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Las necesidades y los problemas sociales desde la Intervención Psicosocial
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Psicología Social Aplicada e Intervención Psicosocial
1. Debe existir un consenso grande entre los miembros de una sociedad sobre la
determinación de que estamos ante un problema social.
2. Debe ser posible identificar a los grupos sociales que definen la existencia de un problema
social, ya que ellos son los que tienen interés en su solución.
3. Los valores sociales son imprescindibles para determinar el porqué la sociedad define un
problema como social, ya que los problemas sociales afectan a aspectos socialmente
valorados y significativos en la vida de los ciudadanos.
4. Los problemas sociales poseen una identificación distinta de los problemas personales, en
cuanto que son cuestiones públicas, tanto en su dimensión cuantitativa (número de
personas afectadas), como sobre todo en relación con las atribuciones de responsabilidad y
causalidad (son situaciones injustas).
5. La solución de los problemas sociales requiere intervenciones de naturaleza colectiva,
orientadas a modificar situaciones e interacciones.
6. Los problemas sociales poseen un referente objetivo, o al menos objetivable.
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Psicología Social Aplicada e Intervención Psicosocial
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Las necesidades y los problemas sociales desde la Intervención Psicosocial
1. Puede ser que el grupo de presión original rechace la forma de actuación de las
instituciones oficiales.
2. Puede ser que los promotores iniciales del movimiento sean substituidos por los verdaderos
afectados.
3. Puede ser que las acciones promovidas por los organismos oficiales entren en conflicto con
los valores de otros grupos, generando así nuevas fuentes de problemas sociales. En este
sentido autores como Morgan (1983) o Seidman y Rappaport (1986) han recurrido al
término iatrogénesis, utilizado para describir los efectos negativos de la actuación médica,
para referirse a cuándo una intervención genera más problemas que soluciones.
4. La cuarta posibilidad ofrece dos caminos: o bien se produce el desarrollo de grupos más
reducidos que pretenderán a toda costa buscar soluciones eficaces para los afectados; o
bien se irán creando pequeños grupos que puedan solucionar aspectos parciales del
problema.
Sin embargo, la naturaleza de la solución está condicionada por la interpretación
del problema, de forma que un mayor nivel de preocupación por la comunidad se
relaciona positivamente con el desarrollo de acciones organizadas intentando
modificar las condiciones que generaron el problema social de referencia.
En resumen, la identificación de un problema social equivale a su aparición o
emergencia, y se producirá cuando un grupo en desventaja, a partir de valores y
criterios contrapuestos, defina colectivamente la situación como algo negativo que
debe ser corregido. Para caminar hacia su solución, una vez que el problema social
está definido, debe adquirir legitimidad conforme vaya obteniendo apoyo y
reconocimiento social. El respaldo de las instituciones sociales y de los medios de
comunicación le conferirá mayor respetabilidad (Blumer, 1971), y contribuirá a que
quienes sean responsables de resolverlo lo consideren significativo y digno de ser
atendido. Finalmente, los poderes públicos responsables deberían decidir poner en
marcha un programa de acción. Los investigadores que lo lleven a cabo habrán de
definir científicamente el problema, establecer unos objetivos, diseñar las fases de
un programa y organizar su implantación. En los últimos tiempos ha adquirido mayor
importancia la etapa posterior a la implantación del programa: la evaluación de sus
resultados y consecuencias. Dicha evaluación será la encargada de medir la eficacia
del programa ejecutado para solucionar el problema.
Sin embargo, los representantes de los poderes públicos no siempre afrontan la
solución de los problemas, hay ocasiones en que prefieren seguir estrategias de
obstaculización, confusión o freno a la evolución resolutiva de esos problemas. Entre
las estrategias que utilizan como barreras para no hacerse cargo de la solución de
los problemas se encuentra: por un lado, la tendencia a culpar a la víctima (Caplan y
Nelson, 1973), según la cual la responsabilidad del problema recaería sobre las
propias víctimas afectadas por el mismo, y por otro, el intento de oscurecer o
confundir el problema desviando la atención de sus raíces sociales y medicalizándolo
(Haines, 1979), como se hizo en ciertos casos al juzgar algunos signos de desviación
o mera disidencia como enfermedades mentales.
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Las necesidades y los problemas sociales desde la Intervención Psicosocial
estos principios, especialmente los que relacionan desviación con anomalías físicas
o genéticas. También esta presente este modelo en aquellas explicaciones e
intervenciones que atribuyen la causa de los problemas a defectos internos de
naturaleza moral o espiritual (Humphreys y Rappaport, 1993).
La perspectiva de la desorganización social retoma de la anterior la idea de la
sociedad como sistema, formada por partes integradas entre sí. El problema social
aparece ante la descoordinación de partes de ese sistema. Uno de los conceptos
claves aquí es el de regla: las reglas no sólo van a definir las diferentes partes de la
sociedad, sino que también van a definir cómo se van a interrelacionar dichas partes
entre sí. El concepto de grupo primario como grupo mantenedor de las reglas
sociales de Cooley, el problema de la falta de reglas con la que se encontraron los
campesinos polacos emigrados a Estados Unidos que analizaron Thomas y
Znaniecki, así como el concepto de laguna cultural o desfase entre las distintas
partes de un sistema en evolución, especialmente entre la denominada cultura
material (tecnología) y la no material (cultura, ideas, valores) que propuso Ogburn,
son tres de las principales contribuciones teóricas a esta perspectiva.
La perspectiva de la desviación social hace su aparición paralelamente al
surgimiento de dos grandes escuelas con perspectivas distintas en el estudio de los
problemas sociales. Por un lado, la escuela de la Universidad de Harvard, con un
enfoque centrado en el análisis de la estructura social; por otro, la Escuela de
Chicago, más centrada en el análisis de los procesos sociales, enmarcados en el
contexto urbano de la ciudad de Chicago. Para los primeros, el concepto de anomia
desarrollado por Durkheim y retomado posteriormente por Merton resulta clave para
mantener la idea de que este vacío o carencia de normas que conlleva una situación
de anomia tiene una serie de manifestaciones entre las que se halla el surgimiento
de comportamientos desviados. Así, el comportamiento desviado tiene una clara
relación con las condiciones estructurales y organizacionales de la sociedad. Desde
la Escuela de Chicago, Sutherland considera que la desorganización social es un
importante factor de desviación social de forma que los sujetos aprenden a ser
delincuentes por asociación con patrones de conducta desviada, en otras palabras, a
través de la llamada asociación diferencial.
También enmarcada en la tradición teórica del Interaccionismo Simbólico se
encuentra la perspectiva del etiquetado social. El énfasis se sitúa aquí en la
definición social de la desviación considerando el carácter subjetivo y socialmente
construido de los problemas sociales. Así, la perspectiva del etiquetado se centra
más en los procesos que en la estructura social, más en lo subjetivo que en lo
objetivo, más en las relaciones que en las causas de la desviación. La obra de
Becker (1963) Outsiders, las aportaciones teóricas de Mead y la construcción social
del self así como el análisis del proceso de tipificación social de Schutz son algunos
pilares importantes para esta perspectiva.
La orientación del conflicto de valores recoge la tradición sociológica marxista y
su descripción de la Historia a partir de la lucha de clases, o la perspectiva de
Simmel con su análisis del conflicto como forma de interacción social. Por su parte,
Fuller y Myers (1941a y b) argumentan que el conflicto de valores aparece en todas
las fases de definición de los problemas sociales, ya que siempre se va a producir
una contraposición entre los valores de dos o más grupos sociales. Este conflicto no
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Psicología Social Aplicada e Intervención Psicosocial
referencia
teórico de
Marco
coste del
se concibe como sociales es el fallo evolucionado propugnan la
mantenimiento del
violación de en la socialización. desde el análisis de eugenesia. Otros
orden legítimo.
expectativas Los desviados son individuos inciden sobre la
Posteriormente,
morales, lo considerados inmorales al de las educación.
indignación ante
socialmente deseable inmorales, características Finalmente se
los defectos de la
es lo saludable. enfermos, inmorales de la abordan cambios
sociedad.
defectuosos. sociedad. en instituciones.
Desordenes, o
Las partes de un
Perspectiva organísmica o
2. Desorganización social
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Perspectiva
referencia
teórico de
Marco
Definición Causas Condiciones Consecuencias Soluciones
Una inapropiada
Los problemas Malas oportunida-
socialización. Resocialización,
sociales reflejan des para aprender
Interaccionismo Simbólico
Sacrificio de
6. La teoría de la burocracia 5. Conflicto de valores
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Las necesidades y los problemas sociales desde la Intervención Psicosocial
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El boomerang del desempleo:
evolución de la opinión pública
española acerca de los principales
problemas sociales a lo largo
de tres décadas (1985-2014)
José A. López-Ruiz1
Abstract: considering the analysis of social problems as a central matter in the so-
ciological tradition, this article presents an analysis of the public opinion on the
social problems faced in Spain for over three decades, based on data collected
through the surveys of the Center for Sociological Research (CIS).The article is
divided into four sections; the first consists of brief review about the aim of stu-
dy of social problems in the sociological tradition, and includes a classification
1
Director Unidad de Investigación y Estudios Sociales, Facultad de Ciencias
Humanas y Sociales, Universidad Pontificia Comillas de Madrid. E-mail: josealr@
comillas.edu
Introducción
2
En los últimos años se ha acuñado el concepto de sociología pública, suscitan-
do un debate que estáteniendo un considerable impacto entre los sociólogos a nivel
mundial, para una aproximación a la bibliografía sobre dicho debate, véase Nichols
(2007), Nickel (2013) o Wieviorka (2008).
3
Sobre el pragmatismo en las ciencias sociales, el lector puede consultar la in-
troducción sobre esta escuela que presenta Martindale (1979: 348-354), la explica-
ción del enfoque por parte del clásico autor norteamericano, William James (1987:
480 y siguientes) o la perspectiva más reciente que presenta Richard Sennet (2009:
351-363).
4
Editada por University of California Press desde el año 1953 (http://ucpres-
sjournals.com/journal.php?j=sp), en su primer número se encuentra un artículo del
ErnestBurgess, de la Universidad de Chicago, en el que presenta los objetivos de la
Sociedad para el Estudio de los Problemas Sociales que patrocina esta revista desde su
inicio (acceso al artículo completo en http://socpro.oxfordjournals.org/content/1/1/2).
5
El lector interesado puede encontrar en las dos referencias citadas anterior-
mente en el texto un buen punto de partida para recabar bibliografía actualizada
sobre el tema, asícomo en cualquier buen manual de teoría sociológica, como por
ejemplo el de Ritzer (2003).
Tabla 1
Percepción de los principales problemas de España 1985-2014
(Fuente: CIS, Diversos Barómetros. Elaboración propia)
6
El intervalo de diez años se reduce a cinco entre 2005 y 2010 con el fin de tener
un punto intermedio con el comparar el antes y el después del inicio de la crisis eco-
nómica 2008-2014, también denominada Gran Recesión.
Gráfico 1
Tasa de paro de la población
/'*
Fuente:
INE, EPA. Datos referidos al último trimestre del año.
Fuente: INE, EPA. Datos referidos al último trimestre del año (elaboración propia).
7
También habría que tener en cuenta que hay dos formas de medir, población
activa y paro registrado, algo que hay que tener en cuenta si se quiere analizar con
más detalle los datos (http://www.rtve.es/noticias/20130512/epa-paro-registrado-dos-
formas-medir-misma-realidad/660140.shtml). Sobre el cambio en la definición del
paro en la EPA véase el Apéndice al final del artículo.
Tabla 2
Tendencias de incremento y descenso en la percepción
de los principales problemas
Gráfico 3
Porcentaje de trabajadores con un salario igual
o menor al SMI
/'*
/'*
3. Discusión
estar siendo minusvalorado por la opinión pública. Parece más bien que
sea el segundo caso, contando con que el potencial que sigue existiendo en
el grupo terrorista ETA, aunque sea menor que en el pasado, no se puede
desestimar como inofensivo y, por otro lado, con que las actividades de los
grupos de terrorismo islámico dentro y fuera del territorio español son una
amenaza importante no desactivada que existe desde hace más de diez años.
Hay algunos efectos paradójicos o contradictorios en la percepción de al-
gunos problemas, cuyo origen es difícil explicar. Por ejemplo, en un entorno
en el que hay algunos delitos que podrían estar aumentando por efecto de la
crisis o, en cualquier caso, sin tendencia a disminuir —como hurtos, robos
y estafas a pequeña y gran escala— los barómetros reflejan una disminución
de la percepción de la inseguridad ciudadana como un problema social,
cuando en teoría cabe esperar un aumento de la inseguridad. Según el Mi-
nisterio del Interior en el año 2014 se ha registrado la tasa de criminalidad
más baja desde el año 2003 y, ciertamente, España es uno de los países más
seguros de Europa y del mundo, con una tasa de 45 delitos y faltas por cada
1000 habitantes8.Es posible aventurar como hipótesis que la familia esté
actuando como principal amortiguadora de esas situaciones que podían es-
tar impulsando a buscar en la delincuencia la solución a ciertos problemas
económicos.
