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Emily Dickinson (Amherst, Massachusetts 1830 -1886)

EN MI FLOR ME HE ESCONDIDO

En mi flor me he escondido
para que, si en el pecho me llevases,
sin sospecharlo tú también allí estuviera...
Y sabrán lo demás sólo los ángeles.

En mi flor me he escondido
para que, al deslizarme de tu vaso,
tú, sin saberlo, sientas
casi la soledad que te he dejado.

SILVIA PLATH (Boston, 1932 – Londres, 1963)

SOY VERTICAL

Pero preferiría ser horizontal.

No soy un árbol con las raíces en la tierra

absorbiendo minerales y amor maternal

para que cada marzo florezcan las hojas,

ni soy la belleza del jardín

de llamativos colores que atrae exclamaciones de admiración

ignorando que pronto perderá sus pétalos.

Comparado conmigo, un árbol es inmortal

y una flor, aunque no tan alta, es más llamativa,

y quiero la longevidad de uno y la valentía de la otra.

Esta noche, bajo la luz infinitesimal de las estrellas,

los árboles y las flores han derramado sus olores frescos.

Camino entre ellos, pero no se dan cuenta.


A veces pienso que cuando estoy durmiendo

me debo parecer a ellos a la perfección-

oscurecidos ya los pensamientos.

Para mí es más natural estar tendida.

Es entonces cuando el cielo y yo conversamos con libertad,

y así seré útil cuando al fin me tienda:

entonces los árboles podrán tocarme por una vez, y las flores tendrán tiempo para mí.

Piedras y rosas

Deseabas con locura la calma


de una muerte que alejaste
durante horas--
con el cuerpo de una mujer para tu jarrón,
botijo, urna...
fuiste el terciopelo rojo de una rosa ansiosa,
floreciendo en su anhelo
por volver a la tierra.

Ahora yaces bajo una lápida--


quieta, más allá del frío,
más allá de los voltios azules, más allá
de tu luna pertubadora.

Fuiste una fuente


erguida para su caída. Y tus ojos
dos oscuras piedras de silencio,
desbordándose en un océano
de verso profundo.

Ahora los huesos de tu cuerpo yacen quietos,


areniscos. Y tus dientes permanecen
silenciosos, como guijarros pacíficos,
más allá del bombardeo de las olas insistentes.

Y tú flotas en la blancura
de tu madre huesuda, que con lágrimas
ha puesto estrellas en las cuencas de tus ojos.
LÍMITE 
La mujer alcanzó la perfección. 
Su cuerpo muerto muestra la sonrisa de realización, 
la apariencia de una necesidad griega 
fluye por los pergaminos de su toga, 
sus pies desnudos parecen decir, 
hasta aquí hemos llegado, se acabó. 
Los niños muertos, ovillados, blancas serpientes, 
uno a cada pequeña jarra de leche ahora vacía. 
Ella los ha plegado de nuevo hacia su cuerpo; 
así los pétalos de una rosa cerrada, 
cuando el jardín se envara 
y los olores sangran de las dulces gargantas 
profundas de la flor de la noche. 
La luna no tiene por qué entristecerse, 
mirando con fijeza desde su capucha de hueso. 
Está acostumbrada a este tipo de cosas. 
Sus negros crepitan y se arrastran. 

EL COLOSO

Jamás conseguiré recomponerte del todo,

unir, pegar tus pedazos y juntarlos como es debido.

Rebuzno de mula, gruñido de cerdo y carcajadas obscenas

salen de tus enormes labios.

Esto es peor que un corral.

Acaso te consideras un oráculo,

portavoz de los muertos, o de algún que otro dios.

Llevo treinta años trabajando

para extraer el sedimento de tu garganta.

Sigo sin entenderlo.

Escalera arriba con botes de cola y Lysol

trepo como una hormiga en duelo

por encima de los campos de maleza de tu frente


para reparar las inmensas planicies de tu cráneo y limpiar

los blancos, desnudos túmulos de tus ojos.

Un cielo azul como de la Orestíada

Se arquea por encima de nosotros. Oh padre, tan solo como estás

eres hondo y denso en la historia como el foro romano.

Abro mi almuerzo sobre una colina de cipreses negros.

Tus huesos aflautados y tu pelo de acanto desbordan

su antigua anarquía hasta la línea del horizonte.

Haría falta más de un rayo

para crear una ruina así.

De noche me acurruco en la cornucopia

de tu oreja izquierda, al abrigo del viento,

y cuento las estrellas rojas, y las de color ciruela.

El sol sale bajo la columna de tu lengua.

Mis horas abrazan la sombra.

Ya no atiendo al encallar de las quillas

en las piedras desnudas del embarcadero.

QUIERO, QUIERO

Boquiabierto, el diosecillo

inmenso, calvo, a pesar de su infantil cabeza,

pedía a gritos el pecho de su madre.

Los volcanes secos se cuarteaban y escupían.

La arena abrasaba los labios sin leche.

Pidió entonces la sangre del padre,

que puso a trabajar avispa, lobo y tiburón,


e ingenió el pico del alcatraz.

Con los ojos secos, el patriarca inveterado

levantó sus hombros de pellejo y huesos,

púas en la corona de dorado alambre,

espinas en el tallo de la rosa sangrienta.

EL ESPEJO

Soy de plata y exacto. No tengo prejuicios.

Todo lo que veo lo trago de inmediato

tal y como es, sin la turbiedad del amor o de la antipatía.

No soy cruel, sólo veraz-

El ojo de un diosecillo, con cuatro esquinas.

La mayor parte del tiempo medito sobre la pared de enfrente.

Es rosada, con manchas. La he mirado tanto

que creo que forma parte de mi corazón. Pero se mueve.

Caras y oscuridad nos separan una y otra vez.

Ahora soy un lago. Una mujer se asoma sobre mí,

buscando en mi  extensión lo que ella es en realidad.

Luego se vuelve hacia esas embusteras, las velas o la luna.

Veo su espalda y la reflejo con fidelidad.

Me recompensa con lágrimas y gesticula con las manos.

Soy importante para ella. Viene y va.

Cada mañana es su cara lo que sucede a la oscuridad.

En mí ha ahogado a una muchacha, y desde mi una mujer mayor

se eleva hacia ella día tras día, como un pez terrible.


