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T E S I S
QUE PARA OBTENER EL GRADO DE
MAESTRO EN SOCIOLOGÍA POLÍTICA
P R E S E N T A :
CARLOS DANIEL AYUSO CASTRO
Agradezco mucho a mis padres Pilar y Carlos, y a hermanos David y Libny, por su ánimo y
acompañamiento incondicional. Asimismo, quiero hacer una mención especial a mi primo,
anfitrión y amigo Ricardo Guerrero Ayuso; con él compartí todas las emociones y tensiones
que formaron parte de la maestría.
A mi director de tesis el Dr. José Luis Velasco Cruz le agradezco mucho su continua
asesoría e involucramiento en la elaboración de mi trabajo de investigación, así como a la
Dra. Diana Guillén Rodríguez y al Dr. Miguel Armando López Leyva, por fungir como
lectores de tesis y haber contribuido de manera significativa con sus respectivos dictámenes
a la versión final de mi trabajo de investigación. También le doy las gracias la Dra. Laura
Valencia Escamilla, quien como profesora del Seminario de Tesis guió los avances de mi
proyecto durante la fase inicial. Los cuatro fueron una apreciable fuente de aprendizaje.
Extiendo mis agradecimientos a todas aquellas personas que contribuyeron con información
valiosa durante mi trabajo de campo, especialmente al académico Efraín Poot Capetillo y a
los políticos yucatecos Ana Rosa Payán, Dulce María Sauri y Patricio Patrón Laviada, por
las entrevistas sobre el caso Yucatán.
A todos mis compañeros de generación les agradezco mucho su amistad y los agradables
momentos que compartimos.
Finalmente, agradezco a todos aquellos que mediante sus aportaciones vía impuestos hacen
posible la existencia de becas Conacyt para el estudio de posgrados como el que aquí
concluyo.
ÍNDICE
Introducción……………………………………………………………….…………...……1
2.4.1 Competitividad……………………………………………………….52
2.4.2 Descentralización………………………………………….………….53
Consideraciones finales…………………………………………………………………...115
Bibliografía……………………………………………………………………………….124
LISTA DE GRÁFICAS.
LISTA DE TABLAS.
Tabla 11. Nivel de inclusión del electorado en los mecanismos de selección del
PRI……………………………………………………………………...…103
Tabla 12. Nivel de intervención de liderazgos regionales en selección de candidatos
panista………………………………………………………….………….106
Tabla 17. Nivel de inclusión del electorado en los mecanismos de selección: PAN y
PRI……………………………………………………………………...…113
LISTA DE ABREVIATURAS.
This thesis is an analysis of candidate selection strategies undertaken by the major political
parties prior to the elections for the governorship of Yucatan during the period 2001-2012,
in order to explore a number of elements of a legal, and strategic-electoral party through the
concept of internal democracy. The candidate selection strategies focus primarily on issues
related to intra-party competition properties, techniques and procedures in place regarding
the nomination of a candidate. This position allows exhibit the behavior of political parties
about candidate selection process as part of a strategy that meets the requirements of the
institutional context and the characteristics of their individual leaders. The main finding of
the thesis is that the high level of internal competition led to major political parties Yucatán
to adapt their candidate selection strategies to run for the governorship by a process of
subnational recentralization. This means that the presence of competition in the candidate
selection led to the ruling elites of the party organizations to handle the possibility of
intervening in the process or open to its members, depending on their actual possibilities of
access to power. In summary, this suggests that decentralization of candidate selection
process at the subnational level in Mexico does not necessarily imply greater inclusion of
members in decision-making related to the process.
Introducción.
Durante la etapa del sistema de partido hegemónico (Sartori, 2000), en el país se realizaban
elecciones de manera periódica entre partidos que competían en condiciones de clara
desigualdad y falta de transparencia. Los procesos electorales no ponían en juego el control
del poder, pero permitían la legitimación del predominante Partido Revolucionario
Institucional (PRI). En este escenario altamente centralizado, la competencia por los
puestos de elección popular no ocurría entre los partidos políticos sino al interior del PRI.
Las nominaciones de las candidaturas se realizaban a través de la designación directa por
1
El estudio de Freidenberg (2010) destaca que los principales mecanismos de selección de candidatos en
México son: elección interna abierta y/o cerrada, convención, encuestas, dedazo por un líder (designación
directa), junta de notables y autonominación (2010: 4).
1
parte del presidente de la república y obedecían principalmente a la lógica de las relaciones
coyunturales del titular del ejecutivo federal con las distintas camarillas y sectores sociales
del PRI. En consecuencia, debido a la verticalidad del modelo hegemónico, “el mismo
sistema se reproduce a nivel local, en donde los gobernadores influyen de manera
determinante en la designación de los diputados y los presidentes municipales” (Reynoso,
1998: 166).
Esta nueva condición de las entidades federativas se refleja en el activo papel que han
desempeñado los gobernadores en los procesos electorales posteriores al año 2000, tanto a
nivel estatal como federal. Sin embargo, en términos generales “poco sabemos de la forma
en que los mayores niveles de competencia electoral han transformado la organización
interna de los tres principales partidos de México” (Langston, 2008: 458).
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Esta afirmación considera que en un sistema de partidos altamente centralizado el poder recae de manera
predominante en un solo depositario, que en el caso mexicano es el presidente de la república. Por ese motivo,
la figura presidencial representa el elemento de mayor importancia durante el proceso de democratización.
2
la consolidación democrática sino que atañen al mejoramiento de la calidad democrática”
(Russo, 2010: 429).
En un entorno democrático de alta competitividad, los partidos políticos buscan con mayor
apremio la legitimidad de sus prácticas y procedimientos internos ante la opinión popular
destacando de manera notoria la selección de candidatos. Este aspecto juega un doble papel
en el caso mexicano: por un lado, forma parte importante del proceso de democratización;
por otro lado, también es un indicador indiscutible de la calidad democrática respecto a los
derechos políticos individuales de votar y ser votado. Entonces, un análisis integral deberá
considerar ambos aspectos del asunto y ocuparse de: 1) enmarcar la selección de candidatos
en el proceso de democratización del sistema de partidos a través de una perspectiva
histórica y 2) atender los niveles de calidad de la democracia que registra la selección de
candidatos al interior de los partidos políticos, por medio de un caso empírico.
3
De acuerdo con Panebianco, el entorno de los partidos incluye dos aspectos: las constricciones
institucionales y los escenarios. Las primeras se refieren a “aquellos factores, relativamente estables, que
estructuran los escenarios en que operan los partidos, y es por esta vía como influyen sobre la organización”
(1990: 390); por su parte, los segundos “representan las distintas mesas de juego en las que el partido
participa y de las que extrae, en una cuantía proporcional al resultado de los distintos juegos, los recursos
necesarios para su funcionamiento” (1990: 394).
3
los más sobresalientes en el proceso de selección, pero resulta igualmente importante
establecer que no son los únicos elementos involucrados en un tema tan complejo.
Un camino para evitar caer en los posibles sesgos de los enfoques mencionados es a través
del análisis de las estrategias de selección de candidatos. Dichas estrategias de selección
favorecen una perspectiva integral de los procesos intrapartidistas relacionados con la
postulación de candidatos a cargos de elección popular y pretenden reflejar de manera
significativa el tipo de vínculo que existe en la relación de los partidos con el Estado, con la
sociedad civil y los que tienen lugar entre los miembros de un mismo partido.
Siguiendo a Field y Siavelis (2009: 65), hay seis aspectos clave cuyo análisis contribuye a
proporcionar elementos comparativos sobre el proceso de selección de candidatos:
1) El grado de regulación legal o control privado que ejercen los mismos partidos
sobre el proceso.
4
6) El grado en que el proceso está institucionalizado u orientado por el patronazgo.
2.- Identificar las estrategias de selección de candidatos de los principales partidos en los
procesos preelectorales por la gubernatura de Yucatán en 2001, 2007 y 2012.
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reaccionaran a su nuevo papel de mayor importancia política reproduciendo las mismas
estructuras verticales de organización. La presencia de la competitividad en la selección de
candidatos para la gubernatura llevó a las élites dirigentes de los principales partidos a
manejar la posibilidad de intervenir en los procesos o abrirlos a sus militantes, dependiendo
de sus posibilidades efectivas de acceder al poder. En síntesis, lo anterior permite
argumentar que la descentralización del proceso de selección de candidatos no implica
necesariamente una mayor inclusión de los miembros en la toma de decisiones relacionadas
con dicho proceso.
Para estudiar la democracia interna en las estrategias de selección de candidatos tal como se
pretende en esta investigación, se requiere hacer las siguientes precisiones:
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destacando de manera predominante los mecanismos de selección de candidatos.
Sin embargo, resulta importante subrayar que la selección de candidatos es uno de
los aspectos de la democracia interna, pero no el único. La democracia interna
también incluye otros temas como la fiscalización de los gastos de precampaña, el
acceso a los medios de comunicación por parte de los precandidatos y los
lineamientos programáticos del partido, entre otros.
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competitividad será baja cuando la diferencia sea mayor a los 15 puntos
porcentuales y haya ausencia de alternancia.
El segundo capítulo presenta una propuesta para medir los niveles de democracia interna en
las estrategias de selección de candidatos. Para esto, desarrolla tres dimensiones con sus
respectivos indicadores, en los cuales, puede hallarse la presencia de valores provenientes
de un entorno de democracia interna. El tercer capítulo presenta los tipos de mecanismo de
selección de candidatos que prevalecieron en las distintas etapas de desarrollo del sistema
de partidos en México. Aquí encontramos los antecedentes de la selección de candidatos a
nivel nacional y los cambios que se expresan en este proceso a través los periodos de
hegemonía, transición y consolidación democrática.
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A doce años de distancia de la alternancia en la presidencia de México, la sociedad civil
busca explicarse los saldos del anhelado cambio político. La posibilidad real de disputar el
poder mediante la vía electoral provocó que los votantes prestaran mayor atención a los
distintos candidatos que piden su apoyo, y a las formas en las que se dirigen a ellos. En
consecuencia, el electorado mexicano se hizo más crítico del comportamiento partidista.
Uno de los cuestionamientos recurrentes ha girado en torno al perfil y a las capacidades de
gobernar por parte de los candidatos a puestos de elección popular que presentan las
organizaciones partidistas. Bajo esa coyuntura, la selección de candidatos resulta un tema
de estudio importante porque dicho procedimiento partidista restringe de manera
significativa las opciones del electorado a pronunciarse por la candidatura que ellos
consideren que representa mejor sus intereses políticos. Por ese motivo, las distintas etapas
del proceso y los métodos que guían la decisión de seleccionar un candidato necesitan ser
explicados. Este trabajo se propone hacerlo apoyado en criterios de carácter sociológico
que impriman un matiz al análisis y faciliten la interpretación de los fenómenos de orden
político.
Recolección de datos.
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Capítulo 1. Democracia interna y selección de candidatos.
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Por último, el tercer apartado aborda de manera directa la selección de candidatos a través
del concepto de democracia interna. Aquí presento el modelo de análisis proporcionado por
Hazan y Rahat (2009) que discute la importancia de la selección de candidatos en las
investigaciones sobre democracia interna partidista, expone los factores que convergen en
torno a la selección de candidatos y señala cómo dichos factores se relacionan con
determinados valores democráticos como la inclusión, la representación, la participación y
la descentralización.
Los partidos políticos y la democracia son conceptos que aparecen ligados en el análisis de
la política moderna; los partidos son actores imprescindibles en el modelo democrático y de
igual manera, la democracia impone márgenes de acción a las maniobras partidistas. Existe
un número importante de investigaciones que dan cuenta de los principales elementos de
análisis de los partidos políticos en un marco democrático (Michels, 1983; Duverger, 1984;
Panebianco, 1990; Katz y Mair, 2004) y que representan un importante referente a
considerar antes de emprender un análisis enfocado de manera directa en los niveles de
democracia al interior de las organizaciones partidistas.
Entre los temas que destaca la teoría de partidos, se encuentran una serie de discusiones
relacionadas con las formas y tendencias generales del comportamiento partidista, las
cuales dan cuenta de la composición y la dinámica de estas organizaciones y en ese sentido,
contribuyen a una mejor comprensión de sus procesos de carácter interno. De manera
específica, hay tres temas que se relacionan con los propósitos de este trabajo y sobre los
cuales me concentraré en este apartado: la composición interna partidista, el
comportamiento de las élites dirigentes en un entorno democrático, y la relación de los
partidos con la sociedad civil y el Estado.
A mediados del siglo XX, Duverger (1984) indicaba en su trabajo sobre los partidos
políticos que la armazón de las organizaciones partidistas había sido transformada al menos
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en dos ocasiones durante los últimos cincuenta años; en cambio, durante ese mismo periodo
la armazón del Estado dentro de las grandes naciones de la región occidental se había
conservado idéntica en sus líneas generales (Duverger, 1984).
De acuerdo con el autor, la armazón de las organizaciones partidistas “alcanza una gran
importancia; constituye el marco general de la actividad de los miembros, la forma
impuesta a su solidaridad; determina los mecanismos de selección de los dirigentes y los
poderes de éstos” (Duverger, 1984: 34). Según este planteamiento, dicha armazón es
susceptible de ser analizada a través de dos categorías: 1) naturaleza y 2) estructura. Ambas
categorías tienen el objeto de explicar las formas de integración partidista e intentan
responder a las cuestiones respecto a quiénes integran y cómo se organiza un partido.
En primer lugar, la naturaleza partidista está conformada por los individuos que participan
en calidad de miembros, sin embargo, el sentido y la importancia de este término dependen
en buena medida del partido en cuestión. Las variadas acepciones del término no aluden a
una diferencia de tamaño sino de organización partidista. Por ejemplo, aquellos partidos
que establecen criterios para la adhesión y realizan una medición continua de los registros
otorgan una membresía a sus afiliados la cual, entre otras cosas, ofrece maneras
cualitativamente distintas de ligarse al partido y permite distintos grados de intervención en
relación con otros partidos que no tienen un registro preciso de su padrón.
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mecanismo de elecciones cerradas tiende a limitar la participación en el proceso a los
militantes.
Ahora bien, el comportamiento de los miembros se desarrolla a través de los márgenes que
permite la estructura partidista. La característica principal de la estructura de los partidos es
su heterogeneidad. La diferencia consiste en el tipo sociológico del partido en cuestión; por
ejemplo, no será igual la estructura de un partido burgués organizado en comités, a la
estructura de un partido socialista dirigido a las masas.
Duverger (1984) destaca la relación del partido con la sociedad civil para distinguir entre
dos tipos de estructura partidista: directa e indirecta. Se trata de una estructura directa
cuando el partido está constituido por individuos; en cambio, un partido con estructura
indirecta es aquel que se encuentra conformado por grupos y colectivos. En un partido con
estructura directa los precandidatos apoyan buscan apoyo en sus relaciones políticas con
líderes partidistas en cambio, en un partido con estructura indirecta las postulaciones a una
candidatura se realizan comúnmente a través de los sectores sociales o las corrientes
políticas del partido. De acuerdo con el tipo de estructura cada partido privilegia la
importancia de sus células componentes, es decir, sus elementos de base. La función de los
elementos de base que integran la compleja organización refleja que “un partido no es una
comunidad, sino un conjunto de comunidades, una reunión de pequeños grupos
diseminados a través del país” (Duverger, 1984: 47).
Duverger (1984) describe cuatro tipos de elementos base que regulan el comportamiento de
los miembros en la organización partidista: el comité, la sección, la célula y la milicia. El
comité está constituido por unos cuantos miembros, es un conjunto de notables, por ende
un grupo cerrado que no hace propaganda y cuya influencia se extiende a grandes zonas
geográficas. En cambio, la sección forma parte de un todo, no existe por separado, busca
egresar el máximo número de miembros y tiene una base geográfica limitada. Por su parte,
la célula se concentra en reunir a miembros del partido pertenecientes a un mismo lugar de
trabajo (fábrica, taller, oficina, etc…), posee mayor poder sobre sus miembros. Por último,
la milicia está conformada por miembros civiles organizados militarmente de manera
piramidal, con el objetivo de formar unidades mayores.
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Aspectos como la membresía, el tipo de estructura y los elementos de base son categorías
de análisis que abarcan el diseño institucional partidista; en ese sentido, integran lo que
Duverger (1984) llamó la armazón de los partidos y representan los márgenes internos de
acción para los miembros. Sin embargo, para completar la armadura es necesario considerar
a un grupo de miembros que forma parte importante de la naturaleza partidista y destaca
por la importancia de sus acciones: las élites dirigentes.
El primer paso en tal dirección, consiste en entender el atractivo que tiene la democracia
para los partidos políticos. De acuerdo con Michels (1983) el modelo democrático
representa la oposición a un régimen político viejo y caduco; el autor sostiene que “en las
antípodas del principio monárquico –en teoría- está la democracia, que niega el derecho de
uno sobre los demás” (Michels, 1983: 47). Esta consideración implica un nuevo orden de
valores, ubicados en el extremo contrario a la forma más restringida de oligarquía fundada
en la voluntad de un solo individuo, la monarquía absoluta (Michels, 1983). En la
monarquía, Dios sirve como escudo del baluarte monárquico; en contraparte, la democracia
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implica para los gobernantes apelar a la voluntad popular bajo un modelo que pugna por la
anulación de los privilegios de nacimiento y favorece la capacidad individual.
Según Michels “la vida de los partidos políticos, ya sea que se interesen principalmente en
la nación o en la política local, en teoría, debe demostrar necesariamente una tendencia aún
más fuerte hacia la democracia que la manifestada por el Estado” (1983: 48). Frente a este
panorama, la aristocracia adopta una forma democrática que le permite dirigirse a las masas
a través de un principio del cual reniega: el ámbito electoral. En ese entorno, el candidato
conservador disfraza sus costumbres aristocráticas con una apariencia democrática, lo cual,
provoca como consecuencia que la sustancia democrática se impregne de elementos
aristocráticos (Michels, 1983).
El aspecto externo democrático que caracteriza la vida partidista suele enmascarar los
propósitos oligárquicos de la organización; sobre este aspecto Michels (1983) considera
que “si queremos comprender esta tendencia, el mejor campo de observación nos lo ofrece
la estructura íntima de los partidos democráticos” (1983: 55-56). Al abordar el mismo tema,
Duverger (1984) también llega a conclusiones similares. El autor sostiene que la
democracia es la doctrina dominante de la época contemporánea, y en ese sentido, otorga
legitimidad al ejercicio del poder. Por esa razón “los partidos están tanto más obligados a
tenerla en cuenta puesto que actúan en el terreno político, donde la referencia a las
doctrinas democráticas es constante” (Duverger, 1984: 163-164). Esta explicación refuerza
el argumento de Michels (1983) sobre la insistente pretensión por parte de los partidos
políticos en darse una apariencia democrática, incluso superior a las expectativas planteadas
por el comportamiento del propio Estado.
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Asimismo, Duverger (1984) sostiene que el comportamiento de los partidos políticos
presenta una tendencia autocrática. Cuando los partidos políticos intentan conseguir el
apoyo de las masas en un entorno democrático emplean una serie de “técnicas de
camuflaje”, las cuales, les permiten establecer un poder autocrático detrás de fórmulas
democráticas (Duverger, 1984). Una de los espacios en donde se expresa esta tendencia es
en la conformación de las dirigencias partidistas, cuya organización “tiende naturalmente a
tomar una forma oligárquica” (Duverger, 1984: 181). Lo anterior, nos lleva a atender la
segunda cuestión planteada al inicio del presente subapartado, relacionada con la dirección
de las organizaciones partidistas.
