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Hellmut Brinkmann El Test de Rorschach. Introducción a su estudio y utilización Cap.

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Cap. 2 APLICACIÓN Y TOMA DEL PROTOCOLO

Como en toda situación de examen, pero en el caso de la aplicación del Test de


Rorschach tal vez más que en ninguna, es importante que el sujeto que va responder
a la prueba se encuentre tranquilo y bien dispuesto. Para ello es necesario no sólo que
la situación no le parezca amenazante, sino que el ambiente en general sea, al menos,
confortable. Esto significa que no debe haber elementos distractores, que se debe
disponer de un adecuado espacio y superficie para manipular las láminas y también
del suficiente tiempo para la realización del test. Un detalle adicional importante
tratándose de un prueba que consiste en la interpretación de manchas de tinta
impresas, en las que hay diferentes colores y tonalidades, es la adecuada iluminación:
lo suficientemente clara para percibir nítidamente los diferentes detalles y
características de las manchas, pero tampoco tan brillante que produzca reflejos que
interfieran. En este sentido, siempre que sea posible, deberá preferirse el uso de luz
natural.

Ocasionalmente puede ser necesario preguntar al examinado si usa lentes


ópticos, para que responda a la prueba haciendo uso de ellos.

Instrucciones o consigna:

En su texto, Rorschach señala que al examinado se le entregan, una tras otra,


las láminas en posición “a” 1, a la vez que se le pregunta “¿qué podría ser esto?”
(Rorschach, 1921). La persona puede mover y girar la lámina como lo desee. También
respecto de la distancia desde sus ojos debe dejarse a elección del examinado, con la
salvedad de que las láminas no deben mirarse desde la distancia. La persona debe
sostener la lámina en sus manos y la longitud del brazo extendido es la máxima
distancia permitida. También se debe tener cuidado que la persona no vea
anticipadamente desde lejos las láminas, debido a que esto altera las condiciones de
la prueba. El propio Rorschach señala a este respecto que la lámina I, por ejemplo, se
interpreta frecuentemente como “cabeza de zorro”, cuando se la contempla desde
algunos metros, lo cual casi nunca ocurre cuando se la ve desde cerca. Pero si el

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Presentar la lámina en posición “a” significa que la lámina se encuentra horizontal y con su
base hacia el examinado. Esta posición se reconoce porque el texto impreso al reverso de la
misma (número de la lámina, datos de la edición), queda invertido con respecto al examinador
sentado enfrente. La posición “c” significa que la lámina se encuentra horizontal, pero invertida,
en tanto las posiciones “b” y “d” corresponden a la lámina vertical, con uno u otro de sus lados
más angostos hacia el examinado.
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sujeto ya ha visto “la cabeza de zorro” desde cierta distancia, se le hará difícil incluso
desde cerca, ver otra cosa distinta a esa cabeza de zorro.

Rorschach señala además, que, en lo posible, pero siempre evitando cualquier


sugestión, se deberá insistir en obtener al menos una respuesta para cada lámina. Por
lo demás, se registrarán todas las respuestas en la medida que el sujeto las produce.
Se ha comprobado que no tiene sentido establecer un tiempo fijo o limitado de
exposición para cada lámina. Lo principal es que la experiencia transcurra en lo
posible, sin coerción.

A las personas desconfiadas puede ser necesario demostrarles frente a su


vista la forma en que se obtiene este tipo de láminas. Sin embargo, por lo común, ni
las personas más desconfiadas ni los enfermos mentales más interceptados se niegan
a la prueba.