FIEBRE: 39,5º

¿Pura? ¿Qué significa eso? 


Las lenguas del infierno 
son torpes, torpes como las triples 
lenguas del torpe y obeso Cancerbero 
que jadea en la entrada. Incapaz 
de eliminar de un lengüetazo 
la crisis febril, el pecado, el pecado. 
La yesca clama. 
El olor indeleble 
de una vela que se apaga! 
Amor, amor, el humo a baja altura ondula 
a mi alrededor como las bufandas de Isadora, y temo 
que una de ellas se enganche y ancle la rueda. 
Esos taciturnos humos amarillos 
crean su propia atmósfera. No se elevan, 
se arrastran en torno del globo 
sofocando a los ancianos y a los mansos, 
sl débil 
bebé del invernadero en su cuna, 
a la lúgubre orquídea 
que cuelga en el aire su jardín colgante, 
demoníaco leopardo. 
La calefacción la tornó blanca 
y la mató en una hora. 
Untando los cuerpos de los adúlteros 
como una ceniza de Hiroshima, y consumiéndolos. 
El pecado. El pecado. 

Querido mío, toda la noche 


estuve fluctuando, encendiéndome, apagándome. 
Las sábanas llegan a pesar como el beso del libertino. 
Tres días. Tres noches. 
Agua con limón, agua 
de pollo, el agua me da arcadas.

Lady Lazarus

Lo logré otra vez,


Me las arreglo —
Una vez cada diez años.
Especie de fantasmal milagro, mi piel
Brillante como una pantalla nazi,
Mi diestro pie
Es un pisapapel,
Mi rostro un fino lienzo
Judío y sin rasgos.
Descascara la envoltura
Oh, mi enemigo,
¿Aterro acaso? —
¿La nariz, las cuencas vacías, los dientes?
El apestoso aliento
Se desvanecerá en un día.
Pronto, muy pronto, la carne
Que la tumba devoró
Se sentirá bien en mí
Y yo una mujer que sonríe.
Tengo sólo treinta años.
Y como gato he de morir nueve veces.
Esta es la Número Tres.
Qué desperdicio
Eso de aniquilarse cada década.
Qué millón de filamentos.
La multitud mascando maní se agolpa
Para verlos.
Cómo me desenvuelven la mano, el pie —
El gran desnudamiento.
Damas y caballeros.
Estas son mis manos
Mis rodillas.
Soy tal vez huesos y pellejo.
Sin embargo, soy la misma, idéntica mujer.
La primera vez que sucedió tenía diez.
Fue un accidente.
La segunda vez pretendí 
Superarme y no regresar jamás.
Oscilé callada.
Como una concha marina.
Tenían que llamar y llamar
Recoger mis gusanos como perlas pegajosas/
Morir
Es un arte, como cualquier otra cosa.
Yo lo hago excepcionalmente bien.
Lo hago para sentirme hasta las heces.
Lo ejecuto para sentirlo real.
Podemos decir que poseo el don.
Es bastante fácil hacerlo en una celda.
Muy fácil hacerlo y no perder las formas.
Es el mismo
Retorno teatral a pleno día
Al mismo lugar, mismo rostro, grito brutal
Y divertido:
'Milagro!'
Que me liquida.
Luego una carga a fondo
Para ojear mis cicatrices, y otra
Para escucharme el corazón –
De verdad sigue latiendo.
Y hay otra y otra arremetida grande
Por una palabra, por tocar
O por un poquito de sangre
O por unos cabellos o por mi ropa.
Bien, bien, está bien HerrDoktor.
Bien. Herr Enemigo.
Yo soy vuestra obra maestra,
Su pieza de valor,
La bebe de oro puro
Que se disuelve con un chillido.
Me doy vuelta y ardo.
No creas que no valoro tu gran cuidado.
Ceniza, ceniza —
Ustedes atizan, remueven.
Carne, hueso, nada queda 00
Una barra de jabón,
Una alianza de bodas.
Un empaste de oro.
Herr Dios, Herr Lucifer
Cuidado.
Cuidado.
Desde las cenizas me levanto
Con mi cabello rojo
Y devoro hombres como el aire.
GIOCONDA BELLI (Managua, Nicaragua 1948)

ESTOY VIVA COMO FRUTA MADURA...

Estoy viva
como fruta madura
dueña ya de inviernos y veranos,
abuela de los pájaros,
tejedora del viento navegante.

No se ha educado aún mi corazón


y, niña, tiemblo en los atardeceres,
me deslumbran el verde, las marimbas
y el ruido de la lluvia
hermanándose con mi húmedo vientre,
cuando todo es más suave y luminoso.

Crezco y no aprendo a crecer,


no me desilusiono,
ni me vuelvo mujer envuelta en velos,
descreída de todo, lamentando su suerte.
No. Con cada día, se me nacen los ojos del asombro,
de la tierra parida,
el canto de los pueblos,
los brazos del obrero construyendo,
la mujer vendedora con su ramo de hijos,
los chavalos alegres marchando hacia el colegio.

Si.
Es verdad que a ratos estoy triste
y salgo a los caminos,
suelta como mi pelo,
y lloro por las cosas más dulces y más tiernas
y atesoro recuerdos
brotando entre mis huesos
y soy una infinita espiral que se retuerce
entre lunas y soles,
avanzando en los días,
desenrollando el tiempo
con miedo o desparpajo,
desenvainando estrellas
para subir más alto, más arriba,
dándole caza al aire,
gozándome en el ser que me sustenta,
en la eterna marea de flujos y reflujos
que mueve el universo
y que impulsa los giros redondos de la tierra.

Soy la mujer que piensa.


Algún día
mis ojos
encenderán luciérnagas.

AMO A LOS HOMBRES Y LES CANTO

Amo a los hombres


y les canto.

Amo a los jóvenes


desafiantes jinetes del aire,
pobladores de pasillos en las Universidades,
rebeldes, inconformes, planeadores de mundos diferentes.
Amo a los obreros,
esos sudorosos gigantes morenos
que salen de madrugada a construir ciudades.
Amo a los carpinteros
que reconocen a la madera como a su mujer
y saben hacerla a su modo.
Amo a los campesinos
que no tienen más tractor que su brazo
que rompen el vientre de la tierra y la poseen.
Amo, compasiva y tristemente, a los complicados
                                                         hombres de negocios
que han convertido su hombría en una sanguinaria
                                                                        máquina de sumar
y han dejado los pensamientos más profundos, los
                                                             sentimientos más nobles
por cálculos y métodos de explotación.

