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ESCUELA DE EDUCACIÓN SUPERIOR

TÉCNICO PROFESIONAL PNP PIURA

SÍLABO
“CRIMINOLOGÍA”

PROGRAMA DE ESTUDIO:

CIENCIAS ADMINISTRATIVAS Y POLICIALES

ESPECIALIDAD FUNCIONAL:
ORDEN PÚBLICO Y SEGURIDAD CIUDADANA
PROGRAMA DE ESTUDIOS DE CIENCIAS ADMINISTRATIVAS Y POLICIALES

SÍLABO 2023 – I
I. DATOS GENERALES.

a. NOMBRE DE LA INSTITUCIÓN : ESCUELA NACIONAL DE FORMACIÓN PROFESIONAL POLICIAL


b. PROGRAMA DE ESTUDIOS : CIENCIAS ADMINISTRATIVAS Y POLICIALES
c. MÓDULO PROFESIONAL : CONOCIMIENTO DE LA CRIMINOLOGÍA A APLICAR EN LA
INVESTIGACIÓN POLICIAL
d. ESPECIALIDAD FUNCIONAL : ORDEN PUBLICO Y SEGURIDAD CIUDADANA
e. UNIDAD DIDÁCTICA : CRIMINOLOGÍA
f. DOCENTE RESPONSABLE : CRNL PNP Jimmy ESPINOZA GOICOCHEA
CRNL PNP Carlos Amarcio HUACHIN GODOS
CRN R PNP Santiago Arturo MAJAIL DEZA
SS. R PNP José Rafael HUANCAS FLORES
Abg. Horlando AMBULAY GARCÍA
Abg. Roger David FIESTAS MEJÍA
Abg. Daiana Rosy NEIRA TAVARA
g. PERIODO LECTIVO : ABRIL – JULIO 2023
h. PERÍODO ACADÉMICO : III PERIODO ACADEMICO
i. N° DE CRÉDITOS TOTALES : 03
j. N° DE HORAS/SEMANA : 2 horas (TEORICAS) y 2 horas (Practicas)/4 horas
k. N° DE HORAS DE LA UNIDAD DIDÁCTICA : 64
l. PLAN DE ESTUDIOS : 2023-III
m. TURNO : TARDE
n. SECCIÓN : ABCDEFG
o. FECHA DE INICIO : 03 DE ABRIL DEL 2023
p. FECHA DE FINALIZACIÓN : 22 DE JULIO DEL 2023
q. CORREO : asuntozlegalez@gmail.com
I. SUMILLA:

La asignatura forma parte del currículo de estudios de las Escuelas Técnico


Superiores de la Policía Nacional del Perú, sus unidades de aprendizaje se orientan a
la difusión de conocimientos relacionados a la Introducción del Estudio de la
Criminología; Teorías Criminológicas; La Criminología y otras Disciplinas; Genética
Criminal; el Delito y el Crimen, así como a la Inspección Criminalística, Sistema y
Métodos de Identificación y Laboratorio Criminalístico.

II. OBJETIVOS

A. OBJETIVO GENERAL

Capacitar en el dominio cognoscitivo de la Criminología; brindando conocimientos


acerca de los diferentes tipos criminológicos y del funcionamiento de las mentes
criminales, para actuar con eficacia en el ejercicio de la función policial, asimismo las
técnicas.

B. OBJETIVOS ESPECÍFICOS

- Inducir el discernimiento lógico sobre los orígenes, causas y los diversos factores
que influyen en la criminalidad.

- Apreciar las teorías criminológicas que son parte del dominio de la Criminología.

- Establecer el dominio conceptual entre delito y crimen, así como criminalística y


criminología.

- Identificar las diferentes disciplinas científicas que forman parte del ámbito de
acción de la Criminalística.

III. UNIDAD DE COMPETENCIA VINCULADA AL MODULO.


 Describe, expresa el fundamento conceptual en relación a la Criminología su
importancia y su relación con otras ciencias.
 Conoce las teorías y corrientes evolucionistas de la Criminología, así como lo
importante e influyente que fue en nuestro país y Latinoamérica.
 Conocer la Criminología, implica conocer a fondo el delito, puesto que esta al aplicar
técnicas de prevención de la delincuencia o estudio de los trastornos psicológicos de
la víctima, le permitirá al efectivo del orden resolver situaciones adversas durante el
servicio policial.

IV. CAPACIDADES DE LA UNIDAD DIDACTICA.


Conocer la Criminología, le permitirá al estudiante en el futuro -como efectivo del
orden y parte del sistema de control social- dar soluciones a situaciones que lindan
con la comisión de delitos, pues conoce que es un delito, individualiza al delincuente
y socorre a la víctima.

V. INDICADORES DE LOGRO
 Conoce que es el delito.
 Identifica al delincuente, a partir de su clasificación.
 Reconoce a la víctima.
 Como parte del control social, es consiente que conociendo la criminología puede
prevenir la comisión de delitos.

VI. ORGANIZACIÓN DE ACTIVIDADES DE APRENDIZAJES

TOT. HORS
ELEMENTO DE LA INSTRUMENTO LECTIV.
CAPACIDAD ACTIVIDADES DE APRENDIZAJE/SESIONES EVALUACION SEM/ FECH
PRESENCIAL
ACTIVIDAD N° 01: - Rúbrica
Brindar información - Prueba de
general sobre la unidad  La Criminología entrada
didáctica y temas a - Generalidades
desarrollar. - Objeto. - Entrega de
- Finalidad. SEM 01
temas del TAI
Conocer sobre los aspectos - Definición de términos.
(Mapa Mental). 03ABR2023 4 HORAS 4
generales de la
Criminología.
- Portafolio
docente
ACTIVIDAD N° 02: - Rúbrica
 Evolución Histórica de la Criminología - Registro
- Evolución de la Criminología en el Perú auxiliar o de
- Objeto de la Criminología seguimiento de
Identifica a través de una tareas
SEM 02
línea en el tiempo, la académicas
génesis, evolución y objeto encargadas.
10ABR2023
de la Criminología. - Portafolio
Docente 4 HORAS 4

ACTIVIDAD N° 03:
A partir de un enfoque  La criminalidad aspecto - Rúbrica
biológico, psicológico Biológico, Psicológico Social - Infografía.
Sociológico, analiza - Estudio del delincuente,
- Portafolio SEM 03
estudia al delincuente. Docente
17ABR 4 HORAS 4
2023
- Rúbrica.
ACTIVIDAD N° 04: - Registro
 la criminalidad aspecto auxiliar o de
Biológico, Psicológico seguimiento de
Social tareas
- Características teorías
A partir de las teorías que académicas SEM 04
- La víctima, características, proceso de
circundan a la Criminología encargadas.
victimización.
el estudiante, estudia a - Portafolio 24ABR2023
fondo al delincuente como Docente
a la víctima y su 4 HORAS 4
victimización.
ACTIVIDAD N° 05: - Rúbrica.
 La criminalidad aspecto - Registro
El estudiante aprende sobre Biológico, Psicológico Social auxiliar o de
los métodos que emplea la - Métodos que emplea la Criminología. seguimiento de SEM 05
Criminología e identifica los - Fines de la Criminología tareas
fines que persigue. - académicas 01MAY2023 4 HORAS 4
encargadas.

ACTIVIDAD N° 06: - Rúbrica.


 La criminalidad aspecto - Mapa Mental,
Biológico, Psicológico Social presentación
- Prevención de la delincuencia. del TAI.
- - Registro
El estudiante después de
auxiliar o de
conocer la importancia y la REUNIÓN DE EQUIPOS DE DOCENTES
seguimiento de
finalidad de la Criminología, SOBRE LA FORMULACION DE EXAMEN SEM 06
tareas
comprende que es a través
de la puesta en práctica, se
Y RUBRICA. académicas
08MAY2023
encargadas.
puede prevenir el delito.
- Portafolio
Docente
4 HORAS 4

PRIMER EXAMEN PARCIAL SEM 07


- Entrega de temas del TAI 2 (Mapa Mental). 15 AL 4
20MAY2023

ACTIVIDAD N° 08:
 Criminología - Rúbrica
- Tipos de Criminales - Registro
a. Entrega de temas para la auxiliar o de
elaboración de trabajo seguimiento de
El estudiante a través de la Colaborativo (TC) tareas
abundante información en académicas SEM 08
relación al estudio de la encargadas.
criminología, estará en la 4 HORAS 4
- Entrega de 22MAY2023
capacidad de identificar los temas del
tipos de criminales que se trabajo
presentan. aplicativo
colaborativo.
ACTIVIDAD Nº 9 - Rúbrica
 Criminología - Portafolio SEM 09 4 HORAS 4
El estudiante a través de su
- Aplicaciones y funciones de la docente
arduo estudio e investigación,
Criminología. 29MAY
claramente establece cuáles
son las aplicaciones y 2023
funciones de la Criminología.
ACTIVIDAD N° 10:
 Criminología - Rúbrica.
Retroalimentar los - Tendencias Socio criminológicas - Registro SEM 10
conocimientos adquiridos
auxiliar o de
relacionados a la Criminología,
seguimiento de 05JUN
permitiendo al estudiante
tareas 2023
comprender el porqué de un
académicas 4
sujeto se inclina o es
encargadas.
propenso a cometer un acto 4 HORAS
delictivo, transgrediendo la
ley o las normas sociales.
ACTIVIDAD N° 11:
El estudiante aprende e  Criminología - Rúbrica.
internaliza, a través de la - Mapa Mental,
lectura e investigación Violencia – Tipos presentación
temas relacionados a la del TAI 2
violencia y sus tipos, sin - Registro
apartarse del enfoque auxiliar o de SEM 11
biológico, psicológico seguimiento de
Sociológico. tareas 12JUN
académicas 2023
encargadas. 4 HORAS 4
- Portafolio
Docente

SEM 12
SEGUNDO EXAMEN PARCIAL 19 AL 24JUN
2023
4
ACTIVIDAD Nº 13 - Rúbrica
 Criminología - Portafolio
El alumno, a través del - Victimología Docente
estudio e investigación
valora la importancia del SEM 13 4 HORAS 4
objeto de la Criminología,
cuando se trata del estudio 26JUN 2023
de la víctima.
El alumno, a través del ACTIVIDAD N° 14:
estudio e investigación  Criminología - Rúbrica.
valora la importancia del - Portafolio
objeto de la Criminología, .- Control Social Docente
cuando se trata del estudio
de la víctima. SEM 14
- Registro
auxiliar o de
seguimiento de 03JUL2023
4 HORAS 4
tareas
académicas
encargadas.
ACTIVIDAD N° 15
 Criminología - Rúbrica
Conoce la génesis así como - Registro
- Origen y autores de la teoría del control
los autores de la teoría del auxiliar o de
social
Control Social y ejemplifica. seguimiento de
- Ejemplos y tipos del control social
tareas 4 HORAS 4
académicas SEM 15
encargadas.
10JUL2023

Evaluación SEM 16
integral
EXAMEN FINAL DACA 17 AL22JUL 4
2023
Evaluación
integral SEM 17
EXAMEN DE REZAGADOS 24JUL AL
29JUL2023

SEM 18
EXAMEN SUSTITUTORIO
31JUL2023

VII. RECURSOS DIDÁCTICOS

El docente para el desarrollo de la asignatura empleará los


siguientes recursos didácticos:
 Proyector multimedia, video, computadora, Internet.
 Normatividad, Libros, separatas, fichas de trabajo.
 Pizarra, plumón, tijeras, goma
 Carpeta técnico pedagógica (portafolio docente)

VIII. METODOLOGIA

A. MÉTODO DEDUCTIVO:
Al método deductivo, se ha considerado que va de lo general a lo
particular. Cuando se deriva necesariamente de las premisas es válido
y, si es válido, significa que, siendo las premisas verdaderas, las
conclusiones, también lo serán. El razonamiento deductivo es
proposicional.

B. MÉTODO INDUCTIVO
El método inductivo intenta ordenar la observación tratando de extraer
conclusiones de carácter universal desde la acumulación de datos
particulares; Considerando los siguientes:
- Observación y registro de los hechos.
- Análisis y clasificación de los hechos.
- Derivación inductiva de una generalización a partir de los hechos.

C. MÉTODO ANALÍTICO
El Método analítico consiste en la desmembración de un todo,
descomponiéndolo en sus partes o elementos para observar las
causas, la naturaleza y los efectos.

D. MÉTODO SINTÉTICO
El método sintético, tiende a reconstruir un todo, a partir de los
elementos distinguidos por el análisis; se trata en consecuencia de
hacer una explosión metódica y breve, en resumen. En otras palabras,
debemos decir que la síntesis es un procedimiento mental que tiene
como meta la comprensión cabal de la esencia de lo que ya
conocemos en todas sus partes y particularidades.

IX. EVALUACIÓN
 Los instrumentos de evaluación a aplicarse son: Prueba escrita
(Dos parciales y un Examen Final), Trabajos aplicativos
Individuales (TAI), Trabajos Colaborativo (TC o grupal).
 El sistema de calificación es vigesimal y la nota mínima
aprobatoria para las unidades didácticas es 13.
 Se considera aprobado el módulo, siempre que se haya
aprobado todas las unidades didácticas respectivas y la
experiencia formativa en situaciones reales de trabajo, de acuerdo
al plan de estudios.
 Trabajo individual y trabajo Colaborativo (TC), que deberá estar
orientado a apreciar la capacidad de investigación analítico-critico,
trabajo monográfico que se valorará en su forma y contenido.
Aplicando la siguiente formula:

 TC= Presentación (0.4) + Exposición (0.60)


 Dos exámenes escritos parciales (7ª y 12ª semana), enmarcados
en las capacidades conceptuales, procedimentales y actitudinales;
pudiendo, además, contener preguntas tipo desarrollo y situación
problema, en las que prime el empleo de la capacidad reflexiva, la
correlación de criterios, el análisis y el pensamiento lógico.
 Evaluación es mediante la rúbrica de evaluación orientada a
comprobar el nivel de desarrollo cognoscitivo, reflexivo y del
pensamiento lógico, para lo cual se aplicará un examen final (16ª
semana), de similar característica empleada en los exámenes
parciales.
 El estudiante que acumulara inasistencias injustificadas en número
mayor al 30% del total de horas programadas en la Unidad
Didáctica, será desaprobado en forma automática, sin derecho a
recuperación.
 La evaluación será permanente, se considerará las técnicas y los
instrumentos de evaluación de aprendizaje.
 El Promedio General se calculará en concordancia con las
disposiciones establecidas en el Manual del Estudiante de las
Escuelas de Formación de la PNP, conforme se detalla a
continuación:

PEP =EP1 +EP2


2
PEP= Promedio de Exámenes Finales

PF = TAI (1) + TC (2) + PEP (3) +EF (4)


10
PF = Promedio Final
TAI = Trabajo Aplicativo Individual
TC = Trabajo Colaborativo
PEP = Promedio Aritmético de
Exámenes
EF = Examen Final

X. FUENTES DE INFORMACIÓN
- Webgrafía
1. https://hectorberducido.files.wordpress.com/2008/05/n-criminologia-ciencia-
empirca.pdf
2. https://indubitado.catedrauno.com/2020/cual-es-la-relacion-de-criminologia-
con-otras-ciencias/https://www.google.com/search?q=3.+file%3A%2F
%2F%2FC%3A%2FUsers%2FIntel%2FDownloads%2FDialnet-
ClasesYFuncionesDeLaCriminologia-
2768475%2520(1).pdf&rlz=1C1UUXU_esPE1002PE1002&oq=3.%09file
%3A%2F%2F%2FC%3A%2FUsers%2FIntel%2FDownloads
%2FDialnet-ClasesYFuncionesDeLaCriminologia-
3. https://www.google.com/search?q=.+https%3A%2F
%2Fwww.criminologiaycriminalistica.com%2Fpost%2Fel-objeto-de-
estudio-de-la-criminolog
%25C3%25ADa&rlz=1C1UUXU_esPE1002PE1002&oq=.++https%3A
%2F%2Fwww.criminologiaycriminalistica.com%2Fpost%2Fel-objeto-de-
estudio-de-la-criminolog
%25C3%25ADa&aqs=chrome..69i57.1307j0j7&sourceid=chrome&ie=U
TF-8
4. https://crimipedia.umh.es/topics/criminologia-ii-evolucion-teorica-
pasado-presente-futuro/#:~:text=La%20Criminolog%C3%ADa%20surge
%20a%20principios,para%20su%20prevenci%C3%B3n%20y
%20tratamiento.
5. https://perso.unifr.ch/derechopenal/assets/files/articulos/a_20080521_04.pdf
6. https://www.redalyc.org/pdf/122/12215086003.pdf
7. https://fundacion-rama.com/wp-content/uploads/2022/06/2695.-Tratado-de-
criminologia-%E2%80%93-Garcia.pdf
8. https://www.unir.net/derecho/revista/tipos-de-delincuentes-criminales/

9. https://www.unir.net/derecho/revista/teorias-criminologicas/
10. https://www.uaeh.edu.mx/docencia/P_Presentaciones/huejutla/derecho/
2017/criminologia.pdf

DOCENTES JEFE DE UNIDAD DIRECTOR

HORLANDO AMBULAY GARCÍA


ABOGADO
SEMANA 01
LA CRIMINOLOGÍA Y SU RELACIÓN CON OTRAS CIENCIAS

1.1. La Criminología

Cabe definir la criminología como ciencia empírica e interdisciplinaria, que


se ocupa del estudio del crimen, de la persona del infractor, la víctima y el
control social del comportamiento delictivo, y trata de suministrar una
información válida, contrastada, sobre la génesis, dinámica y variables
principales del crimen, contemplado éste como problema individual y como
problema social, así como sobre los programas de prevención eficaz del
mismo y técnicas de intervención positiva en el hombre delincuente. Esta
aproximación al concepto de la Criminología insinúa ya algunas de las
características fundamentales de su metodología, que regularmente es
empleada por los estudiosos de la materia, al empirismo e
interdisciplinariedad, anticipando el objeto de ella como es el análisis del
delito, el delincuente, la víctima y el control social, funciones de aquélla
mediante la cual se pretende explicar y prevenir el crimen e intervenir en la
persona del infractor.- A diferencia de otras definiciones convencionales, la
propuesta responde a una imagen moderna de la Criminología, en plena
sintonía con los conocimientos y tendencias actuales del saber empírico.
Pero pretende respetar, al propio tiempo, los orígenes de esta disciplina y
la experiencia por ella acumulada después de una andadura secular. Por
ello, como podrá observarse: a) Parte de la caracterización del crimen
como “problema”, resaltando así la base conflictual y enigmática de aquél,
su faz humana y dolorosa, con las trascendentales implicaciones de todo
orden que derivan de tal análisis. b) Amplía el ámbito tradicional de la
Criminología incorporando a su objeto las investigaciones sobre la víctima
del delito y el denominado “control social”. Estas últimas, desde luego,
aportan a la noción clásica de la Criminología un moderado giro sociológico
que compensa el desmedido biologicismo positivista bajo cuyos auspicios
nación aquélla. c) Acentúa la orientación “prevencionista” del saber
criminológico, frente a la obsesión represiva explícita en otras definiciones
convencionales. Porque interesa prevenir eficazmente el delito, no aplicar
mayor castigado o mejor. d) Sustituye el concepto de “tratamiento”, de
inequívocas connotaciones clínicas e individualistas, por el de
“intervención”, noción ésta más dinámica, compleja y pluridimensional, en
fiel consonancia con el substrato real, individual y comunitario, del
fenómeno delictivo. e) Per no renuncia, tampoco, a un análisis etiológico de
éste (de la “desviación primaria”) en el marco del ordenamiento jurídico
como referencia última. Con lo que se distancia de conocidas orientaciones
radicales, fuertemente ideologizadas, Lic. Héctor Eduardo Berducido
Mendoza. Universidad Mesoamericana que conciben la Criminología como
mera teoría de la desviación y el control social, esto es: como apéndice de
la sociología (teorías de la criminalización). La definición sugerida atiende
tanto a la génesis y etiología del crimen (teorías de la criminalidad) como al
examen de los procesos de criminalización.

1.2. La criminología es una ciencia

Aporta una información válida, fiable y contrastada sobre el problema


criminal; información obtenida gracias a un método (empírico) que
descansa en el análisis y observación de la realidad. No se trata, pues, de
un arte, o de una praxis, sino de una genuina ciencia. Precisamente por
ello, la Criminología dispone de un objeto de conocimiento propio, de un
método o métodos y de un sólido cuerpo de doctrina sobre el fenómeno
delictivo, avalado, por cierto, por más de cien años de investigaciones en la
humanidad. Pero esto no significa que la información suministrada por la
Criminología deba reputarse exacta, concluyente o definitiva. Pues la
Criminología es una ciencia empírica, una ciencia del ser, pero no una
ciencia exacta. Podría afirmarse, incluso, que el propio modelo o
paradigma de ciencia hoy dominante dista mucho del causal explicativo
que abanderó el positivismo naturalista, basado en entretenciones de
seguridad y certeza. La criminología, en primer lugar, no agota su cometido
en la mera acumulación de datos sobre el delito sino que ha de transformar
éstos en información, interpretándolos, sistematizándolos y valorándolos.
No existe el terreno neutro y pacífico del dato, salvo que se confunda el
método empírico con el empirismo craso o se invoque aquél como coartada
de decisiones ideológicas ya adoptadas. El conocimiento científico de la
realidad, por otra parte, es siempre parcial, fragmentario, provisional,
cambiante y los campos propios de las diversas disciplinas que versan
sobre el hombre y la sociedad, estrechamente relacionados entre sí, se
amplían y modifican sin cesar. De suerte que el saber empírico, otrora
paradigma de exactitud, ha devenido cada vez más relativo e inseguro; es
un saber provisional, abierto. Ya no persigue descubrir las férreas leyes
universales que rigen el mundo natural y social (relaciones de causa y
efecto) sino que parece conformarse con obtener una información sobre la
realidad válida, fiable, no refutada. No busca exactitud sino probabilidad, no
habla de “causa” y “causalidad” sino de otro tipo de conexiones menos
exigentes (factores, variables, correlaciones, etc.”). En parte ello se debe a
la evidencia de que el hombre trasciende la “causalidad”, la “reactividad” y
la “fuerza” porque es sujeto y no objeto del acontecer y de la historia. Y su
comportamiento, siempre enigmático, responde a claves muy complejas e
inciertas. Pero la citada crisis del “paradigma causal explicativo” y las
limitaciones del método empírico se pueden observar, también, no sólo en
el campo de las ciencias sociales y las de la conducta sino en el de las de
otro tiempo denominadas ciencias “exactas”. La moderna teoría de la
ciencia y el creciente auge de los métodos estadísticos y cuantitativos
demuestran el triunfo avasallador de un nuevo modelo de saber científico,
más relativo, provisional, abierto e inacabado. Lic. Héctor Eduardo
Berducido Mendoza. Universidad Mesoamericana En consecuencia, la
cientificidad de la criminología sola, significa que esta disciplina, por el
método que utiliza, está en condiciones de ofrecer una información válida y
fiable –no refutada- sobre el complejo problema del crimen, insertando los
numerosos y fragmentarios datos obtenidos del examen de éste en un
marco teórico definido. La corrección del método criminológico, garantiza el
rigor del análisis de su objeto, pero no puede eliminar la problemática del
conocimiento científico, ni la necesidad de interpretar los datos y formular
las correspondientes teorías. El método de la Criminología: Empirismo e
interdisciplinariedad. La Criminología adquirió autonomía y rango de ciencia
cuando el positivismo generalizó el empleo del método empírico, esto es,
cuando el análisis, la observación y la inducción sustituyeron a la
especulación y el silogismo, superando el razonamiento abstracto, formal y
deductivo del mundo clásico. Someter la imaginación a la observación y los
fenómenos sociales, a las leyes implacables de la naturaleza era una de
las virtudes, según Comte, del método positivo, del método empírico. De
hecho, como advirtió magistralmente Ferry, la lucha de escuelas
(positivismo versus clasicismo) no era sino un enfrentamiento entre
partidarios del método abstracto, formal y deductivo (los clásicos y quienes
propugnaban el método empírico e inductivo (los positivistas). Hablamos de
dos lenguajes diferentes –afirmó en aquél entonces Ferry, refiriéndose a
los clásicos-. Para nosotros, el método experimental (inductivo) es la llave
de todo conocimiento; para ellos, todo deriva de deducciones lógicas y de
la opinión tradicional. Para ellos, los hechos deben ceder su sitio al
silogismo; para nosotros, los hechos mandan; Para ellos, la ciencia solo
necesita papel, pluma y lápiz, y el resto sale de un cerebro relleno de
lecturas de libros, más o menos abundantes, y hecho de la misma materia.
Para nosotros, la ciencia requiere un gasto de mucho tiempo, examinando
uno a uno los hechos, evaluándolos, reduciéndolos a un denominar común
y extrayendo de ellos la idea nuclear. Para ellos, un silogismo o una
anécdota, es suficiente para demoler miles de hechos recabados durante
años de observación y análisis; para nosotros, lo contrario es la verdad”. Y
concluye Ferry: “La Escuela Criminal Positiva no consiste únicamente en el
estudio antropológico del criminal, pues constituye una renovación
completa, un cambio radical de método científico en el estudio de la
patología social criminal y de los que hay de más eficaz entre los remedios
sociales y jurídicos que nos ofrece. La ciencia de los delitos y las penas era
una exposición doctrinal de silogismos, dados a la luz por la fuerza
exclusiva de la fantasía lógica; nuestra escuela ha hecho de ello una
ciencia de observación positiva que, fundándose en la Antropología, la
Psicología y la estadística criminal, así como en el Derecho Penal y los
estudios penitenciarios, llega a ser la ciencia sintética que yo mismo llamo
sociología Criminal, y así esta ciencia, aplicando el método positivo al
estudio del delito, del delincuente y del medio, no hace otra cosa que llevar
a la ciencia Criminal clásica el soplo vivificador de las últimas e
irrefragables conquistas hechas por la ciencia del hombre y la sociedad,
renovada por las doctrinas evolucionistas”. Lic. Héctor Eduardo Berducido
Mendoza. Universidad Mesoamericana La Criminología es una ciencia del
“ser”, empírica; el derecho, una ciencia cultural, del “deber ser”, normativa.
En consecuencia, mientras la primera se sirve de un método inductivo,
empírico, basado en el análisis y la observación de la realidad, las
disciplinas jurídicas utilizan un razonamiento lógico, abstracto-deductivo.
Saber empírico y saber normativo son dos categorías antagónicas. Que la
Criminología pertenezca al ámbito de las ciencias empíricas significa, en
primer lugar, que su objeto (delito, delincuente, víctima y control social) se
inserta en el mundo de lo real, de lo verificable, de lo mensurable, y no en
el de los valores. Que cuenta con un sólido substrato ontológico,
presentándose al investigador como un hecho más, como un fenómeno de
la realidad. Estructuralmente ello descarta cualquier enfoque normativo.
Pero la naturaleza empírica de la criminología implica, ante todo, que ésta
descansa más en hechos que en opiniones, más en la observación que en
discursos o silogismo. El proceder de juristas y criminalistas difiere
sustancialmente. El jurista parte de unas premisas “correctas” para
“deducir” de ellas las oportunas consecuencias. El criminalista, por el
contrario, analiza unos datos e induce las correspondientes conclusiones,
pero sus hipótesis se verifican –y doblegan- siempre a la fuerza de los
hechos que prevalecen sobre los argumentos subjetivos, de autoridad. La
Criminología pretende conocer la realidad para explicarla. El Derecho
valora, ordena y orienta aquélla con arreglo a una serie de criterios
axiológicos. La Criminología se aproxima al fenómeno delictivo sin
prejuicios, sin mediaciones, procurando obtener una información directa de
éste. El Derecho acota interesadamente la realidad criminal (de la que, por
ciento, solo tiene una imagen fragmentaria y selectiva), observándola
siempre a través del cliché de la norma jurídica, esto es, de forma mediata.
Si a la Criminología le interesa como es dicha realidad – la realidad en sí
misma, tal y como es - para explicarla científicamente y comprender el
problema del crimen, al derecho sólo le preocupa en cuanto hipotético
supuesto de hecho de la norma legal: para enjuiciarla. La Ciencia del
Derecho versa sobre normas que interpreta en sus conexiones internas,
sistemáticamente. Interpretar la norma, aplicarla al caso concreto y
elaborar un sistema, son los tres momentos fundamentales del que hacer
jurídico en los modelos de Derecho codificado. Por ello, el método básico
de las ciencias jurídicas (normativas) es el dogmático y su proceder el
deductivo sistemático. La Criminología es una ciencia empírica, pero no
necesariamente experimental. El método experimental es un método
empírico, pero no el único, y no todo método empírico, sin embargo, tiene
por fuerza naturaleza experimental. La reserva parece obligada, pues el
objeto de la investigación –o los fines de ésta- puede hacer inviable o ilícita
la experimentación y, no obstante, el criminólogo seguirá en condiciones de
constatar empíricamente la hipótesis de trabajo con las garantías que exige
el conocimiento científico mediante otras técnicas no experimentales,
asegurando también así la fiabilidad del resultado. Mantener, pues, que
solo es científico lo demostrable de forma experimental en los confines del
laboratorio, carece de fundamento. Se trata de un prejuicio simplificador en
Lic. Héctor Eduardo Berducido Mendoza. Universidad Mesoamericana el
que incurren, por ejemplo, determinados sectores criminológicos de corte
biologicista (Vg. Psicología conductista radical), que terminan por negar
todo cientificismo al psicoanálisis a pesar de su tradición empírica. Pero el
método empírico no es el único método criminológico. Pues siendo el
crimen, en definitiva, un fenómeno humano y cultural, comprender el sismo
exigirá del investigador una actitud abierta y flexible, intuitiva –empática -
capaz de captar las sutiles aristas y múltiples dimensiones de un profundo
problema humano y comunitario. Un análisis puramente empírico del
crimen desconocería que su protagonista es el hombre. Que el hombre no
es objeto sino sujeto de la historia. Y que las claves y significados de su
conducta transcienden la idea de causalidad. En consecuencia, como
advierte D. Matas, el subjetivismo la empatía y la intuición no son
incompatibles con el naturalismo rectamente entendido y tienen perfecta
cabida en el método criminológico ya que permiten al investigador captar y
comprender los significados del mundo criminal. El principio
interdisciplinario se halla significativamente asociado al proceso histórico
de consolidación de la Criminología como ciencia autónoma. Son muchas
las disciplinas científicas que se ocupan del crimen como fenómeno
individual y social. La Biología (criminal), la Psicología (criminal, la
sociología (criminal), con sus respectivos métodos, enfoques y
pretensiones han ido acumulando valiosos saberes especializados sobre
aquél. Ahora bien, el análisis científico reclama una instancia superior que
integre y coordine las informaciones sectoriales procedentes de las
diversas disciplinas interesadas por el fenómeno delict5ivo; que elimine
posibles contradicciones internas e instrumentales un genuino sistema de
retroalimentación, según el cual cada conclusión particular se corrige y
enriquece al contrastarse con las obtenidas en otros ámbitos y disciplinas.
Sólo a través de dicho esfuerzo de síntesis e integración de las
experiencias sectoriales y especializadas cabe formular un diagnóstico
científico, totalizador, del crimen, más allá de los conocimientos
fragmentarios, parciales e incompletos que puedan ofrecer aquéllas, y de la
peligrosa barbarie de los especialistas tan acertadamente denunciada por
Ortega. Lógicamente, ésta es la función que corresponde a la Criminología,
si bien el principio interdisciplinario plantea espinosas dificultades tanto
desde un punto de vista conceptual como operativo. Como instancia
superior, no cabe identificar la Criminología, desde luego, con ninguna de
las numerosas disciplinas que integran la enciclopedia del saber empírico
sobre el crimen, disciplinas, por cierto, todas ellas de igual rango e
importancia en un modelo no piramidal de ciencia. Hoy carecen ya de
sentido viejas disputas de escuela y trasnochadas rivalidades pseudo
científicas que polemizaban sobre las cotas de participación y lugar
jerárquico Lic. Héctor Eduardo Berducido Mendoza. Universidad
Mesoamericana de las respetivas disciplinas (Biología, Psicología,
sociología, etc.) en el tronco común de la Criminología. El principio
interdisciplinario, por tanto, es una exigencia estructural del saber científico,
impuesto por la naturaleza totalizadora de este, y no admite monopolios,
prioridades ni exclusiones entre las partes o sectores de su tronco común.
De hecho, además, parece obvio que la Criminología solo puede
consolidarse como ciencia, como ciencia autónoma, cuando consiguió
emanciparse de aquellas disciplinas sectoriales en torno a las que nació, y
con las que, a menudo, se identificó indebidamente. Esto es, cuando cobró
conciencia de instancia superior, de su estructura interdisciplinaria.
Paradójicamente, sin embargo, dicho entramado complejo, plural y
heterogéneo que sirve de substrato a la Criminología se invoca por un
sector doctrinal para negar su autonomía científica. Y por otro, para
configurarla como auténtica meta disciplina o superestructura ficticia sin
objeto propio distinto del de cada una de las subdisciplinas que la integran.
Todo ello demuestra que la noción de interdisciplinariedad, dista mucho de
ser pacífica. Que subsiste la polémica sobre su delimitación respecto a
otros conceptos en apariencia afines, y sus implicaciones. Insinuar las
dificultades prácticas, operativas, de una Criminología efectivamente
interdisciplinaria no parece necesario.
https://hectorberducido.files.wordpress.com/2008/05/n-criminologia-ciencia-
empirca.pdf

1.3. Relación de la Criminología con otras ciencias

¿Qué relación tiene la Criminología con otras ciencias?

