2a Pedro
3–21
El verdadero conocimiento
de Cristo
Las cosas que pertenecen a
la santidad (1.3–9)
3
Como todas las cosas que pertenecen a la vida y
a la piedad nos han sido dadas por su divino poder,
mediante el conocimiento de aquel que nos llamó
por su gloria y excelencia, 4por medio de las cuales
nos ha dado preciosas y grandísimas promesas,
para que por ellas llegaseis a ser participantes de la
naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción
que hay en el mundo a causa de la concupiscencia;
5
vosotros también, poniendo toda diligencia por
esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud,
conocimiento; 6al conocimiento, dominio propio; al
dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad;
7
a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal,
amor. 8Porque si estas cosas están en vosotros, y
abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto
en cuanto al conocimiento de nuestro Señor
Jesucristo. 9Pero el que no tiene estas cosas tiene
la vista muy corta; es ciego, habiendo olvidado la
purificación de sus antiguos pecados.
Pedro entró en calor para la tarea de hacerles
frente a los falsos maestros. En primer lugar, les
recordó a sus lectores que ellos habían encontrado
el mensaje apostólico totalmente suficiente. Habían
encontrado vida con Dios; no carecían de ningún
recurso para un crecimiento espiritual continuo.
El éxito de los falsos maestros dependía de que
convencieran a los cristianos diciéndoles que tenían
más que ofrecerles, a saber: Su conocimiento era
superior al de los apóstoles. Pedro lo negó todo.
No se dispuso a atacar a los falsos maestros con los
primeros trazos de su pluma. No es necesario que
conozcamos todos los entresijos de las doctrinas
falsas a fin de presentar de manera positiva el
mensaje de Cristo. Sus primeras palabras son
1.
palabras de aliento.
Versículo 3. La NASB entiende este versículo
como una extensión de la idea que comenzó en
el versículo 2. Otras traducciones, como la Reina
Valera, comienzan un nuevo párrafo en este punto,
entendiendo las palabras como anticipo de las
amonestaciones que comienzan en el versículo 5.
La gramática de la frase es dificultosa de cualquier
manera que se interprete; sin embargo, la lectura
de la NASB es mejor. El versículo 3 continúa el
pensamiento introducido en el versículo anterior.
El conocimiento de [Dios], Pedro afirmó, no es un
concepto abstracto. Tal conocimiento es el medio
por el cual su divino poder se hace efectivo.
«Conocimiento» y «poder» son conceptos gemelos.
Fue debido a que los lectores de esta carta habían
recibido el «conocimiento de [Dios]» que ahora
sabían de «Su divino poder». El «divino poder», a
su vez, les había provisto a estos cristianos todas
las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad. La
palabra «conocimiento» vincula los versículos 2 y
3. No había insuficiencia en el «conocimiento» que
Pedro y otros testigos apostólicos habían traído.
Es probable que los falsos profetas mencionados
por Pedro en 2.1 dijeran que tenían acceso a
un conocimiento desconocido por sus primeros
maestros. Afirmaron tener un conocimiento superior
al de Pedro y demás apóstoles. Pedro se rehusó a
desacreditar la importancia del conocimiento. Su
aseveración era que el mensaje apostólico era la
fuente del conocimiento. El apóstol haría eco de la
confianza sosegada del salmista que escribió: «Esto
sé, que Dios está por mí» (Sal 56.9). La causa de
Dios prosperará cuando Su pueblo viva dentro de
los límites del conocimiento que Él revela. «… yo
también sé que les irá bien a los que a Dios temen,
los que temen ante su presencia» (Ec 8.12).
El «divino poder» se había hecho efectivo para
1
estos cristianos de dos maneras. En primer lugar,
habían encontrado la «vida». La «vida» se refiere
a aquellos beneficios espirituales intangibles que
gozan los cristianos, que incluyen el perdón de los
pecados, la esperanza de la vida eterna, la paz con
Dios y la tranquilidad del alma. En segundo lugar,
asociado a la «vida» está el imperativo moral de la
vida cristiana. Una vida piadosa que resulta en «la
piedad» brota del «divino poder». Por medio del
mensaje, los lectores de Pedro habían recibido las
bendiciones espirituales que daban lugar al andar
con Dios. Además, habían aprendido a vivir de la
manera piadosa que proclamaba la soberanía de
Dios. La suficiencia del mensaje apostólico para
satisfacer todas las necesidades espirituales es
un manifiesto en el siglo veintiuno como lo fue
en el primero. Mediante la providencia de Dios y
la inspiración del Espíritu, los cristianos tienen el
mensaje apostólico en el Nuevo Testamento.
Después de haber escuchado el mensaje
apostólico, estos cristianos habían aprendido que
todas las bendiciones de las que gozaban habían
venido por iniciativa de Dios. Él es aquel que nos
llamó, no somos nosotros los que Le llamamos. Dios
es glorificado cuando Sus propósitos son cumplidos
en la vida de Su creación; por lo tanto, el llamado
de Dios era por y para su gloria y excelencia. La
palabra «gloria» anticipa la glorificación de Cristo
en el monte que Pedro recordó en 1.17. La palabra
que se traduce como «excelencia» (aÓ r eth/ , aretē)
era muy común en el mundo de habla griega, pero
se encuentra únicamente cinco veces en el Nuevo
Testamento. Tres de ellas se encuentran en este
contexto inmediato, una vez aquí y dos veces en
1.5. Los otros dos casos se encuentran en 1ª Pedro
2.9 y Filipenses 4.8. La palabra sugiere la rectitud
moral y la rectitud de carácter. En el llamado de
Dios a un pueblo para que lleve Su nombre y Le
glorifique, se hacen efectivas la bondad, la justicia
y la gentileza mismas de Dios.
Versículo 4. En el proceso de afirmación de «Su
gloria y excelencia», Dios, afirmó Pedro, nos ha
dado preciosas y grandísimas promesas. No está
claro qué «promesas» tenía en mente Pedro. Podría
haber estado recordando las «promesas» hechas por
medio del Antiguo Testamento. Dios hizo promesas
por medio de Noé, Abraham, Moisés, David, Isaías
y otros profetas. En tiempos de guerra y exilio, las
promesas de Dios habían sostenido a Israel y dado
esperanza al pueblo. Pedro podría haber estado
recordándoles a sus lectores que esas «promesas»
ahora se habían hecho realidad para beneficio de
ellos. Dios «ha dado» las «promesas» a la humanidad
cuando el Cristo entró al mundo.
2
Una segunda posibilidad es que las «promesas»
son las hechas por Cristo para consuelo de Sus
discípulos. Por lo tanto, los cristianos anticipan
el regreso del Señor, el juicio de los impíos y el
establecimiento de un cielo y tierra nuevos. Dado
que la declaración más adelante dice que la concesión
de las promesas ha dado lugar a su participación
en la «naturaleza divina», lo mejor es entender las
promesas como las que fueron dadas a lo largo del
período antiguotestamentario.
La concesión de las promesas, su cumplimiento
en la persona de Jesús, había hecho posible que
los lectores de Pedro fueran participantes de la
naturaleza divina. El apóstol aparentemente quiso
decir que hay un sentido en el que convertirse en
cristiano es participar en la «gloria y excelencia» de
Dios. ¿Cómo participan los creyentes en la naturaleza
de Dios? Hay una serie de posibilidades.
1)  Tal vez, Pedro deseaba únicamente observar
que ser humano es participar de la naturaleza
divina. Podría haber estado apelando a sus lectores,
instándoles a dejar que sus vidas reflejaran aquello
para lo cual fueron creados. Dios les había hecho
Sus socios. Era imprescindible que se condujeran
como debían hacerlo los socios de Dios.
2)  El apóstol podría haber estado recordándoles
a los cristianos que cuando nacieron de nuevo
—es decir, cuando se vistieron de Cristo siendo
bautizados para el perdón de los pecados y así
recibir el don del Espíritu Santo (Hch 2.38)— se
convirtieron en socios con Dios, participando de
Su naturaleza.
3)  La idea puede ser similar a la declaración de
Pablo en cuanto a que los creyentes han de tener el
sentir de Cristo (Fil 2.5). Si esto es correcto, participar
de «la naturaleza divina» quiere decir empaparse
de los pensamientos y la conducta del Señor. Juan
dijo algo similar cuando afirmó que por medio de
Cristo, a los creyentes se les ha permitido convertirse
en hijos de Dios (Jn 1.12).
4)  Otra posibilidad es que Pedro estaba
hablando del futuro, recordándoles a sus lectores
que cuando el Señor vuelva se unirían a Él en
la gloria celestial. Entonces, participarían de «la
naturaleza divina».
Si bien todas estas posibilidades tienen
características atractivas, en los versículos que siguen
se pone de manifiesto que, para Pedro, participar
de «la naturaleza divina» tenía consecuencias éticas
importantes. Además, acababa de mencionar el
poder de Dios que había dado vida y piedad. Por
estas razones, es probable que participar de «la
naturaleza divina» es similar a la segunda opción de
la lista de arriba. Quería decir experimentar el nuevo
nacimiento. Lo probable es que estaba refiriéndose
a la conversión de sus lectores cuando les recordó
que eran participes de «la naturaleza divina».
Frases como «la naturaleza divina» parecen ser
tomadas del mundo del pensamiento helenístico.
Los eruditos debatían sobre la corrupción inevitable
de la vida humana. Los filósofos místicos enseñaban
que se podía escapar de la corrupción carnal siendo
absorbidos en lo divino en algún nivel espiritual.
Para Pedro, participar de la naturaleza divina
era parte de lo que significaba estar en Cristo.
Mediante el cumplimiento de las promesas, Cristo
le ofreció a la humanidad paz con Dios y [huir] de
la corrupción que hay en el mundo a causa de la
concupiscencia. La adición de las palabras «a causa
de la concupiscencia» sugiere que Pedro tenía en
mente la corrupción moral, no la corrupción física
a la que está sujeto nuestro cuerpo. Más tarde, en
2.19, 20, señalará que ceder a las pasiones esclaviza
a las personas. La participación en «la naturaleza
divina» requiere que escapemos de «la corrupción
que hay en el mundo». En conjunto, estas cosas
se convierten en la base de los mandatos morales
que siguen.
A lo largo del período del Nuevo Testamento
hubo muchos judíos, tanto en Palestina como más
allá de sus fronteras, que estaban completamente
sumidos en el mundo del pensamiento helenístico. El
apóstol y tal vez un asistente instruido podrían haber
adaptado a propósito conceptos helenísticos para
servir a los fines del evangelio en una comunidad
judía helenística de creyentes.1
Versículo 5. Sobre la base de las afirmaciones
que ha hecho en los versículos anteriores, Pedro
procedió con la exhortación moral, diciendo:
vosotros también, poniendo toda diligencia
por esto mismo… Si bien Pedro había adaptado
fácilmente el lenguaje helenístico a la fe cristiana,
no le satisfacía divorciar la moral del conocimiento
de Dios. A Dios Le interesa cómo se comportan las
personas. En el mundo griego, la conexión entre la
moralidad y la religión era tenue en el mejor de los
casos. Para una vida en Cristo, el comportamiento
basado en principios morales elevados era
esencial. Una vida inspirada en el ejemplo de Jesús
1 
Richard J. Bauckham rechazó la autoría de Pedro
para 2ª Pedro, sin embargo, admitió que el autor «fue
probablemente más inmediatamente dependiente de
la literatura del judaísmo helenístico, la cual ya había
adaptado la terminología de la religión y filosofía griegas…».
(Richard J. Bauckham, Jude, 2 Peter [Judas, 2ª Pedro], Word
Biblical Commentary, vol. 50 [Waco, Tex.: Word Books, 1983],
180. Vea Bauckham para ejemplos del lenguaje de Pedro en
fuentes helenísticas judías y paganas.)
hacía dos cosas: 1) Glorificaba el nombre de Dios.
