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Revista Portuguesa de Filosofia

Verdad y Objetividad: Una defensa de Rorty


Author(s): Juan José Acero
Source: Revista Portuguesa de Filosofia, T. 65, O Dom, a Verdade, e a Morte: Abordagens e
Perspectivas / The Gift, Truth, and Death: Approaches and Perspectives (2009), pp. 923-956
Published by: Revista Portuguesa de Filosofia
Stable URL: http://www.jstor.org/stable/41220908
Accessed: 06-03-2016 15:27 UTC

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nílkn RPF-
C (^Ll 65* 2009

Verdad y Objetividad:
Una defensa de Rorty

Juan José Acero*

1. Contra Rorty

Richard Rorty ha sido uno de los filósofos más discutidos de las tres últi-
mas décadas. Cuando ha habido que citar nombres de defensores de doctri-
nas controvertidas, incluso recibidas con hostilidad, su nombre ha sido una
primera opción. Un ámbito filosófico en el que estas críticas han arreciado de
forma particularmente intensa es el de la verdad y la objetividad del conoci-
miento. Aquí sus críticos han hablado de 'Relativismo' o 'Nuevo Cinismo', y
todo el mundo ha sobreentendido que relativistas y cínicos no cuentan con
otros recursos que sofismas o trucos.
¿Qué da pie a un rechazo tan contundente como ampliamente compartido?
Una parte de la oposición que suscita Rorty radica en el hecho de que él ha
conservado algunas de las maneras quietistas del filósofo analítico en un mundo
en el que la metafísica ha recuperado el terreno que una vez se le reclamó y
en el que el Análisis se ha convertido en una opción minoritaria. Rorty ha sido
uno de los escasos filósofos que han asumido que no siempre es mejor tratar
de resolver problemas que disolverlos, definir conceptos que renunciar a ellos,
precisar o corregir doctrinas que simplemente abandonarlas. Eso sucede con
las ideas de verdad y objetividad. Su quietismo no es, sin embargo, el de un
filósofo analítico, sino el de un pragmatista,1 y es su pragmatismo el que le ha

* Universidad de Granada (Granada, Espanha) - O presente artigo foi apresentado no Colo-


quio sobre Teorías da Verdade realizado, sob a responsabilidade de Juan A. Nicolás, na Universi-
dade de Granada, Espanha, entre os dias 19-20 de Abril de 2007. Segundo o Autor, a investigaçao
subjacente ao presente traballio foi subvencionada pelo projecto Naturalismo y pragmatismo
contemporáneos (hum-4099), no ámbito da Consejería de Innovación, Ciencia y Empresa, de la
Junta de Andalucía. O Autor agradece a Manuel de Pinedo pelos seus comentarios, especialmente
no que se refere à elaboraçâo do ponto 10 do presente artigo.
1 Rorty (1998: 41). En respuesta a un comentario de Putnam sobre la impronta carnapiana
de su desprecio de la metafísica, Rorty reconoce que en la etapa de La filosofía y el espejo de la
naturaleza estuvo muy cercano a esta visión de la filosofía. Véase Rorty (1998: 45). Sobre sus
relaciones con la Filosofía Analítica en etapas posteriores de su trayectoria filosófica, los ensayos
de la Tercera Parte de Rorty (2007) contienen material relevante, que no analizo aquí por razones
de limitación de espacio.

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llevado a recomendar reiteradamente que ignoremos tesis filosóficas como las


siguientes: que hay un modo propio de ser de las cosas; que existe una des-
cripción completa de ese modo de ser, es decir, del mundo; que esa descripción
es totalmente ajena a los intereses de quienes están encargados de ofrecerla
y de quienes les subvencionan; que el conocimiento del mundo, que aspira a
desembocar en esa descripción, es objetivo, pues aspira a ser verdadero. Todo
esto puede resumirse en la renuncia a incluir los conceptos de verdad y obje-
tividad (y otros como los de hecho o mundo) en el maletín de herramientas
del filósofo.2 Expuestas con mayor detalle, las doctrinas de Rorty que tanta
oposición reciben son las siguientes:
(i) El conocimiento no consiste en elaborar representaciones adecuadas
de las cosas, de sus propiedades y relaciones, un tertium quid entre el inda-
gador, el sujeto del conocimiento, y el mundo, el objeto del conocimiento.
(Esto significa el rechazo del Dualismo del Esquema y el Contenido, según
lo ha denominado Davidson, o el Dualismo del Sujeto y el Objeto, según lo
denominó Dewey.)
(il) La verdad no es correspondencia con los hechos, con él modo propio de
ser de la cosas, con el mundo. Un pensamiento o un aserto no son verdaderos
porque sus partes estén coordinadas con partes (objetos, propiedades y rela-
ciones) del mundo; y porque las relaciones entre las primeras estén también
coordinadas con las correspondientes relaciones entre las segundas. La idea
de que hay hechos, que se componen de entidades combinadas entre sí, es una
hipóstasis del modo en que entendemos nuestras oraciones.
(ra) No hay nada como la propiedad de ser verdadero: la verdad no tiene
ninguna naturaleza o esencia. Decir de un pensamiento, de una oración o de
un enunciado que es verdadero no va más allá de hacer un cumplido - un
cumplido metafisico, si se quiere. Toda referencia a la verdad ha de reempla-
zarse por referencia a la justificación que sostenga nuestros pensamientos,
asertos y usos de oraciones frente a quienquiera que solicite garantías.
(iv) No hay nada como la propiedad de la objetividad, si por ello hay que
entender una condición que trascienda el resultado de la argumentación soli-
daria. En lugar de perseguir el ideal de la objetividad, hemos de facilitar que
la conversación continúe.

2 Esto ha llevado a algunos filósofos a atribuir a Rorty la doctrina de que los hechos son
relativos a sistemas epistémicos. Sobre ella construye Boghossian su crítica de la epistemología
de Rorty. (Véase Boghossian 2006: caps. 5-7.) Sin embargo, esta formulación de la Tesis del
Relativismo es enteramente ajena a Rorty, que no la ha hecho suya nunca. No es difícil ver que
eso se debe a que la noción misma de sistema epistémico es un cuerpo extraño en su equipaje
conceptual.

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Estas cuatro tesis han provocado un alud de críticas y debates, que el propio
Rorty ha alentado.3 Quizás la más extrema sea la que Haack hace por boca de
Peirce: Rorty es uno de esos pragmatistas que defienden, a propósito de la
verdad, doctrinas que facilitan que la filosofía se infecte con los gérmenes de
la muerte (Haack 1998: 46).4 Descontado el tono intensamente dramático de
la acusación, lo que mueve a Haack, así como a muchos otros filósofos (como
Putnam, Habermas, Engel o McDowell), es que (i)-(iv), pero especialmente
(m) y (iv), dejan el conocimiento y la investigación sin un punto de referencia,
sin norma que indique bien avance bien retroceso o simplemente pérdida. Por
citar el representativo dictamen de Habermas, el que verdad signifique para
Rorty eso que uno puede defender frente a quienes presenten objeciones,
[...] robs Rorty of the conceptual means for doing justice to the intuitive distinctions
between convincing and persuading, between motivation through reasons and causal
exertion of influence, between learning and indoctrination (Habermas 2003: 52).

Si estas distinciones no quedan salvaguardadas, todo canon de raciona-


lidad pierde su base. Esto no es todo. Si todo lo que importa es disponer de
mejores formas de irnos las cosas ("cope better"), sin disponer de fiel de balanza
que no dependa de los pesos que ponemos en ésta, ¿cómo sabemos que ahora
estamos habiéndonoslas con ellas mejor que como lo hacíamos antes? Como
sugiere Putnam, no porque nos parezca que estamos en mejor posición esta-
ríamos de verdad en mejor posición. Así, no sólo se frustran las distinciones a
las que se refiere Habermas. La distinción misma entre apariencia y realidad
queda igualmente comprometida. Allí donde se ha impuesto una tendencia
fascista es muy posible que la gente piense que las cosas van mejor prescin-
diendo de ciertas libertades (para ellos, libertinaje), expulsando a gitanos,
prohibiendo ciertos cultos religiosos, y así sucesivamente. Para rechazar que
a estos sujetos las cosas les van realmente mejor, hace falta un concepto de
«irnos mejor las cosas» diferente del que esta gente hace suyo, un concepto
que permita distinguir mejores y peores formas de «irnos mejor las cosas».
Sin embargo, según Putnam, Rorty no está en pertrechado de medios para

3 Sobre el tema de este ensayo, y de entre los numerosas publicaciones existentes, me limito
a remitir al lector a la colección de ensayos recopilados en Brandom, ed. (2003) y a la más
reciente confrontación Rorty y Engel (2007). Dejaré sin comentar otras dos tesis de Rorty que
son pertinentes en este contexto: que el debate Realismo/Antirrealismo carece de toda base y que
la democracia prima sobre la verdad. Las opiniones de Rorty sobre ambas cuestiones, sobre las
cuales ha escrito con frecuencia, pueden considerarse consecuencias de (i)-(iv).
4 Pese a esto, el ensayo en que se hace esta crítica "«We Pragmatists....»: A Conversation" es
uno de los más útiles trabajos críticos que se han publicado sobre Rorty. En él, Haack compara
los puntos de vista de Peirce, su héroe filosófico, con los de Rorty. La táctica que sigue Haack es
la de presentar esos puntos de vista por medio de textos originales de ambos, contraponiéndolos
a propósito de cada tema que se trata. Los de la verdad y la objetividad desempeñan papeles
protagonistas; y la selección de textos de Haack, extraordinariamente útil. También me haré eco
de Boghossian (2006).

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distinguir los mejores o peores cánones de los que a nosotros nos parezcan así
(Putnam 1990: 21 y ss.).
En cambio, en estas páginas se defiende que Rorty está mucho más en lo
cierto de lo que sus críticos entienden y que éstos no valoran apropiadamente
las bases sobre las cuales Rorty sostiene sus tesis y, en parti-cular, las que
se refieren a la verdad y la objetividad (es decir, (i)-(iv)). Mi táctica es la de
señalar los puntos fuertes, los argumentos de peso, de Rorty y mostrar que
de ellos se siguen las consecuencias que sus opositores consideran imposi-
bles de digerir. Hay quien mide la calidad de las razones exclusivamente por
sus consecuencias, y esto es lo que los críticos de Rorty comúnmente hacen.
Desde un punto de vista lógico, no hay nada que recriminarles. Con todo, se
puede recriminar que no basta con valorar las consecuencias que no aceptan,
que habrían de valorar también las premisas de las que aquéllas derivan; que
las mejores razones podrían ser buenas razones y que la actitud correcta del
crítico debería ser la de revisar la propia posición inicial, si no se quiere ser
dogmático. En el caso que aquí nos ocupa, las premisas pueden ser discuti-
bles, pero no son observaciones superficiales ni estrafalarias.

