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b. Un fin. Es el motivo, objetivo o meta que hace que el agente actúe. En este caso,
el fin del agente podría ser preparar un pastel de chocolate.
c. Un objeto que el agente usa para lograr su fin. Son los instrumentos
empleados para lograr el objetivo. Entre más complejo sea el fin propuesto, más
sofisticados serán los objetos usados para alcanzarlo: si el fin es romper una
ventana para huir de un incendio, el objeto puede ser tan simple como una piedra.
Además de la estufa, que ya mencionamos como artefacto, otros objetos son una
olla, agua y una pala de cocina, entre otros.
d. Un objeto que es transformado. Es el objeto que debe transformarse para que
el fin se cumpla. Este objeto puede ser natural o social. El chocolate que se derrite
a baño María es transformado para que es hacer un pastel.
En el ejemplo anterior, el sistema técnico formado por la técnica del baño María,
con el uso de la estufa como artefacto para transformar el objeto (chocolate),
ejecutado por un agente intencional, es sólo una parte de los pasos necesarios para
conseguir el propósito final. En general, la tecnología implica múltiples sistemas
técnicos en la búsqueda de un solo fin. Piensa en la cantidad de técnicas, objetos,
agentes y transformaciones que se necesitan para construir un smartphone, incluso
sin contar los pasos para transportarlo, distribuirlo y venderlo.
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El uso de la tecnología para la construcción del bien común
La definición de sistema técnico nos ayuda a descomponer los elementos de la
tecnología para evaluarla desde un punto de vista ético. Pero aún nos falta llegar a
las preguntas clave: ¿Cómo podemos saber cuál tecnología es aceptable; ¿es
decir, acorde con los criterios morales vigentes? Siguiendo a Olive, el uso de
un sistema técnico deberá cubrir las siguientes cinco condiciones de aceptabilidad
moral:
1. Los fines que se persiguen son moralmente aceptables para quienes operan
el sistema y para quienes serán afectados por su operación y sus consecuencias.
2. Está bien fundada la creencia, para quienes operarán el sistema técnico y para
quienes serán afectados por su operación y sus consecuencias, de que los medios
que se usarán son adecuados para obtener los fines que se buscan.
3. Los medios que se usarán son moralmente aceptables para quienes operaran
el sistema y para quienes ser6n afectados por la operación del sistema y sus
consecuencias.
4. No hay ninguna otra opción viable que permita obtener los mismos fines, sin
producir daños equivalentes.
5. Los fines son deseables, aunque se produzcan estos daños.
Analicemos estos criterios a partir de sus palabras clave. Lo primero que notarás es
que se distingue entre quienes operan el sistema y quienes serán afectados por
el. Vamos a ejemplificar con una gasolinera. Quienes operan directamente el
sistema técnico de la gasolinera son los empleados que trabajaron en ella, pero
dado que la decisión de invertir y montar esta instalación de servicio no es de ellos,
inferimos que el operador del sistema son los dueños e inversionistas.
A la vez, quienes serán afectados pueden dividirse en afectados directos, como los
habitantes de la colonia donde se abrió la gasolinera, y afectados indirectos.
Sabemos que el uso de combustibles fósiles, como el petróleo que se usa para
hacer gasolina, tiene un impacto en el calentamiento global y en la salud; por ende,
podemos decir que la humanidad se ve potencialmente afectada por la decisión de
seguir construyendo gasolineras. Por supuesto, el hecho de montar una gasolinera
no es "malo" en sí mismo, traería también algunos beneficios, como generación de
empleos, que los usuarios de automóviles locales se desplazarán menos para
cargar gasolina, que aumentaría el valor comercial de la zona, entre otros.
Regresando a las afectaciones generadas por la tecnología, éstas se dan tanto en
la operación del sistema como en sus consecuencias. ¿A qué se refiere esta
diferencia? Una afectación causada por operar un centro de servicio de este tipo es
el posible incremento del tránsito vehicular en la zona, lo cual es un problema
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cotidiano, pero las consecuencias pueden tener mayor alcance, por ejemplo, si
explota la gasolinera.
