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OCASO
Era un suspiro lánguido y sonoro la
voz del mar aquella tarde... El día, no
queriendo morir, con garras de oro de los
acantilados se prendía.
Pero su seno el mar alzó potente, y el
sol, al fin, como en soberbio lecho, hundió
en las olas la dorada frente, en una brasa
cárdena deshecho.
Para mi pobre cuerpo dolorido,
para mi triste alma lacerada, para mi
yerto corazón herido,
para mi amarga vida fatigada... i
el mar amado, el mar apetecido, el
mar, el mar y no pensar en nada!...
Antonio Machado (1875-1939) [10 y 180]
Soledades. Galerías. Otros poemas (1907) [180] 399
I
(EL VIAJERO)
Está en la sala familiar, sombría, y entre
nosotros, el querido hermano que en el
sueño infantil de un claro día vimos partir
hacia un país lejano.
Hoy tiene las sienes plateadas, un gris
mechón sobre la angosta frente; y la fría
inquietud de sus miradas revela un alma
casi toda ausente.
Deshójanse las copas otoñales del
parque mustio y viejo.
La tarde, tras los húmedos cristales, se
pinta, y en el fondo del espejo.
El rostro del hermano se ilumina
suavemente. ¿Floridos desengaños
dorados por la tarde que declina?
¿Ansias de vida nueva en nuevos años?
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«¡Lamentará la juventud perdida? Lejos
quedó —la pobre loba— muerta. ¿La
blanca juventud nunca vivida, teme, que ha
de cantar ante su puerta?
¿Sonríe al sol de oro de la tierra de un
sueño no encontrada; y ve su nave hender
el mar sonoro, de viento y luz la blanca
vela hinchada?
Él ha visto las hojas otoñales, amarillas,
rodar las olorosas ramas del eucalipto, los
rosales que enseñan otra vez sus blancas
rosas...
Y este dolor que añora o desconfía el
temblor de una lágrima reprime, y un
resto de viril hipocresía en el semblante
pálido se imprime.
Serio retrato en la pared clarea
todavía. Nosotros divagamos.
En la tristeza del hogar golpea el tic-
tac del reloj. Todos callamos.
400
V
(RECUERDO INFANTIL)
Una tarde parda y fría de
invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía de
lluvia tras los cristales.
Es la clase. En un cartel se
representa a Caín fugitivo, y
muerto Abel, junto a una
mancha carmín.
Con timbre sonoro y hueco truena el
maestro, un anciano mal vestido, enjuto
y seco, que lleva un libro en la mano.
Y todo un coro infantil va
cantando la lección: mil veces
ciento, cien mil, mil veces mil, un
millón.
Una tarde parda y fría de
invierno. Los colegiales estudian.
Monotonía de la lluvia en los
cristales.
401
XI
Yo voy soñando caminos de la
tarde. ¡Las colinas doradas, los
verdes pinos, las polvorientas
encinas!... ¿Adonde el camino irá?
Yo voy cantando, viajero a lo largo
del sendero...
—La tarde cayendo está—.
«En el corazón tenía »la espina de
una pasión;
»logré arrancármela un día:
»ya no siento el corazón.»
Y todo el campo un momento se queda,
mudo y sombrío, meditando. Suena el
viento en los álamos del río.
La tarde más se obscurece y el
camino que serpea y débilmente
blanquea, se enturbia y
desaparece.
Mi cantar vuelve a plañir:
«Aguda espina dorada, »quién te
pudiera sentir »en el corazón
clavada.»
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¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera mi
verso, como deja el capitán su espada: famosa por la
mano viril que la blandiera, no por el docto oficio del
forjador preciada.
Converso con el hombre que siempre va conmigo —
quien habla solo espera hablar a Dios un día—; mi
soliloquio es plática con este buen amigo que me enseñó el
secreto de la filantropía.
Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito.
A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
el traje que me cubre y la mansión que habito, el
pan que me alimenta y el lecho donde yago.
Y cuando llegue el día del último viaje,
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar, me
encontraréis a bordo ligero de equipaje, casi
desnudo, como los hijos de la mar.
403
CI
(EL DIOS IBERO)
Igual que el ballestero tahúr de la cantiga, tuviera una
saeta el hombre ibero para el Señor que apedreó la espiga y
malogró los frutos otoñales, y un «gloria a ti» para el Señor
que grana centenos y trigales
que el pan bendito le darán mañana.
«Señor de la ruina, adoro porque aguardo y
porque temo: con mi oración se inclina hacia la
tierra un corazón blasfemo.
¡Señor, por quien arranco el pan con pena, sé tu poder,
conozco mi cadena!
¡Oh dueño de la nube del estío que la campiña
arrasa, del seco otoño, del helar tardío, y del
bochorno que la mies abrasa!
¡Señor del iris, sobre el campo verde donde la
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oveja pace,
Señor del fruto que el gusano muerde y de la choza
que el turbión deshace,
tu soplo el fuego del hogar aviva, tu lumbre da
sazón al rubio grano, y cuaja el hueso de la verde
oliva, la noche de San Juan, tu santa mano!
¡Oh dueño de fortuna y de pobreza, ventura y
malandanza, que al rico das favores y pereza y al
pobre su fatiga y su esperanza!
¡Señor, Señor: en la voltaria rueda del año he
visto mi simiente echada, corriendo igual albur que
la moneda del jugador en el azar sembrada!
¡Señor, hoy paternal, ayer crüento, con doble faz
de amor y de venganza, a ti, en un dado de tahúr al
viento va mi oración, blasfemia y alabanza!»
Este que insulta a Dios en los altares, no más
atento al ceño del destino, también soñó caminos en
los mares y dijo: es Dios sobre el mar camino.
¿No es él quien puso a Dios sobre la guerra,
más allá de la suerte, más allá de la tierra, más allá
de la mar y de la muerte?
¿No dio la encina ibera para el fuego de Dios la
buena rama, que fue en la santa hoguera de amor
una con Dios en pura llama?
Mas hoy... ¡Qué importa un día!
Para los nuevos lares
estepas hay en la floresta umbría,
leña verde en los viejos encinares.
Aún larga patria espera abrir el corvo arado sus
besanas; para el grano de Dios hay sementera bajo
cardos y abrojos y bardanas.
¡Qué importa un día! Está el ayer alerto al
mañana, mañana al infinito, hombres de España, ni
el pasado ha muerto, ni está el mañana —ni el ayer
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— escrito.
¿Quién ha visto la faz al Dios hispano?
Mi corazón aguarda al hombre ibero de la recia mano, que
tallará en el roble castellano el Dios adusto de la tierra
parda.
404
cxv
(A UN OLMO SECO)
Al olmo viejo, hendido por el rayo y en
su mitad podrido, con las lluvias de abril y el
sol de mayo, algunas hojas verdes le han
salido.
¡El olmo centenario en la colina que lame el Duero! Un
musgo amarillento le mancha la corteza blanquecina al
tronco carcomido y polvoriento.
No será, cual los álamos cantores que guardan el camino
y la ribera, habitado de pardos ruiseñores.
Ejército de hormigas en hilera va trepando por él, y en
sus entrañas urden sus telas grises las arañas.
Antes que te derribe, olmo del Duero, con su hacha el
leñador, y el carpintero te convierta en melena de campana,
lanza de carro o yugo de carreta; antes que rojo en el hogar,
mañana, ardas de alguna mísera caseta, al borde del camino;
antes que te descuaje un torbellino y tronche el soplo de las
sierras blancas; antes que el río hasta la mar te empuje por
valles y barrancas, olmo, quiero anotar en mi cartera la
gracia de tu rama verdecida.
Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.
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CXXVI (A JOSÉ MARÍA PALACIO)
627
Palacio, buen amigo,
¿está la primavera
vistiendo ya las ramas de los chopos del río y los
caminos? En la estepa
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del alto Duero, Primavera tarda,
¡pero es tan bella y dulce cuando llega!... ¿Tienen los
viejos olmos algunas hojas nuevas?
Aún las acacias estarán desnudas y nevados los montes de
las sierras.
¡Oh, mole del Moncayo blanca y rosa, allá en el cielo de
Aragón, tan bella! ¿Hay zarzas florecidas entre las grises
peñas, y blancas margaritas entre la fina hierba?
Por esos campanarios
ya habrán ido llegando las cigüeñas.
Habrá trigales verdes,
y muías pardas en las sementeras,
y labriegos que siembran los tardíos
con las lluvias de abril. Ya las abejas
libarán del tomillo y el romero.
¿Hay ciruelos en flor? ¿Quedan violetas? Furtivos
cazadores, los reclamos de la perdiz bajo las capas
luengas, no faltarán. Palacio, buen amigo,
¿tienen ya ruiseñores las riberas?
Con los primeros lirios y las primeras rosas de las huertas,
en una tarde azul, sube al Espino, al alto Espino donde
está su tierra...
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CXXXI
(DEL PASADO EFÍMERO)
Este hombre del casino provinciano que vio a Carancha
recibir un día, tiene mustia la tez, el pelo cano,
ojos velados por melancolía; bajo el bigote gris, labios
de hastío, y una triste expresión, que no es tristeza, sino
algo más y menos: el vacío del mundo en la oquedad de
su cabeza. Aún luce de corinto terciopelo chaqueta y
pantalón abotinado, y un cordobés color de caramelo,
pulido y torneado.
Tres veces heredó; tres ha perdido al monte su caudal:
dos ha enviudado.
Sólo se anima ante el azar prohibido, sobre el verde
tapete reclinado, o al evocar la tarde de un torero, la
suerte de un tahúr, o si alguien cuenta la hazaña de un
gallardo bandolero, o la proeza de un matón, sangrienta.
Bosteza de política banales dicterios al gobierno
reaccionario, y augura que vendrán los liberales, cual
torna la cigüeña al campanario.
Un poco labrador, del cielo aguarda y al cielo teme;
alguna vez suspira, pensando en su olivar, y al cielo
mira con ojo inquieto, si la lluvia tarda.
Lo demás, taciturno, hipocondríaco, prisionero en la
Arcadia del presente, le aburre; sólo el humo del
tabaco simula algunas sombras en su frente.
Este hombre no es de ayer ni es de mañana, sino de nunca;
de la cepa hispana no es el fruto maduro ni podrido, es una
fruta vana
de aquella España que pasó y no ha sido, esa que hoy
tiene la cabeza cana.
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407
CXXXVIII
(MI BUFÓN)
El demonio de mis sueños
ríe con sus labios rojos, sus
negros y vivos ojos, sus dientes
finos, pequeños. Y jovial y
picaresco se lanza a un baile
grotesco, luciendo el cuerpo
deforme y su enorme
joroba. Es feo y barbudo, y
chiquitín y panzudo.
Yo no sé por qué razón, de
mi tragedia bufón, te ríes...
Mas tú eres vivo por tu
danzar sin motivo.
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Horitas del mes de Abril,
sabrosas las mañaneras.
Desde que me fui contigo, mis
amigos me desprecian, mis
hermanos no me hablan, los
señoritos me asedian.
Y yo firme en tu querer.
Tú eres muro, yo soy yedra.
Juan Ramón Jiménez (1881-1958)
[19a, 19b, 439 y 495] Arias tristes
(1903) [19b]
413
NOCTURNOS
¿Quién pasará mientras duermo, por
mi jardín? A mi alma llegan en rayos
de luna voces henchidas de lágrimas.
Muchas noches he mirado
desde el balcón, y las ramas se
han movido y por la fuente he
visto quimeras blancas.
Y he bajado
silencioso... y por las finas
acacias
he oído una risa, un nombre
lleno de amor y nostalgia.
Y después, calma,
silencio, estrellas, brisa,
fragancias...
la luna pálida y triste
dejando luz en el agua...
Jardines lejanos (1904) [19b]
414
Soy yo quien anda esta noche por mi
cuarto, o el mendigo que rondaba mi jardín al
caer la tarde?... Miro
en torno y hallo que todo es lo mismo y no
es lo mismo... la ventana estaba abierta? yo
no me había dormido?
El jardín no estaba blanco de luna?...
El cielo era limpio y azul... Y hay nubes
y viento y el jardín está sombrío...
Creo que mi barba era negra... Yo
estaba vestido de gris... Y mi barba es
blanca y estoy enlutado... ¿Es mío
este andar? tiene esta voz que ahora suena
en mí, los ritmos de la voz que yo tenía?
Soy yo?... o soy el mendigo
que rondaba mi jardín al caer la tarde?...
Miro en torno... Hay nubes y viento... El
jardín está sombrío...
... Y voy y vengo... Es que yo... no me
había ya dormido?
Mi barba está blanca... Y todo es lo mismo
y no es lo mismo...
Pastorales (1911) [19b]
415
Mujer, perfúmame el campo; da a mi
malestar tu aroma, y que se pongan tus
manos entre el tedio de mis rosas,
¡Olor a carne y romero, traje blanco y
verdes hojas, ojos negros entre todo lo
que azula y lo que dora!
Y tu risa de amor, y tus concesiones de
novia, y el bien que siempre me has hecho
con el clavel de tu boca!
¡Ay, corazón, qué mal lates!
¡Oh mujer, cómo me llora el alma
entre tu fragancia, cazadora blanca
y rosa!
¡Pero mátame de carne, que me asesine tu
boca, dardo que huela a tu sangre, lengua,
espada dulce y roja!
Mujer, perfúmame el campo; da a mi
malestar tu aroma, y que se pongan tus manos
entre el tedio de mis rosas.
Poemas mágicos y dolientes (1911) [19b]
PRIMAVERA AMARILLA
416
¡Abril galán venía, todo lleno de flores
amarillas... amarillo el arroyo, amarilla la
senda, la colina, el cementerio de los niños,
el huerto aquel donde el amor vivía!
El sol ungía el mundo de amarillo con sus
luces caídas;
¡oh por los lirios áureos, el
agua clara, tibia!,
¡las amarillas mariposas sobre
las rosas amarillas!
Guirnaldas amarillas escalaban los
árboles: el día era una gracia perfumada
de oro en un dorado despertar de vida...
Entre los huesos de los muertos, abría
Dios sus manos amarillas.
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plenitudes,
... ¡por encontrarte o porque yo te encuentre!
418
LAS VIEJAS COQUETAS
New York
Eva, Semíramis, Safo, Cleopatra, Agripina, Lucrecia Borgia,
María Estuardo, Ninon de Léñelos... todas las viejas con historia
de la llamada Historia, viven aquí, en la sexta Avenida, su vida
apartada, o en Grammercy Parle, o en Brooldyn, discretamente,
en pisos suaves a la moda del momento, que les arregla Miss
Elsie de Wolfe o Miss Swift, de gracia, un poco recargados por
ellas con ciertos recuerdos de época, salvados de saqueos, de
naufragios, de quemas, de abandonos. En cualquier reunión de
los últimos martes de la «Poetry Society» —«National Arts
Club»— o en el «Cosmopolitan», o en el «Actors’», están todas,
con dientes de oro, afeitadas, arrugadas, pecosas, pañosas,
cegatas, depilado el vello perdurable que, como es sabido, les
crece, con las uñas, a los muertos; descotadas hasta la última
costilla o la más prístina grasa, llenos hombros y espaldas
milenarios de islas rojas y blancas, como un mapa de los polos.
Visten su ancianidad, de náyade, con yerbas verdes en la
calva, de Ofelia coronada, de Cleopatra, con la nariz de Pascal,
de lo que sea preciso o impreciso, con todas las cosas posibles e
imposibles —casullas españolas, dalmáticas indias, rusas, carnes
paradisíacas— y se prenden en cualquier sitio flores de calabaza,
malaquitas de a kilo, plumas de avestruz, de águila, de cuervo o
de pavo real...
Desveladas siempre del sepulcro, y sin miedo de llegar tarde, o
con la lluvia o nieve, al piso 12 de sus cementerios, son las
últimas que se retiran, pues conservadas en champagnes infinitos
sus arrugadas arrugas empolvadas, son las preferidas de las sillas
de desvelo. No se acuerdan, a tales horas, del Paraíso, ni de
Babilonia, ni de Lesbos, ni de Alejandría, ni de Roma, ni de
Italia, ni de Escocia, ni de París, que, por otra parte, ¡están tan
lejos para volver de madrugada!; y se quedan con cualquier poeta
cubista, robinsoniano o bíblico, quien les diga en mal verso
641
libérrimo o en peor verso redondo inglés —endecasílabo de Pope
—, un epitafio galante, que les hace olvidar sus idiomas patrios,
ya en ruinas entre los restos de sus dientes.
¡Qué terciopelos con espinas y qué cenizas con sedas! Pero
sonríen a todos, como claves sin teclas, y coquetean con el
chauffeur, con el portero o con el negro del ascensor y se alejan
mirando. ¡Pero cualquiera va, a través de los siglos, con esta
nieve, a sus sepulcros!
420
Yo solo Dios y padre y madre míos, me
estoy haciendo, día y noche, nuevo y a mi
gusto.
Seré más yo, porque me hago
conmigo mismo, conmigo solo,
hijo también y hermano, a un tiempo que
madre y padre y Dios.
Lo seré todo,
pues que mi alma es infinita; y nunca
moriré, pues que soy todo.
¡Qué gloria, qué deleite, qué alegría, qué
olvido de las cosas, en esta nueva voluntad,
en este hacerme yo a mí mismo eterno!
422
Yo no soy yo.
Soy este que va
a mi lado sin yo verlo: que, a
veces, voy a ver, y que, a veces,
olvido.
El que calla, sereno, cuando hablo, el que
perdona, dulce, cuando odio, el que pasea
por donde no estoy, el que quedará en pie
cuando yo muera.
644
YO, centro de mi mundo inmenso.
424
Tú, de tu inmenso mundo, centro.
¡Qué inmenso penetrarse de tantas cosas dobles y distintas,
hasta encontrarnos ambos, como uno, en medio de los dos!
425
¡POETAS dormidos, niños dormidos, cenizas con rescoldo
dentro, rojos de chispas, como el centro de una tierra!
¿No seremos los hombres
una enfermedad
de la tierra desnuda y viva
que ella se sacude
con terremotos, vientos, fuegos,
tormentas?
645
La estación total (1946) [19b] 427
EL OTOÑADO
Estoy completo de naturaleza, en plena
tarde de áurea madurez, alto viento en lo verde
traspasado.
Rico fruto recóndito, contengo lo grande
elemental en mí (la tierra, el friego, el agua, el
aire) el infinito.
Chorreo luz: doro el lugar oscuro, trasmino olor: la
sombra huele a dios, emano son: lo amplio es honda
música, filtro sabor: la mole bebe mi alma, deleito el
tacto de la soledad.
Soy tesoro supremo, desasido, con densa
redondez de limpio iris, del seno de la acción. Y
lo soy todo.
Lo todo que es el colmo de la nada, el todo que se
basta y que es servido de lo que todavía es
ambición.
428
ESPACIO
Tu forma se deshizo. Deshiciste tu forma.
Mas tu conciencia queda difundida, igual, mayor, inmensa, en la
totalidad.
Y te sentimos alrededor, en el
ambiente pleno de ti, tu más gran tú.
Nos miras desde todo, nos sumes, amiga,
desde todo, en ti, como en un cielo, un gran
amor, o un mar.
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del clariver, el fondo del amor, el horizonte que no
quita nada; la trasparencia, dios, la trasparencia, el
uno al fin, dios ahora sólito en lo uno mío, en el
mundo que yo por ti y para ti he creado.
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EL NOMBRE CONSEGUIDO DE LOS NOMBRES
Si yo, por ti, he creado un mundo para ti,
dios, tú tenías seguro que venir a él, y tú has
venido a él, a mí seguro, porque mi mundo
todo era mi esperanza.
Yo he acumulado mi esperanza en lengua, en nombre
hablado, en nombre escrito; a todo yo le había puesto
nombre y tú has tomado el puesto de toda esta
nombradla.
Ahora puedo yo detener ya mi movimiento,
como la llama se detiene en ascua roja con
resplandor de aire inflamado azul, en el ascua de
mi perpetuo estar y ser; ahora yo soy ya mi mar
paralizado,
648
el mar que yo decía, mas no duro, paralizado en olas de
conciencia en luz y vivas hacia arriba todas, hacia
arriba.
Todos los nombres que yo puse al universo
que por ti me recreaba yo, se me están
convirtiendo en uno y en un
[dios.
El dios que es siempre al fin, el dios
creado y recreado y recreado por gracia y
sin esfuerzo.
El Dios. El nombre conseguido de los nombres.
VISITACIÓN
—Soy la Muerte —me448dijo. No sabía
que tan estrechamente me cercara, al punto
de volcarme por la cara su turbadora
vaharada fría.
Ya no intento eludir su compañía: mis
pasos sigue, transparente y clara, y desde
entonces no me desampara ni me deja de
noche ni de día.
—¡Y pensar —confesé— que de mil modos
quise disimularte con apodos, entre miedos y
errores confundida!
«Más tienes de caricia que de pena.»
Eras alivio y te llamé cadena.
Eras la muerte y te llamé la vida.
Agosto 1951
668
Pedro Salinas (1891-1951) [135 y 386]
Seguro azar (1929) [135]
449
35 BUJÍAS
Sí. Cuando quiera yo la soltaré. Está presa aquí
arriba, invisible.
Yo la veo en su claro
castillo de cristal, y la vigilan
—cien mil lanzas— los rayos
—cien mil rayos— del sol. Pero de noche,
cerradas las ventanas
para que no la vean
—guiñadoras espías— las estrellas,
la soltaré. (Apretar un botón.)
Caerá toda de arriba a besarme, a envolverme de
bendición, de claro, de amor, pura.
En el cuarto ella y yo no más, amantes eternos, ella
mi iluminadora musa dócil en contra de secretos en
masa de la noche —afuera—
descifraremos formas leves, signos, perseguidos en
mares de blancura por mí, por ella, artificial princesa,
amada eléctrica.
677
Confianza (1955, postumo) [135] 458
¿QUÉ PÁJAROS?
¿El pájaro? ¿Los pájaros?
¿Hay sólo un solo pájaro en el mundo que vuela con
mil alas, y que canta con incontables trinos, siempre
solo? ¿Son tierra y cielo espejos? ¿Es el aire espejeo
del aire, y el gran pájaro único multiplica su soledad
en apariencias miles?
(¿Y por eso
le llamamos los pájaros?)
¿O quizá no hay un pájaro?
¿Y son ellos,
fatal plural inmenso, como el mar, bandada
innúmera, oleaje de alas, donde la vista busca y
quiere el alma distinguir la verdad del solo pájaro,
de su esencia sin fin, del uno hermoso?
Mariano Brall
(1891-1956)
[504]
La casa del silencio (1916)
459
QUIMERA
Una atracción interna me impele a las alturas
llenándome de una aspiración de vuelo: espiritual deseo
secreto en las criaturas que muestran en su forma una
expresión de anhelo.
Como el retoño busco las regiones más puras y la
pródiga Tierra me alimenta en el suelo; yo soy
como la escala que asciende a las alturas: el anhelo
infinito de unirse con el cielo.
Madre Tierra, yo sé que mi sueño es tu sueño, que no
hay en mí un impulso ajeno de tu empeño; que esta
suprema ansia toda viene de ti.
Y mientras en tu seno perenne se reanima, yo
espero que mi anhelo alcanzará la cima o que
quizás el cielo descienda sobre mí.
679
iUii¡
684
463 lágrimas que el bien y el mal separa.
ESQUINA DE LA NOCHE ¡Qué tierra ha de tenerte que no sienta leve!
¡Qué sombra ha de envolverte que no se sienta clara!
Era un hombre pegado al cielo Lamido ¡Qué nueva estrella irrumpe que a tanta luz se atreva!
por relumbres de estrella Junto a la
esquina rencorosa de perros. 682
Era un hombre soluble a la mirada César Vallejo (1892-1938) [278, 321 y 457]
Mirándose por dentro y por fuera Bajo
un farol de lumbre lánguida. Los heraldos negros (1918) [457]
Era casi nadie en la calle de nadie.
Azotado por el silencio de las estrellas. 465
LOS HERALDOS NEGROS
[Poemas sueltos]
Hay golpes en la vida, tan ¡fuertes... Yo no sé!
464 Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos, la
JOSÉ MARTÍ resaca de todo lo sufrido se empozara en el alma... Yo no
sé!
Tel qu’en Lui Máme enfin l’éternité le change
Son pocos; pero son... Abren zanjas oscuras en el
MALLAKMÉ rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Van quebrando el silencio que silencia tu hora... Serán tal vez los potros de bárbaros afilas; o los heraldos
todo el dolor del hombre tramonta en tu mirada que en negros que nos manda la Muerte.
el ceño furtivo de la tierra desflora, el júbilo sin Son las caídas hondas de los Cristos del alma, de
nombre de dicha sin morada. alguna fe adorable que el Destino blasfema.
¡Qué mar el de tu frente! ¡Qué ternura extremada la Esos golpes sangrientos son las crepitaciones de algún pan que
espuma de la vida desborda y evapora! en la puerta del horno se nos quema.
La gracia de las cosas despierta a tu llegada y el Y el hombre... Pobre... pobre! Vuelve los ojos, como cuando
candor de la tierra bajo tu planta implora... por sobre el hombro nos llama una palmada; vuelve los ojos
locos, y todo lo vivido se empoza, como charco de culpa, en la
Un ángel perseguido en tu pecho se ampara y mira mirada.
con tus ojos y con tus labios bebe en la fuente de
Hay golpes en la vida, tan fuertes... Yo no sé!
683
686
1
466
HECES
Esta tarde llueve, como nunca; y no
tengo ganas de vivir, corazón.
Esta tarde es dulce. Por qué no ha de ser?
Viste gracia y pena; viste de mujer.
Esta tarde en Lima llueve. Y yo recuerdo
las cavernas crueles de mi ingratitud; mi
bloque de hielo sobre su amapola, más fuerte
que su «No seas así!».
Mis violentas flores negras; y la bárbara y
enorme pedrada; y el trecho glacial.
Y pondrá el silencio de su dignidad
con óleos quemantes el punto final.
Por eso esta tarde, como nunca, voy con
este búho, con este corazón.
Y otras pasan; y viéndome tan triste,
toman un poquito de ti en la abrupta arruga
de mi hondo dolor.
Esta tarde llueve, llueve mucho. ¡Y no
tengo ganas de vivir, corazón!
467
LOS PASOS LEJANOS
Mi padre duerme. Su semblante augusto
figura un apacible corazón; está ahora tan
dulce... si hay algo en él de amargo, seré yo.
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Hay soledad en el hogar; se reza; y no hay
noticias de los hijos hoy.
Mi padre se despierta, ausculta la huida de
Egipto, el restañante adiós. Está ahora tan cerca;
si hay algo en él de lejos, seré yo.
Y mi madre pasea allá en los huertos,
saboreando un sabor ya sin sabor.
Está ahora tan suave,
tan ala, tan salida, tan amor.
Hay soledad en el hogar sin bulla, sin
noticias, sin verde, sin niñez.
Y si hay algo quebrado en esta tarde, y que
baja y que cruje,
son dos viejos caminos blancos, curvos. Por ellos
va mi corazón a pie.
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XLIV
Este piano viaja para adentro,
viaja a saltos alegres.
Luego medita en ferrado reposo,
clavado con diez horizontes.
Adelanta. Arrástrase bajo túneles, más
allá, bajo túneles de dolor, bajo vértebras
que fugan naturalmente.
Otras veces van sus trompas, lentas
asias amarillas de vivir, van de eclipse,
y se espulgan pesadillas insectiles,
ya muertas para el trueno, heraldo de los génesis.
Piano oscuro ¿a quién atisbas con tu
sordera que me oye, con tu mudez que me
asorda?
Oh pulso misterioso.
470
TRILCE
Hay un lugar que yo me sé en este mundo,
nada menos, adonde nunca llegaremos.
Donde, aun si nuestro pie llegase a
dar por un instante será, en verdad,
como no estarse.
Es ese sitio que se ve a cada
rato en esta vida, andando,
andando de uno en fila.
Más acá de mí mismo y de mi par de
yemas, lo he entrevisto siempre lejos de
los destinos.
Ya podéis iros a pie o a puro
sentimiento en pelo, que a él no arriban ni
los sellos.
El horizonte color té se muere por
colonizarle para su gran Cualquiera parte.
Mas el lugar que yo me sé, en este
mundo, nada menos, hombreado va
con los reversos.
—Cerrad aquella puerta que está
entreabierta en las entrañas de ese
espejo. —¿Está?— No; su hermana.
—No se puede cerrar. No se puede
llegar nunca a aquel sitio do van en rama
los pestillos.
Tal es el lugar que yo me sé.
691
471
PoemasMÁS
EL MOMENTO GRAVE[278]
en prosa DE MI VIDA
Un hombre dijo:
—El momento más grave de mi vida estuvo en la batalla del
Mame, cuando fui herido en el pecho.
Otro hombre dijo:
—El momento más grave de mi vida, ocurrió en un maremoto
de Yokohama, del cual salvé milagrosamente, refugiado bajo el
alero de una tienda de lacas.
Y otro hombre dijo:
—El momento más grave de mi vida acontece cuando duermo
de día.
Y otro dijo:
—El momento más grave de mi vida ha estado en mi mayor
soledad.
Y otro dijo:
—El momento más grave de mi vida fue mi prisión en una
cárcel del Perú.
Y otro dijo:
—El momento más grave de mi vida es el haber sorprendido
de perfil a mi padre.
Y el último hombre dijo:
—El momento más grave de mi vida no ha llegado todavía.
692
Poemas humanos (193 9) [278]
472
[HASTA EL DÍA EN QUE VUELVA...]
Hasta el día en que vuelva, de esta piedra nacerá mi
talón definitivo, con su juego de crímenes, su yedra,
su obstinación dramática, su olivo.
Hasta el día en que vuelva, prosiguiendo, con franca
rectitud de cojo amargo, de pozo en pozo, mi periplo,
entiendo que el hombre ha de ser bueno, sin embargo.
Hasta el día en que vuelva y hasta que ande el animal
que soy, entre sus jueces, nuestro bravo meñique será
grande, digno, infinito dedo entre los dedos.
473
[TRANSIDO, SALOMÓNICO, DECENTE...]
Transido, salomónico, decente, ululaba; compuesto, caviloso,
cadavérico, perjuro, iba, tornaba, respondía; osaba, fatídico,
escarlata, irresistible.
En sociedad, en vidrio, en polvo, en hulla, marchóse;
vaciló, en hablando en oro; fulguró, volteó, en acatamiento;
en terciopelo, en llanto, replegóse.
¿Recordar? ¿Insistir? ¿Ir? ¿Perdonar?
Ceñudo, acabaría
recostado, áspero, atónito, mural;
meditaba estamparse, confundirse, fenecer.
Inatacablemente, impunemente, negramente,
husmeará, comprenderá; vestiráse oralmente;
inciertamente irá, acobardándose, olvidará.
26 Sept 1937
690
¡cómo van a quedarse en diez los dientes, en palote el
diptongo, la medalla en llanto!
¡Cómo va el corderillo a continuar atado por la pata al gran
tintero!
¡Cómo vais a bajar las gradas del alfabeto hasta la letra en que
nació la pena!
Niños,
hijos de los guerreros, entre tanto,
bajad la voz que España está ahora mismo repartiendo
la energía entre el reino animal,
las florecillas, los cometas y los hombres.
¡Bajad la voz, que está
con su rigor, que es grande, sin saber
qué hacer, y está en su mano
la calavera hablando y habla y habla,
la calavera, aquélla de la trenza,
la calavera, aquélla de la vida!
¡Bajad la voz, os digo;
bajad la voz, el canto de las sílabas, el llanto
de la materia y el rumor menos de las pirámides, y aún
el de las sienes que andan con dos piedras!
¡Bajad el aliento, y si el antebrazo baja, sí las férulas suenan, si
es la noche, sí el cielo cabe en dos limbos terrestres, si hay
ruido en el sonido de las puertas, si tardo,
si no veis a nadie, si os asustan los lápices sin punta, si la
madre España cae —digo, es un decir—, salid, niños del
mundo, id a buscarla!...
691
i
Juana de Ibarbourou
(1892-1979) [447]
Las lenguas de diamante (1919, 1923 y 1927) 475
LAS LENGUAS DE DIAMANTE
Bajo la luna llena, que es una oblea de cobre,
Vagamos taciturnos en un éxtasis vago,
Como sombras delgadas que se deslizan sobre Las
arenas de bronce de la orilla del lago.
Silencio en nuestros labios una rosa ha florido.
¡Oh, si a mi amante vencen tentaciones de hablar!,
La corola, deshecha, como un pájaro herido,
Caerá, rompiendo el suave misterio sublunar.
¡Oh dioses, que no hable! ¡Con la venda más fuerte Que
tengáis en las manos, su acento sofocad!
¡Y si es preciso, el manto de piedra de la muerte Para
formar la venda de su boca, rasgad!
Yo no quiero que hable. Yo no quiero que hable. Sobre
el silencio este, ¡qué ofensa la palabra!
¡Oh lengua de ceniza! ¡Oh lengua miserable,
No intentes que ahora el sello de mis labios te abra!
692
Bajo la luna-cobre, taciturnos amantes,
Con los ojos gimamos, con los ojos hablemos. Serán
nuestras pupilas dos lenguas de diamantes Movidas
por la magia de diálogos supremos.
476
LO QUE SOY PARA
TI Cierva,
Que come en tus manos la olorosa hierba.
Can,
Que sigue tus pasos doquiera que van.
Estrella,
Para ti doblada de sol y centella.
Fuente,
Que a tus pies ondula como una serpiente.
Flor,
Que para ti solo da mieles y olor.
Todo eso yo soy para ti,
Mi alma en todas sus formas te di.
Cierva y can, astro y flor,
Agua viva que glisa a tus pies,
Mi alma es
Para ti,
Amor.
477
FUSIÓN
Mi alma en tomo a tu alma se ha hecho un nudo
Apretado y sombrío.
693
Cada vuelta del lazo sobrehumano
Se hace raíz, para afianzarse hondo,
Y es un abrazo inacabable y largo Que ni
la muerte romperá. ¿No sientes Cómo me nutro de
tu misma sombra? Mi raíz se ha trenzado a tus
raíces
Y cuando quieras desatar el nudo, ¡Sentirás
que te duele en carne viva
Y que en mi herida brota sangre tuya!
¡Y con tus manos curarás la llaga
Y ceñirás más apretado el nudo!