2. Contra la Teoría de la Verdad como Correspondencia.

Un cierto paradigma filosófico es el blanco preferido de los análisis de


Rorty. Según él, nuestra investigación de la realidad tiene como objetivo
fijar sus descubrimientos en un sistema de representaciones - fundamental-
mente, de proposiciones - que recoja lo que hemos alcanzado a conocer de
ella. Las representaciones pueden articularse como teorías, mapas, diagra-
mas, etc. Unos y otras aspiran a ser verdaderos. Es decir, a corresponderse
con los hechos. Mientras nuestras indagaciones estén en marcha, esa corres-
pondencia se dará localmente, en esta o aquella parte del sistema de repre-
sentación que se está elaborando. Sólo aquí o allá puede hablarse de verdad,
pues sólo aquí o allá se habrá identificado y colocado en su sitio las piezas del
rompecabezas. En teorías de la verdad como la de Peirce, tan sólo en el límite
ideal de la investigación se alcanza esa correspondencia. El Representaciona-
lismo del conocimiento y la Teoría de la Verdad como Correspondencia (tvc,
en adelante) se necesitan el uno a la otra.
El principal argumento que Rorty ha presentado contra esta alianza
se encuentra ya en varios de los ensayos de, así como en la introducción a
Consecuencias del pragmatismo (cf. Rorty 1982). La objeción es ésta. Ni el
Representacionalismo ni la tvc tienen validez como explicaciones generales de
la naturaleza del conocimiento o de la verdad. Es cierto que la investigación
consiste en muchos casos en la formación de representaciones de las cosas,
de sus propiedades y relaciones y que muchos de nuestros pensamientos y
asertos quieren corresponderse con la forma de ser de aquello sobre lo cual

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tratan, pues sólo así se garantiza su objetividad. Pero no es menos cierto que
en muchas otras ocasiones investigar no consiste en hacerse representacio-
nes de nada y que nuestros pensamientos y asertos tienen otra función que
la de ser duplicados, en el pensamiento y en el lenguaje, de cómo son estas o
aquellas cosas. El principio de que el lenguaje y el pensamiento funcionan
siempre del mismo modo, a saber: respondiendo al paradigma del espejo - el
paradigma que da título a su primer libro, La filosofía y el espejo de la natu-
raleza - y haciendo suyo el vocabulario de la contemplación y la visión, es
simplemente erróneo. En uno de sus ensayos más iluminadores, "Pragmatism,
Relativism and Irrationalism" (1979) el diagnóstico es meridiano. Puede estar
justificado acudir a ese modelo para el caso de una oración (aserto, pensa-
miento) como (1). Pero conforme nos desplazamos desde (1) hasta (8), la
apelación al principio para explicar su significado se hace más y más artifi-
cial, hasta vernos abocados, por no renunciar a él, a hipóstasis poco o nada
plausibles:
( 1 ) Júpiter tiene satélites
(2) El gato está sobre la estera
(3) La Tierra gira alrededor del Sol
(4) El movimiento natural no existe
(5) El universo es infinito
(6) El amor es preferible al odio
(7) No hay más ley que el amor
(8) La historia se reduce a la lucha de clases

La manera apropiada de entender qué se piensa, qué se dice, con ellas, es


bien distinta. Y su punto de referencia es el filósofo pragmatista John Dewey
(pero podría igualmente haberlo sido Wittgenstein):
When we turn from individual sentences to vocabularies and theories, critical terminol-
ogy naturally shifts from metaphors of isomorphism, symbolism, and mapping to talk
of utility, convenience, and likelihood of getting what we want. To say that the parts
of properly analyzed true sentences are arranged in a way isomorphic to the parts of
the world paired with them sounds plausible if one thinks of a sentence like [1] and
[2]. It sounds slightly less plausible for [3], less still for [4], and not plausible at all
for [5]. When we want to praise or blame assertions of the alter sort of sentence, we
show how the decision to assert them fits into a whole complex of decisions about what
terminology to use, what books to read, what projects to engage in, what life to live.
In this respect they resemble such sentences as [6], [7] and [8]. The whole vocabulary
of isomorphism, picturing, and mapping is out of place here, as indeed is the notion of
being true of objects. [...] The natural approach to such sentences, Dewey tells us, is not
'Do they get it right?', but more like 'What would it be like to believe that? What would
happen if I did? What would I be committing myself to?' (Rorty 1982: 163).

Y en un ensayo muy posterior, "John Searle on Realism and Relativism"


(1994) el mismo diagnóstico se reitera:
But when philosophers discuss the question of whether knowledge consists in accuracy
of representation, they are not concerned with honesty or carefulness. The question at

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issue between representationalists like Searle and antirepresentationalists like me is


merely this: Can we pair off parts of the world with parts of beliefs and sentences, so as
to be able to say that the relations between the latter match the relations between the
former? Can true beliefs or sentences be treated on the model of realistic portraiture?
Obviously some sentences can, at least prima facie, be so treated - for example, [(2)].
There are many other cases, such as the sentence 'Neutrinos have no mass' or 'The
pursuit of scholarly truth requires academic freedom', to which the notion of "parts of
the world" has no evident application. We philosophers haggle endlessly about whether
the notions of 'correspondence' and 'representation' can be extended to these harder
cases. When we are tired of haggling about that, we start haggling over whether there is
any criterion for whether a belief accurately represents reality other than its coherence
with the rest of our beliefs, and if not whether we should distinguish between the crite-
rion of true belief and the nature of belief (Rorty 1998: 74).

En consecuencia, la tvc no es tanto una teoría irremediablemente falsa


acerca de la naturaleza de la verdad en general, cuanto cómplice de un modo
de entender el conocimiento y el lenguaje de un alcance limitado. Es el Modelo
del Retrato Figurativo (o del Espejo) lo que resulta fallido. Sólo partes del
pensamiento y del lenguaje responden bien a las demandas del modelo. En
lugar de ello, Rorty entiende que el contenido de conceptos y pensamientos,
y el significado de palabras y oraciones, es el uso en las prácticas de la argu-
mentación (para predecir, explicar, etc.) y en la actividad comunicativa. Es la
identificación de contenido y significado con uso lo que hace obligado el aban-
dono de la tvc y de la concepción representacionalista del conocimiento que
esa teoría presupone. Salvo que se disponga de un buen argumento contra
esa identificación, no se debe echar en saco roto el ataque de Rorty a estas
doctrinas. Es una variante de la argumentación que desarrolló Wittgenstein
en las Investigaciones filosóficas contra el Modelo del Objeto y la Designación,
es decir, contra la idea de que conceptos y palabras, pensamientos y oracio-
nes funcionan siempre de una y la misma manera5. Diversas paradojas, faltas
de comprensión y demás obstáculos para el entendimiento se allanan, señala
Wittgenstein, tan pronto como nos desprendemos de un modelo que identi-
fica el significado y el contenido con un objeto o entidad. En lo referente a
la verdad y la objetividad, Rorty sigue la misma estrategia: no tenemos que
considerar los pensamientos y las oraciones como representaciones de hechos
o estados de cosas, los hechos o estados de cosas con los que se corresponden,
si son verdaderos. La dificultad de iluminar la naturaleza de esa correspon-
dencia se desvanece al dejar de preguntarnos qué entidades los harían verda-
deros y al reemplazar esta pregunta por la de cuál es su uso, qué hacemos con
ellos, para qué nos valen.6

5 Este diagnóstico emerge con claridad dentro de la discusión que hace Wittgenstein del
Argumento del Lenguaje Privado. Cf. Wittgenstein (2001: §§ 243-315, pero especialmente
§§ 290-307).
6 A partir de la segunda mitad de los noventa Rorty abre una nueva línea de ataque a la tvc
con la incorporación del Darwinismo. "By 'Darwinism' I mean a story about humans as animals

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3. Uso, inferencia y sensibilidad a la ocasión

En su producción filosófica, Rorty apenas si ha escrito nada acerca de


cómo ha de ahormarse teóricamente la identificación de significado y uso.
En cuestiones de teoría del significado ha seguido siempre las propuestas de
Davidson, por lo que es aquí donde ha de buscarse una respuesta a la pregunta
anterior. La respuesta consta de dos partes: (i) lo que los hablantes alcanzan
a dominar cuando se hacen competentes en el uso de una lengua es un sis-
tema de relaciones inferenciales; y (ii) las transiciones inferenciales que un
hablante puede hacer no están dadas de antemano, de una vez y para siempre,
sino que dependen de rasgos de la ocasión de uso. Estas dos consideraciones
deben añadirse a la expuesta en la sección anterior, si se ha de calibrar apro-
piadamente el ataque de Rorty a las ideas de verdad y objetividad.
Es sabido que para Davidson una teoría del significado de un lenguaje L
consiste en una definición recursiva del concepto de Verdad en V por medio
de un conjunto finito de axiomas cuyos teoremas son oraciones- V, es decir,
oraciones de la forma:

(V) La oración n es verdadera si, y sólo si, - -


En (V) la variable ti toma como valores descripciones estructurales de las
oraciones de L en el metalenguaje en que se enuncia la teoría, o nombres de
estas oraciones en ese metalenguaje, mientras que en el hueco ' - 'se espe-
cifican las correspondientes condiciones de verdad de aquellas oraciones
por medio de una oración del metalenguaje de L que es una traducción de ti.
Los axiomas de la teoría del significado de L son principios como
(Den) 'Helsinki' denota (en finlandés) Helsinki
(Api) 'Sataa lunta ... -issa' se aplica (en finlandés) a x si, y sólo si, nieva en x
(Sat) 'Pred *-issa' es satisfecho (en finlandés) por x si, y sólo si, lo que x denota
(en finlandés) se aplica (en finlandés) a x
(Teorema) 'Sataa lunta Helsingissa' es verdadera si, y sólo si nieva en Helsinki

(Aquí, y para simplificar la exposición, paso por alto toda referencia a


series de objetos y a la relación entre verdad y satisfacción.) A menudo, estos
principios se interpretan de una manera tal que se entiende que la teoría del
significado asocia con cada oración (p. ej., 'Sataa lunta Helsingissa') un con-
junto separado de condiciones de verdad. Y se entiende, así mismo, que la
teoría construye esas condiciones bloque por bloque: asociando valores semán-
ticos con cada una de las partes de la oración ('Helsinki' y 'sataa lunta ... -issa').
Esos valores son los referentes o las denotaciones de los nombres de la ora-

with special organs and abilities (e.g., certain features of the human throat, hand, and brain that
let humans coordinate their actions by batting marks and noises back and forth)" (Rorty 1998:
47 y s.). Según Rorty, esta historia naturalista no avala para nada la idea de representación con
la naturaleza intrínseca de las cosas. No proseguiré aquí con esta derivación del tema.

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ción y las propiedades que se aplican a ellos, propiedades significadas por


los predicados. La teoría del significado especifica, primero, estas conexiones
lenguaje-mundo; a continuación, trenza estas conexiones para especificar
qué condiciones habrían de cumplirse si el mundo ha de hacer verdaderas las
oraciones del lenguaje. De ese modo, entre aquellas conexiones y estas condi-
ciones establece una pauta sistemática: un numero finito de principios como
(Den), (Api) y (Pred) tiene como consecuencias un número potencialmente
infinito de oraciones- V como (Teorema).
Ahora bien, lo que Rorty encuentra decisivo en la filosofía del lenguaje de
Davidson, y lo que hace de ésta uno de sus baluartes, es que ni esa noción de
verdad, según la cual el mundo hace verdaderas o falsas a las oraciones del
lenguaje, ni el modo expuesto de asociar verdad y significado se encuentran
en el equipaje filosófico de Davidson - y, por tanto, tampoco en el de Rorty.
La particular definición de Verdad en V (p. ej., de Verdad en finlandés') a la
que se arribe se valora tan sólo por el patrón o red de oraciones que hace
emerger, a saber: la mejor disponible a la hora de dar cuenta de la conducta
lingüística y no lingüística de los hablantes de L. La teoría se valida en la
medida en que proporcione un sistema satisfactorio de vínculos inferenciales
entre oraciones de L al tratar de predecir y explicar por qué los hablantes de L
dicen lo que dicen y hacen lo que hacen, relativamente a las creencias y deseos
acerca de las cosas con las que tratan. Y la validación afecta al conjunto del
sistema. En "Pragmatism, Davidson and Truth" Rorty dibuja este compromiso
holista diciendo que, concebida así la teoría del significado, no se pueden reco-
nocer en ella dos líneas que corran paralelas: la línea de la fuerza evidencial,
que marca el camino que conduce desde los apoyos empíricos que reciben
los axiomas en que se asignan valores semánticos a las partes simples de las
oraciones hasta los apoyos empíricos que reciben del mundo las oraciones
como un todo; la línea referencial o semántica, que construye, como si dijé-
ramos, una entidad semántica compuesta - una proposición, un conjunto de
condiciones de verdad - para cada oración a partir de los valores semánticos
de las partes, la entidad que la haría verdadera si fuese parte del mundo. No
sólo hace suyo Rorty el rechazo de ese paralelismo, sino que es en el contexto
de esta discusión donde encuentra en Davidson el compromiso con la identi-
ficación de significado y uso:
Davidson says that 'all the evidence there is is just what it takes to make our sentences
or theories true. Nothing, however, no thing, makes sentences true: not experience, not
surface irritations, not the world, can make a sentence true.' I interpret this passage as
saying that the inferential relations between our belief that S and other beliefs have nothing
in particular to do with the aboutness relation which ties S to its objects. The lines of
evidential force, so to speak, do not parallel the lines of referential direction. This lack of
parallelism is the burden of epistemological holism. To know about the former lines is to
know the language in which the beliefs are expressed. To know about the latter is to have
an empirical theory about what the people who use the language mean by what they say
(Rorty 1991: 148. Las cursivas son mías. J.J.A.).

