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UNLP-Historia Social del Deporte


Para trabajar en clase práctica ‘Colonia inglesa en Argentina y deporte’
Julio Frydenberg1

… la línea que creó tradición fue la que estructuraron las instituciones educacionales de la
colonia inglesa. Esta fecunda historia estuvo asociada al nombre del maestro escocés
Alejandro Watson Hutton y al Buenos Aires English High School, fundado por éste en
1884.2 Hombre inquieto y emprendedor, Watson Hutton trajo el modelo inglés que
incorporaba los deportes al programa escolar entre los que se destacaba el fútbol, que, dada
la afición que aquél había manifestado sobre éste, hizo que lo convirtiera en uno de los ejes
de esas materias. Según el molde educativo vigente desde hacía décadas en Gran Bretaña,
la disciplina era un elemento fundamental y modelador de las conductas de sus alumnos
aunque no bajo una concepción normativa sino práctica, donde los deportes cumplían un
papel central:
“el espíritu del EHS [es el de una] escuela selecta. Las faltas de carácter y conducta [...] traen
como consecuencia la inmediata expulsión. Merece atención especial la formación del
carácter de los alumnos y cada uno de ellos es merecedor de la fiscalización del Rector. [No
pretendemos] formar sabios, sino hombres capaces, con nociones precisas de la
caballerosidad y de la hidalguía, ‘gentlemen’ en una palabra. Ese es el espíritu del EHS".3

Según los relatos que han sobrevivido, Watson Hutton solía cumplir el papel de ‘referee’ y
además aplicaba las penas correspondientes a los infractores. Así, cuando sus alumnos
jugaban contra estudiantes de otro colegio y uno de los suyos cometía una incorrección
grave lo expulsaba, luego lo sancionaba y no podía jugar durante un mes, además de
obligarlo a ver los partidos solo, al margen del equipo. De este modo, el fútbol y, la

1
Selección de textos de tesis doctoral defendida en FFyL, UBA.
2
Nacido en Glasgow, Escocia, en 1853 y fallecido en buenos Aires en 1936, licenciado en letras de la
Universidad de Edimburgo. Fue profesor de humanidades especializado en temas de educación. Llegó en
febrero de 1882 para dirigir la escuela Saint Andrews.
3
Entrevista a Alejandro Watson Hutton, realizada en 1899, citada en Ernesto Escobar Bavio: Alumni: Escuela
de campeones y escuela de hidalgía, Buenos Aires, 1953, pag. 35. En el texto Bavio reproduce los versos del
“Himno deportivo del EHS”: hay un High School en la ciudad/en la ciudad/que tiene un team de gran
renombre/gran renombre/y los teams que vienen a jugar/a jugar/se llevan paliza tal que salen escapando/está
Mckehmie en el arco/y los Schindler dan en el suelo” pag. 41. El libro de Bavio tiene un claro carácter
apologético; fue editado en 1953, aunque había sido escrito mucho antes.
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dinámica de su juego, debía estar mediada por una serie de criterios morales los cuales
quedaron asociados a dos vocablos ya eximios: fair play.4
Hacia 1906, la revista El Sportsman expuso la noción según la cual para practicar deporte
era necesario ser un sportsman, una de las características distintivas del gentleman. En
conformidad con los criterios ante dichos, el 20 de enero de 1906 fue elegido como
personaje para la Galería de aficionados Jack D. Gardom no por haber sido necesariamente
un personaje popular sino por haber demostrado tener aptitudes morales en distintos
deportes:

"Un buen golfer, un buen remero, si se quiere, no será nunca tan popular como un buen
footballer por la sencilla razón de que el rowing y el golf están aún lejos de adquirir la
enorme difusión que alcanzó el football. Ello no obsta, empero para que sea reconocida la
excelencia de tal o cual sport atlético. Y si el sportsman reúne, además el mérito de
practicar varios deportes y de destacarse en todos ellos se justifica plenamente que se le
distinga. Tal es el caso de Jack D. Gardom, [quien] posee cualidades de sportsman de buena
cepa. [...] Como rugbyer tiene una corrección de procederes irreprochable siempre, Gardom
es un footballer de clase, fino y eficaz, que constituye un magnífico exponente del vigoroso
sport inglés".5

En este sentido, un buen sportsman era considerado como aquel que vivía el deporte en
general aunque no haya sido brillante en ninguno de ellos en especial. Se valoraba la ‘clase’
en el sentido de la actuación distintiva (se tiene clase), la excelencia, la caballerosidad
opuesta a la vulgaridad y rusticidad. Se sugería una relación más o menos lejana, no
inmediata entre la posesión de ‘clase’ y la eficacia. Estos dos podían ir juntos o no. Quien
poseía clase podía no ser eficaz. La ‘clase’ tenía que ver con posturas corporales que
evidenciaban autocontrol, a veces verdadero desinterés o afectado, sumado al fiel
seguimiento de los códigos morales incluidos en la práctica deportiva.

