0 calificaciones0% encontró este documento útil (0 votos)
35 vistas2 páginas
El documento trata sobre la naturaleza de la verdad y su relación con la realidad. Explica que la verdad depende de los hechos reales y no puede ser creada por el hombre, sino solo aceptada. También señala que el entendimiento humano puede conocer la verdad aunque a veces se equivoque debido a su imperfección, y que rechazar voluntariamente la verdad viola los dictados de la conciencia. Finalmente, afirma que encontrar verdades profundas requiere esfuerzos de entendimiento y voluntad para al
El documento trata sobre la naturaleza de la verdad y su relación con la realidad. Explica que la verdad depende de los hechos reales y no puede ser creada por el hombre, sino solo aceptada. También señala que el entendimiento humano puede conocer la verdad aunque a veces se equivoque debido a su imperfección, y que rechazar voluntariamente la verdad viola los dictados de la conciencia. Finalmente, afirma que encontrar verdades profundas requiere esfuerzos de entendimiento y voluntad para al
El documento trata sobre la naturaleza de la verdad y su relación con la realidad. Explica que la verdad depende de los hechos reales y no puede ser creada por el hombre, sino solo aceptada. También señala que el entendimiento humano puede conocer la verdad aunque a veces se equivoque debido a su imperfección, y que rechazar voluntariamente la verdad viola los dictados de la conciencia. Finalmente, afirma que encontrar verdades profundas requiere esfuerzos de entendimiento y voluntad para al
La verdad se rige forzosamente por la realidad. El hombre no puede crear la verdad,
sino aceptarla. Por esta razón, toda aceptación de la verdad presupone el respeto a la realidad, es decir, a los hechos y las disposiciones que los rigen, y exige la sincera apertura de la mente a todas las posibilidades por las cuales puede llegarle la luz de la verdad. Esta vinculación a la realidad es inseparable al entendimiento. Todo conocimiento tiene como finalidad propia captar la realidad. Todo hombre que utiliza su entendimiento, implícita y simultáneamente acepta sus leyes fundamentales: El entendimiento puede conocer la verdad y está obligado a aceptar la verdad conocida. La capacidad natural del entendimiento humano para conocer la verdad, queda frustrada algunas veces sólo a causa de su imperfección (imperfección del entendimiento humano). Así pues, son posibles, por una parte, el error y el engaño, y, por otra, las influencias subjetivas (pensamientos) que rechazan, falsean o desfigura la verdad. El error puede corregirse mediante la instrucción intelectual (explicación). Peor que el error es la duda escéptica (dudar de todas las verdades) de toda verdad. Y peor que ambos todavía es la arbitrariedad subjetiva (hacer, pensar y decir lo que uno quiera), la cual es solamente la manifestación de una soberbia extrema que se revela incesantemente contra las normas y las leyes del conocimiento objetivo. El error es una suplantación involuntaria de la verdad (equivocarse por inexperiencia no es apropósito). En cambio, la recusación voluntaria de la verdad (falsear la verdad con maldad) representa una violación de los dictados de la conciencia. El respeto y la docilidad del hombre a la verdad significan, en último término, el reconocimiento de su contenido de criatura y la defensa de su dignidad humana. No nos referimos a la aceptación de una verdad concreta, sino a una actitud humana fundamental respecto a la verdad en general. La supuesta autonomía del hombre, que nace de su arrogante soberbia, se opone a la humilde adaptación a la realidad existente. Su obstinación es contraria a la franca aceptación de la verdad. Y su encasillamiento autárquico (libre-autónomo-soberbio) excluye la apertura de la mente a la verdad objetiva. El hombre no es la fuente de la verdad, porque no es la fuente de la realidad. Ha recibido la existencia y tiene que descubrir la verdad en la realidad a la que se halla sujeto. El hombre no es la medida de la realidad y la verdad, sino que esta sujeto a la medida de la realidad y la verdad. La verdad constituye un don, pero impone también una tarea. No sólo muestra como es la realidad, sino también como debe ser. Todo ser está ordenado a su conservación, acrecentamiento y perfección entitativa (ideas-cosas). Por esta razón, el conocimiento de la verdad encierra siempre los correspondientes imperativos. El conocimiento de la verdad impone la tarea de perfeccionar la respectiva realidad. El respeto a la verdad significa también una obligación respecto a los valores. El hallazgo de la verdad, especialmente de una verdad profunda, exige respeto silencioso y disciplina intelectual. Quien se deja arrastrar por el torbellino y la apertura de la vida (distracciones constantes), se pierde en lo superficial y lo periférico de las cosas (sólo le interesa lo superficial de la vida), y no le queda tiempo para escuchar los profundos anhelos del alma (No se cuestiona ni analiza nada de la realidad). Este deja mirar a lo esencial (ideas importantes) y pierde progresivamente incluso la capacidad de recogerse y concentrarse. El entendimiento pierde agudeza y amplitud, se embota y se vuelve lento y pesado (poca capacidad de análisis). Todos los rayos de la sabiduría que descienden de la alto, encuentran las ventanas del alma cerradas y cubiertas de polvo. Su luz resbala sin penetrar, como el agua que corre sobre la piedra. El hombre moderno necesita, por tanto, hacer grandes esfuerzos de entendimiento y voluntad, si quiere escapar al tráfago exterior de la vida, librarse de la agitación interior que lo acompaña y alcanzar el silencioso recogimiento, el único que lleva al interior del templo de las verdades profundas. Todas las cosas elevadas y santas sólo descubren su misterio a quien se acerca a ellas con respeto profundo, silencioso y expectante.