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LA GARANTÍA PATRIMONIAL
• En la medida en que el Estado tiene su razón de ser en la protección del ciudadano, el patrimonio de
éste debe quedar indemne ante las actuaciones lesivas de los poderes públicos. Desde esta concepción
se configura el sistema de responsabilidad de los poderes públicos como un sistema de garantía
patrimonial de los ciudadanos.
• El principio de garantía patrimonial queda de este modo justificado en la medida en que, como ha
destacado SOLCHAGA LOITEGUI, “La concepción de una determinada estructura estatal entraña la
aceptación de un orden de valores a proteger que son precisamente los que dan sentido al
constitucionalismo moderno”.
• El derecho a la indemnización por los daños producidos por la actuación de los poderes públicos es
un derecho de contenido patrimonial.
• La finalidad del instituto resarcitorio es recomponer o restituir el patrimonio del ciudadano
perjudicado, por lo que, al menos en su vertiente material, está relacionado con el derecho a la propiedad,
cuya integridad se pretende. El derecho a la propiedad privada, derecho subjetivo reconocido por el
art. 33 de la Constitución, no es un derecho fundamental, por lo que no tendría sentido que un
mecanismo establecido para su reparación, cuando ha sido objeto de una merma ilegítima, tuviera una
mayor protección jurídica que el derecho que pretende preservar.
• El derecho a la indemnización obliga a “reparar el daño causado”. Se trata, por tanto, del derecho a
una reparación integral que tienda a reponer las cosas a la situación anterior a la lesión. Esto no solo
significa reparar los daños, sino que también incluye el afán de borrar las consecuencias de esos daños
en el transcurso del tiempo.
• La evaluación de los daños no puede ser automática, sino que depende de las circunstancias de la
lesión y de la propia persona del lesionado; no toda actuación administrativa produce los mismos
daños.
EL RIESGO FUNCIONAL
• Aquellos perjuicios que excedan de las cargas comunes de la vida en sociedad han de ser reparados
por la propia sociedad, en lo que se ha dado en llamar la doctrina del “riesgo social”.
• Según MARTIN REBOLLO, ha encontrado la justificación de la transferencia a la colectividad de
los costes negativos de la actividad del Estado en la denominada doctrina del riesgo funcional. El riesgo
inevitable de la administración de lo público ha de ser soportado por la colectividad. Según el autor, esta
es la doctrina (doctrina del riesgo funcional) que ha recogido nuestra Constitución en su art. 9.3, bajo el
mandato de responsabilidad de los poderes públicos. El Estado actúa como un gran asegurador de
riesgos colectivos a través de ciertos fondos especiales, (estos fondos de cobertura de riesgos son varios
y contingentes: valgan como ejemplo de garantía salarial, el consorcio nacional de seguros, el del
síndrome tóxico, el de bancos en crisis, el de víctimas de bandas armadas y otros).
• En todo caso, ante la doctrina del riesgo funcional, hay que advertir que el derecho a la reparación no
se basa en el factor de riesgo, sino en el concepto de lesión. El Estado tiene la obligación de reparar
porque no está por encima de los ciudadanos, sino a su servicio.
3. RELACIÓN DE CAUSALIDAD
A) La relación de causalidad entre hecho y lesión. La responsabilidad patrimonial de la Administración
va a surgir, según el artículo 106.2 de la Constitución (y 32.1 de la L.R.J.), siempre que la lesión a que
se ha hecho referencia sea “consecuencia” del funcionamiento de los servicios públicos, por lo que entre
uno y otro elemento debe existir una relación causal.
B) Intervención de elementos extraños. Ahora bien, como se ha advertido, en la mayoría de las ocasiones
no es posible atribuir el daño a un sólo hecho, por lo que deben ser tenidos en cuenta estos otros factores
entre los que pueden destacarse la actuación de la propia víctima, los hechos de terceros o, incluso, la
intervención de otras Administraciones Públicas. Se está ante la posibilidad de la concurrencia de
concausas que, aún cuando inicialmente fue negada por el Tribunal Supremo, ha sido luego
reiteradamente admitida por su Jurisprudencia, sirviendo en ocasiones para atemperar las consecuencias
de la responsabilidad.
