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En el colegio "Arco Iris de la Amistad," la inclusión era una luz brillante que iluminaba cada aula y

pasillo. Los estudiantes de todas las edades y orígenes se mezclaban como colores en un arco iris,
formando una comunidad diversa y unida.

Un día, llegó un nuevo estudiante llamado Amir. Tenía una discapacidad en una de sus piernas y
caminaba con muletas. Al principio, algunos niños miraban con curiosidad, pero pronto se dieron
cuenta de que Amir era tan amable y divertido como cualquier otro niño. La maestra Ana explicó
que la diversidad era un tesoro y que cada uno tenía habilidades especiales para compartir.

En una clase de arte, los estudiantes tenían una tarea especial. Debían crear un mural que
representara la inclusión. Cada niño dibujó una pieza del mural, y Amir, con sus habilidades
artísticas sorprendentes, pintó el arco iris que cruzaba todo el lienzo. Fue un trabajo en equipo, y
todos se sintieron orgullosos de su creación.

Un día, la directora del colegio, la Sra. Marta, propuso un proyecto emocionante. Decidió que el
colegio debía ser más accesible para todos. Comenzaron a construir rampas y adaptar los baños
para que Amir y otros estudiantes con discapacidades pudieran moverse fácilmente por el edificio.

Pero la inclusión no se limitaba a las aulas. Durante el recreo, todos los niños jugaban juntos.
Organizaban partidos de fútbol en los que Amir era el portero estrella, y en las ferias de ciencias,
todos se ayudaban mutuamente a presentar sus proyectos.

El colegio "Arco Iris de la Amistad" se convirtió en un ejemplo para otros colegios. Mostraron al
mundo que la inclusión no solo era importante, sino que también era hermosa y enriquecedora.
Los estudiantes aprendieron que las diferencias eran como los colores en un arco iris, y juntos
crearon un mundo más brillante y comprensivo.

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