviar sus desgracias, continuando
su obra apostólica en otras partes del mundo, pero a menudo dieron un peso
excesivo a las circunstancias y cayeron en un desánimo que a algunos los
impulsó incluso a volver la vista atrás y desistir. El primero es expresión
de los dirigentes, que miraban la situación desde lo alto y tenían ante sí un
amplio campo visual. El segundo refleja la visión de los soldados de a pie, de
los que tenían que bregar día a día a pie de obra y abrirse camino en una
sociedad nueva.
Ambas visiones se funden y complementan en la correspondencia. Sigue
dominando en ella la voz del solista, pero sin sofocar la del coro, que a veces

81
430 Ángel Martínez Cuesta

la substituye y en todo momento la sostiene y da consistencia. En conjunto


dibuja un cuadro bastante completo y exacto de lo sucedido. El primer plano
siguen ocupándolo la acción y las expectativas de los superiores, pero, aun-
que sea en el trasfondo, queda también lugar para los esfuerzos de un buen
número de participantes. La diversidad de perspectivas y la espontaneidad
propia del género epistolar aumentan tanto su crédito como su utilidad.
Esta documentación, unida a la ya publicada sobre la instalación de la
orden en Panamá, Venezuela y Trinidad, ofrece la posibilidad de analizar
con cierta hondura un periodo trascendental de nuestra historia, en el que
la orden extiende sus ramas, diversifica su campo de trabajo y adquiere una
fisonomía que en lo esencial mantiene hasta el presente. Su valor es aún ma-
yor porque no abundan en nuestra historia acontecimientos susceptibles de
un análisis semejante. La escasez de testimonios personales lastra grandes
periodos de nuestra historia y con demasiada frecuencia obliga a suplirlos
con intuiciones, deducciones y extrapolaciones que ayudan a reconstruir los
hechos externos, pero que difícilmente permiten asomarnos al mundo inte-
rior de sus protagonistas.
Antes de presentar el relato del padre Bernad y señalar los criterios
que han guiado su edición, creo oportuno adelantar algunas notas biográfi-
cas en espera de la biografía que merece por su significación en la historia
moderna de la orden.

1. Breve semblanza

Bernad fue durante 17 años, desde 1891 hasta 1908, uno de los pro-
tagonistas de la vida de la orden. En la primera fecha comenzó a gobernar
la provincia de San Nicolás y en la segunda el capítulo de San Millán puso
fin a su servicio como comisario general apostólico. Entre ambas fechas fue
también definidor general (1894-1901) y antes había sido vicerrector (1873-
76) y rector de Marcilla (1876-79), y definidor provincial (1888-91). Es lógico,
pues, que su figura haya atraído la atención de cronistas y cultivadores de la
historia de la orden. A su muerte se le dedicaron necrologías en las publica-
ciones de la comunidad1. Hay información sobre él en el último tomo de las
Crónicas2, en la historia de la provincia de San Nicolás3, en monografías so-
bre temas filipinos4 y en las páginas del Boletín oficial de la provincia de San
Nicolás5. Incluso se le han dedicado estudios monográficos. Casi simultáneas

1
[Esteban Azcona], «Ntro. Rvmo. P. Fr. Mariano Bernad del Pilar»: Santa Rita y el
pueblo cristiano 11 (1915) 181-89; «Nuestro Rvmo. P. Ex. Comisario General Apostólico Fr.
Mariano Bernad del Pilar»: Bpsn 6 (1915) 612-17.
2
Manuel Carceller, Historia general de la orden de Agustinos recoletos. Tomo duo-
décimo: 1867-1891, Madrid 1974, 720-41.
3
Sádaba, 510-13.
4
Ángel Martínez Cuesta, History of Negros, Manila 1980, 238-68.
5
Rafael García, «Informe para la historia de Negros. Un plan de misiones»: Bpsn 49

82
El padre Mariano Bernad y su relación 431

son la Biografía del Pedro Fabo6 y la amplia Necrología del segundo volumen
de las Décadas7. Más recientemente se han ocupado de él el sacerdote filipino
Roman C. Sagun Jr.8 y el recoleto José Javier Lizarraga9. Este último había
editado anteriormente unos Apuntes suyos sobre la evolución de la orden des-
de 1907 hasta 191410. Y últimamente ha visto la luz en esta revista un racimo
de cartas suyas al cardenal Rampolla y al padre Patricio Adell11. La Gran
Enciclopedia Aragonesa le dedicó unas líneas en uno de sus apéndices12.

a. De carácter aragonés

Bernad nació el 29 de septiembre de 1838 en Calanda (Teruel), uno de


los pocos pueblos aragoneses que venera por patrona a la Virgen del Pilar,
la patria chica del Cojo de Calanda y del cineasta Luis Buñuel. Su familia
era de hondos sentimientos religiosos. Su hermano Mateo (1842-89) abrazó
la vida religiosa en Monteagudo y consumió su vida en las misiones de Fi-
lipinas13. Otro de sus hermanos, Pedro, también se estableció en Filipinas,
donde fundó una familia de cierto relieve en la vida política de Mindanao.
De él procede Miguel Bernad (1917-2009), el conocido literato e historiador
jesuita.
En Calanda bebió la devoción a la Virgen del Pilar y asimiló rasgos
que retendrá hasta la vejez. Quienes le conocieron admiran su nobleza, su

(1959) 39-42, 76-81, 103-11, 131-37, 151-58, 205-13; 50 (1960) 16-19, 33-37, 54-59; José
Luis Sáenz, «Comienzos de la actividad misionera de la provincia de San Nicolás de To-
lentino en Panamá, Venezuela y Brasil»: Bpsn 83 (1993) 151-95; 84 (1994) 29-104, esp.
64-104.
6
Pedro Fabo, Biografía del Revmo. P. Fr. Mariano Bernad del Pilar, Monachil 1919.
123 pp.
7
Décadas 2, 785-99. En el primer volumen abundan las referencias a su actividad
en Brasil.
8
Roman C. Sagun Jr., «Padre Mariano Bernad in Negros Oriental. The Future Ge-
neral of the Augustinian Recollects as Pastor of Dumaguete, 1880-1891»: Kinaadman 19
(Cagayán de Oro 1997) 83-105. A finales del año 2004 y principios de 2005 le dedicó varios
artículos en The Negros Chronicle, el periódico más leído de Dumaguete (fotocopias en
Agoar).
9
José Javier Lizarraga, «Mariano Bernad, último comisario apostólico de la Recolec-
ción (1901-1908)»: Los Agustinos Recoletos en Andalucía y su proyección en América. Actas
de I Congreso Histórico, Granada 2001, 427-85; reproducido en Bpsn 91 (2001) 75-145.
10
«Apuntes curiosos sobre algunos sucesos de principios de siglo. Parecer del ex co-
misario apostólico Mariano Bernad (1901-1908)»: Recollectio 10 (1987) 333-55.
11
Ángel Martínez Cuesta (ed.): «Correspondencia del cardenal Rampolla con religio-
sos agustinos recoletos»: Recollectio 21-22 (1998-99) 617-746, y 23-24 (2000-01) 439-673;
editada luego en un volumen del mismo título, Madrid 2003; Idem, «De Filipinas a América
del Sur. I: Viajes, andanzas y fundaciones del padre Patricio Adell por Panamá, Venezuela
y Trinidad»: Recollectio 25-26 (2002-03) 579-634; 27-28 (2004-05) 391-696, y 29-30 (2006-
07) 309-794.
12
Gran Enciclopedia de Aragón, Apéndice 4, Zaragoza 2003.
13
Sádaba, 523; Crónicas 12, 696-701.

83
432 Ángel Martínez Cuesta

tenacidad y su laboriosidad. Celedonio Mateo, uno de sus colaboradores más


cercanos en Brasil, al señalar las «singulares prendas con que el cielo [le]
adornó», destaca «su carácter aragonés, que consiste en una perseverancia
que resiste todas las dificultades. Tomábase bastante tiempo en discurrir los
medios que había de emplear para llegar al fin deseado, pero luego que se
persuadía de la bondad y eficacia de ellos, no había fuerza humana que le
hiciera doblegarse»14. Esas cualidades de ordinario conviven con una cierta
rudeza. Quizá por ello sus biógrafos se apresuran a destacar su amabilidad
y ternura. El primero de todos ellos es también el primero que empareja
ambas características: «Es aragonés y a fe que no ha desmentido su ori-
gen en la entereza de carácter, siempre que ha tenido que manifestarla en
cumplimiento de su deber, no obstando a ello que en el trato familiar sea la
amabilidad, la blandura y la cortesía que demanda una buena educación, lo
que le caracterizaba de modo singular»15.
Su biografía confirma ambos extremos. Viajó de una parte a otra, inclu-
so de continente a continente, alternó el trabajo misional y parroquial con
responsabilidades de formación y de gobierno, y en todas ellas dejó fama de
trabajador incansable. No era de quienes se complacen en lo ya conseguido
y sólo aspiran a conservarlo. Él era más ambicioso. Su sensibilidad religiosa
le descubría las deficiencias del presente, y su entereza, su perseverancia
y pragmatismo le ayudaban a arbitrar remedios y a preparar un porvenir
mejor tanto para sus feligreses como para su comunidad. De ordinario no
tenía prisas, sabía esperar el momento oportuno. Pero en cuanto se resolvía
a obrar, no reparaba en dificultades. Celedonio lo expresa bien en el texto
apenas citado.
En Brasil, por limitarme al núcleo de este estudio, tuvo muchas ocasio-
nes de mostrar esas cualidades. Ya en su primer encuentro con la realidad
brasileña, cuando todavía no se le había asignado habitación para pasar
la noche, se mantuvo firme en su decisión de no aceptar la dirección del
seminario diocesano; luego no dudó en visitar al obispo de San Pablo que se
negaba a firmar las licencias ministeriales del padre Santos Ramírez y, de
pasada, disipar sus recelos antifilipinos. En Ribeirão Preto dio vida a una
residencia en contra de la voluntad del párroco, a quien, por otra parte, le
ligaban la gratitud y el interés, y en Belem agrupó a los religiosos residentes
aun cuando podía pensar que su obra no sería del agrado del obispo dioce-
sano. Y es interesante advertir que en casi todas esas incidencias logró sus
objetivos sin herir la sensibilidad de sus interlocutores e incluso ganándose
su benevolencia. Los tres obispos con quienes tuvo que concordar la instala-
ción de sus frailes, le estimaron y quisieron. El de Goiás le trataba como a un

Fabo, Biografía, 52-53.


14

Santiago Matute, Los Padres Candelarios en Colombia o Apuntes para la historia


15

6, Madrid 1903, 91-102; la cita en p. 94. Matute lo conoció en Marcilla, cuando Bernad se
disponía a regresar a Filipinas: ibid.; Fabo, Biografía, 96-97.

84
El padre Mariano Bernad y su relación 433

padre, con respeto y confianza16; el de Vitoria le quiso a su lado durante su


visita a buena parte de su diócesis, gustaba de su presencia y mantuvo con
él una correspondencia cordial. Incluso el obispo de Belem, que tenía fama
de ser poco amigo de frailes, le recibió con muestras de gran afecto, aprobó
sus proyectos y hasta le concedió la iglesia de San Juan Bautista, situada en
el centro de la ciudad.
Era más bien alto, de formas bien proporcionadas, de color trigueño,
ojos negros, cabello castaño, de pocas necesidades y resistente a la fatiga.
A los 60 años montaba a caballo durante jornadas enteras y en la última
enfermedad la fortaleza de su corazón retrasó algunas semanas el desenlace
final. Su voz, sin embargo, era débil y a menudo amenazada por la afonía.
Tenía palabra fácil, pero se expresaba sobria y pausadamente, sin apresu-
ramientos ni gestos. Fabo deduce de ello que no estaría bien dotado para la
predicación17.

b. Párroco de Dumaguete, 1880-91, 1894-97

La misma consideración alcanzó en las comunidades religiosas, desde


los capuchinos de Barcelona y Río hasta los carmelitas calzados de Río y
Recife, pasando por los franciscanos de Bahía y los salesianos y agustinos de
San Pablo. Con los agustinos, capuchinos y carmelitas españoles sus relacio-
nes fueron más frecuentes y estrechas, pero también se entendió bien con los
salesianos italianos y los franciscanos alemanes. En Dumaguete sintonizó a
la perfección con sus feligreses. Su sencillez y cercanía a la gente favorecie-
ron el desarrollo de la vida cristiana y el progreso material de la población.
El pueblo le respetaba y miraba con afecto y él agradecía su docilidad y servi-
cialidad. Fruto de esa colaboración fue, por un lado, la fundación de cofradías
y asociaciones en honor del Santísimo Sacramento, cuyos estatutos él mismo
redactó (1886), del Corazón de Jesús (1881), de la Virgen y san José (1880);
la construcción del pórtico de la iglesia (1885), de un nuevo altar mayor y
de dos laterales dedicados a san José y a la Virgen de la Consolación; la re-
paración a fondo del techo y pavimento de la iglesia y de la casa parroquial;
la adquisición de un órgano (1891) y de un precioso manto para la patrona,
santa Catalina de Alejandría; y la renovación de los ornamentos y vasos sa-
grados; y, por otro, una creciente participación de la gente en las funciones
religiosas y la asistencia continua a los enfermos, de modo especial durante
la epidemias de cólera y viruelas que asolaron a la población. Y todavía hay
que añadir la construcción de un nuevo cementerio, en lo que se adelantó a
las orientaciones de la jerarquía, y del sistema de desagüe de la ciudad. Él

16
En el momento de la despedida «no pudo menos de manifestar su profundo senti-
miento, hasta con lágrimas en los ojos, por esta separación, por más que comprendía que
no había remedio, atendidas todas las circunstancias […] Se despidió, pues, nuestro padre
del señor obispo, llorando ambos como dos niños»: infra, III. Relación, 537 (189).
17
Fabo, Biografía, 96 y 106.

85
434 Ángel Martínez Cuesta

solía proponer y apoyar los proyectos, pero su financiación y ejecución caía


en gran parte sobre los hombros de los fieles.
Esa corriente de mutua simpatía continuó fluyendo aun después de su
salida de Filipinas. En Madrid y en Brasil continuaron llegándole cartas de
dumagueteños que seguían añorando su presencia y le informaban de la
marcha de su ciudad. La mayoría procedían de familias distinguidas, pero no
faltaban las de gente más modesta18. En 1897, al regresar a España, dejaba
una parroquia bien organizada y bien evangelizada. Hasta Dean C. Worces-
ter, que visitó Dumaguete en 1890 y luego se divertiría en censurar a los frai-
les españoles, y el jefe de los presbiterianos americanos en Filipinas, Arthur
J. Brown, no pudieron menos de apreciar sus aportaciones materiales.
Su influjo rebasó los confines de la parroquia. Casi siempre tuvo que
simultanear sus obligaciones parroquiales con las de vicario provincial y fo-
ráneo de la región. En cuanto tal le tocó actuar de intermediario entre los
superiores –obispos y provinciales– y los párrocos, informar sobre la crea-
ción de nuevas parroquias e intervenir en conflictos surgidos en algunas de
ellas. En 1880 visitó la provincia de Misamis en nombre del provincial. Su
intervención más importante giró en torno a la apertura y funcionamien-
to de los 29 nuevos centros misionales abiertos en el interior de la isla de
Negros durante el bienio 1894-95. Desde enero de 1889, en que el general
Weyler echó a andar el expediente, hasta su definitiva salida de Dumaguete
en mayo de 1897, Bernad fue uno de sus principales patrocinadores. Recogió
datos, se entrevistó con las autoridades, redactó informes y sostuvo el plan
en momentos en que parecía condenado al fracaso. Desde el 13 de abril al 6
de mayo de 1896, cuando ya estaban cubiertas las 29 estaciones, visitó las
situadas en la parte oriental de la isla, informó de su marcha al provincial y
abogó fuertemente por que se las dotase de maestros:
«En las misiones de que me ocupo han levantado escuelitas para niños,
pero ¿dónde están los maestros y maestras? Lo digo con pena. No los hay en
ninguna parte. Sé que V.R. tomó hace algún tiempo con interés este asunto
ante las autoridades superiores. Yo mismo promoví aquí en esta cabecera
otro expediente ante la Junta Provincial de Instrucción, despachado favo-
rablemente, en que se pedían maestros para las misiones, mas ésta es la
fecha que nada hay resuelto, y yo sin saber qué decir a los misioneros, que
sin cesar me están preguntando y pidiendo a voces que se les manden o
faciliten maestros. Todo el mundo comprende que esto no puede seguir así.
Hay […] necesidad absoluta de remediar este mal, procurando se pongan en
las misiones maestros y maestras, bien en la forma que V.R. tiene tratada,
bien como se piden en el expediente formado aquí. […] Lo digo y lo repito,

18
Decenas de estas cartas se conservan en Agoar, caja 80; a algunas se alude en la
correspondencia que se publica a continuación: infra. VIII, Cartas 59, 67, 239, 328, 363…
Licinio Ruiz, que entre 1908 y 1916 administró diversos pueblos cercanos a Dumaguete,
escribe que las gentes, «sin distinción de clases», le seguían recordando con gratitud y
reverencia: Sinopsis 2, 144.

86
El padre Mariano Bernad y su relación 435

sin maestros y sin escuelas poco podemos esperar en el adelanto de la ins-


trucción de la niñez y mucho menos en pueblos incipientes como son las
misiones»19.

c. Prior provincial

En 1891 salió de Dumaguete llamado por el capítulo para ponerse al


frente de la provincia. Llegaba sin programa especial de gobierno. «En cuan-
to al gobierno de nuestra amada corporación», escribía en su primera cir-
cular, «no tengo programa particular. Mi programa es el de todos: nuestra
santa Regla, nuestras sabias constituciones, cuanto se ordena en nuestras
capítulos. Éste es únicamente mi pensamiento, y éstos mis deseos: el que
todos sin excepción ajustemos nuestra vida a estas santas leyes que todos
profesamos y cuyo cumplimiento ha de darnos la verdadera paz»20. Se podría
ver en ella una muestra de un pragmatismo de baja ley o de una alarmante
pobreza de ideales o incluso de una acomodación amorfa a la realidad. Pero
esas interpretaciones nos llevarían por mal camino. En realidad, la vuelta a
las exigencias de la regla y de las constituciones suponía una auténtica re-
volución en aquel ambiente, en que ambas yacían casi exánimes, sin apenas
influjo en la vida cotidiana de los frailes.
No parece que consiguiera su objetivo. A lo largo de su mandato los reli-
giosos siguieron llegando a Filipinas demasiado jóvenes y con una formación
deficiente21; y una vez llegados a Filipinas se los dispersaba por las parro-
quias, donde muy pronto absorbían un estilo de vida más propio de la espi-
ritualidad individualista y sacerdotal del momento que del espíritu ascético
y comunitario de la regla y constituciones. En ese aspecto su provincialato
fue uno más. No trajo consigo novedades substanciales y mucho menos su-
puso una ruptura con el pasado. Se ajustó más a las usanzas de las décadas
anteriores que a las exigencias de la Regla y constituciones. Sus circulares,
visitas, cartas y conversaciones hablaban de recuperar algunos valores es-
pirituales inseparables de la vida religiosa, como la obediencia, la formación
académica, la oración, el silencio, la pobreza, el celo apostólico …, pero sin
llegar a urgirlos de un modo sistemático. Con todo, sus recomendaciones no
cayeron en terreno pedregoso y los sacrificios que se impuso para visitar a
todos sus súbditos no dejaron de conseguir frutos. Sólo los misioneros de las
Islas Marianas y algunos de Palawan se vieron privados de su visita.
Consideraba la visita como uno de sus principales obligaciones. De ahí
que se esmerara en realizarla con detención. Al finalizarla manifestó al co-

19
M. Bernad, Carta a Andrés Ferrero, Dumaguete, 1 julio 1896: Am, leg. 56, n. 3.
20
Circular a los religiosos, Manila, 30 abril 1891: Am, 8, n. 4; cf. Lizarraga, «Mariano
Bernad…», 441.
21
Llegaron a Filipinas cuatro expediciones con un total de 54 religiosos: 7 hermanos
laicos y 47 clérigos, de los cuales 35 no habían recibido el presbiterado: Sádaba, 681-701.

87
436 Ángel Martínez Cuesta

misario apostólico su satisfacción por haber podido ver «a todos nuestros


misioneros, excepto los de Marianas», de los que le separaba una distancia
infranqueable. Le llenaba de gozo el haber convivido, aunque fuera de pasa-
da, con los misioneros de Mindoro, Calamianes y Palawan, «que son los más
necesitados de que su prelado los vea y anime»22. Salió satisfecho tanto de la
conducta de los religiosos como del estado de los pueblos que administraban.
«En suma, estoy contento y satisfecho del estado en que hoy se encuentra en
general esta nuestra santa y amada provincia de San Nicolás de Tolentino,
pues aunque no puedo negar que he tenido que corregir algunas faltas gra-
ves en ciertos individuos, teniendo en cuenta los muchos que somos ya en
estas islas, apenas debe tenerse en consideración, tanto más cuanto confío
en el Señor que se ha puesto en todo el remedio conveniente. Otras faltas le-
ves, propias de nuestra propia debilidad y flaqueza, las he tratado con cierta
benignidad, ya por las circunstancias, ya también habida consideración a los
trabajos y privaciones que sufren nuestros misioneros, sin dejar por eso de
dar los avisos convenientes que Dios me ha dado a entender»23. Sus suceso-
res reconocieron su esfuerzo. En realidad hubo algún otro ministerio que no
pudo visitar. Lo afirma su secretario en carta dirigida al mismo comisario
apostólico: «Este mal tiempo impidió visitar a Balábac, Inagauan y Bacuit
en la Paragua, y Agutaya en Calamianes»24. En una de esas visitas, mientras
costeaba el norte de Negros Oriental, un violento temporal lo arrojó al mar,
donde se debatió entre la vida y la muerte durante más de media hora. Su
supervivencia la atribuyó siempre a una especial protección de san José, de
quien siempre fue devoto y a quien en aquel momento se encomendó con
todas las veras de su corazón.
Puso especial empeño en mejorar la economía y el apostolado de la pro-
vincia. Reorganizó la administración de las obras pías (27 octubre 1892)25, me-
joró la hacienda de Imus y aseguró su propiedad, inscribiéndola en el registro
civil y simulando una venta que garantizara sus derechos ante una hipotética
intervención del estado26; aseguró la propiedad y se interesó por la explota-
ción de la nueva hacienda de Mindoro (1891-92), concedida a la provincia en
septiembre de 188827; reestructuró la procuración provincial, articulándola en
dos secciones (1894)28 y ratificó el traslado de parte del modesto capital de la
provincia a Hong Kong (1893)29, donde ya estaba depositado desde 1888. En el

22
M. Bernad, Carta a I. Narro, 23 junio 1893: Agoar, caja 79, leg. 1 (copia).
23
Ibid.
24
Fabo, Biografía, 18.
25
Libro de definitorios, 1850-95, 311r-324r: Am, libro 14.
26
M. Bernad, Oficio a I. Narro, 25 agosto 1891: Agoar, caja 79, leg. 1; José Manuel
Bengoa, «Las haciendas de Filipinas. 1891-1894»: Bpsn 97 (2007) 357-83.
27
Libro de definitorios, 1850-95, 300v y 302v: Am, libro 14.
28
Libro de definitorios, 1850-95, 325rv y 327r: Am, libro 14.
29
Libro de definitorios, 1850-95, 320r: Am, libro 14.

88
El padre Mariano Bernad y su relación 437

aspecto apostólico es digna de nota su implicación en el ya recordado plan de


misiones de la Isla de Negros, que bien puede considerarse como la última gran
aportación misionera de la provincia a la evangelización de Filipinas durante
el régimen colonial. También se interesó por la ampliación y acomodación de
los colegios españoles a las nuevas necesidades. En abril de 1891 mandó es-
tudiar la posibilidad de enajenar el monasterio de San Millán y «ensanchar el
colegio de Marcilla o tomar otra casa que pudiera encontrarse a poca costa y
en condiciones favorables para el objeto»30. En octubre del mismo año ordenó
ampliar Marcilla para que pudiera acomodar de 140 a 150 frailes y en junio
del año siguiente aprobó los planos y el presupuesto de esa ampliación31.
Otras realizaciones importantes de su trienio fueron la inauguración de la
magnífica iglesia gótica de San Sebastián en Manila (15 agosto 1891), toda ella
de hierro32, y la adquisición de una casa en Madrid para residencia del comisa-
rio apostólico con sus definidores y del vicario de la provincia en España33.

d. Definidor general en Madrid y delegado general en Brasil, 1897-1901

Al término de su mandato Narro le nombró definidor general, pero, sor-


prendentemente, le permitió residir en su curato de Dumaguete34. En 1897
presidió el capítulo provincial en Manila y a renglón seguido regresó a Espa-
ña. Durante dos años vivió en Madrid, en la casa que él mismo había man-
dado adquirir, al lado del comisario apostólico, con el que siempre sintonizó
y a quien sucederá en 1901. Allí transcurrieron los dos años más tranquilos
de su vida. Sus responsabilidades como consejero general eran escasas. Íñi-
go, al igual que su predecesor, estaba acostumbrado a gobernar sin ayuda
de nadie. Sólo en contadas ocasiones acudía al consejo de sus definidores.
Fueron dos años sin prisas ni ajetreos, con tiempo para la lectura, para la
comunidad, la familia y los amigos, para el apostolado del confesonario, y …
para asistir impotente y consternado a la tragedia de su amada provincia,
que él no había sabido prever y mucho menos evitar 35.
Esa tragedia interrumpió bruscamente su sosiego. La prensa y las car-
tas que le llegaban de Manila no dejaban lugar para la esperanza. Cada día

30
Libro de definitorios, 1850-95, 287v: Am, libro 14.
31
Libro de definitorios, 1850-95, 377v: Am, libro 14; José Manuel Bengoa, «El colegio
de Marcilla, 1891-94»: Bpsn 91 (2001) 58; A. Martínez Cuesta, Marcilla. Convento de agus-
tinos recoletos, 1865-2002, Marcilla 2002, 47-48.
32
Crónicas 12, 736-39; R. García, «Iglesia de San Sebastián de Manila»: Bpsn 60 (1970)
243-309.
33
José Manuel Bengoa, «Fortuny 5. Madrid»: Bpsn 94 (2004) 61-122.
34
Íñigo obtuvo de Roma el correspondiente permiso, cf. Rescripto de la Santa Sede
para que el P. Mariano Bernad, nombrado definidor general, pueda residir en Filipinas, 13
marzo 1895: Agoar, caja 5, leg. 2. n. 8.
35
Su correspondencia con Adell refleja confusión, inquietud e incluso alarma, pero
no desesperación.

89
438 Ángel Martínez Cuesta

le parecía más clara la pérdida definitiva de Filipinas. A mediados del año


1898, persuadido de que la orden no tenía ya nada que hacer en aquellas
islas, comenzó a pensar en trasplantarla a otros campos. Como consejero
general quizá debería haber reaccionado antes. Pero, al igual que la inmen-
sa mayoría de los frailes, había desarrollado una relación tan profunda con
Filipinas que le era casi imposible desvincularse de ellas. Sólo el avance
inexorable de la revolución y el consiguiente derrumbe del gobierno espa-
ñol comenzaron a quebrar esos lazos y a ponerle en condiciones de abrir su
mente a otras alternativas. La primera estaba a la mano y todos pensaron
ella. Era Colombia, a donde la provincia ya había enviado 30 religiosos entre
1888 y 1895. Ahora podría absorber muchos más. Ésa fue también la prime-
ra idea de Bernad, que, como más animoso, alentó a Íñigo a aprovecharla
cuanto antes36. A finales de junio, cuando Enrique les participó el deseo del
obispo brasileño de Goiás de acoger un buen grupo de religiosos en su dió-
cesis, Bernad saludó alborozado la noticia y la comentó con Íñigo con ánimo
de trasmitirle su entusiasmo37. Pero por entonces no pensaba aún en invo-
lucrarse personalmente en el plan. Lo consideraba excelente, pero aún no le
pasaba por la mente la idea de participar en él.
En Roma y en Manila corrían otras ideas. Desde el primer momento
el provincial quiso encomendar la empresa americana a religiosos de pres-
tigio, «de mayor representación». Para presidir la expedición de Panamá y
Venezuela lo tuvo fácil, porque pudo contar desde el principio con la magna-
nimidad del padre Adell. Para Brasil pensó en el padre Manuel Simón, que
también había ofrecido incondicionalmente sus servicios. El 10 de octubre
firmó el correspondiente nombramiento38. Pero poco después cambió de pa-
recer, sugiriendo a Íñigo su substitución por el padre Bernad. Íñigo comunicó
al instante la insinuación al interesado, quien, «sin titubear, contestó que po-
día disponer de su persona como tuviera por conveniente; que, a pesar de su
edad y de lo poco que ya podía valer, ese poco estaba siempre a la disposición
del superior y de su amada Recolección, a la que todo se lo debía»39.
En adelante y durante casi tres años Brasil será el horizonte funda-
mental de su vida. A decir verdad, él no viajó al Brasil con la intención de
permanecer mucho tiempo en aquel país. Apenas dejara instalados a los pri-
meros misioneros volvería a Madrid. Pero al contacto con la realidad palpó
la necesidad de prolongar su estancia y allí se quedó hasta que en junio de

36
E. Pérez, Carta a M. Bernad, Roma, 18 julio 1898: supra, VIII. Carta 4.
37
M. Bernad, Carta a E. Pérez, Marcilla, 6 de agosto 1898: infra, VIII. Carta 5.
E. Pérez, Carta a M. Bernad, Roma, 18 julio 1898: infra, VIII. Carta 4.
38
Infra, VI. Nombramientos y circulares 1,585 (237).
39
Décadas 1, 67 escribe: «Puede disponer de mi persona como tenga por conveniente,
que, a pesar de mi edad y de lo poco que ya puedo valer, ese poco está siempre a la disposi-
ción del superior y de mi amada Recolección, a la que todo se lo debo». Más detalles: infra,
VIII. Carta 18. Enrique Pérez había recomendado el recurso a un religioso de alguna edad
en carta a Bernad del 18 julio de 1898: infra. VIII. Carta 4.

90
El padre Mariano Bernad y su relación 439

1901 Roma le llamó para ponerlo al frente de la congregación recoleta con el


fin de conducirla a la normalidad constitucional.
Paso por alto su actuación en Brasil, porque ya se ha expuesto en las
páginas anteriores, y espero que en las siguientes quede todavía más clara.
Sólo quiero añadir que su presencia en Brasil resultó providencial y satisfizo
plenamente las esperanzas que en él se habían colocado. Supo ganarse el
aprecio y el respeto de obispos, sacerdotes y laicos, sin excluir a las autorida-
des. El de sus religiosos lo tenía asegurado. Todo ello le permitió instaurar
un sistema de vida bastante acorde con las normas del provincialato y salir
airoso de no pocas de las dificultades que le planteaban de continuo las dis-
tancias, las costumbres brasileñas y los hábitos de sus mismos religiosos.
Con todo, no pudo evitar que algunos retrocedieran ante las dificultades y
otros, al no encontrar lo que buscaban, abandonaran el campo y regresaran
a España. La actuación de los religiosos en el estado de Espíritu Santo tam-
bién se le escapó de las manos, al menos en parte. Los religiosos se movieron
con gran autonomía y él tuvo que limitarse con excesiva frecuencia a rati-
ficar decisiones adoptadas a sus espaldas. Manuel Simón, Agustín Martell,
Juan López e incluso Eugenio Sola y Mariano Pena se comprometieron con el
obispo y se instalaron en sus curatos sin esperar su venia. También encontró
dificultades casi insalvables para agrupar a los religiosos en núcleos pluri-
personales y echar a andar las residencias.

f. Comisario general apostólico, 1901-1908

Desde hacía ya algún tiempo se venía hablando de la conveniencia de


un relevo en el gobierno de la congregación recoleta. El tema estaba sobre el
tapete, al menos, desde septiembre de 1900, en que el procurador general de
la congregación expuso a la Santa Sede la necesidad de cambiar profunda-
mente su régimen y disciplina40. En los meses siguientes hubo intercambio
de comunicaciones entre las autoridades de la orden, la santa sede y el nun-
cio en Madrid, a quien se pidió un informe sobre la exposición del procurador
recoleto41. Antes de que llegara su respuesta42, Enrique dio un paso más. El
15 de marzo escribió a Íñigo, diciéndole con claridad que su renuncia redun-
daría en bien de la congregación43. Íñigo acogió la insinuación y a renglón
seguido, y como si ya estuviera esperando esa sugerencia, contestó rogándole
que redactara él mismo las preces. A mediados de abril ya obraba en Roma
su renuncia oficial. Era doble. En la primera, dirigida a Rampolla, tras apo-
yar su decisión en el «estado quebrantado de mi salud y los achaques fre-

40
E. Pérez, Cartas-informes a la congregación de Obispos y Regulares, Roma, 6 y 28
septiembre 1900: Asv, Arch. Nunz. de Madrid, caja 667.
41
Roma, 13 diciembre 1900: Asv, Arch. Nunz. de Madrid, caja 667.
42
Está firmada en Madrid el 27 de marzo de 1901: Asv, Arch. Nunz. de Madrid, caja
667.
43
Rampolla, 153.

91
440 Ángel Martínez Cuesta

cuentes que me molestan a resultas de la grave enfermedad que padecí hace


algunos años», añadía que la tomaba «con toda espontaneidad y con verda-
dera alegría de mi alma, persuadido de que con él[la], al mismo tiempo que
busco la tranquilidad de mi espíritu, procuro, en la manera mejor que puedo,
el mayor bien de la corporación». Terminaba recomendando como sucesor al
padre Bernad, a quien convendría conferir el título de vicario general44. En
la segunda, redactada en latín, se limitaba a aducir las razones de salud que
avalaban su renuncia. El expediente siguió los trámites de rigor hasta el 3 de
junio, en que el papa aceptó definitivamente la renuncia y le dio un sucesor
en la persona del padre Mariano.
El 17 de junio Rampolla telegrafiaba al internuncio en Brasil para que
se pusiera en comunicación con Bernad y le comunicara su nombramiento,
así como el deseo de la Santa Sede de que antes de tomar posesión de su ofi-
cio pasara por Roma. El 19 el nuncio comunicaba la noticia a Bernad y al día
siguiente ya podía telegrafiar a Roma la aceptación de Bernad y anunciar su
próximo viaje a Roma45.
Todas estas gestiones se hicieron a espaldas del padre Bernad y al pare-
cer le cogieron por sorpresa. Con todo a comienzos de año ya podía haber sos-
pechado que algo bullía en las altas esferas. En los primeros días de febrero
le llegó una carta de Enrique Pérez en la que se leía entre líneas el deseo de
reemplazar al comisario e incluso se sugería el nombre de su substituto: «Veo
a nuestro padre muy acobardado y abatido, lo que no es de extrañar, pues
el pobre tiene cada día muchos y serios disgustos, pero me parece que está
bastante cohibido y aun dominado por la cuestión de intereses y tener que
depender para la vida de otro»46. Pero, al parecer, Bernad no se percató del
alcance de las cartas de Enrique hasta mediados de abril cuando le llegaron,
casi a la vez, dos cartas de éste, del 16 y 18 de marzo, y otra de las mismas
fechas de Eduardo Melero y Florentino Sáinz. Las tres eran ya plenamente
explícitas.
«De la Sagrada Congregación», escribía en la primera el padre Enri-
que, «han pedido informes al nuncio de Madrid y se están esperando estos
informes para tomar alguna resolución importante. No sé en qué consistirá
esta resolución, pero por preguntas y palabras del cardenal protector y del
cardenal Gotti, prefecto de la congregación, no será extraño que se piense
en un cambio de personal en el gobierno de la corporación. Para este caso
entiendo que sería muy conveniente que V.R. se hallase en España y por lo
mismo convendría que fuese dejando las cosas de ahí arregladas y que fuese
disponiendo al que haya de quedarse al frente de los religiosos para que
cuando llegue el momento pueda ponerse en camino sin dilación. Considero
la venida de V.R. a España del todo necesaria.

44
I. Narro, Carta a M. Rampolla, 10 abril 1901: Rampolla, 152-54.
45
Rampolla, 336-37.
46
E. Pérez, Carta a M. Bernad, Roma, 21 enero 1901: infra. VIII. Carta 450.

92
El padre Mariano Bernad y su relación 441

Nuestro padre Íñigo, el pobre, está sufriendo mucho y se encuentra sin


fuerzas y sin prestigio para gobernar. No tiene a su lado persona capaz que
le ayude y que ejerza sobre él alguna influencia. Por otra parte, dados sus
achaques (ya tuvo no hace mucho una hemorragia nasal abundante), puede
el día menos pensado sobrevenir una desgracia y es necesario que para lo
que pueda suceder se encuentre V.R. a su lado. Lo exige el bien de la orden
y a esto debemos sacrificar todo.
Los definidores que tiene a su lado son el padre Eustaquio, moribundo;
el padre Florentino y el padre Martín, que poco o nada pueden hacer; y
temo que si (lo que Dios no permita) sobreviniese alguna desgracia sin es-
tar V.R. en Madrid, sería la mayor calamidad que nos podía suceder»47.
Su primera reacción fue de incredulidad, estupor y confusión. «Confu-
sión que aún dura y durará hasta que Dios quiera, motivo por el cual no he
contestado antes, según esperas y según me pides. ¡Dios os perdone! Pero yo
no sé qué decirte ni mi cabeza está serena para expresarme como se espera
de mí en estas circunstancias. Amigo, habéis conspirado contra este pobre
viejo impunemente y a espaldas, como suele decirse». Convendría deshacer
lo hecho, porque de otro modo llegará el día en que tendréis que deplorarlo.
No habéis reparado ni en su edad ni en su falta de condiciones. Él no llega
ni a descalzar a Íñigo. Por tanto, si éste no ha podido con la carga, menos lo
podrá él, «y más en estas circunstancias tan especiales y tan críticas por que
está pasando nuestra afligida y pobre Recolección»48.
Quizá no falte en estas palabras un poco de retórica, de la que Bernad
suele hacer uso en ocasiones semejantes y de las que se encuentran no
pocas muestras en la Relación que se transcribe a continuación. Cuesta
ver en ellas la expresión de auténticos sentimientos de humildad o impo-
tencia. Suenan, más bien, a fórmulas estereotipadas, como a una captatio
benevolentiæ, más o menos consciente, del lector. No creo que sus dudas
fueran tan profundas. Era hombre de gobierno, acostumbrado a asumir
responsabilidades y a afrontar situaciones delicadas. Nunca había escu-
rrido el bulto y tampoco ahora lo haría. Entre los frailes su nombramiento
no causó sorpresa y, en general, fue acogido con esperanza. Los más reco-
nocían su temple y apreciaban su experiencia y su amor a la orden y a sus
tradiciones.
Tras la obligada visita a Roma, donde recibió instrucciones de la curia,
especialmente de la congregación de Obispos y Regulares, llegó a Madrid y

47
E. Pérez, Carta a M. Bernad, Roma, 16 marzo 1901: infra, VIII. Carta 480. Tres
días más tarde añadía: «Ha sido necesario que alguno intervenga, al menos para empujar.
Este impulso, a pesar de haber sido fuerte, no es suficiente para “mover”, y el carro sigue
parado. […] Estoy persuadido de que nuestro padre, tan abatido y con tantos disgustos, no
se mueve ni puede ya dar dirección a la cosa para que cambie bien. Por esta razón le repi-
to lo que le dije en la del 16: que vaya arreglando las cosas para volver pronto a España,
donde su presencia es indispensable»: infra. Carta 484.
48
Infra. Carta 498. Expresiones similares empleó el 7 de mayo en carta al p. Íñigo:
infra. Carta 503.

93
442 Ángel Martínez Cuesta

tomó posesión de su cargo el 12 de octubre de 1901. La Recolección seguía


en plena crisis, pero él era hombre esforzado. Además, pudo contar con la
colaboración de consejeros permanentes y con una experiencia de vida que
les hacía especialmente aptos para representar a las diversas regiones e
intereses de la comunidad. Francisco Ayarra acababa de ser provincial de
Filipinas; Santiago Matute, de Colombia; Patricio Adell había dado pruebas
de abnegación, amor a la orden y celo de las almas en Venezuela, Panamá y
Trinidad; y Florentino Sáinz, querido y respetado por todos, había sido rec-
tor de las tres casas de formación de la orden y había colaborado con los dos
comisarios anteriores.
El gobierno personal, voluntarista y precario de Íñigo dio paso a otro
que actuó con un programa más definido y contó con más medios, sobre todo
humanos, para desarrollarlo. Bernad compartía con su antecesor una con-
ciencia vivísima de los males de la orden así como de sus causas y de «las
dificultades sin cuento» que le habrían de salir al paso en el cumplimiento de
su misión. Pero era más animoso, creía que esos males no eran irreversibles
y estaba dispuesto hasta «derramar mi sangre, dar mi propia vida» para que
«nuestra queridísima Recolección» recuperara el florecimiento que alcanzó
en otros tiempos. La regeneración era posible y un día la comunidad recobra-
ría la salud, «fundada en la caridad y en la fiel observancia de lo que profe-
samos», aun cuando para lograrla fuera necesario acudir «al escalpelo y aun
al bisturí para cortar las partes inficionadas». En vez de perder el tiempo en
lamentaciones, urgía afrontar inmediatamente la situación. La causa princi-
pal de nuestros males, escribía en su primera circular, firmada el mismo día
de su toma de posesión, está dentro de nosotros. Es la indisciplina y el indi-
vidualismo que nos lleva a la desunión y a la ingratitud. Algunos incluso han
llegado a la insubordinación y a la traición, hasta abandonar «el hábito que
un día pidieron con insistencia y vistieron con gran júbilo». Pero el remedio
está a nuestro alcance: reconocer nuestras culpas, humillarnos ante el Señor,
pedirle perdón y encaminarnos con decisión y constancia por las sendas de
la disciplina, de la caridad y de la unión fraterna. Dios es misericordioso y
nos quiere salvar.
«Es necesario que nos desengañemos: muchos, la mayor parte de los
males que nos afligen debemos atribuirlos a que nos hemos desviado de las
sendas de la abnegación y de la fiel observancia. […] Que desaparezcan por
completo de entre nosotros esa falta de paz interior y exterior, esa falta de
caridad fraterna, esa falta de unión que nos destruye y esa maldita inclina-
ción a la rebeldía y a la independencia individual, males todos que minan
por la base el edificio religioso. […] Manos a la obra hermosa de nuestra re-
ligiosa regeneración; fuera desmayos y cobardías y oigamos la voz del Señor
misericordioso que nos llama porque nos quiere salvar»49.

49
«Circular anunciando el nombramiento de comisario apostólico y su programa de
gobierno», Madrid, 12 octubre 1901: Lizarraga, «Mariano Bernad…», 474-77.

94
El padre Mariano Bernad y su relación 443

En diciembre constituyó el definitorio general, un cuerpo hasta enton-


ces sin peso en la dirección de la congregación y que sólo de tarde en tarde se
había reunido, y dio comienzo al examen sistemático de sus necesidades. De
esas reuniones salieron pronto instrucciones para los colegios de España50 y
normas precisas y diferenciadas para los ministerios españoles51 y america-
nos, que subdividió en dos apartados. Para los ministerios de la provincia de
la Candelaria, que ya tenían alguna consistencia y no necesitaban interven-
ciones especiales, compuso un reglamento52; y para las nuevas residencias de
Panamá, Venezuela y Brasil, otro53.
Éste último fue el más importante, ya que aspiraba a encauzar unos
ministerios nacientes y con futuro, y a acomodar la vida de sus ministros
a las exigencias de la vocación agustiniana. Comenzaba con una declara-
ción inequívoca: «Nuestra misión en América no debe tener por objeto ad-
ministrar parroquias, sino que su primer y principal objeto deben ser las
misiones propiamente dichas y ayudar a los señores obispos y a los demás
eclesiásticos en la predicación de la palabra divina, en la administración
de los sacramentos, asistencia a los enfermos y demás funciones del culto
divino». En consecuencia, mandaba cerrar las casas que no pudieran soste-
ner tres religiosos, abolía el peculio personal, imponía la oración en común
y recomendaba la substitución de las parroquias por residencias propias,
en las que se debía establecer «una escuela de niños para la enseñanza del
catecismo y primeras letras», etc.
A la vez puso sumo cuidado en la elección de los nuevos superiores,
tanto de las provincias como de las vicarías y casas. Menciono sólo los nom-
bramientos de Víctor Ruiz para provincial de San Nicolás y Pedro Corro
para rector de Marcilla. El primero debería fijar su sede en España, desde
donde podría seguir mejor la marcha de la provincia. A continuación dictó
otras providencias que poco a poco devolvieron la serenidad a la orden y la
prepararon para el desarrollo que no tardaría en experimentar. Los 396 re-
ligiosos con que contaba en 1902 subieron a 459 en 1912, a pesar de que, al
seguir cerrado el noviciado durante dos años más, entre 1902 y 1906 había
continuado el declive. En esos años la comunidad perdió 13 unidades.
Se preocupó también de mejorar la convivencia fraterna y de elevar
el nivel cultural de los religiosos. El primer objetivo le movió a acelerar
la secularización de los religiosos que la solicitaban, a expulsar a cuatro
50
Mandatos para los colegios de España, 27 enero 1902: Agoar, caja 46, leg. 2.
51
Reglas para las casas-residencias de España, abril 1902: Agoar, caja 46, leg. 2.
52
Reglamento para los misioneros de La Candelaria, abril 1902: Agoar, caja 46,
leg. 2.
53
Reglamento para el buen gobierno y régimen de nuestras casas-residencias de mi-
sioneros de nuestra provincia de San Nicolás de Tolentino en Venezuela, Panamá y Brasil,
27 mayo 1902, Madrid 1902: Agoar, caja 46, leg. 2; también: Décadas 1, 92-99.

95
444 Ángel Martínez Cuesta

incorregibles54, a visitar detenidamente las comunidades de la península55


y a comunicarse con los religiosos por medio de cartas circulares y una
copiosa correspondencia particular. Entre sus circulares sobresale la de-
dicada a la obediencia (19 mayo 1903). En ella clarificó el alcance del voto
de obediencia, de significación muy superior al tradicional juramento de
pasar a Filipinas, poniendo así fin a una cuestión que incomprensiblemen-
te seguía siendo fuente de conflictos en la comunidad, ya que socavaba
los cimientos de la vida común y enervaba la capacidad de acción de los
superiores. En ella hacía saber a los religiosos que estaban obligados en
virtud del voto de obediencia a aceptar el destino que les asignaran los
superiores: «Debemos ir a cualquier parte del mundo donde la religión
tenga conventos o lo que ha dado en llamarse hoy día residencias […] Y no
sólo debemos ir a los conventos fundados; debemos así mismo ir a las nue-
vas fundaciones, como se deduce de la obligación que imponen nuestras
constituciones a los provinciales en el capítulo 15º, n. 11 de la 3ª parte»56.
En cuatro años los abusos más graves habían desaparecido, la disciplina
había mejorado sensiblemente y la serenidad había vuelto a los colegios.
Así lo afirmaba él mismo al dar cuenta a Rampolla de su visita a las co-
munidades españolas:
«Terminada esta visita de las casas de España, me es muy grato poder
manifestar a Vuestra Eminencia que he vuelto de ella altamente satisfecho
del comportamiento de los religiosos, habiendo sido recibido en todas partes
con aquella sumisión y acatamiento que requieren estos casos. Así que se
ha podido practicar la visita sin dificultad de ningún género, con toda paz
y tranquilidad, de modo que se ha guardado cuanto mandan nuestras leyes
ad pedem litteræ.
Tengo, pues, la satisfacción de poder participar a Vuestra Eminencia
que, en general, he encontrado en todos los puntos visitados observancia,
paz y tranquilidad; que de algún tiempo a esta parte ha mejorado el es-
píritu religioso, habiendo desaparecido aquella especie de insubordinación
que antes se notaba. No quiero decir con esto que no haya faltas propias de
hombres, propias de la condición humana, y miserias dignas de corrección,

54
Fueron expulsados el 11 agosto 1902: Copiador del generalato 1, 21-22. Noticias
sueltas sobre todos ellos en Agoar, Registro y cajas 35 y 52-54.
55
Hizo la visita en dos etapas. En la primera, anunciada oficialmente el 30 mayo
1904, siguió el siguiente itinerario: Monteagudo (1 julio 1904), San Millán (4 agosto 1904),
Marcilla (4-16 agosto 1904), Puente la Reina (16-21 agosto 1904) y Sos del Rey Católico.
Luego pasó por Marcilla, Zaragoza, Calanda y Sigüenza, regresando a Madrid el 8 de octu-
bre, cf. M. Bernad, Cartas a E. Pérez, 11 y 30 julio; 1, 10, 14 y 27 agosto; 25 septiembre; 6 y
13 octubre 1904. La segunda etapa la comenzó el 28 de noviembre en que salió de Madrid
rumbo a Málaga con seis recoletas de la Encarnación que iban a reforzar el convento de
aquella ciudad. El 4 de diciembre visitó Motril, desde donde continuó a Granada y Lucena
(1-5 febrero 1905), volviendo a Madrid en la madrugada del 6 de febrero, cf. M. Bernad,
Cartas a E. Pérez, 27 noviembre; 12 diciembre 1904; 2 y 15 enero y 6 febrero 1905: Agoar,
caja 65, legs. 11 y 12.
56
Agoar, caja 46, leg. 2; Copiador del generalato 1, 35-37.

96
El padre Mariano Bernad y su relación 445

como se ha hecho en todas las casas al final de la respectiva visita en los


capítulos de culpis, reprendiendo públicamente los defectos manifiestos y
privadamente los ocultos.
Faltas graves, por la misericordia de Dios, no las he encontrado, ni mu-
cho menos faltas de consecuencias que pudieran tener alguna importancia,
lo que no deja de ser un consuelo muy grande para un superior, máxime en
las circunstancias actuales en que viven las órdenes religiosas, tan calum-
niadas y perseguidas del infierno y sus secuaces. Esta buena disposición de
los religiosos hace concebir esperanzas fundadas de que, trabajando todos
por el bien común y por el mayor lustre de la orden, han de venir días mejo-
res para la misma, venciendo dificultades de tiempos pasados»57.

Dos años más tarde estampa los mismos conceptos en una carta más
familiar y, por lo tanto, también más sincera: «Hiciste muy bien en responder
cumplidamente a las preguntas del cardenal protector sobre la observancia.
Ésta, gracias a Dios, hoy por hoy ha ganado mucho terreno y anda mejor que
en tiempos pasados, como es notorio a todo el mundo. Ciertamente que aún
quedan ciertos resabios, difíciles de cortar de raíz después de costumbres
tan inveteradas, pero poco a poco, con la ayuda de Dios, se irán enmendando.
¿Dónde iremos que no encontremos faltas? Donde haya hombres siempre
veremos miserias»58.
Respecto al segundo objetivo recuerdo sólo dos intervenciones. En sep-
tiembre de 1902 permitió a algunos jóvenes estudiar «las asignaturas pro-
pias del bachillerato, matriculándolos en centros oficiales de enseñanza, a
fin de que puedan después obtener los correspondientes títulos que los habi-
liten para lo que haya lugar en su día o convenga a nuestra amada provincia
de San Nicolás de Tolentino»59. Al año siguiente consiguió, no sin alguna
dificultad, que la Santa Sede derogara una norma constitucional que desde
1664 prohibía el acceso de los recoletos a las universidades y la obtención
de grados académicos. Ese mismo año se matriculaban en las universidades
romanas los dos primeros recoletos: Eugenio Cantera y Juan Manrique.
Otras medidas importantes fueron la apertura en 1904 del colegio prepa-
ratorio en San Millán de la Cogolla60 y del noviciado en Sos del Rey Católico,
trasladado a principios de 1906 a Monteagudo61; la reanudación de las expedi-
57
M. Bernad, Carta a M. Rampolla, 14 marzo 1905: Rampolla, 176-80. Fabo, Biogra-
fía, 64-66, sufre un error al fechar esta carta en 1908.
58
M. Bernad, Carta a E. Pérez, Madrid, 31 mayo 1907: Agoar, 65, n. 14.
59
M. Bernad, Carta a V. Ruiz, Madrid, 30 septiembre 1902: Copiador del generalato
1, 25-26.
60
Tuvo lugar el 16 de abril 1904 con una matrícula de 53 alumnos: Víctor Hermosi-
lla, Monasterio de San Millán de la Cogolla. Un siglo de historia agustiniana, 1878-1978,
Madrid 1982, 206-10; Fabo, Biografía, 80.
61
La persistente clausura del noviciado había sido una de sus grandes preocupacio-
nes. Desde el Brasil había clamado por su apertura. Ahora trató de acelerar los trámites,
pero aún tardó casi tres años en realizar sus deseos. El 27 de noviembre 1903 nombró
maestro de novicios al padre Antonio Muro, quien unos días más tarde llegó a Sos con dos

97
446 Ángel Martínez Cuesta

ciones a Filipinas en 1906, el ingreso en Shanghai (1907), con lo que comenzó


a materializarse el deseo tan largamente acariciado por la orden de poner pie
en China; la erección de la provincia de la Virgen del Pilar en octubre de 1907,
rebautizada dos años más tarde con el nombre de Santo Tomás de Villanueva,
y la celebración en julio de 1908 del capítulo general de San Millán de la Co-
golla. Tras 79 años la congregación volvía a reunirse en capítulo y ponía fin a
una época anómala de su historia. En él tornó a ser gobernada por un vicario
general, libremente elegido y dotado únicamente de las facultades constitucio-
nales y tomó nota del cambio operado en su espiritualidad, declarando solem-
nemente que su fin actual era «la vida apostólica en todas sus manifestacio-
nes, cuales son la enseñanza, y, sobre todo, las misiones»62.
El capítulo puso fin a un periodo de experimentación, a una fase de des-
bordante vitalidad, e inauguró otra en que se impondría la reflexión y se daría
curso libre a una serie de medidas que en pocos años conducirán a la orden a
la reconstitución de su antiguo régimen de gobierno (1908), a su autonomía
administrativa (1912), a la actualización de sus leyes (1912), a la reanudación
de los capítulos provinciales (1911-13) y, sobre todo a una reformulación más
realista de su carisma y de su función en la Iglesia y en la sociedad con la
recuperación de rasgos fundamentales de su fisonomía espiritual que en el
siglo xix habían caído en el olvido. La orden salió de él con el firme propósito
de intensificar su carácter agustiniano y recoleto, fomentando las devociones
y asociaciones propias de la orden; de mejorar los estudios de sus religiosos, de
reanudar su tradición misional y de reasumir, aunque de modo diverso, la vida
que el correr de los tiempos y, sobre todo, la malquerencia de los gobiernos de
España y Colombia habían interrumpido bruscamente; y de tramitar la plena
autonomía de la congregación apenas se le presentase una ocasión propicia63.
En 1905 puso en marcha el proceso de revisión de las constituciones,
que era una necesidad apremiante de la congregación. El trabajo recayó fun-
damentalmente sobre los hombros del padre Enrique Pérez y culminó en
1912 con la publicación de un nuevo texto constitucional64.

postulantes. Finalmente, a petición de Muro, Bernad erigió oficialmente el noviciado el día


30 de diciembre. Pero todavía habría que esperar cuatro meses para que los dos primeros
aspirantes pudieran vestir el hábito recoleto.
62
Determinación 28: «Declara y determina el presente capítulo que el fin actual de
nuestra congregación es la vida apostólica en todas sus manifestaciones, cuales son la
enseñanza y, sobre todo, las misiones; y a dicho fin ha de dirigir sus esfuerzos, empleando
para ello todos los recursos de que pueda disponer»: «Determinaciones del capítulo general
de la congregación de agustinos recoletos … de 1908»: ActaOar 5 (1958-59) 56-66; la cita
en p. 66.
63
Sobre este acontecimiento puede consultarse Pedro Corro, El capítulo general de
los PP. Agustinos recoletos celebrado en julio de 1908, Madrid 1908, 92 pp.; José Javier
Lizarraga, «El capítulo general de 1908 y el padre Enrique Pérez»: Recollectio 6 (1983)
101-39; J. M. Bengoa, «En Yuso hace cien años. El capítulo general de 1908»: Bpsn (2008)
167-209.
64
José J. Lizarraga, El padre Enrique Pérez, último vicario y primer prior general de
la orden de agustinos recoletos, Roma 1989, 399-429; A. Martínez Cuesta, «Constituciones

98
El padre Mariano Bernad y su relación 447

También dedicó tiempo y paciencia a la defensa de los intereses de la


provincia filipina, a la que la Santa Sede exigía la entrega del tercio del pro-
ducto de la venta de sus haciendas. Una de sus primeras intervenciones fue
una carta bastante puntillosa al cardenal Merry del Val. A más de exponer
la imposibilidad de cumplir algunas de sus indicaciones, explicaba algunos
puntos esenciales de la cuestión que, en su opinión, la Santa Sede no tenía
claros. Las haciendas eran propiedad exclusiva de la orden, porque, además
de haberlas adquirido con su dinero, había invertido gruesas cantidades en
su mejora; la validez jurídica de sus títulos de propiedad era indiscutible; y
sus beneficios se destinaban a cubrir necesidades imprescindibles.
«Sobre la parte que las iglesias y misiones pudieran tener en las hacien-
das de los religiosos, como estoy muy enterado en este asunto, puedo afirmar
y afirmo que nada absolutamente tienen que ver las iglesias y misiones
con lo que fue hacienda nuestra, pues ésta se compró y llevó al adelanto y
progreso en que se encontraba al estallar la insurrección con las economías
y privaciones de muchos años y con la constante y ruda labor de nuestros
religiosos hermanos legos exclusivamente, bajo la inspección e inteligencia
de nuestros administradores. Al comprarla y poseerla se tuvo en cuenta, y
fue principal objeto, el que con sus réditos y ganancias se pudiera mirar por
la subsistencia de nuestros colegios y noviciado, y subvenir además a los
ingentes gastos originados por los viajes de los misioneros, para todo lo que
en nada se han invertido ni con nada han contribuido nunca las iglesias ni
misiones con sus fondos, que siempre se han reservado para el sostenimien-
to del culto; fondos que, aunque eran administrados por los párrocos o misio-
neros, estaban y están bajo la absoluta dependencia y bajo la vigilancia de
los prelados diocesanos, a quienes se daba cuenta en visita…»65.

Estas medidas dan idea del aporte substancial de Bernad a la normali-


zación de la congregación, por más que no en todas su participación tuviera
el mismo calado. En algunas –apertura del colegio preparatorio, reanuda-
ción de las misiones a Filipinas y fundación de Shanghai– el impulso de-
cisivo vino del provincial de San Nicolás y en otras, si se ha de dar crédito
al testimonio tardío y algo sospechoso de Enrique Pérez66, incluso habría
actuado más bien de freno. No creo, sin embargo, que se le pueda discutir un
influjo más que notable en el conjunto de la obra. Por desgracia, en ocasiones
pecó de personalismo. Su obstinación y el recurso a las amplias facultades
pontificias hirieron la susceptibilidad de otros religiosos y aumentaron la
tensión comunitaria. Las divergencias estallaron con motivo de la creación

e identidad carismática»: Recollectio 27-28 (2004-05) 30-33.


65
M. Bernad, Carta al card. Merry del Val, 27 noviembre 1903: Copiador del genera-
lato 1, 52-55. Fabo, Biografía, 62-63, publica este apartado con cambios y omisiones. Sobre
la cuestión: Lizarraga, El padre Enrique Pérez, 255-67.
66
En Apuntes y memorias. I (1897-1808), 65, afirma que sólo «constreñido» por el
rescripto de la congregación de Obispos y Regulares del 31 de agosto de 1907 se preocupó
de fundar la provincia del Pilar, tan deseada por la orden entera y prevista ya en 1901, y
que aun entonces lo hizo de mala gana: Agoar, caja 154.

99
448 Ángel Martínez Cuesta

de la provincia del Pilar (1907), injustamente impugnada en pleno capítulo


general por el padre Fernando Mayandía, y se agravaron durante el genera-
lato de su sucesor. Salpicaron también al capítulo general de 1914, donde, sin
embargo, la discreción del padre Minguella logró contenerlas.

g. Retiro y muerte en Motril, 1908-14

Al final de su mandato Bernad pudo elegir lugar de residencia e incluso


a un religioso que le acompañara y estuviera a su servicio67. En un primer
momento pensó en quedarse en Madrid, en la casa general. Pero cambió de
opinión apenas se percató de que esa opción no era del agrado del nuevo vi-
cario general68. A finales de 1908 se trasladó a Motril, donde residiría hasta
el fin de sus días. Se ha escrito que eligió esa residencia por pertenecer a la
provincia que él había fundado. Desde luego en ella se sentiría más a gusto
que en la de San Nicolás, gobernada por frailes de otras ideas y con los que
había tenido serios enfrentamientos a raíz de la creación de la provincia del
Pilar69. También debió de influir en su decisión la benignidad del clima de
Motril.
En la ciudad andaluza vivió los siete años que le quedaban ocupado en
la atención al culto de la iglesia conventual y en el servicio a las comunida-
des religiosas femeninas de la ciudad. Durante bastante tiempo fue confesor
ordinario de las agustinas recoletas de clausura y de las dominicas de la
enseñanza. Una parte importante de su tiempo la dedicaba a la huerta de la
comunidad. En ella pasaba todos los días, hasta las mismas vísperas de su
muerte, horas enteras. También tuvo tiempo para poner en orden algunos
recuerdos de su vida y seguir la marcha de la orden. En mayo de 1914, sin
tener en cuenta el consejo del general70, viajó hasta Marcilla para participar
en el capítulo general. Su presencia no pasó desapercibida. Dos años antes
había presidido en Berlanga de Duero el capítulo de la provincia en que resi-
67
Regula et Constitutiones Fratrum Discalceatorum Ordinis Eremitarum Sancti Pa-
tris Nostri Augustini Congregationis Hispaniæ et Indiarum, Zaragoza 1745, 148.
68
M. Bernad, Carta a E. Pérez, Zaragoza, 14 octubre 1908: «En el caso presente, por
más que yo tenga mi criterio distinto que el tuyo, basta que tú juzgues conveniente el que
yo me aleje de tu compañía y salga de Madrid, cuenta con que así lo haré en cuanto vuelva,
aunque para ello se me coarte la libertad. Si no lo he hecho antes, ha sido porque no veía
en ello prisa ninguna y porque así me lo han pedido personas muy buenas»: Agoar, caja
40, leg. 1.
69
En carta del 20 octubre de 1908 declaraba en carta al p. Enrique su poca sintonía
con Tomás Roldán, Fernando Mayandía o Fidel de Blas: Agoar, caja 40, leg. 1; también sus
Apuntes curiosos: Recollectio 10 (1987) 333-55.
70
M. Bernad, Carta a E. Pérez, Zaragoza, 13 mayo 1914: «No puedo menos de agra-
decerte el consejo que me das para mi mayor bien y tranquilidad, no asistiendo al capítulo
para no presenciar cosas desagradables. Ninguna gana tenía, ni tengo de asistir, pero con
lo dicho de la carta y con otras cosas fáciles de adivinar, me he ido animando, aunque no
resuelto definitivamente, porque saldré de aquí, sí, mas con intención de quedarme en
cualquier parte, sin seguir adelante, si veo que no conviene. Pienso llegar a Madrid sobre
el 19 o 20. Ya lo sabes, pues, por si algo te ocurre»: Agoar, caja 40, leg. 1.

100
El padre Mariano Bernad y su relación 449

día. En 1915, cuando sólo le quedaban cuatro semanas de vida, todavía tuvo
ánimos para asistir a su segundo capítulo provincial, celebrado en Monachil
del 23 al 27 de abril.
Desde su observatorio motrileño acompañaba preocupado la marcha
de la orden, que veía lacerada por divisiones que achacaba a la impunidad
de que habían gozado algunos religiosos indignos: «Tiempo hace que estoy
viendo cómo se han venido levantando nubarrones en el cielo de nuestra
Recolección, que pueden traer días amargos y tristes, y como yo no lo podía
remediar, me he limitado a pedir a Dios todos los días que tenga compasión
de nosotros. Nunca, en mi ya larga vida, he visto tan honda división en nues-
tra orden, y eso me entristece, y más cuando pienso que no se hubiera llega-
do a tal extremo si no se hubiese dado lugar a que elementos conocidos de
antemano no se hubieran introducido en nuestros asuntos»71. A principios de
1914 saludó con entusiasmo el traslado de la curia a un casa propia, situada
en la calle Príncipe de Vergara72. El piso de la calle Juan Bravo, n. 2, nunca
le había entusiasmado. Pero es probable que esa adquisición no llenase sus
aspiraciones. Hacía tres meses que había hablado de trasladar la curia a
Roma:
«Asunto nuevo e importantísimo entre nosotros los recoletos: Habién-
donos favorecido el Santo Padre con esa gracia tan singular para nuestra
amantísima Recolección de tener prior general propio […], ¿no es hora de
pensar ya en determinar que la curia generalicia, con el general a la cabe-
za, tenga su residencia en Roma? A mi parecer, creo que por muchas razo-
nes conviene mucho para la orden que resida en Roma, cerca de la Santa
Sede»73.

En este tiempo compuso unos Apuntes de historia contemporánea de la


orden y unas Advertencias sobre las Constituciones. El manuscrito del pri-
mer título carece de lugar y fecha. Lizarraga coloca su redacción «entre agos-
to de 1908 y el 10 de junio de 1909». El segundo está firmado en noviembre
de 1913. Probablemente también data de estos años la redacción definitiva
de la Relación sobre las fundaciones brasileñas.
El hecho más notable de su estancia en Motril quizá fuera la celebra-
ción de las bodas de oro de su ordenación sacerdotal el día 27 de diciembre de
1911. La comunidad organizó en su honor una gran fiesta a la que asistieron
71
M. Bernad, Carta a E. Pérez, Motril, 13 mayo 1914: Agoar, caja 40, leg. 1.
72
M. Bernad, Carta a E. Pérez, Motril, 3 de febrero 1914: «Bien os vendrá ese dinero
para las necesidades de la nueva casa que, según me decías, habéis comprado en la calle
Príncipe de Vergara, que no serán pocas para dejarla arreglada a nuestro modo de ser»; y
19 febrero 1914: «por el B.L.M. que te dignaste enviarme me enteré con la mayor satisfac-
ción de que os habíais trasladado de casa, viviendo por lo tanto en casa propia e indepen-
diente. Mucho me alegro de ello y me complazco en daros la enhorabuena más cumplida.
Creo que tendréis más paz y estaréis más tranquilos»: Agoar, caja 40, leg. 1.
73
Apuntes, advertencias y notas tomadas por el que escribe sobre varios puntos de las
nuevas constituciones…, Motril, 13 de noviembre de 1913, último párrafo: Apst, xxi,1.

101
450 Ángel Martínez Cuesta

las autoridades civiles y religiosas de la ciudad, a más de multitud de fieles.


La prensa local también se hizo eco de ella74.
No consta que en estos años Bernad sufriera especiales quebrantos de
salud. En las pocas cartas que de esta época han llegado hasta nosotros sólo
habla de fríos y catarros. Por otras fuentes se sabe que también le molesta-
ban la diabetes y una hernia inguinal. A mediados de noviembre de 1914
advirtió una afección a la laringe que degeneró en cáncer. Pero la enferme-
dad no le cambió mayormente el ritmo de vida. Hasta el 18 de mayo siguió
confesando a las religiosas, acudiendo a los actos comunes y cuidando de la
huerta. El 21 se confesó y al día siguiente por la mañana, al recibir el Viático,
todavía pudo hacerlo de rodillas, vestido con su hábito y contestando a las
preguntas del sacerdote. Por la tarde, al administrársele la extremaunción,
seguía consciente, pero ya muy debilitado. La noche del 22 al 23 la «pasó
sumamente fatigado, sin poder tener el más ligero alivio en una incómoda
silla», pero sin dar muestra alguna de impaciencia. Incluso rehusaba el agua
con que se le quería humedecer los labios. Esa agua habría quebrantado el
ayuno eucarístico y él quería comulgar al día siguiente, que era la fiesta de
Pentecostés. Falleció a la 13.45 del día 23, sin haber tenido el consuelo de
recibir la comunión porque al amanecer había caído en el desvanecimiento
que precede a la agonía75.

2. «Relación de los hechos ocurridos en la fundación


de las residencias de la República del Brasil» 76

Mariano Bernad no fue un escritor profesional, pero vivió casi siem-


pre con la pluma en la mano. De ella salieron reglamentos, estatutos de
cofradías y colegios, novenas, informes, relatos históricos y, sobre todo, car-
tas, una infinidad de cartas. Todos ellos tienen un carácter circunstancial.
Son respuestas a exigencias del momento. Su primer escrito, Diccionario
que comprende las voces más indispensables para poder entenderse con los
naturales de Calamianes, lo redactó en Cuyo el año 1862, cuando, recién
ordenado sacerdote, luchaba por hacerse entender de los nativos de Cala-
mianes. El mismo fin catequético persiguen los tres siguientes. Durante su
permanencia en Taytay (1863-66) compuso una brevísima Explicación de las
partes de la confesión. El tercero y el cuarto son sendos reglamentos para
las cofradías que él mismo erigió en las parroquias de Misamis (1867-73) y
74
Fabo, Biografía, 113-16.
75
Ibid. 116-19.
76
El original carece de título. Los cronistas de la provincia de Santo Tomás, Décadas
1, 66, dan a este escrito el título de Apuntes; Fabo, Biografía, 103, y Vicente Soler, Apuntes
bibliográficos de religiosos escritores de la provincia de Santo Tomás de Villanueva, Mona-
chil 1923, 21-22, prefieren el de Preliminares. El primer título no aparece en el original y el
segundo indica sólo una parte de la Relación. Al ordenar los papeles del archivo provincial,
Gerardo Larrondo lo tituló Relación de los hechos ocurridos en la fundación de las residen-
cias de la República del Brasil. Lo conservo en esta edición por reflejar bien su contenido.