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Verdad y Objetividad 931

Así, los apoyos empíricos que el semántico reúne para su teoría del signifi-
cado sólo la respaldan como un todo, y no parte por parte. Esto es el holismo
epistemológico de Davidson (y Rorty). Y esta teoría trata de capturar una red
inferencial de creencias (y otros estados mentales) que haga inteligible el com-
portamiento de los miembros de la comunidad de lenguaje.7 En esto consiste
comprender a un interlocutor, sea un miembro de la comunidad de la jungla
o el vecino de la puerta de al lado. Una concepción del significado como uso,
que entiende éste en términos de relaciones inferenciales, es parte integral del
ataque de Rorty contra la tvc y el Representacionalismo. En ella no hay lugar
para entidades intermedias, tertia, como 'significados separados', 'interpreta-
ciones deseadas1, 'respuestas a estímulos' y demás (Rorty 1991: 144). Esto por
lo que se refiere a (i).
En cuanto a (ii), la idea fundamental es que la relación de interpretación
de un interlocutor por un hablante es mucho mas fluida de lo que común-
mente se supone. Como intérpretes, todo el tiempo estamos modificando y
reajustando nuestras disposiciones y esquemas interpretativas a las deman-
das que hacen de nosotros aquellos a quienes queremos comprender. Puede
parecer excepcional que alguien grite '¡Agua!' para anunciar que se ha decla-
rado un fuego. Sin embargo, Davidson señala que "tales cosas suceden todo el
tiempo; de hecho, si se generalizan las condiciones de forma natural, el fenó-
meno es ubicuo" (Davidson 1986: 433). Acudimos a los intercambios lingüís-
ticos - conversaciones, lecturas de textos y, en general, documentos, escucha
de ponencias en reuniones diverso tipo, etc. - pertrechados de una teoría, la
teoría previa, que resume y sistematiza las habilidades de comprensión de que
estamos pertrechados para desenvolvernos en la comunicación con los demás.
Ahora bien, en el contexto particular del intercambio, corregimos momentá-
neamente esa teoría para entender a nuestros interlocutores. Coincidimos con
ellos en las teorías momentáneas. En la comprensión lingüística son las teo-
rías momentáneas lo que compartimos con nuestros interlocutores, mientras
que son las teorías previas lo que contiene la competencia interpretativa que
ponemos en juego. Lo decisivo de esta relación entre teorías previas y teorías
momentáneas es que excluye que las tres siguientes tesis puedan sostenerse
simultáneamente. La primera tesis dice que la capacidad de comprensión de
hablantes e interlocutores puede articularse por medio de una teoría del signi-
ficado que asigna valores semánticos a las partes de las oraciones y que hace
depender cómo se usan estas oraciones tanto de su estructura como de aque-
llos valores. Esta es la tesis de la sistematicidad del significado. La segunda
tesis establece que los significados son compartidos por los interlocutores.

7 La misma se reitera en Davidson (2000c: 77). Sin embargo, conforme Rorty ha ido familia-
rizándose con las propuestas de Brandom, esta forma de asimilar la identificación de significado
y uso ha ido ganando terreno. Esto se evidencia en los ensayos "Robert Brandom on Social
Practices and Representations" (en Rorty 1998) y "Naturalism and Quietism" (en Rorty 2007).

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932 Juan José Acero

Según la tercera tesis, los significados se adquieren cuando los hablantes


aprenden las consiguientes convenciones. La primera de estas tres tesis puede
reformularse diciendo que tanto la teoría previa como la teoría momentánea
hacen del significado algo sistemático. La segunda tesis sólo es válida para las
teorías momentáneas: para comunicarse con éxito sólo resulta necesario que
hablante y oyente coincidan en una teoría momentánea. Pero la tercera tesis
genera dificultades insuperables, pues de la conjunción de las tres se sigue
que los significados llegan a compartirse sólo tras aprender las consiguientes
convenciones. Pero esto es lo que Davidson rechaza. Y Rorty sigue aquí de
cerca a Davidson. Por ello, cita con aprobación (en Rorty 1989: 15) la frase de
Davidson de que si por 'lenguaje' se entiende una estructura definida que los
miembros de la comunidad comparten (más o menos) por igual y que, una vez
adquirida, aplican en las situaciones particulares, entonces no existe el len-
guaje. La comprensión es comprensión en un contexto particular de uso. Cada
contexto demanda sus propios recursos. Si, conforme a la tradición filosófica
la esencia del lenguaje es ser código público de nuestros pensamientos, bien
para hacer estos manifiestos a los demás en las ocasiones de habla bien para
reconocer los pensamientos que puedan tener nuestros potenciales interlo-
cutores, entonces, el lenguaje - concluye Rorty - es algo contingente. No tiene
esencia. Como tampoco la tiene el entendimiento o la comprensión. Lenguaje
y comprensión son contingentes.
Este es un argumento poderoso, y los críticos de Rorty que quieran contra-
rrestarlo tienen ante sí una tarea difícil. Davidson pisa terreno firme cuando
afirma que todo el tiempo estamos modificando nuestros esquemas interpre-
tativos. Reduce la fuerza de su observación el hecho de que parece ilustrar su
tesis sólo con los casos de los nombres propios y los malapropismos. Unos y
otros pueden parecer demasiado marginales como para soportar una conclu-
sión tan fuerte. Pero esa impresión se debe, en buena medida, a que muchos
lectores parecen ignorar otros ejemplos que da, como el del Soneto 53 de
Shakespeare, y, lo que es peor, muestran una incultura literaria alarmante.
(Un déficit que afecta de lleno a mucho de la actual filosofía analítica). Pues
los hechos a los que Davidson alude a propósito de ese soneto están a la orden
del día, con un grado de sutileza mayor o menor, en tantos y tantos aspectos
de la comunicación cotidiana. Sin embargo, Rorty (y también Davidson)
podrían haber reforzado considerablemente su posición de haber juzgado que
los problemas que suponen para una teoría de la comprensión del lenguaje los
nombres propios y los malapropismos son formas particulares de lo que Travis
ha denominado la sensibilidad a la ocasión. Afecta a la práctica totalidad de
nuestras palabras. No es el caso, por citar un ejemplo, que para una palabra
como 'verde' exista una regla - una función - que especifique, para cada posi-
ble ocasión de uso y cada objeto, si 'es verde' se aplica o no a dicho objeto.
Cada aplicación de 'es verde' a un objeto en una ocasión es sensible a propie-
dades específicas de esa ocasión (cf. Travis 1989: cap. 6; 1991; 2000: cap. 9).

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Verdad y Objetividad 933

En resumen, Rorty basa su ataque al Representacionalismo y a la tvc en


una visión del significado como uso. Esa visión subraya la naturaleza con-
textualista del significado y la interpretación, así como el papel puramente
instrumental, que la idea de verdad desempeña en ella. El predicado 'es
verdadero/a' importa tan sólo en la medida en que una definición recursiva de
él fija las asignaciones de valores semánticos en la horma de la sistematicidad
y establece las relaciones inferenciales apropiadas entre las creencias y otros
estados mentales de los miembros de la comunidad lingüística. Estos son los
obstáculos que los críticos de Rorty han de superar. Pero yo no veo que lo
hagan.8

4. 'Ideal'. Contra el Convergentismo y la Ética del Discurso

Dos de las actitudes críticas hacia Rorty se ven en aprietos, si el signi-


ficado y la comprensión son irremediablemente contextúales. La tesis del
Convergentismo, que Haack recupera de Peirce y utiliza contra Rorty, es una
de ellas. Esta tesis asigna al concepto de verdad un papel fuera del proyecto
de la interpretación de otros agentes o hablantes, más allá de sus creencias
y prácticas comunicativas. Según el convergentista, el avance de la investi-
gación debe entenderse como progreso en la dirección de completar una
descripción verdadera de la realidad. Con independencia de que eso se logre
- sigue diciendo - , tiene perfecto sentido hablar de «la verdad del mundo».
Esa verdad es la descripción a la que accedería la comunidad de investiga-
dores en el límite final ideal de la investigación. La cuestión, claro está, estriba
en qué significa 'el límite ideal'. En "Universality and Truth" Rorty objeta que
el Convergentismo se basa en el supuesto de que la realidad es finita y rígi-
damente estructurada, de modo que su investigación comprende un número
finito de pasos certeros. (Si sólo fuese finita, pero no rígidamente estructurada,
nada aseguraría que nos separara un número finito de pasos certeros del final
de la investigación.) Ese supuesto, sin embargo, resulta sospechoso. Nada hace
pensar que el avance de la investigación reduzca paulatinamente el número y
la clase de los hechos a investigar, de manera que poco a poco vaya cerrando el
elenco de preguntas a responder (Rorty 1991: 27, 131; 2000a: 12). ¿No parece
tan plausible al menos la idea de que cuanto más vamos conociendo de un
tema más ramificaciones se abren ante el investigador, más conexiones con
otras cuestiones, quizás ignoradas, quizás vistas a una luz distinta? También
aquí la posición de Rorty no es menos estable que la de sus críticos. Puede
haber convergencia en áreas muy circunscritas de la investigación, pero nadie

8 En este ensayo no analizo el eliminativismo de Rorty en el terreno de la metafísica de lo


mental. Sobre este punto quiero apuntar tan sólo que su eliminativismo no es otra cosa sino el
resultado de oponerse al Representacionalismo y de proyectar esto a la cuestión de la naturaleza
de los estados y procesos mentales.

I ninnr Revista Portuguesa de Filosofía I


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934 Juan José Acero

puede asegurar que lo mismo valga de la totalidad de la investigación en una


situación límite ideal. El término 'ideal', ha escrito Rorty, es tan sospechoso
como 'corresponde (con)' (Rorty 1991: 131). Este paralelismo resulta ilumi-
nador. Hablar de correspondencia entre oraciones y hechos resulta apropiado
en algunos casos. Más allá de esos casos, - en general, una gama no represen-
tativa de usos de palabras y oraciones - hablar de correspondencia, o de falta
de correspondencia, lleva al error o, peor todavía, a la arbitrariedad. En los
casos favorables entendemos qué significa decir de un aserto que es verdadero
o que se corresponde con los hechos. (O que no es éste el caso.) Ahora bien,
simplemente no sabemos qué significa predicar la verdad en el límite ideal
de la investigación. No es sólo que no sepamos cómo reconocer que estamos
ya en el final de la investigación. No es un problema de limitación episté-
mica. Lo importante es que ignoramos qué consecuencias tiene hallarse en
ese estadio, qué hacemos con ello, qué significa para nosotros. La dificultad
de la tesis convergentista es que no está suficientemente elaborada como para
poder hacer algo interesante con ella. La concepción del significado como uso,
aplicada al concepto de límite ideal, da la razón a Rorty.
La segunda actitud crítica es la de Ética del Discurso. Su argumento
contra Rorty, según se adelantó más arriba, es que la verdad no puede iden-
tificarse con aquello que se está en condiciones de defender contra todas las
objeciones. Las alegaciones defensivas están en función de las objeciones que
se aduzcan, mientras que ni la verdad ni la objetividad dependen de estas
contingencias. Una forma de salvar el hiato entre verdad y justificación es
idealizando las condiciones de justificación para que coincidan con las de la
verdad. ¿Qué condiciones se idealizan? Habermas sugiere que la solución está
en "las propiedades formales y procesuales que están extendidas en todas las
culturas" (Habermas 2000: 46). Esas propiedades son condiciones como la
apertura a otros interlocutores, la participación igualitaria, la inmunización
frente a coacciones internas o externas y hacer del deseo de entender el obje-
tivo primordial. No veo que, enunciado así, Rorty tenga nada contra este desi-
deratum. El paso siguiente del defensor de la Ética de Discurso es otra cosa.
Quien asevera algo o juzga verdadero un pensamiento contrae el compromiso
de defenderlo "en todos los contextos posibles, es decir, en todo momento y
frente a cualquiera" (Habermas 2000: 46), si ha contraído ese compromiso
en condiciones ideales como las mencionadas. Rorty niega que los usuarios
del lenguaje contraigamos semejante compromiso, cosa que se desprende del
hecho de que el significado y la comprensión son esencialmente contextúales.
No sabemos qué supone defender un aserto en todo contexto posible. Son sólo
palabras. Y no se trata de una dificultad debida a limitaciones del conoci-
miento; es una dificultad constitutiva.9

9 La crítica del Convergentismo y de la Ética del Discurso puede hacerse extensiva a la teoría
de la verdad del Realismo Interno. Según Putnam, para un realista interno una proposición es

Revista Portuguesa de Filosofía Piggl I


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Verdad y Objetividad 935

5. La impotencia causal de la verdad

Un argumento de Rorty contra aquellos que esgrimen las ideas de verdad


y objetividad como banderas de enganche filosófico es que ni la una ni la otra
tienen eficacia causal alguna. No es por ser verdadero por lo que el pensa-
miento de que p o por lo que la aserción de (p ocupan un lugar en nuestra
economía mental o en nuestros actos. Adquieren esa función por ser el pensa-
miento de que p o por significar 'p' lo que significa: es decir, por ocupar tanto
el pensamiento como el aserto un lugar en la red de transiciones inferenciales.
Pero que la verdad sea una propiedad con una naturaleza subyacente y dotada
de capacidades causales es un simple mito de la filosofía, el producto de una
hipóstasis:
The whole idea of context-independence, in my view, is part of an unfortunate effort to
hypostatize the adjective 'true'. Only such hypostatization creates the impression that
there is a goal of inquiry other than justification to relevant contemporary audiences.
This hypostatization is exemplified by Habermas' claim that "true propositions are
resistant to spatially, socially and temporally unconstrained attempts to refute them".
But propositions are hypostatized assertions. Endowing them with causal powers, such
as the ability to resist, is the same move that Plato made when he hypostatized the adjec-
tive 'good' and gave causal powers to the resulting Idea. Plato thought that only by giving
the Good power he explained the appeal of moral virtue. Habermas thinks that only by
giving true propositions power he can explain the appeal of such intellectual virtues
as eagerness to hear the other side. But "Truth resists attempts to refute it" or "Truth
cannot lose in a free and open encounter" is as pragmatically empty as "Healthy people
do not get sick." If they get sick, they weren't healthy. What is refuted was never true.
An intrinsic property called 'truth' no more explains resistance to refutation than one
called "health explains resistance to disease" (Rorty 2000b: 58&f).