El primer punto de las condiciones de Olivé sólo se refiere a la aceptabilidad de los
fines, pero en el segundo se toma en cuenta la adecuación de los medios. Esto tiene
que ver con la gestión del riesgo que veremos más adelante. Aunque existiera gran
consenso para abrir una gasolinera nueva para atender a los consumidores de una
zona de la ciudad, acaso algunos vecinos no desearán que se abra la planta sin las
garantías necesarias de que cuenta con los instrumentos y protocolos de seguridad
más avanzados, los cuales deben reducir al mínimo la probabilidad de que ocurra
un accidente.
El tercer punto nos habla de los medios, pero no desde el punto de vista técnico
sino moral; al igual que los fines, es necesario que los medios sean aceptables en
este sentido. En el ejemplo que usamos, no consideraríamos ético que la estación
se construyera en un terreno que fue obtenido por los operadores mediante engaños
o fraudes, ni sería legítimo un permiso de construcción que haya resultado de un
soborno. Es decir, tanto el que el sistema técnico, — el para que —los fines— y el
cómo —los medios—, deben ser moralmente aceptables.
Hasta aquí hemos hablado de que los fines y los medios deben ser aceptables y
adecuados, lo cual se viene abajo si los fines no son considerados deseables, tanto
por quien opera el sistema técnico como por quienes serán afectados por su
operación y consecuencias.
En este punto se abre otro problema que no siempre puede resolverse apelando a
principios éticos preestablecidos ni a criterios objetivos, pues estamos en el terreno
de las emociones y los deseos humanos. Si, por ejemplo, los vecinos de la colonia
donde se pretende construir la gasolinera simplemente no desearan que haya una
estación de este tipo en su barrio, no bastaría con demostrarles que se han reducido
al mínimo los daños efectivos y potenciales o que los medios son idóneos,
simplemente no se les puede obligar a que compartan los mismos objetivos que
quienes están interesados en abrir el negocio. Se trata, pues, de situaciones de
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intereses opuestos: cuando no es posible hacer compatibles los objetivos de dos
grupos de personas distintos.
Desde el punto de vista ecologista, cualquier uso del automóvil tendrá cierto impacto
en el medio ambiente, por lo que promover la apertura de nuevas gasolineras resulta
incompatible, en sentido estricto, con el objetivo de reducir los daños al planeta. Sin
embargo, sabemos que debemos enfrentar cierto nivel de daños para cumplir
objetivos considerados universalmente deseables. Por ejemplo, si dejáramos de
usar vehículos que funcionan con combustibles fósiles, muchas personas morirían
por falta de una ambulancia que las lleve a un hospital o por desabasto, pues no
habría camiones que transporten víveres. Así, la ética, en cuanto al uso de
tecnología, debe considerar siempre pros y contras.
En todo caso, afortunadamente existen otras medidas que nos ayudan a disminuir
al mínimo el daño al medio ambiente y los riesgos que conlleva, como el uso de
materiales y tecnologías limpias.
El segundo problema para determinar si la operación de un sistema técnico es
moralmente aceptable se encuentra cuando nos damos cuenta de que cualquier
uso de la tecnología de hecho, si lo piensas, cualquier acción humana tiene
consecuencias imprevisibles. ¿Esto es relevante porque dijimos que los daños
deben ser normalmente aceptables, pero que pasa con los daños que nadie
esperaba que sucedieran y sin embargo se presentaron? En estos casos es
necesario asegurarnos de que quien desea operar el sistema técnico investigue con
sinceridad cuáles son los daños posibles y proporcione información a quienes serán
afectados (efectiva o potencialmente). Dado que la ciencia hace nuevos
descubrimientos constantemente, debemos reconocer que no hay ninguna manera
de eliminar por completo la posibilidad de consecuencias negativas no esperadas.
Finalmente, no podemos simplemente ignorar a quienes se oponen al uso de la
tecnología por sus posibles consecuencias, es necesario dialogar y llegar a
acuerdos. Estos acuerdos deben basarse en la certeza de que, incluso si hay daños
que no podemos evitar, los beneficios son mayores y para un mayor número de
personas.
inclusión tecnológica
Como puedes darte cuenta, la reflexión sobre el uso, y abuso, de la tecnología va
de la mano con tener información objetiva, científica y verificada sobre su
funcionamiento básico, impacto en el medio ambiente y en la seguridad de todos.