La Criminología es una ciencia, y que dentro del ámbito científico se la


coloca en la categoría de Ciencias Forenses, junto a otras disciplinas que
también integran este grupo.

Sin embargo, a veces no profundizamos y damos cuenta de la vital


importancia que tienen otros campos de conocimiento y cómo influyen y
aportan al trabajo del criminólogo y la ciencia en sí.

La principal relación que surge a partir de pensar la vinculación que tiene la


Criminología con otras ciencias es la Criminalística.

Aquí, una vez más, cabe aclarar que, si bien el público en general tiende a
confundirlas, son ciencias diferenciadas, con un objeto de estudio particular
cada una.

La Criminología se vincula íntimamente con la Criminalística principalmente


en la acción de investigar un hecho delictivo. El profesional criminólogo
tendrá un enfoque más dirigido al autor y la víctima, pero no cualquier
visión, sino intentando encontrar las razones que motivó al agresor a
cometer el delito, estudiar el perfil de la víctima, realizar una autopsia
psicológica, etc. En tanto, el perito en Criminalística buscará encontrar
indicios que lo lleven reunir evidencia y finalmente aportar pruebas en un
juicio penal, colaborar con el accionar de la policía y los magistrados
judiciales, etc.
Esto no significa que la Criminología y la Criminalística trabajan por
separado, por el contrario, caminan a la par pero con diferente orientación.
Es importante que en una investigación penal preparatoria, es decir, el
cúmulo de operaciones que se llevan a cabo previo a la audiencia pública
para esclarecer los responsables y determinar las imputaciones, trabajen
peritos de forma multidisciplinaria.

La Criminología también trabaja con otras ciencias como el Derecho, la


Psicología, Trabajo Social, Química, Física, Arquitectura, Ingeniería, y
muchas más disciplinas.

La relación de la Criminología con el Derecho es algo que ya


mencionamos. El perito criminólogo colabora en la investigación judicial de
tipo penal para esclarecer distintos aspectos de un hecho delictivo, ya sea
determinar la autoría o la modalidad utilizada por el agresor para dañar o
asesinar a la víctima. El abogado, ya sea el letrado defensor de la víctima,
el asesor del imputado, fiscal o juez, necesita de la ayuda de un perito
especialista en criminología.
La necesidad de trabajar en conjunto el Derecho con la Criminología radica
en que la mayoría de los profesionales de la ley ignoran aspectos de la
disciplina, ya que su formación apunta más a las normativas y no tanto a la
ciencia forense. Y justamente por este motivo, un juez no puede determinar
la autoría de un delito no sólo sino tiene pruebas, sino que la evidencia
tiene que ser respaldada por un profesional técnico que posee
conocimientos en el área.
Claro está, la Criminología también tiene una fuerte vinculación con la
Psicología. Muchas personas afirman que la Ciencia Criminológica es una
especialización de la Psicología, así como la Psicología Forense. Aunque
quienes argumentan que si bien la Criminología se nutre de la Psicología,
no son exactamente lo mismo. No entraremos en esta discusión por el
momento.

La Física y la Química, aunque no parezcan, también se vinculan con la


Criminología. El trabajo de estas ciencias, como parte de un ámbito
multidisciplinario, colaboran en el estudio del delito. Las Ciencias Químicas,
entre otras cosas, pueden determinar la presencia de estupefacientes en la
escena del hecho criminal, si el delincuente ingirió alcohol previo a cometer
la agresión, etc. Por su parte, la Física puede colaborar en esclarecer los
datos sobre el disparo de un arma de fuego, la velocidad de un vehículo en
un accidente de tránsito, entre otras cosas.
Así, podríamos continuar mencionando casos en los que la Criminología
trabaja junto a otras ciencias. Los ejemplos podrían ser infinitos. Por eso la
formación del perito forense apunta a dar una buena base de
conocimientos de distintas áreas para comprender el aporte que pueden
otorgar diferentes disciplinas. https://indubitado.catedrauno.com/2020/cual-
es-la-relacion-de-criminologia-con-otras-ciencias/
1.4. Clases de criminología

Teóricamente se pueden distinguir cuatro: científica, aplicada, académica y


analítica. Hacer una separación entre ellas es una tarea difícil, ya que
aunque tienen fines diferentes

a veces emplean métodos distintos y pueden dar lugar a diversos tipos de


profesionales, todas ellas forman parte del mismo todo criminológico.

1.4.1. Criminología científica: Es la constituida por todo el conjunto de


conceptos, teorías, resultados y métodos referidos al objeto de
estudio de la Criminología. Tiene la finalidad de ofrecer un
conocimiento científico del fenómeno de la criminalidad; por ello está
organizada con fines de investigación y no didácticos o prácticos. La
investigación criminológica se sirve de conceptos métodos y técnicas
que se toman de otras disciplinas. Así, el contenido de la
Criminología científica no es científicamente homogéneo, sino que
refleja las diversas influencias de la Sociología, la Psicología, etc.

1.4.2. Criminología aplicada: Se constituye por las aportaciones de la


Criminología científica y de la empírica creada por jueces,
funcionarios, profesionales etc., que forman parte del sistema penal.
La aplicación se puede dar en la formulación de nuevas leyes, en la
práctica de la política criminal, en el tratamiento penitenciario, etc.

Consideraciones políticas y prácticas de varios tipos influyen en esta


Criminología, lo que puede dar lugar a que sea menos científica de
lo que realmente es. Los protagonistas de la aplicación de la
Criminología son múltiples y de muy diversa preparación e intereses.
Pueden ser jueces, policías, fiscales, médicos, abogados, asistentes
sociales, educadores, funcionarios de prisiones, etc. Esta variedad
acredita la importancia y diversidad de la Criminología aplicada, pero
también su debilidad: Su continuidad y funcionamiento pueden
recordar la de una desigual y larga cadena cuyos eslabones pueden
ser de muy diferente calidad.
1.4.3. Criminología académica: Es fundamentalmente descriptiva. Está
constituida por la sistematización, con fines de enseñanza o
diseminación del conocimiento, de la Criminología en general:
historia, teorías, métodos, etc. Indica lo que se ha hecho y lo que
todavía queda por hacer, de forma más o menos crítica.

En la mayor parte de países europeos, la enseñanza de la


Criminología se imparte en las facultades de Derecho. Otro tanto
sucede en la mayoría de los países iberoamericanos y en los
africanos con influencia cultural francesa; mientras que en los países
anglosajones o con influencia cultural inglesa o norteamericana, la
Criminología se enseña mayormente en los departamentos de
Sociología.

En los países donde la criminología científica se encuentra poco


desarrollada y la aplicada permanece prácticamente en el papel, la
Criminología académica cobra gran importancia ya que es la más
asequible. En estos países suelen abundar las traducciones.

1.4.4. Criminología analítica: Su fin es determinar si las otras


Criminologías y la Política Criminal cumplen su cometido. Se puede
decir que ejerce una función de supervisión de lo hecho, de lo que se
hace y deja de hacerse e indica lo que debe hacerse, combinando la
tarea analítica con la constructiva.

El análisis va más allá de la simple crítica ya que descompone el todo


en sus partes y examina éstas y aquél, para volver después a una
recomposición que permita la valoración de un programa, tesis o
política determinada. Así, la Criminología analítica implica una serie de
operaciones tendentes a demostrar la validez o invalidez de lo que se
afirma criminológicamente. La cuestión última a analizar es si, tal y
como está concebida y utilizada, la Criminología alcanza la finalidad
histórica que, como disciplina que se ocupa del fenómeno de la
criminalidad, le es asignada.

El predominio de una u otra criminología en cada país depende de


un buen número de circunstancias; bastantes de ellas,
aparentemente ajenas a lo criminológico. El desarrollo de la
Criminología sobre todo en sus formas científicas y analítica se halla
en estrecha correlación con el desarrollo socioeconómico y el
régimen político de un país.

La criminología científica, la aplicada y la analítica raramente florecen


en países con regímenes políticos antidemocráticos o inestables; sin
embargo, la académica es la preferida.
https://www.google.com/search?q=3.+file%3A%2F%2F%2FC%3A
%2FUsers%2FIntel%2FDownloads%2FDialnet-
ClasesYFuncionesDeLaCriminologia-
2768475%2520(1).pdf&rlz=1C1UUXU_esPE1002PE1002&oq=3.%0
9file%3A%2F%2F%2FC%3A%2FUsers%2FIntel%2FDownloads
%2FDialnet-ClasesYFuncionesDeLaCriminologia-
2768475%2520(1).pdf&aqs=chrome..69i57j69i58.1778j0j7&sourceid
=chrome&ie=UTF-8

1.5. Objeto de la Criminología


La criminología tiene como principal objeto de estudio a la conducta
antisocial, es decir, es la base de toda la estructura criminológica y de
donde pueden partir objetos secundarios de estudio, como pueden ser el
crimen, criminalidad y criminal (otros lo delimitan más a delito, delincuencia
y delincuente, aunque para la criminología es más crimen…), el control
social, la víctima, entre otros.

Algunas personas suelen señalar que el objeto de estudio de la


criminología es el delito, delincuente y delincuencia, pero es algo que no
debe aceptarse totalmente.
https://www.criminologiaycriminalistica.com/post/el-objeto-de-estudio-de-la-
criminolog%C3%ADa

1.6. El delincuente

La Criminología tradicional, por su raigambre positivista, potenció al


máximo el protagonismo de la persona del delincuente, creyendo poder
encontrar en una supuesta diversidad del mismo, patológica, la explicación
científica del comportamiento criminal.

Por el contrario, en la moderna Criminología, de corte prioritariamente


sociológico, el examen y significado de la persona del delincuente pasa a
un segundo plano, desplazándose el centro de interés de las
investigaciones sobre la persona del infractor hacia la conducta delictiva
misma, la víctima y el control social.

En todo caso, el delincuente se contempla “en sus interdependencias


sociales”, como unidad “biopsicosocial”, y no desde una perspectiva
biopsicopatológica, como sucediera con tantas biografías criminales
clásicas, orientadas por el espíritu “correccionalista” e “individualista” de la
Criminología tradicional.
La personalidad del delincuente siempre ha sido objeto de investigación.
Son los factores de la personalidad, los factores fundamentales en la
génesis del delito, hace que la psicología tenga una función importante.

La Criminología reconoce al delincuente y dice cómo se le combate. Todos


los estudios se han centrado en la figura del delincuente, se ha tratado
siempre de buscar la justificación de la delincuencia en caracteres
patológicos, se ha buscado algo que distinguiese al criminal del que no lo
es.

Si el delincuente es el "sujeto que delinque", o lo que es igual, "sujeto


activo o agente del delito", entonces la delincuencia es la "calidad de
delincuente", la "comisión de un delito" o un "conjunto de delitos en
general, o referidos a un país o época".
A su vez, un diccionario puede decir que delito es la "culpa, crimen o
quebrantamiento de la ley". Dicho de manera más precisa, es la "acción u
omisión voluntaria, imputable a una persona que infringe el Derecho, y que
es penada por la ley".
El Maestro Eduardo García Maynez señala que "se da el nombre de delitos
a ciertas acciones antisociales prohibidas por la ley, cuya comisión hace
acreedor al delincuente a determinadas sanciones conocidas con el
nombre específico de penas".
En cuanto a la delincuencia, una definición elemental señala que
"delincuencia es la conducta resultante del fracaso del individuo en
adaptarse a las demandas de la sociedad en que vive". A su vez, Herrero
Herrero define la delincuencia como "el fenómeno social constituido por el
conjunto de las infracciones, contra las normas fundamentales de
convivencia, producidas en un tiempo y lugar determinados".

1.7. El delito

El delito, crimen, conducta desviada según imprecisas terminologías que


requerirán oportunas matizaciones sigue siendo objeto básico de la
investigación criminológica. Pero el concepto de delito implica una
referencia obligada a “normas”, cambia con la evolución de la sociedad y
de la cultura. Es, temporal y espacialmente histórico, relativo,
circunstancial. Del mismo modo que el contenido y volumen de las
conductas que se criminalizan ha variado ostensiblemente en los últimos
cien años. La Criminología tradicional, conservadora y respetuosa de las
definiciones legales, consideró siempre embarazosa la circunstancialidad y
relatividad de su objeto, así como la coincidencia inicial y aparente del
mismo con el del Derecho Penal, pues admitir que una ciencia “empírica” y
otra “normativa” tienen el mismo objeto (el delito), diferenciándose sólo por
el método de examinarlo, significaría confesar la incapacidad de la
Criminología para autodefinir su campo de investigación, negar su
autonomía científica.

En la actual discusión criminológica el problema ha perdido ya interés. De


una parte, porque no parece contradictorio que una disciplina empírica
opere en un marco normativo. Que el concepto “criminológico” de “delito”
contenga una referencia mediata a pautas valorativas (culturales, jurídico-
penales) no significa que la Criminología carezca de objeto propio, de
autonomía científica. De otra, porque lejos de esa obsesión academicista, a
la moderna Criminología le interesan diversas facetas más llamativas del
“crimen” que su delimitación formal, conceptual; preocupa por ejemplo, su
problematización, las funciones positivas que pueda cumplir como
instrumento e indicador del control social, el volumen, estructura y
movimiento de la criminalidad, las estrategias criminalizadoras y
descriminilizadoras, el efectivo reparto de la criminalidad entre los distintos
estratos sociales, etc.

Finalmente, porque se reconoce hoy la conveniencia de operar con


diferentes conceptos de “delito” según las respectivas finalidades de la
investigación criminológica: si se abordan problemas de política jurídica en
torno a la criminalización o a la descriminalización – se argumenta -, resulta
indicado un concepto lato, material del delito; mientras que si aquella versa
sobre la extensión, estructura y movimiento de la criminalidad, las
definiciones jurídico-penales cobran prioridad lógica.
Podemos entender al delito como el quebrantamiento de la ley. Carrara lo
definía como: “El delito es la infracción de la ley del Estado, promulgada
para proteger la seguridad de los ciudadanos, resultante de un acto externo
del hombre, positivo o negativo, moralmente imputable y políticamente
dañoso”.

El Dr. José Ingenieros en su libro titulado “Criminología”, publicado en el


año 1913, define al delito como “la violación del Derecho”, pero este
concepto hace imposible aplicar al Derecho Penal los nuevos métodos
científicos. Es necesario, por consiguiente, que el delito dejara de ser una
abstracción jurídica y se lo considere como hecho concreto determinado
por causas.

El concepto de delito en criminología es muy discutido, ya que lo que hoy


es delito, mañana puede no serlo. El Derecho Penal se ocupa del delito
desde el punto de vista de las normas.

¿Existe un concepto criminológico de delito? ¿El concepto de delito, en


Criminología está supeditado al concepto de delito en Derecho Penal?. En
Criminología cuando se configura el concepto de delito, este concepto
viene de manos de la ciencia del Derecho Penal, es quien establece el
concepto de delito. La Criminología no puede hablar de delito si no está
recogido en el Código Penal. Si tratamos de sustituir el concepto jurídico,
tendríamos que acudir a otros conceptos. Una conducta se convierte en
delictiva cuando está tipificada en el Código Penal como delito.

Ni una conducta desviada es delito, ni todo delito es considerado como


comportamiento desviado (ej. Sociología).

1.8. La víctima

El interés por la víctima es un fenómeno reciente, que tiene lugar a partir de


la segunda contienda mundial. Aunque parezca paradójico, tanto la
Criminología como el sistema penal han volcado sus esfuerzos de forma
exclusiva en el delincuente, abandonando el estudio de la víctima, que sólo
ha merecido de la sociedad su compasión.

El dispositivo penal el sustantivo y el procesal surge históricamente, de


hecho, para “neutralizar” a la víctima, disociándola y segregándola de su
posición natural junto al delincuente, a fin de recabar para el Estado el
monopolio de la reacción penal. De otro modo, como la experiencia ha
demostrado, la víctima misma, los colectivos de víctimas potenciales y la
propia sociedad desencadenarían una política criminal “emocional”, en la
que el Derecho Penal acabaría cumpliendo una mera “función simbólica”.
Difícil justificación tiene el tradicional olvido de la víctima, ya que
delincuente y víctima son los dos coprotagonistas del suceso criminal.
Degradarla a la condición de destinatario fortuito, fungible y pasivo de
aquél, carece de todo realismo, como pone de relieve la moderna
Criminología. Si tan lamentable laguna tiene alguna explicación tal vez
pueda ser ésta que la sociedad se “identifica” con quien realiza las
conductas prohibidas y se preocupa sólo de quien “teme”, según conocidos
psicoanalíticos.

Pero es obvio que en un futuro próximo el estudio de la víctima atraerá aún


más la atención que merece, puesto que la Criminología dispone ya de un
cierto núcleo de conocimientos sobre cuestiones trascendentales en
relación a la víctima del delito como: aptitudes y propensiones de los
sujetos para convertirse en víctima, tipología victimaria, relaciones entre
delincuente y víctima, grados de coparticipación o corresponsabilidad de la
víctima en el delito, influencias sociales en el proceso de victimización,
daños y reparación, profilaxis criminal, comportamiento de la víctima como
agente informal del control penal, etc.

Mendelsohn hizo también una clasificación y acuñó el término Criminología,


divide a las víctimas en 5 grupos:

 Víctimas totalmente inocentes, son aquellas víctimas que no han


hecho nada para desencadenar la acción criminal, son totalmente
ajenas a la actividad del delincuente.
 Víctima provocadora, incita con su conducta al hecho criminal.
 Víctima por ignorancia, es aquella que da facilidades para su propia
victimización sin saberlo.
 Víctima voluntaria, pone de manifiesto una colaboración con el
delincuente (eutanasia).
 Víctima agresora, hay dos tipos. Simuladora, es aquella que acusa
falsamente.
Víctima imaginaria, inventa su propia condición de víctima cuando no se ha
producido ninguna infracción.

1.9. El control social

El análisis científico del control social del comportamiento desviado ha


ampliado y enriquecido el objeto de la investigación criminológica en los
últimos lustros. El mérito es debido, en buena medida, al labeling approach,
impulsor de una criminología más dinámica e interaccionista, que desplaza
el centro de interés de aquella del delito y el delincuente al control social, a
la propia reacción social.

Es el conjunto de instituciones, estrategias y sanciones sociales, que


pretenden promover y garantizar el sometimiento del individuo a los
modelos y normas comunitarias. El control social es importante ya que en
toda sociedad hay una lucha entre el individuo y la sociedad. La sociedad
necesita ejercer su dominio sobre el individuo, así despliega una gama de
mecanismos que aseguren la conformidad del individuo a las normas
sociales.

Con el concepto del “control social” se hace referencia a ciertos procesos


sociales que recaban la conformidad del individuo, sometiéndole a las
pautas, modelos y requerimientos del grupo; cohesión, disciplina,
integración, son pues, términos que describen el objetivo final que persigue
el grupo, la sociedad, para asegurar su continuidad frente al
comportamiento individual irregular o desviado.
Por control social se entiende, el conjunto de “formas organizadas en que
la sociedad responde a comportamientos y personas que contempla como
desviados, problemáticos, preocupantes, amenazantes, molestos o
indeseables de una u otra manera”. “Esta respuesta aparece de diversas
formas: castigo, disuasión, tratamiento, prevención, segregación, justicia,
resocialización, reforma o defensa social. Está acompañada de muchas
ideas y emociones: odio, venganza, desquite, disgusto, compasión,
salvación, benevolencia o admiración. El comportamiento en cuestión es
clasificado bajo diversas denominaciones: crimen, delincuencia, desviación,
inmoralidad, perversidad, maldad, deficiencia o enfermedad. La gente a la
que se dirige esta respuesta es vista como monstruos, bobos, villanos,
enfermos, rebeldes o víctimas. Y aquellos que responden (haciendo algo o
estudiando la materia) son conocidos como jueces, fiscales, asistentes
sociales, psiquiatras, psicólogos, criminólogos o sociólogos de la
desviación”.

Se encuentra el control social activo y el reactivo. El “activo” viene


integrado por aquellos mecanismos que intentan prevenir un
comportamiento socialmente no deseado. Se trata, pues, de controles
“internos” que operan preventivamente mediante una sutil pero eficaz labor
socializadora y legitimadora. Y el control social “reactivo” entra como
respuesta a la conducta desviada.

Esas respuestas o controles “reactivos” suelen clasificarse en control social


“informal” y “formal”.

El “control social informal” opera a través de grupos primarios (por ejemplo:


la familia, vecindad, etc.) o secundarios (ej.: escuela, puestos de trabajo,
partido político, iglesia, etc.), que tienen como objetivo básico dicha función
de control. Se sirven de medios de muy diversa naturaleza: psíquica
(desaprobación, pérdida del status o de la estima social, aislamiento,
reproche, ridiculización, rechazo, etc.) física (violencia) o incluso económica
(pérdida del puesto de trabajo, del salario).

El llamado “control social formal” se ejercita a través de instancias


específicamente concebidas y disciplinadas para tal cometido: la policía,
los tribunales de justicia, la cárcel, etc. Sus medios de actuación son muy
variados, pero siempre coercitivos, constituyendo la violencia, en todos
ellos, el instrumento esencial. El Derecho Positivo contempla de modo
preciso y exhaustivo los presupuestos, contenido y forma de actuar de
estos mecanismos del control social.
SEMANA 02

EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LA CRIMINOLOGÍA

2.1. La Criminología surge a principios del siglo XIX como respuesta a la


demanda social de estudio de las fuentes del comportamiento antisocial
siguiendo las bases del método científico, con la finalidad de promover
mecanismos para su prevención y tratamiento.
A partir de una revisión de la literatura criminológica de los últimos tres
siglos, se está que la Criminología, se funda en la Escuela Clásica, la
Escuela Cartográfica, la Escuela Positiva, la Escuela de Chicago, la teoría
de la asociación diferencial, las teorías de la anomia y la tensión, las
teorías del control, las corrientes críticas, las teorías de la oportunidad, y
las tendencias actuales.

2.2. La Escuela Clásica


Se suele señalar el libro Dei delitti e delle penne (1764), de Cesare
Bonesana, marqués de Beccaria, como punto de partida del estudio
científico de la desviación y la delincuencia (Garrido et al, 2006, p.177;
Redondo, 2016, p.1). Rafter (2011, p.144) señala que, a pesar que el
trabajo de Beccaria no puede ser categorizado como criminológico, pues se
trata de un texto de reflexión jurídica sobre la finalidad de las penas,
presenta elementos que pretenden ser explicativos de las causas del delito.
Beccaria es uno de los primeros pensadores en señalar que el fin de las
penas es la prevención de las infracciones para la protección del orden
social, planteando un sistema de justicia penal más humano y justo (Cid y
Larrauri, 2001, p.34; Wellford, 2009, p.10). A ojos de Beccaria, si las leyes
alcanzan a ser claras, justas y proporcionales, pero sobre todo celeras,
certeras y severas, se sucederá una reducción en la criminalidad, a través
de lo que será denominado posteriormente como disuasión general
negativa del delito (Feuerbach, 1989; citado en Miró y Baustista, 2013, p.6).
Beccaria (1764) ha sido considerado por diferentes autores (Cid y Larrauri,
2001, pp.34-35; Newburn, 2007, pp.116-117) el principal autor de la Scuola
Classica, en la que también ha sido contextualizado el trabajo de Bentham
(1789). Según Bentham “si el castigo debe ser admitido en algún caso,
solo puede serlo en caso de que prometa excluir un mal mayor”
(Bentham, 1789, p.158). Bentham profundiza en la idea de
proporcionalidad de los castigos, los cuales carecerán de justificación
cuando sean infundados, ineficaces, improductivos o demasiado costosos
e innecesarios (Cid y Larrauri, 2001, p.39).
Garrido et al (2006, p.184) sintetizan las ideas de la Escuela Clásica en
cinco puntos: i) el comportamiento humano busca incrementar el placer y
disminuir el dolor, ii) las personas tienen la capacidad para decidir cómo
actuar, iii) el delito tendrá lugar cuando los beneficios superen los costes
previstos, iv) la finalidad de la justicia penal debe ser compensar los
beneficios esperados del hecho delictivo, y v) a través del Derecho Penal
se buscará la prevención general del delito en el conjunto de la sociedad y
la prevención especial en las personas que ya hayan sido condenadas.
2.3. La Escuela Cartográfica
Pese a que las aportaciones de Beccaria y Bentham sean consideradas
elementales en los principios de la Criminología, son los autores de la
Escuela Cartográfica, sesenta años más tarde, los primeros en estudiar la
criminalidad a partir del método científico (Ponti y Merzagora, 2013,
p.20).