También sorprende en este análisis que en los últimos años no haya au-
mentado significativamente la percepción de los problemas relacionados
con la calidad del empleo, cuando los datos disponibles sobre el aumento de
la precariedad laboral ofrecen un balance indiscutible. Aunque hay aspectos
de la precariedad laboral que son difícilmente medibles y la información
está poco sistematizada, el incremento en el número de contratos tempora-
les, con descenso de los indefinidos reflejado en las estadísticas oficiales, el
acortamiento de la jornada suscrita en los contratos por voluntad ajena al
trabajador y —sobre todo— el incremento de los trabajadores con un salario
igual o inferior al salario mínimo interprofesional son indicadores clarísi-
mos de una tendencia sostenida desde el inicio de la crisis entre los años
2007 y 2008, como se ha visto en los datos que recoge el Gráfico 3.
Los elevados volúmenes de casos de corrupción en política revelan la falta
de moralidad en la sociedad, pareciendo que los antiguos valores y códigos
de rectitud han dejado de regir en la era de las multinacionales y la economía
globalizada, la sociedad red se caracteriza por tener unas fronteras líquidas
no sólo para los países y estados, sino también en cuanto a códigos morales.
No es extraño que las personas convivan con una percepción omnipresente
8
El País, 19 julio 2014, recuperado en http://politica.elpais.com/politica/
2014/07/19/actualidad/1405787688_235695.html (fecha de acceso 27-12-14).
4. Conclusiones
1. Entre todos los problemas hay uno que encabeza la lista a lo largo
de las tres décadas contempladas y es el paro: en la serie cronológica
analizada la percepción del paro como problema alcanzó su punto
álgido en 1985, año en el que casi la totalidad de los españoles lo cita-
ron como el primer problema (94,5%).
2. El año 2005 aparece como el momento con menor preocupación por
el paro, coincidiendo con que en este año se observaron las menores
tasas de desempleo desde el año 1985 hasta la actualidad (8,7%).
3. La opinión pública no refleja un aumento en la percepción del proble-
ma. La mayoría de la población considera que el paro es el problema
más grave en el país, pero se estabiliza en un porcentaje cercano al
80% la proporción de personas que dan esta respuesta sin que el au-
mento sin precedentes sufrido de la tasa de desempleo sufrido en el
tercer ciclo descrito (2008-2014) haya logrado igualar la sensibilidad
hacia el problema que se produjo en 1985.
5. Bibliografía
APÉNDICE
Abstract
The Social Disorganization Theory has extensively analysed the relationship
between crime and violence and the social environment where it occurs. The hierarchical
Bayesian spatial modelling proposes an advanced methodology to study the risk of social
problems in the neighbourhoods. This paper uses this approach to analyse three types of
social problems in the city of Valencia: drug-related crime, child maltreatment and
intimate partner violence against women. Different hierarchical Bayesian spatial models
were performed for each of these outcomes, and the influence of the neighbourhood-level
• Correspondencia/correspondence: miriam.marco@uam.es
variables in the spatial risk of these problems were assessed. The results showed that,
regardless of the type of social problem analysed, both in the case of problems that occur
in the street, such as drug-related crimes, and in problems that occur behind closed doors,
such as child maltreatment and intimate partner violence against women, they show a
spatial distribution, i. e., they are not randomly distributed in the city, but there are areas
with greater risk than others. In addition, these spatial patterns are related to the
neighbourhood characteristics, which would explain the unequal risk in the different areas
of the city. Specifically, neighbourhoods with higher concentrated disadvantage and
higher immigrant concentration show a higher risk of the different social problems. Risk
maps can be very useful to guide local actions, effectively manage the social resources
and develop preventive strategies for those neighbourhoods with higher risks.
Keywords: spatial distribution; spatial Bayesian modelling; drug-related crime; child
maltreatment; intimate partner violence against women.
Introducción
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PSICOLOGÍA JURÍDICA Y FORENSE: INVESTIGACIÓN PARA LA PRÁCTICA PROFESIONAL
se han centrado en analizar aquellos problemas que ocurren en espacios públicos. Esto
incluye, por ejemplo, la delincuencia juvenil (Browning et al., 2010; Law y Quick, 2013),
el homicidio (Morenoff, Sampson y Raudenbush, 2001; Thompson y Gartner, 2013) o
los delitos relacionados con drogas y alcohol (Marco, Gracia y López-Quílez, 2017;
Marco, Freisthler, Gracia, López-Quílez y Lila, 2017; Morris, Marco, Bailey, Ruiz, Im y
Goodin, 2019).
Estos estudios muestran cómo los barrios desfavorecidos socioeconómicamente
son aquellos que se relacionan en mayor medida con la criminalidad y otros problemas
sociales, incluso después de tener en cuenta características individuales (Sampson,
Raudenbush y Earls, 1997; Thompson y Gartner, 2013). La inmigración también se ha
relacionado con las tasas de criminalidad, y la investigación previa ha demostrado que
los niveles más altos de heterogeneidad étnica se relacionan con niveles más altos de
delincuencia (Sampson et al., 1997). De la misma forma, diversos estudios han
encontrado que una baja estabilidad residencial se relacionaría con más problemas
sociales, y los vecindarios con poblaciones más estables mostrarían tasas de criminalidad
menores que los vecindarios caracterizados por una población transitoria y cambiante
(Bursik y Webb, 1982).
Más recientemente, otra línea de estudios se ha centrado en analizar otro tipo de
problemática en los que la influencia del vecindario no parece tan evidente, puesto que
se desarrollan en la intimidad de los hogares, donde en principio puede parecer que el
vecindario es poco determinante. Nos referimos a la violencia en el ámbito de las
relaciones íntimas, que ocurre principalmente de puertas adentro, y donde destacan el
maltrato infantil y la violencia de género. En los últimos años ha comenzado a haber un
mayor interés en la explicación de los factores contextuales de esta violencia que ocurre
de puertas adentro y su análisis en los vecindarios (Gracia, López-Quílez, Marco, Lladosa
y Lila, 2014, 2015; Gracia, López-Quílez, Marco y Lila, 2017, 2018; Morris, Marco,
Maguire-Jack et al., 2019; Voith, 2019).
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PSICOLOGÍA JURÍDICA Y FORENSE: INVESTIGACIÓN PARA LA PRÁCTICA PROFESIONAL
Ante esta limitación metodológica, en los últimos años ha surgido una nueva línea
de investigación que se centra en analizar la criminalidad y la delincuencia en los
vecindarios desde una perspectiva epidemiológica, utilizando para ello métodos
avanzados de análisis espacial (Gruenewald, Freisthler, Remer, LaScala y Treno, 2006;
Thompson y Gartner, 2013). En concreto, recientemente los modelos espaciales
Bayesianos están cobrando interés desde las ciencias sociales por sus ventajas respecto a
otro tipo de modelos (Gracia et al., 2015; 2017; 2018; Law y Quick, 2013; Marco, Gracia
et al., 2017; Marco, Gracia, López-Quílez y Lila, 2018). Los métodos Bayesianos de
análisis espacial son particularmente apropiados para el estudio de las influencias de los
vecindarios en las variaciones del riesgo en áreas pequeñas. Como los factores de riesgo
en los vecindarios tienden a agruparse en el espacio, los modelos jerárquicos Bayesianos
son de gran utilidad en los estudios que incorporan información geográfica para hacer
mapas de los componentes espaciales que expresen la variación del riesgo (Law, Quick y
Chan, 2014). Así, un creciente número de investigadores han comenzado a aplicar
métodos Bayesianos en el estudio de la criminalidad y la violencia en las relaciones
íntimas (Gracia et al., 2015; 2017; 2018; Law y Quick, 2013; Sparks, 2011).
Este estudio tiene como objetivo aplicar la metodología Bayesiana para realizar
modelos espaciales y analizar los mapas de riesgo de diferentes problemas sociales. Para
ello, se ha utilizado tres tipos de problemáticas diferentes, una de ellas que ocurre en el
espacio público (delitos relacionados con drogas) y dos que ocurren mayoritariamente de
puertas adentro, en concreto el maltrato infantil y la violencia de género.
Método
Área de estudio
Este estudio se realizó en la ciudad de Valencia. Se utilizó como unidad de medida
del vecindario el sector censal, que es la unidad administrativa más pequeña de la que se
dispone información proporcionada por el censo del Ayuntamiento de Valencia. El área
de estudio comprende 552 sectores censales, con una población total de 736.580
habitantes, según el censo de 2013, donde la media de población es de 1.334 personas por
sector censal. El sector más pequeño tiene una población de 630 personas y el más grande,
de 2.845 personas.
320
PSICOLOGÍA JURÍDICA Y FORENSE: INVESTIGACIÓN PARA LA PRÁCTICA PROFESIONAL
Variables de estudio
En este estudio, se estudiaron tres tipos diferentes de problemas sociales ocurridos
en los vecindarios:
- Delitos relacionados con drogas: Policías Locales de barrio con amplia
experiencia proporcionaron un índice de actividad policial indicativo del nivel de
intervenciones policiales relacionadas con drogas en cada sector censal (Marco et al.,
2017). Los policías baremaron el nivel de actividad policial relacionadas con drogas para
cada sector censal desde 0 (muy bajo) hasta 4 (muy alto). Este índice se utilizó como
proxy de los delitos relacionados con drogas.
- Maltrato infantil: El maltrato infantil se operativizó como el número de familias
con medidas de protección hacia el menor abiertas en el año 2015. Se registró la dirección
de la vivienda familiar. En los casos donde existían varias medidas abiertas hacia
diferentes menores de la familia, solo se tuvo en cuenta el primero de ellos. Esta
información se obtuvo de la Sección del Menor de los Servicios Sociales Municipales de
Valencia. En total, hubo 120 familias con expedientes de protección en el año 2015 (para
mayor detalle, ver Gracia et al., 2017).
- Violencia de género: Se recogió información de todas las órdenes de protección
por violencia de género abiertas en la ciudad de Valencia en el año 2018. Se geocodificó
la dirección donde ocurrieron los hechos conducentes a la orden de protección (para
mayor detalle, ver Gracia et al., 2015). En total, se trabajó con 808 órdenes de protección.
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PSICOLOGÍA JURÍDICA Y FORENSE: INVESTIGACIÓN PARA LA PRÁCTICA PROFESIONAL
Análisis de datos
Se utilizó una perspectiva espacial, y para ello se ha seguido una aproximación
Bayesiana. Esta aproximación metodológica está siendo cada vez más utilizada desde
campos muy diferentes, debido principalmente a las ventajas que supone la inclusión de
información previa, que la estadística frecuentista no puede incluir en sus modelos, los
cuales están muy limitados a los datos. En concreto, se ha trabajado con modelos
jerárquicos espaciales Bayesianos (Bernardinelli, Clayton, Pascutto, Montomoli,
Ghislandi y Songini, 1995).
El efecto espacial se tuvo en cuenta mediante la adición de un efecto aleatorio de
autocorrelación espacial. La autocorrelación espacial hace referencia a que las tasas de
riesgo que encontramos en áreas cercanas están más relacionadas que aquellas áreas más
distantes (Banerjee, Carlin y Gelfand, 2004; Bernardinelli et al., 1995). Además, se
incluyó otro efecto aleatorio, conocido como heterogeneidad o sobredispersión. Este
efecto aleatorio identifica la diferenciación espacial de las unidades geográficas. Debido
a los pequeños valores que toman nuestros datos (en ocasiones, hay una gran presencia
de ceros, puesto que se trata de áreas muy pequeñas) es importante corregir y suavizar las
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PSICOLOGÍA JURÍDICA Y FORENSE: INVESTIGACIÓN PARA LA PRÁCTICA PROFESIONAL
diferencias que pueden aparecer entre áreas, que no se deberían a una diferencia real sino
a un efecto de sobredispersión (Haining, Law y Griffith, 2009).
Como criterio de selección de variables, se consideraron relevantes aquellas
variables con una probabilidad a posteriori de mostrar una asociación positiva o negativa
con la variable respuesta superior al 80%. Este criterio ha sido utilizado en estudios
previos (Gracia et al., 2014; 2015; Marco, Freisthler et al., 2017; Marco, Gracia et al.,
2017).
Resultados
323
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sensible a aquellas áreas de la ciudad que muestran una mayor percepción de las
intervenciones policiales relacionadas con las drogas.
Figura 1. Distribución espacial del nivel medio de delitos relacionados con drogas en cada
sector censal.
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Norte y el Oeste de la ciudad donde se acumula un mayor riesgo tanto de maltrato infantil
como de violencia de género. El centro de la ciudad, en cambio, mostraría un riesgo muy
bajo de que se produzcan casos de violencia que ocurre mayoritariamente de puertas
adentro. Este patrón es muy diferente del observado en el caso de los delitos relacionados
con drogas.
Tabla 2. Modelo de regresión espacial del riesgo de maltrato infantil y violencia de género.
