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Psicología Social Aplicada e Intervención Psicosocial

4.2. El problema social como origen y motivo de la


Intervención Psicosocial
En los capítulos anteriores se ha insistido en que la dimensión aplicada e
interventiva de la Psicología Social se ha desarrollado vinculada a la idea de
problemas sociales, ya sea desde una faceta práctica y de utilidad social orientada
hacia la búsqueda de soluciones, ya sea desde una perspectiva analítica orientada
concretamente a su estudio y comprensión. En este apartado abordamos algunas
consideraciones sobre qué se entiende por problema social y cuáles son sus
características definitorias, así como las teorías y modelos que se han desarrollado
para explicarlos.

4.2.1. El problema de los problemas sociales


Cuando nos acercamos al estudio de los problemas sociales como un conjunto
de teorías e investigaciones en un campo del conocimiento y como una situación o
circunstancia determinada, debemos tener presente algunas dificultades.
En primer lugar, al hablar de problema social hemos de desechar la creencia
ampliamente extendida que pretende considerarlo únicamente como un hecho
objetivo perteneciente a la realidad física, algo similar al derrumbamiento de un
edificio o a los efectos físicos de una epidemia. Nisbet (1971) nos pone en alerta
ante semejante creencia que equipara erróneamente la realidad social con la
realidad física. Un problema físico no constituye per se un problema social, aunque
éste pueda ir vinculado o ser consecuencia de aquél.
El estudio de los problemas sociales se enfrenta a una segunda dificultad cuando
intentamos delimitar el concepto. De hecho son muchas las definiciones que se han
producido y prácticamente todas ellas se encuentran con serias limitaciones. Estas
limitaciones provienen en primer lugar de la diversidad de problemas que pueden
incluirse dentro de este rótulo, ya que puede incorporar elementos tan dispares como
la violencia doméstica, el paro, la contaminación, etc. Sin embargo, no es esta la
principal dificultad con la que nos enfrentamos al intentar elaborar una definición de
problema social. La diversidad histórica y cultural también constituyen otro foco
importante de complicaciones. Ni a lo largo del tiempo, ni en diferentes culturas se
entienden la misma cosa cuando nos referimos a un problema social.
A pesar de estas dificultades la literatura psicosocial nos proporciona un buen
contingente de definiciones que puede ayudarnos a esclarecer el concepto de
problema social. Una de las definiciones más clásicas de problema social es la de
Fuller y Myers (1941 a y b), quienes lo entienden como una condición que se
establece así por un número considerable de personas, las cuales consideran que
se da una desviación de las normas sociales habituales. Para Van der
Zanden (1977) un problema social es una situación que un considerable número de
personas juzga desagradable o desfavorable y que, según ellas, existe en su
sociedad. También desde esta perspectiva un problema social carece de existencia
objetiva; es más bien la población la que atribuye carácter problemático a ciertos
hechos o conductas y les asigna un significado desfavorable. Para el autor, por tanto,
el concepto psicosocial de actitud resulta clave en la definición de los problemas
sociales.

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Las necesidades y los problemas sociales desde la Intervención Psicosocial

Una definición más completa nos la ofrecen Sullivan y colaboradores, quienes


entienden que un problema social existe cuando un grupo influyente define una
condición social como amenazante para sus valores, afecta a un gran número de
personas, y puede ser remediada mediante la acción colectiva. (Sullivan, Thompson,
Wright, Gross y Spady, 1980; Sullivan y Thompson, 1994). Los problemas se
interpretan como sociales en tanto sus motivos y soluciones son de carácter social,
aunque conlleven impactos sobre individuos vulnerables debido a que las
condiciones sociales generan situaciones de riesgo (Humphreys y Rappaport, 1993).
Una tercera dificultad viene dada por una dimensión que a su vez permite
avanzar en la comprensión del concepto de problema social. Dicha dimensión tiene
que ver con la contraposición entre objetivismo, reformulado en términos de
realismo, y subjetivismo, reformulado en términos de construccionismo (Goode y
Ben-Yehuda, 1996; Sasson, 1995).
El objetivismo enfatiza el papel de las condiciones amenazantes o peligrosas
respecto a la vida y el bienestar, resaltando la posibilidad de identificar realistamente
los problemas sociales. A pesar de la insistencia en considerar el carácter subjetivo y
socialmente construido de los problemas sociales, hay que reconocer como señala
Clemente (1992), que la mayoría de los problemas sociales poseen claros elementos
objetivos que los motivan. Por otra parte, si se reconoce que un problema social sólo
existe cuando es definido como tal por un gran número de personas, esta cohesión
de pensamiento, generalmente amplificada por los medios de comunicación de
masas, necesita de elementos objetivos para poder existir. Sin embargo, es cierto
que existen numerosas condiciones sociales con elementos objetivos que, si no son
definidas como problemáticas por algún grupo, no pasan a ser consideradas
problemas sociales.
El subjetivismo enfatiza los procesos de interpretación de una situación como
elementos determinantes en la experiencia de un problema social. Tal como afirma
Javaloy (1990), la dictadura más autoritaria, la pobreza más abyecta o la
discriminación más evidente pueden existir sin que constituyan un problema social;
sólo serán percibidas como problemas sociales cuando las personas afectadas se
crean con derecho a la libertad política, a la igualdad y a determinado nivel de vida.
Para que exista un problema social es preciso pues que un cierto número de
personas lo definan como tal, es decir, que consideren una determinada situación
como perjudicial, desagradable o injusta. Ello requiere que posean cierto criterio o
valor social con el que contrastar su propia situación. La toma de conciencia de una
situación problemática estará pues relacionada también con los valores de cada
tiempo y lugar.

4.2.2. Características de los problemas sociales


La definición de los problemas sociales continúa sin ser totalmente satisfactoria
ya que como señalaron en su momento Spector y Kituse (1987) contienen términos
tan abstractos que resulta difícil su anclaje en los temas concretos y su
operacionalización. Sin embargo, a partir de las definiciones y dimensiones revisadas
en el apartado anterior podemos extraer una serie de características que permiten
identificar la existencia de un problema social:

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1. Debe existir un consenso grande entre los miembros de una sociedad sobre la
determinación de que estamos ante un problema social.
2. Debe ser posible identificar a los grupos sociales que definen la existencia de un problema
social, ya que ellos son los que tienen interés en su solución.
3. Los valores sociales son imprescindibles para determinar el porqué la sociedad define un
problema como social, ya que los problemas sociales afectan a aspectos socialmente
valorados y significativos en la vida de los ciudadanos.
4. Los problemas sociales poseen una identificación distinta de los problemas personales, en
cuanto que son cuestiones públicas, tanto en su dimensión cuantitativa (número de
personas afectadas), como sobre todo en relación con las atribuciones de responsabilidad y
causalidad (son situaciones injustas).
5. La solución de los problemas sociales requiere intervenciones de naturaleza colectiva,
orientadas a modificar situaciones e interacciones.
6. Los problemas sociales poseen un referente objetivo, o al menos objetivable.

Los problemas sociales se generan en un considerable rango de ámbitos de


interacción social y demandan un importante volumen de trabajo tanto de
investigación como de intervención, que además difieren según los distintos
acercamientos profesionales, por lo que cualquier clasificación de estos dominios o
tipos de problemas sociales resulta siempre arbitraria, difícilmente exhaustiva, con
límites borrosos y desde luego extraordinariamente sensible a los cambios históricos
y culturales. No obstante, la categorización realizada por Sullivan y Thompson (1994)
resulta esclarecedora y didáctica:
o Problemas que afectan a las instituciones sociales (p.e., familia, salud,
poder político, ...).
o Problemas relacionados con la desigualdad social (p.e., pobreza,
discriminación, …).
o Problemas relacionados con comportamientos no convencionales y
desviados (p.e., delincuencia, drogadicción, …).
o Problemas asociados a los cambios del mundo físico y social (p.e.,
problemas urbanos, crecimiento poblacional, condiciones ambientales, …).

4.2.3. El proceso de legitimación de los problemas sociales


Merton y Nisbet (1976) distinguen entre las condiciones objetivas y subjetivas de
los problemas sociales, que les ha llevado a plantear dos tipos de problemas
sociales, los manifiestos y latentes, respectivamente. Mientras que a los manifiestos
les corresponde una intervención adecuada para su solución, a los latentes es
necesario primeramente identificarlos y, posteriormente, corresponderá una acción
preventiva sobre ellos, para evitar que acaben constituyéndose en problemas de
hecho.
Esta idea de estado latente y posterior manifestación nos sitúa en la línea de
entender el problema social como un proceso en desarrollo. En tanto que proceso, el
desarrollo de un problema atraviesa varias fases. De forma simple pero rigurosa,
Blumer (1971) divide el proceso del problema social en cinco fases que corresponde
a tres momentos: un primer momento en el que tiene lugar la fase de emergencia y
definición del problema; un segundo momento o fase de legitimación del problema
social y un tercer momento de intervención. En este tercer momento Blumer sitúa las

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Las necesidades y los problemas sociales desde la Intervención Psicosocial

fases de movilización para la acción, formación de un plan de actuación e


implementación.
De manera análoga, Spector y Kitsuse (1987) describen cuatro fases que, si bien
no acaban por explicar el origen del problema social, si recogen las principales
etapas de su legitimación y reconocimiento social. Estas fases han sido etiquetadas
como: i) agitación, ii) legitimación y coactuación, iii) burocratización y reacción, y iv)
reemergencia del movimiento (Spector y Kitsuse, 1987; Clemente, 1992). A partir de
la redefinición de los problemas sociales atendiendo al concepto de estrés, la
explicación de la respuesta comunitaria ante una situación problemática nos permite
integrar el proceso de definición de un problema social y las estrategias para su
afrontamiento, especialmente ante situaciones agudas, en función de cuatro etapas:
turbulencia, afrontamiento inicial, frustración y organización comunitaria (Eldstein y
Wandersman, 1987; Wandersman y Hallman, 1994).
La fase de turbulencia o de agitación se produce como consecuencia de la
identificación, anuncio o descubrimiento de una situación peligrosa o crítica que
genera incertidumbre respecto a sus consecuencias y sobre todo a su control o
solución. Un primer momento se caracteriza por la presencia de un colectivo que
considera una serie de condiciones sociales como injustas, ofensivas o indeseables
y que expresa su descontento hacia dichas condiciones sociales, estimula
controversias y contribuye a crear un estado de opinión público y político. El proceso
que lleva a cabo el grupo pasa por: a) convencer a otros grupos sociales que el
problema social existe, y b) comenzar a preparar acciones dirigidas a las causas del
problema. Estas acciones suelen ser llevadas a cabo por las víctimas de la situación
aunque también suelen participar personas y colectivos que no están directamente
afectados.
En esta fase se dedican grandes esfuerzos para convertir los problemas privados
en problemas públicos. El proceso por el que las demandas o quejas de un colectivo
puedan llegar a convertirse en un problema social depende del poder de los grupos
que lideran la protesta, de la naturaleza y variedad de las quejas, y de las estrategias
y mecanismos de presión. El poder de los grupos que lideran la protesta se define
como tamaño del grupo, consistencia, recursos materiales, etc., pero también como
capacidad para canalizar las demandas y promover actuaciones ciudadanas. La
naturaleza y variedad de las quejas hace referencia al grado de ambigüedad de la
demanda, a la heterogeneidad de las propuestas y a las dificultades para fijar
responsabilidades y metas. La utilización de una determinada estrategia de presión
ejerce una notable influencia sobre el proceso de transformación de una queja en un
problema social. Adoptar estrategias efectivas para alcanzar los objetivos propuestos
puede venir determinado por las dos dimensiones anteriores, pero también es
conveniente definir los mecanismos de actuación en función de las características de
la audiencia o la oposición de otros grupos con percepciones de la situación distintas,
intereses contrapuestos y valores enfrentados.
La transición de la primera a la segunda fase se podrá producir si finalmente se
desarrolla una conciencia pública respecto a lo injusto de la situación y un alto grado
de visibilidad del debate social. La fase de afrontamiento inicial supone la interacción
de los afectados con las redes sociales e institucionales. En esta fase los principales

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agentes sociales (generalmente oficiales) reconocen al grupo de presión así como a


sus reivindicaciones. En este caso pueden distinguirse dos momentos del proceso:
1. Legitimación. Por el mero hecho de reconocer un problema, las agencias oficiales se
encuentran ante la necesidad de buscar soluciones al respecto. En este punto el grupo de
presión recibe legitimación, reconocimiento y hasta agradecimiento a sus componentes que
pasan de ser ilegales a ser críticos del sistema;
2. Coactuación. Cuando los organismos oficiales tratan de actuar sobre el problema,
empiezan también a controlar la definición del mismo, a elegir sus interlocutores legales, a
incrementar la dimensión del problema, cambiando la orientación o diversificándolo. En
definitiva, la gestión del problema y de sus posibles soluciones es absorbida por la
oficialidad.
En esta fase se produce un reconocimiento formal de las protestas y la
implicación de las agencias oficiales, dando lugar a investigaciones, propuestas de
actuación, establecimiento de comisiones, etc., con el propósito de atender las
reclamaciones de los grupos de presión. En esta fase puede diluirse las
reivindicaciones o bien puede generarse un conjunto de medidas institucionales que
permitirán la supervivencia de las demandas sociales. En este momento es cuando
suele producirse atribuciones causales centradas en los afectados tales como
atribución de responsabilidad a los afectados o en su caso de estigmatización y
diferenciación. También es característico de esta fase la aparición de sentimientos
de indefensión y de pérdida de control al adquirir un mayor protagonismo las redes
institucionales. Según Spector y Kituse (1987) esta fase se considera finalizada
cuando las quejas han sido incorporadas y en alguna forma rutinizadas por una
instancia o agencia que muestre interés en actuar.
En un primer momento, la tercera etapa se caracteriza porque el problema es
asumido por una agencia gubernamental, que al convertirlo en uno de tantos, suele
minimizarlo. En este momento, el problema deja de ser el más importante para pasar
a ser simplemente uno más dentro de las competencias gubernamentales. Por lo
que respecta a los afectados, normalmente las agencias oficiales van a dejar de
preocuparse de ellos, en cuanto no son sino personas concretas. Así, la cuestión
según Stark (1975) deja de ser Qué se puede hacer para evitar las condiciones que
generan el problema y se convierte en Qué se puede hacer para evitar que haya
personas que sigan protestando. En un segundo momento, La frustración que
caracteriza la tercera fase se produce como resultado del fracaso de las redes de
apoyo social e institucional en la comprensión de la situación y en la solución de los
problemas. Se produce la reactivación de las demandas por el grupo original o por
otros grupos, expresando descontento con los procedimientos establecidos para el
manejo de las quejas, con la negociación respecto a las condiciones que generaron
la protesta, con la incapacidad para generar confianza, etc.
La fase de organización comunitaria se produce como resultado del fracaso o por
pérdida de credibilidad de las redes formales, dando lugar a la búsqueda de
soluciones colectivas. Si el problema ha llegado a esta fase de reemergencia del
movimiento, lo normal es que el proceso haya generado no pocas desilusiones y
descontentos entre las personas afectadas. Aparecen así cuatro posibles
alternativas:

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Las necesidades y los problemas sociales desde la Intervención Psicosocial

1. Puede ser que el grupo de presión original rechace la forma de actuación de las
instituciones oficiales.
2. Puede ser que los promotores iniciales del movimiento sean substituidos por los verdaderos
afectados.
3. Puede ser que las acciones promovidas por los organismos oficiales entren en conflicto con
los valores de otros grupos, generando así nuevas fuentes de problemas sociales. En este
sentido autores como Morgan (1983) o Seidman y Rappaport (1986) han recurrido al
término iatrogénesis, utilizado para describir los efectos negativos de la actuación médica,
para referirse a cuándo una intervención genera más problemas que soluciones.
4. La cuarta posibilidad ofrece dos caminos: o bien se produce el desarrollo de grupos más
reducidos que pretenderán a toda costa buscar soluciones eficaces para los afectados; o
bien se irán creando pequeños grupos que puedan solucionar aspectos parciales del
problema.
Sin embargo, la naturaleza de la solución está condicionada por la interpretación
del problema, de forma que un mayor nivel de preocupación por la comunidad se
relaciona positivamente con el desarrollo de acciones organizadas intentando
modificar las condiciones que generaron el problema social de referencia.
En resumen, la identificación de un problema social equivale a su aparición o
emergencia, y se producirá cuando un grupo en desventaja, a partir de valores y
criterios contrapuestos, defina colectivamente la situación como algo negativo que
debe ser corregido. Para caminar hacia su solución, una vez que el problema social
está definido, debe adquirir legitimidad conforme vaya obteniendo apoyo y
reconocimiento social. El respaldo de las instituciones sociales y de los medios de
comunicación le conferirá mayor respetabilidad (Blumer, 1971), y contribuirá a que
quienes sean responsables de resolverlo lo consideren significativo y digno de ser
atendido. Finalmente, los poderes públicos responsables deberían decidir poner en
marcha un programa de acción. Los investigadores que lo lleven a cabo habrán de
definir científicamente el problema, establecer unos objetivos, diseñar las fases de
un programa y organizar su implantación. En los últimos tiempos ha adquirido mayor
importancia la etapa posterior a la implantación del programa: la evaluación de sus
resultados y consecuencias. Dicha evaluación será la encargada de medir la eficacia
del programa ejecutado para solucionar el problema.
Sin embargo, los representantes de los poderes públicos no siempre afrontan la
solución de los problemas, hay ocasiones en que prefieren seguir estrategias de
obstaculización, confusión o freno a la evolución resolutiva de esos problemas. Entre
las estrategias que utilizan como barreras para no hacerse cargo de la solución de
los problemas se encuentra: por un lado, la tendencia a culpar a la víctima (Caplan y
Nelson, 1973), según la cual la responsabilidad del problema recaería sobre las
propias víctimas afectadas por el mismo, y por otro, el intento de oscurecer o
confundir el problema desviando la atención de sus raíces sociales y medicalizándolo
(Haines, 1979), como se hizo en ciertos casos al juzgar algunos signos de desviación
o mera disidencia como enfermedades mentales.

4.2.4. El estudio de los problemas sociales


Los problemas sociales han constituido un ámbito de interés para todas las
ciencias sociales y desde niveles de análisis muy generales hasta niveles de análisis
muy específicos. En este apartado revisaremos distintas formas de entender los
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Psicología Social Aplicada e Intervención Psicosocial

problemas sociales presentando en primer lugar los acercamientos más generales


que asocian el estudio de los problemas sociales al desarrollo y organización de la
sociedad. En segundo lugar revisaremos las perspectivas teóricas que han analizado
este campo de estudio en función del énfasis en los modelos explicativos. En tercer
lugar recogemos los distintos niveles de análisis que se han desarrollado desde la
Psicología y la Psicología Social.
El estudio de los problemas sociales se ha realizado desde enfoques teóricos
muy diversos, pero que pueden agruparse en tres orientaciones generales:
funcionalista, del conflicto e interaccionista (Sullivan y Thompson, 1994).
La orientación funcionalista entiende que la sociedad está constituida a partir de
elementos interdependientes que generan un complejo sistema orientado al
equilibrio y la integración y altamente resistente al cambio. Desde el funcionalismo el
problema social se identifica cuando un cambio social es suficientemente
significativo para alterar el balance de estabilidad que los subsistemas han logrado y
dificultar la eficiencia del sistema social en la consecución de sus objetivos,
generándose entonces prácticas sociales disfuncionales.
La orientación del conflicto considera que la confrontación es el motor de la
sociedad debido a que grupos sociales en competencia intentan lograr el control de
los recursos escasos. Desde esta orientación existe un problema social cuando un
grupo de personas, cuyos intereses y necesidades se atienden desventajosa o
insuficientemente, se moviliza con el fin de resolver lo que perciben como una
desventaja social.
La orientación interaccionista enfatiza el consenso como fundamento de la
sociedad. La búsqueda de consenso a través de la interacción social es lo que
permite la construcción de la sociedad. Desde esta orientación el problema social es
una construcción que tiene lugar a partir de una condición social que es definida
como amenazante, estigmatizante o disruptiva para las expectativas sociales de un
grupo determinado.
Estas orientaciones generales sobre la dinámica social y la génesis de los
problemas sociales están en la base de las diversas perspectivas que, a lo largo de
la historia de las ciencias sociales, se han ocupado de definir y delimitar el concepto
y alcance de los problemas sociales, como sucede en el destacado trabajo de
Rubington y Weinberg (1981). Nosotros seguiremos a Clemente (1992) quien,
basándose en el trabajo antes mencionado, contempla seis posicionamientos
distintos que pueden encontrarse en el cuadro resumen de la Figura 4.4. En este
cuadro hemos mantenido los epígrafes que utilizan Rubington y Weinberg, y también
Clemente, para poder establecer un cuadro comparativo que permita una mayor
claridad expositiva.
La primera perspectiva para el estudio de los problemas sociales es la de la
patología social. Desde este punto de vista se aplica el modelo organicista a lo
social y se considera que las personas o las situaciones se convertían en problemas
sociales cuando interferían el funcionamiento normal de la sociedad orgánica. Esta
interferencia constituía una enfermedad o patología social. A pesar de que esta
perspectiva tuvo su apogeo entre los años 1890 y 1910, en la actualidad todavía
pueden encontrarse algunos ejemplos de explicaciones psicosociales basadas en

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Las necesidades y los problemas sociales desde la Intervención Psicosocial

estos principios, especialmente los que relacionan desviación con anomalías físicas
o genéticas. También esta presente este modelo en aquellas explicaciones e
intervenciones que atribuyen la causa de los problemas a defectos internos de
naturaleza moral o espiritual (Humphreys y Rappaport, 1993).
La perspectiva de la desorganización social retoma de la anterior la idea de la
sociedad como sistema, formada por partes integradas entre sí. El problema social
aparece ante la descoordinación de partes de ese sistema. Uno de los conceptos
claves aquí es el de regla: las reglas no sólo van a definir las diferentes partes de la
sociedad, sino que también van a definir cómo se van a interrelacionar dichas partes
entre sí. El concepto de grupo primario como grupo mantenedor de las reglas
sociales de Cooley, el problema de la falta de reglas con la que se encontraron los
campesinos polacos emigrados a Estados Unidos que analizaron Thomas y
Znaniecki, así como el concepto de laguna cultural o desfase entre las distintas
partes de un sistema en evolución, especialmente entre la denominada cultura
material (tecnología) y la no material (cultura, ideas, valores) que propuso Ogburn,
son tres de las principales contribuciones teóricas a esta perspectiva.
La perspectiva de la desviación social hace su aparición paralelamente al
surgimiento de dos grandes escuelas con perspectivas distintas en el estudio de los
problemas sociales. Por un lado, la escuela de la Universidad de Harvard, con un
enfoque centrado en el análisis de la estructura social; por otro, la Escuela de
Chicago, más centrada en el análisis de los procesos sociales, enmarcados en el
contexto urbano de la ciudad de Chicago. Para los primeros, el concepto de anomia
desarrollado por Durkheim y retomado posteriormente por Merton resulta clave para
mantener la idea de que este vacío o carencia de normas que conlleva una situación
de anomia tiene una serie de manifestaciones entre las que se halla el surgimiento
de comportamientos desviados. Así, el comportamiento desviado tiene una clara
relación con las condiciones estructurales y organizacionales de la sociedad. Desde
la Escuela de Chicago, Sutherland considera que la desorganización social es un
importante factor de desviación social de forma que los sujetos aprenden a ser
delincuentes por asociación con patrones de conducta desviada, en otras palabras, a
través de la llamada asociación diferencial.
También enmarcada en la tradición teórica del Interaccionismo Simbólico se
encuentra la perspectiva del etiquetado social. El énfasis se sitúa aquí en la
definición social de la desviación considerando el carácter subjetivo y socialmente
construido de los problemas sociales. Así, la perspectiva del etiquetado se centra
más en los procesos que en la estructura social, más en lo subjetivo que en lo
objetivo, más en las relaciones que en las causas de la desviación. La obra de
Becker (1963) Outsiders, las aportaciones teóricas de Mead y la construcción social
del self así como el análisis del proceso de tipificación social de Schutz son algunos
pilares importantes para esta perspectiva.
La orientación del conflicto de valores recoge la tradición sociológica marxista y
su descripción de la Historia a partir de la lucha de clases, o la perspectiva de
Simmel con su análisis del conflicto como forma de interacción social. Por su parte,
Fuller y Myers (1941a y b) argumentan que el conflicto de valores aparece en todas
las fases de definición de los problemas sociales, ya que siempre se va a producir
una contraposición entre los valores de dos o más grupos sociales. Este conflicto no

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Psicología Social Aplicada e Intervención Psicosocial

supone, como en anteriores perspectivas, un síntoma de desorganización social;


forma parte inherente de los procesos sociales. Vinculada a esta perspectiva se
encuentran por un lado la perspectiva de la construcción social, conciliando el
etiquetaje social y el conflicto de valores a partir de la obra ya comentada
anteriormente de Spector y Kituse (1987) Constructing Social Problems, en la que los
autores sostienen que será la coexistencia de situaciones sociales que entran en
conflicto y la actividad de quienes demandan que se actúe lo que llevará a etiquetar
una situación como problema social. Por otro lado, se halla la perspectiva crítica que
recoge la tradición más dialéctica enfatizando las relaciones entre clases y las
relaciones de poder.
Finalmente, recogiendo la tradición de Weber y de la Psicología de las
Organizaciones, la perspectiva de la teoría de la burocracia afirma que la
organización burocrática es un instrumento privilegiado que ha modelado la política,
la economía y la tecnología modernas. A pesar de ello, la burocracia es también la
génesis de no pocos problemas sociales. Así Merton ha caracterizado la
personalidad burocrática como cada vez más acentuada en rigidez y falta de
flexibilidad. Por otra parte, el conformismo burocrático conlleva falta de eficacia ante
los problemas, llegando a generar disfunciones en la propia organización. La
departamentalización excesiva y el pensamiento e intereses compartimentalizados,
la impersonalidad de las reglas burocráticas, la aparición de estructuras informales
en el seno organizacional y la falta de consideración de aspectos emocionales y
afectivos son otros tantos factores a considerar.
Perspectiva

referencia
teórico de
Marco

Definición Causas Condiciones Consecuencias Soluciones

La causa última de Los patólogos Los primeros


Incremento del
El problema social los problemas sociales han patólogos sociales
Modelo organicista
1. Patología social

coste del
se concibe como sociales es el fallo evolucionado propugnan la
mantenimiento del
violación de en la socialización. desde el análisis de eugenesia. Otros
orden legítimo.
expectativas Los desviados son individuos inciden sobre la
Posteriormente,
morales, lo considerados inmorales al de las educación.
indignación ante
socialmente deseable inmorales, características Finalmente se
los defectos de la
es lo saludable. enfermos, inmorales de la abordan cambios
sociedad.
defectuosos. sociedad. en instituciones.
Desordenes, o
Las partes de un
Perspectiva organísmica o
2. Desorganización social

desintegraciones Recuperación del


sistema social están
Fallo en las reglas. (delincuencia, estado de equilibrio
El cambio social. en equilibrio
3 tipos de desorga- alcoholismo, del sistema,
sistémica

Sus efectos son las precario y diná-


nización: enfermedad volviendo al estado
desincronizaciones mico. Cualquier
falta de normas mental). A nivel del anterior o
de unas partes con momento de
conflicto cultural sistema se opera un alcanzando otro
respecto a otras. desequilibrio puede
ruptura social cambio, estado distinto de
comportar un
continuación, o equilibro.
cambio social.
una ruptura.

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Las necesidades y los problemas sociales desde la Intervención Psicosocial

Perspectiva

referencia
teórico de
Marco
Definición Causas Condiciones Consecuencias Soluciones

Una inapropiada
Los problemas Malas oportunida-
socialización. Resocialización,
sociales reflejan des para aprender
Interaccionismo Simbólico

Dentro de los refuerzo del


violaciones de las formas tradicio-
Escuela de Harvard
Escuela de Chicago
3. Desviación social

grupos primarios se contacto con


expectativas de las nales y oportuni- Establecimiento de
produce una grupos primarios
normas. Las dades para apren- grupos que se
valoración mayor no desviados.
conductas y der formas desvia- dedican a realizar
del aprendizaje de Desde un punto de
situaciones que se das. No oportuni- actividades
conductas vista societal,
alejan de las dades para lograr desviadas.
desviadas que de aumento de las
normas son metas legítimas.
no desviadas oportunidades
consideradas como Acercamiento a
(asociación legítimas.
desviadas. sujetos desviados.
diferencial)
Teoría social crítica Construccionismo social

Los problemas o Si una persona o Existen dos


La causa es la
4. Etiquetado social

desviaciones situación se posibles formas:


Interaccionismo

atención que recibe


sociales se definen etiqueta como cambiando las
Simbólico

un problema social Toda una cadena


en función de las desviada, eso definiciones de la
de la sociedad en de desviaciones
reacciones sociales supondrá ventajas situación.
general o de las secundarias.
ante una supuesta para la persona, o Tratando de situar
agencias de control
violación de las si no, ésta las el beneficio fuera
social.
reglas. buscará. de la etiqueta.
Construccionismo social

Sacrificio de
6. La teoría de la burocracia 5. Conflicto de valores

Los problemas Cuando varios


Tradición marxista

El conflicto surge valores importantes


sociales son con- grupo tienen Existen tres
cuando dos o más para un grupo a
diciones sociales distintos intereses o posibles formas:
grupos están en favor de otro.
incompatibles con valores, al entrar en consenso,
oposición y en Ayuda a clarificar
los valores de conflicto se negociación
contacto unos con las posturas y
algunos grupos de produce un y poder único.
otros. valores de cada
la sociedad. problema social.
grupo.
Los problemas La burocratización Proceso de Reconducción de la
Análisis organizacional

sociales son de la vida social; burocratización Las propias institución, lo que


característicos de separación de los con aspectos instituciones implica separar los
las sociedades elementos negativos como creadas para evitar aspectos
industrializadas, racionales de los ritualización y falta problemas sociales emocionales y
son fruto del emocionales bajo de afecto pero no generan a su vez afectivos de los de
progreso, unas formas de los positivos como un incremento del pura gestión
consecuencias poder y liderazgo incremento de la problema. administrativa y
ineludibles de él. concretas. eficacia y eficiencia. organizacional.
Figura 4.4. Perspectivas en el estudio de los problemas sociales. Elaboración de los
autores a partir de Clemente (1992).

