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INSTITUTO DE INVESTIGACIONES

DR. JOSÉ MARÍA LUIS MORA

“Democracia interna en las estrategias de selección de candidatos a nivel


subnacional en México:
Los procesos de precampaña en Yucatán 2001-2012”

T E S I S
QUE PARA OBTENER EL GRADO DE
MAESTRO EN SOCIOLOGÍA POLÍTICA
P R E S E N T A :
CARLOS DANIEL AYUSO CASTRO

Director: Dr. José Luis Velasco Cruz

México, D.F. Agosto de 2012.

Esta Investigación fue realizada gracias al apoyo del


Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología
A Nelly Josefina.
AGRADECIMIENTOS.

En el transcurso de la grata experiencia que ha significado para mí ser estudiante de


maestría ha estado involucrada mucha gente de alguna u otra forma. A ellos, les quiero
agradecer afectuosamente el apoyo que me dieron en todo momento y que hoy se ve
materializado en la tesis que tienen en sus manos.

Agradezco mucho a mis padres Pilar y Carlos, y a hermanos David y Libny, por su ánimo y
acompañamiento incondicional. Asimismo, quiero hacer una mención especial a mi primo,
anfitrión y amigo Ricardo Guerrero Ayuso; con él compartí todas las emociones y tensiones
que formaron parte de la maestría.

A mi director de tesis el Dr. José Luis Velasco Cruz le agradezco mucho su continua
asesoría e involucramiento en la elaboración de mi trabajo de investigación, así como a la
Dra. Diana Guillén Rodríguez y al Dr. Miguel Armando López Leyva, por fungir como
lectores de tesis y haber contribuido de manera significativa con sus respectivos dictámenes
a la versión final de mi trabajo de investigación. También le doy las gracias la Dra. Laura
Valencia Escamilla, quien como profesora del Seminario de Tesis guió los avances de mi
proyecto durante la fase inicial. Los cuatro fueron una apreciable fuente de aprendizaje.

Extiendo mis agradecimientos a todas aquellas personas que contribuyeron con información
valiosa durante mi trabajo de campo, especialmente al académico Efraín Poot Capetillo y a
los políticos yucatecos Ana Rosa Payán, Dulce María Sauri y Patricio Patrón Laviada, por
las entrevistas sobre el caso Yucatán.

Gracias a la coordinadora de la Maestría en Sociología Política, Dra. Diana Silva Londoño


y a sus colaboradoras Guillermina Peralta y Ariadna Sánchez por su atención y amabilidad.

A todos mis compañeros de generación les agradezco mucho su amistad y los agradables
momentos que compartimos.

Finalmente, agradezco a todos aquellos que mediante sus aportaciones vía impuestos hacen
posible la existencia de becas Conacyt para el estudio de posgrados como el que aquí
concluyo.
ÍNDICE

Introducción……………………………………………………………….…………...……1

Capítulo 1. Democracia interna y selección de candidatos……………………......……….10

1.1 Partidos políticos y democracia….…………………...………………………...11

1.1.1 Composición interna partidista……………………………….………11

1.1.2 Democracia y élites dirigentes………………………………….….…14

1.1.3 Modelos de partido y entorno democrático…………………………..19

1.2. Calidad de la democracia y democracia interna……..………………….……..24

1.2.1 Democracia de calidad…………………………………….…….……26

1.2.2 Democracia interna…………………………….……………………..29

1.3. Elementos democráticos en la selección de candidatos…………...….…….....32

Capítulo 2. Estrategias de selección de candidatos: Dimensiones e indicadores……..........41

2.1 Autonomía partidista en el proceso de selección de candidatos………….........44

2.2 Acceso a las candidaturas e inclusión del electorado……………………….….46

2.3 Estrategias electorales al interior de los partidos……………………………....48

2.4 Competitividad y descentralización en las estrategias de selección de


candidatos…………………………………………………………………………………..51

2.4.1 Competitividad……………………………………………………….52

2.4.2 Descentralización………………………………………….………….53

2.4.3 De las características democráticas ideales de la selección de


candidatos…...……………………………………………………………………...57
Capítulo 3. El desarrollo del sistema de partidos y la selección de candidatos en
México…………………………………………………………………………………...…59

3.1 El sistema de partidos durante el periodo hegemónico…………………...……60

3.1.1 Tipología de los mecanismos de sucesión……………………….…...62

3.1.2 El fin del partido hegemónico en México……………………………66

3.2 El sistema de partidos durante el proceso de democratización………………...67

3.2.1 Transición continua y consolidación consensual…...…………….…..68

3.2.2 Selección de candidatos en el periodo de consolidación………..……73

3.3 Descentralización a nivel subnacional en el sistema de partidos…………....…76

3.3.1 La alternancia a nivel subnacional……………………….…………...78

Capítulo 4. Estrategias de selección de candidatos para el gobierno del estado de Yucatán


en el periodo 2001-2012…………………………………………………………………....80

4.1 Elecciones estatales a partir de la alternancia………………………………….81

4.2 Nivel de intervención de organismos electorales en la selección de candidatos.84

4.3 Nivel de inclusión partidista en los mecanismos de selección………………....90

4.3.1 Mecanismos de selección del PAN…………………………..………91

4.3.2 Mecanismos de selección del PRI…………………………………....98

4.4 Estrategias electorales y selección de candidatos……………………….…….104

4.4.1 Estrategias electorales panistas…………….………………………..105

4.4.2 Estrategias electorales priistas………………………………………107

Consideraciones finales…………………………………………………………………...115

Bibliografía……………………………………………………………………………….124
LISTA DE GRÁFICAS.

Gráfica 1. Hacia una definición de la democracia………………………………….….40

Gráfica 2. Estrategias de selección de candidatos: Dimensiones…………………..….43

Gráfica 3. Estrategias de selección de candidatos: Dimensiones e indicadores……….51

Gráfica 4. Resultados electorales para gobernador del estado de Yucatán: 1995-


2012………..……………………………………………………………….83

LISTA DE TABLAS.

Tabla 1. Nivel de autonomía partidista………………………………………………46

Tabla 2. Nivel de inclusión en las precandidaturas……………….…………………47

Tabla 3. Nivel de inclusión del electorado…………………………..………………48

Tabla 4. Nivel de intervención de los liderazgos regionales………………...………50

Tabla 5. Nivel de control partidista del conflicto……………………………………51

Tabla 6. Porcentaje de votación obtenido por candidato en las elecciones para


gobernador de Yucatán 1995-2012…………………………………………84

Tabla 7. Nivel de autonomía partidista en Yucatán…………………………….……90

Tabla 8. Nivel de acceso a las candidaturas PAN…………….……………………..92

Tabla 9. Nivel de inclusión del electorado en los mecanismos de selección del


PAN……………………………………………………………………...…98

Tabla 10. Nivel de acceso a las candidaturas PRI…………………………………….98

Tabla 11. Nivel de inclusión del electorado en los mecanismos de selección del
PRI……………………………………………………………………...…103
Tabla 12. Nivel de intervención de liderazgos regionales en selección de candidatos
panista………………………………………………………….………….106

Tabla 13. Nivel de control partidista del conflicto en el PAN…………………….…106

Tabla 14. Nivel de intervención de liderazgos regionales en selección de candidatos


priista……………………………………………………………………...111

Tabla 15. Nivel de control partidista del conflicto en el PRI………………………..112

Tabla 16. Nivel de acceso a las candidaturas: PAN y PRI…………………………..112

Tabla 17. Nivel de inclusión del electorado en los mecanismos de selección: PAN y
PRI……………………………………………………………………...…113

Tabla 18. Nivel de intervención de liderazgos regionales en selección de candidatos:


PAN y PRI……………………………………………………………...…114

Tabla 19. Nivel de control partidista del conflicto: PAN y PRI…………………..…114

LISTA DE ABREVIATURAS.

CDE Comité Directivo Estatal.

CEN Comité Ejecutivo Nacional.

CNC Confederación Nacional Campesina.

CNOP Confederación Nacional de Organizaciones Populares.

Cofipe Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales.

CTM Confederación de Trabajadores de México.

FUTV Frente Único de Trabajadores del Volante.

IEEY Instituto Electoral del Estado de Yucatán.


IFE Instituto Federal Electoral.

Ipepac Instituto de Procedimientos Electorales y Participación Ciudadana.

LIPEEY Ley de Instituciones y Procedimientos Electorales del Estado de Yucatán.

PAN Partido Acción Nacional.

PRD Partido de la Revolución Democrática.

PRI Partido Revolucionario Institucional.

SEGOB Secretaría de Gobernación.

SHCP Secretaría de Hacienda y Crédito Público.

SNTE Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación.

SPP Secretaría de Programación y Presupuesto.

TEPJF Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.

TRIFE Tribunal Federal Electoral.


RESUMEN.

El presente trabajo de investigación es un análisis sobre las estrategias de selección de


candidatos realizadas por los principales partidos políticos con miras a las elecciones para
la gubernatura de Yucatán durante el periodo 2001-2012, con el propósito de explorar una
serie de elementos de carácter legal, partidista y estratégico-electoral a través del concepto
de democracia interna. Las estrategias de selección de candidatos se concentran
básicamente en aspectos relacionados con las propiedades de la competencia intrapartidista,
las técnicas y los procedimientos implementados en torno a la postulación de un candidato.
Esta postura, permite presentar el comportamiento de los partidos políticos sobre los
procesos de selección de candidatos como parte de una estrategia que responde a las
condiciones del contexto institucional y a las características de sus liderazgos individuales.
El principal hallazgo de la tesis sostiene que el alto nivel de competitividad interna condujo
a los principales partidos políticos yucatecos a adaptar sus estrategias de selección de
candidatos para aspirar a la gubernatura mediante un proceso de recentralización
subnacional. Esto significa que la presencia de la competitividad en la selección de
candidatos llevó a las élites dirigentes de las organizaciones partidistas a manejar la
posibilidad de intervenir en los procesos o abrirlos a sus militantes, dependiendo de sus
posibilidades efectivas de acceder al poder. En síntesis, lo anterior indica que la
descentralización del proceso de selección de candidatos a nivel subnacional en México no
implicó necesariamente una mayor inclusión de los miembros en la toma de decisiones
relacionadas con dicho proceso.
ABSTRACT.

This thesis is an analysis of candidate selection strategies undertaken by the major political
parties prior to the elections for the governorship of Yucatan during the period 2001-2012,
in order to explore a number of elements of a legal, and strategic-electoral party through the
concept of internal democracy. The candidate selection strategies focus primarily on issues
related to intra-party competition properties, techniques and procedures in place regarding
the nomination of a candidate. This position allows exhibit the behavior of political parties
about candidate selection process as part of a strategy that meets the requirements of the
institutional context and the characteristics of their individual leaders. The main finding of
the thesis is that the high level of internal competition led to major political parties Yucatán
to adapt their candidate selection strategies to run for the governorship by a process of
subnational recentralization. This means that the presence of competition in the candidate
selection led to the ruling elites of the party organizations to handle the possibility of
intervening in the process or open to its members, depending on their actual possibilities of
access to power. In summary, this suggests that decentralization of candidate selection
process at the subnational level in Mexico does not necessarily imply greater inclusion of
members in decision-making related to the process.
Introducción.

El presente trabajo de investigación es un análisis sobre las estrategias de selección de


candidatos realizadas por los principales partidos políticos con miras a las elecciones para
la gubernatura de Yucatán durante el periodo 2001-2012, con el propósito de explorar una
serie de elementos relacionados con el concepto de democracia interna. Las estrategias de
selección de candidatos son un conjunto de decisiones de carácter legal, partidista y
estratégico electoral que convergen en torno al mecanismo empleado para elegir candidatos
a un cargo de representación popular; en consecuencia, las estrategias de selección que
conforman el proceso preelectoral se ponen de manifiesto una vez que se ha llevado a la
práctica un mecanismo 1 determinado (Freidenberg, 2010).

En años recientes, la selección de candidatos ha adquirido una importancia creciente en


países de América Latina y otras partes del mundo que se encuentran en proceso de
democratización (Freidenberg, 2003). La demanda de estas sociedades por mayores niveles
de pluralismo político ha representado un verdadero desafío para los partidos de la
actualidad. En el caso de México, “los cambios en la manera de seleccionar candidatos
fueron de la mano de las transformaciones ocurridas en el nivel de competitividad en el
sistema de partidos” (Freidenberg, 2010: 2). El incremento de los niveles de competitividad
en el sistema de partidos representó el paso de un modelo hegemónico no competitivo a
otro de carácter democrático.

Durante la etapa del sistema de partido hegemónico (Sartori, 2000), en el país se realizaban
elecciones de manera periódica entre partidos que competían en condiciones de clara
desigualdad y falta de transparencia. Los procesos electorales no ponían en juego el control
del poder, pero permitían la legitimación del predominante Partido Revolucionario
Institucional (PRI). En este escenario altamente centralizado, la competencia por los
puestos de elección popular no ocurría entre los partidos políticos sino al interior del PRI.
Las nominaciones de las candidaturas se realizaban a través de la designación directa por

1
El estudio de Freidenberg (2010) destaca que los principales mecanismos de selección de candidatos en
México son: elección interna abierta y/o cerrada, convención, encuestas, dedazo por un líder (designación
directa), junta de notables y autonominación (2010: 4).

1
parte del presidente de la república y obedecían principalmente a la lógica de las relaciones
coyunturales del titular del ejecutivo federal con las distintas camarillas y sectores sociales
del PRI. En consecuencia, debido a la verticalidad del modelo hegemónico, “el mismo
sistema se reproduce a nivel local, en donde los gobernadores influyen de manera
determinante en la designación de los diputados y los presidentes municipales” (Reynoso,
1998: 166).

A partir de la década de los noventa el sistema de partidos experimenta importantes


cambios con la presencia de la competitividad, cuya expresión tangible es la alternancia.
Desde una perspectiva procedimental, la alternancia en las elecciones presidenciales del
año 2000 constituye la instauración de un sistema de partidos democrático 2. En ese sentido,
aspectos de carácter intrapartidista como la selección de candidatos entraron en un proceso
de descentralización que se orientó en una mayor importancia política del nivel subnacional
(Langston, 2008).

Esta nueva condición de las entidades federativas se refleja en el activo papel que han
desempeñado los gobernadores en los procesos electorales posteriores al año 2000, tanto a
nivel estatal como federal. Sin embargo, en términos generales “poco sabemos de la forma
en que los mayores niveles de competencia electoral han transformado la organización
interna de los tres principales partidos de México” (Langston, 2008: 458).

El presente planteamiento considera que una forma de aproximarse al problema es


analizando si la competitividad interpartidista –como principal indicador de la democracia
mexicana- ha sido capaz de generar prácticas competitivas intrapartidistas. Asimismo,
tomando en cuenta la creciente relevancia del ámbito subnacional que resulta del proceso
de descentralización, es idóneo observar el desarrollo de este fenómeno a nivel estatal.
Destaco el anterior par de elementos con el propósito de incorporar esta investigación al
debate con aquel segmento de la literatura cuya perspectiva de análisis sostiene que “las
cuestiones de la democracia mexicana no radican en la actualidad ni en la instauración ni en

2
Esta afirmación considera que en un sistema de partidos altamente centralizado el poder recae de manera
predominante en un solo depositario, que en el caso mexicano es el presidente de la república. Por ese motivo,
la figura presidencial representa el elemento de mayor importancia durante el proceso de democratización.

2
la consolidación democrática sino que atañen al mejoramiento de la calidad democrática”
(Russo, 2010: 429).

En un entorno democrático de alta competitividad, los partidos políticos buscan con mayor
apremio la legitimidad de sus prácticas y procedimientos internos ante la opinión popular
destacando de manera notoria la selección de candidatos. Este aspecto juega un doble papel
en el caso mexicano: por un lado, forma parte importante del proceso de democratización;
por otro lado, también es un indicador indiscutible de la calidad democrática respecto a los
derechos políticos individuales de votar y ser votado. Entonces, un análisis integral deberá
considerar ambos aspectos del asunto y ocuparse de: 1) enmarcar la selección de candidatos
en el proceso de democratización del sistema de partidos a través de una perspectiva
histórica y 2) atender los niveles de calidad de la democracia que registra la selección de
candidatos al interior de los partidos políticos, por medio de un caso empírico.

El análisis de la presente investigación se justifica a partir de un par de elementos


relacionados con la forma de abordar los procesos de selección de candidatos. En primer
lugar, los estudios empíricos sobre la selección de candidatos a menudo se concentran en el
desarrollo de un sólo proceso electoral y suelen dejar de lado los antecedentes del
fenómeno, lo cual, indirectamente contribuye reforzar la impresión de que el tema referido
es un caso que ocurre en el vacío, de manera aislada. Una manera de contrarrestar esta
situación es a través de la consideración del entorno 3, que facilita la ubicación del problema
de investigación a lo largo de un mayor periodo y toma en cuenta los antecedentes del caso
que permiten recurrir a la comparación y contrastación a través del análisis de distintos
procesos de selección de candidatos.

En segunda instancia, los estudios a nivel teórico sobre selección de candidatos


comúnmente se concentran en un par de cuestiones, a saber, el acceso de los miembros
partidistas a las candidaturas y el tipo de mecanismo de elección empleado para la selección
del candidato. Al respecto, considero adecuado destacar que ambos aspectos son, en efecto,

3
De acuerdo con Panebianco, el entorno de los partidos incluye dos aspectos: las constricciones
institucionales y los escenarios. Las primeras se refieren a “aquellos factores, relativamente estables, que
estructuran los escenarios en que operan los partidos, y es por esta vía como influyen sobre la organización”
(1990: 390); por su parte, los segundos “representan las distintas mesas de juego en las que el partido
participa y de las que extrae, en una cuantía proporcional al resultado de los distintos juegos, los recursos
necesarios para su funcionamiento” (1990: 394).

3
los más sobresalientes en el proceso de selección, pero resulta igualmente importante
establecer que no son los únicos elementos involucrados en un tema tan complejo.

Un camino para evitar caer en los posibles sesgos de los enfoques mencionados es a través
del análisis de las estrategias de selección de candidatos. Dichas estrategias de selección
favorecen una perspectiva integral de los procesos intrapartidistas relacionados con la
postulación de candidatos a cargos de elección popular y pretenden reflejar de manera
significativa el tipo de vínculo que existe en la relación de los partidos con el Estado, con la
sociedad civil y los que tienen lugar entre los miembros de un mismo partido.

La consideración de estos aspectos persigue evitar caer en el error frecuente de reducir el


tema al estudio de los mecanismo de selección desde un entorno atomizado, y en cambio,
propone tomar en cuenta tres dimensiones del problema y analizarlas a lo largo de distintos
procesos preelectorales: 1) la dimensión legal, a través de la relación de los partidos con los
organismos electorales; 2) la dimensión partidista, atendiendo la relación de los partidos
con sus precandidatos y el electorado; y 3) la dimensión estratégico electoral, por medio del
estudio de la relación entre los miembros de un mismo partido. Estas dimensiones de
análisis son el resultado de las principales consideraciones realizadas en torno al tema de la
selección de candidatos (Freidenberg, 2010; Hazan y Rahat, 2009; Field y Siavelis, 2009),
y suponen “que la manera en que se elige a un candidato puede ayudar a conocer los
niveles de democracia interna de un partido” (Freidenberg, 2003: 10).

Siguiendo a Field y Siavelis (2009: 65), hay seis aspectos clave cuyo análisis contribuye a
proporcionar elementos comparativos sobre el proceso de selección de candidatos:

1) El grado de regulación legal o control privado que ejercen los mismos partidos
sobre el proceso.

2) Los requisitos para las candidaturas.

3) El grado de centralización versus el grado de descentralización del proceso.

4) Inclusividad del proceso y el grado de participación en éste.

5) El sistema de votación o nombramiento utilizado para elegir a los candidatos.

4
6) El grado en que el proceso está institucionalizado u orientado por el patronazgo.

Las estrategias de selección de candidatos comprenden a través de sus vertientes la mayoría


de los temas arriba señalados, y también favorecen el análisis de los distintos niveles de
calidad democrática al interior de las organizaciones partidistas. Estas condiciones hacen
posible establecer un tipo de relación determinada entre ambas variables; dicho en otras
palabras “la evaluación de los métodos de selección de candidatos y democracia interna
pueden darse mediante la configuración de diversos indicadores que permitan hablar del
grado de participación democrática que se desarrolla en dichos procesos” (Alarcón, 2009:
134).

De acuerdo con los anteriores elementos, el objetivo de esta investigación consiste en


conocer de qué manera la democracia interna ha afectado las estrategias de selección de
candidatos en Yucatán. Esto se pretende conseguir a través de la satisfacción de los
siguientes objetivos específicos.

1.- Explorar la relación conceptual entre la democracia interna y la selección de candidatos,


y describir las principales dimensiones de estudio sobre el tema.

2.- Identificar las estrategias de selección de candidatos de los principales partidos en los
procesos preelectorales por la gubernatura de Yucatán en 2001, 2007 y 2012.

Los objetivos planteados buscan dar respuesta a las siguientes preguntas:

1. ¿Cuáles son las principales características de la relación entre la democracia interna


y la selección de candidatos?

2. ¿Qué nivel de democracia interna presentan las estrategias de selección de


candidatos de los principales partidos políticos en Yucatán durante la etapa
competitiva?

El principal hallazgo de la tesis sostiene que el entorno de alta competitividad interna


condujo a los principales partidos políticos yucatecos a adaptar sus estrategias de selección
de candidatos a la gubernatura mediante un proceso de recentralización subnacional. Esto
es, la descentralización del sistema de partidos nacional provocó que los partidos estatales

5
reaccionaran a su nuevo papel de mayor importancia política reproduciendo las mismas
estructuras verticales de organización. La presencia de la competitividad en la selección de
candidatos para la gubernatura llevó a las élites dirigentes de los principales partidos a
manejar la posibilidad de intervenir en los procesos o abrirlos a sus militantes, dependiendo
de sus posibilidades efectivas de acceder al poder. En síntesis, lo anterior permite
argumentar que la descentralización del proceso de selección de candidatos no implica
necesariamente una mayor inclusión de los miembros en la toma de decisiones relacionadas
con dicho proceso.

Como puede verse, las estrategias de selección de candidatos se concentran básicamente en


aspectos relacionados con las propiedades de la competencia intrapartidista, las técnicas y
los procedimientos implementados en torno a la postulación de un candidato. En ese
sentido, resulta importante destacar que esta investigación se apoya en el enfoque
neoinstitucionalista para abordar su objeto de estudio. Esta postura me permitirá presentar
el comportamiento de los partidos políticos sobre los procesos de selección de candidatos
como parte de una estrategia que responde a las condiciones del contexto institucional y a
las características de sus liderazgos.

En consecuencia, el concepto de democracia interna está basado en una concepción


específica de la democracia. Por lo tanto, la democracia interna se concibe como un
procedimiento que mediante mecanismos electivos permite la participación de los
militantes en la toma de decisiones del partido (Freidenberg, 2009). En ese sentido, la
democracia interna es una propiedad o atributo de los procesos intrapartidistas y no al
revés. Por esa razón planteo las estrategias de selección de candidatos como una variable
dependiente, tomando en cuenta que “dados los efectos significativos de los procedimientos
de selección de candidatos necesitamos entender mejor qué cosas inciden sobre su
adopción” (Field y Siavelis, 2009: 68).

Para estudiar la democracia interna en las estrategias de selección de candidatos tal como se
pretende en esta investigación, se requiere hacer las siguientes precisiones:

a) Aquí he mencionado que durante el proceso de democratización la atención en los


partidos políticos se ha centrado en buena medida en sus procesos internos,

6
destacando de manera predominante los mecanismos de selección de candidatos.
Sin embargo, resulta importante subrayar que la selección de candidatos es uno de
los aspectos de la democracia interna, pero no el único. La democracia interna
también incluye otros temas como la fiscalización de los gastos de precampaña, el
acceso a los medios de comunicación por parte de los precandidatos y los
lineamientos programáticos del partido, entre otros.

b) El estudio de las estrategias de selección de candidatos a nivel subnacional se


inscribe en el caso específico del proceso de democratización en México. La
elección de un caso empírico a nivel subnacional en un entorno democrático que
inició su etapa de transición con la competitividad en el sistema de partidos y
empezó a consolidarse a partir de la alternancia sugiere que la entidad federativa a
estudiar cuente con esas características. Por esa razón presento el caso de Yucatán,
cuyo sistema de partidos ha sido claramente competitivo desde la década de los
noventa y en el que se han registrado resultados de alternancia durante las
elecciones de 2001 y 2007, es decir, a partir de la instauración del modelo
democrático en el sistema de partidos nacional.

Aunado a lo anterior, la doble alternancia en Yucatán permite considerar un


fenómeno particular en el ámbito subnacional mexicano, a saber, el regreso del PRI
al poder estatal después de un periodo como partido de oposición. Esta condición
que presenta la entidad peninsular a partir de 2007 se registró previamente en las
elecciones de 1998 en Chihuahua, en Nuevo León durante 2003 y en Nayarit en el
2005. En perspectiva, tal situación muestra un cambio estratégico por parte del PRI
que contribuyó a su adaptación al nuevo entorno democrático.

c) El estudio sobre Yucatán incluye únicamente el comportamiento de los principales


partidos políticos, en este caso son el PRI y el Partido Acción Nacional (PAN). Es
así porque son quienes han protagonizado de manera directa los procesos electorales
que registran los más altos niveles de competitividad. De acuerdo con Russo (2010)
una forma de identificar los niveles de competitividad en un sistema de partidos
subnacional es considerando la distancia entre el primer y el segundo lugar; la

7
competitividad será baja cuando la diferencia sea mayor a los 15 puntos
porcentuales y haya ausencia de alternancia.

La investigación está dividida en cuatro capítulos. En el primero se llega a un modelo


teórico sobre los conceptos de democracia interna y selección de candidatos, los cuales, en
primera instancia, son subtemas que provienen de un mismo ámbito de discusión. La
democracia interna no se entiende sin considerar el concepto de democracia de calidad. La
dimensión sustantiva que mide la calidad de la democracia se encuentra relacionada
directamente con la promoción de los derechos políticos y civiles en torno al acceso a las
candidaturas y al proceso de votación interna (Morlino, 2005); estos aspectos democráticos
de carácter intrapartidista convergen en la selección de candidatos. Los valores de inclusión
y pluralismo político que persigue la selección de candidatos refleja la influencia de la
democracia interna en sus procesos.

El segundo capítulo presenta una propuesta para medir los niveles de democracia interna en
las estrategias de selección de candidatos. Para esto, desarrolla tres dimensiones con sus
respectivos indicadores, en los cuales, puede hallarse la presencia de valores provenientes
de un entorno de democracia interna. El tercer capítulo presenta los tipos de mecanismo de
selección de candidatos que prevalecieron en las distintas etapas de desarrollo del sistema
de partidos en México. Aquí encontramos los antecedentes de la selección de candidatos a
nivel nacional y los cambios que se expresan en este proceso a través los periodos de
hegemonía, transición y consolidación democrática.

El cuarto capítulo quiere explicar las condiciones de las estrategias de selección de


candidatos a nivel subnacional a través del concepto de democracia interna. Para esto,
presento el proceso de selección de candidatos efectuado por los principales partidos
locales para la gubernatura de Yucatán. El caso de las alternancias de 2001 y 2007 en
Yucatán expresa los altos niveles de competitividad electoral y refleja el proceso de
descentralización federal. Sin embargo, paradójicamente la influencia de la democracia
interna en las estrategias de selección de candidatos no produce necesariamente mayores
valores democráticos en los procesos, lo cual se expresa particularmente en la selección de
candidatos en 2012.

8
A doce años de distancia de la alternancia en la presidencia de México, la sociedad civil
busca explicarse los saldos del anhelado cambio político. La posibilidad real de disputar el
poder mediante la vía electoral provocó que los votantes prestaran mayor atención a los
distintos candidatos que piden su apoyo, y a las formas en las que se dirigen a ellos. En
consecuencia, el electorado mexicano se hizo más crítico del comportamiento partidista.
Uno de los cuestionamientos recurrentes ha girado en torno al perfil y a las capacidades de
gobernar por parte de los candidatos a puestos de elección popular que presentan las
organizaciones partidistas. Bajo esa coyuntura, la selección de candidatos resulta un tema
de estudio importante porque dicho procedimiento partidista restringe de manera
significativa las opciones del electorado a pronunciarse por la candidatura que ellos
consideren que representa mejor sus intereses políticos. Por ese motivo, las distintas etapas
del proceso y los métodos que guían la decisión de seleccionar un candidato necesitan ser
explicados. Este trabajo se propone hacerlo apoyado en criterios de carácter sociológico
que impriman un matiz al análisis y faciliten la interpretación de los fenómenos de orden
político.

Recolección de datos.

El trabajo de campo fue realizado en los meses de octubre-noviembre de 2011 y enero de


2012 en el estado de Yucatán. Durante este tiempo realicé una revisión hemerográfica de
los principales periódicos de la entidad (Diario de Yucatán y Por Esto!) y de circulación
nacional (La Jornada, El Universal), con el propósito de reconstruir los procesos internos
de selección de candidato a la gubernatura de Yucatán realizados por parte de los partidos
más competitivos durante las elecciones de 2001, 2007 y 2012. Asimismo, se realizaron 9
entrevistas a dirigentes partidistas, precandidatos, consejeros electorales, militantes e
informante clave, cuya información contribuyó de manera importante a una mejor
comprensión de los temas analizados. El cotejo de las publicaciones de prensa y las
opiniones de especialistas y protagonistas de los hechos analizados me permitieron un
amplio campo de comparación así como la incorporación de elementos no considerados
inicialmente.

9
Capítulo 1. Democracia interna y selección de candidatos.

El objetivo del presente capítulo consiste en proporcionar un marco de análisis que


contribuya a identificar aquellos elementos de la democracia interna que influyen en los
procesos de selección de candidatos. Con este propósito, desarrollaré tres apartados que me
permitan abordar los principales aspectos involucrados en el tema y que, en suma,
destaquen lo siguiente: 1) las principales características de la organización interna
partidista; 2) la definición de la democracia interna como un concepto útil para medir los
distintos niveles de calidad democrática intrapartidista; y 3) la evaluación del proceso de
selección de candidatos desde una perspectiva de democracia interna.

El apartado uno es una aproximación a la teoría sobre la composición interna de los


partidos; su contenido expone elementos generales sobre la estructura partidista y subraya
que el desarrollo de esas organizaciones forma parte de un proceso histórico en el que
convergen distintas interpretaciones sobre la democracia. Considerando los temas de la
literatura especializada que favorecen un análisis de tipo sociológico sobre los fenómenos
políticos, aquí se abordan aspectos como la conformación de la organización partidista y la
jerarquización de sus miembros (Duverger, 1984), el comportamiento de los líderes
(Michels, 1983; Panebianco, 1990), y la relación de los partidos con la sociedad civil y el
Estado (Katz y Mair, 2004).

Partiendo de lo expuesto anteriormente, el segundo apartado se ocupa de presentar


elementos que permitan llegar a una definición de democracia acorde con el debate actual y
que contribuya a establecer las implicaciones de la calidad democrática sobre la democracia
interna. Una de las propuestas que ha originado una serie de discusiones sobre la condición
actual del comportamiento de los partidos políticos en un entorno democrático es el trabajo
de Morlino (2005) sobre el concepto de calidad democrática. A raíz de las consideraciones
sobre las características sustantivas de la calidad de la democracia (Morlino, 2005), el
concepto de democracia interna (Freidenberg, 2009) aparece como una consecuencia casi
natural de la perspectiva actual sobre la relación de los partidos con la democracia.

10
Por último, el tercer apartado aborda de manera directa la selección de candidatos a través
del concepto de democracia interna. Aquí presento el modelo de análisis proporcionado por
Hazan y Rahat (2009) que discute la importancia de la selección de candidatos en las
investigaciones sobre democracia interna partidista, expone los factores que convergen en
torno a la selección de candidatos y señala cómo dichos factores se relacionan con
determinados valores democráticos como la inclusión, la representación, la participación y
la descentralización.

1.1 Partidos políticos y democracia.

Los partidos políticos y la democracia son conceptos que aparecen ligados en el análisis de
la política moderna; los partidos son actores imprescindibles en el modelo democrático y de
igual manera, la democracia impone márgenes de acción a las maniobras partidistas. Existe
un número importante de investigaciones que dan cuenta de los principales elementos de
análisis de los partidos políticos en un marco democrático (Michels, 1983; Duverger, 1984;
Panebianco, 1990; Katz y Mair, 2004) y que representan un importante referente a
considerar antes de emprender un análisis enfocado de manera directa en los niveles de
democracia al interior de las organizaciones partidistas.

Entre los temas que destaca la teoría de partidos, se encuentran una serie de discusiones
relacionadas con las formas y tendencias generales del comportamiento partidista, las
cuales dan cuenta de la composición y la dinámica de estas organizaciones y en ese sentido,
contribuyen a una mejor comprensión de sus procesos de carácter interno. De manera
específica, hay tres temas que se relacionan con los propósitos de este trabajo y sobre los
cuales me concentraré en este apartado: la composición interna partidista, el
comportamiento de las élites dirigentes en un entorno democrático, y la relación de los
partidos con la sociedad civil y el Estado.

1.1.1 Composición interna partidista.

A mediados del siglo XX, Duverger (1984) indicaba en su trabajo sobre los partidos
políticos que la armazón de las organizaciones partidistas había sido transformada al menos

11
en dos ocasiones durante los últimos cincuenta años; en cambio, durante ese mismo periodo
la armazón del Estado dentro de las grandes naciones de la región occidental se había
conservado idéntica en sus líneas generales (Duverger, 1984).