Discusión
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PSICOLOGÍA JURÍDICA Y FORENSE: INVESTIGACIÓN PARA LA PRÁCTICA PROFESIONAL
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PSICOLOGÍA JURÍDICA Y FORENSE: INVESTIGACIÓN PARA LA PRÁCTICA PROFESIONAL
Referencias
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PSICOLOGÍA JURÍDICA Y FORENSE: INVESTIGACIÓN PARA LA PRÁCTICA PROFESIONAL
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PSICOLOGÍA JURÍDICA Y FORENSE: INVESTIGACIÓN PARA LA PRÁCTICA PROFESIONAL
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329
PSICOLOGÍA JURÍDICA Y FORENSE: INVESTIGACIÓN PARA LA PRÁCTICA PROFESIONAL
330
INTRODUCCIÓN
LA PERSPECTIVA PSICOSOCIAL DEL RIESGO Y LAS
CATÁSTROFES
JUAN IGNACIO ARAGONÉS
Facultad de Psicología
Universidad Complutense de Madrid
Presidente PSICAMB
19
Juan Ignacio ARAGONÉS
(2007); esta “cultura de la seguridad” es más propia de las sociedades más desa-
rrolladas ya que son muy sensibles a los potenciales peligros que pueden sufrir,
pero en absoluto esto quiere decir que no existan peligros en las sociedades menos
desarrolladas y que éstas estén cada vez más preocupadas de la seguridad.
No se trata en este momento de contextualizar el conjunto de temas tratados a lo
largo del volumen sino de dar unas breves pinceladas sobre cuestiones conceptuales
a modo de introducción en un volumen de carácter fundamentalmente empírico.
Dos campos van a ser presentados de forma diferenciada, porque así vienen siendo
mayoritariamente tratados por la literatura. En primer lugar, se prestará atención a
la percepción del riesgo y en segundo término a los desastres.
Con respecto al primero de ellos, ha de comenzarse reconociendo que el térmi-
no “percepción del riesgo” es un término ampliamente reconocido en la literatura
psicológica y tiene una fuerte implantación en el discurso social; de tal manera
que necesita de ciertas precisiones en lo que a su significado se refiere, ya que se
ha dado por supuesto el constructo haciendo definiciones operativas muy diversas.
Bien podría comenzarse con las cuatro acepciones de riesgo – risk – que hacen
los investigadores según Slovic (2002): 1) El riesgo como fuente de peligro, 2) El
riesgo como probabilidad. 3) El riesgo como consecuencia y, 4) El riesgo como
adversidad o amenaza. Esta variedad de significados, tanto en el lenguaje coloquial
como en el científico, muestra la polisemia del concepto dejando al contexto que
fije en cada caso el significado real que se le asigna.
En una obra de referencia en español llevada a cabo por Puy (1995) se hace un
recorrido por las diferentes acepciones del concepto de riesgo, diferenciando entre
riesgo aceptable y tolerable, entre riesgo objetivo y subjetivo, y donde se analiza
también el riesgo percibido por los expertos y los legos sobre las mismas cuestiones.
Más adelante la autora pasa a repasar diferentes definiciones de percepción del riesgo
y debate cómo unas prestan atención al carácter probabilístico de que un evento suce-
da como hacía Lee (1983), o un enfoque desde las actitudes como establece Otway
(1980), o en una versión más de carácter multidimensional como es la suministrada
por Pigdeon, Hood, Jones, Turner y Gibson (1992). Obviamente la opción por una
definición supone recorrer caminos diferentes a la hora de plantear la investigación.
En ningún caso se plantea una oposición entre ellas sino más bien se ofrecen diversos
aspectos del constructo a tener en cuenta cuando se aborda la investigación empírica.
No obstante, a pesar de las divergencias hay un consenso entre los autores (p.ej.:
Pidgeon et al, 1992 y Puy, 1995) en aceptar el planteamiento de Yates y Stone
(1992), quienes entienden el riesgo como la probabilidad de sufrir un daño y de su
evaluación subyacen tres dimensiones: las pérdidas, el significado de las pérdidas
y la incertidumbre asociada a las mismas. Las primeras se operativizan a través de
indicadores que se establecen en función de criterios supuestamente “objetivos”
20
Introducción
21
Juan Ignacio ARAGONÉS
Tres grandes enfoques han estudiado la percepción del riesgo, uno de ellos son
los Enfoques individualistas entre los que destacan los trabajos de Tversky y Kah-
neman (1974) y Kahneman, Slovic y Tversky, (1982) sobre los sesgos y heurísticos
en la percepción, principalmente los relacionados con el sesgo de disponibilidad y el
sesgo de la sobreconfianza. También destacan bajo este enfoque los trabajos sobre
la teoría prospectiva de la decisión bajo riesgo de Kahnemann y Tversky (1979).
En este caso se trata de estudiar el proceso de toma de decisión en condiciones de
incertidumbre. Otro modelo que toma interés bajo este enfoque o nivel de análisis
es el denominado “modelos mentales” (Bostrom, Fischhoff y Morgan, 1992), con él
se trata de estudiar las representaciones psicológicas que las personas tienen sobre
algún dominio de conocimiento. Este enfoque de carácter cualitativo persigue obte-
ner representaciones de los niveles del riesgo y conocer cómo se entiende la fuente
de peligro, cómo se perciben los potenciales efectos y cómo evitarlos o reducirlos.
Dentro del Enfoque psicosocial destacan la aproximación actitudinal que se
corresponde con el estudio psicosocial clásico de medida y cambio de actitudes (p.
ej: Otway,1980 y Eiser, Vander Plig y Spears, 1995) y el denominado “paradigma
psicométrico” desarrollado por Fischhoff, Slovic, Lichtenstein, Read y Comb (1978).
Este último, estudia aquellas características cualitativas correspondientes a las fuentes
de riesgo - actividades, tecnologías, sustancias, etc. – y su poder explicativo sobre
la magnitud del riesgo percibido. Este modelo ha sido replicado en numerosos paí-
ses tal y como recoge Neto y Mullet (2000). Además, uno de sus objetivos ha sido
desarrollar taxonomías de las fuentes de riesgo en función de la magnitud del riesgo
percibido. Así, en un trabajo llevado a cabo por Aragonés, Moyano y Talayero (2008)
se pone de manifiesto que tanto participantes chilenos como españoles, estimaron que
la magnitud del riesgo dependía de la categoría a la que se asignaba cada fuente de
riesgo. Como señala Slovic (1992) este modelo intenta hacer un mapa de la “persona-
lidad” de las fuentes de riesgo; es decir, identificar el patrón de cualidades percibidas
que caracterizan a cada fuente de riesgo. Dos dimensiones subyacentes fueron las que
aparecieron en los primeros estudios. “Desconocido” de carácter más bien cognitivo y
“Temor” de carácter afectivo. Aunque la literatura las considera de interés relevante,
estas dimensiones no son totalmente independientes como señala Puy (1995) sino que
dependen de las fuentes de riesgo incluidas en la lista.
El tercer nivel de análisis se relaciona con un Enfoque cultural. Éste entiende
que todas las expresiones de riesgo están derivadas de asunciones y procesos socia-
les o institucionales, esto es, el riesgo es socialmente construido. Ello se debe a que
la teoría cultural de percepción del riesgo parte de que las actitudes hacia el riesgo
y el daño varían según los contextos culturales donde se produce el peligro, lo que
supone que las actitudes y las creencias son compartidas por los grupos.
22
Introducción
23
Juan Ignacio ARAGONÉS
que la revisión que hace esta autora es un documento de interés para conocer cómo
se ha ido desarrollando a lo largo del tiempo el estudio de este fenómeno.
Los desastres que han dado lugar a una mayor difusión en la literatura científica
han sido grandes catástrofes divulgadas por los media internacionales, lo que apoya
la idea de que este campo de investigación se orienta más por el problema que trata
que por la teoría que pudiera desarrollar. Así catástrofes como Seveso en 1976,
ThreeMille Island en 1979, Chernobyl en 1986, Exxon Valdez en 1989, 11 de Sep-
tiembre en 2001 y el huracán Katrina en 2005, son catástrofes que han dado lugar
a numerosa investigación sobre desastres desde múltiples perspectivas y prestando
atención al antes, durante y después del desastre. No obstante, junto a estas gran-
des catástrofes otras, importantes pero con menor impacto mediático, también han
supuesto un avance para este campo, sirva como ejemplo este volumen en el que se
desarrolla mucha investigación empírica dirigida a entender cuestiones relativas a
los desastres que han afectado a multitudes de personas aunque estas hayan tenido
un impacto menos internacional. Este desarrollo científico reclamado desde el pro-
blema, demanda soluciones que suponen, al igual que en la percepción de riesgo, la
necesidad de legitimar al poder político. Por tanto, la solución a los desastres ha de
contemplarse desde una relación entre la tecnología, la cultura en donde se produce
el desastre y las características de la sociedad, como señala Quarentelli (1993).
Uno de los ámbitos de estudio de los desastres que toma especial relevancia en
los últimos tiempos son los denominados naturales, especialmente desde que Nacio-
nes Unidas declarara los años 90 como década Internacional para la Reducción de
los Desastres Naturales. Este libro recoge numerosos ejemplos que confirman este
auge y pone en evidencia lo que pronosticaba Quarentelli (1993) cuando advertía
que los desastres naturales serían cada vez más y peores. Quizá por ello puede tra-
tarse en esta introducción, aunque sea de forma somera, el problema que supone en
los últimos años el cambio climático tanto en el ámbito de la política, y como de
las ciencias naturales y sociales.
Sin duda este campo de estudio se ve altamente influido por los problemas
ambientales que aparecen en el discurso de la sociedad occidental. Hace unos años
estuvo de moda la “pérdida de capa de ozono” y era fácil observar como este fenó-
meno tenía su repercusión en las ciencias sociales, con posterioridad se “olvidó”
este tema para tomar relevancia el “Desarrollo Sostenible”. Y, en la actualidad este
ha sido “sustituido” por el “Cambio Climático”. Los tres fenómenos son “invisi-
bles” a la mayoría de los seres humanos y los impactos reales se encuentran muy
distantes en el espacio y/o en el tiempo del ciudadano medio. Podría decirse que
cualquiera de los tres temas ambientales señalados es de una gran complejidad y
están llenos de incertidumbre. El último de ellos ha sido objeto de un informe por
parte de la American Psychological Association (2009) en el que se hace una revi-
24
Introducción
sión de las aportaciones con las que la Psicología puede contribuir a fin de evitar
el cambio climático. Más recientemente, Corral, Frías y Caso (2017) han publicado
una monografía sobre la forma que en la psicología aborda este problema.
En general, el cambio climático es difícil de percibir para el urbanita medio ya
que se encuentra alejado del medio natural y los propios sistemas sociales hacen
difícil que el público en general entienda su papel específico con respecto al clima
(Fielding, Hornsey y Swim, 2014). No obstante, Fielding et al. proponen que, si
las personas perciben el presente y el futuro cercanos y/o si se acortan las distancia
entre el “yo” y los “otros”, entonces en alguna medida se está en condiciones de
facilitar comportamientos que eviten el cambio climático. Desde el primer punto
de vista se encuentran trabajos como el de Pahl y Bauer (2013) que presta atención
a la toma de perspectiva de futuro que ocasionan los problemas ambientales para
aumentar el compromiso ambiental presente. Y, desde el segundo, cabe citar el
trabajo de Scannell y Gifford (2013) que se centra en la importancia de las conse-
cuencias de la conducta sobre el medioambiente local para facilitar un compromiso
con el cambio climático. Un trabajo que bien podría considerarse novedoso, funda-
mentado en el modelo del “futuro Colectivo” (Bain, Hornsey, Bongiorno, Kashima,
y Crimston, 2013), es el llevado a cabo por Bain et al (2016) en el que con más
de 7.000 participantes de 24 países muestran resultados consistentes en términos
de que según se piense que será la sociedad en el futuro así se lucha en el presente
sobre el cambio climático, así serán sus conductas proambientales presentes tanto
en el ámbito personal como en la participación ciudadana.
Sin duda el Cambio Climático resulta ser en estos momentos uno de los temas
centrales en el ámbito de la Psicología Ambiental como señala Gifford (2014) en su
reciente revisión sobre la disciplina, y al parecer con largo recorrido según se des-
prende del crecimiento exponencial de publicaciones – más de 700 artículos desde
el año 2000 - recogidas por la base Psycinfo. Se puede concluir sin duda que en el
momento presente es uno de los campos en los que centra su atención la investigación
y del que se pueden esperar novedades interesantes dada la magnitud del fenómeno.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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between Psychology and Global Climate Change (2009): Report of the APA
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11, 85-93. doi:10.5209/rev_SJOP.2008.v11.n1.29924.
25
Juan Ignacio ARAGONÉS
26
Introducción
27
REGIÓN Y SOCIEDAD / VOL. XV / NO. 26.2003
* Este estudio se realizó gracias a los auspicios del CONACyT. Los autores agrade-
cen la colaboración de Dulce Baldenegro, Leticia Contreras,Andrea Leyva, Lucía Lu-
zanía y Laura Sánchez.
** División de Ciencias Sociales de la Universidad de Sonora. Se le puede enviar
correspondencia a Universidad de Sonora, Blvd. Luis Encinas y Rosales s/n. Hermo-
sillo, Sonora,México, C.P. 83000.Correo electrónico: corral@rtn.uson.mx
50 REGIÓN Y SOCIEDAD /VOL. XV /NO. 26.2003
Introducción
Método
Participantes
Instrumento
sión, cerrar llaves que otros dejaron abiertas), y actos que indi-
caban conducta basada en normas proambientales (defender y
escuchar temas ecológicos, llamar la atención a quienes desper-
dician recursos). En la mayor parte de los casos, los reactivos se
calificaron considerando la frecuencia de la conducta reportada en
ellos. Sin embargo, en cinco de esos reactivos (llamar la atención
a otros, cerrar llaves del agua que otros dejan abiertas, apagar la
luz que otros dejan encendida, reparar fugas de agua) se conside-
ró como opción adicional de respuesta —aparte de informar de
la frecuencia de la conducta— el reportar “no viví una situación
así”, que indicaba la falta de oportunidad para emitir la acción
proambiental. En este caso, se calificaba con un cero la respuesta.