Amo a los poetas -bellos ángeles lanzallamas-


que inventan nuevos mundos desde la palabra
y que dan a la risa y al vino su justa y proverbial importancia.
que conocen la trascendencia de una conversación
tranquila bajo los árboles,
a esos poetas vitales que sufren las lágrimas y van
y dejan todo y mueren
para que nazcan hombres con la frente alta.
Amo a los pintores -hombres colores-
que guardan su hermosura para nuestros ojos
y a los que pintan el horror y el hambre
para que no se nos olvide.
Amo a los solitarios pensadores
los que existen más allá del amor y de la comprensión sencilla
los que se hunden en titánicas averiguaciones
y se atormentan día y noche ante lo absurdo de las respuestas.
A todos amo con un amor de mujer, de madre, de hermana,
con un amor que es más grande que yo toda,
que me supera y me envuelve como un océano
donde todo el misterio se resuelve en espuma...

Amo a las mujeres desde su piel que es la mía.


A la que se rebela y forcejea con la pluma y la voz desenvainadas,
a la que se levanta de noche a ver a su hijo que llora,
a la que llora por un niño que se ha dormido para siempre,
a la que lucha enardecida en las montañas,
a la que trabaja -mal pagada- en la ciudad,
a la que gorda y contenta canta cuando echa tortillas
en la pancita caliente del comal,
a la que camina con el peso de un ser en su vientre
enorme y fecundo.
A todas las amo y me felicito por ser de su especie.
Me felicito por estar con hombres y mujeres
aquí bajo este cielo, sobre esta tierra tropical y fértil,
ondulante y cubierta de hierba.
Me felicito por ser y por haber nacido,
por mis pulmones que me llevan y me traen el aire,
porque cuando respiro siento que el mundo todo entra en mí
y sale con algo mío,
por estos poemas que escribo y lanzo al viento
para alegría de los pájaros,
por todo lo que soy y rompe el aire a mi paso,
por las flores que se mecen en los caminos
y los pensamientos que, desenfrenados, alborotan en las cabezas,
por los llantos y las rebeliones.
Me felicito porque soy parte de una nueva época
porque he comprendido la importancia que tiene mi existencia,
la importancia que tiene tu existencia, la de todos,
la vitalidad de mi mano unida a otras manos,
de mi canto unido a otros cantos.
Porque he comprendido mi misión de ser creador,
de alfarera de mi tiempo que es el tiempo nuestro,
quiero irme a la calle y a los campos,
a las mansiones y a las chozas
a sacudir a los tibios y haraganes,
a los que reniegan de la vida y de los malos negocios,
a los que dejan de ver el sol para cuadrar balances,
a los incrédulos, a los desamparados, a los que han
                                                                     perdido la esperanza,
a los que ríen y cantan y hablan con optimismo;
quiero traerlos a todos hacia la madrugada,
traerlos a ver la vida que pasa
con una hermosura dolorosa y desafiante,
la vida que nos espera detrás de cada atardecer
-último testimonio de un día que se va para siempre,
que sale del tiempo y que nunca volverá a repetirse-.
Quiero atraer a todos hacia el abrazo de una alegría que comienza,
de un Universo que espera que rompamos sus puertas
con la energía de nuestra marcha incontenible.
Quiero llevaros a recorrer los caminos
por donde avanza -inexorable- la Historia.
Porque los amo quiero llevarlos de frente a la nueva  mañana,
mañana lavada de pesar que habremos construido  todos.

Vámonos y que nadie se quede a la zaga,


que nadie perezoso, amedrentado, tibio, habite la faz  de la tierra
para que este amor tenga la fuerza de los terremotos,
de los maremotos,
de los ciclones, de los huracanes
y todo lo que nos aprisione vuele convertido en desecho
mientras hombres y mujeres nuevos
van naciendo erguidos
luminosos
como volcanes...

Vámonos
Vámonos
Vámonoooos!!!

Y DIOS ME HIZO MUJER

Y Dios me hizo mujer,


de pelo largo,
ojos, nariz y boca de mujer.
Con curvas
y pliegues
y suaves hondonadas
y me cavó por dentro,
me hizo un taller de seres humanos.
Tejió delicadamente mis nervios
y balanceó con cuidado
el número de mis hormonas.
Compuso mi sangre
y me inyectó con ella
para que irrigara
todo mi cuerpo;
nacieron así las ideas,
los sueños,
el instinto.
Todo lo creó suavemente
a martillazos de soplidos
y taladrazos de amor,
las mil y una cosas que me hacen mujer todos los días
por las que me levanto orgullosa
todas las mañanas
y bendigo mi sexo.

COMO GATA BOCA ARRIBA

Te quiero como gata boca arriba,


panza arriba te quiero,
maullando a través de tu mirada,
de este amor-jaula
violento,
lleno de zarpazos
como una noche de luna
y dos gatos enamorados
discutiendo su amor en los tejados,
amándose a gritos y llantos,
a maldiciones, lagrimas y sonrisas
(de esas que hacen temblar el cuerpo de alegría)

Te quiero como gata panza arriba


y me defiendo de huir,
de dejar esta pelea
de callejones y noches sin hablarnos,
este amor que me marea,
que me llena de polen,
de fertilidad
y me anda en el día por la espalda
haciéndome cosquillas.

No me voy, no quiero irme, dejarte,


te busco agazapada
ronroneando,
te busco saliendo detrás del sofá,
brincando sobre tu cama,
pasándote la cola por los ojos,
te busco desperezándome en la alfombra,
poniéndome los anteojos para leer
libros de educación del hogar
y no andar chiflada y saber manejar la casa,
poner la comida,
asear los cuartos,
amarte sin polvo y sin desorden,
amarte organizadamente,
poniéndole orden a este alboroto
de revolución y trabajo y amor
a tiempo y destiempo,
de noche, de madrugada,
en el baño,
riéndonos como gatos mansos,
lamiéndonos la cara como gatos viejos y cansados
a los pies del sofá de leer el periódico.