De acuerdo con el autor, la armazón de las organizaciones partidistas “alcanza una gran
importancia; constituye el marco general de la actividad de los miembros, la forma
impuesta a su solidaridad; determina los mecanismos de selección de los dirigentes y los
poderes de éstos” (Duverger, 1984: 34). Según este planteamiento, dicha armazón es
susceptible de ser analizada a través de dos categorías: 1) naturaleza y 2) estructura. Ambas
categorías tienen el objeto de explicar las formas de integración partidista e intentan
responder a las cuestiones respecto a quiénes integran y cómo se organiza un partido.

En primer lugar, la naturaleza partidista está conformada por los individuos que participan
en calidad de miembros, sin embargo, el sentido y la importancia de este término dependen
en buena medida del partido en cuestión. Las variadas acepciones del término no aluden a
una diferencia de tamaño sino de organización partidista. Por ejemplo, aquellos partidos
que establecen criterios para la adhesión y realizan una medición continua de los registros
otorgan una membresía a sus afiliados la cual, entre otras cosas, ofrece maneras
cualitativamente distintas de ligarse al partido y permite distintos grados de intervención en
relación con otros partidos que no tienen un registro preciso de su padrón.

Duverger (1984) distingue tres categorías de miembros: electores, simpatizantes y


militantes. Los electores son una categoría fácilmente mensurable ya que se refiere a
aquellos que aportan su sufragio al partido. En cambio, el simpatizante es una noción más
vaga y compleja; son quienes manifiestan su acuerdo con el partido y reconocen su
preferencia política. Por último, el militante es un miembro activo del grupo, forma el
núcleo de base de cada grupo. La diferencia entre ellos consiste fundamentalmente en que
“cada categoría de miembro corresponde a un tipo de participación, caracterizado por su
calidad más que por su intensidad” (Duverger, 1984: 145). Una de las formas en las que se
expresa el tipo de participación partidista es a través del nivel de inclusión en el proceso de
selección de candidatos, aquellos procesos que aplican un mecanismo de elecciones
internas abiertas incluyen la participación de las tres categorías de miembros, en cambio, un

12
mecanismo de elecciones cerradas tiende a limitar la participación en el proceso a los
militantes.

Ahora bien, el comportamiento de los miembros se desarrolla a través de los márgenes que
permite la estructura partidista. La característica principal de la estructura de los partidos es
su heterogeneidad. La diferencia consiste en el tipo sociológico del partido en cuestión; por
ejemplo, no será igual la estructura de un partido burgués organizado en comités, a la
estructura de un partido socialista dirigido a las masas.

Duverger (1984) destaca la relación del partido con la sociedad civil para distinguir entre
dos tipos de estructura partidista: directa e indirecta. Se trata de una estructura directa
cuando el partido está constituido por individuos; en cambio, un partido con estructura
indirecta es aquel que se encuentra conformado por grupos y colectivos. En un partido con
estructura directa los precandidatos apoyan buscan apoyo en sus relaciones políticas con
líderes partidistas en cambio, en un partido con estructura indirecta las postulaciones a una
candidatura se realizan comúnmente a través de los sectores sociales o las corrientes
políticas del partido. De acuerdo con el tipo de estructura cada partido privilegia la
importancia de sus células componentes, es decir, sus elementos de base. La función de los
elementos de base que integran la compleja organización refleja que “un partido no es una
comunidad, sino un conjunto de comunidades, una reunión de pequeños grupos
diseminados a través del país” (Duverger, 1984: 47).

Duverger (1984) describe cuatro tipos de elementos base que regulan el comportamiento de
los miembros en la organización partidista: el comité, la sección, la célula y la milicia. El
comité está constituido por unos cuantos miembros, es un conjunto de notables, por ende
un grupo cerrado que no hace propaganda y cuya influencia se extiende a grandes zonas
geográficas. En cambio, la sección forma parte de un todo, no existe por separado, busca
egresar el máximo número de miembros y tiene una base geográfica limitada. Por su parte,
la célula se concentra en reunir a miembros del partido pertenecientes a un mismo lugar de
trabajo (fábrica, taller, oficina, etc…), posee mayor poder sobre sus miembros. Por último,
la milicia está conformada por miembros civiles organizados militarmente de manera
piramidal, con el objetivo de formar unidades mayores.

13
Aspectos como la membresía, el tipo de estructura y los elementos de base son categorías
de análisis que abarcan el diseño institucional partidista; en ese sentido, integran lo que
Duverger (1984) llamó la armazón de los partidos y representan los márgenes internos de
acción para los miembros. Sin embargo, para completar la armadura es necesario considerar
a un grupo de miembros que forma parte importante de la naturaleza partidista y destaca
por la importancia de sus acciones: las élites dirigentes.

1.1.2 Democracia y élites dirigentes.

El análisis sobre el comportamiento de las élites dirigentes constituye un claro reflejo de la


complicada vinculación entre los partidos políticos y la democracia. Sobre este tema, traeré
a colación un par de cuestiones que tienen el objeto de contribuir a caracterizar la relación
entre la democracia interna y los procesos de selección de candidatos: En primer lugar,
resulta necesario conocer por qué los partidos son y/o deben ser democráticos y, en segunda
instancia, es importante saber quién dirige tales organizaciones partidistas y cuál es su
papel en la toma de decisiones.

La primera cuestión ubica a los partidos en un entorno específico. Los partidos y la


democracia llevan una relación compleja en el terreno de la investigación, no como
abstracciones pares, sino complementarias. Es claro que la democracia requiere de partidos
políticos, y que los partidos modernos compiten en un ámbito democrático; pero de lo
anterior no deriva necesariamente que el comportamiento de las organizaciones partidistas
esté ceñido a los estándares democráticos. Veamos si hay fundamentos para esta
suposición.

El primer paso en tal dirección, consiste en entender el atractivo que tiene la democracia
para los partidos políticos. De acuerdo con Michels (1983) el modelo democrático
representa la oposición a un régimen político viejo y caduco; el autor sostiene que “en las
antípodas del principio monárquico –en teoría- está la democracia, que niega el derecho de
uno sobre los demás” (Michels, 1983: 47). Esta consideración implica un nuevo orden de
valores, ubicados en el extremo contrario a la forma más restringida de oligarquía fundada
en la voluntad de un solo individuo, la monarquía absoluta (Michels, 1983). En la
monarquía, Dios sirve como escudo del baluarte monárquico; en contraparte, la democracia

14
implica para los gobernantes apelar a la voluntad popular bajo un modelo que pugna por la
anulación de los privilegios de nacimiento y favorece la capacidad individual.

Según Michels “la vida de los partidos políticos, ya sea que se interesen principalmente en
la nación o en la política local, en teoría, debe demostrar necesariamente una tendencia aún
más fuerte hacia la democracia que la manifestada por el Estado” (1983: 48). Frente a este
panorama, la aristocracia adopta una forma democrática que le permite dirigirse a las masas
a través de un principio del cual reniega: el ámbito electoral. En ese entorno, el candidato
conservador disfraza sus costumbres aristocráticas con una apariencia democrática, lo cual,
provoca como consecuencia que la sustancia democrática se impregne de elementos
aristocráticos (Michels, 1983).

Entonces, la democracia representa el extremo político opuesto a lo viejo y lo caduco; en


ese contexto, se explica que el comportamiento de los partidos políticos modernos en su
búsqueda por el poder deba exhibir una tendencia democrática incluso mayor a la del
Estado. Sin embargo, la aristocracia se resiste a abandonar del todo sus viejas prácticas; en
lugar de una tendencia democrática partidista, el comportamiento de los partidos refleja una
tendencia oligárquica (Michels, 1983).

El aspecto externo democrático que caracteriza la vida partidista suele enmascarar los
propósitos oligárquicos de la organización; sobre este aspecto Michels (1983) considera
que “si queremos comprender esta tendencia, el mejor campo de observación nos lo ofrece
la estructura íntima de los partidos democráticos” (1983: 55-56). Al abordar el mismo tema,
Duverger (1984) también llega a conclusiones similares. El autor sostiene que la
democracia es la doctrina dominante de la época contemporánea, y en ese sentido, otorga
legitimidad al ejercicio del poder. Por esa razón “los partidos están tanto más obligados a
tenerla en cuenta puesto que actúan en el terreno político, donde la referencia a las
doctrinas democráticas es constante” (Duverger, 1984: 163-164). Esta explicación refuerza
el argumento de Michels (1983) sobre la insistente pretensión por parte de los partidos
políticos en darse una apariencia democrática, incluso superior a las expectativas planteadas
por el comportamiento del propio Estado.

15
Asimismo, Duverger (1984) sostiene que el comportamiento de los partidos políticos
presenta una tendencia autocrática. Cuando los partidos políticos intentan conseguir el
apoyo de las masas en un entorno democrático emplean una serie de “técnicas de
camuflaje”, las cuales, les permiten establecer un poder autocrático detrás de fórmulas
democráticas (Duverger, 1984). Una de los espacios en donde se expresa esta tendencia es
en la conformación de las dirigencias partidistas, cuya organización “tiende naturalmente a
tomar una forma oligárquica” (Duverger, 1984: 181). Lo anterior, nos lleva a atender la
segunda cuestión planteada al inicio del presente subapartado, relacionada con la dirección
de las organizaciones partidistas.

Según Michels (1983) el liderazgo en las organizaciones partidistas es una consecuencia de


la división social del trabajo. Esto es, en la medida que una organización se desarrolla, sus
tareas administrativas se tornan más complejas, numerosas y especializadas, lo cual,
conduce a la delegación de obligaciones y a la constitución de una burocracia jerárquica.
Debido a razones técnicas y prácticas, los miembros están imposibilitados para abarcar la
totalidad de la administración y se ven forzados a encargar dichas tareas a empleados que
gradualmente se convierten en líderes, en razón del papel que desempeñan. En este
contexto surge la figura del dirigente, cuya función consiste en ser el órgano ejecutor de las
instrucciones que recibe de la masa, de la que es su empleado. Empero, en la medida que
aumenta la magnitud de la organización partidista, la dependencia del jefe en relación con
los miembros se vuelve completamente ficticia.

En síntesis, Michels (1983) considera que el liderazgo al interior de los partidos políticos se
transforma en el gobierno de una oligarquía y en ese sentido, es incompatible con el ideal
democrático. Sobre este tema, es coincidente el argumento de Duverger (1984) quien
sostiene que la toma de decisiones implica una contradicción con los principios de la
democracia debido a que “en toda comunidad humana, la estructura del poder es el
resultado de un par de fuerzas antagónicas: las creencias por una parte; las necesidades
prácticas, por otra” (1984: 163). La argumentación de ambos autores pretende explicar la
ambigüedad en el comportamiento de los dirigentes en relación con el modelo democrático.

Con ese propósito, Duverger (1984) decide buscar la tendencia autocrática de los partidos
echando una mirada a su organización interior. Como parte del resultado, encuentra que las

16
dirigencias de los partidos constituyen un círculo interno conformado a través de métodos
autocráticos, pero que a la vez es legitimado mediante el empleo de fórmulas democráticas.
La tendencia autocrática surge tanto dentro como fuera de la élite dirigente. Al interior del
grupo de líderes, la tendencia tiene lugar al considerar la coexistencia de dos categorías de
dirigentes partidistas, a saber, los jefes reales y los jefes aparentes. Por lo general, los jefes
reales son designados o cooptados y ejercen el poder en la práctica, en cambio, los jefes
aparentes suelen ser elegidos y asumen un poder teórico. La función de los primeros
consiste en balancear la influencia de los segundos.

Una manera en la que se expresa la tendencia autocrática del círculo interno sobre la vida
partidista se halla en la postulación de sus representantes. Lo anterior implica que el círculo
interno puede administrar elementos democráticos al proceso de selección de candidatos
que realiza el partido, pero regulándolos de acuerdo con sus intereses estratégicos. Al
respecto, Duverger (1984) considera que “la presentación de los candidatos ocupa un lugar
de honor en la gama de las manipulaciones electorales” (1984: 171).

No obstante, la implementación de estas medidas simuladoras conlleva la posibilidad de


ciertos riesgos. En los casos que el candidato requiere la aprobación de los comités del
partido, el círculo interior desempeña un papel esencial en la designación de los candidatos;
sin embargo, cuando las elecciones internas son libres o existen candidatos con
personalidades más fuertes que los comités partidistas, entonces el reclutamiento ocurre
fuera del círculo interior y de la oligarquía del partido, con lo cual se hace posible la
circulación de las élites.

Sobre el tema de los grupos dirigentes, Panebianco (1990) analiza el papel de las élites
tomando en consideración las zonas de incertidumbre relacionadas con la búsqueda por el
poder y la estabilidad organizativa de las instituciones partidistas. De acuerdo con este
autor, los ámbitos que resultan imprevisibles para la organización constituyen zonas de
incertidumbre para los líderes partidistas; en consecuencia, aquellos dirigentes de partido
que controlan las zonas de incertidumbre disponen de un recurso utilizable en los juegos
internos de poder.

17
Panebianco (1990) identifica principalmente seis zonas de incertidumbre: la competencia,
las relaciones con el entorno, la comunicación, las reglas formales, la financiación y el
reclutamiento.

En primera instancia, la competencia hace referencia al saber especializado que se deriva de


la experiencia del líder en el manejo de las relaciones político-administrativas, internas y
externas. En esta zona “la amenaza de dimisión por parte de líderes de prestigio es una
típica modalidad a través de la cual aquella incertidumbre se explota como recurso de
poder” (Panebianco, 1990: 85).

De acuerdo con Panebianco (1990), la segunda y principal fuente de incertidumbre de toda


organización es el entorno. Esto es así porque “las organizaciones tienen casi siempre frente
a sí un mundo exterior sobre el que ejercen un control limitado y del que pueden surgir
retos devastadores” (1990: 85). En ese sentido, un mejor conocimiento sobre el entorno
implica un mayor control sobre esa importante zona.

La tercera zona de incertidumbre es la comunicación. Aquel que cuenta con la capacidad


para distribuir, manipular o suprimir información tiene en sus manos un recurso de la
mayor trascendencia en las relaciones de poder, en vista del control que ejerce sobre un
área fundamental de incertidumbre.

Las reglas formales representan la cuarta zona de incertidumbre. El establecimiento de las


reglas formales significa en primer establecer el ‘campo de juego’, es decir, el terreno en el
que se desarrollarán los conflictos, las negociaciones y los juegos de poder con otros
importantes actores de la organización. Asimismo, la selectividad de la aplicación de la
regla es comúnmente una expresión tangible de la capacidad de control sobre otros actores.

La quinta zona de incertidumbre es la financiación de los partidos. El dinero es un factor


indispensable para la vida y funcionamiento de los institutos partidistas; en ese sentido, se
entiende que “quien controla los canales a través de los cuales afluye el dinero que sirve
para financiar la organización, controla otro recurso vital” (Panebianco, 1990: 87).

18
La última zona de incertidumbre es el reclutamiento. Este recurso permite tomar control
sobre los criterios de admisión al partido, fijar los requisitos para acceder a las candidaturas
y decidir quién hará carrera en alguna de las ramas de la organización, entre otras cosas.

Ahora bien, la asociación de los individuos que toman el mando sobre el conjunto de las
zonas anteriormente mencionadas es lo que Panebianco (1990) denomina la coalición
dominante. En palabras del autor, “la coalición dominante de un partido está integrada por
aquellos actores, pertenezcan o no formalmente a la organización, que controlan las zonas
de incertidumbre más vitales” (Panebianco, 1990: 91). En síntesis, la coalición dominante
se trata de una junta de notables que se constituyen como líderes de un partido político en
virtud de la ventaja que poseen sobre determinados campos de acción que son relevantes
para el desarrollo de la organización. De acuerdo con Panebianco (1990), la coalición
dominante puede incluir liderazgos nacionales, intermedios y locales, según el espacio de
poder que se aborde.

La caracterización sobre el comportamiento de la oligarquía que realiza Michels (1983), así


como el círculo interno de Duverger (1984) y la coalición dominante de Panebianco (1990),
se concentran tanto en los elementos específicos de conducta interna como en los campos
de acción en los que se desenvuelven los líderes partidistas. No obstante, un punto en
común a destacar de las atribuciones del líder anteriormente referidas son: la predominancia
del factor interno partidista y el relevante papel que desempeñan los líderes en los procesos
de selección de candidatos, de manera directa y/o indirecta.

1.1.3 Modelos de partido y entorno democrático.

El desarrollo de los modelos de partido es un tema frecuente en la literatura sobre el análisis


de la democracia (Duverger, 1984; Panebianco, 1990). En su estudio sobre la relación entre
los modelos de partidos y la democracia de partidos, Katz y Mair (2004) sostienen que en
los trabajos previos sobre el particular predomina la visión “de que los partidos han de ser
clasificados y entendidos sobre la base de su relación con la sociedad civil” (Katz y Mair,
2004:9). A decir de estos autores, tal situación generó un par de tendencias: la primera
consiste en presentar el modelo de partido de masas como una especie de medida estándar y
punto de arranque de un sistema partidista; la segunda radica en subestimar las distintas

19
formas en que las diferencias entre partidos pueden ser entendidas en función de sus
relaciones con el Estado (Katz y Mair, 2004).

Katz y Mair (2004) consideran que ambas tendencias son erróneas y en cambio, sugieren de
manera enfática no perder de vista que los estudios sobre los modelos de partidos se
encuentran directamente vinculados a una concepción particular de la democracia. Su
propuesta es que la evolución partidista en las democracias occidentales es el reflejo de un
proceso dialéctico en el cual, cada nuevo tipo de partido estimula un nuevo desarrollo y así
sucesivamente. De acuerdo con los autores, la tendencia de los últimos años se expresa en
un par de supuestos: que existe “una simbiosis cada vez más estrecha entre los partidos y el
Estado, y que es ésta la que establece las condiciones para la emergencia de un nuevo tipo
de partido, que nosotros definimos como ‘el partido cartel’” (Katz y Mair, 2004: 10). Con
el objeto de explicar la relación de los partidos con el Estado y el surgimiento del partido
cartel, los autores formulan un esquema que caracteriza 4 estadios diferenciados del
desarrollo de los modelos de partido.

En la primera fase del esquema se encuentra el partido de élites. Este tipo de partido surge a
finales del siglo XIX y principios del XX, está basado en un sistema de sufragio de
requisitos limitativos y cuenta con otras restricciones políticas para los no propietarios. En
términos prácticos, es posible afirmar que no existía una clara separación entre la sociedad
civil y el Estado, ya que comúnmente tenía lugar una íntima relación entre aquellos
individuos con relevancia política en la sociedad civil y quienes ocupaban posiciones de
poder en el Estado. Por ende, los partidos eran organizaciones formadas básicamente por
aquellos grupos que en conjunto representaban ambas esferas políticas.

Posteriormente, procesos históricos como la industrialización y la urbanización provocaron


un incremento del número de personas que cumplían con los requisitos para votar, así como
un consecuente relajamiento de las medidas restrictivas en torno a este derecho. “En su
conjunto, todos estos procesos crearon una separación mucho más clara entre el Estado y lo
que era ya una parte mucho mayor de la sociedad civil políticamente relevante” (Katz y
Mair, 2004: 16), lo cual, paralelamente abrió lugar al surgimiento de un nuevo modelo de
partido, el partido de masas.

20
El partido de masas es el segundo estadio en las relaciones entre partidos, Estado y
sociedad civil (Katz y Mair, 2004). Este tipo de partido surge fundamentalmente a partir del
papel político más activo de la sociedad civil típicamente desposeída del derecho a voto; en
ese sentido, se propone sustituir la participación de calidad de los miembros notables que
suelen integrar los partidos de cuadros con otras características como la cantidad de sus
afiliados, una compleja estructura organizativa y una concepción fuerte de la cohesión de
partido.

Los partidos de masas fueron los primeros en atribuirse de manera explícita la


representación de los intereses de un sector específico de la sociedad. De esta manera,
consiguieron convertir la figura de la organización partidista en un foro por medio del cual
era posible articular los intereses políticos del grupo social al que aseguraba representar
(Katz y Mair, 2004). En síntesis, el surgimiento de este tipo de partido y la consolidación
del sufragio universal representaron en conjunto el vehículo adecuado para una nueva
definición de los ideales políticos respecto a la relación entre el partido, la sociedad civil y
el Estado.

En este contexto, el partido político adquiere un notable protagonismo. Participando como


vínculo entre la sociedad civil y el Estado, ha dejado de ser un tutor para convertirse en
delegado de la sociedad civil. A diferencia del partido de élites, la sociedad civil
característica del modelo de partido de masas es mucho más compleja y numerosa, por lo
tanto, su participación política implica un claro distanciamiento en relación a los intereses
del Estado. Aunado a lo anterior, la incorporación del voto directo en el sistema electoral
trajo consigo una redefinición de los alcances del voto, debido a que dejó de ser un derecho
reservado a unos pocos para convertirse en un instrumento “mediante el cual podía
exigírsele al gobierno que rindiera cuentas ante el pueblo” (Katz y Mair, 2004: 18).

No obstante, un nuevo tipo de desarrollo social condujo al ocaso del partido de masas. Katz
y Mair (2004) identifican de manera particular tres elementos que contribuyeron a este
fenómeno. El primero es el debilitamiento de las identidades colectivas, lo cual, dificultó a
los partidos la identificación de grupos tradicionales en el electorado y por ende, la
posibilidad de ofrecer proyectos políticos basados en intereses comunes. Segundo, la
intervención del Estado en tareas económicas y sociales que anteriormente formaban parte

21
de los programas electorales partidistas. Tercero, el desarrollo de los medios de
comunicación masivos permitió a los políticos dirigirse al electorado en su conjunto. La
suma de esto factores impulsó el surgimiento de un nuevo tipo de partido, el partido catch
all.

El catch all es el tercer modelo de la evolución partidista. Este tipo de partido acepta
militantes de todos los sectores donde los encuentra, realiza afiliaciones tomando en
consideración la afinidad programática de los ciudadanos, en vez de su identidad social.
Los líderes políticos del partido catch all se comunican con los votantes a través de
sistemas de comunicación masivos, en especial la televisión, en virtud de ser la fuente de
información política más extendida (Katz y Mair, 2004).

Durante el estadio catch all se modifica la relación entre los partidos y el Estado. Ya no se
trata del partido que representa los intereses de los sectores sociales frente al Estado, sino
de un partido intermediario entre los intereses de los electores y el Estado. Bajo esta
dinámica, los partidos mantienen su permanencia en el Estado debido a que presentan las
demandas de la sociedad ante la burocracia estatal y al mismo tiempo, componen esa
burocracia que defenderá sus políticas ante los ciudadanos. No obstante, precisamente
debido a su papel de intermediación, el modelo de partido catch all se separa por completo
de la sociedad civil: “desde esta perspectiva, la democracia se basa fundamentalmente en
las negociaciones y el encaje de intereses independientemente organizados” (Katz y Mair,
2004: 22).

Katz y Mair (2004) llaman la atención sobre el progresivo alejamiento de los partidos
respecto a su relación con la sociedad civil. A partir de la continuidad que presenta la
dinámica expuesta sobre los modelos de partido, los autores advierten que las
organizaciones partidistas se encaminan a formar parte del aparato mismo del Estado. Es
precisamente este elemento de mayor cercanía con el aparato estatal el que crea las
condiciones propicias para el surgimiento de un nuevo tipo de partido, ya que el acceso
continuo a los recursos estatales conduce al partido a establecer una creciente conexión de
dependencia con respecto a su principal fuente de financiamiento.

22
El partido cartel es el cuarto estadio del modelo de partidos que presentan Katz y Mair
(2004). Este tipo de partido se caracteriza particularmente “por la interpenetración entre el
partido y el Estado, y por un patrón de colusión inter-partidista” (Katz y Mair, 2004: 27); es
decir, el desarrollo del partido cartel se encuentra relacionado de manera importante no
únicamente con el sistema de partidos en su conjunto sino también con el perfil
organizativo de cada partido en específico.

En la dinámica del modelo de partido cartel la brecha entre ganadores y perdedores se ha


reducido significativamente; por ese motivo, casi todos los partidos tienen posibilidades de
gobernar y en consecuencia, formar parte del Estado desde el gobierno. Las condiciones del
sistema permiten que incluso aquellos partidos que no ganan elecciones garanticen su
permanencia mediante el acceso a las subvenciones estatales.

En el periodo del partido cartel, los partidos se encuentran cada vez más ligados al ámbito
estatal y su desempeño como canal de comunicación entre la sociedad civil y el Estado ha
dejado de ser efectivo. Los partidos ya no fungen como mediadores de los intereses del
electorado ante el Estado; en cambio, la sociedad civil se ve obligada a presentar sus
demandas al partido/Estado a través de grupos de interés. En este modelo de partido, “la
democracia reside en que las élites satisfagan las preferencias del público, y no en la
implicación pública en el proceso de formulación de las políticas” (Katz y Mair, 2004: 35).
Los partidos ya no son tutores, delegados o intermediarios de o para los votantes sino
asociaciones de profesionales completamente separadas de la sociedad civil.

Al igual que en los casos anteriores, el desarrollo del partido cartel no está exento de
contradicciones. Debido al debilitamiento de la distinción entre los partidos que están
‘dentro’ y los que están ‘fuera’ del Estado, la idea de la alternancia en el poder ha dejado de
ser un principio central. De esta manera, las posibilidades de que los electores puedan
castigar a los partidos se reducen de manera substancial debido a que la competencia
interpartidista queda contenida (Katz y Mair, 2004). El conjunto de éstos y otros elementos
terminarán por incidir en el surgimiento de un nuevo modelo de partido.

Como puede verse, el desarrollo del modelo de partidos que presentan Katz y Mair (2004)
se entrelaza con las diferentes perspectivas sobre la democracia que surgen de un entorno

23
social y político concreto. Bajo este planteamiento, la función de las elecciones constituye
ese vínculo entre los partidos políticos y la democracia, a la vez que define los alcances del
propio proceso.

La revisión expuesta en los subapartados previos establece un primer acercamiento a la


relación entre la selección de candidatos y la democracia interna. La selección de
candidatos es una facultad que pertenece a los partidos políticos, en ese sentido, dicho
proceso no puede entenderse en toda su complejidad sin antes considerar la estructura de la
que proviene y el comportamiento de los individuos que lo compone. Detrás de cada
candidatura existe una red de explicaciones que se apoyan de manera importante en la
forma de organización de un partido y en el comportamiento de su élite dirigente.

Asimismo, siguiendo el planteamiento de Katz y Mair (2004), la presente investigación


considera que los procesos de selección de candidatos se desarrollan bajo entornos
específicos de democracia interna. En consecuencia, es de suponer que las condiciones del
entorno establecidas por los partidos políticos –es decir, las constricciones institucionales y
los escenarios- influyen de manera importante en la planeación de cada proceso de
selección de candidatos; de la misma forma, el resultado de cada proceso de selección
interno afectará la conformación del posterior entorno democrático. Sin embargo, esta
investigación se refiere concretamente al análisis del primer punto, a saber, la influencia de
la democracia interna sobre la selección de candidatos.

De acuerdo con lo anterior, es posible sostener que una forma de establecer particularidades
entre los procesos internos de selección de candidatos es a través de la consideración de los
distintos niveles de democracia interna que presente cada uno de ellos. Ahora bien, hablar
de niveles distintos de democracia implica una cuestión de calidad. Veamos en qué medida
cabe esta posibilidad.

1.2 Calidad de la democracia y democracia interna.

En el apartado anterior he hecho referencia a la democracia en términos generales. No


obstante, en este punto de la discusión resulta necesario adoptar una postura específica

24
sobre dicho concepto. Una definición de la democracia siempre es una cuestión importante,
porque implica la consideración acerca de qué entendemos y cuáles son nuestras
expectativas acerca de ella. Al respecto, Giovanni Sartori (2007) advierte que el mundo del
ser y del deber ser no pueden estar desligados de una definición del concepto, porque la
combinación de ambas perspectivas considera el desnivel existente entre las aspiraciones
ideales y las condiciones reales de la experiencia democrática. De esta manera, la
democracia requiere de una definición que considere los aspectos prescriptivo y
descriptivo; es decir, que sea capaz de proporcionar un equilibrio entre los propósitos y las
verificaciones, entre los ideales y los hechos.

Aunado a lo anterior, el autor también se encarga de delimitar los alcances de la teorización


sobre el concepto al subrayar que la democracia debe entenderse en un sentido
preeminentemente político y como condición necesaria de cualquier otra referencia sobre el
término. Esto es evidente cuando señala: “si no existe la democracia en el sistema político,
las pequeñas democracias sociales y de fábrica corren el riesgo, a cada momento, de ser
destruidas o amordazadas. Por ello ‘democracia’ sin adjetivos se entiende como democracia
política” (Sartori, 2007: 27).

Diversas corrientes teóricas han formulado definiciones de democracia basadas en distintos


aspectos. Con ese propósito, los debates generados desde la perspectiva neoinstitucional
pasaron de distinguir entre modelos democráticos y no democráticos 1 a estudiar las
diferentes condiciones que presentan las democracias actuales. En ese sentido, es posible
sostener que dicha corriente de pensamiento contribuyó de manera importante a la
discusión actual al ofrecer una medida general de consenso sobre la democracia.

Como se sabe, el enfoque neoinstitucional concibe a la democracia como un método que


regula la lucha competitiva por el voto y que se concentra en los aspectos de tipo
procedimental 2. En ese sentido, considero que el énfasis en estos elementos resulta

1
Un ejemplo de esta discusión se encuentra en el artículo “¿Qué es y qué no es una democracia?” (1996) de
Schmitter y Lynn en: Diamond, Larry y Marc F. Plattner, El resurgimiento global de la democracia, México,
UNAM/IIS.
2
La definición representativa de esta corriente pertenece a Schumpeter, en ella considera que “el método
democrático es el acuerdo institucional para la toma de decisiones políticas donde los individuos adquieren el
poder de decisión mediante una lucha competitiva por el voto del pueblo” en: Schumpeter, Joseph (1971)
Capitalism, Socialism and Democracy. Nueva York, Harper.

25
especialmente útil para el presente análisis sobre democracia interna. Esto es así por las
siguientes razones:

El estudio de la democracia interna necesariamente debe partir del supuesto de que los
partidos en consideración efectivamente pertenecen a un régimen político democrático; de
otra manera, no tendría sentido hablar de democracia interna. En consecuencia, se requiere
establecer una serie de características que permitan afirmar la existencia de un entorno
democrático. Ante este panorama, la implementación de una definición procedimental de la
democracia permitiría sentar las condiciones básicas para plantear una discusión sobre
democracia interna. Dicha definición deberá considerar que la democracia es esencialmente
un concepto político y que el vínculo particular entre los partidos y la democracia son las
elecciones.

Otra ventaja que ofrece la corriente neoinstitucional es que favorece el análisis de modelos
democráticos que se encuentran en proceso de consolidación. En estos casos, buena parte
de las transformaciones políticas ocurren a nivel procedimental; un ejemplo de lo anterior
es el proceso de democratización mexicano, cuyas principales cambios han tenido lugar al
interior de las instituciones relacionadas con el sistema electoral y de partidos a partir del
arribo de la competitividad en la lucha por el voto.

Siguiendo a Sartori (2007), es posible distinguir que la definición procedimental de la


democracia se ocupa de las condiciones reales de la experiencia democrática, por lo tanto,
se mueve en un plano descriptivo. En ese sentido, dicha definición constituye en realidad
un punto de partida para abordar la democracia desde una perspectiva prescriptiva, la cual
incorpore las aspiraciones ideales que contribuyan a mantener un equilibrio entre el mundo
del ser y del deber ser.

1.2.1 Democracia de calidad.

Leonardo Morlino (2005) retoma la discusión emprendida por Sartori sobre la complejidad
de formular una definición de democracia. Con ese propósito, estructura un argumento que
le permite retomar algunas de las formulaciones de carácter empírico realizadas desde la
corriente neoinstitucionalista, reconocer la necesidad de una teoría descriptiva/prescriptiva

26
y afirmar la identificación de la libertad y la igualdad como los valores esenciales de la
democracia.

Morlino (2005) expone que las diferentes definiciones de democracia derivan de los
acentos que pone cada una de ellas en distintos aspectos y tendencias, las cuales pueden
privilegiar elementos de carácter general, procedimental, genético o normativo según el
caso. A partir de la consideración del extenso abanico de opciones a seguir, se hace factible
la formulación de una definición mínima de democracia “que indique cuáles son los pocos
aspectos, más inmediatamente controlables y esenciales a nivel empírico, que permiten
establecer un umbral por debajo del cual un régimen no puede considerarse democrático”
(Morlino, 2005: 42). Bajo esta perspectiva, la definición mínima considera como
democráticos los regímenes que presenten al menos: a) sufragio universal, masculino y
femenino; b) elecciones libres, competidas, periódicas, correctas; c) más de un partido, y d)
fuentes de información diferentes y alternas (Morlino, 2005).

Una vez que ha dado por descontado aquellos aspectos empíricos requeridos por la
definición mínima de democracia, Morlino (2005) procede a definir y establecer las
dimensiones que componen el análisis sobre la calidad de la democracia.

De este modo, entenderemos por democracia de calidad “aquel ordenamiento institucional


estable que mediante instituciones y mecanismos que funcionan correctamente realiza la
igualdad y la libertad de los ciudadanos” (Morlino, 2005: 260). A partir de esta definición,
surgen cinco dimensiones para el análisis empírico por medio de las cuáles es posible medir
los niveles de igualdad y libertad; éstas son las siguientes: 1) respeto a la ley, 2) rendición
de cuentas (vertical y horizontal), 3) reciprocidad, 4) respeto a los derechos y 5) ampliación
progresiva de la igualdad (Morlino, 2005: 261). Aunque el modelo concibe a las distintas
dimensiones como un todo integrado, el autor distingue entre ellas de acuerdo con sus
características; de esta manera, las primeras dos dimensiones de la definición son de
carácter procedimental, la tercera es de resultado y las últimas dos son sustantivas o de
contenido.