Entre los principales autores de dicha Escuela se encuentran Adolphe


Quételet, Alphonse de Candolle, André-Michel Guerry, y más tarde
Gabriel Tarde.
Después de la publicación, en 1828, de las primeras estadísticas de
criminalidad en Francia, dichos investigadores estudiaron los registros
delincuenciales, vinculándolos con datos sobre edad, sexo, clima y
distribuciones censales, e incluso con indicadores de pobreza y
marginación (Jeffery, 1959, p.9; Redondo, 2016, p.1).
Los autores de la Escuela Cartográfica fueron los primeros en detectar la
mayor propensión al delito entre varones jóvenes, la tendencia a los delitos
violentos en verano y a los delitos contra la propiedad en invierno, y las
correlaciones entre mayor heterogeneidad étnica y marginalidad y tasas
delictivas superiores (Hagan, 2011, p.106).
Quételet (1833; citado en Serrano-Maíllo, 2004, pp.97-98) verificó una
realidad hasta la fecha desconocida: las cifras delincuenciales
normalmente permanecían estables en el tiempo, mostrando una
regularidad que en aquel momento se calculaba como impensable.
Asimismo, ya en los años 30 del siglo XIX, Quételet (1831) y de Candolle
(1830) constataron lo que posteriormente devendría uno de los principales
quebraderos de cabeza para la Criminología: las cifras oficiales de
delincuencia no permiten conocer el conjunto de las incidencias, teniendo
limitaciones para detectar el total de las infracciones, y quedando lejos de
reflejar lo que más tarde se denominó la cifra negra de la delincuencia
(Aebi, 2010, p.212). Las estadísticas oficiales de criminalidad mostraban
problemas de validez, derivados de su dificultad para detectar los delitos de
autor desconocido, que no han sido descubiertos por las víctimas, las
cuales evitan denunciar, o que no pueden ser probados ante un juez. Del
mismo modo, se constató la dificultad de realizar comparativas entre cifras
delincuenciales de diferentes territorios y momentos históricos (Aebi, 2010,
p.212).

2.4. La Escuela Positiva


Si bien los autores de la Escuela Cartográfica podrían ser considerados
padres de la ciencia criminológica, la mayor parte de la literatura sobre el
origen de la disciplina apunta como hito fundacional a la obra L’uomo
delinquente (1876), escrita por Cesare Lombroso (Redondo, 2016, p.1;
Wellford, 2009, p.11). Lombroso es mencionado comúnmente como el
principal miembro de la Scuola Positiva, de la que también formaron parte
autores como Ferri, Garofalo y Fioretti.
Los autores de la Scuola Positiva se circunscriben al movimiento del
positivismo filosófico, el cual consolida la idea que el verdadero saber,
fuente del conocimiento real, es el derivado del método científico, motivo
por el que tratan de aplicar la metodología de las ciencias naturales a la
comprensión de fenómenos sociales; en este caso, al estudio de la
criminalidad. No obstante, lo novedoso de la Scuola Positiva no es tanto la
aplicación del método científico al análisis de la delincuencia, empleado
previamente por los autores de la Escuela Cartográfica, sino la defensa de
la idea de la determinación biológica del delincuente.
Lombroso, en su libro L’uomo delinquente (1876), plasmó las primeras
teorías sobre la base biológica del delincuente, disertando sobre cómo
desarrollos embrionarios y procesos evolutivos incompletos podían derivar
en criminales atávicos. El autor estudió la estructura anatómica y los
cráneos de muestras de delincuentes condenados, extrayendo de ello una
serie de especificidades físicas que caracterizaban a los sujetos desviados:
frente baja y salida, pómulos supradesarrollados, asimetrías y poca
capacidad craneal, dimensión anormal de las orejas, entre otros. Estas
observaciones, sin embargo, no encontraron apoyo empírico en los
estudios desarrollados por los seguidores de Lombroso (Garrido et al,
2006, p. 260).
Posteriormente, Garofalo (1885) defendió que el origen del comportamiento
antisocial se encontraba en las deficiencias psíquicas y morales de carácter
hereditario, secundando la tradición lombrosiana aunque partiendo de una
visión más humanista y preocupada por los derechos individuales
(Newburn, 2007, p.126).
Por su parte, Ferri (1886) aceptó sin matices que la criminalidad no podía
ser estudiada determinísticamente a partir de elementos biológicos,
introduciendo factores ambientales, sociales, económicos y políticos a la
etiología del delito; considerando que la desviación debía ser estudiada
tanto en su dimensión individual como social. Ferri apuntó que dicha
determinación biológica propuesta por Lombroso solamente tiene efecto
cuando confluye con otros elementos criminógenos de carácter físico
(temperatura, clima, hora) y social (educación, familia, hábitos de consumo,
economía).

2.5. La Escuela de Chicago


Hasta este punto, los principales esfuerzos invertidos en la aplicación del
método científico al estudio de la criminalidad se habían realizado en
Europa, siendo los investigadores de la Escuela de Chicago los fundadores
de la Criminología empírica en Estados Unidos (Hagan, 2011, p.154;
Serrano-Maíllo, 2004, p.111). Entre sus principales autores se encuentran
Robert Ezra Park, Ernest Burgess, Clifford R. Shaw y Henry D. McKay.
A diferencia de las tendencias criminológicas en boga en el momento,
centradas en el estudio de las deficiencias físicas, genéticas y morales de
los delincuentes, la Escuela de Chicago trata de estudiar cómo los cambios
en las estructuras de organización social en las grandes ciudades de
principios del siglo XX se relacionan con las causas de la desviación
(Cullen y Agnew, 2011, p.89).
Durante las primeras décadas del siglo XX, la ciudad de Chicago, igual que
otras grandes ciudades norteamericanas, experimentó un crecimiento
urbano sin precedentes (Cullen y Agnew, 2011, p.89). La mayor parte de
este crecimiento se debió a un incrementó en los flujos de inmigración.
Ante el rápido crecimiento urbano, los primeros investigadores de la
Escuela de Chicago, Park, Burgess y McKenzie (1925), constataron que en
la nueva distribución urbana, las zonas centrales de la ciudad,
caracterizadas por la multietnicidad, la pobreza y la movilidad constante,
raramente presentaban estructuras sociales organizadas, por lo que sus
habitantes difícilmente compartirían valores prosociales; mientras que las
personas más pudientes se trasladaban a zonas periféricas, agrupándose
ciudadanos adinerados y de etnia blanca.
Siguiendo a los anteriores autores, Shaw y McKay (1942) encuentran que
son las zonas centrales de la ciudad, las más desorganizadas, las que
producen la mayor parte de la delincuencia juvenil, mientras que en las
zonas periféricas el número de delitos es mucho menor. La criminalidad
mantenía patrones de distribución relacionados con la organización de la
nueva ciudad, lo que permitió a Shaw y McKay, basándose en el mapa de
los círculos concéntricos de Burgess (1925), trazar las coordenadas de la
distribución de la delincuencia juvenil de la ciudad de Chicago. La zona de
transición, ubicada inmediatamente después de la zona comercial central,
estaba  caracterizada por ser un espacio urbano con alto tránsito de
personas, multicultural, habitada por gente pobre recién llegada, que
permanecía poco tiempo en la zona, y estar deteriorada (Newburn, 2007,
p.191). Según Shaw y McKay (1942, p.184), son precisamente las zonas
de transición las que aglutinan una mayor cantidad de criminalidad juvenil,
ya que dichos espacios poseen una menor capacidad de control sobre los
comportamientos desviados, siendo lugares donde los jóvenes pasan más
tiempo en la calle y donde la alta movilidad favorece el anonimato. En
síntesis, Shaw y McKay (1942) elaboran la teoría de la desorganización
social, en la cual explican que existen determinados factores ecológicos,
entre los que destacan la pobreza, la movilidad, la multiculturalidad, o la
degradación física del espacio urbano, que se relacionan con una menor
capacidad de las comunidades para ejercer control sobre los
comportamientos desviados, lo que permite explicar la diferencia en las
tasas de delincuencia en las diferentes zonas urbanas (Cid y Larrauri,
2001, p.86).
2.6. Tendencias actuales y futuro de la Criminología
Una vez explicitadas las principales corrientes teóricas en Criminología,
resulta necesario realizar una sintética presentación del estado de la teoría
criminológica a día de hoy, así como hacer conjeturas sobre su futuro. Sin
embargo, se estima indispensable mencionar que el resumen de las
aproximaciones teóricas desarrollado en las páginas anteriores ha dejado
en el tintero otros enfoques con una importancia capital, como lo son la
teoría de la personalidad criminal de Eysenck (Eysenck y Eysenck, 1970),
la teoría de las tendencias criminales heredadas de Mednick (1977), la
teoría de las ventanas rotas de Wilson y Kelling (1982), la teoría de la
vergüenza reintegradora de Braithwaite (1989), la teoría del desarrollo de
Moffitt (1993), o la teoría del balance en el control de Tittle (1995),
habiendo tenido que delimitar el contenido a aquellos enfoques teóricos
más significativos en la evolución de esta ciencia.

Como se ha podido comprobar, el cuerpo de conocimiento teórico y


aplicado generado por los diferentes enfoques en Criminología sobre la
comprensión de los comportamientos antisociales y los mecanismos de
reacción social ante dichas conductas es en la actualidad extenso y rico en
contenido, permitiendo aproximaciones multidimensionales a los problemas
de criminalidad, y posibilitando el diseño de programas testados de
prevención (primaria, secundaria y terciaria) de la delincuencia. Es
precisamente la multidimensionalidad que las diversas teorías han
aportado a la Criminología la que permite comprender la primera tendencia
en la Criminología actual: el desarrollo de teorías integradoras, que
permiten una visión de conjunto y multicausal de los fenómenos de
criminalidad. Los principales enfoques teóricos integradores en
Criminología son seguramente la teoría integrada del potencial cognitivo
antisocial (ICAP) de Farrington (2005) y la teoría del triple riesgo delictivo
(TRD) de Redondo (2015).

David Farrington (2005) desarrolla la Teoría Integrada del Potencial


Cognitivo Antisocial (ICAP) con el objetivo de incorporar a un mismo marco
teórico los principales enfoques sobre la Criminología del desarrollo, rama
de la ciencia criminológica encargada del estudio de la evolución del
comportamiento antisocial en las diferentes etapas del ciclo vital, así como
de los factores de riesgo y protección de la criminalidad (Cullen y Wilcox,
2010, p.313). Farrington (2005, p.73) trata de estudiar i) por qué las
personas se convierten en delincuentes, y ii) por qué cometen hechos
delictivos. Para ello, integra los principales elementos que han mostrado
capacidad predictiva del comportamiento antisocial en las diferentes etapas
vitales, incorporando factores biológicos (ansiedad, impulsividad),
emocionales (frustración, aburrimiento), educativos (fracaso escolar,
familias disruptivas, poca capacidad de aprendizaje), sociales (padres
antisociales, grupos de iguales desviados, vínculos prosociales), de
oportunidades delictivas y de experiencias previas con el delito. Con todo,
el autor teoriza un modelo teórico multicausal en fases que convergen en la
explicación del potencial antisocial del sujeto en cada una de las etapas del
ciclo vital.

Santiago Redondo (2015) explica que la probabilidad de que un sujeto


realice un comportamiento delictivo dependerá de la confluencia de tres
categorías de variables: a) factores de riesgo personal, entre los que
destaca elevada impulsividad, propensión a la aventura y el riesgo,
habilidades interpersonales pobres, creencias antisociales y adicciones a
drogas y alcohol; b) oportunidades delictivas, en el que quedan
enmarcados la presencia de víctimas vulnerables, el diseño urbano, una
alta densidad de población y la presencia de provocaciones agresivas; y, c)
carencias en apoyo social, en que encontramos fracaso escolar, amigos
desviados, estigma cultural, aislamiento social o privaciones en la familia;
motivo por el que define dicho enfoque teórico como modelo del Triple
Riesgo Delictivo (TRD) (Redondo, 2015, p.315). A partir de una visión de
conjunto, el autor introduce elementos explicativos de múltiples teorías
previas para lograr una aproximación integradora a la realidad de la
conducta antisocial, logrando sintetizar buena parte de la evolución de la
Criminología hasta la actualidad en un marco teórico integrado.
Así, una de las grandes tendencias en la Criminología actual es la
integración de marcos teóricos para lograr visiones multidimensionales del
comportamiento antisocial, siendo la otra tendencia actual el desarrollo de
marcos teóricos encaminados al estudio de las nuevas realidades
delictivas. El nuevo siglo ha traído consigo una serie de cambios a nivel
tecnológico, social, cultural, económico y político, estrechamente
relacionados con los procesos de globalización, cuyos efectos son claros
cuando estudiamos los cambios en la delincuencia de la última década.
Fenómenos como el terrorismo, los delitos financieros, la ciberdelincuencia
o los delitos ecológicos adoptan lógicas de funcionamiento transnacional e
internacional, por lo que la Criminología necesita adaptarse a la nueva
realidad, existiendo la necesidad de “una criminología global en un mundo
globalizado” (Zaffaroni, 2012, p.2). La Criminología global emerge como la
nueva rama de la ciencia criminológica encargada del estudio de los
crímenes globales y los mecanismos de control social empleados para
tratar con dichos escenarios. Ejemplos de nuevos enfoques surgidos en
Criminología global son el estudio del cibercrimen, es decir, “la delincuencia
en el espacio de comunicación abierta universal que es el ciberespacio”
(Miró, 2012, p.37); la Green Criminology, el estudio de los comportamientos
delictivos que dañan el medioambiente, el planeta, y causan perjuicios
asociados a la vida, tanto humana como no humana (Brisman, 2014, p.1); o
el estudio de los delitos financieros con repercusiones globales.

En este punto, el lector ha podido introducirse en los principales enfoques


teóricos en Criminología desde el siglo XVIII hasta la actualidad, mediante
una síntesis histórica de la Criminología científica, quedando solo por
abordar conjeturalmente, y de manera sinóptica, el futuro de esta ciencia.

En primer lugar, como se ha podido constatar, el grado de profundidad


conceptual, metodológica y aplicada de la teoría criminológica ha seguido
un itinerario in crescendo desde los orígenes de la disciplina hasta los
últimos desarrollos teóricos integradores, permitiendo ahora diseñar
programas de prevención con capacidad efectiva, eficaz y eficiente.
Considerando dicha evolución ascendente, es previsible esperar una
Criminología más empírica en un futuro, esto es, con mayor perfección
metodológica, profundidad teórica y aplicabilidad práctica. En este sentido,
un papel importante lo podrá jugar la aplicación del método experimental al
estudio del comportamiento antisocial y a los mecanismos de reacción
social ante el mismo (Welsh et al, 2013).

En segundo lugar, como se ha dicho más arriba, los nuevos fenómenos


delincuenciales tienen una etiología cada vez más internacional, o
supranacional si se quiere, y menos local; por lo que es esperable en un
futuro próximo una ciencia criminológica más global.

Y en tercer lugar, como apunta la Sociedad Española de Investigación


Criminológica (2012), no puede entenderse una ciencia criminológica “sin la
promoción de un concepto de comunidad científica al servicio de la paz y el
progreso social […] de acción y realización de los derechos humanos”.
Pese a que algunas de las líneas teóricas presentadas han devenido en
intervenciones más represivas que comprensivas, una buena porción de la
Criminología ha tratado de ponerse en la piel tanto del infractor como de la
víctima, con el punto de vista centrado en la velar por el bienestar personal
y social del conjunto de la ciudadanía. Así, también se espera en el futuro
una Criminología más humanista (Moloney, 2009, pp.78-81; Pepinsky y
Quinney, 1992; Richards et al, 2009, p.356).

En síntesis, a partir del estudio de los precedentes teóricos en


Criminología, así como de las principales líneas de trabajo planteadas
actualmente, se puede concluir que es esperable en los próximos años el
desarrollo de una Criminología más empírica, más global y más humanista.

Así pues, a modo de reflexión final, se considera que la Criminología, en la


actualidad, puede ser descrita como una ciencia VIVA, acrónimo con el que
Felson y Clarke (1998, p.5) describen la probabilidad de los objetos de ser
propósito de un hecho delictivo, aunque en este caso no nos referimos al
valor, inercia, visibilidad y acceso, sino que estamos describiendo una
ciencia valiosa, basada en la investigación, válida y aplicable.
https://crimipedia.umh.es/topics/criminologia-ii-evolucion-teorica-pasado-
presente-futuro/#:~:text=La%20Criminolog%C3%ADa%20surge%20a
%20principios,para%20su%20prevenci%C3%B3n%20y%20tratamiento.

2.7. Evolución de la Criminología en el Perú

La criminología científica, al margen de la posición adoptada por sus


practicantes hacia las perspectivas lombrosianas, se convirtió
gradualmente en el paradigma dominante en los discursos especializados
sobre el delito en el Perú durante el período de 1890 a 1930. Este fue un
período de modernización económica y de continua dominación política y
social oligárquica, pero también marcado por la emergencia de discursos
sociales alternativos y tendencias políticas radicales como el socialismo.

El segundo periodo de gobierno del presidente Augusto B. Leguía (1919-


1930) tomó cierta distancia de la tradicional aristocracia terrateniente que
había gobernado en el período de 1895-1919 (la llamada “república
aristocrática”), afectando su poder político, pero dejando casi intactas las
bases económicas y sociales de su preeminencia.

Leguía embarcó al Perú en un acelerado proceso de modernización


(particularmente en áreas como la inversión extranjera, la producción
industrial, el desarrollo de la infraestructura y la racionalización del estado),
pero hizo muy poco (a pesar de su estridente retórica) para modificar la
marginación legal, social y cultural de la mayoría rural e indígena de los
peruanos.

La obsesión de Leguía con los signos de modernidad se extendió también


hacia diversos aspectos de la legislación. En 1924, un nuevo Código Penal
fue promulgado, reflejando tanto la preocupación del régimen por la
modernización de las leyes como la hegemonía que la criminología
positivista había alcanzado entre los expertos sobre la criminalidad y la
justicia penal.

Los criminólogos aplaudieron la incorporación de muchos de los principios


de la criminología positivista en el nuevo código penal: la sentencia
indeterminada, la idea de la irresponsabilidad penal para “los criminales
peligrosos no-imputables”, la adecuación de la pena al grado de
“peligrosidad” de cada individuo, la libertad condicional, y muchos otros.

La “defensa de la sociedad” –un concepto desarrollado en Europa y los


Estados Unidos, según el cual la sociedad tenía el derecho de defenderse
de los individuos peligrosos, aún, apelando a castigos severos como la
pena de muerte– se convirtió en el marco doctrinario del nuevo código
penal. Una de las innovaciones del código penal de 1924 fue el tratamiento
concedido a la población indígena. Permitió –en realidad demandó– a los
tribunales tomar en consideración toda circunstancia atenuante en la
perpetración de crímenes que podía venir del hecho que los perpetradores
eran “salvajes” –las tribus nativas de la región amazónica–, “semi-
civilizados” o “indígenas alcoholizados” –los habitantes de la región andina.
Según el código penal, aquellos dos “grupos” carecían de los
conocimientos, sensibilidad y principios morales que la parte “civilizada” de
la población peruana –citadinos, educados y no-indígenas– sí poseía, y por
lo tanto, debían ser considerados relativamente inimputables. El propósito
final de esta legislación era conseguir la readaptación del criminal indígena,
la cual se concretaría en las colonias penales agrícolas en las cuales los
indios crueles e incivilizados iban a recibir un tratamiento que podía
“readaptarlos” a la “estructura jurídica del país”.

En palabras de Deborah Poole, el objetivo era transformar al indígena en


un “correcto sujeto jurídico” (Poole 1990: 354). Como Hurtado Pozo y Poole
han señalado, el código penal optó por una actitud asimilacionista
/paternalista hacia esta población, coherente con el paradigma dominante:
el indígena debía ser incorporado a la comunidad nacional a través de la
educación obligatoria, la pena rehabilitadora, y el refinamiento (compulsivo)
de sus valores culturales. Detrás de la supuesta “protección” que el Estado
ofrecía a la población indígena por medio de la legislación “tutelar”,
subsistió una típica actitud neo-colonial respecto a la cultura, la historia y
los valores sociales de la población indígena. La orientación del código
también reflejó el creciente desarrollo que las perspectivas médicas sobre
la criminalidad estaban alcanzando en ese momento.

Desde al menos mediados de la década de 1850 los médicos contribuyeron


a la formulación y estudio de problemas sociales, incluyendo el delito.
Revistas especializadas como la Gaceta Médica de Lima, por ejemplo,
prestaron atención a la variedad de “problemas sociales” –epidemias,
criminalidad, alcoholismo– y también organizaron debates acerca de
problemas jurídicos, entre ellos la condición legal de los crímenes
perpetrados por personas alcohólicas o dementes. Los médicos eran
consultados en casos en los cuales su opinión era considerada decisiva
para aclarar problemas relacionados al crimen, el perpetrador, o la víctima
(Fuentes y De la Lama 1877: 434-436). La adopción de la criminología
positivista difundió la opinión de que no eran los abogados sino los médicos
los que tenían que evaluar al criminal, decidir su culpabilidad, y delinear un
tratamiento de cura para ellos, una idea que fue rechazada enérgicamente
por juristas y abogados.

A inicios de la década de 1920, la retórica médica empezó a ganar


predominio entre la comunidad de criminólogos. Los doctores Hermilio
Valdizán, Carlos Bambarén y otros apoyaron la “medicalización” de la
criminalidad y por tanto, tanto en teoría como en la práctica, trataron de
establecer un vínculo entre la conducta delictiva y enfermedades como la
demencia, la epilepsia y el alcoholismo. En una serie de estudios de casos
individuales de delincuentes, Bambarén sentó las bases para una
propuesta médica sobre el delito. En la mayoría de casos, Bambarén halló
que los delincuentes eran en realidad víctimas de patologías fuera de su
control. No obstante los esfuerzos de Bambarén y Valdizán, la
“medicalización” del delito no tuvo acogida entre la mayoría de miembros
de la comunidad de criminólogos y, especialmente, entre funcionarios de
las prisiones, para quienes era difícil aceptar que sus internos no eran
responsables por sus crímenes sino que, por el contrario, debían recibir
cuidado y tratamiento como pacientes médicos. Su eclecticismo,
alimentado por nociones preestablecidas acerca de la población criminal
como un grupo carente de principios morales, se combinó con la escasez
de recursos requeridos para implementar las clínicas criminológicas y otros
proyectos parecidos, de modo que la “medicalización del delito” se convirtió
en una mera innovación formal carente de resultados concretos en el
tratamiento de la población criminal. Pero si la medicalización del delito no
fue aceptada universalmente, casi todos los criminólogos coincidieron en
que la noción de “peligrosidad” debía ser el componente central tanto del
análisis criminológico como de las políticas penales.
Los “sujetos peligrosos” tenían que ser aislados, tratados y eventualmente
castigados con el objeto de proteger a la sociedad de su maligna influencia.
El criterio para determinar el grado de peligrosidad incluía generalmente
una investigación de los antepasados de la persona, la educación, historia
clínica, rasgos antropológicos, antecedentes penales, etc. Este grado de
peligrosidad tenía que ser determinado por los expertos (psiquiatras y
criminólogos), quienes decidirían cuál debía ser el tratamiento que el
criminal recibiría. Según este criterio, por ejemplo, los indígenas que vivían
bajo condiciones de aislamiento y pobreza, víctimas del alcohol y adictos a
la coca, o sujetos a la explotación de gamonales, eran considerados como
peligrosos y, de esta manera, necesitados de un tipo especial de vigilancia
y tratamiento (Solano 1950). Susana Solano ofreció en 1937 una síntesis
doctrinaria de la noción de peligrosidad, enfatizando la importancia de
apreciar las formas “no-criminales” de peligrosidad, las cuales incluían la
prostitución, el juego, la homosexualidad y el alcoholismo. Sugirió que eran
necesarias medidas tutelares a fin de erradicar factores mórbidos que
dieran origen a semejante peligrosidad (Solano 1937). Este tipo de ideas
nos devolvía prácticamente al comienzo: detrás de la retórica positivista y
el uso de conceptos “científicos” como el de “peligrosidad”, difícilmente
podemos evitar notar la presencia recurrente de ciertos discursos
tradicionales acerca de las clases populares y los grupos étnicos no
blancos. Los mismos elementos culturales y sociales que fueron blanco de
los escritores de mediados y finales del siglo XIX como elementos
constitutivos de la conducta delictiva, eran ofrecidos ahora como
justificaciones para un accionar aún más intervencionista de las
instituciones del estado. Como el jurista Alfonso de las Casas escribió
refiriéndose a los delincuentes juveniles “la causa de la delincuencia en
estos jóvenes, no es más que una: su propia vida” (De las Casas 1913).

Demostrándose que los criminólogos peruanos de comienzos del siglo XX


por lo general rechazaron las explicaciones biológicas de la criminalidad y
optaron por describirla como el resultado de múltiples causas, la mayoría
de ellas relacionadas con prácticas sociales y culturales y, en algunos
casos, con la injusticia social y la desigualdad.

Aunque los criminólogos peruanos aceptaron la mayoría de dogmas de la


criminología positivista (la exigencia de la investigación científica del
criminal, la atención que debía brindarse a los rasgos biológicos y
hereditarios, la importancia atribuída a la medicina en el tratamiento de
criminales), se inclinaron por rechazar las versiones más extremas del
determinismo biológico lombrosiano cuando intentaron explicar las
conductas delictivas.

Esta actitud está estrechamente vinculada a ciertos cambios intelectuales y


políticos en el tránsito del siglo XIX al XX, y sobre todo, al abandono o
disminución de las tesis vinculadas al racismo biológico. Los debates en
torno al futuro de la “nación” peruana obligaron a la mayoría de ideólogos a
dejar de lado el racismo biológico si es que se quería dejar abierta alguna
esperanza para la materialización de dichos proyectos. Esa especie de
toma de conciencia obligó a los ideólogos peruanos a alejarse de las
posturas racistas biológicas, pero no de otras formas, más imperceptibles,
pero no menos efectivas, de discriminación, exclusión y represión. Los
indígenas y los criminales fueron considerados “redimibles” pero, para las
elites modernizantes peruanas, esa redención requería una obligatoria
operación de rescate por parte de las fuerzas de la civilización.

Sólo después de un proceso de sanitización cultural y social la población


indígena podía ser aceptada como miembro de la comunidad nacional. La
tan mencionada propuesta “social” en torno a la criminalidad fue elaborada
de tal manera que llegó a ejercer una fuerte atracción entre las elites
modernizantes. Las causas “sociales” de la criminalidad tales como la
prostitución, el juego, el abandono infantil, el concubinato, la holgazanería y
la carencia de principios morales, tal como fueron presentados por los
criminólogos peruanos, solían culpar a las clases populares y sus prácticas
sociales y culturales “incivilizadas” por la perpetración de crímenes.

En realidad la criminología “científica” tendió a reproducir, adornado con un


nuevo lenguaje, un viejo discurso: las clases populares y no blancas
carecían de “principios morales”, producto de lo cual habían sufrido un
proceso de “degeneración”, mostraban signos de peligrosidad y resultaban
propensos a la conducta delictiva, todo lo cual requería, en defensa de la
sociedad, un mayor esfuerzo intervencionista del estado a través de la
legislación “tutelar” y un proceso de “civilización” compulsivo.

La criminología como disciplina posee una naturaleza dual. Es, al mismo


tiempo, una estrategia de investigación acerca de los seres humanos y de
problemas sociales específicos –tal como eran definidos por los criterios
científicos y legales de la época–, y también una serie de proposiciones en
favor de formas más intrusivas de intervención estatal y regulación de la
vida de la población.

En ambos aspectos, la criminología aparece como una disciplina


claramente moderna. Pero en el caso peruano, su aceptación resultó
fuertemente sesgada, pues por un lado demostró un compromiso muy débil
con la investigación científica, y por el otro una fuerte propensión hacia el
lado intervencionista.