2) Ennoblecía a la persona que la acogía. Porque
Dios ha concedido a los cristianos Sus grandes
promesas y porque son partícipes de «la naturaleza
divina», tenían que aplicar «toda diligencia» por
vivir con una virtud sin compromisos.
Era una práctica estándar que los sabios y
filósofos del mundo helenístico les suministraran
listas de virtudes y de vicios a sus estudiantes. Pablo
y Pedro adoptaron la práctica en sus cartas. En
1ª Pedro 3.8, 9, el apóstol mencionó el comporta-
miento que agradaba a Dios y en 2.1 y 4.3, ofreció
una lista de vicios. En 2ª Pedro, también, el apóstol
se dispuso a exponer una lista de virtudes para
guiar la conducta cristiana. La lista de Pedro
aborda principios generales, y está lejos de ser
un código legal. Un código legal tendría límites
claros. Por ejemplo, si una ley establece que se ha
de ir al templo de Jerusalén y observar la Pascua
una vez al año, no es difícil saber si la misma ha
sido obedecida o no. El elemento subjetivo en la
obediencia a una ley es mínimo. Para las cualidades
mencionadas por Pedro, el elemento subjetivo es
máximo. Independientemente de cuán noblemente
puede haberse vivido, jamás hay un momento en
que una persona pueda decir: «Listo, lo hice. He
hecho fe. Ahora, a la excelencia moral».
La relación entre las virtudes mencionadas por
Pedro es difícil de traducir del griego a nuestro
idioma. Las palabras de la Reina Valera añadid
a vuestra fe virtud («excelencia moral»; NASB)
sugieren que una virtud ha de ser apilada una encima
de otra. Eso no expresa la estrecha relación entre las
palabras. La NASB ha captado la idea casi tan bien
como puede lograrse cuando consigna «en vuestra
fe mostrad excelencia moral». El sentido es que cada
virtud ha de ser utilizada como un trampolín para la
próxima. La «fe» es el medio por el cual se procede
a la «excelencia moral». Mediante la «excelencia
moral» se procede al «conocimiento».
Cada una de las palabras en la lista de Pedro
podría fácilmente ser el tema de un libro. Encerró
la lista con «fe» en un extremo y «amor» en el otro.
Difícilmente hay una palabra más santificada por los
cristianos que «fe». Pablo hizo de la fe el fundamento
para la identidad cristiana cuando escribió: «Porque
por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no
de vosotros, pues es don de Dios» (Ef 2.8). «Fe» es
una palabra activa. En Hebreos 11.1, el autor ofreció
una definición abstracta: «Es, pues, la fe la certeza de
lo que se espera, la convicción de lo que no se ve».
Entonces, al parecer, reconociendo la insuficiencia
de su esfuerzo, parecía decir: «Déjenme mostrar qué
es la fe en lugar de definirla. La fe es Abel cuando se
3
comportó como lo hizo. La fe es Enoc. La fe es Noé.
La fe es Abraham». La «fe» no es una abstracción
mental; está atada muy íntimamente a la conducta
que la fe evoca. Ni alimentar a un niño con hambre, ni
vestirse del Señor en el bautismo pueden separarse
de la fe que subyace a la acción.
Habiendo llegado a Cristo por medio de la «fe»,
Pedro instó a sus lectores a emplear la fe como un
trampolín para la próxima virtud (aÓ r eth/ , aretē).
En 1.3, el apóstol aseveró que Dios había llamado
a los creyentes por Su gloria y excelencia moral.
Los cristianos han de crecer en el mismo tipo de
«virtud» que Dios ha demostrado. La palabra sugiere
estabilidad, confiabilidad y consistencia de carácter;
todo ello viene, naturalmente, después de que el
creyente ha puesto su fe en Dios.
El conocimiento era aparentemente una palabra
importante para los falsos maestros que se habían
infiltrado en las iglesias a las que Pedro se dirigió.
Era una palabra importante para el apóstol también,
pero significativamente, no es ni la primera ni la
última palabra en su lista. En las listas paganas de
virtudes, el «conocimiento» a menudo recibía un
lugar de prioridad. En 2ª Pedro, viene después de la
«fe» y la «virtud». En 1.2, 3, cuando Pedro se refirió
al conocimiento necesario para poner la fe en Dios y
ser salvos, utilizó la palabra e˙ p i÷ g nwsiß (epignōsis),
tal vez una forma más fuerte de la palabra. El
«conocimiento» en este versículo (gnw◊ s iß, gnōsis)
es del tipo práctico que permite el crecimiento
cristiano.
Al igual que los falsos maestros confrontados
por Pedro, Pablo se había ocupado de los
cristianos en Corinto que estaban fascinados con
su «conocimiento». Pablo les llamó la atención a los
corintios, diciendo: «Sabemos que todos tenemos
conocimiento», dijo en tono de burla. Luego
continuó: «El conocimiento envanece, pero el amor
edifica» (1ª Co 8.1). Después de haber comenzado
con la «fe» y después de haber avanzado por medio
de la fe a la «virtud», únicamente entonces es el
«conocimiento» una meta cristiana digna. Incluso
entonces, el «conocimiento» no constituye una
excusa para la auto-superioridad. El «conocimiento»
es una virtud que se realizará en el contexto de
otras virtudes. No es ninguna virtud en absoluto
cuando se convierte en un medio por el cual se
intenta enseñarLe a Dios y moldearLe a la imagen
del hombre.
Versículo 6. El conocimiento es a su vez un
paso en el camino al dominio propio. Únicamente
hay tres cualidades que son comunes a las virtudes
cristianas de Pedro y el «fruto del Espíritu» de Pablo
(Gá 5.22, 23). La «fe» y el «amor» son dos de ellas.
4
El tercer término, «dominio propio» (e∆ gkra÷ teia,
enkrateia), que es común a las dos listas se traduce
como «templanza» en la Reina Valera. La única otra
ocurrencia de enkrateia en el Nuevo Testamento se
encuentra en Hechos 24.25, donde Pablo disertó
con el gobernador Félix acerca de «la justicia, del
dominio propio y del juicio venidero».
Dios espera que Su pueblo controle sus deseos
e impulsos. Lo que Él espera se encuentra dentro
del ámbito de las posibilidades. Las personas
son capaces de controlar su ira, su lujuria, sus
pensamientos y su comportamiento. Ni Pablo ni
Pedro indicaron que la práctica de esta virtud
era fácil. Algunos parecen tener más dificultades
para controlar sus pasiones que otros. En ningún
caso se nos excusa por ceder a la ira o cualquier
otra tentación. El primer paso para convertirnos
en una persona de «dominio propio» es admitir
que constituye una expectativa realista. Primero
tenemos que reconocer que podemos controlarnos;
entonces, tenemos que hacerlo.
El «dominio propio» sirve como una plataforma
desde la cual puede añadirse la paciencia al carácter
cristiano. La NASB consigna «perseverancia» en
lugar de «paciencia» (uJ p omonh/ , hupomonē). Si bien
es cierto que la «paciencia» y la «perseverancia»
a veces se acercan en significado, más a menudo
la «paciencia» es la capacidad de hacer frente a
las frustraciones o exasperaciones de una manera
ecuánime. «Paciencia» en ese sentido requiere una
palabra griega diferente. La palabra que Pedro eligió
designa longevidad, estabilidad y firme resistencia.
Es el atributo que lleva a los cristianos a través de los
desalientos, los llama a regresar de las tentaciones
y les ayuda a continuar en la fe que han profesado.
«Perseverancia» es una buena opción para la palabra
griega usada por Pedro.
Al perseverar en la fe, el cristiano persigue
la meta de la piedad. La palabra se orienta más
a la disposición que a la acción. Quiere decir una
presencia de ánimo en el que Dios está siempre
cerca. Es un estado de ánimo piadoso que hace que
Dios participe en todos los ámbitos de la vida. Una
persona piadosa toma decisiones difíciles con la
cabeza sumisa; las alegrías y los dolores de la vida
se enfrentan mano a mano con Dios. El rango de su
significado se solapa con la «virtud» y el «dominio
propio». La palabra a veces se traducirá como
«piedad cristiana» o «religión». Es la palabra que
Pablo usó en 1ª Timoteo 6.3 en la frase «la doctrina
que es conforme a la piedad». En la lista de virtudes
de 1ª Timoteo 6.11, Pablo incluyó «la piedad».
Versículo 7. Construyendo precepto sobre
precepto, Pedro pasó a referirse al afecto fraternal.
La piedad para con Dios no debe ser separada del
comportamiento caritativo y cortés para con nuestro
prójimo. El orden de las virtudes es significativo. La
decencia y la bondad para con nuestros semejantes
surge de la piedad. La palabra griega que se traduce
como «afecto fraternal» (filadelfi÷ a , philadelphia)
es conocida por la mayoría de personas de habla
inglesa. Una gran ciudad en Pensilvania se llama
«la ciudad del amor fraternal», Filadelfia. Es una
palabra que encierra un amor cálido y emocional
junto con hermandad. Jesucristo les enseñó a Sus
discípulos a amar, honrar y respetar a todo ser
humano; sin embargo, los discípulos se reservan un
vínculo especial para aquellos que comparten la fe
con ellos. Pablo lo dijo así: «Así que, según tengamos
oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente
a los de la familia de la fe» (Gá 6.10).
La última palabra en la lista no necesita
explicación, o tal vez necesita más explicación
que todas ellas. Pedro llegó a la conclusión de que
todas estas maravillosas virtudes deben ser bases
para el amor. Es una palabra que lo abarca todo y
es la palabra suprema del Nuevo Testamento para
la conducta cristiana. Jesús dijo que había de ser
la característica suprema de Su pueblo (Jn 13.35).
De todos los mandamientos, Jesús dijo que amar a
Dios y amar al prójimo eran los más grandes (Mr
12.29–31). Los sabios han escrito libros que tratan
de descubrir las profundidades de la palabra. Como
mínimo, podríamos decir que el «amor» es mucho
más que el sentimentalismo de ojos llorosos. Es
ponernos en el lugar de otro y actuar en el mejor
interés de la persona, incluso cuando es en nuestra
desventaja. Es supremamente la palabra que dirige
nuestras preocupaciones más allá de nosotros,
lejos de las preocupaciones personales, viendo las
necesidades de los demás.
Versículo 8. El apóstol dejó claro que las palabras
que acababa de usar no eran meras abstracciones;
no estaba hablando teoría. Dirigiéndose a sus
lectores en la segunda persona, Pedro dijo que
cuando estas virtudes enraízan no os dejarán
estar ociosos ni sin fruto. La implicación es que
algunos, profesando estar en el campo cristiano,
eran «ociosos» y «sin fruto». Santiago argumentó lo
mismo cuando escribió: «la fe sin obras es muerta»
(Stg 2.20). Aunque alguien sea un filósofo estoico
por adoptar conceptos teóricos, el cristianismo es
mucho más que entender los conceptos y las palabras
correctamente; es llevar una vida correctamente. La
lítote es una figura retórica con la que se expresa
algo afirmando lo contrario. Pedro empleó lítotes.
Dicho de manera positiva, su mensaje es que las
virtudes recientemente enunciadas harán del
cristiano alguien útil y fructífero.
Pedro no podía admitir que los falsos maestros
tuvieran derecho a hablar porque poseyeran
conocimiento. Sus pretensiones de conocimiento
eran, de hecho, «ociosas» y «sin fruto». Hacer
la voluntad de Dios, inspirada por las virtudes
que el apóstol había establecido en 1.5–7, hace
que Su pueblo sea útil y fructífero en cuanto al
conocimiento de nuestro Señor Jesucristo. El
apóstol regresó a la misma palabra que había
usado para «conocimiento» en 1.2, 3, e˙ p i÷ g nwsiß
(epignōsis). La NASB intenta captar el sentido al
consignar «al verdadero conocimiento», aunque
este versículo no tiene una palabra independiente
para «verdadero» en el griego. El objetivo del
«conocimiento verdadero», en contraste con el
conocimiento egoísta de los falsos maestros, es
«nuestro Señor Jesucristo». No es un medio para
lograr el control de los demás ni una base para la
autocomplacencia. El «verdadero conocimiento»
produce frutos éticos. Si bien la palabra «santidad»
no se usa aquí, Pedro parecía estar instando a
la misma clase de conducta descrita en 1ª Pedro
1.15, 16. El objetivo del conocimiento en 1.3 era la
glorificación de Dios. El objetivo del conocimiento
en este versículo es la santidad.