Como se ha visto, las dimensiones sustantivas carecerían de sentido sin una base
procedimental, en consecuencia, para la calidad democrática las dimensiones de mayor

27
importancia son las sustantivas (Morlino, 2005). Esto es así porque las dos dimensiones
sustantivas que “tienen que ver con la medida en que se realizan libertad e igualdad pueden
configurar diversos modelos de democracia de calidad” (Morlino, 2005: 283).

La cuarta dimensión de la calidad democrática describe los derechos políticos, civiles y


sociales. De ellos, me interesa en particular para los propósitos del presente texto el
conjunto de los derechos políticos, los cuales, comprenden: 1) el derecho de voto, 2) el
derecho de los líderes políticos de competir por el apoyo electoral y 3) la posibilidad de ser
electos a cargos públicos. Al respecto, Morlino (2005) sostiene que “un derecho de voto
incluso más amplio emergería si el ciudadano pudiese en elecciones primarias influir o
determinar las candidaturas electorales” (2005: 278).

No obstante el esbozo realizado sobre la calidad democrática de los derechos políticos


individuales frente a los partidos políticos, el autor detiene su análisis sobre el particular en
ese punto de la discusión. Esto se explica en buena medida porque el estudio de la calidad
democrática se concentra en abordar las relaciones entre candidatos y electores; entre
gobernantes y gobernados; o bien, entre instituciones del Estado –como lo sugiere la
rendición de cuentas horizontal-. Sin embargo, no es su propósito indagar de manera
exhaustiva sobre los procedimientos mediante los cuales los líderes políticos podrían
ejercer su derecho a competir por apoyo electoral y aspirar a la candidatura para un cargo
público, ya que tales acciones tienen lugar predominantemente al interior de los partidos
políticos.

Con todo, la propuesta de la calidad democrática establece una orientación para abordar los
procedimientos internos de los actores políticos al fijar la atención en los procesos de
reclutamiento de los partidos y considerar que la intervención ciudadana en la postulación
de candidaturas a través de la celebración de elecciones primarias implica un ejercicio más
amplio del derecho a votar y por consiguiente, una mayor calidad democrática. Lo anterior,
pone de manifiesto la necesidad de explorar el ámbito interno de los actores partidistas en
busca de más expresiones democráticas cualitativamente distintas, con el objeto de conocer
en profundidad las implicaciones de la calidad democrática sobre la democracia interna.

28
Como se observa en el modelo que presenta Morlino (2005), la definición mínima de
democracia establece los criterios para describir a nivel empírico aquellos casos que pueden
ser considerados como tales, pero también es el punto de partida para plantear un análisis
sobre la democracia ideal a través del concepto de democracia de calidad. En palabras del
propio autor, al emprender un estudio sobre la calidad democrática “se quiere considerar
precisamente cómo es posible, al menos en el papel, mejorar la realidad existente,
caracterizada por la prevalencia de democracias representativas cualitativamente distintas”
(Morlino, 2005: 262).

En síntesis, la definición mínima de democracia y la democracia de calidad son compatibles


con la perspectiva de análisis descriptivo/prescriptivo sugerida por Sartori (2007) debido a
que los términos son útiles a la propuesta del autor para: 1) establecer las condiciones reales
sobre las cuales partir y 2) explorar los distintos niveles de las aspiraciones democráticas
ideales.

1.2.2 Democracia interna.

Indagar acerca de las relaciones internas de los partidos políticos implica una serie de
dificultades objetivas respecto al acceso de datos empíricos sobre el tema.
Tradicionalmente, las prácticas intrapartidistas en el mundo de la política se habían
desarrollado lejos del interés y el escrutinio público. En la literatura, los procesos internos
de los partidos eran considerados una especie de “‘cajas negras’, en las que podía ocurrir
todo lo que uno se podría imaginar (o simplemente no ocurrir nada cual cáscaras vacías)”
(Freidenberg y Alcántara, 2009: 14).

Esa reticencia a mostrar el interior de sus estructuras, exhibida por parte de las
organizaciones políticas, se expresa en el debate que prevalece sobre el tema. Al respecto,
resulta importante considerar que la discusión en la que se inscribe el concepto de
democracia interna forma parte del análisis acerca de las facultades de organismos externos
y las características endógenas a considerar en el estudio sobre la participación de los
partidos políticos en un contexto democrático. En ese sentido, el punto de desacuerdo
inicial sobre el análisis de la democracia interna plantea una tensión entre autonomía y
dependencia partidista.

29
Desde una perspectiva ortodoxa, es posible sostener que los asuntos internos de los partidos
son una atribución exclusiva de los miembros que lo conforman y que la democracia no
debe buscarse en los eventos intrapartidistas, sino que tendría que limitarse a las relaciones
interpartidistas (Freidenberg y Alcántara, 2009). Esta postura estima que cualquier tipo de
injerencia externa mina la autonomía de los partidos. En contraparte, se encuentran los
argumentos a favor de la democracia interna, los cuales indican que ésta debe ser un fin en
sí mismo, debido a que propicia un incremento en la participación por parte de los
ciudadanos en los procesos internos partidistas, y contribuye a una mayor sistematización
de los procedimientos realizados por la clase política (Freidenberg, 2003).

El presente trabajo se inclina a favor de la segunda postura, tomando en consideración que


la democracia dentro de los Estados y dentro los partidos son aspectos complementarios
(Rahat, 2008). Los partidos políticos son los actores principales en un régimen
democrático, y por ende, se constituyen como entes políticos y orientan sus propósitos
programáticos en esa dirección. Luego entonces, cabe “esperar que en este tipo de régimen
sus instituciones también se comporten internamente de manera democrática” (Freidenberg,
2003: 10). En síntesis, resulta pertinente subrayar que aunque la concepción de la
democracia interna se encuentre planteada sobre bases reales, eso no implicará por ende
una renuncia a las aspiraciones ideales.

Ahora que hemos revisado las condiciones generales de la discusión sobre el término,
pasemos a revisar su definición. Una propuesta para conocer la substancia interna de los
actores democráticos proviene de Freidenberg (2009) a través de la definición del concepto
de democracia interna. La democracia interna “debe ser entendida como un procedimiento
a partir del cual los militantes participan en la formación de las decisiones del partido y,
para hacerlo, utilizan mecanismos competitivos (electivos)” (Freidenberg, 2009: 287).

Aunado a la anterior definición, Freidenberg (2009) refiere que existen una serie de
características cualitativas que deben estar presentes para definir en qué medida un proceso
interno de naturaleza partidista es más o menos democrático; éstas son: 1) competencia, la
cual debe tener lugar entre candidatos, posturas y propuestas; 2) competitividad, que
contribuye a indicar el grado de rivalidad entre dos o más posiciones; y 3) incertidumbre,

30
como el elemento influyente sobre el proceso de toma de decisiones por parte de los actores
políticos (Freidenberg, 2009).

La definición de Freidenberg (2009) implica una perspectiva concreta sobre la democracia


interna, pues plantea la consideración de la democracia como un asunto fundamentalmente
procedimental. La definición sobre democracia interna está basada en un par de premisas de
carácter descriptivo, a saber, 1) la concepción de la democracia como un procedimiento que
ayuda a tomar decisiones políticas; y 2) las elecciones como el mecanismo más empleado
para definir el contenido de tales decisiones en una democracia pluralista. Por otra parte, la
consideración de las características cualitativas tiene el propósito de abordar la democracia
interna desde una óptica prescriptiva, de manera semejante como lo hace la democracia de
calidad con los aspectos externos del ámbito político mediante el desarrollo de las distintas
dimensiones planteadas.

En ese sentido, tanto el modelo que presenta Freidenberg (2009) como el de Morlino
(2005) contemplan la dualidad empírico-idealista a la que hace referencia Sartori (2007) en
relación con los elementos imprescindibles a considerar en una definición sobre
democracia. La definición de democracia interna de Freidenberg (2009) es de carácter
descriptivo, de modo similar a la definición de democracia mínima de Morlino (2005).
Ambas se concentran en los procedimientos electorales y en la competitividad como un
atributo indispensable de la competencia. Igualmente, de manera semejante al autor de la
democracia de calidad, Freidenberg también muestra interés por las aspiraciones ideales
democráticas y lo pone de manifiesto al señalar que “cuando se quiere medir los niveles de
democracia interna resulta imprescindible observar la manera en que la agrupación toma
decisiones, así como establecer la calidad del proceso” (2009: 287).

De esta manera, una vez que han quedado establecidos los requisitos mínimos para
distinguir a la democracia interna, Freidenberg (2009) se propone abordar aquellos aspectos
que en términos democráticos sean cualitativamente distintos al interior de los partidos. A
diferencia de Morlino (2005), la autora no desarrolla su planteamiento por medio de la
identificación de dimensiones, por el contrario, sostiene que la democracia interna es un
concepto unidimensional que puede medirse a través de un continuo y en diferentes niveles.
Por lo tanto, resulta aplicable a los distintos procesos que se quieran evaluar, como la

31
rendición de cuentas, la definición de políticas o las estrategias de selección de candidatos
(Freidenberg, 2009).

Ahora bien, la democracia interna es proclive a adquirir diversos valores, de acuerdo con el
proceso específico en el que decida concentrarse. No será lo mismo analizar el proceso de
financiamiento de precampañas que abordar la conformación de un programa de oferta
política o los mecanismos de selección de candidatos, ya que cada uno de estos procesos se
orienta en distintas direcciones. Sin embargo, tienen como denominador común la forma
que dichos procesos adquieren en términos cuantitativos bajo la lupa de la democracia
interna.

El número de personas que interviene en un proceso de decisión constituye una variable de


la mayor importancia para considerar los grados de democratización al interior de los
partidos políticos. De esta manera, emprender un análisis sobre la democracia interna
requiere, en primera instancia, la identificación de un proceso en específico susceptible de
ser analizado a lo largo del tiempo, ya que “esos procesos pueden explicar en determinados
momentos los diferentes niveles de democracia interna que una organización alcance”
(Freidenberg, 2009: 288); y en segundo término, la consideración de los individuos y
grupos de personas que intervienen en la toma de decisiones respecto al proceso en su
conjunto, lo cual permita la medición de los diferentes niveles de pluralismo en la
participación.

1.3 Elementos democráticos en la selección de candidatos.

De acuerdo con el planteamiento anterior, los niveles de democracia interna en los partidos
políticos pueden medirse a través del análisis de un proceso y de la calidad de la
intervención por parte de los miembros en dicho proceso. Bajo esta premisa, la selección de
candidatos se destaca precisamente como uno de esos procesos que permite observar la
calidad de la democracia al interior de una organización política. Una afirmación de esta
naturaleza implica sostener un par de supuestos: 1) que existen algunos procedimientos de
selección de candidatos que son más inclusivos que otros y 2) que los procedimientos

32
internamente más participativos son más democráticos que aquellos en cuyas decisiones
existe una menor participación.

Ahora bien, en este punto surgen un par de preguntas respecto a la propuesta de abordar
este proceso, a saber, ¿por qué estudiar la selección de candidatos como un indicador de
democracia interna? y ¿qué ventajas presenta su análisis en relación con otros procesos
intrapartidistas?

Inicialmente, resulta importante considerar que “la elección de un candidato es una de las
decisiones más importantes que los miembros de un partido pueden tomar (Freidenberg,
2003: 9). Asimismo, la investigación más reciente relacionada con este subcampo
“demuestra que la selección de candidatos tiene largo alcance e implicaciones significativas
para los partidos políticos, los miembros de los partidos, los líderes y la gobernabilidad
democrática” (Hazan y Rahat, 2009: 38).

En términos generales, la importancia de los procesos de selección de candidatos para


comprender la política partidista y sus ventajas analíticas sobre otros aspectos de la
democracia interna pueden resumirse a través de la formulación de tres elementos: 1) la
selección de candidatos refleja y define las características de un partido y sus luchas
internas de poder; 2) para los partidos políticos es relativamente fácil alterar sus
mecanismos de selección de candidatos; y 3) un cambio en los mecanismos de selección de
candidatos afectará la política partidista (Hazan y Rahat, 2009).

De acuerdo con lo anterior, no resulta aventurado sostener que el proceso de selección de


candidatos afecta y evidencia de manera significativa los niveles de democracia interna
partidista, ya que representa una “parte crucial del reclutamiento político, y la forma que
adopte puede contribuir a determinar la ubicación del poder dentro del partido” (Langston,
2008: 466).

Para comprender mejor el creciente interés académico por la investigación sobre los
procesos de selección de candidatos resulta de utilidad tomar en consideración el contexto
internacional en el que se origina. Durante la última década del siglo pasado, los partidos
políticos europeos generaron la tendencia de incrementar sus niveles de transparencia y
pluralismo interno (Freidenberg y Alcántara, 2009); esta situación, aunada a la ola

33
democratizadora de la época condujo a los partidos latinoamericanos a realizar reformas
electorales centradas en la adopción de mecanismos internos que resultaran más
compatibles con el modelo democrático 3. No obstante, las reformas en esta dirección no
fueron globales, sino que en buena medida estuvieron concentradas en la manera de elegir
al candidato presidencial –lo cual, resulta bastante comprensible si tomamos en cuenta la
predominancia del sistema presidencialista en América Latina-.

De esta manera, el tema adquiere una mayor atención por parte de los investigadores
debido en buena medida a que los propios partidos se concentraron en los mecanismos de
selección de candidatos y redujeron el debate sobre la democracia interna a la celebración
periódica de procesos competitivos en las elecciones del candidato presidencial. Lo anterior
pone de manifiesto la relevancia del análisis sobre los mecanismos de selección de
candidatos y el cúmulo de estrategias que convergen en torno suyo.

La investigación de Hazan y Rahat (2009) proporciona un modelo para el análisis de los


elementos que convergen en torno a los mecanismos de selección de candidatos. De
acuerdo con los autores, la selección de candidatos es el “proceso por medio del cual un
partido político decide cuál de las personas legalmente elegibles para ocupar un cargo de
elección popular será designada en la lista y en los comunicados como su candidato y lista
de candidatos recomendados y apoyados” (Ranney 4 en Hazan y Rahat, 2009: 37).

El modelo referido parte de la consideración de que la selección de candidatos es un evento


“que tiene lugar al interior de la arena partidista y es predominantemente ‘extralegal’”
(Hazan y Rahat, 2009: 38). Este enunciado alude al amplio margen que pueden tener los
partidos para modificar sus mecanismos de selección con respecto al marco jurídico.
Ciertamente, esta consideración contribuye a ubicar el análisis en un terreno delimitado,

3
Hay un variado abanico de ejemplos ilustrativos sobre la tendencia partidista latinoamericana de abrir sus
procesos de selección de candidatos. La legislación nacional de algunos países incorporó durante el periodo
de 1998 a 2003 la realización de elecciones internas con distintos niveles de participación. Así, los casos de
Uruguay, Bolivia y Argentina contemplan la votación de toda la ciudadanía; en Panamá y Paraguay sólo
pueden votar los miembros del partido; mientras que en República Dominicana y Guatemala se permite que
un órgano colegiado se encargue de las nominaciones (Freidenberg, 2003).
7
Ranney, Austin (1981) “Candidate selection” en: Butler, Penniman, Howard, y Ranney (eds.) Democracy at
the polls: a comparative study of competitive national elections. Whashington D.C. American Enterprise
Institute for Public Policy Research.

34
pero a la vez, reconoce la influencia –aunque sea en menor grado- del aspecto legal en el
proceso de selección de candidatos.

Sobre esta base, los autores ofrecen un procedimiento para clasificar los principales
elementos que convergen en torno a los mecanismos de selección de candidatos, basados en
cuatro dimensiones: 1) electorado, 2) candidatura, 3) descentralización y 4) votación versus
nombramiento (Hazan y Rahat, 2009). El planteamiento general de las dimensiones
mencionadas se concentra en los siguientes aspectos:

El electorado es el cuerpo que elige a los candidatos. Puede estar compuesto por una
persona o muchas personas hasta la totalidad del electorado –de una nación determinada-.

La candidatura responde a la pregunta sobre quién puede presentarse como candidato de un


partido. Las posibilidades van desde un polo incluyente en el que todo votante puede
presentarse como candidato del partido, hasta el polo excluyente que impone una serie de
consideraciones restrictivas.

El proceso de descentralización puede ocurrir en dos sentidos, territorial o funcional. Es


territorial cuando se eligen candidatos de un distrito electoral y es funcional cuando
pretende asegurar la representación de minorías o grupos sociales.

Votación vs nombramiento distingue entre dos sistemas de selección de candidatos. Por un


lado, en un sistema de votación todos los candidatos son seleccionados mediante un
procedimiento de voto y ningún otro electorado puede cambiar la composición de la lista.
En cambio, en un sistema de nombramiento los candidatos son elegidos sin necesidad de
aprobación de nadie más que el propio órgano nominador.

Las dimensiones de la selección de candidatos que presentan Hazan y Rahat (2009) no se


refieren a los mecanismos de selección en sí mismos. Antes bien, son un instrumento para
conocer las diferentes consideraciones estratégicas que derivan de la implementación de los
diferentes mecanismos de selección de acuerdo con los principios democráticos expuestos
en dichas dimensiones.

Los autores destacan que entre los criterios establecidos en el modelo, el electorado es la
dimensión que tiene las consecuencias más importantes y de mayor impacto en los

35
mecanismos de selección de candidatos. Cuatro aspectos de la democracia se relacionan
con esta dimensión, a saber, 1) participación, 2) representación, 3) competencia y 4)
reciprocidad (Hazan y Rahat, 2009). Presentaré a continuación sus principales
implicaciones sobre el electorado.

La participación política requiere distinguir entre la cantidad de los participantes y la


calidad de su participación. He señalado anteriormente que una participación más inclusiva
en los métodos de selección de candidatos es más democrática que aquella en cuya decisión
interviene un número menor de personas. Sin embargo, resulta necesario matizar esta
suposición. Es cierto que en términos cuantitativos aquellos electorados considerados más
participativos serán los más incluyentes. Sin embargo, la apertura a la amplia participación
en la selección de candidatos puede resultar en una baja calidad de su participación.

Una participación en la selección de candidatos de manera potenciada y no condicionada


“daña la estructura diferencial de incentivos (o ‘incentivos selectivos’) en los partidos
cuando los privilegios de aquellos activistas leales por largo tiempo son igualados a los de
aquellos afiliados nuevos, temporales y desleales” (Hazan y Rahat, 2009: 49). En este
sentido, el camino más adecuado resulta ser el establecimiento de normas moderadas que
permitan la participación de ciudadanos con aspiraciones serias de vincularse a una
agrupación política y a la vez impida convertir a los partidos en recipientes carentes de
contenido (Rahat, 2008).

En contraparte, la representación expresa su influencia sobre la selección de candidatos a


través de la distinción entre dos tipos: la representación de ideas, que implica el reflejo de
las creencias políticas de los votantes; y la representación como presencia, que se refiere a
las características descriptivas de los representantes en relación a quienes representan. Los
electorados con mayor capacidad para balancear la representación serán los más pequeños y
excluyentes (Hazan y Rahat, 2009).

Como tercer aspecto los autores señalan que el tipo de competencia articulada en torno a la
búsqueda de una candidatura se encuentra definida en gran parte por el número de
electorado que intervenga en esa decisión. Un electorado pequeño facilitará a los
candidatos el contacto personal con los votantes, en cambio, un electorado más incluyente

36
que tenga la posibilidad de estar conformado incluso por la totalidad de los miembros
partidistas no puede apoyarse en una red de afiliaciones personales; en este caso, los
candidatos que ocupan un cargo público tienen un gran ventaja debido a la exposición
mediática y los recursos con los cuentan (Hazan y Rahat, 2009).

De acuerdo con el planteamiento anterior, un electorado excluyente genera una mayor


competitividad entre candidatos que competirán por los votos de un electorado
predominantemente homogéneo. Sin embargo, tal suposición cuestiona de manera directa la
legitimidad democrática del proceso en lo concerniente al número de personas involucradas
en el proceso. Hazan y Rahat (2009) afirman que una estrategia empleada por los partidos
para sortear este escenario consiste en que los comités nominadores -electorado excluyente-
presenten a los miembros del partido una lista compuesta por militantes que hayan
ocupados cargos públicos de importancia y que, en la medida de lo posible, evite provocar
grandes antagonismos. Posteriormente a la consulta con la base, quizá se realicen algunos
cambios mínimos que reflejen una actitud plural de la agencia partidista y que, en síntesis,
permitan revestir democráticamente el proceso de selección. Los procedimientos de la
mencionada estrategia guardan similitud con el empleo de las ‘técnicas de camuflaje’ que
según Duverger (1984) reflejan la tendencia autocrática de los partidos.

Por su parte, la reciprocidad destaca dos tipos de relación entre el electorado y el


candidato. De esta manera, “los legisladores que fueron electos por un comité nominador
pequeño le deben su posición a los líderes del partido y tienden a ser, antes que nada y
sobre todo, jugadores del partido” (Hazan y Rahat, 2009: 51). En contraparte, los
legisladores electos en primarias requieren de la ayuda de actores no partidistas que puedan
dotarles de recursos financieros para acceder a los medios de comunicación y dirigirse al
gran electorado; los principales financiadores de campañas son líderes de grupos de interés.

La conclusión a la que llegan los autores después de ponderar las consecuencias políticas
del electorado sobre la selección de candidatos es que una mayor democracia en una
dimensión no deriva necesariamente en un mayor nivel de democracia sobre las otras. Un
mecanismo de selección de candidatos que integre varios elementos sirve mejor a la
democracia intrapartidista que aquel que se concentra en un solo valor o principio de la
organización (Rahat, 2008). De lo anterior se desprende que “para ser considerado

37
verdaderamente ‘más’ democrático, los partidos deberían buscar un método de selección de
candidatos que logre balancear de manera óptima las dimensiones democráticas como
participación, representación, competencia y reciprocidad” (Hazan y Rahat, 2009: 53). Un
‘equilibrio óptimo’ implica balancear de manera eficaz la contraposición que presentan
algunas situaciones entre la participación y la representación.

Como puede verse, el análisis de los aspectos democráticos más sobresalientes del
electorado resulta importante por dos motivos principalmente: 1) presenta elementos de
carácter cualitativo basados en la noción de la democracia interna; y 2) constituye el paso
del nivel descriptivo propuesto en las dimensiones, al terreno de las aspiraciones ideales.
En pocas palabras, la propuesta de Hazan y Rahat (2009) plantea analizar los niveles de
calidad de la democracia desde una perspectiva de democracia interna, pero limitando el
estudio a los mecanismos de selección de candidatos. Huelga decir en ese sentido, que el
modelo sugerido por Hazan y Rahat (2009) embona de manera armónica en el aspecto del
equilibrio democrático con las respectivas propuestas de Morlino (2005) y Freidenberg
(2009).

Ahora bien, respecto a los principales propósitos del presente capítulo, hay un par de
elementos presentes en el planteamiento de Hazan y Rahat (2009) sobre los cuales es
necesario volver. En primera instancia, cabe señalar que el análisis de los autores se
desarrolla en su totalidad con elementos referentes a la relación entre los partidos y el
electorado. En ese sentido, la propuesta señala que esto se debe al hecho de que la selección
de candidatos es un proceso predominantemente extralegal.

El aspecto predominantemente extralegal es hasta cierto punto relativo, ya que depende en


buena medida de las restricciones establecidas de manera específica en cada marco
electoral normativo. Aun considerando que se trata de un evento recurrente, no queda claro
el terreno que comprende la influencia de la variable legal en el análisis acerca de la
selección de partidos, ni tampoco existe un diagnóstico sobre el impacto que tiene en los
aspectos correspondientes al ámbito partidista. Entonces, resulta necesario integrar al
análisis las implicaciones del ámbito legal en el proceso de selección de candidatos.

38
De lo anterior se desprende una segunda observación. Precisamente porque los partidos
reaccionan de manera distinta a los lineamientos establecidos por el ámbito legal, entonces
también resulta necesario ocuparse en explicar por qué eligen diferentes mecanismos de
selección de candidatos frente a un mismo marco jurídico electoral, es decir, por qué
deciden optar por recorrer distintas vías para llegar a un objetivo común.

Ciertamente, son los partidos políticos los que a través de reformas a sus leyes y estatutos
han reaccionado a las exigencias planteadas por la democracia interna, y quienes han
propuesto la selección de candidatos como el indicador más importante de la calidad
democrática. Esto nos sugiere un objeto de estudio en específico, pero no impide que el
análisis vaya un poco más allá de la dimensión partidista, sobre todo si ha quedado
establecido que también hay otras variables que se relacionan con los procesos de selección
de candidatos efectuados al interior de los partidos políticos.

Por supuesto, este par de aspectos no obedecen a los propósitos específicos que guían la
elaborada propuesta que presentan Hazan y Rahat (2009) sobre los mecanismos de
selección de candidatos y cuya importancia es fácil apreciar en los principales trabajos
sobre el tema. Su investigación ubica el análisis en un punto específico y contribuye a
destacar la oposición que existe entre algunos de los valores democráticos en el terreno
cualitativo de la investigación sobre la selección de candidatos.

No obstante, el señalamiento de ambas situaciones me permite integrar al análisis las


consideraciones anteriormente mencionadas, lo cual ayuda a evitar la impresión recurrente
de que la selección de candidatos es un proceso que ocurre de manera aislada e
independiente de otros factores institucionales y políticos del régimen democrático. En este
punto, resulta pertinente dirigir el análisis sobre la serie de elementos que consideran los
partidos al momento de diseñar una estrategia de selección de candidatos y cuestionar en
qué medida éstas se apegan a los principios y valores de la democracia interna.

A partir de los aspectos anteriormente referidos, surge la necesidad de incorporar al análisis


de los mecanismos de selección de candidatos los elementos legales que afectan las
relaciones internas y las estrategias electorales que resultan de los pactos partidistas. En ese
sentido, enfocar el estudio a partir de las estrategias de selección (Freidenberg, 2010)

39
resulta un camino viable para abordar otras variables e indicadores de relevancia y situar la
problemática en un entorno democrático.

La siguiente gráfica resume la relación de los modelos teóricos de Morlino (2005),


Freidenberg (2009) y Hazan y Rahat (2009) respectivamente, los cuales, son presentados a
través de la dicotomía establecida por Sartori (2007) sobre las definiciones de democracia.
La columna de la izquierda contiene las definiciones procedimentales de los conceptos, y la
columna de la derecha señala los principales valores democráticos que han sido subrayados
en cada una de las distintas propuestas.

Gráfica 1. Hacia una definición de la democracia.

40
Capítulo 2. Estrategias de selección de candidatos: Dimensiones e
indicadores.

El propósito del presente capítulo consiste en presentar una propuesta metodológica para
medir los niveles de democracia interna en los procesos de selección de candidatos. Como
se ha visto, una explicación más detallada de los mecanismos de selección requiere
considerar una serie de aspectos relacionados con el entorno en el cual se desarrollan.

Una forma de integrar al análisis los aspectos referidos es mediante la conceptualización de


las estrategias de selección de candidatos. Las estrategias de selección de candidatos son
“un conjunto de decisiones vinculadas al mecanismo que se va a emplear para elegir a un
candidato a un cargo de representación popular o dirigencia partidista” (Freidenberg, 2010:
4). Esta propuesta contempla tres dimensiones para abordar la naturaleza de las estrategias
de selección de candidato: la legal, la partidista y la estratégico electoral.

El entreveramiento de las dimensiones mencionadas conforma un complejo proceso. De


manera general, es posible establecer que se relacionan e interactúan entre sí de la siguiente
forma: en una primera instancia, el sistema electoral a través del marco legal y las
instituciones formales determinan los cargos a elección popular y establecen las
condiciones de los procedimientos para la formulación de una candidatura.

Sin embargo, no todos los partidos políticos reaccionan de la misma manera ante los
lineamientos provenientes del ámbito electoral. Los reflejos de las organizaciones
partidistas se expresan por una parte, a través de las reglas (formales e informales) y la
continua adaptación de los estatutos que regulan la actividad partidista; y por otro lado,
mediante el liderazgo partidista de carácter regional, ejercido por parte de algunos actores
al interior de sus partidos, lo cual, establece una forma particular de relaciones
intrapartidistas y observación a la reglamentación electoral.

Finalmente, de las consideraciones anteriores deriva una estrategia electoral, que se


concentra en torno al mecanismo de selección de candidatos determinado por el partido.
Como se ha visto anteriormente, el mecanismo de selección explica en buena medida la

41
actuación de los líderes partidistas y la capacidad del partido para solucionar cualquier tipo
de conflicto que pudiese derivar del resultado.

Las tres dimensiones de las estrategias de selección de candidatos incorporan al análisis


empírico los principales elementos expuestos en el debate del capítulo anterior. Las
dimensiones legal y partidista son de carácter procedimental: la primera quiere medir el
nivel de autonomía partidista en relación con los organismos electorales del Estado
(Freidenberg, 2003); la segunda indaga sobre el nivel de inclusión en el acceso a la
postulación y al voto de las precandidaturas (Hazan y Rahat, 2009). Por su parte, la
dimensión estratégico electoral es de carácter sustantivo y se ocupa de abordar el papel de
los liderazgos partidistas (Michels, 1983), y los rasgos autoritarios de los partidos
(Duverger, 1984).

De acuerdo con las anteriores consideraciones, el análisis de Freidenberg (2010) sobre las
estrategias de selección de candidatos aparece como una propuesta integral. Esto es así
porque al incorporar los aspectos legales y estratégicos al estudio de los mecanismos de
selección de candidatos se consigue un panorama más amplio que incluye tanto las
constricciones institucionales como los escenarios que, en suma, conforman el entorno al
que hace referencia Panebianco (1990).

En conjunto, las estrategias de selección de candidatos se concentran en las relaciones de


los partidos con los distintos actores políticos que se encuentran vinculados de alguna
forma con el proceso de selección, lo cual previene caer en el error que advierten Katz y
Mair (2004) en el sentido de otorgarle una predominancia injustificada a la relación entre
los partidos y la sociedad civil. En consecuencia, las estrategias de selección aluden
mediante las características distintas de sus dimensiones a las relaciones de los partidos con
el Estado (dimensión legal), con la sociedad civil (dimensión partidista), y a la relación
entre los propios miembros partidistas (estratégico electoral).

La siguiente gráfica expone el planteamiento realizado sobre las dimensiones de las


estrategias de selección de candidatos.

42
Gráfica 2. Estrategias de selección de candidatos: Dimensiones.

Como puede verse, la identificación de las tres dimensiones señaladas se apoya en el plano
descriptivo del análisis. Empero, basado en los modelos teóricos referidos con antelación,
he considerado pertinente incorporar un par de criterios de carácter cualitativo que permitan
abordar las estrategias de selección de candidatos también desde una perspectiva
prescriptiva.

Los criterios cualitativos desempeñan la función de valores específicos del concepto.


Partiendo de tal consideración, es posible sostener que los valores que reflejan de una
forma más eficaz los niveles de democracia interna que registran las tres dimensiones de las
estrategias de selección de candidatos son la competitividad y la descentralización. En
consecuencia, en lo que sigue haré hincapié en el hecho de que a pesar del supuesto
comúnmente sostenido sobre ambos conceptos, la competitividad y la descentralización no
necesariamente presentan una relación de causalidad.

Ahora que conocemos el planteamiento en términos generales, el siguiente paso consiste en


formular una serie de indicadores que permitan conocer los niveles de democracia interna
en cada una de las dimensiones que conforman las estrategias de selección de candidatos.

43
Los indicadores de cada dimensión de las estrategias de selección de candidatos tendrán por
objetivo conocer los niveles de democracia intrapartidista a través de una medición ordinal,
la cual permita eludir el problema de la ponderación desequilibrada que advierte
Freidenberg (2009) respecto al concepto de democracia interna.

2.1 Autonomía partidista en el proceso de selección de candidatos.

El marco jurídico y el papel de los organismos electorales que rigen y organizan los
procesos de precampañas son los elementos más destacados de la dimensión legal, porque
condicionan de manera clara tanto las estrategias a adoptar por parte de los partidos
políticos como la participación de los aspirantes a una candidatura.

Para que un partido pueda establecer los requisitos de una candidatura es necesario partir de
lo dispuesto en la ley electoral nacional. En ese sentido, el marco legal crea las condiciones
para que un partido pueda optar por una u otra estrategia de selección de candidatos. “Las
normas electorales suelen establecer la manera en que los partidos deben seleccionar a sus
candidatos y las capacidades de los órganos electorales para controlar el cumplimiento de
esas reglas” (Freidenberg, 2010: 6). El condicionamiento de la dimensión legal sobre la
selección de candidatos se expresa a través de diversos aspectos considerados en un
determinado sistema electoral, como la estructura del voto, que establece el modo en el que
los ciudadanos eligen los a candidatos; la magnitud del distrito, que se refiere a la cantidad
de candidatos que un partidos puede aspirar a proponer en cada distrito; y el principio de
representación, que señala los parámetros de mayoría o proporcionalidad para interpretar
un resultado electoral (Freidenberg, 2010).

Una manera de identificar los niveles de afectación del ámbito legal sobre la selección de
candidatos consiste en distinguir de manera general entre dos tipos de marcos jurídicos en
materia electoral. Por una parte, se encuentran aquellas legislaciones que norman de manera
expresa los procesos de selección de candidatos. En el extremo opuesto, se hallan los
códigos legislativos que permiten la máxima autonomía interna y no fijan mecanismos
específicos sobre el tema (Freidenberg, 2003).

44
Un buen número de marcos legales en el mundo se apegan al segundo tipo, ya que permiten
un amplio margen de maniobra a sus partidos políticos. El único país en donde la
legislación regula extensivamente la selección de candidatos es en Estados Unidos, aunque
también existen otras naciones como Alemania, Finlandia y Noruega, en donde el sistema
legal establece de manera específica los criterios para la selección de candidatos (Hazan y
Rahat, 2009).