Por nuestra parte, nos atenemos plenamente a lo señalado por Rorschach


respecto de las condiciones de aplicación de la prueba, agregando algunas
precisiones:

1. En cuanto a la ubicación, consideramos más adecuado conservar la tradicional


disposición de examinador – examinado frente a frente, uno a cada lado del
escritorio o mesa. Algunos autores como Exner (Exner, 1994) y otros proponen
que el examinador se siente al lado del examinado, argumentando que permite
apreciar mejor las descripciones o los señalamientos que el examinado haga en
la lámina. Pensamos que esto no sólo resulta poco habitual en nuestro medio, y
que por la excesiva proximidad que implica, puede incomodar al examinado, sino
que también tiene el inconveniente que el examinado puede distraerse
intentando leer lo que anotamos.
2. Teniendo presente que se trata de una prueba proyectiva, en la que se obtiene
mucha información adicional observando cómo el examinado la enfrenta,
evitaremos cualquier forma de intervención o indicación respecto de cómo debe
proceder. Especialmente al comienzo, al entregar la primera lámina, sólo
preguntamos “¿qué podría ser esto?”, al momento que le pasamos la lámina en
sus manos. Cualquier pregunta o solicitud de ayuda del examinado, deberá
responderse del modo menos directivo posible, diciendo simplemente “como
guste”, o “como prefiera”, en caso de que pregunte, por ejemplo, si la puede
girar o si tiene que verla en forma completa o por partes. Coincido a este
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respecto con Aracena, cuando señala que “todo intento por “preparar” al
examinado adecuadamente es un error” (Aracena, 1967). Observar y conocer el
comportamiento espontáneo del sujeto frente al examen, así como la visión que
se haya formado del proceso mismo de examen, nos puede aportar información
valiosa para la adecuada interpretación del protocolo.
3. Es importante no usar otra formulación de la pregunta inicial (“¿Qué podría ser
esto?”), en la cual la forma condicional (podría ser) deja abiertas todas las
posibilidades de respuesta, a la vez que no orienta ni sugiere. Preguntar al
examinado ¿qué ve usted aquí? le puede hacer pensar que se trata de un
examen de la visión, o que debería ver una cosa determinada, (que sería la
respuesta “correcta”) y queremos descubrir si la encuentra. También la pregunta
“¿qué es esto?” puede hacer pensar al examinado que la mancha representa
algo específico que debe reconocer.

Un aspecto que, no por obvio debemos dejar de lado, es que debemos


asegurarnos de tener a mano todo lo necesario para aplicar la prueba: las 10 láminas
en buenas condiciones, suficiente papel para tomar el protocolo de respuestas y un
lápiz adecuado.

Si el examinador es diestro y está en frente al examinado, al otro lado del


escritorio, resulta adecuado que coloque las láminas apiladas con las figuras hacia
abajo y en el orden que serán utilizadas (es decir, la lámina I arriba, luego la II, etc.) al
alcance de su mano derecha, pero fuera del alcance del examinado. Una vez que
hemos terminado con una lámina, la volvemos a dejar sobre el escritorio (en otro lugar,
que no se confunda con las láminas que aún no se han usado), con la figura hacia
abajo, antes de pasar al examinado la lámina siguiente en sus manos (véase Fig. 1, p.
16).

Una vez iniciada la prueba, corresponde al examinador tomar nota, tanto de las
respuestas del examinado, las que anotará textualmente con la mayor fidelidad
posible, como de todo otro hecho, dato u observación que se presente. A este
respecto, no se puede pecar por exceso y la experiencia siempre demuestra que es
preferible haber anotado más de lo necesario, que encontrarse con que faltan
elementos para una adecuada codificación o interpretación. Mucha información
relevante para la interpretación proviene de formas de comunicación no verbales
expresadas por el examinado. Lo que explicita verbalmente por lo general responde a
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nuestra pregunta inicial (¿Qué podría ser esto?) y se constituye en el núcleo o hilo
conductor del protocolo, a la vez que es lo que posteriormente tendremos que codificar
para poder elaborar el psicograma, que será a su vez el conjunto de datos e
indicadores en los cuales basaremos nuestra interpretación y diagnóstico. Pero junto a
estas respuestas, siempre hay otras que son también importantes y que pueden ser
explícitas, como algunos comentarios (“¡qué bonitos colores!”) o preguntas (“¿cuántas
láminas faltan?”; o “¿me dirá después lo que verdaderamente son?”), o no explicitadas
verbalmente, como una demora (latencia) inusualmente larga antes de responder a
una lámina determinada, o un cambio de actitud (p. ej. no recibir una lámina que le
estamos entregando), que deberán también quedar registradas en el protocolo de un
modo que podamos siempre saber en qué momento exacto o en relación con qué
lámina o respuesta se produjo.