El que la verdad, entendida de ciertas formas - como correspondencia,


como acuerdo en el límite ideal de la investigación, como compromiso para
todos los contextos posibles - no sea una propiedad enganchada al tráfico
causal del mundo es una pieza central de la posición de Rorty. A ello se debe
que no puede desempeñar función explicativa alguna y, en consecuencia, que
no puede hacerse valer de canon de la objetividad.10
Existe, sin embargo, una amenaza para la tesis de que la verdad es causal-
mente impotente: la de que se piense que deriva de una forma de entender los
nexos causales que sólo reconoce que estos nexos existen entre (ejemplifica-
ciones de) propiedades de la ciencia natural y, en particular, de la Física. La
amenaza se materializa cuando se juzga que Rorty sólo está diciendo que 'es
verdadero/a' no es un predicado de la Física. ¡Pero, naturalmente, no es esto

verdadera si puede afirmársela en condiciones ideales (Putnam 1981: 54 y ss.). Los problemas
vienen cuando hay que explicar qué significa 'condiciones ideales'.
10 Rorty extiende este argumento a otra propiedad: la de la bondad de las argumentaciones.
Cf. Habermas (2000: 59 y s.).

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936 JUAN JosÉ Acero

lo que afila el argumento de Rorty! Lo que Rorty quiere decir es que al predi-
cado 'es verdadero/a' no se le concede ninguna función separada que no sea
puramente instrumental en las teorías a las cuales se lo incorpore. Esto deja
fuera la opción de que la verdad sea una propiedad física intrínseca. Y excluye
igualmente la opción de que la verdad sea una propiedad sui generis que de
algún modo ilumina el avance de la investigación al orientarlo hacia la natura-
leza intrínseca de la realidad. Al dejar en fuera de juego estas opciones, la tesis
de la impotencia causal de la verdad obliga a invertir el orden de los porqués:
No damos por bueno un juicio por ajustarse a la naturaleza intrínseca de la
realidad. A la inversa. Porque lo damos por bueno, por satisfactoriamente
justificado, entendemos que se corresponde con los hechos. Porque sujetamos
nuestras investigaciones a controles exigentes y variados, entendemos que sus
resultados nos informan de este o aquel aspecto del mundo objetivo.

6. Vocabularios

El texto de "Pragmatism, Relativism and Irrationalism" que se citó más


arriba (en 2.), para exponer el limitado alcance del Modelo del Retrato Figu-
rativo del uso del lenguaje, contiene otro elemento fundamental para valorar
la posición de Rorty. Se trata de un problema que constituye un auténtico
punto ciego de la filosofía del lenguaje y del pensamiento de la Filosofía
Analítica contemporánea: la existencia de vocabularios diversos, en el espacio
y el tiempo, para hablar y pensar acerca de distintos ámbitos de la realidad.
En el capítulo inicial de Contingency, Irony and Solidarity (titulado "La
contingencia del lenguaje") la existencia de diversos vocabularios o léxicos se
aborda para contraponer tres formas de entender el lenguaje. En la concep-
ción positivista, el lenguaje se entiende "as gradually shaping itself around the
contours of the physical world" (Rorty 1989: 19). Un nuevo léxico, visto así,
aspira a ser como un nuevo molde cuyo patrón coincide con la organización
que tienen las cosas en la parcela de la realidad a la cual se aplica. Si el léxico
se incorpora en teorías o explicaciones exitosas, se entiende entonces que
supone un avance serio en fijar de qué se compone el mundo en esa parcela.
Para la concepción romántica no es el ajuste a la realidad lo que revela la esen-
cia del lenguaje, sino su capacidad para expresar lo inexpresable. Un nuevo
vocabulario permite justamente hacer tal cosa: decir cosas que no podían
ponerse en palabras con otros vocabularios, pero que de algún modo estaban
latentes en las visiones personales del mundo. Mientras que el científico es
el principal constructor de lenguaje para la concepción positivista, para la
romántica lo es el poeta. El científico hace de un nuevo vocabulario un nuevo
medio de representación; el poeta, un nuevo medio para ensanchar los límites
de la imaginación. La metáfora es, desde esta segunda perspectiva, la vía por
la que el lenguaje crece. No para representar el mundo, sino para poner de
manifiesto que éste es uno más entre los potencialmente innumerables que el

Revista Portuguesa de Filosofía figl I


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Verdad y Objetividad 937

poeta o el revolucionario pueden concebir. Es así como la historia romántica


de la cultura ve el lenguaje "as gradually bringing Spirit to self-consciousness"
(Rorty 1989). En los dos casos, tanto para la concepción positivista corno
para la romántica, el lenguaje es un medio de expresión del pensamiento,
sea de los contenidos de la facultad del entendimiento - para la concepción
positivista - como de los contenidos de la facultad de la imaginación - para la
concepción romántica. Ser un medio de expresión de contenidos dados inde-
pendientemente del lenguaje es la esencia de éste. En cambio, Rorty entiende
que el lenguaje es contingente, que no es un medio de otra cosa. (Una vez más,
Rorty sigue de cerca los pasos de Davidson y Nietzsche, y los de Wittgenstein,
aunque esta vez algo más de lejos.) Esto significa que los vocabularios no son
sino herramientas que encontramos útiles, o que desechamos como inútiles,
al tratar con las cosas. Y el lenguaje, "as new forms of life constantly killing off
old forms - not to accomplish a higher purpose, but blindly" (Rorty 1989: 19).
¿Qué razón respalda esta contingencia? ¿Por qué unas formas de vida
respaldan a otras ciegamente, sin que la sustitución de unas por otras "cumpl[a]
un propósito más elevado"? A mi modo de ver, esta pregunta no tiene
respuesta, si lo que se espera de ésta es, diríamos, una no contingencia de la
contingencia; es decir, que la contingencia del lenguaje sea el resultado de
un plan o propósito más elevado. Simplemente, las cosas son así. De forma
análoga a como Mendel "nos hizo concebir la mente como algo que simple-
mente ha acontecido" - una contingencia - Davidson y Wittgenstein, dice Rorty,
nos permiten entender nuestro lenguaje y la cultura de la Europa del siglo xx
"as something that took shape as a result of a great number of sheer contin-
gencies" (Rorty 1989: 16). Podemos entender por qué con mucho tiempo e
historia por en medio el léxico de la política de la Atenas clásica ha cedido
su lugar al de Jefferson, el léxico moral de San Pablo al de Freud, el léxico de
Aristóteles al de Newton, la lengua de Garcilaso o la de Quevedo a la de Rubén
Darío, etc. Pero no se sigue de ello que haya habido necesidad alguna en que
los primeros hayan perdido su vigencia y que los segundos hayan venido a
adquirirla. Tiene razón Rorty cuando afirma que "it is difficult to think of the
world as making one of these better than another, of the world as deciding
between them" (Rorty 1989: ). El mundo no es quien habla; hablamos nosotros.
Los críticos de Rorty, entiendo, se enfrentan a un panorama muy poco
alentador, si quieren refutarle aquí. La única maniobra que tienen a mano es
la de restar interés a la diversidad y contingencia de los léxicos o vocabularios.
De hecho, en la filosofía analítica del lenguaje esta temática ha brillado por
su ausencia.11 A mi juicio, mejor que culpar de Rorty de excéntrico es reco-

11 Robert Brandom, en la medida en que su antirrepresentacionalismo no impida consi-


derarle un filósofo analítico, es la única excepción a esta norma. En su última obra, en parti-
cular, la relación entre vocabularios y prácticas emerge como un aspecto central de su proyecto
de reconciliar el Pragmatismo con la Filosofía Analítica. Cf. Brandom (2008).

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938 JUAN JosÉ Acero

nocer las propias deficiencias. Es más, el propio Rorty tiene un diagnóstico


de esta limitación: la tradición filosófica que va de Frege y Russell a Carnap,
Montague e incluso hasta Grice y el actual debate acerca de la divisoria entre
la Semántica y la Pragmática, se ha centrado en el análisis de la oración, el
enunciado o el acto de habla individual. El peso que se concede a la verdad
- o las condiciones de verdad - y al papel del mundo en otorgarla o en desmen-
tirla ha resultado indiscutido:

The suggestion that truth, as well as the world, is out there is a legacy of an age in
which the world was seen as the creation of a being who had a language of its own.
If we cease to attempt to make sense of the idea of such a nonhuman language, we
shall not be tempted to confuse the platitude that the world may cause us to be justified
in believing a sentence true with the claim that the world splits itself up, on its own
initiative, into sentence-shaped chunks called 'facts'. [...] This conflation is facilitated by
confining attention to single sentences as opposed to vocabularies. For we often let the
world decide the competition between alternative sentences (e.g., between 'Red wins'
and 'Black wins' or between 'The butler did it' and 'the doctor did it'). In such cases, it
is easy to run together the fact that the world contains the causes of our being justified
in holding a belief with the claim that some nonlinguistic state of the world is itself an
example of truth, or that some such state "makes a belief true" by "corresponding" to it.
But it is not so easy when we turn from individual sentences to vocabularies as wholes
(Rorty 1989: 5).

En efecto, se hace difícil pensar que los léxicos de Atenas y de Jefferson


estuvieran ahí, uno más ajustado, y otro menos, a las junturas de la realidad
social y política de los seres humanos. Parece mucho más natural entender
que uno y otro son instrumentos elaborados dentro de formas de vida que
están expuestas al devenir de los acontecimientos humanos. El atender a los
léxicos, éstos u otros, cambia la diana del análisis. Más arriba se llegó a la con-
clusión de que para ciertos pensamientos o asertos puede resultar apropiado,
en circunstancias particulares, hablar de 'correspondencia con los hechos' o
de condiciones de verdad. Pero más allá de estos casos, cuando no se trata
de que el mundo decida cuál de dos o más proposiciones alternativas es
verdadera ('Gana el rojo1 o 'Gana el negro'; 'Lo hizo el mayordomo' o 'Lo hizo
el doctor'), sino de por qué usamos los vocabularios que usamos, o por qué
un cierto sistema conceptual es preferible a otro, los ideales de la verdad y a
objetividad se desvanecen porque no cumplen ningún cometido.