Versículo 9. Usando palabras positivas, la
práctica de las virtudes cristianas nos hará útiles
y fructíferos. Usando palabras en negativo, Pedro
dijo: el que no tiene estas cosas tiene la vista
muy corta; es ciego. Ser ociosos e infructuosos es
testimonio de que nos faltan «estas cosas». Sin las
virtudes cristianas en nuestras vidas, demostramos
que hemos dejado de escuchar, comprender y
asimilar el mensaje cristiano. Aunque digamos
que podemos ver, el apóstol declaró que somos
«ciegos». La ceguera es una metáfora común para
la incapacidad de percibir (vea 2ª Co 4.4).
La combinación de palabras en esta frase es
extraña. En el mejor de los casos, es redundante
escribir «tiene la vista muy corta; es ciego». En el
peor de los casos, es contradictorio. Una persona
con «la vista muy corta» puede ver en algún
grado. No se puede ser miope y ciego al mismo
tiempo. La palabra que se traduce como «vista
muy corta» (muwpa¿zw, muōpazō) es extraña. Ocurre
solamente aquí en el Nuevo Testamento. Sobre la
base de la etimología de la palabra, algunos han
argumentado que quiere decir «parpadear» o «cerrar
los ojos». La idea entonces sería que nos volvemos
voluntariamente ciegos cerrando los ojos a las
verdades y las demandas de la enseñanza cristiana.
Si bien la interpretación es atractiva, la etimología
es una manera precaria para definir una palabra.
5
Si Pedro se refirió a la ceguera voluntaria, estaba
usando la palabra de una manera desconocida
para el uso contemporáneo. Es más probable que la
intención del apóstol era especificar la naturaleza
de la ceguera. El sentido es que «esa persona se
vuelve miope hasta el punto de la ceguera». Tal
interpretación aparentemente es la razón por que
la NIV invierte el orden de las palabras.
¿Qué estaba diciendo Pedro acerca de aquellos
que tienen «la vista corta»? ¿Qué imagen nos
dibuja la metáfora? Un hombre de «vista corta»
únicamente ve las cosas que están cerca. Ve los efectos
inmediatos. Le interesa la emoción, la aprobación o
la satisfacción del momento. No profundiza en el
carácter cristiano ni comprende las implicaciones
de la doctrina cristiana. La doctrina para él es una
distracción molesta. No quiere pensar; desea sentir
su camino a Dios. Las experiencias emocionales
sustituyen el compromiso de la mente. Cómo se
sienta con respecto a algo es más importante que
lo dicho por Dios. No sabe ni le importa saber lo
que Dios ha dicho. Por desgracia, la miopía es una
descripción bastante exacta de gran parte de lo que
pasa bajo la bandera del cristianismo en la cultura
occidental contemporánea.
No únicamente es tener «la vista corta» el hecho
de no practicar las virtudes cristianas, también
es una indicación de ingratitud. Una persona así
[ha] olvidado la purificación de sus antiguos
pecados. La vida piadosa es en gran medida un
producto del recuerdo y la gratitud. Israel había
de observar el día de reposo, recordando que Dios
los había liberado de Egipto (Dt 5.15). Después de
ordenarle al pueblo ser amorosos con los indefensos
y vulnerables, Moisés escribió: «Y te acordarás de
que fuiste siervo en la tierra de Egipto, y que Jehová
tu Dios te rescató» (Dt 15.15). El que profesa piedad,
pero carece de las virtudes cristianas ha «olvidado»
que Dios le ha purificado para que pueda asumir
la naturaleza divina (1.4). Su práctica continua del
pecado demuestra que ha «olvidado» que el Señor
le ha llamado a una vida santa.
La entrada en el Reino eterno
(1.10, 11)
Por lo cual, hermanos, tanto más procurad
10
hacer firme vuestra vocación y elección; porque
haciendo estas cosas, no caeréis jamás. 11Porque
de esta manera os será otorgada amplia y generosa
entrada en el reino eterno de nuestro Señor y
Salvador Jesucristo.
Después de haber sido llamados y purificados,
es posible que los cristianos pierdan su elección.
6
Los lectores de Pedro habían comenzado el camino
cristiano, sin embargo, los falsos maestros habían
puesto serios obstáculos en su camino. Fueron
tentados a reducir el cristianismo a un lindo grupo de
personas que se sientan alrededor y conversan sobre
los caminos de Dios. Dios exige más. Reformar la vida
es consecuencia necesaria de los que profesan la fe.
Dios ha llamado, y el cristiano tiene que responder
al llamado. La diligencia es la prioridad.
Versículo 10. En momentos críticos en sus
discursos y cartas, Pedro tenía la costumbre de
insertar la palabra hermanos (Hch 2.29; 3.17; 15.7)
o el término similar «amados» (1ª P 2.11; 4.12;
2ª P 3.1, 8, 14, 17). La palabra «hermanos» es un
recordatorio de que el apóstol fue uno en corazón y
mente con sus lectores. Su llamado no tenía segundas
intenciones, ni ninguna agenda oculta. Dios los había
llamado, dijo el apóstol. Dios les había otorgado
Sus grandes promesas. Les había hecho participar
de la naturaleza divina, sin embargo, no habían de
complacerse ligeramente de Sus bendiciones.
El enemigo es poderoso. El llamado y la elección
no deben darse por sentado. La salvación obtenida
puede convertirse en salvación perdida. Por lo cual,
el apóstol dijo, tanto más procurad. Los versículos
5b al 9 se encierran por el llamado a la diligencia
(vers.º 5a) y a «[procurar] hacer firme [su] vocación
y elección» (vers.º 10).
Difícilmente hay un versículo en el Nuevo
Testamento donde la soberanía de Dios se yuxtapone
más delicadamente a las decisiones libres de los
seres humanos que el presente. Los perdidos vienen
a Cristo y hallan vida mediante la vocación y
elección de Dios. La interrogante es cómo procede
Dios a llamar y elegir a un pueblo para Su reino.
¿Es Su elección un mandato arbitrario y divino, una
elección soberana hecha desde tiempos eternos,
o Dios llama y elige mediante el evangelio? Si lo
último es cierto, quiere decir que cada persona que
escucha el mensaje de Cristo está llamada a tomar
una decisión. Aquellos que creen y obedecen el
mensaje son, por ese hecho, elegidos y escogidos. El
llamado de Dios es análogo a una madre que llama
a sus dos hijos a cenar. Uno de ellos está absorto
y no viene. El otro corre a la mesa. En un sentido
llamó a ambos, pero únicamente el que se sentó a
la mesa fue llamado de una manera apropiada.
Los cristianos de Tesalónica, Pablo dijo, fueron
llamados mediante la proclamación del evangelio
(2ª Ts 2.14). Dios ha tomado la iniciativa. Se ha
acercado con un mensaje para toda la humanidad.
El que oye obedece el evangelio o lo rechaza (Ro
2.8; 2ª Ts 1.8; 1ª P 4.17). Pedro desarrolló la idea
aún más en este versículo. Dijo que el creyente no
únicamente debe tomar una decisión consciente de
sí mismo para la «obediencia a la fe» (Ro 1.5; 16.26),
sino que también tiene que «procurar» hacer firme
su «vocación y elección». La respuesta humana a
los imperativos del Evangelio es el factor decisivo
no únicamente para convertirnos en los llamados
de Dios, sino para seguir siendo los llamados.
La NASB no únicamente agrega la palabra
«su» a la traducción («hacer firme Su vocación
y elección»), deletrea la palabra con una letra
mayúscula, dando la impresión de que el acto de
Dios en el llamado es el punto en cuestión. De
hecho, el único pronombre asociado con las palabras
es una segunda persona del plural «vuestra».
Además, el verbo «hacer» es una voz media griega,
«hacer firme por uno mismo». En este caso, el
sesgo calvinista de los traductores de la NASB es
evidente. En el versículo anterior (1.9), el creyente
era el sujeto. Pedro estaba instando a los creyentes
a procurar hacer firme la «vocación y elección» que
habían experimentado cuando vinieron a Cristo.
Las palabras se traducen mejor como «Procuren
esforzarse en la medida de lo posible para hacer
firme vuestra vocación y elección».
Para subrayar su punto, Pedro añadió, porque
haciendo estas cosas, no caeréis jamás. Tropezar
es una posibilidad real. A veces, las personas «se
[desvían] de la verdad» (2ª Ti 2.17, 18). Por eso Pedro
urgió diligencia. ¿Por cuánto tiempo gozarían los
lectores de Pedro de la «vocación y elección» de
Dios? Pedro respondió, siempre y cuando estuvieran
«… haciendo estas cosas». La implicación es que
el no practicar «estas cosas» haría que perdieran
su «vocación y elección». «Estas cosas» son las
virtudes cristianas que Pedro había enunciado en
los versículos anteriores. Ser cristiano no es un
juego intelectual. Tiene que ver con más que decir
las frases correctas. Se trata de la formación del
carácter consistente con Cristo y Sus enseñanzas.
Versículo 11. Cuando el creyente practica «estas
cosas», «no [caerá] jamás». Es de esta manera que
ha sido otorgada entrada en el reino eterno. De
todas las metáforas usadas de la iglesia (por ejemplo,
«cuerpo», «familia», «casa», «templo»), «reino» es
la más común. Los profetas habían anticipado un
reino donde reinaría la paz (vea Is 9.6, 7). Juan el
Bautista había venido proclamando: «El reino de los
cielos se ha acercado» (Mt 3.2). Según Pablo, Dios
nos ha «trasladado al reino de su amado Hijo» (Col
1.13). Únicamente aquí en el Nuevo Testamento a
la iglesia se le llama «reino eterno», 2 pese a que el
2 
F. W. Mattox y John McRay se inspiraron en este
versículo para el título de su libro. (F. W. Mattox y John
adjetivo se aplica comúnmente a otras cosas como
la gloria eterna (2ª Co 4.17) y la salvación eterna
(He 5.9). El «reino eterno» vio la luz en el primer
Pentecostés después de la resurrección. Por primera
vez, en Hechos 2, las personas preguntaron: «¿qué
haremos?», y se les dijo: «Arrepentíos, y bautícese
cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para
perdón de los pecados» (Hch 2.37, 38). Los salvos
constituyeron y siguen constituyendo «el reino
eterno» de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
Los que dejan de practicar las virtudes cristianas
tropiezan. Por lo tanto, no logran asegurar su
vocación y elección. Los versículos 10 y 11 dejan
claro que nadie tiene por qué tropezar y caer. Dios
no únicamente ha otorgado, sino que ha [otorgado]
amplia y generosa entrada en el «reino eterno». La
iniciativa pertenece a Dios. El reino es eterno porque
la iglesia en esta era se disolverá para convertirse
en el reino glorioso que se concretará cuando el
Señor regrese. En todo el Nuevo Testamento hay
una característica de «ya, pero todavía no» de la
vida en Cristo. Por un lado, en la presente era los
creyentes disfrutan de las bendiciones del reino
de Dios. Han comenzado una relación eterna con
Dios. Por el otro, se anticipa un descanso eterno y
una paz con Dios que todavía está por cumplirse.
Tanto en esta vida como en la vida venidera, la
riqueza del galardón está en proporción directa a
la fidelidad en la vida.