478
LA CARICIA
La tarde taciturna se borraba En medio de una
calma dulce y quieta,
Y entre la sombra azul de la glorieta El palor
de la luna se filtraba.
Tu mano, toda nervios, deshojaba Las flores de
un rosal con una inquieta Impaciencia, que a veces
a la secreta Impulsión de un deseo apresuraba.
Y al cortar una rosa blanca y suave, Que era
como una palpitante ave Que el azar en tu mano
hubiera preso,
Con paso cauteloso te acercaste,
Por los ojos de la rosa me pasaste
Y yo sentí la sensación de un beso.
694
Raíz salvaje (1922)
479
VERSO IMPERSONAL
Al margen de una acuarela
Evocación tropical.
Cielo añil. Cañaveral,
Chillón de urracas y loros,
Río profundo, sol cobre,
Que deja flotando sobre Las
arenas leves oros.
Y la delicia suprema De la
selva, mientras quema La siesta
todas sus ascuas En los
ardientes ribazos.
Y la suprema delicia De la más
casta impudicia:
Dormir desnuda en tus brazos.
480
RAÍZ SALVAJE
Me ha quedado clavada en los ojos La
visión de ese carro de trigo,
Que cruzó rechinante y pesado, Sembrando
de espigas el recto camino.
¡No pretendas, ahora, que ría!
¡Tú no sabes en qué hondos recuerdos
Estoy abstraída!
Desde el fondo del alma me sube Un sabor de
pitanga a los labios.
695
Tiene aún mi epidermis morena No sé qué fragancias de
trigo emparvado. ¡Ay!, quisiera llevarte conmigo A
dormir una noche en el campo Y en tus brazos pasar
hasta el día Bajo el techo alocado de un árbol.
Soy la misma muchacha salvaje Que hace años
trajiste a tu lado.
481
CARNE INMORTAL
Yo le tengo horror a la muerte Mas a veces cuando
pienso Que bajo de la tierra he de volverme Abono
de raíces,
Savia que subirá por tallos frescos, Árbol alto
que acaso centuplique Mi mermada estatura,
Me digo: —Cuerpo mío:
Tú eres inmortal.
Y con fruición me toco Los muslos y los
senos,
El cabello y la espalda,
Pensando: ¿Palpo acaso El ramaje de un cedro,
Las pajuelas de un nido,
La tierra de algún surco
Tibio como de carne femenina?
Y extasiada murmuro:
—Cuerpo mío: ¡estás hecho De sustancia
inmortal!
482
EL RUEGO
Bajo el parral de donde cuelgan, prietas Y lucientes,
las uvas,
Las moscateles ya casi maduras,
He tendido la mesa.
¡Dios quiera que esta noche él no demore, Ni que, como
otras veces,
Con sus amigos por «el centro» cene, Mientras yo aquí,
¡tan sola!,
Concluyo por llorar, si es que no viene!
El reloj me da miedo.
¡Ah siquiera se acuerde Cómo crece mi afán en
tanto espero!
Hoy he comprado fresas,
Grandes y rojas como a él le gustan.
Si no tarda, qué linda nuestra cena En el patio fragante
Bajo la parra espesa...
Ahórrame, mi Dios, la cruel angustia De sentarme hoy
también, sola, a la mesa.
Vicente Huidobro (1893-1948) [133]
Altazor (1931)
483
CANTO II
Mujer el mundo está amueblado por tus ojos se
hace más alto el cielo en tu presencia la tierra se
prolonga de rosa en rosa y el aire se prolonga de
paloma en paloma
Al irte dejas una estrella en tu sitio dejas caer tus
luces como el barco que pasa mientras te sigue mi
canto embrujado como una serpiente fiel y
melancólica y tú vuelves la cabeza detrás de algún
astro
¿Qué combate se libra en el espacio?
Esas lanzas de luz entre planetas
reflejo de armaduras despiadadas
¿qué estrella sanguinaria no quiere ceder el paso?
697
En dónde estás triste noctámbula
dadora de infinito
que pasea en el bosque de los sueños
Heme aquí perdido entre mares desiertos
solo como la pluma que se cae de un pájaro en la noche
heme aquí en una torre de frío
abrigado del recuerdo de tus labios marítimos
del recuerdo de tus complacencias y de tu cabellera
luminosa y desatada como los ríos de montaña
¿Irías a ser ciega que Dios te dio esas manos?
Te pregunto otra vez
El arco de tus cejas tendido para las armas de los ojos
en la ofensiva alada vencedora segura con orgullos de flor
te hablan por mí las piedras aporreadas
te hablan por mí las olas de pájaros sin cielo
te habla por mí el color de los paisajes sin viento
te habla por mí el rebaño de ovejas taciturnas
dormido en tu memoria
te habla por mí el arroyo descubierto
la yerba sobreviviente atada a la aventura
aventura de luz y sangre de horizonte
sin más abrigo que una flor que se apaga
si hay un poco de viento
Las llanuras se pierden bajo tu gracia frágil se pierde el mundo
bajo tu andar visible pues todo es artificio cuando tú te presentas
con tu luz peligrosa inocente armonía sin fatiga ni olvido
elemento de lágrima que rueda hacia adentro construido de
miedo altivo y de silencio Haces dudar al tiempo y al cielo con
instintos de infinito lejos de ti todo es mortal
lanzas la agonía por la tierra humillada de noches sólo lo que
piensa en ti tiene sabor a eternidad
He aquí tu estrella que pasa con tu respiración de fatigas lejanas
con tus gestos y tu modo de andar con el espacio magnetizado
que te saluda que nos separa con leguas de noche
Sin embargo te advierto que estamos cosidos a la misma estrella
estamos cosidos por la misma música tendida de uno a otro
por la misma sombra gigante agitada como árbol
seamos ese pedazo de cielo
ese trozo en que pasa la aventura misteriosa
la aventura del planeta que estalla en pétalos de sueño
699
En vano tratarías de evadirte de mi voz
y de saltar los muros de mis alabanzas
estamos cosidos por la misma estrella
estás atada al ruiseñor de las lunas
que tiene un ritual sagrado en la garganta
qué me importan los signos de la noche
y la raíz y el eco funerario que tengan en mi pecho
qué me importa el enigma luminoso
los emblemas que alumbran el azar
y esas islas que viajan por el caos sin destino a mis ojos
qué me importa ese miedo de flor en el vacío
qué me importa el nombre de la nada
el nombre del desierto infinito
o de la voluntad o del azar que representan
y si en ese desierto cada estrella es un deseo de oasis
o banderas de presagio y de muerte
Tengo una atmósfera propia en tu aliento
la fabulosa seguridad de tu mirada con sus constelaciones ín-
[timas
con su propio lenguaje de semilla tu frente luminosa como un
anillo de Dios más firme que todo en la flora del cielo sin
torbellinos de universo que se encabrita como un caballo a causa
de su sombra en el aire
Te pregunto otra vez
¿Irías a ser muda que Dios te dio esos ojos?
Tengo esa voz tuya para toda defensa esa voz que sale de ti en
latidos de corazón
esa voz en que cae la eternidad y se rompe en
pedazos de esferas fosforescentes ¿Qué sería la vida
si no hubieras nacido?
Un cometa sin manto muriéndose de frío
Te hallé como una lágrima en un libro olvidado con tu
nombre sensible desde antes en mi pecho tu nombre hecho
del ruido de palomas que se vuelan traes en ti el recuerdo
de otras vidas más altas de un Dios encontrado en alguna
parte y al fondo de ti misma recuerdas que eras tú el
pájaro de antaño en la clave del poeta
700
Sueño en un sueño sumergido
la cabellera que se ata hace el día
la cabellera al desatarse hace la noche
la vida se contempla en el olvido
sólo viven tus ojos en el mundo
el único sistema planetario sin fatiga
serena piel anclada en las alturas
ajena a toda red y estratagema
en su fuerza de luz ensimismada
detrás de ti la vida siente miedo
porque eres la profundidad de toda cosa
el mundo deviene majestuoso cuando pasas
se oyen caer lágrimas del cielo
y borras en el alma adormecida
la amargura de ser vivo
se hace liviano el orbe en las espaldas
Mi alegría es oír el ruido del viento en tus cabellos
(reconozco ese ruido desde lejos)
cuando las barcas zozobran y el río arrastra troncos de árbol eres
una lámpara de carne en la tormenta con los cabellos a todo
viento
tus cabellos donde el sol va a buscar sus mejores sueños mi
alegría es mirarte solitaria en el diván del mundo como la mano
de una princesa soñolienta con tus ojos que evocan un piano de
olores
una bebida de paroxismos
una flor que está dejando de perfumar
tus ojos hipnotizan la soledad
como la rueda que sigue girando después de la catástrofe
Mi alegría es mirarte cuando escuchas
ese rayo de luz que camina hacia el fondo del agua
y te quedas suspensa largo rato
tantas estrellas pasadas por el harnero del mar
nada tiene entonces semejante emoción
ni un mástil pidiendo viento
ni un aeroplano ciego palpando el infinito
ni la paloma demacrada dormida sobre un lamento
701
ni el arco-iris con las alas selladas
más bello que la parábola de un verso
la parábola tendida en puente nocturno de alma a alma
Nacida en todos los sitios donde pongo los ojos con la cabeza
levantada y todo el cabello al viento
eres más hermosa que el relincho de un potro en la montaña que la
sirena de un barco que deja escapar toda su alma que un faro en la
neblina buscando a quien salvar eres más hermosa que la
golondrina atravesada por el viento eres el ruido del mar en verano
eres el ruido de una calle populosa llena de admiración
Mi gloria está en tus ojos vestida del lujo de tus ojos y de su brillo
interno estoy sentado en el rincón más sensible de tu mirada bajo el
silencio estático de inmóviles pestañas Viene saliendo un augurio
del fondo de tus ojos y un viento de océano ondula tus pupilas
Nada se compara a esa leyenda de semillas que deja tu presencia
a esa voz que busca un astro muerto que volver a la vida tu voz hace
un imperio en el espacio
y esa mano que se levanta en ti como si fuera a colgar soles
[en el aire
y ese mirar que escribe mundos en el infinito y esa cabeza que se
dobla para escuchar un murmullo en la
[eternidad
y ese pie que es la fiesta de los caminos encadenados y esos
párpados donde vienen a vararse las centellas del éter y ese beso
que hincha la proa de tus labios y esa sonrisa como un estandarte al
frente de tu vida y ese secreto que dirige las mareas de tu pecho
dormido a la sombra de tus senos
Si tú murieras
las estrellas a pesar de su lámpara encendida perderían el camino
¿Qué sería del universo?
702
Jorge Guillén (1893-1984)
[30 y 89]
Cántico (1928-1950) 484 [89]
IV
El balcón, los cristales, unos
libros, la mesa.
¿Nada más esto? Sí, maravillas
concretas.
Material jubiloso convierte en
superficie manifiesta a sus
átomos tristes, siempre
invisibles.
Y por un filo escueto, o al amor
de una curva de asa, la energía
de plenitud actúa.
¡Energía o su gloria!
En mi dominio luce sin
escándalo, dentro de lo tan
real, hoy lunes.
Y ágil, humildemente, la
materia apercibe gracia de
Aparición: eso es cal, esto
es mimbre.
485 [89]
LOS NOMBRES
Albor. El horizonte entreabre sus
pestañas y empieza a ver. ¿Qué?
Nombres. Están sobre la pátina
de las cosas. La rosa se llama
todavía hoy rosa, y la memoria de
su tránsito, prisa.
Prisa de vivir más.
A lo largo amor nos alce esa
pujanza agraz del Instante, tan ágil
que en llegando a su meta corre a
imponer Después.
Alerta, alerta, alerta, yo seré, yo
seré.
¿Y las rosas? Pestañas cerradas:
horizonte final. ¿Acaso nada?
Pero quedan los nombres.
486 [30]
BEATO SILLÓN
¡Beato sillón! La casa
corrobora su presencia con
la vaga intermitencia de su
invocación en masa a la
memoria. No pasa nada. Los
ojos no ven, saben. El
mundo está bien hecho. El
instante lo exalta a marea,
de tan alta, de tan alta, sin
vaivén.
487 [89]
CIERRO LOS OJOS
Une rose dans les ténébres.
MALIARME
Cierro los ojos y el negror me advierte que no
es negror, y alumbra unos destellos para
darme a entender que sí son ellos el fondo en
algazara de la suerte,
incógnita nocturna ya tan fuerte que
consigue ante mí romper sus sellos y
sacar del abismo los más bellos
resplandores hostiles a la muerte.
Cierro los ojos. Y persiste un mundo
grande que me deslumbra así, vacío de su
profundidad tumultuosa.
Mi certidumbre en la tiniebla fundo, tenebroso el
relámpago es más mío, en lo negro se yergue hasta
una rosa.
705
Clamor (1957-1963) [89] 488
LOS INTRANQUILOS
Somos los hombres intranquilos en sociedad.
Ganamos, gozamos, volamos. ¡Qué malestar!
El mañana asoma entre nubes de un cielo turbio con alas
de arcángeles-átomos como un anuncio.
Estamos siempre a la merced de una cruzada.
Por nuestras venas corre sangre de catarata.
Así vivimos sin saber si el aire es nuestro.
Quizá muramos en la calle, quizá en el lecho.
Somos entre tanto felices.
Seven o’clock.
Todo es bar y delicia oscura. ¡Televisión!
706
489
ARS VIVIENDI
Presentes sucesiones de difuntos.
QUEVEDO
708
La aldea de los ojos cerrados reluce entre las hojas que
hubieran podido lastimarte un frío de pájaro sin
espectadores de un pájaro enmohece allí avecina la
leyenda dorada de una infancia eterna
Henos pues reducidos a un intercambio de inviernos —
acendrados en el crisol melancólico de los cisnes— flotando
en el mismo origen deslumbrador de las noches sobre esta tan
viva alegría que nace de confundirlo todo
[Traducción de Luis Felipe Vivanco]
Gerardo Diego (1896-1987) [30, 245 y 552]
Manual de espumas (1924) [245] 497
PANORAMA
El cielo está hecho con lápices de colores Mi americana intacta
no ha visto los amores
Y nacido en las manos del jardinero el arco iris riega los
arbustos exteriores
Un pájaro perdido anida en mi sombrero
Las parejas de amantes marchitan el parquet
Y se oyen débilmente las órdenes de Dios que juega
consigo mismo al ajedrez
Los niños cantan por abril
La nube verde y rosa ha llegado a la meta
Yo he visto nacer flores
entre las hojas del atril
y al cazador furtivo matar una cometa
En su escenario nuevo ensaya el verano y en un rincón del
paisaje la lluvia toca el piano
Versos humanos (1925) [245]
498
HOJA DE ÁLBUM
Un álbum de mujer. Hoja tras hoja, mariposas del
arte labran huellas frágiles, luminosas, como estrellas
que sangran luz pálidamente roja.
Frivolidad profunda. Paradoja que es una ciencia
bella entre las bellas.
Licor de álbum. Herida de botellas que un corazón más
que unos labios moja.
Pero cuando eres tú la catadora, que sabes el
sabor de cada hora destilado en la miel de lo
perfecto,
sus falsas lentejuelas no sacude mi mariposa
híbrida de insecto, y en su pudor todo
contacto elude.
499
EL CIPRÉS DE SILOS
A Angel del Río
Enhiesto surtidor de sombra y sueño que acongojas
el cielo con tu lanza.
Chorro que a las estrellas casi alcanza devanado a sí
mismo en loco empeño.
Mástil de soledad, prodigio isleño; flecha de fe,
saeta de esperanza.
Hoy llegó a ti, riberas del Arlanza, peregrina al azar,
mi alma sin dueño.
Cuando te vi, señero, dulce, firme, qué ansiedades
sentí de diluirme y ascender como tú, vuelto en cristales,
como tú, negra torre de arduos filos, ejemplo de
delirios verticales, mudo ciprés en el fervor de Silos.
501
Mira el mar, siempre el mar. Es el eterno, infatigable
obrero batihoja, que va puliendo el agua hoja tras hoja y
legando a la playa su cuaderno.
Rítmicos siempre, pero nunca iguales, el viento va
extendiendo con su pluma los versos blancos de rizada
espuma que avanzan paralelos y triunfales.
Jamás le ha de fallar ritmo ni rima, ni imagen justa ni
materia prima.
Muere un verso en la arena y otro escribe.
Aprende su alfabeto, y deletrea mi poema que en él
eterno vive.
Yo para ti lo pienso y él lo crea.
717
502 [30]
ROMANCE DEL DUERO
Río Duero, río Duero, nadie a acompañarte
baja, nadie se detiene a oír tu eterna estrofa de
agua.
Indiferente o cobarde, la ciudad vuelve la
espalda.
No quiere ver en tu espejo su muralla
desdentada.
Tú, viejo Duero, sonríes entre tus barbas de
plata, moliendo con tus romances las cosechas
mal logradas.
Y entre los santos de piedra y los álamos de
magia pasas llevando en tus ondas palabras de
amor, palabras.
Quién pudiera como tú, a la vez quieto y en
marcha, cantar siempre el mismo verso, pero con
distinta agua.
Río Duero, río Duero, nadie a
estar contigo baja, ya nadie
quiere atender tu eterna estrofa
olvidada,
sino los enamorados que
preguntan por sus almas y
siembran en tus espumas
palabras de amor, palabras.
719
Entretanto yo persigo el destino
obtenido en el roce de tus pensamientos inclinados
Yo que ignoro las formas de la esperanza polar pero que
domino los silbos derivados de la prolongación filial
y esos dos o tres grados de calor natural
que emite cada vez que duerme el lienzo
Yo que me paso la vida
ante la primavera a ver si la convenzo
ayer mientras te oía
tuve que prorrumpir en color amarillo
y construir del paraíso otoño e invierno
un triángulo aproximadamente de sexo alterno
720
Murió en mitad de un verso, cantándole,
floreciéndole, y quedó el verso abierto, disponible
para la eternidad, mecido por la brisa, la brisa que
jamás concluye, verso sin terminar, poeta eterno.
Quién se muriera así al aire de una
sílaba.
Y al conocer esa muerte de poeta, recordé otra de
mis oraciones.
«Quiero vivir, morir, siempre cantando y no quiero
saber por qué ni cuándo.» Sí, en el seno del verso, que
le concluya y me concluya Dios.
Federico García Lorca (1898-1936) [66, 260
y 374]
Poesía inédita de juventud (1917-1918) [374] 506
[EL PAISAJE ES UN SILENCIO]
El paisaje es un silencio con
forma. La tarde muere.
La llanura está amarilla, rayada por
venas verdes de los olivares castos
que en las montañas se pierden.
Manto amarillo reseco con los bloques
de las mieses.
El cielo piensa amarillo en
un prado pastoril de tréboles
y de hinojos.
Me ayuda a cantar gentil la
ternura verde y seria de un dulce
chopo infantil.
[TURBIA FAROLA]
Turbia farola, campana
enferma, luciérnaga del
sereno silbo de tren.
Estrella.
¡Noche antigua de amor!
Las mariposas de mis nostalgias
vuelven y mis callejas están
abarrotadas de sombras espesas.
Sombras de barro mohoso y de madera que
llevan mis suspiros en bandejas y
pregonan: Vendemos suspiros de poeta.
Y aunque no los venderán porque están en
conserva, toca para ahuyentar, campana
enferma, a las sombras de barro mohoso de
mis callejas.
723
desde el pecho a la garganta?
Trescientas rosas morenas lleva tu
pechera blanca.
Tu sangre rezuma y huele
alrededor de tu faja.
Pero yo ya no soy yo ni mi casa es
ya mi casa. Dejadme subir al
menos hasta las altas barandas,
¡dejadme subir!, dejadme hasta las
verdes barandas. Barandales de la
luna por donde retumba el agua.
Ya suben los dos compadres hacia
las altas barandas. Dejando un rastro
de sangre. Dejando un rastro de
lágrimas. Temblaban en los tejados
farolillos de hojalata.
Mil panderos de cristal, herían la
madrugada.
Verde que te quiero verde, verde
viento, verdes ramas.
Los dos compadres subieron.
El largo viento dejaba en la boca un
raro gusto de hiel, de menta y de
albahaca. ¡Compadre! ¿Dónde está,
dime? ¿Dónde está tu niña amarga?
¡Cuántas veces te esperó! ¡Cuántas
veces te esperara, cara fresca, negro
pelo, en esta verde baranda!
Sobre el rostro del aljibe, se
mecía la gitana.
Verde carne, pelo verde,
con ojos de fría plata.
Un carámbano de luna la
sostiene sobre el agua.
La noche se puso íntima como
una pequeña plaza. Guardias
civiles borrachos en la puerta
golpeaban. Verde que te quiero
verde. Verde viento. Verdes
ramas. El barco sobre la mar.
Y el caballo en la montaña.
509
ROMANCE DE LA PENA NEGRA
AJOSE NAVARRO PARDO
725
Lloras zumo de limón agrio de espera y de
boca.
¡Qué pena tan grande! Corro mi casa
como una loca, mis dos trenzas por el
suelo, de la cocina a la alcoba.
¡Qué pena! Me estoy poniendo de
azabache, carne y ropa.
¡Ay mis camisas de hilo!
¡Ay mis muslos de amapola! Soledad:
lava tu cuerpo con agua de las alondras, y
deja tu corazón en paz, Soledad Montoya.
Por abajo canta el río:
volante de cielo y hojas.
Con flores de calabaza, la nueva luz se
corona.
¡Oh pena de los gitanos!
Pena limpia y siempre sola.
¡Oh pena de cauce oculto y madrugada
remota!
510
MUERTE DE ANTOÑITO EL CAMBORIO
A JOSÉ ANTONIO RUBIO SACRISTÁN
726
Voces antiguas que cercan
voz de clavel varonil.
Les clavó sobre las botas
mordiscos de jabalí.
En la lucha daba saltos
jabonados de delfín.
Bañó con sangre enemiga su
corbata carmesí, pero eran
cuatro puñales y tuvo que
sucumbir.
Cuando las estrellas clavan
rejones al agua gris, cuando
los erales sueñan verónicas de
alhelí, voces de muerte
sonaron cerca del
Guadalquivir.
Antonio Torres Heredia,
Camborio de dura crin,
moreno de verde luna, voz
de clavel varonil:
¿Quién te ha quitado la vida
cerca del Guadalquivir?
Mis cuatro primos Heredias
hijos de Benamejí.
Lo que en otros no envidiaban, ya
lo envidiaban en mí.
Zapatos color corinto,
medallones de marfil, y
este cutis amasado con
aceituna y jazmín.
¡Ay Antoñito el Camborio,
digno de una Emperatriz!
Acuérdate de la Virgen porque
te vas a morir.
¡Ay Federico García,
llama a la Guardia Civil!
Ya mi talle se ha quebrado
como caña de maíz.
Tres golpes de sangre tuvo
y se murió de perfil.
Viva moneda que nunca se
volverá a repetir.
Un ángel marchoso pone512
su cabeza en un cojín.
Otros de rubor cansado,
encendieron un candil.
Y cuando los cuatro primos
llegan a Benamejí, voces de
muerte cesaron cerca del
Guadalquivir.
728
CIUDAD SIN SUEÑO (NOCTURNO EN EL BROOKLYN
BRIDGE)
No duerme nadie por el cielo. Nadie, nadie.
No duerme nadie.
Las criaturas de la luna huelen y rondan las cabañas. Vendrán las
iguanas vivas a morder a los hombres que no
[sueñan
y el que huye con el corazón roto encontrará por las esquinas al
increíble cocodrilo quieto bajo la tierna protesta de los astros.
No duerme nadie por el mundo. Nadie, nadie.
No duerme nadie.
Hay un muerto en el cementerio más lejano
que se queja tres años
porque tiene un paisaje seco en la rodilla
y el niño que enterraron esta mañana lloraba tanto
que hubo necesidad de llamar a los perros para que callase.
No es sueño la vida. ¡Alerta! ¡Alerta! ¡Alerta!
Nos caemos por las escaleras para comer la tierra húmeda
o subimos al filo de la nieve con el coro de las dalias muertas.
Pero no hay olvido ni sueño:
carne viva. Los besos atan las bocas
en una maraña de venas recientes
y al que le duele su dolor le dolerá sin descanso
y el que teme la muerte la llevará sobre los hombros.
Un día
los caballos vivirán en las tabernas y las hormigas furiosas
atacarán los cielos amarillos que se refugian en los ojos de las
[vacas.
Otro día
veremos la resurrección de las mariposas disecadas
729
y aun andando por un paisaje de esponjas grises y barcos
[mudos
veremos brillar nuestro anillo y manar rosas de nuestra lengua.
¡Alerta! ¡Alerta! ¡Alerta!
A los que guardan todavía huellas de zarpa y aguacero, a aquel
muchacho que llora porque no sabe la invención del
[puente
o a aquel muerto que ya no tiene más que la cabeza y un zapato,
hay que llevarlos al muro donde iguanas y sierpes esperan,
donde espera la dentadura del oso,
donde espera la mano momificada del niño
y la piel del camello se eriza con un violento escalofrío azul.
No duerme nadie por el cielo. Nadie, nadie.
No duerme nadie.
Pero si alguien cierra los ojos ¡azotadlo, hijos míos, azotadlo!
Hay un panorama de ojos abiertos y amargas llagas encendidas.
No duerme nadie por el mundo. Nadie, nadie.
Ya lo he dicho.
No duerme nadie.
Pero si alguien tiene por la noche exceso de musgo en las sie-
[nes,
abrid los escotillones para que vea bajo la luna las copas falsas, el
veneno y la calavera de los teatros.
513
LA AURORA
La aurora de Nueva York tiene
cuatro columnas de cieno y un
huracán de negras palomas que
chapotean las aguas podridas. La
aurora de Nueva York gime
por las inmensas escaleras
buscando entre las aristas nardos
de angustia dibujada.
La aurora llega y nadie la recibe en su boca porque allí no
730
hay mañana ni esperanza posible:
A veces las monedas515en enjambres furiosos taladran
y devoran abandonados niños.
Los primeros que salen comprenden con sus huesos que no
habrá paraíso ni amores deshojados: saben que van al cieno de
números y leyes, a los juegos sin arte, a sudores sin fruto.
La luz es sepultada por cadenas y ruidos en
impúdico reto de ciencia sin raíces.
Por los barrios hay gentes que vacilan insomnes como
recién salidas de un naufragio de sangre.
731
MUERTE DE LA PETENERA
En la casa blanca muere la
perdición de los hombres.
Cien jacas caracolean.
Sus jinetes están muertos.
Bajo las estremecidas estrellas
de los velones, su falda de
moaré tiembla entre sus
muslos de cobre.
Cien jacas caracolean.
Sus jinetes están muertos.
Largas sombras afiladas
vienen del turbio horizonte, y
el bordón de una guitarra se
rompe.
Cien jacas caracolean.
Sus jinetes están muertos.
732
residuo de un pasado que se nombra con
un nombre pretérito y dejado de Dios, y
que, tendido, desescombra la sombra de su
sueño derrumbado.
Venimos de la muerte sobre un resto de
vida que aún arrastra en su caída su
dispensada voluntad sin puesto.
i Polvo en el polvo del camino, huida sin
fin! Venimos de la muerte en esto —polvo en
el polvo— que llamamos vida.
520
DOLOR HUMANO
Aquí en mi jaula estoy, con mi jauría
famélica. El escaso nutrimiento de mi carne
no sirve de sustento a la voracidad en
agonía
de ese tropel devorador que ansia mi
cuotidiano despedazamiento y que
ataraza, en busca de alimento, mis
huesos triturados, noche y día.
Pero no me lamento; no podría
dolerme yo, Señor, de mi tormento
junto a tu cruz, que blasfemar sería.
Múltiple fue tu compadecimiento —por
todos tu sufrir—... y en mi agonía no cabe
más dolor que el que yo siento.
736
Vicente Aleixandre (1898-1984) [75, 265 y 358]
Pasión de la tierra (1928-1929) [265]
521
LA MUERTE O ANTESALA DE CONSULTA
Iban entrando uno a uno y las paredes desangradas no eran de
mármol frío. Entraban innumerables y se saludaban con los
sombreros. Demonios de corta vista visitaban los corazones. Se
miraban con desconfianza. Estropajos yacían sobre los suelos y las
avispas los ignoraban. Un sabor a tierra reseca descargaba de pronto
sobre las lenguas y se hablaba de todo con conocimiento. Aquella
dama, aquella señora argumentaba con su sombrero y los pechos de
todos se hundían muy lentamente. Aguas. Naufragio. Equilibrio de
las miradas. El cielo permanecía a su nivel, y un humo de lejanía
salvaba todas las cosas. Los dedos de ¡a mano del más viejo tenían
tanta tristeza que el pasillo se acercaba lentamente, a la deriva,
recargado de historias. Todos pasaban íntegramente a sí mismos y
un telón de humo se hacía sangre todo. Sin remediarlo, las camisas
temblaban bajo las chaquetas y las marcas de ropa estaban bordadas
sobre la carne. «¿Me amas, di?» La más joven sonreía llena de
anuncios. Brisas, brisas de abajo resolvían toda la niebla, y ella
quedaba desnuda, irisada de acentos, hecha pura prosodia. «Te amo,
sí» —y las paredes delicuescentes casi se deshacían en vaho. «Te
amo, sí, temblorosa, aunque te deshagas como un helado.» La
abrazó como a música. Le silbaban los oídos. Ecos, sueños de
melodía se detenían, vacilaban en las gargantas como un agua muy
triste. «Tienes los ojos tan claros que se te transparentan los sesos.»
Una lágrima. Moscas blancas bordoneaban sin entusiasmo. La luz
de percal barato se amontonaba por los rincones. Todos los señores
sentados sobre sus inocencias bostezaban sin desconfianza. El amor
es una razón de Estado. Nos hacemos cargo de que los besos no son
de biscuitgla- cé. Pero si ahora se abriese esa puerta todos nos
besaríamos en la boca. ¡Qué asco que el mundo no gire sobre sus
goznes! Voy a dar media vuelta a mis penas para que los canarios
flautas puedan amarme. Ellos, los amantes, faltaban a su deber y se
fatigaban como los pájaros. Sobre las sillas las formas no son de
737
metal. Te beso, pero tus pestañas... Las agujas del aire estaban sobre
las frentes: qué oscura misión la mía de amarte. Las paredes de
níquel no consentían el crepúsculo, lo devolvían herido. Los
amantes volaban masticando la luz. Permíteme que te diga. Las
viejas contaban muertes, muertes y respiraban por sus encajes. Las
barbas de los demás crecían hacia el espanto: la hora final las segará
sin dolor. Abanicos de tela paraban, acariciaban escrúpulos. Ternura
de presentirse horizontal. Fronteras.
La hora grande se acercaba en la bruma. La sala cabeceaba sobre
el mar de cáscaras de naranja. Remaríamos sin entrañas si los pulsos
no estuvieran en las muñecas. El mar es amargo. Tu beso me ha
sentado mal al estómago. Se acerca la hora.
La puerta, presta a abrirse, se teñía de amarillo lóbrego la-
mentándose de su torpeza. Dónde encontrarte, oh sentido de la vida,
si ya no hay tiempo. Todos los seres esperaban la voz de Jehová
refulgente de metal blanco. Los amantes se besaban sobre los
nombres. Los pañuelos eran narcóticos y restañaban la carne
exangüe. Las siete y diez. La puerta volaba sin plumas y el ángel del
Señor anunció a María. Puede pasar el primero.
Poemas paradisiacos [75]
522
CIUDAD DEL PARAÍSO
Siempre te ven mis ojos, ciudad de mis días marinos. Colgada del
imponente monte, apenas detenida en tu vertical caída a las ondas
azules, pareces reinar bajo el cielo, sobre las aguas, intermedia en
los aires, como si una mano dichosa te hubiera retenido, un
momento de gloria, antes de hundirle para siempre en las olas
amantes.
Pero tú duras, nunca desciendes, y el mar suspira o brama, por ti,
ciudad de mis días alegres, ciudad madre y blanquísima donde
viví, y recuerdo, angélica ciudad que, más alta que el mar,
presides sus espumas.
Calles apenas, leves, musicales. Jardines
donde flores tropicales elevan sus juveniles palmas gruesas.
Palmas de luz que sobre las cabezas, aladas,
mecen el brillo de la brisa y suspenden
por un instante labios celestiales que cruzan
con destino a las islas remotísimas, mágicas,
que allá en el azul índigo, libertadas, navegan.
Allí también viví, ciudad graciosa, ciudad honda.
Allí, donde los jóvenes resbalan sobre la piedra amable, y donde
las rutilantes paredes besan siempre a quienes siempre cruzan,
hervidores, en brillos.
Allí fui conducido por una mano materna.
Acaso de una reja florida una guitarra triste cantaba la súbita
canción suspendida en el tiempo; quieta la noche, más quieto el
amante, bajo la luna eterna que instantánea transcurre.
Un soplo de eternidad pudo destruirte,
ciudad prodigiosa, momento que en la mente de un Dios
[emergiste.
Los hombres por un sueño vivieron, no vivieron,
eternamente fúlgidos como un soplo divino.
739
Jardines, flores. Mar alentando como un brazo que anhela a la
ciudad voladora entre monte y abismo, blanca en los aires, con
calidad de pájaro suspenso que nunca arriba. ¡Oh ciudad no en la
tierra!
Por aquella mano materna fui llevado ligero por tus calles
ingrávidas. Pie desnudo en el día.
Pie desnudo en la noche. Luna grande. Sol puro.
Allí el cielo eras tú, ciudad que en él morabas.
Ciudad que en él volabas con tus alas abiertas.
523
COMO EL VILANO
Hermoso es el reino del amor, pero triste es también.
Porque el corazón del amante triste es en las horas de la soledad,
cuando a su lado mira los ojos queridos que inaccesibles se posan
en las nubes ligeras.
Nació el amante para la dicha,
para la eterna propagación del amor,
que de su corazón se expande
para verterse sin término
en el puro corazón de la amada entregada.
Pero la realidad de la vida, la solicitación de las diarias horas,
la misma nube lejana, los sueños, el corto vuelo inspirado
[del juvenil corazón que él ama, todo conspira contra la perduración
sin descanso de la llama
[imposible.
Aquí el amante contempla el rostro joven, el adorado
perfil rubio,
el gracioso cuerpo que reposado un instante en sus brazos
[descansa.