En síntesis, Michels (1983) considera que el liderazgo al interior de los partidos políticos se
transforma en el gobierno de una oligarquía y en ese sentido, es incompatible con el ideal
democrático. Sobre este tema, es coincidente el argumento de Duverger (1984) quien
sostiene que la toma de decisiones implica una contradicción con los principios de la
democracia debido a que “en toda comunidad humana, la estructura del poder es el
resultado de un par de fuerzas antagónicas: las creencias por una parte; las necesidades
prácticas, por otra” (1984: 163). La argumentación de ambos autores pretende explicar la
ambigüedad en el comportamiento de los dirigentes en relación con el modelo democrático.
Con ese propósito, Duverger (1984) decide buscar la tendencia autocrática de los partidos
echando una mirada a su organización interior. Como parte del resultado, encuentra que las
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dirigencias de los partidos constituyen un círculo interno conformado a través de métodos
autocráticos, pero que a la vez es legitimado mediante el empleo de fórmulas democráticas.
La tendencia autocrática surge tanto dentro como fuera de la élite dirigente. Al interior del
grupo de líderes, la tendencia tiene lugar al considerar la coexistencia de dos categorías de
dirigentes partidistas, a saber, los jefes reales y los jefes aparentes. Por lo general, los jefes
reales son designados o cooptados y ejercen el poder en la práctica, en cambio, los jefes
aparentes suelen ser elegidos y asumen un poder teórico. La función de los primeros
consiste en balancear la influencia de los segundos.
Una manera en la que se expresa la tendencia autocrática del círculo interno sobre la vida
partidista se halla en la postulación de sus representantes. Lo anterior implica que el círculo
interno puede administrar elementos democráticos al proceso de selección de candidatos
que realiza el partido, pero regulándolos de acuerdo con sus intereses estratégicos. Al
respecto, Duverger (1984) considera que “la presentación de los candidatos ocupa un lugar
de honor en la gama de las manipulaciones electorales” (1984: 171).
Sobre el tema de los grupos dirigentes, Panebianco (1990) analiza el papel de las élites
tomando en consideración las zonas de incertidumbre relacionadas con la búsqueda por el
poder y la estabilidad organizativa de las instituciones partidistas. De acuerdo con este
autor, los ámbitos que resultan imprevisibles para la organización constituyen zonas de
incertidumbre para los líderes partidistas; en consecuencia, aquellos dirigentes de partido
que controlan las zonas de incertidumbre disponen de un recurso utilizable en los juegos
internos de poder.
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Panebianco (1990) identifica principalmente seis zonas de incertidumbre: la competencia,
las relaciones con el entorno, la comunicación, las reglas formales, la financiación y el
reclutamiento.
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La última zona de incertidumbre es el reclutamiento. Este recurso permite tomar control
sobre los criterios de admisión al partido, fijar los requisitos para acceder a las candidaturas
y decidir quién hará carrera en alguna de las ramas de la organización, entre otras cosas.
Ahora bien, la asociación de los individuos que toman el mando sobre el conjunto de las
zonas anteriormente mencionadas es lo que Panebianco (1990) denomina la coalición
dominante. En palabras del autor, “la coalición dominante de un partido está integrada por
aquellos actores, pertenezcan o no formalmente a la organización, que controlan las zonas
de incertidumbre más vitales” (Panebianco, 1990: 91). En síntesis, la coalición dominante
se trata de una junta de notables que se constituyen como líderes de un partido político en
virtud de la ventaja que poseen sobre determinados campos de acción que son relevantes
para el desarrollo de la organización. De acuerdo con Panebianco (1990), la coalición
dominante puede incluir liderazgos nacionales, intermedios y locales, según el espacio de
poder que se aborde.
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formas en que las diferencias entre partidos pueden ser entendidas en función de sus
relaciones con el Estado (Katz y Mair, 2004).
Katz y Mair (2004) consideran que ambas tendencias son erróneas y en cambio, sugieren de
manera enfática no perder de vista que los estudios sobre los modelos de partidos se
encuentran directamente vinculados a una concepción particular de la democracia. Su
propuesta es que la evolución partidista en las democracias occidentales es el reflejo de un
proceso dialéctico en el cual, cada nuevo tipo de partido estimula un nuevo desarrollo y así
sucesivamente. De acuerdo con los autores, la tendencia de los últimos años se expresa en
un par de supuestos: que existe “una simbiosis cada vez más estrecha entre los partidos y el
Estado, y que es ésta la que establece las condiciones para la emergencia de un nuevo tipo
de partido, que nosotros definimos como ‘el partido cartel’” (Katz y Mair, 2004: 10). Con
el objeto de explicar la relación de los partidos con el Estado y el surgimiento del partido
cartel, los autores formulan un esquema que caracteriza 4 estadios diferenciados del
desarrollo de los modelos de partido.
En la primera fase del esquema se encuentra el partido de élites. Este tipo de partido surge a
finales del siglo XIX y principios del XX, está basado en un sistema de sufragio de
requisitos limitativos y cuenta con otras restricciones políticas para los no propietarios. En
términos prácticos, es posible afirmar que no existía una clara separación entre la sociedad
civil y el Estado, ya que comúnmente tenía lugar una íntima relación entre aquellos
individuos con relevancia política en la sociedad civil y quienes ocupaban posiciones de
poder en el Estado. Por ende, los partidos eran organizaciones formadas básicamente por
aquellos grupos que en conjunto representaban ambas esferas políticas.
20
El partido de masas es el segundo estadio en las relaciones entre partidos, Estado y
sociedad civil (Katz y Mair, 2004). Este tipo de partido surge fundamentalmente a partir del
papel político más activo de la sociedad civil típicamente desposeída del derecho a voto; en
ese sentido, se propone sustituir la participación de calidad de los miembros notables que
suelen integrar los partidos de cuadros con otras características como la cantidad de sus
afiliados, una compleja estructura organizativa y una concepción fuerte de la cohesión de
partido.
No obstante, un nuevo tipo de desarrollo social condujo al ocaso del partido de masas. Katz
y Mair (2004) identifican de manera particular tres elementos que contribuyeron a este
fenómeno. El primero es el debilitamiento de las identidades colectivas, lo cual, dificultó a
los partidos la identificación de grupos tradicionales en el electorado y por ende, la
posibilidad de ofrecer proyectos políticos basados en intereses comunes. Segundo, la
intervención del Estado en tareas económicas y sociales que anteriormente formaban parte
21
de los programas electorales partidistas. Tercero, el desarrollo de los medios de
comunicación masivos permitió a los políticos dirigirse al electorado en su conjunto. La
suma de esto factores impulsó el surgimiento de un nuevo tipo de partido, el partido catch
all.
El catch all es el tercer modelo de la evolución partidista. Este tipo de partido acepta
militantes de todos los sectores donde los encuentra, realiza afiliaciones tomando en
consideración la afinidad programática de los ciudadanos, en vez de su identidad social.
Los líderes políticos del partido catch all se comunican con los votantes a través de
sistemas de comunicación masivos, en especial la televisión, en virtud de ser la fuente de
información política más extendida (Katz y Mair, 2004).
Durante el estadio catch all se modifica la relación entre los partidos y el Estado. Ya no se
trata del partido que representa los intereses de los sectores sociales frente al Estado, sino
de un partido intermediario entre los intereses de los electores y el Estado. Bajo esta
dinámica, los partidos mantienen su permanencia en el Estado debido a que presentan las
demandas de la sociedad ante la burocracia estatal y al mismo tiempo, componen esa
burocracia que defenderá sus políticas ante los ciudadanos. No obstante, precisamente
debido a su papel de intermediación, el modelo de partido catch all se separa por completo
de la sociedad civil: “desde esta perspectiva, la democracia se basa fundamentalmente en
las negociaciones y el encaje de intereses independientemente organizados” (Katz y Mair,
2004: 22).
Katz y Mair (2004) llaman la atención sobre el progresivo alejamiento de los partidos
respecto a su relación con la sociedad civil. A partir de la continuidad que presenta la
dinámica expuesta sobre los modelos de partido, los autores advierten que las
organizaciones partidistas se encaminan a formar parte del aparato mismo del Estado. Es
precisamente este elemento de mayor cercanía con el aparato estatal el que crea las
condiciones propicias para el surgimiento de un nuevo tipo de partido, ya que el acceso
continuo a los recursos estatales conduce al partido a establecer una creciente conexión de
dependencia con respecto a su principal fuente de financiamiento.
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El partido cartel es el cuarto estadio del modelo de partidos que presentan Katz y Mair
(2004). Este tipo de partido se caracteriza particularmente “por la interpenetración entre el
partido y el Estado, y por un patrón de colusión inter-partidista” (Katz y Mair, 2004: 27); es
decir, el desarrollo del partido cartel se encuentra relacionado de manera importante no
únicamente con el sistema de partidos en su conjunto sino también con el perfil
organizativo de cada partido en específico.
En el periodo del partido cartel, los partidos se encuentran cada vez más ligados al ámbito
estatal y su desempeño como canal de comunicación entre la sociedad civil y el Estado ha
dejado de ser efectivo. Los partidos ya no fungen como mediadores de los intereses del
electorado ante el Estado; en cambio, la sociedad civil se ve obligada a presentar sus
demandas al partido/Estado a través de grupos de interés. En este modelo de partido, “la
democracia reside en que las élites satisfagan las preferencias del público, y no en la
implicación pública en el proceso de formulación de las políticas” (Katz y Mair, 2004: 35).
Los partidos ya no son tutores, delegados o intermediarios de o para los votantes sino
asociaciones de profesionales completamente separadas de la sociedad civil.
Al igual que en los casos anteriores, el desarrollo del partido cartel no está exento de
contradicciones. Debido al debilitamiento de la distinción entre los partidos que están
‘dentro’ y los que están ‘fuera’ del Estado, la idea de la alternancia en el poder ha dejado de
ser un principio central. De esta manera, las posibilidades de que los electores puedan
castigar a los partidos se reducen de manera substancial debido a que la competencia
interpartidista queda contenida (Katz y Mair, 2004). El conjunto de éstos y otros elementos
terminarán por incidir en el surgimiento de un nuevo modelo de partido.
Como puede verse, el desarrollo del modelo de partidos que presentan Katz y Mair (2004)
se entrelaza con las diferentes perspectivas sobre la democracia que surgen de un entorno
23
social y político concreto. Bajo este planteamiento, la función de las elecciones constituye
ese vínculo entre los partidos políticos y la democracia, a la vez que define los alcances del
propio proceso.
De acuerdo con lo anterior, es posible sostener que una forma de establecer particularidades
entre los procesos internos de selección de candidatos es a través de la consideración de los
distintos niveles de democracia interna que presente cada uno de ellos. Ahora bien, hablar
de niveles distintos de democracia implica una cuestión de calidad. Veamos en qué medida
cabe esta posibilidad.
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sobre dicho concepto. Una definición de la democracia siempre es una cuestión importante,
porque implica la consideración acerca de qué entendemos y cuáles son nuestras
expectativas acerca de ella. Al respecto, Giovanni Sartori (2007) advierte que el mundo del
ser y del deber ser no pueden estar desligados de una definición del concepto, porque la
combinación de ambas perspectivas considera el desnivel existente entre las aspiraciones
ideales y las condiciones reales de la experiencia democrática. De esta manera, la
democracia requiere de una definición que considere los aspectos prescriptivo y
descriptivo; es decir, que sea capaz de proporcionar un equilibrio entre los propósitos y las
verificaciones, entre los ideales y los hechos.
1
Un ejemplo de esta discusión se encuentra en el artículo “¿Qué es y qué no es una democracia?” (1996) de
Schmitter y Lynn en: Diamond, Larry y Marc F. Plattner, El resurgimiento global de la democracia, México,
UNAM/IIS.
2
La definición representativa de esta corriente pertenece a Schumpeter, en ella considera que “el método
democrático es el acuerdo institucional para la toma de decisiones políticas donde los individuos adquieren el
poder de decisión mediante una lucha competitiva por el voto del pueblo” en: Schumpeter, Joseph (1971)
Capitalism, Socialism and Democracy. Nueva York, Harper.
25
especialmente útil para el presente análisis sobre democracia interna. Esto es así por las
siguientes razones:
El estudio de la democracia interna necesariamente debe partir del supuesto de que los
partidos en consideración efectivamente pertenecen a un régimen político democrático; de
otra manera, no tendría sentido hablar de democracia interna. En consecuencia, se requiere
establecer una serie de características que permitan afirmar la existencia de un entorno
democrático. Ante este panorama, la implementación de una definición procedimental de la
democracia permitiría sentar las condiciones básicas para plantear una discusión sobre
democracia interna. Dicha definición deberá considerar que la democracia es esencialmente
un concepto político y que el vínculo particular entre los partidos y la democracia son las
elecciones.
Otra ventaja que ofrece la corriente neoinstitucional es que favorece el análisis de modelos
democráticos que se encuentran en proceso de consolidación. En estos casos, buena parte
de las transformaciones políticas ocurren a nivel procedimental; un ejemplo de lo anterior
es el proceso de democratización mexicano, cuyas principales cambios han tenido lugar al
interior de las instituciones relacionadas con el sistema electoral y de partidos a partir del
arribo de la competitividad en la lucha por el voto.
Leonardo Morlino (2005) retoma la discusión emprendida por Sartori sobre la complejidad
de formular una definición de democracia. Con ese propósito, estructura un argumento que
le permite retomar algunas de las formulaciones de carácter empírico realizadas desde la
corriente neoinstitucionalista, reconocer la necesidad de una teoría descriptiva/prescriptiva
26
y afirmar la identificación de la libertad y la igualdad como los valores esenciales de la
democracia.
Morlino (2005) expone que las diferentes definiciones de democracia derivan de los
acentos que pone cada una de ellas en distintos aspectos y tendencias, las cuales pueden
privilegiar elementos de carácter general, procedimental, genético o normativo según el
caso. A partir de la consideración del extenso abanico de opciones a seguir, se hace factible
la formulación de una definición mínima de democracia “que indique cuáles son los pocos
aspectos, más inmediatamente controlables y esenciales a nivel empírico, que permiten
establecer un umbral por debajo del cual un régimen no puede considerarse democrático”
(Morlino, 2005: 42). Bajo esta perspectiva, la definición mínima considera como
democráticos los regímenes que presenten al menos: a) sufragio universal, masculino y
femenino; b) elecciones libres, competidas, periódicas, correctas; c) más de un partido, y d)
fuentes de información diferentes y alternas (Morlino, 2005).
Una vez que ha dado por descontado aquellos aspectos empíricos requeridos por la
definición mínima de democracia, Morlino (2005) procede a definir y establecer las
dimensiones que componen el análisis sobre la calidad de la democracia.
Como se ha visto, las dimensiones sustantivas carecerían de sentido sin una base
procedimental, en consecuencia, para la calidad democrática las dimensiones de mayor
27
importancia son las sustantivas (Morlino, 2005). Esto es así porque las dos dimensiones
sustantivas que “tienen que ver con la medida en que se realizan libertad e igualdad pueden
configurar diversos modelos de democracia de calidad” (Morlino, 2005: 283).
Con todo, la propuesta de la calidad democrática establece una orientación para abordar los
procedimientos internos de los actores políticos al fijar la atención en los procesos de
reclutamiento de los partidos y considerar que la intervención ciudadana en la postulación
de candidaturas a través de la celebración de elecciones primarias implica un ejercicio más
amplio del derecho a votar y por consiguiente, una mayor calidad democrática. Lo anterior,
pone de manifiesto la necesidad de explorar el ámbito interno de los actores partidistas en
busca de más expresiones democráticas cualitativamente distintas, con el objeto de conocer
en profundidad las implicaciones de la calidad democrática sobre la democracia interna.
28
Como se observa en el modelo que presenta Morlino (2005), la definición mínima de
democracia establece los criterios para describir a nivel empírico aquellos casos que pueden
ser considerados como tales, pero también es el punto de partida para plantear un análisis
sobre la democracia ideal a través del concepto de democracia de calidad. En palabras del
propio autor, al emprender un estudio sobre la calidad democrática “se quiere considerar
precisamente cómo es posible, al menos en el papel, mejorar la realidad existente,
caracterizada por la prevalencia de democracias representativas cualitativamente distintas”
(Morlino, 2005: 262).
Indagar acerca de las relaciones internas de los partidos políticos implica una serie de
dificultades objetivas respecto al acceso de datos empíricos sobre el tema.
Tradicionalmente, las prácticas intrapartidistas en el mundo de la política se habían
desarrollado lejos del interés y el escrutinio público. En la literatura, los procesos internos
de los partidos eran considerados una especie de “‘cajas negras’, en las que podía ocurrir
todo lo que uno se podría imaginar (o simplemente no ocurrir nada cual cáscaras vacías)”
(Freidenberg y Alcántara, 2009: 14).
Esa reticencia a mostrar el interior de sus estructuras, exhibida por parte de las
organizaciones políticas, se expresa en el debate que prevalece sobre el tema. Al respecto,
resulta importante considerar que la discusión en la que se inscribe el concepto de
democracia interna forma parte del análisis acerca de las facultades de organismos externos
y las características endógenas a considerar en el estudio sobre la participación de los
partidos políticos en un contexto democrático. En ese sentido, el punto de desacuerdo
inicial sobre el análisis de la democracia interna plantea una tensión entre autonomía y
dependencia partidista.
29
Desde una perspectiva ortodoxa, es posible sostener que los asuntos internos de los partidos
son una atribución exclusiva de los miembros que lo conforman y que la democracia no
debe buscarse en los eventos intrapartidistas, sino que tendría que limitarse a las relaciones
interpartidistas (Freidenberg y Alcántara, 2009). Esta postura estima que cualquier tipo de
injerencia externa mina la autonomía de los partidos. En contraparte, se encuentran los
argumentos a favor de la democracia interna, los cuales indican que ésta debe ser un fin en
sí mismo, debido a que propicia un incremento en la participación por parte de los
ciudadanos en los procesos internos partidistas, y contribuye a una mayor sistematización
de los procedimientos realizados por la clase política (Freidenberg, 2003).
Ahora que hemos revisado las condiciones generales de la discusión sobre el término,
pasemos a revisar su definición. Una propuesta para conocer la substancia interna de los
actores democráticos proviene de Freidenberg (2009) a través de la definición del concepto
de democracia interna. La democracia interna “debe ser entendida como un procedimiento
a partir del cual los militantes participan en la formación de las decisiones del partido y,
para hacerlo, utilizan mecanismos competitivos (electivos)” (Freidenberg, 2009: 287).
Aunado a la anterior definición, Freidenberg (2009) refiere que existen una serie de
características cualitativas que deben estar presentes para definir en qué medida un proceso
interno de naturaleza partidista es más o menos democrático; éstas son: 1) competencia, la
cual debe tener lugar entre candidatos, posturas y propuestas; 2) competitividad, que
contribuye a indicar el grado de rivalidad entre dos o más posiciones; y 3) incertidumbre,
30
como el elemento influyente sobre el proceso de toma de decisiones por parte de los actores
políticos (Freidenberg, 2009).
En ese sentido, tanto el modelo que presenta Freidenberg (2009) como el de Morlino
(2005) contemplan la dualidad empírico-idealista a la que hace referencia Sartori (2007) en
relación con los elementos imprescindibles a considerar en una definición sobre
democracia. La definición de democracia interna de Freidenberg (2009) es de carácter
descriptivo, de modo similar a la definición de democracia mínima de Morlino (2005).
Ambas se concentran en los procedimientos electorales y en la competitividad como un
atributo indispensable de la competencia. Igualmente, de manera semejante al autor de la
democracia de calidad, Freidenberg también muestra interés por las aspiraciones ideales
democráticas y lo pone de manifiesto al señalar que “cuando se quiere medir los niveles de
democracia interna resulta imprescindible observar la manera en que la agrupación toma
decisiones, así como establecer la calidad del proceso” (2009: 287).