A modo de recordatorio (1.12–15)
Por esto, yo no dejaré de recordaros siempre
12
estas cosas, aunque vosotros las sepáis, y estéis
confirmados en la verdad presente. 13Pues tengo
por justo, en tanto que estoy en este cuerpo, el
despertaros con amonestación; 14sabiendo que en
breve debo abandonar el cuerpo, como nuestro
Señor Jesucristo me ha declarado. 15También yo
procuraré con diligencia que después de mi partida
vosotros podáis en todo momento tener memoria
de estas cosas.
En este punto de la carta, hay un cambio
abrupto en la forma en que Pedro se dirige. Había
escrito como un maestro interesado, un compañero
peregrino que compartía con sus lectores la gloria
y la excelencia de Dios. En esa capacidad les había
instado a ser diligentes. Ya les había recordado las
magníficas promesas que se habían cumplido en
McRay, The Eternal Kingdom: A History of the Church of Christ
[El reino eterno: Historia de la iglesia de Cristo] [Delight, Ark.:
Gospel Light Publishing Co., 1961].)
7
ellos. Si bien habían gozado de los beneficios de
las promesas de Dios, Pedro quería que recibieran
bendiciones aún mayores mediante el ejercicio de
la virtud.
Después de haber puesto los cimientos, el
apóstol pasó a un nivel personal. Entró en la
narrativa como un estrecho colaborador del Señor.
Les recordó algunas de sus experiencias con Jesús.
Los incidentes no eran al azar. Echó mano de hechos
que reforzaban su autoridad. El apóstol tenía el
derecho de corregir a los falsos maestros que habían
invadido las iglesias porque conocía al Señor de
primera mano, en la carne.
Versículo 12. Lucas escribió que había filósofos
en Atenas que «en ninguna otra cosa se interesaban
sino en decir o en oír algo nuevo» (Hch 17.21). En
contraste, Pedro les aseguró a sus lectores que no
tenía nada nuevo. Más bien, deseó llamar de nuevo
a las cosas que habían creído desde el principio. El
apóstol escribió, … no dejaré de recordaros siempre
estas cosas. Regresaría a este tema en 3.1: «despierto
con exhortación vuestro limpio entendimiento».
Fred B. Craddock señaló que hay una gran
cantidad de predicación cristiana que tiene como
objetivo despertar un «limpio entendimiento».3
En la experiencia comunitaria de la adoración, el
predicador relaciona historias de la infancia de
Moisés en Egipto, Israel en el desierto, David y
Goliat, los profetas, el exilio en Babilonia, Juan el
Bautista, las parábolas de Jesús, el entusiasmo del
Señor resucitado y la difusión del cristianismo. Para
la mayoría de los oyentes, no hay nada nuevo. Cada
uno escucha y en su corazón su fe es fortalecida. Sin
darse cuenta, reflexiona. «Sí, estas son las historias
de mi pueblo. Nos dicen lo que somos y lo que
creemos. Definen nuestra esperanza e inspiran la
bondad en nosotros».
Las traducciones dan poca indicación del
dificultoso griego que da inicio a este versículo.
Pedro usó el tiempo futuro, sin embargo, es difícil
darle sentido a «Yo siempre iré a estar listo», o «Yo
siempre estaré a punto de estar listo». Debido a que
el griego es dificultoso, es difícil saber qué quiso
decir el apóstol.4 La lectura de la NASB tiene en
cuenta el contexto. Permite el siguiente significado:
«Yo siempre haré un esfuerzo para recordarles estas
3 
Fred B. Craddock, Preaching (La predicación) (Nashville:
Abingdon Press, 1985), 159–63. Craddock también escribió:
«Hay una ficción extendida entre los predicadores que lo
familiar no es interesante, que no tiene poder ni vanguardia
profética» (p. 45).
4 
En el presente versículo, la KJV sigue una lectura que
tiene muy poco apoyo textual, pese a que es fácil de entender.
Consigna: «No seré negligente en hacerles recordar».
8
cosas». El esfuerzo de Pedro incluía la presente carta,
sin embargo, parece que, de lo que se recoge del
versículo 15, tenía en mente otros esfuerzos que aún
tenía que hacer (vea los comentarios sobre 1.15).
El apóstol fue cauto en su recordatorio. Atrajo
a sus lectores a una asociación con él y los acogió
como aliados. Los recordatorios no eran acusaciones
contra la fe ni el conocimiento de sus lectores.
Pedro dijo que los recordatorios son importantes
aunque vosotros las sepáis, y estéis confirmados
en la verdad presente. Sin duda, los falsos maestros
habían hecho incursiones en algunos de entre
la comunidad cristiana. El apóstol sutilmente
involucró a sus lectores en una causa común.
Porque habían oído a los apóstoles, sabían muy
bien que no debían acoger a los falsos maestros ni
sus modos de vida. Habían sido «confirmados en
la verdad». Pedro no tenía dudas al hablar de «la
verdad». Estaba muy lejos de las tendencias de la
cultura moderna de hacer toda «verdad» relativa.
Sus lectores no tenían ninguna duda de que en
Cristo, la «verdad» les era accesible a ellos.
Versículo 13. Pedro comprendía su
responsabilidad apostólica. [… tenía] por justo,
o que era lo correcto, que un apóstol de Jesucristo
llamara nuevamente a los creyentes al mensaje
que habían recibido. Era lo justo porque Pedro
era consciente de que este cuerpo era temporal.
Pedro sugirió que podría no tener muchas más
oportunidades para recordarles mientras estuviera
en «este tabernáculo». En 1ª Pedro los lectores
eran «extranjeros y peregrinos». En esta carta, la
referencia al cuerpo carnal como un «tabernáculo»
continúa la idea de la vida como una peregrinación.
Es un tema teológico con profundas raíces en el
Antiguo Testamento. Al mismo tiempo, era un
motivo común en autores helenísticos.
Sea en Jerusalén o Roma, era peligroso ser un
líder de la comunidad cristiana. Esteban (Hch 7.58,
59) y Jacobo (Hch 12.1, 2) ya habían encontrado
la muerte. Pedro mismo había mirado la muerte
a la cara (Hch 12.3, 4). La palabra que se traduce
como «cuerpo» quiere decir literalmente «tienda»
(skh/ n wma, skēnōma). Es una metáfora colorida,
pero que no se traduce bien en la cultura moderna.
Para Pedro, su cuerpo de carne era una residencia
temporal que podría ser desecha y dejada atrás
cuando llegara la hora de morir.
En el pensamiento griego, el cuerpo era un
lugar donde estaba atrapado el espíritu. Cuando el
cuerpo moría, el espíritu era liberado. La esencia
de la persona era su espíritu. La enseñanza bíblica
dice que el individuo es una misteriosa combinación
de cuerpo y espíritu. La existencia fuera del
cuerpo era algo que los judíos nunca consideraron.
Cuando Pablo habló de la vida en el mundo venidero
era la vida con un cuerpo de resurrección, no en
un modo impreciso y espiritual de existencia (vea
1ª Co 15.42–58).
Las palabras «este cuerpo» no son una indicación
de que Pedro había aceptado un dualismo de cuerpo
y espíritu. Más bien, estaba dando voz a la certeza
de que su vida física podría llegar a su fin. Hasta
que llegara ese momento, consideró que era su
deber [despertarles] con amonestación. Sus lectores
conocían la historia cristiana; estaban conscientes
de las implicaciones morales de la confesión
cristiana. Cuando las amenazas afloraron, el apóstol
apeló a la tradición. Pedro esperaba que la vieja
historia les despertara y les inspirara a una fe y celo
renovados. La tradición no es la iglesia retirándose
al pasado. Es la inspiración de la iglesia para
reavivar las llamas cuando se ve amenazada por el
letargo, por las disensiones dentro del cuerpo, o por
falsas enseñanzas que comprometen la fe.
Las advertencias de Pedro son dadas de acuerdo
al contexto polémico de toda la carta. En primer
lugar, instó a sus lectores a vivir de acuerdo a los
más altos principios éticos y morales. Les recordó la
enseñanza que habían recibido desde el principio.
Apeló a su autoridad apostólica. Luego, cuando
comienza el capítulo 2, se centró directamente en
los falsos maestros. Sin embargo, incluso aquí su
pensamiento se estaba desarrollando en la dirección
de los maestros.
Versículo 14. Pedro no sabía el momento exacto
de su muerte, sin embargo, desde su conversación
con el Señor en Juan 21.18, 19, el apóstol vivía con
la muerte como compañera. Su recuerdo de las
palabras de Jesús era apropiado para cualquier
período de su vida.
Quienes sostienen que 2ª Pedro es seudónimo
entienden que este versículo es parte de un intento
finamente velado para dar la apariencia de una
autoría petrina. Hecha esta premisa, el siguiente
paso consiste en suponer que el verdadero autor
quiso darle a la carta la apariencia de haber sido
escrita a finales de la vida de Pedro, mientras
se encontraba en Roma. Únicamente cuando
suponemos que el apóstol Pedro no pudo haber
escrito la carta es que estamos obligados a proyectar
sobre el autor un intento consciente de hacer que
pareciera tener una procedencia romana. No hay
nada en la carta misma que sugiera Roma como el
lugar de la redacción.
En la conversación de Juan 21, Jesús había dado
a entender que Pedro sería atado y encarcelado. De
haber sido el autor algún discípulo posterior que
quería proyectarse como Pedro, esperaríamos que
dijera algo de la profecía de la servidumbre de Pedro.
Es parte de la misma conversación. Además, habría
sido una oportunidad conveniente para colocar
a Pedro bajo guardia romana en cumplimiento
de la profecía. En lugar de ello, 2ª Pedro no da
ningún indicio de que el autor se encontrara en
prisión. Si el autor de esta carta fue un discípulo
posterior que escribió con el nombre de Pedro,
utilizó la conversación de Juan 21 de una manera
poco entusiasta para reforzar su afirmación de ser
el apóstol.
Hay poca duda de que las palabras de Jesús
en Juan 21 yacen detrás de la afirmación que dice
sabiendo que en breve debo abandonar el cuerpo.
Existe un considerable debate sobre el matiz exacto
de la palabra que se traduce como «en breve».
Incluso si concedemos que la mejor traducción de
tacino/ ß (tachinos) es «pronto» o «inminente», el
apóstol ciertamente vivió con la inminencia de la
muerte mucho antes de viajar a Roma. Sin embargo,
se puede argumentar que «pronto» sería una mejor
traducción de la palabra.5 En este caso, la palabra
no tiene importancia en cuanto a tiempo.
Versículo 15. Habiendo instado a sus lectores a
ser diligentes (1.5, 10), el apóstol prometió diligencia
en sus propios esfuerzos. Habiendo mencionado la
profecía de «nuestro Señor Jesucristo» en relación
a sí mismo, Pedro expresó el deseo de hacer estas
cosas accesibles a ellos después de su muerte. Mi
partida es claramente una referencia a la muerte del
apóstol.6 La referencia de «estas cosas» no es del todo
clara. Puede referirse a las cosas que se analizaron en
la presente carta. Tal vez Pedro pretendía en algún
momento en el futuro enviarles a sus lectores una
refutación más detallada de los falsos maestros que
estaban tratando de engañar a los discípulos. Sin
embargo, los intérpretes han entendido por siglos
sus palabras de modo contrario.
El apóstol acababa de mencionar cosas que el
«Señor Jesucristo» había hablado con él acerca de
su inminente muerte. «Estas cosas» podría ser una
referencia general a las cosas acerca de Jesucristo.
Tal vez, Pedro prometió ser diligente y escribir
la historia de Jesús. ¿Pretendía Pedro escribir un
registro del ministerio terrenal de Jesús? La Biblia
no contiene un Evangelio según Pedro, sin embargo,
5 
Vea Michael Green, The Second Epistle General of Peter
and the General Epistle of Jude (La segunda epístola general de
Pedro y la epístola general de Judas), rev. ed., Tyndale New
Testament Commentaries, vol. 18 (Grand Rapids, Mich.:
Wm. B. Eerdmans Publishing Co., 1987), 89.