Si el sujeto no marcaba esa opción y si además respondía no ha-
ber realizado la conducta señalada, entonces su comportamiento
se calificaba con “-1”, indicando con esto que, a pesar de contar
con la oportunidad, la acción proambiental no se realizaba.
Por último, se incluyeron en el cuestionario preguntas que in-
vestigaban datos demográficos como la edad, el nivel educativo,
el sexo, la ocupación, la zona de residencia, el ingreso familiar
mensual y la posesión de la casa en la que se vivía.
Procedimiento
Análisis de datos
Resultados
Cuadro 1
Cuadro 2
Cuadro 3
Correlaciones entre índices de percpeción de riesgos
Riesgo ambiental -
Riesgo social .83** -
Riesgo personal .77** .83** -
** p<.001
Fuente:elaboración con base en resultados de la encuesta aplicada.
Cuadro 4
Correlaciones entre conductas protectoras del ambiente
Normas Monitoreo Ahorro de agua Reciclaje Compras
Normas -
Monitoreo .12 -
Ahorro de agua .18* .12 -
Reciclaje .32*** .02 .23** -
Compras .16* .22** .35*** .23** -
*p<.05 **p<.005 ***p<.0005
Fuente:elaboración con base en resultados de la encuesta aplicada.
Cuadro 5
Correlatos del riesgo ambiental (regresión múltiple)
Cuadro 6
Correlatos del riesgo social (regresión múltiple)
Cuadro 7
Correlatos del riesgo personal (regresión múltiple)
Análisis
Bibliografía
Palabras clave: desastre socionatural, psicología ambiental comunitaria, apego al lugar, satisfacción residencial,
espacio público comunitario
The psychosocial literature in contexts of socio-natural disasters has mainly focused on the study of the psychological
consequences for the people affected, paying less attention to psycho-socioenvironmental factors. In this article, we
aim to highlight the relevance of community environmental psychology for analyzing both the subjective aspects of
people-place relationships and the community relations of the towns hit by disasters. To do this, we present a
conceptual framework community psychology and environmental psychology categories which are relevant for
studying what we call socio-spatial links in socio-natural disaster situations. This perspective is illustrated by
presenting the results of a study carried out with a mixed methodology, which describes how these links emerge in
people who have lived in communities affected by earthquakes, a tsunami, and a volcanic eruption in 4 Chilean
towns. Responses to the scales of place attachment, place identity, residential satisfaction, sense of community, and
civic participation were analyzed in a non-probability (convenience) sample (n = 628), along with reports of 17 focus
groups (n = 117) on the constructed meanings of public space. It is concluded that the articulation of environmental
and community psychology broadens our understanding of elements of power and dispute in the territory, while also
making psychosocial flaws visible in post-disaster reconstruction solutions.
Las consecuencias negativas que produce un evento “natural” es lo que se denomina comúnmente
desastre “natural”. Esta manera de nombrar el fenómeno naturaliza un relato determinista, minimizando el
papel de las personas en las causas, consecuencias y restauración de un desastre. Buscando desnaturalizar
el fenómeno, las ciencias sociales han insistido en que los desastres no son naturales (Maskrey, 1993). Por lo
anterior, en este artículo utilizaremos la noción de desastre socionatural como una intencionalidad
discursiva, ya que las amenazas naturales deben interactuar con condiciones de vulnerabilidad social para
Héctor Berroeta y Laís Pinto de Carvalho, Escuela de Psicología, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Valparaíso, Chile.
Este artículo ha sido financiado por el proyecto FONDECYT N°11121596, del año 2013, “Vínculos socioespaciales en contextos
de transformación urbana producida por catástrofes naturales”, y por el proyecto FONDECYT N°1181429, del año 2018, “Vínculos
socioespaciales y Desastres socionaturales: un análisis de las prácticas de ensamblaje en los procesos de re-vinculación con el entorno
transformado en comunidades afectadas en Chile”, ambos otorgados por la Comisión Nacional de Investigación Científica y
Tecnológica de Chile a Héctor Berroeta como investigador principal.
El artículo es parte del trabajo que los autores realizan en el Centro de Investigaciones de Vulnerabilidades e Informalidades
Territoriales de la Universidad de Valparaíso. La correspondencia relativa a este artículo debe ser dirigida a Héctor Berroeta,
Universidad de Valparaíso, Hontaneda 2653, Valparaíso, Chile. E-mail: hector.berroeta@uv.cl.
2 BERROETA Y PINTO DE CARVALHO
que se configure un desastre. En ese sentido, las decisiones de asentamiento y las condiciones sociales,
políticas, culturales y económicas son factores decisivos (Maskrey, 1993; Wisner, Blaikie, Cannon & Davis,
2003). De esta manera, la participación de otras disciplinas es fundamental, en conjunto con las ciencias
naturales y físicas, en la comprensión e intervención de los desastres socionaturales.
Esta relación de inseparabilidad entre naturaleza y sociedad es consistente con la perspectiva
transaccional de la psicología ambiental (Altman & Rogoff, 1987), la que plantea que persona y entorno se
definen dinámicamente y se transforman mutuamente a lo largo del tiempo. Desde esta perspectiva, es
coherente comprender, entonces, que amenazas naturales, tales como terremotos, tsunamis y volcanes,
solamente se materializan en un desastre cuando interactúan con grupos humanos expuestos, asumiendo
que la afectación ante un evento es diferenciada por distintos aspectos, tales como estatus socioeconómico,
género, etnia, edad, discapacidad, estatus de inmigración, cultura, relaciones de poder y sistemas político-
económicos (Wisner et al., 2003).
En este contexto, analizar aspectos subjetivos de la disrupción del vínculo persona-entorno en la
configuración del desastre es importante. La literatura psicosocial sobre desastres se ha centrado
mayoritariamente en el estudio de las consecuencias psicológicas en las personas afectadas (Bonanno, Galea,
Bucciarelli & Vlahow, 2006; García Martínez, Reyes Reyes & Cova Solar, 2014). Sabemos sobre los efectos
psicológicos en relación a la magnitud de la destrucción, las características demográficas y sociales de quienes
habitan estos territorios (Norris, Friedman & Watson, 2002), el papel que juega la capacidad de organización,
comunicación y apoyo social (Páez Basabe, Bosco, Campos & Ubillos, 2011), la relación entre severidad de la
reacción psicológica y el bienestar (García et al., 2014) y el impacto de la pérdida material y su relación con
el arraigo (Sanders, Bowie & Bowie, 2004). Sin embargo, aun cuando entendemos que los cambios
residenciales o las transformaciones del hábitat urbano impactan directamente en los vínculos que las
personas conforman con los lugares, produciendo quiebres y disrupciones (Boğaç, 2009; Brown & Perkins,
1992; Fried, 1963; Manzo, 2014), sabemos poco sobre los factores psicoambientales involucrados en las
transformaciones producidas por desastres y los procesos de reconstrucción. Analizar estos vínculos es
fundamental para posibilitar la planificación de acciones de prevención y reconstrucción que reconozcan las
tensiones y dinámicas de contestación del territorio, de modo de respetar derechos, significados y modos de
vida de las comunidades (Berroeta et al., 2017; Pinto de Carvalho & Cornejo, 2018; Scannell, Cox & Fletcher,
2017; Scannell, Cox, Fletcher & Heykoop, 2016). En este sentido, desde la psicología, son dos las
subdisciplinas que mayormente pueden aportar en esta dirección, la psicología ambiental y la psicología
comunitaria. Recientemente hemos explorado la articulación de estos dos campos en los estudios de desastres
ocurridos en Chile, hemos observado que las transformaciones producidas a partir de los desastres y los
subsecuentes procesos de reconstrucción y/o desplazamiento alteran los entornos físicos de las personas,
modificando la construcción del simbolismo y la significación espacial, afectando las dinámicas de convivencia
y asociación de las comunidades (Berroeta, Carvalho & Di Masso, 2016; Berroeta, Ramoneda & Opazo, 2015).
En este texto nos proponemos destacar la pertinencia de una psicología ambiental comunitaria, para
analizar tanto aspectos subjetivos de la relación con el lugar como las relaciones comunitarias de las
localidades afectadas por desastres. Para ello, expondremos un breve marco conceptual que presenta el uso
de categorías de la psicología comunitaria y la psicología ambiental, para estudiar lo que denominamos
vínculos socioespaciales en situaciones de desastre socionatural, presentando resultados integrados del
proyecto de investigación FONDECYT N° 11121596, del año 2013, y del proyecto FONDECYT N°1181429,
del año 2018, que, desde una metodología mixta, describe como se presentan estos vínculos en personas que
han vivido desastres en Chile. Caracterizamos los conceptos de apego al lugar, identidad de lugar, satisfacción
residencial, sentido de comunidad, participación cívica y significados construidos sobre el espacio público.
experiencia humana con el lugar. Esta vinculación entre ambos campos disciplinares es abordada por dos
principales vías de aproximación: una primera, que plantea una reflexión integradora desde el punto de
encuentro en la comunidad y, una segunda, que busca analizar los supuestos epistemológicos de los
constructos espacio, entorno y espacio comunitario en estos dos campos, explorando la superación de la
dicotomía sujeto-espacio (Berroeta, 2007).
En este sentido, consideramos que el vínculo ambiental-comunitario implica una diferenciación de las
tradicionales aproximaciones de la psicología ambiental —de predominio sociocognitivo—, asumiendo una
concepción transaccional-subjetivista (Guba & Lincoln, 1994), distinción que dialoga con los planteamientos
fundantes de Wiesenfeld (2001), quien considera el vínculo entre la psicología ambiental y la psicología
comunitaria desde el siguiente principio:
no vislumbramos la existencia de seres humanos sin el referente espacial y viceversa, éstos sin
personas (…) no concebimos al ambiente como una realidad objetiva, independiente de nuestro modo
de acceso a ella, sino que la realidad intersubjetiva que las personas construyen en su interacción
social (…) diferentes contextos y experiencias generan diversas significaciones sobre el ambiente y
las mismas son históricas y dinámicas. (p. 7)
Si bien la literatura que aborda conceptualmente la articulación de estos dos campos es escasa (Berroeta,
2007; Manzo & Perkins, 2006; Wiesenfeld, 2001), las experiencias aplicadas son numerosas. En general, se
han explicado los procesos de conexión con el lugar y las comunidades desde diversas propuestas conceptuales,
las que giran, de una u otra forma, en torno a la pertenencia y a la participación, activa o pasiva, de las
personas con sus entornos (McMillan & Chavis, 1986; Proshansky, Fabian & Kaminoff, 1983; Scannell &
Gifford, 2010; Silver & Grek-Martin, 2015; Vick & Perkins, 2013; Vidal Moranta & Pol Urrútia, 2005).
Al respecto, sabemos que el simbolismo espacial se configura por el significado asociado a las
características físicas de una estructura espacial, al uso o a las interacciones simbólicas que se producen
entre quienes lo utilizan (Valera, 1996) y, por otra parte, que la conexión grupal con el lugar es producto de
la experiencia que se da a partir de la reunión entre miembros de un grupo en actividades colectivas en
espacios determinados (Berroeta & Rodriguez, 2012). En consecuencia, la incorporación de estrategias de
intervención que favorecen la identificación grupal o comunitaria de los habitantes con los espacios que
habitan permite un anclaje social que propicia un uso sostenible, expresado en el cuidado por la estructura
física, la calidad y el valor del espacio (Berroeta & Rodriguez, 2010).
En continuidad con estos hallazgos, desde una perspectiva psicoambiental comunitaria, proponemos
analizar la disrupción de los vínculos que se produce tras un desastre, desde un marco que aborde tanto
aspectos espaciales como subjetivos (Manzo & Perkins, 2006; Vidal, Berroeta, Di Masso, Valera & Peró, 2013),
explorando los vínculos con el lugar y entre las personas que lo habitan.
Los vínculos con el lugar se despliegan de un modo complejo y multifacético, lo que requiere una reflexión
sobre las condiciones en que viven las personas que son afectadas por un desastre. Las diferencias de calidad
entre los viejos y los nuevos entornos residenciales y las oportunidades para relacionarse, satisfacer
necesidades de autoestima, sistemas de control y cambio comunitario (Heller, 1982; Manzo, 2014) son
aspectos centrales del proceso de evaluación que realizan las personas afectadas; es así que, por ejemplo, el
desplazamiento forzado por un desastre es una experiencia emocional negativa que puede contribuir al
fortalecimiento de la evaluación del vínculo con el lugar que se abandona (Berroeta et al., 2015), del mismo
modo que las políticas de reconstrucción centradas en la sola satisfacción de las personas con su vivienda no
aseguran una mayor calidad de vida (Berroeta et al., 2015). Por otra parte, desde una perspectiva
construccionista-discursiva, Di Masso, Dixon y Hernández (2016) proponen que la evaluación ambiental es
también un proceso político, de carácter ideológico, en donde las prácticas de participación de las personas
desplazadas en la toma de decisiones con respecto a su relocalización resultan fundamentales para el proceso
de apropiación y vinculación al nuevo entorno (Berroeta et al., 2016).