De esta manera, una vez que han quedado establecidos los requisitos mínimos para
distinguir a la democracia interna, Freidenberg (2009) se propone abordar aquellos aspectos
que en términos democráticos sean cualitativamente distintos al interior de los partidos. A
diferencia de Morlino (2005), la autora no desarrolla su planteamiento por medio de la
identificación de dimensiones, por el contrario, sostiene que la democracia interna es un
concepto unidimensional que puede medirse a través de un continuo y en diferentes niveles.
Por lo tanto, resulta aplicable a los distintos procesos que se quieran evaluar, como la
31
rendición de cuentas, la definición de políticas o las estrategias de selección de candidatos
(Freidenberg, 2009).
Ahora bien, la democracia interna es proclive a adquirir diversos valores, de acuerdo con el
proceso específico en el que decida concentrarse. No será lo mismo analizar el proceso de
financiamiento de precampañas que abordar la conformación de un programa de oferta
política o los mecanismos de selección de candidatos, ya que cada uno de estos procesos se
orienta en distintas direcciones. Sin embargo, tienen como denominador común la forma
que dichos procesos adquieren en términos cuantitativos bajo la lupa de la democracia
interna.
De acuerdo con el planteamiento anterior, los niveles de democracia interna en los partidos
políticos pueden medirse a través del análisis de un proceso y de la calidad de la
intervención por parte de los miembros en dicho proceso. Bajo esta premisa, la selección de
candidatos se destaca precisamente como uno de esos procesos que permite observar la
calidad de la democracia al interior de una organización política. Una afirmación de esta
naturaleza implica sostener un par de supuestos: 1) que existen algunos procedimientos de
selección de candidatos que son más inclusivos que otros y 2) que los procedimientos
32
internamente más participativos son más democráticos que aquellos en cuyas decisiones
existe una menor participación.
Ahora bien, en este punto surgen un par de preguntas respecto a la propuesta de abordar
este proceso, a saber, ¿por qué estudiar la selección de candidatos como un indicador de
democracia interna? y ¿qué ventajas presenta su análisis en relación con otros procesos
intrapartidistas?
Inicialmente, resulta importante considerar que “la elección de un candidato es una de las
decisiones más importantes que los miembros de un partido pueden tomar (Freidenberg,
2003: 9). Asimismo, la investigación más reciente relacionada con este subcampo
“demuestra que la selección de candidatos tiene largo alcance e implicaciones significativas
para los partidos políticos, los miembros de los partidos, los líderes y la gobernabilidad
democrática” (Hazan y Rahat, 2009: 38).
Para comprender mejor el creciente interés académico por la investigación sobre los
procesos de selección de candidatos resulta de utilidad tomar en consideración el contexto
internacional en el que se origina. Durante la última década del siglo pasado, los partidos
políticos europeos generaron la tendencia de incrementar sus niveles de transparencia y
pluralismo interno (Freidenberg y Alcántara, 2009); esta situación, aunada a la ola
33
democratizadora de la época condujo a los partidos latinoamericanos a realizar reformas
electorales centradas en la adopción de mecanismos internos que resultaran más
compatibles con el modelo democrático 3. No obstante, las reformas en esta dirección no
fueron globales, sino que en buena medida estuvieron concentradas en la manera de elegir
al candidato presidencial –lo cual, resulta bastante comprensible si tomamos en cuenta la
predominancia del sistema presidencialista en América Latina-.
De esta manera, el tema adquiere una mayor atención por parte de los investigadores
debido en buena medida a que los propios partidos se concentraron en los mecanismos de
selección de candidatos y redujeron el debate sobre la democracia interna a la celebración
periódica de procesos competitivos en las elecciones del candidato presidencial. Lo anterior
pone de manifiesto la relevancia del análisis sobre los mecanismos de selección de
candidatos y el cúmulo de estrategias que convergen en torno suyo.
3
Hay un variado abanico de ejemplos ilustrativos sobre la tendencia partidista latinoamericana de abrir sus
procesos de selección de candidatos. La legislación nacional de algunos países incorporó durante el periodo
de 1998 a 2003 la realización de elecciones internas con distintos niveles de participación. Así, los casos de
Uruguay, Bolivia y Argentina contemplan la votación de toda la ciudadanía; en Panamá y Paraguay sólo
pueden votar los miembros del partido; mientras que en República Dominicana y Guatemala se permite que
un órgano colegiado se encargue de las nominaciones (Freidenberg, 2003).
7
Ranney, Austin (1981) “Candidate selection” en: Butler, Penniman, Howard, y Ranney (eds.) Democracy at
the polls: a comparative study of competitive national elections. Whashington D.C. American Enterprise
Institute for Public Policy Research.
34
pero a la vez, reconoce la influencia –aunque sea en menor grado- del aspecto legal en el
proceso de selección de candidatos.
Sobre esta base, los autores ofrecen un procedimiento para clasificar los principales
elementos que convergen en torno a los mecanismos de selección de candidatos, basados en
cuatro dimensiones: 1) electorado, 2) candidatura, 3) descentralización y 4) votación versus
nombramiento (Hazan y Rahat, 2009). El planteamiento general de las dimensiones
mencionadas se concentra en los siguientes aspectos:
El electorado es el cuerpo que elige a los candidatos. Puede estar compuesto por una
persona o muchas personas hasta la totalidad del electorado –de una nación determinada-.
Los autores destacan que entre los criterios establecidos en el modelo, el electorado es la
dimensión que tiene las consecuencias más importantes y de mayor impacto en los
35
mecanismos de selección de candidatos. Cuatro aspectos de la democracia se relacionan
con esta dimensión, a saber, 1) participación, 2) representación, 3) competencia y 4)
reciprocidad (Hazan y Rahat, 2009). Presentaré a continuación sus principales
implicaciones sobre el electorado.
Como tercer aspecto los autores señalan que el tipo de competencia articulada en torno a la
búsqueda de una candidatura se encuentra definida en gran parte por el número de
electorado que intervenga en esa decisión. Un electorado pequeño facilitará a los
candidatos el contacto personal con los votantes, en cambio, un electorado más incluyente
36
que tenga la posibilidad de estar conformado incluso por la totalidad de los miembros
partidistas no puede apoyarse en una red de afiliaciones personales; en este caso, los
candidatos que ocupan un cargo público tienen un gran ventaja debido a la exposición
mediática y los recursos con los cuentan (Hazan y Rahat, 2009).
La conclusión a la que llegan los autores después de ponderar las consecuencias políticas
del electorado sobre la selección de candidatos es que una mayor democracia en una
dimensión no deriva necesariamente en un mayor nivel de democracia sobre las otras. Un
mecanismo de selección de candidatos que integre varios elementos sirve mejor a la
democracia intrapartidista que aquel que se concentra en un solo valor o principio de la
organización (Rahat, 2008). De lo anterior se desprende que “para ser considerado
37
verdaderamente ‘más’ democrático, los partidos deberían buscar un método de selección de
candidatos que logre balancear de manera óptima las dimensiones democráticas como
participación, representación, competencia y reciprocidad” (Hazan y Rahat, 2009: 53). Un
‘equilibrio óptimo’ implica balancear de manera eficaz la contraposición que presentan
algunas situaciones entre la participación y la representación.
Como puede verse, el análisis de los aspectos democráticos más sobresalientes del
electorado resulta importante por dos motivos principalmente: 1) presenta elementos de
carácter cualitativo basados en la noción de la democracia interna; y 2) constituye el paso
del nivel descriptivo propuesto en las dimensiones, al terreno de las aspiraciones ideales.
En pocas palabras, la propuesta de Hazan y Rahat (2009) plantea analizar los niveles de
calidad de la democracia desde una perspectiva de democracia interna, pero limitando el
estudio a los mecanismos de selección de candidatos. Huelga decir en ese sentido, que el
modelo sugerido por Hazan y Rahat (2009) embona de manera armónica en el aspecto del
equilibrio democrático con las respectivas propuestas de Morlino (2005) y Freidenberg
(2009).
Ahora bien, respecto a los principales propósitos del presente capítulo, hay un par de
elementos presentes en el planteamiento de Hazan y Rahat (2009) sobre los cuales es
necesario volver. En primera instancia, cabe señalar que el análisis de los autores se
desarrolla en su totalidad con elementos referentes a la relación entre los partidos y el
electorado. En ese sentido, la propuesta señala que esto se debe al hecho de que la selección
de candidatos es un proceso predominantemente extralegal.
38
De lo anterior se desprende una segunda observación. Precisamente porque los partidos
reaccionan de manera distinta a los lineamientos establecidos por el ámbito legal, entonces
también resulta necesario ocuparse en explicar por qué eligen diferentes mecanismos de
selección de candidatos frente a un mismo marco jurídico electoral, es decir, por qué
deciden optar por recorrer distintas vías para llegar a un objetivo común.
Ciertamente, son los partidos políticos los que a través de reformas a sus leyes y estatutos
han reaccionado a las exigencias planteadas por la democracia interna, y quienes han
propuesto la selección de candidatos como el indicador más importante de la calidad
democrática. Esto nos sugiere un objeto de estudio en específico, pero no impide que el
análisis vaya un poco más allá de la dimensión partidista, sobre todo si ha quedado
establecido que también hay otras variables que se relacionan con los procesos de selección
de candidatos efectuados al interior de los partidos políticos.
Por supuesto, este par de aspectos no obedecen a los propósitos específicos que guían la
elaborada propuesta que presentan Hazan y Rahat (2009) sobre los mecanismos de
selección de candidatos y cuya importancia es fácil apreciar en los principales trabajos
sobre el tema. Su investigación ubica el análisis en un punto específico y contribuye a
destacar la oposición que existe entre algunos de los valores democráticos en el terreno
cualitativo de la investigación sobre la selección de candidatos.
39
resulta un camino viable para abordar otras variables e indicadores de relevancia y situar la
problemática en un entorno democrático.
40
Capítulo 2. Estrategias de selección de candidatos: Dimensiones e
indicadores.
El propósito del presente capítulo consiste en presentar una propuesta metodológica para
medir los niveles de democracia interna en los procesos de selección de candidatos. Como
se ha visto, una explicación más detallada de los mecanismos de selección requiere
considerar una serie de aspectos relacionados con el entorno en el cual se desarrollan.
Sin embargo, no todos los partidos políticos reaccionan de la misma manera ante los
lineamientos provenientes del ámbito electoral. Los reflejos de las organizaciones
partidistas se expresan por una parte, a través de las reglas (formales e informales) y la
continua adaptación de los estatutos que regulan la actividad partidista; y por otro lado,
mediante el liderazgo partidista de carácter regional, ejercido por parte de algunos actores
al interior de sus partidos, lo cual, establece una forma particular de relaciones
intrapartidistas y observación a la reglamentación electoral.
41
actuación de los líderes partidistas y la capacidad del partido para solucionar cualquier tipo
de conflicto que pudiese derivar del resultado.
De acuerdo con las anteriores consideraciones, el análisis de Freidenberg (2010) sobre las
estrategias de selección de candidatos aparece como una propuesta integral. Esto es así
porque al incorporar los aspectos legales y estratégicos al estudio de los mecanismos de
selección de candidatos se consigue un panorama más amplio que incluye tanto las
constricciones institucionales como los escenarios que, en suma, conforman el entorno al
que hace referencia Panebianco (1990).
42
Gráfica 2. Estrategias de selección de candidatos: Dimensiones.
Como puede verse, la identificación de las tres dimensiones señaladas se apoya en el plano
descriptivo del análisis. Empero, basado en los modelos teóricos referidos con antelación,
he considerado pertinente incorporar un par de criterios de carácter cualitativo que permitan
abordar las estrategias de selección de candidatos también desde una perspectiva
prescriptiva.
43
Los indicadores de cada dimensión de las estrategias de selección de candidatos tendrán por
objetivo conocer los niveles de democracia intrapartidista a través de una medición ordinal,
la cual permita eludir el problema de la ponderación desequilibrada que advierte
Freidenberg (2009) respecto al concepto de democracia interna.
El marco jurídico y el papel de los organismos electorales que rigen y organizan los
procesos de precampañas son los elementos más destacados de la dimensión legal, porque
condicionan de manera clara tanto las estrategias a adoptar por parte de los partidos
políticos como la participación de los aspirantes a una candidatura.
Para que un partido pueda establecer los requisitos de una candidatura es necesario partir de
lo dispuesto en la ley electoral nacional. En ese sentido, el marco legal crea las condiciones
para que un partido pueda optar por una u otra estrategia de selección de candidatos. “Las
normas electorales suelen establecer la manera en que los partidos deben seleccionar a sus
candidatos y las capacidades de los órganos electorales para controlar el cumplimiento de
esas reglas” (Freidenberg, 2010: 6). El condicionamiento de la dimensión legal sobre la
selección de candidatos se expresa a través de diversos aspectos considerados en un
determinado sistema electoral, como la estructura del voto, que establece el modo en el que
los ciudadanos eligen los a candidatos; la magnitud del distrito, que se refiere a la cantidad
de candidatos que un partidos puede aspirar a proponer en cada distrito; y el principio de
representación, que señala los parámetros de mayoría o proporcionalidad para interpretar
un resultado electoral (Freidenberg, 2010).
Una manera de identificar los niveles de afectación del ámbito legal sobre la selección de
candidatos consiste en distinguir de manera general entre dos tipos de marcos jurídicos en
materia electoral. Por una parte, se encuentran aquellas legislaciones que norman de manera
expresa los procesos de selección de candidatos. En el extremo opuesto, se hallan los
códigos legislativos que permiten la máxima autonomía interna y no fijan mecanismos
específicos sobre el tema (Freidenberg, 2003).
44
Un buen número de marcos legales en el mundo se apegan al segundo tipo, ya que permiten
un amplio margen de maniobra a sus partidos políticos. El único país en donde la
legislación regula extensivamente la selección de candidatos es en Estados Unidos, aunque
también existen otras naciones como Alemania, Finlandia y Noruega, en donde el sistema
legal establece de manera específica los criterios para la selección de candidatos (Hazan y
Rahat, 2009).
No obstante, también existe otro tipo de marcos legales que cuentan con una especie de
sistema intermedio. Su particularidad estriba en que permiten calificar los procesos internos
de selección de candidatos en términos de supervisión al apego de los principios
estatutarios definidos por los mismos partidos, con alguna capacidad para intervenir en los
asuntos partidistas en casos de prácticas excluyentes y centralistas. Tal es el caso del papel
que el marco electoral permite desempeñar a partir de 2008 al Instituto Federal Electoral
(IFE) de México.
45
Si la autoridad electoral no cuenta con una ley que regule los procesos internos de los
partidos y por lo tanto, no observa ningún nivel de intervención, el nivel de autonomía es
alto. Cuando existe una regulación de las precampañas por parte del Estado a través de
instituciones electorales que vigilan los procesos de precampaña, estamos ante un nivel de
autonomía medio. En cambio, la restricción de los mecanismos de selección por agentes
externos al partido implica una autonomía partidista baja; esto ocurre cuando las
legislaciones electorales contemplan mecanismos específicos de selección de candidatos.
Los elementos principales de la dimensión partidista son las reglas y estatutos que regulan
la selección de candidatos y los liderazgos políticos que forman parte importante de las
élites partidistas e intervienen de manera directa o indirecta en el proceso de selección
(Hazan y Rahat, 2009; Rahat, 2008).
Los principios que fijan las reglas y estatutos constituyen el conjunto de prácticas formales
que rigen a los partidos políticos. En estos cuerpos normativos se establecen los requisitos
para aspirar a la nominación de una candidatura. Como señalé anteriormente, previa
observancia de los elementos establecidos por el marco legal y los organismos electorales,
el diseño de los requisitos para los precandidatos le corresponde fijarlos a las directivas de
los partidos políticos y básicamente atiende a dos cuestiones: ¿Quién puede ser candidato?
y ¿quién o quiénes eligen a los candidatos? (Hazan y Rahat, 2009; Freidenberg, 2003).
El nivel de restricciones que los partidos estipulan para que un precandidato sea nominado
puede plantearse a través de un continuo entre incluyente y excluyente. Hazan y Rahat
(2009) proponen un modelo de tres instancias para medir los niveles de inclusión/exclusión
46
a través de un continuo: 1) en el extremo incluyente todo votante puede presentarse como
candidato del partido; 2) en la mitad del continuo sólo los miembros del partido pueden
aspirar a la candidatura; y 3) en el polo excluyente se encuentran establecidas una serie de
condiciones restrictivas.
Respecto al electorado o cuerpo que elige a los candidatos, Hazan y Rahat (2009) presentan
un modelo basado en cinco instancias que evalúan a través de un continuo restrictivo: 1) el
mayor nivel de inclusión contempla a la totalidad del electorado, 2) siguen los miembros
del partido, 3) la agencia partidista elegida, 4) la agencia partidista no elegida y 5) el líder
del partido como expresión del mayor nivel de exclusión.
47
Respecto a la participación del electorado, la medición de los niveles de inclusión opera de
manera similar. Un alto nivel de inclusión en la participación contempla a la totalidad del
electorado, el nivel medio corresponde a la participación de los miembros del partido y el
nivel más bajo de inclusión se refiere a la intervención de una agencia partidista o líder del
partido en la designación del candidato.
Los distintos niveles de inclusión en las candidaturas y el tamaño del electorado revelan
también el grado de control que los partidos mantienen sobre el proceso de selección de
candidatos a través de sus élites dirigentes.
En el caso del nivel subnacional, resulta importante tomar en cuenta la intervención de los
liderazgos regionales en las estrategias electorales. De acuerdo con Freidenberg, “la
48
presencia de liderazgos regionales que controlan la estructura gubernamental estatal
condiciona los procesos de selección de candidatos, ya sea respecto al nombre de quien
resultará candidato como respecto a la estrategia de selección que se empleará” (2010: 11).
En consecuencia, la autora considera que una alta autonomía por parte de los líderes
regionales (gobernador o dirigencia partidista fuerte) tiende a reducir el nivel de
competitividad del proceso de selección de candidatos, debido a que afecta en sentido
negativo la aplicación de la legislación electoral y las normas estatutarias. Al respecto
caben un par de consideraciones.
En segundo lugar, tomando en cuenta que los altos niveles de competitividad favorecen la
descentralización de los procesos de selección de candidatos (Langston, 2008), entonces
podemos suponer que en la medida que la primera altere el curso de su desarrollo, la
segunda también sufrirá modificaciones. A partir de lo anterior, la dimensión estratégico
electoral hará referencia de manera directa a la relación del partido con sus precandidatos
durante el proceso de selección a través de los siguientes indicadores:
49
competitividad de la selección de candidatos. En consecuencia, el presente indicador
considera que una baja autonomía de los liderazgos regionales se traduce en un alto nivel
de competitividad en el ámbito estratégico electoral; una intervención activa de los
liderazgos regionales durante las precampañas, apegada a las normas electorales y
estatutarias indica un nivel medio de competitividad, pero una intervención de los
liderazgos regionales que extralimite las normas electorales y partidistas reflejará un bajo
nivel de competitividad en las estrategias electorales de selección de candidatos.
No intervención. Bajo
50
Tabla 5. Nivel de control partidista del conflicto.
Transfuguismo. Bajo
Una vez que han sido desarrolladas las dimensiones que abordan los aspectos descriptivos
de las estrategias de selección de candidatos, podemos ahondar en un par de criterios de
carácter prescriptivo que se encuentran implícitos en el presente tema. Me refiero a los
conceptos de competitividad y descentralización. Hay un supuesto bastante extendido en la
51
literatura especializada en el sentido de que altos niveles de competitividad conducen a un
proceso de descentralización política (Freidenberg, 2010; Langston, 2008). Sin embargo, en
lo concerniente a la toma de decisiones respecto a las estrategias de selección de
candidatos, la relación de causalidad entre ambos términos requiere algunas
especificaciones.