102
El padre Mariano Bernad y su relación 451

Dumaguete (1880-91): Reglamento de la cofradía de Nuestra Señora de los


Dolores y Estatutos y reglamento de la cofradía del Santísimo Sacramento
(1880). Ninguno de estos cuatro escritos llegó a imprimirse y actualmente de
todos ellos se desconoce el paradero.
El quinto escrito es una Reseña histórica de Dumaguete, compuesta en-
tre 1895 y 1897 a instancias del provincial Andrés Ferrero (29 enero 1895):
«Su reverencia ha leído con satisfacción los datos consignados anteriormente
por nuestro padre ex provincial fray Mariano Bernad y se complace en reco-
nocer en él las aptitudes necesarias para ello, y, por lo tanto, le ruega haga a
continuación de este decreto una pequeña reseña-historia de este ministerio,
haciendo constar especialmente los padres recoletos que lo han servido y
los trabajos llevados a cabo por nuestros hermanos. Así lo mandó y firmó su
reverencia de que doy fe». Actualmente se conserva manuscrita en el archivo
de la provincia de San Nicolás77.
En Brasil redactó a principios de 1900 un Reglamento para el colegio de
Nuestra Señora del Rosario de Batatais, estado y diócesis de San Pablo, cuyo
paradero desconozco, y algunas circulares y advertencias que publico en el
apartado VI de este estudio.
En los siete años en que dirigió los destinos de la congregación se pu-
blicaron reglamentos para las casas de España (21 abril 1902), Colombia
(1902)78 y Brasil, Panamá y Venezuela (27 mayo 1902)79. No hay duda de
que intervendría en todos ellos, pero por ahora me es imposible precisar el
alcance de su intervención. Más personales serían las circulares dirigidas
a la congregación. Destacan la circular de saludo (12 octubre 1901)80 y las
dedicadas a la obediencia (19 mayo 1903) y a la fundación de la provincia del
Pilar (15 octubre 1907)81.
En Motril dispuso de más tiempo libre y, como ya queda indicado, lo
aprovechó para componer sendas notas sobre la historia contemporánea
de la orden y las Constituciones de 191182. En la primera nota defiende su
modo de proceder en la creación de la provincia del Pilar y añade algún
dato sobre el capítulo general de 1908. Lo publicó por vez primera hace

77
Inserta en el libro de Cosas Notables de la parroquia, 7-24: Am, leg. 56, n. 3.
78
Agoar, caja 46.
79
Décadas 1, 92-99.
80
Lizarraga, «Mariano Bernad, último comisario…», 474-77.
81
Décadas 1, 26-30.
82
Apuntes, advertencias y notas tomadas por el que escribe sobre varios puntos de las
nuevas constituciones y que, a su humilde sentir, deben estudiarse y meditarse seriamente
para aclarar debidamente el alcance que deben tener los asuntos en ellos tratados, refor-
mándolos o explicándolos con más claridad y precisión, conforme se juzgare más conve-
niente y provechoso para toda la orden y para todos los religiosos. Motril, 13 de noviembre
de 1913. 8 pp. Ms: Apst xxi/1.

103
452 Ángel Martínez Cuesta

22 años el padre José Javier Lizarraga83. En la segunda sugiere la intro-


ducción de 39 correcciones en el texto constitucional recién publicado. La
mayoría son de carácter canónico y disciplinar y tienden a aclarar puntos
que él encontraba obscuros. Aunque está firmado en noviembre de 1913, lo
debió de redactar en etapas y antes de la promulgación del breve Religio-
sas Familias (16 septiembre 1912), ya que en todo él se refiere al superior
de la congregación con el título de vicario general. Quizá sólo date de esa
fecha el último párrafo, en el que aboga por el traslado de la curia general
a Roma. Al parecer, esa fecha indica únicamente la fecha en que se decidió
a enviarlas al prior general.
«Me enteré también de lo que habíais hecho con las notas que te mandé
sobre las constituciones. Ya sabes que no tenía yo mucho empeño en ello,
pero si había algo digno de notarse, Laus Deo. Lo que sí me agrada es que
conserves cuanto se pueda lo que nos dejaron nuestros antiguos padres, que
tenían tanto espíritu de Dios y tanta experiencia de las cosas. Es claro que,
aparte de eso, había necesidad de acomodar muchas cosas a las circunstan-
cias de los tiempos, pero en lo que no haya tal necesidad dejar las cosas como
estaban, sin meternos a enmendar la plana a tan santos varones»84.

Fabo y, tras él, Soler y Lizarraga le atribuyen un ensayo sobre la inmi-


gración china y japonesa en Filipinas85. Como ya advirtió Vela en su Biblio-
teca, ese escrito es obra del padre Fidel de Blas, su antecesor en el provin-
cialato86.
La redacción definitiva de la Relación sobre las fundaciones brasileñas
también data de este periodo. El material comenzó a recopilarlo apenas llegó
a las playas brasileñas. Ya en marzo de 1899 el padre Enrique le animaba
a anotar cuanto juzgara de interés, poniendo ante sus ojos el ejemplo del
padre Adell, que en Venezuela no dejaba detalle sin consignar. «He recibido
cartas del padre Patricio Adell desde Caracas. También por allí se presenta
mucha cosecha. Me manda tres largos escritos refiriendo todo desde su sali-
da de Manila (y aun antes), el viaje, lo sucedido en Panamá y todo lo que han
hecho en Venezuela. Bueno es ir escribiendo y anotando, y creo que también
ahí habrá alguno que se ocupe en ello. Algún día podrá servir para escribir
nuestras Crónicas»87.

83
Apuntes curiosos sobre sucesos que vienen desarrollándose en nuestra amada con-
gregación desde fines del año 1907 y que pueden servir de lección para los tiempos ve-
nideros por las enseñanzas que encierran. Original, Apst, xxi,1; ed. de José J. Lizarraga:
Recollectio 10 (1987) 333-55. Algunos apartados en Décadas 1, 53.
84
M. Bernad, Carta a E. Pérez, Motril, 22 diciembre 1913: Apst, xxi,1.
85
«La inmigración china y japonesa en las Islas Filipinas», Madrid 1892. 19 pp.
86
Gregorio de S. Vela, Ensayo de una biblioteca Ibero-Americana de la Orden de
San Agustín 1, Madrid 1913, 435; también, José García, Escritores agustinos recoletos, sub
voce: Agoar, ms.
87
E. Pérez, Carta a M. Bernad, Roma, 29 marzo 1899: infra, VIII. Carta 72.

104
El padre Mariano Bernad y su relación 453

En realidad, Bernad no necesitaba estímulos externos. A lo largo de su


vida siempre había procurado transmitir a la posteridad la memoria de los
hechos que pudieran honrar a la congregación y contribuir a la edificación
de los futuros religiosos. Había llevado al día el Libro de cosas notables que,
según el Modo de administrar, debía existir en todas las parroquias recole-
tas, y hasta había conservado montones de cartas particulares. En 1894, al
regresar a Dumaguete, nota con pena que sus sucesores en la parroquia no
habían apuntado nada en ese libro. Ahora, muy consciente de la «grandiosi-
dad» de la empresa brasileña, su interés por recoger y conservar esa memo-
ria sube de punto. Antes de instalar a los religiosos en sus parroquias, les
encarga que le tengan informado de cuanto suceda en ellas y luego guarda
cuidadosamente sus cartas y sus crónicas. Varios religiosos cumplieron sus
órdenes y se mantuvieron en frecuente comunicación epistolar con él. Algu-
nos incluso redactaron crónicas detalladas. «Ahora comenzaré a poner en
limpio los datos de nuestra misión para mandárselos en la primera ocasión»,
le escribía en mayo de 1899 el padre Nicolás Catalán88.
A esos desvelos debemos gran parte de las casi 650 cartas que se conser-
van actualmente en el archivo general de la orden, de las que aquí se publi-
can 576, así como algunas crónicas conservadas en el archivo de la provincia
de Santo Tomás de Villanueva89. Entre todas he elegido el relato del padre
Juan Pablo Ruiz por ser el más próximo a los acontecimientos narrados y por
ser el único que rebasa los confines parroquiales. No está de más señalar que
el interés por este tipo de escritos había aumentado en la provincia filipina a
finales del siglo, favorecido por algunos provinciales. Andrés Ferrero (1894-
97) en su visita canónica pocas veces se olvidaba de comentar con los párrocos
la importancia de ese libro y su obligación de mantenerlo siempre al día.
No sabemos en qué punto tenía Bernad esas notas al salir del Brasil ni
cuándo volvió sobre ellas. Pero sí se puede afirmar que el texto actual es fruto
de una reelaboración, que debió de tener lugar durante los años de su retiro
motrileño. Fue entonces cuando dispuso de tiempo para ello y cuando pensó
en darlas a la imprenta. Y aún quizá quepa fijar su redacción en los últimos
meses de su vida. En marzo de 1915, dos meses antes de su muerte, todavía
no se había decidido a publicarlas, aunque la idea ya iba ganando espesor en
su mente: «Como cosa mía, nunca pretendía darles valor ni importancia, por
más que no dejo de comprender que muchas de las cosas que allí constan,
no debían darse al olvido; y aun concedo que, bien retocados y dándoles for-
ma y puestos con método, se podrían dar a la imprenta y servir de acicate a
88
Nicolás Catalán, Carta a M. Bernad, Santa Anna do Rio das Velhas, 29 mayo 1899:
infra, VIII. Carta 125.
89
Recordamos el relato de Juan Pablo Ruiz sobre las misiones en el Estado de Espí-
ritu Santo, la autobiografía de Claudio Argote, la crónica de Monte Carmelo (1899-1910)
y Coromandel, el Libro de cosas notables del santuario de Nuestra Señora de la Abadía
(1899-1911)…: Apst, xxi,1.

105
454 Ángel Martínez Cuesta

cuantos tienen que dedicarse a los trabajos de misiones»90. Sin embargo, en


el prólogo habla ya de un libro ultimado y preparado para la imprenta: «Al ir
escribiendo los hechos consignados en el presente librito que hoy ofrezco de
un modo especial a todos nuestros religiosos agustinos recoletos […]. Aun-
que con repugnancia, me resuelvo por fin a darles a la imprenta».
La Relación es un manuscrito de 96 páginas de letra menuda y corrida,
pero sin correcciones y muy igual, lo que facilita su lectura. Proporciona
datos de primera mano sobre un acontecimiento relevante en la historia mo-
derna de la Recolección así como sobre los ideales de sus protagonistas, los
medios de que echaron mano y las sendas que recorrieron para alcanzarlos.
A veces éstas resultaron empinadas, ásperas y faltas de señales. Pero más
a menudo las encontraron ya trazadas e incluso transitadas. Tuvieron que
vérselas con las insidias de la novedad, de la soledad, de la pobreza y del
nacionalismo; con la hostilidad y malquerencias de pequeños grupos de an-
ticlericales, masones y protestantes; y hasta con las cadenas de sus propios
hábitos y prejuicios. Pero pocas veces se vieron solos. Casi siempre tuvieron
a su lado guías que orientaron sus pasos y gentes de buena voluntad que les
previnieron de posibles trampas y les indicaron eventuales atajos. El pueblo,
a pesar del abandono espiritual en que yacía desde decenios, conservaba la
fe de sus mayores, siquiera fuera en medio de mil sincretismos, continua-
ba nutriendo respeto e incluso cariño a los sacerdotes y se comprometió a
asegurar su subsistencia. También contaron con el apoyo de obispos y otros
eclesiásticos influyentes. Y no les faltaron tampoco cireneos que sostuvieron
su ánimo y les ayudaron a abrirse camino en los momentos más críticos.
De todo ello habla en su Relación el padre Bernad, y lo hace con orden,
serenidad y suficiente objetividad. Su intención salta a la vista apenas se
posan los ojos sobre ella. Quiere que sus gestas y las de sus religiosos sean
conocidas y reconocidas, que no caigan en el olvido y el silencio, sino que
sirvan de estímulo y modelo a los frailes. Pero esa intención no le mueve
a ocultar insuficiencias propias y ajenas, ni a silenciar fracasos, conflictos
y escenas poco edificantes. Sus páginas están salpicadas de referencias al
individualismo de los religiosos, a su escasa preparación y falta de celo, a su
aburguesamiento, al desconocimiento de la lengua, a incomprensiones con el
clero local …
Por ellas desfilan también anécdotas, comentarios y jirones de la vida
diaria que les dan espesor y calor humano. Algunos pueden parecer insigni-
ficantes, pero entre todos dibujan el ambiente humano, cultural y religioso
de sus protagonistas. Los detalles sobre el estado de la mar, los puertos de
tránsito, el estado y velocidad del navío, la calidad de los camarotes, la ac-
titud de la tripulación, el número y procedencia del pasaje o el horario de
cada jornada, en el que nunca falta un tiempo reservado a la oración y al
aprendizaje del portugués, nos permiten reconstruir con cierta exactitud su
90
M. Bernad, Carta a P. Fabo, Motril, 11 marzo 1915: Fabo, Biografía 49.

106
El padre Mariano Bernad y su relación 455

viaje transoceánico que se prolongó durante tres semanas. Lo mismo sucede


con sus noticias sobre los trenes que en tres días los condujeron de Santos
a San Pablo y de San Pablo a Campinas, Ribeirão Preto y Uberaba. Bernad
admira su velocidad y puntualidad, así como las obras de ingeniería que les
permiten salvar el desnivel entre Santos y la meseta de San Pablo o atrave-
sar el Río Grande, que separa el estado de San Pablo del de Minas Gerais.
Pero se extraña de que muchas estaciones surjan en despoblado, de la mo-
notonía del paisaje y de los campos insuficientemente cultivados. Recuerda
con gratitud la acogida encontrada en San Pablo y Ribeirão y comprende los
apuros del párroco de Santos al verse sorprendido un domingo por la llegada
de 14 religiosos. De más interés son todavía las anotaciones sobre los viajes
a caballo por el sertão de Minas y la instalación de los misioneros en sus pri-
meras parroquias. Hay datos muy curiosos sobre las comidas, la hospitalidad
de los fazendeiros, las costumbres de los guías, la acogida entusiasta de los
pueblos…
Otro de los rasgos más visibles de esta Relación es el personalismo. Toda
ella gira en torno a la persona de su autor, a sus ideas y a sus preocupaciones.
Él es el protagonista incontrastado de casi todas sus páginas. Esa orientación
es comprensible y hasta cierto punto inevitable, porque todo escritor ve la
realidad con sus propios ojos y, como decía Unamuno, es él la persona que tie-
ne más cerca de sí y la que mejor conoce. Con todo, desentona en un cronista
que no pretende reflejar su propia acción sino la de un grupo, la cual es, por
definición, compleja y supera siempre el ámbito individual, la acción de su
cabeza, por más que éste ocupe un lugar preeminente. Y aún se compadece
menos con las declaraciones de modestia que Bernad antepone a su relato:
«No nos gusta mucho que mi humilde nombre salga al público»91. Expresiones
semejantes abundan en otros escritos suyos y no merecen otro crédito que
el que se concede a las muletillas o a los recursos a que se suele acudir para
captar la benevolencia del lector. Desde luego no reprimen su pluma a la hora
de reseñar actuaciones en las que él juega un papel relevante.
Un ejemplo lo encontramos en el relieve concedido a su entrevista con el
obispo de San Pablo (p. 528 [180]), que abrió a los recoletos las puertas de su
diócesis, y a su traslado a la residencia de Ribeirão Preto, que sólo entonces
comenzó a prosperar o, para emplear sus palabras, «a tomar otro aspecto más
lisonjero y otros vuelos, […] ganando bajo todos conceptos, no sólo la parte
material, sino principalmente la espiritual, juntamente con la observancia
religiosa, como iremos notando en el decurso de estas narraciones» (p. 533
[183]). Otro sería la complacencia con que resume sus labores apostólicas du-
rante los días que acompañó al obispo de Espíritu Santo en la visita canónica
a los pueblos de su diócesis o el feliz resultado de sus gestiones con el obispo
de Belem. El obispo de Espíritu Santo insiste en que siga acompañándolo
«por cuanto veía […] con sus propios ojos el gran servicio que le prestaba en

91
Infra, III. Relación, prólogo 465 (117).

107
456 Ángel Martínez Cuesta

todas partes, siendo el más constante y más asiduo en el trabajo». En Belem


consigue que el obispo, con fama de poco amigo de frailes, le conceda el uso
de la iglesia de San Juan Bautista y a la vez que sus frailes renuncien a su
dispersión y se agrupen en una sola residencia. Con todo esto no quiero decir
que la Relación se desentienda totalmente de los demás frailes o pase en si-
lencio sus labores. Sólo quiero atraer la atención del lector sobre un rasgo que
puede ayudarle a interpretarla debidamente y a impulsarle a completarla
con el recurso a otras fuentes.
Llaman también la atención los esfuerzos del autor por ocultar su iden-
tidad. De ordinario, escribe en tercera persona, usando fórmulas como «nues-
tro padre Mariano», «nuestro padre presidente», «más de una vez teníamos
oído decir a nuestro padre que, a pesar de haber venido al Brasil para unos
cinco o seis meses …», «según le tenemos oído». Pero en todo momento el
lector percibe que ese «padre Mariano» y ese «padre presidente» es quien es-
cribe. Hay veces en que Bernad se olvida de su propósito inicial y acude a la
primera persona plural en situaciones en que él es el único recoleto presente:
«Como ya se ha indicado, llegamos a Pará el 27 de agosto de 1900 de madru-
gada, pero no saltamos a tierra hasta que nos despachó la sanidad, algo en-
trada la mañana. Creímos encontrar allí a algún padre cuando menos, tanto
más que desde Pernambuco se telegrafió que íbamos, pero resultó, según nos
informaron después, que habían tomado un vapor por otro. […] Resultado de
toda esta equivocación fue que al saltar a tierra, no sabiendo la casa morada
de los padres, resolvió nuestro padre irse al palacio del señor obispo, en la
seguridad de que allí habían de dar razón del sitio donde vivían»92.
Bernad tampoco deja traslucir la fecha en que compuso su Relación. En-
tremezcla en ella fragmentos que indican una redacción primitiva, cercana a
los hechos narrados –«mientras esto escribo»–, con reflexiones y aun hechos
que suponen el paso de un cierto intervalo entre el hecho y su narración. Pa-
rece tener interés en que se crea que escribe al calor del acontecimiento, que
el texto es contemporáneo al suceso. Al reseñar la enfermedad de Guillorme
no consigna su muerte, dando a entender que todavía no se había producido.
«El resultado fue que la enfermedad de dicho padre se fue agravando de tal
manera que hubo precisión de administrarle todos los últimos sacramentos
y a la hora en que esto escribimos no quedan esperanzas humanas de que se
pueda salvar, temiéndonos que de un momento a otro nos venga la triste no-
ticia de haber sucumbido»93. Unas páginas antes había comentado la insta-
lación de los religiosos en Ponte Nova con palabras que también suponen esa
simultaneidad: «Desde hoy pueden llamarse felices, pueden estar contentos
y satisfechos, viendo realizados sus vehementes deseos. Desde hoy cuentan
con dos ministros de Dios que sabrán sacrificarse, si preciso fuera, por ellos,
no perdonando medios ni trabajos, por penosos que sean, y dispuestos a todas

92
Infra, III. Relación, 80 551 (203); también 563-64 (215-16); 567 (219)...
93
El padre murió el 2 de marzo de 1900.

108
El padre Mariano Bernad y su relación 457

horas a procurar su mayor bien espiritual y temporal». También podría ser


que al dar el último retoque a su escrito, dejara intactos esos fragmentos.
Sin embargo, al recordar las normas concordadas con el obispo de Vi-
toria en agosto de 1900, añade que no se cumplieron: «En São Mathéus, […]
antes de partir para Barra de São Mathéus, lo que tuvo lugar en un vaporci-
to que había llegado, tuvo nuestro padre sus conferencias con el señor obispo,
quedando acordes en las disposiciones y modo de estar los religiosos en ade-
lante, medidas y disposiciones que, de haberse llevado a cabo, hubieran sido
de grandísimos y buenos resultados, pero, que no se pusieron en ejecución
por causas que no es del caso referir»94. Al reseñar la fundación de la cofra-
día de la Consolación en Ribeirão Preto también hace referencia a hechos
posteriores: «Se pusieron los fundamentos y bases para el establecimiento
de la cofradía de Nuestra Señora de la Consolación o Correa, que ya vestían
muchas personas de ambos sexos por devoción, cuyas bases se presentaron
al diocesano para su aprobación, que fueron benignamente despachadas, es-
tableciéndose por fin canónicamente en nuestra iglesia o capilla la archico-
fradía de la Correa, cuyo decreto de erección dio nuestro padre antes de salir
para España y que confirmó después de haberse hecho cargo de la Comisaría
General Apostólica para la que fue nombrado por su Santidad el papa León
xiii, cuya archicofradía funciona desde entonces admirablemente, dando ex-
celentes resultados»95.

3. Otros documentos

Con el fin de completar esa visión, que podría adolecer de unilaterali-


dad, me ha parecido oportuno ofrecer otros documentos cercanos a los hechos
y salidos de la pluma de actores que podríamos calificar de secundarios. Creo
que ayudarán a encuadrarla mejor, enriqueciéndola con nuevos detalles y
nuevas perspectivas.
El primero es un relato del padre Juan Pablo Ruiz, breve, de apenas 13
páginas, pero rico en noticias. Está redactado entre octubre de 1899 y junio
de 1901. En la primera fecha Ruiz manifiesta al padre Bernad la intención
de poner por escrito unas notas sobre la fundación y primeros pasos de la
casa de Vitoria: «En mis ratos de ocio haré algunos apuntes sobre la funda-
ción y principio de esta residencia para que algún día conste que por aquí
pasaron recoletos»96. A continuación asienta en orden estrictamente crono-
lógico cuanto de notable iba ocurriendo en las comunidades donde residió en
esos dos años: Vitoria (5 agosto 1899 - 20 abril 1900), Itapemirim (20 abril
94
En esas conversaciones acordaron agrupar a los religiosos en dos residencias. Los
del norte vivirían todos en Pau Gigante; y los del sur, en Anchieta. Sobre la obstáculos que
impidieron su realización: supra, I. Primeros años, 399-402 (51-54).
95
El decreto de erección de la cofradía de la Consolación se leyó a principios de sep-
tiembre de 1901, en el día de su fiesta Décadas 1, 297-98; infra, 534-35 (186-87).
96
Juan Pablo Ruiz, Carta a M. Bernad, Vitoria, 24 octubre 1899: infra, VIII. Carta 231.

109
458 Ángel Martínez Cuesta

- 26 mayo 1900), Ribeirão Preto (30 mayo 1900 - 30 abril 1901) y Uberaba
(30 abril - 1 octubre 1901). La última noticia estampada es la despedida
del padre Mariano de la comunidad de Uberaba el día 26 de junio de 1901:
«El día 26 de junio vino aquí de Ribeirão Preto nuestro padre Mariano a
despedirse de nosotros, pues había recibido telegrama en que se le llamaba
a Roma por haber sido nombrado comisario apostólico de nuestra corpora-
ción, quedando en su lugar el reverendo padre Celedonio Mateo».
Es una crónica bastante descarnada de la actividad de su autor y de las
comunidades donde residió desde su embarque en Barcelona el 11 de julio de
1899 hasta casi las vísperas de su muerte en Uberaba el día 1 de octubre de
1901. Ruiz se interesa de fechas, nombres y hechos concretos, pero no se olvi-
da de sazonar su escrito con breves pinceladas sobre la situación geográfica,
social y eclesial de las localidades en que escribe, sobre el alcance real del
apostolado de la comunidad y sobre su propio estado de ánimo. Está escrita
en diversas fechas, al filo de los acontecimientos.
Juan Pablo Ruiz nació en Malón (Zaragoza) el año 1837 y emitió su pro-
fesión religiosa en Monteagudo el 23 de marzo de 1853. En ese mismo colegio
cursó los estudios de filosofía y teología. En febrero de 1858 se embarcó en
Cádiz rumbo a Filipinas con otros 27 compañeros. Allí se ordenó de sacerdote
a principios de 1860. Casi a renglón seguido le destinaron al servicio minis-
terial en la isla de Mindanao, en la que continuó hasta 1877. En 1879 se le
confió el rectorado del colegio de Marcilla. Al fin del trienio regresó a Manila
al frente de una misión de 11 religiosos, que llegó a Manila el 6 de diciembre
de 1882. En enero de 1883 ya estaba en la parroquia de Canoan (Siquijor),
desde donde dos años más tarde pasó a la de Cortes (Bohol). En ella perma-
neció hasta 1898, en que como todos sus compañeros tuvo que refugiarse
en Manila. En 1893 sus parroquianos dirigieron una instancia al provincial
pidiendo su permanencia entre ellos97.
En noviembre de 1898 volvió a España, al colegio de Marcilla. A pesar
de su edad y achaques se alistó para pasar Brasil, siendo destinado a las
nuevas fundaciones de Espíritu Santo (1899-1900), Ribeirão Preto (1900)
y últimamente Uberaba, donde murió el 2 de octubre de 1901. Durante su
mandato la comunidad de Ribeirão Preto adquirió su primera casa situa-
da en la calle Florencio Abreu98. En la memoria y cartas que ahora ven la
luz por vez primera aparece como un religioso bondadoso, franco, culto, con
sentido del humor y de la medida, identificado con el modelo filipino y un
tanto desencantado con el rumbo que iba tomando tanto su vida como la de
su comunidad. Era consciente de los límites que la edad, las enfermedades,

Am, leg. 66, n. 2.


97

Infra, V. Juan p. Ruiz, 583 (235): «El día 18 de junio [de 1900] pudimos ultimar y
98

firmar escritura de propiedad a nombre de nuestra corporación de una casa más capaz
que ésta, facilitándonos el camino el señor obispo para que quedase exenta de canon que
pagaba a la matriz de esta parroquia». El 27 de julio se trasladaron a ella.

110
El padre Mariano Bernad y su relación 459

los hábitos y la ignorancia del idioma ponían a su actividad. En ocasiones


se dejó llevar del desaliento y más de una vez le asaltaron dudas sobre si su
decisión de ofrecerse voluntario para el Brasil había sido acertada.
Debió de gozar de cierto ascendiente en la comunidad. Así parece dedu-
cirse de las responsabilidades que ésta le confió, de la familiaridad con que
trata al padre Mariano Bernad y de la misma desenvoltura de sus escritos.
Su amistad con el padre Bernad podría explicarse también por lazos de pai-
sanaje, que por aquellas fechas eran muy sentidos entre los recoletos filipi-
nos. Además, ambos coincidieron algún tiempo en el colegio de Monteagudo
y en 1873 Ruiz sucedió a Bernad en la parroquia de Misamis. Además de los
cargos ya recordados, Ruiz desempeñó en repetidas ocasiones los de vicario
provincial y foráneo, definidor provincial (1894-97)99 y presidente del capítu-
lo intermedio de 1898100.
En este amplio apéndice documental doy cabida también a algunos do-
cumentos oficiales como nombramientos y normas de conducta, al contrato
sobre las colonias de Pará, y, sobre todo, a una amplia colección de 576 cartas
privadas. Casi un tercio de estas cartas (179) procede de la pluma de los tres
responsables máximos de la misión: Mariano Bernad (88), Celedonio Mateo
(53) y Gregorio Tejero (38); y otro 14,4% (83), de los superiores de España,
Roma y Manila: Enrique Pérez (37), Francisco Ayarra (23), Íñigo Narro (18)
y Juan Cruz Gómez (5). El restante 65% son cartas de cinco obispos y dos
vicarios generales (42), 34 religiosos particulares (242), siete sacerdotes se-
culares (15) y algún que otro corresponsal ocasional. Entre los obispos los
mejor representados son los de Goiás (22) y Vitoria (17); y entre los religio-
sos, Santos Ramírez (28), Juan Pablo Ruiz (21), Eugenio Sola (17), Manuel
Simón (15) y Marcelo Calvo (15). Entre todas forman un rico mosaico que re-
fleja los múltiples matices de la realidad, aunque quizá su valor testimonial
quede afectado por la significación pública de sus destinatarios. En efecto,
casi el 79% de las cartas están dirigidas a dos únicos destinatarios: Mariano
Bernad (340) e Íñigo Narro (113), que eran los dos responsables últimos de la
empresa. Y si a las cartas dirigidas a esos dos destinatarios sumamos las 71
dirigidas al padre Enrique Pérez, que como procurador de la orden en Roma,
también podemos encasillar entre los superiores, resulta que entre los tres
recibieron casi el 91% de las cartas aquí publicadas.
La inmensa mayoría de esas cartas reposa actualmente en el archivo
general. Sólo alguna que otra procede de otros archivos. Su signatura preci-
sa se indicará al pie de cada una de ellas. Junto a las primeras se conserva

99
Por costumbre inmemorial sólo se exigía la presencia de dos consejeros para la
validez de los definitorios provinciales, permitiendo que los otros dos permanecieran en
sus curatos. El padre Juan Pablo asistió a las sesiones celebradas entre el 21 de abril de
1894 y el 2 de septiembre de 1895: Libro de definitorios provinciales. 1850-1895, 329v-42r:
Am, libro 15.
100
Sádaba, 496; Décadas 1, 490-92.

111
460 Ángel Martínez Cuesta

otro par de docenas de cartas que no publico por ser sumamente breves, o
porque se reducen a un simple saludo o repiten noticias ya dadas por otro
corresponsal.

Autores Destinatarios y número de cartas Total

Mariano Bernad Narro (62), E. Pérez (23), obispos (3) 88


Celedonio Mateo Bernad (34), Narro (15), E. Pérez (3), J.P. Ruiz (1) 53
Gregorio Tejero Narro (19), Bernad (17), E. Pérez (1), F. Sáinz (1) 38
Enrique Pérez Bernad (20), Narro (16), Ayarra (1) 37
Santos Ramírez Bernad (21), Narro (4), E. Pérez (2), Tejero (1) 28
Francisco Ayarra E. Pérez (22), Narro (1) 23
Obispo de Goiás Bernad (7), E. Pérez (7), Narro (7), Rampolla (1) 22
Juan Pablo Ruiz Bernad (20), D. Pueyo (1) 21
Íñigo Narro Pérez (9), Bernad (8), S. Ramírez (1) 18
Eugenio Sola Bernad (13), Pérez (3), Narro (1) 17
Obispo de Vitoria Bernad (16), M. Simón (1) 17
Agustín Martell Bernad (15) 15
Manuel Simón Bernad (14), obispo de Vitoria (1) 15
Marcelo Calvo Bernad (14), M. Simón (1) 15
Agustín Cristóbal Bernad (12)101, Celedonio Mateo (1) 13
Hilario Eraso Bernad (11), Lucas Martínez (1) 12
Manuel Clemente Bernad (11), C. Mateo (1) 12
Dionisio Pueyo Bernad (11) 11
Máximo Tabuenca Bernad (10), Juan P. Ruiz (1) 11
Nicolás Catalán Bernad (11) 11
Celestino Ballesteros Bernad (5), C. Mateo (2), Obispo de Goiás (1) 8
Juan López Bernad (5), A. Martell (1) y J. P. Ruiz (1) 7
Ángel Maestro Bernad (6) 6
José Chivite Bernad (6)102 6
Mariano Pena Bernad (5), E. Sola (1) 6
Jesús Aranda Bernad (5) 5
Juan Cruz Gómez Bernad (5) 5
Obispo de Mariana Narro (3), Bernad (2) 5
Amancio de Miranda Narro (3), E. Pérez (1) 4
Juan Bautista Pereda Bernad (4) 4
Juan N. de Souza Bernad (4) 4
Vicente L. da Soledade Bernad (4) 4
Antonio Martín Bernad (2) 2

101
Tres cartas conjuntamente con Gregorio Íñiguez.
102
Una conjuntamente con Máximo Tabuenca y Francisco Rodríguez.

112
El padre Mariano Bernad y su relación 461

Joaquim A. de Siqueira Bernad (2) 2


Lucas Martínez Narro (1), Bernad (1) 2
Manuel Arellano Bernad (2) 2
Obispo de Manaus Bernad (1), Narro (1) 2
Ricardo Rupérez A. Martell (2) 2
Vicente F. dos Passos Bernad (2) 2
Card. Rampolla Obispo de Goiás (1) 1
Eduardo Melero Bernad (1) 1
Florencio Luis Bernad (1) 1
Florentino Sáinz Bernad (1) 1
Giacomo de Pretis Bernad (1) 1
Gregorio Gil Narro (1) 1
Gregorio Paredes Bernad (1) 1
Ida Montenegro Bernad (1) 1
Joaquim Villac Bernad (1) 1
Joaquín Fernández Bernad (1) 1
José Lambán Dionisio Pueyo (1) 1
Juan E. Braga Bernad (1) 1
León San Juan Bernad (1) 1
Marcolino Bernad (1) 1
Obispo de Petrópolis Narro (1) 1
Pedro Ibáñez Bernad (1) 1
Pío Antoñanzas Balbino Díaz (1) 1
Ramón Alegría Bernad (1) 1
Sabino Canillas Narro (1) 1
Saturnino D. Barbosa Bernad (1) 1

4. Criterios de edición

En la edición de estos documentos sigo los criterios empleados en la edi-


ción del manuscrito contemporáneo del padre Adell. Si no se indica otra cosa,
la edición sigue escrupulosamente los textos originales. Pero, cuando éstos
son largos, me he permitido distribuirlos en apartados y titularlos con el fin
de facilitar su lectura. Los subtítulos son casi todos míos, y, por eso, van entre
paréntesis cuadrados. En los textos españoles he soltado las abreviaturas a
excepción de una (V.R. = vuestra reverencia) por ser muy abundante y resultar
familiar para la mayoría de lectores de esta revista. También he uniformado
y modernizado la grafía y la puntuación. En los textos portugueses conservo
la grafías originales, por darse en portugués una mayor diferencia entre las
grafías moderna y antigua que en español, y por ser un idioma que no conozco
suficientemente. Sólo me he permitido modernizar la acentuación

113
462 Ángel Martínez Cuesta

En la edición de las cartas sigo un orden cronológico, sin distinción


alguna de autores. Van distribuidas en cuatro apartados, dedicados sucesi-
vamente a cada uno de los tres años que cubre este estudio. De la mayoría
ofrezco el texto íntegro, pero de un buen número de ellas –las que he creído
de menor interés–, me he visto obligado a publicar sólo párrafos sueltos o un
simple resumen. De otro modo, el volumen habría engrosado desmesurada-
mente.

5. Cronología
1898

Junio 27 El p. Enrique comunica al comisario apostólico su en-


cuentro en Roma con el obispo de Goiás
Octubre 8 Manuel Simón, presidente de la expedición
11 Salen para España sus primeros miembros (8)

1899

Enero 14 Mariano Bernad, presidente de la expedición


28 Zarpa de Barcelona la primera expedición (14)
Febrero 19 Desembarca en Santos
23 Llega a Uberaba
Marzo 11 Toma de posesión de la parroquia de Agua Suja
25 y 26 Toma de posesión de las parroquias de Ponte Nova y
Santa Anna do Rio das Velhas
Abril 28 Embarca en Barcelona la segunda expedición (4)
Mayo 17 Llega a Río de Janeiro.
19 Santos Ramírez se queda en Ribeirão Preto
23 Manuel Simón y Agustín Martell llegan a Vitoria
Junio 8 Compra de una casa en Ribeirão Preto
18 Sale de Barcelona la tercera expedición (6)
Julio 7 Llega a tierras paraenses
8 A. Martell toma posesión de la parroquia de Serra
11 Embarca en Barcelona la cuarta misión (5)
14 M. Simón toma posesión de la parr. de Anchieta
29 Desembarca en Río de Janeiro la cuarta misión
Agosto 6 Tres recoletos asumen la dirección de la colonia de
San José de Alencar

114
El padre Mariano Bernad y su relación 463

27 Otros dos se encargan de la de Montealegre


Septiembre 11 Embarca en Barcelona la quinta expedición (12)
21 Traslado a casa propia en Ribeirão Preto
Octubre 1 Apertura de una escuelita en Ribeirão Preto
4 Llega a San Pablo la quinta expedición
18 Manuel Clemente toma posesión de Monte Carmelo
27 Embarca en Barcelona la sexta expedición (4)
29 M. Arellano toma posesión de Abadía dos Dourados
Noviembre 1 C. Ballesteros toma posesión de Coromandel
16 Llega la sexta expedición
23 Guillorme y Paredes llegan a Batatais con intención
de abrir un colegio
ha. 27 Se clausura la escuelita de Ribeirão Preto

1900

Febrero 1 Se rescinde el contrato sobre las colonias de Pará


25 Muere en Belem el p. Teodoro Fernández
Marzo 2 Muere en Batatais el p. Manuel Guillorme
Abril 15 R. Rupérez toma posesión de Barra de San Matéus
20 Clausura de la casa de Vitoria
22 Máximo Tabuenca toma posesión de Itapemirim
Mayo 7 Muere en Santos el p. Hilario Eraso
Agosto 27 Llega Bernad a Belem
Septiembre 3 Embarca en Barcelona la séptima misión (2)
28 Desembarca en Río de Janeiro
29 Toma de posesión de la iglesia de San Juan Bautista
en Belem
Octubre 15 Los religiosos de Belem se instalan en una casa
arrendada
23 Toma de posesión de la nueva parroquia de Pau Gi-
gante

1901

Marzo Celestino Ballesteros toma posesión de la parroquia


de Patrocinio
Mayo 3 Embarca en Barcelona la octava expedición (6)

115
464 Ángel Martínez Cuesta

28 Llega a Santos
Junio 3 Mariano Bernad es nombrado comisario apostólico
Julio 3 Eugenio Sola, presidente de Ribeirão Preto
19 Bernad sale de Río de Janeiro para Roma y Madrid
Octubre 1 Celedonio Mateo y Pedro Ibáñez llegan a Bahía
2 Muere en Uberaba el p. Juan Pablo Ruiz

116
III

Relación de los hechos ocurridos en la


fundación de las residencias

de la República del Brasil

Mariano Bernad, oar*

Prólogo

[P.I.] Al ir escribiendo los hechos consignados en el presente librito que


hoy ofrezco de un modo especial a todos nuestros religiosos agustinos reco-
letos, nunca pensé en darlos a la publicidad, sino únicamente me propuse, al
anotarlos, dejar así como una especie de memoria, con la intención de que,
andando el tiempo, quizá pudieran servir los datos en ella consignados para
el día en que se tratase de formar alguna historia o crónica de los sucesos
acaecidos en nuestras nuevas misiones del Brasil, donde, por disposiciones
divinas sin duda, fui testigo ocular de la mayor parte de los hechos que se
refieren y en casi todos ellos [debí] tomar una parte activa y principal.
Éste era mi pensamiento, a la vez que el deseo de que no se fuesen bo-
rrados de la memoria hechos dignos de figurar en nuestras historias por más
de un concepto.
Pero enterados de estos apuntes, algunos religiosos amantes de nues-
tra humilde Recolección agustiniana me han venido instando y animando a
que se publiquen estos hechos históricos y este trabajito que tenía guardado
a fin de que se conozcan los trabajos llevados a cabo por nuestros heroicos
misioneros del Brasil y sirvan así como para animar a nuestros religiosos
y misioneros a trabajar en el camino comenzado en aquellos países para el
mayor lustre de nuestra orden recoletana y el mayor bien de las almas.
No nos gusta mucho que mi humilde nombre salga al público, mas aten-
diendo a los buenos deseos de esos religiosos que toman con tanto calor las
* Tomo el título del p. Gerardo Larrondo: supra, II. Biografía, nota 76: 450 (102).

117
466 Mariano bernad

cosas de la orden y teniendo en cuenta, por otro lado, la conveniencia de con-


servar estos datos que se consignan en este librito, ante la posibilidad de que
pudieran servir para nuestra historia en el día [p. II] de mañana, aunque con
repugnancia, me resuelvo por fin a darles a la imprenta. Esperando confiada-
mente que, aunque nada más sea por la intención y buena voluntad que me
anima a ello, sean leídos con benevolencia, especialmente por mis amados her-
manos de religión a quienes dedica y ofrece este pequeño trabajo. El Autor1.

1. Preliminares [Preparación de la expedición]

[P.1] Estábamos en el año 1898, y nuestra provincia de San Nicolás


de Tolentino de Filipinas, en vez de descansar y respirar recibiendo algún
consuelo y alivio de sus grandes penas y amarguras sufridas en los dos años
anteriores de infeliz memoria, por la pérdida de la paz y tranquilidad que
se gozaba como en ninguna parte del mundo, con la pérdida de intereses de
todo género, y, lo más doloroso, con la pérdida de muchos de sus preciados
hijos, religiosos beneméritos de la religión, de la Iglesia y de la sociedad, ase-
sinados bárbara y sacrílegamente en el sitio del honor, pérdida irreparable
que nunca podrá llorarse bastantemente, en vez, digo, de recibir algún con-
suelo a su dolor inmenso, recibe nuevos golpes con los malos tratamientos
y con el martirio de otros hijos suyos nuevamente sacrificados en aras del
deber, en aras de la justicia, y el demonio, por medio de su hija primogénita
la masonería, extendida para desgracia suya por todo el territorio filipino, va
sembrando por todas partes el malestar universal, cometiendo crímenes los
más horrendos, dando rienda suelta a las pasiones más bajas. No había ni
podía haber paz ni tranquilidad en ninguna parte, pues ni lo más santo, ni lo

1
A continuación, en la página III del manuscrito hay otra introducción o prólogo.
Parece ser una primera redacción del prólogo definitivo. Lo publico en nota porque da
algún dato nuevo.
[p. 3]. «Han pasado algunos años desde nuestra estancia en los Estados Unidos de
la República del Brasil, América del Sud, en cuyo tiempo, a manera de distracción, fuimos
anotando los hechos que más pudieran llamar la atención, ocurridos con motivo de la
instalación y formación de nuestras nuevas misiones y nuestro ministerio apostólico en
aquellos países, todo ante la idea de que algún día pudieran servir para la historia o cró-
nicas de nuestra orden. = Como tuvimos necesidad de abandonar aquellos lugares por la
obediencia, después de salir de aquel punto tuvimos por más conveniente interrumpir este
trabajito, dejando para otros que, si lo creían conveniente, continuaran la narración de los
hechos que fueran dignos de mención. = Nunca pensamos dar a la imprenta este pequeño
e insignificante trabajo, pero habiendo sido visto y leído por algunos religiosos amantes
de todo cuanto tenga relación con nuestra amantísima y humildísima Recolección agusti-
niana, han formado el juicio de que debían imprimirse a fin de que no desaparezcan con el
tiempo, sino que se conozcan los trabajos llevados a cabo por nuestros heroicos misioneros
del Brasil y sirvan de acicate que anime a nuestros religiosos y misioneros a trabajar en el
camino comenzado en aquella viña que el Señor nos ha encomendado. = No nos gusta mu-
cho, lo decimos con sinceridad, no nos gusta mucho que nuestra humilde persona salga a
figurar en público ni creemos, según nuestro humilde juicio, que merezca darse a la prensa
semejante trabajo, pero, lo hemos dicho ya y lo repetimos, solamente nos resolvemos a ello
instados y animados a ello por esos religiosos que se han enterado del caso y que así lo
juzgan conveniente».

118
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 467

más sagrado se respetaba. Antes bien (con amargura hay que consignarlo),
los mismos que debían amparar al débil, al indefenso, no eran los que más
atrás se quedaban en insultar, injuriar y calumniar a las cosas y personas
sagradas, atizando la tea de la discordia, atizando las pasiones, avivando el
fuego del rencor, del odio y del desprecio. ¡Pobres provincias filipinas!
Así andaban las cosas en aquel desgraciado país en el año 98, y el mal
iba aumentando de día en día, y la gente honrada no podía vivir, y los reli-
giosos que no morían al golpe del asesino, los que no caían prisioneros de la
gente más malvada, para evitar mayores males, tenían que huir, tenían que
abandonar con todo el dolor de sus corazones, sitios y lugares regados con el
sudor de sus trabajos, santificados por ellos a fuerza de sufrimientos, a fuer-
za de privaciones sin cuento, a fuerza de buscar en todo y por todo el bienes-
tar espiritual y material de los pueblos. Algunos, y no pocos, pueblos habrá
que aún estarán llorando la falta de sus padres, pero ¿cómo remediarlo? No
queda otro recurso que adorar los justos juicios de Dios e implorar su divina
clemencia para que se abrevien estos días de luto, estos días de verdadera
desolación. ¡Triste año de 1898! Año execrable para Filipinas, para España y
más que todo para la Religión2.
[p.2] Ante tamaños males, ante desgracias tan grandes y ante la perspec-
tiva de un porvenir horroroso que se presentaba obscuro, lleno de nubarrones
negros y feos, que dejaban entrever la desolación y el espanto, amenazando
grave tormenta que asolase los campos cultivados a la sombra de la religión, y
amenazando también asolar y destruir por completo a los cultivadores de esos
campos en que resplandeciera antes la antorcha de la verdadera luz y en que
reinaban la paz, la tranquilidad, la confianza y el bienestar de los pueblos, ame-
nazando destruir, lo diré sin rebozos, a las órdenes religiosas que por espacio de
siglos tanto y tanto habían trabajado, tantos sudores habían sufrido, ocupadas
constantemente y sin cesar en procurar el bienestar moral y material de los
habitantes de aquellas islas, ante tan grandes males, repito, no podían estar
indiferentes las órdenes religiosas, viendo cómo eran tratados sus hijos, viendo
la ingratitud más grande que podía figurarse. No podían tampoco permanecer
indiferentes los religiosos perseguidos y maltratados tan injustamente.
Eso mismo venía pensando nuestra afligidísima y queridísima provin-
cia de San Nicolás de Tolentino, la que quizá haya sido la que más pérdi-
das haya tenido en esta descomposición del país3. No podía estar indiferente

2
He descrito brevemente la situación de la Iglesia antes, durante y después de la
revolución en el artículo «La Iglesia y la Revolución filipina de 1898»: Anuario de Historia
de la Iglesia 7 (Pamplona 1998) 125-43 (nota bibliográfica en pp. 142-43); reproducido con
adiciones notables en Recollectio 21-22 (1998-99) 19-81. Durante los dos años que duró
la revolución (1896-98) perdieron la vida violentamente 30 agustinos recoletos, otros 91
fueron encarcelados y otros tantos se vieron obligados a salir precipitadamente de sus
parroquias y refugiarse en los conventos que la comunidad poseía en Manila o embarcarse
directamente para Europa.
3
Supra, I. Primeros años, 358-60 (10-12).

119
468 Mariano bernad

ante tales daños, así que sus dignísimos superiores, mirando al porvenir,
no podían menos de rogar a Dios, pidiendo incesantemente luces y acierto
para excogitar los medios conducentes para poner en práctica cuanto fuese
conveniente para impedir los progresos del mal y salvar a la vez la suerte de
su existencia y la de sus hijos. Tampoco éstos se descuidaban, por su parte,
porque los más de ellos, y en especial los de mayores méritos y más amantes
de su religión, no podían estar tranquilos al ver todos esos males. Con el co-
razón puesto en Dios, contritos y humillados en la divina presencia, no sólo
le pedían el término de tanta aflicción, sino que trataban de aprovechar toda
coyuntura para salvar los sagrados intereses de la religión, excogitaban los
medios de ganar en otras partes lo que en otras perdían, distinguiéndose en
esta tarea nuestro reverendísimo comisario apostólico, fray Íñigo Narro de
la Concepción, nuestro padre provincial, fray Francisco Ayarra de la Madre
de Dios, el padre procurador general en Roma, padre Enrique Pérez de la
Sagrada Familia, nuestro padre ex provincial fray Juan Cruz Gómez del
Corazón de Jesús; y también el que estas líneas escribe tuvo su parte. Parece
[3] inmodestia, mas ¿por qué no decirlo? No diciendo más que la pura verdad,
me he atrevido a estamparla. Perdónenme si hago mal en ello.
En cartas y siempre que había ocasión, comunicaban entre sí sus im-
presiones; unos y otros se animaban para mirar por el porvenir, excogitando
nuevos medios y nuevas empresas, cambiando rumbos, si era preciso, y di-
rigir los pasos hacia otras partes, ya que se mostraba tan ingrato el campo
cultivado hasta ese tiempo. Entre otros varios puntos, donde la considera-
ción se había fijado, era uno de ellos, y quizá el principal, la América del Sud,
en donde, de tiempos atrás, se notaba la falta de operarios evangélicos y en
donde, según todas las noticias, había en toda ella extensísimo campo don-
de poder desplegar su celo los religiosos que se encontraban en condiciones
para emprender esa obra de grandes alcances. No pocas cartas mediaron en
este sentido entre el que esto escribe, entre otro religioso benemérito que se
hallaba de prior de nuestro convento de San Sebastián, padre fray Patricio
Adell de San Macario, entre el nuestro padre provincial fray Francisco Aya-
rra y entre el padre procurador general de Roma, padre fray Enrique Pérez,
dando por resultado que los ánimos se fueron disponiendo de tal modo que
se vino a convenir por todos la necesidad de obrar y sin tardanza, poniendo
los ojos en primer lugar en toda la América del Sud4.
¡Coincidencia singular! Hallábase en Roma en esta ocasión el excelen-
tísimo señor obispo de Goyaz, en la gran república del Brasil, don Eduardo
Duarte de Silva, y este buen señor, llevado de su gran amor a sus diocesanos,
iba buscando personal que le ayudase para atender a las grandes necesida-

4
Más detalles sobre el ambiente en que se fraguando y desarrollando esta idea en
Ángel Martínez Cuesta, «Filipinas a América del Sur. Viajes, andanzas y peripecias del pa-
dre Patricio Adell por tierras de Panamá, Venezuela y Trinidad»: Recollectio 21-22 (2002-
03) 19-81. Otros detalles: infra, VIII. Cartas 1-36.

120
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 469

des que en toda la diócesis había, y, por disposición divina, sin duda, vino a
encontrarse con el padre Enrique Pérez5, recayendo la conversación sobre lo
mismo. No cayó en saco roto, como suele decirse, pues este padre comunicó
sin pérdida de tiempo lo que ocurría. Hubo con este motivo varias comuni-
caciones entre todos, siendo el resultado de todo que, después de tratado el
asunto, se vino a convenir en que se debía aprovechar esta ocasión que Dios
nos preparaba, aceptando en principio las proposiciones del señor obispo6.
Y no fue esto solamente, sino que también en ese mismo tiempo, los
superiores de Filipinas, movidos del mismo sentimiento, convinieron en la
necesidad de poner manos a la obra, disponiendo que una expedición, com-
puesta de siete religiosos, saliese de Manila, dirigiéndose por el Pacífico a
San Francisco de California, y de allí pasase a Panamá y a [4] Venezuela,
como en efecto salió del puerto de Manila a fines del mes de agosto, cuya
expedición iba mandada por el dicho padre fray Patricio Adell con poderes
del venerable definitorio provincial para establecer residencias en América.
Mas acerca de esta expedición y de sus trabajos llevados a cabo, otros se
encargarán de tomar nota de todo7. Yo no iré apuntando más que lo que a
esta misión del Brasil se refiere, por ser cosa sobre la que únicamente puedo
hablar, como más enterado de la misma.
Llevo ya referido lo ocurrido con el señor obispo de Goyaz, así como
las cartas que mediaron con este motivo, siendo el resultado que algunos
esforzados religiosos, dignos del mayor encomio, se presentaron intrépidos
a nuestro padre provincial ofreciéndose voluntariamente para ir al Brasil y
desempeñar allá lo que Dios nuestro señor tuviera dispuesto, estableciendo
residencias, misiones y cuanto convenir pudiera para trabajar para la mayor
honra y gloria de Dios, para el mayor adelantamiento de nuestra amadísima
provincia y para el mayor bien de las almas, ofreciéndose sin temor a los
obstáculos y dificultades que naturalmente debían presentarse en un país
nuevo, tan particular en sus usos y costumbres, en un país donde hay la más
completa libertad para todo, y en donde existen, por lo tanto, toda clase de
creencias, mucho protestantismo y mucho masonismo. País especial, repito,
como iremos viendo en la narración de los hechos que vayan desarrollándose
y en donde también los religiosos debían luchar con la dificultad de la len-
gua, más difícil de lo que a primera vista parece8.
Pero nada les arredra. Así que nuestro padre provincial, después de
pensar bien el asunto y después de remover cuanto pudiera oponerse, en
unión del venerable definitorio, se resuelve dar su licencia, aceptando gusto-

5
Décadas 1, 66, añade «de la Sagrada Familia, Procurador General en Roma».
6
Algunas de estas cartas se publican más delante, infra. viii; también supra, I.
«Primeros años …»: 368-75 (20-27).
7
Supra, nota 4.
8
En cartas a religiosos residentes en España tanto Bernad como otros subrayarán
esta dificultad. Algunos ancianos no lograron superarla nunca.

121
470 Mariano bernad

so la oferta de sus esforzados religiosos y con este motivo reúne a su definito-


rio para deliberar y tratar de las bases y condiciones que convenía dar para
el planteamiento y la marcha que debía seguirse en esa grandiosa empresa
de las nuevas misiones. Y en efecto, en esa reunión, acordaron, después de
un bien maduro examen, determinar todas las condiciones y bases más con-
ducentes al mejor éxito de esta empresa, reinando en las mismas y que son
xxii, un espíritu verdaderamente santo, digno de todo respeto y veneración,
lleno de unción religiosa que nada más se puede pedir para que los religiosos
tuvieran una norma segura en el cumplimiento de sus deberes9.
[5] Nueve eran los religiosos que se alistaron y presentaron para dar
principio a tan laudable empresa, cuyos nombres deben consignarse como
ejemplo para la posteridad, dignos de mayor respeto, religiosos valerosos,
campeones esforzados de la religión recoletana, beneméritos hijos de la pro-
vincia de San Nicolás de Tolentino, que no podían mirar con indiferencia la
situación por demás angustiosa y aflictiva en que veían a nuestra amada
provincia, sintiendo como propios todos sus males.
Eran estos religiosos los siguientes: padre lector fray Manuel Simón
de San José10, secretario que había sido del señor obispo de Jaro; padre pre-
dicador de provincia fray Gregorio Gil de la Merced11; padre fray Marcelo

9
En realidad, las normas eran 21, cf. «Acta del venerable definitorio provincial sobre
fundación de residencias en América e instrucciones que se dan a los padres misioneros»,
19 de agosto de 1898: Á. Martínez Cuesta, «De Filipinas a América del Sur. I. Viajes, an-
danzas y fundaciones del padre Patricio Adell»: Recollectio 21-22 (2002-03) 567-70.
10
Manuel Simón (1862-1937), conventual entonces del convento de San Sebastián y
antiguo partidario de la expansión de la Recolección fuera los confines filipinos. Nació en
Corella y profesó en Monteagudo en mayo de 1881. Terminada la carrera, hizo el ejercicio
del lectorado y dedicó cinco años a la enseñanza en los colegios españoles. En septiembre de
1894 fue destinado a Filipinas, donde Leandro Arrué, obispo de Jaro, le escogió para secre-
tario de Cámara y Gobierno (1895-97). Al año siguiente enseñó teología en el convento de
Manila: Sádaba, 701-02. El 8 de octubre de 1898 Ayarra le puso al frente de la primera mi-
sión brasileña. Pero ese nombramiento no tuvo efecto, porque en Madrid se decidió confiar la
dirección de la empresa a Mariano Bernad: infra, VI. Nombramientos, 585-88 (237-38). El 23
de mayo de 1899 llegó a Vitoria, capital del estado de Espíritu Santo, donde trabajó incan-
sablemente durante 19 años. Con la aprobación implícita de su superior aceptó la parroquia
de Anchieta y en ella estuvo hasta el año 1909, recorriendo campos, construyendo capillas y
fomentando el acceso a la propiedad de los colonos italianos: Décadas 1, 342-49. Fruto de esa
preocupación fue la adquisición y organización de la Fazenda do Centro, a la que dedicó sus
energías desde 1909 a 1918: Décadas 2, 654-74; Sergio Peres de Paula, Fazenda do Centro:
Imigração e colonização italiana no sul do Espírito Santo, Franca 2008 (Ms.). De 1918 a
1929 vivió en España como definidor provincial (1918-21), maestro de novicios y profesor en
Monachil (1921-23). Desde su regreso a Brasil en 1929 residió siempre en Ribeirão Preto,
dedicado a la enseñanza: Avellaneda 309-10. Allí murió el 19 de septiembre de 1937.
11
Gregorio Gil (1864-1932), superior de la residencia de Granada desde su fundación
en febrero de 1899 hasta mayo de 1900. Antes había trabajado en Filipinas durante trece
años. En Brasil desarrolló desde el primer momento gran actividad, tanto en la predica-
ción como en el ministerio parroquial, en la prensa y en la construcción de iglesias y casas
curales. En este último campo fueron especialmente fecundos los 13 años (1918-31) que
pasó al frente de la nueva fundación de Franca: Sádaba, 642-43; Avellaneda, 461; Bpst 80
(2000) 441-45.

122
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 471

Calvo del Rosario12, prisionero que había sido de los insurrectos de Zambale
y que logró escaparse de la prisión en que estaba; padre fray José Cardona
de Santa María Magdalena13, vicerrector que había sido de San Millán de la
Cogolla; padre Eugenio Galilea de San Luis Gonzaga14; padre fray Agustín
Cristóbal de Sagrado Corazón de Jesús15; padre fray Jesús Aranda de San

12
Marcelo Calvo (1873-1933), natural de Belorado (Burgos). De 1896 a 1898 sirvió
algunas parroquias de Zambales, donde fue apresado y torturado por los revolucionarios.
En Brasil se le encomendó la parroquia de Agua Suja (1899-1904), la primera de la orden
en el país, y Estrella do Sul (1904-11). Luego fue presidente de la residencia de Ribeirão
Preto (1912-15), vicario provincial de San Pablo (1920), definidor provincial (1915-18 y
1924-26), vicario provincial de Brasil (1918-21). En 1926 se le encomendó la recién creada
prelatura de Lábrea, pero tras una rápida visita no se sintió con fuerzas y renunció en
1929: Sádaba, 710-11; Avellaneda, 472: Décadas 1, 232-36, 273; 2, 561; 3, 256, 556-620.
13
José Cardona (1852-1930), natural de Borja (Zaragoza). De 1875 a 1898 adminis-
tró varias parroquias en las islas filipinas de Mindoro y Luzón, entre ellas la de Las Piñas
(1894-98), donde podría desarrollar sus conocimientos musicales. La Revolución le obligó
a abandonar el curato (junio 1898) y Filipinas (octubre 1898). En 5 de abril de 1899 viajó
a Venezuela y Panamá con san Ezequiel. Como en Panamá se sentía a disgusto y enfermo,
en agosto 1901 se le permitió regresar a España. En noviembre de 1902 se embarcó para
Brasil, donde continuó hasta su muerte, acaecida en Belem, dedicado casi exclusivamente
al confesonario. A su muerte, recordada en Cronologia, 152, se escribió que era el confesor
de casi todos los sacerdotes de Pará. Su entierro fue muy concurrido: Sádaba, 583; Avella-
neda, 449; S. Ezequiel, Obras completas 2, 746, 747, 751, 786; Bpst 77 (1897) 248-49.
14
Eugenio Galilea (1873-1951), natural de Viguera (La Rioja). Profesó en 1889 y
en septiembre de 1894 zarpó del puerto de Barcelona para Filipinas. Allí se ordenó (julio
1895) y administró algunas parroquias de Bohol y Negros. En noviembre de 1898 regresó
a España y poco más tarde fue destinado a la nueva residencia de Granada (1899). El 3
de marzo de 1902 llegó a Venezuela en compañía del beato Julián Moreno y allí continuó
hasta el fin de su vida. Su primer destino fue Maracaibo, donde durante ocho años desa-
rrolló una gran actividad tanto en la enseñanza como en la predicación, para la que estaba
bien dotado. Acompañó varias veces al obispo de Mérida en las visitas pastorales, dirigió
ejercicios espirituales al clero de Maracaibo y Mérida y durante dos años y medio dirigió
el Boletín diocesano de esta última diócesis. En ese tiempo mantuvo estrechas relaciones
con las Hermanas de Santa Ana, cuya historia publicó en 1908. En 1909 fue trasladado a
Puerto Cabello, donde ejerció funciones semejantes durante 26 años, siendo un auténtico
protagonista de la vida de la ciudad. De 1916 a 1919 fue vicario provincial de Venezuela.
En 1936 se le encomendó la dirección del primer colegio apostólico de la orden en esa na-
ción y cinco años más tarde la del colegio Fray Luis de León. Murió en Puerto Cabello el 26
de octubre de 1951: Sádaba, 706; Avellaneda, 178-80; ActaOar 1 (1950-51) 457.
15
Agustín Cristóbal (1874-1929), natural de Marcilla. Vistió el hábito recoleto en
Monteagudo el año 1889 después de haber frecuentado la preceptoría que funcionaba en
el convento recoleto de su pueblo. En octubre de 1896 llegó a Manila, siendo todavía sub-
diácono. Desde su ordenación sacerdotal en septiembre de 1897 hasta la revolución ejerció
el ministerio en Mindoro, primero como coadjutor de Calapán y luego como misionero de
Mamburao. En octubre de 1898 viajó a España con el grupo de los religiosos que desde allí
habrían de salir para Brasil. Desde marzo de 1899 hasta 1915 administró las parroquias
de Agua Suja y Santa Anna dos Patos en Minas Gerais y la de Belenzinho en la capital
paulista (1906-08). De 1915 a 1918 fue presidente de Ribeirão Preto, donde dio gran im-
pulso a la cofradía de la Consolación. En 1915 acompañó al obispo en la visita pastoral. De
1918 a 1926 rigió otras parroquias de las diócesis de San Pablo y Bocatú. En 1927 asistió
al capítulo provincial, en el que fue nombrado prior de la casa de San Pablo. Falleció en
Tayuva el 29 de mayo de 1929: Sádaba, 785; Avellaneda, 446; Décadas 3, 754-57.

123
472 Mariano bernad

José16; padre fray Nicolás Catalán del Villar17, y el hermano Pedro Pascual
de Araceli18, todos los que, pedida la bendición a su padre provincial, salieron
de Manila sobre el 10 de octubre de 1898 con rumbo a España para desde
allí seguir al Brasil, una vez que fueran aprobadas las bases y condiciones
en que iban por nuestro reverendísimo padre comisario apostólico fray Íñigo
Narro de la Concepción con las demás instrucciones que su reverendísima
tuviera por conveniente19.

16
Jesús Aranda (1873-1910), de Villafranca de Navarra, estudió Humanidades en el
seminario de Pamplona, profesó de recoleto en octubre de 1892 y se ordenó de sacerdote en
Pamplona el 30 de mayo de 1896. Llegó a Filipinas en septiembre de 1897, en vísperas de
la Revolución. Pero todavía tuvo tiempo para atender la parroquia de Saravia (Negros) du-
rante un año. En octubre de 1898 regresó a España con patente para Brasil. Desde febrero
de 1899 hasta el mismo mes de 1902 alternó el ministerio parroquial con la enseñanza
en Uberaba. En 1900 acompañó al obispo en la visita pastoral. En 1902 fue destinado a
Bahía, donde trabajó como párroco en Caravellas y como misionero en Bom Jesus de Lapa,
de donde se retiró, herido de muerte, a Bahía y España. Falleció en Vigo el 20 de mayo
de 1910, cuando acababa de poner pie en la Península: Sádaba, 723; Avellaneda, 361-62;
Décadas 2, 737-40.
17
Nicolás Catalán (1875-post 1909), natural de Corella. Profesó en octubre 1892. A
fines de 1897 llegó a Filipinas, donde se ordenó en febrero del año siguiente. Como el pro-
ceso independentista estaba ya muy adelantado, parece que no pudo ejercer el ministerio.
En Brasil fue párroco de Santa Anna do Río das Velhas (marzo 1899-agosto 1900), San
Sebastián da Serra (1900-03) y Patrocinio (junio 1903-agosto 1909). En todas ellas trabajó
con entusiasmo y éxito, especialmente en Patrocinio. Durante los dos últimos años tuvo
dificultades con los superiores de la orden, que le consideraban cabecilla del grupo que
pretendía abandonar la comunidad sin salir de las parroquias que administraba. En junio
de 1909 lo trasladaron a la parroquia de Faxina (actual Itapeva) en el estado de San Pablo.
Al no obedecer se le expulsó de la orden en noviembre de 1909: Sádaba, 728; Décadas 1,
243-46; 272-80. Abundante documentación sobre este episodio en Apst, caja xv,1; agoar,
cajas 45 y 84, y Negotia Procuratoris 1, 23-26, 36-37; Asv, Arch. Nunz. Brasile, caja 129,
fascs. 638 y 639.
18
Pedro Pascual Rodríguez (1852-1916) nació en Corella. Comenzó el noviciado en
Monteagudo en junio de 1872, pero no pudo terminarlo por los disturbios de la época. En
septiembre de 1873 fue llamado a filas por el gobierno republicano, pero logró huir al
ejército carlista. Al final de la guerra se refugió en Francia. En febrero de 1878 regresó
a Monteagudo y allí profesó en diciembre del mismo año. Los primeros años de su vida
religiosa los pasó en Monteagudo, Marcilla, San Millán y Madrid. En 1892 fue destinado
a Filipinas, donde sirvió de sastre, sacristán y enfermero en Manila y Cebú. Aquí le sor-
prendió la revolución, que le obligó a refugiarse en el fuerte de la ciudad en compañía de
las autoridades y de otros españoles. Vuelto a Manila a principios del año siguiente, se
ofreció a formar parte de la primera expedición brasileña. En parte por motivos de salud y
en parte por otros motivos no logró acomodarse en Brasil. Tras recorrer las comunidades
de Agua Suja, Uberaba, Ribeirão Preto y Belem, regresó a España en octubre de 1901. Le
quedaban 15 años de vida que puso al servicio de las comunidades de Monteagudo, Lucena
(1904-08, 1915-16), Zaragoza (1908-09), Berlanga de Duero (1909-14) y Monachil (1914-
15). Murió en Berlanga: Sádaba, 694-95; Bpst 79 (1999) 342-44.
19
Pedro Fabo, Biografía del Rmo. P. Fr. Mariano Bernad del Pilar, Monachil 1919,
33. Algunos no viajaron al Brasil. José Cardona se embarcó para Panamá y Venezuela en
la segunda expedición, que salió de Manila en febrero del año siguiente, mientras que Gre-
gorio Gil y Eugenio Galilea fueron destinados a principios de 1899 a la nueva residencia
de Granada, cf. I. Narro, Carta a E. Pérez, Madrid, 12 febrero 1899: «Los padres Gregorio
Gil y Eugenio Galilea salieron anteayer para una residencia en Granada. Éstos eran los
destinados a Pará, que no he mandado por la ninguna formalidad del señor Miranda; ni

124
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 473

Con un viaje feliz llegaron a España estos religiosos en el mes de no-


viembre siguiente, dirigiéndose dos de ellos, los padres fray Manuel Simón y
fray Gregorio Gil, a Madrid para presentarse al superior general, entregarle
los documentos que traían del superior provincial y recibir las instruccio-
nes convenientes para proseguir en el plan preconcebido20. Después de esto,
se fueron a nuestro colegio de Marcilla, a donde fueron los restantes, para
esperar allí órdenes, ir preparando todo lo conducente para la expedición y
emprender desde allí el viaje cuando se estimase oportuno.
No estará de más consignar en este lugar los xxii puntos de que se ha hecho
mención, [y que] determinó el venerable definitorio provincial en Manila para
la marcha y el buen gobierno que debían seguir los religiosos que iban ahora y
en adelante siguieren en esas nuevas misiones. Son las siguientes: …21.
Al mismo tiempo nuestro padre provincial, fray Francisco Ayarra de la
Madre de Dios, en su grande afán y deseo de procurar por todos los medios
a su alcance el mejor éxito de esa empresa tan grandiosa, y en la persuasión
en que estaba de que sería mucho más conducente para llevar a cabo estos
propósitos aumentar el personal [6] con algún religioso respetable y de con-
fianza que pudiera dirigir a los demás en el nuevo camino que iban a seguir.
Con el fin de conseguir el objeto que se proponía, dirigió cartas suplicatorias
a nuestro reverendísimo padre comisario apostólico y al muy reverendo pa-
dre definidor general padre ex provincial fray Mariano Bernad del Pilar, in-
vitando a éste para que tomara parte en la empresa y pidiendo al primero se
dignase otorgar la oportuna licencia, caso de que el dicho padre Mariano se
prestara a secundar sus propósitos. No se hizo esperar la resolución del caso,
pues en el mismo día en que se recibieron las cartas, al querer explorar nues-
tro padre Íñigo la voluntad de nuestro padre Mariano, éste, sin titubear, con-
testó que podía disponer de su persona como tuviera por conveniente; que,
a pesar de su edad y de lo poco que ya podía valer, ese poco estaba siempre
a la disposición del superior y de su amada Recolección, a la que todo se lo
debía22, y esto sólo bastó para tomar una resolución afirmativa, decidiéndose
desde aquel momento que dicho nuestro padre Mariano acompañase a la pri-

me ha escrito, ni el embajador del Brasil me dio 200 francos, ni la Dirección en Génova


tiene noticia de los dos pasajes en “Río Amazonas”, cosas que D. Amancio me prometió y…
no ha cumplido. ¡Cómo mandaba yo los dos padres a la ventura!»: infra, VIII. Carta 54. El
primero viajaría a Brasil en la segunda expedición (mayo 1899); y el segundo, a Venezuela
a principios de 1902 en compañía del beato Julián Moreno. En compensación, se agrega-
ron a la expedición otros ocho religiosos. Uno de ellos sería el autor de este relato, a quien,
además, se encomendó la dirección de la empresa: infra, VIII. Carta 22. Los otros fueron
los pp. Manuel Ramos García y Florencio Luis, los jóvenes profesos Máximo Tabuenca,
Gregorio Íñiguez y Pío Palacios Antoñanzas, y el hno. Blas Jiménez.
20
Llegaron a Madrid el 17 de noviembre de 1898: infra, nota 23.
21
No las transcribe. Las ordenaciones eran 21.
22
Décadas 1, 67 escribe: «Puede disponer de mi persona como tenga por conveniente,
que, a pesar de mi edad y de lo poco que ya puedo valer, ese poco está siempre a la dispo-
sición del superior y de mi amada Recolección, a la que todo se lo debo».