En suma, proponemos el término vínculo socioespacial como una categoría para la psicología ambiental
comunitaria, que permite explorar la relación con los entornos socio-físicos que desarrollan las personas y
que agrupa distintos conceptos que la literatura, tanto de la psicología ambiental como comunitaria, han
utilizado para estudiar la escala de barrio: sentido de comunidad (McMillan & Chavis, 1986), satisfacción
residencial (Aragonés, Amérigo & Pérez-López, 2017; Vick & Perkins, 2013), participación cívica (Long &
Perkins, 2003), identidad de lugar (Proshansky et al., 1983), apego al lugar (Altman & Low, 1992) y espacio
público comunitario (Berroeta & Vidal, 2012).
4 BERROETA Y PINTO DE CARVALHO
El sentido de comunidad se refiere a los vínculos sociales entre las personas y los lugares y sus implicancias
físicas, simbólicas, políticas y culturales en la comunidad (Mannarini, Tartaglia, Fedi & Greganti, 2006). Es
una experiencia de evaluación individual o colectiva que opera como un recurso de la vida en comunidad
(Nowel & Boyd, 2010). Se ha asociado al capital social (Norris, Stevens, Pfefferbaum, Wyche & Pfefferbaum,
2008), al bienestar psicológico y al compromiso comunitario (Nowel & Boyd, 2010). El sentido de comunidad
influye en el ajuste psicológico de la experiencia de transformación del entorno (Greenfield & Marks, 2010),
desempeñando un papel importante en la revitalización de los vecindarios (Manzo & Perkins, 2006). Donde no
hay conexión emocional de las personas a los lugares, estas no suelen estar lo suficientemente comprometidas
para trabajar con vecinos e instituciones locales en el mejoramiento de su entorno.
Con semejanza a lo anterior, la satisfacción residencial también conlleva una experiencia de evaluación,
que, según Aragonés et al. (2017), involucra tres grandes componentes: la casa, el barrio y los vecinos. No es
un proceso estable ni permanente, siendo afectado por transformaciones del entorno y de la persona. Implica
procesos de ajuste y adaptación entre los niveles de aspiración y las necesidades no satisfechas por el
ambiente residencial (Sararit, 2018).
La participación cívica, por su parte, incluye la participación en las actividades del barrio y se
operacionaliza a través de la pertenencia a entidades o asistencia a actividades (Long & Perkins, 2003). La
participación en los asuntos del barrio ha sido relacionada con el apego al barrio (Cuba & Hummon, 1993) y
su apropiación (Vidal Moranta & Pol Urrútia, 2005), pudiendo también reflejar el sentido de comunidad y la
satisfacción residencial de los habitantes (Francis, Giles-Corti, Wood & Knuiman, 2012).
El planteamiento central sobre la identidad de lugar es que la identidad personal del individuo se
construye en relación con su entorno físico, al igual que su identidad social se construye en relación con su
pertenencia a otras categorías sociales, como el sexo, la raza o la clase social (Proshansky et al., 1983; Vidal
Moranta & Pol Urrútia, 2005). Por su parte, Bernardo y Palma-Oliveira (2016) indican que la identidad de
lugar se refiere no solamente a una experiencia individual, sino también comunitaria, siendo las conexiones
establecidas entre personas y el ambiente físico en el que se encuentran, así como las dinámicas compartidas
de identidad de lugar, el fundamento de la conformación de vínculos comunitarios de pertenencia y vecindad.
Esta noción de pertenencia, que se desprende del concepto de identidad, podemos relacionarla con el
apego al lugar, considerándolo como los sentimientos afectivos que las personas desarrollan hacia los lugares
en donde nacen y viven (Manzo, 2003). Esta definición es difusa y, en los últimos años, en la literatura
(Casakin, Hernandez & Ruiz, 2015; Lewicka, 2011) se ha optado por utilizar el concepto de apego al lugar
como un término "paraguas" para referirse al conjunto de los vínculos que las personas establecen con los
lugares (Trąbka, 2019). Desde la tradición empírica positivista, el apego al lugar se define como "un vínculo
afectivo que las personas establecen con un lugar determinado, donde tienden a permanecer, sentirse
cómodos y seguros" (Hidalgo & Hernández, 2001, p. 274). Este vínculo afectivo se puede desarrollar hacia
lugares de diferentes escalas, como la casa, el barrio o la ciudad (Vidal, Valera & Peró, 2010). Desde una
aproximación holística del vínculo persona-ambiente, representada por Altman y Low (1992), se considera el
apego al lugar como los afectos, emociones, sentimientos, creencias, pensamientos, conocimientos, acciones y
conductas asociados a un lugar, que pueden variar en escala y especificidad; actores (personas, grupos o
colectivos culturales); relaciones sociales (interpersonales, de comunidad o culturales, a las que las personas
se vinculan a través del lugar); y el tiempo (como pasado, presente y futuro, además de cíclico, con significados
y actividades recurrentes). Aproximaciones recientes a la identidad de lugar y al apego de lugar son las
perspectivas discursivas que conciben el apego como un recurso culturalmente disponible que se despliega en
determinados contextos interaccionales (Di Masso, Dixon & Durrheim, 2014; Di Masso et al., 2016) y las
perspectivas postdiscursivas que consideran las prácticas significantes no lingüísticas en la producción del
espacio (Berroeta et al., 2017; Di Masso & Dixon, 2015).
El espacio público es una noción que considera que el espacio está conformado por procesos de
construcción de ciudadanía y encuentro social, anclado a la reflexión política acerca de lo público-privado, la
accesibilidad, transparencia y libertad. El concepto de espacio público es estudiado en sus dimensiones
LA PSICOLOGÍA AMBIENTAL-COMUNITARIA EN LOS DESASTRES 5
urbanas y sociales, integrando teorías del diseño urbano y de las ciencias sociales. Se refiere también a
aspectos de la promoción o el control de la sociabilidad y el encuentro social que se produce en la construcción
de la ciudad (Borja & Muxí, 2001; Salcedo Hansen, 2002). Es posible identificar tres grandes perspectivas o
tendencias discursivas que se sitúan en la base de las políticas de representación del espacio público, tres
visiones distintas sobre el pasado y el futuro de los espacios públicos en relación a los cambios contemporáneos
en la vida pública, y sus presuposiciones y argumentos muestran sensibilidades analíticas dispares, con
consecuencias políticas e ideológicas notablemente diferentes. Estas tres visiones son la tesis terminal o de
espacio público perdido, la tesis optimista o la construcción de civilidad y la tesis conflictivista o del control y
disputa (Berroeta & Vidal, 2012; Berroeta et al., 2016; Di Masso, Berroeta & Vidal, 2017).
El planteamiento de un espacio público comunitario quiere connotar los fenómenos socioespaciales
resultantes de las maneras particulares en que interactúan las características físicas, los usos y los
significados asociados al espacio público en la escala de barrio (Berroeta & Vidal, 2012). Con esto se acentúa
la importancia de la interrelación entre individuos y ambiente, la interacción entre personas vecinas, sus
redes y su vida cotidiana comunitaria (Berroeta et al., 2015).
De modo de ilustrar la pertinencia y alcances de una lectura desde la psicología ambiental comunitaria
para el estudio de comunidades en contexto de transformaciones producidas por desastres socionaturales en
Chile, presentaremos brevemente cuatro casos en los cuales hemos desarrollado esta investigación: las
transformaciones de las ciudades de Chaitén, Constitución, Dichato y Tocopilla.
Chile es un país sometido a diversos y continuos desastres socionaturales (Organización de las Naciones
Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, 2012) que producen transformaciones urbanas profundas.
En esta investigación nos propusimos analizar eventos de gran impacto nacional que han sido emblemáticos
en los últimos años y que produjeron distintos cambios en el entorno, dando origen a distintas soluciones para
la reconstrucción. Las estrategias utilizadas por el gobierno chileno para abordar la reconstrucción han sido
diversas y erráticas (Tapia, 2015). Tal como describe Salgado (2014), el modelo implementado es
predominantemente neoliberal, negando a la ciudadanía la co-construcción de los territorios.
Las transformaciones en los hábitats de las comunidades a consecuencia de estos desastres fueron
principalmente de dos tipos: totales (cuando implicaron cambios en la ubicación de viviendas dentro o fuera de
la ciudad de origen) y transformaciones parciales (cuando se mantuvo el emplazamiento original de la vivienda).
El 2 de mayo de 2008, producto de la erupción del volcán Chaitén, fueron evacuadas 4.700 personas
habitantes de la región. Tras la erupción volcánica, la mayoría de las viviendas fueron compradas por el
Estado y se entregó un subsidio individual de subsistencia por 18 meses, con el cual cada familia debía buscar
una solución en el mercado inmobiliario regular. Esta estrategia dificultó la organización de la comunidad,
esparciendo a la población por diversas ciudades de la región de Los Lagos. Una de las localidades que recibió
un número considerable de chaiteninos (200 familias aproximadamente) fue la comuna de Puerto Montt,
específicamente la localidad de Alerce, donde viven cerca de 60 mil personas (Chile, Ministerio del Interior y
Seguridad Pública, 2014).
Ante el gran terremoto y tsunami del 27 de febrero de 2010, más del 80% de Dichato fue devastado. Los
daños de la localidad provocaron que toda la población que vivía en la zona costera fuera erradicada
temporalmente en aldeas de emergencia en zonas altas de seguridad. En esta situación, la Aldea El Molino,
en Dichato, llegó a ser considerada la aldea de emergencia postterremoto más grande de Chile, albergando
aproximadamente a 450 familias por más de tres años. El proceso de reconstrucción fue lento, generando la
conformación de comités y enfrentamiento con las autoridades. Dos de los conjuntos habitacionales
terminados a los tres años del desastre y con los cuales trabajamos en esta investigación fueron Villa
Horizonte y Bahía Azul (Chile, Gobierno Regional Bío Bío, 2010).
6 BERROETA Y PINTO DE CARVALHO
En el año 2010, Constitución también fue muy azotada por el terremoto y tsunami del 27 de febrero.
Producto de este sismo, una de las comunidades afectadas fue el conjunto habitacional Santa Aurora,
emplazado en lo alto del cerro O’Higgins. El conjunto habitacional fue demolido y reconstruido en el mismo
emplazamiento. Sus habitantes, pese a las pérdidas materiales y humanas, en su gran mayoría decidió
regresar al barrio. Hoy está conformado por departamentos donde residen 48 familias que vivían en el
conjunto original (Chile, Gobierno Regional Bío Bío, 2010).
El terremoto de Tocopilla del 14 de noviembre de 2007 provocó daños estructurales mayores en el 58% de
las construcciones e infraestructura de la ciudad, dejando sin hogar a cerca de 15 mil personas. La solución
definitiva no mantuvo la vecindad original o la desarrollada en los barrios transitorios en el periodo de espera.
Una de estas soluciones fue el barrio Pacífico Sur, con un total de 324 casas, de las cuales 58 acogen a familias
provenientes del sector Huellita, 30 de El Teniente y 236 viviendas fueron asignadas a allegados históricos y
allegados postterremoto (Chile, Ministerio del Interior y Seguridad Pública, 2014).
Método
Esta investigación se sitúa desde una perspectiva transaccional (Altman & Rogoff, 1987). Se considera
que persona y entorno son factores inseparables, que se definen dinámicamente y se transforman
mutuamente a lo largo del tiempo. Asimismo, se sitúa desde una comprensión del entorno como un constructo
sociofísico (Altman & Rogoff, 1987), en el cual las propiedades físicas y sociales están en interrelación.
Siguiendo a Stokols y Shumaker (1981), desde una perspectiva transaccional, la indagación debería
realizarse desde múltiples técnicas, las cuales deberían enfatizar el estudio de análisis holísticos, como
aspectos inseparables. Esta perspectiva permite dar cuenta de aspectos cualitativos que aborden los
significados espaciales, experiencias, prácticas y acciones (por ejemplo, ¿cómo se siente? ¿cómo se experiencia
determinado lugar?), sin renunciar a la dimensión evaluativa del componente afectivo e identitario (¿me
siento apegado a este barrio? ¿me siento identificado con este barrio?). Desde este marco, se diseñó una
investigación de carácter mixto, de la cual reportamos dos aproximaciones al fenómeno de los vínculos
socioespaciales en contextos de transformación por desastres socionaturales que describiremos a
continuación: una primera aproximación cuantitativa de mediciones individuales y una segunda cualitativa
de producción grupal.
Si bien ambas aproximaciones tuvieron momentos de producción de datos y análisis independientes, las
integramos a partir de estrategias del análisis selectivo de la grounded theory (Strauss & Corbin, 1990), es
decir, realizamos procesos de reducción y relación de los datos, construyendo nuevas categorías y buscando
organizar la información de modo a responder las preguntas emergentes en todos los casos. Como síntesis de
este proceso, y siguiendo a Morrow y Smith (1995), construimos una figura que presenta el contexto, las
condiciones causales, el fenómeno, las condiciones intervinientes, las estrategias y las consecuencias.