Ya hemos pensado un método para valorar si el uso de una tecnología es
éticamente aceptable, pero para que esta beneficie a la mayoría de la población no
basta con que se trate de la mejor idea, también es necesario que los avances
técnicos lleguen a las personas. Un campo en el que esto queda muy claro es el de
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la medicina, donde se han registrado avances impresionantes que prolongan la vida
humana y mejoran su calidad. Sin embargo, debido a los altísimos costos de los
medicamentos y los servicios hospitalarios, en realidad estos avances científicos
solo benefician a una pequeña parte de la población. Seguramente en tu vida
cotidiana has observado muchos ejemplos de tecnologías que potencialmente
podrían generar gran bienestar, pero cuyos beneficios no se concretan debido a
que, por diferentes motivos, las personas están excluidas de su disfrute.
Por ahora nos concentraremos en una forma de inclusión tecnológica especifica: la
inclusión digital; es decir, el acceso a las Tecnologías de la Información y la
Comunicación (TIC). Se puede afirmar que hoy en día, quien no cuenta con acceso
a internet se ven severamente limitadas su capacidad de expresión, de información,
de participación en la vida política de su comunidad, así como sus derechos a la
cultura y la educación. Más aún, conforme los servicios del gobierno se digitalizan,
la exclusión digital significa cada vez más un menoscabo al derecho a participar en
las decisiones políticas.
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recurren al concepto de riesgo. Revisemos una definición exacta del término en este
contexto.
Riesgo: Es la probabilidad estadística de que se presenten efectos indeseados,
suele expresarse a partir de la frecuencia con que se espera que se presenten estos
efectos.
Los riesgos pueden afectar tanto a quienes operan de manera directa un sistema
técnico los trabajadores de una planta química, por ejemplo, como a personas no
involucradas en él, las personas que viven en las cercanías de esta hipotética planta
química. Cuando hablamos de sistemas técnicos cuyos daños resultan
catastróficos, por ejemplo, una planta nuclear la frecuencia del riesgo debe ser
sumamente baja. Como ya mencionamos, la información no es perfecta y siempre
existe la posibilidad de daños no calculados, por ello es necesario establecer planes
de control de riesgos para que, en caso de presentarse un daño, quienes operan el
sistema técnico sepan cómo reaccionar.
Entonces, la prevención de riesgos es lo que se hace para evitar que estos se
conviertan en daños, mientras que el control de riesgos busca limitar el alcance de
un daño que ya se presentó.
Prácticas de consumo de la tecnología.
Se le llama consumo responsable al hecho de tener en cuenta las implicaciones
éticas de nuestras prácticas de adquisición y uso de la tecnología. Por ejemplo, son
conocidos los daños ambientales producidos por la fabricación de smartphones. Tú
puedes argumentar, y no te falta razón, que hoy es casi imposible realizar tu vida
cotidiana sin uno de estos dispositivos, pero también puedes preguntarte si
necesitas renovarlo cada año o si podrías conservarlo más tiempo para reducir el
impacto ecológico de tu consumo; ahí es donde comienza el consumo responsable.
En este y otros casos similares, suele argumentarse que se tiene el derecho a hacer
uso de la tecnología indiscriminadamente, pues se paga por ella, no obstante, en
un sentido ético esto no es válido y requiere una reflexión más profunda: decir que
uno tiene derecho a contaminar porque pagó su carro y su gasolina, por ejemplo,
es lo mismo que decir que uno tiene derecho a poseer un esclavo porque pagó por
él, Así como no reconocemos la esclavitud como una forma valida de relación entre
seres humanos, un acto que repercute en la salud de otras personas y en el
equilibrio ambiental no puede justificarse con argumentos meramente económicos.
Para trabajar en específico sobre el tema de consumo responsable, reflexionaremos
acerca del desperdicio de alimentos. Como sabes, hoy día la producción de los
alimentos que consumimos implica la operación de complejos sistemas técnicos,
desde semillas modificadas genéticamente, tractores y cosechadoras automáticas,
hasta camiones refrigerados para su transporte y plantas industriales que procesan
las materias primas para convertirlas en los artículos que adquirimos en tiendas y
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supermercados. En suma, la industria de la alimentación necesita y emplea las más
diversas tecnologías.
Ahora bien, comencemos a problematizar. ¿Alguna vez has tirado un alimento que
apenas probaste sólo porque no tenía el sabor que esperabas? ¿Te ha pasado que
olvidas comida en el refrigerador y cuando lo buscas ya está echada a perder?
Quizá tirar un trozo de queso o una fruta no parezca mucho problema, pero cuando
se suman los actos de millones de personas, se genera un impacto negativo
enorme.