Viene de lejos y pasa, y pasa siempre.
Y mientras ese cuerpo duerme o gime de amor en los brazos
[amados,
el amante sabe que pasa,
740
que el amor mismo pasa,
y que este fuego generoso que en él no pasa,
presencia puro el tránsito dulcísimo de lo que eternamente
[pasa.
Por eso el amante sabe
que su amada le ama
una hora, mientras otra hora sus ojos
leves discurren
en la nube falaz que pasa y se aleja.
Y sabe que todo el fuego que común se ha elevado, sólo
en él dura. Porque ligera y transitoria es la muchacha que se
entrega y se rehúsa,
que gime y sonríe.
Y el amante la mira
con el infinito amor de lo que se sabe instantáneo.
Dulce es, acaso más dulce, más tristísimamente dulce, verla en
los brazos en su efímera entrega.
«Tuyo soy —dice el cuerpo armonioso—, pero sólo un instante.
Mañana, ahora mismo,
despierto de este beso y contemplo el país, este río, esa rama,
aquel pájaro...»
Y el amante la mira
infinitamente pesaroso —glorioso y cargado—. Mientras ella
ligera se exime, adorada y dorada, y leve discurre.
Y pasa, y se queda. Y se alza, y vuelve.
Siempre leve, siempre aquí, siempre allí; siempre. Como el
vilano.
741
Yo estoy desnuda y miro las rosas, las celindas, me envuelvo
en los aromas de unas carnosas flores y palpito y rielo, si una
luna aparece, tendida como un agua para un espacio vivo.
EL VIEJO
Es inútil negarlo. Soledad, tú te opones a sostener la vida.
Este pensil de pronto se descubre y su aroma me despierta.
Estoy solo.
Son sus pájaros rubios como plumas ardiendo los que pasan y
callan mientras siento sus voces.
SUSANA
Mi collar es el solo vestido de este cuerpo que en sus
curvas aflige a estos aires sin boca.
Soledad y hermosura. Besos nunca sufridos, y un oro
recogido sobre la nuca virgen donde el sol se destroza con
un amor sin límites.
EL VIEJO
¿Quién habla? No es el aire. Por entre ramas siento un olor que
no acierto a pensar. ¿Son más flores?
Rosas de Jericó, quizá lirio de Hedjaz.
Tal vez un sueño solo, hecho un edén sin nadie.
Pero algo, sí. ¿Qué miro? Oh estupor de la vida.
¿Quién eres? Oh fulgor de Dios: ¡fulgor desnudo!
SUSANA
¿Es la sombra que existe? Nadie ya. ¿Mas quién osa?
EL VIEJO
Yo me acerco y pregunto. Soy la verdad vivida.
Pero con mi presencia ya miento. ¿A quién contemplo?
SUSANA
742
¿Hay alguien? No es presencia. Ah temor. ¿Quién me ha
[visto?
EL VIEJO
Te miro y no comprendo. ¿Por qué tus ojos claros? SUSANA
Nadie. Soledad pura. Como un pecho desnudo despierto en
este lecho de juncos. Canta el gallo.
HL VIEJO
Pero estoy solo, y miro. Me deslumbro y no veo
pero aspiro otros aires que de un desnudo alcánzanme, como
de un árbol puro que se exhala en el día.
¡El día! Es un tumulto. Pero ya, qué sereno.
Tumbado un astro terso cabe las aguas luce y se repite en
ellas como una estrella tibia.
SUSANA
Sola estoy. Ah qué sola, pero el verdor me asume.
He aquí aducido un cuerpo como un huésped, no sombra pero
verdad, y se integra, y en su entereza existe.
¡Existo! Todo el jardín me toma como dos brazos fuertes. El
viento calla, y duermo, y es un beso la luna.
Pero, virgen, espero su fulgor. Aún no emerge.
EL VIEJO
Miro tus ojos claros, pero nada conozco aunque todo lo
sepa. Quien nació nada ha visto.
Un bulto, una mirada para un beso completo...
El amante es la amada porque el amor destruye.
SUSANA
Pero el sol me recorre. Primero el pie aterido.
La rodilla o su nácar, el muslo o su locura.
Montón de flores tersas para la mano sola del sol. Montón de
743
sueño puro.
EL VIEJO
Tarde te vi, y te miro como una estrella triste, triste yo
cuando sorbo su luz y bebo vida.
SUSANA
Pero el viento despeina mis cabellos dorados y los
pájaros pían y en sus brillos se enredan.
¿Canta el cielo o es mi cuerpo? ¿Mi seno o la armonía del mundo?
Todo en ella es mi vida.
Con esta mano toco la arena. ¿Es el planeta
quien suspira? ¿O es mi pulso el que late en mis venas?
EL VIEJO
Ciego del resplandor escucho a la luz misma.
Ella nace. Yo escucho. Pero nunca distingo.
Añosa sombra muda, mi pensamiento acaba.
SUSANA
¿Quién habla? Es como un viento. Siento cabellos largos
ondear. Voces graves y unos brillos cansados, o quizá manos
tibias sobre mi frente, y muchas.
EL VIEJO
Como el sol mismo me hundo. ¿Qué es el amor? No un
[beso.
SUSANA
Sola estoy. ¿Quién me ha visto? Yo no sé, yo conozco. Sobre
mi frente viva cielo o flores coronan mi verdad no, mi nombre.
Yo no miento. Yo vivo.
EL VIEJO
El pensil ha callado. ¿Voló? Jardín efímero como una flor.
Arbusto. Mujer. Agua hacia el cielo que ese rayo evapora, hacia
744
el azul sorbido.
Yo paso, y pienso y callo. No vi. Si vi no he sido.
745
Dámaso Alonso
(1898-1990) [228]
Hijos de la ira (1944)
525
INSOMNIO
Madrid es una ciudad de más de un millón de cadáveres (se-
[gún las últimas estadísticas). A veces en la noche yo me revuelvo y
me incorporo en este [nicho en el que hace 45 años que me pudro, y
paso largas horas oyendo gemir al huracán, o ladrar los pe- [rros, o
fluir blandamente la luz de la luna.
Y paso largas horas gimiendo como el huracán, ladrando
[como un perro enfurecido, fluyendo como la leche de la
[ubre caliente de una gran vaca amarilla.
Y paso largas horas preguntándole a Dios, preguntándole
[por qué se pudre lentamente mi alma, por qué se pudren más de un
millón de cadáveres en esta ciu-
[dad de Madrid,
por qué mil millones de cadáveres se pudren lentamente en
[el mundo.
Dime, ¿qué huerto quieres abonar con nuestra podredumbre?
¿Temes que se te sequen los grandes rosales del día, las tristes
azucenas letales de tus noches?
746
526
MUJER CON ALCUZA
A Leopoldo Panero
¿Adonde va esa mujer, arrástrandose por la acera, ahora
que ya es casi de noche, con la alcuza en la mano?
Acercaos: no nos ve.
Yo no sé qué es más gris,
si el acero frío de sus ojos,
si el gris desvaído de ese chal
con el que se envuelve el cuello y la cabeza,
o si el paisaje desolado de su alma.
Va despacio, arrastrando los pies, desgastando suela,
desgastando losa, pero llevada por un terror oscuro,
por una voluntad de esquivar algo horrible.
Sí, estamos equivocados.
Esta mujer no avanza por la acera de esta ciudad,
esta mujer va por un campo yerto,
entre zanjas abiertas, zanjas antiguas, zanjas recientes,
y tristes caballones,
de humana dimensión, de tierra removida, de tierra
que ya no cabe en el hoyo de donde se sacó, entre
abismales pozos sombríos, y turbias simas súbitas,
747
llenas de barro y agua fangosa y sudarios harapientos del co- cual su alegría infantil en la fiesta del
[lor de la desesperanza. [pueblo,
como si le arrancaran los días azules, el gozo de amar a Dios y
Oh sí, la conozco. [esa voluntad de minutos en sucesión que llamamos vivir. Pero
Esta mujer yo la conozco: ha venido en un tren, las lúgubres estaciones se alejaban, y ella se asomaba frenética a
en un tren muy largo; las ventanillas, gritando y retorciéndose, sólo
ha viajado durante muchos días para ver alejarse en la infinita llanura eso, una solitaria estación,
y durante muchas noches: un lugar
unas veces nevaba y hacía mucho frío, señalado en las tres dimensiones del gran espacio cósmico por
otras veces lucía el sol y remejía el viento una cruz bajo las estrellas.
arbustos juveniles
en los campos en donde incesantemente estallan extrañas Y por fin se ha dormido,
[flores encendidas. sí, ha dormitado en la sombra,
Y ella ha viajado y ha viajado, mareada por el ruido de la arrullada por un fondo de lejanas conversaciones,
conversación, por el traqueteo de las ruedas y por el por gritos ahogados y empañadas risas,
humo, por el olor a nicotina rancia. como de gentes que hablaran a través de mantas bien espesas,
¡Oh!: sólo rasgadas de improviso
noches y días, por lloros de niños que se despiertan mojados a la media
días y noches, [noche,
noches y días, o por cortantes chillidos de mozas a las que en los túneles les
días y noches, [pellizcan las nalgas,
y muchos, muchos días, ... aún mareada por el humo del tabaco.
y muchas, muchas noches. Y ha viajado noches y días, sí, muchos días,
Pero el horrible tren ha ido parando y muchas noches.
en tantas estaciones diferentes, Siempre parando en estaciones diferentes,
que ella no sabe con exactitud ni cómo se llamaban, siempre con una ansia turbia, de bajar ella también, de que-
ni los sitios, [darse ella también,
ni las épocas. ■iy,
para siempre partir de nuevo con el alma desgarrada,
Ella
recuerda sólo
que en todas hacía frío,
que en todas estaba oscuro,
y que al partir, al arrancar el tren
ha comprendido siempre
cuán bestial es el topetazo de la injusticia absoluta, ha
sentido siempre
una tristeza que era como un ciempiés monstruoso que le
[colgara de la mejilla,
como si el arrancar del tren le arrancaran el alma, como si con el
arrancar del tren le arrancaran innumerables [margaritas, blancas
para siempre dormitar de nuevo en trayectos inacabables.
... No ha sabido cómo.
Su sueño era cada vez más profundo, iban cesando,
casi habían cesado por fin los ruidos a su alrededor: sólo alguna
vez una risa como un puñal que brilla un ins-
[tante en las sombras, algún cuchillo como un limón agrio que
pone amarilla un
[momento la noche.
Y luego nada.
Sólo la velocidad,
sólo el traqueteo de maderas y hierro del tren,
sólo el ruido del tren.
Y esta mujer se ha despertado en la noche, y estaba sola,
y ha mirado a su alrededor, y estaba sola,
y ha comenzado a correr por los pasillos del tren, de un vagón a
otro, y estaba sola,
y ha buscado al revisor, a los mozos del tren, a algún empleado,
a algún mendigo que viajara oculto bajo un asiento, y estaba sola,
y ha gritado en la oscuridad, y estaba sola, y ha preguntado quién
conducía,
quién movía aquel horrible tren.
Y no le ha contestado nadie, porque estaba sola, porque
estaba sola.
Y ha seguido días y días, loca, frenética,
en el enorme tren vacío, donde no va nadie, que no conduce
nadie.
... Y esa es la terrible,
la estúpida fuerza sin pupilas,
que aún hace que esa mujer
avance y avance por la acera,
desgastando la suela de sus viejos zapatones,
desgastando las losas,
entre zanjas abiertas a un lado y otro,
entre caballones de tierra,
de dos metros de longitud,
con ese tamaño preciso
de nuestra ternura de cuerpos humanos.
Ah, por eso esa mujer avanza (en la mano, como el atributo
[de una semidiosa, su alcuza), abriendo con el amor el aire,
750
abriéndolo con delicadeza exquisita,
como si caminara surcando un trigal en granazón, sí, como si
fuera surcando un mar de cruces, o un bosque de [cruces, o una
nebulosa de cruces,
de cercanas cruces, de cruces lejanas.
Ella,
en este crepúsculo que cada vez se ensombrece más, se inclina,
va curvada como un signo de interrogación, con la espina dorsal
arqueada sobre el suelo.
¿Es que se asoma por el marco de su propio cuerpo de ma-
[dera,
como si se asomara por la ventanilla de un tren,
al ver alejarse la estación anónima en que se debía haber
quedado?
¿Es que le pesan, es que le cuelgan del cerebro sus recuerdos de
tierra en putrefacción, y se le tensan tirantes cables invisibles
desde sus tumbas diseminadas?
¿O es que como esos almendros
que en el verano estuvieron cargados de demasiada fruta,
751
conserva aún en el invierno el tierno vicio,
guarda aún el dulce álabe
de la cargazón y de la compañía,
en sus tristes ramas desnudas, donde ya ni se posan los pája-
[ros?
752
[para pensar por qué los ríos
siempre anhelan futuro, como tú lento y gris.
Y para preguntarte por qué te llaman Carlos.
Y tú fluías, fluías, sin cesar, indiferente, y no escuchabas a tu
amante extático, que te miraba preguntándote,
como miramos a nuestra primera enamorada para saber si le
[fluye un alma por los ojos, y
si en su sima el mundo será todo luz blanca, o si acaso su sonreír
es sólo eso: una boca amarga que besa. Así te preguntaba: como
le preguntamos a Dios en la sombra
[de los quince años,
entre fiebres oscuras y los días —qué verano— tan lentos.
Yo quería que me revelaras el secreto de la vida y de tu vida, y
por qué te llamaban Carlos.
Yo no sé por qué me he puesto tan triste, contemplando el
[fluir de este río.
Un río es agua, lágrimas: mas no sé quién las llora.
El río Carlos es una tristeza gris, mas no sé quién la llora. Pero sé
que la tristeza es gris y fluye.
Porque sólo fluye en el mundo la tristeza.
Todo lo que fluye es lágrimas.
Todo lo que fluye es tristeza, y no sabemos de dónde viene
[la tristeza.
Como yo no sé quién te llora, río Carlos, como yo no sé por qué
eres una tristeza ni por qué te llaman Carlos.
Era bien de mañana cuando yo me he sentado a contem- [plar
el misterio fluyente de este río, y he pasado muchas horas
preguntándome, preguntándote. Preguntando a este río, gris lo
mismo que un dios; preguntándome, como se le pregunta a un
dios triste:
¿qué buscan los ríos?, ¿qué es un río?
Dime, dime qué eres, qué buscas,
río, y por qué te llaman Carlos.
Y ahora me fluye dentro una tristeza, un
río de tristeza gris,
753
con lentos puentes grises, como estructuras funerales grises.
Tengo frío en el alma y en los pies.
Y el sol se pone.
Ha debido pasar mucho tiempo.
Ha debido pasar el tiempo lento, lento, minutos, siglos, eras. Ha
debido pasar toda la pena del mundo, como un tiempo
[lentísimo.
Han debido pasar todas las lágrimas del mundo, como un
[río indiferente.
Ha debido pasar mucho tiempo, amigos míos, mucho tiempo
desde que yo me senté aquí en la orilla, a orillas
de esta tristeza, de este
río al que llamaban Dámaso, digo, Carlos,
754
Emilio Prados (1899-1962) [30 y
498]
Cuerpo perseguido (1927-1928) [30] 528
ALBA RÁPIDA
¡Pronto, de prisa, mi reino, que se me
escapa, que huye, que se me va por las
fuentes!
¡Qué luces, qué cuchilladas sobre sus
torres enciende!
Los brazos de mi corona,
¡qué ramas al cielo tienden!
¡Qué silencios tumba el alma!
¡Qué puertas cruza la Muerte!
¡Pronto, que el reino se escapa!
¡Que se derrumban mis sienes!
¡Qué remolino en mis ojos!
¡Qué galopar en mi frente!
¡Qué caballos de blancura mi sangre
en el cielo vierte!
Ya van por el viento, suben, saltan
por la luz, se pierden sobre las
aguas...
Ya vuelven
redondos, limpios, desnudos...
¡Qué primavera de nieve!
Rafael Dieste (1899-1981) [592]
537
VIEJA CIUDAD
Tal vez aquí llegué a través de
mi noche, vadeando ríos de afanes
muertos.
O tal vez soy mi sombra y aun cantan en la
noche del tren
las irrompibles cuerdas, relámpagos atados, de
mis violines ebrios.
La sombra de esa vieja ciudad no me saluda.
Mas no he de preguntarle...
Sobre desnuda sombra he de morir naciendo y he
de ser aventura y riesgo de no ser quien soy,
fuera de mí cambiando de figura
para ser, bajo estrellas coléricas, la rígida
sentencia de estas fuentes heladas, y en
silencio de plaza en que se cruzan evasivas,
verme de pronto inesperado y sin sentido para
la plaza y para el plan de un supuesto destino,
y ver mis altas nieves, entre redondos cantos de
un callejón siniestro, puestas en breve y sorda y
acabada cifra, sin otros horizontes que los del
muro ciego.
Es duro, sí, tal vez mortal, buscar de nuevo
melódica razón o capricho frenético desde cada
ciudad al universo.
762
Luis Cernuda (1902-1963) [144, 209 y 473]
Un río, un amor (1929) [473]
538
REMORDIMIENTO EN TRAJE DE NOCHE
Un hombre gris avanza por la calle de niebla; no lo sospecha
nadie. Es un cuerpo vacío; vacío como pampa, como mar,
como viento, desiertos tan amargos bajo un cielo implacable.
Es el tiempo pasado, y sus alas ahora entre la sombra
encuentran una pálida fuerza; es el remordimiento, que de
noche, dudando, en secreto aproxima su sombra
descuidada.
No estrechéis esa mano. La yedra altivamente ascenderá
cubriendo los troncos del invierno. Invisible en la calma el
hombre gris camina.
¿No sentís a los muertos? Mas la tierra está sorda.
VIEJA RIBERA
Tanto ha llovido desde entonces,
entonces, cuando los dientes no eran carne, sino días
pequeños como un río ignorante
a sus padres llamando porque siente sueño,
tanto ha llovido desde entonces,
que ya el paso se olvida en la cabeza.
Unos dicen que sí, otros dicen que no; mas sí y no
son dos alas pequeñas, equilibrio de un cielo dentro
de otro cielo, como un amor está dentro de otro,
como el olvido está dentro del olvido.
Si el suplicio con ira pide fiestas
entre las noches más viriles,
no haremos otra cosa que apuñalar la vida,
sonreír ciegamente a la derrota,
mientras los años, muertos como un muerto,
abren su tumba de estrellas apagadas.
763
Los pbceres prohibidos (1931) [473]
540
DIRÉ CÓMO NACISTEIS
Diré cómo nacisteis, placeres prohibidos, como nace
un deseo sobre torres de espanto, amenazadores
barrotes, hiel descolorida, noche petrificada a fuerza
de puños, ante todos, incluso el más rebelde, apto
solamente en la vida sin muros.
Corazas infranqueables, lanzas o puñales, todo es bueno si
deforma un cuerpo; tu deseo es beber esas hojas lascivas o
dormir en ese agua acariciadora.
No importa;
ya declaran tu espíritu impuro.
No importa la pureza, los dones que un destino levantó hacia
las aves con manos imperecederas; no importa la juventud,
sueño más que hombre, la sonrisa tan noble, playa de seda bajo
la tempestad de un régimen caído.
Placeres prohibidos, planetas terrenales,
miembros de mármol con sabor de estío,
jugo de esponjas abandonadas por el mar,
flores de hierro, resonantes como el pecho de un hombre.
Soledades altivas, coronas derribadas, libertades memorables,
manto de juventudes; quien insulta esos frutos, tinieblas en la
lengua, es vil como un rey, como sombra de rey, arrastrándose
a los pies de la tierra para conseguir un trozo de vida.
No sabía los límites impuestos, límites de metal o papel,
ya que el azar le hizo abrir los ojos bajo una luz tan alta,
adonde no llegan realidades vacías,
leyes hediondas, códigos, ratas de paisajes derruidos.
Extender entonces la mano es hallar una montaña que prohíbe,
un bosque impenetrable que niega, un mar que traga
adolescentes rebeldes.
Pero si la ira, el ultraje, el oprobio y la muerte, ávidos dientes
sin carne todavía, amenazan abriendo sus torrentes, de otro
lado vosotros, placeres prohibidos,
764
bronce de orgullo, blasfemia que nada precipita, tendéis
en una mano el misterio.
Sabor que ninguna amargura corrompe, cielos, cielos
relampagueantes que aniquilan.
Abajo, estatuas anónimas,
sombras de sombras, miseria, preceptos de niebla; una
chispa de aquellos placeres brilla en la hora vengativa.
Su fulgor puede destruir vuestro mundo.
541
EN MEDIO DE LA MULTITUD
En medio de la multitud le vi pasar, con sus ojos tan rubios como
la cabellera. Marchaba abriendo el aire y los cuerpos; una mujer se
arrodilló a su paso. Yo sentí cómo la sangre desertaba mis venas
gota a gota.
Vacío, anduve sin rumbo por la ciudad. Gentes extrañas pasaban
a mi lado sin verme. Un cuerpo se derritió con leve susurro al
tropezarme. Anduve más y más.
No sentía mis pies. Quise cogerlos en mi mano, no hallé mis
manos; quise gritar, y no hallé mi voz. La niebla me envolvía.
Me pesaba la vida como un remordimiento; quise arrojarla de mí.
Mas era imposible, porque estaba muerto y andaba entre los
muertos.
542
QUÉ RUIDO TAN TRISTE
Qué ruido tan triste el que hacen dos cuerpos cuando se
[aman,
parece como el viento que se mece en otoño sobre
adolescentes mutilados,
mientras las manos llueven,
manos ligeras, manos egoístas, manos obscenas,
cataratas de manos que fueron un día
flores en el jardín de un diminuto bolsillo.
Las flores son arena y los niños son hojas,
y su leve ruido es amable al oído
765
cuando ríen, cuando aman, cuando besan,
cuando besan el fondo
de un hombre joven y cansado
porque antaño soñó mucho día y noche.
Mas los niños no saben,
ni tampoco las manos llueven como dicen;
así el hombre, cansado de estar solo con sus sueños,
invoca los bolsillos que abandonan arena,
arena de las flores,
para que un día decoren su semblante de muerto.
543
NO DECÍA PALABRAS
No decía palabras,
acercaba tan sólo un cuerpo interrogante, porque ignoraba que el
deseo es una pregunta cuya respuesta no existe, una hoja cuya
rama no existe, un mundo cuyo cielo no existe.
La angustia se abre paso entre los huesos, remonta por las venas
hasta abrirse en la piel, surtidores de sueño
hechos carne en interrogación vuelta a las nubes. Un roce al
paso,
una mirada fugaz entre las sombras, bastan para que el cuerpo se
abra en dos,
ávido de recibir en sí mismo
otro cuerpo que sueñe;
mitad y mitad, sueño y sueño, carne y carne,
iguales en figura, iguales en amor, iguales en deseo.
Aunque sólo sea una esperanza,
porque el deseo es un pregunta cuya respuesta nadie sabe.
766
Donde habite el olvido (1932-1933) [144]
544
I
767
disuelto en niebla, ausencia, ausencia leve como
carne de niño.
Allá, allá lejos; donde habite el olvido.
768
Vivir sin estar viviendo (1944-1949) [144] 546
SERDESANSUEÑA
Acaso allí estará, cuatro costados bañados en los
mares, al centro la meseta ardiente y andrajosa. Es
ella, la madrastra original de tantos, como tú, dolidos
de ella y por ella dolientes.
Es la tierra imposible, que a su imagen te hizo para de sí
arrojarte. En ella el hombre que otra cosa no pudo, por
error naciendo, sucumbe de verdad, y como en pago
ocasional de otros errores inmortales.
Inalterable, en violento claroscuro, mírala, piénsala.
Árida tierra, cielo fértil, con nieves y resoles, riadas y
sequías; almendros y chumberas, espartos y naranjos
crecen en ella, ya desierto, ya oasis.
Junto a la iglesia está la casa llana, al lado del palacio está la
timba, el alarido ronco junto a la voz serena, el amor junto al
odio, y la caricia junto a la puñalada. Allí es extremo todo.
La nobleza plebeya, el populacho noble, la pueblan; dando
terratenientes y toreros, curas y caballistas, vagos y visionarios,
guapos y guerrilleros. Tú compatriota, bien que ello te repugne,
de su fauna.
Las cosas tienen precio. Lo es del poderío
la corrupción, del amor la no correspondencia;
y ser de aquella tierra lo pagas con no serlo
de ninguna: deambular, vacuo y nulo,
por el mundo, que a Sansueña y sus hijos desconoce.
Si en otro tiempo hubiera sido nuestra, cuando gentes extrañas la
temían y odiaban, y mucho era ser de ella; cuando toda su
sinrazón congénita, ya locura hoy, como admirable paradoja se
imponía.
Vivieron muerte, sí, pero con gloria monstruosa. Hoy la vida
morimos en ajeno rincón. Y mientras tanto los gusanos, de ella y
su ruina irreparable, crecen, prosperan.
769
Vivir para ver esto.
Vivir para ser esto.
Desolación de la Quimera (1956-1962) [209]
547
PEREGRINO
¿Volver? Vuelva el que tenga, tras largos
años, tras un largo viaje, cansando del
camino y la codicia de su tierra, su casa,
sus amigos, del amor que al regreso fiel le
espere.
Mas, ¿tú? ¿Volver? Regresar no piensas,
sino seguir libre adelante, disponible por
siempre, mozo o viejo, sin hijo que te
busque, como a Ulises, sin Itaca que aguarde
y sin Penélope.
Sigue, sigue adelante y no regreses, fiel hasta
el fin del camino y tu vida, no eches de menos
un destino más fácil, tus pies sobre la tierra
antes no hollada, tus ojos frente a lo antes
nunca visto.
770
en que el tiempo no existe! Un día, unas horas son entonces cifra
de la eternidad. ¿Cuántos siglos caben en las horas de un niño?
Recuerdo aquel rincón del patio en la casa natal, yo a solas y
sentado en el primer peldaño de la escalera de mármol. La vela
estaba echada, sumiendo el ambiente en una fresca penumbra, y
sobre la lona, por donde se filtraba tamizada la luz del mediodía,
una estrella destacaba sus seis puntas de paño rojo. Subían hasta los
balcones abiertos, por el hueco del patio, las hojas anchas de las
latanias, de un verde oscuro y brillante, y abajo, en torno de la
fuente, estaban agrupadas las matas floridas de adelfas y azaleas.
Sonaba el agua al caer con un ritmo igual, adormecedor, y allá en el
fondo del agua unos peces escarlata nadaban con inquieto
movimiento, centelleando sus escamas en un relámpago de oro.
Disuelta en el ambiente había una languidez que lentamente iba
invadiendo mi cuerpo.
Allí, en el absoluto silencio estival, subrayado por el rumor del
agua, los ojos abiertos a una clara penumbra que realzaba la vida
misteriosa de las cosas, he visto cómo las horas quedaban
inmóviles, suspensas en el aire, tal la nube que oculta un dios, puras
y aéreas, sin pasar.
Ángela Figuera
(1902-1984) [14]
549
SÍMBOLO
Llega una mano de oro luciendo un diamante una mano de
hierro gobernando unas riendas, una mano de niebla donde
canta una alondra: yo las dejo pasar.
Llega una mano roja empuñando una espada, llega una mano
pálida llevando una amatista, llega una mano blanca que
ofrece una azucena: yo las dejo pasar.
Llega una mano sucia que sujeta un arado: la tomo
entre las mías y nos vamos a arar.
772
Nicolás Guillén (1902-1989) [36]
Sóngoro Consongo. Poemas mulatos (1931)
550
CAÑ
A El negro
junto al cañaveral.
El yanqui sobre el
cañaveral.
La tierra
bajo el cañaveral.
¡Sangre que se nos
va!
Cantos para soldados y sones para turistas (1937)
551
III. SON DEL DESAHUCIO
—El alquiler se cumplió: te
tienes que mudar; ay, pero el
problema es serio, muy serio,
773
pero el problema es muy serio,
porque no hay con qué pagar.
Si encuentras cuarto vacío, te
tienes que mudar, y si acaso no
lo encuentras, te tienes que
mudar.
Si el dueño dice: «Lo siento», te
tienes que mudar; pero si no dice
nada, te tienes que mudar.
Como quiera, como quiera, te
tienes que mudar; con dinero, sin
dinero, te tienes que mudar;
donde sea, como sea, te tienes
que mudar, te tienes que mudar,
¡te tienes que mudar!
Calma, mi compadre, calma,
vamos los dos a cantar, que
llegue el casero ahora, él nos
podrá acompañar.
—¡Escuche, amigo casero, ayer
me citó el Juzgado, y dije que no
he pagado porque no tengo
dinero, y estoy parado!
Yo no me voy a la calle, porque
la lluvia me moja; venga usted,
casero, y diga, diga,
venga usted, casero, y diga, diga,
si va a curarme el catarro, si va a
curarme el catarro, después que
el agua me coja. Conozco hoteles
vacíos y casas sin habitantes:
774
¿cómo voy a estar de pie, con
tantos puestos vacantes?
Calma, mi compadre, calma, vamos,
los dos a cantar; que llegue el casero
ahora, él nos podrá acompañar, i Es
que a usted lo achica el miedo?
No, señor;
a mí no me achica el miedo, y aquí me
quedo, sí, señor,
y aquí me quedo, sí señor,
y aquí me quedo...
La paloma de vuelo popular. Elegías (1958) 552
LA MURALLA
Para hacer esta muralla, tráiganme
todas las manos: los negros, sus
manos negras, los blancos, sus blancas
manos.
Ay,
una muralla que vaya desde la playa
hasta el monte, desde el monte hasta
la playa, bien, allá sobre el horizonte.
—¡Tun, tun!
—¿Quién es?
—Una rosa y un clavel...
—¡Abre la muralla!
—¡Tun, tun!
—¿Quién es?
—El sable del coronel...
—¡Cierra la muralla!
—¡Tun, tun!
—¿Quién es?
—La paloma y el laurel...
—¡Abre la muralla!
—¡Tun, tun!
—¿Quién es?
—El alacrán y el ciempiés...
—¡Cierra la muralla!
Al corazón del amigo, abre la
muralla; al veneno y al puñal,
cierra la muralla; al mirto y la
yerbabuena, abre la muralla;
al diente de la serpiente,
cierra la muralla; al ruiseñor
en la flor, abre la muralla...
Alcemos una muralla juntando todas
las manos; los negros, sus manos
negras, los blancos, sus blancas
manos. Una muralla que vaya desde la
playa hasta el monte, desde el monte
hasta la playa, bien, allá sobre el
horizonte...
553
DOÑA MARÍA
¡Ay, pobre doña María,
ella que no sabe nada!
Su hijo, el de la piel manchada, a
sueldo en la policía.
776
Ayer, taimado y sutil, rondando
anduvo mi casa.
¡Pasa! —pense al verle— ¡Pasa!
(Iba de traje civil.)
Señora tan respetada, la pobre
doña María, con un hijo policía, y
ella que no sabe nada.
779
¡Oh, qué clamor bajo del seno breve, qué palma
al aire el solitario aliento!
¡Qué témpano, cogido al firmamento, el pie
descalzo, que a morir se atreve!
Brazos del mar, en cruz, sobre la helada bandeja
de la noche; senos fríos, de donde surte, yerta, la
alborada;
¡oh piernas como dos celestes ríos, Malva-
luna-de-yelo, amortajada bajo los mares de
los ojos míos!
781
EL ALBA DENOMINADORA
559
A embestidas suaves y rosas, la madrugada te iba poniendo
[nombres:
Sueño equivocado, Angel sin salida, Mentira de lluvia
[en bosque.
Al lindero de mi alma que recuerda los ríos,
indecisa, dudó, inmóvil:
¿Vertida estrella, Confusa luz en llanto, Cristal sin voces? No.
lírror de nieve en agua, tu nombre.
782
si tú me afirmas que tu novio tiene cuerpo de garraspera
[y cabecita de estornudo muerto, en San Francisco de California
un padre de la iglesia dará
[hoy a luz una hermosa niña.
El corazón de Charles Chaplin ha sido prohibido en todas
[las esquinas.
¿Apareció por fin el guardapelos y la materna verruga?
Ya la mayor parte de las pecheras almidonadas y todo un im~
[portantísimo saldo de domésticas blusas se inflan en los
armarios para presenciar esa dulce ascensión
[al Paraíso
que sobre poco más a menos va a venir a ser tu boda.
Cuatro Cupidos en camisón te espían.
¿Alguna vez el culito de un pollo te besó, como sin querer,
[la boca?
Chester Konclin alquila sus bigotes y vende a plazos su más
[provocadora sonrisa,
porque, según parece, se ha extraviado un bisoñé.
Todos los serafines usan su bisoñé para pasear por el río.
Menos tú,
querubín desfallecido,
querubín muerto de amor por una encantadora criada (cuatro
esquinitas tiene mi cama),
por una criada encantadora que te hace rezar tres padrenuestros
[mucho antes de bañarte.
En un hotel de Londres ha aparecido violado el cadáver
[de un ángel.
Adiós,
yo ya sé que eres tú ese cuello difunto que asciende para siem-
[pre en un aeroplano tirado por 6 amores de chocolate.
Entre el clavel y la espada (1941) [30]
562
Se equivocó la paloma.
Se equivocaba.
Por ir al norte, fue al sur.
Creyó que el trigo era agua.
Se equivocaba.
Creyó que el mar era el cielo; que la noche,
la mañana.
Se equivocaba.
Que las estrellas, rocío; que la calor, la
nevada.
Se equivocaba.
Que tu falda era tu blusa; que tu corazón, su
casa.
Se equivocaba.
(Ella durmió en la orilla.
Tú, en la cumbre de una rama.)
787
Pablo Neruda (1904-1973) [168, 254 y 318]
Residencia en la tierra (1925-1931) [254]
566
RITUAL DE MIS PIERNAS
largamente he permanecido mirando mis largas piernas con
ternura infinita y curiosa, con mi acostumbrada pasión, como si
hubieran sido las piernas de una mujer divina profundamente
sumida en el abismo de mi tórax: y es que, la verdad, cuando el
tiempo, el tiempo pasa, sobre la tierra, sobre el techo, sobre mi
impura cabeza, y pasa, el tiempo pasa, y en mi lecho no siento de
noche que una mujer está respirando, durmiendo, desnuda y a mi
lado, entonces, extrañas, oscuras cosas toman el lugar de la
ausente, viciosos, melancólicos pensamientos siembran pesadas
posibilidades en mi dormitorio, y así, pues, miro mis piernas
como si pertenecieran a otro
[cuerpo,
y fuerte y dulcemente estuvieran pegadas a mis entrañas.