2.4.1 Competitividad.
En lo referente a las estrategias de selección de candidatos, cabe señalar que un alto nivel
de competitividad expresado a través de un estrecho margen entre el primer y el segundo
lugar puede representar para los liderazgos y las élites de los partidos un incentivo para
intervenir en el proceso e inclinarse por una designación directa en lugar de optar por
votaciones. En contraparte, aquellas candidaturas que no generan altos niveles de
52
competitividad serán más proclives a ser resueltas mediante elecciones primarias. Bajo este
escenario, la competitividad afecta de manera negativa el proceso de toma decisiones
relacionadas con las estrategias de selección de candidatos, debido a que promueve e
incentiva una organización de tipo vertical.
-No mejoran la calidad de los candidatos seleccionados por dicho proceso ni contribuyen a
mejorar la calidad de la política.
-Incrementan el costo de la política, pues supone que los candidatos deben pagar dos
campañas.
Las anteriores consideraciones nos conducen a pensar de manera más detenida en las
consecuencias de la competitividad sobre la selección de candidatos y sobre todo, a matizar
sus alcances como parte del proceso de democratización interna partidista.
2.4.2 Descentralización.
53
Respecto a la descentralización partidista, Duverger (1984) ubica cuatro grandes tipos:
local, ideológica, social y federal. La local corresponde a la noción general de
descentralización; se refiere al hecho de que las dirigencias locales del partido emanan de la
base, que conservan grandes poderes y que toman las decisiones fundamentales en razón de
la poca influencia que el centro mantiene sobre ellos. Un resultado negativo de este tipo de
descentralización sobre los partidos es la tendencia al localismo, debido a que el partido
privilegia las cuestiones de carácter regional en detrimento de los grandes temas nacionales
e internacionales. En ese sentido, no existe una política de partido como tal, sino una serie
de políticas locales yuxtapuestas que obstaculizan una perspectiva en conjunto sobre
manejo de los problemas.
54
descentralizados cuando no lo son, por el contrario, otros partidos reconocen que cuentan
con una estructura centralizada, pero añaden el término democrático con fines de
legitimación. Bajo el segundo escenario, es posible distinguir dos formas de centralización:
una autocrática y otra democrática.
55
habrá descentralizado su proceso de selección de candidatos en relación con el electorado,
pero también lo hará más excluyente en la participación (Hazan y Rahat, 2009).
Ahora bien, Field y Siavelis (2009) señalan que aun aquellos procesos de selección
considerados incluyentes pueden presentar una ausencia de condiciones democráticas. Por
lo general, esto suele ocurrir en los casos en que un electorado más inclusivo muestre una
tendencia a debilitar los liderazgos regionales y en consecuencia, dejar a las élites
dirigentes un mayor grado de control sobre el partido. Bajo esta premisa, la inclusión
tampoco significa per se mayores niveles de democracia.
56
2.4.3 De las características democráticas ideales de la selección de candidatos.
Ahora bien, ya que he presentado una propuesta para medir el nivel de democracia interna
en las estrategias de selección de candidatos que considera las dimensiones legal, partidista
y estratégico electoral resulta pertinente una consideración que se desprende de lo anterior:
¿qué mecanismo de selección de candidatos resulta ser el más democrático?
57
Respecto al tema, Freidenberg (2003) propone una opción que permita la implementación
de mecanismos inclusivos para la selección de candidatos, pero limitándolo a la
participación de sus miembros. De acuerdo con este planteamiento, la combinación de
elecciones internas y la participación directa de los miembros “asegura que todos los
dirigentes y militantes opinen y manifiesten libremente sus preferencias y, a la vez,
contribuye a preservar la autonomía partidista” (2003: 34).
En síntesis, ambos análisis sobre el tipo ideal de influencia democrática en los mecanismos
de selección de candidatos se inclinan por el equilibrio entre la participación y la
representación. Rahat (2008) sugiere un mecanismo de selección multietapas que involucre
a distintos electorados; en tanto, Freidenberg (2003) se inclina por la votación directa pero
restringida a la membresía partidista.
58
Capítulo 3. El desarrollo del sistema de partidos y la selección de
candidatos en México.
59
3.1 El sistema de partidos durante el periodo hegemónico.
En palabras de Sartori (2000), el partido hegemónico “no permite una competencia oficial
por el poder, ni una competencia de facto. Se permite que existan otros partidos, pero como
partidos de segunda, autorizados; pues no se les permite competir con el partido
hegemónico en términos antagónicos y en pie de igualdad” (Sartori, 2000: 276). En síntesis,
el partido hegemónico posee la forma pero no el contenido de un sistema democrático,
dicho en palabras de Duverger (1984), se trata de un modelo de autoritarismo democrático.
Como hemos visto existen varias razones que explican la renuencia de los partidos a ser
asociados con una apariencia autoritaria (Michels, 1983; Duverger, 1984). En ese sentido,
Sartori (2000) considera que al partido hegemónico le interesa simular un mercado de
partidos no sólo porque de esa manera mantiene controlada a la oposición política, sino
también porque constituye “un medio de proporcionar a la élite una corriente de
información o, en todo caso, más información de la que puede acopiar el partido único, por
lo general” (Sartori, 2000: 279). Esta afirmación sobre el partido hegemónico coincide con
la interpretación de Panebianco (1990) sobre las zonas de incertidumbre en el sentido de
hacer referencia a las élites como un tipo de coalición dominante que proviene tanto del
partido político como del gobierno y requiere controlar ciertos recursos.
60
desarrollar una carrera exitosa” (Langston, 2008: 459). Lo anterior refleja un sistema de
partido cuya centralización se encuentra construida sobre la falta de competitividad.
A la par de este proceso, el Partido Acción Nacional surge como una organización política
que cuestiona los valores del modelo revolucionario. La particularidad del PAN radica en
optar por la defensa de sus intereses políticos mediante la vía electoral en un país donde el
voto no se respeta y cuyo partido oficial obtiene el triunfo en la gran mayoría de los puestos
de elección en disputa. Ante las continuas sospechas de fraude electoral en su contra, el
partido adoptó la costumbre de considerar la posibilidad de participar o no participar antes
del inicio de cada proceso electoral 2.
Bajo este escenario, el PAN implementó una estrategia antisistema que consistía en
oponerse al régimen en diversos temas electorales y de administración pública, entre los
cuales destaca la selección de candidatos. De acuerdo con Reynoso (1998), “desde la
fundación de la organización los panistas ejercieron una práctica que los distingue del
1
Esta cuestión es ampliamente analizada en: Cosío Villegas, Daniel (1975) La sucesión presidencial. Joaquín
Mortiz. México; y Meyer, Lorenzo (1993) “La Revolución Mexicana y sus elecciones presidenciales 1911-
1940” en: Pablo González Casanova (coord.) Las elecciones en México. Evolución y perspectivas, México,
Siglo XXI Editores.
2
Sobre el papel del PAN desde la oposición véase Loaeza, Soledad (1987) “El Partido Acción Nacional: de
la oposición leal a la impaciencia electoral” en: Soledad Loaeza y Rafael Segovia (comps.) La vida política
mexicana en crisis, México, El Colegio de México.
61
priismo: la forma democrática de sus decisiones fundamentales, como la elección de sus
dirigentes y candidatos o la aprobación de los documentos partidistas” (1998: 168).
Uno de los rasgos principales del periodo hegemónico era el hecho de que el reclutamiento
de los precandidatos se reducía al grupo de miembros del gabinete presidencial. Inclusive,
la clase política sabía que el primer paso para aspirar a la presidencia de la república era
62
convertirse en secretario de Estado. Empero, no todas las secretarías eran iguales en ese
sentido; la titularidad de la Secretaría de Gobernación (SEGOB) representaba un escaparate
inmejorable para la construcción de una candidatura presidencial, del mismo modo que la
Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) y la ahora extinta Secretaría de
Programación y Presupuesto (SPP). Los candidatos que ocuparon la silla presidencial al
menos entre 1970 y 1994 provenían en conjunto de estas tres secretarías.
La tradición priista marcaba que el presidente debía elegir durante el último cuatrimestre de
su quinto año de gobierno un candidato que representara al PRI en las elecciones
presidenciales. Los presidentes del modelo hegemónico entre 1970 y 1994 niegan que la
decisión sobre la elección del candidato recayera en ellos de manera unipersonal; en
cambio, sostienen que su papel consistía en conducir el proceso para evitar la imposición de
alguna candidatura por parte de los grupos al interior del partido y, en todo caso,
representar el fiel de la balanza (Castañeda, 1999). De acuerdo con esta versión, los
presidentes construían una especie de consenso sobre el candidato sucesorio mediante la
realización de un periodo de auscultación, basado en la examinación personal y la
realización de una serie de consultas sobre los atributos de los posibles candidatos.
Las consultas que realizaba el presidente eran de carácter interno y externo, y podían estar
dirigidas directamente a los líderes de las distintas agrupaciones o abrirse a la base
mediante una serie de presentaciones públicas de los candidatos, conocidas coloquialmente
como pasarela. Al interior del partido, es principalmente con los tres sectores del PRI: el
campesino (CNC), el obrero (CTM), y el popular (CNOP). De manera externa, es ante
representantes de la clase empresarial, el ejército e inclusive, líderes religiosos (Castañeda,
1999). De este modo, los mandatarios salientes podían palpar la ausencia o existencia de
oposición por parte de algunos de los sectores mencionados en relación con los
precandidatos en turno.
Con todo, resulta complicado establecer la influencia de agentes externos sobre la voluntad
del mandatario saliente respecto a la designación del candidato presidencial, sobre todo si
consideramos que “durante la hegemonía del PRI, la selección de candidatos estaba
determinada por reglas informales” (Langston, 2008: 468). Sin embargo, en abono a la
insistente negativa por parte de algunos ex presidentes respecto al carácter unilateral de la
63
designación del candidato, resulta pertinente señalar que “incluso cuando un solo líder
parece disponer de un poder casi absoluto sobre la organización, la observación muestra a
menudo una conformación más compleja de la estructura del poder” (Panebianco, 1990:
90). En términos generales, podemos afirmar que la postulación del candidato priista a la
presidencia era el resultado de una serie de condiciones de carácter objetivo y subjetivo
surgidas del entorno político en el que se desarrollaba (Castañeda, 1999).
Como hemos visto, echar a andar el proceso de sucesión era una responsabilidad que recaía
de manera directa en la persona del presidente, y su manejo requería un alto nivel de
operación política. Dadas las condiciones del sistema de partido hegemónico, decidir la
postulación del candidato priista significaba por ende, elegir de manera automática al
próximo presidente de México. Considerando la importancia de lo anterior, los mandatarios
salientes ponían especial dedicación en la realización de este asunto.
64
Cuando el presidente no cuenta con una opción específica y debe elegir entre las opciones
más viables, la decisión se consuma por medio del dedazo. De acuerdo con Castañeda
(1999), las candidaturas presidenciales de 1970 y 1982 fueron realizadas mediante este tipo
de mecanismo de selección el cual, una vez consumado, provocaba que el candidato electo
marcara una clara distancia con relación a su antecesor. Esta distancia podía observarse no
solamente a un nivel discursivo, sino principalmente en la integración del equipo de
campaña, cuando el candidato evitaba rodearse de la gente cercana al presidente.
En cambio, cuando el presidente toma una decisión previa al arranque del proceso se trata
de una designación por destape. La gran desventaja de llevar a cabo un proceso de
selección a pesar de contar con una sucesión anticipada “radica en su indefectible recurso al
engaño: para impedir que el candidato preseleccionado sea devorado por sus rivales, por la
prensa o por lo enemigos del régimen, es preciso que figuren varios competidores en la
contienda” (Castañeda, 1999: 463). De lo anterior, se desprende la interpretación sobre el
proceso de sucesión presidencial mexicano básicamente como una técnica de camuflaje que
pretende esconder una práctica autoritaria bajo un matiz democrático (Duverger, 1984).
Ahora bien, si dicho proceso se desarrolla en el ámbito de las reglas informales ¿cómo
podía un aspirante obtener la calidad de precandidato presidencial? Sobre este punto resulta
complicado identificar algunas generalidades. Castañeda (1999), sostiene que los aspirantes
a la presidencia debían “moverse” procurando mantener un complicado equilibrio, es decir,
debían ser efectivos en las labores que le habían sido encomendadas, pero no al grado de
opacar el desempeño del propio presidente de la república. Otro de los elementos a tomar
en cuenta sobre el aspirante era el hecho de que no le hubiese causado problemas al
presidente durante el ejercicio de sus funciones y que tampoco mostrara una cercanía
especial con sus adversarios políticos. A pesar de que todo giraba en torno a los
requerimientos y expectativas de la figura presidencial, bajo ese entorno político no había
razones para modificar el mecanismo de designación presidencial; e incluso, sugerir “un
cambio en las reglas de selección de candidato del PRI a la presidencia era percibido como
un intento para debilitar la voluntad del presidente” (Castañeda, 1999: 215).
65
del presidente en el proceso de sucesión, es el principio de no reelección prevaleciente en el
sistema político mexicano. Esta característica “hace que los actores sean mucho más
vulnerables que sus contrapartes de otras democracias, ya que no gozan de las ventajas de
la permanencia” (Langston, 2008: 464). En ese sentido, se entiende la recurrente obsesión
por parte del presidente saliente en asegurar la lealtad de su sucesor y, en la medida de lo
posible, garantizar la continuidad de las principales directrices de su gobierno. Bajo el
entorno descrito anteriormente, el elemento que sobresale es el carácter metaconstitucional
y metajurídico que desempeñaba el presidente de la república en relación con la
elaboración de la estrategia de selección de candidatos al interior del PRI.
Reynoso (1998) sostiene que los resultados de las elecciones presidenciales en México
hasta 1994 presentan una notable tendencia que él considera como la característica
estructural del sistema político, dicha tendencia “va en el sentido de que el partido
hegemónico pierde votos y los gana la oposición” (Reynoso, 1998: 172) lo cual, aunado al
peso de las coyunturas contribuye a la combinación de factores macro y micro políticos.
Para sustentar esta teoría, el autor presenta los resultados electorales de las elecciones
presidenciales en México de 1929 a 1994 y señala que después de las importantes
escisiones ocurridas al interior de la “familia revolucionaria” reflejadas con las
candidaturas de oposición de Juan Almazán en 1940, Ezequiel Padilla en 1946 y Miguel
Henríquez Guzmán en 1952, el PRI ya no volvió a tener una oposición electoral que le
66
representara un peligro real sino hasta 1988 con la candidatura de Cárdenas. A partir de
1952 y hasta 1970, la caída electoral del PRI fue gradual pero de manera ininterrumpida en
cambio, el PAN su único rival “osciló entre 7.82% de los votos en 1952 y 17.5% en 1982”
(Reynoso, 1998: 172). El modelo de Reynoso sugiere que a pesar de una ausencia total de
competitividad en el sistema de partidos mexicano, es posible observar una tendencia de
carácter estructural que en algún momento llegaría a la alternancia como punto culminante.
Como hemos visto en el apartado anterior, la decadencia del sistema de partido hegemónico
tuvo lugar a través de los cambios registrados en el ámbito electoral. En consecuencia, las
elecciones se constituyen como el espacio natural para impulsar el surgimiento del nuevo
67
modelo democrático en México. Un análisis sobre el sistema de partidos mexicano implica
destacar su singular proceso de democratización, explicado de manera recurrente a través
de los periodos de transición y consolidación. Lo anterior permite construir un punto de
partida para plantear las condiciones de la dinámica en la cual nos encontramos
actualmente.
Al respecto, Rabasa (2008) refiere que “esa sustitución del viejo y a todas luces infuncional
sistema político que prevaleció por varias décadas a partir de los años treinta del siglo
pasado, por el nuevo democrático, ha sido extremadamente gradual y excesivamente lenta”
68
(2008: 115-116). Como resultado del proceso de tipo gradualista, el autor considera la
existencia no de un gran cambio sino de una serie de cambios.
Por su parte, Merino (2003) destaca tres características del modelo de transición mexicana
que explican el proceso de apertura gradual y continua, en lugar de un escenario de
rompimiento con el régimen anterior. En primer lugar, la mexicana ha sido una transición
votada, lo cual, quiere decir que la llegada del modelo democrático no consistió en un pacto
entre las élites que buscan el poder, sino en el resultado de un proceso electoral. En segunda
instancia, se trata de una transición basada en la apertura. Debido a la ausencia de una
ruptura completa con el régimen anterior, el antiguo partido hegemónico ha permanecido
en el nuevo modelo. En palabras de Merino (2003), “el cambio político de México ha sido
un proceso en el que los liderazgos anteriores comenzaron a convivir con las nuevas
dirigencias derivadas de su oposición” (2003: 65).
En tercer lugar, ha sido una transición que recupera del pasado. Salvo la institución
electoral, las demás no han sido creadas durante la transición sino que de manera concreta,
han sido recuperadas de la Constitución perteneciente al modelo hegemónico. En ese
sentido, más que transformación de las instituciones, la transición ha intentado restablecer
normas que no eran puestas en práctica debido a que se hallaban subordinadas a las
prácticas informales del partido gobernante. En consecuencia, Merino (2003) sostiene que
la transición mexicana consistió básicamente en la serie de cambios que resultaron de la
interacción entre el sistema electoral y el sistema de partidos políticos.
A partir de las reflexiones anteriores, es posible observar que a nivel teórico el reto de la
transición consistía en llevar a cabo un proceso de destitución autoritaria que permitiera una
consiguiente instauración democrática, lo cual no era una situación menor en el caso
mexicano si consideramos la dificultad que representaba en la práctica destituir un
autoritarismo que siempre había negado serlo. En consecuencia, se configuró un escenario
con los mismos actores pero bajo distintas reglas del juego electoral, lo que impidió una
clara distinción entre los elementos del antiguo y el nuevo régimen.
69
oposición verdaderamente competitiva implican también un cambio de clase del sistema de
partidos (Russo, 2010). En otras palabras, la introducción del principio de competitividad
en la transición gradual es el cambio que sustituye el corte analítico que representa la caída
de un régimen militar en los casos de otras naciones que se encuentran en proceso de
democratización.
70
Para la siguiente elección presidencial, el PRI decide dar un golpe de timón en el proceso
de selección del candidato y por primera ocasión en su historia recurre al mecanismo de
elecciones abiertas. En este proceso participaron cuatro aspirantes, sin embargo, estuvo
marcado por la falta de legitimidad debido a que ganó el precandidato que constantemente
fue señalado como el favorito del presidente. Los resultados de la contienda interna priista
no fueron positivos para el partido, debido a que contribuyeron a exacerbar las pugnas entre
sus militantes y condujeron a la postulación de una candidatura cuestionada desde su
origen.
Por su parte, durante la etapa de transición democrática el PAN también decide dar un
golpe de timón al adoptar una estrategia pro-sistema. Esta estrategia consistió en un
acercamiento político entre las élites dirigentes del PRI y el PAN, lo cual trajo consigo el
reconocimiento de algunos triunfos electorales del PAN a nivel subnacional por parte de la
presidencia de la república. Dicha estrategia abonó el camino de la alternancia en las
entidades federativas mexicanas, algo inédito hasta entonces en el sistema político nacional.
Sin embargo, fue un procedimiento fuertemente cuestionado por parte de algunos miembros
panistas que se oponían al acuerdo. En el marco del pacto entre élites, una de las corrientes
panistas internas “rompe con el liderazgo partidario en protesta por lo que calificaban como
el excesivo pragmatismo y la colaboración brindada al PRI a cambio de reformas políticas
parciales, con lo cual se alejaba la posibilidad de un derrocamiento del sistema” (Alarcón y
Freidenberg, 2007: 736).