6 
La palabra griega es e¶ x odoß (exodos), que literalmente
quiere decir «un salir».
9
hay razones para pensar que Pedro podría haber
sido fundamental en la producción de uno de los
Evangelios.
El historiador de la iglesia de nombre Eusebio,
en la primera mitad del siglo cuarto, produjo un
registro de lo que había ocurrido en los círculos
cristianos hasta su tiempo. Tenía acceso a muchos
documentos escritos por cristianos que vivieron
antes que él, documentos que han desaparecido ya
hace mucho tiempo. Entre los registros a disposición
de Eusebio estaban las memorias de un líder de la
iglesia del oeste de Asia Menor llamado Papías.
Hay razones para pensar que Papías nació poco
después de la muerte de Pedro. Según Eusebio,
Papías escribió:
Marcos se convirtió en el intérprete de Pedro
y escribió con exactitud todo lo que recordaba,
mas no en el orden que se dieron las cosas dichas
o hechas por el Señor. […] Porque a una cosa
le dio atención, no dejar por fuera nada de lo
que había oído y no hacer declaraciones falsas
en ellas.7
Un testimonio similar proviene de otros autores
antiguos. Eusebio mismo escribió:
[Ellos] le rogaron a Marcos, cuyo evangelio se ha
conservado, al ver que era seguidor de Pedro,
que les dejara una declaración por escrito de la
enseñanza dada a ellos verbalmente, ni tampoco
cesaron hasta que lo hubieron convencido, y así
se convirtió en la causa de la Escritura llamada
Evangelio según Marcos.8
Los primeros registros históricos disponibles, que
se remontan a principios del siglo segundo, dicen
que Pedro cumplió su promesa a sus lectores
poniendo a su disposición «estas cosas» después
de su «partida». El Evangelio de Marcos parece ser
el cumplimiento de su promesa.
«testigos de Su Majestad» (1.16–18)
Porque no os hemos dado a conocer el poder
16
y la venida de nuestro Señor Jesucristo siguiendo
fábulas artificiosas, sino como habiendo visto con
nuestros propios ojos su majestad. 17Pues cuando él
recibió de Dios Padre honra y gloria, le fue enviada
desde la magnífica gloria una voz que decía: Este es
mi Hijo amado, en el cual tengo complacencia. 18Y
nosotros oímos esta voz enviada del cielo, cuando
estábamos con él en el monte santo.
7 
Eusebio, Historia de la iglesia 3.39.15.
8 
Ibíd., 2.15.2.
10
Aquí en su carta, Pedro parecía responder a
alguna acusación directa que había sido formulada
contra él, o tal vez las acusaciones eran en contra
de él y otros que habían estado presentes con Jesús
durante Su ministerio terrenal. Parece que los
falsos maestros habían acusado a Pedro de inventar
historias acerca de Jesús con el fin de reforzar su
autoridad. Pedro lo negó. Para enfatizar su punto,
remontó su testimonio a un acontecimiento notable.
Era un evento que confirmaba la divinidad del Señor
como quizás ningún otro.
Versículo 16. El apóstol negó que él y sus
compañeros testigos apostólicos hubieran sido
arrastrados por fábulas artificiosas. Cuando Pedro
y los demás les habían referido a las audiencias
los extraordinarios acontecimientos que rodearon
el ministerio de Jesús, algunos de ellos los habían
descartado como simplemente muchas «fábulas»
o «mitos» (muv q oß, muthos). Muchas religiones se
basan en mitos, historias atemporales de dioses
que se entremezclan con la humanidad de manera
extraordinaria, a fin de transmitir concepciones
filosóficas e ideales éticos. Los mitos son medios
eficaces para expresar dilemas, aspiraciones, temores
y esperanzas humanas. La religión griega estaba
saturada de mitos, muchos de ellos centenarios.
Hubo personas antiguas y hay modernas que desean
clasificar acontecimientos bíblicos —sobre todo las
que dan testimonio de hechos milagrosos— con mitos
sobre dioses y diosas que circularon en la sociedad
pagana. Pedro negó que los acontecimientos que
había experimentado estuvieran en una categoría
con los mitos populares.
La fe cristiana basa su pretensión de verdad
sobre acontecimientos que tuvieron lugar en tiempo
real. Negar el testimonio histórico de los testigos
bíblicos es socavar la base del mensaje cristiano.
… hemos dado a conocer el poder y la venida
de nuestro Señor Jesucristo, declaró Pedro. Los
apóstoles no siguieron «fábulas artificiosas». Para
los cristianos, la historia no puede ser colocada en
una categoría separada de la fe. La fe y la historia
se entrelazan. El «poder» de Jesús fue evidente
desde el principio de Su ministerio. Mientras vivió
entre los humanos, seres creados por Él, Jesús
sanó milagrosamente a los enfermos incurables.
Cuando calmó los vientos y las olas, los discípulos
reaccionaron como se esperaba. «¿Quién es éste,
que aun el viento y el mar le obedecen?» (Mr 4.41).
Los siglos han visto muchos maestros con mensajes
variados y contradictorios. Los seguidores de Jesús
saben que a su Maestro no se le ha de comparar con
los demás. Llevaba el manto de la verdad. Saben
que Jesús es verdadero, entre otras cosas, porque
vino con «poder». Saben que vino con «poder»
porque los que han visto con [sus] propios ojos su
majestad son infinitamente encomiables.
Algunos sostienen que la alusión de Pedro a la
«venida de nuestro Señor» se refiere a la primera
venida de Jesús; otros sostienen que se trata de Su
segunda. Sin embargo, los falsos profetas que Pedro
enfrentó negaban que Jesús vendría nuevamente
(3.3–10); no parecía que había cuestionamientos
sobre su primera venida en la carne. El incidente que
Pedro experimentó en la transfiguración afirmaba
tanto «el poder» como «la venida de nuestro Señor».
El tiempo y la naturaleza de la segunda venida de
Cristo son el tema que se analiza en 2ª Pedro, no
Su primera venida.
Pedro no duda en afirmar que la simple
declaración del Señor acerca de Su regreso era
suficiente. Si había prometido volver, los cristianos
podían estar seguros de que volvería. Sus adversarios
podrían haber especulado sobre el tiempo en que el
Señor regresaría, o puede ser que hayan declarado
que Él ya había llegado de alguna manera espiritual,
no literal. Pedro había visto el poder de Jesús en «el
monte santo» (1.18). La transformación que había
visto ahí era prueba suficiente de que Jesús vendría
nuevamente. Esa venida estaba aún en el futuro.
Hay una razón más para estar seguros de
que es la segunda venida de Jesús lo que Pedro
tenía en mente. Si sus palabras se refieren a la
primera aparición de Jesús en Galilea y Judea, es
el único lugar en el Nuevo Testamento donde se
usa parousi÷ a (parousia, «venida») de la venida
de Jesús en forma humana. No hay duda de que
Pedro estaba dirigiendo la vista al futuro, cuando
se refirió a la «venida de nuestro Señor».
Pedro usó la palabra «poder» para mirar atrás
al momento en el tiempo en que el Hijo de Dios
caminó entre los hombres. Luego volvió sus ojos
a lo que estaba por venir. Así como los apóstoles
habían dado a conocer el «poder» de Jesús, también
habían dado a conocer Su «venida». Jesús es más
que un recuerdo histórico de un hombre que vivió
en el pasado. También es un Señor vivo que viene
nuevamente.
En su primera carta, el apóstol se refirió a
la «manifestación» (aÓ p oka¿ l uyiß, apokalupsis;
1ª P 1.7, 13; 4.13) del Señor, sin embargo, en
la segunda carta prefirió la palabra «venida»
(parousi÷ a , parousia; 2ª P 1.16; 3.4, 12). Parousia
se utiliza a veces en un sentido general para la
presencia o llegada de cualquier persona; sin
embargo, a media que los discípulos difundían el
evangelio, se convirtió en un término técnico para
la «venida» del Señor, el fin del tiempo cuando Él
juzgará al mundo. Al igual que Pedro, Pablo utilizó
ambos términos, «manifestación» y «venida», de
manera intercambiable.
Mitos comunes al mundo pagano no tenían
ningún propósito más allá de su valor de
entretenimiento y de cualquier comentario social
o psicológico que hicieran acerca de los asuntos de
los hombres. No trataban sobre hechos reales que
tuvieron lugar en la historia. El mensaje de Pedro,
por el contrario, era sobre el «poder y la venida»
del Señor. Testificaba de un hombre que vivió en
el tiempo, de un hombre cuyas palabras y hechos
proclamaron Su «poder». El mismo Jesús que vivió
en Palestina aparecería en juicio al final de los
tiempos cuando sería destruida la tierra y todo lo
que hay en ella (3.10, 12).
En lugar de seguir «fábulas artificiosas», Pedro
proclamó que él y otros «[habían] visto con [sus]
propios ojos su Majestad». La palabra que se traduce
como «visto con nuestros propios ojos», e˙ p o/ p thß
(epoptēs), únicamente se utiliza aquí en el Nuevo
Testamento, sin embargo, el mismo apóstol utilizó
la forma verbal de la palabra (e˙ p opteu/ w , epopteuō)
dos veces (1ª P 2.12; 3.2). No se encuentra en ninguna
otra parte del Nuevo Testamento.
Pedro no ha presentado rumores a sus lectores.
Los falsos maestros podían expresar su opinión de
las cosas dichas por el Señor, sin embargo, Pedro
había estado allí. No es casualidad que el apóstol
pasara del pronombre «yo» en 1.15 a «nuestro» en
1.16. Fue un testigo ocular, sin embargo, no fue el
único. El testimonio de Pedro fue confirmado por
otros. Después de haber presentado el argumento,
el apóstol dirigió su atención a un evento en
particular, un evento extraordinario, del que había
sido testigo.
Versículo 17. En los Evangelios sinópticos, la
transfiguración fue un punto de inflexión en la
comprensión de los discípulos en cuanto a quién
era Jesús. En las tres narraciones (Mt 17.1–8; Mr
9.2–8; Lc 9.28–36) es precedida por la conversación
de Jesús con los discípulos en Cesarea de Filipo
(Mt 16.13–20; Mr 8.27–30; Lc 9.18–22). Jesús les
preguntó, «¿Quién dicen los hombres que es el Hijo
del Hombre?». Hubo diversas opiniones. Entonces,
vino la pregunta crucial: «¿quién decís que soy
yo?». Los discípulos tuvieron que haber batallado
con esa pregunta. ¿Era Jesús un profeta? ¿Era el
Mesías? Incluso si la respuesta a ambas preguntas
era sí, seguía siendo un largo recorrido para que
entendieran que Él era divino, el Hijo de Dios.
Fue después de esto que Jesús subió al monte
con los tres, Pedro, Jacobo y Juan. Allí Le vieron
transfigurado. Allí vieron a Moisés y a Elías con
11
Él. Principalmente, fue allí donde escucharon el
testimonio de Dios sobre Él. El incidente no era un
mito. Pedro lo citó porque, de todas las cosas que
había experimentado, este testimonio de Dios fue el
más convincente. Incluso entonces en el monte, ni
él ni los otros apóstoles entendieron el significado
de lo que habían visto. Ahora, varios años distantes
de los acontecimientos, los entendía mejor.
Pedro dijo que en el monte Jesús recibió de
Dios Padre honra y gloria. Dios había reclamado a
Jesús como a Su propio Hijo en el monte. Le había
honrado. Además, Jesús se transformó en presencia
de Sus discípulos. «… la apariencia de su rostro se
hizo otra, y su vestido blanco y resplandeciente»
(Lc 9.29). Vieron Su gloria como no la habían visto
antes. Lucas escribió: «… permaneciendo despiertos,
vieron la gloria de Jesús» (Lc 9.32). La luz y el brillo
a menudo se asocian con la presencia de Dios en la
Biblia. Moisés fue testigo de la presencia de Dios en
una zarza ardiente (Éx 3.3–6). Un ángel se le apareció
a Cornelio vestido con ropas resplandecientes (Hch
10.30). Isaías escribió: «Y andarán las naciones a tu
luz, y los reyes al resplandor de tu nacimiento» (Is
60.3). Fue el brillo de esta gloria del que Pedro y
sus compañeros fueron testigos en el monte.