Te quiero como gata agradecida,


gorda de estar mimada,
te quiero como gata flaca
perseguida y llorona,
te quiero como gata, mi amor,
como gata, Gioconda,
como mujer,
te quiero.

DE LA MUJER AL HOMBRE

Dios te hizo hombre para mí.


Te admiro desde lo más profundo
de mi subconsciente
con una admiración extraña y desbordada
que tiene un dobladillo de ternura.
Tus problemas, tus cosas
me intrigan, me interesan
y te observo
mientras discurres y discutes
hablando del mundo
y dándole una nueva geografía de palabras
Mi mente esta covada para recibirte,
para pensar tus ideas
y darte a pensar las mías;
te siento, mi compañero, hermoso
juntos somos completos
y nos miramos con orgullo
conociendo nuestras diferencias
sabiéndonos mujer y hombre
y apreciando la disimilitud
de nuestros cuerpos.

REGLAS DEL JUEGO PARA LOS HOMBRES


QUE QUIERAN AMAR A MUJERES MUJERES

El hombre que me ame


deberá saber descorrer las cortinas de la piel,
encontrar la profundidad de mis ojos
y conocer lo que anida en mí,
la golondrina transparente de la ternura.
II

El hombre que me ame


no querrá poseerme como una mercancía,
ni exhibirme como un trofeo de caza,
sabrá estar a mi lado
con el mismo amor
conque yo estaré al lado suyo.

III

El amor del hombre que me ame


será fuerte como los árboles de ceibo,
protector y seguro como ellos,
limpio como una mañana de diciembre.

IV

El hombre que me ame


no dudará de mi sonrisa
ni temerá la abundancia de mi pelo,
respetará la tristeza, el silencio
y con caricias tocará mi vientre como guitarra
para que brote música y alegría
desde el fondo de mi cuerpo.

El hombre que me ame


podrá encontrar en mí
la hamaca donde descansar
el pesado fardo de sus preocupaciones,
la amiga con quien compartir sus íntimos secretos,
el lago donde flotar
sin miedo de que el ancla del compromiso
le impida volar cuando se le ocurra ser pájaro.

VI

El hombre que me ame


hará poesía con su vida,
construyendo cada día
con la mirada puesta en el futuro.

VII

Por sobre todas las cosas,


el hombre que me ame
deberá amar al pueblo
no como una abstracta palabra
sacada de la manga,
sino como algo real, concreto,
ante quien rendir homenaje con acciones
y dar la vida si es necesario.

VIII

El hombre que me ame


reconocerá mi rostro en la trinchera
rodilla en tierra me amará
mientras los dos disparamos juntos
contra el enemigo.

IX

El amor de mi hombre
no conocerá el miedo a la entrega,
ni temerá descubrirse ante la magia del enamoramiento
en una plaza llena de multitudes.
Podrá gritar -te quiero-
o hacer rótulos en lo alto de los edificios
proclamando su derecho a sentir
el más hermoso y humano de los sentimientos.

El amor de mi hombre
no le huirá a las cocinas,
ni a los pañales del hijo,
será como un viento fresco
llevándose entre nubes de sueño y de pasado,
las debilidades que, por siglos, nos mantuvieron separados
como seres de distinta estatura.

XI

El amor de mi hombre
no querrá rotularme y etiquetarme,
me dará aire, espacio,
alimento para crecer y ser mejor,
como una Revolución
que hace de cada día
el comienzo de una nueva victoria.
GLORIA FUERTES (Madrid, 1917-1998)

AMOR QUE LIBERA

Ya no soy la niña amarga


que tenía un mar de llanto
y alta ortiga por el alma.
Ya no soy la niña enferma
que al oír risas lloraba;
ya salí del solitario
bosque que me acorralaba.
Ahora soy la niña verde,
porque floreció mi calma.
Ya no soy la loca triste,
ya no soy la niña blanca,
nuevo amor ha traspasado
con el nardo de su lanza
mi corazón, que ahora tiene
un nombre de menta y ámbar.
¡Ay cuánta sonrisa noto
que trepa por mis espaldas!
¡Qué brillo tienen mis ojos
-viudos de siete mil lágrimas-!
La vida me sabe a verso
y los besos a manzana.
-El monte arregla sus pinos,
por las rocas el mar baila-.
El amor danza en mi pecho.
¡Ya me quiere! ¡Ya me aguarda!
Ya no soy la loca triste,
que al oír risas gritaba;
ahora soy la niña dulce,
ya no soy mujer amarga.
ALEJANDRA PIZARNIK (Buenos Aires, Argentina, 1936)

Mucho más allá

¿ Y si nos vamos anticipando


de sonrisa en sonrisa
hasta la última esperanza?

¿Y qué?
¿Y qué me das a mí,
a mí que he perdido mi nombre,
el nombre que me era dulce sustancia
en épocas remotas, cuando yo no era yo
sino una niña engañada por su sangre?

¿A qué , a qué
este deshacerme, este desangrarme,
este desplumarme, este desequilibrarme
si mi realidad retrocede
como empujada por una ametralladora
y de pronto se lanza a correr,
aunque igual la alcanzan,
hasta que cae a mis pies como un ave muerta?
Quisiera hablar de la vida .
Pues esto es la vida,
este aullido, este clavarse las uñas
en el pecho, este arrancarse
la cabellera a puñados , este escupirse
a los propios ojos, sólo por decir,
sólo por ver si se puede decir:
"¿es que yo soy? ¿ verdad que sí ?
¿no es verdad que yo existo
y no soy la pesadilla de una bestia?".

Y con las manos embarradas


golpeamos a las puertas del amor.
Y con la conciencia cubierta
de sucios y hermosos velos,
pedimos por Dios.
Y con las sienes restallantes
de imbécil soberbia
tomamos de la cintura a la vida
y pateamos de soslayo a la muerte.

Pues esto es lo que hacemos.


Nos anticipamos de sonrisa en sonrisa
hasta la última esperanza.

