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Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, FLACSO Ecuador

Departamento de Desarrollo, Ambiente y Territorio


Convocatoria 2017-2019

Ensayo Final del Curso Teorías del Desarrollo Socio ambiental

Dualidad polarizante del sistema capitalista en yuxtaposición con la naturaleza vista como
mercancía

Diana María Perea Palomino

Docente: Doctor Eduardo Bedoya Garland

Quito, Febrero de 2018


Dualidad polarizante del sistema capitalista en yuxtaposición con la naturaleza vista
como mercancía

El presente ensayo, hace un análisis de la dualidad polarizante generada por el sistema


capitalista, constituyendo en las relaciones sociales de producción, considerables asimetrías
entre ganadores y perdedores de este sistema económico en yuxtaposición con la
mercantilización de la naturaleza. Se pretende en este sentido, hacer un análisis escalar de
los perdedores del sistema, describiendo qué papel juegan en este entramado de luchas e
injusticias económicas, políticas y ambientales y su posición frente a la acumulación
primitiva explotadora y la lógica empresarial del deterioro ambiental como nuevo
instrumento privatizador y expropiador de aquellas funciones naturales que son esenciales
para la vida, en contraposición con los centros económicos y los más ricos y poderosos
quienes representan a los ganadores del sistema, los cuales configuran sus triunfos sobre las
desdichas e infortunios de los perdedores del sistema capitalista.

Para lograr estructurar una retórica discursiva sobre el sistema capitalista y sus
contradicciones, se hizo pertinente la argumentación mediante los presupuestos teóricos de
Karl Marx y Martin O’connors. Así mismo, se abordaron autores como Barandiarian,
Gudynas, Guillén, Hardin, Marini, entre otros, los cuales sirvieron como soporte teórico
para el enriquecimiento del presente ensayo.

Conceptos claves: Capitalismo, monopolio, periferia, centro económico, mercantilización,


degradación ambiental, economía verde, desigualdad, insostenibilidad.

Las Dualidades entre explotadores/explotados, ricos/pobres, ganadores/perdedores,


centro/periferia, se han constituido a lo largo de la historia de las relaciones sociales de
producción, como el resultado de la polarización del sistema capitalista el cual se ha
caracterizado por “la libre explotación del hombre por el hombre” (Marx 1867, 3). Esto
denota una ambición con precedentes, porque anterior al capitalismo del siglo XVI, se
venía perfilando “la acumulación originaria”, que de acuerdo con Marx, es el punto de

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partida del régimen capitalista y se valió de métodos inhumanos, feroces y brutales, como
la conquista, la esclavitud, el robo, asesinato y la violencia para que unos hombres, lograran
el poder y la dominación sobre otros.

Así pues, desde tiempo de antaño, los egos de los hombres han estado alimentados por la
avaricia y la ambición hacia la riqueza y la opulencia. Para alcanzarla, no importa
expropiar, explotar, aniquilar o eliminar al otro. En este sentido, “con la conquista y
colonización de América, África y Asia, empezó a estructurarse la economía-mundo: el
sistema capitalista se fue consolidando, como uno de sus elementos fundacionales, la
modalidad de acumulación primario-exportadora, determinada, desde entonces por las
demandas de los nacientes centros capitalistas” (Acosta y Brand 2017, 41).

Desde esta perspectiva, con la acumulación originaria se comienza a perfilar un sistema