No obstante, también existe otro tipo de marcos legales que cuentan con una especie de
sistema intermedio. Su particularidad estriba en que permiten calificar los procesos internos
de selección de candidatos en términos de supervisión al apego de los principios
estatutarios definidos por los mismos partidos, con alguna capacidad para intervenir en los
asuntos partidistas en casos de prácticas excluyentes y centralistas. Tal es el caso del papel
que el marco electoral permite desempeñar a partir de 2008 al Instituto Federal Electoral
(IFE) de México.

En términos concretos, los organismos electorales desempeñan el papel de garantes del


marco legal. Ciertamente, los distintos niveles de capacidad por parte de los organismos
para controlar de manera eficaz un proceso electoral interno es una cuestión que implica
considerar las propiedades de cada caso en específico. El desempeño de los miembros que
compone un órgano electoral se encuentra mediado por las facultades que les permite la ley
y por el ámbito de gobierno en el que se desarrolla una elección. Las atribuciones que
pueden adoptar y la composición del consejo directivo serán diferentes según si se trata de
una elección nacional, estatal o municipal. El conjunto de estos aspectos legales referidos
crean presión a los partidos y orientan a los líderes políticos al momento de elegir sus
estrategias de selección de candidatos.

Como ya he mencionado, la dimensión legal se concentra en medir el nivel de autonomía


de los organismos partidistas en relación con los organismos electorales. En consecuencia,
el indicador autonomía partidista consta de tres categorías, cada una de ellas mide el nivel
de intervención de los organismos electorales en la organización del proceso de selección
de candidatos al interior del partido.

45
Si la autoridad electoral no cuenta con una ley que regule los procesos internos de los
partidos y por lo tanto, no observa ningún nivel de intervención, el nivel de autonomía es
alto. Cuando existe una regulación de las precampañas por parte del Estado a través de
instituciones electorales que vigilan los procesos de precampaña, estamos ante un nivel de
autonomía medio. En cambio, la restricción de los mecanismos de selección por agentes
externos al partido implica una autonomía partidista baja; esto ocurre cuando las
legislaciones electorales contemplan mecanismos específicos de selección de candidatos.

Tabla 1. Nivel de autonomía partidista.

Ausencia de normatividad preelectoral. Alto

Regulación de precampañas. Medio

Restricción de los mecanismos de selección. Bajo

2.2 Acceso a las candidaturas e inclusión del electorado.

Los elementos principales de la dimensión partidista son las reglas y estatutos que regulan
la selección de candidatos y los liderazgos políticos que forman parte importante de las
élites partidistas e intervienen de manera directa o indirecta en el proceso de selección
(Hazan y Rahat, 2009; Rahat, 2008).

Los principios que fijan las reglas y estatutos constituyen el conjunto de prácticas formales
que rigen a los partidos políticos. En estos cuerpos normativos se establecen los requisitos
para aspirar a la nominación de una candidatura. Como señalé anteriormente, previa
observancia de los elementos establecidos por el marco legal y los organismos electorales,
el diseño de los requisitos para los precandidatos le corresponde fijarlos a las directivas de
los partidos políticos y básicamente atiende a dos cuestiones: ¿Quién puede ser candidato?
y ¿quién o quiénes eligen a los candidatos? (Hazan y Rahat, 2009; Freidenberg, 2003).

El nivel de restricciones que los partidos estipulan para que un precandidato sea nominado
puede plantearse a través de un continuo entre incluyente y excluyente. Hazan y Rahat
(2009) proponen un modelo de tres instancias para medir los niveles de inclusión/exclusión

46
a través de un continuo: 1) en el extremo incluyente todo votante puede presentarse como
candidato del partido; 2) en la mitad del continuo sólo los miembros del partido pueden
aspirar a la candidatura; y 3) en el polo excluyente se encuentran establecidas una serie de
condiciones restrictivas.

Como se ha mencionado, las leyes electorales en varios países de América Latina


establecen que todos sus ciudadanos tienen derecho a elegir y ser elegidos a cargos de
representación popular. No obstante, existen una serie de requisitos de elegibilidad como la
mayoría de edad y la acreditación de la ciudadanía, establecidas desde el ámbito legal, y a
las cuales habría que agregar la serie de condicionamientos específicos formulados por los
partidos políticos en sus reglamentos y estatutos internos.

Respecto al electorado o cuerpo que elige a los candidatos, Hazan y Rahat (2009) presentan
un modelo basado en cinco instancias que evalúan a través de un continuo restrictivo: 1) el
mayor nivel de inclusión contempla a la totalidad del electorado, 2) siguen los miembros
del partido, 3) la agencia partidista elegida, 4) la agencia partidista no elegida y 5) el líder
del partido como expresión del mayor nivel de exclusión.

En las estrategias de selección de candidatos, la dimensión partidista se concentra en medir


los niveles de inclusión a través de dos indicadores clave en el proceso de selección de
candidatos: el acceso a la candidatura y la participación del electorado. Sobre el acceso a la
candidatura, un alto nivel de inclusión implica que todo votante puede presentarse como
candidato del partido; en un nivel de inclusión medio sólo los miembros del partido pueden
aspirar a la candidatura; y un nivel bajo de inclusión será aquel que imponga una serie
condiciones restrictivas al acceso de la candidatura.

Tabla 2. Nivel de inclusión en las precandidaturas.

Totalidad del electorado. Alto

Miembros del partido. Medio

Condiciones restrictivas a miembros. Bajo

47
Respecto a la participación del electorado, la medición de los niveles de inclusión opera de
manera similar. Un alto nivel de inclusión en la participación contempla a la totalidad del
electorado, el nivel medio corresponde a la participación de los miembros del partido y el
nivel más bajo de inclusión se refiere a la intervención de una agencia partidista o líder del
partido en la designación del candidato.

Los distintos niveles de inclusión en las candidaturas y el tamaño del electorado revelan
también el grado de control que los partidos mantienen sobre el proceso de selección de
candidatos a través de sus élites dirigentes.

Tabla 3. Nivel de inclusión del electorado.

Totalidad del electorado. Alto

Miembros del partido. Medio

Agencia partidista o líder del partido. Bajo

2.3 Estrategias electorales al interior de los partidos.

Los elementos más sobresalientes de la dimensión estratégico electoral son: la participación


de los liderazgos regionales en torno a los mecanismos de selección y el nivel de control
partidista sobre los resultados del proceso de selección de candidatos. Anteriormente he
mencionado la gran importancia que tiene para los partidos políticos la postulación de
candidatos que les permitan ganar elecciones. La estrategia electoral pone de manifiesto las
expectativas que el cuerpo elector tiene sobre las posibilidades de éxito de una candidatura
y explica en buena medida el triunfo de un aspirante sobre sus competidores. Asimismo,
permite ver el apoyo a una determinada precandidatura por parte de líderes políticos y
facciones partidistas, que recurrentemente intervienen de manera indirecta a través de la
implementación de reglas informales, buscando incidir en el resultado del proceso de
selección.

En el caso del nivel subnacional, resulta importante tomar en cuenta la intervención de los
liderazgos regionales en las estrategias electorales. De acuerdo con Freidenberg, “la

48
presencia de liderazgos regionales que controlan la estructura gubernamental estatal
condiciona los procesos de selección de candidatos, ya sea respecto al nombre de quien
resultará candidato como respecto a la estrategia de selección que se empleará” (2010: 11).
En consecuencia, la autora considera que una alta autonomía por parte de los líderes
regionales (gobernador o dirigencia partidista fuerte) tiende a reducir el nivel de
competitividad del proceso de selección de candidatos, debido a que afecta en sentido
negativo la aplicación de la legislación electoral y las normas estatutarias. Al respecto
caben un par de consideraciones.

En primer lugar, es posible identificar que la intervención proviene de los liderazgos


partidistas tanto de manera individual como grupal. Los políticos más propensos a
participar de manera extralegal en los procesos partidistas internos serán aquellos que se
encuentren al frente de algún cargo de elección popular o puesto ejecutivo partidista,
especialmente los funcionarios públicos cuyo cargo será puesto en juego en las elecciones
en cuestión. Por otra parte, una forma de intervención grupal ocurre mediante el
involucramiento del círculo interno partidista (Duverger, 1984) en el proceso de selección.
Por supuesto, en este caso es de esperarse que los grupos de dirigentes participen en la toma
de tales decisiones; lo importante es la manera en que lo hacen ante el surgimiento de un
conflicto interno, tomando el marco legal y estatutario como referencia. El círculo interno
partidista tiene un particular interés en controlar el proceso porque su existencia como
grupo consiste en evitar la consolidación de nuevas élites que amenacen su predominio en
la organización.

En segundo lugar, tomando en cuenta que los altos niveles de competitividad favorecen la
descentralización de los procesos de selección de candidatos (Langston, 2008), entonces
podemos suponer que en la medida que la primera altere el curso de su desarrollo, la
segunda también sufrirá modificaciones. A partir de lo anterior, la dimensión estratégico
electoral hará referencia de manera directa a la relación del partido con sus precandidatos
durante el proceso de selección a través de los siguientes indicadores:

El indicador liderazgos regionales mide el nivel de competitividad en las estrategias de


selección de candidatos. Como he mencionado, una alta autonomía de los líderes regionales
les permite intervenir en el proceso, lo cual, afecta negativamente el nivel de

49
competitividad de la selección de candidatos. En consecuencia, el presente indicador
considera que una baja autonomía de los liderazgos regionales se traduce en un alto nivel
de competitividad en el ámbito estratégico electoral; una intervención activa de los
liderazgos regionales durante las precampañas, apegada a las normas electorales y
estatutarias indica un nivel medio de competitividad, pero una intervención de los
liderazgos regionales que extralimite las normas electorales y partidistas reflejará un bajo
nivel de competitividad en las estrategias electorales de selección de candidatos.

Tabla 4. Nivel de intervención de los liderazgos regionales.

Intervención indirecta (reglas informales). Alto

Intervención directa (reglas formales). Medio

No intervención. Bajo

El segundo indicador de la dimensión estratégico electoral a través del cual se pretende


medir el nivel de descentralización es el control partidista del conflicto. Después de los
resultados definitivos que resultan de la implementación de un proceso de selección de
candidatos es importante la reacción de los precandidatos restantes. El espacio que tenga la
expresión de inconformidad de los candidatos sobre el proceso se encuentra sujeto a los
mecanismos de resolución de conflicto que puedan ser implementados por parte de la
organización partidista sobre sus candidatos.

El tipo de reacción de un candidato en esas condiciones refleja su nivel de descentralización


con relación a los mecanismos de control. Por lo tanto, el presente indicador considera lo
siguiente: cuando se presenta un conflicto por los resultados del proceso y un candidato no
electo realiza una validación del proceso de selección, el nivel del control partidista es alto.
En cambio, en los casos que el candidato expresa inconformidad y se deslinda de la
campaña del candidato ganador, nos encontramos frente a un nivel medio de control
partidista. Por último, si el candidato renuncia al partido se trata de un nivel de control bajo.

50
Tabla 5. Nivel de control partidista del conflicto.

Validación del proceso. Alto

Inconformidad y deslinde. Medio

Transfuguismo. Bajo

La siguiente gráfica presenta la propuesta metodológica de las estrategias de selección de


candidatos, señalando sus dimensiones e indicadores.

Gráfica 3. Estrategias de selección de candidatos: Dimensiones e indicadores.

2.4 Competitividad y descentralización en las estrategias de selección de candidatos.

Una vez que han sido desarrolladas las dimensiones que abordan los aspectos descriptivos
de las estrategias de selección de candidatos, podemos ahondar en un par de criterios de
carácter prescriptivo que se encuentran implícitos en el presente tema. Me refiero a los
conceptos de competitividad y descentralización. Hay un supuesto bastante extendido en la

51
literatura especializada en el sentido de que altos niveles de competitividad conducen a un
proceso de descentralización política (Freidenberg, 2010; Langston, 2008). Sin embargo, en
lo concerniente a la toma de decisiones respecto a las estrategias de selección de
candidatos, la relación de causalidad entre ambos términos requiere algunas
especificaciones.

2.4.1 Competitividad.

El concepto de competitividad tiene tal importancia para el análisis sobre el sistema de


partidos, que resulta necesario distinguirlo de otro con el que se encuentra fuertemente
relacionado, a saber, el concepto de competencia. Independientemente de las normas
legales, “la competencia termina y la no competencia comienza, cuando quiera que a los
adversarios y los oponentes se les priva de la igualdad de derechos, se les ponen
impedimentos, se les amenaza, se les aterroriza o incluso se les sanciona por atreverse a
decir lo que piensan” (Sartori, 2000: 258). En cambio, la competitividad tiene que ver
directamente con las cualidades de la disputa electoral. Por la naturaleza de su constitución,
un sistema no competitivo impedirá la realización de elecciones disputadas en tanto que el
sistema competitivo las promoverá; dicho de otra manera, “la competencia es una
estructura o una regla del juego. La competitividad es un estado concreto del juego”
(Sartori, 2000: 259).

Las normas de la competencia funcionan de manera correcta cuando existe un fuerte


enfrentamiento durante el proceso electoral, pero únicamente un resultado de triunfo por
escaso margen demostrará si el sistema es realmente competitivo. De lo anterior se
desprende que la competencia puede presentarse incluso bajo la forma de la no
competitividad, pero la competitividad, en cambio, sólo tiene la facultad de expresarse
como un atributo o propiedad de la competencia.

En lo referente a las estrategias de selección de candidatos, cabe señalar que un alto nivel
de competitividad expresado a través de un estrecho margen entre el primer y el segundo
lugar puede representar para los liderazgos y las élites de los partidos un incentivo para
intervenir en el proceso e inclinarse por una designación directa en lugar de optar por
votaciones. En contraparte, aquellas candidaturas que no generan altos niveles de

52
competitividad serán más proclives a ser resueltas mediante elecciones primarias. Bajo este
escenario, la competitividad afecta de manera negativa el proceso de toma decisiones
relacionadas con las estrategias de selección de candidatos, debido a que promueve e
incentiva una organización de tipo vertical.

Las elecciones internas constituyen la representación máxima de la competitividad en el


espectro de opciones de los mecanismos de selección de candidatos. Empero, también
implican un alto número de consideraciones respecto a sus consecuencias sobre los partidos
políticos. Freidenberg (2009) identifica una serie de elementos negativos que resultan de la
utilización de elecciones primarias, los cuales se enuncian a continuación:

-No han eliminado la oligarquización de las estructuras partidistas.

-No mejoran la calidad de los candidatos seleccionados por dicho proceso ni contribuyen a
mejorar la calidad de la política.

-Potencian el fraccionamiento existente en los partidos.

-Lleva a los partidos a confundir las preferencias del electorado.

-Incrementan el costo de la política, pues supone que los candidatos deben pagar dos
campañas.

-No han asegurado el éxito electoral de los partidos latinoamericanos.

Las anteriores consideraciones nos conducen a pensar de manera más detenida en las
consecuencias de la competitividad sobre la selección de candidatos y sobre todo, a matizar
sus alcances como parte del proceso de democratización interna partidista.

Veamos ahora en qué condiciones se desarrolla la discusión sobre el proceso de


descentralización.

2.4.2 Descentralización.

Al referirnos a la descentralización, resulta importante distinguir en primera instancia el


proceso de descentralización partidista del proceso de descentralización en la selección de
candidatos. Cada una de ellas considera elementos particulares.

53
Respecto a la descentralización partidista, Duverger (1984) ubica cuatro grandes tipos:
local, ideológica, social y federal. La local corresponde a la noción general de
descentralización; se refiere al hecho de que las dirigencias locales del partido emanan de la
base, que conservan grandes poderes y que toman las decisiones fundamentales en razón de
la poca influencia que el centro mantiene sobre ellos. Un resultado negativo de este tipo de
descentralización sobre los partidos es la tendencia al localismo, debido a que el partido
privilegia las cuestiones de carácter regional en detrimento de los grandes temas nacionales
e internacionales. En ese sentido, no existe una política de partido como tal, sino una serie
de políticas locales yuxtapuestas que obstaculizan una perspectiva en conjunto sobre
manejo de los problemas.

Por otro lado, la descentralización ideológica consiste en el otorgamiento de autonomía a


las diversas fracciones o tendencias que conforman el partido a través del reconocimiento
de su influencia y una organización separada; en ocasiones, este tipo de descentralización
se encuentra favorecida por la propia diversidad de las estructuras partidistas. Una
posibilidad no deseada de la descentralización ideológica es el caso de una escisión.

El tercer tipo es la descentralización social. En este modelo existe una elaborada


organización de las diferentes categorías económicas y delega importantes poderes en estas
secciones corporativas. Sin embargo, dadas las profundas diferencias que resultan de la
división social del trabajo, la descentralización social introduce fuertes divisiones al interior
del partido.

En cuarto tipo es la descentralización federal, bajo este modelo de descentralización a nivel


partidista es posible introducir elementos federalistas en organismos gubernamentales de
los Estados unitarios. De acuerdo con Duverger (1984), “en una nación donde los grupos
distintos no han podido traducir su originalidad en la estructura federal del Estado, se hace
importante hacerla aparecer dentro de los partidos” (1984: 85). Ocasionalmente, dicho
proceso de descentralización en los partidos constituye también un reflejo de la dinámica de
descentralización que ocurre en la estructura federal respecto al ámbito estatal.

Una vez que ha presentado su tipología sobre la descentralización partidista, Duverger


(1984) advierte que existe una tendencia por parte de los partidos políticos a declararse

54
descentralizados cuando no lo son, por el contrario, otros partidos reconocen que cuentan
con una estructura centralizada, pero añaden el término democrático con fines de
legitimación. Bajo el segundo escenario, es posible distinguir dos formas de centralización:
una autocrática y otra democrática.

En el centralismo autocrático, “todas las decisiones vienen de arriba, y su aplicación está


controlada localmente por representantes de la cima” (Duverger, 1984: 86); de esta manera,
el carácter autocrático se expresa haciendo prevalecer en todo momento las decisiones
adoptadas por la autoridad central, en detrimento de las opiniones de los grupos locales. En
contraparte, el “centralismo democrático” hace hincapié en la voluntad de mantener el
contacto con la base y en ese sentido, es mucho más flexible y eficaz. La incorporación de
este principio hace que un sistema centralizado adquiera un tono democrático, ya que
incorpora mecanismos que recoge la opinión y busca el apoyo de las bases.

El sistema de centralismo democrático conoce con antelación “que se producen discusiones


muy libres en la base antes de que sea tomada la decisión, para aclarar al centro, pero que la
disciplina más rigurosa es observada por todos después de que sobreviene la decisión”
(Duverger, 1984: 87). La disciplina partidista requiere que una vez tomada la decisión,
todos los involucrados colaboren en la aplicación de la medida, pero este proceso no ocurre
de manera impositiva sino que implementa la participación de los liderazgos locales cuya
función consiste en explicar los motivos de la decisión tomada y de esa manera mantener su
característico contacto con la base del partido. El centralismo democrático es una expresión
de Duverger (1984) que pretende resaltar la tendencia autocrática de los partidos políticos
en sus prácticas internas.

Pasemos ahora a analizar el proceso de descentralización en la selección de candidatos.


Como mencioné anteriormente, Hazan y Rahat (2009) consideran que la descentralización
en los procesos de selección de candidatos puede ser observada en dos sentidos: territorial o
funcional. Es territorial cuando se refiere al cuerpo que nomina a los candidatos, en cambio,
es funcional cuando representa a miembros de grupos como minorías étnicas y/o raciales.
Empero, los autores consideran que los estudios sobre los mecanismos de selección de
candidatos recurren a un error común cuando confunden descentralización e inclusión. Un
partido que decide sustituir una convención nacional por una serie comités locales sin duda

55
habrá descentralizado su proceso de selección de candidatos en relación con el electorado,
pero también lo hará más excluyente en la participación (Hazan y Rahat, 2009).

En los casos en que la descentralización no conlleva un mayor grado de inclusión, “el


control de las oligarquías locales o regionales puede simplemente operar en lugar del
control de la oligarquía nacional” (Field y Siavelis, 2009: 66). Este escenario, presenta los
elementos para referirnos de manera más concreta a un proceso de recentralización. De
acuerdo con el anterior planteamiento, la descentralización no implica, por ende, mayores
niveles de inclusión.

Ahora bien, Field y Siavelis (2009) señalan que aun aquellos procesos de selección
considerados incluyentes pueden presentar una ausencia de condiciones democráticas. Por
lo general, esto suele ocurrir en los casos en que un electorado más inclusivo muestre una
tendencia a debilitar los liderazgos regionales y en consecuencia, dejar a las élites
dirigentes un mayor grado de control sobre el partido. Bajo esta premisa, la inclusión
tampoco significa per se mayores niveles de democracia.

En razón de tales situaciones, la aplicación de procesos descentralizados y medidas


inclusivas sobre la selección de candidatos todavía es objeto de fuertes debates acerca de su
naturaleza democrática. Sin embargo, en los casos en que la descentralización opera de
manera efectiva sobre las estrategias de selección de candidatos, los resultados son
tangibles al grado de afectar el comportamiento de los candidatos e incluso el de los
gobernantes. Esto ocurre cuando la descentralización genera un impacto sobre sus lealtades.

Como señalan Hazan y Rahat (2009) respecto a la reciprocidad, un mecanismo de selección


de candidatos controlado por los líderes de los partidos conduce a los precandidatos a
priorizar el fomento de las buenas relaciones con esos tomadores de decisiones, conscientes
que de ellos depende en gran medida el futuro de sus carreras políticas. Por el contrario,
una candidatura que se decide por medio del voto de los militantes tenderá a estrechar la
relación entre éstos y los aspirantes a dicho puesto, lo cual también se traducirá en una
reorientación de las prioridades de los políticos que aspiran una candidatura.

56
2.4.3 De las características democráticas ideales de la selección de candidatos.

Ahora bien, ya que he presentado una propuesta para medir el nivel de democracia interna
en las estrategias de selección de candidatos que considera las dimensiones legal, partidista
y estratégico electoral resulta pertinente una consideración que se desprende de lo anterior:
¿qué mecanismo de selección de candidatos resulta ser el más democrático?

En primera instancia, es importante resaltar que la democracia interna es un concepto


procedimental, por lo tanto, constituye un instrumento para medir los niveles democráticos
en un proceso partidista interno. La democracia interna aborda los distintos valores que se
encuentran relacionados con un proceso interno en específico, por lo tanto, no ofrece un
modelo ideal en términos democráticos sobre las estrategias de selección de candidatos,
simplemente proporciona las herramientas de medición y establece una dirección para
analizar dicho proceso de acuerdo a los valores democráticos en un entorno determinado.

En ese sentido, un punto importante a considerar es el hecho de que un mayor nivel de


democracia interna en una dimensión no deriva necesariamente en mayores niveles de
democracia sobre las otras dimensiones. De acuerdo con Gideon Rahat (2008), las
relaciones incómodas entre las diferentes dimensiones que estudian la selección de
candidatos le conducen a concluir que no hay un tipo de mecanismo específicamente más
democrático. Según el autor, la ausencia de armonía entre los elementos democráticos
puede generar incluso una condición negativa sobre los mecanismos de selección. Una
apertura desmedida a la amplia participación puede traducirse en una baja calidad de la
participación, debido a que un electorado ampliamente inclusivo difícilmente podría
asegurar la adecuada representación de los diversos grupos que el partido en cuestión se
encuentre interesado en representar.

En consecuencia, un equilibrio óptimo en las candidaturas requiere de niveles similares de


participación y representación. Rahat (2008) se pronuncia a favor de una candidatura
moderadamente condicionada. Con ese propósito, plantea un proceso de tres etapas para la
selección de candidatos que se desarrolle de la siguiente manera: 1) un electorado que
produce una lista, 2) una agencia o grupo que aprueba o rechaza la lista propuesta, y
finalmente 3) la selección de candidatos por los miembros del partido.

57
Respecto al tema, Freidenberg (2003) propone una opción que permita la implementación
de mecanismos inclusivos para la selección de candidatos, pero limitándolo a la
participación de sus miembros. De acuerdo con este planteamiento, la combinación de
elecciones internas y la participación directa de los miembros “asegura que todos los
dirigentes y militantes opinen y manifiesten libremente sus preferencias y, a la vez,
contribuye a preservar la autonomía partidista” (2003: 34).

En síntesis, ambos análisis sobre el tipo ideal de influencia democrática en los mecanismos
de selección de candidatos se inclinan por el equilibrio entre la participación y la
representación. Rahat (2008) sugiere un mecanismo de selección multietapas que involucre
a distintos electorados; en tanto, Freidenberg (2003) se inclina por la votación directa pero
restringida a la membresía partidista.

De lo anterior, es posible concluir que un mecanismo de selección con un equilibrio óptimo


de democracia interna será aquel que mediante restricciones moderadas permita a los
miembros con serias aspiraciones políticas asumir el reto de intervenir en la toma de
decisiones sin que esto implique un menoscabo del contenido político y programático de
los partidos.

58
Capítulo 3. El desarrollo del sistema de partidos y la selección de
candidatos en México.

En este capítulo se analizará la predominancia de los diferentes tipos de mecanismo de


selección de candidatos en cada una de las etapas de desarrollo del sistema de partidos
mexicano. En el sistema de partidos mexicano es posible identificar dos importantes
modelos de régimen político: el hegemónico y el democrático, este último a su vez se
subdivide en las etapas de transición y consolidación. El desarrollo de ambos procesos ha
afectado de manera directa las estrategias de selección de candidatos. De acuerdo con lo
anterior, presentaré tres apartados que me permitan abordar las condiciones del proceso de
selección de candidatos en el sistema partidista de México a lo largo de sus diferentes
etapas.

El primer apartado se ocupa de contextualizar y caracterizar el mecanismo sucesorio


durante el periodo hegemónico, lo cual requiere establecer las condiciones a nivel
conceptual del partido hegemónico y contrastarlo con la información empírica sobre el
caso. El desarrollo del análisis se centra en la problemática relacionada con el carácter no
competitivo y centralista del régimen.

El segundo apartado de este capítulo se ocupa del sistema de partidos en torno a la


alternancia, así como de los periodos de democratización en México. Por esa razón,
presento la discusión sobre las condiciones bajo las que se desarrollan los procesos de
transición y consolidación, de manera particular en lo referente a la relación entre
competitividad y descentralización.

El tercer apartado es el resultado de las particularidades del sistema de partido mexicano.


Dada la relevancia del ámbito subnacional en el proceso democrático, resulta conveniente
conocer las condiciones de las entidades federativas del país en relación con el entorno
electoral. En conjunto, los tres apartados pretenden observar cómo han cambiado las
funciones y los objetivos de las estrategias de selección de candidatos durante el desarrollo
del sistema de partidos.

59
3.1 El sistema de partidos durante el periodo hegemónico.

Antes de profundizar en el mecanismo sucesorio mexicano, es necesario conocer las


condiciones generales del sistema de partidos, como parte del entorno político en el que se
genera y del cual forma parte. La caracterización de México como sistema de partido
hegemónico se encuentra en la muy citada investigación de Sartori (2000) sobre los
distintos tipos de sistemas de partido en el mundo. De acuerdo con Langston (2008), el
periodo hegemónico se desarrolla en el país a partir de la década de 1930 hasta la de 1990.

En palabras de Sartori (2000), el partido hegemónico “no permite una competencia oficial
por el poder, ni una competencia de facto. Se permite que existan otros partidos, pero como
partidos de segunda, autorizados; pues no se les permite competir con el partido
hegemónico en términos antagónicos y en pie de igualdad” (Sartori, 2000: 276). En síntesis,
el partido hegemónico posee la forma pero no el contenido de un sistema democrático,
dicho en palabras de Duverger (1984), se trata de un modelo de autoritarismo democrático.

Como hemos visto existen varias razones que explican la renuencia de los partidos a ser
asociados con una apariencia autoritaria (Michels, 1983; Duverger, 1984). En ese sentido,
Sartori (2000) considera que al partido hegemónico le interesa simular un mercado de
partidos no sólo porque de esa manera mantiene controlada a la oposición política, sino
también porque constituye “un medio de proporcionar a la élite una corriente de
información o, en todo caso, más información de la que puede acopiar el partido único, por
lo general” (Sartori, 2000: 279). Esta afirmación sobre el partido hegemónico coincide con
la interpretación de Panebianco (1990) sobre las zonas de incertidumbre en el sentido de
hacer referencia a las élites como un tipo de coalición dominante que proviene tanto del
partido político como del gobierno y requiere controlar ciertos recursos.

¿Y quién conforma la coalición dominante en el sistema de partido hegemónico en


México? De acuerdo con Langston (2008), entre los miembros de ese selecto grupo
destacan el presidente de México, el titular de la Secretaría de Gobernación y el dirigente
del Comité Ejecutivo Nacional (CEN) del PRI, quienes “controlaban la mayoría de las
decisiones (incluyendo las nominaciones) y el dinero que requería un político para

60
desarrollar una carrera exitosa” (Langston, 2008: 459). Lo anterior refleja un sistema de
partido cuya centralización se encuentra construida sobre la falta de competitividad.

Esta característica del modelo mexicano se observa claramente en el mecanismo de


selección de candidato para la presidencia del país, el cual consistía en la designación
directa por parte del presidente saliente. A lo largo de varias décadas, el proceso de
selección mediante designación directa se fue adaptando a diferentes entornos políticos,
hasta llegar al punto de convertirse en un complejo y sofisticado ritual cuya efectividad
consistió precisamente en sus rasgos no competitivos y altamente centralizados 1.

No obstante su innegable funcionalidad, la base de apoyo de dicho proceso era a la vez su


flanco débil. De acuerdo con Castañeda (1999), “el mecanismo sucesorio mexicano,
unipersonal y subjetivo al extremo, adolece de un defecto central entre muchos otros: todo
depende de la mirada del presidente” (1999: 341). Según esta premisa, cada presidente
mexicano del periodo hegemónico adaptó el rito de la sucesión de acuerdo a las
condiciones particulares de su entorno político.

A la par de este proceso, el Partido Acción Nacional surge como una organización política
que cuestiona los valores del modelo revolucionario. La particularidad del PAN radica en
optar por la defensa de sus intereses políticos mediante la vía electoral en un país donde el
voto no se respeta y cuyo partido oficial obtiene el triunfo en la gran mayoría de los puestos
de elección en disputa. Ante las continuas sospechas de fraude electoral en su contra, el
partido adoptó la costumbre de considerar la posibilidad de participar o no participar antes
del inicio de cada proceso electoral 2.

Bajo este escenario, el PAN implementó una estrategia antisistema que consistía en
oponerse al régimen en diversos temas electorales y de administración pública, entre los
cuales destaca la selección de candidatos. De acuerdo con Reynoso (1998), “desde la
fundación de la organización los panistas ejercieron una práctica que los distingue del

1
Esta cuestión es ampliamente analizada en: Cosío Villegas, Daniel (1975) La sucesión presidencial. Joaquín
Mortiz. México; y Meyer, Lorenzo (1993) “La Revolución Mexicana y sus elecciones presidenciales 1911-
1940” en: Pablo González Casanova (coord.) Las elecciones en México. Evolución y perspectivas, México,
Siglo XXI Editores.
2
Sobre el papel del PAN desde la oposición véase Loaeza, Soledad (1987) “El Partido Acción Nacional: de
la oposición leal a la impaciencia electoral” en: Soledad Loaeza y Rafael Segovia (comps.) La vida política
mexicana en crisis, México, El Colegio de México.

61
priismo: la forma democrática de sus decisiones fundamentales, como la elección de sus
dirigentes y candidatos o la aprobación de los documentos partidistas” (1998: 168).

En ese sentido, el PAN constituía un fuerte elemento de presión para el partido


hegemónico. Los avances más significativos de la época en materia electoral se concentran
en la introducción de la competencia partidista en el sistema político a través de una serie
de reformas electorales entre las que destacan por su trascendencia, las correspondientes a
1963 y 1977. Las reformas electorales eran la respuesta del partido hegemónico a las
coyunturas políticas adversas; la reforma de 1977 es una reacción a las elecciones
presidenciales de 1976 en las que el PAN decidió no postular candidato presidencial y el
PRI se encontró en la situación de presentar un candidato único.

Según Nohlen (1998), las continuas reformas al sistema electoral en México se


desarrollaron de acuerdo a un principio ambivalente, “atendiendo por un lado, clamores por
mayor democracia (es decir, pluralismo político y competencia real) y adaptando, por otro
lado, la legislación electoral al momento político, como respuesta del partido en el poder a
los retos de un pluralismo político creciente” (Nohlen, 1998: 284). Es decir, las reformas
electorales no sólo reflejan los objetivos de legitimidad del régimen sino también su
capacidad de control.

3.1.1 Tipología de los mecanismos de sucesión.

El mecanismo de selección de candidato presidencial durante el periodo hegemónico surge


como una propuesta de solución a dos grandes problemas que enfrentaba el partido
gobernante del México posrevolucionario, a saber, el recurso de la violencia como una
opción para acceder a la presidencia y la propensión por parte de los presidentes mexicanos
a perpetuarse en el poder (Castañeda, 1999). En ese sentido, el mecanismo de selección
cumplía la función de canalizar las aspiraciones de los políticos priistas y evitar que
abandonaran el partido aquellos aspirantes que no resultaran favorecidos con la
candidatura.

Uno de los rasgos principales del periodo hegemónico era el hecho de que el reclutamiento
de los precandidatos se reducía al grupo de miembros del gabinete presidencial. Inclusive,
la clase política sabía que el primer paso para aspirar a la presidencia de la república era

62
convertirse en secretario de Estado. Empero, no todas las secretarías eran iguales en ese
sentido; la titularidad de la Secretaría de Gobernación (SEGOB) representaba un escaparate
inmejorable para la construcción de una candidatura presidencial, del mismo modo que la
Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) y la ahora extinta Secretaría de
Programación y Presupuesto (SPP). Los candidatos que ocuparon la silla presidencial al
menos entre 1970 y 1994 provenían en conjunto de estas tres secretarías.