7. Solidaridad primero, objetividad después

Una de las doctrinas de Rorty que más críticas provoca es la de la primacía


de la solidaridad sobre la objetividad. Se trata, según los términos en que se
expone al comienzo de "Solidarity or Objectivity?" (en Rorty 1991), de la pri-
macía de una forma en que los seres humanos dan sentido a sus vidas sobre
otra forma de hacerlo. El deseo de objetividad responde a la idea de que la
verdad es una relación con algo no humano que es, al mismo tiempo, el último

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Verdad y Objetividad 939

tribunal de apelación, a saber: la naturaleza misma de las cosas. El deseo de


solidaridad, en cambio, es el deseo de entender y modificar la realidad, y de
contribuir así a la comunidad a la que uno pertenece o con la que uno se iden-
tifica (Rorty 1991: 21). La búsqueda de la verdad y el proyecto de distinguir
las creencias y asertos verdaderos de los falsos, pertenece al proyecto de quie-
nes tratan de fundar la solidaridad sobre la verdad. A ese proyecto lo anima el
espíritu del Realismo, el punto de vista según el cual la verdad viene primero
y la justificación y la racionalidad son decantaciones de ella, formas en que se
plasma en nuestras prácticas intelectuales y morales. Los procedimientos de
justificación son racionales si conducen o están encaminados a la verdad, a la
correspondencia con los hechos, a representar la naturaleza intrínseca de las
cosas. Nuestros actos son racionales, si se ajustan a esta naturaleza. Al espí-
ritu del Realismo se opone el del Pragmatismo, el de aquellos que "reducen la
objetividad a la solidaridad" (Rorty 1991: 22). La cuestión es si esta fórmula
que emplea quien pone la solidaridad por delante de la objetividad es una
declaración abolicionista tanto de la verdad como de la normatividad, como
aseguran sus antagonistas.12 De otro modo: si es posible escapar de las limita-
ciones de la propia comunidad, empujados por el deseo del máximo acuerdo
intersubjetivo posible (Rorty 1991: 23).
Más adelante (en 12.) me ocuparé de esta cuestión. Por ahora, mi objetivo
es aclarar qué encierra la noción de solidaridad, porque el eslogan «Solida-
ridad primero, objetividad después» parece prestarse a malentendidos. En mi
interpretación con este eslogan se desea transmitir la convicción de que la
investigación, la indagación de cómo son las cosas, no es sino el ejercicio
de virtudes intelectuales, pero sin luego distinguir dos clases esencialmente
distintas de virtudes: las epistémicas y las morales. (Si se asume esta última
distinción, se regresa al punto del que el pragmatista quiere alejarse, a saber:
el que otorga a la verdad y a la objetividad un papel fundacional.) Las virtu-
des intelectuales son al mismo tiempo epistémicas y morales. ¿Qué virtudes o
hábitos virtuoso son ésos? Al hablar de la ciencia como modelo de solidaridad
humana, Rorty cita los siguientes:
Another way of characterizing this line of thought is to say that pragmatists would
like to drop the idea that human beings are responsible to a nonhuman power. We hope
for a culture in which questions about the "objectivity of value" or the "rationality of
science" would seem equally unintelligible. Pragmatists would like to replace the desire
for objectivity - the desire to be in touch with a reality which is more than some com-
munity with which we identify ourselves - with the desire for solidarity with that com-
munity. They think that the habits of relying on persuasion rather than force, of respect

12 En el diálogo que Haack reconstruye entre Peirce y Rorty, esto es lo que el primero asume
en su respuesta a la declaración del primero de que la verdad es enteramente cuestión de soli-
daridad (cf. Haack 1998: 32). Habermas, por su parte, considera que no tiene sentido habla de
solidaridad, si no es sobre la base de un patrón de normatividad, que es lo que la verdad propor-
ciona (cf. Habermas 2000: 51).

I rHälnnr Revista Portuguesa de Filosofia I


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940 Juan José Acero

for the opinions of colleagues, of curiosity and eagerness for new data and ideas, are the
only virtues which scientists have. They do not think that there is an intellectual virtue
called "rationality" over and above these moral virtues (Rorty 1991: 39).

En otros lugares Rorty se refiere a las virtudes de la tolerancia, la libertad


de investigar o la búsqueda de la comunicación sin distorsiones o interferen-
cias (Rorty 1991: 29); o bien al respeto por las opiniones de los que están
junto a nosotros, la buena disposición a escucharles o a elegir la persuasión
en vez de la fuerza al hacer valer los propios argumentos. Son, dice Rorty, las
virtudes que se cultivan en una sociedad civilizada que quiere perdurar (Rorty
1991: 37). En La filosofía y el espejo de la naturaleza Rorty había recomendado
que adoptásemos una perspectiva desde la cual entender la ciencia que hiciera
natural decir de ella que es una empresa basada en valores; que no hiciera
anatema de cualesquiera consideraciones de valor por juzgarlas subjetivas,
ajenas al método, irrelevantes (Rorty 1980: 337-42). Una década más tarde
(en los ensayos "Solidarity or Objectivity?" y "Science as Solidarity") aparecen
como imprescindibles; y lo hacen como virtudes que, siendo morales, crean
condiciones para el éxito de las investigaciones. Ni la verdad ni la objetividad
ni la racionalidad, sostiene Rorty, son algo que trascienda la práctica de estas
virtudes. Y es en este sentido que son reducibles a ellas. (Posiblemente, el
término 'reducción1 lo elige Rorty para acentuar los tonos polémicos.)
Con esto no hemos desembocado en una tesis metafísica acerca de la natu-
raleza de la verdad. (No sólo no tiene naturaleza la verdad, sino que, además,
es causalmente impotente, mientras que nuestras disposiciones indagatorias
sí son causalmente eficaces.) La afirmación de que la verdad se reduce a la
solidaridad significa que ésta va por delante de aquélla. La realidad puede o
no tener una naturaleza intrínseca, pero esa a la cual podemos acceder, y de
hecho accedemos, es la que reconocemos después de buscar y filtrar datos,
ensayar controles, discutir nuestras conclusiones con las de otros agentes
involucrados en las mismas o parecidas investigaciones, responder a las dudas
o a las críticas que otros nos hagan, o las que nosotros les planteemos.13 En
toda esta empresa, la curiosidad, la tolerancia, la persuasión, el respeto por
las opiniones ajenas, la fluidez de la comunicación no son opciones que está
en nuestras manos elegir o descartar. Son actitudes y compromisos que se
asumen obligatoriamente, si es que la investigación ha de tratar de alcanzar
las metas que sus promotores se han fijado. Las hipótesis que cuentan, las
observaciones, los experimentos, las conclusiones de estos experimentos, todo
lo que cuenta es lo que se aprueba en la discusión entre las partes implicadas;
y las verdades que cuentan son las que salen adelante, y se reconocen como
tales, en el tipo de condiciones que Rorty agrupa bajo el término 'solidaridad'.
No se barajan ni persiguen otras.

13 Decir que la realidad puede tener una realidad intrínseca que escape a nuestra indagación
es algo que Rorty, y en general un pragmatista, rechaza. Más abajo se explica por qué.

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Verdad y Objetividad 941

Naturalmente, esto no quiere decir que el juego de la crítica y la contracrí-


tica se juegue siempre, ni siquiera a menudo, en las condiciones de solidari-
dad aludidas. Incluso cuando se lo practica en un espíritu de tolerancia, res-
peto por las demás opiniones, fluidez comunicativa y demás, se puede acabar
aceptando como verdaderas conclusiones que no lo son. Pero Rorty no niega
esto (como veremos en 12). Que la verdad no está por encima de la virtud
de la solidaridad no implica que no podamos equivocarnos al juzgar esto o
aquello como verdadero. Significa que la justificación que damos de estos u
otros juicios es virtuosa del modo indicado. Naturalmente, podemos cerrar
un ciclo de investigación diciendo: «Ésta es, finalmente, la verdad del caso» ó
«Que-tal-y-cual se corresponde fielmente con los hechos.» Pero así sólo damos
"palmaditas retóricas en la espalda del investigador" (Rorty 1982: 23). Porque
que hayamos llegado a la verdad final del caso es algo que sólo valoramos
viendo qué garantías respaldan aquellas declaraciones. Lo que les importa a
nuestros interlocutores - y también a uno mismo - es qué hay tras estas fór-
mulas. Los contenciosos que tengamos con ellos y la validez de las razones
que aduzcamos se dilucidarán en este terreno. No mejora los argumentos de
ningún investigador añadir a la lista de valores de sus razones los de la verdad,
la universalidad a la incondicionalidad (Rorty 2000a: 7).

8. La prioridad de la verdad puesta en cuestión

¿Qué hay tras la prioridad de la solidaridad sobre la verdad? He argumen-


tado que la clave reside en lo que podríamos denominar nuestra condición
epistémica. Acceder a la realidad tal-y-como-es-en-sí-misma no es una opción
con la que contemos. El medio, el entorno epistémico en que la investiga-
ción se mueve es el medio de las razones. Nuestras observaciones, experi-
mentos y controles empíricos nos sitúan ante una realidad que describimos
y manipulamos de ciertas formas, y nos proporcionan nuevas razones o nos
permiten corregir las que ya teníamos. Y las razones que acaben imponién-
dose están sujetas a la discusión y el acuerdo. Para validar una justificación
únicamente disponemos de otras justificaciones, otras razones. Y para refutar
una justificación ponemos sobre la mesa de discusión otras razones. No existe
otra piedra de toque. De esto saca Rorty la conclusión de que no hay lugar
para una concepción fundamentalista de la justificación. Ninguna creencia se
sostiene sobre algo que no sea otra u otras creencias. Lo que fija una creencia
en un sistema de creencias es su coherencia con otras creencias del sistema.
No hay un gancho del cielo - por decirlo al modo de Dennett - que nos eleve
por encima de nuestra condición epistémica y nos haga ver cómo son las cosas
a través de las razones que manejamos:
What we cannot do is to rise above all human communities, actual and possible.
We cannot find a skyhook which lifts us out of mere coherence - mere agreement - to
something like "correspondence with reality as it is in itself (Rorty 1991: 38).

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942 Juan José Acero

Este texto añade a la exposición que lo introduce dos consideraciones de


interés. En primer lugar, la concepción coherentista de la justificación (y del
conocimiento) que aquí se apunta es comunitarista. El medio de las razones
en el que la investigación transcurre es un medio de intercambio de razo-
nes entre los investigadores de una comunidad de investigación y también
entre las comunidades diversas. Nuestras razones son razones para nosotros
mismos y también para los demás. La segunda consideración es que no existe
ninguna comunidad de investigadores posible que pueda encontrarse en una
situación epistémica esencialmente distinta que la nuestra. Sus razones serán
mejores que las nuestras, pero tampoco contarán con nada que les permita
decir, con razón, que tienen acceso a la realidad tal-y-como-es-en-sí-misma,
si esto quiere decir que es impermeable a su condición epistémica. Para los
críticos de Rorty esto basta para plantear la siguiente objeción: Si nuestra
situación epistémica y cualquier otra situación epistémica es como Rorty
apunta, si la verdad es la verdad-que-cuenta, no hay espacio conceptual para
distinguir entre verdad y justificación.

9. La Máxima Pragmática y el Principio iej

Hasta el momento, ha podido entreverse el compromiso de Rorty con el


Pragmatismo en un par de ocasiones, especialmente en la renuncia al ideal de
la objetividad en beneficio del ideal de la solidaridad. Este es el momento de
poner ese compromiso en el foco del análisis. Y lo primero que hay que decir
a este respecto es que para un pragmatista la distinción entre la verdad, enten-
dida como correspondencia con la realidad, y la justificación es inaceptable.
Lo es porque creer que un pensamiento o un aserto es verdadero y creer que
está (adecuadamente) justificado, o que uno lo piensa o lo hace con garantías
suficientes, son la misma cosa en la práctica de la investigación. Esta intuición
es la que se articula en la Máxima Pragmática: si dos creencias no tienen
consecuencias diferentes para la práctica de sus titulares no son diferentes.
Sin embargo, si creer en la correspondencia con la realidad tal-y-como-es-en-
sí-misma y creer en la justificación no son cosas diferentes en la práctica de
la investigación, entonces no son creencias diferentes y, como consecuencia,
tampoco pueden serlo verdad y justificación:
Pragmatista think that if something makes no difference to practice, it should make
no difference to philosophy. This conviction makes them suspicious of the distinction
between justification and truth, for that difference makes no difference to my decisions
about what to do. If I have concrete, specific doubts about whether one of my beliefs
is true, I can resolve those doubts only by asking whether it is adequately justified - by
finding and assessing additional reasons pro and con. I cannot bypass justification and
confine my attention to truth: assessment of truth and assessment of justification are,
when the question is about what I should believe now, the same activity (Rorty 1998: 19).