económico excluyente y devastador que poco a poco se fue configurando como algo
intrínseco y propio de las relaciones sociales de producción, cambiando sus connotaciones
a lo largo del tiempo. Por ejemplo, durante las postrimerías del siglo XX, el modelo
económico neoliberal se pensó para ayudar a superar la crisis económica de 1960 y la
deuda externa de 1982, poniendo fin al modelo de sustitución de importaciones propuesto
por la CEPAL durante la segunda mitad del siglo XX (Guillen, 2007, 1). En este sentido, sí
la crisis del desarrollismo cepalino significó acumulación y estancamiento de la
producción, desempleo, bajos salarios con prolongación de la jornada laboral y, “la
condena a la inmensa mayoría de la población a niveles de consumo miserables,” (Marini
1996, 7), el modelo económico neoliberal ha significado “en América Latina y en el mundo
en general, crecimiento económico insuficiente y altamente inestable, fuerte concentración
del poder económico; aguda y creciente desigualdad tanto en los propios países
desarrollados como en los subdesarrollados y una cada vez más abrumadora distancia entre
ellos. Además, una fuerte exclusión social, pobreza y deterioro ambiental” (Sunkel 2007,
473).

En la mitad dichas polarizaciones y distanciamiento entre las clases sociales, se encuentra


la naturaleza; la cual ha sido concebida como un objeto para extraer recursos naturales;

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naturaleza vista como mercancía, que además de ser un mecanismo para establecer valores
de uso mediante la satisfacción de necesidades humanas, es al mismo tiempo, un medio de
producción en la medida que aporta recursos naturales que al ser transformados por la
fuerza de trabajo del asalariado quien es explotado por el capitalista, se convierten en
mercancías aptas para ser comercializadas y generarle ingresos a los dueños de los medios
de producción. Y, así como en las relaciones sociales de producción no importa explotar al
otro, en la relación hombre-naturaleza, tampoco ha importado degradar los ecosistemas, ni
contribuir a recuperarlos mediante procesos de restauración ecológica, los cuales pueden
ser de manera natural o asistida (Barrera 2007,13).

Esta visión antropocéntrica en la cual la naturaleza es vista como un recurso para el


beneficio humano, la cual se puede controlar y manipular, no es de ahora, sino que tiene
unos presupuestos históricos, que, desde tiempos de la colonia y de acuerdo con Gudynas,
“se manipula y apropia la naturaleza como condición y necesidad para atender
requerimientos cuya meta era el progreso perpetuo” (Gudynas 1999, 103). Esta concepción
ha venido arraigándose a lo largo del tiempo, hasta el punto de ver a la naturaleza como
capital donde “varios pensadores latinoamericanos de corte neoliberal, economistas
neoclásicos, e incluso cepalinos, destacan que la naturaleza se podría contabilizar en dinero,
y por lo tanto, la protección del ambiente en realidad sería una forma de inversión”
(Gudynas 1999, 107).

Teniendo en cuenta todo lo anterior, tanto la naturaleza como la sociedad, se han visto
envueltas en las contradicciones del capitalismo. James O’connors plantea desde el
marxismo la segunda contradicción ecológica de este sistema económico; en el cual, “la
expansión capitalista fue transformando las condiciones de producción en mercancías”
(Bedoya y Martínez 1999, 225). Así pues, tanto la naturaleza como las personas las han
mercantilizado tanto hasta el punto de que se establezca un control monopolista sobre recursos
naturales que son indispensables para la vida humana como los son el agua, los alimentos, las
semillas y peor aún, se considere la crisis de la contaminación y el agotamiento de los recursos
naturales como una oportunidad empresarial. Posiciones aberrantes como la de Monsanto, que
además de tener un monopolio sobre las semillas para cultivo, también pretende obtener

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beneficios económicos sobre la escasez del agua en el mundo; viéndolo como una oportunidad
comercial bajo “la lógica empresarial del desarrollo sostenible” (Shiva 2001, 9). En este
sentido, tenemos por un lado, “la retórica de la gestión sostenible del sistema de naturaleza
capitalizada y por otro, la acumulación primitiva explotadora. Dos configuraciones del
capitalismo que funcionan de modo depredador sobre aquellos ámbitos de la naturaleza y la
humanidad no capitalizados” (O’connors 1990, 21).