La tradición priista marcaba que el presidente debía elegir durante el último cuatrimestre de
su quinto año de gobierno un candidato que representara al PRI en las elecciones
presidenciales. Los presidentes del modelo hegemónico entre 1970 y 1994 niegan que la
decisión sobre la elección del candidato recayera en ellos de manera unipersonal; en
cambio, sostienen que su papel consistía en conducir el proceso para evitar la imposición de
alguna candidatura por parte de los grupos al interior del partido y, en todo caso,
representar el fiel de la balanza (Castañeda, 1999). De acuerdo con esta versión, los
presidentes construían una especie de consenso sobre el candidato sucesorio mediante la
realización de un periodo de auscultación, basado en la examinación personal y la
realización de una serie de consultas sobre los atributos de los posibles candidatos.

Las consultas que realizaba el presidente eran de carácter interno y externo, y podían estar
dirigidas directamente a los líderes de las distintas agrupaciones o abrirse a la base
mediante una serie de presentaciones públicas de los candidatos, conocidas coloquialmente
como pasarela. Al interior del partido, es principalmente con los tres sectores del PRI: el
campesino (CNC), el obrero (CTM), y el popular (CNOP). De manera externa, es ante
representantes de la clase empresarial, el ejército e inclusive, líderes religiosos (Castañeda,
1999). De este modo, los mandatarios salientes podían palpar la ausencia o existencia de
oposición por parte de algunos de los sectores mencionados en relación con los
precandidatos en turno.

Con todo, resulta complicado establecer la influencia de agentes externos sobre la voluntad
del mandatario saliente respecto a la designación del candidato presidencial, sobre todo si
consideramos que “durante la hegemonía del PRI, la selección de candidatos estaba
determinada por reglas informales” (Langston, 2008: 468). Sin embargo, en abono a la
insistente negativa por parte de algunos ex presidentes respecto al carácter unilateral de la

63
designación del candidato, resulta pertinente señalar que “incluso cuando un solo líder
parece disponer de un poder casi absoluto sobre la organización, la observación muestra a
menudo una conformación más compleja de la estructura del poder” (Panebianco, 1990:
90). En términos generales, podemos afirmar que la postulación del candidato priista a la
presidencia era el resultado de una serie de condiciones de carácter objetivo y subjetivo
surgidas del entorno político en el que se desarrollaba (Castañeda, 1999).

Como hemos visto, echar a andar el proceso de sucesión era una responsabilidad que recaía
de manera directa en la persona del presidente, y su manejo requería un alto nivel de
operación política. Dadas las condiciones del sistema de partido hegemónico, decidir la
postulación del candidato priista significaba por ende, elegir de manera automática al
próximo presidente de México. Considerando la importancia de lo anterior, los mandatarios
salientes ponían especial dedicación en la realización de este asunto.

El presidencialismo mexicano se caracterizó por los altos niveles de centralidad en la toma


de decisiones, pero sobre todo porque limitaba la competencia al interior del partido
hegemónico. Los procesos de selección de candidatos a nivel estatal y municipal eran una
especie de réplicas del nivel federal, con la diferencia de que el gobernador no tenía el
control completo de los procesos en las entidades federativas, sino que actuaba como una
especie de delegado presidencial. Asimismo, los otros partidos políticos que constituían la
competencia del partido hegemónico tenían dificultades para postular candidatos a cargos
de elección popular, su estructura no les permitía tener un amplio margen de acción. A
pesar de esto, organizaciones partidistas como el PAN se pronunciaron desde entonces por
la utilización de métodos de selección de candidatos más abiertos a la sociedad.

En su análisis sobre el mecanismo de sucesión presidencial mexicano, Castañeda (1999)


sostiene que al menos a partir de 1969 es posible identificar la prevalencia de dos grandes
tipos de sucesión: el dedazo, que operaba mediante un proceso de descarte o eliminación de
precandidatos, y el destape, que consistía básicamente en la selección del candidato por
medio de la designación presidencial. Cada una tiene sus características particulares: “las
sucesiones por descarte exacerban la ruptura entre saliente y entrante; en cambio, las
sucesiones por elección maximizan el engaño por el saliente” (Castañeda, 1999: 324).

64
Cuando el presidente no cuenta con una opción específica y debe elegir entre las opciones
más viables, la decisión se consuma por medio del dedazo. De acuerdo con Castañeda
(1999), las candidaturas presidenciales de 1970 y 1982 fueron realizadas mediante este tipo
de mecanismo de selección el cual, una vez consumado, provocaba que el candidato electo
marcara una clara distancia con relación a su antecesor. Esta distancia podía observarse no
solamente a un nivel discursivo, sino principalmente en la integración del equipo de
campaña, cuando el candidato evitaba rodearse de la gente cercana al presidente.

En cambio, cuando el presidente toma una decisión previa al arranque del proceso se trata
de una designación por destape. La gran desventaja de llevar a cabo un proceso de
selección a pesar de contar con una sucesión anticipada “radica en su indefectible recurso al
engaño: para impedir que el candidato preseleccionado sea devorado por sus rivales, por la
prensa o por lo enemigos del régimen, es preciso que figuren varios competidores en la
contienda” (Castañeda, 1999: 463). De lo anterior, se desprende la interpretación sobre el
proceso de sucesión presidencial mexicano básicamente como una técnica de camuflaje que
pretende esconder una práctica autoritaria bajo un matiz democrático (Duverger, 1984).

Ahora bien, si dicho proceso se desarrolla en el ámbito de las reglas informales ¿cómo
podía un aspirante obtener la calidad de precandidato presidencial? Sobre este punto resulta
complicado identificar algunas generalidades. Castañeda (1999), sostiene que los aspirantes
a la presidencia debían “moverse” procurando mantener un complicado equilibrio, es decir,
debían ser efectivos en las labores que le habían sido encomendadas, pero no al grado de
opacar el desempeño del propio presidente de la república. Otro de los elementos a tomar
en cuenta sobre el aspirante era el hecho de que no le hubiese causado problemas al
presidente durante el ejercicio de sus funciones y que tampoco mostrara una cercanía
especial con sus adversarios políticos. A pesar de que todo giraba en torno a los
requerimientos y expectativas de la figura presidencial, bajo ese entorno político no había
razones para modificar el mecanismo de designación presidencial; e incluso, sugerir “un
cambio en las reglas de selección de candidato del PRI a la presidencia era percibido como
un intento para debilitar la voluntad del presidente” (Castañeda, 1999: 215).

Un aspecto más que revela la importancia de los mecanismos de selección de candidatos


durante el periodo hegemónico y contribuye a explicar el alto grado de injerencia por parte

65
del presidente en el proceso de sucesión, es el principio de no reelección prevaleciente en el
sistema político mexicano. Esta característica “hace que los actores sean mucho más
vulnerables que sus contrapartes de otras democracias, ya que no gozan de las ventajas de
la permanencia” (Langston, 2008: 464). En ese sentido, se entiende la recurrente obsesión
por parte del presidente saliente en asegurar la lealtad de su sucesor y, en la medida de lo
posible, garantizar la continuidad de las principales directrices de su gobierno. Bajo el
entorno descrito anteriormente, el elemento que sobresale es el carácter metaconstitucional
y metajurídico que desempeñaba el presidente de la república en relación con la
elaboración de la estrategia de selección de candidatos al interior del PRI.

3.1.2 El fin del partido hegemónico en México.

A pesar de la fortaleza y el aparente elemento de infalibilidad que el sistema de partido


hegemónico llegó a exhibir en algún tiempo, la competitividad partidista terminó por minar
de manera importante su capacidad de control. En ese sentido, resulta importante considerar
que a pesar de la imposibilidad de acceder al gobierno, “la competencia tiene ventajas
siempre, aún y cuando se desarrolle en condiciones imperfectas, como las del monopolio o
el partido único o hegemónico” (Muñoz, 2001: 20). Es decir, la característica que distinguió
al partido hegemónico mexicano a la larga se convirtió también en aquella que contribuiría
a su desaparición: la participación electoral de la competencia política. Esta afirmación se
expresa en el modelo de Reynoso (1998), que analiza los resultados de las elecciones
presidenciales en el México hegemónico.

Reynoso (1998) sostiene que los resultados de las elecciones presidenciales en México
hasta 1994 presentan una notable tendencia que él considera como la característica
estructural del sistema político, dicha tendencia “va en el sentido de que el partido
hegemónico pierde votos y los gana la oposición” (Reynoso, 1998: 172) lo cual, aunado al
peso de las coyunturas contribuye a la combinación de factores macro y micro políticos.
Para sustentar esta teoría, el autor presenta los resultados electorales de las elecciones
presidenciales en México de 1929 a 1994 y señala que después de las importantes
escisiones ocurridas al interior de la “familia revolucionaria” reflejadas con las
candidaturas de oposición de Juan Almazán en 1940, Ezequiel Padilla en 1946 y Miguel
Henríquez Guzmán en 1952, el PRI ya no volvió a tener una oposición electoral que le

66
representara un peligro real sino hasta 1988 con la candidatura de Cárdenas. A partir de
1952 y hasta 1970, la caída electoral del PRI fue gradual pero de manera ininterrumpida en
cambio, el PAN su único rival “osciló entre 7.82% de los votos en 1952 y 17.5% en 1982”
(Reynoso, 1998: 172). El modelo de Reynoso sugiere que a pesar de una ausencia total de
competitividad en el sistema de partidos mexicano, es posible observar una tendencia de
carácter estructural que en algún momento llegaría a la alternancia como punto culminante.

La preponderancia que adquiere el ámbito electoral conduce a que se constituya como el


elemento central de la definición del modelo hegemónico en México. Por ende, un cambio
de sistema de partidos implica necesariamente una transformación sustancial del orden
electoral prevaleciente en el periodo hegemónico. La literatura especializada parece
inclinarse en esta dirección: Varela (1998) considera que “la eventual derrota del PRI luego
de 70 años de permanencia en el poder se ha convertido dramáticamente en un efecto de
demostración de transición a la democracia” (1998: 268), por su parte, Russo (2010)
sostiene que “la alternancia es la prueba de fuego de la democracia mexicana, el indicador
más inobjetable del cambio de régimen” (2010: 428).

De acuerdo con lo anterior, es posible afirmar que el sistema de partido hegemónico se


debilita como modelo con la llegada de la competitividad en la escena política durante la
década de 1990, y llega a su punto culminante con la alternancia de 2000 en el ejecutivo
federal. Recordemos que en términos conceptuales el partido hegemónico permite la
competencia electoral entre partidos pero bajo condiciones de desigualdad, es decir, sin
competitividad y por ende, sin alternancia. Entonces, la presencia de ambos elementos en el
sistema de partidos marca por sí mismo el fin del modelo hegemónico y representa la
instauración del modelo democrático en México. Dicho modelo, genera un entorno que
exalta valores como la inclusión y la descentralización política.

3.2 El sistema de partidos durante el proceso de democratización.

Como hemos visto en el apartado anterior, la decadencia del sistema de partido hegemónico
tuvo lugar a través de los cambios registrados en el ámbito electoral. En consecuencia, las
elecciones se constituyen como el espacio natural para impulsar el surgimiento del nuevo

67
modelo democrático en México. Un análisis sobre el sistema de partidos mexicano implica
destacar su singular proceso de democratización, explicado de manera recurrente a través
de los periodos de transición y consolidación. Lo anterior permite construir un punto de
partida para plantear las condiciones de la dinámica en la cual nos encontramos
actualmente.

De manera general, es posible distinguir entre transición y consolidación reconociendo que


el primer término se refiere al paso de un régimen a otro, en tanto que el segundo alude a la
transformación interna del régimen (Morlino, 2005). A través de esa perspectiva, Russo
(2010) considera que el proceso de democratización mexicano es un caso de transición
continua y consolidación consensual.

3.2.1 Transición continua y consolidación consensual.

Los estudios sobre la transición democrática generalmente coinciden en un punto: su


característica de gradualidad que la distingue de otras transiciones, pero disienten
marcadamente en otro: las fechas que marcan el inicio y conclusión del proceso. No
obstante, varios autores coinciden en señalar la década de los noventas como el inicio del
proceso de transición (Langston, 2008; Freidenberg, 2010).

Sobre el punto de inicio, Labastida y López (2004) mencionan que en la transición


mexicana “no hubo una caída del régimen autoritario como el que se produjo con la derrota
de la guerra de Las Malvinas en la dictadura militar argentina; no fue el resultado de una
revolución militar popular como en Portugal; ni fue consecuencia directa de factores
externos” (2004: 750), lo cual les permite argumentar que en el caso mexicano existe una
transición prolongada, debido al largo tiempo transcurrido en continuas negociaciones para
instaurar reglas aceptables entre los actores. En ese sentido, el hecho de que la democracia
mexicana no se construyera sobre los cimientos de una dictadura militar es un elemento que
la literatura destaca como la causa central de la dificultad por marcar una clara etapa de
inicio del proceso de democratización (Reynoso, 1998; Russo, 2010).

Al respecto, Rabasa (2008) refiere que “esa sustitución del viejo y a todas luces infuncional
sistema político que prevaleció por varias décadas a partir de los años treinta del siglo
pasado, por el nuevo democrático, ha sido extremadamente gradual y excesivamente lenta”

68
(2008: 115-116). Como resultado del proceso de tipo gradualista, el autor considera la
existencia no de un gran cambio sino de una serie de cambios.

Por su parte, Merino (2003) destaca tres características del modelo de transición mexicana
que explican el proceso de apertura gradual y continua, en lugar de un escenario de
rompimiento con el régimen anterior. En primer lugar, la mexicana ha sido una transición
votada, lo cual, quiere decir que la llegada del modelo democrático no consistió en un pacto
entre las élites que buscan el poder, sino en el resultado de un proceso electoral. En segunda
instancia, se trata de una transición basada en la apertura. Debido a la ausencia de una
ruptura completa con el régimen anterior, el antiguo partido hegemónico ha permanecido
en el nuevo modelo. En palabras de Merino (2003), “el cambio político de México ha sido
un proceso en el que los liderazgos anteriores comenzaron a convivir con las nuevas
dirigencias derivadas de su oposición” (2003: 65).

En tercer lugar, ha sido una transición que recupera del pasado. Salvo la institución
electoral, las demás no han sido creadas durante la transición sino que de manera concreta,
han sido recuperadas de la Constitución perteneciente al modelo hegemónico. En ese
sentido, más que transformación de las instituciones, la transición ha intentado restablecer
normas que no eran puestas en práctica debido a que se hallaban subordinadas a las
prácticas informales del partido gobernante. En consecuencia, Merino (2003) sostiene que
la transición mexicana consistió básicamente en la serie de cambios que resultaron de la
interacción entre el sistema electoral y el sistema de partidos políticos.

A partir de las reflexiones anteriores, es posible observar que a nivel teórico el reto de la
transición consistía en llevar a cabo un proceso de destitución autoritaria que permitiera una
consiguiente instauración democrática, lo cual no era una situación menor en el caso
mexicano si consideramos la dificultad que representaba en la práctica destituir un
autoritarismo que siempre había negado serlo. En consecuencia, se configuró un escenario
con los mismos actores pero bajo distintas reglas del juego electoral, lo que impidió una
clara distinción entre los elementos del antiguo y el nuevo régimen.

No obstante, el proceso de democratización en México no es únicamente una cuestión de


grado. La disolución de la equivalencia entre PRI y Estado, así como la existencia de una

69
oposición verdaderamente competitiva implican también un cambio de clase del sistema de
partidos (Russo, 2010). En otras palabras, la introducción del principio de competitividad
en la transición gradual es el cambio que sustituye el corte analítico que representa la caída
de un régimen militar en los casos de otras naciones que se encuentran en proceso de
democratización.

La etapa de transición representa cambios importantes en el ámbito legal para la


celebración de elecciones en general y el proceso de selección de candidatos en particular;
en este periodo de transición, las reformas electorales también desempeñaron un papel
relevante. Durante la etapa de la transición, las reformas electorales son en buena medida
una reacción por parte del régimen a los resultados de la elección presidencial de 1988. Al
inicio de la década de 1990 se descentraliza el control de las elecciones a través de la
creación del Instituto Federal Electoral (IFE); posteriormente, la reforma de 1996 permite
que la integración del consejo general del organismo electoral estuviera a cargo de
ciudadanos sin afiliación partidista. De esta manera, la construcción de una autoridad
electoral autónoma “constituyó uno de los grandes logros de la transición a la democracia
en México: quitar al Secretario de Gobernación del Consejo General del IFE fue un trabajo
que costó años de negociaciones entre los tres partidos mayoritarios durante los años
noventa” (Langston, 2009: 249).

En el ámbito interno, el mecanismo de designación directa realizado por el presidente


priista para nombrar a su sucesor se encontraba en fase de extinción. Esto se puso de
manifiesto en la víspera de las elecciones presidenciales de 1994, cuando el presidente
saliente se ve empujado por las condiciones del entorno a realizar una designación directa
presidencial en dos ocasiones. En una primera instancia, el presidente en funciones designa
su sucesor mediante un proceso de destape que deja insatisfecho al menos a uno de los
otros precandidatos; al hacer público su descontento, el frustrado aspirante rompe con una
de las reglas no escritas que el partido exige a sus militantes: la disciplina incondicional.
Poco tiempo después, ante el asesinato del candidato designado, el presidente saliente se ve
en la necesidad de recurrir al método del dedazo para designar a un candidato sustituto. Los
saldos de esta apresurada designación se pondrían de manifiesto posteriormente, al surgir
una fuerte enemistad pública entre el presidente priista saliente y el entrante.

70
Para la siguiente elección presidencial, el PRI decide dar un golpe de timón en el proceso
de selección del candidato y por primera ocasión en su historia recurre al mecanismo de
elecciones abiertas. En este proceso participaron cuatro aspirantes, sin embargo, estuvo
marcado por la falta de legitimidad debido a que ganó el precandidato que constantemente
fue señalado como el favorito del presidente. Los resultados de la contienda interna priista
no fueron positivos para el partido, debido a que contribuyeron a exacerbar las pugnas entre
sus militantes y condujeron a la postulación de una candidatura cuestionada desde su
origen.

Por su parte, durante la etapa de transición democrática el PAN también decide dar un
golpe de timón al adoptar una estrategia pro-sistema. Esta estrategia consistió en un
acercamiento político entre las élites dirigentes del PRI y el PAN, lo cual trajo consigo el
reconocimiento de algunos triunfos electorales del PAN a nivel subnacional por parte de la
presidencia de la república. Dicha estrategia abonó el camino de la alternancia en las
entidades federativas mexicanas, algo inédito hasta entonces en el sistema político nacional.
Sin embargo, fue un procedimiento fuertemente cuestionado por parte de algunos miembros
panistas que se oponían al acuerdo. En el marco del pacto entre élites, una de las corrientes
panistas internas “rompe con el liderazgo partidario en protesta por lo que calificaban como
el excesivo pragmatismo y la colaboración brindada al PRI a cambio de reformas políticas
parciales, con lo cual se alejaba la posibilidad de un derrocamiento del sistema” (Alarcón y
Freidenberg, 2007: 736).

En lo relacionado con el mecanismo de selección, antes de llegar al gobierno de la


república el PAN elegía a su candidato presidencial a través de convenciones nacionales, en
donde los delegados asistentes votaban por algunos de los precandidatos registrados. En el
año de 1999 “dado que sólo se registró un precandidato, el proceso derivó en una votación
de tipo plebiscitario, con cerca de 95% del apoyo, que luego fue ratificado en la convención
nacional” (Alarcón y Freidenberg, 2007: 741).

De acuerdo con Field y Siavelis (2009), “el modo de transición a la democracia puede
influir en la adopción de procedimientos de selección” (2009: 68). En el caso mexicano,
durante el proceso de transición democrática los institutos electorales desempeñaron un
papel fundamental en el proceso de liberalización política (Merino, 2003) en ese sentido,

71
los cambios incorporados al diseño institucional no consideraron tomar medidas de
restricción sobre los procesos de selección de candidatos, en buena medida porque
provenían de un entorno cuyo régimen autoritario se caracterizó por su afán de inmiscuirse
y controlar los asuntos partidistas internos.

No obstante, durante este periodo transicional la incursión de la competitividad en el


sistema de partidos produjo una reacción por parte de los partidos políticos en distintos
ámbitos, entre los que destaca precisamente los procesos de selección. Después del
atribulado proceso de selección de candidato presidencial del PRI en 1994, el partido
decide realizar una elección abierta a toda la población. Por su parte, el PAN postula
candidatos presidenciales que no emergen precisamente de sus tradicionales métodos de
selección democráticos; el candidato panista de 1994 había sido uno de los principales
artífices de la estrategia pro-sistema adoptada por el partido en los noventas y el candidato
presidencial del año 2000 era un liderazgo que prescindió de las elecciones internas y que
prácticamente se impuso al partido para obtener su postulación. Bajo este escenario, se
realiza la primera alternancia a nivel presidencial en el sistema de partidos mexicano, la
cual inaugura el proceso de consolidación democrática.

La consolidación consensual ocurre cuando se crean las tres siguientes condiciones: el


consenso resulta la alternativa más económica para los actores relevantes; el gobierno y la
oposición adoptan por consenso las decisiones de mayor relevancia para el régimen
político; y la oposición es básicamente congruente (Russo, 2010). Como consecuencia del
modelo de consolidación consensual, la destitución autoritaria tiene una escasa relevancia
durante el proceso de consolidación democrática. “La destitución autoritaria es el proceso
de derogación de estructuras que identifican al régimen autoritario precedente y también su
proceso de deslegitimación” (Russo, 2010: 432). Dicho proceso de derogación se concentra
en tres dimensiones: la primera es el proceso de deslegitimación, tiene una función de
carácter simbólico; la segunda se refiere a la derogación de las normas jurídicas del
régimen autoritario, y es de orden normativo; y la tercera consiste en el compromiso de los
actores del nuevo régimen a no aliarse con actores del viejo régimen, es de tipo moral.

Acerca del último punto, resulta pertinente resaltar que si los actores del nuevo régimen se
encuentran dispuestos a entablar negociaciones con actores del viejo régimen es debido a

72
que éstos aún cuentan recursos políticos suficientes para afectar el proceso político
posterior. En síntesis, el modelo consensual del proceso de democratización mexicana
favoreció muy poco a la ruptura política con el pasado a nivel de élites dirigentes.

En relación con los elementos presentados sobre la transición y la consolidación, destaca lo


siguiente:

-El origen de la transición democrática en México se encuentra localizado en el cambio del


sistema de partidos y en el proceso electoral.

-La instauración democrática ocurre con la alternancia política.

-La destitución autoritaria débil de la consolidación consensual refuerza la presencia del


antiguo partido hegemónico en el nuevo régimen democrático.

3.2.2 Selección de candidatos en el periodo de consolidación.

La etapa de la consolidación democrática puede dividirse en un antes y un después de la


reforma de 2007 al Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales (Cofipe).
De igual manera a como ocurre durante las etapas de hegemonía y de transición, las
reformas electorales durante la etapa de consolidación obedecen a la situaciones políticas
del entorno, que en este caso se encuentra relacionado con el ambiente posterior al
resultado de las elecciones presidenciales de 2006. Por esa razón, en el Cofipe de 2007 se
“incrementó el control de los organismos electorales sobre los procesos internos de los
partidos y se introdujo cambios en la manera en que harán campaña electoral, utilizarán los
medios de comunicación y rendirán cuentas de los gastos” (Freidenberg, 2010: 6).

El Cofipe que reguló previamente las elecciones en México únicamente aludía a los
procesos de selección de candidatos en una ocasión y de forma muy vaga. En su artículo 27
expone que uno de los aspectos que debían contener los estatutos partidistas eran “las
normas para la postulación democrática de sus candidatos” (IFE, 2006: 11). Esto se explica
por una razón que el mismo código señala en el artículo 174 al referir que las etapas de un
proceso electoral ordinario son las siguientes: “a) preparación de la elección; b) jornada
electoral; c) resultados y declaración de validez de las elecciones; y d) dictamen y
declaración de la validez de la elección y de presidente electo” (IFE, 2006: 83).

73
En ese sentido, queda claro que una de las razones que explican las reformas al Cofipe de
2007 “es una falta de definición de las precampañas electorales” (Langston, 2009: 246). Por
esa razón, el nuevo Cofipe –reformado a finales de 2007 y publicado en enero de 2008-
amplía las referencias a los asuntos internos partidistas e incluye un apartado sobre los
procesos de selección de candidatos y precampañas.

En su artículo 36 el Cofipe de 2007 establece que la organización de los procesos internos


para seleccionar y postular candidatos en las elecciones federales es un derecho de los
partidos políticos nacionales. Los artículos 46 y 47 hacen referencia a los asuntos internos
de los partidos políticos; en ellos, se afirma que los procedimientos y requisitos para la
selección de sus precandidatos y candidatos a cargos de elección popular son un asunto
interno de los partidos, por lo tanto, deben contemplar en sus estatutos la resolución de
conflictos de forma rápida y que garantice los derechos políticos de sus militantes. De esta
manera, “sólo una vez que se agoten los medios partidistas de defensa los militantes
tendrán derecho de acudir ante el Tribunal Electoral (IFE, 2008: 21).

El Cofipe de 2007 incluye un apartado sobre los actos preparatorios de la elección que
contiene asuntos relacionados con los procesos de selección de candidatos y actos de
precampaña mencionados en los artículos que van del 211 al 217. En ellos se definen
conceptos clave como la precampaña, los actos de precampaña y la figura del precandidato;
también se imponen restricciones a los gastos de precampaña y anuncios en medios de
comunicación. La consideración de estos aspectos en el marco regulatorio de los procesos
electorales impulsó importantes reformas en los estatutos partidistas, así como en sus
reglamentos de selección de candidatos.

El periodo de consolidación que sigue a las elecciones presidenciales de 2000 plantea un


panorama con una relación de fuerzas sustancialmente distinta a la que prevaleció en etapas
previas. En esa ocasión, el PRI participaría como partido opositor y el PAN estrenaría su
papel de partido en el gobierno. En consecuencia, después del impacto inicial de perder la
presidencia, “el desajuste interno que vivió el PRI en los meses posteriores a julio de 2000
se fue superando durante los meses siguientes y, poco a poco, se fue afianzando un proceso
de realineamiento organizativo” (Pacheco, 2008: 165).

74
A partir de entonces, el PRI ha reformado en tres ocasiones sus estatutos: en el 2001 a
través de la XVIII Asamblea Nacional Ordinaria en la que se fijan nuevas reglas en el juego
interno de poder; en el 2005 durante la XIX asamblea en la que establecen las normas
básicas que regularían el proceso interno para la elección del candidato presidencial; y en el
2008 en la XX asamblea, para adaptar sus estatutos a las reformas del Cofipe. En este
último documento estatutario, el PRI señala en el artículo 181 que sus mecanismos para la
postulación de candidatos son la elección directa y la convención de delegados, además
considerará el método de los usos y costumbres para elecciones a nivel municipal en
aquellos casos en los que aplique. Asimismo, desde el 2005 cuenta con el “Reglamento
para la elección de dirigentes y postulación de candidatos” que regula la participación de la
Comisión de Procesos Internos, el organismo encargado de organizar y calificar dichos
eventos.

Por su parte, desde el 2000 el PAN ha realizado cuatro transformaciones a los documentos
del partido: “en 2001 se renovaron de manera casi integral los Estatutos Generales; en 2002
se aprobó la nueva Proyección de Principios de Doctrina, y en 2004 se definió un nuevo
programa de Acción Política” (Alarcón y Freidenberg, 2007: 742); finalmente, en la XVI
Asamblea Nacional Extraordinaria realizada en 2008 el partido reforma sus estatutos. En
esta reforma el partido aprueba el Reglamento de Selección de Candidatos a Cargos de
Elección Popular y crea la Comisión Nacional de Elecciones como la autoridad electoral
interna del partido que será la responsable de la organización y calificación de dichos
procesos de selección.

Asimismo, permite la participación de los miembros adherentes en las elecciones internas;


introduce el mecanismo de la designación directa y elimina la figura de la convención como
mecanismo de selección, lo cual generó fuertes protestas por parte de algunos panistas. Las
quejas de los militantes iban en el sentido de que la reforma a los estatutos de 2008 “acaba
con esa fiesta de la democracia panista llamada convención para sustituirla por modelos de
elección que no hay ninguna evidencia de que sean mejores que lo que tenemos
actualmente” 3. En efecto, de acuerdo con los estatutos del partido, el mecanismo de
selección ordinario es la elección interna dirigida a los miembros activos y adherentes no
3
“Entregan panistas volantes contra reformas a estatutos”, de Lilia Saúl Rodríguez, El Universal, Ciudad de
México, 26 de abril de 2008, http://www.eluniversal.com.mx/nacion/index.html, [6 de junio de 2012].

75
obstante, el artículo 43 establece que los métodos extraordinarios de selección serán la
elección abierta y la designación directa.

Las situaciones que favorecen la adopción del mecanismo de elección abierta en los
estatutos panistas permiten suponer que ante una menor posibilidad de triunfo, los partidos
son proclives un mayor nivel de inclusión en los procesos de selección. Según la norma, el
partido podrá convocar a elecciones abiertas en los casos siguientes: a) el porcentaje de
votación obtenido por el partido en la elección inmediata anterior, federal o local sea menor
al diez por ciento de la votación total emitida; b) el porcentaje de participación ciudadana
en la elección inmediata anterior, federal o local, sea menor al cuarenta por ciento; c) el
resultado de la aplicación de algún instrumento de opinión pública arroje una preferencia
electoral menor al veinte por ciento; d) al cierre de la fase de recepción de solicitudes de
registro, se hubiere inscrito únicamente un aspirante y e) a solicitud del Consejo Estatal,
Comité Directivo Estatal o la mayoría de los Comités Directivos Municipales para el caso
de elecciones de Gobernadores o Jefe de Gobierno y Senadores de Mayoría. La anterior
relación refuerza la suposición de que los partidos tienden a incrementar el control sobre el
proceso de selección de candidatos en la medida que aumenta la posibilidad de triunfo en
las elecciones.

Como puede verse, la alternancia del año 2000 en la presidencia de la república condujo a
los partidos a adaptarse a las nuevas condiciones del sistema mediante caminos distintos. El
PRI como oposición incorporó mecanismos de selección más plurales, mientras que el PAN
como partido en el gobierno mostró una tendencia a buscar opciones que le permitieran
echar mano de mecanismos de selección más exclusivos, aunque sea únicamente para casos
extraordinarios.

3.3 Descentralización a nivel subnacional en el sistema de partidos.

He mencionado anteriormente que la competitividad electoral en el sistema de partidos en


México provocó un proceso de descentralización cuya dispersión de poder se orientó
principalmente hacia las entidades federativas y afectó de manera particular los
procedimientos internos de los partidos políticos. Veamos cómo ocurre dicha situación.

76
La época del partido hegemónico se caracterizó por su alto nivel de centralización basado
en la ausencia de competitividad, lo cual se expresa en el mecanismo sucesorio. Por esa
razón, la presencia de la competitividad en el sistema de partidos necesariamente crea
expectativas sobre la posibilidad de un proceso de descentralización. Ahora bien, “para
determinar la descentralización política resulta útil pensar en qué actores políticos controlan
recursos de importancia para los políticos con aspiraciones de seguir una carrera
ascendente” (Langston, 2008: 464).

Los titulares de las secretarías de Estado más importantes del periodo hegemónico ya no
tienen el poder de antaño para mantenerse como miembros indiscutibles de la coalición
dominante; en el entorno democrático actual, “la escena política estatal, por primera vez
desde los años treinta, se ha convertido en una vía significativa hacia el poder nacional e
incluso presidencial” (Langston, 2008: 462). De acuerdo con la versión anterior, los
gobernadores y otros políticos estatales de la etapa democrática sustituyeron como centro
de poder a la figura presidencial de la era hegemónica; en ese entorno el total de
gobernadores “emergió como la principal fuerza con capacidad suficiente para articular y
encabezar nuevas coaliciones internas que les permitieran ocupar el vacío político interno
dejado en 2000” (Pacheco, 2008: 164-165).

Por supuesto, una de las maneras en que se expresa este poder de los gobernadores es a
través de su influencia sobre los procesos de selección de candidatos. A diferencia de la era
hegemónica, en el contexto democrático los gobernadores controlan importantes recursos
de financiamiento electoral que les permiten incidir en diferentes grados no únicamente en
el mecanismo de selección, sino también en la lista de precandidatos. Asimismo, la
aparición de la competitividad en el escenario electoral también modificó la estructura de
oportunidades políticas para los políticos locales en el sentido de que cobraron mayor
relevancia las relaciones a nivel subnacional para poder aspirar a una candidatura.

De esta manera se adaptaron los partidos más competitivos al nuevo modelo democrático.
Transformaron sus prácticas formales sobre el proceso de selección de candidatos a la vez
que decidieron privilegiar las candidaturas con mayor arraigo local y concedieron a los
gobernadores y líderes de facciones estatales mucha mayor influencia en el proceso de
selección de candidatos. En ese sentido, “la competencia electoral contribuyó a reactivar el

77
debilitado federalismo estipulado por la Constitución mexicana” (Langston, 2008: 471).
Expresado en términos de Duverger (1984), lo anterior significa que la competitividad del
sistema de partidos democrático generó un proceso de descentralización de tipo federal en
la selección de candidatos, basado en una mayor importancia política del ámbito
subnacional.

Esta creciente importancia del nivel subnacional en el periodo democrático induce a


considerar los procesos de selección de candidatos desde el ámbito de las entidades
federativas, ya que la relevancia que adquiere el nivel subnacional durante el periodo de
consolidación democrática es similar a la importancia que tuvo la alternancia durante el
periodo de la transición.

3.3.1 La alternancia a nivel subnacional.

Russo (2010) refiere que a pesar de que en México la alternancia ocurre a nivel federal en
el 2000, a nivel estatal la realidad es más compleja. Distingue entre un México alternante y
un México no alternante, y ofrece la información sobre la alternancia en las entidades
federativas a través de un listado. Hasta el año 2010, los 11 estados del México no
alternante son: Campeche, Coahuila, Colima, Chihuahua, Durango, Hidalgo, Estado de
México, Quintana Roo, Tabasco 4, Tamaulipas y Veracruz. En contraparte, en las 20
entidades restantes y el Distrito Federal hay al menos una alternancia registrada hasta el año
2010.