(lomo tallos o femeninas, adorables cosas, desde las rodillas
suben, cilindricas y espesas, con turbado y compacto material de
existencia: como brutales, gruesos brazos de diosa,
como árboles monstruosamente vestidos de seres humanos,
como fatales, inmensos labios sedientos y tranquilos,
son allí la mejor parte de mi cuerpo:
lo enteramente substancial, sin complicado contenido
de sentidos o tráqueas o intestinos o ganglios:
nada, sino lo puro, lo dulce y espeso de mi propia vida,
nada, sino la forma y el volumen existiendo,
guardando la vida, sin embargo, de una manera completa.
Las gentes cruzan el mundo en la actualidad
sin apenas recordar que poseen un cuerpo y en él la vida,
y hay miedo, hay miedo en el mundo de las palabras que de-
[signan el cuerpo,
y se habla favorablemente de la ropa, de pantalones es posible
hablar, de trajes, y de ropa interior de mujer (de medias y ligas de
«señora»), como si por las calles fueran las prendas y los trajes
vacíos
[por completo
y un oscuro y obsceno guardarropas ocupara el mundo. Tienen
existencia los trajes, color, forma, designio, y profundo lugar en
nuestros mitos, demasiado lugar, demasiados muebles y
demasiadas habitaciones hay en el
[mundo,
y mi cuerpo vive entre y bajo tantas cosas abatido, con un
pensamiento fijo de esclavitud y de cadenas.
Bueno, mis rodillas, como nudos,
particulares, funcionarios, evidentes,
separan las mitades de mis piernas en forma seca:
y en realidad dos mundos diferentes, dos sexos diferentes
no son tan diferentes como las dos mitades de mis piernas.
Desde la rodilla hasta el pie una forma dura, mineral, fríamente
útil aparece, una criatura de hueso y persistencia, y los tobillos no
son ya sino el propósito desnudo, la exactitud y lo necesario
dispuestos en definitiva.
Sin sensualidad, cortas y duras, y masculinas, son allí mis piernas,
y dotadas
de grupos musculares como animales complementarios, y allí
también una vida, una sólida, sutil, aguda vida sin temblar
permanece, aguardando y actuando.
Rn mis pies cosquillosos, y duros como el sol, y abiertos como
flores, y perpetuos, magníficos soldados en la guerra gris del
espacio,
lodo termina, la vida termina definitivamente en mis pies, lo
extranjero y lo hostil allí comienza, los nombres del mundo, lo
fronterizo y lo remoto, lo sustantivo y lo adjetivo que no caben
en mi corazón, con densa y fría constancia allí se originan.
Siempre,
productos manufacturados, medias, zapatos, o simplemente
aire infinito, habrá entre mis pies y la tierra extremando lo
aislado y lo solitario de mi ser,
•ilgo tenazmente supuesto entre mi vida y la tierra,
.ilgo abiertamente invencible y enemigo.
790
El hombre tierra fue, vasija, párpado del barro trémulo,
forma de la arcilla, fue cántaro caribe, piedra chibcha,
copa imperial o sílice araucana.
Tierno y sangriento fue, pero en la empuñadura de su arma de
cristal humedecido, las iniciales de la tierra estaban escritas.
Nadie pudo recordarlas después: el viento
las olvidó, el idioma del agua fue enterrado, las
claves se perdieron o se inundaron de silencio o
sangre.
No se perdió la vida, hermanos pastorales.
Pero como una rosa salvaje cayó una gota roja en la espesura y
se apagó una lámpara de tierra.
Yo estoy aquí para contar la historia.
Desde la paz del búfalo
hasta las azotadas arenas
de la tierra final, en las espumas
acumuladas de la luz antártica,
y por las madrigueras despeñadas
de la sombría paz venezolana,
te busqué, padre mío,
joven guerrero de tiniebla y cobre,
oh tú, planta nupcial, cabellera indomable,
madre caimán, metálica paloma.
Yo, incásico del légamo, toqué la piedra y dije:
Quién
me espera? Y apreté la mano sobre un puñado de cristal vacío.
Pero anduve entre flores zapotecas y dulce era
la luz como un venado, y era la sombra como un
párpado verde.
Tierra sin nombre, sin América, estambre equinoccial, lanza
de púrpura, tu aroma me trepó por las raíces hasta la copa que
bebía, hasta la más delgada palabra aún no nacida de mi boca.
568
LA
ESTUDIANTE
(1923)
Oh tú, más dulce, más interminable que la dulzura,
carnal enamorada entre las sombras: de otros días
surges llenando de pesado polen tu copa, en la
delicia.
Desde la noche llena de ultrajes,
noche como el vino desbocado, noche de oxidada púrpura, a
ti caí como una torre herida, y entre las pobres sábanas tu
estrella palpitó contra mí quemando el cielo.
Oh redes del jazmín, oh fuego físico alimentando en esta
nueva sombra, tinieblas que tocamos apretando la cintura
central, golpeando el tiempo con sanguinarias ráfagas de
espigas.
Amor sin nada más, en el vacío de una burbuja, amor con
calles muertas, amor, cuando murió toda la vida y nos dejó
encendiendo los rincones.
Mordí mujer, me hundí desvaneciéndome desde mi fuerza,
atesoré racimos,
792
y salí a caminar de beso en beso, atado a
las caricias, amarrado a esta gruta de fría
cabellera, a estas piernas por labios
recorridos: hambriento entre los labios de
la tierra, devorando con labios devorados.
569
A
MI
PARTIDO
Me has dado la fraternidad hacia el que no conozco.
Me has agregado la fuerza de todos los que viven.
Me has vuelto a dar la patria como en un nacimiento.
Me has dado la libertad que no tiene el solitario.
Me enseñaste a encender la bondad, como el fuego.
Me diste la rectitud que necesita el árbol.
Me enseñaste a ver la unidad y la diferencia de los hombres. Me
mostraste cómo el dolor de un ser ha muerto en la vic-
[toria de todos.
Me enseñaste a dormir en las camas duras de mis hermanos. Me
hiciste construir sobre la realidad como sobre una roca. Me
hiciste adversario del malvado y muro del frenético.
Me has hecho ver la claridad del mundo y la posibilidad de
[la alegría.
Me has hecho indestructible porque contigo no termino en
[mí mismo.
793
Odas elementales (1954) [168]
570
ODA AL LIBRO (II)
Libro
hermoso,
libro,
mínimo bosque, hoja
tras hoja, huele tu papel
a elemento, eres
matutino y nocturno,
cereal,
oceánico,
en tus antiguas páginas
cazadores de osos,
fogatas
cerca del Missisipi,
canoas
en las islas,
más tarde
caminos
y caminos,
revelaciones,
pueblos
insurgentes,
Rimbaud como un herido
pez sangriento palpitando
en el lodo, y la hermosura
de la fraternidad, piedra por
piedra
sube el castillo humano,
dolores que entretejen
la firmeza,
acciones solidarias,
libro
oculto
de bolsillo
en bolsillo,
lámpara
clandestina,
estrella roja.
Nosotros
los poetas
caminantes
exploramos
el mundo,
en cada puerta
nos recibió la vida,
participamos
en la lucha terrestre.
Cuál fue nuestra victoria? Un
libro, un libro lleno de
contactos humanos, de camisas,
un libro
sin soledad, con hombres y
herramientas, un libro es la
victoria.
Vive y cae
como todos los frutos, no sólo
tiene luz, no sólo tiene sombra,
se apaga, se deshoja, se pierde
795
entre las calles, se
desploma en la tierra.
Libro de poesía de
mañana, otra vez vuelve
a tener nieve o musgo en
tus páginas para que las
pisadas o los ojos vayan
grabando huellas: de
nuevo
descríbenos el mundo, los
manantiales entre la espesura,
las altas arboledas, los planetas
polares, y el hombre en los
caminos, en los nuevos
caminos, avanzando en la selva,
en el agua, en el cielo, en la
desnuda soledad marina el
hombre descubriendo los
últimos secretos, el hombre
regresando con un libro, el
cazador de vuelta con un libro,
el campesino arando con un
libro.
Manuel Altolaguirre (1905-1959) [159]
Las islas invitadas (1926)
571
PLAYA
A Federico García Lorca
Las barcas de dos en dos,
como sandalias del viento
puestas a secar al sol.
Yo y mi sombra, ángulo recto.
Yo y mi sombra, libro abierto.
Sobre la arena tendido
como despojo del mar se
encuentra un niño
dormido.
Yo y mi sombra, ángulo recto.
Yo y mi sombra, libro abierto.
Y más allá, pescadores
tirando de las maromas
amarillas y salobres.
800
Yo y mi sombra, ángulo recto.
Yo y mi sombra, libro abierto.
Ejemplo (1927)
572
COMO UN ALA NEGRA
Como un ala negra de aire
desprendida de hombro alto,
cuerpo de un muerto reflejo en
duras tierras ahogado, la sombra
quieta, tendida, flota sobre el
liso campo.
La nube, sombra en el viento de
la sombra, flor sin tallo, de la
amplia campana azul
adormecido badajo, techo azul y
suelo verde tiene en la tarde de
mayo.
Como una rama de almendro el
horizonte nublado.
La sombra quieta, tendida, flota
sobre el liso campo, cuerpo de
un muerto reflejo en duras
tierras ahogado.
Poesía (1930-1931)
573
EL EGOÍSTA
Era dueño de sí, dueño de nada.
Como no era de Dios ni de los hombres,
nunca jinete fue de la blancura, ni
nadador ni águila.
Su tierra estéril nunca los frondosos
verdores consintió de una alegría, ni los
negros plumajes angustiosos. Era dueño de
sí, dueño de nada.
574
ERA MI DOLOR TAN ALTO
Era mi dolor tan alto, que la
puerta de la casa de donde
salí llorando me llegaba a la
cintura.
¡Qué pequeños resultaban los hombres
que iban conmigo! Crecí como una alta
llama de tela blanca y cabellos.
Si derribaran mi frente los toros
bravos saldrían, luto en desorden,
dementes, contra los cuerpos
humanos.
Era mi dolor tan alto, que miraba al
otro mundo por encima del ocaso.
«
800
Fin de un amor (1949) 577
VEN A BUSCARTE
Tiene mi amor la forma de tu vida. Nunca el olvido le
cerró los labios a la estela ni el cauce, ni a la gruta que
atravesabas tú; límite era que se quedaba estático
afirmando, contra el tiempo engañoso, una perenne
honda oquedad tan fiel a tu persona que más que
ausencia un alma parecía.
Ven a buscarte. Tengo yo la entrada de tus recuerdos,
quietos, encerrados en mis caricias:
tiene mi amor la forma de tu vida.
578
CIELO
Isla de eternidad de costas muertas, muerta de sed
de tiempo, rodeada de una niebla de olvido
interminable.
i Qué abandono de mar y luz circundan tu figura que
puedo ver completa como si todo un cielo de miradas se
hubiera repartido en tomo tuyo!
Tus bordes son abismos. Nada existe. Todo es ausencia
menos tu recuerdo.
801
Emeterio Gutiérrez Albelo (1905-1969)
[592]
579
VARIACIONES SOBRE EL MISMO TEMA I
% venía, Señor,
de un paisaje parduzco, ceniciento.
Un paisaje de sombras como un eco, doliente,
funeral, de otro paisaje interno...
Y he aquí, que, de pronto, sobre este campo
abierto —este campo de luces no cantadas y
colores inéditos—, mi espíritu se clava igual que
un árbol recio.
De hondas raíces y robusto tronco, de ramas rebosantes
de jilgueros..., como brazos de amor que abren su copa
—cáliz de eternidad— hacia los cielos.
Pedro García Cabrera (1905-1981) [592]
580
Rompiendo los cristales de mis ojos entraste al
asalto en mis ausencias. Caracol de suspiros y de
alas, me fuiste caminando gota a gota los delgados
senderos interiores.
¡Qué anegado desorden! ¡Cuántas puertas abren a tu
evasión mis laberintos!
Y tú rodando siempre a contratiempo, sin
oírme, de espaldas a las horas, ceñido a mis castillos
en el aire.
Y así estoy, en el atrio de mi cuerpo, velando
tus vigilias espectrales,
de pie en un mundo de palabras huecas, más tuyo ya que el
rostro de una fuente.
Juan Gil-Albert
(1906-1994) [205]
Misteriosa presencia (1936) 581 XVIII
Racimos ya cuajados rompen vedas forestas dando
salvas cazadores codorniz en ventana ¡dormidores!
acogedla en los cotos de las sedas.
¡Plumas infaustas viento no las cedas! tropel
madrugador de sumidores pulcros caños en pos de
voladores venas del aire esparcen por veredas.
Tú mi caza mayor, azul de vuelo, ni sola pieza en
busca salgo al día, mi pájaro feliz, mi tordo amargo,
cerca me pasas, cerca te veía, mas no quise tu sangre
aciago duelo, y oprimido dejé pasaras largo.
Candente horror (1936) 582
LA HUELLA DEL ESPÍRITU
Cuando acabado este horror nos vean cómo somos,
cómo vivimos, atrincheradas masas,
pálidos hacinamientos que se agitan,
ese aspecto que acaso nos descubran tan sórdido,
por lo que fuimos, perros del momento,
una carne aplastada por palabras hirientes
ese ladrar herido que sonará en el aire,
¿qué harán con vuestro resplandor feroz cuando
sepan mañana que quisimos hablarnos y no dejasteis
sobre las bocas más que el impacto armado de
vuestros pies?
804
vestigios virginales y los juncos eternos le acompañan
con su tañir el júbilo naciente que da cuerpo a la luz.
Mas encerrados en sus vastas ciudades afanosas, con el
hollín y el polvo que les niega toda bondad, los hombres
han perdido casi el divino ardor de sus entrañas y la sed
que da vida a sus deseos; beben el agua seca que no sabe
de aquel rumor sagrado. Sólo un eco parece mantener la
lozanía de estas tiernas llamadas, alguien vela, oculto
entre los mágicos ramajes de invisible constancia y esas
fuentes que manan en los campos, repercuten en los
viejos rincones donde todos hemos abandonado en algún
día este sordo ajetreo que nos lleva para amar a algún
ser, o estar soñando con un rumor confuso y delicioso,
como al borde de un agua inesperada, que no es más que
la vida, allí fluyendo, su tiempo inapresable y su
grandeza.
Poesía (1961)
584
HÍPICA
A los hijos de mis hijos que
no saben quién soy
Oh joven,
tú que empiezas ahora:
quienes te empujan cargan tu mochila
con plomo muerto.
¿No sería posible que cuando por la noche
duermen nuestros abuelos recostados sobre
la historia patria muy clandestinamente
descargarais de arena los zapatos dejándolos
ya prestos al augurio del nuevo día?
Sería tentador.
Porque tal vez volarais como galgos apenas
ese sol en vuestra frente cosquilleara.
Tal vez entonces sólo se diría, aunque
mucho después: son los hijos del Tiempo,
los hijos sacrosantos de la Gracia.
No quisieron oír a sus mayores
que se empeñaron, duros, como siempre,
más que duros, juiciosos,
en ponerles las bridas como potros
de sus cuadras famosas.
Y prometían premios, recompensas, y una
vejez...
Pero vosotros, bravos e insensatos, llevabais
otra herencia en vuestra sangre
que no era familiar.
Semidivina acaso por lo expuesta que en
vosotros rugió.
Y sin bocado alguno, libres de esa
honorable,
de esa circunspección medio sombría que se da como
806
ejemplo, habéis salido al campo pregonando un más
remoto fuego.
Dicen que es la barbarie la que guía vuestro instinto
dichoso.
Es un saberos dueños de la suerte;
dueños del orbe entero redimido
de la estrechez:
del ámbito paterno,
de la falda materna,
de la urna
profesoral.
Y serenos no obstante que encendidos, dar a la
vida un sesgo inesperado
que resuma el amor.
Así quisiera un día despertarme y oír vuestro relincho:
vuestro timbre de gloria.
Cuando el tiempo se cumpla.
Juan Alcaide (1907-1951) [592]
585
DIVINIDAD
He ido, con la hoz buida de mi voz sin palabras, a segar en los
surcos de tu vida presente espigas de tu ayer. Eran mías.
Llevaba largo tiempo esperando, desollándome siempre la troje
de mi sueño.
Me imaginaba el fruto
cantándome canciones doradas, encendidas.
Todo, como cadena de júbilo. Entusiasmo
por darle un eslabón a cada instante:
en el molino, harina; masa, en la artesa; pan, dentro del
[horno; aroma...
He frenado mi hambre. Me alimenté con gana de comer, de un
constante ayunar, de un eterno esperar para ese día. ¡Oh, día de
mi estío! ¡Plenitud! ¡Claridad! ¡Recolección!
Y, con la hoz buida de mi voz sin palabras, me he llegado a tus
surcos y los hallé segados...
Me siento un poco Dios al ver que soy
cuerpo del pan que comen mis ladrones.
Luis Felipe Vivanco
(1907-1976) [14 y 592]
586
LA MIRADA DEL PERRO
De pronto, trabajando, comiendo, paseando, me encuentro la
mirada del perro.
Me interrumpe como dos hojas de árbol dentro de una herida, como
llanto infantil del alma que nunca ha sido pisada to-
[davía
o esa vieja mujer que friega, en cambio, el suelo, de rodillas. De no
808
saber qué hacer resignada, y huidiza, y suplicante —de no saber
que permanece en su orilla—, me deja interrumpido como pequeña
iglesia románica en un
[pueblo
0 esa peña y sus grietas a un lado del atajo mientras sigo su-
[biendo.
(Me deja entre mis libros de elemental e ingreso, naturalmente,
estudiosamente unido a Dios en el tiempo de la imaginación que
aún mezcla sus leyendas de Bécquer
[con insectos.)
C) me atraviesa con su temor de criatura confiada y su exceso ile
alegría por mí (que soy un poco duro y no me la merezco).
1 ,a mirada del perro.
María Zambrano (1907-1991) [592]
587
DELIRIO DEL INCRÉDULO
Bajo la flor, la rama sobre la flor, la
estrella bajo la estrella, el viento.
¿Y más allá? Más allá ¿no recuerdas?, sólo la nada la nada, óyelo
bien, mi alma duérmete, aduérmete en la nada si pudiera, pero
hundirme.
Ceniza de aquel fuego, oquedad, agua espesa y
amarga el llanto hecho sudor
la sangre que en su huida se lleva la palabra y la carga
vacía de un corazón sin marcha.
De verdad ¿es que no hay nada? Hay la nada y que no lo
recuerdes. Era tu gloria.
Más allá del recuerdo, en el olvido, escucha en el soplo de
tu aliento.
Mira en tu pupila misma dentro en ese fuego que te
abrasa, luz y agua.
809
Mas no puedo. Ojos y oídos son ventanas.
Perdido entre mí mismo no puedo buscar nada no llego
hasta la Nada.
Roma, enero de 1950. Hotel d’Inghilterra
810
Carmen Conde (1907-1996) [14]
588
Declaro que se ha muerto y que su tumba está
dentro de mí; soy su mortaja.
A nadie se enteró porque su tránsito
descanso fue de locas esperanzas.
Rodean el contorno de esta fosa —caliente
está la vid que escala muros— los pámpanos
más tiernos y jugosos que arrancan del
silencio su tumulto.
811
Victoriano Crémer (1907) [14]
589
ORACIÓN DE LA HUMILDAD
Al fin lo he conseguido: ya me tengo i
orno Tú me querías: casi nada
0 casi todo; apenas
barro bien amasado en
lágrimas.
le doy gracias, Señor, porque me hiciste de tan
pequeñas cosas y a tan altas
1 .ibias de corazón llegué entre
dientes de deslumbrantes dentelladas.
Mi' diste soledad, hambre y tristeza, l< >s
dones de Tu gracia, v me obligaste a conocer
cómo nos nacen Lis raíces del alma.
< ¡radas, Señor, porque me echaste al confuso montón de la
[pobreza,
v me diste sabor de pulpa amarga, densa
como los sueños, retenida de los huesos
en la doliente caña.
Nada puedo pedir que no me dieras
sobradamente; nada que no estuviera
escrito; destinado para completar en mí Tu
semejanza.
Si el hombre es el tributo a Tu paciencia, el
soplo de Tu aliento, la esperanza de Tu
trabajo creador, cumplida quedó en mi carne
Tu palabra.
Hierros nacieron donde brotaron sangres —dolor del hierro
negro, del rabioso hierro que rompe y que
[desgarra
como un viejo perro golpeado—, y, sobre las heridas, fue la brasa
y la sal en los labios.
¡Y estoy vivo!
¡Y nadie de esta carga me descarga!...
Con todo ello me hiciste, poco a poco,
—que el hombre es una tarea larga—, y Te sonrío
desde esta mi humildad recuperada...
Porque es así, Señor, como querías que fuera: casi nada o casi
todo; apenas barro bien amasado en lágrimas...
813
Juan Panero (1908-1937) [592]
590
Lleva mi pecho por amor herida, me
desangro en la angustia de perderte, y
mana grave su temblor de muerte con la
nieve en la sangre detenida.
Dobla mi carne y tiembla, estremecida en
la noble presencia de saberte tan lejos ya de
mí, que se convierte el mirar de mis ojos en
tu vida.
Al pecho mío, con la luz brotada en
la severidad de esta agonía, de llanto
lo ilumino y de consuelo.
Y el alma es sangre tuya recostada,
aposento de paz en la paz mía, ala de
ruiseñor en dulce vuelo.
Leopoldo Panero (1909-1962) [14 y 592]
José Herrera591
Petere
HIJO MÍO
(1909-1977) [592]
Desde mi vieja orilla, desde la fe que siento, hacia
la luz primera que toma el alma pura, voy contigo,
hijo mío, por el camino lento de este amor que me
crece como mansa locura.
Voy contigo, hijo mío, frenesí soñoliento de mi carne,
palabra de mi callada hondura, música que alguien pulsa
no sé dónde, en el viento, no sé dónde, hijo mío, desde
mi orilla oscura.
Voy, me llevas, se toma crédula mi mirada, me
empujas levemente (ya casi siento el frío); me
invitas a la sombra que se hunde a mi pisada,
me arrastras de la mano... Y en tu ignorancia fío, y a
tu amor me abandono sin que me quede nada,
terriblemente solo, no sé dónde, hijo mío.
592
POETAS EN GINEBRA
Contra la exacta puerta que se cierra matando
contra las horas, horas que miran, horas como linces
contra las garras que amortajan los lunes
contra garfios y clavos y cadenas,
por bóvedas nocturnas
por los pasillos lívidos del vino,
del Arve al mar
brotan corrientes de profundas palabras 815
de luz musgosa apenas
nace un temblor secreto de madera hermanal
nace un rubor apenas,
un camino sin fin que no se pierde
un paso corto y un llamar dilatado
que nos habla del acometimiento y del quebranto
de vástagos errantes y de nubladas cárceles
de espíritus que amaren sin decirlo
los planos ideales de la tierra.
Y entre dioses doblados y vírgenes podridas nos viene
iluminando de esperanza estas crueles brumas,
paisajes sumergidos, estas sordas ventanas
subterráneas.
¡Oh poetas sin tierra como yo condenados a arañar sus
palabras en las rocas del rojo anochecer de días cansados,
duras sangrientas rocas donde hay manos que quieren ver
y no llegan al borde! ¡Poetas perseguidos contra el muro
de mármol negro de un helado banco!
Brama el dinero azul, los toros negros
del invierno escondido en las umbrías,
y temblando murmuran las gargantas
de la poesía en desierto
de la poesía contra el cardenillo
de las horas paradas,
y sobre el cieno de las aguas dulces
nos dice que la Historia continúa
del Arve al mar
del Arve hasta Toledo.
816
Arturo Serrano Plaja (1909-1978) [592]
593
MAPA DE LA MUERTE
La vida, ese país, es como el mapa de la región
de olvido, de la muerte.
Su brújula es un norte desdichado, una estrella polar
que marca rumbo de oscuro derrotero, tumbo y tumbo, y
grados de compás mal gobernado.
Parece que elegimos los senderos mirando en la
memoria las señales, las trazas del pasado, en que los
males parece que son poco duraderos.
Parece que elegimos el camino en esa topográfica
materia y en vez de gobernar en nuestra arteria nos lleva
de la mano su destino.
La vida, ese país, es como el mapa de la región
de olvido, de la muerte.
José Antonio Muñoz Rojas
(1909) [14 y 583]
594 [583]
A UNA ESPALDA
¡Oh extensión de extensiones dilatada!
¡Oh llanura sin lindes, primavera de regalo
al sentido, donde espera un alba
indeclinable a la mirada!
¡Oh tenue loma, donde agazapada la
delicia se esconde, a la ladera!
¡Oh mar! ¡Oh mundo mío! ¡Oh verdadera
nieve en fuegos serenos reposada!
A tanto gozo concentrado, a tanto
júbilo sin confin, hoy, peregrina, mi
mano entre alborozos adelanto.
¡Oh seda que ellas hallan! ¡Oh colina
donde la dejo reposar! ¡Oh cuánto el alma
recostada aquí adivina!
818
595 [14]
LA MADRE [14]
Y la madre soñaba oscuramente:
Será rubio, tendrá estos ojos mismos.
Le amarán las muchachas. Una tarde, de
pronto, llorará junto a una rosa.
Le crecerá la angustia sin saberlo y cada
nuevo umbral será una herida. Temblará al
traspasarlos, hijo mío, acaso una paloma,
acaso nada.
El viento por la frente, las caídas hojas que
se acumulan, los rumores del corazón
callados. Nadie sabe las formas repentinas
de la dicha.
Yo lo siento aquí hondo en mis entrañas el
río de tus años que me deja una nostalgia
antigua, una dulzura vieja en mi corazón
como la sangre.
Me hace toda ribera, toda muro donde
lamen las aguas de tu vida.
Torno otra vez a ser niña jugando,
corriendo como niña entre las rosas.
¡Oh sueño en mis entrañas! ¡Oh alto río
resonando de siempre en mis entrañas!
825
Cantos a Rosa (1954) [583]
596
XVII
Le dije: Ven aquí. Te quiero, Rosa.
Mira los tilos, mira las gayombas
volcándose en el aire. Tú no sabes lo que
se siente cuando se derrama un tilo en las
espaldas. Quien no tenga una mano al
alcance cuando cae dulce y lenta la lluvia
de los tilos, perecerá. Entonces ella dijo:
¿qué sabes tú de la muerte, ni dulzura?
Miguel Hernández (1910-1942) [2, 197
y 308] Perito en lunas (1933) [2]
597
(AZAHAR)
A Concepción Albornoz
Frontera de lo puro, flor y fría.
Tu blancor de seis filos, complemento, en
el principal mundo, de tu aliento, en un
mundo resume un mediodía.
Astrólogo el ramaje en demasía, de verde
resultó jamás exento.
Ártica flor al sur: es necesario tu desliz al
buen curso del canario.
599
Como el toro he nacido para el luto y el dolor, como
el toro estoy marcado por un hierro infernal en el
costado y por varón en la ingle con un fruto.
Como el toro lo encuentra diminuto todo mi
corazón desmesurado, y del rostro del beso
enamorado, como el toro a tu amor se lo disputo.
Como el toro me crezco en el castigo, la lengua en
corazón tengo bañada y llevo al cuello un vendaval
sonoro.
Como el toro te sigo y te persigo, y dejas mi
deseo en una espada, como el toro burlado, como
el toro.
ELEGÍA
600 (En Orihuela, su pueblo y el
mío, se me ha muerto como
el rayo Ramón Sijé, con
quien tanto quería.)
Yo quiero ser llorando el hortelano de
la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.
Alimentando lluvias, caracolas y
órganos mi dolor sin instrumento, a las
desalentadas amapolas
daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado, que
por doler me duele hasta el aliento.
Un manotazo duro, un golpe helado, un
hachazo invisible y homicida, un empujón
brutal te ha derribado.
No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos y siento más
tu muerte que mi vida.
Ando sobre rastrojos de difuntos, y
sin calor de nadie y sin consuelo voy
de mi corazón a mi asuntos.
Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada, temprano
estás rodando por el suelo.
No perdono a la muerte enamorada, no
perdono a la vida desatenta, no
perdono a la tierra ni a la nada.
En mis manos levanto una tormenta de piedras,
rayos y hachas estridentes sedienta de catástrofes
y hambrienta.
829
Quiero escarbar la tierra con los dientes, quiero apartar
la tierra parte a parte a dentelladas secas y calientes.
Quiero minar la tierra hasta encontrarte y besarte la
noble calavera y desamordazarte y regresarte.
Volverás a mi huerto y a mi higuera: por los altos
andamios de las flores pajareará tu alma
colmenera
de angelicales ceras y labores.
Volverás al arrullo de las rejas de los
enamorados labradores.
Alegrarás la sombra de mis cejas, y tu sangre
se irán a cada lado disputando tu novia y las
abejas.
Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado.
A las aladas almas de las rosas del almendro de nata te
requiero, que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.
830
Viento delpueblo (1937) [308]
601
EL NIÑO YUNTERO
Carne de yugo, ha nacido más humillado que
bello, con el cuello perseguido por el yugo
para el cuello.
Nace, como la herramienta, a los golpes
destinado, de una tierra descontenta y un
insatisfecho arado.
Entre estiércol puro y vivo de vacas, trae a la
vida un alma color de olivo vieja ya y
encallecida.
Empieza a vivir, y empieza a morir de punta a
punta levantando la corteza de su madre con la
yunta.
Empieza a sentir, y siente la vida como una
guerra, y a dar fatigosamente en los huesos de
la tierra.
Contar sus años no sabe, y ya sabe que el
sudor es una corona grave de sal para el
labrador.
En mis manos levanto una tormenta de piedras,
rayos y hachas estridentes sedienta de catástrofes
y hambrienta.
Quiero escarbar la tierra con los dientes, quiero apartar
la tierra parte a parte a dentelladas secas y calientes.
Quiero minar la tierra hasta encontrarte y besarte la
noble calavera y desamordazarte y regresarte.
Volverás a mi huerto y a mi higuera: por los altos
andamios de las flores pajareará tu alma
colmenera
de angelicales ceras y labores.
Volverás al arrullo de las rejas de los
enamorados labradores.
Alegrarás la sombra de mis cejas, y tu sangre
se irán a cada lado disputando tu novia y las
abejas.
Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado.
A las aladas almas de las rosas del almendro de nata te
requiero, que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.
830
Viento delpueblo (1937) [308]
601
EL NIÑO YUNTERO
Carne de yugo, ha nacido más humillado que
bello, con el cuello perseguido por el yugo
para el cuello.
Nace, como la herramienta, a los golpes
destinado, de una tierra descontenta y un
insatisfecho arado.
Entre estiércol puro y vivo de vacas, trae a la
vida un alma color de olivo vieja ya y
encallecida.
Empieza a vivir, y empieza a morir de punta a
punta levantando la corteza de su madre con la
yunta.
Empieza a sentir, y siente la vida como una
guerra, y a dar fatigosamente en los huesos de
la tierra.
Contar sus años no sabe, y ya sabe que el
sudor es una corona grave de sal para el
labrador.
Trabaja, y mientras trabaja masculinamente serio, se
unge de lluvia y se alhaja de carne de cementerio.
A fuerza de golpes, fuerte, y a fuerza de sol, bruñido,
con una ambición de muerte despedaza un pan reñido.
Cada nuevo día es más raíz, menos criatura, que
escucha bajo sus pies la voz de la sepultura.
Y como raíz se hunde en la tierra lentamente
para que la tien-a inunde de paz y panes su
frente.
Me duele este niño hambriento como una grandiosa
espina, y su vivir ceniciento revuelve mi alma de encina.
Lo veo arar los rastrojos, y devorar un mendrugo, y
declarar con los ojos que por qué es carne de yugo.
Me da su arado en el pecho, y su vida en la garganta,
y sufro viendo el barbecho tan grande bajo su planta.
¿Quién salvará este chiquillo menos que un grano de
avena? ¿De dónde saldrá el martillo verdugo de esta
cadena?
Que salga del corazón de los hombres jornaleros,
que antes de ser hombres son y han sido niños
yunteros.
Dador (1960)
607
DADOR [fragmento]
Así la escritura borra el análogo que necesita la visión y el
puesto ahí fatalmente es el innumerable rechazador.
La fisura en la piedra, obturada por el espíritu de las lluvias
—dejada por el gajo de pino en su feudal imaginación
o por el arañazo del ligero recelo guarnecido—;
la mano inquiere el armonio de inapreciable pequeñez
y el vuelco de sus ojos y sones,
cae como la cascada que el esturión desaloja para enterrarse en el
movimiento.
Las evaporaciones de la médula somnífera le han revelado que un
solo ideograma significa pelambre, pellejo, piel, despejar y
desollar, que al lado de un bambú no se puede pintar una
837
golondrina. Pero ahora el trotón permanece cerca de la nocturna
sin que la tensura del cuero lo detenga, la brevedad de su mano ha
recorrido la extensa suntuosidad de los correajes, con la
sobresaltada decisión de un fragmentario
desfile para firmar el concilio,
y penetra de nuevo en la casa del desierto,
tan injustificado como para Job la lluvia donde no hay poro
[vegetal.
608
I
El Emperador y el sobrino están dispuestos a saltar sobre
los marfiles del oculto Belerofonte.
Andan despaciosos por los bordes de la taza, sus
conversaciones lavadas en arroz y sus apartes en
las columnas orinan suaves la calva del romano.
609
V
El padre de los guerreros revisa la boca del caballo y entre las
agudas precisiones la imprecisión de los recuerdos. El cronológico
teclado de las encías se borra en los maullidos del amanecer.
Cambian así los colores de las encías, haciendo una ancianidad
bermeja de pesado palafrén y plata doble.
La boca parece que hunde un arbolillo como un ascua. Los
dientes los recuerda como una espina, amuleto en la boca dura
fregada por la tierra seca.
839
pero el resto del cuerpo permanecía en lo restado,
como alguien que comienza a hablar,
que vuelve a reírse,
pero como se pasea entre la puerta
y lo otro restante,
parece que se ha ido, pero entonces vuelve.