Desde la Psicología estos acercamientos pueden estructurarse en torno a


modelos que difieren en función del nivel de análisis en el que cada uno centra la
explicación y las pautas de intervención en relación con los problemas sociales,
(Doise, 1976; Yela, 2000). Sin embargo, sería simplista considerar que todos los
problemas sociales obedecen a leyes semejantes, así como olvidar que todos estos
niveles están íntimamente relacionados. El estudio de un problema determinado
puede realizarse desde uno o varios niveles de análisis, en función de su propia
naturaleza y de los propósitos y limitaciones de la investigación.
o Modelos psicobiológicos y evolucionistas. La unidad de análisis de estos
enfoques es el individuo en cuanto especie y dirigen sus explicaciones hacia
los fundamentos sociobiológicos y evolutivos del comportamiento socialmente
problemático. La misma naturaleza de estas explicaciones reduce las
posibilidades de intervenciones o actuaciones orientadas a la comprensión del
fenómeno o problema de referencia. Los mecanismos intrínsecos vinculados

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Psicología Social Aplicada e Intervención Psicosocial

a la propia dinámica social serán los encargados de orientar las pautas a


seguir.
o Modelos psicológicos (personológicos, conductuales y cognitivos). También
estos acercamientos orientan sus explicaciones hacia contingencias
individuales, aunque enfatizando la importancia de las características de
personalidad y de los procesos de aprendizaje y cognitivos, los factores
motivacionales y las diferencias individuales. Las intervenciones que se
derivan pretenden incidir sobre la toma de decisiones individuales y las
motivaciones que se supone subyacen a la conducta problema. Muchas de
las explicaciones de los comportamientos relacionados con el consumo de
drogas se han realizado desde este nivel de análisis (Humphreys y
Rappaport, 1993).
o Modelos psicosociales. En esta categoría debe incluirse tanto las teorías
sobre los procesos interpersonales e intragrupales (Sabucedo, Klandermans,
Rodríguez y Fernández, 2000), como aquellas que resaltan el papel de la
interacción intergrupal y con el entorno físico y social. En este nivel se
situarían las explicaciones de la participación ambiental atendiendo a la
influencia de la exposición al riesgo y de características individuales sobre la
percepción de deterioro ambiental (Wandersman y Hallman, 1994;
Hernández, Suárez y Martínez-Torvisco, 1997). En la perspectiva intergrupal
se sitúa una notable tradición en Psicología Social, que define los problemas
sociales en términos de conflicto social.
o Modelos sociopsicológicos. Las explicaciones que se sitúan en este nivel de
análisis enfatizan la influencia sobre la génesis, comprensión y tratamiento de
los problemas sociales de los mecanismos de socialización y comunicación
social y atribuyen un papel central al conjunto de creencias culturalmente
transmitidas, a los valores, actitudes, representaciones sociales y a las
ideologías (Hernández, Suárez, Martínez-Torvisco y Hess, 1997, 2000).
Centrándonos en el ámbito de las intervenciones psicosociales podemos
considerar, siguiendo a Prilletensky (1997), que las acciones frente a un problema
social pueden desarrollarse desde cuatro orientaciones.
o La orientación tradicional, íntimamente ligada al modelo clínico, se sustenta
en la consideración de los problemas en términos de déficit personal y por lo
tanto, trata de compensar estos déficits incrementando los recursos
personales de afrontamiento. Por ejemplo, en relación con la prevención de
drogodependencias, sería aquellas intervenciones que promueven el
desarrollo de competencias psicosociales para incrementar la capacidad de
resistir la presión grupal y las habilidades de rechazo (Wynn, Schulenberg,
Maggs y Zucker, 2000).
o La orientación potenciadora atribuye la existencia de problemas sociales a
situaciones de riesgo, por lo que junto a la intervención en crisis propugna
actuaciones orientadas hacia los grupos de riesgo para prevenir el desarrollo
de dichos problemas. En el ámbito de la prevención de drogodependencias
nos encontramos con intervenciones que pretenden, en contextos
desfavorecidos o en familias desestructuradas, capacitar a los jóvenes para
que trabajen su propios métodos de solución de problemas y para desarrollar
estilos de vida que representen una alternativa al consumo de drogas, como
pueden ser actividades de tiempo libre (Bronowski y Gabrysiak 1999).
o La orientación postmoderna, basada en consideraciones construccionistas,
enfatiza el papel de los mecanismos interpretativos de la realidad, por lo que

100
Las necesidades y los problemas sociales desde la Intervención Psicosocial

las intervenciones están dirigidas a modificar variables sociocognitivas


relacionadas con la interpretación del problema, como percepción de riesgo o
creencias sobre la salud. En definitiva se trata de cambiar la forma en que los
miembros de un grupo social construyen y representan un problema con el
propósito de cambiar la forma en que se enfrentan a dicho problema (Morgan,
Hibell, Andersson, Bjarnason, Kokkevi, y Narusk, 1999).
o La orientación emancipatoria atribuye los problemas sociales a falta de
información o a circunstancias de opresión y de conflicto interpersonal e
intergrupal, por lo que las intervenciones sociales deben orientarse hacia la
modificación de esta condiciones. (Gebhardt, Kaphingst, y DeJong, 2000).
Es deseable una adecuada correspondencia entre los niveles de explicación y los
de intervención, de forma que las intervenciones se deriven de un modelo explicativo
suficientemente desarrollado. Al mismo tiempo, debe tenerse en cuenta que aunque
la Intervención Psicosocial pueda enfatizar un determinado nivel frente a otro, la
investigación evaluativa pone de manifiesto que en la mayoría de los problemas
sociales las intervenciones más eficaces suelen ser las que se realizan desde una
perspectiva multinivel y/o con múltiples componentes (Martín, y Hernández, 1999;
Morgan, Hibell, Andersson, Bjarnason, Kokkevi, y Narusk, 1999), que conjugan el
carácter amortiguador y reparador de las consecuencias que conlleva todo problema
social con el carácter de corrección de las condiciones que lo posibilitan.

101
El boomerang del desempleo:
evolución de la opinión pública
española acerca de los principales
problemas sociales a lo largo
de tres décadas (1985-2014)
José A. López-Ruiz1

Resumen: Enraizando el análisis de los problemas sociales en la tradición sociológi-


ca, este artículo presenta un análisis de la opinión pública sobre los problemas
sociales que atraviesa España a lo largo de tres décadas, partiendo de los datos
de las encuestas del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS). El artículo se
divide en cuatro partes, incluyendo en la primera una breve revisión del sentido
del estudio de los problemas sociales en la tradición sociológica e incluye una
clasificación o tipificación de las categorías de problemas más extendidas ac-
tualmente en la investigación social. La segunda parte presenta un análisis de
la opinión pública sobre los problemas más presentes en la sociedad española
desde los años 80 hasta el momento actual, tomando como referente empírico
encuestas barómetro del CIS en dicho período. En la tercera parte se abre el de-
bate sobre los cambios observados en la percepción de los problemas sociales en
la sociedad española en este período, con algunas interpretaciones y referentes
teóricos que contribuyen a perfilar el significado y las consecuencias de estos
problemas. Y por último un apartado final de conclusiones.
Palabras clave: problemas sociales, desempleo/paro, opinión pública, análisis
longitudinal.

Unemployment back and forth: evolution


of the Spanish public opinion about social
problems during three decades (1985-2014)

Abstract: considering the analysis of social problems as a central matter in the so-
ciological tradition, this article presents an analysis of the public opinion on the
social problems faced in Spain for over three decades, based on data collected
through the surveys of the Center for Sociological Research (CIS).The article is
divided into four sections; the first consists of brief review about the aim of stu-
dy of social problems in the sociological tradition, and includes a classification

1
Director Unidad de Investigación y Estudios Sociales, Facultad de Ciencias
Humanas y Sociales, Universidad Pontificia Comillas de Madrid. E-mail: josealr@
comillas.edu

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or characterization of the currently most widespread categories of problems in


social research. The second section presents an analysis of the public opinion
on the problems in the Spanish society from the 80’s until today, taking as
empirical reference the CIS barometer surveys. The third section initiates the
discussion about the changes observed in the perception of the social problems
in the Spanish society during this period, by giving different interpretations and
theoretical references that contribute to line out the meaning and consequences
of these problems. And finally a last section of conclusions.
Key words: social problems, unemployment, public opinion, longitudinal analysis,
time series.

Introducción

Cualquier investigador social, observador y crítico con la realidad que


le rodea, puede ser considerado como un ciudadano especialmente sen-
sibilizado ante los problemas sociales. Las ciencias sociales, desde su na-
cimiento, fueron impulsadas por el análisis de los cambios, el orden y las
estructuras sociales, el equilibrio y el conflicto, que son ámbitos muy re-
lacionados con la observación y explicación de todo tipo de problemas so-
ciales. Partiendo de una tradición de estudios sociológicos bicentenaria,
los investigadores sociales pueden encontrar algunas claves para conocer
e interpretar el mundo que les rodea, plantear nuevas preguntas sobre las
circunstancias pasadas o presentes, e incluso pensando en los futuros posi-
bles. Los problemas que atraviesa la sociedad actualmente, especialmente
aquellos más importantes por su persistencia y gravedad, hacen que sea
necesario un esfuerzo especial desde el ámbito académico por desarrollar
una sociología pública que ofrezca un análisis crítico de la realidad social
a un público diverso, ofreciendo fundamentos teóricos y empíricos claros
y accesibles2. Asimismo es importante, en este tipo de trabajo académico,
mantener cierto arraigo intelectual en el pragmatismo teórico que tiene ori-
gen en la tradición sociológica norteamericana, según el cual el sentido de
cualquier análisis teórico hay que buscarlo en su contribución a la socie-
dad, ya sea formulando las preguntas adecuadas, criticando explicaciones

2
En los últimos años se ha acuñado el concepto de sociología pública, suscitan-
do un debate que estáteniendo un considerable impacto entre los sociólogos a nivel
mundial, para una aproximación a la bibliografía sobre dicho debate, véase Nichols
(2007), Nickel (2013) o Wieviorka (2008).

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J. a. lópez-ruiz, el boomerang del desempleo: evolución … 205

que se demuestran insuficientes, o explicando hechos y procesos sociales


en los que el conocimiento es escaso o inexistente3.
El desarrollo de este artículo se divide en cuatro partes, la primera es una
revisión del tratamiento de los problemas sociales como objeto central de es-
tudio en la tradición sociológica e incluye una clasificación o tipificación de
las categorías de problemas más extendidas actualmente en la investigación
social. La segunda parte presenta un breve análisis de la opinión pública
sobre los problemas más presentes en la sociedad española desde los años
80 hasta el momento actual, tomando como referente empírico encuestas
barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (en adelante CIS) en
dicho período. En la tercera parte se abrirá la discusión sobre los cambios
observados en la percepción de los problemas sociales en la sociedad espa-
ñola en estas décadas, introduciendo algunas interpretaciones y referentes
teóricos que contribuyan a perfilar el significado y las consecuencias que
implican algunos de estos problemas para las personas que los viven. Final-
mente cerrará el desarrollo un apartado en el que se resumen los principales
hallazgos del análisis y conclusiones de la discusión planteada.

1. Los problemas sociales en la tradición


sociológica

Desde la aparición de los primeros escritos sociológicos, la sociología


ha perseguido la meta de ofrecer una respuesta moral e intelectual a los
problemas de la vida y el pensamiento, de las instituciones y de los credos,
reconociéndose en los primeros sociólogos una profunda influencia del cris-
tianismo junto a un afán por mejorar la sociedad que era sin duda comparti-
do por pastores y sacerdotes (Ritzer, 2002: 57-70). Los primeros sociólogos,
tanto en Europa como en Estados Unidos, prestaron especial atención al es-
tudio de los efectos de la industrialización y urbanización características del
paso a la era moderna, conscientes de que aunque éstos factores conllevan
efectos positivos sobre la sociedad, también producían diferentes problemas
sociales que han demostrado ser característicos de la modernización y el
desarrollo propios del sistema capitalista. Sus ideas fueron puestas a prue-
ba seriamente por el desarrollo de los acontecimientos en la primera mitad

3
Sobre el pragmatismo en las ciencias sociales, el lector puede consultar la in-
troducción sobre esta escuela que presenta Martindale (1979: 348-354), la explica-
ción del enfoque por parte del clásico autor norteamericano, William James (1987:
480 y siguientes) o la perspectiva más reciente que presenta Richard Sennet (2009:
351-363).

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del siglo XX, en presencia de dos guerras mundiales y graves depresiones


económicas, particularmente la Gran Depresión de 1929 que se produjo en
el período de entreguerras.
En ese contexto histórico, la Escuela de Chicago dominó la sociología
durante la década de los años 30. Tenía también, como los primeros soció-
logos, una estrecha conexión con la religión en tanto que algunos de sus
miembros eran sacerdotes o hijos de pastores. En los estudios que realiza-
ban, partiendo de que la sociología debía tener un carácter científico, de-
fendían que esta disciplina debía tener un papel importante orientando las
reformas sociales, para contribuir a lograr una sociedad más justa e igua-
litaria. Para ello se volcaron en el estudio de fenómenos urbanos como la
delincuencia y la marginación en los distritos y barrios más desfavorecidos,
encontrando su objeto de estudio en las calles y barrios de la misma ciudad
de Chicago, que había experimentado extremadamente los efectos sociales
de la industrialización y urbanización desde principios del siglo.
Desde aquellos inicios de la sociología hasta ahora, se puede encontrar
bajo la etiqueta del concepto de problemas sociales una diversidad de áreas
y temas de estudio. Tomando como referencia la temática abordada por la
revista Social Problems, una de las más prestigiosas y difundidas en las cien-
cias sociales se encuentran los siguientes: el conflicto, la acción social y los
cambio sociales, criminalidad y delincuencia, alcoholismo y toxicomanías,
salud, políticas y servicios sanitarios, salud mental, la pobreza y desigualda-
des sociales, los problemas relacionados con minorías y grupos étnicas, así
como temas relacionados con los jóvenes, el envejecimiento y el curso vital4.
Aunque haya una tipificación de los problemas sociales bastante clara,
la definición del concepto es otra de las definiciones controvertidas en so-
ciología. En la actualidad se tiende a aceptar que se trata de una definición
construida por los actores y fuerzas sociales presentes en unas circunstancias
concretas. Esta definición depende mucho de la capacidad de los diferentes
grupos y actores sociales para etiquetar ciertos aspectos de lo social o a
ciertos grupos y sectores como problemáticos, así como de la capacidad que
tengan tales actores y fuerzas sociales para difundir su definición a través de
los canales de comunicación existentes (Giner, Lamo de Espinosa y Torres,
2002: 603). De esta forma, la definición de los problemas sociales cambia en
distintas épocas y regiones, al mismo tiempo que cambian las circunstan-
cias de los grupos y sujetos que los definen. Atendiendo al análisis funcional

4
Editada por University of California Press desde el año 1953 (http://ucpres-
sjournals.com/journal.php?j=sp), en su primer número se encuentra un artículo del
ErnestBurgess, de la Universidad de Chicago, en el que presenta los objetivos de la
Sociedad para el Estudio de los Problemas Sociales que patrocina esta revista desde su
inicio (acceso al artículo completo en http://socpro.oxfordjournals.org/content/1/1/2).

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de las estructuras y mecanismos de reproducción social en contextos so-


ciales circunstancial e históricamente definidos es posible distinguir entre
problemas latentes y problemas manifiestos (Merton, 1976: 71-74)- Esta
distinción ofrece una importante finalidad heurística, en el sentido de que
alerta al observador de que junto a los problemas más evidentes, los que
entendemos como manifiestos, puede haber problemas derivados de fallos
o disfunciones en el sistema que no son percibidos e interpretados como
problemas manifiestos por los sujetos o grupos implicados y que, no obstan-
te, se revelan al observador-investigador como problemas latentes para el
conjunto de la sociedad o sistema social.
Volviendo a la tradición sociológica de estudios sobre problemas socia-
les, se encuentran otras tipologías que agrupan los problemas sociales en
tres grandes categorías: a) problemas relacionados con el bienestar de las
personas y la sociedad, b) problemas relativos a las desigualdades sociales
y, en tercer lugar, c) problemas relativos a la globalización del mundo (Moo-
ney, Knox y Schacht, 2011). En el primer conjunto, problemas de bienestar,
estarían los problemas de salud y atención sanitaria, alcoholismo y toxico-
manías, criminalidad y seguridad en general, y también los problemas que
afectan a la familia, que es a la vez categoría e institución central en los
estudios sociales. En el segundo grupo, que reúne los problemas vinculados
a las condiciones de desigualdad, se encuentran los problemas relacionados
con la pobreza y desigualdad económica, los problemas laborales y el des-
empleo, los relativos a la discriminación racial, las minorías étnicas y los
ligados a la inmigración, las desigualdades de género y también aquellos
problemas unidos a la orientación y el comportamiento sexual de las per-
sonas. Finalmente, en el heterogéneo conjunto de problemas relacionados
con la globalización se agrupa una diversidad que va desde problemas de-
mográficos como el crecimiento de la población o el envejecimiento propio
de algunas sociedades, hasta los problemas de urbanismo o ecología hu-
mana, problemas medioambientales, problemas relacionados con el desa-
rrollo científico y tecnológico, pasando por los problemas derivados de los
conflictos internacionales, la guerra y terrorismo, en tanto que dejan de ser
problemas locales y pasan a ser globales.
Otras propuestas coinciden bastante con la clasificación referida antes, si
bien hay autores que agrupan en un mismo capítulo tecnología y medioam-
biente, que distinguen como bloques o apartados específicos los relaciona-
dos con los problemas demográficos y el envejecimiento de la sociedad, o
que dedican una atención especial a la educación también como un campo
de problemas sociales específicos (Kornblum, Julian y Smith, 2012; Parri-
llo, 2005: 355). No es posible abordar en este artículo el desarrollo de las
diversas teorías sociológicas en su afán de ayudar a entender los problemas

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sociales, la bibliografía sobre esa materia es extensa y fácilmente accesible5.


Sin embargo, es necesario recordar que las teorías tienen sus debilidades
y sus fortalezas. Hay que tener en cuenta que no existe hasta el momento
una teoría integradora de los diversos enfoques teóricos, o bien una teoría
universalmente aceptada, aunque sí algunos intentos de la misma, desde los
que probablemente fueron los primeros, en la obra de Thomas Merton antes
citada, hasta otros recientes como los que encontramos en las aportaciones
de George Ritzer (2003) o Hans Zetterberg (2013).
Finalmente, antes de entrar a caracterizar la percepción de los proble-
mas sociales en la opinión pública española, cabe hacer un último apunte
sobre la cautela metodológica y el escrutinio de la conciencia con los que
tiene que trabajar el investigador que aborda este campo de estudio. Recien-
temente la investigación en diversos campos —economía, psicología social,
ciencia política, etc.— ha demostrado que la percepción y conciencia de los
problemas, así como la interpretación y heurística que surgen a partir de
ellas, están sujetas a procesos que no son únicamente racionales ni cons-
cientes (Kahneman, 2014: 18-20). La historia de la ciencia ofrece numerosos
ejemplos de especialistas en una disciplina que tienden a compartir supo-
siciones básicas sobre sus objetos de estudio, adoptando de manera más o
menos inconsciente planteamientos que les parecen incuestionables cuando
a priori no deberían serlo, y los científicos sociales no pueden considerarse
una excepción. En este sentido, es probable que las ciencias sociales se vean
afectadas más que otras disciplinas por el efecto de las interpretaciones ses-
gadas cultural e ideológicamente, en tanto que los investigadores tienden a
formar parte de su propio objeto de estudio. De forma más general, se ha
dicho que las personas tienden a evaluar la importancia relativa de unos y
otros problemas dependiendo de la facilidad con que son traídos a la memo-
ria. En este sentido, hay que tener en cuenta que en los tiempos modernos
este efecto está muy condicionado por los medios de comunicación, depen-
diendo de la cobertura que tienen en los medios de comunicación, de la
frecuencia y la intensidad con la que los mensajes que llegan a la persona,
aumenta la conciencia de ciertos problemas y disminuye o incluso desapa-
rece la de otros. Es importante tener en cuenta este último factor, no sólo
por el efecto que tiene sobre los investigadores, sino también sobre la misma
formación de la opinión pública, como se verá en los siguientes apartados.
Teniendo en cuenta los argumentos anteriores, podemos extraer las si-
guientes conclusiones. Primero, que más allá de que hagamos una definición

5
El lector interesado puede encontrar en las dos referencias citadas anterior-
mente en el texto un buen punto de partida para recabar bibliografía actualizada
sobre el tema, asícomo en cualquier buen manual de teoría sociológica, como por
ejemplo el de Ritzer (2003).

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general del concepto de problema social, es importante especificar la defi-


nición de diversos problemas en sus contextos sociales específicos y que a
partir de esta tipificación de problemas se puedan agrupar algunas catego-
rías generales. Segundo, que dadas unas circunstancias históricas, pode-
mos encontrar dos niveles de problemas sociales, el nivel de los problemas
manifiestos y el de los problemas latentes. Finalmente tendremos también
en cuenta que en la base misma de la percepción y el pensamiento sobre
problemas sociales concretos, están influyendo las condiciones socioeconó-
micas y culturales de una coyuntura histórica determinada junto a ciertos
efectos psicológicos conscientes e inconscientes, que son fruto no sólo de los
procesos cognitivos inherentes al ser humano (conocidos y aún por descu-
brir) sino también de la información que llega hasta las personas mediada
por los distintos canales de comunicación social. Entre estos medios de co-
municación, actualmente internet, la televisión, la radio, prensa y los libros
—probablemente en este orden— tienen una importancia determinante. En
este sentido, en alusión a los canales y medios de comunicación, debemos
tener en cuenta también que la formulación pública y reconocimiento de los
problemas dependerá de la capacidad de legitimación y movilización de los
diferentes actores sociales implicados.

2. Evolución de la opinión pública acerca de los


problemas más importantes en las tres últimas
décadas (1985-2014)

Tomando como fuente de información empírica los resultados de las en-


cuestas barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), es posi-
ble hacer un seguimiento y análisis comparado de los problemas que señala
la población general como principales problemas en uno de los sondeos
realizados a lo largo de tres décadas. A partir de este análisis es posible ca-
racterizar tendencias a lo largo del tiempo y determinar algunas particulari-
dades del contexto socioeconómico y sociopolítico del país o la comunidad
internacional.

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210 J. a. lópez-ruiz, el boomerang del desempleo: evolución …

Tabla 1
Percepción de los principales problemas de España 1985-2014
(Fuente: CIS, Diversos Barómetros. Elaboración propia)

may14 may10 may05 abr95 may85


El paro 80.8 79.9 53.1 79.9 94.4
Las drogas 0.1 1.4 6.5 17.6 17.5
La inseguridad ciudadana 2.8 9.7 11.3 8.8 32.9
El terrorismo. ETA 0.4 9.2 39.5 34.8 37.6
La sanidad 10.4 3.3 6.0 . .
La vivienda 1.3 7.0 22.0 . 2.1
Los problemas de índole
28.6 50.9 17.3 23.3 28.0
económica
Los problemas relacionados
3.0 2.9 7.1 . 0.7
con la calidad del empleo
La corrupción y el fraude 35.7 4.4 0.4 26.3 .
Las pensiones 2.1 1.7 3.3 . 11.7
Los políticos en general,
los partidos políticos y la 25.6 18.8 7.8 16.6 4.7
política
La administración de
2.0 1.9 1.0 . .
justicia
Los problemas de índole
7.9 2.7 3.8 3.2 2.9
social
El racismo 0.0 0.2 0.6 . .
La inmigración 4.3 14.1 26.2 . .
La violencia contra la mujer 0.9 1.7 3.7 . .
Los problemas relacionados
2.4 1.4 2.0 . 1.0
con la juventud
La crisis de valores 2.3 1.8 1.9 . .
La educación 8.7 4.9 4.3 . 7.2
Los problemas
0.1 0.4 1.8 . 1.1
medioambientales
El Gobierno y partidos o
3.2 5.6 1.5 . .
políticos concretos
El funcionamiento de los
0.4 0.3 0.5 7.6 .
servicios públicos
Los nacionalismos (el
1.5 0.8 2.6 . .
estatuto de Cataluña, ...)
Otras respuestas 5.3 3.5 4.1 7.1 11.9
Ninguno 0.2 . 0.2 . .
N.S. 0.8 1.9 5.1 2.6 1.8
N.C. 0.1 1.8 0.5 0.3 1.2
(N) 2471 2483 2495 2497 2396

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J. a. lópez-ruiz, el boomerang del desempleo: evolución … 211

En las encuestas del CIS, el enunciado de la pregunta que presenta la en-


cuesta a los entrevistados es el siguiente: «¿Cuál es, a su juicio, el principal
problema que existe en España actualmente?, ¿y el segundo? ¿y el tercero?».
Este enunciado se ha mantenido a lo largo del tiempo, sin variaciones sus-
tanciales, para permitir la comparabilidad de la serie. Como cabe esperar,
las respuestas han ido cambiando a lo largo del tiempo. Si observamos la
evolución en una serie temporal con los datos recogidos en los años 1985,
1995, 2005, 2010 y 2014, podemos ver cómo asciende y desciende la percep-
ción de unos y otros problemas6.
Entre todos los problemas, sólo hay uno que resulta imbatido al encabe-
zar la lista a lo largo de las tres décadas contempladas y es el paro. La per-
cepción del paro como problema alcanzó su punto álgido en 1985, cuando
casi la totalidad de los españoles lo citaron como primer problema (94,5%)
en un tiempo en el que el desempleo . En el año 1995, habiendo descen-
dido casi en quince puntos porcentuales la cantidad de entrevistados que
citaban el paro como principal problema, en torno al 80% de las personas
lo señalaron como el mayor problema, igualando los resultados obtenidos
dos décadas más tarde en 2014 y también en el año 2010 cuando el país se
encontraba en el epicentro de la crisis. Aunque en esos años la tasa de paro
fue en aumento (Gráfico 1), la opinión pública no volvió a reflejar nunca un
porcentaje tan alto de unanimidad como el registrado en 1985. Es notable
también el hecho de que, a lo largo de toda la serie sea el año 2005 el mo-
mento con menor preocupación por el paro, ya que éste es el año con menor
tasas de desempleo desde el año 1985 hasta la actualidad (8,7%), coinci-
diendo con el crecimiento y el impulso económico que vivió el país entre los
años 2000 y 2005, aún estando en relación con el sobredimensionamiento
del mercado inmobiliario y la llamada burbuja inmobiliaria poco antes de
que empezara la crisis económica.
La alta tasa de desempleo registrada en 1985 quedaba reflejada en una
fuerte impresión de que este era el primer problema para la sociedad es-
pañola, impresión que no ha llegado a igualarse en los años 2010 y 2014
de manera tan clara por alguna razón. Esta pregunta ha llevado a buscar
un registro de las tasas de desempleo anterior al año 1985, encontrando en
los datos que en los años anteriores se había experimentado un aumento
gradual y constante del desempleo, coincidente con la Crisis del Petróleo de
finales de los años 70. El Gráfico 2 refleja los datos recogidos desde el inicio
de la Encuesta de Población Activa (EPA) hasta el momento actual. Antes
del año 1980 en España se registraban tasas de paro inferiores al 10%, que

6
El intervalo de diez años se reduce a cinco entre 2005 y 2010 con el fin de tener
un punto intermedio con el comparar el antes y el después del inicio de la crisis eco-
nómica 2008-2014, también denominada Gran Recesión.

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212 J. a. lópez-ruiz, el boomerang del desempleo: evolución …

se duplicaron y triplicaron llegando a la cota más alta de ese aumento con-


tinuado precisamente en el año 1985 en el que el Barómetro del CIS recogía
la opinión pública. Con esta perspectiva más amplia que ofrecen las estadís-
ticas anteriores a 1985, es posible apreciar en el Gráfico 2 que hay tres gran-
des ciclos de ascenso y descenso del paro. El primero es el ya descrito para
los años 70 y 80, que después de esta cota máxima de 1985 inicia un descen-
so que culmina en el año 1990, donde se inicia el segundo ciclo creciente que
alcanza la cota máxima en 1994 y un descenso hasta el año 2006, donde se
inicia el ciclo actual. En este último ciclo, que supera en tasa de desempleo
a los dos anteriores reflejando una crisis económica en la que la destrucción
de empleo ha superado a la sufrida con la crisis del petróleo y los cambios en
la agricultura española —enmarcados en la Política Agraria Común— en los
80, y a los procesos de desindustrialización propios de la economía española
o la deslocalización de empresas multinacionales que trajo la progresiva glo-
balización de la economía en los años 90. Observando la tendencia general,
en este último ciclo, el año 2014 supone el primer registro de descenso de
una tasa de desempleo sin precedentes y que ha mantenido la cota máxima
durante dos años (2012-2013).

Gráfico 1
Tasa de paro de la población

 






 
 
 






             
/'*

Fuente:
 INE, EPA. Datos referidos al último trimestre del año.

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Aunque la definición formal de parado no ha cambiado a lo largo de


estos años y se sigue usando la definición internacional de la Organización
Internacional del Trabajo (OIT) hay que tener en cuenta que las estadísticas
de la EPA no reflejan en cada año las cifras de desempleados con la misma
metodología. Algunos de estos cambios se ha dicho que servían para «ma-
quillar» las cifras del desempleo con fines políticos (sobre todo en períodos
pre-electorales) y económicos (fundamentalmente en relación a los subsi-
dios del desempleo y prestaciones del INEM para los parados), uno de los
cambios importantes es el que se introdujo en el año 2002, cuando se dejó
de considerar parados a los desempleados que no se encuentran buscando
un empleo activamente en las cuatro semanas anteriores a la entrevista. Por
lo que una parte de las personas que hasta 2002 se venían considerando pa-
radas

pasan a ser consideradas inactivas7.

Gráfico 2
Evolución de la tasa de desempleo 1976-2014
 

 

 

 


 


 
 
 


 
 
 


 
 
 


 
 

Fuente: INE, EPA. Datos referidos al último trimestre del año (elaboración propia).

7
También habría que tener en cuenta que hay dos formas de medir, población
activa y paro registrado, algo que hay que tener en cuenta si se quiere analizar con
más detalle los datos (http://www.rtve.es/noticias/20130512/epa-paro-registrado-dos-
formas-medir-misma-realidad/660140.shtml). Sobre el cambio en la definición del
paro en la EPA véase el Apéndice al final del artículo.

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214 J. a. lópez-ruiz, el boomerang del desempleo: evolución …

Aunque la situación actual del empleo en España se puede calificar de


catastrófica, la opinión pública no refleja un aumento en la percepción del
problema. La mayoría de la población considera que el paro es el problema
más grave en el país, pero se estabiliza en un porcentaje cercano al 80% la
proporción de personas que dan esta respuesta sin que el aumento sin pre-
cedentes sufrido de la tasa de desempleo sufrido en el tercer ciclo descrito
(2008-2014) haya logrado igualar la sensibilidad hacia el problema que se
produjo en 1985.
Después del paro, actualmente los siguientes problemas más citados son
la corrupción y el fraude (en segundo lugar actualmente pero con poca in-
cidencia en encuestas anteriores a excepción de la de abril de 1995), y los
problemas de índole económica como cabe esperar en el contexto de una re-
cesión y depresión económica en la que no existen vías ni esperanza de una
salida rápida y sencilla. Uno de cada tres españoles considera este problema
entre los tres más importantes en el año 2014 mientras en el año 2010 —en
el epicentro del ciclo recesivo— lo hacía el 50% de los entrevistados. Ni en el
año 2005 ni en 1995 se llegó a estas cifras. En aquel momento otros proble-
mas importaban más, como por ejemplo la inmigración en el año 2005, o el
terrorismo de ETA en 1995. En cambio, en mayo de 1985 los problemas de
índole económica también eran la segunda respuesta más citada.
El tercer problema para España actualmente son los políticos, los parti-
dos y la política; actualmente uno de cada cuatro españoles opina que aquí
se encuentra uno de los problemas más graves para el país.
Analizando las diferencias entre las encuestas posteriores al año 2000, se
pueden definir cuatro grupos de tendencias (Tabla 2), primero clasificando
en dos grupos según la tendencia sea hacia el incremento o el descenso de
la importancia del problema y, después, dentro de cada uno de estos grupos
distinguiendo dos subgrupos según sea la magnitud de la variación. Distin-
guiendo entre los problemas en los que se observa un incremento y un des-
censo graduales en estos años emergen cuatro subconjuntos de problemas
ya que dichas variaciones se pueden considerar grandes o leves, agrupando
en la tabla estas categorías en las celdas «Mayor medida» o «Menor medida».
El problema en el que se observa un mayor incremento, superando in-
cluso al paro, es la corrupción y el fraude. En el año 2000 era un problema
que pasaba prácticamente desapercibido (lo citaron apenas el 0,4%) y ac-
tualmente más del 35% de los españoles lo cita entre los tres más graves.
El paro y la corrupción, son los primeros problemas citados en las últimas
encuestas y, al mismo tiempo, en los que más aumento se aprecia en los úl-
timos años, lo cual probablemente explica que desde el año 2010 la opinión
pública señala a los políticos en general, los partidos políticos y la política
como el tercer problema más importante para los españoles. Sin duda en

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ello pesa la responsabilidad que se les puede estar atribuyendo en la (mala)


gestión del problema del desempleo durante la crisis. Estos tres citados, el
paro, la corrupción y el fraude son los problemas en los que mayor varia-
ción ha habido en los últimos años, siendo muy notable la diferencia con
respecto al resto.