Salvación

Se fuga la isla.
Y la muchacha vuelve a escalar el viento
y a descubrir la muerte del pájaro profeta.
Ahora
es el fuego sometido.
Ahora
es la carne
..la hoja
..la piedra
perdidas en la fuente del tormento
como el navegante en el horror de la civilización
que purifica la caída de la noche.
Ahora
la muchacha halla la máscara del infinito
y rompe el muro de la poesía.

FRAGMENTOS PARA DOMINAR EL SILENCIO


I
Las fuerzas del lenguaje son las damas solitarias, desoladas, que cantan a través de mi
voz que escucho a lo lejos. Y lejos, en la negra arena, yace una niña densa de música
ancestral. ¿Dónde la verdadera muerte? He querido iluminarme a la luz de mi falta de
luz. Los ramos se mueren en la memoria. La yacente anida en mí con su máscara de
loba. La que no pudo más e imploró llamas y ardimos.
II
Cuando a la casa del lenguaje se le vuela el tejado y las palabras no guarecen, yo hablo.
Las damas de rojo se extraviaron dentro de sus máscaras aunque regresarán para
sollozar entre flores.
No es muda la muerte. Escucho el canto de los enlutados sellar las hendiduras del
silencio. Escucho tu dulcísimo llanto florecer mi silencio gris.
III
La muerte ha restituido al silencio su prestigio hechizante. Y yo no diré mi poema y yo
he de decirlo. Aun si el poema (aquí, ahora) no tiene sentido, no tiene destino.
ROSARIO CASTELLANOS (México 1925- 1974)

Meditación en el umbral

No, no es la solución
tirarse bajo un tren como la Ana de Tolstoy
ni apurar el arsénico de Madame Bovary
ni aguardar en los páramos de Ávila la visita
del ángel con venablo
antes de liarse el manto a la cabeza
y comenzar a actuar.

Ni concluir las leyes geométricas, contando


las vigas de la celda de castigo
como lo hizo Sor Juana. No es la solución
escribir, mientras llegan las visitas,
en la sala de estar de la familia Austen
ni encerrarse en el ático
de alguna residencia de la Nueva Inglaterra
y soñar, con la Biblia de los Dickinson,
debajo de una almohada de soltera.

Debe haber otro modo que no se llame Safo


ni Mesalina ni María Egipciaca
ni Magdalena ni Clemencia Isaura.

Otro modo de ser humano y libre.

Otro modo de ser.

Bella dama sin piedad

Se deslizaba por las galerías.

No la vi. Llegué tarde, como todos,


y alcancé nada más la lentitud
púrpura de la cauda; la atmósfera vibrante
de aria recién cantada.

Ella no. Y era más


que plenitud su ausencia
y era más que esponsales
y era más que semilla en que madura el tiempo:
esperanza o nostalgia.

Sueña, no está. Imagina, no es. Recuerda,


se sustituye, inventa, se anticipa,
dice adiós o mañana.

Si sonríe, sonríe desde lejos,


desde lo que será su memoria, y saluda
desde Su antepasado pálido por la muerte.

Porque no es el cisne. Porque si la señalas


señalas una sombra en la pupila
profunda de los lagos
y del esquife sólo la estela y de la nube
el testimonio del poder del viento.

Presencia prometida, evocada. Presencia


posible del instante
en que cuaja el cristal, en que se manifiesta
el corazón del fuego.

El vacío que habita se llama eternidad.

Recordatorio

Obedecí, señores, las consignas.

Hice la reverencia de la entrada,


bailé los bailes de la adolescente
y me senté a aguardar el arribo del príncipe.

Se me acercaron unos con ese gesto astuto


y suficiente, del chalán de feria;
otros me sopesaron
para fijar el monto de mi dote
y alguien se fió del tacto de sus dedos
y así saber la urdimbre de mi entraña.

Hubo un intermediario entre mi cuerpo y yo


un intérprete —Adán, que me dio el nombre
de mujer, que hoy ostento—
trazando en el espacio la figura
de un delta bifurcándose.

Ah, destino, destino.

He pagado el tributo de mi especie


pues di a la tierra, al mundo, esa criatura
en que se glorifica y se sustenta.

Es tiempo de acercarse a las orillas,


de volver a los patios interiores,
de apagar las antorchas
porque ya la tarea ha sido terminada.

Sin embargo, yo aún permanezco en mi sitio.

Señores ¿no olvidasteis


dictar la orden de que me retire?
MARICRUZ PATIÑO (México 1950)

Amores Castos

Si te dejara conocer mi cuerpo


y penetrarme

quedaría atada a ti
Tu macho dominaría a mi hembra
y mi animal satisfecha
soportaría gustosa todos tus caprichos
Verás… esta distancia de las pieles
es ¡tan saludable!
Libre de ser
sin saber
sin ser juzgada
estar en mi
con mí
conmigo misma
y contemplarte así
como quien mira una flor:
con los ojos del amor infinito

Por fin he logrado amarte a ti


sin ti.
CARMEN BOULLOSA (México 1954)

LA MEMORIA VACÍA

1. Trato de oscurecer con mi sombra la tierra del exilio, mi


tierra, ocultarme a la memoria vacía.
No tengo origen.

Formo con mis hermanas un muro inabordable.


Nos cegamos a la tierra que alarga el día de luminoso júbilo,
a sus ojos brillantes donde brotan ciruelas jugosas
y dulces, los animales cálidos y huidizos;
al día de paredes traslúcidas, de corrales abiertos y campos
poseídos por el secreto que han murmurado las semillas al abrirse

He llegado al término de mi sombra: el día tiene abiertos los


muslos y se entrega al gozo insaciable de los hombres.

2. En medio de este estruendo,


del golpeteo de las alas locas del viento sobre el llano,
del silbido deslumbrante con el que el río corteja a las plácidas nubes,
los hombres recuestan su cuerpo amoroso sobre el torso del día,
hacen de la mañana al ritmo de su cuerpo.

Y nosotras,
hechas de un material que se resiste al cortejo del tiempo,
templadas en el silencio firme,
tratamos de permanecer
aunque no tenemos casa,
aunque estamos desprovistas frente al cauce ajeno.

Nos trenzamos entre nosotras los labios con los labios:


ésta es la palabra de las tres: nuestra palabra.

(Oigo un crepitar en el fuego: los pechos de las mujeres se desprenden


del deseo como frutos maduros. Los pechos de las mujeres:
panes recién cocidos.)