Participantes. Desde una aproximación cuantitativa, se diseñó una encuesta que fue aplicada en el año
2013 a una muestra no probabilística por conveniencia de 628 habitantes. El total de participantes estaba
compuesto por habitantes afectados por la reconstrucción: 144 habitantes desplazados de la ciudad de
Chaitén, 193 habitantes de Tocopilla, 80 habitantes de Constitución y 211 habitantes de Dichato. En cuanto
a las características de la muestra, el 66,6 % de las personas encuestadas son mujeres y la edad promedio de
la población es de 41 años (DE=14,95). En relación con la vivienda, el 88,7% de las personas vive en casa
propia, el 4% arrienda y el 7,3% vive de allegado. En cada vivienda habitan en promedio 3,7 personas.
Escala adaptada de Scannell y Gifford (2010), que evalúa el apego al lugar social y espacial. Está
compuesta de ocho ítems con formato de respuesta tipo Likert (1 = Nada a 6 = Muchísimo), que deben ser
respondidos con relación al Barrio de origen y al actual (por ejemplo: los espacios públicos del barrio son
importantes para mí). La confiabilidad de la escala adaptada medida mediante el coeficiente Alpha de
Cronbach, es, para Apego Social pasado, 0,914; para Apego Espacial pasado 0,884; para Apego Social actual
0,898; y para Apego Espacial actual 0,885. La escala en su versión original reporta un Alfa de Cronbach de 0,78.
Escala adaptada de Vidal et al. (2010) y tomada de Hernandez, Hidalgo, Salazar y Hess (2007), que evalúa
identidad de lugar. Está compuesta de cinco ítems con formato de respuesta tipo Likert (1 = Nada a 6 =
Muchísimo), que deben ser respondidos con relación al Barrio de origen y al actual, y a la ciudad (por ejemplo:
este barrio forma parte de mi identidad). La confiabilidad de la escala, medida mediante el coeficiente Alpha
de Cronbach es, para Identidad de Lugar pasado 0,920 y para Identidad de Lugar actual 0,892. La escala en
su versión original reporta un Alfa de Cronbach de 0,94.
Escala adaptada de Long y Perkins (2007), que evalúa sentido de comunidad. Está compuesta de ocho
ítems con formato de respuesta tipo Likert (1 = Nada a 6 = Muchísimo), que deben ser respondidos en relación
al Barrio actual (por ejemplo: muchos de mis vecinos me conocen). La confiabilidad de la escala adaptada,
medida mediante el coeficiente Alpha de Cronbach es de 0,838. La escala en su versión original reporta un
Alfa de Cronbach de 0,74.
Escala adaptada de Amérigo (1995), que evalúa la satisfacción residencial. Está compuesta de cuatro
ítems con formato de respuesta tipo Likert (de 1 = Nada a 6 = Muchísimo), que debían ser respondidos con
relación al Barrio, a la Vivienda, a los Vecinos y al Global actual (por ejemplo: cuán satisfecho se siente con
su casa). La confiabilidad de la escala adaptada, medida mediante el coeficiente Alpha de Cronbach, es de
0,858. La escala en su versión original no reporta Alfa de Cronbach.
Escala de participación cívica (Perkins, Florin, Rich, Wandersman & Chavis, 1990).
Escala adaptada de Perkins et al. (1990), que evalúa participación cívica. Está compuesta de diez ítems
con formato de respuesta tipo Likert (1 = Nada a 6 = Muchísimo), que deben ser respondidos con relación al
Barrio actual (por ejemplo: participa de alguna forma en su junta de vecinos). La confiabilidad de la escala
adaptada, medida mediante el coeficiente Alpha de Cronbach, es de 0,909. La escala en su versión original
reporta un Alfa de Cronbach de 0,78.
Análisis de datos. Se analizaron las dimensiones de apego al lugar social, espacial e identidad de lugar,
aplicando la prueba t de Student para identificar si existían diferencias entre localidades y entre las
evaluaciones del barrio pasado y actual. Para las dimensiones sentido de comunidad, satisfacción residencial
y participación cívica se calcularon los promedios para cada nivel de respuesta Likert, por localidad.
Participantes. Según lo descrito en Berroeta et al. (2016), los criterios de selección de los barrios fueron
la existencia de algún grado de conocimiento previo entre los habitantes de los nuevos barrios y la antigüedad
del barrio. En Tocopilla, se seleccionó el barrio Pacífico Sur, que tiene un sector de vecinos que fue reubicado
en su conjunto. En Constitución, se seleccionó el conjunto habitacional Santa Aurora, por ser un barrio que
fue completamente demolido y reconstruido, manteniendo sus mismos habitantes. En Dichato, se
seleccionaron los barrios Villa Horizonte y Bahía Azul, que fueron habitados por personas que residían en
sectores muy cercanos. Finalmente, para el caso de Chaitén, se seleccionó la localidad de Alerce en Puerto
Montt, donde vive un grupo aproximado de 150 familias desplazadas de Chaitén.
Participaron 117 habitantes, formados por cuatro grupos con personas desplazadas de Chaitén (grupos
realizados en Puerto Montt, Los Alerces), tres grupos en Tocopilla, seis grupos en Dichato (cuatro en Villa
Horizonte y dos en Bahía Azul) y cuatro en Constitución. La muestra fue de tipo intencional y los criterios de
selección fueron: personas mayores de 18 años de ambos sexos, propietarios de sus viviendas, que hubieran
residido por más de cinco años en el barrio de origen de la comunidad y que no hubieran sufrido daños físicos
ni pérdida de familiares o amigos como consecuencia de los desastres.
La selección de participantes se realizó a partir de quienes señalaron su voluntad durante la aplicación de
cuestionarios en una fase previa de la investigación y de la intermediación de informantes clave de cada comunidad.
Instrumento. Durante el año 2014 se realizaron 17 grupos focales. En estos grupos se indagó por la
historia del barrio (¿cómo se llegó a construir el barrio? ¿cómo era antes? ¿cómo eran las viviendas, el entorno,
la relación con los vecinos?), el proceso de reconstrucción y la decisión de habitar el barrio actual (¿por qué se
fueron o no de la localidad donde vivían? ¿cómo fueron los procesos de participación? ¿cómo son las viviendas,
el entorno, la relación con vecinos? ¿cómo cuidan de los espacios?). Los grupos fueron grabados y transcritos.
Procedimiento. Todos los grupos fueron realizados en sedes vecinales y conducidos por el primer autor
de este artículo. Los procedimientos éticos de investigación se efectuaron mediante lectura y firma de carta
de consentimiento informado.
Resultados
Apego social. En la medición del apego social entre el barrio pasado y el barrio actual, identificamos
diferencias en todos los sectores. La variación entre el apego social en el barrio pasado y en el barrio actual
no tiene la misma dirección en los cuatro sectores, siendo Constitución el único sector en que el apego social
actual es mayor que el del barrio pasado (ver Tabla 1 y Figura 1).
Apego espacial. Todos los sectores presentan diferencias en el apego espacial entre el barrio pasado y
el actual, excepto Dichato. La variación entre el promedio de apego espacial en el barrio pasado y el actual
no tiene la misma dirección en todos los sectores, siendo Constitución el único sector que presenta dirección
ascendente (ver Tabla 1 y Figura 1).
Identidad de lugar. Al analizar las medias de identidad de lugar entre el barrio pasado y en el barrio
actual, identificamos que en los cuatro sectores no hay diferencias (ver Tabla 1 y Figura 1).
LA PSICOLOGÍA AMBIENTAL-COMUNITARIA EN LOS DESASTRES 9
Tabla 1
Diferencias de Apego al Lugar Social y Espacial e Identidad de Lugar entre el Barrio Pasado y Actual
Los cuatro sectores estudiados presentaron en todas las variables diferencias entre las medias obtenidas
en referencia al lugar de origen y al lugar actual, con única excepción de Dichato, al no presentar diferencias
en el apego espacial. Esto implica que los vínculos socioespaciales son diferentes entre el barrio original y el
barrio actual en todos los casos.
De estos resultados, destacan los casos de Chaitén y Constitución. Chaitén, por un lado, presenta los
valores más bajos en todas las dimensiones evaluadas en el barrio actual, al contrario de Constitución, que
presenta los valores más altos. Esta diferencia de resultados demuestra el impacto que han vividos las
personas que se desplazaron de su ciudad hacia Los Alerces, experimentando una transformación total del
entorno. Por otro lado, en el conjunto habitacional Santa Aurora en Constitución, la reconstrucción se realizó
10 BERROETA Y PINTO DE CARVALHO
en el mismo lugar en que se ubicaban las viviendas antes del terremoto, manteniendo e incluso aumentando
los niveles evaluados.
Considerando que 1 corresponde a la respuesta nada y 6 a muchísimo, los resultados obtenidos del sentido
de comunidad en el barrio actual nos permiten identificar que los participantes de Constitución presentan
un mayor promedio de puntajes en sentido de comunidad, mientras que Dichato, Tocopilla y Chaitén
presentan promedios menores. Nuevamente, Chaitén presenta los promedios más bajos respecto del barrio
actual (ver Figura 2).
La participación cívica mantiene un patrón similar, sin embargo, con promedios inferiores. Constitución
presenta los promedios más altos de participación cívica; sin embargo, representando respuestas entre los
puntajes poco (2) y algo (3). Las demás localidades presentan promedios de participación cívica inferiores al
nivel poco, siendo Chaitén la localidad con promedios más bajos (ver Figura 2).
Satisfacción Residencial
A partir de la pregunta ¿cuán satisfecho se siente con su casa?, identificamos que Constitución presenta
el promedio más alto de satisfacción con la vivienda actual, con un promedio equivalente al puntaje mucho
(5). Tocopilla y Dichato presentan promedios equivalentes entre los puntajes bastante (4) y mucho (5), y
Chaitén, presenta el promedio más bajo, con un puntaje equivalente a una respuesta entre algo (3) y bastante
(4) (ver Figura 3).
Las transformaciones por desastres provocan un conjunto de relatos que articulan distintos repertorios
discursivos sobre el espacio público. El análisis de estos relatos nos muestra cómo se despliegan los tres
grandes marcos discursivos del espacio público —perdido, cívico y en disputa— que condicionan las prácticas
de apropiación del lugar (ver Berroeta et al., 2016).
Para el propósito de este artículo, en que presentamos una ilustración de la pertinencia y alcances de una
lectura de la psicología ambiental comunitaria para el estudio de comunidades en contexto de
transformaciones producidas por desastres socionaturales en Chile, describiremos los tres grandes marcos
LA PSICOLOGÍA AMBIENTAL-COMUNITARIA EN LOS DESASTRES 11
discursivos que identificamos transversalmente en las localidades estudiadas. Para profundizar en estos
resultados, revisar Berroeta et al. (2016).
La civilidad. Los relatos que se basan en un discurso cívico y optimista del espacio público transformado
por un desastre socionatural conciben de forma importante la adaptación y las prácticas de intervención para
mejorar la calidad de vida de los habitantes. Está presente la noción de un espacio perdido, pero en estos
relatos el énfasis está en la acción para realizar la ciudadanía. Considerando el proceso de transformación,
sus habitantes desarrollan un sentido de resignación del espacio perdido, entendiendo sus prácticas
ciudadanas como modos de reapropiación del espacio, especialmente desde la unión comunitaria.
Identificamos las categorías emergentes de la “comunidad ideal es la que está unida”, “prácticas culturales y
vecinales”, y “prácticas de cuidado con el espacio público”. Estos discursos están presentes en la experiencia
de habitantes del conjunto habitacional Santa Aurora en Constitución, especialmente cuando significan la
reconstrucción del barrio como una conquista de la unión comunitaria. Emergen también relatos de redes de
apoyo económico y emocional en Dichato y Constitución, redes de vecindad a partir de las cuales se
transforman y mejoran los espacios.
12 BERROETA Y PINTO DE CARVALHO
El control y la disputa. Las transformaciones producidas por desastres socionaturales revelaron una
noción de que el espacio no es controlado libremente por sus habitantes, sino que es un espacio de disputa
con el Estado e instituciones privadas. Participantes del estudio demuestran una significación de esta disputa
como necesidad de organización comunitaria para contra-controlarla, contestándola con protestas y lucha por
la participación en la planificación y toma de decisión sobre las características que adopta el espacio público
y las viviendas. Identificamos las categorías emergentes de protestas como herramienta de conquista del
espacio y participación para la garantía de derechos en las localidades de Dichato, Constitución y Tocopilla.
Estos discursos relevan la participación como un mecanismo fundamental para negociar e incidir en las
decisiones del proceso de reconstrucción a través de estrategias de confrontación y colaboración. Otro discurso
presente es la significación del espacio como productor de exclusión y estigma, evidenciando experiencias que
no estaban presentes antes del desastre, como es el caso de personas desplazadas de Chaitén y habitantes de
Bahía Azul (Dichato).
Estos relatos sobre el espacio público son constituidos transversalmente por prácticas y significados. Las
prácticas —como la participación comunitaria— y los significados asociados al espacio —como la satisfacción
residencial— también son afectados por las transformaciones socioespaciales y son la base para la realización
del proceso de apropiación del espacio, en un nivel más abstracto que los elementos anteriores y
tridimensionalmente establecidos por ellos. Observamos cómo el sentido ideológico del espacio público se
reproduce a partir de las relaciones discursivas que lo justifican.
