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UNA HISTORIA IMAGINARIA QUE PARECE REAL.

Uds. elijan el año, en las 3 últimas décadas, en una ciudad latina.

Don Francisco Espinoza Reyes, un sexagenario jubilado, acude presuroso hacia un centro de
atención médica primaria.

Son las 6 de la mañana. Para estar temprano en la fila, tomó el transporte urbano desde la colonia
Libertadores de América, situada en la periferia de esa ciudad de Aguacatepec.

Una travesía de alrededor de 45 minutos y llega al centro de atención médica.

Entra y sube muy despacio las empinadas escaleras y toma asiento en una banca metálica a esperar
pacientemente el momento dr ser atendido.

A las 8.10 hs. de la mañana llega una dama algo pasada de peso. Es la asistente del consultorio
número 9. Prende su computadora de escritorio. Y se pone a buscar su tasa, frasco de café y termo.
También azúcar de una bolsita de plástico, dentro de un cajón de su escritorio.

De otro frasco, extrae un par de abatelenguas.

Esta trabajadora, que auxilia al médico, ocupa, varios minutos después de checar, en su minucioso
retoque, de belleza facial. Y preparar su café.

Algunos pacientes citados, se aproximan y ni siquiera voltea a verlo. Al insistir los enfermos y sus
familiares, se desespera y les indica con voz fuerte. Yo los llamo cuando les toque. Nos se arrimen
ahora.

-Señorita, fíjese si estoy anotado en la lista. El mes pasado, me regresaron, dizque por no estar
anotado. Pero mi nieta se fijó ya en la casa, que si estaba y que así lo escribió usté en la tarjeta de
citas.

-A mi no me heche la culpa-.

-Si no llegó a tiempo, la culpa es suya, no mía. Además, ha tenido mucho trabajo la Doctora Méndez,
y pues si llegan después de su hora, no los quiere recibir-.

-Oiga, seño, no quiero retobarle, pero nosotros si llegamos pronto, pero usté y la doctorcita,
empiezan a pasarnos después de las 9. Yo salgo de mi casa desde las seis de la mañana y vengo
desocupándome después del mediodía-.

-Mire si no le acomoda este consultorio, porque no se cambia a otro-


-Pos ya fui con el coordinador, pero me dijo, que no se puede-.

-Que todos los demás doctores, tienen más gente arriba de la cuota. Que la que tiene menos
inscritos es el consultorio 9 de la doctora Méndez-.

-Ese, no es mi problema-

Y siguió de manera displicente, preparando su café, después de ser llenada su tasa con agua caliente
del termo y movía con un abateleguas el líquido y los solutos.

8.30 hs. -Los que vienen al nuevee, con la doctora Ana Méndezzz…

Y fue nombrando, según el orden en que fueron cada derechohabiente colocando sus tarjetas.

Empezó la asistente checando peso y talla a cada uno. También les tomaba, temperatura y presión
arterial. Algunos datos si eran reales y los anotaba en un papelito de 3x5 cm.

A las nueve de la mañana, entra la Dra. Méndez, al consultorio, aún comiendo una torta y dando
sorbos de un refresco embotellado.

Su bata blanca, pelo corto, teñido de rubio, y su hablar, casi imperceptible, moviendo
exageradamente los labios.

El estetoscopio doblado, dentro de uno de los bolsillos laterales de su bata.

Observa sin interés el grueso de expedientes colocados en torre sobre su escritorio. Sigue
masticando y limpiando los labios alternativamente.

Piensa que luego deberá retocar sus labios.

El primer paciente nombrado es don Pancho.

- ¿Se acuerda de mi doctorcita? –

-No- ¡Cómo voy a acordarme de cada uno!

-Es que me prometió mandarme con el interno o con el cirujano-

Abre su expediente de pasta gris, igual que los demás. Le da un vistazo y lo cierra. Sacando su pluma
y comienza a garabatear en la última hoja…

Don Pancho se arrima al escritorio, porque la silla está muy retirada del escritorio, casi pegada a la
pared.
-¿Qué hace? –

-Pos pa explicarle que…-

¡Nooo! -Quédese en su silla y dígame ¿Qué le pasa?-

Es que ya van seis meses que le digo que me da misirere y volteadera. Me siento todo cherrengue,
pixteco, con los ojos shures y…

-No me haga perder el tiempo-… ¿Dónde le duele?

Pos aquí en el hijar… dijo señalándose el costado derecho, bajo la parrilla costal. En veces me da
tanta basca que me quedo todo amarillo…

-Ud. me dijo que miba a mandar con el Doctor Contreras, o con el cirujano Ferrer, del hospital,
pa´que me revise-.

-Primero le voy a dar omeprazol y butilhioscina y una dieta muy estricta-

Pero si cada mes me da eso doctora y no me sirve. El mes pasado, tuvieron que llevarme tres veces
a urgencias.

-La semana pasada oriné como la coca y ya la dejé de tomar-

-Mejor ya mándeme-

-Un compadre me dijo que a lo mejor es esa enfermedad nueva de la “patitis” en los niños-…

-¡No me haga reir! -¿Cree que está tan jovencito como para que le dé una enfermedad de niño?-

-Doctora mi pensión no me alcanza para ir con médico de fuera. Apenas puedo comprar las
medicinas para controlarme de la diabetes, la presión y del corazón. Es que casi nunca tienen en la
farmacia. Nomás me hacen dar un chingo de vueltas y todo pa´nada-.

-Yo no tengo manera de resolver lo demás. Yo le hago la receta y lo demás no me corresponde-.

-Para que dejes de dar lata te voy a dar la carta de envío con el internista-.

-¿Ese es el doctor Contreras verdad?-

-Si. Aquí está la orden. Ve con el Coordinador Olmos para que te la autorice-…
-Y luego en el archivo que te den la cita-.

-¿pero no me va a revisar doctora?-

-Bueno, ¿vas a querer el pase o no?-

-Si, si. Usté perdone doctora-.

Y nuestro personaje se retira a paso lento, enfundado en su chamarra, a pesar del calorcito
ambiental…

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