La criminología en el Perú reprodujo generalmente lo que parecían ser


interpretaciones ampliamente demostradas, presentándolas como
descubrimientos “científicos” dirigidos por los métodos positivistas. Como
tal, reforzó las imágenes tradicionales sobre las clases populares y grupos
de color, y recicló nociones de degeneración moral como las causas
centrales de la criminalidad. Los criminólogos, al presentarse bajo el halo
de la “ciencia”, ganaron una creciente audiencia entre los funcionarios del
estado, los legisladores y la opinión pública, así como una creciente
legitimidad profesional. Esto los llevó a involucrarse en el escenario
político, especialmente durante la década de 1920 cuando los miembros
más prominentes de ese grupo (Villavicencio, Bambarén, y otros)
trabajaron para el gobierno de Leguía y, desde esa posición, trataron de
influenciar las políticas del estado en relación a la delincuencia y la reforma
carcelaria. Las “soluciones” propuestas por los expertos en criminalidad
(especialmente aquellas relacionadas a la investigación y el tratamiento
médico-criminológico, la implementación de gabinetes antropológicos, y
varios aspectos de la reforma carcelaria) fueron más fácilmente adoptadas
en la legislación y la doctrina que en la práctica. Pese a ello, sin embargo,
los criminólogos contribuyeron a legitimar las políticas excluyentes del
Estado hacia los indígenas y las clases populares y a justificar la represión
política y cultural de aquellos a quienes se les consideraba moralmente
inferiores.
https://perso.unifr.ch/derechopenal/assets/files/articulos/a_20080521_04.pdf
2.8. Evolución de la criminología en Latinoamérica
El enfoque y el propósito del conocimiento criminológico en América Latina

La revisión de la literatura criminológica latinoamericana desde 1970


permite determinar una gran preocupación por la definición del tema de
estudio de la disciplina, fuertemente inclinado hacia un sistema de justicia
percibido como la expresión de un orden opresivo a favor de la clase
dominante. A pesar de esta visión negativa del control social, las conductas
relevantes para la investigación criminológicas parecen estar confinadas
por las definiciones legales del delito, lo cual podría parecer considerando
el continuo desafío al ordenamiento legal como expresión de intereses
minoritarios de clase.
Este confinamiento, sin embargo, es consistente con la percepción de que
la criminalización y, por consiguiente, la respuesta estatal basada en las
definiciones legales, independientemente de su razonabilidad y justicia,
constituye el núcleo de la reflexión criminológica, abriendo una perspectiva
para el cambio social. En este sentido, la criminología crítica, a pesar de
haberse generado en otras latitudes, ha encontrado en América latina un
campo fértil para su florecimiento.
Por otro lado, las explicaciones del delito solo consideran de modo
marginal factores individuales, y se encuentran centradas en las
condiciones sociales que fomentan la privación. Dentro de este marco, la
normalización y la reintegración de delincuentes se convierten en el
propósito de un enfoque humanístico para enfrentar el delito y reducir la
injusticia. Ello puede explicar el continuo criticismo sobre el rigor del
sistema de justicia (que, curiosamente, coexiste con la percepción lega de
su lenidad y la impunidad que propicia) y el fuerte énfasis en los discursos
y argumentos de denuncia moral, antes que sobre hechos y datos
específicos; el orden se asume como desprovisto de legitimidad y su
prueba es considerada irrelevante. Conocimiento y discurso son rara vez
incorporados a la praxis del sistema de justicia penal, como si dicha
incorporación, en la medida que contribuya a incrementar su eficacia o
eficiencia, implicaría la colusión de los intelectuales con los representantes
del orden opresivo. Esto puede también explicar la emergencia de un
nuevo paradigma sobre seguridad ciudadana, desarrollado a partir de 1990
con el apoyo de las agencias multilaterales de desarrollo, y centrado en las
ideas de gobernabilidad, sociedad civil y fortalecimiento de sistema de
justicia, y que ha incluido una reforma procesal penal orientada por los
principios del modelo acusatorio, donde los criminólogos han permanecido
virtualmente ausentes de los debates, manejados fundamentalmente por
politólogos, economistas y litigantes, dentro de una enfoque pragmático
que maximiza la intimidación y el expansionismo jurídico y minimiza las
medidas sociales o macroeconómicas para el control del delito (cfr, para
una discusión general, Gabaldón, 2007). Es como si los criminólogos
latinoamericanos rehusasen participar en un modelo que, en nombre de la
eficiencia, la gobernabilidad y el individualismo, expanda el desempeño
estatal a través de medidas estrictamente represivas. Estos rasgos
seguramente tienen efectos sobre la incorporación o no de la investigación
criminológica a las políticas públicas. Si bien es probable que los
criminólogos latinoamericanos se mantengan más alejados que colegas de
otras regiones de las agencias gubernamentales porque resultan menos
frecuentemente convocados a participar (las universidades serían reductos
de criticismo catártico y poco constructivo), ello no explica toda la historia
de la escasa conexión entre saber académico y políticas públicas en el
control de la criminalidad en América Latina. Por una parte las
universidades han recibido financiamiento y soporte consistente y
permanente por parte del sector público, lo cual permitiría prever una
colaboración más efectiva, pero por la otra, aún programas estatales
contratados y costosamente financiados por el Estado, se dejan de lado por
los gobiernos que los han contratado, cuando discrepancias y
desentendimientos entre sus mismos representantes afloran, como lo
ilustra el reciente caso de la reforma policial en Venezuela (Birkbeck y
Gabaldón, 2009). La conexión con la política o el desprecio del saber
autóctono para explicar la falta de impacto del conocimiento criminológico
en la praxis social es más compleja de lo sugerido por los criminólogos
citados al inicio del ensayo. Por una parte, las universidades financiadas
por el Estado han gozado tradicionalmente de gran autonomía para la
gestión de sus recursos y la definición de sus proyectos, lo cual las
mantiene institucionalmente “desconectadas”; por otro lado, las raíces
teóricas de los enfoques críticos hacia el sistema de justicia no son, en
realidad, autóctonos, proviniendo, fundamentalmente, de perspectivas
europeas. Pero, sobre todo, resulta interesante averiguar por qué en
América latina resulta tan importante el consenso normativo en torno al
foco y la agenda de la investigación, por qué dicho foco permanece
anclado en uno de los términos de la ecuación delictiva, esto es, la
reacción social, y por qué la minimización de las respuestas estatales,
percibidas como excesivas e injustas, es tan relevante en el discurso
criminológico. Tal pareciera que un patrón de conocimiento holístico,
centrado en torno a la intuición y la integración, emerge en el contexto
latinoamericano; los individuos no son concebidos como sujetos relevantes
fuera de grupos o comunidades de intereses y las disparidades de poder,
incluyendo las derivadas del gobierno, son percibidas como arreglos
desbalanceados de la vida social. De este modo, la criminología en
Latinoamérica debería servir como una fuerza liberadora y desatadora de
los lazos de poder. Evidentemente se requiere investigación adicional
sobre este tema, incluso más allá del ámbito de la criminología.
https://www.redalyc.org/pdf/122/12215086003.pdf

2.9. La función y el campo de estudio de la criminología en América Latina


Las disputas sobre el campo temático de la criminología son frecuentes en
América latina, como si fuese necesario colocar límites adecuados a su
foco de estudio como requisito para la definición de su estatus científico. En
1985 se desarrolló una disputa entre un jurista chileno y una criminóloga
venezolana acerca de lo que debería ser el campo temático de la
criminología para alcanzar respetabilidad científica. El chileno argumentaba
que la criminología debía permanecer limitada al ámbito del orden jurídico,
pues otras formas de control podrían ocasionar imprecisión y dispersión en
el conocimiento (Novoa Monreal, 1985: 264, 272). Este jurista propugnaba
el desarrollo de una teoría que pudiese organizar los datos, alegando que
el cambio social no era el propósito de los académicos sino de los
luchadores sociales (Ibidem: 275). La venezolana, por su parte, alegaba
que tanto el control jurídico como extrajurídico constituían parte de un más
amplio contexto, de modo que la legislación penal debía tomar en
consideración referentes sustantivos por fuera del derecho para construir la
noción del delito (Aniyar de Castro, 1986: 309-310). En esta oportunidad,
ella argumentó en contra de la formalización de las teorías, lo que
implicaría entronizar el poder, rechazando las “verdades absolutas y las
respuestas definitivas” (Ibidem, 312). La disputa, adelantada con
verbosidad e ironía, se asemejaba más a un debate judicial que a una
discusión científica, si bien reflejaba un rasgo que parece distinguir a la
criminología latinoamericana: la importancia de colocar límites al campo de
estudio. La implicación de cada postura para el mejor entendimiento del
problema criminal no resultaba fácil de captar, si bien la denuncia del orden
establecido como injusto, un rasgo recurrente en la literatura criminológica
latinoamericana, se puso claramente de manifiesto en dicha disputa. Esta
cuestión ha infiltrado profundamente las discusiones académicas sobre la
construcción y la naturaleza de las teorías. Ello puede explicar, al menos
en parte, el gran énfasis que colocan los criminólogos latinoamericanos en
la dimensión jurídica del control social, entendida como la expresión de la
opresión, y dentro de la cual el conocimiento informado se considera como
una vía para el cambio de la justicia penal, trayendo algún consuelo a los
desaventajados. Es así como Del Olmo (1987: 63-64) ha hablado de la
necesidad de una síntesis entre la criminología y el derecho penal para
generar influencia en la práctica legal, donde los jueces podrían minimizar
los efectos negativos de la criminalización. Por su parte, Zaffaroni (1988:
19) ha sostenido que el propósito de la criminología es explicar cómo los
sistemas punitivos, como expresiones del poder y del control social,
operan, tanto de manera formal como informal, mostrando su lado oscuro y
perverso. Y Zambrano Pasquel (1987: 233) ha propuesto tratar una
sociología del derecho penal que ponga su lupa en una teoría sobre la
criminalización como expresión de la estructura política y social. Este
énfasis en la justicia penal revela a menudo la creencia de que los cambios
en los patrones de control social formal, una tarea en la cual la criminología
debería participar en forma determinante, pueden contribuir a transformar
las relaciones sociales en función de la equidad. La ilustración intelectual
como vía para la promoción de dichos cambios es un argumento frecuente
dentro de la criminología crítica, una perspectiva ampliamente extendida en
América latina desde 1980. Sandoval Huertas (1985: 106, 115 ss.) concibió
como propósito de esta criminología contribuir a lograr de una sociedad
más igualitaria, a través de la reducción de la criminalización y la
encarcelación a corto plazo, y de la abolición del sistema penal a largo
plazo. Martínez (1999: 279 ss.) ha propuesto a los criminólogos participar
en política social antes que, en política criminal, pues solo de este modo
pueden hacerse visibles y aprehenderse en su dimensión real los conflictos
subyacentes a la justicia penal. Estas discusiones son generalmente
planteadas sin soporte alguno de datos (los cuales, según algunos, serían
innecesarios dada la naturaleza evidente de los abusos y la desigualdad,
cfr Zaffaroni, 1988: 189) y con fuerte carga de denuncia moral. En cuanto al
campo específico de estudio de la criminología, algunos autores admiten
que comprende tanto las causas del comportamiento delictivo como las
respuestas al mismo (Gabaldón, 1987: 13; Molina Arrubla, 1988: 26;
Reyes, 1980: 20; Pérez Pinzón, 2001: 21-27); otros restringen su ámbito a
la explicación de la conducta antisocial o delictiva (Rodríguez Manzanera,
1991:16; Solís Quiroga, 1985:12); hay quienes tratan de confinar el campo
de la criminología a los mecanismos de poder, desigualdad y dominación
(González Vidaurri y Sánchez Sandoval, 2005: 5; Villavicencio, 2000: 3), e
incluso alguno ha rechazado la etiqueta de criminólogo por considerarla un
estigma asociado al mantenimiento del orden oficial (Bergalli, 1983: 200).
Aunque la reacción social frente al delito es el tema predominante de
estudio tanto a nivel conceptual como empírico, las disputas sobre el
campo de estudio han sido frecuentes, como si la calidad y relevancia de la
investigación dependiesen de un acuerdo sobre los temas a ser abordados
y sobre los propósitos de la criminología, antes que de la adecuación del
diseño y del método al tema de la investigación. La ciencia misma se
convierte en el centro del debate, antes que los resultados o datos
vinculados a determinadas hipótesis o propuestas. Elbert (1996: 62), por
ejemplo, ha mantenido que cualquiera que se aplique a la criminología
debería primeramente aclarar qué entiende por conocimiento científico,
dado que, de otro modo, podría originarse un caos asociado a diferentes
concepciones y métodos; más aún, en una perspectiva dogmática y
prescriptiva, sugiere que el campo de la criminología debería ser el derecho
penal y su aplicación, mientras que la unificación de conceptos y categorías
serían indispensables por razones de coherencia y despeje de confusiones
(Ibid: 254). Estas consideraciones permiten precisar que la búsqueda del
consenso en el conocimiento es un aspecto importante en la criminología
latinoamericana. Es como si una comunidad ideal de investigadores,
trabajando con temas y métodos comunes, fuese la condición de un trabajo
intelectual productivo, y como si la integración del conocimiento proviniese
de un diseño uniforme en la investigación. Así, el estatus y la legitimidad
del conocimiento derivaría de la aclaración previa sobre el tema a ser
abordado y el método a ser empleado, antes que de la precisión y
consistencia de los datos adquiridos. Varios autores latinoamericanos han
defendido la singularidad del sub continente y la necesidad de construir
formulaciones autóctonas, aunque la materialización de dicho propósito
está muy lejos de haberse cumplido. En un ensayo sobre las posibilidades
y perspectivas de teorías criminológicas específicas para América Latina,
Birkbeck (1985: 131, 141) ha argumentado en pro de su factibilidad,
siempre que se identifiquen problemas particulares que generen
proposiciones teóricas cuyo dominio, esto es, el segmento de realidad
cubierto por la teoría, resulte específico para la subregión. Dentro del
marco de esta discusión, Carranza (1985: 165) ha defendido un concepto
amplio de teoría, dentro del cual la descripción sustentada por una
estructura hipotético descriptiva, aun cuando carezca de sistematización,
reglas de correspondencia y definiciones operacionales, sería un marco
científico apropiado para entender y explicar cuestiones vinculadas a la
criminalidad en Latinoamérica. La discrepancia sobre lo que debería
entenderse por conocimiento científico revela una persistente disputa sobre
el alcance del saber criminológico, donde precisión y generalidad se
encuentran en constante contraposición a intuición y singularidad, un hecho
con amplias implicaciones sobre los programas de intervención social. La
investigación misma se convierte en tema de disputa. Algunos alegan que
ella enfrenta problemas y limitaciones debido a la falta de recursos, a la
interferencia política y a las debilidades metodológicas (Marcó del Pont,
1983: 45-47). Otros vislumbran amplias posibilidades y perspectivas, a
pesar de algunas dificultades, por cierto superables (Birkbeck, 1988: 64
ss.). Si bien la orientación predominante de la criminología latinoamericana
es hacia la respuesta social hacia la criminalidad, especialmente hacia el
sistema de justicia penal, los estudios empíricos sobre esta materia no han
alcanzado aun suficiente desarrollo, dado que es en las escuelas de
derecho donde mora la criminología, lo cual dificulta, por entrenamiento,
horizonte profesional y perspectivas metodológicas de los abogados, la
aprehensión del sistema de justicia como realidad más allá de lo
prescriptivo y normativo. Una visión fundamentalmente dogmática del
trabajo intelectual en este medio probablemente ha influido en la suposición
de que la definición precisa del rango temático de la disciplina, antes que la
evaluación y discusión de los datos, es la condición para la validación
científica del conocimiento. Ello coexiste con la idea predominante de que
el cambio social es una tarea importante de la criminología y con la
recurrencia, en los discursos de los intelectuales de la denuncia moral del
orden social como opresivo e injusto.
https://www.redalyc.org/pdf/122/12215086003.pdf

2.10. Visión del delincuente y sus motivaciones


Los criminólogos latinoamericanos, desde 1970, han vinculado las
explicaciones de la conducta delictiva, al menos la de naturaleza
convencional, a diversas formas de privación y carencias.
En un ambicioso estudio que contempló series estadísticas entre 1928 y
1966, Quiroz Cuarón (1970: 534-535) argumentó por la prevalencia de los
factores socioeconómicos sobre los culturales en la explicación de la
criminalidad oficial en México, estableciendo como hipótesis que el
incremento delictivo se encontraba directamente relacionado con el
aumento poblacional e inversamente relacionado con el ingreso personal.
Más de una década después, Carranza (1983: 392) sostenía que tanto la
delincuencia convencional contra la propiedad como la delincuencia
femenina se hallaban vinculadas a la privación de recursos mínimos de
vida, mientras la delincuencia no convencional contra la propiedad podría
ser explicada por la falta de acceso a medios legítimos, y el terrorismo y los
abusos de los derechos humanos deberían ser atribuidos a las fallas del
liberalismo económico para sustentar la democracia política. En estas
explicaciones, por cierto no sustentadas por datos confiables, existe un hilo
común en torno a la inequidad en la distribución de la riqueza y a la
deprivación en la explicación de la motivación delictiva.
Aniyar de Castro (1987: 118, 125) ha sostenido, de nuevo sin apoyo en
datos, que “indudablemente” las mejoras en el crecimiento económico, en
la efectividad de las instituciones y en el aumento de la expectativa de vida
y la oferta en salud y educación, contribuirán a satisfacer legítimamente las
necesidades de la población, bajando por consiguiente la incidencia
delictiva, si bien para los crímenes de los poderosos estos factores no
tendrían efecto alguno. Esta autora sostuvo en este ensayo que la
solidaridad no es factible bajo condiciones de consumismo irrestricto, con
metas de hacer dinero y con la lucha de todos contra todos, implicando que
las condiciones socioeconómicas vinculadas a la desigualdad son factores
criminógenos.
Santos (1982: 144-145), por su parte, ha sostenido que la injusticia en el
orden social se puede definir como un sustrato para la explicación del
delito, en particular el de tipo violento. Los estudios que han examinado
tendencias de la criminalidad, en particular contra la propiedad, usualmente
vinculan la motivación delictiva a la pobreza y la privación (Castillo
Barrantes, 1981: 59), aunque también a la disfuncionalidad y
desintegración familiares (Márquez de Villalobos, 1976: 120-121).
Rara vez existe alguna referencia a formulaciones teóricas para explicar
estas vinculaciones. La falta de solidaridad, de cooperación y de
organización a nivel de los vecindarios han sido recientemente postulados
como explicación para la emergencia y consolidación de bandas juveniles
en Centroamérica, aunque, aparte de la dificultad de probar relaciones
causales a través de medidas de correlación, la pobreza y la desigualdad
no parecieran estar vinculadas a este fenómeno (UCA, 2004: 109, 295).
Las privaciones han sido también considerala criminología latinoamericana:
temas, perspectivas y políticas públicas en el tránsito del milenio Luis
Gerardo Gabaldón 259 das, a través de los conceptos de estímulos
aversivos, discriminación, injusticia en procedimientos legales y
hacinamiento (Córdova Monasterio, 1988: 13 ss.), así como de la ruptura
de estructuras precarias de contención (Hidalgo y Jordan, 1993-1994: 139),
como factores predictivos del comportamiento agresivo en el medio
carcelario. La perspectiva situacional del delito y sobre las oportunidades
delictivas han recibido alguna atención en América Latina, tanto de desde
la perspectiva teórica (Birkbeck, 1984-1985) como empírica (Lafree y
Birkbeck, 1988; Gabaldón y Becerra, 2008).
El tema de la corrupción ha generado algún interés, en torno a las ideas de
intimidación y la perspectiva de la escogencia racional de la delincuencia
(Njaim, 1991), si bien la evaluación empírica del modelo aguarda todavía.
Las explicaciones biológicas y psicopatológicas del delito son,
definitivamente, impopulares y tienden a ser descartadas, aun por quienes
se encuentran más cercanos a dichos enfoques, debido a la probabilidad
de la estigmatización y exclusión de los delincuentes (Rosero Cueva, 1990:
145).
Una revisión de la literatura latinoamericana sobre la motivación delictiva
muestra, en general, enfoques muy amplios a través de conceptos que rara
vez son operacionalizados con el propósito de probar hipótesis, así como
un vasto espectro de delitos incluidos en las proposiciones explicativas,
centradas fundamentalmente en la privación y la injusticia, como si la
delincuencia, convencional o no convencional, nacional o transnacional,
singular u organizada, tuviese un anclaje común en las estructuras de
poder y dominación dentro de la sociedad.
2.11. Modalidades de la reacción social
Las respuestas frente al delito tienden a ser analizadas en Latinoamérica
dentro del marco legal (aunque usualmente percibido como abusivo) del
ejercicio de la coacción estatal, y dentro del contexto de las reacciones
ilegales, frecuentemente violentas, de los ciudadanos, bien como seres
dispersos o como organizados con el apoyo de los representantes del
Estado. A continuación, se presenta una revisión de los principales
enfoques y hallazgos vinculados al sistema de justicia penal (policía,
tribunales y cárceles) y a la justicia informal, maligna o benigna según el
grado de coacción empleado. Los estudios sobre la policía, desarrollados
principalmente desde 1990, se han centrado en la utilización de la fuerza y
en la corrupción, aunque los procesos de selectividad y discrecionalidad
han merecido también alguna atención. Los estudios sobre la policía en
América latina enfrentan al menos dos tipos de dificultad; por una parte el
acceso limitado a los datos y rutinas policiales, y por la otra la resistencia
de los académicos a vincularse con una agencia que tiende a ser percibida
como abusiva y/o primitiva, además de corrupta. A nivel microanalítico, la
confrontación y resistencia frente a la policía por parte en foco: la agenda
de la violencia en la contemporaneidad latinoamericana 260 / espacio
abierto vol. 19 nº 2 (abril-junio, 2010): 253 - 272 de coaliciones grupales ha
sido postulada como una hipótesis para explicar el uso desmedido de la
fuerza, mientras que a nivel macroanalítico, la más socorrida de las
hipótesis es la del estado autoritario, mediante la cual se asume que la
policía está conformada para actuar a favor de la clase dominante contra
los pobres (cfr. para una revisión general, Gabaldón, 1993). La oposición
pública a la policía ha encontrado algún respaldo empírico a través de un
estudio que mostró la alta probabilidad de que los policías fuesen muertos
en emboscadas (Del Olmo, 1990: 235). También se ha avanzado la idea de
un círculo vicioso en la represión policial, que generaría sospecha y
desconfianza entre la población, las cuales, a su vez alimentarían
reacciones violentas de ésta última hacia la policía, generando, a su vez
muertes como respuesta policial (Zaffaroni, 1993: 132-135). La
investigación empírica ha mostrado que el estatus social es una variable
asociada a mayores niveles de coacción policial, bien a través de actitudes
y justificaciones, (Gabaldón y Birkbeck, 1996, 1998) bien a través de
homicidios (Huggins y Mesquita, 1995), así como que la disposición a
denunciar a la policía, por parte de los ciudadanos, es menor que en países
industrializados (Birkbeck, Gabaldón y Lafree, 1996), lo cual sugiere un
espacio social de reconocimiento reducido para la policía. Se ha podido
demostrar que la policía utiliza castigos directos hacia los infractores y que,
incluso, negocia su aplicación con víctimas de la delincuencia, en una
suerte de concesión situacional (Gabaldón y Serrano, 2001: 63 Paes
Machado y Vilar Noronha, 2002: 70- 72), siendo que tales formas de
castigo son justificadas como una forma sustitutiva de hacer justicia, en
especial cuando las víctimas del delito son los propios policías (Monsalve
Briceño, 2006). La corrupción policial ha sido descrita como estructural, en
el sentido que se desarrollan prácticas normalizadas que permiten explotar
a una “clientela externa” (Mingardi, 1991) o a los mismos funcionarios
policiales que serían requeridos a pagar a sus propios colegas por los
ascensos o con ocasión de sus trabajos cotidianos (Schmid, 1996; Bobea,
2003: 225). La selectividad policial ha mostrado reflejar prejuicios de clase
(Gabaldón y Bettiol, 1996) y sexuales (Hidalgo, 2003), lo cual pone en
entredicho el suministro de un servicio policial uniforme. Los tribunales
penales han merecido atención de la investigación en torno,
fundamentalmente, a la discriminación, el acceso restringido a
determinados sectores de la población y a las decisiones que perjudican a
los más débiles. Si bien a la policía se le han reconocido poderes de
aplicación de sanciones detentivas a lo largo del subcontinente (ver, para
Argentina, Zaffaroni, 1984, para Bolivia, Colanzi, 1987 y para Venezuela,
Gabaldón y Bettiol, 1996), los tribunales han merecido la atención creciente
por cuanto sus decisiones representan las sanciones más emblemáticas
frente a la delincuencia y por cuanto la globalización y la adopción de
estándares internacionales sobre la privación de la libertad han implicado la
ampliación del mandato y los poderes de los tribunales. Si bien alguna
investigación ha podido determinar que, la criminología latinoamericana:
temas, perspectivas y políticas públicas en el tránsito del milenio Luis
Gerardo Gabaldón 261 a nivel municipal, los tribunales actúan con mayor
eficiencia que la policía en la sustanciación y disposición final de los casos
(Silva García, 1991), en general los resultados de la actividad judicial penal
han sido presentados como evidencia de sesgos producto de la disparidad
socioeconómica de los justiciables, en particular en cuanto a la detención y
la condena. Van Groningen (1980) determinó que las sentencias eran más
severas para los homicidios ejecutados por personas de clase baja que de
clase alta, mientras Birkbeck (1996) encontró una correlación positiva entre
la detención preventiva y la zona más desventajosa de residencia de los
transgresores. Por su parte, González Amado (1984) encontró que
consecuencias desfavorables dentro del proceso penal, como la detención
preventiva, el llamado a juicio y el bajo índice de absoluciones, eran
mayormente recurrentes para los transgresores de bajo estatus social.
También se han documentado sesgos de la justicia penal vinculados al
género (en particular la sobrecriminalización de las mujeres en los casos de
drogas, Francia, 1998) y a la etnia (de Lima, 2004), si bien en estas
investigaciones ha faltado el control de la participación diferencial en la
delincuencia según las variables analizadas. El acceso a la justicia ha sido
considerado como limitado no sólo debido a minusvalía socioeconómica
(Correa y Jiménez, 1997) sino a la distancia cultural entre el grueso de la
población y el sistema (Roche y Richter, 2005). El argumento de la
distancia cultural ha sido extendido al marco legal del castigo, percibido
como el producto de diseños extranjerizantes, en su mayor parte europeos,
que cuando son aplicados a nuestros países, bien incrementan los perfiles
autoritarios y limitan la autonomía de la judicatura (Camacho Flórez, 1988)
bien refuerzan el dominio de las clases privilegiadas entre las cuales son
reclutados los jueces mismos (García Méndez, 1988). La persecución
penal, cuando ha sido evaluada, muestra que la duración del proceso
excede ampliamente los lapsos legales y que algunas salvaguardas
jurídicas, como el sistema de jurados, representan un obstáculo para la
fluidez y eficacia del sistema de justicia (Muñoz, 1981: 208, 213). La
eficiencia del proceso militar, que supuestamente implicaría mayor
celeridad, también ha sido cuestionada, según los datos de una
investigación en Colombia, que permitió evaluar suficientes casos dada la
cotidianidad de tal proceso durante varios años (Marroquín y Camacho,
1984). La prisión ha recibido en América latina bastante atención, para
denunciar la injusticia, los prejuicios de clase social, el hacinamiento y la
violencia, antes que para proponer un manejo eficiente del sistema
carcelario. Las disparidades en la encarcelación son presentadas como
una forma especial de abuso de poder, que sobre victimiza a los pobres y
los coloca en peligro de vida (Muñoz, 1993). El incremento en las tasas de
encarcelación ha sido criticado como el producto de erróneas políticas
públicas latinoamericanas para enfrentar el delito y de fallas atribuibles al
proceso penal, que enfatizan la detención preventiva, a pesar de que
países caribeños con sistemas de inspiración angloen foco: la agenda de la
violencia en la contemporaneidad latinoamericana 262 / espacio abierto vol.
19 nº 2 (abril-junio, 2010): 253 - 272 sajona muestran más elevadas tasas
de encarcelación que los latinoamericanos (Carranza, 2001: 13). Si bien las
alternativas a la encarcelación no parecen funcionar del todo mal en
términos de reincidencia (Birkbeck, 2002; Valera, 1989), las críticas
abundan en cuanto a que la restitución de la víctima ha fallado (Silva
García, 1995) o sobre la resistencia de los jueces a aplicar las medidas
sustitutivas (Morais, 2001: 92). A pesar de que existe un discurso de
sentido común sobre la eficacia del sistema de justicia en función del
encarcelamiento de los transgresores, pareciera existir, entre los
académicos, un persistente sentimiento de incomodidad sobre la
perspectiva de enviar gente a la prisión, lo cual hace que cualquier
discusión sobre las funciones intimidativas o neutralizantes de la prisión
sea inexistente. Ello es probablemente debido a la violencia y lamentables
condiciones sanitarias que imperan en las cárceles. Investigación reciente
muestra patrones de autorregulación carcelaria, donde tanto los reclusos
ordinarios (Hidalgo, 1995) como las pandillas vinculadas al tráfico de
drogas (Caldeira, 2004) definen sus propias reglas y procedimientos para
los premios y castigos al margen del sistema legal, haciendo que las
cárceles sean percibidas como res derelicta o sometidas a una maligna
privatización de hecho. Este tipo de ambiente fomenta ambivalencia y
entorpece los planes de colaboración entre investigadores y funcionarios
gubernamentales en cuanto a las políticas de gestión carcelaria. El control
social informal, especialmente sus variedades asociadas a la violencia y la
dureza, ha sido objeto de algunos estudios empíricos que, en su conjunto,
muestran su utilización como práctica abusiva, en algunos casos
fomentada por los mismos funcionarios gubernamentales y en otros
productos de respuestas desorganizadas de la población, como
consecuencia de la percepción de ineficacia estatal para contener la
delincuencia (Romero Salazar, 2002). Los escuadrones de la muerte han
sido descritos como expresión de la autoridad estatal a través de medios
ilegales, tanto en condiciones de guerra (Cano, 2001) como de transición a
la democracia luego de regímenes dictatoriales (Pinheiro, 1991), y como
una forma de reprimir a los pobres, si bien algunos consideran que más
bien reflejan las carencias de un Estado estable y la resistencia de la
población a obedecer sus mandatos, abriendo paso a la violencia privada
(Figueroa Ibarra, 1991). Esta última interpretación pareciera estar
sustentada por un estudio reciente donde una muestra de ciudadanos de
diferentes ciudades mostró acuerdos, entre 35% y 15% en matar a
delincuentes persistentes y entre 20% y 6% en apoyar acciones de
escuadrones de la muerte para la limpieza social (Briceño León, Camardiel
y Avila, 2002:391-392). Estos datos sugieren un bajo nivel de confianza en
el monopolio estatal de la fuerza entre los particulares. La investigación
sobre los linchamientos y la “justicia callejera” en Brasil, durante fines de
1970 y comienzos de 1980, ha encontrado que no existe proporcionalidad
entre el tipo de delito y la entidad del castigo impuesto, así como que, en
algunos casos, las propias comisarías policiales donde se encontraban los
sospechosos fueron la criminología latinoamericana: temas, perspectivas y
políticas públicas en el tránsito del milenio luis gerardo gabaldón 263
atacadas por los enfurecidos vecinos (Benevides y Ferreira, 1983: 231).
Estos hallazgos sugieren un abierto desafío al sistema legal. Los
linchamientos se incrementaron en Brasil en un 5% luego de caer la
dictadura (Souza Martins, 1991: 23), lo cual sugiere un “efecto
compensatorio” frente al relajamiento de las respuestas estatales frente al
delito. Un estudio venezolano sobre reportajes de prensa de linchamientos,
entre 1995 y 1996, sugiere la fragilidad del estado de derecho y la falta de
confianza en el sistema judicial como las principales explicaciones (Han,
1998). En general, para el caso latinoamericano se podría sostener que
existe una presunción generalizada de inequidad y prejuicio en la operación
del sistema penal, así como una percepción de que los mecanismos
extralegales de control, en su mayor parte violentos y en los cuales
participan con frecuencia los mismos agentes del Estado, refuerzan la
ilegitimidad del sistema legal. La reacción social, formal e informal, se ceba
sobre los grupos más desfavorecidos desde el punto de vista económico y
social, como una “clientela” desprotegida debido a su escaso poder de
reclamo social. Esta situación puede explicar, al menos en parte, la actitud
virtualmente “subversiva” de los académicos latinoamericanos hacia el
sistema de justicia penal, y el escaso interés en participar, mediante
proyectos y diagnósticos plausibles, en el incremento de unos niveles de
eficiencia para el sistema penal que, dados sus rasgos de desigualdad,
terminarían por perjudicar a los sectores más débiles de la población.
https://www.redalyc.org/pdf/122/12215086003.pdf
SEMANA 03

LA CRIMINALIDAD OBJETO BIOLÓGICO PSICOSOCIAL

3.1. La Criminología tradicional, por su raigambre positivista, potenció al


máximo el protagonismo de la persona del delincuente, creyendo poder
encontrar en una supuesta diversidad del mismo, patológica (teoría de la
diversidad), la explicación científica del comportamiento criminal. Por el
contrario, en la moderna Criminología —de corte prioritariamente
sociológico— el examen y significado de la persona del delincuente pasa a
un segundo plano, desplazándose el centro de interés de las
investigaciones sobre la persona del infractor hacia la conducta delictiva
misma, la víctima y el control social. En todo caso, el delincuente se
contempla «en sus interdependencias sociales», como unidad
«biopsicosocial», y no desde una perspectiva biopsicopatológica, como
sucediera con tantas biografías criminales «clásicas» orientadas por el
espíritu «correccionalista» e «individualista» de la Criminología tradicional.
https://fundacion-rama.com/wp-content/uploads/2022/06/2695.-Tratado-de-
criminologia-%E2%80%93-Garcia.pdf

3.2. Estudio del delincuente, características, teorías


a) Según la teoría general de César Lombroso
 Delincuente nato
En la terminología lombrosiana ha sido llamado también tipo criminal o
criminal congénito y considerado como un tipo biológico anatómico
especial. Como el individuo impulsado por su propia naturaleza a
delinquir, con una irresistible tendencia al delito.
 El loco moral
concebida la locura moral como entidad en que estaría alterado el
sentido moral e intacta o casi intacta la inteligencia. El criminal para
Lombroso era un loco moral, pero no un enajenado (psicótico), ya que
su anomalía consiste en la deformación ética: carece de piedad, de
benevolencia, de respeto a la propiedad ajena, de pudor, de
remordimiento, etc. No siente el código moral, lo mismo que el
daltonismo no percibe ciertos colores y como muchos hombres sanos,
inteligentes y honrados están desprovistos del sentido musical.
 El delincuente epiléptico larvado
Estudiando la personalidad de un reo, infirió Lombroso, “la criminalidad
es una variedad de la epilepsia, en la que las convulsiones están
sustituidas por impulsos violentos e irresistibles a cometer el delito”. Se
refería a una epilepsia larvada o exclusivamente psíquica (ausencia de
vértigo), de carácter congénita. La epilepsia, según Lombroso, en
mayor o menor dosis se encontraba en todos los delincuentes. El
sujeto criminal era un epiléptico porque actuaba como salvaje, con
accesos de furia, aullaba y se retorcía. La epilepsia era por eso una
causa del delito.