Revista Portuguesa de Filosofia Pl^l n ».- I


65(Supl.|.2OO9 Portuguesa LMñEL Pl^l n ».- I 122

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Verdad y Objetividad 943

Llamemos Principio del No Bypass de la Justificación (nbj, en adelante) a


la tesis de que no hay forma de hacerle un bypass a la justificación.14 Es una
consecuencia de aplicar la Máxima Pragmática al análisis de la verdad y la
objetividad. La imposibilidad de practicarle un bypass a la justificación (nbj)
era una parte importante del argumento que conducía a la prioridad de la soli-
daridad sobre la verdad. (La otra parte es que la justificación es esencialmente
comunitaria.) Y, sin embargo, ese argumento conducía a la objeción de que no
crea el espacio conceptual para distinguir unas justificaciones de otras, para
valorar, cuando la ocasión lo permite, algunas razones como insuficientes.
Es interesante, entonces, constatar que nbj contiene recursos apropiados para
contrarrestar esta objeción.
Una primera respuesta dice, simplemente, que para nuestras prácticas
indagatorias y conceptuales las opciones metafísicas no suponen ninguna
diferencia por la naturaleza misma de estas prácticas. Cuando damos el visto
bueno a la idea de que las investigaciones de un historiador arrojan resultados
que son fieles a los hechos, no hacemos más que exponer, con una fórmula
compacta, los frutos de un abanico de prácticas virtuosas bien ejecutadas: que
se esfuerza por encontrar y manejar documentos pertinentes, que no ignora
aquellos documentos o aquellas evidencias que desacreditarían la hipótesis
histórica que trata de validar, y así sucesivamente. Se conduce en su trabajo
como lo hacen los historiadores competentes y honrados. No hay un rasero
más allá del de estas virtudes que dote de sentido a la idea de fidelidad a, o
correspondencia con, los hechos (Rorty 1998: 73). Para el historiador, «ser
fiel a los hechos» o «corresponderse con los hechos» no son recursos del juego
de la reconstrucción histórica pendientes de movilización después de que
aquellas virtudes han sido practicadas escrupulosamente. Esto significa que,
para Rorty, uno tiene derecho a afirmar que un pensamiento es verdadero
porque se corresponde con los hechos; incluso a apelar a cómo es la realidad
en-sí-misma. nbj demanda, a continuación, que estas afirmaciones y apela-
ciones sean algo así como el anuncio de que las consiguientes justificaciones
están ahí, listas para ser dadas. La correspondencia con la naturaleza de las
cosas no es el punto final de la explicación; no es un gesto que remita a lo que
Rorty describiría como algo no humano.
Tiene uno derecho a usar el sustantivo Verdad' y el predicado 'es verdadero/a'
para hablar de los resultados de las indagaciones propias y ajenas, para reco-
nocer sus logros y criticar sus fallos. No porque la verdad tenga una natura-
leza propia que se hace tangible en ocasiones especiales. La razón es que es así
como usamos estas expresiones en la práctica de la investigación, tanto en la

14 Rorty hace explícita su adhesión a la Máxima Pragmática en otros lugares. Véase, por
ejemplo, Rorty (1982: 39 y ss.); (1998: 41 y s.); (2000a: 4, 13). Una metáfora que tiene efectos
análogos a los de 1 a metáfora del bypass es la de la cuña: "For there is no way to drive a wedge
between convincing your peers and directing your meaning to the world" (Rorty 2000d: 127).

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944 Juan José Acero

más sofisticada como en los usos indagatorios del hombre común. De forma
característica decimos de una aserción que es verdadera en aquellas circuns-
tancias en que lo aseverado tiene garantías. Puesto que es así como típica-
mente usamos Verdad' y 'es verdadero/a', es lícito definir, como lo hizo Dewey,
la verdad como asertabilidad (o aseverabilidad) garantizada. Pero la definición
no es del tipo de lo que una vez se denominó definición esencial: no se trata
de capturar, por medio de una condición necesaria y suficiente, la esencia o
naturaleza de lo definido, sino del tipo de la definición nominal, cuyo objetivo
es resumir, en una fórmula breve, el uso del término del definiendum. 15 Es ésta
una manifestación más del principio, considerado más arriba (en 3.), de que
el significado es el uso: indique en qué circunstancias un aserto estaría garan-
tizado y habrá especificado el significado del predicado Verdadero/a'.
La situación es, entonces, la siguiente. En primer lugar, aunque por razones
estratégicas Rorty propone que ignoremos el concepto de verdad y nos restrin-
jamos al de justificación, nada obliga a renunciar al empleo de las expresiones
Verdad' y 'es verdadero/a'. Todo depende de en dónde considere uno que se
halla el final de las explicaciones.16 En segundo lugar, y en virtud de NBJ, Rorty
no distingue entre verdad y justificación. Esto significa que no admite que la
verdad sea correspondencia con los hechos, en el sentido de que más allá de
esta correspondencia no hay aclaración alguna que hacer. En tercer lugar,
hablar de verdad es hablar de justificación frente a los ataques que vengan
de cualquier rincón; es hablar de asertabilidad garantizada. De otro modo:
resulta apropiado utilizar Verdad' y 'es verdadero/a' en aquellas condiciones
en que los asertos (o los juicios) tienen garantías. Esto no es una teoría sustan-
tiva de la naturaleza de la verdad, sino una consideración, aunque importante,
sobre el uso de estas expresiones. Este rasgo del uso de 'es verdadero/a' es el
que captura el Requisito del Desentrecomillado de la Verdad: las condiciones
en que afirmaríamos que de un contenido que es verdadero son exactamente
las condiciones en que afirmaríamos ese contenido. El requisito exige que,

15 Véase Dewey (1938: 20 y ss.). Dewey trató de evitar el uso de 'verdad' o de 'verdadero' relle-
nando el hueco que dejan estas expresiones con el de 'conocimiento', entendido no como término
de masa, sino como término general de referencia dividida. Nuestros conocimientos serían los
resultados que arrojan las investigaciones que damos (provisionalmente) por concluidas; es decir,
en la práctica de la investigación: las verdades a las que arribamos (si es que lo hacemos). Pues
bien, 'asertabilidad garantizada' fue la expresión que Dewey acuñó para designar justamente esos
logros. Los asertos garantizados son los conocimientos adquiridos. Actuó así, porque 'conocer' y
'conocimiento' se han cargado de ambigüedades peligrosas con los avatares de la tradición filosó-
fica occidental. En cualquier caso, la asertabilidad garantizada no es una propiedad que trasciende
los límites de la investigación. Por el contrario, con este nuevo término Dewey quiso subrayar
el carácter de empresa constantemente renovada de la investigación. Cf. Dewey (1939: 22).
16 "'True' is a term we can, if we like, apply to all the assertions we feel justified in making,
or feel others are justified in making. We thereby endorse those assertions." (Rorty 2000b: 57).
Véase también Rorty (1998: 39).

Revista Portuguesa de Filosofìa Pigi I


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Verdad y Objetividad 945

sea cual sea la forma en que entendamos 'es verdadero/a', habrá de validar un
enunciado de la siguiente forma:
(RDes) 'p' es verdadero/a si, y sólo si, p
El componente derecho de este bicondicional enuncia las condiciones en
que resulta apropiado el uso del predicado 'es verdadero/a1 en su componente
derecho. Así, las condiciones en que resulta apropiado afirmar que las mon-
tañas están nevadas hacen igualmente apropiado afirmar del aserto que hace-
mos al proferir la oración las montañas están nevadas' que es verdadero. Rorty
no tiene ningún problema en aceptar (RDes), pues no convierte al predicado 'es
verdadero/a' en parte de ningún aparato con efectos explicativos ulteriores. El
predicado se usa para desentrecomillar, y ahí acaba todo (Rorty 1998: 22 y ss.).

10. ¿Ha encontrado McDowell un atajo?

El "ahí acaba todo" con el que finaliza la sección precedente es algo que
parecen no aceptar autores que, por otra parte, comparten la animadversión
de Rorty hacia la tvc. McDowell es un ejemplo de esta combinación de ideas.
A su modo de ver, el uso desentrecomillador del predicado 'es verdadero/a' - es
decir la aceptación de que (RDes) impone una condición a todo análisis de la
noción de verdad - es inseparable de la imposición de normas a las que queda
sujeto quien participe en la práctica de hacer afirmaciones. Es más, reconoce
que a la hora de guiarnos por esas normas, para afirmar, por ejemplo, si ha
habido o no fusión fría, sólo podemos basarnos en cómo entendemos esas
normas y en la valoración de las circunstancias que respaldan nuestra aseve-
ración. Es decir, sólo tenemos a nuestra disposición nuestras propias luces,
como McDowell las llama.17 Sin embargo, McDowell da un paso más allá y
entiende que hay normas más allá de las razones que podamos aducir o de las
que puedan oponerse. El modo en que las cosas son, y no simplemente cómo
nos iluminan, también dicta normas propias:
There is a norm for making claims with the words "Cold fusion has not occurred" that
is constituted by whether or not cold fusion has occurred; and whether or not cold
fusion has occurred is not the same as whether or not saying it has occurred will pass
muster in the current practice. [...] Without this difference, there would be no ground
for conceiving one's activity as making claims about, say, whether or not cold fusion
has occurred as opposed to achieving unison with one s fellows in some perhaps purely
decorative activity on a level with a kind of dancing. The distinguishability of the ques-
tions amounts to the availability of the notion of a claim s being justified in the light of
how things stand with its subject matter (McDowell 2000: 118).

17 La frase textual de McDowell es la siguiente: "It is true that we have only whatever lights
are at our disposal to go on bringing such a norm to bear - which involves deciding what to say
about, for instance, whether or not cold fusion has occurred" (McDowell 2000: 118).

I Pierini- Revista Portuguesa de Filosofía I


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946 Juan José Acero

Así, según McDowell, el modo de ser de las cosas impone por sí solo
normas a nuestros pensamientos y asertos sin cuyo cumplimiento ni los pri-
meros son pensamientos ni los segundos son asertos acerca del mundo. Es
más, nadie que no pase por alto la diferencia entre cómo son las cosas y cómo
nos parece que son, siempre a la vista de las mejores razones de que podamos
disponer, puede ser sujeto ni de pensamiento ni de aserción.18 Estas normas,
añade finalmente McDowell, se siguen desde las posiciones locales o particu-
lares, que son las únicas que podemos ocupar en nuestra actividad intelectual
(cf. McDowell 2000: 119). Nuestros pensamientos y asertos trascienden, sin
embargo, las posiciones que ocupamos, pero no hay misterioso en esta tras-
cendencia. Ganamos una posición avanzada desde la que examinar el con-
senso con otros investigadores, ejercitando "nuestra capacidad para dirigir
nuestro significado a, digamos, si ha habido o no fusión fría" (McDowell
2000: 1 19). Esta capacidad hace posible eludir la justificación.
Lo que resulta opaco en la objeción de McDowell a nbj es la capacidad de
dirigir los contenidos de pensamientos y los significados de oraciones en la
dirección de esto o de aquello. Alternativamente, es la capacidad de pensa-
mientos y asertos de responder a las demandas del mundo. Pues bien, ¿qué
capacidad es ésa? Supongamos que un investigador usa la oración (9) y que
afirma con ello que la oración (10) es verdadera. En virtud del hecho de que
(RDes) fija todo lo que hay que conocer del predicado 'es verdadero/a', ese
hablante no ha adquirido otros compromisos, al usar (9), que los propios del
uso de (10):
(9) 'Ha habido fusión fría en el laboratorio' es verdadero
(10) Ha habido fusión fría.

Estos últimos compromisos no podrían ser sino los que, de cumplirse, jus-
tificarían a cualquier componente de la comunidad de investigación que afir-
mara que ha habido fusión fría. La apelación a estos compromisos deja bien
claro que McDowell no puede pretender escapar a nbj. Uno no se sujetaría a
este principio si pudiera acceder a las correctas condiciones de uso de (10)
sin pasar por los procedimientos de adquisición del significado habituales,
a saber: familiarizándose con las circunstancias en que sería apropiado usar
asertivamente (10). El problema es que no se ve el modo de tomar este atajo.
Una posible forma de lograrlo es la siguiente. Supongamos - podría apun-
tar McDowell - que sabemos usar los términos 'fusión' y 'frío/a' y que somos
capaces de desenvolvernos competentemente con las construcciones grama-
ticales del tiempo verbal. Entonces estamos ya automáticamente capacitados
para dotar de significado a (10). El trabajo lo llevan a cabo los poderes compu-
tacionales de la mente humana, que combinan los significados de los constitu-

18 Esto es justamente el punto más atractivo del debate entre Engel y Rorty en Rorty y Engel
(2007). Boghossian (2006: 31 y s.).