125
474 Mariano bernad

mera misión del Brasil, yendo a la cabeza de ella, y además representando


en todo a la autoridad del superior general con todos sus atribuciones para
instalar, colocar a los religiosos, fundar residencias y cuanto fuera necesario,
para lo que se le expidió el correspondiente título, como tal representante
especial del superior general y de la congregación23. Medida que fue recibida
con aplauso y aprobación general, sin excepción alguna, hasta en el mismo
Roma, y que se comunicó al excelentísimo obispo de Goyaz, quedando este
señor muy agradecido y contentísimo al tener noticia de ella.
Resuelto este caso de la manera dicha, se principiaron a dar los pri-
meros pasos para preparar lo necesario para el viaje y embarque de los re-
ligiosos, y no sólo esto, sino que, a propuesta de nuestro padre Mariano, se
trató de aumentar el número de los religiosos que debían ir con esa primera
misión, dando el encargo a los padres Manuel Simón y Gregorio Gil para
que, yendo a nuestros colegios de Monteagudo y Marcilla, hicieran presente
la idea a los religiosos que allí había, por si alguno se sentía con fuerzas para
ello, y con el mismo objeto se dirigieron algunas cartas. No se hizo tardar la
respuesta, pues muchos de los jóvenes que ya tenían hechos sus estudios se
presentaron intrépidos, resolviéndose, en vista de eso, aumentar el número
de los que habían de partir hasta 14 entre todos24.
Como en este intervalo de tiempo, por razones que no son del caso poner
[7] en estos apuntes, fueron destinados a otros sitios los padres Gregorio Gil
y Eugenio Galilea25, hubo necesidad de aumentar a los siete religiosos res-
tantes que vinieron de Manila otros siete más para completar el número de
14. Y en efecto, entre los varios que se ofrecieron para ella fueron designados
los siguientes:

23
M. Bernad, Carta a E. Pérez, Madrid, 19 noviembre 1898: «Ya estarán por Colom-
bia los 13 primeros jóvenes que se enviaron, ya están en camino 17 más, ya está por Amé-
rica el buenísimo padre Patricio Adell con siete religiosos más; y anteayer llegaron aquí
los padres Manuel Simón y Gregorio Gil y que con seis religiosos más que se dirigieron a
Marcilla; vienen de Filipinas para recibir instrucciones y marchar algunos al Brasil y, …
fíjate bien: voy con ellos para colocarlos, instalarlos y dejarlos arreglados lo mejor que se
pueda conforme a nuestras sagradas leyes. Es éste un deseo vehemente de N.P. provincial
y de N.P. Íñigo, de modo que ya me tienes metido en danza y dispuesto para lo que Dios
quiera, que estoy muy confiado en que el Señor no nos abandonará y que nos abrirá los
caminos que su divina misericordia nos señala»: infra, VIII. Carta 18.
El 14 de enero 1899 Íñigo le nombró su «representante especial en la citada misión de
Goiás para todos los asuntos que a la misma directa o indirectamente se refieran»: infra, VII.
Nombranientos, 586 (238). A principios de 1900 Bernad pensó en volver a España y consultó
sobre ello al p. Íñigo, quien le respondió, 5 mayo 1900: «Sobre tu regreso a mi lado, “queda
a tu prudencia y celo”». Días más tarde, 12 mayo, fue algo más explícito: «En mi anterior
te decía “quedaba a tu celo y prudencia tu regreso a la península”. Hoy te repito lo mismo,
aunque soy del parecer de esa gente: “que si tú faltas ahí, si abandonas eso, todo se pierde”.
¡Sea, Dios bendito y te colme de sus bendiciones»: Agoar, caja 84, leg. 3, fasc. 1, n. 1.
24
Entre los nuevos voluntarios había dos sacerdotes recién ordenados y tres sub-
diáconos.
25
I. Narro, Carta a M. Bernad, Madrid, 22 enero 1899: Agoar, caja 84, leg. 3, fasc. 1,
n. 1; también infra, VIII. Carta 54.

126
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 475

Nuestro padre ex provincial y definidor general, representando a nues-


tro padre vicario general, fray Mariano Bernad del Pilar, presidente.
Padre lector fray Manuel Simón de San José.
Padre fray Marcelo Calvo del Rosario.
Padre fray Agustín Cristóbal del Corazón de Jesús.
Padre fray Jesús Aranda de San José.
Padre fray Nicolás Catalán del Villar.
Padre fray José Chivite de los Dolores26.
Padre fray Manuel Ramos García de San José27.
Padre fray Florencio Luis del Carmen28.
Fray Máximo Tabuenca de San José, subdiácono29.

26
José Chivite (1876-1913), natural de Cintruénigo (Navarra), profesó en 1892 y se
ordenó en 1898. A su llegada a Brasil lo destinaron al seminario diocesano, donde, además
de enseñar latín y filosofía, se ocupó de la secretaría. El 9 de agosto de 1899 llegó a Gua-
rapari, en cuya parroquia continuó hasta agosto de 1910. En esa fecha fue trasladado a
Faxina (San Pablo), donde murió el 21 de diciembre de 1913 tras meses de dolorosa enfer-
medad. Era de carácter afable, bien dotado intelectualmente y con «una aptitud especial
para las ciencias físicas y artes liberales, que utilizaba siempre en provecho de sus feli-
greses, en dar mayor esplendor al culto y en organizar grandes fiestas religiosas»: Sádaba,
785-86; Décadas 2, 774-76.
27
Manuel Ramos García (1876-post 1903), natural de Corella, profesó en octubre de
1892: Sádaba, 786. Su primer destino fue la parroquia de Agua Suja, donde sirvió de coad-
jutor al p. Marcelo Calvo desde marzo de 1899 hasta julio de 1900, en que se le encomendó
la parroquia de Veríssimo. En agosto tuvo algún conflicto y pidió regresar a España. Se
embarcó a finales de septiembre o principios de octubre, antes de conseguir el debido per-
miso: infra, VIII. Cartas 71, 128, 251, 404, 409 y 422. En España se le destinó a Marcilla.
El 20 diciembre de 1901 obtuvo la secularización ad annum por rescripto que el comisario
apostólico mandó ejecutar el 30 del mismo mes. Ramos no lo aceptó por no constar en él
la causa. El 17 de enero de 1902 el consejo general determinó no ayudar a su padre por
tener empleo y dos hijas. El decreto de secularización definitiva se ejecutó en Marcilla el
7 de mayo de 1902, cf. P. Corro, Carta a M. Bernad, 7 mayo 1902: agoar, caja 36. Luego
se procedió a su expulsión. El 22 de diciembre de 1902 el provincial de San Nicolás pedía
al obispo de Barcelona que notificara la sentencia de expulsión al inculpado, que vivía en
Barcelona, calle del Consejo de Ciento 491, y no podía presentarse en Marcilla. El 27 de
enero siguiente el obispo convocó al encausado, quien firmó la sentencia, reservándose el
«derecho a usar de los recursos que le correspondan»: Archivo diocesano de Barcelona,
Órdenes religiosas, caja 503. Más noticias sobre este religioso en agoar, caja 51.
28
Florencio Luis (1876-post 1920), natural de Peralta de Navarra. Había profesado
en 1893 y se ordenó en Tarazona unos días antes de partir para Brasil. Allí fue enviado
como coadjutor a Santa Anna do Rio das Velhas (marzo 1899-junio 1900) y San Sebastián
do Salitre (junio 1900-junio 1903), parroquia que luego sirvió como párroco. En 1905 fue
trasladado a San Pablo y al año siguiente volvió a Minas Gerais. En 4 febrero de 1910
consiguió la secularización perpetua y el 25 de abril el obispo de Taubate (San Pablo) lo
incardinó en su diócesis: Negotia Procuratoris 1, 1908-16, 46,2,92; Registro, 71-72.
29
Máximo Tabuenca (1877-1945), natural de Malón (Zaragoza), profesó en 1893.
Tras pasar unos meses en la residencia de Uberaba y la parroquia de Dores de Santa
Juliana, fue destinado a finales de julio de 1899 al estado de Espíritu Santo, donde se
ordenó de sacerdote (23 diciembre 1899) y en él residió el resto de su vida. Fue párroco
de Itapemirim (1900), compañero y párroco de Anchieta (1901-14) y Fazenda do Centro

127
476 Mariano bernad

Fray Gregorio Íñiguez del Carmen30.


Fray Pío Antoñanzas de la Concepción31.
Hermano Pedro Pascual de Araceli.
Hermano Blas Jiménez de los Dolores32.
Total 14: 9 sacerdotes, 3 coristas y 2 hermanos legos.
Dispuestos se hallaban todos para emprender el viaje cuando el supe-
rior ordenase y, reunidos en Marcilla, se prepararon de antemano con unos
santos ejercicios con el fin de presentarse más preparados ante Dios, pidién-
dole a la vez sus divinos auxilios para quedar más y más confortados en
el camino que su divina Providencia les marcase. También nuestro padre
Mariano, que se hallaba en Madrid desempeñando su cargo de definidor ge-
neral, salió de dicho punto en dirección a Marcilla el día 16 de enero de 1899
para reunirse con todos los demás y marchar después a Barcelona, punto
designado para el embarque. En dicho colegio se cantó [8] una misa solemne
el día 22 de enero con el fin de pedir a Dios nuestro Señor su divina protec-

(1914-45). En 1922 asistió a la conferencia de Franca en que se estudió la reorganización


de la provincia. Era noble de carácter, sobrio, celoso y amante de la orden. El pueblo lo lla-
maba «o bom padre»: Sádaba, 786, Avellaneda, 417; Décadas 1, 361-64; «Rdo. P. Fr. Máximo
Tabuenca de S. José»: Bpst 25 (1945) 144; también, ibid. 215-16; infra, V. Juan Pablo Ruiz
579-81 (231-33).
30
Gregorio Íñiguez (1878-1923), natural de La Bastida (Álava), no había cumplido
los 21 años al pasar al Brasil. En marzo le destinaron de compañero del párroco de Ponte
Nova, donde siguió incluso después de recibir la ordenación en abril de 1901. En julio de
1902 pasó a Ribeirão Preto y poco después a Monte Carmelo (1904) y España. Tras un par
de años en San Millán de la Cogolla, en agosto de 1906 el definitorio provincial decidió
internarlo en el manicomio de Santa Águeda (Guipúzcoa): Libro de Definitorios, 1902-23,
ff. 36r y 38v: Am, libro 24. Allí murió en enero de 1923. Al poco de su ordenación sacerdotal
comenzó a dar señales de abulia: Sádaba, 786, Avellaneda, 323; infra, VIII. Cartas 420,
498 y 571.
31
Pío Palacios Antoñanzas (1878-post 1930), natural de Calahorra (La Rioja), profe-
só en 1894 y viajó a Brasil, siendo subdiácono: Sádaba, 786. Los dos primeros años los pasó
en un ambiente poco favorable para su formación: infra, VIII. Carta 496. Desde su ordena-
ción sacerdotal (11 agosto 1901) hasta junio de 1916 residió en Agua Suja, fuera de un año
(1905-06) que pasó entre Ponte Nova y Santa Anna do Río das Velhas. Cuando a mediados
1916 la orden se retiró del Triángulo Mineiro, fue destinado a la nueva parroquia de Gua-
yra (1916-28). El 17 de diciembre de 1929 obtuvo la secularización y se incardinó en la
diócesis paulista de Bocatu: Negotia procuratoris 3, 21. Fue hombre emprendedor y atento
a las necesidades de sus fieles. En Agua Suja hizo importantes obras en la iglesia, cons-
truyó un depósito de agua que a través de canales fluía hasta fuentes colocadas en puntos
estratégicos del pueblo, dotó de alumbrado de gas a la iglesia y plaza circundante, levantó
hospederías para los peregrinos y puso a su disposición medios de transporte: Décadas 2,
549-50. En Guayra, donde le tocó poner en marcha la parroquia, fundó hermandades y
asociaciones, y edificó su hermosa iglesia parroquial: Décadas 2, 576; 3, 530.
32
Blas Jiménez (1865-1935), natural de Peralta de Navarra. Profesó el 20 de abril
de 1893. Poco después fue destinado a Marcilla, donde se ocupó preferentemente en la
sastrería conventual. En Brasil, tras unos meses en Uberaba y Veríssimo, fue destinado a
la residencia de Ribeirão Preto, en la que pasó gran parte de su vida. También estuvo algu-
nos años en Berlanga de Duero y San Pablo, donde murió en junio de 1935 a consecuencia
de una bronquitis asmática: Sádaba, 786-87; Avellaneda, 484.

128
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 477

ción para los nuevos misioneros del Brasil, y concediera un viaje feliz hasta
la llegada a su destino. Oficiaron en la misa de preste nuestro padre Mariano
Bernad del Pilar; de ministros, los padres fray Manuel Simón de San José y
fray Marcelo Calvo del Rosario, asistiendo en el coro toda la comunidad del
colegio de Marcilla, y en la iglesia bastante número de fieles.
Dispuestas todas las cosas, el día 23 del mismo mes de enero, después
de despedirse, quizá para siempre, de sus hermanos de religión, gozosos y
alegres, con la mira puesta en Dios, emprendieron estos 14 religiosos, por-
taestandartes de nuestra Recolección en nuevas tierras, emprendieron, digo,
la marcha para Barcelona en el tren de la tarde, llegando a Zaragoza a las
10 y media de la noche y descansando allí el día siguiente 24 por la mañana,
por no haber tren directo a Barcelona desde Marcilla. En Zaragoza los re-
cibió nuestro padre Mariano, quien se adelantó un día, ya para preparar el
alojamiento conveniente, ya para besar el anillo y despedirse del excelentísi-
mo señor arzobispo doctor don Vicente Alda, amigo entusiasta y amantísimo
defensor de nuestra sagrada orden33.
Continuando el viaje el día 24, se llegó aquel día por la tarde a Barce-
lona, donde salió a recibir a los religiosos en la estación un simpático y cari-
ñoso lego capuchino para conducirlos al convento que los padres capuchinos
tienen en Sarriá y en donde se les tenía preparada habitación, y esperar
allí hasta la hora del embarque. El nombre del hermano lego que tan bien
cumplió con su cometido es Antonio y siento no saber el apellido para de-
jarlo aquí consignado, pues eso y mucho más se merece34. No paró ese buen
hermano en los días que estuvieron los religiosos: diligentísimo e inteligente
para despachar en Barcelona todo lo necesario y entendiéndose él solo en la
cuestión de equipajes, cargas, billetes y todo lo demás, sin tener que moles-
tarse en lo más mínimo los religiosos, pues se encargó de todo.
También debo hacer constar las atenciones sin cuento y los ejemplos
que dieron aquellos buenos padres capuchinos, que con una caridad sin igual
hospedaron en su casa a los religiosos, tratándolos como a hermanos los días
que estuvieron en su compañía, que fueron hasta el día 28 por la tarde por
haberse retrasado dos días la llegada del vapor Aquitaine, que era el desti-
nado para embarcar. Muy agradecidos debemos estar a esos buenos padres
capuchinos y muy en particular al padre provincial, fray Ángel de Villava,
y al padre guardián de la casa, [9] que con una benignidad y un cariño sin
igual no perdonaban medio para obsequiarnos y hacernos más agradable su

33
Vicente Alda (1839-1901), antiguo obispo de Huesca (1888-95) y a la sazón ar-
zobispo de Zaragoza (1895-1901). Era coterráneo y amigo del p. Gabino Sánchez, quien
había cuidado de su educación, y de otros recoletos: F. Oliván Baile, El arzobispo aragonés
D. Vicente Alda. Apuntes biográficos y de la villa de Calmarza, Zaragoza 1969; Alejandro
Sicilia, «El arzobispo don Vicente Alda y Sancho»: El Pelado de Ibdes 4 (1993) 16-17.
34
Antonio d’Antequera (1854¿?-1937): Basili de Rubí, Necrologi dels Caputxins de
Catalunya i Balears (1578-1944), Barcelona 1945, 114.

129
478 Mariano bernad

compañía35. No fue poco lo que tuvimos que aprender de su conducta edifi-


cante y observancia religiosa. Dios nuestro Señor les premie su gran cari-
dad y tantas buenas obras que nos prestaron y que nosotros correspondimos
también según nuestros posibles, rogando al Señor por toda aquella santa
comunidad y que sus ejemplos nos sirvan de estímulo para la observancia
más exacta y fiel de nuestras leyes y santa regla.
Antes de pasar a relatar el embarque de los religiosos con los demás
incidentes del viaje por mar, no creo fuera de lugar el hacer constar una cir-
cunstancia verdaderamente consoladora, muy propia y eficaz para dar alien-
to a estos misioneros en su nueva empresa y ánimos para vencer dificultades
y trabajos que naturalmente debían presentarse, circunstancia muy digna
de tenerse en cuenta por lo mucho que vale y significa. Nuestro padre Ma-
riano, al despedirse en Madrid del superior general, no quiso verificarlo sin
pedir antes la bendición para sí y para todos sus compañeros, bendición que
su reverendísima otorgó con el mayor afecto y contento de su alma y que re-
pitió después por carta para el momento del embarque en Barcelona36.
Esta misma bendición pidió y obtuvo paternalmente nuestro padre Ma-
riano primero al excelentísimo señor obispo de Sigüenza, nuestro hermano
padre Toribio Minguella, y después al señor arzobispo de Zaragoza, doctor
don Vicente Alda, y últimamente se recibió la bendición del señor obispo de
Goyaz, en el Brasil, a cuya diócesis iban los misioneros, enviada por carta des-
de Roma, donde se hallaba este buen señor37. No sólo se contentó con enviar
la suya conforme se le había pedido, sino que también comunicó a la vez sus
gestiones para obtener otra bendición particularísima que acompañaba a la
suya, la bendición apostólica del Romano Pontífice, que todos los misioneros
recibieron de rodillas con las mayores muestras de el [sic] gran consuelo que
embargaba a sus corazones, y con las mayores manifestaciones de agrade-

35
No era la primera vez, ni sería la última, que los capuchinos de Sarriá alojaron
en su convento a los recoletos. Poco antes habían hospedado a san Ezequiel a su paso
para Roma y poco después volverían a acogerlo a su regreso de la Ciudad Eterna. En los
años siguientes prestarían grandes servicios a los religiosos que viajaban a Colombia y
Venezuela.
Ángel de Villava (1853-1917), recién elegido provincial y confesor que había sido de
san Ezequiel en Pasto, a quien acababa de acompañar en su viaje a Roma. Luego sería
consejero general, pasando a residir en Roma, donde siempre mantuvo relaciones ami-
gables con los recoletos. El guardián era José María de Zarauz (1854-1936): B. de Rubí,
Necrologi, 116, quien también rindió abundantes servicios a los recoletos tanto a su paso
por Barcelona como atendiendo a las solicitudes que le dirigían desde Colombia, Venezue-
la y Brasil.
36
Cf. I. Narro, Carta a M. Bernad, Madrid, 21 enero 1899: «El 23, cuando estén los
misioneros despidiéndose de la Santísima Virgen de la Blanca, a las 4 y media de la tarde,
el que no los olvidará día alguno les dará su paternal bendición»: Agoar, caja 84, leg. 3,
fasc. 1, n. 1.
37
Bernad comenta estas bendiciones en cartas a Íñigo, Marcilla, 22 enero 1899, y
Barcelona, 25 enero 1899: infra, VIII. Cartas 46 y 47.

130
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 479

cimiento por tan inestimables favores38. Contentísimos y alegres recibieron


esos dones celestiales que el Señor les proporcionaban, esas bendiciones de la
Iglesia, que les animarían a arrostrar con valor las penalidades, sufrimientos
y demás trabajos inherentes al ministerio evangélico que iban a emprender
en países desconocidos por ellos, y en donde sin duda alguna tendrían que
sostener frecuentes luchas con el demonio, que a todo trance procuraría im-
pedir la obra de la salvación de las almas.
[10] Debía haber llegado a Barcelona el vapor Aquitaine, de una compa-
ñía francesa, el día 26 de enero, según tenía anunciado, pero se retrasó dos
días por causas de nosotros ignoradas, así que se tuvo que aguardar dos días
más en Barcelona. Amaneció por fin el día 28, y el vapor esperado estaba
fondeado en el puerto, dando aviso después que levaría anclas a las 4 de la
tarde de ese mismo día. Se preparó, pues, el equipaje y a la 1 de la tarde con
tiempo sereno embarcaron los religiosos en el vapor que les había de condu-
cir. Puestos ya a bordo, se fueron colocando en camarotes de cuatro literas,
en cámara de 2ª clase, en la que había bastantes pasajeros. Algo incómodos
resultaban los camarotes por lo estrechos, pero todos fueron acomodándose
lo mejor que se pudo. Acompañaron a bordo a los religiosos un padre capu-
chino y la superiora de las siervas de María de la casa de Barcelona con una
compañera39, de los cuales se despidieron todos los religiosos pocos momen-
tos antes de partir el vapor.

[2. De Barcelona a Santos]


A las 4 de la tarde en punto levó anclas el vapor, y en seguida principió
la marcha con un tiempo bonancible, que apenas tenía movimiento, que más
bien parecía viaje de damas. Así seguimos hasta Málaga, donde llegamos a
las primeras horas de la mañana del día 30 y en donde estuvimos fondea-
dos todo el día en el puerto, y parte de la noche siguiente, fuera del puerto,
esperando la hora oportuna de salir y poder llegar a buena hora a Gibraltar
en la mañana del 31, como así se hizo, fondeando en el puerto sobre las 8 de
la mañana y permaneciendo allí hasta las 2 de la tarde. Como no saltamos
a tierra en esos puertos, no vimos otra cosa que los edificios que dan frente
al mar, llamándonos la atención la catedral de Málaga y el famoso peñón de
Gibraltar.
38
E. Pérez, Carta a M. Bernad, Roma, 18 enero 1899: «El señor obispo de Goyaz
agradeció mucho el saludo de V.R. y remitió a Madrid las instrucciones y las licencias,
y supongo que N. Rmo. P. Íñigo se las habrá mandado. Con todo su corazón los bendice
y pedirá también la bendición de su Santidad antes de que se embarquen»: infra, VIII.
Carta 44.
39
También las siervas de María, en cuyo primer desarrollo influyeron religiosos re-
coletos, les ayudaron en sus viajes a Ultramar, tanto en Barcelona como en Santander y
Cádiz. Era entonces superiora de Barcelona (1894-1900) Alejandrina Cuevas (1856-1921),
que había sido la fundadora de la casa y su primera superiora (1881-85): Santa María
Soledad, vista por sus hijas [Eds. A. Martínez Cuesta y Trinidad Sáez de Viteri], [Roma
1984], 384.

131
480 Mariano bernad

Era el vapor Aquitaine de andar seguro, siendo su marcha ordinaria


de 11 a 12 millas por hora y, efecto sin duda de la poca carga que llevaba
en bodegas y de la mucha gente emigrante arriba, se movía bastante por
pequeña que fuera la alteración de la mar. Sin embargo, excepto cuatro días
seguidos de temporal, que después referiré, pudimos muy bien celebrar la
santa misa todo el viaje hasta Santos, celebrando tres misas todos los días
y los domingos cuatro, para que pudieran oírla más personas. La oficialidad
del vapor debía ser protestante o, por lo menos, indiferente. Sin embargo, se
manifestó toda ella muy afable y obsequiosa, que nos ofreció la camareta de
primera para celebrar la misa con más comodidad, preparándonos además
una buena [11 mesa] de altar de quita y pon, que ofrecía la mayor seguridad,
aun en tiempo de balance. Todos los días oían misa los religiosos que no po-
dían celebrar y algunas personas más. También debo hacer constar en este
lugar que, habiendo llegado la santa cuaresma durante el viaje, a pesar de
las dificultades en las embarcaciones y a pesar de parecer protestantes los
tripulantes del vapor, a la menor indicación que se hizo nos sirvieron a los re-
ligiosos comidas de pescado en los días obligados, con su respectiva colación
en los días de ayuno. El Señor les premie esta buena acción.
Buen tiempo tuvimos hasta Gibraltar, pero ya al llegar a este punto
el tiempo principió a estorbarse y, en efecto, apenas salimos de aquel punto
se puso tan duro el viento de proa y tan fuerte la marejada que nadie podía
estar en cubierta, y todos se fueron retirando a las cámaras y camarotes
por el excesivo movimiento que apenas permitía estar sentado o acostado.
Pocas eran las personas que podían asistir a la mesa en las horas de comer,
porque casi todos estaban mareados, sin ganas de nada, pues hasta echados
no se podía dormir a causa de los continuos balances. Cuatro días duró este
mal tiempo, y excusado es decir que en ellos fue imposible celebrar la santa
misa, aun en el día de la Purificación, para el que teníamos preparadas unas
candelas adornaditas para bendecirlas en ese día, y que nos proporcionaron
con ese fin las siervas de María de Barcelona. Se quedaron por lo tanto sin
bendecir, como todos deseábamos.
Un pequeño descanso tuvimos de unas cinco horas al tercer día del mal
tiempo, debido a que fondeamos en la isla de Madeira para hacer carbón,
cuyas horas aprovechamos todos muy bien, descansando un poco, comiendo
también para recobrar las fuerzas y disfrutando del delicioso panorama de
la isla y población de Madeira, cuyos edificios blanquísimos se destacaban de
entre la exuberante vegetación de la isla40.
El día 3 de febrero por la noche dejamos la referida isla y tomamos el
rumbo de Dakar, Cabo Verde, población francesa del África en el Senegal.
Seguía el mal tiempo el día 4 de febrero hasta que, dejadas atrás las Islas
Canarias, que no pudimos ver más que a larguísima distancia el pico de

40
El 3 de febrero, al dar cuenta a Íñigo de su llegada a Madeira, recordaba también
esos continuos mareos: infra, VIII. Carta 51.

132
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 481

Tenerife, fue mejorando ya el tiempo de tal modo que, por fin, todos los pa-
sajeros con la cara alegre, olvidando los malos ratos de los días pasados y
refiriendo cada uno cuanto habíale ocurrido ya con el mareo, ya con el sueño,
ya con la comida, ya con lo demás.
[12] Caminamos hacia Dakar, a donde llegamos el 9 de febrero por la
tarde, más bien dicho de noche. Así que nada pudimos ver de dicha población
por cuanto [a] las tres o cuatro horas nos hicimos otra vez a la mar. Sólo pu-
dimos ver a los negros de África que venían al costado del vapor con la carga
de carbón. Desde que el tiempo mejoró, o sea desde el día 5 de febrero, princi-
pió otra vez la celebración de la santa misa todos los días y sin interrupción
hasta el final del viaje.
Un incidente ocurrió en el vapor en los días de la travesía desde Madei-
ra a Dakar y que produjo algunos sustos, tanto más por cuanto sucedió bien
entrada la noche y que ya estaba retirada en sus camarotes la mayor parte
del pasaje. Fue una riña entre varios emigrantes italianos, que con cuchillo
en mano la emprendieron unos contra otros, quedando en la reyerta dos he-
ridos graves, lo que fue motivo de sustos y alboroto, especialmente entre las
señoras, pero todo quedó pronto terminado gracias a la decisiva intervención
de la oficialidad, que puso a buen recaudo a los principales instigadores, a
quienes formó su correspondiente sumaria, de la que, según parece, resulta-
ron ser dos los principales revoltosos, que después dejaron presos en Dakar.
Poco digno de mención se ofreció en los días trascurridos desde Dakar
hasta Río de Janeiro, a donde llegamos el día 17 de febrero por la tarde, des-
pués de [haber] pasado 60 millas más allá, hasta lo que llaman Isla Grande,
donde se halla la sanidad, que es la que da patente de entrada, teniendo que
retroceder otra vez 60 millas para poder entrar en la bahía y puerto de Río
de Janeiro.
Diez días nos costó esa travesía con un tiempo magnífico y sin ver tierra
hasta estar próximos a Río de Janeiro, sin accidentes de ninguna especie, lle-
vando esa vida monótona que se lleva en los barcos. Solamente se divertía al-
guna que otra vez, en particular al pase de la línea ecuatorial, en que parece
ser tienen costumbre las gentes de mar hacer cuatro tonterías divirtiéndose
a costa de las personas que por vez primera pasan por esos puntos. También
hicieron un poco el loco en los días de carnaval, estando a todo esto retraídos
los religiosos, los que únicamente se distraían algunos ratos en el juego de
dominó para no hacerse tan pesado el viaje. Todos los días tenían éstos su
lección de portugués con el fin de aprender alguna cosa antes de llegar a su
destino, donde se habla tal idioma, así como en todo el Brasil, con alguna
diferencia en la pronunciación y algunos términos especiales y propios del
país, como más adelante tendremos lugar de observar.
[13] Un día entero estuvimos fondeados en Río de Janeiro, observando
desde el vapor, pues no saltamos a tierra, el panorama que ofrece a la vista
la capital de toda la República, que dicen tiene y ocupa mucha extensión de

133
482 Mariano bernad

terreno y situada en declives por una y otra banda, apareciendo el terreno


bastante accidentado, que no da lugar a que se vean muchos edificios para la
población que es. También aparecen montuosos todos sus alrededores, incluso
la bahía y su entrada, que es bastante estrecha. El puerto y la bahía son bas-
tante extensos, ofreciendo un golpe de vista hermoso, cruzándola a todas horas
vapores y lanchas que van en todas direcciones. Puerto muy concurrido de va-
pores de las naciones de Europa y América. Allí estaba fondeada la escuadra
de guerra del Brasil, compuesta de varios vapores que parecían buenos.
El día 18 de febrero sobre las 3 de la tarde dejamos el puerto de Río de
Janeiro, dirigiéndonos al puerto de Santos, término de nuestro viaje por mar,
y en cuya travesía empleamos sobre 18 horas, llegando el día 19 por la ma-
ñana bastante temprano y dando fondo sobre las 8 de la mañana de ese día.
Había, por lo tanto, llegado la hora de decir adiós al vapor y saltar a tierra,
pero no contábamos con la huéspeda. La compañía de esos vapores no facilita
medios de desembarque a los viajeros, y no sólo eso, sino que desde el momento
de fondear ya no corre por su cuenta cualquiera cosa que sea preciso tomar. Así
que en ese mismo día tuvimos que pagar el almuerzo que por fuerza tuvimos
que hacer, so pena de no comer en todo el día. Era además día de domingo, día
en que estas gentes suspenden todo trabajo, y las aduanas y oficinas del Estado
[estaban] todas cerradas. Con este motivo no se encontraba un mal bote para ir
a tierra, y aquí principiaron los apuros. Se iban pasando las horas, y nada; los
pocos botes que venían eran del servicio de la compañía, y por más vueltas que
le dábamos al asunto, no conseguíamos dar un paso. Al cabo de algunas horas
se presentó, por fin, un bote, cuyo dueño quiso valerse de la ocasión y aun bur-
larse, pidiendo tres o cuatro veces más de lo que podía valer llevar a unos seis,
que únicamente podía llevar, mas nosotros, conociendo sus malas mañas y su
mala catadura, no aceptamos las varias proposiciones que quiso hacernos.
Entre tanto se iba pasando el tiempo, y a nosotros nos urgía dejar el
vapor. Por fin, quiso Dios que viniera otro bote, con el cual nos pudimos con-
venir en mejores condiciones y entonces dispuso nuestro padre Mariano que
fuese a tierra el padre Manuel Simón con cinco más, llevando una carta de
recomendación del señor obispo de Goyaz para el vicario de Santos, a fin de
que aquel señor pudiera enterarse y, si podía, [14] nos hiciera el favor de bus-
carnos algún medio de poder saltar todos a tierra con el equipaje de mano y,
a la vez, nos buscase albergue decente, si él no podía disponer de habitación
para tantos. No hubo necesidad de esperar la respuesta, porque Dios nuestro
Señor dispuso que en el entretanto se presentase otro bote, en el que pudimos
desembarcar todos los que habíamos quedado en el vapor con las maletas de
mano, dejando el vapor, que ya se hacía pesado con tanto aguardar, y en donde
casi estorbábamos. Ya serían sobre las 12 del día cuando esto sucedía, y como
Santos está encerrado entre montes, es un sitio de mucho calor. Añádase a esto
la hora del día y la estación de verano en estos lugares, y podrá uno compren-
der el calor que pasaríamos en el bote, y mucho más al tener que recorrer a

134
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 483

pie y al sol el gran trecho de camino que hay que andar desde el embarcadero
hasta la casa del vigário.
Para entonces aquel señor vigário, que es portugués y de apellido Al-
meida, ya se había enterado de la carta del señor obispo que le llevó el padre
Manuel Simón, y ya éste volvía hacia la mar cuando salimos al encuentro,
tanto más que el señor Almeida estaba muy ocupado por ser día de domingo,
en que, según parece, se aglomera el trabajo en todos los pueblos del Brasil,
sobre todo en la cuestión de bautismos, porque cada uno va a la iglesia cuan-
do bien le parece, y en Santos más, por ser una población cosmopolita, en
donde se cobija toda clase de gentes y que pasa de 30 mil almas, no habiendo
más que un solo cura para todo. Así que mi pobre padre Almeida no podía
moverse hasta muy entrada la tarde.
No disponía ese pobre señor de mucha habitación para poder alojarnos,
ni de camas, ni de otras muchas cosas, cosa que en este país no extraña. Así
que se debió apurar bastante al ver 14 religiosos. Sin embargo, nos ofreció
lo que tenía, y aun mandó preparar en un hotel italiano comida para seis
o siete, porque en su casa no tenía medios para todos. Mala tarde y mala
noche pasamos, teniendo que dormir la mayor parte, casi todos, en el santo
suelo, vestidos y sin una mala sábana, porque no la había41. Así que se pasó
sin dormir y sólo esperábamos la hora de partir el tren para San Paulo, que
por cierto partía muy de mañana. Llegó, por fin, esa hora y todos, cargados
con las maletas, a obscuras, a pie tuvimos que caminar hacia la estación del
ferrocarril, que [15] por cierto dista bastante, llegando todos rendidos con el
peso de las maletas. No había en aquella hora ni un carro para un remedio.
En fin, salimos de Santos conservando todos malos recuerdos de aquella po-
blación. Pero aún quedaron allí dos religiosos por la cuestión del equipaje
en las aduanas, que, como domingo, el día 19 no trabajaban ni despachaban.
Según nos contaron después, no fue poco lo que tuvieron que sufrir el padre
Marcelo Calvo y el hermano Pedro, que eran los designados para quedarse
en Santos, recoger el equipaje en las aduanas y facturarlos después para San
Paulo. Trabajo les costó despachar en la aduana, en donde ninguna conside-
ración había, rompiendo cuerdas, estropeando baúles, y en donde hubo que
pagar derechos exorbitantes por todo, siendo lo peor de todo que, no contando
con tan excesivos pagos, según nos había informado un empleado de adua-
nas, apenas les quedaba dinero para lo restante del viaje, y gracias al señor
vigário Almeida, que aun les facilitó medios para tomar los billetes del tren,
que si no, no sé qué vida hubieran llevado en Santos, donde, como he dicho,
hay tan mala gente. Ya pasó aquello y acordémonos sólo de ofrecer a Dios
nuestro Señor aquellos trabajillos.
Salimos de Santos a las 5 y media de la mañana, y en tres horas y me-
dia de tren llegamos a San Paulo, yendo todos a hospedarnos al colegio del
41
Décadas 1, 75, añade que algunos pasaron la noche en la sacristía de la iglesia
parroquial.

135
484 Mariano bernad

Liceo del Corazón de Jesús, de los padres salesianos, que nos recibieron con
los brazos abiertos, con toda clase de atenciones y con la mayor caridad, a
pesar de no tener previo aviso, como creíamos, y sí sólo, después de nuestra
llegada, les fue entregada la carta de recomendación que nos había mandado
el señor obispo42.
Es digna de admiración la grande y atrevida gran obra que han tenido
que hacer los ingleses para subir la empinada y larga cuesta que hay que
subir al poco tiempo de salir de Santos hasta lo alto de la Serra, y en donde
funcionan a trechos tres grandísimas máquinas de vapor para dar impulso
a todo el tren por medio de fuertes y gruesos alambres, colocados casi a flor
de tierra, además de los contrapesos que hay de distancia en distancia y que
bajando por el otro lado al par que el tren sube dan mayor fuerza para la
subida de todo el tren. No sé los kilómetros que tiene la cuesta, pero sí digo
que es muy larga y muy pendiente; así que se han debido gastar en esa obra
sendos [sic] millones. Lo demás que hay, subida la sierra, hasta San Paulo,
no ofrece cosa particular ni digna de atención, pues es casi todo llano, con
algunas bajadas de poca consideración.
[16] Como llevo dicho, los padres salesianos, que en mayoría son italia-
nos, con algunos brasileiros, nos recibieron con la mayor amabilidad y nos
trataron con el mayor cariño. Dos días estuvimos en tan amable compañía,
quedando muy agradecidos por tanto favor. ¡Dios nuestro Señor les colme de
bendiciones y les pague tanta caridad! Quedamos también muy edificados
con la observancia de aquellos buenos padres, así como del gran trabajo que
tienen a su cargo con las escuelas de artes y oficios, que cumplen a maravilla.
Más de 200, entre pequeños y grandes, reciben instrucción cristiana en aquel
santo establecimiento, y más serían si el local de que disponen fuese mayor.
Poco o nada vimos de esa ciudad de San Paulo, que dicen es la que está
en estado más floreciente de todas las del Brasil. Solamente el que escribe
estas líneas estuvo, acompañado del reverendo padre Miguel Foglino, direc-
tor del Liceo del Sagrado Corazón, a visitar y cumplimentar al excelentísimo
señor gobernador del obispado, y con ese motivo pudo ver la catedral, que,
aunque pequeña, la encontró bastante bien adornada. Me pareció mejor la
iglesia que han construido los padres salesianos y que ya estaba para termi-
nar43. Ignoro qué número de almas podrá tener la ciudad de San Paulo, pero
sí se conoce que es populosa. Según todos aseguran, se encuentran en ella

42
Liceu de Artes, Ofícios e Comércio, fundado en 1895 en el barrio del Bom Retiro
con ayuda de la princesa Isabel: Luiz Marcigaglia, Os Salesianos no Brasil. Ensaio de
crônica dos primeiros vinte anos da Obra de Dom Bosco no Brasil (1883-1903), San Pablo
1955.
43
Michele Foglino (†1933), director a la sazón del colegio (1895-1901), era uno de los
fundadores de la misión salesiana de Brasil, a donde llegó en 1883. De 1890 a 1894 había
residido en Uruguay, donde habría aprendido el español. Más tarde sería visitador de los
salesianos en Portugal (1908) e inspector en México (1909-11). La iglesia salesiana de San
Pablo es la actual iglesia del Sagrado Corazón.

136
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 485

muchos italianos, portugueses, españoles, y de las demás naciones de Euro-


pa, tanto que dicen superan en mucho a los naturales del país.
Desde San Paulo telegrafiamos al excelentísimo señor gobernador ecle-
siástico de Goyaz en Uberaba, cônego don Ignacio Xavier da Silva44, según
nos tenía encargado el señor obispo, anunciando nuestra llegada a San Pau-
lo, para que dispusiese lo restante del viaje y se preparase para recibirnos,
contestando que podíamos ponernos en marcha y que daba órdenes para que
en Ribeirão Preto, donde hay que hacer noche, por no andar los trenes, se nos
facilitase hospedaje y todo lo necesario.
En vista de esto, el día 20 de febrero, después de despedirnos de los
buenos padres salesianos, que tan cordial acogida nos hicieron, y después
de los cumplidos de costumbre en esos casos, nos levantamos temprano para
poder llegar a tiempo a la estación del ferrocarril, a donde nos acompañó un
padre, pues aún era de noche cuando llegamos a ella. El tren partió a las 5 y
cuarto, poco más o menos, de la mañana, y, como sucede en esos casos, para
no exponerse uno a perder el tren, hay que ir con anticipación para tomar
los billetes.
[17] Llevábamos además una porción de maletas y varios bultos, que
siempre son gran estorbo para tales ocasiones, que siempre dan que hacer, so-
bre todo para poder colocarlos en los coches y procurar que no se extravíen.
Partimos, pues, a la hora dicha, no sin tener antes que apurar un poco
la cosa, pues sucedió que, habiendo tomado billete de 2ª (no hay de 3ª), no po-
díamos acomodarnos bien y, además, con la clase de gentes que iba. Así que
tuvimos que cambiarnos a 1ª y con eso y con tener que cambiar de billetes, se
fue pasando el tiempo; pero, en fin, se pudo hacer todo.
A las 8 de la mañana, próximamente, llegamos a la ciudad de Campi-
nas, una de las principales del estado de San Paulo, en donde se tiene que
cambiar de tren para tomar la vía de Ribeirão Preto. Con este motivo y por
causa de la mucha impedimenta de tanta maleta y tanto bulto, nos ocurrió
un incidente bastante desagradable que debe hacerse constar. En cuanto
llega el tren de San Paulo, por la mañana, a los pocos minutos parte un tren
para Ribeirão Preto, tren que [está] ya dispuesto para partir, al que llaman
tren rápido y que adelanta dos horas a otro tren que sale de Campinas a la
media hora de llegar el de San Paulo. Nos habían aconsejado los buenos pa-
dres salesianos que procurásemos tomar en seguida el tren rápido para ade-
lantar esas dos horas y se comprende, pues ese rápido llega a Ribeirão a las
5 y media de la tarde, y el otro a las 7 y media, muy de noche ya. De ese modo
44
Ignacio Xavier da Silva, nacido en Goiás (1855) y ordenado en Francia en 1879.
Era vicario general desde 1881. Durante algunos años fue párroco de Anápolis (Goiás).
Desde 1897 a 1925 lo fue de la matriz, única parroquia de Uberaba hasta octubre de 1908,
en que se erigió la de la catedral de la diócesis: Diocese Uberaba, 182-84. Era hombre de
influjo en la ciudad, de la que en dos ocasiones llegó a ser prefecto o alcalde (1916-20,
1921-22).

137
486 Mariano bernad

nos quedaba más tiempo para descansar algo más, despachar allí nuestras
cosas y prepararlo todo mejor, para poder seguir el viaje al día siguiente.
Mas la impedimenta dicha de tantas maletas fue la causa de que, no ha-
biendo lugar para trasladarlas de un tren a otro, se quedaran en Campinas
los dos hermanos con otro acompañante por no haber tiempo ya y por partir
el tren antes de concluir la operación del traslado. El caso es que nosotros
llevábamos los billetes de todos y además los tres que quedaron no llevaban
un céntimo por si ocurría alguna necesidad. Hablamos enseguida con el em-
pleado del tren para que en la primera estación se telegrafiase a Campinas
lo ocurrido y que no pusieran allí inconvenientes para poder seguir el viaje
los tres que habían quedado. El empleado estuvo muy fino y atento, y, en
efecto, en la primera estación se telegrafió lo ocurrido, asegurándonos todos
los empleados que nada pasaría y que podíamos estar tranquilos. Mas a
pesar de todo, no pudimos menos de estar impacientes todo el día, pensando
siempre en lo que pudiera haberles ocurrido y si tendrían alguna dificultad.
[18] Así pasamos el día con esa incertidumbre, viendo algunas estacio-
nes del tránsito sin parar en ellas y parando en otras poco tiempo, llevando
el tren una marcha acelerada, mucho más que la que llevan los trenes de
España. No bajamos en ninguna estación, y sólo compramos algunas san-
días para apagar la mucha sed que teníamos a causa del calor y del mucho
polvo. En el tren tomamos el buen almuerzo que nos prepararon los padres
salesianos y tomamos también café servido en el mismo tren, que un señor,
promotor fiscal que había sido en Ribeirão Preto, hizo que nos trajeran, pa-
gándolo él todo.
Llegamos a Ribeirão Preto a la hora marcada, 5 y media de la tarde,
en cuya estación nos aguardaba un sacerdote italiano, enviado por el digno
vigário de aquella población, doctor don Joan Nepomuceno de Souza45, quien
estaba bastante molestado de asma en aquella ocasión y por ese motivo dis-
puso que saliese a recibirnos aquel sacerdote y nos acompañara a todo, como
lo hizo muy cumplidamente. Era pequeña la casa morada del vigário para
poder estar en ella albergados los religiosos. Así que el buen señor vigário
nos preparó de antemano una habitación para todos en un hotel de confianza
45
Párroco de Ribeirão Preto entre 1895 y 1900. Antes lo había sido de Nuestra Se-
ñora del Patrocinio de Jaú (1893-95). En 1900 se retiró a San Salvador de Bahía, de donde
era natural. Durante algunos meses los recoletos se entendieron muy bien con él. Cuando
hablaron de abrir residencia propia, la benevolencia se trocó en desconfianza e incluso en
hostilidad: Décadas 1, 292, 295. Fue substituido por Joaquim Antônio de Siqueira (Santa
Branca 1847 - Pindamonhanga 1929), quien ya antes (1890-95) había sido párroco de la
ciudad. Continuó en ella hasta marzo de 1914, en que le substituyó su antiguo coadjutor
Euclides Carneiro. Sacerdote celoso y emprendedor, contribuyó con su esfuerzo a lograr la
erección de la diócesis y a dotarla de catedral. Algunas noticias sobre él: Francisco de Assis
Correia, História da Arquidiocese de Ribeirão Preto (1908-2008), [Brodowski, SP] 2008,
27-46; N.M. Barbosa de Freitas, A criação da Diocese de Ribeirão Preto e o governo do pri-
meiro Bispo: D. Alberto José Gonçalves, Franca-SP 2006 (agradezco a la autora haberme
permitido consultar su tesis, defendida en la Universidad Estadual Paulista, Campus de
Franca, a pesar de estar todavía inédita).

138
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 487

y en donde se nos tenía también preparada la comida con todo lo necesario,


la que tomamos con buen apetito, y además bien servida después de lavarnos
y limpiarnos del mucho polvo del camino. Allí, pues, nos alojamos y descan-
samos perfectamente. La gente del hotel era muy buena y no pudo portarse
mejor con nosotros. Acabábamos de comer los que habíamos llegado cuando
aparecieron los tres que se habían quedado en Campinas, cesando por lo
tanto aquella zozobra que nos tenía desasosegados.
Concluida la comida y antes de otra cosa, no quise ir a descansar, cosa
que tanta falta me hacía, sin ir a cumplimentar al señor vigário dicho, y en
efecto, acompañado siempre del referido sacerdote italiano y de otro religioso
más, fuimos a la casa del vigário, quien nos recibió con el mayor cariño, pi-
diendo mil dispensas por no haber podido salir a recibirnos y acompañarnos,
como eran sus deseos, a causa de su dolencia, pero que allí nos [sic] tenía a su
disposición y que el dicho sacerdote nos atendería en todo, como le tenía en-
cargado y como así lo cumplió. Como estábamos cansados y como habíamos
de madrugar al día siguiente para tomar el tren de Uberaba, nos retiramos
pronto de casa del vigário, después de hablar un rato y después de cambiar
los ofrecimientos de rúbrica en estos casos. Pagó ese señor vigário todos [19]
los gastos hechos en Ribeirão Preto en comida y cama, más los billetes del
tren al día siguiente hasta Uberaba, pues tenía encargo de hacerlo del señor
vigário general [y] gobernador eclesiástico de la diócesis de Goyaz, residente
en Uberaba, quien sin duda debía tener orden de hacerlo así del señor obispo
que se hallaba en Roma.
Descansamos bien la noche del día 22 de febrero en Ribeirão Preto, y
el día 23 nos levantamos temprano para poder tomar el tren con tiempo,
que salía para Uberaba poco después de las 6 de la mañana. Desayunamos
con tiempo y nos fuimos del hotel a la estación, que estaba cerca, tomamos
nuestros billetes y al mismo tiempo se puso un telegrama al vigário general
de Uberaba, avisando nuestra llegada en el tren de la tarde de aquel día 23
de febrero.
Teníamos que andar todo aquel día en tren, que ya se hacía pesado por
el mucho calor y por el mucho polvo, pero ¿qué le haremos? Teníamos que
hacerlo así, para llegar a nuestro primer destino, y así se hizo, llegando a la
estación de Uberaba sobre las 6 de la tarde. Nada digo de la marcha del tren,
que anda con gran velocidad, ni de los panoramas poco variados que se ofre-
cen a la vista en esos trayectos. Estaciones sin pueblos, subidas y bajadas de
montes no muy elevados, pase de muchos vallecillos, es lo que sin cesar se
veía en todo el día. Sólo sobresalen algún tanto las ciudades de Batatais y
Franca, que ya parecen regulares, más dos puentes de hierro que atraviesa
la línea férrea, uno en el río Pardo, próximo a Ribeirão Preto, y otro mucho
mayor para atravesar el Río Grande, en donde termina por un lado del río
el estado de San Paulo, principiando por el otro lado el estado de Minas Ge-
rais, siendo Jaguara su primera estación, a muy poca distancia del puente,

139
488 Mariano bernad

que casi todo él está edificado sobre piedras vivas. La vía férrea para salvar
barrancos y para que el tren pueda caminar bien, tanto en el descenso de la
Serra como hasta llegar al río que va bastante profundo, como para el ascen-
so después al otro lado, se compone de curvas muy pronunciadas, de muchas
vueltas y revueltas, que no parece sino que se está volviendo al mismo sitio.
Llegaríamos a Jaguara entre 1 y 2 de la tarde, parando allí una media hora
para cambiar de máquinas.
Seguimos adelante sin más incidentes que un calor bastante intenso
y con polvo más que regular que nos ponía tal que buenos en cabeza, cara,
manos, ropa y demás, y sin otra cosa de particular que ir subiendo otra vez
hacia el monte y pasar por cuatro estaciones, tres de ellas sin pueblo, hasta
que [20] poco antes de las 6 de la tarde dimos vista a la ciudad de Uberaba,
término de nuestro viaje por entonces, con cuyo motivo se fue manifestando
la alegría natural de estos casos, dando a la vez un grito de Gracias a Dios,
salido del fondo de los corazones, por habernos concedido llegar sin tropiezo
alguno a ese término tan deseado y suspirado.
Llegamos por fin a la estación sobre las 6 de la tarde del día 23 de
febrero, día memorable, que no es posible se borre de nuestra memoria por
lo que significa la llegada de 14 religiosos por primera vez a un sitio nuevo
cualquiera y por las impresiones que en esos momentos solemnes se suelen
recibir con tal motivo, ya por todos, ya por cada uno en particular.
Al ir a salir de los coches nos encontramos en la misma estación de
Uberaba al excelentísimo señor cônego doctor don Ignacio Xavier de Silva,
gobernador eclesiástico del obispado, y a dos padres dominicanos del conven-
to de Uberaba, padre fray Jacinto Lacomme, y padre fray Joaquín Mestelan,
superior el primero de la casa, quienes salieron a la estación para recibirnos
y cumplimentarnos como se hace en estos casos46. Cambiamos enseguida
nuestros saludos correspondientes y después nos pusimos en marcha, acom-
pañados de las tres personas referidas, al lugar donde se nos tenía prepara-
da la habitación, que era el seminario episcopal, distante de la estación unos
veintitantos minutos a pie, que es como caminamos.
Seguramente que debió llamar mucho la atención del público al ver
aquel número de religiosos con sus hábitos y con el acompañamiento referi-
do, más alguno que otro que se aumentó. Yo nada pude notar, pues tenía que
fijar la vista por donde caminábamos, siendo de notar que las calles no son
buenas y teniendo además que seguir la conversación con los acompañantes
y responder a las preguntas varias que todos iban haciendo. Lo que sí pude

46
Los dominicos franceses de la provincia de Tolosa se habían establecido en tres
poblaciones de la diócesis de Goiás –Uberaba (31 octubre 1881), Goiás (1883) y Puerto
Nacional (1886). En todas ellas desarrollaban una intensa labor apostólica. Al llegar los
recoletos regentaban la iglesia de Santa Rita –la de Santo Domingo estaba en construc-
ción y no se bendeciría hasta el 1 de octubre de 1904–, publicaban el periódico O Correio
Cathólico (desde 1897) y recorrían las parroquias dando misiones populares: Hildebrando
Pontes, A ordem de São Domingos no Brasil.

140
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 489

notar fue que el gobernador nos llevó por calles retiradas, a fin, según mani-
festó, de no llamar tanto la atención en un país como éste. En efecto, en todo
el Brasil hay una completa libertad de cultos, y una completa separación de
la Iglesia y del Estado47. Cada uno profesa la religión que le parece, y nadie
le dice una palabra. Hay además bastantes individuos que se dicen masones,
sobre todo en poblaciones algo numerosas, y todo el mundo respeta a los
demás.

[3. Primeras dificultades. Clausura casi total del seminario]

[21] Llegamos al seminario episcopal, sitio destinado para nuestro alo-


jamiento, y en la puerta del mismo salió a recibirnos el que era rector, re-
verendísimo padre João Marquez48, acompañado de los tres profesores, que
entonces allí se encontraban, cambiándose los saludos de costumbre en tales
casos. Sin entrar en el edificio por ser hora avanzada, se despidieron los
padres dominicanos dichos que salieron a nuestro encuentro, ofreciéndonos
como religiosos cuanto pudiera hacernos falta, cosa que agradecimos de co-
razón en semejantes ocasiones.
Veníamos rendidos de los dos días de tren más por remate la caminata
a pie por calles muy malas y cuestas pendientes, llenas de polvo. Sin em-
bargo, seguimos nuestra conversación con el referido padre rector, con los
profesores y con el gobernador del obispado, que nos acompañó hasta hora
muy avanzada, en que nos retiramos para descansar.
Se nos sirvió la comida cena que se nos tenía preparada, que tomamos
con buen apetito, por cuanto aquel día lo habíamos pasado con un poco de
fiambre en el tren.
Pensábamos que a nuestra llegada se nos llevaría un momento a la igle-
sia, siquiera para dar gracias a Dios por el término feliz de nuestro viaje. Al-
guna indicación se permitió hacer nuestro padre presidente sobre este parti-
cular en el trayecto de la estación al seminario, y aun después de llegar a él;
pero aquí se conoce que no hay tal costumbre, cuando nada había dispuesto
y cuando nada se dispuso después, y así no hubo otro remedio sino ofrecer a
Dios ésa que podemos llamar contrariedad y dar gracias al Señor en silencio
47
Tras la proclamación de la República en noviembre de 1889, ésta promulgó la ley
de Separación de la Iglesia y Estado (7 enero 1890) y la completa libertad religiosa, que,
aunque fue acogida con recelo por la Iglesia, a la postre resultó beneficiosa. Con todo, en
diócesis pobres como Goiás, no dejó de repercutir negativamente en la organización y mar-
cha diaria de la iglesia local. La Constitución de 1891, vigente en este tiempo, proclamaba
en su artículo 72, & 3, plena libertad religiosa: «Todos os individuos e confissões religiosas
podem exercer pública e livremente o seu culto, associando-se para êsse fim e adquirindo
bens, observadas as disposições do direito comum»: T. B. Cavalcanti, Las Constituciones de
los Estados Unidos del Brasil, Madrid 1958, 349.
48
João Marques, ex paúl, llamado a regir el seminario por el vicario general cuando
se retiraron de él los dominicos. El obispo lo estimaba: infra, VIII. Carta 42. De 1902 a
1907 sería párroco de Anápolis: Humberto Crispim Borges, História de Anápolis, 1975.

141
490 Mariano bernad

y sólo en lo íntimo de nuestros corazones. Hasta tenía el padre presidente


una plática preparada para ese acto, pero no se pudo hacer nada49.
Por más que repugne y por más que me resista, veo que no hay otro
remedio sino consignar aun aquello que parece debía callarse por su índole
especial, tanto más si en lo que ha de consignarse parece que salen personas
que pudieran creerse ofendidas y lastimadas. No es mi ánimo ofender a na-
die, ni trato de eso, pero creo no se deba dejar pasar en silencio lo ocurrido en
el seminario la misma noche y la mañana siguiente, pues, por desagradable
que sea, deben, a mi juicio, referirse aquellas cosas que pueden envolver
alguna enseñanza para lo futuro, teniendo siempre en cuenta lo que de sí
puede dar este mundo.
[22] Estaban a la puerta del seminario cuando a él llegamos el padre
rector más tres profesores del mismo, quienes fueron saludando y ofrecien-
do sus respetos a todos los religiosos, conforme iban entrando, llevándonos
directamente a la sala de visitas, donde estuvimos conversando de cosas in-
diferentes, cruzándose las preguntas de costumbre acerca de los accidentes
del viaje y cosas indiferentes.
Veníamos rendidos del viaje, llenos de polvo, y lo que más apetecíamos
era limpiarnos, tomar algún alimento y descansar. Mas sin que nada de esto
tuviera lugar, corría el tiempo y se hizo de noche, tanto más pronto por cuan-
to ya llegamos al seminario sobre las 6 y media de la tarde.
Así las cosas y sin más preámbulos, el señor provisor y gobernador de
la diócesis, que nos acompañó desde el momento de nuestra llegada a la es-
tación, dijo a nuestro padre presidente que puesto que los religiosos venían
a encargarse del seminario, según había escrito desde Roma el señor obispo,
desde aquel momento tomasen ya cuenta del seminario. Y aquí entra ya la
parte de esta narración que podemos llamar desagradable, como se irá vien-
do por lo que vamos a referir.
Admirado y confuso quedó nuestro padre presidente con tan inesperada
proposición, contestando en el acto con buenas formas y con el comedimiento
que el caso requería que en aquel momento era imposible aceptar lo que su
excelencia el señor provisor decía. Se le hizo presente que veníamos cansa-
dos, que ni aun siquiera nos habíamos lavado la cara; que era de noche y
que necesitábamos descansar; que no había prisa ninguna; que ni siquiera
conocíamos la casa, cuanto menos el personal; que no poseíamos aun el idio-
ma del país y que el mismo señor obispo en carta encargaba «que antes de
decidirnos a tomar o no cuenta del seminario, una vez llegados a Uberaba,
sobre el terreno, pensásemos antes bien si nos convenía o no hacernos cargo
del seminario o si creíamos más conveniente tomar sólo las parroquias»50.

49
Décadas 1, 78.
50
Las instrucciones del obispo a su vicario general y a Bernad no eran totalmente
idénticas: infra, VIII. Carta 42.

142
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 491

Por lo tanto, que no apurando el caso, tiempo había para pensarlo con deten-
ción y que tiempo habría para resolverse en uno u otro sentido51. No sabemos
por qué no debieron convencerle todas estas razones, cuando se afianzó en
su pensamiento y añadió que al día siguiente por la mañana se presentarían
todos los estudiantes para reconocer al nuevo superior de la casa. Se le volvió
a contestar que no hiciese tal cosa, porque no estaba dispuesto para ello.
[23] Y sin más se despidieron todos menos dicho señor que nos acompa-
ñó a tomar un pequeño refrigerio, acabado el cual, nos retiramos a limpiar-
nos y a descansar cada cual al lugar que se le había destinado.
Descansamos bastante bien aquella noche –tal era el cansancio des-
pués de dos días seguidos de tren– y al día siguiente, 24 de febrero, se le-
vantó muy temprano nuestro padre presidente, celebró la santa misa y al
retirarse después de dadas las gracias, en el trayecto desde la capilla a su
cuarto y antes siquiera de desayunar, se le presentó el profesor padre Fran-
cisco Cunha Peixoto Leal52 con un libro en la mano, diciendo que venía a
entregar dicho libro, que debía ser el de cuentas, y que firmase. Otra vez que-
dó admirado dicho padre presidente de semejante proceder y de semejante
premura, contestando simplemente que no podía hacerse cargo de aquello y
que no firmaba ni recibía dicho libro ni nada. A las pocas horas vino el señor
gobernador eclesiástico, y se presentaron también el padre rector y demás
profesores, a quienes se les hizo presente lo ocurrido con el libro, mas ellos
todos respondieron que no había otro remedio que hacerse cargo, por cuanto
el señor obispo había dispuesto que a la llegada de los padres dejasen libre el
seminario y que, por lo tanto, ellos cumplían con lo que se les ordenaba –en
efecto, según me informaron, ya no durmió en el seminario aquella noche ni
uno siquiera– y que nosotros debíamos tomar cuenta del seminario, porque,
de lo contrario, quedaría abandonado.
Nuestro padre presidente, viendo que de ningún modo ni podía ni debía
hacerse cargo en aquellas circunstancias, respondió lo mismo que dijo la
noche anterior, y que era asunto de pensarse despacio, como el mismo señor
obispo encargaba, cuyo párrafo de su carta en que le hablaba de eso, les ma-
nifestó. Además, añadió –puesto que veía cierta predisposición originada de
haberse considerado rebajados– que les suplicaba siguiesen con la dirección
del seminario todo el tiempo que quisieran, pues, por su parte, ningún inte-
rés tenían en tomar cuenta de él y que, por lo tanto, podían seguir también
para siempre y que los religiosos se retirarían53.

51
Décadas 1, 79, con algunos cambios redaccionales. Bernad se percató inmediata-
mente de las insidias que podía esconder la aceptación del seminario y de muy buena gana
habría prescindido de él: infra, VIII. Carta 38.
52
El obispo ya había advertido a Bernad de su carácter intrigante y de su influjo
en la ciudad, en la que vivía su familia: infra, VIII. Carta 42. En noviembre de 1899 fue
destinado a la parroquia de Anápolis en la que continuó hasta 1902: H. Crispim Borges,
História de Anápolis.
53
Décadas 1, 79, con algunos cambios redaccionales.

143
492 Mariano bernad

Como se sentían ofendidos en su dignidad, no aceptaron ni una cosa ni


otra. Se les volvió a suplicar hasta por el mismo señor gobernador eclesiás-
tico que pensasen bien lo que hacían antes de resolverse a dejar definitiva-
mente el seminario y que mirasen por lo menos el escándalo que se iba a dar,
poniéndose de frente al prelado, contra quien dirigían todas sus quejas. Se
retiraron a deliberar, pero nada se consiguió, [24] pues al cabo de bastante
tiempo de deliberación, a pesar de los ruegos del señor gobernador eclesiás-
tico, quien se puso en su verdadero terreno, salieron diciendo que de ningún
modo podían continuar en el seminario y que por lo tanto se retiraban.
Resumen: que el seminario se quedó sin dirección, pues ni ellos ni noso-
tros estábamos dispuestos a asumir esa responsabilidad, ni a nosotros, dado
el aspecto que presentaban las cosas, nos convenía ya aceptar bajo ningún
concepto54.
No habiendo, pues, quien pudiera dirigir el seminario, el señor provisor
tomó la determinación de cerrar las aulas y que los jóvenes estudiantes se
marchasen hasta que el señor obispo resolviese lo que había de hacerse, dán-
dose con esto un escándalo mayúsculo que bien pudiera haberse evitado.
Los verdaderos seminaristas que ya se consideraban como clérigos, más
alguno que otro interno de los estudiantes, se quedaron dentro del semi-
nario, pues ellos no podían ni debían salir. Y en vista de esto, nos rogó con
muchas instancias el señor provisor que puesto que teníamos que vivir en
el seminario hasta que se tomase alguna otra determinación o fuéramos a
desempeñar otros cargos, tuviéramos cuidado de la casa y aun de los clérigos
que quedaban, a todo lo que accedimos gustosos, comprometiéndonos a ello,
y no tan sólo eso, sino que también procuraríamos no perdiesen el tiempo,
para lo que se les darían algunas lecciones, siquiera fuera de repaso, en las
materias que pudiésemos55.
Dejaremos ya esta materia, que, como se lleva dicho, nada tiene de
agradable y mucho menos de edificante, y nos ocuparemos de referir otras
cosas referentes a nuestra venida a estas tierras y a nuestro instituto, dejan-
do para sus lugares respectivos y para su tiempo el referir alguna otra cosa
más relacionada con el seminario, pues es natural que más adelante, puestas
como estaban las cosas, se fuera tomando alguna resolución.

54
Cuando los dominicos franceses, obligados por sus superiores, se retiraron del se-
minario, Mons. Duarte, ya en Roma, se apresuró a buscar otros religiosos que lo dirigieran,
aunque sin olvidarse de los clérigos que ya trabajaban allí. Entró en contacto con los pre-
monstratenses belgas, quienes tras alguna duda declinaron la oferta. Los responsables ac-
tuales del seminario estaban en situación precaria, mientras no se hallaba otra solución.
55
Tras la suspensión de las clases, de los 30 internos que entonces vivían en el se-
minario sólo permanecieron en él los ocho que seguían la carrera eclesiástica: infra, VIII.
Carta 59. Los padres Manuel Simón, lector de teología, Jesús Aranda y José Chivite se
encargaron de su formación: Décadas 1, 80.

144
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 493

[4. Instalación en tres parroquias de Minas Gerais]

Había prometido el señor obispo entregarnos algunas parroquias y en-


tre ellas el santuario de Nuestra Señora de Abadía de Agua Suja, para ad-
ministrarlas en concepto de misiones. En este sentido tenía ya dadas sus
órdenes a su vicario general cônego don Ignacio Xavier da Silva, para que, a
nuestra llegada, lo dispusiese de manera que se nos fueran entregando según
la mayor conveniencia. Antes de llegar nosotros, había ya dado órdenes este
señor al pueblo de Agua Suja a fin de que tuviera casa preparada para ocho
religiosos y estuviesen listos para, al primer aviso, venir a Uberaba con las
caballerías necesarias y conducir a los ocho religiosos hasta Agua Suja56.
[25] Habíamos vencido, con la gracia de Dios, la primera dificultad que
se nos presentó a nuestra llegada a Uberaba, como queda referido, que por
cierto no era pequeña y hasta cierto punto precursora de otras muchas [que],
con el transcurso del tiempo, tenían que venir, dados estos antecedentes y
dada nuestra manera de ser. Gracias a Dios, repito, salimos de esa primera
dificultad mejor librados [de lo] que pensábamos, pero no había que hacerse
ilusiones. Por necesidad tenían que vencerse otras. Extranjeros, sin conocer
el idioma, recibidos con cierta prevención por ciertos elementos, en un país
de distintos usos y costumbres, de otra manera de ser de la sociedad, país
donde hay completa separación de la Iglesia y del Estado, completa liber-
tad de cultos y completa libertad para todo, naturalmente y, sobre todo, a
los principios, todo nos había de extrañar y todo serían dificultades para ir
acomodándonos, mucho más a los que pertenecemos a una orden religiosa, y
mucho más aún a los que estábamos acostumbrados en Filipinas a una mar-
cha regular y ordenada en todas las cosas. Hasta las comidas se nos hacían
insoportables por lo raras, sin vino, sin pan, y hasta escasa. Del mismo modo
las camas para descansar, tan estrechas y tan pequeñas que no puede darse
[uno] la vuelta sin peligro de caer al suelo. Todo esto junto capaz era de des-
animar a cualquiera, mas, así y todo, fuimos conformándonos con lo que Dios
disponía de nosotros, y así pasamos desde el día 24 de febrero hasta el día
7 de marzo, que, habiendo venido de Agua Suja los cuatro camaradas, como
aquí llaman, con los animales suficientes para llevar a los ocho religiosos,
se dispuso todo lo conveniente para emprender la marcha el día 7 de marzo,
como así se hizo.
Componía la expedición nuestro padre Mariano, los padres Marcelo
Calvo, Nicolás Catalán, Agustín Cristóbal, Manuel Ramos García, Florencio
Luis, el corista fray Gregorio Íñiguez y el hermano Pedro Rodríguez. Todos
montados en sus caballos o mulas, lo mismo que los cuatro camaradas. Iban
también cuatro caballerías cargadas con las maletas. De modo que entre
56
Décadas 1, 80, con cambios redaccionales. Sobre este pueblo: Primo Maria Vieira,
Monographia da paróchia e sanctuário episcopal de Nossa Senhora d’Abbadia de Agua
Suja, dedicada ao Ex.mo e Rev.mo Snr. Conde D. Eduardo Duarte Silva, San Pablo 1921.