Tabla 2
Tendencias de incremento y descenso en la percepción
de los principales problemas

Problemas en los que se observa un incremento gradual en los años 2000


Mayor medida Menor medida
— La corrupción y el fraude (+35,3) — Los problemas de índole económica
— El paro (+27,7) (+11,3)
— Los políticos y la política (+17,8) — La sanidad (+4,4)
— La educación (+4,4)
— Los problemas de índole social
(+4,1)
Problemas en los que se observa un descenso gradual en los años 2000
Mayor medida Menor medida
— El terrorismo. ETA (-39,1) — Los problemas relacionados con la
— La inmigración (-21,9) calidad del empleo (-4,1)
— La inseguridad ciudadana (-8,5) — La violencia contra la mujer (-2,8)
— Las drogas (-6,4)

Aumentan relativamente poco los problemas relacionados con la sani-


dad y educación, subiendo alrededor de cuatro puntos porcentuales. Es un
dato notable, ya que estos ámbitos, donde la gestión pública sigue siendo
muy importante y ha sido muy criticada, llegando incluso a la movilización
de importantes colectivos sociales no tienen tanto peso como problema o
quizás quedan desdibujados o eclipsados por la magnitud del desempleo y la
aparición de importantes casos de corrupción en los últimos años. También
es relativamente pequeño el aumento de la percepción de los problemas de
índole social (+4,1); quizás sea una categoría o concepto que, abarcando
tantas cosas, no es percibido con claridad por parte de los encuestados. En
este sentido, llama la atención que no se haya nombrado la desigualdad
social como un problema, cuando es una clara consecuencia de los efectos
que la crisis y sobre todo el desempleo han tenido en la depauperización
de una parte de la anterior clase media y clase trabajadora y, por otro lado,
en la mayor concentración de la riqueza en manos de minorías cada vez
más cerradas. Es decir, aumenta la percepción de los problemas de índole

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económica (+11,3) pero no sin aludir directamente a la desigualdad social


como consecuencia de los mismos.
A continuación ofreceré un breve comentario sobre la tendencia de los
problemas en los que se acusa un descenso gradual. El mayor descenso se
encuentra en relación al problema del terrorismo y ETA (-39,1 puntos por-
centuales) reflejando el progresivo arrinconamiento y desarticulación que
ha sufrido el terrorismo vasco en los últimos años. Aun habiendo sufrido
la sociedad española el terrible atentado de los trenes en Madrid del año
2003, desciende la percepción hasta el punto de que actualmente el terro-
rismo es un problema nombrado por menos del 1% de los españoles. La
inmigración es el segundo problema que más desciende (-21,9%) en este
período, en el cual la sociedad española experimentó la mayor llegada de
población inmigrante en su historia reciente —en torno a finales de los años
90 y el año 2000— y progresivamente fue asimilando los cambios que esta
llegada implicaba, de manera bastante tolerante e integradora, hasta llegar
por momento actual de inversión de la tendencia demográfica que inició el
período, frenándose la entrada de inmigrantes y comenzando el retorno de
los mismos, así como incluso la emigración de españoles —sobre todo jóve-
nes— en busca de una mejor situación económica y mayores posibilidades
de empleo en otros países. Disminuyen también la percepción de la insegu-
ridad ciudadana y las drogas, como problemas de primer orden, pasando
a ocupar un segundo plano en la opinión pública, aunque como en el caso
del terrorismo son problemas que no dejan de existir y que sí adquieren una
menor importancia relativa en comparación con los principales problemas
relacionados con la Gran Recesión Española, la corrupción y el fraude y la
desafección de la población con la política y los políticos.
En este contexto sorprende encontrar en el conjunto de los problemas
con tendencia al descenso aquellos relacionados con la calidad del empleo
y también los de violencia contra las mujeres. Respecto al primero de es-
tos problemas, el análisis económico apunta a que es uno de los factores
importantes para explicar los efectos de la crisis en el empleo y en las eco-
nomías familiares. De hecho, la precariedad en el empleo se considera uno
de los factores característicos del capitalismo actual tanto en los análisis de
sociólogos e historiadores (Sennet, 2008; Castel, 2010; Judt, 2012), como
de economistas (Piketty, 2013; Standing, 2010). Concretamente en España,
entre los años 2004 y 2012, se ha duplicado el número de personas que re-
ciben un salario por debajo del salario mínimo interprofesional (Gráfico 3),
desde el año 2010 más de uno de cada diez trabajadores se encontraría en
tal situación.
Finalmente la tendencia a una menor referencia al problema de la vio-
lencia contra las mujeres, sabiendo que las estadísticas de casos de violencia

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de este tipo no han disminuido significativamente en los últimos años aun-


que tampoco han aumentado, se podría interpretar de diferentes maneras.
Puede ser un indicador de que este problema, que no ha tenido un peso muy
grande en este tipo de encuestas nunca (el máximo es el 3,7% del año 2009,
tiene una incidencia en los medios de comunicación más o menos constan-
te, lo cual hace que se produzca un efecto de habituación a su presencia.
O bien que, dado que los casos no parecen aumentar de un año para otro
significativamente sino que se experimenta un ligero descenso (siempre en
las noticias suelen comparar con el año anterior), la opinión pública refleja
una percepción de mejora en este sentido.

Gráfico 3
Porcentaje de trabajadores con un salario igual
o menor al SMI

   




 







/'*             

/'*

Fuente: INE, elaboración propia.

3. Discusión

Hay problemas manifiestos en la sociedad española que aumentan objeti-


vamente —como el paro o los casos de corrupción— y otros que disminuyen

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relativamente, en relación a los cuales la serie temporal de encuestas ana-


lizada refleja que van teniendo mayor y menor peso respectivamente en la
opinión pública. Sin embargo hay otros, en los que se observa que disminu-
ye o estabiliza la proporción de personas que nombra esos problemas entre
los más importantes aunque la incidencia del problema siga aumentando.
Teniendo en cuenta que hay problemas cuya incidencia objetivamente no
sólo no disminuye sino que ha aumentado en los últimos diez años, como
por ejemplo el desempleo o los problemas relacionados con la calidad del
empleo —lo cual es una forma más o menos eufemística por parte del CIS
para denominar la precariedad laboral—, no es fácil explicar por qué no
aumenta de forma sostenida el porcentaje de las personas que los nombra,
sino que se mantiene estable en el caso del paro e incluso disminuye en el
de la precariedad laboral. Esta tendencia se puede interpretar de distintas
formas y probablemente no tiene una interpretación única ni sencilla, pero
es posible que se deba en parte al efecto que tienen por un lado la continua
repetición de la información sobre estos problemas en los medios de co-
municación, que lleva a una progresiva adaptación a la «normalidad» de
estos problemas, al mismo tiempo que los mismos medios hacen que otros
problemas irrumpan en los titulares y compitan por un espacio en la aten-
ción de los ciudadanos. Por otro lado, en el caso de estos problemas, los
españoles han pasado por períodos de desempleo y dificultades en el mer-
cado laboral prácticamente igual de graves que los actuales en los años 80,
por lo que se puede dar también una asimilación del problema como algo
relativamente constante en nuestra historia reciente. El período de bonanza
durante una parte del Gobierno de Rodríguez Zapatero fue bastante breve y
llegó tras una lenta recuperación de la economía y el desempleo durante los
gobiernos del Partido Popular de Aznar y, después de haber reducido la tasa
de desempleo a valores inferiores al 10% entre los años 2004 y 2006, viendo
que en poco tiempo llegaba prácticamente a triplicarse. En cierto modo, en
los casi treinta años que van entre 1985 y el momento actual el paro sólo ha
dejado de ser uno de los problemas más graves de España por breves perío-
dos, habiendo estado muy presente y en consecuencia ha estado acaparando
gran parte de atención de la opinión pública de forma casi constante.
Hay problemas que disminuyen de forma manifiesta en la sociedad y la
serie de encuestas indica que disminuye también la percepción de los mis-
mos como tales, como en el caso del terrorismo de ETA o la inseguridad ciu-
dadana. Aunque estos problemas no llegan a desaparecer como problemas
potenciales —latentes— las encuestas reflejan que en la actualidad ocupan
muy poco espacio en la opinión pública. Sorprende que se cite tan poco el
terrorismo; menos del 1% de los españoles lo nombra en el año 2014. Se
diría que parece un problema insignificante o bien un problema que puede

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estar siendo minusvalorado por la opinión pública. Parece más bien que
sea el segundo caso, contando con que el potencial que sigue existiendo en
el grupo terrorista ETA, aunque sea menor que en el pasado, no se puede
desestimar como inofensivo y, por otro lado, con que las actividades de los
grupos de terrorismo islámico dentro y fuera del territorio español son una
amenaza importante no desactivada que existe desde hace más de diez años.
Hay algunos efectos paradójicos o contradictorios en la percepción de al-
gunos problemas, cuyo origen es difícil explicar. Por ejemplo, en un entorno
en el que hay algunos delitos que podrían estar aumentando por efecto de la
crisis o, en cualquier caso, sin tendencia a disminuir —como hurtos, robos
y estafas a pequeña y gran escala— los barómetros reflejan una disminución
de la percepción de la inseguridad ciudadana como un problema social,
cuando en teoría cabe esperar un aumento de la inseguridad. Según el Mi-
nisterio del Interior en el año 2014 se ha registrado la tasa de criminalidad
más baja desde el año 2003 y, ciertamente, España es uno de los países más
seguros de Europa y del mundo, con una tasa de 45 delitos y faltas por cada
1000 habitantes8.Es posible aventurar como hipótesis que la familia esté
actuando como principal amortiguadora de esas situaciones que podían es-
tar impulsando a buscar en la delincuencia la solución a ciertos problemas
económicos.
También sorprende en este análisis que en los últimos años no haya au-
mentado significativamente la percepción de los problemas relacionados
con la calidad del empleo, cuando los datos disponibles sobre el aumento de
la precariedad laboral ofrecen un balance indiscutible. Aunque hay aspectos
de la precariedad laboral que son difícilmente medibles y la información
está poco sistematizada, el incremento en el número de contratos tempora-
les, con descenso de los indefinidos reflejado en las estadísticas oficiales, el
acortamiento de la jornada suscrita en los contratos por voluntad ajena al
trabajador y —sobre todo— el incremento de los trabajadores con un salario
igual o inferior al salario mínimo interprofesional son indicadores clarísi-
mos de una tendencia sostenida desde el inicio de la crisis entre los años
2007 y 2008, como se ha visto en los datos que recoge el Gráfico 3.
Los elevados volúmenes de casos de corrupción en política revelan la falta
de moralidad en la sociedad, pareciendo que los antiguos valores y códigos
de rectitud han dejado de regir en la era de las multinacionales y la economía
globalizada, la sociedad red se caracteriza por tener unas fronteras líquidas
no sólo para los países y estados, sino también en cuanto a códigos morales.
No es extraño que las personas convivan con una percepción omnipresente

8
El País, 19 julio 2014, recuperado en http://politica.elpais.com/politica/
2014/07/19/actualidad/1405787688_235695.html (fecha de acceso 27-12-14).

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de riesgos e incertidumbres que hacen que se sientan moralmente indefen-


sos y, como grupos, políticamente indiferentes. La inmoralidad de una parte
de los políticos no ha producido hasta ahora una crisis pública, sino más
bien una indiferencia y un aislamiento más o menos silencioso de los ciuda-
danos. El afán ilimitado de enriquecimiento que han demostrado numerosos
cargos públicos refleja unos valores sociales predominantes, según los cuales
se identifica el «éxito»con hacer dinero y se condena el fracaso económico
como un vicio, elevando el dinero a valor absoluto.
Cerrando esta discusión, cabe plantearse el por qué de tan escasa alusión
a la desigualdad como problema en ascenso en las encuestas, cuando este
es uno de los problemas económico sociales subyacentes, claramente ma-
nifiestos (Piketty, 2013) y, posiblemente, siendo un problema que encierra
un potencial de mayor conflictividad social que la que actualmente observa-
mos. Es posible que exista un gran potencial político detrás del descontento
social hacia los políticos y del sector social que se ha denominado como
precariado (Standing, 2011; Castel 2010) que, en caso de ser movilizado a
través de los cauces democráticos de la acción política, puede llegar a ser un
motor de cambios positivo. Pero también es cierto que, en caso de alejarse
de dichos cauces y buscar otras vías para expresar la disconformidad con
el estado actual de cosas, pueden llegar a expresar la conflictividad latente
con manifestaciones que supongan un paso atrás en los progresos obtenidos
en la aún joven democracia española, regida por los principios de igualdad
ante la ley, libertad y solidaridad, derechos constitucionales fundamentales
alcanzados por la sociedad española con mucho esfuerzo.

4. Conclusiones

Los principales hallazgos del análisis realizado y las conclusiones de la


discusión planteada son los siguientes.
En el apartado sobre el estudio de los problemas sociales en la tradición
sociológica hemos visto que:
1. Los problemas sociales son uno de los conceptos centrales en la socio-
logía, constituyendo una categoría fundamental a tener en cuenta en cual-
quier análisis.
2. La sociología ha buscado desde sus orígenes ofrecer una respuesta
moral e intelectual a los problemas de la vida y el pensamiento, con el fin de
hacer una aportación a las reformas sociales necesarias y contribuir a lograr
una sociedad más justa, como se puede ver con el ejemplo de la Escuela de
Chicago en Estados Unidos.

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3. Aun siendo controvertida, existe un considerable grado de acuerdo en


que la definición de problema social es una definición construida por los
actores y fuerzas sociales presentes en unas circunstancias concretas. Por
lo tanto implica para el investigador siempre una dimensión pragmática en
el análisis.
4. La categorización de los problemas sociales ofrece una tipología am-
plia, flexible y abierta a los cambios, en la que se pueden encontrar ciertas
regularidades y agrupar ciertos tipos de problemas, como se ve con diversos
ejemplos.
5. Más allá de que hagamos una definición general del concepto de pro-
blema social, es importante especificar la definición de diversos problemas
en sus contextos sociales específicos y que a partir de esta tipificación de
problemas se pueden agrupar algunas categorías generales.
6. Dadas unas circunstancias históricas, podemos encontrar dos niveles
de problemas sociales, el nivel de los problemas manifiestos y el de los pro-
blemas latentes.
7. Tendremos también en cuenta que en el pensamiento sobre proble-
mas sociales concretos están influyendo las condiciones socioeconómicas
y culturales de una coyuntura histórica determinada junto a ciertos efectos
psicológicos conscientes e inconscientes, que son fruto no sólo de los pro-
cesos cognitivos inherentes al ser humano (conocidos y aún por descubrir)
sino también de la información que llega hasta las personas mediada por los
distintos canales de comunicación social.
En el análisis de la evolución de la opinión pública española sobre los
problemas más importantes desde 1985 hasta la actualidad, los principales
hallazgos son los siguientes:

1. Entre todos los problemas hay uno que encabeza la lista a lo largo
de las tres décadas contempladas y es el paro: en la serie cronológica
analizada la percepción del paro como problema alcanzó su punto
álgido en 1985, año en el que casi la totalidad de los españoles lo cita-
ron como el primer problema (94,5%).
2. El año 2005 aparece como el momento con menor preocupación por
el paro, coincidiendo con que en este año se observaron las menores
tasas de desempleo desde el año 1985 hasta la actualidad (8,7%).
3. La opinión pública no refleja un aumento en la percepción del proble-
ma. La mayoría de la población considera que el paro es el problema
más grave en el país, pero se estabiliza en un porcentaje cercano al
80% la proporción de personas que dan esta respuesta sin que el au-
mento sin precedentes sufrido de la tasa de desempleo sufrido en el
tercer ciclo descrito (2008-2014) haya logrado igualar la sensibilidad
hacia el problema que se produjo en 1985.

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4. Actualmente los siguientes problemas más citados son la corrupción


y el fraude (en segundo lugar actualmente pero con poca incidencia
en encuestas anteriores a excepción de la de abril de 1995), y los pro-
blemas de índole económica. Ni en el 2005 ni en 1995 se llegó a estas
cifras, en aquel momento otros problemas importaban más, como
por ejemplo la inmigración en el año 2005, o el terrorismo de ETA en
1995. En cambio en mayo de 1985 los problemas de índole económi-
ca también eran la segunda respuesta más citada.
5. El tercer problema para España actualmente son los políticos, los par-
tidos y la política; actualmente uno de cada cuatro españoles opina
que aquí se encuentra uno de los problemas más graves para el país.
6. Analizando las diferencias entre las encuestas posteriores al año 2000,
se pueden definir cuatro grupos de tendencias, primero clasificando
en dos grupos según la tendencia sea hacia el incremento o el descen-
so de la importancia del problema y, después, dentro de cada uno de
estos grupos distinguiendo dos subgrupos según sea la magnitud de
la variación.
6.1. El problema en el que se observa un mayor incremento, superan-
do incluso al paro, es la corrupción y el fraude.
6.2. El paro, la corrupción y el fraude son los problemas en los que
mayor variación ha habido en los últimos años, siendo muy no-
table la diferencia con respecto al resto.
6.3. Comparativamente aumentan relativamente poco los problemas
relacionados con la sanidad y educación.
6.4. También es relativamente pequeño el aumento de la percepción
de los problemas de índole social, aunque aumenta la percepción
de los problemas de índole económica los entrevistados no alu-
den directamente a la desigualdad social como problema que es
consecuencia de los mismos.
6.5. Entre los problemas en los que se acusa un descenso gradual, el
mayor descenso se encuentra en relación al problema del terro-
rismo y ETA. La inmigración es el segundo problema que más
desciende en este período. Disminuyen también la percepción
de la inseguridad ciudadana y las drogas, como problemas de
primer orden, pasando a ocupar un segundo plano en la opinión
pública. Sorprende encontrar en el conjunto de los problemas
con tendencia al descenso aquellos relacionados con la calidad
del empleo y también los de violencia contra las mujeres.

En la discusión abierta a partir del análisis realizado se ha señalado que


hay problemas que aumentan objetivamente —como el paro o los casos de
corrupción— y otros que disminuyen relativamente, en relación a los cuales

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la serie temporal de encuestas analizada refleja que van teniendo mayor y


menor peso respectivamente en la opinión pública. Pero también hay casos
de problemas cuya incidencia objetivamente no sólo no disminuye sino que
ha aumentado en los últimos diez años, como por ejemplo el desempleo o
los problemas relacionados con la calidad del empleo, sin que aumente de
forma sostenida el porcentaje de las personas que los nombra, mantenién-
dose estable a partir de cierto punto, en el caso del paro, e incluso llegando
a disminuir en el de la precariedad laboral. La interpretación de esta ten-
dencia apunta a que es posible que se deba en parte al efecto que tiene la
continua repetición de la información sobre estos problemas en los medios
de comunicación, que lleva a una progresiva adaptación a la «normalidad» y
también a una asimilación del problema como algo relativamente constante
en nuestra historia reciente, estando en la memoria colectiva las anteriores
crisis de mediados de los años 80 y 90. En los casi treinta años que van entre
1985 y el momento actual el paro sólo ha dejado de ser uno de los problemas
más graves de España por breves períodos, habiendo estado muy presente
para la ciudadanía y acaparando gran parte de atención de la opinión públi-
ca de forma casi constante.
Hay problemas que disminuyen de forma manifiesta en la sociedad,
como en el caso del terrorismo de ETA o la inseguridad ciudadana, y aun-
que estos problemas no llegan a desaparecer como problemas potenciales
—latentes— las encuestas reflejan que en la actualidad ocupan poco espacio
en la opinión pública. Los barómetros reflejan una disminución de la per-
cepción de la inseguridad ciudadana como un problema social, al mismo
tiempo informes recientes del Ministerio del Interior señalan que en el año
2014 se ha registrado la tasa de criminalidad más baja desde el año 2003,
situando a España entre los países más seguros de Europa y del mundo.
Resulta cuando menos sorprendente que en los últimos años no haya
aumentado significativamente la percepción de los problemas relacionados
con la calidad del empleo, cuando los datos disponibles sobre el aumento de
la precariedad laboral ofrecen un balance indiscutible.
Aunque los elevados volúmenes de casos de corrupción en política re-
velan un falta de moralidad en la sociedad, vemos que la inmoralidad de
una parte de los políticos no ha producido hasta ahora una crisis pública,
sino más bien una indiferencia y un aislamiento más o menos silencioso
de los ciudadanos, a pesar de que las encuestas reflejen que es uno de los
problemas que más preocupan a la opinión pública. Es posible que exista
un gran potencial político detrás del descontento social hacia los políticos y
del sector social que denominado como precariado que puede llegar a ser un
motor de cambios positivo, pero que no deja de encerrar un cierto riesgo de
conflicto para la convivencia democrática y la cohesión social.

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224 J. a. lópez-ruiz, el boomerang del desempleo: evolución …

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Vol. 72 (2014), núms. 140-141 miscelánea comillas pp. 203-225

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J. a. lópez-ruiz, el boomerang del desempleo: evolución … 225

APÉNDICE

La definición formal de parado no cambia, se sigue usando la definición


internacional de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), pero el
nuevo reglamento introduce instrucciones sobre cómo interpretar la bús-
queda activa de trabajo.
Según dicho Reglamento, se consideran métodos activos de búsqueda,
en las cuatro semanas anteriores a la entrevista, los siguientes:
Estar en contacto con una oficina pública de empleo con el fin de en-
contrar trabajo, cualquiera que sea la parte que haya tomado la iniciativa
(la renovación de la inscripción por razones puramente administrativas no
constituye un planteamiento activo).
• Estar en contacto con una oficina privada (oficina de empleo temporal,
empresa especializada en contratación, etc.) con el fin de encontrar
trabajo.
• Enviar una candidatura directamente a los empleadores.
• Indagar a través de relaciones personales, por mediación de sindica-
tos, etc.
• Anunciarse o responder a anuncios de periódicos.
• Estudiar las ofertas de empleo.
• Participar en una prueba, concurso o entrevista, en el marco de un
procedimiento de contratación.
• Buscar terrenos, locales o material.
• Realizar gestiones para obtener permisos, licencias o recursos finan-
cieros.

España se ve especialmente afectada por los requisitos exigidos a las per-


sonas cuya única forma de búsqueda es la inscripción en las oficinas de
empleo públicas. Antes, la mera inscripción en las mismas como deman-
dante de empleo, válida por tres meses, bastaba para considerar parada a
la persona.
A partir de 2002, de acuerdo con lo indicado en la lista anterior de me-
didas activas, se exige haber tenido un contacto con dichas oficinas, con el
fin de encontrar empleo, para que la persona sea considerada desempleada.
El objetivo de encontrar empleo se cumple si la persona se inscribe por pri-
mera vez después de un período de empleo o inactividad, se informa sobre
posibles ofertas de empleo o recibe una propuesta de trabajo de la oficina.
Así, una parte de las personas que hasta 2002 se venían considerando paradas
pasan a ser consideradas inactivas.

Vol. 72 (2014), núms. 140-141 miscelánea comillas pp. 203-225

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VECINDARIOS Y PROBLEMAS SOCIALES: UN ACERCAMIENTO DESDE
LA ESTADÍSTICA ESPACIAL
[NEIGHBORHOODS AND SOCIAL PROBLEMS: A SPATIAL STATISTICS
APPROACH]
Miriam Marco• *, Enrique Gracia**, Antonio López-Quílez*** y Marisol Lila**
*Departamento de Psicología Social y Metodología, Universidad Autónoma de Madrid.
** Departamento de Psicología Social, Universidad de Valencia.
*** Departamento de Estadística e Investigación Operativa, Universidad de Valencia.
Resumen
La Teoría de la Desorganización Social ha estudiado las relaciones entre la
criminalidad y la violencia y el entorno donde se produce. Los modelos jerárquicos
bayesianos espaciales proponen una metodología avanzada para estudiar la distribución
del riesgo de los problemas sociales en los vecindarios. En este estudio se utilizan estos
modelos para analizar tres tipos de problemas sociales en la ciudad de Valencia: delitos
relacionados con drogas, el maltrato infantil y la violencia de género. Se utilizaron los
modelos espaciales jerárquicos bayesianos para analizar cada uno de los problemas
sociales y se evaluó la influencia de diferentes variables del vecindario en el riesgo
espacial de estos problemas. Los resultados muestran cómo, independientemente del tipo
de problemática social analizada, tanto en el caso de fenómenos que ocurren en la calle,
como son los delitos relacionados con drogas, como en problemáticas que ocurren de
puertas adentro, como el maltrato infantil y la violencia de género, muestran una
distribución espacial, es decir, no están distribuidas aleatoriamente en la ciudad, sino que
hay áreas con mayor riesgo que otras. Además, estos patrones espaciales están
relacionados con las características de los vecindarios, que explicarían el riesgo desigual
en las diferentes áreas de la ciudad. En concreto, los barrios más desfavorecidos
socioeconómicamente y con mayor proporción de población extranjera, muestran mayor
riesgo de los diferentes problemas sociales. Los mapas de riesgo pueden ser muy útiles
para guiar las acciones locales, administrar de manera efectiva sus recursos y desarrollar
estrategias preventivas para los vecindarios con mayor riesgo.
Palabras clave: distribución espacial; modelos espaciales bayesianos; delitos
relacionados con drogas; maltrato infantil; violencia de género.

Abstract
The Social Disorganization Theory has extensively analysed the relationship
between crime and violence and the social environment where it occurs. The hierarchical
Bayesian spatial modelling proposes an advanced methodology to study the risk of social
problems in the neighbourhoods. This paper uses this approach to analyse three types of
social problems in the city of Valencia: drug-related crime, child maltreatment and
intimate partner violence against women. Different hierarchical Bayesian spatial models
were performed for each of these outcomes, and the influence of the neighbourhood-level

• Correspondencia/correspondence: miriam.marco@uam.es

Financiación/Funding: Este trabajo ha sido financiado por el Ministerio de Economía y


Competitividad (PSI2017-84764-P y PSI2014-54561-P) y por el Instituto de la Mujer (MUJER2012-
PI-152).

©2020 M. Marco https://doi.org/10.2478/9788395609596-023


PSICOLOGÍA JURÍDICA Y FORENSE: INVESTIGACIÓN PARA LA PRÁCTICA PROFESIONAL

variables in the spatial risk of these problems were assessed. The results showed that,
regardless of the type of social problem analysed, both in the case of problems that occur
in the street, such as drug-related crimes, and in problems that occur behind closed doors,
such as child maltreatment and intimate partner violence against women, they show a
spatial distribution, i. e., they are not randomly distributed in the city, but there are areas
with greater risk than others. In addition, these spatial patterns are related to the
neighbourhood characteristics, which would explain the unequal risk in the different areas
of the city. Specifically, neighbourhoods with higher concentrated disadvantage and
higher immigrant concentration show a higher risk of the different social problems. Risk
maps can be very useful to guide local actions, effectively manage the social resources
and develop preventive strategies for those neighbourhoods with higher risks.
Keywords: spatial distribution; spatial Bayesian modelling; drug-related crime; child
maltreatment; intimate partner violence against women.

Introducción

La teoría de la desorganización social sugiere que los vecindarios que muestran


rasgos de desorganización social (es decir, una mayor privación económica, mayor
movilidad residencial, y mayores niveles de heterogeneidad étnica), presentan a su vez
niveles más altos de criminalidad (Sampson y Groves, 1989). Los estudios de Shaw y
McKay, precursores de estas ideas, mostraron con sus estudios en la ciudad de Chicago
que en el centro de la ciudad, donde había más desorganización social, había más
delincuencia juvenil, y ésta se distribuía espacialmente de manera no aleatoria (Shaw y
McKay, 1942).
Inicialmente, la teoría de la desorganización social se basaba en tres factores
estructurales del vecindario: la privación económica, o bajo nivel económico, la alta
movilidad residencial, y la heterogeneidad étnica (Shaw y McKay, 1942). La privación
económica, medida con variables como la pobreza, el desempleo, o los bajos ingresos,
supondría una falta de recursos por parte de los residentes que conduciría a un mayor
aislamiento social. Por su parte, la inestabilidad residencial actuaría como barrera para el
desarrollo de redes sociales positivas en la comunidad. Por último, la heterogeneidad
étnica estaría relacionada con la delincuencia ya que puede generar conflictos entre los
residentes, que podrían ser en parte causados por los diferentes valores sociales e intereses
que comparten, lo que impide una organización comunitaria eficaz (Cullen y Agnew,
2011). Todos estos aspectos influirían de forma decisiva en el aumento de los problemas
del vecindario, la criminalidad o el desorden (Sampson y Groves, 1989).
Desde entonces, son muy diversos los estudios que se han realizado partiendo de
las ideas de Shaw y McKay, y muchas las temáticas exploradas. En general, estos estudios

318
PSICOLOGÍA JURÍDICA Y FORENSE: INVESTIGACIÓN PARA LA PRÁCTICA PROFESIONAL

se han centrado en analizar aquellos problemas que ocurren en espacios públicos. Esto
incluye, por ejemplo, la delincuencia juvenil (Browning et al., 2010; Law y Quick, 2013),
el homicidio (Morenoff, Sampson y Raudenbush, 2001; Thompson y Gartner, 2013) o
los delitos relacionados con drogas y alcohol (Marco, Gracia y López-Quílez, 2017;
Marco, Freisthler, Gracia, López-Quílez y Lila, 2017; Morris, Marco, Bailey, Ruiz, Im y
Goodin, 2019).
Estos estudios muestran cómo los barrios desfavorecidos socioeconómicamente
son aquellos que se relacionan en mayor medida con la criminalidad y otros problemas
sociales, incluso después de tener en cuenta características individuales (Sampson,
Raudenbush y Earls, 1997; Thompson y Gartner, 2013). La inmigración también se ha
relacionado con las tasas de criminalidad, y la investigación previa ha demostrado que
los niveles más altos de heterogeneidad étnica se relacionan con niveles más altos de
delincuencia (Sampson et al., 1997). De la misma forma, diversos estudios han
encontrado que una baja estabilidad residencial se relacionaría con más problemas
sociales, y los vecindarios con poblaciones más estables mostrarían tasas de criminalidad
menores que los vecindarios caracterizados por una población transitoria y cambiante
(Bursik y Webb, 1982).
Más recientemente, otra línea de estudios se ha centrado en analizar otro tipo de
problemática en los que la influencia del vecindario no parece tan evidente, puesto que
se desarrollan en la intimidad de los hogares, donde en principio puede parecer que el
vecindario es poco determinante. Nos referimos a la violencia en el ámbito de las
relaciones íntimas, que ocurre principalmente de puertas adentro, y donde destacan el
maltrato infantil y la violencia de género. En los últimos años ha comenzado a haber un
mayor interés en la explicación de los factores contextuales de esta violencia que ocurre
de puertas adentro y su análisis en los vecindarios (Gracia, López-Quílez, Marco, Lladosa
y Lila, 2014, 2015; Gracia, López-Quílez, Marco y Lila, 2017, 2018; Morris, Marco,
Maguire-Jack et al., 2019; Voith, 2019).

Avances metodológicos en el estudio de los problemas sociales y los vecindarios


A pesar del creciente número de estudios que ha examinado las influencias de los
vecindarios en los problemas sociales, son pocos los que han tenido en cuenta técnicas de
análisis espacial apropiadas para analizar los patrones espaciales en el riesgo de
problemas sociales y su asociación con variables explicativas de los vecindarios donde
tienen lugar (Gracia et al., 2015).