 Criminal pasional o de ímpetu


Es la contrapartida del nato, cometen sus delitos a cierra ojos, sin
cómplices, sin premeditación y se arrepienten, confiesan. Son los
únicos que experimentan verdadero remordimiento, salvo en los casos
en que están convencidos haber obrado en aras de sus convicciones.
 Delincuente loco: loco alcohólico, loco histérico y semi-loco
Son aquellos que tienen hipertrofiadas sus anormalidades, sobre todo
aquellas anatómicas que presentan la delincuencia nata. Son
personalidades delirantes (psicóticas) que llegan al delito y que se
encuentran entre el 5 y el 25% del total de la criminalidad.
 Delincuente de ocasión
Lombroso distinguía los pseudocriminales que no poseen caracteres
antropológicos criminales y los criminaloides que los poseen, pero
sumamente atenuados. Ambos delinquen, debido fundamentalmente a
las influencias ambiéntales. Se destacan en delitos involuntarios
(culposos) o que no implican perversidad personal.
b) Según la teoría general de Enrique Ferri
 Criminales locos
Habla de delincuentes locos en los casos en que los enfermos
mentales cometen algunos de aquellos actos que, cuando los realizan
hombres sanos, son llamados crímenes.
 Criminales natos
Eran aquellos en los que se notaba de manera más saliente los
caracteres especiales revelados por Lombroso.
 Habituales o por hábito adquirido
Se presentan de una manera menos clara, los caracteres
antropológicos del criminal nato.
 Criminales por ocasión
Estos sujetos caen en el delito, empujados por el aguijón de las
tentaciones que les ofrece su estado personal o el medio físico y social
en que viven y no vuelven a incurrir en él si tales tentaciones
desaparecen.
 Criminales por pasión
Es una variedad más definida que los de ocasión. Cometen el delito
con frecuencia en su juventud, bajo el impulso de una pasión que
estalla en cólera, el amor contrariado, el honor ofendido, dominados
por la emoción, antes, durante y después del crimen.
https://www.unir.net/derecho/revista/tipos-de-delincuentes-criminales/

3.3. Teorías
Los criterios y factores en que se apoyan estos profesionales a la hora de
construir una teoría criminológica tienen un enfoque transversal: desde
factores ambientales y biológicos hasta factores psicológicos, como la
predisposición natural a delinquir de una persona.
La senda de la criminología la han definido los planteamientos y análisis
realizados desde la escuela clásica—que pone el foco en las orientaciones
psicopatológicas del hecho criminal y define una sanción en consecuencia,
pero sin evaluar al delincuente—y desde la escuela positiva—que suma al
análisis el estudio de las causas del delito, no solo del hecho delictivo en sí.
El debate surgido en torno a las teorías de ambas escuelas hizo
evolucionar la ciencia criminológica hacia tres orientaciones claras a la
hora de enmarcar los hechos criminales que, de forma sencilla, consistirán
en:

 La biológica: estudia si alguna parte del cuerpo del criminal que


funcione de manera incorrecta explica su conducta.
 La sociológica: evalúa los delitos como ‘fenómeno social’.
 La psicológica: analiza si el comportamiento delictivo se debe a
una perturbación en el mundo anímico de la persona.

Aunque hay una veintena de teorías criminológicas estas son algunas de


las más relevantes en la actualidad:
3.4. Teoría del etiquetamiento
Desarrollada entre los años 60 y 70, esta teoría establece que la comisión
de un delito, entendido como una desviación de la conducta de una
persona, es una consecuencia o manifestación del peso que tiene sobre
el individuo su etiquetado negativo en la sociedad. Este postulado
presta especial atención a la conducta de minorías o colectivos
habitualmente etiquetados de forma negativa y cómo afecta a su conducta
ese comportamiento generalizado y aceptado por la sociedad.
3.5. Teoría de las ventanas rotas
Este postulado lo desarrollaron James Q. Wilson y George L. Kelling en
1982 y es comúnmente recordado por su aplicación, por parte del
ayuntamiento de la ciudad de Nueva York, para luchar contra la alta tasa
de criminalidad que asolaba a la ciudad durante los años 80 y 90. Según
los criminólogos estadounidenses, la percepción positiva del entorno
urbano ayuda a que se reduzca el vandalismo y la criminalidad. La
conclusión de estos expertos es que es necesario arreglar el problema
cuando es pequeño: un edificio con ventanas rotas atraerá el
vandalismo y, a medio plazo, puede traer consecuencias peores. Igual
ocurre con la acumulación de basura o el descuido del mobiliario urbano.
Mantener el entorno cuidado servirá como disuasión para crímenes
menores y comportamientos antisociales.
3,6 Teoría de las actividades cotidianas o rutinarias
Fue formulada a finales de los años 70 por Lawrence E. Cohen y Marcus
Felson. Para estos expertos, hay una clara conexión entre las rutinas
cotidianas de una persona —aquellos actos no delictivos— y las acciones
ilícitas que cometen. Según esta teoría, el delito se produce cuando
coinciden tres elementos: el delincuente tiene una motivación para
realizarlo, la víctima o objetivo es algo alcanzable, y falla el control social o
escudo garante que protegería a la víctima u objetivo.
3.7. Teoría de la elección racional
Desarrollada por Cornish y Clarke en 1986, parte de la idea de que las
personas que cometen delitos deciden realizar esas acciones basándose
en un juicio. Es decir, sopesan las oportunidades y el beneficio que
esperan obtener con la realización de ese hecho delictivo y evalúan el
riesgo que supondría ser atrapados. Buscan el beneficio propio. Este
comportamiento delictivo tiene, por tanto, un propósito y es racional. Se
realiza un proceso de toma de decisiones que, psicológicamente, acerca a
los delincuentes a las personas que no cometen hechos ilícitos.
https://www.unir.net/derecho/revista/teorias-criminologicas/
3.8. La víctima característica, proceso de victimización
Aquellas personas que individual o colectivamente han sufrido daños
físicos o psíquicos, pérdida financiera, patrimonial o menoscabo en
sus derechos fundamentales como persona, todo ello independientemente
de que la Justicia juzgue o no al delincuente o de la relación entre víctima y
agresor.
Una víctima es un ser humano sufriente por un suceso traumático
accidental o por el daño provocado por otro ser humano.
3.8.1 Componentes
De acuerdo a lo anterior, la víctima presenta dos componentes a
saber:
a) Componente objetivo.
Una víctima es cualquier persona que haya sufrido directa o
indirectamente (en el caso de sus familiares cercanos) un
hecho traumático producido por un accidente, una catástrofe
natural o una agresión humana, independientemente de que
haya sido declarado formalmente como delito por parte de la
Justicia.
b) Componente subjetivo.
Una víctima es la persona que, en función del suceso
traumático, experimenta una interferencia negativa en su vida
cotidiana (reacciones emocionales graves, incapacidad de
rehacer su vida, dificultades para establecer proyectos de futuro,
etc.
Se considera víctima al ofendido por el delito. Así como
también se puede decir que es aquella persona que ha sufrido
el menoscabo a sus derechos esenciales que emanan de
la naturaleza humana.

3.9. Tipos de víctimas

a) Víctimas directas:

Lo que genera habitualmente daño psicológico suele ser la amenaza


a la propia vida, una lesión física grave y la percepción del daño
como intencionado.

El daño psicológico generado suele ser mayor si las consecuencias


del hecho delictivo son múltiples, como ocurre, por ejemplo, en el
caso de un secuestro finalizado con el pago de un cuantioso rescate
por parte de la familia de la víctima o en el superviviente de un
accidente que ya no puede volver a ejercer su profesión.

b) Víctimas indirectas:
El acontecimiento traumático puede compararse a una piedra
arrojada en un estanque. Así, origina ondas que no sólo afectan a
las víctimas propiamente dichas, sino también a aquellos que están
cerca de ellas. Se trata de un efecto onda y de un efecto contagio.

La onda expansiva de un suceso traumático actúa en círculos


concéntricos. En el primer círculo se encuentran las víctimas
directas. El segundo círculo está constituido por los familiares, que
tienen que afrontar el dolor de sus seres queridos y readaptarse a la
nueva situación. Y puede haber un tercer círculo, correspondiente a
los compañeros de trabajo, a los vecinos o, en general, a los
miembros de la comunidad, que pueden quedar afectados por el
temor y la indefensión ante acontecimientos futuros.

El efecto contagio está relacionado con la convivencia con la víctima.


Un contacto cercano y prolongado con una persona que ha sufrido
un trauma grave puede actuar como un estresor crónico en el
familiar, hasta el punto de que puede ser responsable de un
deterioro físico y psíquico. La afectación de las personas que están
en estrecho contacto con la víctima y que pueden experimentar
trastornos emocionales y ser víctimas secundarias del trauma se
denomina traumatización secundaria.

3.1.0. Proceso de Victimización

La victimización es el proceso por el que una persona sufre las


consecuencias de un hecho traumático, observándose algunos
factores que intervienen en la precipitación del hecho delictivo o
traumatizante.

El proceso de victimización comprende el periodo de tiempo que va


desde el momento en el que una persona es víctima de un
delito hasta que logra superar el mismo incorporarlo a su historia como
una vivencia más.
SEMANA 04

TEORÍAS

4.1. TEORIA DE LA ASOCIACIÓN DIFERENCIAL

El sociólogo Edwin Sutherland desarrolló la teoría de la asociación


diferencial, inicialmente reflejada en la cuarta edición de Principles
of Criminology, publicada en 1947 (Sutherland et al, 1992). Según dicha
teoría, el principal elemento explicativo del comportamiento antisocial no es
la predisposición genética ni la debilidad moral, ni tampoco la pobreza o el
desorden, sino un exceso de contactos con entornos pro-delincuenciales
por medio del cual se aprenden comportamientos desviados, a través de lo
que denomina asociación diferencial. La tesis fundamental es que el
comportamiento desviado, igual que cualquier otro comportamiento
humano, se aprende mediante el contacto con otras personas (Garrido et
al. 2006, p.355; Serrano-Maíllo, 2004, p.123).
La teoría de la asociación diferencial analiza los procesos por los cuales la
criminalidad individual es aprendida a partir de mecanismos de interacción
con grupos sociales desviados, que llevan a que el sujeto adquiera un
exceso de definiciones favorables a la comisión de delitos, proceso definido
como asociación diferencial (Matsueda, 2006, p.3). A modo de síntesis,
Sutherland elabora un total de nueve proposiciones que resumen cómo el
comportamiento antisocial se aprende por medio de la asociación
diferencial, de las cuales se pueden destacar:
1. El comportamiento delictivo es aprendido, ni se hereda ni se inventa.
2. El comportamiento delictivo se aprende por interacción con otras
personas por medio de un proceso de comunicación.
3. La parte fundamental de este aprendizaje se desarrolla en grupos
personales íntimos […], los medios de comunicación juegan un
papel relativamente poco importante […].
(Sutherland et al, 1992, pp.88-90).
Asimismo, Sutherland argumenta que las proposiciones de su teoría son
aplicables tanto para estudiar la desviación en su dimensión individual
como las tasas generales de delincuencia, explicando que aquellas
comunidades humanas más desorganizadas tendrán mayores dificultades
para transmitir valores convencionales, favoreciendo las asociaciones
diferenciales entre aquellos grupos menos favorables a respetar la ley (Cid
y Larrauri, 2001, p.102).
Posteriormente, Burguess y Akers (1966) profundizan en los mecanismos
de aprendizaje diferencial del comportamiento antisocial, introduciendo
elementos de refuerzo diferencial, es decir, balances que la persona realiza
entre refuerzos y castigos anticipados del comportamiento antisocial, para
plantear la teoría del aprendizaje social. Igualmente, Sykes y Matza (1957),
desarrollan el concepto de “técnicas de neutralización”, según el cual los
individuos no aprenden el comportamiento delictivo únicamente cuando
interiorizan valores normativos diferentes a los dominantes, sino también
cuando se incorporan mecanismos para justificar comportamientos
socialmente desviados, es decir, técnicas de neutralización.
4.2 Teoría de la anomia y la tensión
Si los principios teóricos de Sutherland (1992) versaban sobre la influencia
que juega el entorno social inmediato sobre el aprendizaje del
comportamiento antisocial, la teoría de la anomia estudia la influencia de
variables sociales de carácter macro o estructural sobre la desviación. La
idea fundamental es que la existencia de determinadas circunstancias
estructurales, como cambios en los sistemas de valores, puede debilitar la
eficacia de las normas sociales en la ordenación y regulación del
comportamiento individual (Serrano-Maíllo, 2004, p.309), generando una
suerte de percepción de ausencia de normas sociales –o “sociedad
anómica”–, que induciría a un incremento de las tasas de criminalidad. En
este sentido, Merton (1980; citado en Garrido et al, 2006, p.232) define el
concepto de “anomia” como:
Proceso que resulta del cambio de los valores sociales, sin que dé tiempo a
su sustitución por otros valores alternativos. Como resultado de ello los
individuos se quedan sin valores y normas que sirvan como referentes para
su conducta.
Emile Durkheim (1897) desarrolló la primera aproximación a la teoría de la
anomia, teorizando que incluso un fenómeno a priori tan personal como el
suicidio, se encuentra en parte determinado por fuerzas de naturaleza
social, como lo pueden ser las crisis económicas o las épocas de
incremento de bienestar, que pueden alterar los sistemas de valores
(Durkheim, 1897, pp.256-257). Según Durkheim (1897), el elemento
explicativo que media entre los cambios sociales y el incremento de las
cifras de suicidio es el surgimiento de la sociedad anómica, que produce
una sensación de ausencia de reglas sociales y morales para la
organización del comportamiento personal, que lleva a lo que el autor
denomina suicidio anómico.
Pese a reconocer la importancia de Durkheim en el planteamiento inicial de
la teoría, la literatura criminológica ha tendido a destacar la figura de Robert
Merton (1938) como principal autor del enfoque de la anomia. Merton
(1938) explica que en periodos de cambios de sistemas de valores, la
percepción de vacío normativo puede derivar en que los ciudadanos
prioricen alcanzar determinados fines o metas a utilizar medios lícitos para
ello, por lo que el comportamiento antisocial puede emerger como medio
para lograr las aspiraciones proyectadas culturalmente. La estructura
cultural proyecta sobre los ciudadanos las mismas aspiraciones sociales y
económicas –noción de “sueño americano”–; sin embargo, la sociedad
limita a sectores muy determinados la capacidad y los recursos para
alcanzar lícitamente dichas aspiraciones, por lo que se produce un
desequilibro entre medios y ambiciones, que en determinados casos podrá
desencadenar en comportamientos delictivos para lograr alcanzar el “éxito”
monetario y social (Cid y Larrauri, 2001, p.126-127; Merton, 1938, p.676).
Albert Cohen (1955) retomó más tarde dichas nociones funcionalistas para
explicar el origen de la conducta antisocial en el marco de las subculturas
juveniles, dando origen a las teorías de las subculturas delictivas
(Nwalozie, 2015, p.4). Pese a que Cohen utilizó la noción de tensión
expuesta por Merton (1938), la consideró limitada en su contenido para
explicar el comportamiento antisocial juvenil, al argumentar que la
frustración causal de la desviación adolescente no estará siempre
provocada por un desajuste medios-fines de carácter económico, sino más
bien relacionado con el estatus y el reconocimiento social, emergiendo las
bandas delictivas como mecanismo para aportar gratificación inmediata a
las tensiones de los jóvenes.
Con posterioridad, Cloward y Ohlin (1960), si bien aceptan que el desajuste
entre medios lícitos y metas (económicas, sociales y de estatus) genera
fuentes de tensión que pueden desencadenar en la desviación juvenil, es
preciso incorporar un nuevo elemento a la ecuación: la existencia de
oportunidades ilegítimas. El desequilibrio entre medios y fines no será
suficiente para explicar el surgimiento de subculturas juveniles delictivas,
sino que se precisará de la existencia de oportunidades para el aprendizaje
del comportamiento desviado (Newburn, 2007, p.198).
Años más tarde, Robert Agnew (1992), construye la teoría general de la
tensión, en la que desmenuza los mecanismos psico-sociales que permiten
conectar causalmente la tensión derivada de la imposibilidad de alcanzar
determinados objetivos sociales, la privación de gratificaciones esperadas o
el sometimiento a situaciones aversivas, con el alivio de la tensión en forma
de comportamiento antisocial, mediando en dicho proceso emociones
como ira, miedo, depresión o disgusto (Garrido et al, 2006, pp.244-245).
4.3. Teorías del control
A finales de los años 60, Travis Hirschi (1969) considera que las teorías de
la tensión erran en considerar que la criminalidad es producto de
aspiraciones no alcanzadas, pues aquellas personas con lazos sociales
fuertes y estables no desarrollarán conductas desviadas por muy frustrados
que vean sus intentos de alcanzar metas sociales altas, por temor a ser
rechazado por su entorno. Asimismo, en las sociedades contemporáneas
resulta carente de sentido preguntarse por qué las personas delinquen,
pues la criminalidad es el mecanismo más rápido y fácil para alcanzar
determinados objetivos; entonces, la pregunta adecuada a responder debe
ser: “¿por qué la gente obedece las reglas de la sociedad?” (Hirschi, 1969,
p.10), o “¿por qué no delinquimos?” (Hirschi, 1969, p.33). De este modo,
Hirschi (1969) elabora la teoría de los vínculos sociales, según la cual
existen cuatro tipos de vínculos que unen a las personas a la sociedad,
evitando la aparición del comportamiento antisocial: el apego (attachment),
dar importancia a la opinión que los miembros de su círculo tienen sobre su
comportamiento; el compromiso (commitment), el esfuerzo invertido en
actividades particulares que muestra sentimiento de unión con la sociedad;
la implicación (involvement), estar involucrado en actividades
convencionales; y las creencias (belief), la fortaleza de los valores sociales
convencionales. Así, todas aquellas personas que tengan debilitados
dichos vínculos pueden estar en disposición de infringir las normas (Hirschi,
1969, p.31).
Es necesario explicar también el perfeccionamiento que el mismo Hirschi
desarrolló de su teoría junto a Gottfredson. Gottfredson y Hirschi (1990)
integran elementos de la teoría de los vínculos sociales (Hirschi, 1969) y
conceptos teóricos de Psicología para formular la teoría del autocontrol,
según la cual un bajo nivel de autocontrol, es decir, una baja capacidad
para controlar los propios actos, es el elemento común en todas las
personas delincuentes, motivo por el que consideran dicha teoría la
explicación general del crimen. Estudiando la información disponible sobre
los comportamientos antisociales, Gottfredson y Hirschi (1990) observan
que la naturaleza del evento delictivo está caracterizada por requerir poco
esfuerzo, ofrecer gratificación inmediata, implicar actividades excitantes y
arriesgadas, raramente producir beneficios a largo plazo, no requerir
planificación y llevar apareado el sufrimiento de terceros, propiedades que
solamente coinciden con el modo de actuar de las personas con un bajo
nivel de autocontrol; mientras que los sujetos con alto autocontrol se
caracterizarán por atributos opuestos. Así pues, los autores califican a las
personas con bajo autocontrol como impulsivas, insensibles, proclives a
asumir riesgos, imprevisibles, y con poca capacidad de reflexión, estando
estas características vinculadas con el comportamiento antisocial
(Gottfredson y Hirschi, 1990, p.91). Sin embargo, los autores aceptan que
un bajo nivel de autocontrol no llevará directamente a la criminalidad, sino
que serán necesarias oportunidades delictivas (Newburn, 2007, p.235). Los
autores señalan a la institución familiar como origen del nivel de autocontrol
de la persona: el nivel de autocontrol se forma durante los primeros años
de vida, permaneciendo posteriormente estable en el tiempo, por tanto, una
educación defectuosa en el núcleo familiar puede llevar a unos niveles
bajos de autocontrol, y éstos a la desviación.
4.4. Corrientes críticas: enfoque del etiquetamiento, teorías marxistas y
criminología feminista
A partir de la segunda mitad del siglo XX, surge con especial energía un
heterogéneo cúmulo de autores que propone una nueva visión en el
análisis del comportamiento antisocial, antagónica a la Criminología
tradicional. La literatura científica ha tendido a unificar en el marco de las
corrientes críticas al enfoque del etiquetamiento, las teorías del conflicto, la
Criminología marxista y la Criminología feminista. Resulta necesario hacer
mención a que dentro de cada uno de los anteriores marcos teóricos se
encuadran enfoques y aproximaciones muy diversas, por lo que en las
siguientes líneas se va a tratar de simplificar una realidad compleja con la
finalidad de permitir al lector desarrollar una visión general.
Garrido et al (2006, p.386) y Serrano-Maíllo (2004, p.374) sintetizan los
elementos comunes de las corrientes críticas en Criminología: crítica
directa a la Criminología positivista centrada en la búsqueda de las
deficiencias biológicas, psicológicas, morales o sociales de los infractores;
consideración del agresor como sujeto normal, en el sentido de no poseer
disfunciones respecto al resto de ciudadanos; exploración de las causas de
la desviación en conflictos sociales, políticos, normativos y económicos que
generan situaciones de injusta desigualdad entre personas; focalización de
buena parte del interés en el estudio de los procesos de tipificación y
aplicación de la normativa penal; y reivindicación de los derechos de
grupos marginados.
Primero, el enfoque del etiquetamiento se extiende a partir de los años 60
en Estados Unidos gracias a autores como Goffman (1961), Becker (1963),
Erikson (1966) y Lemert (1967). Hasta ese momento, la Criminología se
había concentrado en el estudio de la causas del comportamiento
antisocial; sin embargo, los teóricos del etiquetamiento proponen cambiar
la lente con la que se observa la criminalidad, para estudiar los procesos
por los cuales un determinado comportamiento llega a ser definido como
desviado (Cid y Larrauri, 2001, p.200). Se entiende el comportamiento
antisocial como la consecuencia de un proceso por el cual una conducta ha
sido establecida como desviada y se ha decidido reaccionar ante ella. Se
juzgará como comportamiento desviado, entonces, toda aquella conducta
que socialmente se etiquete como tal (Becker, 1963, p.9). Considerando la
naturaleza desigual de las sociedades contemporáneas, el enfoque del
etiquetamiento conviene que son los grupos sociales dominantes y
poderosos los que determinan qué debe ser etiquetado como desviado, y
quién es marcado como tal. Asimismo, Lemert (1967, pp.286-287) añade
que el proceso repetido de asignación de la etiqueta de “desviado” sobre
un sujeto puede generar en la persona la aceptación del nuevo rol,
produciéndose la desviación secundaria y una eventual carrera delictiva.
Segundo, durante los años 70, la Criminología marxista toma como base
los postulados de las teorías del conflicto (Chambliss, 1964; Sellin, 1938;
Vold, 1958) y los enfoques del etiquetamiento (Becker, 1963; Erikson,
1966; Lemert, 1967) en la constitución de lo que se denominó “la nueva
Criminología” (Taylor et al, 1973). Las teorías del conflicto habían
establecido décadas atrás que los procesos de criminalización de
determinadas conductas y grupos sociales tenían su origen en las
estructuras de poder de las sociedades modernas, y concretamente en las
luchas entre los intereses de clases oprimidas y clases opresoras,
existiendo conflictos entre las posiciones de unos y otros que se resolvían
mediante la criminalización de los grupos con estructuras de poder más
débiles, la clase proletaria, en beneficio de los grupos con mayor poder
(Chambliss, 1964; Sellin, 1938; Vold, 1958). Así pues, primero Bonger
(1969), y después Taylor, Walton y Young (1973) y Baratta (1982),
aprovechan el marco teórico desarrollado por las teorías anteriores para
aplicar los conceptos político-económicos del marxismo al estudio de la
desviación, realizando una ferviente crítica al sistema capitalista como
causante de la distribución injusta de la riqueza, origen del comportamiento
antisocial. Para los autores de la Criminología marxista, si el capitalismo es
el origen de la criminalidad, la solución al problema será un cambio de
sistema (Bonger, 1969, p.198; Quinney, 1980, pp.67-68). Posteriormente,
con el paso de Criminología marxista a Criminología crítica (Cid y Larrauri,
2001, p.240), o del “idealismo de izquierdas” al “realismo de izquierdas”
(Newburn, 2007, p.264), los principales autores mencionados,
especialmente Young (1992), revisan algunas de sus posiciones para
adoptar una posición moderada, a partir de la cual, pese a continuar
reflexionando sobre el comportamiento antisocial como producto de las
desigualdades de poder entre grupos sociales y permanecer en su crítica al
Derecho Penal como protector de los intereses de las clases dominantes,
abandonan la apuesta por un cambio drástico de sistema económico, y en
su lugar apuestan por: reformas sociales encaminadas a la reducción de la
desigualdad económica, una reformulación del Derecho Penal para reducir
su intervención a las infracciones más graves, la defensa de los derechos
de los grupos sociales más desfavorecidos, y una visión enfocada a la
prevención del comportamiento antisocial (Tierney, 1996, p.282; Vold et al,
1998, p.269).
Y tercero, el último enfoque que puede ser contextualizado en las
corrientes críticas es la Criminología feminista. Dicha corriente teórica
critica la marginación que las mujeres han sufrido históricamente en la
investigación criminológica, argumentando que los marcos teóricos
existentes en Criminología no son una explicación del comportamiento
antisocial del ser humano, sino únicamente de la desviación masculina, por
haber centrado la atención solo en las infracciones de los varones
(Leonard, 1982, pp.xi-xii). La Criminología feminista reclama mayor
inversión en teorías explicativas del comportamiento desviado femenino;
más atención científica sobre la violencia ejercida por los hombres sobre
las mujeres; y mayor desarrollo de programas de tratamiento destinados a
la resocialización y reeducación de mujeres infractoras (Newburn, 2007,
p.305; Simon, 1975, p.47)
4.5. Teorías de la oportunidad
Durante los años 70, una serie de autores sensibilizados por la poca
capacidad de los programas centrados en las variables personales y
sociales en la reducción de la delincuencia, hicieron notar que para que
cualquier predisposición individual llegue a canalizarse en un hecho
antinormativo es imprescindible la presencia de oportunidades delictivas,
siendo definidas como “bienes y ocasiones favorables para la comisión de
delitos concretos” (Redondo, 2015, p.171). Para introducir la cuestión, se
considera pertinente citar a Felson y Clarke (1998, p.2):
El comportamiento individual es producto de una interacción entre la
persona y el entorno físico. La mayoría de las teorías criminológicas
únicamente prestan atención a la persona y se plantean por qué ciertos
sujetos pueden tener una mayor propensión a la delincuencia; dejando de
lado el segundo aspecto, las características relevantes de cada escenario
que ayudan a convertir las inclinaciones delictivas en hechos.
A partir de dichas teorías, la oportunidad se configura como un elemento
fundamental e indispensable en la epistemología de cualquier delito
(Guillén, 2015, p.71). No importa cómo de fuerte sea la motivación al
comportamiento antisocial, si no existe una oportunidad, no tendrá lugar
hecho delictivo (Coleman, 1987, p.424). En este sentido, los tres
grandes corpus teóricos que analizan las oportunidades en el
comportamiento antisocial son la Teoría de las actividades cotidianas
(Cohen y Felson, 1979), la Teoría de la elección racional (Cornish y Clarke,
1986) y la Teoría del patrón delictivo (Brantingham y Brantingham, 1991).
Después de la II Guerra Mundial, las condiciones socioeconómicas de los
norteamericanos habían mejorado, pero la delincuencia no había hecho
más que aumentar, por lo que la criminalidad no podía ser interpretada a
partir de variables utilizadas anteriormente (Garrido et al, 2006, p.426).
Cohen y Felson (1979) teorizan que son los cambios sociales y culturales
sucedidos en dicho periodo los que incrementan las oportunidades
delictivas en las ciudades. Los productos objetivos de la delincuencia
habían aumentado, multiplicándose las oportunidades de delitos y
evidenciándose una carencia de guardianes capaces de vigilar los nuevos
objetivos: los cambios en las “actividades cotidianas” habían generado
nuevas oportunidades delictivas (Newburn, 2007, pp.286-287). Cohen y
Felson (1979, p.590) explican el delito como un evento en el que convergen
espacio-temporalmente tres elementos indispensables: i) un delincuente
motivado con capacidad para llevar a cabo un delito, ii) un objetivo o
víctima apropiado y iii) la ausencia de guardianes capaces de proteger
dichos objetivos o víctimas.
La teoría de la elección racional, desarrollada por Cornish y Clarke (1986),
se basa en la idea que las personas realizan actos concretos con la
finalidad de incrementar los beneficios y reducir las pérdidas, actuando en
función de un balance racional entre costes y beneficios. La idea
fundamental que sintetiza es que el agresor actúa siempre buscando el
beneficio propio, por lo que en caso que los costes sean superiores a los
beneficios, el hecho delictivo no tendrá lugar.
Según la Teoría del patrón delictivo de Brantingham y Brantingham (1991),
el delito es un evento multidimensional formado por 4 elementos
fundamentales: la norma, el infractor, el objetivo (o víctima) y el contexto
espacio-temporal. En los espacios urbanos, las personas realizan trayectos
constantes entre residencia, trabajo y zonas de ocio, en las cuales invierten
la mayor parte del tiempo en actividades no relacionadas con la
delincuencia (Garrido et al, 2006, p.438). Dichos trayectos, habituales en la
vida de las personas, son denominados “nodos”: movimiento desde dónde
y hacia dónde se traslada el sujeto (Felson y Clarke, 1998, p.6). Los sujetos
motivados para la comisión de hechos antinormativos van a seleccionar
víctimas propicias y objetivos adecuados durante los trayectos más
habituales en sus rutinas diarias.
Sintetizando lo anterior, Felson y Clarke (1998, p.9) construyen un modelo
con los 10 principios de la oportunidad y el delito:
1. Las oportunidades desempeñan un papel en la causación de
todo delito.
2. Las oportunidades delictivas son sumamente específicas.
3. Las oportunidades delictivas están concentradas espacio-
temporalmente.
4. Las oportunidades delictivas dependen de movimientos de
actividad cotidiana.
5. Un delito crea oportunidades para otro.
6. Algunos productos ofrecen oportunidades de delito más
tentadoras.
7. Los cambios sociales y tecnológicos producen nuevas
oportunidades.
8. El delito puede ser prevenido reduciendo las oportunidades.
9. La reducción de las oportunidades no suele desplazar el
delito.
10. Una reducción de oportunidades focalizada puede producir un
descenso de delitos más amplio.
SEMANA 05