145
494 Mariano bernad

todos se componía una expedición regular. Quedaron en Uberaba los padres


Manuel Simón con cinco religiosos más cuidando del seminario y, además,
para lo que en adelante pudiera ofrecerse.
Salimos, pues, de Uberaba el día referido a la 1 de la tarde. No pudo ser
antes, ya por las muchas cosas que había que arreglar, ya porque esta gente
no repara en las horas de sol y más calor, que es cuando, por lo regular, sue-
len caminar y hacer los viajes. No anduvimos esa tarde más que [26] unas
tres leguas y media o cuatro, pues con tanta gente y tanta impedimenta no
se podía andar mucho. Por otra parte, no encontraríamos, si pasábamos más
adelante, sitio ni casa donde poder acomodarnos y pasar la noche. Además,
en los viajes hay que tener en cuenta las horas de almuerzo y comida. En
este país se almuerza a las 10 de la mañana y se come a las 4 de la tarde.
Fuera de esas horas, sobre todo por la noche, difícil es encontrar ni quien
cocine la comida.
Resolvimos, pues, quedarnos en casa de un fazendeiro de Uberaba, que
se llama don Manuel Gómez, hombre muy bueno, tratable y social, que, en
unión de toda su familia numerosa, nos recibió muy bien, alegrándose de
tenernos en su casa y ofreciéndonos todo cuanto tenía. Nos hizo subir a su
casa, presentándose toda la familia, cambiando entre todos los saludos y
ofrecimientos de costumbre. Enseguida el bueno de don Manuel dispuso nos
fueran preparando la comida, siendo un verdadero problema resolver cómo
se las habían de arreglar para dar gusto y acomodar a todos. Los camaradas
se encargaron de los animales y de arreglar sillas y equipajes.
Mientras se preparaba la comida, unos rezaban el oficio divino; otros
se entretenían viendo las variadas cosas de lo que constituye una casa de
fazenda; otros conversaban con el dueño de la casa, que a todos atendía con
su conversación amena y distraída, y de esta manera se fue haciendo tiempo
hasta que nos avisaron que la comida estaba en la mesa. No nos hicimos mu-
cho de rogar, puesto que todos, cuál más, cuál menos, teníamos buen apetito.
Nos sentamos como pudimos alrededor de la mesa, que era pequeña para
tantos, pero eso era lo de menos, pues lo principal era satisfacer la necesidad
que ya sentíamos de tomar algún refrigerio. El dueño de la casa, por más que
le instamos, no quiso sentarse; quiso, más bien, servirnos él mismo, en cuya
faena le ayudaban todos los de la casa. Comimos, pues, y aún quedó tiempo
después para distraernos un poco por los alrededores de la casa viendo los
riegos de agua, las plantas, los corrales para ganado, vacas, becerros, caba-
llos, mulos, cerdos, etc., hasta que vino la noche, que nos fuimos cobijando
en la casa para ir preparándonos a descansar para estar listos a la mañana
siguiente temprano, si podía ser, para seguir nuestro viaje. No había camas
para todos, ni cuartos. Era natural, pues sin avisar antes y de repente 13
o 14 individuos que se presentan en una casa de campo, con dificultad se
pueden acomodar, y eso nos pasó a nosotros. En cada cama tuvieron que
acostarse dos, y, aun así, no [27] hubo para todos. Cada uno se fue, pues, co-

146
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 495

locando como pudo, porque lo que se procuraba era descansar. Mas el sueño,
por más que se procuraba, no venía, y es que por una parte la novedad y por
otra las descompasadas voces de vacas y terneros separados de sus madres
no dejaban coger el sueño. Imposible con semejante ruido. Así pasó la noche,
deseando se hiciese de día para prepararnos a hacer la jornada en buenas
horas.
Nos levantamos todos temprano con ese fin, mas de nada nos sirvió,
porque los camaradas, por una parte, no gustan de ponerse en camino antes
de almorzar y, por otra, el citado dueño de la casa, don Manuel Gómez, no
quiso de ningún modo que nos fuésemos sin el almuerzo y, quieras que no,
no hubo otro remedio que conformarnos y dejarnos guiar, porque, de todos
modos, ellos se habían de salir con la suya. Se nos sirvió primeramente el
desayuno, consistente en café y leche recién ordeñada que, no hay por qué
decir, nos supo a gloria. El almuerzo vino después, más tarde, que, por más
que se apuraba para que lo sirvieran pronto, no pudo ser antes de las 9 de la
mañana. Así que con esto y con preparar los animales, no pudimos ponernos
en marcha hasta las 10. No era muy larga la jornada que tuvimos que andar,
pero de lo que principalmente se trataba era evitar las horas de más calor,
más la exposición de los tronados que suele haber por la tarde. Salimos, pues,
a la hora dicha, caminando todos a caballo y sin ningún contratiempo más
que el calor que suele sentirse a las horas del medio día, y llegamos a un sitio
llamado Fanecos después de atravesar tres ríos, que todos tres tienen sus
puentes de madera no en muy buen estado, pero pasamos sin novedad. Se
necesitan prácticos para poder caminar por esos lugares. De lo contrario, es
muy fácil perderse y errar el verdadero camino a cada paso por el laberinto
que hay con tantas cercas de fazendas para el ganado. Nosotros llevábamos
cuatro prácticos y todos buenos. Así que nada había que temer por ese lado.
Una cosa merece notarse en estos viajes en que se llevan caballerías
de carga, que ordinariamente son machos y mulas, que aquí llaman burros,
pues al burro nuestro le dan el nombre de jumento. Cosa particular y que
ninguno habíamos visto por España ni por ninguna parte. Esos burros de
carga los llevan completamente sueltos y uno o dos camaradas a caballo los
van custodiando y llevando delante. Como los viajes suelen ser de varios días
y como van cargados, parece que se van cansando y ¿qué hacen? Pues la cosa
más sencilla, y es que de cuando en cuando aprietan el paso y echan a correr
por delante sin que nadie los apure.
[28] Cuando a ellos les parece que se han adelantado bastante, con la
mayor gracia del mundo, con carga y todo, se acuestan y descansan un buen
rato, hasta que se van aproximando todos los que vienen detrás, que enton-
ces, y con la misma gracia, se levantan ellos solos, sin que la carga padezca
lo más mínimo. Y como esto sucedía con bastante frecuencia, hacía nuestra
conversación a cada momento, sirviéndonos de una distracción bastante ino-
cente, riéndonos como tontos.

147
496 Mariano bernad

Como arriba se ha dicho, salimos de la casa fazenda de don Manuel


Gómez a las 10 de la mañana, despidiéndonos de tan buen señor y de toda
su familia, muy agradecidos a tantas atenciones como nos guardaron y ofre-
ciéndonos, como es natural en estos casos. Nuestro padre Mariano regaló a
todos los de la familia algunas medallas y crucifijos como recuerdo, quedan-
do muy contenta toda la familia, en especial los pequeños, y deseando que
volviésemos por allá.
Llegamos a los Fanecos a las 3 y media o 4 de la tarde, y allí se hizo alto
para comer y después pasar la noche. No había más que una casa, y pequeña,
habitada por un matrimonio de bastante edad, dos hijos de éste, casados ya,
y con una porción de nietos. Enseguida de llegar, lo primero que se hizo fue
procurar la comida, que era lo principal. Temíamos que en aquella casa y en
aquel lugar no encontraríamos casi nada para comer, pero no fue así, pues
hubo mejor comida de la que pensábamos y eso que éramos tantos, prepa-
rada por aquella familia, aunque a estilo del país en que lo principal de las
comidas consiste en el arroz condimentado con grasa de cerdo y la judía, que
aquí llaman feijão. Sin embargo, tuvimos nosotros huevos y gallina, porque
así lo encargamos, y un poco de pan traído de Uberaba. El vino era riquísimo,
blanco, sacado de un torrente de pura agua cristalina y abundante, que pasa
casi tocando la casa. En fin, que comimos y bebimos bien.
Pero lo más negro era la noche que nos esperaba. Una casita pequeña,
llena de personas de todas edades, nosotros que éramos 13 entre todos, sin
camas y sin nada, excepto para dos. Para los demás no hubo otro sitio que
el patio de la casa, en el santo suelo, y cama redonda. Añádase a todo esto
que había un individuo en la casa que debía [de] estar tísico, pues no cesó de
toser en toda la noche, pero con una tos especial. Había también una criatura
de poco tiempo, que no paró de llorar a grito pelado en toda la noche. ¿Quién
era capaz de dormir de esa manera? Estoy por decir que nadie, de modo que
si mala fue la noche anterior por causa de las vacas, ésta fue mucho peor.
[29] Los moradores de esta casa, sabedores de que habían de pasar por
allí los padres y que por precisión tenían que hacer noche, aprovecharon esa
coyuntura para que se bautizaran dos niños, nietos de los dueños de la casa,
que pertenece a la jurisdicción de Ponte Nova, distante seis leguas, más cin-
co que hay hasta Agua Suja y que, por no haber párroco en Ponte Nova, se
les hacía muy penoso y difícil llevarlos a Agua Suja. Con toda reverencia pre-
guntaron si se podrían bautizar allí las dos criaturas y nuestro padre Maria-
no, como en este país se permite administrar el sacramento del bautismo, el
del matrimonio y aun decir misa, confesar y comulgar en las casas fazendas,
respondió que con mucho gusto haría esa obra de caridad. Así pues, estando
ya todo dispuesto y llevando como llevábamos santos óleos, ritual y demás, a
la hora destinada fueron bautizados solemnemente los dos niños por nuestro
padre Mariano, siendo padrinos los dos abuelos, con lo que quedaron muy
contentos y agradecidos.

148
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 497

Al día siguiente, 9 de marzo, teníamos que andar seis leguas hasta Pon-
te Nova, siendo por lo tanto el viaje un poco más largo, por lo que para apro-
vechar mejor las horas de la mañana y no exponernos a los acostumbrados
tronados de la tarde, tratamos de salir temprano, lo más pronto que se pu-
diera, preparando de antemano lo que habíamos de llevar para el almuerzo
y no detenernos en el camino más que lo preciso para descansar y almorzar,
quedando encargados los dueños de la casa de cocinar por la noche y prepa-
rar lo preciso conforme a las instrucciones que se les dieron y que cumplie-
ron admirablemente.
Nos levantamos muy temprano, de noche aún, a fin de adelantar la
salida, pero no nos valió, porque con tanto animal, tanto equipaje y tanta
carga, era imposible hacer las cosas tan pronto como se quería. Sin embargo,
a puro de ayudar todos, aún se pudo salir a bastante buena hora –serían las
6 y media, con el sol ya fuera en vez de las 4 como queríamos–; de modo que
aún pudimos llevar buen día, si bien bastante pesado, lo uno porque ya nos
íbamos cansando por la falta de costumbre de montar a caballo, y lo otro
por ser un camino que nada tiene de atractivo, tan monótono y sin sombras
siquiera hasta cerca del pueblo de Ponte Nova. A eso de las 10 de la mañana
llegamos a un sitio llamado Cementerio, en donde hay una casita bastante
pequeña, habitada por un herrero, la única que se encuentra desde Fanecos
a Ponte Nova. Allí determinamos parar, descansar un poco y almorzar, pues
ya estaba a punto la gana y no llevar en el cuerpo más que un poco de café.
Todos nos sentíamos con buen apetito. Así que todos hicimos [30] bien el
gasto con tan buena salsa, despachando todo cuanto nos habían preparado
en la casa de Fanecos.
Desde esa casa hasta Ponte Nova teníamos aun que andar unas dos
leguas. La hora no era muy a propósito, pues serían las 11 y media cuando
volvimos a montar a caballo, mas como ya habíamos tomado nuestro refri-
gerio, y como ya el camino era más pintoresco y distraído, no se nos hizo tan
pesado, y a cosa de la 1 y media de la tarde llegamos al pueblo de Ponte Nova,
donde la gente salía a vernos, llevados de la curiosidad natural. Nos hospe-
daron a unos en un hotel de un viejo portugués, y a otros en casa de un ne-
gociante llamado don Pedro Borges, buen hombre y que manifestaba mucho
empeño en que destinaran padres a Ponte Nova, feligresía que hacía ya seis
u ocho años que carecía de vigário y estaba vaga, como dicen por aquí57.
La comida para todos se preparó en la casa del referido don Pedro Bor-
ges, a donde fuimos todos a la hora acostumbrada, pues en este país hay
que aprovecharlo todo, las horas y las ocasiones, so pena de quedarse uno
después sin nada. Hicimos bien los honores a la mesa, que no estaba mal
dispuesta y que, por otra parte, a pesar del cansancio, todos se aplicaban

57
Su último párroco residente había sido Arthur Samuel da Apresentação, que la
sirvió desde agosto de 1889 a octubre de 1891. Desde esa fecha había sido administrada
desde Agua Suja: Diocese Uberaba, 228.

149
498 Mariano bernad

bien a las horas de comer, porque se conoce que el movimiento aumenta las
ganas de comer. Concluida la comida, pasamos un buen rato en la misma
casa, donde venían a visitarnos las personas principales del pueblo y entre
ellas el señor delegado de policía, ofreciéndosenos para lo que pudiéramos
necesitar. Pasamos así el tiempo hasta que llegó la hora de descansar, que
por cierto nos hacía buena falta. Tres se quedaron en la casa de don Pedro
y cinco fueron al hotel, y todos descansaron perfectamente aquella noche,
según iban contando a la mañana siguiente.
Nuestro padre Mariano no perdía ocasión de apurar a todos y a los ca-
maradas para disponer las cosas de modo que siempre saliéramos temprano
al principiar la caminata del día, pero no había más remedio que echarse en
manos de esta gente. Así nos pasó este día 10 de marzo. Nos levantamos a bue-
na hora, pero que si quieres, los animales y camaradas, por un lado, la gente
que no se apura por nada, y la cuestión de siempre, el almuerzo, no era cosa de
dejarlo en casa; de modo que se fueron pasando las horas de la mañana hasta
que a la hora de costumbre, a las 10, nos sirven el almuerzo, al que también
nos aplicamos, tanto más cuanto se nos presentó un plato sabroso de pescado
del río, cogido la noche anterior por un doctor llamado Totó, que lo regaló.
[31] Acabado el almuerzo, se apuró a los camaradas para que arregla-
sen todos los animales, pero, siendo tantos, no se acabó la faena hasta las
11 y media, [en] que por fin pudimos ponernos en marcha para Agua Suja,
distante de Ponte Nova cinco leguas buenas, que todas ellas lo comen en este
país, porque por lo menos se les da seis kilómetros y aun más. De modo que
siempre teníamos lo mismo en la cuestión del viaje, que se hacía en las horas
de más calor y con la exposición, además, de los chubascos de la tarde. Al des-
pedirnos de los de Ponte Nova, se les hizo el ofrecimiento correspondiente y,
además, se les encargó lo que ya se había tratado de antemano, a saber, que
cuando todo estuviera dispuesto, fueran a Agua Suja para llevarse a los dos
padres que se destinarían desde allí para ese pueblo de Ponte Nova, quedan-
do ellos tan contentos y satisfechos al saber que ya podían contar con padres
para sus necesidades espirituales.
Aunque algo cansados de los tres días de viaje, íbamos contentos y ale-
gres por el camino que conduce a Agua Suja, por considerar que ya era el tér-
mino de nuestras caminatas por entonces y que allí podríamos descansar de
todas las fatigas. El sol despedía sus rayos con fuerza, pero lo único que nos
tenía con algún cuidado era el temor de que nos cogiese en el camino alguna
tronada. Gracias a Dios, no hubo nada. Así que aumentaba nuestro gozo con-
forme nos íbamos aproximándonos, notándose más esta alegría en los cuatro
camaradas, que, como naturales de Agua Suja, se sentían tan alegres por
estar próximos ya a su pueblo y encontrar a sus familias y tan satisfechos
por poder presentar en su pueblo a los ocho padres que llevaban.
Pasamos un puente de madera sobre un río pequeño, distante de la po-
blación unos tres cuartos de legua, y a los pocos momentos vimos venir más

150
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 499

de 40 caballeros con sus caballos enjaezados. Eran los principales del pueblo
que venían al encuentro de los padres para tener el gusto de ser los primeros
en saludar a los padres, darles la bienvenida y ofrecerles sus respetos. Antes
de esto, lo menos a legua y media de distancia, ya se habían adelantado cua-
tro de la gente principal, y que ya nos acompañaban cuando vino a nuestro
encuentro el núcleo principal. A todos se les contestó con el mayor afecto y
cortesía, haciendo alto por unos momentos para poder cumplimentar a todos,
uno por uno. Nuestro padre Mariano, jefe de la expedición, venía bastante
cansado y le era demasiado molesto apearse muchas veces del caballo y vol-
ver a montar, por lo que, haciendo esto presente a toda la comitiva, le suplicó
le dispensaran de [32] ello, saludando a todos a caballo y dándoles a todos las
más expresivas gracias por la grande atención que estaban manifestando.
Acabados los cumplidos de ordenanza en estos casos, nos pusimos todos en
marcha, formando un buen escuadrón de caballería. Íbamos ya a paso lento
por ser tantos y por tener que corresponder a las conversaciones variadas y
a las muchas preguntas que de todas partes se nos hacían, con lo que se nos
hizo breve el camino, a la vez que distraído.
No se ve el pueblo desde el camino que llevábamos hasta estar próximos
a él, pero había gente apostada en la alturita que hay antes de llegar para
avisar al pueblo en el momento que nos avistase, como así lo hizo, soltando
por los aires multitud de cohetes –foguetes llaman aquí–, y al poco tiempo
llegamos a la referida altura, viendo ya las casas del pueblo, la iglesia, las
dos torres, que nos produjo una alegría tal que no se puede explicar con pa-
labras. Son cosas que sólo las siente el corazón. Sin duda ninguna, en esos
momentos solemnes todos sin excepción levantamos nuestros corazones a
Dios nuestro Señor, dando gracias fervientes y repetidas por tantos favores
como nos había concedido haciéndonos llegar sanos, salvos y contentos al
término de nuestro viaje.
Vimos también a todo el pueblo en masa sin distinción de clases, edades
y estados en las calles, plazas y alrededor de la iglesia, esperando la llegada
de los padres para manifestarles su satisfacción cumplida y darles la bien-
venida. En el momento que el pueblo pudo ya divisar a los padres, principió
el repique y volteo de campanas y la música del pueblo a tocar sus acordes,
acompañados de foguetes por los aires, que iban soltando en mayor número
conforme íbamos apareciendo. Todo con alegría y regocijo en aquellos ins-
tantes, tanto que nada más se podía pedir ni nosotros siquiera podíamos
sospechar e imaginar.
Llegamos por fin entre aclamaciones y vivas cerca de la iglesia y, una
vez allí, nuestro padre Mariano se apeó de su caballo, haciendo una señal
para que todos hiciesen lo mismo, como en efecto lo hicieron, con el fin de
entrar en la iglesia que estaba adornada y en cuya puerta se hallaba el padre
Antonio Sevastano, italiano de alguna edad, vigário de Agua Suja hacía unos
seis años, quien se adelantó a saludar a los padres, dándoles la bienvenida y

151
500 Mariano bernad

ofreciéndose incondicionalmente para todo58. Enseguida entramos en la igle-


sia, acompañados de todos los caballeros que nos habían salido al encuentro,
y de todo el pueblo: hombres, mujeres y niños.
[33] Hízose un breve rato oración, en la que cada cual procuraría a me-
dida de sus fuerzas dar a Dios las más rendidas gracias, en silencio sí, pero
que desde lo más íntimo del corazón elevarían sus voces al cielo por tantos
y señalados beneficiosos. Buena ocasión era ésta para haber predicado un
sermoncito, aprovechando tan propicia circunstancia para hablar a todo el
pueblo que tan entusiasmado se encontraba en aquellos momentos, mas el
cansancio, por una parte, el no hacer esperar a la gente, por otra, tanto más
que los caballos y mulas habían quedado fuera, y, más que todo, por la di-
ficultad de hacernos entender en un idioma que no poseíamos ni mediana-
mente siquiera, nos hizo desistir, privándonos de uno de los mejores placeres
en aquella coyuntura.
Salimos de la iglesia y nos llevaron a una casa próxima a la misma,
que, por un mandato del señor gobernador de la diócesis, habían alquilado,
dispuesto y preparado con todo lo necesario, con camas para todos, muebles,
mesas, enseres de cocina etc., acompañándonos hasta la casa el referido se-
ñor vigário, todos los principales, la música y el pueblo todo, ansioso como
estaba de poder conocer más de cerca a los padres y conversar despacio y a
sus anchas, como suele decirse. Todo era alegría, todo satisfacción en aque-
llos momentos.
Serían sobre las 5 de la tarde cuando llegamos a Agua Suja, en que ya
era hora de comer según la costumbre del país. Todo estaba bien dispuesto
y preparado con abundancia de antemano, en lo que no tuvo pequeña parte
el entonces vigário ya citado don Antonio Sevastano, el tesorero de la Junta
Parroquial don Joaquín Rosa, y los vocales, coronel don Carlos Resende y
farmacéutico don Vicente Moreira da Silva59; mas, como había un gentío tan
inmenso, no se pudo dar principio a la comida hasta que se fue despejando la
casa de tanta gente, y después de los obligados cumplidos, y después de los
discursos de rúbrica en tales casos, acompañados de vivas entusiastas.
Llegó por fin la hora de comer –yantar se dice en brasileiro– y lo hi-
cimos todos muy bien y con el lujo de tener vino bastante regular y pan,

58
Estaba al frente de la parroquia desde junio de 1894. Bernad escribe siempre Se-
bastano, pero tanto el mismo Sevastano, Carta a Bernad, Santa Anna do Río das Velhas,
19 marzo 1899: Agoar, caja 84, leg. 2, n. 5, como Vieira, Monographia da paróchia…, 72, y
Diocese Uberaba, 188, 211, 226, escriben Sevastano. Después administró las parroquias de
Fructal (1900-03) y Forquilha o Delfinópolis (1903ss). Murió asesinado cerca de Uberaba.
59
Los tres habían sido elegidos el 17 de agosto de 1891 cuando Saturnino Dantas
Barbosa, párroco de Estrella do Sul y visitador episcopal de la comarca, constituyó la Her-
mandad encargada de «promover e realisar a celebração da festividade de Nossa Senhora
d’Abbadia em o dia 15 de agosto de cada anno e bem assim na dominga mais próxima á da
commemoração do grande mistério da vinda do Divino Espírito Santo»: Primo M. Vieira,
Monographia da paróchia …, 41-44.

152
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 501

aunque éste, en verdad, no era bueno. Nos acompañaron entretanto algunas


personas que tuvieron ese gusto, más todos los individuos ya referidos de la
junta parroquial que quisieron darnos esa muestra más de benevolencia, no
queriendo comer en nuestra compañía, diciendo que ya lo habían hecho de
antemano para estar más libres después y poder atender a todo cuanto fuese
necesario y pudiera ocurrir. Solamente tomaron algunos [34] dulces, algunas
copitas de vino y el obligado café, tan bueno y abundante en el Brasil, que
se toma a cualquier hora y nunca se deja en las comidas. Excusado es decir
que con este motivo no escasearon los brindis, en especial los del citado señor
farmacéutico, señor bueno, de buen humor y decidor. Con esto se concluyó la
comida y nosotros con la necesidad natural satisfecha.
Estábamos todos bastante cansados y lo que más deseábamos era des-
cansar, pero como aún era temprano y como siempre había personas que
tenían ese gusto de estar y conversar con nosotros, no podíamos [menos]
de manifestarnos complacientes con todos, como es de deber en casos se-
mejantes. No fueron demasiado molestos, sino que, considerando cómo es-
tábamos, a buena hora se fueron retirando y despidiendo todos y nosotros
quedamos libres para descansar, cosa que tanta falta nos hacía. Así que
pronto nos fuimos acomodando en los cuatro cuartos de la casa (no había
más), retirándonos todos, llevando las impresiones del día, pero sin otro
pensamiento por entonces que procurar resarcirse cada uno del cansan-
cio de cuatro días de viaje en las condiciones que aquí se hacen, y dormir,
como suele decirse, a pierna suelta. Por lo que cada uno fue refiriendo al
día siguiente, se puede asegurar que todos se despacharon a su gusto y que
descansaron perfectamente.
De lo que acabamos de referir se deduce bien claramente que el recibi-
miento hecho a los padres en Agua Suja fue todo el [sic] entusiasta que se
puede imaginar y que todo el vecindario, desde el más grande al más peque-
ño, se excedió en sus manifestaciones de júbilo y alegría, no omitiendo cosa
alguna a fin de que su entrada en el pueblo les fuera agradable, como en
efecto lo fue así. ¡Bien por los habitantes de Agua Suja, que tan bien supieron
manifestar sus simpatías y sus más ardientes votos por la felicidad espiritual
que todos desean! ¡Bien por la gente principal, distinguiéndose entre todos el
vigário don Antonio Sevastano, alma de todo y que supo llevar el entusiasmo
a todo el pueblo! ¡Gracias, pues, a todos, y que Dios nuestro Señor les premie
con abundancia tan nobles y levantados sentimientos! ¡Que la llegada de los
nuevos operarios del Señor sea augurio y principio de todo bien y que resulte
el mayor adelantamiento de todo el pueblo y comarca bajo la protección de
su patrona, la célebre Nuestra Señora de Abadía! ¡Gracias sean dadas, sobre
todo, a nuestro buen Dios y Señor, dador de todo bien, y haga Él que todo
redunde para mayor honra y gloria suya y bien de las almas!
[35] Estábamos ya instalados en Agua Suja, población pequeña y que
apenas contará en todo su término, con ranchos, fazendas y todo, unas 4

153
502 Mariano bernad

mil almas, pero es pueblo muy conocido por causa de su famosa imagen de
Nuestra Señora de Abadía, que está en la iglesia, muy venerada por todos
estos pueblos en muchas leguas a la redonda, y a cuya fiesta, que se celebra
en los días 14, 15 y 16 de agosto, acuden miles y miles de devotos y romeros
hasta de grandes distancias, que vienen con sus votos y promesas a ofrecer
a la Virgencita Santísima su reconocimiento por algún favor alcanzado o
que esperan alcanzar. Es digno de notarse que, según cuentan los naturales,
a pesar de juntarse tantos miles de personas de todas clases y de todos los
pueblos, no suele ocurrir ninguna cosa desagradable ni alboroto de ninguna
especie, sino que todo se hace con el mayor orden. Dícese que por lo menos
cada año se reúnen en dichas fiestas 11 o 12 mil almas extrañas, a parte de
las que en todo tiempo acostumbran a ir a cumplir sus promesas en particu-
lar, y en los tiempos y días que ellos se determinan. Las ofertas y limosnas
que en esos días suelen recolectarse y que todas se destinan para el culto y
demás gastos de la iglesia y fábrica, ascienden a 4 o 5 mil duros por lo menos
en cada año, 11, 12, 14 y hasta 15 contos de reis, que es cómo en el Brasil se
acostumbra a contar, lo mismo que en Portugal.
La gente del pueblo es cariñosa, afectuosa y nada esquiva, en particular
con los padres, a quienes aman y respetan más de lo que pudiéramos creer,
atendido lo que es este país, en donde reina en todos la libertad más comple-
ta en todas las cosas, mucho más teniendo en cuenta que casi puede decirse
ha estado y aún está en muchísimas partes, por no decir en todas, atrasadí-
sima en materia de religión por causa de un abandono tan general en que
han vivido y viven. A cualquiera que tenga todo esto presente no dejará de
extrañarle conserve esta gente algo de religión y que aun encuentre algún
resto de fe, tanto más al considerar que de suyo es muy fría e indiferente
para las prácticas religiosas. Por eso, no nos debe extrañar haya mucha su-
perstición en sus prácticas y que sean tan fáciles en creer cualquier cosa60.
Por otra parte, el protestantismo ha hecho y está haciendo por aquí sus tra-
bajos con entera libertad, si bien, a pesar de eso y de sus libros, regalados o
casi regalados, no ha podido adelantar nada. Al hablar un día de esto con un
señor muy principal y respetado en Agua Suja, me contestó diciendo: «Padre,
felizmente en Agua Suja no hay ningún protestante».
[36] Consoladora fue esta respuesta y más en un país tan trabajado
como éste61 por los masones y protestantes que, sin que nadie les vaya a la
mano, están haciendo en todas partes su propaganda maldecida. Respuesta
fue aquella que hace mucho honor a los habitantes de ese pueblo puesto bajo
la tutela de la Virgen Santísima, nuestra Señora, a quien sin duda alguna
deben tan singular favor.
El vigário referido, don Antonio Sevastano, estaba ya sabedor de que el
señor obispo de la diócesis, doctor don Eduardo Duarte Silva, había hecho
60
Décadas 1, 233, con algunos cambios redaccionales.
61
Esto en el original.

154
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 503

entrega del santuario y pueblo de Agua Suja a los padres agustinos recoletos,
y que, por lo tanto, tenía que hacer entrega a la llegada de los citados padres.
De aquí que en la mañana del día 11 de marzo, que fue el siguiente de nues-
tra llegada, se presentó dicho señor a nuestro padre Mariano diciendo que
tomase cuenta de todo como y cuando quisiera, pues él ya no tenía nada que
ver, según las órdenes recibidas, y que desde el momento de nuestra llegada
él no tenía ya nada que ver con el pueblo. Nuestro padre Mariano tenía ya
destinados dos religiosos para misioneros de Agua Suja, trayendo el nom-
bramiento para ellos, siendo estos religiosos los padres Marcelo Calvo, como
principal, y el padre Manuel Ramos García, como coadjutor, más el hermano
Pedro Rodríguez para hacerles compañía. Mas, a pesar de eso, respondió a
aquel señor que podía continuar en el ejercicio de sus antiguas funciones
todo el tiempo que permaneciera allí, puesto que pronto tenía que marchar
al punto donde se le destinaba por sus superiores eclesiásticos. Pero replicó
diciendo que debíamos hacernos cargo enseguida, que agradecía nuestra de-
ferencia, pero que teniendo necesidad de ir arreglando todas sus cosas para
quedar más libre, nos suplicaba tomásemos cuenta de todo y así, viendo sus
razones, dispuso nuestro padre Mariano que los citados padres Marcelo Cal-
vo y Manuel Ramos tomasen cuenta de todo, para lo que quedaron autoriza-
dos, entregándoles los correspondientes títulos, librados por el excelentísimo
señor gobernador de la diócesis, y así se hizo, principiando en ese día nuestra
administración en Agua Suja.
Nuestra casa habitación fue considerada desde luego como convento,
viviendo los ocho que estábamos en verdadera comunidad y guardando en
lo posible nuestras reglas, sin dejar la oración y meditación en común ma-
ñana y tarde, a las horas acostumbradas, como ya se puso en práctica en el
seminario de Uberaba tan pronto como se pudo. Los dos padres referidos
administraban la parroquia y los demás se ocupaban en otras cosas, espe-
rando las órdenes que se les diesen para marchar a otras misiones que se
establecían62.
[37] Además de Agua Suja recibió nuestro padre Mariano la adminis-
tración de los pueblos de Ponte Nova y Santa Anna do Río das Velhas, únicas
que por entonces podíamos encargarnos, estableciendo en ambas residencias
y misiones. Los padres destinados a ellas estaban aguardando en Agua Suja
el momento de partir para sus destinos.
Al pasar por Ponte Nova, a fin de que la entrada de los nuevos padres
tuviese la más perfecta recepción y no hubiese entorpecimiento de ninguna
clase y que todo fuese con el mayor orden y armonía, se les dijo a los natu-
rales de ese lugar que quedaba a disposición de ellos escoger el día que cre-
yesen más conveniente para llevar a los dos padres destinados por nuestro
padre Mariano, que eran el padre Agustín Cristóbal y fray Gregorio Íñiguez.
En el mismo sentido se escribió a los habitantes de Santa Anna do Río das
62
Décadas 1, 233.

155
504 Mariano bernad

Velhas para donde estaban destinados los padres Nicolás Catalán y Floren-
cio Luis.
Estábamos, pues, todos reunidos en Agua Suja llevando una vida regu-
lar, dispuesto cada uno a cumplir con su respectivo deber y esperando que los
de los pueblos vinieran a llevar a los padres a sus respectivos destinos. Con
efecto, el día 22 de marzo fueron los primeros los del citado pueblo de Ponte
Nova, los que se presentaron en Agua Suja para llevar a los padres Agustín
Cristóbal y fray Gregorio Íñiguez, trayendo los animales suficientes tanto
para los padres como para la carga del equipaje, siendo los encargados del
mejor desempeño de todas las cosas, así como de acompañar, dos individuos
de los más principales, enviados por el pueblo para este objeto.
Dispuesto ya todo para la marcha y después de despedirse de sus her-
manos, los citados dos padres salieron de Agua Suja, acompañados de los
camaradas de Ponte Nova en dirección de aquel pueblo el día 23. No les
acompañó nuestro padre Mariano por cuanto aún quedaban otros padres a
quienes dar órdenes oportunas para el mejor despacho de todos los asuntos
que llevábamos entre manos y otras cosas de importancia al implantarse
estas nuevas misiones que en un principio convenía dejar bien establecidas.
Además, como nuestro padre pensaba pasar por los nuevos pueblos que se
tomaban, entonces vería y trataría lo que más pudiera convenir, economi-
zando de esta suerte tiempo, gastos y cansancio, pues que su edad no estaba
para hacer derroche de fuerzas.
Por carta que el citado padre Agustín Cristóbal escribió a nuestro padre
Mariano desde Ponte Nova tuvimos el placer de saber el buen viaje de cinco
horas que habían tenido, y en especial lo que a todos nos llenó de una [38]
grande y verdadera satisfacción fue el relato que nos hacía de la entusiasta y
nunca vista recepción que tuvieron los padres desde mucho antes de llegar al
pueblo, en el pueblo y en todo aquel día. Una hora o más antes de la llegada
estaban ya en el camino una gran multitud de gente principal a caballo, es-
perando a los padres para conducirlos como en triunfo al pueblo. En éste las
calles por donde tenían que pasar, atestadas de gente, que en sus semblantes
risueños daban a entender claramente la satisfacción y gozo que sentían; las
calles que conducen a la iglesia, engalanadas, llenas de arcos y alfombradas
de hojas y flores, la música y los foguetes alegrando a todos, y en la puerta
de la iglesia bastantes mujeres vestidas de gala, que al pasar los padres los
envolvieron en flores.
Nuestro padre Mariano les tenía encargado que la primera cosa que
debían de hacer los padres al llegar a los pueblos era ir directamente a la
iglesia, principiando así su ministerio para dar gracias a Dios en primer
término y ofrecerle las primicias de nuestros trabajos todos para dar honra y
gloria a Dios. Así lo cumplieron como se les tenía prevenido. Lo cual termina-
do, salieron de la iglesia entre la muchedumbre que los aclamaba y vitoreaba
entre la música y foguetes que no daban reposo, siendo conducidos a la casa

156
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 505

destinada para su alojamiento provisional, no cesando los saludos y visitas


en toda aquella tarde hasta que se creyó la hora de retirarse y descansar.
Creo que para formarse una idea de esta entusiasta recepción y magnífica
manifestación de los habitantes de Ponte Nova hecha a sus padres o vigá-
rios, como comúnmente se les llama, bueno será copiar aquí la interesante
carta del padre Agustín Cristóbal, en que relata todo lo sucedido, aunque de
manera breve. Dice así:
«Reverendísimo padre nuestro Mariano Bernad

Mi respetable padre nuestro: después de saludarle y desearle felicida-


des mil, le participo que nuestro viaje fue felicísimo y sin ocurrir incidente
alguno desagradable, antes bien nos sucedió lo que ni nosotros ni vuestra
reverencia pensábamos.
Una hora antes de llegar al pueblo salieron a esperarnos muchísimos más
hombres a caballo que los que salieron en Agua Suja. Allí nos apeamos, salu-
damos a todos y reposamos un poquito mientras tomábamos una taza de café y
fumábamos un tabaco. Después reanudamos el viaje juntamente con la comiti-
va, mas a cada paso me veía obligado a pararme para saludar a la gente, pues
el camino estaba materialmente lleno de caballeros y gente la más decente
del pueblo. Apenas llegamos a divisar el pueblo de San Sebastián que, [como
sabe V.R., está al otro lado del puente, por la parte [39] de Agua Suja]63, eran
tan numerosos los cohetes que lanzaron al aire que los animales se asustaron
y no se les podía hacer andar. Por fin a puro de latigazos llegamos frente a la
iglesia de San Sebastián, disparando mientras tanto una nube de foguetes. Nos
apeamos y en compañía de todos los jinetes entramos a dar gracias a Dios por
el buen viaje y ofrecerle a Él los obsequios que nos hacían. Salimos de la iglesia
todo conmovidos en vista de lo bien que la habían preparado, llenando el altar
de luces y flores, y el suelo alfombrado también de rosas y flores naturales. Nos
pusimos a caballo para bajar la cuesta que ya conoce V.R., pasamos el río y,
antes de subir la otra cuesta, comenzó a tirar cohetes el pueblo de San Miguel,
que aquello era un primor, como que le hacía la competencia al otro pueblo.
Una vez subida la cuesta, la música que estaba allí preparada nos saludó con
un magnífico paso doble, en vista de lo cual nos apeamos y, seguidos de la mú-
sica y de casi todo el pueblo, nos dirigimos a la iglesia.
Toda la travesía estaba marcada con palmas plantadas y el suelo lleno
de rosas deshojadas hasta la iglesia. Llegamos a la puerta y seis mujeres
que estaban con canastillos de flores comenzaron a echarnos a los dos. En la
puerta nos aguardaba el sacristán revestido de roquete, una banda morada
a la espalda, el misal y una candela encendida en la mano. Me besó la mano
y me hizo entrega del misal y de la candela. Después seguimos todos hasta
el altar mayor, donde oramos un rato. ¡Qué ocasión para manifestarles el
agradecimiento por tan solemne manifestación! Mas, no pudiendo hacer-
lo, nos salimos con las orejas gachas64 y el corazón lleno de satisfacción, y,

63
Las frase entre paréntesis no pertenece a la carta, cuyo original se conserva en
Agoar, caja 85, leg. 2: infra, Carta 71.
64
Bajas en el original de la carta.

157
506 Mariano bernad

acompañados de la música y foguetes, nos dirigimos al Hotel Mineiro, donde


nos han alojado, no en casa de don Pedro, por razones que él tiene, hasta
que compren o edifiquen una casa, que será pronto. Después de comer, que
serían las 6, comenzó la música a darnos serenata hasta las 9 y media65,
bebiendo los músicos de cuando en cuando sus buenas copas (vasos) de vino
de Madeira, regalo del pueblo.
Sin más, nuestros saludos a los hermanos, y V.R. reciba el corazón de no-
sotros dos, sus fidelísimos súbditos que besan su mano. Fray Agustín Cristó-
bal; fray Gregorio Íñiguez. Ponte Nova, 27 de marzo de 1899».

Ésta fue, como se ve, la entrada de nuestros padres en Ponte Nova66, y


éste fue el principio de nuestros trabajos en aquella misión que se nos enco-
mendaba, por tantos años abandonada y sin pastor ni guía que la llevase por
el camino del bien, falta del alimento espiritual, pero que, a pesar de todo,
se ve que conservaba gran fondo de la fe cristiana y un verdadero deseo de
alimentarse con ese pasto espiritual, propio del cristianismo, que hace felices
a los hombres aquí en la tierra y los dirige por el camino del cielo.
[40] ¡Bien por los pontenovenses! Desde hoy pueden llamarse felices,
pueden estar contentos y satisfechos, viendo realizados sus vehementes de-
seos. Desde hoy cuentan con dos ministros de Dios que sabrán sacrificarse,
si preciso fuera, por ellos, no perdonando medios ni trabajos, por penosos
que sean, y dispuestos a todas horas a procurar su mayor bien espiritual y
temporal. Así lo han comprendido ellos. De aquí la grande satisfacción y ale-
gría que sienten. Pueden estar seguros de que los resultados benéficos no se
harán esperar y que el resultado y fin de esta grandiosa obra corresponderá
a tan buenos principios.
Nada decimos hoy de los trabajos de esta misión ni de sus progresos.
Se deja esto para más adelante, cuando sea el lugar y tiempo, tanto más que
hay que ir refiriendo los sucesos de otros lugares conforme se van sucedien-
do. Sólo diré ahora que en la jurisdicción de Ponte Nova, según cálculo, habrá
de 3 a 4 mil almas, y que el pueblo de San Sebastián, que está al otro lado del
puente sobre el caudaloso e impetuoso río das Velhas, en lo civil pertenece al
municipio de Carmo de Bagagem y en lo religioso a Agua Suja, mientras que
Ponte Nova, a pesar de tan poca distancia –medio kilómetro– pertenece en
lo civil al municipio de Sacramento. Desde hoy quedan encargados de San
Sebastián en la parte religiosa los padres misioneros de Ponte Nova, pues
nuestro padre Mariano ha hecho presente a la autoridad diocesana era ver-
dadera necesidad y conveniencia, por cuanto San Sebastián está separada
de Ponte Nova por un solo puente, mientras que Agua Suja dista cinco leguas
buenas de este país, que dicen ser de 6.666 metros cada una.
El mismo día 23 de marzo en que salieron de Agua Suja los padres

65
Décadas 1, 238-39.
66
Fue devuelta al obispado en febrero de 1906: Décadas 1, 241. Su último párroco
recoleto fue el beato León Inchausti.

158
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 507

destinados a Ponte Nova, por la tarde llegó la comitiva que había de llevar y
acompañar a los destinados para Santa Anna do Río das Velhas, que eran los
padres Nicolás Catalán y Florencio Luis67. Y como ya estaba todo dispuesto
y preparado, a la mañana siguiente temprano se despidieron de nosotros
los citados dos padres y, montando en los caballos, en unión de la comitiva,
salieron para dicha feligresía, que dista de Agua Suja de siete a ocho leguas,
y, por consiguiente, necesitaban parar un poco en el camino, ya para tomar
algún refrigerio, ya para descansar, como así lo hicieron en la casa de un
fazendeiro, buen hombre que los recibió y agasajó en su casa cuanto pudo, y
aun les regaló un misal nuevo y hermoso como recuerdo. El equipaje iba en
un carro que trajo para ello la comitiva, así que con eso podían caminar más
libres de impedimenta, que siempre retrasa las horas de viaje.
[41] En carta del 27 de marzo participaba el padre Nicolás Catalán su
llegada feliz y sin novedad alguna a Santa Anna, haciendo el camino en me-
nos tiempo que ellos y el pueblo se pensaban, y que el recibimiento, a pesar
de ser medio sorprendida la gente, fue verdaderamente espléndido, pues en
cuanto la gente se apercibió de que ya llegaban los padres, dejando a un lado
toda ocupación, corría presurosa al encuentro de los mismos para tener la
satisfacción de saludarlos y darles la bienvenida, retratándose en sus sem-
blantes la alegría de que estaban poseídos, tanto más cuanto que, según refe-
rencias, creían que ya no iban a tener padres, y ahora estaban viendo que no
era así como se temían68. Tampoco acompañó a estos dos misioneros nuestro
padre por las razones apuntadas más arriba.
La jurisdicción de este pueblo es muy extensa, rodeándola por gran par-
te de su territorio el famoso río das Velhas, del cual tomó su nombre. Hacía
bastantes años que estaba sin párroco, y aun el último que tuvo cuentan
que el pobre estuvo privado del juicio por mucho tiempo69. Está situado el

67
El día 19 el padre Sevastano y Vicente Ferreira da Silva habían escrito desde San-
ta Anna preguntando por la fecha exacta del viaje de los religiosos y el número de bestias
que necesitarían: «Os povos querem saber o dia que devem mandar a necessária condução
e quantos animais precisam, mas que seja quando antes, porque querem a missa de Ra-
mos e se esta torna-se diffícil ao menos a de Resurreção»: Agoar, caja 84, leg. 2, n. 5.
68
La carta se conserva en Agoar, caja 84, leg. 2, n. 5: cf. Décadas 1, 243. A petición del
obispo que los quería para poblaciones más importantes, en agosto de 1900 los recoletos
abandonaron Santa Anna, que en adelante fue atendida desde Ponte Nova (1900-06) y
Agua Suja (1906-08). En septiembre de 1908 volvió a contar con párroco propio: Décadas
1, 244.
69
De 1887 a 1893 la administró el italiano Pedro Pezzuti, quien ya la había admi-
nistrado en 1874-75: Diocese Uberaba, 244. No parece que sufriera trastornos mentales,
ya que posteriormente se le encomendaron parroquias importantes como Araguari (1893-
1900), Araxá (1901-03) y Uberabinha (1911ss), cuya historia publicó en 1922, cuando
ya estaba retirado en Araguari –«Município de Uberabinha: história, administração, fi-
nanças, economia»: Ibid. 193, 196 y 256; Apolonio de Pádua Bosi, «História e historiografia
da formação econômica de São Pedro de Uberabinha nos anos de 1912 a 1922»: Tempo da
ciência 12 (2005) 17-34. En 1897 la parroquia de Santa Anna fue atendida desde Araguari,
a 67 km. de distancia; y en 1898, desde Agua Suja: Diocese Uberaba, 244.

159
508 Mariano bernad

pueblo en una llanura muy despejada, con situación excelente y lugar ameno
y delicioso, que lo hace bastante agradable y pintoresco. Sus moradores son
muy pacíficos y muy afectos a los padres. Según cálculos, su número es de
4 a 5 mil. Los naturales principales del pueblo prepararon una casita para
morada de los padres hasta que compren otra más adecuada o trabajen una
nueva, que es su pensamiento, colocándola en sitio escogido por los padres.
Se comprometieron también a dar gratis la manutención por espacio de dos
meses, lo suficiente y más, para que tengan lugar de instalarse como corres-
ponde, sin apuros de ninguna clase.

[5. Visita del padre Bernad a las parroquias recién instaladas]

Teníamos, pues, formadas tres misiones residencias en el Triángulo Mi-


neiro, que ya funcionaban: Agua Suja, Ponte Nova y Santa Anna do Río das
Velhas, únicos tres puntos [de] que por ahora nos habíamos hecho cargo por
no poder disponer ni distraer más personal. En esos tres puntos, casi a la
vez, puede decirse que han principiado nuestros trabajos apostólicos y en
donde nuestros religiosos, a pesar de la dificultad grande de no poder expli-
carse bien en el idioma del país, desde los primeros momentos se emplearon
en las funciones del ministerio con todas sus fuerzas, no omitiendo cuantos
medios estaban a su alcance para ir regularizando la marcha bien ordena-
da de sus tareas. Apenas si tenían alguna idea del catecismo de la doctrina
cristiana. Podía decirse que ni hombres ni mujeres, ni ancianos ni niños,
sabían una palabra de doctrina. Y en vista de su ignorancia, saltaba a [42] la
vista la necesidad grande que había de dedicarse con ahínco a satisfacer esa
necesidad, principiando por los niños. Por aquí la tomaron de veras nuestros
religiosos, al par que por la predicación en cuanto podían y lo permitía su
poca práctica aún en el portugués.
Debido a esto y debido a su porte y costumbres religiosas, junto con su
trato afable con todos, pronto se fueron ganando las voluntades y el cariño
de todos, lo que era una gran ventaja para trabajar con más fruto y prove-
cho. Pero de todos modos, dado el estado en que se encontraban los pueblos
y dada la manera de ser de estas gentes, se veía bien a las claras que toma-
ban sobre sus hombros un trabajo muy ímprobo. Mucho más si se tiene en
cuenta que las costumbres del país, en todos los órdenes de la vida, son muy
diferentes a las nuestras de Europa. Era, pues, preciso tomar esta obra con
toda la fuerza de voluntad. Así lo comprendieron los padres, mas no por eso
se acobardaron, sino que, por el contrario, esa misma necesidad les servía de
aguijón para obrar con más decisión y valentía.
Como se ha dicho más arriba, nuestro padre Mariano no acompañó a
los padres misioneros de estos dos pueblos, pero no por eso dejaba de aten-
der a todos desde Agua Suja, donde se quedó con el fin de dejar aquel punto
bien instalado, tanto más cuanto que se consideraba, especialmente para
lo futuro, como el centro de nuestras misiones por aquella parte del Trián-

160
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 509

gulo Mineiro, pues había otros pueblos en su circuito que se nos habían de
entregar a medida que fuera viniendo más personal y se presentase mejor
coyuntura, sin forzar los acontecimientos. Estaba además encima la Semana
Santa y no quería nuestro padre andar en esos días tan solemnes. Así que
dejó para después de la Pascua el visitar a las dos nuevas misiones de Ponte
Nova y Santa Anna, para ver la marcha que convenía seguir y tomar las dis-
posiciones que se creyesen necesarias, así como también para animar a los
nuevos misioneros, máxime en los principios, cosa muy conveniente, como no
se puede menos de comprender.
Se celebró la Semana Santa en Agua Suja, pero no con el aparato y con
las demostraciones de fe, piedad y devoción con que se celebran en nuestra
España, en nuestros pueblos y hasta en las últimas aldeas. Ni había costum-
bre en estos pueblos, ni medios para ello. A duras penas pudimos celebrar
la misa cantada el día de Jueves Santo con ministros y comulgar todos en
ella. No se pudo hacer más. Así que no pudimos menos de pasar esa semana
de una manera triste, mucho más al recordar tiempos pasados y al recordar
todos los actos tan sublimes y conmovedores con que en esos días se celebra
en todo el [43] mundo el gran misterio de la Redención del género humano.
No nos quedó otro recurso que hacer de la necesidad virtud, teniendo pacien-
cia y ofreciendo a Dios esa pena, tristeza y melancolía que sentían nuestros
corazones, tanto mayores cuanto que en toda nuestra vida habíamos pasado
por ellas.
Pasóse de esta manera la Semana Santa y, como tenía dispuesto y pen-
sado de antemano, el 2 de abril por la mañana se despidió nuestro padre de
los misioneros de Agua Suja (habiéndolo hecho antes de la gente del pueblo)
y, acompañado del hermano Pedro Rodríguez y un camarada, partió para el
pueblo de Ponte Nova, a donde llegó sin novedad sobre el mediodía, habién-
dole salido al encuentro a más de media legua del camino los dos padres
misioneros con una porción de caballeros, que quisieron dar esa muestra de
deferencia a nuestro padre, quien, saludando a todos y agradeciendo tanta
atención por parte del pueblo, fue acompañado por los mismos hasta el pue-
blo, donde también fue recibido bajo el ruido de los foguetes y con música
hasta la casa alojamiento, y después de los cumplidos de ordenanza se reti-
raron todos. Sin embargo, por la noche volvieron otra vez los músicos para
darle una serenata, teniendo nuestro padre palabras de gratitud para todos,
que quedaron tan satisfechos.
Tres días se detuvo nuestro padre en Ponte Nova, cuyo tiempo fue lo
suficiente para informarse minuciosamente de todo y de la buena marcha que
llevaban las cosas, pudiendo observar la satisfacción general de todo el pueblo
con tener a su lado a los padres y lo agradecidos que se encontraban todas
las gentes por tan señalado beneficio, no cesando las visitas y presentacio-
nes de los que viven en las fazendas y ofreciendo sus respetos y servicios. En
tan buena coyuntura nuestro padre habló con los principales del pueblo y con

161
510 Mariano bernad

toda franqueza y libertad les pidió y suplicó que le manifestasen si los padres
podían tener allí lo suficiente para una manutención decorosa, contestando
unánimes todos y diciendo que sí, y que además el pueblo no escaseaba los re-
galos en pollos, huevos, gallinas, pescado, ropas de uso, como fundas, sábanas,
pañuelos, etc., lo que era una verdad, pues pudo notarlo y verlo con sus propios
ojos en el tiempo que allí se demoró. Les habló también nuestro padre de la
necesidad de una casa propia para morada de los religiosos, porque considera-
ba que no era decente vivir en casa ajena, mucho menos en un hotel, donde no
podían tener la libertad suficiente para sus prácticas y observancia regular.
A esto respondieron que ya habían comprado por suscripción una casa
con ese objeto, regalándola a la iglesia, pero que, no reuniendo dicha casa
las condiciones apetecidas, habían pensado otra [44] cosa, cual era levan-
tar una casa en un sitio escogido y más próximo a la iglesia para lo que se
habían convenido en contribuir todos, unos con dinero, otros con maderas y
materiales y otros con su trabajo y que, según entendían, pronto quedaría la
casa concluida, pues todos tenían empeño en ello, y en verdad que así lo pen-
saban, y en prueba de ello, estando aún allí nuestro padre pudo ya ver por
sí mismo que iban viniendo las maderas para el edificio, así como el terreno
con su huerta, que destinaron y dieron para ello. Contestaron también que
en el entretanto se trabajaba la casa, alquilarían una casa por su cuenta,
cuya casa vio nuestro padre, para que en ella pudiesen morar los padres con
entera libertad y más independientes.
Satisfecho quedó nuestro padre con todas estas demostraciones del pue-
blo de Ponte Nova, así como del contento general que pudo observar en todos,
pues esto denotaba muy bien que nuestra misión allí comenzaba bajo los me-
jores auspicios y que, por lo tanto, eran de esperarse benéficos resultados. ¡El
Señor lo haga así y bendiga su obra para mayor honra y gloria suya y bien de
las almas! ¡Que su santo nombre sea bendito y alabado y conocido por todos!
Bajo estas agradables impresiones se despidió nuestro padre de todos,
en especial de los dos padres misioneros, encargándoles a todos que no ceja-
sen en la obra comenzada; que esperaba con mucho fundamento que todos
sin excepción cumplirían con sus nobles propósitos, y que para todos pedía la
bendición de Dios; y que, por fin, tendría sumo placer en recibir con frecuen-
cia noticias consoladoras, que confirmasen las esperanzas que tenía concebi-
das. Y dando un adiós a todos, el 5 de abril por la mañana temprano, después
de haber celebrado la santa misa en la iglesia de San Sebastián para dar
gusto a los moradores de aquella parte, salió, acompañado del hermano Pe-
dro y del sacristán del pueblo, para la misión de Santa Anna do Río das Vel-
has, distante de Ponte Nova cinco leguas buenas, que se pasaron sin novedad
alguna, haciéndose el camino hasta alegre inclusive, pues es un continuo
pasar por lomas pequeñas y vallecitos, todos con agua, que es una delicia
ver sitios tan pintorescos, siendo una verdadera lástima no verlos cultivados
por gente experta, que podía muy bien convertirlos con poquísimo trabajo

162
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 511

en jardines deliciosos. Es muy floja esta gente para eso y me acordé muchas
veces de nuestros labradores de España, que seguramente en poco tiempo
convertirían esos vallecitos en huertas hermosas y en vergeles deliciosos.
A mitad del camino nos apeamos del caballo con el objeto de ver y
ad[45]mirar una cascada llamada aquí catsacira, que está a unas brazas del
mismo camino, y que se ve perfectamente desde un punto muy próximo al
punto desde donde se precipita perpendicularmente el agua a una profun-
didad que dicen ser de unos 90 metros (a mí no me pareció tanto), llegando
abajo el agua completamente pulverizada, no siendo mucha la cantidad de
agua, por ser pequeño el riachuelo de donde procede y que pasamos por él.
Después de ver cumplidos nuestros deseos, volvimos a montar en nues-
tros caballos y fuimos caminando a un paso regular hasta pasado el mojón o
límite de la jurisdicción de Ponte Nova y, habiendo llegado a la primera casa
de Santa Anna, allí nos esperamos para descansar un poco y tomar alientos,
sobre todo para satisfacer el apetito que nuestro estómago sentía después de
haber madrugado aquel día, pues no se contentaba con sólo una taza del con-
sabido y obligado café a palo seco y tomado a la ligera. La casa era de unos
fazendeiros de Santa Anna, de buen aspecto, con su agua corriente por el cos-
tado y con su huerta o quintal plantado de naranjas, plátanos y otros árboles
frutales del país. No estaba el dueño de la fazenda en casa, pero sí la familia,
que nos recibió con el mayor afecto. Nos sentamos, y el sacristán camarada
sacó de lo que debía ser alforjas lo que traía para el almuerzo. Con eso y con
huevos y plátanos que nos ofrecieron los de la casa comimos, pero muy bien,
callándose ya con esto nuestro estómago. Dimos las gracias a aquella buena
gente y nos despedimos, tomando otra vez los caballos para seguir adelante
y sin parar hasta Santa Anna, a donde llegamos a las 11 de la mañana, no
esperándonos tan pronto los padres, que no pensaban pudiéramos salir tan
temprano de Ponte Nova y que se figuraban que no llegaríamos por lo menos
hasta las 2 de la tarde. Tenían los padres y otras personas los caballos dis-
puestos para salirnos al encuentro, pero, para cuando quisieron apercibirse,
ya estábamos entrando en el pueblo cuando ellos salían. Y fue un bien llegar
tan pronto, pues aquel día la mañana estaba fresca y deliciosa, mas desde
las 10 de la mañana se despejó la atmósfera y el rubicundo sol despedía y
despidió aquella tarde sus rayos de un modo horroroso.
Llegamos a la casita morada de los padres y entramos en ella tan con-
tentos y satisfechos con haber tenido un viaje tan agradable y feliz, y ense-
guida principiaron las visitas de la gente principal, pues hay que advertir
que en este país, en que la hora de almorzar es a las 10 de la mañana y la de
yantar o comer a las [46] 4, no se acostumbra a hacer siesta y que las horas
más ordinarias y propias para las visitas son de 11 a 3 de la tarde, que, por
más que para nosotros no sean las más adecuadas, no hay más remedio que
conformarse con esa costumbre, por no poder menos. A todos cuantos se pre-
sentaron correspondió nuestro padre manifestándoles su agradecimiento.

163
512 Mariano bernad

Permaneció en este pueblo nuestro padre los días 5, 6 y 7 de abril, en


cuyo tiempo se ocupó de los mismos asuntos que lo hizo en Ponte Nova, te-
niendo la satisfacción de observar idénticas disposiciones en los moradores
de Santa Anna, con la ventaja de verlos más sencillos en su trato y más cari-
ñosos con los padres, de lo que ya tenían fama de antiguo. Una señora viuda
regalaba una casa grande suya, situada cerca de la iglesia, para morada de
los padres, mas tanto la gente del pueblo como los padres no la admitieron
por cuanto no consideraban bueno el sitio que ocupaba y así resolvieron ha-
cer lo mismo que los de Ponte Nova: acopiar materiales y levantar casa nue-
va con destino para la iglesia y en eso quedaron, escogiendo un lugar más a
propósito y despejado, próximo a otra iglesia que hay en el pueblo dedicada
a santa Rita de Casia, bastante capaz.
Ocupa este pueblo un lugar bastante despejado y ventilado en una lla-
nura bañada por aguas corrientes para la limpieza de las casas y del pueblo,
traída por canales de los riachuelos próximos. Su situación, por lo tanto, es
hasta pintoresca, tanto más cuanto se divisa a no larga distancia el curso
del río das Velhas, que va rodeando su jurisdicción y en el que crían muchos
peces de varias clases, muy sabrosos todos, y en particular uno que llaman
dourado, que lo hay de varios tamaños, y grandes. No se cogen tantos como
en Ponte Nova, donde el río pasa tocando el pueblo.
La iglesia del pueblo dedicada a santa Anna, a pesar de haber estado
sin vigário, está bien cuidada y aseada, lo que significa que la gente parece
ser más aficionada a las cosas religiosas que en otros pueblos, lo que se pudo
observar en esos días que estuvo nuestro padre. No deja de ser esto una gran
ventaja para que el trabajo y la labor de los padres sea fructuoso y prove-
choso. Una cosa particular se observa en este pueblo, que no se ve en ningún
otro, y es que el campo santo, cercado de pared de piedra en sus tres costados,
circunda a la iglesia, de modo que puede decirse que ésta está en medio del
cementerio, teniendo que pasar por él para entrar en la iglesia ¡Cosa rara!
[47] Tenía determinado nuestro padre Mariano volverse a Uberaba por
el tren de Araguari, que baja los martes, jueves y sábados, y así lo escribió
de antemano, anunciando que, de no haber novedad, llegaría por ese tren el
sábado por la tarde, 8 de abril, yendo a tomar el tren en la estación de Irara,
la más próxima de Santa Anna y distante de allí unas seis leguas brasileiras.
Como el tren pasaba por dicha estación, ante el temor de no alcanzarlo por
cualquier accidente que pudiera sobrevenir en el camino, resolvió nuestro
padre salir de Santa Anna el día 7 por la tarde, yendo a dormir a la casa de
un tal José Lemes, al otro lado del río das Velhas, que había que salvar por
medio de canoas, que a veces son la causa principal del retraso en los viajes,
ya por no estar a punto los barqueros, ya por cualquiera otra causa, y éste
era el principal inconveniente que nuestro padre quería salvar, porque, una
vez puestos el otro lado del río, ya no había temor de llegar tarde a la hora
del tren.

164
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 513

Salimos, pues, de Santa Anna sobre las 4 y media de la tarde, con tiem-
po más que suficiente para pasar el río de día y llegar también de día a la
casa fazenda del dicho José Lemes. Una legua próximamente de camino ha-
brá desde Santa Anna al paso del río. Llegamos perfectamente, mas nos salió
mal la cuenta. La canoa estaba atada con cadena y cerrada bajo candado a
un árbol, el barquero no aparecía por ninguna parte. Llama por aquí, llama
por allá, pero nada. El tiempo se iba pasando y la noche se venía encima. El
río de las Velhas es muy caudaloso, y es terrible en tiempo de muchas aguas,
y de noche peor. Así que ya estábamos en ascuas. Por fin, apareció el barque-
ro cuando Dios quiso, pero ya no se veía y, como la canoa era pequeña, no se
podía hacer todo a la vez. Primero nos pasaron a nosotros y a las sillas de los
caballos, no sin encomendarnos antes a Dios, pues desconocíamos aquello, y
después volvieron otra y otra vez por el camarada y los cuatro caballos, que
tenían que ser llevados desde la canoa del cabestro, y ellos nadando. Gracias
a Dios se hizo toda esta operación sin novedad alguna: sin duda debía [de]
ser muy diestro el barquero. Mas se hizo tan de noche y noche tan oscura que
no nos veíamos a media vara de distancia, tanto que había sus dificultades
para ensillar los caballos, en lo que se invirtió no poco tiempo. Se acabó por
fin la operación y montamos como Dios quiso en nuestros caballos. Había
que subir una gran cuesta y, como nada se veía, había que dejar a los anima-
les que fueran a su paso por un sendero o camino, pues no sé lo que es, yendo
delante a pie el barquero, que tenía su casa arriba, y conocía bien el [48] te-
rreno. Llegamos a lo alto, junto a su casa y ya estaba aquello estaba [sic] más
despejado de árboles, que aumentaban la oscuridad. Como el camarada nos
aseguraba que la casa de José Lemes estaba cerca, nos determinamos a se-
guir, aunque al paso. De buena gana nos hubiéramos quedado ya en la casa
del barquero, mas el camarada nos dijo que era mejor seguir, porque había-
mos de pasarlo bien. Efectivamente, llegamos pronto relativamente a casa
del referido José, pero ya estaba todo cerrado, trancado y todos durmiendo.
Llamamos y costó trabajo despertar a la gente que estaba muy tranquila en
el primer sueño y que no esperaba visita a aquellas horas.
Nos abrieron la puerta, no sin asegurase bien quién llamaba, y sabido
por aquella gente que eran padres, al momento se levantó toda aquella nu-
merosa familia, que nos acogió con el mayor afecto del mundo. Todos eran
pocos para atender: hombres, mujeres, mozos y niños, y al momento que su-
pieron cómo veníamos, todos se dispusieron para prepararnos la cena que
arreglaron muy bien y que despachamos perfectamente. Había allí un ancia-
no de más de 80 años, verdadero patriarca que contaba más de 70 nietos. El
pobre estaba descansando en su cama, se levantó también, y con él trabamos
conversación, mientras los demás andaban ocupados en la cena, camas y de-
más. Se conocía que el pobre anciano gozaba con tenernos a su lado, pues, a
pesar de su edad y a pesar de haberle dicho por varias veces que se acostase
y descansase porque le veíamos delicado de salud, respondió siempre con un
dulce acento: «No, padre; no puede ser eso. ¿Cómo voy a dormir estando aquí

165
514 Mariano bernad

los padres? No, no puede ser». Admirados quedamos de su bondad y fina edu-
cación, al par que ese respeto que aún se ve en las gentes de edad a las cosas
y personas sagradas, cosa que no acontece con las gentes del día.
Cenamos en aquella buena casa y después aún seguimos conversando
con tan grata compañía hasta que se resolvió por todos ir a descansar por
cuanto al día siguiente había que madrugar para aprovechar la mañana y
llegar a la hora del tren sin apresuramientos. Nos dimos las buenas noches
y nos retiramos cada uno al sitio que se le asignó por los dueños de la casa,
quienes no se retiraron tan pronto, pues las buenas mujeres, haciendo el oficio
de Marta, trabajaron aún por buen rato en la cocina, preparando el almuerzo
que habíamos de llevar al día siguiente. Bajo tan gratas impresiones nos dor-
mimos y al día siguiente temprano nos levantamos con el fin ya dicho. Todo el
mundo se levantó también y todos gozábamos a la vez con tan buena gente,
que no sabía qué hacer más para [49] agasajarnos y dejarnos contentos. Hasta
el buen anciano se desvivía por servirnos y ver qué nos podía hacer falta.
Un detalle más. Había en la casa una mujer algo enferma, quien, por
estar en la cama, no había visto a los padres y, considerando que iban a par-
tir sin haber satisfecho ese gusto, mandó a su marido a hablar con nuestro
padre, quien con los mejores modos se acercó y le dijo: «padre, mi mujer está
delicada de salud en la cama y sentiría se marchasen los padres sin verlos
y hablar, aunque sea un poco. ¿Dónde está?, respondió nuestro padre y, sin
más ceremonias, el marido lo condujo al aposento donde estaba y satisfizo los
deseos de aquella buena mujer, que quedó muy agradecida.
El dueño de la casa, José Lemes, no estaba en casa, pues había salido el
día anterior para San Pedro de Uberabinha70, distante ocho leguas, pero toda
su familia cumplió a las mil maravillas las leyes del mejor hospedaje.
No sabía nuestro padre cómo agradecer tanto obsequio y tanto afecto,
y por entonces no tenía que ofrecerles otra cosa en justa correspondencia
que algunas estampas, cruces y medallas, que fue repartiendo entre todos, y
todos las recibían con gozo y alegría, como bien claramente lo manifestaban
sus semblantes.
Grata y muy grata fue nuestra pequeña estancia en aquella casa, donde
todo respiraba sencillez e inocencia. Dios nuestro Señor los conserve en ellas
y les premie abundantemente en esta vida y en la otra.
Antes de partir entregaron al camarada el almuerzo preparado en la
noche anterior y nos sirvieron el obligado café por desayuno. Nos despedimos
por fin de toda aquella buena gente que no nos dejó hasta el momento de la
partida. Montamos en nuestros caballos y entre 6 y 7 de la mañana echa-
mos a andar en demanda de Irara, llevando en nuestras almas tan gratos
recuerdos.

70
Antônio de Pádua Bosi, «História e historiografia da formação econômica de São
Pedro de Uberabinha… »: Tempo da ciência 12 (2005) 17-34.

166
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 515

Seguimos nuestro camino sin tocar en ninguna parte, sin novedad al-
guna, aunque cansaditos de cabalgar, y llegamos a la estación de Irara sobre
las 11 de la mañana, con tiempo más que suficiente para almorzar despacio
y tomar el tren. Almorzamos y después despedimos al camarada con los ani-
males, porque quería llegar a Santa Anna aquella misma tarde.
El tren vino a su hora, subimos a él y nos condujo a Uberaba, a donde
llegamos sobre las 5 de la tarde, esperándonos en la estación algunos de los
padres que habían quedado en el seminario, ansiosos de abrazarnos, des-
pués de un mes largo de ausencia y caminatas, y ansiosos de saber noticias
de todo y de todos, como es natural en casos semejantes, y mucho más dada
nuestra situación en este país.
[50] Estábamos ya de vuelta en Uberaba trayendo de los pueblos impresio-
nes agradables y que daban esperanzas de que con el tiempo, a fuerza de trabajo
y constancia, con la ayuda de Dios, se había de recoger algún fruto. Al principio
no faltarán dificultades, como sucede en todas las cosas –lo raro sería que no las
hubiese–, mas todas se irán venciendo habiendo buena voluntad y mucho celo
por el bien de las almas, acompañado del espíritu de abnegación y sacrificio.