• Se pueden diferenciar los siguientes supuestos:
1) Culpa de la víctima. Uno de los supuestos en que el nexo causal puede alterarse se produce cuando
interviene culpa de la propia víctima. En tales casos habrá que estar al alcance de su actuación, puesto
que si la culpa exclusiva rompe el nexo causal y debe negarse cualquier responsabilidad de la
Administración; si la culpa es inoperante, la relación causal permanece en su integridad, puesto la
actuación del administrado ha resultado intrascendente; finalmente, si la culpa es concurrente, en
cuanto que aun sin romper el nexo causal el actuar de la víctima afecta la producción de la lesión,
debe valorarse la incidencia de dicha culpa a fin de moderar y atemperar la posible responsabilidad
administrativa.
2) Culpa de un tercero. Puede suceder que en la producción del resultado lesivo concurra no ya la
actuación de la propia víctima sino la de un tercero. En este caso se ofrecen las mismas posibilidades
que se acaban de exponer, con las mismas consecuencias: exclusión de la responsabilidad
administrativa si la actuación del tercero rompe el nexo causal, minoración de la responsabilidad de
la Administración en la medida en que la culpa del tercero haya causado el perjuicio y, finalmente,
atribuyendo a la Administración toda la responsabilidad si la actuación del tercero ha sido inoperante.
3) Concurrencia de varias Administraciones Públicas. La última posibilidad mencionada consiste en
que la lesión ha sido causada no por una sino por varias Administraciones Públicas. A este supuesto,
cada vez más frecuente, se refiere la L.R.J. que establece el principio de solidaridad de todas las
Administraciones aunque sólo en los casos de “gestión dimanante de fórmulas colegiadas de
actuación” o cuando no sea posible determinar la responsabilidad de cada Administración (artículo
33).
LA INDEMNIZACIÓN
• La consecuencia de la responsabilidad patrimonial de las Administraciones Públicas no es sino reparar
la lesión causada como consecuencia del funcionamiento de los servicios públicos, dejando indemne a
la víctima.
• Esta obligación se concreta, según los artículos 106.2 de la Constitución y 32.1 de la L.R.J., en el
derecho de los particulares a ser indemnizados.
4. MODALIDADES DE LA REPARACIÓN
Aunque la expresión “indemnización” que utilizan los textos de referencia pudiera hacer pensar que
sólo existe una obligación reparadora de tipo pecuniario, tal no es así, puesto que según la misma
L.R.J. “la indemnización procedente podrá sustituirse por una compensación en especie o ser abonada
mediante pagos periódicos, cuando resulte más adecuado para lograr la reparación debida y convenga
al interés público, siempre que exista acuerdo con el interesado” (artículo 34.4).
PRUEBA
En principio, y por aplicación de las reglas generales sobre la carga de la prueba, corresponde a quien
reclama la prueba de la concurrencia de los requisitos constitutivos de la responsabilidad patrimonial,
excepto la fuerza mayor, cuya carga probatoria, en cuanto requisito impeditivo, corresponde a la
Administración.
La carga de la prueba del daño y de su extensión corresponderá también al reclamante. Si bien la
apreciación de los elementos de dicha prueba y de la extensión del daño corresponde al Tribunal.
8. FUNCIONAMIENTO NORMAL Y ANORMAL DE LOS CUERPOS DE
SEGURIDAD
• Según BARCELONA LLOP entiende que “al menos como regla general, si la policía ocasiona algún
daño resarcible lo será porque su funcionamiento no ha sido normal, porque no ha observado, en suma,
los estándares normativos de su actuación”.
• Frente a la dificultad de determinar en otros ámbitos de la actuación administrativa cuál es el estándar
medio de rendimiento del servicio, entiende este autor que en el caso del servicio público de seguridad
ocurre lo contrario, pues el artículo 5 de la LOFCSE define con claridad, y de forma pormenorizada, los
principios básicos de actuación.
• Es opinión claramente contraria la de REQUENA JULIANI, quien entiende que aunque es abundante
la jurisprudencia sobre la utilización justificada de la fuerza física por los cuerpos de policía en el ejercicio
de sus funciones, “la determinación legal de los presupuestos de utilización de la fuerza y de los criterios
de proporcionalidad no resulta en absoluto precisa.”