Lo restante es Dios tal vez,
menos yo tal vez,
tal vez el raspado solar
y en él a horcajadas el yo tal vez.
A mi lado el otro cuerpo, al respirar, mantenía la visión pegada
a la roca de la vaciedad esférica.
Se fue reduciendo a un metal volante con los bordes asaltados
por la brevedad de las llamas, a la evaporación de una pequeña
taza de café matinal, a un cabello.
612
AGUA OSCURA, XXII
Rompiendo la donosura y acabando con la iguana,
buscando otra hermosura más alada y más humana,
que en el vacío murmura del caos y de los vientos
que borran los juramentos que siguen astro por astro,
ya van recreando el rastro, pegando en la cola al
viento.
841
614 [14]
842
LA CASA ENCENDIDA (fragmento)
Y puede ser que estemos todavía unos dentro de otros, y puede ser
que habitemos aquella casa de la infancia donde el latido del
corazón tenía las mismas letras que la
[palabra hermano;
y Gerardo...
—ya sabéis que Gerardo quería llegar a ser como un domingo
[cuando fuera mayor—,
y aquella casa estaba viva siempre,
estaba ardiendo siempre durante varios años de juego
[indivisible, de cielo indivisible, de
cielo con su tiempo indivisible y circular que comienza
[en mañana,
y «quién te cuida, Luis»,
y puede ser que aquella casa siga aún creciendo sin paredes, y puede
ser que todos nos reunamos en ella, ardiendo aún dentro de aquella
casa, dentro de aquella infancia,
en donde al patio de la sangre le llamábamos Pepa, y en la cual, si
llegaba el cansancio, le llamábamos noche
[todavía;
y «quién te cuida, Luis»,
y puede ser que yo sea niño,
«Pepa, Pepona, ven», y Pepona llegaba hacia
nosotros con aquel alborozo de negra
[en baño siempre,
con aquella alegría de madre con ventanas que hablaban todas a la
vez, para decirnos que no hay tarde sin sol, ni luz que no caliente las
mieses y las manos,
«pero, Pepa; Pepona, ¿dónde estás?»,
y estaba siempre
843
tan morena de grasa
que parecía como una lámpara
vestida con aquel buen aceite tan pálido de 1.1 c <>11 .........
y era tan perezosa, que sólo
con sentarse
comenzaba a tener un gesto completamente inútil de puní' I
1.1..!-II.
de pañuelo de hierbas; y vosotros recordaréis
conmigo que tenía un cuerpo grande y
popular, y una carne remisa y confluente
que le cambiaba de sitio acomodándose contimumenit .1 ■.
|| ¡i i'.iui,
como cambian las focas, para poder andar, l.i Imm.i di MI
I'1'"!"
y vosotros sabéis todavía,
después de quieta siempre, era tan buena,
tan ingenua de leche confiada,
que muchas veces las avispas se le quedaban quu'l.r. < n l.r.
| 11 I.M li »
y ahora está en una cama de carne de hospital con el
cuerpo en andrajos,
y vosotros sabéis y Dios lo sabe, que se llamaba IV| >.1 ,
«pero, Pepona, ven, ¿cómo 110 vk ih ■' ,
y vosotros sabéis
que todos los hermanos hemos vivido dentro de cll.i, sin
encontrar puerta de salida durante muchos años,
que sus manos han sido las paredes de la primci .1 1 ,r..i 1 pi<
[ 111 \ 111 n
durante muchos años,
hasta que al fin la casa grande,
la casa de la infancia fue cayéndose,
la casa de hora única, con una estancia sola de juey.» 1 u n l i v i
hi’i-
ile cielo indivisible,
se fue cayendo al fin, sobre nosotros, con la carne de I '< p 1 . se fue
cayendo como ella, y agrietándose al fin, la casa de la infancia,
y dejó de volar el abejorro silabeante que reunía entre sus
[alas nuestros labios,
y quedó sólo en pie la casa chica, la casa que tenía
una luz inmediata de mármol en el patio, la casa verdadera
—con salas y azulejos y penumbra de labio en el zaguán—, en
donde todos comenzamos a tener habitación individual y nombre
propio,
la casa que también comenzó con nosotros a enterrar a sus
[muertos,
la844adolescencia triste y sin motivo, la
casa con cimiento,
donde se quema aún, donde se está quemando el alma sin
[arder todavía.
615 [14]
LO QUE NO SE RECUERDA
Para volver a ser dichosos era
solamente preciso el buen acierto de
recordar.
Buscábamos dentro del
corazón nuestros recuerdos.
Quizás no tiene historia la alegría.
Mirándonos adentro callábamos los
dos.
Tus ojos eran como
un rebaño quieto que agrupa su temblor
bajo la sombra del álamo.
El silencio pudo
más que el esfuerzo.
Anochecía
para siempre en el cielo.
No pudimos volver a recordarlo.
La brisa era en el mar un niño ciego.
616 [592]
AUTOBIOGRAFÍA
Como el náufrago metódico que contase las olas que le bastan
[para morir;
y las contase, y las volviese a contar, para evitar errores, hasta
la última,
hasta aquella que tiene la estatura de un niño y le cubre la
[frente,
así he vivido yo con una vaga prudencia de caballo de cartón
[en el baño,
sabiendo que jamás me he equivocado en nada, sino en
las cosas que yo más quería.
847
Francisco Pino (1910-2002)
[536]
Este sitio (1961)
617
CEMENTERIO Y GORRIÓN
(Trapa de Venta de Baños)
De este claustro de piedra quiere partir la
muerte porque aquel gorrioncillo canta por los
cipreses.
Contra el silencio frío ríe el buche caliente; dice
la piedra: Grises.
Y el gorrión grita: ¡Verdes!
Lo efímero del ala contra el arco perenne; dice
la piedra: Nunca.
Y el gorrión grita: ¡Siempre!
En este cementerio ya no queda otra muerte
846
si no es la de la piedra que oyéndole se muere.
624
LA POESÍA ES UN ARMA
CARGADA DE FUTURO
852
No es una poesía gota a gota pensada.
No es un bello producto. No es un fruto perfecto.
Es algo como el aire que todos respiramos y es el
canto que espacia cuanto dentro llevamos.
Son palabras que todos repetimos sintiendo como
nuestras, y vuelan. Son más que lo mentado.
Son lo más necesario: lo que tiene nombre.
Son gritos en el cielo, y en la tierra, son actos.
[1954]
625
DESLUMBRAMIENTO
Como si todo estuviera de nuevo comenzando puesto que el dios
sólo existe en tanto que instantáneo, fulgurante, terrible, y ¡ah!,
por eso no se dice ni puede repetirse,
—¡tanto si bien se mira se parece a la muerte!—,
como si lo eterno fiiera justamente lo más tonto,
como si fuera posible no pensar, veo lo bello.
[1978]
853
Dionisio Ridruejo (1912-
1975) [14 y 592]
626 [592]
A UNA ESTATUA DE MUJER DESNUDA
Desnuda y vertical, pero ceñida la línea de la
tierra a la pereza de una carne que cede, cuando
empieza la perfección del sueño, su medida.
Materia sin amor, pero encendida por el
número fiel de la belleza donde la fría carne se
adereza sin el gusto del tiempo y de la vida.
¡Oh, dócil a los ojos y apartada del fuego de
la sangre, muda gloria en éxtasis de tierra
levantada!
Antigua juventud fresca y gastada que extingue la
pasión de su memoria en esta eternidad tan
sosegada.
EL BURGO DE OSMA
Como la nieve fluye y va sonora de haber sido
silencio, así mi olvido de las cumbres del ser en que
ha dormido baja al tiempo natal y fluye ahora.
Ya es celeste el hollín en la herrería y el
chirriar de la rueda con estopa del cordelero y
riza la garlopa una miel inmortal de todavía.
Vuelve la yunta de ganar el valle con su
lanza arrastrada y la campana vuelve a pasar
entre la luz y el puente.
Vuelve el mercado a empavesar la calle con
soportales. Vuelve todo y mana el para siempre
ayer eternamente.
Enrique Azcoaga (1912-1985) [592]
628
Libero mi palabra de la nada para nombrar la
esencia de las cosas; la muerte muda torno en
quejumbrosas canciones de una vida condenada.
Libero con el nombre la callada fragancia de lo
mudo, cuyas rosas salvo de su silencio por
gozosas razones que madura la mirada.
No sé si el canto encauza lo que vivo, si el alma
enciende al mundo o si la vida presta su luz al
muerto porque muero.
Sé sólo que sin canto no pervivo,
que el mundo en mi conciencia ve medida
su gloria, y que cantando me libero.
855
Ildefonso-Manuel Gil (1912-2003)
[592]
629
LOS POEMAS DEL OTOÑO I
Hay crepúsculos lentos en que la vida queda, a
orillas de sí misma, agudamente atenta a ese vago
rumor de primavera antigua, de palabra que ignora
la forma de unos labios.
Yo sé que hay un misterio, un vínculo secreto que
asegura mi ardiente comunión con la tierra,
asiéndose del alma y tomándola grávida,
dulcemente inclinada como el agua y el trigo.
Abrir ese misterio, derramar su perfume, le
daría a la vida su sentido más pleno.
Pero sólo sabemos, al fulgor de un relámpago, ver
estrecharse el cerco de silencio y de sombra.
Ramón de Garciasol (1913-1994) [141
630
ÁVILA DEL SILENCIO
Silencio: Cálame hasta las r.m lava mi carne,
mi sudor de niuci le, la caspa cotidiana. Quiero
verle. Señor, en paz, por lo que me dii e\
856
sin esta feroz lucha banderiza, apagada la llama,
pura piedra de eternidad sin fin, pared de hiedi.i sin
la sal del dolor y la ceniza.
Silencio: Llueve más. La tierra dm.i está sedienta
en los terrones. C.il.i mis huesos más allá. La
sepultura
está lejos aún. Apenas puedo con mi cansancio
de reptil. El ala. Señor, aguarda el signo de tu
dedo.
Octavio Paz (1914-1998) [250]
Bajo tu clara sombra (1935-1944) 631
TU NOMBRE
Nace de mí, de mi sombra,
amanece por mi piel, alba de
luz somnolienta.
Paloma brava tu nombre,
tímida sobre mi hombro.
632
NIÑA
A Laura Elena
Nombras el árbol, niña.
Y el árbol crece, lento,
alto descubrimiento,
hasta volvernos verde la mirada.
Nombras el cielo, niña.
Y las nubes pelean con el viento y el
espacio se vuelve
un transparente campo de batalla.
Nombras el agua, niña.
Y el agua brota, no sé dónde,
brilla en las hojas, habla entre las piedras y en
húmedos vapores nos convierte.
No dices nada, niña.
Y la ola amarilla, la marea de sol,
en su cresta nos alza,
858
en los cuatro horizontes nos dispersa
y nos devuelve, intactos,
en el centro del día, a ser nosotros.
633
APUNTES DEL INSOMNIO 1
Roe el reloj mi
corazón, buitre no,
sino ratón.
3
Me encontré frente a un muro y en el
muro un letrero:
«Aquí empieza tu futuro.»
Calamidades y milagros (1937-1947)
634
ESCRITURA
Cuando sobre el papel la pluma escribe, a
cualquier hora solitaria,
¿quién la guía?
¿A quién escribe el que escribe por mí,
orilla hecha de labios y de sueño, quieta
colina, golfo,
hombro para olvidar al mundo para siempre?
Alguien escribe en mí, mueve mi mano,
escoge una palabra, se detiene,
duda entre el mar azul y el monte verde.
Con un ardor helado contempla lo que
escribo.
Todo lo quema, fuego justiciero.
Pero este juez también es víctima y al
condenarme, se condena: no escribe a nadie,
a nadie llama, a sí mismo se escribe, en sí se
olvida, y se rescata, y vuelve a ser yo
mismo.
Semillas para un himno (1943-1955)
635
3
BIOGRAFÍA
No lo que pudo ser: es lo
que fue.
Y lo que fue está muerto.
éAguila o sol? (1949-1950)
636
TRABAJOS DEL POETA III
lodos habían salido de casa. A eso de las once advertí que me
había fumado el último cigarrillo. Como no deseaba exponerme
al viento y al frío, busqué por todos los rincones una cajetilla, sin
encontrarla. No tuve más remedio que ponerme el abrigo y
descender la escalera (vivo en un quinto piso). La calle, una
hermosa calle de altos edificios de piedra gris y dos hileras de
castaños desnudos, estaba desierta. Caminé unos trescientos
metros contra el viento helado y la niebla amarillenta, sólo para
encontrar cerrado el estanco. I dirigí mis pasos hacia un café
próximo, en donde estaba seguro de hallar un poco de calor, de
música y sobre todo los c igarrillos, objetó de mi salida. Recorrí
dos calles más, tiritando, cuando de pronto sentí —no, no sentí:
pasó, rauda, la l’.ilabra. Lo inesperado del encuentro me paralizó
por un se- tindo, que fue suficiente para darle tiempo de volver a
la no- i lie. Repuesto, alcancé a cogerla por las puntas del pelo
flo- f.mte. Tiré desesperadamente de esas hebras que se alargaban
lucia el infinito, hilos de telégrafo que se alejan irremedia-
blemente con un paisaje entrevisto, nota que sube, se adelgaza, se
estira, se estira... Me quedé solo en mitad de la calle, i on una
pluma roja entre las manos amoratadas.
861
637
VII
Escribo sobre la mesa crepuscular, apoyando fuerte la pluma
sobre su pecho casi vivo, que gime y recuerda al bosque natal. La
tinta negra abre sus grandes alas. La lámpara estalla y cubre mis
palabras una capa de cristales rotos. Un fragmento afilado de luz
me corta la mano derecha. Continúo escribiendo con ese muñón
que mana sombra. La noche entra en el cuarto, el muro de
enfrente adelanta su jeta de piedra, grandes témpanos de aire se
interponen entre la pluma y el papel. Ah, un simple monosílabo
bastaría para hacer saltar al mundo. Pero esta noche no hay sitio
para una sola palabra más.
638
VALLE DE MÉXICO
El día despliega su cuerpo transparente. Atado a la piedra solar, la
luz me golpea con sus grandes martillos invisibles. Sólo soy una
pausa entre una vibración y otra: el punto vivo, el afilado, quieto
punto fijo de intersección de dos miradas que se ignoran y se
encuentran en mí. ¿Pactan? Soy el espacio puro, el campo de
batalla. Veo a través de mi cuerpo mi otro cuerpo. La piedra
centellea. El sol me arranca los ojos. En mis órbitas vacías dos
astros alisan sus plumas rojas. Esplendor, espiral de alas y un pico
feroz. Y ahora, mis ojos cantan. Asómate a su canto, arrójate a la
hoguera.
m
862
José García Nieto (1914-
2001) [14]
639
TOLEDO, LA ENCARCELADA
Con los ojos cegados de oro y los
pies escondidos en agua, el balcón,
con el sol de la tarde, sin querer, sin
hablar, se asomaba.
La cigüeña, qué quieta en la torre, y,
en lo rojo del monte, las águilas qué
despacio cruzaban el aire...
La ciudad, desde lejos, miraba.
No podía salvar tanto puente, tanto
paso de muerte, entre tanta noche
fría por los cigarrales donde un día
cantó la cigarra.
Sólo el río podía, gozando los más
claros dominios del agua, perseguir
lentamente la rosa de la madrugada.
Concha Zardoya (1914-2004) [14]
640
ERA UN DÍA DE SOL
Era un día de sol. La playa, blanca.
Las aguas del Caribe, gris acero.
Tu nombre azul grabé y se doraba en la
arena desnuda como un cuerpo.
Mis ojos en la luz ni naufragaban,
salvador por las nubes y aquel viento que
oreaba sus costas, islas claras erguidas a
más luz y más silencio.
Con el nombre, tu rostro se bañaba en
plenitud solar y, desde dentro, me
traslucía amor y se doraba...
Como estatua de sal brillaba el sueño.
Lentamente, las olas te borraban,
desgrababan tu nombre, oscureciendo
entresoñados iris, sienes altas, el surco de
tus labios, tu recuerdo...
(Biloxi, Mississippi)
864
Nicanor Parra (1914) [287]
Poemas y antipoemas (1954) 641
PREGUNTAS A LA HORA DEL TÉ
Este señor desvaído parece una figura de un
museo de cera; mira a través de los visillos
rotos: qué vale más, ¿el oro o la belleza?,
¿vale más el arroyo que se mueve o la
chépica fija a la ribera?
A lo lejos se oye una campana que abre una
herida más, o que la cierra: ¿Es más real el agua
de la fuente o la muchacha que se mira en ella?
No se sabe, la gente se lo pasa construyendo
castillos en la arena:
¿Es superior el vaso transparente a la mano del
hombre que lo crea?
Se respira una atmósfera cansada de ceniza, de
humo, de tristeza:
Lo que se vio una vez ya no se vuelve a ver
igual, dicen las hojas secas.
Hora del té, tostadas, margarina.
Todo envuelto en una especie de niebla.
CARTAS A UNA DESCONOCIDA
Cuando pasen los años, cuando pasen
los años y el aire haya cavado642
un foso
entre tu alma y la mía; cuando pasen los años
y yo sólo sea un hombre que amó,
un ser que se detuvo un instante frente a tus labios,
un pobre hombre cansado de andar por los jardines,
¿dónde estarás tú? ¡Dónde
estarás, oh hija de mis besos!
643
LAS TABLAS
Soñé que me encontraba en un desierto y que hastiado de
[mí mismo
comenzaba a golpear a una mujer.
Hacía un frío de los demonios; era necesario hacer algo, hacer
fuego, hacer un poco de ejercicio; pero a mí me dolía la
cabeza, me sentía fatigado sólo quería dormir, quería morir.
Mi traje estaba empapado de sangre y entre mis dedos se veían
algunos cabellos —los cabellos de mi pobre madre—
«Por qué maltratas a tu madre» me preguntaba entonces una
[piedra
una piedra cubierta de polvo «por qué la maltratas».
Yo no sabía de dónde venían esas voces que me hacían temblar
me miraba las uñas y me las mordía, trataba de pensar
infructuosamente en algo pero sólo veía en tomo a mí un
desierto y veía la imagen de ese ídolo
mi dios que me miraba hacer estas cosas.
Aparecieron entonces unos pájaros y al mismo tiempo en la
obscuridad descubrí unas rocas.
En un supremo esfuerzo logré distinguir las tablas de la ley:
«Nosotras somos las tablas de la ley» decían ellas «por qué
maltratas a tu madre»
«ves esos pájaros que se han venido a posar sobre nosotras»
«Ahí están ellos para registrar tus crímenes»
pero yo bostezaba, me aburría de estas admoniciones
«Espanten esos pájaros» dije en voz alta
«No» respondió una piedra
«Ellos representan tus diferentes pecados»
«Ellos
866 están ahí para mirarte»
Entonces yo me volví de nuevo a mi dama
y le empecé a dar más firme que antes
para mantenerse despierto había que hacer algo
estaba en la obligación de actuar
so pena de caer dormido entre aquellas rocas
aquellos pájaros.
Saqué entonces una caja de fósforos de uno de mis bolsillos
y decidí quemar el busto del dios
(cnía un frío espantoso, necesitaba calentarme
pero este fuego sólo duró algunos segundos.
I desesperado busqué de nuevo las tablas pero ellas habían
desaparecido: las rocas tampoco estaban allí mí madre me había
abandonado.
Me toqué la frente; pero no: ya no podía más.
867
Germán Bleiberg (1915-1990) [592]
644
ÉGLOGA DEL NÁUFRAGO
Desnúdame sin espejos,
donde olvide mi nombre, el destino,
los trajes inútiles del mundo,
donde sólo seamos mañana de nuestros silencios
cuando en el cuerpo surjan perfumes de luna,
dentro de la sangre,
y una cosecha de lirios lejanos
cubra los senderos.
Las huellas ya no son sino llagas,
llagas de arena cerradas por el agua del naufragio,
mientras tu abrazo es como un río
que me arrastra hacia el centro del mar.
¿No sientes tú también en los párpados esas estrellas que pesan y
tienen forma de playa?
... Y seríamos caminantes perdidos, y el mundo irradiaría una luz
inédita, y volaríamos como pájaros buscando el mediodía... —
Cuando nadie llore en nuestras estancias—.
Más allá del mundo y de las islas, en la cima de la nada
transitoria,
donde la muerte es como una sonrisa que desden.i. vendrán las
horas henchidas de manantiales júvem-s, cuando tu mirar,
príncipe de las umbrías, acoja mis pasos silenciosos.
El beso fue grave,
grave como la pluma del cisne.
Y naufragio o gozo
sólo son horizontes de pluma
para las alas infatigables del hombre.
868
Juan Ruiz Peña (1915-1992) [14]
645
COMO LA HIERBA SOMOS Como la
hierba somos,
fulgor de un sol de abril, resplandor que se aleja blanco y frío en
la tarde, y nubes e ilusión del color de estas piedras por los siglos
roídas,
muro antiguo con musgo recubriendo las tejas rojizas y con
olmos
de frondoso verdor y con música nueva,
huellas de pies anónimos
como firmas de polvo escritas en la acera,
fugaz tránsito humano
por la calle de siempre, por la misma taberna,
y eslabón de un deseo
de vivir libremente una limpia conciencia.
Juan Eduardo Cirlot (1916-1973) [142]
Canto de la vida muerta (1946)
646
HOMENAJE
éHomenaje a lü montana </<■ thinu
de donde descienden las avenas ,i /,/ //
/Homenaje a mi propia alma!
ZM IM A-,
874
Mi alma es una nube que se aleja.
Mi alma es mi dolor, mío, por siempre.
Mi alma es el naranjo azul que arde.
Mi alma es la paloma enajenada.
Mi alma es una barca que regresa.
Mi alma es un collar de vidrio y llanto.
Mi alma es esta sed que me devora.
Mi alma es una raza desolada.
Mi alma es este oro en que florezco.
Mi alma es el paisaje que me mira.
Mi alma es este pájaro que tiembla.
Mi alma es un océano de sangre.
Mi alma es una virgen que me abraza. Mi alma son
sus pechos como astros.
Mi alma es un paisaje con columnas.
Mi alma es un incendio donde nieva.
Mi alma es este mundo en que resido. Mi alma es un
gran grito ante el abismo.
Mi alma es este canto arrodillado.
Mi alma es un nocturno y hay un río.
Mi alma es un almendro de oro blanco. Mi alma es
una fuente enamorada.
Mi alma es cada instante cuando muere. Mi alma es
la ciudad de las ciudades.
Mi alma es un rumor de acacias rosas. Mi alma es un
molino transparente.
Mi alma es este éxtasis que canta golpeado por
armas infinitas.
Susan Lenox (1947) 647
Aquí estoy, en un bar, bebiendo vino como
otras tantas tardes. La tristeza, la tristeza de
muchas cosas muertas, perdidas o no sidas,
me acompaña.
Niebla, niebla.
La sombra baja lenta como un río; su invasión
me atenaza.
Ni música de jazz se oye a lo lejos y un
silencio infinito me circunda.
Da lo mismo.
Las horas que han pasado no me importan, no me
importan las horas ni los días, los días que han
pasado, ni los años.
Da lo mismo.
Niebla, niebla.
Aquí estoy, en un bar, bebiendo vino.
Como otras tantas tardes, la tristeza, la tristeza me
mira dulcemente con su clara mirada, como tantas
otras tardes.
No sé qué me sucede. Es un sonido, un sonido de
lluvia el que aparece.
Niebla, niebla.
No sé qué me sucede; como un río la
tristeza de muchas cosas muertas aparece.
No sé qué me sucede; es un recuerdo, un sonido de
lluvia o de cortina.
876
En efecto,
la cortina, a mi lado, lenta oscila; la cortina de
alambres y bambúes.
Ni música de jazz se oye a lo lejos.
Da lo mismo, lo mismo.
La tristeza me mira; es un sonido, un sonido
de lluvia o de cortina.
En efecto,
la cortina, a mi lado, en la ventana, en la
ventana muerta, leve oscila.
Oscila, sí, recuerdo; es un recuerdo.
Había una gran sala abandonada, una sala
perdida entre la niebla de pálidas cortinas
como ésta, mujeres que llevaban en el pelo
suaves flores doradas o amarillas.
Niebla, niebla.
Aquí estoy, en un bar, bebiendo vino.
Como otras tantas tardes, una sala, una gran
sala ausente donde había mujeres que llevaban
en el pelo las flores amarillas.
Como otras tantas tardes de silencio, un
silencio infinito me circunda.
La tristeza me mira; es un sonido.
Sí, la cortina suena. No es el aire, el aire
no la empuja, es la tristeza, la tristeza
como otras tantas tardes.
Recuerdo aquella sala rodeada de pálidas
cortinas. Ella siempre vivía entre la niebla,
entre la niebla.
Da lo mismo.
Las horas que han pasado no me importan, no me
importan las horas, ni los días,
los años que han pasado, ni las horas; ni las eternas
horas solitarias.
Niebla, niebla.
No sé qué me sucede; es un recuerdo. Recuerdo las
palabras del poema: Siduri; la del cabaret, vivía
Susana, no Siduri. Sí, Susana, cerca del mar
inaccesible y puro.
Da lo mismo Siduri que Susana, Caldea que Cartago
o Barcelona, las islas del Pacífico o Long Island, que
China; hay una sala abandonada.
No sé qué me sucede; es un recuerdo. El recuerdo
de muchas cosas muertas, perdidas o no sidas.
Niebla, niebla.
Niebla, niebla,
como otras tantas tardes, como un río, Susana se
llamaba.
Ni música de jazz se oye a lo lejos; da lo mismo, lo
mismo.
Ni música de jazz. Ella, la dulce no tuvo otra
canción que este sonido de lluvia o de cortina que
prosigue como un recuerdo suyo no olvidado.
La sala; sí, la sala. Las mujeres las pobres entregadas
a las fiestas más tristes de la tierra; las mujeres.
Como otras tantas tardes, la tristeza, como otras
tantas tardes, un recuerdo.
Un recuerdo de amor, constantemente,
constantemente asido a mi memoria. La imagen
repetida del cabello,
la luz de las estrellas en sus muslos, la luz de las
miradas, el silencio debajo de su voz grave y lejana.
Da lo mismo.
Susana sonreía. Niebla, niebla.
Susana en el cristal del horizonte, Susana en la gran
sala abandonada, Susana con sus flores amarillas,
sonreía.
Ni música de jazz se oye a lo lejos. Como otras tantas
tardes, un silencio, un silencio infinito me circunda.
Aquí estoy, en un bar, bebiendo vino.
No sé qué me sucede; es un recuerdo, es una soledad,
es un sollozo perdido donde el río de la niebla escarba
con la muerte hacia los ojos, sube como el amor hasta
los labios, como otras tantas tardes.
Da lo mismo;
lo mismo da el temblor que se separa, la incierta
condición de lo querido, la luz del sufrimiento, la
distancia hasta la cosa muda, hasta la sala grande que
recuerdo.
Que recuerdo, recuerdo; sí, recuerdo la sala, las
mujeres, las pobres entregadas a las fiestas para ganar
su vida. Es un sonido; la muerte es un sonido de
cortina, un sonido que pasa y que se apaga, un sonido
que queda. Niebla, niebla.
Ni música de jazz se oye a lo lejos, ni música de jazz.
Sí, la cortina;
el aire no la mueve, es mi tristeza.
La tristeza me mira, da lo mismo.
Aquí estoy, en un bar. Sus ojos claros, su rostro
sonriente y lejanísimo, sus manos, la tristeza; la
niebla, niebla.
Sus manos en el aire del recuerdo, sus manos en la
sala, en sus cabellos, sus manos con las flores
amarillas, como otras tantas tardes. La cortina,
sonando; la cortina.
La cortina de alambres y bambúes, la lluvia
cenicienta, la tristeza.
La tristeza me mira como un río, como un río
sollozo. Niebla, niebla.
Niebla sobre la sala abandonada, niebla sobre los
dedos sollozantes, niebla sobre los árboles de en
torno de la sala de niebla abandonada, de la
estancia sin límites ni forma, del cuadrado sin
ángulos ni lados, del gran vaso inconcluso donde
bebo, de la ausencia profunda, aparecida como un
total acceso a la presencia, con su beso final y
agonizante.
Da lo mismo.
Lo mismo da la niebla que sus ojos, que sus ojos
de sombra y cautiverio, lo mismo da el amor que
la cortina.
Se llamaba Susana.
Lo mismo da la niebla que el recuerdo. Susana, sí,
Susana.
Aquí estoy, en un bar, bebiendo vino. Aquí estoy,
en un bar, como la niebla,
recordando; volviendo sobre el mundo, cayendo
entre los muebles de la sala, de la sala de niebla y
de caricias, de la sala, lo mismo, da lo mismo,
como otras tantas tardes. Niebla, niebla.
Como otras tantas tardes sin Susana, con Susana a lo
lejos. La cortina, la cortina se mueve. La cortina, la
cortina se mueve dulcemente como otras tantas
tardes. La tristeza, la tristeza de muchas cosas
muertas, perdidas o no sidas, da lo mismo.
Lo mismo da la sala, las mujeres; mujeres
que llevaban en el pelo sus flores
destruidas y amarillas.
Se llamaba Susana, da lo mismo.
Ni música de jazz; sólo silencio.
Susana se llamaba; ya de niña sabía su desgracia. La
cortina.
Se llamaba Susana por la tarde, se llamaba Susana al
mediodía, se llamaba Susana por la noche.
Susana se llamaba sobre el alba.
Y la cortina suena. Niebla, niebla.
La sombra baja lenta, como un río; su invasión me
atenaza. No me importan las horas, ni los años, ni
los días; los días que no pasan con Susana.
Da lo mismo.
Niebla, niebla.
La tristeza me mira. Es un sonido, un sonido de
muerte o de cortina.
880
En efecto;
la cortina, a mi lado, en la ventana como otras
tantas tardes, leve oscila.
Da lo mismo.
650
HOMBRE
Luchando, cuerpo a cuerpo, con la muerte, al
borde del abismo, estoy clamando a Dios. Y su
silencio, retumbando, ahoga mi voz en el vacío
inerte.
Oh Dios. Si he de morir, quiero tenerte
despierto. Y, noche a noche, no sé cuándo oirás
mi voz. Oh Dios. Estoy hablando solo. Arañando
sombras para verte.
Alzo la mano, y tú me la cercenas.
Abro los ojos: me los sajas vivos.
Sed tengo, y sal se vuelven tus arenas.
Esto es ser hombre: horror a manos llenas. Ser
—y no ser— eternos, fugitivos.
¡Ángel con grandes alas de cadenas!
Anda (1958)
653
TARDE ES, AMOR
Volví la frente: estabas. Estuviste
esperándome siempre.
Detrás de una palabra
maravillosa, siempre.
Abres y cierras, suave, el cielo. Como
esperándote, amanece. Cedes la luz,
mueves la brisa de los atardeceres.
Volví la vida; vi que estabas tejiendo,
destejiendo siempre. Silenciosa, tejiendo
(tarde es, Amor, ya tarde y peligroso) y
destejiendo nieve...
886
Sufrimiento adorable de sentir cómo es bella la
tierra en que nacimos y no poder cantarla a no
ser una noche de primavera triste con la guitarra
oscura de vinos y nostalgias.
Mientras otros en las ciudades, aplaudidos como
tenor de moda, recogían el triunfo, tú, lento por
la luna, a tu casa volvías desde la reja del amor
nocturno.
El alba despertaba corrales y sembrados.
La mañana encendía su fresco vocerío de
racimos, semillas, animales.
Camino de la fuente pasaban las muchachas.
Y tu conocimiento era amor y caricia que rozaba las
cosas por miedo a despertarlas de su encanto letárgico
como conversaciones de otoño en el crepúsculo
durmiente de las parras.
Gloria Fuertes (1918-1998) [32, 131 y 388]
Obras incompletas [32]
657
NOTA BIOGRÁFICA
(.'loria Fuertes nadó en Madrid .i los dos días de edad,
pues fue muy laborioso el parto de mi madre i|iie si se
descuida muere por vivirme.
A los tres años ya sabía leer
V . 1 los seis ya sabía mis labores.
Yo era buena y delgada,
.illa y algo enferma.
A los nueve años me pilló un carro
V .i los catorce me pilló la guerra;
.i los quince se murió mi madre, se fue cuando más falta me
[hacía.
Aprendí a regatear en las tiendas
V a ir a los pueblos por zanahorias.
887
IW entonces empecé con los amores
no digo nombres—, í'i .icias a eso, pude sobrellevar mi juventud
de barrio.
Ouise ir a la guerra, para pararla,
IUTO me detuvieron a mitad del camino.
888
Mujer de verso en pecho [388] 661
PARTIDA FINAL
En tanto canto o digo tanto,
he dicho ya, o confesado
que no me importa escribir en esta hora,
que no me sale llanto.
(Quiero dejar así de confusa la primera estrofa para que veáis mejor mi
estado.)
... Vinieron a mi casa a robarme la paz y mis cuerdas vocales saltaron como
tigres. Vinieron a mentirme, me insultaban
sencillamente, morbosamente, vinieron a destrozarme por dentro mientras, le
di mi pan, mi paz, mi beso
—hasta un consejo le di, mis veinticuatro horas, mis tres años y todos los
poemas.
Dio un portazo y se fue... tenía cita.
Me senté a llamar por teléfono a un amigo, no estaba.
Me senté a colocarme los huesos en su sitio. Acaricié mi corazón al que dejó
temblando. Clavé mis ojos en el cielo de Madrid debí decir ¡Dios mío!
aparta... (y lo del cáliz). Respiré.
Y recité este verso con que acabo:
¡No debo amar lo horrible!
894
Leopoldo de Luis
(1918-2005) [14]
662
UNA BALA EN LA BOCA
Una bala en la boca se le
llenó de sangre. Sintió como
un caliente sabor de hondos
metales cual si la vida fuera
metal que se deshace de
pronto. ¿Es el sabor de la
cita este alambre rojo que
salta o es el de la muerte?
Nadie responde. Es ir
sorbiendo de uno mismo,
ser cauce de nuestra misma
sed, de nuestra propia
hambre. Rio hacia adentro
el río que hacia afuera se
evade.
¿A qué sabe la vida o la
muerte a qué sabe?
Esta sangre tragada trae
un gusto a paisajes
remotos, a perdidos días
niños distantes.