4
La moralidad del fair play contiene aportes que van desde cánones asociados a la masculinidad de la
caballería noble hasta valores afines a la nueva burguesía industrial. Apuntaba a la resistencia física al dolor,
actitudes leales y caballerescas con propios y adversarios ocasionales, no ser especialista en ningún deporte
(elemento común a las clases dominantes del continente) , poseer las virtudes del gentleman (poner de
manifiesto el esfuerzo, la disciplina, respeto al reglamento y a las decisiones de los árbitros) ejercer el culto a
las tradiciones, ser generoso. Según dicha ética, lo más importante no era ganar, sino participar. Los deportes
por equipo, de modo especial, debían modelar los caracteres de quienes participaban en ellos, inculcándoles
hábitos de cooperación y sacrificio. El individualismo sólo tenia cabida si servia a intereses de grupo” Ver
Bernard Gillet: Historia del deporte, Ed. Oikos Tau, Barcelona, 1971. Estas nociones no solo debían dirigir las
conductas de los deportistas sino que también se consideraba que incluía a los espectadores.
5
El Sportman 20 de febrero de 1906 pag. 251
3

El sportsman era aquel realizaba varias prácticas deportivas y no una sola. ¿Por qué es
meritorio practicar varios deportes?: "el eclecticismo en el sport no es una cosa común... De
ahí que sea un mérito innegable".6 Es decir, el mérito residía en lo poco común y en lo
selecto. El deportista que exclusivamente practicaba sólo un juego -aunque sea en forma
notable- quedaba en alguna medida desmerecido por ello. El deporte era necesario para
fortalecer el corazón y el físico, pero fundamentalmente era considerado como práctica
general y variada, educativa y formativa del temple necesario a la hora de vivir como se
debe vivir.

Por otro lado y, apuntando al sostenimiento a ultranza de los principios del fair play, se
intentaba abandonar la práctica de premiar a los vencedores. En este pequeño mundo, el
valor de los premios aparecía en una situación paradójica. La escuela inglesa los había
resaltado como instrumento valioso, pero puesto en el mismo tono con la caballerosidad
deportiva -que contemplaba un comportamiento poco demostrativo de los vencedores para
con los vencidos- tenía el efecto de hacer que se dudara de la eficacia de los galardones
otorgados a los individuos -no así a los equipos. En relación a esto último se refería
J.O.Anderson, personaje de la Galería de Aficionados y ya retirado del football:
“ha seguido siendo un ferviente propagandista del football, a cuya popularización dedicó
muchos esfuerzos, y en favor de la cual ha escrito no pocos artículos. A él se debe la
supresión de premios individuales a los teams vencedores, premios que ha conceptuado y
conceptúa contarios a los intereses del juego".7

La popularidad también resultaba conflictiva con estos principios. En la revista, se sostenía


que Ostwald St. John Gebbie tenía “rectitud de procederes”, así como “poco comunes
cualidades", (lo que sumado otorgaba) "los honores de la popularidad".8 De acuerdo a esta
concepción, no era mal visto el ser popular, siempre que fuera consecuencia del
reconocimiento a la posesión de determinados valores morales y cualidades físicas.
La popularidad también aparecía como función de la docencia en la difusión civilizadora de
los jugadores ingleses. La revista se detenía en Carlos Carr Brown, uno de los hermanos de
la famosa familia de futbolistas del Alumni y la selección Argentina de fútbol. Sin duda fue

6
El Sportman 24 de marzo de 1906 pag. 242.
7
El Sportman 24 de marzo de 1906 pag. 243.
8
El Sportman 24 de febrero de 1906 pag. 147.
4

muy conocido y se había granjeado a la masa popular pero no era un elemento suficiente
para ser considerado un sportsman puesto que debían ponderarse otros aspectos. En este
sentido, la Revista Sportman sostenía que Brown
“ha sido uno de los footballers predilectos de los aficionados, y no hay que agregar que por
sus méritos y por sus procederes ceñidos siempre a la caballerosidad más rigurosa, se ha
hecho acreedor a esa distinción [...] y si en el concepto de la masa popular el jugador llegó
a ocupar uno de los primeros puestos, el concepto oficial confirmó esa opinión en repetidas
ocasiones".9