[6. El seminario de Uberaba. Apertura de un externado]

El seminario de Uberaba se encontraba en las mismas condiciones en


que lo dejamos al partir para las misiones. Nuestro padre Mariano había
escrito al señor obispo en Roma, dándole cuenta de lo ocurrido y esperando
órdenes de lo que se debía hacer y cumplir. No se hizo esperar la respuesta.
Contestó el señor obispo, lamentándose de todo, como era natural y diciendo
que alababa y aprobaba en absoluto la conducta de los padres y que suplica-
ba siguiesen en el seminario en la misma forma que estaban, y que el tiempo
se encargaría de resolver lo conveniente71.
De buena gana hubiera abandonado nuestro padre el seminario, tanto
más que, en su juicio, no nos convenía seguir en él, y así lo manifestó a todas
horas. Mas estando así las cosas, llega un telegrama de Roma concebido en
los siguientes términos: «Voluntad del papa tomemos seminario. Enrique».
¿Qué hacer ante esa especie de orden emanada nada menos que del supremo
jefe de la Iglesia? Manifestarse pasivos y esperar instrucciones que segu-
ramente vendrían en cartas posteriores a aclarar el asunto. En efecto, no
tardaron en venir esas cartas esperadas para saber a qué atenernos. Escri-
bió nuestro padre procurador general en Roma, padre Enrique Pérez, con
fecha 3 de abril y escribió también el señor obispo con fecha 29 de marzo72.
En ambas se daba explicación al telegrama y en ambas se le decía a nuestro

71
No he visto esa carta de Bernad. La incluyó el 27 de febrero en otra dirigida a
Enrique Pérez: infra, VIII. Carta 60. El obispo se la agradeció en carta del 23 de marzo:
infra, VIII. Carta 70.
72
Infra, VIII. Cartas 70 y 76.

167
516 Mariano bernad

padre Mariano el deseo del Santo Padre de que siguiésemos en el seminario,


porque era su voluntad expresa. Añadía el señor obispo que no lo abando-
násemos; que, Dios mediante, si las cosas se presentaban bien, se abrirían
las aulas en el mes de octubre, y que no nos apurásemos por fondos para la
manutención de los padres que estaban en el seminario, que la cámara ecle-
siástica satisfaría todos los gastos.
Así quedaron las cosas, y nuestro padre Mariano, por más que no era
de opinión de que continuásemos con el seminario, ante semejantes indi-
caciones bajó la cabeza y se aprestó para lo que pudiera ocurrir, pidiendo a
España personal que en su día pudiera desempeñar las cátedras, y que por
cierto no [51] hubo medio de conseguirlo por varias causas que no hace al
caso referir, y sólo bastará apuntar una que vale por todas, y es que el per-
sonal que se pedía estaba destinado a otras necesidades de la orden. Mas
no por esto apuraba el caso, por cuanto el señor obispo aseguraba que aun
para el caso de abrirse las aulas en el próximo mes de octubre contaba él con
personal suficiente, que traería consigo. Así, pues, quedó este asunto en ex-
pectativa, como suele decirse. Fue, pues, pasándose el tiempo y, aunque con
algún trabajo, la cámara eclesiástica iba satisfaciendo los gastos de nuestra
manutención conforme tenía ordenado el señor obispo, hasta que por fin, a
mediados del mes de septiembre, volvió de Roma este buen señor, a quien
nuestro padre fue a recibir en Ribeirão Preto con el fin de saludarle, conocer-
le y ponerse a sus órdenes73.
No se conocían aún personalmente, y ambos tenían grandes deseos de
que llegara ese día. Así que la primera entrevista fue lo más afectuosa y ca-
riñosa que se puede expresar. Un día se demoró el señor obispo en Ribeirão
Preto, y tanto en ese tiempo como en el tren hasta Uberaba se aprovecharon
todos los momentos para cambiar impresiones y hablar de cosas importantes,
no siendo pequeña la relativa a la disposición de ánimo de ciertos elementos
revoltosos, mal avenidos con el orden y peor dispuestos a todo cuanto hace
relación a nuestra santa Madre la Iglesia, sus dogmas, su moral, su disciplina
y sus ministros. Protestantes y masones de todos los colores estaban dados al
diablo y no podían llevar con paciencia cuanto el señor obispo, en su celo y su
amor por sus diocesanos, venía trabajando sin descanso para dotar a su dióce-
sis de personal y sacerdotes que le ayudasen a llevar la carga y que ocupasen
tantos sitios abandonados por falta de personas. Procuró que viniesen para
llenar estos vacíos religiosos de varias órdenes74. Mas esto precisamente era

73
Apenas concluyó el concilio, Duarte salió de Roma rumbo a Madrid, desde donde el
26 de julio se dirigió a Lisboa para tomar el vapor. El 24 de agosto llegó a Río de Janeiro, el
13 de septiembre se encontró con Bernad en Ribeirão Preto y el 15 llegó a Uberaba: infra,
VIII. Cartas 167, 168, 186, 187 y 203.
74
Al regresar a Uberaba traía consigo 14 franciscanos a los que siguieron poco des-
pués otros 11: infra, VIII. Cartas 170, 187, 203, 204 y 216. Antes se habían establecido en
Catalão y Entre Ríos tres agustinos, con cuyo general el obispo había firmado un contrato
en Roma el 15 mayo de 1899: Agoar, cajas 68, leg. 1, y 84, leg. 1 (copias).

168
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 517

lo que no gustaba a esos enemigos de Dios, de la sociedad y del bienestar. No


podían disimular su rabia en dichos y escritos, que con frecuencia salían en
los journales, tratando a los religiosos de una manera que la más elemental
educación reprueba. No faltaban injurias, calumnias, insultos de toda espe-
cie, que los religiosos todos sufrían en silencio y no faltaban también insultos
procaces contra la autoridad del señor obispo y su sagrada persona.
En una palabra, que las personas y journales anticatólicos, masones y
enemigos de Dios y de su Iglesia se despachaban a su antojo, y tantas cosas
manifestaban que hasta las personas sensatas se temían que pudiera suce-
der alguna cosa desagradable a la llegada del señor obispo a Uberaba. Mas
quiso Dios [52] que nada ocurriese, contra lo que se temía, pues, fuese por
lo que fuese, es el caso que al llegar a Uberaba tuvo el señor obispo un reci-
bimiento entusiasta hasta de parte de muchos que antes vociferaban, y eso
que venía acompañado nada menos que de catorce religiosos franciscanos,
cosa bien sabida de antemano de todos esos señores masones, tan amigos de
los frailes. ¡Sea Dios bendito!
Otras cosas se omiten por no hacer a nuestras cosas, y sólo diré que el
señor obispo resolvió ir a vivir al seminario, donde moraban los nuestros,
llevando además a los 14 religiosos franciscanos que habían venido con él.
A los pocos días de su llegada, como era natural, se fueron tratando las
cosas pendientes, siendo la principal para nosotros la cuestión del seminario
y, a indicación de nuestro padre Mariano, se resolvió siguiese como estaba,
nada más [que] con la media docena de seminaristas antiguos, y que no se
abriesen nuevos cursos, tanto más que aquí apenas hay una vocación para el
estado eclesiástico, y un seminario, si ha de ser tal, debe ocuparse casi exclu-
sivamente en la enseñanza y dirección especial para el clero. De modo que
se tomó esta resolución de una manera indefinida y hasta que los tiempos
manifestasen otra cosa. Solamente para llamar vocaciones y para contra-
rrestar a la propaganda y enseñanza laica75 y protestante, se resolvió abrir
un externato para niños con el fin de apartarlos de aquellos centros, darles
educación cristiana y preparar hasta cierto punto jóvenes que quizá algún
día sean llamados por Dios al estado eclesiástico.
Para dar alguna forma a este proyecto, al par que cierta estabilidad, el
señor obispo pidió a nuestro padre Mariano quedase en el seminario el pa-
dre Celedonio Mateo76, ya para tener compañía, ya para tomar la dirección

75
Constitución de 1891, art. 72, & 6: «Será leigo o ensino ministrado nos estabele-
cimentos públicos»: T. B. Cavalcanti, Las Constituciones de los Estados Unidos del Brasil,
Madrid 1958, 349.
76
Celedonio Mateo (1857-1941), natural de Corella (Navarra). Viajó a Filipinas en
1879 y allí se ordenó de sacerdote al año siguiente. Dedicó gran parte de su vida a la en-
señanza: rector y profesor de los seminarios de Vigan (1883-95) y Uberaba (1899-1903) y
luego profesor de teología en Monachil (1912-20). También desempeñó cargos adminis-
trativos: vicario provincial en Brasil (1901-09), definidor provincial (1915-18) y general
(1920-26), y maestro de novicios (1927-30). Fue el primer recoleto que ejerció el ministerio

169
518 Mariano bernad

de ese externato, que con dificultad podía formarse sin la dirección de un


religioso, accediendo gustoso nuestro padre a los deseos del señor obispo, si
bien de una manera accidental y provisoria por lo que pudiera convenir más
adelante.
Los demás religiosos fueron a habitar al santuario de Nuestra Se-
ñora de Abadía de Uberaba por disposición del nuestro padre Mariano,
santuario situado en un alto, que así se llama, Alto de Abadía, y que el
señor obispo entregaba a nuestra administración, según se había pensa-
do desde un principio y que no se había tomado por esperar los aconte-
cimientos y por carecer de personal. Fueron, pues, a habitar esa nueva
residencia que se formaba los padres Lucas Martínez77, Miguel Jiménez
y los hermanos Claudio Nalvarte78 y Blas Jiménez con nuestro padre Ma-
riano, te[53]niendo lugar esto a mitad del mes de noviembre, viviendo en
una casa provisionalmente bastante deteriorada, pero [en la] que podían
vivir muy bien hasta cuatro y cinco religiosos, casa alquilada para año y
medio con los fondos del santuario79. Nuestro padre se hallaba ausente en
esa fecha, ocupado en Ribeirão Preto y Batatais en asuntos importantes y
esperando la llegada de dos padres y un hermano para destinarlos a sitio
conveniente80.

parroquial en la ciudad de San Pablo (1903-06): Sádaba, 614-15; Décadas 1, 317-25; Bpst
78 (1998) 172-75. En este estudio se publican 53 cartas suyas.
77
Lucas Martínez (1839-1911), natural de Cascante (Navarra). En 1859 ingresó en
el convento de Monteagudo, donde profesó al año siguiente. En julio de 1863 llegó a Fi-
lipinas, y allí se ordenó y ejerció el ministerio sacerdotal durante más de 30 años en pa-
rroquias de la isla de Bohol. En Brasil vivió siempre en Uberaba, cuya residencia dirigió
durante nueve años (1899-1908), hasta que la salud se lo permitió. Fue muy querido por
los pobres y enfermos de la ciudad, a cuyo servicio puso sus conocimientos médicos. Fue
también confesor y director espiritual del obispo de la ciudad: Sádaba, 520; Avellaneda,
410-11; Décadas 2, 756-58; Bpst 76 (1896) 221-22.
78
Claudio Nalvarte (1840-1928), natural de Garinoain (Navarra). Vistió el hábito
agustino recoleto en Marcilla (1870), en donde permaneció hasta su salida para Brasil.
Durante casi seis lustros desempeñó los oficios propios de su estado con general aplauso
de los religiosos en las residencias de Uberaba y Ribeirão Preto, donde murió: Sádaba, 787;
Avellaneda, 439; Bpst 78 (1898) 113; Décadas 3, 747-48.
79
El clero desaprobaba su entrega a una comunidad religiosa: E. Pérez, Carta a I.
Narro, Roma, 17 abril 1899: «El actual vicario, que es el que mejor se porta con los padres,
le dice que no pondrá nunca su firma para la cesión de las tierras del santuario. El señor
obispo había mandado el poder para hacer la cesión»: infra, VIII. Carta 87. Los recoletos se
establecieron en él en noviembre de 1899, pero sólo en 1903 comenzaron a administrarlo
con cierta autonomía: Décadas 1, 225-26.
80
Era la sexta expedición, compuesta por cuatro religiosos. Zarpó de Barcelona el
27 de octubre y atracó en Santos a mediados de noviembre. Bernad salió de Uberaba a
fines de octubre y se demoró en Ribeirão hasta los últimos días de noviembre: infra, VIII.
Cartas 235, 255 y 273. Sobre el estado de esta residencia en la primavera de 1901: infra,
V. Juan Pablo, 583 (235).

170
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 519

[7. Llegan cuatro nuevas expediciones]

En el mes de mayo de 1899 llegaron a Río de Janeiro tres padres y un


hermano lego, destinados a estas misiones. Eran los padres Celedonio Ma-
teo, Santos Ramírez81 y Agustín Martell82, más el hermano Claudio Nalvar-
te. Solamente llegaron a Uberaba el padre Celedonio y el hermano Claudio,
pues el padre Agustín quedó en Río de Janeiro para acompañar a Vitoria
(Espíritu Santo) al padre Manuel Simón, enviado por nuestro padre con
instrucciones para conferenciar con el señor obispo de aquel estado, y el
padre Santos Ramírez quedó en Ribeirão Preto provisionalmente a petición
del digno vigário de aquella ciudad, cônego doctor don Juan Nepomuceno
de Souza, que a la sazón se hallaba enfermo y no podía celebrar la misa,
ni aun los domingos, quedándose por lo tanto los fieles imposibilitados de
cumplir con el precepto. Se hablará más adelante tanto de Ribeirão Preto
como de Espíritu Santo, cuando se trate de apuntar nuestras cosas en esos
dos puntos.
El 29 de julio del mismo año llegó también otro refuerzo pequeño de religio-
sos a Río de Janeiro. Eran cinco ellos: los padres Juan Pablo Ruiz83, Juan López84,

81
Santos Ramírez (1863-1934), natural de Rincón de Olivedo (La Rioja). En Fili-
pinas (1885-97) administró la misión de Balábac (1888-93) y otras de Palawan. En 1897
regresó a España por enfermo. En abril de 1899 se embarcó para Brasil con la segunda
expedición, siendo destinado a Ribeirão Preto, donde residió hasta su muerte, en julio de
1934. Fue religioso de grandes virtudes y murió en concepto de santidad. Se distinguió
por su laboriosidad, asiduidad al confesonario y amor a las cosas de la orden. Uno de sus
penitentes habituales fue el primer obispo de la diócesis, Alberto José Gonçalvez: Sádaba,
596; Avellaneda, 410-11; Bpst 80 (2000) 200-02.
82
Agustín Martell (Zaragoza 1866). En enero de 1889, antes de ordenarse de sacer-
dote, fue destinado a Filipinas. De 1890 a 1898 administró varias parroquias de Negros,
Mindanao y Cebú. Volvió a España a finales de 1898. En enero del año siguiente fue
destinado al colegio de Monteagudo, donde se alistó para viajar al Brasil: Sádaba, 665.
Durante casi dos años administró la parroquia de Serra (Espíritu Santo), de la que se
ausentó sin previo aviso en marzo de 1901. Volvió a España sin dar cuenta a sus supe-
riores. Entre mayo de 1901 y enero de 1902 escribió varias cartas al comisario apostólico
tratando de justificar su proceder. El 31 de enero de 1902 Bernad ejecutaba el rescripto
que le concedía la secularización. Volvió a Brasil y allí trabajó con fruto y lustre a la som-
bra de su antiguo amigo y protector, Juan B. Correia Neri, primer obispo de Pouso Alegre:
agoar, caja 35, y Registro, 15. Era hombre emprendedor, ambicioso, intrigante y amigo de
figurar. Su idea de la vida religiosa no encajaba en el ambiente comunitario que Bernad
quería construir.
83
Juan Pablo Ruiz: supra, II, 458-59 (171-72).
84
Juan López (1851-1909), natural de Alfaro (La Rioja). En abril de 1873 llegó a Fi-
lipinas, donde se ordenó de sacerdote (1874) y administró varias parroquias tanto visayas
como tagalas. La revolución de 1898 le obligó a retirarse de la de Santo Tomás (Batangas)
y regresar a España. En Brasil sirvió durante casi cuatro años (1899-1903) la parroquia
de Santa Cruz (Espíritu Santo). En noviembre de 1903 regresó a España por enfermo,
pero apenas recobró la salud volvió a Brasil. Se hizo cargo de la parroquia de Caravelhas
(Bahía), que sirvió hasta que a mediados de 1908 la tuberculosis le obligó de nuevo a re-
gresar a España. Murió en Motril el 21 de marzo de 1909: Sádaba, 568-69; Avellaneda, 355;
Décadas 1, 498-500; Bpst 77 (1897) 156-57.

171
520 Mariano bernad

Ángel Maestro85, Dionisio Pueyo86 y Celestino Ballesteros87. En Río de Janeiro


se encontraba entonces nuestro padre, sabedor de su llegada, aprovechando la
ocasión de haber ido a San Paulo a tratar con aquel señor obispo de ciertos asun-
tos. Quedaron en Río de Janeiro hospedados en el convento de padres carmelitas
españoles88, a los que por cierto debemos muchos favores, los padres Juan Pablo
Ruiz y Juan López, destinados por nuestro padre Mariano al estado de Espíritu
Santo, viniéndose él con los tres restantes, tomando el tren en la noche del mismo
día de su llegada. El padre Dionisio Pueyo quedó en Ribeirão Preto a fin de que

85
Ángel Maestro (1854-1912), natural de Calatayud (Zaragoza). En 1879 viajó a Fi-
lipinas, donde regentó las parroquias negrenses de Bayawan (1882-89) y Calatrava (1889-
98). En ambas edificó iglesia y mejoró la casa cural y otros inmuebles parroquiales. A fines
de 1898 regresó a España y tras unos meses de residencia en Monteagudo pidió viajar al
Brasil. Administró las parroquias de Concepción de Araxá (1899-1900) y Dores de Santa
Juliana (1900-12), a cuyas necesidades tanto espirituales como materiales atendió con
esmero. En 1912 volvió a España para asistir al primer capítulo provincial. Murió de un
ataque al corazón en Zaragoza, mientras visitaba a su familia: Sádaba, 616-17; Avellane-
da, 369; Décadas 1, 249-51; 2, 758-60; Bpst 79 (1899) 341-42.
86
Dionisio Pueyo (1852-1920), natural de Zaragoza, en cuyo seminario cursó Latín y
Humanidades. Durante dos años y medio frecuentó también la Academia de Bellas Artes.
Desde su llegada a Filipinas (1875) hasta su regreso a España (1898) administró parro-
quias de Bohol y Mindanao y durante tres años (1891-94) fue prior de Cebú. En Brasil
no logró acomodarse. En mayo de 1900 regresó a España sin el debido permiso. En junio
de 1900 pidió la secularización ad annum, cf. I. Narro, Carta a E. Pérez, 24 junio 1900, y
la obtuvo en febrero del año siguiente: Agoar, cajas 65, leg. 7; y 84, leg. 2. Durante unos
años fue capellán de monjas en Teruel y beneficiado de la catedral de Córdoba, siendo
muy asiduo en el púlpito y el confesonario y asistiendo a varias comunidades religiosas
femeninas, especialmente a las Terciarias Carmelitas de la enseñanza, a las que impuso
la regla de san Agustín. El 30 de octubre de 1906 fue readmitido en la orden y afiliado a
la provincia de San Nicolás: Registro, 49. En 1909 quedó definitivamente adscrito a la pro-
vincia de Santo Tomás. De 1906 a 1911 residió en Lucena y a partir de esa última fecha en
Granada, donde murió el 22 de octubre de 1920. En ambas ciudades siguió atendiendo con
gran asiduidad al confesonario y al púlpito «así en la iglesia de la residencia como fuera,
principalmente en los conventos de religiosas, donde ha dado muchas veces ejercicios espi-
rituales y frecuentemente pláticas en días de retiro o festivos»: Décadas 3, 684-85: Sádaba,
596; Avellaneda, 410-11; Décadas 3, 681-85.
87
Celestino Ballesteros (1859-post 1902), natural de Monteagudo. Entre 1882 y 1898
trabajó en parroquias filipinas de la isla de Mindanao. En diciembre de 1898 regresó a
España. En Brasil atendió durante poco más de dos años las parroquias de Coromandel
(1899-1901) y Patrocinio (1901). A finales de 1901 regresó a España: Sádaba, 624. El 9
mayo de 1902 Bernad le autorizó «a vivir extra claustra por espacio de un año, habito
regulari illico dimisso», para que en ese tiempo se buscara un obispo benévolo. Ballesteros
firmó el rescripto tres días más tarde en San Millán: Agoar, caja 35; Registro, 18.
88
Los carmelitas españoles habían emprendido la restauración de las provincias
brasileñas en agosto de 1894, comenzando por el convento de Recife. En Río, cuyo convento
era riquísimo, encontraron más dificultades. Sólo tras la muerte del antiguo prior, Manuel
Trovão (enero 1896), y de su compañero Manuel Ascensão Franco de Sena (2 abril 1899),
comenzaron a abrirse camino, logrando que el arzobispo de Río nombraba prior al español
Carmelo Pastor. Pero aun entonces tuvieron que habérselas con algunos supervivientes
del antiguo Carmelo brasileño y el recelo, y aun hostilidad, del arzobispo Arcoverde, que
encomendó la administración de los bienes del convento a un síndico seglar. El internuncio
José Macchi tampoco les fue favorable: I. Martínez Carretero, Exclaustración y restaura-
ción de Carmen en España (1771-1910), Roma 1996, 521-54 y 579-88; con más brevedad:
Balbino Velasco Bayón, Historia del Carmelo español. IV, Roma 2008, 195-212.

172
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 521

no estuviera solo el padre Santos Ramírez, pues se iba prolongando su estancia


en aquel sitio, y los padres Ángel Maestro y Celestino Ballesteros siguieron a
Uberaba.
A principios de octubre de este mismo año llegó a Río de Janeiro otra
nueva misión compuesta de 12 religiosos, cuyos nombres son los siguien-
tes: padre Lucas Martínez, Manuel Arellano89, Balbino Díaz90, Juan Bautista
Pereda91, Ambrosio Alcalde92, Manuel Clemente93, Antonio Martín94, Ramón

89
Manuel Arellano (1843-1905), natural de Corella (Navarra). Desde junio de 1866
a principios de 1899 residió en Filipinas dedicado al ministerio parroquial en Cebú, Min-
danao y Negros. En Brasil, donde sirvió la parroquia de Abadía dos Dourados desde no-
viembre de 1899 hasta fines de 1901, nunca se sintió a gusto. A principios de 1902 los
superiores le permitieron regresar a España. Murió en su pueblo natal el 9 de mayo de
1905: Sádaba, 529-30.
90
Balbino Díaz (1846-1919) nació en Calahorra, profesó en Monteagudo en 1863
y fue destinado a Filipinas en 1868. Desde 1869 a 1897 administró parroquias en Cebú,
Bohol y Siquijor. En agosto de 1898 volvió a España. En Brasil trabajó algún tiempo en
la parroquia de Conceição de Araxá y en la residencia de Ribeirão Preto, donde no le fue
fácil acomodarse. Más a gusto se sintió en Belem, donde trabajó desde enero de 1901 hasta
principios de 1915, en que viajó a España para asistir al capítulo provincial. Al término del
capítulo fue destinado, ya muy enfermo, a la residencia de Motril, y allí murió tras sufrir
varios ataques hemipléjicos: Sádaba, 536; Décadas 2, 825-27; Bpst 77 (1897) 121-23.
91
Juan Bautista Pereda (1851-1921), natural de Ayuelas (Burgos). En 1873 llegó a
Manila siendo subdiácono. En septiembre del año siguiente se ordenó de sacerdote. Inme-
diatamente partió para la isla de Negros, donde aprendió el visaya y permaneció hasta
noviembre de 1898, en que regresó a Manila huyendo de los revolucionarios. En esos años
administró las parroquias de Guijulngan, San Enrique y Bago. En todas ellas se esforzó
por construir iglesia y otras dependencias parroquiales. En Bago tuvo un desencuentro
con el gobernador de la provincia. Tras unos meses de acomodación a la vida brasileña en
Agua Suja y Ribeirão Preto, trabajó en las parroquias de Pau Gigante (1901-03) y Caravel-
has (1903-06), y en la residencia de San Salvador de Bahía (1906-17). En este último año
regresó a España con la salud quebrantada. Fue destinado al colegio de Monachil (enero-
septiembre 1918) y luego a la residencia de Lucena, donde murió víctima de un cáncer
muy doloroso: Sádaba, 579-80; Bpst 77 (1997) 239-41; Décadas 3, 690-92.
92
Ambrosio Alcalde (1848-1903), natural de Calahorra. En septiembre de 1872 se
ordenó de sacerdote en Filipinas donde entre 1872 y 1898 atendió varias parroquias de
Bohol y Negros. En Brasil acompañó durante casi tres años al párroco de Conquista y
Forquilha (actual Delfinópolis), hasta que la enfermedad le obligó a retirarse a Uberaba,
donde murió el 21 de mayo de 1903: Sádaba, 563; Décadas 1, 493-94.
93
Manuel Clemente (1853-1920), natural de Malón. Ingresó en Monteagudo en 1870
tras haber estudiado cuatro años en el seminario conciliar de Tarazona. En 1875 estuvo
algunos meses en el ejército carlista. En noviembre de ese año viajó a Filipinas, don-
de residió hasta octubre de 1898 en parroquias de Negros y Romblón, fuera del trienio
(1888-91) en que sirvió la vicerrectoría del colegio de Marcilla. En octubre de 1899, apenas
llegado al Brasil, se le encomendó la parroquia de Monte Carmelo y en ella permaneció
hasta el 4 de enero de 1908, en que regresó a España por haber sido elegido definidor (2
noviembre 1907) de la nueva provincia del Pilar, cargo en el que continuó cuando ésta
cambió de nombre en 1909. Después fue prior de Berlanga (1912-15) y profesor y director
espiritual de Ágreda. Aquí murió el 7 de agosto de 1920: Sádaba, 595; Décadas 3,678-81;
Bpst 78 (1898) 114-17.
94
Antonio Martín, nacido en Cascante (1852). Entre 1873 y 1899 trabajó en parro-
quias filipinas de Negros, Bohol, Mindanao y Romblón. Durante los seis meses que residió
en Brasil fue una constante pesadilla para los superiores. Abandonó dos veces la parro-

173
522 Mariano bernad

Alegría95, Hilario Eraso96, José Lambán97, León Sanjuán98 y Miguel Jimé-


nez99. Los padres Hilario Eraso y [54] José Lambán, por orden de nuestro

quia de Veríssimo (octubre 1899 y febrero 1900). A mediados de marzo de 1900 volvió a
España, donde continuó turbando la vida común. En agosto de 1902 obtuvo permiso para
vivir fuera del claustro por un año, que el 3 septiembre de 1903 le fue prorrogado otro año.
Poco después consiguió la secularización perpetua y se incardinó en la diócesis de Jaca,
donde llegó a ser canónigo: Sádaba, 583; Sáenz, «Comienzo de la actividad misionera de la
provincia de San Nicolás …»: Bpsn 84 (1994) 81-82; Agoar, Registro 31.
95
Ramón Alegría natural de Tudela de Navarra (1854). Durante sus 20 años filipi-
nos trabajó en Mindanao, Negros, Bohol y Siquijor. En esta isla levantó la iglesia de María.
En 1898 regresó a España. En Brasil le tocó organizar, en compañía del p. Ambrosio Alcal-
de, la nueva parroquia de Conquista. A la muerte del p. Alcalde sufrió una crisis religiosa
que le llevó la pedir la secularización. El 16 de noviembre de 1903 consiguió el rescripto
de secularización, que firmó el 22 del mismo mes en Sobrón (Álava), donde residía desde
hacía algunos meses: Sádaba, 603; Décadas 1, 256-57-90; Agoar, caja 35, Registro, 34.
96
Hilario Eraso (1848-1900), natural de Corella. Profesó en Monteagudo en octubre
de 1866. Cuatro años más tarde partió para Filipinas, donde ejerció el ministerio parro-
quial en Negros, Mindanao y Siquijor, fuera de cuatro años en que estuvo al frente de los
colegios de Marcilla (1885-88) y San Millán (1888-89). Apenas llegado a Brasil, Bernad le
encomendó la organización de la recién adquirida casa de Ribeirão Preto. En ella trabajó
con entusiasmo hasta marzo del año siguiente en que se le agudizaron sus antiguas do-
lencias cardiacas. Entonces comenzó a pensar en regresar a España y con esa idea salió
de Ribeirão Preto el 26 de abril. El 7 de mayo, mientras esperaba al barco en el convento
franciscano de Santos, sufrió un nuevo ataque que le causó la muerte: Sádaba, 551; Déca-
das 1, 488-90.
97
José Lambán (1849-1913), natural de Zaragoza. Profesó en octubre de 1871 y a los
cuatro años justos embarcó en Barcelona rumbo a Filipinas. En enero de 1876 fue desti-
nado a Marianas, donde permaneció hasta principios de 1899, a excepción de unos meses
que pasó en las parroquias filipinas de Carmona y Puerto Galera (1886-87). Su edad, sus
achaques, cf. infra, VIII. Carta 319, y los hábitos contraídos en Marianas entorpecieron su
inserción en la vida brasileña. En junio de 1900 abandonó la parroquia de Santa Rita de
Estrella do Sul y se retiró a Uberaba y Ribeirão Preto. En enero de 1901 le trasladaron a
Belem, donde se sintió más a gusto. En 1906 regresó a España. Murió en Marcilla en junio
1913 a consecuencia de una bronconeumonía: Sádaba, 592-93; Avellaneda, 398.
98
León Sanjuán (1863-1933), natural de Tabuenca (Zaragoza). Profesó en 1881, y
en 1884 fue destinado a Filipinas, donde permaneció dedicado al ministerio parroquial
en Negros, Cebú y Siquijor, a menudo como coadjutor. Al estallar la revolución huyó a
Hong Kong y de allí a España en enero de 1899. En octubre lo enviaron a Monte Carmelo
como coadjutor de Manuel Clemente, a quien tenía por demasiado austero y exigente. En
octubre de 1900, al agravársele «sus antiguas dolencias»: infra, VIII. Carta 418, se retiró a
Uberaba y a principios de noviembre regresó a España: infra, VIII. Carta 429, siendo des-
tinado a Monteagudo. En 1906 regresó a Brasil, donde trabajó sucesivamente en las pa-
rroquias de San José de Belem (1908), Faxina o Itapeva (1909-10), Estrella do Sul (1912-
16) y Santa Anna dos Olhos d’Agua (1916-17 y 1920-25), y en las residencias de Ribeirão
Preto (1906-08 y 1917-20) y San Pablo (1925-33), donde murió de colapso cardiaco el 14
abril de 1933. Tanto en Filipinas como en Brasil trabajó con ahínco en la construcción de
iglesias parroquiales. En Brasil tuvo la consuelo de inaugurar la de Santa Adélia: Sádaba,
637-38; Décadas 1, 325, 329; 2, 561, 580, 595; Avellaneda, 465; Bpst 81 (2001) 237-39.
99
Miguel Gregorio Jiménez nació Cascante (Navarra) en 1866. Desde su llegada a
Manila en noviembre de 1887 hasta 1897 regentó parroquias en Bohol y Cebú. Luego fue
capellán de un batallón de Cazadores. En noviembre de 1898 regresó a Monteagudo y de
allí viajó a Brasil, donde apenas permaneció cuatro meses. El 11 de febrero de 1900 tomó
el barco de regreso a España: infra, VIII. Cartas 235, 257, 261, 326 y 347; Sádaba, 657-58.
En España residió en Marcilla hasta agosto de 1902, en que firmó el rescripto de seculari-

174
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 523

padre, quedaron en Ribeirão Preto para formar la residencia proyectada y


aprobada ya por el excelentísimo señor obispo de San Paulo. Los otros 10
religiosos restantes siguieron todos a Uberaba.
En el mes de noviembre de este mismo año llegaron a Río de Janeiro
otros tres religiosos más, sacerdotes, y un hermano, que son los padres Ri-
cardo Rupérez100, Manuel María Guillorme101 y Gregorio Paredes102 con el
hermano Tiburcio Ledesma103. El padre Ricardo Rupérez desde Río siguió a

zación ad annum que había conseguido el 5 de mayo: Agoar, caja 35 y Registro. Luego fue
canónigo de la colegiata de Baeza.
100
Ricardo Rupérez, nacido en Corella el año de 1862, profesó en Monteagudo el 6
de enero de 1881. En junio de 1884 viajó a Manila, donde se ordenó de sacerdote el 20 de
diciembre del mismo año. Allí administró cuatro parroquias hasta el 6 de noviembre de
1898, en que pudo evitar la prisión huyendo precipitadamente de Binalbagan (Negros). En
mayo de 1899 volvió a España. A su llegada al Brasil fue destinado al estado de Espíritu
Santo: Sádaba, 637. Durante unos meses acompañó a Agustín Martell en Serra. El 14 de
abril de 1900 tomó posesión de la parroquia de Barra de São Matéus y allí residió hasta
marzo de 1901, en que regresó a España sin permiso, arrastrado al parecer por el p. Agus-
tín. El 27 de mayo de 1901 pidió la secularización ad annum, pero a finales de noviembre
se volvió atrás. Tornó a presentarla al año siguiente y la consiguió por rescripto del 2 de
octubre de 1903. Lo aceptó en Marcilla el 26 de noviembre y Bernad lo ejecutó ese mismo
día: Agoar, caja 35, y Registro, 34.
101
Manuel María Guillorme (1862-1901), natural de Corella. Tras estudiar latín en
la preceptoría de su pueblo, vistió el hábito recoleto en Monteagudo el 5 de enero de 1880.
De recién ordenado impartió dos cursos de latín en la preceptoría de Marcilla. En octubre
de 1887 embarcó en Barcelona rumbo a Filipinas, donde regentó algunas parroquias de
Negros y Siquijor. En la de Canoan (Siquijor) levantó un magnífico convento y acopió
materiales para construir la iglesia. En su viaje de regreso a España visitó Roma. El 23
de noviembre, a los pocos días de su llegada a Santos, viajó a Batatais para supervisar
la fundación de un colegio que la ciudad quería confiar a una comunidad femenina. Pero
muy pronto se le recrudecieron sus antiguos males y tras unos meses de sufrimientos
pacientemente soportados, entregó su alma al Creador el día 2 de marzo de 1900. Era
religioso de prendas relevantes. Bernad había colocado en él grandes esperanzas: Sádaba,
653; Décadas 1, 313-16 y 485-88.
102
Gregorio Paredes (1864-1953), natural de Las Vesgas (Burgos), profesó en Mon-
teagudo el 6 de enero de 1881 y en diciembre de 1885, con apenas 21 años, desembarcó
en Manila. Se ordenó de sacerdote en 1887 e inmediatamente se encargó de la misión
de Puerto Galera (Mindoro). Después sirvió otras parroquias tagalas. En mayo de 1898,
cuando se dirigía a tomar posesión de Ermita, en los arrabales de Manila, fue apresado
por los revolucionarios. El 21 de diciembre se fugó de la cárcel en compañía de los pp. To-
más Roldán y Pascual Lagunas, llegando a Manila en la noche de Navidad. A los 10 días
se embarcó rumbo a Macao y España, a donde llegó en junio de ese mismo año. En Brasil
siguió los pasos de Guillorme. A la muerte de éste fue destinado a la residencia de Ribeirão
Preto (1900-01) y luego a la parroquia minera de Patrocinio (1901). En la noche del Jueves
Santos de 1903 asaltaron su casa con intención de asesinarle (Décadas 1, 278), por lo que
renunció a su parroquia y volvió a Ribeirão Preto, de cuya residencia fue superior durante
dos trienios. En 1912 asistió al capítulo provincial, en el que salió elegido definidor. En
1915 volvió a Brasil como superior de Belem do Pará. Luego fue superior de Bahía (1918-
21), párroco de Pirangy (1921-23) y superior de Río (1924-25), cuyo oficio renunció por
enfermo. Todavía le quedaban 28 años de vida, en los que sirvió a la orden con entusiasmo
en Bilbao, San Sebastián y Leblón, donde murió el 15 de marzo de 1953: Sádaba, 643-44;
Avellaneda, 313; Actaoar 2 (1952-53) 405; Bpst 81 (2001) 242-45.
103
Tiburcio Ledesma era natural de Tudela (1861). Profesó en Monteagudo el 17 de
marzo de 1887. En septiembre de 1894 viajó a Filipinas, siendo destinado a la hacienda de

175
524 Mariano bernad

Espíritu Santo, cumpliendo las órdenes que dio nuestro padre Mariano; el
hermano Tiburcio [quedó] en la residencia de Ribeirão Preto; y los padres
Manuel María Guillorme y Gregorio Paredes, acompañados de nuestro pa-
dre Mariano, fueron a Batatais, donde se proyectaba formar otra residencia
con el fin de atender el colegio de niñas dirigido por religiosas que se iba a
establecer, y ayudar a la vez al párroco en sus funciones, llegando a dicho
punto el día 23 de noviembre, siendo recibidos en la estación por el vigário,
padre Vicente Ferreira dos Passos, juez de distrito y gran número de caballe-
ros que salieron a recibir a los padres con la música de la ciudad, lanzando
al aire infinidad de cohetes.
Presentados los dos padres por nuestro padre Mariano y hechos los
cumplidos de ordenanza en tales casos, en coches preparados se dirigieron
todos a la población, distante unos 10 minutos. Allí esperaban los niños y
niñas de las escuelas de catecismo vestidos de gala y con banderas para
recibir y saludar a los padres, apostados todos en la casa morada del vigá-
rio, a donde también había acudido bastante gente y en particular señoras.
Pronunciáronse discursos correspondientes al acto por un niño y una niña y,
acabados, una lluvia de flores cayó sobre los padres. También pronunció un
discurso elocuente el señor Ferreira; y otro, el señor coronel Teodolindo do
Carmo. Contestó nuestro padre Mariano en breves palabras, principiando
por dar las gracias a todos por aquellas muestras de deferencia y simpatía
que acababan de manifestar, dando el parabién a la ciudad de Batatais, elo-
giando los levantados esfuerzos de sus habitantes por dotarla de religiosos
y religiosas que en su día habían de recoger sus frutos y haciendo votos al
cielo para que la simiente que en aquel día se echaba y sembraba produjese
abundantes frutos de bendición para el mayor adelantamiento moral, no sólo
de Batatais, sino también de los pueblos circunvecinos. Fue, pues, brillante y
entusiasta la recepción que los padres tuvieron en Batatais, quedando todos
contentos y satisfechos104.
Mas esta residencia, por disposición sin duda de Dios, no siguió adelante
[55] por causas independientes de nuestra voluntad. Primeramente, las religio-
sas pedidas a España en número de seis, que debían encargarse del colegio de
niñas en proyecto, contestaron que por lo menos en dos años no podían venir por
falta de personal, con lo que tomaba otro aspecto el asunto; y en segundo lugar,
el padre Manuel María Guillorme, religioso destinado para ir preparándolo todo
y a ser el director del colegio y de las religiosas, cayó gravemente enfermo, tanto

Imus. En septiembre de 1898 volvió a España: Sádaba, 700. Tenía fama de ser buen horte-
lano. En Brasil desempeñó los oficios propios de su estado en Ribeirão Preto (dos veces),
Uberaba y Pau Gigante. Pero nunca se sintió a gusto. A fines de 1901 los superiores opta-
ron por mandarlo de vuelta a España. El 18 de noviembre de 1902 firmó en Marcilla un
rescripto de la congregación de Obispos y Regulares que le concedía la secularización por
seis meses. El 16 del mismo mes del año siguiente, Bernad ejecutó el de su secularización
perpetua: Registro, 34. Corro alude a él en carta del 16 de noviembre de 1903.
104
Décadas 1, 313-14 con cambios redaccionales.

176
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 525

que por consejo y mandato de los médicos, hubo necesidad de retirarlo de aquel
punto, sin esperanzas de que pudiera volver allí. El resultado fue que la enfer-
medad de dicho padre se fue agravando de tal manera que hubo precisión de
administrarle todos los últimos sacramentos y a la hora en que esto escribimos
no quedan esperanzas humanas de que se pueda salvar, temiéndonos que de un
momento a otro nos venga la triste noticia de haber sucumbido105. En vista de
todas estas circunstancias nuestro padre Mariano se vio obligado a prescindir
de todo compromiso en esta materia con harto sentimiento. ¡Lástima grande ha
sido que no se haya podido llevar a cabo este proyecto! La población es buena y
cerca de Ribeirão Preto, la gente inmejorable, y los dos religiosos allí destinados
en el corto tiempo que allí llevaban (dos meses) se habían captado de tal modo
las simpatías de todos, que aseguraban un porvenir halagüeño. Hay que pensar
que todo esto será disposición de Dios, porque no nos convendría106.

[8. Nuevas parroquias en Minas Gerais]

Volvamos un poco atrás en estas narraciones, ocupándonos ahora de la


distribución en Minas Gerais de los padres y hermanos que fueron viniendo
de España. Ya hemos dicho que en el mes de mayo llegaron a Uberaba el
padre Celedonio Mateo y el hermano Claudio Nalvarte. Estos dos religiosos
quedaron en el seminario para los servicios que pudieran ocurrir en adelan-
te, y ya hemos dicho el destino que se les dio después.
Antes de la llegada de esos dos religiosos, a principios de ese mes de
mayo, aceptó nuestro padre otra nueva misión en el pueblo de Dores de San-
ta Juliana, destinando a esa misión al padre Jesús Aranda y al subdiácono
fray Máximo Tabuenca, que salieron para su destino a principios de mes,
habiendo llegado al pueblo al día siguiente de su salida y en donde fueron
recibidos por todo el pueblo en masa, sin distinción de clases, sexos y edades,
en medio de aclamaciones, vítores, música, arcos, y llevados como en triunfo
hasta la iglesia, donde dieron gracias a Dios por su feliz llegada, quedando
todo el pueblo contento y satisfecho por contar ya con sus padres misione-
ros107. En el Correio [56] Cathólico, que se publica en Uberaba, vino una
correspondencia de Dores de Santa Juliana llena de datos, en que se hacía
una relación muy detallada de los festejos que hizo el pueblo y del entusiasta
recibimiento que tuvieron los padres. Lleva ese pueblo fama de ser morige-
rado y religioso, debido en gran parte al celo y a los trabajos de un párroco
que antes tuvo, llamado padre Arthur108, conocido en toda esta comarca, cuya
memoria conservan todos, haciéndole los elogios más cumplidos y, sobre todo,

105
Murió el 2 de marzo de 1901: infra, VIII. Cartas 346 y 347.
106
Más detalles: Décadas 1, 312-16: supra, I. Primeros años, 390-95 (42-47).
107
Llegaron a Dores el 5 de mayo y tomaron posesión de la parroquia el día 7: infra,
VIII. Carta 106; Décadas 1, 248.
108
Párroco desde 1885 a 1897, en que murió: Diocese Uberaba, 246.

177
526 Mariano bernad

en dicho pueblo, que lo considera como santo. La verdad es que los nuestros
entraron en él bajo tan buenos auspicios y con tan buenas impresiones, de-
dicándose desde luego al cumplimiento de sus deberes y trabajando como es
de suponer, recogiendo no pequeño fruto, tanto más cuanto contaban con las
excelentes disposiciones de parte de la gente, que está contentísima con sus
padres, a quienes asistió en los primeros meses con todo lo necesario. ¡Bien
por los habitantes de Dores de Santa Juliana y que Dios nuestro Señor les
premie tantas obras buenas!
En agosto de este mismo año llegaron los padres Ángel Maestro y Ce-
lestino Ballesteros, y en setiembre destinó nuestro padre al padre Ángel a un
nuevo pueblo que ya había encargado el señor obispo tomásemos, y que no se
llevó a efecto por falta de personal. Mas viendo nuestro padre que el pueblo,
llamado Conceição de Araxá, pedía con instancias padres y aun medio se
quejaba de tener abandonados a sus habitantes, se decidió, por fin, nuestro
padre a mandar uno, que fue el citado padre Maestro, que los atendiese, pero
morando mientras no se le mandara otro religioso en la misión de Dores de
Santa Juliana, distante cuatro leguas del nuevo pueblo de Conceição, no ha-
ciéndose esperar mucho tiempo el envío de ese religioso con los padres que
llegaron a principios de octubre, designándose para ello al padre Balbino
Díaz, que salió para aquel punto en la primera ocasión que se presentó. El
recibimiento que allí tuvieron los padres fue el mismo, poco más o menos,
que en los demás pueblos, como consta por las cartas que escribieron los
padres.
Diez fueron los religiosos que llegaron a principios de octubre y todos
fueron colocados en las nuevas misiones que nuestro padre aceptó, todas
ellas en el Triángulo Mineiro, obispado de Goyaz, y escalonadas casi todas
ellas con las que ya administrábamos. Cinco nuevos puntos fueron los que se
tomaron, que son la ciudad de Carmo de Bagagem o Monte Carmelo, Abadía
Dos Dourados, Coromandel, Veríssimo y Conquista, destinando a Carmo [57]
de Bagagem a los padres fray Manuel Clemente y León Sanjuán; a Abadía
dos Dourados, al padre Manuel Arellano con residencia en Coromandel; a
Coromandel, al padre Celestino Ballesteros; a Veríssimo, a los padres fray
Antonio Martín y Miguel Jiménez; a Conquista, a los padres Ramón Alegría
y Ambrosio Alcalde. Conquista es una población nueva, que depende de la
parroquia de Sacramento, pero que con motivo de haber estación del ferro-
carril ha ido aumentando de día en día y necesita de auxilios especiales. Los
nuestros están allí para llenar esa necesidad como capellanes misioneros,
autorizados por el señor obispo para todo109.
En todos estos pueblos fueron recibidos nuestros religiosos, como en los
demás de que se ha hecho mención, con las mayores muestras de satisfac-
ción y entusiasmo, distinguiéndose entre todos Carmo de Bagagem, cuyos

109
No fue creada parroquia hasta el 19 de diciembre de 1908: Diocese Uberaba, 246,
que pasa por alto la presencia en ella de los recoletos.

178
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 527

habitantes hacía ya mucho tiempo estaban deseando con ansia la llegada de


los padres110.

[9. La residencia de] Ribeirão Preto]

En otro lugar se ha dicho ya que en el mes de mayo de 1899, al pasar


por aquella población los padres Celedonio Mateo y Santos Ramírez, el dig-
nísimo vigário, padre Juan Nepomuceno de Souza, que se hallaba enfermo,
pidió quedase en su compañía un religioso siquiera para decir misa y pu-
diesen los fieles oírla los domingos y fiestas, que de otra manera se verían
privados. Como es natural, se accedió a tan justa petición, tanto más que con
anticipación a ésa el referido vigário, en vista de sus achaques, tenía escrito
a nuestro padre Mariano, manifestándole su estado de salud y, a la vez, le
indicaba sus deseos de tener un padre por un mes por lo menos, hasta ver
si entretanto mejoraba. También volvió a escribir con este motivo a nuestro
padre esperando la aprobación de lo que los padres habían decidido a su lle-
gada; todo lo que fue aprobado por nuestro padre; manifestóselo así al dicho
vigário en la respuesta que le dio111.
Éste fue el principio de nuestra entrada en Ribeirão Preto, al par que el
principio de nuestras buenas relaciones con el vigário y con los habitantes de
aquella ciudad rica y floreciente. La estancia de un solo religioso trabajando
como bueno y llenando las necesidades fue más que suficiente para que unos y
otros fueran tomando afecto y cariño a los religiosos, que, de no haber ninguno,
se verían privados de sacramentos, misa y demás necesidades espirituales,
tanto más cuanto la dolencia del vigário se prolongaba más de lo que se creía, y
por lo tanto se vio obligado a manifestar otra vez a nuestro padre la necesidad
en que se hallaba, y que por eso volvía a insistir pidiendo que [58] continuase
allí el padre Santos, pues se encontraba sin fuerzas para atender al servicio
tan penoso y, por otra parte, la gente se iba acostumbrando al modo de ser
nuestro112. Nuevamente accedió nuestro padre a dicha petición, mas como este
religioso se encontraba solo y, por decirlo así, fuera de su centro, aprovechando
nuestro padre la circunstancia de la llegada del aviso de la venida próxima de
algunos religiosos, se fue a Ribeirão Preto con tiempo suficiente para ver por
sí mismo las necesidades, conferenciar con unos y con otros y resolver de este
modo con mayor acierto. El resultado fue que quedase allí dicho padre Santos
y que, de los religiosos que se esperaban, dejaría allí uno más para ayuda y
compañía, más para lo que en adelante pudiera determinarse. Entonces fue
cuando se inició la idea de fundar una residencia en Ribeirão Preto, que bien
podía principiar con otra idea que tomó mucho calor, cual fue la de poner cole-
gio de enseñanza, de lo que hablaremos más adelante.

110
Infra, VIII. Carta 229.
111
No he podido ver ninguna de estas cartas.
112
Infra, VIII. Carta 136.

179
528 Mariano bernad

Pertenece Ribeirão Preto al estado y diócesis de San Paulo y, como es na-


tural, hubo necesidad de recurrir al prelado diocesano para las licencias de
confesar, etc. No teníamos relaciones con aquel prelado. Por otra parte, según
informes reservados, algunos señores sacerdotes, especialmente de la curia, no
parece que llevaban a bien la entrada de religiosos en la diócesis. Ellos sabrán
por qué, mas el caso es que no se contestaba al pedido que hizo nuestro padre
para las licencias que se deseaban. Visto esto y visto este silencio, siguió nues-
tro padre a São Paulo para hablar con el señor obispo y responder a lo que su
excelencia reverendísima tuviese a bien interrogarle y proponerle. Providencial
puede llamarse la ida de nuestro padre a São Paulo, pues en su presentación y
conversación con el señor obispo pudo notar muy bien que eran verdaderos los
informes que tenía respecto de las intenciones de aquellos señores de la curia,
que habían prevenido al señor obispo en un sentido nada favorable.
Dejando aparte historias, el resultado de esta entrevista de nuestro pa-
dre con el señor obispo fue lo más satisfactorio que pudiera desearse, pues
el señor obispo concluyó por conceder más de lo que quería, y él mismo, sin
ayuda de nadie, extendió las licencias de su puño y letra, dando además
autorización a nuestro padre para que pudiesen confesar otros religiosos en
que fueran llamados de otra parte para ciertos servicios, dándole cuenta de
todo. Se trató también del proyecto de residencia de Ribeirão Preto, de lo que
se alegró mucho, concluyendo por darnos a todos su bendición para que nos
salieran bien nuestros asuntos, y al mismo tiempo manifestó deseos de que
tomáramos curatos, escudándose nuestro padre respecto a esto último por
carecer de personal.
[59] Providencial hemos dicho que fue la ida de nuestro padre, por cuan-
to, después de las debidas explicaciones que mediaron entre él y el prelado,
quedó todo resuelto tan favorablemente y tan a satisfacción de ambos que ya
pudo entonces nuestro padre pensar en el modo y en los medios de regularizar
primero la estancia de un solo padre en Ribeirão Preto y después preparar
el terreno para fundar una residencia formal de religiosos para todo cuanto
pudiera ocurrir y convenir en adelante, teniendo en cuenta, por una parte, la
más posible observancia regular y, por otra, el mayor servicio de Dios y de las
almas, que tan necesitadas estaban en toda aquella comarca, mucho más que
contábamos con el buen deseo y buenas disposiciones del digno párroco que,
enfermo y todo, no dejaba de procurar el bien de sus feligreses. Del asunto del
programado colegio de enseñanza no había por qué ocuparse entonces por no
haber medios ni facilidad para ello. Sin embargo, no se echaba en olvido para
cuando en este sentido se pudiera hacer alguna cosa.
La llegada de los cinco religiosos a fines de julio de 1899 facilitó a nues-
tro padre el poner por obra lo que más urgía por entonces, que era dar un
compañero al padre Santos Ramírez, que llevaba todo el peso del trabajo de
aquella entera parroquia, cuyo trabajo aumentaba de día en día por razones
fáciles de adivinar y, sobre todo, para no tener solo un religioso, sin otro que

180
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 529

le pudiera ayudar en tan penosísimos trabajos y que al mismo tiempo le sir-


viese de consuelo en las necesidades espirituales como tal religioso, teniendo
en cuenta nuestro modo de ser, teniendo en cuenta el espíritu de nuestras
leyes y teniendo en cuenta aquel dicho del Espíritu Santo: melius est esse
duo simul quam unum113, etc.
Así que nuestro padre determinó que de los cinco religiosos dichos, a su
paso por Ribeirão Preto, quedara allí el padre Dionisio Pueyo con carácter
de presidente, como en efecto quedó, hospedándose por de pronto los dos en
casa del párroco, que así lo pedía y deseaba. Mientras tanto se iba pensando
en poner casa propia, aumentando el personal lo más pronto posible a fin
de que la casa y los religiosos pudieran vivir de un modo más conforme a
nuestro estado y pudieran cumplir mejor sus prácticas religiosas sin inco-
modar al prójimo y sin desatender por esto al servicio de las almas en la
administración de sacramentos, auxilio a los enfermos y demás necesidades
espirituales de la población.
Muy contento y conforme quedó aquel cura párroco con estas disposicio-
nes que dio nuestro padre, dando muchas gracias a Dios por haberle depa-
rado esta gran ayuda en medio de sus dolencias, y nunca podremos olvidar
a este señor João Nepomuceno [60] de Souza, dignísimo vigário de Ribeirão
Preto, que, agradecido a los servicios que con tan buena voluntad se le pres-
taban, no sabía qué hacer con nosotros, dispuesto siempre a favorecernos en
todo más de lo que correspondía. Sea por esto o sea por otros motivos, se dio
el caso que no llevaba de buena gana que los padres llevaran a cabo el pen-
samiento de separarse de él poniendo casa propia aparte, sino que quería y
deseaba que no se separasen de su compañía, en lo que puso todo su empeño,
haciendo los mayores esfuerzos para conseguirlo. Tanto es así que cuando
ya llegó el tiempo de poner por obra nuestro pensamiento, trató con mucha
insistencia en que él se encargaría de buscar casa a propósito y capaz hasta
para vivir él en nuestra compañía. Mucho tuvo que discurrir y trabajar nues-
tro padre para hacerle desistir de esta idea, que le tenía en cierto modo an-
gustiado, porque ni a él ni a nosotros podía convenir semejante disposición.
A principios de octubre de este mismo 99 llegaron diez religiosos de
España y con este nuevo refuerzo, ya pudo nuestro padre llevar a cabo su
pensamiento de fundar en Ribeirão Preto una residencia formal, destinando
a ella, además de los dos religiosos que allí había, a los padres Hilario Eraso
y José Lambán, más al hermano Blas Jiménez de los Dolores, nombrando
presidente de la casa a dicho padre Hilario Eraso, y con esto se tuvo que en-
trar ya de lleno en el asunto de separarse de la compañía y casa del párroco
y buscar casa propia donde poder vivir los religiosos como tales.
Ya hemos indicado los vehementes deseos de dicho señor párroco de que
los padres no se separasen de su compañía, así como sus gestiones para vivir

113
Qo 4,9.

181
530 Mariano bernad

con nosotros, dado caso que dejáramos su casa, como se trataba, mas nues-
tro padre, a fuerza de ingenio para que no se disgustase, le tuvo que hablar
por fin de un modo resuelto y decisivo que con mucho gusto accedería a esos
deseos, pero que no podía ser lo que quería por no estar conforme a nuestro
estado, a lo que no tuvo más remedio que callar, aunque, según creemos, de
mala gana y a regañadientes.
Se censó, pues, una casa de alquiler en sitio conveniente, y allí se insta-
laron los cinco religiosos, dando principio a la residencia formal de Ribeirão
Preto, y en cuya casa se puso una capilla pública con puerta a la calle, para
que los fieles que gustasen pudieran oír misa y, al mismo tiempo, sirviera
a los religiosos de oratorio para las prácticas comunes de nuestra religión,
como el oficio divino, oración mental y demás, con lo que vino a regularizarse
en Ribeirão Preto nuestra vida religiosa.
[61] No por esto se desatendió al referido párroco en cuanto pudiéramos
servirle y ayudarle, porque bien claro se le dijo, al separarse los padres de
su compañía para ir a habitar a la casa propia, que siempre y en todo podía
contar con nosotros para cuanto hiciese falta y bien patentes están a todo el
mundo los servicios de todo género prestados por nuestros religiosos, no sólo
en la parroquia sino en toda la comarca.
Algo contrariado se vio, sin embargo, aquel buen señor con la separa-
ción que él no esperaba, así que pudo notarse que no reinaba aquella intimi-
dad y confianza que desde un principio nos vino manifestando. Sin embargo,
no fue esto obstáculo para que, debido a la prudencia y buena voluntad de
ambas partes, en nada se interrumpiesen las buenas relaciones con grande
provecho de todos y la buena marcha en los servicios que requerían las nece-
sidades de los fieles, que estaban contentísimos al ver que iban aumentando
los operarios, con lo que aseguraban la facilidad de poder acudir a satisfacer
sus necesidades en todo tiempo.
Tenemos, pues, fundada la residencia de Ribeirão Preto, siendo el alma
de ella el primer religioso que allí se estableció, padre Santos Ramírez, in-
cansable en el trabajo, por lo que todo el pueblo se hacía lenguas del mismo,
con la estimación y veneración consiguiente, lo que daba esperanzas de que
aquella residencia había de adelantar con el tiempo, aunque a fuerza de tra-
bajos, como es consiguiente.
Así las cosas, nuestros religiosos vivían y trabaja[ba]n cuanto buena-
mente podían para afianzar su estancia en aquella población, viviendo a los
principios con alguna estrechez por ser muchas las necesidades de la vida
y, además, tener que pagar los alquileres de la casa, que no eran pequeños.
Pero, gracias a Dios nuestro Señor, que nunca abandona a los suyos, aun en
los trances más apurados, en que parecía faltar los recursos necesarios para
la vida, no les abandonó, porque nunca faltó lo necesario, a pesar de que al-
gunos espíritus apocados llegaban ya a desconfiar de que pudiera sostenerse
aquella residencia. Espíritus apocados hemos dicho y no nos arrepentimos.

182
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 531

Bien clara se ha manifestado allí la providencia de Dios desde un princi-


pio hasta después. Así que, vencidas las primeras dificultades, fue tomando
aquello otro aspecto, aunque paulatinamente, como es natural, siendo esto
augurio feliz de que con el tiempo será uno de los mejores puntos que ten-
gamos en el Brasil con la ayuda de Dios, pues el lugar se presta para eso y
mucho más. Si nosotros nos portamos bien y como debemos, no hay duda de
que será gran cosa al andar de los tiempos. Hay elementos buenos que lo
hacen esperar.
[62] Había grandes deseos de que se estableciese un colegio de ense-
ñanza, y ante esta idea que no deja de ser laudable, pensaron los nuestros
en hacer algún ensayo sobre este particular, puesto que, habiendo en la re-
sidencia cuatro sacerdotes, alguno de ellos podía dedicarse a esto como vía
de prueba, y en efecto así se anunció, concurriendo algunos alumnos. Pocos
meses duró esto, pues se vio que, no habiendo personal dispuesto para esta
clase de trabajos, era enormemente difícil sacar provecho notable, con per-
juicio de los que aspiraban a otra cosa mayor. Por otra parte, el servicio espi-
ritual aumentaba de día en día, y hubo por lo tanto necesidad de abandonar
por entonces esa ocupación de la enseñanza con bastante sentimiento de
los religiosos, porque entendían lo beneficioso que podía ser para todos una
ocupación como era la de ir educando al elemento joven114. Con esta determi-
nación, dicho se está que los nuestros se dedicaron única y exclusivamente
al ministerio sacerdotal, sin dejar por esto las prácticas religiosas de nuestro
estado.
Conviene advertir que no solamente eran buscados y ocupados nuestros
religiosos en Ribeirão Preto, si bien aquí era donde ejercían de lleno sus fun-
ciones sacerdotales, sino que eran buscados y solicitados de todos los pueblos
limítrofes, y aun de pueblos distantes como Batatais, Sertãozinho, Jardinó-
polis, Cravinhos, Santa Cruz das Palmeiras, y otros muchos más, con el ítem
más de muchos hacenderos, que procuraban que en sus respectivas capillas
de sus haciendas se atendiese a las necesidades de sus colonos, y esto, como
puede comprenderse, daba muchísimo trabajo, pero trabajo retribuido, que,
además de dar prestigio a los religiosos ante los fieles, suministraba también
medios materiales para su subsistencia, verificándose aquello de que el que
sirve al altar del altar debe vivir115.
De este modo se fue manteniendo y desarrollando paulatinamente
aquella residencia por espacio de un año largo, en el que tuvo sus alternati-
vas a causa del cambio de superiores y en cuyo tiempo se procuró adquirir,
mejor dicho, comprar una casa propia con su huerta correspondiente, ya para
disponer mejor de nuestros asuntos, ya también para librarnos de gastos de
alquileres, que siempre resultaba un gasto inútil, y, en efecto, aunque a pa-

114
El colegio no logró despegar. Apenas tuvo alumnos y sólo estuvo abierto desde el 1
de octubre hasta finales de noviembre: supra, I. Primeros años…, 392 (44).
115
Cf. 1 Co 9,13.

183
532 Mariano bernad

gar a plazos, pudo comprarse una casita, que, aunque no grande, llenaba por
de pronto nuestras necesidades, con lo que, dicho se está, que mejoró mucho
la situación de nuestros religiosos. En esa casa se abrió una capilla, que a
pesar de ser mayor que la que se tenía en la otra casa alquilada, era sin em-
bargo insuficiente para el servicio de los fieles, que iba aumentando de modo
prodigioso y gracias a que habiendo varias misas, distribuidas conveniente-
mente, y sólo así se podía atender en algo a las necesidades del público, que
constantemente llenaba el local, siendo [63] algunas veces sumamente difícil
colocar a la gente convenientemente y más difícil desalojar el local para ocu-
parlo otras personas. Muchas veces pudimos notar esto, a pesar de que con
frecuencia tenía que oír misa la gente desde la calle por no ser posible entrar
en la capilla, ocupada como estaba de bote en bote, como suele decirse.
Difícil también y penoso en extremo era atender con aquella calma y
reposo que requiere el caso a las confesiones de los fieles durante todo el
tiempo de las misas, que llevaban bastante tiempo de la mañana, pues en
las apreturas de la gente llegaba ésta hasta las mismas calles de los confe-
sonarios y, por consiguiente, era casi imposible ocuparse de esto durante ese
tiempo por el peligro de ser notado y oído todo lo referente a la confesión,
con lo que había necesidad de andar con mucho cuidado para evitar cual-
quiera cosa en asunto tan delicado. Era una verdadera pena, pues no por eso
dejaban los fieles de acercarse al tribunal de la penitencia, y aun muchas
veces se vio que se adelantaban algunos cuando eran muchos por el deseo
de despachar antes. Más de una vez nos pasó esto a nosotros mismos, lo que
aumentaba nuestra pena, como es natural, aparte de la sofocación que uno
sentía con la aglomeración de tanta gente.
No debemos dejar pasar en silencio los provechosos resultados que se
fueron observando en los fieles desde que en esa capital pudieron trabajar
los padres con algún desahogo relativo, porque, aparte de las misas por la
mañana, con frecuencia se tenían funciones por la tarde con novenas, rosa-
rio, cánticos, etc., sobre todo en los días festivos, lo que contribuía no poco a
fomentar la devoción y la moralización de las familias. Era de notarse el au-
mento en la frecuencia de sacramentos, con lo que, dicho se está, se ganaban
muchas almas para Dios, lo que precisamente era lo que se buscaba, y más
en una población como aquella, que llevaba fama de muy viciosa, como suce-
de en poblaciones materialmente ricas; que tenía fama de albergar muchos
protestantes y masones, indiferentes, espiritistas y, en fin, que no pensaba
más que en goces mundanales. Es claro que el trabajo de los padres tenía
que ser rudo e ingrato, pero todo se llevaba con gusto con tal de ganar almas
y hacer un gran bien a la sociedad. Mucho, muchísimo se consiguió en esto,
lo que por sí solo es más que suficiente para que nuestros religiosos fueran
ocupando el lugar que les correspondía en la opinión de las gentes.
Y para conseguir esto no fueron pequeñas las dificultades que tuvieron
que salvar. Fueron éstas muy grandes, como algún día se probará. Por hoy

184
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 533

baste consignar lo ya dicho con la circunstancia de tener enfrente la clase de


adversarios que hemos aguantado, y que, siendo muchos advenedizos en una
ciudad que bien podía llamarse cosmopolita, contaban con gran fuerza para
seguir con sus extravíos y malas intenciones.
[64] Con la muerte del padre Hilario Eraso y la retirada a España del
padre Dionisio Pueyo116 hubo necesidad de traer nuevo presidente de esta re-
sidencia, destinando nuestro padre para ese cargo al padre Juan Pablo Ruiz,
que se hallaba en el estado de Espíritu Santo, llegando a Ribeirão Preto a
principios del mes de junio de 1900, tomando posesión de su cargo tan pronto
como pudo. Religioso ya de bastante edad, carecía de fuerzas para dedicarse
a un trabajo penoso, teniendo que limitarse al cuidado exclusivo de la casa y
al gobierno de la misma, lo que le hacía sufrir bastante por no poder seguir
a los demás en tan continuo trabajar. Así que se resolvió a pedir a nuestro
padre al poco tiempo que le relevase del cargo por no poder resistir más, cuya
petición le fue atendida cuando nuestro padre regresó de la visita que hizo a
los estados de Espíritu Santo y Pará, que fue en noviembre de dicho año de
1900, mandando a la residencia de la Abadía de Uberaba al referido padre
Juan Pablo Ruiz como punto tranquilo y sosegado117.
Vistas por nuestro padre Mariano las crecientes necesidades de esta
residencia para las que no eran suficientes los padres que allí quedaban, por
cuanto, aparte de la salida del padre Juan Pablo Ruiz, se había determinado
mandar al estado de Espíritu Santo al padre Juan Bautista Pereda y a Pará
a los padres Balbino Díaz y José Lambán con el hermano Pedro Pascual,
se resolvió a ponerse él mismo al frente de la residencia, mandando a [sic]
venir a ella al padre Eugenio Sola, que se encontraba en Espíritu Santo, y
con esto quedó suficientemente atendida la residencia de Ribeirão Preto, que
cada día demandaba más operarios y requería mayores cuidados y, al efecto,
dejando su estancia en Uberaba, donde no hacía falta su presencia, se vino
a Ribeirão Preto a principios de diciembre del mismo año 1900, dejando pre-
sidente de la de Uberaba al padre Lucas Martínez y de compañero al padre
Manuel Arellano con el hermano Claudio Nalvarte.
Con estas medidas principió esta residencia a tomar otro aspecto más
lisonjero y otros vuelos, como suele decirse, ganando bajo todos conceptos,
no sólo la parte material, sino principalmente la espiritual, juntamente con
la observancia religiosa, como iremos notando en el decurso de estas na-
rraciones. Así que bien podemos afirmar sin temor alguno que la vida de
esta residencia estaba completamente asegurada con un porvenir halagüeño

116
Murió en Santos el 7 de mayo de 1900, mientras esperaba el barco que habría de
llevarlo a España en compañía del p. Pueyo: supra, notas 86 y 96.
117
Juan Pablo Ruiz llegó a Ribeirão el 30 de mayo: infra. V. Juan Pablo, 583 (235).
No indica la fecha en que tomó posesión del cargo. Renunció el 1 de diciembre de 1900:
V. Juan Pablo, 584 (236), pero mucho ya antes había manifestado sus deseos de hacerlo:
infra, VIII. Cartas 393, 400, 394, 401, 434…. El 30 de abril de 1901 llegó a Uberaba, donde
murió en octubre de ese mismo año.

185
534 Mariano bernad

siempre y cuando nosotros cumplamos, como es nuestro deber, con los fines
de nuestra vocación.
Una de las primeras medidas fue el establecer una escuela de primera
enseñanza con el principal objeto del catecismo de la doctrina cristiana, tan
necesario en todo el mundo, pero mucho más en estos países tan abandonados
en asunto tan importante y tan necesario para todo cristiano, y a cuya escuela
de catecismo, dirigida por uno de los padres, asistía [65] buen número de niños
que sus mismos padres mandaban para instruirse en la doctrina cristiana,
base y fundamento de cuanto el hombre debe saber respecto a sus deberes
tanto cristianos como sociales, so pena de no conocer nada que tenga relación
con nuestra santa religión118. Omitimos el hacer consideraciones sobre punto
tan esencial y sólo diremos que bien satisfechos podían estar tanto los padres
como sus mayores al ver cómo los niños aprendían el catecismo que tan gran-
des bienes les había de traer con el tiempo. Trabajo es éste bastante ímprobo,
pero que se llevaba con gusto ante la consideración de resultados positivos que
nunca serán suficientemente alabados, porque a la vista está el mucho bien
que debe esperarse de semejante ocupación, y a la vista de todo el mundo está
que difícilmente se borra de la memoria del hombre lo que aprendió de niño.
Aparte de esto se continuaba con la práctica de las devociones piadosas:
rosario, novenas, cánticos religiosos, exposición del Santísimo en los días fes-
tivos, más las pláticas y sermones, todo lo que contribuía a mantener a los
fieles en la piedad y buenas costumbres. Así que bien claramente se manifes-
taba el progreso espiritual en gran parte del pueblo.
Por este tiempo y sin perjuicio de las atenciones del servicio en lo perte-
neciente a las funciones sacerdotales y sin abandonar lo referente a las aten-
ciones del público, es cuando nuestro padre dio ciertas ordenanzas que debían
observarse por los religiosos, todas en consonancia con nuestras leyes, a fin
de que la marcha de la residencia fuera más regular y conforme con nuestro
estado y sirviese de ejemplo para todos, estableciendo además que se tuviese
en común el rezo del oficio divino en horas marcadas, así como la oración y
meditación, a cuyos actos debían asistir todos los no impedidos. No tenemos
a mano dichas ordenaciones, que bien merecen se consignasen en este lugar,
pero, si fuese preciso, bien podrían pedirse a la referida residencia, donde
deben constar119. Estas medidas contribuyeron no poco a que aumentara más
y más el aprecio de las gentes a nuestros religiosos con el prestigio que les
daba la caridad en el cumplimiento de sus deberes, que constituía así como
un ejemplo constante a la vista de todos, digno de tenerse muy en cuenta.
Para final de esto se pusieron los fundamentos y bases para el estable-
cimiento de la cofradía de Nuestra Señora de la Consolación o Correa, que ya

Décadas 1, 296.
118

119
«Advertencias que deberán tenerse presentes en nuestra residencia de Ribeirão
Preto», Ribeirão Preto, 8 de noviembre de 1900: infra, VI. Nombramientos y circulares,
591-93 (243-45).