Acaso lo que vamos siendo
dentro nos late, no pasa, y se
acumula disuelto y va
flotante con nosotros, oscuro
peso, pena, bagaje.
La sangre sabe a antiguos
yos, de pronto renacen y
morimos bebiéndonos
nuestro propio linaje.
Al que lanzó esta bala que
era hermano de madre patria,
¿no le sabrá también la boca
a sangre?
José Luis Hidalgo (1919-1947) [14]
663
MUERTE
Señor: lo tienes todo; una zona sombría y
otra de luz celeste y clara.
Mas, dime Tú, Señor, los que se han muerto, ¿es
la noche o el día lo que alcanzan?
Somos tus hijos, sí, los que naciste, los que
desnudos en su carne humana nos
ofrecemos como tristes campos al odio o al
amor de tus dos garras.
Un terrible fragor de lucha, siempre nos
suena oscuramente en las entrañas, porque
en ellas Tú luchas sin vencerte, dejándonos
su tierra ensangrentada.
Dime, dime, Señor, ¿por qué a nosotros nos
elegiste para tu batalla?
Y después, con la muerte, ¿qué ganamos, la
eterna paz, o la eterna borrasca?
897
Vicente Gaos (1919-1980) [14]
664
HOMBRE TOTAL (Homenaje a Lope de Vega)
I
Ojos verdes de Marta de Nevares.
Ojos —¿negros tal vez?— de Dorotea. Ojos
azules, clara luz febea de Camila Lucinda.
¡Qué avatares
de amor sin contención! Gozos, pesares,
gozos... Esto es amor. Quien no lo crea, mírese
en unos ojos, que se vea en unos ojos de mujer.
(Cantares:
Esos ojos que vemos no son ojos porque
nosotros los veamos, son ojos porque nos ven.)
Mas la ceguera
de Marta, y el olvido, los despojos de
tanta lumbre extinta... Tu canción se
eleva al fin hacia la luz primera.
No sabe qué es amorIIquien no te ama. No
sabe qué es amor quien no te mira.
Tú arrancaste a su alma y a su lira el son
más dulce, la más fiera llama.
i Qué fue de tanto amor por tanta dama?
Sólo cenizas de la inmensa pira.
Se nubla la mirada, el cuerpo expira, y el
alma quiere asirse a la alta rama
de Dios, que con sus silbos amorosos te
hechiza en la honda calma del verano. Madrid,
a mil seiscientos treinta y cinco.
Pasaron ya los años venturosos y los
amargos. Todo pasó en vano.
Y a Dios te entregas con mortal ahínco.
Rafael Morales
(1919-2005) [559]
Poemas del toro (1943)
665
TOROS EN LA NOCHE
Cuajado de tristeza y de agonía, el
899
encinar rotundo y soñoliento hunde su
soledad en este viento amargo de la
verde serranía.
Y la noche de hierro, sorda y fría, parece que se
pone en movimiento cuando siente en su carne
el turbulento mugir de fieros toros en porfía.
Toda la noche suena y se estremece y
fundida con toros y paisaje rueda redonda,
caudalosa crece.
Todo el campo se inflama de coraje y el
viento tormentoso bien parece un pecho
desgarrado en el ramaje.
Los desterrados (1947) 666
LOS QUE RECUERDAN
Recordar es volver, es ser ya otro, aquel que se ha
perdido, que se ha muerto. No es volver a vivir, es ser
lo ido, lo que se acabó, lo que no es nuestro.
Recordar es morir, vivir la niebla de lo que
fuimos ya, de lo que fueron aquellos que
quisimos y quedaron borrados de las horas y los
sueños.
901
Donde alentara la gozosa vida, no
alentará ni el más pequeño ruido, sólo
una helada sombra dolorida.
902
Dio en la locura de creer en todo.
«¡Oh sensatez de no creer en nada!»,
dijo, y después el alma, ilusionada, quiso
sentir la vida de otro modo.
Harto de hablarle a un Dios sordo a su ruego (¡oh
peligroso corazón cansado, que le das a tu fe palos de
ciego!),
en la esperanza de otra luz moría.
«¡Cuánto tarda en llegar el nuevo día!», dijo, y se echó a
dormir del otro lado.
903
José Hierro (1922-2002) [243 y 532] Libro
de las alucinaciones (1964) 670
MUNDO DE PIEDRA
Se asomó a aquellas aguas de piedra.
Se vio inmovilizado, hecho piedra. Se
vio rodeado de aquellos que fueron
carne suya, que ya eran piedra yerta.
Fue como si las horas, ya piedra, aún
recordaran un estremecimiento.
La piedra no sonaba.
Nunca más sonaría.
No podía siquiera recordar los sonidos,
acariciar, guardar, consolarse asomó al
borde mudo de aquel mundo de piedra.
Movió sus manos y gritó su espanto, y aquel sueño de
piedra no palpitó. La voz no resonó en aquel
relámpago de piedra.
Fue imposible acercarse a la espuma de
piedra, a los cuerpos de piedra helada.
Fue imposible darles calor y amor.
Reflejado en la piedra rozó con sus
pestañas aquellos otros cuerpos.
Con su pestañas, lo único vivo entre tanta
muerte, rozó el mundo de piedra.
El prodigio debía realizarse. La vida
estallaría ahora, libertaría seres, aguas,
nubes, de piedra.
Esperó, como un árbol su primavera,
como un corazón su amor.
Allí sigue esperando.
671
RENUNCIACIÓN
Lo quiso todo o nada. Por eso dejó
todo: para tenerlo todo.
Qué sentirá. Qué cifra ordenará su
mundo, revelará sus seres.
Qué esfinge arranca ahora al arpa sideral
arquitecturas músicas.
Y cómo ramas, nubes, granos de sol,
enjambres de lluvia, romperán
contra su trono de oro, salpicarán su
báculo del alba de las nadas...
672
EL NIÑO DE LA JAULA VACÍA
Con tus manos hiciste libres —con tus propias
manos— las aves. Hijo: qué sueñas, sombra, símbolo
dei hombre que rompe sus cárceles,
del que libera pensamientos, palabras que se
lleva el aire; del que dio canto y dio consuelo y no
halló quien lo consolase.
Solitario, mudo, ceñidas las sienes de
hojas otoñales.
En la boca reseca el gusto de la sal de todos
los mares.
La sal que dejaron las olas de los días al
derrumbarse.
673
CAE EL SOL
IVrdóname. No volverá a ocurrir.
Ahora quisiera
meditar, recogerme, olvidar: ser lioja de olvido y
soledad.
I lubiera sido necesario el viento i|iic esparce las
escamas del otoño i mi rumor y color.
I lubiera sido necesario el viento.
Hablo con la humildad, i
on la desilusión, la gratitud de
quien vivió de la limosna de
la vida.
(¡on la tristeza de quien busca
una pobre verdad en que apoyarse y descansar.
I ,.i limosna fue hermosa —seres, sueños, sucesos, amor—,
don gratuito, porque nada merecí.
¡Y la verdad! ¡Y la verdad!
Iluscada a golpes, en los seres, hiriéndolos e
hiriéndome; hurgada en las palabras; i .ivada en lo
profundo de los hechos mínimos, gigantescos, qué
más da: después de todo, nadie sabe i|iié es lo
pequeño y qué lo enorme; grande puede llamarse a
una cereza (“hoy se caen solas las cerezas”, me
dijeron un día, y yo sé por qué fue),
I >equeño puede ser un monte, el universo y el
amor.
Se me ha olvidado algo t|iie
había sucedido.
Algo de lo que yo me arrepentía o, tal vez, me jactaba.
Algo que debió ser de otra manera.
Algo que era importante porque pertenecía a mi vida: era mi
vida. (Perdóname si considero importante mi vida: es todo lo
que tengo, lo que tuve; hace ya mucho tiempo, yo la habría
vivido a oscuras, sin lengua, sin oídos, sin manos, colgado en
el vacío, sin esperanza.)
Pero se me ha borrado la historia (la nostalgia) y 906
no tengo proyectos para mañana, ni siquiera creo
que exista ese mañana (la esperanza).
Ando por el presente y no vivo el
presente (la plenitud en el dolor y
la alegría).
Parezco un desterrado
que ha olvidado hasta el nombre de su patria, su situación
precisa, los caminos que conducen a ella.
Perdóname que necesite averiguar su sitio exacto.
Y cuando sepa dónde la perdí, quiero ofrecerte mi
destierro, lo que vale tanto como la vida para mí, que es su
sentido. Y entonces, triste, pero firme, perdóname, te ofreceré
una vida ya sin demonio ni alucinaciones.
Carlos EdmundoMetanoia
de Ory
(1923) [74] 674
ESPOSA MÍA (Canto grande incompleto)
No vendrá nadie ni la lluvia ni la rosa Estaré como
siempre con el fondo en la frente Empezaré a oír
música música diré estás cerca Ni la lluvia ni la rosa
Y qué de silencio y qué de cosas en silencio
Otra vez preguntaré estás cerca amada Habrá un olor a
noche subido por tu boca
Y ni rosa y ni lluvia
Querrás cantar qué contornos umbrosos
(Madrid, 1944)
907
675
SONETO PARANOICO
Solo en el mundo con mi media oreja y una
cortada flor en el semblante bajo a la mina
honda del diamante que no tiene raíz ni tiene
reja
Mas como soy del odio tenue abeja manada
de algún duende nigromante peinaré de mi
espalda el monte amante y con heces de
concha de la almeja
Mi paranoia de Iolao y Averno
¡hola pato de oro hola marea donde la
mar merece su medusa!
Y creo que de cebra tengo un cuerno y de
llama una pata panacea que se gasta en mi
alma y que se usa
(Madrid, 1945)
676
SONETO A GRETA GARBO
Abreme las dos puertas de tu casa
quiero besar tu boca que me deja
adivinar el aire cuando pasa tu corazón
envuelto en una abeja
O bien decirme puedes qué te pasa pálido
rododendro triste y vieja bajo la luna que te
pone lasa mientras te llueve el mundo en una
oreja
908
Sin duda como sueles llorar lloras
■
Sin duda te desnudas a la luna Sin duda
de costumbre te adormeces
Quiero besar tu boca en esas horas
muertas que mueres tú también de una
supuración de amor algunas veces
(Madrid, 1947?)
677
EL MANDO PATERNO
Cuando un padre afligido
le dice a su hijo acuéstate pequeño
y duérmete seguido
es que quiere a la par hacerse dueño
del hijo y de su sueño
(París, 9 de marzo de 1953)
678
LOS AMANTES
Como estatuas de lluvia con los nervios azules
Secretos en sus leyes de llaves que abren túneles
Sucios de fuego y de cansancio reyes Han guardado
sus gritos ya no más
Cada uno en el otro engacelados De noches tiernas
en atroz gimnasio Viven actos de baile horizontal
No caminan de noche ya no más
909
Se rigen de deseo y no se hablan Y no se
escriben cartas nada dicen Juntos se
alejan y huyen juntos juntos Ojos y pies
dos cuerpos negros llagan
Fosforescentes olas animales Se ponen a
dormir y ya no más
(Amiens, 9 de marzo de 1970)
679
Me vas a dejar triste otra vez como anoche Y a ti te gusta
estar pálida como anoche El viento ulula ladran los perros
como anoche Ves que pongo en tu vientre mis manos
como anoche
Hágase la locura dijo una voz anoche Pero este
viento no es el mismo que el de anoche No preguntes
ahora si el mundo empezó anoche Esta noche nos
traen los despojos de anoche
Pero se han puesto negras las estrellas de anoche Sigue
chillando el pájaro que entró en el cuarto anoche Ya juegan
como anoche gimiendo como anoche las sombras que
parecen bichos en agonía
(Amiens, 12 de abril de 1974)
910
Carlos Bousoño
(1923) [118]
Noche del sentido (1957)
680
INTRODUCCIÓN A LA NOCHE I
Con la honda mirada un
día contemplaste tu honda
pasión de ser en vida
perdurable.
Hoy contemplas acaso
con mirada más grave el
parpadeo puro de la noche
sin márgenes;
el sollozo inoíble de
un arroyo alejándose en
la sombra; la mole de la
noche indudable.
II
Y sin embargo, eres.
Y sin embargo naces como las
hierbas verdes y los nudosos
árboles.
Compruebas con delicia que
existen matorrales, y tus manos
apresan piedras de aristas
grandes.
Saltas sobre los ríos, subes
desde los valles, cantas desde
las cumbres: vives, existes,
ardes.
Contemplas la llanura
crepuscular; renaces como los
campos vivos que en la aurora
son arces,
cañadas y caminos, prados,
riberas, cauces de amor, donde
quisieras vivirte y olvidarte.
III
Y aquí estás. Aquí pones tus
dos manos tenaces.
Te agarras a las cosas:
maderas, piedras, carnes.
Te aferras a la vida como el
río a su cauce, cual la raíz de un
hondo vegetal insaciable.
914
Metáfora del desafuero (1989) 681
NACIMIENTO DE LA PALABRA
(Elpoema) A Femando Quiñones
Siempre (1948-1951)
685
CARMEN DE LA ETERNA VIDA
Miraba yo las rosas, penando de alegría, solas
entre mis manos, atónitas, perdidas.
Miraba antes las rosas. Quería tener, tenerlas. Quería
querer. Quería. Mas la forma no sueña.
Yo canté entre los chopos. Yo contra el sol poniente vi florecer
los ramos de luz dorada y verde.
Y besé el agua, el cielo. Me transfundí, fui todo. Pero
en la cima, siempre, sentí que estaba solo.
(Queremos lo infinito. Nos duele lo que escapa, aunque
entre luz y rosas sintamos fluir el alma.
919
Sólo es cual si cesara la corriente del tiempo con otro
tiempo humano. Túyyo, remanso eterno.)
Felicidad contigo. Nos viven y sustentan en lo hondo de la noche las
veraces estrellas.
¡Felicidad! Tendremos, alba de cada día, nuestro infinito en
rosas desnudas. Nuestra vida.
921
Ángel González
(1925) [121]
Aspero mundo (1956)
687
PARA QUE YO ME LLAME ÁNGEL GONZÁLEZ
Para que yo me llame Angel González, para que
mi ser pese sobre el suelo, fue necesario un ancho
espacio y un largo tiempo: hombres de todo mar y
toda tierra, fértiles vientres de mujer, y cuerpos y
más cuerpos, fundiéndose incesantes en otro
cuerpo nuevo.
Solsticios y equinoccios alumbraron con su
cambiante luz, su vario cielo, el viaje milenario de
mi carne trepando por los siglos y los huesos.
De su pasaje lento y doloroso
de su huida hasta el fin, sobreviviendo
naufragios, aferrándose
al último suspiro de los muertos,
yo no soy más que el resultado, el fruto,
lo que queda, podrido, entre los restos;
tan sólo esto:
un escombro tenaz, que se resiste a su ruina,
que lucha contra el viento, que avanza por
caminos que no llevan a ningún sitio. El éxito
de todos los fracasos. La enloquecida fuerza
del desaliento...
I
925
Ángel Crespo
(1926-1995) [14]
692
UN VASO DE AGUA PARA LA MADRE DE JUAN
ALCAIDE
Te recuerdo callando entre mujeres mientras tu
Juan, ya huésped de la caja, aguardaba los puentes
de la tierra.
Yo no le quise ver porque me daba miedo.
No porque de la muerte me estremezca
ni un muerto me dé espanto,
sino porque era Juan con su calva y su frente
y con sus labios gordos y sus manos helándose.
Entonces me dio miedo de estar en Valdepeñas, de
haber llegado en tren por la mañana y haber bebido
vino antes de verte.
Porque tú estabas, blanca, en una silla sin
pronunciar un verbo y con gesto de nunca.
No sabías
si estabas en tu casa, si de lejos veías su tejado,
negro ahora.
926
Transitaba la gente por el patio y tú,
entonces, pensabas en camisas
planchadas y en pañuelos; en perfumes
de flor y de maderas, y nada de la
muerte y de su prisa.
Cerca estaba tu hijo:
fuerzas hacían por alzarle algunos.
693
A FERNANDO PESSOA
Reconozcamos que la vida es así, pero que no hay derecho: lú el
ignorado, tú el reído en las más burdas bocas: .ironizante
solitario, quien llorara la muerte de Alves el estanquero,
quien escribía para no morir histérico perdido
porque no, porque no comprendía al chico muerto en guerra
i on recuerdos de casa en los bolsillos
ni la estupidez de la gente
i (iic en los barcos no sabía ver barcos
sino máquinas de posible negociación en ruta,
hipotecadas,
desguazadas,
icilucidas a números.
Reconozcamos que tenías un lío enorme en la cabeza: por eso la
quisiste dividir en compartimentos estancos U la derecha Ricardo
Reis, muy comedido y silencioso, pensando en su exilio
voluntario y escribiendo sus odas rn el talonario de recetas;
,i l.i izquierda el ingeniero Alvaro de Campos, un caso, un tipo
absurdo y lleno de contradicciones, un posible violador que se
retraía en su cueva v desde allí gritaba su esperanza y su miedo;
en la nuca, Alberto Caeiro, en el lugar en que se apoya para
dispararlo de pronto— el cañón del revólver,
Alberto, ese pastor de metafisicos rebaños sin metafísica,
ese mentor de los demás, también de ti, Fernando Pessoa,
pasándose a la frente para poder tirar de los otros,
entre los cuales Pacheco y Soares,
alojados tal vez dentro de las orejas),
927
por eso dividiste tus entrañas y tu cabeza,
te convertiste en escenario y compañía de comedias terribles,
en apuntador y en transpunte,
en empresario,
en público,
en butaca de la fila cero.
Reconozcamos que no, que no hay derecho: fue demasiado tarde;
desenterraron tus fragmentos, los fragmentos del tío Fernando, del
primo Fernando,
del inteligente y extraño amigo Fernando Antonio Nogueira
[Pessoa,
del fracasado Fernando impresor, del gran poeta portugués, del
poeta francés, del sonetista inglés,
del proclamador de manifiestos escandalosos y excesivamente
[sutiles,
del posible político sin candidatura ni distrito electoral, del cliente
de lecherías y cafés,
del corresponsal de oficinas comerciales, del fumador y bebedor
paciente;
desenterraron los fragmentos, los reunieron, los encajaron, los
desencajaron, cosieron aditamentos a tu ropa
y te echaron al mundo: un pecado de simonía.
Reconozcamos, pues, que no es así, que por lo menos no
[debe ser así:
yo no quiero continuar, no deseo seguir hablándote, fingiendo que
te hablo para que se enteren los demás, no quiero, no me da la gana,
guardemos un minuto de silencio, un año
de silencio, mi siglo de violento silencio,
para que después salgas desnudo de las más puras bocas, salgan
tus versos de tus labios nuevos que sabrán imponer silencio y
hablar cuanto es preciso ni una palabra más— sobre todos los
ruidos.
928
José María Valverde (1926-1996) [91]
Hombre de Dios (1945)
694
SALMO INICIAL
Señor, no estás conmigo aunque te nombre siempre. Estás
allá, entre las nubes, donde mi voz no alcanza, y si a veces
resurges, como el sol tras la lluvia, hay noches en que apenas
logro pensar que existes. Eres una ciudad detrás de las
montañas.
Eres un mar lejano que a veces no se oye.
No estás dentro de mí. Siento tu negro hueco devorando mi
entraña, como una hambrienta boca.
Y por eso te nombro, Señor, constantemente, y por eso refiero
las cosas a tu nombre, dándoles latitud y longitud de Ti.
Si estuvieras conmigo yo hablaría de cosas, de cosas nada
más, sencillas y desnudas, del cielo, de la brisa, del amor y la
pena.
Como un feliz amante que dice sólo: «Mira qué pájaro, qué
rosa, qué sol, qué tarde clara», y vierte así en la luz de los
nombres su amor.
Pero no. Tú me faltas. Y te nombro por eso.
Te persigo en el bosque detrás de cada tronco.
Te busco por el fondo de las aguas sin luz.
¡Oh cosas, apartaos, dadme ya su presencia que tenéis
escondida en vuestro oscuro seno!
Marcado por tu hierro vago por las llanuras,
abandonado, inútil como una oveja sola...
Hombre de Dios me llamo. Pero sin Dios estoy.
929
sentado, he comido en otra tierra rara queriendo
convencerme de que era verdadera y he visto pasar
gente de otra luz en la cara.
Alguna vez un monte que no estaba previsto en mis
mapas de niño, me salía al camino, o un puerto, con su
barrio de redes nunca visto, venía a aleccionarme con
el olor marino.
Pero siempre mis ojos se herían a su paso tic inquietud
o recuerdo: el amor unos días de soledad pintaba las
piedras de un ocaso,
0 el miedo a lo posible nublaba lejanías.
No sé si habrá algún tiempo en que mire tranquilo el
mundo, de mañanas y tardes coronado; no sé si habrá
más días tras los años en vilo y podré ver de veras qué
es una flor y un prado.
IVro espero tener al terminar la vida, para empezar la
gloria, miradas más serenas;
1 (Lie me lleven al viaje de eterna despedida
de las cosas que tanto me dolieron, ya buenas.
930
Yo no iré a preguntar por qué el sol calentaba, por qué
baila tan justo el planeta en su polo, pero sí querré ver los
valles que soñaba, las calas donde el mar chapotea muy
solo.
Sobre unas anchas alas de robustez y gloria, quietas, como el
avión que no tiembla en la altura, iré, ya sin dolor ni peso de
memoria, a mirar de verdad su piel a la llanura.
Así será el principio de Dios: lo que primero me dejará
mirarle subiendo en alborada, creciendo en cada estampa su
hiriente reverbero, hasta que la memoria se vuelva
llamarada.
931
la escena en que, hombrecito audaz, desembarqué en mí,
conquistándome.
Hasta que un día, bruscamente, vi que esa estampa inaugural
no se fundó porque una tarde se hizo mágica en un espejo,
sino por un toque, más leve, pero que era todo mi ser: el
haberme puesto a mí mismo en el espejo del lenguaje,
doblando sobre sí el hablar, diciéndome que lo diría, para
siempre vuelto palabra, mía y ya extraña, aquel momento.
Pero cuando lo comprendí
era mayor, hombre de libros,
y acaso fue porque en alguno
leí la gran perogrullada:
que no hay más mente que el lenguaje,
y pensamos sólo al hablar,
y no queda más mundo vivo
tras las tierras de la palabra.
Hasta entonces, niño y muchacho, creí que hablar era un
juguete, algo añadido, una herramienta, un ropaje sobre las
cosas, un caballo con que correr por el mundo, terrible y rico,
o un estorbo en que se aludía, a lo lejos, a ideas vagas: ahora,
de pronto, lo era todo, igual que el ser de carne y hueso,
nuestra ración de realidad, el mismo ser hombre, poco o
mucho.
José Manuel Caballero Bonald (1926) [173]
Las adivinaciones (1952)
697
LO QUE DEJA EL OLVIDO
Si el necesario olvido,
como el contagio de una llama,
tanto más emento cuanto más tangible,
anuda sus tercos tentáculos
sobre la orilla inmensa de tu alma,
no lo dejes huir, acógelo
entre los muros que te cercan,
búscale un sitio dentro de tu sueño,
jamás le opongas alianza alguna
ni esquives su agresión con tu memoria.
Mas si el olvido aquel, como el aliento del salitre en las
rocas, interminablemente vuelve a surgir al par que
escapa y entre las grietas de los años deja el sedimento
puro de cuanto fue preciso vivir, de aquello que quizá
constituya la clave y el reducto de la esperanza humana y
es la vida
(precisamente ella)
quien está convirtiéndolo en historia, alza entonces contra el
posible olvido todo el poder que te transfiere tu propia
libertad, quebrántale sus torrenciales cláusulas al tiempo, que
en la enterrada cifra de todo lo vivido, su propio dardo oscuro
será tu más gustosa recompensa.
934
y subrepticiamente enajenado
reencuentro conmigo, sostenía
el agobiante afán de cotejar
datos que sólo en parte me importaban.
Equívoca constancia de unos hechos
reconstruidos con retazos
de otros: no en el amor
sino en su detrimento se reagrupan
las porciones vividas.
Como ciertas conmovedoras
fábulas de Lawrence Durrel o de Sade (las que coinciden
tal vez en descifrar los infortunios de Justine), la
introspección de Miller agotaba en mi memoria toda
capacidad de ir acotando la experiencia sin conjurar su
lastre: nombres aletargados, episodios de efímero futuro,
renuentes fraudes de amor
que la equidad del tiempo confundía con las suplantaciones
del orgasmo.
Espejo de violencia de tanto azar de juventud, híbrida
educación, solitaria o pródiga máscara de erotismo, no podía
atestiguarme sino con mi propia represión inicial, abierta
luego a otras coherentes fosas del amor.
Carlos Barral (1928-1989) [334]
Las aguas reiteradas (1952)
700
LAS AGUAS REITERADAS
Récifs délicieux, lie toute
prochaine PAUL VALÉRY
I
II
Aires tan dulcemente amanecidos,
apenas rotos, aires
y ya un párpado triste os oscurece...
Arrecifes al alba,
manantial en suspenso,
ojos en que se espuman tus cristales,
bañas de pronto y amamantas, lavas.
Los marítimos vientos
y fluviales contornos verificas
¡oh escogida mañana
semejante a la lágrima de un niño!
III
Mira el pequeño cauce incorporado
donde nace el arroyo,
las almas vegetales anhelantes,
y un aliento de orillas
siente que hacia tu carne se evapora.
Como suben las savias y rezuman esparces tú la boca
por tu tronco. Lengua con sed, sedientas las raíces,
tendéis las hojas ávidas, iguales, y os entregáis al
mismo cumplimiento.
(En los cielos más altos se diluyen las playas
arrancadas con sus calmas antiguas y rompientes y
convoca sus cántaros el río.)
IV
Oh pájaro en dulcísima pendiente y corazón en
tránsito de brisa, la libertad te tiembla.
El amoroso músculo del nardo hacia el paso flexible,
la saeta risueña de tus pechos
se tiende humedecida, y una cintura limpia se
doblega.
En la piedra untuosa la huella engarza un arandel de
frío y flota tu camino en la tormenta —blanco delfín
entre sus densas redes—.
V
Tu corazón de lluvia largamente aprendido del aire y
de la rama ¿hacia qué espacios va,
sobre qué viento?
El cuerpo lleva uncido por el pulso, hacia el rayo lo
invita, lo apresura.
La libertad del cuerpo y los ríos de piel se desoprimen,
sus sensitivos lechos abandonan los muslos limitados
de caricia y el brazo y la garganta.
Todo el amor por estas fuentes libra un dios
delicuescente.
Y en el nombre del pájaro, de la inflamada espuma del
almendro, en el sabor del fruto propagado, alguna paz
de la fatiga abierta con los latidos mansos configura un
ciervo entre los pechos de alegría.
VI
Llueves,
en ti se cumplen
como aquellas del mar de que proceden, las aguas
reiteradas de tu sueño, tu número de nubes y de peces.
Por tu blanda corriente levantada la luz hacia las
cumbres sube.
Desde allí viene el hijo como un dulce
rebaño que desciende las húmedas laderas y
aproxima la fuente de tu entraña sombría,
desgranada como una profunda cascada de
cerezas.
VII
Sobre el campo embriagado, tu camino ligero hacia
los pórticos recoge el alma y el auspicio de la nube,
peristilo esbeltísimo que apura en abril instantáneo,
entre avellanos, el culto repetido de tu gracia.
Así, llena de lágrimas, alegre, húmedo el cereal de tu
cabello, florida en la tarde me pareces un laurel en la
lluvia iluminada.
VIII
A veces sorprendía
flotando tu cabeza por mi cuerpo.
Era en agua cercada,
obscura en que dejaba de seguirte,
pero a toda la orilla,
desde el profundo centro estremecido
se impartía una onda
de corazón despierto, sin sosiego. Estabas sobre el
pecho nocturno de inundadas soledades, aquí
comparecida, sin deseo, sólo furtivamente
abandonada, como si una tormenta qué olvidamos
hubiese desistido y no quedase de ti más que esa
dulce provocación de párpados y labios. Luego eras
luz y transparencia tenue y volvían las sombras a
tenderse sobre este mar de piel acantilada.
942
Como la flor blanquísima que en los jarales
brilla.
Tal vez yo por entonces desdeñara a los
dioses.
Pues ni ellos habitaban en regiones tan
claras.
Y así como un castigo perdí lo que era mío.
Un fuego despiadado prendió en aquellos
campos.
Después no quedó nada.
Ni la flor de la jara.
944
Jaime Ferrán
709
(1928) VIVIR
[14]
Vivir es la costumbre de ir muriendo, de no saber morir.
Es la costumbre.
Un pájaro de fuego cuya lumbre abrasa el alma mientras
va cayendo.
Vivir es atender desatendiendo la llanura por ir hacia
la cumbre.
Es inquirir entre la muchedumbre la senda que se irá
desvaneciendo.
Es búsqueda y hallazgo a cada paso para seguir buscando
y encontrando la misma aurora, el sol, el mismo ocaso.
Es poder descansar sin saber cuándo. Sin saber. Aquí.
Siempre. En cada caso para seguir muriendo y esperando.
Compañeros de viaje (1959)
710
IDILIO EN EL CAFÉ
Ahora me pregunto si es que toda la vida hemos estado
aquí. Pongo, ahora mismo, la mano ante los ojos —
qué latido de la sangre en los párpados— y el vello
inmenso se confunde, silencioso, a la mirada. Pesan las
pestañas.
No sé bien de qué hablo. ¿Quiénes son, rostros vagos
nadando como en un agua pálida, éstos aquí sentados, con
ojos vivientes?
La tarde nos empuja a ciertos bares o entre
cansados hombres en pijama.
Ven. Salgamos fuera. La noche. Queda espacio arriba, más
arriba, mucho más que las luces que iluminan a ráfagas tus
ojos agrandados. Queda también silencio entre nosotros,
Jaime Gil de Biedma
silencio (1929-1990) [310]
y este beso igual que un largo túnel.
Moralidades (1966)
711
BARCELONA JA NO ÉS BONA,
O MI PASEO SOLITARIO EN PRIMAVERA
A Fabián Estapé
Este despedazado anfiteatro, impío
honor de los dioses, cuya afrenta
publica el amarillo jaramago, ya
reducido a trágico teatro,
¡oh fábula del tiempo! representa
cuánta fue su grandeza y es su
estrago.
RODRIGO CARO
En los meses de aquella primavera
pasaron por aquí seguramente más de
una vez.
Entonces, los dos eran muy jóvenes y
tenían el Chrysler amarillo y negro.
Los imagino al mediodía, por la avenida de los tilos, la
capota del coche salpicada de sol, o quizá en Miramar,
llegando a los jardines, mientras que sobre el fondo del
puerto y la ciudad se mecen las sombrillas del
restaurante al aire libre, y las conversaciones, y la
música, fundiéndose al rumor de los neumáticos sobre la
grava del paseo.
Sólo por un instante
se destacan los dos a pleno sol con los trajes que
he visto en las fotografías: él examina un coche
muchísimo más caro —un Duesemberg sport
con doble parabrisas, bello como una máquina
de guerra— y ella se vuelve a mí, quizá
esperándome,
Y el vaivén de las rosas de la pérgola parpadea en la sombra
de sus pacientes ojos de embarazada.
Era en el año de la Exposición.
951
Así yo estuve aquí
dentro del vientre de mi madre,
y es verdad que algo oscuro, que algo anterior me trae
por estos sitios destartalados.
Más aún que los árboles y la naturaleza o que el susurro del agua
corriente furtiva, reflejándose en las hojas —y eso que ya a mis
años se empieza a agradecer la primavera—, yo busco en mis
paseos los tristes edificios, las estatuas manchadas con lápiz de
labios, los rincones del parque pasados de moda en donde, por la
noche, se hacen el amor...
Y a la nostalgia de una edad feliz y de dinero fácil, tal como la
contaban, se mezcla un sentimiento bien distinto que aprendí de
mayor,
este resentimiento contra la clase en
que nací, y que se complace también al ver mordida,
ensuciada la feria de sus vanidades por el tiempo y las manos
del resto de los hombres.
Oh mundo de mi infancia, cuya mitología
se asocia —bien lo veo—
con el capitalismo de empresa familiar!
Era ya un poco tarde
incluso en Cataluña, pero la pax burguesa reinaba en los hogares
y en las fábricas, sobre todo en las fábricas —Rusia estaba muy
lejos y muy lejos Detroit.
Algo de aquel momento queda en estos palacios y en estas
perspectivas desiertas bajo el sol, cuyo destino ya nadie
recuerda.
Todo fue una ilusión, envejecida como la
maquinaria de sus fábricas,
0 como la casa en Sitges, o en Caldetas,
heredada también por el hijo mayor.
Sólo montaña arriba, cerca ya del castillo, de sus
fosos quemados por los fusilamientos, dan
señales de vida los murcianos.
Y yo subo despacio por las escalinatas sintiéndome
observado, tropezando en las piedras en donde las
higueras agarran sus raíces, mientras oigo a estos
952
chavas nacidos en el Sur hablarse en catalán, y pienso,
a un mismo tiempo, en mi pasado y en su porvenir.
Sean ellos sin más preparación
que su instinto de vida
más fuertes al final que el patrón que les paga
y que el salta-taukík que les desprecia:
que la ciudad les pertenezca un día.
(lomo les pertenece esta montaña, este despedazado
anfiteatro de las nostalgias de una burguesía.
712
ELEGÍA Y RECUERDO DE LA CANCIÓN FRANCESA
C’est une
chanson qui nous
ressemble
Kosma y Prévert, Les feuilks mortes
C )s acordáis: Europa estaba en ruinas,
lodo un mundo de imágenes me queda de aquel tiempo
1 lescoloridas, hiriéndome los ojos con los
escombros de los bombardeos.
Un España la gente se apretaba en los cines v no
existía la calefacción.
Era la paz —después de tanta sangre— que llegaba
harapienta, como la conocimos los españoles durante
cinco años.
Y todo un continente empobrecido, carcomido
de historia y de mercado negro, de repente nos fue más
familiar.
¡Estampas de la Europa de postguerra
que parecen mojadas en lluvia silenciosa,
ciudades grises adonde llega un tren
sucio de refugiados: cuántas cosas
de nuestra historia próxima trajisteis, despertando
la esperanza en España, y el temor!