319
PSICOLOGÍA JURÍDICA Y FORENSE: INVESTIGACIÓN PARA LA PRÁCTICA PROFESIONAL

Ante esta limitación metodológica, en los últimos años ha surgido una nueva línea
de investigación que se centra en analizar la criminalidad y la delincuencia en los
vecindarios desde una perspectiva epidemiológica, utilizando para ello métodos
avanzados de análisis espacial (Gruenewald, Freisthler, Remer, LaScala y Treno, 2006;
Thompson y Gartner, 2013). En concreto, recientemente los modelos espaciales
Bayesianos están cobrando interés desde las ciencias sociales por sus ventajas respecto a
otro tipo de modelos (Gracia et al., 2015; 2017; 2018; Law y Quick, 2013; Marco, Gracia
et al., 2017; Marco, Gracia, López-Quílez y Lila, 2018). Los métodos Bayesianos de
análisis espacial son particularmente apropiados para el estudio de las influencias de los
vecindarios en las variaciones del riesgo en áreas pequeñas. Como los factores de riesgo
en los vecindarios tienden a agruparse en el espacio, los modelos jerárquicos Bayesianos
son de gran utilidad en los estudios que incorporan información geográfica para hacer
mapas de los componentes espaciales que expresen la variación del riesgo (Law, Quick y
Chan, 2014). Así, un creciente número de investigadores han comenzado a aplicar
métodos Bayesianos en el estudio de la criminalidad y la violencia en las relaciones
íntimas (Gracia et al., 2015; 2017; 2018; Law y Quick, 2013; Sparks, 2011).
Este estudio tiene como objetivo aplicar la metodología Bayesiana para realizar
modelos espaciales y analizar los mapas de riesgo de diferentes problemas sociales. Para
ello, se ha utilizado tres tipos de problemáticas diferentes, una de ellas que ocurre en el
espacio público (delitos relacionados con drogas) y dos que ocurren mayoritariamente de
puertas adentro, en concreto el maltrato infantil y la violencia de género.

Método

Área de estudio
Este estudio se realizó en la ciudad de Valencia. Se utilizó como unidad de medida
del vecindario el sector censal, que es la unidad administrativa más pequeña de la que se
dispone información proporcionada por el censo del Ayuntamiento de Valencia. El área
de estudio comprende 552 sectores censales, con una población total de 736.580
habitantes, según el censo de 2013, donde la media de población es de 1.334 personas por
sector censal. El sector más pequeño tiene una población de 630 personas y el más grande,
de 2.845 personas.

320
PSICOLOGÍA JURÍDICA Y FORENSE: INVESTIGACIÓN PARA LA PRÁCTICA PROFESIONAL

Variables de estudio
En este estudio, se estudiaron tres tipos diferentes de problemas sociales ocurridos
en los vecindarios:
- Delitos relacionados con drogas: Policías Locales de barrio con amplia
experiencia proporcionaron un índice de actividad policial indicativo del nivel de
intervenciones policiales relacionadas con drogas en cada sector censal (Marco et al.,
2017). Los policías baremaron el nivel de actividad policial relacionadas con drogas para
cada sector censal desde 0 (muy bajo) hasta 4 (muy alto). Este índice se utilizó como
proxy de los delitos relacionados con drogas.
- Maltrato infantil: El maltrato infantil se operativizó como el número de familias
con medidas de protección hacia el menor abiertas en el año 2015. Se registró la dirección
de la vivienda familiar. En los casos donde existían varias medidas abiertas hacia
diferentes menores de la familia, solo se tuvo en cuenta el primero de ellos. Esta
información se obtuvo de la Sección del Menor de los Servicios Sociales Municipales de
Valencia. En total, hubo 120 familias con expedientes de protección en el año 2015 (para
mayor detalle, ver Gracia et al., 2017).
- Violencia de género: Se recogió información de todas las órdenes de protección
por violencia de género abiertas en la ciudad de Valencia en el año 2018. Se geocodificó
la dirección donde ocurrieron los hechos conducentes a la orden de protección (para
mayor detalle, ver Gracia et al., 2015). En total, se trabajó con 808 órdenes de protección.

Variables del vecindario


Por otro lado, para capturar las covariables del vecindario de interés, se utilizaron
diferentes fuentes de información. En concreto, se accedió a información de la Oficina de
Estadística del Ayuntamiento de Valencia y de la Policía Local de Valencia. Además, se
recogió información observacional de los diferentes vecindarios de la ciudad.
- Indicadores socioeconómicos: Estatus socioeconómico (factor que comprende
diferentes variables altamente correlacionadas como indicadores económicos: Valor
catastral total medio de las viviendas posteriores a 1800, porcentaje de vehículos de alta
gama (> 16 CVF, caballos de vapor fiscales) respecto al total de vehículos, porcentaje de
actividades comerciales respecto al total de actividades económicas, porcentaje de
actividades financieras respecto al total de actividades económicas, nivel educativo,
porcentaje de población extranjera e inestabilidad residencial.

321
PSICOLOGÍA JURÍDICA Y FORENSE: INVESTIGACIÓN PARA LA PRÁCTICA PROFESIONAL

- Índice de criminalidad: la Policía Local de Valencia proporcionó datos sobre las


llamadas ciudadanas al servicio telefónico 092 relacionadas con seguridad ciudadana,
entre las que se incluyen alteraciones de la seguridad ciudadana, delitos contra la libertad,
delitos contra la propiedad, delitos contra las personas, o delitos contra la salud pública.
El número total de llamadas en cada sector censal se ponderó por la población del mismo
(Gracia, Marco, López-Quílez y Lila, 2018).
- Desorden físico: Dos investigadores entrenados realizaron una observación de
cada sector censal y completaron una escala de 13 ítems tipo Likert con 5 puntos de
respuesta (de 0 = no presencia, hasta 4 = muy presente), que incluye ítems como basura
en las calles, grafitis, casas o locales abandonados, zonas residenciales o de ocio muy
deterioradas, etc. Las observaciones se realizaron durante el horario de actividad
comercial (Marco, Gracia, Tomás y López-Quilez, 2015).
- Distancia a la comisaría de policía: Con el fin de tener en cuenta un posible
efecto disuasorio, se calculó la distancia euclídea en kilómetros entre el centroide de cada
sector censal y la comisaría o retén de Policía (tanto Nacional como Local) más cercana.
Valores más bajos de esta variable indican una mayor proximidad a una comisaría/retén,
y valores más elevados indican una mayor distancia a una comisaría/retén.

Análisis de datos
Se utilizó una perspectiva espacial, y para ello se ha seguido una aproximación
Bayesiana. Esta aproximación metodológica está siendo cada vez más utilizada desde
campos muy diferentes, debido principalmente a las ventajas que supone la inclusión de
información previa, que la estadística frecuentista no puede incluir en sus modelos, los
cuales están muy limitados a los datos. En concreto, se ha trabajado con modelos
jerárquicos espaciales Bayesianos (Bernardinelli, Clayton, Pascutto, Montomoli,
Ghislandi y Songini, 1995).
El efecto espacial se tuvo en cuenta mediante la adición de un efecto aleatorio de
autocorrelación espacial. La autocorrelación espacial hace referencia a que las tasas de
riesgo que encontramos en áreas cercanas están más relacionadas que aquellas áreas más
distantes (Banerjee, Carlin y Gelfand, 2004; Bernardinelli et al., 1995). Además, se
incluyó otro efecto aleatorio, conocido como heterogeneidad o sobredispersión. Este
efecto aleatorio identifica la diferenciación espacial de las unidades geográficas. Debido
a los pequeños valores que toman nuestros datos (en ocasiones, hay una gran presencia
de ceros, puesto que se trata de áreas muy pequeñas) es importante corregir y suavizar las

322
PSICOLOGÍA JURÍDICA Y FORENSE: INVESTIGACIÓN PARA LA PRÁCTICA PROFESIONAL

diferencias que pueden aparecer entre áreas, que no se deberían a una diferencia real sino
a un efecto de sobredispersión (Haining, Law y Griffith, 2009).
Como criterio de selección de variables, se consideraron relevantes aquellas
variables con una probabilidad a posteriori de mostrar una asociación positiva o negativa
con la variable respuesta superior al 80%. Este criterio ha sido utilizado en estudios
previos (Gracia et al., 2014; 2015; Marco, Freisthler et al., 2017; Marco, Gracia et al.,
2017).

Resultados

Delitos relacionados con drogas


Para evaluar la influencia de las variables del vecindario en los delitos
relacionados con drogas, se tuvo en cuenta el estatus socioeconómico, el deterioro físico,
el porcentaje de población extranjera, la inestabilidad residencial y la distancia a la
comisaría. Los resultados muestran una distribución espacial significativa, según la cual
las áreas con menores niveles de estatus socioeconómico y un mayor deterioro físico,
mayor porcentaje de población extranjera y mayor distancia a la comisaría más cercana
fueron aquellas que mostraron mayores delitos relacionados con drogas (ver Tabla 1).

Tabla 1. Modelo de regresión espacial de los delitos relacionados con drogas

Variables Media DT 95% ICr


Intercepto −1.285 0.217 −1.712, −0.893
Estatus socioeconómico −0.127 * 0.074 −0.279, 0.020
Deterioro físico 0.038 * 0.018 0.005, 0.072
% población extranjera 0.015 * 0.013 −0.012, 0.043
Inestabilidad residencial 0.000 0.001 −0.002, 0.002
Distancia a la comisaría 0.403 * 0.178 0.059, 0.730
Nota. * Probabilidad a posteriori de una asociación positiva o negativa > 80%; DT: desviación típica; ICr:
Intervalo de Credibilidad.

La Figura 1 muestra el nivel medio de delitos relacionados con drogas en cada


sector censal. Como podemos ver, existe un claro patrón espacial no aleatorio, con áreas
con altos niveles de delitos, y otras con niveles muy bajos. Específicamente, algunas áreas
en el norte y el este de la ciudad presentan mayor nivel de delitos relacionados con drogas,
algunas de ellas con probabilidades superiores al 80%, lo que indica que los agentes de
policía perciben que es necesaria una mayor intervención policial relacionada con las
drogas en dichas áreas. En cambio, en las zonas del Sur la probabilidad es mucho más
baja. Estos resultados sugieren que la estrategia policial debería ser especialmente

323
PSICOLOGÍA JURÍDICA Y FORENSE: INVESTIGACIÓN PARA LA PRÁCTICA PROFESIONAL

sensible a aquellas áreas de la ciudad que muestran una mayor percepción de las
intervenciones policiales relacionadas con las drogas.

Figura 1. Distribución espacial del nivel medio de delitos relacionados con drogas en cada
sector censal.

Distribución espacial del riesgo de violencia de puertas adentro: maltrato infantil y


violencia de género
Por otro lado, se estudió la distribución espacial de dos problemas que ocurren
mayoritariamente de puertas adentro: el maltrato infantil y la violencia de género. En
ambos casos, se consideró como variables del vecindario las siguientes: valor catastral,
porcentaje de población extranjera, inestabilidad residencial, índice de criminalidad y
nivel educativo.
Los resultados muestran cómo el vecindario influye a la hora de explicar las
variaciones espaciales de la violencia que ocurre de puertas adentro. La Tabla 2 muestra
los resultados de los modelos. En cuanto al maltrato infantil, las áreas con mayor riesgo
mostraban a su vez mayor porcentaje de inmigración, mayor índice de criminalidad y
menor nivel educativo. Respecto a la violencia de género, las áreas con menor valor
catastral y nivel educativo, y mayor porcentaje de población extranjera, inestabilidad
residencial e índice de criminalidad fueron aquellas que presentaron mayores riesgos de
violencia de género en el vecindario.
La Figura 2 muestra la distribución espacial del riesgo de maltrato infantil y
violencia de género. De nuevo, observamos unos patrones espaciales muy claros y
similares en ambos casos. En concreto, son las áreas del Este, y puntos concretos del

324
PSICOLOGÍA JURÍDICA Y FORENSE: INVESTIGACIÓN PARA LA PRÁCTICA PROFESIONAL

Norte y el Oeste de la ciudad donde se acumula un mayor riesgo tanto de maltrato infantil
como de violencia de género. El centro de la ciudad, en cambio, mostraría un riesgo muy
bajo de que se produzcan casos de violencia que ocurre mayoritariamente de puertas
adentro. Este patrón es muy diferente del observado en el caso de los delitos relacionados
con drogas.

Tabla 2. Modelo de regresión espacial del riesgo de maltrato infantil y violencia de género.

Maltrato infantil Violencia de género


Variables Media DT 95% ICr Media DT 95% ICr
Intercepto 3.739 1.612 0.55, 6.688 1.341 0.567 (0.169, 2.490)
Valor catastrala -1.814 3.769 -8.804, 5.134 -2.672* 1.224 -5.138, -0.251
% inmigración 0.027* 0.029 -0.029, 0.084 0.022* 0.011 0.001, 0.043
Inest. residencial 0 0.002 -0.004, 0.004 0.001* 0.001 -0.001, 0.002
Índ. 0.259* 0.341 -0.456, 0.887 0.197* 0.113 -0.029, 0.271
Criminalidad
N. educativo -1.326* 0.685 -2.627, -0.002 -0.419* 0.235 -0.892, -0.268
Nota. * Probabilidad a posteriori de una asociación positiva o negativa > 80%; ICr: Intervalo de
Credibilidad; DT: desviación típica; Inest. residencial: inestabilidad residencial; Índ. Criminalidad: índice
criminalidad; N. educativo: nivel educativo; a Esta variable fue dividida /1000 para evitar problemas de
convergencia en el modelo.

Figura 2. Distribución espacial del riesgo de maltrato infantil (izquierda) y de violencia de


género (derecha) en cada sector censal.

Discusión

Los resultados de este estudio muestran que, independientemente del tipo de


problemática social analizada, tanto en el caso de fenómenos que ocurren en el espacio
público, como son los delitos relacionados con drogas, como en problemáticas que
ocurren mayoritariamente de puertas adentro, como son el maltrato infantil y la violencia

325
PSICOLOGÍA JURÍDICA Y FORENSE: INVESTIGACIÓN PARA LA PRÁCTICA PROFESIONAL

de género, todos muestran una distribución espacial, es decir, no están distribuidas


aleatoriamente en la ciudad, sino que hay áreas con mayor riesgo que otras, y esta
distribución espacial está relacionada con ciertas características de los vecindarios que
explicarían el riesgo desigual en las diferentes áreas de la ciudad.
En línea con las investigaciones previas basadas en la teoría de la desorganización
social (Browning et al., 2010; Sampson et al., 1997; Shaw y McKay, 1942), hemos
observado que los barrios desfavorecidos socioeconómicamente son aquellos que
muestran un mayor riesgo de presentar diferentes problemas sociales. Desde las
formulaciones recientes de la teoría de la desorganización social se ha propuesto que
existen diferentes procesos del vecindario, principalmente la eficacia colectiva, los
vínculos sociales y las normas sociales y culturales que explicarían por qué estas
características del vecindario crean un “entorno de riesgo” (Beyer, Wallis y Hamberger,
2013; Pinchevsky y Wright, 2012). Una baja eficacia colectiva y unos limitados vínculos
sociales entre los vecinos pueden disminuir el control social informal en los casos de
violencia, y reducir la conducta de ayuda hacia las víctimas. De la misma forma, los
vecindarios cuyos residentes se encuentran aislados socialmente de otro tipo de personas
que comparten valores considerados positivos (como la desaprobación de la violencia)
pueden presentar un clima de tolerancia y aceptación de la violencia, lo cual reduce el
control social informal de la misma (Gracia y Tomás, 2014).
De la misma forma, la concentración de inmigrantes y la movilidad residencial se
han mostrado relacionados con algunos de los problemas analizados, si bien no en todos
los casos. Estas variables han mostrado tradicionalmente resultados contradictorios, con
algunos estudios que muestran una relación positiva (Bursik y Webb, 1982; Gracia et al.,
2014; 2015; Gruenewald et al., 2006; Sampson et al., 1997; Thompson y Gartner, 2013),
mientras que otros no han encontrado relación con estas variables (Gracia et al., 2014;
2015; Pinchevsky y Wright, 2012).
Los resultados que se presentan en este trabajo supone una importante aportación a
la literatura previa. En primer lugar, el área de estudio elegida (una ciudad del Sur de
Europa) aporta nuevas evidencias al estudio de los problemas sociales y los vecindarios,
puesto que la mayoría de la investigación proviene de países anglosajones, cuyos
resultados pueden estar influidos por la cultura predominante (Marco, Gracia, López-
Quílez y Freisthler, 2019). Por otro lado, se han utilizado sectores censales como unidad
de análisis del vecindario, que es la unidad administrativa disponible más pequeña, lo que
supone conseguir un grado de precisión que puede ser de gran utilidad para el diseño de

326
PSICOLOGÍA JURÍDICA Y FORENSE: INVESTIGACIÓN PARA LA PRÁCTICA PROFESIONAL

políticas de intervención y prevención específicas en áreas concretas, además, de reducir


el potencial sesgo ecológico, ya que esta resolución está más cerca del nivel individual
(Gracia et al., 2015). Por último, se ha utilizado una modelización Bayesiana para
explorar la conexión entre las variables del vecindario y los problemas sociales. Este tipo
de modelos son todavía muy novedosos en esta área, y permite controlar posibles sesgos
que surgen con otro tipo de aproximaciones, como son la sobredispersión y la
autocorrelación espacial (Haining et al., 2009).
A pesar de las ventajas de las técnicas utilizadas, también encontramos ciertas
limitaciones que cabe destacar. En primer lugar, otros indicadores socioeconómicos tales
como los ingresos, el porcentaje de personas que viven por debajo del nivel de pobreza,
o las tasas de desempleo, y otras variables que pueden estar mediando como la eficacia
colectiva, los vínculos sociales o las normas sociales y culturales no estuvieron
disponibles para este estudio. Por otro lado, el hecho de haber trabajado solo con una
ciudad del sur de Europa hace que sea especialmente relevante ser cautos a la hora de
establecer conclusiones o se hacen inferencias. Es esencial llevar a cabo nuevos estudios
utilizando una perspectiva similar en otras ciudades del sur de Europa, con el fin de poder
comparar los resultados obtenidos y poder realizar conclusiones sólidas.
Los resultados obtenidos pueden ser de gran utilidad para la planificación y
evaluación de estrategias de prevención de los agentes locales como pueden ser los
Servicios Sociales, el Ayuntamiento, o la Policía Local. El conocimiento de las áreas
donde se encuentra un riesgo mayor de ocurrencia de estos problemas sociales puede ser
muy útil para guiar las acciones locales, administrar de manera efectiva sus recursos y
desarrollar estrategias preventivas para los vecindarios con mayores riesgos. De esta
forma, se podrían analizar las áreas donde el riesgo es mayor, centrándose en aquellos
lugares donde hay una mayor presencia de las características de los vecindarios
relacionadas con ese alto riesgo. Trabajar con los factores de riesgo del vecindario e
intervenir sobre ellos puede ser una forma indirecta de prevenir los problemas sociales
relacionados.

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330
INTRODUCCIÓN
LA PERSPECTIVA PSICOSOCIAL DEL RIESGO Y LAS
CATÁSTROFES
JUAN IGNACIO ARAGONÉS
Facultad de Psicología
Universidad Complutense de Madrid
Presidente PSICAMB

Abrir un capítulo introductorio sobre la percepción del riesgo y los desastres se


hace arduo a tenor de la numerosa bibliografía que ha surgido en los últimos 30 años.
A nada que uno observa las revistas especializadas en el campo tales como Risk
analysis o Journal of Risk Research, se pueden observar nuevos temas y campos de
intervención que por sí solos ya merecen un trabajo monográfico. Del mismo modo
surge el campo de los desastres, tanto antes, durante o después de la crisis; como
ejemplo de este campo se encuentran revistas como: International Journal of Disaster
Risk Reduction o Journal of Contingencies and Crisis Management. Por tanto, en este
capítulo se van a tratar algunas cuestiones generales que de alguna manera aparecen
reflejadas a lo largo del volumen y que pueden sugerir alguna reflexión.
El libro está repleto de evidencias empíricas sobre diferentes campos en nume-
rosos desastres que han tenido lugar mayoritariamente en Latinoamérica. Los
capítulos prestan, lógicamente, mayor atención a los resultados del trabajo que al
background que soporta cada investigación empírica. En muchos de los contextos
en los que se ha llevado la investigación de los correspondientes capítulos no está
muy desarrollada la “cultura de la seguridad”, tal y como la entiende Pidgeon

19
Juan Ignacio ARAGONÉS

(2007); esta “cultura de la seguridad” es más propia de las sociedades más desa-
rrolladas ya que son muy sensibles a los potenciales peligros que pueden sufrir,
pero en absoluto esto quiere decir que no existan peligros en las sociedades menos
desarrolladas y que éstas estén cada vez más preocupadas de la seguridad.
No se trata en este momento de contextualizar el conjunto de temas tratados a lo
largo del volumen sino de dar unas breves pinceladas sobre cuestiones conceptuales
a modo de introducción en un volumen de carácter fundamentalmente empírico.
Dos campos van a ser presentados de forma diferenciada, porque así vienen siendo
mayoritariamente tratados por la literatura. En primer lugar, se prestará atención a
la percepción del riesgo y en segundo término a los desastres.
Con respecto al primero de ellos, ha de comenzarse reconociendo que el térmi-
no “percepción del riesgo” es un término ampliamente reconocido en la literatura
psicológica y tiene una fuerte implantación en el discurso social; de tal manera
que necesita de ciertas precisiones en lo que a su significado se refiere, ya que se
ha dado por supuesto el constructo haciendo definiciones operativas muy diversas.
Bien podría comenzarse con las cuatro acepciones de riesgo – risk – que hacen
los investigadores según Slovic (2002): 1) El riesgo como fuente de peligro, 2) El
riesgo como probabilidad. 3) El riesgo como consecuencia y, 4) El riesgo como
adversidad o amenaza. Esta variedad de significados, tanto en el lenguaje coloquial
como en el científico, muestra la polisemia del concepto dejando al contexto que
fije en cada caso el significado real que se le asigna.
En una obra de referencia en español llevada a cabo por Puy (1995) se hace un
recorrido por las diferentes acepciones del concepto de riesgo, diferenciando entre
riesgo aceptable y tolerable, entre riesgo objetivo y subjetivo, y donde se analiza
también el riesgo percibido por los expertos y los legos sobre las mismas cuestiones.
Más adelante la autora pasa a repasar diferentes definiciones de percepción del riesgo
y debate cómo unas prestan atención al carácter probabilístico de que un evento suce-
da como hacía Lee (1983), o un enfoque desde las actitudes como establece Otway
(1980), o en una versión más de carácter multidimensional como es la suministrada
por Pigdeon, Hood, Jones, Turner y Gibson (1992). Obviamente la opción por una
definición supone recorrer caminos diferentes a la hora de plantear la investigación.
En ningún caso se plantea una oposición entre ellas sino más bien se ofrecen diversos
aspectos del constructo a tener en cuenta cuando se aborda la investigación empírica.
No obstante, a pesar de las divergencias hay un consenso entre los autores (p.ej.:
Pidgeon et al, 1992 y Puy, 1995) en aceptar el planteamiento de Yates y Stone
(1992), quienes entienden el riesgo como la probabilidad de sufrir un daño y de su
evaluación subyacen tres dimensiones: las pérdidas, el significado de las pérdidas
y la incertidumbre asociada a las mismas. Las primeras se operativizan a través de
indicadores que se establecen en función de criterios supuestamente “objetivos”

20
Introducción

(p. e. número de muertos). La segunda, se define a partir del marco de referencia


desde donde se perciben las pérdidas y, por tanto, se encuentra sometida a procesos
psicológicos y sociales. Finalmente, el concepto de incertidumbre está más próximo
al concepto de la probabilidad de que la pérdida tenga lugar.
La complejidad del constructo percepción del riesgo ha llevado a articular nume-
rosos discursos científicos tratando de abordarlo desde las diferentes Ciencias Socia-
les, ya que el componente contextual está fuertemente vinculado al mismo, tanto en
la forma de entender el riesgo como a la hora de valorar la fuente de peligro. Ante
tal complejidad del término, quizá resulta en este momento interesante recordar que
Johnson (2002) propone como etiqueta más amplia “valoración del riesgo” ya que
aparecen numerosas variables moduladores a la supuesta “percepción del riesgo” y
de esta forma dar cabida a todas las dimensiones psicológicas y psicosociales. Sea
como fuere, y aceptando que el término “percepción del riesgo” es el dominante
en la literatura sobre el tema, y dado que en la mayoría de los casos se encarga el
contexto donde se produce el evento de precisar de forma operativa qué se entiende
por él; se acepta en lo sucesivo la expresión “percepción del riesgo”.
A la luz de lo expuesto hasta aquí, se pueden atisbar las complejidades y por
tanto las dificultades con que se encuentra este tema de estudio. A pesar de ello, se
conocen muchos aspectos sobre cómo se valoran los riesgos tanto en lo relacionado
con el proceso como en lo relacionado con el contenido o producto. No obstante,
hay todavía muchos lados oscuros que a veces ponen en cuestión las luces que
parecen incontestables.
La percepción del riesgo es fundamentalmente de carácter social. No hay razón
para suponer que las creencias y los valores que están relacionados con las fuentes
de riesgo en el nivel personal, son diferentes de creencias y valores más generales,
aunque, sin duda, en el nivel individual aparecerá el aspecto idiosincrásico. No
obstante, hay algunos aspectos de carácter personal que resultan interesantes de
cara a actuar ante la amenaza y seguridad. Según el riesgo se considere individual
o social, las representaciones cognitivas, los aspectos emocionales, así como las
implicaciones políticas serán diferentes para un caso y otro. Por tanto, es necesario
establecer previamente el nivel de análisis en el que se va a analizar la percepción
del riesgo para diseñar las estrategias adecuadas para el estudio de la percepción,
comunicación y gestión del riesgo. Todos los enfoques evidencian diferencias de
percepción del riesgo en las personas y en los grupos, aunque, obviamente, los más
psicológicos tratan de buscar la generalización en el nivel personal y los más cultu-
ralistas inciden más sobre las diferencias y similaridades en creencias y conductas
entre diferentes grupos culturales. Por consiguiente, según sea el modelo con el que
se va a estudiar la percepción del riesgo, así resultan de implícitas o explícitas las
dimensiones sobre las que se fundamenta su comprensión.

21
Juan Ignacio ARAGONÉS

Tres grandes enfoques han estudiado la percepción del riesgo, uno de ellos son
los Enfoques individualistas entre los que destacan los trabajos de Tversky y Kah-
neman (1974) y Kahneman, Slovic y Tversky, (1982) sobre los sesgos y heurísticos
en la percepción, principalmente los relacionados con el sesgo de disponibilidad y el
sesgo de la sobreconfianza. También destacan bajo este enfoque los trabajos sobre
la teoría prospectiva de la decisión bajo riesgo de Kahnemann y Tversky (1979).
En este caso se trata de estudiar el proceso de toma de decisión en condiciones de
incertidumbre. Otro modelo que toma interés bajo este enfoque o nivel de análisis
es el denominado “modelos mentales” (Bostrom, Fischhoff y Morgan, 1992), con él
se trata de estudiar las representaciones psicológicas que las personas tienen sobre
algún dominio de conocimiento. Este enfoque de carácter cualitativo persigue obte-
ner representaciones de los niveles del riesgo y conocer cómo se entiende la fuente
de peligro, cómo se perciben los potenciales efectos y cómo evitarlos o reducirlos.
Dentro del Enfoque psicosocial destacan la aproximación actitudinal que se
corresponde con el estudio psicosocial clásico de medida y cambio de actitudes (p.
ej: Otway,1980 y Eiser, Vander Plig y Spears, 1995) y el denominado “paradigma
psicométrico” desarrollado por Fischhoff, Slovic, Lichtenstein, Read y Comb (1978).
Este último, estudia aquellas características cualitativas correspondientes a las fuentes
de riesgo - actividades, tecnologías, sustancias, etc. – y su poder explicativo sobre
la magnitud del riesgo percibido. Este modelo ha sido replicado en numerosos paí-
ses tal y como recoge Neto y Mullet (2000). Además, uno de sus objetivos ha sido
desarrollar taxonomías de las fuentes de riesgo en función de la magnitud del riesgo
percibido. Así, en un trabajo llevado a cabo por Aragonés, Moyano y Talayero (2008)
se pone de manifiesto que tanto participantes chilenos como españoles, estimaron que
la magnitud del riesgo dependía de la categoría a la que se asignaba cada fuente de
riesgo. Como señala Slovic (1992) este modelo intenta hacer un mapa de la “persona-
lidad” de las fuentes de riesgo; es decir, identificar el patrón de cualidades percibidas
que caracterizan a cada fuente de riesgo. Dos dimensiones subyacentes fueron las que
aparecieron en los primeros estudios. “Desconocido” de carácter más bien cognitivo y
“Temor” de carácter afectivo. Aunque la literatura las considera de interés relevante,
estas dimensiones no son totalmente independientes como señala Puy (1995) sino que
dependen de las fuentes de riesgo incluidas en la lista.
El tercer nivel de análisis se relaciona con un Enfoque cultural. Éste entiende
que todas las expresiones de riesgo están derivadas de asunciones y procesos socia-
les o institucionales, esto es, el riesgo es socialmente construido. Ello se debe a que
la teoría cultural de percepción del riesgo parte de que las actitudes hacia el riesgo
y el daño varían según los contextos culturales donde se produce el peligro, lo que
supone que las actitudes y las creencias son compartidas por los grupos.