La configuración del capitalismo como agente depredador, desplazador y explotador,


históricamente ha logrado polarizar y concentrar la riqueza con el agravante de que dicha
polarización ahora se sistematiza con una mercantilización de la naturaleza en forma de
monopolio, hasta el punto de que los perdedores del sistema capitalista, además de sufrir los
infortunios de la pobreza, tengan que vivir sin los beneficios comunes que nos ofrece el capital
natural, ahora, totalmente capitalizado y monopolizado. Así pues, para alcanzar el progreso,
la acumulación, el desarrollo y el crecimiento económico de ciertos sectores, se hace
necesario utilizar a los perdedores del sistema, los cuales se podrían analizar de manera
global y nacional. A manera global, los perdedores del sistema están constituidos por las
periferias de aquellos centros económicos. A nivel nacional, aquellos perdedores serían los
sectores más vulnerables de una nación. El siguiente esquema, expone de manera gráfica la
relación de aquellos perdedores a nivel escalar:

Gráfico 1. Relación escalar entre los perdedores del sistema capitalista en


concordancia con la mercantilización de la naturaleza

Perdedores a nivel planetario o global.


Perdedores a nivel nacional.
Sectores más pobres y Son aquellas periferias con relación a sus
vulnerables dentro de una centros económicos.
nación.

Fuente: elaboración propia

5
Así pues, los perdedores a nivel global, los cuales están constituidos por las periferias de
los centros económicos, se caracterizan por entregar sus recursos naturales a los países más
ricos y poderosos, importar la basura de los países ricos a través de la ubicación de las
grandes multinacionales en los países tercermundistas y el sometimiento de los derechos de
propiedad natural como las semillas y el agua. Todo un fenómeno acumulativo y
degenerativo de los sistemas ecológicos de los países tercermundistas, donde la esencia
destructiva de la producción de mercancías, alimentos, minerales y otros en los centros
económicos, han desencadenado en la periferia la destrucción de sus ecosistemas y la
inequidad social (Barandiarán 2017, 1); haciendo que se concentre cada vez más la riqueza
en unos cuantos y, generándose una construcción dicotómica entre ganadores y perdedores
del sistema capitalista, que en su afán de alcanzar el desarrollo o el nivel de vida de los
países desarrollados, ven en el extractivismo, el consumo y la regulación de la economía a
través de la mano invisible del mercado, como la solución inmediata para alcanzar el nivel
de vida de los países más desarrollados del mundo.

Por otro lado, se encuentran los perdedores a nivel nacional, caracterizados por ser los más
pobres y vulnerables dentro del sistema: campesinos, Indígenas, afrodescendentes,
desplazados, madres cabeza de hogar, oprimidos, desempleados, personas con
discapacidad, enfermos, desvalidos y lisiados, olvidados por el Estado, segregados y
discriminados no solo por el mismo sistema económico, sino también por la sociedad en
general que ha construido discursos individualistas, racistas y xenofóbicos1 sobre las
personas más desprotegidas del planeta, bajo la premisa discursiva de que son los pobres
los causantes principales de la degradación ambiental (Tetreault 2008, 32). En este sentido,
además de sufrir la constante expropiación y el desplazamiento por parte de las élites, por
no contar con los recursos económicos para su subsistencia y de sufrir diversas desgracias a
causa de tanta injusticia social, los perdedores nacionales del sistema capitalista también se
ven invitados a ser las víctimas humanas más características de los desastres ambientales.
El sociólogo James O'Connor ilustra perfectamente la situación descrita anteriormente:

1
Declaraciones como las del actual presidente de los Estados Unidos Donald John Trump, donde expresa que
su país no debería recibir inmigrantes de “países de mierda", son discursos etnocentricos, fascistas,
discriminatorios, racistas y xenofóbicos, donde prima el individualismo, el egoísmo y la creencia de
pertenecer a una raza superior. (BBC Mundo, 12 enero 2018).