Hasta el aire de entonces parecía que estuviera
953
suspenso, como si preguntara, y en las viejas tabernas
de barrio los vencidos hablaban en voz baja...
Nosotros, los más jóvenes, como siempre esperábamos algo
definitivo y general.
Y fue en aquel momento, justamente
en aquellos momentos de miedo y esperanzas —tan
irreales, ay— que apareciste, oh rosa de lo sórdido,
manchada creación de los hombres, arisca, vil y bella
canción francesa de mi juventud!
Eras lo no esperado que se impone
a la imaginación, porque es así la vida,
tú que cantabas la heroicidad canalla,
el estallido de las rebeldías
igual que llamaradas, y el miedo a dormir solo,
la intensidad que aflige al corazón.
Cuánto enseguida te quisimos todos!
En tu mundo de noches, con el chico y la chica
entrelazados, de pie en un quicio oscuro, en la sordina
de tus melodías,
954
un eco de nosotros resonaba exaltándonos con la nostalgia
de la rebelión.
Y todavía, en la alta noche, solo, con el vaso en la mano,
cuando pienso en mi vida, otra vez más sans faire du bruit tus
músicas suenan en la memoria, como una despedida: parece
que fue ayer y algo ha cambiado.
Hoy no esperamos la revolución.
Desvencijada Europa de postguerra
con la luna asomando tras las ventanas rotas,
Europa anterior al milagro alemán, imagen de mi vida,
melancólica!
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos, aunque a
veces nos guste una canción.
956
torpemente abrazados, vacilando de alcohol y de sollozos
reprimidos.
Oh innoble servidumbre de amar seres humanos,
y la más innoble
que es amarse a sí mismo!
714
DE VITA BEATA
En un viejo país ineficiente, algo así como España
entre dos guerras civiles, en un pueblo junto al
mar, poseer una casa y poca hacienda y memoria
ninguna. No leer, no sufrir, no escribir, no pagar
cuentas, y vivir como un noble arruinado entre las
ruinas de mi inteligencia.
957
José Ángel Valente (1929-2000)
[216]
A modo de esperanza (1955) 715
EL CRIMEN
Hoy he amanecido como siempre, pero con un
cuchillo en el pecho. Ignoro quién ha sido, y
también los posibles móviles del delito.
Estoy aquí tendido y pesa vertical el frío.
He sido asesinado.
(Descarto la posibilidad del suicidio.)
La noticia se divulga con relativo sigilo.
El doctor estuvo brillante, pero el
interrogatorio ha sido confuso. El hecho
carece de testigos.
(Llamada la portera, dijo
que el muerto no tenía antecedentes
políticos.
Es una obsesión que la persigue desde la
muerte del marido.)
Por mi parte no tengo nada que declarar.
Se busca al asesino;
sin embargo,
tal vez no hay asesino,
aunque se enrede así el final de la trama.
Sencillamente yazgo aquí, con un cuchillo...
Oscila, pendular y solemne, el frío.
No hay pruebas contra nadie. Nadie ha
consumado mi homicidio.
960
Interior con figuras (1976)
718
MATERIA
Convertir la palabra en la materi.i
donde lo que quisiéramos decir no |>iml.
penetrar más allá
de lo que la materia nos diría
si a ella, como a un vientre,
delicado aplicásemos,
desnudo, blanco vientre,
delicado el oído para oír
el mar, el indistinto
rumor del mar, que más allá de (i,
el no nombrado amor, te engendra su-m|
El fulgor {1984)
719
XXXV
La aparición del pájaro que vuela
y vuelve y que se posa
sobre tu pecho y te reduce a ^rano,
a grumo, a gota cereal, el pájaro
que vuela dentro
de ti, mientras te vas haciendo
de sola transparencia,
de sola luz,
de tu sola materia, cuerpo bebido por el pájaro.
Manuel Mantero (1930) [14]
720
A QUÉ TANTO CUIDAR LA CASA
A qué tanto cuidar la casa, regar las
flores,
ponerles toldos a la luz del patio, quitar el polvo de los
espejos. Oye latir la sangre general afuera, abandona
la mesa donde comes, trepa por las columnas al tejado,
aráñate, hazte niño como entonces, mira a lo lejos
cuando estés arriba, asume el horizonte.
Con el aire de todos llénate los
pulmones.
Alguien, que vive dentro de la muerte del hombre,
quedará abajo. Inútil, mudo y pálido, él regará tus
flores.
Fernando Quiñones (1931-1998) [14]
721
EL REQUERIDO
No la razón del piano: las del hombre te
condujeron desde que eras niño y entre la fría luz
de la patria angustiada a la que no habías de
volver.
Ya entonces intuiste la caediza
ráfaga del amor, la carrera del tiempo,
los impuros motivos del tambor y las armas,
la soledad en que, como con el regalo
de un dios inexorable,
se mueve nuestra vida hacia su término.
Ya retenías aquello en el sollozo, más viril y más
tierno, de las cuerdas.
Ya eras del todo y para siempre tú, testigo y
mensajero, condolido inventor de una esperanza
para los humanos o de aquel llanto en luz con que
creerla.
Tu vida no fue oscura, pero entre las galas, los
viajes, algo anterior aún a tu enfermedad, iba
irreparablemente consumiéndote
y haciéndote mayor al mismo tiempo.
Scherzos y baladas, las amargas
delicias de un nocturno, los estudios
por los que nieve y fuego, o muerte y vida,
se entrecruzan temblando,
eran emanación de aquella fuerza
con la que el corazón del universo,
cuanto nos ilumina y abandona,
expresión te pedían, ser fijados
de alguna forma, a salvo de la muerte.
Eso te desgarró y nos dio tu música:
tu palabra de hombre
de una vida más vasta y más completa.
963
Antonio Gamoneda
(1931) [271]
La tierray los labios (1947-1953)
722
Te beberé el cabello y
cerraré los ojos.
Tú seguirás manando
tu cabello turbio de
besos.
1947
964
¡qué confidencia de naturaleza —se me
haría la vida transparente— saber en ti, hallar
súbitamente origen de dolor a la belleza!
Y levantar con lentitud sagrada mi
corazón entonces y ponerlo en esta ola de
descubrimiento
a esperar que se cumpla tu mirada; a ver el
mundo resistir, a verlo hacer banderas con el
sufrimiento.
726
Aquel aire entre el resplandor y la muerte se hace sustancia tiuc no
alcanzan a borrar los días y los vientos. El contenido tu* la edad
son estos lienzos transparentes.
Signos exactos e incomprensibles. Están en mí con el valor tic una
llaga; algunas cifras arden en mis ojos.
727
VENTANA HÚMEDA lisl.i es una
ciudad desconocida y llueve sin esperanza.
No hay memoria ni olvido y el error es la única existencia.
¿Quién me ama en esta ciudad desconocida?
966
Francisco Brines
(1932) [201]
Palabras a la oscuridad (1966)
728
OTOÑO INGLÉS
A Carmen Bravo Villasanlc
No para ver la luz que baja de los cielos,
incierta en estos campos,
sino por ver la luz que, del oscuro centro de la tierra, a las
hojas asciende y las abrasa.
Yo no he salido a ver la luz del cielo sino la luz que nace
de los árboles.
Hoy lo que ven mis ojos
no es un color que a cada instante muda su belleza, y
ahora es antorcha de oro, voraz incendio, humareda de
cobre, ola apacible de ceniza.
Hoy lo que ven mis ojos
es el profundo cambio de la vida en la muerte.
Este esplendor tranquilo
es el acabamiento digno de una perfecta creación, más si
se advierte
la consunción penosa de los hombres,
967
I.m sólo semejantes en su honda soledad, nnis con dolor y sin
belleza.
El hombre bien quisiera que su muerte no
careciese de alguna certidumbre, y así reflejaría en su
sonrisa, i orno esta tarde el campo, una tranquila
espera.
(Belleza del durmiente </tu’ agita
imperceptible el mudo pecho /'lira alzarse después cbn mayor
vida; i umo en la primavera los árboles del campo.)
-'Como en la primavera...?
No es lo que veo, entonces, trastorno de la muerte,
sino el soñar del árbol, que desnuda
MI frente de hojarasca,
y entra así cristalino en la honda noche
que ha de darle más vida.
lis ley fatal del mundo i|iie toda vida acabe en
podredumbre, y el árbol morirá, sin ningún esplendor,
y,i el rayo, el hacha o la vejez lo abatan para siempre,
liu la fingida muerte que contemplo lodo es belleza:
t'l estertor cansado de las aves,
l.i algarabía de unos perros viejos, el agua ile este río que no
corre, mi corazón, más pobre ahora que nunca, pues más ama la
vida.
I as rotas alas de la noche caen sobre este
vasto campo de ceniza: huele a carroña
humana.
I ,i luz se ha vuelto negra, la tierra sólo es polvo, llega un viento
muy frío.
Si fuese muerte verdadera la de este bosque de oro sólo habría
dolor
si un hombre contemplara la caída.
Y he llorado la pérdida del mundo al sentir
en mis hombros, y en las ramas del bosque
duradero, el peso de una sola oscuridad.
Aún no (1971)
(1977)
Insistencias en Luzbel 729
¿CON QUIÉN HARÉ EL AMOR?
A Juan Luis Panero
En este vaso de ginebra bebo los
tapiados minutos de la noche, la
aridez de la música, y el ácido deseo
de la carne. Sólo existe, donde el hielo
se ausenta, cristalino licor y miedo de
la soledad.
Esta noche no habrá la mercenaria
compañía, ni gestos de aparente calor en
un tibio deseo. Lejos está mi casa hoy,
llegaré a ella en la desierta luz de
madrugada, desnudaré mi cuerpo, y en las
sombras he de yacer con el estéril tiempo.
730
IDENTIFICACIÓN EN UN ESPEJO
l;,l olvido es el más grande de los misterios,
pues estando hecho de realidad su naturaleza es carecer de
[ella;
.1 L anza en su contradicción
aquello que unifica a su origen, y él en vano desea.
Mas el olvido no es la nada. Perdura su significación: es
Inocencia, también Serenidad;
li i que una vez tuvimos, el Bien mayor y más perecedero, y
.iquello que tras su pérdida anhelamos y es la compensación de
los vencidos.
I luy una misma relación que se refleja en un espejo turbio: i
liando deseamos la nada, estamos inventando el olvido. M;is
esto nos es dable contemplar rn el borroso espejo de la vida.
Y hablo desde la carne de la carne.
969
sólo habría dolor
si un hombre contemplara la caída.
Y he llorado la pérdida del mundo al sentir
en mis hombros, y en las ramas del bosque
duradero, el peso de una sola oscuridad.
Aún no (1971)
729
¿CON QUIÉN HARÉ EL AMOR?
A Juan Luis Panero
En este vaso de ginebra bebo los
tapiados minutos de la noche, la
aridez de la música, y el ácido deseo
de la carne. Sólo existe, donde el hielo
se ausenta, cristalino licor y miedo de
la soledad.
Esta noche no habrá la mercenaria
compañía, ni gestos de aparente calor en
un tibio deseo. Lejos está mi casa hoy,
llegaré a ella en la desierta luz de
madrugada, desnudaré mi cuerpo, y en las
sombras he de yacer con el estéril tiempo.
970
Insistencias en Luzbel (1977)
730
IDENTIFICACIÓN EN UN ESPEJO
líl olvido es el más grande de los misterios,
pues estando hecho de realidad su naturaleza es carecer de
[ella;
.1 li anza en su contradicción
.iquello que unifica a su origen, y él en vano desea.
Mas el olvido no es la nada. Perdura su significación: es
Inocencia, también Serenidad;
lo que una vez tuvimos, el Bien mayor y más perecedero,
V aquello que tras su pérdida anhelamos
V es la compensación de los vencidos.
I l.iy una misma relación que se refleja en un espejo turbio: t
uando deseamos la nada, estamos inventando el olvido. Mas
esto nos es dable contemplar rn el borroso espejo de la vida.
V hablo desde la carne de la carne.
971
Claudio Rodríguez (1934-1999) [175]
Don de la ebriedad (1953)
731
IX
Como sí nunca hubiera sido mía, dad al aire mi voz
y que en el aire sea de todos y la sepan todos igual que
una mañana o una tarde.
Ni a la rama tan sólo abril acude
ni el agua espera sólo el estiaje.
i Quién podría decir que es suyo el viento,
suya la luz, el canto de las aves
en el que esplende la estación, más cuando
llega la noche y en los chopos arde
tan peligrosamente retenida?
i Que todo acabe aquí, que todo acabe
de una vez para siempre! La flor vive
tan bella porque vive poco tiempo
y, sin embargo, cómo se da, unánime,
dejando de ser flor y convirtiéndose
en ímpetu de entrega. Invierno, aunque
no esté detrás la primavera, saca
fuera de mí lo mío y hazme parte,
inútil polen que se pierde en tierra pero ha sido de
todos y de nadie.
Sobre el abierto páramo, el relente es pinar en el pino,
aire en el aire, relente sólo para mi sequía.
Sobre la voz que va excavando un cauce qué sacrilegio este
del cuerpo, este de no poder ser hostia para darse.
734
MIENTRAS TÚ DUERMES
Cuando tú duermes
pones los pies muy juntos,
alta la cara y ladeada, y cruzas
y alzas las rodillas, no astutas todavía;
la mano silenciosa en la mejilla izquierda
y la mano derecha en el hombro que es puerta
y oración no maldita.
Qué cuerpo tan querido, junto al dolor lascivo de su sueño,
con su inocencia y su libertad, como recién llovido.
Ahora que estás durmiendo
y la mañana de la almohada,
el oleaje de las sábanas,
me dan camino a la contemplación,
no al sueño, pon, pon tus dedos
en los labios,
y el pulgar en la sien,
como ahora. Y déjame que ande
lo que estoy viendo y amo: tu manera
de dormir, casi niña,
y tu respiración tan limpia que es suspiro y llega casi al beso.
Te estoy acompañando. Despiértate. Es de día.
Félix Grande
(1937) [14, 446]
Música amenazada (1966) [14]
735
MIENTRAS DESCIENDE EL SOL...
975
Mientras desciende el sol, lento como la muerte, observas a
menudo esa calle donde está la escalera que conduce a la
puerta de tu guarida. Dentro se encuentra un hombre pálido,
cumplida ya, remota la mitad de su edad; fama y se asoma
hacia la calle desviada; sonríe solitario a este lado de la
ventana, la famosa frontera.
Tú eres ese hombre; una hora larga llevas
viendo tus propios movimientos,
pensando desde fuera, con piedad,
las ideas que en el papel pacientemente depositas;
escribiendo, como fin de una estrofa,
que es muy penoso ser, así, dos veces,
el pensarse pensando,
la vorágine sinuosa de mirar la mirada,
como un juego de niños que tortura, paraliza, envejece.
La tarde, casi enferma de tan lejana,
se sumerge en la noche tomo un cuerpo harto ya de fatiga, en el
mar, dulcemente. (!ruzan aves aisladas el espacio de color
indeciso y, allá al final, algunos caminantes pausados *e dejan
agostar por la distancia; entonces rl paisaje parece un tapiz
misterioso y sombrío.
Y comprendes, despacio, sin angustia,
i|iie esta tarde no tienes realidad, pues a veces
l.i vida se coagula y se interrumpe, y nada entonces
I medes hacer contra ello, más que sufrir un sufrimiento
desorientado y perezoso, una manera de dolor marchito,
v recordar, prolijamente,
.líennos muertos que fueron desdichados.
976
tie visto chotos cabras vacas durante su degüello
l>,i|o el agujero del cuello una orza se va llenando de sangre
li is .mímales se contraen en sacudidas cada vez más nimias
ilr pronto ya no respiran por la nariz ni por la boca
MIH> por la abertura que la navaja hizo en la tráquea
m l.i cual aparecen burbujas a cada nueva respiración
,i menudo parece que están completamente muertos
v no obstante aún se agitan una o dos veces suavemente
■t!M ii.i sus ojos ya no miran tienen como una niebla
un leloncillo de color indeterminado que recuerda al ce-
[niza
• nii mees el carnicero se incorpora con las manos manchadas v
piocede a desollar y trocear al animal cadáver piii.i después
venderlo en porciones hacer su negocio
977
hoy el periódico traía sangre lo mismo que otros días acaso unos
cuantos estertores más que de hábito pero cómo saberlo hay
países que no especifican por ejemplo el departamento de estado
no da las cifras de sus
[bajas
únicamente les agrega apellidos
bajas insignificantes bajas ligeras bajas moderadas
hoy el periódico traía sangre en volumen considerable y mientras
leo parcialmente civilizadamente el intento de justificación de
esos destrozos escrito de sutil manera recuerdo vacas cabras
chotos la gran orza en el suelo y recuerdo imagino pienso que
unos cuantos carniceros continúan desollando troceando pesando
en sus básculas haciendo su negocio mediante esos pobres
animales sacrifi-
[cados.
978
738
DAME UNGÜENTO DE CARNE, LOBA
La prisa despareja con que miro tu piel la premura
apretada con que altero tu cuerpo y este
desasosiego en que empapo mi lengua para
hablarte a tu carne y lamer a tu voz son como
ávidas gotas de estaño compasivo que busca
aminorar las grietas de la muerte
La planta de la edad nos chupa nuestros días
abriéndose como una flor negra, abominable y en
este esplendor de hoy se oculta la simiente de una
desposesión calcinada y perversa como la del
desierto En el calcio del tacto hay una lenta caries
que nos invade desde el fin aterrador del tiempo y
de la vida
Presuroso y perdido unto en mí tu persona y soy un
bulto de hombre y de loco y de perro que corre por
tu cuerpo y a la vez por un túnel despavoridamente
lamiendo en las tinieblas
739
CASIDA EN LA ALTA MADRUGADA
Cuando te acuerdes de mi cuerpo y no
puedas dormir y te levantes medio
desnuda y camines a tientas por tus
habitaciones borracha de estupor y de
rabia
en algún lugar de la Tierra yo andaré insomne por
algún pasillo careciendo de ti toda la noche
979
oyéndote ulular muy lejos y escribiendo estos
versos degenerados.
Carlos Sahagún (1938) [14]
740
CLARIDAD DEL DÍA
Te digo que ésta ha sido la primera vez que amé.
Si la tierra que ahora pisas se hundiera con
nosotros, si aquel río que nos vigila detuviera el
paso, sabrías que es verdad que te he buscado
desde niño en las piedras, en el agua de aquella
fuente de mi plaza. Tú, tan flor, tan luz de
primavera, dime, dime que no es mentira, este
milagro, la multiplicación de mi alegría, los
panes y los peces de tu pecho. Contéstame. No
quiero hablar yo solo, estar —yo solo— alegre.
Te amo. ¡Fuego, la mañana hace fuego y nos
golpea los corazones! Levantémoslos arriba,
siempre arriba. Alguien nos lleva, alguna mano
pura nos empuja.
Aire en el aire, iremos a aquel monte. Cristal
en el cristal más limpio, un día nos
miraremos hasta emocionarnos.
Y ya lo estamos como nunca. Dame
la mano. Si me dices que eche al río mis
versos, yo los echaré, si quieres que
arranque aquella flor y te la traiga, te la
traeré. Pero anda, ven conmigo.
¿Ves un pinar allá a lo lejos? Vamos.
Ya todo es nuestro: el buen camino, el árbol, la
generosa claridad del día.
982
Manuel Vázquez Montalbán (1939-2003)
[512]
Una educación sentimental (1967)
741
[Ars amandi]
XIV
Será la muerte un papel amarillo que flota
un instante en la ventana, troles temblones
y un chasquido de navaja cerrada
o lentos niños persiguiendo sombreros negros
por las cloacas
ratas dormidas bajo la
fría oscuridad del otoño subterráneo, pedazos
de cuna, media sonrisa envuelta en un papel
amarillo
que flota un instante entre la grasa
despierta,
lejana, despierta
huele la noche a seto de jardín
recortado como un laberinto
y la estancia a lirios marchitos
hueles
a hierba mojada y a asfalto limpio.
742
XVIII
Duérmete corazón prohibido, duérmete
antes de la hora fronteriza de las doce en
que vuelvas a casa sin haber sido princesa
de cuento, amante de novela, ni feliz
la ciudad nos olvida, la tripa oscura del cielo cuelga sobre el
estanque
a la deriva
barcos de papel y cáscaras de almendra
mendigos
en los bancos y burgueses con náusea
domando Jaguars
en las esquinas, domando
treinta sexos oscuros
como treinta monedas taladradas
los serenos
protegen el regreso de Ulises a casa, los niños han
compuesto la estúpida sonrisa de su ensueño y en las
aceras mataremos despacio el miedo a llegar tarde
a algún lugar del que nunca
nadie haya querido regresar
duérmete lejana
duérmete, demasiado cobardes para morir al
último acorde del toque de silencio, cierra los
ojos para vivir, cierra
los ojos para matar.
Praga (1982)
743
Lejos de mí tan lejos el abrigo de la
Historia
y de la tierra criados
campesinos inmigrantes marinos calafates
náufragos en blandos mares sin islotes
norte de brumas brujas
condenadas en su hoguera
sur de huidas
no escogí nacer entre vosotros en la ciudad de
vuestros terrores en su sur vencido y fugitivo
mediocres estelas de hambre y olvido fui sombra
chinesca sobre los paredones donde me fusilaron
984
tampones y recelos
nací en la cola del ejército huido me quedé a
la luz del centinela y os pedí prestados aire y
agua en barrios que os sobraban
mientras vosotros vencidos
locos fingíais mares por donde llegarían príncipes ingleses
y os llevarían con Praga para anclaros en limpios
puertos del propicio norte
985
Cuando pague mis deudas y entierre a
mis muertos
ya seré viejo
me lo dirá el frío cierne del 744
mar
hasta mi cuello el último poniente
de un verano la piel que pide
abrigo de toalla
en cada deuda perdí tiempo en
cada muerte memoria de mí
sin nadie que me cuente el
porqué de mis sombras
quedaré a vuestra merced
mis bien pagados acreedores
745
YA estaban aquí el sereno
cieno amante de la bota y
del loto orinado la fosa
común el muro las
descargas
los tanques varados
nacer nació nacida mi
condición de rana judía
en una charca de fondos
construidos amar perder
siempre más alta la
bandera de la ciudad vencida
la llamaron Praga los viajeros del
norte mas no tiene nombre para
los fugitivos del Sur encrucijada
de invasores nostalgias salmos
bandera
986
sin asta
ciudad del deseo cuerpo de entregas
concertadas no hay pecados hay
encuentros entre cuerpos sin dramas
asfalto carne rascacielos lechos la piel
no habla no suda no ama
morirá esta historia en la Historia de
explosión en los ojos cuartearán las
esquirlas de la ciudad vencida los cuerpos
son mi cuerpo vida historia rosa tanque
herida
no hay lenguaje sin metáfora muerte es
metáfora de la nada no es la vida es la
rosa no es la Historia es el tanque ni
siquiera Praga es Praga ni siquiera
propiamente
una sinfonía que sobraba
Antonio Martínez Sarrión (1939) [107 y
550]
Teatro de operaciones (1967) [550]
746
EL CINE DE LOS SÁBADOS
a ramón moix
maravillas del cine galerías de luz parpadeante
entre silbidos niños con sus mamás que iban
abajo entre panteras un indio se esfuerza por
alcanzar los frutos más dorados ivonne de
cario baila en scherezade no sé si danza
musulmana o tango amor de mis quince años
marilyn ríos de la memoria tan amargos luego
987
la cena desabrida y fría y los ojos ardiendo
como faros
988
Una tromba mortalpara los balleneros (1975) [17]
747
DUCHESSE DE NORMANDIE
Con lunares postizos como las Silenciosas paseas por la
vulgar barriada de los ricos vibrando en los incendios del
color amarillo fichando -marquesinas y criados para la fiesta
tentacular del fuego.
A pie firme resistes el verano. Mientes
cu danés. Asabas la noche ¡oh loca de ojos húmedos!
en imposibles barras de bares periféricos
pidiendo con voz ronca una copa no más la última copa
ile espesa menta y una mirada amable
que borre tanta llaga, tanta
bajada a los infiernos, deseados, lo sabes,
desde los días dorados de Palm Beach.
989
ebrios de tarde, arden
con una sola flecha indicadora
que reiteran los cruces innúmeros del mundo
y a tu cuerpo conduce,
ese pequeño y abrigado puerto
donde arribo sediento, pero en paz.
990
Diego Jesús Jiménez (1942) [506]
Bajorrelieve (1990)
750
TIEMPO DESOLADO II
La carcajada cruda tic un tiempo de desfiles y
crímenes; la historia i|ue aprendimos de niños como un
cuento feroz. Aquellos días de marzo llenos de
amaneceres y alfileres; y con estrellas cuya luz de
navaja y de frío liic traición. La muerte
sobre la muerte hallada en postura de amor. ¿Cómo no ver la
imagen de la vida, el gesto de unos años en esa luz de color
descalzo como el agua del río?
■'Quién desanda el camino? ¿No es esta claridad en
desorden, la evidencia de un tiempo de dolor y
deshonra?
CONCEPCIÓN DEL POEMA IV
Acaso este poema me devuelva, mordidas, sus flaquezas, y
no sea lo sutil que debiera ni tan astuto como indican
los más lúcidos manuales sobre el comportamiento de
la expresión. En la fina moldura
que los vocablos tienen para unirse con otros, hállase disfrazada
la verdad del poema.
Una caótica enumeración de palabras mortuorias
ofrecen el aroma
que en la muerte se ignora.
De ahí que
tanto la muerte como la belleza, sean conceptos
amablemente desprestigiados por su inexactitud.
La magia
no envilece a las cosas: las consagra en su altar
misterioso
donde el tiempo no existe.
991
Itinerario para751náufragos (1996)
752
JÚCAR
II
aunque sea en almohadas vacías
...
que no autorizan a esperar la aurora
tan confiadamente como cuando se
duerme en la marea alta de algún
pecho.
PEDRO SALINAS
992
En las riberas deja sus alcobas abiertas
el estío, ves tu ausencia moverse; y oyes las voces del pasado en
sus claustros nocturnos.
En el paisaje gótico
los desiguales chopos y los álamos, acercan a
tus ojos el cielo.
Cuantos colores
recuerdas hoy, destiñen con su luz la
memoria.
753
Al borde del estanque se apresura
por derramar un pájaro su idioma; roza
a las flores, sufre con su aroma la
levedad de ser substancia pura.
Inclínase la flor en la amargura de
ser sólo el reflejo al que se asoma: agua,
por fin, que del estanque toma sólo la
soledad de su agua obscura.
En negras transparencias y humedades por
sonidos y sombras dibujadas brilla la luz de
un pájaro en su vuelo;
luz que en la tarde rompe las verdades de
la flor en el agua reflejadas al deshacer su
imagen y su cielo.
POÉTICA
III
Y le llamas poema al placer de la mente de obtener
993
de las cosas un lenguaje preciso que destruya, con el
fermento de sus signos, las leyes que edifica la
muerte.
Mas al dar forma a tu espíritu, le ofreces una
mayor zozobra a tu existencia.
Y le llamas poema a
cuanto, sin pasión, representa el deseo sobre los límites de la
incertidumbre.
994
José-Miguel
754 Ullán
(1944) [387]
II
Llora, porque toda mirada entraña error.
Mas los andrajos, horca, palio y cruz no morirán por este
llanto. Mejor, fulgir a solas y rezar en balde. ¿Como el topo.-'
Así; dueño de la penumbra y de su asfixia.
Hablando por hablar. A ciegas. Ojo del corazón, quema el
paisaje.
995
Persistente, la rosa. EsclavosIIIsomos de raíz. Rosa hedionda,
zozobra y estupor de la mordaz melancolía.
A la fosa nasal llama la Historia con sus inciensos categóricos.
Corre el verso al runrún del sacrificio, de mar a mar y seductor.
¡Musa servil! Sobre tu altar, un huracán de esperma.
IV
El sordo dios: la carcajada inmóvil.
Murmullo de otra luz será tu fe. Aléjate de la expresión forzada
o del silencio amilanado. Oye tan sólo la armonía neutra de lo
indeciso e indomable. Deja abierta la puerta más sumisa.
Esa ignorancia zumbará en tu oreja. Fraternalmente.
V
Si la mano va y pierde la cabeza y, en un doble ademán de
supresión, rompe la flecha y borra el blanco, ciérrase luego sobre
el gran reloj, sangra y se ofrece al vilipendio abyecto, nada
esperes que iguale esta pasión, Teoría.
A todo lo demás diles que bueno.
758
CODA
Lo que el Duero de día soñaba por la noche
del Tormes fluía...
759
Lo inesperado es vínculo del viento.
997
Agrieta el corazón o nos sacude el hombro el hecho de contemplar ¡>or
dentro, con los ojos cerrados: todavía ajenos a la idea de la curiosidad o del
sacrificio, aquello que nos guió y aquello que nos aguarda;
pues no es, como elpitero de Juchitán lamenta al imitar al alcaraván de
gozo, dejarse ir, furtivo, a cuanta tentación quepa en un sueño sin sentir en
la sangre, a desmano, el acompañamiento incorpóreo de un remolino
aquietado sobre difuntos reproches:
otra verdad, otra visión y otro soplido más volátiles, otro galope sin
rasgos, sin pensamientos ni supersticiones:
Eso, intacto, que da destellos eléctricos, no puntos amarillos engañosos o
cardinales, y que tiene por mundo la intensidad desmemoriada del
despropósito, de la contradicción consumida en un juego mor- hd,
incorruptible llaga, y que sólo en contadas ocasiones vivaces nos enseña a
las claras que ni siquiera la débil sombra es nuestra propiedad más tangible.
¡Si lofuese!
«Su configuración, repentina, carece en realidad de rumbofijo, de
melodía recordable...» (Y así nos consolamos al amanecer.)
Está ahí, sin recinto ni queja, en el distante palpitar de esa masa arenisca,
colorada y gris, no domada por dioses melancólicos, con sus relieves
fugaces y sus cicatrices errátiles, imán antes que miedo, obra de nuestro
anhelo aprendiz y de nuestras irreprimibles pausas —dos destinos: dos ríos
y unas secas palabras—, pero que nos obliga a abrir los ojos de golpe y a
aplazar otra vez la entrega a eso que nos persigue desde tan cerca.
¿Para qué? O, mejor dicho, épara quéya ? Para muy poco:
Insistir, cabecear, reír. O, al airear lo nuestro, urdir fraternidades entre
estoy lo otro, entre elenigpnay las campanas, aunque con la oscilante
monotonía del ulular que acalla una inconclusa deserción armoniosa. La de
no acabar de saber del todo decirle al viento:
—Anda,
llévame contigo...
998
Pere Gimferrer
(1945) [107 y 383]
Arde el mar (1966) [383]
760
ODA A VENECIA ANTE EL MAR DE LOS TEATROS
Las copas falsas, el veneno y la calavera de los teatros.
García Lorca A
Joaquín Marco
Tiene el mar su mecánica como el amor sus símbolos.
C XJII qué trajín se alza una cortina roja i > en esta
embocadura de escenario vacío suena un rumor de estatuas,
hojas de lirio, alfanjes, palomas que descienden y
suavemente pósanse.
(Componer con chalinas un ajedrez verdoso.
111 moho en mi mejilla recuerda el tiempo ido y una gota
de plomo hierve en mi corazón.
I Jevé la mano al pecho, y el reloj corrobora la razón de las
nubes y su velamen yerto.
Asciende una marea, rosas equilibristas sobre el arco
voltaico de la noche en Venecia aquel año de mi
adolescencia perdida,
mármol en la Dogana como observaba Pound y la masa de un
féretro en los densos canales.
Id más allá, muy lejos aún, hondo en la noche, sobre el tapiz
del Dux, sombras entretejidas, príncipes o nereidas que el
tiempo destruyó.
Qué pureza un desnudo o adolescente muerto en las inmensas
salas del recuerdo en penumbra. ¿Estuve aquí? ¿Habré de
creer que éste he sido y éste fue el sufrimiento que punzaba
mi piel?
Qué frágil era entonces, y por qué. ¿Es más verdad, copos que
os diferís en el parque nevado, el que hoy así acoge vuestro
amor en el rostro o aquél que allá en Venecia de belleza
murió?
Las piedras vivas hablan de un recuerdo presente. Como la
vena insiste sus conductos de sangre, va, viene y se remonta
nuevamente al planeta y así la vida expande en batán
silencioso, el pasado se afirma en mí a esta hora incierta.
Tanto he escrito, y entonces tanto escribí. No sé si valía la
pena o la vale. Tú, por quien es más cierta mi vida, y
vosotros, que oís en mi verso otra esfera, sabréis su signo
o arte.
Dilo, pues, o decidlo, y dulcemente acaso mintáis a mi
tristeza. Noche, noche en Venecia va para cinco años, ¿cómo
tan lejos? Soy el que fui entonces, sé tensarme y ser herido
por la pura belleza como entonces, violín que parte en dos el
aire de una noche de estío cuando el mundo no puede soportar
su ansiedad de ser bello. Lloraba yo, acodado al balcón como
en un mal poema romántico, y el aire promovía disturbios de
humo azul y alcanfor.
Bogaba en las alcobas, bajo el granito húmedo, un
arcángel o sauce o cisne o corcel de llama que las
potencias últimas enviaban a mi sueño.
Lloré, lloré, lloré. ¿Y
cómo pudo ser tan hermoso y tan triste?
Agua y frío rubí, transparencia diabólica
grababan en mi carne un tatuaje de luz.
Helada noche, ardiente noche, noche mía como si hoy la
viviera! Es doloroso y dulce haber dejado atrás la Venecia en
que todos para nuestro castigo fuimos adolescentes y
perseguirnos hoy por las salas vacías en ronda de jinetes que
disuelve un espejo negando, con su doble, la realidad de este
poema.
761
PEQUEÑO Y TRISTE PETIRROJO
Oscar Wilde llevaba una gardenia en el pico.
Color gris, color malva en las piedras y el rostro,
más azul pedernal en los ojos, más hiedra
1000
en las uñas patricias, ebonita en las ingles de los faunos.
No salgáis al jardín: llueve, y las patas de los leones arañan la
tela metálica del zoo.
Isabel murió, y estaba pálida, una noche como ésta.
Hay orden de llorar sobre el bramido estéril de los acantilados. Un
violín dormirá? Unas camelias?
Y aquel pijama rosa en pie bajo la lluvia.