Integración de Resultados
Con el fin de ilustrar una lectura de la psicología ambiental comunitaria de los resultados de las
aproximaciones que hemos relato, presentamos en la Figura 4 un esquema integrado resultante de la
codificación indexada del material producido. En primer lugar, para comprender en contextos de
transformación por desastres socionaturales la dinámica de los vínculos socioespaciales que aquí analizamos,
es necesario comprender que el riesgo de un desastre solamente se materializa si existen comunidades
expuestas a amenazas. A partir de esta premisa, debemos considerar que el modelo político de gestión de los
territorios que asumen los gobiernos es también un elemento de base para tomar en consideración una
amenaza. Entre los aspectos comunitarios más significativos a considerar, identificamos dos, un marcado
énfasis de las acciones gubernamentales en abordar la fase de emergencia, por sobre la programación,
prevención y educación postdesastre, y una ausencia de planificación participativa con enfoque comunitario
del territorio.
La amenaza de pérdida de la vinculación socioespacial vivida por los habitantes de localidades
transformadas por el desastre es, por lo tanto, un proceso psicosocial que configura una acción política. Las
estrategias que desplegaron los habitantes frente a esta amenaza fueron identificadas principalmente como
la conformación de nuevos discursos sobre el espacio público, la contestación del territorio, la realización de
protestas y la mayor participación comunitaria para la garantía de derechos. Estas estrategias emergieron
desde los distintos actores de la comunidad, siendo facilitadas por las dinámicas comunitarias de apoyo mutuo
en los barrios afectados, mientras que los planes y estrategias de reconstrucción funcionaron principalmente
como obstaculizadores, generando la necesidad de lucha por parte de las comunidades con el objetivo de
minimizar los efectos no deseados.
Como consecuencia, estas estrategias comunitarias incidieron en el mejoramiento y modificación de
algunos de los procesos de reconstrucción, lo que se asocia a la experiencia expresada en los niveles de
satisfacción residencial con la vivienda actual, sentido de comunidad y participación cívica, así como en apego
e identidad de lugar en aquellas comunidades que desplegaron este tipo de acciones. Al mismo tiempo, estas
estrategias comunitarias incidieron en modificaciones y ajustes en los planes y estrategias de reconstrucción,
potenciando las dinámicas comunitarias, siendo, así, un proceso que se retroalimentó.
Un ejemplo de esto es el caso del conjunto habitacional Santa Aurora en Constitución. A diferencia de las
otras tres localidades estudiadas, el Estado reconstruyó las viviendas en el mismo lugar de origen, donde,
además, la comunidad de residentes participó activamente en el proceso de reconstrucción. Los resultados
nos muestran que estas personas experimentan altos grados de apego, identidad de lugar, satisfacción
residencial, sentido de comunidad y participación cívica en las condiciones habitacionales actuales. Por el
contrario, en el caso de Chaitén, el desplazamiento a un nuevo barrio ubicado en una ciudad distante, con un
desmembramiento de la comunidad de origen, ha provocado una desvinculación y un sentimiento de
desarraigo que dificulta la valoración e inserción en nuevas redes comunitarias. En este caso, la entrega de
LA PSICOLOGÍA AMBIENTAL-COMUNITARIA EN LOS DESASTRES 13
un bono individual a cada familia propició una búsqueda individual de viviendas, que consolidó aún más la
disolución de los vínculos socioespaciales.
Conclusiones
En este texto hemos planteado explorar la afectación de las comunidades ante desastres socionaturales
articulando dos subdisciplinas de la psicología (la psicología ambiental y la psicología comunitaria), para lo
cual propusimos el estudio de lo que denominamos vínculos socioespaciales. En consecuencia, organizamos
las conclusiones a partir de la articulación de estos campos y su potencialidad para la investigación y la
intervención ante desastres socionaturales.
Considerando a Wiesenfeld (2003) y Wiesenfeld y Zara (2012), gran parte de los programas y acciones
dirigidas a la población han estado orientadas por criterios técnicos, sin nutrirse de los conocimientos locales,
reproduciendo relaciones de opresión y desigualdad. El vínculo ambiental-comunitario es una oportunidad
de proveer un abordaje más integral a los problemas ambientales (Wiesenfeld, 2001), pretendiendo privilegiar
el quehacer investigativo que protagonice la participación de sus habitantes.
Hemos identificado que, además de la articulación teórica en la comprensión de conceptos de ambas
disciplinas, esta lectura amplía el entendimiento de elementos de poder y disputa del territorio, así como
visibiliza falencias psicosociales en las soluciones de reconstrucción vividas por estos habitantes.
Tal como identificamos en el trabajo anterior (Berroeta & Rodriguez, 2010), los procesos de vinculación
con el lugar, las dinámicas intersubjetivas comunitarias y las transformaciones materiales en los espacios no
son conceptos separables al momento de intervenir. Esto nos lleva a considerar la importancia de la
transdisciplinariedad y el compromiso social en los estudios del área. Rescatando nuestra posición
epistemológica, esta comprensión nos sitúa en un enfoque transaccional (Altman & Rogoff, 1987), a partir del
cual entendemos la persona, la comunidad y el ambiente como una confluencia de factores inseparables que
se construyen y transforman mutuamente de modo activo (Berroeta, 2007). A nuestro juicio, el foco debe estar
puesto en entender las construcciones sociales que las personas desarrollan hacia el territorio, para lo cual
es necesario comprender las condiciones políticas e ideológicas que sustentan su quehacer.
14 BERROETA Y PINTO DE CARVALHO
Por lo anterior, es necesario comprender cómo las personas viven, interpretan y reaccionan frente a un
desastre, qué ocurre en el proceso de desplazamiento y en la eventual relocalización y cómo se reconstruyen
sus vínculos con el nuevo espacio y la comunidad.
No se puede obviar que las personas tienen significados socioespaciales previos al desastre y que, ante
un desplazamiento, necesariamente elaboran un duelo por lo que se pierde, lo cual evidentemente no es
reductible a las pérdidas materiales. Esto es fundamental, dado que el proceso de adaptación va a depender
no solo de las diferencias entre el nuevo y el viejo entorno, sino también de la posibilidad de generar vínculos
sociales y espaciales satisfactorios.
En este sentido, consideramos necesario desarrollar investigaciones que den cuenta de cómo la dificultad
de generar vínculos en las nuevas comunidades o barrios afecta las prácticas colectivas y los significados
socioespaciales compartidos.
En términos de intervención postdesastre, consideramos que, si las acciones que se desarrollan se siguen
centrando en aspectos materiales, es de esperar que los niveles de apego con los nuevos destinos sean bajos.
Es indispensable que se consideren los procesos comunitarios, puesto que, como hemos observado en esta
investigación, la sola satisfacción residencial con la vivienda no asegura niveles altos de sentido de
comunidad, de apego de lugar, de identidad de lugar ni de participación. Esto implicaría que las acciones
desarrolladas desde los gobiernos se ejecuten considerando un enfoque psicoambiental comunitario,
partiendo, entonces, desde el reconocimiento de los significados y las prácticas tanto individuales como
comunitarias de las poblaciones e identificando sus problemas y necesidades. Abogamos, por lo tanto, por el
esfuerzo de entregar la mejor materialidad, tanto en las viviendas como en los espacios públicos, e integrar a
la comunidad de manera activa a los procesos y decisiones que se desarrollan en el desplazamiento y la
reconstrucción, respetando los derechos que toda comunidad tiene ante la intervención de programas sociales
(Olivares-Espinoza, et al., 2018).
Referencias
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A R T I C L E I N F O A B S T R A C T
Keywords: Introduction: To date, increased attention has focused on how early psychological support after trauma may
Disasters reduce suffering and limit the chronicity of psychological problems such as posttraumatic stress disorder (PTSD).
Psychosocial support However, few studies have assessed the reach or effectiveness of post-disaster interventions. The population of
Services Iceland is frequently exposed to natural disasters and since 1995 extensive psychosocial support has been
Emergency management
provided to disaster survivors in the country. The aim of this study is to assess the implementation, utilization,
PTSD
and perception of psychosocial support offered in the wake of three natural disasters in Iceland and to assess the
association between utilization of support and PTSD symptoms.
Method: Three population-based studies on inhabitants affected by avalanches in 1995 (n = 399), an earthquake
in 2008 (n = 1301) and a volcanic eruption in 2010 (n = 1615) were utilized. Follow-up time varied from 2
months post-disaster (earthquake) to 16 years post-disaster (avalanches). Questionnaire data was used in all
three cohorts to assess utilization of psychosocial support and psychological morbidity. Response rate in the
studies ranged from 71% to 82%. PTSD symptoms were assessed with validated measurement tools in all studies.
Pearson's chi-square tests were used to compare utilization and perception of psychosocial support with regard to
PTSD symptoms.
Results: Utilization of psychosocial support varied between disaster cohorts (16% after the 2008 earthquake;
26% after the 2010 eruption and 37% after 1995 avalanches). Satisfaction with support increased over the years,
with 53% of respondents reporting being satisfied or very satisfied with the support after the 1995 avalanches;
68% after the 2008 earthquake and 82% after the 2010 eruption. Only in the disaster cohort with the shortest
follow-up time (2 months) were PTSD symptoms negatively associated with utilization of psychosocial support
(earthquake cohort; p < 0.000).
Conclusions: The Icelandic national plan for psychosocial support has developed considerably since services were
first formally offered in 1995. Results indicate that satisfaction with received psychosocial support has increased
among disaster-affected populations from 1995, when services were first offered, to the year 2010, after the
psychosocial plan had undergone substantial improvements. Furthermore, utilization of psychological support
appears to be contingent on the severity of the disaster.
Further studies are needed to assess the effectiveness of coordinated empirically informed assistance.
⁎
Corresponding author.
E-mail address: eddat@hi.is (E.B. Thordardottir).
https://doi.org/10.1016/j.ijdrr.2017.11.006
Received 10 March 2017; Received in revised form 30 October 2017; Accepted 8 November 2017
Available online 10 November 2017
2212-4209/ © 2017 Elsevier Ltd. All rights reserved.
E.B. Thordardottir et al. International Journal of Disaster Risk Reduction 27 (2018) 642–648
year 2014, 324 disasters were documented worldwide, with an esti- 35% [16].
mated 140.8 million people affected, many of them children [3]. After the earthquakes in 2000, the Department of Civil Protection
and Emergency Management (DCPEM) in Iceland began developing a
1.1. Psychological morbidity post-disaster comprehensive plan for psychosocial support following disasters in
collaboration with key institutions. The plan, which was ratified in
Previous disaster studies have shown that a large proportion of early 2008, builds on the experience after avalanches in the Westfjords in
post-disaster psychological distress resolves in the first few months after 1995 and the earthquakes in 2000.
disasters [4,5]. There are however considerable individual differences The psychosocial plan is based on research [17,18] and re-
in psychological reactions to trauma, with a subset of survivors ex- commendations by the World Health Organization's evidence-informed
periencing persisting psychological morbidity in the long-term [6,7]. guidelines [19,20]. In addition, the plan builds on methods re-
Early interventions can therefore be an important asset in identifying commended by the National Child Traumatic Stress Network and the
those at greatest risk of persistent mental health problems [8]. National Center for PTSD in assessing and providing psychosocial needs
One of the most common psychological disorders post-disaster is in a safe manner [21]. In accordance to recommendations, the goal of
post-traumatic stress disorder (PTSD) [9]. PTSD symptoms have been the DCPEM psychosocial support plan is to reduce the initial distress
characterized by a failure to recover from a stress reaction following caused by traumatic events and to foster short- and long-term adaptive
exposure to a traumatic event [2], causing clinically significant distress functioning and coping. The psychosocial support also incorporates
or impairment in important areas of functioning [10]. The prevalence information and education about common symptoms post-disaster such
of PTSD after natural disasters ranges from 4% to 60% among adult as anxiety and PTSD as well as information on where to get help.
survivors [4,11] and tends to be higher among direct disaster victims The National Commissioner of the DCPEM is responsible for im-
(e.g. those who are close to the epicenter of the event, sustain injuries, plementing the plan during disasters. The DCPEM psychosocial support
lose a loved one or suffer economic loss) than indirect victims (30–40% plan consists of instructions and outlines for a response plan in all po-
vs. 5–10% respectively) [4]. The onset of PTSD predominantly occurs lice districts. Every police district makes their own version of the plan
immediately after the trauma [10]. It is therefore important that pro- based on local conditions, applicable to all types of disasters. The plan is
fessionals providing psychosocial support identify those experiencing updated regularly based on new knowledge, experience, and quality
PTSD symptoms, provide them with adequate follow-up and refer them management.