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Una cosa es cierta. Los peores desastres humanos y ecológicos ocurren en el Sur y en las
“colonias internas” del Norte. Las víctimas humanas más características de la
degradación ambiental son los pobres del campo – las masas que poseen poca tierra, o
que carecen de tierra, para quienes los problemas ecológicos son asuntos de vida o muerte
–, y los desempleados y subempleados de las ciudades, así como las minorías oprimidas y
pobres en el Norte. Los ejemplos de los efectos del agotamiento del suelo incluyen la
pobreza masiva y la hambruna en el Sahel africano, y la sobreexplotación de los acuíferos
por Israel, que ocasiona su rápido agotamiento y salinización a cuenta de los palestinos (y
quizás finalmente del propio Israel.) Los ejemplos de los efectos de la contaminación
sobre pueblos oprimidos incluyen el envenenamiento de nativos norteamericanos que
trabajan en minas de uranio; enfermos y moribundos por intoxicación con pesticidas; la
muerte de docenas de personas en la Ciudad de México en noviembre de 1984, debido a
la explosión de 80,000 barriles de gas licuado; la muerte de miles de personas, y las
lesiones a miles más, en Bhopal, India, en diciembre de 1984, como resultado de fugas
del metil isocianato utilizado para producir pesticidas en la fábrica de la empresa Union
Carbide en esa ciudad (el veneno se derramó de tanques subterráneos de almacenamiento;
la fábrica, con tan solo cinco años de operación, estaba ubicada en el centro del sector
más pobre de la ciudad). Ejemplos de “desastres naturales” que afectan mucho más a los
pobres y a los grupos vulnerables que a quienes tienen mejor posición socioeconómica
incluyen los terremotos de México y Colombia en 1985, que mataron a miles, en su
mayoría pobres, a quienes sus gobiernos dejaron sin protección frente al riesgo de
erupciones volcánicas, y el desbordamiento del Mississipi y otros ríos que, de modo
característico, afectó mucho más a los negros pobres que viven en las riberas del río o en
las tierras bajas, que a los blancos acomodados que viven en terrenos altos. (O'Connor
2003, 13)

Así pues, los perdedores del sistema capitalista son aquellos oprimidos y personas que son
vulnerables económicamente y que hacen parte de una pirámide social cada vez más alejada
de las clases sociales dominantes las cuales conservan el poder económico y pueden obtener
una calidad de vida extremadamente cómoda y exuberante ¿Quiénes son estos?
Los dueños de grandes corporaciones o multinacionales, oligarcas, banqueros, grandes
empresarios, gobiernos y celebridades internacionales, cuyo nivel de vida está lleno de
suntuosidades, concebidos bajo la falacia de ser personas exitosas, perfectas y superiores,
merecedores de alcanzar dichos lujos, y que se diferencian de los más pobres, oprimidos y
vulnerables, por ser perezosos, indisciplinados, desordenados e ignorantes. Todo un
instrumento de poder etnocéntrico que funciona para dar legitimidad a la dominación de los
más ricos y poderosos sobre los excluidos los cuales son culpables de su condición. El
siguiente gráfico expresa lo descrito anteriormente:
Gráfico 2. Dualidad polarizante de la pirámide social dentro del modelo económico
capitalista

7
Los dueños de grandes corporaciones o multinacionales, oligarcas,
banqueros, grandes empresarios, gobiernos y celebridades internacionales

Pobres, campesinos, Indígenas,


afrodescendentes, desplazados,
madres cabezas de hogar,
oprimidos, desempleados,
personas con discapacidad,

Fuente: Elaboración propia. El gráfico ilustra una pirámide invertida, pues desafortunadamente, es
muy difícil que los oprimidos y excluidos asciendan dentro del sistema. En muchos casos, están
atrapados en una red casi que sin salida.