22
Introducción

Dentro de este enfoque destaca la teoría cultural de Douglas (1986) y el modelo


de la amplificación social del riesgo de Kasperson, Kasperson y Renn (1992). Ambos
ofrecen un marco interpretativo de carácter general, lo que dificulta el desarrollo
de trabajos empíricos que los pongan a prueba. Sin embargo, suponen un lugar de
reflexión sobre el que llevar a cabo numerosa investigación empírica sobre percep-
ción del riesgo y ofrecer la aparición de insights, que subyacen dicho fenómeno.
Aunque hoy en día muchas de las diferencias pueden estar relacionadas con aspec-
tos sociodemográficos más que propiamente culturales ya que, al menos en la socie-
dad occidental, la gran mayoría de los agregados disfrutan de los mismos o parecidos
sistemas de valores y creencias. Desde otra perspectiva, pero en la misma línea, se
pronuncia Vaughan (1993) cuando señala que la percepción del riesgo está influida
por las características personales de los perceptores y el contexto de su percepción.
Quizá resulte interesante en el epílogo de este apartado, aunque sea de pasada,
citar en esta introducción el texto de Lobera (2017), quién a lo largo del libro reco-
ge un conjunto de temas muy actuales en los que la percepción del riesgo es central.
Entre ellos cabe destacar los llamados nuevos retos científicos tales como las plan-
tas modificadas genéticamente, la clonación, la biotecnología, el fracking, etc. El
desarrollo científico de estas áreas de investigación y desarrollos tecnológicos están
llevando a estudiar la percepción del riesgo desde el “principio de precaución” y
no el de “confianza” en la tecnociencia (Espluga, 2017) lo que supone una nueva
vía de investigación.
El segundo de los ámbitos, o primero según se mire, de este volumen se rela-
ciona con los desastres, un campo en el que los estados se encuentran abocados a
invertir cada día más en seguridad, nada más basta con observar cómo durante el
último cuarto del siglo pasado las catástrofes fueron objeto de mucha investigación.
No obstante, el recorrido que aún queda es muy grande dado que las sociedades
se encuentran cada vez más con riesgos y con potencial catastrófico más grande.
El estudio sistemático de los desastres tiene más de un siglo de existencia, desde
que Prentice (1920) estudiara la explosión ocasionada por una colisión de barcos,
uno de ellos con munición, en Halifax, Nueva Escocia. Con posterioridad, han
venido estudiándose los desastres de forma sistemática con mayor o menor profun-
didad, generándose un estudio de carácter transdisciplinar en los que la Sociología,
la Geografía y la Psicología, por señalar algunas, se han ido preocupando de dife-
rentes aspectos de este fenómeno. Una revisión en profundidad de cómo ha sido
este recorrido a lo largo del último siglo, ha sido llevada a cabo por Cortés (1999).
En ella se presta atención a los modelos que permiten estudiar los desastres como
un fenómeno holístico que afecta a las personas y cómo son afectados por las con-
ductas humanas, como es en el caso de los errores humanos o por el denominado
“periodo de incubación” de Turner (1978), entre otros. En síntesis, se puede afirmar

23
Juan Ignacio ARAGONÉS

que la revisión que hace esta autora es un documento de interés para conocer cómo
se ha ido desarrollando a lo largo del tiempo el estudio de este fenómeno.
Los desastres que han dado lugar a una mayor difusión en la literatura científica
han sido grandes catástrofes divulgadas por los media internacionales, lo que apoya
la idea de que este campo de investigación se orienta más por el problema que trata
que por la teoría que pudiera desarrollar. Así catástrofes como Seveso en 1976,
ThreeMille Island en 1979, Chernobyl en 1986, Exxon Valdez en 1989, 11 de Sep-
tiembre en 2001 y el huracán Katrina en 2005, son catástrofes que han dado lugar
a numerosa investigación sobre desastres desde múltiples perspectivas y prestando
atención al antes, durante y después del desastre. No obstante, junto a estas gran-
des catástrofes otras, importantes pero con menor impacto mediático, también han
supuesto un avance para este campo, sirva como ejemplo este volumen en el que se
desarrolla mucha investigación empírica dirigida a entender cuestiones relativas a
los desastres que han afectado a multitudes de personas aunque estas hayan tenido
un impacto menos internacional. Este desarrollo científico reclamado desde el pro-
blema, demanda soluciones que suponen, al igual que en la percepción de riesgo, la
necesidad de legitimar al poder político. Por tanto, la solución a los desastres ha de
contemplarse desde una relación entre la tecnología, la cultura en donde se produce
el desastre y las características de la sociedad, como señala Quarentelli (1993).
Uno de los ámbitos de estudio de los desastres que toma especial relevancia en
los últimos tiempos son los denominados naturales, especialmente desde que Nacio-
nes Unidas declarara los años 90 como década Internacional para la Reducción de
los Desastres Naturales. Este libro recoge numerosos ejemplos que confirman este
auge y pone en evidencia lo que pronosticaba Quarentelli (1993) cuando advertía
que los desastres naturales serían cada vez más y peores. Quizá por ello puede tra-
tarse en esta introducción, aunque sea de forma somera, el problema que supone en
los últimos años el cambio climático tanto en el ámbito de la política, y como de
las ciencias naturales y sociales.
Sin duda este campo de estudio se ve altamente influido por los problemas
ambientales que aparecen en el discurso de la sociedad occidental. Hace unos años
estuvo de moda la “pérdida de capa de ozono” y era fácil observar como este fenó-
meno tenía su repercusión en las ciencias sociales, con posterioridad se “olvidó”
este tema para tomar relevancia el “Desarrollo Sostenible”. Y, en la actualidad este
ha sido “sustituido” por el “Cambio Climático”. Los tres fenómenos son “invisi-
bles” a la mayoría de los seres humanos y los impactos reales se encuentran muy
distantes en el espacio y/o en el tiempo del ciudadano medio. Podría decirse que
cualquiera de los tres temas ambientales señalados es de una gran complejidad y
están llenos de incertidumbre. El último de ellos ha sido objeto de un informe por
parte de la American Psychological Association (2009) en el que se hace una revi-

24
Introducción

sión de las aportaciones con las que la Psicología puede contribuir a fin de evitar
el cambio climático. Más recientemente, Corral, Frías y Caso (2017) han publicado
una monografía sobre la forma que en la psicología aborda este problema.
En general, el cambio climático es difícil de percibir para el urbanita medio ya
que se encuentra alejado del medio natural y los propios sistemas sociales hacen
difícil que el público en general entienda su papel específico con respecto al clima
(Fielding, Hornsey y Swim, 2014). No obstante, Fielding et al. proponen que, si
las personas perciben el presente y el futuro cercanos y/o si se acortan las distancia
entre el “yo” y los “otros”, entonces en alguna medida se está en condiciones de
facilitar comportamientos que eviten el cambio climático. Desde el primer punto
de vista se encuentran trabajos como el de Pahl y Bauer (2013) que presta atención
a la toma de perspectiva de futuro que ocasionan los problemas ambientales para
aumentar el compromiso ambiental presente. Y, desde el segundo, cabe citar el
trabajo de Scannell y Gifford (2013) que se centra en la importancia de las conse-
cuencias de la conducta sobre el medioambiente local para facilitar un compromiso
con el cambio climático. Un trabajo que bien podría considerarse novedoso, funda-
mentado en el modelo del “futuro Colectivo” (Bain, Hornsey, Bongiorno, Kashima,
y Crimston, 2013), es el llevado a cabo por Bain et al (2016) en el que con más
de 7.000 participantes de 24 países muestran resultados consistentes en términos
de que según se piense que será la sociedad en el futuro así se lucha en el presente
sobre el cambio climático, así serán sus conductas proambientales presentes tanto
en el ámbito personal como en la participación ciudadana.
Sin duda el Cambio Climático resulta ser en estos momentos uno de los temas
centrales en el ámbito de la Psicología Ambiental como señala Gifford (2014) en su
reciente revisión sobre la disciplina, y al parecer con largo recorrido según se des-
prende del crecimiento exponencial de publicaciones – más de 700 artículos desde
el año 2000 - recogidas por la base Psycinfo. Se puede concluir sin duda que en el
momento presente es uno de los campos en los que centra su atención la investigación
y del que se pueden esperar novedades interesantes dada la magnitud del fenómeno.

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REGIÓN Y SOCIEDAD / VOL. XV / NO. 26.2003

Derechos reservados de El Colegio de Sonora, ISSN 0188-7408

Percepción de riesgos, conducta proambiental


y variables demográficas
en una comunidad de Sonora, México*

Víctor Corral Verdugo**


Martha Frías Armenta
Daniel González Lomelí

Resumen: Se estudiaron las respuestas que dieron 200 habi-


tantes de una ciudad del norte mexicano a un instru-
mento que investigaba el grado de riesgo percibido en
84 situaciones. Éstas incluían peligros potenciales debi-
dos a la naturaleza, uso de tecnologías, conductas cri-
minales y comportamientos personales de riesgo. Los
sujetos calificaron qué tan peligrosa era cada situación
para el medio ambiente físico (riesgo ambiental), para
la sociedad (riesgo social) y para sí mismos (riesgo
personal). Se examinaron,asimismo, conductas de cui-
dado del medio ambiente reportadas por los sujetos, y
algunas variables demográficas. De acuerdo con tres
modelos de regresión múltiple, la percepción de ries-
gos ambientales parece desembocar en conductas de
cuidado del ambiente, lo cual no sucede con la percep-

* Este estudio se realizó gracias a los auspicios del CONACyT. Los autores agrade-
cen la colaboración de Dulce Baldenegro, Leticia Contreras,Andrea Leyva, Lucía Lu-
zanía y Laura Sánchez.
** División de Ciencias Sociales de la Universidad de Sonora. Se le puede enviar
correspondencia a Universidad de Sonora, Blvd. Luis Encinas y Rosales s/n. Hermo-
sillo, Sonora,México, C.P. 83000.Correo electrónico: corral@rtn.uson.mx
50 REGIÓN Y SOCIEDAD /VOL. XV /NO. 26.2003

ción de riesgos sociales y personales. En los tres casos,


se encontró que las personas de mayor edad y con in-
gresos económicos más bajos perciben un mayor
riesgo ambiental, social y personal. Se analizan estos
resultados en el marco de posibles estrategias de pre-
vención y afrontamiento de riesgos para el ambiente,
la sociedad y los individuos en particular.

Palabras clave: Percepción de riesgos, conducta proambiental,de-


mografía, México.

Abstract: Responses of 200 northern Mexicans to a question-


naire investigating the perceived risk from 84 situa-
tions were studied. These included potential natural
hazards, use of technologies, criminal behaviors and
personal risky actions. Participants determined how
much danger every situation represented for the phys-
ical environment (environmental risk), for their soci-
ety (social risk), and for themselves (personal risk). In
addition, pro-environmental behaviors were self-
reported by each participant, and their demographic
information was recorded. Results from three multiple
regression models revealed that perception of envi-
ronmental risk seemed to result in environmentally
protective behaviors, but perceptions of social and
personal risks did not. In the three cases, older peo-
ple and individuals of lower income perceived a high-
er environmental, social and personal risks. These
results are discussed in terms of possible preventive
and remedial strategies for coping with these types of
risk.

Key words: Perception of risk, pro-environmental behavior,


demographics, Mexico.
CORRAL/PERCEPCIÓN DE RIESGOAMBIENTAL , SOCIAL Y PERSONAL 51

Introducción

El ser humano enfrenta peligros ambientales de manera cotidiana.


Los fenómenos naturales de tipo meteorológico (huracanes, tor-
nados,inundaciones), los terremotos, las plagas y las epidemias lo
han acompañado desde siempre. Además, con sus acciones y tec-
nologías actuales, hombres y mujeres son responsables en buena
medida de la degradación ambiental, la cual se ha manifestado co-
mo una amenaza a la vida en la Tierra: hemos propiciado un so-
brecalentamiento en el planeta, extinguimos especies animales y
vegetales a niveles nunca antes vistos, contaminamos el aire, la tie-
rra, el agua y hacemos mal uso de los recursos naturales, muchos
de los cuales no son renovables (McKenzie-Mohr y Oskamp,
1995;Stork,1997; Oskamp, 2000). El daño al ambiente es un da-
ño para nosotros mismos, dado que formamos parte de él. Los
problemas ambientales producto de la acción humana son, enton-
ces, otra fuente de peligro para los individuos.
La violencia entre sujetos y entre grupos humanos se constitu-
ye en una fuente importante de riesgos. La guerra, producida
por la ambición, las diferencias ideológicas y religiosas o el ac-
ceso a recursos naturales,es uno de esos riesgos (Renner, 1999).
En las ciudades, la inseguridad que generan las altas tasas de de-
litos como el robo a mano armada, el secuestro y los asesinatos es-
tá presente en la vida cotidiana de los pobladores (Herbert, 1992;
Wilson, 1987). La violencia que ejerce el narcotráfico se experi-
menta en prácticamente todas las regiones del orbe. El terrorismo,
la violenta plaga del siglo XX que parece cobrar mayor fuerza en el
siglo XXI, inquieta también, de manera global, a ciudadanos de to-
das las naciones del mundo.
La psicología ambiental, rama de la psicología que estudia la
interacción entre la conducta humana y diversas facetas del entor-
no sociofísico (Aragonés y Amérigo, 1998), ha dedicado un área
de investigación al estudio de las formas en las que los individuos
enfrentan los riesgos antes descritos. Dentro de ese campo se
examina, por un lado, la percepción que tienen los individuos de
52 REGIÓN Y SOCIEDAD /VOL. XV /NO. 26.2003

esos riesgos y, por el otro, la manera en la cual dicha percepción


afecta las conductas con las que los sujetos afrontan los riesgos.
Los estudios de percepción de riesgo analizan los juicios que
las personas realizan cuando se les solicita que valoren el grado de
peligrosidad de actividades consideradas como peligrosas o ame-
nazas naturales o el uso de tecnologías (Slovic, 1987; Pidgeon,
1991; Martínez-Torvisco y Hernández, 1994). Al vivir en una
“sociedad de riesgos” (Giddens, 1993; Puy, 1994), los seres
humanos son susceptibles no sólo a los efectos que los peli-
gros ambientales entrañan de manera real, sino también a la
anticipación de esos efectos. La percepción de riesgos am-
bientales es determinante del grado de preparación que los
individuos tienen para enfrentar de manera efectiva los peligros
y catástrofes y, por lo tanto, también de las respuestas inadecua-
das que esos individuos puedan dar ante el problema ambiental
real (Baldassare y Katz, 1992; Rochford y Blocker, 1991; Syme,
Beven y Sumner, 1993 ).
Algunos investigadores señalan que la participación en el cui-
dado del ambiente depende en gran medida de la naturaleza y la
fuerza de las amenazas ambientales. Éstas pueden percibirse como
riesgos para la integridad humana, de manera tal que propicien
emociones de miedo o motiven respuestas racionales al enfrentar
los problemas que amenazan al sujeto y a los suyos. En otras pa-
labras, la percepción del riesgo ambiental se constituye en un
importante factor motivacional para cuidar el entorno y, por lo
tanto, para cuidarse a sí mismo y a las personas cercanas a uno.
Suárez (1998) plantea que la percepción de las condiciones am-
bientales implica un proceso de evaluación de la calidad ambien-
tal, lo cual lleva a los individuos a ponerse en la situación de lo
que pasaría si esa calidad ambiental se deteriorase.
De acuerdo con la bibliografía existente (Rochford y Blocker,
1991; Evans y Cohen, 1987), los testigos de una amenaza am-
biental, como la contaminación, pueden responder de una forma
racional (cognoscitiva) o de una manera emocional. Algunos au-
tores señalan que la estrategia de afrontar de manera emocional
CORRAL/PERCEPCIÓN DE RIESGO AMBIENTAL, SOCIAL Y PERSONAL 53

inhibe la acción proambiental, dado que el individuo se ocupa


más en afrontar sus temores que en buscarle solución a los pro-
blemas que lo causan (Rochford y Blocker, 1991; Syme et al.,
1993). Según Rochford y Blocker (1991), afrontar de manera ra-
cional es más efectivo, ya que lleva al individuo a usar estrategias
de solución a los problemas ambientales, por lo tanto, ante una
amenaza proveniente de fenómenos “naturales” o ante una que es
producto de la degradación ambiental, es más provechoso dotar
a los individuos de estrategias que los lleven a enfrentar las causas
de la amenaza, evitando infundir emociones negativas de temor o
intranquilidad. También, de acuerdo con Rochford y Blocker
(1991), si los sujetos valoran que la fuente del peligro ambiental
es de carácter natural y controlable, desarrollan estrategias de ac-
ción y protesta (ante autoridades o responsables de organismos de
protección civil), como medidas para prevenir los riesgos de un
futuro desastre. De esta manera, es importante conocer cuáles son
los riesgos ambientales que la población considera como los más
serios, de forma que los organismos pertinentes puedan dotarlos
de la información y las destrezas necesarias para enfrentar con éxi-
to esos riesgos. También es fundamental conocer qué variables
personales y sociales son predictores de los juicios de peligrosidad
ambiental que los individuos establecen. Al conocer esos predic-
tores sería posible establecer qué condiciones (educativas o de in-
tervención social) y qué tipos de personas son más proclives a
percibir diferentes niveles de riesgo ambiental y si esos juicios son
importantes en sus estrategias de cuidado del ambiente.
Tratando de probar la hipótesis de que los riesgos ambientales
percibidos son un predictor significativo del comportamiento
proambiental, Baldassare y Katz (1992) investigaron qué tan se-
rios consideraban las personas los problemas de contaminación y
cómo se involucraban en conductas de protección del medio. Los
autores encontraron que la percepción de amenaza ambiental fue
un predictor más potente de las conductas proecológicas que un
conjunto de variables demográficas y políticas. Sus resultados con-
cuerdan con la noción de que los factores motivacionales, incluso
54 REGIÓN Y SOCIEDAD / VOL. XV / NO. 26.2003

la preocupación por el medio, son variables más ligadas a la con-


servación que otros factores de naturaleza social (Hines, Hunger-
ford y Tomera, 1987).
Los propósitos del presente estudio son los de describir cómo
perciben los habitantes de una comunidad del estado de Sonora,
México, diferentes riesgos para el ambiente físico (naturaleza o
ambiente), el ambiente social (la comunidad o sociedad) y la
propia persona, investigando qué características personales (de-
mográficas) se relacionan con los niveles de percepción de ries-
gos, y cómo esa percepción afecta los esfuerzos de las personas
para cuidar cualitativa y cuantitativamente los recursos naturales
de su entorno.
Con esta información, se pretende dar inicio a una serie de in-
vestigaciones acerca de la manera en la que los habitantes de So-
nora identifican una variedad de peligros ambientales y cómo
pueden sus percepciones servir como respuestas efectivas para
afrontar los riesgos que el entorno les depara.

Método

Participantes

Participaron 200 personas residentes de la ciudad de Hermosillo,


Sonora. Los sujetos constituyeron una muestra al azar que se ubi-
có en lugares públicos y centros comerciales de zonas represen-
tativas de los estratos socioeconómicos bajo, medio y alto de la
ciudad. El procedimiento de selección incluyó los siguientes pa-
sos: primero se realizó un cálculo del número de personas que
ingresaban por hora en el centro comercial o en un área selec-
cionada dentro de un lugar público (parque, iglesia); después
se determinó una muestra intervalar dividiendo el número de
participantes que entraban al centro por el número calculado en
el primer paso. El resultado de la división nos indicó qué núme-
ro de personas debía entrevistarse en una hora en particular (Ma-
CORRAL/PERCEPCIÓN DE RIESGO AMBIENTAL, SOCIAL Y PERSONAL 55

rans, 1990). Del total de la muestra, 64% fueron mujeres y 36%


hombres. Un 77% de los participantes poseía casa propia. El ran-
go de edad iba desde 12 hasta 75 años, con una media de 25 (D.
E.=9.6), mientras que el nivel educativo variaba desde la educa-
ción primaria hasta la formación profesional. La media de ingre-
so familiar mensual fue de $6,401.00 (D .E.=$5,234.00) y la del
número de personas en casa fue de 4.2 (D. E.=1.5).

Instrumento

Se utilizó un cuestionario que constaba de 107 reactivos, de los


cuales 84 se referían a situaciones de amenaza o riesgo que los
sujetos evaluaban, 16 eran auto-reportes de conductas proam-
bientales y 7 eran reactivos que se referían a información demo-
gráfica. Con respecto a las amenazas ambientales, se empleó el
inventario de agentes de riesgo de Martínez-Torvisco y Hernán-
dez (1994), el cual fue adaptado a las condiciones ambientales de
la comunidad investigada. Se incluyeron reactivos referidos a la se-
quía,carencia de agua, salinización de suelos agrícolas, etcétera, y
se eliminaron otros que no corresponden a las condiciones del
entorno estudiado (rascacielos, pantanos, etcétera). Los partici-
pantes evaluaban en qué medida el peligro representaba un ries-
go para la sociedad, para el medio ambiente físico o para ellos
mismos. Esta evaluación la realizaban empleando una escala del
0 al 10, en donde 0 implicaba “ningún riesgo” y 10 “el máxi-
mo riesgo”.
Para evaluar el comportamiento proambiental, se empleó la es-
cala de conductas protectoras del ambiente de Corral, Hess, Her-
nández y Suárez (2002), validada en la población estudiada. Ésta
se compone de 16 reactivos que detallan conductas que pueden
ser catalogadas como “proambientales”. El participante reportaba
la cantidad de veces que se involucró en cada una de esas conduc-
tas durante la semana previa a la entrevista. Los comportamientos
incluían acciones de reciclaje de productos, cuidado del agua,
consumo de productos no nocivos para el ambiente, monitoreo
de la conducta de otros (apagar luces, radios y aparatos de televi-
56 REGIÓN Y SOCIEDAD / VOL. XV / NO. 26.2003

sión, cerrar llaves que otros dejaron abiertas), y actos que indi-
caban conducta basada en normas proambientales (defender y
escuchar temas ecológicos, llamar la atención a quienes desper-
dician recursos). En la mayor parte de los casos, los reactivos se
calificaron considerando la frecuencia de la conducta reportada en
ellos. Sin embargo, en cinco de esos reactivos (llamar la atención
a otros, cerrar llaves del agua que otros dejan abiertas, apagar la
luz que otros dejan encendida, reparar fugas de agua) se conside-
ró como opción adicional de respuesta —aparte de informar de
la frecuencia de la conducta— el reportar “no viví una situación
así”, que indicaba la falta de oportunidad para emitir la acción
proambiental. En este caso, se calificaba con un cero la respuesta.
Si el sujeto no marcaba esa opción y si además respondía no ha-
ber realizado la conducta señalada, entonces su comportamiento
se calificaba con “-1”, indicando con esto que, a pesar de contar
con la oportunidad, la acción proambiental no se realizaba.
Por último, se incluyeron en el cuestionario preguntas que in-
vestigaban datos demográficos como la edad, el nivel educativo,
el sexo, la ocupación, la zona de residencia, el ingreso familiar
mensual y la posesión de la casa en la que se vivía.

Procedimiento

Los participantes fueron abordados por cinco entrevistadores,


estudiantes de psicología, en la entrada de centros comerciales,
parques y jardines de la ciudad. A las personas que aceptaban
participar se les explicó el propósito del estudio (investigar la
percepción de riesgos ambientales), se les notificó que sus res-
puestas serían confidenciales y se procedió a aplicar el instrumen-
to, el cual se administraba en un tiempo de aproximadamente
veinte minutos.

Análisis de datos

Los datos se procesaron para obtener medidas univariadas para


cada reactivo. Se computaron alfas de Cronbach para conjuntos de
CORRAL/PERCEPCIÓN DE RIESGOAMBIENTAL , SOCIAL Y PERSONAL 57

reactivos, con el fin de determinar su confiabilidad. Las respues-


tas al cuestionario se agruparon en índices (promedios de respues-
tas en grupos de reactivos relacionados). Estos índices fueron la
percepción de riesgos ambientales, la percepción de riesgos so-
ciales, la percepción de riesgos personales, la conducta de normas
proambientales, el monitoreo de la conducta ambiental de otros,
el ahorro de agua, el reciclaje de productos y la conducta de com-
pras proambientales. También se obtuvieron matrices de correla-
ciones entre los tres tipos de percepción y entre las cinco clases
de conductas protectoras del ambiente. Por último, se probaron
tres modelos de regresión múltiple, en donde cada una de las tres
percepciones de riesgo era predicha por las cinco conductas pro-
tectoras del ambiente y las variables demográficas de edad, sexo,
nivel educativo, el poseer casa propia, el número de personas que
vivía en la casa y el ingreso familiar mensual.

Resultados

El cuadro 1 muestra los promedios de las calificaciones dadas a las


situaciones de riesgo. Si se considera —de manera arbitraria—
que las calificaciones de 8 o más corresponden a valores muy altos
de la percepción de riesgos, los peligros que las personas más va-
loran incluyen las armas nucleares, los derrames químicos, el
humo de automóviles, la guerra, la energía nuclear, las armas
bacteriológicas, los solventes químicos, la contaminación del
agua, la sequía, el polvo, la emisión de humos en industrias, los
confinamientos de desechos tóxicos y la basura, en las tres di-
mensiones investigadas (ambiental, social, personal). En cuanto a
riesgos para la sociedad y para uno mismo (personales), se catalo-
garon dentro de los más intensos el fumar, el alcohol, las armas de
fuego, el terrorismo, los asaltos, la falta de agua, los temblores y
los ciclones. Dentro de esta clasificación de riesgos pronuncia-
dos, se consideraron como peligros para el ambiente físico o
natural las refinerías de petróleo, los incendios forestales y la
quema de pastos.
58 REGIÓN Y SOCIEDAD / VOL. XV / NO. 26.2003

Cuadro 1

Medias de los niveles de peligrosidad asignados como


riesgos para el medio ambiente, para la sociedad y para
uno mismo (personal).
La escala de riesgos va de 0 (ningún riesgo)
a 10 (riesgo extremo)

Riesgos Medio ambiente Sociedad Personal


N Media Media Media

Armas nucleares 200 9.66 9.48 9.04


Derrames químicos 200 9.71 8.97 8.63
Humo de automóviles 200 9.07 8.46 8.25
Guerra 200 9.06 9.39 9.01
Energía nuclear 200 9.04 8.47 8.20
Armas bacteriológicas 200 8.94 8.46 8.37
Pesticidas 200 8.46 7.67 7.85
Insecticidas 200 7.88 6.89 6.77
Desinfectantes químicos 200 7.26 6.57 6.72
Fumar 200 7.51 8.24 8.70
Salinización suelos agrícolas 200 7.75 6.19 5.99
Contaminación del agua 200 9.53 9.37 9.31
Solventes químicos 200 8.03 7.88 8.01
Fertilizantes 200 7.35 6.53 6.44
Vehículos de motor 200 7.57 6.60 6.42
Refinerías de petróleo 200 8.00 6.63 6.18
Motocicletas 200 6.74 6.03 5.55
Dinamita 200 7.78 6.97 6.73
Herbicidas 200 7.91 6.45 6.17
Cacería 200 8.69 6.22 5.65
Gases naturales 200 6.15 5.59 5.45
Armas de fuego 200 6.14 8.07 8.14
Quimio y radioterapia 200 5.22 5.31 6.22
Aviones 200 4.70 3.96 4.08
Fuegos artificiales 200 5.91 5.15 5.25
Pesca comercial 200 6.60 4.69 4.03
Terrorismo 200 6.30 8.65 8.02
Heroína 200 5.37 8.12 7.84
Cocinas de gas 200 4.81 5.05 5.27
CORRAL/PERCEPCIÓN DE RIESGO AMBIENTAL, SOCIAL Y PERSONAL 59

Continuación del caudro 1

Riesgos Medio ambiente Sociedad Personal


N Media Media Media

Manipulación genética 200 5.59 6.64 6.37


Marihuana 200 5.43 8.08 7.89
Asaltos 200 4.55 8.48 8.59
Incendios forestales 200 9.11 7.82 7.60
Electricidad 200 4.48 4.85 5.23
Rayos X 200 3.74 4.48 5.10
Conservadores de alimentos 200 3.71 4.45 5.00
Quema de llantas 200 7.38 6.30 6.63
Aparatos electrodomésticos 200 4.35 4.41 4.18
Tecnología láser 199 4.48 5.03 5.08
Falta de agua 200 7.80 8.13 8.39
Satélites en órbita 200 4.98 5.07 4.75
Cosméticos 200 3.42 3.45 3.58
Violaciones sexuales 200 4.15 7.27 7.32
Sequía 200 8.23 8.71 8.70
Polvo 200 8.53 8.43 8.47
Bebidas alcohólicas 200 5.42 8.06 7.91
Lanchas y barcos de recreo 200 3.85 4.35 4.30
Colorantes comestibles 200 3.34 3.82 3.71
Tintes de pelo 200 4.25 4.43 4.90
Morfina 200 4.45 7.26 7.43
Vehículos agrícolas 200 4.56 4.34 4.16
Pastillas tranquilizantes 200 3.66 5.32 5.79
Microondas 200 3.64 4.60 5.29
Heladas 200 7.23 7.30 6.91
Emisión de humos en industrias 200 9.13 8.24 8.21
Ruido 200 6.67 7.40 7.23
Luces fluorescentes 200 3.69 4.22 4.3
Quema de pastos 200 8.16 7.60 7.16
Anfetaminas 200 4.18 6.32 6.11
Trabajar con computadoras 200 3.00 4.09 4.34
Comer hongos 200 3.04 4.51 4.67
Inundaciones 200 7.54 7.80 7.50
Bañarse en albercas 200 3.27 4.59 5.11
Granjas piscícolas 200 2.89 3.58 3.56
Robos 200 4.37 8.06 7.87
Temblores 200 7.70 8.45 8.20
Anestésicos 200 3.46 5.27 5.79
60 REGIÓN Y SOCIEDAD / VOL. XV / NO. 26.2003

Continuación del caudro 1

Riesgos Medio ambiente Sociedad Personal


N Media Media Media

Alimentos congelados 200 2.71 4.30 5.24


Cafeína 200 3.11 5.60 6.10
Baños de sol 200 2.72 5.29 6.38
Calmantes 200 3.38 5.04 5.84
Ciclones 200 7.23 8.07 8.05
Antibióticos 200 3.57 4.98 5.29
Abortos 200 4.04 6.93 7.50
Baños en zonas de corrientes 200 3.74 5.87 6.57
Anticonceptivos orales 200 2.57 4.58 4.70
Transfusiones sanguíneas 200 2.98 5.76 6.36
Boxeo 200 1.55 3.12 3.92
Operaciones quirúrgicas 200 2.65 4.70 5.43
Operaciones a corazón abierto 200 2.64 5.32 6.58
Embarazos y partos 200 3.10 4.81 5.38
Confinamientos desechos tóxicos 200 9.07 8.29 8.22
Basura en las calles 200 8.97 9.17 8.33
Plantas tratadoras aguas negras 200 6.73 6.44 6.51

Fuente:elaboración con base en resultados de la encuesta aplicada.

Alternativamente, las situaciones que se valoraron como me-


nos riesgosas (valores menores a 4) fueron el uso de cosméticos,
los colorantes comestibles, las granjas piscícolas y el boxeo, tanto
para el ambiente como para la sociedad y para uno mismo. Se
consideraron situaciones de poco riesgo para el ambiente los rayos
X, los conservadores de alimentos, las lanchas y barcos de recreo,
las pastillas tranquilizantes, las microondas, las luces fluorescen-
tes, el trabajo con computadoras, comer hongos, bañarse en al-
bercas, los anestésicos, la cafeína, los calmantes, los antibióticos,
los baños en zonas de corrientes, los anticonceptivos orales, las
transfusiones sanguíneas, las operaciones quirúrgicas, las opera-
ciones a corazón abierto, así como los embarazos y partos. El via-
jar en aviones fue calificado como un riesgo poco pronunciado
CORRAL/PERCEPCIÓN DE RIESGO AMBIENTAL, SOCIAL Y PERSONAL 61

para la sociedad.Las alfas de Cronbach para las escalas fueron de


.97 para la de riesgos ambientales y de .96 para las de riesgos
sociales y riesgos personales.
El cuadro 2 muestra las medias y los coeficientes de confiabi-
lidad de las escalas de conductas protectoras del ambiente. Los
comportamientos protectores más frecuentes fueron los de lavar-
se los dientes con un vaso de agua, comprar productos en enva-
ses retornables y apagar las luces que otros dejan encendidas. Los
menos frecuentes fueron conversar sobre ecología, comprar pro-
ductos no nocivos para el ambiente y adquirir productos recicla-
dos. Las alfas de Cronbach para las escalas van de .56 a .60.
Al revisar el cuadro 3 se aprecia que las correlaciones entre los
índices de percepción de riesgo ambiental, riesgo social y riesgo
personal son altas y significativas a p <.001. Estas correlaciones
van de .77 a .83. El cuadro 4 muestra entre las conductas proam-
bientales algunas correlaciones significativas, aunque de menor in-
tensidad y en algunos casos éstas no se presentan (entre normas y
monitoreo, monitoreo y ahorro de agua y monitoreo y reciclaje).
Los correlatos de la percepción del riesgo ambiental se mues-
tran en el cuadro 5. Las variables que resultaron significativamen-
te ligadas a esta percepción de riesgo, en la ecuación de regresión,
fueron el monitoreo de la conducta de otros, el reciclaje de pro-
ductos, las compras proambientales, la edad del sujeto, su nivel
educativo y el ingreso familiar. Las dos últimas variables presenta-
ron un coeficiente de regresión negativo. La R2 para este modelo
fue de .20, lo cual implica que todas las variables explican el 20%
de la varianza en la percepción de riesgo ambiental.
En los cuadros 6 y 7 se exhiben los correlatos del riesgo social
y del riesgo personal. En este caso, resultaron significativos úni-
camente los coeficientes de las variables edad del sujeto (efecto
positivo) y el ingreso familiar (efecto negativo). La R2 para el
modelo de percepción de riesgo social fue de .17 y la del mode-
lo de percepción del riesgo personal fue de .20.
62 REGIÓN Y SOCIEDAD / VOL. XV / NO. 26.2003

Cuadro 2

Medias y confiabilidad de las escalas de conductas


protectoras del ambiente

Escala/Variables N Media (D. E.) Alfa

Conducta de normas 200 .57

Leyó sobre ecología 200 3.45 (9.06)


Llamó la atención a otros 200 1.80 (5.67)
Conversó sobre ecología 200 0.81 (1.52)
Vio/escuchó programas de ecología 200 1.34 (2.43)

Monitoreo conducta de otros 200 .60

Cerró llaves que estaban abiertas 200 2.62 (5.00)


Apagó luces que estaban encendidas 200 5.39 (9.25)
Apagó radio/T.V. encendidas 200 3.01 (4.24)

Ahorro de agua 200 .58

Lavó trastes sin desperdiciar agua 200 2.36 (3.84)


Lavó ropa sin dejar correr agua 200 1.94 (2.72)
Se lavó dientes con un vaso de agua 200 7.37 (7.71)

Reciclaje de productos 200 .58

Envases de vidrio que recicló 200 1.13 (2.85)


Productos de papel que recicló 200 1.94 (2.72)
Latas de aluminio que recicló 200 3.24 (3.85)

Compras proambientales 200 .56

Compró productos reciclados 200 0.89 (2.50)


Compró productos no nocivos 200 0.84 (2.52)
Número envases retornables que compró 200 6.59 (8.37)

Fuente:elaboración con base en resultados de la encuesta aplicada.


