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Los efectos que tiene en el cerebro consumir pornografía en exceso

Si bien la ciencia está dando aún sus primeros pasos en la investigación de las
consecuencias neurológicas del consumo de porno, está claro que la salud mental y
la actividad sexual de su amplia audiencia están experimentando efectos sumamente
negativos, entre los que se pueden identificar la depresión y la disfunción
eréctil.
Las características de los vídeos pornográficos disparan la plasticidad, que es la
capacidad del cerebro para cambiar y adaptarse tras una experiencia determinada,
combinada con la accesibilidad y el anonimato proporcionado por el consumo de
porno online, nos convierte en sujetos extremadamente vulnerables a sus efectos
hiperestimulantes.

A largo plazo, el porno parece provocar disfunciones sexuales, especialmente en


forma de incapacidad para conseguir erecciones o para alcanzar el orgasmo al
mantener relaciones con otra persona. De la misma manera, el grado de satisfacción
con la relación y el compromiso con la pareja también pueden verse afectados.

Con el fin de tratar de dar explicación a estos efectos, algunos científicos han
establecido paralelismos entre el consumo de pornografía y el abuso de sustancias.
El diseño evolutivo hace posible que el cerebro responda a la estimulación sexual
liberando dopamina, un neurotransmisor asociado principalmente a la anticipación
de recompensa que actúa también en la programación de recuerdos e información
en el cerebro. Esto significa que cuando el cuerpo quiere, por ejemplo, comida o sexo,
el cerebro recuerda lo que debe hacer para obtener el mismo placer que en ocasiones
anteriores.

En lugar de dirigirse a su pareja para lograr una realización o gratificación sexual,


los consumidores habituales de porno recurren a su teléfono u ordenador cuando el
deseo llama a su puerta. Además, las explosiones de placer y recompensa, cuando
son antinaturales, generan potentes niveles también antinaturales de habituación en
el cerebro.
El psiquiatra Norman Doidge lo explica así: "La pornografía satisface cada uno de
los requisitos previos para el cambio neuroplástico. Cuando los pornógrafos se jactan
de que están yendo un paso más allá al introducir temáticas nuevas y más fuertes,
obvian que deben hacerlo porque sus clientes están desarrollando una tolerancia al
contenido habitual".
Las escenas que se pueden ver en el porno, como ocurre con las sustancias adictivas,
son desencadenantes hiperestimulantes que producen una secreción antinatural de
altos niveles de dopamina, lo cual puede deteriorar el sistema de recompensa de la
dopamina e inutilizarlo de cara a fuentes de placer naturales.
La desensibilización de nuestro circuito de recompensa sienta las bases para el
desarrollo de disfunciones sexuales, pero las repercusiones van más allá.

Los estudios elaborados demuestran que las alteraciones en la transmisión de


dopamina pueden facilitar la depresión y la ansiedad. Los resultados obtenidos
indican que los consumidores de pornografía manifiestan más síntomas depresivos,
una menor calidad de vida y una salud mental más pobre que aquellos que no ven
porno.
Otro de los hallazgos concluyentes del estudio es la necesidad de un consumo cada
vez mayor en los usuarios compulsivos, incluso aunque no disfruten de lo que ven.
Esta desconexión entre lo que desean y lo que les gusta es una de las características
distintivas de la desregulación del circuito de recompensa.

Siguiendo una línea de investigación similar, expertos del Instituto Max Planck de
Berlín descubrieron que al elevar el consumo de porno en un sujeto la activación
cerebral era menos intensa al exponerlo a imágenes pornográficas convencionales,
lo cual explica por qué los usuarios tienden a explorar gradualmente tipos de
pornografía cada vez más alejados de lo habitual.

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