De acuerdo con Field y Siavelis (2009), “el modo de transición a la democracia puede
influir en la adopción de procedimientos de selección” (2009: 68). En el caso mexicano,
durante el proceso de transición democrática los institutos electorales desempeñaron un
papel fundamental en el proceso de liberalización política (Merino, 2003) en ese sentido,
71
los cambios incorporados al diseño institucional no consideraron tomar medidas de
restricción sobre los procesos de selección de candidatos, en buena medida porque
provenían de un entorno cuyo régimen autoritario se caracterizó por su afán de inmiscuirse
y controlar los asuntos partidistas internos.
Acerca del último punto, resulta pertinente resaltar que si los actores del nuevo régimen se
encuentran dispuestos a entablar negociaciones con actores del viejo régimen es debido a
72
que éstos aún cuentan recursos políticos suficientes para afectar el proceso político
posterior. En síntesis, el modelo consensual del proceso de democratización mexicana
favoreció muy poco a la ruptura política con el pasado a nivel de élites dirigentes.
El Cofipe que reguló previamente las elecciones en México únicamente aludía a los
procesos de selección de candidatos en una ocasión y de forma muy vaga. En su artículo 27
expone que uno de los aspectos que debían contener los estatutos partidistas eran “las
normas para la postulación democrática de sus candidatos” (IFE, 2006: 11). Esto se explica
por una razón que el mismo código señala en el artículo 174 al referir que las etapas de un
proceso electoral ordinario son las siguientes: “a) preparación de la elección; b) jornada
electoral; c) resultados y declaración de validez de las elecciones; y d) dictamen y
declaración de la validez de la elección y de presidente electo” (IFE, 2006: 83).
73
En ese sentido, queda claro que una de las razones que explican las reformas al Cofipe de
2007 “es una falta de definición de las precampañas electorales” (Langston, 2009: 246). Por
esa razón, el nuevo Cofipe –reformado a finales de 2007 y publicado en enero de 2008-
amplía las referencias a los asuntos internos partidistas e incluye un apartado sobre los
procesos de selección de candidatos y precampañas.
El Cofipe de 2007 incluye un apartado sobre los actos preparatorios de la elección que
contiene asuntos relacionados con los procesos de selección de candidatos y actos de
precampaña mencionados en los artículos que van del 211 al 217. En ellos se definen
conceptos clave como la precampaña, los actos de precampaña y la figura del precandidato;
también se imponen restricciones a los gastos de precampaña y anuncios en medios de
comunicación. La consideración de estos aspectos en el marco regulatorio de los procesos
electorales impulsó importantes reformas en los estatutos partidistas, así como en sus
reglamentos de selección de candidatos.
74
A partir de entonces, el PRI ha reformado en tres ocasiones sus estatutos: en el 2001 a
través de la XVIII Asamblea Nacional Ordinaria en la que se fijan nuevas reglas en el juego
interno de poder; en el 2005 durante la XIX asamblea en la que establecen las normas
básicas que regularían el proceso interno para la elección del candidato presidencial; y en el
2008 en la XX asamblea, para adaptar sus estatutos a las reformas del Cofipe. En este
último documento estatutario, el PRI señala en el artículo 181 que sus mecanismos para la
postulación de candidatos son la elección directa y la convención de delegados, además
considerará el método de los usos y costumbres para elecciones a nivel municipal en
aquellos casos en los que aplique. Asimismo, desde el 2005 cuenta con el “Reglamento
para la elección de dirigentes y postulación de candidatos” que regula la participación de la
Comisión de Procesos Internos, el organismo encargado de organizar y calificar dichos
eventos.
Por su parte, desde el 2000 el PAN ha realizado cuatro transformaciones a los documentos
del partido: “en 2001 se renovaron de manera casi integral los Estatutos Generales; en 2002
se aprobó la nueva Proyección de Principios de Doctrina, y en 2004 se definió un nuevo
programa de Acción Política” (Alarcón y Freidenberg, 2007: 742); finalmente, en la XVI
Asamblea Nacional Extraordinaria realizada en 2008 el partido reforma sus estatutos. En
esta reforma el partido aprueba el Reglamento de Selección de Candidatos a Cargos de
Elección Popular y crea la Comisión Nacional de Elecciones como la autoridad electoral
interna del partido que será la responsable de la organización y calificación de dichos
procesos de selección.
75
obstante, el artículo 43 establece que los métodos extraordinarios de selección serán la
elección abierta y la designación directa.
Las situaciones que favorecen la adopción del mecanismo de elección abierta en los
estatutos panistas permiten suponer que ante una menor posibilidad de triunfo, los partidos
son proclives un mayor nivel de inclusión en los procesos de selección. Según la norma, el
partido podrá convocar a elecciones abiertas en los casos siguientes: a) el porcentaje de
votación obtenido por el partido en la elección inmediata anterior, federal o local sea menor
al diez por ciento de la votación total emitida; b) el porcentaje de participación ciudadana
en la elección inmediata anterior, federal o local, sea menor al cuarenta por ciento; c) el
resultado de la aplicación de algún instrumento de opinión pública arroje una preferencia
electoral menor al veinte por ciento; d) al cierre de la fase de recepción de solicitudes de
registro, se hubiere inscrito únicamente un aspirante y e) a solicitud del Consejo Estatal,
Comité Directivo Estatal o la mayoría de los Comités Directivos Municipales para el caso
de elecciones de Gobernadores o Jefe de Gobierno y Senadores de Mayoría. La anterior
relación refuerza la suposición de que los partidos tienden a incrementar el control sobre el
proceso de selección de candidatos en la medida que aumenta la posibilidad de triunfo en
las elecciones.
Como puede verse, la alternancia del año 2000 en la presidencia de la república condujo a
los partidos a adaptarse a las nuevas condiciones del sistema mediante caminos distintos. El
PRI como oposición incorporó mecanismos de selección más plurales, mientras que el PAN
como partido en el gobierno mostró una tendencia a buscar opciones que le permitieran
echar mano de mecanismos de selección más exclusivos, aunque sea únicamente para casos
extraordinarios.
76
La época del partido hegemónico se caracterizó por su alto nivel de centralización basado
en la ausencia de competitividad, lo cual se expresa en el mecanismo sucesorio. Por esa
razón, la presencia de la competitividad en el sistema de partidos necesariamente crea
expectativas sobre la posibilidad de un proceso de descentralización. Ahora bien, “para
determinar la descentralización política resulta útil pensar en qué actores políticos controlan
recursos de importancia para los políticos con aspiraciones de seguir una carrera
ascendente” (Langston, 2008: 464).
Los titulares de las secretarías de Estado más importantes del periodo hegemónico ya no
tienen el poder de antaño para mantenerse como miembros indiscutibles de la coalición
dominante; en el entorno democrático actual, “la escena política estatal, por primera vez
desde los años treinta, se ha convertido en una vía significativa hacia el poder nacional e
incluso presidencial” (Langston, 2008: 462). De acuerdo con la versión anterior, los
gobernadores y otros políticos estatales de la etapa democrática sustituyeron como centro
de poder a la figura presidencial de la era hegemónica; en ese entorno el total de
gobernadores “emergió como la principal fuerza con capacidad suficiente para articular y
encabezar nuevas coaliciones internas que les permitieran ocupar el vacío político interno
dejado en 2000” (Pacheco, 2008: 164-165).
Por supuesto, una de las maneras en que se expresa este poder de los gobernadores es a
través de su influencia sobre los procesos de selección de candidatos. A diferencia de la era
hegemónica, en el contexto democrático los gobernadores controlan importantes recursos
de financiamiento electoral que les permiten incidir en diferentes grados no únicamente en
el mecanismo de selección, sino también en la lista de precandidatos. Asimismo, la
aparición de la competitividad en el escenario electoral también modificó la estructura de
oportunidades políticas para los políticos locales en el sentido de que cobraron mayor
relevancia las relaciones a nivel subnacional para poder aspirar a una candidatura.
De esta manera se adaptaron los partidos más competitivos al nuevo modelo democrático.
Transformaron sus prácticas formales sobre el proceso de selección de candidatos a la vez
que decidieron privilegiar las candidaturas con mayor arraigo local y concedieron a los
gobernadores y líderes de facciones estatales mucha mayor influencia en el proceso de
selección de candidatos. En ese sentido, “la competencia electoral contribuyó a reactivar el
77
debilitado federalismo estipulado por la Constitución mexicana” (Langston, 2008: 471).
Expresado en términos de Duverger (1984), lo anterior significa que la competitividad del
sistema de partidos democrático generó un proceso de descentralización de tipo federal en
la selección de candidatos, basado en una mayor importancia política del ámbito
subnacional.
Russo (2010) refiere que a pesar de que en México la alternancia ocurre a nivel federal en
el 2000, a nivel estatal la realidad es más compleja. Distingue entre un México alternante y
un México no alternante, y ofrece la información sobre la alternancia en las entidades
federativas a través de un listado. Hasta el año 2010, los 11 estados del México no
alternante son: Campeche, Coahuila, Colima, Chihuahua, Durango, Hidalgo, Estado de
México, Quintana Roo, Tabasco 4, Tamaulipas y Veracruz. En contraparte, en las 20
entidades restantes y el Distrito Federal hay al menos una alternancia registrada hasta el año
2010.
De acuerdo con las cifras que presenta el autor, lo anterior implica que el 36.70% de la
población mexicana vive bajo un sistema de partidos estatal no alternante y el 63.30%
restante lo hace bajo un sistema de partidos alternante (Russo, 2010). Del segundo grupo,
distingue a su vez entre los sistemas con alternancia que tienen un partido con anclaje
fuerte, los que van en camino al anclaje fuerte y los que tienen un anclaje débil, lo cual
implica el nivel de permanencia que conservan los partidos cuando llegan al poder
mediante la alternancia. De acuerdo con lo anterior, un partido con anclaje fuerte será aquel
que logre mantenerse en el poder más de un periodo de gobierno.
4
Tabasco registró su primera alternancia a nivel estatal con el triunfo del PRD en las elecciones de 2012.
78
La dinámica partidista que prevalece en los estados ocurre porque “la concentración que
logran tanto el PAN como el PRD se debe a la competición con el polo dominante a nivel
nacional, constituido por el PRI” (Russo, 2010: 449), lo anterior provoca que los estados
con fuerte presencia del PAN presenten una débil presencia del Partido de la Revolución
Democrática (PRD) y viceversa. Considerando aquellos estados alternantes cuyo tercer
partido posee un apoyo electoral de al menos 15% es posible advertir que en diez entidades
funciona un sistema de partidos multipolar. Las 21 entidades restantes forman parte del
México bipolar en las cuales el PRI constituye el primer o el segundo partido con mayor
fuerza electoral. Este es el panorama electoral de México a nivel subnacional.
En vista de la amplia gama de temas que resultan del análisis de las estrategias de selección
de candidatos, en el presente capítulo me concentré en los efectos del sistema de partidos
sobre los mecanismos de selección. Como consecuencia, destaqué el papel relevante que
adquiere el ámbito estatal sobre la selección de candidatos a partir de la primera alternancia
en la presidencia de la república. Lo anterior, implica que el actual periodo de
consolidación democrática del sistema de partidos en México presenta condiciones
analíticas favorables para el estudio de las estrategias de selección, tomando en cuenta un
par de consideraciones: el principio de competitividad en el proceso de selección de
candidatos y el ámbito estatal como el espacio adecuado para abordar la transformación del
sistema de partidos durante el periodo de consolidación democrática.
79
Capítulo 4. Estrategias de selección de candidatos para el gobierno del
estado de Yucatán en el periodo 2001-2012.
Uno de los resultados más importantes que ha generado la competitividad durante la actual
etapa de consolidación democrática es la descentralización del fuerte presidencialismo que
caracterizó la etapa hegemónica, la cual condujo a un nuevo equilibrio de poderes al
interior del sistema de partidos que fortaleció la importancia política del nivel subnacional
(Langston, 2008). En ese sentido, Juan Russo (2010) señala que en el sistema político a
nivel subnacional es posible distinguir entre un México alternante y altamente competitivo,
representado por 20 entidades federativas; y un México no alternante, conformado por 11
estados en los que el PRI ha permanecido como único partido gobernante y en los que se
mantiene un bajo nivel de competitividad electoral. De acuerdo con lo anterior, las
condiciones de alta competitividad y alternancia en las entidades federativas contribuyen a
proporcionar un entorno favorable para el desarrollo de la democracia interna en las
organizaciones partidistas.
En ese sentido, resulta adecuado considerar las condiciones actuales de las estrategias de
selección de candidatos en el sistema de partidos mexicanos, a raíz de dos elementos que
han caracterizado la etapa de la consolidación democrática, a saber, la alta competitividad y
el nivel subnacional. Bajo tal panorama, el estado de Yucatán resulta un caso adecuado para
identificar las características principales de las estrategias de selección de candidatos en un
80
entorno de democracia interna. Esto es así básicamente por un par de razones: 1) se trata de
un ámbito electoral con nivel altamente competitivo; y 2) forma parte del México alternante
a nivel subnacional. A partir de lo anterior, me concentraré concretamente en el PAN y el
PRI, los partidos políticos más competitivos de la entidad. Como he mencionado, los otros
partidos tienen una participación netamente marginal en el ámbito electoral yucateco, y por
ende, muy poca influencia política en el estado.
81
El conjunto de estos elementos implica una serie de cambios en el sistema de partidos local
a los que se han ido adaptando los partidos políticos; una manera en la que se refleja lo
anterior es a través de las modificaciones internas que realizan para ajustarse a las
condiciones actuales, entre las que destacan las estrategias de selección de candidatos.
Como mencioné líneas arriba, el escenario electoral en Yucatán ha sido muy competitivo
desde hace varios años, inclusive en fechas previas a la primera alternancia a nivel estatal.
En el capítulo 2, hemos visto que las estrategias de selección de candidatos son “un
conjunto de decisiones vinculadas al mecanismo que se va a emplear para elegir a un
candidato a un cargo de representación popular o dirigencia partidista” (Freidenberg, 2010:
4). De acuerdo con lo anterior, el siguiente análisis contempla el conjunto de decisiones
relacionadas con los aspectos legal, partidista y estratégico electoral en las elecciones por la
gubernatura de Yucatán.
Las elecciones en los estados son eventos de la mayor importancia para sus habitantes por
las expectativas que genera el relevo de un partido en el gobierno y por las condiciones del
entorno político en que se desarrollan. A partir de la instauración democrática a nivel
nacional en el año 2000, en Yucatán se han celebrado tres procesos de selección de
candidatos con miras a las respectivas elecciones estatales de 2001, 2007 y 2012. En las
elecciones de 2001 y 2007 los altos niveles de competitividad produjeron resultados con
alternancia: en el 2001 el PRI entrega por primera vez el poder estatal al PAN, en el 2007 el
PAN regresa el gobierno del mando estatal al PRI. Las elecciones estatales de 2012 son las
primeras concurrentes con las federales y sus resultados otorgaron un segundo triunfo
consecutivo del PRI en el gobierno estatal. En estos procesos, los partidos locales han
adaptado sus estrategias de selección de acuerdo con las características particulares del
entorno.
82
perdió en todas las entidades que celebraron elecciones, excepto dos: las elecciones para
renovar el gobierno de Yucatán y las intermedias de Chihuahua. El PRI se encontraba en la
víspera de seleccionar a su candidato para las elecciones a la gubernatura de Yucatán en
1995 justo cuando acababa de perder Jalisco ante el PAN.
Ese año, el PRI postuló como candidato a gobernador de Yucatán a Víctor Cervera Pacheco
y el PAN a Luis Correa Mena, hijo de un ilustre panista local. La elección resultó muy
competitiva aunque al final el PRI pudo retener la gubernatura de Yucatán gracias al voto
del interior del estado, pues en Mérida había perdido las elecciones. A partir de entonces,
las condiciones bajo las que se desarrollan las estrategias de selección de candidatos para
las elecciones por la gubernatura del estado de Yucatán en 2001, 2007 y 2012 constituyen
un espacio adecuado para conocer cómo han sido afectadas por la democracia interna,
tomando en consideración los niveles de autonomía, inclusión, competitividad y
descentralización que presentan los procesos partidistas internos.
La gráfica 4 muestra el alto nivel de competitividad que registran los resultados electorales
por el gobierno del estado de Yucatán en el periodo 1995-2012.
83
A continuación, presento la información de la anterior gráfica en términos porcentuales,
considerando la votación total en el caso de las coaliciones que postularon candidaturas en
común.
Tabla 6. Porcentaje de votación obtenido por candidato en las elecciones para gobernador
de Yucatán 1995-2012.
Año de elección Partido/Coalición Candidato Porcentaje de votos
1995 PAN Luis Correa Mena. 44.7
PRI Víctor Cervera Pacheco. 48.7
PRD Eduardo Sobrino Sierra. 3.2
2001 PAN/PRD/PT/PVEM Patricio Patrón Laviada. 53.5
PRI Orlando Paredes Lara. 45.5
2007 PAN/PANAL Xavier Abreu Sierra. 42.4
PRI/PVEM/PAY Ivonne Ortega Pacheco. 49.9
PRD Héctor Herrera Álvarez. 2.6
2012 PAN Joaquín Díaz Mena. 41.0
PRI/PVEM/PSDY Rolando Zapata Bello. 50.8
PRD/PT/MC Erick Villanueva Mukul. 2.8
Fuentes: 1995-2001 Instituto Electoral del Estado de Yucatán (IEEY); 2007-2012 Instituto de Procedimientos
Electorales y Participación Ciudadana (Ipepac). Elaboración propia.
Como hemos visto, el marco legal crea las condiciones para que los partidos puedan optar
por una u otra estrategia de selección. La intervención de los organismos electorales en los
procesos de selección de candidatos refleja el nivel de autonomía partidista sobre dichos
procesos. El nivel de autonomía partidista depende de tres escenarios: 1) ausencia de
normatividad preelectoral; 2) regulación de precampañas; 3) restricción de los mecanismos
de selección.
84
Consejo General del Instituto Electoral del Estado de Yucatán (IEEY), que estaría
encargado de la organización de las elecciones. Esta controversia jurídica derivó en un
desacato por parte del Congreso local ante las autoridades federales y se desarrolló en
buena medida debido a las estrategias de líderes locales por lo tanto, dicha situación será
abordada con mayor detenimiento más adelante. Lo importante ahora es establecer que las
condiciones legales respecto a las precampañas en 2001 eran de completa ausencia de
normatividad. En 2007, un elemento importante en el ámbito electoral para la evaluación de
los comicios fue la disolución del IIEY en mayo de 2006, debido a una inconformidad
generalizada por parte de los partidos políticos con el desempeño de los consejeros del
instituto.
Después de las dificultades que representó la conformación del consejo electoral insaculado
por el TEPJF y organizar de manera exitosa las elecciones de 2001, algunos miembros del
consejo se vieron envueltos en situaciones anómalas relacionadas con la realización de
“gastos personales superfluos que pretendían cargar al presupuesto del órgano electoral
estatal, cuestión que provocó una severa condena pública a través de los principales medios
de comunicación local” (Poot, 2008: 262). Esta situación facilitó a los partidos políticos sus
intenciones de eliminar a dicho consejo, lo cual, permitió la creación del Instituto de
Procedimientos Electorales y Participación Ciudadana (Ipepac), que fungió como el
organismo encargado de organizar y vigilar las elecciones estatales a partir de 2007.