CORRAL/PERCEPCIÓN DE RIESGO AMBIENTAL, SOCIAL Y PERSONAL 63

Cuadro 3
Correlaciones entre índices de percpeción de riesgos

Riesgo ambiental Riesgo social Riesgo personal

Riesgo ambiental -
Riesgo social .83** -
Riesgo personal .77** .83** -
** p<.001
Fuente:elaboración con base en resultados de la encuesta aplicada.

Cuadro 4
Correlaciones entre conductas protectoras del ambiente
Normas Monitoreo Ahorro de agua Reciclaje Compras

Normas -
Monitoreo .12 -
Ahorro de agua .18* .12 -
Reciclaje .32*** .02 .23** -
Compras .16* .22** .35*** .23** -
*p<.05 **p<.005 ***p<.0005
Fuente:elaboración con base en resultados de la encuesta aplicada.

Cuadro 5
Correlatos del riesgo ambiental (regresión múltiple)

F = 4.27, p < .0001 R2=.20


Variables g.l. Coef. regresión t p>t
Conducta de normas 1 0.017 0.41 .68
Monitoreo conducta de otros 1 0.053 2.00 .04
Ahorro de agua 1 -0.008 -0.20 .84
Reciclaje de productos 1 0.072 1.96 .05
Compras proambientales 1 0.086 2.00 .04
Edad del sujeto 1 0.048 3.64 .0003
Sexo 1 0.482 1.78 .07
Nivel educativo 1 -0.104 -2.15 .03
Casa propia 1 0.146 0.47 .63
Personas en casa 1 -0.083 -0.93 .35
Ingreso familiar 1 -0.0005 -2.05 .04
Fuente:elaboración con base en resultados de la encuesta aplicada.
64 REGIÓN Y SOCIEDAD / VOL. XV / NO. 26.2003

Cuadro 6
Correlatos del riesgo social (regresión múltiple)

F = 3.39, p < .0003 R2=.17

Variables g.l. Coef. regresión t p>t

Conducta de normas 1 0.018 0.49 .62


Monitoreo conducta de otros 1 -0.024 -1.16 .24
Ahorro de agua 1 0.033 0.89 .37
Reciclaje de productos 1 0.047 1.64 .10
Compras proambientales 1 0.037 0.96 .33
Edad del sujeto 1 0.043 3.59 .0004
Sexo 1 0.160 0.66 .51
Nivel educativo 1 -0.043 -1.01 .31
Casa propia 1 0.316 1.14 .25
Personas en casa 1 -0.065 -0.80 .42
Ingreso familiar 1 -0.0006 -2.76 .006
Fuente:elaboración con base en resultados de la encuesta aplicada.

Cuadro 7
Correlatos del riesgo personal (regresión múltiple)

F = 4.13, p < .0001 R2=.20

Variables g.l. Coef. regresión t p>t

Conducta de normas 1 0.007 0.20 .84


Monitoreo conducta de otros 1 -0.046 1.90 .059
Ahorro de agua 1 0.029 0.78 .43
Reciclaje de productos 1 0.032 1.11 .26
Compras proambientales 1 0.033 0.86 .39
Edad del sujeto 1 0.042 3.55 .0005
Sexo 1 0.172 0.71 .47
Nivel educativo 1 -0.021 -0.45 .65
Casa propia 1 0.415 1.50 .13
Personas en casa 1 -0.115 -1.42 .15
Ingreso familiar 1 -0.0008 -3.86 .0002
Fuente:elaboración con base en resultados de la encuesta aplicada.
CORRAL/PERCEPCIÓN DE RIESGO AMBIENTAL, SOCIAL Y PERSONAL 65

Análisis

Los resultados de este estudio revelan que la población investiga-


da percibe diferentes niveles de riesgo para diversas situaciones
presentadas, en términos de tres factores: riesgo para el ambiente,
riesgo para la sociedad y riesgo personal. De las calificaciones a to-
das las situaciones planteadas y de las correlaciones entre los tres
factores de riesgo se deduce que los peligros percibidos en una di-
mensión se pueden generalizar a las otras. En muchos de los casos
evaluados, un riesgo alto para el ambiente también era percibido
como un riesgo mayor para la sociedad y para el individuo. Esto
era más evidente en situaciones que planteaban daños globales co-
mo, por ejemplo, la guerra, las armas nucleares, la contaminación
del aire o del agua, la sequía, la basura y los desechos tóxicos. Es-
tos riesgos se interpretan como amenazas para todas las dimensio-
nes estudiadas. No obstante, los sujetos estudiados discriminaron
entre amenazas específicas para el ambiente (refinerías, incendios
forestales) o peligros que amenazaban fundamentalmente a la so-
ciedad (drogas) o que se dirigían más que nada a la sociedad y a
la persona (fumar, ser asaltado, el terrorismo, armas de fuego). Es-
to implica que muchas de las situaciones que se consideran riesgo-
sas para una dimensión (ambiente, sociedad, persona) no necesa-
riamente lo son para otras. Por ejemplo, las armas (no nucleares) o
las drogas no son vistas como riesgo para el ambiente, pero sí pa-
ra la sociedad y/o la persona, mientras que algunos riesgos am-
bientales (refinerías o incendios en los bosques) no se perciben
como amenazas para los seres humanos.
La última distinción, aunque pudiera dar la impresión de ser
“realista”, parecería indicar que los individuos y sus comunidades
se perciben de manera separada con respecto al medio ambiente.
Esta distinción, que algunos consideran parte de un “paradigma
de la excepción humana” (Arcury, Johnson y Scollay, 1986;
Bechtel, Corral y Pinheiro, 1999), podría impedir concebir que
cualquier daño o amenaza al ambiente representara también un
peligro para los seres humanos. Los resultados, de replicarse, se-
66 REGIÓN Y SOCIEDAD / VOL. XV / NO. 26.2003

ñalarían como vertiente provechosa de intervención para la pre-


vención de riesgos el cambio en los sistemas de creencias que no
consideran al ser humano como una parte de la naturaleza, su-
jeta a sus reglas y sistemas de interdependencia (Dunlap y Van
Liere, 1984).
Como hallazgos interesantes de este estudio destacan los altos
valores encontrados para la percepción de riesgo debidos al terro-
rismo, en una población que nunca los ha experimentado en car-
ne propia. Debido a que los datos se recogieron meses antes del
atentado contra las torres del World Trade Center en Nueva York, es de
esperarse que esta percepción sea ahora mayor. Con relación a es-
to, también se esperaría que los bajos niveles de riesgo adscritos al
uso de aviones hayan sido modificados después de ese incidente.
Otros aspectos dignos de considerarse se refieren a los altos
niveles de percepción de riesgo asignados a la sequía, al polvo y
a la presencia de confinamientos de desechos tóxicos. Estas si-
tuaciones concuerdan con la opinión de expertos en el sentido
de que al menos los dos primeros se encuentran entre los prin-
cipales problemas ambientales de la comunidad estudiada. La
apertura y posterior clausura de un centro de confinamiento de
desechos tóxicos en la ciudad, envueltos en una polémica entre
instancias gubernamentales y organismos ecologistas, parece ha-
ber impactado la percepción de la ciudadanía al respecto de los
riesgos que representan estos desechos para el ambiente, la so-
ciedad y el individuo.
En el estudio se empleó, además de la escala de percepción de
riesgos, un instrumento que investigaba el grado de participación
en actividades proambientales (Corral, Hess, Hernández y Suárez,
2002). Éstas se estudiaron considerando cinco facetas: conducta
de normas proambientales,monitoreo de la conducta de otros, re-
ciclaje de productos, ahorro de agua y conducta de compras
proambientales. El propósito de utilizar estas medidas fue el de
contrastar el nivel de percepción de riesgos con el de desarrollo de
actividades de cuidado del medio. De acuerdo con los resultados,
únicamente la percepción de riesgo para el ambiente se relaciona
con el despliegue de conductas protectoras del medio. Estas con-
CORRAL/PERCEPCIÓN DE RIESGOAMBIENTAL , SOCIAL Y PERSONAL 67

ductas, sin embargo, no se relacionan con el nivel de peligrosidad


percibido en los niveles social y personal. Lo anterior parece se-
ñalar que las personas se involucran en acciones de cuidado del
medio cuando sienten que éste se ve amenazado. Los resultados
respaldan los hallazgos de Baldassare y Katz (1992), comentados
en la introducción de este artículo. El que las personas no respon-
dan de manera proambiental ante amenazas a la sociedad o a la
persona podría significar que la dimensión humana y social se
percibe como diferente e independiente con respecto al medio
natural. Esto también podría significar que, para muchas situa-
ciones, las personas tienen claro que el actuar proambiental no
detendría los riesgos que afrontan como individuos en sus co-
munidades humanas (por ejemplo, ante las armas, los asaltos o
las drogas).
En cualquier caso, el instrumento de percepción de riesgos
aquí empleado parece poseer un cierto grado de validez concu-
rrente, dado que a un elevado nivel de riesgos ambientales perci-
bidos correspondió un incremento en el reporte de conductas
protectoras del ambiente, pero estas conductas no se relacionaron
con la percepción de los otros tipos de riesgos. Sería necesario in-
cluir, en un futuro estudio, la medición de formas de afrontamien-
to ante los riesgos personales y sociales para poder determinar si el
registro de estas dimensiones posee también esa validez concu-
rrente. En otras palabras, se tendría que estudiar si las personas que
perciben altos niveles de riesgos sociales y personales se involu-
cran en actividades que eviten o contrarresten de manera especí-
fica esos riesgos.
Los resultados de los tres modelos de regresión también seña-
lan que las personas de los estratos económicos más bajos y las de
mayor edad perciben niveles mayores de riesgos ambientales, so-
ciales y personales. En el caso de la percepción de riesgos ambien-
tales, las personas con un bajo nivel educativo se mostraron más
propensas a reportar altos niveles de riesgo. Esto podría reflejar,
por un lado, un mayor estado de indefensión experimentada por
individuos de mayor edad y, por el otro, el que los riesgos de to-
do tipo los experimenten en mayor medida las personas que dis-
68 REGIÓN Y SOCIEDAD / VOL. XV / NO. 26.2003

ponen de pocos medios económicos para contrarrestarlos. A este


último respecto, autores como Adeola (1994) y Bullard (1993)
han señalado que las personas de escasos recursos —como algu-
nas minorías étnicas— usualmente se ubican en zonas más ex-
puestas a amenazas ambientales como la contaminación, las
inundaciones, los terremotos y otras catástrofes, ya sea “naturales”
o inducidas por la actividad humana. Por otro lado, la “geografía
del crimen” ubica a las personas de bajos recursos en zonas en las
que se concentra la actividad delictiva (Herbert, 1993; Peterson,
Krivo y Harris, 2000;Wilson,1987). Lo anterior significa que las
percepciones de riesgo ambiental, social y personal corresponden
cercanamente a la experiencia cotidiana experimentada por estas
poblaciones no acaudaladas, lo cual parece verse reflejado en
nuestros resultados.
Los hallazgos de este estudio ofrecen una visión preliminar del
fenómeno de la percepción de riesgos en la comunidad estudia-
da. Sin embargo, podrían ya sugerir nuevas investigaciones y al-
gunas estrategias de intervención en las áreas de prevención y de
afrontar riesgos ambientales, sociales y personales. Estas estrate-
gias considerarían a las poblaciones en mayor riesgo (personas
de edad avanzada y de bajos recursos económicos y educativos)
como los blancos principales de las mismas. También tomarían
en cuenta la pertinencia de concebir los riesgos que enfrenta el
sujeto como amenazas “ambientales”, independientemente de
que éstas provengan de escenarios físicos o sociales y la necesidad
de que los ciudadanos vean en los riesgos ambientales físicos una
amenaza para la seguridad social y personal.

Recibido en noviembre de 2001


Revisado en junio de 2002
CORRAL/PERCEPCIÓN DE RIESGOAMBIENTAL , SOCIAL Y PERSONAL 69

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La Psicología Ambiental-Comunitaria en el Estudio de los Desastres:


La Importancia de los Vínculos Socioespaciales

Environmental-Community Psychology in the Study of Disasters:


The Importance of Socio-Spatial Links

Héctor Berroeta y Laís Pinto de Carvalho


Universidad de Valparaíso

La literatura psicosocial en contextos de desastres socionaturales se ha enfocado mayoritariamente en el estudio de


las consecuencias psicológicas en las personas afectadas, dejando en un segundo plano los factores psico-
socioambientales. Nos proponemos aquí destacar la pertinencia de una psicología ambiental comunitaria, para
analizar tanto aspectos subjetivos de la relación con el lugar como las relaciones comunitarias de las localidades
afectadas por desastres. Para ello, presentamos un marco conceptual de categorías de la psicología comunitaria y la
psicología ambiental, pertinentes para estudiar lo que denominamos vínculos socioespaciales en situaciones de
desastre socionatural. Se ilustra esta perspectiva presentando resultados de una investigación realizada con
metodología mixta, que describe cómo emergen estos vínculos en personas que han vivido en comunidades afectadas
por terremotos, tsunami y erupción volcánica en 4 localidades en Chile. Se analizaron las respuestas a las escalas de
apego al lugar, identidad de lugar, satisfacción residencial, sentido de comunidad y participación cívica en una
muestra no probabilística por conveniencia (n=628), y relatos de 17 grupos focales (n=117) sobre los significados
construidos del espacio público. Se concluye que la articulación de la psicología ambiental y comunitaria amplía el
entendimiento de elementos de poder y disputa del territorio, así como visibiliza falencias psicosociales en las
soluciones de reconstrucción post-desastres.

Palabras clave: desastre socionatural, psicología ambiental comunitaria, apego al lugar, satisfacción residencial,
espacio público comunitario

The psychosocial literature in contexts of socio-natural disasters has mainly focused on the study of the psychological
consequences for the people affected, paying less attention to psycho-socioenvironmental factors. In this article, we
aim to highlight the relevance of community environmental psychology for analyzing both the subjective aspects of
people-place relationships and the community relations of the towns hit by disasters. To do this, we present a
conceptual framework community psychology and environmental psychology categories which are relevant for
studying what we call socio-spatial links in socio-natural disaster situations. This perspective is illustrated by
presenting the results of a study carried out with a mixed methodology, which describes how these links emerge in
people who have lived in communities affected by earthquakes, a tsunami, and a volcanic eruption in 4 Chilean
towns. Responses to the scales of place attachment, place identity, residential satisfaction, sense of community, and
civic participation were analyzed in a non-probability (convenience) sample (n = 628), along with reports of 17 focus
groups (n = 117) on the constructed meanings of public space. It is concluded that the articulation of environmental
and community psychology broadens our understanding of elements of power and dispute in the territory, while also
making psychosocial flaws visible in post-disaster reconstruction solutions.

Keywords: socio-natural disaster, environmental-community psychology, place attachment, residential


satisfaction, community public space

Las consecuencias negativas que produce un evento “natural” es lo que se denomina comúnmente
desastre “natural”. Esta manera de nombrar el fenómeno naturaliza un relato determinista, minimizando el
papel de las personas en las causas, consecuencias y restauración de un desastre. Buscando desnaturalizar
el fenómeno, las ciencias sociales han insistido en que los desastres no son naturales (Maskrey, 1993). Por lo
anterior, en este artículo utilizaremos la noción de desastre socionatural como una intencionalidad
discursiva, ya que las amenazas naturales deben interactuar con condiciones de vulnerabilidad social para

Héctor Berroeta y Laís Pinto de Carvalho, Escuela de Psicología, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Valparaíso, Chile.
Este artículo ha sido financiado por el proyecto FONDECYT N°11121596, del año 2013, “Vínculos socioespaciales en contextos
de transformación urbana producida por catástrofes naturales”, y por el proyecto FONDECYT N°1181429, del año 2018, “Vínculos
socioespaciales y Desastres socionaturales: un análisis de las prácticas de ensamblaje en los procesos de re-vinculación con el entorno
transformado en comunidades afectadas en Chile”, ambos otorgados por la Comisión Nacional de Investigación Científica y
Tecnológica de Chile a Héctor Berroeta como investigador principal.
El artículo es parte del trabajo que los autores realizan en el Centro de Investigaciones de Vulnerabilidades e Informalidades
Territoriales de la Universidad de Valparaíso. La correspondencia relativa a este artículo debe ser dirigida a Héctor Berroeta,
Universidad de Valparaíso, Hontaneda 2653, Valparaíso, Chile. E-mail: hector.berroeta@uv.cl.
2 BERROETA Y PINTO DE CARVALHO

que se configure un desastre. En ese sentido, las decisiones de asentamiento y las condiciones sociales,
políticas, culturales y económicas son factores decisivos (Maskrey, 1993; Wisner, Blaikie, Cannon & Davis,
2003). De esta manera, la participación de otras disciplinas es fundamental, en conjunto con las ciencias
naturales y físicas, en la comprensión e intervención de los desastres socionaturales.
Esta relación de inseparabilidad entre naturaleza y sociedad es consistente con la perspectiva
transaccional de la psicología ambiental (Altman & Rogoff, 1987), la que plantea que persona y entorno se
definen dinámicamente y se transforman mutuamente a lo largo del tiempo. Desde esta perspectiva, es
coherente comprender, entonces, que amenazas naturales, tales como terremotos, tsunamis y volcanes,
solamente se materializan en un desastre cuando interactúan con grupos humanos expuestos, asumiendo
que la afectación ante un evento es diferenciada por distintos aspectos, tales como estatus socioeconómico,
género, etnia, edad, discapacidad, estatus de inmigración, cultura, relaciones de poder y sistemas político-
económicos (Wisner et al., 2003).
En este contexto, analizar aspectos subjetivos de la disrupción del vínculo persona-entorno en la
configuración del desastre es importante. La literatura psicosocial sobre desastres se ha centrado
mayoritariamente en el estudio de las consecuencias psicológicas en las personas afectadas (Bonanno, Galea,
Bucciarelli & Vlahow, 2006; García Martínez, Reyes Reyes & Cova Solar, 2014). Sabemos sobre los efectos
psicológicos en relación a la magnitud de la destrucción, las características demográficas y sociales de quienes
habitan estos territorios (Norris, Friedman & Watson, 2002), el papel que juega la capacidad de organización,
comunicación y apoyo social (Páez Basabe, Bosco, Campos & Ubillos, 2011), la relación entre severidad de la
reacción psicológica y el bienestar (García et al., 2014) y el impacto de la pérdida material y su relación con
el arraigo (Sanders, Bowie & Bowie, 2004). Sin embargo, aun cuando entendemos que los cambios
residenciales o las transformaciones del hábitat urbano impactan directamente en los vínculos que las
personas conforman con los lugares, produciendo quiebres y disrupciones (Boğaç, 2009; Brown & Perkins,
1992; Fried, 1963; Manzo, 2014), sabemos poco sobre los factores psicoambientales involucrados en las
transformaciones producidas por desastres y los procesos de reconstrucción. Analizar estos vínculos es
fundamental para posibilitar la planificación de acciones de prevención y reconstrucción que reconozcan las
tensiones y dinámicas de contestación del territorio, de modo de respetar derechos, significados y modos de
vida de las comunidades (Berroeta et al., 2017; Pinto de Carvalho & Cornejo, 2018; Scannell, Cox & Fletcher,
2017; Scannell, Cox, Fletcher & Heykoop, 2016). En este sentido, desde la psicología, son dos las
subdisciplinas que mayormente pueden aportar en esta dirección, la psicología ambiental y la psicología
comunitaria. Recientemente hemos explorado la articulación de estos dos campos en los estudios de desastres
ocurridos en Chile, hemos observado que las transformaciones producidas a partir de los desastres y los
subsecuentes procesos de reconstrucción y/o desplazamiento alteran los entornos físicos de las personas,
modificando la construcción del simbolismo y la significación espacial, afectando las dinámicas de convivencia
y asociación de las comunidades (Berroeta, Carvalho & Di Masso, 2016; Berroeta, Ramoneda & Opazo, 2015).
En este texto nos proponemos destacar la pertinencia de una psicología ambiental comunitaria, para
analizar tanto aspectos subjetivos de la relación con el lugar como las relaciones comunitarias de las
localidades afectadas por desastres. Para ello, expondremos un breve marco conceptual que presenta el uso
de categorías de la psicología comunitaria y la psicología ambiental, para estudiar lo que denominamos
vínculos socioespaciales en situaciones de desastre socionatural, presentando resultados integrados del
proyecto de investigación FONDECYT N° 11121596, del año 2013, y del proyecto FONDECYT N°1181429,
del año 2018, que, desde una metodología mixta, describe como se presentan estos vínculos en personas que
han vivido desastres en Chile. Caracterizamos los conceptos de apego al lugar, identidad de lugar, satisfacción
residencial, sentido de comunidad, participación cívica y significados construidos sobre el espacio público.

Psicología Ambiental Comunitaria, Vínculos Socioespaciales en


Contextos de Transformación del Entorno

La psicología ambiental comunitaria es la denominación que se ha utilizado para referirse a un campo de


análisis e intervención, que, como señala Montero (2004), transita entre la psicología ambiental y
comunitaria, y que se caracteriza por explorar la interrelación entre las dimensiones sociofísicas y las
dinámicas comunitarias. Desde sus orígenes, la psicología comunitaria ha puesto en el centro de sus
preocupaciones el análisis de los fenómenos psicosociales que producen transformaciones ambientales que
favorecen el desarrollo de las comunidades (Montero, 2004) y, por su parte, la psicología ambiental se ha
interesado en estudiar cómo los ambientes físicos se relacionan con los procesos psicológicos asociados a la
LA PSICOLOGÍA AMBIENTAL-COMUNITARIA EN LOS DESASTRES 3

experiencia humana con el lugar. Esta vinculación entre ambos campos disciplinares es abordada por dos
principales vías de aproximación: una primera, que plantea una reflexión integradora desde el punto de
encuentro en la comunidad y, una segunda, que busca analizar los supuestos epistemológicos de los
constructos espacio, entorno y espacio comunitario en estos dos campos, explorando la superación de la
dicotomía sujeto-espacio (Berroeta, 2007).
En este sentido, consideramos que el vínculo ambiental-comunitario implica una diferenciación de las
tradicionales aproximaciones de la psicología ambiental —de predominio sociocognitivo—, asumiendo una
concepción transaccional-subjetivista (Guba & Lincoln, 1994), distinción que dialoga con los planteamientos
fundantes de Wiesenfeld (2001), quien considera el vínculo entre la psicología ambiental y la psicología
comunitaria desde el siguiente principio:
no vislumbramos la existencia de seres humanos sin el referente espacial y viceversa, éstos sin
personas (…) no concebimos al ambiente como una realidad objetiva, independiente de nuestro modo
de acceso a ella, sino que la realidad intersubjetiva que las personas construyen en su interacción
social (…) diferentes contextos y experiencias generan diversas significaciones sobre el ambiente y
las mismas son históricas y dinámicas. (p. 7)
Si bien la literatura que aborda conceptualmente la articulación de estos dos campos es escasa (Berroeta,
2007; Manzo & Perkins, 2006; Wiesenfeld, 2001), las experiencias aplicadas son numerosas. En general, se
han explicado los procesos de conexión con el lugar y las comunidades desde diversas propuestas conceptuales,
las que giran, de una u otra forma, en torno a la pertenencia y a la participación, activa o pasiva, de las
personas con sus entornos (McMillan & Chavis, 1986; Proshansky, Fabian & Kaminoff, 1983; Scannell &
Gifford, 2010; Silver & Grek-Martin, 2015; Vick & Perkins, 2013; Vidal Moranta & Pol Urrútia, 2005).
Al respecto, sabemos que el simbolismo espacial se configura por el significado asociado a las
características físicas de una estructura espacial, al uso o a las interacciones simbólicas que se producen
entre quienes lo utilizan (Valera, 1996) y, por otra parte, que la conexión grupal con el lugar es producto de
la experiencia que se da a partir de la reunión entre miembros de un grupo en actividades colectivas en
espacios determinados (Berroeta & Rodriguez, 2012). En consecuencia, la incorporación de estrategias de
intervención que favorecen la identificación grupal o comunitaria de los habitantes con los espacios que
habitan permite un anclaje social que propicia un uso sostenible, expresado en el cuidado por la estructura
física, la calidad y el valor del espacio (Berroeta & Rodriguez, 2010).
En continuidad con estos hallazgos, desde una perspectiva psicoambiental comunitaria, proponemos
analizar la disrupción de los vínculos que se produce tras un desastre, desde un marco que aborde tanto
aspectos espaciales como subjetivos (Manzo & Perkins, 2006; Vidal, Berroeta, Di Masso, Valera & Peró, 2013),
explorando los vínculos con el lugar y entre las personas que lo habitan.
Los vínculos con el lugar se despliegan de un modo complejo y multifacético, lo que requiere una reflexión
sobre las condiciones en que viven las personas que son afectadas por un desastre. Las diferencias de calidad
entre los viejos y los nuevos entornos residenciales y las oportunidades para relacionarse, satisfacer
necesidades de autoestima, sistemas de control y cambio comunitario (Heller, 1982; Manzo, 2014) son
aspectos centrales del proceso de evaluación que realizan las personas afectadas; es así que, por ejemplo, el
desplazamiento forzado por un desastre es una experiencia emocional negativa que puede contribuir al
fortalecimiento de la evaluación del vínculo con el lugar que se abandona (Berroeta et al., 2015), del mismo
modo que las políticas de reconstrucción centradas en la sola satisfacción de las personas con su vivienda no
aseguran una mayor calidad de vida (Berroeta et al., 2015). Por otra parte, desde una perspectiva
construccionista-discursiva, Di Masso, Dixon y Hernández (2016) proponen que la evaluación ambiental es
también un proceso político, de carácter ideológico, en donde las prácticas de participación de las personas
desplazadas en la toma de decisiones con respecto a su relocalización resultan fundamentales para el proceso
de apropiación y vinculación al nuevo entorno (Berroeta et al., 2016).
En suma, proponemos el término vínculo socioespacial como una categoría para la psicología ambiental
comunitaria, que permite explorar la relación con los entornos socio-físicos que desarrollan las personas y
que agrupa distintos conceptos que la literatura, tanto de la psicología ambiental como comunitaria, han
utilizado para estudiar la escala de barrio: sentido de comunidad (McMillan & Chavis, 1986), satisfacción
residencial (Aragonés, Amérigo & Pérez-López, 2017; Vick & Perkins, 2013), participación cívica (Long &
Perkins, 2003), identidad de lugar (Proshansky et al., 1983), apego al lugar (Altman & Low, 1992) y espacio
público comunitario (Berroeta & Vidal, 2012).
4 BERROETA Y PINTO DE CARVALHO

Sentido de Comunidad, Satisfacción Residencial y Participación Cívica

El sentido de comunidad se refiere a los vínculos sociales entre las personas y los lugares y sus implicancias
físicas, simbólicas, políticas y culturales en la comunidad (Mannarini, Tartaglia, Fedi & Greganti, 2006). Es
una experiencia de evaluación individual o colectiva que opera como un recurso de la vida en comunidad
(Nowel & Boyd, 2010). Se ha asociado al capital social (Norris, Stevens, Pfefferbaum, Wyche & Pfefferbaum,
2008), al bienestar psicológico y al compromiso comunitario (Nowel & Boyd, 2010). El sentido de comunidad
influye en el ajuste psicológico de la experiencia de transformación del entorno (Greenfield & Marks, 2010),
desempeñando un papel importante en la revitalización de los vecindarios (Manzo & Perkins, 2006). Donde no
hay conexión emocional de las personas a los lugares, estas no suelen estar lo suficientemente comprometidas
para trabajar con vecinos e instituciones locales en el mejoramiento de su entorno.
Con semejanza a lo anterior, la satisfacción residencial también conlleva una experiencia de evaluación,
que, según Aragonés et al. (2017), involucra tres grandes componentes: la casa, el barrio y los vecinos. No es
un proceso estable ni permanente, siendo afectado por transformaciones del entorno y de la persona. Implica
procesos de ajuste y adaptación entre los niveles de aspiración y las necesidades no satisfechas por el
ambiente residencial (Sararit, 2018).
La participación cívica, por su parte, incluye la participación en las actividades del barrio y se
operacionaliza a través de la pertenencia a entidades o asistencia a actividades (Long & Perkins, 2003). La
participación en los asuntos del barrio ha sido relacionada con el apego al barrio (Cuba & Hummon, 1993) y
su apropiación (Vidal Moranta & Pol Urrútia, 2005), pudiendo también reflejar el sentido de comunidad y la
satisfacción residencial de los habitantes (Francis, Giles-Corti, Wood & Knuiman, 2012).

Identidad y Apego al Lugar

El planteamiento central sobre la identidad de lugar es que la identidad personal del individuo se
construye en relación con su entorno físico, al igual que su identidad social se construye en relación con su
pertenencia a otras categorías sociales, como el sexo, la raza o la clase social (Proshansky et al., 1983; Vidal
Moranta & Pol Urrútia, 2005). Por su parte, Bernardo y Palma-Oliveira (2016) indican que la identidad de
lugar se refiere no solamente a una experiencia individual, sino también comunitaria, siendo las conexiones
establecidas entre personas y el ambiente físico en el que se encuentran, así como las dinámicas compartidas
de identidad de lugar, el fundamento de la conformación de vínculos comunitarios de pertenencia y vecindad.
Esta noción de pertenencia, que se desprende del concepto de identidad, podemos relacionarla con el
apego al lugar, considerándolo como los sentimientos afectivos que las personas desarrollan hacia los lugares
en donde nacen y viven (Manzo, 2003). Esta definición es difusa y, en los últimos años, en la literatura
(Casakin, Hernandez & Ruiz, 2015; Lewicka, 2011) se ha optado por utilizar el concepto de apego al lugar
como un término "paraguas" para referirse al conjunto de los vínculos que las personas establecen con los
lugares (Trąbka, 2019). Desde la tradición empírica positivista, el apego al lugar se define como "un vínculo
afectivo que las personas establecen con un lugar determinado, donde tienden a permanecer, sentirse
cómodos y seguros" (Hidalgo & Hernández, 2001, p. 274). Este vínculo afectivo se puede desarrollar hacia
lugares de diferentes escalas, como la casa, el barrio o la ciudad (Vidal, Valera & Peró, 2010). Desde una
aproximación holística del vínculo persona-ambiente, representada por Altman y Low (1992), se considera el
apego al lugar como los afectos, emociones, sentimientos, creencias, pensamientos, conocimientos, acciones y
conductas asociados a un lugar, que pueden variar en escala y especificidad; actores (personas, grupos o
colectivos culturales); relaciones sociales (interpersonales, de comunidad o culturales, a las que las personas
se vinculan a través del lugar); y el tiempo (como pasado, presente y futuro, además de cíclico, con significados
y actividades recurrentes). Aproximaciones recientes a la identidad de lugar y al apego de lugar son las
perspectivas discursivas que conciben el apego como un recurso culturalmente disponible que se despliega en
determinados contextos interaccionales (Di Masso, Dixon & Durrheim, 2014; Di Masso et al., 2016) y las
perspectivas postdiscursivas que consideran las prácticas significantes no lingüísticas en la producción del
espacio (Berroeta et al., 2017; Di Masso & Dixon, 2015).