El apóstol siguió identificando a Dios como la
magnífica gloria. Es interesante que ninguno de
los relatos de los evangelios digan explícitamente
que Dios habló en el monte. Los tres relatos dicen
que se oyó una voz desde la nube. Por supuesto, la
voz reclamando a Jesús como su Hijo únicamente
podría haber sido la de Dios. Aunque escribió
años después, Pedro recordaba la impresión que
la majestad de Dios había dejado en él y en los
demás. «Dios Padre», «la magnífica gloria», los
había convencido de que su amigo y maestro era
nada menos que el Hijo de Dios.
«La magnífica gloria» en el monte había
declarado: Este es mi Hijo amado, en el cual
tengo complacencia. Las palabras se aproximan al
registro de Mateo, sin embargo, no son exactamente
las mismas a las que se encuentra en los demás
relatos de los evangelios.9 Sin embargo, hay poca
diferencia en la afirmación que todos registran. Los
tres evangelios sinópticos añaden el imperativo
«a él oíd». Por qué Pedro decidió no registrarlo es
incierto. Quizás la preocupación del apóstol era
afirmar el testimonio histórico que Dios había dado
en el monte. La identidad de Jesús como Hijo de
9 
El orden de las palabras de la frase de Mateo no es el
mismo de 2ª Pedro. La gramática en nuestro idioma no se
acomoda a la diferencia en el orden de las palabras del griego.
Así, la traducción, «Este es mi Hijo amado, en el cual tengo
complacencia», se traduce igual en nuestro idioma.
12
Dios estaba en juego, no la autoridad de Jesús.
Versículo 18. En respuesta a las acusaciones que
decían que habían seguido «fábulas artificiosas»,
Pedro ofreció tres consideraciones: 1) No había
estado solo en el monte. El pronombre que utiliza
en todo el párrafo es «nosotros». Él, Jacobo y
Juan habían estado allí. El testimonio de los tres
concordaba. 2) A diferencia de los falsos maestros
que podrían protestar y especular, Pedro había
estado allí con el Señor. 3) No únicamente había
visto, también había escuchado la voz de lo alto.
Es interesante que Pedro dijera que los hechos
tuvieron lugar en el monte santo. ¿En qué sentido
era «santo» el monte? Una cosa es santa cuando
de alguna manera es reservada para Dios. Otra
manera de describir lo que es santo es decir que
Dios y las cosas particularmente asociadas con
Él son santas. ¿Era santo este monte antes de los
acontecimientos de la transfiguración, o se hizo
santo en ese momento? Podríamos notar que no es
inusual en la Biblia que el adjetivo «santo» se adjunte
a edificios o entidades geográficas. Normalmente,
al monte del templo se le llamaba «monte santo»
y la estructura sobre el mismo «templo santo». La
tierra que Dios dio a Israel por heredad era una
«tierra santa» (Zac 2.12).
Ninguno de los evangelios da suficiente detalle
como para decir con confianza en qué monte de
Israel ocurrió la transfiguración. Algunos abogan
por varios picos del monte Hermón; otros optan por
el Monte Tabor. Independientemente del monte que
fuera, es poco probable que Pedro quisiera decir
que el monte donde se produjo la transfiguración
en sí fue de alguna manera santificado para siempre
por los acontecimientos que tuvieron lugar en él.
Es el evento lo que fue santo, no el lugar donde
ocurrió.
la autoridad y la inspiración
de las escrituras
(1.19–21)
Tenemos también la palabra profética más
19
segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como
a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta
que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga
en vuestros corazones; 20entendiendo primero
esto, que ninguna profecía de la Escritura es
de interpretación privada, 21porque nunca la
profecía fue traída por voluntad humana, sino
que los santos hombres de Dios hablaron siendo
inspirados por el Espíritu Santo.
El pensamiento de Pedro pasó de un incidente
específico que fue peculiar por el testimonio a favor
de la divinidad de Jesús, a los comentarios generales
acerca de la naturaleza de las Escrituras. En el
proceso, hizo una de las declaraciones más claras de
toda la Biblia acerca de la naturaleza de su propio
mensaje. Los cristianos creen que la Biblia es única
entre todos los libros como mensaje de Dios que es.
Afirman que la autoridad y la presencia de Dios se
encuentran en sus páginas, que es suficiente para
dar dirección en todos los asuntos de la religión y
la moral. El no creyente demandará del cristiano los
motivos para tal confianza. El argumento de que la
Biblia es de Dios porque así lo dice, no será suficiente
para determinar su autenticidad y autoridad con la
mayoría de los no creyentes. Sin embargo, lo que
la Biblia dice de sí misma constituye un punto de
partida crucial.
Versículo 19. Las traducciones modernas reflejan
dos formas en que puede entenderse el griego de
este versículo: 1) Puede que la idea sea que los
lectores de Pedro podían poner la confianza aún
más en la palabra profética, porque el testimonio
que Dios dio al Hijo en el monte la haría más segura.
La NASB interpreta lo anterior como el significado
de Pedro cuando consigna: «Por tanto, tenemos la
palabra profética hecha más segura». 2) Como otra
alternativa, el apóstol podría haber querido decir
que «la palabra profética» —que algunos de los
lectores de Pedro habrían interpretado como un
testimonio más seguro de Cristo que su informe
del monte— declaraba a Jesús como el Hijo de
Dios. La Reina Valera traduce: «Tenemos también
la palabra profética más segura».10 Si esto es lo
que quiere decir Pedro, la «palabra profética más
segura» requiere que los lectores le den aún más
credibilidad al testimonio apostólico.
Cualquier interpretación es posible. Sin embargo,
debido a que el apóstol estaba bajo el ataque de
los falsos maestros que lo acusaban de inventar
«fábulas artificiosas» (1.16), Pedro probablemente
estaba afirmando que las Escrituras apoyaban el
testimonio que había dado a sus lectores. La Reina
Valera probablemente está en lo correcto, aunque la
mayoría de las traducciones y comentarios acuerdan
con la NASB. Para aquellos renuentes a creer el
informe de Pedro del testimonio de Dios a Cristo en
el monte, la «palabra profética» más segura dejaba
en claro que Jesús era el Hijo de Dios.
Independientemente de cómo entendamos
la frase, hay razones suficientes para que los
�� 
La NEB consigna lo siguiente en el margen: «Y
en el mensaje de los profetas tenemos algo todavía más
seguro».
cristianos [estén] atentos a la «palabra profética».
Con «palabra profética», Pedro quiso decir todo el
Antiguo Testamento, no únicamente la literatura
profética. Desde el momento en que Juan el
Bautista comenzó a predicar, la vida y muerte y
las enseñanzas y obras de Jesús se entendieron
como el cumplimiento de las profecías del Antiguo
Testamento. Jesús era el Mesías prometido; Él
inauguró el prometido reino de Dios. El hecho de que
Evangelio de Mateo apelara al Antiguo Testamento
para la iluminación de prácticamente todos los
aspectos de la vida y ministerio de Jesús es bien
conocido. Cuando Jesús se apareció a los discípulos
después de la resurrección, Él les aseguró: «… era
necesario que se cumpliese todo lo que está escrito
de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los
salmos» (Lc 24.44). La predicación de Pedro en la
primera parte de Hechos está llena de referencias
al Antiguo Testamento. En 1ª Pedro, el apóstol hizo
repetidos llamados a la «palabra profética» (1.24,
25; 2.4–10, 22–25; 3.10–12, 20–22; 4.18; 5.5).
Para los falsos maestros que estaban socavando
el evangelio y para quienes se inclinaban a
escucharles, Pedro advirtió: «Hacéis bien en estar
atentos» a la «palabra profética». El apóstol estaba
preparándose para el ataque frontal completo
que traería contra los falsos maestros. En el plano
teórico, lo mejor es evaluar la verdad de lo que
dice una persona únicamente sobre la base de su
valor intrínseco. Sin embargo, no es la forma como
normalmente funciona. En primer lugar, hacemos
una evaluación de la persona y luego evaluamos
lo que dice filtrando la clase de persona que
hemos juzgado que es. El apóstol Pedro entendía
que para tener un efecto sobre las comunidades
cristianas a las que se dirigía, primero tendría
que establecer su propia credibilidad, lo cual hizo
apelando a los acontecimientos que presenció en
la transfiguración. Además, afirmó que el propio
testimonio de Dios en las Escrituras establecía la
verdad de lo que decía.
Incluso aquellos que podrían descartar el
testimonio de Pedro como «fábulas artificiosas»
harían «bien en estar atentos» a las profecías
antiguas. Las Escrituras son una antorcha que
alumbra en lugar oscuro. La palabra que se traduce
como «lugar oscuro» (auj c mhro/ ß , auchmēros) es una
de varias en esta carta que ocurre solamente aquí
en el Nuevo Testamento. Es una palabra colorida.
La «antorcha» no está brillando en una oscuridad
absoluta, sino en un lugar que es sombrío, sucio,
envuelto en una niebla sucia. El «lugar oscuro» es
el mundo en el que vivían Pedro y sus lectores. Es
el mundo en el que los creyentes seguían viviendo.
13
En ese mundo de sombras, la Palabra de Dios es
como «una antorcha que alumbra». El capítulo
más extenso en la Biblia, Salmos 119, se dedica a
ensalzar las glorias de la ley. Al igual que Pedro,
para el salmista, la Palabra de Dios es una lámpara
que ilumina el camino. «Lámpara es a mis pies tu
palabra,
 y lumbrera a mi camino» (Sal 119.105).
El florido y refinado lenguaje de 2ª Pedro pasa
a primer plano a medida que Pedro anticipaba el
momento en que este mundo oscuro, iluminado
con dificultad por las Escrituras, cedería su lugar a
medida que el día esclarezca y el lucero de la mañana
salga en vuestros corazones. La imagen es la de una
larga vigilia nocturna siendo desquebrajada por las
señales de la madrugada. Tal vez los pensamientos
de Pedro fueron inspirados por el salmista, que dice:
«Esperé yo a Jehová, esperó mi alma; en su palabra
he esperado. Mi alma espera a Jehová más que los
centinelas a la mañana, más que los vigilantes a la
mañana» (Sal 130.5, 6).
Hay un acuerdo general en cuanto a que
Números 24.17, «Saldrá ESTRELLA de Jacob»
inspiró la frase «el lucero de la mañana». Los
cristianos y los judíos habían entendido Números
24.17 como una profecía mesiánica. En un pasaje
de la venida del Señor, es inesperado que Pedro
agregara que esta estrella de la mañana saliera «en
sus corazones». Probablemente lo único que quiso
decir era que los corazones de los creyentes estarían
eufóricos cuando las esperanzas y los sueños se
hicieran realidad en el amanecer de la nueva era.
Más adelante en esta carta, el apóstol abordó los
mismos eventos en términos del fin del mundo y el
juicio. «… el día del Señor vendrá como ladrón en
la noche; en el cual los cielos pasarán», dijo (3.10).
Para los creyentes, será un día de gozo y luz. El
amanecer del día sugiere una nueva vida, libre de
sufrimiento y pecado.
Versículo 20. Teniendo en cuenta que los
creyentes «[hacen] bien en estar atentos» a la «palabra
profética», el apóstol continuó explicando por qué la
Palabra tenía autoridad. Lo primero en importancia
para los creyentes era saber que ninguna profecía
de la Escritura es de interpretación privada. El
significado del versículo depende del sustantivo
que se traduce como «interpretación» (e˙ p i÷ l usiß,
epilusis). Ocurre solamente aquí en el Nuevo
Testamento en esta forma. El análogo verbal de la
palabra quiere decir «declarar» o «interpretar» en
Marcos 4.34; por lo tanto, «interpretación» es una
buena traducción del sustantivo. Aún así, el pasaje
es oscuro. La «interpretación» es normalmente el
segundo paso en la comunicación. Un orador o autor
hace una declaración; un oyente o lector la interpreta.