1
Entrevista con Patricio Patrón Laviada, ex gobernador del estado de Yucatán (2001-2007), realizada en la
ciudad de Mérida, Yucatán el 30 de enero de 2012.
85
En esas condiciones se creó el nuevo organismo electoral encargado de la organización de
las elecciones estatales de 2007, el cual si bien es cierto que incorpora reformas electorales
de gran importancia como la homologación de los comicios estatales con las elecciones
federales, la figura de la participación ciudadana y las candidaturas independientes, también
resulta útil no perder de vista que la creación del Ipepac se originó principalmente a partir
de un deseo de los principales partidos por eliminar el anterior organismo electoral, y no
como parte un proceso integral de cambio institucional.
Este propósito queda de manifiesto en el artículo sexto del Código Electoral del Estado de
Yucatán de 2006, que establece de manera clara que “a partir de la entrada en vigor de este
Decreto, quedarán insubsistentes los nombramientos efectuados por el Consejo Electoral
del Instituto Electoral del Estado de Yucatán, respecto del Secretario Técnico y demás
integrantes del Comité Técnico Electoral; excepto el personal auxiliar, que seguirá siendo
del Instituto de Procedimientos Electorales y Participación Ciudadana del Estado de
Yucatán, conservando sus derechos y condiciones laborales” (Ipepac, 2006: 1).
El Código Electoral del Estado de Yucatán que reguló las elecciones hasta 2006 no
contempla en lo absoluto los asuntos relacionados con la selección de los candidatos y las
precampañas, de modo que al igual que ocurre en 2001, la regulación de dichos procesos
para las elecciones por la gubernatura de Yucatán en 2007 corresponde por completo a los
partidos políticos, lo cual mantiene la condición de ausencia de normatividad y por ende,
alto nivel de autonomía partidista.
“En el congreso se llega a un acuerdo extraño, estúpido y traidor al PAN, de que se dé el manejo de la
elección al PRI, que la secretaría técnica se le dé al PRI. Esos acuerdo fueron entre el PRI, el PAN y el PRD;
y la secretaría técnica que es la que dirige [las elecciones] se la entregan al PRI. Yo pedí que el diputado que
hizo esa negociación se le expulse del PAN, porque además ya sabemos cuáles fueron esas negociaciones,
cómo se daba todo, y era básicamente para que emplearan a su compadre y emplearan a su querida y demás.
Se pidió expresamente en la reunión que se tuvo que la secretaría técnica no se podía ceder. A nosotros nos
llegaron como gobierno del estado a decir: ‘es que esta negociación va muy avanzada´. Sí, pero la secretaría
técnica no, es la dirige la elección, la sociedad luchó para tener un instituto electoral independiente, no para
que estén presidiendo esto los partidos políticos, hay que dárselo a la sociedad, ¿cómo se lo van a dar al PRI?
bueno no al PRI, ¿cómo se lo van a un operador electoral del PRI? Es una mafia de robo de elecciones del
PRI ¿cómo se lo vamos a dar a él? Se dijo que no, después extrañamente hubo una votación y se dijo que sí,
ya quedó. Fue un engaño dentro del Congreso por el PRI y entonces los diputados panistas votaron a favor de
él. El señor pudo decir que ya estaba totalmente arreglado lo nuestro pero es totalmente falso. Dijimos que no,
nosotros no nos metíamos en la vida del Congreso, hubo una vida independiente del Congreso, hubo una vida
independiente del poder judicial. Es lo que habíamos ofrecido y estábamos cumpliendo”.
86
El artículo 27 de dicho código contiene los requisitos de elegibilidad para los aspirantes a la
candidatura por el gobierno del estado; ahí se establece que para ser gobernador de Yucatán
es necesario cumplir con los requisitos del artículo 46 de la Constitución Política del Estado
y observar las disposiciones del artículo 116 de la Constitución General de la República. El
artículo 46 de la constitución local señala los requisitos de vecindad, edad, así como las
restricciones que prevalecen para acceder al puesto en el caso de ostentar alguna
magistratura o ser empleado de los organismos electorales encargados de vigilar el proceso.
Por su parte, el artículo 116 de la Constitución Política nacional se ocupa de señalar las
condiciones del periodo de gobierno y el carácter de no reelección que prevalece en el caso
de los gobernadores. Asimismo, el artículo 35 del Código Electoral local apunta que los
estatutos de los partidos serán los responsables de establecer las normas y los mecanismos
de selección para la postulación democrática de sus candidatos.
Por otro lado, a diferencia de las elecciones estatales de 2001 y 2007, las de 2012 no
estuvieron precedidas por una turbulenta conformación del consejo electoral, de hecho, se
ha mantenido prácticamente sin cambios desde su conformación en el 2006. En cambio, se
llevaron a cabo importantes reformas en materia electoral con vistas a la elección estatal de
2012.
El Congreso del Estado de Yucatán realizó diversas reformas a la Constitución Política del
Estado de Yucatán y al Código Electoral del Estado de Yucatán mediante los decretos 208
y 209 durante junio de 2009, con el objeto de adaptar el marco jurídico electoral a las
reformas nacionales realizadas al Cofipe en 2007. Como resultado de lo anterior, es
publicada la Ley de Instituciones y Procedimientos Electorales del Estado de Yucatán
(LIPEEY), que incluye por primera vez un apartado sobre las precampañas y procesos de
selección de candidatos. Si bien esta legislación incorpora algunas reformas de avanzada en
materia electoral, como la fiscalización más eficiente a los partidos políticos y los
procedimientos de participación ciudadana, también echó marcha atrás en el tema de las
candidaturas independientes, considerado uno de los principales méritos de la anterior
legislación electoral.
87
de manera exclusiva a los organismos internos de los partidos políticos. Sin embargo,
establece en un aparatado específico una serie de prerrogativas relacionadas con la
calendarización del proceso y la entrega de documentación ante el organismo electoral
convocante.
El artículo 188ª establece que al menos 30 días antes del inicio formal del proceso interno
para la selección de candidatos, cada partido determinará conforme a sus estatutos el
conjunto de procedimientos aplicable a la elección que corresponda. Esta determinación
deberá ser comunicada al Consejo General del Ipepac dentro de las 72 horas siguientes a su
aprobación, señalando lo siguiente: fecha de inicio del proceso interno; mecanismo o
mecanismos que serán utilizados; los plazos que comprenderá cada fase del proceso
interno; los órganos de dirección responsables de su conducción y vigilancia.
Asimismo, establece que las precampañas de todos los partidos deberán celebrarse dentro
de los mismos plazos y que los precandidatos que participen en los procesos de selección
interna convocados por cada partido no podrán realizar actos de precampaña fuera de los
plazos establecidos para dichas actividades. También señala que los precandidatos
registrados tendrán acceso a radio y televisión exclusivamente a través de los tiempos que
correspondan a su partido político y de acuerdo con las pautas determinadas por el IFE. Por
lo tanto, se prohíbe a los precandidatos la contratación de cualquier tipo de propaganda en
los medios de comunicación señalados anteriormente. Las violaciones a estas normas
implican la negativa de registro a la candidatura o en su caso, la cancelación de dicho
registro.
88
Según la LIPEEY, un precandidato es aquel “ciudadano que pretende ser postulado por un
partido político como candidato a cargo de elección popular, conforme a esta Ley y a los
estatutos de un partido político en el proceso de selección interna de candidatos a cargos de
elección popular” (Ipepac, 2011: 121). Únicamente los precandidatos que se encuentren
debidamente registrados por los partidos podrán impugnar el resultado del proceso de
selección de candidatos en el que hayan participado. Los precandidatos podrán impugnar
cuestiones relacionadas con los reglamentos y la convocatoria, la integración de los órganos
responsables de conducir el proceso, de los acuerdos y resoluciones que adopten, y en
general, cualquier acto realizado por parte de los órganos directivos encargados del
proceso.
Asimismo, el documento deja claramente establecido que los partidos políticos son los
únicos encargados de emitir un reglamento interno para normar los procedimientos para la
resolución de tales controversias. De esta manera, “las decisiones que adopten los órganos
competentes de cada partido podrán ser recurridas por los aspirantes o precandidatos ante el
Tribunal Electoral del Estado, una vez agotados los procedimientos internos de justicia
partidaria” (Ipepac, 2011: 122-123).
En pocas palabras, la Ley establece que el control total de los procesos internos de
selección de candidatos corresponde exclusivamente a los partidos políticos. Esta
autonomía de gestión es jurídicamente válida no solamente frente a los organismos
electorales sino también ante los propios precandidatos postulados por los propios partidos.
La legislación abre la posibilidad a los precandidatos de recurrir a las instancias electorales,
pero condicionada al agotamiento previo de las instancias establecidas al interior de la
propia institución partidista. En consecuencia, durante los procesos internos de 2012 nos
encontramos frente a un cambio de autonomía partidista hacia un nivel medio, ya que la
legislación electoral regula los procesos en la forma señalada pero no restringe de ninguna
manera los mecanismos de selección.
Bajo este marco jurídico se desenvolvieron las precampañas para la gubernatura del estado
durante finales de 2011 e inicios de 2012 en Yucatán. En conjunto, los cuerpos legislativos
que regularon los procesos preelectorales de 2001, 2007 y 2012 arrojan los siguientes
saldos respecto a la autonomía partidista en la selección de candidatos.
89
Tabla 7. Nivel de autonomía partidista en Yucatán.
2001 Ausencia de normatividad preelectoral. Alto
El acceso a las candidaturas puede darse por medio de tres niveles de inclusión. De esta
manera, la posibilidad de acceder a la candidatura se encuentra: 1) abierta a la totalidad del
electorado, lo cual indica un alto nivel de inclusión; 2) dirigida sólo a los miembros del
partido, en un nivel medio de inclusión; y 3) condicionada, mediante restricciones a los
miembros del partido, lo cual refleja un bajo nivel de inclusión. Por otra parte, el acceso a
la participación en los procesos de selección internos puede darse a través de las siguientes
opciones: 1) totalidad del electorado corresponde a un alto nivel de inclusión; 2) en un nivel
medio sólo los miembros del partido pueden aspirar a la candidatura; y 3) agencia partidista
o líder del partido indican un bajo nivel de inclusión. En ambos casos, es necesario tomar
en consideración las normatividad partidista, pero resulta indispensable ponerla en
perspectiva a través de los hechos. En síntesis, “no hay que dejarse engañar, pues, por la
letra de los estatutos, sino analizar su aplicación concreta, antes de llegar a una conclusión”
(Duverger, 1984: 86).
90
4.3.1 Mecanismo de selección del PAN.
El acceso a las candidaturas para aspirar a la gubernatura de Yucatán se encuentra
reglamentado en las convocatorias partidistas correspondientes y se apoya en los requisitos
de elegibilidad expuestos en el artículo 116 de la Constitución Política de los Estados
Unidos Mexicanos, el artículo 46 de la Constitución Política del Estado de Yucatán y el
artículo 27 de la LIPEEY.
A todos los aspirantes se les solicita recabar firmas de apoyo de al menos 1,377 y no más
de 1,653 de los miembros activos registrados en el Listado Nominal de Electores Definitivo
del partido en el estado. Las firmas de apoyo no podrán repetirse entre los distintos
aspirantes, en caso de ser así, la Comisión Electoral Estatal tomará como válida la firma en
la documentación del aspirante que haya registrado primero su solicitud. Asimismo, se
establece que la Comisión Electoral Estatal dispondrá de dos días a partir de que haya
recibido la solicitud de registro para notificar la falta de algún requisito en la solicitud. Sin
embargo, las solicitudes que se presenten dentro de las cuarenta y ocho horas previas al
vencimiento del plazo no podrán ser objeto de requerimiento para subsanar.
91
Tabla 8. Nivel de acceso a las candidaturas PAN.
Perfil de elegibilidad Nivel de inclusión
El entonces senador por Yucatán Patricio Patrón –un ex alcalde de Mérida que se
desempeñó como coordinador local de Amigos de Fox durante las elecciones federales de
2000- fue el primer aspirante que registró su precandidatura de cara a las elecciones para el
gobierno estatal de Yucatán a celebrarse en mayo de 2001. A inicios de diciembre de 2000
Patricio Patrón se inscribió como precandidato a la gubernatura en la directiva local del
PAN. En su primer discurso como precandidato exhortó a su partido a elegir candidatos con
respaldo civil. Por su parte, Ana Rosa Payán registró su precandidatura una semana después
e invitó a su contendiente a realizar debates durante la precampaña, lo cual, finalmente no
ocurrió.
Las elecciones internas del PAN para elegir candidato a gobernador arrojaron los siguientes
resultados: Patricio Patrón obtuvo 376 votos de delegados y Ana Payán 113. Payán
reconoció su derrota y mencionó que se sumaría a la campaña de Patrón, sin embargo,
guardó distancia del candidato a gobernador y consiguió la candidatura por la alcaldía de
Mérida, cargo que desempeñaría por segunda ocasión. Acerca de la contundente victoria
que obtuvo la precandidatura de Patrón Laviada en el proceso de selección interno de 2001,
Payán Cervera considera que se debió a una combinación de elementos de carácter local y
nacional 2.
2
Entrevista con Ana Rosa Payán Cervera, precandidata panista al gobierno de Yucatán en 2001 y 2007 y
aspirante a la misma precandidatura en 2012, realizada en la ciudad de Mérida, Yucatán el 6 de febrero de
2012.
92
Ciertamente, tanto durante la precampaña como en la campaña, Patricio Patrón
constantemente criticó el tema del desacato, realizó críticas al entonces gobernador Víctor
Cervera, presentándose como su antítesis; asimismo, reconoció abiertamente que utilizaría
la popularidad de Fox para su propia campaña 3. Su candidatura consiguió la postulación
por parte de cuatro partidos políticos (PAN, PRD, PT, PVEM) en un entorno que se destacó
de manera subrayada por la importancia simbólica de la alternancia federal ocurrida año
anterior.
“Yo creo que Patricio venía de un momento importante en su vida política. Había sido alcalde del 95 al 98, un
alcalde con buenos resultados yo creo, resultados positivos en el sentido de que los servicio de la ciudad
continuaron. Acuérdate que nosotros arrancamos la etapa de gobiernos de Acción Nacional a partir del 91,
Patricio es el tercer alcalde que de manera consecutiva gana aquí en Mérida, primero estuve yo, luego vino
Correa y luego vino él y ya había ciertamente un camino andado, unos cimientos que se habían establecido y
Patricio fue un excelente alcalde en ese sentido, eso le dio ciertamente una muy buena presencia no sólo en
Mérida sino también en el estado. Posteriormente a ello, se convierte en el coordinador de la campaña de
Vicente Fox a nivel estatal, juega para senador y yo creo que esos 3 elementos le permiten recorrer el estado
de manera continua y le da un posicionamiento importante y es que lo hacen el candidato idóneo para el
estado”.
3
Entrevista con Patricio Patrón Laviada, previamente citada.
“Definitivamente el efecto Fox fue una de las circunstancias que nos ayudó al triunfo. Yo creo que ahí el
señor Cervera –que yo creo que seguro fue el que decidió que fuera [candidato priista a la gubernatura] el
señor Orlando Paredes- se metía muy fuerte y menospreció el efecto Fox. Si ya se había podido ganar la
presidencia, por supuesto que se podía ganar Yucatán, que era el gran problema que teníamos aquí, que el
PAN no iba a poder ganar, entonces mejor votamos por los candidatos del PRI, pero ya habíamos podido
ganar la presidencia, ya había algo concretamente”.
4
Entrevista con Ana Rosa Payán Cervera, previamente citada.
“Hubo encuestas de Los Pinos, hubo encuesta de Gobernación, todo el mundo mandó a hacer encuestas, todo
el mundo y en todas yo estaba adelante, en todas, pero por mucho. Sólo hubo una encuesta, casi al final de la
campaña que encargaron los del Comité Estatal y que casualmente Xavier me llevaba ventaja por 2 puntos. O
93
El CEN panista liderado por Manuel Espino pidió al Comité Directivo Estatal (CDE) de
Yucatán que incluyera el levantamiento de una encuesta con el objeto de limitar las
elecciones internas a la participación de los candidatos más competitivos. De esa manera,
aquel candidato que obtuviera menos del 10% en la encuesta, sería descartado para
competir en las elecciones internas. El CDE consideró que esta medida estaba fuera de sus
estatutos y que además tenía el propósito de favorecer la postulación de Ana Payán. A pesar
de la oposición por parte de la directiva local, la encuesta finalmente se llevó a cabo y los
tres aspirantes superaron el umbral del 10% sin problemas.
Por otra parte, Payán Cervera denunciaba continuamente a través de los medios de
comunicación y en sus discursos de precampaña que Xavier Abreu era el candidato favorito
del gobernador y que recibía apoyo oficial para su precampaña. Estas denuncias fueron
secundadas en buena medida por Correa Mena, el tercer precandidato, y contribuyó a crear
la percepción generalizada de que el primer gobernador panista saliente impondría a su
sucesor a la vieja usanza priista. A pesar de los insistentes señalamientos en ese sentido, el
gobernador Patrón siempre negó tales acusaciones 5.
sea, fue la encuesta más ridícula que pude haber visto y en la que no sé cómo le hicieron para que Xavier
estuviera casi a la par conmigo cuando no era así, todo lo indicaba”.
5
Entrevista con Patricio Patrón Laviada, previamente citada.
“Lo que querían es cambiar en contra mía al final, porque mediáticamente era lo que pegaba. Yo vi las
denuncias que presentó [Ana Rosa Payán] ante el CDE: que el presidente del comisariado ejidal de
Chiquindzonot pidió el voto por Xavier Abreu. Y yo decía: ¿eso que tiene que ver conmigo? O el regidor de
Panabá, esas son las acusaciones ¿y eso qué tiene que ver con el gobierno? Pero yo creo que eso
mediáticamente no vendía nada, que el regidor de Chiquindzonot o de Panabá o de Tizimín pidiera el voto por
Xavier Abreu a la gente, pues había que crear un show, había que crear un escándalo y el escándalo era que el
gobernador lo había hecho. Entonces, aunque no hay ni una sola acusación contra mí, la acusación general
que fue mediática se lanza contra mí y entonces se dice que Patricio Patrón intervino, pero en sus acusaciones
que hizo ante el partido ninguna tiene nada que ver ni yo ni nadie del gobierno del estado. Entonces, sí la
acusación mediática que hace es que yo había participado y que [el resultado de la elección interna] había sido
una imposición por parte del gobierno del estado, acusación que también ya había hecho en el 2001,
[diciendo] que mi triunfo había sido una imposición y que habíamos comprado las votaciones”.
94
Rosa Payán finalmente presenta su renuncia al PAN. De acuerdo con Poot (2008), la
situación anterior “mostró la principal debilidad del panismo yucateco: el desajuste de sus
mecanismo de resolución del conflicto interno con los nuevos tiempos de partido
gobernante” (2008: 269).
95
intento por parte de Payán por regresar al PAN para conseguir la candidatura al gobierno
estatal, ante lo que muchos panistas expresaron su descontento.
Por su parte, Payán Cervera pidió a la directiva panista local que la considerara como
‘candidata ciudadana’ en las encuestas de opinión que realizaba el partido. Al obtener una
respuesta positiva después de un breve titubeo del CDE, la aspirante incrementó sus
apariciones públicas con personalidades panistas. Cuando le fue permitido solicitar su
registro como precandidata se hizo acompañar de Luis H. Álvarez, ícono del panismo
nacional. A partir de entonces, los panistas inconformes con el regreso de Payán hicieron
más ostensible su rechazo a la posibilidad de un regreso de la ex alcaldesa al partido, este
grupo se encuentra relacionado en su mayoría con el ex gobernador de Yucatán, Patricio
Patrón.