MÉTODOS QUE EMPLEA LA CRIMINOLOGÍA

5.1. El método científico. - Supone una serie de actividades lógicamente


llevadas a cabo y concatenadas de modo de integrar una estructura.
"Cada método consta de una serie de operaciones regulares, de
supuestos y alcances bien definidos. Una serie de tanteos sin plan, al
azar, aunque vayan inspirados en una segura intuición científica, no
componen un método ni aun en el caso de que conduzcan a descubrir
verdades nuevas; en estos casos, las verdades descubiertas deberán
ser controladas mediante rigurosos métodos de prueba y sólo
entonces adquieren firmeza: la deficiencia metódica en el hallazgo
será compensada con la precisión metódica en la comprobación". De
donde se desprende otro carácter del método: su objetividad, es decir,
su posibilidad de ser usado por cualquier investigador ante los
mismos objetos. Un método de conocimiento que sólo pudiera ser
utilizado por una persona no podría nunca ser reconocido como
científico.

Esta objetividad no es fácil de alcanzar en Criminología. Como señala


Coeppinger, puede ser alterada por las valoraciones personales. No
debemos olvidar que cada persona, cada investigador criminológico,
suele tener de antemano sus particulares concepciones desde las
cuales intentará interpretar los datos. La unilateralidad es un riesgo
contra el que hay que prevenirse.

También debemos tener en cuenta que, al tratar de explicar una


conducta delictiva, tenemos que recoger muchos datos. De manera
excepcional, podrá el investigador detenerse largamente en esta
tarea; pero lo usual es que ese detenimiento sea imposible. El
investigador se ocupa de varios, a veces numerosos, casos y tiene
que cumplir su tarea en tiempo limitado ya que sus informes han de
servir de base a la sentencia y es de desear que ésta se dicte sin que
haya un censurable retardo en la acción de la justicia. Esta necesidad
puede llevar a que los datos sean incompletos y, en alguna medida,
superficiales.
Dado el carácter eminentemente natural de la Criminología, las
investigaciones tendrán que atenerse, en lo fundamental, a los
métodos propios de las ciencias naturales que son los adecuados
para tratar con hechos. En este aspecto metodológico, Criminología y
Derecho Penal se contraponen radicalmente. Pero no puede buscarse
simplemente la acumulación de datos. Aunque se llegara a
conseguirlos en gran cantidad, por sí solos no constituirían sino un
conjunto informe. Será preciso formular hipótesis generalizadoras que
luego serán confirmadas o rectificadas por investigaciones
posteriores, hasta extraer algunas reglas. Es preciso inducir algunas
conclusiones generales y tratar de sistematizarlas a fin de lograr
conocimientos científicamente estructurados.

Ciertamente se han de tomar en cuenta y de modo fundamental, los


métodos propios de las ciencias componentes de la Criminología.
Pero habrá que considerar que las dificultades en ésta son mucho
mayores que en aquéllas porque se ocupan de algo muy complejo —
el delito— que además no puede ser analizado desde el ángulo
puramente naturalístico. Ciertamente y como ejemplo, es menos difícil
investigar el sistema endocrino o la inteligencia de una persona que
establecer la forma en que esos factores contribuyeron para
determinar una conducta delictiva. Estas dificultades no deben
paralizar o excluir la acción de la Criminología hasta el momento en
que todo se conozca y sea fácil de alcanzar alguna conclusión
práctica pues entonces tendría que mantenerse la inmovilidad para
siempre: se tiene que aprovechar lo que es posible en el momento y
dadas las circunstancias. Eso es lo que ocurre en otros campos, como
los de la Medicina, la Psiquiatría, la Pedagogía, etc. Ningún oncólogo
estará justificado de cruzarse de brazos simplemente porque todavía
es mucho lo que se ignora acerca del cáncer y el diagnóstico y la cura
tienen muchos aspectos dudosos. Con situaciones semejantes nos
enfrentaremos en la Criminología aplicada. En la práctica, es
frecuente que, a falta de algo mejor, tenga que operarse en base a
probabilidades ni siquiera muy altas.

En Criminología, tenemos dos aspectos que estudiar: el delito como


hecho individual y la criminalidad como fenómeno de masas. En
ambos casos, hay que partir de datos de hecho. Como método
principal en el delito individual, tenemos el estudio del caso. El método
fundamental para el estudio de la criminalidad como fenómeno social
es la estadística.

5.2. El método experimental.

En las ciencias naturales puras, como la Física y la Química, se han


conseguido los mayores logros con el empleo del método experimental.

¿En qué consiste el método experimental?

El método experimental consiste en observaciones, pero no de los hechos


tales como se presentan de por sí sino provocados intencionalmente y en
circunstancias en que la captación de los datos es facilitada al favorecerse
el análisis de los elementos y causas de un fenómeno.

5.3. El Método Experimental y la Criminología.

Si este método ha conseguido muchos éxitos en materias afines a la


Criminología, podría pensarse que es fácilmente aplicable en ella. Pero eso
supone dificultades insalvables. En efecto, es característico del
experimento que haya un análisis de los factores; se hace variar uno
mientras los demás se mantienen inmutables. Así, si se desea determinar
la influencia de la presión atmosférica en la ebullición, se introducirán
cambios en este factor dejando invariables los demás (naturaleza del
líquido, temperatura, etc.). Todo experimento supone un análisis que es
posible en Física, Química, etc., pero imposible en la conducta humana y,
por tanto, en el delito.

Podíamos llegar a esta conclusión observando el éxito que el experimento


tiene en las ciencias componentes de la Criminología. La Biología lo
emplea, pero sin duda no con tan buenos resultados como la Física y la
Química. Menores son todavía los éxitos en Psicología y Sociología, es
decir, en ciencias que tratan aspectos más complejos y con mayor
injerencia de lo que no es puramente naturalístico. Si examinamos la
esencia del delito y consideramos al delincuente, llegaremos a afirmar con
mayor fuerza las dificultades: en el delito es imposible variar un sólo factor
dejando inmutables los demás; la variación en uno arrastra modificaciones
en otros y en la estructura total de la conducta, es decir, quedan
inmediatamente comprometidos los supuestos en que se basa el
experimento.

Fuera de lo anterior, debemos tener en cuenta otro hecho; es de carácter


social y moral: no se puede provocar el delito por el mero afán de
estudiarlo. Esta razón perdería peso si experimentáramos con delitos
ficticios, con conducías que se parecen a las delictivas, pero que el
experimentador se preocupa de que no lleguen a serlo realmente. Pero,
aun admitida la posibilidad —lo que es mucho admitir— de que las
dificultades de tales experimentos fueran vencidas, ¿será lícito llevar las
conclusiones así obtenidas hasta aplicarlas a los delitos verdaderos?

Pero, como hace notar Taft, a veces se obtiene un cierto aislamiento de los
factores en grado cercano al que existe en el experimento. Tal sucede en
el método que algunos llaman terapéutico. Supongamos el caso de un
menor cuyos delitos se deben principalmente a causas hogareñas; lo
colocamos en un hogar de buenas condiciones. Si la corrección se
produce, podremos aceptar que fue realmente el hogar la causa troncal de
la delincuencia; el tratamiento dará una prueba de ello y, al mismo tiempo,
se habrá aislado uno de los factores del delito. Pero aun entonces, se
podrá afirmar que no se ha variado un solo factor, el hogareño, sino
muchos otros que se relacionan con él.

Por tanto, en general, tendremos que limitarnos a analizar los hechos


producidos y las consecuencias de las medidas que se les aplican, pero sin
provocarlos expresamente.

Si bien no cabe el experimento para estudiar el delito como tal, puede


utilizárselo en cada una de las ciencias componentes de la Criminología.
Por ejemplo, el experimento servirá para determinar el biotipo, las
hormonas, el grado de desarrollo mental, la memoria, los sentimientos, etc.
Pero nunca habrá de olvidarse que, dentro de un sistema de valoraciones
propias de lo delictivo, habrá limitaciones morales y jurídicas que impidan
hacer inclusive todo lo que es admisible en el campo puramente curativo.

5.4. El método del caso individual.

Este método debe su importancia actual principalmente al impulso de los


criminólogos estadounidenses. Fue fundado por William Healy.

El busca reunir todos los datos individuales que pueden contribuir a


comprender el acto delictivo. Se toman las declaraciones del delincuente y
de quienes lo conocen; se investiga su ambiente físico y social; se recurre
a los informes técnicos de psicólogos, psiquiatras, pedagogos, médicos,
etc., para inferir luego la importancia de los distintos factores en la
determinación del delito. Esta última labor es quizá la más importante y
difícil ya que no se busca una mera acumulación de datos, por numerosos
y significativos que sean, sino coordinarlos o interpretarlos para inferir una
explicación.
5.5. Limitaciones del método del caso individual.

Las ventajas del método no pueden ser puestas en duda; pero tiene
limitaciones que dependen fundamentalmente de dos razones:

Es imposible conocer todos los datos necesarios; eso ocurre no sólo


porque en algunos aspectos hay que estar a las declaraciones del
delincuente y éste puede tener interés en no decir la verdad sino también
porque, aun suponiendo la mejor voluntad en cuantos intervienen en la
investigación, no son remediables el olvido de algunos datos, la falta de
control de los mismos, etc.

5.6. El material debe ser interpretado lejos de todo prejuicio,

El material debe ser interpretado lejos de todo prejuicio, lo que linda en lo


imposible y no sólo por flaquezas propias de todo ser humano, por amante
que sea de la ciencia, sino precisamente porque los investigadores suelen
tener sus concepciones generales acerca de la importancia relativa de las
causas del delito, concepciones para las que buscan confirmación en los
nuevos casos.

5.7. Procedimiento para la obtención de Datos e informes dentro del


método del caso individual.

Dentro del método del caso individual, pueden considerarse procedimientos


numerosos destinados a la adquisición de datos y de informes. Citemos
algunos de los más corrientes, a los que Taft reconoce cierta autonomía.

5.8. Autobiografía del delincuente

Los criminales suelen tener acerca de su conducta, opiniones diferentes a


las ajenas lo que los predispone a explicar sus puntos de vista; por eso, es
corriente que acojan sugestiones para escribir su autobiografía. Suelen
conseguirse así datos muy interesantes, sobre todo si el delincuente está
ya definitivamente condenado y no tienen interés en ocultar datos. La
actitud suele ser distinta cuando se trata de simples procesados que tienen
interés en mostrar hechos que los favorezcan en la sentencia.

Las limitaciones y ventajas del procedimiento son claras. Sólo es aplicable


en criminales de cierto nivel cultural e intelectual y en relación con ciertos
delitos (la negativa es regla en algunos delitos, como los de
homosexualismo, violación, delación, etc.). Por sinceras que sean la buena
voluntad y la buena fe del escritor, dejará de lado todo lo que olvidó así
como todo lo que no conoce por ser de naturaleza inconsciente. Asimismo,
sucederá que el criminal, desconocedor de la Criminología, deje de lado
hechos que considera sin importancia y que la tienen; o se detendrá en
detalles útiles, a los que considera fundamentales. Taft hace notar que,
entonces, el criminólogo se enfrenta con un dilema: o permite que todo
quede librado a lo iniciativa del delincuente y por consiguiente, pierde datos
importantes; o sugiere cuáles son los temas que deben ser extensamente
expuestos, en cuyo caso puede torcerse el resultado con la introducción de
los propios prejuicios o abrir al delincuente el camino a procesos de
racionalización que perturban la veracidad de los datos y la interpretación
espontánea del autor

5.9. El observador participante

El investigador o una persona de su confianza adopta la forma de vida del


delincuente para poder estudiarlo "al natural", sin las deformaciones o
inhibiciones que muestra cuando se encuentra ante extraños. Así, se
pueden recoger informaciones útiles, por ejemplo en cuanto a las
reacciones del criminal frente a la vida carcelaria —el investigador asume
el papel de un detenido más, la estructura y funcionamiento de las pandillas
de adultos, jóvenes y niños, sobre todo en estos dos últimos casos en que
es corriente un falso sentido de lealtad que dificulta la obtención de
informaciones fidedignas.

El investigador corre riesgos. Por ejemplo, si es descubierto y considerado


un delator o si es arrastrado por el espíritu de la pandilla, lo que está lejos
de ser raro, especialmente en el caso de niños y de jóvenes.

5.10. El registro de actividades

Los métodos anteriores tienen las deficiencias anotadas; varias quedarían


anuladas si se utilizara el método que Taft sugiere y que podemos
denominar de "registro de actividades"

En él, se inscribirían los datos importantes en el momento de producirse,


para evitar olvidos o deformaciones posteriores. La experiencia se llevaría
a cabo, supongamos, con mil individuos tomados desde su infancia. La
recolección de datos proseguiría hasta que cumplieran treinta años,
tomando toda precaución para que aquellos sean exactos. Al cabo, se
compararían los registros de las personas honestas con los de quienes han
delinquido. Indudablemente, resultarán diferencias y conclusiones valiosas
en orden a las causas del delito.

Pero el propio Taft duda de que este método se lleve totalmente a la


práctica, por lo menos en todo su alcance. Habría muchas dificultades,
entre las cuales se destacan:
1) Los gastos, que serían enormes, para sostener al personal investigador;

2) Los cambios ambientales inesperados y extraordinarios, como sería una


guerra, que pueden complicar la interpretación y las posibilidades de
aplicación a circunstancias corrientes;

3) Los desplazamientos de los sujetos investigados, que obligarían a


seguirlos hasta sus nuevos domicilios;

4) Las objeciones de los padres de los niños "buenos" que se opondrían a


que éstos fueran sometidos a un estudio sobre su posible delincuencia.
Taft considera que este su método debe ser visto más como una meta
lejana a la que debe tenderse que como un objetivo de inmediata
realización

5.11. Fines de la Criminología

La criminología tradicional se ocupa de las causas de la criminalidad; parte


ella de un análisis etiológico de los comportamientos delictivos sometidos a
su estudio; de ahí que el fin que se busca con el estudio de los orígenes del
delito sea netamente preventivo, utilizando los mecanismos que están al
alcance de ella para su solución; así, prevenir es tas conductas mediante
política de tratamiento para el delincuente y de prevención anterior para el
resto de la sociedad, será el fin actual de la criminología.
https://www.uaeh.edu.mx/docencia/P_Presentaciones/huejutla/derecho/2017/
criminologia.pdf
SEMANA 06

LA PREVENCIÓN DE LA DELINCUENCIA.

6.1. La Prevención: Concepto y Necesidad

Prevención, es gramaticalmente acción y efecto de "prevenir", y éste, el


"prevenir", no implica otra cosa que prever, ver o conocer con
anticipación un hecho, un daño o perjuicio. Ahora bien, se puede
"prever" como resultado de una mera curiosidad, para favorecer o
beneficiar o bien para evitar resultados posibles por los medios
pertinentes.

Por cierto que, lo que a nosotros nos interesa, es esto último, o sea lo
relacionado con la evitación del "delito" por los perjuicios que tales
actos ocasionan, y no solamente cuando se trata de un crimen por el
que se mata, sino en cualquier hecho proveniente de una acción
delictiva.

En Capítulos anteriores hemos relacionado históricamente este medio


llamado "Prevención" con la "Defensa social", pues pareciera fue
necesario que el pensamiento profesional vinculado con la materia
debió incursionar primero por el camino de aquélla para penetrar en
ésta, en la "prevención" y desarrollarla en toda su expresión y amplitud.
Es que "la prevención", así como puede ponerse en movimiento con
fines sociales, puede también comprender el campo privado
reduciéndose aún a personas individualizadas. La razón de tales
propósitos consiste en la función propia de la "prevención", que es la
lucha contra la delincuencia actuando sobre las causas no sobre los
efectos que éstas producen.

Esto último, el atacar "los efectos", era el campo del positivismo ya que
a través de éste el "delito" no era sino consecuencia necesaria de
causas naturales o bien del determinismo que cercaba al sujeto que no
podía
evitar esa presión, por lo cual la "Defensa Social" no consideraba al
individuo como fin en sí mismo, como un ser dotado de libertad que
decide por si ya que es la Sociedad la que prevalece en dicha
concepción positivista. Así fue como el profesor Bettiol sostuvo: "Sólo
en la esfera de una concepción retributiva del derecho penal el hombre
ocupa el lugar que le corresponde, en cuanto "valor", término y razón
últimos de ia
actividad represiva del Estado"(180).

Una cosa es la "prevención" destinada a evitar hechos delictivos y otra


es la prevención que se realiza sobre la persona que ya ha delinquido,
porque en tal caso ella se ejecuta al menos con el propósito de que ese
sujeto no vuelva a delinquir. Conseguir que esto se haga realidad, no
es fácil, como tampoco lo es obtener que no se ejecuten los delitos
desde el punto de vista social. Todo esto nos lleva a formular
reflexiones, dado que una de las bases propias de los medios
preventivos son los diversos controles factibles de implementarse en
una sociedad estatal, la cual sin duda queda sometida a las
limitaciones impuestas por los mismos.

- Golástem en su Diccionario nos dice: "Con el concepto de prevención


circulcm mezclados los de profilaxis, control, intimidación y hasta
predicción"(181). Al incluir la "profilaxis" no se está refiriendo a la
enfermedad en sí, sino a mi sentido genérico como medio de preservar
la salud, tanto social como privada de los hombres, porque no hay
duda que existen deficiencias, insuficiencias o exaltaciones en ciertas
personas, grupos o comunidades, características éstas que en
determinadas circunstancias pueden llevarlas a la ejecución de delitos
e incluso a protagonizar hechos graves. En cuanto a la "intimidación"
digamos, que ella se establece a través de los medios, generalmente
de pública difusión, que se transmiten a la sociedad correspondiente.

Evidentemente, una ley penal que se publicita no comporta una


intimidación directa individualizada, pero en tanto llega a la generalidad
se cumple con la finalidad, pues lo que interesa oficialmente es su
difusión a efectos de que se conozca y se ajusten a ella.

De gran importancia son los medios que se empleen en la


"Prevención", pues según sean eficaces podrán tener mejor resultado.
De ahí el problema de los "Controles" que, si bien existen
prácticamente para todos los casos que los necesiten, funcionan sobre
todo respecto de personas que se hallan en determinadas
circunstancias
de peligro o frente a una situación prohibida. Lo cierto es que la
"prevención" se funda más en las causales de los delitos por lo que en
la mayoría de los casos en que se aplica es "genérica", mientras los
"controles" se ponen en movimiento ante la existencia de una situación
reprochable por prohibida, pero aún así la existencia de tales
"controles" de por sí resultan relevantes en tanto ante el conocimiento y
la mirada de todos ejercen función de prevención, si bien no por la
pasividad que mantienen hasta la presentación de alguna situación que
la lleve a la práctica sino por la disuasión que inspira ante la posibilidad
de intervención. Sin duda, por medio de control encontramos en forma
más o menos directa y conocida la “prevención” a través de las fuerzas
policiales, que tienen por obligación actuar no solamente ante el hecho
consumado, puesto que más importante resulta su actuación en tanto
sea posible para evitar hechos delictivos, para controlar o impedir
peligros de actuación masiva, etc. Cierto es que dichos controles
generalmente dependen del Estado, quien los suministra a través de
reglamentaciones específicas legalmente impuestas, por cierto, a
sabiendas de los legisladores, que son quienes consagran la Política
Criminal, para que se lleve a cabo la verdadera lucha contra la
delincuencia a efectuarse tomando en cuenta "las causas", vale decir
que previamente se impone una investigación plena para detectar
efectivamente cuales son las causales que imperan en contra de la
tranquilidad pública en la vida social, y por ende atacarla con los
medios adecuados con el fin evitar mayores trastornos en las diversas
comunidades. En relación con este aspecto referente a la pena por la
infracción ya cometida, que enuncia siempre a un hecho pasado,
Jescheck anota: "...la función represiva del derecho penal no es
expresión del deseo de realizar a través de la justicia terrena un ideal
moral absoluto, sino un medio necesario para alcanzar la protección de
la sociedad de una forma justa"

- Completando este tema de especial significación para el medio, para


la vida y el respeto de los derechos del hombre en la sociedad,
corresponde que desarrollemos en la medida de lo posible, la división
de la "prevención" en "prevención general' y 'prevención especial". Es
probable que se estime esta parte del capítulo como propia del
Derecho Penal, estimación que no hemos de negar, aunque jamás
admitiríamos si se sostuviera que no es a la vez materia de la
Criminología, por evidentes razones que intervienen en la conformación
científica de ésta, puesto que entre sus fines se incluye el de ofrecer el
resultado de sus investigaciones sobre las causas de las conductas
delictivas como elementos de apreciación básicos para la "prevención"
en toda su extensión, es decir tomando en especial consideración la
"Política criminal" que constituye parte fundamental de la "prevención
general", además de los medios personales de corrección como base
de la tarea penológica.

Veamos entonces que es una y que es otra. Partimos desde luego, del
concepto de "prevención" que ya lo incluyéramos. Si prevenir es ver o
conocer antes para evitar hechos o resultados prohibidos legalmente,
en nuestro caso delictivos, no hay duda que los conocimientos que
suministre la Criminología serán efectivos sobre todo para la
"Prevención General", dado que ésta vinculada con la "Política
Criminal" aprovechará tales conocimientos en razón de que esa
prevención se dirige a toda la sociedad, es decir como lo expone
Maurach.

1) Prevención General
"Prevención del delito en virtud de la actuación psíquica sobre la
generalidad". El no criminal debe ser intimidado, el ciudadano honrado
robustecido en sus propósitos, el inestable mantenido en el miedo,
todo esto en razón de:
a) Prevención General por la amenaza de la pena;
b) Prevención general por la ejecución de la pena que intimida al
mundo circundante. En este segundo objetivo, Maurach formula una
aclaración en el sentido de que en él había fracasado la eficacia
general preventiva de la ley. Por su parte, Fontán Balestra, al referirse
a la Prevención General, relacionado con la "pena retribución",
desarrolló el tema de la intimidación, mencionando las teorías de la
Coacción psíquica y del Contra impulso, para decir expresamente: "Esa
amenaza de pena esgrimida por el Estado, tiende a demostrar a los
individuos la desventaja de violar la ley".

2) Prevención Especial o Individual


Como suele llamársele también, no es la que se dirige a toda la
sociedad, sino al condenado mismo, a quien ya ha delinquido, el que,
como dice Jescheck, a través de la lección que recibe de la pena, debe
ser apartado de futuros yerros y educado para que se adapte a las
ideas sociales dominantes en la comunidad. Se trata aquí, de la
"resocialización", es decir obtener que el sujeto se adapte a la sociedad
o al menos intentarlo. Esta forma prevencional se puede efectivizar a
través de las penas privativas de libertad, que se ejecutan en las
cárceles, en construcciones especialmente diagramadas para ese fin,
donde no siempre se obtienen resultados positivos, por diversas
razones que a veces resultan perjudiciales para algunos internos, no
solamente por no someterse a las directivas que se les imponen sino
también por el contacto con verdaderos delincuentes y con costumbres
o situaciones que los guardias ocasiones no pueden controlar.
Respecto de esta cuestión, en cuanto interesa a la recuperación social
del sujeto que ha delinquido, se esbozaron ciertas teorías como: "La
Correccionalista" y la de la "Enmienda" que en sí son semejantes en
sus fines correctivos. Que se obtenga o no la corrección, depende de
diversos factores que pueden indicarse a partir de la persona misma
del sometido al régimen resocializante, pues es notable que
debidamente aplicado el régimen podrá resocializar o enmendar a
algunos, pero no a todos. Esto no representa novedad alguna y menos
en los medios penitenciarios, donde el personal aún con estricta
preparación para la función que desempeñan, difícilmente puedan
lograr la recuperación de ciertos internos.

Por cierto, se tiende a obtener el arrepentimiento del interno al mismo


tiempo que su reeducación para que no vuelva a delinquir. Es que, en
esta Prevención Especial, se trata de que el condenado sienta el peso
de la ley a través de la condena, quede intimidado para que en futuro
no reincida y valore la adaptación social mediante la educación
pertinente si no la hubiera recibido en la oportunidad debida.