SER EL ESCLAVO QUE PERDIÓ SU CUERPO

El fuego,
otra vez fuego,
el fuego junto a la lumbre,
en el piso,
subiendo por los sillones,
cruzando las ventanas,
y tras él el fuego,
solamente el fuego.

El fuego otra vez,


¿No lo ven?
¡No lo ven! Es el fuego.
Les parezco una mujer sentada.

Quiero vestirme.
La ropa interior que yo traía puesta, abrió sus tejidos,
los venció el calor,
la blusa abrió sus tejidos,
vencida también,
la falda cedió sus hilos,
ardiendo los dejó caer...

Quiero vestirme.

El fuego. No tengo más que el fuego:


Soy la desnuda, la que no tiene encantos.

Quiero vestirme.

Quemo mis vestidos.


Mil cabellos están vencidos también por el calor,
mis pestañas, mis ojos;
mi saliva, un día intacta,
también te espera rendida, vencida, humillada,
doblada, hincada,
herida como el vapor,
como el vapor aislada,
ahogada en tu espera.

Quiero vestirme.
No hay animal con el que pueda compararme,
desnuda estoy como el ganso o el lirio,
no hay planta con la que pueda compararme,
quemada estoy, quemándome,
impaciente,
interminablemente.

¡Que me ayuden los asnos!


¡Que acudan a mi ayuda
los cerdos o las garzas,
los ruiseñores o las cañas de azúcar!
¡Nada puede ayudarme!
¡Vencida estoy por ti,
por ti fui por mí abandonada!

CARTA AL LOBO

Querido Lobo:
Llego aquí después de cruzar el mar abierto del bosque,
el mar vegetal que habitas,
el abierto de ira en la oscuridad y la luz que lo cruza
a hurtadillas,

en su densa, inhabitable noche de aullidos que impera


incluso de día o en el silencio

mar de resmas de hojas


que caen y caen y crecen y brotan, todo al mismo tiempo,
de yerbas entrelazadas,
de mareas de pájaros,
de oleadas de animales ocultos.

Llegue aquí cruzando el puente que une al mundo


temeroso con tu casa,

este lugar inhóspito,


inhóspito porque esta la mar de habitado,
habitado como el mar.

En todo hay traición porque todo esta vivo...

Por ejemplo, aquello, si desde aquí parece una sombra,


¿hacia donde caminara cuando despierte?
Como fiera atacara cuando pase junto a él,
cuando furioso conteste el sonido de mis pasos.

Así todo lo que veo.


En todo hay traición

...era el camino, lobo,


la ruta que me llevaba a ti...
Escucha mi delgada voz, tan cerca.
Ya estoy aquí.

Escoge de lo que traje lo que te plazca.


Casi no puedes mirarlo,
insignificante como es,
perdido en la espesura que habitas.
Estoy aquí para ofrecerte mi cuello,
mi frágil cuello de virgen,
un trozo pálido de carne con poco, muy poco que roerle,
tenlo, tenlo.
¡Apresura tu ataque!
¿Te deleitaras con el banquete?
(No puedo, no tengo hacia donde escapar
y no se si al clavarme los dientes
me miraras a los ojos).

Reconociéndome presa
y convencida de que no hay mayor grandeza que la del
cuello de virgen entregándose a ti,

ni mayor bondad que aquella inscrita en tu


doloroso,
lento
interminable
y cruel
amoroso ataque,

cierro esta carta.


Sinceramente tuya,

                                   Carmen.

HIERBA

Allá va la hierba que creció sin tocar tierra.


Va la que no conoció el lodo ni el seco craquelar sin lluvia.
Pasa en flor,
sobre la ráfaga.
Pasa silbante.
Blandida o aventada como arma o herramienta.
No sabe pesar porque nunca ha pesado.
Al volar no duerme ni descansa.
Hierba sin nombre, hierba perra, hierba palabra del mono que en la noche grita
articulando sin gramática.
Hierba oliendo a carne,
nacida al roce de una piel insomne con otra que no sabía conciliar el sueño,
las de esos dos entrando donde rige la razón incuerda con los ojos abiertos,
ignorando el rito tajante del sueño que divide a lo real en dos trozos.
Un paso los traía o los llevaba a la locura, no los quemaba la frontera.

Perdían el piso sin saltar, distrayéndose volaban,


sus huesos desconocían el gravitar de la piedra.
Hierba que repudia al rocío, que no obedece al sol,
hierba sin rumbo,
nació crecida, arrancada; su flor lleva en trozos diminutos
el fúnebre color que en Cuaresma cubre el rostro y la llaga de Cristo, es luto destazado.
Va la hierba, como si no tuviera cuerpo, en el lomo del viento.
Tose.
Allá va, miente, nunca aprendió a pisar, firme firmeza,
desnuda, acostada, la siempremuerta.
No hubo semillas en su árbol genealógico.
Nació entre cuatro paredes, donde el hombre cubría su miembro
con vísceras de gato y usaba a los vientres hasta reventarlos,
sellando con incansable gozo su infertilidad.
Apenas mira el rostro que lo ama.

La hierba nació donde la sangre animal y la menstrual se vaciaban


en el mismo vaso, y el semen era desordenadas sílabas
gritando revueltas en la boca de la hembra.
Como el moho en el rincón inmundo,
así la nunca pegada ni adherida nació entre el vientre de él  y el de ella, a golpes,
sin el rito que bendice el amor, hurtada al jadeo, robada al llanto, irreverente
humo sacrificial sin ofrenda, sacado con el carbón ardiente
y la ausencia de El Cordero o de El Hijo.
El cuchillo la encontró sin tocar la carne.
Es brote de puñal, vástago de la boca entreabierta por la que entra
o sale el suspirar agitado, rasposo y anómalo de la noche.
Atrás de ella sólo se escucha la bala,
de mosquete, la espuela raspar la losa.
Un grito pidiendo misericordia.
Ella es la ruidosa respiración de un cuerpo que se pierde en el laberinto a voluntad
para que lo devore el mitad animal, mitad ángel y hombre que ahí reina,
llamado con las letras del incrédulo,
que besa como si comiera y hablara a un tiempo,
en besos de verbo,
el encajando-encajado,
el ladrón-hurtado, -
el esclavo-tirano,
el perro amo,
el hacha, galletita, caramelo, guillotina, horca y abrazo,
el desconcierto,
el veneno adictivo,
el rayo de luz asesina,
el todo párpado (cierras, abres),
el lumbre,
el hielo,
el dolor.
"Sombra, iluminación, doble, inconfiable.
Ciego, visible, duda, negación, vista:
Entierras mil veces el cuerpo sobre el que insistes en acostarte,
lápida móvil que repites incansable el enterramiento, sepultas con tu  forma,
revestido de lo que llamas con tres sonidos forasteros emulando al amor.
Manto de suave fibra.
Ráfaga, rayo,
descanso, vuelo.