to treatment if symptoms do not subside. In 2010, a revised plan was ratified, taking into account the ex-
Research indicates that only a minority of disaster survivors ex- perience of first aid care offered after the earthquake in 2008 and the
periencing psychological morbidity seeks treatment [9], highlighting Eyjafjallajokull volcano eruption in 2010. The revised version specifies
the importance of identifying sensitive subgroups in the aftermath of who offers psychological first aid and how the collaboration between
disasters. One of the main aims of psychosocial support following dis- different sectors is conducted. Today, the Civil Protection Department,
asters is to target high-risk groups, that is those who are at increased the Icelandic Directorate of Health, the Icelandic Police, the Evangelical
risk of developing PTSD and other adverse symptoms in the aftermath Lutheran Church of Iceland, the Icelandic Red Cross, the municipal
of trauma [12]. By integrating mental health into emergency and governments and the National Trauma Center at Landspitali University
medical response in disaster-stricken communities, those at greatest Hospital of Iceland collaborate in providing psychosocial support aid to
risk of persistent morbidity can be targeted for early intervention. victims after disasters in Iceland. The group is specialized in psycho-
logical support and has the role of strategic planning and formulation of
1.2. The case of Iceland psychosocial management in disasters and mass trauma. It is only ac-
tivated during mass trauma or natural disasters to coordinate the sup-
Iceland is a remote island of approximately 332 thousand in- port needed in the disaster area and acts as a counsel to the coordina-
habitants, located on the Mid-Atlantic ridge. The country is prone to tion group in the disaster area.
natural disasters such as avalanches and landslides, volcanic eruptions A key factor in the aftermath of disasters is utilizing available re-
and earthquakes. In the time period 1900–2008, sixty-eight natural sources in the community and building on local capacities, to encourage
disasters were documented in the country [13]. The frequency of nat- sustainability. When a disaster strikes, the Red Cross opens a crisis
ural disasters in Iceland provides a unique opportunity to assess the center in the area hit. Individuals who come to the shelters are offered
structure and content of the psychosocial support offered as well as the psychological first aid, which includes i.e. physical and emotional
development of the psychosocial plan over the past decades. Therefore, comfort, connecting survivors to social support networks, supporting
the aim of this paper is to assess the implementation of psychosocial adaptive coping and providing information to survivors. In addition,
support after major natural disasters in Iceland (i.e. avalanches, an risk and resilience factors are assessed in order to identify factors that
earthquake and volcanic eruption) by providing a historical overview of may hinder successful recovery.
the psychosocial support offered by the Department of Civil Protection
and Emergency Management (DCPEM). In addition, utilizing popula- 1.4. Development of psychosocial service in Iceland
tion-based data collected among three exposed cohorts, to examine how
individuals living in the affected areas utilized and perceived the psy- This paper focuses on three major natural disasters in Iceland and
chosocial support offered. the development, as well as the implementation and perception of the
psychosocial national plan in the wake of these events.
1.3. The Icelandic multi-disciplinary model
1.4.1. Avalanches in 1995
In the summer of 2000, two earthquakes struck South Iceland Psychosocial support was offered for the very first time by the
within days of each other. An in-depth analysis of the psychosocial DCPEM in Iceland after catastrophic avalanches in the Westfjords in
support offered after the earthquakes revealed that no systematic or- 1995. The avalanches fell without warning in the small towns of
ganizational plan for psychosocial support was in place at a national Flateyri and Sudavik. The avalanche in January fell in Sudavik, de-
level [14]. Three months after the earthquakes, 33% of children in the stroying 16 houses and taking the lives of 14 inhabitants, thereof 8
area hardest hit by the earthquakes showed moderate to severe PTSD children. The avalanche in Flateyri fell in late October of the same year,
symptoms [15]. Of adults affected by the earthquake, 24% were found destroying 33 houses in which 54 people were sleeping and taking the
to have PTSD symptoms three months post-disaster. However, the lives of 20 people, thereof 5 children [22]. In all, 34 lives were there-
generalizability of the latter study is limited by a low response rate of fore lost in these two neighboring villages in one year.
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After the disaster, work groups were founded on behalf of the resulted in direct ash fall estimated at around 250 million tons. The ash
government and professionals were shipped to the disaster area. In fall was persistent for about six weeks, with the rural areas in south
addition, psychologists, psychiatrists, priests, nurses and locals from the Iceland most severely affected. Hundreds of inhabitants had to be
villages provided psychosocial support in shelters, homes, schools, evacuated from the disaster area three times during this period, due to
hospitals and at the Red Cross in Reykjavik. e.g. risk of flash floods. Psychosocial support was offered to many in-
The avalanches had profound effects on the communities. The vast habitants, particularly children, many of whom were distraught by the
majority of residents in Flateyri reported experiencing anxiety and/or loud explosions from the eruption. In a study assessing the effect of the
helplessness (87%) and someone close to them dying or sustaining in- Eyjafjallajokull eruption in 2010 on inhabitants of communities near
juries (83%) when assessed 3 months post-disaster [23]. Furthermore, the volcano, we found high exposure levels to be positively associated
approximately 40% of survivors of the avalanches were experiencing with PTSD symptoms 6–9 months post-disaster [27]. A follow-up study
PTSD symptoms 3–14 months later [24]. In a follow-up study, we found found that PTSD symptoms among the exposed group decreased be-
that 16% of survivors were experiencing PTSD symptoms specific to the tween 2010 and 2013, while the prevalence of psychological distress
avalanches, 16 years post-disaster [7]. In reports written shortly after and perceived stress remained similar [28].
the tragedies, emphasis was placed on providing further services to To date, few studies have assessed the reach or effectiveness of post-
survivors [24]. disaster interventions. Since 1995, extensive and costly psychosocial
Two years after the avalanches fell, in 1997, the Icelandic support has been provided to disaster survivors in Iceland, as reviewed
Directorate of Health appointed a committee to form a plan about the above. Combining three population-based studies conducted on the
coordination of psychosocial support in Iceland. In the next years, in- populations affected by two avalanches in the Westfjords in 1995 (n =
formation about psychosocial support was added to academic curri- 399), an earthquake in South Iceland in 2008 (n = 1068) and a vol-
culum among professionals in the health sector and educational mate- canic eruption in 2010 (n = 1615), we aim to examine how individuals
rial was made for the public. In 2002, a parliamentary resolution was living in the affected areas utilized and perceived the psychosocial
passed stating that the government, in collaboration with local autho- support offered (see Fig. 1). In addition, we aim to examine whether
rities, should organize psychosocial support in municipalities in times survivors who are experiencing disaster-related PTSD symptoms at
of crisis. Since the avalanches fell, substantial improvements have thus follow-up had sought psychological support immediately post-disaster.
been made in the national planning of psychosocial support following
disasters. 2. Methods
1.4.2. Earthquake 2008 This study consists of three separate data collections of inhabitants
In 2008, detailed guidelines for municipalities in Iceland were in Iceland exposed to (1) avalanches (2) an earthquake and (3) a vol-
published providing information about emergency management after canic eruption. Questionnaire data was used in all three cohorts to as-
natural disasters as well as the restoration and rebuilding of commu- sess utilization of psychosocial support and psychological morbidity. In
nities. Included in these guidelines was an overview of the DCPEM all data collections, participants received a phone call inquiring about
psychosocial support plan [25]. Coincidentally, days after these willingness to participate. Those who verbally agreed to participate
guidelines were published, an earthquake of magnitude 6.3 hit an area then received a questionnaire via email or postal mail. A few weeks
in South Iceland were approximately 15 thousand people lived. Luckily, later, participants received a message via email or postal mail thanking
no inhabitants lost their lives and few suffered injuries. The earthquake those who had participated and reminding those who had not returned
caused however significant damage to 2000 buildings and some roads the questionnaire to do so. Detailed information about the data col-
and bridges and deeply affected many of those exposed. In a prospective lection and methodology for each cohort can be found in previous ar-
study of inhabitants of communities struck by this earthquake, we ticles published about these studies [7,26,28,29]. An overview of key
found a reduction only in anxiety symptoms between two and twelve methodological factors in these studies is provided in Table 1.
months post-disaster, with PTSD and depressive symptoms remaining The Icelandic National Bioethics Committee and the Icelandic Data
fairly constant across time; indicating a chronicity of symptoms [26]. Protection Authority approved all research projects assessing the ava-
The primary goal of the psychosocial support plan after the earth- lanche, earthquake and volcanic eruption cohorts.
quake was to facilitate collaboration between key organizations, offer
empirically informed psychosocial support during the first weeks after 2.1. Statistical analysis
the earthquakes and to facilitate collaboration between key local in-
stitutions during the long-term follow-up [19]. Two psychosocial co- Descriptive analyses were conducted to examine characteristic fac-
ordination groups collaborated in implementing the plan: a coordina- tors across the cohorts as well as the utilization and perception of
tion group in the Coordination and Command Center of the Civil psychosocial support received after the disasters. We used Pearson's chi-
Protection in Reykjavik and a coordination group in the police district square tests to compare: (1) utilization and perception of psychosocial
of the disaster area. The implementation of psychosocial support in- support with regard to gender and (2) the utilization of psychosocial
cluded offering support in an earthquake crises center in the disaster support with regard to disaster-related PTSD symptoms. The statistical
area, heavily advertised in the local media, newspapers and in open program IBM SPSS Statistics version 20.0 (IBM Corporation, Armonk,
information meetings held regularly during the first week after the NY, USA) was used for all statistical analyses.
earthquake.
Individuals who were experiencing difficulties or were interested in 3. Results
formal support were encouraged to seek assistance at the center and
mental health professional provided psychosocial support, available All three disaster cohorts were fairly similar with regard to back-
during opening hours the first two weeks after the earthquake, and then ground characteristics (Table 2). Approximately half of participants in
services decreased along with demand for support. all disaster cohorts were female, and the majority of participants in all
cohorts were young or middle-aged adults.
1.4.3. Volcanic eruption in 2010
Since the South Iceland earthquake in 2008, the psychosocial plan 3.1. Avalanches in 1995
has been implemented twice to date: after volcanic eruptions in
Eyjafjallajokull in 2010 and again in 2011. In the avalanche cohort, 37% of participants reported having re-
The eruption of the Eyjafjallajokull volcano in the spring of 2010 ceived psychological support in the first day's post-disaster. There was
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3.2. Earthquake in 2008 found between the genders with regard to satisfaction with the psy-
chosocial support (Table 4a).
In the earthquake cohort, 16% of participants reported having re- Of participants who received psychosocial support, 42% were ex-
ceived psychosocial support after the earthquake; with women being periencing earthquake-related PTSD symptoms 2 months post-disaster,
significantly more likely to have utilized the support (Table 4a). Of compared to 58% of those who did not receive psychosocial support.
those who received psychosocial support, 68% reported being satisfied The association between utilization of psychosocial support and ex-
or very satisfied with the support; 13% were indifferent and 19% were periencing earthquake-related PTSD symptoms was significant
unsatisfied with the support or very unsatisfied. No difference was (Table 4b).
Table 1
An overview of key methodological factors in the avalanche, earthquake and volcanic eruption cohorts.
Disaster Cohort
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Table 3a Table 5a
Utilization and perception of psychosocial support received in the first days after the 1995 Utilization and perception of psychosocial support after the 2010 volcanic eruption in
avalanches in Sudavik and Flateyri in Iceland. Iceland, 6–9 months post-disaster.
Received psychosocial 98/265 46/98 52/98 (53%) 0.28 0.597 Received psychosocial 262/ 126/262 136/262 0.49 0.485
support (37%) (47%) support 1027 (48%) (52%)
Satisfaction with (26%)
psychosocial Satisfaction with
support psychosocial
Satisfied/ very satisfied 50/95 22/43 28/52 (54%) 9.62 0.211 support
(53%) (51%) Satisfied/ very 195/237 91/115 104/122 3.66 0.160
Neither/nor 15/95 8/43 7/52 (13%) satisfied (82%) (79%) (85%)
(15%) (19%) Neither/nor 12/237 9/115 3/122 (2%)
Unsatisfied / very 30/95 13/43 17/52 (33%) (5%) (8%)
unsatisfied (32%) (30%) Unsatisfied / very 30/237 15/115 15/122
unsatisfied (13%) (13%) (12%)
Table 3b
Association between receiving psychosocial support in the first days post-disaster and Table 5b
experiencing avalanche-specific PTSD symptoms 16 years later. Association between receiving psychosocial support in the first days post-disaster and
experiencing volcano-specific PTSD symptoms 6–9 months post-disaster.
PTSD symptoms X2 p-value
(PSS-SR > 14) PTSD symptoms X2 p-value
(PC-PTSD > 2)
Received psychosocial support
Yes 14/39 (36%) 0.07 0.795 Received psychosocial support
No 25/39 (64%) Yes 31/62 (50%) 19.47 1.000
No 31/62 (50%)
Table 4a
Utilization and perception of psychosocial support after the 2008 earthquake in Iceland psychosocial support. The association between utilization of psycho-
and perception of support. social support and experiencing volcano-related PTSD symptoms was
non-significant (Table 5b).
Total Males Females X2 p-value
n (%) n (%) n (%)
4. Discussion
Received psychosocial 157/ 957 55/157 102/157 7.12 0.008
support (16%) (35%) (65%)
Satisfaction with This study provides unique insight into the comprehensive psy-
psychosocial chosocial support offered after three natural disasters in a modern and
support affluent society, with a strong infrastructure, well-controlled health
Satisfied/ very 106/157 36/55 70/102 1.35 0.510 care system and a nationwide social security network. The main results
satisfied (68%) (65%) (69%)
Neither/nor 21/ 157 6/55 15/102
indicate that satisfaction with received psychosocial support has in-
(13%) (11%) (14%) creased among disaster-affected populations from 1995, when services
Unsatisfied / very 30/157 13/55 17/102 were first offered, to the year 2010, after the psychosocial plan had
unsatisfied (19%) (24%) (17%) undergone substantial improvements.
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