La disciplina que estudia todo lo concerniente a la cuestión carcelaria


es la "Fenología", constitutiva de todo un sistema que abarca desde la
arquitectura penitenciaria hasta la especialidad que deben adquirir
funcionarios y demás personal que se empleen en las Cárceles.

Todo lo que interesa desde el punto de vista de la "Prevención",


evidentemente es materia de "Política Criminal", tema que veremos a
continuación por la importancia que reviste en esta parte de la
Criminología, precisamente por ser ésta la ciencia que proporciona
conocimientos y aún medios para la mejor ejecución de lo que se llama
a su vez "Política carcelaria" o "Política penitenciaria".
SEMANA 08

TIPOS DE CRIMINALES

8.1. Clasificación de los delincuentes


César Lombroso nace en Verona en el año de 1835 y muere en 1909.
Estudio medicina en la universidad de Pavia y luego en la de Viena.
En este centro docente conoce el método experimental que aplicaría a
sus investigaciones. Terminada la licenciatura, ejerce como médico
militar en el ejército del Piamonte, donde realiza investigaciones sobre
el tatuaje de los soldados. Fue profesor extraordinario en Pavia ,
director del Manicomio de Pessaro y a partir de 1876 , ocupó la cátedra
de Medicina Legal de la Universidad de Turín.

Lombroso es influido por Charles Darwin y con base en el estudio de


un famoso delincuente de su época, cuyo cráneo presentaba ciertas
anormalidades, que fueron comunes en los primeros.

Lombroso llego a una conclusión en la que el delincuente es el eslabón


perdido pues en la evolución de la especie, el simio se convierte en
hombre, pero queda un pequeño espacio que es en donde entra el
hombre delincuente, este es un ser que no llegó a evolucionar
adecuadamente, por lo mismo se quedó en una etapa intermedia entre
el simio y el hombre.

Originalmente Lombroso no buscaba una teoría crimino-genética, sino


un criterio diferencial entre el enfermo mental y el delincuente, pero al
toparse con este descubrimiento, principia a elaborar lo que llamaría
Antropología Criminal
En 1872 publica un libro que se llama Memoria sobre los Manicomios
Criminales, dice que hay necesidad de que existan manicomios para
criminales y la necesidad de que los locos no estén en las prisiones, si
no que entren a instituciones especiales, pero también hay necesidad
de que si los enfermos han cometido alguna conducta antisocial no se
les mande con los demás sicóticos, porque son una amenaza, si no
que existan manicomios especiales para criminales.

En este mismo año escribe un libro llamado El Genio y La Locura, en


donde expone que en realidad todos los genios están locos, que el
genio es un anormal, y expone como del Genio a La Locura y de la
Locura al Genio, en realidad no hay más que un paso.

El 15 de abril de 1876 se puede considerar que es la fecha oficial en


que nace la Criminología como ciencia, ya que ese día se publica el
“Tratado Antropológico Experimental del Hombre Delincuente” aquí el
expone su teoría

8.2. El criminal nato

César Lombroso antropólogo y médico Italiano aportó al Derecho Penal


y a la Criminología su Teoría del criminal Nato.

Esta teoría fue criticada severamente, en parte por interpretaciones


inadecuadas, traducciones malas y personas que no aceptan
reconocer las verdades y aciertos de sus estudios. Ciertamente la
teoría referida tiene sus aspectos criticables, pero se debe de
reconocer que es el primer estudio científico realizado, el cual aporta
interesantes conclusiones que logran fortalecer al derecho penal y
permite el surgimiento de la ciencia criminológica.

La teoría Lombrosiana del criminal nato se resume de la siguiente


forma:

Se preocupa por el comportamiento humano sobre todo por el


comportamiento criminal, se decida Lombroso a estudiar en especial a
los criminales de su época. Trato con enfermos mentales y elaboró una
serie de notas de las que extrajo entre otras cuestiones, las
características de distintos tipos de delincuentes, a quienes clasifico de
acuerdo con sus caracteres antropológicos y psicológicos.

En 1871 un acontecimiento viene a producir un cambio radical en la


vida de Lombroso y de hecho, en la historia de la ciencia cuando
observa el cráneo de un delincuente famoso (Villella), observo una
serie de anomalías que le hacen pensar que el criminal lo es por ciertas
deformidades craneales y por su similitud con ciertas especies
animales.
Lombroso al examinar distintos delincuentes, llego a una conclusión de
que el criminal no es un hombre común si no que por sus
característicos rasgos morfológicos y psíquicos, constituye a un tipo
especial, “siendo antropología general según la definición de
Quatrefagues, la historia natural del hombre, la Zoología es la historia
natural de los animales, la Antropología Criminal no es más que el
estudio de la variedad humana, de un tipo particular, es la historia
natural del hombre alienado, el criminal según Lombroso presenta
signos de inferioridad orgánica y psíquica:

1. Menor capacidad craneana


2. Mayor diámetro bizigomático
3. Gran capacidad orbitaria
4. Escaso desarrollo de las partes anteriores y frontales.
5. Contrastando con el gran desarrollo facial y maxilar (pragmatismo)

5.1. Abultamiento del occipucio

5.2 Desarrollo de los parietales y temporales

5.3 Frente hundida, etc.

6. La insensibilidad moral y la falta de remordimientos

7. La imprevisión en grado portentoso

8. Una gran impulsividad

Estos son los principales rasgos con los que puede contar un
delincuente nato según Lombrosio.

Lombroso al investigar dice que el criminal nato, idéntico al loco


moral, con fondo epiléptico, ser atávico de tipo biológico y anatómico
especial.

De aquí pasa a el estudio del delito y la prostitución entre los salvajes,


dice que se prostituyen con mayor facilidad, que viven en la
promiscuidad, que cometen fácilmente homicidio, matando niños,
viejos, mujeres, y enfermos, que roban y cuyas penas son terribles, le
llama particularmente la atención al canibalismo por: necesidad,
religión, prejuicios, piedad filial, guerra, glotonería, vanidad, etc.

Compara como muchas de estas actitudes son comunes al tipo del


delincuente nato, comparando a este con un salvaje, al cual le gusta
tatuarse es supersticioso, le gustan los amuletos, prefiere los colores
primarios, etc.

Después habla de la teoría del niño que tiene que ver mucho con esta
del delincuente nato, lo cual destruye el concepto del niño como una
blanca paloma, al que después se le llamara “perverso polimorto “ por
Freud , dice que coinciden mucho en:

Colera , venganza , celos, mentira falta de sentido moral , escasa


efectividad , crueldad, ocio y flojera, caló , vanidad, alcoholismo y
juego, obscenidad, imitación.

8.3. Delincuente loco moral

La descripción que Lombroso da de este loco moral son las siguientes:

1) Es su escasez en los manicomios, y su gran frecuencia en las


cárceles y en los prostíbulos.
2) Son sujetos de peso de igual o mayor a la normal
3) El cráneo tiene una capacidad igual o superior a la normal, y en
general no tiene diferencia con los cráneos normales.

4) En algunos casos se han encontrado los caracteres comunes del


hombre criminal (mandíbula voluminosa, asimetría facial, etc.)

5) La sensibilidad psíquico- moral es, por lo tanto una sublimación de


la sensibilidad general.

6) Se rehúsa a utilizar un tatuaje ya que son astutos y saben que es


una aplicación criminal.

7) Son muy precoses o contra-natura, o precedidos y asociados de


una ferocidad sanguínea.
8) Son personas antipáticas que no conviven casi con nadie, odian
con o sin motivos.

9) Es excesivamente egoísta pero a pesar de eso es altruista, aunque


solo sea una forma de perversión de los afectos.

10) Es muy vanidoso, es propia de los criminales natos como de los


locos morales, vanidad morbosa, para ser de su vida algo muy
elegante.

11) Se dice por varios autores que es inteligente ya que todos sus
delitos puede justificarlos.
12) Son personas bastante excitables, crueles, indisciplinados, etc.
13) Tiene una gran pereza para el trabajo.

14) Son hábiles en la simulación de la locura.

15) Tanto el nato como el moral datan de la infancia o de la pubertad.

8.4 Delincuente epiléptico:

Este tipo de homicidas tiene reacciones violentísimas, en la que


después de haber cometido el delito quedan tranquilos y sin
aparentes remordimientos, dice que sienten vértigos en la cabeza,
que les gira o da vueltas.

Ahora Lombrosio encuentra una tercera forma de criminalidad, y hace


la analogía del epiléptico, con el criminal nato, llegando así a la
tercera tipicidad.
Las características según Turín en los criminales epilépticos son:

1) Tendencia a la vagancia en ocasiones con largas deambulaciones


involuntarias.

2) Amor a los animales.

3) Sonambulismos.

4) Masturbaciones, homosexualismo, y depravación

5) Precocidad sexual y alcohólica.

6) Facilidad y rapidez de cicatrización.

7) Destructividad.

8) Canibalismo

9) Vanidad

10) Grafomanía.

11) Doble personalidad para escribir

12) Palabras o frases especiales

13) Tendencia al suicidio


14) Tatuajes

15) Junto con los locos morales son los únicos que se asocian.

16) Simulación de locura o ataque epiléptico

17) Cambios de humor

18) Amnesia

19) Auras

La epilepsia se puede presentar de dos formas:


a) Epilepsia Real .- es aquella en la que hay ataques , el sujeto cae al
suelo echa espuma por la boca, tiene movimientos desordenados, y
convulsivos, llega a morderse la lengua , etc.
b) Epilepsia Larvada.- es aquella en la que se presentan los mismos
sucesos aunque sin ataque, estos criminales son mas peligroso que
los locos morales.

8.5. El delincuente loco (Pazzo)

Lombroso hace una diferencia entre los delincuentes locos y los locos
delincuentes, siendo los locos delincuentes los enfermos dementes ,
sin capacidad de entender o de querer , que cometen algún crimen sin
saber lo que hacen , en cambio el delincuente loco es el sujeto que ha
cometido un delito y después enloquece en prisión.

Dice Lombroso que además los jueces que dictan las sentencias no
conocen nada de psiquiatría , y son llamados en una idea general
como locos criminales , esta es la puerta or la que escapan al justo
castigo.

Lombroso toma en consideración como casos especiales, tres tipos de


delincuente loco: el alcohólico, el histérico, el mattoide.

8.6. Delincuente alcohólico
El caracteriza a el delincuente alcohólico, porque el alcohol es un
excitante que paraliza, narcotiza, los sentimientos más nobles, y
transforma aun el cerebro más sano.

Lo caracteriza de la siguiente manera:

1) casos degenerativos congénitos, aunque frecuentemente los


adquiridos no solo escasean los caracteres degenerativos, sino ofrecen
muy seguido la vida anterior honestísima.
2) Extraña apatía e indiferencia , que a veces llega a ser muy violenta.
3) La embriaguez aguda , aislada da lugar por si sola , al delito, porque
arma el brazo, enciende las pasiones, nubla la mente, etc.
4) Tiende al cinismo humorístico y fuertes tendencias la robo , estupro
aunque después de esto llegan a un profundo sueño y quizás hasta la
amnesia que si es peor aún puede realizarse un suicidio.

Lombrosio estudia varias formas de alcoholismo como el hereditario, el


complicado con otras enfermedades, el crónico, etc.

8.7. Delincuente histérico

Sus características comunes de este delincuente son las siguientes:

1) Sexo .- se dice que es mas común en las mujeres que en los


hombres.
2) Tiene una herencia análoga a los epilépticos, aunque pocos
caracteres degenerativos.
3) La inteligencia en la mitad es intacta.
4) Es egoísta su carácter
5) Su carácter es muy cambiante lo que los hace coléricos, feroces,
fáciles a simpatías, y antipatías súbitas irracionales.
6) Es vengativo escandalosamente , y hace denuncias y falsos
testimonios.
7) Tiene una verdadera necesidad de mentir , una gran tendencia al
erotismo.
8) Se encuentra entre ellas delirios , alucinaciones, suicidios, y fugas
muy comúnmente para prostituirse.
9) Existen delitos múltiples aunque los mas comunes son difamación ,
robo, faltas a la moral, homicidios.

8.8 Delincuente Mattoide

La palabra mattoide proviene de “matto” que significa loco, y la palabra


matoide quizás quiera decir textualmente Locoide , vendría siendo el
sujeto que no está loco , pero casi.

Las características del Mattoide serian:


1) Escasean entre las mujeres
2) Son raros en la edad juvenil.
3) Abundan extrañamente en las grandes civilizaciones.
4) Abundan en los países que tienen una cultura extraña o tiene gran
velocidad.
5) Abundan entre los burócratas, teólogos, médicos, y no entre los
militares.
6) Tienen poquísimas formas degenerativas y pocas anomalías en la
fisiología del cuerpo.
7) Afectivamente son hasta altruistas , conservan la sobriedad, son
muy éticos, y son muy ordenados.
8) Intelectualmente no hay anomalías, suplen una gran inteligencia por
una notable laboriosidad , escriben en forma compulsiva.
9) Psicológicamente se caracterizan por una convicción exagerada por
sus propios meritos y hay bastante vanidad.
10) Inventan teorías nuevas y generalmente extravagantes.
11) Sus crímenes son impulsivos generalmente realizados en publico.
12) Tienen delirio persecutorio, persiguen y son perseguidos.
13) Son querellantes y les encanta litigar.

8.9 Delincuentes pasionales

Un delincuente pasional no puede ser un delincuente loco ,tampoco


tiene aspectos atávicos , ni epilepsia , ni locura moral , por lo tanto
tiene que ser un sujeto con otras características, y estas son:

1) Rareza (5 a 6 % ) entre los delitos de sangre.


2) Edad entre 20 y 30 años
3) Sexo: 36 % de mujeres, el cuádruple de los demás delitos
4) Cráneo sin datos patológicos.
5) Belleza de la fisonomía, casi completa ausencia de caracteres , que
se notan tan frecuente en criminales y locos.
6) A la belleza del cuerpo responde la honestidad del alma
7) Afectividad exagerada
8) Anestesia momentánea en el momento del delito.
9) Conmoción después del delito.
10) Suicidio o tentativa de este inmediatamente después del delito.
11) Confesión: al contrario de los delincuentes comunes , no oculta el
propio delito, lo confiesan a la autoridad judicial como para calmar el
dolor y el remordimiento.
12) Son los únicos que dan el máximo de enmienda.

El delincuente pasional siempre es inmediato , y la pasión que lo


mueve es una pasión noble , distinguiéndose de las bajas pasiones que
impulsan a los delincuentes comunes.
Clasifica a los delincuentes por pasión en tres tipos:
Duelo , infanticidio, pasión política.
8.10. Delincuente ocasional

Los delincuentes ocasionales Lombroso los divide en pseudo-


criminales, criminaloides, y habituales.

8.10.1. DELINCUENTES PSEUDO-CRIMINALES

Están constituidos en los siguientes subgrupos:

1) Aquellos que cometen delitos involuntarios, que no son reos a los


ojos de la sociedad y de la antropología , pero no por eso son menos
punibles.
2) Los autores de delitos , en los cuales no existe ninguna perversidad,
y que no causan ningún daño social, pero que son considerables ante
la ley , y entran lo que aun así que no parezcan para nosotros delitos lo
son , algunos se cometen por necesidad o por dura necesidad.
3) Los culpables de hurto, de incendio, heridas, duelos, en
determinadas circunstancias extraordinarias , como la defensa del
honor, de la persona, de la subsistencia de la familia etc.
4) Se encuentran también en los delitos de falsedad.

8.10.2. Criminaloides

1) Son aquellos en que un incidente los lleva al delito, sujetos con


cierta predisposición , pero que no hubiera llegado al delito de no
haberse presentado la oportunidad, la ocasión hace al ladrón.
2) La imitación
3) La cárcel como esta ahora es la ocasión para asociarse al crimen.
4) Finalmente están los que son apresados por engranajes de la ley

8.10.3. Delincuentes habituales

1) Son aquellos que no son adecuados primariamente de los parientes,


de la escuela etc.
2) La educación les llega desde temprano a la adecuación al delito.
3) Estos criminales pueden llegar a ser peligrosos hasta cierto punto
porque no llegan a cometer delitos.

8.11. La delincuente femenina

Lombroso sospechaba que las mujeres destinadas a cometer crímenes


desarrollaban una fuerza inusual, en tanto que las prostitutas se
dedicaban a este comercio debido a su particular belleza. Tales
planteamientos resultan difíciles de reconciliar con la observación
directa, y Lombroso, tras años de estudiar fotos de delincuentes
femeninas, de medir sus cráneos y cuantificar sus bíceps y tatuajes, se
encontró prácticamente donde había empezado. Los signos
inequívocos de degeneración, como deformaciones craneales o
hirsutismo simiesco, se manifestaban en muy contadas ocasiones. Con
el tiempo, Lombroso cayó en la cuenta de que las delincuentes
femeninas mostraban menor cantidad de signos de degeneración por la
simple razón de que eran menos evolucionadas que los hombres. Con
lo cual, las mujeres primitivas resaltaban menos entre los restantes
miembros de su sexo. Dedujo que, puesto que las mujeres son, por
naturaleza, más sumisas ante la ley que los hombres, la infrecuente
criminal femenina ha de ser genéticamente masculina. Por ende, las
mujeres condenadas sufrían un doble ostracismo: el legal y el social.
Lombroso dice: “En consecuencia, esta doble excepción hace de la
mujer criminal un verdadero monstruo”.
https://derechoenmexico.mx/clasificacion-de-los-delincuentes/
SEMANA 09

APLICACIONES Y FUNCIONES DE LA CRIMINOLOGÍA


9.1. La criminología 

Ha sido retratada en libros y forma parte de muchas series de


televisión; sin embargo, no se muestra todo lo que en realidad
sucede dentro de este campo de estudio, que retoma aspectos de
otras áreas para cumplir con sus objetivos.

Para poder alcanzar sus objetivos, se apoya principalmente en


cuatro ciencias, de las que toma elementos muy específicos que te
explicaremos a continuación, para que no te quedes con la idea que
los egresados de esta carrera sólo persiguen delincuentes, como lo
muestran las series policiacas.

o Antropología
 Por medio de la antropología, la criminología estudia los
factores antropológicos que tengan relación con la actividad
de los criminales. Dentro de los primeros estudios de la
antropología criminológica se intentaba descifrar a una nueva
categoría de humanos: los delincuentes, quienes están
determinados a serlo por factores biológico-evolutivos.

o Biología
 Se enfoca en la relación que hay entre los factores biológicos
del ser humano con la criminalidad, así como en la genética
que los responsables de un delito pudieron haber heredado
de uno o varios miembros de su familia.

o Psicología
 Esta rama se conoce como psicología criminal o
criminológica, por medio de ella se estudia el comportamiento
y los procesos mentales de los criminales, para descifrar
cuáles son las conductas psicológicas que influyen en una
persona para que cometiera el ilícito.

o Sociología
 El objetivo de la sociología criminal es el estudio de los delitos
como fenómenos sociales y los factores sociológicos que
influyeron para cometer un acto delictivo; además, se enfoca
en los recursos preventivos (políticos y sociales) que un
gobierno puede utilizar en la prevención de los delitos.

o La criminología también se apoya en la penología, de la que toma


información relacionada con las condenas que se aplican como
castigo a los delincuentes y estudia la manera en que las penas
inciden en la rehabilitación de las personas.

9.2. Diferencias entre criminología y criminalística


No es extraño escuchar, en algunas ocasiones, que las personas se
refieren a la criminalística y a la criminología como sinónimos; sin
embargo, esto es un error, porque ambas persiguen objetivos
diferentes.

La primera es la encargada de determinar la existencia de un hecho


criminal, a través del levantamiento de pruebas y la identificación de
los autores intelectuales de un delito; mientras que la segunda está
centrada en el cómo y el por qué de los fenómenos delictivos y su
relación con la sociedad.

¿Qué es la criminalística?

La criminalística es una disciplina que utiliza métodos y técnicas de


investigación científica para recabar todo el material que sea
importante y que esté relacionado con un presunto crimen.

Todos los materiales que se recaban son investigados e


inspeccionados de manera muy minuciosa por las autoridades
competentes, el propósito es comprobar su existencia, reconstruirlos
y precisar su intervención en los actos delictivos.

9.3. Aplicaciones y funciones de la criminología


Esta disciplina puede aplicarse en el sector público, dentro del cual
es posible desarrollar procesos de investigación criminal,
elaboración de peritajes, intervención en la readaptación social y el
tratamiento penitenciario.

Todas estas actividades se realizan en centros penitenciarios,


secretarías de seguridad pública, instituciones para la readaptación
de menores y organismos donde se elaboran estudios y estrategias
para la prevención de actos ilícitos.

Dentro del sector privado, hay aseguradoras e instituciones


bancarias que tienen áreas especializadas en criminología para
investigar transacciones sospechosas que se utilizan con fines
delictivos, por ejemplo, en la lavado de dinero, o bien, verificar y
analizar documentos relacionados con un bien asegurado.
SEMANA 10

TENDENCIAS SOCIO CRIMINOLÓGICAS

La corriente contemporánea de la criminología se compone en tendencias


como lo son la Clínica, la Interaccionista, la Organizacional y la Crítica;
donde solo estudiaremos dos de ellas.

10.1. Tendencia de la Criminología. - Hacia 1969 se empezó a hacer


notoria la existencia de diferentes tendencias o corrientes criminológicas,
esto a raíz de la creación del Centro Internacional de Criminología
Comparada. Estas tendencias fueron evaluadas y dividas en dos grupos:

1. Tendencia central o científica

      1.1. T. Clínica

      1.2. T. Interaccionista

      1.3. T. Organizacional.

2. Tendencias marginales o ideológicas

      2.1. Crítica, Radical o Nueva Criminología

      2.2. Marxista o comunista.

Tendencias Centrales o Científicas


Son aquellas tendencias cuyos métodos se basan en la observación
instrumental, la interpretación de los hechos y la verificación de las hipótesis.
Incluye a su vez:

1. Tendencia Clínica: Esta tendencia se centra en el estudio del delincuente,


de su personalidad.

Estudia al delincuente bajo todos los aspectos posibles: médicos, psicológicos,


psiquiátricos, sociales, etc. Todo esto con el fin de poder establecer su
peligrosidad.
Es la tendencia clásica de la criminología, hallando sus raíces en la
antropología criminal de Lombroso.
Fue desarrollada posteriormente por Etienne De Greef, Benigno de Tulio, P.
Germelli y Jean Pinatel, entre otros.

En Criminología se usa la palabra “Clínica” para denotar los métodos de


aproximación individual. Esta tendencia organiza la criminología de manera
similar a la medicina, buscando establecer un diagnóstico, elaborar un
pronóstico y buscar el tratamiento adecuado para la rehabilitación del sujeto,
en este caso el delincuente.

2. Teoría Interaccionista: Busca explicar el comportamiento desviante en


general, y lo que es considerado específicamente criminal en lo social. Se
basa en el concepto de “interacción social”, dado por Kimball Young y
Raimond Mack:
“Acción o comunicación entre personas que produce estímulos y acciones
recíprocas.”

Tiene su primer antecedente en la sociología criminal de Enrico Ferri, y


además en la teoría de Asociación Diferencial de Edwin Sutherland y la
anomia. Entre sus exponentes encontramos a Becker, Matza, D. Chapman,
entre otros.

La teoría interaccionista estudia los mecanismos sociales de rechazo; los


partidarios de esta tendencia señalan que la delincuencia no es una
característica del autor del delito, sino que esta depende de la interacción
existente entre el delincuente y la sociedad, pues son de los mecanismos de
rechazo y señalamiento de donde surge el delincuente.
Conceptos relacionados:

- Sistema Social: Según este concepto la sociedad está constituida por un


conjunto de grupos e instituciones diferentes, cada uno de los cuales tiene sus
propios valores. Basándose en esos valores los grupos dominantes definen
que conductas se consideran desviadas o desviantes.

- Cifra negra: Es la cifra formada por el número de delitos que han sido
cometidos en un lugar y tiempo determinado, pero que no han sido
denunciados, bien sea por temor a represalias por parte de los delincuentes, o
por desconfianza de la autoridad. El término fue acuñado a inicios del siglo XX
por el criminólogo japonés Oba, para sí distinguir la parte desconocida de la
criminalidad real.

- Etiquetamiento: Según Payne, el etiquetamiento es el proceso mediante el


cual se crea un rol desviado y se mantiene a través de la imposición de una
etiqueta delictiva.
Una Etiqueta Social sería entonces una designación o nombre estereotipado
que se le imputa a una determinada persona, basándose en una información
que se tiene sobre ella. En el presente caso, se señala a la persona como
delincuente.

Según la escuela interaccionista, siendo comportamientos desviantes los que


así considere el grupo dominante, los delincuentes serán aquellas personas
etiquetadas como tales por el órgano de persecución penal, basándose en las
normas creadas por el grupo gobernante. Son clasificaciones creadas con
anterioridad que generalmente inducen al comportamiento acorde a su
contenido. Tiene las siguientes características:

a. Elevan al etiquetado por encima del grupo:  Lo hace diferente y lo separan
del grupo, haciéndolo entonces más visible. También hay casos en que lo
hacen invisible, haciendo que el individuo pierda su identidad.

b. Origina auto etiquetamiento: El individuo se ve a sí mismo y se comporta


como los demás esperan que lo haga.

c. Tiende a perpetuar el comportamiento: Esto ocurre cuando el


etiquetamiento lleva al auto etiquetamiento negativo.

d. Producen desviaciones secundarias: Dependiendo de la reacción social


frente a la primera desviación pueden surgir otras como medio de defensa,
ataque o adecuación.

e. Crean una subcultura: Las personas etiquetadas crean sus propios grupos


buscando personas con condiciones similares que los acepten.

- Estereotipia del delincuente: Creencia popular e idea aceptada por el grupo


social, como consecuencia del etiquetamiento. Es la percepción que tenemos
de que cierta persona va a cometer un delito. Generalmente se basa en la
forma como se ve una persona, como se viste, como actúa, etc. Es un modo
de asignarle al individuo un lugar dentro de la estructura social, y usar al
“inadaptado” psíquico, cultural y económico como chivo expiatorio.

- Estigmatización Social: Es la huella o marca que deja el etiquetamiento en


la persona. Es el sello que la sociedad y el sistema de justicia imponen a la
persona etiquetada.

En resumen podríamos decir que, según la tendencia interaccionista, la


desviación es el resultado de la interacción entre el sujeto etiquetado como
delincuente y la persona que reacciona a su conducta. La persona llegará a la
delincuencia en la medida que sea etiquetado como delincuente.

3. Tendencia organizacional: Este sistema estudia la administración de


justicia como un todo. Está enfocado en buscar una mejor administración de
justicia, y una mejor defensa social ante la criminalidad.

Intenta ver cómo funciona el sistema al enfrentarse con la realidad individual y


social, la evalúa y propone mejoras. También busca corregir la
deshumanización de los sistemas penitenciarios y estudia la accesibilidad a la
justicia, aceleración de los procesos judiciales y disminuir la arbitrariedad del
sistema judicial.

Tendencias marginales o filosóficas

Son tendencias que se basan en posturas políticas o filosóficas:

1. Tendencia Crítica o nueva criminología: Esta teoría rechaza la


concepción del delincuente como un ser anormal y patológico. Tampoco
acepta el rol del Estado como un ente mediador que se encuentra por encima
de la sociedad. Sostiene que es esta última quien tiene la función de reprender
al crimen, siendo también la misma sociedad quien modela al delincuente. No
apoya la rehabilitación.

2. Tendencia Marxista: Sitúa el origen de la criminalidad en las en las


condiciones materiales de una sociedad determinada, y a la influencia de los
fenómenos negativos que convergen en su interior.
http://guiasestudiantesderecho.blogspot.com/2017/01/tendencia-de-la-
criminologia.html#:~:text=Tendencia%20Cl%C3%ADnica%3A%20Esta%20tendencia
%20se,de%20poder%20establecer%20su%20peligrosidad.
SEMANA 11

VIOLENCIAS -TIPOS

11.1 Definición de la violencia

La Organización Mundial de la Salud define la violencia como: El


uso intencional de la fuerza o el poder físico, de hecho o como
amenaza, contra uno mismo, otra persona o un grupo o
comunidad, que cause o tenga muchas probabilidades de causar
lesiones, muerte, daños psicológicos, trastornos del desarrollo o
privaciones. Tipos de violencia La clasificación de la OMS, divide
la violencia en tres categorías generales, según las
características de los que cometen el acto de violencia: – la
violencia autoinfligida (comportamiento suicida y autolesiones), –
la violencia interpersonal (violencia familiar, que incluye
menores, pareja y ancianos; así como violencia entre personas
sin parentesco), – la violencia colectiva (social, política y
económica). https://www.uv.mx/psicologia/files/2014/11/Violencia-
y-Salud-Mental-OMS.pdf

11.2. Delincuente – Tipos


Cesare Lombroso y su clasificación de los criminales
Cesare Lombroso fue un médico y antropólogo de profesión
considerado el padre de la criminología. Uno de sus grandes
aportes en esta área fue la clasificación de los delincuentes.
Veamos cuáles son.
El nombre de Cesare Lombroso está fuertemente ligado a la
historia de la criminología. Su clasificación de los criminales fue,
durante mucho tiempo, la principal herramienta para establecer el perfil
de los delincuentes. De hecho, muchos de sus postulados se debaten
todavía en el campo del derecho.