De esta forma y tal como lo expresa la socióloga alemana Christa Muller en una
conferencia en la Flacso-Ecuador, “sino tienes dinero no participas” (Muller, 2018) y por
consiguiente, eres objeto de ser excluido, oprimido, discriminado y, lanzado a un abismo
inhumano, opresivo, marginalizado e irrespetuoso, entrelazado con un racismo ambiental
que va más allá del color de piel, tal como lo expresa Tania Pacheco: “La injusticia
ambiental no se restringe a los negros. El racismo es un potente factor de distribución
selectiva de las personas en su ambiente físico; influencia el uso del suelo, los padrones de
vivienda y el desarrollo de infraestructura” (Pacheco 2007, 6). Desde esta perspectiva,
¿cómo se configura la dualidad polarizante entre ganadores y perdedores en yuxtaposición
con la naturaleza? Veamos algunos ejemplos puntuales al respecto:

En Colombia por ejemplo, El pueblo de Unión Matoso, en el municipio de Montelíbano,


departamento de Córdoba, las comunidades cercanas a la mayor mina de níquel a cielo
abierto del continente, Cerro Matoso, viven en el total olvido, a pesar de las inmensas
ganancias producto de la actividad minera, los pueblos de la zona no cuentan con los
mínimos servicios básicos y padecen severos problemas de salud por la alta exposición al
níquel. (Noticias Telesur. “Colombia: Cerro Matoso Pueblo de mina, pueblo de ruina”.
Publicado el 24 febrero 2016. file:///D:/Desktop/Colombia_%20Cerro%20Matoso

8
%20_Pueblo%20de%20mina,%20pueblo%20de%20ruina_%20_%20Noticias%20_
%20teleSUR.html).

En una situación similar se encuentran las comunidades de “Boquerón” y “Don Jaca”, en


los departamentos de Cesar y Magdalena respectivamente. Estas poblaciones se dedican a
actividades agrícolas, pesqueras y de caza artesanal, están siendo amenazados de sufrir un
desplazamiento forzado debido a que la explotación carbonífera que rodea estos pueblos, ha
llevado la calidad del aire a niveles tóxicos para la vida humana y a generar fuertes
impactos ambientales sobre los recursos naturales que ellos necesitan para su subsistencia
(Ascencio y Gómez 2015, 18).

Por otro lado, el informe “trapos sucios” elaborado por Greenpeace, demuestra la
contaminación tóxica del agua causada por el vertido de sustancias químicas peligrosas por
parte de la industria textil en China. Dos complejos industriales textiles: Youngor y Well
Dyeing Factory Limited, ubicados en los deltas del río Yangtsé y Perla respectivamente,
están generando el vertido de químicos peligrosos durante los procesos de producción.
Compañías detrás de estas dos instalaciones tienen relaciones comerciales (como
proveedores), con un grupo de marcas importantes, como Abercrombie & Fitch, Adidas,
Bauer Hockey, Calvin Klein, Converse, Cortefiel, H&M, Lacoste, Li Ning, Meters/bonwe,
Nike, Phillips-Van Heusen Corporation (PVH Corp), Puma y Youngor (Greenpeace 2011,
2).

De acuerdo a los anteriores ejemplos, en los diferentes procesos productivos se designan


una serie de operaciones cuyo último fin es la producción de bienes que le generen
rendimientos económicos al capitalista, sin importar la degradación ambiental o pauperizar
la condición social de aquellos perdedores del sistema, lo cual no importa de a mucho, ya
que gracias a la destrucción de los ecosistemas se puede compensar el pago y comercio de
los servicios ambientales auspiciada por el sector financiero, la banca multilateral,
organizaciones conservacionistas, multinacionales, gobiernos y otras instituciones, bajo el
falso argumento que calculando el valor monetario (o precio) de las funciones naturales
tales como la purificación del agua, el almacenamiento de carbono en la vegetación y los