762
UNA SOLA NOTA MUSICAL PARA HOLDERLIN
Si pierdo la memoria, qué pureza.
I*'n la azul crestería la tarde se demora, retiene su oro en mallas
lejanísimas,
cuela la luz por un resquicio último, se extiende y me delata como
un arco que tiembla sobre el aire encendido.
¿Qué esperaba el silencio? Príncipes de la tarde, ¿qué pala-
icios
holló mi pie, qué nubes o arrecifes, qué estrellado país? Duró más
que nosotros aquella rosa muerta.
Qué dulce es al oído el rumor con que giran los planetas del
[agua.
1001
del reencuentro. La espada
que divide la luz.
Del ojo a la mirada, la claridad
permanente, el ámbito de los sonidos, la campana que
clausura la visión terrestre como el ojo inexorable de
la forma floral fija el fuego de un carbunclo. Este ojo
¿ve mi ojo? Es un espejo de llamas el ojo que ahora
me ve. Con sonido de poleas, los ejes de la noche.
Desarbolada, se derrumba la oscuridad y, a tientas, el
sol conoce la noche.
1002
Antonio Colinas (1946) [107 y 565]
Truenos y flautas en un templo (1972) [107] 764
TRUENOS Y FLAUTAS EN UN TEMPLO
Cuando mis pasos cruzan las estancias vacías todo el templo
resuena como una oscura cítara. Oh mármol, si pudieras
hablar cuántos secretos podrías revelarnos. ¿Hubo sangre
corriendo sobre tu nieve dura? ¿Hubo besos y rosas o sólo
heridos pájaros debajo de las cúpulas? Vosotras, las antorchas
de los amaneceres,
¿qué visteis, qué quedó en el fondo del ánfora? ¿Y el vino
derramado, el vino descompuesto sobre los labios ácidos qué
podrá contar, qué podrá decirnos que no fuese locura?
El amor fue trenzando pesadumbres con odios.
El amor hizo estragos en la firmeza humana. Hoy el otoño
sube muy lento por las rocas, por las enredaderas, por las
raíces dulces, por los espinos rojos, a este lugar secreto.
De las tumbas abiertas brotan las mariposas.
Las hojas entretejen rumorosos tapices.
El agua de las fuentes: verdosa y enlutada.
Casi tocando el cielo de los atardeceres el templo de la diosa, la
pureza del tiempo. Cuando llega la noche sostiene los racimos de
las constelaciones, es columna del mundo, dintel lleno de flautas,
hondo pozo de estrellas.
1003
vidriero de Murano y un bar con una música muy dulce;
pregunta en la pensión llamada Cid dónde habita aquel
hombre que ha llegado sólo para ver gentes a Venecia, aquel
americano un poco loco, erguido y con la barba muy nevada;
pasa el puente de piedra, verás charcos llenos de gatos negros
y gaviotas; allí, junto al canal de aguas muy verdes lleno de
azahar y frutos corrompidos, oirás los violines de Vivaldi;
detente y calla mucho mientras miras: Ramo CorteQuerina,
ése es el nombre;
en esa callejuela con macetas, sin más salida que
la de la muerte, vive Ezra Pound
766
NECRÓPOLIS
aquí el centinela vigila la necrópolis, aquí puertas de piedra sólo
abiertas al alba, aquí la sala para los esclavos que esperan con la
sal y la leña para los sacrificios, aquí el olor de aceite y de flores
bravias, aquí la fresca gruta en estío y el cálido refugio para lobos
y liebres en invierno, aquí donde la noche de puro impenetrable
sólo es rota por lámparas muy tristes y tambores, aquí la terracota
que no ha visto la nieve, aquí el cuenco, la piedra para majar la
grasa, aquí ánforas de trigo negras por el gorgojo y el último de
agosto con cáscaras doradas, aquí las huellas tiernas en el
húmedo barro, aquí el primer cadáver irreverente, enorme, el
romano aguerrido de las tropas de Augusto y el bastón y la huesa
del bárbaro celoso, aquí los idolillos de piedra sin cabeza, aquí
donde no entró un labio de mujer, aquí el grito, los rezos al dios
de la negrura, aquí el ara y la sangre no sabemos si humana, aquí
la tosca cátedra de los astros hambrientos, aquí la sala grande y
las mil hornacinas, los cantos arrojados por las manos sin
nombre, la honda desolación de las vasijas rotas, la tremenda
hecatombe de las santas cenizas
1004
Noche más allá de la noche (1983) [565]
767
I
1005
Sé bien que más allá de este horno de oro, de las
piedras doradas de este templo, cruje el invierno en
álamos amargos y que el mundo no cesa de entreabrir
sus heridas.
Pero aquí dentro (nada de la nada) se
afervora un hondísimo misterio: aromas y
silencios cuajan luces, se funde o se deshace la
noche con el alba.
Una mujer arrodillada alza sus ojos allá arriba,
donde está en la custodia el círculo del círculo, el
infinito centro de lo blanco.
Ella, la dama blanca, prueba, envuelta en
manso fuego no visible, a cerrar las heridas
del mundo sin mover los labios, en quietud.
Siente ella en su interior como una esfera de
música o de llamas.
Y caen lentos sus ojos como nieve en hoguera.
Jenaro Talens (1946) [531]
Los ámbitos (1964)
769
NANA PARA DORMIR TU MUERTE
(A mi hermano Juan Carlos, n. febrero- f noviembre, 1958)
Duerme. Juan Carlos,
duerme,
que el amor en tu cuna se
mece.
1006
Libro de la mansedumbre (1997) [565]
Duerme.
Te contaré los ángeles
desde
tus pequeñas encías de
leche
donde bailan apenas dos
dientes.
Duerme.
1007
No estás solo. De estrellas
se te llena la frente.
Tus dos ojos cerrados para
siempre.
Duerme.
No -es mamá. Nadie llora.
Duerme
tranquilo. Sólo es sueño tu
muerte.
Si me esperas un poco, si
puedes
esperarme en tu cuarto de
juguetes, allí los dos
podremos inventar otra
muerte donde quepan
enteras tus nueve sonrisas
detenidas de repente.
No tengas miedo. Nadie
quiere
dejarte solo, Juan Carlos.
Duerme.
Víspera de la destrucción (1970)
770
EN EL JARDÍN
Uns wozu Dichter in dürftiger Zeit.
FRIEDRICH HOLDERLIN
Para quién tus palabras brotan, en esta exangüe
noche, si el hueso ignora todo, la sombra, el bulto del
estertor, si el labio es corteza, y resbala sin ahondar,
sin ser más que forma de tacto, no raíz. Si supieras en
qué desiertos húmedos tu voz calcina soles
desatados.
Mira el jardín: la yedra sobre el plátano asciende, con
su verde amenaza de destrucción, fingiendo no
conocer la humilde torpeza de sus ramas.
Cuánto dolor inútil
duerme en la piedra, y cruza
por el aire tranquilo
que te envolvió y absorbe. Si supieras.
Tú, poeta, que has visto bajo los tristes sauces de
poniente, el sollozo de los acantilados, el tímido
galope de las cornejas, entre
miniados azafates de
oscuridad, di ahora cuánta
vana belleza consumieron
tus ojos única, irrepetible.
Di qué sombras, qué otoños
fosforescentes fueron tu luz, antes que
el frío de una tiniebla súbita descubra
tu verdad enmohecida.
1010
!|!
1012
del acantilado tanto en la calma como en la tempestad. Amo los
sitios donde la luz fue nuestra, el color de sus nombres, y amo
también los que no vimos, porque habrán de obligarnos a inventar
sus contornos, y su pequeña historia, y unos pocos recuerdos con
que volverlos habitables. Amo, incluso, la muerte, esta forma de
muerte, porque obliga a vivir.
1014
Viaje alfin (kl invierno (1997)
776
EL TESTAMENTO DE DRÁCULA (según F. F. C.)
A Santos Zunzunegui
Estas son mis palabras, mis últimas palabras.
Crecen en tomo a mí sin que yo las vigile, luego
retornan a mi boca y en ella se aposentan para
pasar la noche.
Las digo en voz tan baja que ni tú las escuchas a ras
de suelo, tan inaprensibles que hasta las piedras las
absorben.
Todo es posible aquí. Tan sólo yo
soy imposible, un rostro
sin color ni volumen
por estas galerías donde se repiten
espejos en espejos. Todos están deshabitados.
Nada devuelve su espesor, salvo una luz confusa,
dibujando mi ausencia entre los vidrios rotos.
Narciso fui cuando vivía.
Mientras no estuve en el arcén del tiempo, lo miraba
pasar. La muerte ahora es la venganza de los otros,
de esos otros extraños a quienes amé sin
proyectarme en ellos. Ven a mí.
No te haré ningún daño. Sabe que
de soledad en soledad
huí de un cúmulo de eternidades para cruzar la tierra. Fui viajero,
me deslicé hasta sombras que antes no conocí,
y en este exilio, cuando miro atrás,
pienso en el sueño de los justos:
un islote de espuma saturada de azul.
Tal vez los fríos del invierno sean piadosos conmigo. Sé que
sobre mi tumba nacerán flores amarillas.
777
ÉRIKA
1015
Cansado, al fin, del frío de mi invierno he salido contigo
a ver el mar.
Hemos andado junto a la escollera, como quienes
caminan al calor de la noche para escapar de sí, y henos
aquí, vestidos con la luz de una tarde que no muere.
Mientras tú juegas en la arena, escucho el vuelo de las
golondrinas, su ir y venir entre los nubarrones.
Parece que gesticulasen anunciando la llegada de la
eternidad.
El cielo es de un color que no conozco, y dibuja unas
alas, como si abrazase, unas alas muy dulces, semejantes
a ti.
Sobre el fondo, una imagen: tus dos ojos abiertos
de par en par sobre la espuma,
esa recurrente duración que llaman paraíso.
Se diría un relámpago —allí todo sucede demasiado
deprisa— pintando corazones, uno a uno, a los que fuese
urgente darles realidad.
Luego oscurece sobre mí. Te llamo y tú te vuelves, me
saludas. «¡Ya nos vamos? No, por favor... Si es pronto
todavía.» No hay música mejor que el paso de las horas
en un reloj sin tiempo que se niega a crecer.
1016
De una obra en marcha (2001)
778
FOTO FIJA: POLINYÁ DE XÚQUER En el
recinto de la noche,
allí
donde la eternidad sin fondo sobrevuela, escucho voces; son ecos
cuyo resplandor remueve los rescoldos de la adolescencia.
Algunos
viejos, sentados en la plaza, a las
puertas abiertas del casino,
bajo el relente, me señalan, «¿no és
fill del teu fill major,
que s’en va anar de müsic a Granada?
Té la mateixa cara de son pare».
La difusa luz de la
farola tiembla y no ilumina casi, aunque puedo ver la
escena en sombras (el sopor de agosto, el penetrante aroma
del naranjo) y un anciano, seco y enjuto, al fondo, su
rigidez, como de esparto, con los ojos tristes y asintiendo,
mudo; sus leves gestos de cabeza.
¿Qué
vienes a hacer aquí, tras tantos años de reposar entre los muertos,
a las afueras de mi biografía, junto al jazmín y el azahar que
coronaban mi horizonte?
Ya no soy soñador,
sino usuario de los sueños, tus
sueños, que intuyo, aunque sin la certeza
que hoy le da forma a mi heredad: un rostro
algo cansado donde el sol se pone
quizá sin fuerza ni fulgor, con la tenacidad de un alba que
jamás termina. ¿Vuestros rasgos en mí? Siempre lo supe.
Me acompañan. En ellos sobrevive el fruto cierto y su
sazón, y os miro: tengo la misma cara. Es un honor.
1017
779
ALGO ME DICE CÓMO PASA EL TIEMPO
Le he preparado el equipaje:
botas de nieve y de paseo, dos
sudaderas, t-shirts,
y tres pares de jems\
todo lo necesario para los cinco días
que durará el viaje con la escuela.
Dejo la bolsa encima de la cama, por si quiere añadir
algún juguete, y vuelvo a mi trabajo. Hasta mi mesa llega
el aroma vago de un perfume.
Por la puerta entornada la veo girar sobre su eje, la blusa
que, juraría, vi llevar á su madre, y una falda de seda, con
volantes, los movimientos que inquieren al espejo los
entresijos de la perfección, la tenue luz que asiente y la
sonrisa picara con que observa su disfraz de la cabeza
hasta los pies.
El oso de peluche yace sobre la
alfombra. No responde a sus preguntas (que tampoco yo
comprendo apenas), la mirada absorta en sus dos ojos de
cristal, y no le dicen nada el tono ni los nombres que pronuncia
en voz baja con un temblor que yo no conocía.
Todo lo que sospecho que no soy, lo que no seré nunca, está con
ella. Cierro la puerta con cuidado y me alejo de allí, sin hacer
ruido.
1018
José Luis Jover
(1946) [107]
780
FIGURA
(1967)
Ascender a esta imagen: criatura de
borroso contorno.
Malamente
reconocerse en ella si prudente la
memoria se muestra o es oscura
su intención. No puede su bravura, sin
embargo, volverse de repente a un
espacio de nadie —inocente e imposible
argumento—: la locura.
Ni lejana ni vaga. Cuando quiere
eleva ante ti plantas, edificios.
Ni tu odio perpetuo tanto hiere,
ni podrás con tus hueros maleficios
ocultar la impotencia... Ni difiere su
presencia indecente de tus vicios.
Guillermo Carnero
(1947) [444]
Dibujo de la muerte (1967)
781
EL EMBARCO PARA CYTEREA
Sicut dii eritis.
Génesis III, >1
Hoy que la triste nave está al partir, con su espectacular
monotonía, quiero quedarme en la ribera, ver confluir
los colores en un mar de ceniza y mientras tenuemente
tañe el viento las jarcias y las crines de los grifos
dorados oír lejanos en la oscuridad los remos, los
fanales, y estar solo.
Muchas veces la vi partir de lejos,
sus bronces y brocados y sus juegos de música:
e¡ brillante clamor
de un ritual de gracias escondidas
y una sabiduría tan vieja como el mundo.
La vi tomar el largo
ligera bajo un dulce cargamento de sueños,
sueños que no envilecen y que el poder rescata del
laberinto de la fantasía, y las pintadas muecas de las
máscaras un lujo alegre y sabio, no atributos del miedo
y el olvido.
También alguna vez hice el viaje
intentando creer y ser dichoso y repitiendo
al golpe de los remos: aquí termina el
reino de la muerte.
Y no guardo rencor sino un deseo inhábil
que no colman las acrobacias de la voluntad,
y cierta ingratitud no muy profunda.
1020
El sueño de Escipión (1971)
782
PIERO DELLA FRANCESCA
Con qué acuidad su gestuario
pone en fuga la luz, la verticalidad,
la insulación de las figuras vuelve dudoso el símbolo,
hace abstracción del aire, censura de la flora,
sucumben los jinetes
al vértigo del tacto con su brillo.
No hay llaga, sangre, hiel: no son premisa. Dormición de
la sarga, crucifixión del lino; última instancia del dolor
celeste angustia de la esfera, de los troncos de cono.
La geometría de los cuerpos y la vaga insistencia de su
enunciado único: no hay hiel, la multitud
no es síntoma del mal, no es un signo del daño.
Variaciones y figuras sobre un tema de La Bruyére
(1974)
783
L’ENIGME DE L’HEURE
Considera el posible objeto del poema: lo intratable por
otras formas de saber, un lenguaje llamado a la función
de emocionar, por mucho que Girondo propugnara para
la poesía una ley seca.
Conmover con una palabra mencionada mil veces,
definida por repetición cuando es oscura, que cautiva la
sensibilidad por su monodia y se hace evidente a la razón:
en los Libros Proféticos.
Su gravidez no hacia el significado sino hacia el signo
[mismo;
y como el signo, traidor por excelencia, ha de crear su propia
[carne
puesto que de la nuestra es un mal mensajero, hazlo crecer por
redundancia, y su presencia repetida nos convenza de que sí
existe algo tras él: menciona, crea.
1021
El poema es un complejo artesanado, un gran reloj de cuco;
conocemos su engranaje y cómo da la hora que es, con todo, un
enigma: también nos duele confesar una secreta admiración por
Donizetti.
Divisibilidad indefinida (1990) 784
LECCIÓN DEL PÁRAMO
Veo cruzar el pájaro pausado por el
aire, que apenas dividido se suelda sin
estela de sonido en su cristal ardiente y
deslumbrado,
1022
y un arroyo, que mudo e ignorado en
el valle perdido, minimiza el caudal
de su latido y lo conduce al arenal
quemado.
Ave y arroyo son mi compañía, y su
vuelo y fluir faltos de historia, nunca
pensado ni jamás oído,
escriben que es bastante melodía el
cofre sin abrir de la memoria y el
laberinto ciego del sentido.
Leopoldo María Panero
(1948) [349]
Así se fundó Carnaby Street (1970)
785
BLANCANIEVES SE DESPIDE DE LOS SIETE ENANOS
Prometo escribiros, pañuelos que se pierden en el horizonte, risas
que palidecen, rostros que caen sin peso sobre la hierba húmeda,
donde las arañas tejen ahora sus azules telas. En la casa del bosque
crujen, de noche, las viejas maderas, el viento agita raídos
cortinajes, entra sólo la luna a través de las grietas. Los espejos
silenciosos, ahora, qué grotescos, envenenados peines, manzanas,
maleficios, qué olor a cerrado, ahora, qué grotescos. Os echaré de
menos, nunca os olvidaré. Pañuelos que se pierden en el horizonte.
A lo lejos se oyen gol pes secos, uno tras otro los árboles se
derrumban. Está en venta el jardín de los cerezos.
Narciso en el acorde último de las flautas (1979)
786
LA MALDAD NACE DE LA SUPRESIÓN HIPÓCRITA DEL GOZO
«Jois eJovens n’es trichaire e
malvestatz es d’aqui'»
MARCABKÚ
Una cucaracha recorre el jardín húmedo de mi chambre y
circula por entre las botellas vacías: la miro a los ojos y veo
tus dos ojos azules, madre mía.
Y canta, cantas por las noches parecida a la locura, velas
con tu maldición para que no me caiga dormido, para que
[no me olvide y
esté despierto para siempre frente a tus dos ojos, madre mía.
1024
LastRiver Together (1980)
787
LA CANCIÓN DEL CROUPIER DEL MISSISSIPI
«Fifteen men on the Dead Man’s Chest.
Yahoo! And a botde of rum!»
Canción pirata
l'umo mucho. Demasiado.
Tumo para frotar el tiempo y a veces oigo la radio, y oigo
pasar la vida como quien pone la radio.
Fumo mucho. En el cenicero hay
ideas y poemas y voces
de amigos que no tengo. Y tengo
la boca llena de sangre,
y sangre que sale de las grietas de mi cráneo
y toda mi alma sabe a sangre,
sangre fresca no sé si de cerdo o de hombre que soy,
en toda mi alma acuchillada por mujeres y niños
que se mueven ingenuos, torpes, en
esta vida que ya sé.
Me palpo el pecho de pronto, nervioso,
y no siento un corazón. No hay,
no existe en nadie esa cosa que llaman corazón
sino quizá en el alcohol, en esa
sangre que yo bebo y que es la sangre de Cristo,
la única sangre en este mundo que no existe
que es como el mal programado, o
como fábrica de vida o un sastre
que ha olvidado quién es y sigue viviendo, o
quizá el reloj y las horas pasan.
Me palpo, nervioso, los ojos y los pies y el dedo gordo de la
mano lo meto en el ojo, y estoy sucio y mi vida oliendo.
Y sueño que he vivido y que me llamo de algún modo y
que este cuento es cierto, este
absurdo que delatan mis ojos,
este delirio en Veracruz, y que este
1025
país es cierto este lugar parecido al Infierno,
que llaman España, he oído
a los muertos que el Infierno
es mejor que esto y se parece más.
Me digo que soy Pessoa, como Pessoa era Alvaro de Campos, me
digo que estar borracho es no estarlo toda la vida, es
estar borracho de vida y no de muerte,
es una sangre distinta de esa otra
espesa que se cuela por los tejados y por las paredes
y los agujeros de la vida.
Y es que no hay otra comunión
1026
ni otro espasmo que este del vino y ningún otro sexo ni mujer que
el vaso de alcohol besándome los labios que este vaso de alcohol
que llevo en el cerebro, en los pies, en la sangre.
Que este vaso de vino oscuro o blanco,
de ginebra o de ron o lo que sea
—ginebra y cerveza, por ejemplo—
que es como la infancia, y no es
huida, ni evasión, ni sueño
sino la única vida real y todo lo posible
y agarro de nuevo la copa como el cuello de la vida y cuento
a algún ser que es probable que esté
ahí la vida de los dioses
y unos días soy Caín, y otros
un jugador de poker que bebe whisky perfectamente y otros un
cazador de dotes que por otra parte he sido pero lo mío es como
en «Dulce pájaro de juventud» un cazador de dotes hermoso y
alcohólico, y otros días, un asesino tímido y psicótico, y otros
alguien que ha muerto quién sabe hace cuánto, en qué ciudad,
entre marineros ebrios. Algunos me recuerdan, dicen
con la copa en la mano, hablando mucho, hablando para poder
existir de que no hay nada mejor que decirse
.1 sí mismo una proposición de Witgenstein mientras sube la
marea del vino en la sangre y el alma.
0 bien alguien perdido en las galerías del espejo
buscando a su Novia. Y otras veces
soy Abel que tiene un plan perfecto
para rescatar la vida y restaurar a los hombres
y también a veces lloro por no ser un esclavo
negro en el sur, llorando
entre las plantaciones!
lis tan bella la ruina, tan profunda
sé todos sus colores y es
como una sinfonía la música del acabamiento,
1 omo música que tocan en el más allá, y ya no tengo sangre
en las venas, sino alcohol,
tengo sangre en los ojos de borracho
y el alma invadida de sangre como de una vomitona,
y vomito el alma por las mañanas,
después de pasar toda la noche jurando
1027
frente a una muñeca de goma que existe Dios.
Escribir en España no es llorar, es beber,
es beber la rabia del que no se resigna
a morir en las esquinas, es beber y mal
decir, blasfemar contra España
contra este país sin dioses pero con
estatuas de dioses, es
beber en la iglesia con música de órgano
es caerse borracho en los recitales y manchas de vino
tinto y sangre «Le livre des masques» de Remy de Gourmont
caerse húmedo babeante y tonto y
derrumbarse como un árbol ante los farolillos
de esta verbena cultural. Escribir en España es tener
hasta el borde en la sangre este alcohol de locura que ya
no justifica nada ni nadie, ninguna sombra
de las que allí había al principio.
Y decir al morir, cuando tenga
ya en la boca y cabeza la baba del suicidio
gritarle a las sombras, a las tantas que hay y fantasmas
en este paraíso para espectros
y también a los ciervos que he visto en el bosque,
y a los pájaros y a los lobos en la calle y
acechando en las esquinas
«Fifteen men on the Dead Man’s Chest
Fifteen men on the Dead Man’s Chest
Yahoo! And a bottle of rum!».
Poemas del manicomio de Mondragón (1987) 788
EL LAMENTO DE JOSÉ DE ARIMATEA
No soporto la voz humana, mujer, tapa
los gritos del mercado y que no vuelva a
nosotros la memoria del hijo que nació de
tu vientre.
No hay más corona de espinas que los
recuerdos que se clavan en la carne y
hacen aullar como aullaban
en el Gólgota los dos ladrones.
1028
Mujer,
no te arrodilles más ante tu hijo muerto.
Bésame en los labios como
nunca hiciste y olvida el nombre maldito de
Jesucristo.
Así arderá tu cuerpo y del
Sabbath quedará tan sólo una
lágrima y tu aullido.
1029
Por fuertes y fronteras (1996) 792
NUESTRA VECINA
A Javier del Prado
Tiene, Javier, nuestra vecina un talle que resucita a un
muerto, y unos ojos que derriten el plomo y dan antojos
a quien se los tropieza por la calle.
Hay que trazar un plan que no nos falle para descerrajarle
los cerrojos y pasear en triunfo sus despojos, cuidando
hasta el más mínimo detalle.
Tú en el portal y yo en el descansillo, siempre al acecho,
cristalina media velándonos la cara y un cuchillo
afilado. Si Dios no lo remedia, de la vecina
haremos picadillo y de un cuento vulgar una
tragedia.
Ana Rossetti
(1950) [510]
Yesterday (1988)
793
DOMUS AUREA
Haec omnia tibí dabo, si cadens adorcweris me
MAT. 4, 9
Es la casa perfecta
donde ni un solo pétalo intenta aventurarse
más allá del jarrón y la luz no pretende
abrir un abanico en los espejos,
y el aire no consigue arrancarle palomas
a los libros, ni arrasarle el dosel
al tul de las cortinas, ni estremecer vidrieras.
Un decreto invisible afana su gamuza
sobre las porcelanas, mantiene intacto el brillo
1036
de las cuberterías y pulidos los pomos,
los caireles; vigila el territorio
de cada bibelot, la exacta inclinación
de cada lámpara, la desnudez del mármol
de los aparadores
y garantiza
el orden y la muerte.
Es la casa perfecta
y mi amor vendaval, es aguacero, alondra que no
encuentra lugar donde quedarse.
Jaime Siles
(1951) [107]
Génesis de la luz (1969)
794
TRAGEDIA DE LOS CABALLOS LOCOS
Dentro de los oídos,
ametralladamente,
escucho los tendidos galopes de caballos, de
almifores perdidos
en la noche.
Levantan polvo y viento,
al golpear el suelo
sus patas encendidas,
al herir el aire
sus crines despeinadas,
al tender como sábanas
sus alientos de fuego.
Lejanos, muy lejanos,
ni 3a muerte los cubre,
desesperan de furia
hundiéndose en el mar y atravesándolo
como delfines vulnerados de tristeza.
Van manchados de espuma
con sudores de sal enamorada,
1037
ganando las distancias
y llegan a otra playa
1038
y al punto ya la dejan,
luego de revolcarse, gimientes,
después de desnudarse las espumas
y vestirse con arena.
De pronto se detienen. Otra pasión los cerca.
El paso es sosegado
y no obstante inquieto, los ojos
coruscantes, previniendo emboscadas.
El líquido sudor que los cubría
se ha vuelto de repente escarcha gélida.
Arpegian sus cascos al frenar
el suelo que a su pie se desintegra.
Ahora han encontrado de siempre, sí, esperándoles las yeguas que
los miran.
Ya no existe más furia, ni llama que el amor, la dicha de
[la sangre,
las burbujas amorosas que resoplan
al tiempo que montan a las hembras. Y es entonces el trepidar de
pífanos, el ruido de cornamusas,
[el musical estrépito
que anuncia de la muerte la llegada.
Todos callan. Los dientes se golpean quedándose
soldados.
Oscurece. La muerte los empaña, ellos se entregan
[y súbito
como en una caracola fenecida, en los oídos escucho un
desplomarse patas rabiosas, una nube de polvo levantado
[por crines,
un cataclismo de huesos que la noche se encarga de enviar
[hacia el olvido.
1039
Canon (1973)
795
DEVUÉLVEME, MEMORIA PODEROSA
Devuélveme, memoria poderosa, la
conciencia profunda del instante.
Tocar la cantidad de esencia doble y
no dejar jamás de ser materia.
La posesión de límite que encierro hacia
un espacio sin final me lanza, que es
perfección, dominio, maravilla: totalidad
de ser únicamente.
Quédame, tacto. Sensación, procura abrir
tu eternidad en dos presencias.
La patria oscura (1983)
796
ESCRIBIR
Escribir —como si nada fuera importante— el
sencillo irse de las horas sentado en la terraza
de un café de una provincia española.
Escribir, como si estuviera escrito que el ruido
JuansobreManuel
de esas tazas el mármolBonet
tuviera que pasar
el arroyo claro de unos versos.
Escribir,(1953) [510]fuera.
como si nada
Justo Navarro (1953) [510]
Un aviador prevé su muerte (1986) 797
MUERTE EN MITAD DE LA PRIMAVERA
Lisa como la piel de los delfines es la
conciencia de morir: seguro tobogán o
corriente helada: cines donde la luz
regresa y vuelve oscuro el pálido vibrar
de la pantalla.
Me despierto de noche: palpo un muro de
seda transparente y fosca: estalla
algo dentro de mí: Miré palmeras,
imágenes en las carrocerías de los taxis,
las libres cabelleras de luces en los
puentes. ¿Correrías sin fin y con final?
1041
Un asesino sus agujas dispone: son las
mías las sienes apuntadas: punzón fino
como la llama del invierno: azul y
blanca y enfriada como un faro
fluorescente. Si camarada ful es incluso
el amor: su cueva, amparo fugaz como
una gota de mercurio—
¿qué me queda? ¿Mirar el verde claro del agua
y de las plantas como augurio
de un infinito giro de planetas?
Que una droga me acune en aguas quietas.
1043
Julio Martínez Mesanza (1955) [510]
Europa y otros poemas (1990)
798
LABERINTO
He ordenado trazar un laberinto de muros elevados e
inasibles y he mandado encerrar en sus tinieblas a un
monstruo que hace tiempo alimentaba: solamente
conozco yo su nombre y por qué no perdona al
indeciso.
Nunca paseo por sus negras calles, no sé
si por temor a conocerme.
De noche me despiertan los opacos
alaridos de víctima y verdugo.
Mi obra, entonces, me inquieta, y no consigo
recordar la razón que me ha impulsado a recibir con
sangre al visitante.
Me dicen que vendrá un hombre sin patria y que
penetrará en el laberinto, buscando sin terror su
oscuro centro: cuando la espada hiera al monstruo
infame, mi corazón conocerá el descanso.
Un hombre no debe ser recordado (1992) 799
UN HOMBRE NO DEBE SER RECORDADO
1044
Juan Carlos Suñén
(1956) [510]
Cuando llega el momento
de partir a la guerra,
el hombre ensilla su caballo y pasa
miedo y, para alejarlo, piensa: «Pronto
adornarán mis hijas su juventud con flores
de estos campos, mis hijos
se embriagarán con vino de estas cepas. Y un día
me darán nietos sanos y robustos que
pensarán que a nadie deben nada.»
1045
Blanca Andreu (1959) [510]
De una niña de provincias que se vino a vivir en un
Chagaü (1981)
800
El DÍA TIENE EL DON DE LA ALTA SEDA, pétalos desandados
por el pie de la noche, monedas en corolas, eso dije.
Pero se izó la nube de magnolia hasta llegar al núcleo aho-
[gado,
estambre eléctrico y pistilo triturado de amor, monedas
deshojadas por el terrible cheque templario o bien las
brujas vírgenes prudentes y la plomiza nada milenaria.
El día tuvo el don de la alta seda,
amor mío, amor mío, y por eso aún escúchame,
por eso te repito el perdido poema,
amor mío, amor mío, tu voz que amé y que cruza
las pupilas moradas de los puentes,
y tu olor habitado, azul, y todo
lo que ahora abandono y abandonas
no sé con qué propósito,
ni sé de qué manera clandestina,
ahora, mientras yo rompo
la idea de tu rostro y continúo ignorando qué invierno,
qué arteria barroca del diciembre aquel,
qué orden despierto es el tuyo
mientras yo vivo sola, y duermo, y te detesto.
1046
Jorge Riechmann (1962) [510]
La estación vacía (2000)
801
EL GUARDIÁN DE LO PEQUEÑO
Franz Kafka aseguraba que hay esperanza,
mucha, una infinita esperanza: sólo que no para
nosotros. Walter Benjamín afirmaba que. sólo
nos es dada la esperanza por los privados de
cualquier esperanza, é Y usted qué opina ?
A todos los que queréis estrechar la vida,
recortar la vida, cercenarle los arcos a la vida,
arriar las velas rojas del galeón fantasma,
sacar del agua a los caballos: os digo que seréis derrotados.
No por la fuerza senescente de los escarnecidos, no
por el septentrión ingenuo de los adoradores, ni por
los masacrados molinos de la generosidad.
Sino por los malentendidos que creeréis haber desentrañado,
las paradojas que torcerán las herramientas de la maldad, las
minucias que dejaréis a vuestra espalda y resultarán ser —no
sé por qué os sorprende— las alamedas tan flexibles de la
resistencia.
¿Esperanza
vestigial, residual? No sabéis lo que es la esperanza.
Esa fue siempre toda la esperanza.
¿Perdimos la cabeza? Conservamos la voz.
De un solo grano se yergue la voz toda.
Y una voz vale la ausencia de cabeza
si en alta mar peligran las columnas del mundo.
1048
Vicente Valero
(1963) [510]
Herencia yfábula (1989)
802
CONOCIMIENTO
Si lo que un hombre quiere es conocerse, la
tierra roja mire, el mar undoso.
Con sol y barro ha germinado el surco,
urdido desde antiguo por la vida.
Arda su corazón entre los símbolos,
acaso nunca escritos, aunque firmes en
el lento fluir de las costumbres.
Si lo que un hombre quiere es contemplarse en
el espejo blando de sus frutos, celebre el sueño
fértil de la luz que baña con leyendas su
memoria.
No fiie inútil su viaje, ni la casa construyeron
en vano los que huyeron de la noche cerrada
y de los monstruos. Quien ama la quietud
ama una tierra.
Si un hombre, en el cansancio de sus manos, en
la mirada hueca de sus ojos, lo que quiere es tan
sólo conocerse, busque su rostro seco entre los
surcos
maduros de los huertos y las olas.
Encontrará su patria derramada entre
olivos, cisternas y viñedos, sobre la
amarga piedra del sarcófago.
Vicente Gallego
La(1963) [510]manera (1988)
luz de otra
803
NOVIEMBRE, 18
Hay una claridad de lluvia no lejana y estoy aquí
sentado ante este mar profundamente gris. No
busco una respuesta a este enigma de estar que
es ir fluyendo entre el miedo y la dicha de la
carne. Ninguna salvación, ningún consuelo que
no sea este espacio que ahora ocupo, esta dicha
de ser y de saberlo, el hoy, mi placidez
iluminada, este abandono dulce en el que
aguardo a que la luz me colme y quede solo con
este mar enfrente, sin este nombre mío, y en mi
centro.
1052
Ada Salas (1965) [510]
Variaciones en blanco (1994) 804
Vengo del aire manso.
He visto la hora blanca en que todo se
agita
y arden la sombra y sus hogueras
y la luz y sus lagos.
Torre soy.
Nadie ciegue mis labios.