14
¿Dónde entra a la escena la «interpretación» cuando
se registran las Escrituras? Hay dos formas posibles
de entender el pasaje.
Primeramente, Pedro podría haber querido
decir que cuando los profetas registraron las
palabras de las Escrituras, no fueron dejados a su
suerte, interpretando quizás un sueño o un estado
subjetivo de éxtasis como un mensaje de Dios. La
profecía de las Escrituras era más que un individuo
interpretando eventos privados. Dios estaba
involucrado de manera directa. Él aseguró que las
palabras de los profetas registradas en las Escrituras
fueran verdad. La idea es similar a la afirmación de
Pablo que dice: «Toda la Escritura es inspirada por
Dios» (2ª Ti 3.16). Una segunda posibilidad es que
Pedro tenía en mente interpretaciones caprichosas
de las Escrituras ofrecidas por los falsos maestros.
Podría haber estado diciendo que interpretar las
Escrituras era función de la iglesia en conjunto. La
interpretación individual de las Escrituras no es
autoritaria. Cuando la interpretación privada está
en desacuerdo con la interpretación de la iglesia,
la interpretación privada es errónea. Las Escrituras
no son de interpretación privada.11
La primera interpretación es, sin duda, la
correcta. La misma «palabra profética» es el tema
de los versículos 19 y 20. El apóstol les dijo a los
creyentes que les prestaran atención a las Escrituras
y luego les dijo por qué. Las Escrituras constituyen
la palabra que viene de Dios, no de la imaginación
de los profetas. La «interpretación» en cuestión es
la del profeta cuando registra las Escrituras, no del
lector cuando pregunta qué quieren decir.
No es de extrañar que la última interpretación
se haya visto favorecida por las iglesias dirigidas
por un clero jerárquico dominante. El argumento es
que la iglesia dio la Biblia al mundo y únicamente
la iglesia está en condiciones de interpretarla.
La interpretación es demasiada peligrosa para el
individuo. La KJV contribuye a esta comprensión del
pasaje cuando consigna: «Ninguna profecía de las
Escrituras es de interpretación privada». Mientras
que la traducción no es la mejor, hay un punto
importante a rescatar de ella. La interpretación en
comunidad con otros es preferible a la reflexión
�� 
De paso, podríamos notar que hay quienes citan este
versículo para argumentar que no se debe interpretar las
Escrituras en absoluto. Las Escrituras deben ser tomadas
tal como son, sin interpretar, o al menos eso se dice. Tal
argumento desestima totalmente la idea de Pedro. Cuando las
palabras son el medio, sean las Escrituras o una conversación
casual, por necesidad, el que recibe las palabras tiene que
interpretarlas. Simplemente no podemos empaparnos de las
palabras de la Biblia como son sin interpretarlas.
privada sobre el significado de la Biblia.
En vista de que cada cristiano es un sacerdote
(1ª P 2.5; Ap 1.6), cada uno ha de asumir la
responsabilidad de leer, interpretar y enseñar el
mensaje revelado en las Escrituras. Sin embargo,
cuando el individuo se encuentra interpretando las
Escrituras de una manera tal que exige el rechazo
de los principios básicos de la iglesia, cuando
se entera de que prácticamente es el único en su
interpretación, tiene que escuchar las voces de
los creyentes espiritualmente maduros. Tiene que
volver a evaluar su interpretación sobre la base de
la instrucción que recibe de los demás.
Versículo 21. En caso de que aún hubiera
malentendidos, el apóstol aclaró nuevamente.
Deseaba que sus lectores conocieran qué no era
la profecía; luego, quiso que supieran lo que sí
era. … porque nunca la profecía fue traída por
voluntad humana, sino que los santos hombres de
Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu
Santo. En este punto, no era la interpretación de
las Escrituras lo que le preocupaba a Pedro, sino su
origen. Las implicaciones de la afirmación de Pedro
son de largo alcance. Si bien no tenemos espacio
aquí para considerar cualquiera de ellas de manera
detallada, se hace necesario uno o dos comentarios.
En primer lugar, la «profecía» en cuestión, como ya
hemos visto, es la totalidad del Antiguo Testamento.
Es necesaria cierta extrapolación si lo que queremos
es situar el Nuevo Testamento bajo la misma rúbrica.
Aún así, tal extrapolación no está fuera de límites.
Pablo y otros colaboradores del Nuevo Testamento
entendieron que ellos también fueron guiados por
el Espíritu Santo (1ª Co 2.13; 1ª Ts 1.5).
En segundo lugar, puesto que la Biblia es el
resultado de «hombres de Dios [que] hablaron
siendo inspirados por el Espíritu Santo», se deduce
que las Escrituras son de confianza. Si bien los
autores de la Biblia utilizaron las convenciones
normales del lenguaje para transmitir sus mensajes,
las Escrituras no yerran en su presentación de
los datos históricos, la instrucción religiosa o los
imperativos morales. Una vez dicho esto, queda
todavía mucho por determinar en cuanto a lo que
implica la palabra «errar». No hay evidencia de
que el Espíritu Santo haya protegido del error el
copiado y transmisión de la Biblia. Las evidencias
indican lo contrario. Tenemos que tener en cuenta
la posibilidad, a veces la realidad, de que se han
cometido errores en el proceso de transmisión.
Además, la traducción no es un proceso infalible.
Si lo fuera, no necesitaríamos varias traducciones de
la Biblia. Una traducción inspirada sería suficiente.
Los traductores son llamados a usar su mejor
juicio cuando interpretan y traducen el idioma
original. Tenemos que admitir que hay errores en la
traducción. Si bien puede ser inquietante, sobre todo
cuando lo confrontamos por primera vez, podemos
encontrar consolación constatando el hecho de
que se han conservado miles de manuscritos de la
Biblia. Estamos en deuda con los estudiosos que
han pasado toda una vida hurgando y evaluando
los manuscritos donde estos difieren. Si bien las
traducciones no son inspiradas como fueron los
escritos originales, podemos estar seguros de que
el cuidado más meticuloso ha sido puesto en la
traducción de la Biblia a nuestro idioma. Tenemos
que ser cautelosos, sin embargo, podemos estar
seguros de que tenemos acceso al mensaje mediante
el que Dios llama a las personas a llevar Su nombre
y las instruye en los caminos de la vida.
Aplicación
El amor de Dios (1.3)
Tal vez la más fundamental de las doctrinas
cristianas es la simple afirmación que dice «Dios
es amor». Es una confesión que, de vez en cuando,
es dolorosamente puesta a prueba.
Imagínese a una mujer joven que ha pasado
por nueve meses de embarazo y está esperando
ansiosamente su primogénito. Entonces, el niño
llega y le dan la noticia a ella. El niño tiene síndrome
de Down. La joven madre lo mira a usted y pregunta:
«¿Me ama a Dios? ¿Ama Dios a este niño? ¿Cómo
puede decir que Dios es amor cuando permite que
esto suceda?». Que Dios es amor es difícilmente
una confesión que se hace a la ligera. Hay mucho
sufrimiento. Por lo que parece, a veces las personas
inocentes sufren por delitos que no han cometido. Si
Dios ama a Su pueblo y si Él es todopoderoso, ¿por
qué permite el sufrimiento de los inocentes?
La respuesta de Pedro es afirmar que Dios nos
ha dado «todas las cosas que pertenecen a la vida
y a la piedad» (1.3). Ello implica que Dios puede y
en efecto trabaja por medio del pecado y el mal del
mundo para lograr Sus propósitos. Los cristianos
están del lado de la vida y la piedad cuando echan sus
suertes con Jesús de Nazaret. A Dios le corresponde
gobernar el mundo. A la creación le corresponde
amar y confiar en Él. Confesamos que no conocemos
todos Sus caminos. Sí conocemos suficiente de ellos
para encomendarnos a Su cuidado. Por medio de
Jesucristo, sabemos lo suficiente de Él para ser salvos
del pecado y tener esperanza en la vida eterna.
Una palabra para todo (1.5–8)
La lista de virtudes cristianas de Pedro tiene
15
varias similitudes con el fruto del Espíritu de
Gálatas 5.22, 23. Ambos escritores, Pedro y Pablo,
entendieron en cierto sentido que las cualidades que
mencionaron eran como «frutos». Pedro dijo que
las cualidades no dejarán que los cristianos estén
«sin fruto». Las palabras nos dan un vocabulario
para que pensemos en la forma en que un cristiano
debe vivir. Se nos dificulta pensar en conceptos a
los que no podemos darles un nombre.
La experiencia da forma a nuestro vocabulario
y moldea nuestro pensamiento. Por ejemplo, un
esquimal tiene muchas palabras para la nieve. Un
habitante de zonas tropicales no tiene ninguna. Por
tener diferentes nombres para ello, un esquimal
verá diferencias en la nieve que no significarían
nada para el hombre de los trópicos aunque fuera
trasladado a un entorno con nieve. Sin las palabras
del esquimal, es poco probable que el hombre de
los trópicos note las diferencias en los gránulos de
nieve.
De manera similar, la experiencia con Dios nos
da nombres y palabras para que entendamos quién
es Él y el tipo de vida que desea que Su pueblo
viva. Las sensibilidades morales se ven reforzadas
cuando consideramos las diferencias sutiles entre
«dominio propio» por un lado y «piedad» por otro.
«Afecto fraternal» no es lo mismo que la palabra
más general para «amor». Al nombrar las virtudes
que Su pueblo ha de adoptar, Dios nos ha dado los
medios para identificarlas, para pensar en ellas y
seguirlas como modelos para la vida.
Confirme su vocación y elección (1.8–11)
Cuando un cristiano le suministra generosamente
a su vida las virtudes que Pedro mencionó,
cuando las practica, el subproducto natural será
el conocimiento de Cristo. Nadie que añada las
virtudes cristianas a su vida puede estar ocioso y
sin fruto en conocimiento. Pedro estaba hablando
del conocimiento práctico, no teórico. Los dos no
son lo mismo. Podríamos por ejemplo leer sobre
la gimnasia, sin embargo, únicamente sabremos
gimnasia después de que hayamos invertido
años de nuestra vida entrenando. Los falsos
maestros a quienes Pedro confrontó dijeron conocer
cosas que no sabían los apóstoles. Para ellos, el
conocimiento era algo esotérico y secreto para
compartir. Para Pedro, el conocimiento y la piedad
eran inseparables.
El conocimiento no es teórico. Se lleva a cabo en
la forma en que vivimos. Podríamos, por ejemplo,
leer sobre la perseverancia, sin embargo, sabemos
qué es la perseverancia y nuestra capacidad
para perseverar cuando hemos perseverado. De
16
manera similar, sabemos de dominio propio cuando
hemos ejercitado el dominio propio. Conocer la
perseverancia, el dominio propio y las demás
virtudes cristianas no es ajeno a conocer a Cristo. El
hacer engendra el conocimiento. «… si estas cosas
están en vosotros y abundan», les aseguró el apóstol
a sus lectores, «no os dejarán estar ociosos ni sin
fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor
Jesucristo». Por otro lado, alguien que profese a
Cristo y no conoce estas manifestaciones prácticas
de la enseñanza cristiana es ciego y ha olvidado
(es decir, no sabe) que ha sido limpiado de sus
pecados pasados.
Establecido en la verdad (1.12–18)
El término «verdad» es una palabra difícil de
comprender plenamente. Es una gran palabra en
la Biblia. Jesús dijo: «… conoceréis la verdad, y la
verdad os hará libres» (Jn 8.32). Durante el juicio
de Jesús, Pilato preguntó: «¿Qué es la verdad?» (Jn
18.38). A diferencia de Pilato, la Biblia comienza
y termina con la suposición de que las personas
pueden conocer la verdad.