• En cualquier caso, el mandato legal es bien claro; la LOFCSE dispone que los miembros de las fuerzas
y cuerpos de seguridad tienen la obligación, por mandato legal, de velar “por la vida e integridad física
de las personas a quienes detuvieren o que se encuentren bajo su custodia” (artículo 5.3.b LOFCSE)
• Quedan así prohibidas tanto las actuaciones directas del funcionario que puedan lesionar la vida e
integridad física del detenido o custodiado como las omisiones que puedan menoscabar estos derechos
fundamentales.
• Pero una cosa es definir qué está permitido y qué está prohibido y otra cosa es determinar en qué casos
el Estado ha de hacerse cargo del resarcimiento de los daños producidos por la actuación policial.
• Uno de los supuestos de funcionamiento anormal es el derivado de la omisión de actuar. Es el caso en
el que la fuerza pública, requerida para actuar ante unos hechos u obligada por las circunstancias del caso,
no responde, o lo hace injustificadamente tarde.
• El supuesto de inactividad requiere que el servicio público policial haya recibido un requerimiento, bien
a través de una denuncia, bien mediante la puesta en conocimiento de unos hechos que indican la posible
comisión de un delito, o que tiene datos que sugieren un riesgo inminente contra personas o cosas, y
teniendo la obligación de actuar no lo hace.
• Hacemos mención al TS que analizó en su Sentencia de la Sala de lo Contencioso-Administrativo, Secc,.
6a, de 17 de noviembre de 2010, en la que desestimó la pretensión indemnizatoria de una empresa que
había sufrido un robo sin que lo impidiera la policía. Entendió el TS que no había nexo causal entre el
daño y la actuación del servicio público, pues los datos que había comunicado a la comisaría la central
de alarmas operada por una empresa privada de seguridad habían sido incorrectos.
• La inactividad administrativa ha sido equiparada por la jurisprudencia al funcionamiento activo
defectuoso del servicio público. En materia de seguridad pública, el TS debió pronunciarse sobre la
actuación policial en un desgraciadamente famoso atentado.
• El Alto Tribunal daba por hecha la inexistencia de un nexo causal directo entre la actividad
administrativa y los daños y perjuicios producidos, pues éstos habían sido, como había afirmado el
Consejo de Estado, obra directa de los terroristas, pero también entendía que tal circunstancia no permitía
ignorar el hecho de que hubo una cierta relación de causalidad entre la constatada conducta omisiva, por
no adoptarse las debidas precauciones (que pudieron , en su caso, aminorar los efectos nocivos), y el
dramático desenlace. Esta circunstancia es la que, a juicio del Tribunal, justificaba la imputación de los
daños producidos a la Administración, en razón de la concurrencia de ese nexo causal entre el daño cuya
reparación se pretendía y el funcionamiento defectuoso del servicio público.
• También aborda el tema de la inactividad policial una Sentencia de la Audiencia Nacional dictada a raíz
de unos hechos que tuvieron gran relevancia mediática.
• Ante un requerimiento ciudadano o ante determinados sucesos, pueden entrar en alerta de forma
simultánea al menos dos cuerpos policiales, el estatal o autonómico y el local, más los servicios médicos
y de protección civil. A estos efectos, resultan imprescindibles la cooperación recíproca y la coordinación
de las fuerzas y cuerpos de seguridad y los servicios de emergencias pertenecientes a todas las esferas
administrativas. La coordinación no es sólo un principio técnico de eficacia, sino un verdadero principio
jurídico que vincula la actuación de los poderes públicos.
• El artículo 103.1 CE establece que la Administración Pública sirve con objetividad los intereses
generales y actúa de acuerdo con los principios de eficacia, jerarquía, descentralización, desconcentración
y coordinación, con sometimiento pleno a la ley y al Derecho.
• La defectuosa coordinación de los servicios podría entenderse como una suerte de inactividad o
funcionamiento anormal del servicio policial que, eventualmente, puede dar lugar a daños resarcibles. El
TSJ del País Vasco.
• También la jurisprudencia ha dado acogida a algún supuesto de inactividad material derivada de un
deber genérico de vigilancia, al menos en la Sentencia de 11 de noviembre de 2009
• La especial naturaleza de los medios usados por los servicios públicos de seguridad, en especial el uso
de armas y la facultad de aplicar medidas restrictivas de la libertad deambulatoria, convierte su actuación
en terreno abonado para las peticiones indemnizatorias. No sólo el menor error o incumplimiento de las
normas por parte de los cuerpos policiales y penitenciarios causará previsiblemente un daño, sino que
también será posible que el funcionamiento normal lo haga.