Al final, el PAN local negó el registro a Ana Rosa Payán Cervera argumentando que había
presentado de manera incompleta los documentos solicitados. De manera concreta, los
requisitos faltantes consistían en el número insuficiente de firmas de apoyo por parte de
militantes panistas y en un error en los documentos relacionados con la comprobación de su
lugar de domicilio. Ante esta situación, Payán solicitó las 48 horas que estipula la
convocatoria para corregir los errores de la documentación presentada sin embargo, dicha
convocatoria establecía que el aspirante que se registrara durante las últimas 48 horas
previas al cierre de la convocatoria, carecería de este derecho.
Payán se inconformó por esta situación ante el CDE del PAN, objetando que en una
convocatoria de esa naturaleza no procede jurídicamente establecer ese tipo de distinciones
entre los aspirantes a una misma candidatura. El PAN local turnó esta queja al CEN quien
respondió a la quejosa que el partido no daría marcha atrás con el asunto de la
convocatoria. Frente a este panorama, las opciones que le quedaban a la aspirante era acudir
a los tribunales electorales o desistir. Finalmente, se decidió por el segundo camino, lo cual,
impidió a Payán su regreso al PAN y canceló por completo sus posibilidades de registro
como precandidata panista al gobierno del estado 6.
6
Entrevista con Ana Rosa Payán Cervera, previamente citada.
“Una convocatoria no puede hacer diferencias y eso los abogados me lo hicieron ver además. Entonces, me
fui al Comité Nacional y en el Comité Nacional me dijeron: tienes razón, si te vas al TRIFE nos ganas, pero
96
Después del episodio con el registro de Ana Rosa Payán, la precampaña interna panista dio
comienzo, teniendo como protagonistas a dos precandidatos muy poco conocidos entre la
militancia panista local. Sofía Castro Romero se había desempeñado como diputada federal
y como delegada de la reforma agraria lo cual, no le había permitido tener un contacto
permanente con los panistas locales y por lo tanto, su presencia se limitaba a la ciudad de
Mérida. Por el contrario, Joaquín Díaz Mena se había desempeñado como alcalde de un
municipio de la costa oriental yucateca, lejano de Mérida. En la víspera del arranque de la
precampaña, fue difundido en los medios de comunicación un audio en el que se escuchaba
la voz del aspirante Díaz Mena hablando ante otros panistas sobre un supuesto apoyo a su
candidatura por parte del ex gobernador Patricio Patrón, sin embargo, dicha situación fue
públicamente negada por el personaje aludido 7. A pesar de la renuencia a expresar su apoyo
público por algún precandidato durante las elecciones internas, en la campaña electoral el
ex gobernador panista sí demostró abiertamente su apoyo por Díaz Mena, confirmando de
manera implícita su simpatía por esa candidatura.
El día de las elecciones internas abiertas a los militantes panistas activos y adherentes el
proceso se realizó sin contratiempos y la votación de la jornada arrojó los siguientes
resultados: el ganador fue Joaquín Díaz Mena quien obtuvo 17,021 sufragios contra los
14,678 conseguidos por Sofía Castro Romero. Durante la rueda de prensa en la que el CDE
hizo públicos los resultados, la precandidata derrotada reconoció el triunfo de su adversario
y sostuvo que lo acompañaría durante la campaña electoral, lo que finalmente no ocurrió.
97
Tabla 9. Nivel de inclusión de electorado en los mecanismos de selección del PAN.
Año Mecanismo de selección Nivel de inclusión
98
tenía el objeto de conocer las condiciones electorales del estado en un entorno político de
debilidad por parte del PRI nacional, debido a la reciente pérdida de la presidencia de la
república 8.
El proceso de elección de candidato para la gubernatura del PRI también estuvo influido
por el conflicto del desacato. La directiva local apoyó la postura del Congreso local de
mayoría priista y retrasó la convocatoria hasta donde le fue posible. Esto originó que los
aspirantes que no formaban parte del grupo político cercano del gobernador insistieran en
realizar elecciones abiertas para seleccionar al candidato. Sin embargo, el proceso estuvo
controlado desde el principio por el gobierno del estado dirigido por Víctor Cervera
Pacheco, quien tenía clara influencia sobre la directiva priista local y nacional.
99
que el proceso fuera descalificado por los algunos de los otros participantes, quienes
objetaron una imposición del candidato favorito de Víctor Cervera. En síntesis, a pesar de
que el PRI evitó abrir su proceso de selección de candidato a un mayor número de
militantes con el objeto de reducir al máximo las posibilidades de un conflicto por la
candidatura, la falta de legitimidad que derivó del mecanismo elegido provocó que fuera un
proceso fuertemente cuestionado por varios de sus protagonistas 9.
Otro indicador de la existencia de los nuevos tiempos políticos que corrían en la política
yucateca se evidenció cuando destacados priistas locales manifestaron públicamente su
desacuerdo con la candidatura de Paredes Lara. Un congresista local renunció al partido y
un ex gobernador realizó comentarios públicamente en contra del PRI. De esa manera,
faltaban a la importante regla no escrita de alinearse a las decisiones del partido que los
priistas solían justificar en nombre de la disciplina y la unidad (Watanabe, 2008).
En ese ambiente político se realizaron las elecciones estatales de 2001 en Yucatán que
registraron la primera alternancia a nivel estatal con el triunfo de la coalición de cuatro
partidos de oposición. A partir de entonces, prevaleció una clara tendencia electoral de
debilitamiento priista en la entidad.
Al respecto, Poot menciona que “para el PRI los resultados de las elecciones celebradas en
2000, 2001, 2003, 2004 y 2006 significaron la pérdida del control sobre el aparato
gubernamental federal y estatal, pero sobre todo la disminución de la disponibilidad del uso
de recursos públicos para mantener, con fines partidistas las prebendas a líderes de
sindicatos, agrupaciones campesinas y urbanas” (Poot, 2008: 263). En contraparte,
“después de conquistar la gubernatura en 2001, el PAN yucateco ganó tres elecciones
consecutivas, tanto locales (2004) como federales (2003 y 2006). En las elecciones
gubernamentales de 2007, sin embargo, el PAN sufrió una derrota inesperada” (Watanabe,
2008: 203).
9
Entrevista con Dulce María Sauri, previamente citada.
“Hubo desde luego negociación y maniobras políticas al interior para que los delegados se inclinaran por uno
o por otro, y el peso del gobernador fue muy importante, porque el gobernador simpatizaba con la candidatura
de Orlando, sin embargo –y aquí hay una sutil diferencia, sobre todo con lo que está pasando ahorita-, el
gobernador no tomó a Orlando debajo de su escritorio y lo puso; el gobernador construyó la posibilidad de
que Orlando fuera candidato y trató de ponerle la mayor cantidad de obstáculos al otro. Pero bueno, hubo el
proceso y ganó la candidatura y finalmente perdió la elección”.
100
En resumen, posteriormente a la primera alternancia en Yucatán existió un importante un
debilitamiento del PRI que contrastó de manera casi proporcional con el crecimiento
electoral del PAN. Pero esta tendencia se interrumpió de manera abrupta en las siguientes
elecciones estatales de 2007.
Después del primer gobierno panista en el estado durante el sexenio 2001-2007 el PRI
regresó al poder para gobernar durante el periodo 2007-2012. Muchos factores contribuyen
a la explicación de este resultado. Uno de los elementos centrales para analizar el regreso
del PRI al gobierno estatal en el 2007 está relacionado con los vínculos tradicionales entre
el gobierno del estado y los grupos de poder. Muchos de esos grupos estrechamente
relacionados con el PRI mantuvieron una abierta confrontación con el gobierno panista, tal
es el caso del sindicato de maestros (SNTE) y la agrupación de taxistas del Frente Único de
Trabajadores del Volante (FUTV). La respuesta del gobernador panista Patricio Patrón fue
el reiterado intento de debilitar los alcances de tales agrupaciones en la entidad creando
sindicatos estatales de maestros y cooperativas de taxistas alternas (Poot, 2008).
Algunos de los precandidatos que ya lo habían sido durante las elecciones anteriores, sin
duda, vieron una nueva oportunidad a sus aspiraciones en una coyuntura en la que el PRI
carecía por primera vez de la figura de un poderoso gobernador que personificara al líder
local y guiara el proceso de selección de candidato. Sin embargo, ese papel sería
desempeñado por el CEN en esta ocasión.
En la lista de precandidatos destacaron Dulce María Sauri, ex dirigente nacional del PRI y
ex gobernadora interina, e Ivonne Ortega Pacheco, recién electa senadora en los comicios
de 2006 y sobrina del extinto Víctor Cervera Pacheco. De manera similar a lo ocurrido en
la precampaña panista, los sondeos previos a la encuesta organizada por el partido daban
como clara ganadora a la ex dirigente nacional, Dulce María Sauri. Sin embargo, los
101
resultados oficiales de la encuesta realizada a población abierta encargada por la directiva
local del PRI en Yucatán otorgaron la candidatura a Ortega Pacheco. Todos los
precandidatos aceptaron el resultado y declararon que se sumarían a la campaña de la
candidata ganadora, excepto Dulce María Sauri, quien a pesar de aceptar el resultado,
expresó sus reservas respecto a los resultados arrojados por el mecanismo de selección
elegido. La ex gobernadora interina estuvo inconforme con los resultados por considerarlos
poco transparentes, sin embargo, no formalizó sus quejas y se limitó a mantenerse lejos del
proceso electoral 10.
Pocos días después de la designación de Zapata Bello, se dan a conocer las otras opciones
políticas de algunos precandidatos priistas no electos: Araujo Lara obtiene una candidatura
plurinominal al senado y Ramírez Marín es nombrado vicecoordinador político de la
campaña presidencial del candidato priista; por su parte, Zoreda Novelo mantiene su escaño
10
Entrevista con Dulce María Sauri, previamente citada.
“Las encuestas son instrumentos muy útiles cuando están bien hechas, cuando son estrictamente mediciones
estadísticas para la toma de decisiones internas. Pero allá jugaron muchísimos otros elementos. Yo no quiero
ponerme más telarañas en la cabeza, simplemente diría que si tuviera que tomar decisiones nuevamente o si
volviera el reloj a octubre de 2006 nunca aceptaría una encuesta para resolver el tema de la candidatura del
partido”.
102
como senador. De esta manera, se diluye cualquier tipo de expresión de inconformidad por
la designación del candidato priista al gobierno de Yucatán.
Resulta interesante destacar en este caso que, a pesar que la convocatoria del PRI establece
que el mecanismo de selección de candidato para gobernador es la Convención de
Delegados, mediante el argumento de la candidatura de unidad pudo realizarse sin mayor
problema una designación directa por parte del CEN. La candidatura de Zapata Bello se
decide oficialmente a nivel nacional, sin embargo, resulta evidente que no estamos ante el
caso de una imposición del centro, sino más concretamente es el producto de un consenso
entre los líderes partidistas locales y nacionales. Aunque en primera instancia Araujo Lara
lucía como la aspirante con mayores posibilidades de hacerse con la candidatura por ser la
colaboradora más cercana a la gobernadora, al final pesó más el hecho de que la ex
alcaldesa de Mérida hubiera tenido una cuestionada administración, lo cual reducía
significativamente su nivel de competitividad como candidata.
Tabla 11. Nivel de inclusión del electorado en los mecanismos de selección del PRI.
Año Mecanismo de selección Nivel de inclusión
103
4.4 Estrategias electorales y selección de candidatos.
Los elementos más sobresalientes en una estrategia de selección de candidatos son: el nivel
de intervención de los liderazgos regionales en el proceso y el nivel de control partidista del
conflicto. El primer indicador establece el grado de injerencia de los políticos más
influyentes a nivel local sobre los procesos de selección de sus respectivos partidos
políticos. Resulta interesante saber que esta conducta es más propensa a ocurrir al interior
del partido que se encuentre en el poder y más concretamente, por parte de los
gobernadores en turno y sus colaboradores cercanos. La intervención de los liderazgos
regionales en los procesos estatales afecta el nivel de competitividad en los procesos de
selección internos en el siguiente sentido: a mayor nivel de intervención de los líderes
corresponde un menor nivel competitividad. Esto ocurre porque cuando los líderes
intervienen en los procesos internos lo hacen precisamente con la intención de minar los
efectos de la competitividad.
Los niveles de intervención de los liderazgos locales pueden ser evaluados de esta manera:
1) intervención indirecta mediante reglas informales; 2) intervención directa mediante
reglas formales y; 3) no intervención. Medir este tipo de participación es complicado pues
en la mayoría de las ocasiones la intervención de los liderazgos se realiza de manera
discreta, sin embargo, es posible indagar en este aspecto mediante las crónicas de prensa y
las declaraciones posteriores al proceso preelectoral por parte de los principales
protagonistas.
Por otra parte, el indicador de nivel del control partidista del conflicto se concentra en
explicar las reacciones de los precandidatos que no hayan resultado ganadores en el proceso
interno. Esta situación ilustra el grado de descentralización de los precandidatos respecto a
las dirigencias partidistas. Ciertamente, podrá darse el caso de una selección interna en la
cual, el mecanismo de selección no deje lugar a dudas sobre el resultado, esta situación por
sí misma indicará un alto nivel de control partidista sobre el proceso. Sin embargo, aquellos
resultados internos que generan desacuerdo entre los participantes son un espacio adecuado
para poner a prueba los recursos partidistas para controlar una situación de conflicto, la cual
puede medirse a través de las siguientes categorías: 1) la validación del proceso por parte
de todos los precandidatos refleja un alto nivel de control partidista; 2) la inconformidad y
104
el deslinde corresponde a un nivel medio de control partidista; y 3) el transfuguismo es la
expresión de bajo nivel de control partidista. Con estos parámetros abordaré las estrategias
electorales del PAN y el PRI en las elecciones internas por el gobierno de Yucatán.
En el 2001, el PAN se alineó a la corriente foxista que recientemente venía del triunfo en la
presidencia de la república y resolvió el tema de la selección de candidato sin mayores
problemas, ante la ausencia de líderes locales notables. Patricio Patrón aprovechó la
campaña que había realizado como candidato al senado para posicionarse como la figura
más sobresaliente del escenario político yucateco; sin embargo, la falta de mecanismos para
la resolución de conflictos provocó que la rivalidad surgida durante este proceso
preelectoral entre Patrón y Payán escalara hasta desembocar en la renuncia de la segunda
seis años más tarde 11.
En las elecciones de 2007, el precandidato ganador del PAN salió del gabinete del
gobernador Patricio Patrón en medio de un competido proceso de selección interna que
culminó con la renuncia por parte del segundo lugar, que denunció de irregularidades
graves en el proceso interno. Esta situación planteó un escenario similar al del PRI en 2001:
el gobernador saliente se encuentra envuelto –directa o indirectamente- en la selección de
candidatos a sucederlo en el cargo, lo que le resta legitimidad al resultado del proceso
interno. Todo lo anterior provoca una serie de renuncias al partido encabezadas por la
precandidata Payán, como una expresión de inconformidad ante lo que varios militantes
consideraron una imposición.
En el 2012, la selección de candidatos realizada por los partidos para el gobierno estatal ha
estado marcada por la concurrencia con las elecciones federales. En ese sentido, podemos
observar una sustantiva modificación del entorno estratégico electoral; en las elecciones de
2001 y 2007 el impacto de las elecciones presidenciales fue palpable, en el primer caso con
11
Entrevista con Ana Rosa Payán Cervera, previamente citada.
“¿Sabes qué? Desafortunadamente en el PAN no existe este esquema o este sistema que tienen otro partidos
políticos de la operación cicatriz. El PAN no está acostumbrado a levantar sus cadáveres, o sea, deja heridos y
cadáveres en el camino y ahí se quedan; se pudren y se van, o se molestan, o sanan solitos, pero no existe un
mecanismo, no existe la capacidad o la generosidad o el tacto político o el oficio político o como le quieras
llamar para que se queden en el panismo después de la guerra, no solo para la foto y darnos las manos, sino
realmente que haya una incorporación”.
105
el efecto Fox y en el segundo con la crisis postelectoral de 2006. En este caso, ambas
elecciones transcurren de manera paralela, lo cual, crea una relación particular entre los
precandidatos a la presidencia de la república y los precandidatos a gobernador. En el caso
del PAN cuyos precandidatos realizaron precampañas, se realizaron alianzas entre los
precandidatos de ambos niveles, la propaganda electoral y las asistencias a eventos públicos
era compartida entre Sofía Castro y Ernesto Cordero, por un lado, y entre Joaquín Díaz y
Josefina Vázquez Mota, por el otro.
Esto provocó, entre otras cosas, que las coordinaciones locales de las campañas
presidenciales no tengan un beneficio tangible para los precandidatos a la gubernatura,
como ocurrió con Patricio Patrón en 2000 cuando fue coordinador local de la campaña
presidencial de Fox, y con Xavier Abreu, quien fungió como coordinador local de la
campaña de Calderón. En esta ocasión, la coordinación de la campaña de Vázquez Mota
recayó inicialmente en Ana Rosa Payán aunque, como ya hemos visto, eso no le garantizó
el registro de su precandidatura.
106
4.4.2 Estrategias electorales priistas.
En la víspera de las elecciones estatales de 2001, el tema del desacato inicia con una
disputa entre la LV Legislatura del Congreso del Estado de Yucatán -conformada por 15
diputados priistas, 8 panistas y 2 perredistas- y los partidos de oposición sobre la
instalación del consejo electoral local, órgano encargado de la dirección del Instituto
Electoral del Estado de Yucatán y la organización de las elecciones de 2001 para la
renovación del gobierno estatal, los 106 ayuntamientos y la legislatura local. En agosto de
2000 el Congreso local resolvió la reelección de los consejeros electorales por un periodo
más con la aprobación de 15 de los 25 diputados. El PRD demandó la revisión de dicho
procedimiento que necesitaba un mínimo de 20 votos para su aprobación. En octubre de ese
mismo año, el TEPJF admite la demanda perredista e instruye al Congreso local a realizar
una revisión del proceso.
A raíz de lo anterior, el Congreso local eligió otro consejo electoral que nuevamente fue
impugnado, esta vez por el PRD y el PAN. Entonces, el TEPJF ordenó por segunda ocasión
una revisión del proceso el día 15 de noviembre. Ante esta resolución, el Congreso
yucateco argumentó que el nuevo consejo cumplía con los requisitos y procedimientos
establecidos, asimismo denunció que la intervención del Tribunal violaba la soberanía
estatal. Ese mismo día comenzaron las actividades del consejo electoral y a partir de
entonces entró en desacato el Congreso del Estado de Yucatán (Watanabe, 2008).
107
reconocido por el TEPJF finalmente tomó protesta de sus cargos en un parque público de la
ciudad de Mérida.
A raíz de los continuos llamados por parte del Tribunal a desocupar las instalaciones del
instituto electoral, el Congreso local emitió un decreto que proponía la fusión de los dos
consejos electorales, lo cual generó una rápida oposición legal por parte del TEPJF. Esta
situación provocó que la decisión final quedara en manos de la Suprema Corte de Justicia
de la Nación (SCJN). Finalmente, en abril de 2001 la SCJN declaró inválido el decreto del
Congreso yucateco y ordenó la entrega de todos los recursos al consejo designado por
insaculación, decisión que finalmente fue acatada por el legislativo local. A la par del
proceso jurídico mencionado, Akira Watanabe destaca una reunión realizada durante el mes
de marzo en la Ciudad de México entre el entonces Secretario de Gobernación y los líderes
de los tres principales partidos políticos, en la cual, manifestaron de manera pública que
apoyarían plenamente la resolución de la SCJN. En opinión del autor, “este acuerdo entre
los líderes políticos sí afectó la decisión de los priistas locales que se oponían a los fallos
del TEPJF” (Watanabe, 2008: 199).