De acuerdo con las cifras que presenta el autor, lo anterior implica que el 36.70% de la
población mexicana vive bajo un sistema de partidos estatal no alternante y el 63.30%
restante lo hace bajo un sistema de partidos alternante (Russo, 2010). Del segundo grupo,
distingue a su vez entre los sistemas con alternancia que tienen un partido con anclaje
fuerte, los que van en camino al anclaje fuerte y los que tienen un anclaje débil, lo cual
implica el nivel de permanencia que conservan los partidos cuando llegan al poder
mediante la alternancia. De acuerdo con lo anterior, un partido con anclaje fuerte será aquel
que logre mantenerse en el poder más de un periodo de gobierno.

4
Tabasco registró su primera alternancia a nivel estatal con el triunfo del PRD en las elecciones de 2012.

78
La dinámica partidista que prevalece en los estados ocurre porque “la concentración que
logran tanto el PAN como el PRD se debe a la competición con el polo dominante a nivel
nacional, constituido por el PRI” (Russo, 2010: 449), lo anterior provoca que los estados
con fuerte presencia del PAN presenten una débil presencia del Partido de la Revolución
Democrática (PRD) y viceversa. Considerando aquellos estados alternantes cuyo tercer
partido posee un apoyo electoral de al menos 15% es posible advertir que en diez entidades
funciona un sistema de partidos multipolar. Las 21 entidades restantes forman parte del
México bipolar en las cuales el PRI constituye el primer o el segundo partido con mayor
fuerza electoral. Este es el panorama electoral de México a nivel subnacional.

A manera de recapitulación de los temas presentados, resulta importante destacar que el


sistema de partidos mexicano cambió los procesos de selección de candidatos: pasó de ser
un modelo cerrado en el periodo hegemónico a convertirse en otro de carácter abierto
durante la etapa de transición y finalmente, en la actual etapa de consolidación se expresa
como un sistema de partidos principalmente competitivo. En ese contexto, el proceso de
selección de candidatos ha sido presentado como un indicador tanto de las condiciones del
modelo autoritario como del democrático.

En vista de la amplia gama de temas que resultan del análisis de las estrategias de selección
de candidatos, en el presente capítulo me concentré en los efectos del sistema de partidos
sobre los mecanismos de selección. Como consecuencia, destaqué el papel relevante que
adquiere el ámbito estatal sobre la selección de candidatos a partir de la primera alternancia
en la presidencia de la república. Lo anterior, implica que el actual periodo de
consolidación democrática del sistema de partidos en México presenta condiciones
analíticas favorables para el estudio de las estrategias de selección, tomando en cuenta un
par de consideraciones: el principio de competitividad en el proceso de selección de
candidatos y el ámbito estatal como el espacio adecuado para abordar la transformación del
sistema de partidos durante el periodo de consolidación democrática.

79
Capítulo 4. Estrategias de selección de candidatos para el gobierno del
estado de Yucatán en el periodo 2001-2012.

El objetivo de este capítulo consiste en identificar las estrategias de selección de candidatos


de los principales partidos en los procesos preelectorales por la gubernatura de Yucatán
durante 2001, 2007 y 2012 con el objeto de conocer el nivel de democracia interna que
presentan dichas estrategias durante la etapa competitiva en la entidad. Como hemos visto
en el capítulo anterior, las estrategias de selección de candidatos en México han ido
cambiando conforme a las diferentes etapas de desarrollo del sistema de partidos. Después
de un prolongado periodo hegemónico, sobrevino una década de transición política que
culminó con la alternancia en la presidencia de la república en el año 2000, dando paso al
periodo de consolidación democrática.

Uno de los resultados más importantes que ha generado la competitividad durante la actual
etapa de consolidación democrática es la descentralización del fuerte presidencialismo que
caracterizó la etapa hegemónica, la cual condujo a un nuevo equilibrio de poderes al
interior del sistema de partidos que fortaleció la importancia política del nivel subnacional
(Langston, 2008). En ese sentido, Juan Russo (2010) señala que en el sistema político a
nivel subnacional es posible distinguir entre un México alternante y altamente competitivo,
representado por 20 entidades federativas; y un México no alternante, conformado por 11
estados en los que el PRI ha permanecido como único partido gobernante y en los que se
mantiene un bajo nivel de competitividad electoral. De acuerdo con lo anterior, las
condiciones de alta competitividad y alternancia en las entidades federativas contribuyen a
proporcionar un entorno favorable para el desarrollo de la democracia interna en las
organizaciones partidistas.

En ese sentido, resulta adecuado considerar las condiciones actuales de las estrategias de
selección de candidatos en el sistema de partidos mexicanos, a raíz de dos elementos que
han caracterizado la etapa de la consolidación democrática, a saber, la alta competitividad y
el nivel subnacional. Bajo tal panorama, el estado de Yucatán resulta un caso adecuado para
identificar las características principales de las estrategias de selección de candidatos en un

80
entorno de democracia interna. Esto es así básicamente por un par de razones: 1) se trata de
un ámbito electoral con nivel altamente competitivo; y 2) forma parte del México alternante
a nivel subnacional. A partir de lo anterior, me concentraré concretamente en el PAN y el
PRI, los partidos políticos más competitivos de la entidad. Como he mencionado, los otros
partidos tienen una participación netamente marginal en el ámbito electoral yucateco, y por
ende, muy poca influencia política en el estado.

En el siguiente apartado presentaré los antecedentes de las elecciones a la gubernatura de


Yucatán desde 1995, para facilitar la comprensión del entorno democrático en el que se
originan las estrategias de selección de candidatos referidas y presentar un panorama
general del caso en cuestión. Posteriormente, me ocuparé de medir los distintos niveles de
democracia interna que presenta la selección de candidatos de los principales partidos que
compiten por la gubernatura de Yucatán durante la etapa de consolidación democrática.

4.1 Elecciones estatales a partir de la alternancia.


Yucatán se encuentra ubicado al sureste de la república mexicana, su geografía política está
compuesta por 106 municipios entre los que destaca la ciudad de Mérida, la capital del
estado. En términos electorales se encuentra dividido en 5 distritos de carácter federal y 15
distritos estatales. Las elecciones por la gubernatura del estado se celebran cada seis años y
son concurrentes con las elecciones municipales y del legislativo local. Esta condición
favoreció en buena medida el fortalecimiento de los liderazgos locales y su intervención en
los procesos de selección de 2001 y 2007.

El código electoral estatal ha sido reformado en dos ocasiones durante la etapa de


consolidación democrática, en 2006 y en 2009. Como parte de las reformas al código
electoral del estado realizadas en el 2006, a partir de 2012 las elecciones locales serán
también concurrentes con las federales, de modo que en esta ocasión además de gobernador
del estado se elegirán en total: 2 escaños al senado de la república, 5 diputaciones federales,
15 diputaciones locales y 106 presidencias municipales. Evidentemente, esta nueva
condición implicará un reacomodo en el tipo de relación entre las dirigencias locales y
nacionales desde el periodo de precampañas. Posteriormente, las reformas de 2009
adaptaron la legislación local a las reformas del Cofipe de 2007, incluyendo un apartado
sobre los procesos internos.

81
El conjunto de estos elementos implica una serie de cambios en el sistema de partidos local
a los que se han ido adaptando los partidos políticos; una manera en la que se refleja lo
anterior es a través de las modificaciones internas que realizan para ajustarse a las
condiciones actuales, entre las que destacan las estrategias de selección de candidatos.

Como mencioné líneas arriba, el escenario electoral en Yucatán ha sido muy competitivo
desde hace varios años, inclusive en fechas previas a la primera alternancia a nivel estatal.
En el capítulo 2, hemos visto que las estrategias de selección de candidatos son “un
conjunto de decisiones vinculadas al mecanismo que se va a emplear para elegir a un
candidato a un cargo de representación popular o dirigencia partidista” (Freidenberg, 2010:
4). De acuerdo con lo anterior, el siguiente análisis contempla el conjunto de decisiones
relacionadas con los aspectos legal, partidista y estratégico electoral en las elecciones por la
gubernatura de Yucatán.

Las elecciones en los estados son eventos de la mayor importancia para sus habitantes por
las expectativas que genera el relevo de un partido en el gobierno y por las condiciones del
entorno político en que se desarrollan. A partir de la instauración democrática a nivel
nacional en el año 2000, en Yucatán se han celebrado tres procesos de selección de
candidatos con miras a las respectivas elecciones estatales de 2001, 2007 y 2012. En las
elecciones de 2001 y 2007 los altos niveles de competitividad produjeron resultados con
alternancia: en el 2001 el PRI entrega por primera vez el poder estatal al PAN, en el 2007 el
PAN regresa el gobierno del mando estatal al PRI. Las elecciones estatales de 2012 son las
primeras concurrentes con las federales y sus resultados otorgaron un segundo triunfo
consecutivo del PRI en el gobierno estatal. En estos procesos, los partidos locales han
adaptado sus estrategias de selección de acuerdo con las características particulares del
entorno.

En Yucatán los procesos electorales por la gubernatura muestran un alto nivel de


competitividad que se remonta al año de 1995. De hecho, una compresión integral del
proceso que marca la diferencia entre el sistema de partido hegemónico y el sistema
democrático local requiere considerar como antecedente esas elecciones estatales
registradas durante la etapa de transición. Durante 1995 el PRI atravesó por un momento
políticamente muy complicado en todo el país a raíz de la crisis económica. Ese año, el PRI

82
perdió en todas las entidades que celebraron elecciones, excepto dos: las elecciones para
renovar el gobierno de Yucatán y las intermedias de Chihuahua. El PRI se encontraba en la
víspera de seleccionar a su candidato para las elecciones a la gubernatura de Yucatán en
1995 justo cuando acababa de perder Jalisco ante el PAN.

Ese año, el PRI postuló como candidato a gobernador de Yucatán a Víctor Cervera Pacheco
y el PAN a Luis Correa Mena, hijo de un ilustre panista local. La elección resultó muy
competitiva aunque al final el PRI pudo retener la gubernatura de Yucatán gracias al voto
del interior del estado, pues en Mérida había perdido las elecciones. A partir de entonces,
las condiciones bajo las que se desarrollan las estrategias de selección de candidatos para
las elecciones por la gubernatura del estado de Yucatán en 2001, 2007 y 2012 constituyen
un espacio adecuado para conocer cómo han sido afectadas por la democracia interna,
tomando en consideración los niveles de autonomía, inclusión, competitividad y
descentralización que presentan los procesos partidistas internos.

La gráfica 4 muestra el alto nivel de competitividad que registran los resultados electorales
por el gobierno del estado de Yucatán en el periodo 1995-2012.

Gráfica 4: Resultados electorales para gobernador del estado de Yucatán: 1995-2012.

83
A continuación, presento la información de la anterior gráfica en términos porcentuales,
considerando la votación total en el caso de las coaliciones que postularon candidaturas en
común.
Tabla 6. Porcentaje de votación obtenido por candidato en las elecciones para gobernador
de Yucatán 1995-2012.
Año de elección Partido/Coalición Candidato Porcentaje de votos
1995 PAN Luis Correa Mena. 44.7
PRI Víctor Cervera Pacheco. 48.7
PRD Eduardo Sobrino Sierra. 3.2
2001 PAN/PRD/PT/PVEM Patricio Patrón Laviada. 53.5
PRI Orlando Paredes Lara. 45.5
2007 PAN/PANAL Xavier Abreu Sierra. 42.4
PRI/PVEM/PAY Ivonne Ortega Pacheco. 49.9
PRD Héctor Herrera Álvarez. 2.6
2012 PAN Joaquín Díaz Mena. 41.0
PRI/PVEM/PSDY Rolando Zapata Bello. 50.8
PRD/PT/MC Erick Villanueva Mukul. 2.8
Fuentes: 1995-2001 Instituto Electoral del Estado de Yucatán (IEEY); 2007-2012 Instituto de Procedimientos
Electorales y Participación Ciudadana (Ipepac). Elaboración propia.

4.2 Nivel de intervención de organismos electorales en la selección de candidatos.

Como hemos visto, el marco legal crea las condiciones para que los partidos puedan optar
por una u otra estrategia de selección. La intervención de los organismos electorales en los
procesos de selección de candidatos refleja el nivel de autonomía partidista sobre dichos
procesos. El nivel de autonomía partidista depende de tres escenarios: 1) ausencia de
normatividad preelectoral; 2) regulación de precampañas; 3) restricción de los mecanismos
de selección.

En Yucatán, el proceso de selección de candidatos para las elecciones estatales de 2001


estuvo marcado por una disputa entre el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la
Federación (TEPJF) y el Congreso del Estado de Yucatán respecto a la conformación del

84
Consejo General del Instituto Electoral del Estado de Yucatán (IEEY), que estaría
encargado de la organización de las elecciones. Esta controversia jurídica derivó en un
desacato por parte del Congreso local ante las autoridades federales y se desarrolló en
buena medida debido a las estrategias de líderes locales por lo tanto, dicha situación será
abordada con mayor detenimiento más adelante. Lo importante ahora es establecer que las
condiciones legales respecto a las precampañas en 2001 eran de completa ausencia de
normatividad. En 2007, un elemento importante en el ámbito electoral para la evaluación de
los comicios fue la disolución del IIEY en mayo de 2006, debido a una inconformidad
generalizada por parte de los partidos políticos con el desempeño de los consejeros del
instituto.

Después de las dificultades que representó la conformación del consejo electoral insaculado
por el TEPJF y organizar de manera exitosa las elecciones de 2001, algunos miembros del
consejo se vieron envueltos en situaciones anómalas relacionadas con la realización de
“gastos personales superfluos que pretendían cargar al presupuesto del órgano electoral
estatal, cuestión que provocó una severa condena pública a través de los principales medios
de comunicación local” (Poot, 2008: 262). Esta situación facilitó a los partidos políticos sus
intenciones de eliminar a dicho consejo, lo cual, permitió la creación del Instituto de
Procedimientos Electorales y Participación Ciudadana (Ipepac), que fungió como el
organismo encargado de organizar y vigilar las elecciones estatales a partir de 2007.

La creación de este instituto incorporó importantes avances en materia de candidaturas


independientes y la posibilidad de realizar consultas y plebiscitos a través del Código
Electoral del Estado de Yucatán publicado en mayo de 2006. La conformación del primer
consejo electoral del Ipepac fue el resultado de una negociación entre los principales
partidos políticos con representación en el Congreso local. Entre los nombramientos
acordados destacan los correspondientes a la presidencia del consejo y el titular encargado
de la secretaría técnica, los cuales, posteriormente a los resultados de la elección fueron
objeto de inconformidad por parte del primer gobernador panista Patricio Patrón Laviada,
hacia el legislador de su partido encargado de realizar aquellas negociaciones. 1

1
Entrevista con Patricio Patrón Laviada, ex gobernador del estado de Yucatán (2001-2007), realizada en la
ciudad de Mérida, Yucatán el 30 de enero de 2012.

85
En esas condiciones se creó el nuevo organismo electoral encargado de la organización de
las elecciones estatales de 2007, el cual si bien es cierto que incorpora reformas electorales
de gran importancia como la homologación de los comicios estatales con las elecciones
federales, la figura de la participación ciudadana y las candidaturas independientes, también
resulta útil no perder de vista que la creación del Ipepac se originó principalmente a partir
de un deseo de los principales partidos por eliminar el anterior organismo electoral, y no
como parte un proceso integral de cambio institucional.

Este propósito queda de manifiesto en el artículo sexto del Código Electoral del Estado de
Yucatán de 2006, que establece de manera clara que “a partir de la entrada en vigor de este
Decreto, quedarán insubsistentes los nombramientos efectuados por el Consejo Electoral
del Instituto Electoral del Estado de Yucatán, respecto del Secretario Técnico y demás
integrantes del Comité Técnico Electoral; excepto el personal auxiliar, que seguirá siendo
del Instituto de Procedimientos Electorales y Participación Ciudadana del Estado de
Yucatán, conservando sus derechos y condiciones laborales” (Ipepac, 2006: 1).

El Código Electoral del Estado de Yucatán que reguló las elecciones hasta 2006 no
contempla en lo absoluto los asuntos relacionados con la selección de los candidatos y las
precampañas, de modo que al igual que ocurre en 2001, la regulación de dichos procesos
para las elecciones por la gubernatura de Yucatán en 2007 corresponde por completo a los
partidos políticos, lo cual mantiene la condición de ausencia de normatividad y por ende,
alto nivel de autonomía partidista.

“En el congreso se llega a un acuerdo extraño, estúpido y traidor al PAN, de que se dé el manejo de la
elección al PRI, que la secretaría técnica se le dé al PRI. Esos acuerdo fueron entre el PRI, el PAN y el PRD;
y la secretaría técnica que es la que dirige [las elecciones] se la entregan al PRI. Yo pedí que el diputado que
hizo esa negociación se le expulse del PAN, porque además ya sabemos cuáles fueron esas negociaciones,
cómo se daba todo, y era básicamente para que emplearan a su compadre y emplearan a su querida y demás.
Se pidió expresamente en la reunión que se tuvo que la secretaría técnica no se podía ceder. A nosotros nos
llegaron como gobierno del estado a decir: ‘es que esta negociación va muy avanzada´. Sí, pero la secretaría
técnica no, es la dirige la elección, la sociedad luchó para tener un instituto electoral independiente, no para
que estén presidiendo esto los partidos políticos, hay que dárselo a la sociedad, ¿cómo se lo van a dar al PRI?
bueno no al PRI, ¿cómo se lo van a un operador electoral del PRI? Es una mafia de robo de elecciones del
PRI ¿cómo se lo vamos a dar a él? Se dijo que no, después extrañamente hubo una votación y se dijo que sí,
ya quedó. Fue un engaño dentro del Congreso por el PRI y entonces los diputados panistas votaron a favor de
él. El señor pudo decir que ya estaba totalmente arreglado lo nuestro pero es totalmente falso. Dijimos que no,
nosotros no nos metíamos en la vida del Congreso, hubo una vida independiente del Congreso, hubo una vida
independiente del poder judicial. Es lo que habíamos ofrecido y estábamos cumpliendo”.

86
El artículo 27 de dicho código contiene los requisitos de elegibilidad para los aspirantes a la
candidatura por el gobierno del estado; ahí se establece que para ser gobernador de Yucatán
es necesario cumplir con los requisitos del artículo 46 de la Constitución Política del Estado
y observar las disposiciones del artículo 116 de la Constitución General de la República. El
artículo 46 de la constitución local señala los requisitos de vecindad, edad, así como las
restricciones que prevalecen para acceder al puesto en el caso de ostentar alguna
magistratura o ser empleado de los organismos electorales encargados de vigilar el proceso.
Por su parte, el artículo 116 de la Constitución Política nacional se ocupa de señalar las
condiciones del periodo de gobierno y el carácter de no reelección que prevalece en el caso
de los gobernadores. Asimismo, el artículo 35 del Código Electoral local apunta que los
estatutos de los partidos serán los responsables de establecer las normas y los mecanismos
de selección para la postulación democrática de sus candidatos.

Por otro lado, a diferencia de las elecciones estatales de 2001 y 2007, las de 2012 no
estuvieron precedidas por una turbulenta conformación del consejo electoral, de hecho, se
ha mantenido prácticamente sin cambios desde su conformación en el 2006. En cambio, se
llevaron a cabo importantes reformas en materia electoral con vistas a la elección estatal de
2012.

El Congreso del Estado de Yucatán realizó diversas reformas a la Constitución Política del
Estado de Yucatán y al Código Electoral del Estado de Yucatán mediante los decretos 208
y 209 durante junio de 2009, con el objeto de adaptar el marco jurídico electoral a las
reformas nacionales realizadas al Cofipe en 2007. Como resultado de lo anterior, es
publicada la Ley de Instituciones y Procedimientos Electorales del Estado de Yucatán
(LIPEEY), que incluye por primera vez un apartado sobre las precampañas y procesos de
selección de candidatos. Si bien esta legislación incorpora algunas reformas de avanzada en
materia electoral, como la fiscalización más eficiente a los partidos políticos y los
procedimientos de participación ciudadana, también echó marcha atrás en el tema de las
candidaturas independientes, considerado uno de los principales méritos de la anterior
legislación electoral.

La LIPEEY estipula que los procedimientos y requisitos para la selección de precandidatos


y candidatos a cargos de elección popular son una atribución cuya realización corresponde

87
de manera exclusiva a los organismos internos de los partidos políticos. Sin embargo,
establece en un aparatado específico una serie de prerrogativas relacionadas con la
calendarización del proceso y la entrega de documentación ante el organismo electoral
convocante.

El título segundo de la LIPEEY, “De los actos preparatorios de la elección” incluye un


capítulo denominado “De los procesos de selección de candidatos a cargos de elección
popular y precampañas electorales”, que de manera general estipula lo siguiente: los
procesos internos para la selección de candidatos a cargos de elección popular son un
conjunto de actividades “que realizan los partidos políticos y los precandidatos a dichos
cargos, de conformidad con lo establecido en esta Ley, los estatutos, los reglamentos, los
acuerdo y demás disposiciones de carácter general que aprueben los órganos de dirección
de cada partido político” (Ipepac, 2011: 119).

El artículo 188ª establece que al menos 30 días antes del inicio formal del proceso interno
para la selección de candidatos, cada partido determinará conforme a sus estatutos el
conjunto de procedimientos aplicable a la elección que corresponda. Esta determinación
deberá ser comunicada al Consejo General del Ipepac dentro de las 72 horas siguientes a su
aprobación, señalando lo siguiente: fecha de inicio del proceso interno; mecanismo o
mecanismos que serán utilizados; los plazos que comprenderá cada fase del proceso
interno; los órganos de dirección responsables de su conducción y vigilancia.

Asimismo, establece que las precampañas de todos los partidos deberán celebrarse dentro
de los mismos plazos y que los precandidatos que participen en los procesos de selección
interna convocados por cada partido no podrán realizar actos de precampaña fuera de los
plazos establecidos para dichas actividades. También señala que los precandidatos
registrados tendrán acceso a radio y televisión exclusivamente a través de los tiempos que
correspondan a su partido político y de acuerdo con las pautas determinadas por el IFE. Por
lo tanto, se prohíbe a los precandidatos la contratación de cualquier tipo de propaganda en
los medios de comunicación señalados anteriormente. Las violaciones a estas normas
implican la negativa de registro a la candidatura o en su caso, la cancelación de dicho
registro.

88
Según la LIPEEY, un precandidato es aquel “ciudadano que pretende ser postulado por un
partido político como candidato a cargo de elección popular, conforme a esta Ley y a los
estatutos de un partido político en el proceso de selección interna de candidatos a cargos de
elección popular” (Ipepac, 2011: 121). Únicamente los precandidatos que se encuentren
debidamente registrados por los partidos podrán impugnar el resultado del proceso de
selección de candidatos en el que hayan participado. Los precandidatos podrán impugnar
cuestiones relacionadas con los reglamentos y la convocatoria, la integración de los órganos
responsables de conducir el proceso, de los acuerdos y resoluciones que adopten, y en
general, cualquier acto realizado por parte de los órganos directivos encargados del
proceso.

Asimismo, el documento deja claramente establecido que los partidos políticos son los
únicos encargados de emitir un reglamento interno para normar los procedimientos para la
resolución de tales controversias. De esta manera, “las decisiones que adopten los órganos
competentes de cada partido podrán ser recurridas por los aspirantes o precandidatos ante el
Tribunal Electoral del Estado, una vez agotados los procedimientos internos de justicia
partidaria” (Ipepac, 2011: 122-123).

En pocas palabras, la Ley establece que el control total de los procesos internos de
selección de candidatos corresponde exclusivamente a los partidos políticos. Esta
autonomía de gestión es jurídicamente válida no solamente frente a los organismos
electorales sino también ante los propios precandidatos postulados por los propios partidos.
La legislación abre la posibilidad a los precandidatos de recurrir a las instancias electorales,
pero condicionada al agotamiento previo de las instancias establecidas al interior de la
propia institución partidista. En consecuencia, durante los procesos internos de 2012 nos
encontramos frente a un cambio de autonomía partidista hacia un nivel medio, ya que la
legislación electoral regula los procesos en la forma señalada pero no restringe de ninguna
manera los mecanismos de selección.

Bajo este marco jurídico se desenvolvieron las precampañas para la gubernatura del estado
durante finales de 2011 e inicios de 2012 en Yucatán. En conjunto, los cuerpos legislativos
que regularon los procesos preelectorales de 2001, 2007 y 2012 arrojan los siguientes
saldos respecto a la autonomía partidista en la selección de candidatos.

89
Tabla 7. Nivel de autonomía partidista en Yucatán.
2001 Ausencia de normatividad preelectoral. Alto

2007 Ausencia de normatividad preelectoral. Alto

2012 Regulación de precampañas. Medio

4.3 Nivel de inclusión partidista en los mecanismos de selección.

Al momento de elegir un determinado mecanismo de selección, los partidos políticos deben


resolver un par de cuestiones relacionadas con el acceso a las candidaturas por parte de los
miembros partidistas y el tamaño del electorado que elige a los candidatos. Ambos aspectos
reflejan el nivel de inclusión practicado por los partidos políticos en relación con la
participación de los miembros en las decisiones internas del organismo.

El acceso a las candidaturas puede darse por medio de tres niveles de inclusión. De esta
manera, la posibilidad de acceder a la candidatura se encuentra: 1) abierta a la totalidad del
electorado, lo cual indica un alto nivel de inclusión; 2) dirigida sólo a los miembros del
partido, en un nivel medio de inclusión; y 3) condicionada, mediante restricciones a los
miembros del partido, lo cual refleja un bajo nivel de inclusión. Por otra parte, el acceso a
la participación en los procesos de selección internos puede darse a través de las siguientes
opciones: 1) totalidad del electorado corresponde a un alto nivel de inclusión; 2) en un nivel
medio sólo los miembros del partido pueden aspirar a la candidatura; y 3) agencia partidista
o líder del partido indican un bajo nivel de inclusión. En ambos casos, es necesario tomar
en consideración las normatividad partidista, pero resulta indispensable ponerla en
perspectiva a través de los hechos. En síntesis, “no hay que dejarse engañar, pues, por la
letra de los estatutos, sino analizar su aplicación concreta, antes de llegar a una conclusión”
(Duverger, 1984: 86).

A continuación, presentaré los mecanismos de selección utilizados por el PAN y el PRI


durante los procesos internos de 2001, 2007 y 2012 para ubicarlos en los distintos niveles
de inclusión mencionados.

90
4.3.1 Mecanismo de selección del PAN.
El acceso a las candidaturas para aspirar a la gubernatura de Yucatán se encuentra
reglamentado en las convocatorias partidistas correspondientes y se apoya en los requisitos
de elegibilidad expuestos en el artículo 116 de la Constitución Política de los Estados
Unidos Mexicanos, el artículo 46 de la Constitución Política del Estado de Yucatán y el
artículo 27 de la LIPEEY.

En la convocatoria para la selección del candidato a gobernador de Yucatán vigente para el


periodo constitucional 2012-2018, el PAN señala que podrán aspirar a su registro como
precandidatos los miembros activos de Acción Nacional y los ciudadanos que asuman el
compromiso de aceptar los estatutos y doctrina del partido. Quienes tengan interés de
participar sin ser miembros activos deberán contar con la aceptación del Comité Ejecutivo
Nacional (CEN). Por su parte, a los miembros activos aspirantes a la candidatura que
desempeñen un puesto partidista o cargo público se les solicita pedir licencia antes del
arranque del proceso.

A todos los aspirantes se les solicita recabar firmas de apoyo de al menos 1,377 y no más
de 1,653 de los miembros activos registrados en el Listado Nominal de Electores Definitivo
del partido en el estado. Las firmas de apoyo no podrán repetirse entre los distintos
aspirantes, en caso de ser así, la Comisión Electoral Estatal tomará como válida la firma en
la documentación del aspirante que haya registrado primero su solicitud. Asimismo, se
establece que la Comisión Electoral Estatal dispondrá de dos días a partir de que haya
recibido la solicitud de registro para notificar la falta de algún requisito en la solicitud. Sin
embargo, las solicitudes que se presenten dentro de las cuarenta y ocho horas previas al
vencimiento del plazo no podrán ser objeto de requerimiento para subsanar.

No obstante la reglamentación anterior, en la práctica, los precandidatos participantes en las


contiendas internas panistas siempre han sido liderazgos destacados que forman o han
formado parte de los círculos internos más poderosos de la militancia local. Todos ellos
habían desempeñado previamente puestos de elección popular, generalmente la alcaldía de
Mérida. Asimismo, a pesar de que los Estatutos partidistas permiten la postulación de
candidatos ciudadanos, al restringir su participación a la aprobación previa del CEN,
limitan la posibilidad a casos extraordinarios.

91
Tabla 8. Nivel de acceso a las candidaturas PAN.
Perfil de elegibilidad Nivel de inclusión

Miembros activos del partido. Medio

Veamos ahora la cuestión de la participación de los miembros en los procesos de selección


internos del PAN. En el 2001, Acción Nacional eligió a su candidato para la gubernatura a
través de una Convención de Delegados locales que votaron de manera directa en un evento
realizado el 14 de enero de 2001 en el que participaron dos precandidatos: Patricio Patrón
Laviada y Ana Rosa Payán Cervera.

El entonces senador por Yucatán Patricio Patrón –un ex alcalde de Mérida que se
desempeñó como coordinador local de Amigos de Fox durante las elecciones federales de
2000- fue el primer aspirante que registró su precandidatura de cara a las elecciones para el
gobierno estatal de Yucatán a celebrarse en mayo de 2001. A inicios de diciembre de 2000
Patricio Patrón se inscribió como precandidato a la gubernatura en la directiva local del
PAN. En su primer discurso como precandidato exhortó a su partido a elegir candidatos con
respaldo civil. Por su parte, Ana Rosa Payán registró su precandidatura una semana después
e invitó a su contendiente a realizar debates durante la precampaña, lo cual, finalmente no
ocurrió.

Las elecciones internas del PAN para elegir candidato a gobernador arrojaron los siguientes
resultados: Patricio Patrón obtuvo 376 votos de delegados y Ana Payán 113. Payán
reconoció su derrota y mencionó que se sumaría a la campaña de Patrón, sin embargo,
guardó distancia del candidato a gobernador y consiguió la candidatura por la alcaldía de
Mérida, cargo que desempeñaría por segunda ocasión. Acerca de la contundente victoria
que obtuvo la precandidatura de Patrón Laviada en el proceso de selección interno de 2001,
Payán Cervera considera que se debió a una combinación de elementos de carácter local y
nacional 2.

2
Entrevista con Ana Rosa Payán Cervera, precandidata panista al gobierno de Yucatán en 2001 y 2007 y
aspirante a la misma precandidatura en 2012, realizada en la ciudad de Mérida, Yucatán el 6 de febrero de
2012.

92
Ciertamente, tanto durante la precampaña como en la campaña, Patricio Patrón
constantemente criticó el tema del desacato, realizó críticas al entonces gobernador Víctor
Cervera, presentándose como su antítesis; asimismo, reconoció abiertamente que utilizaría
la popularidad de Fox para su propia campaña 3. Su candidatura consiguió la postulación
por parte de cuatro partidos políticos (PAN, PRD, PT, PVEM) en un entorno que se destacó
de manera subrayada por la importancia simbólica de la alternancia federal ocurrida año
anterior.

En 2007, el PAN seleccionó a su candidato mediante una elección interna abierta a


militantes activos. Se registraron tres precandidatos: Xavier Abreu Sierra, secretario local
de Desarrollo Social en el sexenio de Patrón Laviada y coordinador local de la precampaña
presidencial de Calderón; Ana Payán Cervera, dos veces alcaldesa de Mérida y
coordinadora local de la precandidatura presidencial de Alberto Cárdenas; y Luis Correa
Mena, ex alcalde de Mérida y coordinador local de la candidatura de Santiago Creel.
Las disputas por el poder al interior del PAN llevaron a sus precandidatos a una fuerte
batalla, en la cual, se registró una contienda muy competitiva. Durante la precampaña, las
encuestas de opinión jugaron un papel relevante; en la mayoría de ellas Ana Rosa Payán
aparecía en primer lugar, lo cual creó la percepción de un indiscutible triunfo adelantado 4.

“Yo creo que Patricio venía de un momento importante en su vida política. Había sido alcalde del 95 al 98, un
alcalde con buenos resultados yo creo, resultados positivos en el sentido de que los servicio de la ciudad
continuaron. Acuérdate que nosotros arrancamos la etapa de gobiernos de Acción Nacional a partir del 91,
Patricio es el tercer alcalde que de manera consecutiva gana aquí en Mérida, primero estuve yo, luego vino
Correa y luego vino él y ya había ciertamente un camino andado, unos cimientos que se habían establecido y
Patricio fue un excelente alcalde en ese sentido, eso le dio ciertamente una muy buena presencia no sólo en
Mérida sino también en el estado. Posteriormente a ello, se convierte en el coordinador de la campaña de
Vicente Fox a nivel estatal, juega para senador y yo creo que esos 3 elementos le permiten recorrer el estado
de manera continua y le da un posicionamiento importante y es que lo hacen el candidato idóneo para el
estado”.
3
Entrevista con Patricio Patrón Laviada, previamente citada.
“Definitivamente el efecto Fox fue una de las circunstancias que nos ayudó al triunfo. Yo creo que ahí el
señor Cervera –que yo creo que seguro fue el que decidió que fuera [candidato priista a la gubernatura] el
señor Orlando Paredes- se metía muy fuerte y menospreció el efecto Fox. Si ya se había podido ganar la
presidencia, por supuesto que se podía ganar Yucatán, que era el gran problema que teníamos aquí, que el
PAN no iba a poder ganar, entonces mejor votamos por los candidatos del PRI, pero ya habíamos podido
ganar la presidencia, ya había algo concretamente”.
4
Entrevista con Ana Rosa Payán Cervera, previamente citada.
“Hubo encuestas de Los Pinos, hubo encuesta de Gobernación, todo el mundo mandó a hacer encuestas, todo
el mundo y en todas yo estaba adelante, en todas, pero por mucho. Sólo hubo una encuesta, casi al final de la
campaña que encargaron los del Comité Estatal y que casualmente Xavier me llevaba ventaja por 2 puntos. O

93
El CEN panista liderado por Manuel Espino pidió al Comité Directivo Estatal (CDE) de
Yucatán que incluyera el levantamiento de una encuesta con el objeto de limitar las
elecciones internas a la participación de los candidatos más competitivos. De esa manera,
aquel candidato que obtuviera menos del 10% en la encuesta, sería descartado para
competir en las elecciones internas. El CDE consideró que esta medida estaba fuera de sus
estatutos y que además tenía el propósito de favorecer la postulación de Ana Payán. A pesar
de la oposición por parte de la directiva local, la encuesta finalmente se llevó a cabo y los
tres aspirantes superaron el umbral del 10% sin problemas.