Caes mientras te habla el ciervo que has cazado, vencedor vencido,


                                                                                       cazador apresado,
gángster de la metralla despojando al corazón del cálido pecho.
Pum-pum (hace él ahora, a solas, canto del gallo huérfano del amanecer,
colorado músculo, manco, si n0 sería tuerto: desearía ahorcarse
                                                                                con sus leales venas).
¿No Podrías dejar la garra y la pezuña, acceder a la tentación del labio
que cuatro veces repetido en un solo cuerpo, más sus dobleces,
te habla, pide, te suplica, lo reconcilies con el término Amor?
¿Terminar la ceguera?
¿Traer al gozo la dicha, la paz, la risa?
¿Restaurar la gramática?
¿Arrebatarle la lengua al insensato mico que no comprende la selva?
¿Dar a la hierba un trecho de tierra que habitar junto al pozo?
¿Provocar la llegada de la lluvia?
Una frase más del beso hablante.
Desnudo vistes la manta sin la que hoy muero de frío, al Sur, en la tierra del calor."
Allá va la hierba de que hablaba.
Apareció cerca de las sábanas que aceptaron la caligrafía de tinta sangre, dejando que la
borrara para siempre el tonto jabón y el agua,
sin suspirar una de las cien merecidas veces por la pérdida del dibujo
del amor que trazaron con tanto empeño los torsos.
Ahí apareció, la hierba. El viento la adoptó viéndola sin dónde sostenerse, y yo la
nombro,
                                                                                                                                           
leal a su paso.
Salió entre tu piel y la mía,
entre mi vagina y el esqueleto de acero del edificio donde habita el amor.
Nació robándome el alma. La encarna en clorofila y fibras,
alma sin cuerpo volando en la frágil ráfaga.

La Salvaja (fragmento)

El fuego,
otra vez fuego,
el fuego junto a la lumbre,
en el piso,
subiendo por los sillones,
cruzando las ventanas,
y tras él el fuego,
solamente el fuego.
El fuego otra vez,
¿No lo ven?
¡No lo ven! Es el fuego.
Les parezco una mujer sentada.

Quiero vestirme.
La ropa interior que yo traía puesta, abrió sus tejidos,
los venció el calor,
la blusa abrió sus tejidos,
vencida también,
la falda cedió sus hilos,
ardiendo los dejó caer…

Quiero vestirme.

El fuego. No tengo más que el fuego:


Soy la desnuda, la que no tiene encantos.

Quiero vestirme.

Quemo mis vestidos.


Mil cabellos están vencidos también por el calor,
mis pestañas, mis ojos;
mi saliva, un día intacta,
también te espera rendida, vencida, humillada,
doblada, hincada,
herida como el vapor,
como el vapor aislada,
ahogada en tu espera.

Quiero vestirme.
No hay animal con el que pueda compararme,
desnuda estoy como el ganso o el lirio,
no hay planta con la que pueda compararme,
quemada estoy, quemándome,
impaciente,
interminablemente.

¡Que me ayuden los asnos!


¡Que acudan a mi ayuda
los cerdos o las garzas,
los ruiseñores o las cañas de azúcar!
¡Nada puede ayudarme!
¡Vencida estoy por ti,
por ti fui por mí abandonada!
ANA ROSSETTI (CÁDIZ, 1950)

A QUIEN, NO OBSTANTE TAN DELICIOSOS PLACERES DEBO

"Cuando una se siente bien, puede prescindir de lo mejor.


Eso me parece sabio".
                                         Andrea de Nerciat

Y esa tan transparente neblina que su lengua


extendió sobre mí... labor concupiscente,
minuciosa e inútil, pues el bello prosélito
¿me atreveré a decirlo? es que es tan impotente
como adorable es. Por ello, aún intacto
conservo el corazón de mi valiosa orquídea
(falsas futuras nupcias blancas) y, así, entre tanto,
mi precioso tormento, recibo tus bombones
y mis ingles remojo detrás de cada cita
con abluciones vanas. Pero, tonto muchacho,
no te avergüences si, de pronto, no se abulta tu pretina,
ni tu enarbolado furor puede,
impasible, horadarme la membrana
y arrancar de mi carne el clásico aspaviento.
Y no te desesperes si no soy despojada
aún de aquello que, sobrepasando el tiempo
que la edad aconseja y Cupido consiente,
fiel guardo en el ardiente túnel. Ya custodiada
mi pelvis por amor tan incauto cerrada
permanece, mi escudo, sabrosa precaución!
Hundamos nuestras bocas en la fresca reseda
de nuestros célibes y ocultos sitios
y tú, tonto muchacho, si encuentras resistencia
en donde tu ternura esperaba verterse,
torpemente no insistas empeñado en robarme
unas gotitas rojas y un agudo gritito,
pues no soportarías placer tan cruento.

CIERTA SECTA FEMINISTA SE DA CONSEJOS  PREMATRIMONIALES

"...Trabajada despiadadamente por un autómata


que cree que el cumplimiento de un cruel deber es
un asunto de honor."
                                         Andrea de Nerciat

Y besémonos, bellas vírgenes, besémonos.


Démonos prisa desvalijándonos
destruyendo el botín de nuestros cuerpos.
Al enemigo percibo respirar tras el muro,
la codicia se yergue entre sus piernas.

Y besémonos, bellas vírgenes, besémonos.


No deis pródigamente a la espada,
oh viril fortuna, el inviolado himen.
Que la grieta, en el blanco ariete
de nuestras manos, pierda su angostura.