Si en un principio sólo los ingleses eran merecedores de figurar en la Galería de


aficionados, con el tiempo fueron apareciendo argentinos como el nadador Julián Ortiz y
luego el popular José Buruca Laforía, arquero del Alumni, cuyas elecciones determinaron
que también el criollo podía ser portador de las virtudes del sportsman. Ahora bien, la
elección de Laforía resultó ser dificultosa ya que el mismo no practicaba el eclecticismo
sino un sólo deporte aunque compensaba su falta de versatilidad con el hecho de haberse
destacado en el sport más difundido. Asimismo se consideraba que tenía posesión de ‘clase’
aunque esta virtud, ajena a su naturaleza, se mezclaba con cierta "ostentación inútil", con la
que buscaba saciar el aburrimiento al que estaban sometidos los arqueros.10
En este caso, la ‘clase’ superaba el aspecto negativo de ser un especialista por lo que a
Laforía se lo pudo llamar sportsman, es decir, poseedor de una ‘clase’ aprendida y
menguada. Lo cierto es que algunos poseían esa ‘clase’ por naturaleza, otros por
aprendizaje, ya que los valores éticos del sportivismo y la caballerosidad necesarias para la
práctica del sport eran materia aprensible. Sin embargo, cuando los jugadores se agredían, o
aparecían conductas hostiles entre el público, afloraba un ‘temperamento nacional’ lejano a
aquellos valores asociados al juego inglés. Así, por lo menos lo percibían los redactores de
El Diario, que a su vez aseveraban que los jugadores debían, mantener, en esa circunstancia
la cordura:

9
El Sportman 10 de marzo de 1906 pag. 195. Los hermanos Brown, fueron elegidos como paradigma de
sportsmen. Dueños de tierras en Florencio Varela, ¨con un pie en su casa de la calle Brasil 819 y otro en sus
campos”, eran una gran familia de 14 hermanos alumnos del EHS y luego jugadores del Alumni. Enrique
Escobar Bavio historió las campañas del Alumni, y de alguna manera recreó décadas más tarde sus hazañas
deportivas y éticas. La obra de Bavio sirvió de referente a todas las historias tradicionales del fútbol argentino.
El modelo del fair play, ahora practicado y no sólo ideal, queda en el texto asociado con la historia del
Alumni, máximos portadores de estos valores introducidos por los ingleses.
10
El Sportman 19 de mayo de 1906 pag. 50/1.
5

“Todo es obra, sin duda del tal mentado temperamento nacional que [...] es, evidentemente,
un temperamento que manifestado en esa forma nos honra muy poco. [...] No puede haber
sport agradable donde no hay caballerosidad perfecta. Quien no sepa aceptar una derrota
que se retire".11

En suma, se puede sintetizar, por lo expuesto hasta aquí, que el sportman debía reunir una
serie de atributos básicos: tener clase, elegancia, excelsitud y fineza; no ceder a los
atractivos de la popularidad, no buscar premios especiales, ser básicamente un amateur; un
caballero, tener una fortaleza moral que se adecue perfectamente al fair play y lo que no es
menos importante, aceptar la derrota. Además no era un deportista que practicaba sólo un
deporte, es decir, no era un especialista. El sportsman debía conocer que el objetivo del
deporte moderno era el desarrollo individual y la sana supeditación de lo individual al
colectivo. Así, los triunfos, aunque considerados importantes, en su esencia quedarían
relegados a un plano secundario. En este sentido, el deportista debería ser modesto frente a
la victoria propia, y asumir la derrota como instancia que incentivaría la búsqueda de una
nueva oportunidad. Si el desenvolvimiento individual y colectivo estaría en primer plano,
jamás se abandonaría la lucha aunque se vea impotente frente al rival ocasional. Sin
rencores, los adversarios deberían ser considerados amigos fuera del juego, y leales
competidores dentro de él, a quienes se debería estrechar la mano cada vez que sea
necesario. La popularidad no se buscaría y de poseerla solo sería como consecuencia
secundaria, efecto de virtudes percibidas por otros. El reconocimiento público sería útil sólo
si se lo utilizara como medio ejemplificador para nóveles aprendices. A veces aparece
como un añadido y puede suceder que quien busca la excelencia rehúya del
reconocimiento, ya que esa excelencia puede verse menguada si viene acompañada de la
popularidad. Ser popular podría indicar no ser un sportsman, ya que ser admitido por el
común -que no tiene adquiridos valores sportivos- implicaría no poseerlos.
Partimos del reconocimiento de por lo menos dos tipos de conductas y valores: los del
sportsman y de aquellos que no lo eran. Eran pocos los poseedores del saber y conocedores
de sus principios los cuales debían resguardarse celosamente para evitar que se desvirtúen.
Por último, la posesión de la juventud era un bien valorado junto con la fortaleza que se le

11
El Diario 19 de octubre de 1907 pag. 7.
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suponía adosada. Asimismo el desarrollo individual era el objetivo a perseguir, proceso que
sólo podía alcanzarse superando las propias limitaciones.

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