12
Entrevista con Dulce María Sauri, previamente citada.
“El Comité Nacional del PRI en ese momento también tenía una situación de debilidad con respecto a los
gobernadores, particularmente con el gobernador de Yucatán. Políticamente [yo] entendía lo que estaba
pasando, la gente aquí estaba protestando contra lo que sentía que era entreguismo por parte del presidente de
la república que estaba a punto de concluir su gestión, el propio Comité Nacional encabezado por mí.
Entonces decidieron ellos defenderse, pero cuando vino ya la resolución del Tribunal del Poder Judicial de la
Federación, como presidenta del Comité Nacional yo me senté a la negociación con la Secretaría de
Gobernación, con el secretario de Gobernación porque simple y llanamente el PRI como partido político no
podía sostener una situación que legalmente estaba totalmente resuelta en contra nuestra. Entonces hubo –
vamos a decir- dentro de la negociación en los márgenes de la ley decisiones que tuvieron que ver con aceptar
acciones que había estado haciendo el consejo que desapareció, pues para la organización de las elecciones en
los municipios, ese tipo de cuestiones, pero en lo medular quedaron los consejeros que finalmente integró el
108
La fortaleza política de Cervera Pacheco 13 le permitió realizar un hábil manejo de la crisis
derivada del desacato, no solamente a nivel local en donde apeló al sentimiento regionalista
yucateco para conseguir el apoyo a su causa, sino también ante las autoridades políticas a
nivel nacional encargadas de intervenir en dicha situación, específicamente la Secretaría de
Gobernación, a la que le había planteado la posibilidad de posponer las elecciones 14. En
medio de esta problemática, se llevó a cabo el proceso de selección de candidatos para la
gubernatura durante el 2001, en los que la autoridad electoral tuvo una nula intervención.
En síntesis, el triunfo del PAN en las elecciones presidenciales de 2000 y el desacato del
Congreso local fueron dos aspectos que influyeron notablemente en el proceso de selección
de candidatos para competir por la gubernatura. La situación política en el ámbito nacional
impulsó un discurso por parte de la oposición sobre la existencia de “condiciones
favorables” para la derrota del PRI en Yucatán.
Por otro lado, el acontecer local en torno al problema del desacato sirvió como telón de
fondo para una alianza entre los partidos PAN y PRD a nivel estatal, la cual inició con la
demanda conjunta que interpusieron ante el TEPJF durante la parte inicial del conflicto, y
se consolidó con la alianza electoral por la gubernatura a la que también se sumarían el
PVEM y el PT, y con la cual vencerían por primera vez al PRI en Yucatán.
Al efecto del triunfo panista a nivel federal también habría que agregar la imagen
desgastada del entonces gobernador priista Cervera Pacheco y los costos políticos del
desacato judicial. Tampoco hay que menospreciar el hecho de que las elecciones estatales
de 2001 en Yucatán fueron las primeras en celebrarse después de la alternancia en la
Tribunal Electoral y fue un trago muy difícil políticamente hablando para mí y me valió que el candidato al
gobierno del estado prácticamente no me invitara a su campaña, pero bueno, ahí no había de otra”.
13
De acuerdo con Freidenberg (2010) mientras “entre 1970 y 1985 todos los gobernadores tuvieron
problemas para gobernar e incluso fueron removidos de sus puestos, Cervera Pacheco fue gobernador interino
primero y luego gobernador constitucional a partir de 1995, dotando de estabilidad política al estado” (2010:
28).
14
Entrevista con Patricio Patrón Laviada, previamente citada.
“Con Gobernación, Cervera fue muy hábil en su manejo; no sólo Gobernación panista sino también
Gobernación priista. Cervera siempre fue un tipo que demostraba tener todo el control de Yucatán y jugaba
con eso hacia México. En parte –me consta- era mucho jugar con el sentimiento del nacionalismo yucateco,
que existe, pero para nada con intenciones separatistas o algo así y él lo manejaba por ese lado. Yo estaba
seguro que [las elecciones] iban a ser celebradas en el mes de mayo y nosotros insistimos muchísimo en no
doblar las manos, de que no podría hacer un desacato, violar toda la ley completamente y salirse con la suya
el señor Cervera y no hacer las elecciones, en los hechos era un desacato a la Constitución y tenía
consecuencias graves eso”.
109
elección presidencial de 2000. Por lo tanto, se desarrollaron en el particular entorno político
de los meses iniciales del primer gobierno federal panista, en medio de un clima social
caracterizado por altas expectativas políticas.
Es importante resaltar que a lo largo de todo el conflicto, el entonces gobernador del estado
Víctor Cervera Pacheco desempeñó un papel protagónico. Tenía un claro control sobre la
fracción priista y lideró la agenda política de oposición a las decisiones del TEPJF. En
primera instancia, argumentó que las decisiones del Tribunal violaban la soberanía del
estado y que se extralimitaba en sus funciones; asimismo, ante los medios de comunicación
siempre negó cualquier tipo de acercamiento con el presidente Vicente Fox para tratar el
tema. No obstante, durante la parte final del conflicto insistió en buscar una salida política
al problema, lo cual consiguió en buena medida, debido a que el candidato priista a la
gubernatura fue registrado fuera de los plazos establecidos ante el consejo electoral
reconocido por el TEPJF.
En síntesis, existen varios elementos para suponer que la intención del gobernador Cervera,
al apostar por mantener y alargar el conflicto del desacato al TEPJF a través del legislativo
local, era evitar la realización de las elecciones, programadas para el 27 de mayo de 2001.
En cambio, en el proceso de 2007, ante la ausencia de un claro líder personificado
tradicionalmente en la figura del gobernador, el PRI realizó una selección sustentada en el
levantamiento de encuestas encargadas por la directiva local. Respecto al mecanismo de
selección, resulta interesante ver que en medio de un entorno electoral poco favorecedor, la
candidatura del PRI al gobierno de Yucatán recae en Ivonne Ortega, una aspirante
prácticamente desconocida, que no contaba con la trayectoria política ni la experiencia de
los otros precandidatos y, además, se había incorporado al proceso cuando las
negociaciones sobre las condiciones de la precampaña realizadas por los otros aspirantes ya
110
estaban muy avanzadas. Esto sugiere que su precandidatura contó con el apoyo del CEN
priista y que el mecanismo de selección de candidato por el gobierno de Yucatán en 2007
formó parte de una estrategia del PRI a nivel nacional consistente en el recambio
generacional de sus candidatos a elección popular.
Por último, en el 2012 las estrategias de selección de candidatos estatales parecen estar
completamente supeditadas a los intereses de la candidatura presidencial priista. El proceso
de precampaña fue cuidadosamente supervisado por el CEN en sintonía con los liderazgos
locales. En ese sentido, se ha privilegiado la postulación de candidatos que mantengan el
perfil del recambio generacional pero que, sobre todo, puedan maximizar sus
potencialidades competitivas. Por esa razón, vemos que ante las posibilidades de tener un
candidato cuestionado o descalificado por el electorado, se privilegia la postulación de otras
opciones mejor ubicadas.
111
Tabla 15. Nivel de control partidista del conflicto en el PRI.
Año Tipo de intervención Nivel
112
En lo concerniente al nivel de inclusión del electorado, ambos partidos han tomado caminos
distintos. El PAN ha mostrado una tendencia a hacer más inclusivo su procedimiento: de
una convención de delegados en el 2001 pasó a una elección abierta a militantes activos en
el 2007, y después a una elección abierta a militantes activos y adherentes en 2012. Sin
embargo, el mayor nivel de inclusión no se ha reflejado en los resultados electorales de las
campañas, pues desde las elecciones de 2007 se mantienen claramente por debajo del PRI.
Por su parte, el PRI ha hecho cada vez más excluyente el nivel de participación del
electorado en sus procesos de selección: una asamblea de delegados en 2001, una encuesta
a cargo de la dirigencia nacional en 2007 y la designación directa por el CEN en 2012. El
mayor nivel de control sobre los procesos de selección de candidatos les permite mantener
una estrategia electoral más congruente que el PAN respecto al perfil de sus candidatos.
Tabla 17. Nivel de inclusión del electorado en los mecanismos de selección: PAN y PRI.
Año Mecanismo de selección PAN Nivel de Mecanismo de selección Nivel de
inclusión PRI inclusión
113
Tabla 18. Nivel de intervención de liderazgos regionales en selección de candidato: PAN y
PRI.
Año Tipo de intervención PAN Nivel Tipo de intervención PRI Nivel
2007 Indirecta mediante reglas informales. Alto Directa mediante reglas formales. Medio
Respecto al control partidista del conflicto, es posible asegurar que éste ha aumentado con
la inclusión del reglamento de procesos de selección interna contemplada en la LIPEEY. A
pesar de lo anterior, la expresión de los altos niveles de competitividad se ha reflejado
principalmente en el ámbito informal, sin traducirse aún en actos formales que apunten de
manera clara en dirección a la acumulación de mayores niveles de democracia interna en
las estrategias electorales de selección de candidatos.
114
Consideraciones finales.
Este trabajo se realizó con el objetivo de conocer de qué manera el entorno de democracia
interna ha influido sobre las estrategias de selección de candidatos a nivel subnacional, para
lo cual se consideraron una serie de elementos teóricos, metodológicos, históricos y
empíricos sobre el tema.
1.- En el tema legal, es posible apreciar que la postura de los organismos electorales sobre
los procesos internos es de regulación pero no de restricción. Los marcos legales bajo los
que se desarrollaron las elecciones estatales de 2001 y 2007 no contemplan la selección de
candidatos como parte de las atribuciones de supervisión de los organismos electorales.
Como hemos visto, el entorno democrático a nivel subnacional está lejos de amenazar la
autonomía de los partidos políticos respecto a sus procedimientos internos. En términos
generales, se puede afirmar que los organismos electorales que resultan de la etapa de
transición han aplicado una especie de “Doctrina Estrada” en el terreno electoral,
116
adoptando una postura de no intervención y reconociendo plenamente la soberanía de los
partidos políticos para otorgarse sus propias normas internas.
La situación del instituto electoral yucateco presenta marcadamente los alcances de las
negociaciones interpartidistas: en el 2001 el problema del desacato condujo a que durante
algún tiempo existieran dos consejos electorales que actuaron de manera paralela en la
preparación de las elecciones. El desacato al TEPJF por parte del legislativo yucateco llegó
hasta ese punto debido al fuerte liderazgo del entonces gobernador Víctor Cervera Pacheco,
que insistía en desconocer las resoluciones de la autoridad federal en materia jurídico
electoral. Finalmente, este problema fue resuelto por los líderes de los principales partidos a
través de la vía política, dejando en entredicho la autonomía de los máximos órganos
electorales del país.
En el 2006, los partidos pactaron la destitución del consejo electoral e intervinieron de
manera directa en la elección de los consejeros sustitutos mediante la implementación de un
proceso de cuotas o reparto, afectando de esta manera la autonomía de la institución
electoral local. Aunado a lo anterior, después de los resultados electorales de 2012, la
fracción priista en el Congreso local decidió adelantar el procedimiento para la ratificación
o relevo de tres consejeros estatales que concluirán su gestión en noviembre próximo. La
posible causa de esta repentina actitud puede atribuirse a que, según el cómputo final de los
resultados electorales de 2012 la bancada priista de la próxima legislatura local perderá la
mayoría requerida para realizar por sí sola dichos nombramientos.
117
Una explicación a la situación por la que atraviesan en la actualidad los organismos
electorales en México podemos hallarla en el modelo de partido cartel de Katz y Mair
(2004). De acuerdo con este modelo, una simbiosis cada vez más estrecha entre los partidos
políticos y el Estado les permite a los primeros desempeñar la función de juez y parte e
intervenir en los procesos democráticos en su propio beneficio. Durante la etapa
hegemónica, el PRI desempeñó el papel de un partido de masas: se atribuyó la
representación de los sectores obrero, campesino y popular; asimismo, contribuyó a
consolidar los principios de sufragio universal y no reelección.
Posteriormente, los partidos adoptaron una perspectiva de tipo catch all, más acorde con el
entorno prevaleciente de transición democrática. Los partidos de tipo catch all fungen
como intermediarios entre los intereses de la sociedad civil y el Estado; esta condición
explica que la oposición partidista haya pugnado ante el gobierno por crear un organismo
electoral descentralizado. En retrospectiva, es posible sostener que la creación del IFE
durante la década de los noventa fue el resultado de la convergencia de intereses entre la
oposición partidista y la sociedad civil mexicana, que crearon en conjunto la presión
suficiente para que el Estado cediera a sus demandas de pluralismo político.
Otro aspecto que revela de manera importante la conducta tipo cartel de los partidos
mexicanos es la significativa pérdida de protagonismo que ha sufrido la alternancia durante
el periodo de consolidación democrática. En la actualidad, la alternancia y el cambio
político casi han desaparecido por completo de los discursos electorales.
118
Los anteriores elementos contribuyen a explicar la razón de que los principales partidos se
asocien entre ellos frente a causas de interés común, sobre todo en los temas que
corresponden a las condiciones de competencia electoral. En el modelo del partido cartel
las organizaciones partidistas forman parte del Estado y también son profesionales de la
política en busca del voto, esta doble condición les permite a los principales partidos
mexicanos adaptar las facultades de los institutos electorales desde el terreno legislativo y
beneficiarse de tales medidas en la arena electoral.
En el tema del acceso a las candidaturas los estatutos de los partidos analizados registran
significativas diferencias. El PAN permite el acceso a la candidatura para gobernador a sus
militantes activos, lo que representa un nivel medio de inclusión; por su parte, el PRI
establece fuertes restricciones para los aspirantes a la candidatura entre las que destacan la
acreditación de cuadro, dirigente partidista y haber desempeñado un cargo de elección
popular. Esto lo sitúa en un nivel bajo de inclusión.
119
mantienen como una regla no escrita para aspirar a un puesto de elección popular, la
variación en este sentido es la creciente implicación de las élites locales en el tema.
Por su parte, el PRI muestra una tendencia en sentido contrario. En el 2001 realizó una
convención de delegados; en el 2007 el CEN acordó entre los precandidatos el
levantamiento de una encuesta a población abierta, cuya supervisión estuvo sujeta en todo
momento al control del partido; en el 2012 la exclusión se hizo más evidente y llegó a su
máximo nivel con la designación directa del candidato a gobernador por el CEN. A pesar
de que la designación directa no está contemplada en los estatutos, el PRI puso en marcha
una serie de técnicas de camuflaje que le permitieron dotar de un matiz democrático
algunas medidas autoritarias.
120
La intervención de los liderazgos regionales en la selección del candidato panista fue baja
en 2001 y 2012, en el 2007 registró un nivel alto. Este incremento repentino está
relacionado con el papel del PAN como gobierno. Cuando Acción Nacional ha realizado
procesos internos desde la oposición en busca de la gubernatura, sus candidatos han
recurrido a la estructura nacional del partido. Por el contrario, cuando el PAN gobernó el
estado protagonizó una desastrosa selección interna que confrontó a sus facciones locales.
Por su parte, el PRI pasó de un nivel de intervención alto en 2001 a un nivel medio en 2007
y 2012. En el 2001 el gobernador saliente Víctor Cervera realizó un proceso de sucesión al
estilo tradicional priista, utilizando el mecanismo del destape para designar a su sucesor, a
través de una serie estrategias encaminadas a ese fin. Sin embargo, en el 2007 y el 2012 la
estrategia de recambio generacional ha tenido predominancia en la postulación de
candidatos.
Veamos ahora los saldos de las condiciones del nivel de control partidista del conflicto. El
PAN presenta un alto nivel de control en 2001 y 2012, cuando no contaba con la presencia
de fuertes liderazgos regionales. Pero en 2007, registró un bajo nivel de control partidista
que derivó en la renuncia del aspirante que quedó en segundo lugar. Este escenario puso de
manifiesto la ausencia de mecanismos de resolución de conflictos en el PAN, lo cual genera
que los aspirantes jueguen a todo o nada en la búsqueda de la candidatura, a sabiendas que
ante un escenario de derrota corren el riesgo de quedar marginados políticamente.
Por su parte, el PRI tiene un nivel medio de control partidista en 2001 y 2007, y un nivel
alto en 2012. Lo anterior exhibe al PRI como un partido que practica el centralismo
democrático (Duverger, 1984), esto es, aunque los procesos internos de selección sean
121
fuertemente disputados, una vez que la élite dirigente ha tomado una decisión los miembros
la acatan en nombre en la unidad y la disciplina partidista. Este principio es acompañado de
un proceso posterior a las contiendas internas conocido como operación cicatriz, cuya
función consiste en colocar a los aspirantes perdedores en otros puestos que garanticen la
continuidad de su carrera política.
De acuerdo con los aspectos anteriormente mencionados, es posible concluir que la manera
en la que ha influido el entorno de democracia interna sobre las estrategias de selección de
candidatos por la gubernatura de Yucatán en el periodo 2001-2012 es a través de un
proceso de recentralización subnacional. El término de recentralización subnacional estima
que el entorno de democracia interna expresada en el proceso de selección de candidatos
condujo a los partidos a diseñar estrategias de selección con el objeto de maximizar sus
posibilidades de triunfo, aunque las medidas implementadas no fueran compatibles con el
modelo democrático.
Esta situación ha tenido lugar como consecuencia del proceso de descentralización del
sistema de partidos mexicano, el cual contribuyó a otorgar mayor poder político a las
entidades federativas. El resultado ha sido que en lugar de que la descentralización
provocara una distribución más equitativa del poder, éste simplemente se trasladó de la
esfera nacional a la esfera local, conservando su mismo nivel de verticalidad. Este hallazgo
me permite confirmar el supuesto de que a mayor nivel de competitividad en los procesos
de selección internos corresponde un menor grado de inclusión en la toma de decisiones.
Los partidos políticos y los líderes regionales intervienen en el proceso de selección en la
medida que constituye una posibilidad de triunfo, por lo tanto, su intervención afecta
directamente dicho proceso, en menoscabo de la competitividad interna y de la inclusión de
la militancia en el mecanismo de selección. Dicho en otras palabras, la democracia interna
causó un efecto paradójico en las estrategias de selección de candidatos pues a partir de la
introducción de un elemento democrático como la competitividad, ha tenido lugar una
reproducción a escala subnacional de algunos rasgos característicos de la etapa hegemónica
en México.
122
no es un elemento que afecte de manera uniforme los procesos internos partidistas. En el
caso de las estrategias de selección de candidatos, la exposición de sus tres dimensiones
confirmó el argumento de Hazan (2008) en el sentido de que un mayor nivel de democracia
en una dimensión no deriva necesariamente en mayores niveles de democracia sobre las
otras. Esta distinción matiza las consideraciones sobre la calidad democrática y explica por
qué el análisis de los procesos de selección de candidatos no debe restringirse únicamente a
la adopción de un mecanismo en particular.
Uno de esos cuestionamientos tiene que ver con la observación de los mecanismos de
selección como variable independiente. Contribuciones de este tipo podrían ayudarnos a
esclarecer si los diferentes mecanismos de selección crean diferentes líderes y gobiernos.
Después de todo, el electorado espera que los planteamientos de campaña realizados por los
precandidatos y candidatos a puestos de elección popular se traduzcan en acciones y
programas de Estado. Hasta el momento, la búsqueda del voto y el ejercicio del poder son
entidades que parecen estar desconectadas entre sí en el sistema de partidos mexicano a
nivel subnacional. La búsqueda de estos elementos será, sin duda, uno de los caminos más
provechosos para una mejor comprensión de los procesos democráticos actuales.
123
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presidencial del PAN en 2005”, Revista Mexicana de Sociología 69, núm. 4
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