9
suelos, la belleza escénica o la diversidad biológica de un lugar se va a contribuir a
conservar la naturaleza (Kill 2014, 5). Todo lo anterior, está establecido bajo una nueva
área de negocios denominada “economía verde”, lo que conlleva al acaparamiento de
tierras, privatización del agua, privatización de parques nacionales, privatización del mar
(bajo el pseudónimo de concesiones), privatización del subsuelo (para la minería, el agua y
el petróleo), patentamiento de genes y seres vivos, creación de sistemas de pago por
elementos como el aire y la lluvia, etcétera. Nuevamente, los grandes perdedores de esta
nueva forma de mercantilización de la naturaleza son pueblos y comunidades cuyos medios
de vida dependen de los ecosistemas afectados, quienes no tendrán acceso a elementos
fundamentales para la alimentación, la vivienda y la pervivencia de sus formas de
convivencia, agricultura, creación cultural, goce estético, etcétera (Grain-Wrm-Atalc 2012,
9).
Así pues, mientras los más ricos y poderosos del mundo alimentan sus egos con muchas
suntuosidades que en realidad no necesitan para poder vivir, muchas personas en el mundo
se mueren de hambre, alcanzándose cada vez más, brechas abismales. En un informe sobre
la concentración de poder para frenar la desigualdad extrema, el Comité de Oxford para la
Alivio de la Hambruna (Oxfam), asegura que:

La desigualdad extrema en el mundo está alcanzando cotas insoportables. Actualmente, el


1% más rico de la población mundial posee más riqueza que el 99% restante de las
personas del planeta. El poder y los privilegios se están utilizando para manipular el
sistema económico y así ampliar la brecha, dejando sin esperanza a cientos de millones
de personas pobres. El entramado mundial de paraísos fiscales permite que una minoría
privilegiada oculte en ellos 7,6 billones de dólares. Para combatir con éxito la pobreza, es
ineludible hacer frente a la crisis de desigualdad. ( Oxfam 2016,1).

Vemos que los países más ricos y los ganadores del sistema capitalista con sus modos y
estilos de vida extremadamente consumistas, son los que tienen una mayor huella
ecológica en comparación a los perdedores del sistema y los países más pobres, pues su
consumo es mucho menor que sus opulentos desiguales, cuyo nivel de vida se hace cada
vez más insostenible. Desde esta perspectiva, estoy en total desacuerdo con los
planteamientos de Hardin con sus presupuestos Malthusianos donde expone que la

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sobrepoblación presenta presión sobre los recursos naturales, los cuales son finitos y,
“aumentaremos grandemente la miseria humana sino asumimos que el mundo disponible
para la población humana terrestre es finito”. (Hardin 1968, 2). Basta sólo con ver los
índices de huella ecológica, donde los países desarrollados tienen mayores registros en
comparación con el resto de las naciones (SEMARNAT, 2012, 8).

En definitiva, El capitalismo se ha encargado de construir dualidades sociales polarizantes


en la medida que ha configurado dentro de su sistema a ganadores y perdedores, los cuales
tienen una distribución espacial y escalar. Así pues, con este sistema económico, se ha
constituido la distribución inequitativa de la riqueza donde los ganadores obtienen mayor
beneficio económico por medio de la acumulación del capital. Los perdedores en cambio,
son las masas opresivas y explotadas cada vez más encarceladas en una pirámide social sin
posibilidades de ascenso por las condiciones del mismo sistema. Si bien, la primera
connotación del capitalismo es la forma primitiva de acumulación de capital, ahora también
funciona bajo la lógica empresarial del desarrollo sostenible, mercantilizando cada vez más
a la naturaleza hasta el punto de comercializar aquellos recursos naturales y/o funciones
ecosistémicas que son esenciales para la vida y de las cuales las personas más vulnerables
utilizan para poder sobrevivir. En este sentido, se están rebasando los límites de la
mercantilización de la naturaleza, viendo a la degradación ambiental como un negocio
prometedor en donde los perdedores son los más perjudicados ante un sistema económico
cada vez más excluyente y devastador. Se hace necesario buscar la movilización social
como alternativa de lucha ante el sistema avallasante que solo utiliza a las personas más
vulnerables y a la naturaleza como instrumento para la generación de capital de los
ganadores del sistema.

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Lista de Referencias

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Salidas del laberinto capitalista. Decrecimiento y postextractivismo. Editado por la
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