Espacio Público Comunitario

El espacio público es una noción que considera que el espacio está conformado por procesos de
construcción de ciudadanía y encuentro social, anclado a la reflexión política acerca de lo público-privado, la
accesibilidad, transparencia y libertad. El concepto de espacio público es estudiado en sus dimensiones
LA PSICOLOGÍA AMBIENTAL-COMUNITARIA EN LOS DESASTRES 5

urbanas y sociales, integrando teorías del diseño urbano y de las ciencias sociales. Se refiere también a
aspectos de la promoción o el control de la sociabilidad y el encuentro social que se produce en la construcción
de la ciudad (Borja & Muxí, 2001; Salcedo Hansen, 2002). Es posible identificar tres grandes perspectivas o
tendencias discursivas que se sitúan en la base de las políticas de representación del espacio público, tres
visiones distintas sobre el pasado y el futuro de los espacios públicos en relación a los cambios contemporáneos
en la vida pública, y sus presuposiciones y argumentos muestran sensibilidades analíticas dispares, con
consecuencias políticas e ideológicas notablemente diferentes. Estas tres visiones son la tesis terminal o de
espacio público perdido, la tesis optimista o la construcción de civilidad y la tesis conflictivista o del control y
disputa (Berroeta & Vidal, 2012; Berroeta et al., 2016; Di Masso, Berroeta & Vidal, 2017).
El planteamiento de un espacio público comunitario quiere connotar los fenómenos socioespaciales
resultantes de las maneras particulares en que interactúan las características físicas, los usos y los
significados asociados al espacio público en la escala de barrio (Berroeta & Vidal, 2012). Con esto se acentúa
la importancia de la interrelación entre individuos y ambiente, la interacción entre personas vecinas, sus
redes y su vida cotidiana comunitaria (Berroeta et al., 2015).
De modo de ilustrar la pertinencia y alcances de una lectura desde la psicología ambiental comunitaria
para el estudio de comunidades en contexto de transformaciones producidas por desastres socionaturales en
Chile, presentaremos brevemente cuatro casos en los cuales hemos desarrollado esta investigación: las
transformaciones de las ciudades de Chaitén, Constitución, Dichato y Tocopilla.

Transformaciones Producidas por Desastres Socionaturales

Chile es un país sometido a diversos y continuos desastres socionaturales (Organización de las Naciones
Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, 2012) que producen transformaciones urbanas profundas.
En esta investigación nos propusimos analizar eventos de gran impacto nacional que han sido emblemáticos
en los últimos años y que produjeron distintos cambios en el entorno, dando origen a distintas soluciones para
la reconstrucción. Las estrategias utilizadas por el gobierno chileno para abordar la reconstrucción han sido
diversas y erráticas (Tapia, 2015). Tal como describe Salgado (2014), el modelo implementado es
predominantemente neoliberal, negando a la ciudadanía la co-construcción de los territorios.
Las transformaciones en los hábitats de las comunidades a consecuencia de estos desastres fueron
principalmente de dos tipos: totales (cuando implicaron cambios en la ubicación de viviendas dentro o fuera de
la ciudad de origen) y transformaciones parciales (cuando se mantuvo el emplazamiento original de la vivienda).

Transformación Total: Chaitén, 2008

El 2 de mayo de 2008, producto de la erupción del volcán Chaitén, fueron evacuadas 4.700 personas
habitantes de la región. Tras la erupción volcánica, la mayoría de las viviendas fueron compradas por el
Estado y se entregó un subsidio individual de subsistencia por 18 meses, con el cual cada familia debía buscar
una solución en el mercado inmobiliario regular. Esta estrategia dificultó la organización de la comunidad,
esparciendo a la población por diversas ciudades de la región de Los Lagos. Una de las localidades que recibió
un número considerable de chaiteninos (200 familias aproximadamente) fue la comuna de Puerto Montt,
específicamente la localidad de Alerce, donde viven cerca de 60 mil personas (Chile, Ministerio del Interior y
Seguridad Pública, 2014).

Transformación Total: Dichato, 2010

Ante el gran terremoto y tsunami del 27 de febrero de 2010, más del 80% de Dichato fue devastado. Los
daños de la localidad provocaron que toda la población que vivía en la zona costera fuera erradicada
temporalmente en aldeas de emergencia en zonas altas de seguridad. En esta situación, la Aldea El Molino,
en Dichato, llegó a ser considerada la aldea de emergencia postterremoto más grande de Chile, albergando
aproximadamente a 450 familias por más de tres años. El proceso de reconstrucción fue lento, generando la
conformación de comités y enfrentamiento con las autoridades. Dos de los conjuntos habitacionales
terminados a los tres años del desastre y con los cuales trabajamos en esta investigación fueron Villa
Horizonte y Bahía Azul (Chile, Gobierno Regional Bío Bío, 2010).
6 BERROETA Y PINTO DE CARVALHO

Transformación Parcial: Constitución, 2010

En el año 2010, Constitución también fue muy azotada por el terremoto y tsunami del 27 de febrero.
Producto de este sismo, una de las comunidades afectadas fue el conjunto habitacional Santa Aurora,
emplazado en lo alto del cerro O’Higgins. El conjunto habitacional fue demolido y reconstruido en el mismo
emplazamiento. Sus habitantes, pese a las pérdidas materiales y humanas, en su gran mayoría decidió
regresar al barrio. Hoy está conformado por departamentos donde residen 48 familias que vivían en el
conjunto original (Chile, Gobierno Regional Bío Bío, 2010).

Transformación Parcial: Tocopilla, 2007

El terremoto de Tocopilla del 14 de noviembre de 2007 provocó daños estructurales mayores en el 58% de
las construcciones e infraestructura de la ciudad, dejando sin hogar a cerca de 15 mil personas. La solución
definitiva no mantuvo la vecindad original o la desarrollada en los barrios transitorios en el periodo de espera.
Una de estas soluciones fue el barrio Pacífico Sur, con un total de 324 casas, de las cuales 58 acogen a familias
provenientes del sector Huellita, 30 de El Teniente y 236 viviendas fueron asignadas a allegados históricos y
allegados postterremoto (Chile, Ministerio del Interior y Seguridad Pública, 2014).

Método

Esta investigación se sitúa desde una perspectiva transaccional (Altman & Rogoff, 1987). Se considera
que persona y entorno son factores inseparables, que se definen dinámicamente y se transforman
mutuamente a lo largo del tiempo. Asimismo, se sitúa desde una comprensión del entorno como un constructo
sociofísico (Altman & Rogoff, 1987), en el cual las propiedades físicas y sociales están en interrelación.
Siguiendo a Stokols y Shumaker (1981), desde una perspectiva transaccional, la indagación debería
realizarse desde múltiples técnicas, las cuales deberían enfatizar el estudio de análisis holísticos, como
aspectos inseparables. Esta perspectiva permite dar cuenta de aspectos cualitativos que aborden los
significados espaciales, experiencias, prácticas y acciones (por ejemplo, ¿cómo se siente? ¿cómo se experiencia
determinado lugar?), sin renunciar a la dimensión evaluativa del componente afectivo e identitario (¿me
siento apegado a este barrio? ¿me siento identificado con este barrio?). Desde este marco, se diseñó una
investigación de carácter mixto, de la cual reportamos dos aproximaciones al fenómeno de los vínculos
socioespaciales en contextos de transformación por desastres socionaturales que describiremos a
continuación: una primera aproximación cuantitativa de mediciones individuales y una segunda cualitativa
de producción grupal.
Si bien ambas aproximaciones tuvieron momentos de producción de datos y análisis independientes, las
integramos a partir de estrategias del análisis selectivo de la grounded theory (Strauss & Corbin, 1990), es
decir, realizamos procesos de reducción y relación de los datos, construyendo nuevas categorías y buscando
organizar la información de modo a responder las preguntas emergentes en todos los casos. Como síntesis de
este proceso, y siguiendo a Morrow y Smith (1995), construimos una figura que presenta el contexto, las
condiciones causales, el fenómeno, las condiciones intervinientes, las estrategias y las consecuencias.

Aproximación 1: Mediciones Individuales

Participantes. Desde una aproximación cuantitativa, se diseñó una encuesta que fue aplicada en el año
2013 a una muestra no probabilística por conveniencia de 628 habitantes. El total de participantes estaba
compuesto por habitantes afectados por la reconstrucción: 144 habitantes desplazados de la ciudad de
Chaitén, 193 habitantes de Tocopilla, 80 habitantes de Constitución y 211 habitantes de Dichato. En cuanto
a las características de la muestra, el 66,6 % de las personas encuestadas son mujeres y la edad promedio de
la población es de 41 años (DE=14,95). En relación con la vivienda, el 88,7% de las personas vive en casa
propia, el 4% arrienda y el 7,3% vive de allegado. En cada vivienda habitan en promedio 3,7 personas.

Instrumentos. El instrumento fue diseñado en su oportunidad a partir de una adaptación de cinco


escalas, con el objetivo de medir las dimensiones de apego al lugar social y espacial, identidad de lugar,
sentido de comunidad, satisfacción residencial y participación cívica. Las escalas de apego al lugar social,
espacial e identidad de lugar se formularon en un autorreporte, evaluando la experiencia en el barrio de
origen y en el barrio actual, con el propósito de acceder a una evaluación de la experiencia antes de la
transformación por el desastre y a su evaluación actual.
LA PSICOLOGÍA AMBIENTAL-COMUNITARIA EN LOS DESASTRES 7

Escala de apego al lugar social y espacial (Scannell & Gifford, 2010).

Escala adaptada de Scannell y Gifford (2010), que evalúa el apego al lugar social y espacial. Está
compuesta de ocho ítems con formato de respuesta tipo Likert (1 = Nada a 6 = Muchísimo), que deben ser
respondidos con relación al Barrio de origen y al actual (por ejemplo: los espacios públicos del barrio son
importantes para mí). La confiabilidad de la escala adaptada medida mediante el coeficiente Alpha de
Cronbach, es, para Apego Social pasado, 0,914; para Apego Espacial pasado 0,884; para Apego Social actual
0,898; y para Apego Espacial actual 0,885. La escala en su versión original reporta un Alfa de Cronbach de 0,78.

Escala global de identidad de lugar (Vidal et al., 2010).

Escala adaptada de Vidal et al. (2010) y tomada de Hernandez, Hidalgo, Salazar y Hess (2007), que evalúa
identidad de lugar. Está compuesta de cinco ítems con formato de respuesta tipo Likert (1 = Nada a 6 =
Muchísimo), que deben ser respondidos con relación al Barrio de origen y al actual, y a la ciudad (por ejemplo:
este barrio forma parte de mi identidad). La confiabilidad de la escala, medida mediante el coeficiente Alpha
de Cronbach es, para Identidad de Lugar pasado 0,920 y para Identidad de Lugar actual 0,892. La escala en
su versión original reporta un Alfa de Cronbach de 0,94.

Escala breve de sentido de comunidad (Long & Perkins, 2007).

Escala adaptada de Long y Perkins (2007), que evalúa sentido de comunidad. Está compuesta de ocho
ítems con formato de respuesta tipo Likert (1 = Nada a 6 = Muchísimo), que deben ser respondidos en relación
al Barrio actual (por ejemplo: muchos de mis vecinos me conocen). La confiabilidad de la escala adaptada,
medida mediante el coeficiente Alpha de Cronbach es de 0,838. La escala en su versión original reporta un
Alfa de Cronbach de 0,74.

Escala de satisfacción residencial (Amérigo, 1995).

Escala adaptada de Amérigo (1995), que evalúa la satisfacción residencial. Está compuesta de cuatro
ítems con formato de respuesta tipo Likert (de 1 = Nada a 6 = Muchísimo), que debían ser respondidos con
relación al Barrio, a la Vivienda, a los Vecinos y al Global actual (por ejemplo: cuán satisfecho se siente con
su casa). La confiabilidad de la escala adaptada, medida mediante el coeficiente Alpha de Cronbach, es de
0,858. La escala en su versión original no reporta Alfa de Cronbach.

Escala de participación cívica (Perkins, Florin, Rich, Wandersman & Chavis, 1990).

Escala adaptada de Perkins et al. (1990), que evalúa participación cívica. Está compuesta de diez ítems
con formato de respuesta tipo Likert (1 = Nada a 6 = Muchísimo), que deben ser respondidos con relación al
Barrio actual (por ejemplo: participa de alguna forma en su junta de vecinos). La confiabilidad de la escala
adaptada, medida mediante el coeficiente Alpha de Cronbach, es de 0,909. La escala en su versión original
reporta un Alfa de Cronbach de 0,78.

Procedimiento. El instrumento se aplicó en Alerce, Dichato, Constitución y Tocopilla. Para resguardar


el respeto, la autonomía y la confidencialidad de la participación se utilizaron en la investigación documentos
de consentimiento informado aprobados por el comité de ética de la Universidad de Valparaíso. El proceso de
consentimiento informado consistió en la lectura y firma de estos documentos por cada participante, antes de
iniciar la producción de los datos.

Análisis de datos. Se analizaron las dimensiones de apego al lugar social, espacial e identidad de lugar,
aplicando la prueba t de Student para identificar si existían diferencias entre localidades y entre las
evaluaciones del barrio pasado y actual. Para las dimensiones sentido de comunidad, satisfacción residencial
y participación cívica se calcularon los promedios para cada nivel de respuesta Likert, por localidad.

Aproximación 2: Producciones Grupales

Complementario a lo anterior, y desde una aproximación cualitativa, se realizaron como técnica de


producción de datos, grupos focales en las cuatro localidades.
8 BERROETA Y PINTO DE CARVALHO

Participantes. Según lo descrito en Berroeta et al. (2016), los criterios de selección de los barrios fueron
la existencia de algún grado de conocimiento previo entre los habitantes de los nuevos barrios y la antigüedad
del barrio. En Tocopilla, se seleccionó el barrio Pacífico Sur, que tiene un sector de vecinos que fue reubicado
en su conjunto. En Constitución, se seleccionó el conjunto habitacional Santa Aurora, por ser un barrio que
fue completamente demolido y reconstruido, manteniendo sus mismos habitantes. En Dichato, se
seleccionaron los barrios Villa Horizonte y Bahía Azul, que fueron habitados por personas que residían en
sectores muy cercanos. Finalmente, para el caso de Chaitén, se seleccionó la localidad de Alerce en Puerto
Montt, donde vive un grupo aproximado de 150 familias desplazadas de Chaitén.
Participaron 117 habitantes, formados por cuatro grupos con personas desplazadas de Chaitén (grupos
realizados en Puerto Montt, Los Alerces), tres grupos en Tocopilla, seis grupos en Dichato (cuatro en Villa
Horizonte y dos en Bahía Azul) y cuatro en Constitución. La muestra fue de tipo intencional y los criterios de
selección fueron: personas mayores de 18 años de ambos sexos, propietarios de sus viviendas, que hubieran
residido por más de cinco años en el barrio de origen de la comunidad y que no hubieran sufrido daños físicos
ni pérdida de familiares o amigos como consecuencia de los desastres.
La selección de participantes se realizó a partir de quienes señalaron su voluntad durante la aplicación de
cuestionarios en una fase previa de la investigación y de la intermediación de informantes clave de cada comunidad.

Instrumento. Durante el año 2014 se realizaron 17 grupos focales. En estos grupos se indagó por la
historia del barrio (¿cómo se llegó a construir el barrio? ¿cómo era antes? ¿cómo eran las viviendas, el entorno,
la relación con los vecinos?), el proceso de reconstrucción y la decisión de habitar el barrio actual (¿por qué se
fueron o no de la localidad donde vivían? ¿cómo fueron los procesos de participación? ¿cómo son las viviendas,
el entorno, la relación con vecinos? ¿cómo cuidan de los espacios?). Los grupos fueron grabados y transcritos.

Procedimiento. Todos los grupos fueron realizados en sedes vecinales y conducidos por el primer autor
de este artículo. Los procedimientos éticos de investigación se efectuaron mediante lectura y firma de carta
de consentimiento informado.

Análisis de la información. La información fue organizada utilizando el software ATLAS.ti 7. El


método de análisis se inspiró en el análisis abierto y en el análisis axial de la grounded theory (Strauss &
Corbin, 1990). El análisis siguió una lógica individual, analizando cada localidad por separado, y luego una
lógica transversal desde los ejes temático-analíticos emergentes en todos los casos (Cornejo, Mendoza & Rojas,
2008). Con el propósito de triangular el análisis, los datos fueron codificados e internalizados por el equipo
de investigación, conformado por psicólogos y psicólogas ambientales y comunitarios.
El proceso de categorización global fue orientado teóricamente desde los marcos discursivos identificados
para los relatos del espacio público. Conceptualmente, estos discursos engloban distintos repertorios
interpretativos que definen los significados asociados al espacio público.
Finalmente, integramos las aproximaciones siguiendo una lógica selectiva de la grounded theory (Strauss
& Corbin, 1990), organizando las principales relaciones identificadas.

Resultados

Mediciones Individuales: Evaluaciones del Barrio Pasado y Actual

Apego social. En la medición del apego social entre el barrio pasado y el barrio actual, identificamos
diferencias en todos los sectores. La variación entre el apego social en el barrio pasado y en el barrio actual
no tiene la misma dirección en los cuatro sectores, siendo Constitución el único sector en que el apego social
actual es mayor que el del barrio pasado (ver Tabla 1 y Figura 1).

Apego espacial. Todos los sectores presentan diferencias en el apego espacial entre el barrio pasado y
el actual, excepto Dichato. La variación entre el promedio de apego espacial en el barrio pasado y el actual
no tiene la misma dirección en todos los sectores, siendo Constitución el único sector que presenta dirección
ascendente (ver Tabla 1 y Figura 1).

Identidad de lugar. Al analizar las medias de identidad de lugar entre el barrio pasado y en el barrio
actual, identificamos que en los cuatro sectores no hay diferencias (ver Tabla 1 y Figura 1).
LA PSICOLOGÍA AMBIENTAL-COMUNITARIA EN LOS DESASTRES 9

Tabla 1
Diferencias de Apego al Lugar Social y Espacial e Identidad de Lugar entre el Barrio Pasado y Actual

Barrio pasado Barrio actual


Apego y sector t gl p
Promedio DE Promedio DE

Apego al lugar social


Chaitén 4,86 1,35 2,94 1,44 11,970 143 < 0,001
Constitución 3,99 1,65 4,43 1,43 -2,756 79 0,007
Dichato 3,96 1,36 3,17 1,22 6,563 210 < 0,001
Tocopilla 3,79 1,61 3,15 1,52 3,745 192 < 0,001
Apego al lugar espacial
Chaitén 4,59 1,27 2,60 1,26 12,974 143 < 0,001
Constitución 2,48 1,56 4,97 1,18 -14,057 79 < 0,001
Dichato 3,45 1,40 3,36 1,30 0,318 210 0,484
Tocopilla 3,24 1,62 2,89 1,47 2,279 192 0,024
Identidad de lugar
Chaitén 4,93 1,20 2,92 1,32 12,437 143 0,008
Constitución 4,30 1,49 4,68 1,47 -2,184 79 0,032
Dichato 4,14 1,42 3,56 1,35 4,044 210 < 0,001
Tocopilla 3,91 1,71 3,41 1,49 2,661 192 0,008
Fuente: Elaboración propia, 2019.

Figura 1. Diferencias de apego al lugar social, espacial e identidad de lugar entre el


barrio pasado y actual en cada sector, expresadas en promedios de la escala Likert.

Los cuatro sectores estudiados presentaron en todas las variables diferencias entre las medias obtenidas
en referencia al lugar de origen y al lugar actual, con única excepción de Dichato, al no presentar diferencias
en el apego espacial. Esto implica que los vínculos socioespaciales son diferentes entre el barrio original y el
barrio actual en todos los casos.
De estos resultados, destacan los casos de Chaitén y Constitución. Chaitén, por un lado, presenta los
valores más bajos en todas las dimensiones evaluadas en el barrio actual, al contrario de Constitución, que
presenta los valores más altos. Esta diferencia de resultados demuestra el impacto que han vividos las
personas que se desplazaron de su ciudad hacia Los Alerces, experimentando una transformación total del
entorno. Por otro lado, en el conjunto habitacional Santa Aurora en Constitución, la reconstrucción se realizó
10 BERROETA Y PINTO DE CARVALHO

en el mismo lugar en que se ubicaban las viviendas antes del terremoto, manteniendo e incluso aumentando
los niveles evaluados.

Sentido de Comunidad y Participación Cívica

Considerando que 1 corresponde a la respuesta nada y 6 a muchísimo, los resultados obtenidos del sentido
de comunidad en el barrio actual nos permiten identificar que los participantes de Constitución presentan
un mayor promedio de puntajes en sentido de comunidad, mientras que Dichato, Tocopilla y Chaitén
presentan promedios menores. Nuevamente, Chaitén presenta los promedios más bajos respecto del barrio
actual (ver Figura 2).
La participación cívica mantiene un patrón similar, sin embargo, con promedios inferiores. Constitución
presenta los promedios más altos de participación cívica; sin embargo, representando respuestas entre los
puntajes poco (2) y algo (3). Las demás localidades presentan promedios de participación cívica inferiores al
nivel poco, siendo Chaitén la localidad con promedios más bajos (ver Figura 2).

Figura 2. Sentido de comunidad y participación cívica en el barrio actual (en


promedios Likert) en cada sector.

Satisfacción Residencial

A partir de la pregunta ¿cuán satisfecho se siente con su casa?, identificamos que Constitución presenta
el promedio más alto de satisfacción con la vivienda actual, con un promedio equivalente al puntaje mucho
(5). Tocopilla y Dichato presentan promedios equivalentes entre los puntajes bastante (4) y mucho (5), y
Chaitén, presenta el promedio más bajo, con un puntaje equivalente a una respuesta entre algo (3) y bastante
(4) (ver Figura 3).

Producciones Grupales: Significados Asociados al Espacio Público

Las transformaciones por desastres provocan un conjunto de relatos que articulan distintos repertorios
discursivos sobre el espacio público. El análisis de estos relatos nos muestra cómo se despliegan los tres
grandes marcos discursivos del espacio público —perdido, cívico y en disputa— que condicionan las prácticas
de apropiación del lugar (ver Berroeta et al., 2016).
Para el propósito de este artículo, en que presentamos una ilustración de la pertinencia y alcances de una
lectura de la psicología ambiental comunitaria para el estudio de comunidades en contexto de
transformaciones producidas por desastres socionaturales en Chile, describiremos los tres grandes marcos
LA PSICOLOGÍA AMBIENTAL-COMUNITARIA EN LOS DESASTRES 11

discursivos que identificamos transversalmente en las localidades estudiadas. Para profundizar en estos
resultados, revisar Berroeta et al. (2016).

Figura 3. Niveles de satisfacción con la vivienda actual (en promedios Likert)


en cada sector.

La pérdida. Identificamos los relatos de la experiencia de las transformaciones por un desastre


socionatural que explicitan la pérdida de elementos, tanto individuales como comunitarios, y que convergen
en un discurso pesimista. En su conjunto, relatan localidades que ya no son las mismas física y
relacionalmente después del evento. Para describir la pérdida, la base del relato de los participantes es la
presencia previa de un vínculo con el entorno que se desarrolla en valoraciones hacia el espacio pasado y
presente, identificando lo que fue perdido y su consecuente aceptación o malestar. Identificamos las
categorías emergentes de arraigo y pérdida de modos de vida, añoranza del espacio perdido y privatización
del espacio público.
Estos relatos de pérdida se caracterizan diferentemente según las localidades. Desde la experiencia de
habitantes desplazados de Chaitén, la pérdida significa modos de vida que ya no se encuentran, pérdida de
la ruralidad con sus lazos y prácticas, valorando estos cambios negativamente y traduciéndolos en
descontento. Los discursos de la pérdida también están presentes en Dichato; sin embargo, estos se
caracterizan por la resignificación positiva. Las mejorías de las condiciones habitacionales se constituyen en
paralelo a la nostalgia de los modos de vida de una ciudad que antes tenía menos visibilidad.

La civilidad. Los relatos que se basan en un discurso cívico y optimista del espacio público transformado
por un desastre socionatural conciben de forma importante la adaptación y las prácticas de intervención para
mejorar la calidad de vida de los habitantes. Está presente la noción de un espacio perdido, pero en estos
relatos el énfasis está en la acción para realizar la ciudadanía. Considerando el proceso de transformación,
sus habitantes desarrollan un sentido de resignación del espacio perdido, entendiendo sus prácticas
ciudadanas como modos de reapropiación del espacio, especialmente desde la unión comunitaria.
Identificamos las categorías emergentes de la “comunidad ideal es la que está unida”, “prácticas culturales y
vecinales”, y “prácticas de cuidado con el espacio público”. Estos discursos están presentes en la experiencia
de habitantes del conjunto habitacional Santa Aurora en Constitución, especialmente cuando significan la
reconstrucción del barrio como una conquista de la unión comunitaria. Emergen también relatos de redes de
apoyo económico y emocional en Dichato y Constitución, redes de vecindad a partir de las cuales se
transforman y mejoran los espacios.
12 BERROETA Y PINTO DE CARVALHO

El control y la disputa. Las transformaciones producidas por desastres socionaturales revelaron una
noción de que el espacio no es controlado libremente por sus habitantes, sino que es un espacio de disputa
con el Estado e instituciones privadas. Participantes del estudio demuestran una significación de esta disputa
como necesidad de organización comunitaria para contra-controlarla, contestándola con protestas y lucha por
la participación en la planificación y toma de decisión sobre las características que adopta el espacio público
y las viviendas. Identificamos las categorías emergentes de protestas como herramienta de conquista del
espacio y participación para la garantía de derechos en las localidades de Dichato, Constitución y Tocopilla.
Estos discursos relevan la participación como un mecanismo fundamental para negociar e incidir en las
decisiones del proceso de reconstrucción a través de estrategias de confrontación y colaboración. Otro discurso
presente es la significación del espacio como productor de exclusión y estigma, evidenciando experiencias que
no estaban presentes antes del desastre, como es el caso de personas desplazadas de Chaitén y habitantes de
Bahía Azul (Dichato).
Estos relatos sobre el espacio público son constituidos transversalmente por prácticas y significados. Las
prácticas —como la participación comunitaria— y los significados asociados al espacio —como la satisfacción
residencial— también son afectados por las transformaciones socioespaciales y son la base para la realización
del proceso de apropiación del espacio, en un nivel más abstracto que los elementos anteriores y
tridimensionalmente establecidos por ellos. Observamos cómo el sentido ideológico del espacio público se
reproduce a partir de las relaciones discursivas que lo justifican.

Integración de Resultados

Con el fin de ilustrar una lectura de la psicología ambiental comunitaria de los resultados de las
aproximaciones que hemos relato, presentamos en la Figura 4 un esquema integrado resultante de la
codificación indexada del material producido. En primer lugar, para comprender en contextos de
transformación por desastres socionaturales la dinámica de los vínculos socioespaciales que aquí analizamos,
es necesario comprender que el riesgo de un desastre solamente se materializa si existen comunidades
expuestas a amenazas. A partir de esta premisa, debemos considerar que el modelo político de gestión de los
territorios que asumen los gobiernos es también un elemento de base para tomar en consideración una
amenaza. Entre los aspectos comunitarios más significativos a considerar, identificamos dos, un marcado
énfasis de las acciones gubernamentales en abordar la fase de emergencia, por sobre la programación,
prevención y educación postdesastre, y una ausencia de planificación participativa con enfoque comunitario
del territorio.
La amenaza de pérdida de la vinculación socioespacial vivida por los habitantes de localidades
transformadas por el desastre es, por lo tanto, un proceso psicosocial que configura una acción política. Las
estrategias que desplegaron los habitantes frente a esta amenaza fueron identificadas principalmente como
la conformación de nuevos discursos sobre el espacio público, la contestación del territorio, la realización de
protestas y la mayor participación comunitaria para la garantía de derechos. Estas estrategias emergieron
desde los distintos actores de la comunidad, siendo facilitadas por las dinámicas comunitarias de apoyo mutuo
en los barrios afectados, mientras que los planes y estrategias de reconstrucción funcionaron principalmente
como obstaculizadores, generando la necesidad de lucha por parte de las comunidades con el objetivo de
minimizar los efectos no deseados.
Como consecuencia, estas estrategias comunitarias incidieron en el mejoramiento y modificación de
algunos de los procesos de reconstrucción, lo que se asocia a la experiencia expresada en los niveles de
satisfacción residencial con la vivienda actual, sentido de comunidad y participación cívica, así como en apego
e identidad de lugar en aquellas comunidades que desplegaron este tipo de acciones. Al mismo tiempo, estas
estrategias comunitarias incidieron en modificaciones y ajustes en los planes y estrategias de reconstrucción,
potenciando las dinámicas comunitarias, siendo, así, un proceso que se retroalimentó.
Un ejemplo de esto es el caso del conjunto habitacional Santa Aurora en Constitución. A diferencia de las
otras tres localidades estudiadas, el Estado reconstruyó las viviendas en el mismo lugar de origen, donde,
además, la comunidad de residentes participó activamente en el proceso de reconstrucción. Los resultados
nos muestran que estas personas experimentan altos grados de apego, identidad de lugar, satisfacción
residencial, sentido de comunidad y participación cívica en las condiciones habitacionales actuales. Por el
contrario, en el caso de Chaitén, el desplazamiento a un nuevo barrio ubicado en una ciudad distante, con un
desmembramiento de la comunidad de origen, ha provocado una desvinculación y un sentimiento de
desarraigo que dificulta la valoración e inserción en nuevas redes comunitarias. En este caso, la entrega de
LA PSICOLOGÍA AMBIENTAL-COMUNITARIA EN LOS DESASTRES 13

un bono individual a cada familia propició una búsqueda individual de viviendas, que consolidó aún más la
disolución de los vínculos socioespaciales.

Figura 4. Integración de resultados

Conclusiones

En este texto hemos planteado explorar la afectación de las comunidades ante desastres socionaturales
articulando dos subdisciplinas de la psicología (la psicología ambiental y la psicología comunitaria), para lo
cual propusimos el estudio de lo que denominamos vínculos socioespaciales. En consecuencia, organizamos
las conclusiones a partir de la articulación de estos campos y su potencialidad para la investigación y la
intervención ante desastres socionaturales.
Considerando a Wiesenfeld (2003) y Wiesenfeld y Zara (2012), gran parte de los programas y acciones
dirigidas a la población han estado orientadas por criterios técnicos, sin nutrirse de los conocimientos locales,
reproduciendo relaciones de opresión y desigualdad. El vínculo ambiental-comunitario es una oportunidad
de proveer un abordaje más integral a los problemas ambientales (Wiesenfeld, 2001), pretendiendo privilegiar
el quehacer investigativo que protagonice la participación de sus habitantes.
Hemos identificado que, además de la articulación teórica en la comprensión de conceptos de ambas
disciplinas, esta lectura amplía el entendimiento de elementos de poder y disputa del territorio, así como
visibiliza falencias psicosociales en las soluciones de reconstrucción vividas por estos habitantes.
Tal como identificamos en el trabajo anterior (Berroeta & Rodriguez, 2010), los procesos de vinculación
con el lugar, las dinámicas intersubjetivas comunitarias y las transformaciones materiales en los espacios no
son conceptos separables al momento de intervenir. Esto nos lleva a considerar la importancia de la
transdisciplinariedad y el compromiso social en los estudios del área. Rescatando nuestra posición
epistemológica, esta comprensión nos sitúa en un enfoque transaccional (Altman & Rogoff, 1987), a partir del
cual entendemos la persona, la comunidad y el ambiente como una confluencia de factores inseparables que
se construyen y transforman mutuamente de modo activo (Berroeta, 2007). A nuestro juicio, el foco debe estar
puesto en entender las construcciones sociales que las personas desarrollan hacia el territorio, para lo cual
es necesario comprender las condiciones políticas e ideológicas que sustentan su quehacer.
14 BERROETA Y PINTO DE CARVALHO

Por lo anterior, es necesario comprender cómo las personas viven, interpretan y reaccionan frente a un
desastre, qué ocurre en el proceso de desplazamiento y en la eventual relocalización y cómo se reconstruyen
sus vínculos con el nuevo espacio y la comunidad.
No se puede obviar que las personas tienen significados socioespaciales previos al desastre y que, ante
un desplazamiento, necesariamente elaboran un duelo por lo que se pierde, lo cual evidentemente no es
reductible a las pérdidas materiales. Esto es fundamental, dado que el proceso de adaptación va a depender
no solo de las diferencias entre el nuevo y el viejo entorno, sino también de la posibilidad de generar vínculos
sociales y espaciales satisfactorios.
En este sentido, consideramos necesario desarrollar investigaciones que den cuenta de cómo la dificultad
de generar vínculos en las nuevas comunidades o barrios afecta las prácticas colectivas y los significados
socioespaciales compartidos.
En términos de intervención postdesastre, consideramos que, si las acciones que se desarrollan se siguen
centrando en aspectos materiales, es de esperar que los niveles de apego con los nuevos destinos sean bajos.
Es indispensable que se consideren los procesos comunitarios, puesto que, como hemos observado en esta
investigación, la sola satisfacción residencial con la vivienda no asegura niveles altos de sentido de
comunidad, de apego de lugar, de identidad de lugar ni de participación. Esto implicaría que las acciones
desarrolladas desde los gobiernos se ejecuten considerando un enfoque psicoambiental comunitario,
partiendo, entonces, desde el reconocimiento de los significados y las prácticas tanto individuales como
comunitarias de las poblaciones e identificando sus problemas y necesidades. Abogamos, por lo tanto, por el
esfuerzo de entregar la mejor materialidad, tanto en las viviendas como en los espacios públicos, e integrar a
la comunidad de manera activa a los procesos y decisiones que se desarrollan en el desplazamiento y la
reconstrucción, respetando los derechos que toda comunidad tiene ante la intervención de programas sociales
(Olivares-Espinoza, et al., 2018).