186
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 535

vestían muchas personas de ambos sexos por devoción, cuyas bases se pre-
sentaron al diocesano para su aprobación, que fueron benignamente despa-
chadas, estableciéndose por fin canónicamente en nuestra iglesia o capilla la
archicofradía de la Correa, cuyo decreto de erección dio nuestro padre antes
de salir para España y que confirmó después de haberse hecho cargo de la
Comisaría General Apostólica para la que fue nombrado por su Santidad el
papa León xiii, cuya archicofradía funciona desde entonces admirablemente,
dando excelentes resultados120.
[66] Y no solamente se palparon los adelantos de la residencia en la par-
te espiritual, sino que también alcanzaron a la parte material, por cuanto los
servicios que prestaban los padres, tanto en la población como fuera, en otros
pueblos y barrios, a donde eran llamados con bastante frecuencia, daban
los medios más que suficientes para atender hasta con cierta holgura a las
necesidades de la vida y hasta pensar en cosas mayores. Así es como pudo ve-
rificarse en poco tiempo el pago completo de la compra de la casa, aun antes
de terminar el plazo convenido, lo que fue una verdadera ventaja por hacerse
en buenas condiciones y hasta con economía, haciéndose cierta rebaja en el
pago en atención a haberse verificado éste antes del tiempo señalado.
Libres ya de este empréstito pudo irse ya pensando en proyectos im-
portantes y hasta necesarios para la residencia. La casa resultaba pequeña
y demasiado incómoda para que los religiosos pudieran habitar con aquel
sosiego que requiere su estado. La capilla, sobre ocupar una gran parte de la
casa, era insuficiente e incapaz para los servicios que en ella se tenían, así
que era preciso e indispensable hacer alguna cosa para mejorar la situación
apurada en que se vivía. Así las cosas, se principió por arreglar primeramen-
te la casa, que necesitaba buen arreglo, en lo que se gastó bastante, tanto en
el tejado como en los cielos rasos y en los entarimados, que no los había, y,
una vez conseguido esto, tratose ya de otro asunto mayor, que fue el de levan-
tar una iglesia digna de la localidad y que respondiese a las necesidades. Con
la capilla que teníamos no se podía continuar ni era ya decente.
Precisamente pared por medio de la huerta de casa había un terreno
bastante capaz y desocupado que podía servirnos muy bien para levantar allí
una iglesia, que era lo que más urgía, y desde luego se pensó en adquirirlo,
fuera como fuera, puesto que el terreno de la huerta, aunque suficiente para
edificar en él una iglesia regular, no debíamos emplearlo en ello, quedándo-
nos muy apretados a la casa que también con el tiempo había que reformar.
Así que, insistiendo en el pensamiento de adquirir el terreno contiguo, se
principiaron a dar los pasos convenientes, averiguando en primer [lugar]
quiénes eran los dueños para ver si podíamos entendernos con ellos.
No son para descritos los pasos, idas y venidas que se dieron para con-
seguir el objeto que se deseaba. Era una cosa que no podía explicarse, pues

120
Supra, I. Primeros años, 420 (72); Décadas 1, 297-98.

187
536 Mariano bernad

tan pronto nos decían que eran los dueños tales o cuales como nos decían
que eran otros. Por fin, a fuerza de averiguaciones, pudimos conseguir saber
alguna cosa, pero que no pensaban ni querían venderlo. Se pusieron en juego
toda clase de influencias de parientes y de amigos nuestros a fin de conseguir
que nos cedieran por lo menos la mitad del terreno, que bastaba con sobras
para el caso. Dios sabe las vueltas que dieron para [67] ello tanto nuestro
padre como los demás padres, pero siempre sin resultado satisfactorio. ¿Ha-
bría tal vez algo de cierto en las especies que corrieron y llegaron a nuestros
oídos? Se dijo más de una vez que los dueños eran masones, que, en unión de
otros de la misma cuerda, no querían de ninguna manera ceder el terreno,
siendo como era destinado para construir en él una iglesia, siendo así que
ellos no lo necesitaban para nada ni pensaban aprovecharse levantando en él
alguna casa. Quizás hubiera algo de cierto en semejantes versiones, porque
seguramente el diablo no podía ver con buenos ojos que se levantara allí un
templo al Dios vivo. El caso es que con grande pena se fue pasando el tiempo
sin poder conseguir nada, y tanto es así que cuando nuestro padre tuvo que
marcharse en el mes de julio de 1901 a España, se fue con el sentimiento de
dejar las cosas como estaban, sin haber conseguido nada práctico.

[10. Mariano Bernad, comisario apostólico de la congregación]

Así estaban las cosas en Ribeirão Preto cuando a principios de julio de


este año de 1901, con verdadera extrañeza y sin pensarlo siquiera fue sor-
prendido nuestro padre Mariano con un telegrama del excelentísimo señor
nuncio de su Santidad, desde Petrópolis, su residencia oficial, en el que se
le participaba el nombramiento de comisario general apostólico de nuestra
congregación por decreto de su Santidad el papa León xiii, y que, en su vir-
tud, se dispusiera para emprender la marcha para su destino, procurando
antes pasar por Roma para recibir instrucciones121.
Más de una vez teníamos oído decir a nuestro padre que, a pesar de
haber venido al Brasil para unos cinco o seis meses nada [más], volviéndose
a España a desempeñar su cargo de definidor general una vez que dejase
instalados los religiosos que llevó a aquella república122. Pero, a pesar de eso,
no pensaba en semejante cosa, sino que más bien trataba de continuar en
Brasil, sin que para nada se acordase de España. La prueba está en que ya

121
El telegrama del nuncio, Petrópolis, 18 junio 1901, llegó a manos de Bernad al día
siguiente: infra, VIII. Carta 522. Bernad contestó inmediatamente, pues ya el día 20 Ba-
vona comunicaba a Rampolla su embarque para Roma: «Padre Bernad partirá per Roma
primo vapore»: Rampolla, 337. Embarcó al mes exacto, el 19 de julio: infra, VIII. Carta 536.
Sobre la preparación y significación de este nombramiento: infra, VIII. Cartas 392 y 450;
también, Rampolla, 333-37.
122
I. Narro, Carta a M. Bernad, 12 mayo 1900: «En mi anterior te decía que “que-
daba a tu celo y prudencia tu regreso a la península”. Hoy te repito lo mismo, aunque soy
del parecer de esa gente: “que si tú faltas ahí, si abandonas eso, todo se pierde”. ¡Sea Dios
bendito y te colme de sus bendiciones»: Agoar, caja 84, leg. 3, fasc. 1, n. 1.

188
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 537

llevaba dos años y medio, y allí continuaba con los mismos ánimos de siem-
pre y allí tal vez continuaría si órdenes superiores, nada menos que del papa
y su representante, no le hubieran obligado a salir.
Confuso y anonadado con semejantes órdenes, según le tenemos oído,
pasaron unos cuantos días sin comunicar a nadie esta noticia, pensando a
solas si podría pasar sin cumplirla o renunciar al cargo, pero, no viendo otro
remedio, se resolvió por contestar al señor nuncio que, obedeciendo a sus
mandatos, se pondría en camino tan pronto como le fuera posible. Por lo que
fue disponiendo sus cosas, y nombró presidente de la residencia de Ribei-
rão Preto al padre Eugenio Sola, encargándole muy encarecidamente que de
ningún modo abandonase la idea de adquirir el terreno que necesitábamos
para edificar iglesia.
[68] Bajando la cabeza y dispuesto a obedecer a la voluntad de Dios,
manifestada por su vicario en la tierra, marchó nuestro padre a Uberaba
para despedirse del señor obispo don Eduardo Duarte Silva y recomendarle
una vez [más] a sus religiosos que estaban en su diócesis. Es mucho lo que
ese buen señor nos aprecia, aprecio manifestado en cuantas ocasiones se han
ofrecido, aprecio particular a nuestro padre desde un principio, así que al
tener noticia de lo que se trataba no pudo menos de manifestar su profundo
sentimiento, hasta con lágrimas en los ojos, por esta separación, por más que
comprendía que no había remedio, atendidas todas las circunstancias.
Se despidió, pues, nuestro padre del señor obispo, llorando ambos como
dos niños y se despidió también de los pobres religiosos que había en la re-
sidencia de Uberaba, regresando a la de Ribeirão Preto para acabar de arre-
glar sus cosas y ponerse en camino para ir a donde la obediencia le llamaba.
Pocos días estuvo ya en esta residencia nuestro padre, pero aún los aprove-
chó para mandar a todos los religioso una tierna y cariñosa carta circular de
despedida, cuya copia debe obrar en todas las residencias, que bien creemos
que debería constar en estos apuntes, pero que la dejamos por no tenerla a
mano y por no hacer larga esta relación123. Pero sí haremos constar que en
ella hace ver a los religiosos la necesidad de que todos cumplan a conciencia
la misión que Dios nuestro Señor les ha confiado en estas tierras para honra
suya, para bien de los fieles y para el bien de nuestra santa religión. Por
consiguiente, inculcaba como medio principal la observancia de nuestras re-
glas y nuestras promesas hechas a Dios, medio el más seguro para conseguir
todos esos fines.
Por fin, llegó la hora de partir, y nuestro padre se dirigió a Río de Janei-
ro con objeto de despedirse del excelentísimo señor nuncio de Su Santidad
y recibir las órdenes que tuviera a bien darle y embarcarse en aquel puerto
en dirección a su destino, lo cual verificó en 19 de julio de este año de 1901,
dejando ya estas tierras y dejando a Ribeirão Preto, como hemos dicho.

123
Infra, VI. Nombramientos y circulares, 594-98 (246-48).

189
538 Mariano bernad

No podrá olvidar nunca la residencia de Ribeirão Preto a nuestro padre


Mariano, pues en su corta estancia en ella fue bastante para darle un impul-
so extraordinario, cuyos efectos se vieron desde un principio, sentando las
bases más sólidas y duraderas para que esa residencia progrese y aumente
de un modo admirable, con grandes esperanzas para lo porvenir, de modo tal
que en días no lejanos sea el punto principal y la casa más bien dispuesta en
todos sentidos que nuestra orden tenga en el Brasil124. Los acontecimientos
nos irán diciendo si tenemos razón al hacer esta afirmación consoladora.

[11. Apertura de nuevos campos en el estado de Minas Gerais]

Pero dejemos por hoy a Ribeirão Preto, dejando que las cosas sigan su
curso y poder algún día ocuparnos de nuevo de esta residencia, que ya pode-
mos llamar floreciente, para ocuparnos de otros puntos y de otros trabajos de
nuestros religiosos en el Brasil.
[69] Hecha ya esta relación de los hechos más salientes ocurridos en la
residencia de Ribeirão Preto hasta el mes de julio de 1901, volvemos a ocu-
parnos de otros puntos del Brasil, recordando a la vez algunas de las cosas
ya apuntadas en la relación de estos datos.
Ya se dijo en su lugar cómo en el mes de mayo habían llegado al Brasil
algunos religiosos; otros, a fines de julio; otros, a principios de octubre; y otros,
en noviembre –todos ellos en el año de 1899– y el destino que se dio a la mayor
parte de ellos. Pero bueno será hacer mención ahora de lo que posteriormen-
te se fue disponiendo, por cuanto a algunos de ellos no se les dio ocupación
sino conforme a las necesidades que se iban presentando. De los llegados en
mayo, el padre Agustín Martell fue destinado al Espíritu Santo con el padre
lector fray Manuel Simón, y después dos más de los llegados a fines de julio,
que fueron los padres Juan Pablo Ruiz y Juan López. De los trabajos de estos
padres y de lo acontecido en aquel estado de Espíritu Santo nos ocuparemos
más adelante, cuando tratemos de los cosas referentes al mismo.
Estaban todavía sin destino en Uberaba los padres Manuel Arellano y Ce-
lestino Ballesteros y, estando empeñado el señor obispo en que se tomase alguna
parroquia más, para dar gusto nuestro padre al señor obispo dispuso que estos
padres se encargaren de las parroquias de Coromandel y Abadía dos Dourados,
que estaban bastante próximas en el Triángulo de Minas, más allá de Carmo de
Bagagem, con orden de que los dos residieran en Coromandel para no estar se-
parados, viviendo solos, y que de cuando en cuando fuese a Abadía dos Dourados
el padre Manuel Arellano, como encargado de la misma, para los servicios que
fueran necesarios, regresando a Coromandel una vez despachados125.

124
Los cinco últimos párrafos en Fabo, Biografía, 50-52.
125
Décadas 1, 265, con algunos cambios redaccionales. Arellano encontró dificulta-
des para cumplir estas directrices y gran parte del tiempo vivió en su parroquia de Abadía:
infra, VIII. Cartas 336 y 343.

190
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 539

Sucedió que algunos religiosos no podían soportar la manera de ser en


este país, padeciendo por lo tanto su salud. Así que hubo necesidad de que
regresaran a España, entre ellos, los padres Antonio Martín y Miguel Jimé-
nez; así que hubo necesidad de relevarlos en Veríssimo con el padre Manuel
Ramos y el hermano Blas Jiménez de compañero, pero tampoco pudo resistir
allí el padre Manuel Ramos, que también regresó a España. Por ese motivo
se retiró de allí al hermano Blas, quedando por lo tanto abandonada aquella
parroquia, por no haber personal que sustituyera, con no poco sentimiento
de aquellos fieles, que ya habían tomado cariño a los padres.
También por este tiempo hubo necesidad de mandar al estado de Es-
píritu Santo a dos de los padres jóvenes del Triángulo, los padres Máximo
Tabuenca y José Chivite, por necesidades que aumentaban de día en día en
aquel estado y por dar gusto al señor obispo de Victoria, don Juan Bautista
Nery, que no cesaba de pedir personal con bases muy aceptables para esta-
blecer allí buenos núcleos de residencias, pero de esto se hablará con más
extensión cuando nos ocupemos de las cosas de aquel estado.
[70] Iba transcurriendo el tiempo, y todos los padres ocupados en los
ministerios del Triángulo de Minas seguían trabajando como buenos, ga-
nando mucho los pueblos en todos sentidos, tanto en lo material como en lo
espiritual. En lo material, arreglando iglesias, casas parroquiales o conven-
tos, donde poder vivir con alguna decencia, porque es de notar que apenas
había pueblo que tuviera casa propia para habitación de los padres, teniendo
que buscar una de alquiler que no siempre se encontraba a propósito para el
caso. En lo espiritual se iba renovando el aspecto moral de aquellos pueblos
de un modo muy notable, pues al poco tiempo de estar los padres en ellos vi-
siblemente se veía la gran diferencia de tiempos y tiempos. Así que no es ex-
traño que tanto el prelado diocesano como los habitantes de aquella comarca
estuvieran contentísimos, cobrando tal cariño y afecto a los padres que no se
podía ni hablar siquiera de removerlos o renovarlos.
Había muy cerca de los pueblos donde estaban nuestros religiosos una
ciudad importante llamada Bagagem, compuesta de una parroquia exten-
sa, mejor dicho, dos parroquias en una, pues se componía de dos pueblos
grandes separados nada menos que por un río. El párroco, que era del país,
de bastante edad, no podía atender a las necesidades de los dos pueblos, y
tuvo tal empeño con el señor obispo para que fueran dos padres con el fin de
encargarse de uno de ellos, que también tenía iglesia dedicada a santa Rita,
que no paró hasta conseguirlo bajo las bases que propuso nuestro padre Ma-
riano, las que, una vez aceptadas, se mandaron allí a los padres Juan Bau-
tista Pereda y José Lambán, que se encontraban en Ribeirão Preto, donde no
hacían ya tanta falta por haberse destinado allí al padre Gregorio Paredes,
que tuvo que retirarse de Batatais por cuanto que no podía llevarse ya a cabo
el proyecto de colegio y residencia en esa ciudad, como ya hemos dicho126.

126
Bagagem o Estrella do Sul. El párroco era Saturnino Dantas Barbosa: infra, VIII.
Cartas 306, 335, 341; Décadas 1, 267-73.

191
540 Mariano bernad

[12. Visita a los religiosos de Minas Gerais, Espíritu Santo y Pará]

Por este tiempo, mejor dicho, a principios del año 1900, deseoso nuestro
padre de ver por sí mismo la marcha de nuestras cosas en el Brasil, tomó la
resolución de hacer la visita en todas las partes donde teníamos religiosos en
el Triángulo de Minas y en Ribeirão Preto, y continuar después a los estados
de Espíritu Santo y Pará. Visita muy trabajosa y penosa, por cierto, atendi-
das las circunstancias, las distancias tan enormes y la falta de medios para
moverse de una parte a otra, pero era preciso y convenientísimo bajo todos
conceptos. Así que no dudó un momento, costase lo que costase.
Principió, pues, por el Triángulo, saliendo de Uberaba para Araguari en
el tren de la Compañía Mogiana127, donde ya tenía preparadas caballerías
para hacer el viaje a Bagagem, distante de Araguari doce leguas brasileiras,
que son muy estrechas y muy largas, en cuyo punto principiaba la visita que
ya tenía anunciada de antemano. De Bagagem pasó a Carmo de Bagagem,
después a Agua Suja y de allí a Dores de [71] Santa Juliana, a donde no se
pudo llegar por no ser posible atravesar el río Das Velhas, que traía una
grande avenida, y se hacía muy tarde para esperar. Gran contratiempo fue
éste, porque ya no había otro remedio que emprender la ruta para Ponte
Nova, que está muy lejos, con la exposición de hacerse de noche y no saber
dónde poder pasarla. Se llegó por fin a Ponte Nova después de pasar todo
el día a caballo, rendidos todos los de la comitiva, y allí hubo necesidad de
descansar, dando lugar al mismo tiempo para que viniesen allí los padres de
Dores de San Juliana, como en efecto llegaron. Terminado lo de Ponte Nova,
se siguió hasta Santa Anna do Río das Velhas, adonde se llegó con relativa
facilidad y de allí se determinó volver ya a Uberaba, pasando y haciendo
noche en la fazenda de tan buenos recuerdos, de aquel José que tan bien nos
trató en el primer paso por aquella casa y donde fueron hospedados y trata-
dos tan bien como la otra vez. Al día siguiente salieron para la estación del
ferrocarril, y poder llegar a tiempo de coger el tren y llegar a Uberaba aquel
mismo día, como así sucedió.
Hemos dicho que son muy trabajosos y penosos estos viajes, y así es en
realidad, y sólo viéndolo es como se puede apreciar. Los malos caminos, los
lodos, los ríos que se tienen que pasar, las distancias tan grandes, el sol abra-
sador unas veces, los aguaceros otras, la mala alimentación, las caballerías
que se van cansando, en fin, una porción de circunstancias se juntan para
aumentar la fatiga y el deseo de terminar el viaje. Para llegar a Bagagem
se necesitó todo el día entero y algo más y ya hemos visto lo que sucedió al
tener que ir a Dores de Santa Juliana, que no se pudo llegar por causa de las
avenidas del río.

127
Companhia Mogiana de Estradas de Ferro, fundada en 1872. Tenía su sede en la
ciudad paulista de Campinas, donde comenzaba, y finalizaba en Araguari (Minas Gerais),
a donde llegó en la década de los 90.

192
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 541

Sin embargo, todo se da por bien empleado al considerar los grandes


bienes que resultan de estas visitas del superior, aparte de los consuelos
que reciben sin género de duda los religiosos con la vista de sus hermanos
que no los tienen olvidados. En esta visita pudo apreciar nuestro padre los
progresos de aquellas misiones, junto con el aprecio [en] que eran tenidos los
religiosos, a quienes animó cuanto pudo para seguir trabajando como bue-
nos para honra de Dios, bien de las almas y honor también de nuestro santo
hábito, habiendo regresado contento y satisfecho de la marcha de nuestras
cosas.
Pasado algún tiempo y después de descansar, resolvió nuestro padre
Mariano continuar su visita por Ribeirão Preto, estados de Espíritu Santo y
Pará; y, en efecto, arregladas las cosas en Uberaba, salió para Ribeirão Preto,
donde se demoró pocos días, porque urgía más lo de los demás puntos. Así
que, despachados allí sus asuntos y después de nombrar presidente provisio-
nal de la residencia al padre Santos Ramírez, por haber salido para España
como enfermo el padre Hilario Eraso, quien falleció en Santos sin tiempo de
embarcarse, siguió para São Paulo y Río de Janeiro, con el fin de embarcarse
para el estado de Espíritu Santo en la primera ocasión que se presentase y
que, en efecto, se presentó muy pronto, saliendo [72] de Río de Janeiro a prin-
cipios de junio de 1900 con rumbo a Itapemirim, pueblo que está al sur del
estado y en donde estaban los padres Máximo Tabuenca y Juan Pablo Ruiz,
para ir siguiendo después hacia el norte y llegar a la capital del obispado y
del estado, Victoria, y conferenciar allí con el señor obispo antes de que salie-
se a la visita de la diócesis que hacía tiempo tenía anunciada128.
Ya que hablamos del estado de Espíritu Santo, bueno será suspenda el
relato de estos viajes para hacer un poco de historia acerca del mismo, así
como de la entrada y trabajos de nuestros religiosos en él. Se encuentra al
norte de Río de Janeiro en dirección a Bahía, ocupando principalmente las
costas y está poco poblado, sobre todo en la parte norte. En la parte sur está
un poco más poblado debido a las muchas colonias de italianos y alemanes
que han ido a establecerse allí. En general, es bastante pobre, tanto más
que escasean las vías de comunicación y, además, las distancias de pueblo a
pueblo resultan mayores aún que en Triángulo Mineiro129.
A poco de llegar nosotros a Uberaba, sabedor el señor obispo, don Juan
Bautista Nery, de que habían llegado religiosos de España, telegrafió al pa-
dre superior de los dominicanos de Uberaba, fray Jacinto Lacome, mientras
nuestro padre se encontraba instalando a los primeros religiosos por Agua

128
Los tres últimos párrafos: Fabo, Biografía, 41-42.
129
Según datos del obispo, la diócesis de Espíritu Santo, que se identificaba con el
estado homónimo, en diciembre de 1900 se extendía por una superficie de 44.839 kms2
y tenía 150.000 habitantes distribuidos en 27 parroquias y 128 capillas: Carta pastoral
de D. João Baptista Côrrea Nery despedindo-se da diocese do Espírito Santo seguida de
algunas notícias sobre a mesma diocese, Campinas, 7 abril 1901, 9-24: Asv, Arch. Nunz.
Brasile, caja 84, pos. 415.

193
542 Mariano bernad

Suja, interesándole con mucha instancia para que nos hablase y propusiese
sus deseos de que fuéramos a su obispado. Por de pronto se le contestó nada
más que agradecíamos mucho su atención y deferencia; que por de pronto
no podíamos hacer nada, pero que indicase bases y condiciones por si con
el tiempo, y más adelante, se le podía complacer130. Y en efecto, no se hizo
esperar la respuesta, proponiendo condiciones que bien podían aceptarse a
ojos cerrados en el momento, si hubiéramos dispuesto de personal. Proponía
también que sería mejor fuese un padre comisionado para tratar del asunto
con más conocimiento de causa, pudiéndose entender mejor con las explica-
ciones oportunas, instando tanto y pidiendo por Dios que se le atendiese en
su demanda131.
Al efecto, por el mes de mayo, cuando estaban para llegar los tres padres
que venían de España, mandó nuestro padre al padre lector Manuel Simón
que fuese a Río de Janeiro para recibirlos y después marchar a Victoria con
el padre Agustín Martell a verse con el señor obispo y ver cómo se le podía
atender en sus deseos y, una vez allí, fueron recibidos con los brazos abiertos
y tratados con toda clase de consideraciones. Resultado de la conferencia fue
quedarse allí los dos padres hasta la aprobación de nuestro padre, que fue
dada en atención a todos los informes favorables, mandando al mismo tiem-
po las condiciones y bases con que habían de quedar allí los padres, lo mismo
que los que habían de unirse en adelante y que, como hemos indicado ya, fue-
ron aceptadas. Muchas cartas se cruzaron con este motivo, [73] así como los
documentos en que se hacen constar dichas condiciones, y que no ponemos
aquí por no tenerlas a mano. Creemos que obran en el archivo general de la
congregación y hacemos esta advertencia por si acaso algún día conviniera
hacerlas constar132.
En vista de estos acontecimientos y de lo que pudiera ocurrir, de los pa-
dres que llegaron a Río de Janeiro a fines de julio de 1899 y que fueron reci-
bidos por nuestro padre, mandó dos de ellos a Victoria, que fueron los padres
Juan Pablo Ruiz y Juan López133, a fin de ir preparando el terreno, para ir
formando núcleos de residencias, que era lo que principalmente se intentaba.
Después fueron los dos jóvenes de que ya hemos [hecho] mención y que salie-
ron del Triángulo de Minas, padres Máximo Tabuenca y José Chivite, y poco
después, en el mes de noviembre del mismo año, el padre Ricardo Rupérez134.
Con este personal comenzaron los trabajos en aquella diócesis. El pa-
dre Manuel Simón y padre Juan Pablo Ruiz quedaron en compañía del se-
ñor obispo con objeto de echar los cimientos de una residencia en la capital

130
Infra, VIII. Carta 68.
131
Infra, VIII. Carta 78.
132
Infra, VIII. Cartas 118, 119, 123, 133, 138.
133
Llegaron el 5 de agosto 1899: infra. V. Juan Ruiz, 577 (229); VIII. Carta 178.
134
El 7 diciembre salió para Serra: infra, VIII. Carta 274, y el 7 de abril 1900 para
Barra de São Matéus: infra,V. Juan Ruiz, 579 (231).

194
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 543

Victoria; el padre Agustín Martell fue destinado a la ciudad de Serra con el


padre Máximo Tabuenca135; el padre Juan López a Santa Cruz136, a manera
de misionero, que tenía a su cuidado lo menos cinco parroquias, todas distan-
tes. Posteriormente, viendo que en Victoria no hacía tanta falta la presencia
de los padres, determinaron que el padre Manuel Simón con el padre José
Chivite se hicieran cargo de las parroquias de Benevente, Guarapari, por la
parte sur137, y más tarde Itapemirim, a donde fueron los padres Juan Pablo
Ruiz y Máximo Tabuenca138, y el padre Ricardo a Barra de San Mateus, don-
de como avanzada para San Mateus, del cual dependía, se preparasen las
cosas de modo que San Mateus, ciudad importante, fuera el centro común de
operaciones para los religiosos en la parte norte de la diócesis.
En esta disposición se hallaban los religiosos cuando llegó nuestro pa-
dre a Itapemirim, donde se detuvo algunos días viendo los trabajos que allí
se llevaban a cabo, y allí fue donde tomó la resolución de que el padre Juan
Pablo Ruiz pasase a Ribeirão Preto a fin de que se hiciera cargo de la presi-
dencia de aquella residencia, que se gobernaba con solo presidente interino
como dejamos dicho, saliendo enseguida dicho padre para desempeñar su
destino139.
Concluida la visita de Itapemirim, salió nuestro padre para Benevente,
a donde llegó después de unas seis horas a caballo, no teniendo la suerte de
encontrar allí al padre misionero, fray Manuel Simón, por hallarse visitando
las capillas de las colonias italianas. Así que no se demoró allí más que una
tarde y una noche para descansar, siguiendo al día siguiente a Guarapari,
donde estaba el padre José Chivite, pues no había esperanzas de que pudiera
volver pronto a Benevente el padre Manuel Simón. Unos días pasó nuestro
padre en Guarapari, donde el padre misionero era muy estimado, trabajan-
do lo indecible en bien de aquellas gentes y, concluidos sus asuntos, dejando
a Guarapari, se dirigió a Victoria, donde ya le esperaba con ansia el señor
obispo, que deseaba hablar detenidamente, a la vez que tenían el gusto de
conocerse personalmente.
[74] De Guarapari a Victoria habrá unas ocho horas de camino a caba-
llo. Por el camino se encontró nuestro padre al señor vicario general de la
diócesis140, que iba comisionado por el señor obispo para hacer la visita en al-
gunos pueblos del sur de la diócesis y en el poco rato que tuvieron después de

135
Llegó a Serra el 9 de agosto 1899: infra, VIII. Carta 178.
136
Llegó el 5 de agosto: infra, VIII. Carta 182.
137
El p. Simón salió de Vitoria el 13 de julio 1899, pero no llegó a Guarapari hasta
el 1 de agosto. El día anterior había llegado el p. Chivite: infra, VIII. Cartas 159, 174, 176
y 182.
138
Llegaron el 20 de abril 1900: infra, V. Juan Pablo Ruiz, 581 (233).
139
Salió para Ribeirão el 26 de mayo 1900: infra. V. Juan Pablo Ruiz, 583 (235).
140
Juan Andrés Casela, sacerdote francés. Anteriormente había administrado du-
rante años el curato de Serra.

195
544 Mariano bernad

saludarse mutuamente, en la corta conferencia ya pudo enterarse de cómo


el señor obispo estaba aguardando. Hechos los cumplidos y ofrecimientos de
costumbre, se despidieron, siguiendo nuestro padre para Victoria, a donde
llegó entre 1 y 2 de la tarde.
Al momento fue presentado al señor obispo y fue recibido con verdade-
ras muestras de afecto, abrazándolo en medio de la mayor efusión, dándole
la bienvenida y manifestando su alegría en aquellos momentos, que no sabía
cómo explicarse. Como era natural, se principió a hablar de nuestros asun-
tos, confirmándose el señor obispo en todo lo que había dicho por escrito,
ofreciendo todo su apoyo e influencia para que los padres que ya estaban, y
los que habían de venir, estuvieran convenientemente tratados y atendidos,
quedando ambos conformes en cuanto se fuera posible atender. En esto llegó
la hora de comer, que se hizo muy bien después de la caminata, pasando
agradablemente la hora de refección.
Concluida la comida, entregó el señor obispo unos telegramas que me
guardaba procedentes del presidente de Pará, en que daba cuenta de algu-
nos asuntos de aquella residencia y de lo se hablará en su lugar. Después se
entró otra vez en conversación agradabilísima, manifestando el señor obispo
el gran deseo e interés que tenía por que le acompañase nuestro padre en
la visita, y así podría ver a los padres que estaban hacia el norte y al mismo
tiempo podría enterarse bien lo que era aquel país y lo que podría hacerse en
adelante, cuando pudieran ponerse en práctica los planes que se tenían pen-
sados. Con tal empeño suplicó y pidió esto el señor obispo que nuestro padre
se vio medio obligado a acceder a sus deseos, tanto más cuanto al menos por
unos días convenía ir juntos con el objeto de visitar a los padres de Barra [sic
=Serra] y Santa Cruz, que estaban en los primeros pueblos que había que
visitar y, al efecto, al día siguiente de la llegada a Victoria se prepararon las
caballerías y se preparó todo para emprender el viaje al otro día por la ma-
ñana, como así se hizo. Es de notar que el señor obispo pensaba visitar toda
la parte norte de su obispado, que es bastante extensa, y que hay que hacerlo
todo a caballo por caminos nada buenos y paso de ríos, algunos peligrosos.
Hicimos el viaje aquel día, como se tenía pensado, y pudimos llegar con
felicidad, en unas cinco horas, a la ciudad de Serra, donde encontramos a
todo el pueblo esperando la llegada del señor obispo, siendo tantas las apre-
turas que apenas se podía dar un paso. Descansamos en una casa que tenían
preparada a poco de la entrada en la ciudad, y a la hora conveniente se vistió
el señor obispo para hacer la entrada solemne en la iglesia, [75] que estaba
llena de fieles de bote en bote, insuficiente para contener tanta gente.
Se pasaron allí algunos días muy bien tratados y agasajados por lo
más principal del pueblo, hospedándonos todos en la casa que habitaban
los padres, que era muy capaz, y también hubo mucho trabajo para todos,
por cuanto la gente estaba ansiosa de aprovechar el tiempo para satisfacer
sus necesidades espirituales, tanto más que los sermones diarios del señor

196
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 545

obispo, por una parte, más el cambio verificado en las costumbres, por otra,
debido al incesante trabajo de los padres, particularmente al celo y actividad
del padre Agustín Martell, habían dispuesto los ánimos de tal modo que todo
el tiempo era poco para atender, ya a las confirmaciones, ya al confesonario,
siendo nuestro padre uno de los más asiduos y más ocupados y buscados, ya
a la administración de otros sacramentos. Daba gusto y daba mucho consue-
lo el ver el fruto que visiblemente se notaba en todas las clases de la ciudad,
lo que naturalmente era un motivo poderoso para llevar el trabajo hasta con
alegría141.
Despachados aquí todos los asuntos, salimos para Nova Almeida, como
a unas cuatro leguas de Serra, ciudad donde antiguamente habían estado
misioneros jesuitas y en donde habían tenido colegio, cuyo edificio aún se
conservaba, pero bastante deteriorado, y que ahora estaba sin sacerdote y
está al cuidado de los padres de Santa Cruz, que iban por allí cuando se
podía para atender a sus necesidades. Nos acompañaba el padre Agustín
Martell, por cuanto el señor obispo quiso que fuera en su compañía por todo
el tiempo de la visita.
El recibimiento, el trato y el trabajo en Nova Almeida, parecido a lo de
Serra, aunque en menor escala, por no estar el pueblo tan bien dispuesto y
preparado, ni tampoco fue tan consolador el trabajo del confesonario y recep-
ción de sacramentos142. Concluida la visita en este punto, salimos para Santa
Cruz, durando el viaje de cuatro a cinco horas, todo a caballo como siempre,
pero con facilidad. Hay que notar que en este punto, como a una media hora
de distancia del pueblo, salió ya una nutrida comisión de gente principal, con
mucha gente del pueblo, a recibir al señor obispo bajo un templete de ramaje
que habían levantado al objeto, y en donde le recitaron un buen discurso
dándole la bienvenida, lo que concluido, echamos a andar para el pueblo,
donde esperaba todo él en masa, yendo a parar primeramente a la casa que
nos tenían preparada y que era bastante buena y capaz.
Por la tarde de ese día hizo su entrada solemne en la iglesia, siendo
acompañado de todo el pueblo y de los padres, más el padre misionero de
141
La visita tuvo lugar a primeros de junio. En ella se confirmaron 390 personas, se
repartieron 86 comuniones y se casaron 2 parejas. El acta está firmada el 1 de junio. En
ella el obispo anotó las siguientes advertencias: «Por occasião da visita fizemos as seguin-
tes recommendações: que se pozesse no tabernáculo uma cortina de seda branca; que o co-
nopéo não fosse sempre vermelho: ou que acompanhasse a côr do dia, ou que fosse sempre
branco, excepto no Advento e Quaresma, tempos em que deveria ser rôxo; que se fizesse no
Baptistério outra pila para depósito da agua baptismal, a fim de que a existente (que era
de pau) servisse apenas de escoadouro para agua já servida; que o altar de S. Benedicto
fosse melhor tratado; que os sinos fossem reformados e, feito um campanário, fossem nelle
collocados definitivamente; que fossem nouvamente dourados dous calices; que se fizesse
um novo confissionario e um tapavento para porta principal»: Carta pastoral de D. João
Baptista Côrrea Nery despedindo-se da diocese do Espírito Santo, 49-51.
142
Décadas 1, 340-41, con algunos cambios redaccionales. En Almeida se confirma-
ron 117 personas, se repartieron 82 comuniones y se casaron dos parejas. El acta de visita
está firmada el 6 de junio: Carta pastoral de D. João Baptista Côrrea Nery, 51.

197
546 Mariano bernad

esta localidad, fray Juan López, anunciando desde el púlpito el objeto de la


visita y predicando como de costumbre para que se aprovecharan de estas
gracias. También en este pueblo hubo mucho trabajo para todos, pues la gen-
te respondió muy bien a las excitaciones del prelado en sus sermones diarios.
Así que hubo bastante confesonario y recepción de los sacramentos, con la
particularidad de haberse unido muchos con el matrimonio canónico, [76]
que sólo lo estaban civilmente, y otros, no pocos, que vivían mal, facilitándolo
todo el señor obispo, dispensando proclamas e impedimentos de todas clases,
para lo que estaba facultado, como lo están los señores obispos de América.
Para despachar los expedientes necesarios, que eran bien sensibles, y para
llevar a cabo todo este asunto de matrimonios, incluso el casamiento, co-
misionó el señor obispo a nuestro padre Mariano, con lo que tuvo bastante
ocupación, algunas veces engorrosa143.
Terminada en este pueblo la visita, se fueron todos a otra población
bastante distante, y como el camino era largo y penoso144, y además tenían
que volver al mismo punto, nuestro padre Mariano se quedó en este pueblo
aguardándolos, facultado por el señor obispo para obrar con todas sus atri-
buciones, incluso poder administrar el sacramento de la confirmación. Y cier-
tamente que no le faltó de nada, etc., pues como muchos viven en puntos muy
distantes del pueblo, siempre resultaban no pocos rezagados, y así pasaron
tres o cuatro días de incesante trabajo, hasta que regresaron los otros.
Este pueblo era el término del viaje proyectado por nuestro padre por
cuanto no había más padres que visitar por aquella parte, de modo que tenía
pensado volver a Victoria para embarcarse allí en dirección a Bahía y Pará,
pero ya indicamos el empeño del señor obispo, manifestado en Victoria, de
que le acompañase siquiera hasta el límite del estado de Espíritu Santo,
colindante con el de Bahía, empeño repetido ahora con mayores deseos, por
cuanto veía el señor obispo con sus propios ojos el gran servicio que le pres-
taba en todas partes, siendo el más constante y más asiduo en el trabajo. Por
lo que no pudiendo negarse a tantas instancias y considerando que llegando
al límite del estado y visitando al padre Ricardo Rupérez, que se hallaba en
Barra de São Mathéus, le sería fácil pasar al estado de Bahía, encontrando
vapor que lo condujese a la capital, se resolvió a acompañarle, dándole ese
gusto y satisfacción.
Vueltos, pues, a Santa Cruz, seguimos el viaje a Pau Gigante, pueblo
compuesto en su mayoría de italianos y algún tanto más arreglado en todos

143
Se confirmaron 170 personas, se repartieron 123 comuniones y se casaron 15
parejas. El acta de visita está firmada el 9 de junio: Carta pastoral de D. João Baptista
Côrrea Nery, 51.
144
Era el pueblo de Riacho. Era parroquia desde el 9 diciembre de 1864, pero nun-
ca había tenido párroco residente. Unas veces era administrado desde Linhares y otras
desde Santa Cruz. El acta de visita está firmada el 13 de junio: Carta pastoral de D. João
Baptista Côrrea Nery, 52. Se confirmaron 133 personas, se repartieron 32 comuniones y
se casaron 6 parejas.

198
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 547

sentidos145, después a tres pueblos más donde había mucho italiano, y en uno
de ellos, Polasos, después al río Doce, bastante caudaloso, y en cuyas márge-
nes había tres pueblos que visitar por la parte alta y, por la baja, a Linhares,
punto donde nos detuvimos algunos días por ser importante146, y por último
a São Mathéus, ciudad bastante importante, con buen número de habitan-
tes y muy a propósito para fundar allí una buena misión-residencia hasta
para seis u ocho padres, por ser la llave para muchos pueblos y colonias del
interior, más Barra de São Mathéus, a la desembocadura del río que lleva
su nombre. En aquel punto encontramos al padre Ricardo Rupérez, que nos
estaba esperando147.
Penosa y trabajosa fue toda esta expedición, pues aparte de las grandes
caminatas, menos en el río Doce que se recorrió en lancha de vapor, las dis-
tancias eran muy largas y pesadas. Luego el trabajo que esperaba en todas
partes, duro e ímprobo. En todas partes, particularmente en Linhares y en
[77] São Mathéus148, fue por demás, ya por ser poblaciones importantes, ya
por estar medio abandonada la parte espiritual. Así que hubo necesidad de
demorarse algún tiempo más para poder atender a sus necesidades, y aun
así faltaba el tiempo. Trabajo rudo y penoso, habida consideración a que es-
taban tan atrasados en cuestión de doctrina cristiana que había necesidad
de principiar por la instrucción, siquiera más precisa, antes de pasar adelan-
te en la administración del sacramento de la Penitencia y demás sacramen-
tos. En fin, que aquello era trabajar de veras, quedando el señor obispo muy
satisfecho del gran fruto que se sacaba en todas partes149.
No debemos pasar en silencio lo que le pasó a nuestro padre el mismo
día de la partida de Linhares, que se puso enfermo de un cólico tan fuerte
y tan grandes dolores que le hacían sufrir no poco, tanto más al ver que te-
nía que quedarse allí, como en efecto se quedó, por no poder materialmente
ponerse en camino, y eso que la jornada era corta: cosa de un par de horas.
Quedó, pues, con él el padre Juan López para acompañarle y para lo que
fuera necesario, marchándose todos los demás de la comitiva por estar ya
todo programado y avisados los dueños de la gran fazenda donde iban a

145
Pueblo fundado en 1877 por familias genovesas. En 1942 trocó su nombre por
el de Ibiraçu. En 1900 no era todavía parroquia. Se confirmaron en él 1.911 personas, se
distribuyeron 400 comuniones y se casaron 44 parejas. El acta de visita está firmada el 16
de junio: Carta pastoral de D. João Baptista Côrrea Nery, 53-54.
146
Se confirmaron 470 personas, se repartieron 219 comuniones y se casaron 35
parejas. El acta de visita está firmada el 8 de julio: Carta pastoral de D. João Baptista
Côrrea Nery, 54-56.
147
En Barra se confirmaron 264 personas, se repartieron 99 comuniones y se ca-
saron 14 parejas. El acta de visita está firmada el 8 de agosto: Carta pastoral de D. João
Baptista Côrrea Nery, 57-58.
148
Se confirmaron 470 personas, se repartieron 219 comuniones y se casaron 35
parejas. El acta de visita está firmada el 8 de julio: Carta pastoral de D. João Baptista
Côrrea Nery, 54-56.
149
Décadas 1, 358, con algunos cambios redaccionales.

199
548 Mariano bernad

pernoctar, para hacer más llevadera la gran jornada que había que hacer al
día siguiente. Quiso Dios que no siguieran aquellos dolores y, aunque algún
tanto molestado, una vez que se sentía mejor y con esperanzas de que no se
repitieran, se resolvió a seguir adelante, hasta llegar donde estaban, pues
se le hacía muy duro quedarse tan aislado de los demás, y, aunque se sentía
débil, pudo seguir con todos al día siguiente.
En São Mathéus, concluida ya la visita y concluidos los trabajos, como
allí era el término de acompañar al señor obispo, antes de partir para Barra
de São Mathéus, lo que tuvo lugar en un vaporcito que había llegado, tuvo
nuestro padre sus conferencias con el señor obispo, quedando acordes en las
disposiciones y modo de estar los religiosos en adelante, medidas y disposi-
ciones que, de haberse llevado a cabo, hubieran sido de grandísimos y buenos
resultados, pero que no se pusieron en ejecución por causas que no es del
caso referir150.
Llegó por fin la hora de despedirse y separarse después de un mes de
compañía y de un mes151 de muchísimo trabajo, no ocultando el señor obis-
po el sentimiento que tenía con esta separación, manifestando además su
agradecimiento por los servicios prestados con palabras las más afectuosas
que se pueden explicar. Hay que advertir que nuestro padre fue su confesor
durante toda la expedición, y estos lazos naturalmente suelen unir más los
corazones. En medio, pues, del mayor sentimiento se despidieron y embar-
cados nuestro padre y el padre Ricardo Rupérez hicieron el viaje río abajo
hasta Barra de São Mathéus, residencia de dicho padre, llegando con toda
felicidad aquel mismo día por la tarde, gozando con lo agradable de una na-
vegación por un río franco y manso.
[78] Se descansó unos días en Barra, que buena falta hacía después de
tanto trajín, y al mismo tiempo se daba lugar a que, informados del tiempo
en que podía llegar vapor al primer pueblo del estado de Bahía y hacer el via-
je a caballo hasta aquel punto, pues se necesitaban algo más de dos jornadas
para no andar atropellados, si bien el primer día casi todo el viaje se tenía
que hacer por río y, por lo tanto, más descansado.
Dejamos, pues, a Barra acompañando el padre Ricardo hasta el límite
del estado, y allí nos despedimos para continuar el viaje a un pueblo llamado
Viçosa, del estado de Bahía, hasta donde llegaban los vapores, que hacen los
viajes a la capital y a donde llegamos sin novedad después de haber pasado
la noche anterior en casa de un portugués que nos recibió y trató muy bien,
pero llegamos en tan mala hora que no había llegado el vapor ni se esperaba
en bastantes días. Sin embargo, hay que confesar que se pasó ese tiempo

150
En esas conversaciones acordaron agrupar a los religiosos en dos residencias. Los
del norte vivirían todos en Pau Gigante; y los del sur, en Anchieta. Sobre la obstáculos que
impidieron su realización: supra, I. Primeros años, VIII, notas 152-61.
151
En realidad la visita había durado mes y medio, desde finales de mayo a mediados
de julio.

200
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 549

bien, por cuanto se pudo encontrar regular alojamiento. No había sacerdote


en aquel pueblo, a pesar de ser parroquia; así que la gente, en cuanto supie-
ron que había llegado religioso (frade, como ellos llaman) y sacerdote, se ale-
gró mucho y no cesaron las visitas y ofrecimientos, en particular de la gente
más principal y maestros de escuela, que fueron los que más se desvivieron
por organizar, regalar y visitar al padre. Ocho días justos estuvimos en aquel
punto, que se pasaron muy bien, sólo que ya estábamos impacientes por
continuar el viaje y no tener allí interés de ninguna clase. En esos ocho días
pudo celebrarse la santa misa casi todos los días, pues había ornamentos y
utensilios para todo, con su sacristán y mayordomo, que cuidaban bien las
cosas y aun el día de domingo que se estuvo allí se animó nuestro padre a
darles una plática después de la misa por haber bastante concurrencia.
Llegó, por fin, el vapor deseado sobre el 6 de agosto y en él nos embar-
camos, pero como tocaba en tantas partes con motivo de la carga, nos duró
una semana llegar a Bahía, capital del estado, pero con viaje feliz, yendo
nuestro padre a hospedarse en el convento de padres franciscanos alemanes,
donde no estuvo más que dos días, por haberse presentado ocasión de vapor
para hacer el viaje seguido hasta Belem de Pará, aunque tocando en varios
puntos, por ser vapor que llaman correo, quedando nuestro padre agradecido
a aquellos buenos padres que con tanta caridad lo habían recibido. Se pasó
allí el día de la Asunción de la Virgen, que se aprovechó para visitar y cum-
plimentar al señor gobernador de la diócesis, pues no se encontraba entonces
allí el señor arzobispo, siendo muy bien recibidos por aquel buen señor.
Y por cierto que en esta visita ocurrió una cosa muy digna de anotarse.
Habiendo entrado en conversación y enterado aquel señor de que éramos
agustinos recoletos, nos hizo saber una cosa que ignorábamos, y es que el
convento e iglesia que había habido en Bahía era de [79] agustinos recoletos,
que la iglesia se conservaba muy bien, pero que el convento había pasado
al dominio del Estado General, que lo tenía de instituto de enseñanza152.
Al hacerle la observación de que bien pudiera ser fundación de los padres
calzados, porque así se creía por algunos, respondió que no, que era de agus-
tinos recoletos y que conservaba él todavía un sermón de funciones reales,
predicado por un famoso predicador, tenido en gran veneración y respeto en
todo el país, llamado fray Bento da Trindade153, cuya noticia nos alegró como

152
Los agustinos descalzos portugueses fundaron un hospicio en Bahía en septiem-
bre de 1693. En mayo de 1824 lo abandonó el último religioso. El 31 de mayo de ese mis-
mo año el emperador Pedro i lo cedió al obispado de Bahía para seminario. La diócesis
no hizo uso de su derecho hasta abril de 1834 y sólo por muy poco tiempo. Luego pasó a
alojar el recién creado Liceo de la ciudad, cf. «Ordem dos Padres Agostinianos Recoletos»:
Convergência 10 (1977) 118-21. Entre 1726 y 1798 profesaron de agustinos descalzos 15
religiosos nacidos en Bahía, cf. Pedro Augusto Ferreira, «Catálogo dos religiosos pro-
fessos na Real Congregação dos Agostinianos Descalços de Portugal»: Recollectio 29-
30 (2006-007) 191-271.
153
Son escasos los datos ciertos sobre este célebre predicador. Hasta las fechas de su
nacimiento, profesión y muerte son inciertas. Al parecer, nació en Bahía (1768) de padres

201
550 Mariano bernad

puede suponerse y que se confirmó por lo que se dirá en otro lugar. Deseoso
estaba nuestro padre de ver aquella iglesia recoleta que averiguó es la que
llevaba el título de Nuestra Señora de la Palma, pero no pudo ya verificarlo
por tener que embarcarse al día siguiente temprano, dejándolo para la vuel-
ta de Pará, que esperaba detenerse en Bahía con tiempo suficiente para ello,
mas, por desgracia, tampoco pudo satisfacer sus deseos, por no parar allí el
vapor en que regresaba más que unas tres horas, sin tiempo para desembar-
car y volver a la hora de salida.
Salimos de Bahía el 16 de agosto por la mañana y seguimos el viaje
pasando por Alagoas, Pernambuco, Paraíba del Norte, Fortaleza o Ceará,
Maranchez y Belem de Pará, a donde se llegó el 26 de agosto a la madrugada.
En la barra de Paraíba hay una población, a unos pasos del embarcadero,
donde hay iglesia. Se trató de celebrar misa allí y estaba ya todo listo, hasta
gente del pueblo para oírla, pero hubo que desistir por no encontrarse hos-
tias. Lo demás estaba corriente, pero como no hay sacerdote, se conoce que
no ponen mucho cuidado en guardar hostias para cuando se ofrezca alguna
ocasión como ésta.
También paró dos días el vapor en Pernambuco, donde hay convento
de padres carmelitas españoles154, por cuyo motivo se saltó a tierra hasta la
salida del vapor, pasando dos días buenos con aquellos padres, que se alegra-
ron mucho, diciéndonos que a la vuelta de Pará nos habíamos de detener allí
más tiempo, lo que les fue prometido.
Los partes telegráficos que [a]guardaban en Victoria a nuestro padre,
algunos de ellos eran del padre Gregorio Tejero, dando cuenta de haber ido

portugueses. De joven viajó a Portugal, donde profesó en los agustinos descalzos de Lisboa,
consiguió el doctorado en teología en la universidad de Coimbra y predicó sus primeros
sermones, entre ellos el de las exequias de José i en la colegiata de Gouvea (1777). A prin-
cipios de la década siguiente estaba de nuevo en Bahía, donde predicó sermones sobre el
Padre Nuestro, el Ave María y las cuarenta horas. Por esos años recuperó el hospicio que
su congregación había poseído en la ciudad, convertido en hospital militar desde 1778.
En la década de los 90 regresó a Portugal, donde opositó a una cátedra de Coimbra y fue
nombrado cronista de su congregación. Los últimos lustros de su vida los pasó de nuevo en
Brasil, dedicado a la enseñanza de la teología y a la predicación en las diócesis de Bahía y
Olinda-Recife, de cuyo seminario fue profesor y rector. En 1809 predicó el Sermão em Ação
de Graças Pela Vinda do Príncipe Regente Nosso Senhor para os Estados do Brasil. Au-
gusto V. Blake, Dicionário bibliográfico brasileiro, Río de Janeiro 1883, coloca su muerte
poco antes de la Independencia de Brasil. Sin embargo, Marina Massimi, «Um importante
corpo documéntario para a reconstrução da história da cultura no Brasil colonial: os acer-
vos da oratoria sagrada», la coloca en 1841: http://www.fafich.ufmg.br/~memorandum/a10/
massimi04.htm. Buena parte de sus sermones (62) fueron publicados en Lisboa en 1817
con el título Orações Sagradas offerecidas ao Sereníssimo Senhor João Príncipe regente
por a Fr. Bento da Trindade, religioso agostinho descalço, 6 vols. Otras ediciones: Vela 7,
700-01; Diccionário da história da Igreja em Portugal 3, 16-17.
154
El antiguo convento de Recife fue el punto de arranque de la restauración del
Carmelo brasileño. La primera expedición restauradora, compuesta por cuatro sacerdotes
y dos hermanos, llegó desde España el 5 de agosto de 1894, siendo bien recibidos por el
vicario provincial, Alberto Cabral de Vasconcelos, que tenía un solo súbdito: I. Martínez
Carretero, Exclaustración y restauración de Carmen en España, 529-35.

202
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 551

a Ceará por motivo de enfermedad155 y que se encontraba mejor, disponién-


dose ya para volver a Pará y por esta razón saltó a tierra en Fortaleza, que
es la capital del estado, ciudad, aunque no muy grande, de las más bonitas y
aseadas del Brasil, para tomar noticias del padre Tejero, quien, según averi-
guó en la casa de Misericordia, donde estuvo, hacía ya bastantes días que se
había vuelto a Pará muy mejorado. Se fue también al seminario, residencia
del señor obispo para tener el gusto de visitarlo y ofrecerle nuestros respetos,
pero está fuera de la capital, y sólo pudimos ver a su vicario general, que nos
recibió muy atento y cariñoso, dándonos facultades verbales para todo cuan-
to fuese necesario, lo que agradecido como corresponde, volviéndonos ense-
guida al vapor, porque se iba acercando la hora de levar anclas y marchar.
[80] Como ya se ha indicado, llegamos a Pará el 27 de agosto de 1900
de madrugada, pero no saltamos a tierra hasta que nos despachó la sanidad,
algo entrada la mañana. Creímos encontrar allí a algún padre cuando me-
nos, tanto más que desde Pernambuco se telegrafió que íbamos, pero resultó,
según nos informaron después, que habían tomado un vapor por otro. Así
que estaban muy tranquilos esperando el aviso de la llegada del vapor que
ellos creían. Resultado de toda esta equivocación fue que al saltar a tierra,
no sabiendo la casa morada de los padres, resolvió nuestro padre irse al
palacio del señor obispo, en la seguridad de que allí habían de dar razón del
sitio donde vivían y a la vez llevar un baúl que el capitán del vapor había su-
plicado lleváramos al señor obispo, baúl que había dejado olvidado sin duda
en el vapor en alguno de los viajes.
Llegados a palacio, salió uno de los capellanes, a quien, después de sa-
ludarle y decirle quiénes éramos, le preguntamos por los padres, dándonos
razón de todo y de cómo se encontraban. Precisamente uno de ellos, el padre
Gregorio Asín156, vivía casi a espaldas del palacio, en el seminario viejo, como
le llaman, y que fue casa de padres jesuitas. Después de darle las gracias por
los informes que nos dio, le entregamos el baúl, que precisamente era suyo,
según nos dijo, y le encargamos dijese al señor obispo que habíamos llega-
do y que ya vendríamos a saludarle y ofrecerle nuestros respetos, cuando
viéramos a los padres y nos despachásemos, pero no sé cómo se las gober-
nó después de despedirnos que aún no habíamos llegado a la escalera para
bajar cuando llegó corriendo, diciendo que el señor obispo le enviaba para

155
Había salido de Belem para Fortaleza el 6 de mayo: infra, VIII. Carta 385.
156
Gregorio Asín (1873-1919), de Mallén, profesó en julio de 1892 y viajó a Brasil
cuando acababa de ordenarse. Llegó a Belem el 7 de julio de 1899 y al mes siguiente se
hizo cargo, con otros dos religiosos, de la colonia agrícola de San José de Alencar, don-
de permaneció hasta fines de enero del año siguiente. Luego administró la parroquia de
Santa Isabel, primero desde Belem, y después desde la hacienda Moema, propiedad del
prefecto de la ciudad, don Antonio José Lemos. Al menos durante los dos primeros años,
fue el mejor colaborador de Tejero en la organización de la vida recoleta en Pará. En 1907
volvió a España y poco después fue destinado a Filipinas, donde administró las parroquias
negrenses de La Castellana y La Carlota. En esta última parroquia murió de disentería el
17 de agosto de 1919: Sádaba, 787, 403; Décadas 1, 401-09; Avellaneda, 403.

203
552 Mariano bernad

decirnos que fuéramos a verlo y que nos esperaba. Ante semejante invitación
no hubo más remedio que corresponder y cumplir los deseos del señor obispo,
quien al vernos hizo manifestaciones de grande alegría, mandándonos sen-
tar, diciéndonos que no tuviéramos prisa y que vendría enseguida el padre
Gregorio Asín, que estaba cerca y a quien mandó llamar. Y efectivamente, al
poco rato llegó dicho padre, quien se admiró al vernos allí, pues, aunque ya
estaban esperando nuestra llegada, no creían fuese sin tener antes el aviso
del vapor, como se ha dicho.
Entre unas cosas y otras se pasó bastante tiempo y en agradable con-
versación, alegrándose el señor obispo, dándonos la bienvenida y manifes-
tando deseos de conferenciar despacio y con tiempo sobre algunos puntos
importantes, a lo que se le contestó que para todo habría tiempo y lugar, por
cuanto pensábamos estar en Pará bastantes días, a fin de dejar todas las
cosas bien arregladas y descansar lo conveniente y necesario.
Después de los ofrecimientos de costumbre, nos despedimos del señor
obispo por entonces para ir a dar conocimiento de nuestra llegada a los de-
más padres y ver dónde nos acomodábamos, quedando satisfechos de las de-
ferencias con que nos trató el señor obispo, a quien se le volvió a manifestar
que estábamos a su disposición y que nos mandase a toda hora y nos llamase
siempre que lo tuviera por conveniente.
Salimos de palacio con dirección a la casa habitación, seminario antiguo,
donde vivía el padre Gregorio Asín, donde tenían todas sus cosas los padres.
No había entonces en Pará más que tres padres, que eran el padre Gregorio
Tejero157, superior de la misión, el padre Sabino Canillas158 y el dicho padre

157
Gregorio Tejero (1860-1926), natural de Agón (Zaragoza), ingresó en Monteagudo
en 1878 tras haber cursado Humanidades en el seminario de Tarazona. El 5 de octubre
de 1883 llegó a Filipinas. Su primer destino fijo fue la remota isla de Agutaya, a cuya
población sirvió durante nueve años (1885-94). En 1894 fue trasladado a la nueva misión
de Lucbuan, en la vecina isla de Cuyo, y en 1896 a Culión, donde en octubre de 1898 le
sorprendió al revolución. En abril de 1899, estando con sus padres en Borja, acogió la
invitación de pasar al Brasil: infra, VIII. Carta 83. El 18 de junio embarcó en Barcelona
al frente de un grupo de seis religiosos con destino a Pará, donde organizó la presencia de
la orden hasta enero de 1908. En esa fecha regresó a España con el título de definidor de
la nueva provincia del Pilar, cargo en que fue confirmado en 1908. Los 18 años restantes
de su vida los consumió en el servicio de su provincia como consejero (1908-12, 1921-24),
prior provincial (1915-18), director de la imprenta Santa Rita y del Boletín (1920) e impul-
sor de obras materiales. Murió en Monachil. Tanto en Brasil como en España siempre tuvo
tiempo para atender a las religiosas: Sádaba, 632; Décadas 1, 367-423, 402-09; 2, 67-120 y
passim; 3, 726-32; Avellaneda, 429.
158
Sabino Canillas (1868-1913), natural de San Millán de la Cogolla. En octubre de
1889 viajó a Filipinas, donde se ordenó de sacerdote (1891) y trabajó en las parroquias de
Jiménez y María Cristina (Mindanao) hasta el 29 de noviembre de 1898, en que la revolu-
ción le obligó a retirarse a Manila. En enero de 1899 volvió a España, al convento de San
Millán, desde el cual salió para Brasil en junio del mismo año. El 24 de junio se hizo cargo
de la subdirección de la colonia agrícola de Montealegre y de la parroquia homónima. Al
retirarse de la colonia, se le encomendaron las parroquias de Benevides (1 febrero 1900)
y Chaves (10 marzo 1902), de donde salió con la salud quebrantada. Apenas recuperado,
se le encomendó la parroquia de Barra (Bahía), sumida entonces en el mayor desamparo

204
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 553

Gregorio Asín, pero los tres vivían separados. El primero en el hospital de


los variolosos, fuera de la ciudad; el segundo, en la parroquia de Benevides,
como a hora y media de ferrocarril; y el tercero, en el seminario, como está
dicho. Había preparado el padre Gregorio Tejero habitación para cuando lle-
gase nuestro padre Mariano en la casa parroquial de la iglesia de Nazaret,
después de haber convenido en ello muy gustoso, como pudo observarse, su
actual cura párroco, señor Amancio Miranda, muy amigo de los padres y que
había sido provisor y gobernador de la diócesis, quien a su paso por España
de vuelta de Roma tuvo la atención de visitar a nuestro reverendísimo padre
Íñigo antes de que los padres fueran al Brasil, de modo que ya era un señor
conocido. A su casa, pues, nos llevó el padre Gregorio Asín para instalarse
allí nuestro padre, según lo tratado y convenido, recibiéndonos dicho señor
muy contento y con grandes manifestaciones de alegría, tanto más cuanto
hallándose bastante delicado de salud, se encontraba con compañía, aunque
no fuera por mucho tiempo, cuya consideración le venía a consolar en medio
de sus dolencias. Estaba ya preparado el cuarto habitación de antemano,
bien dispuesto y arreglado con todo lo necesario, y allí se instaló nuestro pa-
dre Mariano para seguir en la misma casa, como siguió y vivió todo el tiempo
de su permanencia en Belem de Pará159.
Se avisó a los padres Gregorio Tejero y Sabino Canillas de que ya está-
bamos en Pará y al día siguiente por la mañana se presentaron los dos pa-
dres tan pronto como les fue posible para saludar y cumplimentar a nuestro
padre y conferenciar ya sobre nuestros asuntos.
Muy extrañado se manifestó nuestro padre al ver cómo vivían los pa-
dres, tan separados unos de otros, a pesar de poderse comunicar fácilmente,
ya por medio del ferrocarril, ya por medio de los tranvías. Así que lo primero
que pensó fue tratar del modo y manera de establecer las cosas para que
todos viviesen reunidos, formando una verdadera residencia, cosa que de-
bía procurarse a todo trance para bien de los mismos padres y para la me-
jor marcha de nuestros trabajos en aquella capital, así como para la mayor
observancia de las obligaciones de religiosos. Bastante tuvo que pensarse
y tratarse este asunto de sumo interés, como veremos más adelante, pues
parece muy oportuno que antes de pasar adelante hagamos primero como
una historia de este misión de Pará desde sus comienzos, o desde que llega-

y que él pudo recomponer en diez años de arduo trabajo. A su muerte, ocurrida el 7 no-
viembre de 1913, se le enterró en la iglesia parroquial, obra casi exclusiva de su celo, se le
hizo un retrato al óleo y se le dedicó una de las principales calles de la ciudad: Sádaba, 671;
Décadas 1, 402-09, 459 -66; 2, 710-17, 767-70; Avellaneda, 378-79.
159
Raimundo do Amâncio de Miranda (Maués, Amazonas, 31 diciembre 1848 - Be-
lem, 7 junio 1901): Alberto G. Ramos, Cronologia, 64. Profesor de griego en un liceo, el 2
de julio de 1896 fue nombrado vicario general de la diócesis: Cronologia, 100. A finales de
1900 perdió la confianza del obispo: infra, VIII. Carta 460; Cronologia, 104, yerra al colo-
car su muerte el 22 de diciembre. Su entierro fue una verdadera manifestación de duelo:
infra, VIII. Carta 518. Sobre la acogida que prestó a Bernad: infra, VIII. Cartas 414, 424
y 425.

205
554 Mariano bernad

ron a ella los primeros padres, dejando para su lugar todo cuanto se trató e
hizo en esta visita, y así ponerlo todo con cierto orden, como más oportuno y
conveniente.

[13. Misión de Belem de Pará]

[82] Es el estado de Pará uno de los más grandes de los Estados Unidos
del Brasil por su extensión, siendo su capital la ciudad de Belem, situada a
unos dos grados en el hemisferio sur, dentro ya algunas leguas, en la margen
del gran río Amazonas, que pasa por ser el primero y el mayor del mundo.
Así que su clima es cálido y no muy bueno para la salud a causa de su mismo
calor y por hallarse en terrenos bajos, con la influencia de las miasmas del
río. Así que son muy frecuentes allí las calenturas conocidas con el nombre
de febre amarella, que tantas víctimas causa, particularmente a los extran-
jeros que van por allá, no acostumbrados a aquellos aires y a aquella tem-
peratura.
Habiéndose tratado entre nosotros y resuelto el asunto de enviar re-
ligiosos al Brasil, y que ya estaban dispuestos para emprender el viaje, se
presentó la ocasión, sin buscarla, de pensar también en Pará. Venía de Roma
el ya citado monseñor Amancio de Miranda, tocando en Madrid de paso para
Lisboa, donde pensaba embarcarse de vuelta para Pará. Este señor traía
instrucciones del gobernador de aquel estado para tratar con los superiores
de las órdenes religiosas para llevar religiosos que se pusieran al frente de
algunas colonias que establecía en la isla grande, puesta frente por frente
de Belem y a cierta distancia del continente. Traía también las bases para
el establecimiento de las colonias y de los religiosos, bases y condiciones
que presentó a nuestro padre comisario general apostólico, fray Íñigo Narro,
cuando, a su paso por Madrid, se dignó visitarle160. Como dicho monseñor
apenas se detuvo una noche en Madrid, parece ser que no hubo tiempo para
convenir por entonces en alguna cosa concreta, pero habiendo dejado nota
de las bases y condiciones, más lo que trataron en las conferencias, fue eso
lo suficiente para pensar detenidamente en el asunto, resolviéndose al fin el
mandar a Pará bajo las bases que se presentaron a seis religiosos, que fueron
los siguientes: padre Gregorio Tejero de San Luis Gonzaga, padre Gregorio
Albo de San Luis Gonzaga161, padre Sabino Canillas del Carmen, padre Teo-

160
En este apartado la relación de Bernad no es muy exacta y olvida la actuación del
p. Enrique en Roma, que fue fundamental. Miranda envió las bases a Narro desde Roma el
18 de noviembre y las explicó en carta del 3 diciembre de 1898: Décadas 1, 371-79; infra,
VIII. Cartas 22 y 30. A mediados de diciembre, en tránsito hacia Lisboa, visitó a Narro en
Madrid: infra, VIII. Carta 34. Según Décadas 1, 371, Íñigo no aceptó esas bases, pero la
correspondencia aquí publicada no avala esa afirmación.
161
Gregorio Albo nació en La Cueva (Soria) en 1866 y profesó en Monteagudo en
1883. Por consejo médico fue destinado a Filipinas antes de cumplir los 20 años. Se or-
denó en 1891 y a continuación sirvió las misiones negrenses de San Sebastián (1891-95)
y Kabankalán Norte (1896-97): Sádaba, 648-49. En diciembre de 1898 volvió a España y

206
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 555

doro Castillo de la Virgen de las Nieves162, padre Gregorio Asín de Nuestro


Padre San Agustín y el hermano lego fray Juan Zamora del Carmen163, cuyos
seis religiosos embarcaron a mediados de junio de 1899 en Barcelona en el
vapor Amazonas en viaje a Belem de Pará, a donde llegaron con felicidad al
mes siguiente de julio, habiéndose pasado antes el correspondiente aviso de
la ida de los seis religiosos.
Llegados que fueron a Belem, fueron muy recibidos y tratados por las
autoridades de aquel estado, que ya esperaban su llegada y como había poco
que tratar acerca del asunto, fueron colocados inmediatamente en las co-
lonias agrícolas de la referida isla, haciéndose cargo de su administración
espiritual y temporal, en la confianza de que su gestión sería de grandes
resultados en el desarrollo de las mismas.
[83] No fue mucho tiempo el que nuestros religiosos administraron y
dirigieron aquellas colonias, pues no debieron [de] estar en ellas más que un
año próximamente164, pero fue lo suficiente para que se notaran las mejoras
en todos sentidos, marchando todo bien y desarrollándose a satisfacción de
las autoridades que se gozaban en ello, mas las circunstancias que se fueron
presentando obligaron a nuestros religiosos a abandonar el cuidado de las
mismas, por convenir así mejor para su mayor tranquilidad.
El roce con algunos agentes y empleados del gobierno por cosas que no
podían pasar y que fácilmente pueden adivinarse daban a los religiosos algún
disgusto que otro. Por otra parte, el señor obispo, don Antonio Brandão, no
llevaba muy a bien que los religiosos estuvieran con esa especie de dependen-
cia de la autoridad civil, con lo que también tenían necesidad de dar expli-
caciones al prelado, que no se aquietaba por eso o aparentaba no aquietarse.

en mayo de 1899, estando en Monteagudo, pidió pasar a Brasil: infra, VIII. Carta 104. Al
contacto con la realidad se desilusionó y no descansó hasta que en marzo de 1900 se le
permitió regresar a España. Tras dos años en Marcilla, el 2 de septiembre de 1902 obtu-
vo la secularización por un año. El 15 de septiembre de 1903 se le prorrogó un año más:
Agoar, Registro, 33.
162
Teodoro Castillo (1869-1900) nació en Peralta de Navarra y profesó en Montea-
gudo en octubre de 1887. En 1892 viajó a Filipinas. Sirvió dos años de coadjutor en los
curatos de Cagayán y Mambajao (Camiguín) y luego administró las misiones negrenses de
Giliga-on y Tolón. Al estallar la revolución se refugió en Manila y luego en Macao (enero
1899) y España. En Brasil dirigió durante cinco meses la colonia agrícola de San José de
Alencar, donde sufrió un robo del que hasta se llegó a inculparle a él mismo. Al retirarse
la comunidad de la colonia, se le confió la parroquia de Castanhal, donde a los pocos días
contrajo la fiebre amarilla que le causó la muerte el 25 de febrero del mismo año: Sádaba,
787-88; Décadas 1, 484-85; infra, VIII. Carta 339.
163
Juan Zamora (1870-1902) nació en Tarazona y profesó en Monteagudo el 26 mar-
zo de 1895. Viajó a Brasil con el p. Albo, con él trabajó unos meses en la colonia de Mon-
tealegre y con él volvió a España. Murió en Marcilla el 8 de abril de 1902, a los 32 años:
Sádaba, 689-90; Santiago Matute, Flores de mi pueblo o religiosos agustinos recoletos hijos
de Tarazona de Aragón, Madrid 1907, 206.
164
En realidad, su permanencia duró sólo cinco meses: del 6 de agosto de 1899 a
últimos de enero de 1900 en San José de Alencar; y desde el 27 de agosto de 1899 hasta la
misma fecha de 1900 en Montealegre: supra, I. Primeros años, 381-87 (33-39).