Revista Portuguesa de Filosofia fìgl I


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Verdad y Objetividad 947

yentes de las oraciones usadas en función de su estructura sintáctica. Para un


pragmatista como Rorty esta respuesta no es satisfactoria. Un pragmatista no
ve en los poderes computacionales acabados de aludir un deus ex machina}9
La cuestión es qué significado puede tener (10), si no se han arbitrado condi-
ciones de uso para su caso particular. Un disco duro de ordenador tiene la
capacidad de guardar información, pero sólo cuando está adecuadamente
conectado al resto de dispositivos. Por la misma razón, la capacidad de dirigir
los significados en la dirección de si ha habido o no fusión fría - alternativa-
mente, la capacidad de responder ante el mundo del aserto de que ha habido
fusión fría - no desciende sobre nuestras cabezas por su cuenta y riesgo. Sería
ilusorio pensar: «Estos ('fusión', 'frío/a') son conceptos a nuestra disposición.
Combinémoslos ahora de esta o de aquella otra forma, pues es al mundo a
quien corresponde decidir si la combinación es verdadera o falsa. Puesto que
el mundo decidirá una u otra cosa, queda probado que el pensamiento tiene
contenido objetivo.» Pero, ¿y si los conceptos tienen usos sólo en condiciones
muy particulares, de modo que no se pueden aplicar con garantías fuera de
esas condiciones? Peor todavía: ¿Y si no parece haber nada en el mundo a
lo cual respondan? En la jerga del pragmatista: ¿y si la aplicación de estos
conceptos deja de significar una diferencia en nuestras prácticas? En tales
circunstancias parece difícil asegurar que pensamos algo con ellos. En esto
insiste Rorty, en su réplica a McDowell, cuando escribe que no se puede deter-
minar cuándo es verdadera una oración sin atender a las razones por las que
alguna práctica hace que esa oración sea útil. Y que si hacemos abstracción de
esas prácticas no es posible saber a qué dirigimos nuestros significados (Rorty
2000d: 127). No parece haber alternativa a nbj, de modo que el supuesto atajo
de McDowell no lo es.

Esta respuesta ignora, sin embargo, el alcance de la objeción de McDowell.


Esta consistía en el reproche de que los hechos imponen normas de correc-
ción para pensamientos y asertos, con independencias de las condiciones de
justificación que se hayan arbitrado para unos y otros. La réplica de Rorty
consiste en señalar que el supuesto atajo de su crítico es incompatible con nbj.
Pero esta observación pasa por alto la noción de hecho - o bien la de expe-
riencia - que McDowell maneja. Es característico de su posición filosófica
rechazar que hechos y justificaciones, o naturaleza y razón, pertenezcan a
ámbitos distintos y estancos. Unos y otros significan posiciones dentro del
espacio de las razones. Esto significa que es constitutivo de los hechos valer
como razones que justifican nuestros asertos y pensamientos. Y, a la inversa,
que a menos que sean hechos o experiencias lo que se demanda y maneja
en las prácticas justificadoras, éstas no tienen el carácter que se les supone.

19 El fondo del asunto es el modo en que se usa el Principio de Composicionalidad semán-


tico. La necesidad de restringir la aplicación del principio cuando los contextos de uso han sido
previamente fijados fue apuntada ya por Wittgenstein. Véase Acero (2001).

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948 Juan José Acero

En consecuencia, la práctica de la justificación pierde todo su contenido tan


pronto como los hechos resultan ser enteramente ajenos a ella.20
¿Qué queda del intercambio de argumentos entre McDowell y Rorty
tras esta última observación? La respuesta es que el conflicto que separa a
McDowell de Rorty a propósito del principio nbj carece de base. El primero
no ha descubierto ningún atajo que haya escapado de la mirada del segundo,
porque el dualismo de hechos y justificaciones, naturaleza y razón, al rechazar
ese dualismo elude también la posibilidad de practicarle un bypass a la justi-
ficación. En cuanto a Rorty, no puede decir que abra las puertas al dualismo
de naturaleza y razón, después de aceptar nbj. Este principio es una de las
formas que adopta el atajo de McDowell. Si hay discrepancias entre estos
autores, no es la posibilidad o imposibilidad de eludir la justificación lo que
las produce.21

11. Objetividad: la independencia de la mente

¿Se sigue de entender la verdad de un aserto como la posibilidad de defen-


derlo contra las críticas que vengan de todas las esquinas que la objetividad
de su contenido quedaría abrogada? La objeción que así se plantea es la
siguiente. Un pensamiento o un aserto tienen contenido: dicen que las cosas
son así-y-así. Esas condiciones son condiciones de corrección. Serán verda-
deros en el caso de que las cosas sean así-y-así, y falsas en caso contrario.
Ahora bien, esas condiciones no pueden ser una invención o una ilusión de
quienes piensan esos pensamientos o hacen esas afirmaciones, pues en ese
caso ni el pensamiento ni el aserto tendrían contenido objetivo. La objetividad
del contenido, que las condiciones de que las cosas sean así-y-así sean obje-
tivas, exige que sean independientes de la mente de quienes lo piensan o lo
afirman. Si mirando a Sierra Nevada desde Granada informo a mi interlocutor
telefónico de que las montañas están nevadas, mi aserto tiene el contenido de
que las montañas están nevadas. Y, entre otras, es condición objetiva de haber
dicho lo que he dicho que las montañas de que hablo existan independiente-

20 McDowell desarrolla esta idea en diversas publicaciones. Cf. McDowell (1994: passim;
1995: § 6).
21 La cuestión de fondo es la renuencia de Rorty a aceptar los términos en que se han plan-
teado los problemas de la epistemología. McDowell los debate cuando se refiere a "the basic
misconception of modern philosophy, the idea that the task of philosophy is to bridge an onto-
logical and epistemological gulf across which the subjective and objective are supposed to face
one another" (McDowell 1995: 409). Esa concepción, que constituye el punto de partida de los
argumentos de McDowell, sesga los problemas de la epistemología hasta un punto que Rorty
considera intolerable, muy especialmente la idea de que nuestros pensamientos y asertos han
de responder ante el mundo. Son estas grandes líneas estratégicas donde se revelan las más
profundas diferencias entre estos dos filósofos. Véase McDowell (1994: 153 y ss.; 2000); Rorty
(1998: 138yss.;2000d).

Revista Portuguesa de Filosofia fìgl I


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Verdad y Objetividad 949

mente de mi mente. Si este requisito no se satisficiera, lo que he afirmado no


dependería cómo están efectivamente las montañas de Sierra Nevada cuando
miro hacia ellas. En general, un pensamiento o un aserto tiene contenido obje-
tivo cuando sus condiciones de corrección dependen de cómo sea el mundo,
no de cómo pensemos que sea el mundo. Ajuicio de algunos críticos de Rorty,
como Haack (1998: 21 y s.), este requisito de independencia es lo que yace
en el fondo de la llamada Intuición Aristotélica, según la cual decir de lo que
es, que es, y de lo que no es, que no es, es (decir algo) verdadero. ¿Atenta el
Pragmatismo contra esta intuición? ¿Incumple el requisito de independencia
de la mente?

La respuesta es que no lo hace. Rorty rechaza que la abrogación de la obje-


tividad sea una consecuencia de renunciar a hablar de la verdad para hacerlo,
en su lugar, de la solidaridad. (O bien, de forma alternativa, una consecuencia
de entender que hablar de verdad es hablar de asertabilidad garantizada.)
Un pragmatista no niega que afirmar, por ejemplo, que las montañas están
nevadas sea afirmar un contenido cuyas condiciones de corrección incluyen la
existencia independiente de las montañas. Independiente' significa aquí inde-
pendiente de la mente de quien hace la afirmación. La clave está en distinguir
dos sentidos de 'independencia de la mente'. En el sentido que da por bueno
un pragmatista, nadie piensa que nuestras palabras y pensamientos tengan
la capacidad de crear las montañas de Sierra Nevada justo en el momento
que dirijo mi mirada en cierta dirección. Lo que ocurre, según Rorty, es que a
menos que uno crea la verdad obvia expresada por (11)
(11) Las montañas de Sierra Nevada estaban ahí antes de que las mirásemos

"uno no sabe jugar el juego de lenguaje que emplea la palabra 'montaña'"


(Rorty 1998: 72). En este primer sentido del término 'independencia de la
mente', la existencia independiente de las montañas no es una condición dis-
tinta del reconocimiento de un estatuto especial a pensamientos o asertos
como (11).
Hay, en cambio, otro sentido del término que demanda bastante más.
Según él, más allá de la competencia reconocida al hablar de montañas cabe
preguntarse si existen. Por ejemplo, miro hacia Sierra Nevada, contemplo las
montañas nevadas, informo a mi interlocutor de que las montañas están neva-
das y luego me pregunto: «¿Existen realmente esas montañas o bien, digamos,
estaré siendo engañado por el demonio de Descartes?» En este segundo sen-
tido, lo que es independiente de la mente es la realidad tal-y-como-es-en-sí-
misma. Y es de este sentido del que el Pragmatismo hace caso omiso:
We [people like Kuhn, Derrida and I] think it pointless to ask, for example, whether
neutrinos are real entities or merely useful heuristic fictions. This is the sort of thing
we mean by saying that it is pointless to ask whether reality is independent of our ways
of talking about. Given that it pays to talk about mountains, as it certainly does, one of
the obvious truths about mountains is that they were here before we talked about them.

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950 JUAN j0SÉ Acero

If you do not believe that, you probably do not know how to play the language games
that employ the word 'mountain'. But the utility of those languages games has nothing
to do with the question of whether Reality as It Is in Itself, apart from the way it is handy
for human beings to describe it, has mountains in it. That question is about the other,
non-causal sense of 'independence'. My side thinks nothing could possibly turn on the
answers to questions of independence in that sense and that therefore we can get along
quite nicely without the notion of Reality as It Is in Itself (Rorty 1998: 72).

Rorty puede reivindicar, entonces, al pragmatista: que no sea posible eludir


la justificación, conectando directamente con la realidad tal-y-como-es-en-sí-
misma, no significa que las cosas sean una ficción de mis prácticas justifica-
doras. Sin embargo, su defensa no es enteramente satisfactoria, pues depende
de la premisa de que oraciones como (11) sean el vehículo de verdades obvias.
De hecho, sólo en circunstancias extraordinarias podría usarse (11) para afir-
mar algo. Lo que Rorty debería haber señalado - siguiendo al Wittgenstein
de On Certainty - es que (9), como (12)-(14), no se usan como los se usan los
enunciados por medio de los cuales decimos cómo son las cosas.
(12) La Tierra existe hace más de 100 años
(13) Juan Acero: - Nunca he estado en la Luna
(14) Edward G. Moore: - Esta es mi mano izquierda y ésta mi mano derecha

Sea lo que sea lo que digamos mediante estos asertos, su estatuto debe
ser muy especial, puesto que no sabemos qué contaría como justificación de
su verdad. Podemos afirmar que son verdaderas, pero no ganamos nada con
ello. La creencia en la existencia de la Tierra en el pasado, dice Wittgenstein,
forma parte de la imagen que constituye el punto de partida para forjarme
muchas otras creencias y actuaciones (Wittgenstein 1969: §§ 204 y ss.). Y ello
a pesar de que no difieren por su forma de otras expresiones que usamos
cuando nuestro objetivo es hace una afirmación empírica. Por ello, Wittgen-
stein ensayó diversas metáforas para señalar su especificidad. Se comportan
dijo como canales por los cuales fluyen las afirmaciones empíricas (Wittgen-
stein 1969: § 96); como la armazón que sostiene el discurso que informa de
cómo es el mundo (Wittgenstein 1969: § 21 1); o como los fundamentos sobre
los que asienta el uso de palabras y conceptos (Wittgenstein 1969: § 401 y ss.).
Esta diferencia de uso es lo que Rorty debería haber subrayado, en lugar de
apuntar en la dirección del mayor o menor grado de obviedad de los respec-
tivos contenidos, ya que es eso lo que se espera de quien asume una teoría del
significado como uso.

12. ¿Justificado pero no verdadero?