Y besémonos, bellas vírgenes, besémonos.


Ya extendieron las sábanas
y la felpa absorbente está dispuesta.
para que los floretes nos derriben
y las piernas empapen de amapolas.
Y besémonos, bellas vírgenes, besémonos.
Antes que el vencedor la ciudadela
profane, y desvele su recato
para saquear del templo los tesoros,
es preferible siempre entregarla a las llamas.

Y besémonos, bellas vírgenes, besémonos.


Expolio singular: enfebrecidas
en nuestro beneficio arrebatemos
la propia dote. Que el triunfador altivo
no obtenga el masculino privilegio.

Y besémonos, bellas vírgenes, besémonos.


Con la secreta fuente humedecida
en el licor de Venus,
anticipémonos,
de placer mojadas, a Príapo.
y con la sed de nuestros cuerpos, embriaguémonos.
Y besémonos, bellas vírgénes, besémonos.
Rasgando el azahar, gocémonos, gocémonos
del premio que celaban nuestros muslos.
El falo, presto a traspasarnos
encontrará, donde creyó virtud, burdel.

CUANDO MI HERMANA Y YO, SOLTERAS, QUERÍAMOS SER VIRTUOSAS


Y SANTAS

Y cuando al jardín, contigo, descendíamos,


evitábamos en lo posible los manzanos.
Incluso ante el olor del heliotropo enrojecíamos;
sabido es que esa flor amor eterno explica.
Tu frente entonces no era menos encendida
que tu encendida beca*, sobre ella reclinada,
con el rojo reflejo competía.
Y extasiadas, mudas, te espiábamos;
antes de que mojáramos los labios en la alberca,
furtivo y virginal, te santiguabas
y de infinita gracia te vestías.
Te dábamos estampas con los bordes calados
iguales al platito de pasas
que, con el té, se ofrece a las visitas,
detentes y reliquias en los que oro cosíamos
y ante ti nos sentábamos con infantil modestia.
Mi tan amado y puro seminarista hermoso,
¡cuántas serpientes enroscadas en los macizos de azucenas,
qué sintieron las rosas en tus manos que así se deshojaban!
Con la mirada baja protegerte queríamos
de nuestra femenina seducción.
Vano propósito.
Un día, un turgente púrpura,
tu pantalón incógnito, de pronto, estirará
y Adán derramará su provisión de leche.
Nada podrá parar tan vigoroso surtidor.
Bien que sucederá, sucederá.
Aunque nuestra manzana nunca muerdas,
aunque tu espasmo nunca presidamos,
bien que sucederá, sucederá.
Y no te ha de salvar ningún escapulario,
y ni el terrible infierno del albo catecismo
podrá evitar el cauce radiante de tu esperma.

INCONFESIONES DE GILLES DE  RAIS


"...se hallaba tendido en una chaisse-longue, y tenía en
su blanca mano una rosa sin perfume."
                                                        O. Mirebau

Es tan adorable introducirme


en su lecho, y que mi mano viajera
descanse, entre sus piernas, descuidada,
y al desenvainar la columna tersa
-su cimera encarnada y jugosa
tendrá el sabor de las fresas, picante-
presenciar la inesperada expresión
de su anatomía que no sabe usar,
mostrarle el sonrosado engarce
al indeciso dedo, mientras en pérfidas
y precisas dosis se le administra audacia.
Es adorable pervertir
a un muchacho, extraerle del vientre
virginal esa rugiente ternura
tan parecida al estertor final
de un agonizante, que es imposible
no irlo matando mientras eyacula.

NOTAS PARA UN BLUES

DO
     lor por estar contigo en cada cosa. Por no dejar de estar contigo en cada cosa.
Por estar irremediablemente contigo en mí.

RE
    cordar que mis monedas no me permiten adquirir. Que
mi deseo no es tan poderoso como para taladrar blindajes,
ni mi atrevimiento tan hábil como para no hacer saltar la
alarma. Recordar que sólo debe mirar los escaparates.

MI
    edo por no llegar a ser, por ni siquiera conseguir estar.

FA
    cilmente lo hacen: clavan sus espinas invisibles, abren la
puerta del temor, hacen que renieguen de mí misma cuando
menos se espera. Y ni siquiera saber cuántos han sacado copia
de mis llaves.

SOL
      o he logrado el punzón de la pica, la lágrima del diamante
o los caprichos del trébol. Quizá no existan los corazones.
Quizá es que sea imposible elegir.
LA
    bios sellados, custodios del mejor guardado secreto, del recinto en donde las palabras
reanudan sus batallas silenciosas, sus pacientes y refinados ejercicios de rencor.

SI
   crees que es paciencia, resignación, inmunidad o anestesia te
equivocas. Es que he procurado cortar todas las margaritas
para no tener que interrogarlas.

SI RECORDARAS AMOR MÍO...

Si recordaras, amor mío, qué es lo que te aguarda tras las


     seguras paredes de la espera.
Si recordaras cómo ¡y qué cruelmente! el deseo atendido
     oculta su puñalada de decepción.
Si recordaras que, una vez que la pasión estalla, el secreto
     deja de ser escudo y huída,
no me insistirías para que te mostrara, para que te ofreciera,
     para que te otorgue.
Sino que te resignarías a sobrevivir dentro de mí en el dúctil
     territorio de los sueños, donde todos los modos de ternura
     que puedas inventar son permitidos, toda tempestad música
     y ningún temor es irrevocable.
Si recordaras, Amor mío, qué es lo que te aguarda tras las
     seguras paredes de mi corazón,
no me obligarías a levantarme en armas contra ti, a detenerte,
     a desmentirte, a amordazarte, a traicionarte...
antes de que te me arrebaten, dulce silencio mío,
mi único tesoro, insensato e irreductible sentimiento.

SEXTO

Pero acúsome también de ser tribuna de orgullo. Acúsome de toda la


vanagloria que me asiste al comprobar que vos, capaz de convocar con una divina
fórmula la Carne y la Sangre de Ntro. Señor, jamás poseeréis la palabra que hiciera
nacer el tacto de tu cuerpo entre vuestros dedos consagrados. Y acúsome, reverendo
padre, del sentimiento de rebeldía y de triunfo con que me embriaga esta crueldad.
Amén.

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