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Fecha de recepción: Abril de 2019.


Fecha de aceptación: Julio de 2019.
International Journal of Disaster Risk Reduction 27 (2018) 642–648

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International Journal of Disaster Risk Reduction


journal homepage: www.elsevier.com/locate/ijdrr

Psychosocial support after natural disasters in Iceland-implementation and T


utilization

Edda Bjork Thordardottira, , Berglind Gudmundsdottirb,c, Gudrun Petursdottird,e,
Unnur Anna Valdimarsdottira,f,g, Arna Hauksdottira
a
Centre of Public Health Sciences, Faculty of Medicine, School of Health Sciences, University of Iceland, Reykjavik, Iceland
b
Mental Health Services, Landspitali - The National University Hospital of Iceland, Reykjavik, Iceland
c
Faculty of Medicine, School of Health Sciences, University of Iceland, Reykjavik, Iceland
d
Faculty of Nursing, University of Iceland, Reykjavik, Iceland
e
Institute for Sustainability Studies, University of Iceland, Reykjavik, Iceland
f
Department of Epidemiology, Harvard TH Chan School of Public Health, Boston, MA, USA
g
Department of Medical Epidemiology and Biostatistics, Karolinska Institutet, Stockholm, Sweden

A R T I C L E I N F O A B S T R A C T

Keywords: Introduction: To date, increased attention has focused on how early psychological support after trauma may
Disasters reduce suffering and limit the chronicity of psychological problems such as posttraumatic stress disorder (PTSD).
Psychosocial support However, few studies have assessed the reach or effectiveness of post-disaster interventions. The population of
Services Iceland is frequently exposed to natural disasters and since 1995 extensive psychosocial support has been
Emergency management
provided to disaster survivors in the country. The aim of this study is to assess the implementation, utilization,
PTSD
and perception of psychosocial support offered in the wake of three natural disasters in Iceland and to assess the
association between utilization of support and PTSD symptoms.
Method: Three population-based studies on inhabitants affected by avalanches in 1995 (n = 399), an earthquake
in 2008 (n = 1301) and a volcanic eruption in 2010 (n = 1615) were utilized. Follow-up time varied from 2
months post-disaster (earthquake) to 16 years post-disaster (avalanches). Questionnaire data was used in all
three cohorts to assess utilization of psychosocial support and psychological morbidity. Response rate in the
studies ranged from 71% to 82%. PTSD symptoms were assessed with validated measurement tools in all studies.
Pearson's chi-square tests were used to compare utilization and perception of psychosocial support with regard to
PTSD symptoms.
Results: Utilization of psychosocial support varied between disaster cohorts (16% after the 2008 earthquake;
26% after the 2010 eruption and 37% after 1995 avalanches). Satisfaction with support increased over the years,
with 53% of respondents reporting being satisfied or very satisfied with the support after the 1995 avalanches;
68% after the 2008 earthquake and 82% after the 2010 eruption. Only in the disaster cohort with the shortest
follow-up time (2 months) were PTSD symptoms negatively associated with utilization of psychosocial support
(earthquake cohort; p < 0.000).
Conclusions: The Icelandic national plan for psychosocial support has developed considerably since services were
first formally offered in 1995. Results indicate that satisfaction with received psychosocial support has increased
among disaster-affected populations from 1995, when services were first offered, to the year 2010, after the
psychosocial plan had undergone substantial improvements. Furthermore, utilization of psychological support
appears to be contingent on the severity of the disaster.
Further studies are needed to assess the effectiveness of coordinated empirically informed assistance.

1. Introduction both physical and psychological suffering among those affected.


Disasters are fairly common events, with an estimated 10–17% of in-
Disasters can have detrimental consequences at the individual and dividuals experiencing them in their lifetime [1,2]. Disasters often af-
community level, altering the infrastructure of societies and causing fect large geographical areas and therefore the lives of many. In the


Corresponding author.
E-mail address: eddat@hi.is (E.B. Thordardottir).

https://doi.org/10.1016/j.ijdrr.2017.11.006
Received 10 March 2017; Received in revised form 30 October 2017; Accepted 8 November 2017
Available online 10 November 2017
2212-4209/ © 2017 Elsevier Ltd. All rights reserved.
E.B. Thordardottir et al. International Journal of Disaster Risk Reduction 27 (2018) 642–648

year 2014, 324 disasters were documented worldwide, with an esti- 35% [16].
mated 140.8 million people affected, many of them children [3]. After the earthquakes in 2000, the Department of Civil Protection
and Emergency Management (DCPEM) in Iceland began developing a
1.1. Psychological morbidity post-disaster comprehensive plan for psychosocial support following disasters in
collaboration with key institutions. The plan, which was ratified in
Previous disaster studies have shown that a large proportion of early 2008, builds on the experience after avalanches in the Westfjords in
post-disaster psychological distress resolves in the first few months after 1995 and the earthquakes in 2000.
disasters [4,5]. There are however considerable individual differences The psychosocial plan is based on research [17,18] and re-
in psychological reactions to trauma, with a subset of survivors ex- commendations by the World Health Organization's evidence-informed
periencing persisting psychological morbidity in the long-term [6,7]. guidelines [19,20]. In addition, the plan builds on methods re-
Early interventions can therefore be an important asset in identifying commended by the National Child Traumatic Stress Network and the
those at greatest risk of persistent mental health problems [8]. National Center for PTSD in assessing and providing psychosocial needs
One of the most common psychological disorders post-disaster is in a safe manner [21]. In accordance to recommendations, the goal of
post-traumatic stress disorder (PTSD) [9]. PTSD symptoms have been the DCPEM psychosocial support plan is to reduce the initial distress
characterized by a failure to recover from a stress reaction following caused by traumatic events and to foster short- and long-term adaptive
exposure to a traumatic event [2], causing clinically significant distress functioning and coping. The psychosocial support also incorporates
or impairment in important areas of functioning [10]. The prevalence information and education about common symptoms post-disaster such
of PTSD after natural disasters ranges from 4% to 60% among adult as anxiety and PTSD as well as information on where to get help.
survivors [4,11] and tends to be higher among direct disaster victims The National Commissioner of the DCPEM is responsible for im-
(e.g. those who are close to the epicenter of the event, sustain injuries, plementing the plan during disasters. The DCPEM psychosocial support
lose a loved one or suffer economic loss) than indirect victims (30–40% plan consists of instructions and outlines for a response plan in all po-
vs. 5–10% respectively) [4]. The onset of PTSD predominantly occurs lice districts. Every police district makes their own version of the plan
immediately after the trauma [10]. It is therefore important that pro- based on local conditions, applicable to all types of disasters. The plan is
fessionals providing psychosocial support identify those experiencing updated regularly based on new knowledge, experience, and quality
PTSD symptoms, provide them with adequate follow-up and refer them management.
to treatment if symptoms do not subside. In 2010, a revised plan was ratified, taking into account the ex-
Research indicates that only a minority of disaster survivors ex- perience of first aid care offered after the earthquake in 2008 and the
periencing psychological morbidity seeks treatment [9], highlighting Eyjafjallajokull volcano eruption in 2010. The revised version specifies
the importance of identifying sensitive subgroups in the aftermath of who offers psychological first aid and how the collaboration between
disasters. One of the main aims of psychosocial support following dis- different sectors is conducted. Today, the Civil Protection Department,
asters is to target high-risk groups, that is those who are at increased the Icelandic Directorate of Health, the Icelandic Police, the Evangelical
risk of developing PTSD and other adverse symptoms in the aftermath Lutheran Church of Iceland, the Icelandic Red Cross, the municipal
of trauma [12]. By integrating mental health into emergency and governments and the National Trauma Center at Landspitali University
medical response in disaster-stricken communities, those at greatest Hospital of Iceland collaborate in providing psychosocial support aid to
risk of persistent morbidity can be targeted for early intervention. victims after disasters in Iceland. The group is specialized in psycho-
logical support and has the role of strategic planning and formulation of
1.2. The case of Iceland psychosocial management in disasters and mass trauma. It is only ac-
tivated during mass trauma or natural disasters to coordinate the sup-
Iceland is a remote island of approximately 332 thousand in- port needed in the disaster area and acts as a counsel to the coordina-
habitants, located on the Mid-Atlantic ridge. The country is prone to tion group in the disaster area.
natural disasters such as avalanches and landslides, volcanic eruptions A key factor in the aftermath of disasters is utilizing available re-
and earthquakes. In the time period 1900–2008, sixty-eight natural sources in the community and building on local capacities, to encourage
disasters were documented in the country [13]. The frequency of nat- sustainability. When a disaster strikes, the Red Cross opens a crisis
ural disasters in Iceland provides a unique opportunity to assess the center in the area hit. Individuals who come to the shelters are offered
structure and content of the psychosocial support offered as well as the psychological first aid, which includes i.e. physical and emotional
development of the psychosocial plan over the past decades. Therefore, comfort, connecting survivors to social support networks, supporting
the aim of this paper is to assess the implementation of psychosocial adaptive coping and providing information to survivors. In addition,
support after major natural disasters in Iceland (i.e. avalanches, an risk and resilience factors are assessed in order to identify factors that
earthquake and volcanic eruption) by providing a historical overview of may hinder successful recovery.
the psychosocial support offered by the Department of Civil Protection
and Emergency Management (DCPEM). In addition, utilizing popula- 1.4. Development of psychosocial service in Iceland
tion-based data collected among three exposed cohorts, to examine how
individuals living in the affected areas utilized and perceived the psy- This paper focuses on three major natural disasters in Iceland and
chosocial support offered. the development, as well as the implementation and perception of the
psychosocial national plan in the wake of these events.
1.3. The Icelandic multi-disciplinary model
1.4.1. Avalanches in 1995
In the summer of 2000, two earthquakes struck South Iceland Psychosocial support was offered for the very first time by the
within days of each other. An in-depth analysis of the psychosocial DCPEM in Iceland after catastrophic avalanches in the Westfjords in
support offered after the earthquakes revealed that no systematic or- 1995. The avalanches fell without warning in the small towns of
ganizational plan for psychosocial support was in place at a national Flateyri and Sudavik. The avalanche in January fell in Sudavik, de-
level [14]. Three months after the earthquakes, 33% of children in the stroying 16 houses and taking the lives of 14 inhabitants, thereof 8
area hardest hit by the earthquakes showed moderate to severe PTSD children. The avalanche in Flateyri fell in late October of the same year,
symptoms [15]. Of adults affected by the earthquake, 24% were found destroying 33 houses in which 54 people were sleeping and taking the
to have PTSD symptoms three months post-disaster. However, the lives of 20 people, thereof 5 children [22]. In all, 34 lives were there-
generalizability of the latter study is limited by a low response rate of fore lost in these two neighboring villages in one year.

643
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After the disaster, work groups were founded on behalf of the resulted in direct ash fall estimated at around 250 million tons. The ash
government and professionals were shipped to the disaster area. In fall was persistent for about six weeks, with the rural areas in south
addition, psychologists, psychiatrists, priests, nurses and locals from the Iceland most severely affected. Hundreds of inhabitants had to be
villages provided psychosocial support in shelters, homes, schools, evacuated from the disaster area three times during this period, due to
hospitals and at the Red Cross in Reykjavik. e.g. risk of flash floods. Psychosocial support was offered to many in-
The avalanches had profound effects on the communities. The vast habitants, particularly children, many of whom were distraught by the
majority of residents in Flateyri reported experiencing anxiety and/or loud explosions from the eruption. In a study assessing the effect of the
helplessness (87%) and someone close to them dying or sustaining in- Eyjafjallajokull eruption in 2010 on inhabitants of communities near
juries (83%) when assessed 3 months post-disaster [23]. Furthermore, the volcano, we found high exposure levels to be positively associated
approximately 40% of survivors of the avalanches were experiencing with PTSD symptoms 6–9 months post-disaster [27]. A follow-up study
PTSD symptoms 3–14 months later [24]. In a follow-up study, we found found that PTSD symptoms among the exposed group decreased be-
that 16% of survivors were experiencing PTSD symptoms specific to the tween 2010 and 2013, while the prevalence of psychological distress
avalanches, 16 years post-disaster [7]. In reports written shortly after and perceived stress remained similar [28].
the tragedies, emphasis was placed on providing further services to To date, few studies have assessed the reach or effectiveness of post-
survivors [24]. disaster interventions. Since 1995, extensive and costly psychosocial
Two years after the avalanches fell, in 1997, the Icelandic support has been provided to disaster survivors in Iceland, as reviewed
Directorate of Health appointed a committee to form a plan about the above. Combining three population-based studies conducted on the
coordination of psychosocial support in Iceland. In the next years, in- populations affected by two avalanches in the Westfjords in 1995 (n =
formation about psychosocial support was added to academic curri- 399), an earthquake in South Iceland in 2008 (n = 1068) and a vol-
culum among professionals in the health sector and educational mate- canic eruption in 2010 (n = 1615), we aim to examine how individuals
rial was made for the public. In 2002, a parliamentary resolution was living in the affected areas utilized and perceived the psychosocial
passed stating that the government, in collaboration with local autho- support offered (see Fig. 1). In addition, we aim to examine whether
rities, should organize psychosocial support in municipalities in times survivors who are experiencing disaster-related PTSD symptoms at
of crisis. Since the avalanches fell, substantial improvements have thus follow-up had sought psychological support immediately post-disaster.
been made in the national planning of psychosocial support following
disasters. 2. Methods

1.4.2. Earthquake 2008 This study consists of three separate data collections of inhabitants
In 2008, detailed guidelines for municipalities in Iceland were in Iceland exposed to (1) avalanches (2) an earthquake and (3) a vol-
published providing information about emergency management after canic eruption. Questionnaire data was used in all three cohorts to as-
natural disasters as well as the restoration and rebuilding of commu- sess utilization of psychosocial support and psychological morbidity. In
nities. Included in these guidelines was an overview of the DCPEM all data collections, participants received a phone call inquiring about
psychosocial support plan [25]. Coincidentally, days after these willingness to participate. Those who verbally agreed to participate
guidelines were published, an earthquake of magnitude 6.3 hit an area then received a questionnaire via email or postal mail. A few weeks
in South Iceland were approximately 15 thousand people lived. Luckily, later, participants received a message via email or postal mail thanking
no inhabitants lost their lives and few suffered injuries. The earthquake those who had participated and reminding those who had not returned
caused however significant damage to 2000 buildings and some roads the questionnaire to do so. Detailed information about the data col-
and bridges and deeply affected many of those exposed. In a prospective lection and methodology for each cohort can be found in previous ar-
study of inhabitants of communities struck by this earthquake, we ticles published about these studies [7,26,28,29]. An overview of key
found a reduction only in anxiety symptoms between two and twelve methodological factors in these studies is provided in Table 1.
months post-disaster, with PTSD and depressive symptoms remaining The Icelandic National Bioethics Committee and the Icelandic Data
fairly constant across time; indicating a chronicity of symptoms [26]. Protection Authority approved all research projects assessing the ava-
The primary goal of the psychosocial support plan after the earth- lanche, earthquake and volcanic eruption cohorts.
quake was to facilitate collaboration between key organizations, offer
empirically informed psychosocial support during the first weeks after 2.1. Statistical analysis
the earthquakes and to facilitate collaboration between key local in-
stitutions during the long-term follow-up [19]. Two psychosocial co- Descriptive analyses were conducted to examine characteristic fac-
ordination groups collaborated in implementing the plan: a coordina- tors across the cohorts as well as the utilization and perception of
tion group in the Coordination and Command Center of the Civil psychosocial support received after the disasters. We used Pearson's chi-
Protection in Reykjavik and a coordination group in the police district square tests to compare: (1) utilization and perception of psychosocial
of the disaster area. The implementation of psychosocial support in- support with regard to gender and (2) the utilization of psychosocial
cluded offering support in an earthquake crises center in the disaster support with regard to disaster-related PTSD symptoms. The statistical
area, heavily advertised in the local media, newspapers and in open program IBM SPSS Statistics version 20.0 (IBM Corporation, Armonk,
information meetings held regularly during the first week after the NY, USA) was used for all statistical analyses.
earthquake.
Individuals who were experiencing difficulties or were interested in 3. Results
formal support were encouraged to seek assistance at the center and
mental health professional provided psychosocial support, available All three disaster cohorts were fairly similar with regard to back-
during opening hours the first two weeks after the earthquake, and then ground characteristics (Table 2). Approximately half of participants in
services decreased along with demand for support. all disaster cohorts were female, and the majority of participants in all
cohorts were young or middle-aged adults.
1.4.3. Volcanic eruption in 2010
Since the South Iceland earthquake in 2008, the psychosocial plan 3.1. Avalanches in 1995
has been implemented twice to date: after volcanic eruptions in
Eyjafjallajokull in 2010 and again in 2011. In the avalanche cohort, 37% of participants reported having re-
The eruption of the Eyjafjallajokull volcano in the spring of 2010 ceived psychological support in the first day's post-disaster. There was

644
E.B. Thordardottir et al. International Journal of Disaster Risk Reduction 27 (2018) 642–648

Fig. 1. A map of Iceland with the three natural disasters under


study: two avalanches in 1995, an earthquake in 2008 and a
volcanic eruption in 2010.

no significant difference in utilization of support with regard to gender Table 2


(Table 3a). Of those who received psychosocial support, 53% reported Characteristics of participants in the avalanche, earthquake and volcanic eruption co-
horts.
being satisfied or very satisfied with the support; 15% were indifferent
and 32% were unsatisfied with the support or very unsatisfied. The Disaster study
association between satisfaction of psychosocial support and gender
was non-significant (Table 3a). Avalanches 1995 Earthquake 2008 Eruption 2010
Of participants who received psychosocial support, 36% were ex- (n = 286) (n = 1068) (n = 1148)

periencing avalanche-related PTSD symptoms 16 years later, compared Gender


to 64% of those who did not receive psychosocial support. However, the Female 143 (50%) 596 (56%) 586 (51%)
association between utilization of psychosocial support and experien- Male 143 (50%) 474 (44%) 562 (49%)
cing avalanche-related PTSD symptoms was non-significant (Table 3b). Age
18–40 126 (45%) 375 (35%) 402 (35%)
Additional analysis revealed that there was no statistically sig-
41–60 115 (41%) 507 (48%) 455 (40%)
nificant difference between the avalanche-affected towns of Sudavik ≥ 61 39 (14%) 186 (17%) 291 (25%)
and Flateyri with regard to utilization and perception of psychosocial Education
support (data not shown). Furthermore, there was no significant dif- University 49 (17%) 259 (25%) 234 (21%)
High school 122 (44%) 386 (38%) 379 (33%)
ference in utilization or satisfaction of psychosocial support with regard
Grade school or 110 (39%) 372 (37%) 519 (46%)
to survivors been children or adults at the time of the disaster (data not less
shown).

3.2. Earthquake in 2008 found between the genders with regard to satisfaction with the psy-
chosocial support (Table 4a).
In the earthquake cohort, 16% of participants reported having re- Of participants who received psychosocial support, 42% were ex-
ceived psychosocial support after the earthquake; with women being periencing earthquake-related PTSD symptoms 2 months post-disaster,
significantly more likely to have utilized the support (Table 4a). Of compared to 58% of those who did not receive psychosocial support.
those who received psychosocial support, 68% reported being satisfied The association between utilization of psychosocial support and ex-
or very satisfied with the support; 13% were indifferent and 19% were periencing earthquake-related PTSD symptoms was significant
unsatisfied with the support or very unsatisfied. No difference was (Table 4b).

Table 1
An overview of key methodological factors in the avalanche, earthquake and volcanic eruption cohorts.

Disaster Cohort

Avalanches 1995 Earthquake 2008 Eruption 2010


N = 399 N = 1301 N = 1615

Follow-up time post-disaster 16 years 2 months 6–9 months


Response rate 286/399 (72%) 1070/1301 (82%) 1148/1615 (71%)
Assessment of psychosocial Did you receive psychosocial support in the Did you receive psychosocial support Did you receive psychosocial support from the Icelandic
support first days following the avalanches? from the Icelandic Red Cross or a priest? Red Cross, a priest or psychologist after the eruption
began?
Measurement of PTSD Posttraumatic Diagnostic Scale [30] PTSD Symptom Scale-Self Report [31] Primary Care PTSD [32]
Cut-off score for PTSD > 14; indicative of clinically significant > 14; indicative of clinically significant > 2; positive screening for PTSD [32]
PTSD symptoms [33] PTSD symptoms [33]

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Table 3a Table 5a
Utilization and perception of psychosocial support received in the first days after the 1995 Utilization and perception of psychosocial support after the 2010 volcanic eruption in
avalanches in Sudavik and Flateyri in Iceland. Iceland, 6–9 months post-disaster.

Total Males Females X2 p-value Total Males Females X2 p-value


n (%) n (%) n (%) n (%) n (%) n (%)

Received psychosocial 98/265 46/98 52/98 (53%) 0.28 0.597 Received psychosocial 262/ 126/262 136/262 0.49 0.485
support (37%) (47%) support 1027 (48%) (52%)
Satisfaction with (26%)
psychosocial Satisfaction with
support psychosocial
Satisfied/ very satisfied 50/95 22/43 28/52 (54%) 9.62 0.211 support
(53%) (51%) Satisfied/ very 195/237 91/115 104/122 3.66 0.160
Neither/nor 15/95 8/43 7/52 (13%) satisfied (82%) (79%) (85%)
(15%) (19%) Neither/nor 12/237 9/115 3/122 (2%)
Unsatisfied / very 30/95 13/43 17/52 (33%) (5%) (8%)
unsatisfied (32%) (30%) Unsatisfied / very 30/237 15/115 15/122
unsatisfied (13%) (13%) (12%)

Table 3b
Association between receiving psychosocial support in the first days post-disaster and Table 5b
experiencing avalanche-specific PTSD symptoms 16 years later. Association between receiving psychosocial support in the first days post-disaster and
experiencing volcano-specific PTSD symptoms 6–9 months post-disaster.
PTSD symptoms X2 p-value
(PSS-SR > 14) PTSD symptoms X2 p-value
(PC-PTSD > 2)
Received psychosocial support
Yes 14/39 (36%) 0.07 0.795 Received psychosocial support
No 25/39 (64%) Yes 31/62 (50%) 19.47 1.000
No 31/62 (50%)

Table 4a
Utilization and perception of psychosocial support after the 2008 earthquake in Iceland psychosocial support. The association between utilization of psycho-
and perception of support. social support and experiencing volcano-related PTSD symptoms was
non-significant (Table 5b).
Total Males Females X2 p-value
n (%) n (%) n (%)
4. Discussion
Received psychosocial 157/ 957 55/157 102/157 7.12 0.008
support (16%) (35%) (65%)
Satisfaction with This study provides unique insight into the comprehensive psy-
psychosocial chosocial support offered after three natural disasters in a modern and
support affluent society, with a strong infrastructure, well-controlled health
Satisfied/ very 106/157 36/55 70/102 1.35 0.510 care system and a nationwide social security network. The main results
satisfied (68%) (65%) (69%)
Neither/nor 21/ 157 6/55 15/102
indicate that satisfaction with received psychosocial support has in-
(13%) (11%) (14%) creased among disaster-affected populations from 1995, when services
Unsatisfied / very 30/157 13/55 17/102 were first offered, to the year 2010, after the psychosocial plan had
unsatisfied (19%) (24%) (17%) undergone substantial improvements.

Table 4b 4.1. Utilization and perception of support


Association between receiving psychosocial support in the first days post-disaster and
experiencing earthquake-specific PTSD symptoms 2 months later. Utilization of psychosocial support varied considerably between the
disaster cohorts under study (16–37%). Our results are similar to those
PTSD symptoms X2 p-value
(PSS-SR > 14)
of Michel and colleagues, who found that the utilization of crisis in-
tervention teams in Denmark, Sweden and Norway among
Received psychosocial support Scandinavians exposed to the 2004 tsunami in Asia ranged from 12% to
Yes 23/55 (42%) 27.48 0.000 39% [34].
No 32/55 (58%)
As expected, utilization of support in our study was greatest (37%)
among the respondents exposed to the most severe disaster, the ava-
3.3. Volcanic eruption in 2010 lanches in 1995, in which 34 inhabitants lost their lives. Psychosocial
support was utilized less after the other two milder disasters, i.e. the
In the eruption cohort, 26% of participants reported having received 2008 earthquake and 2010 volcanic eruption (16% and 26% respec-
psychosocial support after the eruption. There was no significant tively), which fortunately did not take the lives of any. A large part of
gender difference in utilization of support (Table 5a). Of those who the psychosocial services is to identify those at risk of developing long-
received psychosocial support, 82% reported being satisfied or very term difficulties and referring them to appropriate support. Severity of
satisfied with the support; 5% were indifferent and 13% were un- disasters has been found to be a prominent risk factor for psychological
satisfied with the support or very unsatisfied. No gender differences morbidity among those exposed [11]. It is therefore expected that the
were found with regard to satisfaction with the psychosocial support utilization of psychosocial support is contingent on the severity of
(Table 5a). disasters. It is therefore very important that psychosocial services be
The same proportion (50%) of participants who received psycho- available in the aftermath of disasters, particularly when they are se-
social support screened positive for PTSD as those who did not receive vere, as a greater proportion of survivors would be expected to have
developed psychological morbidity and need referal to services and

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treatment. communication, as well as education about common symptoms chil-


Interestingly, our results indicate that satisfaction with psychosocial dren may experience after trauma and strategies for resilience and re-
support increased over the years. In 1995, 53% of survivors of the covery. The adolescent module includes strategies on how to establish a
avalanches reported being satisfied or very satisfied with psychosocial positive family and peer network. For those who require treatment and
support compared to 68% of the earthquake cohort and 82% of the additional help, the internet-based intervention provides information
volcanic eruption cohort. A plausible explanation for this improvement about where to get in-person help [38].
in satisfaction with services, is that since 1995, when the psychosocial
support was implemented for the first time by the DCPEM, the support 4.4. Strengths and limitations
offered has improved considerably, building on the experience of other
disasters. Regular education and training opportunities are now pro- The main strength of this study is that it utilizes population-based
vided for professionals in different police districts in the country and cohort studies of respondents exposed to three different types of natural
the collaboration between different professionals and institutions pro- disaster. Through the Icelandic nationwide registers, the complete
viding psychosocial support following disaster has been improved disaster stricken populations were identified. In addition, response rates
considerably. ranged from 70% to 82%, therefore including the majority of survivors
of these disaster-stricken communities. However, we lack information
4.2. Utilization of support and PTSD symptoms about those survivors who chose not to participate. In addition, it is
possible that some individuals might be included in more than one
In the earthquake cohort, experiencing lower degree of PTSD disaster cohort. We expect that if any, these would be few cases as these
symptoms 2 months post-disaster was associated with utilization of disasters occurred in different areas in Iceland at separate time points.
psychosocial support post-disaster. During such a short follow-up, it However, as these are three separate datasets and no identification
would be expected that those reporting notable PTSD symptoms would numbers linking participants between studies, this cannot be assessed.
be those who sought support and were therefore more likely to recover. This study is further limited by utilizing studies with a retrospective
Indeed, the psychosocial support is specifically aimed at those who are design as well as self-reporting of PTSD symptoms, as opposed to re-
having difficulties post-disaster. Furthermore, the plan emphasizes the lying on diagnostic interviews. Furthermore, information about the
importance of follow-up within the primary care services in the affected utilization of other forms of support post-disaster as well as information
disaster area to monitor the development of symptoms. The current about whether respondents received any PTSD treatment would have
study highlights the importance of having psychological interventions complimented our study.
available for those who do not recover by themselves. Importantly,
psychosocial services should focus on activating the social network of 5. Conclusions
those who lack social support post-disaster, as low social support pre-
ceding disasters and in the aftermath of disasters has been shown to be The Icelandic national plan for psychosocial support has improved
a major predictor of psychological problems [35,36]. considerably since services were first formally offered in 1995, building
Contrary to the results from the earthquake cohort, there was no on knowledge from various natural disasters. A potential indicator of
significant difference between PTSD symptoms and utilization of psy- improved services is increased satisfaction with received psychosocial
chosocial support in the avalanche and volcanic eruption cohorts, both support among disaster-affected populations from 1995, when services
of which had a longer follow-up period. A potential explanation of the were first offered, to the year 2010. Although knowledge on trauma
non-significant findings in the volcanic eruption cohort is that survivors recovery and implementation of psychosocial support in Iceland, as
who did not seek psychosocial support had received PTSD treatment well as in other countries around the world has increased, there is still
from the time of the disaster until follow-up 6–9 months later. much to learn about how best to implement psychosocial support,
Regarding the avalanche cohort, there were no trauma-focused promote recovery and prevent the development of long-term problems.
psychological therapies for PTSD available at the time of the trauma, in As new disasters happen, the Icelandic national psychosocial plan
1995. Unfortunately, we have no information about what resources provides opportunities to continue examination of the effectiveness of
have been available to the avalanche survivors in the past 16 years. coordinated empirically informed assistance.
However, as the minority of disaster survivors seek treatment for psy-
chological problems post-disaster [9], follow-up of those affected is an Acknowledgements
important part of the psychosocial services. In the current national
psychosocial plan, greater emphasis is placed on long-term follow-up This study was funded by the Nordic Centre of Excellence for
and availability of trauma focused treatment for individuals who con- Resilience and Societal Security (NORDRESS) and the Icelandic
tinue to report trauma related problems following the event. Research Fund (Rannis). In addition, the data collections used in this
study were funded by the University of Iceland Research Fund, the
4.3. Future interventions Landspitali University Hospital Research Fund and through a grant in
2010 from the government in Iceland.
Mental healthcare often lacks resources to meet the needs of a The authors thank Heidrun Hlodversdottir and Anna Margret
substantial number of people that have been affected simultaneously by Hrolfsdottir for their assistance in data analysis.
a disaster. In addition, geographical barriers, such as distance to ser-
vices, can limit access to support post-disaster. Internet-based inter- References
ventions (IBI) can be a good alternative for disaster survivors as they
can be delivered to areas where mental health services are unavailable [1] J.M. Darves-Bornoz, J. Alonso, G. de Girolamo, R. de Graaf, J.M. Haro, V. Koves-
or limited as well as being at relatively low cost. Indeed, recent research Masfety, J.P. Lepine, G. Nachbaur, L. Negre-Pages, G. Vilagut, I. Gasquet, Main
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