Resta todavía por considerar una respuesta de Rorty a la objeción de que


su forma de entender la verdad no crea el espacio conceptual necesario para
distinguirla de la justificación. Por un lado, hemos visto, no puede practicar-

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Verdad y Objetividad 951

sele un bypass la justificación. Por otro, hay que descartar que de ello se siga
que el pragmatista acepte que la realidad no es independiente de la mente
humana. Sin embargo, todavía puede añadirse una línea de defensa más, una
que le permite incluir en su repertorio argumentativo la consideración, tan
cara a los críticos, de que la mejor justificación disponible para pensar o afir-
mar que p puede muy bien ser insuficiente para concluir que es verdad que
p (o que 'p es verdadero). Esa defensa no concede nada, sin embargo, ni a
la Tve ni a otras teorías que otorgan al predicado 'es verdadero/a' un papel
explicativo. La defensa es ésta: Afirmar que tenemos razones para pensar o
decir que p, pero que puede muy bien no ser verdad que p no es sino afirmar
que otra comunidad de investigación o de argumentación podría encontrar
mejores razones para pensar que p o bien razones para descartar que sea el
caso que p. De esta forma, la existencia de un espacio que separa la justifica-
ción de la verdad es enteramente compatible con iej:
They [pragmatists] see the gap between truth and justification not as something to
be bridged by isolating a natural and transcultural sort of rationality which can be
used to criticize certain cultures and praise others, but simply as the gap between the
actual good and the possible better. From a pragmatist point of view, to say that what is
rational for us now to believe may not be true, is simply to say that somebody may come
up with a better idea. It is to say that there is always room for improved belief, since
new evidence or new hypothesis, or whole new vocabulary, may come along (Rorty
1991: 22 y s.).

La pieza central de la defensa pragmatista es, entonces, que el salto de


la justificación a la verdad no es el salto de cómo entendemos que son las
cosas a cómo son en sí mismas, sino el salto de la mejor forma disponible por
nosotros de entender cómo son las cosas a un modo mejor que alguien más
- otros interlocutores - pueda aportar. La réplica que podría recibir el pragma-
tista es ésta: «Mejor, ¿con respecto a qué escala de valores? ¿No define usted
mejor y peor de otro modo?» (Putnam 1990: 24) Y la contrarréplica de Rorty
es que tampoco los valores esquivan la justificación practicándole un bypass.
Lo mejor (y lo peor) se mide por si logramos lo que deseamos, por si mejora-
mos nuestra hacienda o nuestros recursos, por si convencemos a los demás o
por si resolvemos problemas (Rorty 1998: 38 y s., 55 y s.). Si los objetivos son
éstos, y no la realidad tal-y-como-es-en-sí-misma, la distinción entre justifi-
cación y verdad no sólo no resulta incompatible con la prioridad de la solida-
ridad sobre la verdad, sino que cuadra con ella.
Hasta el momento se ha mencionado dos usos del predicado 'es verdadero/a'
que Rorty reconoce: para dar el visto bueno a un aserto o pensamiento, es
decir, para darle una palmada en la espalda a quien lo hace o lo propone;
y para desentrecomillar, es decir, fijar las condiciones en que estaría justifi-
cado hacer un aserto. Existe, sin embargo, un tercer uso de ese predicado:
el uso precavido ( 'cautionary') de 'es verdadero'. Es el uso que se hace tangi-
ble en frases como 'plenamente justificado, pero posiblemente no verdadero'

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952 Juan José Acero

(RORTY 1998: 22). ¿Refleja el uso precavido de 'es verdadero/a' la existencia de


un hiato insalvable entre verdad y justificación? ¿No es la existencia de este
uso incompatible con la forma de conciliar la distinción entre justificación y
verdad y el principio nbj que ha sido expuesta en el párrafo precedente? La
respuesta es que no hay tal incompatibilidad, porque Verdad' y 'justificación',
'es verdadero/a' y 'está justificado/a', significan lo que significan porque se usan
como se usan; y porque su uso atestigua que tras la distinción capturada en
la frase 'plenamente justificado, pero posiblemente no verdadero' no hay otra
diferencia que e que existe entre los argumentos que aduciríamos ante inter-
locutores que objetan de formas diferentes. La concepción del significado
como uso y el principio nbj casan bien el uno con el otro. Esta es la importante
lección que se imparte en el siguiente texto:
My grounding premise, that you can only work for what you could recognize, is a corol-
lary of James' principle that a difference has to make a difference to practice before it
is worth discussing. The only difference between truth and justification which makes
such a difference is, as far as I can see, the difference between old audiences and new
audiences. So I take the appropriate pragmatist attitude toward truth to be: it is no more
necessary to have a philosophical theory about the nature of truth, or the meaning of the
word 'true', than it is to have one about the nature of danger, or the meaning of the word
'danger'. The principal reason we have a word like 'danger' in the language is to caution
people: to warn them that they may not have envisaged all the consequences of their
proposed action. We pragmatists, who think that beliefs are habits of action rather than
attempts to correspond to reality, see the cautionary use of the word 'true' as flagging
a special sort of danger. We use it to remind ourselves that people in different circum-
stances - people facing future audiences - may not be able to justify the belief which we
have triumphantly justified to all the audiences we have encountered (Rorty 2000: 4).

13. Balance de la situación

En las secciones precedentes se ha expuesto los argumentos que respaldan


la posición de Rorty a propósito de su rechazo del Representacionalismo (i),
su crítica de la tvc (ii), su oposición a la tesis de que el concepto de verdad
(o el predicado 'es verdadero/a') desempeña un papel explicativo en epistemo-
logía y en teoría del significado y su defensa de que hablar de verdad no es otra
cosa que hablar de justificación (m), y su rechazo de la objetividad en favor de
la intersubjetividad y, en general, de la solidaridad (iv). Las razones de Rorty
en cuanto a (i) han sido consideradas en §§ 2-3, 6 y 8; las de (n) en §§ 2, 4, 6, 8
y 10; las de (ni) en §§ 2-4, 8-9 y 10; y las de (iv) en §§ 3 y 6-10. Resumiendo el
análisis contenido en todo ese material acerca de la verdad y la objetividad, las
bases sobre las cuales Rorty quiere hacer valer sus razones contra sus diversos
críticos son, en lo esencial, cuatro. En primer lugar, Rorty sigue a Davidson
al aceptar que el papel que juega la noción de verdad (o el predicado 'es
verdadero/a') en una teoría del significado y de la interpretación no tiene signi-
ficación separada. Articulada teóricamente al modo de Tarski, una teoría de la

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Verdad y Objetividad 953

verdad es relevante en la medida en que permite fijar un patrón sistemático


de relaciones inferenciales entre las expresiones que utilizan los usuarios del
lenguaje y, a partir de ahí, también entre sus creencias y otros estados men-
tales. En segundo lugar, Rorty es un pragmatista al considerar que el signifi-
cado de conceptos y pensamientos, palabras y oraciones es su uso en el pensa
miento y el lenguaje, y no representaciones de entidades de clases diversas.
La ortodoxia davidsoniana de Rorty casa bien con su pragmatismo en cuanto
a la naturaleza del significado cuando se entiende el uso de un ítem, lingüís-
tico o mental, bien como sus conexiones inferenciales bien como su contribu-
ción a las conexiones inferenciales de otros ítems de los cuales el primero es
un constituyente. En tercer lugar, en los argumentos de Rorty ocupa un lugar
muy destacado la Máxima Pragmática y, como consecuencia suya, el Prin-
cipio del No Bypass de la Justificación (nbj). Aceptar nbj es reconocer nuestra
condición epistémica. La prioridad de la solidaridad sobre la verdad y la obje-
tividad no se sigue directamente de nbj, sino que precisa de una premisa más:
la cuarta de las bases. Lo que ésta añade a lo anterior es el carácter dialógico
de la justificación. No argumentamos con, o contra, nosotros mismos, sino
con, o contra, los miembros de nuestra comunidad o de otras comunidades.
A ello se debe que no identifiquemos siempre, sin más, verdad y justificación;
y que este rasgo de nuestras prácticas indagadoras y comunicativas se refleje
en la existencia del uso precavido del predicado 'es verdadero/a'.
Es fácil reconocer cuál es la trama que conforman estos cuatro elementos
para Rorty: una combinación de nuestra condición epistémica y nuestra condi-
ción de intérpretes (es decir, de sujetos de comprensión o entendimiento).
Somos al mismo tiempo investigadores del mundo e intérpretes de la con-
ducta, incluida el habla, de los demás. Estas no son capacidades y funciones
que tengamos, y que ejerzamos, de forma yuxtapuesta o en paralelo. Investiga-
ción e interpretación (o comprensión) son vectores de nuestra actuación total,
no partes separadas o autónomas de ella. En consecuencia, el mundo que es el
objeto de nuestras indagaciones, nosotros, los investigadores e intérpretes, y
nuestros interlocutores, pero también colaboradores y críticos en las tareas de
la argumentación, formamos un triángulo - el Triángulo de Davidson. El peso
de cada uno de estos tres factores se equilibra con, y equilibra a, el de los dos
restantes. Como dice en su "Response to John McDowell":
The 'guise' of convincing your peers is the very face of truth itself. For there is no way
to drive a wedge between convincing your peers and directing your meaning to the
world. The moral of Davidson s metaphor of triangulation is that you can never do either
without doing both. I think that if we do our best with our peers, we need not worry
about answering to any other norms, nor to the world. For, as Davidson teaches us, you
and your peers and the world are always bouncing off each other in causal ways. That
causal interaction - that perpetual triangulation - is as intimate as connection with
either world or peers can get (Rorty 2000d: 127).

I fiorini- Revista Portuguesa de Filosofía I


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954 Juan José Acero

¿Es, efectivamente, la nuestra, como investigadores e intérpretes, una


situación de triangulación perpetua, como dice Davidson y acepta Rorty?
En este trabajo, mi objetivo ha sido el de exponer las razones por las que Rorty
está comprometido con las tesis (i)-(iv). Sus críticos raramente se detienen a
examinar esas razones, contentándose con expresar su desacuerdo con las
consecuencias que Rorty obtiene de ellas. Frente a ello, he tratado de indicar
dónde está la fuerza de la posición rortyana y señalar cuáles los puntos en los
que habría que centrarse para demolerla o, si eso no es posible, reducir su
alcance. Esa tarea del crítico convencido no va a ser sencilla. Descrita escue-
tamente, y sin entrar ahora en los detalles, se trata de explicar por qué nuestra
situación no es la de triangulación. O que no lo es siempre; o que no lo es a
todos los efectos. Lo que define esta situación son los tres siguientes tipos de
dependencias. (Aquí, IyA son, a la vez, hablantes e investigadores.) En primer
lugar, para que un intérprete / pueda atribuir una creencia o un deseo - en
general, un pensamiento - a un interlocutor A, (i) / ha de ser intérprete de A
(es decir, entender lo que A dice), (ii) / y A han de compartir el mismo mundo
(o la misma porción del mundo), y (iii) los pensamientos de / han de acertar
masivamente. En segundo lugar, para / sea intérprete de A (y pueda entender
lo que A dice), (i) / y A han de compartir el mismo mundo (o la misma por-
ción del mundo), (ii) tanto / como A han de acertar en sus pensamientos con
las cosas. En tercer lugar, para que / tenga pensamientos que acierten con
las cosas (i) / y A han de compartir el mismo mundo (o la misma porción del
mundo), (ii) A ha de acertar en sus pensamientos con las cosas, y (iii) / ha de
ser intérprete de A. Parece bastante claro que las dependencias del primer y
del tercer tipo son excesivamente fuertes, porque confieren al lenguaje y a su
conocimiento un protagonismo que podría ser excesivo. Quizás no toda atri-
bución de pensamiento necesita que quien hace la atribución y aquel a quien
se le hace sean miembros de la misma comunidad lingüística o que compartan
una misma teoría momentánea. O quizás haya maneras no lingüísticamente
mediadas de acertar con las cosas, cosa que Rorty niega enfáticamente. Estas
cosas han venido explorándose desde hace al menos dos décadas.22 El modelo
de triangulación perpetua podría ser adecuado para tratar toda una gama de
casos centrales, de indudable importancia, pero no serlo para analizar otros
casos. Eso no disminuiría mucho la importancia de las propuestas de Rorty,
pero mostraría que las cuestiones de las que se ocupa tienen más facetas que
las que él ha contemplado.

22 The Varieties of Reference (Evans 1982) es, en la filosofía analítica contemporánea, el punto
de partida de toda esta labor filosófica, que tiene como su línea principal la cuestión de si hay o
no contenido no conceptual.

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Verdad y Objetividad 955

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