La mayoría de nosotros conocemos a personas
que parecen estar seguras de saber la verdad sobre
casi cualquier cosa que nos interese mencionar.
Desde el tipo de cereal indicado para el desayuno
hasta los patrones climáticos en la India y cada
asunto moral, ellos saben la respuesta. Sin embargo,
también sé de personas que parecen tener certeza
de no tener respuestas. Las personas de nuestro
mundo, en general, están mucho menos convencidas
de lo que estuvieron nuestros padres de que pueden
conocer la verdad sobre cualquier cosa.
El apóstol Pedro les aseguró a los cristianos a los
que se dirigió en 2ª Pedro que ellos podían conocer
la verdad. Sus palabras conllevan importantes
consecuencias.
1)  La verdad puede ser hallada por aquellos que
diligentemente la buscan. No necesitamos saber toda
la verdad con el fin de tener la seguridad de saber
las verdades necesarias. El apóstol escribió: «Por
esto, yo no dejaré de recordaros siempre estas cosas,
aunque vosotros las sepáis, y estéis confirmados en
la verdad presente» (2ª P 1.12).
Pedro y los demás le dijeron al mundo lo que
habían visto y oído cuando estuvieron con Jesús.
Le vieron tocar y sanar a un ciego. Estuvieron allí
cuando calmó una tormenta y milagrosamente
alimentó a cinco mil. Estuvieron con Él en el Monte
de la Transfiguración, cuando vino una voz de Dios
y testificó que Jesús era Señor. Pedro fue testigo
de lo que ocurrió cuando dijo: «… le fue enviada
desde la magnífica gloria una voz que decía: Este
es mi Hijo amado, en el cual tengo complacencia.
Y nosotros oímos esta voz enviada del cielo…»
(2ª P 1.17b, 18).
Algunos de los que oyeron a Pedro afirmaron
que él hablaba «fábulas artificiosas», lo cual
negó el apóstol. La afirmación de Pedro podría
parafrasearse así: «Lo que estamos hablando no
es lo mismo que los mitos paganos. Estuvimos
allí. Estas cosas sucedieron. Hablamos la verdad».
Ninguno de nosotros sabe la verdad sobre todo.
Ciertamente no sabemos toda la verdad acerca de
Dios. Sin embargo, hay algunas cosas que podemos
concretar como verdad. La Biblia es la Palabra de
Dios. Esa es la verdad. Jesús de Nazaret, fue y es
el Cristo. Esa es la verdad. La verdad es que Dios
dejó Su morada celestial. Jesús de Nazaret vivió
entre las personas y las redimió.
2)  La verdad no es únicamente para ser creída,
debe ser obedecida. Podemos saber lo que tenemos
que hacer para ser salvos. Podemos saber qué clase
de vida desea Dios que llevemos. La verdad ha de
entenderse con la mente, sin embargo, la verdad es
más que una teoría. Se vive en lo que las personas
hacen. Pablo escribió:
[Dios] pagará a cada uno conforme a sus obras:
vida eterna a los que, perseverando en bien
hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad,
pero ira y enojo a los que son contenciosos y
no obedecen a la verdad, sino que obedecen a
la injusticia (Ro 2.6–8).
En otro lugar, el mismo apóstol agregó: «Vosotros
corríais bien; ¿quién os estorbó para no obedecer
a la verdad?» (Gá 5.7). La verdad no es algo que
deba confesarse y luego ignorar. Las verdades son
para ser adoptadas.
Pedro dejó claro que uno de sus principales
propósitos al escribir era recordarles a sus lectores
de la verdad que Dios le había revelado. Les había
predicado la verdad en el pasado. Ahora deseaba
reforzarla en sus mentes. «Pues tengo por justo, en
tanto que estoy en este cuerpo, el despertaros con
amonestación» (2ª P 1.13). Más adelante agregaría:
«Amados, esta es la segunda carta que os escribo, y
en ambas despierto con exhortación vuestro limpio
entendimiento» (2ª P 3.1).
Hay una teoría propagada que dice que a la
iglesia se le tiene que ocurrir cosas nuevas para
emocionar e interesar a las personas. Es cierto
que hay quienes, como los atenienses, que viven
únicamente para escuchar y contar algo nuevo
(Hch 17.21). Las cosas nuevas tienen un atractivo,
sin embargo, las personas que tienen un apetito
por el cambio constante no son susceptibles a estar
satisfechos mucho tiempo con cualquier cosa. La
enseñanza y la práctica del pueblo de Dios no tienen
que ser nuevas para ser interesantes. Un mensaje
viejo no deja de tener interés cuando va dirigido
directamente a nuestras esperanzas y temores. Tengo
un viejo amigo. Crecí en la escuela secundaria con
él. Solíamos salir en citas dobles y hacer el tipo
de cosas tontas que hacen los jóvenes. Cuando
nos vemos, hablamos de esas cosas. Son parte
de nuestra historia común. Las experiencias que
tenemos en común no son aburridas para nosotros.
No necesitamos de algo nuevo para disfrutar de
nuestro tiempo juntos.
Los cristianos comparten una familia común.
Abraham es el padre de los creyentes. Moisés fue el
dador de la ley de Israel. David fue su rey; Isaías y
Jeremías fueron sus profetas. Culminando la historia
está la verdad de que Jesús es el Señor. Cuando los
cristianos se reúnen hablan de las cosas que son
parte de su historia compartida. Las experiencias
de sus padres los motivan a ser fieles. El registro
de la predicación de Jesús y de Pablo les dice a
los creyentes cómo los ha salvado Dios. Esperan
con confianza que Jesús venga nuevamente. Los
predicadores pueden caer en el hábito de suponer
que tienen que hacer algo nuevo e impresionante
para conseguir y mantener la atención. Las cosas
nuevas se vuelven viejas rápidamente; sin embargo,
nuestra historia común nunca envejece. Nos dice
quiénes somos. La doctrina cristiana y la vida
cristiana se basan en la verdad.
3)  La verdad prepara al pueblo de Dios para la muerte
y la era por venir. Pedro se acordó de lo que el Señor
le había dicho. Envolviéndose con la verdad y el
recuerdo, con consuelo y certeza, el apóstol habló
de su próxima muerte, y escribió: «… sabiendo que
en breve debo abandonar el cuerpo, como nuestro
Señor Jesucristo me ha declarado» (2ª P 1.14).
El apóstol al parecer se refirió a un incidente que
se registra en Juan 21. Jesús había sido crucificado.
Pedro y los demás habían regresado al mar de
Galilea y retomado el oficio de pescadores. Jesús
se les apareció y les animó.
Le habló personalmente a Pedro sobre su
inminente muerte. Juan 21.18, 19a, dice:
De cierto, de cierto te digo: Cuando eras más
joven, te ceñías, e ibas a donde querías; mas
cuando ya seas viejo, extenderás tus manos, y
te ceñirá otro, y te llevará a donde no quieras.
Esto dijo, dando a entender con qué muerte
había de glorificar a Dios.
Se ha dicho que en el modo de vida esta-
dounidense, la muerte ha reemplazado el sexo
17
como el tema prohibido. Parece ser cierto. El tema
del sexo es presentado en la escuela primaria, sin
embargo, la muerte apenas recibe una mención
en cualquier lugar. Es interesante ver cómo han
cambiado las costumbres alrededor de la muerte.
Hace más de setenta y cinco años, cuando alguien
moría, al fallecido lo mantenían en su casa de cinco
a siete días. Los vecinos venían al velorio. Esto fue
cambiado a una visita en la funeraria por unos
pocos días. Los días de visita se han vuelto más
cortos. Hoy, rara vez hay más de un día de visita
con la familia y muchas veces ni eso. Los funerales
han cambiado. Las cremaciones son comunes. El
funeral a menudo se parece más a un recordatorio
de momentos chistosos del difunto que un momento
para la reflexión seria. Me pregunto qué refleja lo
anterior de la forma como vemos la muerte. Cuando
alguien muere, parece que lo que queremos es dejar
de pensar en ello tan pronto como sea posible. No
queremos hacerle frente a la muerte. Pedro les pidió
a sus lectores enfrentar la verdad sobre la muerte.
Pedro habló acerca de su partida, aparentemente
sin ningún dolor y ciertamente sin temor. La
muerte es parte natural del orden de las cosas. Es
la manera en que Dios nos ha hecho. Las personas
no son los únicos seres vivos que mueren. Perros,
ovejas y ciervos —todo tipo de criaturas mueren.
La pregunta que ha obsesionado a la humanidad es
si la muerte de una persona está en el mismo orden
que la muerte de una vaca o un caballo. Cuando las
personas mueren, ¿dejan simplemente de existir?
Confinados como estamos en el tiempo, sin más
recursos excepto los nuestros, no tenemos una
respuesta a la pregunta. Dios tiene que hablar si lo
que queremos es conocer alguna verdad acerca de
la muerte. Al resucitar a Jesús de entre los muertos,
ha dejado claro que cuando una persona muere,
no está en el mismo orden que la muerte de un
animal. Los hombres y las mujeres vivirán para
siempre. La vida continúa en un mundo más allá.
Esa es la verdad.
Conclusión. La Biblia es un vínculo concreto entre
las personas de todas las eras y la verdad que Dios
ha revelado. La verdad es cognoscible. La verdad
ha de ser obedecida. Es la verdad de que al final de
este mundo habrá una rendición de cuentas. Jesús
vendrá otra vez en juicio.
Autor: Duane Warden
© 2016, LA VERDAD PARA HOY
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Inspiración (1.20, 21)
Hay preguntas difíciles por resolver cuando los
creyentes afirman que la Biblia es inspirada por Dios.
¿Cómo funciona la inspiración? ¿Toma control el
Espíritu Santo de la mente de una persona y dicta un
mensaje por medio de él? ¿Es el autor un dispositivo
mecánico que es utilizado por el Espíritu? ¿De qué
manera entran en escena la memoria, vocabulario
y experiencias del autor inspirado?
John Stott analizó el tema de una manera
interesante.12 Señaló que ninguna de las grandes
afirmaciones de la fe cristiana carece de dificultades.
El misterio rodea la totalidad de la doctrina de la
iglesia. No es una cosa ligera decir que Dios es
soberano en el universo, que es el Creador o que es
el Salvador. Tenemos dificultades para entender Su
omnisciencia. No es fácil comprender cómo Dios
puede ser un Padre amoroso para con Su creación
y, al mismo tiempo, ser el Juez de la humanidad.
Los cristianos confiesan la fe sin entender todos
los caminos de Dios. De tener que esperar que
cada pregunta que hacen sea contestada sin que
haya dudas, nadie creería más nada. Sabemos lo
suficiente para creer. Los cristianos no esperan hasta
no haber más preguntas antes de comprometerse
con Jesús de Nazaret.
Ser cristiano es hacer un juicio global sobre la
persona de Jesús. Cuando le conocemos como el
Señor, ponemos nuestra confianza en Él. Creemos lo
que nos ha revelado acerca de Dios. En cada asunto
importante, creemos sin tener todas las respuestas.
Nuestra fe en las Escrituras, en ese sentido, es como
nuestra fe en otros asuntos. Afirmamos que las
Escrituras son inspiradas. Las preguntas en cuanto
a lo que significa la inspiración no están exentas de
dificultades. Aún así, afirmamos que la Biblia es
absolutamente cierta y que es digna de confianza.
Si bien fue escrita por hombres, es la revelación
que Dios ha dado de Sí mismo. Da testimonio de
Su Hijo Jesucristo. Sin conocer todos los misterios
de la revelación, sin vacilar, podemos afirmar que
la Biblia es inspirada por Dios.
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John Stott, The Contemporary Christian (El cristiano
contemporáneo) (Leicester, U.K.: Inter-Varsity Press, 1992),
178–79.