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La mantis religiosa
De El huso de la palabra
Poema del inocente
De El huso de la palabra
El maestro de kung fu
De Historia Natural
Y coincidimos en el terral
el heladero con su carretilla averiada
y yo
que corría tras los pájaros huidos del fuego
de la zafra.
También coincidió el sol.
En esa situación cómo negarse a un favor llano:
el heladero me pidió cuidar su efímero hielo.
Oh cuidar lo fugaz bajo el sol...
El hielo empezó a derretirse
bajo mi sombra, tan desesperada
como inútil
Diluyéndose
dibujaba seres esbeltos y primordiales
que sólo un instante tenían firmeza
de cristal de cuarzo
y enseguida eran formas puras
como de montaña o planeta
que se devasta.
No se puede amar lo que tan rápido fuga.
Ama rápido, me dijo el sol.
Y así aprendí, en su ardiente y perverso reino,
a cumplir con la vida:
Yo soy el guardían del hielo.
Mi hermano el próspero
sumergido en su sofá versallesco
preludia
como elefante en suave regocijo
su siesta.
Mira el mar en la falsa profundidad de la pecera
y organiza la tarde como si fuera un negocio.
Sólo oigo girar la rueda de la fortuna
cuando me acerco sigiloso para mirar a través de su ojo
y el caracol que nos anunció el mar que desconocíamos
se ha convertido
en cornucopia.
Lo rodea un aire robusto, un aire de torre gorda
y menos que gusano soy
ante la concurrencia de parientes y público en general.
De Album de familia
De El huso de la palabra
Resurrección de Lázaro
Cuestión de fe
El anónimo
El lenguado
El vado
Fábula
He dicho
La boca
La jovencita
La piedra alada
Las mariscadoras
Simeón, el estilista
Cuestión de fe
El anónimo
Soy
lo gris contra lo gris. Mi vida
depende de copiar incansablemente
el color de la arena,
pero ese truco sutil
que me permite comer y burlar enemigos
me ha deformado. He perdido la simetría
de los animales bellos, mis ojos
y mis narices
han virado hacia un mismo lado del rostro. Soy
un pequeño monstruo invisible
tendido siempre sobre el lecho del mar.
Las breves anchovetas que pasan a mi lado
creen que las devora
una agitación de arena
y los grandes depredadores me rozan sin percibir
mi miedo. El miedo circulará siempre en mi cuerpo
como otra sangre. Mi cuerpo no es mucho. Soy
una palada de órganos enterrados en la arena
y los bordes imperceptibles de mi carne
no están muy lejos.
A veces sueño que me expando
y ondulo como una llanura, sereno y sin miedo, y más grande
que los más grandes. Yo soy entonces
toda la arena, todo el vasto fondo marino.
El vado
Fábula
He dicho
Qué rico es ir
de los pensamientos puros a un película pornográfica
y reír
del santo que vuela y de la carne que suda.
La boca
En la encañada
había piedras como huesos de un animal prehistórico
que se desbarató
antes de alcanzar nuestro valle.
Un gran cráneo
quedó detenido en la pendiente con la boca abierta
y el resto del cuerpo se dispersó hacia el río.
Yo trepaba la pendiente
y me detenía frente a esa boca, una oquedad
donde el viento se huracanaba,
y escuchaba
murmullos, palabras que se formaban a medias
y luego, sin decir nada, se diluían.
La jovencita
La piedra alada
Al amanecer
una decena de muchachas, como en un mito,
entran algunos palmos en el mar tranquilo.
Simeón el estilita
Arriba, en el cielo,
vuelan los ángeles de ojos blancos
con sus pensamientos purísimos que
ninguna pasión humana agita
o enturbia.