Por otra parte, Payán Cervera denunciaba continuamente a través de los medios de
comunicación y en sus discursos de precampaña que Xavier Abreu era el candidato favorito
del gobernador y que recibía apoyo oficial para su precampaña. Estas denuncias fueron
secundadas en buena medida por Correa Mena, el tercer precandidato, y contribuyó a crear
la percepción generalizada de que el primer gobernador panista saliente impondría a su
sucesor a la vieja usanza priista. A pesar de los insistentes señalamientos en ese sentido, el
gobernador Patrón siempre negó tales acusaciones 5.

Los resultados de la elección interna panista quedaron de la siguiente manera: Xavier


Abreu resultó ganador con el 50.51% de los votos, Ana Payán quedó en segundo lugar con
el 36.17% de la votación y Luis Correa obtuvo 13.3%. Estos resultados provocaron que la
candidata Payán Cervera decidiera denunciar un fraude por la intervención directa del
gobernador panista a favor de su candidato Xavier Abreu. Al no recibir una respuesta
satisfactoria a su denuncia por parte de las instancias local y nacional de su partido, Ana

sea, fue la encuesta más ridícula que pude haber visto y en la que no sé cómo le hicieron para que Xavier
estuviera casi a la par conmigo cuando no era así, todo lo indicaba”.
5
Entrevista con Patricio Patrón Laviada, previamente citada.
“Lo que querían es cambiar en contra mía al final, porque mediáticamente era lo que pegaba. Yo vi las
denuncias que presentó [Ana Rosa Payán] ante el CDE: que el presidente del comisariado ejidal de
Chiquindzonot pidió el voto por Xavier Abreu. Y yo decía: ¿eso que tiene que ver conmigo? O el regidor de
Panabá, esas son las acusaciones ¿y eso qué tiene que ver con el gobierno? Pero yo creo que eso
mediáticamente no vendía nada, que el regidor de Chiquindzonot o de Panabá o de Tizimín pidiera el voto por
Xavier Abreu a la gente, pues había que crear un show, había que crear un escándalo y el escándalo era que el
gobernador lo había hecho. Entonces, aunque no hay ni una sola acusación contra mí, la acusación general
que fue mediática se lanza contra mí y entonces se dice que Patricio Patrón intervino, pero en sus acusaciones
que hizo ante el partido ninguna tiene nada que ver ni yo ni nadie del gobierno del estado. Entonces, sí la
acusación mediática que hace es que yo había participado y que [el resultado de la elección interna] había sido
una imposición por parte del gobierno del estado, acusación que también ya había hecho en el 2001,
[diciendo] que mi triunfo había sido una imposición y que habíamos comprado las votaciones”.

94
Rosa Payán finalmente presenta su renuncia al PAN. De acuerdo con Poot (2008), la
situación anterior “mostró la principal debilidad del panismo yucateco: el desajuste de sus
mecanismo de resolución del conflicto interno con los nuevos tiempos de partido
gobernante” (2008: 269).

Después de su renuncia formal al PAN, Payán se postuló como candidata a la gubernatura


respaldada por la coalición electoral entre el PT y Convergencia, denominada “Todos
Somos Yucatán”. Esta situación provocó que varios panistas afines a su facción política
también renunciaran al PAN en pleno inicio de la campaña electoral. Ya en el transcurso de
la campaña, las cosas no mejoraron para el candidato panista, que decidió incluir en su
campaña el mismo estilo de publicidad electoral que se había hecho durante la campaña
presidencial de Calderón en 2006. Sin embargo, Abreu subestimó el peso del entorno, pues
la campaña agresiva y de descalificación le restó simpatía entre el electorado ya que “en
buena parte de la ciudadanía yucateca causó extrañeza y rechazo que un político yucateco
de la trayectoria del abanderado panista recurriera a este tipo de estrategia que había sido
condenada durante la elección presidencial, cobrando vigencia la vieja sentencia popular de
que no es de caballeros atacar a una mujer” (Poot, 2008: 271). Finalmente, en la contienda
externa por la gubernatura, la candidata priista se impondría al aspirante panista.

En el 2012, el mecanismo de selección de candidato empleado por el PAN para su


candidato a gobernador es la elección interna abierta a militantes activos y adherentes. A
pesar de que en los medios de comunicación se manejó un amplio número de nombres
como aspirantes a la candidatura, al final se registraron únicamente dos precandidatos:
Joaquín Díaz Mena, ex alcalde del municipio de San Felipe y Sofía Castro Romero, ex
diputada federal. Asimismo, Ana Rosa Payán intentó registrarse nuevamente como
precandidata, a pesar de no pertenecer al PAN, sin embargo, este acercamiento de Payán a
su antiguo partido político derivó en un nuevo desacuerdo legal.

En la víspera de que el PAN iniciara su proceso interno de selección de candidato para la


gubernatura, la contadora Payán realizó numerosas apariciones públicas en los eventos
panistas e incluso se incorporó a la red que apoyaba la campaña presidencial de Josefina
Vázquez Mota. Estas acciones fueron interpretadas por diversos panistas locales como un

95
intento por parte de Payán por regresar al PAN para conseguir la candidatura al gobierno
estatal, ante lo que muchos panistas expresaron su descontento.

Por su parte, Payán Cervera pidió a la directiva panista local que la considerara como
‘candidata ciudadana’ en las encuestas de opinión que realizaba el partido. Al obtener una
respuesta positiva después de un breve titubeo del CDE, la aspirante incrementó sus
apariciones públicas con personalidades panistas. Cuando le fue permitido solicitar su
registro como precandidata se hizo acompañar de Luis H. Álvarez, ícono del panismo
nacional. A partir de entonces, los panistas inconformes con el regreso de Payán hicieron
más ostensible su rechazo a la posibilidad de un regreso de la ex alcaldesa al partido, este
grupo se encuentra relacionado en su mayoría con el ex gobernador de Yucatán, Patricio
Patrón.

Al final, el PAN local negó el registro a Ana Rosa Payán Cervera argumentando que había
presentado de manera incompleta los documentos solicitados. De manera concreta, los
requisitos faltantes consistían en el número insuficiente de firmas de apoyo por parte de
militantes panistas y en un error en los documentos relacionados con la comprobación de su
lugar de domicilio. Ante esta situación, Payán solicitó las 48 horas que estipula la
convocatoria para corregir los errores de la documentación presentada sin embargo, dicha
convocatoria establecía que el aspirante que se registrara durante las últimas 48 horas
previas al cierre de la convocatoria, carecería de este derecho.

Payán se inconformó por esta situación ante el CDE del PAN, objetando que en una
convocatoria de esa naturaleza no procede jurídicamente establecer ese tipo de distinciones
entre los aspirantes a una misma candidatura. El PAN local turnó esta queja al CEN quien
respondió a la quejosa que el partido no daría marcha atrás con el asunto de la
convocatoria. Frente a este panorama, las opciones que le quedaban a la aspirante era acudir
a los tribunales electorales o desistir. Finalmente, se decidió por el segundo camino, lo cual,
impidió a Payán su regreso al PAN y canceló por completo sus posibilidades de registro
como precandidata panista al gobierno del estado 6.

6
Entrevista con Ana Rosa Payán Cervera, previamente citada.
“Una convocatoria no puede hacer diferencias y eso los abogados me lo hicieron ver además. Entonces, me
fui al Comité Nacional y en el Comité Nacional me dijeron: tienes razón, si te vas al TRIFE nos ganas, pero

96
Después del episodio con el registro de Ana Rosa Payán, la precampaña interna panista dio
comienzo, teniendo como protagonistas a dos precandidatos muy poco conocidos entre la
militancia panista local. Sofía Castro Romero se había desempeñado como diputada federal
y como delegada de la reforma agraria lo cual, no le había permitido tener un contacto
permanente con los panistas locales y por lo tanto, su presencia se limitaba a la ciudad de
Mérida. Por el contrario, Joaquín Díaz Mena se había desempeñado como alcalde de un
municipio de la costa oriental yucateca, lejano de Mérida. En la víspera del arranque de la
precampaña, fue difundido en los medios de comunicación un audio en el que se escuchaba
la voz del aspirante Díaz Mena hablando ante otros panistas sobre un supuesto apoyo a su
candidatura por parte del ex gobernador Patricio Patrón, sin embargo, dicha situación fue
públicamente negada por el personaje aludido 7. A pesar de la renuencia a expresar su apoyo
público por algún precandidato durante las elecciones internas, en la campaña electoral el
ex gobernador panista sí demostró abiertamente su apoyo por Díaz Mena, confirmando de
manera implícita su simpatía por esa candidatura.

El día de las elecciones internas abiertas a los militantes panistas activos y adherentes el
proceso se realizó sin contratiempos y la votación de la jornada arrojó los siguientes
resultados: el ganador fue Joaquín Díaz Mena quien obtuvo 17,021 sufragios contra los
14,678 conseguidos por Sofía Castro Romero. Durante la rueda de prensa en la que el CDE
hizo públicos los resultados, la precandidata derrotada reconoció el triunfo de su adversario
y sostuvo que lo acompañaría durante la campaña electoral, lo que finalmente no ocurrió.

La siguiente tabla resume el nivel de inclusión de electorado en los mecanismos de


selección de candidatos del PAN.

nosotros no vamos a ir en contra de la convocatoria. Entonces se amarraron a su convocatoria y no les


importó violar mis derechos constitucionales con tal de que yo no participara. Me dijeron: vete al TRIFE, ahí
nos vas a ganar. Les digo: no, no me voy a ir al TRIFE porque yo no quiero ser la candidata del TRIFE,
quiero ser la candidata del PAN y no quiero ganarles en los tribunales, prefiero que, si me están diciendo aquí
en corto que tengo la razón pues deme la convocatoria”.
7
Entrevista con Patricio Patrón, previamente citada.
“He tratado en todas estas contiendas internas no públicamente apoyar ni decir nada acerca de los candidatos.
Sí hablo y pues, los que vienen aquí –de hecho, considere que sean los mejores o no- pues le he dado consejos
a quién me ha venido a pedir consejos, no estoy saliendo a verlos, ni a decir ni a hacer campaña por ellos. El
que viene aquí le doy consejos y básicamente va en ese sentido que te platiqué, de que es inaceptable que en
la política estemos comprando ese dicho de que ‘la política es así’”.

97
Tabla 9. Nivel de inclusión de electorado en los mecanismos de selección del PAN.
Año Mecanismo de selección Nivel de inclusión

2001 Convención de delegados. Bajo

2007 Elección interna (militantes activos). Medio

2012 Elección interna (militantes activos y adherentes). Medio

4.3.2 Mecanismo de selección del PRI.


Los requisitos de elegibilidad para acceder a la precandidatura priista a la gubernatura de
Yucatán, de acuerdo con su convocatoria para el periodo 2012-2018 son los siguientes: el
aspirante a la precandidatura deberá presentar un documento en que acredite contar con
alguno de los siguientes apoyos: a) 25% de la estructura territorial identificada a través de
los comités municipales; b) 25% constituido por el conjunto del sector obrero, popular,
agrario, el movimiento territorial, la organización de mujeres priistas, el Frente Juvenil
Revolucionario y la Unidad Revolucionaria en el estado; c) 25% de los consejeros políticos
estatales del partido; o d) 10% de los afiliados inscritos en el Registro Partidario
correspondiente a Yucatán. Asimismo, el aspirante deberá acreditar su calidad de cuadro y
deberá demostrar haber sido dirigente y haber obtenido un cargo de elección popular por el
partido, así como acreditar una militancia mínima de diez años. El bajo nivel de inclusión
en el acceso a la candidatura por parte del PRI queda expuesto en la siguiente tabla.

Tabla 10. Nivel de acceso a las candidaturas PRI.


Perfil de elegibilidad Nivel de inclusión

Restricciones a dirigentes partidistas. Bajo

Veamos ahora la cuestión de la participación de los miembros en los procesos de selección


internos del PRI. En el 2001, el Comité Directivo Estatal del PRI en Yucatán seleccionó a
su candidato a gobernador mediante una Asamblea de Delegados convocados a un Consejo
Político Estatal que finalmente eligió a Orlando Paredes Lara. No obstante, previamente
también había utilizado como primer mecanismo el levantamiento de una encuesta que

98
tenía el objeto de conocer las condiciones electorales del estado en un entorno político de
debilidad por parte del PRI nacional, debido a la reciente pérdida de la presidencia de la
república 8.

Antes de la convocatoria oficial, habían alrededor de seis aspirantes a la precandidatura


priista para la gubernatura: Orlando Paredes Lara, ex senador; Mirna Hoyos, diputada local;
José Toraya Baqueiro, ex senador; Rubén Calderón Cecilio, diputado federal; Jorge Carlos
Berlín Montero, líder agrario y Carlos Sobrino Sierra, ex senador y diputado. Finalmente,
los precandidatos registrados ante el partido fueron Carlos Sobrino y Orlando Paredes.

El proceso de elección de candidato para la gubernatura del PRI también estuvo influido
por el conflicto del desacato. La directiva local apoyó la postura del Congreso local de
mayoría priista y retrasó la convocatoria hasta donde le fue posible. Esto originó que los
aspirantes que no formaban parte del grupo político cercano del gobernador insistieran en
realizar elecciones abiertas para seleccionar al candidato. Sin embargo, el proceso estuvo
controlado desde el principio por el gobierno del estado dirigido por Víctor Cervera
Pacheco, quien tenía clara influencia sobre la directiva priista local y nacional.

Por su parte, el aspirante Rubén Calderón mostró públicamente su desacuerdo con el


desacato legislativo impulsado por su partido y promovió activamente la postura de
seleccionar al candidato a la gubernatura a través del mecanismo de consulta a las bases.
Sin embargo, la directiva nacional señaló de manera enfática que el partido no contaba con
los recursos suficientes para la realización de una elección, y en cambio propuso el
levantamiento de una encuesta previa a la designación del candidato por parte del Consejo
Político Estatal. Finalmente, los delegados nombraron candidato a Orlando Paredes, quien
fue señalado desde un principio como favorito del gobernador. Esta situación, aunada a la
negativa por parte del CEN a realizar votaciones para la elección del candidato, provocó
8
Entrevista con Dulce María Sauri, presidenta del CEN priista (1999-2002) y precandidata priista para la
gubernatura de Yucatán en 2007, realizada en la ciudad de Mérida, Yucatán el 18 de enero de 2012.
“Hubo 2 candidatos, hubo un proceso y ganó Orlando, pero la encuesta sí nos demostró: primero, que
estábamos en una situación electoral como partido muy complicada en Yucatán; segundo, que ninguno de los
aspirantes que teníamos en ese momento tenía intención de voto como para ganar la elección frente al PAN; y
tercero, también nos demostró que el candidato más competitivo del PAN era Patricio Patrón, y esa es otra
cuestión interesante porque supuestamente en el año 2000 cuando se postuló Patricio Patrón al senado el
compromiso fue que iba a permanecer en el senado y que iba a dejar pasar a Ana Rosa como candidata al
gobierno del estado, pero finalmente el compromiso de ellos, pues si existió, pues no se cumplió. Entonces,
con esos elementos de la encuesta sabíamos que las cosas estaban de color de hormiga”.

99
que el proceso fuera descalificado por los algunos de los otros participantes, quienes
objetaron una imposición del candidato favorito de Víctor Cervera. En síntesis, a pesar de
que el PRI evitó abrir su proceso de selección de candidato a un mayor número de
militantes con el objeto de reducir al máximo las posibilidades de un conflicto por la
candidatura, la falta de legitimidad que derivó del mecanismo elegido provocó que fuera un
proceso fuertemente cuestionado por varios de sus protagonistas 9.

Otro indicador de la existencia de los nuevos tiempos políticos que corrían en la política
yucateca se evidenció cuando destacados priistas locales manifestaron públicamente su
desacuerdo con la candidatura de Paredes Lara. Un congresista local renunció al partido y
un ex gobernador realizó comentarios públicamente en contra del PRI. De esa manera,
faltaban a la importante regla no escrita de alinearse a las decisiones del partido que los
priistas solían justificar en nombre de la disciplina y la unidad (Watanabe, 2008).

En ese ambiente político se realizaron las elecciones estatales de 2001 en Yucatán que
registraron la primera alternancia a nivel estatal con el triunfo de la coalición de cuatro
partidos de oposición. A partir de entonces, prevaleció una clara tendencia electoral de
debilitamiento priista en la entidad.

Al respecto, Poot menciona que “para el PRI los resultados de las elecciones celebradas en
2000, 2001, 2003, 2004 y 2006 significaron la pérdida del control sobre el aparato
gubernamental federal y estatal, pero sobre todo la disminución de la disponibilidad del uso
de recursos públicos para mantener, con fines partidistas las prebendas a líderes de
sindicatos, agrupaciones campesinas y urbanas” (Poot, 2008: 263). En contraparte,
“después de conquistar la gubernatura en 2001, el PAN yucateco ganó tres elecciones
consecutivas, tanto locales (2004) como federales (2003 y 2006). En las elecciones
gubernamentales de 2007, sin embargo, el PAN sufrió una derrota inesperada” (Watanabe,
2008: 203).

9
Entrevista con Dulce María Sauri, previamente citada.
“Hubo desde luego negociación y maniobras políticas al interior para que los delegados se inclinaran por uno
o por otro, y el peso del gobernador fue muy importante, porque el gobernador simpatizaba con la candidatura
de Orlando, sin embargo –y aquí hay una sutil diferencia, sobre todo con lo que está pasando ahorita-, el
gobernador no tomó a Orlando debajo de su escritorio y lo puso; el gobernador construyó la posibilidad de
que Orlando fuera candidato y trató de ponerle la mayor cantidad de obstáculos al otro. Pero bueno, hubo el
proceso y ganó la candidatura y finalmente perdió la elección”.

100
En resumen, posteriormente a la primera alternancia en Yucatán existió un importante un
debilitamiento del PRI que contrastó de manera casi proporcional con el crecimiento
electoral del PAN. Pero esta tendencia se interrumpió de manera abrupta en las siguientes
elecciones estatales de 2007.

Después del primer gobierno panista en el estado durante el sexenio 2001-2007 el PRI
regresó al poder para gobernar durante el periodo 2007-2012. Muchos factores contribuyen
a la explicación de este resultado. Uno de los elementos centrales para analizar el regreso
del PRI al gobierno estatal en el 2007 está relacionado con los vínculos tradicionales entre
el gobierno del estado y los grupos de poder. Muchos de esos grupos estrechamente
relacionados con el PRI mantuvieron una abierta confrontación con el gobierno panista, tal
es el caso del sindicato de maestros (SNTE) y la agrupación de taxistas del Frente Único de
Trabajadores del Volante (FUTV). La respuesta del gobernador panista Patricio Patrón fue
el reiterado intento de debilitar los alcances de tales agrupaciones en la entidad creando
sindicatos estatales de maestros y cooperativas de taxistas alternas (Poot, 2008).

Para los comicios estatales de 2007, el PRI seleccionó a su candidato mediante el


mecanismo de la encuesta. Los aspirantes del PRI a la candidatura por el gobierno estatal
para las elecciones de 2007 fueron seis: Carlos Sobrino Sierra, Erick Rubio Barthell, Dulce
María Sauri Riancho, Orlando Paredes Lara, Rubén Calderón Cecilio e Ivonne Ortega
Pacheco.

Algunos de los precandidatos que ya lo habían sido durante las elecciones anteriores, sin
duda, vieron una nueva oportunidad a sus aspiraciones en una coyuntura en la que el PRI
carecía por primera vez de la figura de un poderoso gobernador que personificara al líder
local y guiara el proceso de selección de candidato. Sin embargo, ese papel sería
desempeñado por el CEN en esta ocasión.

En la lista de precandidatos destacaron Dulce María Sauri, ex dirigente nacional del PRI y
ex gobernadora interina, e Ivonne Ortega Pacheco, recién electa senadora en los comicios
de 2006 y sobrina del extinto Víctor Cervera Pacheco. De manera similar a lo ocurrido en
la precampaña panista, los sondeos previos a la encuesta organizada por el partido daban
como clara ganadora a la ex dirigente nacional, Dulce María Sauri. Sin embargo, los

101
resultados oficiales de la encuesta realizada a población abierta encargada por la directiva
local del PRI en Yucatán otorgaron la candidatura a Ortega Pacheco. Todos los
precandidatos aceptaron el resultado y declararon que se sumarían a la campaña de la
candidata ganadora, excepto Dulce María Sauri, quien a pesar de aceptar el resultado,
expresó sus reservas respecto a los resultados arrojados por el mecanismo de selección
elegido. La ex gobernadora interina estuvo inconforme con los resultados por considerarlos
poco transparentes, sin embargo, no formalizó sus quejas y se limitó a mantenerse lejos del
proceso electoral 10.

Finalmente, en el 2012 el mecanismo de selección de candidato del PRI fue la designación


directa por el Comité Ejecutivo Nacional. Los aspirantes priistas a la gubernatura eran los
siguientes: Rolando Zapata Bello, ex secretario de gobierno del estado en la actual
administración; Angélica Araujo Lara, ex alcaldesa de Mérida en el periodo 2010-2012;
Jorge Carlos Ramírez Marín, ex diputado local y federal; y Cleominio Zoreda Novelo,
senador de la república.

Durante el último trimestre de 2011, los aspirantes priistas en compañía de su presidente


local, realizaron varios viajes a la Ciudad de México con el objeto de entrevistarse con el
dirigente nacional de su partido para tratar el tema de la selección del candidato al gobierno
de Yucatán. Finalmente, durante el mes de diciembre, la dirigencia nacional del PRI
designa como candidato a Rolando Zapata Bello sin mayor problema, a pesar de que en
días previos se había visto forzada a relevar a su presidente nacional, quien renunció al
cargo en medio de escándalos de corrupción.

Pocos días después de la designación de Zapata Bello, se dan a conocer las otras opciones
políticas de algunos precandidatos priistas no electos: Araujo Lara obtiene una candidatura
plurinominal al senado y Ramírez Marín es nombrado vicecoordinador político de la
campaña presidencial del candidato priista; por su parte, Zoreda Novelo mantiene su escaño

10
Entrevista con Dulce María Sauri, previamente citada.
“Las encuestas son instrumentos muy útiles cuando están bien hechas, cuando son estrictamente mediciones
estadísticas para la toma de decisiones internas. Pero allá jugaron muchísimos otros elementos. Yo no quiero
ponerme más telarañas en la cabeza, simplemente diría que si tuviera que tomar decisiones nuevamente o si
volviera el reloj a octubre de 2006 nunca aceptaría una encuesta para resolver el tema de la candidatura del
partido”.

102
como senador. De esta manera, se diluye cualquier tipo de expresión de inconformidad por
la designación del candidato priista al gobierno de Yucatán.

Resulta interesante destacar en este caso que, a pesar que la convocatoria del PRI establece
que el mecanismo de selección de candidato para gobernador es la Convención de
Delegados, mediante el argumento de la candidatura de unidad pudo realizarse sin mayor
problema una designación directa por parte del CEN. La candidatura de Zapata Bello se
decide oficialmente a nivel nacional, sin embargo, resulta evidente que no estamos ante el
caso de una imposición del centro, sino más concretamente es el producto de un consenso
entre los líderes partidistas locales y nacionales. Aunque en primera instancia Araujo Lara
lucía como la aspirante con mayores posibilidades de hacerse con la candidatura por ser la
colaboradora más cercana a la gobernadora, al final pesó más el hecho de que la ex
alcaldesa de Mérida hubiera tenido una cuestionada administración, lo cual reducía
significativamente su nivel de competitividad como candidata.

En cambio, ante la opinión pública, Zapata Bello no aparece como un incondicional de la


actual gobernadora, a pesar de haber sido su colaborador. Es un político local con una
carrera formada al margen del actual grupo en el poder, de modo que eso le permite un
amplio margen para desmarcarse con cierta facilidad de las medidas del gobierno actual
que no han sido bien recibidas por los electores yucatecos. Este mecanismo de selección
priista deja ver la utilidad de la denominada “operación cicatriz” en un entorno de alta
competitividad interna, así como la continuidad del proyecto de recambio generacional.

Tabla 11. Nivel de inclusión del electorado en los mecanismos de selección del PRI.
Año Mecanismo de selección Nivel de inclusión

2001 Convención de delegados. Bajo

2007 Encuesta. Bajo

2012 Designación directa. Bajo

103
4.4 Estrategias electorales y selección de candidatos.

Los elementos más sobresalientes en una estrategia de selección de candidatos son: el nivel
de intervención de los liderazgos regionales en el proceso y el nivel de control partidista del
conflicto. El primer indicador establece el grado de injerencia de los políticos más
influyentes a nivel local sobre los procesos de selección de sus respectivos partidos
políticos. Resulta interesante saber que esta conducta es más propensa a ocurrir al interior
del partido que se encuentre en el poder y más concretamente, por parte de los
gobernadores en turno y sus colaboradores cercanos. La intervención de los liderazgos
regionales en los procesos estatales afecta el nivel de competitividad en los procesos de
selección internos en el siguiente sentido: a mayor nivel de intervención de los líderes
corresponde un menor nivel competitividad. Esto ocurre porque cuando los líderes
intervienen en los procesos internos lo hacen precisamente con la intención de minar los
efectos de la competitividad.

Los niveles de intervención de los liderazgos locales pueden ser evaluados de esta manera:
1) intervención indirecta mediante reglas informales; 2) intervención directa mediante
reglas formales y; 3) no intervención. Medir este tipo de participación es complicado pues
en la mayoría de las ocasiones la intervención de los liderazgos se realiza de manera
discreta, sin embargo, es posible indagar en este aspecto mediante las crónicas de prensa y
las declaraciones posteriores al proceso preelectoral por parte de los principales
protagonistas.

Por otra parte, el indicador de nivel del control partidista del conflicto se concentra en
explicar las reacciones de los precandidatos que no hayan resultado ganadores en el proceso
interno. Esta situación ilustra el grado de descentralización de los precandidatos respecto a
las dirigencias partidistas. Ciertamente, podrá darse el caso de una selección interna en la
cual, el mecanismo de selección no deje lugar a dudas sobre el resultado, esta situación por
sí misma indicará un alto nivel de control partidista sobre el proceso. Sin embargo, aquellos
resultados internos que generan desacuerdo entre los participantes son un espacio adecuado
para poner a prueba los recursos partidistas para controlar una situación de conflicto, la cual
puede medirse a través de las siguientes categorías: 1) la validación del proceso por parte
de todos los precandidatos refleja un alto nivel de control partidista; 2) la inconformidad y

104
el deslinde corresponde a un nivel medio de control partidista; y 3) el transfuguismo es la
expresión de bajo nivel de control partidista. Con estos parámetros abordaré las estrategias
electorales del PAN y el PRI en las elecciones internas por el gobierno de Yucatán.

4.4.1 Estrategias electorales panistas.

En el 2001, el PAN se alineó a la corriente foxista que recientemente venía del triunfo en la
presidencia de la república y resolvió el tema de la selección de candidato sin mayores
problemas, ante la ausencia de líderes locales notables. Patricio Patrón aprovechó la
campaña que había realizado como candidato al senado para posicionarse como la figura
más sobresaliente del escenario político yucateco; sin embargo, la falta de mecanismos para
la resolución de conflictos provocó que la rivalidad surgida durante este proceso
preelectoral entre Patrón y Payán escalara hasta desembocar en la renuncia de la segunda
seis años más tarde 11.

En las elecciones de 2007, el precandidato ganador del PAN salió del gabinete del
gobernador Patricio Patrón en medio de un competido proceso de selección interna que
culminó con la renuncia por parte del segundo lugar, que denunció de irregularidades
graves en el proceso interno. Esta situación planteó un escenario similar al del PRI en 2001:
el gobernador saliente se encuentra envuelto –directa o indirectamente- en la selección de
candidatos a sucederlo en el cargo, lo que le resta legitimidad al resultado del proceso
interno. Todo lo anterior provoca una serie de renuncias al partido encabezadas por la
precandidata Payán, como una expresión de inconformidad ante lo que varios militantes
consideraron una imposición.

En el 2012, la selección de candidatos realizada por los partidos para el gobierno estatal ha
estado marcada por la concurrencia con las elecciones federales. En ese sentido, podemos
observar una sustantiva modificación del entorno estratégico electoral; en las elecciones de
2001 y 2007 el impacto de las elecciones presidenciales fue palpable, en el primer caso con

11
Entrevista con Ana Rosa Payán Cervera, previamente citada.
“¿Sabes qué? Desafortunadamente en el PAN no existe este esquema o este sistema que tienen otro partidos
políticos de la operación cicatriz. El PAN no está acostumbrado a levantar sus cadáveres, o sea, deja heridos y
cadáveres en el camino y ahí se quedan; se pudren y se van, o se molestan, o sanan solitos, pero no existe un
mecanismo, no existe la capacidad o la generosidad o el tacto político o el oficio político o como le quieras
llamar para que se queden en el panismo después de la guerra, no solo para la foto y darnos las manos, sino
realmente que haya una incorporación”.

105
el efecto Fox y en el segundo con la crisis postelectoral de 2006. En este caso, ambas
elecciones transcurren de manera paralela, lo cual, crea una relación particular entre los
precandidatos a la presidencia de la república y los precandidatos a gobernador. En el caso
del PAN cuyos precandidatos realizaron precampañas, se realizaron alianzas entre los
precandidatos de ambos niveles, la propaganda electoral y las asistencias a eventos públicos
era compartida entre Sofía Castro y Ernesto Cordero, por un lado, y entre Joaquín Díaz y
Josefina Vázquez Mota, por el otro.

Esto provocó, entre otras cosas, que las coordinaciones locales de las campañas
presidenciales no tengan un beneficio tangible para los precandidatos a la gubernatura,
como ocurrió con Patricio Patrón en 2000 cuando fue coordinador local de la campaña
presidencial de Fox, y con Xavier Abreu, quien fungió como coordinador local de la
campaña de Calderón. En esta ocasión, la coordinación de la campaña de Vázquez Mota
recayó inicialmente en Ana Rosa Payán aunque, como ya hemos visto, eso no le garantizó
el registro de su precandidatura.

Tabla 12. Nivel de intervención de liderazgos regionales en selección de candidato panista.


Año Tipo de intervención Nivel

2001 No intervención. Bajo

2007 Indirecta mediante reglas informales. Alto

2012 No intervención. Bajo

Tabla 13. Nivel de control partidista del conflicto en el PAN.


Año Tipo de intervención Nivel

2001 Validación del proceso. Alto

2007 Transfuguismo. Bajo

2012 Validación del proceso. Alto

106
4.4.2 Estrategias electorales priistas.

En la víspera de las elecciones estatales de 2001, el tema del desacato inicia con una
disputa entre la LV Legislatura del Congreso del Estado de Yucatán -conformada por 15
diputados priistas, 8 panistas y 2 perredistas- y los partidos de oposición sobre la
instalación del consejo electoral local, órgano encargado de la dirección del Instituto
Electoral del Estado de Yucatán y la organización de las elecciones de 2001 para la
renovación del gobierno estatal, los 106 ayuntamientos y la legislatura local. En agosto de
2000 el Congreso local resolvió la reelección de los consejeros electorales por un periodo
más con la aprobación de 15 de los 25 diputados. El PRD demandó la revisión de dicho
procedimiento que necesitaba un mínimo de 20 votos para su aprobación. En octubre de ese
mismo año, el TEPJF admite la demanda perredista e instruye al Congreso local a realizar
una revisión del proceso.

A raíz de lo anterior, el Congreso local eligió otro consejo electoral que nuevamente fue
impugnado, esta vez por el PRD y el PAN. Entonces, el TEPJF ordenó por segunda ocasión
una revisión del proceso el día 15 de noviembre. Ante esta resolución, el Congreso
yucateco argumentó que el nuevo consejo cumplía con los requisitos y procedimientos
establecidos, asimismo denunció que la intervención del Tribunal violaba la soberanía
estatal. Ese mismo día comenzaron las actividades del consejo electoral y a partir de
entonces entró en desacato el Congreso del Estado de Yucatán (Watanabe, 2008).

Frente a este escenario, el TEPJF ordenó al Congreso una revisión de la decisión en un


plazo de 24 horas, sin recibir respuesta. Entonces, procedió a constituir un consejo electoral
a través de la insaculación de los candidatos registrados y notificó al Congreso que los
aceptara como consejeros legítimos. En consecuencia, la presidenta priista de la Gran
Comisión del legislativo local declaró que no obedecería la resolución del tribunal federal,
al cual acusó de exceder sus funciones. Posteriormente a estas declaraciones, un nutrido
grupo de personas identificadas como presuntos simpatizantes priistas bloquearon la
entrada a las instalaciones del IEEY. Después de reiterados llamados al legislativo local
realizados por parte del Tribunal en el sentido de permitir las condiciones para que el
consejo electoral insaculado ocupara las instalaciones, el Consejo Electoral del Estado

107
reconocido por el TEPJF finalmente tomó protesta de sus cargos en un parque público de la
ciudad de Mérida.