Para poder anotar todo esto no sólo es necesario escribir velozmente, sino que
en ocasiones tal vez necesitemos pedir al examinado que se detenga un momento,
mientras terminamos de anotar.

Luego que hemos terminado de anotar las diferentes respuestas que el


examinado ha dado frente a nuestra pregunta ¿qué podría ser esto? Y antes de
pasarle la siguiente lámina, pasamos a hacer el interrogatorio o encuesta de las
respuestas. Este tiene por objeto obtener del examinado la información necesaria para
poder posteriormente codificar correctamente cada respuesta. Esto significa, que
tenemos que obtener la información para responder las siguientes tres interrogantes
para cada una de las respuestas:

1.- ¿Cuál es el contenido de la respuesta? Es decir, ¿qué es lo que vio?

2.- ¿Cuál es la localización o área de la mancha a la que se refiere la


respuesta? Es decir, ¿dónde lo vio?

3.- ¿Cuál es el determinante del contenido? Es decir, ¿por qué le pareció


eso?

En relación a lo primero, al contenido, normalmente no es necesario preguntar,


puesto que es lo que el examinado menciona en su respuesta. Por ejemplo, que le
pareció “un animal”, o “el reflejo de un árbol en el agua”, etc.

Lo segundo, la localización, conviene precisarla siempre. Habitualmente el


examinado, al responder, da alguna información respecto del ¿dónde?, diciendo, por
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ejemplo “esta parte aquí” y señalando con el dedo. Lo corriente, sin embargo, es que
estos señalamientos sean bastante vagos y no nos permitan decidir si se trata de un
detalle habitual (codificación D) o un detalle inusual (codificación Dd), cuando no se
trata de una interpretación de la mancha completa (respuesta global, codificación W).
En consecuencia, es conveniente preguntar o pedirle que nos indique con precisión
qué parte de la mancha abarca su respuesta y hacer esto para cada una de las
respuestas en que sea necesario.

Lo más delicado es preguntar acerca del o de los determinantes/s.


Necesitamos saber qué elemento o característica de la mancha, o eventualmente qué
otro factor, fue lo que lo llevó a asociar esa parte de la mancha con el contenido que
menciona en su respuesta. Puesto que debemos ser cautelosos de no inducir
respuestas o de otra manera interferir con el proceso de proyección, no podemos
preguntar de modo directo si le pareció eso “por la forma”, o “por el color” o por alguna
otra razón. Más bien, tenemos que preguntar de un modo que sea el examinado el que
nos dé la razón o fundamento de su asociación. Las preguntas, por lo tanto, deberán
ser del tipo ¿qué le hizo pensar que podría ser ...?; o ¿en qué se parece a ...?; o ¿por
qué le pareció que podría ser ...? o con otra formulación que no aluda directa o
explícitamente a algún posible determinante.

Una vez que hemos obtenido la información que necesitamos para responder a
las tres preguntas, para cada una de las respuestas dadas por el examinado en la
lámina, pasamos a la siguiente lámina. Si es la segunda lámina, podemos repetir
nuestra pregunta inicial “¿qué podría ser esto?”. Si el examinado ha entendido la
dinámica de la prueba, tal vez no sea necesario repetir la pregunta con cada lámina,
sino simplemente entregársela en la mano. Lo que no podemos dejar de hacer, es el
interrogatorio o encuesta de cada una de las respuestas dadas en las sucesivas
láminas.