207
556 Mariano bernad

Y por último un incidente inesperado y por demás desagradable cual fue el


robo de una de las cajas que guardaban los padres, cometido por los criados,
como se averiguó algún tiempo después de cometido, y por cuyo delito fueron
condenados a presidio, obligó a los padres a rescindir el contrato hecho con el
gobierno, abandonando el cuidado de las colonias, quedando por lo tanto en
libertad para poder dedicarse exclusivamente al ministerio sacerdotal165.
Poco tiempo había pasado cuando en agosto de 1900 llegó nuestro padre
a Belem, pero para entonces ya había fallecido de fiebre amarilla el padre
Teodoro Castillo, y habían regresado a España el padre Gregorio Albo y el
hermano Juan Zamora por no poder estar en el país. Así que quedaron los
tres padres que dijimos en otro lugar y que se colocaron como los encontró
nuestro padre a su llegada, de acuerdo con el señor obispo: el uno, de cape-
llán del hospital de variolosos y confesor de varias casas de religiosas, lo
menos cinco, y todas casas de Beneficencia; el otro, de párroco de Benevides;
y el tercero, en el seminario como ya se ha dicho.
Enterado, pues, nuestro padre de cómo se hallaban los padres en Pará
y no satisfaciéndole su modo de vivir separados, lo primero que trató fue to-
mar providencias y preparar las cosas para que vivieran todos juntos, como
convenía, y a este fin conferenció varias veces con el prelado, a fin de conse-
guir nos diese alguna de las iglesias que no tenían servicio, y que nosotros
nos encargaríamos de buscarnos casa-habitación suficiente para la morada
de los padres, aunque fuese de alquiler, resultando de esas conferencias que
el señor obispo no pudo estar más complaciente, accediendo gustoso a cuanto
le fue propuesto por nuestro padre Mariano.
Había en Belem una iglesia con el título de San Juan Bautista, toda de
piedra labrada, que cuentan fue edificada en tiempos de Pombal y que algu-
na vez había servido de [84] catedral, de pocas dimensiones, pero más que
suficiente para nuestras necesidades, bien situada y en punto céntrico de la
ciudad166; iglesia que nos convenía por todos conceptos, tanto más que contaba
con regulares ornamentos para el servicio de la misma. Estaba encargado del
cuidado de la misma el secretario del señor obispo, que sólo podía celebrar misa
en ella los domingos, y no todos. En esa iglesia se fijó nuestro padre como la
más conveniente, y se resolvió a pedírsela al señor obispo ad usum perpetuum,
a fin de poder figurar como iglesia de regulares y gozar de los privilegios de los
mismos y de la orden. A todo accedió benignamente el señor obispo, mandando
por escrito, como se le pidió, al sacerdote encargado de ella para que hiciera la
entrega formal a los padres y del modo dicho ad usum perpetuum, con todos
sus enseres y ornamentos, pero esto último bajo inventario firmado por los
padres, por lo que pudiera ocurrir andando los tiempos167.

165
Más detalles sobre los motivos que originaron su abandono: supra, I. Primeros
años, 387 (39), e infra, VIII. Cartas 324 y 325.
166
Cf. supra, I. Primeros años, 388 (40), nota 113.
167
Décadas 1, 384, con algunos cambios redaccionales.

208
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 557

Contento y satisfecho nuestro padre del resultado de sus gestiones con


el señor obispo, pasó a tratar con dicho señor el asunto de la morada de los
padres, por cuanto no le parecía bien a nuestro padre ni pasaba por que los
pocos que había viviesen desparramados y, por lo tanto, muy expuestos los
cimientos de la observancia. Dos dificultades se presentaban para llevar a
cabo este pensamiento regenerador. Una, la que podía presentar el señor
obispo por la cuestión de estar encargado de una parroquia el padre Sabino
Canillas; y otra, la más expuesta a algún obstáculo por parte del gobierno o
de algún mal intencionado, por cuanto el padre Gregorio Tejero, siendo ca-
pellán del hospital de los variolosos, además de tener allí su vivienda, tenía
que asistir a los enfermos aun cuando dejara aquella vivienda y se fuera a
la morada de los padres. Esto le exponía a que el mejor día algún mal inten-
cionado, como hemos indicado, tratase de impedir su comunicación con los
demás después de asistir a los variolosos, como en efecto así sucedió al andar
del tiempo, que no faltó quien hiciera la denuncia y aun que la pusieran en
los jornales (papeles o periódico) para tratar de hacer fuerza e impedir una
de dos cosas: o el servicio del hospital o la comunicación del padre con los
demás.
En cuanto a lo primero propuso nuestro padre al señor obispo dos cosas
para poder llevar a cabo ese pensamiento. Primero, dejar la administración
de la parroquia de Benevides; segundo, caso de que el señor obispo tuviese in-
terés en que no se dejase la administración y tuviese empeño en que siguiera
a cargo de los padres, entonces podría arreglarse esto, si su señoría pasaba
por ello, de modo que el padre fuese las vísperas de fiesta a la parroquia para
celebrar la misa al día siguiente, y otro día más, volviéndose ese segundo día
a la residencia de Belem, pudiendo despachar los asuntos de la parroquia
durante el tiempo que estuviera allí en las fiestas y domingos y que, puesto
que había telégrafo, si entre semana ocurría algún servicio urgente y puesto
que había ferrocarril, telegrafiasen siempre que fuera necesaria la presencia
del padre. Y como [85] el señor obispo manifestase interés en que no abando-
násemos la parroquia, aceptó y se conformó con la segunda proposición, con
lo que se consiguió lo que se deseaba, pudiendo, por lo tanto, vivir reunidos
los padres en conformidad con nuestro estado168. Respecto al otro punto, o
sea, a la exposición que pudiera haber de algún impedimento o denuncia por
la cuestión del hospital de variolosos, se hizo caso omiso, por cuanto todo se
reduciría a que si con el tiempo podía eso acarrear alguna dificultad o dis-
gusto, con dejar ese servicio del hospital estábamos del otro lado.
Así las cosas y satisfecho nuestro padre de esas gestiones para normali-
zar la regla de conducta que había de observarse en Belem de Pará y formali-
zar nuestra residencia, sin pérdida de tiempo dispuso que el superior, padre
Gregorio Tejero, se entendiese cuanto antes con el sacerdote encargado de la
iglesia de San Juan Bautista para que, conforme a lo acordado por el señor

168
Décadas 1, 406, con algunos cambios redaccionales

209
558 Mariano bernad

obispo en la cesión de la misma, se hiciera cargo de ella y de sus enseres bajo


inventario que debía firmar para su debida constancia. Todo se hizo y llevó
a cabo con la mayor actividad y sin ninguna clase de dificultad, tanto que ya
el día de San Miguel, 29 de septiembre, pudimos tomar posesión oficial, in-
augurándola con una solemnísima fiesta en día tan señalado para nosotros,
oficiando de preste en la misa nuestro padre y de ministros otros dos padres,
más otro padre que estuvo encargado del sermón de la fiesta, a la vez que de
la inauguración. Este padre fue el padre Gregorio Asín, quien como bastante
diestro en el idioma portugués, que es el que allí se habla, supo hacerlo como
correspondía a tan grande solemnidad. Desde ese día, pues, quedó bajo nues-
tro cuidado dicha iglesia de San Juan Bautista, pudiendo, por lo tanto, todos
los padres desplegar libremente su celo para trabajar en el servicio de Dios y
gloria de las almas. Quedaba, por lo tanto, solucionada favorablemente la si-
tuación de los padres en Pará, cosa importantísima que debe anotarse como
un beneficio muy grande de Dios nuestro Señor hecho a nuestra amantísima
Recolección agustiniana. ¡Bendito sea Dios!
Tomada posesión de la iglesia, como hemos dicho, y hecha la solemne
inauguración de la misma, principió a tener el culto correspondiente desde
el primer día, con gran contento de los vecinos, por la facilidad con que po-
dían cumplir sus deberes religiosos y satisfacer sus necesidades espirituales.
Quedaba, sin embargo, pendiente la cuestión de habitación para los padres
que fuese lo suficientemente capaz y decorosa para religiosos, y que al mismo
tiempo no estuviera lejos de la iglesia, pues ésta no tenía casa adosada, como
la tienen en otras partes, ni era fácil hacerla en aquel sitio por estar situada
en una plaza irregular, donde era difícil levantar otro edificio. Así que hubo
necesidad de buscar casa donde poder vivir del mejor modo posible.
[86] Había tratado nuestro padre con los religiosos de Pará sobre la con-
veniencia de pedir al Gobierno algún terreno al costado de la población, con
calles ya trazadas y sin edificios aún, para poder levantar allí con el tiempo
iglesia y convento propios con su correspondiente huerta, por cuanto daban
para todo aquellos terrenos, y creemos que hubiera sido fácil conseguirlos
del gobierno, ya por estar con él en buenas relaciones, ya por contar con per-
sonas influyentes, como era, entre otros, el diputado señor Hosanna, que nos
tenía gran afecto y cariño, con toda su familia, que han seguido siendo bue-
nos amigos, pero, habiéndose resuelto tan bien el asunto con el señor obispo,
se desistió por completo de ese pensamiento por no hacer falta para nada169.
De ese señor diputado, amigo nuestro, se valió nuestro padre para pre-
sentarse y entrar en relaciones con el señor Lemos, gobernador del estado
de Pará170, por quien fue recibido con todas las atenciones que se pueden
desear, ofreciéndose generosamente para lo que él pudiese hacer en bien de

Décadas 1, 406.
169

Antonio José de Lemos era alcalde de la ciudad, no gobernador del estado: supra,
170

I. Primeros años, nota 194.

210
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 559

los padres, y desde el primer momento se manifestó tan atento y deferente el


referido señor gobernador que se tomó la molestia de enseñarnos en persona
todo el edificio de la Intendencia, o sea casa gobierno con todas sus depen-
dencias, que no son pocas ni pequeñas, saliendo de allí muy agradecidos y
como buenos amigos. Se aprovechó entonces esa buena coyuntura para hacer
una recomendación especial a favor de los religiosos, que prometió atender y
tener presente. Sabemos que después cumplió aquel señor su palabra y que
por mucho tiempo siguieron las inmejorables relaciones, debido en parte al
buen servicio de los padres y al exquisito trato que tuvieron en llevar todos
los asuntos. Con pena hemos sabido últimamente que esas relaciones se en-
friaron por causas que no conviene expresar, pero que no era por culpa de los
padres, sino por miserias de esta vida171.
Ya hemos indicado que se quería a todo trance normalizar la situación
de los religiosos en Pará y que para ello se necesitaba alquilar una habita-
ción que sirviese para el caso, lo más cerca posible de la iglesia, para poder
atender mejor a su servicio. Se hicieron, pues, varias gestiones en este sen-
tido; por fin, después de averiguar y mirar por el asunto, al cabo de algunos
días se consiguió encontrar una casa de lo más a propósito en las actuales
circunstancias, por hacer esquina a la misma plaza de la iglesia. Algo carito
salía el alquiler, pero como en Pará todo es caro, no había más remedio que
pasar por ello y, por consiguiente, se hizo el trato conveniente que se convino
por ambas partes. No se pudo habitar enseguida por la cuestión de arreglos y
reparos de la casa, pero, gracias a Dios, este asunto quedó zanjado y arregla-
do como se quería, y muy a gusto de nuestro padre, con lo que, ya tranquilo
de la impresión recibida a su llegada, al ver cómo se encontraban los religio-
sos, aunque ocupados, cada uno por su lado. De aquí su empeño resuelto y
decidido a no dejar de la mano asunto tan esencial e importante.
[87] Seguía nuestro padre viviendo en la casa del párroco de Nazaret,
bien atendido y mejor tratado por nuestro buen amigo monseñor Amancio de
Miranda, quien estando como estaba delicado de salud, apenas podía ocupar-
se de los asuntos de la parroquia. De aquí que siquiera por gratitud tuviera
nuestro padre necesidad de ayudarle en cuanto podía, ya en la cuestión de la
misa como en el confesonario, que se iba aumentando de día en día, pues no
se pasaba uno sin que fuera buscado por la gente devota. Así que no le falta-
ba ocupación. Es verdad que se encontraba de huésped en aquella ocasión un
buen señor sacerdote de Ceará, cônego Ulises de Peñafort172, para ayudarle
también en muchas cosas, pero no era suficiente. En dicha casa se juntaban

171
Quizá coincidiera ese enfriamiento con la retirada de los frailes de la parroquia de
Santa Isabel-Moema en 1907 y el regreso de Asín a España: Décadas 1, 409.
172
Raimundo Ulisses Penafort (1855-1921), nacido en Jardim (Ceará), pueblo que
luego trocaría su nombre por el de Penaforte en honor de su ilustre hijo. Destacó como
periodista, orador y autor de valiosos libros religiosos, filosóficos e históricos: Enciclopédia
de Literatura Brasileira, San Pablo 2001. Se había ordenado de sacerdote en Belem el 2
mayo de 1880: Cronologia, 85. No gozaba del favor del obispo: infra, VIII. Carta 460.

211
560 Mariano bernad

los padres diariamente, ya con el objeto de saludar a nuestro padre, ya para


conferenciar y tratar de asuntos que pudieran convenir.
Y en ese tiempo, debido en parte al excesivo trabajo, sin duda, y debido
al clima, que no es muy sano, sin saber cómo vino a enfermar nuestro pa-
dre, sintiéndose sin fuerzas para nada y con unas calenturas que le dejaban
postrado, tanto que llegaron a alarmarse los padres, creyendo si sería la
fiebre amarilla, por lo que resolvieron llamar al médico de la Beneficencia
Portuguesa, muy amigo y conocido del padre Gregorio Tejero, puesto que
confesaba a las religiosas de aquel hospital, señor muy práctico y entendido
en su profesión, quien, al oír las explicaciones de los padres, les dijo resuelta-
mente: al padre me lo traen ustedes enseguida y sin pérdida de tiempo a la
Beneficencia Portuguesa. Donde está no lo podré atender como corresponde
por lo lejos y por no tener a mano lo que haga falta, mientras que aquí, en
el hospital, puedo estar encima a todas horas, y está todo a mano, con que
a traerlo aquí y nada más. Y en verdad que tenía razón aquel señor, como
pudo comprobarse después. Fueron, pues, los padres a la casa de Nazaret y
explicaron lo ocurrido, resolviendo conforme a lo manifestado por el señor
médico y disponiendo el traslado de nuestro padre al hospital de la Bene-
ficencia Portuguesa, donde, atendido con el mayor cuidado y esmero tanto
por el expresado médico como por las hermanas de Santa Ana, encargadas
del servicio del mismo, con tal acierto que a la semana de estar allí, pudo
entrar en franca convalecencia, después de haber pasado unas calenturas
perniciosas que lo pusieron en grande peligro, y a los quince días ya quedó
casi completamente bien, pudiendo celebrar la Santa Misa y ocuparse de
otras cosas.
Este percance, sin embargo, retrasó el despacho de algunos asuntos que
había entre manos y, por consiguiente, retrasó también el regreso al sur,
donde ya le estaban esperando los religiosos de aquella parte y donde no
faltaban atenciones. Todo esto ocurrió antes de la inauguración de la iglesia
de San Juan Bautista.
Libre ya de las molestias de la enfermedad, pudieron despacharse
cuantos asuntos quedaban pendientes, como la visita personal, arreglo de
libros y demás cosas convenientes a la vida religiosa, visitando también la
parroquia de Benevides, puesta a nuestro cuidado, dando reglas [88] ade-
cuadas a las circunstancias y por escrito a los padres para la mayor obser-
vancia posible de la vida religiosa en todas sus manifestaciones, conforme a
nuestro estado, quedando satisfecho de las buenas disposiciones que a todos
animaban, a fin de que bajo bases sólidas y seguras quedase bien asentada
nuestra situación en Pará. Y viendo nuestro padre que el personal que allí
había para poder cubrir las atenciones y desarrollarse algún tanto aque-
lla residencia, que prometía buenos resultados, les animó a seguir adelante
por el camino principiado, prometiéndoles que desde el sur, a su regreso, les
mandaría tres religiosos más para ayuda de las necesidades que se fueran

212
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 561

presentando, como en efecto los mandó en cuanto pudo, después de volver a


Minas y Ribeirão Preto, donde residía ordinariamente. Estos tres religiosos
fueron los padres Balbino Díaz, José Lambán y el hermano Pedro Pascual,
que debieron llegar a Belem en el mes de diciembre de este mismo año de
1900173. Con lo que quedó establecida y remediada esta residencia del mejor
modo que se podía y con grandes esperanzas de que había de progresar con
el tiempo, siempre que no faltase personal. Aquí terminamos por hoy los
sucesos de Pará y su historia, dejando para más adelante la continuación de
lo que pueda ocurrir.

[14. Fundaciones ofrecidas en Recife, Olinda y Mariana]

Tomadas, pues, todas las providencias y despachado cuanto había que


despachar, habiendo pasado en Belem, entre unas cosas y otras, mes y me-
dio, se dispuso y preparó el viaje de regreso, tomando pasaje en uno de los
vapores del Lloyd Brasileiro, en donde se embarcó nuestro padre con rumbo
a Río de Janeiro sobre el 10 de octubre, después de haberse despedido del
señor obispo y demás amigos, dando las gracias a todos por todas sus aten-
ciones, despidiéndose igualmente de los padres que quedaban con ganas de
que continuase aún por allí, pero que no podía ser por la urgencia que tenía
de volverse después de unos cuatro meses de ausencia.
Sin incidentes dignos de anotarse se hizo bien el viaje tocando en varios
puertos hasta llegar a Pernambuco, donde desembarcó nuestro padre el día
de santa Teresa y donde se detuvo una semana según les tenía prometido a
los padres carmelitas españoles, con quienes pasó días agradables. Coincidió
la llegada a este punto con la fiesta que los padres hacían a su santa Teresa
de Jesús, aunque ya se llegó al convento estando terminando la función.
Entonces fue cuando ocurrió lo que indicamos al pasar por Bahía sobre la
estancia de los padres agustinos recoletos. Terminada la función de la fiesta
de santa Teresa, al salir de ella los concurrentes, como es natural, nos fuimos
saludando. Entre ellos había dos canónigos de Pernambuco, y al enterarse
de que éramos agustinos recoletos, uno de ellos dio muestras de satisfacción
y alegría, y sin más preámbulos ni explicaciones, nos dice que se alegraba
mucho de encontrarse con agustinos recoletos, contando a seguida la historia
de aquel famoso predicador recoleto fray Bento da Trindade, del convento
de Bahía, famoso por sus brillantes sermones, la mayor parte de compromi-
so, tanto en Bahía, entonces capital de todo el Brasil, como en Pernambuco
y otros puntos, añadiendo que había impresos algunos libros de sermones
predicados por dicho padre y que tal vez se pudieran [89] encontrar en las
librerías de Pernambuco, asegurando como cosa cierta y fuera de toda duda
que el convento de agustinos de Bahía era de recoletos, lo que nos alegró
como puede suponerse. Terminó aquel buen señor su relato ofreciéndose con

173
Llegaron a mediados de enero de 1901: infra, VIII. Carta 460.

213
562 Mariano bernad

grandes muestras de afecto y congratulándose por haberse encontrado con


padres recoletos, cosa que él no creía tan fácil.
En cuanto nos despedimos y descansamos, faltó tiempo para rebuscar
e indagar por todas las librerías de Pernambuco para ver si se encontraban
los libros de sermones del ya citado padre fray Bento da Trindade, sin tener
la suerte de encontrar siquiera un ejemplar. Hablando de esto con los padres
carmelitas, nos ocurrió si podían tener ellos en su biblioteca un ejemplar,
pues no podíamos conformarnos con tener que marchar sin verlos siquiera,
por lo que fuimos a ver su biblioteca, donde, a fuerza de mirar y remirar,
tuvimos el consuelo de ver algunos tomos de diversos sermones, lo que fue
suficiente para que, no dejándolos de la mano, se les diera una buena pasada,
confirmándonos en que eran muy justos los elogios que se hacían del padre
predicador y de sus sermones. Lo sensible fue el no podernos hacer con algún
ejemplar, quedándonos sólo la esperanza de que tal vez pudiera encontrarse
en las librerías de Bahía174.
También debe consignarse en este lugar lo ocurrido con el señor gober-
nador eclesiástico de la diócesis sede vacante. Al visitar a este señor y tener
el gusto de cumplimentarle, se alegró sobre manera de ver religiosos y en
la primera entrevista manifestó tal empeño en que fundáramos en aquella
diócesis que llegó hasta pedirlo con grande insistencia a nuestro padre, ofre-
ciendo su apoyo incondicional y con bases y condiciones que podían aceptar-
se a ojos cerrados, particularmente la fundación en la capital Pernambuco y
en Olinda, capital diocesana175. No quedamos por entonces en nada seguro
por la cuestión del personal y porque en estas cosas no se puede ni se debe
correr. Sin embargo, le prometió nuestro padre que pensaría en el asunto y
que se haría lo que se pudiese por complacerle y así quedamos. Hablando de

174
Bernad no cejó en su empeño y al salir de Recife rogó a los carmelitas que si-
guieran buscándolo, cf. André Mª Prat, Carta a M. Bernad, 15 enero 1901: «Respecto del
libro de sermones de fr. Bento da Trindade, siento decirle que, no obstante las muchas
diligencias que empleamos para encontrarlo, no fue posible hallarlo en ninguna de estas
librerías. Según parece, se agotaron todas sus ediciones; hoy ya no se encuentra en venta
en ninguna parte»: Agoar, caja 86, leg. 5, n. 2.
175
Marcolino, con el que después mantendría alguna correspondencia: infra, VIII.
Carta 417. El obispo, Manuel Dos Santos Pereira (1893-1900) había manifestado esos
deseos un año antes, cf. E. Pérez, Carta a I. Narro, 5 julio 1899: «Avisado por Mons. Sa-
batucci de que el obispo de Olinda - Recife (Pernambuco), al nordeste del Brasil, deseaba
hablarme, me encontré con [un] venerable anciano de 72 años, muy deseoso de llevar
religiosos a su diócesis, necesitada como todas las del Brasil. Espera la respuesta de una
congregación francesa, a la cual ofreció la capellanía y confesonario de cuatro comunida-
des de religiosas de Santa Ana que están sin confesor, sin capellán y, por consiguiente, sin
misa, sin confesión y sin comunión. Si, como espera, es negativa, nos ofrece lo dicho con
pasaje, casa, pensión etc. Si los franceses aceptan, entonces nos daría algunas parroquias
cerca de la capital diocesana»: Agoar, caja 38, leg. 5. En carta del 14 de julio añadía: «El de
Olinda marchó anoche. Quedó en escribir a V.R. Quiere padres para el seminario y para
parroquias y misiones. El clima, dice que es suave. Es un anciano muy venerable y se ve
que habla de corazón. Desearía al menos unos 12 padres»: Agoar, caja 38, leg. 5.

214
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 563

esto con el padre prior de los carmelitas176 y tomando informes sobre estas
proposiciones, nos dijo que debíamos aceptar, porque allí se podía hacer mu-
cho y con ventajas. Lo mismo se expresó el rector del seminario con quien
tuvimos el gusto de tratar despacio, sacerdote bueno, entendido y celoso. A
este señor se le hizo ver qué actuaciones faltan allí, por cuanto había bas-
tante clero secular y dos comunidades religiosas –carmelitas y capuchinos–,
contestándonos que eso no era razón, porque todo y aún más hacía falta.
Con esto, y con los demás informes que se tomaron, todos favorables, parece
ser que nuestro padre tomó el asunto con cierto interés y aun se animaba a
ponerlo en ejecución tan pronto como se pudiese, sin resolverse por de pronto
de un modo definitivo.
Llegó la hora de despedirnos del gobernador eclesiástico, quien volvió a
la carga sobre lo mismo, en la confianza de que se le había de atender, con-
cluyendo por decirnos que se le mandasen ya los padres, por lo menos dos o
tres, que con eso se iría arreglando la fundación en [90] Pernambuco, tanto
más cuanto tenía necesidad de encargarles sin pérdida de tiempo la direc-
ción de una casa de religiosas, aparte de otros servicios importantes, termi-
nando con estas palabras. «Por Dios le pido, padre Mariano, que atienda a
mis necesidades y mándeme enseguida a dos padres». No se pudo hacer más
que prometerle una vez más que se haría cuanto se pudiese, tanto más que
abundaba nuestro padre en los mismos sentimientos. En otro lugar se dirá
los pasos que se dieron en esta cuestión con el resultado final que tuvieron.
Llegó el día de dejar Pernambuco y después de despedirnos de los bue-
nos padres carmelitas, nos embarcamos otra vez con rumbo a nuestro des-
tino, teniendo la satisfacción de encontrarnos en el vapor con el padre To-
más Espejo177, agustino calzado, que venía de Manaus, capital del estado de
Amazonas, que se trasladaba a São Paulo, siendo, por lo tanto, compañeros
de viaje hasta São Paulo, lo que siempre era un consuelo conversar con un
hermano más, con la ventaja de hacerse con su compañía más llevaderas las
molestias del viaje. Su salud no era muy buena y por esta razón se le trasla-
daba de clima para ver si conseguía mejorarse.
Seguimos el viaje tocando en varios puntos, tomando el correo y pa-
sajes, hasta que llegamos a Bahía, donde pensábamos desembarcar, en la
creencia de que habría tiempo suficiente para ver el convento de la Palma,
176
Andrés Prat i Sacrest (1842-1944): B. Velasco, Historia del Carmelo español 4,
208-09; Diccionari d’Història eclesiàstica de Catalunya 3, Barcelona 2001, 138.
177
Tomás Espejo (1866-1934) había vivido en Filipinas desde 1888 a 1898. Siendo
párroco de Pateros (Cavite) se entrevistó con Aguinaldo (11 enero 1897) y se le llegó a acu-
sar de haber pactado con él, especie que rechazó en el escrito Historia o relación circuns-
tanciada de la expedición del Generalísimo de Cavite Emilio Aguinaldo por los pueblos
de Taguig y Pateros…. En 1898 viajó al Brasil, siendo destinado a Manaus. De allí volvía
cuando se encontró con Bernad. En 1905 era rector del colegio de San Pablo. En 1906 re-
gresó a España por enfermo. Vivió algún tiempo en Gracia (Barcelona) y luego en Madrid,
donde murió en 1934: Gregorio de S. Vela, Ensayo de una biblioteca ibero-americana de la
orden de san Agustín 2, 323; Vergel agustiniano 7 (El Escorial 1934) 140.

215
564 Mariano bernad

de los antiguos padres recoletos, e indagar si podrían encontrarse los libros


de sermones del padre Bento da Trindade, pero con harto sufrimiento no
pudimos satisfacer nuestros justos deseos. Contra la costumbre, el vapor no
paró en el puerto más que unas tres horas y a larga distancia, de modo que
no había tiempo para ir y volver a tiempo, marchándonos con esa pena. ¡Todo
sea por Dios!178
De Bahía, y con buen tiempo, salimos en dirección a Victoria y Río de
Janeiro, habiendo pasado desde Pernambuco telegrama al señor obispo de
Victoria, avisándole de nuestra llegada próxima y el vapor en que íbamos,
por si acaso le ocurría tratar alguna cosa. Dicho señor se encontraba des-
cansando en el convento que llaman de la Peña, situado en un alto, con
grandes vistas a la mar, convento que fue de padres franciscanos y ahora
pertenecía a la mitra. Como ya estaba avisado, al avistar al vapor en que
veníamos se trasladó a Victoria y allí lo encontramos en su palacio, donde
nos esperaba, habiendo mandado dos de sus pajes al vapor para buscarnos
y acompañarnos.

[15. Dos nuevos misioneros]

No paró el vapor muchas horas, pero hubo tiempo suficiente para tener
el gusto de saludarle y aun para hablar con detención sobre lo más importan-
te. Allí recibimos con sorpresa la noticia de la llegada de España de los padres
Mariano Pena y Eugenio Sola, quienes desde Santos telegrafiaron a Victoria
preguntando por nosotros, contestándoseles que fueran allí, como así lo veri-
ficaron, y como nosotros tardamos aún bastantes días en llegar, resultó que,
por no aguardar más, dispusieron ya de los dos padres, enviándolos a Pau
Gigante, lo que dio motivo para que ni siquiera los pudiéramos ver, lo que fue
una verdadera lástima, por cuanto se [91] tenían otros planes, a pesar de que
el señor obispo nos dijo, como no podía menos de decirlo, que no era más que
provisional, hasta que viniéramos y dispusiéramos otra cosa. Sin embargo,
hecho ya el viaje y colocados como estaban, era ya difícil y hasta inconvenien-
te removerlos y tomar otras medidas. Así que se resolvió se quedasen en Pau
Gigante, punto importante y de porvenir, como ya se dijo en otro lugar, des-
pidiéndonos del señor obispo para tomar el vapor otra vez y continuar a Río
de Janeiro, término de nuestro viaje por mar y a donde llegamos sin novedad,
yendo a parar al convento de padres carmelitas, amigos antiguos.
Poco tiempo paramos esta vez en Río de Janeiro, por cuanto ya tenía-
mos ganas de llegar a nuestra casa y descansar algún tanto de tantos y
tantos viajes. Así es que al día siguiente por la noche tomamos el tren de
São Paulo, donde descansamos otro día con el objeto de poder saludar al
señor obispo y a nuestro amigo el señor provisor, cônego Manuel Vicente179,

178
Décadas 1, 440.
179
Manoel Vicente da Silva (Antonina 1851-San Pablo 1909) era uno de los ecle-

216
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 565

a quienes tuvimos el gusto de ver. Allí quedó ya nuestro compañero de viaje,


el padre Tomás Espejo, con sus padres, en cuya casa nos hospedamos, como
casa de hermanos.
Últimamente salimos para Ribeirão Preto, donde ya nos esperaban con
verdadera ansia después de una ausencia prolongada, y donde nos convenía
descansar un poco antes de pasar a tratar asuntos de importancia, que no
faltaban180. No hay para qué decir cuánto se alegraron todos aquellos buenos
padres al vernos volver buenos y sanos.
Ya puestos en Ribeirão Preto, en cuanto se tuvo el descanso conve-
niente, hubo necesidad de ocuparse de algunos asuntos, principiando por
el más urgente, que era la cuestión de presidente de la residencia. En otra
parte se indicó ya que por de pronto fuese el padre Juan Pablo Ruiz desde
el estado de Espíritu Santo, como lo verificó, cumpliendo las órdenes que
se le tenían dadas, y allí se encontraba dicho padre Juan ejerciendo sus
funciones a nuestra llegada. Resultaba por lo que estaba a la vista que el
padre Juan Pablo Ruiz, buen religioso y de confianza, pero como de mucha
edad, estaba ya sin fuerzas, gastado y muy cansado. Así que, no pudiendo
llevar ya tanta carga, pedía y suplicaba que no se le dejara de presiden-
te por no contar con fuerzas para ello. No estaba muy conforme nuestro
padre con esta solución, pero comprendiendo por estas y otras razones
de gran peso la conveniencia y aun necesidad de que dicho padre Juan
Pablo quedase libre de cargos para encontrar paz y tranquilidad, después
de bien pensado y meditado el asunto, se resolvió por dar gusto al padre,
dejándolo sin el cargo, como pedía y suplicaba, para lo que, y mirando por
el mayor bien de la residencia, se resolvió a dejar su morada de Uberaba y
venirse a residir en la casa de Ribeirão Preto181, gobernándola por sí mis-
mo hasta que las circunstancias aconsejaren otra cosa que pudiera conve-
nir, con lo que quedó zanjada esta cuestión de importancia suma, enviando
a la residencia de Uberaba al referido padre [92] Juan como punto sano y
más tranquilo para su estado actual, necesitado de descanso182. Se dispuso
así mismo que habiendo tanto trabajo en Ribeirão Preto, no bastando seis

siásticos más prestigiosos de la diócesis y amigo personal del obispo Antônio Cândido de
Alvarenga, que ya en 1878 lo había llevado consigo a la diócesis de Maranhão como secre-
tario particular. En 1898, al ser promovido a la sede paulista, lo nombró provisor y vicario
general. Sobresalió por sus dotes oratorias y su interés por la educación. Durante años fue
profesor del seminario y en 1890 fundó el Collegio Atheneu Paulista. Como buen amigo de
los recoletos, se ofreció a predicar en la inauguración de la iglesia de Ribeirão Preto, pero
ocupaciones inderogables no le permitieron cumplir su promesa: Décadas 1, 303.
180
Llegó a Ribeirão Preto el 3 de noviembre y salió el 16: infra, V. Juan Pablo Ruiz,
584 (236).
181
Ruiz presentó formalmente la renuncia el 30 de noviembre, apenas Bernad volvió
de Uberaba a Ribeirão Preto: infra. V. Juan Pablo Ruiz, 584 (236). Pero antes ya había
expresado su deseo de presentarla: supra, nota 117; infra, VIII. Carta 393, nota 93.
182
Juan Pablo salió para Uberaba el 30 de abril de 1901: infra, V. Juan Pablo Ruiz,
584 (236).

217
566 Mariano bernad

padres para atender a los servicios necesarios, se mandase venir de Espí-


ritu Santo al padre Eugenio Sola, que, joven todavía, podía prestar buena
ayuda en esta residencia de Ribeirão Preto. También se dispuso en esta
ocasión que el padre Juan Bautista Pereda, que había dejado Bagagem por
causas y conveniencias del caso, fuera a Pau Gigante con el padre Mariano
Pena en sustitución del padre Eugenio Sola183; y por último que, según lo
prometido, fuesen a Belem do Pará los padres Balbino Díaz, José Lambán
y el hermano Pedro Pascual, ejecutándose todas estas disposiciones con-
forme se iba presentando la ocasión, llegando todos a sus nuevos destinos
sin ocurrir nada de particular más que el tiempo necesario empleado en
las traslaciones y preparativos de los viajes184. Con este refuerzo dado a
Pará dicho se está que aquella residencia tomó ya otro aspecto más con-
solador.
Como nuestro padre había tenido hasta ahora su residencia oficial en
Uberaba y, teniendo allí sus papeles y documentos, tuvo necesidad de pasar
a Uberaba para recoger lo que hiciera falta, dejar allí de presidente al padre
Lucas Martínez y también para hablar y tratar varios asuntos con el señor
obispo, que residía en dicha ciudad. El padre Celedonio Mateo quedaba con
otro en el seminario y se le encargaba también la vicaría de aquella parte
del Triángulo Mineiro. A los 15 días de estar en Uberaba, despachados todos
los asuntos y después de haber conferenciado y hablado con el señor obispo
de los asuntos pendientes, se trasladó ya definitivamente a Ribeirão Preto,
poniéndose al frente de aquella residencia, con lo que ganó ésta lo que no se
puede explicar en pocas palabras. El padre Juan Pablo Ruiz salió para su
destino de Uberaba. Fue esto a primeros de diciembre.
Por este tiempo escribió con mucho empeño el señor obispo de Mariana,
don Silverio Pimenta, ofreciendo colocación a los padres. Se le contestó que
no había personal y que sólo para un caso dado se podría echar mano quizá
de algunos padres ancianos, que no estaban ya en actitud de poder trabajar
mucho, a lo que respondió que podían ir por allí, aunque fueran ancianos y
en esas condiciones. En vista de esto mandó a Mariana al padre Eugenio
Sola para que, hablando con el señor obispo, diese cuenta de lo que aquel
señor quería. Fue en efecto por allí con cartas de recomendación, pero por lo
que se trató y por los informes que trajo se vino en conocimiento de que nada
podríamos hacer por allí. El señor obispo era buenísimo y hasta tenía fama
de santo, pero eso no era razón ni motivo para mandar religiosos, y menos
ancianos, que ni podrían prestar esos buenos servicios, aunque tuvieran un

183
Eugenio Sola llegó a Ribeirão el 30 de enero de 1901. Pereda había abandonado
Bagagem a principios de julio de 1900: infra, VIII. Cartas 396 y 398, y residía en Ribeirão
desde mediados de ese mismo mes: infra, VIII. Carta 400. Viajó a Pau Gigante a principios
de mayo de 1901: infra, VIII. Cartas 497, 503 y 504.
184
Lambán llegó a Ribeirão Preto, procedente de Uberaba, el 10 de diciembre de
1900, y el 12 salió para Belem en compañía de Balbino Díaz y Pedro Rodríguez: infra, V.
Juan Pablo Ruiz, 584 (236).

218
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 567

padre joven que pudiera llevar el peso del trabajo, como quería indicar el
señor obispo. Así es que nada se pudo hacer185.
[93] Asimismo por este tiempo el gobernador eclesiástico de Olinda
(Pernambuco) y el padre prior de los carmelitas, por encargo suyo, escribie-
ron insistiendo en lo mismo que se había hablado a nuestro paso por aquel
punto, y se contestó diciéndoles que pronto se les daría alguna razón y que
esperasen un poco. Insiste de nuevo, y entonces, vista tanta insistencia, tele-
gráficamente se les pregunta si podía ir un padre por delante para preparar
las cosas, y preparar habitación para dos más, que se mandarían después de
estar todo arreglado y convenido, contestando también por telégrafo dicien-
do que viaje enseguida el padre, y que todo lo encontrará dispuesto186. Ante
semejante disposición de ánimo, ya no quiso nuestro padre aguardar más
y respondió destinando a Pernambuco al padre Eugenio Sola, ordenándole
que fuese a aquel punto, llevando cartas e instrucciones de cuanto tenía
que hacer en aquel punto, tratando el asunto con aquel señor gobernador
eclesiástico, poniendo las bases y condiciones por escrito firmado, relativas a
la fundación que se proyectaba, y, una vez convenidos, diese cuenta de todo
para que fueran dos padres más y llevar a cabo la fundación187.
Así las cosas y estando ya para partir para Pernambuco el padre Euge-
nio Sola y poner por obra cuanto se le tenía ordenado, vino el anuncio de haber
sido presentado para obispo de Olinda un tal señor Brito, que vivía en Río de
Janeiro; y con este motivo, a fin de que las cosas fueran en toda regla y con la
mayor seguridad, le pareció conveniente a nuestro padre ordenar a dicho padre
Eugenio Sola que, puesto que tenía que pasar por Río de Janeiro para embarcar-
se para Pernambuco, aprovechara esa ocasión para presentarse al señor obispo,
para el cual se le dio carta de recomendación, enterándole del objeto de su viaje.
No conocíamos a ese señor, pero eso nada quitaba para que desde un principio,
puesto que era el designado para aquella diócesis, se le guardasen ya sus consi-
deraciones, obrando ya con la mayor corrección y con claridad, ya que algún día
había de ser el prelado diocesano. Este proceder vino a ser providencial en cierto
modo y pudo librarnos de algunos disgustos para en adelante. Sucedió que al
presentarse el padre Eugenio dándole cuenta del objeto de su viaje y pedirle su
venia anticipada, venia de atención, no necesaria, puesto que aún no era obispo
ni gobernaba, se manifestó desde un principio contrario al proyecto, aconsejando
al padre que no fuese a Pernambuco, porque no estaba dispuesto a aprobar en
su día lo que en este sentido pudiera hacer el gobernador eclesiástico. Quedó

185
El obispo manifestó esos deseos en carta del 23 de diciembre: infra, VIII. Carta
444. Bernad le contestó el 10 de enero de 1901: infra, VIII. Carta 454, y a mediados de
marzo envió a Sola para que estudiara sobre el campo la situación y le informara. Sus
informes fueron negativos: infra, VIII. Cartas 481 y 486; también Carta 478.
186
Telegrama del 14 marzo de 1901: «Venha um padre fechar contrato capital; depois
virão outros. Vigário capitular»: Agoar, caja 86, leg. 6.
187
El borrador de esas normas: infra. VII. Nombramientos y circulares, 593-94 (245-
46).

219
568 Mariano bernad

muy admirado de esta declaración el referido padre Eugenio Sola, dando cuenta
de ella inmediatamente, pidiendo instrucciones de lo que convenía hacerse ante
semejante salida. Enterado nuestro padre de todo, se le contestó al padre Euge-
nio que no fuera ya a Pernambuco, sino que se volviese a Ribeirão Preto, pues
no procedía otra cosa ante semejante actitud del que con el tiempo había de ser
el obispo, pues era de temer que, al verse contrariado en sus sentimientos, diera
que sentir con el tiempo188.
[94] ¿Qué sentimientos animaban a aquel buen señor Brito? No lo sabe-
mos, aunque parece con que en la conversación se dejó escapar una palabra
diciendo que en Río de Janeiro una vez se encontró con un padre agustino
que venía del norte y que no le gustó su modo de proceder. ¿Sería verdad lo
que decía? Y de ser verdad en algo, ¿quién podía ser ese padre? No lo pode-
mos saber, pero lo que sí se sabe, por hechos posteriores y por noticias ante-
riores, que el mismo señor es muy poco devoto de religiosos; mejor dicho y
más claro, que no gusta ni quiere a las órdenes religiosas de ninguna manera
y, siendo esto así, ha sido un gran favor de Dios que hiciera antes aquellas
manifestaciones que se han dicho, con lo que nos hemos librado sin duda de
no pocos disgustos, que fácilmente pueden adivinarse, teniendo en cuenta
esos precedentes nada favorables. De modo y manera que fue un bien el no
haber seguido adelante la proyectada fundación de Pernambuco y es que
Dios nuestro Señor sabe disponer las cosas mejor que nosotros.

[16. Proyectos para Ribeirão Preto]

Volviendo a lo de Ribeirão Preto, ya hemos dicho la resolución de nues-


tro padre de ponerse él mismo al frente de esa residencia, trasladándose des-
de Uberaba después de dejar arreglados allí todos los asuntos pendientes,
lo que tuvo lugar a principios de diciembre de 1900, esperando que en dicho
punto habían de marchar bien nuestras cosas como en efecto así sucedió.
Había allí muchísimo trabajo y muchísimo servicio. Los padres eran muy es-
timados y buscados; así que en la parte moral seguíamos bien, bastante bien.
No era así en la parte material, pues, aunque gracias a Dios no faltaba lo
necesario para la vida, nada sobraba, sin embargo, para poder descansar los
religiosos con algún desahogo, siquiera fuese éste relativo. Aún se debía una
tercera parte del precio de la casa. Ésta era pequeña y bastante incómoda
para religiosos que necesitan vivir en silencio y sin ruidos, y esta incomodi-
dad aumentaba siempre que venían algunos de fuera.
Una y otra cosa merecían tenerse muy presentes para procurar con-
servarse lo mejor posible en todos sentidos. En la parte moral, para que no
decayese nuestro buen nombre; y en la parte material, para que se pudiera
vivir con más decencia y más holgura; y una y otra cosa eran miradas con el
interés que se requiere. En la casa se hicieron por de pronto los reparos más

188
Infra, VIII. Carta 488. También: supra, I. Primeros años, nota 144.

220
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 569

indispensables y también se pagó en poco tiempo todo cuanto se debía y a


los siete meses, o sea a principios de julio de 1901, al marcharse a España
nuestro padre, llamado para desempeñar su cargo, aún pudo dejar en caja
un fondo regular con que poder pensar en edificar iglesia, que tan gran falta
hacía.
A fines de mayo se esperaba la llegada a Santos de un nuevo refuerzo
de religiosos que venían de España, compuesto de seis religiosos que eran,
según el aviso que se recibió de antemano, los padres Gregorio Gil, Pedro
Ibáñez189, Juan Ruiz190, Andrés Aguirre191, Ángel [95] Pascual192 y el hermano
Hilario Bernal193, a los que fue a recibir en Santos nuestro padre Mariano
189
Pedro Ibáñez (1868-1936), de Torralba de Rivolta (Zaragoza). De 1890 a 1898
ejerció el ministerio sacerdotal en la isla filipina de Cebú: Sádaba, 674-75. A su regreso a
España en septiembre de 1898 encontró una situación familiar que le movió a solicitar
la secularización. En febrero de 1901 se ofreció para pasar al Brasil, a donde llegó muy
animado el 28 de mayo. Estudió con ahínco el portugués y el 23 de septiembre partió hacia
Bahía en compañía del p. Celedonio. Llegó con la salud quebrantada, lo que no le impidió
colaborar en la instalación de la comunidad en la ciudad: infra, VIII. Cartas 513, 522,
542, 548 y 559. En 1906 regresó a España, donde recorrió varias casas de la provincia de
San Nicolás, dedicado a la predicación, al confesonario y a actividades administrativas:
Avellaneda, 114-15. En el proceso apostólico de Tarazona (1926) rindió una interesante
declaración sobre la actuación de san Ezequiel durante el trienio que dirigió la comunidad
de Monteagudo: A. Martínez Cuesta, El Camino del deber, 47, 54, 61-62.
190
Juan Ruiz (1878-1973), natural de San Juliana (Alava). Profesó en noviembre de
1896. Antes de su ordenación sacerdotal, que tuvo lugar en diciembre de 1900, desempeñó
la cátedra de latinidad en el colegio de Puente la Reina, donde en marzo de 1901 se alistó
para las misiones de Brasil. En junio de 1901 estaba en Monte Carmelo, donde continuó
hasta agosto del año siguiente. Vivió en Brasil 65 de sus 96 años de vida, dedicado al apos-
tolado parroquial, a la enseñanza y a la formación de los religiosos. De 1909 a 1916 estuvo
fuera de la orden, al servicio de la diócesis de Pouso Alegre. De 1933 a 1936 fue prior del
convento de Villaviciosa de Odón y en la guerra civil española sirvió dos años de capellán
(1937-39): Sádaba, 789-90; Avellaneda, 264; ActaOar (1973) 408; Negotia procuratoris 1,
5-6 y 273: Agoar, sección Libros manuscritos.
191
Andrés Aguirre (1878-post 1926), natural de Fitero (Navarra), profesó en Montea-
gudo en 1896. Viajó a Brasil siendo todavía subdiácono. A raíz de su ordenación sacerdotal
(Uberaba, 21 diciembre 1902), estuvo de coadjutor en las parroquias de Dores de San
Juliana, Patrocinio y Ponte Nova, de la que fue nombrado párroco en enero de 1904. En
1905 fue destinado a San Pablo: Sádaba, 790. Después de su secularización (1909) se afilió
a la diócesis de Uberaba, donde administró las parroquias de Araxá (1911-25) y Conquista
(1926): Diocese Uberaba, 193, 208.
192
Ángel Pascual Benito (1879-1951), natural de Autol (La Rioja). Al igual que el
anterior viajó a Brasil siendo todavía subdiácono. Ordenado sacerdote en mayo de 1902,
fue destinado a la parroquia de Monte Carmelo. En 1904 pasó a San Pablo, donde durante
algunos meses fue profesor en la escuela de Lapa. En abril de 1905 volvió a Minas, a las
parroquias de Abbadía dos Dourados y Monte Carmelo (1908-09): Sádaba, 790. En noviem-
bre de 1909 consiguió la secularización, incardinándose en la recién creada diócesis de
Campanha: Negotia procuratoris 1, 36-37: Agoar, Libros manuscritos. En 1948 regresó a
la orden. Murió en Río de Janeiro el 27 de diciembre de 1951: ActaOar 1 (1950-51) 457.
193
Hilario Bernal (1849-1922), natural de Tudela (Navarra). Nada más llegar a Ma-
nila (1878) fue destinado a la hacienda de Imus, a la que dotó de presas y canales que
mejoraron notablemente su rendimiento. En septiembre de 1896 pudo escapar de los re-
volucionarios y refugiarse en Cavite y luego en Manila. En junio de 1900 regresó a España
y al año siguiente se embarcó para Brasil, donde le costó acomodarse. En Bahía, en donde

221
570 Mariano bernad

un día antes de su llegada para el más pronto despacho de sus equipajes en


las aduanas y demás que fuera necesario, acompañándolos después a São
Paulo y hasta Ribeirão Preto, donde debían descansar mientras se les daba
destino correspondiente a cada uno. Llegaron dichos religiosos sin novedad
y se hizo todo como queda indicado, y en Campinas, punto donde principia la
compañía de los ferrocarriles de la llamada Mogiana, se preparó todo para
que personas y equipajes fueran gratis, como ya se tenía conseguido otras
veces, pues es conveniente y justo notar y repetir el gran favor que siempre
nos venía prestando esa compañía brasileira por medio de su digno director
del movimiento de la misma, el señor don Jerónimo Campos Freire, muy
amigo nuestro, para poder viajar a todas horas por sus trenes sin dispendio
alguno, todo enteramente gratuito, cosa digna de agradecerse en todo tiempo
y que no debe olvidarse para que todos nuestros religiosos sepan correspon-
der como se merece favor tan singular194.
Para mayor comodidad, en este viaje de Santos a Ribeirão Preto se dis-
puso que tres de ellos fueran a hacer noche a la ciudad de Campinas, y los
otros tres, con nuestro padre, se quedaran en São Paulo, parando en la casa
que tienen allí nuestros padres calzados, para partir al día siguiente en el
primer tren y juntarse con los otros. No habiendo parado en São Paulo más
que una noche, no hubo lugar para ir a saludar y cumplimentar al señor
obispo, que dio lugar a cierta especie de queja, como falta de consideración,
pero habiéndose dado las explicaciones del caso y de cómo había sucedido, sin
tiempo para nada, se quedaron todos tan satisfechos y no hubo reclamos.
Después de descansar unos días, fueron los nuevos religiosos destina-
dos a varios de los puntos que se creyeron convenientes. En Ribeirão Preto
quedaron para ayudar en los servicios, y al mismo tiempo imponerse en el
idioma portugués, los padres Gregorio Gil y Pedro Ibáñez, más el hermano
Hilario Bernal para ayudar en el servicio doméstico. El padre Juan Ruiz fue
destinado a Monte Carmelo como coadjutor del padre vicario. Al padre An-
drés Aguirre se le destinó a la residencia de Uberaba, en el Alto d’Abbadía,
y al padre Ángel Pascual, al seminario de dicha ciudad de Uberaba para
ayudar al padre Celedonio Mateo195.
Con esto quedaron atendidas muchas de las necesidades. Y así fue pa-
sando tranquilamente el mes de junio, sin ocurrir cosa particular hasta que
llegó aquel telegrama del señor nuncio, de que ya se hizo memoria, man-
dando a nuestro padre Mariano se pusiera en camino para España y Roma

residió desde enero de 1902 hasta su muerte, puso sus conocimientos técnicos al servicio
de la casa y de otras comunidades religiosas: Sádaba, 610; Bpst 78 (1998) 159-60; Décadas
3, 694-96.
194
Joaquim Villac, Carta de M. Bernad, Campinas, 9 enero 1900, agradece su bendi-
ción y le concede un pase gratuito de ida y vuelta para dos misioneros, válido para el mes
de enero: infra, VIII. Carta 384; también Cartas 544, 566, 568 y 576.
195
Como queda indicado en las notas 191 y 192, ni Aguirre ni Benito eran todavía
sacerdotes.

222
fundaciones recoletas en brasil, 1899-1901 571

con el objeto de hacerse cargo de la comisaría general apostólica de nuestra


congregación para la que había sido nombrado por su Santidad el papa León
xiii, a lo que nada añadimos por haberse dicho en otro lugar.

[Conclusión]

[96] Suspendamos por ahora estos apuntes por más que aún falta mu-
cho que decir, por cuanto se han omitido muchísimos detalles de menor im-
portancia por no extendernos demasiado. Esos detalles con otras muchas co-
sas más de bastante interés, según tenemos entendido, obra en documentos
y cartas que están en el archivo general, donde podrían consultarse en su
día, si es que se creía [sic] conveniente para la historia completa.
Y no dudamos de que tiempo vendrá en que se haga algo en este sentido
para satisfacer los deseos naturales de muchos para conocer nuestras cosas.
Además que hay que tener presente lo mucho que se ha hecho y se está ha-
ciendo en aquel país, y lo mucho que se ha adelantado bajo todos conceptos.
Cosas todas que deben consignarse para venir al verdadero conocimiento de
los grandes trabajos llevados a cabo a fuerza de grandes privaciones y pe-
nalidades de todo género, sufridas por muchos religiosos que no han escati-
mado nada para poner allí a nuestra Recolección en el estado que se merece,
dando con ello mucha gloria a Dios y a la religión. Testimonios de esto se
encuentran a centenares, pero no decimos más.
Que otro competente en esta clase de historias se encargue de prose-
guirlas reuniendo los datos convenientes que creemos los hay en abundan-
cia. No faltará alguno que tenga mucho gusto en ello, con lo que abrigamos la
esperanza de que ha de resultar muy grato a Dios este servicio y de grandes
alientos a toda la Recolección agustiniana, nuestra buena madre.
[Mariano Bernad]

223

573

IV

Expediciones recoletas a Brasil

1899-1901

Misión 1ª

Salió del colegio de Marcilla el 23 de enero de 1899 y de Barcelona, en


el vapor Aquitaine Marseilles, el día 29, con destino a la diócesis de Goyaz.
Desembarcó en Santos el día 19 de febrero y llegó a Uberaba el 23.

1. P. Mariano Bernad del Pilar, presidente


2. P. Manuel Simón de San José
3. P. Marcelo Calvo del Rosario
4. P. Agustín Cristóbal del S. C. de Jesús
5. P. Jesús Aranda de San José
6. P. Nicolás Catalán de la Virgen del Villar
7. P. José Chivite de los Dolores
8. P. Manuel Ramos García de San José
9. P. Florencio Luis del Carmen
10. Fray Máximo Tabuenca de San José
l1. Fray Gregorio Íñiguez del Carmen
12. Fray Pío Antoñanzas de la Concepción
13. Hno. Pedro Pascual Rodríguez de la Virgen de Araceli
14. Hno. Blas Jiménez de los Dolores

Misión 2ª

Salió de Marcilla el 25 de abril de 1899 y de Barcelona el día 28, en el


vapor France, con destino a Uberaba. Desembarcó en Río de Janeiro el 17 de
mayo.

1. P. Celedonio Mateo de San José, lector, presidente


2. P. Santos Ramírez del Sagrado Corazón de María
3. P. Agustín Martell de Jesús
4. Hno Claudio Nalvarte de Jesús

225
574 Ángel Martínez Cuesta

Misión 3ª

Salió de Marcilla el 15 de junio de 1899, y de Barcelona el 28 con rumbo


a Belem de Pará. Llegó a Belem el 7 de julio.
1. P. Gregorio Tejero de San Luis Gonzaga, presidente
2. P. Gregorio Albo de San Luis Gonzaga
3. P. Sabino Canillas del Carmen
4. P. Teodoro Castillo de la V. de Nievas
5. P. Gregorio Asín de N. P. S. Agustín
6. Hno Juan Zamora del Carmen

Misión 4ª

Salió de Marcilla el 9 de julio de 1899 y de Barcelona el 11, en el vapor


France, con destino a Uberaba. Desembarcó en Río de Janeiro el día 29.
1. P. Juan Pablo Ruiz del Santo Cristo del Sudor, presidente
2. P. Juan López de San Blas
3. P. Dionisio Pueyo del Pilar
4. P. Ángel Maestro del Rosario
5. P. Celestino Ballesteros de la Virgen del Camino

Misión 5ª

Salió de Marcilla en dos grupos, uno el 8 y otro el 9 de septiembre de


1899, embarcándose juntos, en Barcelona, el día 11, en el vapor Aquitania,
con destino a Uberaba. Llegó a San Pablo el 4 de octubre.
1. P. Lucas Martínez de la V. del Romero, presidente
2. P. Manuel Arellano de San José
3. P. Balbino Díaz de la Concepción
4. P. Hilario Eraso de la V. de Araceli
5. P. Ambrosio Alcalde del Carmen
6. P. Juan Bautista Pereda de la V. de la Corzanilla
7. P. Antonio Martín de la V. del Romero
8. P. José Lambán del Pilar
9. P. Manuel Clemente de San José
10. P. Ramón Alegría del Smo. Cristo de la Cruz
11. P. León Sanjuán del S. C. de Jesús
12. P. Gregorio Miguel Jiménez de San José

226
EXPEDICIONES RECOLETAS A BRASIL 575

Misión 6ª

Salió del colegio de Marcilla el 24 de octubre de 1899, y embarcó en


Barcelona en el vapor Les Andes el 27 del mismo mes con destino a Uberaba.
Llegó a mediados de noviembre.
1. P. Ricardo Rupérez de la Concepción, presidente
2. P. Manuel María Guillorme de la Virgen del Villar
3. P. Gregorio Paredes del Carmen
4. Hno. Tiburcio Ledesma de San José

Misión 7ª

Salió del colegio de Monteagudo el 31 de agosto de 1900 y embarcó en


Barcelona en el vapor Satrústegui, el 3 de septiembre, trasbordando en Cá-
diz al vapor San Francisco, con destino a Vitoria, diócesis de Espíritu Santo.
Desembarcó en Río de Janeiro el día 28.
1. P. Mariano Pena de la V. de Ujué
2. P. Eugenio Sola del Carmen

Misión 8ª

Salió de Barcelona en el vapor Satrústegui, el día 3 de mayo de 1901,


con destino a Uberaba. Desembarcó en Santos el día 28.
1. P. Gregorio Gil de las Mercedes, presidente
2. P. Pedro Ibáñez de la Purísima Concepción
3. P. Juan Ruiz de la Virgen del Carmen
4. Fray Andrés Aguirre de la Concepción
5. Fray Ángel Pascual de San José
6. Hno Hilario Bernal de la Purísima Concepción.

Un total de 53 religiosos.

227
Algunas fundationes
agustino-recoletas en
Brasil, 1899-1901
V

los agustinos recoletos EN Vitoria,

Itapemirim y Ribeirão Preto*

Juan Pablo Ruiz, oar

[1. Viaje a Brasil y estancia en Vitoria]

[p. 1] Era el 11 de julio del año del Señor 1899 cuando nos embarcamos
en Barcelona en el vapor francés llamado «France» por orden de nuestro
reverendísimo padre comisario apostólico fray Íñigo Narro, habiéndonos
ofrecido espontáneamente para las misiones del Brasil en América del Sur
los religiosos siguientes: padre Dionisio Pueyo, padre Juan López, padre
Ángel Maestro y el que estos apuntes escribe, fray Juan Pablo Ruiz.
Nos pusimos en marcha como a las 12 del día, poco más o menos, hicimos
la travesía sin novedad y sin más percances que una pequeña descomposición
en la máquina debida a la mucha mar que hubo el día 26, lo que hizo se
atrasase el viaje un día, llegando a Río Janeiro el día 29 al amanecer. Total,
18 días escasos.
En Río Janeiro nos esperaba nuestro padre ex provincial y definidor
general padre Mariano Bernad del Pilar, el que nos destinó a un convento
de capuchinos, donde residimos unos pocos días el padre Juan López y yo,
marchándose para Uberaba aquella misma noche del 29 con tres compañeros y
quedándonos dos para marchar a Victoria a las órdenes del señor obispo. Como
el convento de padres capuchinos estaba lejos y nos dificultaba las diligencias
que teníamos que hacer para facturar y mandar a Uberaba los equipajes
de los tres que se marcharon para allá, nos trasladamos a otro convento de
carmelitas cerca de la mar, y ya nos era más fácil todo1. En uno y otro convento
fuimos bien tratados y atendidos con mucha caridad y amabilidad.
Llegó el día 4 de agosto y nos embarcamos para Victoria el padre Juan
López y yo en el vapor llamado «Espíritu Santo». Llegamos el día siguiente
como a las 12 del día, 24 horas de viaje, pero molesto hasta el extremo por la
bravura de estos mares. Pero, gracias a Dios, sin más consecuencias que las
molestias propias de un viaje difícil y penoso.

*
El manuscrito original conservado en Apst XXI, 1, no tiene título. Tanto este título
come los subtítulos entre paréntesis cuadrados son míos.
1
Infra, VIII. Carta 172.

229
578 juan pablo ruiz

[2] Llegamos a Victoria en ocasión en que el señor obispo estaba ausente


haciendo la visita pastoral2. Le escribí inmediatamente, haciéndole saber
nuestra llegada y ofreciéndole nuestros respetos3. Inmediatamente destinó
para cura de Santa Cruz al padre Juan López, y heme aquí solo con un
monseñor francés, provisor y vicario general4. Con él quedé sin religioso
alguno a mi lado desde que se marchó el padre Juan hasta la llegada del
señor obispo, que fue el 12 de octubre.
Esto necesita capítulo aparte. Ahora diré que el señor obispo no tiene
palacio y vivía en un cuartel viejo y sucio (tanta fue la atención del Estado
que pidió obispo y no dio casa donde vivir). Hoy el señor obispo ha hecho
el sacrificio de comprarse una casa para dar su residencia a las madres de
la caridad que, a petición suya, vendrán de Río Janeiro para dedicarse a la
enseñanza de las niñas. Al trasladarse el señor obispo a su nueva vivienda,
alquiló otra para residencia de los padres recoletos. Ambas están cerca de
la catedral, tanto que nuestra casa residencia tendrá acceso por el interior
a la sacristía. El objeto del señor obispo al fundar esta residencia es dedicar
a dos padres a enseñar el catecismo a los niños y pláticas doctrinales al
pueblo. Dios nuestro Señor bendiga con largueza su celo por sus súbditos
y por la caridad por los padres recoletos. Estoy esperando que venga a
ordenarse un paisano joven que hay en compañía del padre Agustín
Martell en la parroquia de Serra5. Si puedo conseguirlo del padre Mariano,
se quedará conmigo para que me ayude y me consuele en mi vejez. Se
consignará oportunamente.
Volvamos a nuestro capítulo interrumpido. Desde que se marchó el
padre Juan López a Santa Cruz, me quedé solo, desde primeros de agosto
hasta el 12 de octubre. En ese tiempo Dios me deparó muchos modos y medios
de sufrimiento que ofrecerle: tristeza, insomnio y otras cosas que no son para
[3] contadas y sí para ofrecidas a Dios, a fin de que, si sirven de algún mérito
en su santa presencia, no lo pierdan y punto.
Amaneció el 12 de octubre, día memorable en España, y con él el iris de
paz. Llegó el señor obispo y con él mi regeneración. Me comenzó a tratar con
mucha caridad y cariño. Al verme tan abatido y tan aniquilado, no sabía qué
hacer para animarme. Me aprecia mucho más de lo que yo merezco, me hace
comer a su lado y me llena de todas consideraciones6. Yo, por mi parte, no

2
Por esas fechas estaba practicando la visita pastoral a las parroquias de San Miguel
de Veado (actual Guaçuí) y Alegre. Desde mediados de julio a últimos de septiembre visitó,
además, Itabapoama (Presidente Kennedy), San José do Calçado, Conceição do Castello,
Rio Pardo (Iúna) y Alto Guancho: Visita, 37-48.
3
No he visto esta carta.
4
Juan Andrés Casela: supra, III. Relación, nota 140,
5
Máximo Tabuenca: supra, III. Relación, nota 29.
6
Infra, VIII. Carta 242: «O nosso padre João Ruiz vae sempre definhado e triste.
Tenho feito o que posso para animarlo. Pobre e santo velho, como deverá ter soffrido! Por
em quanto se sente muito abatido e desanimado, especialmente per ver-se sozinho».

230
los agustinos recoletos EN vitoria, ITAPEMIRIM Y RIBEIRão preto 579

economizo tampoco los medios de servirle y darle gusto en lo poco que puedo,
pues estoy todavía muy débil. Pero voy ganando poco a poco en fuerzas y carne.
Tardaré sin duda en levantar cabeza, pues mi campaña de sufrimientos ha
sido muy ruda. Hubo día que no suspiraba sino por un recoleto a mi lado para
irme al cementerio, pero Dios me conservó. Él sabe para qué y yo no. Todavía
sigo solo, sin religioso a mi lado y estamos a 30 de octubre.
En la actualidad no hay más personal en este estado que dos padres en
Guarapari, al sur, llamados padre Manuel Simón y padre José Chivite, y al
norte los padres [sic] Agustín Martell (éstos son los primeros que vinieron
a este estado y se pueden llamar los fundadores). Con él está un corista
subdiácono, próximo a ordenarse de diácono y sacerdote, en un pueblo
llamado Serra. Y en Santa Cruz, también al norte, está mi compañero
de viaje, padre Juan López. Los pueblos no están a grandes distancias y
gozan del privilegio de tener telégrafo. Por fin, como tenía indicado, llegó el
subdiácono fray Máximo Tabuenca y, precedidas todas las formalidades de
derecho, fue ordenado de diácono el día 19 de noviembre de este año.
El día 23 de este mes llegó el padre Ricardo Rupérez a esta capital a
esperar órdenes de nuestro padre Mariano.
El día 7 de diciembre salió el padre Ricardo por orden del señor [4]
obispo para la parroquia de Serra en substitución del padre Máximo. Éste
fue ordenado de presbítero el día 23 de diciembre por el excelentísimo y
reverendísimo señor obispo de esta diócesis, don Juan Bautista Correa Nery,
natural de Campinas, estado de San Pablo en el Brasil, con la rara coincidencia
de hallarse a las órdenes tres jóvenes españoles, llamados José Blanco y
González, natural de Tuy, Galicia; Francisco Rodríguez Letayo, natural de
Sesma, Navarra; y Luis Soriano y Lamies, natural de Zaragoza, los cuales
recibieron el diaconado7. Por fin llegó el día del cantamisa del reverendo padre
Máximo Tabuenca que fue el día 27, cuyo acto fue solemne y conmovedor,
honrando con su presencia y asistencia al solio el excelentísimo señor obispo,
oficiando de diácono el párroco de la catedral, Conde, vicario, canónigo don
Manuel Bermudes de Oliveira y de subdiácono el reverendo padre Agustín
Martell, recoleto, y asistente al solio el excelentísimo señor provisor y vicario
foráneo, Juan Andrés Casela, francés, y los nuevos diáconos don José Arturo
Pereira (éste predicó) y Eyigdio José de Martín, italiano8, desempeñando el
cargo de maestros de ceremonias el diácono Joaquín Manede Silva y el joven
minorista Octavio de las Llagas, secretario particular del señor obispo, siendo
apadrinado el nuevo sacerdote por su anciano paisano fray Juan Pablo Ruiz,
que es el que hace estos pobres apuntes.

7
En diciembre de 1900 el primero era secretario del obispo; y los otros dos
administraban las parroquias de San José do Calçado e Itapemirim, respectivamente:
Carta pastoral de D. José Corrêa Nery, 11.
8
En diciembre de 1900 residían todavía en Vitoria: el primero como pro párroco y el
segundo como capellán: Ibid.