Cesare Lombroso, médico y antropólogo de formación, es


considerado el padre de la criminología. Su obra “Tratado
antropológico experimental del hombre delincuente” se asume como la
primera compilación sistematizada en esta área. Junto con Enrico Ferri
y Raffaele Garofalo, fue uno de los grandes representantes de la
criminología primigenia o criminología positivista.

“Hay ciertas pistas en una escena del crimen que, por su propia
naturaleza, no se prestan a ser recogidas o examinadas. ¿Cómo se
recogen el amor, la rabia, el odio, el miedo…? Estas son cosas que
estamos entrenados para saber buscar”.
-James Reese-

El pensamiento de Cesare Lombroso estuvo fuertemente


influenciado por las teorías de Darwin . En este sentido, Lombroso
llegó a decir que los criminales eran “el eslabón perdido”, un ser que
estaba en un punto intermedio entre el simio y el hombre.

Lo más destacado de la obra de Cesare Lombroso fue su


clasificación de los criminales. Los dividió en: criminal nato,
delincuente loco moral, delincuente epiléptico, delincuente loco,
delincuente pasional y delincuente ocasional. Veamos cómo definió
cada una de esas categorías.

 Cesare Lombroso y el criminal nato

Para Cesare Lombroso era posible determinar si alguien era


delincuente analizando sus características corporales. Según
su enfoque, el criminal presenta rasgos de inferioridad orgánica y
psíquica que resultan evidentes a los ojos.
En el caso del criminal nato, este se caracterizaría, desde el
punto de vista físico, por los siguientes rasgos: cráneo
pequeño, gran órbita ocular, frente hundida, abultamiento en
la parte inferior de la zona posterior de la cabeza, etc. En lo
psicológico es insensible, impulsivo y no siente remordimientos.

 Delincuente loco moral


Según Cesare Lombroso, el delincuente loco moral rara vez
está internado en centros de atención psicológica especial. En
cambio, con frecuencia se le encuentra en las cárceles y los
prostíbulos. Son astutos, antipáticos, vanidosos y egoístas.
Desde el punto de vista físico, se parecen al criminal nato en su
mandíbula prominente. Su rostro muestra varias asimetrías.
Sin embargo, en este caso no es fácil identificarlo por su
apariencia, sino por su comportamiento. Simulan locura y desde
la infancia podemos identificar en ellos esta forma de ser.

 Delincuente epiléptico
Para Lombroso, la epilepsia  era una señal de criminalidad.
Esta podía manifestarse de la manera habitual, con ataques, o
darse sin ninguna manifestación aparente. En ambos casos,
hablaríamos de uno de los delincuentes más peligrosos.
Se caracterizarían por ser vagos, amantes de los animales,
destructivos y vanidosos. Lombroso también señala que tendrían
tendencia al suicidio y que, junto con los locos morales, son
los únicos que buscan asociarse para delinquir.

 Delincuente loco
Cesare Lombroso distingue entre los locos delincuentes y
los delincuentes locos. Los locos delincuentes son enfermos
que no razonan y no son responsables de sus actos. Los
delincuentes locos, en cambio, cometen un delito y luego
enloquecen en la prisión.
Indica que hay tres tipos de delincuentes locos: el alcohólico,
el histérico y el mattoide. El primero es el que se embriaga y
comete delitos. El histérico tiene una gran tendencia a mentir y
una inclinación natural al erotismo. El mattoide, por su parte, está
en la línea que separa la cordura de la locura. Delinquen por
impulso.

 Delincuente pasional
El delincuente pasional actúa por impulso y está movido por
pasiones nobles. Las pasiones bajas están reservadas
únicamente para los delincuentes comunes. No tiene rasgos
físicos particulares que lo identifiquen, salvo que su edad oscila
entre los 20 y los 30 años.
Este tipo de criminales son sumamente afectuosos y sienten
una gran conmoción después de cometer el delito. A veces
intentan suicidarse. Los motivos que los llevan a cometer un
crimen pueden ser tres: duelo, infanticidio y pasión política.

 Delincuente ocasional
Lombroso dice que los delincuentes ocasionales se
clasifican en tres grupos: los pseudo-criminales, los
criminaloides y los delincuentes profesionales. Los primeros
cometen delitos que pueden ser de tres tipos: involuntarios, sin
perversidad (motivados casi siempre por la necesidad) y en
defensa propia.
 Los criminaloides son los que cometen delitos movidos o
presionados por las circunstancias. En condiciones normales,
no los cometerían, aunque tengan cierta predisposición a ello.
Finalmente, los delincuentes profesionales son aquellos que
combinan actividades legales con delitos.

La teoría y la clasificación de criminales de Cesare Lombroso se


mantuvo vigente por un tiempo, pero luego fue radicalmente
revaluada. Aparecían serias deficiencias en los diferentes contrastes
que se intentaron utilizando el método científico . También, por
momentos, se tornaba peligrosa: incitaba al prejuicio y a veces
propugnaba por la “eliminación definitiva” del criminal.
SEMANA 13

VICTIMOLOGÍA

13.1. La victimología es una de las muchas ramas de la criminología. Se


trata de una disciplina científica que se centra en estudiar a la
víctima y a sus allegados, y en analizar las diferentes fases de la
victimización y los factores que pueden haber intervenido. Su origen
se debe al psiquiatra Fredric Wertham que acuñó el término en la
década de 1930.

 ¿Por qué es importante estudiar a la víctima?

Según la Organización de Naciones las Unidas, el concepto de


víctima engloba a las personas que, individual o colectivamente,
hayan sufrido un perjuicio, especialmente un ataque a su integridad
física o mental; sufrimiento moral, una pérdida material o un ataque
grave a sus derechos fundamentales, debido a acciones u omisiones
que infringen las leyes penales en vigor de un Estado miembro.

No obstante, cabe señalar que esta definición no incluye a


los familiares o allegados, que también son un elemento clave
para la victimología. Esta rama destaca la importancia e intenta dar
respuesta a preguntas como ¿qué factores provocan que alguien se
convierta en víctima?, ¿qué tipo de ayudas necesita?, ¿qué ocurre
con la víctima?, ¿se deja de ser víctima en algún momento? Todas
estas preguntas tienen una enorme influencia psicológica, que justifica
la eclosión de la victimología.
Imaginemos, por ejemplo, el escenario de un atentado terrorista en
una estación de tren. En ese caso, se incluye automáticamente en la
categoría de víctima a cualquier persona que fallezca o sufra daños
físicos. Ahora bien, dicha categoría debe ampliarse también a quienes
puedan haber sufrido algún daño psicológico, lo cual puede suceder
sin estar siquiera presente o incluso un tiempo después del incidente.
Por tanto, el concepto de víctima es muy amplio y es necesario
estudiarlo con detalle.

13.2 Victimogénesis
En esta disciplina existe el término victimogénesis, es decir, los
factores que predisponen a alguien para convertirse en víctima u
objeto de un delito. Al respecto, podemos diferenciar dos grandes
grupos: los factores de riesgo y los de vulnerabilidad.
Entre los diferentes factores de riesgo, encontramos aspectos como
las características individuales de la persona (edad, género, situación
socioeconómica, entorno familiar o los roles que desempeña).
Los factores de vulnerabilidad son mediadores entre el delito y el daño
psíquico emergente e incluyen elementos de personalidad y factores
sociales (estructura social, elementos ambientales, redes de apoyo o temas
laborales).

13.2. La clasificación de las víctimas


Uno de los objetos de estudio de la victimología son los diferentes
tipos de víctimas que existen. En ese sentido, una de las
clasificaciones más utilizadas recurre al concepto de victimización o,
lo que es lo mismo, la tendencia de un grupo de personas o un
colectivo a considerarse víctimas. Según esta clasificación,
encontramos tres grupos:

 Victimización primaria: la persona sufre daños físicos o psíquicos,


fruto de un hecho delictivo, ya sea de forma directa o indirecta.
 Victimización secundaria: se trata del impacto personal que se deriva
de la participación en un proceso penal. Por ejemplo, el trauma o
proceso de revictimización, al tener que revivir un acontecimiento
durante la declaración ante un juez.
 Victimización terciaria: concibe que la persona que realiza un delito
también puede ser víctima, así como sus personas cercanas. Incluye,
por ejemplo, la estigmatización que puede llegar a imposibilitar el
proceso de reinserción en la sociedad.

 Después del crimen


¿Qué ayudas puede necesitar? o ¿qué ocurre con la víctima después del
crimen? Estas son otras de las preguntas que se plantea la victimología.
Así, esta rama tiene un papel activo en la creación de servicios para las
víctimas y en la capacitación de psicólogos y otros profesionales que
puedan prestar su asistencia.
Después del propio acontecimiento, aparece un nuevo
concepto: desvictimización. Consiste en la reparación del daño y la
reconstrucción necesaria para volver a estar integrado, sin ningún tipo de
estigma, en la sociedad. Se trata de un proceso complejo, en el que
intervienen muchos factores y en el que participan diferentes partes, como
los familiares, el sistema de justicia penal, la policía, los psicólogos, los
medios de comunicación o las asociaciones de apoyo a las víctimas.
La victimología es una ciencia compleja que todavía requiere más
investigación. Además, es importante señalar que hay que tener mucho
cuidado durante el desarrollo y la ejecución de los procedimientos de
trabajo. Los nuevos profesionales que se formen en esta área deben prestar
especial atención, para no causar ningún tipo de daño adicional a las
víctimas en el desarrollo de su labor. Deben saber manejar las
herramientas para entrevistar a una víctima, comprender el impacto
emocional que ha sufrido y saber cómo tratarla con humanidad y empatía.

Conocer a la víctima en su totalidad y responder a los numerosos


interrogantes que rodean su figura. Este es el ambicioso objetivo que tiene
la disciplina científica de la victimología, que estudia, analiza y entiende a
las víctimas, para que no sean olvidadas y cobren protagonismo en
cualquier investigación.

SEMANA 14

CONTROL SOCIAL DEL DELITO

14.1 CONTROL SOCIAL


La criminología procura analizar desde diferentes perspectivas
(funcionales y estructurales) las instancias encargadas de reaccionar
socialmente contra la desviación y la delincuencia.
El control social es toda intervención o fiscalización que se efectúa
para supervisar el funcionamiento correcto de algo, en este caso, de
la sociedad. 

Que la sociedad funcione bien, significa que se ajuste al plan


preestablecido por quienes la gobiernan, que se basan en sus propias
propuestas, y en las características y valores culturales de la sociedad
de que se trate.

Para ejercer el control social pueden usarse medios persuasivos


como la propaganda, a través de los medios de comunicación
masivos; o de adoctrinamiento, a través de instituciones, como
escuelas o iglesias; o coactivos, a través de leyes o normas jurídicas;
que castigan a través del Estado, que monopoliza la fuerza, aquellas
conductas que violen las normas impuestas, que desvíen a la
sociedad de sus cauces fijados, que pueden variar de una a otra. Por
ejemplo, en las sociedades musulmanas existe un mayor control
social sobre la fidelidad de la mujer, que, en el mundo occidental, con
medios muy represivos.
 
El control social se divide en dos tipos: formal (rígido) e informal
(difuso)

1. Control social formal: constituido por las leyes y normas que


rigen la convivencia.

2. Control social informal: es el ejercido por la sociedad, por los


padres y por las personas que nos rodean.

En criminología, se denomina control social a la influencia que


ejercen determinados elementos componentes de una sociedad, en la
forma de comportarse de sus asociados.

Así por ejemplo, si un ser humano nace y crece en solitario, sin roce
ni relaciones intergrupales, no tendrá controladores sociales, por lo
que en relación a una cultura determinada, éste será desviado, pues
no se comporta como el resto desasociado, pero un ser humano que
nazca y se desarrolle en un ámbito familiar, obviamente adoptará
como propias, las formas de comportamiento de los demás miembros
de la familia y, si no las adopta en su totalidad, orientará su
comportamiento al menos a comportarse de una forma determinada.
Posteriormente a la familia, el siguiente controlador social lo
encontramos en la escuela; la influencia que ejerce la forma como los
niños son tratados, educados, orientará su comportamiento. De esta
forma, los principales controles sociales que analiza la criminología
son la familia, la escuela, la iglesia y el gobierno, pero existen
muchos más como la moda, la música, las series de televisión,
etc.

14.2. La prevención; principal estrategia del control social 

La prevención es una de las estrategias del control social, que no sólo


está dirigida a evitar el delito, como comúnmente se le interpreta. Ésta
se emplea en todos los ámbitos de la vida social. Es un concepto que
tiene varias aplicaciones, en dependencia del objeto al cual esté
dirigida.

Prevención, según el Diccionario Océano de la Lengua española, es


"la preparación o disposición que se hace anticipadamente para evitar
un riesgo". Esta es la acepción más general, pero se define más
específicamente cuando se relaciona con la política social y la política
criminal. De éstas estaremos hablando en lo adelante.

La prevención social es el proceso dirigido a garantizar la


reproducción de relaciones sociales estables y armónicas, la cohesión
e integración de proyectos individuales con los colectivos, con el fin
último de articular el desarrollo social y económico sobre un consenso
socio-ideológico.

Cuando la comunidad se integra a este proceso y adquiere un papel


protagónico, entonces se trata de "un proceso de organización,
preparación y disposición de la comunidad (a través de sus
estructuras organizativas) para identificar primero y revertir después
sus problemas específicos, a partir, principalmente, de los recursos y
potenciales comunitarios" Ésta va dirigida a reducir la vulnerabilidad
social, reproducir la efectividad de relaciones sociales estables y
armónicas y evitar los problemas sociales.

La prevención del delito por su parte es el "conjunto de medidas e


indicadores elaborados por el Estado, las organizaciones políticas y
de masas y organismos o entidades estatales para minorizar el delito,
sus causas y consecuencias, neutralizando sus efectos. Abarca un
complejo sistema o red de medidas cuyo contenido varía en
dependencia de la esfera social hacia la que van dirigidas y de
acuerdo con su volumen"

El delito como fenómeno social es producto de la desigualdad social


por lo que los cambios estructurales, con las correspondientes
transformaciones económicas y sociales, constituyen la base objetiva
para el desarrollo de estrategias de prevención del delito y de las
conductas delictivas, debiendo ellas estar enmarcadas dentro del
contexto del desarrollo económico como garantía de su eficaz
ejecución. Por lo tanto ésta trasciende el marco jurídico penal para
convertirse en una actividad intersectorial que incide sobre todos los
factores de la sociedad.

Ehrenfried Stelzer sociólogo alemán, considera que la prevención del


delito "es una obligación de toda la sociedad en su conjunto y de cada
miembro de ella en particular por lo que se hace necesaria la
utilización plena de todos los recursos con que cuenta ésta" y que "la
prevención de la criminalidad, como concepto, abarca todas las
actividades materiales, educativas y sociales encaminadas a superar
y excluir".

En nuestra opinión esta prevención debe estar dirigida primero a


evitar las causas del delito y las oportunidades de riesgo para
delinquir, también entonces así se encaminará a evitar la conducta
delictiva y la victimización como uno de sus resultados.

Estamos de acuerdo con lo expresado por Sánchez Galindo cuando


plantea que "debemos prevenir antes que castigar: las sociedades del
futuro deberán establecer métodos de prevención y tablas de
predicción de tal suerte eficaces y valiosas que, aplicadas a tiempo,
hagan de las prisiones (por humanas y científicas que éstas sean)
objetos del pasado".

Al respecto Fidel Castro Ruz durante su intervención en la sesión


ordinaria del segundo período de mandato de la 6ta legislatura de la
Asamblea Nacional del Poder Popular, expresó que "Las prisiones
son las universidades del delito".
Aunque la prevención es algo que atañe a toda la sociedad, no puede
realizarse a todos por igual, del mismo modo y sobre cualquier asunto
que se estime debe ser abordado, se debe realizar primeramente un
estudio minucioso de los problemas que confrontan los individuos,
que deben ser previamente caracterizados, de sus causas (factores
de riesgo) y cuáles son los aspectos que deben reforzarse (factores
de protección) para contrarrestarlos. Las tareas de prevención deben
ser planificadas y deben contar con la participación de todos los
sectores de la sociedad y contar con un órgano que sea el que
concentre toda la información sobre los problemas sociales y la
criminalidad al objeto de poder dirigir estas tareas a las áreas de la
sociedad que más lo necesiten por su vulnerabilidad.

Joaquín Canivell plantea tres niveles de prevención que están en


correspondencia con el orden de prioridad que hemos expresado, los
que se definen por los sujetos hacia los cuales se dirige el programa
de prevención y por el momento en que se instrumentan.
Estos son:

1. Prevención primaria: se dirige a toda la sociedad antes de


que ocurra el delito o en el proceso de su desarrollo. Es
una actividad de carácter general que tiene por objetivo el
saneamiento de la sociedad para evitar o reducir la
incidencia del fenómeno delictivo y de los riesgos de su
comisión.
2. Prevención secundaria: se realiza sobre personas o grupos
que, por sus actos, se puede afirmar que tienen la
posibilidad de cometer delito o adoptar modos de vida que
las puedan convertir como socialmente peligrosas. (Estado
peligroso)
3. Prevención terciaria: centrada en determinados individuos o
sectores poblacionales después de ocurrido el hecho
delictivo para evitar que persistan en su conducta dañosa.
En esta etapa o nivel se trabaja en la reeducación o
reinserción del individuo.

La prevención tiene dos objetivos fundamentales, el primero consiste


en determinar los factores criminógenos que se manifiestan y reforzar
los que se les contraponen y el segundo es, precisamente, la
eliminación de los factores que propician el delito, con la finalidad de
evitar que hechos de esta naturaleza ocurran o se reiteren y así
contribuir a la disminución de la criminalidad, mediante la ejecución de
medidas preventivas elaboradas con carácter racional al objeto de
que puedan ser llevadas a cabo y alcancen a todas las esferas
sociales a las que van dirigidas.
Estas medidas, ante todo, deberán tener un fin educativo, por cuyo
intermedio se genera un sentimiento de respeto y acatamiento al
ordenamiento jurídico penal vigente y a las normas morales de la
sociedad, pues sabido es que la promulgación de leyes más severas,
aplicación de sanciones más altas y una mayor presencia de efectivos
policiales no determinan enteramente la disminución de la
delincuencia.

Nelson Pizzotti Méndez establece como objetivos de la Prevención,


los siguientes:
 Realizar investigaciones para la obtención de diagnósticos
sobre actitudes personales y hechos sociales concurrentes
en la génesis del delito, así como otros tipos de
comportamiento o componentes de situaciones pre-
delictivas.
 Evaluación de las investigaciones criminológicas para
establecer planes de profilaxis social con el fin de disminuir
la incidencia delictiva.
 Realización de campañas de orientación de la colectividad
para obtener colaboradores en la prevención del delito
 Elaboración de proyectos de leyes, reglamentos, normas y
procedimientos relacionados con la política anti delictiva.
 Aplicación de medidas de profilaxis social.
 Formación del personal calificado para aplicar las medidas
de prevención.

Coincidimos con la Ms.C Marisol Sóñora, cuando plantea que en el


momento de trazar la estrategia de prevención social, que, por
supuesto, entre otros factores incluye la prevención del delito, se debe
tener en cuenta no sólo al individuo sino a éste en su interacción con
la familia, el grupo donde se desenvuelve, la comunidad, etc.

Si tomamos en cuenta que los medios de comunicación tienen la


característica de que confieren status, entonces podríamos hablar de
cierta influencia coercitiva en los individuos, pues de todos es sabido
que una nota, un comentario u otro tipo de acción comunicativa a
favor o en contra de alguien o algo puede ocasionar cambios en la
opinión pública sobre personas, instituciones, grupos, etc.
Mucho se ha hablado y escrito de la influencia de los medios en la
conducta humana, las opiniones son ambivalentes. Unos opinan que
ellos trasmiten valores positivos y son medios educativos, otros que
son eminentemente violentos. Esta dicotomía alcanza a la televisión
más que a otros medios.

Se plantea por numerosos especialistas que en este medio (y es


cierto) actualmente se dedica una gran cantidad de horas a la emisión
de programas de corte violento, no sólo referido a las noticias de
crímenes, tiroteos, peleas y secuestros que se transmiten durante una
considerable cantidad de horas al día, sino también de la violencia
ficticia que se crea a través de las películas, los estereotipos de
héroes, supuestamente justos, que se oponen a la violencia con más
violencia lo que ha sido corroborado a través de diversas
investigaciones.

Por otra parte, sociólogos como Andrés González, experto en


estudios sobre el impacto de los medios audiovisuales en el
comportamiento juvenil, opina que "los contenidos actuales ensalzan
la competitividad y agresividad en detrimento de los valores familiares,
pero no por ello tienen que llevar a los niños a imitar las conductas
violentas, algo que sólo se da en caracteres psicopáticos y en
momentos de crisis agudas."
Glaser en su Teoría de la identificación diferencial significó la
importancia de los medios de comunicación en la conducta humana;
sostiene que el aprendizaje de estas conductas no se adquiere por la
vía de la comunicación interpersonal sino que "las personas llegan a
cometer delitos porque se identifican con otras personas reales o
ficticias con un comportamiento que, desde su punto de vista, es
normal y que esta identificación se da bien por una relación positiva
con los roles criminales de los personajes que se proyectan a través
de los medios de comunicación o por una reacción contra de los que
actúan contra la criminalidad. La elección de su conducta depende del
grupo que como referencia escoja el individuo o de la adopción de un
mecanismo para la justificación de su conducta.

"Esta teoría tiene una gran carga especulativa, por la suposición que
hace de que la conducta criminal es producto de una decisión previa
que la aprueba de antemano".

De todas formas, consideramos que unas y otras opiniones son


válidas, lo cierto es que ellos constituyen poderosos instrumentos del
control que ejerce la sociedad sobre sus miembros, por las
posibilidades que ofrece la tecnología con que cuentan (sonido,
imágenes animación, impresión) que les permite hacer llegar de una
manera atractiva y "digerible" mensajes de todo tipo, de forma
inmediata e instantánea tanto a los sujetos individualmente como a
grupos sociales. La cuestión a resolver es qué es lo que debe
trasmitirse y cómo debe hacerse.

14.3 El Control Social en base a una política criminal  


La Política Criminal en una sociedad donde se dan grandes cambios
sociales, tecnológicos, genera efectos colaterales que llegan a afectar
a grandes masas de poblaciones o colectividad en su conjunto;
efectos que se manifiestan en nuevos riesgos que resultan, no pocas
veces controlables o son de difícil anticipación, generan temor en el
colectivo social; ante este contexto la Política Criminal se expande, y
ofrecería como respuestas lo siguiente:
 En primer lugar, una significativa transformación del blanco de la
nueva Política Criminal, que concentraría sus esfuerzos en perseguir
la criminalidad de los peligrosos, únicos sectores sociales capaces de
desarrollar tales actividades delictivas y que hasta entonces
difícilmente entraban en contacto con la justicia penal; a tales efectos
se contaría con el aval derivado de las demandas de intervención
penal procedentes de las organizaciones sociales surgidas en los
últimos tiempos en defensa de nuevos intereses sociales
(asociaciones de consumidores, ecologistas, etc.), con el apoyo de
unas mayorías sociales que se identifican con las víctimas de los
abusos de los socialmente privilegiados; claro todo se realice bajo la
óptica del estricto respeto de la dignidad de la persona y sus derechos
fundamentales.

 En segundo lugar, la preeminencia otorgada a la intervención penal


en detrimento de otros instrumentos de control social; la contundencia
y capacidad socializadora del Derecho Penal, que en nuestra realidad
el Derecho Penal no está para socializar a las personas que se han
apartado de los preceptos normativos y creo que en ninguna realidad,
se consideran más eficaces en la intervención de tales conductas que
otras medidas de política económica o social, o que intervenciones
llevadas a cabo en el seno de otros sectores jurídicos como el
derecho civil, el derecho administrativo; de esto se colige, que el
principio de subsidiariedad y el de intervención mínima son puestos
en serio cuestionamiento.

 En tercer lugar, la necesidad de adaptar los contenidos del Derecho


Penal y Procesal Penal a las especiales dificultades que plantea la
persecución de esta nueva criminalidad: a nuevas técnicas delictivas,
a los obstáculos para determinar nuevos riesgos no permitidos, y a la
trabajosa individualización de responsabilidades se ha de contraponer
una actualización de los instrumentos punitivos; ello implica
reconsiderar o flexibilizar el sistema de imputación de responsabilidad
y de garantías individuales vigentes, lo que dependerá de la Política
Criminal que se desea adoptar para la eficiente y eficaz lucha contra
el fenómeno criminal, a través del Derecho Penal 8 conjuntamente
con la Criminología, es decir a través del estudio del comportamiento
de la persona en el actuar delictual.
SEMANA 15

ORIGEN Y AUTORES DE LA TEORÍA DEL CONTROL SOCIAL

15.1. La teoría del control social trata de explicar el conjunto de


mecanismos de los que dispone una sociedad para evitar
conductas divergentes. Eso sí, existen diferentes tipos y múltiples
clasificaciones.

Ubi societas ibi ius, dice un conocido aforismo latino: donde hay
sociedad hay Derecho. Es una afirmación quizá demasiado rotunda
que, sin embargo, puede servirnos para ilustrar la teoría del
control social desde el punto de vista de la criminología. Donde
hay sociedad hay mecanismos que controlan que esta funciona. Y
donde hay mecanismos de control, hay conductas consideradas
delictivas y penas para evitarlas.

La teoría del control social es una teoría procedente de la


sociología que se basa en que las relaciones sociales no son
siempre armoniosas. Por eso, los códigos de conducta
aprendidos durante las distintas etapas de socialización de los
individuos incluyen varias formas de control de la conducta.

Estas formas de control social pueden ser sanciones sociales, que


el individuo interioriza y cumple en el marco de la convivencia
social de forma aprendida, pero también pueden referirse a una
forma de control social coercitiva, impuesta por las leyes y que
pena los comportamientos que divergen de lo socialmente
aceptado. Es decir, las teorías del control social no se preguntan el
por qué de que un individuo delinque; sino que se preguntan por
qué no lo hace, qué lleva a un individuo a comportarse dentro de
lo socialmente establecido.

15.2. Origen y autores de la teoría del control social

El uso del término control social se remonta hasta el sociólogo


norteamericano Edward Alsworth Ross, en el s. XIX, que utilizó
este término para referirse a las estrategias de administración
del statu quo social como un instrumento de dominación legitimado
por la mayoría social. Este autor excluía el control estatal (y por lo
tanto penal) del término.

Posteriormente, otros autores como el argentino Roberto Bergalli,


el español Muñoz Conde o el mexicano Luis
Recaséns empezaron a interesarse por la relación entre el sistema
penal estatal y las formas de control social de determinadas
sociedades.

Por ejemplo, desde el punto de vista de Recaséns, el control social


designa no solo al conjunto de normas colectivas que mantienen la
conducta social establecida, sino que incluye también a las
autoridades y los poderes sociales que regulan la conducta
humana. Leyes, usos y costumbres ejercen una importante
presión sobre los individuos a la hora de forjar su conducta social.

Una mención aparte requiere la teoría del control de Hirschi. El


estadounidense Travis Hirschi formuló en su trabajo Causas de la
Delincuencia, una visión del control social aplicada en concreto a la
criminología, que se fundamentaba en que aquellos individuos con
lazos sociales convencionales, más fuertes y arraigados, son
menos propensos a violar la ley. Dice Hirschi que “si no cometemos
actos desviantes es debido a nuestro estrecho lazo con la
sociedad. Si el lazo se debilita, se saltan las reglas y se cometen
actos desviantes”.

Ejemplos y tipos de control social

El control social que ejerce una sociedad para regularse puede


manifestarse de múltiples formas y, en concreto, si tenemos en
cuenta los mecanismos estatales, depende en gran medida de
la organización legal de dicha comunidad.

Por ejemplo, un estado democrático no ejerce las mismas formas


de control sobre su sociedad que un estado dictatorial y una
sociedad organizada en torno al concepto de familia tradicional no
ejerce la misma presión social que una cuya base social es
comunitaria, como una tribu.

En cuanto a los tipos de control social, hay múltiples


clasificaciones, siendo estas ampliables y no excluyentes.

 Control de acción: prevención de determinadas conductas


desde la conformidad del sujeto que las interioriza como
normas sociales.
 Control de reacción: aquellas que la sociedad lleva a cabo
una vez se ha cometido la conducta desviada para ponerle fin.
Aquí entrarían controles estatales por la fuerza (en estados
autoritarios por ejemplo), legales, coercitivos (penales o
civiles), etc.
 Control difuso: es el ejercido por los diferentes actores de esa
sociedad (por ejemplo, los medios de comunicación de masas,
la familia, la religión, los partidos políticos).
 Control formal: es el establecido legalmente que se realiza en
una comunidad regulada a través de normas y procedimientos
públicos que regulan la conducta (por ejemplo, las instituciones
mentales o las cárceles).
 Control informal: el que vertebra todo el sistema desde la
familia pasando por la escuela y el trabajo. Hay autores que
consideran que cuando el control informal falla entran en juego
los controles formales.

Las teorías criminológicas ayudan a comprender y analizar los


comportamientos delictivos y están en muchos casos
interrelacionadas entre sí. Por eso, en el Grado en Criminología se
estudia la teoría del control social desde múltiples ámbitos, así
como los autores que la han desarrollado desde el punto de vista
de la sociología, pero también desde el derecho y la legalidad.
https://www.unir.net/derecho/revista/teoria-del-control-social/

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