Para tomar el protocolo y alcanzar, por una parte, a anotar todo lo necesario y,
por otra, a no confundir después en el protocolo lo que ha dicho el examinado y lo que
pueden ser observaciones o comentarios nuestros que hemos registrado, puede ser
conveniente utilizar un sistema de notación ad hoc, que puede incluir claves y
símbolos personales, como por ejemplo v, <, >, o Λ para indicar la posición de la
lámina (v = lámina invertida o en posición “c”; < lámina sobre un borde lateral, etc.); @
para indicar que giró la lámina varias veces; ......... para indicar pausas o latencias, etc.
Es importante también, no confundir lo que hemos anotado y ha sido dicho por el
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examinado, con lo que hemos anotado como comentario u observación nuestra. Con
ese fin puede servir poner todas nuestras intervenciones y observaciones entre
paréntesis. Como ejemplo, transcribo las respuestas de una paciente y parte de la
encuesta a la lámina I:

Lámina I: Como una figura .... .... la cara de una niña. No sé, se le distingue el pelo, los
ojos, ... una sonrisa ... ... ... (¿Qué otra cosa podría ser?) ... También son como dos
figuras, como dos mitades iguales, pueden ser dos animales, que están unidos....

(Qué parte parece como cara de niña?) Es completa, es como la cabeza entera (¿por
qué como cara?) la forma que tiene (decía que se distingue el pelo) Es este (señala
las salientes laterales) son como dos moñitos en realidad ... (¿por qué parece pelo?) ...
No sé, son como dos moñitos, porque están ubicados arriba de la cabeza y son algo
vaporoso ... da la impresión de pelo. (¿y los ojos?) (Señala los dos blancos
superiores) (¿La sonrisa?) (Muestra los blancos inferiores).

En este contexto es importante insistir en la necesidad de registrar en el


protocolo todo lo que el examinado dice, (aunque no sea una respuesta codificable),
en el momento en que lo dice, así como también sus reacciones o manifestaciones no
verbales, al igual que registrar todas nuestras observaciones o comentarios, ya sea
que los hayamos explicitado o no.

Siempre en relación con la técnica de aplicación del test es importante no


perder de vista que se trata de una prueba proyectiva, lo que significa que debemos
permitir que el examinado nos muestre su estilo o forma de proceder personal y
espontáneo frente a la tarea. En consecuencia, una vez dada la consigna inicial,
evitamos cualquier otra forma de intervención. Especialmente durante el trabajo con la
primera lámina. Sólo si luego de dar su primera respuesta, el examinado dejara la
lámina en actitud de haber terminado, le preguntaremos “¿qué otra cosa podría ser?”,
dando a entender que esperamos más de una respuesta. No intervenimos de ninguna
otra manera, salvo la necesaria encuesta de las respuestas. Si después de responder
a la segunda lámina hace ademán de devolverla, sin haberla girado espontáneamente,
le indicamos que puede hacerlo. Del mismo modo, sólo si tanto en la lámina I como en
la II hubiese dado exclusivamente respuestas globales, será cuando dé por terminada
la lámina II que le aclaramos que “sus respuestas se pueden referir a la figura
completa o sólo a partes de ella”. Después de haber aclarado esas cuestiones al
examinado, anotamos las respuestas que pueda agregar en relación a la lámina II,
junto con nuestras observaciones. De ahí en adelante, no volvemos a insistir sobre
esto y dejamos al examinado que continúe con su estilo personal de responder, ya sea
que gire las láminas siguientes o no lo haga. No debemos olvidar que los que nos
interesa conocer son la conducta y estilo personal espontáneo del examinado,
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Si durante la aplicación de la prueba el examinado hiciera otro tipo de


preguntas, a las que no podríamos dar una respuesta del tipo “como quiera”, le
diremos que luego de terminar la aplicación del test, con gusto responderemos a las
preguntas o inquietudes que tenga y continuamos con la toma del protocolo. En la
gran mayoría de los casos, no vuelven a preguntar una vez terminada la aplicación del
test. En caso de que si pregunte nuevamente, responderemos de un modo general,
evitando siempre entregar información acerca de cómo se analiza o interpreta la
prueba.

Figura 1
Ubicación durante el examen

Láminas ya utilizadas

Láminas no utilizadas

Referencias.

Aracena, M. (1967). Introducción al estudio del Test de Rorschach (1ª ed.). Santiago:
Andrés Bello.
Exner, J. E. (1994). El Rorschach. Un sistema Comprehensivo (M. E. Ramírez, Trans.
Vol. I). Madrid: Psimática.
Rorschach, H. (1921). Psychodiagnostik. Berna: E. Bircher Verlag.

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