231
580 juan pablo ruiz

Concluida la misa, se procedió a un acto conmovedor. A besar las


manos al nuevo sacerdote del Señor fue el primero el señor obispo, quien
con su presencia llenaba y honraba tal acto. Antes de proceder los demás al
besamanos, sentado como estaba en medio del presbiterio frente al pueblo, se
presentaron dos niñas con flores y hojas olorosas y comenzaron a cubrirlo con
ellas echándoselas encima, desde la cabeza a los pies. Aquello fue [5] sublime
y conmovedor. A seguida pasamos todos a besarle las manos y felicitarle por
tal acto. Excusado sería hablar de la solemnidad de la misa. Fue solemnísima,
con música, tiros y fuegos artificiales. Resultado: que tocaron a misa a las 10
y salimos a la 1. Y con esto cierro el desgraciado año 1899.

[2]. Año del Señor 1900


[En la catedral de Vitoria]

A principios de enero de este año marchó el señor obispo a Campinas


(Estado de San Pablo) a visitar a su madre, que estaba delicada de salud, y
pasar allá una temporada de vacaciones. Antes de salir hizo la separación
de la matriz, trasladándola con su vicario a una iglesia llamada de Santiago,
con lo que la catedral quedó independiente y a cargo de nuestro religioso
padre Máximo Tabuenca, y yo como auxiliar. El encargado, dicho padre
Máximo, quiso desplegar todo su celo por el bien de las almas, honra de Dios,
de nuestra orden y del señor obispo. Mas aquí naufragó todo su celo. Parece
que el infierno, envidioso de nuestros planes, se conjuró contra ellos. El
celoso religioso dio rienda suelta a su celo, instaló el catecismo en distintos
días para niños y niñas, halagándolos con dádivas de estampas, rosarios y
otras cositas que suelen cautivar el corazón de los niños. Nada de esto bastó.
Esto caducó y se suprimió por falta de asistencia. Promovió la devoción al
Santo Rosario, rezándolo él mismo a las 7 de la noche, y a los pocos días tuvo
que dejarlo por la misma causa que el catecismo. Parece que todo se conjuró
contra nosotros. Nos vimos en un absoluto abandono. No teníamos ni quién
nos ayudase a misa.
[6] Nos levantábamos por la mañana. Bajábamos a misa a la catedral.
Yo tomaba el camino de la puerta mayor a abrirla. El padre Máximo, a atizar
la lámpara del Santísimo y encender las velas para celebrar. Yo decía mi misa
y él me ayudaba. Concluida ésta, celebraba él y yo le ayudaba a él. ¡Vaya un
monaguillo de 63 años! Asistencia: unas dos o tres personas; algunos días,
ninguna.
Yo vivía en una casita alquilada por el señor obispo. A esto le llamamos
malamente residencia. Vivía solo y sin servidumbre, pues para comer tenía
que ir a la casa del señor obispo, donde residía el padre Máximo. La casita
no tenía excusado y he aquí los apuros para la limpieza. No había más que
un niño para servir las dos casas, pues, aunque viniese algún seminarista, se
tenían muy a menos en servirnos.

232
los agustinos recoletos EN vitoria, ITAPEMIRIM Y RIBEIRão preto 581

Ésta fue una crisis y una cruzada inexplicable. Todo se conjuró contra
nosotros. Hacíamos un papel muy desairado y, sobre todo, yo, que por viejo,
se me tenía por una cosa inútil. Ni siquiera se me dio o prestó un roquete
para asistir a los actos solemnes. Sólo yo salía a cuerpo gentil, cuando todos
los seminaristas, y aun legos, iban elegantes con sotanas y roquetes. Nótese:
esto cuando asistía el señor obispo o el provisor, que, estando solos, no había
funciones. Sólo sí había, estando solos, bendición con el Santísimo jueves y
domingos. ¡Pero vaya qué función! Si yo no asistía, tenía el padre Máximo
que hacérselo todo solo: él cantaba el Tantum ergo, él se preguntaba, él se
respondía, y él se lo hacía todo, y nótese: esto en una ¡catedral!
Nótese que el señor provisor no vivía con nosotros. Tenía su residencia
en un [7] convento del Carmen, donde hay hermanas de la caridad, recién
llegadas, que se dedican a la enseñanza cristiana. Sólo son tres y aun sobran,
pues es poca la asistencia, y el gobierno se dio pronto maña de abrir una
escuela normal (positivista) gratuita que antes tenía cerrada, por lo que
es de temer que las madres tengan que levantar el campo. Es una guerra
inaudita la que se hace por la masonería a la religión católica, y esto con
capa de buenos.
En ausencia del señor obispo me sucedió lo propio que queda consignado
al principio de estos apuntes sobre los sufrimientos físicos y morales y que
no repito por odiosos, bajo la férula del mismo señor provisor.
El día 13 de abril, Viernes Santo, se embarcó para Barra de San Mathéus,
anejo de San Mathéus, el reverendo padre Ricardo Rupérez, un día de vapor
poco más o menos al norte. Está ya al final de este estado y confín al estado
de Bahía. El día 20 del mismo mes nos embarcamos el padre Máximo y yo
para otra parroquia que el señor obispo dio al padre Máximo para regentarla
con título de interino. Esta parroquia, llamada Itapemirim, es la última del
estado hacia el sur, en la playa, camino ya de Río Janeiro, distante unas
40 leguas por mar. Esta villa es bonita con regular caserío, fundada a la
margen de un río distante de una visita que hay en la entrada, en la playa,
llamada Barra, debido a que está fundada en la misma bocana del río. No
puedo apreciar el número de habitantes por ser nuevos nosotros aquí y
porque todavía no nos hemos enterado, pero su clasificación eclesiástica es
de entrada. En el Brasil, la población está muy esparramada tierra adentro
en fazendas, haciendas o ingenios. Lo de menos importancia en habitantes
es la matriz. Los que viven en poblado se calculan en 2 mil habitantes.
[8] Con estos pobres apuntes y con la salida de Victoria finaliza nuestra
residencia en este estado, pero parece quedarían un tanto incompletos si no
dijera algo de la ciudad de Victoria, habiendo residido en ella nueve meses.
Lo haré, pues, no sin protestar antes de su inexactitud por no ser yo estadista
ni geógrafo. Súplalo todo la buena voluntad.
Victoria, capital del estado de Espíritu Santo, está situada al oeste este
en el Atlántico, distante de Río Janeiro 60 leguas por mar. Está al norte de Río

233
582 juan pablo ruiz

en las costas del Brasil, a los 20 grados de latitud sur y 42 y medio de longitud
oeste este de París. Está situada dentro de una ría estrecha, a unos 30 minutos
de vapor desde la barra. Tiene unos 10 mil habitantes. Está formada sobre un
monte, cuyos alrededores están poblados de casas y en su cima están la catedral
y algunas iglesias más de poca importancia. No tiene llano más que los bajos
montes al nivel del mar. Las calles todas son empedradas muy rústicamente,
y todo cuestas casi inaccesibles por lo pendientes y sucias; alumbrado pobre,
de petróleo; limpieza y policía, nula; los excusados a campo raso en garitas sin
alcantarillado; agua potable tiene; no hay paseos ni donde hacerlos, pues el
caserío llega hasta el agua del mar por aprovechar lo poquito que hay llano. El
caserío arriba es regular y hay casas bastante espaciosas, pero la mejor casa
que hay es la que fue colegio de padres jesuitas, hoy dependencias del estado.
La ría forma un bonito puerto muy abrigado y capaz, pero casi nunca se ve
en él un barco. Uno solo he visto en nueve meses y ése de vela, con un poco de
máquina. No hay paseos ni vehículos de ninguna especie. No he visto más que
uno. Verdad es que no hay por dónde usarlos. [9] Tienen teatro bueno, pero
cerrado: esto es muy pobre para ese lujo. Escuelas tienen varias gratuitas y no
sé si alguna de pago, pero todas ateas y positivistas; comercio poco y muy caro.
El único artículo de exportación, por lo que el puerto es bastante concurrido
hasta de vapores extranjeros, es el café. Vías de comunicación, caminos de
herradura malos; ferrocarril hay en proyecto, hay un pedazo que va para Río
Janeiro, que recorre 40 minutos. Esto es todo. Tranvías, ninguno.
En un monte alto, en la barra, hay un monasterio llamado Nuestra Señora
de la Peña, muy célebre y muy concurrido, fundado por un fraile franciscano
español llamado Pedro Palacios9. Hoy es seminario y residencia habitual del
señor obispo. La ciudad está rodeada toda y por todas partes de montes altos
con bosque abundante, por lo que es incapaz de extenderse. Tiene hospital,
administrado por seglares, hoy próximo a cerrarse por falta de recursos.
He dicho que las escuelas son ateas y positivistas, porque la Religión
Católica está eliminada de ellas oficialmente por el gobierno10. Laus Deo.
Mayo 4, 1900. Itapemirim, estado de Espíritu Santo
Fray Juan Ruiz

9
Convento da Penha, santuario fundado en 1558 por el franciscano descalzo
español Pedro Palacios (ca. 1500-ca. 1570) a 154 metros de altitud. En él se conservan
cuadros del pintor paulista Benedito Calixto sobre las invasiones sufridas por el convento.
Actualmente es la patrona del estado de Espíritu Santo: Basílio Rower, O convento de
Nossa Senhora da Penha do Espírito Santo, Petrópolis 31984; Maria Cristina L. Pereira,
«A imagem e seu lugar: Nossa Senhora da Penha na geografia simbólica capixaba»: Anais
do XXVI Colóquio do Comitê Brasileiro de História da Arte, Belo Horizonte 2007, 434-44.
10
Constitución de 1891, art. 72, & 6 ordenaba: «Será leigo o ensino ministrado nos
estabelecimentos públicos»: T. B. Cavalcanti, Las Constituciones de los Estados Unidos del
Brasil, Madrid 1958, 349.

234
los agustinos recoletos EN vitoria, ITAPEMIRIM Y RIBEIRão preto 583

[Ribeirão Preto y Uberaba]

El día 19 de mayo de este año se presentó nuestro padre Mariano a


girar la visita a los párrocos misioneros de este estado de Espíritu Santo, y
me destinó a esta residencia de Ribeirão Preto, en el estado de San Pablo, por
haber fallecido en Santos, camino para España, el reverendo padre Hilario
Eraso, que desempeñaba [10] este cargo. Me despedí de nuestro padre
Mariano en Itapemirim el día 26 y él tomó el camino para el norte y yo para
el sur, el para Pará a visitar nuestros hermanos y yo para esta residencia,
llegando el día 30, después de un viaje de un día por mar y dos por tren.
Aquí encontré a los padres fray Gregorio Paredes y Santos Ramírez con un
hermano lego llamado Tiburcio Ledesma, dedicados a la administración de
sacramentos y haciendo obras de caridad, recorriendo pueblos y haciendas,
desempeñando su ministerio con mucha caridad y haciendo frente a toda
clase de dificultades y venciéndolas con su celo apostólico. Los encontré
viviendo en una casa de pocas comodidades, pagando por ella un alquiler
subido, pues aquí cuestan caras las casas. Pagaban 20 duros mensuales y
gracias a sus desvelos y economías podían vivir regular. En la misma casita
tenían habilitada una habitación para capilla, donde celebramos misa y otros
ejercicios piadosos, habiéndose adquirido los padres muchas simpatías con
personas nobles y piadosas, las cuales ayudan con alguna dádiva y limosna.
El día 18 de junio pudimos ultimar y firmar escritura de propiedad a
nombre de nuestra corporación de una casa más capaz que ésta, facilitándonos
el camino el señor obispo para que quedase exenta de canon que pagaba a la
matriz de esta parroquia11.
Se anotará oportunamente cuando hagamos la traslación, pues es
susceptible de algunos reparos.
Debido al celo, privaciones y economías de los dichos padres pudimos
pagarla, costando nueve contos, que llaman aquí, equivalentes 1.800 duros.
Un conto equivale a un millón de reis, unos 200 duros. En el acto se pagó la
mitad, quedando por pagar la otra mitad a plazos. [11] Esto tiene sus altas y
bajas, según el valor del papel, pues aquí (por hoy) no hay dinero corriente.
La moneda usual es el papel.
El día 15 de julio de este año llegó aquí el reverendo padre Juan Bautista
Pereda por orden de nuestros prelados, procedente de Estrella del Sur, en
Minas, de donde tuvieron que levantar el campo él y el padre José Lambán
por contrariedades e imposibilidad de seguir allí.
El día 27 de julio de este año 1900 hicimos la traslación a esta nueva
casa, situada en la calle Florencio Abreu, nº 57. En el mismo día se bendijo la
capilla por el reverendo padre Santos Ramírez y desde ese día se comenzaron
a celebrar la misa y demás actos del culto divino.

11
Infra, VIII. Carta 393.

235
584 juan pablo ruiz

El día 12 de agosto de este mismo año llegó aquí el padre Balbino Díaz
procedente de Minas Gerais por orden de nuestros prelados regulares.
El día 3 de noviembre llegó a esta residencia nuestro padre Mariano
Bernad del Pilar, procedente del Pará, a donde fue a visitar a nuestros
hermanos residentes allí, después de una ausencia de cerca de seis meses,
pues salió de Uberaba en el mes de mayo, saliendo de aquí para Uberaba el
día 16 de éste después de habernos hecho la visita provincial.
En los últimos de octubre pagamos al dueño de la casa el segundo plazo,
2.500.000, restando por pagar dos millones. Éstos se pagarán en abril de
1901. Queda por lo tanto nuestra la casa de Ribeirão Preto.
[12] El día 30 de noviembre llegó aquí nuestro padre Mariano de vuelta
de Uberaba, a quien entregué la renuncia de superior de esta residencia,
haciéndole entrega de ella el día 1 de diciembre.
Día 10 de diciembre llegaron procedentes de Uberaba los padres José
Lambá n y Blas Jimù
65énez (este lego), y salieron para Pará el 12 de diciembre de 1900 padre
José Lambán, padre Balbino Díaz y Pedro Rodríguez, lego, a incorporarse
con los otros padres de Pará.
El día 30 de enero de 1901 llegó el padre Eugenio Sola, procedente de
Espíritu Santo, donde residía con el padre Mariano Pena.
En vista de las pocas comodidades que ofrecía la casa de Ribeirão y que
se esperaban seis más, por aliviarles algo la situación, pedí la traslación a
esta residencia de la Abadía en Uberaba, y que me fue concedida por nuestro
padre Mariano, a la cual arribé el día 30 de abril de 1901.
Aquí encontré a mi querido colateral en Filipinas por muchos años,
padre Lucas Martínez, superior de esta residencia, que tenía en su compañía
el padre Manuel Arellano y hermano Claudio Nalvarte. Esta residencia
obedece a que aquí hay un santuario de Nuestra Señora de Abadía y nuestros
padres mantienen el culto y viven de limosnas de la Virgen y algunas misas
que dan aquí (pocas) y otras que dan los superiores; y el párroco también
ayuda con alguna misa, pago del alquiler de la casa y una limosna mensual
de 20 duros para que puedan comer los que aquí residen.
En la fiesta, 15 de agosto, hay mucha concurrencia y entran abundantes
limosnas, mas de esto se hace cargo el padre párroco, no el capellán recoleto.
[13] El día 26 de junio vino aquí de Ribeirão Preto nuestro padre
Mariano a despedirse de nosotros, pues había recibido telegrama en que se
le llamaba a Roma por haber sido nombrado comisario apostólico de nuestra
corporación, quedando en su lugar el reverendo padre Celedonio Mateo.
[Juan Pablo Ruiz]
Apst xxi,1

236
VI

Nombramientos y Circulares

1. Nombramientos
a. El padre provincial nombra presidente de la misión a Manuel Simón

Manila, 8 de octubre de 1898

Fray Francisco Ayarra de la Madre de Dios.


Por cuanto es necesario nombrar un religioso que con carácter de pre-
sidente conduzca la misión que en breve ha de partir de Manila con objeto
de fundar en la república de Argentina, Brasil e Uruguay, en la parte que
comprende la diócesis de Montevideo, algunas residencias en que nuestros
religiosos puedan dedicarse al ejercicio del sagrado ministerio según lo acor-
dado por el venerable definitorio en sesión celebrada en este nuestro conven-
to de Manila el día 19 de agosto pasado y lo a nos manifestado por nuestro
reverendísimo padre comisario general apostólico en carta fecha en Madrid
a 7 de julio último. Por tanto, considerando que en el padre lector Manuel
Simón de San José concurren las circunstancias necesarias al efecto, por el
tenor de las presentes venimos en nombrar y lo nombramos presidente de
la misión que sale de Manila con el referido objeto, encargándole que tan
pronto como llegue al colegio de Marcilla, a donde por ahora se le asigna la
conventualidad, como también a los seis religiosos que van a sus órdenes,
dé cuenta a nuestro reverendísimo padre comisario general apostólico, de
quien aguardará las instrucciones que a juicio de su reverendísima fueren
más conducentes al mejor éxito de la empresa. Y ordenamos a los religiosos
misioneros hayan, tengan y obedezcan durante el viaje como a su legítimo
presidente a dicho padre lector fray Manuel Simón de San José, a quien,
dado que nuestro reverendísimo padre comisario general apostólico no tu-
viere a bien nombrar otro religioso, nombramos además vicario provincial de
los religiosos que componen la misión de su cargo con todas las atribuciones
que se detallan en las instrucciones dadas por el venerable definitorio sobre
el modo y forma que se habrán de fundar las nuevas residencias y cuya copia
es adjunta para conocimiento de los padres misioneros.
Am, libro 20, fol. 105rv. (copia)

237
586 nombramientos y circulares

b. El padre comisario apostólico nombra presidente de la misión a


Mariano Bernad

Comisaría General Apostólica de Agustinos reco-


letos de España e Indias

Madrid, 14 de enero de 1899

Fray Íñigo Narro de la Purísima Concepción, lector de la Sagrada Teolo-


gía y comisario general apostólico de agustinos descalzos de la congregación
de España e Indias.
Por cuanto con mucho agrado del provincial y venerable definitorio de
nuestra provincia de Filipinas, hemos dispuesto que 14 religiosos de la mis-
ma pasen con el carácter de misioneros de la provincia de San Nicolás de
Tolentino a la república del Brasil, estado y diócesis de Goyaz, y para ob-
tener más fácilmente el fin santo que con esto nos proponemos, atendiendo
a la virtud, ciencia y prudencia que concurren en el padre ex provincial y
nuestro definidor general, fray Mariano Bernad del Pilar, por el tenor de las
presentes y en uso de las facultades ordinarias y extraordinarias que nos
asisten, hemos venido en nombrar y nombramos al expresado padre Maria-
no nuestro representante especial en la citada misión de Goyaz para todos
los asuntos que a la misma directa o indirectamente se refieran; al cual da-
mos nuestras veces y voces, asiento y preeminencias que le competen como a
especial representante nuestro, encargando, como encargamos, al nombrado
padre Mariano que desempeñe su cometido con el celo y tacto que son de
esperar de su notoria religiosidad, conduciéndose con todos como verdadero
padre y procurando por cuantos medios sean posibles y prudentes la consoli-
dación y aumento de aquella naciente misión. Y mandamos a todos nuestros
súbditos de ella que tengan, reverencien y obedezcan al dicho padre nuestro
Mariano Bernad del Pilar como especial representante nuestro.
Dadas las presentes letras, firmadas de nuestra mano, selladas con el
de nuestro oficio y refrendadas por nuestro secretario en nuestra casa resi-
dencia de Madrid a 14 días del mes de enero del año 1899.
Fray Íñigo Narro de la Concepción

Por mandato de nuestro padre comisario general apostólico.


Fray Eduardo Melero del Carmen
secretario general

Agoar, caja 85, leg. 1

238
nombramientos y circulares 587

2. Cartas circulares y advertencias


a. A todos los religiosos de Brasil

En cumplimiento de las constituciones y de las normas del defi-


nitorio provincial de Manila para los misioneros que viajaban a
América, dicta algunas medidas concretas sobre esa materia

Uberaba, abril de 1899

A fin de que todos los religiosos de esta misión del Brasil guarden con
la mayor atención cuanto nuestras sagradas leyes ordenan respecto al santo
voto de pobreza que hemos profesado y a fin de dar el más posible y exacto
cumplimiento a lo que el venerable definitorio de la provincia de San Nicolás
de Tolentino, en junta celebrada en Manila el 19 de [agosto de 1898]1 dispu-
so y mandó en los puntos xv y xxii2, especialmente en los pueblos donde se
van estableciendo nuestros misioneros, se ha creído oportuno y conveniente
dictar las siguientes instrucciones a las que deberán atenerse los padres mi-
sioneros destinados a aquellos pueblos y de cuyo cumplimiento se les exige
la más estricta responsabilidad.
1ª No estando presentes el reverendo padre vicario o el superior que
fuere, quedan3 autorizados los padres misioneros para recibir y guardar
toda clase de invenciones y limosnas, donaciones, bajo cualquier título que
se designen, debiendo mandar todos los meses al reverendo padre vicario
una nota en que especifiquen todos los ingresos del mes finalizado, según la
cuenta que debe formarse en el libro correspondiente.
2ª Se autoriza a los padres misioneros para hacer y pagar de los fondos
que guardan en su poder todos los gastos ordinarios de cocina, en comida,
bebida, tabaco, sueldo de servidumbre y demás análogos que no admiten
demora, de todo lo que llevarán cuenta, enviando así mismo al final de cada
mes al reverendo padre vicario o superior nota del total gastado durante
el mes4.
3ª Se prohíbe a los padres misioneros hacer gastos extraordinarios sin
licencia expresa del superior en su día. Del mismo modo no podrán comprar
ropa u otros objetos que admiten demora sin la referida licencia del superior,
quien la concederá siempre que fuera necesario, para lo que deberán los
padres misioneros, al pedir la licencia que se desea, expresar los objetos que

1
En blanco en el borrador.
2
El acta del definitorio sólo tenía 21 números. Bernad se refiere aquí al punto xxi,
en que se ordenaba al vicario informar cada seis meses al provincialato de los gastos de la
misión: Recollectio 25-26 (29002-03) 570.
3
Están, encima del renglón.
4
En Agoar, cajas 84-86, se conservan varias cuentas semestrales de las distintas
parroquias.

239
588 nombramientos y circulares

se necesitan, con el valor aproximado de los mismos. Guardarán asimismo


como justificante la licencia concedida.
4ª Todo cuanto recibieren los religiosos compañeros, bajo cualquiera título
que sea, lo pondrán inmediatamente a disposición de sus respectivos misione-
ros, quienes lo apuntarán en el libro corriente de cuentas como cosa común.
5ª Cuando los padres misioneros carezcan de fondos para los gastos, lo
harán presente al padre superior para que éste disponga lo conveniente para
atender a sus necesidades.
6ª De esta circular e instrucciones sacarán copia los padres misioneros
para su gobierno.
Después del obedecimiento y enterado de cada uno de los misioneros
de los pueblos expresados al margen la devolverá a ésta de Uberaba el del
último punto.
Dios guarde a vuestras reverencias muchos años.
Uberaba, de abril de 1899
Agoar, caja 85, leg. 1, n. 9

b. Facultades enviadas a los padres Mariano Bernad y Patricio Adell


con potestad de comunicarlas a los religiosos de su obediencia5

13 de junio de 1899

1) Vescendi per iter et in locis ubi necessitas ac salutis incommoda id


exegerint, carnibus, ovis et lacticiniis in die jejunii ab Ecclesia et a propriis
legibus præscripti; ita ut ob salutis incommoda etiam ab observantia jejunii
exemptus remaneat.
2) Recitandi quindecim decades Rosarii B.M.V. si quandoque itineris vel
alia de causa absque gravi incommodo divinum officium recitare nequeat.
3) Celebrandi per mare missam super altari portatili, servatis servandis.
4) Celebrandi pariter missam etiam in terra super altari portatili, servatis
servandis.
5) Faciendi sacrum vel una hora ante auroram, vel alia post meridiem,
legitima occurrente causa.

5
Facultades tramitadas en Roma por el padre Enrique y enviadas al padre Bernad
en junio de 1899: infra, VIII, Carta 144.
Como puede verse en el documento siguiente, el 15 de septiembre Bernad comunicó
a los misioneros algunas de esas facultades. En 1901 Celedonio Mateo notará que los pa-
dres abusaban de la segunda: «Existen algunos abusos, v.gr., que me parece que exageran
el privilegio de rezar las tres partes del rosario en los viajes, pues no rezan el oficio si
tienen un día de descanso en el pueblo donde fueron»: infra, VIII, Carta, 543.

240
nombramientos y circulares 589

6) Indultum personale perpetuum altaris privilegiati ter in hebdomada,


servatis servandis.
7) Incipiendi recitationem Matutini diei sequentis hora secunda post
meridiem, nulla habita ratione temporis anni.
8) Benedicendi extra Urbem coronas precatorias, rosaria, cruces, ima-
gines Crucifixi, sacra numismata et parvas statuas sacras, cum applicatione
indulgentiarum, non exclusis quoad coronas illis quæ Divæ Birgittæ nuncu-
pantur. Item benedicendi ac imponendi sacra scapularia omnium congrega-
tionum et confraternitatum a Sancta Sede approbatarum, cum indulgentiis
concessis. Item erigendi sacras stationes Viæ Crucis, et benedicendi cruces
pro eadem, favore infirmorum.
9) Impartiendi benedictionem cum Ssmo. Crucifixo in fine concionum
Quadragessimæ, S. Adventus, Spiritualium Exercitiorum, Sacrarum Missio-
num, necnon et in mensibus martii in honorem S. Joseph; maii in honorem
B. M. V.; junii in honorem Ssmi. Cordis Jesu; octobris in honorem B.M.V. de
Rosario; et novembris in suffragium Defunctorum, previa licencia respectivi
Ordinarii loci, cum indulgentia plenaria lucranda in modum suffragii pro
fidelibus defunctis in Purgatorio detentis, ab omnibus qui vere pœnitentes,
et Sacra Eucharistia refecti, dimidiam partem prædictarum concionum au-
dierint; et etiam secundum Ssmi. Pontificis intentionem pro felici S. Matris
Ecclesiæ statu preces suas effuderint.
10) Impartiendi benedictionem cum indulgentia plenaria fidelibus in
articulo mortis constitutis.
11) Induendi se lintea interiori tunica et calceamentis adstante præ-
senti necessitate.
12) Legendi ac retinendi libros ab Apostolica Sede prohibitos, etiam
contra Religionem ex professo agentes, servatis servandis; quando necessi-
tas urgeat, illos impugnando, exceptis astrologicis, judiciariis, superstitiosis
et obscenis ex professo.
Agoar, caja 85, (varias copias); ed. Décadas 1,

c. Circular del p. Bernad a los religiosos de Brasil

Hace partícipes a los religiosos de algunas de las facultades reci-


bidas y censura severamente el uso de vestidos seglares

Uberaba, 15 de septiembre de 1899

Muy reverendos padres y compañeros:


Como verán vuestras reverencias, por la copia de nuestras facultades
que se nos acaban de conceder en Roma y que acompaño, se nos autoriza

241
590 nombramientos y circulares

para poder comunicar a nuestros súbditos el uso de las mismas, y teniendo


en cuenta las circunstancias en que nos hallamos en esta República del Bra-
sil, he tenido a bien hacer participantes a vuestras reverencias de las que a
continuación se expresan.
Concedo a todos los religiosos de mi jurisdicción el que puedan hacer
uso de las facultades 1ª y 2ª siempre que concurran las causas en ellas ex-
presadas.
Se concede a todos los religiosos obligados al rezo el uso de la 7ª facultad.
Id. se concede a todos los religiosos que puedan hacer uso de la 11ª fa-
cultad, pero de tal modo que la túnica interior de lino, hilo o algodón no ha
de tener cuello alto ni llevar en los puños gemelos ni otros dijes, procurando
que las mangas y puños de tela, túnicas de lino, vulgo camisa, sean si no tan
anchas como las túnicas de estameña, a lo menos parecidas.
Respecto al calzado para guardar la mayor uniformidad posible, sola-
mente se permite el uso de zapato bajo, no bota ni botinas, que solamente se
podrán usar en tiempo de grandes lodos, y también montando a caballo.
A los superiores de nuestras misiones y residencias, mientras sean tales
superiores y no estando yo presente, se les concede el uso de las facultades
4ª, 5ª y 6ª, 8ª y 10ª, pidiendo además determinar que puedan hacer uso de las
mismas los religiosos sacerdotes compañeros de misión o residencia en cada
caso particular que se ofreciere.
Aprovecho esta ocasión para manifestar a vuestras reverencias la gran
pena y sentimiento que ha experimentado mi alma al serme denunciado hace
pocos días que algunos religiosos, sin que aparezca causa grave y urgente que
lo justifique, se han despojado del santo hábito, presentándose vestidos de se-
glar con desdoro de nuestras religión agustiniana hasta en sitio sagrado. Callar
y no dar la voz de alerta siquiera en estos momentos sería en mí criminal y
no tendría perdón de Dios. Vean vuestras reverencias lo que dicen nuestras
constituciones sobre este particular y juzguen. Si algún religioso, pues, olvida-
do de sus deberes, por ligereza, sin motivo justificado grave y urgente y sin la
debida licencia, cuando haya lugar para pedirla y obtenerla, llegue al extremo
de permitirse esas libertades, aunque con dolor y contra mi voluntad, me vería
precisado a tomar las medidas convenientes. Espero no llegue este caso, con-
fiado en que los superiores de las residencias tendrán en ellas mucho cuidado
y vigilancia, pero sí hago esta advertencia para que todos vivan prevenidos y
que miren este asunto como debe mirarse, como serio y trascendental, que lo es
verdaderamente en este país, mucho más ahora en los principios, en que todos
tienen puesta la mira en nosotros, y en donde por desgracia no faltan enemigos
de Dios, de su santa Iglesia y de las órdenes religiosas. La mayor contestación
que podemos dar es el buen ejemplo, la buena conducta religiosa interior y ex-
terior, que se vea lo que somos en todos nuestros actos. Y ciertamente el andar
un religioso en traje secular no tiene nada de edificante; al contrario, lo que se
consigue es el escándalo de los buenos y al mismo tiempo se facilitan armas

242
nombramientos y circulares 591

a los malos para que con razón hablen mal de nosotros y aun nos desprecien.
Mucho más podría decir, pero no quiero aumentar ni una palabra sobre esto6.
Leída ésta a los compañeros, procuren vuestras reverencias quedarse
con copia, así como de las facultades, no estando de más abriesen en cada re-
sidencia un libro -cuaderno para asentar cosas análogas a ésta, así como otro
cuaderno los nombres de nuestros difuntos por las obligaciones cumplidas a
favor de los mismos.
Agoar, caja 85

d. Visita de nuestra residencia de Ribeirão Preto por n. p. ex provincial


fray Mariano Bernad del Pilar, representante de nuestro reverendísimo comi-
sario general apostólico en el Brasil, con todas sus facultades

Manda abrir un libro para copiar las circulares de los superiores

8 de noviembre de 1900

No habiendo en esta residencia libro destinado para asentar en él las


órdenes superiores y circulares y no siendo conveniente el que tanto unas
como otras anden en papeles sueltos que fácilmente pudieran extraviarse,
mandó S.R. que de hoy en adelante se escriban todas en un libro destinado
para ese objeto en que se escriban todas las circulares habidas desde un
principio, dando comienzo por copiar las determinaciones del venerable defi-
nitorio sobre estas residencias de América.
Y autorizó S.R. de que este mismo libro sirva para ese fin.
Así lo ordenó y mandó a N.P. Fr. Mariano Bernad del Pilar, de que yo el
infrascrito secretario doy fe. Fr. Mariano Bernad del Pilar; fr. Gregorio Pare-
des do Carmo, secretario.
Apst, xxxiv, 1

e. Advertencias que deberán tenerse presentes en nuestra residencia de


Ribeirão Preto

Ribeirão Preto, 8 de noviembre de 1900

Debe procurarse por todos los religiosos, bien sean permanentes, bien de
paso, el cumplimiento exacto de todo lo determinado por el venerable definito-
rio en sus xxi determinaciones en la parte que a cada uno le corresponda.

6
No parece que esta severa llamada al orden surtiera efecto. En septiembre de 1901
su sucesor se vio obligado a volver de nuevo sobre ese abuso, que continuaba siendo bas-
tante general: infra, VIII, Carta 543.

243
592 nombramientos y circulares

Respecto a la oración de la mañana y tarde, se hará siempre en comu-


nidad, así como el santo rosario a las horas que el superior de la casa crea
convenientes y más libres de otras ocupaciones.
Deberá procurarse también, siempre que se pueda, rezar el oficio divino
en comunidad en la capilla, aunque sea sin las ceremonias, por haber pocos
religiosos, y nunca deberá omitirse la serótina, que bien puede tenerse antes
o después del rosario.
En las refecciones se hará siempre la bendición y acción de gracias co-
rrespondiente, todo completo. Cuando esté la comunidad se tendrá siempre
la lectura durante las refecciones, que sólo podrá dispensarse en casos parti-
culares, que juzgará el padre superior de la casa.
Respecto al peculio particular, que no debe existir, todo cuanto se ad-
quiera por todos y cada uno de los religiosos, bajo cualquier título que sea,
se entregará al padre superior para que éste lo ponga y anote en las cuen-
tas de la casa como cosa común de todos y siempre a disposición de los
superiores.
La puerta de la casa estará siempre cerrada, siendo muy conveniente
que haya un encargado de abrir cuando llamen o se salga de la casa, y dar los
recados convenientes. Cuando este encargado esté ocupado en otras cosas,
avisará a otro para que se encargue de este servicio mientras está ocupado
o se halla ausente.
Ningún religioso podrá salir a la sala de visitas sin ser antes llamado,
con conocimiento previo y aprobación del padre superior.
Toda la correspondencia de la clase que quiera, tanto la que entra como
la que sale, pasará siempre por manos del padre superior.
Ningún religioso saldrá fuera de casa sin la venia del superior, para
que éste sepa dónde está cada uno: para el mismo fin, a la vuelta se le pe-
dirá el benedicite. Del mismo modo ninguno, sin contar antes con su apro-
bación, y a fin de evitar compromisos duplicados de días de misas, otros
servicios etc., ninguno se comprometerá por sí y ante sí de esas cosas, sin
su conocimiento.
No debe omitirse, siempre que se pueda y haya ocasión para ello, la
confesión sacramental semanal.
Respecto a la dispensa de los ayunos de la orden, se deja a la prudencia
del superior de la casa, habida cuenta de la edad, estado de salud y trabajo
de los religiosos. Los viernes, sobre todo, debería ayunarse por todos, en lo
que fuera posible.
Todas las noches, antes de acostarse, se avisará a todos los sacerdotes
la hora y lugar donde han de celebrar la misa al día siguiente, no alterando
este orden sin necesidad urgente, en cuyo caso se avisará a quien correspon-
da de la alteración que haya.

244
nombramientos y circulares 593

Fuera de los actos de recreación deberá guardarse el silencio por todos,


ya para no incomodar a los demás, ya porque así conviene y debe ser. En
todas partes deben evitarse los ruidos y ritos descompasados.
Procúrese por todos evitar las murmuraciones, en particular de las per-
sonas eclesiásticas. Pocos o ningún bien debe esperarse de la murmuración;
al contrario, de ella se originan no pocos males.
Para gastos extraordinarios y de alguna consideración será conveniente
siempre oír el parecer de los padres de la casa y no proceder a ellos antes de
ser aprobados. Cuando los gastos sean de bastante cuantía, deberá esperarse
la aprobación del padre vicario.
Estas advertencias serán copiadas en el libro de órdenes y se tendrá
una copia de ellas en público, para que todos se enteren de ellas y no se pue-
da alegar ignorancia.
Fr. Mariano Bernad del Pilar (rúbrica)

Agoar, caja 85, leg. 1; Apst xxxiv-1 (copia)

f. Notas e instrucciones para Recife

Ante todo es preciso asegurar la fundación de una residencia en


la que, al menos, puedan vivir tres religiosos. Si no hay iglesia
disponible, pídase al vicario general que procure conseguirnos
un terreno, aunque sea fuera de la ciudad, para construir en
él una iglesia propia de la orden. Después se podrá pensar en
parroquias

Marzo de 19017

Tratar con el excelentísimo señor vigário capitular sobre la misa de la


hermandad tal y firmar el contrato por el tiempo que se estime conveniente
o mientras estemos allí.
Aprobación de la residencia por el diocesano o vigário capitular, la cual
residencia se compondrá por lo menos de tres religiosos, aumentando ese
número cuando se pueda y convenga, y en la que los religiosos guardarán en
un todo sus reglas bajo la disciplina regular.
Tratar también con el excelentísimo señor vigário capitular sobre la
capellanía de la Santa Casa o de otro establecimiento, conviniendo y especi-
ficando las bases o condiciones por ambas partes.

7
El original carece de fecha. Debe de datar de mediados de marzo de 1901, que es
cuando a requerimiento del vicario capitular (14 marzo), decidió enviar al padre Sola a
Recife en plan de explorador: infra, VIII, Cartas 481 y 486.

245
594 nombramientos y circulares

Si no hubiera lugar o «capella» que se pueda adjudicar a los religiosos


para uso y necesidades propias de la comunidad, se procurará que el señor
vigário capitular, con su influencia y demás medios poderosos de que dispo-
ne, nos proporcione algún terreno suficiente para en su día poder fundar allí
casa e iglesia de la orden, cuyo terreno no importa esté a alguna distancia,
con tal que sea fácil la comunicación y que esté en punto habitado.
Respecto a parroquias, se deja este punto para cuando se pueda dispo-
ner de personal para ello. Hay que principiar por la base de la residencia,
hasta que quede bien fundamentada.
Nada se dice de la ayuda que puedan prestar los religiosos en confe-
siones y otras funciones del ministerio sacerdotal, porque ya se sabe que,
siempre que se puede, se prestan los religiosos a estos servicios.
El señor vigário capitular desea que nos hagamos cargo de la parroquia
de Olinda. Si hubiera posibilidad y aun facilidad de atender a los servicios de
la capital y de la hermandad, viviendo en Olinda, tal vez pudiera combinar-
se todo, estableciendo allí la residencia, sobre todo cuando se junten por lo
menos tres sacerdotes, si bien esto hay que pensarlo detenidamente, porque
Olinda creo que no es tan saludable como la capital.
Sin ceder en nada cuanto pueda oponerse a nuestra independencia con-
forme a nuestro estado y la disciplina regular, al tratarse de estas cuestiones,
si es que se tratan, téngase mucho cuidado en no herir la susceptibilidad del
ordinario, siendo como son cosas tan delicadas que deben siempre tratarse
con la mayor prudencia posible.
Agoar, caja 85, leg. 1 (borrador)

g. Circular de despedida

Aun cuando había venido al Brasil «para estar poco tiempo»,


estaba decidido a «permanecer aquí, al lado de mis buenos her-
manos» y proseguir «en la obra comenzada hasta que Dios nues-
tro Señor dispusiera» otra cosa. Órdenes de Roma le obligan a
despedirse de ellos y viajar a Madrid para ponerse al frente de
la congregación

Residencia de Ribeirão Preto , y julio 9 de 1901

A todos los religiosos de……


Amadísimos padres y hermanos míos:
La voz de la obediencia me llama a otra parte y me obliga a separarme de
vuestras reverencias. Vine a este país, desconocido por todos nosotros, rogado
por nuestros superiores, que miraban por la vida y porvenir de nuestra amada

246
nombramientos y circulares 595

provincia de San Nicolás de Tolentino, afligida, como saben, por causa de los
grandes disturbios de Filipinas, y vine, al parecer, para estar poco tiempo.
Mas, como el hombre propone y Dios dispone, sucedió que me he demo-
rado en estas tierras más tiempo de lo que se creía. Un conjunto de circuns-
tancias, por una parte8, que no es del caso exponer, y, por otra, mi resuelta
voluntad de participar en las penalidades y privaciones que en una tierra
nueva para nosotros, por necesidad habíamos de pasar, todo esto unido, por
más que estuviera en libertad de volverme a España a cualquier hora, ha-
cía que me determinase a seguir y permanecer aquí, al lado de mis buenos
hermanos, seguir su suerte, sin pensar en otra cosa y mucho menos en sepa-
rarme de ellos. No pensaba, por lo tanto, moverme y dejar el sitio del honor,
como suele decirse, sino seguir adelante en la obra comenzada hasta que
Dios nuestro Señor dispusiera las cosas de modo que pudiéramos abrigar
esperanzas de algún adelanto y descanso relativo, o abandonar, por fin, la
obra, si es que no era voluntad de Dios que siguiéramos aquí. Gracias a Dios,
nuestra situación en este país no es tan mala que no deje esperanzas fun-
dadas de que, andando el tiempo y con la ayuda de Dios, se ha de conseguir
no poco, sobre todo, habiendo por parte nuestra mucho amor de Dios, mucha
abnegación, mucho celo por su gloria y muchos deseos de trabajar y hacer
alguna cosa por la vida y honra de nuestra amantísima Recolección agusti-
niana y nuestra tan perseguida como afligida provincia de San Nicolás de
Tolentino.
Ya saben vuestras reverencias cómo están las cosas en este miserable
mundo, y más hoy día que hasta en nuestra patria se han levantado todas
las furias del averno contra las congregaciones religiosas y contra la Iglesia
de Jesucristo. Pues bien, teniendo en cuenta todo lo expuesto en las líneas
anteriores, y mirando por la vida y por el honor de nuestra amantísima Re-
ligión, a pesar de mi edad y de mis pocas fuerzas, era mi ánimo el continuar
aquí hasta que más no pudiese o hasta la muerte.
Así las cosas y sin pensar en más, he sido sorprendido, con dolor de mi
alma, por una orden del excelentísimo señor nuncio del Brasil, en que me
manda partir inmediatamente para España, pasando antes por Roma, si
es posible, para recibir instrucciones, por haber sido nombrado comisario
general apostólico de la orden por el papa y congregación de Obispos y Re-
gulares.
Sorpresa ha sido ésta muy grande para mí, que me tiene completamen-
te abatido, y no sé ni qué pensar ni qué decir ante una orden tan inespera-
da, mucho más considerando mi pequeñez y muchísimo más considerando
y viendo los horizontes tan obscuros y difíciles. ¿A quién apelar en esta si-
tuación? No lo sé. Se me exige un sacrificio, y no me queda otro recurso que
abandonarme en manos de Dios y que sea lo que Dios quiera.

8
Lizarraga, 473, omite esta expresión.

247
596 nombramientos y circulares

Saldré, pues, dentro de breves días, dejando esta tierra y dejando aquí
a mis buenos hermanos con el mayor sentimiento y hasta con cierta envidia
de verlos trabajar como trabajan por Dios y por las almas. La necesidad me
obliga a separarme de vuestras reverencias con el cuerpo, pero puedo ase-
gurarles que mi pobre espíritu seguirá aquí, y que mi pobre corazón queda
aquí, y siempre se ocupará en pensar especialmente en vuestras reverencias,
animándolos, si fuere necesario, que no lo es, para continuar cada uno en su
puesto, trabajando con brío y decisión por Dios, por las almas, por nuestra
santa Religión y por nosotros mismos. La recompensa de tantos trabajos es
segura, segurísima. Tal vez no la tengamos en este mundo, pero no faltará en
el otro. No faltará Dios a su promesa.
No quiero extenderme más, y sólo me despido de todos por medio de es-
tas líneas, ya que no puedo hacerlo de otra manera, enviando a todos y cada
uno un cariñosísimo adiós y un fuerte abrazo fraternal.
Pido a todos un favor especial, cual es el de que pidan a Dios mucho por
mí, que mucho necesito de la ayuda de todos, necesidad que todos compren-
derán sin que yo se lo diga, que yo tampoco me olvidaré de todos.
Que Dios nuestro Señor acompañe siempre a vuestras reverencias en
todo tiempo y toda ocasión, y dispongan de este su afectísimo y humilde
hermano.
Fray Mariano Bernad del Pilar

Apst, xxxiv-1; Agoar, caja 84, leg. 1 (borrador); ed. Lizarraga, «Mariano Ber-
nad, último comisario…», 472-74

248
VII

Documentos sobre las colonias de Pará

1. Bases para um contracto que terá por fim fundar Missões no Estado
e Diocese do Pará dos Estados Unidos do Brazil

Roma 18 de novembro 1898

O fim principal das Miss������������������������������������������������


õ�����������������������������������������������
es é chamar os índios ainda selvagens aos bene�
fícios da civilisação christâ; para o que será preciso instruil-os e educal-os.
Em cada missão haverá escolas e internatos para meninos e para meni�
nas, sob a direcção immediata de religiosos e religiosas.
Além da instrucção religiosa, os reverendos missionários ministrarão o
ensino dos rudimentos das lettras –leitura, escrita, cálculos elementares– e
ensinarão aos meninos ­–e também aos adultos– a agricultura e as artes mais
necessárias.
O Governo, por seu lado mandará edificar em cada Missão uma capella,
casa para os missionários, casas para as escolas e para os internatos, e todas
as que forem necessárias para a fundação e engradecimento das Missões. O
Governo fornecerá instrumentos de trabalho para as artes e para a agricul�
tura, animaes, sementes, matéria prima, de maneira que as Missões possam
florescer no ponto de vista material e moral.
Os religiosos e religiosas terão passagem por conta do Governo e sus�
tento todo o tempo que durar a sua missão e garante-lhes uma pensão a cada
um: para os religiosos –o superior perceberá 70 francos por mez, os demais
religiosos 50 francos cada um–; para as religiosas, a superiora receberá 50
francos, as outras religiosas 40 fr. cada uma.
Se algum religioso ou religiosa tiver necessidade de ir a Europa, no in�
teresse das Missões ou por moléstia, com o consentimento do Governador, o
Governo lhe dará passagem de ida e volta.
Cada Missão disporá de vinte cinco (25) kilómetros quadrados de terreno,
perfeitamente discriminado e demarcado.

249
598 amancio de miranda

O contracto durará quinze annos, depois dos quaes poderá ser renovado
sobre estas mesmas bases ou sobre bases novas.
Roma 18 de Novembro de 1898.
Por commissão do Governador do Pará
Mr. R. Amancio de Miranda
Vigário Geral

2. Bases para um contracto, que terá por fim fundar no Pará, Estado
e Diocese dos Estados Unidos do Brazil, uma Escola-agricola-indus-
trial, Modelo, cuja fundaçâo e direcção será confiada a uma Congre-
gação religiosa

Roma 18 de novembro 1898

O fim principal desta Escola é o ensino da agricultura, em todos os seus ra�


mos, inclusivamente a indústria pastoril. Ao mesmo tempo se ensinarão as artes
necessárias ou úteis. Nesta Escola se applicarâo todos os méthodos práticos de
agricultura e também os principios de gerência, estudando-se a cultura de todos
os productos do país e do extrangeiro. Nesta Escola haverá internatos e externa�
tos para os meninos e para as meninas, sob regência immediata dos religiosos e
das religiosas. Nestas Escolas se ensinará a doutrina christã e os rudimentos das
lethras –leitura, escrita e cálculos elementares, e todos os conhecimentos que se
relacionam com a agricultura e com as artes que se ensinarem.
Para esta Escola-agricola-industrial o Governo mandará discriminar e
demarcar de duas a três léguas de terreno, á margem da entrada do caminho
de ferro que vae da cidade do Pará a Bragança. Estes terrenos estam cober�
tos de grandes florestas, ricas de madeiras e regados por correntes d’água
abundantes. O clima, precisamente por causa das correntes d’água e das
florestas, é temperado.
O Governo mandará edificar uma capella, casa para os religiosos e re�
ligiosas, para os internatos e externatos e as quem forem necessárias. O
Governo fornecerá tudo: matéria prima, sementes, animaes, instrumentos de
trabalho para o campo e officinas.
Os religiosos e religiosas terão passagem por conta do Governo, que
lhes garante honesta subsistência. Elle lhes dará a cada um uma pensão.
Para os religiosos: ao superior 70 francos por mês, aos outros religiosos 50
francos a cada um. Para as religiosas: a superiora 50 francos; a cada uma das
outras 40 francos por mês.
Da parte do Governo os reverendos padres terão todos os meios para
fundar uma Escola-Modelo no seu género. O contracto durará quinze annos
podendo ser renovado.

250
DOCUMENTOS SOBRE LAS COLONIAS DE PARÁ 599

Por commissâo do Governo,


Mr. P. Amancio de Miranda

3. Bases para um contracto que terá por fim entregar á uma Congre-
gação religiosa o Instituto denominado «Lauro Sodré» (Escola-In-
dustrial-agrícola) no Estado e Diocese do Pará, dos Estados Unidos
de Brazil

Roma 18 de novembro de 1898

O fim principal d’este Instituto é o ensino das artes e offícios; o seu


segundo fim o ensino dos melhores méthodos práticos de agricultura, horti�
cultura, jardinagem, etc.
O Instituto contem actualmente 150 alumnos; esse número deve elevar-
se a 300. O estabelecimento, que actualmente funciona em uma casa velha e
de poucos cômmodos, vae ser transferido para um edifício de grandes e bellas
proporções, que acaba de ser construído fora mas perto da cidade, á margem
da via férrea, e dispõem de extensos terrenos, que se prolongam até quasi á
margem do rio.
Os mestres se applicarâo a formar o espírito e o coração dos meninos
por meio dos princípios de una sólida educação religiosa, de que tanto ca�
recem as classes operárias; e ao mesmo tempo lhes ministrarão um ensino
seguro dos elementos das lethras e das sciencias, com relação á sua condi�
ção e com os fins da instituiçâo: leitura, calligraphia, arithmetica, noções de
geographia e especialmente geographia do Brazil e sua história, noções de
physica, de chímica e de história natural, música e desenho applicado sobre�
tudo ás artes e offícios.
O Instituto deverá abrir-se com as seguintes officinas em estado de
funccionarem immediatamente: de alfaiate, de sapateiro, de marcineiro, de
ferreiro, e de funileiro.
As outras officinas se installarão succesivamente quando as circuns�
tâncias o aconselharem. O pensamento do Governo e sua vontade decidida
é que o mais cedo possível se inaugure o trabalho das demais officinas:
imprenta e todo o que a ella se refere, encadernação, stereotypia, photo�
graphia, phototypia, gravura, telegraphia, fundição de metaes, etc., todas
as artes en fim que forem reconhecidas de necessidade ou de utilidade no
Instituto.
Convirá também começar quanto antes a trabalhar as terras, empre�
gando os méthodos práticos e os méthodos scientificos, de modo que neste
ponto o Instituto seja uma verdadeira Escola Agrícola.

251
600 amancio de miranda

O Governo concederá aos religiosos e a seus auxiliares transporte e todos


os meios de subsistência e uma pensão que será previamente determinada.
O Governo fornecerá todo o que for necessário para o bom andamento
das escolas e officinas: matéria prima, instrumentos de trabalho, machinas,
de modo que o Instituto seja também modelo como Escola de Artes, e que
mais tarde possa sustentar-se com o producto dos trabalhos dos alumnos.
Quando no interesse do estabelecimento ou por motivo de moléstia, al�
gum religioso tenha necessidade de vir a Europa, com o consentimento do
Governador, o Governo lhe dará passagem de ida e volta.
O contracto durará quinze annos, depois dos quaes poderá ser renovado
sobre as bases que convierem as partes contractantes.
Roma 18 de Novembro 1898.
Mr. P. Amancio de Miranda
Vigário Geral

Roma 18 de novembro de 1898

Addendum. Será de toda a conveniência que os reverendos padres con�


tractem um agrónomo, que morará com elles na colónia. Terá passagem,
casa, comida, e o ordenado de 150.000 reis mensaes, 1.800.000 reis per anno.
O contracto será ao menos por cinco annos.
Para formar um núcleo de lavradores, que deverão iniciar os traba�
lhos, os reverendos padres poderão contractar de 6 até 12 famílias de la�
vradores propriamente ditos. –O Governo lhes dará passagens, casa e ter�
ras, cuja propriedade poderão adquirir mais tarde, pagando o valor mínimo
por prestações. ––Durante cinco annos não poderão abandonar o serviço
da Colónia, ao que se obrigarão por um contracto. Vencerão as pessoas de
trabalho 1.500 reis por dia os homens, 1.400 reis as mulheres. Terão raçâo
que será regulada segundo o número de pessoas da família. Considera-se
família para os effeitos do contracto pae, mãe, filhos e irmãos. –Para o ensi�
no das artes poderão igualmente contractar mestres, que terão passagens,
casa, comida e cem mil reis mensaes cada um, por espaço também de cinco
annos, podendo continuar no mesmo serviço findo esse prazo e nas mesmas
condições.

Mr. M. Amâncio de Miranda

252
DOCUMENTOS SOBRE LAS COLONIAS DE PARÁ 601

Escola Industrial agrária ou Lyceo de Artes


Tabella dos ordenados
Mensaes Annuaes
1 Director......................................... 150............................. 1.800.000
1 Ecónomo....................................... 100............................. 1.200.000
1 Auxiliar........................................... 80................................ 960.000
10 Professores............................ 80=800............................. 9.600.000
5 Auxiliares............................... 50=250............................. 3.000.000
5 Mestres de officios................ 150=750............................. 9.000.000
1 Agrônomo...................................... 150............................. 1.800.000

Este pessoal deve ser todo interno, excepto os mestres de officina e o


agrônomo, que poderão morar fora. Nesse caso perceberá cada um 250.000,
com obrigaçâo de passar o dia inteiro no estabelecimento1.
Mr. A. de Miranda
Agoar, caja 85, leg. 1, n. 6 (original y copias); ed. Décadas 1, 373-76
(algunas erratas)

II

1. Bases para futuros contractos entre o Governo do Estado confede-


rado do Pará dos Estados Unidos do Brasil e os reverendos padres
agostinianos para a fundação de Missões e de uma Escola agrícola e
para a direcção das mesmas e do Instituto Lauro Sodré2
Roma, 3 de Dezembro de 1898

1. Missões

O fim principal das Miss����


õ���
es �����������
chamar os índios
����������
ao grémio
�������������������
da Civilisa�
ção Cristã, instruindo-os e educando-os por meio de um trabalho intelligente
e methódico. Haverá perianto em cada missão escolas para os meninos de am�
bos sexos, e também internatos sob a direcção immediata dos missionários e
de religiosas, que serão contractadas opportunamente.- Os trabalhos manuais
abrangerão a agricultura em primeiro logar; em segundo logar as artes mais
úteis.

1
Primera redacción, presentada al p. Enrique Pérez en Roma: Agoar, caja 85, leg. 1,
n. 6 (original y copias); ed. Décadas 1, 372-73 (algún cambio).
2
Segunda redacción enviada a Madrid el día 3 de diciembre: infra, VIII; Carta 31.

253
602 amancio de miranda

O Governo garante aos missionários meios de transporte e honesta


subsistência. O superior da missão perceberá a gratificação de setenta
francos mensais (70 fr.), os outros missionários, cinquenta francos (50)
cada um.
O Governo mandará edificar em cada missão uma capella, casas para
residência dos padres, para escolas e internatos e para as officinas. For�
necerá a matéria prima, sementes, animais e instrumentos para os traba�
lhos, de modo que as missões tenham todos os elementos de prosperidade.
Cada Missão disporá de veinte cinco (25) kilometros quadrados de terras,
perfeitamente discriminadas e demarcadas.
O contracto durará quinze annos, findos os quais poderá ser renovado

2. Escola agrícola
Esta escola deve ser uma escola modelo, no que dize respeito a agricul�
tura.
Para este Instituto o governo fará discriminar e demarcar de duas a
três léguas de terras a margem da via férrea. Estes terrenos são cobertos de
immensas florestas, ricas em madeiras da construcção e regadas por torren�
tes d’água abundantes. Podem produzir não só mandioca, canna, café, tabaco,
mas também outras plantas e cereais da zona temperada. Os trabalhos do
campo abrangerão todo o que se relaciona com a agricultura, inclusivamente
a indústria pastoril. Será uma verdadeira escola, naqual se applicarão os
methodos práticos e os processos scientificos.
Ao lado da agricultura deverão também florecer as artes mais ne�
cessárias, assim também os elementos das lettras. Pelo que haverá na
Escola agrícola externato e internato para ambos os sexos, como nas
missões.
O Governo garante as mesmas vantagens acima mencionadas, e os
mesmos honorários ou pensões aos padres occupados nas colónias.
O Governo fornecerá todo o que for necessário para a fundação e para o
desenvolvimento da escola, contando que venha ella a ser uma verdadeira
Escola Modelo.
Os reverendos padres poderão contractar de seis até doce famílias de
lavradores propriamente ditos, aos quais o Governo dará passagems, casa e
terras, que mais tarde poderão ser propriedades delles, pagando –as elles par
pequenas prestações. Esses colonos assignarão um contracto, pelo qual ficarão
obrigados a não abandonar a colónia ao menos durante cinco annos e a tra�
balhar na Escola Agrícola sob a direcção dos padres. Os homens perceberão
o salário de 1500 reis por dia, 1000 reis as mulheres e uma ração que será
regulada segundo o número de pessoas da família. Consideram-se formando
uma família o pai, a mãe, os filhos e irmãos de pai ou da mãe contanto que já
trabalhem.

254
DOCUMENTOS SOBRE LAS COLONIAS DE PARÁ 603

O contracto durará, como para as missões, quinze annos, podendo igual�


mente ser rinnovado.

3. Instituto «Lauro Sodré»

A Escola agrícola pode chamar-se, tendo em vista os seus fims principal


e secundário, um instituto agrícola-industrial.- O Instituto «Lauro Sodré» é
propriamente um instituto industrial-agrícola, porque o seu fim principal
é o ensino de artes e offícios, no que deve ser um estabelecimento modelo.
Todavia nelle se ensinará também a agricultura.
Este Liceu ou Instituto de Artes e Offícios existe no Para há muitos
annos, deve ser breve transferido para um edifício que o Governo acaba de
construir com grandes e bellas proporções, fora mas muito perto da cidade,
a margem da estrada da via férrea com terras que se estendem até quasi a
margem do rio.
Preparando os meninos para serem mais tarde operários e artistas
moralisados, incutindo-lhes no espírito os princípios de uma boa educação
religiosa, os directores lhes ministrarão ao mesmo tempo um ensino sólido
dos elementos das lettras e das sciencias, de accordo como o fim da institui�
ção: leitura, calligraphia, arithmetica, noções de geographia e especialmente
geographia e história do Brasil, noções de physica, de chímica e de história
natural, música e desenho applicado sobretudo as artes e officios etc.
Desde já funcionarão as officinas de alfaiate, sapateiro, marceneiro, fer�
reiro e funileiro.
Os directores se esforçarão por obter nessas officinas todas as obras
que cada uma dellas pode produzir e que derem são perfeitas. Para esse fim
pedirão ao Governo todo o que for necessário para o perfeito andamento das
officinas: matéria prima, ferramentas, máchinas etc.
Em seguida irão montando outras officinas para o ensino das seguintes
artes: imprensa com todo o que a ella se refere, encadernação, stereotypia,
phototypia, gravura, telegraphia, fundição, e todas as artes cujo ensino foi
reconhecido de utilidade no estabelecimento.
Será conveniente que se fabrique no mesmo Instituto pão para o con�
sumo da casa.
Conveia tambén iniciar quanto antes os trabalhos do campo, empregan�
do os méthodos práticos conjuntamente com os princípios da sciencia.
O número de alumnos que hoje é de 150, será elevado a 300.
O Governo concederá aos reverendos padres e aos seus auxiliares as
vantagems de que acima falamos. As gratificações serão reguladas por uma
tabella especial, que vae em seguida a estas bases.
Tanto aos padres empregados neste Instituto como aos que se empre�
garem na Escola Agrícola ou nas missões, o Governo concederá passagem

255
604 amancio de miranda

de ida e volta, quando tiverem necessidade de ir a Europa por motivo de


moléstia ou no interesse do serviço a seu cargo com annuência do Governo
do Estado.
Durará o contracto como os outros, quinze annos.
Roma, 3 de Dezembro de 1898
Mr. R. Amâncio de Miranda, Vigário Geral,
em commissão do Governo do Pará

Tabella dos ordenados do Instituto Lauro Sodré


Mensais Annuais
1 Director...................................150.000..............................1.800.000
1 Ecónomo.................................100.000..............................1.200.000
1 Auxiliar deste...........................80.000.................................960.000
10 Professores.............................80.000.................................960.000
5 Auxiliares.................................50.000.................................600.000
5 Mestres de artes.....................150.000..............................1.800.000
1 Agrónomo................................150.000..............................1.800.000

Todos estes empregados devem morar no Estabelecimento, excepto o


Agrónomo e os Mestres de Officinas, que poderão morar fora. Nesse caso, em
vez de 150.000 mensais, perceberá cada um 250.000, com obrigação porém
de passar o dia inteiro no Instituto.
Roma 3 de Dezembro de 1898.
Mr. R. Amâncio Miranda.

N.B. Os 1000 (mil reis) moeda brasileira está valendo approximada�


mente um franco. A medida que fai subindo o cambio, irá valendo mais.

Agoar, caja 38, n. 4

256
DOCUMENTOS SOBRE LAS COLONIAS DE PARÁ 605

III

1. Firmeza del contrato que hicieron los RR. PP. Agustinianos Reco-
letos, representados por el P. Fr. Gregorio Tejero para administrar
algunos núcleos coloniales del Estado, como abajo se declara

A los 29 días del mes de julio del año de 1899, en la sección de lo Con�
tencioso del Tesoro de Pará, presente el doctor procurador fiscal Gimeno (?)
Amazonas de Figueiredo y en virtud de orden del señor inspector que consta
en el oficio del Gobierno número 1428 de 15 del corriente, en que manda ha�
cer contrato con los reverendos padres agustinianos recoletos representados
por el padre Gregorio Tejero para administrar algunos núcleos coloniales
del Estado con todas sus dependencias y muebles, para que durante el plazo
de cuatro años queden obligados a dirigir todos los servicios de las mismas
colonias, mediante las cláusulas y condiciones siguientes.
1ª. La administración estará bajo la responsabilidad de los referidos
religiosos que mediante la Intendencia de Tierras y Colonización quedarán
subordinados al Gobierno del Estado.
2ª. Toda la correspondencia y relaciones entre los religiosos y el Gobier�
no se harán por intermedio de la Intendencia de Tierras y Colonización.
3ª. Mientras existiere en la colonia entregada a los religiosos cualquier
familia de inmigrantes, para la cual no ha terminado el plazo de los favores
que por ley le competen en conformidad con las disposiciones reglamentarias
basadas por el gobierno del Estado, le serán prestados los mismos favores
por intermedio de los religiosos y mediante la Inspección de Tierras y Colo�
nización que providenciará sobre el modo de satisfacerlos.
4ª. Una vez terminado el plazo durante el cual pueden gozar los colonos
de sustento por el Gobierno, la administración que compete a los religiosos
se limitará a la conservación y mejoramiento de las obras de arte y servicio
general de viación, a la ejecución de los servicios que tiendan a mejorar las
condiciones del núcleo y desenvolvimiento general de la colonia, y a promo�
ver la entrada de las prestaciones de los colonos para la liquidación de sus
débitos para con el Estado.
5ª. Para la ejecución de las disposiciones del artículo precedente estarán
los religiosos obligados a:
1°. Dirigir y fiscalizar los trabajos de los colonos en el cultivo de sus
lotes.
2º. Organizar la clasificación de los colonos que por su dedicación al
trabajo y por el estado de desenvolvimiento de su lote, puedan me�
recer del Gobierno dispensación de favores extraordinarios para
adquisición de máquinas agrícolas, simientes y ventajas en los
transportes de sus productos.

257
606 amancio de miranda

3º. Encargarse de la enseñanza primaria de los menores de ambos


sexos.
4º. Asegurarse del estado de las calles y caminos vecinales, puentes y
pasadizos, celando por su conservación de parte de los colonos en
los frentes de sus lotes y reclamando auxilios para reparaciones
de mayor calado.
5º. Establecer ferias mensuales o en las épocas convenientes en la
sede del núcleo o en los puntos próximos que más convenientes
sean para la exposición y venta de los productos agrícolas, admi�
nistrando este servicio para mayor ventaja de los colonos.
6º. Entenderse con la Inspectoría sobre el modo más rápido por el
cual los colonos puedan hacer el ingreso de sus prestaciones y
adquirir los títulos definitivos de sus lotes, una vez realizados sus
débitos.
6ª. Los religiosos deberán presentar trimestralmente a la Inspectoría
de Tierras y Colonización una exposición de todas las necesidades del núcleo
y de la marcha de la administración a que se refiere la cláusula precedente.
7ª. A la misma Inspectoría y para que sea sujeto a la deliberación del
Gobierno presentarán los religiosos antes de cada trimestre el presupuesto
probable de los gastos de administración en el trimestre.
8ª. El presupuesto de que habla la cláusula precedente estará, en cuan�
to a salarios de personal, obras de arte, servicio de viación, fundado en los
precios generales vigentes en la colonia del Estado, y aprobado por la Ins�
pectoría.
9ª. En el presupuesto trimestral que será sujeto a la aprobación del
Gobierno, serán incluídos los honorarios del personal de religiosos, de con�
formidad con la cláusula 17ª de este contrato.
10ª. Los religiosos deberán, en principio de cada trimestre, presentar al
Tesoro del Estado, y mediante la Inspectoría de Tierras y Colonización, que
los examinará debidamente, las cuentas de los gastos realizados en el tri�
mestre anterior, demostrando la aplicación de la cantidad que les haya sido
entregada para ocurrir a esos gastos conforme al presupuesto que sirvió de
base a la respectiva requisición.
11ª. El servicio de escritorio será hecho por personal de la confianza
de los religiosos, debiendo los respectivos libros y asientos obedecer a las
instrucciones y modelos organizados por la Inspectoría de Tierras y Coloni�
zación, a fin de facilitar la fiscalización de los gastos.
12ª. El auxilio de manutención que corresponde a los colonos según la
ley podrá ser prestado por medio de subvención pecuniaria de valor equi�
valente al de las raciones que deben distribuirse en cada mes, la cual será
entregada a los religiosos para indemnización de los géneros que éstos
proporcionarán desde que se hallen habilitados para esto, facilitándoles el

258
DOCUMENTOS SOBRE LAS COLONIAS DE PARÁ 607

Gobierno el transporte, sin remuneración, por el ferrocarril, de los géneros


mensualmente necesarios.
13ª. Además de estos encargos, los religiosos se obligan a prestar servi�
cios religiosos en la sede de la colonia y en las ciudades, villas y poblaciones
próximas.
14ª. El Gobierno se obliga a dar pasaje de primera clase de España para
esta capital, así como pasaje de regreso en caso de enfermedad o de rescisión
de este contrato o a la terminación de él.
15ª. El Gobierno proporcionará a los reverendos padres agustinianos
recoletos una casa de residencia en esta capital, que servirá al mismo tiempo
para residencia de los reverendos padres agustinianos filipinos y los frailes
capuchinos y otros religiosos que presten servicio al Estado.
16ª. El Gobierno garantiza que en las grandes colonias la administraci�
ón quedará a cargo de tres reverendos padres, de los cuales uno será director,
otro ayudante y otro escónomo encargado de la procuración. En los pequeños
núcleos coloniales la administración estará a cargo de dos religiosos, de los
cuales uno será ecónomo.
17ª. El Gobierno garantiza a los reverendos padres las siguientes grati�
ficaciones: a los directores de las colonias 70 mil reis (70.000) oro por mes, y
a los otros religiosos 50 mil (50.000) oro por mes, con derecho a alimentación
por cuenta del Estado.
18ª. Además del personal de la dirección de las colonias, serán admiti�
dos tres padres más en la casa de residencia de la capital para las substitu�
ciones temporales o definitivas por causa de enfermedad o de regreso para
Europa, sin derecho a remuneración alguna.
19ª. Los reverendos padres serán llamados a medida de las necesidades
y por indicación del Gobierno.
20ª. El contrato será considerado definitivo después que el General de
la orden de los reverendos padres agustinianos lo hubiere ratificado.
En confirmación de lo que queda estipulado y para su fiel cumplimiento,
hízose la presente escritura de contrato que, leída y hallada conforme, va
firmada por doctor procurador fiscal y los contratantes, representados por el
padre Gregorio Tejero, siendo rubricado por el señor inspector y yo Avelino
de Figueiredo. Fray Gregorio Tejero de San Luis.
Hay 120 mil reis en sellos debidamente inutilizados. Concuerda. Sección
de lo Contencioso del Tesoro Público del Estado de Pará, 22 de agosto de 1899.
Avelino Ferreira del Nacimiento. Es copia.
Agoar, caja 84, leg. 11

1 Agoar caja 84, leg. 1. Allí mismo se conserva una copia del original portu�
gués.

259
608 amancio de miranda

2. Aprobación del comisario general, 1899

Como comisario general apostólico de agustinos descalzos de la congre�


gación de España e Indias, después de haber examinado con el detenimiento
que se merece todas y cada una de las cláusulas y condiciones del contrato
celebrado el 29 del mes de julio de 1899 en la sección de lo Contencioso del
Tesoro de Pará, entre el Gobierno Superior del Estado Confederado de Pará
y los padres agustinianos recoletos, representado el primero por el doctor
procurador fiscal Gimeno Amazonas de Figueiredo y los segundos por el p. fr.
Gregorio Tejero, de conformidad con la cláusula y condición 2ª del mismo…
Agoar, caja 84, leg. 4

260

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