A raíz de los continuos llamados por parte del Tribunal a desocupar las instalaciones del
instituto electoral, el Congreso local emitió un decreto que proponía la fusión de los dos
consejos electorales, lo cual generó una rápida oposición legal por parte del TEPJF. Esta
situación provocó que la decisión final quedara en manos de la Suprema Corte de Justicia
de la Nación (SCJN). Finalmente, en abril de 2001 la SCJN declaró inválido el decreto del
Congreso yucateco y ordenó la entrega de todos los recursos al consejo designado por
insaculación, decisión que finalmente fue acatada por el legislativo local. A la par del
proceso jurídico mencionado, Akira Watanabe destaca una reunión realizada durante el mes
de marzo en la Ciudad de México entre el entonces Secretario de Gobernación y los líderes
de los tres principales partidos políticos, en la cual, manifestaron de manera pública que
apoyarían plenamente la resolución de la SCJN. En opinión del autor, “este acuerdo entre
los líderes políticos sí afectó la decisión de los priistas locales que se oponían a los fallos
del TEPJF” (Watanabe, 2008: 199).

En resumen, la escalada del conflicto de desacato en Yucatán fue liderado por el


gobernador del estado en razón de la defensa de intereses políticos de carácter local que, en
un momento dado, el priismo nacional ya no pudo continuar secundando. Esta situación se
explica principalmente por la fuerte presencia del liderazgo de Víctor Cervera en el priismo
nacional y en buena medida también porque la presidenta del Comité Ejecutivo Nacional
era la yucateca Dulce María Sauri, quién tenía la complicada misión de articular los
intereses del priismo local con los del priismo nacional 12.

12
Entrevista con Dulce María Sauri, previamente citada.

“El Comité Nacional del PRI en ese momento también tenía una situación de debilidad con respecto a los
gobernadores, particularmente con el gobernador de Yucatán. Políticamente [yo] entendía lo que estaba
pasando, la gente aquí estaba protestando contra lo que sentía que era entreguismo por parte del presidente de
la república que estaba a punto de concluir su gestión, el propio Comité Nacional encabezado por mí.
Entonces decidieron ellos defenderse, pero cuando vino ya la resolución del Tribunal del Poder Judicial de la
Federación, como presidenta del Comité Nacional yo me senté a la negociación con la Secretaría de
Gobernación, con el secretario de Gobernación porque simple y llanamente el PRI como partido político no
podía sostener una situación que legalmente estaba totalmente resuelta en contra nuestra. Entonces hubo –
vamos a decir- dentro de la negociación en los márgenes de la ley decisiones que tuvieron que ver con aceptar
acciones que había estado haciendo el consejo que desapareció, pues para la organización de las elecciones en
los municipios, ese tipo de cuestiones, pero en lo medular quedaron los consejeros que finalmente integró el

108
La fortaleza política de Cervera Pacheco 13 le permitió realizar un hábil manejo de la crisis
derivada del desacato, no solamente a nivel local en donde apeló al sentimiento regionalista
yucateco para conseguir el apoyo a su causa, sino también ante las autoridades políticas a
nivel nacional encargadas de intervenir en dicha situación, específicamente la Secretaría de
Gobernación, a la que le había planteado la posibilidad de posponer las elecciones 14. En
medio de esta problemática, se llevó a cabo el proceso de selección de candidatos para la
gubernatura durante el 2001, en los que la autoridad electoral tuvo una nula intervención.
En síntesis, el triunfo del PAN en las elecciones presidenciales de 2000 y el desacato del
Congreso local fueron dos aspectos que influyeron notablemente en el proceso de selección
de candidatos para competir por la gubernatura. La situación política en el ámbito nacional
impulsó un discurso por parte de la oposición sobre la existencia de “condiciones
favorables” para la derrota del PRI en Yucatán.

Por otro lado, el acontecer local en torno al problema del desacato sirvió como telón de
fondo para una alianza entre los partidos PAN y PRD a nivel estatal, la cual inició con la
demanda conjunta que interpusieron ante el TEPJF durante la parte inicial del conflicto, y
se consolidó con la alianza electoral por la gubernatura a la que también se sumarían el
PVEM y el PT, y con la cual vencerían por primera vez al PRI en Yucatán.

Al efecto del triunfo panista a nivel federal también habría que agregar la imagen
desgastada del entonces gobernador priista Cervera Pacheco y los costos políticos del
desacato judicial. Tampoco hay que menospreciar el hecho de que las elecciones estatales
de 2001 en Yucatán fueron las primeras en celebrarse después de la alternancia en la

Tribunal Electoral y fue un trago muy difícil políticamente hablando para mí y me valió que el candidato al
gobierno del estado prácticamente no me invitara a su campaña, pero bueno, ahí no había de otra”.
13
De acuerdo con Freidenberg (2010) mientras “entre 1970 y 1985 todos los gobernadores tuvieron
problemas para gobernar e incluso fueron removidos de sus puestos, Cervera Pacheco fue gobernador interino
primero y luego gobernador constitucional a partir de 1995, dotando de estabilidad política al estado” (2010:
28).
14
Entrevista con Patricio Patrón Laviada, previamente citada.
“Con Gobernación, Cervera fue muy hábil en su manejo; no sólo Gobernación panista sino también
Gobernación priista. Cervera siempre fue un tipo que demostraba tener todo el control de Yucatán y jugaba
con eso hacia México. En parte –me consta- era mucho jugar con el sentimiento del nacionalismo yucateco,
que existe, pero para nada con intenciones separatistas o algo así y él lo manejaba por ese lado. Yo estaba
seguro que [las elecciones] iban a ser celebradas en el mes de mayo y nosotros insistimos muchísimo en no
doblar las manos, de que no podría hacer un desacato, violar toda la ley completamente y salirse con la suya
el señor Cervera y no hacer las elecciones, en los hechos era un desacato a la Constitución y tenía
consecuencias graves eso”.

109
elección presidencial de 2000. Por lo tanto, se desarrollaron en el particular entorno político
de los meses iniciales del primer gobierno federal panista, en medio de un clima social
caracterizado por altas expectativas políticas.

Es importante resaltar que a lo largo de todo el conflicto, el entonces gobernador del estado
Víctor Cervera Pacheco desempeñó un papel protagónico. Tenía un claro control sobre la
fracción priista y lideró la agenda política de oposición a las decisiones del TEPJF. En
primera instancia, argumentó que las decisiones del Tribunal violaban la soberanía del
estado y que se extralimitaba en sus funciones; asimismo, ante los medios de comunicación
siempre negó cualquier tipo de acercamiento con el presidente Vicente Fox para tratar el
tema. No obstante, durante la parte final del conflicto insistió en buscar una salida política
al problema, lo cual consiguió en buena medida, debido a que el candidato priista a la
gubernatura fue registrado fuera de los plazos establecidos ante el consejo electoral
reconocido por el TEPJF.

Paralelamente al conflicto del desacato, Cervera Pacheco mantenía el propósito de designar


a su sucesor, sin embargo los costos de lograrlo fueron muy grandes para el priismo local
no solo en términos de legitimidad ante el electorado sino también por el elevado número
de tránsfugas que dejaron el partido en medio de esta coyuntura. Sin embargo, ninguno de
los precandidatos participantes en la contienda interna formó parte de los miembros que
renunciaron al partido, y se limitaron a mostrar su inconformidad y deslindarse del proceso.

En síntesis, existen varios elementos para suponer que la intención del gobernador Cervera,
al apostar por mantener y alargar el conflicto del desacato al TEPJF a través del legislativo
local, era evitar la realización de las elecciones, programadas para el 27 de mayo de 2001.
En cambio, en el proceso de 2007, ante la ausencia de un claro líder personificado
tradicionalmente en la figura del gobernador, el PRI realizó una selección sustentada en el
levantamiento de encuestas encargadas por la directiva local. Respecto al mecanismo de
selección, resulta interesante ver que en medio de un entorno electoral poco favorecedor, la
candidatura del PRI al gobierno de Yucatán recae en Ivonne Ortega, una aspirante
prácticamente desconocida, que no contaba con la trayectoria política ni la experiencia de
los otros precandidatos y, además, se había incorporado al proceso cuando las
negociaciones sobre las condiciones de la precampaña realizadas por los otros aspirantes ya

110
estaban muy avanzadas. Esto sugiere que su precandidatura contó con el apoyo del CEN
priista y que el mecanismo de selección de candidato por el gobierno de Yucatán en 2007
formó parte de una estrategia del PRI a nivel nacional consistente en el recambio
generacional de sus candidatos a elección popular.

No obstante, el recambio generacional mantiene el linaje priista. De este modo, el perfil de


los candidatos priistas de la nueva generación busca proyectar una imagen especialmente
juvenil y atractiva, pero continúan proviniendo generalmente de destacadas familias
priistas. En el caso de Ivonne Ortega, destaca el hecho de ser la sobrina del ex gobernador
Víctor Cervera Pacheco.

Por último, en el 2012 las estrategias de selección de candidatos estatales parecen estar
completamente supeditadas a los intereses de la candidatura presidencial priista. El proceso
de precampaña fue cuidadosamente supervisado por el CEN en sintonía con los liderazgos
locales. En ese sentido, se ha privilegiado la postulación de candidatos que mantengan el
perfil del recambio generacional pero que, sobre todo, puedan maximizar sus
potencialidades competitivas. Por esa razón, vemos que ante las posibilidades de tener un
candidato cuestionado o descalificado por el electorado, se privilegia la postulación de otras
opciones mejor ubicadas.

Tabla 14. Nivel de intervención de liderazgos regionales en selección de candidatos priista.


Año Tipo de intervención Nivel

2001 Indirecta mediante reglas informales. Alto

2007 Directa mediante reglas formales. Medio

2012 Directa mediante reglas formales. Medio

111
Tabla 15. Nivel de control partidista del conflicto en el PRI.
Año Tipo de intervención Nivel

2001 Inconformidad y deslinde. Medio

2007 Inconformidad y deslinde. Medio

2012 Validación del proceso. Alto

En función de las dimensiones anteriormente analizadas, quiero destacar las siguientes


consideraciones.

En la dimensión electoral es posible observar un alto nivel de autonomía de los partidos


políticos respecto a los organismos electorales para la realización de los procesos internos
de selección de candidatos en los casos de 2001 y 2007. En cambio, para el caso de 2012,
cuando la legislación electoral incluye un apartado sobre los procesos internos de selección
de candidatos, es posible hablar de un nivel medio de autonomía partidista. Esto nos
confirma que el ámbito electoral ha sido un claro artífice del proceso de democratización en
México. La inclusión de normas reguladoras de los procesos internos en la legislación
electoral local es una muestra del avance de la democracia interna en el terreno jurídico.

En el caso de la dimensión partidista, es claro el alto nivel de exclusión que mantienen


ambos partidos en lo concerniente al acceso a la candidatura, aunque esta característica es
mucho más marcada en el PRI, en donde, además de una acreditada militancia, es necesario
contar con el respaldo de otros liderazgos y haber sido postulado previamente a un cargo de
elección popular.

Tabla 16. Nivel de acceso a las candidaturas: PAN y PRI.


Perfil de elegibilidad PAN Nivel de inclusión Perfil de elegibilidad PRI Nivel de
inclusión

Miembros activos del partido. Medio Restricciones a dirigentes partidistas. Bajo

112
En lo concerniente al nivel de inclusión del electorado, ambos partidos han tomado caminos
distintos. El PAN ha mostrado una tendencia a hacer más inclusivo su procedimiento: de
una convención de delegados en el 2001 pasó a una elección abierta a militantes activos en
el 2007, y después a una elección abierta a militantes activos y adherentes en 2012. Sin
embargo, el mayor nivel de inclusión no se ha reflejado en los resultados electorales de las
campañas, pues desde las elecciones de 2007 se mantienen claramente por debajo del PRI.

Por su parte, el PRI ha hecho cada vez más excluyente el nivel de participación del
electorado en sus procesos de selección: una asamblea de delegados en 2001, una encuesta
a cargo de la dirigencia nacional en 2007 y la designación directa por el CEN en 2012. El
mayor nivel de control sobre los procesos de selección de candidatos les permite mantener
una estrategia electoral más congruente que el PAN respecto al perfil de sus candidatos.

Tabla 17. Nivel de inclusión del electorado en los mecanismos de selección: PAN y PRI.
Año Mecanismo de selección PAN Nivel de Mecanismo de selección Nivel de
inclusión PRI inclusión

2001 Convención de delegados. Bajo Convención de delegados. Bajo

2007 Elección interna (militantes activos). Medio Encuesta. Bajo

2012 Elección interna (militantes activos y Medio Designación directa. Bajo


adherentes).

El nivel de intervención de los liderazgos regionales depende en buena medida de la


posición de poder que ocupen los partidos políticos en ese momento. El partido del
gobernador tenderá a tener un mayor nivel de intervención de los liderazgos regionales.
Esto lo demuestra el papel del gobernador priista en el proceso interno de 2001 y el papel
del gobernador panista en el proceso de 2007. En el 2012, la gobernadora priista ha tenido
un papel bastante discreto y en su lugar, ha sido el CEN priista el que se ha encargado de
dirigir directamente el proceso interno de selección.

113
Tabla 18. Nivel de intervención de liderazgos regionales en selección de candidato: PAN y
PRI.
Año Tipo de intervención PAN Nivel Tipo de intervención PRI Nivel

2001 No intervención. Bajo Indirecta mediante reglas informales. Alto

2007 Indirecta mediante reglas informales. Alto Directa mediante reglas formales. Medio

2012 No intervención. Bajo Directa mediante reglas formales. Medio

Respecto al control partidista del conflicto, es posible asegurar que éste ha aumentado con
la inclusión del reglamento de procesos de selección interna contemplada en la LIPEEY. A
pesar de lo anterior, la expresión de los altos niveles de competitividad se ha reflejado
principalmente en el ámbito informal, sin traducirse aún en actos formales que apunten de
manera clara en dirección a la acumulación de mayores niveles de democracia interna en
las estrategias electorales de selección de candidatos.

Tabla 19. Nivel de control partidista del conflicto: PAN y PRI.


Año Tipo de intervención PAN Nivel Tipo de intervención PRI Nivel

2001 Validación del proceso. Alto Inconformidad y deslinde. Medio

2007 Transfuguismo. Bajo Inconformidad y deslinde. Medio

2012 Validación del proceso. Alto Validación del proceso. Alto

114
Consideraciones finales.

Este trabajo se realizó con el objetivo de conocer de qué manera el entorno de democracia
interna ha influido sobre las estrategias de selección de candidatos a nivel subnacional, para
lo cual se consideraron una serie de elementos teóricos, metodológicos, históricos y
empíricos sobre el tema.

La parte teórica se encargó de establecer la relación conceptual entre democracia interna y


las estrategias de selección de candidatos. Esto se realizó ubicando el debate actual sobre
calidad de la democracia efectuado por Morlino (2005) en relación con las propuestas de
Freidenberg (2009) sobre democracia interna y el planteamiento de Hazan y Rahat (2009)
acerca de los mecanismos de selección de candidatos. De lo anterior se desprende que la
selección de candidatos es un proceso favorable para analizar la influencia de la democracia
interna. No obstante, este planteamiento requirió que el análisis sobre las estrategias de
selección de candidatos contemplara las relaciones intrapartidistas a través de diversos
entornos.

En la parte metodológica se abordaron las dimensiones que ampliaron el alcance de las


estrategias de selección de candidatos. De aquí se desprende la propuesta de análisis de las
dimensiones legal, partidista y estratégico electoral sobre el proceso interno partidista. El
propósito de las estrategias de selección es incluir el tipo de vínculo que existe entre los
partidos y 1) el Estado, mediante la incorporación del análisis sobre las condiciones de los
organismos electorales; 2) la sociedad civil, a través de los niveles de participación en el
acceso a la candidatura y en las elecciones internas; y 3) entre los miembros de un mismo
partido, durante la elaboración de las estrategias electorales. La consideración del aspecto
legal y el estratégico electoral contribuyó a pensar en los procesos de selección de
candidatos como una parte integral de la democracia interna que trasciende en muchos
sentidos al mecanismo de selección.

Por otro lado, en el aspecto histórico se abordó la predominancia de los tipos de


mecanismos de selección de candidatos en las diferentes etapas del proceso de
democratización del sistema de partidos mexicano. Para esto, se contrastaron las
115
características del sistema de partidos durante la etapa hegemónica con las particularidades
del sistema de partidos durante el proceso de democratización. Este capítulo pone a prueba
algunos supuestos extendidos sobre los mecanismos de selección en el sentido de que la
competitividad implica una mayor inclusión en los procesos de selección y por ende, un
mayor nivel de democracia interna. En cierta medida, los altos niveles de competitividad
durante la etapa democrática del sistema de partidos a nivel nacional han incorporado
mecanismos de selección más inclusivos, pero esto no ha sido una constante en los partidos
y mucho menos un indicador seguro de mayores niveles de democracia interna.

La parte empírica identifica y evalúa las estrategias de selección de candidatos de los


principales partidos en los procesos preelectorales por la gubernatura de Yucatán en 2001,
2007 y 2012. La investigación de las tres dimensiones de las estrategias de selección de
candidatos a nivel subnacional arroja los siguientes resultados:

1.- En el tema legal, es posible apreciar que la postura de los organismos electorales sobre
los procesos internos es de regulación pero no de restricción. Los marcos legales bajo los
que se desarrollaron las elecciones estatales de 2001 y 2007 no contemplan la selección de
candidatos como parte de las atribuciones de supervisión de los organismos electorales.

Sin embargo, la influencia de la democracia interna sobre los procesos partidistas en


Yucatán condujo a los organismos electorales a incluir en su legislación las reformas
decretadas en el 2009 por el Congreso del Estado de Yucatán, entre las que destaca un
apartado regulatorio de las precampañas estatales. Este apartado señala que los partidos
deberán entregar al organismo electoral toda la documentación correspondiente a los plazos
y condiciones de la convocatoria interna, pero de ninguna manera restringe los mecanismos
de selección. En ese sentido, se trata de una reforma electoral que considera las condiciones
históricas particulares del entorno político nacional.

Como hemos visto, el entorno democrático a nivel subnacional está lejos de amenazar la
autonomía de los partidos políticos respecto a sus procedimientos internos. En términos
generales, se puede afirmar que los organismos electorales que resultan de la etapa de
transición han aplicado una especie de “Doctrina Estrada” en el terreno electoral,

116
adoptando una postura de no intervención y reconociendo plenamente la soberanía de los
partidos políticos para otorgarse sus propias normas internas.

Por el contrario, es posible apreciar una tendencia creciente en el fortalecimiento de los


partidos que ha ido en detrimento de la autonomía de los institutos encargados de organizar
y calificar los procesos electorales. De acuerdo con Langston (2009), los partidos políticos
en México son fuertes gracias a la regla de no reelección, a su acceso a los cuantiosos
recursos y sobre todo, a su capacidad de actuar en bloque en el terreno legislativo. Esta
situación se puso de manifiesto a nivel nacional durante la reforma al Cofipe en 2007,
cuyas negociaciones mostraron que “los líderes de los tres partidos más grandes de México
–PAN, PRI, PRD- son capaces de pactar acuerdos para fortalecerse a sí mismos, aun a costa
de otros actores políticos, como los concesionarios de radio y televisión, los partidos
pequeños y el IFE” (Langston, 2009: 248).

La situación del instituto electoral yucateco presenta marcadamente los alcances de las
negociaciones interpartidistas: en el 2001 el problema del desacato condujo a que durante
algún tiempo existieran dos consejos electorales que actuaron de manera paralela en la
preparación de las elecciones. El desacato al TEPJF por parte del legislativo yucateco llegó
hasta ese punto debido al fuerte liderazgo del entonces gobernador Víctor Cervera Pacheco,
que insistía en desconocer las resoluciones de la autoridad federal en materia jurídico
electoral. Finalmente, este problema fue resuelto por los líderes de los principales partidos a
través de la vía política, dejando en entredicho la autonomía de los máximos órganos
electorales del país.
En el 2006, los partidos pactaron la destitución del consejo electoral e intervinieron de
manera directa en la elección de los consejeros sustitutos mediante la implementación de un
proceso de cuotas o reparto, afectando de esta manera la autonomía de la institución
electoral local. Aunado a lo anterior, después de los resultados electorales de 2012, la
fracción priista en el Congreso local decidió adelantar el procedimiento para la ratificación
o relevo de tres consejeros estatales que concluirán su gestión en noviembre próximo. La
posible causa de esta repentina actitud puede atribuirse a que, según el cómputo final de los
resultados electorales de 2012 la bancada priista de la próxima legislatura local perderá la
mayoría requerida para realizar por sí sola dichos nombramientos.

117
Una explicación a la situación por la que atraviesan en la actualidad los organismos
electorales en México podemos hallarla en el modelo de partido cartel de Katz y Mair
(2004). De acuerdo con este modelo, una simbiosis cada vez más estrecha entre los partidos
políticos y el Estado les permite a los primeros desempeñar la función de juez y parte e
intervenir en los procesos democráticos en su propio beneficio. Durante la etapa
hegemónica, el PRI desempeñó el papel de un partido de masas: se atribuyó la
representación de los sectores obrero, campesino y popular; asimismo, contribuyó a
consolidar los principios de sufragio universal y no reelección.

Posteriormente, los partidos adoptaron una perspectiva de tipo catch all, más acorde con el
entorno prevaleciente de transición democrática. Los partidos de tipo catch all fungen
como intermediarios entre los intereses de la sociedad civil y el Estado; esta condición
explica que la oposición partidista haya pugnado ante el gobierno por crear un organismo
electoral descentralizado. En retrospectiva, es posible sostener que la creación del IFE
durante la década de los noventa fue el resultado de la convergencia de intereses entre la
oposición partidista y la sociedad civil mexicana, que crearon en conjunto la presión
suficiente para que el Estado cediera a sus demandas de pluralismo político.

Finalmente, durante la etapa democrática las organizaciones políticas presentan las


características del partido cartel. En este modelo de partido existe una interpenetración
entre los partidos y el Estado, así como una fuerte colusión entre partidos políticos. A partir
de la alternancia de 2000, ha sido posible identificar una creciente profesionalización por
parte de los partidos políticos, que se refleja en buena medida a través de los cambios a sus
estatutos y la especialización de sus reglamentos internos. Por otra parte, la alternancia
también ha conducido a los tres principales partidos a negociar acuerdos sobre temas
importantes de la agenda nacional, sin que necesariamente tengan que pasar por el visto
bueno de la sociedad civil.

Otro aspecto que revela de manera importante la conducta tipo cartel de los partidos
mexicanos es la significativa pérdida de protagonismo que ha sufrido la alternancia durante
el periodo de consolidación democrática. En la actualidad, la alternancia y el cambio
político casi han desaparecido por completo de los discursos electorales.

118
Los anteriores elementos contribuyen a explicar la razón de que los principales partidos se
asocien entre ellos frente a causas de interés común, sobre todo en los temas que
corresponden a las condiciones de competencia electoral. En el modelo del partido cartel
las organizaciones partidistas forman parte del Estado y también son profesionales de la
política en busca del voto, esta doble condición les permite a los principales partidos
mexicanos adaptar las facultades de los institutos electorales desde el terreno legislativo y
beneficiarse de tales medidas en la arena electoral.

2.- En la dimensión partidista, el acceso a las candidaturas y el involucramiento por parte


de los militantes en la toma de decisiones del proceso interno no presenta una tendencia
más incluyente. En un entorno de alta competitividad externa, cabría esperar que los
partidos políticos abrieran sus procedimientos de selección de candidatos a un mayor
número de militantes. Sin embargo, la experiencia les ha hecho ver que la apertura de sus
procesos internos a un mayor número de participantes no es un factor que suelen premiar
los electores yucatecos durante los comicios por la gubernatura.

En el tema del acceso a las candidaturas los estatutos de los partidos analizados registran
significativas diferencias. El PAN permite el acceso a la candidatura para gobernador a sus
militantes activos, lo que representa un nivel medio de inclusión; por su parte, el PRI
establece fuertes restricciones para los aspirantes a la candidatura entre las que destacan la
acreditación de cuadro, dirigente partidista y haber desempeñado un cargo de elección
popular. Esto lo sitúa en un nivel bajo de inclusión.

Las restricciones al acceso de las candidaturas reflejan la naturaleza oligárquica de los


partidos políticos y confirman que prevalece la importancia de las buenas relaciones de los
aspirantes con la élite dirigente de sus partidos para buscar con éxito una postulación. Los
aspirantes panistas que resultaron candidatos en el 2001 y 2007 mantenían una relación
cercana con el centro y una importante presencia local, en cambio, el candidato de 2012
dependió en buena medida de sus relaciones con los liderazgos locales del partido. Por el
contrario, el acceso a la candidatura priista que en 2001 estuvo determinada por la política
local, en los casos de 2007 y 2012 presentó una combinación de intereses partidistas
nacionales y locales. En síntesis, aunque las buenas relaciones con las élites dirigentes se

119
mantienen como una regla no escrita para aspirar a un puesto de elección popular, la
variación en este sentido es la creciente implicación de las élites locales en el tema.

Respecto a la inclusión del electorado en los procesos internos de selección nos


encontramos con lo siguiente. El PAN ha ido abriendo de manera paulatina su proceso
interno a un mayor número de militantes. En el 2001 realiza una convención de delegados;
en el 2007 decide su candidatura estatal mediante elecciones internas con militantes
activos; y en el 2012 abre su proceso de elecciones internas a militantes activos y
adherentes. No obstante, sus resultados electorales han ido disminuyendo en relación
inversa al grado de inclusión, reflejando la poca importancia que tiene para el electorado la
realización de las contiendas internas.

Por su parte, el PRI muestra una tendencia en sentido contrario. En el 2001 realizó una
convención de delegados; en el 2007 el CEN acordó entre los precandidatos el
levantamiento de una encuesta a población abierta, cuya supervisión estuvo sujeta en todo
momento al control del partido; en el 2012 la exclusión se hizo más evidente y llegó a su
máximo nivel con la designación directa del candidato a gobernador por el CEN. A pesar
de que la designación directa no está contemplada en los estatutos, el PRI puso en marcha
una serie de técnicas de camuflaje que le permitieron dotar de un matiz democrático
algunas medidas autoritarias.

En suma, los mecanismos de selección de los principales partidos en Yucatán confrontan


los principios de votación (PAN) y nombramiento (PRI). La realización de procesos
internos altamente inclusivos requiere de cierto grado de conflictividad entre los miembros
de un partido, la cual están dispuestos a sacrificar los grupos dirigentes en aras de potenciar
sus niveles de competitividad frente a otros partidos políticos. Esta situación contribuye a
comprender en buena medida la reacción de los círculos internos partidistas, al hacer más
exclusivos los procesos de selección en medio de un entorno democrático altamente
competitivo.

3.- La dimensión estratégico electoral expone que la competitividad y la descentralización


no se han traducido en mayores niveles de inclusión de los miembros partidistas y que las
élites dirigentes mantienen un fuerte control sobre el proceso de selección de candidatos.

120
La intervención de los liderazgos regionales en la selección del candidato panista fue baja
en 2001 y 2012, en el 2007 registró un nivel alto. Este incremento repentino está
relacionado con el papel del PAN como gobierno. Cuando Acción Nacional ha realizado
procesos internos desde la oposición en busca de la gubernatura, sus candidatos han
recurrido a la estructura nacional del partido. Por el contrario, cuando el PAN gobernó el
estado protagonizó una desastrosa selección interna que confrontó a sus facciones locales.

Por su parte, el PRI pasó de un nivel de intervención alto en 2001 a un nivel medio en 2007
y 2012. En el 2001 el gobernador saliente Víctor Cervera realizó un proceso de sucesión al
estilo tradicional priista, utilizando el mecanismo del destape para designar a su sucesor, a
través de una serie estrategias encaminadas a ese fin. Sin embargo, en el 2007 y el 2012 la
estrategia de recambio generacional ha tenido predominancia en la postulación de
candidatos.

En ambos casos, es fácil apreciar la combinación de jefes reales y jefes aparentes


(Duverger, 1984) en la conformación de los puestos clave que intervienen en el proceso de
selección. En el caso del PAN, a partir de 2007 la coalición dominante encabezada por el
gobernador controló la dirigencia estatal del partido. En el caso del PRI, el gobernador
Cervera Pacheco dominó las dirigencias nacional y estatal durante el proceso de 2001; no
obstante, a partir de 2007 el control real de la postulación del candidato a gobernador de
Yucatán recae en manos del CEN.

Veamos ahora los saldos de las condiciones del nivel de control partidista del conflicto. El
PAN presenta un alto nivel de control en 2001 y 2012, cuando no contaba con la presencia
de fuertes liderazgos regionales. Pero en 2007, registró un bajo nivel de control partidista
que derivó en la renuncia del aspirante que quedó en segundo lugar. Este escenario puso de
manifiesto la ausencia de mecanismos de resolución de conflictos en el PAN, lo cual genera
que los aspirantes jueguen a todo o nada en la búsqueda de la candidatura, a sabiendas que
ante un escenario de derrota corren el riesgo de quedar marginados políticamente.

Por su parte, el PRI tiene un nivel medio de control partidista en 2001 y 2007, y un nivel
alto en 2012. Lo anterior exhibe al PRI como un partido que practica el centralismo
democrático (Duverger, 1984), esto es, aunque los procesos internos de selección sean

121
fuertemente disputados, una vez que la élite dirigente ha tomado una decisión los miembros
la acatan en nombre en la unidad y la disciplina partidista. Este principio es acompañado de
un proceso posterior a las contiendas internas conocido como operación cicatriz, cuya
función consiste en colocar a los aspirantes perdedores en otros puestos que garanticen la
continuidad de su carrera política.

De acuerdo con los aspectos anteriormente mencionados, es posible concluir que la manera
en la que ha influido el entorno de democracia interna sobre las estrategias de selección de
candidatos por la gubernatura de Yucatán en el periodo 2001-2012 es a través de un
proceso de recentralización subnacional. El término de recentralización subnacional estima
que el entorno de democracia interna expresada en el proceso de selección de candidatos
condujo a los partidos a diseñar estrategias de selección con el objeto de maximizar sus
posibilidades de triunfo, aunque las medidas implementadas no fueran compatibles con el
modelo democrático.

Esta situación ha tenido lugar como consecuencia del proceso de descentralización del
sistema de partidos mexicano, el cual contribuyó a otorgar mayor poder político a las
entidades federativas. El resultado ha sido que en lugar de que la descentralización
provocara una distribución más equitativa del poder, éste simplemente se trasladó de la
esfera nacional a la esfera local, conservando su mismo nivel de verticalidad. Este hallazgo
me permite confirmar el supuesto de que a mayor nivel de competitividad en los procesos
de selección internos corresponde un menor grado de inclusión en la toma de decisiones.
Los partidos políticos y los líderes regionales intervienen en el proceso de selección en la
medida que constituye una posibilidad de triunfo, por lo tanto, su intervención afecta
directamente dicho proceso, en menoscabo de la competitividad interna y de la inclusión de
la militancia en el mecanismo de selección. Dicho en otras palabras, la democracia interna
causó un efecto paradójico en las estrategias de selección de candidatos pues a partir de la
introducción de un elemento democrático como la competitividad, ha tenido lugar una
reproducción a escala subnacional de algunos rasgos característicos de la etapa hegemónica
en México.

Tal efecto paradójico contribuye a entender un par de cuestiones sobre la calidad de la


democracia interna. En primer lugar, es importante señalar que la calidad de la democracia

122
no es un elemento que afecte de manera uniforme los procesos internos partidistas. En el
caso de las estrategias de selección de candidatos, la exposición de sus tres dimensiones
confirmó el argumento de Hazan (2008) en el sentido de que un mayor nivel de democracia
en una dimensión no deriva necesariamente en mayores niveles de democracia sobre las
otras. Esta distinción matiza las consideraciones sobre la calidad democrática y explica por
qué el análisis de los procesos de selección de candidatos no debe restringirse únicamente a
la adopción de un mecanismo en particular.

En segundo lugar, el proceso de recentralización subnacional que presenta el caso Yucatán


pretende problematizar sobre la tendencia común a la asociación errónea de elementos
relacionados con la calidad democrática. Como lo indican Hazan y Rahat (2009), la
descentralización no equivale a la inclusión, ya que un proceso de selección menos
centralizado puede conservar o incrementar los niveles de exclusión. De igual forma, los
casos que presentan una mayor inclusión en la selección de candidatos tampoco reflejan,
por ende, mayores niveles de democracia interna (Field y Siavelis, 2009). Los procesos
internos aquí analizados destacan dichos elementos.

El presente tema de estudio se ha concentrado en las estrategias de selección de candidatos


con la intención de explicar el desarrollo del proceso de democratización en México desde
el ámbito electoral. Sin embargo, en el transcurso del análisis han surgido nuevas
interrogantes sobre los procesos electorales y la selección de candidaturas que podrían
formar parte de futuras líneas de investigación.

Uno de esos cuestionamientos tiene que ver con la observación de los mecanismos de
selección como variable independiente. Contribuciones de este tipo podrían ayudarnos a
esclarecer si los diferentes mecanismos de selección crean diferentes líderes y gobiernos.
Después de todo, el electorado espera que los planteamientos de campaña realizados por los
precandidatos y candidatos a puestos de elección popular se traduzcan en acciones y
programas de Estado. Hasta el momento, la búsqueda del voto y el ejercicio del poder son
entidades que parecen estar desconectadas entre sí en el sistema de partidos mexicano a
nivel subnacional. La búsqueda de estos elementos será, sin duda, uno de los caminos más
provechosos para una mejor comprensión de los procesos democráticos actuales.

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